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Selección de lecturas de

Teoría del Lenguaje

PRIMERA PARTE

Ana Curbeira Cancela

La Habana
2010
2

INDICE Pág.

Introducción……………………………………………………………………… 5

PRIMERA PARTE

A. Curbeira Cancela
Apuntes sobre J. A. Baudouin de Courtenay…………………………………… 7

F. Engels
El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre…………….. 14

L. S. Vygotski
Capítulo VII. Pensamiento y palabra……………………………………………. 31

V. N. Voloshinov y su obra………………………………………………………. 69

A. G. Spirkin
Papel del lenguaje en la formación del pensamiento………………………….. 78

R. Jakobson
Lingüística y poética………………………………………………………………… 85

M. Figueroa Esteva
Origen y desarrollo del lenguaje en la especie y en el individuo……………… 94

J. Bernard
Teorías del signo……………………………………………………………………… 109

Ch. S. Peirce: su teoría del signo…………………………………………………… 130

F. de Saussure. Curso de lingüística general


- Naturaleza del signo lingüístico…………………………………………………. 135
- Cap. II. Inmutabilidad y mutabilidad del signo…………………………………. 142

C. W. Morris: Consideraciones sobre su enfoque……………………………….. 151

Los escritos sobre la teoría de los signos de Ch.W. Morris……………………. 154

P Cobley
Hjelmslev, Louis Trolle: Teoría del singno………………………………………… 163

E. Benveniste.
Ojeada al desenvolvimiento de la lingüística………………………………………. 167
3

La naturaleza del signo lingüístico………………………………………………….. 183


Saussure después de medio siglo……………………………………………………... 190

P. Perron
Greimas, Algridas: teoría del signo………………………………………………… 206

G. Bermello Lastra
En torno a la categoría gramatical………………………………………………… 218

A. Guitlitz
Palabra y combinación de palabras (palabra y unidad fraseológica……………. 225

J. Casares
Las locuciones…………………………………………………………………………… 236

S. Ullmann
Capítulo 2. La naturaleza de las palabras………………………………………. 242

Capítulo 7. Ambigüedad…………………………………………………………… 267

Capítulo 8. Cambio de significado……………………………………………… 319

A. Curbeira Cancela
La teoría actancial de L. Tesnière…………………………………………………… 379

A. Curbeira Cancela
La gramática de casos…………………………………………………………………. 392

U. Y. Yusúpov
La lingüística contrastiva como disciplina independiente………………………… 412

J. L. Austin
Como hacer cosas con palabras (Conferencias VII, IX y XII)…………………… 423

J. R. Searle
Actos de habla. Ensayo en filosofía del lenguaje (Cap. I, 1.1; 1.4
y Cap. II, 2.1)……………………………………………………………………………. 459

J. R. Searle
Taxonomía de los actos ilocucionarios………………………………………………. 471

P. Charaudeau
Las grandes problemáticas del análisis de discurso………………………………… 485

O. Silva V.
El análisis de discurso según T. van Dijk y los estudiso de la comunicación…… 509
4

A. I. Sergueeva
La categoría semántica de la valoración y su relación con otras categorías…… 527

L. Caballero Díaz
Categorización semántica y tesauro: una proposición para la lexicografía…… 535

L. Caballero Díaz
Estrategia, modalidad e ilocución: tres conceptos de una semántica
comunicativa……………………………………………………………………………. 546

L. Caballero Díaz
Modalidades semánticas………………………………………………………………… 555

L. Caballero Díaz
Métodos y técnicas de los estudios semánticos……………………………………… 582

A. Mª Galbán Pozo
Las macrocategorías semánticas modales de valoración, lealtad,
certidumbre, interés, afectividad y expresividad…………………………………… 636

Introducción
5

El desarrollo de los estudios sobre lo que hoy se concibe como una ciencia, la
Ciencia del Lenguaje, ha recorrido un largo camino y son muchos los científicos de
diversas ramas del saber que han contribuido con sus trabajos a la fundamentación de
teorías, enfoques, puntos de vista, perspectivas y corrientes .

La Selección de Lecturas que proponemos no pretende en absoluto, ni puede, ser


completa. Se necesitaría una cantidad enorme de espacio para poder presentar una
versión más detallada de todo lo que ha ocurrido desde los primeros estudios del
lenguaje en diversas regiones del mundo y en diferentes épocas históricas. Los
materiales incluidos aquí sirven, por una parte, como complemento al libro de texto
Introducción a la Teoría del Lenguaje 1, por lo que pueden ser utilizados para la
preparación de los seminarios en cursos de Introducción a los estudios lingüísticos,
Lingüística general, Historia de las ideas lingüísticas, entre otras disciplinas. Por otra
parte, constituyen un material de consulta para profesores y especialistas interesados
en los problemas del estudio del lenguaje, la semántica, el análisis de discurso, etc.

Se ha estructurado la Selección en tres partes:

Es intención de la Primera parte de esta Selección facilitar el acceso a algunos


trabajos que resultan necesarios para los contenidos impartidos en distintos
programas docentes, tanto en pre-grado como postgrado, pero que no siempre están
disponibles y, a veces, simplemente no son localizables.

La mayoría de los materiales incluidos en esta Primenra parte fueron tomados de


libros, artículos, conferencias o ensayos ya publicados con anterioridad; se usaron
también materiales obtenidos en la Internet, debidamente acreditados. Aquí se
incluyeron cuatro ensayos del desaparecido lingüista y semantista cubano, Profesor
Titular de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de la Habana,
1
Ana Curbeira Cancela. Introducción a la Teoría del Lenguaje. Editorial “Félix Varela, La Habana,
2007
6

Leandro Caballero Díaz, con lo que rendimos un merecido tributo a su memoria. El


resumen sobre el lingüista ruso B. de Courtenay y los artículos sobre el concepto de
categoría gramatical y las categorías semánticas modales, fueron especialmente
elaborados para esta Selección por sus autoras. Los materiales compendiados son
representativos de diversas escuelas, corrientes y enfoques aplicados al estudio del
lenguaje en diferentes épocas y regiones geográficas.

En la Segunda parte se proponen modelos de clases prácticas que pueden servir de


apoyo en el entrenamiento para la aplicación de los conocimientos de la teoría del
lenguaje, semántica, análisis de texto y análisis de discurso. En los modelos de las
clases prácticas se propone la ejercitación, fundamentalmente, de forma
contextualizada, esencialmente, con textos literarios lo que, por una parte, garantiza la
actualidad y, por otra, sirve de motivación a la lectura de las obras.

La Tercera parte contiene información, de corte enciclopédico, sobre la vida y obra


de científicos que revisten interés para los estudios del lenguaje, la semiótica, la
psicología, la filosofía y el análisis de texto y discurso, realizados desde diferentes
perspectivas. Es una relación de personalidades que podría ser ampliada, lo que sin
lugar a dudas haría más valiosa esta parte, pero las limitaciones de espacio han
determinado la selección. El contenido de la información se ha tomado,
fundamentalmente, de enciclopedias de reconocido prestigio.

PRIMERA PARTE
7


A. Curbeira Cancela

APUNTES SOBRE J. A. BAUDOUIN DE COURTENAY.

Baudouin de Courtenay nació en Polonia el 1 de marzo de 1845. Se considera un


lingüista polaco y ruso dado que su actividad lingüística fundamental la desarrolló en
Rusia. Desde 1897 fue Miembro Corresponsal de la Academia de Ciencias de
Petersburgo. Fue profesor en la Universidad de Kazan desde 1875 hasta 1883 en que
pasa a trabajar a la Universidad de Tartu hasta 1893. Ese año comienza a trabajar en
la Universidad de Krakovia donde se mantiene hasta el año 1899. Trabajó en la
Universidad de Petersburgo desde 1900 hasta 1918. Courtenay murió en Polonia el 3
de noviembre de 1929.

La actividad creativa de J. A. Baudouin de Courtenay abarcó más de medio siglo y


su período más productivo fue el último cuarto del siglo XIX.

En las décadas del ‘70 y el ‘80 era ya un lingüista conocido en toda Europa. En esa
época ya era miembro vitalicio de la Sociedad Lingüística de París, de la Sociedad
Fino–Húngara y su actividad científica era altamente estimada. Mantenía
correspondencia con F. de Saussure, Jespersen, Meillet y otros. Escribía sus trabajos
en ruso, polaco, alemán y francés aunque dominaba bien el lituano, italiano, checo,
esloveno, sorabo y otras lenguas, incluidas las clásicas (latín y griego).

Entre los temas que más interesaban a este científico se encontraban los problemas
centrales de la lingüística general y de las ciencias relacionadas con esta,
especialmente la psicología. Concebía la lengua como un fenómeno psico-social con
existencia colectiva e individual. Fue uno de los primeros lingüistas en exponer la
8

concepción de la lengua como sistema, cuyos elementos se encuentran vinculados


entre sí gracias a diferentes tipos de relaciones.

En sus investigaciones científicas, Baudouin de Courtenay concentraba su atención


en los procesos que tienen lugar al realizarse el sistema lingüístico en un acto de
habla individual. Para él existían portadores lingüísticos individuales, una psique
individual y la lengua individual como conjunto de las nociones habladas y
escuchadas vinculadas a otras nociones lingüísticas y extralingüísticas. Una lengua
nacional “como un todo existe solo en caso ideal” y es una ficción científica. Esto por
su lado explica el marcado interés de Baudouin de Courtenay por el mecanismo del
acto comunicativo individual. Por este motivo exhorta a contemplar como magnitud
real, no la lengua producto de la abstracción del hombre, sino al propio hombre como
portador del pensamiento lingüístico. Este pensamiento encontró una resonancia en
los posteriores trabajos de psico-lingüística del siglo XX.

A su vez, Baudouin de Courtenay afirma que no se debe dividir la lengua en lo


general y lo particular. Lo que se produce en cada individuo como tal es general para
toda la especie humana. La base de esta generalidad radica en la igualdad, en las
particularidades psicológicas de cada individuo y sus rasgos comunes como parte
integrante de un grupo social. Por ejemplo, como neogramático que fue y a su vez
crítico de las posiciones extremas de los neogramáticos se opone enérgicamente a las
investigaciones aisladas del fonema sin tener en cuenta las relaciones que se
establecen dentro del sistema (es decir, sin tener en cuenta su aparición dentro de un
paradigma de formas gramaticales, así como los factores sociales de la
comunicación). Según su criterio estos últimos determinaban el surgimiento de las
leyes fonéticas.

Como novedad para la lingüística del siglo XIX figura el intento de Baudouin de
Courtenay de fundamentar el análisis estático (descriptivo) de la lengua, el polo
opuesto a los análisis histórico–comparativos que predominaban en la lingüística de
9

la época. Él opinaba que para revelar los mecanismos lingüísticos así como para el
análisis del sistema de la lengua, resultaba más práctica la utilización del método
estático pues el sistema de la lengua es un estado estable de componentes lingüísticos,
una tesis extraordinariamente importante y novedosa para su época y que constituyó
la base de lo que hoy día conocemos como la diferenciación entre estudios
sincrónicos y diacrónicos. Es decir, Baudouin de Courtenay separa los niveles
estáticos (sincrónicos) de los dinámicos (diacrónicos) y formula su diferenciación de
la siguiente manera: No existe inmovilismo en la lengua. La estática de la lengua es
solo un caso especial de su dinámica. En este autor puede observarse una tendencia
hacia los estudios descriptivos del lenguaje.

¿Cómo veía Baudouin de Courtenay la lengua?


Toda su concepción lingüística general estaba premiada por su esfuerzo para
explicar las leyes lingüísticas, el mecanismo de funcionamiento y desarrollo de la
lengua mediante el análisis del mecanismo psíquico.

Hace una diferenciación en sus trabajos lingüísticos entre el carácter estático de la


lengua, o sea, el sistema de la lengua, que él considera como modelo, y su realización
en el acto de habla, basándose en un análisis lingüístico–psicológico. Introduce una
tesis que hoy podríamos denominar con los términos modernos de construcción
mental/psíquica. Esta construcción mental es un mecanismo eficaz en la esfera de las
representaciones y está asociado por una parte con el campo de las categorías del
pensamiento, y por otra parte con el área de las realizaciones lingüísticas del modelo
de un sistema lingüístico considerado como estático. Intentó hallar en el nivel
fonético–antropofónico el isomorfismo típico entre las unidades del área de las
representaciones psíquicas y las unidades del área del habla. En este proceso las
modelaciones de las unidades de las representaciones psicológicas y las modelaciones
de las unidades del área del habla perdían su especificidad en algún punto y, por
tanto, no podían diferenciarse desde el punto de vista científico.
10

Para él la explicación psicológica de la lengua era extralingüística y a la vez no lo


era. Por una parte confrontó de forma clara la forma fonética y el contenido psíquico
del lenguaje en el campo de la relación lengua – habla – pensamiento, pero por otro
lado utilizó términos, categorías y unidades de la psicología y la conciencia para la
interpretación de los fenómenos de la lengua y el habla, e incluso para explicar el
carácter del lenguaje articulado.

Si bien sus trabajos estuvieron muy marcados por características psicológicas


individuales, sus concepciones se caracterizaban por una evidente reafirmación
acerca de la esencia social del lenguaje. Trató de abarcar el mecanismo del lenguaje
con un análisis de la actividad psíquica del individuo y de este modo destacó
especialmente el aspecto social del individuo, que cuenta con una aptitud lingüística
y pertenece a una determinada comunidad lingüística. Para él la lengua un fenómeno
psico–social y por este motivo define la lingüística como una ciencia psíquica y
social.

Con relación a la lengua, Baudouin de Courtenay distingue entre:


 La parte externa, es decir, la envoltura fonética de la lengua.
 La extralingüística, es decir la parte interna, o sea, según la terminología de
Baudouin de Courtenay la parte de las nociones semánticas.
 La parte morfológica. Aquí él trata la parte morfológica de la lengua en el sentido
más amplio como forma lingüística, como estructura de la lengua, como un
concepto de relación, como un método, con el cual la parte fonética está unida al
contenido psíquico. Aquí, según el criterio de Baudouin de Courtenay se
encontraba la propia esencia del lenguaje.
Opinaba que era característica de una lengua la existencia de una morfología
especial, sin precedentes en ninguna otra esfera. Las diferentes lenguas no eran otra
cosa que interpretaciones especiales, modificaciones de la “morfología” del lenguaje
humano (véase Humboldt, Forma del lenguaje)
11

Después de Humboldt y Steinthal, Baudouin de Courtenay aborda la tesis de la


lengua como una actividad continua, como actividad lingüística que se desarrolla en
el tiempo y el espacio. Subraya especialmente la diferencia entre la lengua como un
complejo determinado de ciertos componentes y las categorías de la lengua como un
proceso que se repite ininterrumpidamente. De este modo separa dos aspectos de la
actividad lingüística que se contraponen. Courtenay afirma: La lengua no es un
organismo cerrado, sino un instrumento, una actividad. La esencia del lenguaje
consiste fundamentalmente en la actividad comunicativa, en el mecanismo
lingüístico. Aquí se puede observar su posición con respecto a la antinomia lengua –
habla que se inició en los trabajos lingüísticos de Humboldt y que fueran formulados
de manera clásica y desarrollados más tarde por de F. de Saussure.

Característico de la obra de Courtenay resulta su concepción de lengua como


sistema de signos convencionales. Reconoció también sus atributos como la
relatividad y la arbitrariedad. Según él la lengua se compone de un sinnúmero de
símbolos casuales, unidos entre sí de las formas más diversas. Por su naturaleza estos
símbolos no son necesarios, directos o inalterables. Estos símbolos de la lengua están
agrupados en el sistema según oposiciones y diferencias. De ahí que la concepción
moderna de sistema lingüístico se deba en cierta medida a este notable lingüista.

Uno de los principales méritos de B. de Courtenay es la construcción de la teoría


sobre el fonema. Ya en una conferencia que dictó en el año 1878 afirmaba: los
sonidos fisiológicamente idénticos de diferentes lenguas tienen diferentes
significados en correspondencia con el sistema fonológico en su conjunto y con la
relación que se establece con otros fonemas. En sus trabajos Algunas partes de la
Gramática comparada de las lenguas eslavas (1881) y Ensayo de la teoría de las
alternancias fonéticas (1885) Courtenay ve el fonema como un tipo fonético
generalizado, como un elemento movible del morfema. Más tarde define el fonema
como la representación psíquica del sonido. Estudios posteriores del fonema
12

realizados por seguidores de Courtenay (L. V. Scherva, entre otros) liberaron la


concepción del fonema del enfoque psicológico.

Courtenay fue el fundador de la teoría científica de la alternancia. Esta teoría


permitía en primer lugar una explicación de las regularidades fonéticas a la luz de su
utilización en el nivel morfológico; en segundo lugar daba la posibilidad de seguir el
proceso de desarrollo de los elementos del sistema así como las correlaciones entre
los diferentes niveles de la lengua –desde el surgimiento de la variación fonética más
insignificante hasta su transformación en las alternancias tradicionales (mediante de
una serie de estadios, a través de la interpretación morfológica de las diferencias
fonéticas). Las explicaciones dadas por Courtenay sobre los cambios fonológicos en
el nivel morfológico sentaron las bases para el desarrollo de la morfonología como
rama de la lingüística.

En un artículo del año 1910 se refería al concepto de sistema más allá del sistema
fonológico: la característica morfológica integral del pensamiento lingüístico debe
tomar en consideración que, por una parte, están presentes formas residuales
tomadas de etapas precedentes y que ya no se corresponden con la estructura de la
lengua dada y que, por otra parte existen, por así decirlo, determinados fenómenos
que presagian el estado futuro de una forma lengua dialectal o regional, por lo que
no se corresponden con el estado actual sincrónico de la lengua correspondiente. Se
debe subrayar especialmente su esfuerzo por comprender las regularidades del
proceso de la dinámica lingüística.

El científico ruso se interesó especialmente por las investigaciones tipológicas. Ya


desde la época de su trabajo en la Universidad de Kazán formuló los principios
básicos para la investigación de la estructura fonológica y morfológica de la lengua.

Los trabajos de Courtenay tenían esa ambigüedad característica de la época y en


muchos puntos de vista coincidía con los neogramáticos, de ahí parten sus
13

limitaciones. Al igual que los neogramáticos estaba muy influenciado por el


psicologismo. Lamentablemente tampoco pudo entregar un sistema lingüístico
completo y coherente en el que se interpretaran los diversos aspectos del lenguaje.
Sin embargo, se puede afirmar que fue uno de los precursores del estructuralismo y su
pensamiento ejerció una influencia fundamental en el Círculo Lingüístico de Praga y
en los trabajos de sus fundadores Mathesius, Trubetzkoi y Jakobson.

La lingüística tomó las ideas centrales de Courtenay y continuó desarrollándolas,


por ejemplo, la tesis del carácter social del lenguaje, la concepción de la lengua como
un sistema de elementos relacionados entre sí, la introducción del concepto de
fonema, la ley de la alternancia y otras.

Bibliografía
Amirova, T. A., et al Abriss der Geschichte der Linguistik. VEB Bibliographisches
Institut Leipzig, 1980
De Saussure, F. Curso de Lingüística General. Edición Revolucionaria, 1973
Idioma Ruso. Enciclopedia Ed. Ruskaya Enciclopedia, Moscú, 1979
Golovín, B. N. Introducción a la lingüística. Pueblo y Educación, C. de la Habana,
1991 (Versión en español)
Helbig, G. Geschichte der neuerem Sprachwissenschaft.VEB Bibliographisches
Institut, Leipzig, 1986
Mounin, G. Historia de la Lingüística. Editorial Ciencias Sociales, 1973
14


F. Engels
EL PAPEL DEL TRABAJO EN LA TRANSFORMACION DEL MONO EN
HOMBRE 2

El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía


política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que
él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición
básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto
punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre.

Hace muchos centenares de miles de años, en una época, aún no establecida


definitivamente, de aquel período del desarrollo de la Tierra que los geólogos
denominan terciario, probablemente a fines de este período, vivía en algún lugar de la
zona tropical — quizás en un extenso continente hoy desaparecido en las
profundidades del Océano Indico— una raza de monos antropomorfos
extraordinariamente desarrollada. Darwin nos ha dado una descripción aproximada de
estos antepasados nuestros. Estaban totalmente cubiertos de pelo, tenían barba, orejas
puntiagudas, vivían en los árboles y formaban manadas[2].

Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por el que las
manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos
monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y
empezaron (pág.67) a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo
para el tránsito del mono al hombre.

Todos los monos antropomorfos que existen hoy día pueden permanecer en
posición erecta y caminar apoyándose únicamente en sus pies; pero lo hacen sólo en
2
Este material fue tomado de Obras Escogidas (en tres tomos) de K. Marx y F. Engels. Ed. Progreso,
Moscú, 1981. Tomo 3, págs. 67 – 79. Preparado para la Internet por Rafael Masada,
Masada97@aol.com (Septiembre 1999)
15

caso de extrema necesidad y, además, con suma torpeza. Caminan habitualmente en


actitud semierecta, y su marcha incluye el uso de las manos. La mayoría de estos
monos apoyan en el suelo los nudillos y, encogiendo las piernas, hacen avanzar el
cuerpo por entre sus largos brazos, como un cojo que camina con muletas. En
general, aún hoy podemos observar entre los monos todas las formas de transición
entre la marcha a cuatro patas y la marcha en posición erecta. Pero para ninguno de
ellos ésta última ha pasado de ser un recurso circunstancial.

Y puesto que la posición erecta había de ser para nuestros peludos antepasados
primero una norma, y luego, una necesidad, de aquí se desprende que por aquel
entonces las manos tenían que ejecutar funciones cada vez más variadas. Incluso
entre los monos existe ya cierta división de funciones entre los pies y las manos.
Como hemos señalado más arriba, durante la trepa las manos son utilizadas de
distinta manera que los pies. Las manos sirven fundamentalmente para recoger y
sostener los alimentos, como lo hacen ya algunos mamíferos inferiores con sus patas
delanteras. Ciertos monos se ayudan de las manos para construir nidos en los árboles;
y algunos, como el chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las ramas, para
defenderse de las inclemencias del tiempo. La mano les sirve para empuñar garrotes,
con los que se defienden de sus enemigos, o para bombardear a éstos con frutos y
piedras. Cuando se encuentran en la cautividad, realizan con las manos varias
operaciones sencillas que copian de los hombres. Pero aquí es precisamente donde se
ve cuán grande es la distancia que separa la mano primitiva de los monos, incluso la
de los antropoides superiores, de la mano del hombre, perfeccionada por el trabajo
durante centenares de miles de años. El número y la disposición general de los huesos
y de los músculos son los mismos en el mono y en el hombre, pero la mano del
salvaje más primitivo es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden
ser realizadas por la mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido
jamás un cuchillo de piedra, por tosco que fuese.
16

Por eso, las funciones, para las que nuestros antepasados fueron adaptando poco a
poco sus manos durante los muchos miles de años que dura el período de transición
del mono al hombre, sólo pudieron ser, en un principio, funciones sumamente
sencillas. Los salvajes más primitivos, incluso aquellos en los que (Pág.68) puede
presumirse el retorno a un estado más próximo a la animalidad, con una degeneración
física simultánea, son muy superiores a aquellos seres del período de transición.
Antes de que el primer trozo de sílex hubiese sido convertido en cuchillo por la mano
del hombre, debió haber pasado un período de tiempo tan largo que, en comparación
con él, el período histórico conocido por nosotros resulta insignificante. Pero se había
dado ya el paso decisivo: la mano era libre y podía adquirir ahora cada vez más
destreza y habilidad; y ésta mayor flexibilidad adquirida se transmitía por herencia y
se acrecía de generación en generación.

Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de
él. Únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas y nuevas funciones, por la
transmisión hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los
músculos, los ligamentos y, en un período más largo, también por los huesos, y por la
aplicación siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y
cada vez más complejas, ha sido como la mano del hombre ha alcanzado ese grado de
perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros
de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini.

Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era únicamente un
miembro de un organismo entero y sumamente complejo. Y lo que beneficiaba a la
mano beneficiaba también a todo el cuerpo servido por ella; y lo beneficiaba en dos
aspectos.

Primeramente, en virtud de la ley que Darwin llamó de la correlación del


crecimiento. Según ésta ley, ciertas formas de las distintas partes de los seres
orgánicos siempre están ligadas a determinadas formas de otras partes, que
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aparentemente no tienen ninguna relación con las primeras. Así, todos los animales
que poseen glóbulos rojos sin núcleo y cuyo occipital está articulado con la primera
vértebra por medio de dos cóndilos, poseen, sin excepción, glándulas mamarias para
la alimentación de sus crías. Así también, la pezuña hendida de ciertos mamíferos va
ligada por regla general a la presencia de un estómago multilocular adaptado a la
rumia. Las modificaciones experimentadas por ciertas formas provocan cambios en la
forma de otras partes del organismo, sin que estemos en condiciones de explicar tal
conexión. Los gatos totalmente blancos y de ojos azules son siempre o casi siempre
sordos. El perfeccionamiento gradual de la mano del hombre y la adaptación
concomitante de los pies a la marcha en posición erecta repercutieron
indudablemente, en virtud de dicha correlación, sobre otras partes del organismo.
(pág.69)

Sin embargo, ésta acción aún está tan poco estudiada que aquí no podemos más que
señalarla en términos generales. Mucho más importante es la reacción directa —
posible de demostrar— del desarrollo de la mano sobre el resto del organismo. Como
ya hemos dicho, nuestros antepasados simiescos eran animales que vivían en
manadas; evidentemente, no es posible buscar el origen del hombre, el más social de
los animales, en unos antepasados inmediatos que no viviesen congregados. Con cada
nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara por el desarrollo de la
mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del hombre, haciéndole descubrir
constantemente en los objetos nuevas propiedades hasta entonces desconocidas. Por
otra parte, el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de
actividad conjunta, y al mostrar así las ventajas de ésta actividad conjunta para cada
individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la
sociedad. En resumen, los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron
necesidad de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creó el órgano: la laringe
poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero firmemente, mediante
modulaciones que producían a su vez modulaciones más perfectas, mientras los
órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.
18

La comparación con los animales nos muestra que ésta explicación del origen del
lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la única acertada. Lo poco que los
animales, incluso los más desarrollados, tienen que comunicarse los unos a los otros
puede ser transmitido sin el concurso de la palabra articulada. Ningún animal en
estado salvaje se siente perjudicado por su incapacidad de hablar o de comprender el
lenguaje humano. Pero la situación cambia por completo cuando el animal ha sido
domesticado por el hombre. El contacto con el hombre ha desarrollado en el perro y
en el caballo un oído tan sensible al lenguaje articulado, que estos animales pueden,
dentro del marco de sus representaciones, llegar a comprender cualquier idioma.
Además, pueden llegar a adquirir sentimientos desconocidos antes por ellos, como
son el apego al hombre, el sentimiento de gratitud, etc. Quien conozca bien a estos
animales, difícilmente podrá escapar a la convicción de que, en muchos casos, ésta
incapacidad de hablar es experimentada ahora por ellos como un defecto.
Desgraciadamente, este defecto no tiene remedio, pues sus órganos vocales se hallan
demasiado especializados en determinada dirección. Sin embargo, cuando existe un
órgano apropiado, ésta incapacidad puede ser superada dentro de ciertos límites. Los
órganos bucales de las aves se distinguen en forma radical de los del hombre, y, sin
embargo, (pág.70) las aves son los únicos animales que pueden aprender a hablar; y
el ave de voz más repulsiva, el loro, es la que mejor habla. Y no importa que se nos
objete diciéndonos que el loro no entiende lo que dice. Claro está que por el solo
gusto de hablar y por sociabilidad con los hombres el loro puede estar repitiendo
horas y horas todo su vocabulario. Pero, dentro del marco de sus representaciones,
puede también llegar a comprender lo que dice. Enseñad a un loro a decir palabrotas,
de modo que llegue a tener una idea de su significación (una de las distracciones
favoritas de los marineros que regresan de las zonas cálidas), y veréis muy pronto que
en cuanto lo irritáis hace uso de esas palabrotas con la misma corrección que
cualquier verdulera de Berlín. Y lo mismo ocurre con la petición de golosinas.

Primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos
principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando
19

gradualmente en cerebro humano, que, a pesar de toda su similitud, lo supera


considerablemente en tamaño y en perfección. Y a medida que se desarrollaba el
cerebro, desarrollábanse también sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los
sentidos. De la misma manera que el desarrollo gradual del lenguaje va
necesariamente acompañado del correspondiente perfeccionamiento del órgano del
oído, así también el desarrollo general del cerebro va ligado al perfeccionamiento de
todos los órganos de los sentidos. La vista del águila tiene mucho más alcance que la
del hombre, pero el ojo humano percibe en las cosas muchos más detalles que el ojo
del águila. El perro tiene un olfato mucho más fino que el hombre, pero no puede
captar ni la centésima parte de los olores que sirven a éste de signos para diferenciar
cosas distintas. Y el sentido del tacto, que el mono posee a duras penas en la forma
más tosca y primitiva, se ha ido desarrollando únicamente con el desarrollo de la
propia mano del hombre, a través del trabajo.

El desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio, la creciente claridad de


conciencia, la capacidad de abstracción y de discernimiento cada vez mayores,
reaccionaron a su vez sobre el trabajo y la palabra, estimulando más y más su
desarrollo. Cuando el hombre se separa definitivamente del mono, este desarrollo no
cesa ni mucho menos, sino que continúa, en distinto grado y en distintas direcciones
entre los distintos pueblos y en las diferentes épocas, interrumpido incluso a veces
por regresiones de carácter local o temporal, pero avanzando en su conjunto a grandes
pasos, considerablemente impulsado y, a la vez, orientado en un sentido más preciso
por un nuevo elemento que surge con la aparición del hombre acabado: la sociedad.

Seguramente hubieron de pasar centenares de miles de años


(pág.71) —que en la historia de la Tierra tienen menos importancia que un segundo
en la vida de un hombre [*]— antes de que la sociedad humana surgiese de aquellas
manadas de monos que trepaban por los árboles. Pero, al fin y al cabo, surgió. ¿Y qué
es lo que volvemos a encontrar como signo distintivo entre la manada de monos y la
sociedad humana? Otra vez el trabajo. La manada de monos se contentaba con
20

devorar los alimentos de un área que determinaban las condiciones geográficas o la


resistencia de las manadas vecinas. Trasladábase de un lugar a otro y entablaba luchas
con otras manadas para conquistar nuevas zonas de alimentación: pero era incapaz de
extraer de estas zonas más de lo que la naturaleza buenamente le ofrecía, si
exceptuamos la acción inconsciente de la manada, al abonar el suelo con sus
excrementos. Cuando fueron ocupadas todas las zonas capaces de proporcionar
alimento, el crecimiento de la población simiesca fue ya imposible; en el mejor de los
casos el número de sus animales podía mantenerse al mismo nivel. Pero todos los
animales son unos grandes despilfarradores de alimentos; además, con frecuencia
destruyen en germen la nueva generación de reservas alimenticias. A diferencia del
cazador, el lobo no respeta la cabra montés que habría de proporcionarle cabritos al
año siguiente; las cabras de Grecia, que devoran los jóvenes arbustos antes de que
puedan desarrollarse, han dejado desnudas todas las montañas del país. Esta
«explotación rapaz» llevada a cabo por los animales desempeña un gran papel en la
transformación gradual de las especies, al obligarlas a adaptarse a unos alimentos que
no son los habituales para ellas, con lo que cambia la composición química de su
sangre y se modifica poco a poco toda la constitución física del animal; las especies
ya plasmadas desaparecen. No cabe duda de que ésta explotación rapaz contribuyó en
alto grado a la humanización de nuestros antepasados, pues amplió el número de
plantas y las partes de éstas utilizadas en la alimentación por aquella raza de monos
que superaba con ventaja a todas las demás en inteligencia y en capacidad de
adaptación. En una palabra, la alimentación, cada vez más variada, aportaba al
organismo nuevas y nuevas substancias, con lo que fueron creadas las condiciones
químicas para la transformación de estos monos en seres humanos. Pero todo esto no
era trabajo en el verdadero sentido de la palabra. El trabajo comienza con la
elaboración de instrumentos. ¿Y qué son los instrumentos más antiguos, si juzgamos
por los restos que nos han llegado del hombre prehistórico, por el género de vida de
los pueblos más antiguos que …
[*] Sir William Thomson, autoridad de primer orden en la materia calculó que ha
debido transcurrir poco más de cien millones de años desde el momento en que la
21

Tierra se enfrió lo suficiente para que en ella pudieran vivir las plantas y los animales
(pág.72) registra la historia, así como por el de los salvajes actuales más primitivos?
Son instrumentos de caza y de pesca; los primeros utilizados también como armas.
Pero la caza y la pesca suponen el tránsito de la alimentación exclusivamente vegetal
a la alimentación mixta, lo que significa un nuevo paso de suma importancia en la
transformación del mono en hombre. El consumo de carne ofreció al organismo, en
forma casi acabada, los ingredientes más esenciales para su metabolismo. Con ello
acortó el proceso de la digestión y otros procesos de la vida vegetativa del organismo
(es decir, los procesos análogos a los de la vida de los vegetales), ahorrando así
tiempo, materiales y estímulos para que pudiera manifestarse activamente la vida
propiamente animal. Y cuanto más se alejaba el hombre en formación del reino
vegetal, más se elevaba sobre los animales. De la misma manera que el hábito a la
alimentación mixta convirtió al gato y al perro salvajes en servidores del hombre, así
también el hábito a combinar la carne con la dieta vegetal contribuyó poderosamente
a dar fuerza física e independencia al hombre en formación. Pero donde más se
manifestó la influencia de la dieta cárnea fue en el cerebro, que recibió así en mucha
mayor cantidad que antes las substancias necesarias para su alimentación y
desarrollo, con lo que su perfeccionamiento fue haciéndose mayor y más rápido de
generación en generación. Debemos reconocer —y perdonen los señores vegetarianos
— que no ha sido sin el consumo de la carne como el hombre ha llegado a ser
hombre; y el hecho de que, en una u otra época de la historia de todos los pueblos
conocidos, el empleo de la carne en la alimentación haya llevado al canibalismo (aún
en el siglo X, los antepasados de los berlineses, los veletabos o vilzes, solían devorar
a sus progenitores) es una cuestión que no tiene hoy para nosotros la menor
importancia.

El consumo de carne en la alimentación significó dos nuevos avances de


importancia decisiva: el uso del fuego y la domesticación de animales. El primero
redujo aún más el proceso de la digestión, ya que permitía llevar a la boca comida,
como si dijéramos, medio digerida; el segundo multiplicó las reservas de carne, pues
22

ahora, a la par con la caza, proporcionaba una nueva fuente para obtenerla en forma
más regular. La domesticación de animales también proporcionó, con la leche y sus
derivados, un nuevo alimento, que en cuanto a composición era por lo menos del
mismo valor que la carne. Así, pues, estos dos adelantos se convirtieron directamente
para el hombre en nuevos medios de emancipación. No podemos detenernos aquí a
examinar en detalle sus consecuencias indirectas, a pesar de toda la importancia que
hayan podido tener para el desarrollo del hombre y de la sociedad, pues tal examen
nos apartaría demasiado de nuestro tema.

El hombre, que había aprendido a comer todo lo comestible, aprendió también, de


la misma manera, a vivir en cualquier clima. Se extendió por toda la superficie
habitable de la Tierra siendo el único animal capaz de hacerlo por propia iniciativa.
Los demás animales que se han adaptado a todos los climas —los animales
domésticos y los insectos parásitos— no lo lograron por sí solos, sino únicamente
siguiendo al hombre. Y el paso del clima uniformemente cálido de la patria original, a
zonas más frías donde el año se dividía en verano e invierno, creó nuevas
necesidades, al obligar al hombre a buscar habitación y a cubrir su cuerpo para
protegerse del frío y de la humedad. Así surgieron nuevas esferas de trabajo y, con
ellas, nuevas actividades que fueron apartando más y más al hombre de los animales.

Gracias a la cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no


sólo en cada individuo, sino también en la sociedad, los hombres fueron aprendiendo
a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a plantearse y a alcanzar objetivos
cada vez más elevados. El trabajo mismo se diversificaba y perfeccionaba de
generación en generación extendiéndose cada vez a nuevas actividades. A la caza y a
la ganadería vino a sumarse la agricultura, y más tarde el hilado y el tejido, el trabajo
de los metales, la alfarería y la navegación. Al lado del comercio y de los oficios
aparecieron, finalmente, las artes y las ciencias; de las tribus salieron las naciones y
los Estados. Se desarrollaron el Derecho y la Política, y con ellos el reflejo fantástico
de las cosas humanas en la mente del hombre: la religión. Frente a todas estas
23

creaciones, que se manifestaban en primer término como productos del cerebro y


parecían dominar las sociedades humanas, las producciones más modestas, fruto del
trabajo de la mano, quedaron relegadas a segundo plano, tanto más cuanto que en una
fase muy temprana del desarrollo de la sociedad (por ejemplo, ya en la familia
primitiva), la cabeza que planeaba el trabajo era ya capaz de obligar a manos ajenas a
realizar el trabajo proyectado por ella. El rápido progreso de la civilización fue
atribuido exclusivamente a la cabeza, al desarrollo y a la actividad del cerebro. Los
hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus pensamientos, en lugar de
buscar ésta explicación en sus necesidades (reflejadas, naturalmente, en la cabeza del
hombre, que así cobra conciencia de ellas). Así fue cómo, con el transcurso del
tiempo, surgió esa concepción idealista del mundo que ha dominado el cerebro de los
hombres, sobre todo desde la desaparición del mundo antiguo, y que todavía lo sigue
dominando hasta el punto de que incluso los naturalistas de la escuela darviniana más
allegados al materialismo son aún incapaces de formarse una idea clara acerca del
origen del hombre, pues esa misma influencia idealista les impide ver el papel
desempeñado aquí por el trabajo.

Los animales, como ya hemos indicado de pasada, también modifican con su


actividad la naturaleza exterior, aunque no en el mismo grado que el hombre; y estas
modificaciones provocadas por ellos en el medio ambiente repercuten, como hemos
visto, en sus originadores, modificándolos a su vez. En la naturaleza nada ocurre en
forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influenciado por éste; y es
generalmente el olvido de este movimiento y de ésta interacción universal lo que
impide a nuestros naturalistas percibir con claridad las cosas más simples. Ya hemos
visto cómo las cabras han impedido la repoblación de los bosques en Grecia; en Santa
Elena, las cabras y los cerdos desembarcados por los primeros navegantes llegados a
la isla exterminaron casi por completo la vegetación allí existente, con lo que
prepararon el suelo para que pudieran multiplicarse las plantas llevadas más tarde por
otros navegantes y colonizadores. Pero la influencia duradera de los animales sobre la
naturaleza que los rodea es completamente involuntaria y constituye, por lo que a los
24

animales se refiere, un hecho accidental. Pero cuanto más se alejan los hombres de
los animales, más adquiere su influencia sobre la naturaleza el carácter de una acción
intencional y planeada, cuyo fin es lograr objetivos proyectados de antemano. Los
animales destrozan la vegetación del lugar sin darse cuenta de lo que hacen. Los
hombres, en cambio, cuando destruyen la vegetación lo hacen con el fin de utilizar la
superficie que queda libre para sembrar cereales, plantar árboles o cultivar la vid,
conscientes de que la cosecha que obtengan superará varias veces lo sembrado por
ellos. El hombre traslada, de un país a otro, plantas útiles y animales domésticos
modificando así la flora y la fauna de continentes enteros. Más aún; las plantas y los
animales, cultivadas aquéllas y criados éstos en condiciones artificiales, sufren tales
modificaciones bajo la influencia de la mano del hombre que se vuelven
irreconocibles. Hasta hoy día no han sido hallados aún los antepasados silvestres de
nuestros cultivos cerealistas. Aún no ha sido resuelta la cuestión de saber cuál es el
animal que ha dado origen a nuestros perros actuales, tan distintos unos de otros, o a
las actuales razas de caballos, también tan numerosas.

Por lo demás, de suyo se comprende que no tenemos la intención de negar a los


animales la facultad de actuar en forma planificada, de un modo premeditado. Por el
contrario, la acción planificada existe en germen dondequiera que el protoplasma —la
albúmina viva— exista y reaccione, es decir, realice determinados movimientos,
aunque sean los más simples, en respuesta a determinados estímulos del exterior.
Esta reacción se produce, no digamos ya en la célula nerviosa, sino incluso cuando
aún no hay célula de ninguna clase. El acto mediante el cual las plantas insectívoras
se apoderan de su presa, aparece también, hasta cierto punto, como un acto planeado,
aunque se realice de un modo totalmente inconsciente. La facultad de realizar actos
conscientes y premeditados se desarrolla en los animales en correspondencia con el
desarrollo del sistema nervioso, y adquiere ya en los mamíferos un nivel bastante
elevado. Durante la caza inglesa de la zorra puede observarse siempre la infalibilidad
con que la zorra utiliza su perfecto conocimiento del lugar para ocultarse a sus
perseguidores, y lo bien que conoce y sabe aprovechar todas las ventajas del terreno
25

para despistarlos. Entre nuestros animales domésticos, que han llegado a un grado
más alto de desarrollo gracias a su convivencia con el hombre, pueden observarse a
diario actos de astucia, equiparables a los de los niños, pues lo mismo que el
desarrollo del embrión humano en el claustro materno es una repetición abreviada de
toda la historia del desarrollo físico seguido a través de millones de años por nuestros
antepasados del reino animal, a partir del gusano, así también el desarrollo mental del
niño representa una repetición, aún más abreviada, del desarrollo intelectual de esos
mismos antepasados, en todo caso de los menos remotos. Pero ni un solo acto
planificado de ningún animal ha podido imprimir en la naturaleza el sello de su
voluntad. Sólo el hombre ha podido hacerlo.

Resumiendo: lo único que pueden hacer los animales es utilizar la naturaleza


exterior y modificarla por el mero hecho de su presencia en ella. El hombre, en
cambio, modifica la naturaleza y la obliga así a servirle, la domina. Y ésta es, en
última instancia, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás
animales, diferencia que, una vez más, viene a ser efecto del trabajo [* Acotación al
margen: «Ennoblecimiento»]. Sin embargo, no nos dejemos llevar del entusiasmo
ante nuestras victorias sobre la naturaleza. Después de cada una de estas victorias, la
naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas
victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen
unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las
primeras. Los hombres que en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otras regiones
talaban los bosques para obtener tierra de labor, ni siquiera podían imaginarse que, al
eliminar con los bosques los centros de acumulación y reserva de humedad, estaban
sentando las bases de la actual aridez de esas tierras. Los italianos de los Alpes, que
talaron en las laderas meridionales los bosques de pinos, conservados con tanto celo
en las laderas septentrionales, no tenía idea de que con ello destruían las raíces de la
industria lechera en su región; y mucho menos podían prever que, al proceder así,
dejaban la mayor parte del año sin agua sus fuentes de montaña, con lo que les
permitían, al llegar el período de las lluvias, vomitar con tanta mayor furia sus
26

torrentes sobre la planicie. Los que difundieron el cultivo de la patata en Europa no


sabían que con este tubérculo farináceo difundían a la vez la escrofulosis. Así, a cada
paso, los hechos nos recuerdan que nuestro dominio sobre la naturaleza no se parece
en nada al dominio de un conquistador sobre el pueblo conquistado, que no es el
dominio de alguien situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros, por nuestra
carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, pertenecemos a la naturaleza, nos
encontramos en su seno, y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a
diferencia de los demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas
adecuadamente.

En efecto, cada día aprendemos a comprender mejor las leyes de la naturaleza y a


conocer tanto los efectos inmediatos como las consecuencias remotas de nuestra
intromisión en el curso natural de su desarrollo. Sobre todo después de los grandes
progresos logrados en este siglo por las Ciencias Naturales, nos hallamos en
condiciones de prever, y, por tanto, de controlar cada vez mejor las remotas
consecuencias naturales de nuestros actos en la producción, por lo menos de los más
corrientes. Y cuanto más sea esto una realidad, más sentirán y comprenderán los
hombres su unidad con la naturaleza, y más inconcebible será esa idea absurda y
antinatural de la antítesis entre el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el
alma y el cuerpo, idea que empieza a difundirse por Europa a raíz de la decadencia de
la antigüedad clásica y que adquiere su máximo desenvolvimiento en el cristianismo.

Mas, si han sido precisos miles de años para que el hombre aprendiera en cierto
grado a prever las remotas consecuencias naturales de sus actos dirigidos a la
producción, mucho más le costó aprender a calcular las remotas consecuencias
sociales de esos mismos actos. Ya hemos hablado más arriba de la patata y de sus
consecuencias en cuanto a la difusión de la escrofulosis: Pero, ¿qué importancia
puede tener la escrofulosis comparada con los efectos que sobre las condiciones de
vida de las masas del pueblo de países enteros ha tenido la reducción de la dieta de
los trabajadores a simples patatas, con el hambre que se extendió en 1847 por Irlanda
27

a consecuencia de una enfermedad de este tubérculo, y que llevó a la tumba a un


millón de irlandeses que se alimentaban exclusivamente o casi exclusivamente de
patatas y obligó a emigrar allende el océano a otros dos millones? Cuando los árabes
aprendieron a destilar el alcohol, ni siquiera se les ocurrió pensar que habían creado
una de las armas principales con que habría de ser exterminada la población indígena
del continente americano, aún desconocido, en aquel entonces. Y cuando Colón
descubrió más tarde América, no sabía que a la vez daba nueva vida a la esclavitud,
desaparecida desde hacía mucho tiempo en Europa, y sentaba las bases de la trata de
negros. Los hombres que en los siglos XVII y XVIII trabajaron para crear la máquina
de vapor, no sospechaban que estaban creando un instrumento que habría de
subvertir, más que ningún otro, las condiciones sociales en todo el mundo, y que,
sobre todo en Europa, al concentrar la riqueza en manos de una minoría y al privar de
toda propiedad a la inmensa mayoría de la población, habría de proporcionar primero
el dominio social y político a la burguesía y provocar después la lucha de clases entre
la burguesía y el proletariado, lucha que sólo puede terminar con el derrocamiento de
la burguesía y la abolición de todos los antagonismos de clase. Pero también aquí,
aprovechando una experiencia larga, y a veces cruel, confrontando y analizando los
materiales proporcionados por la historia, vamos aprendiendo poco a poco a conocer
las consecuencias sociales indirectas y más remotas de nuestros actos en la
producción, lo que nos permite extender también a estas consecuencias nuestro
dominio y nuestro control.

Sin embargo, para llevar a cabo este control se requiere algo más que el simple
conocimiento. Hace falta una revolución que transforme por completo el modo de
producción existente hasta hoy día y, con él, el orden social vigente.

Todos los modos de producción que han existido hasta el presente sólo buscaban el
efecto útil del trabajo en su forma más directa e inmediata. No hacían el menor caso
de las consecuencias remotas, que sólo aparecen más tarde y cuyo efecto se
manifiesta únicamente gracias a un proceso de repetición y acumulación gradual. La
28

primitiva propiedad comunal de la tierra correspondía, por un lado, a un estado de


desarrollo de los hombres en el que el horizonte de éstos quedaba limitado, por lo
general, a las cosas más inmediatas, y presuponía, por otro lado, cierto excedente de
tierras libres, que ofrecía cierto margen para neutralizar los posibles resultados
adversos de ésta economía positiva. Al agotarse el excedente de tierras libres,
comenzó la decadencia de la propiedad comunal.

Todas las formas más elevadas de producción que vinieron después condujeron a la
división de la población en clases diferentes y, por tanto, al antagonismo entre las
clases dominantes y las clases oprimidas. En consecuencia, los intereses de las clases
dominantes se convirtieron en el elemento propulsor de la producción, en cuanto ésta
no se limitaba a mantener bien que mal la mísera existencia de los oprimidos. Donde
esto halla su expresión más acabada es en el modo de producción capitalista que
prevalece hoy en la Europa Occidental. Los capitalistas individuales, que dominan la
producción y el cambio, sólo pueden ocuparse de la utilidad más inmediata de sus
actos. Más aún; incluso ésta misma utilidad —por cuanto se trata de la utilidad de la
mercancía producida o cambiada— pasa por completo a segundo plano, apareciendo
como único incentivo la ganancia obtenida en la venta.

***

La ciencia social de la burguesía, la Economía Política clásica, sólo se ocupa


preferentemente de aquellas consecuencias sociales que constituyen el objetivo
inmediato de los actos realizados por los hombres en la producción y el cambio. Esto
corresponde plenamente al régimen social cuya expresión teórica es esa ciencia. Por
cuanto los capitalistas aislados producen o cambian con el único fin de obtener
beneficios inmediatos, sólo pueden ser tenidos en cuenta, primeramente, los
resultados más próximos y más inmediatos. Cuando un industrial o un comerciante
vende la mercancía producida o comprada por él y obtiene la ganancia habitual, se da
por satisfecho y no le interesa lo más mínimo lo que pueda ocurrir después con esa
29

mercancía y su comprador. Igual ocurre con las consecuencias naturales de esas


mismas acciones. Cuando en Cuba los plantadores españoles quemaban los bosques
en las laderas de las montañas para obtener con la ceniza un abono que sólo les
alcanzaba para fertilizar una generación de cafetos de alto rendimiento, ¡poco les
importaba que las lluvias torrenciales de los trópicos barriesen la capa vegetal del
suelo, privada de la protección de los árboles, y no dejasen tras sí más que rocas
desnudas! Con el actual modo de producción, y por lo que respecta tanto a las
consecuencias naturales como a las consecuencias sociales de los actos realizados por
los hombres, lo que interesa preferentemente son sólo los primeros resultados, los
más palpables. Y luego hasta se manifiesta extrañeza de que las consecuencias
remotas de las acciones que perseguían esos fines resulten ser muy distintas y, en la
mayoría de los casos, hasta diametralmente opuestas; de que la armonía entre la
oferta y la demanda se convierta en su antípoda, como nos lo demuestra (pág.79) el
curso de cada uno de esos ciclos industriales de diez años, y como han podido
convencerse de ello los que con el «crac»[3]han vivido en Alemania un pequeño
preludio; de que la propiedad privada basada en el trabajo de uno mismo se convierta
necesariamente, al desarrollarse, en la desposesión de los trabajadores de toda
propiedad, mientras toda la riqueza se concentra más y más en manos de los que no
trabajan; de que [...][*]

Escrito por Engels en 1876.


Publicado por primera vez
en la revista Die Neue Zeit, Bd. 2,
N° 44, 1895-1896. Se publica de acuerdo con el manuscrito. Traducido del alemán.
[*] Aquí se interrumpe el manuscrito. (N. de la Edit.)

NOTAS
[1] El presente artículo fue ideado inicialmente como introducción a un trabajo más
extenso denominado Tres formas fundamentales de esclavización. Pero, visto que el
propósito no se cumplía, Engels acabó por dar a la introducción el título El papel del
30

trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre. Engels explica en ella


el papel decisivo del trabajo, de la producción de instrumentos, en la formación del
tipo físico del hombre y la formación de la sociedad humana, mostrando que, a partir
de un antepasado parecido al mono, como resultado de un largo proceso histórico, se
desarrolló un ser cualitativamente distinto, el hombre. Lo más probable es que el
artículo haya sido escrito en junio de 1876.- 66
[2] Véase el libro de C. Darwin The Descent of Man and Selection in Relation to Sex
(«El origen del hombre y la selección sexual»), publicado en Londres en 1871.- 66
[3]Trátase de la crisis económica mundial de 1873. En Alemania, la crisis comenzó
con una «grandiosa bancarrota» en mayo de 1873, preludio de la crisis que duró hasta
fines de los años 70 - 79


L. S. Vygotski
31

Capítulo VII. Pensamiento y palabra3

He olvidado la palabra que quería


pronunciar y mi pensamiento, incorpóreo,
regresa al reino de las sombras.
(De un poema de O. Mandestam)
I
Cuando comenzamos nuestro estudio lo hicimos con la intención de descubrir las
relaciones entre pensamiento y palabra en las primeras etapas del desarrollo filo y
ontogenético, pero no hemos encontrado una interdependencia específica entre sus
raíces genéticas. Descubrimos simplemente que la íntima relación que buscábamos,
no constituía un prerrequisito para el desarrollo histórico de la consciencia humana,
sino más bien, un producto de la misma.

En los animales, incluyendo a los antropoides cuyo lenguaje es fonéticamente


semejante al humano, y cuyo intelecto es afín al del hombre, la palabra y el
pensamiento no se encuentran interrelacionados. Asimismo no cabe duda de que en le
desarrollo del niño existe un período pre–lingüístico en el pensamiento y una fase
pre–intelectual en el lenguaje. Pensamiento y palabra se encuentran conectados por
un vínculo primario. La conexión se origina, cambia y crece en el curso de su
evolución.

Sin embargo sería un error considerar el pensamiento y la palabra como dos


procesos sin conexión que pueden ser paralelos o cruzarse en ciertos puntos
influyéndose mecánicamente. La ausencia de un vínculo primario no implica que
entre ellos solo pueda formarse una conexión mecánica. La futilidad de muchas de las
investigaciones anteriores se debió en gran parte a la presunción de que el
pensamiento y la palabra eran elementos aislados e independientes y el pensamiento
verbal un fruto de su unión externa.
3
Tomado de L. S. Vygotski. Pensamiento y lenguaje. Teoría del desarrollo cultural de las funciones
psíquicas. Edición Revolucionaria, La Habana, 1966. pp. 133 – 165
32

El método de análisis basado en esta conexión estaba destinado a fracasar pues


intentaba explicar las propiedades del pensamiento verbal fraccionándolo en sus
componentes –pensamiento y palabra–, ninguno de los cuales, considerado por
separado, posee las propiedades del conjunto. Este método no constituye un análisis
verdadero, útil en la resolución de problemas concretos, sino que conduce más bien a
generalizaciones. Lo hemos comparado al análisis del agua separándola en hidrógeno
y oxígeno, cuyo resultado solo proporcionaría hallazgos aplicables a toda el agua
existente en la naturaleza, desde el océano Pacífico hasta una gota de lluvia. De
modo similar, la afirmación de que el pensamiento verbal se compone de procesos se
aplica a su totalidad y a cada una de sus manifestaciones, sin explicar ninguno de los
problemas específicos que se presentan al investigador.

Nosotros hemos intentado un nuevo enfoque y sustituimos el análisis de los


elementos por el de unidades, cada una de las cuales retiene en forma simple todas las
propiedades del conjunto. Esta unidad del pensamiento verbal la encontramos en la
significación de la palabra. Ambos términos constituyen una amalgama tan estrecha
de pensamiento y lenguaje que resulta difícil dilucidar si es un fenómeno del habla o
del pensamiento. Una palabra sin significado es un sonido vacío, el significado es,
por lo tanto, un criterio de la “palabra” y su componente indispensable. AL parecer,
en este caso, se podría contemplar como un fenómeno del lenguaje. Pero desde el
punto de vista de la psicología, el significado de cada palabra es una generalización o
un concepto. Si las generalizaciones y conceptos son innegablemente actos del
pensamiento, podemos considerar el significado como un fenómeno inherente al
pensamiento. Sin embargo, esto no implica que el significado pertenezca
formalmente a dos esferas diferentes de la vida psíquica. El significado de la palabra
es un fenómeno del pensamiento mientras éste esté encarnado en el lenguaje, y del
habla sólo en tanto esté relacionado con el pensamiento e iluminada por él. Es un
fenómeno del pensamiento verbal, o del lenguaje significativo, una unión de palabra
y pensamiento.
33

Nuestras investigaciones experimentales confirman ampliamente esta tesis básica.


No solo probaron que el estudio concreto del desarrollo del pensamiento verbal se
posibilita mediante el uso del significado de la palabra como unidad analítica, sino
que también condujeron a una segunda tesis, que nosotros consideramos como
resultado de la principal de nuestro estudio y que surge directamente de la primera, y
es que el significado de la palabra está sujeto a un proceso evolutivo; este enfoque
debe reemplazar el postulado de la inmutabilidad de los significados.

Las antiguas escuelas de psicología consideraban que el enlace entre la palabra y el


significado era un vínculo de asociación que se establecía a través de percepciones
simultáneas y repetidas de determinados sonidos y objetos. Una palabra sugiere a la
mente su contenido como el sobretodo de un amigo nos hace pensar en él, o una casa
en sus moradores. La asociación entre la palabra y el significado puede tornarse más
fuerte o más débil, enriquecerse por conexiones con otros objetos de la misma
especie, extenderse sobre u campo más amplio o restringirse a otro más limitado,
puede sufrir cambios cuantitativos y externos, pero no puede cambiar su naturaleza
psicológica. Para que esto sucediera tendría que dejar de ser una asociación. Desde
ese punto de vista cualquier desarrollo del significado de las palabras resulta
inexplicable e imposible: esta es una implicación que obstaculizó tanto el trabajo de
los lingüistas como el de los psicólogos. La semántica adoptó la teoría de la
asociación y continuó considerando el significado de las palabras como un enlace
entre el sonido de las mismas y su contenido. Todas las palabras, desde las más
concretas a las más abstractas, parecían estar constituidas de la misma manera, en lo
concerniente al significado, sin contener nada relativo al lenguaje como tal; una
palabra nos hacía pensar en su significado, del mismo modo que un objeto cualquiera
nos recuerda a otro. No es sorprendente que la semántica ni siquiera mencionara el
problema de la evolución del significado de las palabras. El desarrollo se reducía a
cambios en las conexiones asociativas entre determinadas palabras y objetos. Un
vocablo podía denominar primero un objeto y luego asociarse con otro, en la misma
34

forma en que un sobretodo, habiendo cambiado de dueño, puede hacernos recordar


primero a una persona y luego a otra. La lingüística no comprendió que en la
evolución histórica del lenguaje también cambian la estructura del significado y su
naturaleza psicológica. El pensamiento verbal se eleva de las generalizaciones
primitivas a los conceptos más abstractos. No cambia solo el contenido de la palabra,
sino el modo en el que se generaliza la realidad y se refleja a través de la palabra. La
teoría de la asociación también resulta inadecuada para explicar el desarrollo del
significado de los vocablos en la infancia. Asimismo, en este caso, solo puede dar
cuenta de los cambios puramente cuantitativos y externos que sufren los vínculos de
unión entre palabra y significado, en lo que concierne a su enriquecimiento y
consolidación, pero no de los cambios estructurales y psicológicos fundamentales que
pueden ocurrir y ocurren en el desarrollo del lenguaje infantil.

Aunque la teoría de la asociación fue abandonada tiempo atrás, la interpretación de


palabra y significado no sufrió variaciones. La escuela de Würsburgo, cuyo objetivo
principal era demostrar la imposibilidad de reducir el pensamiento a un mero juego
reasociaciones, y probar la existencia de leyes específicas que gobiernan el fluir del
pensamiento, no revisó la teoría de la asociación de palabra significado ni expresó
tampoco la necesidad de hacerlo. Liberó al pensamiento de trabas de la sensación y la
fantasía y de las leyes de la asociación y lo convirtió en un acto puramente espiritual,
retornando así a los conceptos precientíficos de San Agustín y Descartes,
aproximándose por último al un idealismo extremadamente subjetivo. La psicología
del pensamiento se movía en dirección de las ideas de Platón. Al mismo tiempo el
lenguaje fue dejado a merced de la asociación. Aún después de los trabajos de la
escuela de Würsburgo, la relación entre la palabra y su significado se consideraba
como un vínculo de simple asociación. El vocablo resultaba ser solo concomitante
externo del pensamiento, una investidura que no influía en su vida interior.
Pensamiento y palabra nunca estuvieron tan separados como durante el período de la
escuela de Würsburgo. Se suprimió la teoría de la asociación en el campo del
pensamiento, pero aumentó su influencia en el del lenguaje.
35

El trabajo de otros psicólogos reforzó esta tendencia. Selz continuó investigando el


pensamiento sin considerar sus relaciones con el habla y llegó a la conclusión de que
la inteligencia productiva del hombre y las operaciones mentales de los chimpancés
eran de naturaleza idéntica, ignoró así totalmente la influencia de las palabras en el
pensamiento.

Incluso Ach, que realizó un estudio especial del significado de las palabras, y trató
de superar el asociacionismo en su teoría de los conceptos, no fue más allá de la
presunción de la existencia de “tendencias determinantes” que operaban junto con las
asociaciones e el proceso de formación de los conceptos. Por lo tanto, sus
conclusiones no cambiaron las antiguas ideas respecto del significado de las palabras.
Al identificar concepto con significado, impidió el desarrollo y los cambios en los
conceptos. Una vez establecido el significado de una palabra, quedaba asignado para
siempre, su desarrollo había alcanzado el tope. Los mismos principios habían sido
sostenidos por los psicólogos que atacó Ach. Ambas concepciones tenían su punto de
partida en el desarrollo del concepto, disentían solo con respecto al modo en que
comienza la formación del significado de las palabras.

El campo de la psicología de la Gestalt no era muy distinto el panorama que se


presentaba. Esta escuela persistió durante más tiempo que las otras en el intento de
superar el principio general de la asociación. Sus teorizadores no estaban satisfechos
con la solución parcial del problema y trataron de liberar el pensamiento y el lenguaje
de las reglas asociacionistas, comprendiendo a ambos bajo las reglas de la formación
estructural. Nos sorprende, sin embargo, que esta, una de las más progresistas entre
las modernas escuelas de psicología, no haya realizado ningún avance con respecto
a la teoría del pensamiento y el lenguaje.

Esto fue el resultado de haber mantenido la completa separación de estas dos


funciones. A la luz de la psicología de la Gestalt, la relación entre pensamiento y
36

lenguaje aparece como una simple analogía, una reducción de ambos a un común
denominador estructural. De acuerdo a las experiencias de Koehler, la formación de
las primeras palabras significativas en un niño se consideraba similar a la de las
operaciones intelectuales de un chimpancé. Las palabras ingresan en la estructura de
las cosas y adquieren cierto significado funcional, de modo semejante al que un palo
se convierte para el chimpancé en parte de la estructura que le permitirá la obtención
de la fruta y adquiere así el significado funcional de herramienta. La conexión entre
palabra y significado ya no se considera un planteo de simple asociación, sino una
cuestión de estructura. Parecería que aquí se da un paso adelante, pero si
consideramos más atentamente el nuevo enfoque, es fácil advertir que el adelanto es
solo una ilusión y que aún permanecemos en el mismo lugar. El principio estructural
se aplica a todas las relaciones entre las cosas en el mismo plano indiferenciado en
que anteriormente se había aplicado el principio del asociacionismo, y por lo tanto
continúa siendo imposible el tratamiento de las relaciones específicas entre palabra y
significado. Desde el comienzo se consideran como idénticas en principio todas las
relaciones entre las cosas. En la oscuridad de la psicología de la Gestalt los gatos son
tan grises como las antiguas nieblas del asociacionismo universal.

Mientras que Ach trató de superar la teoría de la asociación a través de la de “la


tendencia determinante”, la psicología de la Gestalt la combatió a partir del principio
de la estructura, manteniendo, sin embargo, los dos errores fundamentales de la
antigua teoría: la suposición de la naturaleza idéntica de todas las conexiones y la de
que el significado de las palabras no sufre variaciones. La vieja y nueva psicología
supusieron que el desarrollo del significado de una palabra finalizaba tan pronto
como este emergía. Los nuevos rumbos que orientaron la psicología facilitaron el
progreso de todas las ramas, salvo las correspondientes al estudio del pensamiento y
del lenguaje. Aquí los nuevos principios se asemejan a los viejos como pueden
parecerse dos gemelos.
37

La psicología de la Gestalt se detuvo en el campo del lenguaje y retrocedió en el del


pensamiento. La escuela de Würburgo había reconocido al menos que el pensamiento
tiene leyes propias. La teoría gestaltista niega su existencia. Al reducir a un común
denominador estructural tanto las percepciones de las aves domésticas, como las
operaciones mentales de los chimpancés, las primeras palabras significativas del nuño
y el pensamiento conceptual del adulto impidió toda distinción entre la percepción
más elemental y las formas más elevadas del pensamiento.

II
El descubrimiento de que los significados de las palabras sufren un proceso de
desarrollo, permitió al estudio del pensamiento y del lenguaje evadirse de un callejón
sin salida. Se estableció que eran dinámicos y no formaciones estáticas. Cambian al
mismo tiempo que el niño se desarrolla y de acuerdo a las diferentes formas en que
funciona el pensamiento.

Si el significado de las palabras varía en su estructura interna, también lo hace la


relación entre pensamiento y palabra. Para comprender la dinámica de esa relación
debemos completar el enfoque genético de nuestro estudio principal con el análisis de
las funciones y examinar el papel del significado de la palabra en el curso del
pensamiento.

Consideraremos el proceso del pensamiento verbal desde su primera formulación


indiferenciada hasta la más completa. Lo que queremos demostrar ahora no es cómo
se desarrollan los significados a través de largos períodos de tiempo, sino cómo
funcionan en el proceso viviente del pensamiento verbal. En base a este análisis
funcional tendremos la posibilidad de demostrar que cada paso en el desarrollo del
significado de las palabras presenta una relación particular propia entre el
pensamiento y el lenguaje, y puesto que los problemas funcionales se resuelven más
fácilmente a través de un examen de la forma más elevada de una actividad,
38

dejaremos de lado por el momento el problema del desarrollo u consideraremos las


relaciones entre pensamiento y palabra en las mentes adultas.

La idea fundamental de la discusión que nos ocupa se puede resumir así: la relación
entre pensamiento y palabra no es un hecho, sino un proceso, un continuo ir y venir
del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento, y en él la relación entre
pensamiento y palabra sufre cambios que pueden ser considerados como desarrollo en
el sentido funcional. El pensamiento no se expresa simplemente en palabras, sino que
existe a través de ellas. Todo pensamiento tiende a conectar una cosa con otra, a
establecer relaciones, se mueve, crece y se desarrolla, realiza una función, resuelve un
problema. Este fluir transcurre como un movimiento interior a través de una serie de
planos, Un análisis de la interacción del pensamiento y la palabra debe comenzar con
la investigación de las diferentes fases y planos que atraviesa un pensamiento antes de
ser formulado en palabras.

Lo primero que revela este estudio es la necesidad de distinguir dos planos en el


lenguaje: su aspecto interno, significativo y semántico, y el externo y fonético que
-aunque forman una verdadera unidad- tienen sus propias leyes de movimiento. La
unidad del lenguaje es compela y carece de homogeneidad. Determinados hechos en
el desarrollo lingüístico del niño indican movimientos independientes en las esferas
fonéticas y semánticas. Vamos a señalar los dos factores más importantes.

Para adquirir el dominio del lenguaje externo, el niño arranca de una palabra, luego
conecta dos o tres, un poco más tarde pasa de frases simples a otras más complicadas
y finalmente a un lenguaje coherente formado por una serie de oraciones; en otras
palabras, va de una fracción al todo. En lo que respecta al significado, las primeras
palabras de un niño cumplen el papel de una oración completa, Desde el punto de
vista semántico los niños parten de la totalidad de un complejo significativo, y solo
más tarde comienzan a dominar las diferentes unidades semánticas –los significados
de las palabras- y a dividir su pensamiento anterior indiferenciado en esas unidades.
39

Los aspectos externos y semánticos del lenguaje se desarrollan en direcciones


opuestas, uno va de lo particular a lo general, de la palabra a la frase, y el otro de lo
general a lo particular, de la oración a la palabra.

Esto es suficiente para demostrar la importancia de la distinción entre los aspectos


vocales y semánticos del lenguaje, que se mueven en direcciones inversas y, por lo
tanto, sus líneas evolutivas no coinciden aunque eso no significa que sean
independientes. Por el contrario, su diferencia es la primera etapa de un estrecho
enlace. Efectivamente, en nuestro ejemplo se revelan con suma claridad sus
relaciones internas como sus distinciones. El pensamiento de un niño debido
justamente a que surge como un total borroso y amorfo debe expresarse con una sola
palabra., A medida que se torna más diferenciado se encuentra con más dificultades
para expresarlo en palabras aisladas u construye un todo compuesto. Recíprocamente,
el progreso lingüístico que se produce hasta llegar al total diferenciado de una oración
ayuda a avanzar los pensamientos desde un total homogéneo hacia partes bien
definida. Pensamiento y palabra no están cortados por el mismo molde; en cierto
sentido existen entre ellos más diferencias que semejanzas. La estructura del lenguaje
no refleja simplemente la del pensamiento, es por eso que las palabras no pueden ser
utilizadas por la inteligencia como si fueran ropas a medida. El pensamiento sufre
muchos cambios al convert6irse e lenguaje. No es una mera expresión lo que
encuentra en el lenguaje halla su realidad y forma. Los procesos del desarrollo
semántico y fonético constituyen en esencia uno solo, debido justamente a sus
direcciones inversas.

El segundo factor, aunque no el menos importante, aparece en un período posterior


del desarrollo. Piaget demostró que el niño utiliza proposiciones relativas como
porque y aunque mucho antes de entender las estructuras significativas de esas
formas sintácticas. La gramática precede a la lógica. Aquí también, como en nuestro
ejemplo anterior, la discrepancia no excluye a la unión, sino que, en realidad, es
necesaria para que este se lleve a cabo.
40

En los adultos la divergencia entre los aspectos semánticos y fonéticos del lenguaje
es todavía más pronunciada. La lingüística moderna, con orientación psicológica,
reconoce este fenómeno, especialmente en lo que concierne a sujetos y predicado
gramaticales y psicológicos. Por ejemplo, en la oración “El reloj se cayó”, el énfasis y
significado pueden cambiar en diferentes situaciones. Supongamos que yo noto que el
reloj se ha detenido y pregunto cómo sucedió. La respuesta es; “El reloj se cayó”. El
sujeto psicológico y gramatical coincide: “El reloj” es la primera idea de mi
conciencia; “se cayó” es lo que se dice del reloj. Peor si oigo un ruido en la
habitación contigua y pregunto qué sucedió, obteniendo la misma respuesta, el sujeto
y el predicado están psicológicamente invertidos. Yo sabía que algo se había caído, y
me refiero a eso. “El reloj” completa la idea, la oración podría cambiarse por “Lo que
se cayó es el reloj”. En el prólogo a su obra Duke Ernst von Schaben, Uhland dice:
“trágicas escenas pasarán ante vosotros”. Psicológicamente “pasarán” es el sujeto. El
espectador sabe que va a presenciar una sucesión de hechos, la idea adicional, el
predicado es “Trágicas escenas”. Uhland quiso decir: “Lo que pasará frente a
ustedes es una tragedia”. Cualquier parte de la frase puede convertirse en el
predicado psicológico, en el mensajero del énfasis temático; por otra parte,
significados completamente distintos pueden ocultarse detrás de una estructura
gramatical. El acuerdo entre la organización sintáctica y psicológica no prevalece
como suponemos en general, más bien es un requerimiento pocas veces alcanzado.
No solo el sujeto, y el predicado, sino también los géneros números, caso, tiempos,
grados, etc., de la gramática poseen también sus dobles psicológicos. Una
exclamación espontánea, errónea desde el punto de vista gramatical, puede tener
encanto y valor estético. La corrección absoluta solo se logra más allá del lenguaje
natural en el campo de las matemáticas. Nuestra lengua cotidiana fluctúa
continuamente entro los ideales de la armonía matemática y la imaginativa.
41

Ilustraremos la interdependencia de los aspectos semánticos y gramaticales del


lenguaje con dos ejemplos que muestran que los cambios de la estructura formal
pueden acarrear modificaciones de vastos alcances en el significado.

Al traducir la fábula “La cigarra y la hormiga”, Krylov sustituye la cigarra de La


Fontaine por una libélula. En francés cigarra es femenino, y por tanto adecuado para
simbolizar una actitud ligera y despreocupada. El matiz se perdería en la traducción
literal, puesto que en ruso cigarra es masculino; al sustituir esta palabra por libélula,
que en ruso es femenina, Krylov pasó por alto el significado literal en favor de la
forma gramatical requerida para expresar el pensamiento de La Fontaine.

Tjutchev hizo otro tanto en su traducción del poema de Heine sobre un abeto y una
palmera. En alemán “abeto” es masculino y “palmera” femenino, y el poema sugiere
el amor de un hombre y de una mujer. En ruso los vocablos que designan ambos
árboles son del género femenino. Para que no perdiera su significado, Tjutchev
reemplazó el abeto por el cedro, que es masculino. Lermontov, en una traducción más
literal del mismo poema, lo privó de estas implicaciones poéticas y dio un sentido
enteramente diferente más abstracto y generalizado. Un detalle gramatical puede, en
algunos casos, cambiar totalmente el contenido de lo que se dice.

Detrás de las palabras se encuentra la gramática independiente del pensamiento, la


sintaxis del significado de las palabras. La expresión más simple, lejos de reflejar una
correspondencia constante y rígida entre sonido y significado, constituye en realidad,
un proceso. Las expresiones verbales no pueden surgir totalmente formadas, sino que
deben desarrollarse en forma gradual. Este complejo de transición entre significado y
sonido debe desarrollarse y perfeccionarse por sí mismo. El niño debe aprender a
distinguir entre la semántica y la fonética y comprender la naturaleza de la diferencia;
al principio utiliza las formas verbales y los significados sin tener conciencia de su
separación; para él la palabra es parte integrante del objeto que la denomina. Esta
concepción parece ser característica de la primitiva conciencia lingüística. Todos
42

conocemos la historia del campesino que manifestó no sorprenderse por el hecho de


que los sabios pudieran calcular el tamaño y el curso de las estrellas, con sus
instrumentos; lo que le habría asombrado hubiera sido que pudieran descubrir sus
nombres. Las experiencias simples demuestran que los niños en edad preescolar
“explican” los nombres de los objetos a través de sus atributos; según ellos, un animal
se llama “vaca” porque tiene cuernos; “ternero” porque sus cuernos son pequeños;
“perro” porque es pequeño y no tiene cuernos; un objeto recibe el nombre de “auto”
porque no es un animal. Cuando se les pregunta si es posible intercambiar las
denominaciones de los objetos y llamar “tinta” a la vaca y a la tinta “vaca”, los niños
responden que no “porque la tinta se usa para escribir y la vaca da leche”. Un cambio
de nombres significará un cambio de atributos característicos, tan inseparable es la
conexión entre ellos en la mente del niño. […]

Podemos ver lo difícil que es para un niño separar el nombre de un objeto de sus
atributos, que se adhieren a él cuando se adhieren a él cuando este se transfiere como
si fueran propiedades que van en pos de sus sueños.

Estos dos planos del lenguaje, el semántico y el fonético, empiezan a separarse a


medida que el niño crece y aumenta gradualmente la distancia entre ellos. Cada etapa
en el desarrollo del significado de las palabras posee una interrelación específica de
los dos planos. La capacidad de un niño para comunicarse mediante el lenguaje está
relacionada directamente con la diferenciación de los significados en su lenguaje y
conciencia.

Para comprender esto debemos recordar una característica básica de la estructura


del significado de las palabras. En la estructura semántica de los vocablos
establecemos una distinción entre referente y significado, del mismo modo que
diferenciamos el nominativo de una palabra de su función significativa. Cuando
comparamos estas relaciones estructurales y funcionales en las etapas primera, media
y avanzada del desarrollo, nos encontramos con la siguiente regularidad genética. En
43

el comienzo existe solo la función nomina, y semánticamente nada más que la


referencia objetiva; la significación independiente del nombre y el significado, aparte
de la referencia, aparecen más tarde y se desarrollan a través de los rumbos que
hemos tratado de delinear y describir.

Solo cuando se ha completado este desarrollo el niño adquiere la capacidad para


formular sus propios pensamientos y comprender el lenguaje de los otros. Hasta
entonces, su modo de usar las palabras coincide con el de los adultos, en lo que
respecta a la referencia objetiva pero no en lo concerniente al significado.

III
Debemos realizar experiencias más exhaustivas para explorar el plano del lenguaje
interno que se encuentra detrás del semántico. Discutiremos aquí algunos datos de la
investigación que realizamos para tratar esos aspectos. La relación entre pensamiento
y palabra no puede ser comprendida en toda su complejidad sin conocer claramente la
naturaleza psicológica del lenguaje interior. Sin embargo, entre todos los problemas
relacionados con el pensamiento y el lenguaje, este es probablemente el más
complicado, pues se halla acosado por equívocos terminológicos y de otro tipo.

El término lenguaje interiorizado o endofasia se ha aplicado a diferentes


fenómenos y los autores discrepan entorno a lo que entienden bajo esa denominación.
Originalmente el lenguaje interiorizado parece haber sido considerado como la
memoria verbal. Un ejemplo sería el recitado silencioso de un poema aprendido de
memoria. En ese caso el lenguaje interiorizado se diferencia del hablado no solo en la
forma en que la idea o la imagen de un objeto difieren del objeto real. Fue ese el
sentido que en los autores franceses que intentaron determinar cómo se reproducían
las palabras en la memoria, si era a través de imágenes auditivas, visuales, motoras o
sintéticas, interpretaron el lenguaje interiorizado. Veremos que la memoria de las
palabras es en realidad un elemento constituyente del lenguaje interiorizado, pero no
el único.
44

Una segunda interpretación lo considera como lenguaje externo trunco: como


“lenguaje sin sonido” (Mueller) o “lenguaje subvocal” (Watson). Bechterev lo definió
como un reflejo lingüístico inhibido en si parte motora. La “pronunciación” silenciosa
de palabras no es equivalente del proceso total del lenguaje interiorizado.

La tercera definición es, por el contrario, demasiado amplia. Para Goldstein 4 el


término comprende todo lo que precede al acto motor del habla, incluyendo lo que
Wundt llamó “motivos del lenguaje” y la experiencia específica indefinible, no
sensible y no motora del lenguaje, o sea todos los aspectos internos de cualquier
actividad lingüística. Es difícil aceptar la equiparación del lenguaje interiorizado con
una experiencia interior desarticulada en la que los diferentes planos identificables
desaparecen si dejar rastro. Esa experiencia central es común a todas las actividades
lingüísticas y por esta sola razón la interpretación de Goldstein no se adapta a esa
función única y específica, que con exclusión de toda otra merece el nombre de
lenguaje interiorizado. La concepción de Goldstein conduce a la tesis de que el
lenguaje interior no es en realizada un lenguaje, sino una actividad afectiva–volitiva,
ya que incluye los motivos del lenguaje y el pensamiento que se expresan en palabras.

Para logra una imagen verdadera del lenguaje interiorizado es necesario partir de la
presunción de que es una formación específica, con sus propias leyes y sus
específicas relaciones complejas con otras formas de actividad lingüística. Antes de
poder estudiar su relación con el pensamiento por un lado, y con el lenguaje por otro,
debemos determinar sus características y funciones especiales.

El lenguaje interiorizado es habla para uno mismo; el externo es para los otros.
Sería realmente sorprendente que tal diferencia básica en la función no afectara la
estructura de dos tipos de lenguaje. La ausencia de vocalización per se es solo una
4
K. Goldstein. Ueber Aphasie. En: Abb. Aus d. Schw. Arch. F. Neorol. U. Psychiat. Heft 6, 927, y Die
Pathologischen Tatsachen in ihrer Bedeutung fues das Problem der Sprache. En: Konogr. D. Ges.
Psychol., 12, 1932
45

consecuencia de la naturaleza específica del lenguaje interiorizado el que no


constituye un antecedente del lenguaje externo ni tampoco su reproducción en la
memoria, sino, en cierto sentido, su opuesto. El lenguaje externo es la conversión del
pensamiento en palabras, su materialización y objetivación. En el lenguaje interior el
proceso se invierte: el habla se transforma en pensamientos internos. Y lógicamente
sus estructuras tienen que diferir.

El área del pensamiento interiorizado, que es una de las más difíciles de investigar,
permaneció casi inaccesible a las pruebas hasta que se descubrieron las formas de
aplicar el método genético de experimentación. Piaget fue el primero que prestó
atención al lenguaje egocéntrico del niño y también el primero que vislumbró su
significación teórica, pero sin embargo no prestó atención a la característica más
importante del lenguaje egocéntrico: su conexión genética con el lengu8aje
interiorizado y esto constituyó un obstáculo para su interpretación de las funciones y
estructuras.

Nosotros convertimos esa relación en el problema central de nuestro estudio y


pudimos investigar la naturaleza del lenguaje interiorizado con desusada amplitud.
Un número de consideraciones y observaciones nos llevó a la conclusión de que el
lenguaje egocéntrico es una etapa del desarrollo que precede al lenguaje interior:
ambos cumples funciones intelectuales. Sus estructuras son semejantes, el habla
egocéntrica desaparece en la edad escolar, cuando comienza a desarrollarse la
interiorizada. A partir de todo esto inferimos que uno se transforma en el otro.

Si se produce esa conversión, el lenguaje egocéntrico proporciona la clave para el


estudio del interiorizado. Una de las ventajas de enfocar el lenguaje interior a través
del egocéntrico consiste en la viabilidad que permite la experimentación y la
observación. Es aun un lenguaje vocalizado y audible, o sea, externo en su modo de
expresión, pero al mismo tiempo lenguaje interior, en cuanto a función y estructura.
Para estudiar un proceso interno es necesario exteriorizarlo en forma experimental
46

mediante su conexión con alguna otra actividad externa; solo entonces es posible el
análisis funcional objetivo. El lenguaje egocéntrico es, en realidad, un experimento
natural de este tipo.

Este método tiene otra gran ventaja: puesto que el lenguaje egocéntrico puede ser
estudiado en el momento en el que algunas de sus características van desapareciendo
a medida que se forman otras nuevas, resulta posible determinar cuales son los rasgos
esenciales del lenguaje interiorizado y cuales temporales, precisando así el objetivo
de este movimiento del lenguaje egocéntrico al interior, o sea, la naturaleza de este
último.

Antes de pasar a considerar los resultados obtenidos mediante este método,


expondremos brevemente la naturaleza del lenguaje egocéntrico destacando las
diferencias entre nuestra teoría y la de Piaget. Él sostiene que el lenguaje egocéntrico
del niño es una expresión directa del egocentrismo de su pensamiento que, a su vez,
constituye un compromiso con la subjetividad primaria del mismo y su gradual
socialización. Al crecer, el niño disminuye la subjetividad y la socialización progresa,
provocando el receso del egocentrismo en el pensamiento y en el lenguaje.

Según la concepción de Piaget, el lenguaje egocéntrico del niño no se adapta a la


inteligencia de los adultos. Su pensamiento permanece totalmente egocéntrico, y esto
hace que sus expresiones sean incomprensibles para los otros. El habla egocéntrica no
cumplen ninguna función en el pensamiento o la actividad realista del niño:
simplemente los acompaña. Puesto que es una expresión del pensamiento
egocéntrico, desaparece junto con el egocentrismo infantil. Desde su posición
predominante al comienzo del desarrollo del niño, el lenguaje egocéntrico desciende
a cero en el umbral de la edad escolar. Su historia es más la de una involución que la
de una evolución. No tiene futuro.
47

De acuerdo a nuestra concepción, el pensamiento egocéntrico constituye un


fenómeno de transición entre le funcionamiento interpsíquico y el intrapsíquico,
desde la actividad social y colectiva del niño, a una más individualizada, un patrón de
desarrollo común a todas las funciones psicológicas superiores. El lenguaje para uno
mismo se origina a través de diferenciaciones respecto al lenguaje de los otros. Puesto
que el curso principal del desarrollo del niño es el de una individualización gradual,
esa tendencia se refleja en la función y estructura del lenguaje.

Los resultados de nuestras experiencias indican que la función del lenguaje


egocéntrico es similar a la del lenguaje interiorizado: no constituye un mero
acompañamiento de la actividad del niño, sino que sirve de ayuda a la orientación
mental y a la comprensión consciente; ayuda a superar dificultades; es el lenguaje
para uno mismo, relacionado íntima e útilmente con el pensamiento del niño. Su
destino es muy diferente al descrito por Piaget. El lenguaje egocéntrico se desarrolla a
lo largo de una curva que se eleva, y no a lo largo de una que declina; está sujeto a
una evolución y no a una involución. Finalmente, se transforma en lenguaje
interiorizado.

Nuestra hipótesis presenta varias ventajas sobre la de Piaget: explica la función y el


desarrollo del lenguaje egocéntrico, y, en particular, su aumento repentino cuando el
niño encara dificultades que demandan conciencia y reflexión. Este es un hecho que
se trasluce en nuestras experiencias y que la teoría de Piaget no puede explicar. Pero
la mayor ventaja de nuestra teoría es que proporciona una respuesta satisfactoria a la
situación paradójica descrita por Piaget. Para el la disminución del lenguaje
egocéntrico, al crecer el niño, significa el debilitamiento de esa forma. Si así fuera,
sus peculiaridades estructurales también tendrían que declinar; es difícil creer que el
proceso afectaría solamente su cantidad y no a su estructura interna. El pensamiento
del niño se torna infinitamente menos egocéntrico entre la edad de tres y siete años.
Si las características que lo hacen comprensibles a otros están efectivamente basadas
en el egocentrismo, deben volverse menos aparentes cuando esa forma de lenguaje se
48

hace menos frecuente; el habla egocéntrica debiera acercarse a la social y volverse


más y más inteligible. Sin embargo, ¿cuáles son los hechos? ¿Es más difícil seguir el
curso del lenguaje de un niño de tres años que el de uno de siete? Nuestra
investigación estableció que los rasgos que hacen inescrutable el lenguaje egocéntrico
se encuentran en su punto más bajo a los tres años y alcanza el más alto a los siete. Se
desarrollan en una dirección inversa a la frecuencia del lenguaje egocéntrico. En tanto
que el último declina constantemente y llega a cero en la edad escolar, las
características estructurales se tornan más y más pronunciadas.

Esto arroja una nueva luz sobre la disminución cuantitativa del lenguaje
egocéntrico, que es la piedra angular de la tesis de Piaget.

¿Qué significado tiene esta disminución? Las peculiaridades estructurales del


lenguaje para uno mismo, y su diferenciación del lenguaje externo, aumentan con la
edad. ¿Qué es, entonces, lo que disminuye? Solo uno de sus aspectos: la vocalización.
¿Significa esto que el lenguaje egocéntrico desaparece como totalidad? Nosotros
creemos que no, ya que entonces ¿cómo podríamos explicar el desarrollo de los
rasgos funcionales y estructurales del lenguaje egocéntrico? Por otra parte, su
desarrollo resulta perfectamente compatible con la disminución de la vocalización, y
en realidad, explicita su significado. Su rápida disminución y el aumento igualmente
acelerado de otras características, son contradictorios solo en apariencia.

Para explicar esto, partamos de un hecho innegable y experimentalmente


establecido. Las calidades estructurales y funcionales se hacen más notorias al crecer
el niño. A los tres años, la diferencia entre el lenguaje egocéntrico y el social equivale
a cero; a los siete nos encontramos con un lenguaje que, en su estructura y función, es
totalmente diferente al social. Se ha producido una diferenciación de las dos
funciones del lenguaje. Esto es un hecho, y los hechos son notoriamente difíciles de
negar.
49

Una vez aceptado esto, todo lo demás resulta congruente. Si las peculiaridades de
las funciones estructurales y funcionales en el desarrollo del leguaje egocéntrico lo
aíslan progresivamente del lenguaje externo, sus aspectos vocales deben desaparecer;
y esto es justamente lo que sucede para uno mismo, su vocalización se torna
innecesaria y carente de significado e incluso imposible, a causa de sus crecientes
peculiaridades estructurales. El lenguaje para uno mismo no puede encontrar
expresión en el lenguaje externo. Mientras más independiente y autónomo se torna el
lenguaje egocéntrico, más pobre aparece en sus manifestaciones externas.
Finalmente, se separa enteramente del lenguaje para los otros, cesa de vocalizarse, y
por lo tanto parece desaparecer gradualmente.
Pero esto es solo una ilusión. Creer que el coeficiente de disminución del lenguaje
egocéntrico es un signo de que este tipo de lenguaje está en vías de desaparición, es
como decir que el niño deja de contar cuando ya no usa sus dedos y comienza a
sumar mentalmente. En realidad, detrás de los síntomas de disolución se encuentra un
desarrollo progresivo, el nacimiento de una nueva forma de lenguaje.

La vocalización decreciente del lenguaje egocéntrico denota el desarrollo de una


abstracción de sonido, una nueva facultad del niño para “pensar palabras” en lugar de
pronunciarlas. Tal es el significado positivo del coeficiente de disminución del
lenguaje egocéntrico. La curva descendente indica el desarrollo hacia el lenguaje
interiorizado.

Podemos ver que todos los factores conocidos en torno a las características
funcionales, estructurales y genéticas del lenguaje egocéntrico, señalan una cosa: se
desarrolla en dirección al lenguaje interiorizado. La historia de su evolución puede
considerarse solamente como un despliegue gradual de los rasgos del l lenguaje
interiorizado.

Creemos que esto corrobora nuestra hipótesis sobre el origen y naturaleza del
lenguaje egocéntrico. Para transformar nuestra hipótesis en un hecho, debemos
50

encontrar un experimento capaz de demostrar cuál de las dos interpretaciones es


correcta. Antes de elegir los datos que existen para la ejecución de este experimento
crítico vamos a volver a exponer las teorías entre las cuales tenemos que decidirnos.
Piaget cree que el lenguaje egocéntrico se debe a una socialización deficiente del
mismo, y que su único desarrollo consiste en una disminución y eventual
desaparición. Su punto culminante se encuentra en el pasado. El lenguaje
interiorizado es algo nuevo, traído desde afuera junto con la asociación. Nosotros
creemos que el habla egocéntrica se origina en la individualización insuficiente del
lenguaje social primario. Su culminación está en el futuro cuando se transforma en
lenguaje interiorizado.
Para obtener pruebas acerca de uno u otro punto de vista debemos colocar al niño
en diferentes situaciones experimentales, alentando en unos casos el lenguaje social y
desalentándolo en otros y observar cómo estos cambios afectan el lenguaje
egocéntrico. Consideramos que este es un experimento crucial por las siguientes
razones:

Si el lenguaje egocéntrico del niño es el resultado del egocentrismo de su


pensamiento y de su socialización insuficiente, entonces todo debilitamiento de los
elementos sociales en el marco experimental, cualquier factor que contribuya a asilar
al niño del grupo debe conducir a un aumento súbito del lenguaje egocéntrico. Pero si
este último es el resultado de una diferenciación deficiente del lenguaje para uno
mismo respecto del lenguaje para los demás, los mismos cambios causarían
disminución.

Nosotros consideramos como punto de partida de nuestro experimento tres


observaciones del mismo Piaget: 1) El lenguaje egocéntrico se manifiesta sólo en
presencia de otros niños entregados a la misma actividad, y no cuando el niño está
solo, es un monólogo colectivo; 2) El niño tiene la ilusión de que su lenguaje
egocéntrico no dirigido a alguien en particular, resulta comprensible a quienes lo
rodean; 3) El lenguaje egocéntrico posee las mismas características del externo: no es
51

inaudible ni murmurado. Estas peculiaridades no son, por cierto, casuales. Desde el


punto de vista del niño, el lenguaje egocéntrico no está aun separado del social. Se
presenta bajo las condiciones objetivas y subjetivas del último y puede considerarse
correlativo del aislamiento deficiente de la conciencia individual del niño con
respecto al conjunto social.

En nuestra primera serie de experimentos 5 tratamos de destruir la ilusión de ser


comprendidos. Después de medir el coeficiente del lenguaje egocéntrico del niño en
una situación similar a la de los experimentos de Piaget, lo colocamos en otra nueva:
ya junto a sordomudos, o con niños que hablaban un idioma extranjero. En los otros
aspectos la organización se mantuvo igual. El coeficiente del lenguaje egocéntrico
bajó a cero en la mayoría de los casos, y en el resto a un octavo de la cifra anterior.
Esto prueba que la ilusión de ser comprendidos no es un mero epifenómeno del
lenguaje egocéntrico, sino que está funcionalmente relacionado con él. De acuerdo al
punto de vista de la teoría de Piaget, nuestros resultados pueden parecer paradójicos:
mientras más débil sea el contacto del niño con el grupo, mientras menos lo fuerce la
situación social a ajustar sus pensamientos a los de los demás, y a hacer uso de un
lenguaje social, mayor será la libertad con que se manifestará el egocentrismo de su
pensamiento y lenguaje. Pero de acuerdo con nuestra hipótesis, el significado de estos
descubrimientos es bien claro: el lenguaje egocéntrico, provocado por una falta de
diferenciación entre el lenguaje para uno mismo y el lenguaje para los otros,
desaparece en ausencia del sentimiento de ser comprendido, que es esencial para el
lenguaje social.

En la segunda serie de experimentos, el factor variable estaba constituido por la


posibilidad del monólogo colectivo. Una vez medido el coeficiente del lenguaje
egocéntrico del niño , en una situación que permitía el monólogo colectivo, lo
pusimos en una situación que lo excluía en un grupo de niños que le eran extraños, o

5
L. Vygotsky, A. Luria, A. Leontiev, R. Levina y otros. Estudios sobre el lenguaje egocéntrico (inédito) y L.
Vygotsky y A. Luria, “The function and Fate of Egocentric Speech”, en: Proceed of the Ninth Intern. Congr. Of
psychol. (New Haven, 1929). Princeton, Psychol. Review Company, 1930.
52

solo en una mesa separado en un rincón de la habitación o trabajando sin compañía,


incluso con el experimentador fuera de la habitación. Los resultados de esta serie
concordaron con los primeros. La exclusión del monólogo de grupo provocó una
disminución del coeficiente de lenguaje egocéntrico, aunque no tan evidente como en
el primer caso; rara vez descendió a cero, y en general se mantuvo a un sexto de la
cifra original. Los distintos métodos para evitar el monólogo no resultaron igualmente
efectivos en la reducción del coeficiente de lenguaje egocéntrico. No obstante, se
manifestó la tendencia a través de todos los motivos del experimento. La exclusión
del factor colectivo, en lugar de proporcionar plena libertad al lenguaje egocéntrico,
lo obstaculizó y nuestra hipótesis se vio confirmada una vez más.

En la tercera serie de experimentos, el factor variable estuvo constituido por la


cualidad vocal del lenguaje egocéntrico. Al lado del laboratorio en el que se realizaba
el experimento, una orquesta ejecutaba en tonos tan altos que tapaba no solo las voces
de los demás, sino también la del niño; en una variante del experimento se prohibió
expresamente al niño hablar en alta voz y se le manifestó, en cambio, que lo hiciera
en susurro. Una vez más, el coeficiente del lenguaje egocéntrico descendió, siendo la
relación, con respecto a la cifra original de 5 a 1. También en esta ocasión los
diferentes métodos no resultaron igualmente efectivos, pero la tendencia básica
estuvo invariablemente presente.

La finalidad de estas tres series de experimentos era la de eliminar aquellas


características del lenguaje egocéntrico que lo cercan al social. Encontramos que esto
siempre conducía a una disminución del lenguaje egocéntrico. Resulta lógico
suponer, en este caso, que esta es una forma de desarrollar el lenguaje social, sin que
se encuentre aun separado de él en sus manifestaciones, aunque sea diferente en
función y estructura.

El descuerdo entre nuestras concepciones y las de Piaget respecto de este punto, se


verá claramente explicado en el siguiente ejemplo: yo me encuentro sentado en mi
53

escritorio hablando a una persona que está detrás de mí, y a quien no puedo ver. Esta
persona abandona la habitación sin que yo lo advierta, y yo continúo mi conversación
creyendo que me escucha y comprende. Exteriormente, estoy hablando conmigo y
para mí, pero psicológicamente mi lenguaje es social. De acuerdo al punto de vista de
la teoría de Piaget, en el caso del niño sucede lo contrario: su lenguaje egocéntrico es
para sí y consigo mismo; solamente tiene apariencia de lenguaje social, en la misma
forma en que mi lenguaje produjo la falsa impresión de ser egocéntrico.

De acuerdo con nuestro punto de vista la situación es mucho más complicada:


subjetivamente, el lenguaje egocéntrico del niño posee también sus propias funciones
peculiares; en ese aspecto es independiente del lenguaje social. Sin embargo, su
independencia no es completa puesto que no es sentido como lenguaje interiorizado,
y el niño no lo distingue del lenguaje de los otros. Objetivamente también, difiere del
lenguaje social, pero tampoco totalmente, ya que solo funciona dentro de situaciones
sociales. Tanto subjetiva como objetivamente, el lenguaje egocéntrico representa una
transición entre el lenguaje para los otros y la lengua para uno mismo. Aunque posee
la función del lenguaje interiorizado, en su expresión permanece similar al lenguaje
social.

La investigación del lenguaje egocéntrico ha allanado el camino a la comprensión


del lenguaje interiorizado, que estudiaremos a continuación.

IV

Nuestras experiencias nos convencieron de que el lenguaje interiorizado debe ser


contemplado, no como lenguaje menos sonido, sino como una función enteramente
diferente del lenguaje. Su rasgo distintivo es una sintaxis peculiar; comparado con el
lenguaje externo, el interiorizado parece desconectado e incompleto.
54

Esto no es una observación nueva. Todos los estudiosos del lenguaje interiorizado,
inclusive los que lo enfocaron desde el punto de vista del comportamiento, notaron
este rasgo. El método del análisis genético permite ir más allá de una mera
descripción. Al aplicarlo comprobamos que el lenguaje egocéntrico, al desarrollarse,
presenta una tendencia hacia una forma totalmente especial de abreviación, es decir,
omisión del sujeto de una oración y de todas las palabras conectadas y relacionadas
con él, en tanto se conserva el predicado.

Esta tendencia hacia la predicación aparece en todas nuestras experiencias, con tal
regularidad, que debemos suponer que es la forma sintáctica básica del lenguaje
interiorizado.

El recuerdo de ciertas situaciones en las que el lenguaje externo presenta una


estructura similar nos puede ayudar a comprender esta tendencia. La predicación pura
aparece en el lenguaje externo en dos casos: ya sea como una respuesta o cuando el
sujeto de la frase es conocido de antemano La respuesta “¿Quiere usted una taza de
té?” nunca es “No, no quiero una taza de té”, sino simplemente “No”. Evidentemente,
esta frase es posible solo porque el sujeto se halla tácitamente comprendido por
ambas partes. A la pregunta “¿Su hermano ha leído este libro?”, nadie contesta “Sí,
mi hermano ha leído este libro”. La respuesta es un corto “sí” o “sí, lo ha leído”.
Nadie dirá al ver un ómnibus que se acerca “El ómnibus que estábamos esperando
viene llegando”. La frase será probablemente un abrevado “viene”, o alguna otra
expresión similar, ya que el sujeto está sobreentendido. Frecuentemente las oraciones
abreviadas se prestan a confusión. El oyente puede relacionar la frase con un sujeto
en el que él está pensando, y que es distinto del que piensa el interlocutor. Si los
pensamientos de dos personas coinciden, se puede lograr un entendimiento perfecto
mediante el uso de simples predicados, pero si están pensando en cosas diferentes es
posible que se confundan.
[…]
55

Una vez examinadas las abreviaturas del lenguaje externo, podemos retornar
enriquecidos al fenómeno correspondiente del lenguaje interiorizado, donde no
constituye una excepción sino una regla. Será instructivo comparar la abreviación en
el lenguaje oral, en el interiorizado y en el escrito. La comunicación por escrito
reposa en el significado formal de las palabras y requiere un número mucho mayor de
vocablos que el lenguaje oral para expresar la misma idea. Se dirige a una persona
ausente, que rara vez tiene en mente el mismo tema que el escritor. Por tanto, debe
explicarse en forma total; la diferenciación sintáctica es máxima, y se usan
expresiones que serían poco naturales en la conversación. Cuando Griboedov dice
“Habla como si escribiera”, se refiere al curioso efecto que producen las
construcciones elaboradas en el lenguaje diario.

La naturaleza multifuncional del lenguaje que ha atraído últimamente la atención de


los lingüistas, ya había sido señalada por Humboldt en relación a la poesía y a la
prosa: dos formas muy diferentes en cuanto a función y significado. Según Humboldt,
la poesía es inseparable de la música, en tanto que la prosa depende por completo del
lenguaje y está dominada pro el pensamiento. Es esta una concepción de primordial
importancia, aunque ni Humboldt no los que desarrollaron su pensamiento,
comprendieron totalmente sus implicaciones. Distinguieron solo entre poesía y prosa,
y en esta última entra el intercambio de ideas y la conversación ordinaria, o sea, el
mero intercambio de noticias o la charla convencional. Existen otras distinciones
funcionales importantes en el lenguaje: una de ellas es la de diálogo y monólogo. El
lenguaje escrito y el interiorizado representan al monólogo; y el oral, en la mayoría de
los casos, al diálogo.

El diálogo presupone siempre un conocimiento del tema común a las partes que
permita el lenguaje abreviado en ciertas condiciones, oraciones puramente
predicativas. También presupone el hecho de que cada persona puede ver a su
56

interlocutor, su expresión facial y gestos, y escuchar el tono de voz. Ya hemos


examinado la abreviación y aquí sólo veremos su aspecto evolutivo, a través de un
clásico ejemplo del diario de Dostoyevski, para demostrar en qué forma la entonación
sirve para comprender la imperceptible variación del significado de una palabra.

Dostoyevski relata una conversación entre dos borrachos, enteramente compuesta


de una palabra impublicable:
“Un domingo por la noche tuve que cruzar un grupo de mujiks borrachos. Fue una
cosa de quince pasos; pero mientras daba aquellos quince pasos, adquirí la
convicción de que solo con aquella palabra podían darse todas las impresiones
humanas; sí con aquella sencilla palabra, por otra parte, admirablemente breve.
He aquí un mozo que la pronuncia con energía de macho. La palabra se hace
negativa, demoledora; hace polvo el argumento de un vecino que la recoge y la
arroja a la cabeza del primer orador, convencido entonces de insinceridad en su
negación. Un tercero se indigna también contra el primero, se mezcla en la
conversación y grita también la palabra, que se transforma en una injuriosa
invectiva. Entonces el segundo se siente arrebatado contra el tercero y este devuelve
la palabra que, de pronto, significa claramente: ‘¡Nos estás molestando! ¿Para qué
te mezclas en esto?’ Un cuarto se aproxima titubeando; hasta entonces nada había
dicho; reservaba su opinión, reflexionando para descubrir una solución a la
dificultad que dividía a sus camaradas. ¡Ya la ha encontrado! Indudablemente cree
usted que va a exclamar ‘¡Eureka!’… ¡De ningún modo! Lo que aclara la situación
es la famosa palabra; el quinto la repite con entusiasmo, aprobando al afortunado
buscador. Pero un sexto, al que no le gusta ver zanjar tan a la ligera los asuntos
graves, murmura algo con voz sombría. Seguramente aquello quiere decir: ‘¡Te
desbocas demasiado de prisa! ¡No ves más que una cara del pleito!’ Pues bien, toda
esa frase se resume en una sola palabra ¿Cuál? Pues la palabra, la sempiterna
palabra que ha tomado siete acepciones diferentes, todas ellas perfectamente
comprendidas por los interesados.”6

6
F. Dostoyevski, Diario de un escritor, 1873.
57

La inflexión revela el contexto psicológico que sirve para la comprensión de la


palabra. En la historia de Dostoyevski consistió en una negación desdeñosa den un
caso, duda en el otro, e ira en el tercero. Cuando el contexto es tan claro como en el
ejemplo resulta posible deducir todos los pensamientos y sentimientos, e incluso una
cadena completa de razonamientos, a través de una sola palabra.

En el lenguaje escrito, como el tono de la voz y el conocimiento del tema están


excluidos, nos vemos obligados a usar muchas más palabras y de modo más exacto.
El lenguaje escrito es la forma más elaborada del lenguaje.

Algunos lingüistas consideran que el diálogo es la forma natural del lenguaje oral,
la que revela más precisamente su naturaleza, y el monólogo es en gran parte
artificial. La investigación psicológica no deja dudas en cuanto a que el monólogo es
en realidad una forma más elevada y complicada, y de un desarrollo histórico más
reciente. Actualmente, sin embargo, sólo nos interesa compararlo en lo que concierne
a su tendencia hacia la abreviación.

La velocidad del lenguaje oral resulta desfavorable para un proceso de formulación


complicado: no da tiempo para la deliberación y elección. El diálogo implica una
expresión inmediata y sin premeditación. Consiste en respuestas que forman una
cadena de reacciones. En comparación, el monólogo es una formación compleja; la
elaboración lingüística se puede llevar a cabo con tranquilidad y conscientemente.

El lenguaje escrito, donde falta una base situacional y expresiva, la comunicación


sólo puede ser lograda a través de las palabras y sus combinaciones; esto hace que la
actividad requiera formas complicadas, de ahí el uso de los borradores. La diferencia
entre el borrador y la copia final refleja nuestro proceso mental. La planificación es
importante en el lenguaje escrito, aun cuando no confeccionemos un borrador.
Generalmente nos decimos a nosotros mismos lo que vamos a escribir; esto también
58

es un borrador, aunque solo mental. Como tratamos de demostrar en el capítulo


precedente, este borrador mental es el lenguaje interiorizado. Puesto que el lenguaje
interiorizado funciona como borrador, tanto en el lenguaje escrito como en el oral,
compararemos ahora ambas formas con el lenguaje interiorizado, en lo concerniente a
la tendencia hacia la abreviación y la predicación.

Esta tendencia, que nunca se encuentra en el lenguaje escrito, y solo algunas veces
en el oral, se presenta en el lenguaje interiorizado. La predicación es la forma natural
del lenguaje interiorizado, que psicológicamente se compone solo de predicado. La
ley de omisión de los sujetos en el lenguaje interiorizado, tiene su correspondencia en
el lenguaje escrito en la ley de expresión tanto de los sujetos como de los predicados.

El contacto psicológico entre las partes de una conversación puede establecer una
percepción mutua que conduce a la comprensión del lenguaje abreviado. En el
lenguaje interiorizado la percepción “mutua” está siempre presente; por lo tanto es
común una “comunicación” prácticamente silenciosa de los pensamientos más
complicados.

La preponderancia de la predicación es un producto del desarrollo.

En un comienzo, la estructura del lenguaje egocéntrico es igual a la del social, pero


en el proceso de transformación hacia el interiorizado, se torna gradualmente menos
completa y coherente, al quedar gobernada por una sintaxis casi totalmente
predicativa. Las experiencias demuestran claramente cómo y porqué surge la nueva
sintaxis. El niño habla de las cosas que ve, oye o hace en un determinado momento;
es así que tiende a dejar de lado el sujeto y todas las palabras relacionadas con él,
condensando cada vez más su lenguaje hasta que solo quedan los predicados.
Mientras más diferenciada se vuelve la función del lenguaje egocéntrico, más agudas
son sus peculiaridades sintácticas: simplificación y predicación. Lado a lado con este
59

cambio, se encuentra la vocalización decreciente. […] El habla interiorizada es un


lenguaje desprovisto casi de palabras.

Con la sintaxis y el sonido reducidos a un mínimo, el significado está más que


nunca en un primer plano. El lenguaje interiorizado se maneja con la semántica y no
con la fonética. La estructura semántica específica del lenguaje interiorizado también
contribuye a la abreviación, en él la sintaxis de significados no es menos original que
la gramatical. Nuestra investigación estableció tres peculiaridades principales del
lenguaje interiorizado.

La primera y básica es la preponderancia del sentido de una palabra sobre su


significado: esta distinción la debemos a Paulhan. El sentido de la palabra es para él
la suma de todos los sucesos psicológicos que la palabra provoca en nuestra
conciencia. Constituye un complejo dinámico y fluido que presenta varias zonas de
estabilidad diferente. El significado es una de las zonas del sentido, la más estable y
precisa. Una palabra adquiere un sentido del contexto que la contiene; cambia su
sentido en diferentes contextos. El significado se mantiene estable a través de los
cambios de sentido. El significado “de diccionario” de una palabra no es más que una
piedra en el edificio del sentido, nada más que una potencialidad que encuentra su
realización en el lenguaje.

Las últimas palabras de la fábula… traducida por Krylov, “La cigarra y la


hormiga”, constituyen un buen ejemplo de la diferencia entre sentido y significado.
Las palabras “ve y baila” poseen un significado definido y constante, pero en el
contexto de la fábula adquieren un sentido mucho más amplíen el aspecto intelectual
y afectivo. Significan, por un lado “Diviértete” y por el otro “Perece”. Este
enriquecimiento de las palabras a través del sentido que les presta el contexto, es la
ley fundamental de la dinámica de su significado. Un vocablo en un contexto
significa más y menos que la misma palabra aislada: más, porque adquiere un nuevo
contenido; menos, porque su significado se ve limitado y disminuido por el contexto.
60

El sentido de una palabra, dice Paulhan, es un complejo y móvil fenómeno proteico;


cambia en las diferentes mentes y situaciones y es casi ilimitado. Una palabra toma su
sentido de la frase, la que a su vez lo toma del párrafo, el párrafo del libro, y este de
todas las obras del autor.

Paulhan prestó un servicio más a la psicología al analizar la relación entre palabra y


sentido, demostrando que son mucho más independientes entre sí que palabra y
significado. Desde hace tiempo se sabe que las palabras pueden cambiar su sentido.
Recientemente se señaló que el sentido puede cambiar a las palabras, o mejor dicho,
que las ideas frecuentemente cambian el nombre. En la misma forma en que el
sentido de una palabra se relaciona con la palabra en sí, y no con sus sonidos aislados,
el sentido de una oración se relaciona con ella en su totalidad y no con sus palabras
individuales. Por lo tanto a veces se puede reemplazar una palabra por otra sin alterar
el sentido. Las palabras y el sentido son relativamente independientes entre sí.

La regla que rige el lenguaje interiorizado es el predominio del sentido sobre el


significado, de la oración sobre la palabra, y del contexto sobre la oración.

Eso nos conduce a otras peculiaridades semánticas del lenguaje interiorizado.


Ambas se relacionan con la combinación de las palabras. Una se parece a la
aglutinación: una forma de combinar palabras bastante común en algunos lenguajes y
comparativamente rara en otros. En alemán frecuentemente se forma un sustantivo
compuesto de varias palabras o frases. En algunas lenguas primitivas esa adición de
palabras es una regla general. Cuando varios vocablos se combinan en uno el nuevo
no solo expresa una idea más bien compleja sino que designa todos los elementos
separados de la idea. Debido a que el énfasis siempre está en la raíz principal de la
idea, tales lenguajes son fáciles de comprender. El habla egocéntrica del niño presenta
un fenómeno análogo. Cuando el lenguaje egocéntrico se acerca al interiorizado del
niño usa cada vez más la aglutinación como modo de formar palabras compuestas o
para expresar ideas complejas.
61

La tercera peculiaridad básica del lenguaje interiorizado es la forma en que los


sentidos de las palabras se combinan y unen: un complejo gobernado por leyes
diferentes a las que gobiernan las combinaciones del significado. Cuando observamos
esta forma singular de unir las palabras en el lenguaje egocéntrico, lo denominamos
“influjo del sentido”. Los sentidos de diferentes palabras pasan de una a otra,
influyéndose entre sí, de modo que las primeras están contenidas y modifican a las
últimas. Así una palabra que aparece continuamente en un libro o poema, a veces
absorbe todas las variaciones de sentido contenidas en ella y se torna en cierto modo
equivalente a la obra misma. El título de una obra literaria expresa su contenido y
completa su sentido en forma mucho más amplia que el nombre de una pintura o el de
una pieza musical. Títulos como Don Quijote, Hamlet y Ana Karénina ilustran esto
claramente; el sentido total de la obra está contenido en un nombre. Otro excelente
ejemplo es Almas muertas de Godoy. Originalmente, el título se refería a los siervos
muertos, cuyos nombres no habías sido removidos aún de las listas oficiales y podían
ser comprados y vendidos como si estuvieran vivos. Es en este sentido que este título
se utilizó a través del libro, que está construido en torno a este tráfico de muertos.
Pero a través de sus últimas relaciones con la obra en su conjunto, estas palabras
adquieren una nueva significación y un sentido mucho más amplio. Cuando llegamos
al final del libro, el título Almas muestras significa para nosotros no tanto los siervos
difuntos, sino más bien los personajes de la historia que están físicamente vivos pero
espiritualmente muertos.

En el lenguaje interiorizado, el fenómeno llega a su punto culminante. Una sola


palabra está tan saturada de sentido, que se requerirían muchas otras para explicarla
en el lenguaje exterior. No es raro que el lenguaje egocéntrico resulte inexplicable
para los demás. Watson dice que el lenguaje interiorizado resultaría incomprensible,
incluso si pudiera ser registrado. Su incoherencia se acrecienta a causa de un
fenómeno relacionado, que Tolstoi notó incidentalmente en el lenguaje externo: en
Infancia, adolescencia y juventud, describe cómo entre las gentes que están en
62

estrecho contacto psicológico las palabras adquieren significados especiales que solo
pueden entender los iniciados. En el lenguaje interiorizado se desarrolla un tipo
similar de idioma: de la especie que resulta difícil de transcribir al lenguaje exterior.
Creemos que ésta es la mejor confirmación de nuestra hipótesis de que el lenguaje
interiorizado se origina a través de la diferenciación entre el lenguaje egocéntrico y el
lenguaje social primario del niño.

Todas nuestras observaciones indican que el habla interiorizada es una función


autónoma del lenguaje. Podemos contemplarla como un plano diferente del
pensamiento verbal. Es evidente que la transición del lenguaje interiorizado al
lenguaje externo no constituye una simple traducción de uno al otro. No puede
lograrse mediante la mera vocalización del lenguaje silencioso. Es un proceso
dinámico y complejo que envuelve la transformación de la estructura predicativa e
idiomática del lenguaje interiorizado en un lenguaje sintácticamente articulado e
inteligible para los demás.

VI
Ahora podemos retornar a la definición del lenguaje interiorizado que propusimos
antes de presentar nuestro análisis. El lenguaje interiorizado no es el aspecto interno
del lenguaje externo: es una función en sí mismo. Sigue siendo un lenguaje, es decir
pensamientos relacionados con palabras. Pero en tanto que en el lenguaje externo el
pensamiento está encarnado en palabras, en el lenguaje interiorizado las palabras
mueren tan pronto como transmiten el pensamiento. El lenguaje interiorizado es en
gran parte un pensamiento de significados puros, es dinámico e inestable, fluctúa
entre la palabra y el pensamiento, los dos componentes más o menos delineados del
pensamiento verbal. Su verdadera naturaleza y ubicación solo pueden ser
comprendidas después de examinar el siguiente plano del pensamiento verbal, aún
más interno que el lenguaje interiorizado.
63

Ese plano es el pensamiento mismo. Como ya hemos dicho, todo pensamiento crea
una relación, realiza una función, resuelve un problema. El fluir del pensamiento no
va acompañado de un despliegue simultáneo de lenguaje. Los dos procesos no son
idénticos y no hay una correspondencia rígida entre las unidades del pensamiento y el
lenguaje.

Esto se hace más evidente cuando el proceso del pensamiento se desvía, cuando,
como dijera Dostoyevski, un pensamiento no se ajusta a las palabras. La inteligencia
posee su propia estructura, y su transición al lenguaje no es cosa fácil. El teatro
afrontó el problema del pensamiento oculto tras las palabras antes que la psicología.
Al enseñar su sistema de actuación, Stanislavski pidió a los actores que descubrieran
el sub-texto de sus partes en la pieza.

En la comedia de Griboedov Tristeza de la sabiduría, el héroe, Chatsky, le dice a la


heroína, que afirma que ella nunca dejó de pensar en él: “tres veces bendito el que
cree; la fe alegra el corazón”; Stanislavski interpretó esto como:”Dejemos esa
conversación” pero también podría entenderse como “No te creo”, “lo dices para
conformarme”, o “¿No te das cuenta cómo me atormentas?”. “Ojalá pudiera creerte.
Sería encantador”. Todas las oraciones que decimos en la vida real, presentan una
especie de sub-texto, un pensamiento escondido detrás de ellas. En los ejemplos que
dimos anteriormente de falta de coincidencia entre el sujeto y el predicado gramatical
psicológico, no continuamos nuestro análisis hasta el final. En la misma forma en que
en una frase puede expresar diferentes pensamientos, un pensamiento puede ser
expresado a través de diferentes oraciones. Por ejemplo: “El reloj se cayó”, como
respuesta a la pregunta, “¿Por qué se paró el reloj?” puede significar: “no es culpa
mía que el reloj no ande, se ha caído”. El mismo pensamiento de justificación podría
expresarse así: “Yo no acostumbro a tocar las cosas de los demás”. “Simplemente
estaba limpiando allí”, y de otros modos.
64

El pensamiento no está formado por unidades separadas como el lenguaje. Cuando


deseo comunicar el pensamiento de que hoy vi un niño descalzo con una blusa azul,
corriendo por la calle, no veo cada aspecto en forma separada: el niño, la camisa, el
color azul, la carrera y la carencia de zapatos. Concibo todo en un solo pensamiento,
pero lo expreso en palabras separadas. El que habla generalmente tarda unos minutos
para exponer su pensamiento. En su mente el pensamiento está presente
simultáneamente, pero en el lenguaje debe ser desarrollado en forma sucesiva. Un
pensamiento puede compararse a una nube que arroja palabras. Precisamente, porque
el pensamiento no tiene contrapartida automática en las palabras, la transición directa
del pensamiento a las palabras es imposible, siempre se ha lamentado la inefabilidad
del pensamiento:

¿Cómo puede expresarse el corazón?


¿Cómo podrán comprenderlo los otros?
(F. Tjutchev)

La comunicación directa entre las mentes es imposible, no solo por causas físicas,
sino también psicológicas. La comunicación solo puede lograrse de forma indirecta.
El pensamiento debe para primero a través de los significados y luego a través de las
palabras.

Llegamos ahora al último escalón de nuestro análisis del pensamiento verbal. El


pensamiento en sí se origina a partir de las motivaciones, es decir, de nuestros deseos
y necesidades, de nuestros intereses y emociones. Detrás de cada pensamiento hay
una tendencia afectivo-volitiva que implica la respuesta del último por qué del
análisis del pensamiento. Una comprensión verdadera y completa del pensamiento es
posible solo cuando comprendemos su base afectivo-volitiva. Ilustraremos esto
mediante un ejemplo ya usado: la interpretación de los papeles en una obra teatral.
Stanislavski, en sus instrucciones a los actores, hizo una lista de los motivos que
ocultaban las palabras de sus papeles, por ejemplo:
65

Texto de la pieza Motivos paralelos


Sofía: Para ocultar su confusión
Pero Chatsky, estoy contenta de que
hayas venido! Trata de que ella se sienta culpable
Chatsky: haciéndole bromas. ¡No te da vergüenza!
Estás contenta, eso es bueno; pero una
alegría como la tuya no es fácil de Trata de obligarla a ser franca.
expresar.
Más bien me parece ya expresada. Estás
haciendo que el hombre y el caballo Trata de clamarlo. Trata de ayudar a
tomen frío Sofía en una situación difícil.
El gusto ha sido mío y de nadie más.
Liza:
Claro señor, y si usted hubiera estado en Trata de confortar a Chatsky. ¡Yo no soy
este mismo lugar cinco minutos, no, ni culpable de nada!
siquiera cinco, hubiera escuchado su
nombre tan claramente como la
claridad.
¡Dígalo señorita! Dígalo que así era. Dejemos esta conversación.7
Sofía:
Y siempre así, no más no menos.
En cuanto a eso, estoy segura que no
puedes hacer reproches.
Chatsky:
Bueno, supongamos que así es.
Tres veces bendito el que cree.
La fe alegra el corazón.
Para comprender el lenguaje de los otros, no es suficiente comprender las palabras;
es necesario entender el pensamiento. Pero incluso eso no es suficiente, también
debemos conocer las motivaciones. El análisis psicológico de una expresión no está
completo hasta que no se alcanza ese plano.
7
A. Griboedov. Tristeza de la sabiduría. Acto I
66

Hemos llegado ya al fin de nuestro análisis; examinemos ahora los resultados. El


pensamiento verbal parecía ser una entidad compleja y dinámica, y la relación entre
pensamiento y palabra implicada, como un movimiento a través de varios planos.
Nuestro análisis siguió al proceso desde el plano más externo al más interno. En
realidad el desarrollo del pensamiento verbal sigue un curso inverso: a partir del
motivo que engendra el pensamiento a la estructuración del pensamiento, primero en
el lenguaje interiorizado, luego en significados de palabras y finalmente en palabras.
Sin embargo sería erróneo imaginar que este es el único camino desde el pensamiento
hasta la palabra. El desarrollo puede detenerse en cualquier punto de su complicado
curso; es posible una inmensa variedad de movimientos y formas aún desconocidas
para nosotros. Un estudio de las variaciones diversas se encuentra más allá del
alcance de nuestra tarea presente.

Nuestra investigación siguió un recorrido poco común. Deseábamos estudiar las


operaciones internas del pensamiento y el lenguaje, ocultas a la observación directa.
El significado y todo el aspecto interno del lenguaje, es decir, el aspecto dirigido a la
persona y no al mundo exterior, han sido hasta el momento casi desconocidos. Todas
las interpretaciones consideraban que las relaciones entre pensamiento y palabra eran
constantes e inmutables. Nuestra investigación ha demostrado que son relaciones
delicadas y cambiantes entre procesos que surgen durante el desarrollo del
pensamiento verbal. Solo intentamos dar una concepción general de la infinita
complejidad de esta estructura dinámica, una concepción basada en hechos
experimentalmente comprobados.

La psicología asociacionista opinaba que el pensamiento y la palabra estaban


unidos por lazos exteriores, similares a los que existen entre dos sílabas sin sentido.
La psicología de la Gestalt introdujo el concepto de los vínculos estructurales, pero al
igual que la antigua teoría, no consideró las relaciones específicas entre pensamiento
y palabra. Todas las otras teorías se agruparon en torno a dos polos: ya sea la teoría
67

behaviorista del pensamiento como lenguaje menos sonido, o la teoría idealista


sostenida por la escuela de Würsburgo y Bergson, de que el pensamiento podía ser
“puro”, sin relaciones con el lenguaje, y que resultaba distorsionado por las palabras.
La frase de Tjutchev “Un pensamiento expresado es una mentira”, bien podría servir
de epígrafe al último grupo. Ya estuvieran inclinadas hacia el naturalismo puro o el
idealismo extremo, todas estas teorías tienen un rasgo común: sus tendencias anti-
históricas. Estudian el pensamiento y el lenguaje sin ninguna referencia a la historia
de su desarrollo.

Únicamente la teoría genética del lenguaje interiorizado puede resolver este


inmenso problema. La relación entre pensamiento y palabra es un proceso viviente; el
pensamiento nace a través de las palabras. Una palabra sin pensamiento es una cosa
muerta, y un pensamiento desprovisto de palabra permanece en la sombra. La
conexión entre ellos sin embargo no es constante. Surge en el curso del desarrollo y
evoluciona por sí misma. A la afirmación de la Biblia, “En el comienzo era la
palabra”, Goethe hace que Fausto responda; “En el comienzo era la acción”. Aquí se
intenta detractar el valor de la palabra, pero podemos aceptar esa versión si le
otorgamos un énfasis diferente: en el comienzo era la acción. La palabra no fue el
comienzo –la acción estaba primero-; es el fin del desarrollo, la coronación del acto.

No podemos terminar nuestra investigación sin mencionar las perspectivas que deja
entrever. Hemos estudiado los aspectos interiores del lenguaje, que son tan
desconocidos para la ciencia como la otra faz de la luna. Hemos demostrado que un
reflejo generalizado de la realidad es la característica básica de las palabras. Este
aspecto de la palabra nos deja en el umbral de un tema más amplio y profundo: el
problema general de la conciencia. El pensamiento y el lenguaje, que reflejan la
realidad en distinta forma que la percepción, son la clave de la naturaleza de la
conciencia humana. Las palabras tienen un papel destacado tanto en el desarrollo del
pensamiento como en el desarrollo histórico de la conciencia en su totalidad. Una
palabra es un microcosmos de la conciencia humana.
68

&
VALENTIN N. VOLOSHILOV Y SU OBRA
69

El marxismo y la filosofía del lenguaje ha sido considerado durante muchos años


como la mejor fundamentación de un estudio de los problemas lingüísticos y
semióticos, inspirado por el marxismo. Obra del lingüista soviético Valentin N.
Voloshinov –según algunas fuentes, con considerable colaboración del célebre Mijail
Bajtin- se trata de una obra que, a mi juicio, conserva un gran interés, y más dentro de
una web que tiene por divisa potenciar el valor de transformación social de los
productos audiovisuales.

Cito por la edición de la editorial argentina Nueva Visión –sobre la edición en inglés-,
que se tituló El signo ideológico y la filosofía del lenguaje (1976). Hubo una edición
posterior de Alianza con el título original, que añade algunos materiales que faltan en
la de Nueva Visión y prescinde de otros que están en ésta, si no recuerdo mal. A los
estudiantes de psicología les resultarán familiares (espero) las ideas de Voloshinov, ya
que están emparentadas con las del coetáneo Vygotski.

Cita:
CAPÍTULO 1 EL ESTUDIO DE LAS IDEOLOGÍAS Y EL ESTUDIO DEL
LENGUAJE

Los problemas de la filosofía del lenguaje han adquirido en los últimos tiempos
excepcional pertinencia e importancia para el marxismo. Más allá del amplio campo
de los sectores más vitales abarcados en su avance científico, el método marxista se
dirige directamente a estos problemas, y no puede seguir avanzando productivamente
sin una disposición especial para investigarlos y resolverlos.

Ante todo, los verdaderos cimientos de una teoría marxista de las ideologías –las
bases para los estudios del conocimiento científico de la literatura, la religión, la
ética, etc.- están estrechamente ligados a la filosofía del lenguaje.

Un producto ideológico no sólo constituye una parte de una realidad (natural o social)
70

como cualquier cuerpo físico, cualquier instrumento de producción o producto para


consumo, sino que también, en contraste con estos otros fenómenos, refleja y refracta
otra realidad exterior a él. Todo lo ideológico posee significado: representa, figura o
simboliza algo que está fuera de él. En otras palabras, es un signo. Sin signos, no hay
ideología.

Un cuerpo físico es igual a sí mismo, por así decir. No significa nada, sino que
coincide plenamente con su particular naturaleza dada. En este caso no hay problema
de ideología. Sin embargo, un cuerpo físico puede percibirse como imagen –por
ejemplo, la imagen de inercia natural y de necesidad encarnada en ese objeto
particular-. Cualquier imagen artístico-simbólica originada por un objeto físico
particular ya es un producto ideológico. El objeto físico se convierte en un signo. Sin
dejar de ser una parte de la realidad material, ese objeto, hasta cierto punto, refleja y
refracta otra realidad.

Ocurre lo mismo con cualquier instrumento de producción. Una herramienta por sí


misma está desprovista de significado especial; domina sólo una función
determinada: servir para éste o aquel propósito. La herramienta sirve para ese
propósito como el particular objeto dado que es, sin representar o reflejar otra cosa.
Pero una herramienta puede convertirse en un signo ideológico, como ocurre con la
hoz y el martillo que constituyen la insignia de la Unión Soviética…

También es posible realzar artísticamente una herramienta, de tal manera que su


diseño artístico armonice con el propósito para el que está destinada a servir en la
producción. En este caso, se efectúa algo así como una máxima aproximación, casi
una fusión de signo y herramienta. Pero incluso aquí detectamos una clara línea
conceptual divisoria: la herramienta, como tal, no se convierte en signo; el signo,
como tal, no se convierte en instrumento de producción.

… Así, paralelamente a los fenómenos naturales, al equipamiento técnico y a los


71

artículos de consumo, existe un mundo especial: el mundo de los signos.

Los signos son también objetos materiales particulares… Un signo no existe


simplemente como una parte de la realidad, sino que refleja y refracta otra realidad.
Por lo tanto, puede distorsionar esa realidad o serle fiel, o percibirla desde un punto
de vista especial, etc. Cada signo está sujeto a los criterios de evaluación ideológica
(si es verdadero o falso, correcto, honrado, bueno, etc.). El dominio de la ideología
coincide con el dominio de los signos. Son equivalentes entre sí. Dondequiera que
esté presente un signo, también lo está la ideología. Todo lo ideológico posee valor
semiótico.

En el dominio de los signos –en la esfera ideológica- existen profundas diferencias:


es, al fin y al cabo, el dominio de la imagen artística, del símbolo religioso, de la
fórmula científica, de los fallos judiciales, etc. Cada campo de la creatividad
ideológica tiene su propia manera de orientarse hacía la realidad y cada uno refracta
la realidad a su modo. Cada campo domina su propia función especial dentro de la
unidad de la vida social. Pero lo que coloca todos estos fenómenos ideológicos bajo la
misma definición es su carácter semiótico.

Todo signo ideológico es no sólo un reflejo, una sombra de la realidad, sino también
un segmento material de esa misma realidad. Todo fenómeno que funciona como un
signo ideológico tiene algún tipo de corporización material… Un signo es un
fenómeno del mundo exterior. Tanto el signo mismo como todos sus efectos (todas
esas acciones, reacciones y nuevos signos que produce en el mundo social
circundante) ocurren en la experiencia exterior.

Este es un punto de extrema importancia, y sin embargo, por elemental y evidente


que parezca, el estudio de las ideologías no ha obtenido aún todas las conclusiones
que se derivan de allí. La filosofía idealista de la cultura y los estudios culturales
psicologistas colocan la ideología en la conciencia. Afirman que la ideología es un
72

hecho de conciencia: el cuerpo externo del signo no es más que un revestimiento, un


medio técnico para la realización del efecto interior, que es la comprensión.

Tanto el idealismo como el psicologismo pasan igualmente por alto el hecho de que la
comprensión sólo puede producirse en un material semiótico (por ejemplo, habla
interna), que el signo se dirige al signo, que la conciencia misma puede surgir y llegar
a constituir un hecho posible sólo en la concreción material de los signos. La
comprensión de un signo es, al cabo, un acto de referencia entre el signo aprehendido
y otros signos ya conocidos; en otras palabras, la comprensión es una respuesta a un
signo con signos. Y esta cadena de creatividad y comprensión ideológicas, que pasa
de un signo a otro y luego a un nuevo signo, es perfectamente consistente y continua:
de un eslabón de naturaleza semiótica (y por tanto, también de naturaleza material)
avanzamos interrumpidamente a otro eslabón exactamente de la misma naturaleza. Y
no existe ruptura en la cadena, en ningún momento se hunde en el ser interior, de
naturaleza no material y no corporizado en signos.

Esta cadena ideológica se extiende de conciencia individual a conciencia individual,


conectándolas entre sí. Los signos surgen únicamente en el proceso de interacción
entre una conciencia individual y otra. Y la misma conciencia individual está llena de
signos. La conciencia es conciencia sólo cuando se ha llenado de contenido
ideológico (semiótico), y por lo tanto, sólo en el proceso de interacción social.

A pesar de las profundas diferencias metodológicas… la filosofía idealista de la


cultura y los estudios culturales psicologistas cometen el mismo error fundamental.
Al localizar la ideología en la conciencia, transforman el estudio de las ideologías en
un estudio de la conciencia y sus leyes… La creatividad ideológica –hecho social y
material- queda restringida a los alcances de la conciencia individual y ésta, a su vez,
privada de todo apoyo en la realidad. Se convierte en todo o en nada.

… El verdadero lugar de lo ideológico como tal en la existencia está en la materia


73

social específica de los signos creados por el hombre. Su especificidad consiste


precisamente en su ubicación entre individuos organizados, para los cuales constituye
el medio de comunicación.

Los signos sólo pueden aparecer en territorio interindividual. Es un territorio que no


puede llamarse ‘natural’ en la acepción directa del término: los signos no aparecen
entre dos miembros cualesquiera de la especie Homo sapiens. Es esencial que los dos
individuos estén organizados socialmente, que compongan un grupo (una unidad
social): sólo entonces puede tomar forma entre ellos el medio de los signos. La
conciencia individual no sólo no puede usarse para explicar nada, sino que, por el
contrario, ella misma necesita ser explicada desde el medio natural y social.

La conciencia individual es un hecho ideológico-social. Hasta que esto no se admita


con todas sus consecuencias, no será posible construir ni una psicología objetiva ni un
estudio objetivo de las ideologías.

… En general, la conciencia se ha convertido en el asilo de la ignorancia para todas


las elucubraciones filosóficas. Está condenada a ser el receptáculo de todos los
problemas no resueltos, de todos los restos objetivamente irreducibles… La única
definición objetiva posible de la conciencia es sociológica. La conciencia no puede
derivarse directamente de la naturaleza (ni) la ideología derivarse de la conciencia…
La conciencia toma forma y vida en la materia de los signos creados por un grupo
organizado en el proceso de su intercambio social. La conciencia individual se
alimenta de signos; de ellos obtiene su crecimiento; refleja su lógica y sus leyes. La
lógica de la conciencia es la lógica de la comunicación ideológica, de la interacción
semiótica de un grupo social. Si privamos a la conciencia de su contenido semiótico,
ideológico, no quedaría absolutamente nada. La conciencia sólo puede hospedarse en
la imagen, en la palabra, en el gesto significativo, etc. Fuera de este material, queda el
puro acto fisiológico no iluminado por la conciencia, sin que los signos le hayan dado
luz, sin que le hayan dado significado.
74

Todo lo dicho conduce a la siguiente conclusión metodológica: el estudio de las


ideologías no depende en absoluto de la psicología y no necesita fundarse en ella.
Como veremos con mayor detalle en un capítulo posterior, sucede casi a la inversa: la
psicología objetiva debe fundarse en el estudio de las ideologías. La realidad de los
fenómenos ideológicos es la realidad objetiva de los signos sociales. Las leyes de esta
realidad son las leyes de la comunicación semiótica y están directamente
determinadas por el conjunto total de las leyes económicas y sociales. La realidad
ideológica es la superestructura inmediata de las bases económicas. La conciencia
individual no es el arquitecto de la superestructura ideológica, sino sólo un inquilino
que se aloja en el edificio social de los signos ideológicos.

Nuestra argumentación inicial, que liberó los fenómenos ideológicos y su regularidad


de la conciencia individual, los enlaza de modo muy firme con las condiciones y las
formas de la comunicación social… Después de todo, la existencia del signo no es
otra cosa que la materialización de esa comunicación, y de esa naturaleza son todos
los signos ideológicos. Pero esta cualidad semiótica y el rol continuo y amplio de la
comunicación social como factor condicionante en ninguna parte aparecen
expresados con tanta claridad y de modo tan completo como en el lenguaje. La
palabra es el fenómeno ideológico por excelencia.

La realidad de la palabra es totalmente absorbida por su función de signo. Una


palabra no contiene nada que sea indiferente a esta función, nada que no haya sido
engendrado por ella. Una palabra es el medio más puro y sensible de la comunicación
social… Además es un signo neutral. Cualquier otra clase de material semiótico se
especializa en algún campo particular de la creatividad ideológica. Cada campo posee
su propio material ideológico y formula signos y símbolos que le son específicos y no
son aplicables en otros campos. En estos casos, el signo es creado por alguna función
ideológica específica y permanece inseparable de ésta. Por el contrario, la palabra es
neutral con respecto a cualquier función ideológica específica. Puede desempeñar
75

funciones ideológicas de cualquier tipo: científicas, estéticas, éticas, religiosas.

Existe además esa inmensa área de comunicación ideológica que no puede


restringirse a ninguna esfera ideológica en particular: el área de la comunicación en la
vida humana, la conducta human. Este tipo de comunicación es extraordinariamente
rico e importante. Por una parte, se vincula directamente con el proceso de
producción; por la otra, se relaciona de modo tangencial con las esferas de las
diversas ideologías especializadas y totalmente desarrolladas. En el próximo capítulo
hablaremos con más detalle de esta área especial de la ideología… Por ahora,
señalaremos que la materia comunicativa de la conducta es fundamentalmente la
palabra. El llamado lenguaje conversacional y sus formas se ubican precisamente
aquí, en el área ideológica de la conducta.

… Aunque la realidad de la palabra, como la de cualquier signo, se da entre los


individuos, al mismo tiempo la palabra es producida por los medios propios del
organismo individual, sin recurrir a ningún otro elemento o material extracorpóreo.
Esto determina el rol de la palabra como material semiótico de la vida interior, de la
conciencia. Por cierto que la conciencia sólo puede desarrollarse gracias a que
dispuso de materia dócil, expresable por medios corpóreos. Y la palabra es
exactamente ese tipo de material. La palabra puede utilizarse como el signo para uso
interno, podemos decir; puede funcionar como signo en un estado que no llega a la
expresión externa. Por esta razón, el problema de la conciencia individual como
palabra interior -como signo interior en general- resulta uno de los más vitales en la
filosofía del lenguaje. (Pero) se necesita un profundo y agudo análisis de la palabra
como signo social antes de que pueda comprenderse su función como medio de
conciencia.

A este papel exclusivo de la palabra como medio de conciencia se debe el hecho de


que la palabra funcione como ingrediente esencial que acompaña toda clase de
creatividad ideológica. La palabra acompaña y comenta todos y cada uno de los actos
76

ideológicos. El proceso de comprender cualquier fenómeno ideológico (sea un


cuadro, una pieza de música, un ritual o un acto de conducta humana) no puede
operarse sin la participación del lenguaje interno. Todas las manifestaciones de la
creatividad ideológica –todos los otros signos no verbales- están inmersos,
suspendidos en los elementos del lenguaje, y no pueden ser totalmente divorciados o
segregados de ellos… Esto no quiere decir, por supuesto, que la palabra pueda
reemplazar cualquier otro signo ideológico… Afirmarlo conduciría al racionalismo
más simplista y trivial…

Ningún signo cultural, una vez que ha recibido significado y se lo ha incluido en él,
permanece aislado; se hace parte de la unidad de la conciencia verbalmente
constituida. Ésta tiene capacidad para hallar el acceso verbal al signo. Es como si se
formarán ondas radiantes de respuestas y resonancias verbales alrededor de cada
signo ideológico. Cada refracción ideológica de una existencia en proceso de
generación, cualquiera que sea la naturaleza de su material significante, es
acompañada por una refracción ideológica en la palabra como fenómeno
concomitante obligatorio. La palabra está presente en cada uno de los actos de
comprensión y en cada uno de los actos de interpretación.

… Las leyes de la refracción ideológica de la existencia en los signos y en la


conciencia, sus formas y mecanismos, deben estudiarse ante todo en la materia de la
palabra. La única manera posible de aplicar el método sociológico marxista a las
profundidades y sutilezas de las estructuras ideológicas ‘inmanentes’ es operar desde
la base de la filosofía del lenguaje como filosofía del signo ideológico. Y esa base
debe ser proyectada y elaborada por el propio marxismo.
77

&
A. G. Spirkin

PAPEL DEL LENGUAJE EN LA FORMACION DEL PENSAMIENTO8

El lenguaje, que nace con el hombre, ha desempeñado y desempeña en la vida


humana un papel importantísimo. Ante todo fue una de las condiciones
necesarias para la formación del propio hombre y de su pensamiento. Al
formarse el lenguaje articulado se produjo un cambio esencial en los
procesos cognoscitivos del individuo. Tan sólo con la aparición de la
palabra se halló el hombre en condiciones de abstraer de los objetos
tales o cuales propiedades y distinguir las relaciones existentes entre las
cosas como algo distinto de las cosas mismas. Gracias al lenguaje
resultó posible dar forma objetiva material al reflejo que hallaban en la
conciencia las propiedades de las cosas y sus relaciones, con lo que se
8
Tomado de “Origen del lenguaje y su papel en la formación del pensamiento”. Publicado en
Pensamiento y lenguaje, de D. P. Gorski. Tard. del ruso por Augusto Vidal Roget. Grijalbo, S.A.,
México, D.F., 2ª. ed., 1962, pp. 62-67.
78

pudieron crear objetos ideales del pensamiento: conceptos. Con los


conceptos, y gracias a ellos, se llegó a la actividad teórica en el sentido
propio de la palabra.

Desde el principio, la lengua desempeña una función que, en realidad, no puede ser
sustituida por nada en la labor generalizadora del pensamiento. Precisamente, gracias
al lenguaje, el hombre se halló en condiciones de pasar del conocimiento de objetos y
fenómenos singulares a su reflejo generalizado en forma de conceptos. Al fijar en sí
las imágenes generalizadas de la realidad, la palabra influyó de manera radical sobre
la percepción. Así el hombre pudo incorporar la imagen del objeto percibido en el
sistema complejo de la experiencia heredada y personal, refiriéndola a una
determinada categoría de objetos. Una de las particularidades esenciales del lenguaje
radica en su función generalizadora. Sin ella, la conciencia del hombre de ningún
modo habría podido llegar a ser capaz de tener una visión de conjunto de la infinita
variedad de las cosas y de los fenómenos particulares del mundo real. Se habría
desparramado y desconcertado ante el cambio incesante de fenómenos, conexiones y
relaciones. El lenguaje dio al hombre la posibilidad de fijar lo general de los objetos y
fenómenos, de sus concatenaciones y relaciones, le permitió diferenciarlos, referirlos
a conceptos, sintetizarlos en conceptos y presentarlos como relativamente estables. La
presencia de elementos gramaticales, de reglas rudimentarias para ligar las palabras
en oraciones, permitía al hombre reflejar en su conciencia y expresar en el proceso de
la comunicación del pensamiento las concatenaciones y las relaciones de
significación práctica que existían entre los objetos y estaban a su alcance. El
lenguaje articulado permitía, además, pensar acerca de los objetos y comunicar los
pensamientos propios sin tener los objetos delante, es decir, operar con los objetos no
sólo físicamente, sino, además, mediante sus nombres, con palabras y con las
imágenes generalizadas de dichos objetos, en ellas incluidas. Sobre la base del
lenguaje y con la aparición del mismo, la actividad mental del individuo fue
adquiriendo un carácter hasta cierto punto independiente, lo que sirvió, más tarde, de
fundamento necesario para la división del trabajo en físico e intelectual, hecho de
79

enorme trascendencia para el desarrollo de la sociedad, para el progreso del saber. El


carácter hasta cierto punto independiente del pensamiento surgido sobre la base del
lenguaje fue premisa necesaria para que el hombre pudiera transformar el mundo
circundante con espíritu creador. El lenguaje a base de palabras, y sólo él, hizo
posible combinar los pensamientos de manera que no fueran copia directa de los
objetos percibidos y de sus relaciones, sino un reflejo de la realidad transformadora
con espíritu creador. O sea que gracias a su función abstractiva y generalizadora, el
lenguaje puso al hombre en condiciones de rebasar los límites de la conciencia inicial
de contenidos sensoriales que le era propia en el primer estadío de su desarrollo.
Llegó así a la esfera del pensamiento abstracto por medio de conceptos generales,
etcétera. Al proporcionar al pensamiento un carácter en cierta medida independiente,
el lenguaje que una de las poderosas fuerzas que contribuyeron a crear no sólo la
cultura espiritual, sino, además, a través de esta última, la cultura material.

Como quiera que, gracias al lenguaje, resultó posible dar al pensamiento, de manera
estable, forma material perceptible por medio de los sentidos y situarlo, con ello,
frente al sujeto pensante en calidad de objeto específico, el lenguaje fue uno de los
medios que tuvo el hombre para adquirir conciencia de sí mismo. El pensamiento
humano, que opera con contenidos adscritos a la palabra por la humanidad, implica
siempre una influencia recíproca entre el sujeto pensante y el contenido que la palabra
encierra.

El lenguaje hizo posible la organización social de las formas, de las leyes y del
contenido del pensamiento, dado que el sujeto, al comunicarse con los demás, se veía
impelido por la lógica de la vida a ceñir sus impresiones personales a las normas de la
comprensión social de la realidad. El lenguaje proporcionó al movimiento interno del
pensamiento, la forma externa de existencia que lo ha convertido en bien común. Y
tanto cuando captaba el pensamiento ajeno como cuando expresaba el suyo propio, el
hombre se veía siempre obligado a poner en concordancia sus impresiones subjetivas
y sus pensamientos con los de la sociedad elaborados, y cristalizados ya en las formas
80

del lenguaje. De esta manera incorporaba los resultados del pensamiento individual a
la esfera de la conciencia social.

Al condicionar el origen del pensamiento y la formación de la conciencia que el


hombre tiene de sí mismo, el lenguaje constituyó, a la vez, la forma material
necesaria –o instrumento– del pensar, su realidad inmediata tanto para el oyente
como para el hablante. El término ¨instrumento¨ aplicado al lenguaje no es sólo una
metáfora. Resulta de suma importancia señalar que entre los instrumentos de trabajo y
el lenguaje existen, realmente, cierto parecido y cierta relación de tipo funcional y
genético. Así como mediante el instrumento de trabajo transforma el hombre un
objeto en el sentido que le es útil, por medio del lenguaje –queda carácter mediato a
la relación entre hombre y hombre– un sujeto influye sobre otro sujeto también en el
sentido deseado. Es notable la circunstancia de que el hombre primitivo utilizara el
lenguaje no sólo como instrumento que servía de base del pensamiento y medio de
comunicación, sino, además, en el sentido directo de instrumento para influir sobre
los fenómenos de la naturaleza, suponiendo que alcanzaba el fin apetecido mediante
súplicas y exorcismos en sus acciones mágicas. Cuando el hombre posee un lenguaje
ya formado, el pensamiento cobra vida sobre la base de la lengua, se expresa y
perfecciona mediante las formas de la lengua utilizando la estructura gramatical de la
proposición típica para el sistema lingüístico del pueblo dado.

El pensamiento humano, nacido junto con el lenguaje, constituye la actividad


cognoscitiva del sujeto hecha inmediata por medio de la palabra. La palabra enlaza la
relación existente entre el sujeto y la realidad con la relación existente entre el sujeto
y otros individuos. La esencia del propio pensar radica en la actividad que el sujeto
lleva a cabo utilizando el resultado de la experiencia social objetivamente
condensada en la palabra y que dirige conscientemente a la comprensión del mundo
real. La cuestión estriba en que el hombre como ser social empezó a relacionarse con
el mundo real a través de los individuos y de los instrumentos hechos por otras
personas, utilizando los conocimientos que otros le proporcionaron, colaborando con
81

otros en el proceso de la producción. El pensamiento del hombre va dirigido no sólo


al objeto del conocimiento del cual es -el pensamiento- un reflejo, sino, además, a
otras personas a las que comunica el resultado de su cognición. El pensamiento tiene
no sólo un fin cognoscitivo, sino, además, comunicativo, que cumple mediante el
lenguaje. Esta doble orientación del pensamiento queda registrada en la doble función
del lenguaje. Desde su nacimiento, el lenguaje sirve de medio de comunicación. Esta
es su función social y gracias a ella pone de manifiesto para los demás los resultados
del trabajo del pensamiento y con ello los pone de manifiesto también para el
hablante. Ahora bien, el lenguaje cumplió -y cumple- esta función comunicativa,
porque sirvió -y sirve- de medio para denominar las cosas. Esta es otra de sus
funciones, y con ella pone en relación el pensamiento con su objeto. Tenemos, pues,
que la comunicación se verifica gracias al objeto, y la relación del sujeto con el objeto
se verifica gracias a la relación existente entre los sujetos.

Como medio capitalísimo de relación entre las personas gracias al cual pudieron
éstas organizar la producción en común, estructurar la vida sobre bases sociales,
coordinar sus acciones, someterse a una comprobación recíproca, etcétera, el lenguaje
facilitó y facilita el enriquecimiento de la experiencia personal del individuo a cuenta
de la experiencia de toda la colectividad con que se relaciona y que le permite
relacionarse. Al tratarse, los individuos se enriquecieron espiritualmente. El lenguaje
permitió -y permite- al hombre enriquecer su experiencia no sólo a cuenta de la
experiencia de la colectividad que le rodea, sino, además a cuenta de la experiencia
de las generaciones procedentes, las cuales, al fijar sus conocimientos en el lenguaje,
los transmitían de generación en generación. Es decir, que los hombres se encontraron
en condiciones de entrar en conocimientos de la realidad no sólo al ponerse en
contacto inmediato con ella, en el proceso de su percepción, sino, además, de una
manera mediata, al adquirir, gracias al lenguaje, conocimientos ya preparados,
históricamente acumulados. Verdad es que la transmisión histórica de la experiencia
no sólo se llevaba a cabo gracias al lenguaje, sino que se realizaban, también, por
otros medios. En este sentido desempeñaron un papel colosal los instrumentos de
82

trabajo que traducían en su forma material los hábitos cada vez más complejos y los
medios que se empleaban en su preparación y en su utilización. Los instrumentos de
trabajo como medios efectivos de la acción del hombre sobre la naturaleza y como
producto materializado de su pensamiento técnico, desempeñaban también -y
desempeñan- en la vida de la sociedad la función indicada de medio específico de
comunicación, de intercambio de experiencia y hábitos de trabajo. Gracias a los
instrumentos de trabajo, una generación transmitía a la siguiente su propia
experiencia y le evitaba que tuviera que andar el camino ya recorrido para aprender a
preparar instrumentos. A la vez le ponía en condiciones de emprender la búsqueda de
nuevos procedimientos, más perfectos, para prepararlos y utilizarlos.

Al hacerse más complejas, las formas de la actividad humana, tanto práctica como
mental, imprimían su huella en la estructura y en el funcionamiento de los órganos
del cuerpo humano, en el cerebro en primer lugar. El perfeccionamiento de sus
funciones refleja y motora, al consolidarse en la estructura cerebral, se transmitía de
generación en generación. Las jóvenes generaciones se hallaban, así, en mejores
condiciones para conocer la realidad y transformarla, para que en su corteza cerebral
se formaran conexiones condicionales temporales de forma cada vez más compleja,
las cuales constituyen la base fisiológica del pensamiento, del lenguaje y de la
actividad práctica del hombre. La creciente complejidad de las operaciones requeridas
por la producción iba condicionando gradualmente, el perfeccionamiento de la
actividad analítico-sintética de los centros del cerebro que regulan el movimiento de
los músculos correspondientes, es decir, de los que entraban en función al realizar las
operaciones aludidas. El ejercicio constante de los órganos del lenguaje, la mayor
complejidad de formas de la actividad mental debido a que se hacían también más
complejas las relaciones entre el hombre y la realidad, estimulaban, a su vez, el
perfeccionamiento gradual de las propiedades de la corteza cerebral en su conjunto.
Las propiedades que poco a poco se iban adquiriendo, quedaban asimiladas
hereditariamente, con lo cual las generaciones siguientes adquirían mayores
posibilidades potenciales para dominar los recursos de la actividad mental y del
83

hablar, para entrar en conocimiento de la realidad. Todo este complicado entretejido


de condiciones hizo posible el progreso, gigantesco por sus consecuencias, que llegó
a realizar el hombre, dejando a sus espaldas, a una distancia infinitamente lejana, el
reino animal, del que logró desarraigarse con suma dificultad, abriendo luego entre sí
mismo y dicho reino un abismo prácticamente infranqueable.

En el conjunto de condiciones que hacen posible la actividad cognoscitiva del


hombre, ocupó un lugar preeminentísimo –y lo sigue ocupando en la actualidad– el
lenguaje. Gracias al lenguaje, cada nueva generación, al asimilar el contenido del
pensamiento de las generaciones anteriores y los recursos del habla, asimilaban a la
vez, las formas y leyes del pensamiento. Lo uno y lo otro quedaba fijado en el
lenguaje y se transmitía de generación en generación. Eso no pudo menos de facilitar
el rápido desenvolvimiento de la conciencia, del pensamiento. Una vez nacido, el
lenguaje se convirtió en una fuerza grandiosa. Infinitos son los hilos que se pierden
en la profunda lejanía del pasado, mediante los cuales el lenguaje enlaza con los
pensamientos y los sentimientos de todas las generaciones precedentes de seres
humanos, sobre cuyos hombros se eleva, majestuoso, el hombre contemporáneo.
84


R. Jakobson

Lingüística y poética9

Por fortuna, las conferencias eruditas y las políticas no tienen nada en común. El
excito de una convención política depende del acuerdo general de la mayoría o de la
totalidad de sus participantes. El empleo de votos y vetos, sin embargo, es ajeno a la
discusión erudita en la que el desacuerdo suele resultar más productivo, porque revela
antinomias y tensiones dentro del campo que se debate reclamando nuevas
investigaciones. Las actividades exploratorias de la Antártica, más que las
conferencias políticas presentan una analogía con las reuniones eruditas: expertos
internacionales en diversas disciplinas intentan trazar el mapa de una región
desconocida y descubrir dónde se hayan los mayores obstáculos para el explorador, lo
picos irremontables y los precipicios. Esta planificación parece haber sido la
primordial tarea de nuestra conferencia y, a tal respecto, el trabajo ha tenido bastante

9
“Lingüística y poética” es un texto producido en 1968; fue publicado por primera vez en 1960. Se ha
tomado el texto de Román Jakobson, de la traducción de A. M. Gutiérrez Cabello, Barcelona, Editorial
Cátedra, 1988, pp. 27 – 75. Por intereses de la Selección se ha reducido su contenido a los aspectos que
más interesan a la Teoría del Lenguaje.
85

éxito. ¿Es que no nos hemos dado cuenta de cuales son los problemas más cruciales
y cuáles los de mayor controversia? ¿Es que no hemos aprendido también a poner en
marcha nuestros códigos, qué términos exponer o incluso evitar para impedir
malentendidos con los que usan una jerga departamental diferente? Creo que para la
mayoría de los miembros de esta conferencia, si no para todos, tales preguntas están
algo más claras hoy que hace tres días.

