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UNIVERSIDAD

CENTRAL DEL
ECUADOR

HISTORIA
GENERAL DEL
TRABAJO
LA ÉPOCA DEL ARTESANADO

ACOSTA CAROLINA
AGUIRRE ANDREA 7MO “A”
ERAZO CHRISTIAN
SANTANA ADÁN
VIDAL ANDRÉS
DR. ERNESTO FLORES
INTRODUCCIÓN
El mar Mediterráneo, verdadero "complejo de mares", más que ninguno favorable
al hombre, ha sido, evidentemente, la cuna de nuestras civilizaciones. En él acumuló su
primer acervo de experiencias el homo Faber.

Más espectacular aun la transmutación de la geografía mundial que se anuncia en


el siglo XV: mediante los grandes descubrimientos, Europa va a tomar posesión del
mundo. Una Europa que entrará en contacto con civilizaciones que crecieron al margen
de su centello. Y el centro de gravitación europeo pasa desde entonces por otro eje. El
Atlántico desbanca al Mediterráneo como vehículo del comercio mundial. Los países
mediterráneos, Italia la primera, ven debilitare su hegemonía en provecho de la Europa
nórdica y occidental, en contacto con el Océano. Y al adoptar unánimemente la Reforma,
los países nórdicos dan una gallarda muestra de su originalidad nacional, consciente y
contenta de borrar la huella demasiado latina de Roma.

Fue construyéndose paulatinamente un entretejido agrícola apropiado a la Europa


del Noroeste: imperfecto todavía, aquejado de defectos de los que no se sobrepondrá hasta
la revolución agraria” del siglo XVIII, pero suficiente, no obstante, para posibilitar una
creciente división del trabajo. La época medieval es testigo del brote de una serie de
nuevas ocupaciones: artesanos cada vez más especializados, arquitectos, ingenieros, toda
suerte de mercaderes, profesores, médicos, ge lites de leyes... Cerrado durante los
primeros siglos de la Edad Media, el abanico de los trabajos humanos se abre más
generosamente que nunca.

Por ende, el trabajo — el trabajo manual, fundamentalmente— es revestido en la


Europa cristiana con una nueva dignidad. No es, sin duda, una mera coincidencia el hecho
de que la enseñanza se extienda en esa época del artesanado: dueño y creador genuino del
objeto arrancado de la materia bruta, ¿puede negársele al artesano que sea el más indicado
para obrar a modo de eco suyo? En este sentido la civilización cristiana del siglo XIII se
nos descubre como una auténtica civilización del trabajo. Pero el brote del capitalismo,
con su aparición, plantea nuevos problemas que atormentarán a los pensadores cristianos,
llevándoles a diversas soluciones.
Libro primero “BASES DE PARTIDA”

PHILIPPE WOLFF

Nacido el 2 de septiembre de 1913 en Montmorency, hijo de


padre universitario, Philippe Wolff estudió en el Instituto de Rennes y,
tras haberse licenciado en aquella ciudad, preparó su diploma en la
Sorbona bajo la dirección de Fernando Lot. En esta universidad preparó
asimismo su agrégation. En 1936 volvió al Liceo de Rennes, pero en
calidad de profesor. Sus tesis doctorales tratan ambas de la sociedad
medieval de Toulouse : «Commerces et marchands de Toulouse, vers
1350-vers 1450» (Ed. Plon) y «Les estimes toulousaines des xiv* et xv'
siècles». Brindan un análisis de los trabajos de mercaderes y artesanos de esta ciudad
durante una época trágica, y al propio tiempo dan cuenta de sus fortunas. Ampliando este
panorama, debemos desde entonces a Philippe Wolff una “Histoire de Toulouse”, desde
los orígenes hasta nuestros días destinados al gran público y galardonada por la Academia
Francesa.

UNA OJEADA SOBRE EL MUNDO

Es importante empezar por conocer que Europa ha sido ese pilar del mundo que
domina toda la historia del trabajo. En el siglo xv, las diversas partes del mundo
desarrollaron formas de trabajo y de civilizaciones entre las que el puesto ocupado por
Europa no es relevante ya que le falta todavía el equilibrio profundo y la refinada técnica
a que ya había llegado China.

Las fuentes chinas de mayor antigüedad han sido en su mayoría corregidas o


reescritas en función de una tradición según la cual todos los principios de la sabiduría y
de la civilización fueron enseñados a los chinos desde los orígenes, por personajes
venerables, radiantes en su virtud, los tres Augustos, los cinco soberanos y sus ministros.
Así, sabemos que Chen-Nong, el tercer Augusto, tiene fama de haber fabricado el arado
y dictado las normas de la agricultura. El primer soberano, Huang-ti — a menos que fuera
uno de sus ministros— fue fundidor y a él se debe el invento de la fabricación de las
armas de guerra.
Puntos de referencia cronológicos. Más fáciles de fechar son los desarrollos
experimentados por la artesanía y el comercio desde la dinastía de los Han (202 antes -
220 después de J. C.). Desde entonces, según es sabido, la historia china puede enfocarse
superficialmente como una alternancia de fases de fragmentación y de agrupación
posterior bajo la iniciativa de diversas dinastías imperiales, los Tsin (265-419), los Suei
(589-617) y los T ’ang (620-907), y por ende los Song (960-1279).

Orígenes del trabajo agrícola. Siempre ocupó a la inmensa mayoría de las masas
humanas concentradas en los países chinos. Él es quien ha moldeado los rasgos esenciales
de la civilización china, de sus concepciones familiares y religiosas. Cuando menos en
las zonas explotadas por el hombre, el paisaje agrícola chino, tal cual lo conocemos desde
siglos atrás, da la impresión de una humanización intensa y de una exuberante riqueza.

Roturaciones. Limitándonos a China septentrional, cuna de la «vieja China»,


sabemos que la constituyen sobre todo mesetas de loess y valles y llanuras húmedas.
Chen-Nong, el Augusto creador de la agricultura, era al propio tiempo un dios del fuego
que enseñaba a los hombres a azotar las hierbas con un látigo rojo.

...y avenamientos. No eran mucho más acogedoras las tierras bajas, pantanosas.
Valles donde los aludes de tierra de las vertientes detenían el curso de las aguas. Llanuras
inestables prietas en redes de ríos movedizos, hinchados por terribles crecidas durante las
que su cauce podía variar en varios centenares de kilómetros. Ríos poderosos que Yu el
Grande, fundador de la primera dinastía real, y ordenador de los Pantanos sagrados y de
los Montes venerables, condujo a la mar «como señores que acuden a una convocatoria
de la corte»: gracias a él, la tierra quedó salva de las aguas.

La organización colectiva del trabajo. En mesetas y llanuras, estos primeros


trabajos de preparación para el cultivo suponen, además de un trabajo empeñado y
continuo, una fuerte organización colectiva, a escala comunitaria, pueblerina primero, de
dimensiones regionales feudales luego, y por fin en todo el ámbito imperial. En cualquier
caso, lo importante es «el sentimiento, tan vivo en el campesino chino, para quien la
conquista del suelo contra la naturaleza rebelde le une íntimamente a él, individual y
colectivamente»

Los albores de la jardinería. Los primeros terruños eran como islotes entre tanta
naturaleza hostil. Había que defenderlos contra las agresiones vindicativas de una fauna
y de una flora igualmente invasoras, sí, pero también contra los ataques de hordas
bárbaras que vegetaban en las zonas todavía salvajes. Así nació esta tradición tan
específicamente china de la jardinería, practicada por muchedumbres superpuestas en
minúsculos terruños. Según la interesante fórmula de Vidal de la Blache, «sólo una
alternativa existe para tales regiones: salvajismo o exceso de población».

La colonización. Ulteriormente, se multiplicaron estos islotes, se dilataron y


llegaron a tocarse. El príncipe de Han, al ver que Ts’in tenía éxito en sus empresas, quiso
agotarlo... por lo que le envió un ingeniero especializado en aguas...éste aconsejó
traicioneramente al príncipe de T s’in que abriera un canal que trajese las aguas del río
King desde la montaña Chong al oeste y desde Hu-K’eu, bordeando los montes del norte,
hasta desembocar al este en el río Lo. El último esfuerzo colonizador que trajo a una China
ya consciente de su civilización común la unidad política, empieza con el primer
emperador, Che Huang-ti, en el siglo III.

El derroche del trabajo. Una vez terminada esta conquista agraria, las
condiciones iban a fijar las tradiciones que se formaran durante su época dinámica. El
campesino tenía que abonar el suelo, no con estiércol animal, inexistente ante una cabaña
reducida a su mínima expresión, sino vertiendo en él los fangos de ríos y canales, los
desechos del hogar, las crisálidas de los gusanos de seda y hasta sus propias heces, cuyo
olor impregnaba el aire. Aún hoy se calcula que una hectárea de trigo requiere 600 horas
de trabajo, frente a 26 para el cultivador estadounidense. Auténtico «derroche» de trabajo
que desemboca en una jardinería minuciosa, aplicada a inmensas superficies campestres.
«En ninguna parte del mundo se gastan sumas tales de trabajo humano»

Los cultivos. La variedad de los cultivos es doblemente una exigencia del


indicado sistema y un nuevo factor de dilapidación en el trabajo humano. En la abundante
flora natural de China el campesino supo dar con una serie de plantas bastante respetable
que ha domesticado: el arroz, por ejemplo, era una de aquellas plantas acuáticas. En China
del Norte, se agrupaban en torno a las casas, generalmente colocadas sobre una elevación,
las huertas y vergeles y las tierras del cáñamo: ése era el trabajo de las mujeres por
antonomasia, horticultoras y tejedoras. Algo más abajo, en las laderas, se escalonaban los
cultivos de secano: la cebada y el trigo, la soja, las distintas especies de mijo, el algodón...
Abajo, el arroz, el más exigente en cuanto a los cuidados del cultivo, pero también el más
nutritivo, y sin el que tan abrumadoras densidades demográficas hubiesen sido
inconcebibles. En el Sur, los cultivos variaban un tanto, con menos algodón y cubiertas
las colinas de matas de té (en fecha relativamente tardía), pero conservando la riqueza en
la gama de productos.

Escasez de ganado. Todo este trabajo era humano, voluntariamente privado de


sus posibles auxiliares animales. Desde tiempo inmemorial la ganadería y cría de
animales se limitó a poca cosa: algunas aves de corral, cerdos, «perros guardianes que en
su caso podían ser comidos»

Trabajo y mentalidades. Esta organización del trabajo, y más en sus


modalidades primitivas, explica buena parte de los rasgos de la mentalidad china. La
estricta separación de los sexos, que estaba en la base de la moral familiar tradicional, se
explica sin duda mediante la división del trabajo entre tejedoras establecidas en el pueblo
y cultivadores afanándose en los campos: en un viejo mito, las dos divinidades estelares,
Tejedora y Boyero, separados por el río celeste, no se unían más que una vez al año.

El estatuto del campesino. El estatuto jurídico y social del campesino ha variado,


por supuesto, en el curso de una historia multisecular. Una documentación para nosotros
occidentales tan delicada de interpretar porque rompe nuestras categorías ideológicas, y
nuestros mecanismos mentales, solamente nos deja una vislumbre imperfecta de la
evolución. Aun a riesgo de excesiva esquematización, nos vamos a ceñir aquí a evocar el
sistema de las tierras comunales y el desarrollo de los grandes patrimonios rurales.

