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CON CLAUDIA VIENDO A SALAMANCA NUBLADA
La Casa de Unamuno nos acoge en su silencio inaudito. Vi a Claudia por primera vez en
el comedor del Colegio Mayor de Oviedo. Tenía una plácida conversación de sobremesa
con unos muy jóvenes compañeros. Sus ojos son dos grandes paraparas de luz matinal.
Desde ese momento no puedo leer a Salamanca sin ellos. Me impactó la transparencia de su
rostro cordial, mexicano y sobre todo pícaro. El habla de ella se desliza empapando las
cosas con una ternura cortazariana: Esta gata inquieta nos contempla desde el extraño ojo
triangular donde despacha María Ángeles en Anaya, mientras espero la hora de la clase que
imparto en Anayita. ¿Una cara tan preciada puede engullir a Salamanca entera? Creo que sí,
pues se me antoja un laberinto de enigmas sorprendentes por venir.
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Ella es la calaca que siempre quiso dibujar José Guadalupe Posada [algo así le pasó a De
Chirico con la flemática belleza de Clarice Lispector, hasta el punto de no cansarse de
pintar su rostro]. Se sabe que el mismísimo Goya quiso alguna vez incluirla en sus cuadros
taurinos o de costumbres: ataviada de bailadora de flamenco y recostada en un diván verde.
Como lo leemos en los cuentos de Laura Antillano, la única alternativa válida de la vida
reside en la probabilidad del revestimiento mágico. Claudia me lleva de la mano a la Casa
de las Conchas para ojear libros estupendos en su biblioteca, desde los de Juan Rulfo,
revulsiva revisita de José Revueltas interpuesta, Sor Juana Inés de la Cruz [su diosa tutelar],
hasta los brillantes ensayos de Susan Sontag. Nuestra amable y amantísima niña nos
arrebata con las sentidas canciones de Chabela Vargas, a la sombra de las coníferas cuyas
frondas bailan de gusto al son del gélido viento salmantino.
De repente ambos topamos con mis tres amores trujillanos: la narradora Sol Linares y
las poetas Ana Enriqueta Terán y Wafi Salih. Nos sumamos al grupo para presentar
nuestros respetos a Fray Luis de León, uno de los grandes profetas de la lengua, en el Patio
de Escuelas. Sol le encandiló con sus cuentos de peripatéticos amores imaginarios, duelos
psiquiátricos y guiños cómplices a [lo] Ambrose Bierce. Doña Ana le declamó un par de
Décimas Andinas, el soneto a un caballo blanco y contó hasta cien con la prestancia
musical de siempre, para luego excusarse con todos porque tenía una conversación
pendiente con el cineasta Manuel de Oliveira a orillas del río Duero [caudales confidentes
acumulados durante un siglo]. Wafi le cantó un haykú entrañable y más tarde leyó tres
poemas en prosa de El Dios de las Dunas: “Enmudece para oír desde el minarete a los
pájaros en su cóncava extensión de infinito”. Deshecho el milagroso grupo, Claudia me
recordó que tres psiquiatras de cuidado tenían un consultorio en Ávila para competir con
Santa Teresa de Jesús en eso de escrutar almas esquivas: los escritores Pedro Téllez, Slavko
Zupcic y Luis Enrique Belmonte. Su estulta nave surcaba el río Tormes de vez en cuando,
pues su tripulación corsaria integrada por miembros de la Orden de San Desiderio y el
Colectivo Místico Anarquista ¡Rasputín Vive!, tomaba por asalto a Salamanca todos los
jueves, eso sí, tragos de ron y besos robados a las estudiantes mediante.
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“pris” le dio alcance. Antes del percance, ellas falaban cantigas de Alfonso El Sabio. Por
cierto, minutos antes y sin querer, Claudia casi atropellaba a un Rubén Darío Lagonell
alegre, acodado y pedaleando en su bicicleta nueva. Más tarde, nos reencontramos con Blas
de Otero bien acompañado y atrincherado con los poetas del Decir: El Gallo Mujica,
Adhely Rivero, Juan Calzadilla y Luis Alberto Angulo con su toma de “redtratos” por
doquier. Ellos se ocupaban en el Café Real libando cañas y escribiendo en comandita otra
“Cartilla (Poética)”. Notamos que la incansable Doctora Carmen Ruiz Barrionuevo andaba
buscando a un despistado salmista compulsivo por toda la Plaza Mayor. Ella temía que este
venezolano se hubiera lanzado al Tormes para embucharse de la luna salmantina, pobre
tipejo que ensaya tales disparates. El verdor sensual e incendiario de Eva Guerrero se
contoneaba a la luz de un merengue de Juan Luis Guerra, siendo aplaudida y vitoreada en el
acto por Don Pedro Henríquez Ureña que se encontraba de visita.
Salamanca es la gran casa dorada donde vive Claudia. Ya les dije que se puede leer
amorosamente la ciudad a través de sus ojos grandototes. Ella es un Aleph que deambula
impunemente por sus calles, corredores y misteriosos pasajes: Concentra en su cuerpo
sedoso y juvenil todos los lugares, las anécdotas y los grandes relatos que dignifican la
lengua de los hombres. He aquí que la niebla la abriga como en una ensoñación delirante y
espectral. Quizás por eso Salamanca es el lugar emblemático que soñé sin conocerlo hasta
el sol inédito de hoy.
Pasé con Carlos Ferreira y su tocayo Yusti buscando a un trío inusual de peregrinos en
el terminal de autobuses: Reynaldo Pérez Só, Elías Canetti y Argenis Salazar, quienes
tenían un convivio apasionado sobre la ética viva de Emmanuel Lévinas y su magistral
transfiguración cinematográfica en “Crímenes y Pecados” de Woody Allen. Venían de
Toledo y Sevilla, luego de visitar juderías y lugares sacros. Me llamó la atención cómo
Argenis logró encaramar en el bus a tres perros vikingos. Majas majaderías de un músico
experimental: ¿acaso compondría un oratorio de tres canes cantando las coplas de
Manrique? En el Aula Magna de la Facultad de Filología, mientras tanto, Claudia
escuchaba enamorada y risueña la biografía oral de Daniel Santos en la voz ronca de
Salvador Garmendia, las perversiones y afecciones psíquicas de Abigail Pulgar contadas
por Andrés Mariño-Palacio y, para colmo, los cuentos de malhechores y milicos salvajes de
Orlando Chirinos. Es como si Sherezade se metamorfoseara en un barbudo, un psicótico y
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un maracucho-coriano demoníaco respectivamente. La red de relatos y versos viste a
Salamanca con el pasamontañas del Subcomandante Marcos, amenizada la velada con esa
balada imprescindible que es “El Baile y el Salón” de Café Tacuba. Esta banda mexicana se
tele-transportó en nanosegundos a otra locación: La Heladería La Valenciana, centro del
dulce canto subversivo, donde María Elisa y Paco bailan entusiasmados el neo-corrido “La
Ingrata”.
Despierto ahogado en el sudor, dada esta ensoñación abigarrada y extraña. Son las tres
horas e intuyo que Claudia estará durmiendo tranquila y feliz. Su nuca apunta al igual que
la de Felipe II en dirección del tríptico plástico “El Jardín de las Delicias” del Bosco. El
cuadro está cerrado y se parece mucho a una naranja yacente. ¡Silencio!, chito, la muchacha
adorada sueña y el Jardín de las Delicias despliega por la ciudad su legión de personajes
maravillosos. Me doy cuenta que ella es la que me sueña, pues viajé del estupor a ese
estado de gracia fugaz, resbaloso y contingente que se llama felicidad. Parafraseando a
Serrat, aunque nos guste llorar cuando nadie nos ve. Felices sueños te provea la poesía del
mundo, amantísima Claudia. 23/11/2015, 3:00 am.
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SHALOM
No acomodas a golpe de las ocho y media de la noche las treinta cajas de cerveza Polar
en las neveras de la Colmena Borracha. Tampoco te toca ahora completar el importe de las
medias botellas de cocuy Leal para beneplácito del ejército indigente con sus perros
vikingos. Mucho menos los Panchito Mandefuá del colegio interrumpen temprano tu
desayuno que quedará a medias, para llenar sus estómagos bulliciosos como gatos
pintarrajeados. Tampoco perturba tu rara modorra la tragicomedia económica de la nación
esquilmada por la inflación perniciosa, el desabastecimiento y la inseguridad que golpean
sin misericordia a los compatriotas de a pie, eso sí, en la indolencia perversa de pitiyanquis
y socio-listos que arrastran sus rabos hediondos a azufre. La vileza que serpentea este
mundo jamás te arrinconó en el miedo ni en el resentimiento, porque fuiste tocado por el
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espíritu terrible y eterno de una adolescencia luminosa que jamás encontraron los
conquistadores españoles, portugueses o alemanes. El Dorado, como lo demostró tu
familiarísimo Ramón Díaz Sánchez, no descansaba en el oro del Cuzco ni en el oro negro
de Cabimas o Mene Grande. Por el contrario, se centra en las piedras tiernas de tus hijos,
sobre todo las dos hembras que ahora velan tus abigarradas y fantásticas ensoñaciones. La
poesía de Elías David Curiel te susurra con voz judía inconfundible: “¡Transfiguróse en
alma, como en gema el carbón!” [Tibisay baila feliz al son de tus dedos trémulos, sin que le
afecten las ambulancias escupiendo los cuerpos desfigurados de reos amotinados].
Sin embargo, cómo deseo reencontrarme contigo en la Licorería al igual que Joâo,
Norberto, Lucas, Curly, Pablo, Agustín, las caminadoras del lugar y pare usted de contar.
Sabemos que te sientes a gusto en tu mundo virtual muy propio. Por fortuna, tu
impuntualidad de campeonato [superior a la de Héctor Lavoe], estropeará y pospondrá tu
cita con la dama enigmática que siempre canta en las tinieblas. Me despido en el ladino de
Pérez Só quien te reconviene con cariño la lectura convulsa de Los Protocolos…: “i por
agora es preferible / kayar la mi boca / ke si Dio kisieralo ansi / ansina mezmo / tenria la
respuesta”.
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APOLOGÍA DE UN CORAZÓN PELADO PARA TI
CERCANO,
camarada de cuitas,
Laura Antillano.
Amantísima Dama del Armiño: Eres la más bella modelo del mundo, cuya donosura está
sazonada en especial por tu presencia menudita y escurridiza. Mejor aún, la vivacidad
tierna de tus transparentes ojos pardos ilumina la puerta que Leonardo Da Vinci le arrebató
a las miradas morbosas de los espectadores. Me encuentro solo en el Museo Archivo
General de la Guerra Civil Española, buscando evadir el acoso insoportable del espantoso y
grasoso guardia de seguridad. Ante la Sala Roja que recrea una Logia Masónica, te pienso,
te extraño y te amo toda en la visita aterradora que realizas simultáneamente en ese museo
de cera y papel de Maracaibo con sus mercaderes de profilácticos, su hilera intimidante de
fetos y su catálogo de enfermedades venéreas. Mientras ahogas en la tristeza los gritos de tu
feminidad insurgente a los trece años, los monigotes negros que simulan a los miembros de
la logia, increpan mi intrusión abrupta e indeseable. No me queda más que descender al río
Tormes en la más descarada noche, para arrojarme a sus aguas turbulentas junto a imágenes
terroristas variopintas que traigo conmigo. Sobre el puente se escenifica una procesión
dolorosa en la que Bárbaro Rivas desfigura a brochazos al Nazareno petareño y su comitiva
miserable de centuriones, milicos y ciudadanos de a pie.