Se me ha pedido que haga unos comentarios resumiendo la relación que hay entre
poética y lingüística. En primer lugar, aquella se ocupa de responder a la pregunta:
¿Qué hace que un mensaje verbal sea una obra de arte? El objeto principal de la
poética es la diferencia específica del arte verbal con respecto a otras artes y a otros
tipos de conducta verbal; por eso está destinada a ocupar un puesto prominente dentro
de los estudios literarios.

La poética trata de problemas de estructura verbal, así como a la estructura pictórica


le concierne el análisis de la pintura. Puesto que la lingüística es la ciencia que
engloba a toda la estructura verbal, se puede considerar a la poética como parte
integrante de aquella.
<…>
A veces oímos decir que la poética, a diferencia de la lingüística, tiene que ver con
la valoración. Esta separación mutua de los dos campos se basa en una interpretación,
actual pero errónea, del contraste entre la estructura de la poesía y otros tipos de
estructura verbal: se dice que estos factores son opuestos, por su naturaleza “casual” y
fortuita, al carácter “no casual” e intencional del lenguaje poético. En realidad,
cualquier conducta verbal tiene un propósito, pero los objetivos son diferentes y la
conformidad de los medios usados para obtener el efecto deseado es un problema que
no dejará de preocupar a los que intenten profundizar en las diversas clases de
comunicación verbal. Hay una correspondencia cercana, mucho más de lo que los
críticos creen, entre la cuestión de los fenómenos lingüísticos que se extienden en
espacio y en tiempo, y la expansión espacial y temporal de los modelos literarios.
86

<…>
La insistencia de mantener la poética separada de la lingüística está justificada sólo
cuando el campo de esta última aparece restringido de forma abusiva, por ejemplo:
cuando la frase está considerada por algunos lingüistas como una construcción
sumamente idónea para analizar; cuando el alcance de la lingüística está limitado a la
gramática o, en exclusiva, a cuestiones no semánticas de forma externa, o bien a la
existencia de recursos significativos que no hagan referencia o variaciones libres.
Voegelin ha señalado con toda claridad los dos problemas relacionados más
importantes que enfrenta la lingüística estructural, a saber: una revisión de “la
hipótesis monolítica del lenguaje” y una preocupación por “la independencia de
estructuras diversas dentro de una lengua”. Sin duda, para cualquier comunidad
hablante, para cualquier orador existe una unidad de lenguaje, pero este código total
representa, a su vez, un sistema de sub-códigos conectados entre sí; cada lengua
abarca varios patrones concurrentes, que se caracterizan por desempeñar una función
diferente cada uno.

Es obvio que debemos estar de acuerdo con Sapir en que, en general, “lo que
predomina en el lenguaje es la formación de ideas”10, pero esta supremacía no
autoriza a la lingüística a descuidar los “factores secundarios”. Los elementos
emotivos del habla —que, como Joos está dispuesto a creer, no pueden describirse
“con un número finito de categorías absolutas” — son clasificados por él “como
elementos no lingüísticos del mundo real”. De ahí “que para nosotros sean fenómenos
vagos, proteicos y fluctuantes”, concluye Joos, “que rehusamos tolerar en nuestra
ciencia”11. Joos en un verdadero experto en experimentos de reducción, y uno de ellos
está representado por el énfasis que pone en exigir una “expulsión” de los elementos
emotivos de “la ciencia del lenguaje”, reductio ad absurdum.

10
Salir, E. Lenguaje, Nueva York, 1921
11
Joos, M. Description of Language Design. En: Journal of the Acoustical Society of America, 22
(1950), pp. 701 – 708.
87

El lenguaje debe ser investigado en toda la gama de sus funciones. Antes de discutir
la parte poética, debemos definir el lugar que ocupa dentro de las otras funciones. Un
esbozo de ellas requiere un examen conciso de los factores que entran a formar parte
de cualquier hecho del habla, de cualquier acto de comunicación verbal. El
HABLANTE envía un MENSAJE al OYENTE. Para que sea operativo, ese mensaje
requiere un CONTEXTO al que referirse (“referente”, según una nomenclatura más
ambigua), susceptible de ser captado por el oyente y con capacidad verbal o de ser
verbalizado; un CÓDIGO común a hablante y oyente, si no total, al menos
parcialmente (o lo que es lo mismo, un codificador y un descifrador del mensaje); y,
por último, un CONTACTO, un canal de transmisión y una conexión psicológica
entre hablante y oyente, que permita a ambos entrar y permanecer en comunicación.
Todos estos factores involucrados en la comunicación verbal de una manera
inalienable pueden ser esquematizados de la siguiente forma:

CONTEXTO
MENSAJE
HABALNTE ____________ OYENTE
CONTACTO
CÓDIGO

Cada uno de los seis elementos determina una función diferente del lenguaje.
Aunque distinguimos seis de sus aspectos básicos, apenas podríamos encontrar
mensajes verbales que realizasen un cometido único. La diversidad no se encuentra
en el monopolio de una de estas funciones varias, sino en un orden jerárquico
diferente. La estructura verbal del mensaje depende, básicamente, de la función
predominante. Pero, aún cuando una tendencia hacia el referente (Einstellung), una
orientación hacia el CONTEXTO —en resumen, la función llamada
REFERENCIAL, “denotativa”, “cognoscitiva”— es la tarea primordial de numerosos
mensajes, la participación accesoria de las demás funciones de tales mensajes debe
ser tenida en cuenta por el lingüista observador.
88

La denominada función EMOTIVA o “expresiva”, enfocada hacia el HABLANTE,


aspira a una expresión directa de la actitud de este hacia lo que está diciendo. Esto
tiende a producir la impresión de una cierta emoción, ya sea verdadera o fingida; por
tanto, el término de “emotivo”, lanzado y defendido por Marty,12 ha demostrado ser
preferible al de “emocional”. El estrato puramente emotivo de la lengua está
representado por las interjecciones, que difieren de los medios de un lenguaje
referente por su patrón sonoro (secuencias de sonido peculiares o incluso de sonidos
que en otra parte resultarían poco usuales) y por su papel sintáctico (no son
componentes sino equivalentes de oraciones). “¡Bah, Bah!, dijo Mc Guinty”: la
expresión completa del personaje de Conan Doyle consiste en dos chasquidos. La
función emotiva, puesta de manifiesto en las interjecciones sazona, hasta cierto punto,
todas nuestras locuciones en su nivel fónico, gramatical y léxico. Si analizamos el
lenguaje desde el punto de vista de la información de la información que contiene, no
podemos restringir la noción de información al aspecto cognoscitivo. Un hombre que
haga uso de los rasgos expresivos para indicar su actitud irónica o colérica, trasmite
una información ostensible, y es evidente que esta conducta verbal no puede ser
equiparada a actitudes no semióticas o nutritivas, como puede ser “comerse un
pomelo” (para seguir el símil de Chatman) La diferencia entre [big] “grande” y la
prolongación enfática de la vocal [bi:g] es convencional; supone un rasgo lingüístico
cifrado, como la diferencia entre las vocales cortas y largas de los términos checos
[vi], “tu”, y [vi:], “sabe”, pero en este par la información diferencial es fonológica y
en el anterior, emotiva. Mientras estemos interesados en invariantes fonológicas, las
vocales inglesas /i/ e /i/ se presentan como simples variantes de un mismo fonema;
pero si lo que nos preocupa son las unidades emotivas, la relación entre invariante y
variante se revierte: la longitud y la brevedad son invariantes ejecutadas por fonemas
variables. La conjetura de Saporta, de que la diferencia emotiva es un rasgo no
lingüístico “atribuible a la transmisión del mensaje y no a él”, reduce, de un modo
arbitrario, su capacidad informativa.

12
Marty, A. Untersuchungen zur Grundlegung der allgemeinen Grammatik und Sprachphilosophie,
v. I, Halle, 1908.
89

<…>
Orientada hacia el OYENTE, la función CONNATIVA encuentra su más pura
expresión gramatical en el vocativo y el imperativo, que desde el punto de vista
sintáctico, morfológico y, a menudo, incluso, fonológico, se desvían deotras
categorías nominales y verbales. Las oraciones de imperativo difieren, de manera
fundamental, de las enunciativas en que éstas están expuestas a una prueba de verdad.
Cuando Nano (en la obra de O’Neill titulada La fuente), “con tono agresivo de
mandato”, dice “¡Bebe!”, en ese imperativo no cabe hacerse la pregunta “¿es cierto o
no?”, que, sin embargo, sí es posible en frases como “bebió”, “beberá” y “bebería”.
En contraste con las oraciones de imperativo, las enunciativas se pueden convertir en
interrogativas “¿bebió?”, “¿beberá?” “¿bebería?”.

El modelo tradicional del lenguaje, tal y como Bühler 13 lo explicó, se reducía a esas
tres funciones (emotiva, conativa y referencial), t los tres ángulos de este modelo (la
primera persona del hablante, la segunda persona del oyente y la “tercera”,
propiamente dicha, es decir alguien o algo ya mencionado) Hay muchas posibilidades
de que ciertas funciones verbales adicionales se puedan deducir de este ejemplo
triádico. De esta forma, la función mágica y de conjunto consta, en su mayor parte, de
alguna conversación con una “tercera persona”, ausente o inanimada, con un oyente
de un mensaje conativo. “¡Qué se seque este orzuelo, tfu, tfu, tfu, tfu!” (hechizo
lituano.

<…>
No obstante, observamos tres nuevos factores constitutivos de la comunicación
verbal y tres funciones del lenguaje correspondientes.

Existen mensajes cuya función primordial es establecer, prolongar, interrumpir la


comunicación, para comprobar si el canal funciona (“Oiga, ¿me oye?”), para atraer o
confirmar la atención continua del interlocutor (“¿me escucha?”, o según la dicción

13
Bühler, K. Die Axiomatik der Sprachwissenschaft. En: Kant –Studien, 38, Berlín, 1933, pp. 19-20
90

shakesperiana “¡Préstame oídos!”, y al otro lado del hilo, “¡Ajá!”)Este CONTACTO,


o función FÁTICA —para utiliza el término de Malinovski— 14, se puede desplegar
utilizando un profuso intercambio de fórmulas ritualizadas por diálogos completos,
con le simple propósito de prolongar la comunicación. Dorothy Parker captó estos
elocuentes ejemplos:

- Bueno – dijo el joven.


- Bueno – dijo ella.
- Bueno, aquí estamos – dijo él.
- Aquí estamos ¿verdad? – dijo ella.
- Yo diría que sí – dijo él, ¡sí señor! aquí estamos
- Bueno – dijo ella.
- Bueno, bueno – dijo él.

El esfuerzo por iniciar y mantener una comunicación es típico de las aves canoras;
así que la función fática del lenguaje es la única que comparten con los seres
humanos. También es la primera función verbal que adquieren los niños; están
dispuestos a comunicarse ya antes de de estar capacitados para enviar y recibir
información que se lo permita.

La lógica moderna distingue entre dos niveles de lenguaje: “lenguaje de objetos”, y


“metalenguaje”. Pero éste no sólo constituye un instrumento científico necesario para
lógicos y lingüistas, sino que también desempeña un papel importante en el lenguaje
que utilizamos cada día. Al igual que el Jourdain de Moliére, utilizaba la prosa sin
conocerla, nosotros practicamos el metalenguaje sin darnos cuenta del carácter
metalingüístico de nuestras operaciones. Siempre que el hablante y/o el oyente
necesitan comprobar si emplean el mismo código, el habla fija la atención en el
CÓDIGO: representa una función METALINÜÍSTICA (por ejemplo, la de glosar).

14
Malinivski, B. The Probelm of Meaning in Primitive Languages. En: The Meaning of Meaning, de
C.K. Ogden e I. A. Ricahrds, Nueva York y Londres, 9ª ed., 1953, pp. 296 - 336
91

“No le comprendo, ¿qué quiere decir?, interroga el oyente, o en la dicción de


Shakespeare: “¿Qué fue lo que dijisteis?”

Imaginemos un diálogo exasperante como el siguiente:


- Le dieron calabazas al sophomere.
- Pero, ¿qué es dar calabazas?
- Es lo mismo que catear.
- Y ¿qué es catear?
- Significa suspender en un examen.
- Y, ¿qué es un sophomere? – insiste el que interroga, ajeno por completo al
vocabularios escolar.
- Se les llama así a los estudiantes de segundo año.

Todas estas oraciones ecuacionales sólo contienen información sobre el código


léxico del español, y su función es estrictamente metalingüística. Cualquier proceso
de aprendizaje de una lengua, en especial la adquisición por parte del niño de la
lengua materna, hace un amplio uso de tales funciones, y la afasia puede ser descrita
como la pérdida de capacidad para llevar a cabo operaciones metalingüísticas.

Hemos sacado a colación los seis factores implicados en la comunicación verbal,


salvo el propio mensaje. La tendencia hacia el MENSAJE, como tal (Einstellung), es
la función POÉTICA que no puede estudiarse con efectividad si se aparta de los
problemas generales del lenguaje o, por otra parte, el análisis de éste requiere una
consideración global de su función poética. Cualquier intento encaminado a reducirla
a poesía o viceversa, constituiría una forma engañosa de simplificar las cosas al
máximo. Esta función no es la única función del arte verbal, pero sí la más
sobresaliente y determinante, mientras que en el resto de las actividades verbales
actúa como constitutivo subsidiario, accesorio. También sirve para profundizar la
dicotomía fundamental de signos y objetos. De ahí que, al tratar la función poética, la
lingüística no pueda limitarse al campo de la poesía.
<…>
92

La chica tenía la costumbre de hablar de “horrible Harry”. “¿Por qué horrible?”


“Porque lo detesto”. “Pero, ¿por qué no desagradable, terrible, horroroso o
repugnante?” “no sé por qué, pero horrible le cuadra mejor”. Sin darse cuenta se
estaba aferrando al recurso poético de la paronomasia.

<…>
Como hemos dicho, el estudio lingüístico de la función poética debe sobrepasar los
límites de la poesía y, por otra parte, el análisis lingüístico de ésta no puede limitarse
a aquélla. Las características de los diversos géneros poéticos implican una
participación escalonada diferente por parte de las otras funciones verbales, junto con
la función poética dominante. La épica que se concreta a la tercera persona, involucra
de manera firme al aspecto referencial del lenguaje; la lírica, orientada hacia la
primera persona, está íntimamente ligada a la función emotiva. Sin embargo, la
poesía de la segunda persona está imbuida de la función conativa y es. O apelativa, o
exhortativa, según la primera persona esté subordinada a la segunda, o a la inversa.

Ahora que ya está más o menos completa nuestra precipitada descripción de las seis
funciones básicas de la comunicación verbal, podemos acabar nuestro esquema de
factores fundamentales con el correspondiente compendio de funciones:

REFERENCIAL

EMOTIVA POÉTICA CONATIVA

FÁTICA

METALINGÜÍSTICA
93


M. Figueroa Esteva

ORIGEN Y DESARROLLO DEL LENGUAJE EN LA ESPECIE Y EN EL


INDIVIDUO15

Los problemas del origen del lenguaje y su papel en el desarrollo de la sociedad y


de la sique humana han preocupado siempre, de manera incluso obsesiva en ciertos
períodos históricos, a todos los estudiosos del hombre en su especificidad. El hombre
es, efectivamente, un “animal racional”, pensante; pero es también un “animal que
trabaja”, que produce herramientas para transformar la naturaleza y someterla cada
vez más a sus propios fines; y, no precisamente en último término, es también un
“animal que habla” y produce signos. A estas tres caracterizaciones sumarias del
hombre cabe añadir una cuarta, que subtiende a las otras: el hombre es un animal
social.

A cada uno de estos tres rasgos específicos del hombre corresponden determinadas
características fisiológicas, biológicas: desarrollo del sistema nervioso central y
complejización de la estructura cortical, que permiten los procesos mentales más
abstractos; desarrollo del oído y de los llamados órganos del habla, en
correspondencia con la susodicha estructuración de la corteza cerebral y del segundo
sistema de signalización (como caracterizara I. P. Pávlov al lenguaje, desde el punto

15
Tomado de M. Figueroa Esteva Problemas de teoría del lenguaje. Ed. Ciencias Sociales, La Habana,
1982; p.p. 9 – 28
94

de vista de la neurofisiología) desarrollo, en fin, de la vista y el tacto, en estrecha


correlación con la especialización de la mano como órgano principal de la actividad
productiva, práctico–transformadora . Así, pues, la noción de Homo sapiens no es
completa si no incluye también las de Homo loquens y Homo laborans.

No se trata de “escoger” uno de estos aspectos y rechazar los otros, sino, sobre todo,
de reconocer la íntima relación entre ellos: su interdependencia tanto genética como
estructural. Nos hallamos en presencia de relaciones de complementariedad, no ante
alternativas mutuamente excluyentes. El verdadero problema consiste, entonces, en
investigar el modo específico como se origina, produce y reproduce incesantemente
esa interrelación de los factores noético, lingüístico y práctico (o pragmático).

Tan pronto como nos planteamos claramente esta necesidad de tomar en cuenta las
interconexiones de estos tres factores capitales –el noético, el semiótico-lingüístico y
el práctico, se hace evidente que no es posible desvincular el enfoque histórico–
genético del enfoque estructuro–funcional. Se trata de un complejísimo sistema de
sistemas, el estudio cabal de cuyos mecanismos exige el conocimiento de su génesis y
desarrollo ulterior; y a la inversa, el estudio de la actual estructura y funcionamiento
de estos sistemas y de su interacción puede arrojar luz sobre importantes aspectos de
su génesis y los estadios más tempranos de su desarrollo, compensando así la
insuficiencia de datos paleoarqueológicos y paleoantropológicos. Sin pretender
subestimar dogmáticamente los importantísimos avances de ciencias, como la
sicología, la antropología, la neurofisiología, etcétera, en el llamado mundo
“occidental”, es decir, entre los científicos del mundo capitalista, debemos no
obstante señalar que con frecuencia se manifiesta entre ellos una nociva tendencia a
destacar unilateralmente una de las tres vertientes mencionadas de la actividad
humana, desgajándola de su interacción sistémica con las otras, o bien a divorciar los
momentos histórico–genético y estructuro–funcional en el estudio de la
correspondiente problemática.
95

Conviene ahora preguntarse cuál es el fundamento de la unidad postulada entre los


sistemas de actividad racional, lingüística y práctica; sobre qué base estamos
autorizados a concebir estos tres tipos de actividad específicamente humana como un
sistema de sistemas, es decir, como un sistema único y altamente complejo. En lo que
atañe al individuo humano, cuya sique y cuya conducta constituyen el objeto de
estudio tradicional de la sicología, no cabe duda que ese fundamento es de orden
neurofisiológico: en el sistema nervioso central del individuo humano se verifica
objetiva y palpablemente la indisoluble unidad de los factores noético, semiótico y
práctico-conductual, como formas específicas de la actividad humana. El máximo
mérito histórico de I. P. Pávlov y su escuela consistieron, justamente, en convertir la
neurofisiología en la base para el estudio científico de los procesos mentales y
conductuales del hombre y la relación de estos procesos con el lenguaje, que se revela
en esta concepción como instrumento de un nuevo tipo, cualitativamente superior, de
reflejo. El papel del segundo sistema de signalización, como lo llamó Pávlov, no
solamente es fundamental en lo atinente al pensamiento mismo y a los procesos
cognitivos más abstractos, no solamente se despliega en la base de los procesos de
generalización, abstracción, memorización, etcétera, sino que resulta asimismo
esencial por su repercusión sobre los procesos sensoroperceptuales y sobre la
conducta práctica, la llamada vida instintiva del hombre, etcétera. Aquí, el segundo
sistema de signalización no sólo actúa positivamente, como factor estimulante, los
movimientos voluntarios, los sistemas más o menos complejos de actividad tendente
a alcanzar determinados fines, etcétera, sino que también actúa negativa,
inhibitoriamente. Esto último es de particular importancia, ya que los momentos
positivo y negativo, excitante e inhibitorio, aparecen indisolublemente combinados
como partes integrantes de un mismo progreso: sin el papel negativo que es capaz de
ejercer el segundo sistema de signalización sobre la actividad receptora y preceptora,
así como sobre la conducta práctica de los individuos, no serían concebibles la
atención selectiva y discriminatoria, los actos de voluntad, ni, por ende, el aprendizaje
propiamente dicho en cualquiera de sus formas, el hombre quedaría, por así decir,
inmerso y preso en la riqueza de formas y la infinita variedad de lo concreto-sensible,
96

y sería entonces incapaz de percibir su propia relación con el mundo como una
relación sujeto-objeto, incapaz de distanciarse noéticamente de sus circunstancias
inmediatas, incapaz, por consiguiente, de planear su conducta, de someter complejos
sistemas de actos parciales a determinados fines ideales.

El comportamiento práctico del hombre es, pues, racional, y el lenguaje aparece


como un factor sumamente importante tanto en relación con el pensamiento como en
relación con la vida práctica de los hombres, es decir, aparece como bifuncional: por
un lado, el lenguaje abstracto y verbal en general; por otro, es instrumento de la
comunicación interpersonal, de la semiosis o producción de signos, y en este sentido
constituye una de las formas más importantes de la conducta humana lato sensu, de la
actividad práctico–material de los hombres, a saber, la conducta lingüística o verbal.

Entre los lingüistas y filósofos del lenguaje abundan las clasificaciones funcionales
del lenguaje. Así, por ejemplo, se ha hecho clásica la tricotomía de K. Bühler, que
incluye las funciones expresiva, representativa y apelativa (otros, como J.
Murkarovsky, añaden como cuarta función la estética). Sin embargo, en la mayoría de
estas clasificaciones se concibe el lenguaje en sentido más estrecho, o sea, como
lengua efectiva, materialmente realizada o realizable. Se trata, así, de una subdivisión
operada a partir de la función comunicativa (semiótica) del lenguaje que soslaya la
otra función del lenguaje: la noética.

A fin de que los árboles no nos impidan ver el bosque, importa distinguir ante todo
ambas funciones e insistir en la necesidad de ver esa variedad subfuncional de la
lengua en su unidad funcional básica: la comunicativa. Una vez reconocida la
distinción fundamental entre función comunicativa y función noética del lenguaje, es
posible no solamente plantearse tanto la relación lenguaje-pensamiento como la
relación lengua-praxis, sino también indagar la relación tanto genética como
estructurofuncional entre estas dos grandes funciones del lenguaje. En este terreno ha
sido pionero otro científico soviético, el sicólogo L. S. Vygotski, entre cuyos
97

discípulos y colaboradores más brillantes se cuentan A. N. Leóntiev y A. R. Luria,


recientemente fallecido. La concepción vygotskiana, que en la actualidad goza de
creciente prestigio en el mundo entero, no debe interpretarse como contrapuesta a la
pavoloviana, sino como complementaria de ella. Si Pávlov aborda la problemática
lingüístico–psicológica desde el punto de vista de la neurofisiología del cerebro,
contribuyendo así a desarrollar la teoría marxista–leninista del reflejo en el terrero
científico–natural, Vygotski pone el énfasis en el aspecto social de la cuestión, con lo
cual refuerza las posiciones del materialismo histórico y reafirma la condición de
ciencias sociales común tanto a la psicología como a la lingüística. Las conocidas
tesis vygotskianas acerca del proceso de interiorización del lenguaje en el niño,
desarrolladas en aguda polémica con la noción de J. Piaget sobre el llamado lenguaje
egocéntrico, introducen una pieza clave en el “rompecabezas” de las relaciones
praxis – noesis – semiosis, a saber, el factor social. Pues el hombre es ante todo,
como ya había anticipado Aristóteles y reafirmado plenamente la filosofía marxista,
un ser social. Es esa socialidad la que más específicamente lo caracteriza, la que
constituye su más íntima esencia. La praxis, el pensamiento y el lenguaje de los
hombres son, por esencia, sociales.

La atención de Vygotski se centra, precisamente, en el proceso creciente de


socialización del niño desde su más temprana infancia. En la ontogenia, el lenguaje
aparece como un factor de suma importancia en el proceso socializador; según una de
las tesis cardinales del pensamiento vygotskiano, las relaciones sociales
interpersonales son interiorizadas por el niño, convertidas en relaciones
intrapersonales, en lo fundamental gracias al papel del lenguaje, que pasa
gradualmente de su función comunicativa a la noética mediante un proceso de
interiorización. La interiorización del lenguaje es, así, un aspecto esencial del
proceso más general de interiorización de la socialidad en el niño. De este modo, el
lenguaje añade a su función reguladora de la conducta del niño en sociedad (en las
relaciones del núcleo familiar, la escuela, etc.) una función cualitativamente nueva, a
98

saber, la función autorreguladora del pensamiento verbal del niño, base de la


conducta consciente y voluntaria, socialmente condicionada, del individuo humano.

Sobre la base de ciertas semejanzas –puestas de relieve por el propio Vygotski, pero
que no deben exagerarse entre la ontogenia y la filogenia, se puede postular la
hipótesis de un surgimiento relativamente independiente de pensamiento y lenguaje
en uno y otro casos. Cuando Vygotski se refiere al surgimiento independiente y
paralelo de noesis y semiosis, está claro, sin embargo, que se refiere a un
protopensamiento que podríamos caracterizar como “concreto”, sensoroperceptual
(que en el niño se manifiesta tempranamente en el llamado período sensorimotor), y a
un protolenguaje no vinculado a procesos propiamente noéticos, sino caracterizado
por un fuerte condicionamiento del contexto situacional inmediato y consistente en
expresiones afectivas y volitivas elementales (síntomas y señales “verbales”), así
como en elementos imitativos de diversos tipos. La fusión de ambos tipos de
actividad –“pensamiento” prelingüístico y “lenguaje” prenoético– significa un salto
cualitativo de la mayor envergadura tanto para el pensamiento cuanto para el
lenguaje: el pensamiento deviene verbal (base del pensamiento abstracto y lógico), en
tanto que el lenguaje se carga de contenido noético, al servicio del cual se organiza
internamente como lengua propiamente dicha, es decir, como sistema lingüístico, con
entidades sígnicas y subsígnicas y reglas constructivas, sintácticas en sentido lato.

En la perspectiva filogénetica, es en este punto donde podemos localizar el paso del


antropoide al hombre propiamente dicho; entre otras cosas, porque en el marco de
este proceso de verbalización del pensamiento, como hemos dicho, se produce la
socialización. La gradual evolución zoológica da paso así al salto cualitativo más
formidable que conozcamos: el salto del mundo sujeto a leyes naturales al mundo
regido por leyes sociales (o, en términos hegelianos: del “reino de la necesidad” al
“reino de la libertad”). Desde la perspectiva pavloviana, se trata del paso del primero
al segundo sistema de signalización.
99

Vemos, pues, el papel decisivo del lenguaje no ya en la socialización progresiva del


hombre, sino incluso en la hominización del antropoide.

En el capítulo de Dialéctica de la naturaleza titulado “Papel del trabajo en la


hominización del mono”, Engels había resuelto genialmente los aspectos
fundamentales de esta amplia problemática, a pesar de la insuficiencia de los datos
disponibles en su época. Allí, como se sabe, Engels señalaba cómo la praxis había
sido el factor determinante en el surgimiento del hombre y la sociedad. La praxis
productiva, materialmente transformadora (el trabajo), que pone en contacto activo al
hombre con el medio, le permite transformar la naturaleza, humanizarla; pero, como
observaba Marx, “los hombres, al transformar la naturaleza, se transforman a sí
mismos”. A través de la praxis material, en efecto, el hombre se humaniza a sí mismo:
educa sus sentidos, desarrollo el lenguaje, perfecciona sus movimientos y
manipulaciones, acumula experiencias y las trasmite, se relaciona con otros hombres,
desarrolla su pensamiento. No obstante, debemos hacer dos importantes
observaciones:

En primer lugar, el propio Engels se encarga de subrayar, junto al papel


determinante de la praxis, la importancia extrema del lenguaje: “Primero el trabajo,
luego y con él lenguaje...” Tales son las palabras de Engels, quien comprendía
perfectamente que sin lenguaje no podría hablarse ni de sociedad ni siquiera de
verdadera praxis, ya que ésta se define como esencialmente social, colectiva, y no es
concebible la actividad transformadora colectiva, enderezada a un fin común, sin
lenguaje. De modo que Engels no sólo indica, de manera expresa, la importancia del
factor lingüístico junto al práctico (aunque siempre, naturalmente, subordinado el
primero al segundo), sino que plantea el proceso filogenético del hombre de manera
dialéctica. Esto quiere decir, entre otras cosas, que en ningún momento Engels
concibe estos procesos ordenados linealmente, en sucesión cronológica; los concibe
integralmente, como partes integrantes de un único proceso complejo de
hominización (i.e., socialización) del antropoide, si bien, desde el punto de vista
100

materialista, hace énfasis en el papel determinante de la praxis como factor o aspecto


de ese proceso complejo.

En segundo lugar, Marx y Engels comprendían muy bien que la noción de praxis
(actividad material transformadora, enderezada a un fin y social por su esencia) no
podía colocarse en el umbral de la aparición del género humano, como condición
previa del surgimiento del hombre, por la sencilla razón de que el concepto de praxis
es inseparable del concepto de hombre y del concepto de sociedad. Como en el caso
de la tesis vygotskiana, habría entonces que hablar aquí de una protopraxis, es decir,
de una actividad todavía natural, animal, de base biológica, pero ya con importantes
gérmenes de lo que sería la verdadera praxis, la praxis propiamente social y humana.
Así debe entenderse, en opinión del fallecido antropólogo soviético B. F. Pórshnev, la
expresión “trabajo instintivo”, ocasionalmente utilizada por los clásicos del marxismo
para aludir a esa actividad transformadora que, sin embargo, aún no puede
caracterizarse ni como consciente ni como regida por una finalidad ideal.

Queda el hecho fundamental, en todo caso, de que es la actividad material el factor


siempre determinante en todo este largo y complejísimo proceso de cambios
cualitativos que, a la postre, conduce al salto cualitativo de lo exclusivamente natural
a lo social. No menos importante, por otra parte, es subrayar el carácter activo del
sujeto humano en todos los aspectos parciales de dicho proceso: en las Tesis sobre
Feuerbach, Marx hace una síntesis brillante de la teoría del conocimiento materialista
y del materialismo histórico; allí supera definitivamente el materialismo
contemplativo. Sobre esa base, debemos destacar que tanto el pensamiento como el
lenguaje, al igual que la praxis, son procesos, actividades, en que el individuo
humano aparece como sujeto y el mundo material como objeto. La actividad noética
se nutre de la actividad sensoroperceptual, que le aporta sus contenidos de base, y
esta última actividad se alimenta, a su vez, del contacto práctico del hombre con el
medio. La actividad semiótica –en particular la lingüística– constituye un elemento
instrumental indispensable que acompaña a la actividad práctica y, como sabemos,
101

mediante un proceso de interiorización pasa a enriquecer la actividad noética, que en


virtud de ello se libera progresivamente de la prisión de la inmediatez y
multiformidad infinita de lo concreto–sensible, para elevarse, mediante sucesivas
abstracciones, hasta lo concreto–pensado.

La importancia del lenguaje en la conformación y desarrollo del pensamiento era


puesta de relieve tanto por Engels como por Pávlov y Vygotski. Es conocida la tesis
según la cual el lenguaje mantiene con el pensamiento una relación del tipo forma
/contenido, tesis sostenida por numerosos autores de filiación marxista. Puede estarse
de acuerdo con dicha tesis siempre que, en primer lugar, no se olviden las dos grandes
funciones del lenguaje –comunicativa y noética– y las considerables diferencias de
organización, estructura y funcionamiento del material lingüístico en su empleo
comunicativo y en su empleo noético (sólo en este último empleo aparece el lenguaje
como forma del pensamiento); en segundo lugar, tampoco debe olvidarse que, en los
procesos noéticos, los elementos verbales coexisten muy variadamente con elementos
de carácter concreto-sensible no verbal (representaciones, imágenes, etc.). Entre los
lingüistas se manifiesta periódicamente la tendencia a exagerar de manera unilateral
la importancia de lenguaje en su relación con el pensamiento: en Estados Unidos la
llamada “teoría de Sapir – Whorf”, y en Europa occidental el movimiento
neohumboldiano, son dos casos señalados de hiperbolización idealista del papel del
lenguaje en la conformación del pensamiento. El agnosticismo kantiano encuentra
una curiosa resurrección en estas corrientes, globalmente caracterizables como
relativismo lingüístico. En esencia, las viejas “formas a priori” de la epistemología
kantiana asumen aquí el carácter de formas lingüísticas. Para el relativismo
lingüístico, que se apoya en el relativismo neopositivista de la filosofía burguesa
contemporánea, la lengua (es decir, el vocabulario y la gramática específicas de cada
lengua) determina en mayor o menor medida la cosmovisión o concepción del mundo
(Weltanschauung) de los hombres y las comunidades lingüísticas; esta exageración
del factor subjetivo en los procesos cognocitivos, disfrazada de una “objetividad”
lingüística (intersubjetiva), conduce a la negación de la teoría materialista del reflejo,
102

que parte de la adecuación del reflejo a su objeto y del papel determinante del
contacto práctico del hombre con el mundo y de sus relaciones sociales (materiales)
objetivas al enjuiciar su actividad cognocitiva y sus proyecciones ideológicas. Así, el
relativismo lingüístico –y ésta es su esencia ideológicamente reaccionaria–, del
mismo modo que su progenitor, el relativismo noseológico del neopositivismo, resta
importancia a los factores realmente decisivos en la ideología o cosmovisión de los
hombres, factores que, como sabemos, se remiten, en última instancia, no a las
peculiaridades de la lengua de una comunidad, sino a las relaciones sociales de los
hombres en el seno de dicha comunidad, ante todo a sus intereses materiales y a sus
reacciones económicas, así como al grado de desarrollo de la técnica y de las ciencias
y, en general, de la cultura material y espiritual alcanzado por un pueblo. De tal
suerte, en vez de instrumento dúctil, el lenguaje nos es presentado por estos
pensadores como una “red” o “camisa de fuerza” impuesta a una realidad
supuestamente “amorfa”. La idea, más o menos sutilizada y matizada, aparece en
infinidad de textos lingüísticos, tanto pretensiosamente teóricos como manualescos:
la “forma” (a priori) lingüística se superpone a una realidad (a un continuum) amorfa
y caótica.

Contrariamente a la exageración del papel del lenguaje en los procesos cognitivos,


la escuela sicológica de J. Piaget más próxima a la de Vygotski en algunos puntos de
lo que a primera vista podría parecernos, destaca otros factores no lingüísticos como
determinantes. Según la concepción de Piaget, las fuentes de las operaciones
intelectuales no residen en el lenguaje, sino en el período preverbal, sensorimotor, del
niño; en ese período se elabora un sistema de “esquemas” –según la terminología
piagetiana–, de carácter eminentemente operacional. Piaget señala que el
pensamiento representativo se constituye contemporáneamente con la adquisición del
lenguaje, pero subraya que sus coincidencias e isomorfismo parecen deberse más bien
al hecho de que pensamiento y lenguaje toman parte, ambos, en un proceso mucho
más general, el de la constitución de lo que él llama la función simbólica (semiótica
en esencia). El “juego simbólico”, la “imitación diferida” y las imágenes mentales
103

como “imitaciones interiorizadas” son otras tantas manifestaciones o peldaños en el


desarrollo de la llamada función simbólica. Así, pues, para Piaget el hombre sería
ante todo una especie de “animal que produce símbolos” (signos). Uno de los puntos
débiles de la concepción piagetiana es precisamente esa vaga “función simbólica”, la
cual, superpuesta al pensamiento, al lenguaje y a la actividad material, resulta un
tanto mística y, sobre todo, vacía de contenido real (un poco como la “cosa en sí”
kantiana). Sin embargo, es un mérito incuestionable de Piaget y su escuela el subrayar
el papel determinante de la actividad material en la ontogenia del pensamiento y del
lenguaje, así como el reconocimiento de la relativa independencia del pensamiento
respecto del lenguaje. En todo caso la escuela de Piaget admite que, una vez
vinculado en el niño el pensamiento al lenguaje, este último deviene un poderosísimo
instrumento para el funcionamiento de aquél en la memorización, la solución de
tareas abstractas, etcétera: el peldaño más alto de la noesis –observa Piaget– se
apoya en el lenguaje.

En los últimos veinte años, del terreno de la lingüística estadounidense ha brotado


una concepción que podríamos llamar justificadamente neorracionalista; nos
referimos a la llamada gramática generativa y transformacional, cuya figura cimera es
N. Chomsky. Los generativistas, entre ellos el psicólogo G. A. Miller, polemizando
con el conductismo (behaviorismo), señala acertadamente que la adquisición del
lenguaje por el niño no se puede explicar en términos conductistas de estímulo-
reacción ni de imitación, ya que el número de enunciados posibles en una lengua es
infinito y el tiempo de aprendizaje (con más exactitud, para los generativistas: de
adquisición) de la lengua materna por parte del niño es muy reducido
(aproximadamente, entre uno y cuatro años de edad). El niño adquiere, en ese breve
lapso, una competencia lingüística, es decir, el conocimiento de un conjunto finito de
reglas y entidades para la correcta producción e interpretación de enunciados. De esto
infieren los generativistas que el niño posee una facultad innata de lenguaje (de
nuevo, pues, las “formas a priori” de Kant), exclusivamente del hombre como
especie, consistente en un sistema complejísimo y muy abstracto de entidades y
104

relaciones de carácter universal (es decir, propias de todas las lenguas existentes
posibles), tanto semánticas como sintácticas y morfonológicas. En condiciones
mínimamente favorables, y a partir de un número considerablemente reducido de
experiencias lingüísticas, el niño adquiere con rapidez la capacidad de particularizar
los mecanismos lingüísticos universales que le son innatos, desechando algunas
hipótesis y adoptando otras que sean válidas para el correcto uso de su lengua
materna. Las ideas fértiles son numerosas en la corriente generativista –
transformacionalista: algunos de sus postulados en materia de análisis formal y teoría
lingüística general, sus nociones de competencia y actuación (ejecución), de
estructura profunda y estructura superficial, etcétera, gozan hoy día de creciente
prestigio en el mundo entero y atraen la atención de un número considerable de
lingüistas y otros especialistas, por la luz que arrojan sobre algunas facetas hasta hace
poco descuidadas o enteramente ignoradas. Sin embargo, el punto más vulnerable de
todo el andamiaje conceptual del generativismo es precisamente la tesis acerca de una
facultad innata de lenguaje. No cabe duda de que, como afirman Miller y
Klunneberg, “la capacidad humana de lenguaje articulado, comprende un amplio
componente biológico”; y en este sentido deberán continuar por un buen tiempo las
indagaciones experimentales y teóricas. Pero el enfoque neorracionalista de esa base
“biológica” del lenguaje en el hombre es un enfoque antihistoricista y antidialéctico,
que no toma en cuenta la génesis social de esa facultad de lenguaje en la perspectiva
filogenética y que, por añadidura, tampoco valora debidamente el papel de la
actividad material de las incipientes relaciones sociales (interpersonales) y de la
enseñanza (lato sensu), como factores poderosos en el desarrollo del lenguaje en la
perspectiva ontogenética. Tras la concepción generativista de la facultad innata del
lenguaje asoma de nuevo la oreja del kantismo; pero esta vez bajo un ropaje
completamente diferente. Chomsky y su escuela no saben ver que en la base
biológica del lenguaje subyace, cristalizada por un larguísimo proceso histórico, la
praxis social de los hombres.
105

Mas no se trata, simplemente, de añadir o yuxtaponer a la concepción antihistórica


del generativismo un apéndice explicativo de la génesis de esa facultad de lenguaje;
si así fuera, la cuestión no resultaría tan grave. La concepción misma de esa facultad
de lenguaje, aunque difiere de un generativista a otro, encierra numerosas
exageraciones y deformaciones que no podemos abordar aquí, debido a que su
discusión presupone el conocimiento de la teoría lingüística manejada por los
generativistas–transformacionalistas. En lo fundamental, baste observar que el
antihistoricismo de la concepción chomskiana formula, a nuestro juicio
incorrectamente, esa hipotética “facultad innata de lenguaje” como una especie de
compendio lógico y abstracto de la estructura y del funcionamiento de una lengua
plenamente madura. Por cuanto no parecen atribuir el menor papel a las leyes de
desarrollo, gran parte de las cosas atribuibles a dichas leyes las incorporan a su
hipotética “facultad innata de lenguaje”, la cual nos hace recordar la causa finalis de
la filosofía antigua, según la cual el árbol y el fruto estarían ya “presentes”
causalmente, de algún modo, en la semilla. Tal es, nos parece, la debilidad principal
de dicha concepción, que deja muy escaso margen al desarrollo mental, lingüístico y
práctico del niño. Con ello se ignora que, aparte las importantes diferencias
cualitativas entre ontogenia y filogenia del lenguaje, la primera, en muchos aspectos
importantes, “repite” En micro-escala individual los momentos fundamentales de la
segunda. Las diferencias esenciales entre una y otra nos aparece que son las
siguientes:
- El niño nace biológicamente conformado ya como Homo sapiens;
- El niño no tiene acceso a la praxis productiva, al menos en un grado
mínimamente significativo;
- El niño encuentra un medio social ya organizado, que asume la tarea de educarlo;
- El niño encuentra una lengua madura, ya plenamente constituida y utilizada por
los demás, lengua que él deberá aprender.
106

Se trata, sin duda, de diferencias importantes; más, por otra parte, el desarrollo
noético del niño, que a todas luces tiene lugar a partir de su nacimiento, atraviesa
fases básicamente similares a las que podemos postular para la filogenia:

- el período sensorimotor, acompañado de una protonoesis concreto-sensible


fuertemente afincada en la experiencia manipulatoria y gestual del niño;
- la adquisición del lenguaje en sus formas más elementales, lenguaje condicionado
todavía en gran medida por el hic et nunc de un contexto situacional inmediato,
biológicamente significativo para el individuo humano;
- progresiva apropiación del lenguaje en sus formas (cada vez más) maduras, hasta
el umbral de la función propiamente noética;
- interiorización del lenguaje y aparición del pensamiento verbal, gracias al
condicionamiento determinante de las relaciones sociales del individuo humano.

En resumen los rasgos biológicos esenciales del Homo sapiens en cuanto especie
animal son el producto complejo de un larguísimo proceso que tuvo como
consecuencia la aparición de la sociedad y sus leyes; desde entonces, el componente
biológico del hombre se halla relativamente estabilizado (puede hablarse, en este
sentido, de universales biológicos). En cambio, el componente social del hombre es
dinámico, cambiante, sigue un proceso ininterrumpido de progreso. Pese a todos los
cambios, por supuesto, la sociedad también presenta ciertos rasgos y leyes estables
que podríamos denominar universales sociales (por ejemplo, las categorías y leyes
del materialismo histórico y de la sociología). Sobre la base de los universales
biológicos y sociales del hombre se erigen los universales noéticos y los
lingüísticos, estrechamente relacionados entre sí. Estos últimos serían aquellos
aspectos, entidades y mecanismos que necesariamente deben estar presentes en toda
lengua (así como los noéticos, deberán estar presentes, de una u otra forma, en toda
mente humana normal): bien a causa de la estructura social en que se desenvuelven
los seres humanos (rasgos más generales, comunes a todo cuerpo social), bien a
causa de la propia estructura biológica del hombre como especie o, también, a causa
107

de los rasgos y mecanismos noéticos universales resultantes de los dos primeros


factores (y, por supuesto, de la estructura misma y del movimiento de la realidad
material y objetiva en términos generales, realidad que los procesos noéticos deben
reflejar); a causa, en fin, de necesidades internas del propio lenguaje, vale decir, de
ciertas propiedades que todo sistema semiótico-lingüístico debe poseer a fin de
funcionar eficientemente como tal.

Estos universales lingüísticos –fonéticos, fonológicos, sintácticos, semánticos,


etc.– están siendo sometidos en los últimos años a intensa investigación por parte de
lingüistas de diversas orientaciones. Uno de los pioneros en este sentido fue R.
Jakobson, quien –junto con M. Halle– esbozó, hará unos veintitantos años algunas
importantes ideas sobre los universales fónicos y sobre los polos “metafóricos” (de
la semejanza) y “metonímico” (de la contigüidad) como universales lingüísticos.
Según estos autores –quienes también gozan de prestigio entre los generativistas–
existe una especie de correlación inversa entre los procesos de adquisición y pérdida
del lenguaje (en la afasia); de acuerdo con esa hipótesis, actualmente en proceso de
verificación, la integración del lenguaje sigue un orden inverso con respecto al
orden de desintegración del lenguaje (en ambos casos se trataría de órdenes
universales, según la hipótesis). Los estudios de Jakobson acerca de la afasia
distinguen, así, dos grandes tipos de trastornos patológicos del lenguaje: el de la
contigüidad y el de la semejanza (piénsese, por ejemplo, en los ejes de relaciones
“sintagmáticas” y “paradigmáticas”, tan importantes para a concepción estructural
de la lengua).

En el terreno más concreto de los procesos de adquisición y pérdida (parcial o total)


del lenguaje, todavía sería prematuro formular conclusiones. Para ello serán
necesarios multitud de experimentos e investigaciones. El instrumental teórico y el
desarrollo de la investigación lingüística en nuestros días, a pesar de todos los
adelantos logrados, aún resultan insuficientes. La sociolingüística, disciplina todavía
muy joven, parece ser el punto de confluencia principal de los interesados en estas
108

cuestiones; pero ella misma tiende a fusionarse con otra joven disciplina, la
sociolingüística, para dar lugar al nacimiento de una disciplina mixta y ambiciosa,
que podría llamarse sociosicolingüística. Tal vez a ella, disciplina aún en ciernes, le
corresponderá dar una explicación cabal de la filogenia y de la ontogenia del
lenguaje, de los procesos de integración y desintegración del lenguaje, tanto en escala
individual como en escala social.

&
J Bernard
Instituto de Estudios socio-semióticos,
Vienna, Austria
TEORÍAS DEL SIGNO16

Teoría del sino y semiótica/Teoría del signo vs. semiótica.

La semiótica, si se toma como un todo en los enfoques científico, teórico y filosófico,


es frecuentemente considerada como sinónimo con los términos “teoría de los signos”
o “teoría del signo”. De acuerdo con esta visión, tratar de la teoría del signo sería lo
mismo que tratar de la semiótica como un exhaustivo esfuerzo intelectual y, de hecho,
un viejo proyecto humano y resultaría tautológico con el término semiótica, en el
contexto actual.

Lo que se discutirá aquí, son las teorías sobre la unidad fundamental del sistema de
signos y los procesos: las teorías del signo en el sentido más cercano, las teorías sobre
el signo mismo como objeto de la semiótica teórica. Tales teorías pueden, en algunos
casos consistir de no más que de explicaciones; en casos mayores, pueden incluir
16
Tomado de: Encyclopedia of Language and Linguistics. _ 2006 Elsevier Ltd. All rights reserved.
Traducción del inglés y adaptación: Ana Curbeira Cancela
109

consecuencias teóricas como las tipologías de signos o concepciones sobre las


funciones del signo. La teoría puede también coincidir tendenciosamente con
“modelo”, “concepción” o “definición. Con esta visión uno acepta que la semiótica es
una meta-disciplina abarcadora (Stam et al., 1992:1) que integra (además de la teoría
del signo) teorías de los sistemas de signos y procesos, teorías del texto, teorías del
discurso, de la narración, de las dimensiones del signo, teorías de código e, incluso,
teorías de los medios, etc. Se incluyen también las “doctrinas del signo” que no es lo
mismo que las teorías (como nunca se ha cansado de señalar el último rector
espiritual de la comunidad semiótica, Thomas A. Sebeok), incluso teorías enteras de
la cultura, como en la semiótica de la cultura o de la sociedad, como en la socio-
semiótica, de la comunidad misma, con sus infraestructuras, porque no hay semiótica
sin los semiotistas con todos sus instrumentos tanto teóricos, como prácticos.

Concepciones preteóricas del signo.

El término signo aparece sin teoría en el lenguaje cotidiano, por ejemplo, en


combinaciones como signos del tránsito o signos de las estrellas (que reconsideran
signos en la interpretación científica, pero de una manera más compleja). Si las
personas, (por ejemplo en Viena, Austria) acostumbran a decir que el mazo de ramas
coníferas sobre la entrada de una tabernas, es un signo de que esa taberna es un
“Heurigen” (localidad donde se puede consumir el vino de la cosecha del año
anterior, con cierta comida popular), entonces, ellos entienden por signo sólo ese
elemento en particular, la rama, que en otras terminologías semióticas es designado
como signo vehículo, señales, representaciones, o medios, o sea, el portador visual de
ese significado especial de Heurigen.

En este ejemplo, uno puede adivinar o presuponer una interpretación intuitiva de que
el mazo de ramas está en lugar de algo más, la taberna y todo lo que se vincula a ella
(también una institución social, esto es un tipo específico de localidad vienesa
llamada Heurigen, bastante diferente de los ‘pubs’, ‘McDonalds’, etc., porque uno
110

encuentra un mazo de ramas sobre cada Heurigen individual: aliquid stat pro aliquo,
pero esta interpretación popular del término ‘signo’ no cubre, por ejemplo, las
palabras escritas o dichas, una pintura, o una secuencia fílmica.

De hecho, otras ciencias, además de la semiótica, (y a veces la lingüística y la


filosofía) usan el término signo, pero también en una interpretación del lenguaje
cotidiano, o sea de una manera difusa, atemperada por descripciones ad hoc. El
requisito mínimo para describir ‘signo’ es lo que Roman Jakobson llamó “renvoi”
‘referencia a algo que ya es’, y esa definición es el germen de la genuina teoría del
signo, o una rudimentaria consideración científica del fenómeno del signo. La visión
semiótica del signo es siempre dinámica-relacional; esta visión subraya el hecho de
que bajo el término ‘signo’ los semiotistas tratan de describir la interacción y/o
interdependencia mutua de los componentes involucrados en los procesos sígnicos,
esto es, en la semiosis, que es, en última instancia, el término, mientras que ‘signo’ es
ya un tipo de abstracción analítica, en cualquier corriente de pensamiento semiótico.

Teoría del signo y concepciones en la historia.

Si se deja a un lado algunos aparentes términos semióticos, como señal, término


usado en la teoría de la información, a veces en biología (de manera ambigua) y en
determinadas situaciones del uso cotidiano del lenguaje (un reloj despertador da una
señal para que el que duerme se levante), en algunos casos puede existir
compatibilidad con la interpretación semiótica y en otros no. Se debe focalizar ahora,
en primer lugar, la historia de los intentos por identificar los elementos del signo. Hay
algunos resúmenes comparativos de las concepciones del signo desde la antigüedad,
por ejemplo, en Eco (1977 b) y Nöth (1990:88, 90) El interés de estos últimos es
mostrar que la controversia fundamental entre las concepciones diádicas y triádicas
del signo pueden encontrarse ya en la teorización sobre el signo ya en la antigüedad,
en el pensamiento escolático, en la era barroca, en la época de la ilustración, en la
111

filosofía idealista alemana y en otras etapas de la historia de la conciencia. Esta lista


contiene una sinopsis de Nöth sobre los modelos diádicos del signo (1990:88)

(Aquí se dan selectivamente entre paréntesis: las nociones de signo; las nociones de
los dos correlatos):
 Agustino (signo; (signo como cosa/algo más))
 Hobes (símbolo; forma simbólica/contenido; significado)
 Bloomfield (forma lingüística; sonido del habla; señal/respuesta en el oyente)
 Buyssens (sema; acto sémico/ significado, significación)
 Jakobson (signum; signans/signatum).

En esta sinopsis de los modelos triádicos (1990:90), uno encuentra, por ejemplo, los
siguientes autores (de nuevo selectivamente): el mismo orden pero tres correlatos);
 Platón (nombre; sonido/idea, contenido, cosa)
 Los estoicos (signo); sémainon/semainonenon/objeto o evento)
 Bacon (palabra); palabra/noción/cosa)
 Husserl (signo; expresión/significado/cosa/
 Ogden y Richards (–; símbolo/pensamiento o referencia)

En los dos casos, esta lista ilustrativa (que, tampoco en Nöth 1990, pretende ser
completa) abarca siglos e incluye algunos de los padres fundadores de la semiótica
moderna, a quienes trataremos más adelante, y también algunas figuras relevantes de
la teorización. Nöth comenta:

Una distinción clara entre los modelos diádicos y triádicos del signo no
siempre es posible (…) Hay una zona de vaguedad siempre que un tercer
correlato es mencionado, pero no sistemáticamente incorporado a la teoría
semiótica. (1990:89)
112

Más tarde señala:

El modelo teórico comprende un grupo de teorías semióticas que distinguen


tres correlatos del signo, signo vehículo, sentido y referente (…) En algunos
casos, no se establece distinción entre los modelos diádicos y triádicos.
(1990:89)

Estos dos comentarios demuestran que, aunque existen dos corrientes distintas de
pensamiento en la historia, también en mucho dependen del marco investigativo, las
perspectivas y los intereses de los autores, así como de su disposición individual
cognitiva y weltanschauung, la determinación de cuál de los componentes cada
investigador enfatiza. Uno puede, sin embargo, reconocer una tendencia implícita
hacia una posible reconciliación de estos dos puntos estándares de vista o
concepciones generalizadas, a pesar del hecho deque incluso en los años ‘60, ‘70 y
‘80 del siglo XX (esto es, en la era que la que la semiótica se convirtió en un
movimiento más amplio y una transdisciplina), el problema del modelo diádico o
triádico suscitó muchas e intensas controversias.

Mientras tanto, aquí se tomará el riesgo de caracterizar la fase actual del movimiento
semiótico en su “fase enciclopédica”, o sea, a partir de metavolúmenes
interpretativos, como el de Sebeok (1986: 3 vol.); Bouissac (2000) y, especialmente,
Posner Robereng y Saebok (1997 – 2000); también la primera edición de Nöth de su
Handbuk der Semiotik (1985), en realidad, lo que en sus inicios fue una introducción,
creció en su última versión (2000) hacia un extraordinario tipo de enciclopedia. Cada
una de estas obras tiene sus ventajas, pero también tiene sus puntos débiles, por lo
que es recomendable usarlas sólo en su complementación mutua. En todo caso, por
este y/o un desarrollo paralelo con este, las controversias mencionadas se ha hecho
menos características y más o menos anticuadas, y han sido sustituidas, por una parte,
por el surgimiento de la semiótica comparativa, y por la “intersemiótica” (Gérard
Deledalle), por la otra. Esta incluso trata de elaborar el basamento común o el
113

denominador común más pequeño para diferentes corrientes en la semiótica, a pesar


de sus diferentes raíces y tradiciones en la historia de la conciencia. Esta
investigación para el basamento común no significa una unificación, sino una
tendencia hacia la complementariedad mutua. Antes de remover la discusión que
todavía domina de manera vital, parece necesario dar una corta valoración de las
mega-corrientes en la más reciente semiótica.

Principales corrientes y tendencias en la semiótica moderna.

En la primera versión de Handbuch de Nöth (1985) se puede encontrar un intento de


clasificación de las tendencias existentes en la semiótica moderna de aquel tiempo,
que es un correcto, aunque incompleto informe, que identifica más de una docena de
tendencias (1985:4 – 9) En vista de los objetivos presentes es suficiente, sin embargo,
referirse a esa enumeración, aunque otros grupos de han formado después de eso. Hay
un número de distintas tendencias como (los comentarios entre paréntesis):

1. Semiología y semiótica general, o sea, el paradigma lingüístico-estructural de


Pierce - Morris respectivamente.
2. La semiótica funcionalista (Martinet, Mounin, Prieto, estructuralista también)
3. La semiótica marxista (puede también funcionar como parte de una
interpretación socio-semiótica: marxista, marxistoide y no marxista, por
ejemplo, Alfred Schütz)
4. 4 Semiótica fenomenológica (de hecho una de las subtendencias filosóficas)
5. Diversas escuelas: Escuela de Praga (estructuralista); Escuela de Moscú –
Tartu (estructuralista); Escuela de París (estructuralista); Escuela de Stuttgart
(de Bense, claramente peirciana); estructuralismo socio-semiótico (W. A.
Koch, parte del estructuralismo y recientemente más bien bioevolucionista) y
el enfoque teoría-acción (Trabant; tiende hacia la socio-semiótica.
6. 6 y 7 Semiótica postestructural, especialmente la gramatología de Deridá y el
semanálisis de Kristeva (al principio una estructuralista extrema y en la
114

actualidad un caso que raya en la multi-influencialidad. Incluye la no


biosemiótica en extenso o la no zoo-semiótica, por ejemplo.

Contradictoriamente, uno puede sacar una tipología más esencial y por tanto más
disminuida basada en los puntos de partida generales.
En esta perspectiva, dos de las corrientes pueden considerarse las mismas: la
semiótica derivada de la filosofía, con Peirce y Morris como padres fundadores y una
semiótica inspirada en la lingüística (que parte se Saussure, estructuralista en
cualquier sentido). Después uno puede identificar dos alas claramente separadas: la
biosemiótica (que parte de Jakob von Uexküll), y la socio-semiótica (con su fundador
M. M. Bakhtin e su versión voloshinoviana;la versión más elaborada es la de Rossi-
Landis) Estas son 4 corrientes cualitativamente diferentes dado que su lógica
inmanente es diferente: la de Peirce viene del pensamiento (la inferencia) el
estructuralismo de la lengua de Saussure como el más avanzado sistema de signos; la
biosemiótica biogenética de la bio-lógica, y la socio-semiótica socio-genética de la
socio-lógica (así es que no se debe confundir con, por ejemplo, la socio-semiótica de
Greimas, un tipo de sustitución de la pragmática)

Las diferentes corrientes pueden ser condensadas en 4, más una zona de interacción,
esto es, la intersemiótica. La mayor división en la segunda mitad del siglo XX tiene
que ver con el estructuralismo derivado de la lingüística (incluido el
posestructuralismo; en esta visión sólo la variante radical de este último), de un parte
y los enfoques más motivados filosóficamente, de otra parte (esto es motivados por el
pragmatismo/pragmaticismo, además de las orientaciones relacionadas, como son el
conductismo, la fenomenología, etc.)
Los focos de esta división subrayan respectivamente las teorías o concepciones del
signo, en una primera aproximación: diádica vs. triádica. El surgimiento de la bio-
semiótica, así como de la socio-semiótica, la primera en forma bastante definida, la
segunda todavía no claramente definidas en la mencionadas enciclopedias, pero
obviamente, después de una cuidadosa inspección, sugiere que la futura discusión
115

sobre semiótica, en lo que respecta a sus fundadores se deberá concentrar más bien en
las diferencias (así como en las posibles coincidencias) entre la bio-semiótica y la
socio-semiótica (o antropo-semiótica). Y son de nuevo las teorías del signo en las que
estas corrientes se basan las que van a desempeñar un importante papel en esta
interacción.

Las principales teorías del signo en la semiótica moderna

Deben ser presentadas ahora, en esta perspectiva las principales teorías del signo que
son el núcleo de estas diferentes orientaciones generales de la semiótica a la vuelta
del milenio. Los padres fundadores de los enfoques estructuralistas son, ante todo,
Saussure, quien esbozó lo que denominó semiología, y Louis Hjelmslev, quien, en su
glosemática, desarrolló una verdaderamente completa semiología/semiótica, aunque
concentrado eminentemente en los signos verbales. (Resulta importante notar que
Saussure tuvo la visión y mostró el camino a seguir, pero fue Peirce quien desarrolló
la primera semiótica completa en el sentido moderno, así como una teoría del signo
genuinamente diferenciada en una interpretación más cercana).

La teoría del signo de Saussure se distingue por su excesivamente citado modelo, un


óvalo acostado, dividido horizontalmente por una línea discontinua de puntos; el la
parte superior significado (signifié) y en la inferior el significante (signifiant)… Esta
configuración trata de representar la estructura del signo lingüístico, ante todo de la
lengua oral. La idea detrás de esto es que hay (en nuestras mentes) dos planos de la
formas, los planos del pensamiento y del sonido, de los que el hablante
arbitrariamente saca pequeñas partes y las correlaciona… Sausurre ofreció un modelo
bilateral del signo (… que) definió (…) como compuesto por el significante y el
significado. Los comentaristas modernos tratan de describir el significante como la
forma que asume el signo y el significado como el concepto al que se refiere
(Chandler, 2002: 18).
116

En ocasiones, en lugar de la palabra ‘significante’ aparece la palabra ‘imagen


acústica’; en lugar de significado, concepto. Para él, (la imagen del) conjunto de
sonidos y el concepto eran fenómenos físicos: forma y no sustancia. Para Saussure, el
signo es el todo resultante de la asociación del significante y el significado (…) A
esta relación (…) nos referimos como de “significación” y esto es interpretado en el
diagrama de Saussure con semi-lunas (Chandler 2002:19) Por tanto la esencia de la
teoría del signo de Saussure es su carácter mentalista y la relación que tiene el
significante con su portador externo se mantiene indefinida, ya que no está en el
centro de su interés. Lo mismo sucede con el significado y lo que es representado por
él. Esta visión es un comprensible aumento del positivismo en las ciencias
humanísticas de la época saussuriana. Mientras él trataba de aislar la unidad mínima
del lenguaje, el signo lingüístico, los sociólogos trataban de definir el verdadero
objeto de su joven disciplina, lo social, por reducción. Este será uno de los principales
problemas del estructuralismo posterior, que el signo se mantenía en la cabeza de los
hablantes.

Aunque la mayoría de los investigadores mantuvieron la interpretación del signo de


Saussure, algunos de manera implícita (los miembros de la escuela de Moscú-Tartu) y
algunos de manera explícita (Roman Jakobson) rematerializó el significante por
razones prácticas.

Para cerrar esta corta presentación de la concepción de Saussure sobre el signo, uno
debe, sin embargo, señalar que saussure realizó originales esfuerzos con efectos
perdurables para teorizar la conexión ente los signo semióticamente (o más bien,
semiológicamente). Las nociones más importantes para ello son: el valor y la
diferencia. El valor de un signo depende de su posición en el sistema de signos, y el
sistema de signos del lenguaje, como otros sistemas de signos, es uno de diferencias
funcionales y, consecuentemente, de oposiciones. Dado que él partía del estudio y del
análisis de los signos lingüísticos, subrayaba también la arbitrariedad del signo,
aunque no negaba la existencia de signos motivados. Más tarde, cuando los
117

semiotistas estructuralistas extendieron sus investigaciones cada vez más a otros


campos se sistemas de signos no verbales y mixtos, las limitaciones de la teoría de
signo se volvió crecientemente obvia y algunos teóricos adaptaron los términos de la
tipología de signos de Peirce, como son los de indicio e icono para los signos
motivados.

Louis Hjelmslev fue quien desarrolló la visión de Saussure sobre una


semiótica/semiología interpretativa. En lingüística él se valora sólo como una figura
histórica, dado que su sistema no fue muy influyente debido a su grado de
abstracción, pero su reputación en la comunidad semiótica es considerable. Aunque
su teoría considera también los “lenguajes no lingüísticos” el foco de su atención está
también (como en Saussure) en la lengua y como principio general de la estructura
semiótica. De aquí que su lingüística estructural o ‘glosemática’ aparezca en todos
los trabajos importantes de referencia como un genuino enfoque semiótico de la
totalidad de los sistemas de signos. Basándose en la concepción de Saussure sobre los
sonidos y las ideas, él especificó y estratificó el modelo saussuriano, en el que
reemplazó la dicotomía significante/significado por otro que describe directamente la
correlación de interdependencia de dos formas: forma de la expresión (FE) y forma
del contenido (FC). Las dos con sus correlatos materiales: sustancia de la expresión
(SE) y sustancia del contenido (SC), lo que es un segmento semiotizado de lo que
sería, de otra manera, una cuestión amorfa de propósito de la expresión (PE). Las
mismas circunstancias se ven en el lado de la forma del contenido: la forma del
contenido parte de la sustancia del contenido (SC), que ya es un segmento
semiotizado de lo que sería, de otra manera, una cuestión amorfa de propósito de la
expresión (PE). Sin embargo, el signo, en su sentido estricto, se forma sólo por
dicotomía forma de la expresión y forma del contenido, las dos amparadas en su
círculo sustancial. Entonces, las seis partes trabajan juntas de la siguiente manera:

1) PE – SE > FE<> FC < SC - PC


118

Sólo las parejas subrayadas representan signos, porque siguiendo otra máxima de
Saussure, el único objeto de la glosemátcia es la forma pura, no sustancia (Trabant
1987:94) Este modelo es el centro del la teoría del signo de Hejmslev y le permitió
construir una semiótica extensa en la que pudo de manera sistemática tematizar
fenómenos tales como, para citar alguno de sus más conocidos aportes, la
connotación, que entendía en un sentido más amplio, como algo mucho más general,
exactamente todo lo que el signo dice sobre el hablante (…) como algo que el signo
dice sobre sí mismo (…) Cada signo participa como principio en varias estructuras
semióticas connotativas (Trabant 1987: 100-101)

Además, del mencionado carácter abstracto reclamado por los lingüistas y por
algunos semiotistas, como Eco (1977a: 41), quien encontraba su “jerga impenetrable”
y criticaba la falta de ejemplos de otros sistemas de signos además de la lengua, otro
hecho obstaculizó la proliferación de sus ideas: el desvirtuado uso del término
‘semiótica’. Hjelmslev introdujo el término semiótica para hablar de la lengua en
sentido amplio (…) La distinción entre lengua y semiótica, y con ella la distinción
entre lingüística y semiótica, tiende a disolverse (Nöth, 1990: 65 – 66). En su lugar lo
que es entendido hoy como semiótica aparece en la teoría de Hjelmslev como
‘metasemiótica’. Sin embargo, no hay dudas de que él contribuyó decisivamente con
la teoría del signo en el sentido más estrecho, así como con la semiótica en general y
su influencia en algunos importantes movimientos en la semiótica, la mayoría de la
Esuela de París, alrededor de Greimas, no puede ser subestimada.

Las principales teorías pragmáticas del signo en la semiótica moderna.

Charles Peirce es el siguiente padre fundador de las teorías del signo que debemos
abordar y con él entraremos en el campo de las concepciones teóricas triádicas en la
interpretación moderna.17 Charles Morris (esp. 1938, 1970) se considera el
17
Las citas tomadas de los estudios de Peirce se identifican por el volumen y el párrafo, como por
ejemplo, 2.228, de Peirce (1931 – 1958)
119

cofundador de esta corriente en la primera mitad del siglo XX. El otro testigo
prominente de la segunda mitad del siglo, Max Bense (Bense y Walther, 1973)
desarrolló, teniendo como base los fundamentos de Peirce, su llamada ‘teoría básica’,
tendiente a formalizar el pensamiento de Peirce a través de medios matemáticos.
Aunque Peirce mismo nunca usó el triángulo equilátero n para expresar en un
diagrama su modelo de signo, uno puede tomar el triángulo de Bense como
instrumento para modelar de manera aproximada su concepción, así como las
desarrolladas por Peirce y Morris (a pesar de sus notables diferencias) todas en una.
En este sentido en la esquina izquierda del triángulo uno puede ubicar:
 En el caso de Peirce: el objeto
 En el caso de Morris: el designatum/denotatum
 En el caso de Bense: el objeto

En la esquina de la derecha:
 En el caso de Peirce: el interpretante
 En el caso de Morris: el interpretante
 En el caso de Bense: el interpretante

En la esquina superior:
 En el caso de Peirce: el signo o representación
 En el caso de Morris: el signo vehículo
 En el caso de Bense: el signo o medio (en alemán: Mittel).

El triángulo representa la triada y la concepción triádica para la que fue concebido,


que las tres partes tienen que coexistir dado que se condicionan mutuamente, ya que
no hay niño sin padre y madre, etc. Traducida a una definición, la interpretación del
signo de Peirce, que se basa en sus ideas filosóficas más generales, su teoría de las
categorías (“primeridad”, “secundidad” y “terceridad”), es como sigue:
120

El signo, o representante, es algo que representa algo para alguien en algún


respecto o capacidad. Se remite a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona
un signo equivalente (…) El signo creado lo denomino interpretante del primer
signo. El signo representa algo, su objeto (…) no en todos sus aspectos sino en
referencia a un tipo de idea (2.228)

Hay que tener en cuenta que Peirce, que trabajó en el problema del signo toda su vida
y que lo enfocó en diferentes momentos desde diferentes ángulos, nos dejó unas
cuantas docenas de definiciones y descripciones analíticas del signo. Marty (1990)
demostró por medios matemáticos que Peirce siempre indicó lo mismo con diferentes
palabras. La teoría del signo de Peirce puede considerarse un constructo tan
detenidamente examinado que se puede considerar un acierto. En la formulación más
arriba, el representante es su término para el substrato material transferible, el objeto
es lo que el signo representa, el interpretante, el significado del signo y al mismo
tiempo, otro signo – la raíz de la idea sobre la posibilidad de una continua
concatenación de signos, sobre la semiosis sin límites.

Peirce establecía, además, la diferencia entre un objeto inmediato y uno dinámico, por
una parte, y el interpretante final, por otra. De esta manera trataba de describir algo
como un corredor, o una continuidad, entre lo interno y lo externo (tanto el signo
como el usuario del signo). El último interpretante es un ‘hábito’ con el que una
interminable cadena de signos se hace para llegar a un fin provisional. La tipología de
signos de Peirce es muy importante porque es la única que se deriva del modelo del
signo mismo y ha resultado (en parte) una influencia para otros enfoques semióticos.
La tipología de signos no es precisamente el tópico de esta presentación porque la
mayoría son concebidas empíricamente. Sin embargo, la de él es una parte
constituyente de la teoría del signo, por lo que debe ser mencionada aquí. (…) La
tipología más influyente (…) es la concerniente a la relación con el objeto: icono,
índice y símbolo, (los dos primeros motivados ya sea por la similitud o por la
121

contigüidad; el último arbitrario); el icono reproduce adicionalmente una sub-


tricitomía de imagen, diagrama y metáfora. De los nueve términos principales de la
tricotomía, Peirce construye su instrumento altamente sistemático y diferenciador
para la clasificación del signo, que comprende 10 clases de signos (la Teoría Básica
de Bense lo sigue en la mayoría de sus aspectos, como lo hace una gran parte de la
comunidad de semiotistas cercanas a Peirce)

El modelo triádico de Morris consiste de tres componentes: designatum/denotatum


(D), signo vehículo (S) e interpretante (I; pero él también subraya la importancia del
interpretante y el contexto) Una de sus definiciones (aunque el enfatiza la necesidad
no de definir sino de aclarar las condiciones de la posibilidad de los signos) dice: S es
el signo de D para I hasta el punto en que I toma en cuenta a D en virtud de la
presencia de S (Morris, 1938: 4), mientras D puede ser el denotatum (el objeto real
referido) o el designatum (la clase de ítems). Esta fórmula se usa no sólo para los
signos humanos, sino también para cualquier tipo de organismo. Morris pretendía una
ciencia biológica y conductistamente basada, incluyendo el estudio de lo que puede
denominarse protosemiosis, o el uso de los signos por los animales. El interpretante
es la reacción hacia el signo en un organismo.

Así, influenciado fundamentalmente por el conductismo social de Peirce y G. H.


Mead, Morris desarrolló una teoría del signo que une en el análisis final, las
tradiciones filosóficas del racionalismo (en lo que concierne a la dimensión sintáctica
de la semiosis); el empirismo (en lo que respecta a la dimensión semántica) y el
pragmatismo (con respecto a la dimensión pragmática). De estas tres dimensiones se
desprenden las tres sub-disciplinas de la semiótica, esto es, la sintaxis o sintáctica (a
la que concierne la relación entre los signos); la semántica (que se ocupa de las
relaciones de significación) y la pragmática (que tiene que ver con la relación entre el
signo y su usuario), términos que son entendidos de manera más amplia de lo que se
hace en la lingüística. Los intereses investigativos de Morris también incluyen la
dimensión del uso del signo y el valor en general, lo que lo llevó a desarrollar una
122

tipología semióticamente fundamentada del discurso (mientras que sus sugerencias


sobre la tipología del signo fueron posteriormente reemplazadas por las de quienes
estaban en el círculo de seguidores de Peirce)

Max Bense fue quien introdujo la semiótica de Peirce en Europa, especialmente en


Alemania, dando origen a una comunidad científica llamada escuela de semiótica
científica o Escuela de Stuttgart. El centro de su propia Teoría Básica (en primer
lugar deudora de Peirce, pero tomando también elementos de Morris) es un modelo
de tres relaciones formulado como un diagrama triangular con tres elementos
relacionados: Objeto, Medio, e Intérprete (…) El término Mittel (medio) en alemán
tiene dos significados. Primero, significa herramienta o instrumento. Segundo, de
manera más indirecta, connota también la cosa intermedia, la instancia mediadora
entre el intérprete y el objeto. Tanto en Peirce como en Bense existe cierta
ambigüedad en lo concerniente a la supuesta identidad entre el signo y el
representante, por una parte, y el signo y el medio, por otra. Esta ambigüedad puede
resolverse fácilmente refiriéndose al hecho de que lo que se describe
componencialmente es el proceso, la semiosis. El signo se revela sólo en su
actualización: el signo del lenguaje cotidiano se iguala al signo vehículo y se
diferencia en el desarrollo procesual de los relata (referentes), entre ellos los
representantes/medios. Bense se hizo famoso gracias a su esfuerzo por desarrollar un
tipo de notación o formalización, que le permitiera denotar la tipología del signo de
Peirce lo más sistemáticamente posible. Bense y su grupo legaron muchas
aplicaciones a la concreción del fenómeno del signo y él también ofreció algunas
contribuciones teóricas originales, como su teoría de tematización de la realidad.

Las teorías del signo en la biosemiótica y sociosemiótica.

Virémonos ahora hacia la biosemiótica. A partir de algunas consideraciones sobre


Morris ya ha quedado claro que las teorías del signo no están restringidas al uso de
los signos por los humanos sino que pueden también estar relacionadas con los
123

medios de comunicación de los animales. Peirce conocía esta visión, como es


bastante evidente en la teoría caracterizada (positiva o críticamente) como
pansemiótica (pansemioticismo). El redescubrimiento de Jacob von Uexküll por parte
de la comunidad semiótica llevó a instalarlo después de su muerte como uno de los
fundadores de la semiótica moderna (von Uexküll 1983) Jacob von Uexküll, que
desarrolló su obra en la primera mitad del siglo XX, era un zoólogo, biólogo,
estudioso de la conducta y sobre todo un teórico del Umwelt18, porque su teoría sobre
el entorno es lo más conocido de sus aportes. Lo que es menos reconocido fuera de
los círculos semióticos es que, como parte de su teoría sobre el Umwelt, él desarrolló
una teoría del signo que resulta crucial para el enfoque en su conjunto. Para él todo
eso era simplemente biología, pero el foco presente es semiótico, ya que el objetivo
de la investigación sobre el Unwelt es desarrollar una teoría de la composición de la
naturaleza o reconstruir la cuenta de la sinfonía de significados que la naturaleza
compone a partir de innumerables mundos del entorno. Así escribió su hijo von
Uexküll, 1983: 149, quien “tradujo” la metáfora de su padre a una lengua más
consciente y sistémica. Una sinfonía de significados debe, de hecho, descansar en
aquellos elementos que son portadores de significados, o sea, los signos. El modelo
central de la teoría sobre los Umwelt es llamado ciclo funcional que muestra el nicho
ecológico de un organismo, esto es, la interacción que se produce entre un organismo
individual y su entorno o segmento de su entorno (Umwelt). Desde la perspectiva del
sujeto, el organismo tiene órganos preceptúales y operacionales, tanto para influenciar
los objetos del entorno como para re-influenciarlos, mientras que los objetos mismos
vistos como estructura conexiva poseen portadores signitos preceptúales y
operacionales. Entre ellos los sujetos y objetos despliegan los mundos preceptúales y
operacionales.

18
Umwelt: El mundo exterior como es afectado y percibido por los organismos que lo habitan; el
entorno.
124

El sujeto (ususario del significado) y el objeto (portador de significado) están ligados


en un todo, un sistema de signos. En realidad el Umwelt es la representación del
entorno en el organismo. En el círculo funcional los mundos preceptúales y
operacionales aparece ya lo que von Uexküll denominó Merkzeichen y Wirkzeichen;
él también identificó otros tipos de signos, pero uno puede ver toda la relación como
un proceso sígnico (semiosis), cuyos componentes pueden ser identificados.

(…)

Como se mencionó al principio, la interpretación del signo es dinámica-relacional y la


visión de von Uexküll cumple esas condiciones. Esta teoría tiene la enorme
consecuencia de que la semiótica que se origina a partir de la lingüística y la filosofía,
extienda su relevancia desde la cultura a la naturaleza-y-la cultura.

Fue el objetivo esencial de Thomas A. Sebeok (para una reseña ver a Baer, 1987;
Bernard, 1997) profundizar y difundir la concepción sociológica tanto de la semiosis
como de la semiótica; su punto de partida fue la biología, por lo que fue un admirador
de von Uexküll (aunque en lo que respecta a la corriente protagonista, Sebeok
también pertenecía a la línea de Peirce-Morris) Contribuyó a esta semiótica extendida
a través del desarrollo de la biosemiótica, especialmente la zoosemiótica. Implicó la
existencia de miríadas de sistemas de signos fuera de la especie humana esperando
para ser estudiados; indicó progresivamente las raíces médicas de la semiótica desde
la antigüedad, y, lo que es más, adicionó la división entre la endosemiótica y la
exosemiótica. La primera cubre la semiosis que tiene lugar en los organismos; la
segunda que cubre la semiosis de los organismos y sus Umwelts. En sus
consideraciones sobre la antroposemiótica y zoosemiótica, subrayó el hecho de que
muchos fenómenos sígnicos humanos pertenecen a la bio- y zoosemiótica al mismo
tiempo. En lo que concierne a la teoría del signo, él contribuyó solamente con algunas
sugerencias, como la tipología de signos especialmente utilizada por la biosemiótica
(señales, síntomas/síndromes, iconos, símbolos, nombres) pero su influencia para
125

empujar a toda la comunidad semiótica hacia una ‘semiótica global’ fue


verdaderamente grande.

En lo que concierne a la corriente socio-semiótica (concientemente escrita con guión


para diferenciarla de una interpretación más estrecha de la sociosemiótica sin guión
de Nöth (2000: 537) donde sólo aparece una miscelánea semiótica) hay también,
además de algunos seguidores, un fundador, Mijail Bajtin (Voloshinov 1929), quien
fue el mayor crítico de Saussure. Mientras que este último privilegiaba la lengua
(langue) como sistema, Bajtín enfatizaba el habla (parole), o sea, la lengua viva,
actualizada, interactiva como campo propio para los estudios semióticos, arribando
así a su famoso principio de la dialogicidad. Con respecto al término ‘signo’ parece
que él lo usaba en un sentido similar al de Saussure, pero enfatizaba, al contrario de
Saussure, la cercanía del signo y la ideología. Pero se puede reconstruir la compleja
interpretación de (los componentes de la lingüística) la semiosis, como se sugiere
aquí: de manera arquetípica se puede postular que la semiótica se refiere a los medios
de comunicación (M), la referencia y/o realidad (Rf), los emisores (E) y los
receptores (Rc) en el sentido más personal. Proyectamos el ‘diálogo’ como agente
central en la forma de diamante e. Del lado de M, está el signo como estructura y la
ideología como superestructura; del lado de Rf primero el tema y después la realidad
(social), todo rodeado por el contexto, mientras que las dos medias lunas apuntan
hacia y desde la dirección de los Rc y los E, simbolizando la continua interactividad.

Es ampliamente aceptado que Bajtín con estas ideas fue uno de los precursores de la
sociolingüística y que con sus trabajos posteriores él hizo importantes contribuciones
a lo que se denominó en los años ’60 semiótica de la cultura, pero su lugar destacado
en la herencia de la sociosemiótica tiene que ser todavía establecido con mayor
claridad. Sea suficiente, por ahora, destacar que hay una serie de autores que
construyen esta corriente, tales como Vygotski, Lukás (en sus capítulos de teorías del
signo), SCAF, Klaus, Resnikov, Schütz, Halliday; algunos interaccionistas simbólicos
como Robert Lafont, y otros muchos, todos los cuales tienen en común que subrayan
126

el papel de la sociedad en el uso del signo humano, la relación e interdependencia de


los signos y los usuarios de los signos y el papel del hombre como productor de
signos y receptores (re-productores).

La teoría más elaborada de este tipo es la de Ferruccio Rossi-Landi (para una reseña
vea a Bernard y Withalm 1986) En su fase temprana, o sea, a mediados del siglo XX,
fue el priemero en introducir en Europa la semiótica de Morris. Su objetivo declarado
era extender el conductismo de Morris hacia una conducta social(izada). Él entonces
criticaba a Saussure y los modelos estructuralistas desarrollando su propio contra-
concepto de habla común (parlare commune) cortando diagonalmente las dicotomía
saussurianas, lo que extendió más tarde a la semiosis común. En el fondo aparece su
concepto de trabajo del signo, basado en el trabajo como tal, como una constante
antropológica. El trabajo es definido como un intento que necesita sine qua non un
trabajador (W), un instrumento (I), materiales (M), un fin (F) y operaciones
(laborales) (O), para obtener un producto (P); en una versión más condensada
(algunos factores se presuponen), una triada de transformación M/O/P puede ser
formulada. Para el trabajo del signo es esencialmente lo mismo. Esta concepción es la
base (o estructura escondida) que subyace su más famoso constructo teórico, la
llamada ‘Homología de la producción lingüística y material’ (extensible al sistema de
signos en general)

(…)

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129

&

Charles Sanders Peirce (1839-1914): su teoría del signo.19

I
Peirce publicó dos libros, Photometric Researches (1878) y Studies in Logic (1883),
y un gran número de artículos en revistas de diferentes áreas. Sus manuscritos, una
gran parte de ellos sin publicar, ocupan cerca de 80.000 páginas. Entre 1931 y 1958
se ordenó temáticamente una selección de sus escritos y se publicó en ocho
volúmenes con el nombre de Collected Papers of Charles Sanders Peirce. Desde
1982, se han publicado además algunos volúmenes de A Chronological Edition, que
aspira a alcanzar treinta volúmenes.

William James reconoció a Charles Peirce como fundador del pragmatismo. Su


pragmatismo puede entenderse como un método de resolver confusiones conceptuales
relacionando el significado de los conceptos con las consecuencias prácticas. Sin
ninguna duda, esta teoría no guarda ninguna semejanza con la noción vulgar de

19
Una parte del material fue tomado del sitio http://www.univ.fr/see/Its/marty/preg38.htm
(no se señalaba el autor). La otra parte fue tomada de
http://cognet.mit.edu.MITECS/Front/title_index.htm
130

pragmatismo, que connota una burda búsqueda del beneficio así como la
conveniencia política.

Peirce es también considerado como el padre de la semiótica moderna: la ciencia de


los signos. Más aún, su trabajo —a menudo pionero— fue relevante para muchas
áreas del conocimiento, tales como astronomía, metrología, geodesia, matemáticas,
lógica, filosofía, teoría e historia de la ciencia, semiótica, lingüística, econometría y
psicología. Cada vez más, ha llegado a ser objeto de abundantes elogios. Popper lo ve
como “uno de los filósofos más grandes de todos los tiempos”. Por lo tanto, no es
sorprendente que su trabajo y sus ideas acerca de muchas cuestiones hayan sido
objeto de renovado interés, no sólo por sus inteligentes anticipaciones a los
desarrollos científicos, sino sobre todo porque muestra efectivamente cómo volver a
asumir la responsabilidad filosófica de la que abdicó gran parte de la filosofía del
siglo XX.

Sin embargo, Charles S. Peirce no debería ser considerado principalmente como


filósofo o como lógico, sino como científico, tanto por su formación como por su
carrera profesional. Sus informes a la Coast Survey son un testimonio notable de su
experiencia personal en el duro trabajo de medir y obtener evidencias empíricas. Una
mirada a esos informes oficiales o a sus Photometric Researches producidos en los
años 1872-1875 proporciona una vívida impresión de trabajo científico sólido. Como
escribió Max Fisch, «Peirce no era meramente un filósofo o un lógico que ha
estudiado cuestiones científicas. Era un científico profesional con todo derecho, que
llevó a su trabajo las preocupaciones del filósofo y del lógico».

Aunque Peirce fue un filósofo sistemático en el sentido tradicional de la palabra, su


obra aborda los problemas modernos de la ciencia, la verdad y el conocimiento, a
partir de su propia valiosa experiencia personal como lógico y científico experimental
que trabajaba en el seno de una comunidad internacional de científicos y pensadores.
Aunque realizó importantes contribuciones a la lógica deductiva, Peirce estaba
131

principalmente interesado en la lógica de la ciencia y, más especialmente, en lo que


llamó abducción (como complemento a los procesos de deducción e inducción), que
es el proceso por el que se genera una hipótesis, de forma que puedan explicarse los
hechos sorprendentes. En efecto, Peirce consideró que la abducción estaba en el
corazón no sólo de la investigación científica sino de todas las actividades humanas
ordinarias.

La principal dificultad en el estudio de Peirce es probablemente el aire de


provincianismo estadounidense que todavía se cierne alrededor del pragmatismo. Una
segunda dificultad, de no menor importancia, es que la interpretación del pensamiento
de Peirce ha provocado durante años un amplio desacuerdo entre los estudiosos
peirceanos, debido en parte a la presentación fragmentaria y caótica de su obra en los
Collected Papers y en parte a su ir contracorriente. El hecho es que Peirce no es un
filósofo fácil de clasificar: algunos lo consideraron un pensador sistemático, pero con
cuatro sistemas sucesivos (Murphey, 1961), otros lo vieron como un pensador
contradictorio (Goudge, 1950), o como un metafísico especulativo de tipo idealista
(Esposito, 1980). Sin embargo, en años más recientes ha comenzado a ganar
aceptación general una comprensión más profunda de la naturaleza arquitectónica de
su pensamiento y de su evolución desde sus primeros escritos en 1865 hasta su
muerte en 1914. En la última década todos los estudiosos peirceanos han reconocido
claramente la coherencia básica y la sistematización innegable del pensamiento de
Peirce.

II
¿En qué se distingue el signo peirceano de las otras conceptualizaciones del signo?
El signo saussureano como el signo hjelmsleviano y, a continuación, la concepción
greimasiana de las estructuras narrativas (concebidas como una expansión de
estructuras profundas elementales establecidas en el cuadrado semiótico) se
construyen todas sobre el modelo di dico (o binario). La única estructura formal a la
que se recurre fundamentalmente es el par opositivo y se trata de alcanzar la
132

complejidad mediante una red de tales pares. El formalismo que está en la base de la
semiótica peirceana es en sí mismo, básicamente, triádico (o ternario): lo constituyen
tres elementos, que evidentemente mantienen relaciones binarias cuando se los
considera dos a dos "olvidando" el tercero, pero también y sobre todo, una relación
tal que uno de ellos es realmente la unión de los otros dos. En este sentido, los dos
modos de pensamientos son irreducibles el uno al otro. La semiótica triádica de C. S.
Peirce incorpora a la pragmática en su concepción del signo. Esa concepción triádica
y dinámica del signo (semiosis) es esencialmente relacional ya que, para él, la
significación da cuenta de la forma de las relaciones transmitidas por los signos y de
su combinatoria, más que de sus propiedades materiales.
En los manuscritos de Peirce hemos podido encontrar al menos 76 textos
(disponibles en inglés o en francés) más o menos definitorios del signo que pueden
reagruparse en dos conceptualizaciones sucesivas, la segunda de las cuales incluye a
la primera. Las características esenciales son las siguientes:

- todo signo es triádico, es decir que necesita la cooperación de tres instancias


que son el signo S (lo que representa), el objeto O (lo que se representa) y el
interpretante I que produce su relación;
- esta cooperación se obtiene mediante el juego de dos determinaciones
sucesivas del signo S por el objeto O y del interpretante I por el signo S de
manera que I está determinado por O a través de S.

Esto puede resumirse en el siguiente esquema:


133

en el que las flechas representan determinaciones y el signo una relación triádica que
vincula S, O e I. - además observamos que, ya que I está determinado por O, se
vuelve en cierto modo en un signo de O por la misma razón que S. Es factible
entonces determinar un nuevo interpretante y así sucesivamente. Se vuelve de modo
inevitable a un proceso de interpretación indefinido (en el estado actual de la
conceptualización) que puede representarse mediante este otro esquema:

Combinando esas definiciones con la fenomenología peirceana podremos dar una


explicación formal de la definición de Peirce según la cual un signo es "un medium
para la comunicación de una forma".
Charles Sanders Peirce el más original y más ecléctico pensador que el continente
americano haya producido, consideraba la semiótica como una lógica, es decir "la
ciencia formal de las condiciones de la verdad de las representaciones", lo que no
deja de evocar el proyecto estoico. Sin embargo, su propósito apunta a aprehender la
totalidad de los procesos comprometidos en el establecimiento de las significaciones:
razón por la que, en su obra, podrá encontrarse una fenomenología (que él llama
faneroscopía), puesto que es indispensable tener a disposición una teoría de la simple
presentación de las cosas en la mente antes que cualquier teoría que concierna a sus
representaciones.
134

&
Ferdinand de Saussure
Curso de Lingüística General

NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜÍSTICO

§ 1. SIGNO, SIGNIFICADO, SIGNIFICANTE


Para ciertas personas, la lengua reducida a su principio esencial es una
nomenclatura, es decir, una lista de términos que corresponden a otras tantas cosas.
Por ejemplo:

ARBOR etc.

EQUOS etc.

Esta concepción es criticable por muchos conceptos. Supone ideas completamente


formadas que preexisten a las palabras (sobre este punto véase más adelante, página
138), no nos dice si el nombre es de naturaleza vocal o psíquica, pues arbor puede
considerarse bajo uno u otro aspecto; finalmente deja suponer que el lazo que une un
nombre a una cosa es una operación muy simple, lo cual está muy lejos de ser cierto.
Sin embargo, este enfoque simplista puede acercarnos a la verdad, mostrándonos que
la unidad lingüística es una cosa doble, hecha del acercamiento de dos términos. En la
135

página 25 hemos visto, a propósito del circuito de la palabra, que los términos
implicados en el signo lingüístico son físicos y están unidos en nuestro cerebro por el
lazo de la asociación. Insistamos en este punto.

El signo lingüístico une no una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen
acústica1. Esta última no es el sonido material, cosa puramente física, sino la psíquica
de ese sonido, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos;
esa representación es sensorial, y si se nos ocurre llamarla «material» es sólo en este 20
sentido y por oposición al otro término de la asociación, el concepto, generalmente
más abstracto.

El carácter físico de nuestras imágenes acústicas aparece claramente cuando


observamos nuestro propio lenguaje. Sin mover los labios ni la lengua, podemos
hablarnos a nosotros mismos o recitarnos mentalmente un poema. Y porque las
palabras de la lengua son para nosotros imágenes acústicas, hay que evitar hablar de
los «fonemas» de que están compuestas. Este término, que implica una idea de acción
vocal, no puede convenir más que a la palabra hablada, a la realización de la imagen
interior en el discurso. Hablando de los sonidos y de las sílabas de una palabra, se
evita ese malentendido, con tal que recordemos que se trata de la imagen acústica.

El signo lingüístico es por tanto una entidad psíquica de dos caras, que puede ser
representada por la figura:

20
Este término de imagen acústica quizá parezca demasiado estrecho, porque al lado de la
representación de los sonidos de una palabra también está la de su articulación, la imagen muscular del
acto fonatorio. Pero para F. de Saussure, la lengua es esencialmente un depósito, una cosa recibida de
Fuer a (véanse páginas 26-28). La imagen acústica es por excelencia la representación natural de la
palabra en cuanto hecho de lengua virtual, al margen de toda realización por el habla. El aspecto motor
puede por tanto estar sobreentendido o, en cualquier caso, no ocupar más que un jugar subordinado en
relación a la imagen acústica.
136

Estos dos elementos están íntimamente unidos y se re quieren recíprocamente.


Busquemos el sentido de la palabra latina arbor o la palabra por la que el latín
designa el concepto «árbol», es evidente que sólo las comparaciones consagradas por
la lengua nos parecen conformes con la realidad, y descartamos cualquier otra que
pueda imaginarse.

Esta definición plantea una importante cuestión de terminología. Llamamos signo a


la combinación del concepto y de la imagen acústica: pero en el uso corriente este
término designa, generalmente, a la imagen acústica sola, por ejemplo, una palabra
(arbor, etc.). Se olvida que si arbor es llamado signo, es sólo porque lleva en sí el
concepto «árbol», de tal suerte que la idea de la parte sensorial implica la de la
totalidad.

La ambigüedad desaparecería si se designara a las tres nociones aquí presentes


mediante nombres que se impliquen recíprocamente al tiempo que se oponen.
Nosotros proponemos conservar la palabra signo para designar la totalidad, y
reemplazar concepto e imagen acústica respectivamente por significado y
significante; estos últimos términos tienen la ventaja de señalar la oposición que les
separa, bien entre sí, bien de la totalidad de que forman parte. En cuanto a signo, si
nos contentamos con ese término es porque, al no sugerirnos la lengua usual ningún
otro, no sabemos por cuál reemplazarlo.
137

El signo lingüístico así definido posee dos caracteres primordiales. Enunciándolos


dejaremos sentados los principios mismos de todo estudio de este orden.

§ 2. PRIMER PRINCIPIO: LO ARBITRARIO DEL SIGNO


El lazo que une el significante al significado es arbitrario, o también, ya que por
signo entendemos la totalidad resultante de la asociación de un significante a un
significado, podemos decir más sencillamente: el signo lingüístico es arbitrario. Así,
la idea de «soeur» [hermana] no está ligada por ninguna relación interior con la serie
de sonidos s-ö-r que le sirve de significante; también podría estar representada por
cualquier otra: prueba de ello: las diferencias entre las lenguas y la existencia misma
de lenguas diferentes: el significado «boeuf» tiene por significante b-ö-f a un lado de
la frontera y o-k-s (Ochs) al otro.

El principio de lo arbitrario no es impugnado por nadie; pero con frecuencia es más


fácil descubrir una verdad que asignarle el lugar que le corresponde. El principio
enunciado más arriba domina toda la lingüística de la lengua; sus consecuencias son
innumerables. Cierto que no todas aparecen al primer golpe de vista con la misma
evidencia; sólo se las descubre tras muchas vueltas, y con ellas la importancia
primordial del principio.

Una observación de pasada: cuando la semiología esté organizada, deberá


preguntarse si los modos de expresión que se apoyan en signos completamente
naturales —como la pantomima— le corresponden legítimamente. Suponiendo que
los acoja, su principal objeto no dejará de ser por ello el conjunto de sistemas
fundados sobre lo arbitrario del signo. En efecto, todo medio de expresión aceptado
en una sociedad descansa en principio sobre una costumbre colectiva o sobre la
convención, lo cual es lo mismo. Los signos de cortesía, por ejemplo, dotados a
menudo de cierta expresividad natural (piénsese en el chino que saluda a su
emperador prosternándose nueve veces hasta el suelo), no dejan de estar fijados por
una regla; es esa regla la que obliga a emplearlos, no su valor intrínseco. Puede, por
138

tanto, decirse que los signos enteramente arbitrarios realizan mejor que los otros el
ideal de procedimiento semiológico; y ello porque la lengua, el más complejo y el
más extendido de los sistemas de expresión, es también el más característico de
todos; en este sentido la Lingüística puede convertirse en él patrón general de toda
semiología, aunque la lengua no sea más que un sistema particular.

Se ha empleado la palabra símbolo para designar el signo lingüístico, o más


exactamente lo que nosotros llamamos el significante. Hay inconvenientes para
admitirlo, debido precisamente a nuestro primer principio. Lo característico del
símbolo es no ser nunca completamente arbitrario; no está vacío, hay un rudimento de
lazo natural entre el significante y el significado. El símbolo de la justicia, la balanza,
podría ser reemplazado por cualquier otro, por un carro, por ejemplo.

La palabra arbitrario exige también una observación. No debe dar idea de que el
significante depende de la libre elección del sujeto hablante (más adelante veremos
que no está en manos del ind ividuo cambiar nada en un signo una vez establecido
éste en un grupo lingüístico); queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitrario
en relación al significado, con el que no tiene ningún vínculo natural en la realidad.

Señalemos, para terminar, dos objeciones que podrían hacerse a la postulación de


este primer principio:

1. Podrían apoyarse en las onomatopeyas para decir que la selección del


significante no es siempre arbitraria. Pero las onoma topeyas no son nunca
elementos orgánicos de un sistema lingüístico. Su número es, por otra parle,
mucho menor de lo que se cree. Palabras como fouet o glas pueden resonar en
ciertos oídos con sonoridad sugestiva; pero para ver que no tienen ese carácter
desde su origen, basta remontarse a sus formas latinas (fouet, derivado de
fagus, «haya», glas – classicum); la cualidad de sus sonidos actuales, o me jor
dicho la que se les atribuye, es un resultado fortuito de la evolución fonética.
139

En cuanto a las onomatopeyas auténticas (las del tipo glú-glú, tic-tac) no


solamente son poco numerosas, sino que su elección es ya en cierta medida
arbitraria, porque no son más que la imitación aproximativa y ya
semiconvencional de cie rtos ruidos (compárese el francés ouaoua y el alemán
wauwau). Además, una vez introducidas en la lengua se ven más o menos
arrastradas en la evolución fonética, morfológica, etc., que sufren las demás
palabras (cf. pigeon, del latín vulgar pipió, derivado de una onomatopeya):
prueba evidente de que han perdido algo de su carácter primero para
incorporar el del signo lingüístico en general, que es inmotivado.

2. Las exclamaciones, muy cercanas a las onomatopeyas, dan lugar a


observaciones análogas y no son más peligrosas para nuestra tesis. Uno se
siente tentado a ver en ellas expresiones espontáneas de la realidad, dictadas,
por así decir, por la naturaleza. Pero para la mayor parte de ellas se puede
negar que haya un lazo necesario entre el significado y el significante. Basta
comparar dos lenguas a este respecto para ver cuánto varían esas expresiones
de una a otra (por ejemplo, al francés ate! corresponde el alemán au!). Se sabe
además que muchas exclamaciones comenzaron siendo palabras de sentido
determinado (cf. diable!, mordieu! = mor Dieu, etc.).
En resumen, las onomatopeyas y las exclamaciones son de importancia secundaria, y
su origen simbólico es en parte controvertible.

§ 3. SEGUNDO PRINCIPIO: CARÁCTER LINEAL DEL SIGNIFICANTE

El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desarrolla sólo en el tiempo y tiene


los caracteres que toma del tiempo: a) representa una extensión, y b) esa extensión es
mensurable en una sola dimensión: es una línea.

Este principio es evidente, pero parece que siempre se ha desdeñado enunciarlo, sin
duda porque lo encontraron demasiado simple; sin embargo, es fundamental y sus
140

consecuencias son incalculables; su importancia es igual a la de la primera ley.


Todo el mecanismo de la lengua depende de él (véase página 150). Por oposición a
los significantes visuales (señales marítimas, etc.), que pueden ofrecer
complicaciones simultáneas en muchas dimensiones, los significantes acústicos no
disponen más que de la línea del tiempo; sus elementos se presentan uno tras otro;
forman una cadena. Este carácter aparece inmediatamente cuando se los representa
mediante la escritura y se substituye la sucesión en el tiempo por la línea espacial de
los signos gráficos. En ciertos casos esto no aparece con evidencia. Por ejemplo, si
acentúo una silaba, parece que acumulo sobre el mismo punto elementos
significativos diferentes. Pero es una ilusión: la sílaba y su acento no constituyen más
que un acto fonatorio: no hay dualidad en el interior de este acto, sino sólo
oposiciones diversas con lo que está al lado (véase a este respecto página 158).
141

Ferdinand de Saussure
Curso de Lingüística general

CAPÍTULO II. INMUTABILIDAD Y MUTABILIDAD DEL SIGNO

§ 1. INMUTABILIDAD

Si, en relación a la idea que representa, el significante aparece como libremente


elegido, en cambio, en relación a la comunidad lingüística que lo emplea, no es libre,
es impuesto. La masa social no es consultada y el significante escogido por la lengua
no podría ser reemplazado por otro.

Este hecho, que parece encerrar una contradicción, podría llamarse familiarmente
«la carta forzada». Se dice a la lengua: « ¡Elige!», pero se añade: «Será esc signo y
no otro». Un individuo sería incapaz, aunque quisiera, no solamente de modificar
algo en la elección ya hecha, sino que la masa misma no puede ejercer su soberanía
sobre una sola palabra; está ligada a la lengua tal como es. La lengua, por tanto, no
puede ser asimilada a un contrato puro y simple, y precisamente por este lado el signo
lingüístico es particularmente interesante de estudiar; porque si se quiere demostrar
que la ley admitida en una colectividad es una cosa que se sufre, y no una regla
libremente consentida, es la lengua la que ofrece la prueba más definitiva dé ese
hecho.

Veamos pues cómo escapa a nuestra voluntad el signo lingüístico, y saquemos


luego las importantes consecuencias que derivan de este fenómeno. En cualquier
142

época, y por muy alto que nos remontemos, la lengua aparece siempre como una
herencia de la época precedente. El acto por el que, en un momento dado, se habrían
distribuido los nombres para las cosas, el acto por el que se habría pactado un
contrato entre los conceptos y las imágenes acústicas, ese acto podemos concebirlo,
pero jamás ha sido comprobado. La idea de que las cosas habrían podido suceder así
nos es sugerida por nuestro vivísimo sentimiento de lo arbitrario del signo. De hecho,
ninguna sociedad conoce ni ha conocido jamás la lengua de otro modo que como un
producto heredado de las generaciones precedentes y que hay que aceptar tal cual.
Por esto la cuestión del origen del lenguaje no tiene la importancia que generalmente
se le atribuye. No es siquiera una cuestión que haya que plantear; el único objeto real
de la lingüística es la vida normal y regular de un idioma ya constituido. Un estado de
lengua dado es siempre un producto de factores históricos, y son esos factores los que
explican por qué es inmutable el signo, es decir, por qué resiste a toda substitución
arbitraria.

Pero decir que la lengua es una herencia, nada explica si no vamos más lejos. ¿Se
pueden modificar de un momento a otro las leyes existentes y heredadas? Esta
objeción nos lleva a situar la lengua en su marco social y a plantear la cuestión como
nos la plantearíamos para las demás instituciones sociales. ¿Cómo se transmiten
éstas? Tal es la cuestión más general que encierra la de la inmutabilidad. En primer
lugar hay que apreciar la mayor o menor libertad de que gozan las demás
instituciones; se verá que para cada una de ellas hay un equilibrio diferente entre la
tradición impuesta y la acción libre de la sociedad. Luego se investigará por qué, en
una categoría dada, los factores del primer orden son más o menos potentes que los
del otro. Finalmente, volviendo a la lengua, nos preguntaremos por qué el factor
histórico de la transmisión la domina por entero y excluye todo cambio lingüístico
general y súbito. Para responder a esta cuestión se podrían hacer valer muchos
argumentos y decir, por ejemplo, que las modificaciones de la lengua no están ligadas
a la secuencia de las generaciones, que lejos de superponerse unas a otras, como los
cajones de un mueble, se interpenetran y contienen, cada una, individuos de todas las
143

edades. Habría que recordar también la suma de esfuerzos que exige el aprendizaje de
la lengua materna, para concluir en la imposibilidad de un cambio general. Habría
que añadir que la reflexión no interviene en la práctica de un idioma; que los sujetos
son, en gran medida, inconscientes de las leyes de la lengua; y si no se dan cuenta,
¿cómo podrían modificarla? Incluso si fueran conscientes, habría que recordar que los
hechos lingüísticos apenas provocan la crítica, en el sentido de que cada pueblo está
generalmente satisfecho de la lengua que ha recibido. Estas consideraciones son
importantes, pero no son específicas; preferimos las siguientes, más esenciales, más
directas, de las que dependen todas las demás.

1. El carácter arbitrario del signo. Más arriba, nos había hecho admitir la
posibilidad teórica del cambio; profundizando, vemos que, de hecho, lo
arbitrario mismo del signo pone a la lengua al abrigo de cualquier tentativa
que tienda a modificarla. Aunque fuera más consciente de lo que es, la masa
no podría discutirla. Porque para que una cosa sea cuestionada, es menester
que se apoye sobre una norma razonable. Se puede debatir, por ejemplo, si la
forma monógama del matrimonio es más razonable que la forma polígama y
presentar razones a favor de una o de otra. También se podría discutir un
sistema de símbolos, porque el símbolo tiene una relación racional con la cosa
significada (véase página 88); pero por lo que se refiere a la lengua, sistema
de signos arbitrarios, esta base falta, y con ella desaparece lodo terreno sólido
de discusión; no hay ningún motivo para preferir soeur a sister, Ochs a boeuf,
etc.

2. La multitud de signos necesarios para constituir cualquier lengua. El


alcance de este hecho es considerable. Un sistema de escritura compuesto de
veinte a cuarenta letras puede, en rigor, ser reemplazado por otro. Lo mismo
ocurriría con la lengua si encerrara un número limitado de elementos; pero los
signos lingüísticos son innumerables.
144

3. El carácter demasiado complejo del sistema. Una lengua constituye un


sistema. Si, como luego veremos, es ése el lado por el que no es
completamente arbitraria y en el que reina una razón relativa, también es ése
el punto en que aparece la incompetencia de la masa para transformarla.
Porque ese sistema es un mecanismo complejo; sólo se puede captar mediante
la reflexión; incluso los mismos que hacen uso cotidiano de él lo ignoran
profundamente. Podría concebirse tal cambio sólo gracias a la intervención de
especia listas, gramáticos, lógicos, etc.; pero la experiencia muestra que, hasta
ahora, injerencias de esta naturaleza no han tenido ningún éxito.
4. La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística. La
lengua —y esta consideración prima sobre todas las demás— es, en cada
momento, asunto de todo el mundo; difundida en una masa y manejada por
ella, es una cosa de la que todos los individuos se sirven durante todo el día.
Sobre este punto no se puede establecer ninguna comparación entre ella y las
demás instituciones. Las prescripciones de un código, los ritos de una religión,
las señales marítimas, etc., no ocupan más que a cierto número de individuos
a la vez y durante un tiempo limitado; en la lengua, en cambio, todos y cada
uno participamos en ella en todo momento, y por eso la lengua sufre sin cesar
la influencia de todos. Este hecho capital basta para mostrar la imposibilidad
de una revolución. De todas las instituciones sociales, la lengua es la que
menos asidero ofrece a las iniciativas. Forma cuerpo con la vida de la masa
social, y por ser ésta naturalmente inerte aparece ante lodo como un factor de
conservación.
Sin embargo, no basta con decir que la lengua es un producto de las fuerzas
sociales para que se vea claramente que no es libre; al recordar que es siempre
herencia de una época precedente, hay que añadir que estas fuerzas sociales
actúan en función del tiempo. Si la lengua tiene un carácter de fijeza, no es
sólo porque está unida al peso de la colectividad, lo es también porque está
situada en el tiempo. Estos dos hechos son inseparables. En todo momento la
solidaridad con el pasado pone en jaque la libertad de elegir. Decimos hombre
145

y perro porque antes de nosotros se ha dicho hombre y perro. Lo cual no


impide que no haya en el fenómeno total un lazo entre estos dos factores
antinómicos: la convención arbitraria, en virtud de la cual la elección es libre,
y el tiempo, gracias al cual la elección se encuentra fijada. Debido a que el
signo es arbitrario, no conoce más ley que la de la tradición, y precisamente
por estar fundado en la tradición puede ser arbitrario.

§ 2. MUTABILIDAD

El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, posee otro efecto, contradictorio


en apariencia con el primero: el de alterar más o menos rápidamente los signos
lingüísticos y, en cierto sentido, puede hablarse a la vez de la inmutabilidad y de la
mutabilidad del signo21.

En última instancia, los dos hechos son solidarios: el signo está en condiciones de
alterarse porque se continúa. Lo que domina en toda alteración es la persistencia de la
materia antigua; la infidelidad al pasado es sólo relativa. Por eso, el principio de
alteración se funda en el principio de continuidad.

La alteración en el tiempo adopta diversas formas, cada una de las cuales


proporcionaría materia para un importante capítulo de lingüística. Sin entrar en
detalles, es importante destacar lo siguiente:
En primer lugar, no nos equivoquemos sobre el sentido que aquí damos a la palabra
alteración. Podría hacer creer que se trata especialmente de los cambios fonéticos
sufridos por el significante, o bien, de los cambios de sentido que afectan al concepto
significado. Este enfoque sería insuficiente. Cualesquiera que sean los factores de
alteraciones, actúen aisladamente o combinados, siempre conducen a un

21
Sería injusto reprochar a F. de Saussure ser inconsecuente o paradójico al atribuir a la lengua dos
cualidades contradictorias. Mediante la oposición de dos términos chocantes, sólo quiso subrayar con
fuerza esta verdad: que la lengua se transforma sin que los sujetos puedan transformarla. Puede decirse
también que la lengua es intangible, pero no inalterable.
146

desplazamiento de la relación entre el significado y el significante. He aquí algunos


ejemplos. El latín necare, que significa «matar», se ha convertido en francés en noyer
[ahogar], con el sentido que todos conocemos. Imagen acústica y concepto, los dos
han cambiado; pero es inútil distinguir las dos partes del fenómeno; basta con
comprobar in globo que el lazo de la idea y del signo se ha relajado y que ha habido
un desplazamiento en su relación. Si en lugar de comparar el ne-cáre del latín clásico
con nuestro francés noyer, lo oponemos al necare del latín vulgar de los siglos IV o V,
que significa «ahogar», el caso es algo diferente; pero también aquí, aunque no haya
alteración apreciable del significante, hay desplazamiento de la relación entre la idea
y el signo.

El antiguo alemán dritteil, «el tercio», se ha convertido en alemán moderno en


Drittel. En este caso, aunque el concepto siga siendo el mismo, la relación ha sido
cambiada de dos formas: el significante ha sido modificado no sólo en su aspecto
material, sino también en su forma gramatical; no implica ya la idea de Teil; es una
palabra simple. De una manera o de otra, siempre hay un desplazamiento de relación.
En anglosajón, la forma preliteraria fot, «el pie», siguió siendo fot (inglés moderno
foot), mientras que su plural • *foti, «los pies», se ha convertido en fet (inglés
moderno feet). Sean cuales fueren las alteraciones que ello suponga, hay una cosa
cierta: ha habido desplazamiento de la relación; ha surgido de otras correspondencias
entre la materia fónica y la idea.

Una lengua es radicalmente impotente para defenderse contra los factores que
desplazan a cada momento la relación del significado y del significante. Ésta es una
de las consecuencias de la arbitrariedad del signo. Todas las demás instituciones
humanas —las costumbres, las leyes, etc.— están fundadas, en diverso grado, en las
relaciones naturales de las cosas; hay en ellas una adecuación necesaria entre los
medios empleados y los fines perseguidos. Incluso la moda que fija nuestra ropa no es
completamente arbitraria: no puede apartarse más allá de cierto grado de las
condiciones dictadas por el cuerpo humano. La lengua, por el contrario, no está
147

limitada en nada en la elección de sus medios, porque no vemos qué podría impedir
asociar una idea cualquiera con una secuencia cualquiera de sonidos.

Para que se comprendiera bien que la lengua es una institución pura; Whitney
insistió, con toda razón, en el carácter arbitrario de los signos; y con ello situó la
lingüística en su verdadero eje. Pero no fue hasta el fin, y no vio que este carácter
arbitrario separa radicalmente la lengua de todas las demás instituciones. Se ve
claramente por la forma en que evoluciona; nada hay más complejo; situada a la vez
en la masa social y en el tiempo, nadie puede cambiar nada en ella, y, por otra parte,
la arbitrariedad de sus signos entraña teóricamente la libertad de establecer cualquier
relación entre la materia fónica y las ideas. De donde resulta que estos dos elementos
unidos en los signos conservan, cada cual, su vida propia en una proporción
desconocida fuera de la lengua, y que ésta se altera, o más bien evoluciona, bajo la
influencia de todos los agentes que pueden alcanzar bien a los sonidos, bien a los
sentidos. Esta evolución es fatal: no hay ejemplo de lengua alguna que resista a ella.
Al cabo de cierto tiempo se pueden comprobar desplazamientos sensibles.

Y esto es tan cierto que el principio debe verificarse incluso en las lenguas
artificiales. Quien crea una de ese tipo, la controla mientras no se ponga en
circulación; pero desde el momento en que cumple su misión y se convierte en cosa
de todo el mundo, el control escapa. El esperanto es un ensayo de esta especie; si
triunfa, ¿escapará a la ley fatal? Pasado el primer momento, la lengua entrará, muy
probablemente, en su vida semiológica; se transmitirá por leyes que no tienen nada en
común con las de la creación reflexiva, y ya no se podrá volver atrás. El hombre que
pretenda componer una lengua inmutable, que la posteridad debería aceptar tal cual
sale de sus manos, se parecería a la gallina que ha incubado un huevo de pato: la
lengua creada por él sería arrastrada, le guste o no, por la corriente que arrastra a
todas las lenguas. La continuidad, del signo en el tiempo, ligada a la alteración en el
tiempo, es un principio de semiología general; su confirmación puede encontrarse en
los sistemas de escritura, en el lenguaje de los sordomudos, etc.
148

Pero, ¿en qué se funda la necesidad del cambio? Quizá se nos reproche no haber
sido tan explícitos en este punto como sobre el principio de la inmutabilidad: es que
no hemos distinguido los diferentes factores de alteración; habría que considerarlos
en su variedad para saber hasta qué punto son necesarios. Las causas de la
continuidad están a priori al alcance del observador; no ocurre lo mismo con las
causas de alteración a través del tiempo. Más vale renunciar provisionalmente a dar
cuenta exacta de ellas y limitarse a hablar en general del desplazamiento de las
relaciones; el tiempo altera todo; no hay razón para que la lengua escape a esta ley
universal.

Recapitulemos ahora las etapas de nuestra demostración, refiriéndonos a los


principios establecidos en la introducción.

1º Evitando estériles definiciones de palabras, hemos distinguido primeramente, en el


seno del fenómeno total que representa el lenguaje, dos factores: la lengua y el
habla. La lengua es para nosotros el lenguaje menos el habla. Es el conjunto de
los hábitos lingüísticos que permiten a un sujeto comprender y hacerse
comprender.
2° Pero esta definición deja todavía a la lengua al margen de su realidad social; hace
de ella una cosa irreal, puesto que no comprende más que uno de los aspectos de
la realidad, el aspecto individual; es menester una masa hablante para que haya
una lengua. Contrariamente a las apariencias, en ningún momento existen estas al
margen del hecho social, porque la lengua es un fenómeno semiológico. Su
naturaleza social es uno de sus caracteres internos; su definición completa nos
coloca ante dos cosas inseparables como lo muestra el esquema:
149

LENGUA

MASA
HABLANTE

Mas en estas condiciones la lengua es viable, no viviente; no hemos tenido en


cuenta más que la realidad social, no el hecho histórico.
3° Como el signo lingüístico es arbitrario, parece que la lengua, así definida, es un
sistema libre, organizable a capricho, que depende únicamente de un principio
racional. Su carácter social, considerado en sí mismo, no se opone precisamente a
este punto de vista. Sin duda, la psicología colectiva no opera sobre una materia
puramente lógica; habría que tener en cuenta todo lo que hace desviarse a la razón
en las relaciones prácticas de individuo a individuo. Y, sin embargo, lo que nos
impide mirar la lengua como una convención simple, modificable a capricho de
los interesados, no es eso; es la acción del tiempo que se combina con la de la
fuerza social; al margen de la duración, la realidad lingüística no está completa y
no hay conclusión posible. Si se tomara la lengua en el tiempo, sin la masa
hablante —supongamos un individuo aislado que viviera durante muchos siglos
—, quizá no se comprobaría ninguna alteración; el tiempo no actuaría sobre ella.
Y, a la inversa, si se considera la masa hablante sin el tiempo, no se vería el efecto
de las fuerzas sociales actuando sobre la lengua. Para estar en la realidad hay que
añadir, por tanto, a nuestro primer esquema un signo que indique la marcha del
tiempo:
150

TIEMPO LENGUA

MASA
HABLANTE

Desde ese momento la lengua no es libre, porque el tiempo permitirá a las fuerzas
sociales que se ejercen sobre ella desarrollar sus efectos, y se llega al principio de
continuidad, que anula la libertad. Pero la continuidad implica necesariamente la
alteración, el desplazamiento más menos considerable de las relaciones.


Charles William Morris: consideraciones sobre su enfoque

Desde el punto de vista filosófico, Morris es pragmático y positivista. En


consecuencia, reconoce la ciencia experimental como fuente exclusiva de
conocimiento.

Su trabajo semiótico esta está fuertemente influenciado por la lógica y semiótica de


Charles Sanders Peirce, al punto que muchos seguidores de Peirce consideran que la
obra de Morris constituye una reelaboración superficial y distorsionada de éste.
Mientras Peirce imaginaba una filosofía semiótica basada en las categorías
universales de la percepción y la opinión de que «todo pensamiento es signo», Morris
quería desarrollar una ciencia de los signos «sobre una base biológica y
específicamente con el marco teórico de la ciencia del comportamiento».
151

Así, el enfoque filosófico de Morris determina su enfoque semiótico. Fusiona el


modelo triádico del signo de Peirce con la propuesta de la caja negra del
conductismo, una corriente filosófica de base biológica aún muy impregnada por un
paradigma mecanicista, para desarrollar su teoría semiótica.

Morris concibe la semiótica como una ciencia de dos caras. Por una parte, es una
ciencia en sí misma. Afirma que la semiótica puede ser la disciplina unificadora de las
ciencias humanas en general. Por la otra, es un instrumento de la ciencia, por cuanto
toda ciencia utiliza y se expresa con signos. De esta manera, la semiótica se ubica
como parte fundamental de una metaciencia (ciencia de las ciencias). Por su relación
con Carnap pudo aproximarse al positivismo lógico del Círculo de Viena
desarrollando de tal modo una forma original de pragmatismo aplicado
principalmente a la semiótica.

En su dedicación a la semiótica, Morris, enfatiza el tema en una tricotomía, la de la


sintaxis, la semántica y la pragmática (en lingüística se entiende principalmente como
pragmática a la relación concreta de los signos con los hechos reales a los que se
refieren).

Coherentemente con la anterior tricotomía, Morris también plantea una tripartición


del signo lingüístico en «tres dimensiones»: la del vehículo sígnico, la del designatum
y la del interpretante; tal estructura aparece por primera vez en su libro Fundamentos
de una teoría de los signos. En efecto, Charles W. Morris es considerado uno de los
fundadores de la llamada teoría de los signos siendo considerado el suyo el primer
proyecto completo de una semiótica, ha de tenerse en cuenta que su obra ha sido, en
primera instancia, una filosofía del lenguaje.

Para Morris el ser humano es esencialmente un animal simbólico, idea tomada de


Cassirer. Por lo tanto, considera que un estudio sistemático y exhaustivo de los signos
constituye requisito fundamental para la comprensión del hombre. Pero también
152

reconoce que los animales usan signos, aunque de una naturaleza menos compleja y
elaborada.

La semiosis es el proceso que permite que algo pueda operar como signo. Con ello,
a Morris le interesa determinar cuáles son las condiciones para la existencia del signo.

Siguiendo un modelo triádico, que aparece primero en su libro "Fundamentos de la


teoría de los signos", Morris define el signo como algo que alude a algo para alguien.
Esto implica al menos tres componentes: vehículo sígnico, designatum e
interpretante. El vehículo sígnico (S) es la manifestación material del signo, lo que
actúa como signo; el designatum (D) es lo designado por dicho vehículo sígnico,
aquello a que el signo alude; y el interpretante (I) es la conducta observable que
desencadena en el receptor, el efecto que produce en determinado intérprete.
Cabe hacer tres observaciones. En primer lugar, Morris, por economía, suele
nombrar al vehículo sígnico como signo. En segundo lugar, introduce un elemento de
naturaleza distinta, el intérprete, que es el individuo que recibe e interpreta el signo
(no debe confundirse el intérprete con el interpretante). Finalmente, para evitar la
introducción de ámbitos metafísicos, recurre a un elemento adicional, el denotatum
(O), para dar cuenta de aquellos designata sin referente real.
A partir de estos elementos, se pueden evidenciar al menos tres dimensiones
semióticas. Cuando el signo entra en relación con su designatum (S-D), se habla de
una dimensión semántica. El signo en relación con su interpretante (S-I) constituye
una dimensión pragmática. El signo en relación con otros signos (S-S) forma la
dimensión sintáctica. La relación entre el signo y el denotatum (S-O) haría parte
también de la dimensión semántica, aunque de naturaleza distinta. Por supuesto, estas
mismas relaciones y dimensiones se manifiestan en el lenguaje (language).
Ahora bien, para referirse a estas relaciones sugiere restringir ciertos términos. La
dimensión semántica designa o denota, la dimensión sintática implica y la dimensión
pragmática expresa.
153

En otras palabras, su concepción de la semántica parte, entonces, de tres pilares: la


sintaxis, mediante las relaciones formales entre los signos; la semántica, mediante los
signos y su significado en relación a los objetos, y la pragmática, mediante la
interpretación de los signos a través de la lingüística. Los objetos centrales de sus
análisis son, por ello, la teoría de los signos, la sintaxis entre los signos, la semántica
en las relaciones entre los signos y los objetos y la pragmática de la relaciones entre
signos, objetos y usos, en especial los referidos a la lengua
La existencia del signo exige tres grandes condiciones (según la lectura que Juan
Magariños de Morentín hace de Morris): presencia, ausencia y eficacia. La presencia
es la condición de que algo aluda a otra cosa (la cosa no puede ser signo de sí misma).
La ausencia es la condición de que haya algo aludido (que debe tener existencia real,
aunque no necesariamente concreta). La eficacia es la condición de producir un efecto
(que en Morris es el comportamiento evidente)

Los Escritos sobre la teoría general de los signos de Charles William


Morris.

Los Escritos sobre la teoría general de los signos de Charles William Morris (1971)
constituyen una investigación en sintaxis, semántica y pragmática de las relaciones de
los signos lingüísticos y no lingüísticos y es también un examen de los roles que
varios tipos de signos pueden desempeñar al influenciar el comportamiento humano.
Morris introduce una terminología para describir el fenómeno del signo y presenta
una teoría de los signos como estímulo a los patrones de comportamiento. Morris
explica cómo la semiótica (la ciencia sobre los signos) puede desarrollarse en el
contexto de la ciencia del comportamiento y describe el rol que la semiótica puede
desempeñar en la unificación de la ciencia biológica, psicológica, social y
humanística.
154

Morris describe el role que la ciencia de los signos puede desempeñar en el análisis
del lenguaje como sistema social de signos y explica que la lengua puede ser
gobernada por reglas sintácticas, semánticas y pragmáticas. Las reglas sintácticas
pueden determinar qué combinación de signos funciona como enunciado gramatical.
Las reglas semánticas pueden determinar las condiciones en las que los signos pueden
ser aplicados a los objetos o las situaciones. Las reglas pragmáticas pueden
determinar las condiciones en las que los signos-vehículos pueden funcionar como
signos. Morris describe el papel que la semiótica puede desempeñar en el desarrollo
de la teoría del lenguaje y explica que el lenguaje puede definirse no solo por las
reglas que gobiernan la combinación de sus signos, sino también por las reglas que
gobiernan la significación de sus signos, así como por las reglas que gobiernan el
origen, los usos y los efectos de sus signos.

Morris argumenta que el lenguaje es un sistema de signos que produce una


disposición hacia el comportamiento social y que para entender los usos y efectos del
de los signos tenemos que entender las vías en las que los signos influyen en el
comportamiento social. Morris hace notar que el término “conductismo” puede
diferenciarse del término “mentalismo” en que la teoría conductista sostiene que los
signos denotan “respuestas” o “disposición hacia la conducta”, mientras que la teoría
mentalista sostiene que los signos denotan “ideas” o “conceptos”. Sin embargo él
explica que su propia teoría de semiótica conductista no es un intento de establecer
una controversia, sino un intento de proveer una terminología más exacta y precisa
con la que se pueda desarrollar la teoría de los signos22

Los escritos sobre la teoría general de los signos son una colección de los más
importantes trabajos de Morris sobre semiótica y teoría del lenguaje. La primera parte
es: Fundamentos de la teoría de los signos (1938). La segunda parte es: Signos,
lenguaje y conducta (1946). La parte tres Cinco estudios semióticos incluye el primer
capítulo de La significación y el significado (1964)

22
Charles Morris, Writings on the General Theory of Signs (The Hague: Mouton, 1971) p.103.
155

La primera parte aborda las dimensiones de la ‘semiosis’ (los procesos gracias a


los cuales el signo-vehículo puede funcionar como signo) En la parte I también se
explica como la semiótica puede usarse como método de investigación por otras
ciencias, como la lingüística, la filosofía, la psicología, la antropología y la
sociología. La segunda parte describe las relaciones entre los signos lingüísticos y la
conducta social y aborda los criterios con los que pueden ser valoradas la adecuación,
la confiabilidad y la veracidad de los signos. Esta parte presenta también la
clasificación de los modos de significación de los signos y de los usos primarios de
los signos. Aparece aquí, además, la clasificación de los tipos más importantes de
discurso de acuerdo con los usos primarios de los signos y los modos de
significación. La tercera parte examina la relación entre la semiótica y la estética y
describe la estética como la ciencia de los signos estéticos. Aquí se aborda la relación
entre el análisis estético y el análisis de los signos; se explica como las obras de arte
pueden funcionar como signos estéticos.

Morris divide la semiótica en tres ciencias o disciplinas interrelacionadas: 1) la


sintaxis (el estudio de los métodos por los que los signos pueden combinarse para
formar signos compuestos; 2) la semántica (el estiudio de la significación de los
signos) y 3) la pragmática (el estudio de los orígenes, los usos y los efectos de los
signos). La ‘semiótica’ es el estudio de la ‘semiosis’, que tiene dimensiones o niveles
sintáctico, semántico y pragmático23.

Mientras que la dimensión sintáctica de la ‘semiosis’ es gobernada por las


relaciones que mantienen los signos unos con otros, la dimensión semántica es
gobernada por las relaciones que tienen los signos con los objetos o eventos que ellos
significan; la dimensión pragmática es gobernada por la relación que los signos tienen
con quienes los producen e interpretan.

23
Ibid., p. 21.
156

Morris argumenta que los cuatro componentes de la semiosis incluyen: 1) el signo


vehículo, o sea, el objeto o evento que funciona como signo; 2) el ‘designatum’, o
sea, el tipo de objeto o clase que el signo designa; 3) el ‘interpretante’, o sea, la
disposición de un intérprete para iniciar una respuesta-secuencia como resultado de la
percepción del signo, y 4) el intérprete, o sea, la persona para la que el signo-vehículo
funciona como signo.

Morris explica que cada signo debe tener un designatum, pero que no todo signo
tiene que tener un ‘denotatum’ (un objeto o un evento realmente existente denotado
por un signo) Si el signo denota algo, entonces él tiene un designatum al igual que un
designatum. Si el signo no denota nada entonces tiene un designatum pero no tiene
ningún denotata. En otras palabras, el signo tiene que ‘designar’ algo pero puede no
‘denotar’ nada.24

Morris define el signo como cualquier estímulo preparatorio que produce una
disposición en el intérprete del signo para responder a algo que no es en ese momento
un estímulo.25 El signo prepara al intérprete para iniciar una respuesta-secuencia (esto
es, respuestas consecutivas) de una ‘conducta-familia’ particular (o sea, aquellas
respuesta-secuencias que son causada por estímulos similares) en la ausencia del tipo
de estímulo que debe iniciar las respuesta-secuencias de esa ‘conducta-familia’. Es
posible que el signo no produzca siempre una respuesta-secuencia en el intérprete,
pero si es un sigo adecuado, entonces producirá una disposición en el intérprete para
iniciar las respuesta-secuencias que tendrían lugar si el objeto o evento denotado por
el signo fuera realmente un estímulo

Morris explica que existen varias maneras de clasificar los signos de acuerdo con su
sintaxis, su semántica y sus usos pragmáticos. Por ejemplo, los signos pueden ser
divididos en tres clases, en correspondencia con el tipo de objeto que denotan: 1)

24
Ibid., p. 416.
25
Ibid., p. 366.
157

signos indexales, que denotan un objeto único realmente existente; 2) signos


caracterizadores, que denotan una pluralidad de objetos realmente existentes; signos
universales, cada uno de los cuales denota todos los objetos realmente existente. Los
signos pueden ser clasificados atendiendo a aue ellos mismos reflejen o no las
propiedades de sus denotata: 1) signos icónicos, que demuestran las propiedades de
sus denotata y 2) signos no-icónicos, que no demuestran las propiedades de sus
denotata26.

Morris también explica que los signos pueden ser divididos en dos grupos de
acuerdo con su capacidad de ser interpretados para significar otros signos: 1) las
señales no son interpretados para significar otros signos, pero 2) los símbolos son
capaces de significar otros signos. El autor argumenta que todos los signos son uno de
dos: señales o símbolos. Las señales no se usan como sustitutos de los signos
sinónimos, pero los símbolos pueden ser usados como signos sustitutos27.

Morris define el ‘significatum’ (la significación) del signo como la serio de


condiciones en las que un signo denota algo 28. Si el signo denota algo, entonces las
respuestas-secuencias hacia las que se ha predispuesto el receptor del signo pueden
ser completadas por el intérprete. Los signos-vehículos que poseen los mismos
‘significata’ pertenecen a la misma ‘familia-signo’29. Cada miembro de la ‘familia-
signo’ puede preparar al intérprete para iniciar la misma respuesta-secuencia hacia los
denotata, gracias a que cada signo tiene la misma significación.

Continúa explicando Morris que un signo que tiene más de una significación puede
pertenecer a más de una familia-signo. El grado de sinonimia entre diferentes signos
o familias-signo puede estar determinado por el grado de similitud en sus

26
Ibid., p. 362.
27
Ibid., p. 366-7
28
Ibid., p. 144.
29
Ibid., p. 96.
158

significaciones. Los signos que son similares en sus condiciones de denotación son
similares en sus significata (o en sus significaciones)

Morris argumenta que el lenguaje es un sistema de signos simples y compuestos


que poseen una significación interpersonal y plurisituacional (o sea, condiciones de
denotación que son las mismas para un número de intérpretes y que se mantienen
relativamente constantes de una situación a otra. El lenguaje-signo (o ‘lensignos’)
tiene que incluir algunos ‘comsignos’ (o sea, signos que tienen los mismos
significata tanto para los productores como para los intérpretes) 30. Los comsignos se
dividen en dos clases: 1) ‘comseñales’ (esto es, comsignos que no actúan como
sustitutos para otros comsignos), y 2) ‘comsímbolos’ (o sea, consugnos que pueden
actuar como sustitutos de otros comsignos)31 Los comsignos pueden variar en la
medida en que sus significara sean los mismos para sus intérpretes y para sus
productores.

Morris evita el uso del término ‘significado’ como sinónimo de ‘significación,


porque el dice que ‘significado es un término ambiguo y que puede referirse tanto a
los designata, como a los denotata, como a los intérpretes o a los significata 32. Varios
signos-procesos pueden constituir el ‘significado’ de los signos, por lo que es
necesario utilizar términos más específicos para definir los componentes de la
semiosis.

Morris rechaza que los modos de significación del signo puedan considerarse: 1)
‘indetificativos’, 2) ‘designativos’, 3) ‘apreciativos’, 4) ‘prescriptivos’, o
5)’formativos’. Él cree que las clases de signos que se corresponden con estos modos
de significación deben ser descritos como: 1) ‘identificadores’, 2) ‘designadores’, 3)
‘apreciadores’, 4) ‘prescriptores’, y 5) ‘formadores’ 33. Los ‘identificadores’ son

30
Ibid., p. 113.
31
Ibid., p. 361.
32
Ibid., p. 55
33
Ibid., p. 364.
159

signos que significan los ‘locata’ (o sea, la locación de los objetos en el espacia o en
el tiempo). Los ‘designadores’ son signos que significan los ‘discriminata’ (o sea,
características o estímulos-propiedades de los objetos). Los ‘apreciadores’ son signos
que significan los ‘valuata’ (o sea, los objetos o las situaciones preferidas). Los
‘prescirptores’ son signos que significan los ‘obligata’ (o sea, las respuestas que se
precisan del intérprete). Los ‘formadores’ son signos que significan los ‘formata’ (o
sea, métodos a partir de los cuales los signos pueden combinarse para formar signos
compuestos)

Morris explica que los ‘ascriptores’ son complejos-signos que identifican a los
significata y que significan algo sobre los significata. Los ascriptores se dividen en
cuatro clases principales. De acuerdo con su modo primario de significación:
- Los ascriptores designativos – son complejos-signos que consisten de
identificadores y designadotes;
- Los ascriptores apreciativos – son complejos-signos que consisten de
identificadores y aprecidores;
- Los ascriptores prescirptivos – son complejos-signos que consisten de
identificadores y prescirptores;
- Los ascriptores formativos – son complejos-signos que consisten de
identificadores y formadores.

Morris argumenta que los cuatro usos primarios de los signos son: 1) ‘informativo’;
2) ‘valorativo’; 3) ‘incitativo’, y 4) ‘sistémico’ (o sea, organizacional). Los
designadotes poseen las funciones primarias ‘informativas’; los apreciadores las
funciones primarias ‘valorativas’; los prescriptores las funciones primarias
‘incitativas’ y los formadores las funciones primarias ‘sistémicas’.

Morris propone una clasificación de los tipos principales de discurso de acuerdo


con sus modos primarios de significar y de acuerdo con los usos primarios de los
signos. La clasificación ilustra que cada uno de los cuatros modos primarios de
160

significación pueden formar pareja con los cuatro usos primarios de los signos lo que
genera dieciséis tipos de discurso. Esos tipos pueden ser descritos como sigue:
1. El discurso científico puede ser primariamente designativo en el modo e
informativo en el uso.
2. El discurso ficcional puede ser primariamente designativo en el modo y
valorativo en el uso.
3. El discurso jurídico puede ser primariamente designativo en el modo e
incitativo en el uso.
4. El discurso cosmológico puede ser primariamente designativo en el modo y
sistémico en el uso.
5. El discurso mítico puede ser primariamente apreciativo en el modo e
informativo en el uso.
6. El discurso poético puede ser primariamente apreciativo en el modo y
valorativo en el uso.
7. El discurso moral puede ser primariamente apreciativo en el modo e
incitativo en el uso.
8. El discurso crítico puede ser primariamente apreciativo en el modo y
sistémico en el uso.
9. El discurso tecnológico puede ser primariamente prescriptivo en el modo e
informativo en el uso.
10. El discurso político puede ser primariamente prescriptivo en el modo y
valorativo en el uso.
11. El discurso religioso puede ser primariamente prescriptivo en el modo e
incitativo en el uso.
12. El discurso propagandístico puede ser primariamente prescriptivo en el
modo e sistémico en el uso.
13. El discurso lógico-matemático puede ser primariamente formativo en el
modo e informativo en el uso.
14. El discurso retórico puede ser primariamente formativo en el modo y
valorativo en el uso.
161

15. El discurso gramatical puede ser primariamente formativo en el modo e


incitativo en el uso.
16. El discurso metafísico puede ser primariamente formativo en el modo y
sistémico en el uso.

Morris argumenta que la verdad de los signos puede ser determinada a partir de si
tienen denotata y la pertinencia de los signos puede ser determinada a partir de si
cumplen con los propósitos para los que son usados34. La verdad los signos no es lo
mismo que su pertinencia, dado que los signos que son verdades pueden ser no
pertinentes para algunos propósitos, mientras que los signos que son falsedades
pueden ser pertinentes para algún propósito.

También Morris argumenta que la pertinencia de los signos se puede dividir en


cuatro clases, de acuerdo con los propósitos para los que los signos se usan: 1) la
‘pertinencia informativa’ puedes ser descrita como ‘convencimiento’; la ‘pertinencia
valorativa’ puede ser descrita como ‘efectividad’, la ‘pertinencia incitativa’ puede ser
descrita como persuasión; la ‘pertinencia sistémica’ puede ser descrita como
‘corrección’35. Los signos que resultan convincentes en unos aspectos pueden resultar
no convincentes en otros, y los signos persuasivos en algunos casos pueden resultar
no persuasivos en otros.

Morris explica que la pertinencia de los signos, con frecuencia, puede depender de
su confiabilidad, dado que los signos tienen que ser confiables si deben
consistentemente lograr los propósitos para los que son usados. La confiabilidad de
los signos puede ser determinada por cuán frecuentemente son usados y por cuán
similares en la significación son a otros signos verdaderos. Los signos que son
similares en la significación a signos falsos serán menos confiables que los signos que
son similares en la significación a los signos verdaderos.

34
Ibid., p. 173.
35
Ibid., p. 176.
162

BIBLIOGRAFÍA:
Morris, Charles. Writings on the General Theory of Signs. The Hague: Mouton, 1971

P Cobley
London Metropolitan University

Hjelmslev, Louis Trolle: Teoría del singno36

Louis Hjelmslev (1899–1965) fue un prominente lingüista danés y miembro de la


Escuela de Lingüística de Copenhagen. Su influencia, más allá de la lingüística, en la
semiótica, fue muy grande, aunque no siempre reconocida. La mayor parte de su obra
se ha filtrado a través de la teoría del signo de Roland Barthes. Así mismo, las
distinciones de Hjelmslev han sido en gran medida promovidas en el trabajo de
Deleuze and Guattari (1983).

La reputación de Hjelmslev en lingüística se deriva de su posición como profesor de


Filología Comparada, en la Universidad de Copenhagen (1937 – 1965), y
particularmente, de su fundación de la glosemática, un enfoque derivado de las
investigaciones de Saussure sobre el lenguaje y la insistencia de este último sobre que
el lenguaje es forma y no sustancia. Hjelmslev fundó, con Viggo Brondal in 1931 el
Círculo Lingüístico de Copenhagen. Los procedimientos del Círculo, junto con otras

36
Tomado de: The Enciclopedia of Language and Linguistics. London, UK _ 2006 Elsevier Ltd. All
rights reserved. Traducción del inglés: Ana Curbeira Cancela
163

contribuciones, continúan publicándose hoy en la revista fundada por ellos en 1939


Acta Linguistica Hafniensia.

Las traducciones francesas de los trabajos de Hjelmslev aseguraron su influencia en


el naciente estructuralismo de los ‘50, como también lo hicieron las traducciones al
inglés de An outline of glossematics (1957, con Hans-Jørgen Uldall), Resume of a
theory of language (1975), y especialmente Prolegomena to a theory of language
(1969). Los trabajos de Hjelmslev de inicios de los años ’30 partían de amplios
principios fonológicos y generalmente se correspondían con las tendencias
contemporáneas de la lingüística estructural.

La introducción de su glosemática marcó un giro en el análisis de la lengua. Aunque


Hjelmslev se había concentrado antes en los “rasgos distintivos” como elementos de
la forma, la glosemática perseguía identificar los elementos precisamente como
‘funciones’ en relación con los ‘functores’. La función existe, por ejemplo, entre una
clase y sus componentes, una cadena y sus partes, un paradigma y sus miembros (o
entre miembros partes o componentes). El functor, por otra parte, es la punta –a
cualquiera de los dos lados– de la función.

Hjelmslev parte de las nociones preliminares de que la lengua es un sistema de signos


y que el signo, en virtud de su ser ‘para alguien’, debe ser construido como una
‘función’. Sin embargo, insiste en que el signo, concebido de esa manera, debe ser
especificado como ‘signo-expresión’. Como tal, entonces, hay dos planos que deben
considerase en el análisis del lenguaje como sistema de signos. El primero es el plano
de la expresión, que posee forma y sustancia. El segundo es el plano del contenido,
compuesto igualmente por forma y sustancia. Los dos planos hechos de un número
restringido de entidades no-sígnicas, las figuras (como los fonemas, por ejemplo)
pueden combinarse para producir un ilimitado número de signos. El hecho de que
existan dos planos en el signo significa, para Hjelmslev, que la noción de signo como
simplemente ‘signo para alguien’ está muy limitada. Este punto de vista tiende a ver
164

el signo como una ‘indicación’ por la ‘expresión’ de algún ‘contenido’ externo,


mientras que la visión de Saussure, de acuerdo con Hejmslev, considera el signo
como generado por la expresión y el contenido. Si la relación del signo es vista como
función, los functores de la expresión y el contenido no pueden ser separados y esto
tiene consecuencias para la concepción del signo.

Esencialmente, la obra de Hjelmslev fundamenta que el signo no indica


simplemente, sino que está hecho de ‘contenido-sustancia’ ordenado en ‘contenido
forma’. El signo es yuxtapuesto para los usuarios a otros ejemplos de contenido-
forma (por ejemplo, ‘ring’ (puede indicar ‘la joya, anillo que se pone en el dedo’ y
también ‘el sonido que sale del teléfono’), está constituido en el plano de la expresión
como ‘expresión-forma’ (que contiene las figuras organizadas específicamente) que, a
su vez, es ordenada en una ‘expresión-sustancia’ (otras pronunciaciones, otras
enunciaciones por otras personas, etc.)

Al dar inicio al análisis de las funciones en los planos de la expresión y del contenido,
Hjelmslev trata de escaparse, como el lo llama, de la tentativa división de la
lingüística en fonética, morfología, sintaxis, lexicografía y semántica (1969: 59). En
lugar de dividir los signos y textos en los objetos identificados por esas sub-
disciplinas, la glosemática de Hjelmslev instaura un procedimiento que trata todos los
elementos de los textos como funciones dentro de la expresión y el contenido. Sin
embargo, dado que Hjelmslev ve la relación de la función como lo más importante y
porque ambas están formadas por figuras (sin significado), esos elementos que
forman la ‘expresión’ y los que forman el ‘contenido’ deben ser considerado
intercambiables. Fue la combinación de la firme sistematización de Hjelmslev y su
consideración de la posible mutabilidad de los planos de acuerdo con la función, lo
que hizo su glosemática tan atractiva para otros lingüistas y pensadores
estructuralistas. La semántica estructural de Greimas y la teoría de la denotación,
connotación y metalenguaje de Roland Barthes, las dos se basan en el modelo
165

glosemático. En definitivas, Hjelmslev vio su sistematización en lingüística como una


corrección de las tendencias dominantes descriptivistas en el pensamiento humanista.

Bibliografía:

Arrive M (1992). Linguistics and psychoanalysis: Freud, Saussure, Hjelmslev, Lacan


and Others. Leader J (trans.). Amsterdam: John Benjamins.
Barthes R (1977). Elements of semiology. Howard R (trans.). New York: Atlantic
Books.
Deleuze G & Guattari F (1983). Anti-Oedipus: capitalism and schizophrenia. Hurley
R, Seem M & Lane H R (trans.). Minneapolis: University of Minnesota Press.
Fischer-Jørgensen E (1966). ‘Form and substance in glossematics.’ Acta Hafniensa
Linguistica 10, 1–33.
Greimas A J (1984). Structural semantics: an attempt at method. Perron P & Collins
F H (trans.). Lincoln: University of Nebraska Press.
Greimas A J (1987). On meaning: selected writings on semiotic theory. Perron, P &
Collins, F H (trans.). Minneapolis: University of Minnesota Press.
Greimas A J (1990). The social sciences: a semiotic view. Minneapolis: University of
Minnesota Press.
Harris R (2003). Saussure and his interpreters (2nd edn.). Edinburgh: Edinburgh
University Press.
Hjelmslev L (1969). Prolegomena to a theory of language. Whitfield F J (trans.)
Madison and London: University of Wisconsin Press.
Hjelmslev L (1970). Language: an introduction (‘Sproget’). Whitfield F J (trans.)
Madison and London: University of Wisconsin Press.
Hjelmslev L (1975). Resume of a theory of language. Whitfield F J (trans.) Madison
and London: University of Wisconsin Press.
Hjelmslev L & Uldall H-J (1957) An outline of glossematics. Part 1: General Theory.
Copenhagen: Copenhagen Linguistic Circle.
166

Saussure F de (1983) Course in general linguistics. Harris R (trans.). London:


Duckworth.
Saussure F de (1993) Saussure’s third course of lectures on general linguistics (1910–
1911), from the notebooks of Emile Constantin. Komatsu E & Harris R (ed, trans.).
Oxford: Pergamon.
Siertsema B (1954) A study of glossematics. The Hague: Martinus Nijhoff.


Émile Benveniste

OJEADA AL DESENVOLVIMIENTO DE LA LINGÜÍSTICA37

I
En el curso de los últimos años, en los estudios tocantes al lenguaje y a las lenguas
han ocurrido cambios considerables y cuyo alcance rebasa incluso el horizonte,
vastísimo y todo, de la lingüística. Estos cambios no son comprensibles en bloque; se
escabullen en su manifestación misma; a la larga han tornado mucho más engorroso
el acceso a los trabajos originales, que se erizan de una terminología cada vez más
técnica. Es un hecho: se tropieza con gran dificultad al leer los estudios de los
lingüistas, pero aún más para comprender sus preocupaciones. ¿A qué tienden, y qué
hacen con lo que es bien de todos los hombres y no deja de atraer su curiosidad: el
lenguaje? Da la impresión de que, para los lingüistas de hoy, los hechos de lenguaje
se trasmutan en abstracciones, se vuelven los materiales inhumanos de construcciones
algebraicas o sirven de argumentos para áridas discusiones de método: que la
lingüística se aleja de las realidades del lenguaje y se aísla de las demás ciencias

37
Tomado de: Cap. IV de E. Benveniste. Problemas de la lingüística general. Trad. al español de Juan
Almela. Siglo XXI Eds., México. 1ª ed, 1971. (Primera edición francesa: Problèmes de linguistique
générale. Ed. Gallimard, Paris.1966
167

humanas. Pues bien, es todo lo contrario. Se aprecia al mismo tiempo que estos
métodos nuevos de la lingüística adquieren valor de ejemplo y aun de modelo para
otras disciplinas, que los problemas del lenguaje interesan ahora a especialidades muy
diversas y cada día más numerosas, y que una corriente de indagaciones arrastra a las
ciencias del hombre hacia el trabajo con el mismo ánimo que inspira a los lingüistas.

De ahí que acaso sea útil exponer, tan sencillamente como se pueda en este campo
difícil, cómo y por que la lingüística se ha transformado de esta manera, a partir de
sus principios.
Comencemos por observar que la lingüística tiene un doble objeto, es ciencia del
lenguaje y ciencia de las lenguas. Esta distinción, no siempre establecida, es
necesaria: el lenguaje, facultad humana, característica universal e inmutable del
hombre, es otra cosa que las lenguas, siempre particulares y variables, en las cuales se
realiza. Es de las lenguas de lo que se ocupa el lingüista, y la lingüística es ante todo
la teoría de las lenguas. Pero, situándonos como lo hacemos aquí, veremos que estas
vías diferentes se entrelazan con frecuencia y por fin se confunden, ya que los
problemas infinitamente diversos de las lenguas tienen en común poner siempre en
tela de juicio, alcanzado cierto grado de generalidad, el lenguaje.

Todos saben que la lingüística occidental nace en la filosofía griega. Todo proclama
tal filiación. Nuestra terminología lingüística está constituida en gran parte por
términos griegos adoptados directamente o en su traducción latina. Pero el interés era
exclusivamente filosófico. Razonaban sobre su condición original –el lenguaje, ¿es
natural o convencional?—mucho más de lo que estudiaban su funcionamiento. Las
categorías que instauraron (nombre, verbo, género gramatical, etc.) descansan
siempre sobre fundamentos lógicos o filosóficos.

Durante siglos, de los presocráticos a los estoicos y alejandrinos, y luego en el


renacimiento aristotélico que prolonga el pensamiento griego hasta el fin de la Edad
Media latina, la lengua sigue siendo objeto de especulación, no de observación. Nadie
168

se ha cuidado entonces de estudiar y de describir una lengua por sí misma, ni de


verificar si las categorías fundadas en gramática griega o latina tienen validez general.
Semejante actitud no cambió en nada hasta el siglo XVIII.

Al principio del siglo XIX se abre una fase nueva con el descubrimiento del
sánscrito. Se descubre a la vez que existe una relación de parentesco entre las lenguas
llamadas en adelante indoeuropeas. La lingüística se elabora en los marcos de la
gramática comparada con métodos que se hacen cada vez más rigurosos a medida que
hallazgos o desciframientos favorecen esta ciencia nueva con confirmaciones de
principio y acrecentamiento de dominio. La labor cumplida en el curso de un siglo es
amplia y bella. El método puesto a `prueba en el dominio indoeuropeo se ha tornado
ejemplar. Renovado hoy, conoce nuevos éxitos. Pero hay que ver que, hasta los
primeros decenios de nuestro siglo, la lingüística consistía esencialmente en una
genética de las lenguas. Se fijaba por tarea estudiar la evolución de las formas
lingüísticas. Se planteaba como ciencia histórica, y su objeto era por doquier, y
siempre una fase de la historia de las lenguas. No obstante, en medio de estos éxitos,
algunas cabezas se inquietaban: ¿cuál es la naturaleza del hecho lingüístico?, ¿cuál es
la realidad de la lengua?, ¿es verdad que no consiste más que en el cambio?, pero,
¿cómo, cambiando, sigue siendo ella misma?, ¿cómo funciona entonces y cuál es la
relación entre sonidos y sentido? La lingüística histórica no ofrecía ninguna respuesta
a estas cuestiones, por no haber tenido nunca que plantearlas. Al mismo tiempo se
preparaban dificultades de orden muy diferente, pero igualmente temibles. Los
lingüistas comenzaban a interesarse por las lenguas no escritas y sin historia, en que
los marcos tradicionales empleados para las lenguas indoeuropeas no resultaban
aplicables aquí. Se trataba de categorías absolutamente diferentes que, al escapar a
una descripción histórica, obligaban a elaborar un nuevo aparato de definiciones y un
nuevo método de análisis.

Poco a poco, a través de más de un debate teórico y bajo la inspiración del Cours de
linguistique génerale, de Ferdinand de Saussure (1916), se precisa una noción nueva
169

de la lengua. Los lingüistas adquieren conciencia de la faena que les incumbe:


estudiar y describir mediante una técnica adecuada la realidad lingüística actual, no
mezclar ningún presupuesto teórico o histórico a la descripción, que deberá ser
sincrónica, y analizar la lengua en sus elementos formales propios.

La lingüística entra entonces en su tercera fase, la de hoy. Toma por objeto, no la


filosofía del lenguaje ni la evolución de las formas lingüísticas, sino ante todo la
realidad intrínseca de la lengua, y tiende a constituirse como ciencia, formal, rigurosa,
sistemática.

Con ello vuelven a ponerse en tela de juicio la consideración histórica y los marcos
instaurados para las lenguas indoeuropeas. Tornándose descriptiva, la lingüística
concede igual interés a todos los tipos de lenguas, escritas o no, y a ello debe adaptar
sus métodos. Se trata en efecto de saber en qué consiste una lengua y cómo funciona.

Cuando los lingüistas comenzaron, a la saga de F. de Saussure, a considerar la


lengua en sí misma y por sí misma, reconocieron este principio que llegaría a ser el
principio fundamental de la lingüística moderna: que la lengua forma un sistema. Esto
es válido para toda lengua, sea cual fuere la cultura en que sea empleada, o el estado
histórico en que la tomemos. De la base a la cúspide, desde los sonidos hasta las
formas de expresión más complejas, la lengua es una disposición sistemática de
partes. Se compone de elementos formales articulados en combinaciones variables,
según ciertos principios de estructura. He aquí el segundo término clave de la
lingüística, la estructura. Por ello se entiende en primer término la estructura del
sistema lingüístico, descubierta progresivamente a partir de esta observación: que una
lengua no comprende jamás sino un número reducido de elementos básicos, pero que
dichos elementos, en sí mismos se prestan a gran cantidad de combinaciones. Ni
siquiera se llega a ellos si no es en el seno de tales combinaciones. Ahora, el análisis
metódico lleva a reconocer que una lengua no se queda más que con una parte
pequeña de las combinaciones, harto numerosas en teoría, que resultarían de estos
170

elementos mínimos libremente acoplados. Esta restricción perfila ciertas


configuraciones específicas variables según los sistemas lingüísticos considerados. Es
esto ante todo lo que se entiende por estructura: tipos particulares de relaciones que
articulan las unidades de determinado nivel.

Cada una de las unidades de un sistema se define así por el conjunto de las
relaciones que sostiene con otras unidades, y por las oposiciones en que participa; es
una entidad relativa y opositiva, decía Saussure. Se abandona, pues, la idea de que los
datos de la lengua valen por sí mismos y son “hechos” objetivos, magnitudes
absolutas susceptibles de ser consideradas aisladamente. En realidad las entidades
lingüísticas no se dejan determinar más que en el interior del sistema que las organiza
y las domina, y las unas en relación con las otras. No valen sino en tanto que
elementos de una estructura. Es ante todo el sistema el que hay que deslindar y
describir. Se elabora así una teoría de la lengua como sistema de signos y como
arreglo de unidades jerarquizadas.

Parecería que una representación tan abstracta nos alejase de lo que se llama
realidad. Muy al contrario, corresponde a la experiencia lingüística más concreta. Las
distinciones obtenidas por el análisis concuerdan con las que practica instintivamente
el locutor. Se ha podido mostrar experimentalmente que los fonemas, es decir, los
sonidos distintivos de la lengua, son realidades sicológicas de las cuales se logra
bastante fácilmente que tome conciencia el locutor, pues oyendo sonidos en realidad
identifica fonemas; reconoce como variantes del mismo fonema sonidos a veces
bastante diferentes, y también como participantes de fonemas diferentes sonidos que
se dirían próximos.

