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Monos y Monadas: Cuando la

caricatura se convirtió en
resistencia
Leslie Rosas

Crónicas, Impresión 37
En un tiempo de caos, descalabro y violencia, un puñado de descosidos, todavía jóvenes,
logró resucitar una revista festiva y hacer de ella un irreverente instrumento de lucha y
transgresión. He aquí la breve historia detrás de nueve portadas que inundaron de risa a
una generación de rebeldes y enfermaron de rabia a otros que soñaban con censurarlos.

Mordaz, irreverente y certera, Monos y Monadas fue una revista de humor político de vida
intermitente pero fructífera y desternillante. Apareció en los albores del siglo veinte y luego
volvió en distintos periodos, siempre para incomodar y burlarse del poder. Su etapa más
polémica sin duda fue a fines de los años setenta y principios de los ochenta, cuando desde
posturas de izquierda fustigó al dictador Francisco Morales Bermúdez, dejó en ridículo a
los militares que oficiaban de ministros, y desplegó poco después, con sorna e ironía, una
crítica severa de la clase política de entonces.

El relanzamiento en abril de 1978 fue una iniciativa de Nicolás Yerovi (nieto del fundador
Leonidas Yerovi) y del poeta y periodista Antonio Cisneros. Monos y Monadas contaba
con un corrosivo ‘comité divertido’ conformado por artistas gráficos y escritores con un pie
en el humor y otro en el periodismo: Luis Freire, Lorenzo Osores, Juan Acevedo, Rafo
León, Fedor Larco. Alonso Núñez, Mario Zolezzi y Carlos Tovar, más conocido como
Carlín. Las páginas, y sobre todo la portada de este quincenario, inmortalizaron un periodo
político marcado por el caos político, los conflictos sociales desbordados, una crisis
económica sin precedentes y el surgimiento de la violencia subversiva.
Es esa etapa, la del tránsito turbulento entre dictadura y democracia, la que buscamos
rescatar y destacar aquí. Monos y Monadas, en manos de un puñado de locos, dotados de
genio y mucho talento, matizaron un tiempo marcado por la precariedad, la decepción y el
espanto. De ellos ninguno más creativo (y punzante) que Carlín, un maestro en el arte de
convertir en caricatura (y denunciar al mismo tiempo) los estropicios, contrabandos e
inconsecuencias de políticos y figuras públicas en las últimas cuatro décadas.

Lo que se puede apreciar en estas páginas es una selección, arbitraria e incompleta, de


nueve de portadas que han quedado grabadas en la retina de quienes vivieron otros tiempos
y que ahora, en otro siglo, pueden dar una idea –a los jóvenes de hoy– de la capacidad del
humor político para desbaratar la solemnidad del poder, de la sutil venganza que puede
significar para los vencidos, del cambio de ánimo que sin duda despertó en quienes, frente a
la arbitrariedad, no encontraban un medio para expresar su repulsa o desencanto.

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