Voy sufriendo a la par los golpes cruentos que la vida te ha propinado en el cuerpo y el
alma: A bastonazos me coronan de espinas, acuchillan mi espalda, horadan mi costado
hasta extraerme sangre y pus, tal es el amoroso diluvio rabioso con el que pretendo
cauterizar tus heridas haciéndolas mías. No me importa el oprobio que me escarnezca ante
la mezquina muchedumbre en un Gólgota lúgubre, manchado y enmohecido. Ocuparé tu
lugar en esa aséptica sala, cuyo aparataje me abrasará y doblegará en vómitos hasta el
vaciamiento. Me consume pues esta candela interior que pugna por abrazarte y protegerte.
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A esta hora de la madrugada, me consuela la dulce garúa intemporal que viertes en mis
labios resecos y conmovidos que te corresponden. Asciendes renovada y con un aire
travieso por escaleras mágicas que despejarán la calima, la congestión asmática y el siroco
de la hasta entonces Valencia sitiada. Bien amada María Magdalena, te entreveo en la
poesía de tu tocaya la Calcaño cuando brincas la cuerda y embochinchas el camino que me
trae de vuelta a ti. El armiño blanco, ¡solemne y solidaria Cecilia Gallerani!, mordisquea
tus proverbiales y tersas manos en el giro inigualable de tu serpenteante cuerpo
transfigurado por la sensualidad estremecedora del mundo.
II
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entre el pecho y el espinazo. Como podrás cerciorarte, mi presunta distancia no es más que
una paradójica cercanía rodeándote por la cintura y halándote como una sirga enamorada.
Sigue paladeando el cocuy de a poquitico aunque te pegue y te haga bailar en el umbral
difuso que vincula a la vida y la muerte. La luz del trópico que nos retrotrae la albura sin
igual de Reverón, se deshace en elogiosas chispas que giran alrededor de las parejas que
bailan un danzón en un solo ladrillo, sobre el tapete verde de una mesa de billar, sin reparar
en las ondulaciones rojinegras que nos funden en uno apuntalándonos en el centro de la
composición festiva, escoltados nosotros mismos en la contraposición de estampadas
ilusiones y luctuosos desengaños por venir. ¿Por qué te cuesta tanto decir tus quereres? ¿No
te gusto ni siquiera un tantito? Mi voz, si se quiere monotemática, visceral y acuciante, te lo
ha hecho sentir de mil maneras que devienen en un concierto disonante, maravillado y,
sobre todo, muy mestizo: Desde la complicidad de los epígrafes, escarbando tu corazón de
miel a fuer de asociaciones libertarias y descabelladas, hasta incluso simular este martirio
delicioso falsificando el Decir del Otro. Le he arrancado impunemente tus fotos a los
álbumes antiguos y los portarretratos por pulir, para plotearlos en clandestinos pendones
hiperrealistas que me den sosiego y restauradora compañía. No te burles de mí, pues me he
tendido a mí mismo un imaginativo noviazgo de bachillerato contigo, Amor Mío.
III
Nos topamos con un cortejo fúnebre que acompaña Laura en silencioso y condolido
temple de ánimo. Ella nos refirió en su conmovida óptica que otro desdichado púber fue
masticado por esta infernal comarca de asfalto innoble. Bajo el Sol de la Medianoche, nos
explicaba desgarrada, otros jóvenes incautos y desprevenidos pintaban en la avenida una
caperucita armada como santo y seña para que avechuchos sombríos de rapiña no los
atacasen a ellos mismos, pero sí al pardaje malandro que rumia resentimiento al otro lado
de la alambrada. Ello en la recapitulación del episodio en el que el barrio El Chorrillo fue
devastado con fuego y azufre caído de un cielo profanado por halcones parodiando
colibríes bipolares. El cementerio de Naguanagua es una mancha de aceite beige que no
logra importunar nuestro paseo conversado gajo a gajo, bienaventurada Berenice, Cecilia o
Claudia. Por el contrario, nos inhumamos bajo una capa de tierra reseca y áspera en tanto
magma nutricio que nos repotencie y dignifique el crepúsculo astillado, contingente y
purpúreo del Juicio Final.
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Te quiere mucho a rabiar y recuesta la atribulada cabeza en tu pecho plácido, tu dulce
salmista compulsivo. “ADIÓS” en esta enumeración caótica y muy emotiva, valga la
respiración entrecortada que entraña todo ascenso en amor místico.
P.S.: Esta epístola descoyuntada de amor tiene como cortina musical la versión
remasterizada del álbum “The Lamb lies down on Broadway” (1974) de Génesis, siendo su
nudo esencial el instrumental en clave de marcha “Hairless Heart”. Si quieres escucha
también “Creed” de Radiohead, pues ambos somos sombras ajenas que se tocan en este
desmadre histórico e injustificable. Salamanca, domingo 3 de abril de 2016.
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DESDE MI ANTENA
“Sozinho no escuro
sem teogonia,
qual bicho-do-mato,
para se encostar,
Comenzó un paseo apresurado por el estacionamiento en búsqueda del carro fúnebre que
condujo los restos de su padre al cementerio. Los vehículos se sometían desganadamente a
tan maniática requisa. Un tablero negro cuarteado, una pequeña y desnuda cruz de madera
pendiendo del retrovisor por un cordel violeta, y una estampa de San Ignacio de Loyola en
la portezuela de la guantera, serían los indicios que identificarían al vehículo. El llanto
contenido y el sudor ardían en su vista nublando así su tarea masoquista.
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rostro fue quebrantado por la caída de un goterón blanco y sucio en el espejo de agua de la
poceta.
Se le vino una amalgama de imágenes del día anterior, cuando acompañó al cadáver de
su padre a su selecta morada: el césped de atendido verdor, la equilibrada distribución de
las tumbas, las estatuas y los motivos que delataban a su juicio el buen criterio artístico de
sus dueños; el llanto de silenciosa estupefacción de su madre, el verde humedecido de los
ojos más la impúdica carnosidad de los labios de Ivette, la solidaridad faldera de Luigi
arropada en lino negro, la ajustada falda beige que ofrecía la firme voluptuosidad de su
prima Josefina a su concupiscencia, por ejemplo. La expectante pose mística de San
Ignacio fijada en yeso, y luego en la descolorida estampa – alusiva a su conversión -, se
apoderaría entonces de la obscura película de su mente con una obstinación eidética. Los
trazos, unas nubes iluminadas desde adentro, se sobreponían y acomodaban en pos del
establecimiento definitivo.
El contraste entre el negro y el blanco era alcahueteado por el gris del piso. Al igual que
el olor del incienso, las velas y las flores ya mustias por el trasnocho, la tensión del cuello
para arriba era opresiva. Regurgitó y al punto una ventosidad resonó como el choque de un
par de castañuelas. El sopor de la hora le inquietó pues parecía augurarle el
desvanecimiento. Evocó con desagrado la acuciante y sospechosa presencia de Karl Giusti
y Federico Valecillos tanto en el velorio como en el sepelio. Nada bonito los trajo, algo se
traen ésos, se dijo con convicción. La irrupción súbita de Santiago, el propietario de la
funeraria, le hizo esconder las manos y los nervios en los bolsillos. Desconcertado aún, se
preparó para enfrentar la desgarbada figura del hombre que iba descendiendo de la capilla
azul.
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-Bien- dijo frunciendo la cara en un gesto que le era característico: la boca esbozando un
arco pronunciado a la manera de la sobreactuación típica de los actores del Kabuki.
-Pues bien, ¿por casualidad ustedes no tienen un maletín que dejé ayer en uno de los
carros del cortejo?
-Que yo sepa, no. Ninguno de los choferes me ha reportado la novedad. ¿Me puede
describir al chofer que le llevó al camposanto?
-Ése es Cheo Zaraza, sí, no hay duda. Lo que pasa es que fue a llevar el carro al taller
para ajustarle los frenos... Fue ayer, precisamente, después del sepelio de su señor padre.
-Ni idea, pero si usted quiere en lo que llegue le llamo por el celular. Despreocúpese
hombre, él debe tener consigo el maletín.
-Está bien, muchas gracias- musitó resignado. Mientras Santiago le daba la espalda, el
hecho de no haber llegado Ivette acentuaba su malestar. Pensó en el chofer, Cheo Zaraza,
como si estuviese invocando su presencia. Repentinamente, creyó recordar que éste estaba
conversando con sus dos enemigos, Karl Giusti y Federico Valecillos, durante el sepelio de
su padre. Peor aún, le parecía haberlo visto años atrás en la universidad. Fue durante las
elecciones estudiantiles, ganadas por él –en tanto asesor de la campaña- para Pedro
Virtuoso, la víspera del asalto a la Facultad. Las huestes armadas de la otra plancha habían
intentado boicotear el proceso, mediante el robo de las urnas electorales. Afortunadamente,
alguien los puso sobre aviso, logrando el grupo trancar el acceso al edificio en la
disposición inmediata a repeler el ataque. Sí, sin duda que la figura apagada y alta del
chofer acompañaba a la indisoluble yunta de Guisti y Valecillos esa noche. (Es necesario
aclarar que Karl Giusti y Federico Valecillos junto a un no identificado estudiante de
medicina, idearon el cierre de las puertas del Edificio; al punto que las puertas de acceso a
las escaleras soportaban una tonelada de pupitres electrificados. Tanto Pedro Virtuoso
como su asesor niegan inútilmente la especie. Ambos estaban enconchados en los baños de
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damas del tercer piso; sentados en las pocetas como mujeres aterrorizadas). Su ejercicio de
angustiosa evocación fue disipado por el chillido del celular. Ivette, no se sabe por qué
razón, se excusó de no acudir a la funeraria, por lo que lo esperaría en el apartamento. Se
consoló en la posibilidad de hacerle el amor más tarde. No quedaba otra sino aguardar que
Cheo Zaraza apareciera por fin en la funeraria, ante la severidad de Don
Santiago.....................................................................................................................................
“Entre la siesta y la modorra: No sé por qué oscura razón me veía amenazado de muerte.
Inmediatamente me encuentro con un hombre relativamente viejo, cuyos detalles no puedo
recordar. Solamente su calvicie incipiente, propia de los sesenta años, y sobre todo, su
mandíbula notablemente desviada. Luego nos encontramos en una fuente de soda; pasamos
de una mesa a la otra, bastante desordenada por cierto, en que se hallaban dos mujeres, las
cuales nos abandonaron casi de inmediato. Enemigos a muerte, conversando como si nada.
Exigí respeto tirando del par de cauchos que tenía por orejas el tipo………………………...
