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¿Qué es la eutanasia?

El término “eutanasia” proviene de la conjunción de los vocablos griegos “eu” (bueno/a) y


de “thanatos” (muerte), lo cual podría ser interpretado en su conjunto como “buena muerte”,
es decir, la muerte sin agonía o sufrimiento de alguna clase.

En la práctica, la eutanasia es “el acto que pone fin a la vida de un enfermo terminal”
(Hurtado, 1999: 131) mediante una omisión o acción que concluya de forma intencional, o
no, con la vida del paciente en cuestión. Dicho acto puede ser de conocimiento del paciente,
o, en situaciones específicas, puede no serlo (por ejemplo, en los casos en los que el/la
enfermo/a no se encuentre en la capacidad física o mental de brindar consentimiento al
procedimiento).

Según la Organización Mundial de la Salud, no existe una definición exacta de la eutanasia,


en tanto esta puede variar de un caso a otro; sin embargo, sí existen puntos en común. La
opinión mayoritaria se centra en la eutanasia activa, la cual se divide en tres:

1.”El homicidio intencional de aquellos que han expresado, de manera libre y con
competencia plena, el deseo de ser ayudados a morir;

2.El suicidio asistido profesionalmente; y

3.La muerte intencional de los recién nacidos con anomalías congénitas que pueden o no
ser una amenaza para la vida”.

Para fines del presente artículo, entenderemos a la eutanasia como aquel procedimiento
que, llevado a cabo por un/a médico, es aplicado a un/a solicitante que padezca de una
enfermedad incurable, terminal y sin indicadores de mejora alguna. Además, que haya
expresado su voluntad y la forma de proceder en caso se torne incapaz de comunicar su
voluntad en determinada situación. Sin embargo, es necesario señalar que el tema es
extremadamente complejo y existen diversas variables a tomar en cuenta.

Despenalización de la eutanasia en Colombia: ¿qué es el Derecho a morir


dignamente?
Lamentablemente al día de hoy, la eutanasia es legal únicamente en cinco países a nivel
mundial, siendo Colombia el primer país latinoamericano en sumarse a la lista. Eso gracias
a su famosa sentencia C-239 del año 1997, en la que se libró de responsabilidad penal a
los/as médicos que aplicaran “homicidio por piedad” siempre que cumplieran con las
condiciones establecidas por la Corte Constitucional colombiana para su aplicación.

Desde entonces, en Colombia la eutanasia es considerada un derecho


fundamental derivado de la dignidad humana, en tanto, de la misma manera en la que
tenemos el derecho a la vida digna, poseemos el derecho a tener una muerte digna. De
esta forma, se entiende a la dignidad humana como el fundamento para la prevención del
sufrimiento, el respeto a la integridad física, moral y el derecho a no ser tratado de manera
cruel, humillante o inhumana. En ese sentido, la Corte Constitucional señaló en 1997 que
el sujeto “no está optando entre la muerte y muchos años de vida plena, sino entre morir en
condiciones que él escoge, o morir poco tiempo después en circunstancias dolorosas y que
juzga indignas”. En este último supuesto, se obliga a la persona a extender cruelmente su
existencia; además, se niega su “autonomía como sujeto moral” pues la instrumentaliza en
resguardo de “la vida como valor abstracto”.

Mediante la sentencia T-970 de 2014, la Corte Constitucional ordenó al Ministerio de Salud


la reglamentación del procedimiento en dicho país. El procedimiento para la aplicación de
la eutanasia se constituyó de la siguiente forma, de acuerdo a lo señalado por el Ministerio
de Salud colombiano:

1.
1. El/la paciente con la enfermedad terminal deberá declarar la voluntad
de someterse al procedimiento.
2. El/la médico a cargo deberá presentarle opciones terapéuticas a las
que puede someterse.
3. El/la paciente ya informado deberá reiterar su voluntad de acceder a
una «muerte digna».
4. El/la médico deberá entregar la información a un comité
interdisciplinario científico integrado por un/a médico especialista,
un/a abogado/a y un/a psicólogo/a, para que determinen el
cumplimiento de las condiciones necesarias para aplicar al proceso.
5. El comité científico contará con el plazo de 10 días para tomar una
decisión.
6. Finalmente, en caso el comité considere que se cumplen las
condiciones, nuevamente se deberá preguntar al paciente y si este
reitera su voluntad, se realizará el procedimiento en un término de
máximo 15 días.

