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SEÑOR DOCTOR MIGUEL RIOFRÍO.

MI ESTIMADO AMIGO:
A usted que es literato, que es poeta, y que con un corazón de artista se conmueve á la vista de
las pinturas y las estatuas y se arrebata con los acentos de la armonía, á usted, tengo el honor
de dedicarle esta mi pequeña obrita que contiene la historia de la música ecuatoriana, como una
prueba de gratitud y una muestra de nuestra antigua y verdadera amistad.
F Agustín Guerrero.

La historia de las naciones no es mas que el recuerdo de los sucesos notables y los
acontecimientos diversos que han tenido lugar en bien ó desgracia de los pueblos, así como la
memoria de los hombres célebres, por la particularidad de su genio para la guerra, la política y
las ciencias, por eso no hay pueblo, por pequeño que sea, que no conserve siquiera la tradición
de sus antepasados, á propósito de su vida, su ilustración y sus circunstancias; pero no se crea,
por esto, que las páginas de la historia han sido abiertas tan sólo para los políticos y los guerreros,
ellas contienen también el nombre de los artistas, para quienes dejó Dios en el mundo una
mansión desconocida, y que solo al genio le es permitido el penetrar.
Si las artes hacen el complemento de la ilustración de las naciones, sea por el mérito del trabajo,
ó por las ideas bellas y originales que nacen de una imaginación privilegiada, para establecer las
leyes del buen gusto, poniéndose en relación con nuestro corazón y nuestros sentimientos, ¿por
qué no amar y cultivarlas como al objeto mas digno de nuestro ser y la esperanza del porvenir?
¿juzgamos acaso que ellas no convienen con la civilización, ó menguan en algo el decoro de una
nación independiente?
Atenas fue libre y soberana, Roma fue libre y soberana, y esas dos reinas del poder y la sabiduría
las conocieron y amaron con entusiasmo, hasta atribuirles un poder que no tenían, y creer que
el canto y la Lira de Orfeo podian domar á las fieras mas terribles, conmover los árboles y las
peñas y detener el curso de los ríos.
Los egipcios no fueron menos grandes que los griegos y los romanos, y los egipcios tuvieron
música; y cantaron y bailaron, en sus fiestas cívicas y religiosas, al son de los instrumentos
ejecutados, muchas veces, por los grandes de su reino, lo que prueba que desde la mas remota
antigüedad, las artes fueron reconocidas como un bien indispensable para los pueblos, y que su
ejercicio, en vez de verse de mal ojo, como entre nosotros, lo desempeñaron los grandes y los
monarcas. ¿Y qué diríamos si derrepente viéramos á un músico vestido de los hábitos clericales
y con un instrumento á la mano, ó si uno de nuestros presidentes de América se presentara á
cantar en un teatro público para percibir el precio de su canto?
Del primero, diríamos que estaba loco, del segundo, que era un codicioso, y acabaríamos por
reírnos de ambos, esto sucedería aquí, y Roma no se riyó cuando vio á todos sus músicos
consagrados de sacerdotes en la restauración de la música religiosa, después de la época de
Nerón, ni Nápoles se riyó cuando el emperador romano descendió del trono para ostentar su voz
en el procenio y demandar del Director de orquesta las monedas que correspondían al mérito de
su canto.
Las artes son el fuego sagrado que no alumbra sino á muy pocos, ni revela sus encantos mas
que á los espíritus elevados, de suerte que para comprenderlas bien y penetrar sus misterios, se
necesita tener un corazón como de virgen, una imaginación como de poeta y un sentimiento
como de ángel. Rossini, Meyerbeer, Donizzeti, no fueron hombres comunes que adoraban lo
superfluo, sino una especie de espíritus celestes, que habían venido al mundo para vivir en el
pensamiento de todos y hacernos oír el lenguaje de los inmortales. El que no es afortunado en
tener corazón de artista no hable de las artes, porque es vagar en el imposible, puesto que ellas
no son sino el verdadero espiritualismo, ese espiritualismo que ha sido el timbre de las naciones
y el delirio de los reyes. ¿Pero qué tuvo esta música para ser tan poderosa y necesaria en el
templo, en la guerra, en los salones; y por último llegar á ser la deseada y pretendida de los
soberanos? En 754 Carlomagno demanda del Papa San Estévan el permiso de dejar salir de
Roma á Benito y Teodoro, cantores de su Iglesia, para que fueran á enseñar la música en
Francia. Luis XIV llama á Luli, músico florentino, con el mismo objeto. El rey Jorge de Inglaterra
pone en escena la ópera italiana en 1719. Leopoldo I la introduce en Viena; y finalmente, el rey
Carlos VI sube al grado de compositor; y mientras los grandes de su reino desempeñaban como
cantores en el escenario, él ejecutaba un instrumento al lado de los músicos de la orquesta.
¡Qué poder! Qué efectos tan maravillosos los de la música; y por cierto ¿quién no se conmueve
y siente al compás de sus dulces melodías, ó no se arrebata de júbilo al golge eléctrico de la
armonía? Negar su influjo en el corazón del hombre seria negar la existencia de lo encantador y
lo sublime, seria querer que el alma viva aprisionada en la materia, sin goces, sin palabra y sin
sentimiento.
El alma no es de este mundo, por eso busca siempre lo espiritual para comunicarse, así como el
genio, ministro de la armonía, en todas partes tiene su templo.
Y qué diferencia entre los conquistadores y los artistas, los primeros tuvieron la fuerza y la luz
del rayo para extremecer y deslumbrar la tierra con sus empresas y hazañas, y los segundos
fueron como la simiente del trigo que, sin ostentación ni orgullo, ha llegado á ser el alimento del
mundo y elevarse hasta el altar; y sino ya que es pasada la época hagamos su comparación
¿vale mas hoy la lanza de Aquíles ó la espada de Alejandro que el Stabat mater de Rossini? Era
composición sagrada, llena de piedad y misticismo, que no pudo salir sino de una alma justa que
se había apoderado de los sufrimientos de la mas grande y la mas santa de las mujeres?
¿Puede haber comparación entre el cetro de los conquistadores y el Arpa bíblica del Profeta, á
cuyo acento nacieron y se elevaron al Cielo los inmortales salmos de David?
Cierto es que los nombres de César y Napoleón nos simpatizan por su valor y sus hechos; pero
confieso que me gusta y quiero mas al pobre fraile Guido de Arrezo, que metido en el rincón de
su celda se ocupaba de arreglar las escalas de la música, escalas como la de Jacob que llegan
hasta el Cielo, ó como las leyes de Moisés, precisas, indestructibles y eternas. Sin César ni
Napoleón el mundo y los hombres habríamos sido lo mismo, mientras que sin el fraile benedictino
no habríamos tenido música en el templo, óperas en el teatro, ni concierto en los salones, y
menos conocido el genio relevante de los Vellinis, Donizzetis ni Mercadantes, y todavía
estuviéramos, contentos, bailando al son del pito y del tamboril.
Si al hablar de la música ecuatoriana he citado algunas particularidades del arte, no ha sido sino
para probar de que esta tiene su historia especial en todas las naciones. La Italia, la Francia, la
Alemania, no le han perdido un solo paso, ni han olvidado un solo hecho, por que están
convencidas de que el número de los artistas forma también la galería de los grandes hombres
y que sus obras hacen parte de la gloria y civilización con que ellas se distinguen.
El Ecuador que tan feliz disposición ha tenido para la industria y que, á pesar de su pequeñez,
ha sobrepujado en conocimientos artísticos á los demás pueblos del nuevo continente, debía
haber empezado ya la historia de sus adelantos, recomendando á la posteridad el nombre de
sus artistas, quien, al no hacerlo, está en el deber de acusarnos como á imbéciles y
desconocidos, sabiendo que la inteligencia se adelanta con el estímulo, y que el aprecio de los
conciudadanos es el mejor timbre á los ojos de quien lo entiende.
Si la época de la Colonia no dio lugar para esto, por la humillación y pupilaje en que vivieron
nuestros padres, á lo menos debíamos hacerlo desde el dia de nuestra independencia, puesto
que ella tuvo por objeto la libertad del hombre, la dignidad del pueblo, y la emancipación de los
conocimientos útiles para establecer en el país las ventajas del honor y del trabajo.
Si la España se hubiera empeñado en cultivar las inteligencias que naturalmente se producían,
al través de su opresión y despotismo, la España habría sido nuestra bienhechora, y habríamos
bendecido su nombre, como lo hacemos por la religión que profesamos; pero desgraciadamente,
junto con la Cruz vinieron las preocupaciones, enemigo mortal de un pueblo humilde que no
podía aspirar mas que al resultado de sus conocimientos: preocupaciones que cincuenta y mas
años de independencia no han sido bastantes para desterrarlas, y que todavía se conservan,
ocasionando al pueblo el atraso y por consiguiente la escasez.
Los pueblos salvajes corrigen sus costumbres y se civilizan cuando hay una mano protectora
que los levante;
pero el Ecuador, en materia de artes, no ha tenido protectores sino mas bien enemigos, y
enemigos tan frenéticos, que ni la razón ni las instituciones han podido obligarles á proceder de
un modo contrario. Despreciados y aun perseguidos los trabajadores, no se ha podido
sistematizar la enseñanza, perfeccionar los estudios, ni menos dar la debida importancia á los
genios.
Si los pintores y escultores cuentan con un Miguel de Santiago, un Goribar, una monja Davales,
un padre Carlos y un Manuel Chil (alias el Caspicara) es porque su nombre ha venido con sus
obras, y á la vista de tanto mérito no han podido menos que confesar y hacerles justicia.
Si durante, el tiempo de la Colonia las artes fueron poco acatadas, durante los años de la
República han sido perseguidas, ellas han tenido sus épocas, es decir que han estado en un
vaivén; pero nunca establecidas de un modo formal, ni reglamentadas por el Gobierno, hasta
cuando el señor García, Moreno, comprendiendo lo que valían, las tomó á su cargo para dar
vuelo al genio y mejorar la condición de los pueblos.
Si el señor García Moreno fundó los colegios de artes, al actual Gobierno corresponde su
perfeccionamiento, y á nosotros el sostenerlos para que, llenando cumplidamente su objeto, se
conserven como un monumento de verdadera civilización: idea poderosa que me ha obligado á
investigar los datos y hacer la presente publicación, que si bien no es una verdadera historia de
la música del país, á lo menos no dejará de ser una serie de apuntamientos útiles para otro que
se dedique á hacerlo mejor y después que yo.

II
Cuando me propuse escribir los presentes artículos creí hacerlo de un modo que satisfaciera
algún tanto á la necesidad de la historia de la música del Ecuador, presentándola desde su
origen, ó por lo menos revelando algunos hechos que fueran dignos de un honroso recuerdo;
pero, desgraciadamente, nada hay que pueda llenar este deseo, ni la tradición nos ofrece un
dato seguro para juzgar de allí lo que pudo ser la música durante el tiempo del gobierno español.
Sensible es por cierto no saber cuándo vino, quién la trajo, dónde se estableció, y sobre todo
cuáles fueron los primeros maestros, después que en trescientos años de vida no pudo faltar un
genio que hiciera algo en favor de esta arte tan necesaria y querida. Seguramente el abatimiento
en que vivieron nuestros padres, y la idea que tenían de su eterna esclavitud, les hizo ver la
música, no como al lenguaje del alma, sino mas bien como á una farsa de sus conquistadores
para perpetuar su vergonzosa dominación, pues, de otro modo no es fácil suponer que los
ecuatorianos, tan amantes de las artes, y tan imitadores de todas las obras extranjeras, se
hubieran mostrado indiferentes con un estudio que venia á identificarse con su naturaleza y su
corazón, con esa naturaleza tan bella y llena de atractivos que es el modelo constante de loa
artistas, y ese corazón que, á manera de un buen instrumento, se acompasa con la bondad y
sigue fácilmente á los acentos del dolor.
Por otra parte, el gusto por la música no habia faltado, ni ella habia sido desconocida desde el
principio de los tiempos, puesto que los incas la usaron, y tuvieron instrumentos, no perfectos y
sonoros como los que ahora se usan, pero instrumentos que, á propósito de su vida y su
ilustración, convenían muy bien con su carácter y sus pasiones. Los incas fueron francos,
sencillos, naturales; y su música, como ellos, era sencilla y natural, nada de reglas artísticas ni
pomposos efectos, una música compuesta de varios instrumentos irregulares, pero que
formaban un concierto de voces apreciables, como sucede con el rondador de nuestros indios,
que á pesar de no tener una escala perfecta, no deja de ser agradable al oído, por los intervalos
consonantes de que se compone. "Usaban, dice el Presbítero don Juan de Velasco, de especies
de órganos ó mas bien zamponas, con mayores y menores flautas de cañas y calabazas que
hacen un particular sonido muy agradable: de taquis ó tambores de pieles templadas, para los
festines, con variedad de chilchiles, esto es, de sonajas y cascabeles: de los pingullos, que eran
diversas especies de pífanos y flautas de madera, de caña, de hueso y de metal, destinados para
los diferentes usos de los bailes, ó de las canciones amorosas, de las tristes ó de las serias: de
las trompas asimismo diversas, unas derechas, y torcidas otras, con las extremidades de
caracoles marinos, que se oían á gran distancia, y de diversos otros instrumentos, que
generalmente los sonaban con destreza, porque la música era una de sus pasiones dominantes."
Probado esto, resulta que los españoles, con sus guerras desastrosas, á causa de una ambición
desenfrenada, no pensaron, ni dejaron pensar, en aquello que mas tarde había de ser reclamado
por la civilización, condenando todo lo que se había opuesto en su marcha, y servido de
obstáculo para su progreso.
Así el Cuybi, la Quena y la Quipa de los incas fueron remplazadas por la corneta española, y los
cantos sencillos del templo del Sol y de la Luna, por el ruido de la espada y el estampido del
cañon, y no era posible que hubiera habido música entonces, en un pueblo donde no se oía mas
que la algazara del soldado inmoral, ni imperaba otra razón que la codicia, y porque la música,
la virgen de la armonía, no puede posarse sino en los corazones inocentes, ni hacerse oir mas
que como la expresión de los nobles sentimientos que se agitan en el alma: razón por la que
estuvo destinada para otra época, para otros tiempos; y para cuando acabadas las disensiones
entre conquistadores, se oyó en mas alto grado la voz de la religión, y á cuyo nombre
empezáronse á edificar las iglesias y conventos. Si, entonces apareció la música, traída por los
religiosos de las órdenes monásticas que venían á establecerse en el país, quienes se dedicaron
á enseñar el canto sagrado y el uso de algunos instrumentos de iglesia, como el arpa, el violín y
el fagote.
Se dice que el primer Obispo do Quito, señor doctor don García Diez de Arias, trajo algunos
músicos españoles para la Catedral, y que estos, tomando á su cargo á algunos indianos,
empezaron la enseñanza del violín, la flauta y el obeu, puedo ser cierto; mas por esto no podemos
darles el honor de ser los primeros introductores de la música en Quito, por que cuando se
fundaron las iglesias, y particularmente la Catedral, las poblaciones eran ya muy numerosas,
estaban separadas las razas de blancos, mestizos ó indianos, y el Gobierno había establecido
sus leyes, sus autoridades y Cabildos, es decir, que eran ya pueblos organizados bajo los dos
poderes, civil y eclesiástico, y que empezaban á ver rayar la luz de la civilización, por
consiguiente, estamos persuadidos de que la música fue traída por los religiosos franciscanos,
dominicos, agustinos; y particularmente por los jesuitas, una de las primeras corporaciones que
se estableció en el país, y cuyos grandes conocimientos en las ciencias y las artes jamás se ha
podido desconocer.
Con respecto á los demás instrumentos, como la cítara, el bandolín, la guitarra y el salterio, á
quienes ha desterrado el piano, con muy justo título, de los salones, se sabe que fueron traídos
por varios aficionados que venían de España, como empleados de gobierno ó como particulares,
así como varios músicos pobres que venían abandonando su patria al olor del oro de los incas.
Como aficionados se alcanzó á conocer, en el siglo pasado, á un señor Ruiz Valverde, diestro
flautista, un señor Arauz, comerciante, y buen tocador de cítara, y un señor Darquea, buen
tocador de violín.
Esto asevera nuestro concepto, y no es nada extraño, puesto que hasta en la época presente
hemos visto á muchos extrameros ilustrados que han profesado el arte, tal como los señores
Eguí, que tenía el gusto de acompañar su flauta con la del hábil profesor Rafael Martínez: el
doctor Endelicato pianista; y sobre todo los dos Ministros de Francia, Mr. de Mendeville que
compuso algunas canciones sobre los versos del doctor Miranda, peruano, y el señor de
Sanrobert, violinista, que estableció una sociedad de música en su casa, sin mas objeto que
contribuir al adelanto de la música del país.
Así fue dando pasos la música ecuatoriana, hasta principios del presento siglo en que comenzó
á mejorar por medio de las escuelas que empezaron á fundarse, y los extranjeros que nos iban
visitando; pues, hasta entonces nuestra música no era otra que la de las marchas, sonatas y
minués, de muy pobre ejecución, composiciones sin gusto, del sistema antiguo, y enteramente
diversas de las que ahora forman nuestro pequeño repertorio.
Por lo que toca al canto llano y canto de órgano, no podemos sino convenir en que estos vinieron
perfectos, porque la España que en la música teatral no era muy adelantada, en la religiosa era
sobresaliente, á beneficio de otros maestros extranjeros que la habían cultivado, como Cerone,
Tartini, Ramau, Kircher &a. y motivo por el que la música española cuenta con un número
considerable de maestros de capilla, siendo los mas distinguidos, Carlos Patiño, Juan Roldan,
Juan Matías Viana (inventor del bajo continuo) Morales, Duran, y otros que no han sido menos
célebres por su talento y habilidad. A la España le queda también la gloria de ser la inventora de
la zarzuela, siendo el mejor maestro de este ramo el señor de Gastambide.
Estos son los únicos datos que tenemos de la música antigua del Ecuador, es decir, desde la
conquista hasta el año de 1810 en que empezó á organizarse por medio de una escuela teórica
y práctica, fundada en el convento de San Agustín por el religioso converso fray Tomas Mideros
y Miño de San José.