Las tierras comunales. Se procediera dentro de cada pueblo a repartos más o


menos periódicos de tierras. Estas distribuciones han acabado por adoptar la fórmula de
la adjudicación vitalicia, hasta llegar a considerar como normal la atribución al hijo de la
tierra anteriormente cultivada por el padre. Especialmente, y cuando menos en teoría, no
se les reconocía el derecho a enajenar las tierras que poseían por este procedimiento.

En primavera labran, en verano escardan, en otoño cosechan, en invierno


almacenan; van a talar para calentarse luego, sirven a las autoridades, laboran en las
prestaciones que se les exigen. En primavera no pueden librarse del viento y del polvo,
en verano no pueden librarse del calor y del sol; no pueden librarse en otoño del mal
tiempo y de la lluvia; en invierno no pueden librarse del frío y de la helada; en las cuatro
estaciones no gozan de un solo día de descanso, y eso, prescindiendo de sus cosas
privadas: acompañan a los que parten, van en busca de los que llegan, dan el pésame a
los parientes de los muertos, se preocupan por saber de los enfermos, alimentan a los
huérfanos y educan a los niños.
Especialmente angustiosa era la situación de los pueblos sobrepoblados. En la
época de los T ’ang, cada campesino recibía teóricamente al llegar a la edad adulta una
concesión vitalicia de tierras a la que venía a añadirse otra hereditaria de campos
plantados de moreras y otros árboles.

Los latifundios. También bajo los T’ang se acentuó el proceso de formación de


los latifundios. Hasta entonces los emperadores habían acostumbrado a oponerse a ellos.
En principio solamente los funcionarios tenían derecho a propiedades inmobiliarias: se
las daba el emperador o, más corrientemente, se limitaba a autorizarles la compra de ellas.
Luego estos bienes quedaban en manos de sus descendientes. Las familias conservaban
registros que recordaban los títulos de dominio. Según un autor de aquella misma época,
las familias de propietarios no representaban más del 4 o 5 por ciento de la población,
habiéndose convertido el resto en trabajadores agrícolas.

Orígenes de la artesanía. Las leyendas chinas, que atribuyen orígenes remotos


y míticos a la agricultura, hacen lo propio con la artesanía. De hecho son muchas las
razones que nos inducen a pensar que el trabajo artesano tiene una honda y remotísima
tradición en China. Pero la principal aportación antigua al fomento de la artesanía se
remonta a la unificación del país bajo los Han, con la creación de toda una red de canales
y de carreteras, inspirada por los emperadores de esta dinastía, y gracias a los que se
desarrolló notablemente el tráfico de productos artesanos. Ciertas industrias tenían un
carácter familiar. Tal era el carácter de todas las que tenían que proveer al campesino de
los objetos de primera necesidad para él. Las mujeres se convirtieron muy pronto en
tejedoras. Algunas de estas técnicas campesinas, como la cestería, han llegado a un grado
increíble de perfeccionamiento.

Salineros y mineros. Pero había otras industrias que la ubicación de la


correspondiente materia prima fijaba en los puntos exigidos por la naturaleza. Los chinos
no supieron utilizar la sal gema, pero sí supieron sacar el mejor partido posible de la sal
marina y de la que proporcionaban las aguas interiores. Es bajo el mando de los T’ang
que las ciudades, anteriormente centros estrictamente administrativos y militares, se
desarrollan con una gran expansión comercial unida a la de la artesanía urbana.

Las técnicas de la artesanía. Las técnicas de los artesanos chinos, mediante la


mejora y la transmisión de procedimientos más o menos secretos, debieron llegar a un
grado intenso de perfección. Los artesanos chinos fabricaban admirables lacas, mediante
un líquido viscoso cuyo contacto y cuyas emanaciones eran terriblemente peligrosos
durante el proceso de elaboración.

El trabajo de la seda. Aquí tenemos otro de los trabajos de los chinos que el
Islam, Bizancio, y luego Europa, admirarían primero e imitarían después. Requiere una
sucesión de operaciones de las que no hay una sola que no necesite de la más precisa
minucia: verdadera transferencia a otro ámbito de una paciencia aprendida por
generaciones de campesinos.

Ya en tiempos de los Han exportaba China sus sedas. Llegaban al mundo romano
en el siglo I antes de J. C. y empezó a fabricarse el tejido de seda en Egipto y en Siria a
base de la seda cruda que llegaba de China. Veremos cómo en el siglo vi el Imperio
bizantino logró elaborar su propia seda. No obstante, durante siglos aún, China seguiría
siendo la principal abastecedora en seda de los países mediterráneos y europeos en
general.

Pólvora y libros. A China debe atribuirse también la paternidad de múltiples


inventos que Europa desconocía todavía entonces y en cuya realización europea pesa
hasta cierto punto la influencia china. Hacia mediados del siglo xi, una obra china
proporciona una receta para la fabricación de una pólvora, a decir verdad más incendiaria
que explosiva, a base de salitre. Las investigaciones iban a brindar al poco tiempo mezclas
explosivas que los ejércitos chinos utilizarían a guisa de granadas. Los tubos de bambú
cargados de pólvora autorizaban también a lanzar proyectiles. Conviene recordar que el
cañón hubiera sido inconcebible sin una técnica depurada de la fundición del hierro, que
China dominaba por aquellas fechas.

El comercio: problema de los transportes. El desarrollo normal del comercio


llevaba siglos obstaculizado en China por los más heteróclitos motivos. El primero y el
mayor quizás fuera la inmensa extensión del país, con un relieve atormentado en ciertas
regiones y demasiadas veces inundado en otras. La construcción de carreteras y canales
fue la preocupación constante de los emperadores, desde los Han. Che-Huang-ti tenía
puesta la mente en objetivos políticos y militares y en la garantía de un abastecimiento
continuo de la población. Sin embargo, el comercio privado había de beneficiarse
ampliamente de tan inmensos trabajos, inconcebibles sin que se recurriera con gran
frecuencia a las servidumbres obligatorias a que estaban sometidos los campesinos.
El gran canal. Mucho tiempo después, a finales del siglo vi después de Cristo, el
emperador Yang mandó también abrir el Gran Canal, que une el río Amarillo al Yang-tsé
Kiang. Según un autor hostil al emperador, su origen se debe a una niebla aparecida en el
sudoeste que preludiaba un peligro para el soberano de esta región. Todos los hombres
mayores de 15 años fueron requisados para prestar servicios en su construcción, bajo
apercibimiento de terribles castigos; cada grupo de cinco familias tenía que proporcionar
además un viejo, una mujer o un niño que tendría a su cargo el avituallamiento de los
trabajadores.

Vías acuáticas y terrestres. Las vías acuáticas habían de seguir siendo las más
transitadas en China. Los chinos habían aprendido desde la época de los Han el uso de la
litera y mejorado ligeramente el sistema de enganche de los caballos, aunque estas
ventajas sufrían en cuanto al transporte terrestre de la notable merma implicada por la
escasez de la ganadería.

La moneda. Otra fuente de problemas: la moneda. Los problemas planteados por


la situación monetaria reaparecen como un leit-motiv bajo todas y cada una de las
dinastías. Más de una vez, seda y otros objetos se convierten en monedas supletorias.
Además, el transporte de los metales destinados a ser acuñados, y el de las monedas luego,
resulta a veces peligroso y molesto en tan largos trayectos en los que la seguridad no
siempre es norma. Moneda fiduciaria y sistema de cheques tenían sin embargo un amplio
porvenir y resolvían gran parte de los problemas planteados por la situación monetaria.

La « última de las profesiones». Trababa el desarrollo del comercio, era el


desdén social hacia la «última de las profesiones», apelativo con que se calificaba la
actividad mercantil bajo los Han. El Estado chino no tardó mucho en prohibir a los
mercaderes que «encadenasen para su uso egoísta las riquezas de las montañas y de los
mares en vistas a hacer fortuna... y a subyugar al pueblo pobre». Con este fin, los Han
instituyeron el monopolio de la fabricación y de la venta del hierro y de la sal. Crearon
una empresa pública de transportes que había de encaminar los productos más necesarios
hacia las regiones menos provistas y autárquicas, igualando de este modo los mercados e
impidiendo la especulación.

Impuestos y trabas. Los impuestos que gravaban el comercio resultaban


especialmente onerosos. Al principio, los propios comerciantes habían estimulado a los
emperadores Han a que los instituyesen, ya que el impuesto venía sellado con la tradición
de ser un a modo de homenaje, que atribuía nobleza. Esperaban que de este modo el
comercio dejaría de ser considerado como profesión infamante. Los derechos
arancelarios, las exacciones en los mercados fueron creciendo, y recaían sobre todos los
productos con enfermiza minucia. Pero no se logró la deseada elevación del prestigio. En
las ciudades amuralladas, las más de las veces, tenían que permanecer en recintos
estrictamente delimitados y abandonar toda actividad profesional con la puesta del sol.

Emancipación del comercio. Pese a tanta traba, el comercio interior chino no


tenía más camino que el de ir adelante, a escala de tan inmenso país, de tan considerables
masas humanas y de las necesidades creadas allí por las condiciones naturales y las
irregularidades del clima. La era de los Han es también el primer período de auge
comercial en China. Con los T’ang, nuevo impulso y nuevos progresos: los comerciantes
fueron autorizados para la adquisición de tierras y su poder se incrementó notablemente
en China. Por fin, los Song redujeron mucho los impuestos sobre la actividad mercantil y
se alzaron la mayoría de las restricciones que padecía el comercio. Fue ésta una era de
aumento y de especialización de la producción en diversas provincias.

Los comerciantes chinos. Desde los T'ang los comerciantes chinos iban
clasificados en categorías bien definidas. Primero, había los tso-t Venían luego los k’o-
chang, o comerciantes forasteros, que van de una plaza a otra. Después, entre mercaderes
sedentarios e itinerantes, tenemos a los ya-jen, intermediarios obligatorios. Relacionados
con sus asociaciones, están los hoteles y las tiendas, donde los k’o-chang se aposentan y
depositan sus productos. La variedad monetaria y la expansión de billetes y cheques
explican el importante papel desempeñado por los kjn-yin-p’u (agentes de cambio, de
actividad limitada a la esfera local) y los kiao-yin-p’u (banqueros).

Relaciones con el exterior. El comercio interior acaparaba la parte fundamental


de la actividad comercial china. Lo que no empece a que China fuese trabando relaciones
con diversos países del exterior. En el siglo iv, mientras el budismo se expandía por
China, se estrecharon los lazos con la India. Luego, el mundo musulmán, creado por la
conquista árabe, había de conservar relaciones mantenidas con China: se debían sobre
todo a mercaderes musulmanes y judíos llegados por mar y que frecuentaban China
meridional, Cantón sobre todo. Traían artículos de lujo que trocaban contra tejidos de
seda. Pero también llegaban al golfo Pérsico embarcaciones chinas.
Colonias permanentes de mercaderes extranjeros. Estas relaciones llevaron a
los emperadores T'ang a elaborar una política harto más liberal que la del antiguo Imperio
romano, prolongada en Bizancio. El Estado asumía la custodia de las mercancías
depositadas en sus almacenes y garantizaba su buena conservación por un período de seis
meses. La contrapartida consistía en los altos aranceles que se cobraban a los extranjeros,
pero en ningún otro punto del orbe existía mayor libertad comercial.