“Estábamos durmiendo en una casa bastante vieja de techo de zinc, Ivette, su hermana y
yo. Despierto y salgo a eso de las cinco de la mañana, quizá con la intención de comprar el
periódico, en ropa interior y envuelto en una sábana. La avenida estaba sola, ningún kiosco
abierto. Había subido hasta la urbanización La Begoña, a la altura del consultorio José
Gregorio Hernández, cuando decidí regresarme a aquella casa, que distaba a pocas cuadras
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de la avenida Universidad. Sólo que no lograba encontrarla. Luego de subir y bajar cierto
trecho de la avenida 190, la hallé gracias a un alboroto que la policía había armado en su
fachada: la hermana de Ivette había sido violada y asesinada en la madrugada, amputados
ambos senos –dos bolsas de silicona-. Por lo que el principal sospechoso era yo……………
Pasadas las nueve treinta a.m., tomaron un helicóptero en el helipuerto de la torre. Era su
primer vuelo en tal clase de aparatos, por lo que el temor volvió a espolear sus vísceras muy
a pesar del asombro y el extraño curso de los acontecimientos. Don Santiago aprovechó la
ocasión para ufanarse de este nuevo juguete, obtenido en los Estados Unidos a buen precio
durante un remate de desechos de guerra. El helicóptero perteneció a la Caballería
Aerotransportada norteamericana en la época de la Guerra de Vietnam, sólo que el verde
oliva dio paso al actual negro agorero correspondiente a la actividad económica del
sesentón gallego. Además de entretener su viudez, formaba parte del paquete de luxe de los
servicios funerarios de su prestigiosa empresa. Don Santiago, entre divertido y
dicharachero, le relató el caso de un macabro cortejo aéreo integrado por cuatro avionetas
Cessna y su helicóptero –en tanto carroza fúnebre- que conducían los restos de un piloto
cubano a un cementerio privado de la ciudad. El clímax hilarante de la anécdota estribó en
el alboroto que se armó cuando el helicóptero aterrizó a un costado del área ocupada del
camposanto (el cuarteto de avionetas había aterrizado no muy lejos de allí, en una de las
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más grandes haciendas de Tocuyito). El lío se desovilló gracias a la prudencia de los
propietarios, disuadidos por deudos armados con automáticas.
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PROFANADORES DE URNA. Cuartilla ficticia sobre un cuento por escribir
Pedro Crespo le había notificado por teléfono a Fáver Páez la muerte del Comisario cultural
de Valencia de San Desiderio. Luego de colgar, Fáver con no poca angustia me lo
comunicó de inmediato. Sin reparar lo prendidos que estábamos, nos fuimos en su minivan
púrpura a la Funeraria “Cristo Rey”, acompañados –eso sí- de una de whisky barato que sin
embargo quema el gaznate. Íngrimos y perdidos en la noche lóbrega, dimos un sinnúmero
de vueltas por las mismas calles. Incluso nos dimos el lujo de picar cauchos en el Gran
Premio de la Muerte de Valencia del Rey: Derrotamos en dos horas clavadas a las carrozas
fúnebres de las Escuderías Cristo Rey y Superior, además de un Mercedes Tiburón rojo, los
cuales mordieron polvo cósmico. Sólo la lengua etílica, inútil y enrevesada de ambos,
modificaba el paisaje decadente de la urbe como si se tratara de un Ur-texto indigno del
patriarca Abraham. El motor de la minivan escupía raspi-aguinaldos, poema-los y soneta-
los para beneplácito de los poetas menores que no padecieran del enanismo del Ego.
Estuvimos a punto de atropellar una comparsa de poetas profanadores de urna como José
Gregorio Medina, Quevedo, Rubén Darío, Edgar Allan Poe, Orfeo el feo, Marcelino Gil y
pare usted de contar. Ni siquiera nos dimos cuenta que el poeta Burgos nos pedía una cola
para el Hotel Le París, donde tenía que agasajar a Tania, Rafael Simón Hurtado y Lenin
Sánchez con un picadillo llanero a cambio de una máquina traganíqueles que canta. No
sabíamos qué demonios hacía Juan Pérez Jiménez paseando a medianoche unos caballos de
Michelena ataviados de fuegos fatuos. El profesor y súper-rector Luis Enrique Vizcaya
pontificaba la elegancia de sus trajes marrones a su descreído tocayo Luis Arráez en la
Plaza de Los Sauces, durante una puesta apóstata en escena del pintor Carlos Zerpa. Nos
detuvo en la Avenida Bolívar el poeta Alejandro Oliveros para cuadrar con Fáver un debate
gastronómico sobrenatural en la Galería Braulio Salazar, pero contando con la ausencia de
los hermanos Rodríguez, no el trío romántico de músicos sino los malos curadores que no
curan ni un sartén. Llegamos por fin a la funeraria desolada. La urna contentiva del
Comisario estaba cerrada. A pedido de Fáver la abrí tirando con estrépito la cruz de papel
marché de colores fríos. Minutos después que el poeta vio el rostro pálido del finado, nos
dirigimos al cafetín donde conversamos con familiares y burócratas allegados de
pretensiones poéticas. Nos despedimos ante la esperpéntica Torre Da Vinci hasta un
próximo encuentro. Una semana después, Fáver me informó que el Comisario como la
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mala hierba nunca muere. Se trataba del poeta Orfeo Orfeo, asesinado por una periodista
feminista ofendida. La fémina mató al vate con su propia medicina: Un bate de aluminio
José Altuve slugger. Nuestra anécdota fue la comidilla en el Rectorado al igual que sus
iguanas extinguidas en el cafetín por órdenes de la Rectora, Doña Bárbara de la Autoayuda
quien aborrece los cantos de ordeño. Paseándome hoy por el mercado pestí-férico en
procura de los ingredientes para componer un platillo de la Gastronomía de la Miseria,
comprendo una cosa esencial: el inconveniente de las malas compañías con poetas que
rebasan por el hombrillo y no por la Cosmo-pista de la Gloria literaria. Por eso estamos
como estamos y nos va como nos va. VLC, Domingo 21/10/2018.
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LOS ZAPATOS SALVAJES DEL DOCTOR SCHULZ
Pasados cinco años del más reciente desmadre republicano en curso, recibí con una
alegría extraña un par de zapatos nuevecitos del camarada Leo Arbeláez.
Sin embargo, sigo creyendo en Leo Nardo. Las caídas aparatosas mías son precisamente
de mi autoría y disfuncionalidad motriz. El par de obsequiosos, cómodos y traviesos
zapatos, se asimila a una cabalgadura que nada quiere con este jinete maula.
Dispensen esta omisión: el trueque se debió a un tropiezo mío de campeonato –en este
caso físico y no espiritual-, el cual trajo consigo la fractura del codo izquierdo y otras
bisagras óseas. Por supuesto, el anacrónico intercambio de bienes complementaría las
operaciones comerciales, virtuales y estrambóticas de Valencia-Sulaco (la moneda nacional
encarnaría de nuevo en la sal y el plátano verde de Eras co y post-petéritas, bajo la anarquía
–no la diplomacia- del dólar camaleónico).
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defecto- funcionarios patiquines. Claro está, el contrabando y la provisión del material
médico-quirúrgico corren a cargo del cinturón comercial, (in)formal y clandestino –“como
que no se sepa”, valga la cantinflada- de comederos, bebederos, centros de acopio,
fotocopiado y misceláneos de los alrededores del burgo sanitario.
Asimismo, el Colorao Camarón del Leo no puede tampoco cargar sobre sí una cruz
inducida en torno al lucro cesante mío como cronista compulsivo. Por fortuna, el editor
para quien trabajo (Semanario “El Nuevo Nanacinder” del Psiquiátrico de Costaguana)
seguirá cancelando mi salario los 15 y los 30 de cada mes.
Bástenos como prenda esta crónica o cuento de pasillo –o pabellones- por cobrar.
Los cuentos de inanición extrema de Kafka y Rulfo, sumando el de Bryce que empareja
el hambre y la curda, son el telón de fondo de una hipótesis psico-somática de mi
trompicón y jodisea pedicure: Desvanecimiento por desnutrición y tabaquismo, sostenida
por algunos familiares y amigos muy preocupados.
Descarto esta primera especulación teórica, pues el que se cayó estúpidamente fui yo.
Ojo avizor, no en balde estar flaco de hambres y embuchado de desamores. Respecto a la
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posibilidad de trastabilleo de fuente etílica, también la niego porque mi nave de los ebrios
está –hará cuatro meses- y por hoy en dique seco.
Y ortopédico, pues los comodísimos y salvajes zapatos del Doctor Schulz, very
expensives por demás, me quedaban bastante grandes.
Lamento decepcionar a mi psiquiatra, pues más tiene que ver el ska zapatos resbalosos
de Desorden Público, que mi fijación en los hermosos, apetitosos y delicados pies de mi
maestra de segundo grado en el colegio jesuita “San Francisco Javier” de Caracas.
1.- Leo Nardo Arbeláez me advirtió que si no me quedaban los zapatos, se los entregaría a
otro ceniciento que le vistieran bien en los pies. Por lo cual le mentimos para no pelar ese
par de ‘pisos’ de buena marca. Tanto es así, que ni siquiera los ajusté con papel periódico
arrugado y al punto emparejar mis pies del 41 al 43.
2.- Por ende, nos obnubiló el consumismo (valor de mercado, ¿cuál?) más allá del valor de
uso: la prestigiosa marca Schulz no se aviene con nuestra clase social, ésta es el lumpen-
magisterio-culturoso. Épale, nada que ver con caquistócratas de antiquísima prosapia o
reciente camada. La caquistocracia es el gobierno de los malandros, gandules y chorizos.
En Costaguana, este modelo político y ladrón posee un sesgo policlasista, el cual
comprende la godarria del café y el cacao, la Corte del Rey Petróleo, la oligarquía del
dinero y el contrabando de comida y ñascas preciosas.
3.- La experticia forense (dado que mi caída fue de muerte súbita), firmada por el Doctor
Domingo, señala que
3.1.- No tropecé de frente (o de puntera) ni de empeine con ningún obstáculo atípico como
huecos, salientes, o fierros enterrados en la acera del Súper Mercado Mao Tse Tung,
Avenida José Avellanos Norte.
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3.2.- Por el contrario, el pie derecho mal calzado y peor andado impactó de puntera y
verticalmente con el concreto, lo cual lanzó mi cuerpo de cúbito abdominal a la acera antes
descrita y localizada.
4.- Si vamos de mi caso particular a lo general, no queda otra que estratificar y regular el
uso del calzado en lo que resta de esta coyuntura republicana en Costaguana (más que
crisis, eslabón del bochinche estructural del Estado Nación denunciado por Miranda dos
siglos antes).
¿Qué implica este cuento inútil y frívolo?: El retorno de los pata en el suelo, amén de lo
atinente al tamaño del calzado masculino que honre los ‘pies de barro’ de las clases
históricas, dominantes (godos / burgueses) y acreedoras del vil derecho de la pernada. La
gran camioneta Grand Blazer, al igual que las hiperbólicas babuchas mantuanas y
peninsulares, tan sólo buscan solapar miembros pequeños, eyaculaciones precoces y
escasas habilidades amorosas.