III
No se puede negar de que la libertad fecundiza los talentos y despierta los sentimientos mas
nobles del espíritu, por eso a su nombre se levanta la inspiración, y á su voz nacen las mas bellas
y fantásticas creaciones, para formar el cuadro de la gloria y poderío de las naciones. Así, el año
de 1809 se oye en Quito el primer grito de la independencia americana, y en 1810 aparece el P.
Mideros como fundador de la orquesta, estableciendo una aula de música, á manera de
conservatorio, donde se enseñaba el canto y toda clase de instrumentos usados en aquel tiempo.
Si hasta entonces no se había prestado ningún acatamiento al arte y pasaba como un mero oficio
mecánico, el P. Mideros, comprendiendo lo que valía, y deseoso de hacer conocer su
importancia, abrió un local lujosamente preparado, y con una grande inscripción que decía Aula
de música, y al contorno del marco de la puerta la estrofa siguiente:
Música encantadora, don del cielo,
Recreo de la humana fantasía
Y de los males consuelo.
A la vista de esto acudieron muchos jóvenes de regulares familias para dedicarse á la música,
adoptándola como profesión ; mas el P. Mideros, suponiendo que no podía ser sino un acto de
novelería y deseoso, á la vez, de no verse burlado en sus proyectos, acordó la medida muy
prudente de exigir á sus discípulos que tomasen el hábito para continuar con sus estudios, así lo
consiguió, de suerte que no pasó mucho tiempo en que logró tener veintisiete religiosos bajo su
dirección, y era el mejor gusto del Padre presentarse en los coros acompañado de sus hermanos
de hábito.
El P. Mideros, natural de Quito, fue desterrado á Cuenca por la pérdida de un capítulo, y durante
los cuatro años que permaneció en esa ciudad, se ha dicho que perfeccionó sus estudios, de un
modo privado, con un jesuita español, motivo porque el Padre no era un músico vulgar, sino de
grande importancia, puesto que conocía las reglas del buen canto, y en los instrumentos era el
único general, como lo acredita los mucho y buenos discípulos que dejó.
Con respecto al carácter de la música enseñada por el P. Mideros, no podemos decir sino que
fue el italiano, porque según nos lo ha asegurado un discípulo suyo, el P. Mideros fue educado
en su mismo convento por un sacerdote llamado Fray Mariano de la Cruz, italiano de nacimiento
y que fue á morir en su pais.
Como las buenas intenciones no pueden producir sino buenos resultados, no tardó mucho en
que el P. Mideros llegara á ver el progreso de sus discípulos, y el país contara con una muy
regular orquesta, pues aun cuando los alumnos acabaron por abandonar el hábito, no por eso
dejaron el arte, y por lo contrario, conservando siempre el respeto para con su maestro, llegaron
á ser los mejores profesores de entonces.
Alcanzamos á conocer á un Juan Bastidas, buen violinista, á un Ignacio Miño, de igual mérito en
el violín y el mas diestro de los organistas, á un Manuel Checa, buen arpista, que conocía algo
de armonía y murió de maestro de rudimentos del actual conservatorio; y á un religioso Fray
Francisco Fraga, primer tenor de la Catedral, y diestro profesor de canto llano, quien en sus
últimos años se dio por desgracia á la embriaguez, razón por la que era reprendido
constantemente de sus prelados pero tenia tal convencimiento de su saber, que una vez que lo
reprendieron con demasía les dijo : "castíguenme ustedes, porque ahora soy desgraciado, pero
sepan que el dia que yo muera tienen que quemar todos los libros del facistol." En efecto, del P.
Fraga murió en 1840, y los libros no se volvieron á abrir por mas de veintitrés años, hasta cuando
el señor García Moreno trajo á los reformadores italianos, quienes los han vuelto á poner en uso;
pero nunca con la gracia ni la maestría del discípulo del P. Mideros.
Fraga no fue un cantor común, conservamos un cuaderno de sus estudios, y por lo que hace á
su voz, era clara y sonora, y sobre todo muy bien sacada, sin que se dejara notar esa diferencia
empalagosa que resulta al tiempo de pasar de la voz de pecho á la de cabeza, lo que prueba
que había hecho un buen estudio de la voz médium que tanto aconseja Panceron.
La imprudencia es un delito que debiera castigarse, por los malos resultados que produce; pues
si los prelados del P. Fraga hubieran sido mas cuerdos, lo hubieran proporcionado discípulos,
mejorando su condición aunque fuera dentro del claustro; y Praga habría trasmitido sus
conocimientos, y el país no hubiera carecido por tanto tiempo de un ramo tan importante para la
música religiosa.
De todo lo expuesto resulta que la música sangrada tuvo muy buenos profesores, y que solo la
profana andaba descarriada y sin tener un asilo á donde refugiarse; y por eso es curioso ver
como ha llegado hasta nosotros el uso de dos músicas opuestas, la música indiana y la música
de los españoles y no era de creerse que en un país donde no se había adoptado mas que una
sola religión, una sola ley y un solo idioma, se hubiera adoptado también un solo gusto por la
música? pues no fue así, las pasiones estaban encontradas, los sentimientos eran diversos, y,
por supuesto, mientras los europeos, llenos de satisfacción, daban al aire sus tonadillas y
boleros, los indianos, desposeídos de su propiedad y abatidos con el recuerdo de sus padres,
lloraban en las cabañas, manifestando su pena al son del pingullo y del rondador. Y he aquí el
origen del yaraví, de esa música natural como la del tiempo de los patriarcas, y que ha disputado
á la europea, no por su perfección, porque nada tiene de perfecta, sino por el amor con que ha
sido recibida y conservada por el pueblo.
El yaraví no tiene nada de fantástico ni hermoso, por lo contrario, es tan natural y sencillo como
un suspiro, y falto de reglas músicas; no es mas que la repetición de dos ó tres frases melódicas,
de donde resulta la monotonía, por un solo tiempo, y sin mas novedad que unas pocas notas que
se alteran para variar la expresión; pero lo cierto es, que para el quiteño no hay mejor música de
corazón que el yaraví, con él llora ó se divierte; y entre el yaraví y una ópera italiana, él está
siempre por la música de su país; y no le falta razón, porque es la música de sus padres, se ha
connaturalizado con ella desde la infancia, y parece que sus acentos melancólicos eon aun los
vínculos del amor para con su patria.
Hay algunos que por darse de ilustrados, y sin saber en lo que consiste su demérito lo desprecian
; pero esto no prueba sino que obran por lo que oyen á los extranjeros, para quienes es justo el
desagrado, en razón de haberse educado con las músicas de Ayden, de Beethoven y Mozart.
La música produce sus efectos según el carácter y situación del que la escucha, por eso su
influencia es igual en el grande como en el pequeño, en el rico como en el pobre, y cada uno se
goza con ella, según el grado de civilización en que se encuentra. De donde resulta que uno se
complacen con las arias y las sabatinas de las óperas en que se representa un argumento
histórico ó de civilización, mientras que otros lloran ó bailan con los arpejios del arpa ó los acordes
de la guitarra. Siendo iguales los efectos por qué echar al desprecio una música original de
América, que si carece de las reglas científicas, no deja por eso de ser un documento que
acredita -la verdad de nuestra historia y la condición á que fueron reducidos nuestros
antepasados
No hay duda de que ella irá desapareciendo con el tiempo y la civilización, porque las leyes del
talento triunfan siempre sobre los caprichos y las costumbres; pero mientras tanto tienen su
mérito y no solo para con los nacionales, sino también para con los extranjeros ilustrados que la
buscan y la solicitan.
En 1865, llegó á Quito una comisión científica de España, y entre las muchas curiosidades que
recogió, el señor Marcos Jiménez de la Espada, me mandó coleccionar todas las melodías
indianas y populares, para llevarlas al museo de ciencias naturales de Madrid, quien, al
despedirse, me dijo: "Le suplico no olvide de enviarme todo lo mas que U. pueda recoger, porque
quiero que el museo no carezca de estas reliquias sudamericanas."
Si la España soberbia y antagonista nuestra no se ha desdeñado de guardar en su museo la
música de nuestros indios por qué nosotros nos empeñamos en despreciarla? ¿Somos acaso
tan ignorantes ó injustos, para aborrecer lo que es propio por amar lo que es ajeno?
IV
Al hablar de la Escuela reformadora del P. Mideros, como la mas ordenada y perfecta, no
debemos olvidar de otras particulares que se siguieron, coma la de don José Miño, pariente del
P. Mideros, del religioso franciscano Fr. Antonio Altuna, y la de don Crisanto Castro, todos
discípulos del P. Fr. Francisco de la Caridad, también franciscano, español de nacimiento, y
músico de muy vastos conocimientos.
Establecida que fue la Escuela del P. Mideros, el P. Altuna abrió también la suya; pero no con
las formalidades de la primera, ni tan general en estudios, sino puramente de las clases de
órgano y canto llano, ramos en que dejó discípulos de no poca consideración, como Fr. Mariano
Vaca, religioso de la misma orden, y Fr. José Viteri, religioso agustiniano, quienes conservaron
la enseñanza, en sus respectivos conventos, hasta hace pocos años en que fallecieron.
Habiendo visto el como se formaron algunos músicos, á consecuencia de. las escuelas fundadas
en los conventos y otras particulares, nos corresponde saber los estudios que hicieron y en lo
que se distinguían.
Por lo que lo que hace al órgano el conocimiento del bajo numerado y en el acompañamiento de
los cantos religiosos, nada tenemos que decir; pues aun cuando parece que sus estudios no los
hicieron de un modo muy artístico, el resultado es que, con la práctica se hicieron tanto á la cifra
del bajo de órgano, que después de ellos no hemos vuelto á tener organistas iguales.
Hemos buscado con empeño los sistemas que siguieron y los métodos que usaron, y no nos ha
sido posible conseguir mas que una cartilla manuscrita del P. Mideros, dividida en once
elementos, y en la que no se habla mas que del número de las voces, sus alteraciones por medio
de los sostenidos, bemoles, puntillos y becuadros, de las aspiraciones, tiempos y términos; y
esto sin dar una explicación clara, capaz de que pudiera ser entendida por el discípulo; pero
todavía esta es mejor de otra que he visto mas antigua, é incapaz de poderse entender por su
lenguaje oscuro y un tecnicismo casi diverso del que ahora usamos, pues parece que mas bien
se valian del dibujo para la enseñanza, puesto que hemos encontrado una mano dibujada, y en
toda ella escritas las voces musicales, y particularmente en las coyunturas de los dedos.
Según sabemos, ninguno de los músicos de entonces hizo su estudio por un método conocido,
como lo hacemos ahora, todo por el sistema de ejercicios, si no que después de aprender los
rudimentos se pasaba, al solfeo, por tres ó cuatro años, hasta amaestrarse en el compás, la
repartición de figuras, el uso de todas las claves, y conocimiento de los términos, y después al
instrumento, empezando por cuatro ó seis escalas diatónicas, luego por un minué y después por
una marcha &a. hasta ir mejorando la ejecución á beneficio del tiempo y de sus propios
esfuerzos: mérito recomendable, porque sí ahora tenemos doctrinas y métodos que todo lo
facilitan y lo aclaran, ellos careciendo de esto, todo lo debieron A su constancia y consagración,
y muy especialmente al largo tiempo que hacían de solfeo; estudio indispensable para formar
buenos profesores, y porque el solfeo educa el oído del discípulo, resuelve las dificultades de la
teórica, perfecciona el compás, despierta el gusto y le acostumbra á la modulación de los
términos mayores y menores.
Sin el estudio del solfeo no puede haber músicos, habrá ejecutantes, pero nunca buenos
profesores, porque no es lo mismo ejecutar ignorantemente lo que se ve escrito, como entender
para lo que vale esa escritura, y saberla aplicar á otras voces y á otros instrumentos; y finalmente
conocerla de un modo inteligente para usarla cuando convenga, y en los casos diversos en que
necesita. El ejecutante es un músico sin alma, sin corazón, una especie de máquina destinada á
traducir puramente las voces que están escritas, y eso, talvez, sin carácter ni sentimiento, al paso
que el profesor es perfecto, y por profesor se entiende el que posee un ramo de cualquiera ciencia
ó arte, con el conocimiento de todos los estudios inherentes á la parte á que se ha dedicado,
motivo que hizo decir á Iriarte en su poema "La música".
Porque en muchos la música no es ciencia,
Sí fruto de mecánica experiencia.
La música se estudia de tres modos, por rutina, para profesor y para artista. Al primero le es
suficiente el conocimiento de la nota, para á fuerza de estudio, llegar á ejecutar con destreza lo
que se le da escrito: al segundo corresponde las reglas de los acompañamientos y las diversas
combinaciones á que se presta su instrumento, para poderlas escribir y dirigir la enseñanza; y al
tercero, el conocimiento general de todos los instrumentos de las voces humanas, y la parte
científica del arte para dirigir toda clase de música y escribir sus pensamientos de un modo
original, lo que en Europa se llama maestro.
Aquí, por desgracia, no se ha hecho esta distinción que tanto conviene para estímulo de los
artistas, sino que á todos se los reputa iguales, á todos se llama músicos, y el grado de su mérito
y sus conocimientos no depende sino de la voluntad del mas charlatán. ¿Y qué dirán estos si
vieran presentarse en Quito á un Dalambert, un Angelieri y un Mercadante, reclamando el puesto
de grandes músicos y sin sabor tocar mas que unos pocos acordes en el piano? Les dirían torpes,
chambones, mentecatos. ¡Qué sacrilegio! los insultados serian, Dalarubert uno de las
notabilidades músicas de París. Angelieri, el primer maestro de piano del actual Conservatorio
de Milán, y cuyo discípulo fue el sin par Adolfo Fumagali, y Mercadante uno de los inmortales
compositores de Europa, que va en línea recta con Rossini, Meyerbeer y Donizzeti, por eso ha
dicho bien un escritor americano, que criticar lo que se conoce es hacer justicia, pero hablar de
lo que no se entiende es un atrevimiento.