Funcionarios y letrados. Bajo los Han se había fraguado un ideal de cultura


tendente a disciplinar la nobleza militar. Pero era una sabiduría que había que aprender
en los libros: los secretos los revelaban Confucio y los grandes clásicos. El examen final
certificaba que «comprendían las razones de las cosas y que sabían clasificarlas por
categorías». Todo lo cual había de permanecer ampliamente a la base misma de la cultura
china. La meta era la de sustituir en el gobierno a la nobleza hereditaria, intrigante y
peligrosa, por hombres nuevos designados según sus méritos. Se dictaron las normas de
un conjunto de exámenes sucesivos que conducían paulatinamente al desempeño de las
funciones más altas de la administración. Los primeros exámenes que recaían sobre
cuestiones predominantemente técnicas (matemáticas, derecho, historia, caligrafía...)
daban la entrada a los puestos subalternos en los gobiernos locales. Seguía el estudio de
los clásicos confucianos.

En los orígenes del mandarinado. El lector se habrá percatado del carácter


relativamente desinteresado de esta cultura exigida a los servidores del Estado. Hasta
algunos emperadores Han consideraron particularmente que las obras técnicas eran lo
más importante y lo que más merecía ser conservado, en tanto que los conocimientos
literarios no presentaban ni de lejos la misma utilidad. Tal punto de vista no iba sin
embargo a prevalecer. El sistema del mandarinado iba, durante siglos, a demostrar
palmariamente sus defectos.

Régimen de trabajo: la esclavitud. Se plantea la cuestión: ¿era esclavista aquella


civilización china? La fortuna del Estado se basa «en una explotación moderada de todo
el pueblo antes que en la desalmada de una minoría» Para todas las grandes obras, la
colonización, la construcción de murallas y carreteras, para abrir los canales..., acude al
sistema de las prestaciones forzosas, que son deber esencialísimo de los súbditos. La
extraordinaria densidad de la población china, su disciplinada resignación ante las tareas
colectivas (cuya necesidad le habían demostrado los propios orígenes de su civilización)
hicieron innecesario acudir al expediente de esclavitud.
Los gremios. Tenemos que añadir una, siquiera breve, alusión a las asociaciones
profesionales designadas con el nombre genérico de hang (es decir, línea, serie, grupo).
La existencia de estos hang tiene seguramente acreditada antigüedad, aunque no pueda
decirse a ciencia cierta cuál fue su origen: algunos gremios coreanos datan a lo más tarde
del siglo ix de nuestra Era, y sus constituciones internas proclaman a voces su inspiración
en un modelo chino.

Europa medieval, pero hay un rasgo fundamental que los separa de ellas. En
Europa, corporaciones y gremios resultarán pronto capaces de obtener y detentar poderes,
franquicias y privilegios, y hasta suya es la autoría de ciertas constituciones urbanas. En
China cada gremio es dirigido por un puñado de mercaderes importantes y solamente
mediante dádivas y alianzas logran conquistar a los funcionarios locales; pero éstos se
guardan muy bien de conceder cartas o acuerdos escritos, y en ningún caso logran los
trabajadores de la base que se les oiga.

Conclusión. Detrás de todos los aspectos apuntados del trabajo chino, .se ocultan
siempre los mismos fenómenos cardinales: la inmensidad del país, la dificultad de
integrarlo en un conjunto orgánico, y al propio tiempo la sorprendente fuerza de cohesión
de una civilización fundamentada en el derroche del trabajo humano. De donde se deduce
la tan peculiar fisonomía de esta agricultura que acumula hombres y trabajos sobre un
suelo en gran parte a ellos debido. De donde, también, las trabas que tiene que vencer el
comercio para llevar adelante su expansión. De donde, por fin, una hipertrofia frecuente
del Estado

Es probable que la agricultura china no brindase las mismas oportunidades para


que se la «revolucionase» que la de nuestros países europeos. Por otra parte, los balbuceos
capitalistas se oyeron ya en China, especialmente en la época de los Song y, después de
la conquista mogol, bajo los Ming; pero cada vez fueron silenciados por una burocracia
dueña de la tierra, del poder político y de la ortodoxia ideológica. Constatación que
hacemos, conscientes a pesar suyo, de que con ello nos limitamos a aplazar la explicación.
MAYAS, AZTECAS E INCAS EN LA AMÉRICA PRECOLOMBINA

La conquista europea incidió desde el siglo xvi y viene a ser un corte tajante entre
un pasado brutalmente interrumpido y una dinámica nueva, que por otra parte no borra
por completo algunos pocos rasgos. La primera había rebasado su edad de oro mucho
antes de la llegada de los europeos: se trata de la de los mayas. En cambio, aztecas
mexicanos e incas peruanos estaban en pleno apogeo: los testimonios arqueológicos
vienen en este caso complementados por la estampa que nos han dejado los
conquistadores de aquellas sociedades llenas de vitalidad.

El Área maya. La ubicación de los mayas debe situarse al sudeste de México, en


Guatemala y parte de lo que hoy es Honduras. Atravesando América Central, comprende
zonas geográficas diferentes: altas montañas recortadas, volcánicas, con valles
encajonados y fértiles; mesetas ondulantes, cubiertas de selva tropical; tierras bajas,
calcáreas y áridas, en el Yucatán.

El momento en que más alta está la vida maya en su ciclo de civilización oscila
sin duda entre los siglos VII y VIII de nuestra Era. Llegan luego los influjos exteriores y
las rencillas por la hegemonía que traen lentamente la decadencia de la cultura maya.

Una civilización de la piedra pulida. Rasgo fundamental de la civilización maya


es su casi absoluto desconocimiento de los metales. Pero los mayas no llegaron más allá
de la extracción de algún oro de los ríos y la explotación de unos pocos yacimientos de
cobre: y aun esto aconteció muy tarde, cuando ya se dejaban notar influencias exteriores.
Los adornos, de metal que engalanan algunas tumbas fueron importados. También
utilizaban hachas de piedra pulida, y bastones de madera endurecidos a la llama. Es
realmente notable que hubiesen podido con tan limitado instrumental talar las mesetas
forestales, construir tan soberbios monumentos, elaborar objetos de calidad sumamente
rebuscada.

Ausencia de ganadería. Nuevo handicap de la civilización maya: no supo


dedicarse a la ganadería con sistema, ni tampoco a la cría de animales en general. Todo
lo más que llegaron a tener fue el pavo doméstico, y una explotación relativamente
racional de las colmenas abejeras. Así que su alimento era esencialmente vegetariano.
También carecían, por supuesto, de la tracción animal, tan útil en las obras. En tales
condiciones, no extraña demasiado que desconociesen la rueda.
El trabajo agrícola. La agricultura maya tiene como producto de base al maíz,
situado aquí en su zona de cultivo primitiva. También puede atribuirse a los mayas, y con
mayor seguridad, la primeriza explotación doméstica de varias plantas salvajes, como el
cacao, que se daba, sobre todo en las tierras altas, el papayo y el aguacate, cuyos frutos
son particularmente nutritivos. En la mayor parte del país maya el cultivo debía hacerse
por el procedimiento del artiga. Durante la estación seca una parte de los bosques eran
incendiados, y limpiados de raíces y troncos cortados a media altura. En Yucatán, mucho
más seco, el problema era inverso: había que regar. Lo que se lograba mediante pozos
naturales en los que se acumulaba el agua de las lluvias. Razón de más para que fuesen
esperadas con impaciencia doblada de ansiedad.

La artesanía. Parte de los objetos fabricados por los mayas no han llegado hasta
nosotros. Bien es cierto, sin embargo, que las maravillosas pinturas murales halladas en
algunos templos, como en el de Bonampak, nos dan una idea cabal de lo que eran: tejidos
de algodón con trazados variados; indumentaria y tocados de plumas, entre las cuales las
del quetzal, ave de alta montaña particularmente rebuscada; cestería, etc.

Las obras públicas. Quien hoy visita las poderosas ciudades construidas por los
antiguos mayas queda embelesado; son pocos los monumentos de aquella civilización,
que se contaban a cientos, que hayan sido restaurados y estudiados. Los mayas no se
limitaban al amontonamiento de piedras. La calzada se componía de bloques de piedra
hundidos en cemento y cubiertos de una capa de revoque hoy desaparecida. Su
conservación relativamente buena, incluso en las zonas pantanosas, comprueba el cuidado
puesto en su realización.

El comercio. No se sabe muy bien quién practicaba el comercio. La presencia de


objetos alejados de su país de origen demuestra sin embargo que existía. Se cree que los
granos de cacao hacían las veces de moneda.

Trabajo y religión. El maya podía, por supuesto, subsistir mediante su trabajo;


pero buena parte de él parece dedicado a tareas que van mucho más allá que las
preocupaciones materiales inmediatas. La religión maya, en lo más hondo de su esencia,
es una religión campesina: las preocupaciones y alegrías ligadas al trabajo cotidiano son
proyectadas al mundo divino. En ningún otro punto del universo estuvo el maíz rodeado
de tanta reverencia teñida de agradecimiento y afecto.
Trabajo intelectual y religión. Pero nadie dirá que la religión maya sea una
religión vulgar. Va unida a un notable conjunto de reflexiones en torno al paso del tiempo
y de observaciones cosmológicas. La disposición de los monumentos y la dirección de
las carreteras parecen estrechamente relacionadas con las últimas. Pero todo ello supone
también la existencia de una clase sacerdotal numerosa provista de establecimientos de
observación y de enseñanza: superestructuras impensables de no haber producido el
campesino maya bastante para alimentar a aquellos sus intercesores ante los dioses. En
eso consistía probablemente la importancia del benéfico maíz, de un rendimiento elevado
pese a condiciones de cultivo mediocres. Bien podía el campesino maya rendirle ese culto
que a tan magníficas realizaciones conducía, en el orden de la reflexión lo mismo que en
el de la arquitectura.

Los aztecas: geografía y cronología. En las altas tierras de México Central,


cerradas por ingentes macizos volcánicos, horadadas por valles y lagos, y por tanto muy
jaqueladas, el clima es templado y sano. Pero el suelo es pobre muchas veces y las lluvias
insuficientes. El Imperio azteca se presentaba entonces como una brillante construcción
política y militar en plena expansión, fundada en estructuras campesinas mucho más
antiguas.

Los trabajos agrícolas. La existencia de superficies pobres y secas, lo


rudimentario del utillaje, la ausencia casi total de la cría doméstica, empujaban a los
indios a no utilizar más que las zonas de mayor fertilidad y mejor regadas, valles y
cuencas, o laderas favorecidas, donde se agrupaban en conjuntos de densidad relativa.
Poco sabemos de las técnicas agrícolas, y en general de la vida, del maceualli, el
campesino corriente. Las artes, la literatura no tocan el tema más que de refilón. También
aquí tenemos que imaginar las tareas llevadas a cabo con un utillaje primitivo, el bastón
para cavar y la azada; pero también hay lugares en que el riego autorizaba dos cosechas
de maíz al año. Heces humanas y basuras caseras eran utilizadas para abonar las tierras.

