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Santiago Roca

“Decisiones empresariales y bienestar de la Nación”, Gestión, 16 de noviembre de 2010.

Decisiones empresariales y bienestar de la Nación


Recuerdo vivamente cuando, a mediados de la década de los noventa, un alto ejecutivo de
la Shell se acercó -previa cita- a mi oficina en ESAN para solicitar apoyo a algunas
propuestas de su empresa. Grata fue mi sorpresa cuando me explicaba los planes de la Shell
para involucrar a empresas peruanas en el aprovisionamiento de diversos insumos y
servicios que se requerían para la puesta en marcha de la explotación del gas de Camisea.
"Necesitamos, Dr. Roca, que la ESAN, en colaboración con algún gremio empresarial, nos
ayude a convocar y seleccionar empresas peruanas que cumplan determinados niveles de
exigencia y calidad y nos ofrezcan estos ciento treinta diversos tipos de servicios e insumos
que hemos identificado, (mostrándome en ese momento una extensa lista). Estamos
dispuestos a suministrarles información, proveer estándares de calidad, ofrecerles contactos
y transferirles algunos conocimientos tecnológicos... Necesitamos trabajar con anticipación
para que ello coincida con nuestra logística, pero los propios interesados tendrán que hacer
sus inversiones y asumir riesgos...". Pocos meses después, la iniciativa se frustraba al no
llegar la Shell a un acuerdo con el Estado para la explotación del gas.

¡Qué contraste con el comportamiento y decisiones de la mayoría de empresas que se


instalan en el país! A decir de la teoría y prácticas administrativas clásicas, las empresas
deciden la asignación de sus recursos en función del menor costo, la simplicidad y facilidad
en hacer las cosas.

Por eso es que los gerentes normalmente compran donde ya conocen, contratan lo que,
dado el costo, es lo más sencillo y menos problemático y lo que les da mayor rentabilidad
inmediata. Muchas empresas mineras que vienen al Perú, por ejemplo, contratan no
solamente los ingenieros especializados del exterior (habiendo capacidades locales), sino
también muchos insumos, choferes, alimentos y hasta ropa, que pudiendo proveerse al
mismo costo y calidad en el país, se compran de sus redes previas de contacto en el
exterior. Si a ello se añade que no transfieren tecnología, evaden derechos laborales, pagan
salarios bajos a través de la tercerización, están exoneradas parcialmente de impuestos y se
llevan la mayor parte de las rentas al exterior; no queda duda de que lo bueno y
satisfactorio para ellas no necesariamente produce los mejores efectos e impactos
multiplicadores económicos en el país.

Por eso, muchos países (Finlandia, Corea, Malasia, EE.UU., etc.) se interesan en atraer solo
inversión extranjera de calidad, aquella que incorpora en forma voluntaria en sus decisiones
empresariales los objetivos de bienestar y progreso del país. Además, sus gobiernos no
otorgan incentivos ciegos a la inversión, procuran que estos se den con generación de valor
agregado, transferencia de tecnología, conexión a la economía local, difusión de nuevos
métodos de gestión, mejora de estándares y contribución con sus impuestos a las
necesidades sociales y de mayor productividad de los demás.

Algo debemos hacer en el Perú para lograr un mejor alineamiento de los intereses
empresariales con los intereses inclusivos de la Nación.

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