Ya aquí se ve cuánto difiere esta concepción de la lingüística de la que imperaba


antes. La noción positiva del hecho lingüístico es sustituida por la relación. En lugar
de considerar cada elemento en sí y de buscar la “causa” en un estado más antiguo,
deja el sitio al “estructuralismo”. Aislando en lo dado lingüístico segmentos de
171

naturaleza y extensión variables, se apartan unidades de varios tipos; hay que


caracterizarlas por niveles distintos, cada uno de los cuales hay que describir en
términos adecuados. De ahí un gran desenvolvimiento de la técnica de análisis, pues
todos los itinerarios deben ser explícitos.

En efecto, las unidades de la lengua participan en dos planos: sintagmático, cuando


se las considera en su relación de sucesión material en el seno de la cadena hablada;
paradigmático, cuando son planteadas en relación de sustitución posible, cada una en
su nivel y en su clase formal. Describir estas relaciones, definir estos planos, es
referirse a la estructura formal de la lengua; y formalizar así la descripción es –sin
paradoja—hacerla más y más concreta, reduciendo la lengua a los elementos
significativos por su relevancia. En lugar de una serie de “acontecimientos”
singulares, innumerables, contingentes, obtenemos un número finito de unidades y
podemos caracterizar una estructura lingüística por su repartición y sus
combinaciones posibles.

Se ve claramente, al proceder al análisis de sistemas diferentes que una forma


lingüística constituye una estructura definida: 1) es una unidad de globalidad que
envuelve partes; 2) esas partes están en una disposición formal que obedece a
determinados principios constantes; 3) lo que da a la forma el carácter de una
estructura es que las partes constituyentes cumplen una función; 4) por último, estas
partes constituyentes son unidades de cierto nivel, de suerte que cada unidad de un
nivel definido se hace subunidad del nivel superior.

Todos los momentos esenciales de la lengua tienen carácter discontinuo y hacen


intervenir unidades discretas. Puede decirse que la lengua se caracteriza menos por lo
que expresa que por lo que distingue en todos los niveles:

- Distinción de los lexemas, que permite establecer el inventario de las nociones


designadas.
172

- Distinción de los morfemas, que suministra el inventario de las clases y subclases


formales.
- Distinción de los fonemas, que da el inventario de las distinciones fonológicas no
significativas.
- Distinción de los “merismas” o rasgos que ordenan los fonemas en clases.

Esto es lo que hace que la lengua sea un sistema donde nada significa en sí y por
vocación natural, sino donde todo significa en función del conjunto; la estructura
confiere su “significación” o su función a las partes. Es también lo que permite la
comunicación indefinida: por estar la lengua organizada sistemáticamente y por
funcionar según las reglas del código, el que habla puede, a partir de un número muy
restringido de elementos básicos, constituir signos, luego grupos de signos y,
finalmente, una variedad indefinida de enunciados, todos identificables por quien los
percibe, puesto que en él se halla depositado el mismo sistema.

Se ve cómo las nociones de sistema, de distinción, de oposición, se sostienen


apretadamente y traen, por necesidad lógica, las de dependencia y solidaridad. Hay
una solidaridad de los miembros de una oposición, de suerte que si uno de ellos es
afectado, el status del otro se resiente, y como consecuencia el equilibrio del sistema
sufre, lo cual puede conducir a reequilibrarlo creando una oposición nueva en otro
punto. Cada lengua ofrece a este respecto una situación particular, en cada momento
de su historia. Esta consideración reintroduce hoy en la lingüística la noción de
evolución, especificando la diacronía como la relación entre sistemas sucesivos. El
enfoque descriptivo, la conciencia del sistema, el afán de llevar el análisis hasta las
unidades, la elección explícita de los procedimientos, son otros tantos rasgos que
caracterizan los trabajos lingüísticos modernos. Cierto es que en la práctica hay
numerosas divergencias, conflictos de escuelas, pero nos atenemos aquí a los
principios más generales, y los principios son siempre más interesantes que las
escuelas.
173

Se descubre al presente que esta concepción del lenguaje tuvo sus precursores.
Estaba implícita en quien los descriptivistas modernos reconocen como primer
antepasado, el gramático hindú Panini, que a mediados del siglo IV antes de nuestra
era codificó la lengua védica en fórmulas de ejemplar densidad: descripción formal,
completa, rigurosa, sin mancha de ninguna interpretación especulativa o mística. Pero
también hay que hacer justicia a precursores que no eran gramáticos y cuya obra
subsiste, generalmente anónima, fundamental y sin reconocimiento, tan presente a los
inventores de nuestra vida que ni se nota: me refiero a los inventores de los alfabetos
modernos. Que haya podido ser inventado un alfabeto, que con un número escaso de
signos gráficos se pueda poner por escrito todo lo que se pronuncia. El alfabeto
latino, el alfabeto armenio, son ejemplos admirables de notación que llamaríamos
fonemática. Un analista moderno casi no tendría nada que cambiarles: las distinciones
reales están reconocidas, cada letra corresponde siempre a un fonema, y cada fonema
es reproducido por una letra siempre igual. La escritura alfabética difiere así en su
principio de la escritura china, que es morfemática, o de la cuneiforme, que es
silábica. Quienes han combinado tales alfabetos para notar los sonidos de su lengua
han reconocido por instinto –fonematistas avant la lettre—que los sonidos variados
pronunciados se reducían a un número bastante limitado de unidades distintivas. Los
lingüistas modernos no operan de otro modo cuando tienen que notar las lenguas de
tradición oral. Tenemos en éstos los más antiguos modelos de análisis: las unidades
gráficas del alfabeto, y sus combinaciones en gran número de agrupamientos
específicos, dan la imagen más cercana de la estructura de las formas lingüísticas que
reproducen.

II

No es solo la forma lingüística la que participa de este análisis; hay que considerar
paralelamente la función del lenguaje.
174

La lengua re-produce la realidad. Esto hay que entenderlo de la manera más literal:
la realidad es producida de nuevo por mediación del lenguaje. El que habla hace
renacer con su discurso el acontecimiento y su experiencia del acontecimiento. El
que oye capta primero el discurso y a través de este discurso al acontecimiento
reproducido. Así la situación inherente al ejercicio del lenguaje, que es la del
intercambio y del diálogo, confiere al acto del discurso una función doble: para el
locutor, representa la realidad; para el oyente, recrea esta realidad. Esto hace del
lenguaje el instrumento mismo de la comunicación intersubjetiva. Surgen así en el
acto graves problemas, que dejaremos a los filósofos, en especial el de la adecuación
del espíritu a la “realidad”. Por su parte, el lingüista estima que no podría existir
pensamiento sin lenguaje, y que en consecuencia el conocimiento del mundo está
determinado por la expresión que recibe. El lenguaje reproduce el mundo, pero
sometiéndolo a su organización propia. Es logos, discurso y razón al tiempo, como
vieron los griegos. Lo es por el hecho mismo de ser lenguaje articulado, consistente
en una disposición orgánica de partes, en una clasificación formal de los objetos y de
los procesos. El contenido por transmitir (o, si se quiere, el “pensamiento”) es
descompuesto así según un esquema lingüístico. La “forma” del pensamiento es
configurada por la estructura de la lengua. Y la lengua a su vez revela en el sistema de
sus categorías su función mediadora. Cada locutor no puede ponerse como sujeto sino
implicando al otro, a su pareja, que, dotado de la misma lengua, comparte el mismo
repertorio de forma, la misma sintaxis de enunciación y la misma manera de
organizar el contenido. A partir de la función lingüística, y en virtud de la polaridad
yo :: tú, individuo y sociedad no son ya términos contradictorios, sino términos
complementarios.

Es, en efecto, en la lengua y por ella como individuo y sociedad se determinan


mutuamente. El hombre ha sentido siempre –y los poetas a menudo han cantado—el
poder fundador del lenguaje, que instaura una realidad imaginaria, anima las cosas
inertes, hace ver lo que aún no es, devuelve aquí lo desaparecido. Por eso tantas
mitologías, al tener que explicar que en la aurora de los tiempos haya podido nacer
175

alguna cosa de nada, plantean como principio creador del mundo esta esencia
inmaterial y soberana, la Palabra. No hay, por cierto, poder más elevado, y todos los
poderes del hombre, sin excepción –piénsese bien--, proceden de este. La sociedad no
es posible más que por la lengua; y por la lengua también el individuo. El despertar
de la conciencia en el niño coincide siempre don el aprendizaje del lenguaje que lo
introduce poco a poco como individuo en la sociedad.

Pero, ¿cuál es, pues, la fuente de este poder misterioso que reside en la lengua? ¿Por
qué el individuo y la sociedad están juntos y por igual necesidad, fundados en la
lengua? Porque el lenguaje representa la forma más alta de una facultad que es
inherente a la condición humana, la facultad de simbolizar.

Entendemos por esto, muy ampliamente, la facultad de representar lo real por un


“signo” y de comprender el “signo” como representante de lo real; así, de establecer
una relación de “significación” entre una cosa y algo distinto.

Considerémosla primero en su forma más general y fuera del lenguaje. Emplear un


símbolo es esta capacidad de retener de un objeto su estructura característica y de
identificarla en conjuntos diferentes. Lo que es propio del hombre, y que hace de él
un ser racional, es esto. La facultad simbolizadora permite, en efecto, la formación
del concepto como distinto del objeto concreto, que no es sino un ejemplar. Aquí está
el fundamento de la abstracción, al mismo tiempo que el principio de la imaginación
creadora. Ahora bien, esta capacidad representativa de esencia simbólica que está en
la base de las funciones conceptuales, no aparece más que en el hombre. Se despierta
muy pronto en el niño antes que el lenguaje, en el alba de la vida consciente. Pero
falta en el animal.

Hagamos, no obstante, una excepción gloriosa a favor de las abejas. Según


observaciones memorables de K. von Frish, cuando una abeja exploradora ha
descubierto en su vuelo solitario una fuente de alimento, retorna a la colmena a
176

anunciar su hallazgo bailando sobre los alvéolos una danza particular, bulliciosa, y
describiendo ciertas figuras, que se han podido analizar; indica así a las otras abejas,
que corretean tras ella, a qué distancia y en qué dirección está el alimento. Estas
echan entonces a volar y sin falta llegan a la meta, a veces muy alejada de la colmena.
Observación de mayor alcance, que parece sugerir que las abejas se comunican entre
sí por un simbolismo particular y se trasmiten verdaderos mensajes. ¿Debemos
vincular este sistema de comunicación con el funcionamiento tan notable de la
colmena? La vida de los insectos sociales ¿supone determinado nivel de relaciones
simbólicas? Ya es mucho el mero hecho de poder plantear la cuestión. Quedamos,
vacilantes y fascinados, en los lindes de un inmenso problema: ¿podrá el hombre, por
primera vez, venciendo la barrera biológica, echar un vistazo al interior de una
sociedad animal y descubrir el principio que la organiza?

Hecha esta reserva, es posible mostrar con mayor precisión dónde está la diferencia
que separa al hombre del animal. Cuidémonos mucho, primero, de distinguir dos
nociones que muy a menudo se confunden cuando se habla del “lenguaje animal”: la
señal y el símbolo.

Una señal es un hecho físico vinculado a otro hecho físico por un nexo natural o
convencional: relámpago que anuncia tormenta; campana que anuncia la comida;
grito que anuncia el peligro. El animal percibe la señal y es capaz de reaccionar a ella
adecuadamente. Puede enseñársele a identificar señales variadas, es decir, a unir dos
sensaciones por la relación de la señal. Los famosos reflejos condicionados de Pávlov
lo muestran bien. El hombre también, en tanto que animal, reacciona a una señal.
Pero utiliza además el símbolo, que es instituido por el hombre; hay que aprender el
sentido del símbolo, hay que ser capaz de interpretarlo en su función significante y no
solamente de percibirlo como impresión sensorial, pues el símbolo no tiene relación
natural con lo que simboliza. El hombre inventa y comprende símbolos; el animal no.
Todo sale de esto. El desconocimiento de esta distinción acarrea toda clase de
confusiones o de falsos problemas. A menudo se dice que el animal “enseñado”
177

comprende la palabra humana. En realidad el animal obedece a la palabra porque se


le ha enseñado a reconocerla como señal; pero jamás sabrá interpretarla como
símbolo. Por la misma razón, el animal expresa sus emociones, no puede nombrarlas.
No puede hallarse comienzo o aproximación al lenguaje en los medios de expresión
empleados por los animales. Entre la función sensorio-motriz y la función
representativa, hay un umbral que solo la humanidad ha franqueado.

Pues el hombre ha sido creado dos veces, una sin lenguaje, otra con él. La
emergencia de Homo en la serie animal puede haber sido favorecida por su estructura
corporal o su organización nerviosa; se debe ante todo a su facultad de representación
simbólica, fuente común del pensamiento, del lenguaje y de la sociedad.

Esta capacidad simbólica está en el fundamento de las funciones conceptuales. El


pensamiento no es otra cosa que este poder de construir representaciones. Es por
esencia simbólico.1 La transformación simbólica de los elementos de la realidad o de
la experiencia, en conceptos es el proceso por el cual se consuma el poder
racionalizante del espíritu. El pensamiento no es un simple reflejo del mundo;
categoriza la realidad, y en esta función organizadora está tan estrechamente asociado
el lenguaje que se puede sentir la tentación de identificar pensamiento y lenguaje
desde este punto de vista.

En efecto, la facultad simbólica en el hombre alcanza su realización suprema en el


lenguaje, que es la expresión simbólica por excelencia; todos los demás sistemas de
comunicaciones, gráficos, de gestos, visuales, etc., derivan de aquél y lo suponen.
Pero el lenguaje s un sistema simbólico particular, organizado en dos planos. Por una
parte es un hecho físico: aprovecha la mediación del aparato vocal para producirse,
del aparato auditivo para ser percibido. Bajo este aspecto material se presta a la
observación, a la descripción y al registro. Por otro lado, es estructura inmanente,
comunicación de significados, que reemplaza los acontecimientos o las experiencias
por su “evocación”. Tal es el lenguaje, una entidad de doble faz. Por eso el símbolo
178

lingüístico es mediatizante. Organiza el pensamiento y se realiza en una forma


específica, torna la experiencia interior de un sujeto accesible a otro en una expresión
articulada y representativa, y no por una señal como un grito modulado; se realiza en
una lengua determinada, propia de una sociedad definida, no en una emisión vocal
común a la especie entera.

El lenguaje ofrece el modelo de una estructura relacional, en el sentido más literal y


comprehensivo al mismo tiempo. Relaciona en el discurso palabras y conceptos, y
produce así, en representación de objetos y de situaciones, signos, distintos de sus
referentes materiales. Instituye esas transferencias analógicas de denominaciones que
llamamos metáforas, factor tan poderoso del enriquecimiento conceptual. Encadena
las proposiciones en el razonamiento y se convierte en útil del pensamiento
discursivo.

Por último, el lenguaje es el simbolismo más económico. A diferencia de otros


sistemas de representativos, no solicita ningún esfuerzo muscular, no acarrea
traslación corporal, no impone manipulación laboriosa. Imaginemos qué tarea sería
representar a los ojos una “creación del mundo”, si fuera posible figurarla en
imágenes pintadas, esculpidas o de otro género, a costa de un trabajo insensato;
veamos entonces en qué se convierte la misma historia cuando se realiza el relato,
sucesión de ruiditos vocales que se desvanecen no bien emitidos, no bien percibidos,
pero toda el alma se exalta, y las generaciones los repiten, y cuanta vez la palabra
despliega el acontecimiento, vuelve a comenzar el mundo. Ningún poder igualará
nunca este, que hace tanto con tan poco.

La existencia de tal sistema de símbolos nos descubre uno de los datos esenciales,
acaso el más profundo, de la condición humana: no hay relación natural, inmediata y
directa entre el hombre y el mundo, ni entre el hombre y el hombre. Hace falta un
intermediario, este aparato simbólico, que le ha hecho posibles el pensamiento y el
179

lenguaje. Fuera de la esfera biológica, la capacidad simbólica es la capacidad más


específica del ser humano.

Solo falta extraer la consecuencia de estas reflexiones. Al plantear al hombre en su


relación con la naturaleza o en su relación con el hombre, por mediación del lenguaje,
planteamos la sociedad. No es coincidencia histórica, sino encadenamiento necesario.
Pues el lenguaje se realiza siempre en una lengua, en una estructura lingüística
inseparable de una sociedad definida y particular. Lengua y sociedad no se conciben
una sin la otra. Una y otra están dadas. Pero asimismo una y otra son aprendidas por
el ser humano, que no tiene de ellas conocimiento innato.. El niño nace y se
desarrolla en la sociedad de los hombres. Son seres humanos adultos, sus padres, los
que inculcan el uso de la palabra. La adquisición del lenguaje es una experiencia que
va a la par en el niño con la formación del símbolo y la construcción del objeto.
Aprende las cosas por su nombre; descubre que todo tiene un nombre y que aprender
los nombres le da la disposición de las cosas. Pero descubre también que él se
comunica con sus alrededores. Así se despierta en él la conciencia del medio social en
que está inmerso y que conformará poco a poco su espíritu por mediación del
lenguaje.

A medida que se vuelve capaz de operaciones intelectuales más complejas, queda


integrado a la cultura que lo circunda. Llamo cultura al medio humano, todo lo que,
más allá del cumplimiento de las funciones biológicas, da a la vida y a la actividad
humana forma, sentido y contenido. La cultura es inherente a la sociedad de los
hombres, sea el que fuere su nivel de civilización. Consiste en una multitud de
nociones y prescripciones, también en prohibiciones específicas; lo que una cultura
prohibe la caracteriza al menos tanto como lo que prescribe. El mundo animal no
conoce prohibición alguna. Ahora, este fenómeno humano, la cultura, es un fenómeno
enteramente simbólico. La cultura se define como un conjunto muy complejo de
representaciones, organizadas por un código de relaciones y de valores: tradiciones,
religión, leyes, política, ética, artes, todo aquello que, nazca donde nazca, impregnará
180

al hombre en su conciencia más honda, y que dirigirá su comportamiento en todas las


formas de su actividad --¿qué es, pues, sino un universo de símbolos integrados en
una estructura específica y que el lenguaje manifiesta y trasmite?

Merced a la lengua el hombre asimila la cultura, la perpetúa o la transforma. Ahora


bien, como cada lengua, cada cultura hace funcionar un aparato específico de
símbolos en el cual se identifica cada sociedad. La diversidad de las lenguas, la
diversidad de las culturas, sus cambios, hacen asomar la naturaleza convencional del
simbolismo que las articula. Es en definitiva el símbolo el que ata este vínculo vivo
entre el hombre, la lengua y la cultura.

He aquí, a grandes rasgos, la perspectiva que abre el desenvolvimiento reciente de


los estudios de lingüística. Ahondando en la naturaleza del lenguaje, descubriendo sus
relaciones con la inteligencia como con el comportamiento humano o los
fundamentos de la cultura, esta investigación empieza a esclarecer el funcionamiento
profundo del espíritu en sus recorridos operatorios. Las ciencias vecinas siguen este
progreso y cooperan en él por su cuenta inspirándose en los métodos y a veces en la
terminología de la lingüística.

Todo permite prever que estas indagaciones paralelas engendrarán nuevas


disciplinas y concurrirán en una verdadera ciencia de la cultura que fundará la teoría
de las actividades simbólicas del hombre. Por lo demás, se sabe que para la
construcción de las máquinas lógicas capaces de efectuar traducciones, y a la inversa
puede esperarse de las teorías de la información alguna claridad acerca del modo
como el pensamiento es codificado en el lenguaje. En el desarrollo de estas
investigaciones y técnicas, que darán su impronta a nuestra época, discernimos el
resultado de simbolizaciones sucesivas, cada vez más abstractas, con fundamento
primero y necesario en el simbolismo lingüístico. Esta formalización creciente del
pensamiento nos encamina acaso hacia una realidad más grande. Pero ni siquiera
181

podríamos concebir semejantes representaciones si la estructura del lenguaje no


contuviese su modelo inicial y como su lejano presentimiento.

NOTA
1 “El pensamiento simbólico es el pensamiento a secas. El juicio crea los símbolos.
Todo pensamiento es simbólico. Todo pensamiento construye signos al mismo tiempo
que cosas. El pensamiento, haciéndose, desemboca inevitablemente en el símbolo,
puesto que su formulación es, en bloque, simbólica, puesto que las imágenes con que
constituyen los grupos de cosas son sus símbolos, puesto que opera siempre sobre
símbolos, no siendo en el fondo sino símbolos las cosas sobre las que opera, aun
cuando dé la impresión de operar directamente sobre las cosas. Y estos símbolos los
ordena en un mundo de símbolos, en un sistema de signos, según relaciones y leyes.”
H. Delacroix, Le langage et la pensée, p. 602
182


E. Benveniste

LA NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜÍSTICO38

Es de F. de Saussure de quien procede la teoría del signo lingüístico actualmente


afirmada o implicada en la mayoría de los trabajos de lingüística general. Y es como
una verdad evidente, no explícita todavía, pero no obstante incontestada de hecho,
que Saussure enseñó que la naturaleza del signo es arbitraria. La fórmula se impuso
enseguida. Toda discusión sobre la esencia del lenguaje o sobre las modalidades del
discurso comienza por enunciar el carácter arbitrario del signo lingüístico. El
principio es de alcance tal, que cualquier reflexión relativa a cualquier parte de la
lingüística tropieza con él por necesidad. Que sea invocado por doquier y siempre
tenido por evidente son dos razones para tratar cuando menos de comprender en qué
sentido Saussure lo consideró y la naturaleza de las pruebas que lo manifiesten.

38
Tomado de: Cap. IV de E. Benveniste. Problemas de la lingüística general. Trad. al español de Juan
Almela. Siglo XXI Eds., México. 1ª ed, 1971. (Primera edición francesa: Problèmes de linguistique
générale. Ed. Gallimard, Paris. Lo que aparece aquí es una selección. 1966
183

Esta definición en el Cours de linguistique générale, es motivada por enunciados


muy sencillos. Se llama signo “al total resultante de la asociación de un significante
(= imagen acústica) y de un significado (= concepto)…” “Así la idea ‘soeur’ (=
hermana) no está vinculada por ninguna relación interior a la sucesión de sonidos s-ö-
r que le sirve de significante; podría ser representada igualmente bien por cualquier
otra: lo prueban las diferencias entre las lenguas y la existencia misma de lenguas
diferentes: el significado de ‘boeuf’ (= buey) tiene por significante b-ö-f a un lado
de la frontera y o-k-s (Ochs) al otro” (p.102).39 Esto debe establecer que “el nexo que
une el significante al significado es arbitrario”. Por “arbitrario” el autor entiende que
“es inmotivado, es decir, arbitrario en relación con el significado, con el cual no tiene
nexo ninguno natural en la realidad” (p.103). Este carácter debe, pues, explicar el
hecho mismo por el que se verifica: saber que, para una noción, las expresiones
varían en el tiempo y en el espacio, y en consecuencia no tienen con aquella ninguna
relación necesaria.

No nos proponemos discutir esta conclusión en nombre de otros principios o


partiendo de definiciones diferentes. Se trata de saber si es coherente y si, admitida la
bipartición el signo (y la admitimos), se sigue que deba caracterizarse el signo como
arbitrario. Acabamos de ver que Saussure toma el signo lingüístico como constituido
por un significante y un significado. Ahora bien –esto es lo esencial-, entiende por
“significado” el concepto. Declara en términos propios (p.100) que “el signo
lingüístico no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica”.
Pero asegura acto seguido que la naturaleza del signo es arbitraria porque no tiene
con el significado “nexo ninguno natural en la realidad”. Es claro que el
razonamiento está falseado por el recurso inconsciente y subrepticio a un tercer
término, que no estaba comprendido en la definición inicial. Este tercer término es la
cosa misma, la realidad. Ya puede decir Saussure que la idea de soeur no está ligada
al significante s-ö-r; no por ello deja de pensar en la realidad de la noción. Cuando
habla de la diferencia entre b-ö-f y o-k-s, se refiere a pesar suyo al hecho de que estos

39
Benveniste cita por la edición francesa del Curso de Lingüística General de Saussure.
184

dos términos se aplican a la misma realidad. He aquí, pues, la cosa, expresamente


excluida por principio de cuentas de la definición del signo, entrando por un rodeo e
instalando permanentemente la contradicción. Pues si se plantea en principio –y con
razón- que la lengua es forma, no sustancia (p.163), hay que admitir –y Saussure lo
ha afirmado rotundamente- que la lingüística es ciencia de formas exclusivamente.
Tanto más imperiosa es entonces la necesidad de dejar la “sustancia” soeur o boeuf
fuera de la comprensión del signo. Ahora, sólo si se piensa en el animal “boeuf” en
su particularidad concreta y “sustancial” se tiene fundamento para juzgar “arbitraria”
la relación entre böf por una parte, y oks por la otra, y una misma realidad. Hay así
contradicción entre la manera como Saussure define el signo lingüístico y la
naturaleza fundamental que le atribuye.
Parecida anomalía en el razonamiento tan apretado de Saussure no me parece
imputable a un relajamiento de su atención crítica. Más bien vería yo un rasgo
distintivo del pensamiento histórico y relativista de fines del siglo XIX, un recorrido
habitual en esa suerte de reflexión filosófica que es la inteligencia comparativa. Se
observan en diferentes pueblos las reacciones que suscita un mismo fenómeno: la
infinita diversidad de actitudes y juicios lleva a considerar que aparentemente nada
es necesario. De la universal desemejanza se concluye la universal contingencia. La
concepción saussuriana es aún solidaria, en cierta medida, de este sistema de
pensamiento. Decidir que el signo lingüístico es arbitrario porque el mismo animal se
llama boeuf en un país, Ocks en otras partes, equivale a decir que la noción del duelo
es arbitraria por tener como símbolo el negro en Europa, el blanco en China.
Arbitraria, sí, pero sólo bajo la mirada impasible de Sirio o para quien se limite a
verificar desde fuera el vínculo establecido entre una realidad objetiva y un
comportamiento humano y se condene así a no ver en él más que contingencia.
Cierto, en relación con una misma realidad, todas las denominaciones tienen igual
valor; el que existan es, pues, prueba de que ninguna de ellas puede pretender al
absoluto de la denominación en sí. Esto es verdad. Demasiado cierto –y así, poco
instructivo. El verdadero problema es profundo, por otro lado. Consiste en dar con la
185

estructura íntima del fenómeno del que sólo es percibida la apariencia exterior y
describir su relación con el conjunto de las manifestaciones de que depende.

Así con el signo lingüístico. Uno de los componentes del signo, -la imagen acústica,
constituye su significante; otro, el concepto, es el significado. Entre el significante y
el significado el nexo no es arbitrario, al contrario, es necesario. El concepto
(“significado”) ‘boeuf’ es por fuerza idéntico en mi conciencia al conjunto fónico
(“significante”) böf. ¿Cómo iba a ser de otra manera? Los dos juntos han sido
impresos en mi espíritu; juntos se evocan en toda circunstancia. Hay entre ellos
simbiosis tan estrecha que el concepto ‘boeuf’ es como el alma de la imagen acústica
böf. El espíritu no contiene formas vacías, conceptos innominados. El propio
Saussure dice: “Sicológicamente, prescindiendo de su expresión por las palabras,
nuestro pensamiento no es sino una masa amorfa e indistinta. Filósofos y lingüistas
siempre han estado acordes en reconocer que, sin el auxilio de los signos, seríamos
incapaces de distinguir dos ideas de manera clara y constante. Tomado en sí mismo,
el pensamiento es como una nebulosa, donde nada está necesariamente delimitado.
No hay ideas preestablecidas ni nada es distinto antes de la aparición de la lengua”
(p.161) A la inversa, el espíritu no acoge más forma sonora que la que sirve de
soporte a una representación identificable para él; si no, la rechaza como desconocida
o ajena. El significante y el significado, la representación mental y la imagen
acústica, son pues en realidad las dos caras de una misma noción y se componen
como incorporante e incorporado. El significante es la traducción fónica de un
concepto; el significado es el correlato mental del significante. También aquí es al
propio Saussure es a quien apelamos cuando dice de la lengua: “La lengua es también
comparable a una hoja de papel: el pensamiento es el anverso y el sonido el reverso;
no se puede cortar el anverso sin cortar al mismo tiempo el reverso; igualmente, en la
lengua no podría aislarse el sonido del pensamiento, ni el pensamiento del sonido;
habría que hacer una abstracción cuyo resultado sería hacer psicología pura o
fonología pura” (p. 163). Lo que Saussure dice aquí de la lengua vale ante todo para
186

el signo lingüístico, en el cual se afirman indiscutiblemente los caracteres primeros de


la lengua.

Se ve ahora y se puede deslindar la zona de los “arbitrario”. Lo que es arbitrario es


que tal signo, y no tal otro, sea aplicado a tal elemento de la realidad y no a tal otro.
En este sentido, y sólo en este, es permisible hablar de contingencia, y será menos
para dar una solución al problema que para señalarlo y dejarlo por el momento. Pues
se trata, ni más ni menos, del famoso φύδει o φέδι, y sólo puede decirse por decreto.
Es, en efecto, transpuesto a términos lingüísticos, el problema metafísico del acuerdo
entre el espíritu y el mundo, problema que acaso el lingüista esté un día en
condiciones de abordar con fruto, pero que ahora valdrá más que deje. Sentar la
relación como arbitraria es para el lingüista una manera de defenderse contra esta
cuestión y también contra la solución que el sujeto parlante le aporta instintivamente.
Para el sujeto parlante hay entre la lengua y la realidad adecuación completa: el signo
cubre y rige la realidad; mejor: es esta realidad (nomen omens, tabúes verbales, poder
mágico del verbo, etc.) A decir verdad, el punto de vista del sujeto y del lingüista son
tan diferentes en este aspecto, que la afirmación del lingüista en cuanto a lo arbitrario
de las designaciones no refuta el sentimiento contrario del sujeto hablante. Pero, sea
como fuese, la naturaleza del signo lingüístico no es rozada siquiera, si se le define
como lo hace Saussure, ya que lo propio de tal definición es precisamente no
considerar más que la relación del significante con el significado. El dominio de lo
arbitrario es relegado así fuera de la comprensión del signo lingüístico.

Es bastante vano entonces defender el principio de la “arbitrariedad del signo”


contra la objeción que podría derivarse de las onomatopeyas y palabras expresivas
(pp.103 – 104), no sólo porque su esfera de empleo sea relativamente limitada y
porque la expresividad sea un efecto esencialmente transitorio, subjetivo y a menudo
secundario, sino sobre todo porque, aquí también, sea cual sea la realidad pintada por
la onomatopeya o la palabra expresiva, la alusión a esta realidad en la mayoría de los
casos no es inmediata y sólo se admite por una convención simbólica análoga a la que
187

acredita los signos ordinarios del sistema. Volvemos a encontrar, así, la definición y
los caracteres válidos para todo signo. La arbitrariedad no existe tampoco aquí sino
en relación con el fenómeno o el objeto material y no interviene en la constitución
propia del signo.

Ahora hay que considerar brevemente algunas de las consecuencias que Saussure
ha extraído del principio discutido aquí, y que tienen extensas repercusiones. Por
ejemplo, muestra admirablemente que puede hablarse a la vez de inmutabilidad y de
mutabilidad del signo: inmutabilidad porque, siendo el signo arbitrario, no puede ser
puesto en tela de juicio en nombre de una norma razonable; mutabilidad porque,
siendo arbitrario, siempre es susceptible de alterarse. “Una lengua es radicalmente
impotente para defenderse contra los factores que mueven, instante tras instante, la
relación entre significado y significante. Es una de las consecuencias de la
arbitrariedad del signo” (p. 112). El mérito de este análisis no disminuye en nada,
antes aumenta, si se especifica mejor la relación a la que se aplica: No es entre
significante y significado donde la relación al mismo tiempo se modifica y permanece
inmutable, sino entre el signo y el objeto; es, en otros términos, la motivación
objetiva de la designación, sometida, como tal, a la acción de diversos factores
históricos. Lo que Saussure demuestra sigue siendo cierto, pero acerca de la
significación, no del signo.

Otro problema, no menos importante, que es afectado directamente por la


definición del signo es el del valor, donde Saussure piensa encontrar una
confirmación a sus puntos de vista: “…la elección que recurre al tal segmento
acústico para tal idea es perfectamente arbitraria. Si no fuera éste el caso, la noción de
valor perderá algo de su carácter, puesto que contendría un elemento impuesto desde
fuera. Pero de hecho los valores permaneces enteramente relativos, y he aquí por qué
el vínculo entre la idea y el sonido es radicalmente arbitrario” (p.163). Vale la pena
repasar sucesivamente las partes de este razonamiento. La elección que recurre a tal
segmento acústico para tal idea no es arbitraria en manera alguna; este segmento
188

acústico no existiría sin la idea correspondiente y viceversa. En realidad Saussure


piensa siempre, por mucho que hable de “idea”, en la representación del objeto real y
en el carácter evidentemente necesario, inmotivado, del nexo que une el signo a la
cosa significada. La prueba de esta confusión yace en la frase siguiente, en la cual
subrayo el miembro característico: “Si no fuera este el caso, la noción de valor
perdería algo de su carácter, puesto que contendría un elemento impuesto desde
fuera.” Es por cierto “un elemento impuesto desde fuera”, o sea, la realidad objetiva,
lo que este razonamiento toma como eje de referencia. Pero si se considera el signo
en sí mismo y en tanto que portador de un valor, la arbitrariedad queda
necesariamente eliminada. Ya que –la última proposición es la que encierra con
mayor claridad su propia refutación– es harto cierto que los valores permanecen
enteramente “relativos”, pero se trata de saber cómo y en relación con qué.
Planteemos ahora mismo esto: el valor es un elemento del signo; si el signo tomado
en sí mismo no es arbitrario, como se cree haber demostrado, se sigue que el carácter
“relativo” del valor no puede depender de la naturaleza arbitraria del signo. Como
hay que prescindir de la conveniencia del signo a la realidad, con mayor razón no
debe considerarse el valor más que como un atributo de la forma, no de la sustancia.
Desde ese punto y ahora, decir que los valores son “relativos” significa que son
relativos los unos con respecto a los otros. Ahora bien, ¿no es esta justamente la
prueba de su necesidad? Ya no se trata aquí del signo aislado, sino de la lengua como
sistema de signos, y nadie ha concebido y descrito la economía sistemática de la
lengua con la intensidad de Saussure. Quien dice sistema dice ajuste y adecuación de
las partes en una estructura que trasciende y explica sus elementos. Allí todo es tan
necesario, que las modificaciones del conjunto y del detalle se condicionan
recíprocamente. La actividad de los valores es la mejor prueba de que dependen
estrechamente uno de otro en la sincronía de un sistema siempre amenazado, siempre
restaurado. Es que todos los valores son de oposición y no se definen más que por su
diferencia. Opuestos, se mantienen en mutua relación de necesidad. Una oposición
está, por fuerza de las cosas, subtendida de necesidad, como la necesidad da cuerpo a
la posición, Si la lengua es otra cosa que un conglomerado fortuito de nociones
189

erráticas y de sonidos emitidos al azar, es por cierto que hay una necesidad inmanente
a su estructura como a toda estructura.

Parece, pues, que la parte de contingencia inherente a la lengua afecta a la


denominación en tanto que símbolo fónico de la realidad y en su relación con ella.
Pero el signo, elemento primordial del sistema lingüístico, encierra un significante y
un significado cuyo nexo debe ser reconocido como necesario, por ser estos dos
componentes circunstanciales uno de otro. El carácter absoluto del signo lingüístico
así entendido rige a su vez la necesidad dialéctica de los valores en constante
oposición, y forma el principio estructural de la lengua. Es tal vez el mejor testimonio
de la fecundidad de una doctrina el que engendre la contradicción que la promueve.
Restaurando la verdadera naturaleza del signo en el acondicionamiento interno del
sistema, se afianza, más allá de Sauusure, el rigor del pensamiento saussuiano.

E. Benveniste
SAUSSURE DESPUÉS DE MEDIO SIGLO40

Ferdinand de Saussure murió el 22 de febrero de 1913. Henos aquí reunidos


cincuenta años después, el mismo 22 de febrero de 1963; para una conmemoración
solemne, en su ciudad, en su universidad. Aquélla figura adquiere ahora sus rasgos
auténticos y se nos representa en su verdadera grandeza. No hay hoy lingüista que no
le deba algo. No hay teoría general que no mencione su nombre. Cierto misterio
rodea su vida humana, pronto recogida en el silencio. Es de la obra de lo que nos
ocuparemos. A una obra tal, conviene sólo el elogio que la explica en su génesis y
hace comprender su irradiación.

Vemos hoy a Saussure muy distinto de como sus contemporáneos podían verlo.
Toda una parte de sí, la más importante sin duda, no fue conocida hasta después de su
40
Tomado de: Cahiers Ferdinand de Saussure, 20 (1963), Libraire Droz, Ginebra.Aquí se reproduce lo
esencial de la conferencia dictada en Ginebra el 22 de febrero de 1963, durante la conmemoración en
la Universidad de la muerte de F. de Saussure.
190

muerte. La ciencia del lenguaje ha sido por ella trasformada poco a poco. ¿Que es lo
que Saussure ha aportado a la lingüística de su tiempo y en qué ha actuado sobre la
nuestra?

Para responder a esta pregunta pudiéramos ir de uno a otro de sus escritos, analizar,
comparar, discutir. Sin duda sería necesario tal inventario crítico. La bella e
importante obra de R. Godel contribuye ya en gran medida. Mas no es ésta nuestra
intención. Dejando a otros el cuidado de describir en detalle esta obra, trataremos de
recuperar su principio en una exigencia que la anima y que aun la constituye.

En todo creador hay cierta exigencia, oculta, permanente, que lo sostiene y lo


devora, que guía sus pensamientos, le impone tarea, lo estimula en sus
desfallecimientos y no le da tregua si trata de escabullírsele. No siempre es fácil
reconocerla en los recorridos diversos, a veces vacilantes, que emprende la reflexión
de Saussure. Pero una vez discernida, aclara el sentido de su esfuerzo y lo sitúa frente
a sus antecesores así como frente a nosotros.

Saussure es ante todo siempre el hombre de los fundamentos. Por instinto se dirige
a los caracteres primordiales, que gobiernan la diversidad de lo dado empíricamente.
En lo que pertenece a la lengua presiente algunas propiedades que en ninguna otra
parte se encuentran. Compárese con lo que sea, la lengua no deja de aparecer como
cosa diferente. Pero ¿en qué difiere? Considerando esta actividad, donde están
asociados tantos factores, biológicos, físicos y síquicos, individuales y sociales,
históricos, estéticos, pragmáticos, se pregunta: ¿dónde está propiamente la lengua?

Podría darse a esta interrogación forma más precisa reduciéndola a los dos
siguientes problemas, que colocamos en el centro de la doctrina saussariana:
1) ¿Cuales son los datos básicos sobre los que se fundará la lingüística y cómo
podemos alcanzarlos?
191

2) ¿De qué naturaleza son las nociones del lenguaje y merced a qué modo de
relación se articulan?

Discernimos esta preocupación en Saussure desde que entra en la ciencia, con su


Memoire sur le systéme primitif des voyelles dans les langues indo-europeennes,
publicado cuando tenía veintiún años y que sigue siendo uno de sus títulos de gloria.
El genial principiante ataca uno de los problemas más difíciles de la gramática
comparada, una cuestión que a decir verdad ni existía antes y que fue el primero en
formular en términos propios. ¿Por qué, en un dominio tan vasto y prometedor, eligió
un objeto tan arduo? Releamos el prefacio. Expone que su intención era estudiar las
formas múltiples de a indoeuropea, pero que se vio conducido a considerar «el
sistema de las vocales en su conjunto». Esto le hace tratar «una serie de problemas de
fonética y de morfología, unos que esperan todavía solución, algunos que ni siquiera
han sido planteados». Y como para disculparse de haber tenido que «atravesar las
regiones más incultas de la lingüística indoeuropea», agrega esta justificación tan
esclarecedora:

«Si a pesar de todo nos aventuramos, bien convencidos de antemano dé que


nuestra inexperiencia se extraviará más de una vez en el dédalo, es porque, para
quienquiera qué se ocupe de estos estudios, enfrentarse a semejantes cuestiones no es
una temeridad, como tantas veces se dice, sino una necesidad; es la primera escuela
por la qué hay que pasar; pues no se trata aquí de especulaciones de orden
trascendente, sino de la búsqueda de datos elementales sin los que todo queda en el
airé, todo es arbitrariedad e incertidumbre.»

Estas últimas líneas pudieran servir de epígrafe a su obra entera. Contienen el


programa de su investigación venidera, presagian, su orientación y fin. Hasta el
término de su vida, y con insistencia creciente, dolorosamente pudiera decirse,
conforme avanza más en su reflexión, va en pos de los «datos elementales» que
constituyen el lenguaje, apartándose poco a poco de la ciencia de su tiempo, en la
192

cual sólo ve «arbitrariedad e incertidumbre» -en una época, no obstante, en que la


lingüística indoeuropea proseguía con creciente éxito la empresa comparativa.

Son ciertamente los datos elementales los que se trata de descubrir y aun
(quisiéramos escribir «sobre todo») si nos proponemos remontarnos de un estado de
lengua histórico a uno prehistórico. De otro modo no puede fundarse en razón él
devenir histórico, pues si hay historia, ¿de qué lo es? ¿Qué es lo que cambia y qué es
lo que permanece? ¿Cómo podemos decir de un dato lingüístico tomado en dos
momentos de la evolución qué es el mismo dato? ¿En qué reside esta identidad y, ya
que es planteada por el lingüista entre dos objetos, cómo lo definiremos? Hace falta
un cuerpo de definiciones. Hay que enunciar las relaciones lógicas que establecemos
entre los datos, los rasgos o los puntos de vista desde los cuales los aprehendemos.
Así, ir a los fundamentos es solo medio -pero el seguro- de explicar el hecho concreto
y contingente. Para alcanzar lo concreto histórico, para volver a colocar lo
contingente en su necesidad propia, debemos situar cada elemento en la red de
relaciones que lo determina, y plantear explícitamente que el hecho solo existe en
virtud de la definición que le atribuimos. Tal es la evidencia que desde el comienzo se
impone a Saussure, a quien no bastará su vida entera para introducirla en la teoría
lingüística.

Pero aun si hubiera podido formular entonces lo que no enseñaría hasta más tarde,
sólo habría incrementado la incomprensión o la hostilidad con que tropezaron sus
primeros ensayos. Los maestros de entonces, seguros en su verdad; no querían
escuchar aquel llamado riguroso, y la dificultad misma del Mémoire bastaba para
repeler a la mayoría. Saussure acaso fuera a descorazonarse. Hizo falta una nueva
generación para que lentamente sus ideas se abriesen camino. Fue un destino
favorable el que le condujo entonces a París. Recuperó alguna confianza en sí mismo
gracias a aquella coyuntura excepcional qué le permitió hallar a la vez un tutor
benévolo, Bréal, y un grupo de jóvenes lingüistas -así A. Meillet y M. Grammont- en
quienes su enseñanza dejaría profunda impronta. Una nueva fase de la gramática
193

comparada data de estos años en que Saussure inculca su doctrina, al tiempo que la
madura, a algunos de quienes la desenvolverán. Por eso recordamos -no sólo para
medir la influencia personal de Saussure, sino para estimar el progreso de las ideas
que anuncian- los términos de la dedicatoria que dirigía Meillet a su maestro Saussure
en 1903 a la cabeza de su Introduction á l'étude comparative des langues indo-
européennes: «en ocasión de los veinticinco años trascurridos desde la publicación
del Mémoire... (1878-1903)». Si sólo de Meillet hubiese dependido, el
acontecimiento habría quedado señalado con claridad mayor aún: una carta inédita de
Saussure nos informa que Meillet quiso poner primero: «por el aniversario de la
publicación...» -de lo cual Saussure lo disuadió amistosamente.

Pero aún en 1903, es decir, veinticinco años después, todavía no podía saberse
cuántas intuiciones clarividentes contenía el Mémoire de 1878. He aquí un espléndido
ejemplo. Saussure discernió que el sistema vocálico del indoeuropeo contenía varias
a. En lo tocante al conocimiento puro, las distintas a del indoeuropeo son objetos tan
importantes como las partículas fundamentales en física nuclear. Ahora bien, una de
estas a tenia la singular propiedad de comportarse distintamente que sus dos
congéneres vocálicas. No pocos descubrimientos han comenzado con una
observación parecida, un desacuerdo en un sistema, una perturbación en un campo,
un movimiento anormal en una órbita. Saussure caracteriza esta a por dos rasgos
específicos. Por una parte, no es parienta ni de e ni de o; por otra, es coeficiente
semántico, es decir, es susceptible de desempeñar el mismo papel doble, vocálico y
consonántico, que las nasales o las liquidas, y se combina con vocales. Notemos que
Saussure habla de ella como de un fonema, y no como de un sonido o una
articulación. No nos dice cómo se pronunciaba este fonema, a qué sonido pudiera
parecerse en tal o cual sistema observable; ni siquiera si se trataba de una vocal o de
una consonante. La sustancia fónica no es considerada. Estamos en presencia de una
unidad algebraica, un término del sistema, lo que denominará más tarde una unidad
distintiva y opositiva. No podría decirse que ni siquiera veinticinco años después de
propuesta esta observación hubiera despertado gran interés. Otros veinticinco años
194

faltaban para que se impusiera, en circunstancias que la imaginación más audaz no


hubiera concebido. En 1927, J. Kurytowicz, en una lengua histórica, el hitita, recién
descifrada por aquel entonces, con la forma del sonido que se representa, daba con el
fonema definido Saussure cincuenta años antes por Saussure como fonema sonántico
indoeuropeo. Esta hermosa observación hacía penetrar en la realidad la entidad
teórica postulada por el razonamiento en 1878.

Por supuesto, la realización fonética de esta entidad como en hitita aportaba al


debate un elemento nuevo, pero de naturaleza diferente. A partir de ahí se han
manifestado dos orientaciones en la investigación. Para unos era cosa ante todo de
adelantar más la investigación teórica, de sacar a luz particularmente en la morfología
indoeuropea los efectos y las combinaciones de este “coeficiente sonántico”. Resulta
hoy día que este fonema no es único, que representa una clase entera de fonemas,
desigualmente representados en las lenguas históricas, y que se llaman “laringales”.
Otros lingüistas insisten por el contrario en el análisis descriptivo de estos sonidos;
procuran definir la realidad fonética; y como el número de estas laringales es todavía
motivo de disensión, de año en año se ven multiplicarse las interpretaciones, que
originan nuevas controversias. Este problema ocupa hoy el centro de la teoría del
indoeuropeo; apasiona a los diacronistas tanto como a los descriptivistas. Todo lo cual
atestigua la fecundidad de los puntos de vista introducidos por Saussure, y que no han
alcanzado su plenitud hasta estos últimos decenios, medio siglo después de haber sido
publicadas. Incluso los lingüistas que ni han leído el Mémoire no dejan de serle
tributarios.

He aquí, pues, a Saussure adelantándose, muy joven, en su carrera, estrella en la


frente. Acogido favorablemente en lá École des Hautes Études, donde encuentra en el
acto discípulos a quienes su pensamiento encanta e inspira, en la Société de
Linguistique donde Bréal lo designa pronto secretario adjunto, se abre ante él un fácil
camino, y todo parece anunciar una larga serie de hallazgos. Las esperanzas no se
frustran. Recordemos tan sólo sus artículos fundamentales sobre la entonación
195

báltica, que muestran la profundidad de sus análisis y siguen siendo modelos para
quien se dedique a iguales indagaciones. Sin embargo, es un hecho señalado -y
deplorado- por quienes hablan de Saussure en estos años que bien pronto su
producción disminuye. Sé restringe a algunos artículos, cada vez más espaciados, y
que por lo demás solo concede al solicitárselo sus amigos. Regresado a Ginebra para
ocupar una cátedra en la Universidad, deja de escribir casi por completo. No obstante,
nunca dejó de trabajar. ¿Qué es, entonces lo que le impedía publicar? Empezamos a
saberlo. Este silencio esconde un drama que debió de ser doloroso, se agravó con los
años y no llegó a encontrar salida. Toca por un lado a circunstancias personales,
acerca de las cuales los testimonios de sus familiares y amigos pudieran dar algunas
luces. Era sobre todo un drama del pensamiento. Saussure se alejaba de su época en la
medida misma en que se iba haciendo amo de su propia verdad ya que esta verdad le
hacía rechazar todo lo que por entonces se enseñaba a propósito del lenguaje. Pero, al
mismo tiempo que vacilaba ante aquella revisión radical que sentía necesaria, no
podía decidirse a publicar la menor nota sin haber asegurado antes los fundamentos
de la teoría. Con qué hondura sufría tal turbación y en qué medida estaba a veces a
punto de desanimarse, lo revela un documento singular, un pasaje de una carta a
Meillet (4 de enero de 1894), donde, a propósito de sus estudios sobre la entonación
báltica, le confía: «Pero estoy muy harto de todo esto y de la dificultad que hay, en
general, para escribir diez líneas con sentido común en materia de hechos del
lenguaje. Preocupado sobre todo desde hace mucho por la clasificación lógica de
estos hechos, por la clasificación dé los puntos de vista desde los cuales los tratamos,
veo cada vez más la inmensidad del trabajo qué sería preciso para mostrar al lingüista
lo que hace; reduciendo cada operación a su categoría prevista; y al mismo tiempo la
no poca vanidad de todo lo que a fin de cuentas puede hacerse en lingüística.

»Es en último análisis tan sólo el lado pintoresco de una lengua lo que hace que
difiera de todas las demás como pe pertenecientes a determinado pueblo con
determinados orígenes, es este lado casi etnográfico el que conserva interés para mí-
196

y precisamente ya no tengo el gusto de poderme entregar a este estudio sin segunda


intención, y sin disfrutar del hecho particular atenido a un medio particular.

»Sin cesar, la inepcia absoluta de la terminología ordinaria, la necesidad de


reformarla, y de mostrar para ello qué clase de objeto es la lengua en general, no
estropea el placer histórico aunque no tenga anhelo mayor que no deber ocuparme de
la lengua en general.

»A mi pesar, esto acabará en un libro donde, sin entusiasmo ni pasión, explicaré por
qué no hay un solo término empleado en lingüística al que conceda yo un sentido
cualquiera. Y confieso que no será hasta entonces cuando pueda reanudar mi trabajo
en el punto en que lo dejé.

»He aquí una disposición tal vez estúpida, que explicaría a Duvau por qué, por
ejemplo, he dado largas más de un año a la publicación de un artículo que
materialmente no ofrecía ninguna dificultad y sin conseguir por lo demás evitar las
expresiones lógicamente odiosas, ya que para eso sería preciso una reforma
decididamente radical.»

Se ve en qué debate está encerrado Saussure. Cuanto más ahonda en la naturaleza


del lenguaje, menos le satisfacen las nociones recibidas. Busca entonces
entretenimiento en estudios de tipología etnolingüística, pero vuelve siempre a su
obsesión primera. Quizá también por escapar se lanzará más tarde a una inmensa
búsqueda de anagramas... Pero hoy vemos qué estaba en juego: el drama de Saussure
iba a trasformar la lingüística. Las dificultades con que choca su reflexión van a
obligarlo a forjar las nuevas dimensiones que ordenarán los hechos del lenguaje.

A partir de este momento, en efecto, Saussure ha visto que estudiar una lengua
conduce inevitablemente estudiar el lenguaje. Creemos poder alcanzar directamente
el hecho de lengua como una realidad objetiva. La verdad es que no lo captamos sino
197

desde determinado punto de vista, que hay que empezar por definir. Dejemos de creer
que en la lengua es aprehendido un objeto simple, existente por sí mismo y
susceptible de aprehensión total. La primera tarea es mostrarle al lingüista «lo que
hace», a qué operaciones previas se entrega inconscientemente al abordar los datos
lingüísticos.

Nada estaba más alejado de su tiempo que estas preocupaciones lógicas. Los
lingüistas andaban por aquel entonces absorbidos en un gran esfuerzo de
investigación histórica, preparando materiales de comparación y elaborando
repertorios etimológicos. Estas grandes empresas -muy útiles, por lo demás- no
dejaban lugar a los cuidados teóricos. Y Saussure se quedaba solo con sus problemas.
La inmensidad de la faena por realizar, el carácter radical de la reforma necesaria,
podían hacerlo vacilar, desanimarlo por momentos. No obstante, no renuncia. Piensa
en un libro en que dirá cosas, donde presentara sus opiniones y emprenderá la
refundición complete de la teoría.
Tal libro no será escrito jamás, pero quedan esbozos, en forma de notes
preparatorias, de observaciones anotadas rápidamente, de borradores, y cuando tenga
Saussure, para cumplir obligaciones universitarias, que impartir un curso de
lingüística general, volverá a los mismos temas y los prolongara pasta el punto en que
los conocemosEncontramos, en efecto, en el lingüista de 1910 el mismo propósito
que guiaba al principiante do 1880: asegurar los fundamentos de la lingüística.
Rechaza lea marcos y las nociones que ve emplear par doquier, ya que le parecen
ajenos a la naturaleza propia del lenguaje. ¿Cual es esta naturaleza? Se explica
brevemente en notes come estas, fragmentos de una reflexión que no puede ni cejar ni
fijarse par completo:

"Por lo demás hay cosas, objetos dados, que somos libres de considerar luego
desde distintos puntos de vista. Hay aquí ante todo puntos de vista, justos o falsos;
pero solo puntos de vista, con ayuda .de los cuales son creadas secundariamente las
cosas. Resulta que estas creaciones corresponden a realidades cuando el punto de
198

partida es atinado, o que no corresponden en case contrario; pero en ambos casos


ninguna cosa, ningún objeto esta dado un solo instante en si. Ni siquiera cuando se
trata del hecho mas material, mas evidentemente definido en si en apariencia, como
pasaría con una serie de sonidos vocales."

"He aquí nuestra profesión de fe en materia lingüística: en otros dominios puede


hablarse de las cocas desde tal o cual punto de vista, con la certeza que se tiene de
hallar terreno firme en el objeto mismo. En lingüística negamos en principio que haya
objetos dados, que haya cosas que continúen existiendo cuando se pace de un orden de
ideas a afro, que se pueda uno par consiguiente permitir considerar "cosas" en varios
ordenes, come si estuvieran dadas par si mismas."

Estas reflexiones explican par que Saussure juzgaba tan importante mostrar al
lingüista ale que hace". Deseaba pacer comprender el error en que se ha metido la
lingüística desde que estudia el lenguaje come una coca, como un organismo viviente
o come una materia que se ha de analizar mediante una técnica instrumental, cuando
no come una libre c incesante creación de la imaginación humane. Hay que volver a
los fundamentos, descubrir este objeto que es el lenguaje, al cual no podría
compararse nada.

¿Que es, pues, este objeto, que Saussure erige sobre la tabla rasa de todas las
nociones recibidas? Tocamos aquí lo que hay de primordial en la doctrina
Saussariana, un principio que presume la intuición total del lenguaje, total porque
contiene el conjunto de su teoría y porque abarca totalidad de su objeto. . Este
principio es que el lenguaje, se estudie desde el punto de vista que sea, es siempre
objeto doble, formado por dos partes, cada una de las cuales no vale sino por la otra.
Aquí esta, me parece, el meollo de la doctrina, el principio de donde procede todo el
aparato de nociones y de distinciones que constituirá el Cours publicado. En efecto,
todo en el lenguaje la de definirse en términos dobles; todo lleva la impronta y el sello
de la dualidad opositiva:
199

 Dualidad articulatoria/acústica.
 Dualidad del sonido y del sentido.
 Dualidad del individuo y la sociedad.
 Dualidad de la lengua y el habla.
 Dualidad de lo material y lo insustancial.
 Dualidad de lo “memorial” (paradigmático) y lo sintagmático.
 Dualidad de la identidad y la oposición.
 Dualidad de lo sincrónico y lo diacrónico, etc.

Y, una vez más, ninguno de los términos así opuestos vale por si mismo ni remite a
una realidad sustancial; cada uno extrae su valor del hecho de oponerse al otro:
«La ley enteramente final del lenguaje es, por lo que nos atrevemos a decir, que
nunca hay nada que pueda residir en un término, por consecuencia directa de que los
símbolos lingüísticos carecen de relación con lo que deben designar, así que a es
impotente para designar nada sin el socorro de b, a éste le pasa lo mismo sin el
auxilio de a, o que ninguno de los dos vale más que por su recíproca diferencia, o que
ninguno vale, ni aún por una parte cualquiera de sí (supongo ‘la raíz', etc.) de otro
modo que por este mismo plexo de diferencias eternamente, negativas.»

«Como el lenguaje no ofrece en ninguna de sus manifestaciones una sustancia, sino


solamente acciones combinadas o aisladas de fuerzas fisiológicas, sicológicas,
mentales; y como, no obstante, todas nuestras distinciones, toda nuestra terminología,
todas nuestras maneras de hablar están moldeadas por esta suposición involuntaria de
una sustancia, no es posible negarse, ante todo, a reconocer que la teoría del lenguaje
tendrá por tarea mas esencial desenmarañar qué es de nuestras distinciones primeras.
Vos es imposible conceder que se tenga derecho a levantar una teoría pasando por
alto este trabajo de definición, pese a que tal manera cómoda haya satisfecho hasta el
presente al público lingüístico.”

Cierto: puede tomarse como objeto del análisis. lingüístico un hecho material, por
ejemplo, un segmento de enunciado al que no se vincule ninguna significación,
200

considerándolo como simple producción del aparato vocal, o aun una vocal aisladas.
Creer que nos aferramos a una sustancia en tal caso es ilusorio: precisamente no es
sino merced a una operación de abstracción y de generalización como podemos
delimitar semejante objeto de estudio. Saussure insiste: sólo el punto de vista crea
esta sustancia, t Todos los aspectos del lenguaje que tenemos por dados son resultado
de operaciones lógicas que practicamos inconscientemente. Adquiramos conciencia,
-pues. Abramos los ojos a la verdad de que no hay un solo aspecto del lenguaje que
esté dado aparte de los otros y que se pueda anteponer a-los otros como anterior
primordial. De donde esta verificación:

«A medida que se ahonda en la materia propuesta al estudio lingüístico, se


convence uno cada vez más de esta verdad, que da -sería inútil disimularlo-
singularmente que pensar: que el nexo que se establece entre las cosas preexiste, en
este dominio, a las cosas mismas, y sirve para determinarlas."8
Tesis de aire paradójico, que todavía hoy puede sorprender, Hay lingüistas que
reprochan a Saussure complacerse en subrayar paradojas en el funcionamiento del
lenguaje. Pero en verdad es el lenguaje lo más paradójico que hay en el mundo, y
pobres de quienes no lo noten. Mientras más se adelante, más se sentirá este contraste
entre la unicidad como categoría de nuestra percepción de los objetos y la dualidad
cuyo modelo impone el Lenguaje a nuestra reflexión. Mientras más se penetro en el
mecanismo de la significación, mejor se verá que las cosas no significan en razón de
su ser-esto sustancial sino en virtud de rasgos formales que las distinguen de las otras
cosas de la misma clase y que nos incumbe deslindar.

De estas opiniones procede la doctrina a la qué han dado forma y que han publicado
los discípulos de Saussure. Hoy día, exegetas escrupulosos se dedican a la tarea
necesaria de restaurar en su exacto tenor las lecciones de Saussure, ayudándose de
todos los materiales que han conseguido recuperar, Gracias a sus cuidados
dispondremos de una edición crítica del Cours de linguistique générale, la cual no
201

sólo nos proporcionará una imagen fiel de esta enseñanza trasmitida en su forma oral,
sino que permitirá fijar con rigor la terminología saussariana.
Esta doctrina informa, en efecto, de una u otra manera, toda la lingüística teórica de
nuestro tiempo, La acción que ha ejercido se acrecienta por efecto de convergencias
entre las ideas saussarianas y las de los teóricos. Así, en Rusia, Baudoin de Courtenay
y su discípulo Kruszewski proponían de manera independiente, una nueva concepción
del fonema, Distinguían la función lingüística del fonema de su realización
articulatoria. Esta enseñanza paraba, en suma, aunque en escala más pequeña, en la
distinción saussariana entre lengua y habla, y asignaba al fonema un valor diferencial.
Era el primer germen de lo que ha llegado a ser una disciplina nueva, la fonología,
teoría de las funciones distintivas de los fonemas, teoría de las estructuras de sus
relaciones. Cuando la fundaron, reconocieron expresamente sus precursores tanto en
Saussure como en Baudoin de Courtenay.
La tendencia estructuralista que se afirma desde 1928 y que luego habría de ser
puesta en primer plano, tiene así sus orígenes en Saussure. Aunque este nunca haya
usado en sentido doctrinal el término «estructura" (el cual, además, por haber servido
de lema a movimientos muy diferentes, ha acabado por perder todo contenido
preciso); la filiación es indudable, de Saussure a todos los que buscan en la relación
de los fonemas entre sí el modelo de la estructura general de los sistemas
lingüísticos.

Acaso sea útil situar a este respecto una de las escuelas, estructuralistas, la más
caracterizada nacionalmente, la escuela estadounidense, en tanto que se tiene por
descendiente de Blomsfield. No es lo bastante sabido que Bloomfield escribió del
Cours de linguistiqué générale una reseña muy elogiosa, donde, anotando a favor de
Saussure la distinción entra lengua y habla, concluía: «He has given us the theoretical
basis for a science of human speech."9 Por mucho que haya cambiado la lingüística
estadounidense, no deja de estar ligada a Saussure.
202

Como todos los pensamientos fecundos, la concepción saussariana de la lengua


acarreaba consecuencias que no se notaron de momento. Incluso hay una parte de su
enseñanza que permaneció casi inerte e improductiva durante largo tiempo. Es la que
toca a la lengua como sistema de signos y al análisis del signo en significante y
significado. Había ahí un principio nuevo, el de la unidad de doble faz. Estos últimos
años, la noción de signo ha sido discutida entre los lingüistas: hasta qué punto ambas
fases se corresponden, cómo se mantiene la unidad o se disocia a través de la
diacronía, etc. No pocos puntos de la teoría están aún por examinar. En particular,
será cosa de preguntarse si la noción de signo puede valer como principio de análisis
en todos los niveles. Hemos indicado en otro lugar que la frase como tal no admite la
segmentación en unidades del tipo del signo.
Pero lo que deseamos subrayar aquí es el alcance de este principio del signo
instaurado como unidad de la lengua. Resulta que la lengua se torna un sistema
semiótico: “la tarea del lingüista –dice Saussure- es definir lo que hace de la lengua
un sistema especial en el conjunto de los hechos semiológicos... Para nosotros el
problema lingüístico es ante todo semiológico”. 10 Ahora bien, vemos hoy día que
este principio se propaga fuera de las disciplinas lingüísticas y penetra en las ciencias
del hombre, que adquieren conciencia de su propia semiótica. Lejos de que la lengua
quede abolida en la sociedad, es la sociedad la que comienza a reconocerse como
“lengua”. Hay analistas de la sociedad que se preguntan si determinadas estructuras
sociales o, en otro plano, esos discursos complejos que son los mitos, no habrían de
considerarse como significantes cuyos significados debieran ser buscados. Estas
investigaciones innovadoras hacen pensar que el carácter esencial de la lengua, estar
compuesta de signos, podría ser común al conjunto de los fenómenos sociales que
constituyen la cultura.

Nos parece que deberá establecerse una distinción fundamental entre dos órdenes
de fenómenos: por una parte los datos físicos y biológicos que ofrecen una naturaleza
“simple” (sea cual fuera su complejidad), por mantenerse por entero en el campo en
que se manifiestan y formarse y diversificarse todas sus estructuras en niveles
203

sucesivamente alcanzados en el orden de las mismas relaciones; y por otra parte los
fenómenos propios del medio interhumano que tienen la característica de no poder ser
tomada jamás como datos simples ni definirse en el orden de su propia naturaleza,
sino tener siempre que ser recibidos como dobles, en virtud de estar vinculados a otra
cosa, sea cual sea su “referentes”. Un hecho cultural no es tal sino en cuanto remite a
alguna otra cosa. El día en que cobre forma una ciencia de la cultura, se fundara
probablemente en este carácter primordial, y elaborara sus dualidades propias a partir
del modelo dado por Saussure para la lengua, sin conformarse a él necesariamente.
No escapará ninguna ciencia del hombre a esta reflexión sobre su objeto y sobre su
lugar en el seno de una ciencia general de la cultura, ya que el hombre no nace en la
naturaleza, sino en la cultura.

Qué extraño destino el de las ideas, y cómo a veces parecen tener vida propia,
revelando o desmintiendo o recreando la imagen de su creador. Puede reflexionarse
mucho acerca de este contraste: la vida temporal de Saussure comparada con la
fortuna de sus ideas. Un hombre solo en su pensamiento durante casi toda la vida,
imposibilitado para enseñar lo que juzga falso o ilusorio, sintiendo que hay que
refundirlo todo, o por lo menos que intentar hacerlo, y por fin, después de no pocos
escarceos que no logran arrancarlo del tormento de su verdad personal, comunicando
a algunos oyentes ideas sobre la naturaleza del lenguaje que nunca le parecen bastante
maduras para ser publicadas.

Muere en 1913, poco conocido fuera del círculo restringido de sus discípulos y de
unos cuantos amigos, ya casi olvidado por sus contemporáneos. Meillet, en la
hermosa nota necrológica que le consagra entonces, deplora que tal vida concluya con
una obra incompleta: “Después de más de treinta años, las ideas que expresaba
Ferdinand de Saussure en su trabajo inicial no han agobiado se fecundidad. Y con
todo, sus discípulos tienen el sentimiento de que, ni con mucho, tuvo en la lingüística
de su tiempo el puesto que debiera merecer por sus dotes geniales...»11 Y concluía
con este pesar hondo: “Produjo el libro de gramática comparada mas bello que se
204

haya escrito, sembró ideas y adelantó firmes teorías, dejó su impronta-en numerosos
alumnos, y no obstante no consumió todo su destino.”

Tres años después de-la muerte de Saussure aparecía el Cours de linguistique


Generale, redactado por Bally y Séchehaye según notas tomadas por estudiante. En
1916, entre el estruendo de las armas ¿a quién podía importar una obra de lingüística?
Jamás fue más cierta la expresión de Nietzche: que los grades acontecimientos llegan
en las patas de las palomas.

Hoy en día, cincuenta años han trascurrido desde la muerte de Saussure, dos
generaciones nos separan de él, ¿y qué vemos? .La lingüística se ha convertido en una
ciencia principal entre las que se ocupan del hombre y de la sociedad, una de las más
activas en la investigación teórica y también en los desenvolvimientos técnicos. Pues
bien, esta lingüística renovada tiene su origen en Saussure, es un Saussure donde se
reconoce y se compendia. En todas las corrientes que la atraviesan, en todas las
escuelas en que se reparte, es proclamado el papel iniciador de Saussure. Esta
simiente de claridad, recogida por algunos discípulos, se ha vuelto gran luz, que
alumbra un paisaje lleno de su presencia.

Decíamos que Saussure pertenece en adelante a la historia del pensamiento


europeo. Precursor de la doctrinas que desde hace cincuenta años han trasformado la
teoría del lenguaje, a él debemos visiones inolvidables de la facultad más elevada y
misteriosa del hombre, y al mismo tiempo, al colocar en el horizonte de la ciencia y
de la filosofía la noción de “signo” como unidad bilateral, contribuyó al advenimiento
del pensamiento formal en las ciencias de la sociedad y la cultura, y a la constitución
de una semiológica general.

Abarcando con la mirada este medio siglo trascurrido, podemos decir que Saussure
consumó bien su destino. Mas allá de su vida terrestre, sus ideas irradian más lejos de
205

lo que nunca hubiera imaginado, y este destino póstumo se ha vuelto como una
segunda vida, que en adelante se confunde con la nuestra.


P. Perron

GREIMAS, ALGIRDAS J.: TEORÍA DEL SIGNO41

La teoría del signo de Greimas se basa en la de Saussure, en la que el signo es


definido como una entidad constituida por algo físico – los sonidos, las letras del
alfabeto, los gestos, etc. –, el significante; y la imagen o concepto al que el
significante hace referencia – el significado – . Greimás le da el nombre de
‘significación’ a la relación diádica entre los dos componentes.

Él considera que estas tres dimensiones del signo son inseparables y subrayaba que
el sistema lingüístico está hecho de diferencias, por lo que los mecanismos de la
41
Tomado de: The Encyclopedia of Language and Linguistics. _ 2006 Elsevier Ltd. All rights reserved.
University of Toronto, Toronto, Ontario, Canada. Traducción del inglés Ana Curbeira Cancela.
206

lengua descansan sobre dos tipos de relaciones: grupos de elementos de las cadenas
habladas o escritas, cuyos valores son definidos en términos de otros elementos del
sistema –relaciones sintéticas; y relaciones asociativas o relaciones entre los
elementos del enunciado y otros elementos ausentes del enunciado –relaciones
paradigmáticas (por ejemplo, el signo negro toma sus valores en términos de todos
los colores del paradigma cromático ausentes)

Aunque la definición de signo de Greimás depende, en parte, de de Saussure,


Greimas reconceptualiza la teoría de Saussure en términos de los trabajos teóricos de
Louis Hjelmslev. Bajo la influencia saussuriana, el término ‘signo’ comúnmente se
vinculó al signo mínimo, la palabra o el morfema y es en ese sentido que la lengua
fue definida como un sistema de signos. Pero la noción de Saussure de signo fue
condenada por Hjelmslev y Greimas a ser restrictiva porque Saussure al mismo
tiempo definió el signo como una totalidad y entonces separó la expresión del
contenido al establecer sus procedimientos analíticos. Para evitar esta contradicción
Greimas retoma la redefinición de Hjelmslev de signo, en la que la función semiótica
‘semiosis’ es considerada como la relación de presuposiciones recíprocas que existen
entre la forma de la expresión y la forma del contenido, gracias a la cual el
significado es creado en el momento del acto lingüístico.

Para Greimas al contrario de los lingüistas anglo-americanos para los que el signo
es algo dado, el signo es ante todo un constructo que excluye al referente como
condición necesaria para la existencia de la lingüística (Greimas y Courtés 1982:297)
Es más, para Greimas pueden existir signos enunciativos o discursivos y, en un
fecundo artículo, sugirió que, dado que el signo puede ser redefinido como la
conjunción de la forma de la expresión y la forma del contenido de varias
dimensiones, “la palabra, la oración son signos pero también son discurso dado que
pueden aparecer como unidades discretas. Inicialmente el discurso poético puede ser
considerado como un signo complejo” (1972:10) En este trabajo teórico Greimas
trató de aplicar una metodología analítica basada en las relaciones de presuposiciones
207

recíprocas entre la forma de la expresión y la forma del contenido. De la misma


manera que los fonemas y los fonos son rasgos distintivos del plano de la expresión,
los semas son rasgos distintivos del plano del contenido, o del plano semántico. En
sus trabajos más tempranos él extendió el paralelismo y concluyó que, por lo menos
teóricamente, la combinación de 20 o algo así categorías sémicas pueden generar una
cantidad de sememas que pueden satisfacer totalmente las necesidades del lenguaje
natural.

El modelo fonológico, basado en la premisa del paralelismo fundamental entre los


dos planos del lenguaje, así como la dimensión variable de los signos se mantiene
como el principio organizativo de la semiótica greimesiana. Dado que los signos en el
plano de la expresión significan en términos de vacío diferencial, y los vacíos de l
significante correponde a los vacíos del significado, que a su vez son interpretados
como rasgos de la significación, uno puede analizar las unidades visuales, auditivas o
táctiles y descomponerlas en subunidades mínimas, semas, considerados como rasgos
semánticos. En un trabajo posterior (1987) Greimás propuso un modelo (o gramática)
semiótico de niveles múltiples, conocido como teoría actancial que puede responder
por la organización y transformación de las subunidades mínimas o signos mínimos.

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Saussure F de (1966) Curso de lingüística general. (Course in General Linguistics)
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A M Lorusso
ECO, UMBERTO: TEORÍA DEL SIGNO42

Las reflexiones de Umberto Eco sobre la categoría de signo han sido, desde 1973
continuas y sistemáticas; retomó este tópico en 1975 en su Trattato di semiotica
generale, en 1981, al escribir el artículo ‘Signo’ para la “Enciclopedia Einaudi”
(ahora en Eco 1984) y de nuevo en 1997, de manera indirecta en Kant and the
platypus. A lo largo de estas cuatro etapas fundamentales Eco confirma el carácter
central de este concepto para la semiótica (contrariamente a aquellos que anuncian su
muerte e inutilidad), subrayando, sin embargo, el hecho de que el signo debe ser

42
Tomado de: A M Lorusso Bologna University, Bologna, Italy. The Encyclopedia of Language and
Linguistics. _ 2006 Elsevier Ltd. All rights reserved. Traducción del inglés: Ana Curbeira Cancela
209

reconsiderado independientemente de la limitada interpretación que le da la


lingüística.

Eco comienza observando los diferentes significados del término ‘signo’. El


diccionario nos dice que “un signo es una alusión a partir de la cual uno puede hacer
deducciones y extraer conocimiento; ... un gesto, una acción o una palabra que
manifiesta cierta manera de ser; …cualquier expresión gráfica que se usa para
representar una entidad, especialmente una abstracta; … un procedimiento
comunicativo visual, etc. …” Sin embargo, los gestos, actos y palabras son entidades
muy diferentes unas de otras – son expresiones lingüísticas y conducta, y son
acciones que pueden o no ser intencionales, pero que parecen ser usadas por otros
para expresar cierta intención. La palabra ‘Italia’ es un signo tanto como lo es el
dibujo de Italia en un mapa geográfico o la bandera italiana o la camisa azul clara de
un jugador de fútbol en la Copa del Mundo.

Al enfrentarse a estas múltiples acepciones, en 1973, Eco en primer lugar distingue


que la cuestión teórica del signo hace necesario tratar:
 La relación entre las leyes del signo y las leyes del pensamiento,
 La relación entre el signo y los conceptos,
 La relación entre los enunciados y los hechos,
 La relación entre el objeto y el signo,
 El problema de la denotación del signo.

Para tratar esos aspectos, él procedió a reexaminar históricamente las problemáticas


del signo, releyendo a Platón, Aristóteles, los Estoicos, Agustino, los científicos
medievales, sólo, por nombrar algunos. A través de la “arqueología” del concepto de
signo, Eco subraya dos grandes paradigmas explicativos del signo: el modelo dualista
de origen lingüístico y el modelo triádico, que tiene sus orígenes en la antigua Grecia.
Podemos decir que toda la semiótica de Eco es (también) un intento por lograr que
esos dos modelos converjan, relacionando la lección de lingüística al segundo
210

paradigma, que es más estrictamente filosófico. En la base de la concepción


lingüística del signo están la categorías de significado y valor. El signo es visto como
una unidad mínima de sentido, como la correlación de dos componentes: expresión y
contenido. Saussure fue el primero en definir el signo como una entidad bilateral –
significante y significado– y en aclarar cómo el vínculo entre estos dos componentes
del signo es arbitrario. La lengua no tiene una relación motivacional con la realidad,
con el resultado de que un mismo objeto (el material en que estoy escribiendo) puede
denominarse “paper” en inglés, “parier” en francés, “carta” en italiano.

El vínculo que une el sonido y el significado, la expresión y el contenido, es


arbitrario. Pero ‘arbitrario’ no quiere decir ‘subjetivo’, porque el lenguaje es un
fenómeno social y no individual. Es, eso sí, convencional dentro de una cierta
comunidad, en cierto momento (esto es, desde el punto de vista sincrónico) de
acuerdo con las convenciones de esa sociedad y de esa lengua, el material en que
estoy escribiendo en inglés, se denomina ‘paper’.

La identidad del signo –su valor– es, desde esta perspectiva, diferencial; el signo
‘paper’ asume un valor basado en la relación que establece con los elementos
circundantes. Louis Hjelmslev toma y desarrolla estas suposiciones, sin hablar de las
dos caras del signo (significante y significado) sino los dos planos del lenguaje:
expresión y contenido.

Estos dos niveles son siempre concurrentes (una expresión es tal sólo e relación hacia
cierto contenido y viceversa, un contenido es tal sólo con respecto a cierta expresión);
ellos subdividen la forma del significado sacándolo del continuo del sentido, de esa
manera categorizando el mundo y haciéndolo discreto. Ya en 1975 Eco había
comprendido el valor de la contribución de Hjelmslev que “desmaterializaba” el
signo transformándolo en una ‘función’, en una relación entre dos funtivos
intercambiables. Gracias a esta contribución, él pudo mover el énfasis hacia los
‘procedimientos’ que producen el signo, la relación que une una cierta expresión (sea
211

esta una secuencia de letras, una expresión facial, un gesto, o los colores de la
bandera) a cierto contenido que construye el signo. Esto después aparece como el
resultado del ‘proceso’ cultural y social que constituye el objeto que la semiótica debe
investigar. La relación entre los dos planos del signo no se da nunca del todo sobre la
base de los vínculos de implicación lógica (como ‘A, entonces B’, o ‘Si hay humo,
entonces hay fuego’) sino que debe ser siempre definido o redefinido (en dependencia
de la cultura, la época, el contexto social)

El código es lo que hace posible la correlación de las dos partes del signo de manera
diferente pero siempre convencional: Cuando un código asigna los elementos de un
sistema emisor a los elementos de un sistema receptor, el primer sistema deviene
expresión del segundo y el segundo deviene contenido del primero. (Eco, 1975 (tr):
48)

Eco (1975(tr): 49) insiste en las consecuencias de esas asunciones:


a) Un signo no es una entidad física, siendo la entidad física a lo sumo la
ocurrencia concreta del elemento expresivo pertinente;
b) Un signo no es una entidad semiótica fija, sino más bien el punto de encuentro
de elementos independientes (que vienen de dos sistemas diferentes de los
planos diferentes y que se encuentran sobre la base de la correlación de códigos)

El signo, por tanto, no puede ser descrito como la simple relación de asociación bi-
unívoca (aliquid stat pro aliquo43, la correlación fija entre una expresión y un
contenido, siempre y sólo por eso); no se fundamenta en el modelo de equivalencia,
sino más bien en el modelo de inferencia, cuya forma puede ser descrita de la
siguiente manera: si un término está en cierto contexto, entonces tiene la siguiente
interpretación.

43
aliquid stat pro aliquo ‘una cosa en lugar de la otra’ (del latín)
212

Este esquema, particularmente subrayado por Eco en 1981, es el de la semiótica


estoica, basado en el modelo implicativo (p_q), donde las variables no son entidades
físicas (expresiones) o eventos, sino proposiciones que ya implican un juicio: el humo
no es un signo de fuego a no ser que un interpretante haya elaborado previamente un
razonamiento hipotético de acuerdo con el cual ‘si hay humo, entonces hay fuego’,
esto es, a no ser que una regla de inferencia haya sido ya definida. Eco siguió
desarrollando estas adiciones a través de las lecciones de Peirce, uno de los teóricos
que más contribuyó al desarrollo de la idea del ‘signo como relación’.

De acuerdo con Peirce, todo pensamiento puede ser concebido como signo porque la
vida es semiosis: una ininterrumpida producción de signos creados sobre la base de
conocimientos previos (a su vez hechos por signos) y que dan acceso a una ilimitada
cadena de interpretaciones – interpretaciones que, en ciertos momentos, en ciertos
contextos, se vuelven interpretaciones establecidas en hábitos interpretativos,
convenciones, códigos y estereotipos que después reentran el circulo de la semiosis,
manteniéndose potencialmente abiertos a nuevas interpretaciones. De acuerdo con
esta concepción, el signo es esencialmente una remisión (‘de’ algo ‘a’ algo más – y
es definido cada vez como algo que está en lugar de algo más, en algún respecto o
desde algún punto de vista, de acuerdo con alguna elección pertinente. (El signo, de
hecho, puede ‘iluminar’ aquello por lo que está sólo selectivamente, seleccionando
sólo algunos de los aspectos del objeto)

Por tanto, el signo se basa en una relación triádica: está ‘en lugar de algo, en algún
respecto, por un pensamiento que lo interpreta’. En esta perspectiva todo puede
convertirse en el signo de algo. El carácter del signo es una función que, bajo ciertas
condiciones, puede asumirse como cualquier cosa. El concepto de “libertad”, por
ejemplo, puede ser considerado como signo, si en mi conciencia, está en lugar de una
serie de pensamientos en algún respecto – por ejemplo, limitado a la reflexión sobre
la libertad por algún prisionero de guerra. O una pieza musical puede ser un signo. El
213

himno nacional de Mamelli44, que con respecto al tema de la identidad nacional está
en lugar de “italiano” para los espectadores de un juego de fútbol. Las palabras son
obviamente signos; el término ‘semiotics’ para los hablantes del inglés, se percibe en
relación con la definición de disciplinas, en lugar de cierto conocimiento que estudia
los signos y el fenómeno de la significación. Ciertas formas de conducta pueden ser
signos, piense en el rango de gestos que se usan digamos para la sorpresa, la
interrogación o el cansancio.

Entonces, de acuerdo con la concepción de Peirce, asumida por Eco, los signos no
tienen un contenido o significado fijo, sino una identidad de proceso, contextual e
interpretativa. Ellos existen cuando un interpretante, (esto es, consecutivamente un
signo, y puede ser una regla abstracta que establece una norma, o un diagrama que
visualiza una relación, o una forma de conducta que, incluso sin tener una conexión
directa con el singo del que partió, es, sin embargo, una consecuencia – el ‘efecto’ –
de este) establece una correlación entre el objeto y el signo – un representamen, como
lo denomina Peirce. Si tenemos un animal rayado (objeto) y, por otra parte, la
palabra cebra (representamen) y nosotros no hablamos inglés, nosotros necesitamos
un tenterpretante para establecer que esa palabra de 5 letras ‘cebra’ sustituye al
extraño animal con rayas. Sólo de esta manera la palabra cebra se vuelve significante
para nosotros.

De la misma manera, Peirce explica que cuando un general le da órdenes a sus


soldados “armas abajo” o “Descansen” y ellos inmediatamente cumplen la orden, el
hecho de estar parados “en su lugar descansen” debe ser considerado el interpretante
del representamen “descansen” y del objeto ‘deseo del general de que sus soldados
estén en esa posición. Es importante señalar que la conducta de los soldados no es
una ‘reacción’ pura (en la manera mecánica en la que lo es si yo empujo una pelota y
esta rueda) sino el resultado de la comprensión, de la ‘mediación’ y de la
44
“Inno di Mameli” (“Himno de Mameli”). Música de Michele Novaro, 1847. Letra de Goffredo
Mameli, 1847. Adoptado en 1946. Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004
Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
214

‘interpretación’ de un signo (la orden del general) y de una asociación con


determinado deseo.

El interpretante, por tanto, puedes ser de varios tipos: un diccionario (que nos da una
definición correspondiente del animal sobre el que estamos pensando con la palabra
‘cebra’) o un dibujo que nos da el perfil de nuestro animal relativo alas cinco letras
que no conocíamos. No hay un número fijo o limitado de interpretantes.Son infinitos.
Cada uno selecciona un aspecto diferente del objeto y destaca una de sus cualidades
pertinentes. Si yo explico lo que es una cebra con ayuda de la definición del
diccionario, estoy captando determinadas cualidades genéricas; si uso un manual de
zoología, tendré una definición mucho más exacta (interpretante). Si a diferencia de
esto, estoy hablando con un niño haré un dibujo mostrando sus rayas negras y
blancas; si le enseño después un juguete blando (en comparación con el dibujo)
tendré un interpretante, que pondrá más énfasis en su parecido, digamos, con un
caballo. La cadena de interpretantes en infinita porque cada interpretante es, a su vez,
un signo y puede producir otro signo (si yo uso un dibujo para decir qué es una cebra
y después tengo que explicarlo con palabras, entonces estoy haciendo uso de otros
signos para explicar aquel signo), es por eso que, para Peirce, la semiosis no tiene
límites.

En Kant y el Platypus, se interna más en la interpretación, basada en la inferencia, del


signo que tiene Peirce, insistiendo en la naturaleza ‘contractual’ de los signos. Las
equivalencias establecidas entre los códigos esclerotizados de semiosis donde el
“sustituye a” de una expresión se negocia cada vez a través de un proceso de prueba y
error y juicios preceptúales que se ajustan gradualmente. Para este propósito Eco
distingue tres entidades para describir las fases del proceso por el que pasa la
semiosis: el tipo cognitivo, el contenido nuclear y el contenido molar. Mientras el tipo
cognitivo es el esquema (privado) gracias al cual se reconoce algo como una
ocurrencia del tipo (una fotografía de cierta variedad de perro como un caso de la
especie ‘perro’), el contenido nuclear es el conjunto de intrepretantes con el que,
215

intersubjetivamente, se clarifica y describe cierta ocurrencia y se re-define el tipo


cognitivo que ya teníamos, mientras que el contenido molar es el conocimiento
complejo que podemos tener sobre cierta ocurrencia (mucho más conociemiento del
que necesitamos para el reconocimiento) Como ya se había declarado por Peirce, la
semiosis como inferencia y producción de juicios (por tanto de interpretantes, y por
tanto signos) comienza con la percepción – el momento en que tenemos que
reconocer las ocurrencias como casos de algo, y de esa manera establecer las
correlaciones.

A partir de ese momento inicial de reconocimiento, la semiosis procede por


abducción, formulación de reglas, asociaciones, instrucciones y ajustes. El hombre no
vive en asociaciones estables, seguras de signos que están siempre fijos y ya dados,
sino que de manera más aventurera negocia, de vez en vez, las significaciones del
mundo y sus expresiones, entre la percepción y la intersubjetividad, en una continua
actividad de inferencia.

Bibliografia:

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Violi P (1997). Meaning and experience. Bloomington: Indiana University Press
[2001].
217


G. Bermello Lastra45

EN TORNO A LA CATEGORIA GRAMATICAL

Toda rama de la ciencia opera con conceptos propios que son denominados con la
ayuda de términos. Es de suma importancia, tanto para la enseñanza de tales
conceptos como, en general, para una comunicación académicamente eficiente,
hacerlos “manejables” (comprensibles y utilizables). La claridad de los términos
utilizados y de su definición contribuye a su comprensión, tanto cuando son
presentados por un profesor en clase, como por el autor de un artículo o libro, o por
un ponente en un evento científico. Se hace necesario, además, evitar la homonimia
de términos, la cual puede provocar ambigüedad.

45
Gladys Bermello Lastra. Dra. en Ciencias Filológicas, Profesora Titular del Departamento de
asignaturas teóricas del ISP “E. J. Varona”.
218

El término categoría gramatical es usado con frecuencia sin previa definición de


lo que por él se entiende. En ocasiones es utilizado en su lugar el término
accidente, sin tampoco ser definido por el usuario.

Puesto que antes de dar a conocer el punto de vista propio es saludable ofrecer los
de otros, de manera que el alumno, el lector o cualquier otro auditorio tenga la
oportunidad de valorar las distintas ideas planteadas y decidir cuál ha de compartir,
comenzaremos por exponer sucintamente definiciones de categoría gramatical no
coincidentes (total o parcialmente) con la que se propondrá en este artículo.
Primeramente sería conveniente puntualizar que el término que nos ocupa no es
utilizado por muchos gramáticos que sí analizan los fenómenos que él mismo abarca,
que otros especialistas lo utilizan sin definir qué entienden por él, y que algunos lo
sustituyen por el de accidente gramatical, sin definir tampoco este.

Así, por ejemplo, las gramáticas editadas por la Real Academia Española, incluido
el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (1981), no utilizan el
término categoría gramatical, sino el de accidente, este último de forma ocasional y
sin ser definido.

El conocido lingüista norteamericano H. A. Gleason, en su libro An Intruduction to


Descriptive Linguistics (1961), usa el término categoría gramatical, pero no lo
define. Igualmente utiliza el término categoría sintáctica, al referirse al género, sin
tampoco definir tal concepto.

El destacado lingüista ruso Yu. S. Stepanov, en su libro Osnovy obschego


yazykoznaniy (Fundamentos de la lingüística general, 1975) define las categorías
gramaticales como categorías formadas mediante la combinación de las categorías
más generales del plano del contenido y las combinaciones más breves de las
unidades del plano de la expresión, conforme a las reglas particulares de cada lengua.
Como ejemplos de categorías gramaticales menciona el número, el caso, el tiempo y
219

la persona. Así, vemos que este autor hace referencia al binomio forma – contenido,
pero no plantea la importancia de la oposición.

Por su parte, la primera gramática editada por la Academia de Ciencias de la URSS


(1960) da una definición tan vaga del término que apenas podemos considerarla tal.
Así, se plantea en la página 6: “Los conceptos generales de la gramática que
determinan el carácter o tipo de construcción de una lengua y tienen su expresión en
las leyes y reglas del cambio de las palabras en oraciones, generalmente se
denominan categorías gramaticales.”46

La segunda Gramática Académica Rusa (1970), aunque no da una definición


propiamente dicha de la categoría gramatical, es más precisa que su precedente. En
la misma se expresa (pág. 302) que los significados gramaticales particulares de las
palabras expresados formalmente integran las categorías gramaticales, y que estas
constituyen generalizaciones y conjuntos de esos significados.

La gramática académica, editada en 1980, sustituye el término categoría


gramatical por el de categoría morfológica. Esta gramática aporta una definición
más completa, que hace referencia tanto al plano del contenido como de la expresión
y plantea claramente la necesidad de la oposición: “Una categoría morfológica es
un sistema de series de formas morfológicas opuestas entre sí con significados
homogéneos. Está integrada por un mínimo de dos series de formas”. (Tomo I, pág.
455). Consecuentemente, esta gramática emplea en su tomo II, dedicado a la sintaxis,
el término categoría sintáctica, la cual define como un sistema de series sintácticas
opuestas entre sí con significados gramaticales (sintácticos) que se unen en un
significado general único (tomo II, pág.11). Este concepto se ilustra, en primer lugar,
con series de formas gramaticales de oraciones opuestas por significados de realidad
o irrealidad temporal, todas unidas en la categoría de predicatividad, y en segundo
46
Las citas tomadas de obras en inglés y ruso han sido traducidas al español por la autora de este
artículo, G.B. L.
220

lugar, con unidades de la estructura semántica de la oración: sujeto y predicado, el


que puede estar dirigido o no a un objeto. También plantea que pudieran denominarse
categorías sintácticas de la oración como unidad comunicativa el tema y el rema.
Como puede observarse, a diferencia de los representantes de la categoría
morfológica, estos últimos son muy heterogéneos, tanto en lo que se refiere al plano
de su contenido como al de su expresión. (El concepto de categoría morfológica aquí
expresado coincide con el expuesto por A. V. Bondarko en la monografía Teoría de
las categorías morfológicas (1973) puesto que este es también el autor del capítulo
correspondiente de la Gramática rusa de 1980).

Por su parte el especialista en gramática de la lengua inglesa M. Ya. Blokh en su


libro A Course in Theoretical English Grammar (1983) define la categoría
gramatical como “un sistema de expresar un significado gramatical mediante la
correlación paradigmática de formas gramaticales” (pág. 28). Más adelante la define
como correlación generalizada de las formas lingüísticas mediante las cuales se
expresa cierta función. Este autor profundiza en el concepto de categoría gramatical
y, particularmente, en el papel que en la realización de esta tiene la oposición.

En obras de carácter teórico de la importancia de A Universal Course in English


Grammar (1995), de A. Downing y P. Locke, no aparece el término categoría
gramatical, sino el de categoría sintáctica, al que se refieren estos autores como
“unidades estructurales que pueden ser ordenadas en una escala de rangos, las
clases en que tales unidades pueden subdividirse y los elementos de los cuales se
componen” (pág. 112). Tras esta alusión, no se vuelve a utilizar el término en toda la
obra, ni tampoco se ilustra el concepto, que queda, a nuestro entender, algo ambiguo,
ya que llama categorías sintácticas tanto a ciertas unidades cuyas características
esenciales son obviadas, como a las clases en que estas se agrupan y a los elementos
que las componen.
221

En el Longman Dictionary of Language Teaching and Applied Linguistics (1997) se


presenta la siguiente definición de categoría gramatical: “Una clase o conjunto de
items que realizan una misma función o una función similar en una lengua en
particular. Por ejemplo, el caso, la persona, el tiempo y el aspecto son categorías
gramaticales.” A esto seguidamente se agrega: “Algunos lingüistas también se
refieren a los grupos de palabras como sustantivos, verbos y adjetivos como
categorías gramaticales, pero estos grupos son comúnmente denominados en la
gramática tradicional partes del discurso.” (pág. 162). Como puede apreciarse, los
autores de este diccionario dan una definición muy general, ya que no son explícitos
siquiera respecto a en qué consiste la función a que hacen referencia.

Muchos lingüistas utilizan categoría gramatical no como un término lingüístico,


que como tal ha de ser unívoco, sino como una expresión general utilizable con
respecto a cualesquiera unidades, clases o grupos relacionados con la gramática. El
tratamiento de tal vocablo es tan vago, abarca un conjunto de fenómenos tan vasto,
que resulta imposible definir los rasgos que sirvieron para unirlos bajo una misma
denominación y para diferenciarlos de otros.

Ahora bien, si pretendemos emplear categoría gramatical como un término


lingüístico, hemos de ser más rigurosos en su uso. Para lograrlo, se impone definirlo
científicamente, es decir, con la mayor exactitud, objetividad y claridad posibles. No
resulta científicamente válido utilizar el término categoría gramatical para
denominar fenómenos tan disímiles como son, por una parte, las partes del discurso,
y por otra, el número, el caso, etc. No es razonable denominar con el mismo término
las clases de palabras (sustantivos, verbos, etc.) y sus categorías, menos aún si
tenemos en cuenta que ya en el siglo II a. n. e. estos fenómenos eran diferenciados
por el famoso gramático griego Dionisio de Tracia, quien fijara la terminología
gramatical, aunque no utilizara, cierto es, el término categoría gramatical, sino el de
accidente. Tampoco resulta científicamente riguroso emplear el mismo término para
designar, por ejemplo, el número o el tiempo y sus realizaciones (singular y plural;
222

presente, pretérito y futuro). Estas últimas pueden ser designadas con un término
propio, el de gramema, reconocido por muchos lingüistas como unidad mínima del
nivel gramatical.

Tras analizar las distintas definiciones de categoría gramatical, morfológica y


sintáctica, presentaremos una propuesta que, aunque basada en la definición de
categoría morfológica dada por Bondarko, no parte de ese término, sino del de
categoría gramatical, e incluye dos características que, a nuestro entender son
esenciales para el fenómeno que nos ocupa. Nos referimos a su carácter estable y
regular (en el sentido de ocurrir con regularidad y no excepcionalmente).

Aclaremos este punto a través de un ejemplo. Si comparamos el género de los


sustantivos en español e inglés, inmediatamente nos percatamos de que en el primer
caso se cuenta con un sistema de formas opuestas entre sí (– o, –a) que expresan de
manera estable y regular (salvo en las excepciones) la oposición masculino ::
femenino. Así, un estudiante no nativo de la lengua española que ya conozca la
oposición mencionada será capaz de reconocer el género de un sustantivo español aún
cuando desconozca su significado léxico. En el segundo caso, es decir, en inglés, un
estudiante no nativo no podrá saber el género de un sustantivo si no sabe su
significado léxico (por ejemplo, man :: woman). No obstante, existen en inglés
sustantivos que se oponen por el género (por ejemplo, waiter :: waitress,
bridegroom :: bride) . Mas esta diferenciación no ocurre de manera estable y regular,
sino en un número reducido de sustantivos, o sea, excepcionalmente. Por esta razón
es que se habla de la categoría gramatical de género en español, pero no en inglés.

Proponemos pues definir la categoría gramatical como: sistema de formas (al


menos dos) opuestas entre sí que estable y sistemáticamente expresan determinado
significado gramatical.
223

En dependencia de si estas formas pertenecen al plano de la morfología o de la


sintaxis, puede emplearse para designarlas el término de categoría morfológica o el
de categoría sintáctica, en caso de que se desee ser más específico. Sería oportuno
tener en cuenta que algunas categorías emplean conjuntamente medios del plano
morfológico y el sintáctico (como es el caso del grado del adjetivo, por ejemplo, en
español, inglés y ruso)

No ha sido la pretensión de este artículo agotar el tema de la categoría gramatical,


sino solamente el de llamar la atención del lector en torno a ella dada la importancia
que tal concepto tiene para el estudio de la gramática. Tampoco se ha pretendido
imponer una nueva definición; sólo se aspira a estimular el análisis de las aquí
propuestas con el fin que usted escoja aquella que satisfaga sus necesidades
científicas y/o pedagógicas. Lo más importante es que, una vez adoptada una
definición, se sea consecuente con ella y no se denomine con el término que la
designe ningún fenómeno que no corresponda con sus características.

Bibliografía:
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Bondarko, A. V. Teoriya morfologicheskih kategorii .- Leningrad: Nauka, 1976 (En
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224

Stepanov, Yu. S. Osnovi obschego yazikoznaniya.- Moskva: Prosveschenie, 1975. (En


ruso)


A. Guitlitz

PALABRA Y COMBINACIÓN DE PALABRAS (PALABRA Y UNIDAD


FRASEOLÓGICA)47

Tratando de la nominación hemos considerado los casos, cuando en calidad de


unidades de la lengua intervienen palabras simples, derivadas o compuestas, o sea,
palabras sueltas.

Pero la lexicología considera las palabras, no sólo como elementos sueltos, sino
también como unidades léxicas, como elementos del caudal léxico del idioma. A la
par con las palabras sueltas la lexicología estudia las combinaciones de palabras.
Surge, pues, el problema de que no sólo la palabra independiente, sino también una
combinación de palabras es capaz de dar nominación 48. Se trata del caso de un
referente.
palabra
referente
unidad fraseológica

47
Tomado de A. Guítlitz Curso de lexicología de la lengua española contemporánea, Moscú, 1974,
pp. 30-39.
48
La combinación de palabras es una nominación compleja. Cumple la misma función nominativa que
la palabra. V. V. Vinogradov. Idioma Ruso. Moscú – Leningrado, 1947
225

(combinación de palabras)

Es decir, se tiene en cuenta que un referente puede estar correlacionado no sólo con
una palabra o mejor dicho con un signo, sino con una combinación de signos. La
motivación de lo que es la palabra la encontramos en su significado de nominación.

La nominación es una unidad nominativa de la lengua. Una nominación suelta se


expresa, como regla, con una palabra única. “Más, a veces –como lo subraya V.
Skalichka– encontramos dos o más palabras en casos en que por el significado
esperamos una.” De aquí deducimos que la palabra no se reduce a una unidad gráfica
entre blanco y blanco (...) sino puede también incluir unidades fraseológicas, según la
terminología tradicional.

Hay que tener en cuenta que el caudal fraseológico castellano, lo mismo que el de
otros idiomas, comprende cierta cantidad de locuciones estatales, cuyo significado no
corresponde a una palabra, sino a una frase completa y que proceden de proverbios,
aforismos, motes, etcétera. Pero su cantidad no es grande.

Hay en la lengua formaciones de dos o más palabras que se emplean en el habla a


semejanza de las palabras independientes como unidades ya hechas. Semejantes
combinaciones de palabras llevan el nombre de locuciones fijas. Se parecen mucho a
las combinaciones de palabras libres espontáneamente producidas en el proceso del
habla. La integridad (...) de la nominación es, por consiguiente, uno de los indicios
más esenciales de los fraseologismos. Su capacidad de reproducirse en el habla no es
de menor importancia.

La palabra que se realiza de un modo semántico en el habla funciona desde aquel


momento como una unidad lingüística de nominación ya hecha. El mismo contenido
puede ser expresado tanto por medio de una palabra como mediante combinación de
palabras. Por ejemplo (...) en español: prestar ayuda – ayudar, holgazanear – mirarse
226

las uñas, etcétera. En ambos casos (en el caso de la palabra y en el de combinación de


palabras) el contenido es el mismo, pero la forma es diferente.

Podemos deducir, pro consiguiente, que la unidad fraseológica se aproxima a la


palabra gracias a la estrecha unión semántica de sus componentes y porque se
reproduce en el habla como una unidad ya hecha, igual que se realiza en el habla la
palabra aislada. Sin embargo, es una locución, porque se compone de palabras, es una
combinación de palabras. La equivalencia de las unidades fraseológicas y las palabras
se manifiesta sólo en su actitud hacia la lengua y el habla. Tanto los fraseologismos
como las palabras son unidades de a lengua que se usan normalmente en el habla
como entidades de la nominación. La unidad fraseológica viene a ser como una
unidad concreta del idioma, un elemento de su caudal fraseológico.

La fraseología como ciencia se halla en una región limítrofe entre la onomasiología


y semasiología. Si reparamos en la forma exterior del fraseologismo, hemos de
considerarlo en la onomasiología a la par que lasa palabras simples, derivadas y
compuestas.

Por otra parte, el fraseologismo es estable debido a su capacidad de expresar un


significado y a su correlación con un referente (mirarse las uñas, holgazanear;
subirse a la parra – encolerizarse; tomar el olivo – huir; una mujer de rompe y
rasga; un disgusto de padre y muy señor mío muchos otros).

De modo que partiendo del principio semántico deberíamos hablar de los


fraseologismos en la semasiología.

El término fraseología es polisemántico. En su acepción amplia denota el conjunto


de todos los tipos de locuciones estables de tal o cual lengua. La fraseología como
ciencia (del griego praxis – expresión y logos – tratado) es el tratado de las unidades
estables en toda lengua.
227

Hallándose el fraseologismo entre unidades de diferente índole (la palabra y el


conjunto de palabras) y siendo objeto de estudio de dos ramificaciones de la ciencia
lingüística (la onomasiología y la semasiología), es natural que los modos de enfocar
los problemas fraseológicos se diferencian considerablemente en cuantos científicos
hayan estudiando el tema en cuestión.

No obstante haber sido tratados en numerosísimos trabajos, siguen sin resolver


muchos problemas de la fraseología. Se discute sobre su objeto: sobre el modo de
distinguir las locuciones fijas de las libres; de las calidades de los componentes
variables e invariables de las unidades fraseológicas; los términos estable (...) e
idiomático (...) aún esperan su definición absoluta, etcétera.

No se ha encontrado aún un principio cardinal para la clasificación de las unidades


fraseológicas. Unos las dividen en libres y fijas, (...), otros, (...), en estables e
inestables; (...) los terceros, en idiomáticas y no-idiomáticas, etcétera.

Sin embargo, en los últimos años, en la lingüística soviética y extranjera


aparecieron muchas investigaciones fraseológicas que aplican diferentes métodos de
análisis fraseológico, ya desde el punto de vista diacrónico, ya desde el punto de vista
sincrónico. Uno de los métodos es el método de la identificación semántica (...) del
académico V. V. Vinográdov. Su clasificación semántica de los fraseologismos rusos
distingue tres tipos principales según el grado de la cohesión semántica (..) de los
componentes de la locución fija: 1) adherencias fraseológicas (...) unidades
demotivadas, que intervienen en el habla como equivalencias de la palabra (...), 2)
unidades fraseológicas (...); 3) uniones (combinaciones) fraseológicas (...).

La clasificación semántica de V. V. Vinográdov no abarca todos los tipos de


fraseologismos y los límites de estos tres grupos son muy variables, lo mismo que las
cualidades y criterios que permiten distinguirlos. Además, la clasificación semántica
228

no puede ser aplicada de un modo mecánico a los sistemas fraseológicos de otras


lenguas (el español entre ellos).

A. I. Smirnizki analiza los fraseologismos desde el punto de vista estructural. Se


toma una unidad fraseológica y una palabra aislada y se determina lo que las une y lo
que las diferencia en su contenido, función y estructura. A.I. Smirnizki subraya que
ambos conceptos (la palabra y la locución) constituyen unidades hechas del idioma.
Se diferencian en su forma: la palabra se caracteriza por su integridad y la unidad
fraseológica comprende dos o más componentes. Según su estructura, los
fraseologismos son divididos en unicumbres (...) y en bi- o multicumbres (los de dos o
más cumbres) (...). El fraseologismo puede comprender una palabra significativa (...)
otra auxiliar (...); o el fraseologismo subentiende la unión de dos o más palabras
significativas. Así son reconocidas las grandes diferencias estructurales de las
unidades fraseológicas y queda subrayado el carácter nominativo de las mismas.

Especial interés representa la investigación de la fraseología inglesa hecha por N.


N. Amósova en el ya citado trabajo. Según su opinión, que nos parece muy lógica, el
análisis fraseológico debe ser verificado en el plan sincrónico, porque al definir lo
esencial de la unidad fraseológica y de los límites del caudal fraseológico de la lengua
uno debe tener presente todo el sistema del idioma en cooperación. Su teoría
fraseológica tiene los cimientos en el contexto. En la explicación de la concomitancia
(...) de las palabras de las locuciones fijas N. N. Amósova busca el camino para
definir el concepto de la fraseología. Las entidades fraseológicas, según su teoría, no
son sino ciertas formaciones léxicas y precisamente por eso el análisis textual
adquiere suma importancia. A esta investigadora le debemos la introducción de los
conceptos contexto variable (...) y contexto invariable (...).

Efectivamente, las uniones de palabras libres o el contexto variable tomados en su


función son unidades de nominación, y en su contenido son modos de expresión de
un significado compuesto por varios elementos semánticos. El contexto invariable, en
229

cambio, es una unión de palabras, fijada en la lengua, que no influyan en su efecto


semántico. Por consiguiente, los fraseologismos son precisamente unidades de
contexto invariable. N. N. Amósova analiza los principales tipos estructurales de los
fraseologismos, cuya estructura y elementos morfológicos que los componen, se
diferencian (locuciones atributivas, objetivas, predicativas, etcétera).

La tesis principal de esta teoría es: los fraseologismos se caracterizan por la


reiteración de toda la unidad en el conjunto dado de los componentes (indicio de
estabilidad de toda la locución) sin modificación semántica alguna. El fraseologismo
es una entidad de contexto invariable, no se compone de morfemas, sino de palabras.
Las entidades de contexto invariable, unidades de nominación, constituyen
precisamente el objeto de la fraseología y entran en el caudal fraseológico de la
lengua.

En cuanto a J. Casares, en su definición del fraseologismo se mezclan dos


principios: 1) el semántico (la locución fija se define como un conjunto semántico
indivisible, o un conjunto de elementos que adquieren significado común: lengua de
gato (...) tocino de cielo (...), noche toledana (...) etcétera; y 2) el funcional (al
clasificar los fraseologismos, la locución fija se identifica con cualquier parte de la
oración). Se podría decir que aquí se verifica un principio estructural–funcionario 49
(...). Todas las locuciones fijas son repartidas entre dos grupos. Las locuciones
significantes (...) y conexivas (...).

Recordemos una de nuestras tesis iniciales: las palabras conexivas (auxiliares) son
objeto de la gramática, no de la lexicología, se hará obvio el error del lustre
lingüística castellano.

En la clasificación de J. Casares se distinguen: locuciones sustantivales


equivalentes al sustantivo: ave de paraíso (...), papel moneda (...), etcétera;

49
Sería, quizás, más adecuado hablar de principio estructuro–funcional (Nota de A. Curbeira)
230

locuciones adjetivales: una comedia de cascabel gordo (...), una mujer de rompe y
rasga (...), un disgusto de padre y muy señor mío (...), etcétera: locuciones verbales:
dar bofetadas, poner de vuelta y media (insultar), subirse a la parra (encolerizarse) y
otros tipos por el estilo.

Una vez dada la clasificación, Julio Casares analiza con gran detalle todas las
variantes que se encuentran en cada categoría prestando a la vez suma atención a sus
funciones sintácticas.

Esta breve e incompleta enumeración de las teorías fraseológicas nos muestra lo


complicado que es el problema. Según A. M. Babkin, “...la fraseología es una especie
de campo donde se cruzan la semántica, la estilística, la gramática”.

Cada fraseólogo ha de prestar especial atención a los términos idiomático y fijo (...),
términos afines, según nuestro entender, ya que cualquier locución fija es idiomática.

Un artículo de I. A. Melchuk dio nuevas perspectivas a la investigación del


problema en cuestión y de estos conceptos, en particular. Melchuk trata de elaborar
un nuevo punto de vista para los conceptos de lo estable (...) y lo idiomático. Este
lingüista distingue cuatro tipos de locuciones: las estables e idiomática a la vez (...);
las estables no idiomáticas (...); las idiomáticas no estables (...); las que no son ni
idiomáticas, ni estables (...). Es una clasificación muy lógica y merecedora de toda
atención.

Pero en la lingüística tradicional ya echó raíces una clasificación también


suficientemente razonable, basada en la contraposición de las cualidades siguientes:
libres- fijas; inestables –estables; no idiomáticas – idiomáticas.

Llamamos locuciones sintácticas libres a las locuciones que ni son idiomáticas, ni


son estables; por ejemplo: (...) una mesa grande, (...) un joven guapo, etcétera. O las
231

que son estables sin ser idiomáticas, como por ejemplo (...) una y otra vez (...) hasta
cierto tiempo (...) tener a mano, etcétera.

En cambio, las locuciones fijas siempre son idiomáticas (más o menos), por
consiguiente, estables: (...) vino blanco (seco), (...) vino tinto (cubierto).

Al construir en el plan semántico una unidad correlacionada con un solo referente


de la realidad, los fraseologismos se diferencian principalmente de las locuciones
sintácticas libres.

Esta diferencia se hace más evidente, cuando tenemos la posibilidad de comparar


pares homónimos de locuciones fijas y locuciones libres. Compárense, por ejemplo,
el sentido directo de la locución sintáctica echar flores y el sentido fraseológico de su
homónimo echar flores (resquebrar, decir halagos). “¡Oiga! ¿No sabe qué es pecado
echar flores a una monja, y mucho más que ésta las escuche?” (B. Pérez Galdós).

A primera vista los fraseologismos aparentan locuciones libres, pero por su


naturaleza son fijas. Las locuciones fijas tienen correlación sólo con un referente de la
realidad lo mismo que las palabras sueltas. E igual que las palabras existen en la
lengua en una forma estable, reproduciéndose y no formándose en el habla. Es decir,
las unidades fraseológicas son locuciones fijas que independientemente de la cantidad
de sus componentes forman una unidad semántica y desempeñan en la lengua una
función nominativa o expresiva.

Ya hemos subrayado que los fraseologismos son conjuntos de una semántica que se
base en lo idiomático.1 Más los componentes de las unidades fraseológicas se los
puede y se los debe considerar como palabras, aunque específicamente empleadas.
Sus múltiples facetas pueden ser sometidas a un especial análisis; y así aparecen
1
Hay diferentes definiciones del término “idiomático”. Así A. I. Sinitnizki dice que la unidad es
idiomática cuando su significado no se deduce de la suma de los significados de sus componentes. I. A.
Melehuk formula una definición mucho más estrecha de este concepto. O. S.
232

estudios sobre sus componentes, su material fónico, su semántica, su procedencia.


Demás, cuando se estudia la nominación por medio de locuciones, se tiene presente el
grado de fusión de los componentes de las locuciones fijas, estables.

Interesados en el estudio de la función nominativa y de los principales tipos


estructurales de los fraseologismos, dejamos aquí de lado su significado idiomático.

A más específica en la lengua española son las locuciones verbales. Tales verbos
como dar, tener, ir, venir, poner, hacer y muchos otros forman numerosísimas
locuciones fijas.

Sobre ellas hemos de hablar con más detalle. No pueden ser consideradas como
fraseologismos absolutos, como verdaderas locuciones fijas, porque se emplean con
toda una serie de componentes formando distintas estructuras semánticas: por
ejemplo: tener a cuesta, tener lástima, tener vergüenza; dar a la luz, dar rabia, dar
vuelta; poner la mesa, poner a punto, poner cuidado, poner en marcha, poner en
duda, poner término, poner en claro; hacer caso, hacer burla, hacer añicos, hacer
fuego, etcétera.

W. Schmidt hace notar que tales verbos tienen en su estructura una variante léxico–
semántica bien específica, por lo cual forman ciertas combinaciones típicas textuales,
series enteras de locuciones verbales. Son unidades intermedias (...) entre los
fraseologismos auténticos y las locuciones sintácticas libres. Precisamente por eso
hay que considerarlas en la fraseología. Por ejemplo: tener la cabeza a pájaros, tener
vena de loco, cabeza de chorlito, tener visitas, tener a menos, tener a cuesta, tener
lástima, tener vergüenza; dar licencia, dar a la luz, dar rabia, dar a la calle, darse
prisa, dar vuelta, dar celos, dar una cita, dar crédito; hacer daño, hacer pedazos,
etcétera.
233

Véanse algunos ejemplos de las obras de J. Alera: “Con este y con que yo le dé
calabazas cuando salga del convento, está Ud. Aviado–, terminaba diciendo”.
“Cuando no iba a casa de Anguita... me agradaba dar vueltas por la ciudad en espera
de las once”. “A tiempo de salir, le dije muchas gracias, don Sabino, y cuente Ud.
Conmigo, que tendré gusto en demostrarle mi gratitud.” “Por fortuna la vaca no le
hizo daño ni caso.” Y más ejemplos de las obras de oros autores españoles: “...como
no entiendo me dan ganas de reír.”; “...me echan unas miradas como si fueran dos
gatos rabiosos.” (F. García Lorca); “Cuando se levantó, le hizo asquitos al mar. Le
daba reparo hasta el mirarlo.” (Juan Antonio de Zunzunegui); “El sol color naranja
alumbraba la escena sin darle una importancia mayor.” (José Cela); “Eso quieren;
pero no me hace gracia.” (Pío Baroja y Nessi); “Sólo a duras penas pudieron abrirse
paso entre la gente...” (T. Lucas de Tena).

A veces las locuciones de este tipo parecen una oración. Por ejemplo: beber los
vientos por una cosa o por una persona (solicitarla con toda la diligencia posible); ir
a gusto en el machito estar satisfecho); Pepe y su novia están de monos (están
reñidos), etc.

Como hemos mostrado, las locuciones verbales también se encuentran en forma


personal: Te has subido a la parra sin motivo (...). Estos ejemplos prueban una vez
más que no son fraseologismos auténticos, sino intermedios. En nuestro último
ejemplo el fraseologismo verbal funciona como un verbo simple.

El componente principal de estas locuciones es el verbo a la par que el sustantivo


(vista, cuenta, gloria, vuelta, celos, etcétera).

El segundo lugar entre los elementos estructurales de los fraseologismos ocupa en


el castellano el sustantivo que no sólo entra en los fraseologismos de tema verbal,
234

sino también forma los fraseologismos puramente sustantivales,1 del tipo siguiente;
de bote en bote, a la cala y cata, de un tirón, a medios pelos, a boca de noche, al
cabo y la postre, de buena gana, con pelos y señales, en paces y otras. Por ejemplo:
“Los invasores de España irrumpen en Francia, y se encuentran otra vez, cara a cara,
con el Asturias...” (Jesús Izcaray); “Y sólo de trecho en trecho alguna cara triste...”;
“De noche, soñando, hablando a gritos...” (Pío Baroja y Nessi); “Perico abrió una
sonrisa de oreja a oreja.” (T. Luca de Tena).

Dando fin a esta breve reseña podemos decir que el objeto principal de la
fraseología lo constituyen las unidades de contexto invariable. Precisamente tales
locuciones entran en el fondo fraseológico de la lengua.

1
Cuando tratamos los fraseologismos formados por sustantivos, lo hacemos desde el punto de vista
formal, de su estructura, desatendiendo su función en la frase.
235


J. CASARES

LAS LOCUCIONES.50

Concepto de la locución

En una de las primeras lecciones de este curso se utilizó el término sintagma para
designar ciertas combinaciones de vocablos que ofrecen sentido unitario y una
disposición formal inalterable. Ya entonces se formuló la reserva de que este término
era poco satisfactorio a consecuencia de las acepciones dispares que ha ido
asumiendo; y como ahora ha llegado el momento de estudiar con alguna extensión
aquellas combinaciones, hemos de buscarles un nombre que no se preste a
anfibología, por lo menos en el contexto de las consideraciones que vamos a exponer.
Y ese nombre puede ser el de “locución”, si antes se nos permite precisar su
significado, a fin de que resulte un término unívoco. Para ello empezaremos por
descartar varias acepciones corrientes que son ajenas a nuestro propósito. Locución,
en efecto, según el Diccionario, equivale primeramente a “modo de hablar” y después
a “frase”. Se trata de acepciones generales, como las que vemos en oración”,
“nombre”, etc., antes de llegar a la acepción restringida, específica y técnica que, en
nuestro caso, es la tercera y dice así: “Conjunto de dos o más palabras que no forman
50
Tomado de Antología de la Lexicología Española. Bajo la redacción de M. M. Varónina. Ed.
Viszhaya Shkola, Kiev, 1977 pp. 112 – 117
236

oración perfecta o cabal; como, por ejemplo, los modos adverbiales. “No va delante,
como debiera, la abreviatura de Gram., pero es notorio que esta definición
corresponde al lenguaje de los gramáticos.

Partimos, pues, sin innovar nada, de que existe un concepto tradicional de


“locución” como conjunto de dos o más palabra, y ahora vamos a completar y
circunscribir ese concepto. Desde luego no se quiso decir que cualquier grupo de
palabras, como agua clara, un niño pequeño, ese libro de cuentos, etc., constituya
una locución. El ejemplo de los modos adverbiales, que se aduce en la definición,
prueba que se pensó en conjuntos de voces vinculadas de un modo estable y con un
sentido unitario. A cencerros tapados es un modo adverbial, y consiguientemente una
locución, porque no se puede cambiar ninguna de esas tres palabras por otra, ni se
puede alterar su colocación sin destruir el sentido, el cual se resume en un solo
concepto: “disimuladamente”.

Sus características

Añadidas a la definición académica estas características de la inalterabilidad y de la


unidad de sentido, hemos puesto algo que faltaba y ahora vamos a quitar algo que
sobra, a nuestro juicio a saber, la condición de que las palabras de la locución no han
de formar “oración cabal”. Esto puede decirse con propiedad respecto de los modos
adverbiales, puesto que equivalen a adverbios, y éstos no tienen función
independiente; pero, según veremos más adelante, hay muchos otros tipos de
locuciones, y entre ellas abundan las que reúnen todos los requisitos de la oración.

¿Cómo no había de darse este caso en las combinaciones de palabras si tenemos


voces aisladas que encierran verdaderas oraciones? Bienmesable es un dulce de
cocina; tentempié es un refrigerio; nomeolvides, una planta; cierto lazo que usaron las
damas era un siguemepollo; a un sujeto ridículo le llamamos hazmerreír; a otro que
afecta suficiencia le decimos sabelotodo. Otros compuestos de este libro son
237

metomentodo, sanalotodo, registrados en el Diccionario, y dejemeentrar, empleado


por Calderón. Es más, existen voces que equivalen a oraciones compuestas, como
correveidile, coagulación que supone una fórmula usual, “corre, ve y dile”, que
serviría para despachar con urgencia a cualquier mensajero. Si se hubiera dicho
indistintamente “ve, corre y dile”, o “marcha, corre y dile”, o “corre, ve y dile”, no se
había creado entre estos tres imperativos el vínculo duradero que hubo de darles el
carácter de locución; y si tal locución no se hubiera concebido por los hablantes como
una fórmula estereotipada de sentido unitario no se habría llegado a substantivar para
dar nombre, primeramente, a cualquier recadero habitual y después, por desviación
peyorativa, al que “lleva y trae chismes y cuentos”,. Estos dos verbos juntos, “llevar y
traer”, forman también una locución, puesto que designan, sin más, y así lo explica el
Diccionario, “andar en chismes y cuentos”; de donde habría podido decirse que
fulano en un “llevaitrae”, para designar a un “chismoso”, neologismo que todos
habríamos entendido de primera intención.

Necesidad de un estudio gramatical de las locuciones

Desde el punto de vista lingüístico toda expresión compuesta de sentido indivisible,


tanto si se escribe formando una palabra como si se presenta articulada en dos o más,
constituye una entidad léxica que ha de estudiarse y tratarse como tal. Podemos
escribir que cierta pieza es de quitapón (en dos palabras) o de quita y pon (en cuatro
palabras); pero hemos de entender que la diferente grafía no influye para nada en el
significado de la expresión ni en su función gramatical. Si descomponemos la
segunda fórmula en los vocablos de que consta, la Gramática nos enseña que de es
preposición; quita y pon, verbos, y la partícula y, conjunción; pero si tomamos la
locución en bloque, que es como hay que tomarla para que nos deje de ser locución,
veremos que no estamos preparados para designarle determinada categoría
gramatical. Es cierto que, desde antiguo, determinadas combinaciones de vocablos
están catalogadas como “modos adverbiales” o “modos conjuntivos”, pero ¿acaso no
hay otras clases de locuciones que quedan evidentemente fuera de esas dos
238

categorías? Ya hemos visto que sí, y esto nos lleva a desear que algún día se acometa
a fondo un estudio gramatical de las locuciones, para no hablar del, ahora del aspecto
etimológico, semántico y estilístico del problema. No nos comprometemos,
entiéndase bien a emprender aquí ese estudio que se echa de menos, si bien, para
nuestro propósito limitado y concreto, tendremos que desflorar ciertas cuestiones a
fin de que podamos entendernos. A este efecto empezaremos por fijar nuestro
concepto de locución, tal como se desprende de las observaciones anteriores.

Proyecto de definición

Llamaremos en adelante locución a la “combinación estable de dos o más términos,


que funciona como elemento oracional y cuyo sentido unitario consabido1no se
justifica, sin más, como una suma del significado normal de los componentes”.
Noche oscura no es locución porque nos limitamos añadir al concepto ordinario de
“noche” el también corriente de “oscuridad” mediante un calificativo Noche toledana
sí es locución, porque el hecho de conectar la “noche” con “Toledo” no justifica que
con ambos vocablos se designe una “noche en la que no es posible dormir”. Lengua
de vaca no es locución, ni siquiera como nombre de un plato, porque no designa otra
cosa que la lengua de ese animal. Lengua de gato, en cambio, es la denominación
específica de cierto bizcocho y, como esto no se deduce de la unión de ambos
nombres mediante la preposición de, el conjunto de esos elementos, que asume un
valor unitario, constituye una locución. Lo mismo podemos decir de tocino del cielo,
dulce exquisito en el que no entran como ingredientes ni el “cielo” ni el tocino”; de
cabello de ángel, etc.

Ensayo de clasificación de las locuciones desde el punto de vista


morfológico y funcional
–locuciones “significantes” y locuciones “conexivas”– sus clases

1
“Consabido” quiere decir que el sentido de que se trata es familiar a la comunidad lingüística.
239

Como veremos enseguida, las locuciones pueden ser de muy varia índole, bien sea
por su estructura, por su contenido o por su función. Empezaremos por diferenciar
las que constan de uno o más elementos significantes y las que carecen de ellos. En
todos los ejemplos anteriores existen palabras –noche, oscura, tocino, gato, etc. – a
las que corresponde una representación mental, una idea, un concepto, aunque no sea
el mismo que tienen normalmente fuera de las locuciones citadas. A esta clase de
locuciones las llamaremos en lo sucesivo conceptuales o significantes. Otras
locuciones, por el contrario, están formadas con voces o partículas vacías de
contenido semántico: v. gr., con tal que. Estas tres palabras, que juntas equivalen a
una conjunción condicional, no significan cosa alguna por sí mismas y sólo sirven de
enlace para poner en relación oraciones o vocablos significantes. Las locuciones de
este tipo, como son las conjuntivas y prepositivas, las agruparemos bajo la
denominación de conexivas porque su humilde oficio se reduce a establecer un nexo
sintáctico.

Entre las locuciones significantes mencionaremos en primer lugar las nominales,


que son todas de índole substantiva y equivalen, por tanto, a un nombre: papel
moneda, ave del Paraíso, la carabina de Ambrosio, coser y cantar, etc. Vienen luego
las locuciones adjetivales que, como lo indica su nombre, hacen oficio de adjetivos:
(una comedia) de cascabel gordo; (una mujer) de rompe y rasga; (un disgusto) de
padre y muy señor mío; etc. Llamaremos locuciones verbales a las que se componen
de un verbo que asimilando su complemento directo y preposicional, forma un
predicado complejo. Así como dar bofetadas o de bofetadas a una persona significa
“abofetearla”, ponerla de vuelta y media equivale a “insultar”; subirse a la parra
significa “encolerizarse”; y tomar el olivo, “huir”. También hay locuciones
participiales, como hecho un brazo de mar, hecho un mar de lágrimas, etc.

Las locuciones adverbiales ya se venían estudiando en las Gramáticas, según


dijimos, con el nombre de “modos”; pero preferimos nuestra denominación, porque si
la tradicional es adecuada cuando la locución equivale a un adverbio de modo, puede
240

inducir a confusión cuando el sentido corresponde a un adverbio de tiempo, de lugar,


de cantidad, etc. (...) Hay también locuciones pronominales, porque hacen oficio de
pronombres. Este cura, un servidor, representan a la persona que habla; cada
quisque, el más y el que menos equivalen a los indeterminados “cualquiera” o
“cualesquiera”; uno que otro es tanto como “algunos”. Y, por último, mencionaremos
entre las locuciones conceptuales las que podríamos llamar interjectiva, como son
los votos, reniegos y juramentos y, en general, las exclamaciones en que entran varias
palabras: v. gr.: ¡Ancha es Castilla! ¡Anda la órdiga! ¡Voto a bríos! ¡Por vía del
chápiro verde!

En cuanto a locuciones conexivas sólo nos interesa distinguir las conjuntivas,


como ahora bien, con tal que, a pesar de que, como quiera que, etc., y las
prepositivas, como en pos de, en torno a, por encima de, al través de, etc.
241


S. Ullmann
51
CAPITULO 2

LA NATURALEZA DE LAS PALABRAS

And so tbe Word had breath, and wrough!


With human hands the creed of creeds
In loveliness of perfect deeds,
More strong than all poetic thought.52

Este pasaje de In Memoriam, de Tennyson, es un ejemplo típico de los numerosos


intentos realizados por los poetas para cristalizar, en forma de imagen, su visión
interna de la palabra. Muchas de estas imágenes son de origen bíblico; su principal
fuente de inspiración es el capítulo inicial del Evangelio de San Juan. Otras repiten el
repertorio de metáforas de la antigüedad clásica. La comparación entre las palabras y
el dinero, que hemos encontrado en Bacon53 y que reaparece en varios escritores
modernos, ya era corriente entre los antiguos autores griegos y romanos54; Horacio,
por ejemplo, habla de emitir palabras nuevas marcadas con la impresión del cuño del
año55. Algunas de estas imágenes están arraigadas en una analogía intemporal y
universalmente válida, otras reflejan modas cambiantes, otras en fin brotan de un
modo de percepción altamente personal. En esta rica y variada imaginaría centrada
sobre la palabra, se destacan claramente uno o dos temas persistentes. Así es usual
pintar a las palabras como armas afiladas. Esta noción no se limita a nuestra

51
Tomado de: Semántica: Introducción a la ciencia del significado. Ed. Aguiar, España
52
“Y así la Palabra tuvo aliento, y forjó con manos humanas el credo de los credos en la belleza de
las obras perfectas, más fuerte que todo pensamiento poético.”
53
Véase anteriormerte, pág. 16.
54
Véase H.WEINRICH, “Münze und Wort, Untersuchungen an einem Bildfeld”, Romanica.
Festschrift für Gerhard Rohlfs, Halle a. S., 1958, págs. 508-21.
55
“... licuit semperque licebil Signatum praesente nota producere nomen.” (Ars Poetica, vs. 58 y sgs.)
242

civilización; los indios kwakiutl, de la isla de Vancouver, tienen un símil notable: “las
palabras del habla hieren a los huéspedes, como una lanza hiere la caza o como los
rayos del sdol hieren la tierra”56. En Much Ado About Nothing, Benedicto dice de
Beatriz: “Habla puñales y cada palabra suya es un golpe” (Acto 11, escena 1) 57, y
Oscar Wilde se refiere a las palabras que cortan el aire como una daga (Dorian Grey,
cap. 5). Tenemos una variación del tema de las armas cuando Swift habla de la
“artillería de las palabras” (*Ode to Sancroft), o Emerson de “palabras tan duras
como balas de cañón” (*Essays II), y una versión todavía más moderna en
expresiones corrientes como una “andanada” o una “cortina de humo” de palabras.

Otro tema metafórico favorito es la descripción de la palabra como un agente o


sustancia química. Encontramos esto en una forma simple en *Progress of Poesy, de
Thomas Gray:

Bright-eyed fancy, hovering o’er,


Scatters from her pictured urn
Thoughts, that breathe, and words that burn58,
y en una forma muy elaborada en el famoso episodio de las palabras heladas en
Rabelais:

Lors nous jecta sus le tillac pleines mains de paroles gelées, et sembloient
dragée perlée de diverses couleurs. Nous y vismes des mots de gueule, des mots de
sinople, des mots d’azur, des mots dorés. Lesquels estre quelque peu eschauffés entre
nos mains fondoient comme neiges, et les oyons réalement59.

56
F. BOAS. “Metaphorical Expressions in the Language of the Kwakiutl Indians.”, en Donum
Natalicium Schrijnen, Nijmegen-Utrecht, 1929, págs. 147-53.
57
SHAKESPEARE, Obras completas, trad. Astrana Marín, 10 a ed., Aguilar, Ma- drid. 1951, pág.
1158.
58
“La Fantasía ojialegre, revoloteando, esparce de su pintada urna pensamientos que alientan y
palabras que arden”.
59
“Entonces nos arrojó sobre la tilla manojos de palabras heladas, y parecían grageas perladas de
diversos colores. Vimos allí palabras de gules, palabras de sinople, palabras de azur, palabras
doradas, las cuales al calentarse un poco entre nuestras manos se fundían como nieve, y las oíamos
realmente”. (Quart Livre, cap. 56.).
243

Proust habla repetidamente de palabras que forman una costra y obstruyen los
canales de nuestra vida interior, mientras que otras, “ligeras, fluidas y respirables”,
circulan libremente en nuestro sis- tema 60. De esta extraña química de la palabra solo
hay un paso a lo que Rimbaud llamó su “alquimia” 61. Este escritor abrigaba la
esperanza de que podría “inventar un lenguaje poético que fuese un día accesible a
todos los sentidos”. Maupassant ha hablado de la luz que algunas palabras emiten
cuando entran en contacto con otras, y en nuestro propio tiempo el novelista Jean
Giono ha descrito la palabra como algo que apela a todos nuestros sentidos, algo que
tiene un peso, una luz y un gusto propios62.

La fascinación que poseen las palabras para el escritor creador explica el hábito de
personificarlas y visualizarlas como animales o seres humanos. Ya hemos visto que
Horacio las comparaba con los pájaros, y Shelley, en una vena más siniestra, con una
nube de serpientes aladas (págs. 11 y 48). A Milton se le aparecían como “ágiles y
63
aéreos servidores girando en derredor a nuestro mandato” (*Apology for
Smectymnus), y en David Copperfield Dickens trazó un cuadro similar de un “grande
y superfluo establecimiento de palabras” que nos sirven como criados de librea en
una ocasión de gran ceremonia64. La suprema forma de personificación es alcanzada
en el poema de Víctor Hugo, Réponse á un acte d'accusation. Suite, en donde un
crescendo de imágenes casi surrealistas nos conduce a una verdadera apoteosis de la
Palabra. Entre las innumerables maneras como aparece la palabra en este poema hay
algunas metáforas animales perturbadoras: las palabras bullen en enjambres en
nuestra mente, abren sus manos, garras y alas, se mueven como pólipos negros en el
océano del pensamiento o se arrastran como serpientes monstruosas, devorándolo

60
Véase mi Style in the French Novel, pág. 202.
61
Cf. la sección “Alchimie du verbe”, en Une saison en enfer.
62
“Antes de escribir una palabra, yo la gusto como un cocinero gusta el producto que va a poner en su
salsa; la examino a la luz como un decorador examina un jarrón chino que quiere hacer resaltar; la
peso como un químico que vierte en una probeta un cuerpo que puede hacer volar todo, y no empleo
más que palabras de las que sé el sabor íntimo y la potencia de evocación y de resonancia.” (Cf. Style
in the French Novel, pág. 228, n. 3.).
63
“Nimble and airy servitors tripping about us at command.”
64
“Large superfluous establishment of words.” Cap. 52. pág. 707. de la ed. Everyman. Cf.
JESPERSEN, Growth and Structure of the English Language, 6.a ed., Leipzig. 1930. pág, 126.
244

todo, oscureciendo la tierra como moscas sobre un campo. Otras personificaciones


asimilan la palabra a los seres humanos:

Le mot veut, ne veut pas, accourt, fée ou bacchante...


Tel mot est un sourire, et tel autre un regard...
Les mots sont les passants mystérieux de l’âme...

Algunas de las imágenes evocan visiones aterradoras de la palabra manteniendo en


cautiverio a la tierra y minando la vitalidad de los hombres:

...présent partout, nain caché sous les langues,


Le mot tient sous ses pieds le globe et l'aswrvit...
Mets un mot sur un homme, et l’homme frissonnant
Sèche et meurt, pénétré par la force profonde...,

mientras que otras, en una paráfrasis poética del Génesis, celebra en su potencia
cósmica y su fuerza creadora:

A son haleine, I’âme et la lumière aidant,


L’obscure énormité lentement s’exfolie... 65.

El poema culmina en un fortissimo que ya ha sido citado (pág. 6): seis poderosas
imágenes estallan en un solo verso y son seguidas por una proclamación triunfante
que tiene ecos de las palabras del Evangelio:

II est vie, esprit, germe, ouragan, vertu, feu;


Car le mot, c’est le Verbe, et le Verbe, c’est Dieu.

El propósito de esta digresión era esclarecer indirectamente actitud hacia las


palabras del hombre ordinario que habla, mostrando cómo-aparecen a la exaltada
sensibilidad del escritor imaginativo. No cabe duda de que la apreciación de las
palabras, como distintas de otras unidades lingüísticas, yace en la raíz misma de la
concepción entera que el hombre tiene del lenguaje. En la página escrita y en la
65 “
La palabra quiere, no quiere, acude, como un hada o una bacante... Tal palabra es una sonrisa, tal
otra una mirada... Las palabras son los transeúntes misteriosos del alma..., presente en todas partes, un
enano escondido bajo las lenguas, la palabra tiene bajo sus pies el globo y lo esclaviza... Pon una
palabra sobre un hombre, y el hombre tembloroso se seca y muere, penetrado por la fuerza profunda...
A su aliento con la ayuda del alma y la luz, la oscura enormidad lentamente se exfolia.”
245

impresa, se enfrenta con palabras netamente delimitadas como elementos discretos, y


en el diccionario las encuentra en estado “puro”, libres de asociaciones contextuales,
cada una de ellas puesta a la vista como una entidad independiente con su propio
significado o significados. El vocabulario da así la impresión de un vasto sistema
ordenado en el que todos los artículos de nuestra experiencia están registrados y
clasificados. Estamos tan convencidos de la validez de nuestras palabras que
automáticamente suponemos la existencia de cosas detrás de los rótulos, e
implícitamente creemos en la realidad de las ideas abstractas. Es esta aceptación sin
crítica de los -ismos y otros “fantasmas debidos al poder refractor del medio
lingüístico”66, lo que los filósofos y otros críticos del lenguaje nunca se cansan de
denunciar (cf. págs. 12 y 13).

No sólo está convencido el hablante ordinario del valor y efectividad de sus


palabras; incluso está receloso de su poder y su “tiranía” 67. Como un medio de
autoprotección se ha rodeado de varios tabúes verbales que van desde las
supersticiones burdas hasta las prohibiciones y rituales elaborados, tales como la
evitación del nombre de Dios en algunas religiones, tales tabúes, que se encuentran en
todos los niveles de civilización, han dejado su huella en nuestro vocabulario y han
desempeñado un papel importante en los cambios semánticos; serán considerados en
detalle en el último capítulo.

Hasta la gente que normalmente no piensa mucho acerca de las palabras puede
apreciarlas fácilmente. Esto se halla confirmado por ciertas observaciones hechas por
el fallecido Edward Sapir sobre el habla de los indios americanos: “El indio
ingenuo”, escribe, “completamente desacostumbrado al concepto de la palabra
escrita, no tiene, sin embargo, ninguna dificultad seria en dictar un texto a un
erudito lingüista palabra por palabra; tiende, por supuesto, a juntar sus palabras
como en el habla real, pero si se le hace parar y se le da a entender lo que se desea,
66
OGDEN-RICHARDS, op. cit., pág. 96.
67
Véanse especialmente S. CHASE, The Tyrany of Words, ed. Londres, 1938; íd., The Power of
Words, ed. Londres, 1955; T. T. SEGERSTEDT, Die Macht des Wortes, trad. Alemana, Zurich, 1947.
246

prontamente puede aislar las palabras en cuanto tales, repitiéndolas como unidades”
(op. cit., págs. 33 y sgs.). Esta apreciación potencial de las palabras se aguzará
naturalmente con la instrucción; de hecho, se ha sugerido que una palabra podría
definirse como "un segmento de una oración limitada por puntos sucesivos en el que
es posible una pausa"68.

La apreciación de las palabras por el hablante ordinario, en la medida en que puede


indagarse por métodos objetivos, es un hecho psicológico de considerable
importancia69; no proporciona, sin embargo, una guía segura para la estructura real
del lenguaje. Se deben buscar, por tanto, criterios puramente lingüísticos, que
confirmarán, invalidarán o limitarán esta creencia implícita en la independencia de la
palabra. A este fin consideraré brevemente las palabras desde tres puntos de vista:
como elementos fonológicos, como unidades gramaticales y como portadores de
significado.

1. La palabra como unidad fonológica

En el fluir del habla, las palabras individuales rara vez se destacan corno unidades
fonéticas. Dos o más palabras pueden combinarse en un solo grupo fónico, sin
interrupción, y dentro de estos grupos, las palabras pueden perder su énfasis e incluso
quedar mutiladas y unidas. En francés, este proceso de encaje y de pérdida de énfasis
puede conducir a veces a la ambigüedad, como en el retruécano atribuido a Luis
XVIII en su lecho de muerte: “Allons, finissons-en, charlatans”70, en donde la última
palabra puede también interpretarse como “Charles attend” 71. En un pareado de Marc
Monnier, citado con frecuencia, los dos versos son fonéticamente idénticos, aunque
están constituidos por palabras enteramente diferentes:

68
HOCKETT, op. cit., pág. 167
69
Cf. A. MIRAMBEL, “Essai sur la notion de conscience linguistique”, Journal de Psychologie, IV
(1958), págs. 266-301
70
“Vamos, acabemos, charlatanes.”
71
“Carlos espera”, una referencia al futuro Carlos X, hermano de Luis XVIII y heredero del trono.
247

Gal, amant de la reine, alla, tour magnanime,


Galamment de l’Arène à la Tour Magne, à Nimes72.

Semejante pérdida de independencia en el habla trabada puede tener efectos


permanentes en la forma de una palabra. Puede dar por resultado o bien una
“reconfiguración”73 de su sustancia, o bien el uso de dos o más formas variantes
según el contexto. Hay diversos ejemplos de reconfiguración en inglés. Algunas
palabras han perido una |n| inicial a causa de que se percibía como perteneciente al
artículo indefinido; así nafu-gar del antiguo inglés, “nave-borer”, se ha convertido en
an auger [un taladro]; naedre, del antiguo inglés, ha dado an adder [una serpiente], y,
entre las palabras extranjeras, naperon, del antiguo francés, se ha cambiado en an
apron [un delantal], nonper en an umpire [un árbitro], y el vocablo árabe naranj en el
inglés y francés orange74. También hay testimonios del proceso opuesto, en el que una
|n| se separa del artículo indefinido y se une a la palabra siguiente: a newt [una
lagartija] procede de an ewt, y a nickname [un apodo] de an eke-name, literalmente
un “nombre adicional”. No todas las reconfiguraciones son debidas a la confusión con
el artículo indeterminado: for the nonce [al presente] debería ser realmente for then
once, el verbo to atone [acordar] proviene de la frase at one [a una]; los tres Ridings
[distritos] de Yorkshire fueron originalmente thridings. “terceras partes, tercios”,
cuya|th|inicial se confundió con la |t|o la |th| final de East, West y North [este, oeste y
norte]. Análogamente, el vocablo francés lierre, “yedra”, se remonta a l’ierre (latín
hedera), en donde el artículo determinado l’ se unió erróneamente a la palabra; dinde,
“pava”, se deriva de coq d’Inde, poule d’Inde, “gallo de India, gallina de India”,
mientras que el término griego apotheke ha perdido su vocal inicial absorbida por el
artículo determinado en la palabra francesa boutique, “tienda”. Una mutilación más
reciente y drástica es el término francés chandail, “chaleco de punt”", que procede de

72
“Gal, amante de la reina, marchó, gesto magnánimo, galantemente de la Arena a la Torre Magna en
Nimes.”
73
HOCKETT, op. cit., págs. 287 y sgs., considera la “reconfiguración” como un caso especial de la
“reinterpretación” o “metanálisis”. Cf. JESPESEN, Language its Nature, Development and Origin,
Londres, reimp, 1934, pág. 173
74
Cf., en cambio, el término español naranja y el húngaro naranes, en los que se ha conservado la n-.
248

marchand d’ail, “vendedor de ajos”, ya que esta prenda era popular entre los
verduleros del Mercado Central de París (Bloch-Wartburg).

La existencia de dos o más formas variantes usadas en diferentes contextos


fonéticos se conoce en la lingüística con el nombre de sandhi, un término tomado de
la antigua gramática hindú, que sig- nifica literalmente “acumulación”. Un ejemplo
muy conocido es la elisión y la ligazón en francés: le garçon—l’homme [el muchacho
—el hombre], les garçons—l’hommes [los muchachos—los hombres]. Estos rasgos
pueden desempeñar un papel importante en la diferenciación de homónimos: l’être
“el ser”—le hêtre “la haya”, plural les êtres—les hêtres. La razón de que exista la
llamada “h aspirada”, es decir, un hiato compulsorio, en le héros, “el héroe”, pero no
en el femenino héroïne ni en el adjetivo héroïque, se debe a la necesidad de evitar la
confusión en el plural entre les héros, “los héroes”, y les zéros, “los ceros” 75Algunas
palabras francesas tienen tres formas diferentes según su entorno fonético: el numeral
six [seis] se pronuncia |sis|al final de un grupo ernitido sin interrupción, |siz|delante de
una palabra que empieza por vocal (six ans), y |si|ante una palabra que comienza por
consonante (six garçons). Las lenguas célticas tienen un sistema de reglas shandi
todavía más intrincado: en el irlandés moderno, |‘uv|, “huevo”, adquie- re una t- en |
an ‘tuv|, “el huevo”, una n- en |na ‘nuv|, “del huevo”, y una h- en |a ‘huv|, “su huevo
(de ella)”76.

Resulta claro de lo que precede que las palabras individuales no son tratadas
normalmente como unidades fonéticas en el habla. Surge ahora la cuestión de si
deberían ser consideradas como unidades fonológicas en la lengua. Hace un cuarto de
siglo, K. Bühler sugirió que las palabras tienen un “sello fonemático” distintivo 77, y

75
Esto ya fue reconocido por el gramático del siglo XVII Vaugelas; cf. J. ORR. Words and Sounds in
English and French, Oxford, 1953, pág. 138.
76
BLOOMFIELD, Language, pág. 188.
77
Op. cit., págs. 297 y sgs. Véanse sobre estos problemas REICHLING, ROSETTI y TRUBETZKOY,
op. cit.; CH. BALLY, Linguistique générale et linguistique française, 3a ed., Berna, 1950, págs. 320 y
sgs., y artículos por B. COLLINDER (Språkvetenskapliga Sällskapets in U psala Förhandlingar, 1937-
39, págs. 63-75), P. DELATTRE (Le Français Moderne VIII (1940), págs. 47-56), H. GALTON
(Archivum Linguisticum, VII (1955), págs. 123-39). A. W. DE GROOT (Neophilologus, XXIV (1939),
249

recientes investigaciones han descubierto, en efecto, cierto número de rasgos que


sirven para indicar los límites de las palabras 78 o para mostrar de una manera más
general la unidad fonológica de la palabra:

1) Acento. —En las lenguas con acento fijo, este no tendrá evidentemente ninguna
función distintiva (ver más arriba, págs. 28 y sgs.), sino que actuará meramente como
un “signo delimitativo" que manifiesta dónde empieza o dónde termina una palabra.
En finés, húngaro y en checo todas las palabras están acentuadas en la primera sílaba,
en polaco en la penúltima, y en francés —en la medida en que existe en todo caso un
acento independiente— en la última sílaba. Las reglas latinas de acentuación son más
complejas, pero en tanto que hay reglas generales, el acento puede estimarse como
una indicación de las fronteras de las palabras.

2) Alargamiento compensatorio. —En algunas lenguas, la pérdida de un sonido es


compensada por el alargamiento de otro sonido de la misma palabra. Al vocablo
finlandés antura, “quilla”, corresponde en estoniano la forma andu, con |n| larga, en
donde la pérdida de la vocal final está contrapesada por el alargamiento de la |n|79 .

3) Sonidos iniciales y combinaciones de sonidos. —Cada lengua tiene unas formas


propias y características de estructuración de 1as palabras. Ciertos sonidos, o
combinaciones de sonidos, por ejemplo, nunca o pocas veces se encuentran al
comienzo de las palabras en una lengua particular. Así el sonido |z|, que es muy
común en el interior o al final de las palabras inglesas o francesas, es extremadamente
raro en la posición inicial: hay menos de doscientos ejemplos en el Shorter Oxford
English Dictionary80, y casi el mismo número en el Nouveau Petit Larousse (ed.
1954), y la mayoría de las escasas palabras que empiezan con una |z| son términos
págs. 221-33), D. JONES (Le Maître Phonétique, IX (1931), págs. 60-5), etc. Sobre las conexiones
entre los límites de las palabras y la “juntura” (“transición abrupta” como en night rate—variación
nocturna—en contraposición a nitrate—nitrato—), véase HOCKEET, op. cit., págs. 58 y sgs.
78
“Signos delimitativos” (Grenzsignale) en la terminología de Trubetzkoy. Cf. recientemente V. M.
ZHIRMUNSKU, Voprosy Jazykoznanija, 1961. núm. 3, págs. 3-21
79
COLLINDER, loc. cit., pág. 67.
80 a
3 ed. revisada, reimp. 1952.
250

raros, cultos y extranjeros. Análogamente, algunas lenguas no toleran ciertas


combinaciones de sonidos iniciales que son comunes en otros y que en un tiempo
fueron aceptables dentro de una lengua; así la oclusiva en los grupos iniciales |kn-| y |
gn-|viene siendo muda en inglés desde el siglo XVII, aunque todavía se escribe knave
[bribón], gnaw [roer], etc., y el grupo inicial |ps-1| ha ido desenvolviéndose en el
mismo sentido, dando así P. G. Wodehouse su celebrado equívoco: “Psmith— la p es
muda”. Es de todos sabido que las palabras tomadas de una lengua extranjera a
menudo se adaptan a la estructura fonética del idioma receptor: tanto la palabra finesa
como la húngara para significar “libre” se basan en formas eslavas del tipo de svobod,
pero el grupo inicial |sv-|se ha reducido por desaparición del primer elemento o del
segundo: en finés vapaa, en húngaro szabad.

4) Armonía vocálica. —En algunas lenguas la unidad fonológica de la palabra está


eficazmente subrayada por la armonía vocálica, lo cual quiere decir que la estructura
vocálica del tema determina la de los sufijos e inflexiones que le siguen. Muchos de
tales sufijos e inflexiones tienen dos formas, una con una vocal o vocales palatales y
la otra con vocales velares, y dependerá de la estructura del tema cuál de las dos
variantes le será añadida81. Como las lenguas de este tipo (finés, húngaro y turco) son
altamente aglutinantes e inclinadas al empleo de numerosas inflexiones y sufijos
alineados en un orden fijo, con frecuencia cabe encontrar una serie entera de
semejantes elementos ajustándose todos a la misma norma vocálica, como en las
siguientes palabras húngaras: kegy-etlen-ség-ük-ben “en su crueldad (de ellos)”,
literalmente: “humani-dad-in-su-en” gond-atlan-ság-uk-ban “en su negligencia (de
ellos)”, literalmente: “considera-ción-in-su-en” en donde las inflexiones y sufijos
están soldados en una palabra unificada de acuerdo con la norma predeterminada de
la armonía vocálica, reforzada por una vigorosa acentuación en la sílaba inicial.

81
Puede haber incluso tres variantes, una con una vocal velar, otra con una vocal patatal cerrada y la
tercera con una vocal patatal abierta: en húngaro, ajtó, “puerta” —ajtóhoz, “hacia la puerta”; tüz,
“fuego” —tuzhöz, “hacia el fuego”; víz, “agua” —vízhez, “hacia el agua”.
251

Resultará claro así que las lenguas tienen sus medios propios, algunos muy
enérgicos, otros más discretos, para mostrar la unidad de la palabra en el plano
fonológico, independientemente de lo que pueda acontecerle en el plano fonético, en
la fluencia efectiva del habla.

2. La palabra como unidad gramatical. Palabras plenas y palabras-formas

La consideración de la palabra como elemento gramatical suscita, ante todo, una


cuestión bastante trivial: las formas del mismo tema modificadas por inflexión ¿han
de ser consideradas como una palabra sola o como varias? En los diccionarios y
vocabularios son tratadas usualmente como una sola palabra, aun en el caso extremo
conocido como “supleción”, en donde un paradigma es proporcionado por dos o más
temas separados: good—better [bueno—mejor], go—went [ir—fui], en francés je
vais “yo voy” —nous allons “nosotros vamos” —j’irai “yo iré”, etc. Esta cuestión
nos lleva a otra más interesante: el contraste entre la estructura “concreta” y la
“abstracta” de las palabras82. En el latín y en otras lenguas de abundante inflexión
sucede a menudo que una palabra.

Una distinción más importante relacionada con la situación gramatical de la palabra


es la que se da entre las “palabras plenas”, y las “palabras-formas”. Esta dicotomía
se remonta a Aristóteles83 y ha reaparecido, en diversos aspectos y bajo diferentes
nombres, en muchas obras filosóficas y lingüísticas; los términos aquí utilizados
fueron introducidos por Henry Sweet en su New English Grammar84. La distinción se

82
Véanse A. MEILLET, “Le caractère concret du mot”, op. cit., II, págs. 9-13, y P. NAERT,
“Réflexions sur le caractère concret du mot dans les langues anciennes et dans les langues modernes”,
Acta Linguistica, II (1940-41), págs. 185-91. no existe en estado abstracto, como una pura designación
de la cosa que representa: hay annus, nominativo singular; annum, acusativo singular; annorum,
genitivo plural, etc., pero no hay ninguna forma particular que denote la idea de “año” en cuanto tal,
sin especificar su función en la oración. En este sentido, la palabra latina es concreta, es decir,
gramaticalmente determinada, mientras que el francés an o el inglés year son abstractas,
gramaticalmente neutrales hasta que son colocadas en una expresión específica.
83
Véase: ROBINS, Ancient and Mediaeval Grammatical Theory, págs. 19 y sgs.; cf. anteriormente,
pág. 5.
84
Oxford, 1892, vol. 1, págs. 22 y sgs.
252

basa en un criterio puramente semántico. Consideremos los dos grupos siguientes de


palabras:
tree [árbol] the [el, la, los, las]
sing [cantar] it [ello]
blue [azul] of [de]
gently [suavemente] and [y]

Es obvio que las palabras de la primera columna tienen algún significado aun
cuando aparezcan aisladas, tal como ocurre en esta página, mientras que las de la
segunda columna no tienen significado propio independiente: son elementos
gramaticales que contribuirán al significado de la frase o de la oración cuando se usen
en conjunción con otras palabras85. Como diría una moderna escuela de pensamiento,
las palabras plenas son “autosemánticas”, significativas en sí mismas, en tanto que los
artículos, preposiciones, conjunciones, pronombres, adverbios pronominales y
similares son “sinsemánticas”, es decir, significativas solo cuando se encuentran en
compañía de otras palabras86.

Dejando de lado por el momento la cuestión de si cualquier palabra puede ser


estimada como significativa en sí misma, el contraste entre los dos tipos de palabras
parece ser evidente de suyo y fundamental. Hay, no obstante, una dificultad. Los
lingüistas modernos se muestran hostiles a reconocer ninguna categoría gramatical
sobre bases semánticas únicamente; solo reconocen tales categorías cuando reciben
expresión formal en una lengua determinada. Las palabras-formas no pueden, por
tanto, establecerse como una categoría especial, a menos que pueda probarse que
existen algunos rasgos fonológicos o gramaticales que las distingan de las palabras
plenas.

85
Por esto Aristóteles las denominó ó, “conjunciones”, dando a este término una
significación mucho más amplia que aquella en la que lo usamos hoy.
86
Esta distinción fue propuesta primero por A. Marty y desarrollada posteriormente por O. Funke;
véanse más recientemente las Proceedings of the Seventh Internacional Congress of Linguists, págs.
252 y sgs. Cf. B. TRNK, Omagiu lui Al. Graur, Bucarest, 1960, págs. 761-3.
253

En el nivel fonológico, semejantes rasgos no son numerosos, pero hay algunos


ejemplos bien definidos. El caso más sorprendente en inglés es el tratamiento del
grupo th- inicial. En las palabras plenas, este sonido es siempre sordo: thank
[agradecer], theft [hurto], thin [delgado], thorn [espina], thread [hilo], thump
[porrazo], etc., mientras que en las palabras-formas es regularmente sonoro: than
[que], the [el], then [entonces], there [allí], they [ellos], this [este], those [aquellos],
though [aunque], thus [así], etc. Solo hay una excepción: through [a través de], que es
la única palabra-forma que principia por th- más consonante; la presencia aquí de la r
haría difícil pronunciar una th- sonora. Una formulación más precisa de la regla sería
la de que el grupo th- inicial seguido de una vocal es sonoro en las palabras-formas y
sordo en las palabras plenas.