El «calpulli» y las tierras. La célula de base de la sociedad era el calpulli, grupo


familiar al principio, que había tomado un carácter predominantemente territorial. A su
frente estaba un anciano, y el calpulli tenía una misión común en la que todos se reunían
con motivo de las fiestas. En los países conquistados, los aztecas se habían atribuido
también tierras cultivadas por el pueblo.
Funcionarios, sacerdotes y guerreros. De esta forma surgen las pesadas
superestructuras impuestas por el Estado azteca a aquellas poblaciones campesinas que
las han de mantener a copia de trabajo y de privaciones. El soberano distribuía a sus
funcionarios trajes, telas y víveres financiados con los impuestos. También les adjudicaba
tierras trabajadas en su beneficio por plebeyos o esclavos. Los sacerdotes interrogaban a
los dioses (pero la cosmología azteca distaba mucho de igualar a la de los mayas) y
ofrendaban los sacrificios humanos que en todo momento nutrían el Sol y evitaban que
se detuviese en su trayecto bienhechor. Los guerreros eran quienes traían las víctimas
destinadas a tales sacrificios. La cohesión interior del imperio y de la vida de su inmensa
capital, era cosa confiada a los funcionarios.

Los artesanos y su trabajo. Aquí aparece con más relieve que en otros lugares
una categoría bien definida de artesanos. No cabe duda de que buena parte del trabajo
industrial se realizaba en el domicilio del campesino que contribuía de este modo a cubrir
sus necesidades. Pero la aristocracia necesitaba de objetos más lujosos y más refinados.
Y la vida de una capital de tales dimensiones también tiene sus imperativos. Grupos
especiales de artesanos que vivían en algunos barrios de la capital configuraban en ella
sus a modo de corporaciones. Lo mismo que con los mayas, encontramos aquí técnicas
muy desarrolladas en el trabajo de la piedra y la cerámica. Pero habían llegado más allá
en la utilización de los metales. Los artesanos del Imperio azteca elaboraron joyas y
adornos de oro, de plata, de cobre y hasta de bronce. Una inverosímil habilidad
compensaba la mediocridad de su utillaje.

Los comerciantes. Más notable aún es la existencia de otra categoría social, la de


los comerciantes, los pochteca. No todos los mejicanos que tomaban parte en los
mercados tan numerosos y animados podían calificarse de pochteca. Quedaban excluidos
los campesinos que vendían sus excedentes, los pescadores y pequeños comerciantes.
Este ascenso social de los mercaderes era pues en la sociedad azteca un fenómeno en
dinámica ascensional, aunque también todavía sin consolidar. El pochtecatl tenía que
guardarse de alardear de su riqueza salvo en raras oportunidades, como la que se le
brindaba cuando ofrecía un banquete a sus colegas. Si no, el soberano encontraba algún
pretexto para despojarle y distribuir sus bienes a viejos milites.

La esclavitud. Un cuadro de la sociedad azteca no puede prescindir de la categoría


inferior, de hecho bastante heterogénea, la de los tlatlacotín. Pertenecientes a un amo,
corresponden en cierta medida a nuestros esclavos, pero no sería del todo exacto transferir
aquí nuestra noción de la esclavitud. La división de las tareas, la diversidad social, más
fuertes aquí que en cualquier otra civilización de la América precolombina, son
probablemente los rasgos que mayormente llaman nuestra atención en este Imperio
azteca.

Los incas: marco de vida. Nos trasladaremos ahora a los altiplanos interandinos
de América del Sur, desde Ecuador a Bolivia, pasando por el actual Perú en su conjunto.
Zona ruda e impresionante como ninguna. De hecho, los incas habían sistematizado las
prácticas colectivas sin las que el mantenimiento de un Estado relativamente civilizado
hubiera resultado difícilmente concebible en un medio como aquél.

Plantas y animales domésticos. El cultivador andino ha sabido domesticar cierto


número de plantas, reducido pero de alto valor nutritivo. Todas estas plantas se
acomodaban a climas duros y suelos pobres. En los valles más tibios, el abanico agrícola
se abría a plantas más exigentes. También eran objeto de interés otras plantas meseteñas,
por sus variadas utilidades: la hierba salvaje daba el forraje y también el pajizo para las
techumbres. El ágave también había llegado a estas latitudes. Asimismo había toda suerte
de plantas tintoreras; el jugo del algarrobo proporcionaba una goma de lo más útil. La cría
de animales domésticos había llegado aquí a un punto de desarrollo más elevado que en
la mayoría de los demás pueblos americanos. Hacía siglos que el hombre había
domesticado la llama. Era una compañera para el campesino y la quería y cuidaba tanto
como a los miembros de su familia.

Técnicas agrícolas. Sorprende en la técnica agrícola una curiosa mezcla de


perfeccionamiento y de rasgos primitivos. Mucho antes que los incas, habían emprendido
los campesinos andinos la preparación de las laderas, a menudo abruptas, en las que se
proponían cultivar. Los campesinos andinos sabían también abonar los campos con el
estiércol de la llama y cuando no, con el guano de los pájaros y con las cabezas de algunos
pescados, en la costa. La mujer quitaba las piedras y rompía los terrones. A falta de
tracción animal, el campesino no podía pasar siquiera al arado sin parte delantera en su
forma más primitiva.

El calendario agrícola. Salvo durante los dos meses usualmente más lluviosos
del año, noviembre y diciembre, durante los que la humedad confinaba las familias en sus
chozas primitivas, donde venían a cobijarse con ellas los animales domésticos de su
propiedad, los trabajos agrícolas se sucedían sin interrupción durante todo el año. El indio,
convencido como estaba que andaba rodeado de fuerzas temibles y malhechoras, unía a
sus prácticas agrícolas otras de índole mágica. Antes de cavar el suelo, le ofrecía
libaciones de chicha. El propio soberano inca y toda su familia se entregaban plena y
absolutamente a un ceremonioso cultivo de las tierras dedicadas al Sol. En tales casos,
practicaban los trabajos campesinos con atuendos de gala. Era su modo de ejemplificar
cómo, por su trabajo, y mediando la ayuda de dioses y demonios, el hombre logra vencer
a un suelo rebelde.

Otros trabajos: la pesca. La inmensa mayoría de los indios eran agricultores.


Pero no en vano había lagos, entre los cuales el más célebre es sin duda el Titicaca, al sur
del Perú actual; lagos y un ancho océano que incitaban a la pesca, sobre todo con la
escasez de la carne en el alimento, que realzaba el valor nutritivo del pescado. A orillas
del Titicaca y del Pacífico, existían pueblos de pescadores, que utilizaban barcas
construidas a base de gavillas de caña anudadas.

La artesanía. En aquellas regiones había abundantes minerales que estaban a flor


de tierra y podían por tanto extraerse mediante técnicas muy rudimentarias: el oro y la
plata (a los que debe añadirse el platino de las zonas costeras ecuatorianas); el cobre; y
por fin el plomo. Resulta difícil determinar a ciencia cierta en qué medida estos objetos
se debían a artesanos especializados y en qué medida les dedicaban los campesinos las
horas que les dejaban libres las tareas agrícolas. De cualquier modo, las mujeres eran
parte importante en el asunto. Cuando se desplazaban, si es que el transporte de un niño
o de un poco de comida les dejaba libres las manos, no perdían la oportunidad de hilar
andando.

Un comercio débil. Aunque el Imperio inca estuviese integrado por regiones


naturales varias y aunque algunas de ellas se hubiesen especializado en productos
artesanos muy concretos, el comercio era singularmente débil. Tampoco había
mercaderes de profesión. Ni había de buscarse allí moneda: cuando el trueque necesitaba
de complemento, lo proporcionaban pequeñas hachas de cobre o conchas.

Las carreteras. La parquedad de los intercambios no se debía ciertamente a


dificultades en las comunicaciones. En las mesetas, la calzada estaba compuesta de una
mezcla muy resistente de arcilla, guijarros y hojas de maíz. Los pasos de agua se
franqueaban mediante puentes colgantes de lianas y cañas trenzadas. Llegamos en este
punto a ese socialismo que era el rasgo más llamativo del Estado inca: la propiedad no es
individual; todo hombre tiene que poner en todo momento sus fuerzas a disposición de
los trabajos colectivos; el Estado organiza la economía, la previsión y la asistencia social.

El régimen de las tierras. Con la salvedad de unos cuantos miembros de la


aristocracia, la propiedad individual de las tierras no existía en el Imperio inca. Cada vez
que nacía un hijo, se agregaba un tupu suplementario y por una hija se incrementaba de
medio tupu. Para llevar la cuenta de estos cambios, los dirigentes procedían todos los años
a una revisión del reparto. Cada cual cultivaba su tierra y era dueño y señor de los frutos.
No podía, sin embargo, considerarse como el propietario del suelo porque si lo dejaba dos
años sin cultivar se le retiraba seguramente la atribución que se le hiciera.

Obras colectivas. Cuando crecía la población, podía acontecer que el terruño


resultase insuficiente, y entonces había que acrecentarlo mediante el desmonte y la puesta
en condiciones de nuevas terrazas. También se explotaban de este modo las tierras de
enfermos, viejos, lisiados y huérfanos de toda la comunidad. Añádase el mantenimiento
de carreteras y puentes y de los canales de riego, la participación en el servicio de
comunicaciones, la construcción de templos, palacios y fortalezas. La mita, en cambio,
era el impuesto en trabajo exigido por el Estado para las labores que debían realizarse a
su servicio. Para la ejecución de estas tareas había que mantener al día listas de
trabajadores.

El reclutamiento de la mano de obra. Así que toda la población era registrada


por los dirigentes, los hombres eran repartidos en diez categorías: los niños de cuna; los
niños que juegan (de 1 a 5 años), y que andan (de 5 a 9 años), empleados ya en tareas
accesorias; de 9 a 12 años, quienes tenían por misión espantar los pájaros en los campos
de maíz; de 12 a 18 años, que conducían las llamas o trabajaban como aprendices
manuales; desde los 18 hasta los 25 años ayudaban a sus parientes en todos los trabajos;
desde los 25 hasta los 50 años, se era adulto, estando por tanto enteramente sometido a
las condiciones de la conscripción; de los 50 hasta los 60 años el hombre, mayor ya,
prestaba todavía algunos servicios; después de los 60 años, el «viejo adormecido» podía
a lo sumo prodigar consejos. Existía una décima categoría, de los incapaces, es decir,
enfermos, tullidos. En cuanto a las mujeres, había una división análoga a la anterior. El
resto aguardaba a que una catástrofe, cataclismo, terremoto, hambre o invasión,
requiriesen una distribución excepcional a beneficio de las víctimas: de este modo
quedaba organizada la previsión social tanto como la asistencia.
La estadística de los «quipus». Toda esta organización requería cuentas al día:
estadísticas de los trabajadores disponibles, de tierras por distribuir, de los trabajos
colectivos, de los más diversos almacenes. El manejo de estos quipus implicaba, por
supuesto, un adiestramiento -especial. La administración contaba con gran número de
funcionarios, secretarios y «custodios de los quipus», especializados en general en un tipo
determinado de quipus, fueran económicos, militares.