Regulación en el Perú: Artículo 112 y 113 del Código Penal

En nuestro país, el artículo 112 del Código Penal reza lo siguiente acerca del homicidio
piadoso:

“Artículo 112.- El que, por piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita de
manera expresa y consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será
reprimido con pena privativa de libertad no mayor de tres años”.

Como se podrá observar, el artículo 112 no menciona como requisito a una “enfermedad
terminal”, solo hace mención de “enfermos incurables”, cuando no todas las enfermedades
incurables son terminales. Un claro ejemplo de lo mencionado es el asma, enfermedad
incurable pero tratable, y por tanto, actualmente es poco probable que un paciente fallezca
debido a la misma. De igual manera, estas no ocasionan en la persona necesariamente un
progresivo deterioro que conduzca a su deceso. Por tanto, la regulación de la norma ignora
una de las características necesarias para la eutanasia: una persona que padezca de una
enfermedad terminal, y no solo incurable (Mendoza, 2014: 39).

Sobre la instigación al suicidio, el Código Penal señala:

“Artículo 113.- El que instiga a otro al suicidio o lo ayuda a cometerlo, será reprimido,
si el suicidio se ha consumado o intentado, con pena privativa de libertad no menor
de uno ni mayor de cuatro años”.

Al respecto, se puede inferir que este artículo busca regular el suicidio asistido y no la
eutanasia. Sin embargo, lo que ignora el artículo 113, es que ambos (la eutanasia y el
suicidio asistido) se fundamentan en proteger una decisión autónoma proveniente de la
misma persona, con la diferencia de que en el caso de la eutanasia será con la ayuda de
un tercero y, en el caso de un suicidio asistido, quien ejecuta el acto que conlleva al deceso
de la persona, es ella misma. Por tanto, ninguna de las dos figuras mencionadas concibe
la incitación para que la persona desee ejecutar un suicidio, pues ambas se basan en
decisiones autónomas.

A la luz de este análisis se puede observar que el artículo referido al homicidio piadoso y el
referido a la instigación al suicidio distan por definición de lo que entendemos por eutanasia.
En ese sentido, es válido preguntarnos si realmente los artículos 112° y 113° del Código
Penal serían aplicables en caso se llevara a cabo este procedimiento. (Mendoza, 2014: 41)

Es decir, debemos preguntarnos si una eutanasia en estricto calzaría en el supuesto de


hecho regulado por ambos artículos. Para esto, es necesario un debate más amplio en los
máximos órganos representativos, con el fin de reevaluar el fenómeno y, sobretodo,
empezar a entenderlo.

Consideramos que una opción viable sería no despenalizarla en su totalidad, sino solo
eximir de responsabilidad estrictamente en casos específicos y cumpliendo los requisitos
predeterminados por ley. Esto, de manera similar a su regulación en países como Holanda
-o como ya se mencionó- en Colombia con el fin de evitar la desnaturalización de la
eutanasia y para no dar amplio espacio a la interpretación o aplicaciones arbitrarias.

A manera de conclusión, es necesario recalcar que la eutanasia nunca debe ser entendida
como un deber para ninguna de las partes involucradas. Como ya mencionamos, debe ser
una elección individual y basada en el derecho a decidir sobre la propia vida. De igual
manera, el debate democrático para su regulación debe enfocarse en argumentos jurídicos,
políticos e incluso económicos. Por consiguiente, siendo un Estado laico el peruano, se
deben excluir del debate objeciones de carácter religioso que brinden una connotación
divina a la vida y le otorguen la naturaleza de irrenunciable. No se puede razonar en base
a la fe o moral individual y pretender que sea de aplicación generalizada .

Finalmente, analizando el caso de Colombia, donde la eutanasia es un servicio gratuito para


la población, como nuestro ejemplo más cercano, debemos ser conscientes acerca de la
existencia de diversos obstáculos para su aplicación en el Perú. La eutanasia requiere de
sistemas de consulta organizados y sobretodo de una buena cantidad de profesionales
capacitados para dar opinión sobre el tema y cumplir los requisitos exigidos por ley. No
obstante, la ineficiencia del Estado no puede ser fundamento para la vulneración de
derechos fundamentales, ni para privar a los/as peruanos/as de una regulación idónea
sobre esta materia. Mientras escribimos este artículo, Ana Estrada y personas en su misma
situación esperan hoy una respuesta que haga efectivo su derecho a una muerte digna. Es
necesario visibilizar el tema en espacios de representación y exigir al Estado su adopción
como derecho fundamental, para que se materialice y garantice su ejercicio de forma
progresiva.