V.
Después de convenir en que el mucho estudio del solfeo dio por resultado algunos profesores,
digamos de una vez, que conocieron los instrumentos, mas no las reglas de armonía ni
composición, motivo por el que fue bien recibido y empleado en la catedral, con ochocientos
pesos de renta anuales, el español don José Celles.
Este señor no fue, desgraciadamente, un buen músico, capaz de estimular y mejorar la condición
de los quiteños, sino un mediano repartidor de orquesta y profesor de trompa: uno de esos que,
en vez de dejar gratos recuerdos en el país que visitan, saben solo aprovechar de las
circunstancias para hacer fortuna, por eso el señor Celles tomó un sueldo adelantado, abrió muy
buenos créditos y se mandó mudar el día menos pensado. No obstante esto, los músicos
inteligentes, le aprendieron el modo de instrumentar, aunque con algunos vicios, tal como el uso
de las quintas y -octavas seguidas, y falta de canto y resolución de las notas, en las partes
acompañantes, defectos que se conservan hasta ahora y que aun falta que corregirlos.
Si con la aparición de Celles se pudo conocer gran parte de la instrumentación de orquesta, la
de la mágica militar se reservó para mas tarde, porque esta clase de música fue enteramente
desconocida en el país, hasta el año de 1818 en que se oyó sonar por primera vez con la venida
del batallón Numancia; y después con la de los ejércitos libertadores de Colombia: razón porque
todas las bandas, posteriormente creadas en el Ecuador, han sido dirigidas por extranjeros, de
modo que hasta Loy no se cuenta mas que cuatro directores nacionales, siendo el primero el
joven Concha, natural de Guayaquil, cuyos trabajos han sido respetados de muchos extranjeros,
tanto por lo armonioso y variado de los acompañamientos, como por el gusto con que solía
aplicar el canto á los diversos instrumentos.
A pesar de que el historiador Garcilazo asegura que la música militar fue conocida desde el
primer siglo de la conquista, cuando dice que Gonzalo Pizarro era el que mejor música tenia en
sus ejércitos, nosotros estamos en el deber de negarlo, porque, para que existiera una banda
militar, por mala y pequeña que fuera, era preciso de que esta se hubiera compuesto de algunos
instrumentos de madera ó de metal, como flautas, obués, clarinetes, trampas, bajos, barítonos,
trombones &a. instrumentos que, á mas de ser descubiertos, los mas de ellos, después de la
conquista, ninguna tradición nos han dejado en el pueblo, ni los otros historiadores nos dan una
idea sobre la clase de instrumentos que primero se conocieron en el reino de Quito; de donde
resulta que la música de Gonzalo Pizarro pudo ser compuesta de cornetas, mas no de
instrumentos verdaderamente músicos, y que si acaso la hubo, seria en el Perú, y no en Quito;
pues habiéndola habido aquí, no dudo de que se hubiera generalizado alguno de ellos: por lo
contrario, nuestros mayores nos aseguran que los instrumentos de metal jamás fueron oídos
hasta la venida de Numancia. ¿Ni quien puede persuadirse de que Pizarro, Cepeda, y otros de
esta clase, hubieran estado para formar bandas músicas, cuando no pensaban sino en
asesinarse y pelear, para adueñarse del poder y disponer á su antojo de la suerte y la riqueza
de los indios? Ellos tendrían sus cornetas; pero no música, y la corneta no es un instrumento
perfecto, es el mas pobre de notas, porque no cuenta mas que con tres voces propias, que
forman dos terceras asaltos y un equísono: notas con las que no puede darse una perfecta
entonación, y menos usar de los semitonos cromáticos para la variación de los términos menores.
Así, quedamos convencidos de que no hubo música militar en el reino de Quito, hasta el año de
1818 en que se la oyó por primera vez.
Ya que nos hemos ocupado de las bandas militares, confesemos que todos los gobiernos que
han seguido al del General Juan José Flores, que fundó la República del Ecuador, no han dejado
de contribuir por su parte para la conservación de las bandas militares, bien es que no lo han
hecho con la sana intención de fomentar el gusto ni las disposiciones del pueblo, sino mas bien
por vanidad y lujo de sus ejércitos; pero el resultado es que se ha adelantado en el ramo, y que
hoy podemos decir que tenemos música militar, y según nos han asegurado varios profesores
extranjeros, mucho mejor que la del Perú, Chile, Bolivia y Venezuela.
VI.
Cuando dijimos que los ecuatorianos eran recomendables por su genio especial para las artes,
no se crea que es un exceso de patriotismo ó una opinión aventurada la mía, es una verdad
probada desde tiempos muy atrás, y justificada por el voto imparcial de los extranjeros que no se
desdeñan de aplaudir, diariamente, las felices disposiciones con que la naturaleza ha favorecido
á los hijos de los Andes.
"Para ustedes no se hizo la política ni la guerra, dejen que lo sean los venezolanos y granadinos,
me decía una noche el sabio Rodríguez [el ayo de Bolívar] lo propio para ustedes son las artes
y la industria; y no se crea por esto que son desgraciados, porque la riqueza que tiene su origen
en la inteligencia es la más grande y duradera de todas."
Así, no ha habido quien desconozca el mérito artístico de los ecuatorianos, ¿ni quien puede
desconocer, cuando casi no hay un solo punto de la República que no haya dado un genio para
las ciencias ó las artes? Guayaquil, Cuenca, Riobamba, Ambato, Ibarra, Latacunga, Quito.
Todos, todos tienen sus hombres célebres dignos de formar una galería de personajes ilustres y
de enorgullecemos con su nombre, porque parece que el ambiente ecuatoriano ha sido
embalsamado por los dioses, ó destinado para ser la mansión de la elocuencia, la poesía, la
pintura, la escultura y la arquitectura; de aquí es que en todas partes lucen las obras célebres y
en todas partes tenemos música.
Entre los pueblos del Ecuador, el que mas ha sobresalido en esta arte, después de Quito, es la
ciudad de Cuenca, donde parece que sus hijos están llamados á ser buenos artistas, puesto que
sin mas escuela que la del buen gusto, y los pocos extranjeros que la han visitado, han podido
desempeñar como profesores y distinguirse en la música de soplo. Si los cuencanos hubieran
conocido las reglas habrían tenido compositores, porque no les falta disposición, y, sobre todo,
mucho amor por los sonidos; y aun á pesar de esto, ellos escriben, y algunos pensamientos los
han dado ya á la estampa, como el "Álbum musical" de Ascencio Pauta, que lo mandó imprimir
en Europa el señor García, Moreno. Esta obra que no es mas que el arranque del genio y una,
música espontánea, tiene varios defectos; pero no por eso debemos calificarla de enteramente
mala, puesto que los temas no desagradan, los episodios no desvirtúan el carácter, y el conjunto
de la primera pieza tiene alguna novedad.
Uno de los que contribuyó para mejorar la música de Cuenca fue el doctor don Antonio Soler.
El doctor Soler, natural de Sevilla, llegó á Cuenca en 1797, con el empleo de Tesorero de las
cajas reales de aquella ciudad, hombre de buen carácter y educación esmerada, con lo que logró
conquistarse el aprecio de todos los que tuvieron la felicidad de conocerle.
El doctor Soler había estudiado la música junio con la Jurisprudencia; pero sobresalió mas por
el lado de La armonía, y como hombre de ideas y de corazón llego á ser el dominador de la
guitarra.
Soler renunció por tres ocasiones su destino, con el objeto de volver á su país; pero la suerte
quiso que no lo hiciera á consecuencia de sus enfermedades, hasta que Bolívar, conociendo su
mérito, como hombre y como artista, le ofreció su amistad y lo dejó en el país, no como al
empleado de sus enemigos, si no mas bien como á uno de los ciudadanos útiles de Colombia,
motivo por el que permaneció en Cuenca hasta el año de 1851 en que murió, dejando por
discípulo al célebre Miguel Espinosa (alias el Leuco) quien nos ha dejado también un hijo suyo,
muy hábil para el misma instrumento, y que pudiera pasar como concertista de guitarra en
cualquier otro punto de Sudamérica.
Con respecto á las demás provincias, fueron los discípulos del P. Mideros los que hicieron algo
en favor de la música de esos pueblos, como Mariano Jurado, (alias el Callito) buen cantor y
buen arpista, el que adelantó la música de Riobamba, Trinidad Morales, que aun existe, la de
Latacunga, Cayetano Barahona la de Ambato y Francisco Paz la de Ibarra. Guayaquil debía ser
el país mas adelantado en el arte, por la concurrencia de tantos músicos extranjeros y la
existencia del único teatro con que cuenta la República; pero su posición geográfica no le da
lugar para pensar en las artes, si no puramente para dedicarse al comercio; no obstante, el bello
sexo lo ha comprendido y entre las señoras se hallan muy buenas pianistas.

VII
Establecida la orquesta en Quito desde el año de 1810, como dijimos antes, empezó el choque
entre los músicos antiguos y modernos, por que sí los primeros carecían do buena instrucción,
los segundos, orgullosos de pertenecer a una escuela mas adelantada, no querían confundirse
con los otros, de lo que no dejaban de tener razón, porque loa antiguos eran casi memoristas,
mientras que los modernos estaban reunidos y se ejercitaban en el repertorio de música
española, y algo de italiana que el Padre se había podido proporcionar; mas estos caprichos
ocasionaron grandes disgustos al P. Mideros.

En 1811, , el Cabildo eclesiástico convoca á examen á los músicos para proveer el destino de
maestro de capilla de la Catedral, y siendo los opositores los religiosos Mideros y Altuna, el
segundo, conociéndose inferior al primero, tomó la medida de unirse á los enemigos de Fray
Tomas, para estar de acuerdo con los examinadores que precisamente debían ser los empleados
de dicha iglesia, como que en efecto lo fueron Andrés Santacruz, Gregorio Grijalva y Francisco
Suárez, quienes, llegado el momento, procedieron con la vileza de gente que en vez de obrar
por su conciencia, busca el desquite de innobles pasiones en la ocasión mas oportuna; por eso,
mientras el P. Mideros se presentó con la dignidad y señorío del hombre de conocimientos, y
para probar que era digno del puesto que solicitaba, puso por delante todos los instrumentos que
conocía, para que se le examinara sobre el que se tuviera por conveniente, el P. Altuna
descansaba tranquilo, esperando en la promesa de sus amigos y en el influjo de algunos
canónigos que se hallaban comprometidos.

Por esto fueron vanos todos los esfuerzos del P. Mideros, puesto que los examinadores, llevando
á mal lado el examen, desconcertaron el acto con preguntas ambiguas y otras que no venían al
caso; y, finalmente, fallaron en favor del P. Altuna, Clamorosa injusticia, en la que so vio,
claramente, triunfar el favoritismo sobre los conocimientos, y motivo por el que el P. Mideros, se
resolvió á cerrar su aula de música y á abandonar la profesión; pero, felizmente, se empeñaron
sus prelados y amigos y, haciéndole presente la suerte que correrían sus discípulos, lograron
hacerle desistir de la idea.