Conclusión acerca de los incas. Este régimen tan notable era reciente cuando los
españoles emprendieron la conquista del Perú. La tradición lo atribuía a soberanos del
siglo xv, primordialmente a Pachacutec. Es probable que de no haber sido por incidencias
del exterior, hubiera evolucionado. La existencia de algunas propiedades privadas en
manos de los aristócratas podría ser el síntoma de una evolución hacia la privatización...
No se sabe. Por otra parte, este régimen respondía realmente a tendencias profundas y
remotas de los indios, las cuales se habían limitado a sistematizar. No se ha dejado de
denunciar con cierta reiteración la rigidez, la tiranía y el despilfarro inherentes a este
asocialismo de los incas».

CAPITULO II

PERSISTENCIA DE LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS

Las invasiones. Llegó un tiempo en que el Imperio, debilitado por dentro, ya no


estuvo en condiciones de enfrentarse con aquellos «bárbaros». En los siglos m y iv,
todavía se mostró capaz de controlar su infiltración, de instalar pueblos enteros en sus
provincias fronterizas, y de hacer que sus guerreros luchasen bajo las águilas romanas.
Pero hacía tiempo que Roma ya no era tal Roma. En el año 324 el emperador Constantino
había mudado la capitalidad imperial a Constantinopla. Y es desde Constantinopla,
amparado tras la doble protección de sus recintos amurallados y del mar, que los sucesores
de Constantino prosiguen la defensa y el gobierno del Imperio por ellos considerado como
el camino conducente a la «Ciudad de Dios» óptica que permanecería invariable hasta el
derrumbe definitivo de 1453.

La fuerza de las tradiciones. Mundo nuevo: el del Islam. Mundo tradicional: el


Imperio romano. Más allá de la diversidad de las fórmulas, se impone la perpetuidad de
las realidades. Reducido a unos jirones sueltos del mundo helenístico, el Imperio romano
se convierte en «bizantino». Pequeña minoría de conquistadores perdidos entre tanta
conquista suya, los árabes experimentan intensamente el influjo de las civilizaciones de
las que se consagran herederos. Mientras da comienzo en Occidente una aventura que
andará buscándose a sí misma hasta las grandes revoluciones industriales, los trabajos
acostumbrados siguen su ritmo habitual en casi todas las regiones del viejo mundo
mediterráneo.

BIZANCIO

Una documentación paupérrima. Sería preciso, para una descripción exacta del
trabajo en el mundo bizantino, disponer de una documentación más abundante que en
todos los demás casos vistos y por estudiar. Depositada de las tradiciones del Imperio
romano, la administración bizantina ha sido más activa y más amante de papeles y
expedientes que cualquier otra en la Edad Media. Pero de las toneladas de papiro y
pergamino ennegrecidos por la letra de sus escribas, todo cuanto nos legó la incidencia
combinada de la incuria secular y de las destrucciones, desapareció en la catástrofe
terminal del Imperio.

Quedan los textos jurídicos, pero no siempre sabemos a qué época concreta
corresponden y nunca conocemos en qué medida fueron vigentes en la práctica. Es decir,
hemos de proceder por toques livianos que dejarán, muy a nuestro pesar por cierto,
amplias superficies de nuestro cuadro sin rellenar.

Las tareas campesinas. Las menos referidas son las estampas relativas a la vida
rural. Sin embargo, una vez despojado el Imperio por la conquista árabe de su tradicional
granero de trigo, Egipto, no hubo más remedio, si es que se quería abastecer las ciudades,
y la capital principalmente, que llevar a cabo un titánico esfuerzo para preparar las tierras
y valorizarlas. Todo conspira a hacernos pensar que el incremento de la producción
agrícola se logró más por un desarrollo de la población y de las superficies cultivadas que
por la introducción de nuevas técnicas.

Lo más importante eran el cuidado, la paciencia incansable, que debían ponerse


en el cultivo de jardines y vergeles, siempre amenazados por la sequía. Lo más importante
era también el desarrollo de la cría animal: ovejas y cerdos que apacentaban libremente;
caballos numerosísimos en las fincas imperiales, afectados al servicio de remonta de la
caballería bizantina; muías, burros, cabras... Los bueyes y las vacas escaseaban más, ya
que la hierba crece demasiado corta en la mayoría de los pastos de Asia Menor.
Los pueblos. Veamos los marcos sociales en que tenían lugar las tareas
campesinas. Eran muchos los pueblos, de casas hacinadas en general, compuestos por
pequeños propietarios libres, a los que unía una estrecha solidaridad frente al fisco que
los consideraba como responsables colectivamente del pago del impuesto asignado al
jorion vocablo que designa el pueblo.

...y los latifundios. Pero también había, ya lo anunciamos, inmensas fincas en


manos de ricos propietarios. La «Vida de Filareto el Misericordioso» nos brinda un buen
ejemplo de ello, fechado el siglo vm. En la zona del río Amnias, que desemboca en el mar
Negro algo al este de Sínope, tenía 48 fincas, organizadas cada cual alrededor de un
manantial que garantizaba su riego.

Desgracias de los campesinos. No puede negarse la posibilidad de que algunos


terratenientes poderosos recurriesen a métodos paternalistas respecto a sus campesinos.
Pero en cualquier caso, Filareto no era una figura corriente.

Artesanos urbanos. Pero, más que de los campos, sin embargo tan necesarios
para su funcionamiento vital, la civilización bizantina nos ha legado una imagen clara de
sus ciudades. En los primeros siglos de la Edad Media el principal centro de estas
industrias de lujo fue Alejandría. Pero, lentamente, Constantinopla fue arrebatándole el
puesto. Lo que no impidió que el artesano árabe recogiera lo más valedero de sus
tradiciones.

Los monopolios estatales. En la capital imperial, Constantinopla, estaban


concentradas las industrias más importantes de Bizancio. Buena parte de ellas eran
monopolio estatal. Este monopolio se explica, pues, por razones de índole político. Otros
se deben a imperativos militares. El Estado conservaba el monopolio de la acuñación de
la moneda, y el de las minas necesarias para el abastecimiento de las fábricas de moneda,
pero cuyos productos eran también vendidos a las empresas privadas.

El « Libro del Gobernador». Conocemos bastante bien la vida de los artesanos-


tenderos de Constantinopla merced al «Libro del Gobernador». Así se denomina un libro
sin fecha que fue hallado en el siglo xix en la biblioteca de Ginebra, y que según una serie
de indicios que no hacen al caso podemos fechar a finales del siglo ix. Está dividido en
22 capítulos, en cada uno de los cuales se enumeran las normas que rigen un oficio o un
grupo de ellos.
También utilizaban los servicios de esclavos. Algunos esclavos podían llegar a
verse encomendada la gerencia de un taller o de una tienda en representación de su dueño:
era ésta una de las pocas inversiones posibles en la industria constantinopolitana, tan
angostamente regulada, y tan ajena a toda mentalidad capitalista.

El mar y los comercios. La artesanía y el comercio de abastecimiento urbano se


diferenciaban por lo tanto bastante mal. Pasamos sin transición marcada al mundo del
tráfico. Constantinopla era una gran ciudad mediterránea; buena porción de sus relaciones
tenían lugar por vía marítima; el dominio del mar era imprescindible para el buen
funcionamiento y la seguridad del Imperio.

Los funcionarios. Tradición romana también la del mantenimiento de un Estado


activo, fuerte, y burocrático. En la propia ciudad de Constantinopla, la administración
estaba repartida en unos 60 servicios directamente sometidos a la voluntad del emperador.
El conjunto de garantías de las que se beneficiaban sus funcionarios es un rasgo
«moderno» del Estado bizantino: pudo hablarse de un auténtico estatuto del funcionario
bizantino.

Utilidad de la instrucción. El trabajo al servicio del Estado era, pues, en


Bizancio, el factor primordial del ascenso social. Así que la historia bizantina nos relata
más de un caso en que padres previsores echaron el resto para garantizar buenos estudios
a sus hijos. La existencia de un amplio público culto acarreaba la abundancia de la
producción literaria. Y no eran solamente clérigos y monjes los responsables de la cultura,
como sería norma en Occidente durante tan largo tiempo. Emperadores hubo, y miembros
de sus familias, que no desdeñaron dedicar sus ratos de ocio a la redacción de obras de
todas clases.

EL ISLAM

Islam y sociedad. Un cortesano de los Abásidas de Bagdad, Al Fadel ben Yahya,


del que un geógrafo del siglo x nos transmite los dichos, clasificaba la sociedad en
términos que nos recuerdan bastante la descripción que de Bizancio acabamos de dar:
«Primero, los gobernantes ascendidos a tal función por sus méritos personales; luego, los
visires que se distinguen por su sabiduría y su inteligencia; en tercer lugar, las clases
superiores, ensalzadas por su fortuna, y, por fin, en cuarto lugar, las clases medias a las
que pertenecen los hombres que descuellan por su cultura. Lo demás es desecho inmundo,
torrente de espuma, vil bestialidad, que únicamente quiere comer y dormir.» Sin
embargo, el Islam ocupa un lugar importante en la obra actual. Cabe preguntarse si el
medio religioso ha marcado con su impronta las diversas modalidades del trabajo.
Mahoma pertenecía a una ciudad de caravanas, donde el comercio era un magnífico
negocio, y el Corán encierra una moral mercantil; pero el Profeta tenía ante todo la
preocupación de reprimir los abusos del lujo y de la avaricia, y la prohibición que dictó
contra el préstamo con interés pudo haber redundado en perjuicio del desarrollo
económico.

El riego. A esta prosperidad del mundo islámico, a la vida lujosa de las clases
superiores, cooperaban, naturalmente, trabajadores cuantiosos y diversos. Ante todo,
deben citarse en este contexto los campesinos: rasgo común a casi todo el mundo
musulmán era la escasez de lluvia, y el concurrente desarrollo del riego, hijo de un
imperativo vital. En Mesopotamia, ya que el Eufrates corre algo más alto que el Tigris,
bastaba con abrir entre ambos toda una red de canales; de este modo, el agua pasaba
naturalmente de uno a otro río, por entre frágiles diques de caña y de tierra que los
muhendis o ingenieros tenían que vigilar continuamente. La necesidad de una producción
abundante en países secos como éstos, generalizó pues complicados sistemas de riego que
no podían mantenerse en vida más que a merced de la paz y de una administración
vigilante. En Mesopotamia, ya que el Eufrates corre algo más alto que el Tigris, bastaba
con abrir entre ambos toda una red de canales; de este modo, el agua pasaba naturalmente
de uno a otro río, por entre frágiles diques de caña y de tierra que los muhendis o
ingenieros tenían que vigilar continuamente.

Nuevos cultivos. En este conjunto económico se verificó una expansión de


cultivos que al origen sólo eran conocidos en ciertas zonas. En el siglo ix, en el curso de
una fiesta dada en el palacio del califa en Samarra, se presentó una curiosidad de todo
punto inesperada, y extraordinaria: las naranjas y limones de la India. Al siguiente siglo,
el naranjo se aclimataba al suelo de Palestina. El arroz y la caña de azúcar fueron llevados
a regiones que antes los desconocían.

Los mineros. Vistos los cultivos que proporcionaban a la industria algunas de sus
materias primas. Pero no menor era el empeño puesto en la busca de productos minerales.
En todas partes, fue ésta una época de prospección o de reapertura de las antiguas minas
romanas. España recobró la fama y la actividad que tanto renombre le dieron en el Imperio
romano: sus minas de azogue, vecinas a Toledo, recibieron entonces el nombre de
Almadén (en árabe: la mina). Las tumbas de los faraones fueron violadas por los
buscadores de tesoros, organizados corporativamente, y que trabajaban en presencia de
un delegado del califa fatímida, haciéndole entrega para su amo de la quinta parte de lo
hallado.