Todo derecho fundamental de la persona tiene que verse de manera muy directa con la
dignidad de la persona; asimismo, garantizando otros derechos que deriven de este;
entendiéndose que la muerte digna, es un derecho fundamental, precisamente porque
ampara y preserva la dignidad de la persona en un momento postrero; esto se desprende
el artículo 1° de la Constitución, que no se inicia con el derecho a la vida; sino, con la
defensa de la persona, haciendo énfasis en su dignidad; siendo esta justamente la clave
para desarrollar y aplicar todo el ordenamiento legal en la defensa de la dignidad de la
persona. La constitución Política del Perú, es garantista de la vida humana; es decir, afirma
que nadie puede atentar contra la vida de la persona humana; pero es importante, precisar
que el derecho a la vida, tiene que desenvolverse en un contexto compatible con la
dignidad; quedando claro que la dignidad es fundamental en todos los derechos, incluyendo
en este contexto el derecho a la vida. Hoy en día, la Eutanasia está muy lejos de
equipararse al suicidio, en la eutanasia es el propio enfermo quien dispone de su vida, pero
cada vez son más los casos de Eutanasia no voluntaria en los que otra persona, médico o
familiar, dispone de la vida del que sufre, muchas veces sin consultarle al respecto. En este
caso, no puede argumentarse el derecho a disponer libremente de su vida que pudiera
reconocérsele al enfermo. Solo puede emplearse este argumento en caso de suicidio, no
de Eutanasia. La eutanasia tiene, por tanto, características propias que la tipifican, como
son el ser ejecutada por un personal médico, paramédico o por un familiar o amigo cercano;
poder ser conformada de forma activa o pasiva; y que la finalidad confesa sea evitar
sufrimientos a alguien que es portador de una enfermedad incurable y anteriormente se
planteaba que debía encontrarse en etapa terminal de una enfermedad mortal, pero que
los defensores actuales de la Eutanasia aceptan que la enfermedad sea incurable y
conlleve sufrimientos “insoportables” para aceptar la aplicación de la acción u omisión.
Finalmente, morir con dignidad, significa morir con la atención médica requerida, con los
recursos necesarios para aliviar los síntomas, morir en condiciones que permitan hacerlo
en forma privada, no donde la curiosidad pública convierta la muerte en un acto de feria y
morir rodeado de los que nos quieren y a los que queremos. Eso es morir con dignidad, no
acelerar el proceso normal de la muerte.

“Tuve que renunciar a todo: trabajo, independencia y autonomía, pero la libertad es


lo único a lo que no voy a renunciar. La libertad para tener el derecho a elegir sobre
mi vida y mi cuerpo y, si es que así lo deseo, poder morir en el momento que lo
requiera o necesite”.

– Ana Estrada Ugarte, 2019

Ana Estrada Ugarte es una psicóloga peruana de 42 años que desde hace 30 padece de
polimiositis, enfermedad degenerativa que, poco a poco, le ha ido paralizando los músculos
de todo el cuerpo. Esto ha ocasionado que dependa de un respirador artificial y del cuidado
de profesionales para continuar con su vida. Actualmente, ella exige la legalización de la
eutanasia para que un/a médico especializado/a pueda suministrarle un medicamento letal
y así consiga la muerte digna que desea.

En el año 2015, el congresista Roberto Angulo Álvarez, de la bancada Dignidad y


Democracia, presentó un proyecto de ley para legalizar la eutanasia en el Perú y, de esa
forma, modificar el artículo 112 del Código Penal. Lamentablemente, este no se materializó,
convirtiéndose en la última vez (hasta el día de hoy) en la que se tuvo la posibilidad de
debatir al respecto en nuestro país.

En ese sentido, a propósito del caso de Ana Estrada, consideramos necesario traer el
debate sobre la despenalización de la eutanasia nuevamente sobre la mesa, ya que,
mientras nuestro ordenamiento carezca de una regulación adecuada, los/as afectados/as y
sus familiares se verán obligados/as a soportar la agonía de una muerte tan insufrible como
evitable.

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