Justo era el sentimiento del P. Mideros, porque solo una grande virtud ó una buena filosofía
pueden sobreponerse á las exaltaciones del amor propio, en esos momentos en que el hombre
de honor ve mancillarse, injustamente, el mérito de su buena reputación. Por otra parte, á nadie
mas que al P. Mideros correspondía el destino en disputa, en virtud de ser el músico de mas
variados conocimientos y el que mas pruebas había dado acerca del canto y de la música de
orquesta; y porque el puesto de maestro de capilla de una Catedral no es el lugar que debe de ir
a profanarlo un músico adocenado, si no que es el último grado á donde ascienden los
verdaderos artistas, porque bajo de su dirección se encuentran desde el último de los cantores
hasta el mas sobresaliente profesor, y tanto la música sagrada como la profana, dependen de su
talento y de su pluma; y de aquí es que en Europa, y particularmente en Alemania, los maestros
de capilla han sido los mas eminentes músicos, como José Eybler y Estévan Fraux, de la capilla
imperial de Viena, Juan Gambache (compositor) de la iglesia Metropolitana de San Estévan,
Hummel, de la capilla de la Corte del gran Duque de Weimar, Sehneider, de la iglesia principal
de Moelli &a. Y los españoles no fueron menos hombres en este particular, porque para obtener
un destino en la Catedral de Madrid, en la capilla real ú otras iglesia, solían hacerlo por medio de
un público y riguroso examen, de cuyo resultado dependía su aprobación.

En Quito so observaba lo mismo, hasta hace pocos años en que tuvimos el gusto do asistir á
algunos exámenes; mas ahora vemos que, con mucha facilidad, se toma á cualquier zote de la
calle y so le da un puesto en el coro de la Catedral. Este proceder nos avergüenza, nos afrenta,
porque aquello quiere decir que en la capital de la República, no hay profesores aptos, ó que se
trata de hacer una escuela de memoristas, contrariando así el objeto del Gobierno y
despreciando los estudios que se hacen en el Conservatorio.

La intención con que se fundó este lujoso Establecimiento no fue otra sino el de mejorar tanto la
música sagrada como profana do la República, y he aquí el art. 2° del decreto de S de febrero
de 1870.

La enseñanza de la música sagrada y profana es gratuita y se dividirá en seis clases.

1a clase preliminar............................Solfa
2a clase...................................... Canto
3a ............................................Piano y arpa
4a ............................................Instrumentos do arco
5a ............................................Id. de viento
6a clase superior... ..........................Órgano, armonía y composición.
Lo que prueba que la fundación del Conservatorio tuvo por objeto el perfeccionamiento del arte
y por consiguiente el realce de los profesores, siendo los conocimientos el verdadero título con
que debieran distinguirse en adelante los artistas.

VIII.
Si con el nombramiento del P. Altuna se cometió un delito, con la muerte de este se hizo una
justicia, colocando en su puesto de maestro de capilla á don Crisanto Castro, el año de 1816,
buen tenor y hábil violinista, y, sobre todo, de mucha chispa para la composición, como lo
prueban los buenos cantos que escribió, y entre los que sobresalió el del Te deum lawlamus.
Composición grave y majestuosa, y que no deja de infundir respeto por la Divinidad á quien se
dirige.
El tiempo, que está encargado de la mejora de los hombres y las costumbres, fue presentando
nuevos motivos de adelanto á la música ecuatoriana; por eso, si basta el año de 16 no se había
hecho uso mas que de la música española y algo de la italiana, desconociendo el carácter de la
alemana y francesa, desde entonces, hasta el año de 56, hizo una marcha rápida y progresiva,
á consecuencia de los buenos artistas y profesores que nos iban visitando. Así, lo primero que
asomó en Quito, entre los años de diez y ocho á veinte, fueron el señor Zapuch y su mujer,
cantores de ópera, y cuyas funciones se dieron en el teatro del Colegio de San Fernando, que
hoy es el convento de las monjas de los Sagrados corazones.
A fines del año de 1832 vino una compañía dramática española, la que fundó el teatro en un
salón del convento de los antiguos PP. Jesuitas, que trajo dos cantores, Madama Juliana y el
señor Salgado, y tres músicos peruanos, dos violines y una trompa, los que unidos á los músicos
quiteños formaron una muy buena orquesta. Orquesta que hizo decir al Director Villalva: "Si
hubiera sabido que había buenos músicos en Quito, habría economizado los gastos que he
hecho en los profesores quo he traído."
Todo esto venia ya en honra de los profesores nacionales; pero no se crea que ellos esperaban
tan solo de la aparición de los extranjeros para adelantar, eran hombres de honor y de
aspiraciones, y por consiguiente, no dejaban de hacer sus estudios particulares y muchas veces
simultáneos, motivo por que se estableció una competencia entre los religiosos Viteri y Vaca,
maestros de capilla de San Agustín y San Francisco. Competencia muy favorable para el arte y
de gratas satisfacciones para el país, puesto que cada uno de ellos, y á cual mas entusiasta, se
empeñaba en llamar la atención del público en todas las funciones religiosas, y particularmente
en las vísperas y fiesta de su Patriarca; para lo que se proporcionaban de la mejor música posible.
¿ Y quién no esperaba con ansia los días tres y cuatro de octubre, y veintisiete y veintiocho de
agosto? Las personas mas notables é ilustradas del país, y una gran parte de la población se
agrupaba en el coro y las naves de la iglesia, para satisfacerse con las magníficas piezas y los
variados cantos, tanto de los músicos como de la comunidad, y he aquí una función solemne en
la que cada uno de los profesores procuraba hacerse más relevante en el uso de sus
instrumentos, y por el mérito de su habilidad.
Pero el triunfo estaba siempre del lado de los agustino, porque el religioso Viteri se había
relacionado con don Manuel Bañon, buen maestro extranjero que se hallaba en Lima, quien le
proporcionaba de las piezas mas nuevas y acomodadas al caso. Por otra parte el P. Viteri tenia
de su lado al religioso Fraga que, como vicario de coro, se esmeraba en pasar los mejores cantos
á la comunidad.

IX
Si hasta aquí vemos que hubo ganado algo la música quiteña, con la venida del señor Alejandro
Sejers dio un paso mas hacia la perfección.
Sejers gran profesor de violín, llegó á Guayaquil á fines de 1838, mas bien como viajero que
como artista, pues tanto por su carácter, como por las condecoraciones que llevaban consigo,
se hacia ver que no era un músico vulgar, sino que había venido por conocer el nuevo mundo y
tomar algunas vistas de pintura, como el decía. Sejers pintaba al óleo, y durante su permanencia
en Quito, continuó sus estudios con nuestro malogrado y original artista Ramón Salas; mas el
Gobierno del general Flores, deseoso de que adelantara la música del país, comprometió a
Sejers y le señaló una buena pensión para que estableciera una sociedad en la capital de la
República, la que después de poco tiempo, empezó á mostrar sus adelantos, por medio de
públicos y magníficos conciertos que los daba a beneficio de las casas de beneficencia.
Si Sejers hubiera continuado la enseñanza, siquiera por ocho años, no dudo de que á la presente,
el Ecuador, habría sido el lugar mas prominente en música, entre todos los pueblos de
Sudamérica, un país algo parecido á Milán, donde se forman las orquestas, las compañías de
canto y los profesores para toda clase de instrumentos; y, por último, de donde salen los
directores para las iglesias y los teatros.
Nosotros no habríamos sido tan felices, ni tan grandes; pero sí se habría mejorado la música de
toda la República, y quizá á la presente tuviéramos algo de una música original de América, lo
que no es poca dicha aun entre las naciones civilizadas.
La fuente de la música es la Italia, de esas aguas bebió la Alemania y ahora tiene su música
especial, seria y filosófica como su carácter; y la Francia también bebió, y su música es alegre,
fantástica y variable como la política de los franceses ¿Y la España? ¡Ah! ella tiene también la
música andaluza que, como el genio de sus hijos, no deja de ser alegre y burlona.
Si la música es la palabra de los pueblos, con que cuentan sus penas y sus goces; y por medio
de su carácter se conoce el estado de civilización en que se encuentran. ¿Por qué la América,
la parte mas bella y mas hermosa de la creación, no ha de tener palabra ni sentimiento, para
decir al tiempo y á las otras naciones, lo que es en su vida de ventura ó de sufrimientos?, y
aquello de originalidad en la música no es difícil, porque los americanos somos hombres, dotados
de alma y corazón para sentir, lo mismo que los europeos; y particularmente á los ecuatorianos
no les falta talento para lo bello, y por eso hasta la naturaleza que habitamos es un sublime
panorama que nos inspira, que llora y se sonríe, que nos alegra y espanta. Y cuales el hombre,
por mediana inteligencia que tenga, que no se sienta arrebatado á la vista de nuestros siempre
verdes paisajes, de la choza histórica de los indios, de la eterna nieve de las montañas, de los
valles, colinas y cascadas; y por último, á la presencia aterradora del cráter de los volcanes?
Bolívar ¡el Libertador de Colombia! no pudo detenerse á la vista de los encantos de esta
naturaleza joven, y por eso, dejando por un momento de ser héroe quizo Ocupar el puesto de
los artistas, y subió al Chimborazo y, con el lenguaje de los mejores poetas, habló al tiempo y
cantó las maravillas de la creación. Llego como impulsado por el fuego que me animaba y
desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento y con mis pies los umbrales del abismo:
un delirio febril embarga toda mi mente y me siento como encendido de un fuego extraño y
superior. Estas fueron las palabras del héroe, cuando conducido por el genio de las artes, penetró
en la mansión de las mas bellas y fantásticas ilusiones.
El Ecuador ha sido siempre la patria de la inteligencia y del sentimiento, y por eso sus hijos no
han podido menos que ser poetas, músicos y pintores. El Ecuador no es mas viejo que las otras
repúblicas de Sudamérica, y el Ecuador tiene ya una lista de artistas célebres para colocarlos en
el templo de la inmortalidad. Olmedo, Miguel de Santiago, Goríbar, Chil, el P. Mideros y otros
tantos, y esto es sin contar con un gran número de literatos, teólogos, geógrafos, médicos y
jurisconsultos, á quienes solo la corriente de las revoluciones ha podido dejarlos en el olvido.
Nuestra condición no ha de ser siempre la misma, vivir de esperanzas y desengaños; algún dia
ha de tener término las aspiraciones políticas y las venganzas de partido que tantos males ha
causado á la humanidad; y entonces tendremos que arrepentimos de no haber honrado el mérito
de nuestros hombres, ni haber visto con tiempo las ventajas que pudiera reportarnos el trabajo.
Si dejáramos un poco el camino áspero y escabroso de la política, dando al pueblo una libertad
fundada en la virtud y el trabajo, y respetáramos, sobre todo, el mérito del honor y del talento,
veríamos que nuestro pueblo no había nacido para ser pobre ni la burla de los gobernantes, sino
un pueblo noble, artístico é industrial.
Si Sejers hubiera continuado con la enseñanza no hay duda de que el arte se habría ennoblecido;
pero se le despreció, se le insultó, y el artista tuvo que abandonar el país después de solo un
año y nueve meses de permanencia.
Llamado un día, Sejers, por un personaje del país, lo recibe en el corredor y le dice, mañana
tenemos un baile en casa y quiero que U. venga á lucirse con su violín; yo había visto otros
músicos; pero mi familia quiere que U. venga, y por lo que hace al precio no habrá tropiezo.
Señor ¿U. ha estado en Europa? le respondió Sejers. No, le dijo el personaje, no me he resuelto
á viajar: pues con razón trata U. de esta manera á los hombres como yo, repuso el artista, y
tomando inmediatamente la escalera salió de la casa. Este fue un motivo mas que suficiente para
que al segundo día se publicara una hoja suelta contra Sejers, y acusando al Gobierno de pródigo
para con un músico. Vista que fue la publicación por el artista, mandó acto continuo su renuncia
y determinó su viaje para dentro de cuatro días. El Señor Doctor D. José Modesto Larrea, hombre
noble y generoso, que sabia estimar las habilidades del pueblo, sabedor de esto, se acercó á
Sejers y después de suplicarle para que retirara la renuncia le ofreció un doble sueldo de su
peculio, á lo que Sejers no accedió, haciéndole presente que convenir con la propuesta era
probar que lo hacia por interés, y no por amor al arte ni por el cariño que había cobrado á los
quiteños.
Esta fue la causa porque Sejers abandonó el país, dejando en su puesto de Director de la
sociedad al joven Agustín Baldeon, que en tan poco tiempo había llegado á tocar casi tanto como
el maestro.
Sejers tuvo la satisfacción de ser recordado con gratitud, no solo de Baldeen, sino de otros
muchos que habían aprovechado de sus lecciones, como Nicolás Avila que le seguía en el violín
á Baldeón, y el mas diestro en el violoncello, y un Rafael Martínez flautista, cuyo nombre se
conserva aun en la memoria de los quiteños.
Con respecto á Baldeón no diremos nada, porque basta saber que fue el elegido de su maestro
para que le sucediera en el puesto de Director, y que las composiciones que ha dejado le
recomiendan no solo como á profesor sino como artista.
Martínez, discípulo del P. Vaca, llegó á perfeccionarse tanto con Sejers, que después no ha
habido quien le oiga sin admirar la gracia y la maestría con que solía arrancar los delicados
acentos de su flauta, y sin que se dejara notar los cambios de respiración, ni los golpes de lengua
con que otros suelen desfigurar el carácter de la pieza. Su ejecución era tan segura y franca,
que, después de probar su destreza se hacia mas apreciable por la dulzura y sentimiento con
que desempeñaba su papel: condiciones que lo distinguieron tanto hasta condecorarlo en la
pública exhibición de 1857. Martínez fue un excelente profesor ; pero lleva la mancha del
egoísmo, porque intencionalmente no quiso dejar un discípulo que le sucediera.
Con esta especie de músicos continuó la sociedad de Baldeon desde enero de 1840 hasta el
año de 1847, en que llegó á desorganizarse con la muerte del Director, y con la ausencia de
otros no menos importantes. Mas los pocos que habían quedado, comprendiendo lo ventajoso
de la asociación, y deseosos de no rebajar el arte, volvieron á reuniría con el nombre de Sociedad
Filarmónica de Santa Cecilia, la que se conservó hasta el año de 1858 en una celda del convento
de Santo Domingo y bajo la dirección de Miguel Pérez, también discípulo de Sejers.
En esta época fue visitada la Sociedad por el señor Inocencio Peregrini, su mujer, y el magnífico
pianista chileno, don Santiago Aiti, quienes dieron algunas funciones en el teatro, acompañados
de la Sociedad Filarmónica, y no con poco crédito ni concurrencia del público.
Después de estos, hemos tenido el honor de tratar á muchos pianistas de gran mérito, como los
señores Sipp, Coester &a. ; pero los mas recomendables y útiles para nosotros han sido don
Antonio Neumane y don Manuel Zaporta. El primero, establecido por mas de veinte años en
Guayaquil, perfeccionó las bandas militares, dejó buenas discípulas de piano, compuso el Himno
Nacional de la República y fundó el Conserv.atorio de música de esta capital.
Neumane apareció en Guayaquil dirigiendo una Compañía lírica, el que, por su carácter suave y
sus maneras cultas, llegó á granjearse el aprecio general de toda esa ciudad, hasta constituirle
por su patria adoptiva. Después de tanto tiempo de permanencia, vino por conocer Quito, traído
por la Compañía de don Pablo Ferreti, á fines del año de 1869. Mas el Presidente de la República,
don Gabriel García Moreno, que tenía ya en su mente la idea de fundar los colegios de artes,
comprometió a Neumane con el sueldo de cuatro mil pesos por año y le puso a la cabeza del
Conservatorio el 3 de marzo de 1870, día en que empezó los trabajos este Establecimiento.
Neumane fue uno de esos artistas prominentes que se hacen dignos del amor y del respeto por
el mérito particular de su talento, por eso, no bien hubo llegado á Quito, cuando ya fue el
distinguido de las matronas y el amigo de la juventud, y razón por la que en su larga enfermedad
fue asistido de la estimable y virtuosa familia del General Flores; y en su muerte seguido de una
gran parte de la población, que manifestaba su profundo sentimiento al son de las marchas
fúnebres de las bandas que acompañaban al cadáver. Neumane murió el 3 de marzo de 1871.
Para conocer el mérito artístico de Neumane vasta ver su Himno Nacional, y saber que aquella
composición armónica y maestra la trabajó en una noche, porque habiendo recibido por correo
una copia del Himno aprobado por el Congreso de 60, escrito por otro profesor extranjero que se
hallaba en Quito, dijo a sus amigos de Guayaquil: "Nadie mas que yo conoce el carácter de los
ecuatorianos, y yo que amo tanto este país como al de mi nacimiento, soy el llamado para
componer su Himno Nacional, mañana á las doce del día lo oirán ustedes en el teatro ;" y en
efecto, al día siguiente, a las dos de la tarde, resonaban, en medio de una numerosa
concurrencia, los pensamientos de Neumane, acompasando las dulcísimas palabras del poeta
Mera. "Salve, oh Patria, mil veces oh Patria." Pero como no ha faltado quien diga que esta obra
contiene algunos plagios, la hemos examinado detenidamente, y, no hallando ninguno, estamos
en el deber de sostener lo contrario, advirtiendo que se podrá hallar alguna semejanza; pero
nunca un veradero plagio, y la semejanza no es un delito que hace desmerecer las obras de un
compositor; pero dado que así lo fuera, seria disculpable, porque una cabeza tan llena de
melodías y de tanta música como la de Neumane, fácil era equivocarse al trabajar una
composición tan repentina y valiente como la pieza que nos ocupa. Y ¿ quién puede desconocer
el mérito del autor, ni decir que Neumane no conoció nuestro carácter, y que de su pluma no hizo
brotar una música conforma á nuestro corazón y á nuestros sentimientos ? Sí, allí están pintados
nuestro valor y nuestros deseos, es la voz de un pueblo joven que acaba de libertarse, y que sin
perder aun el acento del dolor á que había sido acostumbrado, forma un hermoso concierto para
felicitar á la Patria por la obra portentosa de su independencia. La obra de Neumane es el
principio de la música americana, porque en ella se ha combinado la pompa y la armonía de la
música europea con el poético sentimentalismo de los acentos nacionales.