El problema de la madera. Una de las materias que más faltaban en el mundo


musulmán era la madera y, sin embargo, era imprescindible en los arsenales egipcios,
sirios y tunecinos.

Los Pescadores de perlas. A campesinos, mineros, leñadores, unamos otros


profesionales, cuyo recuerdo es mucho menos importante, pero que rememoran el
carácter lujoso de toda una rama de la producción. La mayoría de las búsquedas se
realizaban en agosto y septiembre, época de tan agotadora actividad que los más de estos
desgraciados morían bastante jóvenes.

Artesanos y tenderos. El mundo musulmán era un mundo esencialmente urbano.


La vida ciudadana era aconsejada con vehemencia para un buen cumplimiento de los
deberes religiosos: sólo en las ciudades había mezquitas donde el musulmán podía tomar
parte en la oración pública del viernes; y tampoco había fuera de la vida urbana
establecimientos de baños propicios a las abluciones. La fundación de una ciudad
puntuaba siempre una conquista o un cambio dinástico.

Algunas especialidades. La artesanía de aquellas ciudades producía, con un


herramental bastante rudimentario, objetos que alcanzaban con frecuencia una alta
calidad y cuya tradición ha llegado hasta nuestros días. Nos ceñiremos a unos cuantos
ejemplos. Los tapices de Armenia eran los más conocidos, debido a la finura de sus lanas,
y al esplendor de su colorido; su rival más calificado era Ispahán, en Persia; Bukhara
conquistó una fama que aún tiene hoy: todos aquellos centros tejían sus marcas propias
en el borde del tapiz, para evitar imitaciones fraudulentas.

Un sistema precario de transportes. Resulta realmente asombroso que la


profesión de transportista sea tan dura y a veces esté expuesta a tantos riesgos. En tierra,
no hay carreteras, hablando propiamente, sino pistas vacilantes. El mundo árabe ignora
el coche con ruedas (hasta tal punto que, al recibir de los indios esta figura del ajedrez la
convierte en roca). El vehículo por excelencia es el camello, del que sabemos que no es
muy exigente. En cuanto a los mares, encierran sus propios peligros. En el Mediterráneo,
no van éstos más allá de la acrisolada tradición de abstenerse de navegar en invierno, y
acostumbrarse a la lentitud de los viajes. Pero el océano índico, con sus vientos
cambiantes, sus tempestades veraniegas, sus piratas, sus frágiles embarcaciones, más
pequeñas y sin clavos, resulta terriblemente peligroso.

El comercio con zonas alejadas. Sólo aquellos productos que encerraban, dentro
de reducidas dimensiones, un gran valor, podían atravesar centenares de kilómetros para
ir a amontonarse en los bazares donde, tras luengo regateo con su cliente, el comerciante,
estrechadas las manos, según la prescripción coránica, dispondría de la entrega del objeto.
El comercio con zonas alejadas no podía ser más que un comercio de lujo. En esta época
comenzaba la competencia proviniente de musulmanes, árabes meridionales y persas. En
Siraf, principal puerto del golfo Pérsico, los ricos comerciantes persas vivían en elevadas
mansiones de madera de teca.

La banca. Pero los judíos conservaban una especie de monopolio de las


operaciones bancarias, el cual les era reconocido expresamente por el califa de Bagdad:
disponiendo de grandes masas de productos almacenados, enriquecidos por el arbitraje
entre el oro, que predominaba al oeste del mundo musulmán, y la plata, más fuerte en el
este del mismo, ellos aseguraban por sus pagos anticipados el sueldo del personal
administrativo y de las tropas, que se hacía efectivo la primera semana de cada mes.
Instauraron, para la transferencia de fondos, instrumentos de crédito: la suftajah, orden de
pago dirigida a tercero, que la ejecuta deduciendo la cantidad girada de la cuenta abierta
en su casa por el librador; el sakk (de donde nuestra palabra «cheque»), reconocimiento
de deuda que se transformó en billete a la orden. El gran historiador del Islam, M.
Massignon, ha podido formular la hipótesis de que éste es el origen de la poderosa banca
judía en países cristianos.

Funcionarios e intelectuales. La administración de un mundo tan amplio, que


los califas, al principio cuando menos, tenían la intención de controlar en serio y desde
muy cerca, necesitaba de un importante personal agrupado en los despachos o diwan bajo
la dirección del visir; sabemos que el trabajo era bastante metódico y que cada diwan
respondía de una provincia, cuyo catastro mantenía al día; o también podía ser que tuviese
sobre sí la responsabilidad de una parte de los asuntos de Estado. Pero nada más sabemos,
porque los archivos han desaparecido totalmente. Pero, cualquiera que fuese el interés
resentido por estas aplicaciones, no habían de aportar ninguna revolución a las formas de
trabajo. La ciencia era considerada como un conjunto de conocimientos adquiridos de por
vida y susceptibles a lo más de perfeccionamientos en el detalle. Y los principios de la
ciencia helenística andaban todavía demasiado alejados de la realidad como para estar en
condiciones de determinar una revolución industrial.

El problema de la instrucción. ¿Cómo se formaban y se instruían sabios y


letrados? Parece que durante largo tiempo los colegios privados llevados por los ulemas
hubiesen sido las únicas instituciones de enseñanza. Un sabio como el célebre Iben Sina
(el «Avicena» de los textos medievales) era un autodidacta con toda probabilidad. Bien
es cierto que fue un niño prodigio: a los diez años ya conocía perfectamente el Corán y
los clásicos árabes; se dedicó entonces al derecho, a la filosofía, a las ciencias naturales...
Hacia la edad de los 16 años se interesó por la medicina; dos años después curaba a un
príncipe persa que le abrió su biblioteca. Luego anduvo recorriendo el Irán devorando
cuantas bibliotecas se terciaban. Se vieron encomendadas conferencias en la mezquita Al
Azhar de El Cairo. Mucho más tarde, a comienzos del siglo xn, para reaccionar contra el
ímpetu de la ira popular y de las creencias heterodoxas que invadían el Islam, los teólogos
ortodoxos hicieron abrir unas madrasas, escuelas oficiales, con maestros a sueldo. Pero
los tiempos de la expansión islámica habían pasado y la enseñanza no tardó mucho en
sufrir de la misma dolencia que aquejaba a todo el Islam: la esclerosis.

La esclavitud. Cuando predicaba Mahoma, Arabia practicaba el sistema de la


esclavitud. El Profeta, considerándolo sin duda como algo natural, no trató de suprimirlo,
sino únicamente de morigerarlo. En general, la situación del esclavo había de mantenerse
bastante favorable en el mundo islámico. Mediando el consentimiento del amo podía
casarse y ahorrar su pequeña fortuna. Los casos de manumisión eran algo corrientes. La
mujer esclava que tenía un hijo de su amo adquiría el estatuto de umm walad; el amo ya
no podía cederla, y a su muerte, ella recobraba la libertad, situación a la que quedaban
igualmente promovidos los hijos.

Los gremios. Otro rasgo interesante de la organización del trabajo en el mundo


musulmán es la existencia de gremios muy peculiares. Su origen es popular y hasta
clandestino. Formados quizá sobre cuerpos bizantinos preexistentes en Egipto y Siria,
agruparon los artesanos animados por una poderosa hostilidad contra la aristocracia de
los conquistadores árabes y sensibles a las tendencias ideológicas heterodoxas en materia
religiosa. Vigilados estrechamente, hasta perseguidos en cada ciudad por el muhtasib,
administrador responsable de la policía del mercado, hubo en cambio una secta chiita, la
de los qarmatas. Los califas fatímidas, que eran también chiitas, los autorizaron en sus
territorios, y hasta les concedieron privilegios. Supieron conservar sus tendencias
populares e igualitarias tanto mejor cuanto que los lacayos al servicio de un amo solían
ser muy pocos: el proceso de estratificación de las corporaciones europeas del siglo xv
sería el contrario.

Conclusión. No nos dejemos engañar. Por refulgente que fuese, este desarrollo
del trabajo en el mundo musulmán no aporta nada nuevo. Corresponde a la formación de
un amplio mercado mundial, casi demasiado amplio para las técnicas entonces vigentes.
No traduce ninguna revolución en el orden técnico, ni tampoco en las formas del trabajo.
No resistirá a las grandes invasiones que a mediados del siglo xi derruirán este trémulo
edificio: la irrupción de los turcos en el Próximo Oriente, la asolación del Mogreb por los
beduinos hilalianos llegados del Alto Egipto. Pero no podíamos pasar sin rendirle debido
homenaje, porque es justicia que se le ha negado con demasiada frecuencia, y las más de
las veces por ignorancia supina.

Capítulo III

EL TRABAJO EN LA EUROPA «BÁRBARA»

1.- EL MARCO SOCIAL

Efectos de las invasiones. Los pueblos bárbaros que, a principios del siglo v,
irrumpieron en el mundo romano, no contaban más que con sendas decenas de millares
de individuos que sin mucho tardar iban a fundirse en la masa de los indígenas. Podría
suponerse que después de realizada la primera obra destructora, su influencia mermó
considerablemente. Pero estos «bárbaros» aportaron el personal dirigente de los reinos
que se organizaron en los marcos del Imperio romano, sobrevivo sólo en teoría. Además,
la Romanía estaba, cuando la invadieron, en plena evolución, cuyo proceso fue catalizado
por la penetración de los bárbaros. Con ellos, llegaron además elementos desconocidos,
como la costumbre jurídica, las artes de los nómadas y técnicas aprendidas en los países
orientales donde aquellos bárbaros habían pasado largas temporadas.

Nuevos centros de gravedad. El primer aspecto que nos cumple retener de toda
esta época de gestación de Europa, inaugurada por las invasiones, es la mutación de ejes
que se opera en el mundo civilizado. Las grandes civilizaciones, los grandes Estados,
fueron hasta ahora mediterráneos. La zona mediterránea, con sus relieves singulares, su
clima peculiar, su mar siempre al alcance de la mano, ha ejercido una influencia muy
honda en la organización del trabajo; son sus técnicas las que difundiera la conquista
romana en las lindes exteriores del Imperio.

Los siglos llamados medievales son los de su progresiva avaloración mediante


técnicas inventadas o llevadas a la práctica lentamente.

Decadencia urbana. Las invasiones no acarrearon una desintegración de la


sociedad característica del Bajo Imperio romano. Entre invasores e invadidos no eran
tantas las diferencias en la estructura social como para que la fijación de aquéllos
repercutiese en sentido transformador del medio circundante. Ello no obsta a que se
produjesen notables cambios.

Evolución de la propiedad. Ha podido hablarse de una «ruralización» del mundo


romano. Volvamos pues nuestras miradas hacia el campo, cuyo estudio ocupará la mayor
parte del presente capítulo. Sabemos que en el Bajo Imperio, el latifundio iba ganando
terreno mediante la absorción de los bienes de un sinfín de granjeros. No habría que creer,
con todo, que éstos habían pasado a mejor vida. Las invasiones llevaron consigo el reparto
de grandes áreas de terreno entre los guerreros vencedores; también interrumpieron el
proceso anteriormente apuntado. Se admite que éste volvió a seguir su cauce
ulteriormente.