Anuncios Cosificados
*Cambio un par de chancletas Mario Pellino, usadas pero en buen estado, por una docena
de unidades de pan húngaro que se vende al final de la Avenida Carlos Gould, al pie del
cerro Higuerota. Preferimos tener la barriga llena y los pies a rin pelao.
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Ayer sábado 28 de septiembre de 2019, compartimos con Sol, Miriam, Dinorah, el
profeta Matías, Luis Alberto, el Gallo fino, Nano, Luis G., y de nuevo Ana C. una sopa asaz
gustosa. También con José Napoleón quien se hizo esperar por la patota.
*Se solicita aún vuestra colaboración relativa a mi operación quirúrgica por venir. En
especial la prótesis caña, codo y pegue que nos restablezca en el mundo mágico, lírico y
bio-locomotriz. Así sea como tren en bajadita.
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TROMPAS DE FALOPIO 2019
A Francisco con quien seguimos conversando de literatura y música al pie del cerro El
Café
40 años después del lanzamiento de sus primeros temas en acetato de 45 rpm (1), la
banda más irreverente de Costaguana vuelve a reunirse en Gira Nacional 2019 con motivo
del fallecimiento y en homenaje de su guitarrista líder, el Gordo Fernández. A los
integrantes originales del grupo de rock fussion (Francisco Churulo Hernández, teclados;
Zé Ángel Picapiedra Gabeira, segunda guitarra; Luis Camello Hernández, sintetizador
moog; El Androide, bajo y Saúl el Soberbio Infante, batería), se suma Aníbal el Cartaginés
como primera guitarra, membresía honorífica concedida a las nuevas generaciones rockeras
de díscola estirpe.
El periplo de “Trompas de Falopio” por las ciudades más pobladas del país,
comprenderá los meses de octubre y noviembre de este año jubilar de San Desiderio y San
Simeón el estilita, patronos de Sulaco.
26
intervalo de tiempo, relativamente breve, produjeron tres discos de vinilo legendarios: “Un
Fausto anda por la avenida” (1980), basado en la pieza teatral de César Rengifo; “Cubagua”
(1982), ópera-rock basada en la novela homónima de Enrique Bernardo Núñez; y “El
Viernes Negro de Nostromo” (1983), sátira alusiva al gobierno de Herrera Martins y
adaptación libre de la novela “Nostromo” de Joseph Conrad.
Por tal motivo, nuestros músicos -en complicidad con un Grupo Evangélico de extrema
izquierda-, boicotearon la celebración del Bicentenario del Natalicio de Simón Bolívar, con
la huelga de hambre de los rockeros en cana (exigiendo a Herrera Martins la condición de
presos políticos) y la Toma de la Casa de la Estrella donde se desintegró la Gran Colombia
y convirtió a Bolívar, el año 1830, en un renegado peligrosísimo.
Días después, a raíz del fracaso de la huelga de hambre (por la flaca resistencia de
Gabeira y el Gordo Fernández, sorprendidos in fraganti en la ingesta de pastelitos mixtos) y
la toma del referido ‘paradigma arquitectónico’ (la cual no fue tenida en cuenta ni por el
gobierno ni por el pueblo pendiente de la TV de pacotilla a color, mucho menos la gran
prensa), los integrantes de “Trompas de Falopio” fueron liberados gracias a las diligencias
del Doctor José Gregorio Hernández Segundo, hermano del tecladista Churulo y cardiólogo
de cabecera del hipertenso presidente glotón Herrera Martins.
Los desencuentros ideológicos y musicales de sus miembros, sacudidos por este rotundo
fracaso político-cultural, trajeron consigo la disolución de este mítico sexteto. En la prensa
regional, tanto Churulo como Gabeira intercambiaron furiosos denuestos que dividirían al
grupo: el anarco-trotskismo de Francisco y el neoconservadurismo de Zé Ángel, quienes
ipso facto cesaron el torneo de ajedrez que ambos sostenían por teléfono o por
correspondencia, nos distrajeron en una polémica innecesaria.
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¿Qué podremos esperar de esta reaparición? ¿Segundas partes serán buenas o infames?
Si revisamos episodios históricos de la música, tenemos que Salieri condujo a la muerte
física “inducida” pero también a la eternidad artística de Mozart. La bipolaridad creativa-
egotista de Lennon y Mac Cartney impidió el regreso de Los Beatles (Yoko Ono pagaría el
peo para su propio beneplácito y peculio). O la falacia de la leyenda culterana en la que
Paganini hizo un pacto con el Diablo al igual que Madonna, devota cripto-católica que se
hace pasar por judía y cabalista.
Asimismo, las hablillas aún afirman que Simón Díaz obtuvo la canción Caballo Viejo
cuando hizo el trueque por una caja de vino francés con el poeta Acevedo. ¿Qué decir del
affaire brevísimo entre Queen y George Michael, pues resulta todavía impensable un
sustituto de Freddy Mercury? ¿Quién no recuerda que el guitarrista de Resistencia
enloqueció para siempre, cuando en Cayta Eddie Van Halen elogió su técnica?
Sin embargo, podríamos enhebrar una Hipótesis que satisfaga la inquietante pregunta
sobre el Reencuentro de “Trompas de Falopio”. Por supuesto, problemática menos
resbaladiza que una tibia y adorable Teoría sobre el Encuentro de dos mundos (Quinto
Centenario 1492-1992), el Descubrimiento de América o el espejo enterrado en el que nos
veía con complicidad el gran Carlos Fuentes.
A tal fin, nos proponemos una cronología analítica de la agrupación que acarree una
explicación pertinente y posible de la interrogante que anima esta crónica o reportaje.
1979
6 de enero: Creación del grupo de rock “Trompas de Falopio” integrado por Francisco
Churulo Hernández, tecladista, estudiante de Educación y mesero del restaurant chino
“Dragón House”; Zé Ángel Picapiedra Gabeira, segundo guitarrista y estudiante de
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Contaduría Pública; Luis Camello Hernández, sintetizador moog y flauta transversal,
estudiante de Educación Mención Orientación; Gabriel Omar el Gordo Fernández, guitarra
líder y estudiante de Ingeniería; El Androide, bajista (de éste no se suministró más
información); y Saúl el Soberbio Infante, baterista, estudiante de Química en la Escuela
Técnica Industrial.
7 de enero: Primer ensayo en la casa de Saúl Infante, baterista, ubicada en la calle de los
Mangos, Urbanización Martin Decoud, Sulaco, Costaguana.
15 de enero: Primera presentación en el Liceo Giorgio Viola con motivo del día del
docente. Interpretan versiones de Yes, Genesis, Deep Purple y “Cunaviche adentro” de Alí
Primera (este último tema cuenta con la participación de la niña Ana Carolina Saavedra, de
8 años, quien desarrollaría una carrera musical como cantautora comprometida de
proyección continental). Se observó una fluencia decisiva del trabajo étnico mestizo de
Vytas Brenner.
24 de julio: Se presenta en el Ateneo de Sulaco la Comedia Musical “Un Fausto anda por la
Avenida”, con arreglos de Francisco Hernández y Zé Ángel Gabeira por “Trompas de
Falopio”, además de los músicos invitados Chick Corea (Return to Forever) y Frank Zappa
(Mothers of Invention).
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Actor’s Studio: esto es que el actor y tecladista tenía una botella de ron Cacique entre el
estómago y el hígado.
30 de septiembre: Lanzamiento del acetato de 45 rpm contentivo de dos temas: “Un Fausto
anda por la Avenida” (single promocional) y “Esperma forense”. Esta producción
independiente contó con el apoyo de la crítica y la indiferencia del gran público dada la
audacia de la propuesta sónica entre lo sinfónico y lo popular.
“Un Fausto anda por la Avenida” es una fusión del reggae y el ska jamaiquinos con el
picante golpe mirandino, lo cual influiría en el siglo XXI a músicos como Víctor Morles
(escúchese el golpe “El Comegente” dedicado al caníbal Aníbal Méndez), Eduardo Pino o
Dámela pa’Machucarla. Subyace una crítica mordaz a la democracia liberal y ultramontana.
13 de octubre al 15 de diciembre: Receso Musical con motivo de la recta final del semestre
II-1978 en la Universidad de Costaguana, donde cursan estudios 4 de sus integrantes.
1980
30
15 de enero: Con el anuncio del paro laboral indefinido por los comandos Inter gremiales
de las universidades públicas de Costaguana, los miembros de la banda planifican una
sorpresiva gira latinoamericana, cuyos destinos serán los países Bolivarianos, amén de
Brasil y Argentina.
A tal efecto, contratan un autobús Blue Bird color verde iguana, bautizado con el
nombre de Ruperta.
Además de covers clásicos variados como “El arriero”, “Merceditas”, “San Agustín”,
“Come Togheter”, “Let it be”, “Black dog”, “Trompas de Falopio” fue puliendo en vivo las
composiciones de su primer álbum por grabar en Rio de Janeiro al finalizar la gira el mes
de julio.
24 de julio: Se inicia la grabación de “Un Fausto anda por la Avenida”, L.P. contentivo de
siete temas: Cuatro en el lado A (el homónimo del disco, Esperma forense, A pan y
petróleo, Ciudad de Lata) y tres en el lado B (La última tentación de Juan Bimba, El Ska de
los Grandes Cacaos, Epifanía y espejismo). La última sesión de grabación culmina el 30 de
agosto.
12 de octubre: Presentación del primer álbum en vinilo, en la plaza portátil de toros Las
Arenas de Valencia-Sulaco. El Gobierno regional del Doctor Samuel Niño II, se abstiene de
la represión policial dada la presencia de músicos extranjeros como Charly García (pese a
mostrarles el culo a los agentes del orden), Fito Páez y Chico Buarque de Holanda. “No es
conveniente un impasse diplomático con Argentina ni Brasil, a instancias de estos gandules
buenos para nada”, arguye Papaíto Montes de Oca, secretario político de la Gobernación de
Sulaco.
31
1981
Agosto-Noviembre: Por razones diversas, lo cual incluye las diferencias creativas entre
Churulo y Picapiedra, se interrumpe y pospone el proceso de grabación varias veces.
Gracias a la mediación de Weill, Núñez y Guzmán, se retoma la grabación y el mezclado
con entusiasmo.
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1982
6 de enero: Parrilla y vino tinto en Sulaco para evitar líos arrancando el Año nuevo.
14 de junio: Rendición incondicional de las tropas argentinas ante las de Gran Bretaña que
da fin tenebroso al conflicto de Las Malvinas. El grupo guarda luto estricto lo que resta de
1982.
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1983
6 de enero: Se suspende sin razones aparentes el almuerzo de Reyes. Hay rumores relativos
a la separación del grupo.
24 de junio: Finaliza la grabación del disco “El Viernes Negro de Nostromo” en tiempo
récord.
5 de julio: Presentación en vivo del tercer acetato en la avenida José Avellanos de Sulaco.
La portada de esta obra musical y conceptual, un billete de 100 bolívares-plata en el que el
Libertador tiene el rostro muy golpeado y parchado, trajo consigo el acoso de los fachas de
Tierra, Familia y Propiedad y la policía política del régimen herrereño.