Con respecto al señor Zaporta diremos tan solo dos palabras, que con su venida á Quito se
conoció el verdadero sistema de la enseñanza de piano, que mientras tanto habia andado al
capricho de los organistas, y que, Zaporta, tan querido y apreciado como Neumane, dirigió las
bandas militares, dejó discípulos adelantados, y es á el á quien se debe el conocimiento práctico
de muchas reglas que habían sido desconocidas, por eso uno de sus alumnos, conociendo lo
importante de sus lecciones, publicó una pequeña obra intitulada "Catecismo musical," la que ha
servido de texto para la enseñanza de los principios elementales en toda la República, y que fue
premiada con la medalla de oro en la exposición de 1857.
No es poco estimable el servicio que prestó Zaporta á la nación, revelar el sistema de enseñanza
de un instrumento que era nuevo para los quiteños, y que es el mas noble y mas importante para
los teatros, para los conciertos y, sobre todo, para la composición, era descorrer el velo de un
nuevo estudio, para que los músicos hallen un campo mas bello y mas extenso en el ejercicio de
su profesión.
Todos suponen que la dirección de un discípulo es cosa de ningún valor, porque no comprenden
que de aquello depende la suerte del joven que se dedica; y por consiguiente el crédito del
maestro, y el mas ó menos adelanto de la música del país. Nada nos importa que el maestro sea
un genio en el arte que profesa, si por otra parte no es comunicativo, y si no conoce los secretos
del arte para encarrilar al discípulo, desde su origen, por el camino del buen gusto, por eso al
principio de los estudios conviene el mejor maestro, porque es el tiempo de la creación del artista,
y porque de las primeras lecciones depende la buena pulsación, el modo de arrancar los sonidos
libres y sonoros, la adquisición de la fuerza para la diestra ejecución, la educación del oido y la
seguridad del compás; y por último, la aplicación de todas las lecciones teóricas sobre el
instrumento.
Un discípulo educado de esta suerte tiene por razón natural que ser bueno y en poco tiempo,
mientras que de otro modo llega á viciar la ejecución, se connaturaliza con los defectos, y
después de gran tiempo no queda mas que de un pobre ejecutante. La prueba de esto son los
malísimos discípulos que hubieron antes de la venida de Zaporta, y los buenos que han ido
resultando con la práctica de sus doctrinas.
Muchos aseguran que la falta de buenos cantores en el Ecuador es á consecuencia del clima,
por la elevación en que nos hallamos, mas yo juzgo que no solo esta es la causa para que
nuestros cantores no disfruten de una voz elevada y sonora, sino también la poca práctica que
han tenido los maestros para saber educar la voz de los discípulos.
La escuela antigua nos dio voces de primera orden como las de Castro, Fraga, Trujillo, Pizarro y
otros tantos; pero se varió el sistema que nos dejaron los españoles y el canto tuvo que
descender á la casualidad, y, hablando en verdad, es el ramo que menos se ha cultivado en el
Ecuador, y el que necesita de una gran reforma para que llegue á perfeccionarse.
Entre los tiples he oído algunas voces magníficas, capaz de esperarse un buen resultado; pero
después de pasados los catorce anos de su edad, les he vuelto á oír con una voz áspera y
repugnante ; y es porque los maestros les han obligado á cantar al entrar en la pubertad, que es
el tiempo del cambio de la voz, cuando es sabido, que las modificaciones del aire, al tiempo de
su salida, y los caracteres de la voz dependen del aparato muscular, y de la forma y estructura
de la laringe; y que, por consiguiente, hallándose esta alterada por la enfermedad que le ocasiona
el cambio de la voz, no puede menos que crear defectos que vienen luego á ser naturales y
desconcertar el orden que iba á producir por sí misma la naturaleza. Por lo contrario, es preciso
respetar esta época y guardarse de cantar mientras el cambio llegue á efectuarse
completamente, por eso una voz bien educada en su principio suele ser firme y duradera, al paso
que la criada sin orden, voluble, de corta elevación, é incapaz de prestarse á todo lo que
demandan las reglas del buen gusto.
La voz debe ser firme, y á esto deben contraerse los primeros estudios, porque el canto es el
instrumento mas difícil y comprometido de todos ; y porque, si en el violín ó piano no se necesita
mas que sentar el dedo sobre la cuerda ó tecla para hallar la voz que se desea, el cantor tiene,
con solo la imaginación, que graduar la distancia en que debe hacer aparecer el sonido, y por la
mas ó menos fuerza del aliento, y la mas ó menos contracción de los músculos de la garganta,
presentarle tan seguro y tan firme cual si la arrancara de un instrumento perfectamente templada.
A la voz limpia y sonora debe acompañarle la suavidad para hacerla delicada y tierna en todos
los pasajes sentimentales.
El canto es lo mismo que una buena pintura, que, para realzar los objetos, haciéndoles bellos y
naturales, necesita de esos toques oscuros y claros, unidos en muchas partes por medias tintas
ligeras y agradables, que, combinando lo fuerte con lo suave, y el claro con el oscuro, pongan
en relación los colores opuestos y den un carácter bello y natural al cuadro. Así, el canto, con la
mudanza de las voces, ya fuertes y sonoras, ya lánguidas ó débiles ; y finalmente, adornado de
las consonancias medias, toma todo el valor de la expresión para hacerse amar por su seducción
y sus encantos.
Algunos acostumbran de esta variación en sus cantos ; pero no sabiendo distinguir las sílabas
acentuadas por la música y el verso, sucede que dan con voz suelta una sílaba ligera,
sosteniendo mas de lo necesario, para pasar de salto y con voz de falsete á otra que requiere
mas aliento y fortaleza de pulmones.
Oigamos una flauta con su voz dulce y aguda al lado de un violoncello ó de un contrabajo, y
veremos que no son los pasos violentos ni repentinos los que simpatizan con el oído; mas sí á
estos instrumentos se juntan otras voces intermedias, que suavicen gradualmente las opuestas,
no dejaremos de convencernos que su, resultado es un concierto grato y armónico.
Bien se puede decir que solo una voz humana es la representación de muchos instrumentos,
porque su imitación se extiende á todas las voces graves y agudas, y en ella se encuentra, tanto
los sonidos del contrabajo como los agudos acentos de la flauta, y las voces intermedias del
violín y de la viola, por eso el canto no está sujeto al uso de una sola clave, sino que desempeña
con todas, y según la elevación del papel que le corresponde.
No hay duda de que una voz firme y melodiosa es agradable; pero como no solo esto hace la
verdad del canto, es preciso que á la flexibilidad y entonación de la voz se reúna la expresión,
que es la que causa esos transportes de novedad y entusiasmo en el espíritu.
La expresión, ó pasión del cantor, no depende mas que del convencimiento que debe tener de
aquello mismo que ejecuta, es decir, apoderarse del argumento para hacer sentir a. los que le
escuchan. Motivo por el que las primeras naciones del mundo han llegado á fanatizarse por el
canto, y no se diga que la música es otra, que la poesía es distinta, ni que el idioma es mejor,
pues aun cuando al italiano se le ha dado la preferencia, después de este es el español el mas
apropiado para el canto, por su riqueza de palabras y la abundancia de vocales; por con
siguiente, son los cantores los que han podido pulsar todos los corazones y armonizar todas las
voluntades, porque acompañando la expresión á la sublimidad de las composiciones poéticas y
músicas, han llegado á conquistar clamor de todos los países civilizados. Y solo al cantor le es
dado el hacer ganar ó perder los pensamientos del poeta, por que, si el compositor tiene que
estudiar el espíritu de la poesía para poner la música, al cantor le es indispensable eecutar según
las reglas del arte, poniendo de su parte todo el sentimiento y fuerza que requiere el argumento.
El poeta puede escribir sus estrofas en el metro que le parezca, mientras que el músico no puede
hacerlo por el término y tiempo que á él le plazcan, sino por aquellos que precisamente se
convengan con el espíritu de la poesía y los acentos del verso, de suerte que la belleza de un
buen canto consiste en todas las tres obras reunidas, y por eso dice un autor que para encontrar
la verdad del canto es preciso que el poeta, el compositor y el ejecutante se convengan y se
ayuden mutuamente; y otro dice : "Casi siempre es la poesía esclava de la música llevándose
toda la atencion, el ruido ó el sonsonete, de manera que, aunque en lugar de una muy buena
letra se sustituya otra muy mala, el efecto suele ser el mismo, lo cual nunca debiera suceder si
el compositor dejase lucir al poeta y el cantor no quitase la expresión á ambos."
A esta combinación debieron los antiguos todos los progresos de su canto, lo mismo que los
actuales genios de Europa; y si nosotros lo llegáramos á conocer, no seriamos capaces de resistir
á esos transportes de pena ó de placer con que se agita el corazón de todo ser racional de otra
suerte, se desvanece el sentimiento poético y el canto no pasa de ser un instrumento de voces
que entonan ; pero que no agradan, de palabras que se oyen ; pero que no se entienden, y en
tal caso podemos estar seguros de que no hay canto, puesto que no desempeña su misión, ni
ejerce un verdadero poder sobre el corazón del hombre.
Suficiente defecto es que un cantor no arroje las palabras con la claridad y pureza del idioma,
que evite un trino, un mordente, un destácato &a. signos que no son usados por nuestros
cantores y que contribuyen, muy poderosamente, para la buena ejecución. ¿Y quien dirá que el
cantor no es culpable cuando, sin conocer lo que es metro, lo que es sinalefa, lo que es esdrújulo,
alarga la voz donde le parece y no respira á su debido tiempo, causando, así, hiatos en el canto?
Sabido es que el cantor debe aprovechr hasta del aliento para dar mas importancia á su obra. y
muchas veces una respiración bien dada suele producir mejor efecto que una nota musical.