En francés, cierto número de palabras-formas están constituidas por una consonante


más la llamada “e muda”, y la e se elide usualmente cuando la palabra siguiente
empieza por vocal, de suerte que la palabra-forma se reduce a una consonante sola.
Esta estructura mínima de las palabras se encuentra en el artículo y el pronombre le,
la preposición de, la conjunción que, la partícula negativa ne y cierto número de
formas pronominales: ce, je, me, se, te. No se encuentra en ninguna palabra plena en
francés.

En el sistema gramatical, ciertas palabras-formas no solo desempeñan el mismo


papel que las inflexiones, sino que en algunos casos son intercambiables con ellas.
“My friend’s mother” significa exactamente lo mismo que “the mother of my friend”
[la madre de mi amigo]. En latín aptus, “apto”, puede construirse o bien con el dativo
o bien con la preposición ad más el acusativo. En inglés, algunos comparativos y
superlativos se forman con las terminaciones -er, -est; otros con los adverbios more,
most, y hay casos en que ambos son permisibles: stupidest—most stupid
[estupidísimo—muy estúpido]. El efecto estilístico del “curiouser and curiouser” de
Alicia en el País de las Maravillas, es debido a esta posibilidad de elección. Esta
254

afinidad entre las inflexiones y las palabras-formas distingue a las últimas de una
manera muy definida de las palabras ordinarias.

La diferencia entre los dos tipos de palabras puede también ponerse de relieve en el
orden de las palabras. En francés, el pronombre personal átono puede estar separado
de su verbo por una o mas palabras-formas, pero nunca por una palabra plena: je
crois, “yo creo”; je ne le crois pas, “yo no lo creo”; je n’y crois pas, “yo no creo en
ello”. La estructura inglesa es muy diferente de la francesa a este respecto: “I rarely
see HIM”—je LE vois rarement [yo lo veo raramente].

A la luz de semejantes criterios formales, se puede aceptar con seguridad la


distinción tradicional entre palabras-formas y palabras plenas. Pero inmediatamente
surgirá otra cuestión: si las palabras- formas se diferencian así de las palabras plenas
y si, tienen una función puramente gramatical, ¿pueden, en modo alguno, ser
consideradas como palabras? Esta pregunta, como la precedente, habrá de
responderse en primer lugar con argumentos formales en vez de semánticos.

El primer punto a dilucidar es el de si las palabras-formas satisfacen la definición de


la palabra dada en la pág. 32: si son “formas mínimas libres” capaces de actuar como
una expresión completa. Algunas palabras-formas, tales como los pronombres o los
adverbios pronominales, con frecuencia aparecen aisladas, pero las preposiciones,
conjunciones y artículos rara vez subsistirán por sí mismos, aunque cabe imaginar
oraciones sumamente elípticas en las que sí subsistan: una persona impaciente puede
interrumpir las palabras de alguna otra con un “¿Y?” aislado para apresurar el relato.
En el caso del artículo, Bloomfield ha sugerido una salida ingeniosa de esta
dificultad: puesto que el uso del artículo es estrechamente paralelo al de los
pronombres this y that, que son, indudablemente, formas libres, el artículo también
debería clasificarse como tal:

this thing: that thing: the thing [esta cosa: esa cosa: la cosa]
255

this : that : (the)87 [esta: esa: la]

Desde el punto de vista fonológico, las palabras-fomnas están sometidas a las


mismas reglas de estructura que las palabras plenas, teniendo, además, como hemos
visto, algunas peculiaridades propias. Si todas las palabras de una lengua están
acentuadas en la primera sílaba, todas las palabras-formas lo estarán de esa manera.
Si los grupos |kn| y |gn| iniciales no son permisibles en las palabras inglesas, ninguna
palabra-forma comenzará con estos grupos. En las lenguas con armonía vocálica, las
palabras-formas se regirán por las mismas reglas que el resto del vocabulario: en
húngaro, la postposición alatt “debajo”, da la forma posesiva alatt-am, “debajo de
mí”, mientras que fölött, “encima”, da fölött-em, “encima de mí”. El criterio de la
“pausa potencial” después de cada palabra, que se mencionó más arriba (pág. 46), es
aplicable igualmente a las palabras-formas; el hablante ordinario, acostumbrado
corno está a escribirlas y verlas escritas como palabras separadas, no tiene ninguna
duda sobre su condición independiente.

¿Pueden reputarse las palabras-formas como unidades independientes desde el


punto de vista gramatical? Muchos eruditos responderían negativamente. Argüirían
que los artículos, las preposiciones y los pronombres personales con oficio de sujeto
son, en inglés y en francés, exactamente paralelos a las declinaciones y terminaciones
verbales en latín—siendo la única diferencia real la de que estas son sufijos, mientras
que aquellos están prefijados a las palabras que modifican—. Veamos el contraste
entre el latín y el francés:

soror-i, “a la hermana” à la soeur


soror-is, “de la hermana” de la soeur
dic-o, “digo” je dis
dic-is, “dices” tu dis

Un lingüista ha descrito la construcción francesa moderna como una especie de


“inflexión por prefijos” (flexión par l’avant)88. Hay, indudablemente, alguna verdad

87
Language, pág. 179.
88
J. VENDRYES en “Meillet”, op. cit., vol. I, pág. 17; cf. BALLY, op. cit., pág. 301.
256

en este argumento; pero sería erróneo equiparar las palabras-formas del inglés o del
francés con las terminaciones inflexionales del latín. Existen dos diferencias
importantes. En primer lugar, las palabras-formas inglesas y francesas son separables
de los términos que modifican, mientras que las inflexiones latinas no lo son 89. Así,
puede colocarse un adjetivo entre el artículo y el nombre: “à la soeur—à la jolie
soeur”, “to the sister—to the pretty sister” [a la hermana—a la linda hermana],
mientras que el dativo singular latino sorori es una unidad indivisible. Análogamente,
los pronombres personales sujetos pueden separarse de su verbo en inglés y en
francés (ver más arriba, págs. 52-53), pero en latín nada puede intercalarse entre el
tema verbal y la desinencia. En segundo lugar, algunos pronombres personales
sujetos son inversibles en inglés y en francés: “il dit—dit-il”, “he says—says he” [él
dice—dice él], en tanto que en latín las terminaciones inflexionales nunca pueden
invertirse. Resulta así sobradamente claro que las palabras-formas inglesas y
francesas no son equivalentes a las inflexiones latinas y que tienen mucha más
independencia que estas.

Resumiendo: cabe probar por criterios puramente formales, sin recurrir al


significado, que las palabras-formas tienen algunos rasgos en común con las palabras
plenas, pero que difieren de ellas en otros aspectos. Dado su carácter híbrido, he
sugerido en otra parte que podrían denominarse “seudo-palabras” 90. No debe
pensarse, sin embargo, que la frontera entre las dos categorías es absoluta e
inmutable; como la mayoría de las fronteras de la lengua, puede ser cruzada, y
algunos elementos incluso pueden encontrarse a horcajadas sobre ella. Se ha cruzado,
por ejemplo, cuando el nombre latino casa se convirtió en la preposición francesa
chez, “en”, y el nombre latino homo en el pronombre personal indefinido francés on,
“uno, se”, o cuando la frase española vuestra merced se contrajo hasta dar el
pronombre de tratamiento. Otros elementos, tales como considering y
89
Este no es, sin embargo, un criterio universalmente válido. En portugués, por ejemplo, el futuro se
forma añadiendo ciertas terminaciones al infinitivo, pero los dos pueden estar separados por un
pronombre personal o reflexivo con oficio de objeto: servir-ei, “yo serviré”—servir-me-ei, “yo me
serviré”.
90
The Principles of Semantics. pág. 59.
257

notwithstanding, usados como preposiciones (“considering his age” = “in view of...”
[en vista de su edad], “notwithstanding his resistance” = “despite...” [a pesar de su
resistencia]), parecen hallarse a horcajadas sobre la línea de demarcación: en lo que
atañe a su función, son palabras-formas, pero, gracias a su conexión con los verbos
consider [considerar] y withstand [oponer], conservan algo de la autonomía
semántica de las palabras plenas. Un caso interesante es el de algunos participios
pasados franceses, tales como compris, “incluido”; vu, “visto”, etc., que, cuando se
usan preposicionalmente, no concuerdan en número y género con el nombre que los
sigue: “compris quelques réponses”, “incluido algunas respuestas” (en lugar de
comprises), “vu sa charge énorme”, “visto su carga enorme” (en vez de vue)91. Esta
falta de concordancia muestra claramente han de estimarse como palabras-formas,
pero una vez más conservan algo de su condición semántica independiente a causa de
su asociación con sus verbos.

Puede ocurrir inclusive que el mismo término pertenezca a varias clases de


palabras, de las cuales unas son palabras plenas y otras palabras-formas. Down, como
adverbio y como preposición [abajo, debajo de], es una palabra-forma, pero también
puede ser usada como una palabra plena: como adjetivo en “down train” [tren
descendente], como verbo en “to down tools” [tirar las herramientas], como nombre
en “ups and downs [altos y bajos], y en la locución familiar “have a down on
somebody” [tener dominio sobre alguien]. Pero si bien la línea divisoria no es
definitiva, y puede ser fluida ciertos puntos, no cabe duda sobre su importancia
fundamental en la estructura de la lengua.

Se ha dicho bastante ya acerca de las palabras-formas para mostrar que su función


es más sintáctica que léxica. Aunque poseen cierto grado de autonomía, son
funcionalmente más afines a 1as inflexiones que a las palabras plenas: su cometido en
la economía de la lengua es el de instrumentos gramaticales, más bien que el de
términos independientes. En consecuencia, su estudio caerá dentro de la sintaxis, no

91
Cf. M. GREVISSE, Le bon usage, 7.a ed., Gembloux-París, 1959, págs. 692 y sgs.
258

de la lexicología, y los importantes y complicados problemas semánticos relacionados


con ellas serán tratados en la parte semántica de la sintaxis. Como el presente libro se
ocupa solamente del significado léxico, no se prestará más atención a la semántica de
las palabras-formas.

3. La palabra como unidad de significado. El papel del contexto

“Cuando yo uso una palabra”, dijo Humpty Dumpty en Alicia en el País de las
Maravillas, “esta significa justamente lo que yo quiero que signifique—ni más ni
menos”. Algunos lingüistas, en su anhelo por subrayar la importancia del contexto y
por demoler la creencia de que hay un significado “propio” inherente a cada palabra,
van casi tan lejos como Humpty Dumpty en sus afirmaciones dogmáticas.
Declaraciones como la de que “le mot n’est que par le contexte et n’est rien par lui-
nême”92 que se oyen con frecuencia en nuestros días, no son ni exactas ni realistas.
Aunque es perfectamente cierto, e incluso una perogrullada, que las palabras se
encuentran casi siempre encastradas en contextos específicos, hay casos en que un
término subsiste enteramente por sí mismo, sin ningún apoyo contextual, y todavía
tendrá sentido. Un título de una sola palabra, tal como Resurrección, de Tolstoy;
Espectros, de lbsen, o Persuasión, de Jane Austen, puede estar poderosamente
cargado de significado y hasta títulos tan elípticos como If [Si], de Kipling, y Nothing
[Nada], de Henry Green, evocarán alguna suerte de idea. En la vida diaria uno se
pregunta a menudo: “¿Qué significa tal o cual palabra”, o “¿Cómo dirías tal o cual
palabra en francés?”, y si bien en algunos casos es difícil o incluso imposible
contestar, en otros puede hacerse así sin un momento de vacilación; nadie que sepa
francés tendrá ninguna dificultad en dar el equivalente de un adjetivo como amarillo;
de un verbo como escribir, de un nombre concreto como lápiz, o de un nombre
abstracto como igualdad. Si las palabras no tuvieran significado fuera de los
92
La palabra no existe más que por el contexto y no es nada por sí misma.” (ROSETTI, op. cit., pág.
38.) Sobre este problema. véase ahora T. SLAMA-CAZACU, Langage et contexte, La Haya, 1961,
esp. parte II, cap. 3. Cf. también L. ANTAL, “Sign Meaning and Context”, Lingua, XI (1961), págs.
211-19.
259

contextos sería imposible compilar un diccionario. “No hay escape ante el hecho”,
escribe un eminente semántico, “de que las palabras particulares tienen significados
más o menos permanentes, de que se refieren realmente a ciertos referentes y no a
otros, y de que esta característica es la base indispensable de toda comunicación”93.
Esto es solo sentido común, y ha sido confirmado recientemente por datos
experimentales. Una serie de pruebas destinadas a estudiar la influencia del contexto
ha mostrado que hay usualmente en cada palabra un sólido núcleo de significación
que es relativamente estable y que solo puede ser modificado por el contexto dentro
de ciertos límites94.

Al mismo tiempo, nadie negaría la importancia decisiva del contexto en la


determinación del significado de las palabras. En lo que concierne al papel del
contexto verbal, esto ya fue reconocido como fundamental por algunos de los
pioneros de la semántica moderna; Darmesteter, por ejemplo, habló de los diversos
elementos de una oración que “concurren”, por su distribución y su colocación, a
modificar el significado de las palabras individuales 95. Análogamente, la cita de
contextos fue reconocida como un principio guía en la lexicografía por el doctor
Johnson y más tarde por los editores del Oxford English Dictionary96. Los lingüistas
modernos, sin embargo, no solo han dado mayor énfasis al contexto, sino que han
ensanchado considerablemente su radio de acción y han indagado más profundamente
también su influencia sobre los significados de las palabras.

El alcance del término “contexto” ha sido ampliado en varias direcciones 97. Incluso
el contexto estrictamente verbal ya no está restringido a lo que precede y sigue
inmediatamente, sino que puede abarcar todo el pasaje, y a veces el libro entero, en
que se encuentra la palabra. Esta tendencia es particularmente notable en la crítica
93
STERN, op. cit., pág. 85.
94
T. CAZACU, “Le principe de l’adaptation au contexte”. Revue de Linguistique, I (1956), págs. 79-
118, esp. págs. 93 y sgs. (Editions de l’Académie de la République Populaire Roumaine.)
95
Op. cit., París, ed 1946, pág. 126; cf. BRÉAL, op. cit., 6.a ed., París 1924, págs. 145 y sgs., y J.
STÖCKLEIN, Bedeutungswandel der Wörter, Munich. 1898.
96
Cf. J. R. FIRTH, Papers in Linguistics, Londres, 1957, pág. 7.
97
Cf. I. A. RICHARDS, The Plilosophy of Rhetoric, Nueva York, 1936, páginas 32 y sgs.
260

estilística, en donde con frecuencia se reconoce que la significación completa de un


término importante sólo puede captarse a la luz de la obra en su conjunto. Cuando se
comienza a leer la novela La peste, de Camus, la palabra “peste” parece referirse al
principio a la enfermedad específica que devastó la ciudad de Orán por los años de
1940. Al avanzar la lectura percibimos gradualmente que el término tiene asimismo
diversas capas superpuestas de significación simbólica: es una alegoría de la
ocupación alemana de Francia y, en un sentido más amplio, del mal en todos sus
aspectos metafísicos y morales, y todas estas implicaciones continúan ensanchándose
y ahondándose hasta la oración final del libro98.

Además del contexto verbal, el lingüista debe también prestar atención al llamado
“contexto de situación”, que ya ha sido mencionado brevemente (pág. 37). Este útil
concepto fue introducido en la lingüística por el antropólogo Bronislaw Malinowski,
quien lo derivó de sus trabajos experimentales sobre la lengua y la cultura de los
habitantes de la isla Trobriand, en el Pacífico Sur 99. Significa, en primer lugar, la
situación efectiva en que se encuentra una expresión, pero conduce a una visión
todavía más amplia del contexto que abraza el fondo cultural entero frente al cual ha
de colocarse un acto de hablar.

“La concepción del contexto”, escribe Malinowski, “debe rebasar los límites de la
mera lingüística y trasladarse al análisis de las condiciones generales bajo las
cuales se habla una lengua... El estu- dio de cualquier lengua, hablada por un
pueblo que vive en condiciones diferentes de las nuestras y que posee diferente
cultura, debe llevarse a cabo en conjunción con el estudio de su cultura y de su
medio ambiente” (op. cit., pág. 306).

Este principio es de vital importancia para la semántica histórica. El significado


pleno y el tono de ciertas palabras solo pueden apresarse cuando las restituimos al
98
Véase J. CRUICKSHANK, Albert Camus and the Literature of Revolt, Londres, 1959, Cap. 8.
99
“The Problem of Meaning in Primitive Languages”, Suplemento I: a Meaning of Meaning, de
OGDEN-RICHARDS. Cf. J. R. FIRTH, op. cit., págs. 181 y sgs.
261

contexto cultural del período. El vocablo latino rex no es un equivalente exacto del
inglés king o del francés roi, desde el derrocamiento de la monarquía en los primeros
tiempos de la historia romana, adquirió una connotación nefanda y se convirtió en el
símbolo de la tiranía: “después de la expulsión de Tarquino el pueblo romano no
podía tolerar el oír la palabra rey”, escribe Cicerón en De re publica (Lewis and
Short). El contexto cultural es más apropiado aún para una comprensión cabal de las
llamadas “palabras-claves”100, que compendian los ideales de una civilización
particular: el ó 101
de la antigua Grecia, el cortegiano del Renacimiento
italiano, el honnête homme de la Francia del siglo XVII102, y sobre todo el gentleman
inglés103. Este último ha sobrevivido a sus réplicas continentales, pero ha habido
sutiles alteraciones de énfasis y cambios de implicación y de matiz, como puede
medirse comparando los pasajes siguientes:

I do not think a braver gentleman,


More active-valiant or more valiant-young,
More daring or more bold, is now alive
To grace this latter age with noble deeds.
* King Henry the Fourth, parte I, acto
V, escena 1104.

He was the mildest manner’d man


That ever scuttled ship or cut a throat,
With such true breeding of a gentleman,
You never could divine his real thought.
* Byron, Don Juan, canto III, est. 41105.

And thus he bore without abuse


100
Sobre las palabras-claves, véase G. MATORÉ, La méthode en lexicologie. Domaine français, París,
1953, págs. 67 y sgs.
101
“Un hombre perfecto un hombre como debe ser” (literalmente: “bello y bueno”) (Liddell and
Scott).
102
Sobre el desarrollo de este concepto, véase recientemente M. WANDRUSZKA. Der Geist der
französischen Sprache, Hamburgo, 1959, págs. 92 y sgs.
103
K. NYROP, “Qu’est-ce qu’un gentleman?”, en Linguistique et histoire des moeurs, París, 1934, cap
104
“No me parece que exista hoy más bravo caballero, de una actividad más valiente o de una más
corajuda juventud, más atrevido o más intrépido y que sea más a propósito para adornar esta edad
nuestra con nobles acciones.” SHAKESPEARE, Obras completas, 10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951,
pág. 449.
105
“Era el hombre de modales más dulces que jamás barrenó un barco o cercenó una garganta, con tan
verdadera educación de caballero que nunca podías adivinar su pensamiento real.”
262

The grand old name of gentleman,


Defamed by every charlatan,
And soil’d with all ignoble use.
* Tennyson, In Memoriam, CXI106.

Tea, although an Oriental,


Is a gentleman at least;
Cocoa is a cad and coward,
Cocoa is a vulgar beast.
* G. K. Chesterton, The Song of Right
and Wrong107.

Esta ampliación de los contextos, lingüísticos y no lingüísticos, ha abierto nuevos


horizontes al estudio del significado. A lo que ahora hemos de apuntar es a una
“contextualización en serie de nuestros hechos, con un contexto dentro de otro
contexto, siendo cada uno una función, un órgano del contexto mayor y hallando
todos los contextos un lugar en lo que puede denominarse el contexto de la
cultura”108.

La moderna semántica ha empezado también a comprender más precisamente el


impacto del contexto sobre el significado de las palabras. Este impacto, que tiene
numerosos aspectos, quedará más claro en los ulteriores capítulos de este libro, y será
suficiente en esta etapa mencionar brevemente algunas de sus formas principales.
Hablando en términos generales, hay dos clases de influencias contextuales: las que
afectan a cualquier palabra y las que afectan a unas palabras más que a otras. Toda
palabra, por precisa e inequívoca que sea, derivará del contexto una cierta
determinación que, por la naturaleza misma de las cosas, solo puede surgir en
expresiones específicas. Hasta los nombres propios, las más concretas de todas las
palabras, tienen una variedad de aspectos, uno solo de los cuales será adecuado para
una situación particular; únicamente el contexto mostrará si, cuando hablamos de la
reina Victoria, nos estamos refiriendo a la joven reina aconsejada por lord Melbourne,
106
“Y así llevaba sin abuso el grande y viejo nombre de caballero, difamado por todos los charlatanes,
y ensuciado con los usos más innobles.”
107
“El té, aunque oriental, es al menos un caballero; el cacao es un grosero y un cobarde, el cacao es
una bestia vulgar.”
108
FIRTH, op. cit., pág. 32.
263

a la anciana señora que reinaba en la época de la guerra bóer, o a otra etapa cualquiera
de los ochenta y dos años de su vida. Otro factor que depende en gran medida del
contexto es el lado emotivo del significado de las palabras. En principio,
prácticamente cualquier término puede adquirir tonos emotivos en un contexto
conveniente; a la inversa, incluso palabras con una fuerte carga emotiva pueden ser
empleadas en ocasiones de una manera puramente objetiva. Home, por ejemplo, es
una de las grandes palabras emocionales de la lengua, y se usa en tal sentido en
muchos contextos (“Home, sweet home” [Hogar, dulce hogar] ; * “England, home
and beauty” [Inglaterra, patria y belleza]; * “Home is the sailor, home from the sea”
[En su casa está el marinero, en su casa desde el mar], etc.), pero está desprovista de
toda emoción en Home Office [Oficina de asuntos interiores] o en B. B. C. Home
Service [Servicio nacional de la radiodifusión británica].

Aparte de esta influencia general, el contexto puede desempeñar un papel vital en la


fijación del significado de palabras que son demasiado vagas o demasiado ambiguas
para tener sentido por sí mismas. Tomando un caso extremo, el verbo do [hacer] tiene
tan extensa variedad de usos que virtualmente carece de significado en sí mismo. Es
interesante señalar, sin embargo, que, en casos menos avanzados de ambigüedad, hay
a veces una especie de jerarquía entre los diversos significados, que en gran parte es
independiente del contexto. Recientes experimentos han mostrado, por ejemplo, que
cuando se les pide a individuos alemanes que construyan una oración que contenga la
palabra Nagel, todos los sujetos la toman automáticamente en la acepción de “clavo”;
al parecer, nunca se les ocurre pensar que también significa “uña”109.

Otro tipo de ambigüedad que solo el contexto disipará se encuentra en vocablos que
pertenecen a más de una clase de palabras. Esto es particularmente común en inglés,
en donde las palabras pueden pasar libremente —por un proceso conocido como
“conversión” —de una clase a otra. Ya hemos visto (pág. 55) que la palabra down

109
H. WISSEMAN, “Erlebte and abstrahierte Wortbedentung”, Sybaris-Festchrift H. Krahe, 1958,
págs. 195-202: pág. 201.
264

puede pertenecer a no menos de cinco partes de la oración. Aquí también hay, sin
duda, una jerarquía de funciones: fire [fuego] es primariamente un nombre, aunque
cabe usarlo como un verbo; have [haber] es primordialmente un verbo, si bien se
convierte en nombre en “the haves and the have-nots”; savage [salvaje], que
normalmente es adjetivo o nombre, se emplea a veces como verbo: “he was savaged
by his horse” [fue maltratado por su caballo]. La conversión puede transformarse
también en un artificio estilístico, como en “it out-herods Herod” [supera a Herodes],
de Shakespeare; “but me no buts” [excepto yo, ningún pero], de Sir Walter Scott
(NED), o “feel- of- primrose hands” [manos hechas a tocar primaveras], de Gerard
Manley Hopkins (The Habit of Perfection).

El papel del contexto es más esencial aún en el caso de los homónimos. Carecería
evidentemente de sentido pedir a alguien que encuentre el equivalente de la palabra
inglesa sole en un idioma extranjero; primero habría que especificar a cuál de los tres
soles se refiere: al adjetivo [“solo”], al pez [“lenguado”] o a la suela del zapato —por
no mencionar soul [“alma”] que, aunque se escribe de distinta manera, se pronuncia
igual. El equívoco shakespeariano:

Not on thy sole, but on thy soul, harsh Jew,


Thou mak’st thy knife keen.
The Merchant of Venice, acto IV, escena 1110.

se basa en esta ambigüedad.

Resulta claro así que la influencia del contexto es sumamente variable: difiere de
una palabra a otra y de una lengua a otra. Los idiomas infectados de homónimos, por
ejemplo, contarán ampliamente con el contexto para desvanecer esta forma particular
de ambigüedad. La frecuencia de la conversión en el inglés aumenta la importancia
del contexto en esta lengua. Cierto número de factores que gobiernan el papel del
110
“No es en tu suela, sino en tu alma, áspero judío, donde sacas filo a tu cuchillo.” SHAKESPEARE,
Obras completas, 10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951, pág. 1082.
265

contexto aparecerán gradualmente al ir considerando las peculiaridades de nuestras


palabras. No obstante, será necesario, en primer lugar, que examinemos más
atentamente el núcleo de toda la teoría semántica: la naturaleza del significado
mismo.


S. Ullmann

CAPÍTULO 7111
AMBIGÜEDAD

La ambigüedad es una situación lingüística que puede surgir de diversos modos. El


profesor Empson ha distinguido siete diferentes tipos de ella en literatura 112. Desde un
punto de vista puramente lingüístico hay tres formas principales de ambigüedad:
fonética, gramatical y léxica.

111
Tomado de S. Ullmann. Semántica: Introducción a la ciencia del significado. Ed. Aguiar, España
112
W. EMPSON, Seven Types of Ambiguity. 2.a ed., Londres, 1949
266

1) Como ya hemos visto (págs. 46 y sgs.), la ambigüedad puede resultar, en el


lenguaje hablado, de la estructura fonética de la oración. Puesto que la unidad
acústica del habla trabada es el grupo pronunciado sin interrupción, y no la palabra
individual, puede acontecer que dos de estos grupos constituidos por palabras
diferentes se vuelvan homónimos y con ello potencialmente ambiguos. Si esto ocurre
con bastante frecuencia, puede dejar una huella permanente en la lengua. En el inglés,
por ejemplo, hubo en otro tiempo un nombre, near, que significaba “riñón”
(emparentado con el alemán Niere), pero posteriormente cayó en desuso, porque
cabía confundir a near [un riñón] con an ear [una oreja]113. La h- “aspirada” del
vocablo francés héros es debida, como ya se mencionó (pág. 48), al deseo de
distinguir en el plural entre les héros “los héroes” y les zéros “los ceros”.

2) Otro extenso grupo de ambigüedades es el de las causadas por factores


gramaticales. Hay aquí dos posibilidades: el equívoco puede resultar de la
ambigüedad de las formal-gramaticales o de la estructura de la sentencia.

a) Muchas formas gramaticales, tanto libres como ligadas (véase anteriormente, pág.
32), son ambiguas. Algunos prefijos y sufijos tienen más de un significado, y esto, en
ocasiones, puede crear malentendidos. El sufijo -able no significa lo mismo en
desirable [deseable] o readable [legible] que en eatable [comestible], knowable
[conocible], debatable [debatible]; esta ambigüedad condujo a J. S. Mill a un análisis
erróneo del adjetivo desirable como si fuese lícito equipararlo con knowable y
formaciones similares114. Hay también prefijos y sufijos homónimos. El prefijo in-,
que significa “en, dentro, hacia, sobre” (v. gr., indent [endentar], inborn [innato],
inbreeding [engendramiento], inflame [inflamar]), tiene un homónimo en el prefijo
in-, que express negación o privación (v. gr., inappropriate [inapropiado],
inexperienced [inexperimentado], inconclusive [inconcluyente]). Aunque los dos

113
Véase: E. R. WILLIAMS “The Conflict of Homonyms in English”, Yale Studies in English, 100
(1944), págs. 47 y sgs.
114
Cf. OGDEN Y RICHARDS, op. cit., pág. 133.
267

entran en combinaciones diferentes, hay casos en que pueden originar confusiones e


incertidumbres. Los dos siguientes pasajes de Shakespeare muestran que el adjetivo
inhabitable [habitable] puede tener a veces el mismo sentido que su opuesto lógico,
uninhabitable [inhabitable]115:

Even to be frozen ridges of the Alps.


Or any other ground inhabitable
Where ever Englishman durst set his foot.

King Richard the Second, acto I. escena 1116.

Though this island seem to be desert... uninhabitable, and almost inaccessible...


The Tempest, acto II, escena 1117

Las desinencias inflexionales también pueden ser ambiguas; en el latín las formas
del nominativo y del acusativo de todos los neutros son idénticas, e igualmente los
son todos los dativos y ablativos plurales. En el habla efectiva, semejante homonimia
rara vez conducirá a la confusión, pero hay casos en que así ha sucedido. Cuando, en
el latín vulgar, la -b- entre dos vocales llegó a pronunciarse del mismo modo que la
-v-, un futuro como amabit “amará” se volvió indistinguible del perfecto del mismo
verbo: amavit “ha amado”. Esta confusión fue sin duda una de las principales razones
para la desaparición del antiguo tiempo de futuro en las lenguas romances, la mayoría
de las cuales lo ha sustituido por la combinación: infinitivo + “haber”: amare habet >
francés aimera.

Incluso las lenguas que han reducido u obliterado las terminaciones casuales
tienden a tener formas distintas para el singular y el plural. Con todo, hay muchos
ejemplos en que las dos formas son idénticas: el vocablo latino dies “día - días”, el
francés temps “tiempo – tiempos”, el alemán Dichter “poeta – poetas”, etc.

115
Cf. JESPERSEN, Growth and Structure, pág. 130. Sobre la homonimia gramatical, véase
recientemente S. STATI, Probleme de linguictică generală, vol. II, Bucarest, 1960, págs. 125-42
116
“Hasta las cimas heladas de Los Alpes o de cualquier otro terreno inhabitable donde jamás haya
osado poner la planta el inglés.” SHAKESPEAPE, Obras completas, 10.a ed., Madrid. Aguilar, 1951,
pág. 360.
117
“Aunque esta isla parece desierta, ...inhabitable y casi inaccesible...” Ibíd., página 2038.
268

Usualmente no se suscitará ninguna ambigüedad, puesto que la concordancia con el


verbo y otros rasgos gramaticales dejarán perfectamente claro el significado. Un caso
curioso en donde esta homonimia se hizo sentir de una manera embarazosa es el de la
palabra española equivalente a “God”. En el español medieval, el singular de esta
palabra era Dios, del nominativo singular Latino deus, y su plural era también dios,
del acusativo plural latino deos. Esto permitió a los judíos de España vituperar a los
cristianos de politeísmo, ya que no podían hablar de un solo Dios, sino de dioses.
Finalmente se resolvió el problema formando un nuevo plural analógico: dioses118.

Las palabras-formas son susceptibles asimismo de tener diversos significados, que


pueden dar lugar a confusiones en algunos contextos. Cuando un hombre casado es
invitado a una función semioficial en estos términos: “Will you join us for dinner
tomorrow?” [¿Quiere usted (o ustedes) unirse a nosotros para la comida de mañana?],
a menudo tiene que hacer la delicada pregunta: “Do, you mean you in the singular or
in the plural?” [¿Cómo ha de entenderse you, en singular o en plural?].

b) Otra fértil fuente de ambigüedad gramatical es la frase equívoca (“anfibología”)119.


Aquí las palabras individuales no son ambiguas, pero su combinación puede
interpretarse de dos maneras diferentes. Tomando un ejemplo trivial, en la oración: “I
met a number of old friends and acquaintances” [encontré a cierto número de viejos
amigos y conocidos], el adjetivo old puede considerarse como refiriéndose o bien a
friends y a acquaintances conjuntamente, o bien al primer vocablo solo. Como ha
declarado recientemente el profesor Hockett, tenemos aquí dos “organizaciones
jerárquicas alternativas”120. La sencilla oración siguiente, hallada en Romain Rolland:
“Sophie quitte Anna rassurée” [Sofia deja a Ana tranquilizada], puede significar dos
cosas diferentes según que el adjetivo rassurée esté vinculado a Sophie o a Anna:
“Sofia, tranquilizada, deja a Ana”, o “Sofia deja a Ana, la cual se siente ahora

118
R. MENÉNDEZ PIDAL, Manual de gramática histórica española, 5.a ed., Madrid, 1934, pág. 177
119
Del griego amphi, “a ambos lados”, y ballein, “arrojar”. La forma anfibolia también se usa.
120
Op. cit., pág. 152.
269

tranquilizada”121. Los defensores del infinitivo escindido arguyen que a veces ayuda
este a eludir tales ambigüedades. Así, la oración: “A vicious back-hander, which I
failed to entirely avoid” [un viciado contratiempo, que fracasé en evitar enteramente]
pone de manifiesto que no logré totalmente el evitarlo, mientras que la construcción
alternativa: “I failed entirely to avoid” [fracasé enteramente en evitarlo] podría
significar también un fracaso completo122.

La mayoría de las ambigüedades quedarán aclaradas por el contexto y, en el


lenguaje hablado, por la entonación. Tomemos por ejemplo la respuesta de Hamlet a
su madre cuando ella y Claudio tratan de persuadirlo de que no vaya a Wittenberg: “I
shall in all my best obey you, madam” [Haré cuanto esté de mi parte por obedeceros,
señora] (acto I, escena 2). Poniendo un fuerte énfasis sobre you, un actor podría dar a
la oración un sesgo agresivo; la implicación sería entonces: “obedeceros a vos, no a
vuestro marido”. Una ojeada al contexto mostrará que esta interpretación, aunque
gramaticalmente correcta, es psicológicamente falsa, porque no se acomoda con la
contestación del rey: “Why, ‘tis a loving and a fair reply. Be as ourself in Denmark”
[¡Bien, he ahí una respuesta amable y respetuosa! ¡Sed cual nos mismo en
Dinamarca!]123.

3) El tipo de ambigüedad más importante con mucho, y el único del que se ocupa el
presente capítulo, es el debido a factores léxicos. En incontables casos, más de un
sentido estará asociado con el mismo nombre, según el diagrama dado en la pág. 71.

S1 s2 s3

121
4 Cf. BALLY, Linguistique générale et linguistique française, pág. 26.
122
Véase JESPERSEN, Essentials o/ English Grammar, Londres, 1933, pág. 346.
123
SHAKESPEARE, Obras completas. 10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951, pág. 1342.
270

Esta “polivalencia” de nuestras palabras, como a veces ha sido llamada, puede


tomar dos formas diferentes:

a) La misma palabra puede tener dos o más significados distintos. Esta situación se
conoce desde Bréal como polisemia124. El nombre board, por ejemplo, puede
significar una plancha delgada, una tablilla, una mesa, la comida servida en la mesa,
las personas que se sientan a la mesa de un Consejo y otras varias cosas.
Normalmente, solo uno de ellos se ajustará a un contexto dado, pero ocasionalmente
puede haber cierta confusión en las mentes del pueblo, como cuando Oliver Twist, a
quien Bumble había mandado que se inclinase ante la junta, “no viendo ninguna
junta, sino la mesa, afortunadamente se inclinó ante esta”125.

b) Dos o más palabras diferentes pueden ser idénticas en cuanto al sonido


(“homonimia”): mean “medio” y mean “inferior”; seal [foca], nombre de un animal,
y seal [sello], “pieza de lacre fijada sobre una carta”. Huelga decir que las palabras
que suenan igual, pero que tienen distinta ortografía (root [raíz]  route [ruta]; site
[sitio]  sight [vista]  cite [citar]) deben estimarse también como homónimos.

Hay que advertir que tanto la polisemia como la homonimia pueden ir acompañadas
de diferencias sintácticas. Cuando una palabra pertenece a varias partes de la
oracióncomo, por ejemplo, double, que puede ser adjetivo [doble, doblado],
adverbio [dos veces], verbo [doblar, duplicar] y nombre [doblez, duplo]estos usos
diferirán no solo en el significado, sino en la función gramatical. Los homónimos
pueden proceder, asimismo, de diversas clases de palabras: grave [grave] (adjetivo)
 grave [sepultura] (nombre); bear [oso] (nombre)  bear [cargar, soportar]

124
Op. cit., pág. 144; del griego polys “muchos” + sēmeion “signo”.
125
“Seeing no board but the table, fortunately bowed to that.” Ed. Chapman and Hall, cap. 2, pág. 12;
cf. el NED.
271

(verbo); en francés sang “sangre”  sans “sin”  cent “ciento”  (il) sent “(él)
siente”.

Aunque, como se verá, la línea de demarcación entre la polisemia y la homonimia


es a veces fluida, los dos tipos son tan distintos que habrán de ser considerados
separadamente. Tendremos que examinar dos cuestiones principales: la manera como
surgen los dos fenómenos y el efecto que tienen sobre el lenguaje ordinario. En una
sección final se discutirán brevemente los usos estilísticos de ambas formas de
ambigüedad.

I. POLISEMIA
1. Fuentes

La polisemia es un rasgo fundamental del habla humana, que puede surgir de una
multiplicidad de maneras. Me limitaré al examen de cinco fuentes, cuatro de ellas
nativas, la quinta implicando la influencia de una lengua extranjera.

1) Cambios de aplicación.Como vimos al discutir las varias formas de vaguedad en


el significado (págs. 140 y sgs.), nuestras palabras tienen cierto número de aspectos
diferentes, según el contexto en que son usadas. Algunos de estos aspectos son
puramente efímeros; otros pueden desarrollarse en matices permanentes de
significado y, al aumentar la separación entre ellos, podemos llegar eventualmente a
considerarlos como sentidos diferentes del mismo término. En los diccionarios, estas
diversas etapas son distinguidas sistemáticamente, pero en la realidad efectiva se
funden imperceptiblemente unas con otras.

Las alteraciones de aplicación son particularmente observables en el uso de los


adjetivos, ya que estos son propensos a cambiar su significado según el nombre al que
califican. Las ramificaciones semánticas de algunos adjetivos ingleses comunes han
sido investigadas por un investigador sueco, Arne Rudskoger, en una estimable
272

monografía publicada hace unos años126. Tomando uno de sus ejemplos más sencillos
el adjetivo handsome ha sido usado, en el curso de la historia, en los siguientes
sentidos, agrupados según el nombre a que se refieren:

Personas:
1. Apto, diestro, experto.
2. Propio, adecuado, decente.
3. Bello con dignidad.

Objetos concretos:
I. Fácil de manejar.
2. De mediano tamaño.
3. Bello con dignidad.
4. Propio, ajustado (respecto al vestido).

Acciones, habla:
I. Apropiado, idóneo, hábil.

Conducta:
I. Adecuado, decoroso.
2. Galante, bravo.
3. Generoso, magnánimo.

Tamaños, cantidades:
I. Mediano, moderadamente grande.
2. Amplio, liberal, munífico.

La mayoría de estos sentidos surgieron mediante cambios de aplicación, aunque


también puede haber operado otro factor, el uso figurado. Naturalmente, no todos
estos significados han sobrevivido. Las conclusiones del Dr. Rudskoger,
concernientes a la situación presente, son dignas de citarse: “Handsome se ha
convertido en una palabra relativamente fuerte y positiva. Los tres sentidos
principales en la actualidad son “bello”, “generoso” y “considerable, amplio”, y este
carácter general de fuerza positiva puede haber acarreado, tal como yo lo veo, la
caída de los sentidos anteriores, neutros o menos positivos” (pág. 371).

126
“Fair, Foul. Nice, Proper.” A Contribution to the Study of Polysemy, Gothenburg Studies in
English, I; Estocolmo, 1952
273

No debe pensarse, sin embargo, que otras clases de palabras no estén expuestas a
tales alteraciones. Tomando un ejemplo al azar, el Shorter Oxford Dictionary da una
lista de los siguientes sentidos para el verbo rush usado intransitivamente:

1. De personas o animates:

a) Comer, abalanzarse o embestir con violencia o rapidez impetuosa.


b) Figuradamente: Hacer un ataque o incursión contra una persona.
c) Figuradamente: Denotando una acción temeraria o precipitada.
d) Pasar o viajar rápidamente.

2. De cosas:

a) Moverse, fluir, caer, etc., con gran velocidad o ímpetu.


b) Aparecer a la vista repentinamente.

Una vez más, los cambios de aplicación fueron el agente capital de esta abundancia
de significados, con el empleo figurado como un importante factor cooperante. Para
tener un cuadro completo del alcance semántico del verbo rush, habría que tener en
cuenta también sus usos transitivos, reseñados por el mismo diccionario bajo cinco
encabezamientos principales, uno de ellos con cinco subdivisiones.

2) Especialización de un medio social.Michel Bréal llamó la atención sobre el


hecho de que la polisemia surge a menudo en virtud de una especie de taquigrafía
verbal. “En cada situación, en cada oficio o profesión escribía, hay una cierta idea
que se tiene tan presente en la mente, tan claramente implícita, que parece innecesario
declararla cuando se habla” (Essai de sémantique, página 154). Para un abogado,
action [acción] significará, naturalmente, “acción legal”; para el soldado querrá decir
una operación militar, sin que sea menester ningún epíteto calificativo. De este modo,
la misma palabra puede adquirir cierto número de sentidos especializados, uno solo
de los cuales será aplicable en un medio dado. Ya hemos visto un ejemplo de este
proceso en la polisemia de la palabra estilo (pág. 140). Análogamente, paper [papel]
puede referirse no solo al material en general, sino a una variedad de otras cocas:
documentos legates a oficiales, un periódico, una serie de cuestiones a examinar, una
274

comunicación leída o enviada a una sociedad erudita; en plural puede denotar


también documentos de identidad, certificados que acompañan la dimisión de un
funcionario, documentos que acreditan la propiedad, nacionalidad y destino de un
buque, etc. En el pasado hubo asimismo algunos otros usos especializados; la palabra
podía significar, por ejemplo, un letrero sujeto a la espalda de un criminal
especificando su delito:

Methinks I should not thus be led along,


Mail’d up in shame, with papers on my back.

King Henry the Sixth, Part Two, acto II, escena 4127.

Se podrían multiplicar indefinidamente los ejemplos de palabras que tienen un


significado general en el lenguaje ordinario y sentidos especializados en esferas más
restringidas: company [compañía], interest [interés], security [fianza], share [acción],
en el comercio; overture [obertura], key [clave], score [partitura], en la música;
signature [signatura], en la música y la imprenta; stage [escenario], pit [foso], curtain
[telón], en el teatro; screen [pantalla], en el cine; broadcasting [radiodifusión], en la
radio; viewing [transmisión] en la televisión; score [tanteo], goad [meta, gol], back
[zaguero], centre [centro], bat [bate], century [centuria], en varios deportes, por no
mencionar sino unas cuantas.

La forma extrema de especialización se alcanza cuando un nombre común se


convierte virtualmente en un nombre propio que denota un solo objeto en un
ambiente particular. Esto ha sucedido en el caso de algunos distritos y demarcaciones
famosas de Londres: la City [ciudad], la House [casa], la Abbey [abadía], la Tower
[torre], el Yard [patio]. El nombre Provence es la continuación francesa regular del
latino provincia, como si esa región fuese la provincia par excellence; la palabra
francesa ordinaria province, que también ha sido adoptada por el inglés, es una
apropiación culta del latín.

127
“Me parece que no debería estar así arrastrada, cubierta de vergüenza, con carteles en mi espalda.”
SHAKESPEARE, Obras completas, 10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951, pág. 644. Cf. el NED.
275

3) Lenguaje figurado.Ya hemos encontrado la metáfora y demás figuras como un


factor importante en la motivación y en las tonalidades emotivas; ahora vamos a
considerar otra faceta del mismo artificio. Una palabra puede recibir uno o más
sentidos figurados sin perder su significado original: el viejo y el nuevo vivirán uno al
lado del otro, mientras no haya ninguna posibilidad de confusión entre ellos. De este
modo, cierto número de metáforas pueden “irradiar”, como afirmó un pionero de la
semántica moderna, a partir del sentido central 128. La palabra eye [ojo], por ejemplo,
puede aplicarse a una vasta serie de objetos que recuerdan el órgano. El Shorter
Oxford Dictionary registra los siguientes usos metafóricos de este término:

1. Un objeto que se asemeja al ojo en su apariencia, forma o posición: el centro de


una flor, la yema de una patata, un lunar en la cola de un pavo real, etc.
2. La abertura a través de la cual mana el agua de una fuente.
3. Una masa central; el punto más brillante (de una luz).
4. El centro de revolución.
5. El agujero o abertura de una aguja o de una herramienta, etc.
6. Un anillo de metal, hilo, cuerda o soga.
7. En arquitectura: el centro de cualquier parte, como en “el ojo de una cúpula”.
8. En tipografía: el espacio cerrado de letras como la d, la e y la o.

A estos usos cabe añadir otros citados por el diccionario, en los que la palabra se
aplica a fenómenos abstractos, como cuando hablamos del ojo de la ley, o cuando
Hamlet dice: “Methinks I see my father... in my mind’s eye” [Me parece que veo a mi
padre... en los ojos de mi alma] (acto I, escena 2).

Existe la misma clase de polisemia basada sobre la metáfora cuando hablamos del
lecho (bed) de un río, el pesebrón (boot) de un coche, el gatillo (cock) de una
escopeta, una sills (saddle) en las montañas, una hoja (sheet) de papel o de hierro, una
sábana (sheet) de agua, o cuando, en la esfera abstracta, agarramos (tackle) un
problema, lo empuñamos (grisp), luchamos (wrestle) con él, descendemos a las
tachuelas de bronce (brass tacks) o nos encontramos en los cuernos (horns) de un

128
DARMESTETER, op. cit.. págs. 73 y sgs.
276

dilema. Esta posibilidad de transposición metafórica es fundamental en el


funcionamiento del lenguaje. En palabras de un filósofo, W. M. Urban:
El hecho de que un signo pueda designar una cosa sin cesar de designar otra,
de que, realmente, la condición misma de ser un signo expresivo para la segunda sea
el que también es un signo para la primera, es precisamente lo que convierte al
lenguaje en un instrumento de conocimiento. Esta “intensión acumulada” de las
palabras es la fuente fecunda de la ambigüedad, pero es asimismo la fuente de esa
predicación analógica, mediante solo la cual se engendra la fuerza simbólica del
lenguaje129 .

En un nivel mucho más elevado, las imágenes y los símbolos del poeta brotan de la
misma “visión doble”. Cuando Lady Macbeth apostrofa a la noche:
Come, thick night,
And pall thee in the dunnest smoke of hell,
That my keen knife see not the wound it makes.
Nor heaven peep through the blanket of the dark
To cry “Hold, hold!”
Acto I, escena 5130,

el efecto de la poderosa imaginería dependerá, en no escasa medida, del significado


ordinario de blanket “manta”, cobertura que está presente en la mente del lector.

La metáfora no es la única figura que puede dar lugar a la polisemia. La metonimia,


que no se basa en la semejanza, sino en alguna otra relación entre dos términos, puede
operar de la misma manera. Ya hemos visto (pág. 179) cómo board es susceptible de
significar, entre otras cosas, una mesa, a igualmente las personas que se sientan en
torno a la mesa de un Consejo. Surgery puede referirse al arte del cirujano, y también
a la sala donde son vistos los pacientes y se ejerce la medicina. Youth significaba
originariamente “juventud, el hecho, condición o época de ser joven”. Ya en el inglés
antiguo recibió la acepción adicional de “personas jóvenes colectivamente”. En el
inglés medio se le dio, además, un tercer sentido: “hombre joven entre la niñez y la

129
Language and Reality, págs. 112 y sgs.
130
“Ven, espesa noche, y envuélvete como en un patio en la más densa humareda del infierno, para que
mi agudo puñal no vea la herida que abre, ni el cielo pueda atisbar a través de la cobertura de las
tinieblas para gritar: ¡Basta, basta!”
277

madurez”. En el inglés moderno estos tres significados, conectados no por la


semejanza, sino por otras asociaciones, coexisten sin interferirse unos con otros131.

4) Homónimos reinterpretados. La polisemia puede surgir también merced a una


forma especial de etimología popular, que ya ha sido discutida (págs. 119 y sgs.).
Cuando dos palabras son idénticas en cuanto al sonido y la diferencia de significados
no es muy grande, tendemos a considerarlas como una sola palabra con dos sentidos.
Históricamente estos son casos de homonimia, puesto que los dos términos provienen
de fuentes diferentes; pero el hablante moderno, desconocedor de las etimologías,
establecerá un enlace entre ellos sobre fundamentos puramente psicológicos.

Este tipo de polisemia es muy raro y la mayor parte de los ejemplos son un tanto
dudosos, ya que, como apunta correctamente Bloomfield, “el grado de proximidad de
los significados no está sujeto a una medición precisa” (Language, pág. 436). Sólo
una investigación estadística podría mostrar si la mayoría de los que hablan perciben,
efectivamente, algún género de conexión entre los dos sentidos. A los ejemplos ya
citados (ear, nombre del órgano y de una espiga de cereal, el francés souci “cuidado”
y “caléndula”, el francés flamme “llama” y “fleme, lanceta”) se pueden añadir uno o
dos más. Bloomfield sugiere que en las siguientes parejas de homónimos el segundo
término es estimado como un significado marginal o transferido del primero:

corn, “grano” < antiguo inglés corn corn, “callo” en los pies
<antiguo francés corn (francés
moderno cor)
< latín cornu

allure, “atraer, fascinar, hechizar” allure, “paso, porte, aire”


< antiguo francés alurer “to lure” < frances allure
[atraer con señuelo, inducir]

5) Influencia extranjera. Una de las muchas maneras como una lengua puede influir
en otra es cambiando el significado de una palabra existente, A veces el sentido

131
Véase sobre esta última palabra S. POTTER, Modern Linguistics, Londres, 1957, págs. 152 y sgs.
278

adoptado abolirá simplemente al antiguo; así, el vocablo francés parlement, que


originalmente quería decir “habla, discurso” (del verbo parler “hablar”) y que luego
pasó a denotar un “tribunal judicial”, adquirió en una fecha posterior, bajo la
influencia del inglés parliament, su sentido moderno de “parlamento, asamblea
legislativa”, el único significado en que se usa en el presente (Bloch-Wartburg) En
muchos casos, sin embargo, el antiguo sentido sobrevivirá al lado del nuevo, dando
así ocasión a un estado de polisemia.

El “préstamo semántico”, como es llamado de ordinario, será particularmente


frecuente allí donde haya un contacto íntimo entre dos lenguas, una de las cuales sirva
de modelo a la otra. Esto acaeció por ejemplo, en la primitiva iglesia cristiana, en la
que el hebreo ejerció una poderosa influencia sobre el griego, y este sobre el latín.
También está sucediendo en la actualidad en el habla de los inmigrantes a los Estados
Unidos o, tomando un campo más limitado, el lenguaje de los deportes, que, en
muchos países está saturado de anglicismos. Unas cuantas muestras de cada una de
estas tres situaciones lingüísticas tan diferentes pondrán de manifiesto cómo actúa el
proceso.

Muchos conceptos importantes de la fe cristiana deben su nombre a préstamos


semánticos del hebreo o del griego. En la Biblia la palabra griega ml’k, “mensajero”,
a menudo se usó en el sentido de “ángel”. Como en griego no había palabra para
designar “ángel”, los traductores de la Biblia copiaron la polisemia del término
hebreo empleado en el griego (…) con el significado de “ángel”. Del griego pasó la
palabra al latín y, finalmente, llegó a ser un término internacional: en inglés, angel; en
francés, ange; en alemán Engel; en ruso ángel; en húngaro, angyal, etcétera. Como
bien dice Meillet, la palabra parece griega, pero en realidad se la debemos a los
hebreos.

Una influencia hebrea de especie diferente es responsable de la polisemia del


vocablo (…) latino Dominus, del inglés Lord, del francés Seigneur, del alemán Herr,
279

etc., todos los cuales significan a la vez “dueño, señor” y” Dios”. Como a los judíos
les estaba vedado pronunciar el nombre de Dios, utilizaban en su lugar la palabra para
designar “dueño”. Cuando la Biblia fue traducida al griego, se imitó este uso dando a
(…), “dueño”, el significado adicional de “Dios”, y la misma polisemia pasó después,
a través del latín eclesiástico, a los idiomas europeos modernos.

Un caso de polisemia del griego, adoptada y trasmitida por el latín de la iglesia


primitiva, es la del verbo (…) “construir”, que, en griego eclesiástico, adquirió el
sentido metafórico de “edificar, ser objeto de edificación”. Bajo la influencia griega,
el término latino aedificare, “construir”, recibió el mismo significado moral que
todavía persiste en inglés edify. Y sus equivalentes en otras lenguas.

En circunstancias totalmente distintas, encontramos la misma tolerancia lingüística


operando en el habla de los inmigrantes europeos a los Estados Unidos. En Colorado,
por ejemplo, la palabra española ministro, “funcionario del Gabinete”, ha adquirido el
sentido adicional de “clérigo protestante” bajo la influencia de la inglesa minister.
Varios verbos romances que que originalmente significaban “introducir, meter” –el
francés de Luisiana y Canadá introduire, el italiano introdurre, el portuguésintroduzir
han llegado a significar también “dar a conocer, presentar formalmente”, copiando
así la polisemia del inglés introduce. El préstamo semántico es un rasgo igualmente
palmario del lenguaje deportivo en Francia, plagado de anglicismos 132, en el que la
polisemia de términos ingleses tales como form, open, run y otros muchos se ha
extendido recientemente a sus equivalentes franceses:

“to be in great, in fine form” “être en grande, en belle forme” [estar en buena, en
gran forma)

“an open race” “une course très ouverte” [una carrera abierta]

132
Véase J. ORR, “Les anglicismes du vocabulaire sportif”, Words and Sounds in English and French,
cap. 11.
280

“to run the race of his life” “courir la course de sa vie” [correr la carrera de su
vida]

Para aquellos que están imbuidos de la tradición francesa de la pureza de la lengua,


estas “exportaciones invisibles”, como las ha llamado el profesor Orr, no son menos
perturbadoras que las más detonantes formas de anglicismo, pero es difícil ver cómo
podrían evitarse en las alteradas circunstancias de la vida moderna.

Como algunos de estos ejemplos han patentizado, este tipo de polisemia no se


reduce siempre al contacto entre dos lenguas particulares. Muchos préstamos
semánticos son de circulación universal, con los diferentes idiomas copiándose unos a
otros o imitando un modelo común. El término gramatical caso es un buen ejemplo de
esta tendencia. Cuando la idea de caso gramatical emergió en la filosofía griega, el
término ς, “caída, desgracia, ruina”, fue empleado para denotar el nuevo
concepto. El gramático romano Varrón copió este uso dando a casus, la palabra latina
para expresar “caída, ruina, acontecimiento”, el sentido adicional de “caso
gramatical”. Este doble significado aún persiste en los descendientes modernos de
casus: el inglés case, el francés cas y otros; en algunas partes la palabra local para
indicar “caída” o “acontecimiento” se usa en la acepción de “caso gramatical”
(alemán Fall, húngaro eset)133.

Algunas formas de polisemia están tan difundidas y parecen tan naturales que es
difícil establecer su origen. La palabra taste, por ejemplo, tiene dos significados
principales: “percepción del sabor de una cosa” y “discernimiento y apreciación de la
belleza” (cf. el NED). La misma polisemia se encuentra en muchas lenguas: en
francés goût, en italiano gusto, en alemán Geschmack, etc. Se ha sugerido134 que el
vocablo español gusto fijó la pauta para la serie entera; pero puesto que una
ambigüedad similar existía ya en el latín135, este puede haber tenido alguna influencia
en la evolución de tales términos.
133
Véase DEROY, op. cit., págs. 95 y sgs.
134
MIGLIORINI, “Calco a irradiazione sinonimica”, loc. cit., pág 7.
135
Véase LEWIS and SHORT, s. v. gustus.
281

Entre las cinco fuentes de polisemia examinadas en esta sección, las tres primeras—
cambios de aplicación, especialización del significado y uso figurado—son con
mucho las más importantes; la reinterpretación de homónimos es muy rara, mientras
que el plagio semántico, aunque muy común en ciertas situaciones, no es un proceso
normal en el lenguaje cotidiano.

2. Salvaguardas y conflictos
Aristóteles, como hemos visto (pág. 170), criticó severamente la polisemia. “Las
palabras de significado ambiguo son útiles sobre todo para permitir al sofista
desorientar a sus oyentes.” Desde entonces, los filósofos han competido unos con
otros en denunciar la polisemia como un defecto del lenguaje y como un obstáculo
capital para la comunicación a incluso para el pensamiento claro. Ocasionalmente
hubo algunas voces disconformes. Según Bréal, Federico el Grande, que era un
ardiente admirador del francés, veía en el significado múltiple una señal de la
superioridad de este lenguaje. El propio Bréal se inclinaba a concordar con el rey.
“Cuantos más significados ha acumulado una palabra—escribía—, tantos más
aspectos diversos de la actividad intelectual y social es capaz de representar” (op. cit.,
pág. 144).

Una breve reflexión mostrará que, lejos de ser un defecto del lenguaje, la polisemia
es una condición esencial de su eficacia. Si no fuese posible atribuir varios sentidos a
una palabra, esto equivaldría a una carga abrumadora sobre nuestra memoria:
tendríamos que poseer términos separados para cada tema concebible sobre el que
quisiéramos hablar. La polisemia es un factor inapreciable de economía y flexibilidad
en el lenguaje; lo que es asombroso no es que la máquina se rompa de vez en cuando,
sino que se rompa tan raramente.

¿Cómo funciona este delicado mecanismo en la práctica? La principal garantía de


su funcionamiento normal es la influencia del contexto. Por muchos que sean los
282

significados que tenga una palabra en el diccionario, no habrá confusión alguna si


solo uno de ellos puede tener sentido en una situación dada. Citando de nuevo a
Bréal, “ni siquiera hemos de excluir los demás significados de la palabra: estos
significados no surgen ante nosotros, no cruzan el umbral de nuestra conciencia”
(ibíd., pág. 145). Esto puede verse de la manera más patente cuando la misma palabra
tiene dos significados contradictorios que subsisten uno al lado del otro sin ningún
riesgo de equivocación136. El vocablo latino altus, por ejemplo, puede significar
“alto” o “profundo” según el punto de vista del que habla: si está mirando un objeto
desde abajo hacia arriba o desde arriba hacia abajo (Lewis and Short). Sacer quiere
decir “sagrado” y también “maldito”, como en la famosa frase de Virgilio: “auri
sacra fames”, “maldita sed de oro”. El francés défendre equivale a “defender” en
algunos contextos y a “prohibir” en otros. Chasser (que ha dado chase en inglés) es
también ambivalente; como Nyrop declara ingeniosamente, “on chasse le gibier pour
s’en emparer; on chasse un domestique pour s’en débarrasser”, “se caza la pieza para
apoderarse de ella; se caza a un criado para desembarazarse de él” (Sémantique, pág.
47).

Los geógrafos lingüistas hablan con frecuencia de la “sobrecarga semántica”, de la


“hipertrofia” o “plétora” del significado como causas de la ambigüedad y la
confusión del lenguaje137. Estos términos parecerían sugerir que cuantos más sentidos
tiene una palabra tanto más ambigua se vuelve. Realmente, el número de significados
adheridos a una palabra es de poca importancia; lo que interesa es su calidad y su
relación mutua. Es un hecho harto conocido que algunas de nuestras palabras más
comunes son las que tienen la más amplia extensión de significados. En el diccionario
de Littré, el verbo alley [ir] tiene cerca de cuarenta sentidos diferentes, mettre [poner]
aproximadamente cincuenta, prendre [tomar] y faire [pacer] unos ochenta cada uno
(Nyrop, ibíd., pág. 26). Estas cifras tan altas se deben en parte a la naturaleza
“abstracts” y genérica de las palabras francesas, que ya se discutió en un capítulo
136
Sobre las palabras ambivalentes, cf. recientemente H. GALTON, Die Sprache, VI (1960), pág. 239.
137
JORDAN-ORR, op, cit., págs. 166 y sgs.; cf. los comentarios de L. SPITZER, en Archivum
Romanicum, VIII (1924), pág. 350.
283

anterior (págs. 164 y sgs.); pero la misma tendencia es perceptible en otros lenguajes,
como demostrará una ojeada a los verbos put [poner] y go [ir] en el Diccionario de
Oxford.

Hace unos años se hizo un intento por parte del fallecido G. K. Zipf de estudiar la
conexión entre la polisemia y la frecuencia de las palabras por métodos estadísticos.
Habiendo descubierto que hay una “relación directa entre el número de significados
diferentes de una palabra y su frecuencia relativa de apariciones”, Zipf procedió a
encontrar una fórmula matemática para esta correlación. Llegó a la conclusión de que
“los diferentes significados de una palabra tenderán a ser iguales a la raíz cuadrada de su
frecuencia relativa (con la posible excepción de las pocas docenas de palabras más
frecuentes)”138. Esto fue aceptado por el profesor J. Whatmough, quien resumió el
resultado en donde m representa el número de significados y F la frecuencia
relativa139:

m=F 1/2

Puesto que los cálculos de Zipf se basaron en material de diccionario, su fórmula


debiera tomarse cum grano salis; como ya hemos visto (pág. 181), el lexicógrafo
tiene que distinguir más o menos arbitrariamente entre diferentes matices del mismo
significado y diferentes significados de la misma palabra, y sus datos no son muy
adecuados para un análisis estadístico preciso. No hay ninguna razón, sin embargo,
para dudar del principio en sí, a saber, que cuanto más frecuente es una palabra tantos
más sentidos es posible que tenga. Sea como fuere, está claro que la diversidad de
significados no debilita de suyo, en modo alguno, la vitalidad de una palabra.

138
Véanse sus dos artículos en The Journal of General Psychology, vols. XXXII y XXXIII (1945), y su
libro Human Behavior and the Principle of Least Effort, Cambridge, Mass., 1049.
139
I. WHATMOUGH, Language. A Modern Synthesis, pág. 73.
284

Además del contexto, hay cierto número de salvaguardas especiales que


contribuyen a mitigar las consecuencias de la polisemia. El alcance de estos artificios
es limitado, pero son sumamente eficaces siempre que entran en juego

1) En las lenguas con género gramatical, este puede usarse para diferenciar
significados de una misma palabra: en francés le pendule “péndulo” — la pendule
“reloj”; le manche “mango” — la manche “manga”; en alemán der Band “tomo,
volumen” — das Band “cinta”; der See “lago” — die See “mar”.

2) Cabe marcar las distinciones del significado mediante diferencias en la inflexión.


El vocablo inglés brother tiene dos plurales con sentidos diferentes: brothers
[hermanos, engendrados por los mismos padres] y brethren [hermanos, refiriéndose a
todos los hombres]; análogamente, el francés aïeul: aïeux “antepasados” — dieuls
“abuelos”; el italiano muro: i muri “muros” — le mura “murallas de una ciudad”. En
alemán hay un grupo entero de palabras diferenciadas de este modo: Licht: Lichte
“luces” — Lichter “candelas”; Tuch: Tuche “géneros de tela” — Tucher “piezas de
tela”; Wort: Worte “habla trabada” — Wörter “palabras”140. Un solo nombre incluso
tiene tres plurales: Band: Bande “vínculos” — Bänder “cintas” — Bände
“volúmenes”. Los paradigmas verbales pueden divergir de la misma manera: hang:
hung [colgado] — hanged [ahorcado]; el francés ressortir: il ressort “vuelve a salir;
resulta, es evidente, se sigue” — il ressortit “depende de, está bajo la jurisdicción de,
pertenece a (un país, un tribunal, etc.)”.

3) El orden de las palabras también puede ayudar a discriminar entre diferentes


sentidos del mismo término. La movilidad del adjetivo en el francés (cf. págs. 154 y
sgs.) es utilizada extensamente para este fin: “linge propre” “ropa limpia” —- “ses
propres paroles” “sus propias palabras”; “pois verts” “guisantes verdes” — “une
verte semonce” “una buena reprimenda”; “une assertion vraie” “un aserto verdadero”
— “un vrai diamant” “un verdadero (auténtico) diamante”. El francés puede obtener

140
Véase PRIEBSCH-COLLINSON, op. cit., pág. 197.
285

delicados efectos de contraste empleando el mismo adjetivo en dos posiciones


diferentes dentro de la misma sentencia 141: “On annonce quelques nouveaux journaux,
mais aucun journal nouveau”142; “passant difficilement du rang de jeune femme au
rang de femme jeune”143. En el inglés donde los adjetivos tienen normalmente un
puesto fijo, este artificio se limita a una corta serie de frases: “an ambassador
extraordinary” [un embajador extraordinario] no es lo mismo que “an extraordinary
ambassador” [un extraordinario embajador] ni “a fee-simple” [una hacienda simple,
libre] es lo mismo que “a simple fee” [una simple hacienda]144.

4) A veces se aclara el significado de una palabra añadiéndole a esta otro término; así,
el adjetivo fair, que tiene cierto número de sentidos distintos y potencialmente en
conflicto, no será ambiguo en los compuestos fair- sized [de tamaño mediano],
fair-mindea [imparcial, equitativo] y fair-haired [de cabello rubio]145.

5) Una solución más drástica, que puede debilitar o destruir la unidad de la palabra,
consiste en distinguir los significados mediante ligeras modificaciones de la forma.
Las modificaciones pueden ser fonéticas, gráficas, o ambas a la vez 146. Hay
diferenciación fonética en el vocablo inglés gallant que, según su significado, se
acentúa en la primera sílaba [valiente, intrépido] o en la segunda [cortés, galante], y
distinción gráfica en casos tales como los ingleses discreet [discreto, circunspecto] -
discrete [discreto, discontinuo], draft [boceto, diseño] - draught [trago, toma], metal
[metal] - mettle [temple, coraje] 147, o los franceses dessein “designio, plan, proyecto”
—dessin “dibujo, diseño, modelo”. Las diferencias fonéticas y gráficas se combinan
para distinguir entre antic [extraño, grotesco] y antique [antiguo], divers [diversos,
varios, algunos] y diverse [diverso, diferente], human [humano, del hombre] y
141
Construcción denominada quiasmo; cf. anteriormente, pág. 155.
142
“Se anuncian algunos nuevos periódicos, pero ningún periódico nuevo” (citado por BOILLOT, op.
cit., pág. 77, n. 1).
143
“Pasando difícilmente del rango de joven mujer al rango de mujer joven, FRANCOISE SAGAN,
Aimez-vous Brahms?, París, 1959, pág. 11).
144
Véase RUDSKOGER, op. cit., pág. 477.
145
Ibid., pág. 476.
146
Ibíd., págs. 437-46.
147
Véase anteriormente, pág. 113.
286

humane [humano, compasivo], urban [urbano, de la ciudad] y urbane [urbano, cortés,


educado], y unas cuantas parejas similares.
Tan solo cuando han sido abatidas estas salvaguardas es cuando la polisemia puede
conducir a la ambigüedad genuina. Tal ambigüedad es susceptible de producirse en
tres situaciones diferentes: en los contactos entre las lenguas, en el uso técnico y en el
habla ordinaria.

1) El préstamo semántico de una lengua extranjera puede dar lugar, como todo
traductor sabe, a confusiones y equívocos148. Algunos de estos son efímeros, como el
famoso caso de la inglesa que, engañada por el doble significado de la palabra
engaged [contratado, y comprometido], preguntó a un taxista francés: “Etes-vous
fiancé?” [¿Está usted prometido?]149, o el del turista extranjero que creyó que el
portero de un hotel francés era suizo porque el vocablo francés suisse puede significar
tanto “suizo” como “portero”. Ocasionalmente, tales equívocos pueden tener efectos
más duraderos. Un ejemplo notorio es la historia del término gramatical acusativo.
Este es una traducción latina de la expresión griega ή  , derivada del
nombre  que quería decir “causa” o bien “cargo, acusación”. El traductor,
desorientado por esta polisemia, tomó el adjetivo griego en la acepción de
“acusativo”, aunque realmente significaba “causativo”150.

Un ejemplo reciente de confusión debida al préstamo semántico es el verbo francés


réaliser151. El significado tradicional de este verbo es “realizar, llevar a efecto, llevar
a cabo”. Su uso en el sentido de “comprender, conocer” es un anglicismo que se
remonta a Paul Bourget y, antes que él, a Baudelaire 152; en los años de 1920, este
empleo provocó una discusión pública en la que Gide y otras figuras famosas
tomaron parte. La tendencia, todavía rechazada por los puristas, de utilizar el verbo

148
Véase DEROY, op. cit., cap. 11.
149
MIGLIORINI, “Calco a irradiazione sinonimica”, loc. cit., pág. 8.
150
Ibíd., pág. 9.
151
Sobre la historia de este verbo, véase E. PERUZZI, “Francese réaliser”, Zeitschrift für Romanische
Philologie, LXIX (1953), págs. 203-35.
152
Véase A. GOOSE, Revue Belge de Philologie et d’Histoire, XXXIII (1955), página 931.
287

en el sentido inglés puede conducir a situaciones cómicas, como en esta sentencia de


un periódico, en donde la ironía es seguramente involuntaria: “L’Etat-Major français
a pleinement réalisé les intentions ennemies”, que en correcto francés quiere decir:
“El Estado Mayor francés ha llevado a cabo plenamente las intenciones del
enemigo”153.

2) Las ambigüedades están más en evidencia donde menos se esperaría encontrarlas:


en el uso científico y técnico. Aun cuando los términos y conceptos de una ciencia
estén precisamente definidos, cada tratadista tiene derecho a redefinirlos como juzgue
conveniente. De este modo, incluso términos técnicos tan recientes como
psicoanálisis, existencialismo, estilística, estructuralismo o fonema, han desarrollado
cierto número de sentidos solo parcialmente coincidentes. La semántica misma, que
debiera sentar un ejemplo de consistencia verbal, no está libre en modo alguno de este
defecto (véase anteriormente, pág. 13). Los eruditos tienen que gastar a menudo
considerable tiempo, energía, y hasta dinero, antes de poder quedar satisfechos de que
un libro o un artículo con un título ambiguo no caen fuera de su campo. Se ha
sugerido que tales términos científicos deberían estar dispuestos en un índice de
suerte que fuese dable saber inmediatamente en qué sentido son usados154; así, la
fórmula:

Existencialismo
Sartre

dejaría claro que se está tratando con la forma agnóstica de existencialismo profesada
por Sartre y su escuela, y no, por ejemplo, con la rama cristiana del existencialismo
asociada con Gabriel Marcel.

La confusión y el equívoco es aún más probable que surjan cuando una palabra que
es ambigua en el lenguaje ordinario se emplea en un contexto técnico, legal, científico
153
Citado en K. NYROP, “Réaliser”, Mélanges de philologie et d’histoire offerts a M. .A. Thomas.
Paris. 1927, págs. 319-22.
154
A. H. MASLOW, Psychological Review, LII (1945), págs. 239 sig.
288

o de otro género, en donde se requiera la máxima precisión. En las conferencias


diplomáticas, en los procesos judiciales y en las discusiones académicas se pierde
mucho tiempo definiendo las palabras (cf. pág. 140) y clasificando sus varios
sentidos. Hemos visto (pág. 62) cómo la ambigüedad del término meaning
[significado] ha estorbado el progreso de la semántica, de tal manera que algunos
eruditos han preferido en efecto evitar por completo la palabra. Y no es el vocablo
meaning el peor ofensor de la lingüística: una monografía sobre la historia del
término sentence [sentencia, oración, etc.] ha registrado no menos de doscientas
definiciones diferentes de este concepto.155 En vista de esta selva terminológica, la
compilación de nomenclaturas normalizadas es de gran provecho para la
investigación156, y sería en beneficio de todos los interesados reprimir el crecimiento
de esta forma de polisemia.

En algunos casos, la ambigüedad de ciertas palabras claves ha tenido un serio efecto


sobre el pensamiento filosófico. En la Crítica de la razón práctica, Kant llamó la
atención sobre el doble significado de términos éticos tan importantes como bonum y
malum en latín. Bonun podía significar tanto “alguna cosa buena” como “prosperidad,
felicidad”, mientras que malum podía indicar “una cosa mala o perniciosa” y también
“mal, daño, perjuicio”. “El idioma alemánañadía Kanttiene la buena fortuna de
poseer expresiones que no permiten pasar por alto esta diferencia. Posee dos
conceptos muy distintos, y expresiones especialmente diferentes, para lo que los
latinos expresan con una sola palabra”157. Se ha insinuado asimismo que “la
capacidad persuasiva del tema central de Hegel, la Dialéctica, se deriva de una simple
ambigüedad de la palabra alemana aufheben. Esta palabra tiene tres usos principales:
1) levantar; 2) conservar; 3) anular... Ninguna palabra parecidamente ambigua existe
en inglés, y por consiguiente los expositores de Hegel se ven constreñidos a acuñar

155
J. RIES, Was ist ein Satz?, Praga, 1931.
156
Véase J. MAROUZEAU, Lexique de la terminologie linguistique, 3.a ed., Paris, 1951 ; E. P. HAMP,
A Glossary of American Technical Linguistic Usage, 1925-1950, Utrecht-Amberes, 1957.
157
Véase A. FLEW. “Philosophy and Language”, en Essays in Conceptual Anaiysis, ed. A. Flew,
Londres, 1955, pág. 5.
289

neologismos como sublate [superar] con el fin de traducir su palabra más


importante”158.

La más famosa ambigüedad de esta especie es el caso del vocablo griego ó.
Según el diccionario de Liddell y Scott, esta palabra tiene dos significados capitales,
uno correspondiente a la latina oratio, “la palabra o aquello mediante lo cual se
expresa el pensamiento interior”, y el otro a la latina ratio, “el pensamiento interior”
mismo. Como ó aparece en el versículo inicial del Evangelio de San Juan, la
ambigüedad del término tiene una relación directa con la interpretación de este pasaje
crucial. Al traducir ese Evangelio, el Fausto de Goethe rechaza la versión tradicional:
“En el principio era el Verbo”; prueba con sentido (Sinn) y con fuerza (Kraft), y
finalmente se decide por “En el principio era la acción (Tat)”159.

3) En el lenguaje ordinario sucede con frecuencia que una palabra desarrolla dos o
más sentidos susceptibles de entrar en oposición en los mismos contextos. En muchos
casos esto ha conducido a la desaparición de uno o más de los significados en
conflicto. Este proceso ha sido cabalmente investigado por el Dr. Rudskoger en su
libro sobre la polisemia de los adjetivos ingleses, y podemos mencionar aquí uno o
dos de los interesantes ejemplos recogidos por él160:

Admirable. —Cuando este adjetivo apareció por primera vez en inglés a finales del
siglo XVI, tenía el sentido neutral de “estar asombrado de”, que podía ser favorable o
desfavorable según el contexto. A medida que el significado positivo se hacía
predominante, el sentido originario caía en desuso; una frase como la siguiente: “It
may justly seem admirable how taht senseless religion should gain so much ground
on Christianity” [Puede parecer justamente admirable; cómo esa religión insensata
158
T. D. WELDON, op. cit., pág. 107; cf. FLEW, loc. cit.
159
Faust, parte 1. vs. 1224 y sgs.; cf. anteriormente, págs. 42 y 44
160
Op. cit., págs. 463 -73. Véase también R. J. MENNER. “Multiplie Meaning and Change of Meaning
in English”, Languag, XXI (1945), págs. 59-76: GAMILLSCHEG, Französische Bedeutungslehre,
págs. 170 y sgs.; K. JABERG, Aspects géographíques du langage, París, 1936, cap. 2; IORDAN-ORR.
op. cit., págs. 165 y sgs.
290

ganó tanto terreno en la cristiandad], que el Dr. Rudskoger cita de 1639, sería
imposible hoy día.

Careful. — Hasta fines del siglo XVI este adjetivo podía significar también “lleno
de inquietud y de aflicción”: “her maydens are careful, and she herself is in great
heavynesse” [sus doncellas están afligidas y ella misma se halla en una gran congoja]
(Coverdale). Por último, este sentido fue eclipsado por los otros significados de la
palabra [cuidadoso, diligente].

Peevish. — Este término tenía en otro tiempo media docena de sentidos


coexistentes: “necio”, “loco” “rencoroso”, “horrible”, “testarudo” y “malhumorado,
agrio de genio, enojadizo”. Como varios de ellos podían acomodarse al mismo tipo de
contexto, todos salvo el último fueron descartados.

Vivacious. — Además de su acepción actual vivo, animado, alegre, vivacious podía


significar también “de larga vida” y “difícil de matar”. Los últimos sentidos se
desvanecieron posteriormente a causa del riesgo de ambigüedad; la siguiente
sentencia, que el NED cita del siglo XVII: “Hitherto the English Bishops had been
vivacious almost to wonder” [Hasta ahora los obispos ingleses habían sido longevos
casi hasta el asombro], tiene al presente un sonido clartamente cómico.

Un ejemplo extremo de ambigüedad que condujo a la desaparición de uno de los


sentidos en pugna es el adjetivo wan, que originalmente quería decir “falto de luz o
de lustre, oscuro”. El NED cita de Skelton: “With vysage wan, As swarte as tan” [Con
el rostro moreno, atezado como el cuero]. Como este significado era incompatible
con el de “pálido”, que la palabra había adquirido en el inglés medio, desapareció en
las postrimerías del siglo XVI (Menner, loc. cit.).

Todos estos ejemplos fueron tomados de los adjetivos porque esta clase de palabras
ha sido investigada más a fondo desde este punto de vista. Pero otras partes de la
291

oración pueden estar envueltas en el mismo género de conflicto. Así, el verbo francés
se passer de podía significar en otro tiempo o bien “pasarse sin” o bien “contentarse
con”; Molière todavía tiene: “un homme qui s'est passé durant sa vie d’une assez
simple demeure”161. De las dos significaciones opuestas solo la primera ha
sobrevivido.

La polisemia también puede dar lugar a un tipo diferente de conflicto. Si una


palabra desarrolla un sentido desagradable con fuertes tonos emotivos, cabe que
quede tan viciada que sea, virtualmente, inutilizable en sus significados anteriores 162.
Un ejemplo interesante es el adjetivo cunning, que originariamente tenía un valor
positivo, el de “docto, inteligente, experto”. Shakespeare aún escribía: “I thought he
had been valiant and so cunning in fence” 163 (Twelfth Night, acto III, escena 4). Hacia
fines del siglo XVI, sin embargo, el adjetivo empezó a utilizarse en una acepción
palmariamente peyorativa, la de “astuto, artero, trapacero”. Más tarde, este use arrojó
su sombra sobre los significados más positivos de la palabra y emergió del contexto
como el único sentido que está realmente vivo. Del mismo modo, obsequious tenía
todavía la significación favorable de “obediente, respetuoso, sumiso”, cuando
Shakespeare hizo decir a Falstaff: “I see you are obsequious in your love, and I
profess requital to a hair’s breadth”164 (Merry Wives, acto IV, escena 3); pero cuando
llegó a usarse en el sentido peyorativo de “adulador, zalamero, sicofante”,
gradualmente desapareció de los contextos positivos. Tomando un ejemplo de una
esfera diferente, cuando undertaker comenzó a emplearse en su sentido presente
[empresario de pompas fúnebres, enterrador] dejó de encontrarse adecuado en su
significado más general de “contratista”, “el que se embarca en alguna empresa
comercial”; la siguiente sentencia, citada de Swift por el NED: “The undertaker

161
“Un hombre que se ha contentado durante su vida con una morada bastante sencilla” (Don Juan,
acto III, escena 6, citado por NYROP, Sémantique, pág. 47).
162
Véase RUDSKOGER, op. cit., págs. 480-84, de donde están tomados los dos ejemplos inmediatos;
sobre cunning, véase igualmente ibíd., págs. 354-57, así como también el NED.
163
“De haber sabido que tenía tanto valor y que tan diestro era en la esgrima.” SHAKESPEARE,
Obras completas, 10.a ed. Madrid, Aguilar. 1951, pág. 1278.
164
“Veo que sois consecuente en vuestro amor, y os prometo que el mío no se diferenciará del vuestro
o en el grueso de un cabello.” Ibíd., pág. 1130.
292

himself will publish his proposals with all convenient speed” [el propio empresario
publicará sus ofertas con toda la rapidez conveniente], provocaría hoy una sonrisa
equívoca.

Los conflictos entre significados incompatibles de la misma palabra prosiguen


constantemente en el lenguaje, aunque es imposible decir de antemano cómo se
resolverán. En el inglés actual hay cierto embarazo y vacilación en el uso de adjetivos
como common [común, corriente; bajo, vulgar], strange [extraño, raro; forastero,
extranjero], y especialmente funny [gracioso, divertido; peculiar, particular], como se
muestra en el chiste popular: “Do you mean funny “ha-ha” or funny peculiar?”
[¿Quiere usted decir funny “ja-ja” o funny “peculiar”?], o en pasajes como el
siguiente, que el Dr. Rudskoger cita de una novela reciente: “I never dreamed for a
moment then that there had been any funny business. Funny? Did I say funny? God,
what a word to use! “165. La evitación de adjetivos tales como blooming [florido] y
bloody [ensangrentado] en su sentido respetable es otro indicio en la misma dirección
(cf. pág. 166).

Esta delicada ambigüedad puede incluso afectar la vitalidad de una palabra. Así lo
demostró poderosamente Gilliéron, en cuya opinión “las contradicciones
homonímicas y la hipertrofia de significados han sido una amenaza perpetua del
lenguaje, una causa perenne de la desaparición de palabras” 166. En su atlas lingüístico
de Francia halló varios casos bien comprobados de términos que han caído en desuso
debido a su polisemia “patológica”. En ciertas partes del norte de Francia, por
ejemplo, el nombre vaisseau, “buque, navío”, podia significar también “colmena” y
“enjambre de abejas”. “Al estar sobresaturado de significados estaba condenado a
desaparecer”167, aunque se hicieron intentos por salvarlo modificando su forma en
algunos de sus usos. Las reconstrucciones de Gilliéron son tan brillantes como

165
“Nunca soñé entonces por un momento que hubiera habido ningún negocio chistoso. ¿Chistoso?
¿Dije chistoso? ¡Dios, qué palabra he usado!” Op. cit., página 479; cf. también MENNER, loc. cit.
166
Généalogie des mots qui désignent l’abeille, Paris, 1918, pág. 157.
167
IORDAN-ORR, op. cit., pág. 167.
293

convincentes; no obstante, parecería que, sea lo que fuere lo que suceda en los
dialectos, las palabras del lenguaje ordinario rara vez son abandonadas por esta razón;
en la mayoría de los casos es suficiente eliminar algunos de los sentidos en conflicto.
Es ciertamente revelador que de 120 adjetivos ingleses, muchos de ellos sumamente
ambiguos, que ha investigado el Dr. Rudskoger, solo tres —2% por 100— han
desaparecido por completo (pág. 439). Si bien la polisemia está omnipresente en el
lenguaje, no es, al parecer, un factor esencial en el desuso de las palabras.

II. HOMONIMIA
1. Fuentes
La homonimia es mucho menos común y menos compleja que la polisemia, aunque
sus efectos pueden ser tan graves a incluso más dramáticos. Solo hay tres maneras por
las que pueda surgir, y la tercera de ellas es de una importancia muy secundaria.

1) Convergencia fonética. —La causa más común de la homonimia es el desarrollo de


sonidos convergentes. Bajo la influencia de los cambios fonéticos ordinarios, dos o
más palabras que en otro tiempo tenían formas diferentes coinciden en el lenguaje
hablado y, a veces, también en la escritura. El proceso es tan simple que unos pocos
ejemplos bastarán para ilustrarlo168:

antiguo inglés melo > meal “harina” [mi : l]


antiguo inglés māēl > meal “comida”
antiguo escandinavo rās > race “carrera”
francés race169 > race “raza, casta” [reisi]
antiguo inglés męte > meat “carne”
antiguo inglés mētan > meet “encontrar” [mi:t]
antiguo inglés metan > mete “distribuir, prorratear”
francés maille > mail “armadura, cota de malla”
antiguo escandinavo māl > (black)mad 170 “chantaje”
antiguo francés male, francés
moderno malle > mail “valija, correo” [meil]
168
Las etimologías inglesas que siguen están tomadas todas de la impr. de 1952 del Shorter Oxford
English Dictionary
169
Sobre el origen de esta palabra, véase SPITZER, Essays in Historical Semantics, capítulo
170
Mail se usa todavía en Escocia en el sentido de “pago, impuesto, tributo. Renta”; cf. asimismo la
frase mails and duties: “las rentas de un estado, ya sean en dinero o en grano” (NED).
294

antiguo francés ma(s)le, fran-


cés moderno mâle > male “macho, masculino”
latín cingit > francés (il) ceint “ciñe”
latín quinque > francés cinq171 “cinco”
latín sanum > francés sain “sano” |sē|
latín sanctum > francés saint “santo”
latín sinum > francés sein “seno, pecho”
latín signum > francés (blanc)-seing “firma en blanco”

Esta forma de homonimia es muy corriente en lenguas con muchos términos


monosilábicos; es, por tanto, particularmente frecuente en inglés y francés, y menos
difundida, digamos, en alemán o italiano, en donde la sustancia fonética de las
palabras ha sido mejor conservada172. Otro factor que favorece la homonimia es la
pérdida de las consonantes finales. El inglés, por ejemplo, a pesar de su riqueza en
monosílabos, tiene relativamente menos homónimos que el francés, porque la
retención de las consonantes finales ayuda a mantener las palabras, incluso las más
cortas, distintas unas de otras. En francés, tanto el monosilabismo como la pérdida de
las consonantes finales se combinan para producir homónimos en una escala
considerable. Cierto número de palabras francesas consisten en una sola vocal: v. gr.,
173
au “al” —aux “a los, a las” —eau “agua” —haut “alto” —os “huesos”, y auls, el
antiguo plural de ail “ajo”, todas las cuales se pronuncian |o|. Otro tipo muy común
de estructura verbal en francés es la secuencia: consonante + vocal: tan; “casca” —
tant “tanto” — taon “tábano” — temps “tiempo” — (je) tends, (tu) tends, (il) tend,
tends! “tiendo, tiendes, tiende, tiende (tú)”. Las palabras de este tipo nunca habrían
coincidido en inglés.

En esta rama de la semántica, los datos estadísticos pueden ser muy reveladores, no
solo sobre la frecuencia de homónimos en una lengua dada, sino también sobre las

171
La consonante final se pronuncia a menudo; véase FOUCHÉ, op. cit., pág. 479.
172
Véase: JESPERSEN, “Monosyllabism in English”, Linguistica. págs. 384-408, y HARMER, op.
cit., cap. 4.
173
Cf. FOLCHÉ, op. cit., pág. 395.
295

conexiones entre la homonimia, la longitud de las palabras y la estructura verbal 174.


Pero, aunque es perfectamente claro que unas lenguas están más infestadas de
homónimos que otras, no es difícil encontrar ejemplos de homonimia fortuita en
cualquier idioma, incluso en aquellas que han sufrido menos desgaste por el cambio
fonético175; cf. parejas tales como la alemana Bauer “campesino” — Bauer “jaula”; la
latina comparare “comparar, igualar” — comparare “preparar, disponer, procurar”; la
húngara ár “precio” — ár “flujo—ár “lezna”.

2) Divergencia semántica. — La homonimia puede también efectuarse mediante el


desarrollo de sentidos divergentes. Cuando dos o más significados de la misma
palabra se separan hasta tal punto que no haya ninguna conexión evidente entre ellos,
la polisemia dará paso a la homonimia y la unidad de la palabra quedará destruida.
Hemos visto algunos ejemplos de este proceso en la sección sobre la pérdida de la
motivación (pág. 113): pupil “pupilo, discípulo” y “pupila, niña del ojo”, collation
“comparación” y “refacción ligera”. El lenguaje ordinario está lleno de homónimos
“secundarios” de este tipo: solo un etimologista conectaría el verbo to long [anhelar,
ansiar] con el adjetivo long [largo]; rake “libertino, hombre de hábitos disolutos” con
el verbo to rake [rastrillar, rastrear]; sole, “lenguado, nombre de un pez”, con sole
“suela de zapato”; still “quieto, inmóvil” con el adverbio still “todavía”, o con el
vocablo francés voter “robar” con voler “volar”.

Esta forma de homonimia es la réplica exacta de un proceso discutido en la sección


precedente: la reinterpretación de los homónimos como si fueran una sola palabra con
dos sentidos (págs. 185 y siguientes), como ocurre con las dos formas de ear o de

174
Véase: B. TRNKA, A Phonological Analysis of Present-day Standard English, Praga, 1935; 56 y
sgs. Cf. igualmente: A. SCHÖNHAGE, Zur Struktur des französischen Wortschatzes.Deriranzösische
Einsilber, Bonn, 1948 (tesis inédita reseñada por G. GOUGENHEIM, Le Français Moderne. xx
(1952), págs. 66-8), y P. MIRON. “Recherches sur la typologie des langues romanes”, en:
Proceedings of the Eighth International Congress of Romance Linguistics, págs. 693-7.
175
Véase. v. gr.. A. MEILLET. “Sur les effets de l’bomonymie dans les anciennes langues
indoeuropéennes”, Cinquantenaire de l’Ecole Pratique des Hautes Etudes, Paris, 1921, págs. 169 – 80
y E. OEHMANN, Ueber Homonymie and Homonyme im Deutschen, Helsinki, 1934.
296

cōrn. Si las dos tendencias se representan esquemáticamente, resulta claro que operan
en direcciones opuestas:

ear “oreja” ear “espiga”

ear “oreja; espiga”

sole “suela de zapato; lenguado”

sole “suela de zapato” sole “lenguado”

En el primer caso, dos palabras se han fundido en una; en el segundo, una palabra
se ha escindido en dos. Conviene añadir que el segundo proceso parece ser mucho
más común que el primero.

El paso de la polisemia a la homonimia plantea el mismo problema que el proceso


inverso. Puesto que somos incapaces de medir el “grado de proximidad de los
significados”, como declaró Bloomfield, es difícil decir en los casos particulares
dónde termina la polisemia y dónde empieza la homonimia. La cuestión tiene una
relación directa con el trabajo del lexicógrafo, ya que este tiene que decidir, en cada
caso, si ha de registrar tales homénimos dudosos como una palabra o como dos.176
¿Deberá un diccionario puramente descriptivo insertar los siguientes vocablos bajo un
solo encabezamiento o bajo varios: drill “taladro, instrumento para taladrar o
agujerear” y drill “instrucción de reclutas, ejercicio o adiestramiento militar”; fast
“firme, seguro” y fast “rápido, veloz”; hunch “joroba, giba” y el americanismo hunch
“presentimiento”; suit “pleito, acción judicial”, suit “terno, prenda de vestir” y suit
“palo de baraja, serie de cartas”? Algunas personas no dudarían en estimarlas como

176
Véase, sobre este problema, R. GODEL, “Homonyrnie et identité”, Cahiers Ferdinand de Saussure,
VII (1948), págs. 5-15; P. DIACONESCU, Probleme de Linguistică Generală, vol. I, págs. 133-53; F.
ASAN, ibíd., vol. II, págs. 113-24; M. M. FALKOVICH, Vopresy Jazykoznanija, 1960, n. 5, págs. 85-
8.
297

palabras idénticas, aunque les sería difícil conjeturar la conexión entre sus
significados.

En corto número de casos hay criterios fonéticos razonables para decidir en favor
de la homonimia. La diferencia en la escritura no es necesariamente concluyente,
según vimos en la discusión de parejas como draft-draught, discreet-discrete y metal-
mettle (páginas 192 y sgs.); no obstante, es, en conjunción con otros factores, una
indicación de que la palabra ya no se percibe como una unidad.

Esto se ve claramente en parejas tales como flower [flor] — flour [harina], gate
“camino, calle” (cf. Gallowgate) — gait [paso, porte, continente], la francesa penser
“pensar” — panser “almohazar un caballo, curar una herida”, todas las cuales eran
originariamente palabras idénticas, que ahora se consideran como homónimas.

Si dos palabras iguales en cuanto a la forma se pueden usar en la misma oración sin
ninguna sensación de repetición, esto indica que el que habla desconoce cualquier
conexión entre ellas. Así, si hubiera alguna duda sobre la relación entre los términos
franceses pas “paso” y pas, partícula negativa, procedentes ambos del latino passus
“paso”, un idiotismo como “Cela ne se trouve pas dans le pas d’un cheval” (“Eso no
se encuentra todos los días”), bastaría para mostrar que son reputados como dos
palabras separadas. Hay que cuidarse, sin embargo, de no utilizar como prueba los
retruécanos. Así, la famosa paradoja de Pascal: “Le coeur a ses raisons que la raison
ne connaît point” (“El corazón tiene sus razones que la razón no conoce”), se basa en
el doble significado de la palabra raison, y no demuestra en modo alguno, como se ha
insinuado177, que sea este un caso de homonimia y no de polisemia.

Otro criterio aún que puede decidir a veces la cuestión es la rima. Está
completamente claro, por ejemplo, que ningún poeta que se respete rimaría los
vocablos franceses point “punto” y point, partícula negativa (derivados ambos del

177
BALLY, Traité de stylistique, vol. I, pág. 48.
298

latino punctum), si los percibiera como una sofa palábra, y no como dos; con todo,
encontramos en Corneille

Et sa mâle vigueur, toujours en même point,


Succombe sous la force, et ne lui cède point.
Horace, acto IV, escena
l178.

Estos criterios y otros semejantes podrían ser provechosos en algunos casos, pero
dejarán otros muchos sin resolver. Recientemente se hizo la sugestión de que “la
ciencia social tiene técnicas adecuadas para estudiar las opiniones subjetivas, que
cabría aplicar a los problemas de la homonimia (si se concede que estos son asunto de
las opiniones de los interlocutores) tanto como a los temas políticos” 179. Si se lograse
idear sobre estas directrices una indagación estadística, una especie de cuestionario
Gallup, este aspecto importante y poco satisfactorio de la lexicografía podría
colocarse, al menos, sobre una base sólida.

3) lnfluencia extranjera. — Muchas palabras introducidas de idiomas foráneos se


han elevado al rango de homónimos en el inglés y en otras lenguas, como puede verse
en algunos de los ejemplos ya citados (race, mail — male)180. En ciertos casos, tal
homonimia ha conducido a serios conflictos, como en las parejas: gate “puerta,
entrada” (del antiguo inglés geat) — gate “camino, calle” (del antiguo escandinavo
gata), y straight “derecho, recto” (del inglés medio stregt) — strait [estrecho, rígido]
(del antiguo francés estreit, a su vez del latín strictus)181. Cuando una palabra prestada
queda firmemente establecida en su nuevo contorno, se adaptará al sistema fonético
local, y en adelante participará de los cambios normales de sonidos; puede llegar así a
coincidir con otras palabras de la lengua receptora. Este tipo de influencia extranjera

178
“Y su viril vigor, siempre firme y a punto, sucumbe bajo la fuerza, mas no se rinde a ella.” Esta no
es una rima aislada en Corneille; otro ejemplo es citado por BRÉAL, op. cit., pág. 146, n. 2.
179
WEINREICH, Language, XXXI págs. 541 y sgs.
180
Véase R. I. MENNER. “The Conflict of Homonyms in English”, Language, XII (1936), págs.
229-44: págs. 234 y sgs.
181
La misma palabra que la francesa étroit “estrecho, angosto” y la inglesa strict (estricto). Sobre el
conflicto entre las dos formas de gate, véase E. R. WILLIAMS, op cit., págs. 57-69; sobre el que existe
entre straight y strait, véase Ibíd., páginas 103-11.
299

no es, pues, una fuente separada de homonimia, sino meramente una forma especial
del desarrollo de sonidos convergentes.

La influencia de una lengua extranjera puede también llevar a la homonimia por


una ruta diferente: a través del préstamo semántico182. Este es un proceso muy raro,
pero cabe citar aquí uno o dos ejemplos. Sobre el modelo de los homónimos alemanes
Schloss “castillo” y Schloss “cerradura”, las palabras checa y polaca para designar
“cerradura”, zamek, se usan igualmente en el sentido de “castillo”. La misma
“homonimia por préstamo” existe también en el ruso, aunque aquí la movilidad del
acento hace posible distinguir los dos significados: za’mok “cerradura” — ’zamok
“castillo” (cf. pág. 28)183. Se ha sugerido también que la ambigüedad del vocablo
rumano lume y del húngaro világ, que significan ambos “luz”, y, a la vez, “mundo”,
es debida a la influencia eslava; la misma homonimia (¿o polisemia avanzada?) se
halla, por ejemplo, en el sustantivo ruso svet184.
2. Colisiones homonímicas

La homonimia difiere de la polisemia en dos aspectos vitales. En contraste con esta


última, no tiene ventajas positivas salvo para el jugador de vocablos y el versificador.
Por razones que ya han sido explicadas (pág. 189), es imposible imaginar una lengua
sin polisemia mientras que una lengua sin homonimia no es solamente concebible:
sería, de hecho, un medio más eficaz. La segunda diferencia es que la polisemia está
incomparablemente más esparcida que la homonimia. Esto no quiere decir, sin
embargo, que la última no sea frecuente; en algunas lenguas, tales como el inglés y el
francés, existe en una escala que ciertos observadores encuentran verdaderamente
alarmante. En su entretenido ensayo “Sobre los homófonos ingleses”, publicado hace
más de cuarenta años, el fallecido poeta laureado Robert Bridges calculó que debe
haber entre 1.600 y 2.000 homónimos en inglés. “Ahora bien: se estima varia de

182
Véase esp. T. E. HOPE, loc. cit.
183
DEROY, op. cit., pág. 97
184
Ibíd., véase, sin embargo, G. BÁRCZI, Magyar Szófejtö Szótár (2Diccionario etimológico
húngaro”), Budapest, 1941, s. v. világ.
300

3.000 a 5.000 palabras son, aproximadamente, el límite del vocabulario


conversacional del hombre educado medio, y puesto que las 1.600 son, en su mayor
parte, palabras que usará tal interlocutor..., resulta que tiene un instrumento
neciamente imperfecto y tosco”185. La evaluación de Bridges de los recursos verbales
del hombre medio es, sin duda, demasiado baja, pero aun multiplicándola por diez 186,
la proporción de homónimos continuará siendo considerable.

Desde la labor realizada sobre la homonimia por Gilliéron, J. Orr y otros geógrafos
lingüistas187, ya no es posible desechar esta forma de ambigüedad como un mero
episodio en la vida del lenguaje. No obstante, es exacto decir que, en la inmensa
mayoría de los casos, los homónimos no causan ningún embarazo en el habla
ordinaria. Hay un cierto número de salvaguardas contra cualquier posibilidad de
confusión. La mayor parte de ellas son similares a las mencionadas en la sección
sobre la polisemia (págs. 189 y sgs.), pero hay también algunas diferencias
características.

La más importante, con mucho, de estas salvaguardas es la influencia del contexto.


En la fórmula del profesor Palmer, “la homonimia causa perturbaciones lingüísticas
solamente cuando existe entre palabras que, en contextos dados, clausarían
malentendidos”188. Esto lo reconocen incluso los geógrafos lingüistas que han dado
gran relieve al poder destructor de la homonimia. En las palabras a menudo citadas de
Gilliéron y Mario Roques: “L’homonymie n’est pas une force qui va, fatale,
inéluctable, détruisant sans mer ci tout ce que lui livre une phonétique aveugle: pour

185
ociety for Pure English Tracts, II (1919), pág. 6.
186
Cf. JESPERSEN, Growth and Structure, pág. 196.
187
Para un examen general, véase IORDAN-ORR, op. cit., cap. 3; véase también 1. ORR, “On
Homonymics”, Words and Sounds in English and French, cap. 12, y otros capítulos del mismo libro;
WARTBURG, Problèmes et méthodes, cap. 3. En el campo del inglés la contribución más importance
es E. R. WILLIAMs, op. cit.; véase asimismo R. J. MENNER, “The Conflict of Homonyms in
English”, loc. cit., y RUDSKOGER, op. cit., págs. 427-41. Hay diversos artículos sobre la homonimia,
en Voprosy Jazykoznanija, 1960, n. 5.
188
An Introduction to Modern Linguistic., Londres, 1936, pág. 113. Cf. igualmente WILLIAMS, op.
cit., págs. 4 y sgs.
301

qu’elle ait à agir, encoré faut-il qu’il y ait rencontre, et la rencontre ne se produit que
pour des mots engagés dans les mêmes chemins de la pensée”189.

Los contextos, sin embargo, son de una diversidad infinita, y puede suceder que dos
homónimos con significados totalmente diferentes tengan ambos sentido en la misma
locución. Así, la homonimia entre son [hijo] y sun [sol] parece bastante inofensiva; no
obstante, Jespersen refiere el caso de una niña que, al ser preguntada por su madre si
su nuevo muñeco era su hijo (son), respondió, señalando al cielo: “No, that's my sun”
[No, ese es mi sol]190. Pero este mismo autor pisa un terreno menos firme cuando
sugiere que la sustitución de son por boy [niño] o lad [muchacho] en los dialectos es
debida a una colisión homonímica entre son y sun191. Tales ambigüedades
ocasionales, efectuadas por contextos caprichosos, son de escasa importancia; es solo
cuando los equívocos se presentan una y otra vez cuando hay que hacer algo para
evitarlos. Citando de nuevo a Gilliéron, “le rôle destructeur de l’homonymie
n’apparaît que lorsque le parler a pleinement conscience du caractère intolérable des
conflits, on n’essaye d’y remédier qu’après expérience d’une gêne intolerable”192.

Además del contexto hay, como en el caso de la polisemia, varias salvaguardas


especiales contra la homonimia. Algunas de ellas son muy comunes; otras son de
alcance más limitado. El efecto cumulativo de estas salvaguardas llega a reducir en
gran medida el peligro de los conflictos homonímicos.

1) Muchos homónimos solo existen en teoría; en la práctica no hay ningún riesgo de


confusión, ya que pertenecen a diferentes clases de palabras. Así fue poco realista
189
“La homonimia no es una fuerza fatal, ineluctable, que va destruyendo sin remisión todo lo que le
entrega una fonética ciega: para que actúe, es preciso todavía que haya choque, y el choque no se
produce más que para palabras empeñadas en los mismos caminos del pensamiento”
(GILUÉRON-ROQUES, Etudes de géographie linguistique, París, 1912, págs. 149 y sgs.). Sobre la
autoridad de este pasaje ver IORDAN-ORR, op. cit., pág. 162, n. 1, y M. ROQUES, Romania, LXXIV
(1953), pág. 140
190
Language: its Nature, Development and Origin, págs. 120 y sgs.
191
Ibíd., pág. 286
192
“El papel destructor de la homonimia no aparece más que cuando la lengua tiene plena conciencia
del carácter intolerable de los conflictos, no se intenta remediarlo más que tras haber experimentado un
impedimento intolerable” (Généalogie des mots qui désignent l’abeille, pág. 58).
302

sugerir, como hizo Robert Bridges (loc. cit., pág. 22), que el verbo to know [conocer]
está “sentenciado” a causa de la triple homonimia en que está envuelto: know
[conozco] — no [no], knows [conoce] — nose [nariz], knew [conocía] - new [nuevo].
Enteramente aparte de las diferencias de significado, es difícil imaginar una oración
en la que un verbo pueda ocupar el mismo puesto que una partícula negativa, un
nombre o un adjetivo. Esta sola consideración reduciría muy drásticamente el número
de homónimos “efectivos” en una lengua. Al mismo tiempo, la diferencia de clase no
descarta automáticamente toda posibilidad de confusión. Hay pruebas, por ejemplo,
de un embrollo homonímico entre el nombre francés part (del latín pars, partem) y la
preposición par (del latín per): en frases como “de par le Roi”, “de parte, o en
nombre del Rey”, la forma original fue de part, con el sustantivo; mientras que en la
frase “à part moi”, “para mí, para mis adentros”, el nombre parece haber reemplazado
a la preposición193.

2) En las lenguas que poseen género gramatical, este puede contribuir a distinguir los
——
nombres homónimos: en el francés, le poêle “estufa” la poêle “sartén”; le vase
——
“vaso, vasija” la vase “limo, cieno”; en el alemán, der Kiefer “mandíbula,
——
maxilar” die Kiefer “abeto, pino”. Una vez más esta salvaguarda no es absoluta,
porque hay construcciones en que las diferencias de género no pueden ser indicadas.
Así, la distinción entre los términos franceses le foie “hígado” y la foi “fe”, quedará
inhabilitada en la combinación “crise de foie (foi)”, y autores que normalmente
escribirían “crise de (no de la) conscience”, intercalarán el artículo en “crise de la
foi” para evitar cualquier confusión entre una crisis de fe y una crisis del hígado194.

3) Los homónimos pertenecientes a la misma clase de palabras se diferencian a veces


por la inflexión. E1 plural del vocablo francés travail “trabajo” es travaux, pero el del
homónimo travail, “potro, aparato para sujetar y herrar a los caballos indómitos”, es

193
Véase BLOCH-WARTBURG, s. v. par y part.
194
IORDAN-ORR, op. cit., pág. 163, n. 1.
303

travails195. Análogamente ocurre en el alemán, die Kiefer “mandíbulas” ——


die
Kiefern “abetos”. El pretérito de to ring, “rodear, hacer un círculo o anillo”, es
ringed; el de to ring, “repicar, tañer, sonar fuertemente”, es rang.

4) En ocasiones, se forman compuestos o frases especiales para mostrar cuál de dos o


más homónimos se quiere dar a entender. Este artificio desempeña un papel
importante en el chino, en donde todas las palabras son monosilábicas y la
homonimia es, por tanto, particularmente común. En el inglés se emplean frases como
“left-hand corner” [ángulo izquierdo] y “without let or hindrance” [sin estorbo ni
obstáculo] para remediar la ambigüedad de las palabras en bastardilla196. En el
francés, los meses mayo y agosto con frecuencia son llamados “mois de mai”, “mois
d’août”, en lugar de mai y août simplemente, para eludir las complicaciones
homonímicas. Un caso divertido de ambigüedad en la esfera culinaria es el de las
voces francesas pomme “manzana” y pomme “patata”, la última una abreviación de
pomme de terre. El problema se resuelve a veces refiriéndose a la fruta como pomme
de l’air, pomme- fruit, o incluso pomme-pomme197.

5) En las lenguas con escritura no fonética, la ortografía ayudará a menudo a


diferenciar las palabras de sonido idéntico. Esto, por supuesto, no es más que un
paliativo; reduce el número de homónimos en la página escrita y en la impresa, pero
deja inafectado el lenguaje hablado, excepto en la medida en que proporciona un
rápido y fácil expediente para disipar la confusión: si hay alguna duda de si queremos
decir night (noche] o knight [caballero] es mucho más sencillo deletrearlos que
definir sus significados. En un idioma como el francés, en el que es corriente tanto la
homonimia léxica como la gramatical, la ortografía es ciertamente de alguna ayuda
——
para distinguir una larga serie de homónimos: vain “vano” (plural: vains) (je)
—— ——
vaincs “yo venzo”, (il) vainc “él vence” vin “vino” (plural: vins) vingt

195
Originariamente la misma palabra que el otro travail. Sobre la historia de estos términos, véase esp.
C. H. LIVINGSTON, Skein-winding Reels. Studies in Word. History and Etymology, Ann Arbor, 1957.
196
Véase JESPERSEN, Lingüística, pág. 399.
197
GILLIÉRON Généalogie des mots qui désignent l’abeille, pág. 58.
304

“veinte” —— (je) vins “yo vine”, (il) vint “él vino”, todos los cuales se pronuncian |V
esto es, con e nasalizada.

El valor de la ortografía como una salvaguarda contra la homonimia ha sido puesto


en duda por algunos autores. Bloomfield, por ejemplo, fue perfectamente categórico
sobre este punto: “Es falso suponer que la escritura sería ininteligible si la ortografía
de los homónimos (v: gr., pear [pera], pair [par], pare [pelar, mondar], o piece
[pieza], peace [paz]) fuese igual; la escritura que reproduce los fonemas del habla es
tan inteligible como el habla”198. Pero seguramente la cuestión es que bajo este
respecto la escritura es más inteligible que el habla, y que la homonimia en la lengua
en su conjunto, en la hablada tanto como en la escrita, queda reducida en
consecuencia. Es verdad, por otro lado, que la ortografía no fonética produce
homónimos peculiares suyos: palabras como lead [plomo] y to lead [conducir], tear
[lágrima] y to tear [desgarrar], sow [marrana] y to sow [sembrar], que se pronuncian
de modo diferente, pero que se escriben lo mismo. Mas tales casos son bastante
menos comunes que aquellos en que la escritura ayuda a discriminar los homónimos
del habla. Es ciertamente significativo que lenguas como el inglés, el francés y
especialmente el chino, donde abundan los homónimos, hayan conservado una forma
no fonética de escritura, mientras que otros, menos vulnerables a la homonimia, se
escriban más o menos como se hablan y hayan sido ajustados repetidamente a fin de
acercar la ortografía a la pronunciación. Es dudoso, sin embargo, si el valor de la
escritura como un remedio contra la homonimia es lo bastante importante como para
deparar un serio argumento contra la reforma de la ortografía.

6) En algunos casos, un conflicto homonímico ha sido apartado modificando


ligeramente la forma de las palabras en cuestión. La colisión entre gate “puerta,
entrada” y gate “camino, calle”, que ya se ha mencionado (pág. 203), ha conducido,
en el inglés clásico y en muchos dialectos, a la desaparición de la segunda palabra.
Otros dialectos han conservado ambos términos, pero ya no son homónimos, puesto

198
Language, pág. 502; cf. JESPERSEN, Linguistica, pág. 398
305

que la palabra para denotar “entrada” tiene formas como yate, yett, etc., que se
remontan a un prototipo del antiguo inglés diferente del vocablo gate del inglés
normal199. El mismo deseo de distinguir los homónimos explica por qué ciertas
consonantes finales que normalmente serían mudas, o pueden serlo, se pronuncian en
francés, como en but “blanco, meta”, joug “yugo”, sens “sentido”, y otras. Por la
misma razón, el grupo |st| final se pronuncia en le Christ, para distinguirlo de le cri
“grito, clamor”, mientras que en la combinación jésus-Christ, en donde no hay
peligro de confusión, las dos últimas consonantes son mudas.

Un caso particularmente interesante de diferenciación es la historia de los verbos


latinos necare “matar” (en latín vulgar “ahogar”) y negare “negar”, en francés. Estos
verbos se volvieron homónimos en antiguo francés, tanto en aquellas formas que en
latín se acentuaban sobre la primera sílaba como en las que el acento recaía sobre la
segunda:

‘necat né care
antiguo francés nie antiguo francés noyer
‘negat ne'gare

Esta ambigüedad fue eliminada, y la conjugación de ambos verbos se regularizó


remodelando cada uno sobre una base diferente: pier, je nie, nous nions, etc., llegó a
ser la palabra para designar la negación, en tanto que noyer, je noie, nous noyons, se
reservó para el significado de “ahogar”.

Si, a pesar de todas estas salvaguardas, tiene lugar una colisión homonímica en gran
escala, el resultado es usualmente más serio que en los conflictos debidos a la
polisemia. Allí, como hemos visto (página 198), rara vez es necesario sacrificar una
palabra entera; normalmente basta con descartar uno de los sentidos incompatibles.
En las colisiones homonímicas, una palabra choca con otra, y a menos que puedan
separarse por medios fonéticos o gramaticales, una a otra  a veces incluso las dos
199
Véase WILLIAMS, op. cit., págs. 57 y sgs.
306

tendrán que apartarse de la escena. Estos procesos pueden estudiarse mejor en los
atlas lingüísticos, en donde cabe reconstruir con gran precisión la compleja cadena de
causas y efectos. El ejemplo clásico es el análisis de Gilliéron del conflicto entre el
gallo y el gato en el sudoeste de Francia200. En parte del territorio la -llfinal ha
cambiado en -t; como consecuencia de ello, la palabra latina para designar el gallo,
gallus, se convirtió en gat y así coincidió con el nombre del gato, gat, procedente del
latín vulgar cattus. Como habría sido sumamente inconveniente tener nombres
homónimos para los dos animales, gat “gallo” desapareció y fue reemplazado por
formas locales de los vocablos franceses faisan “faisán” y vicaire “vicario”201. Fuera
del área del cambio de la -ll en -t no había confusión entre gal “gallo” y gat
“gato”, y ambos términos han sobrevivido. Como Bloomfield apunta certeramente, es
un “hecho notable el que las isoglosis 202 que separa las extrañas palabras aza n y
begej de la ordinaria gal, coincida exactamente con la isoglosis etre -ll y
-t; esto es altamente significativo, porque las isoglosisincluso las isoglosis que
representan rasgos estrechamente relacionadosmuy rara vez coinciden durante una
distancia considerable” (Language, pág. 398).

Gilliéron estaba en general más interesado por los conflictos mismos que por los
sustitutos que hay que encontrar para los homónimos desechados. El problema de la
sustitución ha sido examinado por el profesor Wartburg en una serie de estudios 203
que han arrojado una luz estimable sobre la íntima conexión que existe entre la
lingüística descriptiva y la histórica. Al explorar ulteriormente la elección de los
sustitutos posibles, hallamos que la brecha abierta por la desaparición de un
homónimo puede llenarse de una variedad de maneras:

200
Véase GILLIÉRON-ROQUES. op. cit., cap. 12.
201
O posiblemente viguier “preboste” que es históricamente la misma palabra.
202
“Frontera de un rasgo lingüistico”, del griego isos “igual” + glōssa “lenguaje”.
203
Véase esp. Problèmes et méthodes, págs. 122 y sgs., en donde varios de los ejemplos que siguen
(gat. claus, moudre, nouer) son discutidos con cierto detalle.
307

1) Cabe sacrificar una forma ambigua y reemplazarla por un derivado. Como


Gilliéron mostró en una monografía especial sobre el tema 204, los términos latinos
clavis “llave” y clavus “clavo”, que han dado clef y clou en francés, se convirtieron
ambos en claus en el sur de Francia. Para eliminar esta ambigüedad, la palabra para
expresar “clavo” fue reemplazada por clavel, de clavellus, un diminutivo de clavus.
En el español de América, la z sorda (escrita como c delante de e y de i, y como z
en los demás casos) se ha convertido en s, y esto ha creado cierto número de
homónimos: cocer ha coincidido con coser, caza con casa, etc. Una solución del
problema es reemplazar uno de los homónimos por un derivado: cocer por cocinar,
caza por cacería205.

2) El sitio dejado vacante por un homónimo puede ser ocupado por uno o más
sinónimos ordinarios. Esto acaeció en el conflicto entre let “dejar, permitir” (del
antiguo inglés lāētan) y let “estorbar, impedir” (del antiguo inglés lettan). El último
ha sido reemplazado por hinder y otros sinónimos, aunque ha sobrevivido en dos
combinaciones especiales: “without let or hindrance” y “let ball”.

3) El sustituto puede ser lo que el profesor Wartburg ha denominado un “satélite” del


término desaparecido: un sinónimo jocoso del que se disponía en la época en que
ocurrió la colisión. Así es como Wartburg interpretaría el uso de la palabra para
designar a un “vicario” en el sentido de “gallo”: comparar el ave con el cura de aldea
es típico, en su opinión, del atrevido humor popular por el que los gascones son tan
renombrados. De un modo muy parecido, el conflicto entre an ear “una oreja” y a
near “un riñón” (kidney) (cf. pág. 176) se resolvió en algunas áreas eliminando la
primera palabra y empleando lug “asa”, “agarradera” en su lugar206.

4) A veces un homónimo será reemplazado por un término que denota algún aspecto
especial del mismo objeto o acontecimiento. Así, el choque entre los vocablos
204
L’aire Clavellus d’après I’Atlas linguistique de la France, Neuveville, 1912.
205
W. J. ENTWISTLE, The Spanish Language, Londres, 1936, pág. 265.
206
Véase WILLIAMS, op. cit., págs. 47 y sgs
308

franceses moudre “moler” (del latín molere) y moudre “ordeñar” (del latín mulgere)
condujo a la sustitución del último por traire, del latín trahere “tirar, arrastrar,
extraer”.

5) Otra posibilidad consiste en llenar el vacío con un término perteneciente a la


misma esfera de pensamiento. Cuando la palabra francesa nouer “anudar” (del latín
nodare), se hizo idéntica a nouer “nadar” (del latín natare), la última cayó
gradualmente en desuso. Su puesto fue ocupado por pager (del latín navigare) que
hasta entonces había significado “navegar”. Este ejemplo muestra que algunas
colisiones homonímicas tienen repercusiones mucho más allá de sus límites
originales.

6) En algunos casos se ha introducido una palabra de una lengua extranjera para


proporcionar un sustituto al homónimo desplazado. Un ejemplo a propósito es el
conflicto entre aimer “amar” (del latín amare), y esmer “estimar” (del latín
wstimare)207. Los dos verbos se volvieron homónimos en antiguo francés y esmer
desapareció con el tiempo, pero no sin legar algunas de sus funciones a su rival más
afortunado. Se encontró una sustitución para esmer reintroduciendo la misma palabra
del latín en su forma culta estimer.

7) Cuando uno de los homónimos en conflicto tiene un significado desagradable,


puede desaparecer y ser expresada la misma idea por un eufemismo. La semejanza
fonética entre el vocablo del antiguo inglés adela “cieno, basura, excremento” (inglés
moderno addle “huero, podrido”) y ādl “enfermedad”, fue sin duda una de las razones
para la desaparición del último término. Su sustituto, disease, era originariamente un
eufemismo que significaba “lack of ease, uneasiness” [falta de tranquilidad,
indisposición, incomodidad], si bien desde hace largo tiempo ha perdido su valor
eufemístico208.

207
Véase especialmente ORR, Words and Sounds in English and French, cap. 14.
208
L. R. PALMER. An Introduction to Modern Linguistic, pág. 111.
309

Como muestra este último ejemplo, las colisiones homonímicas no siempre son
debidas a una ambigüedad genuina. Una palabra desagradable o indecente puede
lanzar una sombra sobre su homónimo aun cuando no haya ningún riesgo real de
confusión entre ellos. Hemos visto el mismo factor operando en el caso de la
polisemia (páginas 196 y sgs.). Según Bloomfield, cock [gallo] y ass [asno] están
siendo reemplazados por rooster y donkey en el inglés americano con el fin de evitar
la homonimia con una “forma tabú” (Language, pág. 396). De la misma manera, el
profesor Orr explicaría el desuso del verbo to flee [huir, escapar] por su choque
homonímico con flea [pulga]209. Estas influencias asociativas son tan potentes que
incluso pueden afectar a una palabra que se asemeje vagamente a un término tabú. A
los oídos hipersensibles de las précieuses francesas del siglo XVII, los verbos
inculquer [inculcar] y confesser [confesar] parecían ofensivos a causa de la asonancia
de su sílaba central con una palabra indecente. En nuestro propio tiempo, un grupo de
seis músicos de una orquesta norteamericana fue llamado un quinteto (quintet), ya
que sexteto (sextet) se percibía como demasiado sugerente210.

La colisión homonímica puede conducir incluso a la desaparición de ambas


palabras; esto es lo que sucedió cuando épi “espiga” (del latín spicum) y épine
“espina” (del latín spina) llegaron a coincidir en el sudoeste de Francia. Esto, sin
embargo, raramente es necesario; en la mayoría de los casos solo se eliminará una de
las palabras en conflicto. Gilliéron insinuó una vez, en términos bastante generales,
que en un choque entre dos homónimos quedará anulado aquel para el que se
disponga con más facilidad de un sustituto, o aquel que exija con más vehemencia el
ser reemplazado211. En la práctica esto es a menudo una cuestión de azar, y un
homónimo que desaparece en un área puede resultar en otra área más fuerte que su
rival, como vimos en la colísión entre an ear y a near.
209
ORR, Words and Sounds in English and French, cap. 1.
210
Véase: A. W. READ, “The Lexicographer and General Semantics”. Papers from the Second
American Congress on General Semantics, Chicago, 1943, págs. 33-42: Páginas 41 y sgs.
211
Cf. IORDAN-ORR. op. cit., pág. 165 y BLOOMFIELD. Language, pág. 398.
310

III. LA AMBIGÜEDAD COMO ARTIFICIO ESTILÍSTICO

Mucha atención se ha prestado en los recientes años a los usos de la ambigüedad en


el estilo literario212. Me limitaré a unas breves observaciones sobre los aspectos
estilísticos de la polisemia y la homonimia. Ambas son fuentes prolíficas de
equívocos, algunos débiles o extremadamente malos, otros hábiles a ingeniosos, otros
en fin preñados de intensa emoción y a veces bordeando lo sublime.

Los equívocos basados en la polisemia son, en general, más interesantes que los de
tipo homonímico, puesto que hay más sutileza en jugar con los significados que con
las similitudes fortuitas de los sonidos. Desde un punto de vista estrictamente
lingüístico, tales retruécanos se agrupan en dos amplias categorías: la variedad
implícita y la explícita. La ambigüedad es implícita cuando una palabra es
mencionada una sola vez, pero comporta dos o más significaciones que el lector tiene
qué descifrar por sí mismo. Esta es una forma más elevada de ingenio que el
equívoco explícito, ya que únicamente reparará en ella un lector atento y sensible. Es
particularmente eficaz cuando está incorporada en el título de un libro, en donde no
hay ningún contexto inmediato para apoyarla. En la Symphonie pastorale, de Gide,
hay tres significaciones condensadas en el adjetivo. En el nivel literal se refiere a la
Sinfonía pastoral de Beethoven que el clérigo y su protegida ciega van a oír a
Neuchátel. En un plano más elevado y más irónico, expresa una “pastoral” en el
sentido literario: situada en un ambiente bucólico, la amistad del cura con Gertrude le
parece a él un inocente idilio hasta que se ve forzado a comprender que es algo más
serio y peligroso. Un tercer significado, igualmente irónico, deriva de la circunstancia
de que esta “sinfonía pastoral” es la historia de un pastor protestante, en francés
pasteur.

212
Véanse especialmente los dos libros ya referidos del profesor EMPSON: Seven Types of Ambiguity
y The Structure of Complex Words. Sobre otras lenguas, cf. v. gr.: W. B. STANFORD, Ambiguity in
Greek Literature. Oxford, 1939, y L. RENOU, “L’ambiguité dans le vocabulaire du Rg Veda”, Journal
Asiatique, CCXXXI (1939). págs. 161-235,
311

Un double entendre encastrado en un contexto adecuado puede ser igualmente rico


en fuerza sugestiva. Cuando, en la Andromaque, de Racine, Pirro le dice a su cautivo
troyano que él está “brûlé de plus de feux que je n’en allumai” (acto 1, escena 4) 213, la
palabra feux tiene un significado físico, así como también moral: se refiere a los
incendios que había causado en Troya y asimismo a las llamas de su amor por
Andrómaca. La imagen es un poco preciosista y no enteramente original, pero el
cambio repentino de un plano concreto a otro abstracto, y el violento contraste que se
expresa en un solo verso con la máxima economía, tienen un efecto sorprendente en
este contexto particular.

Los juegos de palabras explícitas basados en la polisemia pueden resultar burdos en


comparación, pero a veces logran adquirir estimables tonos estilísticos. Un equívoco
puede volverse explícito de dos maneras: repitiendo la misma palabra en una
acepción diferente, y haciendo un comentario sobre la ambigüedad. Algunos
equívocos repetitivos son triviales, como el endeble chiste del Duque en Twelfth
Night: “Give me now leave to leave thee” (acto II, escena 4)214. Otros pueden arrojar
una interesante luz lateral sobre una situación o un personaje. En una de las novelas
de Jules Romains un veterano sindicalista desfoga sus agravios en un amargo
calambur”: “La civilisation ne peut pas se passer de nous. Mais elle se passe
au-dessus de nous”215. En otros casos la misma técnica puede producir fuertes efectos
de contraste y dar una impresión de agudeza y brevedad epigramáticas, como en la
paradoja de Pascal que ya ha sido mencionada: “Le coeur a ses raisons que la raison
ne connaît point”. Una forma común de juego de palabras repetitivo es el quid pro
quo humorístico. Este también puede ser trivial, pero cabe asimismo que sea
sintomático de corrientes subterráneas y de tensiones más profundas:
213
“Consumido con más fuegos de los que encendí.” Véase sobre esta imagen el artículo del profesor
R. C. KNIGHT. en Studies in French Language... Presented to R. L. Graeme Ritchie, Cambridge.
1949.
214
“Dame ahora licencia para licenciarte.”
215
“La civilización no puede pasarse sin nosotros. Pero pasa por encima de nosotros” (Le 6 octobre,
Paris, Flammarion, pág. 291).
312

POLONIUS: What do you read, my lord?


HAMLET: Words, words, words.
POLONIUS: What is the matter, my lord?
HAMLET: Between who?
POLONIUS: I mean the matter that you read, my lord.

Acto II, escena 2 216.

A veces la ambigüedad es aclarada por un comentario explícito. Al final de una


conferencia en el Palacio de Justicia de Bruselas, Verlaine se dirigió con malévola
ironía a la Policía belga: “Eh! Messieurs les gens de police, laissez donc les poètes!
Its ne vous regardent pas,  dans les deux sens du mot”217. En Proust hay un
comentario sumamente importante sobre la polisemia del adjetivo grand y su efecto
sobre el ánimo de tina persona sin instrucción. Como grand puede significar “amplio,
extenso, de gran tamaño” y a la vez “moralmente grande”, la doncella Françoise cree
que la “grandeza” de la aristocrática familia Guermantes se basa tanto en el copioso
número como en la nobleza de sus miembros. Proust comenta acerca de esta
ambigüedad en una gráfica imagen:

Car n’ayant que ce seul mot de grand pour les deus choses, il lui semblan
qu’elles n’en formaient qu’une seule, son vocabulaire, comme certains pierres,
présentant ainsi par endroit un défaut et qui projetait de l’obscurité jusque dans
la pensée de Françoise218.

El juego de palabras homonímico funciona casi del mismo modo que el basado en
la polisemia. Aquí también hay equívocos implícitos y explícitos. Numerosos
ejemplos de ambos tipos pueden encontrarse en Shakespeare quien, como sus

216
“POLONIO: ¿Qué estáis leyendo, señor?  HAMLET: Palabras, palabras, palabras.  POLONIO:
¿Y de qué se trata, Alteza?  HAMLET: ¿Entre quiénes? - POLONIO: Quiero decir: ¿de qué trata
lo que estáis leyendo, señor?” SHAKESPEARE. Obras completas, 10. a ed., Madrid, Aguilar, 1951.
pág. 1355.
217
“¡Eh! ¡Señores policías, dejad a los poetas! Ellos no os tocan a vosotros,  en los dos sentidos de la
palabra” (citado por NYROP, Sémantique, pág. 30).
218
“Porque no teniendo más que esa sola palabra, grande, para las dos cosas, le parecía que estas no
formaban más que una sola, presentando así su vocabulario, como ciertas piedras, un defecto en
algunas partes, que proyectaba oscuridad hasta en el pensamiento de Françoise” (Le côté de
Guermantes, París, ed., 1949, vol. 1, pág. 26).
313

contemporáneos, era un apasionado de los equívocos y derivó algunos efectos


extraordinariamente poderosos de este artificio219. Sus equívocos implícitos, en
particular, están a veces densamente cargados de siniestra energía. En Macbeth hay
un torvo juego con la homonimia de dear [querido, amado] y deer [ciervo], que
sorprende al lector moderno como algo desacoplado del contexto, pero que sin duda
sonaba muy natural a un auditorio isabelino:

Your castle is surpris’d; your wife and babes


Savagely slaughter’d. To relate the manner,
Were, on the quarry of these murder’d deer,
To add the death of you.
Acto IV, escena 3220.

Pero incluso un lector moderno apreciará el chiste macabro que hace Mercutio tras
de ser mortalmente herido: “Ask for me tomorrow, and you shall find me a grave
man” (Romeo and Juliet, acto III, escena 1)221. En una situación diferente, el mismo
equívoco habría sido artificioso cuando no un tanto forzado, en las circunstancias del
momento es sublime. En palabras del profesor Mahood, “coma muchos de los
personajes de Shakespeare, Mercutio muere con un equívoco que afirma su vitalidad
a las puertas de la muerte. Bromea mientras tiene aliento; solamente si preguntamos
mañana por él lo encontraremos hecho un hombre grave” (op. cit., pág. 69).

Los equívocos homonímicos convertidos en explícitos por la repetición son a su vez


menos sutiles que los del tipo implícito. Pueden no ser otra cosa que una forma de
agudeza puramente verbal:

I am too sore enpierced with his [Cupid’s] shaft

219
Véase especialmente MAHOOD, op. cit., y KÖKERITZ, op. cit., parte II, de donde están tomados
algunos de los ejemplos siguientes.
220
“Vuestro castillo ha sido sorprendido; vuestra esposa y vuestros niños salvajemente exterminados.
Relatar de qué manera, sería añadir vuestra muerte a los despojos de estos ciervos asesinados.”
221
“Juego de palabras entre el adjetivo grave “grave, circunspecto” y el sustantivo grave “tumba,
sepultura”. “¡Preguntad mañana por mí, y me hallaréis todo un hombre estirado!” SHAKESPEARE,
Obras completas, 10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951, Pág. 287.
314

To soar with his light feathers.


Romeo and Juliet, acto 1, escena 4222.

Si, no obstante, hay un violento contraste semántico entre los dos homónimos, el
equívoco repetitivo puede ser muy eficaz:

Have for the gilt of France  O guilt indeed! 


Confirm’d conspiracy with fearful France.
King Henry the Fifth, acto II, prólogo223.

And truly not the morning sun of heaven


Better becomes the grey cheeks of the east...
As those two mourning eyes become thy face.
Soneto 132224.

Una vez más, cabe obtener efectos cómicos o irónicos de la homonimia llevándola
hasta un quid pro quo:
BÉLISE: Veux-tu toute to vie offenser la grammaire?
MARTINE: Qui parle d’offenser grand-mère ni grand-père?
Molière, Les femmes savantes, acto II, escena
6225.
Este “calambur” ha perdido mucho de su fuerza original, ya que grammaire y
grand-mère, que sonaban igual en el siglo XVII, han cesado de ser homónimos.

Un equívoco homonímico también puede ser dilucidado mediante un comentario


explícito. Este con frecuencia no será más que un breve aparte, una especie de gesto
semiapologético. En los Faux-Monnaryeurs, de Gide, un adolescente neurótico, hijo
y nieto de clérigos, acuña una imagen irreverente basada en la homonimia de foi “fe”
y foie “hígado” (cf. pág. 206):

222
“Demasiado cruelmente (sore) herido estoy por su flecha [de Cupido] para que pueda remontarme
(soar) con sus leves alas.” Ibíd., pág. 270.
223
“Por el soborno de Francia (¡Oh bochorno verdaderamente!), han tramado una conspiración con la
Francia temblorosa.” Ibíd., pág. 525.
224
“Y verdaderamente, ni el sol matutino que brilla en el ciclo aparece mejor a las mejillas grises del
Oriente... que estos dos ojos en duelo que resplandecen en tu rostro.” Ibíd., pág. 2202.
225
“BÉLISE: ¿Quieres ofender toda la vida a la gramática?  MARTINE: ¿Quién habla de ofender a
la abuela o al abuelo?”
315

... mes parents prétendaient faire de moi un pasteur. On m’a chauffé pour ça,
gavé de préceptes pieux en vue d’obtenir un dilatation de la foi, si j’ose dire226.

La mayoría de los equívocos no son más que fogonazos súbitos y aislados de


ingenio o de humor. Pero hay, en Shakespeare y en otros autores, ejemplos de
intrincados modelos de juegos de palabras sostenidos, como el siguiente pasaje de
Love’s Labour’s Lost, que se centra sobre la homonimia de los dos adjetivos light
[luminoso; ligero], en torno a la cual desarrolla cierto número de motivos
subsidiarios:

KATHARINE: …or a light heart lives long.


ROSALINE: What’s your dark meaning, mouse, of this light
word?
KATHARINE: A light condition in a beauty dark.
ROSALINE: We need more light to find your meaning out.
KATHARINE: You’ll mar the light by taking it in snuff;
Therefore I’ll darkly end the argument.
ROSALINE: Look what you do, you do it still i’ th’ dark.
KATHARINE: So do not you; for you are a light wench.
ROSALINE: Indeed, I weigh not you: and therefore light.
Acto V, escena 2227.

Este despliegue de acrobacia verbal no es enteramente gratuito, porque, como nos


recuerda el profesor Mahood, “el repetido equívoco sobre light apunta al tema central
de la comedia de que las palabras, a pesar de su ingenioso centelleo, no tienen peso ni
sustancia” (op. cit., pág. 175).

226
“... mis .padres pretendían hacer de mí un pastor. Se me enfervorizaba para eso, se me cebaba con
preceptos piadosos con vistas a obtener una dilatación de la fe, si me atrevo a decirlo” (París, ed. 1929.
págs. 472 y sgs.)
227
“CATALINA: ...pues un corazón encendido vive mucho tiempo.  ROSALINA: ¿Qué
significación oscura. ratoncito, dais a la palabra encendido?  CATALINA: La de un corazón
encendido en una belleza oscura.  ROSALINA: Necesitamos más luz para entendernos. 
CATALINA: Apagaréis la luz soplando en ella; por consiguiente acabaré el argumento en la sombra.
 ROSALINA: Es natural; todo lo que hacéis es siempre en la sombra.  CATALINA: No podéis
vos decir lo mismo, pues sois una muchacha de ligereza encendida.  ROSALINA: Verdaderamente,
peso menos que vos; por eso soy ligera.” SHAKESPEARE, Obras completas, 10.a ed., Madrid,
Aguilar, 1951. pág. 168.
316

Los equívocos, como otros artificios del estilo, son en gran medida una cuestión de
moda. Tras del culto isabelino por los juegos de palabras vino una violenta reacción;
el Dr. Johnson llegó tan lejos como para pretender que los equívocos fueron para
Shakespeare “la fatal Cleopatra por quien perdió el mundo y quedó contento de
228
perderlo” . Más recientemente ha habido otra oscilación del péndùlo; citando de
nuevo al profesor Mahood: “Una generación a la que le gusta Finnegans Wake está
más en peligro de ver retruécanos no existentes en la obra de Shakespeare que de
dejar de comprender su sutil juego de significados. La crítica shakespeariana
reconoce hoy día los juegos de palabras como un artificio poético capital, comparable
en su eficacia al uso de imágenes recurrentes o agrupadas” (ibíd., página 11). Esto
puede llegar al otro extremo; nunca se debe olvidar, en medio de la caza de
ambigüedades que está tan en boga en la actualidad, que el equívoco es en muchos
casos una forma baja de ingenio. Con todo, está perfectamente claro que los juegos de
palabras aportan un elemento de garbo y de flexibilidad en el manejo de la lengua y
que, si se emplean con discreción, pueden proporcionar un valioso vehículo para el
humor y la ironía, el énfasis y el contraste, la alusión y la indirecta, y una variedad de
otros efectos estilísticos.


Stephen Ullmann
CAPÍTULO 8
CAMBIO DE SIGNIFICADO229

Hace más de cuarenta años, Edward Sapir introdujo un estimable concepto nuevo
en la lingüística. “La lengua escribía- se mueve a lo largo del tiempo en una
corriente de su propia hechura. Tiene un curso... Nada es perfectamente estático. Toda
228
“The fatal Cleopatra for which he lost the world and was content to lose it” (citado por MAHOOD,
op. cit., pág. 9).
229
Tomado del libro de Stephen ULLMANN Semántica. (Introducción a la ciencia del significado).
Ed. Aguliar, 1961
317

palabra, todo elemento gramatical, toda locución, todo sonido y acento es una
configuración lentamente cambiante, moldeada por el curso invisible e impersonal
que es la vida de la lengua”230.

Esta concepción heracliteana de un perpetuo fluir en el lenguaje, que todo lo


penetra, es de particular interés para el estudioso de la semántica. De todos los
elementos lingüísticos apresados en este flujo, el significado es probablemente el
menos resistente al cambio. Esto es debido a la interacción de diversas fuerzas,
algunas de las cuales fueron identificadas por Antoine Meillet a comienzos de siglo 231,
mientras que otras solo han sido advertidas en los últimos años. Entre los factores que
facilitan los cambios semánticos, los siguientes parecen ser de importancia decisiva:

1. La lengua se transmite, como señaló Meillet, de una manera “discontinua” de una


generación a otra: cada niño tiene que aprenderla de nuevo. Es de conocimiento
común que los niños a menudo entenderán mal el significado de las palabras. En la
mayoría de los casos, tales errores serán corregidos antes que puedan ir muy lejos;
pero si, por una razón a otra, no sucede esto, tendrá lugar un cambio semántico en
el uso de la nueva generación. La mayor parte de los lingüistas estarían
probablemente de acuerdo en que este es un factor de cierta importancia; no
obstante, por la naturaleza misma de las cosas, es difícil probar que cualquier
cambio particular haya podido surgir solamente en el lenguaje infantil 232. Meillet
da un ejemplo plausible, pero no enteramente convincente: la historia del adjetivo
francés saoul o soûl. Este proviene del latín popular satullus “repleto de comida,
saciado”, y conservó este significado hasta el siglo XVII; el sentido originario
todavía sobrevive en locuciones como manger tout son soûl “comer hasta
230
Op. cit., págs. 150 y 171 (el subrayado es mío). Sobre el cambio lingüístico en general, véase
recientemente E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia. El problema del cambio lingüístico,
Montevideo, 1958. Un sumario y una crítica útiles de las ideas de COSERIU se encontrarán en N. C.
W. SPENCE, “Towards a New Synthesis in Linguistics: the Work of Eugenio Coseriu”, Archivum
Linguisticum, XII (1960). págs. 1-34. Véase también: H. M. HOENIGSWALD, Language Change and
Linguistic Reconstruction, Chicago, 1960.
231
En su importante artículo “Comment les mots changent de lens”, Linguistique historique et
linguistique générale, vol. 1, págs. 230-71, esp. Págs. 235 y sgs.
232
Cf. las observaciones críticas de G. STERN, en Meaning and Change of Meaning, págs. 178 y sgs.
318

hartarse”. Desde el siglo XVI, sin embargo, el adjetivo adquirió la nueva acepción
de “borracho, beodo”, que es hoy su sentido principal (Bloch-Wartburg). Meillet
arguye que esta modificación es debida a un malentendido que debe haberse
originado en la mente de los niños: los adultos se referirían irónicamente a una
persona embriagada como estando “harta, repleta”, y el niño, pasando por alto
estos delicados matices, aplicaría la palabra al hecho bruto mismo. Este puede muy
bien haber sido el caso, pero es obviamente imposible demostrarlo. Lo mismo cabe
decir de otros cambios que se han atribuido a este agente, tales como el paso de la
palabra bead del sentido de “oración, plegaria” al de “cuenta, bolita perforada”:

La frase to count your beads significaba originalmente “contar tus oraciones”,


pero como el cómputo de las oraciones se hacía mediante bolitas, la palabra beads
llegó a transferirse a estos objetos y perdió su sentido original. Parece claro que
esta equivocación no podía ocurrir en los cerebros de aquellos que ya habían
asociado la palabra con la significación original, mientras que era muy natural por
parte de los niños que oían y entendían la frase como un todo, pero que la
analizaban de un modo diferente al de la generación anterior. (Jespersen,
Language, pág. 175.)
2. La vaguedad en el significado es otra fuente de cambios semánticos. Las varias
formas de vaguedad discutidas en el capítulo 5 la naturaleza genérica de
nuestras palabras, la multiplicidad de sus aspectos, la falta de familiaridad, la
ausencia de fronteras bien deslindadas conspiran todas a facilitar las alteraciones
del uso. A este respecto, hay una diferencia fundamental entre el significado de las
palabras y su figura fonética, su estructura morfológica o su empleo sintáctico, que
están mucho más estrictamente definidos y delimitados y, por consiguiente, menos
expuestos al cambio.

3. Otro factor que puede conducir a cambios de significado es la pérdida de


motivación. Mientras una palabra permanezca firmemente vinculada a su raíz y a
otros miembros de la misma familia, conservará su significado dentro de ciertos
319

límites. Una vez que se han roto estos lazos, por alguna de las razones examinadas
en el capítulo 4, el sentido puede evolucionar sin trabas y alejarse de sus orígenes.
En antiguo inglés, las palabras lord y lady eran compuestos transparentes basados
en el nombre hlāf, “loaf” [pan, hogaza]: lord tenía la forma hlāford o hlāfweard,
“loaf-ward” (guardián del pan), y lady la forma hlāēfdige, de hlāf + la raíz dig-
“amasar”, conectada con doug [masa] (NET). Cuando la conexión con loaf fue
oscurecida por el desarrollo fonético (cf. pág. 110), las dos palabras evolucionaron
desembarazadas de asociaciones etimológicas.

A estos factores generales identificados por Meillet, pueden agregarse al menos otros
tres, conducentes todos a la movilidad de la significación:

1. La existencia de la polisemia introduce, como hemos visto, un elemento de


ductilidad en el lenguaje. No hay nada definitivo en relación con el cambio
semántico: una palabra puede adquirir un nuevo sentido, o veintenas de sentidos
nuevos, sin perder su significado original. Algunas de estas innovaciones son
accidentales y de corta vida, reducidas a un solo autor o incluso quizá a un sola
contexto; otras pasarán del habla a la lengua y perdurarán en cambios
permanentes, dando lugar a una de las formas de polisemia discutidas en el
capítulo precedente: las mutaciones en la aplicación, la especialización en un
medio social, las expresiones figuradas, etc.

2. Muchos cambios semánticos surgen de primera instancia en contextos ambiguos,


en los que una palabra particular puede tomarse en dos sentidos diferentes,
mientras que el significado de la expresión en su conjunto permanece
inafectado233. La frase to count one’s beads, que acaba de mencionarse, es un
ejemplo a punto. Ya se tome aquí el término beads para referirse a las oraciones, o
a las bolas del rosario utilizadas para contarlas, no habrá diferencia real en el

233
Este proceso es plenamente discutido en STERN, op. cit., cap. 13, de donde están tomados los dos
ejemplos inmediatos.
320

significado total de la frase. Análogamente, la palabra boon originariamente


quería decir “ruego, petición, súplica”234; sin embargo, en una fecha muy
temprana llegó a denotar la cosa pedida o solicitada. Aquí a su vez el cambio debe
haber sido facilitado por contextos ambiguos tales como “he gave her freely all
her boon”235 (1300), en donde la palabra puede ser tomada o bien en el primer
sentido o bien en el segundo, y a pesar de ello el significado de la oración será
prácticamente el mismo236. Las construcciones ambiguas de este tipo son bastante
comunes, y el lexicógrafo a menudo hallará difícil establecer la fecha precisa en
que emergió una nueva significación.

3. Acaso el más importante de los factores generales que rigen el cambio semántico
sea la estructura del vocabulario. El sistema fonológico y gramatical de una
lengua está constituido por un número limitado de elementos estrechamente
organizados. El vocabulario, por otro lado, es un laxo agregado de un número
infinitamente mayor de unidades; es, por consiguiente, mucho más fluido y móvil,
y los elementos nuevos, las palabras tanto como los significados, podrán añadirse
con más libertad, mientras que los ya existentes desaparecerán del uso más
fácilmente.

Sobre esta cuestión se hablará más en el último capítulo; baste indicar por ahora que
el vocabulario de una lengua es una estructura inestable en la que las palabras
individuales pueden adquirir y perder significados con la máxima facilidad237.

El cambio de significado monopolizó virtualmente la atención de todos los


primeros semánticos. Se recordará que el fundador de la semántica moderna, Bréal, y

234
Cf., por ejemplo: “But you will take exceptions to my boon.” Pero opondréis excepciones a mi
requerimiento, King Henry the Sixth, parte III, acto III, escena 2 (Shorter OED).
235
“Él le concedió libremente a ella toda su demanda o “Él le concedió libremente toda su gracia.”
236
STERN, op. cit., pág. 351
237
Para algunos datos interesantes sobre la proporción del influjo de los nuevos significados en el
inglés, véase E. L. THORNDIKE, “Semantic Change”, American Journal of Psychology, LX (1947),
págs. 588-97.
321

su precursor, Reisig, habían impuesto a la nueva ciencia la tarea de explorar las leyes
que gobiernan el desarrollo de los significados 238. Hasta comienzos de los años
treinta, la labor en este campo se centró casi exclusivamente sobre dos problemas: la
clasificación de los cambios de significado y el descubrimiento de las leyes
semánticas. La búsqueda de “leyes” alcanzó un éxito muy limitado, y el celo
clasificatorio dio por resultado un cierto número de ambiciosos esquemas construidos
sobre endebles datos empíricos; fue, según observó acremente un lingüista, como si
alguien intentase idear una clasificación comprensiva de las plantas, mientras que su
propio conocimiento se redujera al álamo, la margarita y las setas 239 . Hay que
conceder, sin embargo, que estas clasificaciones primerizas con frecuencia mostraban
una notable ingeniosidad, y que hicieron una contribución sustancial a nuestra mejor
comprensión de los procesos semánticos. Los dos esquemas más sobresalientes
fueron los propuestos por los profesores Carnoy y Stern, notable el primero por la
extraordinaria riqueza de sus subdivisiones, y el segundo por su claridad, su sólida
documentación y el sano empirismo que lo informaba240.

Durante los pasados treinta años, ha habido una importante variación en el énfasis
de las investigaciones: el interés de la mayoría de los semánticos ha girado en torno a
los problemas descriptivos y estructurales, y el cambio de significado ha sido
relegado a un segundo plano. Esto no quiere decir, por supuesto, que el trabajo en este
campo haya quedado parado. Continúan publicándose monografías sobre problemas
específicos; ha habido algunas aportaciones teóricas estimables241, y los cambios de
238
Véanse anteriormente, págs. 7 y sgs.
239
H. SPERBER, op. cit., págs. 93 y sgs.; cf. H. HATZFELD, Leitfaden der vergei chenden
Bedeutungslehre, Munich, 1924, pág. XII.
240
Un examen detallado de estos y otros esquemas se encontrará en el cap. 4 de mis Principles of
Semantics. Cf. asimismo P. GUIRAUD, La sémantique, París, 1955, caps. 3-4; J. CREMONA,
“Historical Semantics and the Classification of Semantic Changes”, Hispanic Studies in Honour of I.
González Llubera, Oxford, 1959, págs. 1- 6; K.
241
Véanse, v. gr., A. BACHMANN, Zur psychologischen Theorie des sprachlichen
Bedeutungswandels, Munich, 1935; O. FUNKE, “Zum Problem des Bedeutungswandels”,
Anglo-Americana: Wiener Beiträge zur englischen Philologie, LXII (1955), págs. 53-61; A.
SAUVAGEOT, “A propos des changements sémantiques”, Journal de Psychologie, XLVI (1953),
págs. 465-72; J. SCHRÖPFER, “Wozu ein vergleichendes Worterbuch des Sinnwandels?”,
Proceedings of the Seventh International Congress of Linguists, págs. 366-71; THORNDIKE, loc. cit.;
H. WERNER, “Change of Meaning: a Study of Semantic Processes through Experimental Data”. The
322

significado ocupan un lugar prominente en la mayor parte de los manuales más


recientes242. Algunos de los experimentos estructuralistas que se discutirán en el
capítulo final son más idóneos para remozar el estudio del cambio semántico que para
invalidar los sólidos logros del pasado, que a veces son desdeñosamente descartados
como semántica “atomística” o “anecdótica”.

Examinar todos los sucesivos esquemas de clasificación, basados en una variedad


de criterios diferentes, sería una tarea tan hercúlea como ingrata. Me limitaré, por
consiguiente, a unos cuantos problemas escogidos, agrupados en torno a tres temas:
las causas del cambio semántico, su naturaleza y condiciones, y sus efectos.

I. LAS CAUSAS DEL CAMBIO SEMÁNTICO

Los cambios de significado pueden ser producidos por una infinita multiplicidad de
causas. Uno de los primeros semánticos distinguió no menos de treinta y una
posibilidades243, pero por muy fina que sea la malla de distinciones que podamos
discurrir, siempre habrá algunos casos que se escaparán a través de ella. Muchos
cambios, incluidos algunos que parecen falazmente simples, son debidos a causas
excepcionales que solo cabe establecer reconstruyendo el fondo histórico completo.
Un ejemplo clásico de tales cambios excepcionales es el origen del vocablo latino
monēta que ha dado las palabras inglesas mint [casa de moneda] y money [dinero],
esta última por mediación de la francesa monnaie. Monēta procede del verbo moneo
“amonestar, advertir, aconsejar”, pero a primera vista es difícil imaginar una conexión

Journal of General Psychology, L (1954), págs. 181-208.


242
Véanse en particular los de Gamillscheg, Guiraud, Kronasser y Zvegintsev.
243
R. DE LA GRASSER, Essai d’une sémantique intégrale, Paris, 1908, vol. I, páginas 89-139.
acuñaba moneda 1. Tomando un ejemplo bastante diferente, parece obvio que el bollo francés conocido
como croissant debe su nombre al hecho de que tiene forma de media luna. Esto es, por supuesto,
verdad, pero no es toda la historia. La palabra francesa es una traducción de la alemana Hörnchen, y
los primeros bollos de esta forma se hicieron en Viena a finales del siglo XVII para conmemorar una
victoria decisiva sobre los turcos, cuyo emblema nacional es la media luna (Bloch-Wartburg). Tales
casos contienen una saludable advertencia para el etimologista y prestan renovada fuerza a la vieja
consigna: “palabras y cosas” (Wörter und Sache); sin un estrecho enlace entre la lingüística y la
historia de la civilización, el origen de money habría seguido siendo un misterio insoluble y el de
croissant habría sido groseramente simplificado
323

entre las dos ideas. La conexión, en efecto, fue puramente fortuita: Monēta era un
sobrenombre de la diosa Juno, en cuyo templo de Roma se acuñaba la moneda 244 .
Tomando un ejemplobastante diferente, parece obvio que el bollofrancés conocido
como croissant debe su nombre al hecho de que tiene forma de media luna. Esto es,
por supuesto, verdad, pero no es toda la historia. La palabra francesa es una
traducción de la alemana Ronchen, y los primeros bollos de esta forma se hicieron en
Viena a finales del sigloXVII para conmemorar una victoria decisiva sobre los turcos,
cuyo emblema nacional es la media luna (Bloch-Wartburg). Tales casos contienen una
saludable advertencia para el etimologista y prestan una renovada fuerza a la viaja
consigna: “palabras y cosas” (Wörter und Sache); sin un estrecho enlace entre la
lingüística y la historia de la civilización, el origen de Money habría seguido siendo
un misterio insoluble y el croissant habría sido greoseramente simplificado.

No obstante, a despecho de la complejidad de estos procesos, es posible discernir


varias causas principales que dan cuenta en su conjunto de una gran proporción de
cambios semánticos. Tres de ellas fueron claramente identificadas en el artículo
fundamental de Antoine Meillet sobre el tema245:

1. Causas lingüísticas. Algunos cambios semánticos son debidos a las


asociaciones que las palabras contraen en el habla. La colocación habitual
puede afectar permanentemente el significado de los términos en cuestión; en
virtud de un proceso conocido desde Bréal como “contagio” 246, el sentido de
una palabra puede ser transferido a otra sencillamente porque aparecen juntas
en muchos contextos. Quizá el ejemplo más notable de esta tendencia sea la
historia de la negación en el francés. Cierto número de palabras, que
originalmente tenían un sentido positivo, ha adquirido un valor negativo porque
a menudo se usaban en conjunción con la partícula negativa ne:
244
Véase ya W. WUNDT, Völkespsychologie I: Die Sprache, Leipzig, 1900, vol. I, páginas 426 y sgs.
245
Véase anteriormente, pág. 218, n. 1. Otro importante tratado sobre las causas del cambio semántico
es el de E. WELLANDER, Studien zum Bedeutungswandel im Deutschen, 3 partes, Upsala, 1917,
1923, 1928. Un sumario de su esquema se hallará en mis Principles of Semantics, págs. 206 y sgs.
246
Essai de sémantique, cap. 21.
324

Latín passus “paso” ne pas “no”


” punctum “punto”.......................................ne point“no, en modo alguno”
” persona “persona”.....................................ne personne “nadie”
” rem, acusativo de res “cosa”......................ne rien “nada”
” jam “ahora, ya” + magis “más”.................ne jamais “jamás, nunca”

El contagio ha sido tan eficaz que estos términos tienen en la actualidad un sentido
negativo incluso cuando subsisten por sí mismos, sin estar apoyados por ne. Esto ha
conducido a la situación paradójica de que la palabra personne tiene dos usos
diametralmente opuestos: como nombre todavía significa “persona”; empleada como
partícula, como por ejemplo en respuesta a una pregunta, quiere decir “nadie”:

J’ai vu une persone. “He visto una persona.”


Qui a dit cela?  Personne. “¿Quién ha dicho eso?  nadie.”