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desconoce) principian una huelga de hambre que les restituya la condición de presos
políticos.
1° de agosto: Por intercesión del doctor José Gregorio Hernández Segundo, cardiólogo del
presidente Herrera Martins, los 5 miembros de la banda salen en libertad. Todavía nada se
sabe del paradero de Picapiedra Gabeira.
1984
6 de enero: Por 2ª vez se suspende la comida de Reyes. Piedras trae el río de la plata dulce:
Se cree inminente la disolución de la banda.
35
2009, adquirió un velero con el que recorrió el mundo. La embarcación lleva por nombre
Nostromo. No dejó herederos y su patrimonio será liquidado por el Estado de Costaguana.
El Rector Magnífico se pasea por los desérticos pasillos muy cagados y las paupérrimas
instalaciones del campus, mediando inútilmente en el control del saqueo de los recursos por
parte de los clanes que detentan el poder fáctico en la ruina y el desmadre de la República.
-Francisco Hernández prospera con sus hijos en el rubro de los víveres. Vive aún en su
modesta casa de la calle de los mangos. Se dedica también a la lectura de novelas
picarescas españolas y latinoamericanas además del ajedrez.
-Luis ‘Camello’ Hernández es un notable autor en el género de autoayuda. Sus libros han
superado los récords de venta de Paulo Coelho, Deepak Chopra y Carlos Fraga. “Ser rico
no es malo” (2013) ha sido su mayor best seller. Vive en Barcelona, Cataluña. No tiene
posición política ni ética respecto al independentismo catalán.
-La República de Costaguana, pese al diagnóstico social e histórico y la vigencia del libro
de José Jovellanos, “Cincuenta años de desgobierno” (2), experimenta una crisis estructural
de larga data, lo cual condiciona negativamente la estabilidad política y el desarrollo
económico en equilibrio.
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sacuda la cabeza, la barriga y las tripas. Las buenas intenciones no bastan en el imperio de
la ferocidad y la ignorancia. Aún le adeudamos a patriotas como Jovellanos, la aspiración
utópica de que Costaguana ocupe “un puesto honroso en el consorcio de las naciones
civilizadas” (Prefacio de “Cincuenta años de desgobierno”, 1864?, imprenta del diario El
Porvenir, Sulaco).
NOTAS
(1) “Un Fausto anda por la Avenida” (F. Hernández / Z.A. Gabeira) y “Esperma forense”
(G.O.G. Fernández), bajo la producción independiente de la agrupación y los estudios de
“Presencia Ecuménica”, 1979, mil unidades.
(2) Se presumía que este ensayo histórico había desaparecido en uno de los conflictos
bélicos intestinos de Costaguana el año 1864 o 1865: “¿No ha visto los pliegos de
Cincuenta años de desgobierno que habíamos empezado a publicar en la imprenta de El
Porvenir, alfombrando la plaza, flotando en las acequias, usados como tacos en los
trabucos, después de cargarlos con tipos de imprenta, volando en el aire, pisoteados por el
lodo?” [Testimonio de Martin Decoud en la novela histórica “Nostromo” de Joseph Conrad
(1904; 1985, Orbis, Barcelona-España, volumen I, p. 197)]. Como ha ocurrido
innumerables veces, la ficción es más fidedigna que la historiografía.
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archivos de José Avellanos se descubrieron unas cartas extraviadas de Simón Bolívar, de
las cuales destaca una “fechada el 13 de agosto de 1822, en que el Libertador refiere
detalles de su entrevista con el general San Martín”. Para más información de estos
misterios históricos, véase el relato “Guayaquil” en el volumen dos de la Prosa Completa
de Jorge Luis Borges, 1980, Bruguera, Barcelona-España, Pp. 418-425.
Es verídico, pues si bien Borges no sabe todavía sí es un bluff, sus cuentos son más de
los lectores que suyos. No nos importa que la izquierda banal e infantil, carente de todo
sentido del humor, lo etiquete como un vejete reaccionario. Ni tampoco que el
conservadurismo ni siquiera se moleste en leerlo.
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UMA BRINCADEIRA TRISTE SOMENTE
Caí en un desagüe de algo así como tres metros de profundidad, sin golpearme las
extremidades ni la quijada. ‘¡Uy! Ni por un tubo’, me dije aliviado pero desconcertado al
punto.
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El hombre se detuvo y sonrió hacia mi buchaca-ratonera, como si yo fuera su propia
imagen reflejada en el río Tajo, Guaire o Cabriales. Su diente de oro, como el de Pedro
Navaja, me encandiló hasta sacarme de la cabeza imágenes eidéticas: El relincho
desesperanzado del caballo que mordisquea un foco incandescente. O un tordito que se
electrocuta en una cuerda postiza dispuesta en versos. Quizás un ataúd con el cadáver de
papá en medio de una sala con televisión cubierta por un sudario.
Me sacudí esta inusual imaginería para salir de mi ratonera cuanto antes. Encontré un
largo listón de madera, lo coloqué oblicuamente un metro más arriba sobre una saliente, y
apoyándome en la pierna derecha brinqué a la superficie de la isla.
Sabía que no encontraría al duende portugués chocarrero (cuando estaba vivo, previo a
su asesinato que no le permitió dar la cara al agresor, jugaba con el niño que yo era
mientras veíamos en la TV la comiquita de Meteoro y su Mac Cinco), por lo que
burlándome de mí mismo regresé al club a por una cerveza tibia.
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De El Dragón Lusitano y otros relatos
(2013)
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UNA POSTAL PARA MAMÁ
Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar,
mórrome de soidades.
Rosalía de Castro.
La señora Augusta, alias sentimental de Fernanda, fue la mejor jefa de cajeras de todos
los mercados de la ciudad. Sólo que la empresa para la que trabajaba no le rindió nunca los
honores correspondientes en virtud de su fiel labor titánica (de lunes a lunes). Resulta
increíble que la nomenclatura madeirense no le obsequiara una placa alusiva con Mariachi
agregado. No sonó el repertorio ranchero clásico, ni mucho menos el Amor Eterno de
Rocío y Juanga irrumpió en los pasillos festivos del supermercado cerrado con empleados
adentro, todos por ahí regados, contentos, consolados y olorosos a sidra barata. Ya me lo
había dicho la vieja portuguesa: el implacable sexismo de la organización le impidió ser
gerente de la sucursal de Naguanagua. En nuestros caóticos y libidinosos años
universitarios, cuando con el pretexto de hacer un flaco y precario mercado la íbamos a
visitar, nos sorprendió fuera de la encapuchada trinchera política e ideológica patentando la
expresión comodismo: derivación satírica de la palabra comunismo, pues por lo general los
jefes izquierdistas universitarios cambiaban la hoz y el martillo por la cómoda estancia
burocrática en la misma universidad, luego de haberse chupado etílicamente las becas y los
beneficios estudiantiles que constituían la primera fase de la condición bovina a la que nos
somete esta putísima sociedad consumidora de hombres y cacharros (palabras diferentes
que significan lo mismo). El camarada Pedro Téllez –quien había salvado en el Consejo
Universitario el pellejo de nuestros compañeros de la Facultad de Derecho, acusados
ciertamente por envainar al enano decano- diría revisando el fichero de cervezas y tragos:
El dueño, un portugués dueño de varios bares, o un Bar muy grande propiedad de varios
portugueses. Cita desencajada que refiere la mezquindad de los hijueputas madeirenses –lo
peor, paisanos de la vieja- que regentaban la cadena de supermercados cm. Por tal razón,
luego de que prácticamente echaran a Augusta del lugar, nos desquitábamos robando
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botellas de ron, latas de salmón y preservativos con la más descarada impunidad. Por
supuesto, un jueves de noviembre le propinamos un gran golpe a esta transnacional de los
víveres robando e incendiando una de sus gandolas Mack frente al Arco de Bárbula (el
bulldog que engalanaba la proa es aún uno de los trofeos que adornan mi biblioteca hípica
marxista leninista). Recuerdo que el Araguato le partió la frente al come mierda del
subgerente, Daniel Ferreira, con un pollo congelado que le había arrojado con su siniestro
brazo de Grandes Ligas. Sucedáneo insuficiente de la Justicia Poética, pues teníamos
planeado secuestrarlo para que Portiño le rompiera unas costillas y lo arrojara a una zanja
llena de mierda; sólo que el gandhiano y diplomático de su hermano, al que apodaban Ave
de Rapiña, le sopló la intentona reivindicativa a Augusta para evadir un lío en el que estaba
metido, por lo que la vieja le dijo al porti que no había criado terroristas ni guerrilleros.
Operación justiciera abortada. A una dama venerable no se le encierra en una gélida cava
industrial del supermercado, no, Daniel ñorelambehuevo. Cuando acometían las olas
picadas de la especulación y el acaparamiento de productos como la harina, el café o la
leche, la bondadosa Augusta nos los conseguía sin cobrar una locha de más: así las noches
interminables de estudio (la víspera de los exámenes parciales) eran más amables con
nuestro templo cognitivo y somático bien estragado por el forzoso trasnocho. Detrás de su
aire de sargento severo, se acurrucaba un hercúleo amor por sus hijos, de ello no hay duda.
Si no, de qué valía el sacrificio al soportar la fútil arrogancia de algunos docentes
universitarios, como si tuviesen al chivudo prensado por sus grandes y sacratísimas bolas.
Ni los muy ricos ni los muy pobres se andaban con esos ridículos remilgos académicos,
cuando de precios y ofertas se trata. ¡Nos la jugamos con Augusta en línea el clásico
Ciudad Valencia de San Desiderio!
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II
He aquí una foto sepia en la que aparece mamá con el abuelo, encaramados ambos en un
coche tirado por un par de mulas flacas. No en balde se halla publicada en la revista La
Tuna de Oro, número 41, Valencia, mayo-junio de 2004. A manera de homenaje para la
vida en la memoria. Teresa Salgueiro arropa con la sedosa ternura de su voz el alma cheia
de saudade, cantando incansable a Lisboa y al río Tajo. Sin embargo la escena se desarrolla
en Funchal, capital de Madeira, la Perla del Atlántico: En la batea de la carreta descansa un
anuncio publicitario tridimensional que van pregonando el padre y su hija: Se trata de una
película protagonizada por Bette Davis, Victoria Negra de 1939, fotogramas en blanco y
negro incluidas. Me imagino a mi bisabuelo paterno, o canarinho, espantado ante las
imágenes en movimiento que se arrastraban en la pared de la bodega: al insurgir Jezabel,
ramera ataviada de purpúrea vileza, amenazando a los pasmados campesinos y pescadores
con su carnosa y blasfema boca de carmín, el místico de Cámara de Lobos entonaría cantos
gregorianos para exorcizar la rugosa pantalla de cal. Ya había predicho que los hilos
macabros unirían al mundo entero y harían pender plagas desgraciadas sobre toda la
humanidad. Treinta y tres años después, el padre de mi madre moriría destripado por el
camión de un lechero ebrio; treinta años después de la muerte de sus padres y de su marido,
mi madre sería extinguida por el cáncer de matriz. Por fortuna, al abrigo del calor de su
propia cama. El cáncer se había apoderado de su cuerpo tras treinta años de un prolapso
estropeando sus entrañas, quedando tres hijos aún vivos a fuerza de su corajuda
abnegación.