Latifundio, sí, pero la que más se desarrolla es pese a todo la pequeña explotación,
y ello debido fundamentalmente a la desaparición de la esclavitud.

Desaparición de la esclavitud. Cuando las invasiones, hubo cuadrillas de


esclavos que aprovecharon los disturbios para alzarse; pero las guerras acarrearon la
concomitante reducción de los cautivos a la esclavitud. Únicamente más tarde, en el
transcurso del tiempo, empiezan a escasear los esclavos en los documentos a nuestro
alcance. En el siglo xi puede decirse que la esclavitud ha dejado de ser una forma de mano
de obra digna de mención en Europa. Cerraba a los esclavos la carrera sacerdotal,
estimando que no gozaban de la independencia necesaria para cumplir semejante función.
Para ser consagrado sacerdote, el esclavo tenía por tanto que exhibir patente de
manumisión. La frontera entre esclavitud y libertad, antes que borrada, quedaba así
recalcada.

Desde la sujeción servil a la conversión. Lo que explica realmente la desaparición


de la esclavitud es ante todo el agotamiento de sus fuentes: la guerra y la trata
proporcionan cada vez menos esclavos. El Cristianismo pasa a los territorios y
poblaciones que constituían reservas privilegiadas de ellos. Tal es el caso de anglos y
sajones. La propia guerra termina cada vez más del mismo modo: se convierten los
vencidos. Se ha podido dudar del valor de los bautizos masivos impuestos por
Carlomagno a los sajones: tenían cuando menos la virtud de que su nueva dignidad de
cristianos ponía a éstos al abrigo de la esclavitud. Este es y no otro el modo indirecto con
que el Cristianismo contribuyó a la extinción de la esclavitud.

Una esclavitud marginal. Puntualicemos. La esclavitud persistía, pero los


esclavos eran encaminados hacia otros derroteros mercantiles. Los eslavos paganos
asentados allende el Elba seguían siendo un vivero en el que los comerciantes en seres
humanos no tenían más que echar la red. Uno de estos traficantes, el franco Samo, llegó
a imponerse de tal manera a los prohombres con los que comerciaba, que le eligieron rey
de su pueblo, los wendos. Pero la esclavitud no estaba abolida en realidad: la veremos
reaparecer en Europa mediterránea hasta que los grandes Descubrimientos vengan a
encenderla de nuevo.

2. EL TRABAJO CAMPESINO

Los documentos. Durante más de cinco siglos, nos encontramos casi a oscuras en
cuanto a la vida y trabajos del campesino europeo, por la deficiencia documental. La
mayoría de los papeles que hasta nosotros llegaron datan de la época carolingia. Ya
provienen de los soberanos, como el «Capitular de las Posesiones (capitulare de villis) en
que el rey, Carlomagno probablemente, libra instrucciones, minuciosas y un tanto
desordenadas, para el fomento y la administración en sus realengos; ya son fruto de
conjuntos compuestos por orden de propietarios deseosos de conocer con precisión la
amplitud de sus posesiones y sus reservas en hombres y materiales, tanto como lo que
producían sus bienes.

El paisaje vegetal. Dejemos por un instante el aspecto ordenado, la imagen casi


continua de nuestras campiñas europeas, que se cuentan entre las más humanizadas del
mundo. La Europa del primer milenio después de Cristo presentaba seguramente un
aspecto asaz diferente. El aislamiento de los grupos humanos entre sí, separados por una
naturaleza hostil e inquietante, es norma, aunque en algunas zonas estas comunidades se
acercan unas a otras.
El herramental. Esta situación se explica de hecho en parte por la relativa falta
de densidad demográfica europea, pero al propio tiempo se constituye en responsable de
ello. Y es que las técnicas agrícolas son terriblemente primitivas y están muy mal
adaptadas a la mayoría de estas regiones extramediterráneas. Pero no podía abrir las
tierras pesadas, más o menos cargadas de arcilla, y a menudo tan sumamente feraces, de
las grandes llanuras del noroeste. Inmensas reservas de tierras exuberantes y nutritivas
quedaban de este modo fuera de todo aprovechamiento.

Sistemas de cultivos. Además, en aquellos países cuyos inviernos son fríos y


húmedos, la escasez de praderas segables limitaba singularmente las posibilidades de la
cría de ganado. Consecuencia: el abono de las tierras era insuficiente. Esta mediocridad
esencial parecía condenarlos a permanecer desperdigados, y sentenciar a los afortunados
supervivientes de la tremenda mortalidad infantil a una existencia precaria y breve. Los
esqueletos hallados en los cementerios merovingios lo son de seres fallecidos jóvenes,
raquíticos, a menudo muertos en la flor de la juventud.

Los productos. Los cereales eran la base esencial de la producción: trigo candeal
en las mejores tierras, centeno o mijo en las más pobres. En las zonas más favorables, se
emprende el cultivo de cereales sembrados en primavera: la avena y la cebada. Tomadas
bajo la especie de papillas y de tortas tanto como de pan, constituyen la base alimenticia.

Importancia del bosque. Dueño indiscutible de vastísimos territorios a los que


cubría con su manto, denso y frondoso, cuando no rebajado a matorrales y bosquecillos,
el bosque no era del todo inútil para el hombre. Antes bien, desempeñaba en su existencia
un papel que nos cuesta sobremanera concebir. La cantidad de cerdos que podían
alimentarse de ellos fueron durante muchos y largos siglos la medida más reveladora de
su extensión. Los pueblos cercanos mandaban allí el ganado; los grandes señores tenían
en esos bosques inmensos rebaños, y auténticos depósitos de sementales para la cría
caballar.

Tímidos progresos. Pero no se puede llegar hasta afirmar que ningún progreso
hubo en unos cinco siglos. En zonas favorecidas como la cuenca de París, asistimos a los
primeros intentos de intercalar entre los «trigos» de invierno y el barbecho una siembra
de cereales primaverales: aquí estamos al origen de lo que había de ser luego la rotación
trienal. En los campos abandonados se instalaban españoles refugiados de tierras
musulmanas; en virtud de unas concesiones denominadas «aprisiones», recibían parcelas
para trabajarlas.

Los primeros molinos. Aparece entonces en Europa occidental por vez primera
el molino de agua. Los romanos conocían su principio físico, pero nunca supieron
utilizarlo con provecho verdadero: el régimen irregular de los manantiales mediterráneos
los hace impropios a estos aparatos. Además, los molinos propulsados por animales o por
esclavos cubrían ampliamente las necesidades.

El marco del trabajo campesino. ¿En qué marco se movía el campesino? Al


llegar aquí nos encontramos ante el cuadro clásico grabado para nosotros por los
documentos carolingios, y fundamentalmente por el políptico de Saint Germain-des-Prés.
Esta célebre abadía, que se erguía entre las praderas que tocan al Sena en las cercanías de
París, tenía un número importante de posesiones: los inventarios de 24 de éstas han
llegado hasta nosotros. La mayoría estaban ubicadas en la Ile-de-France, limitando al
oeste con Nantes y al este con Chateau-Thierry. Dan la impresión de haber configurado
territorios de una sola pieza, coincidentes en general con un pueblo.

La «reserva». Cada una de estas fincas, o fiscos, era administrada por un


intendente o administrador (villicus o major). Un rasgo esencial de su fisonomía era su
división en dos categorías de tierras: por una parte las que llamamos «reserva», a saber,
las tierras que el abad se reserva para la explotación directa, que se realiza mediante
esclavos que habitan en el edificio central de la finca, y mediante unos cuantos
asalariados, aunque va echándose mano cada vez más de los colonos a los que luego nos
referiremos.

Las cargas del masovero. Las cargas que sobre el masovero pesaban eran
singularmente uniformes en los fiscos de Saint Germain. Tiene que pagar unos cánones
que vienen a ser el alquiler de la masada: se trata fundamentalmente de pagos en especie:
cereales, lino, pollos, huevos... y también en dinero, pero mucho menos. También había
que satisfacer un canon en productos fabricados, del que trataremos más adelante.

El administrador. El administrador desempeña, como era de esperar, un papel


importantísimo en estas explotaciones. El Capitular de villis brinda una noción clarísima
de las funciones que se le atribuyen: vigilancia del trabajo de cada cual, constitución de
almacenes de provisiones y de toda suerte de utensilios, llevar una contabilidad
rudimentaria... Sin duda más de un administrador se mostraría a su hora incompetente
ante semejantes responsabilidades, o se portaría como un tirano, odiado de todos los
masoveros.

Difusión del sistema. Los documentos carolingios nos revelan un sistema que
existía ya de antiguo. En el Alto Imperio romano, algunas posesiones mixtas de Italia y
de África del Norte preludiaban su aparición. Creemos que debe pensarse que su difusión
fue acentuándose a medida que la extinción progresiva de la esclavitud fue planteando
nuevos problemas en cuanto a la mano de obra agrícola. El porvenir iba contra ellos. La
finca grande iba a proporcionar, tras una evidente evolución por cierto, el marco social
en que se movería la actividad campesina durante siglos: yuxtaposición de pequeñas
explotaciones en torno a un área central que había de servirles de modelo.

La vida campesina. Queda por describir el ritmo esencialmente vinculado a las


estaciones de esta vida campesina. Una larga inactividad en invierno durante la que la
familia modera al máximo el gasto de la escasa despensa, y de la que sale debilitada; un
verano de trabajos agotadores, en los que una actividad febril compensa una deficiencia
técnica enorme, y un utillaje mediocre. Mientras tanto, la Iglesia luchaba por que se
respetase el descanso dominical.

Las hambres. Una vida inenarrablemente ruda y mediocre. Y de vez en cuando,


hambres, grandes hambres, debidas también a veces a reiterados accidentes
meteorológicos: véanse las crónicas y sus detalles espantosos. Hay quien vio a hombres
que enseñaban a niños una manzana o un huevo, y así los conducían a un lugar oculto
para apagar su hambre con ellos... Un bribón tuvo hasta la desfachatez de llevar carne
humana al mercado de Tournus para venderla cocida, lo mismo que la de los animales.

3. EL DESTINO DE LOS ARTESANOS

Toda la artesanía se habría concentrado en las grandes posesiones, antes de


transformarse en artesanía urbana.

Los gravámenes demaniales. Es cierto que las posesiones carolingias estaban de


tal forma constituida que regía en ellas un subyacente principio de autarquía, destinadas
a bastarse a sí mismas en la medida de lo factible. Claro que no es ésta sino una parte de
los objetos que para sí confeccionan, primordialmente durante las horas muertas del
invierno. Pero no puede tratarse sino de trabajos bastos, escasamente especializados.
Talleres demaníales. Encontramos en los dominios medievales otras dos formas
de trabajo artesano que en ellos coinciden. En primer lugar, talleres en los que mujeres e
hijas de los colonos acuden a trabajar colectivamente.

Artesanos demaniales. En segundo lugar tenemos unos artesanos especializados


que pueden, ya estar alojados en los edificios del patio central, ya tener una tenencia
afectada a los servicios correspondientes a su profesión.