2) Causas históricas.Sucede frecuentemente que la lengua es más conservadora


que la civilización, tanto material como moral. Los objetos, las instituciones, las
ideas, los conceptos científicos cambian en el transcurso del tiempo; sin embargo, en
muchos casos el nombre es conservado y contribuye así a asegurar un sentido de
tradición y de continuidad247. El proceso es demasiado conocido para que requiera
una discusión detallada; un ejemplo de cada una de las categorías esenciales será
suficiente para mostrar cómo funciona:

a) Objetos.  La palabra inglesa car [coche] se remonta en definitiva a la latina


carrus, una palabra de origen celta que significaba un “vehículo de cuatro ruedas” y
que se mencionaba repetidamente en los comentarios de César sobre la guerra de las
Galias. Nuestros coches modernos guardan escasa semejanza con los vehículos celtas
del siglo 1 a. C.; pero el desarrollo tecnológico fue tan continuo que en ningún
momento se precisó reemplazar el rótulo, y la palabra se ha mantenido casi inalterada

247
Algunos lingüistas rehusan considerar estos procesos como cambios de significado; cf. v. gr. 1.
SCHWIETERING, “Schriften zur Bedeutungslehre”, Anzeige für deutsches Altertum, XLIV (1925).
Págs. 153-63. En The Principles of Semantics, página 211. yo he sugerido tratar tales casos como
“cambios semánticos debidos al conservadurismo lingüístico”, a diferencia de los que son debidos a la
innovación lingüística.
325

fonéticamente desde los tiempos romanos (cf. también la francesa char, la italiana,
española y portuguesa carro, la rumana car)248.

b) Instituciones.  El significado de la palabra parliament [parlamento], calcada de


parlement, del antiguo francés249, ha cambiado más a11á de todo reconocimiento
desde los concilios de los primitivos reyes Plantagenet, pero el desarrollo fue gradual,
la continuidad de la tradición nunca se interrumpió, y el término sobrevive para dar
testimonio de esta tradición; sin duda continuará dándolo cualesquiera que sean las
reformas constitucionales que el futuro pueda traer.

c) Ideas.  El término humour [humor], que el inglés tomó del antiguo francés, se
basa en concepciones fisiológicas totalmente anticuadas: la teoría de los “cuatro
fluidos o humores cardinales (cardinal humours) del cuerpo (sangre, flema, cólera o
bilis, y melancolía o atrábilis), por cuyas proporciones relativas se sostenía en el
pasado que estaban determinadas las cualidades físicas y mentales y la constitución
de una persona” (NED). Posteriormente estas nociones fueron olvidadas y humour se
convirtió gradualmente en uno de los términos claves del modo de vida británico;
pero, una vez más, la palabra se ha conservado, ya que no ha habido ninguna ruptura
en la continuidad. Un cierto número de otros términos modernoscholeric
[colérico], melancholy [melancólico], phlegmatic [flemático], sanguine [sanguíneo],
temperament [temperamento]tienen sus raíces en la misma teoría fisiológica.

d) Conceptos científicos.  Aunque humour y su grupo fueron en un tiempo


términos científicos, o seudocientíficos, hace mucho que dejaron de ser reputados
como tales y han pasado a la categoría de ideas generales. Hay, sin embargo,
múltiples conceptos científicos propiamente dichos que han retenido sus nombres
tradicionales a pesar de todos los cambios que han experimentado. Una ojeada a la
etimología de algunos de estos términos mostrará que completamente han
248
Cf. W. D. ELCOCK, The Romance Languages, pág. 183. y L. R. PALMER, The Latin Language,
pág. 53. Cf. igualmente Bloch-Wartburg y Lewis and Short.
249
Véase el NED; cf. anteriormente pág. 186.
326

sobrecrecido a sus significaciones originales. Electricidad procede del griego


ή en latín ēlectrum, “ámbar”; geometría significaba antaño “el arte de medir
terrenos”; más recientemente, incluso la palabra átomo se ha vuelto etimológicamente
inapropiada, como ya apuntamos (pág. 65), puesto que en griego significaba
“indivisible”.

3) Causas sociales.  Cuando una palabra pasa del lenguaje ordinario a una
nomenclatura especializada  la terminología de un oficio, un arte, una profesión o
algún otro grupo limitado, tiende a adquirir un sentido más restringido.
Recíprocamente, las palabras adoptadas del lenguaje de un grupo por el uso común
suelen ensanchar su significado. Hay así dos tendencias socialmente condicionadas
que operan en direcciones opuestas: la especialización y la generalización.

La especialización del significado en un grupo social restringido es un proceso


extremadamente común; es, como ya hemos visto (págs. 182 y sgs.), una de las
fuentes principales de la polisemia. En algunos casos, el sentido especializado ha
anulado por completo al más general, y el alcance de la palabra se ha estrechado
considerablemente. Esto ha acaecido en el francés a un cierto número de verbos
ordinarios cuando pasaron al lenguaje de la granja250:

latín cubare “echarse, recostarse” > francés couver “empollar”


” mutare “cambiar” > ” muer “mudar, estar de muda”
” ponere “colocar” > ” pondre “poner huevos”
” trahere “tirar, extraer” > ” traire “ordeñar” 251

El proceso inverso, la generalización, también es muy común. Cierto número de


términos de caza y de cetrería, por ejemplo, ha pasado al lenguaje ordinario y han
ensanchado correspondientemente su significado252 . Haggard [intratable, rebelde,
250
En algunos de estos verbos, la restricción del significado se remonta a los tiempos latinos; en otros
es un desarrollo específicamente francés (Bloch-Wartburg).
251
Traire, como ya se mencionó, reemplazó al verbo moudre “ordeñar”, del latín mulgere, después que
el último se hubo convertido en homónimo de moudre “moler”, del latín molere.
252
Sobre términos de montería, véase N. EDGAR, Les expressions figurées d’origine cynégétique en
français, Upsala, 1906, y, más recientemente la serie de Cynegetica publicada por G. Tilander. Cf.
327

montaraz] se refería originariamente al halcón que había sido “cogido después de


haber adquirido el plumaje adulto” y que, por tanto, era feroz a indómito (NED). Lure
[señuelo, añagaza] y el verbo to allure [atraer, halagar, seducir] también se derivan de
la cetrería: un lure era “un aparato usado por los halconeros para llamar a sus
halcones, consistente en un manojo de plumas atadas a una cuerda, dentro del cual,
durante su amaestramiento, el halcón encuentra su comida” (Shorter OED). El
vocablo francés niais “necio, bobo” proviene del latín vulgar, *nidax, * nidacem, un
derivado de nidus “nido”; originalmente denotaba un “polluelo”, un halcón joven
sacado del nido. Muchas expresiones idiomáticas “to be at bay” [hallarse en el mayor
aprieto; literalmente: estar entre ladridos], “to beat about the bush” [andarse por las
ramas; literalmente: [batir el matorral], “to be caught in the toils” [caer en las redes],
y otras pueden rastrearse asimismo hasta diversos aspectos de la caza.

A estos tres factores capitales establecidos por Meillet pueden añadirse al menos
otros tres, que son responsables de muchos cambios de significado.

4) Causas psicológicas. -Los cambios de significado con frecuencia tienen sus raíces
en el estado de ánimo del que habla o en algún rasgo más permanente de su índole
mental. Algunos de los factores psicológicos en juego son superficiales o incluso
triviales. Una semejanza casual que capta la vista, una asociación humorística que
viene al pensamiento, puede producir una imagen que, por su adecuación o su calidad
expresiva, pasarán del estilo individual al uso común. La idea de que algo tiene una
vaga similitud con un caballo en la forma, la situación o el carácter ha inspirado
muchas metáforas e idiotismos gráficos o jocosos: clothes- horse [percha para la
ropa], horse-fish [caballa], horse- tail [cola de caballo] horse-play [broma pesada],
horse-sense [sandez], “to flog a dead horse” [azotar un caballo muerto: después del
burro muerto, la cebada al rabo], “to mount the high horse” [montar el caballo alto:
asumir un porte altivo], “to look a gift horse in the mouth” [a caballo regalado no le

también J. VENDRYES, “Sur quelques mots de la langue des chasseurs”, Archivum linguisticum, I
(1949), págs. 24 – 9 y WEEKLEY, The Romance of Words, págs. 107 y sgs.
328

mires el diente], etc. Tales metáforas a veces terminarán en un cambio permanente del
significado: easel “caballete de pintor”, por ejemplo, proviene de la palabra holandesa
ezel, que quiere decir “asno” (cf. el término alemán Esel).

Más interesantes psicológicamente son aquellos cambios de significado que brotan


de algún rasgo o tendencia profunda del espíritu del que habla. Dos de tales causas en
particular han sido enérgicamente recalcadas en los estudios semánticos: los factores
emotivos y el tabú.

a) Factores emotivos.  El papel desempeñado por el sentimiento en el cambio


semántico fue explorado con gran detalle por el profesor H. Sperber en un libro
publicado en 1923253 1, que pretendió aplicar un método freudiano a estos problemas.
Sperber argüía que si estamos intensamente interesados por un tema, tendemos a
hablar frecuentemente de él; incluso nos referiremos a él al tratar de asuntos
totalmente diferentes.Tales temas están siempre presentes en nuestra mente y, por
consiguiente, sugerirán símiles y metáforas para la descripción de otras experiencias.
En la terminología de Sperber, se convertirán en “centros de expansión”. Al mismo
tiempo, estas importantes esferas formarán también “centros de atracción”:
acogeremos analogías de otros campos con el fin de describirlas con el máximo de
precisión, frescura y variedad. Habrá así un doble movimiento de metáforas desde y
hacia estos centros emocionales. Sperber cita algunos ejemplos sorprendentes para
mostrar el impacto de ciertas armas pavorosas durante la primera guerra mundial. En
el argot de los poilus, las personas y los objetos eran apodados a veces según estas
armas: así, las judías se denominaban “balas” y una mujer con muchos hijos era
aludida como una “ametralladora” (mitrailleuse à gosses). Inversamente, toda clase
de metáforas pintorescas y festivas se aplicaban a las propias armas; en un intento de
despojarlas de algo de su terror eran comparadas con objetos familiares: una

253
Op. cit, caps. 4-10
.
329

ametralladora se convertía en un “molinillo de café” o en una “máquina de coser”, y


un tanque recibía el mote de “cocina rodante” (ibíd., págs. 45 y sgs.).

De las dos fuerzas emocionales propuestas por Sperber, la “atracción” ciertamente


representa un papel importante, aun cuando no siempre comportará las implicaciones
de largo alcance sugeridas por la teoría. Como vimos en un capítulo anterior (págs.
168 y sgs.), las cuestiones por las que se interesa una comunidad, que compendian sus
temores, sus aspiraciones o sus ideales, tenderán a atraer sinónimos de todas las
direcciones, y muchos de ellos serán metafóricos, puesto que la metáfora es la fuente
suprema de la expresividad en el lenguaje. El cometido de la “expansión” es menos
obvio y más problemático. No hay ciertamente nada parecido a una conexión
automática entre el interés que exige una materia y el número de metáforas inspiradas
por ella. Si tal correlación existiera serían de esperar incontables imágenes de la
aviación en nuestra época tan inclinada a la aeronáutica, mientras que el número de
semejantes figuras en el lenguaje ordinario es muy pequeño. Por otro lado, hay
indudablemente casos en que los intereses de una generación se reflejan en su
elección de las metáforas. En la Francia del siglo XVI, donde la religión era el más
importante de todos los temas públicos, cierto número de expresiones figuradas se
derivaban de ese campo: vray comme la messe “verdadero como la misa”; vray
comme le patenôtre “verdadero como el padrenuestro”; se rendre au premier coup de
matines “ir al primer toque de maitines (= tan pronto como uno es requerido); il faut
laisser le moustier où il est “hay que dejar el monasterio donde está” (= respetar la
tradición), y muchas más254. En el tiempo de la Revolución francesa hubo una plétora
de metáforas de la ciencia y la medicina, que reflejaban el interés público por los
recientes avances en estos campos: la gente hablaba de la “fuerza centrífuga” del
espíritu revolucionario y de la “refrangibilidad de sus rayos regeneradores”, del
efecto “electrificador” de las asambleas públicas, de los “glóbulos fosforosos” que
Pitt inflaba en los ojos del público, y de la necesidad de “flebotomizar” a los

254
Véase E. HUGUET, La langage figuré au seizième siècle, París, 1933, págs. I-18.
330

periodistas255. En el siglo XIX, la introducción de los ferrocarriles en Francia fue


seguida por la aparición de toda suerte de metáforas de esta esfera256 .

La teoría de la “expansión” es de una aplicabilidad directa en el estudio del estilo


literario. Si hay alguna verdad en esta teoría, entonces es presumible que los intereses
y preocupaciones dominantes de un escritor se reflejen en el conjunto de sus
imágenes; cabría incluso ha esperanza de utilizar sus símiles y metáforas como una
guía para sus actitudes y procesos mentales básicos. Esto es lo que la profesora C. F.
E. Spurgeon pretendió hacer en su famoso libro Shakespeare’s Imagery and what it
tell us. (Cambridge, 1935). No cabe duda de que algunos de los hallazgos de miss
Spurgeon son reveladores. Se sorprendió, por ejemplo, de la frecuencia de las
imágenes relativas a las crecidas de los ríos en Shakespeare:

My particular grief
Is of so flood–gate and o'erbearing nature
That it engluts and swallows other sorrows,

And it is still itself.

Othello, acto I, escena 3257.

Never came reformation in a flood,


With such a heady currance, scouring faults.

* King Henry the Fifth, acto I, escena 1258.

Ahora bien: es sabido que el río Avon se desbordaba con frecuencia en los días de
Shakespeare, como todavía lo hace en la actualidad. Es, por tanto, muy razonable
suponer que hay alguna conexión entre las inundaciones que Shakespeare debe haber

255
Véase F BRUNOT, Histoire de la langue française, vol. X, parte 1, págs. 64 y siguientes
256
Cf. P. J. WEXLER, La formation du vocabulaire des chemins de fer en France, 1778-1842, págs.
130 y sgs.; véase también mi Style in the French Novel, pág. 32. La boga de ciertos sufijos en nuestro
propio tiempobeatnik formado según el modelo de sputñikes un síntoma de la misma tendencia.
257
“Mi dolor particular es de una naturaleza tan desbordante, tan impetuosa y parecida a las aguas de
una esclusa, que engulle y sumerge las demás penas, y él queda siempre igual.” SHAKESPEARE,
Obras completas, 10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951, pág. 1471.
258
“Jamás vino la reforma en una oleada de tan impetuosa corriente para limpiar los vicios.” ibíd., pág.
518
331

observado en Stratford cuando niño, y la persistente recurrencia del motivo de las


crecidas en su imaginería259.

No obstante, la “teoría de las metáforas predominantes”, como se le ha llamado, ha


sido severamente criticada y debe manejarse con extrema precaución 260. Está claro,
desde luego, que los argumentos ex silentio no son de ningún valor; el hecho de que
ciertas experiencias no se encuentren en la imaginería de un escritor no quiere decir
en modo alguno que estas materias le sean poco familiares o que no se interese por
ellas. Es divertido señalar, por ejemplo, que en Life of Donne, de Izaac Walton, no
haya ni una sola imagen derivada de la pesca; la apasionada afición que inspiró el
Compleat Angler (El perfecto pescador de caña) ha dejado totalmente inafectada la
imaginería de la otra obra. En los escritos novelescos de Albert Camus solo he
encontrado una imagen, poco interesante, relacionada con la tuberculosis, una
enfermedad que ha desempeñado un papel tan serio en su vida. A1 mismo tiempo, la
presencia de un grupo particular de metáforas no necesita estar asociada con ninguna
experiencia personal intensa. Sería ingenuo atribuir las numerosas imágenes sobre
insectos que se encuentran en varios novelistas modernos a un interés absorbente por
la, entomología, o a algún choque traumático en conexión con los insectos; las más de
las veces, el factor determinante fue simplemente la fuerza expresiva de estas
imágenes y sus desagradables tonos emotivos, que se ajustaban a la atmósfera entera
de la obra en cuestión261.

259
SPURGEON, op. cit. pág. 93 y sgs. Sobre un caso similar en Proust, la importancia psicológica de
sus metáforas de medicina y cirugía, ver mi Image in the Modern French Novel, págs. 130 y sgs.
260
Cf. L. H. HORNSTEIN, “Analysis of Imagery: a Critique of Literary Method”, Publications of the
Modern Language Association of America, LVII (1942), páginas 638-53: R. WELLEK y A. WARREN,
Theory of Literature, Londres, impr. 1954, páginas 213 y sgs. ; y mi Style in the French Norel, págs. 31
y sgs.
261
Cf. G. O. REES, “Animal Imagery in the Novels of André Malraux”. French Studies, IX (1955),
págs. 129-42. En el caso de Sartre, sin embargo, la recurrencia obsesiva de las imágenes de insectos
parece tener una motivación psicológica, a juzgar por las recientes revelaciones en La force de l’âge de
Simone de Beauvoir. Estoy en deuda con madame Escoffier, de la Universidad de Lyon, por haber
atraído mi atención hacia este punto. Sobre las imágenes de insectos en Sartre, véase S. JOHN,
“Sacrilege and Metamorphosis. Two Aspects of Sartre’s Imagery”. Modern Language Quarterly, XX
(1959), págs. 57-66, y mi Style in the French Novel, págs. 251 y sgs.
332

Puede también suceder que un escritor trate de lograr la verosimilitud adaptando el


estilo de sus personajes, incluida la imaginería de estos, a los intereses y al fondo
personal de ellos. Esto es lo que Víctor Hurgo hizo con buen resultado al final de su
poema Booz endormi, que está basado en el Libro de Ruth. Después de haber pasado
un día trabajando en la tierra, Ruth contempla el cielo estrellado, con su mente llena
todavía de las gentes y las cosas que ha visto durante el día:

Ruth se demandait,
Immobile, ouvrant l’oeil à moitié sous ses voiles,
Quel dieu, quel moissonneur de l’éternel été,
Avait, en s’en allant, négligemment jeté
Cette faucille d’or dans le champ des étoiles262 .

b) Tabú263 . Tabú es una palabra polinesia que el capitán Cook introdujo en el


inglés, de donde pasó a otras lenguas europeas. Según el propio capitán Cook, el
término “tiene un significado muy amplio; pero, en general, quiere decir que una cosa
está prohibida”264 . En su libro Totem y tabú, Freud ha hecho un interesante análisis
del significado y las implicaciones de la palabra:

Para nosotros el significado del tabú se ramifica en dos direcciones opuestas.


Por un lado significa para nosotros sagrado, consagrado; pero por otra parte
significa misterioso, peligroso, prohibido e inmundo. Lo contrario al tabú se
designa en la Polinesia por la palabra noa y quiere decir algo ordinario y
262
“Ruth se preguntaba, inmóvil, abriendo a medias los ojos bajo sus velos, qué dios, qué segador del
eterno estío, había arrojado descuidadamente al irse esta hoz de oro en el campo de las estrellas.”
263
Una extensa información de los tabús lingüísticos se encontrará en dos monografías: W. HAVERS,
Neuere Literatur zur Sprachtabu, Akademie der Wissenschaften in Wien, Phil.-Hist. Kl., Sitzungsber,
223, 5, 1946, y R. F. MANSUR GUERIOS, Tabus lingüísticos, Río de Janeiro, 1956. De la vasta
literatura sobre el tabú y el problema emparentado del eufemismo, puede mencionarse lo siguiente: G.
BONFANTE, “Etudes sur le tabou dans les langues indo-européennes”, Melanges Ch. Bally, Ginebra,
1939, págs. 195-207; CH. BRUNEAU, “Euphémie et euphémisme”, Festgabe G. Gamillscheg,
Tubinga, 1952, págs. 11-23; M. CORTELAZZO, “Valore attuale del tabu linguistico magico”, Rivista
di Etnografia, VII (1953) páginas 13-29; M. B. EMENEAU, “Taboos on Animal Names”, Language,
XXIV (1948), págs. 56-63; J. MAROUZEAU, “Le parler des gens moyens. Interdiction des
convenances et tabou du sentiment”, Journal de Psychologie, XXIV (1927), páginas 611-7; A.
MEILLET, “Quelques hipothèses sur des interdictions de vocabulaire dans les langues indo-
européennes”, Linguistique historique et linguistique générale, vol. I, págs. 281-91; 1. ORR, “Le rôle
destructeur de l’euphemie”, Cahiers de l’Association internationale des Etudes Françaises, 1953,
págs. 167-75. Cf. asimismo ESTRICH-SPERBER, op. cit., caps. 1-4; GAMILLSCHEG, Französische
Bedeutungslehre, cap. 35; JESPERSEN, Mankind, Nation and Individual, cap. 9; NYROP,
Sérnantique, libro VII.
264
M. GUÉRIOS, op. cit., pág. 8.
333

generalmente accesible. Así, algo parecido al concepto de reserva es inherente


al tabú; el tabú se expresa esencialmente en prohibiciones y restricciones.
Nuestra combinación “temor santo” expresaría a menudo el significado del
tabú265.

El tabú es de vital importancia para el lingüista porque impone una interdicción no


solo sobre ciertas personas, animales y cosas, sino también sobre sus nombres. En la
mayoría de los casos, aunque no en todos, la palabra sometida al tabú será
abandonada y un sustituto inofensivo, un eufemismo266, será introducido para llenar el
vacío. Esto entrañará con frecuencia un ajuste en la significación del sustituto, y de
este modo el tabú es una causa importante de los cambios semánticos.

Los tabús del lenguaje se hallan comprendidos en tres grupos más o menos
distintos, según la motivación psicológica que hay tras ellos: unos son debidos al
miedo, otros a un sentimiento de delicadeza, otros finalmente a un sentido de
decencia y decoro.

1) Tabú del miedo. El pavor reverencial en que son mantenidos los seres
sobrenaturales ha impuesto frecuentemente interdicciones tabús sobre sus nombres. A
los judíos, como ya se ha indicado, no les estaba permitido referirse directamente a
Dios; utilizaban en su lugar la palabra para designar “señor”, y este circunloquio
sobrevive en el término ingles the Lord, en el francés Seigneur y en otras formas
modernas (pág. 187). El nombre del diablo ha dado origen a incontables eufemismos,
incluida la curiosa expresión l’Autre, “el Otro”, en francés. En su * Address to the
Deil, Burns ha reunido toda una serie de apodos cariñosos ideados para propiciar al
diablo y mostrar que se está en relaciones de familiaridad con él:
O thou! Whatever title suit thee
Auld “Hornie”, “Satan”, “Nick”, or “Clootie”...
Hear me, auld “Hangie”, for a wee...
But fare-you-weel, auld “Nickie-ben” !267

265
Pelican Books, Londres, impr. 1940, pág. 37.
266
Del griego eu “bien” + phē mē “habla”.
267 “
¡Oh tú! Cualquiera que sea el título que te cuadre:  viejo “Cornudo”, “Satanás”, “Nick” o
“Clootie”... Escúchame un poco, viejo “Ahorcado”... ¡Pero que lo pases bien, viejo “Nickieben” !”
334

Los nombres de los espíritus diabólicos son declarados tabú de la misma manera. El
intento de propiciarlos puede llegar extraordinariamente lejos: testimonio de ello son
las  griegas, uno de los nombres dados a las Furias, que literalmente
significa “las bien dispuestas, las favorables, las benévolas”.

Las criaturas y las cosas ordinarias dotadas de cualidades sobrenaturales pueden


también convertirse en objeto de temor y de tabú. Particularmente difundidas están
las prohibiciones sobre los nombres de animales. Un libro reciente sobre la materia 268
cita nada menos que veinticuatro animales cuyos nombres están sujetos a tabú en
diferentes lenguas; abarcan desde las hormigas, las abejas y los gusanos hasta los
osos269, los tigres y los leones; incluso las mariposas, los conejos y las ardillas están
comprendidos en esta lista. Uno de los casos más intrigantes es la conocida serie de
nombres eufemísticos para designar a la mustela (weasel) 270. En las lenguas romances
solo hay aislados supervivientes de mustela, el nombre latino del animal. En el
francés ha sido reemplazado por belette, un diminutivo de beau, belle, que
literalmente quiere decir “mujercita bella”. En otras partes, el eufemismo ha operado
principalmente mediante el cambio de significado: los italianos y portugueses la
llaman “damisela” (donnóla, doninha), los españoles comadreja, mientras que en
Dinamarca es conocida por “bella” y “novia”, en Suecia por “niña bonita” o
“señorita”, en Grecia y Albania por “cuñada”, etc. En el inglés tuvo antaño el apodo
de fairly [hada], y Erasmo ha relatado que en Inglaterra se consideraba de mal agüero
mencionar este animal cuando se iba de caza.

Los nombres de los objetos inanimados también pueden ser tachados por una
prohibición tabú. Las supersticiones conectadas con la mano zurda han conducido a la
creación de muchos eufemismos en varias lenguas. Las voces latinas laevus y
scaevus han desaparecido en las lenguas romances; sinister en el sentido literal ha

268
M. GUÉRIOS, op. cit., pág. 18.
269
Cf. MEILLET y EMENEAU, loc. cit.
270
Véase M. GUÉRIOS, op. cit., págs. 152 y sgs., con nuevas referencias; cf. igualmente NYROP,
Sémantique, págs. 275 y sgs., y WEEKLEY, The Rornance of Words, páginas 91 y sgs.
335

sobrevivido en el término italiano sinistro, pero en otras partes ha caído en desuso.


El español ha recurrido al vascuence para un sustituto (izquierdo)271 , mientras que el
francés utiliza un vocablo germánico, gauche, que originalmente significaba “el
camino equivocado; tosco, grosero” (Bloch-Wartburg) El inglés left tenía el sentido
primario de “débil, indigno” (NED), y una de las palabras griegas para decir
“izquierdo”,  , es evidentemente un eufemismo: su sentido originario era
“de buen nombre, honrado; de buen augurio, próspero, afortunado” (Liddell and
Scott).

II) Tabú de la delicadeza.  Es una tendencia humana general el eludir la referencia


directa a los asuntos desagradables. Ya hemos visto algunos de los numerosos
eufemismos enlazados con la enfermedad y la muerte (págs. 171 y 208). La historia
de palabras como disease y undertaker muestra que tales sustitutos pueden quedar tan
estrechamente asociados con la idea declarada tabú que pierdan su valor eufemístico,
y haya que volver a reemplazarlos para mitigar el desagrado.

Otro grupo de palabras afectadas por esta forma de tabú son los nombres de los
defectos físicos y mentales. Imbecile, en inglés, proviene, a través del francés, del
latín imbecillus, o imbecillis, “débil, endeble”. En el siglo XVII, Corneille todavía
pudo referirse al “sexo débil” como “le sexe imbécille”; un siglo más tarde, este uso
había quedado tan anticuado que Voltaire lo describía como una “burda y extraviada
afrenta” (Nyrop, Sémantique, pág. 22). Otras palabras de la misma esfera han
evolucionado sobre líneas similares. El término francés crétin [cretino] es una forma
dialectal de chrétien “cristiano”, tomada del patois francés de Suiza en el siglo XVIII
(BlochWartburg). Benét “tonto, estúpido, simple” procede de benedictus “bendito,
bienaventurado”, y es un eco palmario de la primera bienaventuranza:
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”
(ibíd.). Es muy probable que estos usos fueran originalmente “seudoeufemismos”
271
Cf. las observaciones de W. D. ELCOCK, op. cit., pág. 178. Cf. asimismo ENTWISTLE, The
Spanish Language, pág. 65.
336

más que eufemismos propiamente dichos: fueron sugeridos más por ironía que por
tabú. Lo mismo cabe decir del inglés idiot [idiota] que se retrotrae a una palabra
griega que significa “persona privada, lego, novato”, y de silly [necio, bobo],
anteriormente seely, que en otro tiempo significaba “feliz” y “bendito” (cf. el alemán
selig)272 .

Otra clase aún de palabras que a menudo se evitan por razones de delicadeza, o de
delicadeza burlona, son los nombres de las acciones criminales tales como estafar,
robar y matar. Para “estafar” hay en francés una perífrasis tradicional, corriger la
fortune, que se hizo famosa por un pasaje de la comedia de Lessing, Minna von
Barnhelm (acto IV, escena 2). “Robar” ha dado lugar a numerosos eufemismos en
diferentes lenguas; algunos de ellos han sido indicados en el capítulo sobre la
sinonimia (pág. 170). Un ejemplo divertido se encuentra en * The Merry Wives of
Windsor
(Acto I, escena 3):

NYM: The good humour is to steal at a minute’s rest.


PISTOL: “Convey” the wise it calls. “Steal” foh! A fico for the
phrase!273

En los campos de concentración nazis, el verbo organizar acabó por ser usado en
muchas lenguas como un eufemismo para expresar “procurar por medios ilícitos” y
así para “robar”. Esto produjo algunas curiosas combinaciones: “Les magasins du
camp sont pleins de tout ce que les S. S. ont organisé en France”274 .
Un ejemplo de un cambio radical de significado debido a este tipo de tabú es el verbo
francés tuer “matar”, que se deriva del Latino tutari “custodiar, guardar, proteger”.

272
Cf. STERN, op. cit., pág. 403, y el NED.
273
“NYM: El talento consiste en robar en un silencio de mínima,  PISTOL: “Transmisión” llaman a
eso las gentes sensatas. “Robo”, ¡puaf! ¡Una higa con la frase!” SHAKESPEARE, Obras completas,
10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951, página 1103.
274
“Los almacenes del campo están llenos de todo lo que las S. S. han organizado en Francia.” (Véase
AMSLER, Le Français Moderne, XIII, 1945, pág. 248: cf. Y. EYOT, ibíd., XIV, 1946, pág. 167).
337

Según una investigación reciente, este uso parece haberse “originado como un
eufemismo irónico debido, en definitiva, a la jerga de los ladrones o los soldados”275 .

III) Tabú de la decencia.  Las tres grandes esferas más directamente afectadas por
esta forma de tabú son el sexo, ciertas partes y funciones del cuerpo, y los
juramentos. Hay variaciones extremadamente amplias entre las normas del decoro
obtenidas en diferentes períodos: la procacidad de un Rabelais y la gazmoñería de las
précieuses (cf. pág. 211), la derechura con que madame de Rambouliet en el
Sentimental journey, de Sterne, se refiere a la fisiología humana276 , y la
hipersensibilidad de las damás norteamericanas del siglo XIX, que hablarían de Los
miembros (limbs) de un piano y de sus propias agachaderas (benders) antes que
mencionar las piernas o las patas (legs), y que dirían talle (waist) antes que proferir la
palabra cuerpo (body)277. No obstante, el sentido de la decencia y del pudor ha sido a
lo largo de las edades una rica fuente de tabús y de eufemismos. Unas cuantas
expresiones de la esfera de las relaciones sexuales servirán para ilustrar esta
tendencia.

La historia de la palabra francesa fille muestra que incluso una de las palabras más
comunes de una lengua puede llegar a corromperse en virtud del uso eufemístico. En
el sentido de “hija”, fille es todavía perfectamente respetable, pero en el sentido de
“muchacha, joven”, ya es necesario decir jeune fille, puesto que fille sola se usó tan
frecuentemente como un eufemismo para “prostituta” que este fue, por último, su
significado ordinario. Una frase como la siguiente, que se encuentra en el escritor del
siglo XVIII Marivaux, sería imposible hoy día: “Tu me dégoûtes de toutes les filles
qu’on pourrait m’offrir pour mon fils”278. Otras palabras de esta esfera han tenido un
sino semejante: garce, la forma femenina de garçon, se ha convertido en un término
injurioso, y el alemán Dirne, que en otro tiempo se aplicó a la Virgen María como la
275
B. FOSTER, Essays Presented to C. M. Girdlestone, págs. 109-21.
276
En el capítulo “The Rose” (ed. Penguin, pág. 97); cf. NYROP, Sémantique, páginas 303 y sgs.
277
JESPERSEN. Growth and Structure, pág. 226.
278
“Tú me haces sentirme disgustado con todas las muchachas que podrían ofrecérseme para mi hijo”
(citado por GAMILLSCHEG, Französische Bedeutungslehre, pág. 100).
338

sierva de Dios, ha concluido por significar una “ramera”, excepto en los dialectos
alemanes del Sur279.

Varios términos asociados con el amor ilícito se han deteriorado en su significado


como resultado de un empleo eufemístico. Cuando Alceste dice a Célimène, en el
Misanthrope, de Molière: “Vous avez trop d’amants qu’on voit vous obséder” (acto
II, escena 1)280, esto es mucho menos insultante que como suena a los oídos
modernos, porque en aquel tiempo amant quería decir meramente “alguien
enamorado de una mujer”; es solo por eufemismo como adquirió gradualmente el
sentido de “amante”, que es el único significado actual. Análogamente, no había nada
muy ofensivo en las palabras de Pauline del Polyeucte, de Corneille: “Mon père fut
ravi qu’il me prit pour maîtresse (acto I, escena 3); en el siglo XVII, maîtresse
significaba simplemente “novia”281.

Hasta la palabra francesa para designar “beso”, baiser, ha caído víctima de una
interdicción tabú. Desde que acabó por usarse como un eufemismo con connotaciones
obscenas, ha sido reemplazada en gran medida en su sentido original por embrasser
“abrazar”, un derivado de bras “brazo”; de aquí combinaciones tan extravagantes
como “embrasser quelqu’un sur la joue”, “besar a alguien en la mejilla”282.

Esta breve selección de ejemplos habrá mostrado que el tabú y el eufemismo son
causas importantes del cambio semántico. Conviene advertir, sin embargo, que este es
sólo uno de los modos como puede llenarse un vacío creado por el tabú. Como hemos
visto, una palabra viciada es reemplazada a veces por una nueva formación (belette)
o por un término tomado de una lengua extranjera (el español izquierdo). Bloomfield
ha llamado la atención sobre el hecho curioso de que los rusos tomasen su palabra
para denotar la luna, luná, del latín, mientras que por lo demás copiaron muy poco de
279
PRIEBSCH-COLLINSON, Op. cit., pág. 304.
280
“Tienes demasiados admiradores a los que se ve asediarte.” Este ejemplo y el próximo son citados
por NYROP, Sémantique, pág. 299.
281
“Mi padre quedó encantado de que me tomase por novia.”
282
Véase esp. J. ORR, “Le rôle destructeur de l’euphemie”, loc. cit., págs. 170 y siguientes.
339

esta fuente salvo algunos términos sumamente cultos (Language, página 400). Puesto
que toda lengua es capaz de tener su propia palabra para designar la luna, tal término
sería importado del exterior solo si el nombre nativo había sido infamado por una
prohibición tabú. Puede ocurrir también que la palabra declarada tabú no se haya
desvanecido enteramente, sino que se conserve en una forma modificada. El vocablo
inglés arcaico zounds [pardiez] es una variante eufemística de by God’s wounds [por
las llagas de Dios]; drat equivale a God rot! [¡Podre de Dios!] y el vocablo francés
bougre, aunque no tan ofensivo como su réplica inglesa, se hace más respetable
cuando se cambia en bigre [caramba]283. Cierto número de tacos franceses
terminados en bleu corbleu, marbled, parable, ventrebleu [cáspita, caramba,
pardiez, voto al chápiro], etcétera no tienen nada que ver con el adjetivo bleu
“azul”; bleu es meramente una forma modificada de Dieu. El reniego palsambleu,
que pertenece a la misma familia, es una variante bien camuflada de la frase par le
sang de Dieu “por la sangre de Dios”; cf. los términos ingleses ‘sblood y Od’s blood.

5) La influencia extranjera como causa del cambio semántico. Muchos cambios de


significado son debidos a la influencia de algún modelo extranjero. Tomando un
ejemplo obvio, el uso de la palabra bear para denotar dos constelaciones: la Great y
la Lesser Bear, la Osa mayor y la Osa menor, tiene un paralelo en muchas lenguas: en
francés, Ourse; en italiano, Orsa; en español, Osa; en alemán, Bär; en húngaro,
Medve, etc. Ninguna de ellas es una metáfora espontánea: todas se basan en la latina
Ursa y, más allá de esta, en la griega ή , “osa”, las cuales ya se utilizaban en
la antigüedad clásica para denotar las constelaciones.

La parte desempeñada por la influencia extranjera en los cambios semánticos fue


discutida con cierto detalle en el capítulo sobre la polisemia (págs. 186 y sgs y 193);
es, por tanto, innecesario citar aquí más ejemplos.

283
Cf. J. ORR, Words and Sounds in English and French, pág. 227.
340

6) La exigencia de un nuevo nombre como causa del cambio semántico.  Siempre


que se requiera un nuevo nombre para denotar un objeto o idea nuevos, podemos
hacer una de estas tres cosas: formar una palabra nueva de elementos existentes;
copiar un término de un idioma extranjero o de alguna otra fuente; y finalmente,
alterar el significado de una palabra vieja. La necesidad de encontrar un nombre
nuevo es así una causa extremadamente importante de los cambios semánticos.

La historia de los descubrimientos científicos y tecnológicos nos depara abundantes


pruebas de cómo se operan tales cambios. Un ejemplo interesante es el uso del
término tanque para denotar el vehículo blindado inventado en la primera guerra
mundial. El nuevo sentido fue añadido un tanto arbitrariamente a la palabra existente
con el fin de asegurar el secreto durante la fabricación (Shorter OED). El nombre de
un arma anterior, el torpedo, también tuvo un origen inusitado. En el latín, el vocablo
torpedo, que procede de la misma raíz que torpor, significaba “entumecimiento,
modorra, torpor” y, traslaticiamente la “tremielga” o “raya eléctrica”. Cuando en la
segunda mitad del siglo XVIII se inventó una nueva arma submarina, fue llamada,
primero en inglés y luego en otras lenguas, con el nombre latino del pez 284. Otra
palabra latina, satelles, satellites, “alabardero, guardián, acompañante”, tuvo una
historia más complicada. Cuando Kepler necesitó un nombre para describir a un
planeta pequeño girando alrededor de otro mayor, empleó la palabra satélite en este
sentido, en lugar de acuñar un término nuevo. En el transcurso del tiempo, satélite
adquirió diversos significados técnicos en anatomía, zoología y urbanización; en el
sentido político fue usado por primera vez por Federico Naumann en su libro
Mitteleuropa (1915). Durante los últimos años, el lanzamiento de los primeros
satélites arti ficiales ha ensanchado más aún el alcance de la palabra. En todos estos
casos, los descubrimientos científicos y otros desarrollos obligaron a encontrar un
nombre nuevo, y la necesidad se satisfizo añadiendo significados inéditos al término
latino285.
284
MIGLIORINI, The Contribution of the Individual to Language, lc. cit., páginas 7 y sgs.
285
Ibíd., págs. 9 y sgs.
341

La celeridad del progreso científico y tecnológico, en nuestro tiempo está haciendo


demandas cada vez más importantes a los recursos lingüísticos, y las posibilidades de
la metáfora y de otros tipos de cambio semántico están siendo plenamente explotadas.
Esto puede verse, por ejemplo, en la nomenclatura rápidamente cambiante de la
industria aeronáutica. Primero tuvimos flyin- boats [barcos voladores, aeronaves],
luego flying fortresses [fortalezas volantes]; ahora tenemos flying saucers [platillos
volantes] y hasta flying bedsteads [camas volantes]. Muchos tipos de aviones tienen
nombres metafóricos expresivos: Hurricane [huracán], Spitfire [escupe-fuego],
Comet cometa], Constellation [constelación], Vampire [vampiro]. Entre todos los
artificios lingüísticos disponibles, el cambio de significado es el modo más simple,
más discreto, y quizá el más elegante para andar al mismo paso que el progreso de la
civilización.

II. LA NATURALEZA DEL CAMBIO SEMÁNTICO

El axioma de Leibniz: “Nature non facit saltus” (“La Naturaleza no da saltos”), es


enteramente aplicable al cambio semántico. Cualesquiera que sean las causas que
produzcan el cambio, debe haber siempre alguna conexión, alguna asociación entre el
significado viejo y el nuevo. En unos casos la asociación puede ser lo bastante
poderosa para alterar el significado por sí misma; en otros proporcionará meramente
un vehículo para un cambio determinado por otras causas; pero de una forma o de
otra, algún género de asociación subyacerá siempre al proceso. En este sentido, la
asociación puede considerarse como una condición necesaria, un sine qua non del
cambio semántico.

En la historia de la semántica, la teoría asociacionista ha aparecido en dos formas


diferentes. Algunos de los primeros semánticos profesaron un asociacionismo
ingenuo: trataron de explicar los cambios de significado como el producto de
asociaciones entre palabras aisladas. En las últimas décadas, una visión más
342

sofisticada, basada sobre principios estructurales, ha acabado por prevalecer; la


atención ha pasado de las palabras solitarias a las unidades más amplias, los
llamados“campos asociativos”, a que pertenecen. La diferencia entre las dos actitudes
se discutirá más cumplidamente en el capítulo final.

Se han hecho varios intentos de clasificar los cambios semánticos de acuerdo con
las asociaciones que los fundamentan. Mediante una ingeniosa combinación del
método estructural de Saussure con algunos de los principios de la filosofía de
Bergson, el lingüista francés Léonce Roudet esbozó, hace cuarenta años, la primera
clasificación comprensiva de este género, que fue desarrollada más adelante por la
investigación subsiguiente286. El esquema de Roudet tiene la ventaja inmediata de
enlazar con una de las definiciones básicas del significado discutida en el capítulo
tercero de este libro. Se recordará que una escuela de pensamiento considera el
significado como una “relación recíproca y reversible entre el nombre y el sentido”
(página 66). Si se acepta esta fórmula como una hipótesis de trabajo, entonces los
cambios semánticos se incluirán naturalmente en dos categorías: los basados en una
asociación entre los sentidos y los que implican una asociación entre los nombres.
Cada una de estas dos categorías puede subdividirse a su vez, si admitimos la
acostumbrada distinción entre dos especies de asociación: la semejanza y la
contigüidad287. Estas dos parejas de criterios dan lugar a cuatro tipos cardinales de
cambio semántico, algunos de los cuales pueden escindirse en ulteriores
subdivisiones.
I. Semejanza de sentidos (metáfora)

286
Véase L. ROUDET “Sur la classification psychologique des changements sémántiques”. Journal do
Psychologie, XVIII (1921), págs. 676-92. Entre los precursores de Roudet, Wundt y Schuchardt fueron
de particular importancia. El esquema de Roudet fue adoptado y perfeccionado por el lingüista
húngaro Z. Gombocz (véase anteriormente, pág. 66, n. 2). Una discusión del desenvolvimiento de esta
teoría, y una forma un tanto modificada del esquema mismo, se hallará en mis Principles of Semantics,
págs. 213 y sgs.; cf. también GUIRAUD, La sémantique, págs. 43 y sgs., y AMMER, op. cit., págs. 79
y sgs.
287
La “contigüidad” debe tomarse aquí en un sentido amplio: abarca cualquier relación distinta de las
basadas en la semejanza
343

La importancia suprema de la metáfora 288 como fuerza creadora en el lenguaje


siempre ha sido reconocida, y en su defensa se han hecho muchas reivindicaciones
extravagantes. Según Aristóteles, “la cosa más grande es, con mucho, poseer el
dominio de la metáfora. Esto es lo único que no puede ser impartido por otro; es la
marca del genio”.289

En nuestra propia época, Chesterton llegó a afirmar que “toda metáfora es


poesía”290, mientras que Sir Herbert Read ha argüido que “siempre debiéramos estar
dispuestos a juzgar a un poeta... por la fuerza y originalidad de sus metáforas”291.
Todavía más exageradamente, Proust declaraba en su artículo sobre el estilo de
Flaubert: “Je crois que la métaphore seule peut donner une sorte d’éternité au
style”292. Aun rebajando algo estas infladas pretensiones, no cabe duda de la
importancia decisiva de la metáfora en el lenguaje y en la literatura.

288
Quizá el tratado más detallado jamás publicado sobre la metáfora sea la obra monumental de C . F.
P. STUTTERHEIM, Het Begrip Metaphoor. Een taalkundig en wijsgerig onderzoek, Amsterdam,
1941. Entre los innumerables libros y artículos sobre la materia pueden señalarse los siguientes: H.
ADANK, Essai sur les fondements psychologiques et linguistiques de la métaphore affective, Ginebra,
1939; C. BROOKE-ROSE, A Grammar of Metaphor, Londres, 1958; CH. BRUNEAU, “L’image dans
notre littérature", Mélanges A. Dauzat, Paris, 1951, páginas 55 – 67; E. COSERIU, La creación
metafórica en el lenguaje, Montevideo, 1956 ; G. ESNAULT, Imagination populaire, métaphores
occidentales, Paris, 1925; P. HENLE, “Metaphor”, Language, Thought, and Culture, cap. 7 ; L. G.
KNIGHTS-B. COTTLE (ed.), Metaphor and Symbol (Colston Research Society; Colston Papers 12),
Londres, 1960; H. KONRAD, Etude sur la métaphore, París, 1939; F. W. LEAKEY, “Intention in
Metaphor”, Essays in Criticism, IV (1954), págs. 191-8; C. DAY LEWIS The Poetic Image, Londres,
1947; J. MIDDLETON MURRY, “Metaphor”, Countries of the Mind, Londres, 1931; B.
MIGLIORINI, “La metafora recíproca”'. Saggi linguistici, págs. 23-30; L. SAINÉAN, La création
métaphorique en français et en roman, 2 vols., Halle a. S., 1905-7; W. B. STANFORD, Greek
Metaphor, Oxford, 1936; M. SALA, “Sur les métaphores réciproques”, Revue de Linguistique
(Bucarest), V (1960), págs. 311-17; H. WERNER, Die Ursprünge der Metapher, Leipzig, 1919. Cf.
igualmente SPERBER op. cit. cap. 13 y passim; R. JACOBSON-M. HALLE, Fundarnentals of
Language, La Haya, 1956, págs. 76-82; E. LEISI, Der Wortinhalt, 2.a ed., Haidelberg, 1961; I. A.
RICHARDS, The Philosophy of Rhetoric, caps. 5-6; R. A. SAYCE, Style in French Prose, Oxford,
1953, capítulo 10; WELLEK-WARREN, Theory of Literature, cap. 15. Cf. asimismo mi Style in the
French Novel, cap. 6, y The Image in the Modern French Novel, passim.
289
Citado por C. DAY KEWIS, op. cit., pág. 17.
290
Citado por C. DAY LEWIS, loc. cit.
291
* The Defendant. A Defence of Slang. Cf. anteriormente, pág. 170.
292 “
Yo creo que solo la metáfora puede dar una suerte de eternidad al estilo” (“A propos du “style” de
Flaubert”, Nouvelle Revue Française, XIV, I (1920), páginas 72-90).
344

La metáfora está tan estrechamente entretejida con la textura misma del habla
humana que ya la hemos encontrado bajo varios aspectos: como un factor capital de
la motivación, como un artificio expresivo, como una fuente de sinonimia y de
polisemia, como un escape para las emociones intensas, como un medio de llenar
lagunas en el vocabulario, y en otros diversos cometidos. Bastará, pues, dar aquí una
breve información sobre el fondo psicológico de la metáfora y describir algunas de
las formas características que asume en el lenguaje.

La estructura básica de la metáfora es muy simple. Siempre hay presentes dos


términos: la cosa de la que estamos hablando, y aquella con quien la comparamos. En
la terminología del Dr. Richards, el primero es el tenor (tenor); el segundo, el
vehículo (vehicle); mientras que el rasgo o los rasgos que tienen en común
constituyen el fundamento (ground) de la metáfora293. Tomando un caso concreto, la
palabra latina musculus “ratoncillo”, un diminutivo de mus “ratón”, se usó también
figuradamente en el sentido de “músculo”; de aquí la voz inglesa muscle y otras
formas modernas294. En esta metáfora, “músculo” es el tenor, “ratoncillo” es el
vehículo, y la semejanza caprichosa entre las dos formas el fundamento de la imagen,
el elemento común que subyace bajo la transferencia 295. En lugar de declarar
explícitamente, en forma de comparación, que un músculo se parece a un ratoncillo,
el tenor se identifica con el vehículo mediante una especie de taquigrafía verbal. En
este sentido es verdad decir que una metáfora es una “comparación condensada que
afirma una identidad intuitiva y concreta”.296

Hay que advertir que la semejanza entre el tenor y el vehículo puede ser de dos
clases: objetiva y emotiva. Es objetiva en el caso que acabamos de citar o, por
ejemplo, cuando la cima de una montaña es llamada cresta porque se parece a la

293
The Philosophy of Rhetoric. Págs. 96 y sgs. y 117. Los críticos franceses tienen una terminología
aún más sencilla: llaman al vehículo le comparant y al tenor le comparé.
294
La misma metáfora se encuentra en el griego, en donde ’ “ratón”, puede significar también
“músculo”.
295
La palabra griega metaphora significa literalmente “transferir”: meta “trans-” + pherein “llevar”.
296
ESNAULT, Imagination populaire, pág. 30. Cf. anteriormente, pág. 153.
345

cresta de la cabeza de un animal. Es emotiva cuando hablamos de un amargo


contratiempo porque su efecto es similar al de un sabor amargo. Es así como la
palabra francesa déboire, un derivado de boire “beber”, que originalmente se refería
al regusto desagradable dejado por una bebida, llegó a significar “sinsabor,
contratiempo, esperanza frustrada” (Bloch-Wartburg).

Un factor importante en la eficacia de la metáfora es la distancia entre el tenor y el


vehículo o, como lo denomina el Dr. Sayce, el “ángulo” de la imagen 297. Si los dos
términos están muy próximos uno de otro—si, por ejemplo, una flor es cotejada con
otra—la metáfora será apropiada, pero sin ninguna calidad expresiva. Como dice
Wordsworth patentemente:

The song would speak


Of that interminable building reared
By observation of affinities
In objects where no brotherhood exists
To passive minds298.

Los escritores modernos gustan de producir efectos sorpresivos trazando paralelos


inesperados entre objetos dispares. El poeta surrealista André Breton ha declarado
inequívocamente: “Comparar dos objetos, lo más lejos posible uno de otro en cuanto
al carácter, o juntarlos por algún otro método de una manera repentina y
sorprendente, esto sigue siendo la más alta tarea a que la poesía puede aspirar.” Al
citar este aserto, e1 Dr. Richards hace el comentario pertinente: “Cuanto más remotas
estén las cosas acopladas, la tensión creada será, por supuesto, mayor. Esta tensión es
la combadura del arco, 1a fuente de energía del disparo, pero no debemos confundir
la potencia del arco con la excelencia del tiro; al esfuerzo con el blanco”299.

297
Style in French Prose. Págs. 62 y sgs.
298
“La canción hablaría de ese interminable edificio, erigido por la observación de afinidades en
objetos en los que no existe ninguna hermandad para las mentes pasivas.” Citado por C. DAY LEWIS,
op. cit., pág. 36.
299
Loc cit., págs. 123 y 125.
346

Entre las innumerables metáforas en que se ha expresado la facultad imaginativa del


hombre, hay cuatro grupos principales que se repiten en las más diversas lenguas y
estilos literarios.

I) Metáforas antropomórficas300. —Uno de los primeros pensadores que reparó en la


extraordinaria frecuencia de este tipo de transferencia fue el filósofo italiano del siglo
XVIII Giambattista Vico. “En todas las lenguas”—escribía en su Scienza Nuova—la
mayor parte de las expresiones que se refieren a objetos inanimados están tomadas
traslaticiamente del cuerpo humano y de sus partes, de los sentidos humanos y de las
pasiones humanas... El ignorante hombre se convierte a sí mismo en el rasero del
universo”301. Esta tendencia es atestiguada en las más diferentes lenguas y
civilizaciones, y yace en la raíz de incontables expresiones de uso corriente. En el
capítulo sobre la polisemia (págs. 183 y sgs.) vimos una breve muestra de las
metáforas en que se comparan objetos inanimados con el ojo humano. Del mismo
modo hablamos de la ceja (brow) de una colina, de las costillas (ribs) de una bóveda,
de la boca (mouth) de un río, de los pulmones (lungs) de una ciudad, del corazón
(heart) del asunto, del nervio (sinews) de una guerra, de las manecillas (hands) de un
reloj, y muchos más, mientras que los usos metafóricos de otros órganos, tales como
el pie (foot) y la pierna [pata] (leg), son virtualmente ilimitados.

Naturalmente, hay, asimismo, muchas transferencias en la dirección opuesta, en


donde partes del cuerpo reciben nombres de animales o de objetos inanimados:
músculo, pólipo, nuez de la garganta (Adam’s apple: manzana de Adán), globo del ojo
(apple of the eye: manzana del ojo); tímpano del oído (ear-drum: tambor de la oreja),
y otros varios. En la terminología de Sperber, el cuerpo humano es un poderoso
centro de expansión, así como de atracción metafórica (cf. pág. 227); en general, sin

300
Del griego anthrōpos “hombre” + morphē “forma”.
301
Citado por GOMBOCZ, op. cit., pág. 73. La monografía más comprensiva sobre las metáforas
antropomórficas es la de J.J. DE WITTE, De Betekeniswereld van het lichaam, Nimega, 1948. Véase
también CARNOY, op. cit., págs. 324-36, y E. CASSIRER, Philosophie der symbolischen Forrnen,
vol. I, Berlín, 1923, páginas 158 y sgs.
347

embargo, las metáforas de esta esfera parecen ser mucho más comunes que las
dirigidas hacia ella.

II) Metáforas animales. —Otra fuente perenne de imágenes es el reino animal. Estas
metáforas, de las cuales ya se han citado algunos especímenes (cf. págs. 227, 236,
241, etc.), se mueven en dos direcciones capitales. Algunas de ellas se aplican a
plantas y a objetos insensibles. Muchas plantas deben su nombre a alguna vaga
similitud, a menudo caprichosa o burlesca, con un animal: barba de cabra
(goat's-beard), pata de gallo (cock's- foot), cola de perro (dog's-tail), etcétera.
Dandalion viene del francés dent de lion “diente de león”. Hasta hay combinaciones
de metáforas animales, como en el francés chiendent, queue- de- renard, “grama”, que
literalmente quiere decir “diente de perro, cola de zorra”. Un gran número de objetos
inanimados, incluyendo varios instrumentos, máquinas y partes de algunas máquinas,
son también denominados según un animal: cat [gato], cathead [cabeza de gata:
serviola], cat- o'nine- tails [gato de nueve colas], crab [cangrejo: cabrestante], crane
[grulla: grúa], cock [gatillo] de una escopeta, cock [gallo] en el sentido de “espita,
grifo”, y otros incontables.

Otro extenso grupo de imágenes animales se transfiere a la esfera humana, en donde


con frecuencia adquieren connotaciones humorísticas, irónicas, peyorativas o incluso
grotescas. Un ser humano puede ser comparado con una inagotable variedad de
animales: un perro, un gato, un cerdo, un burro, un ratón, una rata, un ganso, un
león, un chacal, etc.; puede parecer o comportarse de un modo gatuno, perruno,
borreguil, lechuzo, como un pez o como una mula; puede sabuesear (dog: perseguir,
espiar a un criminal), monear (ape: imitar, remedar) o leonizar (lionize: exaltar,
alabar) a los que admira y hasta papagayear (parrot: repetir de memoria) sus
palabras. Esta abundante imaginería brota de la misma actitud que las numerosas
obras literarias, desde Esopo a Lafontaine y desde la griega Batracomiomaquia
(guerra de las ranas y los ratones) a la Animal Farm de Orwell, en las que se hace
hablar y actuar a las bestias como seres humanos. Aunque las imágenes animales se
348

hallan entre los más antiguos artificios del estilo literario-Homero ya había llamado a
la diosa Hera “la de los ojos de buey”—no han perdido nada de su fuerza expresiva y
evocadora: todos los lectores de Proust recordarán la tersa y vivaz caricatura de M. de
Palancy “qui, avec sa grosse tête de carpe aux yeux ronds, se déplaçait lentement au
milieu des fêtes en deserrant d’instant en instant ses mandibules comme pour
chercher son orientation”302.

III) De lo concreto a lo abstracto. —Una de las tendencias básicas en la metáfora


consiste en traducir experiencias abstractas en términos concretos. En muchos casos,
la transferencia es todavía transparente, pero en otros será necesaria alguna
indagación etimológica para recapturar la imagen concreta subyacente bajo una
palabra abstracta: para descubrir los vocablos latinos finis “límite, fin” detrás de
define [definir] y de finance [finanza]; limen “umbral” detrás de eliminate [eliminar] ;
sidus “estrella” detrás de desire [desear]; velum “velo” detrás de reveal [revelar]; o
volvere “rodar, voltear” detrás de involve [envolver]. Tales transferencias prosiguen
continuamente; de hecho sería imposible discutir ningún tema abstracto sin ellas.
Tomemos, por ejemplo, las innumerables metáforas relacionadas con light [luz]: to
throw light on [arrojar luz sobre], to put in a favourable light [poner a una luz
favorable], leading lights [luces indicadoras], to enlighten [alumbrar), illuminating
[iluminador], brilliant [brillante], beaming [luciente], radiant [radiante], coruscating
[coruscante], dazzling [deslumbrador], etc. Que esta vena metafórica está lejos de
agotarse puede verse en expresiones relativamente recientes, tales como in the
limelight [en las candilejas], to hold the spotlight [mantener el reflector], o
high-lights [luces altas], en el sentido de “un momento o detalle de vivo interés”
(Shorter OED).

302
“que, con su gran cabeza de carpa de ojos redondos, se desplazaba lentamente en medio de las
fiestas, abriendo y cerrando sus mandíbulas como para buscar su orientación” (Du côté de chez
Swamn, vol. II, pág. 143). Cf. mi Image in the Modern French Novel, págs. 176 y sgs.
349

Hasta una experiencia tan abstracta y elusiva como el tiempo 303 puede hacerse
concreta y tangible por el escritor creador. El viejo cliché del “fluir” del tiempo se
rejuvenece en manos de Sartre cuando, evocando la lánguida atmósfera de un día
caluroso de verano, habla del “tiempo fluyendo dulcemente, como una tisana
entibiada por el sol”304 . En otros autores, el tiempo es visualizado en imágenes
novedosas y atrayentes. A Shakespeare se le aparece como “el viejo Tiempo, ese
regulador de los relojes; el Tiempo, ese sepulturero calvo” (* King John, acto III,
escena 1)305. Tennyson lo pinta como un “maníaco esparciendo el polvo” (“maniac
scattering dust”. * In Memoriam, L) En Proust, cuya obra entera se centra en el
problema del tiempo, hay infinitas variaciones sobre este tema, que culminan, al
término mismo del ciclo, en la visión de pesadilla de los hombres montados en los
zancos siempre crecientes del tiempo hasta que finalmente se derrumban 306.

IV) Metáforas "sinestéticas"307. —Un tipo muy común de metáfora es el basado en la


transposición de un sentido a otro: del oído a la vista, del tacto al oído, etc. Cuando
hablamos de una voz cálida [warm] o fría [cold], obramos así porque percibimos
alguna especie de semejanza entre la temperatura cálida o fría y la cualidad de ciertas
voces. De la misma manera, hablamos de sonidos penetrantes [piercing], de colores
chillones [loud], de voces y olores dulces [sweet], y muchos más. Las asociaciones
sinestéticas descansan también en la raíz de ciertas etimologías. El adjetivo alemán
hell “claro, resplandeciente” está emparentado con el verbo hallen “resonar” (cf. pág.
115). El vocablo de origen griego barytone [barítono] se basa en ύ , “pesado”, y
oxytone [oxítono], “que tiene el acento agudo”', se basa en όξύ , “afilado”;
análogamente, los términos latinos gravis y acutus, que dieron nuestros acentos grave

303
Cf. G. POULET, Etudes sur le temps humain, Edimburgo, 1949
304
“Le temps coulait doucement, tisane attiédie par le soleil” (La mort dans l’âme, París, 1949, pág.
70; cf. Style in the French Novel, pág. 256).
305
“Old Time the clock-setter, that bald sexton Time.” SHAKESPEARE, Obras completas, 10.a ed.,
Madrid. Aguilar, 1951, trad. de ASTRANA MARÍN, op. cit., página 334
306
Le temps retrouvé, París, ed. 1949, vol. II, pág. 229. Sobre las metáforas de Proust acerca del tiempo
ver mi Image in the Modern French Novel, páginas 213-17.
307
Del griego syn “juntamente” + aisthēsis “percepción”. Una plena discusión de este tipo de metáfora,
además de referencias detalladas, se hallará en mis Principles of Semantics, págs. 266 y sgs.
350

y acute [agudo]. Comentando tales transposiciones en De anima, Aristóteles escribía:


“Agudo y grave son aquí metáforas transferidas de su propia esfera, a saber, la del
tacto... Parece haber una suerte de paralelismo entre lo que es agudo o grave al oído y
lo que es afilado o romo al tacto”308.

La explotación sistemática de estos recursos en el estilo literario empezó con el


advenimiento del Simbolismo, pero el artificio mismo es de respetable abolengo. La
combinación sinestética “de voz de lirio” ya se encuentra en la Ilíada309, y en la
Eneida se dice del cielo que está “encendido de gritos” 310. Shakespeare fue lo
suficientemente consciente de esta técnica para ridiculizarla en: A Midsummer Night's
Dream.(acto V, escena 1):

PYRAMUS: I see a voice; now will I to the chink.


To spy and I can hear my Thisby's face311.

Sin embargo, el propio Shakespeare no vaciló en usar el artificio; en The Tempest,


Acto IV, escena 1, habla de “olorosa música” (smelling music), y Twelfth Night se
abre con una compleja serie de imágenes sinestéticas:

If music be the food of love, play on,


Give me excess of it, that, surfeiting,
The appetite may sicken and so die.
That strain again! It had a dying fall;
O, it came o’er my ear like the sweet sound
That breathes upon a bank of violets,
Stealing and giving odour312.
308
Citado por STANFORD, Greek Metaphor, pág. 49.
309
Citado ibíd., pág. 53, de la Ilíada III 152 (ő ό).
310
“Clamore incendunt caelum’ (Eneida, x, 895). Cf. E. STRUCK, Bedeutungslehre. Grundzüge einer
lateinischen und griechischen Semasiologie, 1.a ed., página 98.
311
“PÍRAMO: Veo una voz. Ahora voy a la abertura a espiar para poder oír el rostro de mi Tisbe.”
SHAKESPEARE Obras completas, 10.a ed., Madrid, Aguilar, 1951. trad. de ASTRANA MARÍN. op.
cit., pág. 939.
312
“Si la música es el alimento del amor, tocad siempre, saciadme de ella, para que mi apetito
sufriendo un empacho, pueda enfermar, y así morir. ¡Repetid ese trozo! Tiene una lánguida cadencia.
¡Oh! Llega a mis oídos como el dulce sonido que alienta sobre un bancal de violetas, arrebatando y, a
la vez dando olor. “Cf. ibíd., pág. 1247. Sobre la historia de este pasaje, véase: E. V. SIEBOLD.
“Synästhesien in der englischen Dichtung des 19. Jahrhunderts”, Englische Studien, LIII (1919-20),
págs. 1-157 y 196-334: pág. 217, n. 1.
351

Hay varias metáforas sinestéticas en la poesía del siglo XVII tales como el
“estridente perfume” (loud perfume) de Donne (Elegy, IV: “The Perfume”) y las
“bocas ciegas” (blind mouths) de Milton (Lycidas, V. 119). Los románticos fueron
particularmente aficionados a tales combinaciones; Byron fue criticado por escribir:
“the Music breathing from her face” [la música que exhala de su rostro] (The Bride of
Abydos, I, 6)313, pero Keats llegó aún más lejos y combinó tres sentidos diferentes
cuando escribió en Isabella: “And taste the music of that vision pale” [y saborean la
música de esa visión pálida]. Entre los románticos franceses, Théophile Gautier, con
su Symphonie en blanc majeur, desempeñó un papel importante en la moda de
semejantes transposiciones.

La sinestesia fue erigida en una doctrina estética en el soneto de Baudelaire,


Correspondances:

Les parfums, les couleurs et les sons se répondent.


Il est de parfums frais comme des chairs d’enfants.
Doux comme les hautbois, verts comme les prairies314.

Desde esa época en adelante, la imaginería sinestética ha sido plenamente explotada


e incluso se ha abusado de ella, tanto en la poesía como en la prosa. Hasta se hicieron
intentos por sistematizar las correspondencias entre los varios sentidos; el
experimento más conocido de esta clase fue el soneto de Rimbaud sobre el color de
los sonidos vocálicos: “A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu...”, que puede haber
sido sugerido por los recuerdos de una cartilla usada en su niñez 315. En la actualidad,

313
Véase: E. V. ERHARDT-SIEBOLD, “Harmony of the Senses in English, German and French
Romanticism”, Publications of the Modern Language Association of America, XLVII (1932), págs.
577-92: págs. 587 y sgs.
314
“Los perfumes, los colores y los sonidos se corresponden. Hay perfumes frescos como carne de
niños, dulces como los oboes, verdes como las praderas” (Cf. la trad. de FRANCIS SCARFE, en
Baudelaire, Penguin Books, 1961, pág. 37).
315
Cf. H. HÉRAUT, “Du nouveau sur Rimbaud, Nouvelle Revue Française, XLIII (1934), págs.
602-08; R. ETIEMBLE, “Le Sonnet des Voyelles”, Revus de Littérature Comparée, XIX (1939), págs.
235-61 ; J.-F. BARRÉRE. “Rimbaud, l’apprenti sorcier”, Revue d'Histoire Littéraire de la France, LVI
(1956), págs. 50-64.
352

tales transposiciones son tan comunes que nadie se asombra cuando un novelista
habla de “sabor amarillo” o de “olores verdes y puntiagudos”316.

2. Contigüidad de sentidos (metonimia)

La metonimia317 es intrínsecamente menos interesante que la metáfora, puesto que


no descubre relaciones nuevas, sino que surge entre palabras ya relacionadas entre sí.
La diferencia entre los dos procesos ha sido resumida con perspicacia pot M. Esnault:
“La métonymie n’ouvre pas de chemins comme l’intuition métaphorique; mais
brûlant les étapes de chemins trop connus, elle raccourcit des distances pour faciliter
la rapide intuition de choses déjà connues” 318. Pero si la metonimia es de limitado
interés para el estudioso del estilo319, es un factor importante en el cambio semántico;
ya la hemos encontrado en la discusión de los nombres propios (pág. 89), de la
motivación (pág. 104), de la polisemia (pág. 185), y en otras partes.

Las metonimias pueden clasificarse mejor según las asociaciones que subyacen bajo
ellas. Algunas transferencias metonímicas se basan en relaciones espaciales. La
mutación de significado del vocablo latino coma “cadera” al francés cuisse “muslo”
se explica por el hecho de que la cadera y el muslo son dos partes contiguas de
nuestro cuerpo, sin fronteras definidas entre sí (págs. 141 y sgs.). Como se verá en el
último capítulo, esta no fue la causa fundamental del cambio; fue meramente la
condición que hizo posible semejante transferencia. Una metonimia similar yace en la
raíz de la palabra francesa para designar “huelga”, grève, que deriva su nombre de la

316
“Le jeune gout jaune de bois tendre” (SARTRE, La mort dans l'âme, pág. 233); “des odeurs vertes
et gaies, encore pointues, encores acides” (ibíd., pág. 45)
317
Del griego mesa “trans” + onoma “nombre”. Muchos ejemplos de metonimia se encontrarán en
NYROP, Sémantique, libro V, y en E. HUGUET, L'évolution du sens des mots depuis le XVI e siècle,
París, 1934, cap. 7.
318
“La metonimia no abre caminos como la intuición metafórica, sino que, quemando las etapas de
caminos demasiado conocidos, acorta distancias para facilitar la rápida intuición de cosas ya sabidas”
(Imagination populaire, pág. 311).
319
Cf. mi Style in the French Novel, págs. 211 y sgs.
353

Place de Grève, llamada ahora Place de l’Hótel de Ville, en donde los obreros
parisienses acostumbraban reunirse cuando abandonaban el trabajo (Bloch-Wartburg).

Otro grupo de metonimias se basa en relaciones temporales. El nombre de una


acción o acontecimiento puede transferirse a algo que inmediatamente le precede o le
sigue. Ya hemos visto un ejemplo de esto en la historia de la palabra colación (pág.
112). Una asociación parecida entre acaecimientos sucesivos explica con toda
probabilidad el desarrollo semántico de la voz inglesa mass, la francesa messe [misa],
y de términos emparentados que denotan el oficio católico en muchas lenguas. Todos
ellos se remontan al vocablo eclesiástico latino missa, participio pasado femenino del
verbo latino mittere “enviar, despedir, disolver”. Como los oficios terminaban con la
fórmula: “Ite, missa est (contio)”, “Idos, se disuelve la asamblea”, la palabra missa
acabó con el tiempo por significar el culto mismo (Bloch-Wartburg). Un caso
exactamente similar es el de la palabra francesa veille “vigilia, vela”, que en la
actualidad quiere decir principalmente “víspera, día anterior”.

Entre otras relaciones que pueden dar por resultado un cambio metonímico, hay un
tipo tan importante que a veces ha sido tratado como una categoría separada: pars pro
toto o “la parte por el todo”320.

Un ejemplo sencillo es el empleo de redbreast [petirrojo, pechicolorado] en lugar


de “robin” [tordo, pardillo] (pág. 105), dando nombre al pájaro de acuerdo con el
detalle de apariencia más notable. Análogamente, los tipos humanos y las clases
sociales se denominan con frecuencia según alguna prenda de vestir característica:
redcoat [casaca roja: los soldados], redcap [gorra roja: los cargadores en las
estaciones de ferrocarril], blue- stocking [media azul: marisabidilla, mujer pedante]321,
320
Esta es una parte de la figura tradicional sinécdoque (del griego syn “juntamente” + ekdekhesthai
“tomar, recoger”), en la cual “un término más comprensivo se usa en lugar de otro menos comprensivo
o viceversa” (NED)
321
Traducido a varios idiomas: en francés bas-bleu, en alemán Blaustrumpf, en sueco blåstrumpa, en
húngaro kékharisnya, etc. La expresión “data de las asambleas que se reunían en Montagu House, en
Londres, hacia 1750 con el fin de sustituir los juegos de cartas por conversaciones literarias, etc., etc.
Un asistente principal de ellas fue Mr. Benjamín Stillingfleet, que habitualmente gastaba medias de
354

Blackshirt [camisa negra: fascista]; en francés la blouse “trabajador; clase obrera,


proletariado”, y más recientemente blouson noir, el equivalente francés de un “teddy
boy” [gamberro], así titulado por la chaqueta negra usada por estos jóvenes. La
conexión ha cesado de ser transparente en la palabra francesa grisette, un derivado de
gris, que originalmente significaba una tela gris barata y luego llegó a designar, con
tonos peyorativos, las muchachas obreras que gastaban este género de ropa
(Bloch-Wartburg).

Otros tipos de metonimia son tan simples y tan conocidos que no requieren una
discusión detallada. Como ya se mencionó, las invenciones y descubrimientos a
menudo reciben el nombre de la persona responsable de ellos; cuando un físico dice
que un amperio es la corriente que un voltio puede enviar a través de un ohmio
(NED), está conmemorando a tres grandes pioneros de su ciencia: al francés André
Ampère, al italiano Conde Alessandro Volta, y al alemán Georg Simon Ohm.
Parejamente, los alimentos y bebidas se denominan según su lugar de origen
(gruyére, champagne), el contenido según el continente (“beber un vaso, una botella
de vino”), y muchos otros casos.

Un rasgo interesante de la metonimia es que, a diferencia de la metáfora, tiende a


dar a las palabras abstractas un significado concreto: el nombre de una acción
representará su resultado; el nombre de una cualidad, la persona a objeto que la
exhibe, etc. Bréal ha descrito gráficamente estos cambios como “condensación o
engrosamiento del significado” (épaississement de sens)322 .

Hay incontables ejemplos de esta tendencia en diversas lenguas: el acto de


encuadernar (binding) y la encuadernación (binding) de un libro; la ejecución o
cumplimiento (performance) de un deber, y una ejecución o representación

estambre azules en vez de medias negras de seda. En referencia a esto, la camarilla fue apodada por el
almirante Boscawen “the Blue Stocking Society” (Shorter OED).
322
Essai de sémantique, cap. 13. Véanse asimismo GAMILLSCHEG, Französische Bedeutungslehre,
págs. 53-8 y 73-54; K. BALDINGER, Kollektivsuffixe and Kollekuvbegriff, Berlín, 1950, parte I, 1;
R. ZINDEL, Des abstraits en français et de leur pluralisatio. Berna, 1958.
355

(performance) operística; mantener la guardia (to keep guard) y los guardias de a


caballo (Horse Guards: el cuartel general del ejército británico), etc. Las cualidades
son tratadas de la misma manera: una cosa cuya belleza (beauty) admiramos, es
llamada una belleza (beauty); una persona de la que sus parientes están orgullosos es
el orgullo (pride) de su familia; falsedad (falsehood) significa falsía (falsity) en
sentido abstracto y también una falsedad particular, una mentira. En algunas palabras
este uso ha conducido a una alteración radical del significado. El término francés
addition no solo quiere decir el acto de sumar y su resultado, sino también la cuenta
de un restaurante. El francés témoin, que procede del latín testimonium “prueba,
testimonio”, significa ahora casi exclusivamente “una persona que testifica, un
testigo”; la acepción abstracta sobrevive todavía en la frase legal en témoin de quoi
“en testimonio de lo cual”. La palabra inglesa witness ha tenido una evolución
rigurosamente paralela. En otros casos, el sentido abstracto se ha eclipsado por
completo. El vocablo francés ivrogne “borracho, ebrio” se deriva de * ebrionia
“embriaguez, borrachera”, del latín vulgar (Bloch-Wartburg), y élite, un participio
pasado del verbo élire “elegir, escoger, seleccionar”, todavía significaba “elección,
selección” en el siglo XVI cuando Montaigne hablaba de “eslite entre le bien et le
mal”323, mientras que ahora se refiere solamente a la “parte escogida o selecta” de una
sociedad.

3. Semejanza de nombres (etimología popular)


La etimología popular, como se recordará, puede cambiar tanto la forma como el
significado de una palabra conectándola erróneamente con otro término al que es
similar en cuanto al sonido. Las investigaciones de Gilliéron y otros geógrafos
lingüistas han mostrado que este es un proceso más común de lo que cabría imaginar;
sin embargo, es obvio que no se halla en paridad con la metáfora o la metonimia
como factor en el cambio semántico. No obstante, contiene una importante
advertencia para el etimologista: antes de pretender reconstruir la historia semántica
de una palabra, debe aquel cerciorarse en primer lugar de que el desarrollo ha sido

323
“Elección entre el bien y el mal” (citado por HUGUET, loc. cit., pág. 235).
356

espontáneo y no inducido por un término fonéticamente parecido. Sin esta medida de


precaución, algunas de nuestras más plausibles reconstrucciones pueden ser
puramente gratuitas: acaso estemos estableciendo lo que el profesor Orr ha llamado
un “desarrollo seudo-semántico”324.

En el capítulo sobre la etimología popular (págs. 115 y sgs.), se han discutido


diversos cambios semánticos debidos a la semejanza fonética (el inglés sand-blind, el
francés ouvrable, el alemán Sündflut) Uno o dos ejemplos más pueden darse aquí
para mostrar la naturaleza de estos procesos 325. Los cambios de significado
ocasionados por este factor se incluyen en dos grupos. En el más engañoso de los dos,
el sentido antiguo y el nuevo están medianamente cercanos entre sí, de suerte que el
último podría haberse desarrollado a partir del primero, aunque en realidad no ocurrió
así. La palabra francesa forain [foráneo, forastero], que ha dado la inglesa foreign, es
un claro ejemplo de este tipo. Procede del bajo latín foranus, un derivado del vocablo
latino foris, “fuera, exteriormente”; su significado original era “extranjero”, como lo
es aún en el inglés. En la frase marchand forain, “mercader ambulante, feriante”, el
término se asoció equivocadamente con foire, “feria” (del latín feria[e], “días de
fiesta, vacación[es]”), que es la misma palabra que la inglesa fair, y esta asociación ha
afectado al significado entero de forain. El enlace semántico entre las ideas de
“mercader ambulante” y “feria” sin duda facilitó el cambio, pero la semejanza
fonética con foire debe haber sido el factor decisivo. En algunos dialectos hay una
forma colateral, foirain, en donde la conexión con foire es todavía más marcada
(BlochWartburg).

324
Words and Sounds in English and French, cap. 15.
325
Además de las obras ya mencionadas en el capítulo sobre la etimología popular, cabe señalar aquí
las siguientes monografías: H. AMMANN, “Wortklang and Wortbedeutung”, Neue Jahrbücher für
Wissenschaft and Jugendbildung, I (1925), págs. 221-35; A. ERNOUT, Philologica, París, 1946; H.
HATZFELD, Ueber Bedeutungverschiebung durch Formännlichkeit fm Neufranzösischen, Munich,
1924; E. LÖFSTEDT, Vermischte Studien zur lateinischen Sprachkunde und Syntax, Acta Reg. Soc.
Hum. Litt. Lundensis, XXIII, 1936. Más referencias se encontrarán en mis Principles of Semantics,
pág. 236, n. 1.
357

Otro ejemplo de este tipo es el sustantivo inglés boon que ya ha sido mencionado
(pág. 220). Como hemos visto, este nombre significó al principio “ruego, súplica”,
después “el objeto pedido o solicitado”; su sentido corriente es “un favor, un
beneficio, una cosa digna de agradecerse”. El desarrollo semántico podría también
haber sido espontáneo, pero fue influido probablemente por el adjetivo homónimo
boon [liberal, generoso, bueno], una forma adaptada al inglés de la francesa bon
(NED).

La situación es bastante diferente en el segundo tipo, en el que los dos significados


son tan diversos que no parece haber conexión alguna entre ellos. En vez de proponer
una línea de desarrollo puramente imaginaria, el semántico experimentado buscará la
influencia de alguna palabra fonéticamente similar que pueda proporcionar el eslabón
que falta. Así, la voz francesa gazouiller, “gorjear, murmurar, balbucear”, puede
significar en el habla popular “tener un olor desagradable”.

Sería ingenuo, por supuesto, intentar derivar este nuevo significado del antiguo, ya
que es evidentemente un chiste vulgar sugerido por la asonancia de la sílaba inicial
con la palabra gaz326. Mucho más complicado es el doble significado del verbo
francés essuyer: “enjugar, secar” y “sufrir, aguantar, soportar”. El profesor Orr ha
demostrado que este es otro caso de “desarrollo seudosemántico”: el segundo sentido
no proviene del primero, sino que se debió a la confusión con essayer, que ahora
quiere decir “probar, procurar, pretender”, pero que, en una época tan reciente como
el siglo XVI, también podía significar “experimentar, soportar, tolerar”327. Las
implicaciones de tales procesos con respecto a la semántica estructural serán
consideradas más detenidamente en el próximo capítulo.

4. Contigüidad de nombres (elipsis)

326
Cf. NYROP, Sémantique, pág. 328.
327
Words and Sounds in English and French, págs. 157-60.
358

Las palabras que se encuentran a menudo juntas suelen tener una influencia
semántica unas sobre otras. Ya hemos visto un ejemplo de esto en la historia de la
negación en el francés (pág. 223), la forma más común que toma esta influencia en la
elipsis328: en una frase hecha constituida por dos palabras, una de ellas es omitida y su
significado se transfiere a su compañera. Esto puede tener consecuencias
gramaticales: un adjetivo puede convertirse en un nombre (the main por the main sea
[alta mar], a daily [un diario] por a daily paper [un periódico diario]), y en algunas
lenguas puede haber anomalías de número o de género, como en el francés le
cinquième hussards [el quinto (de) húsares], en donde regiment se ha excluido, o en
un première Lyon, que es una doble elipsis de “un (billete de) primera (clase)”.

En cierto número de casos, este tipo de elipsis ha conducido a drásticos cambios de


significado. La omisión de la palabra francesa carrosse “coche” explica dos viejos
términos del transporte que también han pasado al inglés: diligence [diligencia] es
una abreviación de carrosse de diligence, y coupé, que es realmente el participio
pasado del verbo couper “cortar”, representa a carrosse coupé, un carruaje uno de
cuyos compartimientos ha sido cortado (Bloch-Wartburg). Del mismo modo,
drawing- room [gabinete; literalmente: sala de “tiro”] es en realidad
withdrawing-room [sala de “retiro”]; el francés bouclier “broquel, escudo” era
originariamente escu boucler “un escudo con
una hebilla” (Bloch-Wartburg); piano, de un adjetivo y adverbio italiano que quiere
decir “suave, lentamente”, es una forma abreviada de pianoforte “suave y fuerte”, así
llamado por Cristofori, su inventor, para expresar la gradación de tonos de que es
capaz (Shorter OED) Un ejemplo curioso es porter, que es una abreviatura de
porter’s ale, porter’s beer [cerveza de faquín], al parecer porque esta bebida

328
Pueden indicarse los siguientes estudios especiales sobre la elipsis: K. BERGMAN, Die Ellipse im
Neufranzösischen, Friburgo, 1908; W. FRANZ, “Ellipse und Bedeutungswandel”, Englische Studien,
LXII (1927-28), págs. 25-34; W. HORN, Sprachkörper und Sprachfunktion, Palaestra, CXXXV; 2.a
ed., Leipzig, 1923: R. E. KELLER, Die Ellipse in der neuenglischen Sprache als
syntaktisch-semantisches Problem, Zurich, 1944; WELLANDER, op. cit., partes II y III. Para más
referencias, véase mis Principles of Semantics, pág. 238, n. 1.
359

originalmente estaba hecha para los mozos de cuerda y demás jornaleros (Shorter
OED).

Los compuestos y frases inglesas adoptadas por el francés han sido con frecuencia
cercenados por la elipsis. Esto ha producido algunos usos que suenan de una manera
curiosa a los oídos nativos. Así, “smoking-jacket” [chaqueta de fumar] se ha reducido
a smoking, que ahora significa una “chaqueta de comer” en francés y en otros idiomas
continentales. Análogamente, un “cargo-boat” [buque de carga o mercante] se
transforma en un cargo, un “midshipman” [guardiamarina] en un midship, un
“sidecar” en un side, y una “pinup girl” en una pin-up. Tales acortamientos son
comunes en el deporte, en donde un goal puede querer decir un “goalkeeper”
[guardameta, portero], le catch equivale a “catch-as-catch-can” [lucha libre;
literalmente: coge como puedas], le cross a “cross-country running” [carrera a campo
traviesa], mientras que incluso “football” y “basket-ball” [baloncesto] pueden
mutilarse: “des joueurs de foot, de basket”329 .

La clasificación antedicha de los cambios semánticos reclama los comentarios


generales siguientes:

1) Los cuatro tipos cardinales son de alcance muy diferente. La metáfora es con
mucho el más importante de los cuatro, pero la metonimia es, asimismo, un proceso
extremadamente común. La elipsis, aunque en modo alguno infrecuente, es en
general de importancia limitada, en tanto que la etimología popular, a pesar de su
gran interés, es un fenómeno marginal. Parecería, pues, que las asociaciones entre
sentidos son de una consecuencia incomparablemente mayor que las que se dan entre
nombres. Una lengua sin elipsis y sin etimología popular sería un medio de
comunicación perfectamente adecuado, mientras que una lengua sin metáfora y sin
metonimia es inconcebible: estas dos fuerzas son inherentes a la estructura básica del
habla humana.

329 1
Todos estos ejemplos son de HARMER. op. cit., págs. 118 y sgs.
360

2) Hay muchos cambios semánticos que parecen acomodarse a más de una categoría.
Cabe preguntar, por ejemplo, si expresiones como un Picasso en lugar de “un cuadro
de Picasso”, o un borgoña en vez de “vino de Borgoña”, son metonímicas o
elípticas330. Quizá sería más sencillo estimarlas como cambios “compuestos” debidos
a la interacción de dos tipos diferentes de asociación.

3) El desarrollo semántico de muchas palabras consiste en una serie de cambios


sucesivos, que a veces pueden apartarlas enormemente de su sentido original.
Darmesteter acuñó el término “concatenación” (enchaînement) para describir estos
procesos complejos331. Un buen ejemplo es el vocablo francés cadeau, que fue
tomado del provenzal a principios del siglo XV en el sentido de “letra mayúscula”, y
que no alcanzó su significado moderno de “presente, regalo, obsequio” hasta tres
siglos y medio más tarde. Las siguientes fueron las principales etapas en la historia
semántica de la palabra: 1, “letra mayúscula”; 2, “trazos de caligrafía”; 3, “palabras
superfluas empleadas como meros adornos”; 4, “entretenimiento, diversión,
especialmente cuando se ofrece a una dama”; 5, “presente, obsequio”
(Bloch-Wartburg). El estudioso del significado examinará, por supuesto, cada cambio
separadamente y tratará de reconstruir su trasfondo. Un etimologista que sólo diera el
punto de partida y el punto terminal de semejante cadena de acontecimientos sería,
según el divertido símil de Gilliéron, comparable al crítico literario que resumiera la
vida de Balzac en estas sentencias: “Balzac, sentado en las faldas de su nodriza,
llevaba un vestido azul con rayas rojas. Escribió la Comédie humaine”332.

4) Con frecuencia se ha planteado la cuestión de si los cambios semánticos son


enteramente casuales, o si hay alguna especie de regularidad o norma tras de ellos 333 .
330
Para otros ejemplos de elipsis combinada con la metonimia, véase la historia de la palabra misa
discutida en la pág. 247.
331
La vie des mots, págs. 76 y sgs.
332
Citado por WARTBURG, Problémes et méthodes, pág. 107. Cf. anteriormente, página 35.
333
Una detallada discusión de las “leyes semánticas”, junto con referencias bibliográficas, se
encontrará en mis Principles of Sernantics, cap. 4, sección 3. y cap. 5. Véase ahora también
ZVEGINTSEV, Semasiologija, cap. 9, y el artículo de Sauvageot indicado en la pág. 222, n. 1.
361

Desde que Bréal sugirió que la nueva ciencia de la semántica debía intentar establecer
las “leyes que rigen los cambios de significado” (cf. más arriba, pág. 8), la búsqueda
de “leyes” ha sido una de las principales preocupaciones de los que trabajan en este
campo. Algunos lingüistas fueron escépticos sobre las perspectivas de esta pesquisa.
Comentando el cambio de sentido del vocablo francés poutre, que originalmente
significaba una “potranca” y que ahora denota una “viga” o “cuartón”, Saussure
escribía: “cela est dû à des causes particulières et ne dépend pas des autres
changements qui ont pu se produire dans le même temps; ce n’est qu’un accident
parmi tous ceux qu’enregistre l’histoire d’une langue”334 Nyrop fue aún más
categórico: “ici les conditions qui déterminent les changements sont tellement
multiples et tellement complexes, que les résultats défient constamment toute
prévision et offrent les plus grandes surprises”335. No obstante, a despecho de estas y
otras muchas advertencias, la búsqueda prosiguió y no fue del todo estéril en sus
resultados. Incluso hoy día hay lingüistas que creen firmemente que la tarea esencial
de la semántica consiste en estudiar las “leyes específicas del desarrollo del
lenguaje”336.

Quizá el intento más ambicioso de formular una “ley específica” semejante fue la
monografía del fallecido Gustav Stern sobre los términos del inglés medio (Middle
English) para designar “swift” y “swiftly” (cf. anteriormente, pág. 162, n. 1). Un
examen completo de los datos cronológicos condujo a Stern a la siguiente conclusión,
notablemente precisa:

Los adverbios ingleses que han adquirido el sentido de “rápidamente” antes


de 1300, siempre desarrollan el sentido de “inmediatamente”. Esto sucede
cuando el adverbio se usa para calificar a un verbo, la acción del cual puede
ser aprehendida como imperfectiva o como perfectiva, y cuando el significado

334
“Esto es debido a causas particulares y no depende de los demás cambios que hayan podido
producirse al mismo tiempo; no es más que un accidente entre todos los que registra la historia de una
lengua” (op. cit., pág. 132).
335
“Aquí las condiciones que determinan los cambios son tan múltiples y tan complejas que los
resultados desafían constantemente toda previsión y ofrecen las mayores sorpresas” (Sémantique, pág.
79).
336
ZVEGINTSEV, op. cit.. pág. 46.
362

del adverbio es, en consecuencia, equívoco: “rápidamente /inmediatamente”.


Las excepciones son debidas a la influencia de factores especiales. Pero
cuando el sentido de “rápidamente” se adquiere después de 1300, tal
desarrollo no tiene lugar. No hay ninguna excepción a esta regla. (Meaning
and Change of Meaning, pág. 190.)

Si la fórmula del profesor Stern es realmente válida 337, entonces tuvo razón al
pretender que se trata de las leyes fonéticas de que estaban tan orgullosos los
lingüistas del siglo XIX: “Esta ley tiene la forma de una ley de los sonidos: da las
circunstancias del cambio y un límite cronológico” (ibíd.). Es lícito preguntar, sin
embargo, si puede aceptarse esto como una ley semántica genuina. Los desarrollos de
sentidos paralelos no surgen espontáneamente: las diversas palabras tienen que haber
influido unas sobre otras, en virtud del proceso de analogía o “irradiación sinonímica”
que se discutió en el capítulo 6 (págs. 159 y sgs.).

Es en una dirección diferente donde la mayoría de los lingüistas han buscado


normas regulares en el cambio semántico. Han procurado reunir casos de cambios
parecidos que habían ocurrido, independientemente unos de otros, en diferentes
lenguas y períodos, y que podían, por tanto, ser considerados como síntomas de una
tendencia común, de un rasgo de la mente humana ampliamente difundido y
permanente. Unos lingüistas se limitaron a desarrollos específicos, mientras que otros
intentaron formular leyes más generales. Entre las tendencias específicas examinadas,
las metáforas paralelas han producido algunos resultados notables338. En muchas
lenguas, por ejemplo, los verbos que significan “coger” o “captar” se usan
figuradamente en el sentido de “comprender”: los ingleses catch, grasp; los franceses
comprendre (de prendre “tomar, asir”), saisir; el italiano capire, del latino capere
“coger”; el alemán begreifen, de greifen “agarrar”; y existen formaciones similares en
ruso, en finés, en húngaro y en turco 339. La dificultad estriba, por supuesto, en
determinar hasta qué punto estas varias lenguas pueden haberse influido mutuamente.
337
Véanse las reservas de E. OKSAAR, en op. cit., págs. 499 y sgs.
338
Véase esp. GOMBOCZ, op. cit., págs. 5 y sgs.; cf. asimismo SAUVAGEOT, loc. cit., y DE WITTE,
op. cit., passim.
339
Véase GOMBOCZ, loc. cit.
363

Cabe eliminar esta dificultad si los ejemplos se toman de lenguas y civilizaciones


muy diferentes, que han tenido poco o ningún contacto entre sí. De este modo, es
interesante saber que la expresión inglesa eye of a needle [ojo de una aguja] tiene
paralelos exactos en el esquimal y en el chuvash, lengua turca hablada en Rusia, y
que el “eyelid” [párpado; literalmente: tapa del ojo] es llamado “pellejo” o “corteza”
del ojo en Hungría.y en las islas Marquesas de Oceanía, así como en algunas otras
áreas340. Todavía más sorprendente es el caso de pupil, “niña del ojo”, que, como ya
se indicó (páginas 112 y 200), es la misma palabra que la otra pupil. El vocablo
Latino pupilla “huérfana, pupila, menor de edad” también podía denotar la niña del
ojo, a causa de alguna vaga semejanza entre una niña y la figura diminuta reflejada en
la pupila (Bloch-Wartburg). Ahora bien: se ha encontrado que en más de treinta
lenguas pertenecientes a los grupos más diversos, la pupila es llamada
metafóricamente “niña” o, más raramente, “niño”341. Y no se reducen a la metáfora
tales desarrollos paralelos: Las metonimias pueden estar igual de diseminadas. El uso
de la palabra que designa, órgano del habla, en el sentido de “lengua” o “idioma” no
solo tiene lugar en muchos idiomas europeos que pueden haberse influido unos a
otros, sino que también se halla en varias lenguas no europeas342.

Algunos lingüistas han apuntado más alto aún y han tratado de identificar ciertas
tendencias generales que gobiernan el cambio semántico. Uno de Los primeros
experimentos de esta clase fue la “ley de diferenciación de sinónimos” de Bréal, que
ya ha sido mencionada (pág. 159). La mayor parte de los intentos posteriores se han
centrado sobre la metáfora, aunque la metonimia también ha recibido cierta atención.
G. Esnault lanzó algunas breves e incitantes alusiones sobre la naturaleza de ambos
procesos, tales como, por ejemplo, que tendemos a describir el tiempo por medio de
metáforas del espacio, pero no el espacio por medio de metáforas del tiempo 343.
Sperber ha desarrollado su teoría de la “expansión” (cf. págs. 227 y sgs. en una “ley”
340
SAUVAGEOT, loc. cit., págs. 466 y sgs.
341
C. TAGLIAVINI, “Di alcune denominazioni della “pupilla”, Annali dell’Istituto Universitario
Orientale di Napoli, N. S., III (1949), págs. 341-78: págs. 363 y sgs
342
GOMBOCZ. Op. cit. Pág. 94; RÉVÉSZ. The Origins and Prehistory of Language, págs. 56 y sgs.
343
“Lois sémantiques”, en Où en sont les études de français, págs. 130-38.
364

semántica: “Si en un cierto tiempo un complejo de ideas está tan fuertemente cargado
de sentimiento que hace que una palabra extienda su esfera y cambie su significado,
podemos esperar confiadamente que otras palabras pertenecientes al mismo complejo
emocional también alterarán su significado”344.

El estudio cuidadoso de las metáforas antropomórficas ha convencido a De Witte de


que las transferencias del cuerpo humano son más frecuentes que las dirigidas hacia
esta esfera (cf. pág. 242). Bloomfield ha sugerido plausiblemente que “los
significados refinados y abstractos proceden en gran medida de significados más
concretos”345. Yo mismo he encontrado ciertos rasgos comunes en las imágenes
sinestéticas de varios escritores ingleses, franceses y húngaros; parece, por ejemplo,
que las transferencias de los sentidos inferiores y menos diferenciados a los
superiores y más diferenciados son más comunes que las realizadas en la dirección
opuesta: las impresiones acústicas y visuales son transcritas con más frecuencia en
términos de tacto o de calor, que viceversa 346. Algunas de estas “leyes” pueden muy
bien ser confirmadas, otras contradichas por ulteriores inquisiciones; lo que es
necesario para todas ellas es una base empírica harto más ancha, que incluya datos
estadísticos de muchos lenguajes diferentes. En este sentido el profesor Spitzer tenía
perfecta razón cuando declaró en 1943 que “nadie ha pensado nunca en ofrecer una
“ley semántica”347. En vista de la escala de las investigaciones implicadas, lo mejor
sería abordar estos problemas bajo la forma de una serie de proyectos de indagación
internacional. Los resultados de tales pesquisas serían de gran importancia no solo
para la lingüística, sino también para la psicología, la antropología cultural y otras
varias disciplinas.

344
Op. cit., pág. 67; traducción inglesa del profesor W. E. COLLINSON, Modera Language Review, xx
(1925), pág. 106
345
Language, pág. 429; cf. G. BONFANTE, Word, I (1945), pág. 145.
346
The Principles of Semantics, págs. 277 y sgs. Estos hallazgos parecen concordar con las
expectativas de los psicólogos; cf. H. WERNER, Language. XXVIII (1952) pág. 256. Cf., también A.
H. WHITNEY, “Synaesthesia in Twentieth-Century Hungarian Poetry”, The Slavonic and East
European Review, xxx (1951-52), páginas 444-64
347
“Why Does Language Change?”, Modern Language Quarterly, IV (1943), páginas 413-31: pág.
427; cf. BONFANTE, loc. cit., pág. 146.
365

III. LAS CONSECUENCIAS DEL CAMBIO SEMÁNTICO


Entre las innumerables consecuencias que pueden resultar de los cambios semánticos,
dos problemas han recibido particular atención: el radio de acción y las tonalidades
emotivas del nuevo significado en comparación con el antiguo.

1. Cambios en cuanto al alcance: extensión y restricción


del significado

Muchos de los primeros tratadistas sobre semántica dividieron los cambios de


significado en tres categorías: extensión, restricción, y un tercer grupo misceláneo
que no mostraba ni ampliación ni estrechamiento del alcance. Esta supuesta
“clasificación lógica”348, aunque sencilla y cómoda de manejar, tenía algunas
debilidades serias. Se apoyaba sobre criterios puramente formales y no arrojaba
ninguna luz ni sobre las causas últimas de un cambio ni sobre su fondo psicológico.
Otra desventaja era que las tres categorías eran heterogéneas: bajo los títulos de
“extensión” y “restricción” aparecía una vasta variedad de cambios qué no tenían
nada en común fuera del hecho superficial de que el nuevo sentido era más ancho o
más angosto que el viejo; todo lo que no respondía a este criterio se consignaba sin
discriminación en el grupo misceláneo.

Queda el hecho de que muchas palabras, por una diversidad de razones, han
ampliado o estrechado su significado y continúan así permanentemente. Algunos
términos han duplicado o reducido a la mitad casi exactamente su alcance. Nuestra
palabra uncle, por ejemplo, proviene, a través del francés, de la latina avunculus, que
solo significaba una especie de tío, a saber, el hermano de la madre, mientras que el
hermano del padre se llamaba patruus. Como la última palabra cayó en desuso, los
descendientes de avunculus han acabado por representar ambas clases de tío, de
suerte que el alcance del término latino ha sido duplicado. En la mayoría de los casos,

348
Para una discusión más detallada y referencias bibliográficas, véase mis Principles of Semantics.
págs. 203 y sgs.
366

sin embargo, la extensión y la restricción han alterado mucho más drásticamente el


campo de aplicación de las palabras consideradas.

1) Restricción del significado349 . —El mecanismo en funcionamiento puede


demostrarse con un sencillo ejemplo. La palabra inglesa voyage significaba
originariamente un “viaje”, como todavía lo hace el correspondiente término francés.
En el transcurso del tiempo, su alcance se estrechó y concluyó por referirse más
específicamente a un “viaje por mar o por agua”. El resultado neto del cambio fue
que la palabra es ahora aplicable a menos cosas, pero nos dice más sobre ellas; su
alcance se ha restringido, pero su significado se ha enriquecido con un rasgo
adicional: el de una travesía por el agua. Como diría un lógico, su “extensión” se ha
reducido mientras que su “intensión” ha aumentado correspondientemente (cf. página
134). Un cambio similar ha experimentado el vocablo francés viande, del latín vulgar
vivenda, un derivado de vivere “vivir”. Hasta el siglo XVII, viande significó
“alimento” en general; desde entonces se ha especializado en el sentido de “carne”.
Las palabras correspondientes en otras lenguas —la italiana vivanda, la española
vianda, la inglesa viand(s)— han conservado el sentido más amplio (BlochWartburg).

La causa más frecuente de la restricción es la especialización del significado en un


grupo social particular. Las más de las veces esto dará lugar meramente a la polisemia
(véase anteriormente, págs. 161 y sgs.), pero también puede reducir de modo
permanente el alcance de la palabra en su conjunto. Diversos ejemplos de este
proceso se dieron anteriormente en este capítulo (pág. 225), y no es menester
multiplicarlos aquí. Otra causa de restricción es el eufemismo, incluida la variedad
que es sugerida más por ironía que por tabú (cf. págs. 234 y sgs.). Un caso famoso a
propósito es poison [veneno, ponzoña], que históricamente es la misma palabra que
potion [poción, pócima]. El aspecto más desagradable del sentido, el hecho de que la

349
Sobre esta cuestión, véase recientemente: H. SCHREUDER, “On Some Cases of Restriction of
Meaning”, English Studies, XXXVII (1956), págs. 117-24. La mayoría de los ejemplos que siguen
están tomados de este artículo. Véase asimismo: H. VERNER, “Change of Meaning”, loc. cit., págs.
201 y sgs.
367

poción sea “ponzoñosa”, dejó de decirse, pero cuando la palabra quedó íntimamente
asociada con el significado sometido a tabú, gradualmente se limitó a denotar este
género particular de poción y ninguno otro. La palabra alemana para designar el
“veneno”, Gift, sufrió una reducción más radical aún: entre todos los posibles
“regalos” (gifts) que pueden otorgarse, acabó por aplicarse a esta única variedad. La
restricción del significado también puede resultar de la elipsis (canino por “diente
canino”), de la necesidad de llenar una laguna del vocabulario (traire, “tirar, extraer”,
reemplazando a moudre en el sentido de “ordeñar”)350 , y de otras varias causas351 .

Algunos nombres de animales han sido restringidos del género a la especie o han
sufrido una restricción más drástica. Deer [ciervo] significaba en otro tiempo
una “bestia”, hound [sabueso] un “perro”, y fowl [gallo] un “ave” en general:
“Behold the fowls of the air: for they sow not, neither do they reap, nor gather
into barns” (* San Mateo, VI, 25)352. Es interesante señalar que en los tres casos,
la palabra alemana correspondiente — das Tier, der Hund, der Vogel— ha
mantenido el sentido más amplio. De la misma manera, la francesa oie, la italiana
y española oca, proceden de *avica del latín vulgar, derivada de avis “ave”,
como si el ganso fuese considerado como el ave doméstica par excellence
(Bloch-Wartburg). Por una ruta diferente, el vocablo francés sanglier “jabalí” ha
evolucionado, mediante elipsis, de la voz latina singularis “singular, solitario”, en
la frase singularis porcus “cerdo solitario” (ibíd.) Algunos verbos se han
desarrollado sobre líneas similares: to starve [hambrear, desfallecer] significaba
antaño “morir”, como todavía ocurre con el término alemán sterben; y el francés
noyer “ahogar” se remonta al latino necare “matar” (cf. pág. 208).

350
Véase anteriormente, págs. 210 y 226.
351
SCHREUDER, loc. cit., págs. 118 y sgs., distingue seis causas principales de restricción: el lenguaje
profesional, la sinonimia, los términos medios, el eufemismo, la sustitución y las asociaciones de
frases.
352
“Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes”.
368

Un ejemplo interesante de restricción es la palabra inglesa corn [grano] que,


además de su significado general de “semilla de plantas cereales”, ha acabado por
denotar las mieses más importantes producidas en un área particular: el trigo en
Inglaterra, la avena en Escocia, el maíz en América353 .

2) Extensión del significado. — Varios lingüistas han insinuado que la extensión es


un proceso menos común que la restricción 354, y esto ha sido corroborado
recientemente por los experimentos verificados por el psicólogo Heinz Werner. Según
el propio profesor Werner, hay dos razones capitales para esta tendencia:

Una es que el rumbo evolutivo predominante apunta en la dirección de la


diferenciación más que en la de la síntesis. Una segunda razón, relacionada con
la primera, es que la formación de conceptos generales a partir de términos
específicos es de menor importancia en la comunicación no científica, aunque
es quizá una característica del esfuerzo científico. En otras palabras, el
lenguaje de la vida diaria se dirige hacia lo concreto y específico más que a lo
abstracto y general355.

353
Véase SCHEREUDER, loc. cit., págs. 119 y sgs.; cf. WEINREICH, Languages in Contact, pág. 49.
354
BRÉAL, Essai de sémantique, pág. 107; VENDRYES, Le langage, pág. 237; BLOOMFIELD,
Language, pág. 151; cf. WERNER, loc. cit., pág. 203.
355
Loc. cit., ibíd.
369

No obstante, los casos de ampliación semántica son bastante frecuentes en diversas


lenguas. Desde un punto de vista puramente lógico, son el opuesto exacto de la
restricción: aquí tenemos un inticas del término latino captivus pueden servir
para ilustrar esto. Partiendo de la idea de cautividad, esta palabra ha adquirido
significados desfavorables en diversas lenguas, aunque no en todas: el español
cautivo todavía significa “prisionero”. En el francés se ha convertido en chétif,
“endeble, enclenque, enfermizo, pobre, miserable”; el lazo de unión era la idea
de un hombre dominado y debilitado por sus pasiones (Bloch-Wartburg). Las
mismas asociaciones condujeron a inticas del término latino captivus pueden
servir para ilustrar esto. Partiendo de la idea de cautividad, esta palabra ha
adquirido significados desfavorables en diversas lenguas, aunque no en todas: el
español cautivo todavía significa “prisionero”. En el francés se ha convertido en
chétif, “endeble, enclenque, enfermizo, pobre, miserable”; el lazo de unión era la
idea de un hombre dominado y debilitado por sus pasiones (Bloch-Wartburg).
Las mismas asociaciones condujeron a un resultado diferente en italiano, donde
cattivo significa “malo”. Todavía se encuentra otra línea de desarrollo en el
vocablo inglés caitiff, de origen anglonormando, que en la actualidades un
término arcaico y poético. Este ha evolucionado a través de tres etapas: 1, “un
cautivo, un prisionero; 2, “el que se halla en una situación lastimosa; 3, “un
hombre bajo, mezquino, despreciable, un villano”. En la frase de Shakespeare:
“the wicked’st caitiff f f on the ground” (Measure for Measure, acto V, escena
1)356, la palabra ha viajado muy lejos de sus orígenes357. Un destino similar ha
caído sobre algunos términos de la misma esfera. El inglés wretch [vil, ruin,
sórdido] quería decir antaño “desterrado”; mientras que su significado se ha
deteriorado fuertemente358, la correspondiente palabra alemana, Recke, ha subido
de estimación y ahora significa “guerrero, héroe”. El adjetivo alemán schlecht,
emparentado con el inglés slight [ligero, leve], ha tenido una historia parecida:

356
“El más miserable bellaco de la tierra.” SHAKESPEARE, Obras completas, 10.a ed., Madrid,
Aguilar, 1951, pág. 1571.
357
Véase el NED y SCHREUDER, loc. cit., pág. 85 y sgs.
358
Ibíd., págs. 82 y sgs.
370

primero significó “derecho, recto”, luego “llano, liso” (ahora schlicht), “simple”,
“sencillo", “pobre”, y finalmente “malo, perverso” (Priebsch-Collinson, op. cit.,
pág. 305).

Una tercera fuente de desarrollos peyorativos es el prejuicio humano en sus varias


formas. La xenofibia, como ya se indicó (pág. 152), ha henchido algunas palabras
extranjeras de un sentido despectivo 359 : la alemana Ross “caballo, corcel”, ha dado la
francesa rosse “rocín, jamelgo”; y la holandesa medieval boeckin “librito”, la
francesa bouquin “libraco, libro viejo o sin valor”, aunque en el habla familiar este
término está libre actualmente de cualquier connotación desfavorable
(Bloch-Wartburg). El vocablo portugués palavra “palabra” se ha convertido en
palaver [cháchara, palabrería] en inglés (NED). El mismo sesgo antiextranjero se
refleja en las extrañas vicisitudes de algunos nombres étnicos. El inglés slave, el
francés esclave [esclavo], etcétera, son la misma palabra que Slav, slave [eslavo], y
bulgarus “búlgaro” es el origen del francés bougre [bribón, pícaro], que ya se ha
mencionado (pág. 236), y de su más deshonrosa contraparte inglesa. Bougre se usó en
la Edad Media en el sentido de “hereje” porque los búlgaros eran miembros de la
Iglesia oriental; después llegó a significar “sodomita” y por último evolucionó hasta
el término injurioso que dio a Sterne la idea para un incidente grosero pero divertido
en Tristram Shandy (libro VII, caps. 20-5)360.

Los prejuicios sociales contra ciertas clases y ocupaciones también han deformado el
significado de muchas palabras361. Términos como el inglés boor [patán, rústico] y el
francés rustre “zafio, palurdo, páparo”, del latino rusticus, muestran el desprecio con
que los campesinos solían ser tratados. El vocablo del latín rusticus, villanus
“habitante de una granja o cortijo (villa)”, ha dado en inglés el término histórico
villein “siervo”, y asimismo el peyorativo villain, mientras que el francés moderno

359
Ibíd., cap. 7.
360
Véase BLOCH-WARTBURG y el NED; cf. también J. ORR, “Bougre as Expletive”, Romance
Philology, I (1947), págs. 71-74, y ESTRICH-SPERBER, op. cit., cap. 6.
361
Cf. SCHREUDER, loc. cit. cap. 6.
371

vilain significa “feo” y “sucio, desagradable”. Otros grupos sociales han sido víctimas
de prejuicios análogos. Brigand. [salteador, bandolero] fue originariamente un
“soldado de infantería irregular y armado a la ligera”, y knave [bribón, bergante]
equivalía en otro tiempo a un “muchacho” (cf. el alemán Knabe), y especialmente un
muchacho empleado como criado (NED). El francés coquin “pícaro, pillo, belitre”
tenía el significado anterior de “mendigo”, y faquin “ganapán, rufián”, el de
“esportillero, mozo de cordel” (Bloch-Wartburg). Ni siquiera otros rangos más
elevados de la jerarquía social se han librado del prejuicio. Un pedant [pedante] era
antaño un “dómine”, un “pedagogo” o “maestro de escuela”362, y los altibajos de la
palabra bourgeois [burgués] formarían un interesante capítulo de la historia social.
Esta clase ha sido el blanco de los ataques no solo de sus superiores a inferiores, sino
también de los artistas a intelectuales. Théophile Gautier definió al bourgeois como
un hombre que “no tiene comprensión para ninguna de las artes, ni sentido de la
forma o el estilo, que carece de entusiasmo y de pasión, y no admira la naturaleza” 363,
y Flaubert expresa las mismas opiniones de un modo más terso e incisivo en su
famoso dicho: “J’appelle bourgeois quiconque pense bassement”364.

Aunque hay así muchas palabras que se han deteriorado en su significado, otras han
cambiado en la dirección opuesta. Los llamados desarrollos "ameliorativos" han
recibido menos atención que los peyorativos365, y en general parecen ser menos
frecuentes. Se hallan comprendidos en dos categorías.

La primera incluye los casos en que el mejoramiento es puramente negativo: por un


proceso de debilitamiento gradual, un término con un sentido desagradable perderá
gran parte de su estigma y quedará sólo suavemente desfavorable. Así, to blame
[censurar, culpar, vituperar] es la misma palabra que to blaspheme [blasfemar], y to

362
Cf. ibíd. págs. 91 y sgs.; JABERG, loc. cit., XVII, pág. 51, n. 1 ; NYROP, Sémantique, pág. 126.
363
Citado por G. MATORÉ, Le vocabulaire et la société sous Louis-Philippe. Ginebra-Lila, 1951, pág.
76; cf. ibíd., pág. 234
364
“Llamo burgués a quienquiera que piense bajamente”; citado por NYROP, Sémantique, pág. 130.
365
Véase G. A. VAN DONGEN. op.cit.; cf.. NYROP, Sémantique, págs. 138 y sgs., y
GAMILLSCHEG, Französische Bedeutungslehre, págs. 115 y sgs.
372

annoy, en francés ennuyer [incomodar, fastidiar], se originó de la frase latina in odio


esse “ser objeto de odio” (NED y Bloch-Wartburg). El verbo francés regretter [sentir,
deplorar] quería decir antiguamente “lamentar la muerte de alguien”, y gêne
significaba “tortura física o moral” hasta las postrimerías del siglo XVII, mientras que
ahora tiene el sentido mucho más débil de “incomodidad, molestia, embarazo”
(Bloch-Wartburg). Un ejemplo extremo de debilitamiento es el término inglés pest
[calamidad, azote, aflicción], que en otro tiempo equivalía a pestilencia y en
particular a la peste bubónica (NED). La palabra plague [peste, plaga, miseria] ha
tenido un desarrollo similar.

En las expresiones hiperbólicas, tal debilitamiento puede borrar el significado


desagradable de una palabra. Esto ha sucedido, como hemos visto (pág. 154), con
cierto número de adjetivos ingleses: awful; dreadful, frightful y otros. Una etapa más
avanzada de esta evolución puede verse en el vocablo alemán sehr “muy”, que es
etimológicamente la misma palabra que la inglesa sore [penoso, doloroso]366.

Hay también varios casos de mejora positiva del significado. Estos pueden ocurrir
por una simple asociación de ideas. El adjetivo nice se deriva, a través del francés
antiguo, del latino nescius “ignorante”, y en tiempos de Shakespeare tenía diversos
sentidos desfavorables: podía significar “licencioso, lascivo”:

These are complements, these are humours; these betray nice wenches, that would be
betrayed without these.
Love’s Labours Lost, acto III, escena I 367.

y “tenue, insignificante, trivial”:

...feed upon such nice and waterish diet.


Othello, acto III, escena 3368 .
366
Véase: STERN, Meaning and Change of Meaning, pág. 393.
367
“Esos son los cumplimientos, esas son las perfecciones; eso es lo que traiciona a las mozas
retozonas, que sin ello también se traicionarían.” Cf. SHAKESPEARE, Obras completas 10.a ed.,
Madrid, Aguilar, 1951, pág. 143.
368 “
Alimentarse con una dieta tan parca e insípida.” Cf. ibíd., pág. 1492.
373

In such a time as this it is not meet


That every nice offence should bears his comment.

Julius Caesar, acto IV, escena 3369.

Gradualmente la palabra evolucionó, a través de significados como “fastidioso” y


“delicado”, en una dirección ameliorativa; desde la segunda mitad del siglo XVIII,
tiene el sentido de “agradable, delicioso”, y desde principios del XIX, el de
“benévolo, considerado, amable con los demás”370.

Otros desarrollos ameliorativos son debidos a factores sociales371. Un oficio


modesto o incluso servil puede elevarse progresivamente en prestigio y hasta puede
terminar en la cima de la jerarquía. Chancellor, en francés chancelier [canciller], se
deriva del bajo latín cancellarius, un “ujier que se apostaba ad cancellos, junto a los
estrados de una basílica o de otro tribunal de justicia. En el Imperio de Oriente este
oficial ascendió hasta ser un secretario o notario, y, más tarde, tuvo funciones
judiciales. Eduardo el Confesor introdujo el cargo en Inglaterra, y su importancia
aumentó bajo los reyes normandos” (Shorter OED). Minister [ministro] se ha elevado
asimismo hasta su eminencia presente desde modestos comienzos: el latín minister,
derivado de minus “menos”, significaba “asistente, servidor, criado” (NED y Lewis
and Short).

Como resultado de los movimientos de vaivén de la escala social, la misma palabra


puede aparecer en dos puntos muy diferentes de una jerarquía particular. Marshal
[mariscal], un viejo término germánico compuesto de las palabras para designar
“caballo” (cf. mare [yegua]) y “sirviente”, es ahora el título de varios oficiales y
funcionarios de alto rango en Inglaterra, pero en el ejército francés hay dos clases de
“mariscales”: maréchal (de France) “mariscal de campo, capitán general”, y
maréchal des logis “sargento de caballería”; existe también el maréchal ferrant
369
“En tiempos como estos no debe llevar su comentario cada falta insignificante.” Ibíd., pág. 1322.
370
Véase el NED, de donde están tomadas las citas anteriores; cf. también G. L. BROOK, A History of
the English Language, Londres, 1958, pág. 184.
371
Cf. VAN DONGEN, op. cit., cap. 2.
374

“albéitar, herrador”, que ha permanecido muy cerca del sentido etimológico del
término (cf. NED y Bloch-Wartburg). Una ambivalencia similar se encuentra a veces
en significados de la misma palabra en lenguas diferentes, como por ejemplo en el
vocablo inglés knight [caballero], comparado con el alemán Knecht “crado”372.

Un grupo especial de desarrollos ameliorativos y peyorativos son los que afectan al


significado de los llamados “términos medios” (voces mediae): palabras que son
intrínsecamente neutras y que tomarán una acepción favorable o desfavorable según
su contexto373. A veces acontece que tales palabras, o sus derivados, quedan fijas o
bien en la significación positiva o bien en la negativa. Fortune [fortuna] es uno de
semejantes términos medios, ya que puede ser buena o mala; pero tiene un valor
exclusivamente positivo en el adjetivo fortunate [afortunado] y también cuando se
usa metonímicamente en el sentido de “riqueza”. Luck [ventura, suerte], aunque
ambivalente, tiende a implicar “buena suerte” cuando no hay ninguna
contraindicación, y el adjetivo lucky [venturoso] sólo tiene el último significado.
Análogamente, el antiguo francés heur, derivado del latín augurium “augurio”,
significa “buena o mala suerte”, bonheur o malheur, mientras que el adjetivo heureux
equivale solamente a “dichoso, feliz” (Bloch-Wartburg). Chance [acaso, casualidad],
del latín vulgar * cadentia “caída”, originalmente se refería a la manera de caer los
dados; luego se ensanchó su significado y, en frases como “to give, to stand a chance”
[dar, tener suerte], se toma por el lado favorable (ibíd.). Si bien todas estas palabras
han evolucionado en un sentido optimista, otras se han movido en la dirección
opuesta. Hazard [azar, albur], un término arábigo que también se refería al juego de
dados, ha acabado por significar “riesgo de pérdida o daño, peligro, contingencia”
(ibíd. y NED). Accident [accidente] en algunos de sus usos muestra la misma
tendencia, aunque el adjetivo accidental es inmune a ella. Del inglés fate [hado], un
término medio que se inclina hacia el lado pesimista, se derivan dos adjetivos: fatal
[fatal, funesto], que es casi enteramente desfavorable, y fateful [fatal, inevitable], que
372
Sobre el desarrollo semántico de la palabra alemana, véase PRIEBSCH-COLLINSON, op. cit., pág.
303. Sobre la historia de la palabra inglesa, véase VAN DONGEN, op. cit., págs. 17 y sgs.
373
Véase esp. SCHREUDER, Pejorative Sense-Development, cap. 10, y VAN DONGEN, op. cit.,
caps. 3-4.
375

es menos agresivo. El estudio comparativo del desarrollo de tales expresiones en


diversos idiomas podría arrojar una interesante luz indirecta sobre la psicología
humana.
376


A. Curbeira Cancela
LA TEORÍA ACTANCIAL DE L. TESNIÈRE.

Una sentencia latina asegura que Los libros tienen su destino en dependencia de
cómo son recibidos por sus lectores. Indiscutiblemente el destino del libro de L.
Tesnière Elementos de sintaxis estructural, en ese sentido, fue muy problemático.

Cuando el libro vio la luz en 1959 muchos críticos consideraron que, a pesar del gran
material factológico incluido en él, los “Elementos…” se mantenía al margen de los
problemas de la lingüística contemporánea y que en él no se podía encontrar ningún
indicio sobre la discusión alrededor de lo que se consideraba en el centro de la
atención después de 1945: los problemas de la formalización del lenguaje
(Benveniste, 1960: 22)

Hay que tener en cuenta que en esa época se expandían las ideas del estructuralismo
estadounidense, se publicaba el libro de N. Chomsky Estructuras sintácticas y el
libro de Tesnière, que tenía en su título el término estructural, no tenía mucho en
común con los trabajos de los estructuralistas y como era de esperase, se quedó en un
aislamiento total. Pero el tiempo no dejó en el olvido el trabajo de Tesnière y cada
nuevo decenio se observaba una mayor atención de los lingüistas hacia los
Elementos… Las sucesivas ediciones del libro dan cuenta de la creciente popularidad:
1966, 1969, 1976, 1982, 1988. Algunos críticos comenzaron a valorar el trabajo de
Tesnière como uno de los más importantes en el estudio de la sintaxis del siglo XX.
Elementos de sintaxis estructural es un trabajo que aborda una amplia gama de
aspectos. Entre ellos es necesario destacar tres complejos de problemas que resultan
de gran interés desde el punto de vista teórico: el desarrollo de la sintaxis de
dependencias; el cálculo de las transformaciones lingüísticas y, en relación con ello,
377

la teoría de la traslación; el enfoque tipológico-comparativo en el estudio de la


sintaxis.

Entre las principales fortalezas del libro de Tesnière está sin duda su interés por
rehabilitar la sintaxis como rama de la lingüística. Es conocida su constante polémica
con los morfólogos que tratan de diluir la sintaxis en la morfología y que veían la
sintaxis como “el pariente pobre de la lingüística”.

El estructuralismo estadounidense había difundido la idea de estudios sintácticos


estructurales con el empleo del método de constituyentes inmediatos y más tarde de la
gramática transformacional.

La teoría de Tesnière se diferenciaba de este enfoque en su propia concepción de la


estructura que él concebía no sólo desde el punto de vista del enfoque metodológico
del material, sino, sobre todo, desde el punto de vista de la selección del material de
análisis: él se propone estudiar las diferentes estructuras que conforman la oración, o
lo que es lo mismo: la sintaxis de estructuras.

El enfoque estructural de Tesnière diferencia dos tipos de orden de las palabras en la


oración: uno lineal (formal) y uno estructural. El orden lineal determina las relaciones
entre las palabras y su interdependencia. El orden estructural consiste en ubicar las
palabras en la cadena hablada. La concepción de Tesnière se orienta a reflejar la
actividad verbal.

Según Tesnière, en la organización de la oración interactúan tres aspectos:

 la forma de la expresión (la morfología, el orden formal de las palabras, que


conforman “la vestidura del pensamiento”),
 la forma del contenido (la sintaxis estructural, que refleja las relaciones
jerárquicas entre las palabras,
378

 la sustancia del contenido – la semántica en el sentido propio del término.

Para Tesnière los dos primeros aspectos conforman la estructura de la lengua y la


semántica queda fuera de sus marcos y debe ser estudiada por la lógica y la
psicología. Tesnière justifica esta aseveración con 3 tipos de hechos:
1. La oración puede ser correcta gramaticalmente pero absolutamente sin sentido
debido a su configuración léxica.
Con esta visión Tesnière desplegó una discusión sobre la corrección
gramatical, la asequibilidad y aceptabilidad de la oración, sobre su
referencialidad
2. En la oración el valor semántico de la palabra con frecuencia es directamente
proporcional a su función sintáctica. En la oración: La luz verde muestra que
el camino está libre, el adjetivo, que ocupa un lugar bajo en la jerarquía
sintáctica, expresa el sentido principal de la oración.
3. La comparación de diferentes lenguas muestra que un mismo significado
puede ser expresado con diferentes medios sintácticos tanto dentro de una
lengua, como en lenguas diferentes.

Si la gramática antimentalista basada en el análisis de constituyentes inmediatos


sacaba el significado del juego, trataba de despegarse del significado, Tesnière al
diferenciar lo estructural y lo semántico, con frecuencia sacrifica lo estructural a lo
semántico.

Tesnière diferencia la sintaxis estática y la dinámica. La sintaxis estática se ocupa del


estudio de las clases léxico-gramaticales, la sintaxis dinámica representa el estudio de
las funciones de las palabras en la oración. El esquema general de la concepción
sintáctica de Tesnière es sencillo. La sintaxis dinámica incluye tres conceptos:
a) la conexión sintáctica (o subordinación), que determina la constitución de la
oración real,
b) la coordinación y
379

c) la traslación.

La conexión sintáctica puede ser: vertical, uniendo los miembros que rigen y los
regidos, y horizontal, en la unión de los componentes co-subordinados.
En dependencia de la clase léxico-gramatical de la palabra rectora se diferencian:
núcleos verbales, sustantivos, adjetivos y adverbiales.

En la oración con núcleo verbal todas las unidades se subordinan al verbo. Al verbo
se subordinan, en igualdad de condiciones, los elementos actantes y circunstantes.
Además de los vínculos sintácticos las palabras en la oración participan en relaciones
semánticas.

La coordinación (o como la llama Tesnière “junción”) consiste en la unión de


vínculos sintácticos y la ampliación de la oración a través de la formación de
elementos análogos en la oración.
Un papel preponderante en la sintaxis dinámica se le otorga a la traslación que
consiste en la transferencia de una clase funcional a otra.

Como la traslación tiene para Tesnière una gran importancia en su trabajo le dedica
un espacio al estudio de las clases léxico-gramaticales (que él denomina categorías)
Para la representación de los tipos estructurales de la sintaxis: la conexión sintáctica,
la coordinación y la traslación, Tesnière desarrolló un esquema especial que
denominó estema.

La estructura de la oración para Tesnière se determina a partir de las relaciones de


dependencia entre sus componentes. La idea de las relaciones de dependencia no es
en realidad nueva, ya estuvo presente en las concepciones sintácticas de algunos
lingüistas rusos y también en lingüistas franceses. Pero para Tesnière convirtió la idea
sobre la relaciones de dependencia en el principio principal de la sintaxis.
380

A diferencia de las gramáticas dicotómicas, en las que las relaciones entre los
miembros del sintagma no tienen carácter jerárquico, Tesnière considera que a un
miembro de nivel superior se puede subordinar una gran cantidad de elementos de
niveles inferiores.

Ejemplo de diagrama arbóreo (estema) de Tesnière:

Orden structural:

Parle Parle Chante

ami chanson
Alfred ami

mon mon vieil cette jolie

Orden lineal:

Alfred parle. Alfredo está hablando. Mon ami chante cette jolie
chanson.
Mon ami parle. Mi amigo está hablando. Mi amigo está cantando esta
bonita canción

La gramática de dependencias que se desarrolla en materiales de la lengua alemana


tomó como punto de partida muchas de las enseñanzas de Tesnière. Algunos autores
incluso consideran que sobre la base de la teoría de Tesnière se puede montar una
gramática de dependencias ampliada, complementándola con la teoría del discurso y
del texto. Sin embargo, la sintaxis de Tesnière deja fuera de atención categorías de la
predicación tan importantes como, por ejemplo, las categorías de la modalidad, la
temporalidad, la aspectualidad, entre otras. Dejó de lado problemas de la
organización de la oración como la relación entre el modus y el dictum, la división
comunicativa de la oración, entre otros.
381

En la historia de las ideas lingüísticas se conocen tres teorías fundamentales sobre las
relaciones jerárquicas entre los miembros de la oración:
 La primera, plantea que el sujeto y el sustantivo entre las clases léxico-
gramaticales se considera el miembro gobernante. Esta teoría encuentra su
fundamentación en la lógica de los conceptos: el nombre denomina la
sustancia, mientras que el verbo y el adjetivo expresan accidentes, rasgos de la
sustancia y, por tanto, están destinados a calificar al nombre.
 La segunda, mucho más difundida en los estudios gramaticales, considera dos
partes de la oración con iguales derechos: el sujeto y el predicado. Este punto
de vista se fundamenta también en la lógica, pero en este caso en la lógica del
juicio: a los dos miembros fundamentales del juicio, sujeto y predicado, le
corresponde en la estructura de la oración dos miembros fundamentales que se
complementas.
 Tesnière comparte la tercera teoría, verbo-centrista, de acuerdo con la cual el
verbo (predicado) es el miembro de la oración dominante. Esta concepción
hace énfasis en el aspecto comunicativo de la oración:
- el carácter dominante del predicado se subraya con el hecho de que
precisamente él es el portador de las categorías predicativas de tiempo,
modo, etc., además de que
- interviene como el nudo organizativo de la oración: a través del verbo se
correlacionan otros miembros de la oración – sujeto, atributos y
complementos.

La visión verbo-centrista en la sintaxis fue esbozada antes. Algunos indicios de esta


concepción pueden observarse ya en la Gramática General Razonada de Port-Royal,
en la que se afirmaba que sólo el verbo, al expresar un juicio, puede configurar la
oración y, consecuentemente, desempeñar un papel protagónico en la oración como
unidad comunicativa. Pero Tesnière hizo de la concepción verbo-centrista el principio
382

fundamental de su teoría sintáctica, en su opinión debido a que es una concepción


puramente lingüística y no lógica como la tradicional.

Aunque, en rigor, también la concepción verbo-centrista se apoya en la lógica, sólo


que no el la lógica del sujeto y el predicado, sino en la lógica de las relaciones. La
lógica de las relaciones considera que el centro de la oración es el predicado que
establece las relaciones con los miembros nominales dependientes – los argumentos,
siguiendo la fórmula a R b.

La lógica de relaciones tuvo un amplio desarrollo desde finales del siglo XIX y ocupó
un importante lugar en los estudios sintácticos. Sin embargo, al equiparar el sujeto a
otros actantes Tesnière fue demasiado lejos y la mayoría de las concepciones
sintácticas no comparte su verbo-centrismo extremo. Incluso en los seguidores de la
concepción verbo-centrista se observa una tendencia a encontrar un punto intermedio
entre las dos teorías y reflejar de alguna manera el carácter especial de la relación
entre el verbo y su primer actante, así como la especificidad de la relación predicativa
entre otros tipos de relaciones sintácticas.
En su libro Tesnière desarrolla un estudio sobre las clases léxico-gramaticales
criticando fuertemente la teoría tradicional de las partes del discurso. Él propone
diferenciar las categorías de palabras sobre la base de las siguientes oposiciones:
 llenas y vacías:
Entre las llenas ubica los sustantivos, los verbos, los adjetivos y los adverbios.
Entre las vacías destaca los conjuntivos (conjunciones coordinativas; los
traslativos (preposiciones y conjunciones subordinativas): marcadores (artículos).
Ubica en un grupo especial las palabras anafóricas (de tipo pronominal) y las
palabras-oraciones (interjecciones)
 palabras constitutivas y de apoyo.
 Variables e invariables
383

Una fuerte limitación de la clasificación de Tesnière, que en el fondo no se diferencia


mucho de la tradicional, está en su deficiente inconsistente uso del término y
concepto de “categoría”: lo utiliza tanto para denominar las clases morfológicas como
las funciones, así como para designar las esencias sintácticas, lo que conduce a una
serie de imprecisiones en la interpretación de los casos de traslación.

En la concepción sintáctica de Tesnière las conexiones estructurales (connexions


structurales) se establecen entre las palabras gracias a las relaciones de dependencia.
En la cumbre de la oración está el predicado, expresado por el verbo. Los demás
miembros de la oración están subordinados al verbo de manera inmediata o mediata.
Esto es: el verbo es la unidad subordinante; las demás unidades son las unidades
subordinadas. Las unidades subordinadas son: los actantes y los circunstantes. Los
actantes son considerados valencias obligatorias del verbo predicado. Los
circunstantes se consideran unidades funcionales que reflejan valencias facultativas del
verbo predicado.
Compare:

Mañana visitaré a mi amigo visitaré - verbo predicado


(yo) – actante
a mi amigo – actante (subordinado)
mañana – circunstante

Obsérvese que el circunstante no es obligatorio desde el punto de vista de las


cualidades sintácticas del verbo.

Tèsniere habla de otro tipo de unidad subordinada: los complementos


modificadores, que constituyen en su teoría una clase especial de unidades
funcionales que se subordinan a los actantes y a los circunstantes.
384

En esta teoría de evidente corte verbocentrista se plantea que en todo enunciado


pueden aparecer como mínimo 3 actantes:
1er actante = el que realiza la acción
2do actante = el que recibe la acción (hacia donde se dirige la acción)
3er actante = quién se beneficia con la acción.

Aquí los verbos se clasifican de acuerdo con la cantidad de actantes que requieren
para su realización en:
monoactanciales = yo camino
biactanciales = yo leo un libro (frase accional)
triactanciales = prestar algo a alguien .

En la teoría de Tèsniere los actantes son considerados como los actores que ejecutan
o participan en el proceso que describe el verbo, en realidad Tesnière habla del
"drama" en el que los actantes son los actores y los circunstantes "expresan las
circunstancias en las que se desarrolla el proceso". (Tesnière, 1966)

Aunque los términos actante y circunstante resultaron muy cómodos y entraron con
fuerza en la nomenclatura científica, en la teoría de los actantes tal y como aparece en
el libro de Tesnière, se presenta una contradicción que la semántica sintáctica tuvo
que resolver más tarde, con trabajos como los de Fillmore (1968).

Según Tesnière los actantes son entidades semánticas, ya que reflejan en la estructura
de la oración los roles de los objetos en la situación que se describe. Ahora bien, en el
tratamiento de los ejemplos Tesniére le confiere a estas entidades rasgos puramente
formales.

En la descripción el estatus de actante o de circunstante depende para él de la forma


de expresión y no precisamente del rol semántico que desempeña. Habiendo indicado
385

el camino para el análisis semántico de la sintaxis, Tesnière no fue capaz de dar el


paso decisivo y se quedó en la esfera de la tradición formal.

En lo adelante el desarrollo de la semántica sintáctica continuó la línea de la


demarcación de actantes semánticos que desempeñan funciones de los objetos
participantes en los procesos y de los miembros de la oración. Esta fue una tarea que
se planteó con mucha claridad el lingüista francés A. J. Greimas (1966) En los
marcos de la teoría actancial de Greimas los actantes semánticos en una misma
situación se mantienen invariables, pero en las transformaciones sinonímicas cambia
su forma sintáctica.

Creo que es pertinente notar que las investigaciones y la teoría de Tesnière no


escaparon a la influencia del positivismo que, como ya sabemos, marcó los estudios
lingüísticos de finales del siglo XIX. Hay, sin dudas, un intento de relacionar los
avances de las ciencias naturales con los estudios del lenguaje.

Es esto precisamente lo que hace este autor al asumir en la descripción del verbo y
sus relaciones con otras unidades el concepto de valencia, tomado de la química.
Porque este término en química se refiere al número que caracteriza las uniones
posibles de un átomo con otros átomos. En química, además, las posibilidades de
combinación de los átomos obedecen a reglas que pueden limitar sus posibilidades de
enlace.

Esta teoría es, sin dudas, un punto de partida para los estudios sintácticos que se
desarrollan a partir de los años '50. Sólo que la obra de Tesnière no es conocida
inmediatamente. Tesnière muere en el año 1953 y la obra, que recogía los resultados
de sus investigaciones de toda la vida, se quedaba inédita. Pero sin lugar a dudas es la
investigación de Tesnière la que inicia el desarrollo de la teoría de la valencia verbal.

La teoría de la valencia.
386

Uno de los seguidores de Tesnière en su teoría de la valencia verbal es el importante


lingüista francés Bernard Pottier. En el desarrollo de la teoría de la valencia Pottier
trata de precisar algunos aspectos relacionados con la determinación de los actantes y
su distinción de los circunstantes.

En su obra Teoría y análisis en lingüística (1992) Pottier expone como premisa en la


delimitación de los actantes y circunstantes que "todo lexema implica X posibilidades
actanciales". Obsérvese que ya no se habla sólo de valencia verbal.

Pottier propone lo que él denomina módulos actanciales como análogos de la


valencia verbal:

Alguien 1 --- arrest_ --- a alguien 2.

Este módulo permite distinguir dos ejes: el eje de la actancia y el eje de la


dependencia.
Los actantes cumplen su función en el eje de la actancia y ocupan una posición
marginal en el de la dependencia.

Pottier ubica en el eje de la dependencia lo que él denomina locativos (circunstantes


de Tesnère), pero reconoce que en determinadas condiciones pueden llegar a ser un
actante más.
Hay que reconocer, sin embargo, que el desarrollo más productivo y mantenido de la
teoría de la valencia se debe a los lingüistas alemanes.

Más de un centenar de especialistas pueden encontrarse en la bibliografía que aborda


este aspecto. Entre ellos el lingüista Gerhard Helbig con sus artículos y con su
diccionario de valencia que publicó en 1969, conjuntamente con otro importante
sintaxista W. Schenkel, marcan el inicio de la concepción moderna de valencia verbal.
387

El concepto de valencia que propone Helbig se ha difundido bastante y se usa en casi


todos los diccionarios lingüísticos modernos:

Valencia es la capacidad del verbo de abrir casillas en su entorno que deben


ser ocupadas por actores, o actuantes, obligatorios o facultativos. (Helbig,
1980)

En esta definición aparecen elementos importantes para la teoría de la valencia: las


casillas que se pueden llenar y los conceptos introducidos por otro lingüista alemán
Erben (referidos a las determinaciones complementarias) de facultativos y
obligatorios. Helbig habla de tres tipos de complementos verbales: complementos
obligatorios, complementos facultativos e indicadores libres. Esto amplía la teoría
de Tèsniere con todas las valencias que resultan necesarias para la realización
semántico-sintáctica del verbo: determinaciones adverbiales de tipo locativo,
temporales, modales, etc.

En estos momentos se cuenta con modelos ampliados o alternativos de la teoría de la


valencia verbal entre los que pueden encontrar los modelos de Bárbara y Gerd
Wotjak, de W. Bonzio, entre otros, que incluyen la valencia pragmática.

Podemos asumir la agrupación que proponen Helbig y Schenkell (1982) de los


lingüistas que se dedican al estudio de la valencia:
 Los lingüistas soviéticos: Buhl, Admoni, Katznelson, Lómtev, Lejkina,
Meltschuk, Nóvikov, Morkovkin, entre otros. El concepto de valencia se aplica
no sólo al verbo sino a todas las unidades léxico-semánticas. Hablan del
potencial combinatorio de las unidades léxicas.
 Los lingüistas del segundo grupo mantienen una posición más cercana a los
orígenes de la teoría de la valencia y consideran que la capacidad de la valencia
388

le corresponde sólo al verbo. Es esta la posición que prevalece, en términos


generales, entre los lingüistas alemanes.
 El tercer grupo está integrado por lingüistas que definen la valencia como el
potencial combinatorio de los elementos lingüísticos de un mismo tipo. En esta
dirección ya no sólo se tienen en cuenta los verbos o las palabras, sino todos los
elementos existentes, incluidos los fonemas. De aquí que se hable de valencia
fonológica, morfológica, etc. Se habla, por ejemplo, de la valencia interna de los
constituyentes de una palabra. En este grupo hay especialistas de distintos países:
URSS, Alemania, etc.

En la actualidad la teoría de la valencia es ampliamente aplicada en sus diferentes


variantes a los estudios semánticos. Esto es factible a partir de la posibilidad de
analizar determinados tipos de unidades léxicas como unidades comunicativas
mínimas (G. Wotjak) o microactos de habla (C. Jiménez Hurtado). En este caso se
habla de la descripción del marco predicativo de las unidades léxicas.
Esta aproximación a la estructura sintagmática de la semántica de las unidades léxicas
se apoya, por supuesto, en la descomposición léxica, específicamente, en la
lexemática de Coseriu.
Referencias:
Benveniste, E. L. Tesnière. Eléments de syntaxe structurale. (c.r.) Bulletin de la
Société de Linguistique de Paris, t. LVI, fasc. 2, 1960
Chomsky, N. Syntactic Structure, The Hague, 1957
Fillmore, Ch. The Case for Case. In E. Bach & R. Harms (eds.), Universes en
Linguistic Theory, N. Y. 1968
Helbig,G y W Schenkel. Wörterbuch sur Valenz und Distribution deucher Verben.
Leipzig, 1969
Portier, B. Teoría y análisis en lingüística. Gredos, Madrid, 1992
Jiménez Hurtado, C. Prototipos pragmáticos en el lexicón (La inclusión de la pragmática en el
concepto de campo léxico) En: Teoría de campo y semántica léxica. Ed. G Wotjak. Peter Lang GMBH.
Franfurt am Main, 1998
389

Tesnière, L. Eléments de Syntaxe Structurale. Deuxième édition revue et corrigée.


Libraire C. Klincsieck, 1976 (Paris, Libraire C. Klincsieck, 1959)
Wotjak, G: ¿Cómo describir el cuadro predicativo (Predicative Frame) de verbos?
En: Revista Canaria de Estudios Ingleses. Nº 6, 1998.


A. Curbeira Cancela
LA GRAMÁTICA DE CASOS

El término Gramática de Casos evoluciona a partir de su uso por Ch. Fillmore (1968)
Fillmore usaba también el término Relación de caso. Ambos términos eran usados
para designar las funciones semánticas, que resultan fundamentales para la hipótesis
de la Gramática de caso. Veamos primero algunas nociones básicas de la Gramática
de caso, para después analizar algunas de las variaciones que ha sufrido la hipótesis
original de Fillmore.

El uso tradicional del término Relación de caso en algunas lenguas flexivas se vincula
con el hecho de que las flexiones nominales (en la declinación) expresan las
390

funciones semánticas. Sin embargo, hay que reconocer que la correlación entre las
funciones semánticas y los significados particulares de la categoría gramatical de caso
no son tan simples. Es suficiente mencionar que los significados de los casos
gramaticales están estrechamente relacionados con los significados de otras
categorías gramaticales como los de género y número. Es por eso quizás que existe
una tendencia a no usar el término caso para designar las relaciones que se establecen
como funciones semánticas, lo que ha motivado la aparición de los términos: casos
semánticos, roles semánticos, roles temáticos, entre otros.

Como la Gramática de casos (semánticos) se considera por muchos como una


hipótesis, se hace compatible con diferentes hipótesis teóricas de la gramática y de la
semántica. La hipótesis mínima de la Gramática de casos consiste en que las
funciones semánticas son importantes para la expresión de las generalizaciones tanto
sintácticas como semánticas; en ocasiones incluso se afirma que las funciones
semánticas son básicas para la sintaxis y que otros aspectos de la estructura sintáctica
se derivan de ellas.

Ch. J. Fillmore (1968) presenta la gramática de casos como una sintaxis más
adecuada que el modelo generativo-transformacional de Chomsky (1965), y esto por
dos razones fundamentales:

(1) la gramática de casos es una hipótesis empírica comprobable sobre las lenguas
naturales, y
(2) sobre el fundamento de la gramática de casos se puede construir una tipología de
la oración simple y un componente de la descripción semántica de determinadas
unidades léxicas, en especial del verbo, el nombre y el adjetivo.
Con estas motivaciones iniciales me estoy refiriendo a la crítica de Ch. J. Fillmore a
la estructura profunda de Chomsky y a su concepto relacional de las llamadas
funciones gramaticales (sujeto, objeto, etc.). En efecto, tanto la conclusión como la
médula inicial de su teoría de casos se basan en negar que exista un nivel de
391

descripción sintáctica formalizable únicamente sobre la base de criterios sintácticos.


Así, la estructura profunda chomskyana se convierte, según Fillmore, en una
estructura intermedia, cuyas características conciernen más a obligaciones
metodológicas del lingüista, que a la naturaleza real de las lenguas humanas.
No se niega con esto la sintaxis, sólo se afirma que los conceptos puramente
relacionales (sujeto, objeto, etc.) de Chomsky y la gramática tradicional no son
suficientes para expresar la estructura sintáctico-semántica de la oración, y que las
relaciones en la estructura sintáctico-semántica de la misma no son meramente
relaciones formales entre unidades inferiores y el compuesto superior, como quiere
Chomsky, sino que son relaciones etiquetadas con un contenido semántico.
Los seguidores de la gramática de casos confiesan que ésta es más adecuada
semánticamente que la de Chomsky, dado que ellos distinguen en el dominio de la
estructura oracional dos niveles:
(1) el nivel semántico, o de las funciones semánticas a priori (Role Case) que
realiza una unidad dentro de la proposición, y
(2) el nivel de superficie alcanzado mediante transformaciones, donde se dan los
conceptos tradicionales como sujeto, objeto, etc.

Ch. J. Fillmore considera como presupuestos iniciales para la construcción de su


gramática de casos dos hechos fundamentales:
(1) la introducción de la valencia lógica para el sistema de casos está
condicionada por la distinción entre estructura profunda y estructura de
superficie de modo diferente al chomskyano, y
(2) la oración o estructura básica está compuesta de dos elementos diferenciados
y separables a nivel de la estructura profunda: las modalidades y la
proposición. La oración, o estructura básica de la gramática de casos, es
definible en el nivel de la estructura profunda, mediante la siguiente
formulación: Or = M + P. La proposición (P) es la clase de relaciones que se
establecen entre verbos y nombres, mientras que la modalidad está constituida
392

por una serie de componentes como la negación, el tiempo, el modo, el


aspecto, etc. (Baez 1975: 241-243)

Yo creo que la modalidad es una categoría semántica-funcional y que el tiempo y el


aspecto son categorías gramaticales, por eso no comparto el criterio de que esas
categorías gramaticales formen la modalidad. Habría en todo caso que hablar de las
categorías semánticas funcionales de aspectualidad y temporalidad.

Ch. Fillmore en su Gramática de Casos trata de demostrar que la semántica de los


enunciados no está sólo en lo que Chomsky denominó estructura profunda. Fillmore
considera que hay variaciones semánticas vinculadas a los cambios en la estructura de
superficie y origina la discusión sobre la pertinencia del concepto de invariante
semántica.

Fillmore propone los casos semánticos ya que, en su criterio, los actantes que
intervienen un enunciado tienen que tener valor de caso semántico, o sea
desempeñar determinadas funciones semánticas. En el análisis de las dependencias
sintácticas él considera que no es suficiente determinar los actantes, es necesario
establecer qué función semántica desempeña cada uno.

La primera propuesta de relaciones de casos en 1968 fue tentativa y no pretendía ser


exhaustiva:

 Agente o Agentivo (A), es el caso del realizador animado de la acción que


identifica el verbo.
 Instrumental (I), el caso de una fuerza u objeto inanimado que está involucrado
causativamente en la acción o estado que identifica el verbo.
 Dativo (D), el caso de los animados afectados por la acción o estado que
identifica el verbo.
393

 Locativo (L), el caso que identifica la locación u orientación especial de la acción


o estado que identifica el verbo
 Objeto (O), el caso semánticamente más neutral de los animados o inanimados
afectados por la acción o estado que identifica el verbo
 Estativo (adjektivo), el caso que expresa el estado en que se encuentran los
objetos.

Compare:
1. Pedro golpea a Juan.
2. Juan es golpeado por Pedro
3. Juan golpea a Pedro

Tiene que haber, según Fillmore, un valor actancial con un resultado:

1. El verbo trasmite la acción que afecta un objeto, por tanto Pedro es un agente;
Juan es el objeto.
2. El agente sigue siendo Pedro, el objeto Juan.
3. Juan es el agente Pedro es el objeto.

Compare:

La reunión es a las 3:00 p.m. --- locativo temporal. (El A1 no es un agente porque
no es animado y porque la semántica del verbo no es causativa sino atributiva)

El niño está en el aula --- locativo espacial

En el caso instrumental el instrumento puede estar explícito:

Él escribe una carta con un lápiz (para especificar el instrumento)


394

o implícito: Él escribe una carta (con lápiz, con pluma, etc.)

En los verbos reflexivos:

yo me lavo la cara : (actantes 1 y 3 (yo, me) son correferentes)


A1 A3 P A2 actante 1 -- agente
actante 2 -- objeto
actante 3 – dativo

Más tarde a principio de los años ’70 Fillmore adiciona el caso experientivo
(experimentador) que se aplica a los animados que experimentan un estado
sentimiento emoción, etc. que expresa el verbo.

Romeo ama a Julieta: Actante 1 -- experientivo


A1 P A2 Actante 2 – objeto

En los últimos tiempos, y como es posible observar en la bibliografía disponible, la


atención en los estudios del significado de las oraciones se mueve de los rasgos
semánticos particulares de determinadas unidades hacia la manera y las posibilidades
de combinación de los significados de las unidades en la oración. El siguiente
ejemplo (Closs Traugott, E. y Pratt 1980) parece ser bastante evidente:

El hombre regó las rosas.

No es necesario realizar un análisis muy profundo para darnos cuenta que el


significado de la oración no es el simple resultado de la suma de los significados de
las unidades léxicas y de los significados gramaticales de las categorías que les son
inherentes.
395

Sabemos perfectamente que en esta oración hay un realizador de la acción que es el


hombre (el agente) y están, además, las rosas que son las que reciben la acción (el
recipiente). Lógicamente no podríamos transformar esa oración, diciendo que * las
rosas regaron al hombre, lo que obedece a relaciones semánticas que están por
encima de los significados individuales de las unidades lingüísticas.

Sería, sin embargo, necesario acotar que las relaciones semánticas entre las unidades
de una oración se establecen siguiendo un doble patrón en el que, en nuestro criterio,
los significados individuales de las unidades interactúan con las funciones semánticas
sintácticas. Lo cierto es que el contenido semántico de hombre como unidad
lingüística contiene en su estructura loa rasgos de ‘realizar acciones’ y ‘por
voluntad’, mientras que la estructura sémica de rosa no posee esos rasgos, por lo que
no puede realizar la función semántica de agente. De la misma manera el verbo
regar posee una estructura sémica que ya de por sí deja bien clara la necesidad de un
agente, un recipiente e incluso, implícitamente, un instrumento.

Lo que queda bien claro es que efectivamente la lingüística, ha superado la etapa del
análisis sintáctico gramatical que afecta, en lo esencial, las estructuras de superficie
para ir hacia un estudio más profundo en el que, sin lugar a dudas, el significado
desempeña un papel fundamental y donde, y en eso sí coincido con las autoras
citadas, es difícil establecer fronteras bien definidas entre la sintaxis y la semántica.

Hablamos entonces de la semántica sintáctica en la que autores como Fillmore (1968)


ven la oración como un minidrama en el que, de maneras bien diversas, quedan
reflejadas las interacciones, interrelaciones e interpretaciones de los hechos,
fenómenos, sucesos y eventos que se desarrollan a nuestro alrededor.

Creo que resulta un libro de cabecera para los estudiosos de la semántica sintáctica el
ya mencionado de Ch. Fillmore The Case for Case (1968) que, aunque constituye
una propuesta gramatical controversial en algunos aspectos, abrió el camino para un
396

análisis de las relaciones semánticas en las estructuras sintácticas que iba más allá de
las propuestas actanciales de Tesnière.

La semántica sintáctica o gramática de casos establece que la configuración de una


oración consiste de dos partes:

 La presentencia que especifica que toda la predicación debe incluir la categoría


de tiempo (para nosotros temporalidad como categoría semántico-funcional) e
indica las variadas maneras en que toda la predicación puede ser negada,
cuestionada, modalizada o modificada.

 La predicación representada por un verbo (el predicado) y varios argumentos.


Esos argumentos son sintagmas nominales que funcionan en una variedad de
formas que incluyen:

 el agente (agent),
 el objeto (object),
 el instrumento (instrument),
 el experientivo (experiencer),
 la fuente (source),
 el objetivo (goal),
 el paso (path, vía, ruta),
 la locación (location),
 el poseedor (possessor),
 el paciente (patient),
 el recipiente (recipient),
 la fuerza (force), entre otros.
397

Es de interés la observación que hacen Closs Traugott y Pratt (1980) sobre el hecho de
que los términos predicación, argumento y predicado, tomados en principio de la
lógica, son usados en esta gramática de casos con un sentido mucho más abarcador:
 El término argumento, por ejemplo, subraya el hecho de que en este análisis
el sintagma nominal se considera no como simple elemento sino como unidad
que desempeña determinadas funciones o roles en relación con el predicado.
 Cuando se usa el término predicado no se está teniendo en cuenta
simplemente la clase léxico-gramatical que denominamos verbo, sino, y
sobre todo, su función de dar información sobre los estados de cosas, los
eventos y los procesos en los que están involucrados los participantes.

Cada lengua, por supuesto, tiene diferentes tipos de roles (casos) semánticos, pero
creemos que constituyen una cantidad limitada. Su establecimiento es posible a través
del análisis de textos, que es la vía más confiable de estudiar unidades sintácticas.

Analicemos otras visiones sobre los mismos casos propuestos por Fillmore y otros
considerados por otros autores. Claro que no será una relación exhaustiva de posibles
casos semánticos y su relación con los actantes.

AGENTE:

Es el responsable de la realización del la acción o un evento que tenga lugar:

1. El padre besó al niño.


2. Los niños corrieron
3. La joven se rió

El padre, los niños y la joven son los agentes de las acciones de besar, de correr y de
reír. El agente tiene que ser capaz de realizar una acción por voluntad propia y por esa
398

causa los sintagmas nominales que pueden intervenir en calidad de agentes están
limitados a los que denominan seres animados.

FUERZA:

Se puede observar una diferencia sustancial entre el (yo) del ejemplo 1 y


(relámpago) en el 4:

4. El relámpago golpeó la palma

En este último ejemplo relámpago es interpretado como el que realiza la acción, pero
un relámpago no tiene voluntad propia y no podemos decir, por ejemplo, *el
relámpago golpeo la palma por propia voluntad, a no ser que exista una
interpretación muy especial de la unidad léxica relámpago. Nosotros en este caso
mencionaríamos, sin dudas, la posibilidad del uso de otra variante léxico-semántica
del lexema relámpago que diera lugar a esa interpretación.

En los casos de unidades como relámpago, lluvia, ciclón, relacionados con


fenómenos naturales y objetos hechos por el hombre como automovil, cohete y otros
se ubican en el rol denominado fuerza. Este es el caso (rol) en que aparecen los
objetos que se considera pueden iniciar acciones, tales como correr, golpear, pero que,
a diferencia de los animales y los humanos no tienen voluntad propia.

INSTRUMENTO:

El instrumento es considerado como la función que expresa los medios con los que se
realiza la acción, o sea, lo que se usa para alcanzar algún objetivo. El instrumento o
medio puede expresarse con un sintagma nominal

5. El campesino rompió el coco con un machete


399

6. El niño pinto el dibujo con pincel.

Son posibles otras preposiciones como, por ejemplo, en Yo lo lavé a mano y Fui a pie todo
el camino.

En algunas ocasiones el instrumento puede aparecer ocupando la posición sintáctica


tradicional del sujeto y entonces tenemos:

7. La toalla nueva no me secó bien

En realidad lo más frecuente con algunos verbos es que el objeto del verbo en el
análisis de la estructura de superficie se convierte en el instrumento:

9. Usé la tijera para cortar la tela / Corté la tela con la tijera.

EXPERIENTIVO:

Es un rol que desempeñan los seres animados internamente afectados por un evento,
emoción, sentimiento o caracterizados por un estado emocional. Por ejemplo:

10. Los niños aman a Martí

No estamos en presencia de un agente de la acción de amar, tampoco de un


instrumento del amor, sino de que alguien está afectado por ese sentimiento
internamente. Metafóricamente hablando el amor está en alguien.