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III
¡Ai, desdichada
fincarlle o colmillo
no triste pelexo!
Rosalía de Castro.
Cuando murió mamá, antes de velarla en una funeraria de la ciudad, llovió a cántaros
desbordando la hondonada metafísica y abisal que es Valencia de San Desiderio, como si
Dios quisiera renovar la tierra por segunda vez. Desde una taguara en la Avenida Bolívar,
no observé el arca de Bartolo repleta de parejas de sus animales preferidos. Tan sólo negras
bolsas de desperdicios que se dejaban llevar por el caudal del río Cabriales desatado en su
podredumbre furiosa. Llegué por fin ebrio al inicio del acto velatorio. Me recibió mi
hermano, intermezzo entre mi lacerado envoltorio y el menor, al cual le dije en una lengua
contundente e ininteligible que la casa de la familia no se vendería bajo ningún concepto.
Sin importar su comento, me abalancé hacia el ataúd de caoba, estrecho catre en donde Ella
dormía de manera plácida y eviterna. La encontré linda, sobre todo al notar algo de mugre
en sus uñas, como si regresara del supermercado impregnada en la fragancia marina de la
pescadería. Precisamente, un portugués amigo de mi madre y dueño de una panadería, me
confíó cómo lo arrullaba la suya, acurrucándolo en sus faldas: Si bien olía a pescado, lo que
importa es el amor que excede más allá de la matriz.
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Algunas Crónicas compulsivas
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PAÚL DEL RÍO Y LA BATALLA DE ARGEL
Paúl del Río (1943-2015), alias Máximo Canales, nos acaba de dejar por el momento
atascados en estas calles donde Dios y el Diablo juegan una partida de ajedrez incesante. Es
otro más de los nuestros, un antihéroe fabuloso y poco conocido que nos vincula a
personajes como Rafael de Nogales Méndez, Arévalo Cedeño o el nica Abelardo Cuadra.
Este egregio, de los mejores del pardaje nuestro, concilia la osadía rebelde, la solidaridad
inquebrantable y el idealismo vivo con que se edifican los sueños. Ascendiendo los
escalones sangrientos de “La Pirámide de Quetzalcóatl”, Pablo Antonio Cuadra remeda al
represor aterrado “-Mirad- dijeron / allí duerme el soñador, / matémosle, / así veremos de
qué le sirven sus sueños”. Sus aventuras guerrilleras no sólo retumbaron en Venezuela [el
abordaje corsario del buque “Anzoátegui”, el secuestro del futbolista Alfredo Di Stéfano en
Caracas y su participación en “El Porteñazo”], sino en países como Nicaragua donde
acompañó al Frente Sur que colaboraría en el derrocamiento del último de los Somoza en
1979. Las operaciones de toma y secuestro, bajo la bandera revolucionaria del MIR
originario y las FALN, se caracterizaron por su limpieza en la ejecución, la estridencia
pública y mediática y, en especial, la ausencia de crueldad innecesaria. Nos recuerda
gratamente a esa “Comuna en Alta Mar” que fue el asalto al trasatlántico portugués “Santa
María” el 22 de enero de 1961: El disparate de Galvão, Soutomaior y Velo refundó su
navío de locos como el “Santa Liberdade”, siendo el nombre quijotesco de la operación
“Dulcinea”, al punto de poner de cabeza no sólo a las dictaduras de Franco y Salazar, sino
también a la mismísima VI Flota norteamericana.
El gran personaje que es Máximo Canales, comandante guerrillero, se nos antoja pues
una fusión del paladín subversivo y el gentilhombre mestizo que dignifica cualquier
conversación de sobremesa. No en balde su estancia en sórdidas prisiones como el Cuartel
San Carlos y la Cárcel Modelo, experiencia universal que lo emparenta con Miguel
Hernández: “Un hombre que ha soñado con las aguas del mar, / y destroza sus alas como un
rayo amarrado, / y estremece las rejas, y se clava los dientes / en los dientes del trueno”.
Trocó la amargura del confinamiento por la curaduría del espacio estético, político e
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histórico que es el Cuartel San Carlos, oponiendo una denodada resistencia a los burócratas
que desde siempre buscan ultrajar la memoria con sus adefesios arquitectónicos y
discursivos. No resulta, pues, casual que el funcionarismo bancario abominara de una
propuesta de epónimo para nuestra escuela del barrio en Valencia de San Desiderio, U.E.
Jorge Rodríguez padre, para sustituirlo por otro ligado al conservadurismo local.
Paradójicamente, el film “La Batalla de Argel” (1966) de Gillo Pontecorvo sirve de
paradigma revolucionario que vindica la violencia como método de liberación de los
pueblos y, al mismo tiempo, funciona como recurso audiovisual que explicita la represión
burguesa como crueldad necesaria justificada en la campaña contrarrevolucionaria. El
Capitalismo nos provee una de sus clásicas contradicciones: Convertir a los héroes de la
Resistencia Francesa en un ejército imperialista de ocupación con el General Massu (el
Coronel Mathieu de la película) fungiendo de Torturador Mayor. Por fortuna, surgen
hombres como el argelino Yacef Saadi, el nicaragüense Carlos Fonseca y el
internacionalista Paúl del Río para desgracia de la afectación pequeñoburguesa que se
atraganta con las semillas de la patilla y sus babosadas.
Paúl del Río nos legó una obra plástica interesante y harto simpática que mixtura lo
clásico y lo contemporáneo. Por ejemplo, el lienzo “Sueño de un obrero sobre fondo rojo”
[forma parte de la colección del CELARG] conjuga la eficacia del cartel o mural con la
belleza metafórica, simbólica y colorista que nos recuerda a Toulouse-Lautrec o Magritte.
¿Qué decir de la escultura “La Mano Mineral”, sobre cuya palma descansa una torre
petrolera, como metáfora posible del desarrollo auténtico? Este artista figurativo de raza,
con sus bailarinas en solemne reposo, sus mujeres noctámbulas acodadas en la musicalidad
de la serenata, los magos aborígenes y los arlequines rojinegros, rescata la simplicidad de la
línea y la inmediatez de los colores primarios que lo ponen a dialogar en la sabrosura con
modernistas brasileños de la estatura de Emiliano di Cavalcanti y Vicente do Rêgo
Monteiro. Bien lo dice el “Manifiesto de Poesía Palo-Brasil”: “El contrapeso de la
originalidad nativa para inutilizar la adhesión académica”. La propuesta artística no es más
que un discurso libertario y sin cortapisas. Valga como sugerencia, rogativa y homenaje la
realización de una exposición antológica e itinerante de su obra plástica que comprende la
caricatura, el dibujo, la pintura y la escultura.
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Nos resta entonces crear una sala lúdica y polimórfica, a la manera de Purgatorio, donde
vivos y muertos conversen plácidamente: Sus vasos comunicantes empalmarán el artículo
sencillo y sentido de Julio Escalona; los textos narrativos de Nelson Guzmán en los que
todos somos Palmiro Avilán multiplicado en Paúl del Río, Valdemar Guzmán, Bárbaro
Rivas o Alfredo Marcano; los cuentos breves y astillados de Eduardo Sifontes y una
muestra arbitraria pero solidaria del Decir Poético en lengua castellana: Hernández, Cuadra,
Angulo, Salomón de la Selva o Roque Dalton. Esculpamos en relieve un texto de Pablo
Antonio en tanto Epitafio esperanzador: “Sólo tú –guerrillero- con tu inquieta lealtad a los
aires nativos / centinela desde el alba en las altas vigilias del ocote / guardarás para el canto
esta historia perdida”. He aquí la encrucijada entre la mística y la revolución convertida en
poesía morena, tocable y concreta.
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LAS POESÍAS DE SANTA TERESA DE JESÚS
La poesía en verso de Santa Teresa de Jesús coquetea con la inefable experiencia mística
y una épica cristiana comprometida. No sorprende que el estribillo persiga tanto la armonía
musical como la recreación proverbial de las atmósferas propias del Amor que el Alma le
tributa a Cristo, el esposo apetecido por el lenguaje llano. La oración constituye no sólo un
acto de fe sino una instancia de celebración permanente. Se establece no sólo un diálogo
con “El Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz y, por ende, con el “Cantar de los
Cantares” de Salomón, sino también con las raíces mismas de la literatura española: las
jarchas mozárabes, su arista lírica. En “Vivo sin vivir en mí”, el juego lúdico del barroco se
nos muestra complejo, revelador y paradójico en correspondencia con el idilio provisto por
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la inteligencia mística: “Vivo ya fuera de mí, / después que muero de amor, / porque vivo
en el Señor, / que me quiso para sí: / cuando el corazón le di / puso en él este letrero, / que
muero porque no muero”. La poeta también apuesta con una simplicidad sin par por himnos
militantes como “Hacia la Patria” o “Abrazadas a la Cruz”, este último de un tenor marcial
que emparenta a las Carmelitas Descalzas con la Orden Jesuita, ello en la esencia
combativa de la Contrarreforma. La Trova sorprendente se pasea por la recreación
balbuceante del éxtasis místico patente en Las Moradas [cuyo Castillo interiorizado nos
remite a Sade y a Kafka], los villancicos [Pastores que veláis y Al Nacimiento de Jesús], las
canciones emblemáticas de la orden carmelita y, en especial, el coloquio amoroso entre
Santa Teresa y San Juan de la Cruz.
“Ayes del destierro” es una endecha conmovedora, cuya cadencia y saudade vinculan la
anécdota terrena o peripatética y el éxtasis en Amor místico superlativo, lo que traducido en
voz de San Juan de la Cruz es ‘adamar’ o amar mucho. El destierro es sinónimo de la
desadaptación al medio, lo cual trae consigo la disconformidad de la voz poética que se
encarnará luego en el Quijote de Cervantes o el Nazarín de la dupla Pérez Galdós-Buñuel:
“¿Quién es el que teme / la muerte del cuerpo, / si con ella logra / un placer inmenso?”. La
fusión incendiaria de Dios y el alma, a la luz de la poesía de todos los tiempos, recurre al
orgasmo sexual como una analogía aproximativa a la anulación del ego. Coincidiendo con
Auden, el éxtasis místico y el amor erótico no son idénticos. Por supuesto, leer la
sensualidad de la escultura de Bernini con ojos caníbales, nos conduce al estremecimiento
revulsivo y concupiscente. Santa Teresa no sólo sufrió el acoso inquisitorial y la
incomprensión de la nomenclatura católica, sino incluso la intermediación de pésimos
correctores y censores [es el caso del padre Gracián, cuyos yerros fueron revertidos por
Fray Luis de León en una cuidadosa edición de Las Moradas].
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comienza la pelea, / su sangre se está derramando. / Mírale, Gil, que te está llamando”.