X.
Habíamos dicho antes que la música empezó á degenerar con la muerte de Baldeon. Durante la
época de siete años que dirigió la sociedad, todo fue progreso, adelanto y buena armonía entre
los socios; mas con su muerte, que acaeció el año de 1847, la sociedad desapareció y los
músicos empezaron á andar de su cuenta.
Este fue el fin que tuvo la sociedad de Sejers y sostenida por Baldeon; así como la segunda,
dirigida por Pérez, acabó también de un modo repentino y clamoroso, al capricho de dos ó tres
militares ignorantes que, sin conocer el mérito de la música, ni respetar el crédito de una
institución artística, quisieron convertirla en la víctima de sus aspiraciones.
Un dia del mes de abril de 1851, se presentan en la Sociedad Filarmónica dos comandantes,
vestidos de charreteras y espada, para tratar una orquesta que se necesitaba para esa noche, y
exigiendo del Director que fuera lo mas numerosa posible convenidos que fueron en el precio
dejaron unos pocos pesos en seña y se mandaron mudar, señalando la casa y hora en que debía
tener lugar la orquesta.
A las ocho de la noche, todos los buenos músicos del país, á mas de la sociedad, formaban un
numeroso concierto de distintos instrumentos, procurando cada uno de los profesores, complacer
con su habilidad al Comandante general que se hallaba presente. "Eran las once de la noche
cuando se les manda callar, con el objeto de llevarlos otra casa, y al salir la puerta de la calle se
encuentran rodeados por dos compañías de soldados para llevarlos al cuartel, y al día siguiente,
los mas de ellos, cruzaban las calles de la ciudad vestidos de capote y de morrión, formando una
miserable banda, dirigida y ordenada por los autores del hecho; mas, por ventura, los pocos que
habían podido salvar elevaron una queja al Gobernador de la provincia, que era entonces el
señor Daniel Salvador, y consiguieron el rescate de sus compañeros.
Habríamos querido que este acontecimiento no hubiera figurado entre las páginas de la historia;
pero nos ha sido preciso manifestar los motivos por qué la música descendió otra vez á la
ignorancia, y estamos en el deber de hacerlo, para probar que si el pueblo ha hecho sus
esfuerzos para civilizarse y adelantar, no ha faltado, por otra parte, una mano atrevida que le
corte el hilo de sus mas nobles aspiraciones. Pues esta imprudencia influyó tanto en el ánimo de
los músicos, que unos acabaron por dejar la profesión y otros por abandonar el país para ir á
fijarse en otros puntos de la República; y he aquí un golpe repentino que echó á rodar en un
momento toda la obra del General Flores, el trabajo de tantos años y el mérito da los profesores:
pudo verse hecho mas inaudito en una República, ni faltamiento mayor á los decretos de los
Presidentes Flores y Roca, que habían mandado que los profesores de música no fueran nunca
enrolados en las filas militares bajo ningún pretexto? Pero hablo la espada, el militarismo estaba
pujante y la civilización tuvo que callar. Los Papas, los Obispos, los reyes de los tiempos antiguos
y modernos, y hasta Nerón, el mas cruel de los emperadores romanos, le habían prestado
acatamientos á la música, condecorando con nombres y medallas á sus artistas, y en el Ecuador,
República democrática, en el corazón de Colombia y en la mitad del siglo diez y nueve, se da de
mano y se destruye á culatazos una sociedad artística y que empezaba á nacer.
No obstante esto, el amor por el estudio se conservaba aun en los pocos que habían quedado.
Llegó la época de que el pueblo quisiera hacer efectivas y pouer en práctica las verdades de la
ley y las garantías republicanas bajo el Gobierno del Genetar José María Urvina, el año de 1852
y se constituyó en sociedades democráticas artísticas, y fue entonces cuando volvió á revivir la
sociedad de Santa Cecilia, bajo la dirección de Pérez, hasta el año de 1858 en que murió por
consunción.
Las sociedades democráticas que tantos recuerdos se merecen, por el grande estímulo que
dieron á los artistas y artesanos con sus doctrinas morales y civilizadoras, sus públicas
exhibiciones, en las que se llegaron á ver obras originales y de grande mérito, dando á luz
habilidades escondidas y condecorando á las inteligencias nacionales, no fue la obra del
gobierno ni la creación de ningún bando político, como se ha querido asegurar por muchos, sino
puramente el pensamiento de cuatro artistas, que apoyados en la ley, quisimos poner balla á
tantos desprecios y desafueros con que habíamos sido tratados durante las administraciones
pasadas, fue una especie de oposición del pueblo contra el poder, y fundado, no en las bayonetas
ni la lanza sino en la ley y el trabajo; por eso la sociedad que dio la iniciativa y dirigía á las demás,
que eran compuestas de sastres, plateros, Carpinteros y zapateros, llevaba el nombre de
Escuela Democrática de Miguel de Santiago, porque quería que el lema de sus principios fuera
el espíritu de la República, y el nombre de un artista cuya celebridad se habia hecho conocer
hasta en Europa.
La lucha entre el pueblo y el poder habría empezado; mas el General Urvina, comprendiendo
que el pueblo quería entrar en el goce de sus derechos, no solo respetó las sociedades, sino que
las puso bajo su protección, las mimó, les dio dinero para sus exhibiciones, y por último, confirió
una medalla de oro á la sociedad filarmónica en la persona de su Director.
Después de esto, dos fueron las causas que motivaron el mayor atraso de la música, la falta de
garantías y la falta da estudio. Lo primero habla desaparecido con las revoluciones que
empezaron á repetirse, y lo segundo con la apatía en que cayeron los maestros que se hallaban
cercanos á su muerte, y porque los conocimientos surgen según el mérito que se hace de ellos,
y en un país donde no había amor ni entusiasmo para conservarlos, justo era que desaparecieran
al menor contratiempo que se les presentara. El genio había hecho un esfuerzo, se había
levantado como una llama para reflejar en un espacio feliz; pero al tocar con una atmósfera de
hielo tuvo qua retroceder al imposible y volver á hundirse en la oscuridad.
Así, nada importaron las sociedades, nada las escuelas, porque todo tenia que morir á los golpes
de la arbitrariedad, ó servir de escala de la ambición ¿ni que adelanto podía haber donde un
Coronel de milicias estaba facultado para castigar y perseguir á los profesores que no iban á
formar la banda de su cuerpo, para salir luciendo las charreteras al son de los clarinetes y el
pistón?
Ha sido tanto el pánico que infundieron estos hechos que, en cinco años de vida que cuenta el
Conservatorio, no ha habido hasta ahora un joven que haya querido dedicarse á los instrumentos
de soplo para el uso de la orquesta, á pesar de estar garantizados por el art. 18 del decreto del
Conservatorio que dice: " Los alumnos del conservatorio quedan exentos, por licencia temporal,
del servicio de la guardia nacional mientras sean despedidos." Y quiénes son despedidos? Los
ineptos, los inasistentes, los de malas costumbres y falta de educación, de otro modo, ellos gozan
de garantías y tienen toda la comodidad necesaria para hacer sus estudios.
Las artes para vivir necesitan de libertad, necesitan de estímulos, y el mejor de estos es la
consideración del gobierno y el amor de los conciudadanos; porque de nada sirven los
conocimientos sino se les da el puesto que ellos se merecen. Centenares de años han pasado,
y la Grecia, la Italia, la Francia, la Alemania, no han olvidado todavía el nombre de sus artistas.
Homero Apeles, Fidias, Rafael, Miguel Angel, Jommeli, Pracsilteles , Cellini, Mozar, &a &a. son
sus divinidades artísticas, cuyos nombres se pronuncia con respeto, y cuyas obras se conservan
como el testimonio de la gloria y poderío á que llegaron esos pueblos en los tiempos ya pasados;
y las artes son eternas, por eso el amor para con ellas no perece, por lo contrario, él tiempo que
todo lo aniquila lo destruye, parece que respetando el poder de sus encantos, las hace mas
bellas y mas hermosas á la vista del joven observador.
Todas los pueblos saben hacer justicia al mérito, cuando hay ilustración, cuando hay grandeza
de alma. y cuando se llega á amar todo lo que está en relación con su nombre y sus propios
intereses; pero entre nosotros, no sé porqué razón, se afrenta y se desprecia todo lo que es
nacional, todo lo que es propio, y, por último, todo lo que nos conviene. Somos, por ventura,
ángeles de Dios, para asomar en todo y de repente perfectos? Todas las cosas no tienen un
principio y nacen de una causa para ir perfeccionándose después ? ¿ Somos tan inocentes para
desear que los conocimientos, el honor, la comodidad y la riqueza, vengan á nuestro antojo, sin
valernos de buscar los medios convenientes, ni sobreponernos á los obstáculos que se presentan
para la consecución de los bienes que deseamos conseguir? Todas las naciones que hoy nos
admiran y espanta, por su grandeza y civilización, fueron un tiempo tan ignorantes, y quizá mas
que nosotros, porque su origen fue mas bárbaro y mas inmoral que el de nuestros incas ; pero á
beneficio del tiempo y del trabajo han logrado subir de la miseria á la riqueza, de la humillación
al poder y de la ignorancia á la ilustración, y he ahí el motivo porque ahora son las primeras
capitales del mundo.
Si el Ecuador es un niño que empieza á dar los primeros pasos en su carrera política, científica
é industrial. Si el Ecuador en vez de contar triunfos honrosos y de civilización, no cuenta mas
que acontecimientos desgraciados de guerras, proscripción y sangre ¿por qué exigirle hechos
que aun no convienen con su naturaleza, con su edad, ni con su modo de ser ? ¿Y por qué en
vez de ayudarle y dirigirle, le fruncimos la ceja reprobando hasta sus mas pequeñas acciones?
Es la falta de trabajo lo que nos hace proceder de ese modo, y esperar que los extranjeros vengan
á deliberar de nuestra suerte, de nuestros hombres, y de nuestro porvenir.
El Ecuador, á pesar de sus contratiempos, no ha sido ignorante, ha cabido civilizarse y ha dado
hombres eminentes en las ciencias y las artes; y si el Ecuador hubiera gozado de paz, y hubiera
tenido esmero para cultivar todo lo que le era conveniente, el Ecuador habría sido ya mas grande
y hubiera figurado en mejor escala.
La música, arte poco cultivado de los españoles y perseguido de los republicanos, no ha dejado
también de contribuir de algún modo para la civilización del pais. Baldeon Miño, Castro, no fueron
músicos de echarlos al olvido, si vemos que, luchando con el imposible; escribieron sus
pensamientos y dejaron un recuerdo de amor para con su patria.
Baldeon, el autor de seis sinfonías para orquesta. Miño [Ignacio] de cuatro misas y cinco
fantasías, y Castro del Te Deum laudamus y otros cantos de igual mérito, no son hombres dignos
de desprecio, son muy acreedores de nuestro cariño y gratitud, así como estamos seguros que,
en otro país, aquellas piezas habrían ido á adornar un museo ó biblioteca por ser las primeras
producciones del arte, aunque no tuvieran mas mérito que el relativo á nuestro estado y nuestras
circunstancias, como dijimos al principio.
No hemos tenido la felicidad de oír todas las piezas referidas; pero las pocas que hemos juzgado
no nos han parecido mal, tienen pensamientos bellos, originalidad en los temas y mucha gracia
en la modulación, por lo que laa creemos superiores á muchas piezas extranjeras que nos vienen
con tantas campanillas.

XI.
Uno de los estímulos que deploramos es la falta de un juicio ilustrado é imparcial en materia
música, ó mas bien diremos, una crítica sensata que, fundada en los principios del arte, vea las
cosas en su verdadero punto de vista para levantar al genio y dirigir la opinión, cosa por cierto
muy difícil; pero de suma importancia para los artistas. Difícil, porque demanda profundos
conocimientos, puesto que la música no tiene un modelo natural con que hacer la comparación
y notar la mas ó menos exactitud, como sucede con la pintura y escultura, en las que cualquier
hombre ilustrado puede servir de juez, y tal vea sin riesgo de equivocarse. La música no es así,
porque aparte de la belleza de las melodías y el efecto rumboso de los pasajes armónicos, esta
sujeta á reglas precisas é invariables, como la combinación de las voces en sus grados
consonantes y disonantes, la cadencia y modulación en el uso de los términos mayores y
menores, la seguridad del tiempo y la naturalidad del andamento, para manifestar la pasión, y
por ultimo, en otras tantas reglas analíticas que no pueden ser juzgadas sino por personas que
las conozcan y hayan hecho un estudio prolijo sobre el particular.
La música es lo mismo que la poesía, que todos la conocen, todos la cantan; pero su juicio queda
reservado á las almas grandes como los poetas y los literatos, á cuya vista muhas composiciones
que parecen relevantes quedan reducidas á una malísima prosa ¿y de qué depende? de que
todos simpatizan con ella, todos la quieren ; pero son muy pocos los que la entienden según el
espíritu de sus reglas.
Así todos quieren juzgar de la música creyéndose buenos censores, alegando su buen gusto y
un oído muy delicado; pero que lejos están de poderla juzgar, porque para entenderla y fallar
sobre su mérito es necesario penetrar sus secretos, conocer el carácter del autor, saber á qué
género de composiciones pertenece y no ignorar las reglas armónicas de que se ha servido. Bien
es que cada uno tiene el derecho de decir si es bonita o fea, si le gusta ó no le gusta ; pero nada
mas que eso ; porque están tan lejos de conocerla de un modo artístico que al llamarlos á la
prueba no sabrían decir si es buena música ó mala prosa; y, por eso, la calificación que se le
hace en Quito de la música y de sus artistas, es de ningún valer, son palabras vagas que sé las
lleva el viento. Pero como se pudiera suponer que esta es una opinión aventurada, y quizá una
ligereza mía, voy á probarlo con hechos de mejores pueblos, y acabar de convencer á los que
no juzguen como yo.
Hubo un tal Mozart, que á la edad de siete años recorrió, acompañado de su padre, las mejores
cortes de Europa, haciéndase conocer como pianista: que á la edad de doce empezó á
componer, y no con poco crédito para su edad temprana; pero que mas tarde, queriendo dar un
golpe do fortuna y acabar de colocar su nombre al lado de los artistas inmortales, escribió una
ópera intitulada "Don Juan," la que puesta en escena, casi en todos los teatros de Europa, fue
completamente despreciada, motivo por el que Mozart acabó sus días en la miseria, reducido al
oficio de copiador de papeles. Así acabó el profesor de los siete años, el acariciado, en su
infancia, de la princesa María Antonieta. Pero pasa el tiempo, y un sabio inglés estudia la obra,
conoce su mérito y escribe un folleto publicando la injusticia hecha á Mozart y las grandes
bellezas que contenía la ópera. Entonces la vuelven a poner en escena, una, dos, tres veces en
cada teatro y, haciendo alarde de su mérito, se corona la pieza y se manda levantar, al autor,
una estatua de bronce en la mejor plaza de Viena, la misma que hoy se conoce con el nombre
de la plaza de Mozart.
Y Rossini, el músico de nuestra época, el que dejó cerca de dos millones de fuertes ganados con
solo sus escritos, el hombre mas feliz del mundo que logró ver sus estatuas de mármol en los
teatros de Italia. Ese hombre, no fue menos desgraciado que Mozart, en la exhibición de "El
Barbero de Sevilla," Rossini quiso darnos una obra bufa que fuera de tanto mérito, en música,
como lo es el don Quijote de Cervantes en literatura; pero la pone en escena en el teatro de
Roma, con el objeto de que la Italia fuera la primera en coronar la composición que la creía mas
digna de su inmortalidad y, sucede, que el público se disgusta, empiezan los desprecios, y el
autor tiene que salir por debajo de las tablas del proscenio, diciendo en alta voz. "Este pueblo no
entiende lo que oye." Y en efecto no entendió, porque de lo contrario, no habría hecho sentir á
Rossini, al padre de la música moderna, ni despreciado una composición que es la mejor flor
conque se puede adornar la corona de la música italiana.
Si esto sucede en esas naciones ilustradas, acostumbradas á la verdadera música, y donde
parece que hierven los grandes profesores y los distinguidos artistas ; y hasta las nodrizas saben
conciliar el sueño de los niños tarareando entre sus labios un dueto, una aria, una cavatina ¿ qué
podremos decir nosotros que, ignorando las leyes del buen gusto, preferimos los melancólicos
acentos del yarabí á los encantadores sones de la Norma de Bellini, del Rigoleto de Verdi, del
Profeta de Meyerber y del Jramento de Mercadante ?....