Es bastante común que en algunas lenguas el experientivo sea expresado


espacialmente, considerando la mente como una locación en la que se ubican las
experiencias o a la que ellas llegan.
400

11. a) Estaba muy claro para mí.


b) Eso me gustó mucho.

Puede aparecer en una estructura de superficie de complemento directo de verbos con


prefijos:

12. a) Esa decisión me enfureció.


b) El trueno asustó mucho al niño.

En los casos en que el experientivo es el único argumento asociado al predicado éste


será un predicado no-accional, como por ejemplo, saber o enfadarse.

FUENTE:

El lugar o la dirección de donde algo llega es la fuente. Generalmente la fuente es


una locación:
13. Caminé a casa desde la Facultad.

Aunque la fuente puede ser también un objeto animado o un objeto inanimado:

14. Le compró los plátanos al campesino.


15. La novela me sorprendió

Un caso interesante resulta la posibilidad de que la fuente esté expresada por un


sintagma nominal que constituye un complemento entendido como una nueva
predicación:

16. a) Que me haya dejado plantado me disgustó mucho


b) La actuación del elenco me dejó muy impresionada
401

OBJETIVO:

Si el lugar de donde algo viene es la fuente, el lugar hacia donde algo se dirige es el
objetivo. El objetivo es una locación que puede ser introducida por una preposición,
aunque puede también aparecer sin la preposición en algunos casos, en dependencia
de la estructuración sintáctica de cada lengua:

17. a) He walked to school. Fui caminado a la escuela


b) I walked home. Fui caminado a la casa
c) Он пошёл домой El fue a casa caminado

Como sucede en el caso de la fuente, el objetivo puede ser también un ser animado:

18. a) El campesino vendió los plátanos a los clientes


b) Quería visitar a mi nieta
c) Me interesaba visitar los museos

El objetivo puede estar ubicado también inmediatamente después del predicado


(verbo):

Le di a ella las flores.

PASO (ruta, vía):

En el movimiento de traslación de un lugar a otro el paso (path) – la ruta por la que


alguien transita:

19. a) A esa casa se puede llegar a través del parque.


b) Los milicianos caminaron a lo largo del río toda la mañana
c) Regresé de la Facultad por Paseo
402

Hay mucha más cantidad de preposiciones asociadas con el rol de vía que con otros
roles de los que hemos visto con anterioridad. En sentido estricto, la preposición que
se debe usar en este caso es vía, pero es formal desde el punto de vista estilístico. Las
preposiciones que se usan, como por ejemplo en inglés, aroud, across, over, through,
along, on; o en español alrededor de, a través de, por sugieren mucho más que
simplemente una vía. Estas preposiciones sugieren la dimensión del área relativa a la
trayectoria: en 19 a) el parque por donde se pasa para llegar a algún lugar es algo así
como un contenedor; en 19 b) el río es un objeto lineal, alargado; en 18 c) la calle es
también una ruta lineal.

LOCACIÓN:

Este rol representa el lugar en que algo es/está. También en este caso las
preposiciones desempeñan un importante papel que adiciona información extra sobre
las relaciones dimensionales:

20. a) Están sentados en la sala.


b) Los libros estaban sobre la mesita.
c) Los zapatos estaban debajo de la cama.

La locación puede ser el sujeto sintáctico gramatical

La casa huele bien. Lo que es equivalente a En la casa hay buen olor.

Siguiendo el mismo razonamiento son similares en ingles, por ejemplo: The room is
hot y In the room it is hot.

POSEEDOR:
403

Este rol expresa una relación locativa especial. Para que alguien posea algo ese algo
tiene que estar en cierto sentido con la persona, a disposición de alguien, no siempre
física sino también mental o legalmente. Todas las lenguas tienen un conjunto más o
menos grande de indicadores de que la posesión es un rol locativo.

21. Ese es su libro.


22. El libro es de Juan.
23. El libro le pertenece a María.
24. Él tiene un libro
La propia semántica del verbo puede ser el indicador de posesión

PACIENTE:

Este es el último rol al que nos referiremos, es también considerado el menos


específico. La mejor manera de describirlo es decir que es un ser o un objeto que es
afectado por una acción o un evento o que simplemente está presente en ellos. Si, por
ejemplo, alguien tiene un carro el carro está simplemente presente en el evento de
posesión, si se mira a una persona la persona está presente durante la acción de
mirar, pero si se mata a una persona esa persona no esta solo presente sino que
además esta afectada por la acción.

La presuposición y la implicación

El estudio de la relación entre las estructuras profundas obliga a acudir a otros


conceptos elaborados, en principio, por la teoría lógica moderna pero que cada vez
con más fuerza participan en los análisis de la semántica sintáctica. Nos referimos a
los conceptos de: presuposición e implicación.
404

I. La presuposición es un conjunto de condiciones que asumen los hablantes que


hacen que el enunciado sea lógicamente válido y su significado reconocido e
interpretado (Curbeira 2007: 182).

Venneman, T. (1975) considera que el conjunto de condiciones que configuran la


presuposición está constituido por
 el conocimiento general,
 el contexto situacional del discurso y
 por el discurso mismo.

En este enfoque cada participante del discurso tiene una base presuposicional que se
acomoda al proceso discursivo. Venneman afirma que cada participante se comporta
como si la base presuposicional fuera compartida completamente por todos los
participantes en el discurso completo. (Venneman realiza un interesante análisis de
los "asuntos" del discurso).

A los efectos de este estudio señalaremos, además, que las presuposiciones


atendiendo al criterio de sujeción a las reglas se dividen en:

1. Presuposición lógica (o lógico–formal)


2. Presuposición comunicativa (o lógico–pragmática)

La presuposición lógica está sometida a reglas relacionadas con los valores de


verdad y falsedad de los enunciados.

Ej.: La hermana de Andrés es maestra.

Presuposición lógica: Existe una persona que es la hermana de Andrés:

Andrés tiene una hermana


405

La regla que debe cumplirse para determinar que se trata de una presuposición lógica
es la de ser verdadera, independientemente de la verdad o falsedad de la proposición.

Verdadero
Analice: La hermana de Andrés es maestra
Falso

Independientemente de los valores de la proposición la presuposición será


verdadera:

Andrés tiene una hermana.

En el aspecto lingüístico, sintáctico, de la expresión: La hermana de Andrés... se


puede analizar como una estructura profunda dada por: Andrés tiene una
hermana... oración nuclear (en la teoría generativa).

La presuposición comunicativa está libre de reglas relativas a la verdad o falsedad de


los enunciados. Se trata solamente del conocimiento común sobre el mundo y sobre el
uso del lenguaje que tienen el emisor y su receptor, así como las reglas que operan en
la comunicación.

Son presuposiciones de naturaleza comunicativa, por ejemplo,

Para las promesas:

 que el emisor de la promesa considera que el interlocutor prefiere que él cumpla


lo que va a prometer a que no lo cumpla (prometer hacer un bien, un daño...)
406

 que el contenido de la promesa no es algo que vaya a ocurrir con obligatoriedad,


con independencia de la intención del emisor (prometer un título de master)

Para las órdenes y los ruegos:

a) Presuposición común a los dos actos: el hablante (el emisor) tiene la


intención de influir en el destinatario para que éste haga algo

b) Presuposición propia de la orden: el destinatario (oyente) está en la


obligación de cumplir lo que el emisor le indique hacer.

c) Presuposición propia del ruego: el destinatario (oyente) tiene la posibilidad


de cumplir o no (de acuerdo con la posición que asuma) lo que el emisor le
pide.

Si aplicamos el procedimiento de oposiciones veremos que hay entre estos dos actos
una base de comparación y rasgos distintivos:

- El rasgo (a) tiene un carácter integral (común) para los dos actos y constituye
su base de comparación.

- Los rasgos (b) y (c) son distintivos y específicos para cada acto.

Claro que la clasificación se ve restringida por el frecuente empleo del lenguaje con
intenciones reñidas con la lógica de los actos de habla: imprecisiones, inseguridad,
expresividad, riqueza de matices de los sentidos, sincretismo de actos, etc.

Autores como G. Leech, 1981, D. Lewis, 1979, D. Sperber & D. Wilson 1995, entre
otros hablan de presuposiciones pragmáticas, que con algunas variaciones establecen
407

también la necesidad de realizar una descripción interaccional de este tipo de


presuposición.

II. El segundo concepto al que debemos referirnos es el de implicación.

El término implicación es usado por Grice (1975) definiéndolo como lo que el


hablante (emisor) puede implicar, sugerir o "quiere decir" como algo diferente de lo
que dice literalmente.

Definimos la implicación como la presencia no explícita, oculta en el discurso de


determinados sentidos que no son extraídos con apoyo en el significado convencional
de los signos explícitamente presentes (Curbeira 2007:184)

Ej.: Nuestros amigos son muy valientes y alcanzarán la victoria.

Proposiciones explícitas:
- Nuestros amigos son valientes
- Nuestros amigos alcanzarán la victoria

Sin embargo, la interpretación del sentido del enunciado en su conjunto depende de


una tercera proposición que aparece implícitamente: vencen los valientes.

Tanto las proposiciones explícitas como la implícita en el contexto pueden existir sólo
sobre la base de un conjunto de presuposiciones comunicativas como:
a) el emisor y su interlocutor tienen amigos comunes

b) el emisor y el interlocutor conocen que sus amigos están luchando

c) la victoria es posible o al menos así lo cree el hablante (condición de


sinceridad)
408

En el caso de la implicación opera la capacidad de deducir sentidos ocultos a partir


de sentidos explícitos. En la presuposición estamos ante premisas condicionantes de
determinada ejecución discursiva que contribuye a producir e interpretar tanto las
expresiones de sentido explícito como los sentidos implícitos.

Con apoyo de las nociones de presuposición e implicación los estudios lógico-


semánticos han venido haciendo su aporte a la teoría del significado y del sentido, a
la conformación de un enfoque semántico de la sintaxis.

Referencias:
Anderson, J M. Case Grammar. En: The Encyclopedia of Language and Linguistics.
Elsevier Ltd. 2006
Báez San José, V. Introducción crítica a la gramática generativa. Barcelona: Planeta,
1975
Baez San José, V. Oración y esquema oracional. En: Lingüística española actual, Nº
IX. Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1987
Closs Traugott, E. y Mary Louise Pratt Linguistics for Students of Literature.
Harcourt Brace Janovich, Inc. 1980,
Fillmore, C. J. The Case for Case. In: E. Bach & Harms Universals in Linguistics
Theory. New York, 1968
Grice, H. P. Presupposition and Conversational Implicature. In. (ed.) P. Cole, 1981
Lewis, D. Truth in fiction. American Philosophical Quarterly, 1978
Sperber, D & Wilson, D. Relevance: Communication & Cognition. Oxford, 1995
Venneman, T. Topic, Sentence Accent, and Ellipsis: a Proposal for their Formal
Treatment. In (ed.) E.L. Keenan, 1975
409


U. Y. Yusúpov

LA LINGÜÍSTICA CONTRASTIVA COMO DISCIPLINA


INDEPENDIENTE.374

Las últimas tres décadas se han caracterizado por un interés cada vez mayor de
lingüistas y metodólogos por la lingüística contrastiva. Se ha publicado una gran
cantidad de investigaciones sobre el estudio contrastivo de las lenguas, entre los
374
Artículo tomado del libro Métodos de análisis contrastivo de las lenguas. Edición de la
Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Editorial “Naúka”, Moscú, 1988. Traducción del
ruso del Dr. Rafael. Rodríguez Beltrán
410

cuales una buena parte se ha consagrado a aspectos teóricos [cf., por ejemplo, los
trabajos de Arakin en 1973; de Buránov en 1983; de Gak en 1981; de Siatkovski
en 1976; de Yártseva en 1960, 1981 y 1986; de Yusúpov en 1983; de Dezsö en
1982; de Di Pietro en 1978; de James en 1983]. Las causas de ese incremento del
interés por dichas investigaciones en nuestro país son las siguientes: 1) el aumento
del papel de la lengua rusa como medio de comunicación internacional; 2) la
intensificación de la interacción de enriquecimiento mutuo entre las lenguas de los
diferentes pueblos de la URSS; 3) la tendencia a mejorar la enseñanza y el estudio
de las lenguas extranjeras; 4) la inclusión en muchos centros de la educación
superior de la disciplina “Tipología comparada de la lengua materna y la lengua
extranjera”; 5) la concepción de la enseñanza de las lenguas extranjeras teniendo
en cuenta las características específicas de la lengua materna.

La lingüística contrastiva, cuyo objeto es la comparación de dos (y a veces más)


lenguas y las conclusiones que dimanan de dicha comparación, ha alcanzado en la
actualidad un nivel tal de desarrollo, que ya se encuentra en condiciones de
resolver un conjunto de tareas tanto teóricas como linguodidácticas. Entre las
tareas teóricas podemos mencionar las siguientes: 1) la determinación de las
semejanzas y diferencias entre las lenguas comparadas; 2) el descubrimiento de
aquellos rasgos de las lenguas comparadas que no fueron advertidos en el análisis
de una sola de ellas; 3) la determinación de las tendencias características de las
lenguas en cuestión; 4) la determinación de las correspondencias o divergencias
entre las lenguas estudiadas (es decir, determinación de los equivalentes
lingüísticos y de las lagunas); 5) la determinación de la interacción y del
enriquecimiento mutuo de las lenguas que se encuentran en contacto sistemático;
6) el establecimiento de las causas de las semejanzas y diferencias fundamentales,
cuando esto es posible; 7) la verificación de los universales deductivos a partir de
las lenguas comparadas.
411

Entre las tareas linguodidácticas podemos mencionar las siguientes: 1) la


determinación de las semejanzas y diferencias que poseen una determinada
relevancia metodológica; 2) la definición del carácter de las interferencias
interlingüísticas; 3) la determinación de las posibles dificultades para el
aprendizaje de la lengua extranjera que puedan resultar de las diferencias
interlingüísticas; 4) la determinación de los límites de la utilización de la
comparación interlingüística como procedimiento en la enseñanza de la lengua
extranjera; 5) la elaboración de los procedimientos de la comparación
interlingüística como procedimiento en la enseñanza de la lengua extranjera.

En la actualidad, la lingüística contrastiva se orienta en dos direcciones: el


estudio comparado de las lenguas con objetivos teóricos y el estudio comparado
de las lenguas con objetivos linguodidácticos. Los representantes de la primera
tendencia [cf. por ejemplo, los trabajos de Gak, Maslov y Buranov] brindan la
mayor atención al aspecto teórico de la lingüística contrastiva (a las semejanzas y
diferencias entre las lenguas comparadas), mientras que los representantes de la
segunda tendencia [Barsuk, Lado y Nickel, por ejemplo] se interesan sobre todo
por el aspecto linguodidáctico (por la utilización del análisis contrastivo de las
lenguas materna y extranjera con el objeto de optimizar la enseñanza de la
última).

Para caracterizar las semejanzas y las diferencias entre las lenguas comparadas,
hemos considerado pertinente la introducción de los siguientes cuatro conceptos:
1) la semejanza metodológicamente relevante, 2) la semejanza
metodológicamente irrelevante, 3) la diferencia metodológicamente relevante y 4)
la diferencia metodológicamente irrelevante.

La semejanza metodológicamente relevante es la semejanza entre las lenguas


materna y extranjera que estimula la transferencia positiva de los hábitos
lingüísticos de la lengua materna a la lengua extranjera. Por ejemplo, el ruso que
412

aprende inglés no tiende a modificar el orden de las palabras en el grupo nominal


cold water, ya que en su lengua materna esa combinación sigue el mismo orden:
jolódnaya vodá. Esa semejanza facilita el aprendizaje de ese aspecto del inglés a
los rusos.

La semejanza metodológicamente irrelevante es la semejanza que no estimula la


transferencia positiva de los hábitos. Si comparamos, por ejemplo el inglés y el
uzbeco en lo que respecta al modo subjuntivo, observamos que dicho fenómeno
existe en ambas lenguas. Sin embargo, detrás de esta semejanza en términos muy
generales, se esconden profundas diferencias en lo que respecta a la forma, el
significado y la función del modo subjuntivo en ambas lenguas.

La diferencia metodológicamente relevante es la diferencia entre la lengua


materna y la lengua extranjera que puede convertirse en la causa lingüística de una
interferencia interlingüística. La diferencia metodológicamente irrelevante, por el
contrario, no puede generar ese tipo de interferencia. Ilustremos las diferencias
metodológicamente relevantes e irrelevantes con ejemplos de la categoría de
número en inglés y uzbeco.

A diferencia del inglés, en uzbeco el sustantivo precedido de un numeral


mantiene la forma singular:

bitta kitob (”un libro”) one book


ikkita kitob (“dos libro”) two books
uchta kitob (“tres libro”) three books

Esta diferencia entre las categorías de número del sustantivo en inglés y uzbeco
puede provocar, debido a la ley de interacción y transferencia de hábitos, una
interferencia interlingüística, a consecuencia de la cual se pueden generar errores
del tipo *two book, *three book, *ten book en el uzbeco que aprende el inglés.
413

Como ejemplo de la diferencia metodológicamente irrelevante podemos


mencionar la capacidad del sufijo uzbeco del plural –lar para expresar, además de
la pluralidad, un determinado grado de respeto y de intensidad en la acción:
Dadamlar keldilar / Daddy has come (“Papito llegó”) o Yuraklarimni ezib
yubording / You have broken my heart (“Me has roto el corazón”). Esta diferencia
no genera interferencias interlingüísticas en los uzbecos que aprenden inglés.

Conviene señalar que una misma diferencia interlingüística puede ser


metodológicamente relevante para los hablantes de una de las lenguas comparadas
e irrelevante para los hablantes de la otra. Por ejemplo, los adjetivos rusos, a
diferencia de los uzbecos, poseen la categoría de número, género y caso. Esta
diferencia, metodológicamente relevante para los uzbecos, resulta irrelevante para
el ruso. El uzbeco, no habituado a diferenciar las categorías de caso, género y
número en sus adjetivos, tiende a no hacerlo tampoco en ruso, lo que le provoca
errores del tipo *novyi kñiga y *novyi paltó (en lugar de nóvaya kñiga y nóvoye
paltó. N. del T.).

Por el contrario, para el ruso no resulta difícil encontrar los equivalentes de las
24 formas del adjetivo ruso novyi, ya que a todas esas formas corresponde una
sola en uzbeco: yangui. Por ello, al hablar en uzbeco, para el ruso no existe el
problema de seleccionar la forma del adjetivo y, por consiguiente, no suele
cometer errores en este caso.

De esta forma podemos apreciar que la diferenciación de las semejanzas y


diferencias en metodológicamente relevantes e irrelevantes tiene un importante
significado práctico. Si no se presta atención a este aspecto del análisis, no resulta
posible aplicar los resultados del análisis contrastivo a la enseñanza de las lenguas
extranjeras, a la elaboración verdaderamente científica de libros de texto,
programas y otros materiales docentes para la enseñanza de idiomas.
414

Apoyándonos en nuestra propia experiencia y en los trabajos que existen sobre


el estudio comparado de las lenguas, consideramos la existencia de los siguientes
principios fundamentales de la comparación de las lenguas con objetivos teóricos.

La comparabilidad. Lo ideal es que, al comparar las lenguas, el lingüista


analice aquellos fenómenos que ya hayan sido estudiados independientemente en
cada una de las lenguas objeto de comparación. Lamentablemente, el nivel de
desarrollo en los estudios de las diferentes lenguas del mundo es muy desigual.

Al compararse las lenguas, puede ocurrir que en una de las lenguas exista un
determinado elemento significativo que es inexistente en la otra. Así, por ejemplo,
en ruso no existe un verbo que corresponda al verbo inglés to knife (“acuchillar”
N. del T.); en estos casos es menester comparar unidades equivalentes de niveles
diferentes que pueden determinarse mediante la traducción: to knife [palabra] y
rézat’ nozhóm o udárit’ nozhóm (literalmente: “cortar con un cuchillo” y “golpear
con un cuchillo”, N. del T.) [sintagma]. Estas unidades de diferente nivel se tornan
comparables gracias a su identidad funcional.

La comparabilidad de las lenguas también depende del enfoque escogido. Por


ejemplo, no es posible lograr una descripción satisfactoria del chino y el ruso
mediante un enfoque microsistémico, dado que el chino carece de muchas de las
categorías morfológicas del ruso. Una verdadera descripción contrastiva de estas
dos lenguas sólo se logra mediante la combinación de diferentes enfoques: el
microsistémico (en el que se comparan los subsistemas de ambas lenguas), el
traduccional (en el que se determinan los equivalentes interlingüísticos), el de
campos (en el que se comparan los campos semánticos, asociativos, sintácticos,
morfológicos, semántico-funcionales y otros), el lógico (en el que se comparan los
medios de expresión de las categorías conceptuales) y el denotativo (en el que se
comparan los “gustos”, es decir, las preferencias de las lenguas al seleccionar los
415

rasgos referenciales que se han establecido para la descripción o la nominación de


un mismo objeto o situación).

De esta forma, el principio de la comparabilidad presupone un equilibrio en el


nivel de desarrollo del estudio de las lenguas comparadas, la determinación de
fenómenos funcionalmente semejantes entre las lenguas que se analizan y la
combinación racional de diferentes enfoques en la comparación.

El carácter sistémico. La comparación no puede basarse en el análisis de


unidades artificialmente aisladas, sino que debe tomar como punto de partida las
relaciones sistémicas de los elementos de la lengua: son las relaciones
paradigmáticas las que deben ser sometidas a comparación (subsistemas, campos,
agrupaciones léxico-semánticas, series sinonímicas, etc.). Los elementos
independientes que se sometan a comparación deben verse en el marco de las
agrupaciones paradigmáticas, es decir, deben analizarse como parte de sus
correspondientes agrupaciones paradigmáticas.

La unificación terminológica. Antes de iniciarse la comparación de las lenguas


es imprescindible determinar los términos a emplear de forma tal que estos
correspondan adecuadamente al fenómeno descrito en ambas lenguas, o sea, es
menester concebir definiciones comunes para las lenguas que se comparan.
Resulta imposible contrastar dos lenguas empleando un mismo término que tenga
significados diferentes en cada una de ellas.

La profundidad. Este principio presupone el análisis de todas las semejanzas y


diferencias que pueda haber entre los fenómenos lingüísticos que se analicen.
Mientras más profundo sea el análisis de los hechos de lengua que se comparen,
mientras mayor sea la atención que se le preste a cada uno de ellos en relación con
otros fenómenos de una u otra lengua, mayores posibilidades habrá de desentrañar
aquello que el análisis monolingüe no tiene la posibilidad de esclarecer. Un
416

análisis superficial no resulta novedoso para la lingüística general o particular y


tampoco para la metodología de la enseñanza de las lenguas extranjeras.

El parentesco lingüístico y la proximidad tipológica. El grado de parentesco


lingüístico y de proximidad tipológica impone determinadas limitaciones a la
selección de los métodos y procedimientos de comparación. Para comparar
lenguas cercanas desde el punto de vista genético o lenguas tipológicamente
próximas aunque no estén emparentadas, la posibilidad de emplear un enfoque
microsistémico se amplían, mientras que, cuando analizamos lenguas alejadas
desde el punto de vista tipológico, esa posibilidad se reduce. En este último caso
se aumentan las posibilidades de emplear un enfoque lógico, traduccional o de
campo.

La transferencia positiva o negativa de los conocimientos lingüísticos. Este


principio se basa en el hecho de que los conocimientos lingüísticos adquiridos en
el estudio de una lengua ayudan, sin dudas, en el estudio de la estructura de otra
lengua. Este principio prohibe, sin embargo, que se pretenda incorporar las
características de una lengua a la otra.

La comparación bilateral. La comparación bilateral es aquella que se lleva a


cabo cuando los sistemas son comparables. Cuando se adopta este tipo de
comparación, se pueden observar las particularidades de las dos lenguas que se
contrastan. La comparación bilateral, a diferencia de la bilateral, permite prever
todas las interferencias interlingüísticas así como descubrir rasgos previamente
inadvertidos en las dos lenguas.

Los estilos funcionales. Este principio presupone que la comparación de las


lenguas en el marco de un mismo estilo funcional (si en las lenguas que se
estudian hay correspondencia en la nomenclatura referida a los estilos
417

funcionales). Los textos que se utilicen en la comparación deben coincidir en


cuanto al género.

La amplitud territorial. La distribución espacial de las lenguas resulta de vital


importancia para la lingüística areal, pero no es mayormente significativa para la
lingüística contrastiva, dado que las lenguas que se comparan pueden encontrarse
en territorios vecinos, coincidir en un mismo territorio o estar geográficamente
aisladas

Los principios antes mencionados son igualmente válidos para la comparación


de las lenguas con objetivos linguodidácticos. Pero para este tipo de comparación
es menester la observancia de otros principios que veremos a continuación.

La sincronía. Cuando se realiza un estudio comparado de las lenguas con fines


linguodidácticos, las mismas se analizan en sincronía. No resulta de interés tener
en cuenta los factores diacrónicos cuando se realiza ese tipo de comparación, ya
que no guarda relación alguna con la formación de hábitos de expresión oral en la
lengua extranjera.

La simplicidad. Teniendo en cuenta que la comparación de las lenguas con


objetivos linguodidácticos tiene un carácter eminentemente práctico, la
descripción contrastiva debe ser simple en extremo, para que tanto los profesores
como los estudiantes puedan comprenderla.

La reducción. Al realizar un estudio contrastivo con objetivos linguodidácticos,


la comparación interlingüística debe orientarse a aquellos fenómenos de la lengua
extranjera que se encuentran en los mínimos lingüísticos del programa de
estudios.
418

Las variantes dialectales de la lengua materna. Cuando se comunica en una


lengua extranjera, el individuo que no domina la lengua literaria (en los casos de
bilingüismo subordinativo) tiene como punto de referencia no la lengua materna
literaria, sino su dialecto regional. Por ello, los estudiantes que hablan en
diferentes dialectos regionales de una misma lengua, cometen errores en la lengua
extranjera que resultan característicos para cada variante dialectal.

El principio de atención a las características de los dialectos territoriales de la


lengua materna debe tenerse en cuenta fundamentalmente para el estudio
comparado de los sistemas fonológicos de las lenguas materna y extranjera, dado
que los errores fundamentales en la expresión oral de los estudiantes en la lengua
extranjera se observan justamente en la pronunciación.

La transferencia y la interferencia interlingüísticas. La influencia de la


lengua materna en el estudio de la lengua extranjera tiene manifestaciones
diversas: en algunos casos la lengua materna facilita el aprendizaje de la lengua
extranjera; en otros casos lo dificulta y, por último, en ciertas ocasiones resulta
neutral. En el primer caso se habla de transferencia (o interferencia positiva),
mientras que el segundo caso se denomina interferencia (o interferencia negativa).
Cuando realizamos un análisis comparativo con objetivos linguodidácticos,
debemos tomar en consideración ambos fenómenos. Gracias a este principio la
lingüística contrastiva se ha convertido en la base lingüística de la enseñanza de
las lenguas extranjeras.

El profesor de lenguas extranjeras no sólo debe dominar servirse fluidamente de


la lengua extranjera y comprender con profundidad su estructura, sino que debe
también tener un conocimiento preciso de las semejanzas y diferencias
metodológicamente relevantes entre la lengua materna de sus estudiantes y la
lengua extranjera que éstos aprenden, conocer las posibles transferencias e
interferencias y saber los procedimientos que pueden evitarlas.
419

De esta forma, en la actualidad la lingüística contrastiva constituye una


disciplina independiente que posee su objeto de estudio y un conjunto de tareas a
realizar. Es, además, la rama de la ciencia lingüística que se vincula más
estrechamente a la metodología de la enseñanza de las lenguas extranjeras.

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420

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Yusúpov, U. K. Problemas de la lingüística contrastiva. Tesis para la obtención
del grado de Doctor en Ciencias Filológicas. Moscú, 1983.


J. L. Austin

CÓMO HACER COSAS CON PALABRAS375

CONFERENCIA VIII

375
Tomado de (1955) Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad
ARCIS.
En la fuente: Conferencia I: pp. 62 – 70; Conferencia IX: pp. 71 – 77; Conferencia XII: pp. 96 - 110
421

Al embarcarnos en el programa de encontrar una lista de verbos realizativos


explícitos, tuvimos la impresión de que no iba a ser siempre fácil distinguir las
expresiones realizativas de las constatativas. Por lo tanto, nos pareció conveniente
volver por un momento a cuestiones fundamentales, esto es, a considerar desde la
base en cuántos sentidos puede entenderse que decir algo es hacer algo, o que al decir
algo hacemos algo e, incluso, que porque decimos algo hacemos algo.

Comenzamos distinguiendo todo un grupo de sentidos de “hacer algo”, todos los


cuales quedan incluidos en la afirmación obvia de que decir algo es, en sentido
normal y pleno, hacer algo. Esto incluye la emisión de ciertos ruidos, la de ciertas
palabras en una determinada construcción y con un cierto “significado” en la
acepción filosófica preferida del término, esto es, con una referencia y un sentido
determinados.

Llamo al acto de “decir algo”, en esta acepción plena y normal, realizar un acto
locucionario (locutionary act) y denomino al estudio de las expresiones, en esa
medida y en esos respectos, estudio de las locuciones, o de las unidades completas del
discurso. Nuestro interés en el acto locucionario radica principalmente, por supuesto,
en poner totalmente en claro en qué consiste el mismo, para distinguirlo de otros
actos de los que vamos a ocuparnos de manera principal. Quiero añadir simplemente
que si nos propusiéramos examinar el tema en sí mismo seria sin duda necesario y
posible hacer un análisis mucho más fino. Este análisis reviste gran importancia no
sólo para los filósofos sino también, entre otros, para los gramáticos y los lingüistas.

Hemos distinguido entre el acto fonético, el acto “fático” y el acto “rético”. El acto
fonético consiste meramente en la emisión de ciertos ruidos. El acto “fático” consiste
en la emisión de ciertos términos o palabras, es decir, ruidos de ciertos tipos,
considerados como pertenecientes a un vocabulario, y en cuanto pertenecen a él, y
como adecuados a cierta gramática, y en cuanto se adecuan a ella. El acto “rético”
consiste en realizar el acto de usar esos términos con un cierto sentido y referencia,
422

más o menos definidos. Así, “X dijo `el gato está sobre el felpudo’”, registra un acto
“fático”, mientras que “X dijo que el gato estaba sobre el felpudo” registra un acto
“rético”. Las siguientes parejas de expresiones ejemplifican ese tipo de contraste:

“X dijo `estaré en tu casa’”,


“X dijo que estaría en mi casa”;
“X dijo `vete’”;
“X dijo que me fuera”;
“X dijo: `¿está en Oxford o en Cambridge?’”;
“X preguntó si estaba en Oxford o en Cambridge”.

En relación con esto, y aunque ello nos lleva más allá de lo que nuestrointerés
específico requiere, haré algunas observaciones generales dignas de ser tenidas en
cuenta:
1) Es obvio que para realizar un acto “fático” tengo que realizar un acto fonético,
o, si se prefiere, al realizar uno estoy realizando el otro. (Esto no, significa, sin
embargo, que los actos “fáticos” sean una subclase de los fonéticos, esto es,
que pertenezcan a la clase de estos últimos.) Pero la afirmación conversa no es
verdadera, porque, aunque un mono haga un ruido que suene exactamente
igual que la palabra “voy”, eso no es un acto “fático”.
2) s obvio que al definir el acto “fático” agrupamos dos cosas: el vocabulario y
la gramática. Así, no hemos dado un nombre especial a la persona que
expresa, por ejemplo, “gato concienzudamente el entonces” o “los inidosos
tringles fragaron”. Otro punto que se presenta, además del de la gramática y
el del vocabulario, es el de la entonación.
3) El acto “fático”, sin embargo, como el fonético, es esencialmente imitable,
reproducible (incluso en su entonación, muecas, gesticulaciones, etc.). Se
puede imitar no solamente el enunciado entre comillas “su cabello es rubio
natural”, sino el hecho más complejo de que ese enunciado fue dicho de la
siguiente manera: “su cabello es rubio natural” (sonrisa irónica).
423

Este es el uso de “dijo” seguido o precedido de una expresión entre comillas que
aparece en las novelas: toda expresión puede ser exactamente reproducida entre
comillas, o entre comillas precedida de “él dijo” o, más a menudo, seguida de “dijo
ella”, etcétera.
Pero el acto “rético” es el que registramos, en el caso de aserciones, diciendo “él dijo
que el gato estaba sobre el felpudo”, “dijo que se iría”, “dijo que me tenía que ir”
(sus palabras fueron “tienes que irte”). Este es el llamado “discurso indirecto”.

Si el sentido o la referencia no han sido entendidos con claridad, entonces toda la


expresión, o parte de ella, tienen que ir entre comillas. Así, podría decir “X dijo que
fuera a ver al ‘ministro’ pero no dijo a qué ministro”, o “dije que X se estaba
comportando mal y él me contestó que ‘mientras más alto uno sube menos es’”. Sin
embargo, no siempre podemos usar “dijo que” con comodidad: si se ha usado el
modo imperativo diríamos “indicó”, “aconsejó” o frases equivalentes.

Compárese “dijo que” con “presentó sus disculpas”, “dio las gracias”, etcétera.
Añadiré una cosa más a propósito del acto “rético”. El sentido y la referencia
(nombrar y referirse), son en sí actos accesorios realizados al realizar el acto “rético”.
Así, podemos decir “usé ‘banco’ con el significado de…”, y también “cuando dije
‘él’ me estaba refiriendo a…” ¿Podemos realizar un acto “rético” sin hacer referencia
a algo o alguien o sin nombrarlo? En general parecería que la respuesta es negativa,
pero hay casos desconcertantes. ¿Cuál es la referencia en el caso de “todos los
triángulos tienen tres lados?” En forma correspondiente, resulta claro que podemos
realizar un acto “fático” que no sea un acto “rético”, aunque no a la inversa. Así,
podemos repetir las observaciones de otro, o mascullar alguna oración, o podemos
leer una frase en latín sin conocer el significado de las palabras.

Aquí no nos interesan mucho cuestiones como la de saber cuándo un pheme o un


rheme es el mismo, sea en el sentido del “tipo” o del “caso concreto” (token), ni si hay
424

uno o más phemes o rhemes, etc. Pero, por supuesto, es importante recordar que el
mismo pheme (ejemplo concreto del mismo tipo) puede ser usado en distintas
ocasiones de expresión con un sentido o referencia diferentes. Y ser así un rheme
diferente. Cuando se usan phemes distintos con el mismo sentido y referencia,
podríamos hablar de actos “réticamente” equivalentes (en cierto sentido, el “mismo
enunciado”) pero no del mismo rheme o de los mismos actos “réticos” (que son el
mismo enunciado en otro sentido, que importa el uso de las mismas palabras).

El pheme es una unidad de lenguaje (language); su deficiencia típica es la de


carecer de sentido. Pero el rheme es una unidad del habla (speech); su deficiencia
típica es ser vago o vacuo u oscuro, etcétera. Pero aunque estas cuestiones tienen
mucho interés, ellas no arrojan luz alguna sobre nuestro problema que consiste en
distinguir, como cosas opuestas, la expresión constatativa y la expresión realizativa.
Por ejemplo, podría ser perfectamente posible, con respecto a una expresión, v.gr.:
“está por atacar”, que tuviéramos completamente en claro “qué estamos diciendo” al
emitirla, en todos los sentidos que acabamos de distinguir, y sin embargo que no
tuviéramos en absoluto en claro si al emitir la expresión se estaba realizando o no el
acto de advertir, o el que fuere. Puede ser perfectamente claro lo que quiere decir
“está por atacar” o “cierre la puerta”, pero puede faltar claridad acerca de si la
expresión fue formulada como un enunciado o una advertencia, etcétera.

Podemos decir que realizar un acto locucionario es, en general, y eo ipso, realizar
un acto ilocucionario (illocutionary act), como propongo denominarlo. Para
determinar qué acto ilocucionario estamos realizando, tenemos que determinar de qué
manera estamos usando la locución: preguntando o respondiendo a una pregunta
dando alguna información, o dando seguridad, o formulando una advertencia
anunciando un veredicto o un propósito dictando sentencia concertando una
entrevista, o haciendo una exhortación o una crítica haciendo una identificación o una
descripción y muchos otros semejantes. (No estoy sugiriendo, en modo alguno, que
esta sea una clase claramente definida.) No hay nada misterioso aquí acerca de
425

nuestro eoipso. La dificultad radica más bien en el número de sentidos distintos de


una expresión tan vaga como “de qué manera estamos usando” la locución. Esto se
puede referir también al acto locucionario y, además, a los actos perlocucionarios que
mencionaremos un poco más adelante. Cuando realizamos un acto locucionario,
usamos el habla; pero, ¿en qué modo preciso la estamos usando en esta ocasión?
Porque hay muchísimas funciones o maneras en que usamos el lenguaje, y constituye
una gran diferencia para nuestro acto en algún sentido — sentido (B)1— de qué
manera y en qué sentido la estábamos “usando” en esta ocasión. Es muy diferente que
estemos aconsejando, o meramente sugiriendo, o realmente ordenando, o que estemos
prometiendo en un sentido estricto o sólo anunciando una vaga intención, etc. Estas
cuestiones entran un poco, y no sin confusión, en el terreno de la gramática (ver
anteriormente), pero constantemente las discutimos preguntando si ciertas palabras
(una determinada locución) tenían la fuerza de una pregunta, o debían haber sido
tomadas como una apreciación, etcétera.

Expresé que realizar un acto en este nuevo sentido era realizar un acto
“ilocucionario”. Esto es, llevar a cabo un acto al decir algo, como cosa diferente de
realizar el acto de decir algo. Me referiré a la doctrina de los distintos tipos de función
del lenguaje que aquí nos ocupan, llamándola doctrina de las “fuerzas ilocucionarias”.

Puede decirse que durante demasiado tiempo los filósofos han desatendido este
estudio y tratado todos los problemas como problemas de “uso (usage) locucionario”.
Puede decirse también que la “falacia descriptiva”, mencionada en la Conferencia I,
surge comúnmente como consecuencia de confundir un problema del primer tipo con
uno del segundo. Es cierto que estamos librándonos de esa confusión; desde hace
algunos años venimos advirtiendo cada vez con mayor claridad que la ocasión en que
una expresión se emite tiene gran importancia, y que las palabras usadas tienen que
ser “explicadas”, en alguna medida, por el “contexto” dentro del cual se intenta
usarlas o fueron realmente usadas en un Intercambio lingüístico. Sin embargo quizá,
todavía, nos sentimos demasiado inclinados a explicar estas cosas en términos del
426

“significado de las palabras”. Es cierto que también podemos hablar de “significado”


para referirnos a la fuerza ilocucionaria: “sus palabras tuvieron el significado de una
orden”, etc. Pero deseo distinguir fuerza y significado, entendiendo por este último
sentido y referencia, tal como ha llegado a ser esencial distinguir sentido y referencia
dentro del significado.

Además, aquí tenemos un ejemplo de los diferentes usos de la expresión “usos del
lenguaje”, o “uso de una oración”, etc. “Uso” es una palabra demasiado amplia,
incurablemente ambigua, tal como lo es la palabra “significado”, que muchos no
toman hoy con seriedad. Pero “uso”, su reemplazante, no está en una posición mucho
mejor. Podemos poner totalmente en claro cuál ha sido el “uso de una oración” en una
ocasión particular, en el sentido de acto locucionario, sin tocar siquiera el problema
de su uso en el sentido de acto ilocucionario.

Antes de seguir afinando esta noción del acto ilocucionario, contrastemos el acto
locucionario y el acto ilocucionario, por un lado, con un tercer tipo de acto, por otro.
Hay un tercer sentido (C), según el cual realizar un acto locucionario, y, con él, un
acto ilocucionario, puede ser también realizar un acto de otro tipo. A menudo, e
incluso normalmente, decir algo producirá ciertas consecuencias o efectos sobre los
sentimientos, pensamientos o acciones del auditorio, o de quien emite la expresión, o
de otras personas. Y es posible que al decir algo lo hagamos con el propósito,
intención o designio de producir tales efectos. Podemos decir entonces, pensando en
esto, que quien emite la expresión ha realizado un acto que puede ser descripto
haciendo referencia meramente oblicua (C.a), o bien no haciendo referencia alguna
(C.b), a la realización del acto locucionario o ilocucionario. Llamaremos a la
realización de un acto de este tipo la realización de un acto perlocucionario o
perlocución. Por ahora no definiremos esta idea con más cuidado —por cierto que lo
necesita— sino que nos limitaremos a dar ejemplos:

Ejemplo 1:
427

Acto (A) o Locución


Él me dijo “déselo a ella”, queriendo decir con “déselo”, déselo, y refiriéndose con
“ella” a ella.
Acto (B) o Ilocución
Me aconsejó (ordenó, instó a, etc.) que se lo diera a ella
Acto (C.a.) o Perlocución
Me persuadió que se lo diera a ella
Acto (C.b.)
Hizo (consiguió) que se lo diera a ella

Ejemplo 2:
Acto (A) o Locución
Me dijo: “No puedes hacer eso”
Acto (B) o Ilocución
Él protestó porque me proponía hacer eso
Acto (C.a.) o Perlocución
Él me contuvo
Él me refrenó
Acto (C.b.)
Él me volvió a la realidad
Él me fastidió

De modo similar podemos distinguir el acto locucionario “dijo que…”, el acto


ilocucionario “sostuvo que…”, y el acto perlocucionario “me convenció de que…”.
Veremos que los efectos o consecuencias de las perlocuciones son realmente
consecuencias, que no incluyen efectos convencionales tales como, por ejemplo, el
hecho de que el que emite la expresión queda comprometido por su promesa (esto
corresponde al acto ilocucionario). Quizá sea menester hacer algunas distinciones,
puesto que claramente existe una diferencia entre lo que consideramos la producción
428

real de efectos reales y lo que consideramos como meras consecuencias


convencionales. Volveremos sobre el particular más adelante.

Hemos distinguido, pues, en forma gruesa, tres tipos de actos: el locucionario, el


ilocucionario y el perlocucionario376. Agreguemos algunas observaciones generales
sobre estas tres clases, sin precisar demasiado, por ahora, la distinción entre ellas. Las
tres primeras observaciones se referirán nuevamente a la expresión “el uso del
lenguaje”.

1) En estas conferencias nuestro interés consiste esencialmente en aprehender el acto


ilocucionario y en contrastarlo con los otros dos. Hay una tendencia constante en
filosofía a pasar por alto este tipo de acto asimilándolo a alguno de aquellos otros
dos. Sin embargo es distinto de ambos. Hemos visto ya cómo las expresiones
“significado” y “uso de una oración” pueden hacer borrosa la diferencia entre los
actos locucionarios e ilocucionarios. Advertimos ahora que hablar del “uso” del
lenguaje puede, de igual modo, hacer borrosa la distinción entre el acto
ilocucionario y el perlocucionario. Por ello los distinguiremos con más cuidado
dentro de un momento. Hablar del “uso del ‘lenguaje’ para prometer o advertir”,
parece exactamente igual a hablar del “uso del ‘lenguaje’ para persuadir, excitar,
alarmar, etc.” Sin embargo, el primer tipo de “uso”, puede, para decirlo sin mayor
precisión, ser considerado convencional, en el sentido de que por lo menos es
posible explicarlo mediante la fórmula realizativa, cosa que no ocurre con el
último. Así, podemos decir “te prometo que” o “te advierto que”, pero no
podemos decir “te persuado que” o “te alarmo que”. Además, podemos poner
totalmente en claro si alguien estaba o no recomendando algo sin tocar la cuestión
de si estaba o no persuadiendo a su interlocutor.
2) Para dar un paso más, aclaremos que la expresión “uso del lenguaje” puede
abarcar otras cuestiones además de los actos ilocucionarios y perlocucionarios.
376
[Aquí se lee en el manuscrito una nota escrita en 1958, que dice: “(1) Todo esto no está claro (2) y
en todos los sentidos relevantes (A) y (B) como cosas distintas a (C) todas las expresiones ¿no serán
realizativas?”] J. O. U.
429

Por ejemplo, podemos hablar del “uso del lenguaje” para algo, por ejemplo, para
bromear. Y podemos usar “al” de una manera que difiere en mucho del “al”
ilocucionario, como cuando afirmamos que “al decir ‘p’ yo estaba bromeando”, o
“representando un papel” o “escribiendo poesía”. O podemos hablar de un “uso
poético del lenguaje” como cosa distinta del “uso del lenguaje en poesía”. Estas
referencias al “uso del lenguaje” nada tienen que ver con el acto ilocucionario.
Por ejemplo, si digo “ve a ver si llueve”, puede ser perfectamente claro el
significado de mi expresión y también su fuerza, pero pueden caber dudas muy
serias acerca de estos otros tipos de cosas que puedo estar haciendo. Hay usos
“parásitos” del lenguaje, que no son “en serio”, o no constituyen su “uso normal
pleno”. Pueden estar suspendidas las condiciones normales de referencia, o puede
estar ausente todo intento de llevar a cabo un acto perlocucionario típico, todo
intento de obtener que mi interlocutor haga algo. Así, Walt Whitman no incita
realmente al águila de la libertad a remontar vuelo.
3) Además, puede haber cosas que “hacemos” en alguna conexión con el decir algo,
sin que la situación quede exactamente incluida, por lo menos intuitivamente, en
ninguna de estas clases que hemos delimitado en forma aproximada, o también
que parezca quedar vagamente incluida en más de una. Pero, de todas maneras, no
vemos aquí desde un principio que las cosas estén tan alejadas de nuestros tres
tipos de actos como lo está el bromear o el escribir poesía. Por ejemplo, insinuar,
como cuando insinúo algo al emitir una expresión o porque emito una expresión.
Esto parece suponer alguna convención, tal como ocurre con los actos
ilocucionarios, pero no podemos decir “yo insinúo…”*, pues el insinuar, al *
Aquí “insinuar” no está usada en el sentido —quizás “incorrecto”— de “hacer
tímidamente un igual que el dar a entender, parece ser el efecto de cierta
habilidad, más que un mero acto. Otro ejemplo es el de demostrar o exteriorizar
emociones. Podemos exteriorizar emoción al emitir una expresión o porque la
emitimos, como cuando insultamos; pero tampoco hay aquí cabida para fórmulas
realizativas ni para los restantes recursos de los actos ilocucionarios. Podemos
decir que en muchos casos usamos el insultar para dar rienda suelta a nuestros
430

sentimientos. Debemos advertir que el acto ilocucionario es un acto convencional;


un acto hecho de conformidad con una convención.
4) Puesto que los actos de los tres tipos consisten en la realización de acciones, es
necesario que tomemos en cuenta los males que pueden afectar a toda acción.
Tenemos que estar siempre preparados para distinguir entre “el acto de hacer x”,
esto es, de lograr x, y “el acto de intentar hacer x”. Por ejemplo, tenemos que
distinguir entre prevenir e intentar prevenir. Aquí cabe esperar infortunios. Los
próximos tres puntos se presentan principalmente porque nuestros actos son
actos.
5) Puesto que nuestros actos son actos, siempre tenemos que recordar la distinción
entre producir consecuencias o efectos queridos o no queridos. Debemos tener
presente, en conexión con esto, (i) que aunque el que usa una expresión se
proponga alcanzar con ella un cierto efecto, éste puede no ocurrir, (ii) que aunque
no quiera producirlo o quiera no producirlo, el efecto puede sin embargo ocurrir.
Para hacernos cargo de la complicación (i) invocamos, como ya lo hemos hecho,
la distinción entre intento y logro; para hacernos cargo de la complicación (ii)
invocamos los recursos lingüísticos normales para rechazar nuestra
responsabilidad (v.gr.: mediante formas adverbiales como sin intención”, y
análogas), disponibles para uso personal en todos los casos de realización de
acciones.
6) Además, debemos admitir, por supuesto, que nuestros actos, en cuanto tales,
pueden ser cosas que en realidad no hemos hecho, en el sentido de que las hemos
realizado por la fuerza o de alguna otra manera característica. En el punto 2)
hemos aludido a otros casos en los que podemos no haber hecho plenamente la
acción.
7) Por último, tenemos que hacernos cargo de una objeción acerca de nuestros actos
ilocucionarios y perlocucionarios —a saber, que la noción de acto no es clara—
mediante una doctrina general de las acciones. Tenemos la idea de que un “acto”
es una cosa física determinada, que se distingue tanto de las convenciones como
de las consecuencias. Pero
431

a) el acto ilocucionario, y aun el acto locucionario, suponen convenciones.


Consideremos el caso de rendir pleitesía. Algo constituye un acto de
pleitesía proposición”, sino en el sentido del diccionario: “dar a entender
una cosa, no haciendo más que indicarla o apuntarla ligeramente”. Es en
este sentido que no podemos decir “Yo insinúo…” (T.) porque es
convencional, y sólo se lo lleva a cabo así porque es convencional.
Compárese la distinción entre dar un puntapié a una pared y patear un tiro
libre en el fútbol.
b) El acto perlocucionario puede incluir lo que en cierto modo son
consecuencias, como cuando decimos “porque hice x hice y” (en el
sentido de que como consecuencia de hacer x hice y). Siempre
introducimos aquí un tramo mayor o menor de “consecuencias”, algunas
de las cuales pueden ser “no intencionales”.

La expresión “un acto” no es usada, en modo alguno, para aludir únicamente al acto
físico mínimo. El hecho de que podemos incluir en el acto mismo un tramo
indefinidamente largo de lo que podría también llamarse “consecuencias” de él es, o
debiera ser, un lugar común fundamental de la teoría de nuestro lenguaje acerca de
toda “acción” en general. Así, si se nos pregunta, “¿qué es lo que hizo él?”,
podríamos contestar cualquiera de estas cosas: “mató un burro”, o “disparó un arma
de fuego”, o “apretó el gatillo”, o “movió el dedo que estaba en el gatillo”, y todas
pueden ser correctas. Si en tales casos mencionamos tanto un acto B (ilocución) como
un acto C (perlocución), diremos que “por (que) hizo B hizo C” y no “al hacer B…”
Esta es la razón para llamar a C un acto perlocucionario como cosa distinta de un acto
ilocucionario. En la próxima conferencia volveremos a ocuparnos de la distinción
entre nuestros tres tipos de actos, y de las expresiones “al hacer x estoy haciendo y”,
y “por(que) hago x estoy haciendo y”. Nos guiará el propósito de obtener mayor
claridad respecto de las tres clases y de los casos que son o no son miembros de ellas.
432

Veremos que tal como el acto locucionario, para ser completo, abarca la realización
de muchas cosas a la vez, así puede ocurrir con los actos ilocucionarios y
perlocucionarios.

CONFERENCIA IX

Cuando sugerimos embarcarnos en la tarea de hacer una lista de verbos realizativos


explícitos, hallamos ciertas dificultades para determinar si una expresión es o no
realizativa, o, en todo caso, si es puramente realizativa. Pareció conveniente, por ello,
volver a cuestiones fundamentales y considerar en cuántos sentidos puede afirmarse
que decir algo es hacer algo, o que al decir algo hacemos algo, o aún porque decimos
algo hacemos algo.

En primer lugar distinguimos un grupo de cosas que hacemos al decir algo. Las
agrupamos expresando que realizamos un acto locucionario, acto que en forma
aproximada equivale a expresar cierta oración con un cierto sentido y referencia, lo
que a su vez es aproximadamente equivalente al “significado” en el sentido
tradicional. En segundo lugar, dijimos que también realizamos actos ilocucionarios,
tales como informar, ordenar, advertir, comprometernos, etc., esto es, actos que tienen
una cierta fuerza (convencional). En tercer lugar, también realizamos actos
perlocucionarios; los que producimos o logramos porque decimos algo, tales como
convencer, persuadir, disuadir, e incluso, digamos, sorprender o confundir. Aquí
tenemos tres sentidos o dimensiones diferentes, si no más, de la expresión el “uso de
una oración” o “el uso del lenguaje” (y, por cierto, también hay otras). Estas tres
clases de “acciones” están sujetas, por supuesto que simplemente en cuanto tales, a
las usuales dificultades y reservas que consisten en distinguir entre el intento y el acto
consumado, entre el acto intencional y el acto no intencional, y cosas semejantes.
Dijimos entonces que tendríamos que considerar estas tres clases de actos con mayor
detalle.
433

Debemos distinguir el acto ilocucionario del perlocucionario. Por ejemplo, tenemos


que distinguir “al decir tal cosa lo estaba previniendo” de “porque dije tal cosa lo
convencí, o lo sorprendí o lo contuve”.

LA NECESIDAD DE DISTINGUIR “CONSECUENCIAS”.

La que parece crear más dificultades es la distinción entre ilocuciones y


perlocuciones; de ella nos ocuparemos ahora y sólo tocaremos al pasar la distinción
entre ilocuciones y locuciones. Es cierto que el sentido perlocucionario de “hacer una
acción” de algún modo tiene que ser excluido como irrelevante para preservar el
sentido de que una expresión es un realizativo si al emitirla “hacemos una acción”.
Tenemos que excluir aquel sentido por lo menos para que el realizativo sea distinto
del constatativo. Porque resulta claro que todos los actos perlocucionarios, o casi
todos, son susceptibles de presentarse, en circunstancias suficientemente especiales,
al emitir cualquier expresión, con o sin el propósito de producir los efectos que hemos
llamado perlocucionarios. Puede presentarse, en particular, al emitir una expresión
constatativa pura (si es que existe tal cosa). Es posible, por ejemplo, que alguien me
disuada (C.b)377 de hacer algo, simplemente porque me da una información, quizás sin
malicia pero en la ocasión oportuna, acerca de las consecuencias del acto que tengo
proyectado. Y esto se aplica incluso a C.a378 porque alguien puede convencerme

377
Ver págs. 66-67
378
Idem.
434

(C.a)379 de que una mujer es adúltera preguntándole si no era su pañuelo el que estaba
en el dormitorio de X380, o afirmando que era su pañuelo.

Tenemos, pues, que trazar una línea entre la acción que hacemos (en este caso una
ilocución) y sus consecuencias. En general, si la acción no consiste en decir algo sino
que es una acción “física” no convencional, ésta es una cuestión complicada. Tal
como hemos visto, podemos, o quizá preferimos pensar que podemos, por etapas
sucesivas, considerar como si fueran realmente meras consecuencias de “nuestro
acto” mismo, tramos cada vez mayores de lo que inicial y ordinariamente queda o
podría quedar comprendido por la denominación de aquél.

Y podemos proceder así, por muy próximas que estén tales “consecuencias” a
nuestra acción efectiva, en el sentido físico mínimo supuesto, y por natural que, por
ello, resulte anticiparlas. Nuestro acto físico mínimo resultará ser entonces un
movimiento o movimientos de partes de nuestro cuerpo (por ejemplo, mover el dedo,
que produjo el movimiento del gatillo, que produjo…, que produjo la muerte del
burro). Mucho se puede decir, por supuesto, acerca de este tema, pero no es necesario
que nos ocupemos aquí de ello. Por lo menos en el caso de los actos que consisten en
decir algo:

1. El vocabulario nos presta un auxilio que generalmente no recibimos de él en el


caso de las acciones “físicas”. Porque cuando se trata de éstas es natural que casi
379
Que el hecho de dar una información lisa y llana casi siempre produce consecuencias o efectos
sobre la acción, no es más sorprendente que el hecho inverso. A saber, que la realización de una acción
cualquiera (incluso la expresión de un realizativo) tiene por lo común como consecuencia hacernos, y
hacer a otros, conscientes de los hechos. Hacer un acto cualquiera de manera perceptible o descriptible,
también es darnos a nosotros y generalmente a otros la oportunidad: a) de saber que lo hicimos, y,
además, b) de conocer muchos otros hechos acerca de nuestros motivos, nuestro carácter, o lo que sea,
que pueden ser inferidos del hecho de que hicimos ese acto. Si arrojo un tomate a otro en una reunión
política (o grito “protesto” si otro lo hace —suponiendo que eso sea realizar una acción) ello tendrá
probablemente como consecuencia que los demás adviertan que tengo ciertas convicciones políticas.
Pero esto no hará que el acto de arrojar el tomate o de gritar sean verdaderos o falsos (aunque ellos
puedan ser equívocos, y aún serlo deliberadamente). Por lo mismo, la producción de cualquier número
de efectos o consecuencias no impedirá que una expresión constatativa sea verdadera o falsa.
380
No me ocuparé aquí de examinar hasta dónde pueden extenderse las consecuencias. Los errores
usuales sobre este tema son tratados, por ejemplo, en los Principia Ethica de Moore
435

nunca designemos a la acción con palabras que aludan a lo que aquí llamamos el
acto físico mínimo. Lo hacemos con palabras que abarcan un campo más o menos
extenso, pero indefinido, de lo que podríamos denominar sus consecuencias
naturales (o, mirándolo desde otro ángulo, con términos que abarcan la intención
que presidió el acto).
No solamente no usamos la noción de acto físico mínimo (que, en todo caso, es
dudosa), sino que, al parecer, no tenemos designaciones de ninguna clase que
distingan entre actos físicos y consecuencias. Cuando se trata de los actos que
consisten en decir algo, en cambio, el vocabulario de los nombres para los actos B
parece expresamente diseñado en la gran mayoría de los casos para marcar una
ruptura, en cierto punto regular, entre el acto (nuestro decir algo) y sus
consecuencias (que por lo común no son decir algo)381.
2. Además, parece que recibiéramos alguna ayuda de la naturaleza especial de los
actos que consisten en decir algo, como cosa opuesta a las acciones físicas
ordinarias. En el caso de estas últimas ocurre que aun la acción física mínima, que
estamos tratando de separar de sus consecuencias, por ser un movimiento corporal
está in pari materia382 con muchas, al menos, de sus consecuencias inmediatas y
naturales. Cualesquiera que, por el contrario, sean las consecuencias inmediatas y
naturales de un acto que consiste en decir algo, ellas no son normalmente otros
actos de decir algo, ya sea en forma más particular por quien emitió la expresión,

381
Adviértase que si suponemos que cuando digo “mover el dedo” el acto físico mínimo es el
movimiento del cuerpo, el hecho de que el objeto movido es parte de mi cuerpo introduce en efecto un
nuevo sentido de “moví”. Así, puedo ser capaz de mover las orejas como hacen los chicos, o
tomándolas entre el pulgar y el índice, o mover el pie del modo ordinario, o bien con ayuda de las
manos, como cuando se me ha “dormido”. El uso ordinario de “mover” en ejemplos tales como “moví
el dedo” es último. No debemos seguir buscando tras él para llegar a “contraje los músculos” y cosas
semejantes.
382
Este in parí materia podría ser equívoco. No quiero decir, como señalé en la nota anterior, que mi
“mover el dedo” sea, metafísicamente, análogo al “movimiento del gatillo” que es su consecuencia, o
al “movimiento del gatillo por mi dedo”. Pero “el movimiento del dedo que está en el gatillo” está in
pari materia con “el movimiento del gatillo”.
O bien podemos expresar la cuestión de otra manera más importante diciendo que el sentido en el que
decir algo produce efectos sobre otras personas, o causa algo, es un sentido fundamentalmente distinto
de “causa” que el que se emplea en la causación física por presión, etc. Tiene que operar a través de las
convenciones del lenguaje y es una cuestión de influencia ejercida por una persona sobre otra. Este es
probablemente el sentido original de “causa”.
436

o incluso por otro383. De modo que tenemos aquí una especie de ruptura natural de
la cadena, lo que no ocurre en el caso de las acciones físicas, fenómeno que se
vincula con la clase especial de nombres de las ilocuciones.

Pero a esta altura cabe preguntar si las consecuencias que introducimos con la
terminología de las perlocuciones no son en realidad consecuencias de los actos (A),
esto es, de las locuciones. Cabe preguntar si, en nuestro intento de separar “todas” las
consecuencias, no debemos continuar nuestro regreso y dejar atrás la ilocución hasta
llegar a la locución, y en realidad, hasta llegar al acto (A.a), esto es, a la emisión de
ruidos, que consiste en un movimiento físico 384. Hemos admitido, por cierto, que para
realizar un acto ilocucionario es menester realizar un acto locucionario; por ejemplo,
que agradecer es necesariamente decir ciertas palabras. Y decir ciertas palabras es
necesariamente, por lo menos en parte, hacer ciertos movimientos, de difícil
descripción, con los órganos vocales385. De tal modo, el divorcio entre las acciones
“físicas” y los actos de decir algo no es del todo completo: existe entre unas y otros
alguna vinculación. Pero (i), si bien esto puede ser importante en algunas conexiones
y contextos, no parece impedir que tracemos una línea para nuestros fines presentes
donde necesitamos hacer tal distinción, esto es, donde el acto ilocucionario se
completa y comienzan todas sus consecuencias. Y además (ii), lo que es mucho más
importante, tenemos que evitar la idea, que más arriba hemos sugerido pero no
expresado, de que el acto ilocucionario es una consecuencia del acto locucionario, y
también la idea de que lo que introduce la terminología de las ilocuciones es una
referencia adicional a algunas de las consecuencias de las locuciones386. Esto es, que
decir, “X me instó a” es decir que X dijo ciertas palabras y, además, que el decirlas
tuvo ciertas consecuencias; p. ej.: un efecto sobre mí, o, quizás, que ese decirlas
llevaba el propósito de que las palabras tuvieran esas consecuencias. Aunque
tuviéramos que insistir, por alguna razón y en algún sentido, en “desandar nuestro
383
Ver infra.
384
¿Es así? Ya hemos señalado que la “producción de ruidos” es en sí realmente una consecuencia del
acto físico mínimo de mover los órganos vocales.
385
Por razones de simplicidad nos limitamos a las expresiones orales.
386
Sin embargo ver infra.
437

camino” desde la ilocución hasta el acto fonético (A.a), no deberíamos regresar hasta
la acción física mínima por la vía de la cadena de sus consecuencias, de la manera en
que supuestamente lo hacemos partiendo de la muerte del burro hasta llegar al
movimiento del dedo en el gatillo. La emisión de sonidos puede ser una consecuencia
(física) del movimiento de los órganos vocales, de la expulsión de aire, etc., pero la
emisión de una palabra no es una consecuencia, física o de otro tipo, de la emisión de
un ruido. Tampoco la emisión de palabras con un cierto significado es una
consecuencia, física o de otro tipo, de la emisión de palabras. En lo que a esto
concierne, ni siquiera los actos “fáticos” (A.b) y “réticos” (A.c) son consecuencias,
mucho menos consecuencias físicas, de los actos fonéticos (A.a). Lo que
introducimos mediante el uso de la terminología de la ilocución no es una referencia a
las consecuencias de la locución (por lo menos en ningún sentido ordinario de
“consecuencias”), sino una referencia a las convenciones de la fuerza ilocucionaria en
cuanto gravitan sobre las circunstancias especiales de la ocasión en que la expresión
es emitida. Pronto nos ocuparemos de los sentidos en que la realización consumada o
satisfactoria de un acto ilocucionario produce realmente “consecuencias” o “efectos”
en ciertos sentidos387.

387
Todavía podemos sentirnos tentados a atribuir cierta primacía a la locución respecto de la ilocución,
al ver que, dado cierto acto rético individual (A.c), pueden caber dudas aún acerca de cómo debe
describírselo en la terminología de las ilocuciones. ¿Por qué después de todo rotulamos A a uno y B al
otro? Podemos estar de acuerdo acerca de cuáles fueron las palabras efectivamente emitidas, y también
acerca de cuáles fueron los sentidos en que se las usó y cuáles las realidades a que se hizo referencia
con ellas y, sin embargo, no estar todavía de acuerdo sobre si, en las circunstancias dadas, esas
palabras importaron una orden, o una amenaza o un consejo o una advertencia. Sin embargo, después
de todo, hay igualmente amplia posibilidad de discordancia en los casos individuales respecto de cómo
debe ser descripto el acto rético (A.c) en la terminología de las locuciones. (¿Qué quiso decir o
significó el que emitió la expresión? ¿A qué persona, tiempo, etc., se refería realmente?) Y, en verdad,
a menudo podemos estar de acuerdo en que el acto fue sin duda, por ejemplo, una orden, y sin
embargo podemos no saber con certeza qué fue lo que se ordenó (locución). Es plausible suponer que
el acto no es menos “susceptible” de ser descripto como un tipo más o menos definido de ilocución,
que lo que es de ser descripto como un acto locucionario (A) más o menos definido. Pueden
presentarse dificultades sobre convenciones e intenciones al decidir sobre la descripción correcta tanto
de una locución como de una ilocución. La ambigüedad de significado o de referencia, deliberada o no,
es quizá tan común como la falla, deliberada o no, en poner en claro “cómo deben ser tomadas nuestras
palabras” (en sentido ilocucionario). Además, todo el aparato de los “realizativos explícitos” (ver
supra) sirve para obviar desacuerdos respecto de la descripción de actos ilocucionarios. Es mucho más
difícil, de hecho, obviar desacuerdos respecto de la descripción de los actos locucionarios. Cada uno de
estos tipos de actos, empero, es convencional y está expuesto a que sea menester que un juez lo
“interprete”.
438

Hasta aquí he sostenido, pues, que alimentamos esperanzas de aislar el acto


ilocucionario del perlocucionario, en cuanto este último produce consecuencias, y en
cuanto el primero no es en sí una “consecuencia” del acto locucionario. Ahora, sin
embargo, debo señalar que el acto ilocucionario como cosa distinta del
perlocucionario, está conectado con la producción de efectos en ciertos sentidos:

1) A menos que se obtenga cierto efecto, el acto ilocucionario no se habrá realizado


en forma feliz o satisfactoria. Hay que distinguir entre esto y la afirmación de que
el acto ilocucionario consiste en lograr cierto efecto. No se puede decir que he
advertido a mi auditorio, salvo que éste oiga lo que digo y lo tome con cierto
sentido. Tiene que lograrse un efecto sobre el auditorio para que el acto
ilocucionario se lleve a cabo. ¿Cómo podemos expresar esto? ¿Y cómo podemos
limitarlo? En general el efecto equivale a provocar la comprensión del significado
y de la fuerza de la locución. Así, realizar un acto ilocucionario supone asegurar
la aprehensión del mismo.
2) El acto ilocucionario “tiene efecto” de ciertas maneras, como cosa distinta de
producir consecuencias en el sentido de provocar estados de cosas en el modo
“normal”, esto es, cambios en el curso natural de los sucesos. Así, “Bautizo a este
barco Queen Elizabeth” tiene el efecto de bautizar o dar un nombre al buque;
después de ello ciertos actos subsiguientes, tal como referirse a él llamándolo el
Generalísimo Stalin, están fuera de lugar.
3) Hemos dicho que muchos actos ilocucionarios reclaman, por virtud de una
convención, una respuesta o secuela, que puede tener una o dos direcciones. De
ese modo podemos distinguir, por un lado, sostener, ordenar, prometer, sugerir y
pedir, y, por otro, ofrecer, preguntar a otro si desea algo, y preguntar “¿sí o no?”
Si tiene lugar la respuesta o la secuela, ello requiere un segundo acto de parte del
que protagonizó el primero o de una tercera persona. Y es un lugar común del
lenguaje en que se expresan consecuencias que esto no puede quedar incluido en
el tramo inicial de la acción.
439

Sin embargo, en general siempre podemos decir “lo hice hacer x”. Esto presenta el
acto como atribuido a mí y, si es el caso que para realizarlo se emplean o pueden
emplearse palabras, es un acto perlocucionario. Así, tenemos que distinguir entre “le
ordené y me obedeció” y “lo hice obedecerme”. La implicación general de la última
expresión es que se utilizaron otros medios adicionales para producir esta
consecuencia como atribuible a mí, medios tales como recursos persuasivos e, incluso
a menudo, el uso de una influencia personal equivalente a la fuerza. Hasta suele darse
un acto ilocucionario distinto del mero ordenar, como cuando digo “al afirmar x hice
que él lo hiciera”.

De tal modo que aquí hay tres maneras en las que los actos ilocucionarios están
unidos a efectos. Las tres son distintas del producir efectos que es característico del
acto perlocucionario.

Tenemos que distinguir las acciones que poseen un objeto perlocucionario


(convencer, persuadir) de aquellas que sólo producen una secuela perlocucionaria.
Así, podemos decir “traté de prevenirlo pero sólo conseguí alarmarlo”. Lo que
constituye el objeto perlocucionario de una ilocución puede ser la secuela de otra. Por
ejemplo, el objeto perlocucionario de advertir, esto es, poner a alguien en estado de
alerta, puede ser la secuela de un acto perlocucionario que alarma a alguien. A su vez,
que alguien se sienta disuadido puede ser la secuela de una ilocución, en lugar de ser
el objeto de decir “no hagas eso”. Algunos actos perlocucionarios siempre tienen
secuelas más que objetos, a saber aquellos actos que carecen de fórmula
ilocucionaria. Así, puedo sorprender, o turbar o humillar a otro mediante una
locución, aunque no existen las fórmulas ilocucionarias “te sorprendo diciendo…”,
“te turbo diciendo…”, “te humillo diciendo…”.

Es característico de los actos perlocucionarios que la respuesta o la secuela que se


obtienen pueden ser logradas adicionalmente, o en forma completa, por medios no-
440

locucionarios. Así, se puede intimidar a alguien agitando un palo o apuntándole con


un arma de fuego. Incluso en los casos de convencer, persuadir, hacerse obedecer, y
hacerse creer, la respuesta puede ser obtenida de manera no verbal. Sin embargo esto
solo no basta para distinguir los actos ilocucionarios, dado que podemos, por ejemplo,
advertir u ordenar o designar o dar o protestar o pedir disculpas por medios no
verbales y aquéllos son actos ilocucionarios. Así, podemos hacer ciertas
gesticulaciones o arrojar un tomate como modo de protestar.

Más importante es el problema de saber si los actos perlocucionarios siempre


pueden obtener su respuesta o secuela por medios no convencionales. Sin duda que
podemos lograr algunas secuelas de actos perlocucionarios por medios enteramente
no convencionales, esto es, mediante actos que no son en modo alguno
convencionales, o no lo son a esos fines. Así, puedo persuadir a otro moviendo
suavemente un garrote o mencionando con dulzura que sus ancianos padres están
todavía en el Tercer Reich. Hablando en forma estricta, no puede haber un acto
ilocucionario a menos que los medios empleados sean convencionales, y por ello los
medios para alcanzar los fines de un acto de ese tipo en forma no verbal tienen que
ser convencionales. Pero es difícil decir dónde comienza y dónde termina la
convención; así, puedo prevenir a alguien agitando un palo o puedo obsequiarle algo
simplemente entregándoselo. Pero si lo prevengo agitando un palo, entonces el agitar
el palo es una prevención: el otro tendría que saber muy bien qué es lo que intenté
hacer, porque el acto podría parecer un inequívoco gesto de amenaza. Surgen
dificultades similares acerca del acto de dar consentimiento tácito a algún acuerdo, o
de prometer tácitamente, o de votar levantando la mano. Pero queda en pie el hecho
de que muchos actos ilocucionarios no pueden ser realizados salvo diciendo algo.
Esto vale para los actos de enunciar, informar (como cosa distinta de mostrar),
sostener, formular una apreciación, una estimación, y juzgar (en sentido jurídico).
441

Vale para la mayor parte de los judicativos y expositivos como cosa distinta de los
ejercitativos y compromisorios388.

CONFERENCIA XII

Hemos dejado numerosos cabos sueltos, pero tras una breve recapitulación
podremos seguir adelante. ¿Cómo se presenta la distinción “constatativos” -
“realizativos” a la luz de la teoría que acabamos de exponer? En general, y esto vale
para todas las expresiones que hemos considerado (excepto, quizá para algunas
interjecciones), hemos advertido lo siguiente:
1) Una dimensión relativa al carácter afortunado o desafortunado de la expresión;
1a) Una fuerza ilocucionaria;
2) Una dimensión relativa a la verdad y falsedad de la expresión;
2a) Un significado locucionario (sentido y referencia).

La doctrina de la distinción realizativo - constatativo está respecto de la doctrina de


los actos locucionarios e ilocucionarios como parte del acto lingüístico total, en la
posición de una teoría especial frente a una teoría general. Y la necesidad de esta
última se hace manifiesta sencillamente porque el “enunciado” tradicional es una
abstracción, un ideal, y también lo son su verdad o falsedad tradicionales. Pero sólo
puedo arrojar muy poca luz sobre este punto. Quisiera sugerir, en particular, las
siguientes conclusiones:

A) El acto lingüístico total, en la situación lingüística total, constituye el único


fenómeno real que, en última instancia, estamos tratando de elucidar.
B) Enunciar, describir, etc., sólo son dos nombres, entre muchos otros que
designan actos ilocucionarios; ellos no ocupan una posición única.
388
Para la definición de los judicativos, expositivos, ejercitativos y compromisorios ver la conferencia
XII. J.O.U.
442

C) En particular, ellos no ocupan una posición única en cuanto a estar


relacionados con los hechos según una única manera con arreglo a la cual
serían verdaderos o falsos. Porque, salvo por virtud de una abstracción, que es
siempre posible y legítima para ciertos fines, “verdad” y “falsedad” no son
nombres de relaciones, cualidades, o lo que sea, sino que apuntan a una
dimensión de apreciación. Estos términos se usan para indicar en qué medida
las palabras satisfacen los hechos, sucesos, situaciones, etc., a los que ellas se
refieren.
D) Por ello mismo, el contraste familiar entre lo “normativo o valorativo” por un
lado, y lo fáctico por otro, como tantas otras dicotomías, tiene que ser
eliminado.
E) Estamos autorizados a sospechar que la teoría del “significado”, como
equivalente a “sentido y referencia”, ha de requerir por cierto algún desbroce
y reformulación sobre la base de la distinción entre actos locucionarios e
ilocucionarios (siempre que esta distinción sea fundada, pues aquí me he
limitado a esbozarla). Reconozco que no he hecho bastante: he aceptado el
viejo par de conceptos “sentido” y “referencia” bajo el influjo de las opiniones
corrientes. Destaco, además, que he omitido toda consideración directa de la
fuerza ilocucionaria de los enunciados.

Dijimos que había una cosa que obviamente tenía que hacerse, y que requiere una
prolongada investigación. Bastante más atrás señalamos que era menester hacer una
lista de los “verbos realizativos explícitos”. Pero a la luz de la teoría más general
aludida, vemos ahora que lo que precisamos es una lista de las fuerzas ilocucionarias
de una expresión. Sin embargo, la distinción entre realizativos primarios y explícitos
habrá de sobrevivir al cambio fundamental que, con éxito, nos llevó de la distinción
realizativo – constatativo a la teoría de los actos lingüísticos. Porque hemos visto que
hay razones para suponer que los tests sugeridos para identificar los verbos
realizativos explícitos (“decir…, es hacer…”, etc.) son buenos tests, y que, en efecto,
dan mejor resultado para identificar aquellos verbos que, como decimos ahora,
443

explicitan la fuerza ilocucionaria de una expresión, o ponen de manifiesto cuál es el


acto ilocucionario que estamos realizando al emitirla. Lo que no sobrevivirá al
cambio, salvo, quizá como un caso límite marginal, es la noción de la pureza de los
realizativos. Tal cosa no debe sorprendernos mucho porque esa noción nos creó
dificultades desde un comienzo. Ella se fundaba, esencialmente, en la creencia en la
dicotomía realizativos/constatativos, que, hemos visto, tiene que ser sustituida por la
idea de que hay familias más generales de actos lingüísticos emparentados y
parcialmente superpuestos, que son, precisamente, los que ahora intentaremos
clasificar.

Usaremos pues, con cautela, el test simple de la primera persona del singular del
presente del indicativo en la voz activa, y recorreremos el diccionario (bastará con
uno conciso) animados por un espíritu liberal. Obtendremos así una lista de verbos en
el orden de 10 a la tercera potencia389 . Dije que intentaría alguna clasificación general
preliminar y que haría algunas observaciones acerca de las clases propuestas. Bueno,
pongámonos en marcha. Sólo llevaré al lector a dar un paseo, o más bien, lo
conduciré a los tropezones.

Distingo cinco clases generales de verbos, pero no estoy totalmente satisfecho con
ellas. Sin embargo, abren ante nuestros ojos un campo más rico que si nos
moviéramos únicamente con los dos fetiches 1) verdadero/falso; y 2) hecho/valor.
Clasificaré estas expresiones en función de sus fuerzas ilocucionarias, y les asignaré
estos nombres:
1) Verbos de judicación, o judicativos.
2) Verbos de ejercicio, o ejercitativos.
3) Verbos de compromiso, o compromisorios.

389
¿Por qué usamos esta expresión en lugar de 1000? En primer lugar porque parece impresionante y
científica. En segundo lugar, porque va de 1000 a 9999 —un buen margen— mientras que de la otra
podría pensarse qué significa “alrededor de 1000”, que es un margen muy estrecho.
444

4) Verbos de comportamiento, o comportativos (¡perdón por el horroroso


neologismo!)
5) Verbos de exposición, o expositivos.

Nos ocuparemos de ellos por orden, pero antes daré una idea aproximada de cada
uno.

Los primeros, los judicativos, tienen como caso típico el acto de emitir un
veredicto, ya sea por un jurado, por un árbitro, etc. Pero no es menester que sean
definitivos; pueden consistir, por ejemplo, en una estimación, en un cálculo o en una
apreciación. Es esencial que se emita juicio acerca de algo —un hecho o un valor—
respecto de lo cual, por razones diferentes, resulte difícil alcanzar certeza.

Los segundos, los ejercitativos, consisten en el ejercicio de potestades, derechos o


influencia. Por ejemplo, designar, votar, ordenar, instar, aconsejar, prevenir, etcétera.

Los terceros, los compromisorios, tienen como caso típico el prometer o el


comprometer de otra manera; ellos lo comprometen a uno a hacer algo, pero incluyen
también las declaraciones o anuncios de intención, que no son promesas, y también
cosas vagas, que podemos llamar “adhesiones”, tales como tomar partido. Existen
conexiones obvias entre estos verbos y los judicativos y ejercitativos.

Los cuartos, los comportativos, constituyen un grupo muy heterogéneo, y tienen


que ver con las actitudes y con el comportamiento social. Por ejemplo, pedir
disculpas, felicitar, elogiar, dar el pésame, maldecir y desafiar.

Los quintos, los expositivos, son difíciles de definir. Ponen de manifiesto el modo
cómo nuestras expresiones encajan en un argumento o conversación, cómo estamos
usando palabras. En general, son recursos que utiliza un expositor. Por ejemplo,
“contesto”, “arguyo”, “concedo”, “ejemplifico”, “supongo”, “postulo”. Debemos
445

tener en claro desde el comienzo que quedan amplias posibilidades de que se


presenten casos marginales o difíciles, así como superposiciones.

Las últimas dos clases son las que hallo más dificultosas. Podría ocurrir muy bien que
no sean claras o que algunos miembros estén mal clasificados, o, incluso, que sea
necesaria una clasificación completamente distinta. En modo alguno estoy
proponiendo nada definitivo. Los comportativos son dificultosos porque la clase
parece demasiado heterogénea. Los expositivos, porque son demasiado numerosos e
importantes. Los miembros de una y otra clase parecen estar incluidos en las
restantes, y, al mismo tiempo, ser diferentes de una manera que no he conseguido
aclarar ni aun ante mis propios ojos. Bien podría decirse que todos los aspectos están
presentes en todas las clases.
1. JUDICATIVOS

absuelvo condeno doy por establecido (que ha ocurrido tal hecho)

considero o interpreto como entiendo que (que tal es la solución en derecho)


juzgo
lo veo como determino calculo
computo estimo sitúo
ubico ubico (temporalmente) mido
(espacialmente
)
lo incluyo en… lo hago (v. gr.: casado) tomo (x como y)
clasifico clasifico tamaños, taso
etcétera)
valúo valoro describo
caracterizo diagnostico analizo

Hallamos otros ejemplos en las apreciaciones o evaluaciones de carácter, tales


como “yo lo llamaría emprendedor”.

Los judicativos consisten en emitir un juicio, oficial o extraoficial, sobre la base de


prueba o de razones, respecto de valores o de hechos, en la medida en que se puede
distinguir entre éstos. Un judicativo es un acto de tipo judicial, como cosa distinta de
446

los actos legislativos o ejecutivos, que son ambos ejercitativos. Pero algunos actos
judiciales, en el sentido amplio de actos hechos por un juez en lugar de serlo, por
ejemplo, por un jurado, son realmente ejercitativos. Los judicativos tienen conexiones
obvias con la verdad y la falsedad en lo que concierne al fundamento y a la falta de
fundamento, o a la razonabilidad y a la irrazonabilidad. Que el contenido de un
veredicto es verdadero o falso se advierte, por ejemplo, en una discusión acerca del
dictamen de un árbitro.

Comparación con los ejercitativos

En cuanto acto oficial, la determinación de un juez crea derecho; lo que establece un


jurado hace de un hombre un condenado; el dictamen de un árbitro que declara a un
jugador fuera de juego hace que éste esté fuera de juego. El acto se lleva a cabo así
por virtud de una posición oficial: pero con todo es susceptible de ser considerado,
sobre la base de los hechos: correcto o incorrecto, acertado o equivocado,
justificable o injustificable. No se lo hace como una decisión a favor o en contra. El
acto judicial es, si se quiere, ejecutivo, pero tenemos que distinguir entre la expresión
ejecutiva “usted lo tendrá” y el veredicto “es suyo”, y similarmente debemos
distinguir entre la determinación del monto de los daños y perjuicios y la decisión
sobre quién debe pagarlos.

Comparación con los compromisorios

Los judicativos tienen un efecto, en el derecho, sobre nosotros mismos y sobre los
demás. Emitir un veredicto o hacer una estimación nos compromete a cierta conducta
futura, en el sentido en que así ocurre con todo acto lingüístico y quizás en mayor
medida, por lo menos en lo que atañe a la coherencia, y porque aquí sabemos quizás a
qué nos compromete. Así, dar un cierto veredicto nos comprometerá o, como se dice,
nos compromete a acordar una indemnización por daños y perjuicios. También, una
interpretación de los hechos puede comprometernos a dar cierto veredicto o a hacer
447

cierta estimación. Dar un veredicto puede muy bien importar también adherir a algo;
puede comprometernos a apoyar a alguien, a salir en su defensa.

Comparación con los comportativos

Agradecer puede implicar un veredicto acerca del valor o del carácter de alguien o
de algo. También en cierto sentido de “culpar”, que es equivalente a “juzgar o
considerar responsable”, culpar es un judicativo; pero, en otro sentido, es adoptar una
actitud hacia una persona en cuyo caso es un comportativo.

Comparación con los expositivos

Cuando digo “interpreto”, “analizo”, “describo”, “caracterizo”, etc., esto, en cierta


manera, es dar un veredicto, pero está esencialmente conectado con cuestiones
verbales y con la clarificación de nuestra exposición. Es menester distinguir entre “yo
describiría eso como una acción cobarde” y “yo describiría a eso con la expresión
‘acción cobarde’”. El primero es un veredicto, dado el uso de ciertas palabras; el
segundo es un veredicto acerca del uso de esas palabras.

2. EJERCITATIVOS

Un ejercitativo consiste en dar una decisión en favor o en contra de cierta línea de


conducta, o abogar por ella. Es decidir que algo tiene que ser así, como cosa distinta
de juzgar que algo es así. Es abogar porque algo sea así, como cosa opuesta a estimar
que es así. Es otorgar una indemnización, como cosa opuesta a determinar su monto.
Es un fallo judicial, como cosa opuesta al veredicto de un jurado. Los arbitradores y
los jueces emplean ejercitativos, y también emiten judicativos. Sus consecuencias
pueden ser que otros sean “compelidos”, o “autorizados” o “no autorizados” a hacer
ciertos actos.
448

Es una clase muy amplia; algunos ejemplos son:


destituyo o degrado despido rebajo (de categoría a otro)
despido excomulgo pongo un nombre
ordeno mando doy directivas
fallo multo acuerdo
exijo (el pago de un voto por nombro (como candidato)
impuesto)
elijo reclamo doy
lego aconsejo abogo por
ruego suplico pido
insto a presiono recomiendo
proclamo anuncio rechazo
sanciono (una ley) suspendo (una veto
sentencia)
consagro declaro cerrado declaro abierto

Comparación con los judicativos

“Considero”, “interpreto”, y sus semejantes, pueden ser ejercitativos si son actos


oficiales. Además, “concedo” (una indemnización) y “absuelvo” son ejercitativos,
fundados en veredictos.

Comparación con los compromisorios

Muchos ejercitativos tales como permitir, autorizar, delegar, ofrecer, conceder, dar,
sancionar, y consentir, en realidad nos comprometen a una línea de acción. Si digo
“declaro la guerra” o “repudio”, el propósito de mi acto es comprometerme
personalmente a cierta línea de acción. La conexión entre un ejercitativo y
comprometerse es tan próxima como la que hay entre significado e implicación. Es
obvio que designar y poner un nombre son actos que nos comprometen, pero
diríamos más bien que ellos confieren o dan potestades, derechos, nombres, etc., o
que los cambian o los eliminan.

Comparación con los comportativos


449

Hay ejercitativos tales como “desafío”, “protesto”, “apruebo”, que están


estrechamente relacionados con los comportativos. Desafiar, protestar, aprobar,
elogiar y recomendar, pueden consistir en la adopción de una actitud o en la
realización de un acto.

Comparación con los expositivos

Algunos ejercitativos tales como “me retracto”, “me allano” y “objeto”, tienen, en
el contexto del argumento o de la conversación, la misma fuerza que los expositivos.
Los siguientes son ejemplos de ejercitativos:

1) nombramientos de funcionarios o empleados y de candidatos, elecciones,


admisiones, renuncias, despidos o destituciones y solicitudes de admisión;
2) consejo, exhortación y petición:
3) facultamientos, órdenes, fallos y anulaciones;
4) conducción de negociaciones, reuniones, etc.;
5) derechos, reclamos, acusaciones, etc.
3. COMPROMISORIOS

Lo importante de un compromisorio es comprometer a quien lo usa a cierta línea de


acción. Por ejemplo:

prometo pacto contrato


me comprometo me obligo doy mi palabra
estoy determinado tengo la intención expreso mi intención
significo proyecto tengo el propósito
me propongo lo haré contemplo
tengo en vista me empeño juro
garantizo aseguro que apuesto
hago voto (de pobreza) estoy de acuerdo consiento
me consagro a me pronuncio por tomo partido por
adopto defiendo abrazo (una causa)
adhiero me opongo apoyo
450

Las declaraciones de intención difieren de los compromisos, y podría cuestionarse


si cabe incluirlos en la misma clase. Tal como distinguimos entre instar y ordenar, así
distinguimos entre tener la intención y prometer. Pero ambos casos están
comprendidos por el realizativo primario “lo haré”; tenemos así las locuciones
“probablemente lo haré”, “haré todo lo que pueda”, y “prometo que probablemente
lo haré”.

Hay también un deslizamiento hacia los “descriptivos”. En un caso extremo puedo,


simplemente, enunciar que tengo una intención, pero también puedo declarar o
expresar o anunciar mi intención o determinación. “Expreso mi intención”
indudablemente me compromete; y decir “tengo la intención” equivale generalmente
a declararla o a anunciarla. Lo mismo ocurre con las adhesiones, como, por ejemplo,
en “consagro mi vida a”. En el caso de los compromisorios como “apoyo”, “me
opongo”, “adopto el punto de vista”, y “abrazo”, uno no puede, en general, enunciar
que apoya, se opone, etc., sin anunciar que lo hace. Decir “apoyo a X”, según el
contexto, puede ser votar por X, adherir a X, o aplaudir a X.

Comparación con los judicativos

Los judicativos nos comprometen a acciones de dos maneras:

a) nos comprometen a realizar aquellas acciones necesarias para sostener nuestro


veredicto y ser coherentes con él;
b) nos comprometen a realizar aquellas acciones que pueden ser consecuencias
de un veredicto o estar supuestas por éstas.

Comparación con los ejercitativos


451

Los ejercitativos nos comprometen a las consecuencias de un acto, así ocurre, por
ejemplo, al poner un nombre. En el caso especial de los permisivos cabría preguntar
si deben ser clasificados como ejercitativos o como compromisorios.

Comparación con los comportativos

Reacciones del tipo de declararse ofendido, aplaudir y elogiar suponen adherir y


comprometerse, de la misma manera que lo suponen aconsejar y elegir. Pero los
comportativos nos comprometen a una conducta semejante, por implicación, y no a
esa conducta efectiva. Así, si censuro, adopto una actitud hacia la conducta de
alguien, pero sólo puedo comprometerme a no hacer algo semejante.

Comparación con los expositivos

Jurar, prometer, y garantizar que algo es el caso, funcionan como expositivos.


Llamar, definir, analizar y suponer forman un grupo, y apoyar, estar de acuerdo,
estar en desacuerdo, sostener y defender, forman otro grupo de ilocuciones, que
parecen ser al mismo tiempo expositivas y compromisorias.

3. COMPORTATIVOS

Los comportativos incluyen la idea de reacción frente a la conducta y fortuna de los


demás, y las de actitudes y expresiones de actitudes frente a la conducta pasada o
inminente del prójimo. Existen conexiones obvias con enunciar y describir cuáles son
nuestros sentimientos, y también con expresarlos, en el sentido de darles escape,
aunque los comportativos son distintos de estas dos cosas.

Pongamos los siguientes ejemplos:


452

1. Para pedir disculpas tenemos “pido disculpas”.


2. Para agradecer tenemos “agradezco”.
3. Para expresar solidaridad tenemos “deploro”, “me compadezco”, “me conduelo”,
“me congratulo”, “felicito”, “simpatizo”.
4. Para actitudes tenemos “me declaro ofendido”, “no me importa”, “rindo
tributo”, “critico”, “me quejo”, “me agravio”, “aplaudo”, “paso por alto”,
“elogio”, “lamento” y los usos no ejercitativos de “censuro”, o “culpo”,
“apruebo” y “apoyo”.
5. Para saludar tenernos “doy la bienvenida”, “te deseo buena suerte”.
6. Para deseos tenemos, “te bendigo”, “te maldigo”, “brindo por”, y “te deseo” (en
su uso estrictamente realizativo).
7. Para desafíos tenemos, “reto”, “desafío”, “invito” (v. gr.: a polemizar sobre un
tema).

En el campo de los comportativos, además del riesgo usual de infortunios, hay


oportunidades especiales para la insinceridad.

Hay conexiones obvias con los compromisorios, porque elogiar o apoyar es a la vez
reaccionar frente a la conducta ajena y comprometerse a una línea de conducta. Hay
también una conexión estrecha con los ejercitativos, porque aprobar puede ser un
ejercicio de autoridad o una reacción frente a la conducta de otro. Otros ejemplos
marginales son “recomiendo”, “paso por alto”, “protesto”, “suplico”, y “desafío”.

5. EXPOSITIVOS

Los expositivos se usan en los actos de exposición que suponen expresar opiniones,
conducir debates, y clarificar usos y referencias. Hemos dicho varias veces que
453

podemos discutir si estos no son al mismo tiempo actos judicativos, ejercitativos,


comportativos o compromisorios. Podemos discutir también si no son lisas y llanas
descripciones de nuestros sentimientos, prácticas, etc., a veces, de manera especial, en
relación con situaciones en las que se trata de adecuar la acción a la palabra, como
cuando digo “paso ahora a ocuparme de”, “cito”, “recapitulo”, ”repito que”,
“menciono que”.

Los siguientes pueden considerarse como ejemplos de judicativos: “analizo”,


“clasifico”, “interpreto”, que suponen el ejercicio de juicio. Hay otros que pueden
considerarse ejemplos de ejercitativos: “concedo”, “insto”, “insisto”, que suponen el
ejercicio de influencia o de potestades. Los siguientes pueden ser considerados
ejemplos de compromisorios: “defino”, “concuerdo”, “acepto”, “sostengo”, “apoyo”,
“juro”, que suponen asumir una obligación. Hay otros que pueden considerarse
ejemplos de comportativos: “me allano”, “desisto”, que suponen adoptar una actitud o
expresar un sentimiento.

Presentaré algunas listas para indicar la extensión del campo. Los ejemplos
centrales son aquellos como “enuncio”, “afirmo”, “niego”, “destaco”,
“ejemplifico”, “respondo”. Un gran número, tales como “pregunto”, “interrogo”,
“niego”, etc., parecen referirse naturalmente al intercambio propio de una
conversación. Pero no es necesario que sea así, y, por supuesto todos hacen referencia
a una comunicación.

La siguiente es una lista de expositivos390:

1. afirmo
niego
enuncio
describo
clasifico

390
Se conserva aquí el esquema y la numeración de Austin. El significado general de la agrupación es
obvio, pero no hay una clave precisa en las notas. Los signos de duda son de Austin. J.O.U.
454

identifico
2. observo
menciono
¿interrumpo?
3. informo
aviso
digo
respondo
replico
3.a pregunto
4. testifico
refiero
juro
conjeturo
¿dudo?
¿sé?
¿creo?
5. acepto
concedo
retiro
concuerdo
me allano a
objeto
adhiero a
reconozco
repudio
5ª. corrijo
reviso
6. postulo
deduzco
arguyo
omito (deliberadamente)
¿destaco?
7. comienzo por
paso a
concluyo con
7a. interpreto
distingo
analizo
defino
7b. ejemplifico
explico
formulo
7c. significo
me refiero
455

llamo
entiendo
considero como

Para resumir, podemos decir que usar el judicativo es enjuiciar; usar el ejercitativo,
es ejercer una influencia o una potestad, usar el compromisorio, es asumir una
obligación o declarar una intención; usar el comportativo es adoptar una actitud; y
usar el expositivo es clarificar razones, argumentos y comunicaciones.

Como suele ocurrir, me ha quedado poco tiempo para expresar por qué lo que he
dicho es interesante. Me limitaré a poner un ejemplo. Desde hace mucho los filósofos
se han venido ocupando de la palabra “bueno” y, en tiempos recientes, han adoptado
la actitud de examinar cómo la usamos, y para qué la usamos. Se ha sugerido, por
ejemplo, que la usamos para expresar aprobación, para elogiar, o para calificar. Pero
no llegaremos realmente a lograr claridad acerca de “bueno”, ni pondremos en claro
para qué usamos esta palabra, mientras no dispongamos idealmente de una lista
completa de aquellos actos ilocucionarios de los cuales elogiar, calificar, etc., son
ejemplares aislados. Esto es, mientras no sepamos cuántos actos de esos hay, y cuáles
son sus relaciones recíprocas e interconexiones. Aquí tenemos, pues, un ejemplo de
una aplicación posible del tipo de teoría general que hemos estado considerando. Sin
duda que hay otros. Deliberadamente no he querido complicar la teoría general con
problemas filosóficos (algunos de los cuales son tan complejos que casi merecen la
celebridad de que gozan). No se piense que no soy consciente de ellos. Escuchar y
digerir esto tiene que haber sido, por cierto, bastante aburrido y árido; aunque no
tanto como pensarlo y escribirlo. Lo divertido está en comenzar a aplicarlo a la
filosofía.

En estas conferencias he estado haciendo dos cosas que realmente no me gustan.


Ellas son:
456

1) presentar un programa, esto es, decir qué es lo que hay que hacer en lugar
de hacer algo;
2) dar conferencias.

Sin embargo, en relación con 1), me agradaría mucho pensar que, en alguna
medida, más que proclamar un manifiesto individual he estado mostrando cómo han
comenzado ya a verse las cosas y cómo se las está viendo, con creciente impulso, en
algunas áreas de la filosofía. Con respecto a 2), ciertamente quisiera decir que para mí
no podría haber un lugar mejor para dar conferencias que Harvard.


J. R. Searle

ACTOS DE HABLA: ENSAYO DE FILOSOFÍA DEL


LENGUAJE391

Capítulo I.

391
Searle, J. R. Actos de habla: Ensayo de filosofía del lenguaje. Ediciones Cátedra, S.A. Madrid
1980. Traducción al español: Luís M. Valdés Villanueva
457

1.1 La filosofía del lenguaje

¿Cómo se relacionan las palabras con el mundo? ¿Cómo es posible que cuando un
hablante está frente a un oyente y emite una secuencia acústica ocurran cosas tan
destacables como: el hablante quiere decir algo: el oyente comprende lo que se quiere
decir; el hablante hace un enunciado, plantea una pregunta o da una orden? ¿Cómo es
posible que cuando digo Juan se fue a casa, que después de todo es, en algún sentido,
una sarta de ruidos, lo que quiero decir es: Juan se fue a casa? Cuál es la diferencia
entre decir algo queriendo decirlo significativamente y decirlo no queriendo decirlo
significativamente? ¿Y qué es lo que está incluido en querer decir significativamente
una cosa particular y no ninguna otra cosa? Por ejemplo, ¿Cómo es que cuando la
gente dice: Juan se fue a casa casi siempre se quiere decir que Juan se fue a casa y
no, pongamos por caso, que Pérez se fue a una fiesta, o que Díaz se emborrachó? ¿Y
cuál es la relación entre lo que quiero decir cuando digo algo y lo que esto significa,
independientemente de que alguien lo diga? ¿Cómo representan las palabras las
cosas? ¿Cuál es la diferencia entre una sarta significativa de palabras y otra no
significativa? ¿Qué es para algo ser verdadero?, ¿o ser falso?
Tales preguntas forman el tema de la filosofía del lenguaje. No debemos suponer
tan siquiera que, en las versiones que he enunciado, tengan sentido: Sin embargo, de
una forma u otra tales preguntas deben tener sentido, pues sabemos que las personas
se comunican; que algunas veces dicen cosas queriendo decir significativamente lo
que dicen; que, al menos en ocasiones, se leas entiende; que plantean preguntas, dan
órdenes, hacen promesas y piden disculpas; que sus emisiones se relacionan con el
mundo de una manera que podemos describir caracterizando las emisiones como
verdaderas, falsas, no significativas, estúpidas, exageradas o cosas por el estilo. Y si
esas cosas suceden se sigue que les es posible suceder, y, si les es posible suceder,
debe ser posible plantear y dar respuesta a las preguntas que examinan esa
posibilidad.
Distingo entre filosofía del lenguaje y filosofía lingüística. La filosofía lingüística
es un intento de resolver problemas filosóficos particulares atendiendo al uso de
458

palabras particulares o elementos de un lenguaje particular.392 La filosofía del


lenguaje es un intento por proporcionar descripciones filosóficamente iluminadoras
de ciertas características generales del lenguaje, tales como la referencia, la verdad, el
significado y la necesidad, y solamente se preocupa de pasada por elementos
particulares; sin embargo, su método de investigación, empírico y racional más que a
priori y especulativo, obliga naturalmente a prestar atención estricta a los hechos de
los lenguajes naturales efectivos.
La filosofía lingüística es primariamente el nombre de un método; y la filosofía del
lenguaje es el nombre de un tema. Aunque emplearé algunas veces los métodos de la
filosofía lingüística, este libro es un ensayo de filosofía del lenguaje, no de filosofía
lingüística.
No es tampoco un ensayo de Lingüística. La Lingüística intenta describir las
estructuras fácticas –fonológicas, sintácticas y semánticas- de los lenguajes naturales.
Los ‘datos’ de la filosofía del lenguaje vienen usualmente de los lenguajes naturales
humanos, pero muchas veces de las conclusiones sobre, por ejemplo, lo que es
verdadero o ser un enunciado o una promesa, si son válidas deben poder aplicarse a
cualquier lenguaje posible capaz de producir verdades, encunados o promesas. En
este sentido, este ensayo no trata en general sobre los lenguajes: francés, inglés o
swahili, sino sobre el lenguaje.

1.4 ¿Por qué estudiar los actos de habla?


… Así pues, en nuestra era de metodologías extremadamente sofisticadas, la
metodología de este libro debe parecer ingenuamente simple. Yo soy hablante nativo
de un lenguaje. Deseo ofrecer ciertas caracterizaciones y explicaciones de mi uso de
elementos de ese lenguaje. La hipótesis a partir de la cual procedo consiste en que mi
uso de los elementos lingüística está controlado por ciertas reglas. Por lo tanto,

392
En la traducción se usa el término lenguaje para designar lo que nosotros consideramos como
lengua. Es necesario tener en cuenta que en inglés solo existe un término polisemémico: language para
nominar tanto el lenguaje en general, como las lenguas particulares (inglés, alemán, ruso, español,
francés, etc.) Creemos conveniente hacer un uso diferenciado de los términos dado que en castellano
es posible diferenciar el lenguaje de las lenguas (A. Curbeira)
459

ofreceré caracterizaciones lingüísticas y a continuación, explicaré los datos


contenidos en esas caracterizaciones formulando las reglas subyacentes.
Este método, como he venido subrayando, deposita una fuerte confianza en las
intuiciones del hablante nativo. Pero todo lo que he leído sobre filosofía del lenguaje,
incluso las obras de los autores más conductistas y empiristas, se apoya igualmente
sobre las intuiciones del hablante. Verdaderamente resulta difícil ver como podría ser
de otra manera, puesto que una exigencia seria de que justifique mis intuiciones de
que soltero significa ‘hombre no casado’, si es consistente debería incluir también la
exigencia de que justifique mi intuición de que una ocurrencia dada de soltero
significa lo mismo que otra ocurrencia de soltero. Tales intuiciones pueden,
efectivamente, justificarse, pero solamente replegándose sobre otras intuiciones.393

He dicho en la sección anterior que sostengo la hipótesis de que hablar un lenguaje


es tomar parte en una forma de conducta gobernada por reglas. No he intentado
probar esa hipótesis; más bien la he ofrecido al explicar el hecho de que es posible el
tipo de conocimiento expresado en las caracterizaciones lingüísticas. En un sentido,
todo este libro podría interpretarse como un intento de explorar, de extraer, algunas se
sus implicaciones y, de ese modo, probar la hipótesis. Este procedimiento no tiene
nada de circular, puesto que estoy usando la hipótesis del lenguaje como conducta
intencional gobernada por reglas para explicar la posibilidad de, no con vistas a,
proporcionar evidencia para las caracterizaciones lingüísticas. La forma que tomará
este hipótesis es que hablar un lenguaje consiste en realizar actos de habla, actos tales
como hacer enunciados, dar órdenes, plantear preguntas, hacer promesas y así
sucesivamente, y más abstractamente, actos tales como referir y predicar, y, en
segundo lugar, que esos actos son en general posibles gracias a, y se realizan de
acuerdo con, ciertas reglas para el uso de los elementos lingüísticos.

393
Nos pareció importante incluir estos dos párrafos del epígrafe 1.3 para una mejor comprensión del
contenido del epígrafe 1.4 que le sigue. (A. Curbeira)
460

La razón para concentrarse en el estudio de los actos de habla es, simplemente, esta:
toda la comunicación lingüística incluye actos lingüísticos. La unidad de la
comunicación lingüística no es, como se ha supuesto generalmente, el símbolo,
palabra, oración, ni tan siquiera la instancia del símbolo, palabra u oración al realizar
el acto de habla. Considerar una instancia como un mensaje es considerarla como una
instancia producida o emitida. Más precisamente, la producción o emisión de una
oración instancia bajo ciertas condiciones constituye un acto de habla y los actos de
habla (de ciertos géneros que se explicarán más adelante) son las unidades básicas o
mínimas de la comunicación lingüística. Una manera de llegar a este punto consiste
en preguntarse a uno mismo: ¿cuál es la diferencia entre contemplar un objeto como
una instancia de comunicación lingüística y no contemplarlo así? Una diferencia
crucial es la siguiente. Cunado considero un ruido o un marca hecha sobre un trozo de
papel como una instancia de comunicación lingüística, como un mensaje, una de las
cosas que debo suponer es que el ruido op la marca fueron producidos por un ser o
unos seres más o menos semejantes a mí mismo y que fueron producidos con ciertas
clases de intenciones. Si considero el ruido o la marca como un fenómeno natural
semejante al murmullo del viento entre los árboles, o una mancha del papel, los
excluyo de la clase de comunicación lingüística, incluso si el ruido o la marca no
pueden distinguirse de palabras habladas o escritas. Además, no solamente debo
suponer que el ruido o la marca han sido producidos como resultado de conducta
intencional, sino que debo también suponer que las intenciones son de un género muy
especial que es peculiar a los actos de habla. Por ejemplo, sería posible comunicarse
colocando muebles de cierta manera. La actitud que una persona tendría hacia tal
ordenación de muebles, si la ‘comprende’, sería completamente diferente de la actitud
que tengo hacia, digamos, la ordenación de los muebles de esta habitación, incluso si
en ambos casos pudiera considerar la ordenación como el resultado de conducta
intencional. Solamente ciertos géneros de intenciones son adecuados para la conducta
que denomino actos de habla. (Estos géneros de intenciones serán examinados en el
capítulo 2)
461

Podría objetarse a este enfoque que un estudio semejante trata solamente del punto
de intersección de una teoría del lenguaje y una teoría de la acción. Pero mi réplica a
esto sería que si mi concepción del lenguaje es correcta, una teoría del lenguaje forma
parte de una de una teoría de la acción, simplemente porque hablar un lenguaje es una
forma de conducta gobernada por reglas. Ahora bien, si está gobernada por reglas,
tiene características formales que admiten un estudio independiente. Pero un estudio
de esas características puramente formales, sin estudiar su papel en los actos de habla,
sería semejante a un estudio formal de los sistemas monetarios y crediticios de las
economías sin estudiar el papel de la moneda y el crédito en las transacciones
económicas. Pueden decirse muchas cosas estudiando el lenguaje sin estudiar los
actos de habla, pero cualquier teoría puramente formal de este tipo es necesariamente
incompleta. Sería lo mismo que estudiar el béisbol solamente como sistema formal de
reglas y no como juego.
Podría parecer aún que mi enfoque es simplemente, en términos saussurianos, un
estudio de la parole más bien que de la langue. Estoy argumentando, sin embargo,
que un estudio adecuado de los actos de habla es un estudio de la langue. Hay una
razón importante por la cual esto es verdad, razón que va más allá de que la
comunicación incluye necesariamente actos de habla. Considero que es una verdad
analítica sobre el lenguaje que cualquier cosa que quiera ser dicha puede ser dicha.
Un lenguaje dado puede no tener una sintaxis o un vocabulario lo suficientemente
ricos para que en ese lenguaje yo diga lo que quiero decir, pero no existen barreras en
principio para complementar un lenguaje insuficiente o para decir lo que quiero decir
en uno más rico.
No hay, por lo tanto, dos estudios semánticos distintos e irreductibles: por un lado
un estudio de los significados de oraciones y por otro un estudios de las realizaciones
de los actos de habla. Pues de la misma manera que forma parte de nuestra noción de
significado de una oración el de una emisión literal de esa oración con ese significado
en un cierto contexto constituya la realización de un acto de habla particular, así
también forma parte de nuestra noción de acto de habla el que exista una oración (u
462

oraciones) posibles, la emisión de las cuales, en cierto contexto, constituirá en virtud


de su (o sus) significado(s) una realización de ese acto de habla.
El acto o actos de habla realizados al emitir una oración son, en general, una
función del significado de una oración. El significado de una oración no determina de
manera singularizadota en todos los casos qué acto de habla se realiza en una emisión
dada de esa oración, puesto que un hablante puede querer decir más de lo que
efectivamente dice, pero a él le es siempre posible en principio decir exactamente lo
que quiere decir. Por lo tanto, resulta posible en principio que todo acto de habla que
se realice o pueda realizarse esté determinado de manera singularizadora por una
oración dada (o conjunto de oraciones), dadas las suposiciones de que el hablante está
hablando literalmente y que el contexto es apropiado. Por estas razones un estudio del
significado de las oraciones no es distinto en principio de un estudio de los actos de
habla. Propiamente interpretados son el mismo estudio. Puesto que cada oración
significativa puede ser usada, en virtud de su significado, para realizar un acto de
habla particular (o rango de actos de habla), y puesto que a todo a todo posible acto
de habla puede dársele en principio una formulación exacta en una oración u
oraciones (suponiendo un contexto de emisión apropiado), el estudio de los
significados de las oraciones y el estudio de los actos de habla no son dos estudios
independientes, sino un estudio desde dos puntos diferentes de vista.
Es posible distinguir, al menos, dos tendencias en los trabajos contemporáneos de
filosofía del lenguaje: una que se concentra en el uso de las expresiones en las
situaciones del habla y otra que se concentra en el significado de las oraciones. Los
que practican estos dos enfoques hablan a menudo como si estos fuesen
inconsistentes, y el hecho de que históricamente hayan sido asociados con puntos de
vista inconsistentes sobre el significado, proporciona, por lo menos, algún apoyo al
punto de vista según el cual son inconsistentes. Así, por ejemplo, las primeras obras
de Wittgenstein, que se alinean a la segunda tendencia, contienen puntos de vista
sobre el significado que son rechazados en sus últimas obras, que se alinean en la
primera tendencia. Pero aunque históricamente ha habido marcados desacuerdos entre
los que practican estos dos enfoques, es importante darse cuenta de que los dos
463

enfoques, interpretados no como teorías, sino como enfoques para la investigación,


son complementarios y no competitivos. Una pregunta típica del segundo enfoque es
la siguiente: ¿Cómo determinan los significados de los elementos de una oración el
394
significado de la oración completa? . Una pregunta típica del primer enfoque es la
siguiente: ¿Cuáles son los diferentes géneros de actos de habla que los hablantes
395
realizan cuando emiten expresiones? . Las respuestas ambas preguntas son
necesarias para una filosofía del lenguaje completa y, más importante aún, ambas
preguntas están necesariamente relacionadas. Están relacionadas porque para todo
posible acto de habla existe una posible oración o conjunto de oraciones cuya emisión
literal en un contexto particular constituirá la realización de ese acto de habla.

Capítulo II
Expresiones, significado y actos de habla.

La hipótesis de este libro es, entonces, que hablar un lenguaje es participar en una
forma de conducta gobernada por reglas. Dicho más brevemente: hablar consiste en
realizar actos conforme a reglas. Para apoyar esta hipótesis y explicar el habla,
enunciaré algunas de las reglas de acuerdo con las cuales hablamos. El procedimiento
que voy a seguir consiste en enunciar un conjunto de condiciones necesarias y
suficientes para la realización de géneros particulares de actos de habla y, a
continuación, extraer de esas condiciones conjuntos de reglas semánticas para el uso
de los dispositivos lingüísticos que caracterizan las emisiones como actos de habla de
esos géneros. Es esta una tarea más importante de lo que quizás parezca, y este
capítulo estará dedicado a preparar el terreno para llevarla a cabo, introduciendo
distinciones entre géneros diferentes de actos de habla y discutiendo las nociones de
proposiciones, reglas, significado y hechos.

394
Cfr. J. Katz. The Philosophy of Language. Nueva York; versión castellana La Filosofía del
Lenguaje, Madrid, Ediciones Martínez Roca, 1971.
395
Cfr. J. L. Austin. How to Do Things with Words. Oxford, 1962, versión castellana, Palabras y
acciones. Buenos Aires, Paidós, 1971
464

2.1 Expresiones y géneros de actos de habla.

Comencemos esta fase de nuestra investigación haciendo algunas distinciones, que


se nos sugieren a sí mismas tan pronto como comenzamos a reflexionar sobre
situaciones de habla simples. (La simplicidad de las oraciones de nuestros ejemplos
no irá en detrimento de la generalidad de las distinciones que intentamos hacer).
Imaginémonos un hablante y un oyente y supongamos que en circunstancias
apropiadas el hablante emite una de las oraciones siguientes:

1. Juan fuma habitualmente.


2. ¿Fuma Juan habitualmente?
3. ¡Juan, fuma habitualmente!
4. ¡Pluguiese al cielo que Juan fumara habitualmente!

Preguntémonos ahora cómo podríamos caracterizar o describir la emisión por parte


del hablante de una de esas oraciones. ¿Qué diríamos que está haciendo el hablante
cuando emite una de esas oraciones?
Una cosa obvia: de cualquier persona que emite una de esas oraciones puede
decirse que ha emitido una oración formadas por palabras del lenguaje castellano.
Pero, claramente, esto es solamente el comienzo de una descripción, puesto que el
hablante, al emitir una de esas oraciones, está característicamente diciendo algo y no
meramente profiriendo palabras. Al emitir 1 un hablante está haciendo (lo que los
filósofos llaman) una aserción, en 2 está planteando una pregunta, en 3 está dando
una orden y en 4 (en una fórmula un tanto arcaica) está expresando un anhelo o
deseo. Y al realizar cada uno de esos cuatro actos diferentes el hablante realiza ciertos
actos que son comunes a los cuatro: al emitir cualquiera de esas oraciones el hablante
se refiere a, menciona o designa un cierto objeto, a saber: Juan, y predica la expresión
“fuma habitualmente” (o una de las formas de su conjugación) del objeto referido. De
este modo, diremos que en la emisión de las cuatro la referencia y la predicación son
las mismas, aunque, en cada caso, aparezca la misma referencia y predicación como
465

parte de un acto de habla completo que es diferente de los otros tres. Así separamos
las nociones de referir y predicar de las nociones de actos de habla completos, tales
como aseverar, preguntar, ordenar, etc. La justificación de esa separación reside en el
hecho de que puede aparecer lamisca referencia y predicación al realizar diferentes
actos de habla completos. Austin bautizó a estos actos de habla completos con el
nombre de “actos ilocucionarios”, y de ahora en lo adelante emplearé esta
terminología.396 Algunos de los verbos castellanos que denotan actos ilocucionarios
son: enunciar, describir, aseverar, aconsejar, observar, comentar, mandar, ordenar,
pedir, criticar, pedir disculpas, censurar, aprobar, dar la bienvenida, prometer,
objetar, solicitar y argumentar. Austin afirmó que existían en inglés más de un millar
de expresiones de este tipo.397
El primer resultado de nuestras reflexiones preliminares es, entonces, que al
eliminar cualquiera de las cuatro oraciones del ejemplo, un hablante está realzando
característicamente, al menos, tres géneros distintos de actos : a) La emisión de
palabras (morfemas, oraciones); b) Referir y predicar; c) Enunciar, preguntar, mandar,
prometer, etc.
Asignemos ahora nombres a estos actos bajo la rúbrica general de actos de habla:
a) Emitir palabras (morfemas, oraciones) = realizar actos de emisión.
b) Referir y predicar = realizar actos proposicionales.
c) Enunciar, preguntar, mandar, prometer, etc. = realizar actos ilocucionarios.
No estoy diciendo, desde luego, que estos actos sean cosas separadas que los
hablantes hacen, como por azar, simultáneamente, sino más bien que al realizar un
acto ilocucionario se realizan característicamente actos proposicionales y actos de
emisión. Tampoco debe pensarse que los actos proposicionales y actos de emisión
son a los actos ilocucionarios lo que comprar un billete y subir a un tren es a hacer un
viaje en ferrocarril. No son medios para fines: más bien, los actos de emisión son a

396
J. L. Austin. How to Do Things with Words. Oxford, 1962. Empleo la expresión “acto ilocucionario”
con algún recelo, puesto que no acepto la distinción austiana entre actos locucionarios e
ilocucionarios. J. R. Searle. Austin on Locutionary and Illocutionary Acts. Philosophical Review, vol.
LXXVIII, Num. 4, octubre, 1968
397
Austin, op. cit. pág. 149.
466

los actos proposicionales e ilocucionarios lo que, por ejemplo, hacer una X en una
paleta de voto es al hecho de votar.
La razón para abstraer cada uno de estos géneros consiste en que los ‘criterios de
identidad’ son diferentes en cada caso. Ya hemos visto que los actos proposicionales
pueden ser comunes a diferentes actos ilocucionarios, y es obvio que se puede
realizar un acto de emisión sin realizar en absoluto un acto proposicional o un acto
ilocucionario. (Se pueden emitir palabras sin decir nada) Y similarmente, si
consideramos la emisión de una oración del tipo:

5. El señor Juan es un asiduo fumador de tabaco

Podemos ver razones para decir que un hablante que emitiese esta oración en
ciertos contextos, estaría realizando el mismo acto proposicional que en 1, 4 (la
referencia y la predicación serían las mismas), el mismo acto ilocucionario que en 1
(se hace el mismo enunciado o aserción), pero un acto de emisión diferente de
cualquiera de los cuatro primeros, puesto que se emite una oración diferente que no
contiene ninguna de las mismas palabras, y solamente alguno de los mismos fonemas.
Entonces, al realizar actos de emisión diferentes, un hablante puede realizar los
mismos actos proposicionales e ilocucionarios. Desde luego, tampoco es necesario
que la realización del mismo acto de emisión por parte de dos hablantes deferentes, o
por el mismo hablante en ocasiones diferentes, sea una realización de los mismos
actos proposicionales e ilocucionarios: la misma oración puede, por ejemplo, usarse
para hacer dos enunciados diferentes. Los actos de emisión consisten simplemente en
emitir secuencias de palabras. Los actos ilocucionarios y proposicionales consisten
característicamente en emitir palabras dentro de oraciones, en ciertos contextos, bajo
ciertas condiciones y con ciertas intenciones, como veremos más adelante.
Hasta aquí no he hecho otras afirmaciones a favor de dividir las cosas de esta
manera que la de que es una manera permisible de dividirlas por vaga que resulte. En
particular, no afirmo que esta sea la única manera de dividir las cosas. Por ejemplo,
para ciertos propósitos podría desearse desgajar lo que he denominado actos de
467

emisión en actos fonémicos, actos morfémicos, etc. Y desde luego, para la mayor
parte de los propósitos de la ciencia lingüística, no es necesario hablar de actos en
absoluto. Se puede discutir solamente de fonemas, morfemas, oraciones, etc.
A estas tres nociones quiero ahora añadir la noción de acto perlocucionario.
Correlativamente a la noción de actos ilocucionarios está la nación de las
consecuencias o efectos que tales actos tienen sobre las acciones, el pensamiento o
creencias, etc., de los oyentes. Por ejemplo, mediante la argumentación yo puedo
persuadir o convencer a alguien, al aconsejarle puedo asustarle o alarmarle, al hacer
una petición puedo lograr que él haga algo, al informarle puedo convencerle,
(instruirle, elevarle –espiritualmente–, inspirarle, lograr que se de cuenta). Las
expresiones en cursiva denotan los actos perlocucionarios.
Correlativamente a la noción de actos proposicionales y actos ilocucionarios,
respectivamente, existen ciertos géneros de expresiones que se emiten al realizarlos:
la forma gramatical característica del acto ilocucionario es la oración completa (puede
ser una oración que conste de una sola palabra), y las formas gramaticales
características de los actos proposicionales son partes de oraciones: predicados
gramaticales para el acto de la predicación, y nombres propios, pronombres y otras
ciertas clases de frases nominales para la referencia. Los actos proposicionales no
pueden ocurrir solos; esto es, no pueden referir sin más, sin hacer una aserción,
plantear una pregunta o realizar cualquier otro acto ilocucionario. El correlato
lingüístico de esta observación reside en el hecho de que las oraciones, no las
palabras, se usan para decir cosas. Eso es también lo que Frege quiere decir cuando
afirma que sólo en el contexto de una oración tienen referencia las palabras; Nur in
Zusamenhang eines Satzes bedeuten die Wörter etwas.398 Lo mismo sucede en mi
terminología. Solamente se hace referencia como parte de la realización de un acto
ilocucionario, y el ropaje gramatical de un acto ilocucionario es la oración completa.
La emisión de una expresión referencial solamente cuenta como referencial si se doce
algo mediante ella.

398
G. Grege. Die Gundlagen der Aritmetik. Breslau, 1884, pág. 73. Versión castellana, Los
fundamentos de la aritmética. Barcelona, Laia, 1972
468

El paralelo entre géneros de expresiones y actos proposicionales no es, desde luego,


exacto. Si digo, por ejemplo, él me dejó en la estacada, no me estoy refiriendo a
ninguna estacada particular en la cual yo haya sido dejado, aunque las frases de la
forma el tal y tal sean característicamente expresiones referenciales.


J. R. Searle

TAXONOMÍA DE LOS ACTOS ILOCUCIONARIOS399

399
Título del original: A Taxonomy of Illocutionary Acts. Cambridge: C.U.P. 1969. Publicado también
bajo el título: Classification of Illocutionary Acts. Traducción del inglés de † Leandro Caballero y †
Raúl Aragüés, profesores de la Facultad de Lenguas extranjeras de la Universidad de la Habana.
469

I. El primer propósito de este trabajo es desarrollar una clasificación razonada de los


actos ilocucionarios, dentro de ciertas categorías básicas o tipos. Es necesario
responder a la siguiente pregunta: ¿Cuántos actos ilocucionarios hay?

Todo intento de desarrollar una taxonomía debe tener en cuenta la clasificación de


Austin de los actos ilocucionarios y sus cinco categorías básicas: de dictamen, de
ejecución, de compromiso, de exposición y de comportamiento. El segundo
propósito de este trabajo es establecer hasta qué punto la clasificación propuesta
por Austin es adecuada y en qué medida es inadecuada. Además, ya que las
diferencias semánticas básicas parecen tener consecuencias sintácticas, un tercer
propósito de este trabajo es mostrar cómo estos tipos ilocucionarios diferentes de
realizan en el sistema de un lengua natural como el inglés.

A partir de aquí, voy a presuponer que el lector está familiarizado con las ideas
fundamentales expuestas en trabajos tales como los siguientes: Cómo hacer cosas
con palabras, de Austin; Los actos del habla y Austin sobre los actos
locucionario e ilocucionarios, de Searle. Voy a sobrentender que los lectores son
capaces de diferenciar la fuerza ilocucionaria de un enunciado y su contenido
proposicional, lo que representamos del siguiente modo: F (p). Y

El objetivo de este trabajo consiste en clasificar los distintos tipos de F.

II. Diversos tipos de diferencias entre distintos tipos de actos ilocucionarios.


Cualquier esfuerzo de esta índole presupone la existencia de un criterio para
distinguir un tipo de acto de otro. ¿Cuáles son criterios que nos permiten considerar
que, de tres enunciados formulados, uno puede ser catalogado de información, otro
como predicción y el tercero como promesa?

Para desarrollar una clasificación de carácter más general debemos primero conocer
el modo en que los géneros de promesas, predicciones e informes se distinguen unos
470

de otros. Cunado intentamos dar respuesta a esta pregunta, descubrimos que existen
varios principios de distinción esencialmente diferentes; es decir, diversas clases de
diferencias que nos permiten afirmar que la fuerza de un enunciado se distingue de
otro enunciado. Por esta razón, la metáfora de la expresión “fuerza ilocucionaria” nos
lleva al error, ya que sugiere que diferentes fuerzas ilocucionarias ocupan distintas
posiciones en una continuidad simple de las fuerzas. Lo que realmente sucede es que
hay variad continuidades (continua) de fuerzas específicas que se entrecruzan. Una
causa de confusión relacionada con lo anterior es que somos propensos a confundir
los verbos ilocucionarios con los tipos de actos ilocucionarios. Somos propensos, por
ejemplo, a pensar que donde nos encontramos con dos verbos ilocucionarios que no
son sinónimos, estos deben distinguir, necesariamente dos tipos de actos
ilocucionarios. Más adelante trataré de trazar una clara distinción entre verbos
ilocucionarios y actos ilocucionarios. Las ilocuciones son parte del lenguaje opuestas
a las lenguas particulares, mientras que los verbos ilocucionarios son siempre parte
de una lengua particular: francés, alemán, inglés o cualquier otro.

Las diferencias entre los verbos ilocucionarios son una buena guía, pero, bajo ningún
concepto, constituyen una guía con respecto a las diferencias entre un acto
ilocucionario y otro. Ahora las expondré sucintamente.

1. Diferencias en el propósito del acto o tipo de acto.

El propósito de una orden radica en que se trata de un intento de que el oyente


haga algo. En una descripción, el propósito radica en que esta es una
representación –verdadero o falsa, exacta o inexacta– de cómo son las cosas. El
propósito de una promesa estriba en que el hablante asume la obligación de hacer
algo. Tales diferencias corresponden a las condiciones esenciales establecidas en
mi análisis de los actos ilocucionarios en el libro Actos de habla. Estimo que estas
condiciones esenciales conforman la mejor base para crear una taxonomía, tal
como intentaré mostrar en este trabajo.
471

Es importante que el término propósito no implica, ni se deriva de él, que cada


acto ilocucionario tenga asociado, por definición, un intento de acto
perlocucionario. En muchos, quizás en la mayoría de los acto ilocucionarios más
importantes, no tiene lugar un intento perlocucionario esencial que se encuentre
asociado, por definición, con el verbos correspondiente. Por ejemplo, las
exposiciones y promesas no son –por definición- intentos de producir efectos
perlocucionarios en los oyentes.

En lo adelante, para referírnosla propósito de un tipo de ilocución hablaremos de


su punto ilocucionario. El punto ilocucionario es parte de la fuerza ilocucionaria,
pero no se puede identificar con esta.

El punto ilocucionario de una petición es el mismo que el de una orden, ya que


ambos constituyen un intento de lograr que los interlocutores hagan algo, pero las
fuerzas ilocucionrias son muy diferentes. Se puede decir que la noción de fuerza
ilocucionaria es la resultante de deferentes elementos entre los cuales el punto
ilocucionario es sólo uno de ellos, aunque –en mi opinión– el más importante.

2. Diferencia en la dirección de la concordancia entre las palabras y el


mundo.

Algunas ilocuciones tiene, como parte de su punto ilocucionario, la intención de


lograr que las palabras –más estrictamente su contenido proposicional–
concuerden con el mundo y otras se propone logra que el mundo concuerde con
las palabras. Las aserciones están en el primer grupo. Las promesas y las
peticiones están en el segundo. La mejor ilustración de esta distinción pertenece a
Miss. Anscombe. Supongamos que un hombre va al mercado con un listado de
productos que debe comprar por encargo de su esposa. En ese listado aparecen las
palabras: frijoles, mantequilla, tocino y pan. Supongamos que mientras él
472

selecciona los productos del listado le sigue un detective que va anotando todo lo
que selecciona el comprador. Cuando salen ambos de la tienda, tanto el detective
como el comprador tendrán listados idénticos, pero la función de ambas listas es
diferente. El propósito del listado del comprador es que el mundo concuerde con
las palabras, ya que se supone que el hombre ejecute sus acciones en
correspondencia con el contenido del listado. En el caso del detective, el
propósito del listado estriba en que las palabras concuerden con el mundo, pues
se supone que el detective haga concordar el contenido del listado con las
acciones del comprador.

Esto puede ser más ampliamente demostrado cuando tomamos en consideración


el papel del error en ambos casos. Si el detective al llegar a su casase percata de
que el comprador adquirió, en lugar de “tocino”, “lascas de cerdo”, borrará la
palabra “tocino” y escribirá en el listado el nuevo producto adquirido. Pero si el
comprador llega a su casa y su esposa le recrimina por haber comprado una cosa
por otra, no podrá rectificar el error escribiendo “lascas de cerdo” en lugar de
“tocino”. En estos ejemplos el listado proporciona el contenido proposicional de
la ilocución y la fuerza ilocucionaria determina el modo en que este contenido se
relaciona con el mundo. Propongo llamar esta diferencia como diferencia en la
dirección de la concordancia.

El listado del detective tiene una dirección reconcordancia palabra – mundo, tal
como ocurre en las exposiciones, descripciones, aserciones y explicaciones.

El listado del comprador tiene una dirección mundo – palabra tal como las
peticiones, órdenes, juramentos y promesas.

Vamos a representar la dirección de la concordancia palabra – mundo mediante


una flecha orientada hacia abajo ↓, y la dirección de concordancia mundo –
473

palabra con una flecha orientada hacia arriba ↑. La dirección de la concordancia


es siempre un resultado del punto ilocucionario.

Sería más elegante si construyéramos nuestra taxonomía de manera completa


sobre la base de una distinción de concordancia. Aunque esta distinción tendrá
una manifestación profusa en nuestra taxonomía, no me siento capaz de
convertirla en la base de todas las distinciones.

3. Diferencias en los estados psicológicos que son expresados.

Un hombre que declara, explica, asevera o demanda que p, expresa con ello la
creencia de que p. Un hombre que promete, jura, amenaza o se compromete con
A, expresa que tiene la intención de hacer A. Un hombre que ordena, dispone,
solicita que H haga A, expresa su deseo de que H haga A. Un hombre que se
disculpa por haber hecho A, expresa su pesar por haber hecho A. En general, al
ejecutar un acto ilocucionario con contenido proposicional, el hablante expresa
algunas actitudes, estados, etc. hacia el contenido proposicional. Observe que esto
ocurre incluso si el hablante no es sincero, es decir, si –en realidad– no tiene la
creencia, el deseo, la intención, el pesar o el placer que él expresa.

El hablante no necesariamente expresa en la propia ejecución del acto de habla


una creencia, un deseo, una intención, pesar o placer, sino que este hecho está
lingüísticamente marcado, debido a que es inaceptable, desde el punto de vista
lingüístico –aunque no sea contradictorio en sí mismo– unir el verbo realizativo
explícito a la negativa de tener el estado psicológico correspondiente. Así resulta
clara la imposibilidad de que alguien diga: Yo afirmo que p, pero no creo que p o
Yo prometo que p, pero no tengo la intención de hacer p. Observe que esto ocurre
solamente cuando estamos ante un acto realizativo en primera persona. Se puede
decir el afirma que p, aunque realmente no tiene la intención de hacerlo, etc. El
474

estado psicológico expresado en el acto ilocucionario es la condición de


sinceridad del acto, tal como analizamos en el capítulo tercero de Actos de habla.

Si intentáramos clasificar los actos ilocucionarios, basándonos totalmente en los


estados psicológicos expresándose manera diferente (diferencias de condición de
sinceridad), esto podría tomar demasiado tiempo. La creencia no se manifiesta
solamente en las aseveraciones, aserciones, observaciones, deducciones y
argumentos. La intención se expresa en promesas, amenazas, juramentos y
petición. El deseo o querer algo se realizarán mediante peticiones, solicitudes,
súplicas y demandas. El placer se expresa en pocas variantes, como son las
congratulaciones, felicitaciones, bienvenidas y algunas otras. Considero que estos
tres rasgos (dimensiones) son los más importantes, y construiré sobre ellos la
mayor parte de nuestra taxonomía. No obstante, existen algunos otros rasgos que
debemos señalar.

4. Diferencias en la fuerza con que se presenta el punto ilocucionario.

Las expresiones Yo sugiero que vayamos al cine y Yo insisto en que debemos ir al


cine tienen el mismo punto ilocucionario, pero se presentan con diferente fuerza.
Lo mismo ocurre con las expresiones Juro solemnemente haber robado el dinero
y presumo que Hill robó el dinero. Expresiones idénticas en su punto
ilocucionario pueden tener distintos grados de fuerza.

5. Diferencias en el estatus o posición del hablante y del interlocutor


relacionadas con el modo de relacionarse ese estatus con la fuerza
ilocucionaria.
Si un general le pide a un civil limpiar la habitación, esto puede parecer un
mandato. Si el civil le pide al general que este limpie la habitación, esto parecerá,
más bien, una sugerencia, proposición o petición, pero no una orden o mandato.
475

Este aspecto corresponde a algunas de las condiciones preparatorias contenidas en


mi análisis.

6. Diferencias en el modo en que el enunciado se vincula con los intereses del


hablante y su interlocutor.

Consideremos, por ejemplo, la diferencia entre vanagloriarse y lamentarse, por


una parte y entre las congratulaciones y las condolencias, por otra. En las dos
parejas se percibe la diferencia entre lo que interesa y lo que no interesa al
hablante y a su interlocutor, respectivamente. Este aspecto constituye otro tipo de
condición preparatoria, de acuerdo con el análisis realizado en Los actos de
habla.

7. Diferencias con relación al resto del discurso.

Algunas expresiones realizativas sirven para relacionar los enunciados con el


resto del discurso (así como con el contexto situacional). Considérense, por
ejemplo, expresiones tales como Le respondo, Deduzco, Tengo una objeción.
Tales expresiones sirven para relacionar unos enunciados con otros y con el
contexto situacional. Los rasgos que estas expresiones señalan permiten, sobre
todo, incluir tales enunciados en la clase de las aseveraciones. Como adición a la
simple enunciación de una proposición es posible formular una proposición
objetando lo que alguien ha dicho, respondiendo a algo expresado con
anterioridad, deduciéndolo de ciertas premisas evidentes, etc. Por estas razones,
tipos de expresiones como estas realizan, además de una proposición, una función
relacionante con el resto del discurso.

1. Diferencias en el contenido proposicional, determinadas por la fuerza


ilocucionaria en la función de indicar los medios de que se vale.
476

La diferencia, por ejemplo, entre un relato y una predicción estriba en que la


predicción necesariamente será sobre algo futuro, mientras que el relato se refiere
al pasado y al presente. Estas diferencias corresponden a las distinciones en las
condiciones del contenido proposicional explicadas en el libro Actos de habla.

9. Diferencias entre los actos que serán obligatoriamente actos del habla y
aquellos que pueden serlo, aunque no necesariamente.

Podemos clasificar las cosas, por ejemplo, diciendo solamente: Clasifico esto
como A y esto como B. Pero no necesariamente para clasificar las cosas habrá que
decir algo. Se puede, simplemente, echar unas cosas en la caja A y otras en la caja
B. Del mismo modo ocurre con los actos de cálculo, diagnóstico y conclusión.
Puedo calcular, diagnosticar y arribar a conclusiones cuando digo calculo,
diagnostico o concluyo. Pero hacer cálculos, diagnósticos y conclusiones no
implica obligatoriamente el decir algo. Podría simplemente pararme frente a un
edificio y calcular en silencio su altura. Puedo diagnosticar sin pronunciar palabra
que alguien padece de esquizofrenia o llegar a la conclusión de que el hombre que
está sentado a mi lado está totalmente borracho. En estos casos no es necesario
hablar.

10. Diferencias entre los actos que requieren para su realización la existencia
de instituciones y los actos que no las necesitan.

Hay un gran número de actos ilocucionarios que necesitan apoyarse en


instituciones extralingüísticas y, generalmente, en un estatus diferenciado para el
hablante y para el interlocutor dentro de tal institución para que el acto sea
realizado. Así para bendecir, excomulgar, bautizar, declarar culpable a alguien,
declara la guerra, declarar out al corredor en la base, etc. no es suficiente que un
hablante adulto le diga a un interlocutor Te bendigo, Te excomulgo, etc. Se
requiere que el hablante posea un estatus dado por cierta institución
477

extralingüística. Austin en ocasiones parece haber considerado que todos los


actos ilocucionarios son de este tipo, pero en realidad, no lo son. Para aseverar
que está lloviendo o prometer que iré a ver a alguien me basta con observar las
reglas del lenguaje y las instituciones extralingüísticas sobran. La característica de
ciertos actos de habla que consiste en requerir cierta institución extralingüística
debe ser diferenciada del rasgo 5, referido al requerimiento de que tanto el
hablante como el oyente ocupen determinada posición o se les haya conferido
cierto estatus. Las instituciones extralingüísticas confieren a menudo
determinado estatus relevante a la fuerza ilocucionaria, pero no todas las
diferencias de estatus de derivan de las instituciones. Por ejemplo, un ladrón
armado, en virtud de que está en posesión de un arma, puede no rogar, ni pedir, ni
implorar, sino simplemente ordenar a su víctima que levante las manos. El estatus
en este caso no se deriva de una institución, sino de la posesión de un arma.

11. Diferencias entre los actos en que el verbo ilocucionario correspondiente


tiene un uso realizativo y aquellos en que esto no ocurre.

La mayor parte de los verbos ilocucionarios tienen usos realizativos: aseverar,


prometer, ordenar, concluir. Pero no es posible realizar un acto que consista en
jactarse de algo o atemorizar a alguien diciendo: Así me jacto o por este medio te
aterrorizo. Está claro que no todos los verbos ilocucionarios son a la vez
realizativos.

12. Diferencias en el estilo de realización de un acto ilocucionario.

Algunos verbos ilocucionarios se emplean para marcar lo que podríamos llamar


“estilo” especial en que se realiza un acto ilocucionario. Así, por ejemplo, la
diferencia entre comunicar (announcing) y confiar (confiding) no se apoya
necesariamente en una diferencia de un punto ilocucionario, ni de contenido
proposicional, sino solamente en el estilo de la realización del acto.
478

Puntos débiles en la taxonomía propuesta por Austin.

Austin propuso cinco categorías de manera muy tentativa y con el propósito de que
sirvieran como base para la discusión: en ningún sentido consideró que se trataba de
un conjunto de resultados establecidos.

No voy a considerar en lo sucesivo –decía– que formen parte de un listado definitivo


(p. 151). Estimo que las categorías propuestas por Austin ofrecen una plataforma
excelente para la discusión, pero estimo, además, que esa taxonomía requiere una
seria revisión, pues contiene varios puntos débiles. A continuación referiremos las
cinco categorías de Austin:

1. Actos de dictamen: Estos consisten en comunicar una deliberación o fallo


oficial o no basado en evidencias o razones en calidad de valores o hechos en
la medida en que sea posible realizar tal distinción.
Como ejemplos de verbos de esta clase tenemos: acquit (eximir), bold (retener),
calculate (calcular), describe (describir), analyze (analizar), estimate (estimar, date
(ubicar en el tiempo), rank (clasificar en un rango de escala), asses (señalar,
caracteriza (caracterizar).
2. Actos de ejecución: Entre estos se encuentran aquellos que estriban en el
hecho de tomar una decisión a favor o en contra de cierto curso de los
acontecimientos o mediar en la realización de estos; una decisión de que algo
llegue a distinguirse del simple dictamen acerca de lo que algo es. Algunos
ejemplos: order (ordenar) command (disponer), direct (orientar), plead
(alegar), beg (rogar), recommend (recomendar), advise (aconsejar), Request
(pedir) es también un ejemplo obvio, aunque Austin no lo incluyó en su
listado. Además de los verbos arriba mencionado, Austin incluye entre los que
corresponden a actos de ejecución los verbos siguientes: appoint (señalar),
dismiss (destituir), nominate (nominar), veto (vetar), declare (declarar), close
479

(cerrar), declare open (declarar abierto(a), announce (anunciar), warn


(prevenir), proclaim (proclamar) y give (dar).
3. Actos de compromiso: El propósito central de un acto de compromiso –según
Austin – consiste en comprometer al hablante con determinado curso de
acción. Algunos ejemplos de verbos son: promise (prometer), vow (hacer
votos), pledge (comprometerse), covenant (conveniar), contract (contratar),
guarantee (garantizar), embrace (abrazar), swear (jurar),
4. Actos de exposición: Los verbos de exposición se utilizan en los actos que
expresan puntos de vista, argumentos o esclarecen usos y referencias. Austin
ofrece muchos ejemplos de verbos, entre ellos: affirm (afirmar), deny (negar),
emphasize (enfatizar), illustrate (ilustrar), answer (responder), rapport
(informar), accept (aceptar), object to (objetar), concede (admitir), describe
(describir), class (clasificar), identify (identificar), call (llamar).
5. Actos de comportamiento: Esta clase con la cual Austin no estaba
completamente satisfecho y consideró “perturbadora” (a chocher),
corresponde a la noción de reacción ante el comportamiento de la suerte de
otros, así como a la actitud que asume el hablante o se evidencia en sus
expresiones al respecto de la conducta pasada o inminente de alguien.
Aparecen en el listado de sus ejemplos: apologize (excusarse), thank
(agradecer), deplore (deplorar), commiserate (conmiserarse), congratulate
(congratularse), felicitate (felicitar), welcome (dar la bienvenida), aplaude
(aplaudir), criticized (criticar), bless (bendecir), curse (maldecir), toast
(brindar), drink (beber). También, curiosamente, incluyó los verbos dare
(atreverse), defy (desafiar), protest (protestar y challenge (retar).

Lo primero que se observa en estos listados es que no incluyen verdadero actos


ilocucionarios, sino verbos ilocucionarios de la lengua inglesa. Parece que Austin
consideró que una clasificación de estos tipos de verbos era ipso facto una
clasificación de los actos ilocucionarios, y que dos tipos de verbos que no sean
sinónimos pertenecerán a distintos actos ilocucionarios. No hay razón, sin embargo,
480

para pensar que esto sea así. Como veremos, algunos verbos indican en modo en que
se produce un acto ilocucionario, por ejemplo, anunciar. Es posible anunciar órdenes,
promesas e informes, pero anunciar no es ordenar, ni prometer, ni informar. Anunciar,
es decir, anticipar algo, no es el nombre de un tipo de acto ilocucionario, sino la
forma en la que se producen algunos tipos de actos ilocucionarios. Un anuncio no es
nunca ilocucionariamente un anuncio, sino que será como tal una orden, una
aseveración, etc.

Así, si aceptáramos que tales verbos incluidos en el listado son verbos ilocucionarios,
aunque no necesariamente actos ilocucionarios diferentes, considero, considero que
se hace necesario jerarquizar los elementos críticos que se han de formular con
respecto a la clasificación que analizamos:

1. Lo primero que podría parecer intrascendente, pero que no puedo pasar por
alto, es que no todos los verbos de los listados son verbos ilocucionarios. Por
ejemplo, sympathize (simpatizar), regard as (concernir), mean to (destinado
para), intend (intentar) o shall (verbo auxiliar que indica futuro). Tomemos,
por ejemplo, el verbo intend. Y se verá claramente que no es un verbo
realizativo. Cuando decimos I intend. No estamos realizando un acto de habla.
Existe, por supuesto, un acto ilocucionario de expresar una intención, pero la
frase verbal ilocucionaria no es intend, sino express an intention. Intending no
será en ningún caso un acto de habla, expressing an intention puede serlo,
aunque no siempre.
2. La mayor debilidad de la taxonomía de Austin es la siguiente: no se basa en
un principio claro y consistente, ni en un conjunto sistémico de principios.
Solamente en el caso de los actos de compromiso se acude claramente y sin
ambigüedad al rasgo “punto ilocucionario” en calidad de base para la
definición de una categoría. Los actos de exposición, cuando se refieren a
caracterizaciones, resulta claro que han sido definidos en términos de
relaciones discursivas (véase mi rasgo 7). Los actos de ejecución aparecen al
481

menos parcialmente definidos en términos del ejercicio de autoridad. Tanto


las consideraciones referidas al estatus (mi rasgo 5) como las referidas a
instituciones (mi rasgo 10) permanecen ocultas. Los actos de comportamiento
no parecen estar bien definidos (y el propio Austin estaría de acuerdo en esto).
Da la impresión de que comprenden muchas nociones sobre lo que es bueno y
lo que es malo tanto para el hablante como para el oyente (mi rasgo 6), así
como expresiones relativas a actitudes (mi rasgo 3).

Debido a la ausencia de un principio claro de clasificación y la constante confusión


entre verbo y acto ilocucionario, abunda la superposición de las categorías que se
presentan internamente con gran heterogeneidad se sus componentes. El problema no
consiste en la existencia de entrecruzamientos en zonas limítrofes (cualquier
taxonomía que tenga que ver con el mundo real tiene necesariamente
entrecruzamientos en los límites de los grupos). No se trata tampoco de que existan
algunos casos inusuales que tengan características definidas vinculadas con más de
una categoría, sino más bien el hecho de que una gran cantidad de verbos se
desplacen… Considero, por ejemplo, el verbo describe un verbo importante en
cualquier teoría de los actos de habla. Austin lo hace aparecer tanto en actos de
dictamen como en actos de exposición.

Si atendemos a las definiciones que propone Austin resulta clara la razón por la cual
considera que describing puede ser lo mismo la emisión de un falle y un acto de
exposición. Pero entonces, cualquier acto expositivo que tenga que ver con la
exposición de un punto de vista podría ser, según el tratamiento dado por Austin a
este problema, la emisión de un fallo, oficial o no oficial, basado en razones o
evidencias. Una simple mirada a su listado de verbos expositivos es suficiente para
percibir que la mayoría de estos verbos se ajusta a las definiciones dadas para los
actos de exposición, lo que ocurre también con el verbo describe.
482

Analicemos los verbos affirm, deny, state, class, identify, conclude y deduce,
categorizados como expositivos, aunque podrían haber aparecido en la categoría de
dictámenes. Los pocos casos en los que se observa claramente que no corresponden al
grupo de dictamen, son aquellos en que el significado del verbo debe estar vinculado
con las relaciones discursivas. Por ejemplo, begging by, turn to, o donde no se trata
de evidencias y razones. Ejemplos: postulate (postular), neglect (omitir), call (llamar)
y define (definir). Podemos concluir que begging by, turn to, neglect no son, en
modo alguno actos ilocucionarios, lo que pone de manifiesto que no está
suficientemente justificada la división de las categorías de dictámenes y exposiciones.
No sólo tiene lugar la superposición de una categoría sobre la otra, sino que también
dentro de la misma categoría hay distintos tipos de verbos. Así Austin relaciona los
verbos dare, defy, challenge junto a thank, apologize, deplore y welcome como verbos
de conducta. Sin embargo, dare, defy y challenge tienen relación con las acciones
subsiguientes del interlocutor y, junto con order, command y forbid (prohibir)
pertenecen a un mismo campo semántico…

No obstante, cuando echamos una mirada a la familia que incluye order, command y
urge (incitar), los encontramos en el listado de los verbos de ejecución junto al verbo
hire (alquilar) y denote (denotar)…


483

Patrick Charaudeau400

LAS GRANDES PROBLEMÁTICAS DEL ANÁLISIS DE DISCURSO

Esta conferencia propone una reflexión en tres tiempos. En primer lugar, delimita las grandes
problemáticas subyacentes a los estudios lingüísticos en general y, más concretamente, a los del
discurso, desde tres puntos de vista: el histórico, el de las teorías dentro de las ciencias
humanas y sociales y el de las grandes opciones metodológicas. En segundo lugar, ofrece un
panorama de los estudios de análisis del discurso y propone una orientación dentro de las
diversas teorías. Por último, aborda el problema de la cientificidad y la interdisciplinaridad.

This lecture proposes a three-step reflection. First of all, it delimits the problematic issues
underlying linguistic studies in general, and more concretely, those of discourse, from three points of
view: historically, those of the theories within the humanities and social sciences, and those of many
methodological options. Secondly, it offers a panorama of the studies of discourse analysis and
proposes an orientation within a diversity of theories. Lastly it undertakes the problems concerning the
scientific and interdisciplinary nat of this course of study.

***

0. Introducción
Lo que pensaba proponer no es algo propio, sino más bien intentaré presentar y
quizás, si es posible, ordenar "Las distintas corrientes" de análisis del discurso
porque, efectivamente, es un poco una selva metodológica y no es muy fácil ubicarse
dentro de estas corrientes.

En un principio, yo mismo le había puesto a esta conferencia el título "las distintas


corrientes del análisis del discurso". No sé si puedo pretender hablar de "las" distintas
corrientes. Saben perfectamente que el artículo definido en plural quiere decir que
abarca el conjunto de los elementos que lo componen y no puedo pretender hablar de
todas las corrientes de análisis de discurso que existen, pero me parece que el trabajo

400
Conferencia ofrecida en el Centro de Lenguas Extranjeras de la Universidad Nacional Autónoma de
México, en el mes de febereo de 1996. Transcripción y adaptación de María de Loarse Berruelas. V.
En: Estudios de Lingüística Aplicada, num. 27, 1998.
484

que he hecho de reflexión sobre este campo toca las corrientes más importantes. Y...
perdón si olvido algunas.

El problema es cómo exponer esto porque no voy a revisar todas las teorías dentro
del análisis de discurso. Sería muy aburrido y además sería objeto de un seminario de
un año. Lo que quiero hacer es intentar presentarles las grandes problemáticas en que
se fundamentan finalmente las corrientes que actualmente dominan en el campo de
análisis del discurso.

Entonces, lo que les propongo, en primer lugar, es una reflexión en tres tiempos.
Intentar poner en evidencia esas grandes problemáticas subyacentes a los estudios de
los fenómenos lingüísticos en general y, concretamente, a los estudios discursivos.
Segundo, intentar dar un panorama de la situación actual en los estudios de análisis
del discurso y proponer una orientación dentro de todas estas teorías, lo que llamaba
esa "selva metodológica". Y terminar, si tengo tiempo, con una reflexión un poco más
general sobre la interdisciplinaridad, porque yo creo que una de las cosas que
caracteriza el campo de los estudios del discurso es la interdisciplinaridad.
Ahora, no es suficiente decir "interdisciplinaridad", hay que ver qué tipo de
interdisciplinaridad y qué definición se puede dar de interdisciplinaridad. 'Así es que
les voy a proponer una exposición en tres partes. No porque yo sea francés y
cartesiano. Las tres partes están siempre en el imaginario de los que no son franceses,
ni cartesianos. Y no todos los franceses funcionan en tres tiempos –bueno, hay un
género musical que se llama "la Java" que efectivamente se basa en tres tiempos, pero
no todo es "Java"– sino porque de todas maneras siempre me ha parecido que el
número tres es un número que permite pensar. Porque el número dos se da en la
discusión: dos personas o pelean o se ponen de acuerdo, no hay alternativa. Mientras
que con el número tres no hay empate posible. El tercero siempre tiene que hacer
alianza con uno o con otro. El número tres es el número a la vez de la inestabilidad y
de la negociación. Es ese tercero el que permite que se negocien las cosas. El número
tres es el número de la dialéctica; ese modo de pensamiento que probablemente le
485

permitió a Kasparov ganarle a la computadora; por lo que él dijo, los millares de


combinaciones que tiene funcionan todas sobre una lógica binaria. Kasparov también
dijo que él tenía dos cosas que no tenía la máquina: la posibilidad de invención
dialéctica y el orgullo, que es muy importante. Entonces el número tres es el
momento en que se empieza a pensar. Todos lo sabemos o por lo menos todos los que
tenemos esa experiencia: el momento más interesante en el matrimonio es cuando
sale un tercero, cualquiera que sea ese tercero: que sea un hijo, que sea un amante y si
no es, uno se lo inventa: "como dice tu papá", "como dice tu mamá", ahí aparece el
tercero que permite que la vida continúe.

Entonces tres partes. Primero las grandes problemáticas. Les propongo verlo desde
tres puntos de vista: un punto histórico, en el sentido de que toda ciencia se inscribe
dentro de una filiación, o mejor dicho, varias filiaciones históricas. La ciencia como
el hombre no existe sin memoria y la memoria es la historia. Entonces no se puede
hablar de una posición de pensamiento sin referirse a las filiaciones históricas.
Entonces, primero veré esas tres filiaciones históricas y segundo, abordaré el
problema desde otro punto de vista que es el de los grandes modelos de pensamiento
que se han venido repartiendo dentro del campo de las ciencias humanas y sociales:
las teorías. Dos grandes modelos, Y, finalmente, las grandes opciones metodológicas
que hacen que, por ejemplo, haya maneras totalmente distintas de abordar un
problema lingüístico: el modo experimental o el modo empírico, lo que supone
metodologías distintas. Entonces, voy a abordar esas problemáticas a través de
filiación histórica, los modelos de pensamiento y las opciones metodológicas.

1. Las filiaciones históricas


Veamos primero las filiaciones históricas. Los estudios sobre la lengua como
fenómeno general no salen exclusivamente de una tradición gramatical y filológica y
lingüística, también vienen de una tradición filosófica y de una tradición, más
reciente, sociológica. Quiero revisar rápidamente esas tres filiaciones para
486

comprender cómo ha salido el concepto mismo de discurso tal y como se puede


estudiar ahora.

0 La filiación lingüístico–gramatical
Desde la Edad Media ha habido tres grandes periodos en que se han planteado
grandes preguntas. Al fin y al cabo una ciencia, una disciplina, depende de las
preguntas que se plantean en el ámbito general y no sólo dentro de la disciplina en
cuestión.
En la Edad Media la gran pregunta era que el mundo estaba frente al hombre y la
vocación del hombre parece ser que era descubrir lo que estaba detrás del mundo,
oculto, escondido: un detrás del espejo. Y se suponía que lo que estaba detrás de este
espejo era lo universal. Por eso las primeras gramáticas eran gramáticas que definían
categorías universales: las sustancias, las especies, las propiedades (les recuerdo que
sustantivo viene de sustancia). La gramática era la manera de describir categorías que
podían corresponder a esos elementos universales que están detrás de este mundo
escondido. Por otra parte, el razonamiento era un razonamiento lógico, pero con esa
idea de que existía una lógica universal. La gramática de Port Royal, por ejemplo, es
una de esas tentativas de describir a través de la lengua un tipo de razonamiento
lógico que fuera universal. La posición que se tomaba, entonces, era de decidir que el
lenguaje era reflejo de pensamiento, que todo se construía y existía a través del
pensamiento y que la lengua no era más que un instrumento que permitía reflejar lo
que estaba en el pensamiento.
Volemos rápidamente a través de los siglos y veamos el XIX. La gran pregunta en el
siglo XIX era el origen del mundo –de dónde venimos– y el origen de las especies.
Se intentaba ir hasta el origen para estudiar después la evolución de las especies y
clasificar los resultados. En los estudios del lenguaje, la filología, por ejemplo,
intentaba remontarse a la etimología, al origen supuesto de las palabras, y estudiar su
evolución hasta poder finalmente clasificarlas. Por eso, desde el punto de los estudios
gramaticales, durante todo el siglo XIX predominó, por una parte, la filología y por la
otra, la gramática comparada. La gran pregunta era la del origen del mundo y de su
487

evolución y creo que continúa siéndolo. La característica del pensamiento es que no


se van sustituyendo, unas a otras, las posiciones frente al mundo.