Parafraseando la apología de Fray Luis de León, la poesía de Santa Teresa compone
asombrosas y ardientes canciones de Amor con la elegancia y la inmediatez del habla
castellana del siglo XVI. Responde decidida y obcecadamente a la frase “No está la cosa en
pensar mucho, sino en amar mucho”, eso sí, en la contradicción que implica la dispersión
atormentada del alma, la cual coincidió con el desmembramiento de su propio cuerpo (al
igual que el de su amigo San Juan de la Cruz) a merced de los fines inconfesables de los
mercaderes de reliquias y fetiches religiosos. A nuestros poetas místicos hay que leerlos en
Carnavales que excitan más que la Cuaresma.
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ELOGIO A TRES AMIGOS DE SIEMPRE
La voz tierna y viril de Cheo Feliciano nos acompañó desde la devota sintonización de
Radio Aeropuerto, enclave de la Salsa en la Venezuela de los setenta. Recordamos su estilo
inigualable, gallardo y heredero de Tito Rodríguez, Joe Cuba y Eddie Palmieri tanto en la
tesitura aterciopelada del bolero como en el tenor salvaje y montuno de la guaracha y el
sonido boogaloo: “El Ratón”, “El Pito”, “Busca lo tuyo”, “Amada Mía” y “Delirio” así lo
ratifican cada vez que la aguja o el láser lamen el acetato o el CD para complacer los oídos
y el corazón.
Qué decir del Gabo, cuando aparentemente todo está dicho y llueve sobre mojado para
bien o para mal: En la indecente apreciación de este narrador y ensayista compulsivo,
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constituye mi primera referencia literaria: Ambos estamos conscientes de que sólo servimos
para escribir con la mollera, el corazón y las tripas.
Si “La Hojarasca” me trajo a Macondo con su tropical calor pegajoso, sus supersticiones
y miedos míticos [no en balde los 14°C de la Caracas de entonces aparejados con los
ardores púberes], “Cien Años de Soledad” supuso una revelación asombrosa, esto es la
literatura como apertura y cierre de la Totalidad contingente y discontinua que nos abraza,
bandada de múltiples voces entrecortadas que recoge y desparrama en la recreación del
oprobioso mundo amado, los amores no correspondidos y las causas inauditas a defender
que sólo delatan nuestra inconformidad y desadaptación.
He de confesar que obtuve más plata escribiendo trabajos diferentes sobre ambas
novelas para mis flojos condiscípulos, que la que me deparaban las dupletas hípicas con las
que recorría La Pastora en Caracas o Tarapío y Caprenco en Valencia de San Desiderio.
Como pueden constatar, de ahí viene esta terca pasión por las palabras que tan sólo busca
ensayar junto a ustedes una conversación sobre los autores que nos gratifican y honran en el
juego bifronte del lenguaje.
No nos caigamos a embustes: Soy un cronista mercenario de estos días sin dispensación,
flaco de hambres y hambriento de amores como el protagonista de “Memorias de mis putas
tristes”, una de sus novelas más simpáticas y enternecedoras.
Pese al terror compartido con Salvador Garmendia en cuanto a revisitar las páginas de
las monstruosas novelas que cautivan la memoria, me resta abrevar en el río magnífico de
“Cien Años de Soledad”, pues los condenados de la Tierra siempre forjan sus
oportunidades de redención con maniático denuedo. No nos importan las lecturas
descontextualizadas, escuálidas y reaccionarias de Diomedes Cordero y Héctor Espinoza
que fracasan en escatimar la maestría del Gabo. Tampoco cuenta que “Las Venas Abiertas
de América Latina” de Galeano aún aguarden a un lector desmemoriado como Barack
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Obama. Se reencuentran Roque Dalton y Danton en el despropósito converso y predatorio
de sus asesinos.
Mi aversión por las teleculebras a lo Delia Fiallo no me alejó de Mayra Alejandra, por el
contrario, excitó mi febril sensibilidad e inclinación por las guarichas, hembraje avasallador
y pardo no mediatizado por la miopía misógina de Osmel Sousa y sus viles cómplices
mediáticos.
Estimado trío que se asomó a mi pubertad: ¡Buen Viaje, Familia! Sus cenizas se
sumergirán en las aguas cálidas de los ríos, el bramar de las cataratas y la saudade que trae
consigo las lluvias de mayo.
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CREER PARA VER: CDI LA CIDRA
Por la vía equívoca de los medios y las redes sociales, se falsifican los hechos con fines
politiqueros inconfesables. Ello al punto de someter a Venezuela en la lapidación
mediática, simbólica y física de Centros de Salud, instituciones educativas y casas
comunales.
He creído para ver y vivir en carne propia el ser paciente de traumatología en el CDI La
Cidra, Naguanagua, Carabobo. Experiencia grata en la difícil coyuntura de la República,
acosada y aporreada por la villanía de adentro y afuera.
A finales de septiembre de 2019, sufrí una caída que provocó la fractura de mi codo
izquierdo. Acudí a las 7 pm de ese día, por recomendación de mi cuñada Lessly, al CDI La
Cidra para retirar una orden de rayos X y, de ñapa, la médica cubana me inyectó Diclofenac
sin cobrarme una rupia.
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como cura una operación quirúrgica, mientras que el último propuso enyesar el brazo
afectado por seis semanas.
Casi un mes después, el doctor Douaihi –a través de una segunda placa ordenada por él-
estimó que el codo se estaba soldando, por lo que prescribió terapia de rehabilitación,
descartando la operación y el yeso.
Un jueves, muy temprano, fui al CDI La Cidra para obtener cita con el traumatólogo. La
cosa no resultó traumática. Por el contrario, el vía crucis supuesto se tornó en paseo y solaz
por el florido Xochimilco.
1.- Alcides, serio y circunspecto, abre el centro a las 6 am. Luego ordena la cola y dispensa
las citas médicas (consultas y exámenes) con rigor y claridad. Valga el ají picante.
2.- Previamente los pacientes se han organizado por orden de llegada. En fisiatría tenemos
las consultas por vez primera y por ulterior seguimiento terapéutico; así como también las
sesiones de terapia eléctrica, magnética y física.
La lista definitiva está a cargo de la señora Rosario, quien con discreción y asertividad
distribuye las historias clínicas en los servicios. Sigilo que se agradece.
3.- La doctora cubana Dianelbis, no exenta de afán disciplinario aparejado con oportunos
chispazos de simpatía antillana, dirige las terapias de electricidad, magneto y cama
magnética con la fluidez de un río cristalino. Nos acuesta, pues, en un diván curador de
seda.
4.- En el gimnasio y la termo-terapia nos encontramos con Ramón, fisiatra cubano asistido
por el venezolano Gabriel, quienes sazonan las sesiones con entusiasmo caribeño que se
desliza sobre las olas que besan al malecón, desde el son de Benny Moré hasta el merengue
de Juan Luis Guerra.
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5.- Entre terapia y terapia, nos tomamos un enternecedor y dulce café en el establecimiento
de Norbelys, una venezolana buena y además grandiosa amiga de los pacientes de nuestro
CDI. La atención y los precios son solidarios por demás.
¿Qué les puedo decir de mis compañeros pacientes? Les agradezco que me incluyeran en
esta colmena de buena conversa y amplísima receptividad para conmigo.
Me honran con su calor humano hasta asarme el codo y el corazón vuelta y vuelta, nuevos
amigos como Luisa García, Justino Giménez, Ana Torrealba, el bien hablado (y mejor
criado por mamá) Cristopher, la familia Meza y el Clan Parra (el taita al ritmo de sus hijas)
y nuestra matrona Blanca Romero entre muchísimos otros (¡ah caramba!, también Cándida
Arias la tejedora avispada).
No se pelen el pedal con Norbelys: Gran café, suculentos pastelitos y, mejor aún, su calidad
de gente sobrenatural.
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SANDINO COMO MOTIVO LITERARIO Y ACTOR POLÍTICO
Sus memorias “Hombre del Caribe”, prologadas y pasadas en limpio por Sergio Ramírez,
detallan el martirologio de Sandino en el capítulo III, La hora de asesinar a Sandino. Apela
al epistolario dirigido a su hermano Luciano y camuflado en naranjas: Las cartas provienen
de la Cárcel de la XXI, León, y datan de octubre y noviembre de 1935. Cuadra, luego de un
simulacro de fusilamiento al igual que Dostoievski, pagaba en cana perpetua el delito de
insurrección militar al primero de los Somoza, logrando escapar a pie por la selva que lo
llevaría a Costa Rica. Luego de perseguir al revoltoso General Sandino, su periplo
aventurero o -según el mismo autor- su Jodisea consistió en combatir las dictaduras en
Centroamérica y el Caribe.
El capítulo en cuestión y el resto del libro integran un delicioso Pastiche o ajiaco en prosa
que involucra los géneros del epistolario, la crónica, las memorias y el ensayo. Bajo la
fluencia de poetas del Decir como su hermano Manolo Cuadra, el discurso de Don
Abelardo –sin artificios estilísticos- reivindica la oralidad y la claridad expresiva. Concilia
la Épica culta y el cancionero popular de los corridos, tangos, milongas y boleros. Nos
llama la atención la curiosa terminología militar, “bala en boca” apuntando con el fusil o
“bala de boca” a la hora de comer.
Este conservador muy simpático, entre otras cosas, propuso como nueva lengua el
castindio, sumándose a la poesía vanguardista, mestiza y nacionalista de Pablo Antonio
Cuadra, José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal. Asimismo, las memorias lúdicas y
trágicas de este héroe menor e ignorado desmontan los falsos partes de guerra de uno y otro
bando: Niegan el eslogan, la intoxicación ideológica y lo políticamente correcto. El
paladinismo va del real teatro bélico y político-social al papel, lo cual lo emparenta con el
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Coronel Aureliano Buendía, titán sepultado por la Historia de la Propaganda y elevado al
imaginario universal por la literatura.
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Abelardo, 1979: p. 143). Es una manera curiosa y empática de compartir desde dos alas
diferentes del cristianismo, una personal teología de la liberación con el poeta Pablo
Antonio Cuadra (el primero presbiteriano y el segundo católico): “(…) nuestra senda / es
una sed andante y una luz de aventura / que al riesgo de una estrella conquista su Verdad”.
2.- Según Rafael de Nogales Méndez. Más que curiosa figura militar y aventurera, el
escritor venezolano Rafael de Nogales Méndez (San Cristóbal, 1879-Panamá 1936) nos
legó afortunadamente una serie de libros fascinantes: “Cuatro años bajo la media luna”
(1925), “Memorias de un soldado de la fortuna” (1932) y “El saqueo de Nicaragua” (1928).
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En este último título destaca su faceta de analista político y Profeta Bautista que clama
contra “la diplomacia del dólar” (hoy en el tapete, pese al yuan y al rublo) en el desierto
mediático de su época. Publicado originalmente en inglés el año 1928, bajo el sello editorial
de Robert M. McBride & Co. de Nueva York, el libro sufrió la censura y el secuestro de los
operadores políticos norteamericanos. Nogales Bey protestó en 1930 ante la Casa Blanca el
cierre de la editorial y la demanda a su dueño por 250.000 dólares. La política imperialista
norteamericana había acusado el golpe noble de esta publicación corajuda.