Cuando dijimos que Miño, Baldeon y Castro fueron compositores, no se crea que hemos tenido
la intención de nivelarlos á esos grandes genios de Europa, sino probar de que el pueblo había
hecho los esfuerzos posibles para mejorar su condición, y que los acontecimientos políticos han
contribuido, en gran parte, para que se redujera al estado de atraso y abatimiento en que se
encuentra. Tan poco he querido sostener que aquellas composiciones están exceptas de
defectos, porque vemos que los mejores maestros no han dejado de tener sus manchas en las
mejores obras.

XII
Sí hasta el año 59 no habíamos tenido más que una idea acerca del drama lírico, con la venida
de la compañía Ferreti pudimos formar un juicio casi exacto, y conocer mejor esta clase de
trabajos, puesto que fue la mas numerosa que habíamos visto, compuesta de un tenor, una tiple,
un soprano, una contralto, un barítono, un bajo, un Director y cuerpo de coristas, la que dio sus
funciones en un teatro improvisado, y que se construyó por empresa en un terreno perteneciente
antes al convento de las monjas de la concepción.
Estas funciones no dejaron de ser bien concurridas, por el número de los actores, las variadas
piezas que se representaban, y, particularmente, por el buen desempeño del Director Neumane
y la tiple Doña Rosa España de Ferreti. Por lo demás, había mucho que sensurar, por que
enfermo el tenor de la garganta, pocas noches andaba igual al termino, en las notas agudas: así
como Ferreti, cambiando su papel de bajo con el de barítano, jamás dejó de presentarse con una
voz débil y temblorosa, á consecuencia de la falta de fuerza en los pulmones por su avanzada
edad: sin embargo, se conocía la destreza y lo bien que lo haría antes en su papel. Pero no por
esto dejó la compañía de ser interesante para los músicos del país, por que con ella se pudo
formar una buena idea de lo que debían ser las verdaderas representaciones líricas de Europa,
la combinacion de las muchas voces acordadas con la orquesta, la variedad de las escenas
sostenidas por distintos temas, y la belleza de los pensamientos y variados caracteres de los
mas acreditados maestros.
La compañía Ferreti fue una escuela de pocos dias para los artistas quiteños, y ojalá nunca nos
faltara esta clase de huespedes, para que el gusto se adelante y las artes conoscan el verdadero
puesto que deben ocupar en la Sociedad.
Fue en esta vez que, suplicado por el tenor, aconsejado por Neumane, y arrebatado por los
encantos de las músicas que había oído, quise poner en práctica mis pequeños estudios, y me
resolví á hacer dos composiciones para la. noche del beneficio del señor Limberti, la una, el canto
del llanero, sobre la poesía del señor Mera, y la otra, una zarzuela, que, por falta de un argumento
nacional, tuve que trabajar el verso: composiciones que puestas en escena, pasó muy aplaudida
la primera, y la segunda, después de correr la misma suerte hasta mas de la mitad, se mandó
bajar el telón por la Policía, calificándola de inmoral. Al día siguiente, toda la opinión estaba contra
mí, sumario, cárcel, confiscación de bienes, era todo lo que se pedía para el autor de la zarzuela.;
mas yo permanecía tranquilo, por que estaba persuadido de la mala fe con que se obraba, y por
que sabia que el desprecio había salido de dos ó tres individuos que, sin conocer bien el idioma,
interpretaron mal una palabra, y para asomar como grandes é ilustradas, abandonaron el puesto,
aconsejando á la autoridad para que procediera de esa manera. Pero ofendida el honor,
deshonrada la profesión, y amenazado mi porvenir, tuve que recurrir á la imprenta y probar, por
medio de ella, que el argumento, lejos de ser pernicioso, era moral y aconsejador y que la pieza
había sido calificada. No obstante esta satisfacción, la venganza habló mas alto todavía, hasta
llamar la atención del Gobierno, y hacer que el señor García Moreno pidiera la pieza, y de un
modo oficial, para su calificación. Entonces es cuando se complacieron se los enemigos de la
zarzuela por que creyeron ya inevitable el castigo del músico.
Pero ¿ que sucede? que á las veinticuatro días, el 19 de Agosto, me llama el Ministro del Interior,
Señor D. Javier León y me dice, Tengo orden de entregar á U. este cuaderno, con, las palabras
textuales de S. E. el Presidente de la República que dicen. "Nada tiene de malo y muy bien
merecía la pieza el haber sido oída." De aquí se deduce que nunca ha faltado voluntad de parte
de los artistas para proporcionarse algunos estímulos en favor de su profesión, así como sus
rivales no han perdido una sola ocasión para afrentarlos, y sin otra intención que oponerse á la
marcha de los conocimientos que hace el honor y la felicidad del pueblo. ¡ Pero qué rivales !
Espíritus cobardes, hombres de mala fe, puesto que obran sin nobleza, juzgan sin conocimiento
y castigan por mala intención. En todos los países cultos hay críticos de las artes ; pero son
críticos grandes, críticos nobles, y, más que todo, críticos entendidos, que corrigen para estimular
y enseñan sin ofender; porque saben que las preocupaciones son el desdoro de la sociedad, y
la marcha de los conocimientos, el verdadero timbre de las naciones civilizadas ; si así fueran
nuestros críticos que contentos nos halláramos, y no solo les agradeciéramos sus consejos, sino
que aun les amaramos de corazón.
La parle más hermosa y predilecta de la sociedad, esos seres de purísimos encantos, y ante
quienes no puede resistirse de amar el corazón. El bello sexo, ha tomado también parte en
nuestras concurrencias músicas, ofrendando sus trabajos en el altar de la armonía, para
adelantar el gusto y ennoblecer al artista, por eso, en la misma época de Ferreti; pero en el salón
de los HH. de las Escuelas Cristianas, se presentaron en concierto publico las señoritas Evelina
Stag, Ana Darquea y Carmen Guerrero, las dos primeras como cantoras de ópera, y la última
como pianista, dirigidas por Neumane, y acompañadas por el doctor Nicolás Zubiría.
La función fue sorprendente, porque al mérito de los magníficos cantos se unia la caridad
cristiana, cediendo todo el producto de las entradas en favor de una casa de beneficencia; y este
acto, tan noble y tan humanitario, tampoco dejó de tener murmuradores, la envidia se resintió, la
ignorancia hincó su diente en el acto más puro y más inocente; pero al fin la habilidad triunfó, y
los infelices huérfanos se alimentaron, por largo tiempo, con el blanco pan que había podido
ofrecerles el talento, la virtud y la belleza.
A la vista de estos hechos, parece muy bien probado que las artes, en vez de ser amadas, han
sido perseguidas; pero no se crea, por esto, que hay una prevención general contra ellas, no, la
gente de buen Juicio, la parte sensata, todos los que desean de corazón la felicidad de su patria
están con ellas, porque la ilustración y el amor están siempre en relaciones íntimas,y siendo el
gusto por las artes el elemento más propio de los ecuatorianos, los hombres ilustrados y de
talento, no pueden menos que respetar y quererlas; pero como mayor es el número de los ilusos
y loa prevenidos, he aquí el choque de tantos años entre la virtud y el vicio, entre el honor y la
bajesa.