Llegamos al siglo XX. En el siglo XX se ha planteado (pronto hemos de decir se


planteó) una doble cuestión. La primera fue una reacción contra el evolucionismo.
¿Qué quiere decir sincronía? La sincronía es proponer ante todo otro sistema de
pensamiento, es decir, que los fenómenos no se explican como término de una
evolución, sino en la propia economía del sistema. Se ven las relaciones de los
elementos entre sí, los tipos de relación, las jerarquías que se establecen entre los
elementos, en fin, se adopta un sistema de explicación totalmente distinto del
diacrónico, del filológico, para el cual la explicación se encuentra dentro de la
etimología. Entonces se dio una reacción en contra: no todo es sustancia. El problema
es la relación entre forma y sustancia o, dicho de manera distinta, el significado y el
significante. Cuando Saussure dijo "la lengua es forma", dijo en otras palabras que no
se alcanza directamente la sustancia, sino que todo lo que es lenguaje, todo lo que es
manifestación del sentido, pasa por una forma. Entonces el signo tiene una doble
existencia, el signo es doble y no sólo sustancia. Es relación entre forma y sustancia.
Relación no en el sentido de Hjelmslev, sino en el sentido general. Entonces, el
principio de explicación sincrónico, la economía del sistema, relacionado con esa
nueva definición de signo dio lugar a lo que se llamó el estructuralismo y el
funcionalismo.

Filiación filosófica – antropológica


La segunda cuestión que se plantea en el siglo XX también viene como reacción en
contra del estructuralismo. El aspecto estático ("fixista") del estructuralismo. Lo que
permite pasar a la idea de que la lengua no es sólo sistema, sino también uso, lo que
hasta ahora no se había considerado. Siempre se habían hecho oposiciones como
lengua – habla, lengua – discurso, pero siempre para estudiar la lengua, no el habla ni
el discurso, porque se consideraba que el habla o el discurso era efectivamente el
momento del uso, pero no se podía pensar que este mecanismo del uso era un
488

mecanismo y que tenía sus propias reglas. Entonces empezó a haber una reacción en
contra de ese aspecto estático ("fixista") del estructuralismo, saliendo un poco de la
lengua como sistema para intentar ver si hay una regulación en el uso de la lengua. Y
ahí es en donde la filiación filosófica aportó mucho, tanto que, efectivamente,
desarrolló todo un nuevo camino hacia los estudios del habla.
Han de saber que paralelamente en la filosofía (salvo alguien como Wittgenstein) se
pasó de una filosofía externa a una filosofía interna, en relación con el lenguaje. O sea
que hasta ahora, se consideraba que la lengua podía ser formalizada en una lógica que
era independiente de la lengua. Entonces, la filosofía tuvo una reflexión sobre sí
misma: se pensó que la lengua no es un "exterior" al hombre, sino que está dentro del
hombre. Había que estudiar los fenómenos lingüísticos dentro de toda una
problemática del sujeto. "El hombre dentro de la lengua", como dijo Benveniste.
Entonces ya no había lógica externa idealista, sino una lógica lingüística que
dependía de la intencionalidad del sujeto, término que fue retomado posteriormente
por Searle. De ahí se desarrollaron tres orientaciones que se fueron teorizando. La
filosofía analítica inglesa, con los actos de habla, principio de la pragmática
lingüística. En Francia, con la teoría de la enunciación y con la intersubjetividad
dentro de la lengua de Benveniste: el hombre no está fuera de la lengua, sino dentro
de ella. Y posteriormente, las teorías anglosajonas, americanas y europeas en tomo a
la pertinencia y a las inferencias. Lo que quiero retener de todo esto es que hay una
especie de rehabilitación del discurso, como lugar que se puede estudiar; hay un
mecanismo, existen reglas de uso de la lengua que no son las mismas que las reglas
del sistema de la lengua.

La filiación sociológica – ideológica


La gran pregunta que se planteó en este ámbito se dio en tomo a una hipótesis,
¿Puede haber una correlación entre la manera de hablar y el status social del
individuo? De ahí surgió toda una problemática en tomo a lo que permite que no haya
inocencia posible al estudiar el lenguaje. Esa problemática es la del poder, porque a
partir del momento en que la forma de hablar está en correlación con el status social,
489

eso quiere decir que hablar es, de una u otra manera, ejercer una relación de poder, de
sumisión, con respecto al otro. Esa hipótesis reactivó los estudios lingüísticos y dio
lugar, en un primer tiempo, a cuatro tipos de investigaciones, que no forzosamente
tienen que ver una con otra.

Es curioso ver cómo dentro de un mismo campo científico se van creando aristas
teóricas que, a priori, no tienen nada que ver una con otra y después, se van
conectando o relacionando. Por decirlo rápidamente, una con Bernstein (1950) y
Halliday (1973) en tomo a toda esa hipótesis del déficit lingüístico de los grupos
sociales que están marginados, excluidos. Y el hecho de tener ese déficit lingüístico
no es una consecuencia, sino un punto de partida. Es precisamente porque el
individuo tiene un déficit lingüístico, que no se puede integrar y se ve rechazado.
Entonces se trata de toda la problemática, muy interesante, desarrollada por Bernstein
y, de una manera un poco más lingüística, por Halliday.
La otra la conocen, supongo, perfectamente, es la problemática de Labov de la
correlación, la problemática correlacionista, sociolingüística, entre las características
del uso, las características de la manera de hablar y el status social de la persona. Esta
problemática se fue desarrollando después y resultó muy interesante a partir del
momento en que pasó del status social como una categorización un poco ingenua del
individuo, o sea el status social de la persona, a lo que es el imaginario de status
social, es decir, a la manera como uno se representa el status social, problemática que
tiene mucha trascendencia.

Hay otra problemática en torno a todo el trabajo de los conversacionalistas, de la


etnometodología del lenguaje, dentro de la cual un Goffman (1975) ha dado una
especie de marco de pensamiento que tiene un papel poco federativo dentro de los
estudios de etnometodología y de la conversación.
Una cuarta pista de investigación en Francia se dio con Picheux cuyo papel
consistió sobre todo en definir más allá del status social lo que podía ser el
490

preconstruido, la ideología del individuo, suponiendo que todos hablamos según


posiciones ideológicas, sean éstas conscientes o no.

Al término de este panorama histórico se puede ver que las condiciones están
reunidas para estudiar el discurso. Primero, había que salir de la sistematicidad
interna a la lengua, que era una de las condiciones. La segunda, era admitir que el
sentido que construye el uso de la lengua depende de otra cosa y no de la lengua, es
decir, que surge de un movimiento de poner en relación lo que se dice y otra cosa
diferente de lo que se dice, que se puede llamar situación, Nos podemos preguntar,
por ejemplo, de dónde sale el sentido. Por eso son tan importantes actualmente todas
las teorías de la inferencia, La inferencia es poner en relación lo que estoy diciendo
con otra cosa, con mi propio saber, con mi preconstruido, mi propio status social, de
donde sale un sentido posible; éste es el trabajo de la inferencia.
Esa era la segunda condición, poder salir de ese punto cerrado de la lengua, para
poner todas las manifestaciones lingüísticas en relación con otra cosa y no con la
misma lengua. Y, finalmente, de ahí sale el enfrentamiento entre el sujeto y la
estructura. No se trata de negar la existencia de la estructura, sino que se trata de
poder decir hay un sujeto que está dentro de la estructura, que juega con la estructura
y que se manifiesta dentro de la estructura. De lo que volveré a hablar más tarde.

2. Los grandes modelos de pensamiento


Veamos los dos grandes modelos de pensamiento o posiciones epistemológicas que
se han tomado del pensamiento científico desde hace mucho tiempo y que permiten
explicar dos grandes tendencias en los estudios discursivos actuales. Sobre este
aspecto seré un poco más rápido. Estos modelos se pueden llamar de producción y el
otro de explicación.401

401
No tomo el término producción como opuesto al término recepción
491

Desde tiempos remotos, el hombre –en sentido genérico– no ha dejado de buscar


la respuesta a dos grandes preguntas: una es la de Babel y la otra es la de la Esfinge.
La de Babel es la fragmentación del mundo surgida por la diversidad de lenguas y los
individuos ya no se pueden comunicar entre ellos. Se supone que en el tiempo
anterior a Babel existía una universalidad del mundo, como modelo humano, unicidad
de la cual todos se supone que salimos, entonces, el fenómeno de Babel lanza un
desafío a la inteligencia humana: cómo descubrir este paraíso perdido que existía
antes de Babel. Todos los textos míticos circulan en torno a esa pregunta. Hay varias
tentativas de respuesta. Bueno, hay una tentativa en el discurso religioso que descarto,
la respuesta del discurso religioso es lo divino, cualquiera que sea la figura de ese
divino, Pero las tentativas de respuesta del mundo racional han sido las mencionadas
anteriormente. Desde la Edad Media hasta la época clásica, era la universalidad de las
estructuras profundas del pensamiento, de las categorías universales. En el siglo XIX,
el origen de las especies: remontar hasta el origen del latín, del indoeuropeo, a lo que
había antes del indoeuropeo. Esa idea de que se podía llegar a ese momento originario
de todos.

Otra respuesta, mucho más moderna, teorizada por N. Wiener en 1948 – 1949: la
cibernética. El sueño de la inteligencia artificial, el sueño del poder: llegar a construir
una máquina que hable como el hombre. Entonces tenemos todo un sistema
cibernético muy complicado entre un órgano central, órganos periféricos, etc., de los
que se está apoderando la lingüística cognitiva. Por eso es importante tomar en cuenta
esa tentativa de respuesta que nos es muy cercana.
Entonces, el término producción en este contexto quiere decir intentar montar el
mecanismo que llegaría a producir y reproducir algo ya sea para hablar, o bien, para
comprender. Por ejemplo, los modelos de lectura que se vienen construyendo en la
cognición participan de ese modelo de producción, ya que se trata de producir un
modelo de lectura que se podía reproducir. El criterio para saber si hemos descrito
bien esa máquina es que puede reproducir en las mismas circunstancias los mismos
resultados.
492

La otra gran cuestión es la de la Esfinge que nos lleva a preguntarnos cómo es


posible ese mundo, cuál es el destino, cuál es mi destino, a dónde voy, más que de
dónde vengo, aunque los dos van ligados. La perspectiva ya no es la misma. No se
trata de construir una máquina para producir y reproducir, se trata de intentar
construir métodos de lectura del mundo, de comprensión del mundo, lo que llamo
"métodos de comentario". El ejercicio escolar que se llama "comentario de texto"
finalmente es esto. Nos pasamos la vida y el tiempo en comentar el mundo y
comentar el mundo es intentar darle una explicación. Por eso ese modelo de
pensamiento de la explicación se opone de manera radical al modelo de la
producción.

En el modelo de la producción no hay un objeto ni se parte de ningún objeto, es


invisible. Se trata de un mecanismo abstracto. Se hace una hipótesis sobre los
mecanismos de funcionamiento mental, mientras que en la explicación se parte
forzosamente de un objeto empírico. De ahí se puede decir que la diferencia entre
estos dos modelos radica en el hecho de que el modelo explicativo es, por definición,
empírico, yo diría incluso empírico–deductivo –aunque eso es una cuestión
metodológica– mientras que el modelo productivo es hipotético–deductivo. Se hace la
hipótesis sobre algo que no se ve, que son mecanismos de funcionamiento y se va
construyendo una máquina y se va experimentando, por eso la metodología
experimental cuadra mejor con el modelo productivo que con el modelo explicativo.
Como podemos ver, estos dos marcos son a priori incompatibles.

3. Las opciones metodológicas


Existen dos grandes opciones metodológicas, es decir que dependen de la
orientación que toma la metodología. En la literatura de las ciencias del lenguaje hay
estudios que van más bien hacia las categorías instrumentales y hay otros estudios
cuya finalidad es dar cuenta de un objeto. La teoría generativista, por ejemplo, se
inclina hacia la instrumentación: cuáles son las reglas de producción, cuáles son las
493

categorías fundamentales. Los actos de habla de la pragmática son categorías, no


tienen nada que ver con un objeto y aunque parte de la observación del objeto, su
finalidad es construir categorías para ver después cómo funcionan estas categorías. La
teoría de los prototipos en la semántica cognitiva también busca la definición de
categorías. Toda una parte de análisis del discurso pragmático, como los estudios que
se hacen sobre los conectores, por ejemplo. Gran cantidad de los trabajos de 0. Duerot
forman parte de esa orientación hacia la instrumentación. En esa opción metodológica
hacia la instrumentación, no cabe el concepto de corpus, sino que se recoge material
dentro del cual se encuentran conectores como porque, pero, etc., mas no se da cuenta
del propio material, sino que a partir de este material se construyen las categorías, se
distinguen las diferentes funciones y sentidos de los distintos conectores. Esta opción
se dirige pues hacia la instrumentación y hacia las categorías.

Quiero aclarar que no estoy definiendo teorías, sino grandes marcos de pensamiento
o posiciones epistemológicas, puesto que las teorías comparten, en muchas ocasiones
y al mismo tiempo, varias opciones metodológicas. Algunas optan por analizar una
parte con un modelo de tipo productivo, mientras que analizan otra parte con un
modelo de tipo explicativo. Insisto, no estoy hablando de teorías, sino que trato de
sacar de un conjunto de teorías lo que se pone en juego de manera subyacente a todas
estas teorías. Por ejemplo, parte de la etnometodología es de tipo instrumentista y
parte se enfoca en el objeto.

La segunda orientación se dirige hacia el objeto. Mientras que en el primer caso el


objeto era un pretexto y la finalidad era el instrumento de análisis y el establecimiento
de categorías, en esta última orientación, los instrumentos son un pretexto. Las
categorías sirven para analizar, pero la finalidad reside en dar cuenta del objeto
lingüístico. Por ejemplo, al estudiar el discurso político, las categorías no tienen tanta
importancia, aunque el análisis depende de esas categorías, porque la finalidad es dar
cuenta del mecanismo del discurso político, en otras palabras, hacer patente cómo
funciona este discurso, cómo es el discurso político, ese objeto a la vez empírico y
494

construido. Aquí sí cabe una teoría del corpus. No se trata sólo de recoger un
material, porque como no se puede alcanzar directamente el objeto empírico, hay que
sacar este objeto empírico de su fenomenología y construirlo para poder estudiarlo.
Lo que permite sacarlo y estudiarlo es una teoría de corpus, teoría que construye el
objeto empírico. Lo que no es tan sencillo. Esta es una discusión que tengo con los
colegas suizos de la Escuela de Génova, E. Roulet y sus colegas, pues muchas veces
se dice que cuando se analizan conversaciones telefónicas entonces ése es el objeto,
pero cuando se ve el final del análisis, se puede observar que todo ese análisis no ha
sido hecho para dar cuenta de lo que es una conversación telefónica, sino para definir
mejor tal o cual categoría. En este caso se trata de un camino en el cual el objeto es
pretexto para analizar categorías.
Propondré un pequeño esquema para resumir todo esto. Cuando uno está frente a una
teoría uno se puede plantear las siguientes preguntas: primero, si participa de un
modelo de producción o de un modelo de explicación y segundo, para las opciones
metodológicas, si está orientado hacia las categorías, lo que llamé la instrumentación,
o bien, hacia el objeto.

Producción Explicación
Instrumento Teorías cognitivas Reglas Corpus: Pretexto
conversacionales
Objeto Textos-frases discursos géneros corpus empírico
(psicólogos y
semánticos de la
cognición)
modelos de lectura
(T. Van Dijk)
coherencia

Todas las teorías cognoscitivas tienen su lugar en el primer recuadro superior


izquierdo, pues participa de un modelo de producción como fue definido
anteriormente y tiene una orientación hacia la instrumentación. Los mecanismos
mentales que permiten producir un acto de lenguaje o un acto de lectura.
495

Dentro del modelo de producción se sitúa también la escuela de Francia de psicólogos


de la cognición y semánticos de la cognición que proponen modelos de producción de
frases o modelos de lectura, como Teun Van Dijk quien también se sitúa dentro del
mismo. Ahora bien, la cognición también se puede ver en el primer recuadro abajo a
la izquierda como los modelos de lectura, de construcción de frases o de textos,
incluso.

En el recuadro que incluye lo explicativo hacia los instrumentos, encontramos la


etnometodología del lenguaje. Cuando la etnometodología se interesa en las reglas
conversacionales, no es el objeto, sino el instrumento lo importante. No pretenden
estar dentro de un mecanismo productivo, sirven para comentar y explicar los
fenómenos de diálogo, de conversación, etc., pero como reglas participan más bien de
una orientación hacia la instrumentación.
Cuando se estudian los discursos en cuanto a género (discurso político, publicitario,
etc.) se trata de una problemática que no pretende ser productiva, sino explicativa y
que está en relación directa con el objeto, intenta dar cuenta del mismo.

4. La situación actual
Dada esta reflexión sobre las grandes problemáticas, diré que la situación actual de
análisis del discurso es bastante compleja porque nada más en el uso del término
discurso como se sabe, existe una variedad de acepciones.

1. Usos del término discurso


Discurso se opone a lengua, a veces, como lugar de la realización. Otras veces,
discurso y texto son equivalentes. Algunos hablan de gramática del discurso o de
gramática textual. No se sabe exactamente si es o no lo mismo. Unas veces el término
discurso es como en la tentativa de Harris, el más allá de la frase, pero como algo
homólogo a la construcción de la frase. Otras veces el discurso es lo que rompe
precisamente con las unidades de frase. Unas veces la tipología de los actos de habla
está dentro de la reflexión del discurso, teniendo un papel un poco comunicativo, lo
496

que ha sido explotado en la didáctica. Se habla de discurso también cuando se habla


de discurso publicitario, político, propagandístico, didáctico, pero también se habla de
discurso de una manera más vaga, por ejemplo, cuando se habla del discurso político
y se dice "esto es un discurso populista, demagógico". No es lo mismo decir discurso
político que discurso populista; no comparten la misma categoría. Parece ser que el
discurso populista es un subconjunto dentro del discurso político. También se habla
de discurso terrorista, discurso polémico, irónico o humorístico. Se habla, asimismo,
de discurso dialogal por oposición al discurso monogal. En resumen, es bastante
complicado hacerse un camino dentro de esta serie. Por lo mismo me gustaría ordenar
todos estos usos del término discurso en relación con los modelos de pensamiento y
la opción metodológica.

2. Propuesta de ordenación
Propongo considerar tres grandes categorías: una en la cual el discurso se estudia
como "mecanismo de producción", otra en la cual se estudia a partir de un "objeto
empírico" y la última en la cual el discurso está en relación con el concepto de
"representación social".

Dentro de la primera categoría se encuentra la pragmática–cognoscitiva. Aquí se


encuentran todos los modelos de producción en X, en Y, los modelos modulares como
el de Fodor, etc. que vienen saliendo en la pragmática más cognoscitiva. Ahora se
está hablando de pragmática cognoscitiva o pragmática integrada, o sea la pragmática
que quiere integrar las representaciones sociales, cosa bastante complicada. En este
ámbito se localiza una serie de estudios entre los cuales se encuentra el cognitivismo.
También se encuentran las teorías desarrolladas en Alemania sobre coherencia y
cohesión, la Textlinguistik, o bien los estudios de algunos investigadores franceses
como Charol. La teoría de coherencia y cohesión se justifica como partiendo del texto
para mostrar cómo funciona el texto, pero en realidad, es para mostrar cómo funciona
un texto y no para dar cuenta del texto objeto. El objeto se toma como pretexto para
elucidar mecanismos como el de coherencia y cohesión, es decir que se encuentra
497

dentro de la problemática de producción, más que dentro de la problemática del


objeto empírico.
En cuanto al objeto empírico, hay dos maneras de estudiarlo. La primera, es toda la
teoría en tomo al objeto. Se construyen los objetos empíricos y se trata de definir ese
tipo de discurso –sea éste didáctico, publicitario, discurso político o científico– con
la tentativa de proponer una tipología de los textos. Ahora bien, no se sabe si se trata
de textos o de discursos.

Actualmente se está desarrollando otra perspectiva, aunque siempre de explicación


del objeto empírico: la de relacionar el discurso con las condiciones situacionales de
producción del discurso, es decir, la manera como funciona. No se trata de estudiar el
discurso didáctico por el discurso didáctico, sino lo que se pone en juego es la
relación entre las partes: del que habla, del que recibe, del que alterna... En el
discurso didáctico, cómo se relacionan los sujetos, cuáles son sus obligaciones y
cuáles sus restricciones, así como sus posibilidades y posibles estrategias. Aquí
aparece la noción de estructura y sujeto, como responsable de estrategias de
influencia. Se estudian los objetos discursivos dentro de la problemática de la
influencia social.

La representación social en realidad no es una, porque hay varias maneras de


concebirla. Una de ellas es la ideológica, es decir que al hablar somos testigos de las
posiciones ideológicas que nos sostienen. Ahora bien, se pueden ver como posiciones
ideológicas, o bien, como lo que se está estudiando ahora, como imaginarios
culturales. Podemos preguntarnos, por ejemplo, qué quiere decir discurso irónico en
el contexto mexicano o dentro del contexto francés, o bien si es el mismo o no es el
mismo. Se puede suponer que no es el mismo discurso, puesto que ser irónico
depende del imaginario sociocultural del grupo en el cual se nace. A pesar de que se
pueda describir el mecanismo lingüístico de la ironía, puesto que es igual, su valor
social no es el mismo, dado que depende del contexto en el que se utilice. Lo que
498

remite a los imaginarios socioculturales que dan sentido a los mecanismos


discursivos.

Finalmente, representación social también se puede pensar en términos un poco


más socio–antropológicos. Por ejemplo, la pregunta de, si existe un discurso
femenino o no, continúa haciéndose. Esta pregunta de, si hubiera diferencias en
función del sexo, remite a otro tipo de representación social que sería más bien socio–
antropológico.

Esta propuesta no pretende decir que hay que encasillar en cada uno de esos tipos
las teorías, porque una vez más, no hay paralelismo y correspondencia absoluta entre
el discurso que producimos para justificar la teoría y lo que sale de la práctica
analítica, cosa que es normal, porque se va teorizando en un juego constante entre la
práctica analítica, los resultados, la interpretación y la reflexión sobre las categorías.
En ese movimiento siempre hay un desfase entre el discurso que producimos para
justificar el marco teórico dentro del cual nos situamos y el resultado de la práctica
analítica. Esto quiere decir que hay que ser muy prudente en el momento en el que se
van tipificando las teorías. Si intentamos hacer el balance de este panorama, podemos
decir:

Se admite la multidimensionalidad del lenguaje porque es un fenómeno del orden, a


la vez cognitivo, socio–antropológico, psicológico, etc. y semiótico. Cada orden tiene
sus propias restricciones, obligaciones y preguntas:
 El orden congnoscitivo del lenguaje plantea el problema de las categorías
semántico–cognitivas que proponen una representación de las categorías
mentales cuando percibimos el mundo a través del lenguaje. Éste está relacionado
con ese problema cognoscitivo en sentido general, las percepciones que tenemos
del mundo las conceptualizamos, las categorizamos mentalmente. Lo que nos
diferencia de los psicólogos es que los lingüistas presuponemos que esas
percepciones pasan por el lenguaje, mientras que los psicólogos no lo consideran
499

como una premisa. Nuestro objeto de estudio se encuentra en estas categorías


mentales que reflejan las operaciones lingüísticas.
 El orden socio–antropológico, psicológico, etc., pone en evidencia cuál es el valor
de intercambio del signo en un grupo social y, consecuentemente, cuál es el valor
de influencia del signo. El signo a través de este valor de intercambio, de este
valor de influencia, no existe de por sí. En el estructuralismo lingüístico el signo
existe de por sí y se supone que hay una unidad. Por el contrario, en el aspecto
discursivo no hay simetría, ni paralelismo entre el nivel de la forma y el nivel del
sentido, Roland Barthes en una época decía que había relación de distracción,
como en los fenómenos ópticos, entre el plano del sentido y el plano de la forma.
El sentido se va repartiendo y el signo lingüístico es un resultado, producto de la
combinación, no es un punto de partida. Por eso no se puede hacer un diccionario
del signo discursivo, porque depende del contexto de producción, mientras que sí
se puede hacer un diccionario del signo de la lengua; en el signo discursivo todo
radica en su valor de intercambio, valor de influencia que depende de la situación,
del contexto y del sujeto.
 El orden semiótico abarca el problema de la relación entre la forma y el sentido,
problemática que no abarca ni la sociología, ni la antropología. Nuestro problema
como lingüistas –y siendo partidarios de la interdisciplinaridad– es trabajar los
fenómenos lingüísticos a partir de una pregunta propia (y no como otras
disciplinas que comparten otras preguntas) sobre la relación entre cómo se
semantizan las formas y cómo se formaliza el sentido, esa relación recíproca y
dialéctica entre el plano de la forma y el plano del sentido, lo que es propio a la
disciplina de las ciencias del lenguaje. Por ello resulta evidente que el lenguaje es
multidimensional.
 El segundo punto de ese balance sería que hay que elegir un punto de vista
epistemológico, de producción o de explicación. Hay que evitar la confusión y
tener claro si se ha elegido el camino de un modelo de pensamiento productivo o
explicativo dirigido hacia los mecanismos o hacia el objeto empírico, hacia un
modo de razonar hipotético–deductivo, o bien, empírico–deductivo.
500

 Si de casualidad se elige el segundo punto, en vez del primero, nada más porque
es el que yo he elegido, el de la explicación del objeto, entonces tenemos ciertas
obligaciones y no podemos evitar las preguntas fundamentales que actualmente se
están discutiendo.

La primera pregunta concierne la relación entre el lenguaje y la acción. No se puede


estudiar el lenguaje como discurso sin tener –como dicen algunos– una "teoría de
la acción" o, sin ir tan lejos, sin plantearse el problema de la finalidad accional.
Siempre estamos dentro de finalidades accionales que se desarrollan
sociológicamente, como ustedes que han venido a esta conferencia, tienen una
finalidad accional, o bien aprender, saber, escuchar, observar, etc. Se podría decir que
hay una dimensión praxeológica del lenguaje. La praxeología es un término tomado
de mi colega Eddie Roulet quien desarrolla actualmente el concepto de estructura
praxeológica subyacente a todo acto de discurso y que va relacionada con el acto
discursivo.
Otra gran pregunta es cómo se establece la relación entre estructura y sujeto. ¿De
qué sujeto se trata? Ahora, al releer a Roland Barthes he tomado una reflexión que
hizo sobre la literatura y que me parece que se puede generalizar. Dice Barthes que
hay dos tipos de sujeto en el acto literario: el sujeto mismo del acto literario y el
sujeto del que interviene en el acto literario. El primero sería un “ca”, un "eso", el
sujeto que sale de la propia estructura, de la manifestación; el segundo, que va
singularizando las condiciones estructurales, las estrategias que hacen que se
individidualice, ese sujeto es un "yo". Existe entonces un combate entre un sujeto eso
y un sujeto yo. El primero nos sobre–determina y forma parte de todas esas
obligaciones que hace que ahora, en este momento, dentro de esta conferencia por
una parte soy un eso, porque no se puede hacer una conferencia de cualquier forma,
pero al mismo tiempo lucho por poder acuñar el yo, de vez en cuando, para
individualizar y no sólo por el “teatro”, porque haya que escenificar una situación,
sino porque la forma de pensar misma es un combate constante entre lo que nos
sobre–determina y la “posible” (¿es posible?) intervención del yo.
501

Al analizar el discurso político, el sujeto que está detrás del discurso político, es el
eso del discurso político. Si se estudia la estrategia particular de quien desarrolla el
discurso político, se tiene que preguntar cuál es la relación que se establece entre el
eso del discurso político y yo del anunciador del discurso político. Esta es una de las
problemáticas interesantes que se están desarrollando actualmente. Y hay que
concretarla con el hecho de que este sujeto también es múltiple; es como las muñecas
rusas –las matrioshkas– que contienen una serie de muñecas que embonan una
dentro de la otra. De la misma manera, existe una serie de sujetos que se embonan
dentro del discurso.

Desde Freud, y más tarde con Lacan, se sabe que existe el sujeto del inconsciente,
difícil de aprehender, pues no se sabe cuándo se manifiesta, pero sabemos que existe.
Por ejemplo, Jacqueline Authier intenta ver cuáles son las huellas lingüísticas, las
manifestaciones discursivas de la aparición del inconsciente. Ahora bien, para Lacan
el sujeto del inconsciente es un sujeto negativo. Aparece sólo cuando aparece la falla,
el lapsus; cuando aparece una falla de ahí sale el sujeto, como el diablo de la caja.
Este sujeto tiene algo que ver con el lenguaje. Es el sujeto socio–ideológico, es decir,
que remite a la posición del sujeto frente a los sistemas de valores. Tomamos la
ideología no de manera estricta, sino como se toma actualmente, como un sistema de
valor que prevalece en un momento dado y ordena todos los juicios de valor,
comportamientos, etc.

El sujeto psico–sociológico difiere del sujeto socio–ideológico, porque la


problemática de la influencia viene de la psicología social y no de la sociología. Por
lo mismo, hago la diferencia entre un sujeto socio–ideológico que remite a su
posición frente a los sistemas de valores y un sujeto psico–sociológico que se plantea
el problema de cómo persuadir, seducir e influenciar al otro. En cuanto a la mecánica
de la influencia, se puede trabajar de manera interdisciplinaria con la psicología
social, por lo cual distingo un sujeto psico–sociológico.
502

El sujeto discursivo, sujeto de las categorías discursivas, es el que hace operaciones


discursivas. Y, finalmente, se puede decir que hay un sujeto lingüístico, el que hace
operaciones lingüísticas. Por ejemplo, y para terminar sobre este tema, en un titular
de la prensa francesa, puesto que la prensa mexicana funciona de manera distinta, se
juega con la presencia o ausencia del artículo definido. Se va a decir, por ejemplo, "El
francés cae en la depre" (puesto que "la depre" no tiene fronteras). En México, creo
que hay más bien la tendencia de no poner artículos por lo que más bien se diría
"Mexicanos caen en la depre", más que "El mexicano cae en la depre". En Francia se
puede decir "el francés", "los franceses”, "franceses", pero no sería exactamente lo
mismo. ¿Qué se pone en juego al decir "el francés"? Es curioso, siempre que hay un
titular con un artículo definido como éste, yo lo leo y me digo "si a mí no me han
preguntado nada; yo no estoy cayendo en la depre". ¿Qué es lo que se pone en juego?
Se pone en evidencia una categoría "esencialista", es decir que por definición la
esencia del francés (o del mexicano) puede ser así. Esto para mí es una estrategia
discursiva: decir las cosas de tal manera que se crean categorías esencialistas. El
sujeto hace una categoría lingüística, pone o elimina el artículo al servicio de una
operación discursiva, crea la categoría de la esencialización para manifestar el sujeto
psico–sociológico, lograr impacto en el lector, por ejemplo, impacto de
dramatización al servicio de una posición ideológica general, como la de ser un
periódico popular y poder justificarse como tal. Decir periódico popular es decir
tomar parte dentro del sistema de valor en cuanto es la información mediática. El
mecanismo de embotamiento entre distintas operaciones permite hacer la hipótesis de
que existen varios sujetos que hacen operaciones lingüísticas, discursivas, psico–
sociológicas e ideológicas, sean estas últimas conscientes o no.

Intentaré hacer un resumen rápido sobre esta reflexión sobre la interdisciplinaridad.


Para poder tratar esta cuestión en el marco de las ciencias humanas y sociales hay que
esclarecer dos problemas: ¿qué es la cientificidad en nuestras disciplinas?, problema
al que nos enfrentamos con las ciencias exactas y –como diría un colega mío– “no
humanas por nada". La generalización, la reproducción, etc., tienen un criterio de
503

cientificidad. Hay que deshacernos de la culpabilidad y reconocer dos cosas. En


primer lugar no tenemos el mismo objeto y, en segundo lugar, no tenemos el mismo
principio de explicación.
No tenemos el mismo objeto porque en muchas de las ciencias exactas éste es
exterior a la ciencia, lo que no quiere decir que la ciencia no lo vaya construyendo.

El fenómeno de la gravitación, los campos magnéticos, los movimientos de los


planetas, la fisión de los átomos, son objetos exteriores al hombre. La relación con el
objeto exterior en las ciencias exactas a veces es una relación de observación, como la
gravitación, de la cual más tarde se sacan leyes. O bien, se trata de una relación de
experimentación como los campos magnéticos en la física, o bien en la química. A
veces se provocan fenómenos como el de la fisión de los átomos.

En nuestras disciplinas, por el contrario, el objeto es producto de la actividad


“simbólica” del hombre, es algo interno al hombre, no es algo exterior; es todo lo que
tiene sentido en su comportamiento, en la organización social, en los discursos que
produce. El objeto se confunde con el hombre, a pesar de todos los esfuerzos que
hace el hombre para sacarlo, para desencajarlo como un diamante que nace con la
tierra y se incrusta en la roca. El trabajo del hombre –como decía consiste en
extraerlo, tallarlo, labrarlo y tal vez después ponerlo en otro campo, como en el social
o bien en otro campo. El resultado es producto de una construcción. Estamos en una
paradoja constante: sabemos que el diamante está dentro de la roca e intentamos
sacarlo para un uso específico. Hacemos lo mismo, sabemos que el objeto del
lenguaje está dentro del hombre y nuestros esfuerzos se encaminan a desencajarlo,
ponerlo enfrente e intentar de analizarlo. La relación que guardamos con el objeto no
es en absoluto comparable con la de una ciencia como la física. Ésta es la primera
diferencia que hay que aceptar sin complejos.

La segunda diferencia es el principio de explicación que no agota la significación


del objeto, como es el caso de las leyes más o menos universales en la astro– física
504

(Galileo, de Newton o de Kepler). Estas leyes se fundamentan sobre un principio de


explicación, único y universal. La prueba es que los fenómenos se pueden reproducir
y, en ciertas circunstancias, prever o predecir. El principio de explicación dentro de
estas ciencias se basa en su propia clausura, lo que le da ese valor universal, lo que
hace que una explicación sea verdadera o falsa; se descartan las explicaciones falsas,
se guardan las verdaderas y se va acumulando el saber.

En nuestras disciplinas no sucede lo mismo, puesto que es muy difícil prever,


predecir, reproducir o aislar. En nuestras ciencias no hay una substitución: no es todo
falso o verdadero, sino que todo es posiblemente falso o posiblemente verdadero. Es
decir que estamos trabajando con una hipótesis de verosimilitud.
Una de las pocas cosas que guardo de A. J. Greimas y que también se ha usado en la
pragmática es que la cuestión no es la verdad, sino las condiciones de veridicción que
después utilizó la filosofía analítica. No es lo mismo hablar de condiciones de
veridicción que hablar de verdad. No hay validación en nuestras disciplinas como lo
puede haber en otras, puesto que no hay sucesión y alternancia entre lo verdadero y lo
falso.

En lingüística, por ejemplo, no se puede decir que la Gramática de Port Royal haya
desaparecido con la lingüística estructural, como tampoco que la lingüística
generativa haya invalidado la lingüística estructural, la enunciación o la pragmática a
los análisis proposicionales, la sociolingüística a la dialectología, la semántica
cognoscitiva a la semántica léxica, etc. En este campo nadie se muere
verdaderamente. Aristóteles no murió, como tampoco Descartes, Kant, Freud,
Saussure, Lacan, Barthes. Siempre se puede continuar refiriéndose a ellos. Es más, en
esta solidaridad histórica se fundamentan los conceptos nuevos. Porque no estamos
en el mundo de la dicotomía, de lo verdadero o lo falso, sino que nuestro modo de
pensamiento es analógico y no de identidad, como sucede en las demás ciencias. Esto
nos permite trabajar con varias filiaciones y no solamente con una. Quizá esto se deba
al hecho que nuestras disciplinas son, finalmente, disciplinas de la comprensión y no
505

de la producción. Por un lado, no pueden satisfacer una clausura explicativa y


necesitan, por el contrario de una apertura sobre varias filiaciones y cadenas
explicativas, de ahí la interdisciplinaridad. Por otro lado, se basan en el principio
explicativo de analogía que observa y pone en correlación las similitudes y las
diferencias y no las identidades entre los elementos de los fenómenos.

Esta opción no se compagina con ese sueño de cientificidad que nos propone un
cierto "cognoscitivismo", un cierto "economismo" o un cierto "descriptivismo"
tecnológico (informática).

5. El delineamiento de las disciplinas


Existe el problema de saber si los criterios que sirven para delimitar las disciplinas
son de tipo epistemológico o burocrático. Si se sigue la línea de pensamiento de
Habermas o de Arendt se puede decir que para existir, una disciplina necesita una
"visibilidad social" (Habermas) y una "publicitación" (Arendt). De ser así, los
fundamentos epistemológicos aparecen a posteriori y no antes.

Si se añade a esto una institucionalización burocrática, es decir, un acto de poder


que decide cuáles disciplinas tienen derecho a ser enseñadas y cuáles no, lo cual
explica que en Francia, por ejemplo, no se enseñe sino hasta la universidad –y no en
la escuela secundaria– la sociología, la antropología, la psicología, ni la lingüística.
No hay un criterio epistemológico, sino un criterio institucional, burocrático, que
delinea las disciplinas de tal o cual manera. Esto nos permite ser "ladrones",
aprovechar lo que se está haciendo en disciplinas conexas para ver si, efectivamente,
nos incrementó el poder explicativo que buscamos para estos tipos de análisis. Y,
concretamente, en el caso del análisis del discurso, veo que se puede establecer esa
"intimidad razonada" (no hay que olvidar que nos encontramos en un campo
científico) con la sociología, la antropología y la psicología social que son para mí las
tres disciplinas conexas con cuya familiarización todo lingüista que se interesa en el
análisis del discurso sacaría provecho.
506

En conclusión, este campo científico es bastante complejo, aunque no


necesariamente complicado. Lo complejo está en los fenómenos, lo complicado en el
hombre. Hay que aceptar esta complejidad e intentar hacer aparecer una luz aquí y
allá, sin pesimismo, pues no lleva a ningún lado, aunque no con demasiado
optimismo pues con éste tal vez se cae en el fondo del pozo; entonces quizás para un
investigador lo mejor sea tener un peso optimista.
507


Omer Silva V.402

EL ANÁLISIS DEL DISCURSO SEGÚN VAN DIJK Y LOS ESTUDIOS DE LA


COMUNICACIÓN

Introducción

Este trabajo tiene como principal objetivo completar en una visión sintética las ideas
de van Dijk en relación a la "cultura", "etnicidad", "género", "tipos de análisis de
discurso" y la "emergencia" de otras disciplinas relevantes. A la luz de las fuentes
consultadas, como referencias, queda claro que gran parte de los estudios sobre
"análisis del discurso" (AD) ocurren en una o más de las áreas descritas en el trabajo
anterior: forma, significado, interacción y cognición. Sin embargo, se aprecia que el
"contexto" juega un rol fundamental en la descripción y explicación de los textos
escritos y orales. A pesar de que no existe una teoría del "contexto", el concepto es
utilizado por diversos expertos en una variada amplitud de significados. En la línea de
enfoque de van Dijk se puede definir como "la estructura que involucra todas las
propiedades o atributos de la situación social que son relevantes en la producción y
comprensión del discurso"; así los rasgos del contexto no sólo pueden influir en el
discurso (escrito y oral) sino que es posible lo contrario: puede modificar las
características del contexto; tal como pueden distinguirse estructuras locales y
globales en el discurso, lo mismo puede darse con referencia al contexto. Entre las
primeras se ubican el "ambiente" (tiempo, ubicación, circunstancias, etc.) los
"participantes" y sus "roles socio-comunicativos" (locutor, amigo, presidente, etc.),
intenciones, metas o propósitos. El contexto global se hace evidente o relevante en la
identificación del desarrollo o proceso del discurso en acciones de las organizaciones
o instituciones conocidas como "procedimientos" (legislaciones, juicio, educación,

402
Mtro. Omer Silva V. Licenciado en Pedagogía. Magíster en Lingüística, Dpto. Lenguas, Literatura y
Comunicación. Facultad de Educación y Humanidades, Universidad de La Frontera, Temuco, Chile.
Material tomado de: “Razón y palabra” Número 26 abril – mayo 2002
508

reportaje o informes). Del mismo modo el contexto global se manifiesta cuando los
participantes se involucran en interacciones como miembros de un grupo, clase o
institución social (mujeres - hombres; "winka"- mapuche; anciano-joven; jefe-
empleado; el proceso educativo; el parlamento, la Corte, o la Policía).

Pues bien, al asumir un enfoque contextual del discurso involucramos muchos


aspectos de la sociedad y su cultura. Por ejemplo, el uso pronominal que tenemos en
nuestra lengua como el español "tu-Ud" como formas de cortesía presupone siempre
que, como usuarios de esta lengua, conocemos la naturaleza, de algún modo, del otro
en la interacción social. Por otro lado, la variación en el léxico implica igualmente
que como hablantes podemos tener opciones diferentes o "ideologías", por ejemplo,
"terrorista" frente a "luchador por la libertad" o "viejo" versus "adulto mayor". Los
actos de habla como las ordenes o imperativos presuponen siempre diferencias de
poder y autoridad. van Dijk (l992) es concluyente cuando plantea que en todos los
niveles del discurso podemos encontrar las "huellas del contexto" en las que las
características sociales de los participantes juegan un rol fundamental o vital tales
como "género", "clase", "etnicidad", "edad"," origen" , y "posición" u otras formas de
pertenencia grupal. Además, sostiene que los contextos sociales no siempre son
estáticos y que, como usuarios de una lengua, obedecemos pasivamente a las
estructura de grupo, sociedad o cultura; así el discurso y los usuarios tienen una
relación dialéctica en el contexto. Es decir, además de estar sujetos a los límites
sociales del contexto contribuimos también a construir o cambiar ese contexto;
podemos comprometer negociaciones flexibles como función de las exigencias
contextuales junto con los límites generales de la cultura y la sociedad; al mismo
tiempo que obedecemos al poder del grupo también lo "desafiamos" pues las normas
sociales y sus reglas pueden ser cambiadas de un modo creativo donde se puede dar
origen a un orden social nuevo.

2. Género:
509

En relación a este aspecto se plantea que como varones, de un modo abierto y a


veces no tanto, nos comprometemos en formas verbales "sexistas" con y acerca del
sexo opuesto, atributos que prevalecen en un grupo social. De esta forma
contribuimos a " reproducir" un sistema de desigualdad de géneros al ejercer un
control de aquellos aspectos del contexto a expensas de participantes femeninos en el
tópico, estilos, turnos, etc. en todo tipo de eventos comunicativos (Montgomery, l976;
Giles, l979; Salkie, l995). Sobresalen en este ámbito los estudios de West, Lazar, y
Kramarae quienes han desarrollado el AD en este interesante ámbito.

3. La etnicidad:
Las ideas relacionadas con el punto anterior son válidas en cuanto a la etnicidad.
Aunque no se define el concepto, implica el discurso y la comunicación intra e
intercultural. Se menciona la situación en los EE.UU. donde la historia de la
esclavitud y la segregación racial o el racismo continuo han creado las condiciones
propicias del discurso típicas de las comunidades Afro-americanas en ese país. De
esta manera, los grupos étnicos o raciales han sido capaces de desarrollar formas de
hablar específicas dando origen a una influencia y adaptación mutua y generando al
mismo tiempo problemas de comunicación y comprensión intercultural. A nivel de
sociedad global estas relaciones interculturales o inter-étnicas pueden tomar la forma
de "dominancia" al entrar en una forma de reproducción de etnocentrismo y racismo a
través de la utilización de un discurso "prejuiciado" o "discriminatorio" sobre una
minora étnica o racial o de cualquier emigrante. Sobresalen en esta línea los estudios
del mismo van Dijk junto con S. Ting-Toomey y D. Troutman sobre cultura, etnicidad
y racismo (Giles, l979; Saville-Troike, l982; Stubbs, l993).

4. La cultura:
Lo sintetizado en los puntos o aspectos anteriores sobre el AD adquieren validez
también en el ámbito de la cultura. Ello por cuanto las distintas formas del discurso
han sido testigos de las variaciones sociales entre los actores sociales como en los
grupos; esto significa que el discurso es influido por las características de los cambios
510

culturales. Así, "narrar", "cumplir una orden", expresar cortesía", o "cambiar de


tema", por citar ejemplos, se pueden hacer de modos diferentes dependiendo de los
valores, normas, relaciones sociales, o instituciones y la forma que adoptan o tienen
determinados contextos socio-culturales. Ocurre que en el contacto intercultural las
diferencias discursivas pueden aceptarse de un modo tolerante y cooperativo o dar
origen a incomprensiones o conflictos traducidos en formas de dominación, exclusión
u opresión (Stubbs,l993) hacia los de menos poder. De aquí que el estudio y análisis
de la comunicación intra e intercultural sea un campo de acción importante para el
AD multidisciplinario. En este terreno las ideas de van Dijk han sido desarrolladas
por C. Goddard y A. Wierzbicka en relación a lo que ellos denominan la
"interculturalidad del discurso".

5. Análisis del discurso social:


Es la dimensión donde encontramos el AD relacionado con las nociones de cultura
y sociedad. Para van Dijk, es justamente el ámbito donde debieran culminar los
estudios de AD. A pesar de ser un marco complejo, podemos aquí, como
investigadores, trascender el mero análisis de las combinaciones "discursivas" de la
oraciones, la coherencia", los "actos de habla", y los "turnos conversacionales" o los
simples "cambios de tópico". Si bien es cierto que muchas de las propiedades de estas
estructuras y estrategias poseen cierta autonomía y son libres de contexto, ellas
interactúan con muchas de las propiedades de los contextos locales y sociales
anteriormente bosquejados. Además, van Dijk plantea que si queremos explicar lo
que es el "discurso", resulta insuficiente analizar sus estructuras internas, las acciones
que se logran, o las operaciones mentales (procesos cognitivos) que ocurren en el uso
del lenguaje. En este sentido es necesario dar cuenta que el discurso como acción
social ocurre en un marco de comprensión, comunicación e interacción que a su vez
son partes de estructuras y procesos socio-culturales más amplios. De esta manera,
por ejemplo, las destrezas narrativas pueden ser constitutivas de una cultura colectiva
o las habilidades de argumentación en el Parlamento pueden ser inherentes a os
ambientes legislativos, o cómo el "discurso educacional" (Stubbs, l993) pueda definir
511

la educación como proceso social, etc. Sobre esta base, se puede plantear la idea de
que, mediante propiedades especificas del habla acerca de inmigrantes o de los
"pueblos indígenas", se pueda contribuir a una forma de reproducción de "prácticas
racistas". Por otra parte, siempre en la línea de van Dijk, la desigualdad de los
"géneros" puede también manifestarse y confirmarse por el discurso "machista"
desafiado a su vez por otro "feminista". El abuso del poder político puede involucrar
a la manipulación y legitimación de la propaganda como tipos o funciones de una
"comunicación discursiva" que cualquier oposición política puede de igual forma
realizar. En síntesis, lo que puede aparecer como mero discurso local, en muchos
casos, se instituye como procesos y estructuras complejas a un nivel más global de la
sociedad.

Estas formas de AD no son simples; requieren de un estudio más integrado en todos


los niveles o dimensiones vistos hasta aquí; así las relaciones entre discurso y
estructuras sociales resultan a menudo ser indirectos y altamente complicados de
abordar. Retomando, a modo de ejemplo, lo que decíamos en párrafos precedentes
sobre el o los "usos pronominales" (pronominalización) éstos necesitan relacionarse
con la estructura de la oración, el significado, la interacción, modelos mentales, la
identidad y las creencias compartidas, antes de relacionarlos con las diferencias de
poder entre los miembros de un grupo o estructuras y rutinas institucionales. No cabe
duda que al ámbito del AD es, en consecuencia, inter o multi disciplinario; ello queda
claro al entrar al campo social del AD que tiende a orientarse hacia un "campo
aplicado" sobre todo si intentamos llevar este tipo de análisis al terreno de la
"educación", los "medios", la "política", el "derecho", y tantos otros campos donde el
discurso adopta diversas formas y usos. Esta línea específica de desarrollo del AD la
encontramos en los trabajos de Britt-Louise Gunarsson quien en forma detallada nos
da cuenta de lo que ocurre desde la llamada "lingüística aplicada" a la conformación
del marco de un "análisis de discurso aplicado" enfocado hacia los "ambientes
educativos", "ambientes legales y burocráticos", "ambientes médico- social",
512

"ambientes laborales", y los "ambientes científicos o académicos" (de Beaugrande,


l993)

6. El AD crítico: (o análisis crítico del discurso)

A pesar de que podamos involucrarnos activa o pasivamente en los aspectos


sociales del AD y de un modo también lejano o desinteresado siempre tendremos en
frente de nuestro trabajo las normas dominantes que requiere todo trabajo intelectual
o académico con el fin de ser "objetivo". Igualmente nos comprometemos en los
temas y/o fenómenos a estudiar. Como tal debemos asumir una posición más
cuestionadora de la realidad circundante, principalmente cuando se trata de cómo los
discursos orales y escritos reproducen el abuso de poder, la dominación o la
desigualdad social. A esto es lo que van Dijk denomina "AD crítico" cuyo exponente
explicita siempre su posición social y política; asumir una posición con el fin de
descubrir, desmitificar y, al mismo tiempo, "desafiar" una posición o dominación
mediante un análisis crítico del discurso opuesto. Así, en lugar de centrarse en la
disciplina y sus teorías o paradigmas lo hace en la relevancia de una situación
problemática o crucial. El trabajo de un analista crítico está orientado por un
"problema" más que por un marco teórico; su análisis, su descripción de un fenómeno
como la formulación de una teoría juegan un rol en la medida que permita una mejor
comprensión crítica de la "desigualdad social" basada en, por ejemplo, origen,
género, clase, religión, lengua, u otro criterio que pueda definir las diferencias
humanas. Su fin último no ser puramente científico, sino también político y social, es
decir, con tendencia al "cambio". Es justamente en este sentido que la orientación
social se transforma en "crítica". Quienes se mueven en esta senda ven el AD como
una tarea moral y política con responsabilidad académica.

Finalmente, debemos dejar en claro que, para van Dijk, el AD o el "discurso"


mismo es una parte inherente de la sociedad y participa prácticamente en todas las
"injusticias" de la sociedad como en la lucha contra ellas. Un analista crítico del
513

discurso, además de tener en cuenta el vínculo entre discurso y estructura social


apunta a ser un "agente de cambio", solidario con las necesidades que promueven tal
cambio. En esta línea de trabajo sobresalen las contribuciones de N. Fairclough y R.
Wodak en temas tales como "lenguaje y poder", "el discurso de los medios", y los
"trastornos del discurso".

Tipos de análisis del discurso

Hasta aquí hemos presentado una introducción elemental, aunque densa, de las
estructuras, niveles y dimensiones del discurso y sus enfoques. Ahora, en una breve
visión retrospectiva, consideraremos el marco resultante en términos más generales al
examinar aquellos principios básicos que orientan el quehacer en AD donde se
distinguen tipos, estilos y modos de realizar el análisis.

El que más prevalece o ha prevalecido es el trabajo sobre "análisis textual" que trata
con las estructuras más abstractas del discurso escrito como un objeto fijo en la
perspectiva de la "lingüística". El otro es el relacionado con el "estudio del habla"
(discurso oral) que se centra en aquellos aspectos más dinámicos de la interacción
espontánea en la perspectivas de las "ciencias sociales".
A pesar de las diferencias de enfoques, ambos están comprometidos con el
descubrimiento de "ordenes", "reglas", y "regularidades" en el trabajo de análisis de
"estrategias" y "estructuras"; tienen una orientación descriptiva y su tendencia es a
ignorar contextos mayores como por ejemplo lo "cognitivo" y lo "social".

De la misma forma también existe la distinción entre estudios más "formales" o


abstractos como en la inteligencia artificial y gramática, y estudios más "concretos"
de textos reales o formas de habla en contextos específicos o socio-históricos, es
decir, de la formas reales en que los usuarios de una lengua se manejan como "actores
sociales", hablando, significando, y haciendo cosas con palabras.
514

En la literatura consultada, resaltan las orientaciones de tipo teórico y descriptivo y


los aplicados y críticos con un fuerte‚ énfasis en lo social, el último. También se
puede distinguir una diferencia en los "estilos" o diseños de investigación; aquí se
sitúan los estudios "empíricos" que trabajan con información concreta o corpus, y los
de orientación "filosófica" que son más bien especulativos y utilizan formas
impresionísticas para referirse al discurso.

Otro criterio de diferenciación de enfoques se basa en tipos de discurso en cuanto a


"género". Aquí las preferencias apuntan hacia las conversaciones, las noticias, la
publicidad, la narrativa, la argumentación, el discurso político, entre otros. Ahora
bien, cada uno de estos enfoques ha desarrollado sus propios conceptos, métodos y
técnicas de análisis; una integración de los mismos pueden circular en forma paralela
a la variación y especialización interdisciplinaria van Dijk distingue tres: a) los que se
centran en el discurso mismo o en la estructura, b) los que consideran el discurso
como comunicación en el ámbito de la "cognición", y c) aquellos que se centran en la
estructura socio-cultural. Todos conforman una trilogía (discurso, cognición,
sociedad) la que se vislumbra como el ámbito propicio para es establecimiento de una
empresa multidisciplinaria en el AD. Sea cual fuere el punto por donde podamos
ingresar a este triángulo descubriremos que no se necesitan de los otros lados o
aspectos; cualquier exclusión, entonces, década de los años 60 el interés emergió
simultáneamente tanto en el campo de las "humanidades" como en el de las "ciencias
sociales". Ya, como discurso escrito oral, venía siendo abordado o tratado en el
análisis literario, la historia, la comunicación de masas, y desde la Grecia Antigua en
la retórica o como las propiedades de "hablar en público". Por ser el AD un campo
interdisciplinario nos referiremos en forma resumida a las principales disciplinas que
lo abordan y tratan:

** Etnografía: Surge a mediado de los años 69 como una interdisciplina sistemática


y explícita para abordar el AD; fue justamente en el campo antropológico donde se
levanta un escenario con un primer "informe etnográfico" de los llamados "eventos
515

comunicativos" (formas de hablar") en los contexto culturales. Se planteó que los


hablantes de una lengua no sólo conocen las reglas o principios que estructuran una
lengua como sistema gramatical sino también, como miembros de una cultura, son
poseedores de una "competencia comunicativa" (saber qué decir y cuándo) (Silva,
l988) más amplia; que comparten un conocimiento cultural de reglas sobre cómo
hablar correcta y apropiadamente en situaciones, por ejemplo, "cómo advertir",
"cómo contar un cuento", o "cómo entrar/salir de una disputa o debate"(Saville-
Troike, l982).

** Estructuralismo y Semiótica: Surge como el llamado de Formalistas y otros


especialistas Rusos en los años 20 y 30. El primero ofrece un marco más amplio para
el estudio de la "narrativa", los "mitos", "literatura", y "cine" y otras prácticas
semióticas en Francia desde donde se proyectaron influencias en diversos sentidos y
latitudes. Por ejemplo, el análisis estructuralista de textos y/o narrativas en el estudio
de los "medios" (Tobin,l990). La crítica que siempre aparece en estos enfoque es la de
no dar cuenta de los procesos cognitivos, la interacción social, y las estructuras
sociales.

** Gramática del Discurso: Más allá de la corriente Generativista en Lingüística,


algunos lingüistas se han dado cuenta que el estudio de la lengua significaba, más que
describir un sistema sintáctico, sobre la base de oraciones aisladas de contexto,
comenzar a pensar en términos de "texto" o, como lo denomina van Dijk, la
gramática de discurso centrado especialmente en las relaciones semántica y
funcionales entre las oraciones. En otras palabras, cómo un texto es coherente y cómo
se distribuye la información en el mismo. Hasta ese momento, el enfoque
estructuralista o semiótico en el AD no consideraba el uso real de la lengua o la
"dimensión social del discurso". De esta manera, y como una forma de enriquecer el
campo del AD, los aportes provenientes de la "psicolingüística" y de la "psicología
cognitiva" se han hecho relevantes al considerar el estudio de lo que ocurre en el
"procesamiento" de la información verbal en textos orales y escritos.
516

** La Sociolingüística y la Pragmática: Al mismo tiempo que emergen los intereses


por la estructura del discurso lo hacen también la sociolingüística y la pragmática
como nuevas orientaciones en el campo de las ciencias del lenguaje. Parte de estos
esfuerzos se centran en la "naturaleza discursiva del uso del lenguaje", "los actos de
habla", y la "interacción verbal" al no sentirse una satisfacción con las cuentas
formales de la estructura del discurso en un contexto socio-cultural (Salkie, l995;
Leech,l996).

** La Etnometodología: Surge a fines de los 60 como un enfoque "micro-


sociológico" interesado en el campo de la "interacción diaria" especialmente en lo
referente al análisis de conversaciones en la "vida cotidiana"; reciben una atención
preferente los "cambio de turno" o alternancias del diálogo como también qué tipo de
interacción social se logra al expresarse de una determinada forma. Estos estudios
ejercen gran influencia en la conformación del "análisis conversacional". Se observan
escasos vínculos con los estudios lingüísticos formales y cognitivos al tiempo que se
mantuvo cierta distancia de las formas "macro-sociológicas" clásicas al dar cuenta de
una estructura social (Giles, l979; Stubbs, l993).

** La Psicología Cognitiva: Junto con la Psicología Educacional e inspirada por las


complejidades del "aprendizaje humano" y/o "la adquisición del conocimiento"
(fundamentos epistemológicos) (Audi, l998) en el inicio de los 70 surge una corriente
de investigación en el estudio o rol que desempeñan los "procesos mentales"
(atención, memoria, percepción, concentración, solución de problemas, etc.) en el
proceso de comprensión de "textos" y en un marco que posteriormente conocemos
como "ciencia cognitiva". Este desarrollo ocurre en estrecha cooperación con los
avances de la "simulación" de computadores en la comprensión así como el rol del
conocimiento en el ámbito de la "inteligencia artificial" que en su conjunto integra,
enriqueciendo, las perspectivas de la "Lingüística Textual" (Green, l989; Turner,
l996).
517

** La Psicología Social y la "Psicología Discursiva": La primera entra al campo del


AD solamente en la década de los 80 a pesar de que en sus áreas de acción se habían
tratado temas relevantes como los "procesos de socialización" y la "atribución". En
Gran Bretaña algunos psicólogos sociales desde una relevancia obvia en la
interacción social y la construcción de representaciones sociales" desarrollan su
propio enfoque conocido como "psicología discursiva". Desde una posición
cognitiva, e inspirados por los principios de la etnometodología, se centran en el
estudio de la interacción como "fenómeno psicológico" para abordar la
"comprensión", la "explicación", la "formación de opiniones e ideologías" (Giles,
l979).

** Los Estudios de la Comunicación: En forma de algún modo lenta, en la década


de los 70 y 80 las diversas ramas interesadas por el estudio de la "comunicación
humana" sintieron que el AD ampliaba su domino de acción, por ejemplo, la
estructura de los mensajes en los medios de comunicación masivos, la comunicación
interpersonal, intercultural, y empresarial. Se puede afirmar que tanto el estudio de la
comunicación humana así como el AD, en conjunto, pueden contribuir a una mayor
integración de ambos enfoques ampliando el campo de una "teoría de la
comunicación humana" (Brown, l994).

** Otras disciplinas: Lo planteado hasta aquí es válido para otras disciplinas que
puedan emerger en el AD centrados en las humanidades y ciencias sociales. Por
ejemplo, el estudio de las interacciones verbales en la administración de justicia
(Corte o Tribunales) ya han atraído el interés en los llamados "estudios legales" en
sociología y la psicología social. Por otra parte, los historiadores se interesan por la
naturaleza textual de sus fuentes y de los aspectos narrativos de la historiografía; es el
caso de la "teología" con el estudio de la Biblia o de otros textos sagrados. Podemos
decir también que, por ahora, de la gama de disciplinas interesadas en el AD, la
"ciencia política" es la que parece estar ausente en forma más sistemática; no se
518

necesita argumentar mucho para darse cuenta que es justamente éste uno de los
campos en que el discursos oral y escrito constituye un elemento central en todo
proceso político (Leech, l996).

¿Diversidad o integración?
A pesar de la riqueza de enfoques interdisciplinarios para abordar el AD, van Dijk
lo plantea como opciones válidas conducentes a la unificación de los esfuerzos o al
inicio y desarrollo de caminos propios. Lo positivo, como sea que fuere, es que los
esfuerzos así expuestos producen una constante renovación teórica interesante por el
hecho de que inicialmente, como hemos visto, el AD ha tenido lugar en los límites de
disciplinas ya establecidas. Más que tender a la diversidad, el punto es y ser la
emergencia de una empresa unificada. Por ejemplo, es lo que hemos venido
percibiendo entre la lingüística textual y la psicología cognitiva; otro tanto se da entre
la micro-sociología, la sociolingüística, y la etnografía. Sin embargo, también se
observan dominios dispares o aislados como lo son, hasta el momento, la estilística,
la retórica y los estudios sobre "argumentación" (Audi, l998). Igualmente permanecen
algo separados los dominios entre "mente" e "interacción"; ello lo vemos reflejado en
los estudios de la "coherencia" la que fue primero tratada en los textos escritos y
desde allí al análisis conversacional; las estrategias de interacción en la llamada
"habla situada" fueron ignorados en el estudios de los "textos". Por otra parte,
nociones fundamentales como el "significado" han sido tratadas de maneras
diferentes en la semántica formal, psicología cognitiva, sociología, y la etnografía de
las interacciones.

El mismo van Dijk visualiza que también han ocurrido "formas de fragmentación"
lamentables en los puntos o lugares en que se inició el AD con trayectorias más o
menos típicas como ha sido el caso de aquellos esfuerzos estructuralistas y post-
estructuralistas en Francia y su contraparte inglesa especialmente en orientaciones
literarias y filosóficas. En la tradición Hispánica el rumbo ha sido el trazado por la
influencia Francesa. Afortunadamente, en las últimas décadas se han podido apreciar
519

muchos intentos de integración. Por el lado psicológico la ciencia cognitiva


suministra un marco unificado de integración e inspiración mutua en aspectos
lingüísticos, cognitivos, neurológicos, y filosóficos (Turner, l996). Desde la
perspectiva socio-cultural el interés por la "interacción social situada" ha favorecido
el intercambio desde la pragmática, sociolingüística, sociología, y etnografía.
Es igualmente relevante destacar que han surgido algunos puntos de vistas como para
plantear que no es posible una división entre cognición e interacción, sociedad y
cultura favoreciendo el desarrollo de la "antropología cognitiva" con la noción de
“cognición” social" como el fundamento base en el AD tanto en su dimensión socio-
cultural como cognitiva.

En síntesis, se puede afirmar que el AD define un dominio de estudio que por sí


mismo ha promovido una influencia interdisciplinaria, por ende, una integración más
que división. Se trata de que nos podamos centrar, en el futuro, en un AD como
disciplina autónoma. Para ello no ser exclusividad referirse en detalle a una estructura
o gramática textual, o a la cognición, interacción, estructura social, etc. sino como
aspectos de un compromiso científico complejo que explique y describa el "discurso"
humano como comunicación (Brown, l994).

Los principios en la acción del AD


No es suficiente explicar las propiedades del discurso así como sus dominios
correspondientes. Hasta aquí hemos ampliado la visión o campo tratada en el trabajo
anterior. Como toda disciplina o área de conocimiento el AD se orienta por algunos
principios que es necesario de tener en consideración sobre todo cuando diseñamos
algún tipo de investigación en el campo. van Dijk plantea que debemos tener en
cuenta un cierto número de normas con el objeto de realizar un trabajo
interdisciplinario objetivo y académico. A pesar de que los mismos puedan provocar
reacciones críticas en el campo investigativo, ellos están sujetos a cambios. Veamos
los más relevantes:
520

1. Lo escrito y lo oral en su entorno natural: significa que cualquier estudio de


AD debe tener como centro un material de trabajo que refleje realmente lo que
ocurre en la interacción. Se deben evitar ejemplos inventados o construidos en
favor de datos reales o "corpus". Los datos no pueden "editarse" o someterlos
a un proceso de "sanitización" sino estudiados tal como son recogidos en la
realidad o contexto social.
2. El contexto: el discurso debe ser estudiado preferentemente como
constituyente de su situación local, global, socio-cultural. De muchas maneras
los discursos orales y escritos indican, reflejan o señalan su pertenencia
contextual. Así las estructuras contextuales se deben observar y analizar en
detalle y también como posibles consecuencias del discurso: ambiente,
participantes, roles comunicativos, metas, conocimiento relevante, normas y
valores, o estructuras institucionales u organizacionales, etc.
3. El discurso como expresión oral: Mientras la mayoría de los trabajos iniciales
de Ad se centraron en textos escritos (literatura, medios), la tendencia ahora es
al cambio. Se trata de trabajar con interacciones verbales reales en
conversaciones o diálogos formales e informales. El habla es considerada
como la forma básica y primordial del discurso.
4. El discurso como práctica de los miembros de una sociedad: Tanto el discurso
oral y escrito son formas de prácticas sociales en contextos socio-culturales;
no sólo somos usuarios de una lengua sino también somos parte o miembros
de un grupo, institución o cultura. Mediante el uso de la lengua, entre otros,
desempeñamos roles, afirmamos o negamos, estamos de acuerdo o
desacuerdo, pedimos o damos información, adquirimos conocimiento e,
incluso, dice van Dijk, somos capaces de "desafiar" una estructura social,
política o institucional.
5. Las categorías de los miembros: Desde las prácticas en "análisis
conversacional" siempre se ha mantenido la idea de que no debemos imponer
nociones preconcebidas o categorías desde la perspectiva del investigador. Se
tienen que respetar las formas sobre cómo los integrantes o miembros de un
521

grupo social interpretan, orientan y categorizan los atributos o propiedades del


mundo social, sus conductas y el discurso mismo. Sobre esta base se deben
formular las teorías que en forma sistemática y/o explícita den cuenta del
discurso como práctica social.
6. La secuencialidad: Se refiere al hecho de que el discurso se realiza en un
sentido lineal o secuencial tanto en su producción como en comprensión. Esto
es válido en lo oral y escrito e implica que en todo sus niveles (oraciones,
proposiciones, actos) se deben enunciar e interpretar de acuerdo a la
información precedente que es lo que ocurre en la así llamada "coherencia".
Ello involucra cierta "funcionalidad": los elementos últimos se relacionan con
los anteriores. Como usuarios de la lengua operamos así mental e
interactivamente (modo en línea o "on-line"). Así nos damos la oportunidad
de re-interpretar o corregir información o contenido.
7. La constructividad: Los discursos también son constructivos en el sentido que
las unidades constitutivas se pueden usar, comprender, y analizar
"funcionalmente" como partes de un todo, creando estructuras jerárquicas en
la forma, significado e interacción.
8. Niveles y dimensiones: Los analistas del discurso tienen siempre la tendencia
a descomponer sus trabajos en niveles y cómo se relacionan estos niveles.
Como usuarios de la lengua los manejamos como un conjunto (sonidos,
significados, o acciones).
9. Significado y función: El investigador siempre está tras el o los significado(s).
Formular preguntas como: ¿Qué significa esto aquí? ¿Cuál es el sentido en
este contexto? Este principio tiene implicancias funcionales y explicativas
¿Por qué se dice aquí?
10. Las reglas: Se postula que el discurso también está gobernado por reglas.
Tanto el discurso oral como escrito se debe analizar como manifestación o
expresión de reglas gramaticales, textuales, comunicativas o interaccionales
compartidas socialmente. También interesa al analista descubrir cómo se
522

quebrantan, se ignoran o se cambian tales reglas y qué funciones discursivas


presentan tales perturbaciones.
11. Estrategias: Los usuarios de una lengua conocen y aplican estrategias
mentales e interactivas en el proceso de producción y comprensión efectiva
para lograr una efectividad en la realización del discurso (expresión de la
intensionalidad) y su impacto en la conducta de un destinatario. Es como en el
ajedrez donde para ganar o perder aplicamos técnicas, movimientos
especiales, etc.
12. La cognición social: Es fundamental aunque sea menos reconocida en algunos
enfoques o tendencias. Se trata de los procesos mentales y representaciones
del mundo que expresamos en lo oral o escrito. No podríamos entender el
significado, coherencia, acción, etc. sin considerar lo que ocurre en la mente
de los usuarios de la lengua en la realización de las interacciones. También
juegan un rol fundamental en al AD los recuerdos o experiencias personales
(modelos), las representaciones socio-culturales compartidas (conocimientos,
actitudes, ideologías, valores, normas) que tenemos como usuarios de una
lengua o como miembros de un grupo; la cognición es la "interface" entre el
discurso y la sociedad.

PALABRAS FINALES
En estos dos trabajos se ha presentado el pensamiento de van Dijk en relación a los
estudios sobre análisis del discurso como una manera de divulgar, en el ámbito
académico, este importante conocimiento. Mirada su teoría, retrospectivamente, se
aprecia un recorrido largo donde destacan, podríamos decir, los estudios lingüísticos
de la "pronominalización", la "coherencia semántica", la observación de los "turnos
conversacionales", y la "comprensión textual". Sin duda, en este camino se han
involucrado más de una disciplina con enfoques algunos más sofisticados que otros.
Casi en el término del milenio, el AD está cumpliendo la mayoría de edad; su
interdisciplinareidad garantiza, por tanto, renovaciones continuas, e inspiraciones que
apuntan en la actualidad hacia los campos del Derecho, Ciencia Política, y la
523

Comunicación Humana. EL AD se mueve desde un nivel macro-social a otro micro-


social y viceversa entregándonos un enfoque bien fundado y crítico para el estudio de
problemáticas sociales, el poder, y la desigualdad. Por otro lado, está tomando, dice
van Dijk, su propio lugar en las Humanidades y Ciencias Sociales entregándonos
visiones o perspectivas de los fenómenos sociales y mentales que, posiblemente, otras
disciplinas lo hacen tangencialmente. Debe tenerse en cuenta que el AD no es un
método aplicable al diseño de investigaciones psicológicas, sociológicas,
antropológicas o socio-política. Postula a ser una disciplina autónoma.
Específicamente, en el ámbito de la "psicolingüística" el AD plantea que el uso de la
lengua y la manifestación del pensamiento se manifiestan en lo que van Dijk
denomina " interacción social discursiva". En este sentido, habría que agregar que no
son muchas las especialidades del saber humano capaces de ofrecer oportunidades
válidas para entender cómo los hablantes usan una lengua, piensan, e interactúan
"reproduciendo" de esta manera su pertenencia grupal, y socio-cultural; ello desde el
diálogo cotidiano a la formalidad del discurso científico, o desde lo cotidiano a la
rigidez del discurso pedagógico en el aula, etc. El camino de la ciencia del lenguaje
en las décadas venideras será textual, discursivo, comunicativo, crítico e
interdisciplinario.

Referencias:
Audi, R. (l998) Epistemology. Londres: Routledge.
Brown, G. (l994) Language and Understanding. Oxford: Oxford University Press.
de Beaugrande, R. y W. Dressler (l994) Introduction to Text Linguistics. Londres:
Longman.
de Beaugrande, R. (l993) Linguistic Theory: The Discourse of Fundamental Works.
Londres: Longman.
Dijk, T.V. (l992) Text and Context: Explorations in the Semantics and Pragmatics of
Discourse. Londres: Longman.
524

Freedle, O. (l977) Discourse Production and Comprehension. Norwood, N.J.: Ablex.


Fraser, C. (l982) Advances in Social Psychology of Language. Canbridge: Cambridge
University Press.
Giles, H. (Ed.) (l979) Language and Ethnic Relations. Oxford: Pergamon
Greene, J. (l989) Memory, Thinking, and Language. Londres: Menthuen.
Leech, G. (l996). Principles of Pragmatics. Londres: Longman.
Montgomery, M (l976) Introduction to Language and Society. Londres: Menthuen.
Saville-Troike, S. (l982) The Etnography of Comunication. Oxford: Basil Blackwell.
Silva, O. (l988) "El Desarrollo de la Competencia Comunicativa", La Educación
(Revista Interamericana de Desarrollo Educativo), l02:43-59, Washington: OEA.
Silva, O. (l997) "El Estudio del Discurso en el Camino de Teun van Dijk", Revista
Frontera, l6:97-l06, Universidad de La Frontera, Temuco.
Stubbs, M. (l993) Discourse Analysis: A Sociolinguistic Analysis Natural Language.
Oxford: Basil Blackwell.
Salkie, R. (l995) Text and Discourse Analysis. Londres: Routledge.
Turner, M. (l996) The Literary Mind. Oxford: Oxford University Press.
Tobin, Y. (l990) Semiotics and Linguistics. Londres: Longman
525


A. L. Sergueeva

LA CATEGORÍA SEMÁNTICA DE LA VALORACIÓN Y SU RELACIÓN


CON OTRAS CATEGORÍAS.403

En el presente artículo se analizan algunos aspectos de la interrelación entre la


categoría lógica de la valoración y la categoría lingüística de la valoración.

En la axiología formal (aspecto de la lógica que estudia los conceptos valorativos)


la valoración comúnmente se define como una caracterización positiva o negativa del
objeto, vinculada con el reconocimiento de este como valor en algún sentido.

El juicio valorativo sobre el objeto consiste en que:


1. El objeto responde o no responde a las exigencias que se le imponen de
acuerdo con sus cualidades: “bueno/malo; adecuado/inadecuado;
suficiente/insuficiente”, etc.
2. El objeto es útil o no para el uso práctico, o es útil en algún otro sentido:
“útil/inútil; cómodo/incómodo”, etc.
3. El fenómeno tiene o no la capacidad de influir en la salud y la psiquis del
individuo, causando agrado o desagrado emocional:
“agradable/desagradable; beneficioso/dañino; alegre/triste”, etc.
4. El objeto se corresponde con los deseos, intereses y gustos del individuo:
“deseado/indeseado; interesante/no interesante; necesario/innecesario”, etc.

403
Tomado de Investigaciones semánticas. Universidad de Bashkiria. Ufá, 1988. Traducción del ruso
de Ana Curbeira Cancela
526

Las bases de la valoración (o sea, aquello desde cuyo punto de vista se realiza la
valoración) pueden ser tanto objetivas (el estándar, la utilidad, el éxito, etc.) como
subjetivas (intereses, deseos, emociones, etc. del individuo). En consecuencia se
analizan dos tipos de valoración:

- La valoración que parte del objeto: normal, servible, de calidad, etc.


- La valoración que parte del sujeto: deseado, agradable, etc.

En la lingüística la valoración siempre ha estado vinculada con la expresión de la


relación emocional subjetiva del emisor (A. A. Shajmatov; V. V. Vinogrador y otros)
por lo que en el léxico valorativo se incluían solo las palabras que expresan
valoración subjetiva. Sin embargo en las últimas décadas se observa un nuevo
enfoque en el estudio de esta categoría: la valoración ha empezado a verse como un
reflejo característico de la categoría lógica que se corresponde con los hechos de la
gramática de superficie y de la gramática subyacente (I. Kats; R. Ziff: E. M. Wolf y
otros). Este enfoque resulta más adecuado para el estudio del léxico valorativo por
cuanto, como mostró el análisis de los lexemas valorativos, su estructura semántica y
los tipos de relaciones entre ellos refundamenta, en gran medida, en el carácter de la
valoración que ellos expresan.

Así, por ejemplo, las valoraciones subjetivas lógicas pronostican la presencia de un


sema sintagmático de subjetividad en el significado de las correspondientes palabras-
predicados valorativo: Él me resulta repulsivo; Esta situación resultaba muy dolorosa
para mí, mientras que las valoraciones objetivas no presuponen la existencia de tal
sema. El sema de relación subjetiva está obligatoriamente presente en la semántica de
nombres en los que la parte descriptiva del significado contiene rasgos de algún
objeto visto desde un punto de vista específico y está vinculado a la expresión de una
relación emocional del emisor. Por ejemplo, el caso de sobrenombres que expresan
alguna característica física. (En ruso ejemplos de sobrenombres que se le da a niños
527

delgados y altos: Stolb; Shtativ; y ejemplos de sobrenombres de niñas gorditas:


Ponchik; Pishka).

Además, en la estructura del significado “adjektivo” en calidad de componente


obligatoriamente debe estar presente un rasgo valorativo que refleje el criterio de
valoración objetiva, o sea, su base, por ejemplo: sabroso – ‘agradable al gusto’.

La sintaxis de los significados valorativos depende también del carácter de las


valoraciones que ellos expresan: los significados que contienen un conjunto de
componentes iguales pueden tener diferente estructura, Por ejemplo, el significado de
‘conveniente’, que expresa una valoración de ‘correspondencia con…’ se formula
sintácticamente como: ‘que se corresponde con las exigencias de la función objetiva
(y por eso, que puede ser empleado, utilizado, en algo)’. Mientras, el significado de
‘útil’, que expresa una valoración utilitaria, puede formularse como: ‘que puede ser
utilizado, empleado en algo (porque cumple las exigencias de su función objetiva)’.
Los componentes que se expresan entre paréntesis pueden debilitarse semánticamente
o simplemente pasar al plano de la presuposición.

Por último, la estructura del significado valorativo, la cantidad de componentes que


la organizan, depende directamente del grado de sinteticidad de la valoración. Así, la
valoración estética, que se basa en la síntesis de las valoraciones sensoriales y
psicológicas, se expresa con significados de estructuras muy complejas. Por ejemplo,
en las diferentes lenguas el concepto de ‘lo bello’ incluye los rasgos ‘saludable,
bueno, incólume, cómodo, respetable, alegre, feliz, claro, etc. (Stolovich, L. M.
1956).

Las relaciones sistémico-estructurales en la esfera del léxico valorativo están


condicionadas también por las relaciones axiológicas. Los adjetivos, que expresan
una valoración lógico-objetiva se caracterizan por una simetría estricta, en la
construcción de los subsistemas semánticos, lo que constituye una consecuencia de la
528

polaridad de las valoraciones racionales (positiva/negativa; servible/inservible;


provechoso/dañino, etc.) En tanto que los adjetivos con significado de valoración
subjetiva no se caracterizan por un consecuente isomorfismo de las clases: Esto se
explica por el hecho de que muchos fenómenos psico-fisiológicos, que constituyen el
fundamento de la valoración subjetivo-emocional, no se pueden contraponer e incluso
comparar unos con otros. Por eso en la esfera del léxico subjetivo-valorativo las
contrariedades antonímicas, que son una especie de “eje coordinador” para la
descripción de las unidades léxicas subjetivo-valorativas, se reflejan de forma
inconsecuente. Por ejemplo, al grupo de palabras con el significado común de ‘que
infringe sufrimiento físico o moral’ (penoso, abrumador, deprimente, doloroso, entre
otras) no se contrapone ningún otro grupo de lexemas valorativos.

Las especificidades de la variación semántica de los significados valorativos


también tienen una interpretación axiológica. Así, la polisemia de os adjetivos
valorativos refleja diferencias en la base de las valoraciones que ellos expresan. Por
ejemplo, los significados derivados del adjetivo “bueno” son, por su ensencia,
especializados en comparación con el fundamental y pueden ser formulados como
sigue: ‘bueno en algún aspecto’: buena reserva de leña (‘bueno desde el punto de
vista cuantitativo’); hombre bueno, honesto (‘bueno desde el punto de vista moral’),
etc. Por analogía el significado de ‘agradable’, ‘que produce alegría, gusto’) es capaz
de desarrollar significados figurados que expresan valoración personal de los
fenómenos, tales como: ‘que se caracteriza por provocar sentimiento de simpatía’,
‘que se caracteriza por gustar’, por ejemplo, interlocutor agradable, estampado
agradable, etc.

Por el contrario, la sinonimia de los lexemas valorativos se vincula con la


semejanza de las bases de las valoraciones que expresan. Por ejemplo, ventajoso,
provechoso, rentable, beneficioso, lucrativo – ‘que es capaz de producir ganancias’,
economía, brindar beneficio material’ (comercio ventajoso; negocio rentable; puesto
lucrativo, etc.); verdadero; genuino, auténtico – ‘que se corresponde con el ideal de
529

algo o alguien’ (un verdadero médico; un heroísmo auténtico; un genuino maestro de


su oficio, etc.)

La determinación de los significados valorativos y de sus relaciones sistémicas por


la estructura de las valoraciones lógicas expresadas por ellos permite considerar que
los campos semántico-funcionales y conceptuales – “no son diferentes objetos, sino
diferentes aspectos de un mismo objeto de estudio que existe en el plano de la
ontología lingüística (más exactamente mental-lingüística)” (Bondarko 1983:48)
El estudio del aspecto lingüístico de la valoración está vinculado con la
investigación del reflejo en la lengua de los conceptos valorativos, así como de
emociones y sentimientos del individuo emisor, por cuanto la valoración de muchas
unidades lingüísticas, a diferencia de las unidades lógicas, está vinculada con la
expresión psicológica de sentimientos, en la base de los cuales está la percepción
emocional del mundo. Lo racional y lo emocional en la percepción del mundo pueden
entrar en contradicción, sus “modus” con frecuencia no coinciden y esto se refleja en
la semántica de las unidades lingüísticas. Así, en la lengua se observa el hecho de la
enantiosemia – polaridad valorativa emocional como tipo de transferencia de
significado que refleja la posibilidad de la valoración emocional contrapuesta a un
mismo fenómeno.

La entonación desempeña un importante papel funcional en la expresión de la


valoración emocional. L. V. Sherba escribía al respecto …constantemente se repiten
los casos en que pronunciamos con tono y entonación, por ejemplo de disgusto,
palabras que no tienen en su significado componentes valorativos. Por ejemplo:
Canta en la reunión
“adelante camaradas…”
Pero en casa,
Habiendo olvidado el solo de su aria
Le grita a la esposa…
V. Mayakovski. Amor (Sherba 1958)
530

Puede suceder una desemantización de la parte descriptiva del significado


valorativo de las palabras en los casos de estado afectivo con un alto grado de
expresividad.

La valoración lingüística no es igual a la lógica no sólo en su carácter emocional-


expresivo. En el significado de una palabra pueden combinarse valoraciones lógicas
de carácter diferente, sin embargo en el aspecto lingüístico, tal palabra expresa una
sola valoración (meliorativa o peyorativa). Por ejemplo, el adjetivo interesado que
expresa una valoración utilitaria positiva ‘que produce utilidad’, expresa una
valoración negativa desde el punto de vista de las normas morales y en conjunto tiene
un matiz peyorativo. De manera análoga en la serie dura – de hierro – cruel
(disciplina), los adjetivos denominan una elevación consecutiva del rasgo positivo de
dureza, sin embargo, en un momento determinado la cantidad se transforma en
calidad, la disciplina se vuelve cruel y se valora como radicalmente negativa.

Además, el significado puede representar un concepto valorativo y no expresar


valoración. Este fenómeno se observa, en primer lugar, en caso de que el componente
valorativo ocupe una posición periférica, sin entrar en el núcleo, por ejemplo:
misterioso, - ‘lleno de misterio, de enigma, de atractivo’: desconocida misteriosa. En
segundo lugar, la pérdida de valoratividad se observa en la terminologización del
significado, por ejemplo, piedra preciosa (combinación terminológica en la que la
palabra preciosa ha perdido su componente valorativo inicial. Compare: Mi niña
preciosa, donde preciosa significa ‘bella, linda, querida’.

Hagamos algunas conclusiones.

La actividad cognoscitiva del hombre incluye dos momentos: el de la actividad de


reflejo y el de la actividad valorativa.
531

La existencia de estos dos momentos está basada en la unidad de lo objetivo y lo


subjetivo en el proceso del conocimiento. Al reflejar los objetos y fenómenos de la
realidad el sujeto los relaciona con su experiencia anterior, los compara con
determinada “dimensión” valorativa. En calidad de esa dimensión valorativa
intervienen, entre otras, las normas, los estándares, las necesidades y los intereses del
individuo. El proceso de valoración puede estar acompañado por la expresión de la
relación emocional del sujeto hacia el objeto.

La valoración como fenómeno lógico-psicológico se manifiesta en todos los niveles


del sistema de la lengua: en la estructura de las unidades de la lengua y el discurso, de
una u otra forma, está presente en el sujeto y el objeto de la valoración, la escala de
normas; se refleja la identificación de la valoración, etc. El carácter de la relación de
las unidades también se determina, en gran medida, por los tipos de las valoraciones
lógicas correspondientes.

Al mismo tiempo, las categorías valorativas conceptual y semántica no son


isomórficas: por una parte, la categoría conceptual tiene no solo medios lingüísticos
de expresión, por otra parte, en la categoría lingüística de la valoración se fijan los
resultados del conocimiento empírico y sensorial del mundo.

Los factores racionales y emocionales de la valoración forman en la estructura de


los significados valorativos una unidad de contrarios que luchan, es más, como regla,
vence el factor emocional-subjetivo.

Todo esto evidencia que entre la categoría lógica de la valoración y su análoga


lingüística existe un reflejo peculiar, pero no un completo isomorfismo.

Bibliografía:
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Sherba, L. V. Obras escogidas de lingüística y fonética. T. 1. Leningrado, 1958
533


L. Caballero Díaz404

Categorización semántica y tesauro: una proposición para la


lexicografía405

La categorización semántica no es otra cosa que la discretización argumentada e


ilustrada del universo de los significados lingüísticos y constituye, por tradición, una
labor en la cual concurren -junto a la lingüística y la lexicografía- un conjunto de
disciplinas afines. Asumirla como un problema unitario y al mismo tiempo
multiaspectual, en relación con los objetos, propósitos y enfoques de la investigación
concreta, nos permitirá lograr una orientación más clara en las posibilidades y los
conocimientos disponibles para llevar a cabo la discretización del significado.

La selección y elaboración de un modelo categorizador guarda relación con tres


aspectos que tienen en cuenta:

 el dominio de aplicación del modelo, que especifica su extensión a


determinadas dimensiones del significado en las lenguas: ilocutiva, modal,
referencial, gramatical, connotativa, etc. La posibilidad de un modelo
integrador de algunos dominios se explica en el presente trabajo;
 el tipo de estructura semántica o de relaciones estructurales en el contenido
de los signos. En este aspecto cabe distinguir entre estructuras jerárquicas,
como son las de género y especie (hiperónimo-hipónimo), parte y todo y
clase y elemento; estructuras de jerarquía difusa, no taxonómica, como las de
404
†Leandro Caballero Días, detacado lingüista y semantista cubano; Doctor en Ciencias Filológicas;
profesor titular de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de la Habana.
405
El ensayo fue publicado en: Estudios Lingüísticos Cubanos (II) Homenaje a Leandro Caballero
Díaz. Universität de Valencia, 2002, pp. 123 – 130
534

centro y periferia, y estructuras no jerárquicas dadas por las relaciones


predicativas actanciales, relaciones de contigüidad, de inferencia,
intersección, identidad y potencial sustitución en contextos, etc.;
 el objetivo de la categorización, relacionado con las características v
funciones del objeto científico, que puede ser desde una propuesta de modelo
universal, pasando por modelos para determinados dominios, o tipos de
estructura, o para ciertos componentes semánticos, hasta obras que
trascienden los propósitos teóricos, como un tipo de tesauro o el tesauro de
ciertas categorías semánticas.

En materia de categorización semántica históricamente realizada hay que tener en


cuenta la labor lexicográfica y, en particular, la encaminada a definir los significados
de las palabras, así como la dirigida al objetivo de crear los tesauros de determinadas
lenguas.

Aunque la discretización del universo semántico por la lexicografía contenga más


de una inconsecuencia, no son pocos sus aportes y resulta conveniente asumirla, tanto
como fuente de información sobre los modos empíricos, culturalmente acumulativos
y aproximativos de categorización del universo de significados como para la tarea de
perfeccionar la propia lexicografía desde la perspectiva teórica.

Dentro del conjunto de modelos categorizadores vamos a considerar el que


corresponde a la categorización ideográfica, subordinada al objetivo de la
construcción de tesauros, denominados también diccionarios analógicos, ideológicos,
ideoconstructivos, de ideas afines e ideográficos. Si estamos de acuerdo con W.
Labov en que cualquier investigación lexicográfica sólo podrá considerarse acabada
después de haber profundizado en el tesauro, es decir, en la organización de los
conceptos que permite pasar desde las cosas hasta los nombres’ 406, no podemos dejar

406
Labov (1978: 258).
535

de reconocer la conveniencia científica de buscar nuevas y más adecuadas


aproximaciones a la categorización ideográfica del significado lingüístico.

Sin embargo, para acometer esa obra se hace necesario precisar más de un concepto
y, en primer lugar, el correspondiente al nombre común y ambiguo de "cosa",
supuestamente ubicado en el punto de partida de la onomasiología y del
correspondiente tesauro por tratarse de aquello que, al ser identificado permite iniciar
la búsqueda de expresiones o nombres. De la adecuada conceptualización y precisión
de lo que, en realidad, deba considerarse en el punto de partida del tesauro va a
depender el tipo de modelo onomasiológico que construyamos y el conjunto de
dominios del significado que el modelo pueda satisfacer. Una pregunta inevitable
será, por ejemplo, si es posible asumir alguna noción de "cosa" en el punto de partida
del tesauro entendida como objeto externo al lenguaje y al discurso, o si se trata más
bien de lo; propios significados del discurso. Incluso si aceptáramos el punto de vista
que ubica el punto de partida en las cosas tendríamos que considerar las
implicaciones a que apunta la visión austiniana de que "hacemos cosas col
palabras"407, lo que equivale a introducir una nueva perspectiva (de actos d habla) en
la base misma del tesauro. A pesar de las reconocidas virtudes de enfoque surgido a
partir de las sugerentes proposiciones de Austin, asumirle como precisión definitiva
del punto de partida del tesauro conduciría a una excesiva simplificación del
problema, dado que la discretización del universo del lenguaje en actos es sólo una de
las múltiples categorizaciones realizables adecuada a los propósitos lógicos, para los
cuales lo que llamamos ambiguamente "cosa" constituye el punto de llegada de lo que
hacemos como conducta humana al emitir determinadas expresiones. Lo importante
para la onomasiología en ese enfoque del problema radica en que se puso en claro que
la discretización del mundo o de las cosas no podría realizarse sin involucrar en ello
el propio lenguaje y la actividad discursiva, así como el surgimiento dentro del

407
Se refiere a la tesis central de la teoría de los actos de habla recogida en el título dado a primera obra
de esta relevante línea de las investigaciones lógicas y semánticas, así como desarrollo ulterior de esta
tesis en los estudios de semántica y pragmática
536

tesauro moderno de un dominio correspondiente al contenido intencional ilocutivo de


los signos lingüísticos, ausente en el modelo tradicional de tesauro.

Es necesario considerar, además, que la discretización semántica, incluso en


aquellas categorías que tienen referentes dados en objetos concretos y materiales del
mundo exterior (cosas en el sentido estrecho o restringido), pasa por el prisma de la
conciencia particular e individual, se estructura con base en una praxis social
diferenciada para el individuo, los grupos y comunidades y dispone de un sistema
lingüístico que no es totalmente homogéneo, sino diasistémicamente diverso. Esto
hace que resulte inconsistente hablar de cosas (actos de habla) gestados por el hacer
lingüístico discursivo y cosas supuestamente anteriores o ajenas a ese hacer
discursivo, puesto que estas últimas pueden ser tenidas en cuenta en el punto de
partida del tesauro sólo a partir de su discretización en el propio discurso y en los
repertorios lingüísticos de que este se vale. De modo que si algo no existe en el
discurso, aunque tenga alguna forma de existencia en el mundo, no podrá tenerse en
cuenta por el tesauro, pues sólo lo expresado en una determinada lengua puede
aspirar a un lugar en sus diccionarios.

Vamos a considerar que, al igual que el hacer-ser o ser gestado por el hacer es el
acto, el decir-ser, o ser gestado por el decir, es el dicto 408, y que este último, a la vez
que implica el primero, lo supera en contenido intensional y aparece, en su aspecto de
significado, como objeto de la categorización ideográfica en la tarea de crear los
tesauros de las lenguas sobre bases científicas modernas. De modo que más que
considerar un hipotético punto de partida en las cosas del mundo para una dirección
únicamente onomasiológica como supuesto principio básico de la construcción del
tesauro, hemos llegado a formular el concepto de que el verdadero objeto de la
categorización ideográfica es el significado del dicto. Otro problema, que se requiere
408
El dicto, que en su aspecto de significado es lo dicho, no se entiende aquí como el sentido
descriptivo o como dictum opuesto al modus, sino como totalidad significada, que es, ante todo, una
unidad de información y acción. Esta noción refleja la relevancia de una categorización internamente
relacionada del significado en términos semióticos (de signos y de sentidos comunicados) y en
términos de una sociolingüística de la acción y una lógica de los actos.
537

distinguir del anterior, concierne a los caminos, procedimientos y métodos de la


categorización del significado, donde surge como necesidad la combinación de las
direcciones onomasiológica y semasiológica, puesto que habrá que precisar el
significado de determinados dictos en ciertos contextos (semasiología), así como
identificar los dictos (nuevos dictos) que presentan identidad semántica y funcional
con los primeros en ciertos contextos (onomasiología).

El marco para la categorización del significado del dicto está dado no sólo por la
elección de determinados contextos, sino por la conformación del conjunto de
categorías semánticas del plan o esquema general del tesauro. Lo que nos interesa
ahora es precisar cierta peculiaridad del decir, y del ser gestado por este, con respecto
al hacer y al acto, por las implicaciones que este asunto revela para la construcción de
una descripción semántica integradora y compatible con la idea del tesauro.

Si el decir implica el hacer, como hemos considerado antes, el contenido general del
decir, que se identifica parcialmente y se distingue del contenido del hacer, lo
podemos generalizar en la noción de la "unidad de información y acción", en la cual
la especificidad del decir se manifiesta como información o semiosis 409. Esta unidad
se revela en el hecho de que el componente accional sólo puede ser identificado
mediante la decodificación del componente informativo de la expresión. Así nadie
podrá realizar felizmente actos de preguntar, ordenar, prometer, etc.... si no logra
hacer llegar a su interlocutor un mensaje de contenido informativo inteligible y
diferenciable, como información, de otros mensajes.
El contenido accionalmente diferenciado de una expresión está mediado por su
contenido informativo, de manera que la generación e interpretación del discurso
como acción lleva aparejada, por la naturaleza semiótica del instrumento de
comunicación, el lenguaje y el discurso como información o semiosis lingüística.
409
En la oposición noesis-semiosis esta última se revela como lenguaje exterior. Consúltese al respecto
M. Figueroa Esteva (1983): La dimensión lingüística del hombre. En la oposición semiosis-acción la
primera se revela primariamente como información o conjunto de sentidos que sustentan la acción
social como acto de conducta y, secundariamente, en calidad de base fónica de la información. Ello se
debe a que en la comunicación lo más relevante es el sentido.
538

Pero, por otra parte, la propia semiosis va a estar indefectiblemente marcada por los
actos de conducta que ella sostiene, tanto en lo concerniente a los contenidos
ilocutivos (lógico-intencionales) como a un conjunto mayor de contenidos socio-
pragmáticos y connotativos.

Categorizar el significado de los signos lingüísticos, en el marco de los objetivos


vinculados a la creación del tesauro, equivale a discretizar la unidad de información-
acción en sus horizontes más generales y dentro de los límites de lo que corresponde
a los componentes de base lógica del significado. Identificar claramente el real
espacio del tesauro y de la categorización ideográfica que lo construye de manera
sostenida y sistemática contribuye a la mejor precisión de los contenidos y métodos y
técnicas de la labor semántica y lexicográfica.

TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN DEL TESAURO

Las técnicas de construcción del tesauro pueden dividirse en dos grupos: 1) técnicas
de categorización del significado, con un carácter básico y preliminar con respecto al
trabajo lexicográfico; 2) técnicas de determinación de repertorios de unidades
lingüísticas y de su representación lexicográfica.
Ambos grupos están subordinados al objeto central de crear el tesauro de la categoría
semántica seleccionada, dado que las propiedades y funciones del objeto científico
que se pretende crear determina el tipo de técnica que pueda ser empleada para lograr
el objetivo previsto. En este caso las características reconocidas de los tesauros
(interés especial por las relaciones estructurales de sinonimia e hiponimia410,
necesidad de reflejar ampliamente las relaciones paradigmáticas en el léxico y de
organizar los lexemas y lexías del sistema de la lengua de acuerdo con las estructuras
del significado y teniendo en cuenta los contextos tipificables con respecto a las
diferentes acepciones o variantes léxico-semánticas de la polisemia, y en especial, la
410
Una de las diferencias del tesauro con respecto al diccionario de tipo más próximo, como es el de
sinónimos, consiste en que el primero introduce ampliamente las relaciones de hiponimia y
cohiponimia ausentes en el segundo.
539

estructura de campos semánticos del léxico y su composición semántica) conducen a


que concedamos especial relevancia al estudio semántico de las relaciones
paradigmáticas en el léxico y al problema de la discretización argumentada del
significado del léxico y la información que aportan distintos géneros de
categorizaciones. El interés del tesauro por la sinonimia y la hiponimia conlleva, en la
investigación semántica que lo prepara, un estudio necesariamente amplio de las
identidades y diferencias en los significados de las expresiones lingüísticas y de la
estructura de núcleo y periferia de los campos semánticos del léxico.

La identidad semántica comunicativamente relevante es el concepto central del


tesauro por encima de cualesquiera diferencias connotativas, individuales y
diasistemicas en los significados. Tal identidad semántica que se establece con apoyo
en indagaciones semasiológicas y onomasiológicas, constituye, esencialmente, el
componente denotativo, de base lógica, de las expresiones lingüísticas y el objeto
central del estudio semántico que prepara el tesauro. Las técnicas de categorización
semántica realizan de manera preliminar la exploración del universo de los
significados y la discretización básica de este universo, construyen las hipótesis
generales sobre las estructuras de categorías, macrocampos 411 semánticos, principales
dominios y rasgos diferenciales en el universo de los significados. El carácter
contrastivo (opositivo) de las técnicas de categorización semántica involucra
numerosos campos semánticos, cientos y miles de unidades de la lengua cuyas
identidades más generales se precisan en las primeras aproximaciones a la
categorización del universo de los significados y paulatinamente se pasa a considerar
identidades particulares en discretizaciones aplicadas a campos semánticos
específicos. Abundemos sobre la técnica de discretización del universo semántico en
el estadio inicial correspondiente a la propia elección de una categoría semántica

411
Lo que se designa mediante el prefijo macro- en esta obra (macro-categorías, macro-campos,
macro-estructuras) corresponde a los dominios jerarquizados como superiores y globales, en relación
con el lenguaje en su conjunto, mientras los prefijos hiper- e hipo- designan relaciones de inclusión
(subordinación) entre categorías en una caracterización relativa del status jerárquico de cada una.
540

como conceptode elevada generalidad presente en el significado de múltiples


expresiones pertenecientes a diversos campos y grupos paradigmáticos del léxico.

Para elegir una categoría semántica como un objeto de estudio relativamente


independiente habrá de tenerse en cuenta la posibilidad misma de distinguirla tanto de
lo que podemos denominar "hipercategoría", con mayor generalidad semántica, como
de las "hipocategorfas", que se le subordinan, y de las categorías que comparten el
mismo nivel jerárquico, de modo que la técnica de categorización incluye tres
direcciones del análisis:

1) dirección vertical hacia arriba,


2) dirección vertical hacia abajo,
3) dirección horizontal.

Los planos de la verticalidad contienen información acerca de lo que la categoría es,


y el plano de horizontalidad nos informará acerca de lo que ella no es.

Tomemos, como ejemplo, la 'valoración', especialmente estudiada desde este ángulo


en nuestras investigaciones:

En la dirección vertical hacia arriba en busca de las hiper-categorías, de acuerdo


con la posición asumida arriba sobre el significado no será difícil concluir que valorar
es decir, y que decir es una unidad de información-acción (informar y hacer), o sea, la
hiper-categoría de la valoración es la que anunciamos antes como "dicto", sin que
entre la valoración y el dicto medie otro concepto generalizador. Ello nos indica que
la valoración es, en términos absolutos, una macro-categoría 412, a la cual corresponde

412
La relación macro-categoría/macro-campo tiene en cuenta la correspondencia entre ambos como
entidades pertenecientes al nivel de mayor generalización semántica La macro-categoría expresa la
dominación del significado sobre la expresión, y el macro-campo, que incluye tanto' las unidades de
expresión como las entidades significadas, aparece en una relación de correspondencia y subordinación
funcional a la macro-categoría.
541

un macro-campo. Si, por ejemplo, estuviéramos analizando el status de las


jerarquizaciones, evaluaciones y apreciaciones llegaríamos probablemente a
considerar que jerarquizar, apreciar y evaluar son diferentes modos de valorar. Lo que
ocurre cuando realizamos el análisis a partir de la valoración en la dirección vertical
hacia abajo, en busca de las hipo-categorfas confirma esta suposición. La valoración
se especifica en categorías valorativas diversas de acuerdo con las dimensiones a que
se aplique la discretización. En la dimensión modal aparecerán, por ejemplo,
valoraciones positivas, negativas y ambivalentes; en la dirección ilocutiva, que toma
en cuenta las intenciones y rasgos socio-pragmáticos de las valoraciones, tendremos
evaluaciones, apreciaciones y jerarquizaciones; en la dimensión referencia]
aparecerán diversos géneros de valoraciones, de acuerdo con los rasgos
diferenciadores que se tomen en cuenta. Un lugar especial en la referencia tienen las
categorías de valoraciones que enunciamos de acuerdo con el rasgo de dominio:
valoraciones éticas, estéticas, prácticas, generales, etc. La diversidad de géneros de
hipocategorías valorativas se debe a la existencia simultánea de valoraciones en
varias dimensiones semánticas y pragmáticas del significado que han requerido un
especial estudio: la dimensión ilocutiva, la modal y la referencial.

Finalmente, en la dirección horizontal la oposición más informativa es la que se


construye entre la valoración como acto de habla y los actos de habla no valorativos,
p. e. indagatorios, directivos (exhortativos), representativos, etc. En esta dirección la
discretización semántica involucra una tipología de los actos de habla del mismo
nivel de jerarquía que el acto valorativo. Las interacciones de la valoración con otros
géneros de actos, así como sus relaciones de contigüidad e inferencia han de ser
tenidos en cuenta en un enfoque integral.

La posibilidad de distinguir una categoría semántica, aunque involucra una técnica


de oposición en tres direcciones no surge automáticamente de esta técnica, sino que
concurren necesariamente el análisis de contenidos teóricos de los cuales es necesario
apropiarse antes para diseñar la aplicación de la técnica e interpretar sus resultados.
542

Se requiere, entre otros contenidos, una posición definida ante el significado y las
dimensiones principales de este.

La investigación ideográfica ha empleado en su desarrollo variadas técnicas. A la


explicada antes se añaden la técnica del cuadrado semántico, la del paralelogramo de
contrariedades, elaborada especialmente en el marco de este estudio y, en general, un
conjunto de técnicas del análisis componencial del significado que han recurrido tanto
a la introspección como al estudio de contextos, así como al análisis semántico de las
definiciones de diccionarios y construcción de hipótesis de campos no descritos antes
y sumamente variados en su contenido semántico y riqueza léxica.

La categorización ideográfica que proponemos se aplica a las dimensiones


ilocutiva, modal y referencial del significado, y a la dimensión constructiva
(gramatical). Esta definición ha permitido deslindar como centros de interés del
proyectado tesauro de las valoraciones del español la discretización tanto de los actos
de habla y las modalidades discursivas reflejadas en los subsistemas de la lengua,
como de los contenidos referenciales y constructivo-funcionales del significado, y
modelar una descripción denotativa en estructuras sémicas y semémicas que
presentan de manera integrada -ya no escindida en pragmática y semántica- el
significado de base lógica de los paradigmas léxicos de la lengua.

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544


L. Caballero Díaz

ESTRATEGIA, MODALIDAD E ILOCUCIÓN: TRES CONCEPTOS DE UNA


SEMÁNTICA COMUNICATIVA413

La proximidad conceptual de algunas de las categorías comúnmente empleadas en


el análisis lingüístico de naturaleza semántica y pragmática conduce a que en
numerosas ocasiones no se perciba con la necesaria claridad algunas diferencias
esenciales y que los términos se sustituyan mutuamente de un modo no siempre
justificado. En tal situación de indeterminación terminológica se encuentran, según
hemos observado, incluso algunas de las categorías hoy centrales en tales estudios,
como son las de ilocución, modalidad y estrategia discursiva (comunicativa).

El esclarecimiento de las esenciales diferencias en esta tríada conceptual requiere


que tengamos en cuenta, ante todo, la identidad ontológica que presentan al estar
referidas a las actitudes humanas manifestadas con mayor amplitud en el discurso,
pero reflejadas también de manera parcial y generalizada en los repertorios sistémicos
de las lenguas, y una identidad operacional, dada por el frecuente empleo de las
mencionadas categorías en los estudios pragmáticos del discurso.

La comprensión más clara de esta identidad requiere que adoptemos un punto de


vista sobre lo que vamos a entender por actitud humana, que no está referida
únicamente al discurso, y presupone, en primer lugar como condición para su
formación, la existencia de un estado psicológico del sujeto como estado consciente y
orientado hacia determinado objeto, y en calidad de actitud ya formada, una posición
asumida hacia el objeto en la cual pueden resultar involucradas diferentes dominios
de la actividad de la conciencia: sensorial, intelectivo, volitivo, emocional, y
dominios de la actividad social humana en el mundo: ideológico, estético, ético, etc.

413
El ensayo fue publicado en: Estudios Lingüísticos Cubanos (II) Homenaje a Leandro Caballero
Díaz. Universität de Valencia, 2002
545

Es decir, lo que tienen en común las categorías cuyo contenido intentaremos precisar
mediante un proceder opositivo es, justamente, la presencia en ellas de eso que
reconocemos como actitud entendida como orientación consciente y posición del
sujeto en un estado psicológico activo con respecto a determinado objeto, y, en
segundo lugar, el contenido discursivo y lingüístico presente en la tríada y ausente en
la noción de actitud.

Tal identidad básica está, sin embargo, acompañada de rasgos diferenciales que
permiten precisar el contenido específico de los miembros de esta tríada conceptual.
La primera distinción que tendremos en cuenta está referida a la presencia de tres
subniveles de la estructura sintáctica del discurso que pueden ser identificados con los
términos macro-estructura (como subnivel de las unidades sintácticas superiores a la
oración), medio-estructura (subnivel de la oración) y micro-estructura sintáctica
(subnivel de las relaciones sintácticas entre las palabras en el marco oracional. Con
respecto a tales subniveles del nivel sintáctico es necesario reconocer un
comportamiento parcialmente diferenciado de los miembros de la tríada, dado que la
categoría de estrategia discursiva queda esencialmente relacionada con la macro-
estructura, mientras las de ¡locución y modalidad lo están con la medio-estructura,
independientemente de que la micro-estructura desempeña una función constructiva
con respecto a los hechos lingüísticos que identifica los tres miembros de la tríada.

Con vistas a ilustrar la diferencia primero entre estrategia e ¡locución con respecto a
los subniveles indicados analizaremos una situación de comunicación bastante común
y su interpretación en términos de estrategia e ¡locuciones de cierto tipo de discurso
que se produce en situaciones de este género. La tipificación de la situación y de
alguno de los tipos de discurso que en ella tiene lugar es uno de los procedimientos
sistemáticamente empleados en nuestras indagaciones sobre aspectos semánticos y
pragmáticos del lenguaje.

Situación:
546

Ante un destinatario que podría, a juicio del destinador del mensaje, rechazar
la valoración crítica desaprobatoria que el destinador se cree en la necesidad
de hacer, y con el deseo de que esta valoración no sea mal recibida, se elabora
la estrategia siguiente:

Estrategia:
Lograr una socialización adecuada que permita llevar a cabo la valoración
concebida.

Discurso, segmentado en ilocuciones en el nivel de cada oración:

"Tú sabes que en mi persona tienes un amigo (ilocución socializadora), que no te


diría esto si no fuera por tu bien (ilocución explicativa), y quiero que te lo tomes de
ese modo (ilocución directiva), pues tu conducta no fue la mejor (ilocución
valorativa), y yo me veo en la necesidad de decírtelo (ilocución explicativa), etc."

La estrategia comunicativa aparece inicialmente en el discurso interior como


programación de los elementos relevantes del sentido y acción comunicativa del
destinador del mensaje, precisando la intención valorativa desaprobatoria de este
mediante su adecuación al contexto, y reaparece después como macro-acto y macro-
estructura sintáctica en el discurso exterior o semiosis discursiva. Los actos ilocutivos
(ilocuciones) del macro-acto contienen información no sólo sobre la estrategia
comunicativa, sino también sobre los modos de entretejer o articular semánticamente
los sentidos relevantes de la estrategia asumida por el destinador. Ambas categorías
del análisis discursivo (¡locución y estrategia) tienen su identidad básica en la
intención o contenido intencional que realizan en la comunicación lingüística. Para
decirlo del modo más sencillo: cada ilocución en el nivel oracional es un elemento
intencional táctico dentro de una estrategia que contiene en el discurso interior
elementos intencionales globales. El macro-acto da fe de ambos, pero la estrategia en
él ha de ser identificada como núcleo intencional, y en este sentido se establece la
547

correspondencia entre estrategia, macro-acto y macro-estructura sintáctica que los


sustenta en el aspecto constructivo exterior del discurso.

El orden común en la programación del mensaje va de la actitud a través de la


precisión de alguna intención discursiva, hacia la conformación de una estrategia que
toma en cuenta el contexto de un modo más acabado, hasta la programación sucesiva
de ilocuciones no siempre contempladas en la estrategia, sino también en calidad de
los elementos conectivos entre los actos que conforman un macro-acto de habla. El
hecho de que en ocasiones una sola oración constituya todo el discurso y en ella
identifiquemos tanto la ilocución como la estrategia comunicativa del destinador y su
intención psicológica no indica que se trate de una misma cosa, sino que es un hecho
análogo, en el plano semántico, al que identificamos en el plano constructivo cuando
un morfema puede ser al mismo tiempo una palabra, una oración e, incluso, todo un
discurso. El sincretismo de ciertos hechos lingüísticos en sus entidades constructivas
y semánticas se ha ratificado en numerosos estudios del lenguaje. En la misma
medida en que la medio-estructura oracional asume la función comunicativa de la
macro-estructura, la ilocución simple de un solo acto asume la que generalmente, en
estructuras complejas, corresponde al macro-acto.

Los conceptos y relaciones antes formulados se hacen más claros cuando Por una
parte tenemos que estrategia e ¡locución se identifican por la naturaleza intencional
de ambas y se diferencian esencialmente como hechos intencionales generales y
particulares, mientras la modalidad se define como hecho de posición subjetiva y, por
tanto, de una actitud conformada ante el objeto que se manifiesta en el contenido de
la enunciación. En el discurso interior se trata de un proceso dinámico de
modalización de la competencia (saber) y de la intención de comunicar. Es decir, la
primera forma de existencia de la modalidad está dada por un conjunto de
modalizaciones que en el lenguaje interior van conformando la posición del sujeto e
instaurándolo como sujeto dotado de una competencia y de una intención para decir
algo, y al decirlo, en el lenguaje exterior, operar determinada acción y cierto sentido,
548

o lo que es lo mismo, en términos de una semiótica de corte greimasiano, instaurarlo


como sujeto del hacer como operación principal discursiva. En el primer estadio de la
formación de la posición están comúnmente presentes las modalizaciones que
identificaremos como "querer hacer discurso", "poder hacerlo", "creer que puede
hacerlo", y de manera alternativa o, a veces simultánea con la modalización de
"querer", la de "tener que hacer discurso" (deber hacerlo o no poder no hacerlo), y en
la fase final del estadio de instauración del sujeto para la acción discursiva, cuando el
lenguaje interior está a punto de devenir discurso exteriorizado, aparece ya delineada
la estrategia intencional, que consiste en "intentar hacer" un determinado género de
discurso.

La modalidad, así considerada, es en el lenguaje interior un proceso instaurador del


sujeto de la acción discursiva y modalizador de la competencia. La estrategia
discursiva corresponde a la fase final de la modalización cuando el oración) y micro-
estructura sintáctica (subnivel de las relaciones sintácticas entre las palabras en el
marco oracional. Con respecto a tales subniveles del nivel sintáctico es necesario
reconocer un comportamiento parcialmente diferenciado de los miembros de la tríada,
dado que la categoría de estrategia discursiva queda esencialmente relacionada con la
macro-estructura, mientras las de ¡locución y modalidad lo están con la medio-
estructura, independientemente de que la micro-estructura desempeña una función
constructiva con respecto a los hechos lingüísticos que identifica los tres miembros de
la tríada.

Los conceptos y relaciones antes formulados se hacen más claros cuando, por una
parte. tenemos que estrategia e ¡locución se identifican por la naturaleza intencional
de ambas y se diferencian esencialmente como hechos intencionales generales y
particulares, mientras la modalidad se define como hecho de posición subjetiva y, por
tanto, de una actitud conformada ante el objeto que se manifiesta en el contenido de
la enunciación. En el discurso interior se trata de un proceso dinámico de
modalización de la competencia (saber) y de la intención de comunicar. Es decir, la
549

primera forma de existencia de la modalidad está dada por un conjunto de


modalizaciones que en el lenguaje interior van conformando la posición del sujeto e
instaurándolo como sujeto dotado de una competencia y de una intención para decir
algo, y al decirlo, en el lenguaje exterior, operar determinada acción y cierto sentido,
o lo que es lo mismo, en términos de una semiótica de corte greimasiano, instaurarlo
como sujeto del hacer como operación principal discursiva. En el primer estadio de la
formación de la posición están comúnmente presentes las modalizaciones que
identificaremos como "querer hacer discurso", "poder hacerlo", "creer que puede
hacerlo", y de manera alternativa o, a veces simultánea con la modalización de
"querer", la de "tener que hacer discurso" (deber hacerlo o no poder no hacerlo), y en
la fase final del estadio de instauración del sujeto para la acción discursiva, cuando el
lenguaje interior está a punto de devenir discurso exteriorizado, aparece ya delineada
la estrategia intencional, que consiste en "intentar hacer" un determinado género de
discurso.

La modalidad, así considerada, es en el lenguaje interior un proceso instaurador del


sujeto de la acción discursiva y modalizador de la competencia. La estrategia
discursiva corresponde a la fase final de la modalización cuando el sujeto presume, en
ocasiones no sin incertidumbre, que tiene la competencia para hacer discurso y se ha
apropiado psicológicamente de un modo de hacerlo o estrategia de las acciones
comunicativas que darán lugar a las ilocuciones en los actos de habla del lenguaje
exterior o semiosis. En este último, cuando ha tenido lugar la acción discursiva,
aparecen en el discurso las marcas de la estrategia y las marcas de la posición del
sujeto. Así, por ejemplo, en el contexto antes explicado de una estrategia de
socialización para una valoración critica, que el hablante desea e intenta realizar de
manera que sea aceptada por el destinatario, podemos fijar ya no tan sólo el núcleo
estratégico macro-estructural y el contenido ilocutivo en cada oración, sino también
el contenido modal que evidencia la posición del sujeto de la enunciación. Veamos
cómo resulta posible considerar una posición del sujeto con respecto a cada una de las
ilocuciones del ejemplo:
550

Primera oración: Tú sabes que en mi persona tienes un amigo.


Ilocución: socialización afectiva.
Modalidad: el destinador se presenta como consejero íntimo, como alguien que se ha
ganado el derecho de expresar lo que puede resultar desagradable al emisor. Se trata
de una especificación de la modalidad de "poder hacer".

Segunda oración: ...que no te diría eso si no fuera por tu bien...


Ilocución: explicativa (explicación).
Modalidad: el destinador se presenta como un crítico obligado y un benefactor,
conjugando las modalidades de "no poder no hacer" la crítica y "querer hacer" un
bien.

Tercera oración: y quiero que te lo tomes de ese modo.


llocución: directiva (con una intención persuasiva directamente expresada, que
orienta un modo de pensar).
Modalidad: el destinador se presenta como un sujeto manipulador (modalidad de
manipulación). La posición del sujeto manipulador es la de aquel que quiere, cree que
puede, e intenta influir en otro. En este último rasgó (de intentar hacer-hacer se
identifican la ¡locución directiva y la modalidad de manipulación. La modalidad, sin
embargo, focaliza la posición del destinador, mientras la ilocución focaliza el acto
intencional.

Cuarta oración: ... Tu conducta no fue la mejor...


Ilocución: valorativa.
Modalidad: actitud desaprobatoria (desaprobación). El destinador se presenta como
enjuiciador crítico que desaprueba una conducta, con lo que expresa su posición ante
el hecho valorado.
551

Debe tenerse en cuenta que en situaciones normales las personas se proponen


valorar ciertos hechos, y el carácter aprobatorio o desaprobatorio de sus valoraciones
no responde a una intención preconcebida de valorar negativa o positivamente el
objeto, sino que esto último dependerá de la posición asumida por el destinador del
mensaje.

Quinta oración: ...y yo me veo en la necesidad de decírtelo...


Ilocución: explicativa (explicación).
Modalidad: el destinador vuelve a aparecer como un crítico obligado en una
especificación de la modalidad de "no poder no hacer".

Como se observa en los ejemplos, las modalidades ponen de manifiesto actitudes de


los destinadores de los mensajes no sólo en relación con el contenido de la
enunciación, sino también -y a través de esta- con respecto al mundo.

Un estudio semántico que se oriente hacia la descripción de los contenidos de los


signos teniendo en cuenta los procesos comunicativos no podrá pasar por alto la
presencia de estrategias, modalidades e ilocuciones, que expresan de manera variada
el lado subjetivo de la enunciación.

BIBLIOGRAFÍA

Caballero, L. (1990): Semántica e ideografía del español de Cuba: ensayo sobre la


semántica de ‘bueno’, en Ciencias Sociales, La Habana, ed. Academia, 57-69.
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N° 5, 11-28.
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Frumkina, R. et al (1991): Semántica y categorización (Semántica y Kategorizatsia),
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Grice, H. P. (1975): Logic and conversation, en Cole, G., Morgan, J. (eds.): Syntax
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77 (título del original: A taxonomy of illocutionary acts). VAN DIJK, T. (1980): Texto
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Zimmermann, K. (1984): Estructura comunicativa y tipología de textos, en Estudios
de Lingüística Aplicada, 3, México, UNAM.
553


Leandro Caballero Díaz

MODALIDADES SEMÁNTICAS DEL LENGUAJE414

Este ensayo se divide en dos partes: la primera, casi a la manera de una


introducción, explica la técnica que va a ser empleada en el análisis semántico, ubica
sus antecedentes y precisa la peculiaridad de su aplicación en el presente estudio. La
segunda, directamente relacionada con el tema central del ensayo, asume una
posición teórica definida ante la modalidad y su análisis lingüístico, propone una
concepción y categorización de las modalidades semánticas y aplica la técnica
descrita en la primera parte a todo el conjunto de categorías enunciadas como
modalidades semánticas. Elabora, finalmente, un modo de representación de los
valores modales categorizados en la investigación y precisa algunas relaciones de
estos con otras dimensiones del significado lingüístico.

El cuadrado semiótico

La técnica a que hicimos arriba referencia es precisamente la conocida con el


nombre de cuadrado semiótico, creada por A. J. Greimas sobre la base de una
categorización de los componentes semánticos aportada inicialmente por Vigo
Brondal y del cuadrado lógico en el que figuran las relaciones básicas de contrariedad
y contradicción, que Greimas reelabora para su versión de la descripción semiótica de
los mensajes (Greimas, 1965).

En mi libro Semiótica y diccionario (Caballero, 1995) hice referencia a la


mencionada técnica e intenté asignarle un lugar dentro del conjunto de
procedimientos de que se vale el semantista en su investigación del significado.

414
El ensayo fue publicado en: Estudios Lingüísticos Cubanos (II) Homenaje a Leandro Caballero
Díaz. Universität de Valencia, 2002
554

Quedó ya allí claro que no se trata de una panacea, ni del único sistema de
categorización del universo semántico que podemos utilizar, pero tiene su espacio de
validez de muy difícil sustitución por otras técnicas en algunos tipos de análisis
semántico.

La axiomática, o estudio de las relaciones semánticas elementales, en la concepción


de V. Brondal y según refiere Greimas en su Semántica estructural, puso de
manifiesto la existencia de tres géneros de relaciones opositivas:

a) positivo vs. negativo, equivalente a presencia del sema 's' vs. presencia del
sema`no s';
b) positivo vs. neutro vs. negativo;
c) positivo vs. complejo vs. negativo (Greimas, 1970).

Una diferencia relevante entre ese esquema general de oposiciones y el que va a


proponer Greimas radica en la presencia simultánea de los tres miembros, en la
versión de Brondal, y el carácter derivado de los miembros neutro y complejo, a
partir de las relaciones entre contrarios y contradictorios en la reelaboración
greimasiana.

En la mencionada axiomática el término neutro es entendido como ausencia de 's' y


de 'no s', mientras el término complejo es identificado como 's' + no 's' y admite tanto
el estado de equilibrio como el de predominio de uno de los dos semas o complejos
sémicos, lo que da lugar, en la mencionada axiomática, a tres realizaciones de la
oposición "positivo vs. complejo vs. negativo", a saber:

a) oposición en que el término complejo es un conjunte sémico con equilibrio de 's' y


'no s';
b) oposición en la que el desequilibrio del complejo sémico en el término complejo es
a favor de 's';
555

c) oposición en la que el desequilibrio sémico es a favor de 'no s'.

Para convertir la axiomática en la técnica del cuadrado Greimas tomó cn cuenta


otros conceptos y, entre ellos, la reducción de las oposiciones, o mejor dicho, su
transformación en oposiciones binarias generadoras de terceras categorías, lo que
motivó la inclusión de las relaciones de contrariedad y contradicción como básicas
con respecto a la relación de implicación como derivada. Así los términos neutro y
complejo del modelo inicial se convirtieron en términos derivados por implicación o
conjunción lógica de contrarios (el complejo de equilibrio sémico) y de un contrario
con el contradictorio del otro (los complejos con desequilibrio sémico), así como en
término derivado por implicación de los contradictorios con equilibrio sémico (el
neutro).

Al aplicar la técnica explicada a mi investigación de los valores modales de la


categoría valoración diseñé el siguiente cuadrado que denominé "cuadrado
axiológico" y en el cual los valores básicos polarizados (1) y (2) dan cuenta de las
categorías centrales (lo bueno y lo malo); el valor (3), de ambivalencia, derivado de la
oposición entre los valores básicos, realiza el valor complejo de equilibrio sémico de
los contrarios centrales; mientras el valor (4), de lo `regular', presenta el equilibrio
sémico de los contradictorios en calidad de término neutro, derivado de la oposición
binaria entre los contradictorios o segundo género de equilibrio sémico que permite
obtener el cuadrado; el valor (5), correspondiente a la categoría de 'lo desfavorable',
da cuenta de un género de desequilibrio sémico a favor del término negativo básico,
derivado de la oposición entre 'lo bueno' y su contradictorio, mientras el valor (6),
presentado como la categoría semántica de 'lo favorable', o `balance positivo',
contiene el desequilibrio sémico contrario.
556

(3) ambivalente
(1) Bueno (2) Malo

(6) Favorable (5) desfavorable


(Balance positivo) (Balance negativo)

No bueno No malo
(4) regular
(Ni bueno ni malo)

Parecería que se trata de un complejo aparato lógico que no guarda relación con la
realidad cotidiana del discurso, pero sobran pruebas de que es todo lo contrario.
Traeré a colación un ejemplo sencillo de un diálogo propio de la vida social cotidiana
en que se manifiestan claramente todas las relaciones explicadas.

A: Me dijeron que estabas mal (valor básico contrario de bien) y vine a verte.
B: No estoy mal (valor contradictorio). Estoy más o menos (valor de equilibrio sémico
entre contradictorios: ni bien ni mal, regular)
A: ¿Más más que menos? (valor complejo de predominio del término positivo o
balance favorable (O ¿más menos que más? (valor complejo de predominio del
término negativo o balance desfavorable).
B: En verdad no sé ni como estoy, bien y mal al mismo tiempo (valor complejo de
equilibrio y ambivalencia). Pero no te preocupes porque pronto estaré bien (valor
básico de la oposición central de partida).

Debe tenerse en cuenta que la posición del término en el cuadrado predefine la


interpretación del significado de acuerdo con las relaciones conceptuales que el
cuadrado establece, por lo que las palabras empleadas, aunque se aproximan sus
significados en el cuadrado a los que tienen en la lengua común, están
"desambiguadas" y representan la base lógica del significado de otras múltiples
557

palabras, lo que permite hablar, por ejemplo de un valor semántico identificado como
común para expresiones tales como regular y más o menos. Esta posibilidad de
agrupar bajo una misma noción diferentes expresiones (sustantivos, adjetivos,
adverbios, lexías) hace que la técnica del cuadrado sea perfectamente compatible con
la investigación lingüística onomasiológica, aunque también haga un importante
aporte a la semasiología.

La explicación de la técnica - que he intentado hacer con la mayor claridad y


brevedad en aras de que se tenga en cuenta a la hora de interpretar más adelante la
categorización de otros valores modales, no sólo de los valorativos - allana el camino
de la argumentación de las hipótesis semánticas que desarrollaré a lo largo de este
ensayo y me alivia la tarea de esclarecer cada uno de los valores que se precisan en la
investigación semántica.

Debo indicar que otras explicaciones del cuadrado semiótico profundizan en


aspectos que se remontan a sus antecedentes en el cuadrado lógico y a la
diferenciación de las oposiciones entre contrarios y contradictorios en relación con la
verdad y la falsedad, lo que descubre otras facetas del problema que han sido bien
esclarecidas en la obra del propio Greimas y en explicaciones brindadas por otros.

Así una explicación para lingüistas del cuadrado lógico en comparación con el
cuadrado semiótico incluyó, por ejemplo, Pottier (1992). Otros detalles sobre los
antecedentes de la técnica del cuadrado, así como sobre sus aplicaciones en las
investigaciones semánticas se encuentran en múltiples obras, entre las que nos place
destacar el Diccionario de retórica y poética que debemos al paciente trabajo de
Helena Beristain (1988).

Las modalidades semánticas


558

El problema relativo a lo que se tiene por modalidad en determinado tipo de


descripción lingüística es trascendente para cualquier teoría y permite juzgar sobre la
potencialidad de esta para abarcar la perspectiva desde la cual la subjetividad se
asume o resulta implicada en la investigación lingüística. Si de algo se ha escrito de
manera muy diversa, desde perspectivas diferentes, es sobre la modalidad y la
subjetividad en que la primera se sustenta. Precisamente la diferencia entre las
mencionadas nociones, en nuestra aproximación al asunto, radica en el carácter
universal y lingüístico, así como necesariamente discreto y categorizado de la
primera, frente a la naturaleza psicológica e infinitamente diversa de la segunda.

Debe entonces quedar claro que no trataremos en este ensayo propiamente sobre la
subjetividad, sino sobre su plasmación como categoría semántica lingüística a la luz
de un sistema de categorización del universo semántico de las lenguas.

El problema que se plantea inicialmente es el de definir si las descripciones y


sistematizaciones existentes pueden ser tomadas al pie de la letra o en sus principales
rasgos para aplicarlas al estudio que nos hemos propuesto o si no tenemos otro
camino que el de proponer un sistema de modalidades diferente de los que están en
boga.

Para aclarar de entrada ese asunto, voy a precisar que para los fines que nos hemos
propuesto de estudiar los sentidos del discurso y componentes del sistema de la
lengua (de cualquier lengua) que puedan tenerse como modales por su clara base en
las actitudes psicológicas de los productores de signos y mensajes, es menester que
definamos la naturaleza de esta modalidad como semántica, es decir, radicada en el
significado de tales signos y mensajes, a diferencia de las modalidades- también
probablemente válidas- que podamos radicar en otra dimensión (en la gramatical, en
la lógica...) Lo primero, entonces, es aclarar que del amplísimo conjunto de
fenómenos definidos como modales sólo tendremos que ver con los radicados en el
559

contenido semántico del lenguaje como reflejo o fijación en las lenguas de las
posiciones subjetivas del locutor y de los enunciadores.

Ello hace que excluyamos de la modalidad semántica aquellos fenómenos que no


constituyan propiamente sentidos de la comunicación, sino más bien, procedimientos
constructivos o moldes gramaticales. Por ejemplo, el llamado modo subjuntivo, a
pesar de su relación con la modalidad semántica queda excluido de esta y tenido
como molde constructivo y procedimiento asociado a algunos sentidos modales.
También las nociones de modalidad implícita y explícita, modus versus dictum y
otras similares se refieren al modo o procedimiento constructivo de las oraciones.

En los estudios sobre la modalidad se han manifestado tres tendencias: la primera,


propia de la tradición gramatical, ha hablado más de modo verbal que de modalidad
en un sentido amplio, la que ha negado u obviado sin miramientos. La razón es la que
casi siempre se apunta en las escuelas estructuralistas y en algunos autores que se
definen como antilogicistas e igualmente contrarios a introducir contenidos que les
parecen más propios de la psicología: la "pureza" de la lingüística y la necesidad de
eliminar nociones perturbadoras provenientes de otras disciplinas.

Esta es una tendencia que predominó durante toda una época en que la lingüística se
independizaba y fijaba sus propios conceptos y métodos, y que tuvo su esplendor en
el desarrollo de las teorías estructuralistas, pero, sin duda, ha perdido adeptos debido
a la creciente interacción de las ciencias y a la pujanza de los estudios semánticos y
pragmáticos modernos, por su propia naturaleza asociados al desarrollo simultáneo e
interrelacionado de las ciencias. No obstante, mantiene interés y vigencia por su
atención al modo verbal y la relevancia de este tema para los estudios lingüísticos.

La segunda tendencia, a la que me adscribo sin reservas, no evade consideraciones


mentalistas o contenidistas, hoy redefinidas como cognitivas, y apunta la existencia
de una modalidad más allá del modo verbal y diferente de éste. El interés indagatorio
560

de los tipos de esta modalidad va hasta los sentidos del discurso. En esta línea de
pensamiento se afronta la realidad de la relación de la lengua con el pensamiento, y la
modalidad queda establecida como modus o expresión de la actitud hacia lo dicho en
la oposición modus versus dictum.

La tercera tendencia en los estudios de la modalidad, creciente en la actualidad,


consiste en la incorporación como modalidades lingüísticas de las propias
modalidades lógicas o de modalidades semióticas basadas en las primeras, sobre lo
que trataré más adelante, mientras la cuarta tendencia, que podríamos llamar
ecléctica, incorpora de cada una de las anteriores los aspectos que considera válidos y
formula una variada clasificación de las modalidades.

En cada una de las mencionadas tendencias se agrupan numerosos lingüistas, pero


no es objeto de este trabajo introducirnos en la historia del problema, que es
sumamente extensa, sino dibujar los entornos generales en que se inscribe la presente
proposición.

En este ensayo trataremos, entonces, acerca de la modalidad como hipótesis


semántica. La definición que se asume involucra el método y las posiciones del autor,
así como permite la proposición de un sistema categorizador propio o diferente de los
empleados hasta el momento. De ahí que el conjunto de valores categorizados sea por
su cualidad y cantidad un conjunto nuevo, capaz de mostrar al investigador facetas
inexploradas de la modalidad y, a través de ella, de la subjetividad.

Vale entonces aclarar que si bien la subjetividad no puede ser categorizada de un


modo único y totalmente satisfactorio, y que no parece justificado asumir la
subjetividad como un interés de estudio predominantemente lingüístico, sí podemos
aspirar a obtener una o varias categorizaciones de la modalidad que sean
suficientemente generalizadoras de valores subjetivos que resulten pertinentes para el
estudio semántico de la significación modal.
561

En ese empeño, después de apartarnos de lo que es procedimiento gramatical o


contenido constructivo (forma en otras versiones de la teoría lingüística), deberemos
apartarnos también de lo que se ha dado en llamar modalidades lógicas, las que no
recubren todo el espacio de la modalidad y lo teorizan de acuerdo con los objetivos de
las investigaciones lógicas.

Vale la pena, sin embargo, que presentemos, aunque sólo sea de manera muy breve
y esquematizada, las principales categorizaciones lógicas y semióticas de la
modalidad. El análisis de las formulaciones más comunes de las modalidades en la
lógica permite presentar una noción general y simplificada del asunto, según la cual
la modalidad se define como sigue:

Modos lógicos que permiten saber si un predicado es verdadero o falso, si es


necesario, contingente o posible, si es cierto, incierto o contingente.

Los valores de verdad y falsedad no corresponden, como se sabe, a actitudes,


aunque se atribuyan a partir de estas, sino que constituyen valores referenciales. No
diremos que un hablante asume la actitud de verdad, aunque sí podemos decir que
este asume una actitud de sinceridad o insinceridad, de lealtad o deslealtad... Es decir,
la verdad o falsedad está determinada por el mundo externo a la actitud humana, y la
teoría semántica lingüística debe distinguir entre dimensión modal (de base subjetiva
y marcada por las relaciones pragmáticas del signo y los productores e interpretantes
de mensajes) y la dimensión referencial (condicionada por la relación entre el signo y
el mundo narrado o representado), ya sea este último real o imaginado, y en todos los
casos enfocado desde la subjetividad de los hablantes.

A pesar de esa omnipresencia de la subjetividad no se le podrían atribuir a ella las


bases para juzgar sobre la verdad y la falsedad, puesto que la decisión al respecto está
en la evaluación social del mundo, de lo que en este se ponga de manifiesto y la
presencia o ausencia de correspondencia con los sentidos del discurso. Precisamente
562

por ese reconocimiento de la verdad y la falsedad como referenciales, es que


entendemos lo que se quiere decir cuando se habla de ocultación de la verdad, de
manipulaciones, engaños, etc.

Lo que sí puede tenerse como modal es el sentido que fija las actitudes de decir la
verdad o de ocultarla, la decisión o indecisión de afrontarla, la afectividad ante ella
(mi verdad), el interés de conocerla, la valoración que se le otorgue. Es decir, los
valores semánticos modales son otros y son más que los tenidos como tales en las
descripciones lógicas.

La modalidad semántica es, con mucho, más amplia que la modalidad lógica y se
enmarca en otro plano, el de la subjetividad socialmente reconocida y atribuida en
primer lugar al hombre, pero por extensión transfiguración de los sentidos, también a
todo objeto humanizable.

Una tarea es la de aquilatar la medida en que las modalidades lógicas y semióticas


(estas últimas estrechamente vinculadas con las primeras), aportan información útil a
la lingüística, sin hacer girar el concepto de modalidad en torno a ellas.

Téngase en cuenta que la lógica, y más recientemente la teoría semiótica en la


versión de Greimas, han sostenido y argumentado ciertos modos de análisis que se
definen unos como modalidades y modalizaciones, pero que son esencialmente
modos de construcción lógica de los enunciados que guardan diferente relación con
los valores centrales de verdad y falsedad. Es un lugar común que se reconozca la
presencia de las siguientes modalidades lógicas. Veamos una síntesis del asunto:

Tres modalidades lógicas:

de lo que es y no es ley Alética


de la competencia (poder, creer, saber) Epistémi
ca
563

de la voluntad (deseo, apetencia, obligación, Deóntica


permisión)

Es ley que eso ocurra. alética


No es ley que eso
ocurra.
Es ley que eso no
ocurra.
No es ley que eso no
ocurra.
Sé que eso va a ocurrir epistémica
Creo que eso va a
ocurrir
Permitiré que eso deóntica
ocurra.
Impediré que eso
ocurra.

La teoría semiótica moderna incorpora estos conceptos relativos a los tipos


principales de modalidades y propone algunos otros de construir la descripción de
estas con referencia al recorrido semiótico de un sujeto que es modalizado al pasar
por diversos estadíos modales, que son los siguientes:

a) Virtualidad (querer, deber)


b) Competencia (poder, creer, saber)
c) Realidad (ser/estar, hacer)

En semiótica está siempre presente el ser o ser/estar que quiere, obliga, hace,
puede, sabe, cree y no tiene sentido ninguna modalidad sin las del ser o del hacer. De
ahí que las modalidades semióticas se agrupen en conjuntos modales en los que figura
inevitablemente el ser o el hacer, y que estos últimos admitan y requieran la
modalización por el querer, deber, poder, creer, saber. El asunto tiene algunas aristas
fundamentales:
564

1) La combinación de las modalidades principales que se presentan como


conjuntos modales (querer ser/estar; querer hacer; deber ser/estar; deber
hacer, poder, saber, creer- hacer; hacer hacer; ser-hacer; hacer-ser; ser-
saber...)

2) La construcción de modalidades al tener en cuenta las relaciones de


contradictoriedad que dan lugar a la aparición de categorías modales
contrarias y contradictorias, las que en su vinculación con las potencialidades
combinatorias de las modalidades principales ofrece un amplio repertorio de
modalidades semánticas.

La técnica del cuadrado, en la versión debida a Greimas, viene a ofrecer el


instrumento de discretización y categorización de tan vasto universo modal. Entre los
principales cuadrados que han dado lugar a la conformación de cierto repertorio de
modalidades semáóticas básicas están los siguientes:

a) Para la modalidad de ser/estar (modalidad de estado), en la perspectiva de la


categoría de veridicción:

Verdad
Ser Parecer

No parecer No ser
Falsedad

b) Para la modalidad alética, del deber o de lo que es ley, en la que un enunciado


modal cuyo predicado es el deber rige a un enunciado de estado (deber
ser/estar):

deber ser (necesidad) deber no ser (imposibilidad)


565

no deber no ser (posibilidad) no deber ser (contingencia)

c) Para la modalidad epistémica, del creer/saber-ser:

Creer-ser/estar (certidumbre) creer no ser/estar


(improbabilidad)
no creer no ser/estar no creer-ser/estar
(probabilidad) (incertidumbre)

d) Para la modalidad deóntica, en la cual un enunciado modal que tiene como


predicado el deber determina y rige el enunciado de hacer:

deber- hacer (prescripción) deber no hacer (prohibición)


no deber no hacer (permisión) no deber-hacer (autorización)

A pesar del inobjetable enriquecimiento que la teoría semiótica ha aportado a la


descripción de las modalidades lógicas, para su interpretación como modalidades
lingüísticas basadas en las actitudes psicológicas de los hablantes, permanece la
misma dificultad que enunciáramos al principio: no se trata de la subjetividad del
emisor plasmada u oculta en su discurso, sino de la relación de los significados de los
signos con los referentes en el mundo.

El problema se aclara cuando logramos independizar las modalidades lingüísticas


(semánticas) de las lógicas y de las semióticas y, a la vez, relacionar estas últimas con
las primeras facultativamente, cada vez que resulten pertinentes o relevantes.

No hay razón para desdeñar ningún modelo categorizador que aporte información al
estudio semántico; pero debemos precisar el lugar de cada uno y los objetivos para
los cuales se ha diseñado, con lo que ganamos en claridad acerca del dominio de
validez en la aplicación descriptiva que llevamos a cabo.
En el caso de la lingüística se hace necesario disponer de un amplio, aunque finito,
sistema de modalidades semánticas que constituyan sentidos debidamente
diferenciados en su cualidad subjetiva. La clasificación de los sentidos que se ajusta
más a nuestros objetivos y conceptos tiene en cuenta que estos se presentan como
contenido de varias clases, a saber:
566

 Contenidos interactivos (locutivos, perlocutivos y de estrategias discursivas


vinculados a la intención). Los contenidos ilocutivos y perlocutivos, tratados
como actos o componentes de los actos de habla en los estudios lógicos de la
lengua común a partir de las teorías de J. Austin y de J. Searle 415, son
potenciales portadores de contenidos modales que constituyen sus atributos.
 Contenidos modales (de posición subjetiva psicológica de los hablantes ante
lo que se dice en el discurso). Estos contenidos, inicialmente psicológicos
(noéticos) se establecen como contenidos lingüísticos al encontrar en el
discurso y en los sistemas de las lenguas el sostén material y semántico que
sirve de vehículo a la subjetividad en la actividad comunicativa socializada.
 Contenidos referenciales Los contenidos referenciales son los relativos a la
dimensión objetiva, de objetivación de los actos de mentar por su orientación
hacia determinados referentes, que pueden ser reales o imaginados, creados en
el desarrollo de la noesis y la enunciación.

Además de los sentidos, la categoría de contenido incluye los valore, constructivos


gramaticales, lógicos y semióticos. Se trata de los procedimientos o modos
constructivos de que se vale la lengua para estructurarse y servir a la expresión de los
contenidos interactivos, modales y referenciales. Los contenidos indicados, con
independencia de su peculiaridad de clase, aparecen como generales lógicos
(denotativos) y como particulares, especializados (connotativos).

Ahora, después de introducir una clara tipología de los sentidos hemos identificado
más claramente los modales y estamos en condiciones de abundar en torno a nuestra
definición de modalidad.

415
El surgimiento de la teoría de los actos de habla se ubica en la obra de J. Austin, y particularmente
en las conferencias recogidas en Austin (1962). Uno de los continuadores principales de esta línea de
pensamiento es Searle (1969).
567

Vamos a considerar modal el componente de un enunciado o de cualquier


expresión que pone de manifiesto la presencia de un tipo reconocido socialmente de
posición subjetiva del emisor ante lo que dice en el discurso y del receptor ante lo
que interpreta. La modalidad es el correlato en la lengua de la posición psicológica o
actitud que asumen los que hacen uso de esta.

Esa modalidad puede estar expresada por medios léxicos o por otros medios
lingüísticos y paralingüísticos (entonación, gestos, mímica), u ocultarse, y entonces lo
que se evidencia como modalidad es la ocultación de la posición, o el intento de
lograrlo.

Cosa muy distinta son las modalidades lógicas y las semáóticas, pues no
corresponden a actitudes, sino a modos de la predicación y a la relación de estos
modos con la verdad y la falsedad. De ahí que voy a preferir hablar de modos lógicos
y semióticos y reservar el término modalidad para lo que trataré en lo adelante como
modalidades semánticas de las lenguas.

En nuestro modelo los valores modales tendrán que ser precisados en las
dimensiones semántica correspondiente a la subjetividad, la que - dicho sea de paso -
ha estado en la lingüística íntimamente asociada a las nociones de modo y modalidad.
Por ello algunas de las categorías que propondremos considerar modales ya han sido
tenidas como tales en algunos enfoques lingüísticos (valoración, afectividad), y otras
tendrán que ser postuladas y verificadas en el análisis. Por tanto, el estudio será por el
momento tentativo aunque aspira a proyectarse sobre el discurso, comprobarse y
completarse. Las categorías modales que se postulan en esta indagación son:

1. Valoración
2. Interés
3. Afectividad
4. Expresividad
5. Certidumbre
6. Lealtad.
568

Aclaradas las bases generales de nuestra clasificación de las modalidades


semánticas, pasaré a describirlas con la ayuda de la técnica del cuadrado semiótico.

Categoría de valoración

La valoración es la categoría modal por excelencia al estar referida al emisor del


discurso y sujeto del pensamiento e indicar la presencia en él de actitudes
psicológicas que encuentran expresión en el lenguaje. En las demás categorías que
analizaremos los componentes modales pueden referirse tanto al sujeto del discurso
externo o interno como al objeto valorado en el que se reconocen capacidades para
asumir actitudes. Es decir, tales categorías son tenidas como modales sólo en el
sentido más amplio del término, al reflejar actitudes, mientras la valoración es la
categoría modal en sentido estricto como posición subjetiva de los que hacen
discurso. Recordemos por un momento el cuadrado de la valoración, que traje ya a
colación, para poder juzgar sobre los valores modales y sus relaciones.

Después de construir el cuadrado, el segundo paso es el de identificar los tipos de


actantes ilocutivos (de los roles asumidos en el discurso) que corresponden
normalmente a los valores del cuadrado y, después, los atributos modales de tales
actantes con arreglo a los valores del cuadrado tomados por separado. Así obtenemos
la tabla siguiente:

VALOR CATEGORIZADO EN ATRIBUTO


ACTANTE ILOCUTIVO
EL CUADRADO MODAL

valorador (evaluador,
1) bueno aprobador
jerarquizador)
2) malo "" desaprobador
569

3) ambivalente
~ Ponderador
regular ~
~ "" (reflexivo)
favorable ~
~ (tolerante)
desfavorable
no ponderador
4) bueno o malo "" (irreflexivo)
(severo)
5) bueno y favorable "" optimista

6) malo y desfavorable "" pesimista

Relación entre cuadrado semiótico y valor atributivo actancial: asimétrico en un


único cuadrado semiótico.

La correspondencia es asimétrica tanto en la relación entre los valores del cuadrado


y los actantes ilocutivos (a 6 conjuntos de valores corresponden un sólo actante
genérico y tres actantes específicos), como en la relación entre estos últimos y los
atributos modales. Ello indica la notable complejidad estructural de la categoría
semántica valoración, plena de atributos modales, y dotada de tipos ilocutivos
genérico y específicos.

Categoría de interés Compromiso


Interes Obligacion

Deseo conminado

No obligacion No interes
Exclusion

VALOR
ACTANTE ATRIBUTO
CATEGORIZADO
ILOCUTIVO MODAL
EN
EL CUADRADO
interés - interesado
obligación - obligado
compromiso - comprometido
exclusión - excluido
570

conminación - conminado
deseo - deseoso

Relación entre cuadrado semiótico y valor atributivo actancial: simétrico en un


único cuadrado semiótico.

La categoría semántica de interés obtiene valores modales de simetría con los


categorizados en el cuadrado, pero no se le asignan valores actanciales ilocutivos.
Esto significa que el actante de interés puede realizar cualquier acto ilocutivo:
valorativo, representativo, indagador, prometedor, etc.

Compare con el actante de valoración que tiene asignados algunos actos ilocutivos:
el acto genérico de valoración y los actos de evaluación, apreciación y jerarquización.
En el lenguaje de la descripción semántica esto da lugar a que podamos hablar de
actos de habla valorativos y no de actos de habla de interés, y que tengamos los
valores de interés como atributos modales de cualquier acto de habla. La valoración
es, a la vez, una categoría modal e ilocutiva; la categoría de interés es solo modal,
pertenece por entero a las modalidades semánticas.

Las categorías que a continuación analizaremos tienen una estructuración menos


concentrada alrededor de valores básicos, por lo que su discretización requirió la
construcción de varias oposiciones.

Categoría de afectividad

Valores categoriales,
en los cuadrados se- Afecto Desafecto
mióticos, uno de los
cuales corresponde al
valor de tensión media
y el otro a la tensión No desafecto
superior No afecto

Indiferencia
571

Cuadrado de la Amor y odio


tensión superior Amor Odio

No odio No amor
Ni amor ni odio

VALOR
ACTANTE
CATEGORIZADO EN ATRIBUTO MODAL
ILOCUTIVO
EL CUADRADO
afecto - afectivo
desafecto - desafectivo
ni afecto ni desafecto - indiferente
amor - amador
odio - odiador
amor y odio - amador-odiador
ni amor ni odio - ni amador ni odiador

Relación entre cuadrados y valores atributivos actanciales: simétrica en dos


cuadrados.

Como se trata en todos los casos de valores generales, no se pretende con ellos
especificar los valores semánticos de los signos con significados vinculados a la
afectividad, sino proponer los que tienen mayores posibilidades de generalizar y
agrupar los valores específicos. Debe tenerse en cuenta, además, que el valor de
equilibrio sémico de los contradictorios (ni amor ni odio, ni afecto ni desafecto)
indica que el significado de las expresiones lingüísticas se analiza según la categoría
de interés.
572

Categoría de expresividad

Afecto Desafect
Valores categoriales también o
en dos cuadrados, uno
de los cuales especifica la
categoría de desbordamiento
(desafuero) No Calma No
desafecto afecto
(ni contención ni desbordamiento)

Risa Risa y llanto Llanto

No llanto No risa
Ni risa ni
llanto

VALOR CATEGORIZADO ACTANTE ILOCUTIVO ATRIBUTO MODAL

Desbordamiento - desbordado
contención - contenido
calma - calmado
risa - reidor
llanto - llorador
risa y llanto - tragicómico
ni risa ni llanto
- serio (frío)
(seriedad)

La categoría de expresividad es simétrica en la relación de los valores modales y los


dos cuadrados presentados. Dado que la expresividad que hemos tenido en cuenta se
asienta en las emociones y en la presencia o ausencia de control sobre estas, se
tratará, por definición, de una categoría no ilocutiva, alejada de las intenciones y
propósitos del discurso, aunque este pueda enmascarase en ellas o asumirlas
intencionalmente como ocurre en la combinación con el valor de astucia que veremos
más adelante y como presuponen los valores de contradictorios y contrarios. Pero
aunque el discurso no se proponga la emoción, es valorado también (el discurso y el
573

propio locutor) por la adecuación del contenido y tono emocional al contexto en que
se desenvuelve. La posibilidad de distinguir la expresividad de las categorías
anteriores, sobre todo de la valoración y la afectividad, ofrece un instrumento de
utilidad en el análisis semántico.

Categoría de certidumbre

Se presenta con valores diferenciados que distinguiremos según el aspecto o


perspectiva de que se trate: cognoscitiva y discursiva o volitiva (accional).

(Perspectiva cognoscitiva y discursiva)

SEGURIDAD INSEGURIDAD

(Perspectiva volitiva)

DECISION INDECISION

VALOR ACTANTE ATRIBUTO


CATEGORIZAD ILOCUTIVO MODAL
O
seguridad - seguro
indagador,
inseguridad inseguro
problematizador
decisión - decidido

indecisión - indeciso

Para generalizar los valores cognoscitivo y volitivo hablaremos de actitudes


definidas y actitudes dudosas (no definidas, vacilantes).

La relación es también simétrica, pero no forma cuadrados, debido a que se


precisan sólo contradictorios, no hay claros contrarios ni valores de equilibrio y
574

desequilibrio sémico. La categoría de certidumbre tiene la singularidad de realizarse


en las dos perspectivas indicadas y en cada una asumir valores diferentes.

Se ha de tener en cuenta que esta categoría está en la base de las preguntas


(indagaciones) de las problematizaciones o actos problematizadores y de la expresión
de duda, por lo que tiene asociados algunos valores ilocutivos.

Categoría de lealtad

Es esta probablemente la que puede causar mayor asombro a las personas


familiarizadas con el tema, pero, según lo que hemos podido precisar, tiene una
estructura muy parecida a la anterior y se justifica plenamente por la naturaleza modal
e interrelacionada de los valores que en ella se delimitan. En este caso la "lealtad-
deslealtad" se especifica también en varias perspectivas, que son: la discursiva, la
ética y la cognoscitiva. Se estructura en tres oposiciones:

SINCERIDAD INSINCERIDAD
Aspecto discursivo (de correspondencia entre sentimiento y
discurso)

BUENA INTENCION MALA INTENCION


Aspecto ético-intencional de la actuación

INGENUIDAD ASTUCIA
Aspecto cognoscitivo-intelectual

VALOR
ACTANTE
CATEGORIZADO EN ATRIBUTO MODAL
ILOCUTIVO
EL CUADRADO
sinceridad - sincero
insinceridad - insincero
buena intención - bien intencionado
mala intención mal intencionado
575

ingenuidad ingenuo

astucia - astuto

No se especifican tipos de actantes ilocutivos, dado que la aparición de ilocuciones


específicas requiere la combinación de la categoría de lealtad, claramente modal, con
otras categorías. Por ejemplo, el valor de astucia, y el de mala intención, en relación
con el valor de reidor (categoría de expresividad) sirven de asiento para los actos
calificados por su intención como ironías y burlas.

Esta tipología preliminar distingue actantes ilocutivos y valores atributivos modales


o especies de actantes modales que no son las condiciones personales de los
enunciadores, sino de sus acciones discursivas captadas por los receptores. En
resumen, la tabla de valores modales es de 36 atributos actanciales, reunidos en 12
principales, a saber:
1) aprobador,
2) desaprobador,
3) interesado,
4) obligado,
5) afectivo,
6) desafectivo,
7) desbordado,
8) contenido,
9) definido,
10) dudoso,
11) leal,
12) desleal.

Los valores se aplican a los enunciados selectivamente teniendo en cuenta, si es


necesario, cualquiera de los atributos modales derivados o secundarios. La tipología
está abierta a la interacción interna, combinatoria de valores modales, y externa: con
valores ilocutivos y referenciales.

Preguntas lógicas que pueden surgir: ¿Cómo aplicarla? ¿De qué modo calificar con
su ayuda actitudes particulares expresadas en el discurso y, por su especificidad, no
576

recogidas en la tipología? Los caminos son varios y distintos según el significado de


que se trate. El camino más inmediato y al cual la presente categorización ofrece
respuesta es el de la combinación de valores modales. Por ejemplo, la actitud definida
como burlesca quedaría referida a deslealtad como mala intención, a la expresividad
como risa del locutor y a la afectividad como desafecto (actitud desafectiva), a la vez
que presupone la presencia de un acto de habla orientado a provocar esos mismos
valores en el interlocutor. Todo ello en relación con cierto objeto o referente, ubicado
en el contexto del discurso. Es necesario que el análisis semántico de las modalidades
no sólo las categorice, como he intentado hacer, sino que estudie sus combinaciones
internas, inter-modales, y sus combinaciones externas, con los datos del universo
contextual referencial y los interlocutores. Traigamos a colación otro ejemplo.

Cuando alguien afirma de otro que "tiene una actitud valiente al haberse atrevido a
decir algo" ¿qué valores semánticos se están considerando en la expresión tiene una
actitud valiente? La respuesta se encuentra en la combinación de la categoría de
determinación en la perspectiva volitiva (decidido) con la noción de base referencial
acerca de la existencia de un contexto de peligro. Si no hay contexto de peligro ni
desarrollo de la cualidad de decisión por encima de la media, difícilmente se podría
catalogar de valiente a aquel que pronuncia cierto discurso. En este caso no se precisa
el tipo de acto ilocutivo, pues no resulta relevante.
Intentemos categorizar la expresión de un profesor que al iniciar sus clases se dirige
al grupo con las siguientes palabras:

Usted que tiene los zapatos puestos, ¿podría ser tan amable de borrarme la
pizarra?