Cuando el discurso ensayístico tritura, cuestiona y denuncia la diplomacia del dólar como
anti-valor universal, nuestro autor no oculta su condición de moralista latinoamericano. En
esta empresa de desenmascaramiento del establishment, de Nogales Méndez se ve
acompañado hoy con voces como la de José Martí, el anarquista Manuel González Prada, el
marxista José Carlos Mariátegui y su compatriota el querrequerre Pío Gil.
El capítulo II del libro es un estupendo y breve ensayo biográfico –en tiempo real, claro
está- sobre Augusto César Sandino, el cual se mueve sin displicencia ni afán apologético
entre el elogio técnico militar y el entusiasmo político de a de veras. El autor y quijotesco
titán esboza su propósito, contradiciendo quizás nuestro parecer, para librarnos de
equívocas lecturas conducentes a un desdichado y desatinado malentendido: “El propósito
del siguiente compendio no es sin embargo pintar al general Sandino como patriota o héroe
(no soy agente de prensa sino historiador). Quiero simplemente hacer un bosquejo del
hombre que conocí” (De Nogales Méndez, 2007: p. 47). Más adelante lo ratifica a riesgo de
parecer redundante y obsesivo: “No soy un agitador sino un historiador” (De Nogales
Méndez, 2007: p. 129).
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Efectivamente, de Nogales Méndez demuestra el dominio dinámico y crítico de diversas
fuentes de información, desde la prensa local e internacional, el testimonio de campo y los
documentos oficiales –clasificados o no-. No importa que el autor nos imponga su egotismo
para persuadir al lector, condición sine qua non de los guerreros y memorialistas osados
como Rufino Blanco Fombona: “En vez de un libro tal vez esto no es más que un
potpourri, ya que contiene, además de mis observaciones personales, una compilación de
material escrito que conseguí reunir con el sudor de mi frente y con algunos peligros
vividos en mis viajes por Nicaragua” (De Nogales Méndez, 2007: p. 93). Se trata de un
aventurero de pluma disciplinada y veraz, no de un travieso apóstata de la literatura como
nuestro Rafael Bolívar Coronado, quien atribuía libros y reportajes (gracias a las hablillas
de quienes sí estuvieron en el sitio de los hechos) a sus mil seudónimos o a algunos
escritores incautos (si lo sabrá Don Rufino quien quería darle un par de balazos).
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No lo compara con Napoleón sino con Abd-el-Krim, el guerrillero marroquí. Curiosamente,
el escritor Roberto Artl estableció una comparación entre de Nogales Méndez y Lawrence
de Arabia, ambos militares y escritores a considerar seriamente.
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A modo de conclusión, el libro de Nogales Méndez, confeso antípoda del socialismo
soviético, merece mayor difusión hoy en Venezuela y América Latina, pues nos dice con
sobriedad que -no en balde la ideología o el partido político- el antiimperialismo es todavía
un valor universal enclavado en la justicia y la soberanía de nuestros pueblos.
3.- Según Orlando Araujo. El conjunto de crónicas “Viaje a Sandino (San Sebastián de
Yalí, Nicaragua, 1985)” de Orlando Araujo, si bien dentro del género del reportaje literario,
es una aproximación solidaria y militante a la resistencia sandinista seis años después de su
triunfo. Derrocado Tachito Somoza, el último de la dinastía, se trata en aquel momento del
acoso norteamericano que financiaba la “contra” liderada por Edén Pastora y minaba las
aguas territoriales de Nicaragua. El cronista, despojándose del ego literario, nos propone un
viaje que vivifica al General Augusto César Sandino y sus hermanos seguidores. El
inoportuno y mezquino gringo encarnado en Ronald Reagan, se nos presenta en la
magnificencia envilecedora del Imperialismo: “Ladilla de las ingles de un caballo muerto, y
sigue hablando en la espera de la invasión” (Araujo, 2010: p. 15).
Esta situación política extrema de acechanza militar y bloqueo económico, además del
análisis crítico del entorno histórico, mueve en este memorialista consideraciones
personales que bordean lo ontológico: “Tengo miedo, no de morir, sino de que me haya
olvidado la montaña, yo que tanto la caminé en vida de mi padre; él no me perdonaría que
ya no fuera el jinete de mí mismo” (Araujo, 2010: p. 17). Nicaragua no es un mero tema
literario o periodístico, sino un catalizador del bullente mundo interior del que comparte sus
vivencias con nosotros.
El discurso narrativo y poético del libro que no pretende serlo, está construido de manera
contingente: Prevalece el fragmento, la impresión de la convulsa cotidianidad inadvertida,
el aforismo y el poema en prosa. Sin embargo, la crítica política no cesa de disparar a los
macabros invasores. La índole sufriente del pueblo nicaragüense que sobrevive muriendo,
invoca y se mimetiza en la visión de Sandino esbozada por Araujo. Hacerle frente así
nomás a las tácticas de hambre y mengua del Departamento de Estado norteamericano, tal
como sucedió en el Chile de Allende, supone otra reencarnación del Héroe de Las
Segovias: “Esta señora mujer pianista va muriendo en sus hijos; dos han muerto y uno
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pequeñito está en espera. No hay insulina ni vitamina K, gracias a los Estados Unidos”
(Araujo, 2010: p. 19).
La epístola fusionada con la poesía, no es para menos dado el Decir poético nicaragüense,
increpa y ruega a Dios en la mar de las caribeñas contradicciones: “Carta de Nicaragua a
Dios”. La cosa va de extremo a extremo: Desde la Teología de la Liberación (“Si de verdad
lo eres, sé Dios, y si no lo eres, sé Jesús, hijo de obreros”, p. 25), cantada por Ernesto
Cardenal, hasta la requisitoria contra un Dios institucionalizado e ideologizado que tritura a
las mayorías más vulnerables (“eres la momia que recorre el mundo entre curas, iglesias,
tesoros y Papas empatados con el Poder”, p. 25). Evidentemente, se alude a Ronald Reagan
con su Irangate y, por supuesto, a un regañón y conservador Karol Józef Wojtyła. El autor
establece una tipología contrapuesta de cristianos católicos: la auténtica y afín a San Juan
de la Cruz, con Juan de Castellanos, Bartolomé de las Casas e incluso Monseñor Romero; y
la otra orilla con el Papado del pro-fascista Pío XII y del ultra-imperialista Juan Pablo II.
La intermediación del Papa polaco en asuntos ajenos que contrarían el Amor al Prójimo, se
ve despedazada por la firmeza de la glosa encendida: “Yo te excomulgo en nombre de
Jesús, amigo mío” (Araujo, 2010: p. 27). Este “Yo acuso” referido al aparato ideológico
religioso, convoca no sólo al mismo Sandino, sino a Bolívar, Manuel González Prada o
José María Vargas Vila. Los modos de vida religioso y político, enclavados en el
humanismo de a de veras, contrarían la institucionalidad que esclaviza con la miseria, la
alienación y las incursiones militares disfrazadas de humanitarismo postizo.
El afán solidario del autor con la causa y la personalidad indiscutible de Sandino, nos
provee de un par de aforismos magníficos: El primero toca la esencia histórica y
nacionalista de la Guerra de Sandino (“Nicaragua es el espejo de nosotros mismos, si se
quiebra el vidrio, pedacito a pedacito nos encontraremos con ira y con amor”, p. 30).
Mientras que el segundo apunta a la universalidad de las causas justas, se haya triunfado o
perdido por el momento: “La tos del tiempo estornuda los pulmones del imperio, todo lo
demás es libertad. ¿Y qué es libertad? Creo que es elegir y decidir una muy propia manera
de ir muriendo en la rosa de la vida” (p. 30). Valga la ocasión, este precioso aforismo
conversa con Merton y Cardenal, ambos cristianos poetas de nuestro afecto: “El primer
cirujano del mundo fue Dios, cuando abrió las costillas de Adán para curarlo de la soledad”
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(Araujo, 2010: p. 33). Independientemente del credo religioso y la facción política, los
poetas se celebran generosamente cuando se encuentran.
Este cronista muy maduro, en ocasiones temeroso, las más de las veces entusiasta y todo el
tiempo humano en demasía, nos recuerda al Gringo Viejo Ambrose Bierce recreado en la
muy buena novela de Carlos Fuentes. Claro está que Orlando Araujo no esgrime un
diccionario diabólico y cínico, sino un documento descarnado que fragiliza la voz autoral y
dignifica al punto al corajudo y campechano pueblo de Nicaragua.
Para terminar de atar cielo y tierra, nuestro cronista escribe a Daniel Ortega una carta en la
que le informa sus experiencias en el frente: “Créame a su lado y dígale al comandante
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Cuadra que tiene en su corazón y en su mano la más bella juventud del mundo” (Araujo,
2010; p. 68). Obviamente, Araujo no oculta su militancia en el sandinismo activo. Los
cánticos de los defensores en pleno combate, en especial los “cachorros”, superan los
slogans desgastados por el uso retórico y propagandístico. Se ratifica que la insurgencia
política no va a contracorriente de la poesía conversacional nicaragüense. Tampoco se
desentiende de las debilidades del sandinismo, sobre todo del revanchismo y el abuso del
poder en casos puntuales: “Hay errores, equivocaciones, provocaciones nada necesarias hechas
por gente de la revolución sandinista, qué tristeza, y a veces hacen lo mismo que los otros” (p. 70).
Más adelante, invoca el símbolo esencial y depurador de la revolución: “Sandino, de verdad
Sandino, hace falta” (p. 70), en la ausencia de supuestos negados que hagan revolcar su cadáver en
la tumba.
-¡No!
-¿Sos periodista?
-¡No!
Más adelante, en este deambular por los frentes de batalla, el cronista pulveriza una
perniciosa alianza imperial: “Reagan es la verruga del mundo y la Thatcher, el cáncer de la
vida. // Juntos andan jodiendo a Nicaragua. // Seguro que si los dos se acostaran, no podrían
hacer el amor sino la muerte” (Araujo, 2010: p. 85). El habla coloquial funde la poesía
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exteriorista nicaragüense y la contra-propaganda: Este matrimonio terrorista, violando los
tratados internacionales, propiciaron en 1982 la invasión inglesa de Sudamérica en las islas
Malvinas. Que quede claro el móvil demagógico de la Junta Militar argentina.
He aquí otro hermoso verso que nos remite al General de Hombres Libres: “Quiero el
sombrero de Sandino porque siempre será el techo de mis hijos” (Araujo, 2010: p. 96). No
es el cierre de la figura, sino una invitación a la indagación histórica y contristación con el
pueblo de Nicaragua. En las aguas de su Lago, nos contemplamos a nosotros mismos en
esta hora difícil de la República Bolivariana de Venezuela: “Nicaragua es mi conciencia, mi
virtud y mi pecado, Nicaragua soy yo, un hombre de lagos y volcanes, Nicaragua es la
partida de nacimiento de mis hijos” (Araujo, 2017: Pp. 89-90).
Valga este laberinto que entra por Calderas y sale por el río Coco.
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NOTICIA DEL AUTOR
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ÍNDICE
SHALOM……………………………………………………………………………………7
DESDE MI ANTENA……………………………………………………………………...13
PROFANADORES DE URNA……………………………………………………………19
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