XIII
Fundado el Conservatorio de música el 28 de febrero do 1870, empesó sus trabajos, con una
numerosa concurrencia de jóvenes, de ambos sexos, para las clases de piano, canto, orquesta,
y una de banda militar, compuesta de veintiocho jóvenes artesanos, la que tenia su uniforme
para salir á la calle, y todos sujetos á un reglamento dado por el Poder Ejecutivo.
Con la muerte del Director Neúmane, que acaeció al año cabal de la fundación del
Establecimiento, se me encargó la dirección hasta que viniera otro Director contratado en Europa,
y durante este intervalo de tiempo, que fue el de un año seis meses, el Conservatorio dio sus
dos primeros certámenes públicos, y fue en el segundo año que se empezó el estudio de las
reglas armónicas.
En el mismo tiempo se hizo varias reformas concernientes al orden y estudios de la cas, lo que
consta de una nota que corre impresa en " El Nacional" de 26 de Abril de 1871, n9 46
En Octubre de 72 llegó el señor D. Francisco Rosa natural de Milán, contratado en Guayaquil
por el señor García Moreno, para dirigir por cuatro años el Conservatorio, y con la misma dotación
que Neumane.
Al mes no cabal llegaron los SS. Antonio Casarotto profesor distinguido de trombón, y D. Pedro
Traversari, profesor de flauta, con el sueldo de 140 pesos mensuales. cada uno. También vino
un maestro de canto, Don Vicente Antinori, el que regresó á Guayaquil, después de un año, por
no convenirse con el sueldo de cien pesos que se le habla señalado y por etiquetas con Rosa.
En Agosto de 75, y á los dos días de la muerte del señor García Moreno, llegó D. Favio de Petris,
romano, para maestro de Órgano del Establecimiento, con el sueldo de 125 pesos mensuales.
Y quien no creyera que el Conservatorio de música, dirigido por tantos profesores italianos no
hubiera llegado á ser el mejor Establecimiento del país? Buenos sueldos, instrumentos valiosos,
ricos métodos y colecciones de música, medallas de oro y plata trabajadas en Europa, locales
sumamente aseados, todo, todo, nos hacia entre ver un dichoso porvenir, y creíamos ya llegada
la época de la regeneración artística, bajo los auspicios del Gobierno; pero sucede, que sí bajo
la dirección de Neúmane todo era entusiasmo y esperanzas, bajo la dirección de Rosa, todo vino
ád parar en desengaños, porque falto de prudencia y hábitos de mando, causo la separación de
los mejores discípulos y desconcerto el orden de las clases, hasta llegar al estado de tener que
llamar profesores de la calle para formar la orquesta de sus exámenes.
Rosa, pudo ofrecer grandes servicios al país, lo mismo que los otros profesores; pero lejos de
unirse para formar un cuerpo activo y corresponder á la confianza del pueblo y del Gobierno,
acabaron por disociarse, y aborrecerse del modo más imprudente, hasta que el Gobierno tenga
que separar á Traversari y Petris, y Rosa, se vea en la necesidad de resindir del contrato, con la
dotación de mil pesos por el medio año que aun le faltaba para concluir el tiempo estipulado.
Con la separación de los profesores extranjeros, quiso el Gobierno del señor Borrero que se
modificara el reglamento y se hiciera alguna economía, respecto al sueldo de los italianos, y
habiéndoseme encargado esta reforma, tuve á bien hacer varias modificaciones que eran de
absoluta necesidad para el Establecimiento.
El señor García Moreno al fundar esta clase de establecimientos manifestó mucho patriotismo y,
sobre toda, el deseo de que las artes se levantaran en el Ecuador. "Yo quiero, me dijo, que los
artistas, los artesanos y todos los trabajadores mejoren de condición y aseguren el porvenir de
sus familias; los extranjeros que ha traído el Gobierno son los modelos para que UU. los imiten,
y no lo dudo que con esto ganará mucho el país, porque el quiteño cuando es bueno es deberás
bueno."
Pero el señor García Moreno se equivocó, ó á lo menos no quiso convencerse de que no todos
los extranjeros son necesarios en un país adelantado como el nuestro, sino, puramente, aquellos
cuya conducta esté garantizada por el honor, y cuyos conocimientos sean muy superiores á los
de los hijos del país, de otro modo es aminorar las rentas de la nación y entorpecer las
aspiraciones de los hijos del país.
Veintisiete mil, cuatrocientos y tantos pesos ha costado á la nación el sueldo de los profesores
italianos, en el poco tiempo que han regenteado las clases del Conservatorio y cuál ha sido su
resultado? El público lo sabe bien......
XIV
El cultivo de las artes y los oficios en el Ecuador es indispensable, y más que indispensable,
preciso, porque sin eso no se puede encarrilar el país hacia la riqueza ni la prosperidad, y siendo,
por otra parte, tan escasos los medios con que se cuenta para que el pueblo se ocupe y pueda
soportarla vida, muy expuesto es de que este se corrompa con la necesidad, la moral
desaparezca, y los vicios adquieran un predominio absoluto sobre los principios sociales y aun
religiosos bajo los cuales hemos vivido.
Educar al pueblo y buscar su felicidad no es contrariarle en su sistema político, ni oponerse á la
marcha de las libres instituciones, así como no conviene una libertad exagerada que llegue á
insolentar á la muchedumbre , porque si de lo primero resulta la tiranía y la humillación del pueblo,
con lo segundo se pierde el respeto, se desvanece el amor al trabajo, y se abre un inmenso
campo á la vagancia, y á otras innobles pasiones que son el verdadero cáncer para una
República naciente como la nuestra. La felicidad del pueblo consiste en el orden, en la ilustración,
en la riqueza y en la práctica de las buenas doctrinas. Foméntese la educación primaria,
protéjase la industria, y ocúpense todos los brazos en el trabajo, y veremos que la felicidad
empieza, los capitales se aumentan y la libertad se hace efectiva.
Las constantes guerras civiles no ha dejado ya de ocasionar inmensos males á los asociados,
como la pérdida de muchas profesiones útiles, la división de las familias y la venganza de los
partidos.
La independencia fue santa y bienhechora, porque fue romper las cadenas de una vieja
monarquía, para devolver al pueblo la dignidad y el señorío con que Dios y la naturaleza le habian
favorecido; pero la guerra de las pasiones que antes hemos visto, no ha sido más que el
contrasentido de la razón, para dar expansión á ciertas miras particulares que, lejos, y muy lejos,
de conservar al pueblo en, sus derechos le han ocasionado sufrimientos y desgracias.
Que los hombres repudien la tiranía porque quieren que sean verdaderas las prerogatias de la
ley para vivir como libres y como hermanos, santo y bueno, porque aquello lo demanda la
ilustración, la justicia y la naturaleza, pero que abusando de la sencillez del pueblo, se conviertan
los depositarios en absolutos, para hacer del gobierno una exclusiva propiedad, eso si que es un
delito que no perdonan ni las generaciones que se suuceden, y he aquí la causa de nuestra
desgracia, y ese largo choque entre opresores y oprimidos, entre víctimas y victimarios.
Cincuenta y cinco años contamos ya de independencia, y, en toda esta época de medio siglo,
cuáles han sido los resultados? principios y más principios. Dios, patria y libertad. Palabras
mágicas que han invocado los partidos para alucinar al pueblo y conservarle en el terreno de una
política injustificable.
Flores, Rocafuerte, Urvina y García Moreno, son las mejores figuras que ha tenido la República,
y los únicos que tienen sus buenas páginas en la historia, y sin las cuales no habrían pasado de
este mundo más que con el nombre de buenos ó malos Presidentes, sino fuera que Flores fundó
la República, el teatro, la casa de moneda y la sociedad filarmónica. Rocafuerte restableció los
colegios, fundó las escuelas bajo el sistema actual, estableció una escuela de dibujo para toda
clase de artesanos y emprendió en el camino del Pailon. Urvina, condecoró á la sociedad de
Santa Cecilia, protegió á las sociedades del pueblo y dio la libertad de esclavos, y García,
Moreno, hizo los caminos, su ferrocarril, el observatorio, la penitenciaría, y, finalmente, fundó los
colegios para las artes y los oficios.
Ofrecer un bien al pueblo, por pequeño que sea, es conquistar un buen nombre, para vivir para
siempre en el corazón de sus conciudadanos, y esto no solo se ha visto aquí, sino también en el
viejo mundo, y con los más grandes hombres que han conocido que el despotismo y la soberbia
solo producen desprecios y venganzas, así como los buenos oficios amor é inmortalidad. Por
eso aparecen más grandes é ¡lustres un Papa León X coronando el cadáver de Rafael de Urbino
á presencia de todo el pueblo romano. Francisco I recibiendo en sus brazos el último aliento de
Leonardo de Vincí. Federico II de Prusia, defendiendo á Spontini de las acusaciones del pueblo
; y el papa Gregorio XVI concediéndole al mismo, la investidura de conde de San Andrea,
después de haber llegado á ser miembro del Instituto de Francia, y caballero de la Lejion de
honor y del Águila roja de Prusia.
De los grandes hombres es amar los conocimientos, por que están en armonía con su grande
inteligencia, y de allí viene que desde los mas antiguos filósofos hasta los primeros santos del
cristianismo, no han dejado de prestar un acatamiento á las artes, y, particularmente á la música
de aprender para enseñarla.
Auyentada la música en Roma, como cómplice de los crimines de Nerón, y declarados los
músicos hombres viles y degradados por el voto del pueblo, la nueva Iglesia católica, que
empesaba á construirse, la llama, y le conserva en su seno hasta sacarla purificada y triunfante
con la bandera del cristianismo. Época memorable en que se fundó la verdadera música religiosa,
por San Ambrosio y San Gregorio, quien mandó á San Agustín para que la fuera á buscar en
Inglaterra y á San Bonifacio en Alemania. Si San Gregorio funda la música religiosa, cuyo
perfecto nombre es gregoriana, su sucesor, Viteliano, dispone la unión de las muchas voces
ordenadas, y el acompañamiento del órgano, que por entonces era muy poco conocido en Italia.
Si los mas crueles emperadores romanos le habían considerado á la música, los mas grandes
santos del cristianismo la ennoblecen y divinisan, y de allí resulta la separación de las dos
músicas, profana y religiosa: la música del teatro que es la representación de las pasiones
humanas, y la música de los salmos, que, pura y sublime como la religión, nos habla el lenguaje
de la virtud y eleva el corazón hacia la Divinidad.
Y ni podia ser de otro modo, puesto que la Iglesia católica necesitaba de una música especial
para su culto, y para dirigir las acciones del hombre, conforme á la pureza y santidad de sus
doctrinas, y es por esto que, en los primeros tiempos de la Iglesia, todos los sacerdotes y los
hombres importantes contribuyeron para su adelanto, hasta ponerla en un grado de nobleza y
esplendor á que fue elevada después de pocos años, y con el auxilio y esmero de los papas
Aguedo y Adriano, quienes, y por medio de comisionados, la propagaron con suma rapidez por
toda la Francia. Por eso, si en el siglo IX se inventaron las notas para impulsar el arte de una
manera prodigiosa, en el siglo posterior hizo grandes triunfos la música sagrada, por medio de
los grandes maestros que la enseñaron, como Roma en Milán, San Roberto, obispo de Charles,
en Francia, y Dunstan, obíspo de Cantorbery, en Inglaterra. &a.
No obstante el empeño por cultivarla, el canto llano se hallaba imperfecto con la falta de armonía
y gusto por la melodía, de suerte que era aun árida y monótona, hasta cuando apareció el monje
benedictino Guido de Arrezo, que, dotado de una grande inspiración, hizo muy importantes
modificaciones, empesando por el orden de las escalas y facilitando todos los medios con que
pudiera llegar á la perfección en que ahora se encuentra.
Con respecto a la música marcial, sabido es que ella trae su origen desde los tiempos más
remotos, por que es el uso más común que se le había dado por todos los pueblos de la
antigüedad. Los persas, los medos, los árabes, los griegos y los romanos, todos, la habian
adoptado como al lenguaje más apropiado para hablar con sus dioses, y por consiguiente como
el mejor estímulo para la guerra.
La música ha tenido sus épocas, conforme á la político de los pueblos; pero siempre ha salido
triunfante, y aun los más grandes azares en que se ha visto le han proporcionado nuevos y
mejores triunfos, por eso, últimamente, y en 1793 viene la República francesa, con su pueblo
desenfrenado, con su diosa de la razón, y su puñal levantado contra todo lo perfecto y lo estable,
y cuando se creia que la música correría la misma suerte que muchos sacerdotes y caballeros
parisienses, los oradores, notando que les faltaba aun fuerza de razones para convencer al
pueblo, llaman á la música en su auxilio, y le hacen resonar en conciertos vocales é
instrumentales entre las sesiones de la Asamblea, lo que dio por resultado la fundación del
Conservatorio de música de Paris. Conservatorio que, nacido entre los excesos de la guerra y la
incredulidad, tuvo la dicha de solemnizar el grande Himno que se cantó en el reconocimiento del
Ser supremo, el día de la restauración del culto católico en Francia.
Por lo expuesto se ve que todas las naciones, y desde los primeros tiempos, han reconocido la
música como un ramo de civilización y una causa poderosa para suavizar las costumbres de los
pueblos, y que las Repúblicas sudamericanas, y muy especialmente el Ecuador, está en el deber
de buscar su perfeccionamiento, y no solamente como un ramo civilizador, sino también como
una carrera honrosa para la mucha jente desocupada que tenemos.
El elemento de los artistas es el teatro, y particularmente el lírico es el que mejor conviene á los
quiteños, porque allí es donde se halla la corona del poeta, del músico y del pintor. El dibujante
y el colorista tienen en el teatro la escuela de las historias, con sus propias palabras y su propio
vestido, para concebir ideas que van bien pronto á representarse en los lienzos. El literato y el
poeta ponen en escena sus más bellos pensamientos que, adornados de las flores de la historia
contemporánea, sirven para combatir todo lo criminal, lo pueril y lo ridículo. El estatuario tiene el
modelo vivo en que estudiar la expresión y las pasiones, y el músico el adelanto, y la inmortalidad
de su nombre.
En Quito hay mucha oposición al teatro, suponiéndole un verdadero foco de inmoralidad. Cierto
es que algunos escritores libertinos han abusado de él para dar cima á sus torpes caprichos;
pero los abusos no desvirtúan las instituciones, y un teatro moralmente establecido, y con una
comisión de censura, nunca puede ser malo, por lo contrario, es el mejor freno de las costumbres
y el lugar á donde el pueblo, á la vez que se divierte se ilustra. Y no será malo el teatro lírico que
el clero romano y los caballeros más cristianos de la antigüedad fueron los que pusieron las
primeras semillas que habia de producir más tarde la música dramática.
En 1480 empieza la representación de los asuntos profanos en Roma ; pero dos siglos antes se
ponen en escena las piezas de carácter religioso, siendo una de las primeras La conversión de
San Pablo, música de Francisco Baverini, y que la mandó representar el cardenal Riario. En 1375
se representó en latin el drama Orfeo, de Ango Palitien. En 1480, una tragedia musical, y nueve
años después se inmortalizó el caballero Bergoncio Bolta de Tortona, por la brillante fiesta que
dio en su palacio de Milán, con motivo del casamiento de Juan Galias, visconde soberano de ese
ducado, con Isabel de Aragón, hila del duque de Calabria. Luego después se representó el drama
pastoril, El sacrificio, música de Alfonso Viola. La ópera en forma de oratorio intitulada El alma y
el cuerpo, de Emilio Cavalleri; y otras tantas que tenian el carácter de la música de iglesia, hasta
el siglo XVI en que se independizó la música profana de la religiosa, á consecuencia del empeño
que tomaron las mejores ciudades de Italia, como Roma, Napóles, Florencia, Milán, Turin y
Venecia.
Véase, pues, como han llegado á civilizarse los mejores pueblos de Europa, y como han seguido
la marcha de los conocimientos para haber producido tan buenos y tan grandes artistas. Y el
Ecuador que ha recibido del cielo una dote especial para esta clase de trabajos no establecerá
el teatro para su honra y felicidad ? Si lo hará; pero más tarde, cuando comprenda que las
costumbres deben ser severamente castigadas, y que el pueblo que trabaja necesita de
distraciones honestas para satisfacerce en los momentos de descanso.

XV

La fundación de los establecimientos artísticos, lo mismo que de los oficios comunes es uno de
los mejores bienes que puede ofrecerse al pueblo, por que está en relación con el espíritu de la
época, es decir, con la civilización que viene en auxilio de todo lo bueno, lo grande y lo necesario
para el hombre, y destruyendo los vicios, para elevar á la altura de su poder el mérito personal
del ciudadano.
El alma del mundo actual es el progreso, por el habla, por el vive, por el se mueve, y por eso, á
su voz nacen los genios, se descubren los secretos y se acercan las distancias .... y el hombre
ha llegado á ser el dominador del universo á la manera de un Dios. Y que distinto era el mundo
antiguo del mundo moderno, un cuerpo pesado, sujeto á los caprichos del acazo y la víctima del
imposible. Mas viene el siglo diez y nueve, con sus .descubrimientos luminosos que todo lo
facilitan y lo aclaran, y la humanidad se levanta con el derecho de su perfeccionamiento; y he
aquí el desarrollo de la parta física y moral, y sin que los antiguos usos ni las costumbres
inveteradas tengan ya derecho para contenerle.
Y quién ha dicho que el músico, el poeta y el pintor están sujetos á la vulgaridad de los
pensamientos comunes, ni á la voluntad de los demás hombres? El artista no vive sino en el
espacio de las ideas y de las bellas concepciones, á donde recorre su fantasía, para dar vuelo al
genio y gozarse en sus propias obras, por eso todas las escenas de la vida, los acontecimientos
públicos; y aun , á veces, los privados, le sirven de motivos para despertar en su alma las
inspiraciones, y dar vida á esas creaciones que tanto honran á las sociedades y que, según el
grado de talento y sentimiento, se producen más ó menos bellas, más ó menos originales.
El que nació, de veras, para artista no tiene corazón para el mal, ni puede convenirse con la
humillación ni la bajeza, porque su espíritu es noble, sus sentimientos delicados, y sus
aspiraciones se remontan á lo espiritual, á esa inmortalidad que la tiene cerca de sí, puesto que
no depende sino de sus propios esfuerzos. Así, nunca han sido vistos como criminales, el poeta
que escribe los acontecimientos raros de su país, el pintor que retrata en un lienzo los sucesos
notables y los personajes de la historia, ni el músico que tocado por el sentimiento, escribe sus
composiciones, para conversar con el lenguaje de los sonidos todas las acciones nobles ó
desgraciadas de su patria. Por eso, oponerse á la libertad del genio, en sus trabajos, es pretender
la muerte de la verdad de la historia y la paralización de la inteligencia, para someterla á la
esclavitud de lo material y lo ridículo, en una palabra de la ignorancia.
Désele libertad al artista y respétese sus pensamientos, estimulándole al trabajo, y veremos que
el pueblo se levanta, que las costumbres se corrigen y la verdadera civilización es el norte de
todas sus acciones.
El Ecuador, comprendiendo bien sus necesidades, se ha propuesto mejorar la industria,
protegiendo los estudios; y el Ecuador avanzará muy pronto, por que cuenta con los mejores
elementos del bien, como son, la moral, el talento y la buena índole de sus hijos.
Fomentar la industria es buscar la verdadera riqueza de un país, y usa riqueza imperecedera,
puesto que no se consume como el oro de las minas, sino que trasmitiéndose de generación en
generación, se hace cada dia mas grande y mas productiva, convirtiendo á todos los hombres
en miembros útiles de la sociedad.
Si los oficios mecánicos hace la prosperidad de un país, el estudio de las artes liberales es el
más grande timbre con que suelen distinguirse las naciones ilustradas, porque las artes
despiertan la imaginativa, dan expansión al talento, y por medio de ellas se personifican las ideas,
se trasmiten loa sentimientos del corazón; y de aquí es que el pintor, el músico, el arquitecto, el
estatuario y el poeta no pertenecen á la vulgaridad de los hombres, sino mis bien á una especie
de espíritus desconocidos, espíritus intérpretes de los secretos de la naturaleza y queridos de
Dios. Por eso sus pensamientos son raros, sus concepciones diversas y sus creaciones
portentosas. Y quién no inclina la frente á la vista de las pinturas de Rafael, de la cúpula de San
Pedro, de Miguel Ángel, de las estatuas de Canova, de las poesías del Dante y de las
composiciones de Rossini ? ¿ De esas obras inmortales é inspiraciones del cielo, que ni las
épocas ni los tiempos han podido menguar su mérito, ni oponerse á la admiración de los
hombres?...
El Ecuador que ha fundado ya los establecimientos artísticos, está en el deber de sostenerlos
por honor y necesidad ; pero para ver cumplidos sus deseos, preciso es de que esos
establecimientos sean concurridos por jóvenes aptos, cuya disposición sea conocida, y cuyo
precedentes de educación garanticen los resultados; de otro modo es muí espuesto á no pasar
de la mediocridad y volver, después de tantos sacrificios, á la época de los Santacruces y los
Grijalvas.
Sabido es que la educación modera las pasiones y contribuye directamente al desarrollo de la
parte intelectual, y por eso, la reforma de las artes no puede hacerse con con el auxilio del talento
y mejorando la condición de los artistas.
Al dedicarme á escribir los presentes artículos, no lo he hecho con otra intención que la de ofrecer
un pequeño servicio a mi patria, presentando la historia de la música ecuatoriana, recomendando
á la posteridad el nombre de algunos profesores nacionales, y deseando, á la vez, de que esta
mi pequeña obrita, pudiera servir de estímulo para todos los que se dedican al delicioso arte de
la música..

1. Tomado de la impresión del " 25 de julio de 1984, siendo Gerente General del Banco Central
del Ecuador el señor economista Abelardo Pachano Bertero y Director del Centro de
Investigación y Cultura el señor doctor Irving Iván Zapater."

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