¿Qué es en tanto ilocución? Sin lugar a dudas se trata de un mandato con


argumentacion.

¿Qué es como modalidad? reidor, desleal (astuto), interesado...


Expliquemos, por ejemplo, diálogos como los siguientes:

A.- ¡Te lo he dicho mil veces y lo sigues haciendo! No sé qué hacer contigo!
577

B.- Pero no tienes que ponerte así, cálmate, por favor.

A: valorador desaprobador (severo); desbordado


Ilocucion: reproche

B: desaprobador (tolerante); interesado (comprometido)


llocucion: ruego

El análisis de las modalidades en este modelo utiliza como elementos sintácticos: la


coma ( , ) para separar valores modales de la misma jerarquía en la relación
intermodal; el punto y coma ( ; ) para separar la valoración como categoría modal
principal del resto de las categorías modales; los paréntesis ( ) para indicar la
presencia de una especificación modal, es decir, el empleo de valores modales
subordinados a alguno de los principales; las llaves 1 } para encerrar valores externos
que se combinan con los modales. Con dos puntos continuos (...) se separa la
caracterización modal de la referencial. Estos puntos al final de la caracterización
modal indican que los datos referenciales se aplican a todo el conjunto de valores
modales y no sólo al último. Finalmente se hace uso de corchetes [ ] para contener la
información relativa a las ilocuciones, y de barras / / para encerrar datos sobre el
procedimiento gramatical constructivo, con lo que se garantiza un espacio
diferenciado para cada una de las dimensiones lingüísticas.

Veamos algunos ejemplos de representación empleada en el modelo semántico. La


representación es separada de los términos representados por dos puntos:

osadía o actitud osada: valoración ambigua; decidido, desbordado,


interesado (en un contexto de peligro) [acto de apreciación descriptiva],
actitud irónica: valoración negativa; reidor, desleal (malintencionado, astuto),
desafectivo [acto de ironía], /modo constructivo que dice indirectamente
mediante el contrario/.

El sistema de análisis deductivo que estamos proponiendo puede ser de utilidad en


la lexicografía para hacer definiciones semánticas del léxico modal sin tener que
578

acudir al minucioso análisis componencial en campos semánticos o como un


complemento de este último.

El léxico modal, en este caso, es definido como las palabras y denominaciones


complejas que refieren actitudes psicológicas propias del comportamiento humano y
cuyos significados pueden ser generalizados como pertenecientes a cierta categoría
modal, en nuestro modelo, a alguna de las seis categorías enunciadas arriba. Este
modo de entender la modalidad semántica nos permite, además, aproximarnos por
otro camino a desentrañar la perlocución como el valor subjetivo de efecto
desencadenado por el contenido ilocutivo y modal del acto de otro. Es decir, en el
hecho de que surja un determinado efecto perlocutivo influye no sólo la ilocución,
que se ordene, se pida, se pregunte, etc., sino el valor modal que le otorguemos al
acto, el atributo modal que le adjudiquemos al actante ilocutivo y la reacción que
provoca en nosotros como interlocutores. Así la perlocución puede ser persuadirse,
convencerse, asumir una actitud defensiva, de protesta, de sumisión, de enfado, de
risa.

Es decir, muchas actitudes no se analizarán por el categorizador modal de la


enunciación inicial, sino por la reacción que provoca, la que depende también del
receptor, no sólo del emisor. Por ejemplo, asumir una actitud de acatamiento o de
protesta, de desencanto, de sorpresa, etc. serán valores perlocutivos que no podemos
derivar de la ilocución, sino del efecto que provoca en nosotros el acto en su
conjunto, que incluye el componente modal del enunciador y su recepción: la actitud
que seamos capaces de asumir o nos inclinemos a asumir.

Así la modalidad se traslada de la relación "enunciador - acto discursivo" a la


relación intersubjetiva a través de la recepción a que está orientado el acto en general.
Es decir la relacion intersubjetiva preside la enunciación e incluye todos sus
componentes.
579

La etapa de verificación de esta hipótesis semántica incluye su confrontación con


dos géneros de definiciones obtenidas por otros caminos: con las definiciones
lexicográficas y con las definiciones provenientes de estudios de campos semánticos.
Cuando hayamos cumplido esa etapa estaremos en condiciones de introducir
cualquier modificación y ponerla en práctica en la descripción lexicografita y
probablemente en otras descripciones.
En el momento actual puede tener sentido emplearla en estudios exploratorios
preliminares de los sentidos expresados en el discurso, lo que también debe contribuir
a verificarla mediante la implementación y análisis de los resultados de aplicación.

He intentado, a lo largo de este ensayo, argumentar una concepción de las


modalidades que llena un vacío en el conjunto de categorizaciones que hoy se
emplean en los estudios sobre el tema o al menos en las que han estado a mi alcance.
Espero que nuevas aproximaciones a este apasionante objeto de investigación
completen sustancialmente los apuntes que con la mayor modestia dejo a la
consideración del lingüista amigo o del aficionado lector.

BIBLIOGRAFÍA

Austin, J. (1962): How to do things with words, Oxford, Clarendon Press.


Beristáin, Helena (1988): Diccionario de retórica y poética, Porrúa.
Caballero, L. (1995): Semiótica y diccionario (inédito).
Greimas, J. A. (1965): La sémantique structurale, Paris, Larouse (traducción
española: La semántica estructural, Madrid, Gredos, 1970).
Greimas, J. A. (1970): Du sens: Essais sémiotiques, Paris, Seuil (trad. española: En
torno al sentido. Ensayos semióticos, Madrid, Fragua, 1973).
Pottier, B. (1992): Sémantique Générale (edición española: Semántica general,
Madrid, Gredos, 1993, 44-50).
Searle, J. (1969): Speech acts, London & New York, Cambridge University Press
(traducción española: Actos de habla, Cátedra, Madrid, 1980).
580


L. Caballero Díaz

MÉTODOS Y TÉCNICAS DE LOS ESTUDIOS SEMÁNTICOS416

Los estudios desarrollados en las últimas cuatro décadas han venido dotando a la
semántica de un conjunto de instrumentos diversificados y dispuestos para la elección
por los investigadores. Sólo que no se trata de instrumentos suficientemente probados,
algunos están aún "calientes", acabados de crear y aplicados en muestras aún pequeñas
para hacernos de un criterio seguro sobre su viabilidad más allá del material al que fue
aplicado. Otros pueden no resultar suficientemente convincentes o no estar debidamente
comprobados, verificados, incluso con respecto a los fenómenos estudiados con su
ayuda. Es aún la semántica una disciplina científica joven y sus instrumentos se están
haciendo y perfeccionando aceleradamente en los momentos actuales. Por ello vale la
pena traer a colación el tema de los métodos y técnicas del análisis semántico, intentar
alguna clasificación preliminar y ejemplificar aquellos que personalmente he empleado
en mis propias indagaciones. De ahí que este ensayo obedezca a una experiencia
personal, la que complementaré, en alguna medida, con lo que han experimentado otros

416
Este ensayo inédito, del talentoso lingüista cubano, Dr. En Ciencias Filológicas y Profesor Titular de
la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de la Habana, fue escrito en el año 1995, poco
tiempo antes de su muy lamentado fallecimiento. Caballero fue el iniciador de los estudios semánticos
en la Facultad y el coordinador del Grupo de Estudios Semánticos. Sirva esta publicación de modesto
homenaje a su memoria.
581

y con información acerca de los modos y géneros de análisis que ya son habituales y
forman parte consustancial de la disciplina en su versión moderna.

La respuesta a la pregunta acerca de cuáles son los métodos de que se vale la


semántica moderna requiere ante todo que precisemos la perspectiva desde la cual se
formula el problema. Si se trata de una perspectiva lingüística estricta o microlingüística,
habrá que consignar que salvo de la teoría del campo semántico, el análisis
componencial, las proposiciones generativistas (de semántica generativa) y de semántica
actancial o de los casos profundos no hay otros métodos propios de la semántica
lingüística, pero si se trata de la perspectiva más amplia, transdisciplinaria, no serán
pocos los instrumentos con que se podrá contar para el estudio semántico.

No se discute ya hoy si el semantista debe restringirse a los conceptos y métodos de la


lingüística. Por el contrario se acepta que la profesionalidad del semantista está
relacionada con su conocimiento de las ciencias conexas, las que debe en algunos casos
conocer casi tan bien como la propia lingüística.

Naturalmente, más que en un conocimiento enciclopédico consistente en poder entender


los estudios semánticos de diversa orientación y procedencia y saber el uso que se da a
los conceptos en diversas teorías sobre la significación, se trata de un poder hacer o
competencia semántica para utilizar aquellos procedimientos y conceptos que,
independientemente de su procedencia, permitan alcanzar los resultados definidos ante
la investigación. Por lo cual una de las primeras preguntas que debemos hacernos antes
de hablar de métodos es cuál es la investigación concreta y cuáles son sus objetivos, lo
que nos permitirá orientarnos en los posibles métodos que se puedan emplear con
posibilidades de éxito.

Sin embargo, el tema que nos ocupa ahora es el de una especie de catálogo de métodos
y técnicas en abstracto, con independencia de las investigaciones concretas,
582

precisamente como saber enciclopédico acerca de lo que la semántica ha creado en


numerosas y disímiles investigaciones.

Por supuesto que tal tarea puede ser emprendida sólo con un interés de divulgación o
de precisión terminológica. En nuestro caso, dada la existencia de numerosas obras de
este género, algunas notablemente voluminosas y verdaderamente informativas, voy a
recurrir a una información sintética que sólo pretende formular un ordenamiento claro y
algunas consideraciones que juzgo necesarias sobre los instrumentos del semantista de
hoy.

Los métodos y técnicas de que se vale la semántica pueden ser ordenados teniendo en
cuenta el género mismo de teoría semántica lógica, lingüística estructural, semiótica,
generativa, cognitiva. A grandes rasgos todo el conjunto de modernas teorías semánticas
se pueden agrupar en semánticas lógicas y semióticas, por una parte, y semánticas
lingüísticas y psicolingüísticas, por otra. Lo curioso y estimulante para el desarrollo
futuro de la semántica como ciencia integradora es el proceso de intercambio que está
teniendo lugar, lo que trae como resultado, en el caso de la semántica lingüística la
apropiación por ella de técnicas empleadas en las disciplinas conexas, por lo que
cualquier tratado moderno sobre semántica lingüística tiende a incluir valiosa
información sobre instrumentos lógicos, semióticos y otros.

De modo que al tratar sobre los métodos y técnicas de la semántica lingüística


analizaré primero los que le presta la semántica lógica y psicológica para después tener
en cuenta los propiamente lingüísticos y semióticos y poder así analizar los modos más
comunes de inserción de los primeros en los segundos. Este camino promete facilitar
una visión general transdisciplinaria de la semántica lingüística, que es el leitmotiv de
este libro de ensayos.

DE LOS INSTRUMENTOS LÓGICOS


583

No sería adecuado que habláramos de la presencia en la lingüística de la semántica


lógica o de los métodos de esta, sino de algunos instrumentos de análisis que se vienen
aplicando con dos objetivos:

a) Como recurso de formalización;


b) como medio de creación de nuevos tipos de descripción del lenguaje en lo
concerniente a ciertos universales lógicos.

Probablemente el segundo género de instrumentos, orientados hacia la creación de


nuevos tipos de descripción del lenguaje, de los cuales hablaremos más adelante,
constituya el aporte más significativo de los enfoques lógicos, pero no debemos
desconocer algunos modos de formalización que permiten al lingüista valerse de medios
que le aportan claridad, economía de palabras y precisión matemática.

Los recursos de formalización son variados y están en dependencia del género de


teoría lógica a que se acuda en correspondencia con lo que se esté formalizando. Un
género de formalización lo ofrece la lógica de las clases y otro se obtiene de la lógica de
los predicados, por sólo mencionar dos de los dominios de la lógica a los que se acude
con relativa frecuencia para obtener o elaborar algún modo de formalización.

Si analizamos detenidamente el desarrollo del pensamiento lingüístico nos daremos


cuenta que las descripciones lógicas estuvieron presentes en la base del pensamiento
lingüístico en todas las épocas, pero ya a partir del estructuralismo lingüístico nos vamos
a encontrar con el planteamiento claro de que la formalización tiene plena cabida en los
análisis lingüísticos y con la intención de los propios lingüistas de avanzar en esta
dirección, aplicar sistemas descriptivos con algún elemento de formalización y sobre
todo crear los propios. Si no, ¿cómo explicar movimientos tales como la glosemática, la
gramática transformacional y la semántica generativa?
584

No significa esto que exista algún grado de obligación en lo que se refiere a la


aplicación del recurso de formalización, pues la semántica lingüística tiene en la palabra
de la lengua común y en los sistemas de términos de la meta-lengua lingüística el
recurso principal e inagotable que le permite avanzar con perfil propio en el estudio del
lenguaje. Todo otro recurso es auxiliar y facultativo, pero no es ocioso conocerlo y
aplicarlo cuando resulte conveniente.

Descripción semántica y lógica de las clases

Por clase se entiende un conjunto arbitrario, finito o infinito, de objetos que se agrupan
por algún rasgo. Es de tener en cuenta que el concepto de clase surge como resultado de
la abstracción con respecto a la naturaleza y el orden de los elementos.

Hoy los estudiosos del concepto de clase han precisado la presencia de distintas clases
conceptuales en las cuales la relación jerárquica entre los elementos tiene distintas
determinaciones. Así se han distinguido clases en que la relación jerárquica es de género
y especie (ave-gorrión), otras en las cuales la relación jerárquica está determinada por la
pertenencia funcional o existencia dentro de un conjunto que se forma sobre la base de
un mismo rasgo funcional genérico (clases funcionales), como por ejemplo, la clase del
mobiliario (mobiliario-sillón); clases que se basan en una relación de pertenencia de los
elementos a un espacio común (arboleda-árbol) e incluso clases afectivas (por ejemplo,
de los objetos de mi preferencia, de las cosas que me asombran, de lo que recogería
primero para mudarme, etc.) y otras clases ocasionales: de objetos abandonados,
amontonados, de los que nos reunimos para charlar los fines de semana, etc. Las clases
no sólo pueden estar integradas por elementos individuales, sino también por subclases,
las que son tenidas en cuenta en las descripciones semánticas y lógicas. Por ejemplo, la
clase mobiliario incluye las subclases sillas, sillones, butacas, etc., mientras la subclase
silla incluye en cada caso los elementos que conforman la clase dada. Una es, vista
desde el punto de vista extensional, la clase silla en mi casa y otra en la de mi vecino,
585

aunque pueda establecerse en el análisis lógico una relación de identidad porque


contengan el mismo número de elementos identificados con los mismos símbolos.

Así la relación clase-elemento es extensional, pero la determinación semántica de cada


clase tiene en cuenta los rasgos intensionales basados en las propiedades de la clase, e
intensionalmente hablando a la clase silla en mi casa y en la de mi vecino le atribuyo los
mismos rasgos relevantes para su identificación como tal clase. El análisis componencial
semántico ha tenido en cuenta precisamente los rasgos intensionales de las subclases, en
comparación con los de otras subclases. Por eso al definir el significado, por ejemplo,
del lexema silla se ha apuntado como semas (nociones basadas en rasgos intensionales)
los de ‘para sentarse’, ‘para un individuo’, y ‘tener respaldo’ 1. Sin embargo, no son
tantos los lexemas que puedan ser adecuadamente descritos en términos de rasgos de
clases y subclases, porque esta estructura jerárquica en las lenguas naturales está
sometida a múltiples variaciones contextuales y dista mucho de ser el único tipo de
relación estructural.

La descripción semántica de objetivos lingüísticos atiende primordialmente a los


rasgos intensionales de la clase (o subclase), que son los rasgos determinados por las
propiedades de esta, mientras las descripciones lógicas se basan fundamentalmente en
rasgos extensionales, relativos al número de miembros que componen las clases y la
identificación abstracta (simbólica y no ontológica) de estos miembros. Así el punto de
vista que atiende a la particularización del tipo de clase a que hace referencia una
expresión lingüística (lexema o lexía) es propiamente semántico, mientras que la
homogeneización de las clases para formalizar sus relaciones corresponde al punto de
vista lógico. Ambos puntos de vista convergen en un estudio de las clases que aporta
información a la descripción lingüística.

Para la lógica de las clases son relevantes dos clases: la universal, simbolizada por `U'
y contentiva de todos los individuales del universo, y la vacía o nula, representada por
el cero `0'. Las clases pueden ser, además, abiertas o infinitas {a, b,...} y cerradas o
586

finitas {a, b..., c}. Cuando no se desea o es inadecuado tomar posición con respecto al
carácter abierto o cerrado de una clase se acude a la clase indeterminada {a, b, c, etc.}.

Estas informaciones de carácter general sobre los tipos lógicos de clases se diferencian
de las precisiones que apuntamos antes acerca de los tipos semánticos de clases, pues
ahora, ya en el análisis lógico, no hay interés ontológico primordial, sino que pasa a un
primer plano la forma lógica: las relaciones abstractas entre las clases.

Las construcciones lógicas acuden en sus prácticas formalizadoras en la lógica de


clases a los siguientes símbolos:

 = igualdad;
 > incluye;
 < está incluido en;
 e pertenece (sólo para las clases, sin implicar la inclusión de todos los
miembros);
 una barra transversal / sobre los signos de pertenencia, de inclusión, de identidad
indica la negación de la pertenencia, de la inclusión y de la identidad.
 Se emplean signos para indicar unión U e intersección  de las clases.

La lógica de las clases se vale, además, de los operadores lógicos que se utilizan en el
cálculo proposicional para expresar:
 la equivalencia ,
 la conjunción lógica &,
 la disjunción inclusiva V,
 la exclusiva W
 la implicación .

Pero no tendría sentido esta breve referencia a los signos empleados en la


formalización, si no aclaramos, mediante algún ejemplo, el uso de elementos de la
lógica de las clases en la descripción semántica con fines lingüísticos.

Con el objetivo de ilustrar una aplicación lingüística he seleccionado mis


abreviadas notas de un interesante artículo de Robert Martin titulado "Esquema de un
587

análisis formal de la polisemia"2. El autor de este artículo hace explícita desde el


propio título su intención de formalizar la polisemia y presenta los símbolos que va a
emplear.

Ilustra la aplicación en la semántica del operador de equivalencia , que presupone


que lo uno y lo otro son verdaderos o falsos al mismo tiempo: silla equivale a asiento
con respaldo y sin brazos, destinado para un solo individuo; una cosa no puede ser una
silla si no tiene tales atributos y viceversa: un objeto con tales atributos tiene que ser una
silla. Obsérvese que la descripción semántica de "silla" es la de B. Pottier.

Tal noción de equivalencia, sin embargo, ha estado en el centro de la crítica en lo


concerniente a su aplicación al significado lingüístico y, más allá de este, a los rasgos o
propiedades de los referentes. Según investigaciones desarrolladas en las últimas dos
décadas la equivalencia es una relación que debe precisarse con sumo cuidado, puesto
que da por sentado la presencia necesaria en los signos de todos los rasgos semánticos
para que se pueda designar un objeto, lo que en la práctica es un hecho restringido por
varias razones:

a) todos los rasgos no tienen que ser igualmente relevantes en todos los contextos y
para todos los hablantes, dado que la lengua es conocida por sus hablantes en un
grado diverso, diferenciado por individuos y diasistemas;
b) los llamados objetos humanísticos y lingüísticos se distinguen mayormente por lo
que se ha llamado una estructura "blanda", difusa, sin límites precisos, fuertemente
marcada por la continuidad semántica de los rasgos;
c) los hablantes no sólo se atienen a normas, sino que crean nuevas normas, es decir
fomentan usos en los cuales se omiten rasgos semánticos, se añaden otros y se
transforman los anteriores;
d) la propia estructura de rasgos (propiedades) no siempre es tenida en cuenta, dado
que implica una comparación con otros objetos que muchas veces no se hace por
588

ser innecesaria para la identificación de los objetos. En esto también funcionan la


necesidad y la economía.

Es decir, la equivalencia podría aceptarse únicamente como una relación hipotética


ideal para los casos en que nos atenemos al pensamiento lógico más riguroso y menos
dependiente del contexto, y por tanto con tendencia a ser totalmente explícito. Pero
volvamos al contenido del artículo que nos ocupa.

R. Martin establece en el estudio de la polisemia tres problemas principales: la


distinción de sentidos, las relaciones entre los diferentes sentidos y la eliminación de las
ambigüedades en el discurso. Dedica su trabajo a los dos primeros y recurre para
explicar los sentidos a los términos sema, semema y archisemema, en la versión
explicativa de estos que ofrece B. Pottier, según la cual el sema es el elemento mínimo
de cada significado léxico o semema y el archisemema es el sema o conjunto de semas
que resulta común a más de un semema. También cada uno de los términos se hace
corresponder de un símbolo que permita su representación al construir los esquemas
formalizadores: s (sema), S (archisemema), Ó (semema).

Para enumerar y ordenar los elementos semánticos de su formalización introduce


exponentes s1 y subíndices s1. El subíndice ordena los elementos reconocidos como
portadores del mismo exponente. Las relaciones entre los componentes semánticos del
esquema se indican mediante los operadores (signos) lógicos generales a que hicimos
referencia arriba. Emplea los dos puntos para separar el signo de semema de la
explicación lexicográfica con que se intenta definir el significado.

R. Martin distingue e intenta formalizar seis tipos de polisemia: restricción de sentido,


extensión de sentido, relación metonímica, relación metafórica, polisemia estricta (con
adición y eliminación de semas) y polisemia amplia (con archisememas distintos y
sustitución de semas específicos). No nos detendremos aquí a explicar cada uno de los
589

tipos, sino solamente nos referiremos al primero a manera de ejemplo de una


formalización semántica con instrumentos de la lógica de las clases.

Esta información servirá de paso para introducir al lector en un tema tan trascendente
para la semántica lingüística como es el de la polisemia del léxico.

Restricción de sentido

femme: 1)mujer
2)esposa

Ó1 : Persona (S1) de sexo femenino (s11)


Ó2 : persona (S2) de sexo femenino (S21) que está o estaba casada (s2)
O sea, Ó1 ≡ S 1
O sea, Ó1  S1 ^ s11
Ó2  S2 ^ s21^ s22

Por consiguiente, S2 = S1 = S
y s21 = s11 = s1
Entonces, Ó1  S1 ^ s1

Ó2  S ^ s1 ^ s22
O también, S2  Ó1 ^ s22
O sea, Ó2  Ó1

La restricción de sentido es así explicada como una adición de semas específicos con
el mantenimiento del mismo archisemema que en el primer sentido. Es explicada
además como una implicación en la cual el sentido segundo implica el primero.3

En casos como el del ejemplo la aplicación de los instrumentos lógicos puede ayudar a
la descripción semántica a poner de manifiesto relaciones que de otro modo podrían no
estar tan claras, pero debe tenerse sumo cuidado en el uso indiscriminado de estos
instrumentos. En ese sentido voy a estar de acuerdo con B. Pottier en que "las lógicas
han sido construidas para sí mismas y, ciertamente, no para las lenguas naturales. A
menudo es útil recurrir a ellas, como se hace con provecho en el caso de la teoría de
conjuntos", pero – como también apunta este autor con respecto a algunas realizaciones
590

de descripciones lógicas – existe el peligro "de querer hacer que entren ahí a la fuerza
los hechos lingüísticos" 4

Hay que reconocer, sin embargo, que en ocasiones el uso de algunos instrumentos
formalizadores presta un inestimable servicio, sin que el semantista tenga que
proponerse aplicar completamente algunos de los actuales sistemas lógicos, sino
practicar una formalización parcial, ni hacerlo con respecto a la totalidad de cierto
objeto, sino selectivamente. Es decir, las formalizaciones no tienen que ser totales, con
empleo de todos los operadores lógicos ni abarcadoras de todo el tema de estudio (la
polisemia, la hiponimia, etc.) sino que pueden ser selectivas, en correspondencia con las
propiedades de los elementos y unidades lingüísticas y de sus relaciones. Ello se debe a
que hay dominios, campos, relaciones y unidades en los cuales la formalización puede
resultar viable, adecuada e informativa, mientras que otras parcelas, relaciones y
unidades no tienen una constitución asible por la formalización lógica. Una
formalización parcial, con muy pocos elementos lógicos, fue la que apliqué en la
representación de los sememas del campo Bondad (véase el ensayo dedicado al
diccionario semántico417)

Lo realmente importante es que los instrumentos de que disponemos no nos


gobiernen, sino que seamos los creadores de descripciones semánticas los que
decidamos la medida racional, provechosa y suficiente del empleo de los mismos sin
temor a que se nos pueda pedir más o menos formalización, porque ello es una soberana
decisión de cada autor. Y así ha de ser mientras la semántica sea una ciencia social
humanística.

La lógica de los predicados

417
El ensayo a que se refiere Caballero, Categorización semántica y tesauro: una proposición para la
lexicografía, fue publicado años después de su fallecimiento y puede ser consultado en Estudios
lingüísticos cubanos (II) Homenaje a Leandro Caballero Díaz. Universidät de Valencia, 2002. pp. 123
-130; o también en este mismo volumen.
591

Junto a la lógica de las clases es el cálculo de las funciones predicativas (lógica de los
predicados), la que viene teniendo una aplicación más extensa en las investigaciones
semánticas lingüísticas, lo que se debe a la relación evidente entre la lógica de los
predicados, con sus nociones centrales de predicado y argumento, y las llamadas en la
lingüística teoría actancial, teoría de la valencia o gramática de casos semánticos
profundos.

Ocurre aquí algo similar a la relación que no es difícil observar entre la lógica de las
clases y las descripciones semánticas del análisis componencial como la que ilustramos
en el ejemplo de la polisemia: las líneas del pensamiento lingüístico y lógico se
entrecruzan, por lo cual lo más útil parece ser que cooperen en el perfeccionamiento de
los instrumentos de análisis sin perder de vista los diferentes objetivos de cada uno.

El cálculo de las funciones predicativas establece que los predicados funcionan como
operadores que conforman proposiciones simples a partir de nombres que constituyen
sus argumentos. Los predicados pueden ser de uno o más lugares, sin que suelan pasar
de tres. Se emplean generalmente los términos monoádico, diádico, triádico (poliádico
con dos o más lugares). Es importante tener en cuenta que la formalización de las
proposiciones con arreglo al predicado y sus argumentos establece que el orden de los
argumentos sí tiene información relevante, de modo que no es la misma proposición la
que representamos como Q(a,b) y la que anotamos como Q(b,a). La primera, por
ejemplo, representa la proposición Dorita(a) quiere(Q) a Leandro(b), mientras la
segunda formaliza la proposición Leandro quiere a Dorita. Con el mismo predicado e
idénticos argumentos se han formalizado proposiciones diferentes, porque el orden es
lógicamente pertinente. Este género de descripciones formales simples sirve a la
lingüística a la hora de precisar sus representaciones de lo que la semántica lingüística
estudia como actante, caso semántico y valencia.

Pero el tema relativo a la teoría actancial lo retomaremos más adelante. Ahora voy a
ilustrar más ampliamente lo relativo a los predicados formales y sus argumentos. El
592

ejemplo esta vez lo tomaremos de un interesante y reciente artículo de L. Schack


Rasmussen5, el cual propone la formalización de lo que él llama universos semánticos,
con especial atención a los esquemas de acción. En el caso de los verbos locativos
propone los esquemas de emplazamiento (de una entidad en algún lugar: contener,
estar, yacer...), movimiento (de una entidad por algún lugar: andar, correr, entrar,
regresar) y causación (del emplazamiento o del movimiento: arrastrar, colocar, meter,
sujetar) Propone una representación de los esquemas mediante predicados formales
donde E designa Entidad, L corresponde a Lugar y K a Instigador o Causante, s es una
variable, ESTAR indica estancia, ausencia de movimiento; IR señala movimiento y
CAUSAR representa la causación. A continuación se construye el aparato lógico o
conjunto de fórmulas de la formalización lógica:

Emplazamiento, ESTAR (E, L): indica que E está situada en L;


Movimiento, IR (E, L): indica que E se mueva en L; y
Causación, CAUSAR(K, s): (= CAUSAR (K, ESTAR (E,L))/
Causar (K, IR (E,L)) indica que K causa el emplazamiento o el movimiento de E.

Ante la necesidad de distinguir entre clases del movimiento se introduce como


fórmula específica la del movimiento direccional: IR(E,S,T), donde S corresponde a
punto de partida y T señala el de llegada, con lo que se indica que E se mueve en
relación con uno o ambos puntos de referencia y se hace posible representar el cambio
de dirección en el movimiento. Después el autor construye un sistema de variaciones
combinatorias, en las que CAUSAR aparece subordinando a varias fórmulas de IR (con
los argumentos E, L; E, S, T; y a la fórmula de ESTAR.

Finalmente se pasa a la representación formalizada de las oraciones. Por ejemplo:

ESTAR (E, L): Juan estaba en la cocina; la caja contenía zapatos.


CAUSAR (K, ESTAR (E, L)): Juan sostiene la tabla.
IR (E, L): Juan corría por el prado.
593

CAUSAR (K, IR (E, L)): Juan lleva la maleta.


CAUSAR (IR (E, S, T)): Cae el avión.

El autor añade algunas otras especificaciones que no me parece necesario traer a


colación, dados nuestros objetivos de simple presentación de un modo de formalización
que se basa en la lógica de los predicados.6

Sólo he intentado ilustrar el encuadre general de este tipo de análisis, el cual, al igual
que el presentado en la aplicación de la lógica de las clases recurre primero a hacer
explícito cada uno de los conceptos y asignarles los símbolos correspondientes (algunos
creados por los propios autores de la formalización) y después a la presentación de las
fórmulas y a su aplicación al material lingüístico que es objeto de estudio.

He intentado explicar e ilustrar algunos de los instrumentos de análisis semántico que


contienen elementos de formalización y he concedido especial preferencia, entre el
conjunto de sistemas descriptivos, a la lógica de las clases, puesto que le está asociado
un método lingüístico tan importante como es el análisis componencial semántico, y a la
lógica de los predicados, porque a ella se asocia el análisis actancial. Otros campos de la
lógica han tenido también influencia en los estudios semánticos lingüísticos. El
investigador J. Lyons, por ejemplo, ha apuntado la relevancia para la semántica
lingüística de sistemas tales como el cálculo proposicional, la lógica modal y de los
mundos posibles, la semántica teórica del modelo, entre otras.7 Pero no cabe duda que si
de sistemas cuya aplicación tiene una tradición y resultados relevantes se trata, la lógica
de las clases y el cálculo de los predicados aspiran con todo derecho a un lugar especial
en la formalización de los significados.

DE LA PSICOLOGIA COGNITIVA

También la psicología ha sido importante fuente del desarrollo de la semántica


moderna. Los enfoques psicológicos de la semántica se han caracterizado por una
vocación experimental que los distingue positivamente dentro de un conjunto de
594

estudios en que predomina la especulación y la descripción de los universos semánticos


con referencia casi exclusiva a los criterios de los investigadores.

El desarrollo de teorías psicológicas del lenguaje capaces de suministrar instrumentos


de análisis útiles a la semántica es hoy ya una realidad con la que debe contar el
semantista, que no debe ni puede ya construir una teoría y una práctica descriptiva de la
significación que permanezca al margen de los procesos psíquicos y, sobre todo, de lo
que hoy se conoce como sustanciales aportes de la semántica cognitiva.

¿Existe una semántica cognitiva como existe una semántica lingüística y una
semántica lógica?

Hay que decir que incluso los principales tratados sobre semántica escritos en las
décadas de los años 70 y 80 aún no recogen con toda claridad la existencia de una
dirección cognitiva vinculada a la semántica lingüística, aunque reconozcan el
desarrollo de teorías de la significación de corte psicológico como las concepciones
conductistas, los conceptos de la psicología y la psicolingüística sobre significado y
sentido.

El camino de la psicología en la creación de una semántica de perfil psicológico hasta


llegar a la influyente teoría cognitiva de hoy ha tenido múltiples etapas con diferentes
desarrollos y tendencias encontradas, o frontalmente opuestas. La influencia de teorías
histórico – culturales como la de L. Vygotski, con extraordinario poder de persuasión en
su interpretación histórica y dinámica de la relación pensamiento – lenguaje, junto al
desarrollo de numerosos experimentos sobre el conocimiento de las lenguas en
diferentes edades y sobre las llamadas categorías naturales y semánticas y su
interpretación en diferentes culturas, así como las investigaciones sobre la relación entre
el funcionamiento de la mente en relación con el lenguaje han venido creando las bases
de una pujante semántica que se ha dado en llamar cognitiva y que no puede continuar
595

siendo la ausente en las recapitulaciones que hacemos sobre los métodos vigentes hoy
en los estudios semánticos.

Como en otros géneros de la semántica, también en este hay que deslindar entre
estudios de orientación teórica general, vinculados a la naturaleza del lenguaje y a la
ontogénesis de este en la especie humana y en cada individuo y a la filigénesis como
surgimiento y desarrollo de cada lengua vinculados a la vida en común de las
comunidades y naciones, y los estudios descriptivos de las categorías semánticas
presentes en las lenguas. Me voy a referir únicamente a este último aspecto, el que ha
despertado un notable interés en los últimos tiempos.

La semántica cognitiva tiene varias filiaciones: es parte de la teoría semántica, es


tenida como un dominio de la psicología compartido con la lingüística, e integra el
proyecto de la ciencia cognitiva moderna, ocupada en el estudio de los procesos de
asimilación, acumulación y empleo de la información por el hombre. Cognitiva, porque
aborda los procesos de cognición, los distintos géneros de conocimientos y las
relaciones de estos con el lenguaje, la mente, la cultura, la sociedad, los pueblos y etnias,
el mundo.

En el caso de la semántica hay que incluir en ella, por supuesto, sólo una parte de los
intereses del proyecto cognitivo global, pero no es una parte pequeña, porque la relación
cognición –lenguaje, que es la principal para la semántica en tal perspectiva, guarda
relación con todo el conjunto de sistemas de la vida humana y conduce hacia los demás
componentes. No obstante, se hace necesario tener en cuenta que el problema central
que motiva el surgimiento de una semántica cognitiva es el relativo a la relación
cognición – lenguaje y específicamente, dentro de ella, de una relación aún más
específica entre cognición y significación. Se puede incluso afirmar, sin temor a
equivocarnos, que la semántica cognitiva es el estudio de la relación cognición (y
conocimiento) - significación, entendido este último término como significado
sistémico y sentido discursivo y como el proceso de transformación del segundo en el
596

primero y viceversa en el contexto de la vida social y mediante la asimilación,


acumulación y empleo de los mensajes (informaciones) y de los sistemas de signos en
que se sustentan tales mensajes.

No se debe confundir la semántica cognitiva como dirección transdisciplinaria dentro


de una semántica lingüística con los estudios psicológicos de las categorías naturales y
semánticas o con cualquier otra realización concreta de la ciencia cognitiva. En los
estudios lingüísticos de lo que se trata es de poner la ciencia cognitiva en función de
aportar la información que requiere la lingüística para construir sus propias
descripciones y de consolidar dentro de la semántica lingüística un importante espacio
de colaboración con la psicología y otras ciencias. La posición es la misma que se asume
ante la semántica lógica y semiótica: tenerlas en cuenta con arreglo a los objetivos
específicos de la ciencia lingüística, que no serán, por supuesto, los que se plantean la
lógica o la psicología. Aprovechar un conocimiento no implica confundir o perder el
camino, los objetivos de trabajo realmente propios, lo que se puede hacer desde la
perspectiva de la ciencia lingüística.

Por ello en esta exposición evitaré restringir la información a lo que parece igualmente
útil tener en cuenta en la lingüística o lo que por su contenido tiene mayor relevancia
para ella que para cualquier otra ciencia8.

Se necesitarían muchas páginas y probablemente más de un libro para explicar


adecuadamente los conceptos que se integran en una semántica cognitiva moderna, de
modo que en esta visión panorámica sólo puedo aspirar a subrayar algunos aspectos que
juzgo como de especial interés a la hora de seleccionar o elaborar los instrumentos del
análisis semántico cognitivo.

A la pregunta acerca del modo empleado para obtener los datos, la semántica cognitiva
responde que tiene como principales recursos, por una parte, la introspección mediante
la cual el semantista accede al mundo de sus propias representaciones psíquicas sobre
597

las significaciones (significados y sentidos) con el objetivo de exteriorizar esas


representaciones y someterlas a un proceso de objetivación por diversos caminos, y, por
otra, la experimentación, mediante la cual el semantista adquiere cierto acceso a datos
que provienen de las representaciones psíquicas de otros, sobre las cuales tiene menos
información que sobre las representaciones propias. Ambos métodos de acceso a la
información se complementan y la ciencia elabora para cada uno las formas de
objetivación que le proporcionen mayor fiabilidad.

Para llegar al conocimiento científico desde la etapa más temprana habrá que
comparar datos, precisar límites, construir clasificaciones y determinar jerarquías con lo
que el objeto de estudio comienza a aparecer "categorizado", con una estructura externa
e interna y conceptualmente determinado. Pero no es el conocimiento científico o mejor
dicho, no es el estudio de la obtención del conocimiento científico lo que hoy interesa a
la semántica cognitiva, no es la categorización de los términos científicos en relación
con los objetos que estos designan y el conocimiento que tenemos de tales objetos, sino
la categorización común y corriente de los objetos y universos semánticos, la relación
cognición – significación con respecto a los universos semánticos de la cotidianeidad.

Una de las primeras distinciones, que fue formulada por E. Rosch (1973), es la
referida a dos tipos de categorías: naturales y semánticas. Las primeras, que fueron
investigadas experimentalmente por Rosch a partir de la selección de los conceptos del
color y de la forma, están condicionadas en algún grado por la percepción de un mundo
real que no es caótico sino que está estructurado y, por ello, puede ser reconstruido
conceptualmente en la forma de categorías con una estructura interna. La novedad de la
descripción va a radicar en el carácter experimental de la investigación de la estructura
interna de cada categoría y en lo que como resultado de la investigación se descubre: los
miembros de las categorías naturales (los tipos perceptivamente diferenciables de
objetos según el color y la forma) no tienen la misma relevancia perceptual: algunos
objetos representan mejor que otros la categoría a que todos pertenecen. Por ejemplo,
unos objetos seleccionados con distintos matices de color y sometidos a las mismas
598

operaciones mentales (recordación, identificación, denominación) dieron resultados


diferentes en cuanto a su memorización e identificación. Los colores focales resultaron
mejores representantes de la categoría dada, por lo que se hace posible hablar del mejor
azul, el mejor rojo, etc. Estos exponentes mejor dotados para representar la categoría se
denominaron prototipos (que fue un término que con un sentido algo diferente habían
empleado Berlin y Kay en las investigaciones que sobre los colores publicaron en 1969).
Al mismo tiempo se logró argumentar experimentalmente los conceptos de que la
distancia con respecto a los centros o prototipos da una medida cuantitativa o grado de
pertenencia de una muestra u objeto a la categoría, y de que los límites entre las
categorías son laxos, difusos, dado que ciertas muestras son relacionadas con más de
una categoría

Si el asunto hubiese quedado ahí, no estaríamos hablando de semántica cognitiva, pero


fue mucho más allá al postularse e intentar demostrarse que las categorías semánticas,
las diferentes significaciones, tienen el mismo tipo de organización interna en centro o
prototipo, a los que le son propios el mayor número de rasgos de la categoría y una
periferia o conjunto de miembros organizados en torno a ese centro en los que se
manifiesta defecto o incompletitud de rasgos. Así se opone este género de
categorización psicológica a la típica clasificación lógica para la cual los miembros de
las categorías se distinguen por su generalidad o particularidad (taxonómicamente) y no
por el comportamiento experimental o práctico de los miembros. Por ejemplo, se llegó a
precisar que la significación del nombre de cierta ave se tiene como mejor representante
semántico de la categoría ave (en determinada cultura), que las significaciones de los
nombres de otras aves, que la significación del nombre de cierta fruta es más
representativa de la categoría `fruta' que las significaciones de los nombres de otras
frutas en una comunidad determinada, que la significación de cierto deporte se tiene
como mejor representante de la categoría semántica `deporte' que las significaciones de
los nombres de otros deportes. Verdad es que a veces se confundió en la exposición de
la teoría el plano semántico con el plano de la realidad y se emplearon denominaciones
claramente inadecuadas como "la mejor fruta", "el mejor deporte", que no expresan
599

prototipos semánticos, sino preferencias prácticas de la percepción del objeto o la


actividad con este. Esto ha motivado fundadas críticas a la teoría cognitiva por la no
observancia de los límites entre referentes y significaciones. No obstante, con algunas
precisiones terminológicas, el asunto merece la mayor atención, sobre todo porque se
fundamenta en una amplia base experimental y porque pone de manifiesto principios de
clasificación que eran desconocidos y para los cuales la tipicidad del objeto (en la
clasificación natural) y la tipicidad de la significación (en la clasificación semántica)
están cargadas de información y constituyen pilares de la categorización de los
universos naturales y semánticos.

En mi aproximación al asunto voy a preferir hablar de centro (núcleo) y periferia para


referirme a los miembros prototípicos (centrales) y a los que se agrupan con alguna
proximidad a estos (periféricos), con miembros transitorios o cuasinucleares (muy
próximos al centro) y grupos limítrofes con otras categorías. En la semántica cognitiva,
más relevante que el rasgo lógico es la conceptualización del miembro de la categoría en
la interpretación que ofrecen los informantes, por lo que se toma en cuenta la realidad
psicológica del conocimiento y del lenguaje.

El desarrollo ulterior de la teoría cognitiva ha diversificado los temas de interés hasta


incluir problemas tales como las estrategias cognitivas del discurso, especialmente
estudiadas por T. van Dijk 9, los diversos modelos de la categorización, investigados por
J. Lakoff y clasificados como modelos proposicionales, imaginarísticos, metafóricos y
metonímicos10; los problemas relativos al carácter difuso de los límites de las
categorías, entre otros que se vinculan al mismo tiempo a la ciencia cognitiva y a otros
estudios psico-lingüísticos y neuro-lingüísticos.

En el caso de la teoría de T. van Dijk el enfoque cognitivo se vincula con la


proposición de un nivel de descripción macro-estructural o global en el cual se precisa el
contenido de las macro-estructuras del discurso en términos de proposiciones y
coherencia entre las proposiciones constituyentes del nivel macro-categorial. Se elabora
600

un concepto de coherencia que toma en cuenta la articulación lógica de los mundos


posibles o estados de cosas que el discurso describe mediante distintas proposiciones.
Una de las principales tesis de este enfoque nos dice que algunos problemas
fundamentales de la psicología cognitiva deben ser estudiados en términos de un
procesamiento de la información más compleja que existe en la forma de estructuras
globales del discurso, tales como la estructura narrativa, la pragmática y la
macroestructura semántica. Esta última se convierte en el principal objeto de estudio, y
la tarea de la descripción consiste en hacerla explícita e indicar su papel en la
organización global y comprensión del discurso. Se construyen modelos teóricos sobre
distintos mundos posibles o estados de cosas que la descripción formal satisface, con lo
que la perspectiva cognitiva se entrelaza con la lógica formal y se acude tanto a la lógica
de los predicados para formalizar las proposiciones, como a la lógica de los mundos
posibles para interpretar los operadores modales. Se trata, por consiguiente, de uno de
los más complejos estudios lógico – cognitivos del discurso11, así como en posteriores
trabajos del mencionado autor a lo largo de varias décadas de fructíferas descripciones.

De Semiótica y Semántica lingüística

Hasta el momento he tratado sobre tipos de enfoques, métodos y técnicas que sin dejar
de formar parte de los estudios lingüísticos o contribuir al desarrollo de estos han
incursionado en métodos lógicos, o psicológicos. En algún caso, como en el estudio de
las categorías naturales, el asunto no guarda relación con la lingüística salvo en la
analogía con las categorías semánticas. En un sentido amplio todo lo explicado forma
parte de la teoría semántica de que se nutren los estudios lingüísticos y, dentro de estos,
de la semántica o estudio de la significación en el lenguaje.

Ahora voy a tratar primeramente sobre la semántica lingüística en el sentido estrecho o


micro-semántica, en la cual figuran exclusivamente los estudios, métodos y técnicas que
permiten hablar de la semántica como disciplina de la ciencia del lenguaje, con teorías
propias y métodos surgidos de su propio e inagotable arsenal de conocimientos sobre el
601

lenguaje. Y después intentaré incursionar de nuevo en el espacio más amplio de la


semántica lato sensu, con elementos de semiótica y estudios del discurso, con
ampliaciones de distinto tipo que la enriquecen y proyectan en nuevas e inexploradas
perspectivas.

La semántica como disciplina lingüística devino la heredera de dos direcciones de los


estudios semánticos del siglo XIX que se denominaron semasiología (cuando el análisis
del significado se realiza a partir de formas conocidas e interesaba descubrir o describir
las significaciones) y onomasiología cuando con respecto a significaciones de alguna o
algunas formas se intenta hallar nuevas formas asociables a las anteriores o sustitutas de
estas. En términos menos precisos se afirmaba que la semasiología iba de las palabras a
las cosas y la onomasiología en el sentido inverso. Pero el asunto en el siglo anterior
había interesado mayormente en el aspecto histórico como devenir de las lenguas con
cambios en la expresión y en la significación, y no en el aspecto relativo a los estados de
lenguas, que va a constituirse en el aspecto central de la semántica en el siglo siguiente.
Sin negar la relevancia de los estudios históricos del lenguaje, que han continuado
desarrollándose, la nueva semántica se dio a la tarea de desarrollar nuevos métodos y
tipos de descripciones. Así el surgimiento de la semántica lingüística en el siglo XX está
relacionado con un cambio en el paradigma de la ciencia que pondrá su énfasis en la
integración de las direcciones del análisis, a la vez que fomentará prioritariamente el
estudio de los estados de lenguas y la elaboración de nuevas teorías y métodos de
análisis de la significación.

La semántica lingüística del siglo XX tiene su base también en la estratificación en


niveles del signo lingüístico y la distinción de dos planos: fonético, constituido por
sonidos de una determinada lengua y formativo de la expresión material, y semántico,
constituido por semas o figuras del contenido. Las bases para el nuevo paradigma
semántico las formó el estructuralismo, a pesar de su marcado desinterés por la
significación. Esta no pudo ser expulsada del lenguaje aunque ocupó un lugar
subordinado al estudio de la forma y muchas veces disfrazado dentro de esta última. Así
602

nociones como las de forma del contenido y valor encubrieron por mucho tiempo el
estudio estructuralista de la significación, a la que se privó de toda sustancia en el
intento de depurarla de lo que transpirara realidad, pensamiento, psicología, lógica o
mundo exterior.

En la lingüística el estudio semántico formó parte del estudio estratificado de los


niveles de la lengua, por lo que surgió una semántica léxico. Posteriormente se abrió
paso una semántica morfológica o de las significaciones de los signos ligados y mínimos
llamados morfemas, y, en algunas corrientes, una semántica sintáctica o de las
oraciones. Durante mucho tiempo se pensó que el tema semántico se agotaba
prácticamente en el estudio del léxico, por lo que se asoció la semántica a la lexicología,
de lo que ha quedado constancia en algunos planes de estudio en que puede aún aparecer
una asignatura con el nombre de Semántica y lexicología. En cada uno de estos niveles
el estudio semántico consistía en identificar y clasificar las entidades del plano del
contenido que podían tenerse como pertenecientes al nivel dado. Así surgieron términos
tales como sememas morfológicos (morfosememas), sememas léxicos, tipos de
oraciones según el significado, junto a otros términos – de naturaleza diferente - , que
indicaban la posibilidad de pertenencia de la entidad semántica a diferentes niveles, dada
su mayor generalidad (clasemas), o en calidad de entidad mínima de la significación en
cualquier nivel de análisis (sema). Se trasladaron con algunas adecuaciones conceptos
de la Fonología: la noción de archifonema sirvió de base para las de archisema y
archisemema y se fue configurando un sistema terminológico que encontró aplicación
en la descripción de las significaciones gramaticales y léxicas.

Pero en la medida en que el estudio de la significación se enmarcaba en un nivel, el


estudio semántico no adquiría independencia con respecto a la morfología, la lexicología
o la sintaxis, sino quedaba como parte de estas. Esto obedecía al precepto estructuralista
de la supuesta biunivocidad del signo lingüístico (surgido a partir de la noción de
conmutación de Hjelmslev), según el cual las unidades del significado sólo podían
analizarse en relación con las unidades de la expresión y la relación era biunívoca en
603

ambas direcciones: a cada entidad sistémica de la expresión correspondía una identidad


sistémica de la significación (contenido) y viceversa, lo que daba lugar a las llamadas
invariantes del sistema de la lengua. Al mismo tiempo y dentro del propio
estructuralismo (en la escuela de Praga) había surgido el principio contrario o de la
asimetría en ambas direcciones, según el cual a cada unidad del plano de la expresión o
de la significación podían corresponder varias unidades en el plano contrario. Sobre
ambas bases, claramente opuestas, surgieron teorías semánticas de perfiles diferentes.

Una de las primeras teorías lingüísticas que contribuyó a fomentar un perfil propio de
la semántica lingüística fue la teoría de los campos semánticos. Sus antecedentes
estaban en los tesauros o diccionarios de ideas afines del siglo anterior y en los
conceptos del entonces dominante estructuralismo. Así la semántica lingüística surge en
la variedad que hoy conocemos como semántica estructural y adopta los principios
generales del estructuralismo, el cual dice, en una generalización de sus principios que
refiere Lyons, que “toda lengua es una estructura, o sistema, relacional única” y que
“tanto la esencia como la existencia de las unidades que identificamos o que
postulamos como constructos teóricos, al analizar la oración de determinada lengua
(sonidos, palabras, significados, etc.), se derivan de su mutua relación con otras
unidades del mismo sistema lingüistico" 12 No es necesario que abundemos sobre las
implicaciones de esta concepción que son harto conocidas en lo que significaron de
adelanto para la lingüística y en lo que restringieron su desarrollo; pero de ningún modo
podría inferirse que el estructuralismo no tomó en cuenta el significado. En realidad, sí
lo estudió o lo intentó estudiar en el mismo género de esquema conceptual en que trató
los fonemas y los morfemas, en la dimensión estructural en la cual toda entidad está
sobre determinada por el sistema en su conjunto y por las relaciones mutuas entre las
entidades del mismo sistema, es decir, lo estudió encerrado, enclaustrado en el conjunto
de valores relacionales que intentó construir cuidadosamente, lo abstrajo de la vida
social y lo desfiguró tanto que apareció casi irreconocible, aunque presuntamente
científico, depurado del "olor" y el "sabor" de la calle.
604

El éxito obtenido por el estructuralismo en materia de semántica no fue la sombra de


los resultados que había alcanzado en la Fonología, pero tampoco debe tenerse como
despreciable. Muchos de sus términos y conceptos han resistido la prueba del tiempo y
han sido integrados en estudios post-estructuralistas o en otras corrientes de pensamiento
lingüístico teórico y descriptivo. Ese es el caso de algunos conceptos de la teoría del
campo semántico que comenzó a surgir en los años veinte en la obra de Ipsen (1924) y
sobre todo desde 1934 cuando tanto Trier como Porzig publican sus estudios sobre
campos semánticos de diferente tipo13.

Precisamente una peculiaridad de la teoría del campo semántico radica en la


comprensión desde los mismos inicios de que son posibles distintos tipos de campos,
dado que la relación estructural entre los significados tiene una perspectiva de selección
y posible sustitución de las entidades en el mismo punto o la misma posición) de la
cadena hablada, y una perspectiva de combinación en el decursar del habla. La
distinción entre lo asociativo o paradigmático, por una parte, y lo sintagmático, por otra,
estuvo en el nacimiento de la teoría de los campos semánticos.

No creo necesario ocuparme de la descripción detallada, ya hecha por otros, de los


variados tipos de campos semánticos que se han propuesto (Ullmann, 1957, Geckeller,
1971, entre otros) 14.

Es significativo que todos tienen un espacio ganado en la descripción de las


significaciones. Hoy los más representativos han quedado recogidos en diversas
tradiciones lingüísticas que han atestiguado la presencia de campos nocionales,
lexemáticos o léxicos, sintácticos, léxico-gramaticales o semántico-funcionales y otros.
Pero lo primero que debemos tener en cuenta es que los campos semánticos forman
parte de campos asociativos, dado que estos últimos afectan tanto la expresión como la
significación, el sistema de lengua y el discurso, las relaciones paradigmáticas y las
sintagmáticas. En el sentido más amplio la asociatividad es el universo de relaciones en
el que descubrimos distintos tipos de campos. En ese universo se distinguen los campos
que afectan la significación, con abstracción de la asociatividad de las formas, y que se
605

dividen en dos grandes grupos: campos semánticos paradigmáticos (que incluyen


campos léxicos y campos nocionales o de ideas) y campos isotópicos, basados en las
asociaciones sintagmáticas del discurso en alguna o varias de sus líneas de significación.

Algunos autores, (E. Coseriu, H. Geckeler, R. Trujillo),15 han aplicado otras


restricciones en la noción de campo léxico para introducir la noción de campo
lexemático, en el que sólo participan los lexemas que pueden sustituirse en un punto de
la cadena del habla. En tal caso en la delimitación del campo es la operación de
conmutación la que sirve como instrumento de construcción del campo lexemático. Pero
en general se puede decir que el campo semántico paradigmático es al mismo tiempo un
campo léxico o un conjunto relacionado de campos léxicos organizados en torno a un
concepto – base, y un campo nocional en el que se puede distinguir una estructura de
nociones. Entre los campos nocionales figuran aquellos que se correlacionan no sólo con
el léxico, sino también con morfemas, construcciones sintácticas, tipos de entonación
significante y hasta con gestos y mímica, los que se han denominado semánticos
gramaticales, semánticos funcionales y también semánticos comunicativos, que parece
un mejor nombre.16

Prefiero oponer campo paradigmático a campo isotópico y no simplemente campo


semántico a campo isotópico, dado que este último es también un campo de las
significaciones, sólo que se encuentra sobre el eje sintagmático.

Los métodos aplicados en los estudios de campos semánticos han sido diversos, pero
han tenido como denominador común el apego al análisis componencial o al estudio de
las funciones semánticas que se atribuyen a determinada unidad y sus relaciones de
identidad, proximidad y subordinación con las funciones semánticas de otras unidades,
lo que permite la agrupación de las funciones y unidades (expresiones) en torno a
aquellas que se descubren como centrales (nucleares). Se precisa una estructura de
núcleo y periferia que no deja de presentar una interesante analogía con la de prototipo y
periferia de la semántica cognitiva. Para ambos enfoques funciona la imprecisión de los
límites de las nociones. El estudio de campo semántico y el análisis componencial que
606

lo sustentan queda ilustrado en el ensayo que dedico al diccionario semántico, por lo


que no será necesario que siga abundando sobre el tema. También las obras arriba
mencionadas son pródigas en descripciones que hacen innecesario, por reiterativo,
cualquier recuento.

Método de oposiciones y análisis componencial

Probablemente el método al que más ha acudido la semántica estructural ha sido el de


oposiciones, y también en ello el modelo inicial lo ofreció la Fonología. En mi artículo
"Introducción teórica al estudio semántico – ideográfico de la valoración" 17, me adentré
en la historia del problema y en algunas relaciones opositivas básicas que ya eran del
dominio de la semántica en la década de los años sesenta, cuando Pottier, por ejemplo,
proponía tener especialmente en cuenta las relaciones de identidad, intersección,
inclusión e independencia.18

El esquema lo ofrecía, además de la Fonología estructuralista, también la lógica de las


clases sobre la que tratamos antes y en la cual se había basado también la propia
Fonología. Me resultó interesante constatar lo que algunos lingüistas habían precisado
acerca de la posibilidad de definir algunas categorías léxicas (sinonimia, antonimia,
hiponimia, cohiponimia...) con arreglo al cumplimiento de una u otra relación. Constaté,
además, lo que otros venían considerando a partir del desarrollo alcanzado por los
estudios cognitivos: la naturaleza difusa de los límites de las significaciones afectaba no
pocos dominios del léxico y, en particular, el amplísimo dominio de las valoraciones o
lexemas valorativos y argumenté la existencia de un género de oposiciones que llamé de
escala difusa. El carácter difuso de la escala resultaba no sólo de su carácter graduado,
es decir de la graduación en ella de la tensión de la significación, sino también "porque,
en rigor, no se trata de una sola escala, sino de una amalgama de escalas, en la que los
valores absolutos relevantes (bueno, malo, inteligente, bruto, bello, feo) se intersectan
con la escala de valores relativos o de comparación explícita (más que, menos que, tan
como) y también con escalas que se apoyan en cuantificadores que intensifican (todo),
que intensifican y seleccionan (el más...), que distensifican (menos, algo, un tanto, en
607

alguna medida), connotadores que crean una escala expresivo-afectiva (¡Qué de...!,
¡Cuánto!, asombrosamente, desgraciadamente...)"19.

Los estudios de las oposiciones semánticas han hecho hincapié en la graduación y han
distinguido como relevante la oposición entre el léxico graduable (bueno, malo,
inteligente, bruto, útil, inútil, caliente, frío...) y el léxico no graduable (o normalmente
no graduable aunque lo pueda ser en contextos especiales como recurso expresivo o
figurativo), del que son ejemplo las oposiciones soltero-casado, redondo-cuadrado,
igual-diferente, etc. También se ha distinguido entre oposiciones de términos
axiológicos, relativos al bien y al mal, y oposiciones de términos cuantitativos
(paramétricos) relativos al número, medida y tensión (intensidad distensión y valor tenso
medio) como nociones del significado.

Particularmente informativo sobre las oposiciones es el estudio que en su libro


Semántica le dedicara J. Lyons en el que se argumentan oposiciones antonímicas
graduables, oposiciones complementarias, inversas y direccionales, contrastes no
binarios y oposiciones hiponímicas.20
Si bien la naturaleza semántica del léxico que se opone y el esquema opositivo de
relaciones en que este léxico se inserta es un hecho de la mayor relevancia para la teoría
semántica, el asunto no queda ahí, sino que requiere que precisemos el espacio que en la
investigación corresponde a las oposiciones y su relación con otros métodos del análisis
semántico.

Precisamente las oposiciones semánticas se convirtieron en un recurso indispensable


del método de análisis componencial, el cual recurre a la introspección o al experimento,
pero toma en cuenta para precisar sus resultados otras técnicas, que como la
construcción de oposiciones, la confrontación con definiciones de diccionario y la
construcción de paráfrasis se emplean de manera generalmente combinada para lograr
resultados de mayor fiabilidad.
608

El método componencial ha incorporado también las nociones relativas a la


segmentación de los significados en semas y su agrupación en sememas, y lo que
generalmente se propone es construir hipótesis argumentadas sobre la estructura de los
significados de los lexemas. Para construir tales hipótesis se hace un uso peculiar de las
oposiciones que consiste en incluirlas en tres direcciones del análisis: 1) dirección
vertical hacia arriba, 2) dirección vertical hacia abajo, 3) dirección horizontal 21.

La interpretación de los resultados de esta técnica opositiva se rige, por el supuesto


teórico siguiente: los planos de la verticalidad contienen información acerca de lo que la
categoría es, y el plano de horizontalidad informa acerca de lo que ella no es y sobre la
identidad compartida con las entidades más próximas en el mismo nivel jerárquico.

Si el campo semántico que se describe mediante el método de análisis componencial


tiene una configuración cercana a las estructuras lógicas, con límites precisos, el análisis
fluye sin contratiempos, lo que se ha visto, por ejemplo, en el estudio del campo
semántico de las relaciones de parentesco, pero ese no es el caso de la mayor parte de
los campos semánticos que se logran precisar en las lenguas, lo que ha constituido una
dificultad para el avance de los estudios componenciales. Un problema que ha
encontrado dos respuestas diferentes es el de la configuración de la estructura de
componentes semánticos de un lexema.

Las ideas primeras sobre la estructura atomística de los significados se le atribuyen a


Leibniz, debido a las investigaciones de este en torno a un lenguaje universal en el cual
los significados pudiesen ser analizados teniendo en cuenta la presencia de componentes
básicos que se unirían para conformar componentes mayores.

La respuesta estructuralista inicial la dio la glosemática danesa en el análisis que hizo


de los significados de hombre, mujer, carnero, oveja, muchacho, muchacha, garañón,
yegua, en los que identificó figuras atomísticas del contenido (`humano', `animal',
`varón', `hembra', `adulto', `joven', que representó en fórmulas sumatorias de esos
supuestos átomos del contenido22. Este análisis tuvo algunas modificaciones en el
609

presentado por Pottier con respecto a algunos lexemas del campo semántico de los
asientos en francés (chaise, fauteuil, canapé, tabouret...) en los que distinguió los semas
(átomos de la significación): `para sentarse', `con patas', `con respaldo', `con brazos' y
`para una persona', de los cuales al semema `chaise' le corresponderían los átomos
`para sentarse', `con respaldo' y `para una persona'. Las nociones que presentara
Pottier tenían como elementos nuevos la proposición de cierta jerarquía al fijar la
cualidad de archisemema en determinado sema o conjunto sémico que resultaba común
a dos o más sememas, así como al enunciar la fórmula del semema como la conjunción
de clasema (conjunto de semas genéricos), semantema (conjunto de semas específicos y
obligatorios) y virtuema (conjunto de semas facultativos y connotativos). Además de
una jerarquía el esquema de análisis contenía una distinción relativa al análisis del
sistema de la lengua y del discurso al discernir entre lexema en el sistema y lexía en el
discurso, así como entre semema y semía correspondientemente23.

Otra solución al problema de las entidades terminológicas del análisis componencial


es la propuesta por Katz y Fodor al distinguir en el significado de un lexema entre
marcadores, que son los elementos sistemáticos del significado que como los clasemas
de Pottier (y de Coseriu) permiten distintas selecciones de asociación sintagmática, y los
llamados distinguidores, como representaciones del residuo no sistemático del
significado24. Este esquema resulta más sencillo, pero igualmente difícil de operar en la
descripción de los significados, que no se dejan segmentar fácilmente. Algunos autores
han sostenido la necesidad de emprender no sólo el análisis del significado, sino también
su síntesis para lo cual se ha de poner de manifiesto el género de relación sistémica entre
los elementos, las relaciones jerárquica y no jerárquicas, pero igualmente sistémicas, la
presencia de una sintaxis de los semas y sememas que pocas veces se ha tenido en
cuenta. Ese es el propósito del estudio analítico-sintético de los significados que, en
nuestro concepto, está llamado a sustituir, integrándolo, al análisis componencial. Una
incursión personal en esa línea de la investigación aparece descrita en el ensayo que
dedico al diccionario semántico.
610

El análisis componencial, aunque es totalmente independiente de la gramática


transformacional, en algunas corrientes de pensamiento se asoció a esta y pasó a formar
parte de los instrumentos empleados para introducir la descripción del componente
semántico en este género de gramática formalizadora de la competencia; pero este es un
tema de notable complejidad que no es objeto de estudio en este breve ensayo.

Un nuevo estímulo para el desarrollo del método ha provenido de su vinculación con


otros esquemas analíticos sobre los que trataremos a continuación.

Esquemas analíticos y configuraciones

Los estudios semióticos y lingüísticos se han valido de distintos esquemas de análisis


para plasmar las relaciones entre los elementos que se han tenido como relevantes en la
descripción. No se ha tratado de instrumentos que podamos llamar lógicos en un sentido
estricto, pero que pueden contener elementos teorías y descripciones lógicas o
semiológicas.

Los esquemas analíticos y configuraciones que se han aplicado en los estudios


semánticos se pueden dividir en dos grupos principales: los ontológicos y los
descriptivos epistemiológicos. Los primeros están orientados a fijar relaciones entre las
unidades o elementos lingüísticos y unidades o elementos de otros sistemas (la sociedad,
el hombre, el mundo, el pensamiento, el cuerpo humano, la conciencia, las emociones,
etc.) con el interés de representar estados de cosas y relaciones que capten algo esencial
sobre la naturaleza de lo lingüístico o particularmente de lo semántico. Ese es el caso,
por ejemplo, del triángulo semántico de Ogden y Richards y de otros esquemas
explicativos de la noción de significado sobre los que traté con algún grado de detalle en
el ensayo titulado "Hacia una semántica general".

No le concedí, sin embargo, un papel trascendente a los esquemas ontológicos y no es


ocioso advertir sobre el riesgo de abusar de ellos sin las debidas explicaciones. Pero en
611

el caso de los esquemas analíticos en el ámbito de las descripciones, sin que deje de
estar presente el riesgo de esquematizar excesivamente o de llevar a esquema lo que se
resiste a ello, estos instrumentos suelen ser de notable utilidad en el descubrimiento de
nuevas relaciones, antes inexploradas.

Los esquemas analíticos descriptivos pueden incorporar instrumentos lógicos que


aparecen como parte del esquema para indicar la relación entre los elementos. Ese es el
caso, por ejemplo de los cuadrados semióticos como técnica de representación en
esquema analítico propuesta por A. Greimas y que ha permitido precisar las diversas
configuraciones de los modos constructivos lógicos y semióticos.

Un esquema analítico contiene en cada uno de sus lugares una configuración, es decir,
una entidad (elemento, unidad, noción, categoría, clase, etc.) cuyas relaciones aparecen
diseñadas en el propio esquema, dibujadas por la estructura de este. Veámoslo en uno de
los cuadrados semióticos más conocidos y que le debemos al propio Greimas.

Para la modalidad de ser/estar (modalidad de estado), en la perspectiva de la categoría


de veridicción:

verdad
ser parecer

secreto mentira

no parecer no ser
falsedad

El lugar en el esquema es portador de un valor que está predefinido en relación con las
relaciones básicas de contrariedad y contradicción, así como por las relaciones de
implicación entre contrarios, entre contradictorios y entre unos y otros. Para una más
clara comprensión del asunto consúltese mi explicación en el ensayo dedicado las
modalidades semánticas.
612

Los esquemas analíticos pueden incluso ofrecer resultados de mayor generalidad que
los obtenidos mediante una técnica de formalización o constituir un esquema global en
el cual se inserta la formalización lógica de casos particulares. Examínese, como
ejemplo, de ello la relación entre la formalización que hace Rasmussen de los
significados de los verbos locativos con la proposición que va a formular Pottier como
esquema analítico y configuraciones de los eventos 25.

Curiosamente resultados algo similares a los que describimos como formalizaciones


de R. S. Rasmussen, aunque más generales, obtiene B. Pottier mediante otro método
basado en la esquematización de las relaciones entre lo que este autor denomina
entidades y comportamientos, los que constituyen el par mínimo de un evento como
entidad descrita por la oración simple. El método se auxilia de lo que llama esquemas
analíticos, los que se diferencian según el estatuto del evento que representan (estativo,
evolutivo y causativo) y las cinco áreas que va a distinguir en los eventos (E: existencia,
a: propiedad, ß: actividad, L: localización y µ: cognoscitividad). Mediante la
interrelación de las áreas y estatutos se obtienen 15 configuraciones de los eventos, a
saber:

ESTATIVO EVOLUTIVO CAUSATIVO


el problema existe el problema se c plantea el problema
plantea a x
hay dificultades surgen las c causa dificuldades a
dificultades x
x estar frío x enfriarse c enfriar x
x estar inquieto x inquietarse c inquietar a x
x bailar x ponerse a bailar c hacer bailar a x
x beber leche x dejar de beber c hacer beber leche a
leche x
x estar en la mesa x llegar a la mesa c poner x en la mesa
x estar cerca de l x acercarse a l c acercar x a l
x saber el nombre x olvidar el nombre c dar a conocer el
nombre
x tener gusto x perder el gusto c dar gusto a x

Si comparamos los tipos semánticos de predicados enunciados por Rasmussen


(emplazamiento, movimiento y causación) con los formulados por Pottier (estativo,
613

evolutivo y causativo) nos daremos inmediata cuenta de que los primeros son casos
particulares de los últimos, lo que equivale a decir que el emplazamiento es un caso
particular del estado y el movimiento lo es de la evolución, mientras la causación de
emplazamiento y movimiento son casos particulares de la causación de estado y
evolución.

La realidad de que por distintos caminos se llega a resultados que presentan notables
analogías nos demuestra la riqueza de la semántica moderna, la creatividad de sus
autores, a la vez que constituye un criterio para juzgar acerca de la objetividad de las
descripciones, independientemente de que recurran a métodos lógicos de formalización
o empleen esquemas que incorporan relaciones lógicas.

Ahora bien, las 15 configuraciones obtenidas en este último esquema no son con
mucho las configuraciones que deben ser tenidas en cuenta por una teoría semántica
descriptiva de las oraciones simples. El autor del esquema ha dejado conscientemente a
un lado las configuraciones determinadas por las modalidades diferentes de los
enunciados, las que han quedado excluidas de los eventos.

Esquemas y configuraciones del discurso

Una de las más influyentes contribuciones a la creación de instrumentos analíticos


para la descripción del discurso ha sido la aportada por el sistema semiótico
conceptualizador y descriptivo de A. J. Greimas. En este caso se trata ya no de un
determinado esquema analítico con algunas configuraciones precisadas en el mismo,
sino de una teoría abarcadora que emplea entre sus técnicas para la descripción del
discurso, preferentemente de los relatos (diégesis o narración), conjuntos de esquemas
diversos, articulados con un programa principal o programa narrativo que conceptualiza
y describe los recorridos del sujeto principal u operador en distintos papeles actanciales,
sobredeterminados por valores modales vinculados a las principales modalidades
semióticas (del ser y del hacer), y especificados según el querer, el deber, el poder, el
614

saber, el creer, el secreto, la mentira, etc.26 Las principales modalidades están


previamente estructuradas en un sistema propio de la semiótica greimasiana que precisa
la existencia de modalidades de la virtualidad (deber-hacer, querer-hacer), de la
actualidad (poder-hacer, saber-hacer, creer/saber-hacer) y de la realidad (hacer). Todas
ellas guardan un vínculo obligado con la modalidad del ser/estar, sin la cual no pueden
existir. Las modalidades centrales son las del ser/estar (reflejada en los enunciados de
estado) y la del hacer que se manifiesta como hacer causativo (manipulador o
destinador del valor modal, que es un hacer-hacer) y hacer operacional del sujeto que
lleva a cabo la operación principal que se narra en los relatos, y que es un hacer-ser.
Estas dos modalidades son las que se someten a la modalización mediante la atribución
del valor modal (deber, querer, creer, saber, etc.)

Los cuadrados semióticos, en calidad de técnica auxiliar para la determinación del


número necesario de categorías, permiten derivar con respecto a cada una de las
modalidades un número suficientemente amplio de categorías con las cuales afrontar la
tarea de la descripción semiótica de los relatos.

Pero tanto la construcción de los cuadrados como el sistema analítico en su conjunto


se basa en la consideración de dimensiones diferentes que se articulan entre sí: estas son
la dimensión pragmática (del hacer somático) y la cognoscitiva, con varias perspectivas
que toman en cuenta, por una parte, el propio hacer (saber- hacer, creer/saber-hacer), y
por otra el ser en el juego de la verdad y la falsedad, del ser y el parecer, desde una
perspectiva veridictiva. Esta concepción de articulación de dimensiones y perspectiva
central veridictiva con las modalidades arriba indicadas dio lugar a un aparato lógico-
descriptivo original y complejo que se ha dado en llamar semiótica greimasiana y que se
ha venido empleando con resultados interesantes en algunos estudios literarios del
discurso.

Otro componente central del sistema descriptivo es la representación del ser en un


estado de junción con el objeto, que se escinde en conjunción o disjunción con el objeto,
615

así como el establecimiento de un punto de partida del recorrido narrativo en el cual


existe disjunción del sujeto con el objeto de valor u objeto que se intentará poseer. El
final del recorrido implicará la transformación del estado de disjunción en estado de
conjunción con el objeto. El recorrido desencadenado por la disjunción pasa por los
estadíos de la virtualidad en que se hace claro el deber y el querer, es decir, tienen lugar
las primeras modalizaciones o asignaciones de valores modales al ser y al hacer (querer
ser, deber ser, querer hacer, deber hacer). En ese estadío es donde suele estar presente la
manipulación por el remitente que hace el encargo, que es aceptado dada la
modalización por el deber (el cumplimiento de lo necesario: el destino, la obligación) o
debido a la presencia de la voluntad o deseo de cumplirlo, o de ambos valores modales.
La asignación de valores modales prepara al sujeto para la adquisición del saber, lo
conduce en su recorrido hasta el estadío de actualidad, en el que las modalizaciones
principales son las de saber y poder (saber hacer y poder hacer), así como la del creer,
que es la subjetivación del saber. Este es el estadío de adquisición de la competencia
para realizar la performancia o recorrido operacional principal del sujeto. De esa
subjetivación del saber, que es cuestionado por el creer, pueden derivar dudas,
inseguridades, incertidumbres que anteceden al tercer estadío en el que se pasa de la
dimensión cognoscitiva a la pragmática, y el sujeto aparece como operador o hacedor de
su propia vida, de su camino hacia el objeto de valor. Se ha entrado en el estadío de la
realidad, el que ha estado sobredeterminado por las mencionadas modalizaciones que
han añadido objetos modales (deseos, dudas, temores, necesidades, creencias), los que
han ayudado o dificultado el recorrido hacia el objeto de valor. El verdadero
cumplimiento del recorrido, cuando se puede decir que el sujeto está en conjunción con
el objeto de valor, implica el estadío final de sanción o evaluación en el que se le
reconoce el triunfo y se premia por el desempeño afortunado.

Esta representación semiótica, no psicológica, del motivo del recorrido narrativo y del
movimiento que genera resulta parecida a otros géneros de comportamiento y en
particular a la generación y término del discurso en el diálogo comunicativo, dado que
como es sabido en el trasfondo de nuestras acciones comunicativas están las situaciones
616

de deficiencia que percibimos y la necesidad de transformarlas en situaciones


satisfactorias, e igualmente si pasamos a una descripción psicológica podemos hablar
de un estado inicial de percepción o comprensión de alguna deficiencia y de un estado
final, intentado, de satisfacción, para lo cual se ha tenido que pasar de la motivación a
través de la decisión y elaboración de un plan de acciones hasta la ejecución de las
operaciones de que consta cada acción para alcanzar el resultado esperado.

La analogía con lo que se conoce como teoría psicológica de la actividad, por ejemplo,
no puede ser mayor. Sin embargo, la semiótica greimasiana se va a mantener en un nivel
de abstracción o espacio semiótico propio, explícitamente alejado de las realidades y
contingencias de la vida cotidiana y de la psicología de los participantes. Es el esquema
semiótico del que construye la narración lo que guía las acciones de los personajes, y en
eso lleva razón, dado que no se trata de sujetos reales sino del producto de la ficción
diseñado por el narrador con arreglo a cánones estéticos.

Para la más cabal comprensión del sistema greimasiano hay que tener en cuenta las
etapas de virtualidad, actualidad y realidad por las que se transita y la presencia en ellas
de otros valores que son los valores modales asignados mediante las modalizaciones del
ser y del hacer por el querer, el deber, el poder, el creer, el saber y los diferentes valores
veridictivos del ser: según la verdad, la falsedad, mentira, el secreto, etc. Mediante la
técnica del cuadrado se construye un sistema de valores para cada modalidad, de manera
que las modalizaciones posibles son muchas más que las definidas inicialmente como
ser, hacer, querer, etc., lo que se logra por la formalización en el cuadrado de las
relaciones de contradicción, contrariedad e implicación.
Sin embargo, a pesar de la amplitud del sistema semiótico greimasiano, es necesario que
tengamos en cuenta la viabilidad y necesidad de otros esquemas de análisis que precisen
otras relaciones y aspectos, por lo que me voy a permitir, a manera de ilustración, traer a
colación algunos de los esquemas a que he recurrido en el estudio de las valoraciones en
el discurso.
617

Me referiré, en particular, al esquema de relaciones de contrariedad y cuasi-


contrariedad y su aplicación en el análisis del discurso, con lo que pretendo hacer
explícito lo que considero que ha de ser una práctica habitual de los estudios semánticos
modernos: su aplicación tanto a los dominios del sistema como a los más diversos
ámbitos del discurso.

Las relaciones sobre las que trataremos son las siguientes:

a) Relación de contrariedad absoluta o antonímica (contrarios antonímicos)


b) Relación de cuasicontrariedad axiológica (cuasicontrarios axiológicos)
c) Relación de cuasicontrariedad referencial (cuasicontrarios referenciales)

La relación AB, de contrariedad absoluta, propia de la antonimia, implica la presencia


de contraposición en el dominio modal (signo positivo versus signo negativo) y en el
referencial (relativo a los objetos valorados y las propiedades de estos reflejadas en el
contenido semántico de los signos. La ubicación contrapuesta en la referencia presupone
la presencia en los objetos valorados de rasgos objetivamente contrapuestos. Compare
flexible-ineflexible, prudente-imprudente, sensible-insensible,... La relación abierta
de sinónimos con respecto a estos términos (flexible, comprensivo, entendedor,
condescendiente,...), que está sobreentendida con respecto a todos los términos (puesto
que la contraposición debe verse no entre términos aislados, sino entre identidades
semánticas de base), evidencia la esencia sistémica del fenómeno de la contrariedad y
cuasicontrariedad. No obstante, este último valor constructivo requiere una explicación
más detallada.

La cuasicontrariedad la vamos a definir como un tipo específico de contrariedad que


se manifiesta como identidad en un dominio (de la modalidad o de la referencia),
mientras subsiste la contraposición en el otro dominio. Se trata de un contrario
imperfecto o cuasicontrario, que, sin embargo, descubre, cuando está presente, la
potencial ambigüedad de las valoraciones que normalmente tenemos por positivas.
618

La cuasicontrariedad axiológica (AC) es un valor funcional subordinado a la


realización de contenidos sociopragmáticos dados por la presencia, en los sujetos
valoradores, de actitudes y de puntos de vista axiológicamente opuestos con respecto a
objetos en los que reconocen una identidad básica de rasgos referenciales.

La relación de cuasicontrariedad referencial (BC) es inversa a la anterior, pues consiste


en la identidad del signo axiológico y la contraposición en el dominio referencial.

Analicemos ahora un diálogo entre la madre (A) de un joven (J) y el padre (B)
producido a partir de una situación en la cual un joven regaló dinero a un amigo.

A: ¿Qué hiciste con el dinero que te di?


J: Se lo regalé a Luisito.
A: Si sigues tan regalón te vas a quedar sin nada, no se puede ser tan generoso.
B: Es bueno que sea generoso, no quiero tener hijos egoístas.
A: Espera, lo que yo quise decir es que tiene que ser ahorrativo, que no puede ser un
botarate, ¿me entienden ahora?
B: Bueno, eso también es verdad, no quiero dilapidadores en mi familia; pero tampoco
quiero gente mezquina, egoísta.

Las relaciones de contrariedad antonímica son entre generoso y egoísta y entre


botarate y austero; las de cuasicontrariedad axiológica están representadas por la
relación entre generoso y botarate (regalón), que son opuestos axiológicos por los
valores contrarios bueno-malo, y entre austero (ahorrativo) y egoísta, también
marcados con signos axiológicos contrarios. La relación de cuasicontrariedad referencial
en la que se mantiene el mismo signo axiológico (positivo o negativo) y los dominios
referenciales resultan opuestos es la que se observa entre botarate-mezquino (egoísta)
y entre generoso y austero (ahorrativo).
619

Contrariedad antonímica:
Generoso _______________________ egoísta

Botarate_________________________ austero

Cuasi-contrariedad axiológica:

Generoso ___________________ botarate (regalón)

Austero (ahorrativo) ____________________ egoísta (mezquino)

Cuasi-contrariedad referencial:

Botarate___________________ mezquino (egoísta)

Generoso _________________ austero (ahorrativo)

Las configuraciones que se pueden derivar del diálogo son seis: dos de contrariedad
antonímica (entre primeros y segundos contrarios), dos de cuasi-contrariedad axiológica
y dos de cuasi-contrariedad referencial. Sin embargo, el triángulo refleja sólo tres. Esto
significa que el esquema analítico que permite sostener tales configuraciones es más
complejo.

En la estructura que estamos analizando, aún relativamente simple, se pone de


manifiesto en los ejemplos de valoraciones positivas que, en determinados contextos, se
polarizan axiológicamente los puntos de vista sobre un mismo estado de cosas en el
mundo, en virtud de diferentes convicciones morales, ideológicas o, incluso, de hábitos
de valoración y conducta. Así una persona podrá llamar "dilapidadoras, plegables,
cobardes, débiles,..." actitudes y conductas que otro ha considerado "generosas,
flexibles, prudentes, sensibles". La misma persona que aprecia una conducta como
"flexible" en un momento dado, podrá considerarla como "plegable" en otro momento,
sin que la mencionada conducta haya cambiado esencialmente, y -lo que es aun más
interesante- quien asigna un valor positivo (flexible, generoso, prudente,...), en
determinado contexto puede percibir la necesidad de defender ese valor positivo no sólo
de sus contrarios absolutos (flexible-inflexible, generoso-egoísta, prudente-impruden-
te,...), sino -incluso en muchos casos con más fuerza- del cuasi-contrario negativo
620

(flexible-plegable, generoso-botarate, prudente-cobarde,...). Aparece así ante nosotros


un "contexto de defensa y ataque" de valores éticos, y en ese contexto los cuasi-
contrarios axiológicos de signo negativo (plegable, botarate, cobarde,...) constituyen las
amenazas que se ciernen sobre los valores positivos.

La defensa contra las amenazas requerirá la presencia de términos valorativos que


presenten las oportunidades que neutralicen las amenazas, y es en ese contexto que
surge una nueva serie de valores funcionales contrarios y cuasi-contrarios, y queda
conformada una estructura más compleja que representaremos mediante dos triángulos
de contrarios con un lado común, que conforma un "paralelogramo de
contrariedades".

Observemos las figuras siguientes:418

Los paralelogramos de contrariedades, cuando están constituidos con plenitud de


valores semánticos, como en los ejemplos anteriores, ofrecen una estructura retórica al
discurso ético. Si tenemos en cuenta que un frecuente tópico del discurso ético es la
defensa de los valores que se tienen como positivos dentro de determinada cultura, en
ciertos modos de hacer, pensar, sentir y vivir, tendremos que reconocer que, si han de ser
defendidos de sus cuasi-contrarios axiológicos (con esencial identidad referencial) es
porque son, en alguna medida, proclives a la ambigüedad axiológica. Si el contexto es
suficientemente explícito como para que se revele el valor positivo, podrá obviarse la
defensa o no tomarse en consideración la posibilidad de aparición de valoración
negativa.

El asunto cobra un perfil nítidamente ideológico cuando en la defensa, o en el ataque a


los valores éticos, están presentes intereses de orden político y filosófico, diferentes
convicciones y concepciones del mundo, distintas propuestas para una praxis que están
pugnando para imponerse. El discurso ideológicamente motivado y consciente de las

418
Ha resultado imposible la recuperación de algunas figuras del original.
621

raíces de sus motivaciones, cuando no asume el camino de la autorreflexión crítica sobre


sus propios valores éticos, o de manera simultánea con este camino, suele aprovechar al
máximo las posibilidades de la estructura retórica descrita.

Pero si entendemos que `lo bueno' y `lo malo' son, en un sentido práctico y
generalizador, más bien balances favorables y desfavorables que hacen los hombres,
habrá que tener en cuenta la plena y necesaria vigencia, junto al discurso que defiende
los valores positivos, del discurso crítico autorreflexivo que indica el real espacio, en
cada balance, de lo que ha de tenerse por bueno, y el espacio que corresponde a su
contrario. Esto significa que en la categorización de los significados de los signos
lingüísticos será relevante la perspectiva desde la cual se realiza la discretización del
universo, así como el dominio en que determinada categorización tiene validez.

En una perspectiva de generalización de los valores axiológicos, con una orientación


definida hacia la valoración como evaluación práctica y práctico-utilitaria, resulta
informativa la discretización de valores axiológicos en el cuadrado semiótico.

Los valores que a continuación formularemos en el cuadrado son el resultado de


investigaciones que hemos venido desarrollando en torno al diccionario semántico del
español y las categorías valorativas en el mencionado diccionario

Valores categoriales en el cuadrado axiológico:

(3) lo ambivalente
(bueno y malo)
(1) lo bueno (2) lo malo
622

lo favorable lo
desfavorable
(balance positivo)
(balance negativo)

(5) lo no malo (6) lo no


bueno
(4) lo regular
(ni bueno ni malo)

En el presente cuadrado, que llamaremos convencionalmente "cuadrado axiológico",


quedan discretizadas seis categorías modales, además de las contradicciones que
designan un conjunto indeterminado de valores que se excluyen cuando se afirman los
valores centrales de (1) y (2). Las categorías de `lo ambivalente' (axiológicamente
ambiguo) y `lo regular' (3) y (4) aparecen como resultado de la conjunción de los
valores centrales (3) y de los contradictorios (4). Finalmente, las categorías (5) y (6)
integran el valor negado a la vez que afirman los valores axiológicos centrales. La
orientación del discurso valorativo hacia las categorías (5) y (6) lo definen como
autorreflexivo y práctico.

Es preciso considerar que la perspectiva de discretización de los significados está


determinada por la tipificación de los contextos en que tienen lugar las oposiciones
semánticas, y que la técnica empleada en la categorización podrá variar en dependencia
del material lingüístico sometido al análisis y el estudio categorizador. Así los cuasi-
contrarios analizados antes en el paralelogramo de contrariedades corresponden a una
perspectiva enmarcada en el dominio de las valoraciones éticas y en contextos de
defensa de determinados valores, lo que explica su particularidad semántica y la
aplicación de técnicas diferentes en el proceso de discretización.

Como hemos intentado explicar e ilustrar, los esquemas analíticos encuentran aplicación
también el dominio del discurso, y el establecimiento de la relación sistema – discurso
permite estudiar la significación en sus dos polos, como significado sistémico y sentido
623

discursivo. Pero un esquema adecuado para estudiar el discurso debe tener como rasgo
inherente la propiedad funcional de analizar la transformación de los estados y el paso
de un valor a otro.

La teoría actancial en la perspectiva del discurso

En los mismos inicios de la teoría actancial (1959), L. Tesnière formuló una analogía
de extraordinaria importancia en el desarrollo de los estudios semánticos que consistió
en comparar el contenido de la oración con el desarrollo de un mini-drama. En esta
comparación la acción expresada por el verbo en la oración se tuvo por análoga al eje
central de la acción de una breve pieza teatral y los participantes en la acción (actantes)
se homologaron con los personajes del mini-drama. Igualmente las circunstancias que
rodean la trama accional se identificaron con los complementos circunstanciales de la
oración, redenominados con el término circunstante27.

En la primera versión de la teoría actancial en la obra de Tesnière, no se trata aún de


una tipología desarrollada de actantes semánticos, sino más bien de la reelaboración de
las mismas categorías que la gramática tradicional había estudiado como sujeto,
complementos directo e indirecto, así como de los complementos circunstanciales. No
obstante, comenzaba a surgir en la reelaboración inicial de Tesnière una nueva visión,
con perfil semántico, de las relaciones entre el predicado y las entidades participantes en
los procesos predicativos. Por otra parte, las nociones de verbo y predicado comenzaron
a concitar un interés que no ha decaído a lo largo de tres décadas en que el tema de la
oración y su estructura ha incorporado nuevos y productivos enfoques. Un estudioso e
investigador de este tema en Cuba ha sido E. Fernández, cuyos trabajos han tenido en
cuenta el desarrollo alcanzado por los estudios actanciales en varios países28.

El modelo triactancial de Tesnière incursionó en el terreno de la semántica al incluir


las categorías actanciales de sujeto, objeto y beneficiario, las que fueron el punto de
partida de numerosos modelos actanciales posteriores que, influidos por esta obra y por
624

la posterior teoría de los casos semánticos de Ch. Fillmore, han llegado a proponer
diversas tipologías. La recopilación y explicación argumentada de los numerosos
modelos actanciales que se han propuesto en las últimas tres décadas en diferentes
latitudes es una tarea que en algún momento se deberá afrontar con todo el detenimiento
que requiere, pero el problema de la actancia semántica no se reduce a la tipología de
actantes sino que alcanza una dimensión teórica relevante. De poner de manifiesto la
trascendencia del problema fuera del marco de la teoría lingüística general se han
ocupado Greimas y otros creadores de la narratología como disciplina que estudia los
textos narrativos literarios desde la perspectiva semiótica. Así en la versión de Greimas
el esquema de funciones morfológicas de los textos literarios iniciado por los formalistas
rusos y, en particular, por V. Propp se reinterpretó mediante un modelo actancial
complejo que incluyó por una parte, las categorías actanciales de remitente, objeto y
destinatario y por otra, las de ayudante, sujeto y oponente. La relación sujeto-objeto
permaneció como central, pero la categoría de beneficiario propuesta por Tesnière se
generalizó en la de destinatario y se consideró la necesaria presencia de la categoría
contraria o del remitente. Las categorías de ayudante y oponente se argumentaron como
contrarias entre sí y complementarias con respecto a la de sujeto. La narratología amplió
el alcance de la teoría actancial al trasladar la estructura predicativo-actancial del nivel
de la oración al del texto y entender que la propia actividad discursiva tiene como uno
de sus esenciales rasgos atribuir predicados a los actantes, y que estos últimos pueden
ser explicados como resultado de la contextualización de los repertorios sistémicos.

En la teoría lingüística el problema de las funciones actanciales se amplió en nuevas


direcciones al asomarse con la noción de estructura profunda. Particular significación
tuvo la proposición de Ch. Fillmore en The Case for Case, donde propuso considerar los
casos semánticos agentivo, dativo, instrumental (instrumentalis) experimentativo
(experiencer), factitivo y objetivo29. Aunque el término caso semántico parece retirarse
del uso sin ofrecer gran resistencia al aparentemente preferido actante, la perspectiva
universalista y semántica de Ch. Fillmore ha tenido notable repercusión en el desarrollo
de las teorías actanciales y ha contribuido a precisar una noción de actante que no está
625

circunscrita a la participación en el contenido de verbos y predicados accionales, sino


que expresa la relación de una entidad funcional subyacente con respecto a cualquier
género de predicado. Así acción y actante se separan irremediablemente, dado que los
predicados que tienen n-lugares para actantes pueden ser no solo accionales sino
también procesivos y descriptivos de cualidades, estados y acontecimientos. De ese
modo, al resultar asociada a cualquier género de predicado, la noción de actante se
generaliza y se desvincula de las nociones de acción y de verbo, lo que crea el terreno
propicio para nuevas interpretaciones y para el desarrollo de la noción que
propondremos más adelante.

Primeramente habremos de considerar en la descripción de la categoría semántica


valoración la presencia de un actante que es asumido como valorador (A) o en valores
ilocutivos actanciales subordinados de evaluador, apreciador, jerarquizador, y de otro
actante en la función del valorado (B), o con los valores especificados de evaluado,
apreciado, jerarquizado. No se trata en tal caso de participantes concretos, sino de
funciones sistémicas generalizadoras. Y no podría ser de otro modo, puesto que el
sistema de la lengua fija información solamente sobre funciones semánticas comunes a
múltiples entidades participantes concretas.

El discurso, sin embargo, tiene la propiedad de le referencia individualizadora y en él


sí quedan inscritos tanto los actantes como los manifestantes individuales y clases de
estos con sus rasgos (sociales, físicos, biológicos, psicológicos), que conforman lo que
podemos generalizar como la condición manifestada de los participantes en el mundo
real o posible que el discurso describe en determinado contexto sociocultural y situación
específica de la comunicación.

El esquema general puede ser el siguiente:

ENTIDAD: MANIFESTANTES INDIVIDUALES


CLASES DE MANIFESTANTES
626

RASGO: CONDICION MANIFESTADA


(MANIFESTACION)

ENTIDADES PARTICIPANTES Y RASGOS


ENTIDAD: ACTANTE
RASGO: FUNCION ACTANCIAL (ACTANCIA)

Ilustremos el esquema analítico en una oración valorativa que presupone algún


contexto concreto de enunciación: Luis es un buen estudiante, algún comportamiento
discursivo. La oración admite dos análisis interrelacionados en relación con el esquema:

Análisis de la manifestación

La manifestación, correspondiente al nivel del enunciado, incluye, como mínimo, tres


manifestantes:

a) Manifestante primero o "destinador" del mensaje del enunciado, es decir, el locutor


que pronunció o escribió el enunciado en el contexto situacional concreto en que se
produjo;
b) Manifestante segundo o "destinatario" del mensaje, también en su calidad de ser
concreto, al que se le envió el mensaje, independientemente de que lo haya recibido
o no;
c) Este Luis, del enunciado citado, que es el manifestante tercero u "objeto referido":
aquel sobre el que versa el mensaje y del cual se predica que "es un buen
estudiante".

Pero decimos que los manifestantes son tres como mínimo, porque en la situación de
comunicación pueden salir a la luz otros receptores, además del destinatario, y que a
veces se han llamado auditores. Pero, por otra parte, en el análisis de la manifestación
hay que tener en cuenta a los enunciadores ocultos, aquellos que están presentes por
dialogicidad y polifonía del discurso, las voces aparentemente ausentes que se expresan
muchas veces a través del locutor. En este enunciado, por ejemplo, aparecerán otros
627

manifestantes enunciadores si se hace evidente que el locutor está expresando la opinión


del director de la escuela, del colectivo de maestros o de alguna persona que lo hizo
partícipe de su valoración. Esta es una noción que debemos, sobre todo, a M. Bajtín y
que en la lingüística ha venido desarrollando Ducrot.

El estudio de la manifestación rebasa las posibilidades de análisis de la ciencia


lingüística, la cual se ha de apoyar en la semiótica, la sociología, la sicología y otras
ciencias afines con vistas a realizar un estudio más pleno del discurso de personas
concretas.

En relación con la manifestación los conceptos de enunciado y texto se distinguen


claramente. Fuera del contexto de su enunciación, en tanto texto que puede ser repetido
por otros, la oración del ejemplo no conserva información alguna sobre los
manifestantes primero y segundo, mientras se conserva la información sobre el
manifestante tercero, del cual en el nivel del análisis textual se puede decir que es el
referente con propiedades de persona, varón, estudiante, llamado Luis, al que se le
atribuye por la predicación la valoración de "bueno en tanto estudiante". También la
información sobre auditores y enunciadores puede estar ausente del texto o quedar de
ella sólo algunos indicios. La ausencia del contexto de enunciación, como hoy se
conoce, borra marcas de manifestantes, lo que es una especie de prerrequisito o
condición para que pueda ser repetido y renovado.

Análisis actancial

El análisis actancial presupone que una misma función actancial, es decir, la aparición
de algún manifestante en el papel generalizado de actante no guarda una relación de
obligatoria correspondencia con la naturaleza o condición del manifestante que pueda
ser tenida como un prerrequisito para asumir determinada función actancial. Aunque la
relación entre condición manifestada y actancia asumida no es de absoluta arbitrariedad,
sí existe un elevado margen de libertad y ausencia de condicionamiento en múltiples
628

situaciones de la comunicación. Tampoco el número de actantes está determinado por la


cantidad de manifestantes, dado que una misma función puede ser común a más de un
actante y múltiples manifestantes pueden cumplir la misma función actancial. El análisis
actancial es diferente, se realiza en un nivel de abstracción superior al de la
manifestación, y debe tener en cuenta las dimensiones de la significación que cada
modelo semántico precisa, dado que los actantes que se distingan están en relación
directa con el modelo de descripción que se aplica. Por ejemplo, si el modelo es el
semiótico, sobre el que tratamos arriba, los actantes se precisan según el esquema
greimasiano (remitente, objeto, destinatario, ayudante, sujeto y oponente,
correspondientes a los tipos funcionales de participantes que comúnmente se ponen en
juego en los relatos), a los que se añaden los valores modales que los convierten en
actantes según el deber, el querer, la verdad, la mentira, etc., es decir con ciertos
atributos modales. Si, como pretendo en el modelo descriptivo que presento en el ensayo
sobre las modalidades semánticas, es necesario distinguir actantes según la ilocución y
analizar las modalidades como atributos de esos actantes y diferenciarlos de los actantes
según la función referencial, a los que también se atribuyen valores modales, el análisis
actancial descubrirá otras facetas que están por investigar.

Pero volvamos a la oración del ejemplo para hacer más clara esta última proposición
que intento argumentar. En el nivel del enunciado se hace patente la presencia de un
actante ilocutivo que es el realizador del acto valorativo, dado que el texto del ejemplo
es claramente valorativo. Ese primer actante aparece como el valorador (apreciador), y
en el aspecto modal, como atributo de la función ilocutiva, aparece como un valorador
positivo, de opinión favorable sobre el valorado. Incluso en el nivel de la oración
asumida como texto, tal actante y su atributo modal debe ser tenido en cuenta, dado que
todo texto en que se expresa una valoración presupone a un locutor en la función de
valorador, y en el caso en que la valoración sea favorable, el atributo de la predicación
valorativa caracteriza también al productor de esta como aprobador. Ello indica que en
los textos, a pesar de la ocultación de las marcas enunciativas del contexto concreto de
la enunciación, es viable precisar, al menos, algunas funciones actanciales ilocutivas y
629

sus atributos modales. El hecho de que el fenómeno se manifieste en el nivel de la


oración y no tan sólo del enunciado permite que alcance alguna representación incluso
en el nivel del diccionario o en las representaciones lexicográficas que fijan el devenir
del discurso en sistema y viceversa.

Otro actante de inevitable consideración en este nivel del análisis es el que aparece en
la función actancial que llamaremos el valorado. Ya no se trata del referente Luis, sino
de la función de objeto de la valoración y de la apreciación positiva, lugar que puede
ocupar Luis o cualquier otro manifestante. Es decir, el esquema general del análisis
predicativo actancial de las oraciones valorativas (y de los enunciados concretos que
realizan tales oraciones) incluye una predicación valorativa biactancial (diádica) en
calidad de esquema sintáctico mínimo, mientras el análisis de la manifestación pone en
juego otro conjunto, a veces mayor, de participantes cuyos roles funcionales no alcanzan
una especificación semántica más allá de la que les corresponde en virtud de su
condición manifestada; es decir, la relación manifestación – actancia es asimétrica y se
desarrolla en planos de abstracción distintos. Mientras la descripción actancial tiene las
restricciones que le impone el modelo, la descripción de la manifestación es abierta, por
lo que parece recomendable que anden juntas en el estudio del discurso y de los textos.

Una peculiaridad del discurso, a diferencia del sistema lingüístico, es la de presentar


una compleja relación manifestante – actante y condición manifestada – función
actancial. Así la propia condición de quien aparece frecuentemente en la función de
actante ilocutivo con atributo modal de aprobador llega a incluir este valor mediante la
personalización del papel funcional en aquel que acostumbra a realizarlo. Lo mismo
ocurre con el actante referencial el valorado, que al aparecer frecuentemente con el
atributo modal aprobado llega a incluir tal valor en su condición manifestada. Ambos
valores se generalizan en "el bueno" como rasgo axiológico de la condición de cierta
entidad participante. Ocurre una neutralización de la oposición manifestación – actancia
a favor de la primera.
630

Por otra parte, algunas funciones actanciales, por ejemplo las evaluativas (de actantes
evaluadores o sancionadores), sólo pueden realizarse de manera afortunada por
manifestantes en cuya condición esté presente el reconocimiento social de su saber
específico como evaluadores, o puedan demostrarlo. Ello no ocurre con los actantes
apreciadores, que no requieren una determinada condición manifestada para aparecer en
la función actancial de apreciar cierto objeto o expresar una opinión de valor sobre este.
El estudio relacionado de manifestación y actancia debe ofrecer nuevos caminos a los
estudios semánticos del discurso y de la conducta humana en la comunicación.

Los métodos del análisis semántico no son recapitulables en toda su dimensión y


complejidad, pero he intentado reflejar las principales líneas del pensamiento semántico,
aunque algunas hayan tenido un espacio demasiado reducido. No he podido hacer más
en el estrecho marco de un ensayo.

Notas:

1. B. Pottier: Presentación de la lingüística, Alcalá, Madrid, 1968.


2. R. Martin Esquema de un análisis formal de la polisemia, en Estudios de Lingüística
Aplicada. Ao 4, Nro. 5, UNAM, México, 1986, pp.48-65.
3. R. Martin: op. cit. pp. 51-53.
4. B. Pottier: Semántica general, Gredos, Madrid, 1993, p.48)
5. L.S. Rasmussen: Los aspectos metalexicográficos de un diccionario semántico, p.44-
45, en G. Wotjak (ed.) Estudios de lexicología y metalexicografía del español actual,
pp. 38 - 62.
6. L.S. Rasmussen: op. cit., pp. 44 - 46
7. J. Lyons: Semántica, Teide, Barcelona, 1989, pp. 133 - 166).
8. Entre las obras más influyentes en los estudios lingüísticos cognitivos de las
últimas décadas se encuentran Berlin, B., Kay, P.: Basic Color Terms: Their
Universality and Evolution, Berkeley: Univ. of California Press, 1969., varias
obras de Eleanor Rosh escritas en los años que van de 1973 en que se editó el
631

artículo "Natural Categories" en "Cognitive Psychology", Nro. 4, pp. 328-350 y,


particularmente, el trabajo "Human Categorization", en Studies in Cross-Cultural
Psychology, London: Academic, 1977 y el artículo Principles of Categorization, en
Cognition and Categorization, ed. E. Rosh y B. LLoyd. Hillsdale, 1978; los
trabajos de Ch. Fillmore y particularmente su artículo " Frames and the semantics
of understanding", en Quaderni di semantica,.vol. VI, Nro 2, diciembre de 1985
pp.222-254, algunos trabajos de Lakoff, G., y entre ellos: "Classifiers as a
Reflection of Mind", en Noun Classes and Categorization, ed. C.Craig,
Amsterdam, 1986, las investigaciones de A. Wierzbicka y particularmente sus
libros Lingua Mentalis: The Semantics of Natural Language, Sydeney, 1980, y
Lexicography and Concerptual Analysis. Ann Arbor, 1985; los trabajos que desde
1974 ha venido publicando P. M. Frumkina y su obra conjunta con Mijeev y otros,
titulada Semantika y kategorizatsia (1991), las investigaciones de A.V. Mijeev
desde la publicación de sus Investigaciones psicolingüísticas de las relaciones
semánticas (1983), la prolija obra del erudito T. van Dijk, que aunque rebasa los
propósitos de la semántica cognitiva y se orienta en mayor medida hacia una
lingüística del texto tiene un sostén cognitivo relevante.
9. T. van Dijk: Semantic Macro-structures and Knowledge Frames in Discourse
Comprehension, en Marcel Adam Just & Patricia A. Carpenter (eds.) Cognitive
Processing in Comprehension, Hillsdale, NJ: Erlbaum, 1977, pp.3-32. Van Dijk, T.:
Texto y contexto. Semántica y pragmática del discurso, Cátedra, Madrid, 1980.
10. G. Lakoff. Classifiers as a reflection of mind, en Noun Classes and Categorization,
Ed. por C. Craig, Amsterdam, 1986.
11. T. van Dijk: op. cit., pp.3-32.
12. J. Lyons, Semántica, Teide, Barcelona, segunda edición 1989, pp.218-219.
13, W. Porzig: Wesenhafte Bedeuntungsbeziehungen, "Beitrage zur Deutschen Sprache
und Literatur", 58, 1934, 70-97. Trier, J: Das Sprachliche Feld. Eine
Auseinandersetzung, "Neue Jahrbucher fur Wissenschaft und Jugendbildung", 10,
1934, 428-49. Ipsen, G: Der alte Orient und die Indogermanen, en
Festchrift...Streiberg, Winter, Heidelberg 1924. Geckeler, H: Strukturele Semantic
632

und Wortfeldtheorie, Wilhelm Fink, München, 1971. [Traducción española:


Semántica estructural y teoría del campo léxico, Gredos, Madrid, 1976.]
14. Ullmann, S.: Principles of semantics, Jakson, Glasgow & Blackwell, Oxford, 1957.
Véase también del mismo autor Semantics, Blackwell, Oxford & Barnes & Noble,
New York, 1962 o la traducción española Semántica, Aguilar, Madrid, 1965.
H. Geckeler: Strukturelle Semantik und Wortfeldtheorie, Wilhelm Fink, München,
1971. Traducción española: Semántica estructural y teoría del campo léxico, Gredos,
Madrid, 1976.
15. Las ideas de Coseriu, retomadas y desarrolladas en la obra arriba citada de Geckeler
y en las interesantes y documentadas investigaciones de R. Trujillo se pueden leer en
Coseriu, E.: Principios de semántica estructural, Gredos, Madrid, 1977; también en
Gramática, semántica, universales, Gredos, Madrid, 1979; R. Trujillo: Elementos de
semántica lingüística, Cátedra, Madrid, 1976, y del mismo autor: El campo
semántico de la valoración intelectual en español, Universidad de la Laguna, Las
Palmas, 1970.
16. Los campos semántico-comunicativos quedaron definidos como campos de
enunciados estructurados paradigmáticamente a partir del sentido identificado como
común a múltiples enunciados, en cuya realización intervienen no sólo segmentos
lingüísticos sino también suprasegmentos y señales paralingüísticas (gestos,
mímica,...), lo que se describe como una compleja estructura paradigmático-
sintagmática del sentido. Consúltese al respecto García, R., L. Caballero: El campo
semántico-comunicativo, en Cuestiones de lingüística comunicativa del español de
Cuba, Academia, 1991, pp.1-37.
17. L. Caballero: Introducción teórica al estudio semántico ideográfico de la
valoración, en Dos aproximaciones al español en Cuba, ENPES, La Habana, 1989,
pp.27-88.
18. B. Pottier: Lingüística moderna y filología hispánica, Gredos, Madrid, 1970, pp.99-
736.
19. L. Caballero: Introducción..., 1989, p.53.
20. J. Lyons: op. cit. pp., 253-283.
633

21. Ch. J. Fillmore: On the organization of semantic information in the lexicon, en


Papers from the parasession on the lexicon, Chicago linguistic society, 1978, pp.148-
173.
22. L. Hjemslev: Essais linguistiques, Travaux du Cercle Linguistique de Copenague',
Akademisk Forlag, 1959. Traduccion española: Ensayos lingüísticos, Gredos,
Madrid, 1972. 23. B.Potttier: Vers une sémantique moderne, "Travaux de
Linguistique et de Literature", 2, 1964, 107-137; Présentación de la lingüística,
Alcalá, Madrid, 1968; Lingüística moderna y filología hispánica, Gredos, Madrid,
1968.
23. Katz, J.J., Fodor, J.A.: The structure of a semantic theory, "Language", 39, 1963,
pp. 170 - 210.
24. B. Pottier, op. cit. pp.89-108
25. H. Beristain, Diccionario de retórica y poética, México, 1988, pp. 338-348.
26. L. Tesnière: Éléments de syntaxe structurale, Klincksieck, Paris, 1959.)
27. E. Fernández: Características semántico-funcionales del reflexivo en español y
francés contemporáneos. Tesis de grado científico presentada en opción al grado
científico de Dr. en Ciencias Filológicas, Moscú, 1986 (en ruso).
Fernández, E.: El modelo de actantes semánticos y su valor en el análisis del
discurso, en Categorización semántica y tesauro, La Habana, 1994 (inédito).
28. Fillmore, Ch. J..: The Case for Case E. Bach y R. T. Harms eds., Nueva York, 1968,
pp.1- 88.
634


A. Mª. Galbán Pozo419

LAS MACROCATEGORÍAS SEMÁNTICAS MODALES DE VALORACIÓN,


LEALTAD, CERTIDUMBRE, INTERÉS, AFECTIVIDAD Y EXPRESIVIDAD.

En el presente trabajo exponemos de manera sucinta nuestra concepción de las


macrocategorías semánticas modales, a cuyo estudio nos dedicamos una vez que L.
Caballero demostrara la posibilidad de elaborar Diccionarios Ideográficos Semánticos
(DIS) que tuvieran como base el estudio de la categoría semántica nucleadora del
campo.420 Esta experiencia lo llevó a proponer la realización de obras similares a
partir de las categorías semánticas modales de lealtad, certidumbre, interés,
afectividad y expresividad que dejó esbozadas en “Modalidades semánticas del
lenguaje”. De ahí que hayamos considerado necesario realizar un estudio que
permitiera la interpretación y descripción que aquí mostramos.

Preliminares

Antes de adentrarnos en el tema debemos explicar la metodología seguida para


llevar a cabo tal interpretación y descripción. Ello facilitará al lector la compresión de
nuestros postulados en relación con cada una de las categorías que abordaremos.
Lo primero que debe quedar claro es que compartimos la concepción del significado
propuesta por L. Caballero, quien considera a este como una entidad en que aparecen
estrechamente vinculados contenidos modales (“de posición subjetiva psicológica de
los hablantes ante lo que se dice en el discurso”), interactivos (“ilocutivos, perlocutivos
y de estrategias discursivas vinculados a la intención”) y referenciales (“relativos a la
dimensión objetiva, de objetivación de los actos de mentar por su orientación hacia

419
Ana María Galbán Pozo. Profesora Titular del Departamento de Lengua Alemana de la Facultad de
Lenguas Extranjeras, Universidad de la Habana.
420
véase Caballero Díaz, L., Amengual, G., Márquez, D. (1992): Diccionario ideográfico y
semántico – Bondad.
635

determinados referentes, que pueden ser reales o imaginados, creados en el desarrollo de


la noesis y la enunciación”), que se realizan gracias a valores o recursos constructivos
gramaticales (Caballero, 2002c):148). De ahí que podamos hablar de cuatro
dimensiones del significado: la modal, la ilocutiva, la referencial y la constructivo-
gramatical. Cada una de ellas se caracteriza por una serie de rasgos, lo que nos
permitió definirlas del modo siguiente para llevar a cabo nuestra investigación:
 dimensión modal: aquella que refleja los rasgos noéticos que tienen que ver con
la posición psicológica asumida ante lo que se dice en el discurso y se
materializan en la lengua que les sirve de sostén material y semántico para
vehicular la subjetividad en la actividad comunicativa socializada.
 dimensión ilocutiva: aquella que refleja los rasgos que transmiten los
contenidos intencionales interactivos de los actos de habla.
 dimensión referencial: aquella en que se enmarcan los rasgos de los referentes
(sean reales o imaginados) considerados por los agentes del decir y que se
caracterizan por una serie de grupos de rasgos, a saber: constitutivos,
relacionales, de dominio y taxonomizadores.
 dimensión constructivo-gramatical: aquella que partiendo de los rasgos
semánticos da cuenta de las reglas sintácticas y morfológicas que intervienen en
la formulación de los enunciados.

Para nuestro estudio nos hemos basado en la metodología diseñada por el propio L.
Caballero al estudiar la macro-categoría semántica modal de la valoración. Ello que
nos ha llevado a establecer nociones generalizadoras que fungen como valores
básicos contrarios que ponen al descubierto las diversas oposiciones alrededor de las
cuales giran las perspectivas que distinguimos en las diferentes macro-categorías
semánticas modales que abordamos en nuestra investigación. En la mayoría de los
casos se han distinguido contradictorios. Ello nos ha llevado a una representación en
forma de trapecios (ver Fig.1) que muestran el diferente grado de intensidad de la
contrariedad que tiene lugar entre contrarios y entre contradictorios. La importancia
de este modo de representación se revela en el hecho de que si doblamos
636

imaginariamente el trapecio por su mitad horizontal haciendo coincidir en un mismo


eje contrarios y contradictorios, se observa claramente que la intensidad de la
contrariedad que tiene lugar entre contrarios es mayor que la que se produce entre los
contradictorios. Esto nos lleva a entender a estos últimos como subcontrarios.

Fig.1 contrario 1 contrario 2

contradictorio contradictorio
de 2 de 1

contrariedad de mayor intensidad


contrariedad de menor intensidad

Debemos apuntar, además, que la aplicación de esta técnica del paralelogramo de


contrariedades, combinada con la del cuadrado semiótico nos ha permitido distinguir
el equilibrio sémico que puede producirse entre los valores contrarios o entre sus
contradictorios dando lugar a otras nociones, a saber: la de ambivalencia (valor
complejo resultante del equilibrio entre los contrarios) y la de ambigüedad (valor
neutro que se deriva del equilibrio entre los subcontrarios). Así mismo hemos
constatado la existencia de un desequilibrio sémico resultante del recorrido que se
establece del contrario 1 al contradictorio de 2 pasando por el contradictorio de 1.
Ello lleva a un balance favorable al contrario 1, mientras que en el caso del recorrido
similar que se establece partiendo del contrario 2 el balance resultante se inclina
favorablemente hacia este contrario.
637

Fig. 2
ambivalencia
contrario 1 contrario 2

balance balance
favorable al favorable al
contrario 1 contrario 2
contradictorio contradictorio
de 2 de 1

ambigüedad

Los términos que aparecen en las figuras, donde se representan las oposiciones, que
dan lugar a las perspectivas discretizadas a través de la interpretación y descripción
de las macrocategorías semánticas modales que abordamos, funcionan como nociones
que sirven para mostrar las relaciones conceptuales que se establecen en cada una de
las macrocategorías. De ahí que los mismos han de entenderse siempre como valores
semánticos comunes a varias unidades y expresiones lingüísticas.

Una vez hechas estas acotaciones pasaremos a exponer nuestros puntos de vista en
relación con cada una de las macrocategorías semánticas modales estudiadas como
paso previo a la elaboración de nuestra tesis doctoral.

Valoración

A la macrocategoría semántica modal de la valoración421 es a la que, en virtud de


su carácter de macrocategoría semántica modal por excelencia, se le ha prestado
mayor atención en las investigaciones que se llevan a cabo en el marco del Grupo de
Estudios Semánticos e Ideográficos de la FLEX. Al estudio de la expresión de esta
macrocategoría a través de la semántica de verbos de la lengua alemana dedicamos
nuestra Tesis de Maestría (Galbán Pozo, 2000a)). Por todo lo anterior no nos

421
Definida por L. Caballero en Introducción teórica al estudio semántico-ideográfico de la
valoración en el español de Cuba, en: DOS APROXIMACIONES AL ESPAÑOL EN CUBA, pág.38
638

extenderemos aquí en el tratamiento de esta categoría. Sin embargo, debemos apuntar


que dado que nuestra investigación abarcaba seis categorías nos fue necesario
reformular la definición de la valoración en aras de lograr cierto paralelismo entre
todas las definiciones que proponíamos. Con ello cumplíamos además otro objetivo
pues obsérvese que al definir la valoración como aquella categoría semántica modal
que expresa la posición subjetiva e intencional ante lo dicho sobre la base de normas
sociales en que se toma en cuenta el valor pragmático de los objetos y fenómenos
que clasifican en una escala de valores axiológicos o paramétricos, se pone al
descubierto el hecho de que esta se caracteriza por la presencia de un actante
ilocutivo que justamente tiene la intención de realizar distintos tipos de valoraciones,
que se concretan a través de los distintos tipos de actos de habla valorativos definidos
por Caballero (1996).

Esta definición sintetiza los postulados fundamentales de prestigiosos lingüistas que


han abordado el estudio de la valoración (Sapir (1944), Arutiunova (1982), Wolf
(1985), Schippan (1975, 1992), Ludwig (1976), Zillig (1982), Caballero (1996,
2002), etc.). Algunos de ellos han llegado incluso a establecer taxonomías
(Arutiunova (1982), Zillig (1982)) y tanto estos como aquellos que no llegan a
plantear taxonomías han demostrado la importancia de la norma, de la conjunción-
disjunción de los objetos valorados o de sus propiedades con esta, lo que se traduce
en la oposición de contrarios bueno vs. malo, que rige la dimensión modal de esta
categoría. Se trata de nociones altamente generalizadoras, que - como se observa al
verlas interactuando en el trapecio semiótico (Fig. 3)- son lo suficientemente
abarcadoras como para entender a través de ellas todos los posibles valores que se
atribuyen o reconocen en los objetos focalizados en dependencia de la clase de
objeto, las propiedades y el dominio422 a que se vinculan.

Fig. 3
ambivalencia

422
En nuestra investigación hemos tenido en cuenta los siguientes dominios: ético-psicológico,
práctico, estético, físico / físicobiológico, ideológico, sensorial, intelectivo y jurídico.
639

bueno malo

balance balance
positivo carácter negativo
axiológico
no malo no bueno

ambigüedad

En lo que respecta a la dimensión ilocutiva, sin demeritar los estudios de G.


Hindelang (1978) y de W. Zillig (1982), en nuestra investigación nos hemos basado
en los postulados de L. Caballero (1996). En consonancia con ellos hablamos de un
actante ilocutivo valorador, que hemos definido como el emisor de discurso que
expresa una intención comunicativa en la que pone de manifiesto su posición
subjetiva respecto a un objeto que somete a consideración intencionalmente para
atribuirle o reconocer en él un valor de una escala o norma socializada.

Teniendo en cuenta que, según lo explicado por L. Caballero (1996) se distinguen


tres tipos de actos de habla valorativos, hemos definido los tres tipos de actantes
ilocutivos valoradores del modo siguiente:

 Evaluador: emisor de discurso que basándose en un status que le es reconocido


socialmente expresa una intención comunicativa en la que pone de manifiesto su
posición subjetiva respecto a un objeto que somete a consideración
intencionalmente para emitir una valoración en que le atribuye o reconoce en él
un valor de una escala - previamente establecida, socializada y lingüísticamente
estructurada - de valores estándares o paramétricos, de modo que la valoración
emitida tiene carácter definitivo, cerrado y trascendente, dado que la misma
puede tener determinadas consecuencias para el objeto valorado.
 Apreciador: emisor de discurso que sin tomar en cuenta aspectos relacionados
con un status social y basándose en una norma socializada difusa expresa una
intención comunicativa en la que pone de manifiesto su posición subjetiva
640

respecto a un objeto que somete a consideración intencionalmente para emitir


una valoración de carácter abierto y socialmente ‘inofensivo’, de manera que la
atribución o reconocimiento del valor no tiene consecuencias trascendentales
para este.
 Jerarquizador: emisor de discurso que expresa una intención comunicativa, en
la que pone de manifiesto su posición subjetiva respecto a un objeto que somete a
consideración intencionalmente para emitir una valoración, que realiza
estableciendo un orden jerárquico de este con respecto a otro o a un grupo de
objetos, tomados como punto de referencia para realizar una valoración, que se
distingue por su carácter relativo.

En lo que respecta al repertorio léxico verbal423 empleado en los diferentes tipos de


actos de habla valorativos, debemos apuntar que, aún cuando debido a las propias
características de las ilocuciones valorativas, se observan áreas de intersección entre
los microcampos léxicos semánticos de cada una de las hipocategorías valorativas,
hay áreas muy bien definidas que permiten sustentar la idea de que dichos campos
tienen una estructura en cuyo núcleo se ubican unidades que no dejan lugar a dudas
de la existencia del campo. Las mismas se agrupan alrededor de archisememas en
que está presente el rasgo correspondiente a la dimensión ilocutiva, como se observa,
por ejemplo, en los casos siguientes:
 alguien hace una valoración evaluativa positiva particular (de dominio jurídico)
de la cualidad de un animado humano (absolver, exculpar, declarar absuelto,
dispensar)

423
Hemos tenido por objeto de estudio verbos de las lenguas española y alemana
641

 alguien hace una valoración jerarquizadora comparativa de inferioridad 424


(supeditar, posponer, subordinar, postergar)

En el repertorio léxico vinculado a esta macro-categoría semántica modal se


manifiesta la más amplia gama de rasgos referenciales del significado, dado que las
valoraciones siempre se refieren a un objeto que es intencionalmente valorado. Como
bien decía Kl. D. Ludwig (1976), las lenguas no sólo disponen de palabras que tienen
la función de valorar, sino también de un inmenso conjunto de unidades léxicas en
que está implícita la semántica valorativa.

Muchas unidades léxicas reflejan un criterio valorativo en relación con el


comportamiento, la cualidad, el estado o la cantidad de los referentes focalizados, ya
sea a partir de nuestras percepciones en cuanto al propio hacer o al de otros
(experimentación de la operación) o en relación con los propios estados internos o
fenómenos de la realidad vistos a través del prisma sensoro-afectivo
(experimentación propioceptiva).

Dado que este tema ya fue abordado en nuestra Tesis de Maestría (Galbán Pozo,
2000a)), y en nuestra Tesis Doctoral (Galbán Pozo, 2003) y que varios lingüistas
cubanos han profundizado en el mismo, apenas brindaremos algunos ejemplos que
demuestran lo antes expuesto en lo que respecta al repertorio léxico verbal de la
lengua española.

Así vemos como algunas unidades reflejan la valoración negativa del


comportamiento de animados humanos, debido a que la participación operacional

424
En el marco del estudio de verbos con semántica valorativa del alemán (véase GALBÁN POZO,
A.M. (2000a)) al esbozar el repertorio archisemémico de verbos valorativos del alemán incluíamos el
rasgo del carácter axiológico en los archisememas del léxico jerarquizador. A la luz de nuestros
estudios actuales y tomando en cuenta que el rasgo principal de la jerarquización es su carácter
relativo, lo que ya quedaba focalizado en las fórmulas archisemémicas que proponíamos entonces, los
archisememas de las jerarquizaciones incluyen justamente el rasgo que les da su razón de ser. De
hecho el carácter axiológico del valor atribuido o reconocido en la jerarquización depende de la
situación de que se trate.
642

causativa que se refleja en su estructura semántica trae como resultado un cambio


negativo en la cualidad del que experimenta la operación. Ejemplo de ello son
unidades tales como: estropear, dañar1 (el experimentador de la operación puede ser
un animado o un objeto físico), dañar2 (el experimentador de la operación es un
objeto físico), dañar3 (el experimentador de la operación es animado humano y el
cambio negativo se refiere a una cualidad vinculada al dominio ético-psicológico),
destrozar1 (dominio práctico), destrozar2 (dominio ético-psicológico), maltratar2 (el
experimentador de la operación puede ser un animado o un objeto físico), deteriorar,
etc.

En otras unidades se percibe la valoración de la cualidad (oler, saber, exceder,


superar, aventajar, farfullar, balbucear, balbucir, chapucear, etc.). Otro sinnúmero
de unidades (aumentar, disminuir, incrementar(se), crecer, decrecer, menguar) revela
la valoración del comportamiento de algo en lo que se refiere a cambios de cantidad,
es decir que presentan un sincretismo de dos rasgos constitutivos. En otras
constatamos la combinación de los rasgos de estado y comportamiento como
evidencia la semántica de unidades tales como: mejorar1 425, mejorar2 426, mejorar3 427,
mejorarse, agravarse, etc... Obsérvese que los no reflexivos evidencian la
participación operacional causativa.

También la estructura semántica de algunas VLS de lexemas verbales tales como


embellecer, adornar, hermosear, emperifollar, emperejilar, decorar, exornar,
engalanar, da cuenta de la valoración positiva de la participación operacional de
alguien que causa que algo mejore su cualidad en lo que respecta al dominio estético.
Sin embargo, algunas tales como embellecer, hermosear, engalanar, adornar, tienen
como referentes a animados humanos y a objetos físicos, mientras otras solamente se
emplean en los casos en que el referente es un objeto físico, como sucede con

425
Hacer una cosa mejor de lo que era.
426
[tr.]Poner mejor, hacer recobrar la salud perdida
427
intr. Ir recobrando la salud perdida.
643

decorar y exornar; otras solo se refieren a animados humanos (emperifollar(se),


emperejilar(se)). Ello evidencia el importante papel que desempeñan los rasgos
taxonómicos en el significado valorativo.

Lo anterior corrobora una vez más lo acertado de la aplicación del análisis


dimensional del significado para el estudio de verbos de semántica valorativa.

Lealtad

Al abordar la macrocategoría semántica modal de lealtad definiéndola como


aquella categoría semántica modal que expresa la posición subjetiva ante lo dicho
en una triple perspectiva en tanto que se vincula a los valores de sinceridad -
insinceridad, buena intención - mala intención e ingenuidad – astucia, en
dependencia del aspecto que se focaliza, a saber: la correspondencia del sentimiento
y el discurso (perspectiva discursiva), el aspecto ético-intencional (perspectiva ético-
intencional) o el aspecto cognoscitivo- intelectual (perspectiva cognoscitivo-
intelectual), respectivamente; hemos puesto al descubierto el papel relevante del
rasgo constitutivo de comportamiento para esta categoría (sea en lo referente a actos
del decir o a actos del hacer). Nos detendremos en cada una de las perspectivas
discretizadas pues ello permite ver con claridad los valores modales vinculados a esta
categoría.

En el caso de la perspectiva discursiva en que se focaliza cómo el sujeto


modalizador realiza su discurso en virtud de la conjunción / disjunción de lo dicho
con sus sentimientos y/o ideas (conocimientos) acerca de la realidad sobre la que
habla se han establecido dos tipos de sujetos modalizadores, que reflejan posiciones
subjetivas asociadas a las nociones de sinceridad e insinceridad. Para estas no
percibimos la posibilidad de existencia de subcontrarios, que muestren una gradación
de la sinceridad. De ahí que en este caso no haya una representación a modo de
644

trapecio semiótico. En virtud de esta perspectiva los sujetos modalizadores se


caracterizan por ser sinceros o insinceros.

En el caso de la lengua española el valor de sinceridad se encuentra presente en


unidades léxicas tales como espontanearse, confesar1 428, franquearse, abrir uno su
pecho a alguien, una de las VLS de abrirse, abrir alguien su corazón, desahogarse,
expansionarse, hablar claro, salirle a alguien del corazón una cosa, etc., que se
agrupan alrededor del archisemema que hemos definido como: alguien le manifiesta
voluntariamente a alguien sus verdaderos sentimientos o ideas. Mientras que al valor
de insinceridad se vinculan entre otras unidades tales como fingir, disimular,
simular, aparentar, exagerar, minimizar, fanfarronear, mentir, etc.

En lo que respecta a la perspectiva ético-intencional, aquella que se refiere a la


valoración ética de la intención del acto realizado, el establecimiento de la oposición
de contrarios buena intención – mala intención, para los cuales hemos distinguido
además las nociones contradictorias (no buena intención – no mala intención)
permitió evidenciar cierta similitud en cuanto a los posibles recorridos semióticos
que aquí se establecen y los que tienen lugar en virtud del carácter axiológico de la
valoración, como se percibe al observar la siguiente figura, que muestra los valores
modales que se asocian a esta perspectiva:

428
Expresar alguien voluntariamente sus actos, ideas o sentimientos verdaderos .
645

Fig. 4
ambivalencia intencional

buena intención mala intención

perspectiva
ético-intencional
no mala no buena
intención intención
ambigüedad intencional

En el caso de la perspectiva cognoscitivo-intelectual, aquella en que se reflejan


los medios empleados por el sujeto modalizador en su interacción con otros sujetos
con el objetivo de lograr determinados fines, se evidencia que la oposición entre los
valores contrarios (astucia – ingenuidad) tiene lugar entre diversos actantes. De
manera que la gradación de la astucia no es interna sino interactantes.

A pesar de que cada uno de los atributos modales analizados se vincula a una u otra
de las perspectivas discretizadas, en nuestra investigación se ha evidenciado la
interacción de rasgos de una y otra perspectiva, lo que se constata al analizar el
significado de algunas unidades léxicas, que se agrupan alrededor de archisememas,
donde queda explicitada dicha interrelación. Ej.:
 alguien no le manifiesta a alguien sus verdaderos sentimientos o ideas con
intención de alcanzar un fin determinado (un beneficio o favor) (obsérvese la
interacción de la insinceridad con la astucia)
646

Dicho archisemema funge como elemento rector que agrupa a su alrededor, entre
otras, a las siguientes unidades: adular, corear, encatusar, engatusar, guataquear,
hacer la barba, incensar, lisonjear1 429, requebrar, roncear, etc.
En lo que respecta a la dimensión ilocutiva, según explicamos en la tesis, hay una
serie de elementos que nos hacen coincidir con L. Caballero (2002c)) en no
discretizar actantes ilocutivos específicos para esta macro-categoría semántica modal.

Certidumbre

En el caso de la macro-categoría semántica modal de certidumbre, que definimos


como aquella que expresa la posición subjetiva ante lo dicho sobre la base de la
seguridad como valor pragmático, que se traduce en la perspectiva cognoscitiva-
discursiva como conocimiento seguro, claro y evidente de las cosas y en la
perspectiva volitiva a partir de la firmeza o determinación como valor pragmático
en que se sustenta el aspecto volitivo de las acciones del sujeto cuando tratamos la
perspectiva cognoscitiva-discursiva partimos de los mismos contrarios que había
propuesto L. Caballero (2002c)). Nosotros – a diferencia de él - distinguimos además
las nociones contradictorias no inseguridad y no seguridad. Ello permite la
siguiente representación de los posibles valores modales en relación con esta
perspectiva:

Fig. 5 seguro inseguro

perspectiva
cognoscitiva
discursiva

no inseguro no seguro

Siguiendo la idea que habíamos planteado en relación con la posibilidad de hacer


coincidir en un mismo eje los valores contrarios y contradictorios, así como la idea de
429
adular
647

Kutschera430 al analizar la modalidad epistémica, idea que además fue retomada por
G. Zybatow (1983) en su estudio acerca de las particularidades sintácticas y
semánticas de las oraciones que sirven de complemento a los verbos cognitivos del
ruso moderno, llegamos a una representación, donde en el extremo izquierdo del eje
tenemos un valor de 1 como expresión del más alto grado de seguridad (seguridad
absoluta). Este valor va disminuyendo en la medida que se mueve hacia la derecha,
según se observa en la siguiente figura:
Fig. 6
seguridad inseguridad

1
0

1>= y >0,7 0,7>=y=>0,3 0,3>y=>0

ATRIBUTOS alto grado seguridad inseguridad


MODALES de seguridad ambigua (duda)

El alto grado de seguridad se sustenta en, por ejemplo, la gran cantidad de indicios
de que dispone el sujeto modalizador para inferir sus conclusiones, la constatación de
determinados hechos, el alto grado de confiabilidad de la fuente que le ha
suministrado información respecto a aquello acerca de lo cual él se expresa, etc. Esto
guarda gran relación con los llamados predicados epistémicos, es decir con aquellos
predicados, que expresan que el sujeto que califica está consciente o está enterado de
que el estado de cosas descrito por la proposición subordinada corresponde a la
realidad factual (archilexema de clase: saber)431.

El grado ambiguo de seguridad evidencia el hecho de que el hablante dispone de


una serie de indicios que le hacen pensar en la posibilidad de que algo es de un modo
determinado, aunque no haya sido corroborado, lo que se asocia a lo que Haverkate
enmarca en los predicados doxásticos (Haverkate, 1991).
430
citada por G. Zybatow en: Syntaktische und semantische Eigenschaften der Komplementsätze
kognitiver Verben des modernen Russischen. (1983, págs. 171, 172)
431
véase más al respecto en HAVERKATE, H. (1991)
648

El bajo grado de seguridad (inseguridad/duda) que se asocia a lo que Haverkate


(1991) entiende por predicados dubitativos, es aquel en que el hablante pone de
manifiesto que existe una serie de indicios, que lo hacen inclinarse más a pensar que
son mayores las posibilidades de no-p que las de p.

Las lenguas disponen de variados recursos para expresar el grado de seguridad de


los hablantes en lo que compete a la perspectiva cognoscitiva- discursiva, lo que
pudimos demostrar al describir el comportamiento de esta perspectiva en las lenguas
española y alemana. Al concentrarnos en el repertorio léxico verbal distinguimos
subcampos léxico-semánticos que, en cada una de las lenguas tomadas en cuenta
para nuestro análisis, se rigen, entre otros, por los siguientes archisememas:
 alguien manifiesta un alto grado de seguridad respecto a la cualidad/ la cantidad/
el comportamiento o el estado de un animado / inanimado. Esto es lo que sucede
en el caso de algunos de los sememas de verbos tales como: asegurar, constar,
aseverar, cerciorar, estar seguro, así como en confirmar1 432 y confirmar2 433, etc.
en el caso del español.
 alguien manifiesta un grado ambiguo de seguridad respecto a la cualidad/ la
cantidad/ el comportamiento o el estado de un animado / inanimado. (Esto se
sustenta en la falta de pruebas, pero sobre la base de indicios que permiten
establecer determinadas conjeturas.) Tal es el caso de algunos de los sememas de
los verbos suponer, sospechar, presumir, conjeturar, creer, calcular, pensar,
entre otros del español.

Los valores modales discretizados a la luz del estudio de esta perspectiva pueden
ponerse de manifiesto en la realización de algunos actos de habla. Así sucede, por
ejemplo, en el caso de las valoraciones apreciativas, que - dado su carácter
problematizador (no categórico) - en muchos casos se vinculan al grado ambiguo de

432
Afirmar algo de nuevo o asegurar algo que era dudoso
433
Dar a alguien la seguridad o más seguridad de cierta creencia o sospecha.
649

seguridad; o también en el caso de algunos actos asertivos (Rolf (1983) que ponen al
descubierto un alto grado de seguridad.

En relación con esta macrocategoría distinguimos además la perspectiva volitiva


como reflejo en la lengua de los procesos vinculados a la toma de decisiones para la
realización de actividades encaminadas al logro de determinados fines. Dicha
perspectiva gira alrededor de los contrarios decisión vs. indecisión, que reflejan el
carácter de las actitudes (definidas vs. indefinidas o dudosas) de los individuos en
relación con los comportamientos a asumir, en lo cual no se precisan contradictorios.
A dichas nociones se vinculan unidades en cuya estructura semántica se constata la
presencia o bien del rasgo de experimentación propioceptiva o del de participación
operacional causativa, lo que se observa, por ejemplo en los archisememas:
 alguien causa que en alguien se produzca un cambio en cuanto al grado de
certidumbre (determinación) para realizar una acción (Ejs.: hacer desistir,
disuadir, desaconsejar, persuadir, etc. en el caso del español)
 alguien manifiesta indecisión para realizar una acción (Ejs.: estar indeciso,
vacilar, titubear, hesitar, dudar1 434, etc. del español)

En lo que respecta a la dimensión ilocutiva sólo hemos encontrado la posibilidad de


hablar de un actante ilocutivo de certidumbre en el caso de aquellos actos
indagatorios, en que a través de la indagación se busca pasar de la inseguridad a la
seguridad.

Interés

El análisis e interpretación de la macro-categoría semántica modal de interés, que


hemos definido como aquella que expresa la posición subjetiva ante lo dicho
poniendo de manifiesto cómo los objetos y fenómenos de la realidad provocan o no

434
Estar el ánimo perplejo y suspenso entre resoluciones y juicios contradictorios, sin decidirse por
unos o por otros.
650

concentración de la atención, inclinación del ánimo hacia el objeto y/o constituyen


un estímulo para la realización de un acto consciente – hemos discretizado dos
perspectivas, es decir, que además de la perspectiva propuesta por L. Caballero (2002
c)) a partir de la oposición de contrarios interés vs. obligación (que hemos
denominado perspectiva volitivo-accional), nosotros distinguimos una segunda
perspectiva (perspectiva de la atención) a partir de la oposición de contrarios
interés vs. desinterés.

En el caso de la perspectiva volitivo-accional los contrarios, contradictorios y las


nociones que se establecen en virtud del recorrido semiótico que se genera a partir de
ellas, ponen al descubierto no sólo la gradación del interés, sino la gama de
motivaciones que mueven a los individuos a realizar determinadas acciones, es decir,
las fuerzas motrices del actuar humano, según se refleja en la siguiente figura:

Fig. 7
compromiso

interés obligación

deseo conminación
perspectiva
volitivo-accional
no obligación no
interés

exclusión

La interpretación de las posiciones subjetivas que se derivan del análisis de esta


perspectiva revela que las mismas no sólo dependen de los sujetos modalizadores,
sino que en ello influyen además otros elementos como son circunstancias ajenas a la
voluntad de los hombres, leyes y convenciones ético-morales, que rigen el
desempeño de los individuos en la sociedad; y la interacción con otros sujetos con los
651

cuales puede haber relaciones de subordinación sustentadas en el status de estos. En


las relaciones de poder dicho status faculta a unos individuos a ejercer autoridad
sobre otros moviéndolos a llevar a cabo acciones que estos últimos quizás no harían
por libre voluntad.

De ahí que en el análisis del significado de las unidades léxicas vinculadas a esta
perspectiva se constatara la presencia o bien del rasgo de experimentación
propioceptiva o del de participación operacional manipulatoria. En el caso de este
último se evidencia así la importancia de tomar en cuenta los contenidos relacionales
a la hora de analizar las macro-categorías semánticas modales. Obsérvese la
relevancia de este rasgo, por ejemplo, en las posiciones subjetivas vinculadas a la
noción de conminación. De ello da cuenta, por ejemplo, el archisemema:
 alguien causa que alguien se sienta conminado a hacer algo (Ejs.: forzar, obligar,
constreñir, precisar, conminar, compeler, etc. en español)

Según lo reflejado en la figura 7 los emisores de enunciados pueden poner de


manifiesto diversas posiciones subjetivas caracterizadas por los valores modales que
allí aparecen. Los mismos se constataron en el análisis del significado de unidades
léxicas con semántica verbal de las lenguas española y alemana. Así, por ejemplo, a la
noción de interés se vinculan unidades cuya estructura semántica revela la
experimentación del interés para realizar una acción (tener interés en, querer, estar
interesado en, etc. en español.); así como otras en que se percibe la participación
operacional manipulatoria de alguien que causa que alguien se interese por hacer algo
(Ejs.: incitar, estimular, instigar, animar, alentar, en español), mientras que a través
de otras unidades como sentirse obligado a, deber, estar obligado a, estar en el
deber de, tener que, entre otras del español; se expresa el hecho de que las
motivaciones para el hacer radican en las convicciones y la conciencia del deber, lo
que se vincula a la noción de obligación.
652

En la segunda de las perspectivas discretizadas – perspectiva de la atención – se


enmarca la expresión de aquellas posiciones subjetivas que evidencian la
experimentación o no de un determinado grado de interés vinculado a la actividad
cognoscitiva (dominio intelectivo) o vinculado a la satisfacción de las necesidades
estéticas. En dependencia de si el objeto focalizado cumple o no con nuestras
expectativas, hablamos de conjunción o disjunción con el interés, lo que da lugar a
que los sujetos modalizadores manifiesten en el discurso actitudes psicológicas de
interés o desinterés en sus diversos grados de intensidad.

Fig. 8 interés desinterés

perspectiva de
la atención

no desinterés no interés ni no desinterés ni no


interés

(indiferencia)

El lado izquierdo de la figura muestra el balance positivo hacia el interés, aunque


da la idea de una menor intensidad en la parte inferior. Ello refleja la posibilidad de
hablar de sujetos modalizadores interesados en mayor o menor grado - aquellos que
ponen de manifiesto en el discurso que se sienten motivados a atender o concentrar la
atención en mayor o menor medida. Tanto en español como en alemán está presente
una serie de verbos cuya estructura semántica revela la causación del interés bien sea
debido al comportamiento de un animado humano o a las cualidades de un objeto
435 436
inanimado. Piénsese en unidades tales como: motivar, interesar2 , fascinar2 ,
cautivar1 437, entre otros del español; así como en unidades cuya estructura semántica
revela la existencia de un interés, de una concentración de la atención en lo que se
435
Cautivar [la atención y el ánimo] con lo que se dice o escribe.
436
Atraer irresistiblemente la atención
437
Cautivar la atención
653

realiza, como sucede en los casos de absorberse, concentrarse, ensimismarse,


enfrascarse, estar concentrado en, (en español). Las mismas pueden agruparse
alrededor de los siguientes archisememas:
 alguien/algo causa que alguien experimente interés (motivación para prestar
atención) por algo
 alguien manifiesta interés (motivación para prestar atención) por algo que absorbe
su atención

El lado derecho refleja los diversos grados de desinterés que se producen cuando las
cualidades y comportamientos de los objetos focalizados no coinciden con las
expectativas de los individuos, dando lugar a una disjunción con el interés.
Vinculadas a la noción de desinterés encontramos unidades tanto de la lengua
española como de la alemana, como, por ejemplo: aburrir, atediar, cansar, hacerse
el distraído, hacerse el sueco, hacerse el desentendido, no darse por enterado,
desentenderse, entre otras del español, cuya estructura semántica permite agruparlas
alrededor de archisememas específicos vinculados a la noción de desinterés. Ejs.:
 alguien/algo causa que alguien experimente desinterés (falta de motivación para
prestar atención) por algo
 alguien manifiesta desinterés (falta de motivación para prestar atención) por algo

En la parte inferior de la figura aparece la noción de indiferencia como noción


generalizadora, que refleja la actitud de los sujetos que no sienten ni interés ni
desinterés por el referente a que se hace alusión.

En lo que respecta a la dimensión ilocutiva coincidimos con los postulados de L.


Caballero (2002 c)). De ahí que no hayamos asignado valores ilocutivos específicos
para esta macro-categoría. Los atributos modales discretizados en su análisis pueden
ponerse de manifiesto en los actos de habla que conocemos.
654

Afectividad

En el caso de la macrocategoría semántica modal de afectividad, que permite


expresar los distintos grados de intensidad de sentimientos afectivos que
experimentamos, discretizamos tres perspectivas – a diferencia de L. Caballero
(2002c)), que distinguía dos (la de tensión media y la de tensión superior). Nuestra
discretización incluye las perspectivas de tensión máxima, de tensión media y de
tensión mínima. Para esta última establecimos la pareja de contrarios agrado vs.
desagrado. De manera que definimos la macrocategoría semántica modal de
afectividad como aquella que expresa la posición subjetiva ante lo dicho sobre la
base de los sentimientos afectivos que los objetos y fenómenos de la realidad
despiertan en el sujeto. La misma se manifiesta en tres niveles de tensión
discretizables a partir de los valores contrarios agrado – desagrado (tensión
mínima), afecto – desafecto (tensión media) y amor – odio (tensión máxima). Esta
interpretación de la afectividad como categoría semántica modal revela cierta
coincidencia con las fases de desarrollo de las relaciones afectivas (J. R. Ponce
(1988)).

El carácter eminentemente gradual de esta categoría lo hemos reflejado no solo en


su definición, sino también en su representación gráfica a través de trapecios
continuos cuyo ancho va de mayor a menor como se observa en la siguiente figura.

Fig. 9 ambivalencia
afectiva

amor odio
655

no odio no amor
afecto desafecto

no desafecto no afecto
agrado desagrado

no desagradono agrado
indiferencia

El análisis de unidades léxicas de semántica verbal de la lengua española reveló la


existencia de VLS que se vinculan a uno u otro nivel de tensión, lo que permitió
establecer, por ejemplo, los siguientes archisememas:
 alguien experimenta sentimientos afectivos negativos de máxima intensidad hacia
alguien (odiar, detestar, aborrecer, no soportar, etc.)
 alguien experimenta sentimientos afectivos positivos de intensidad media hacia
438 439
alguien (tenerle afecto a alguien, apreciar1 , estimar3 , tenerle cariño a
alguien, etc.)
 alguien causa que alguien experimente sentimientos afectivos positivos de
intensidad mínima hacia alguien (Ejs.: atraer, agradar, una de las VLS de
simpatizar, caer bien, etc.)

La continuidad de los trapecios refleja la posibilidad de transición de sentimientos


afectivos de un nivel de intensidad a otro. De ello dan cuenta unidades cuya
estructura semántica – según constatamos en el análisis – permite una perspectivación
secuencial, en que en el SETTING se revela la experimentación de un sentimiento
afectivo de determinada intensidad, que en el EVENT se transforma en un
sentimiento de otro nivel de intensidad.

438
Estimar. Sentir afecto por alguien, por sus cualidades
439
Sentir afecto por alguien
656

En la parte superior de la figura incluimos un término – ambivalencia afectiva -


que se constituye en noción generalizadora del equilibrio sémico, que se produce no
sólo en la perspectiva de tensión máxima - como al parecer consideraba L. Caballero
(2002c)), quien hablaba de la noción ‘amor- odio’ - sino que tal y como evidencian
diversas VLS de verbos del español y el alemán puede darse también en otros niveles.

En la parte inferior de la figura, aparece la noción de indiferencia, que generaliza las


posiciones subjetivas en que no hay ni inclinación positiva ni negativa (ni inclinación
ni oposición) en relación con el objeto focalizado.

En lo que respecta a la dimensión ilocutiva no establecimos actantes ilocutivos


específicos para esta categoría, sino que constatamos que los actantes ilocutivos de
diversos tipos de actos de habla realizan estos poniendo de manifiesto algunos de los
atributos modales discretizados en relación con la categoría de la afectividad.

Según evidencian los archisememas incluidos aquí, a modo de ejemplo, uno de los
rasgos referenciales que desempeña un papel relevante para esta macro-categoría es el
de experimentación propioceptiva. Hemos podido constatar, además, la importancia
del rasgo de participación operacional causativa para esta macro-categoría en que
queda reflejado el papel de las relaciones que se establecen entre los diferentes
elementos que conforman la situación comunicativa. De relevante importancia
además en esta categoría son aquellos aspectos relacionados con los rasgos
taxonomizadores, dado que no sólo es posible hablar de afectividad strictu sensu, sino
también de afectividad extendida y afectividad trascendida 440. Piénsese, por ejemplo,
en cuando decimos: Adoro este lugar.

Expresividad

440
Aquí se aplican los mismos criterios seguidos por L. Caballero en el tratamiento de la valoración.
Véase más al respecto en Caballero Díaz, L.: Semiótica y Diccionario. (Inédito)
657

Al abordar la macrocategoría semántica modal de expresividad, la definimos como

aquella que expresa la posición subjetiva ante lo dicho acerca de los objetos y

fenómenos de la realidad poniendo de manifiesto el estado emocional del hablante

ante estos en una doble perspectiva, a saber la del modo de expresión caracterizada

por la oposición de los contrarios desbordamiento – contención y la del tono

emocional expresado, que refleja la oposición de los contrarios satisfacción –

insatisfacción.

La perspectiva del modo de expresión se establece a partir de los contrarios


desbordamiento vs. contención (ver fig. 10), propuestos por L. Caballero (2002c)),
que muestran la relación del modo de expresión de las emociones con los modelos
socioculturales de valoración del modo de manifestar las mismas. Estas nociones
tienen como trasfondo la representación mental de lo que Martín Morillas y Pérez
Rull (1998) contemplan como los modelos conceptuales del cuerpo a modo de un
recipiente de emociones y de las emociones como fluido que causa una presión
interna, lo que se asocia a proyecciones esquemáticas discretizadas por dichos
autores.

Fig. 10 contención y desbordamiento

contención desbordamiento

modo
de
expresión
658

no desbordamiento no
contención

Calma

El rasgo distintivo de esta perspectiva es el rasgo referencial de participación


operacional de control. Este puede manifestarse como control interno (autocontrol) o
como control externo en el caso de las unidades vinculadas a la noción de
contención. Ejemplo de esto son unidades tales como contenerse, moderarse,
comedirse, refrenarse, aguantarse, frenarse, etc. del español, donde está presente el
autocontrol; y aquietar, apaciguar, calmar, frenar, entre otras del español, donde el
rasgo se manifiesta como control externo.

En el caso de la noción de desbordamiento dicho rasgo aparece marcado


negativamente, según se percibe al analizar el significado de unidades tales como
explotarse, estallar, embriagarse, extasiarse, exaltarse, descomponerse,
desenfrenarse, entre otras del español.

El análisis del significado de verbos del español y el alemán evidenció la existencia


de una serie de unidades que dan cuenta del equilibrio sémico que puede tener lugar
entre los contrarios de esta perspectiva (lo que da lugar a la noción contención y
desbordamiento). Dichas unidades (quedarse perplejo, quedarse boquiabierto,
quedarse sin habla, quedarse pasmado, enmudecer, etc. del español) son reflejo de
un desbordamiento tal en la experimentación de los sentimientos y emociones que
deja al individuo en un estado de contención en lo que respecta a la manifestación de
lo experimentado, es decir muestran la proporcionalidad inversa entre el incremento
de la tensión emocional y su manifestación.

Como parte del recorrido semiótico que puede establecerse entre las diversas
nociones que integran la perspectiva distinguimos además la noción de calma, que
resulta del equilibrio sémico entre los subcontrarios. En virtud de ella puede hablarse
659

de sujetos modalizadores que se refieren de manera neutral a los estados de ánimo,


sin mostrar un estado de tensión emocional.

En el caso de la otra de las perspectivas – la que decidimos denominar perspectiva


del tono emocional expresado – sustituimos los contrarios risa vs. llanto
propuestos por L. Caballero (2002 c)) por las nociones de satisfacción e
insatisfacción, que, a nuestro juicio, son mucho más abarcadoras en lo que se refiere
a las posiciones subjetivas asumidas por los hablantes a partir de los sentimientos,
emociones y estados de ánimo que experimentan en relación con el medio
circundante. Ello nos llevó a la siguiente representación:

ambivalencia
Fig. 11
(satisfacción e
insatisfacción)
satisfacción
insatisfacción

perspectiva del
tono emocional
expresado

no insatisfacción no
satisfacción
indiferencia

El lado izquierdo representa el tono emocional positivo, característico de los


sujetos modalizadores que muestran diverso grado de satisfacción. El tono emocional
positivo se vincula a la felicidad, la alegría, el placer, el gozo, la euforia, el regocijo,
es decir, a todos aquellos estados anímicos relacionados con posiciones subjetivas que
expresan la experimentación de estados emotivos positivos para el sujeto
modalizador.
660

Las lenguas española y alemana disponen de una serie de verbos cuya estructura
semántica revela la experimentación de sentimientos de tono emocional positivo.
Aquí se ubican entre otras VLS de verbos tales como: divertirse, complacerse,
gozarse, regodearse, regocijarse, deleitarse, alegrarse, refocilarse, extasiarse,
embelesarse (en español). Otros verbos revelan un hacer causativo orientado a
suscitar la experimentación de sentimientos similares.

El lado derecho de la figura revela aquellas posiciones subjetivas vinculadas al tono


emocional negativo, reflejado por los sujetos modalizadores caracterizados por el
atributo modal de la insatisfacción en diverso grado. La noción de insatisfacción se
vincula a sentimientos aflictivos tales como el pesar, el dolor emocional, la tristeza, la
angustia, así como a otros estados de ánimo tales como el disgusto, el enojo, la
vergüenza, entre otros que pueden experimentarse como percepción de los propios
estados internos en relación con el medio circundante o ser causados por algo o
alguien. De manera que los sujetos modalizadores insatisfechos ponen de manifiesto
su posición subjetiva a través de diversos recursos, entre los que se encuentran
verbos cuya estructura semántica evidencia la experimentación de sentimientos de
tono emocional negativo tales como inquietarse, enojarse, disgustarse, angustiarse,
acongojarse, asustarse, avergonzarse, aterrorizarse, lamentar, desazonarse, etc. en
español; así como de verbos que reflejan el hacer causativo que conlleva a la
experimentación de sentimientos de tono emocional negativo (asustar, intranquilizar,
angustiar, molestar, aterrorizar, intimidar, etc. en español).

En el marco de esta perspectiva encontramos, además, otros dos tipos de sujetos


modalizadores en virtud del equilibrio que puede producirse tanto entre las nociones
contrarias como entre los subcontrarios de la perspectiva. Como reflejo del equilibrio
sémico entre los contrarios podemos hablar de una ambivalencia sentimental en
que se combinan la satisfacción y la insatisfacción, tal y como lo evidencian, por
ejemplo, verbos como dar, causar, llenar, sentir2441, que al contextualizarse pueden ir

441
Experimentar una impresión, placer o dolor espiritual. SENTIR alegría, miedo.
661

acompañados lo mismo de sustantivos asociados al tono emocional positivo que de


aquellos que se asocian al tono emocional negativo.

En la parte inferior de la figura aparece la noción de indiferencia, que refleja la


combinación de la no insatisfacción con la no satisfacción en lo que respecta a los
sentimientos experimentados (Ejs.: dar lo mismo, dar igual, en español).

En lo que respecta a la dimensión ilocutiva coincidimos con L. Caballero (2002c)),


pues aún las taxonomías de actos de habla de otros autores (Searle (1979, 1980),
Marten-Cleef (1991)) no nos permitieron establecer actantes ilocutivos específicos
para esta macrocategoría semántica modal.

Conclusiones

Como hemos podido ver las macrocategorías macrocategorías semánticas modales


(de valoración, lealtad, certidumbre, interés, afectividad y expresividad), que hemos
abordado tienen en común el hecho de poner de manifiesto distintas aristas de las
posiciones subjetivas que asumimos en relación con el objeto de nuestra expresión
lingüística, lo que contribuye a la realización de diversas estrategias discursivas.

Cada una de estas macro-categorías semánticas modales se caracteriza por una serie
de rasgos que permiten distinguir una de otra. El estudio de estas macro-categorías
partiendo de la modalidad como supra-categoría semántica funcional, tal y como la
concebimos, permite reconocer los atributos modales que caracterizan a los sujetos
modalizadores cuando al formular sus enunciados ponen de manifiesto distintas
posiciones subjetivas en relación con un objeto de expresión lingüística. Incluso en
algunos casos, como sucede, por ejemplo, en la macro-categoría semántica modal de
interés o en la de certidumbre, se discretizan atributos modales que guardan relación
con la reacción perlocutiva ante un hacer discursivo llevado a cabo por otros con
anterioridad.
662

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