Impensable autarcía. La verdad, la indiscutible verdad es que los propietarios


tenían muy pocas ganas y menos intenciones de acudir a los mercados exteriores.
Carlomagno recomendaba que se hiciese todo porque «nuestros criados se ocupen en sus
tareas según es conveniente y no anden deambulando por los mercados».

Necesidades exteriores a las haciendas. Pero había necesidades que los


artesanos confinados en las haciendas señoriales o de las órdenes en ningún caso hubieran
podido colmar. Había que construir multitud de iglesias y dotarlas de todo cuanto
precisaban. Había que satisfacer las necesidades de lujo que sentían los grandes laicos y
hasta parte del clero: residencias suntuosas, atavíos rebuscados, joyas deslumbrantes.

Artesanos urbanos. Por muy decrépitas que fueran, las ciudades tenían dentro de
sus recintos buena parte de artesanos. Afirmación ésta mucho más cierta en el mundo
mediterráneo donde la vida urbana había echado raíces mucho más hondas. No olvidemos
tampoco los talleres monetarios que se multiplicaron con la descomposición del Estado:
los había en todas las ciudades, en las cercanías de todos los mercados, cada cual más o
menos cumplido de personal más o menos diestro.

Vocaciones regionales. En el decurso histórico de aquellos siglos perturbados,


hay regiones, pocas, claro, que han adquirido un a modo de vocación industrial. Hay que
suponer en aquellas áreas la existencia de artesanos relativamente numerosos,
establecidos en burgos y zonas rurales, transmitiendo de padres a hijos los secretos de la
fabricación. Dicho esto sin perjuicio de nuestro desconocimiento del funcionamiento
exacto de la organización del trabajo.

Artesanos palaciegos y ambulantes. Algunos personajes, laicos o eclesiásticos


mantenían en su séquito artesanos especializados (plateros, sastres...). Estos artesanos
eran esclavos, a veces. Cabe preguntarse cómo en aquellos tiempos en que tan primitivas
eran las comunicaciones, llegaban a entablar relación la oferta y la demanda de trabajo.
Puede suponerse que los abades de los diversos monasterios debían de mantener
correspondencia tendida entre sí.

Un orfebre canonizado. Tenemos la suerte de conocer la vida, nada corriente, de


un orfebre muerto en olor de santidad, lo que en aquellos tiempos era patente de
canonización al poco tiempo. Se trata del célebre san Eloy. Nació hacia el año 590 en
Chaptelat, a unos cuantos kilómetros al norte de Limoges, de padres libres y cristianos.
Como ya se habrá percatado el lector, Eloy rebosaba piedad y humildad tanto como
habilidad profesional. Invertía parte de lo que ganaba en redimir esclavos de los que
muchos le ayudaban en su trabajo. Dagoberto le hizo obispo de Noyon y de Tournai, y lo
elevó a consejero suyo. Lejos de ser motivo de baldón, la orfebrería como profesión podía
entrañar una base de prestigio para sus representantes más diestros.

Técnicas bárbaras. Por paradójico que pueda parecer, es un hecho que estamos
mejor informados acerca de las técnicas de aquellos tiempos oscuros que de las de los
siglos siguientes. Y esto se debe a una costumbre de hondas raíces paganas que los
bárbaros conservaron durante mucho tiempo a pesar de su ya antigua cristianización, a
saber: la de sepultar a sus jefes con sus armas, sus joyas y los muebles que fueran suyos
durante la vida terrena.

Regresión técnica. Este esfuerzo ha marcado una auténtica rotura de tradiciones


en la historia de las técnicas europeas. Los herreros galorromanos conocían y practicaban
el temple; los herreros merovingios, en cambio, no conocían más que el recocido,
procedimiento de lento enfriamiento del metal, reiterado varias veces. A los cristales
potásicos normales, la cristalería bárbara sustituye cristales sódicos, sin óxido básico, cual
los fabricaran ya en el antiguo Egipto.

La orfebrería alveolada se pone de moda: consiste en hacer en una placa de


metal y mediante tabiques verticales soldados, alvéolos dentro de los que se cuelan
esmaltes de diversos colores, o que se incrustan de trozos de vidrio coloreados o de
piedras preciosas. Fíbulas, placas de cinturón o de encuadernación, cruces, empuñaduras
de espadas..., brindan otras tantas individualizaciones de este arte deslumbrante, tan apto
a maravillar espíritus sencillos, pero que aún nos impresiona y que patentiza un trabajo
tremendamente minucioso.

...y refinamientos. Son esta minucia casi enfermiza, el refinamiento indecible del
último retoque, que redimen la mediocridad de los medios y hacen posible el logro de tan
sorprendentes resultados. Hasta la época carolingia, las «espadas francas» gozaban de
gran predicamento entre escandinavos, eslavos y árabes, y Carlomagno tuvo que prohibir
repetidas veces su exportación.

El artesano-brujo. Este misterioso saber del artesano tan difícilmente alcanzado


y mantenido en secreto, le daba ante el vulgo cierto halo casi sobrehumano. El matiz
cristiano de este fenómeno nos viene por san Eloy. Las primeras espadas fabricadas por
Wieland habían sido siempre mayores de lo que se acostumbraba. El rey buscó a Wieland
de nuevo, contempló la espada y afirmó que era la más cortante y la mejor que nunca
vieran sus propios ojos.

Vuelta a las técnicas romanas. Pero, salvo quizás en la metalurgia, estos


procedimientos no perduraron. La época carolingia marca un regreso a las técnicas
romanas. Este fenómeno salta a la vista en la arquitectura, en la que los maestros tratan
de trabajar «según el estilo antiguo».

El destino de las corporaciones. Los colegios (collegia) romanos se habían


convertido en el Bajo Imperio en verdaderos instrumentos de opresión. Por ello no es de
extrañar que una vez desaparecido el Estado que los defendía, la mayoría de ellos pasaran
a mejor vida.

Las asociaciones. El apelativo francés de «guildes» proviene del vocablo bajo-


alemán geldan, que se refiere, ya a la solidaridad pecuniaria del grupo, ya a la fuerza que
de su unión se deduce, ya a los banquetes rituales que en ellos tienen lugar.

Los monederos. Nos referiremos por fin a los «colegios» de monederos; de su


primitivo estatuto de esclavos, los monederos conservaron en el orden jurídico
incapacidades que ulteriormente habían de resultar magníficos privilegios: la exención de
servicio militar y de impuestos corrientes.

Sector Terciario

Los historiadores de la edad media exageraron el autoabastecimiento que existía por


parte de los feudos y en realidad la economía basada en el intercambio sigue estando
presente en Europa Carlomagno a través de los administradores evitaba la acumulación
de personas sin fines netamente comerciales , donde el trueque era la moneda de cambio
las pequeñas ciudades tenían un grupo de comerciantes que abastecían de productos para
sus necesidades existía un comercio de grandes distancias.
Los Productos De Oriente: joyas, tejidos valiosos y de seda, especies, papiro,
perfumes, todo cuanto podía deslumbrar a los soberanos y sus cortes, a unos cuantos
propietarios adinerados y a prelados todavía interesados por los bienes de este mundo, o
preocupados por el adorno de sus templos. Clientela reducidísima, cuyos fondos iban
menoscabándose cada vez más. En el siglo VII quedan unos pocos judíos, y aún merced
a una transformación de sus actividades, dedicándose al préstamo dinerario o
sencillamente al cultivo de la tierra.

Mercaderes occidentales: Pero aun antes del siglo vil aquellos orientales de aspecto
y costumbres exóticos no monopolizaban todo el comercio con zonas lejanas. Había unos
cuantos mercaderes francos que llevaban a los países eslavos y escandinavos las espadas
tan afamadas de su país, y que de allí regresaban con esclavos que eran encaminados por
mesnadas hacia la España musulmana.

Principios venecianos.: En los deltas y lagunas del norte del Adriático, donde los
habitantes de la tierra firme asolada por las invasiones habían buscado refugio, los
pequeños centros de Grado y Torcello, posteriormente islas venecianas, empiezan a
moverse. Los pescadores se convierten en vendedores de sal, llegando luego a alargar su
radio de acción hasta el Islam y Bizancio, donde intercambiarán maderas, armas,
esclavos, por productos orientales Primeros síntomas de prosperidad: en el siglo VI, se
edifican grandes estructuras como catedrales.

Los Frisones o Vikingos: A mil kilómetros en las tierras bajas, en alargadas de las
desembocaduras del Escalda y del Elba, el pueblo germánico de los frisones se apercibe
a inaugurar un destino aún más nuevo. Lanza por mares y ríos que nunca conocieron un
tráfico serio sus quebradizas embarcaciones. En el siglo VII ya, todo el comercio
marítimo de Inglaterra se encuentra monopolizado por los frisones. A ella exportan los
primeros paños de los Países Bajos difunden los productos de la artesanía anglosajona
(objetos de bronce, abrigos, telas); seguramente fueron ellos los que trajeron al Continente
las burdas monedas inglesas, las sceattas, que se han encontrado en todas partes por
Francia. Convertidos al Cristianismo, integrados en el imperio carolingio.

Comercio terrestre: El tráfico terrestre se presenta más arduo y más arriesgado aun.
Las carreteras romanas, menos solidas de lo que se suele pensar, mal conservadas, si es
que se ponía en ellas algún cuidado lo que distaba mucho de ser la norma , no eran sino
vías de difícil tránsito, se observa que atravesaban zonas inmensas, completamente
salvajes, cubiertas de bosques, Los puentes faltaban por doquier o estaban amenazando
con derrumbarse, A lo que debía añadirse la inseguridad: los bandoleros por un lado
quienes parecía perfectamente lícito el desvalijar al extranjero sospechoso. Vida dura era
la de los mercaderes, que más bien parecían vagabundos, siempre por esos mundos
dejados de la mano de Dios sin embargo, había hombres que se metían en esas aventuras.

Mediocridad de los trabajos intelectuales: Rendimiento débil del trabajo agrícola,


decadencia de las ciudades, derrumbamiento del Imperio romano: todo conspira a una
regresión de la cultura que, durante siglos, pone al trabajo intelectual en condiciones nada
agradables en las ciudades, como encogidas, las escuelas van enrareciéndose cada
vez más durante los siglos V y VI. Parece que desaparecieron primero los colegios
públicos. Pero ocurre que los pedagogos privados son bastante flojos. La gramática, el
razonamiento y el de expresarse son objeto de una enseñanza que hace temer por su
perecimiento, a la larga, a copia de desatenciones La situación es algo mejor en España y
sobre todo en Italia donde fueron varios los soberanos barbaros que consideraron como
un importante florón de su corona el titulo oficioso de protectores de la cultura romana.
La enseñanza romana trataba de formar magistrados, abogados, administradores,
médicos, no había autentica justicia ni administración genuina ni casi puede hablarse de
una verdadera medicina. La Ley trata, ante todo, ofreciendo al más justo indemnizaciones
calculadas, de disuadir a las víctimas o sus parientes de echar mano de la venganza.

En cuanto a la cuestión de la culpabilidad, queda resuelta mediante el juramento


solemne y publico del acusado y de quienes juran con él, debiendo estos ser traídos por
aquel en número preceptivo. También cabe que el acusado sea sometido a las ordalías (o
juicio de Dios) Tan rudimentaria como la justicia es la administración: se reduce a unos
cuantos despachos donde trabajan clérigos, a falta de otros más instruidos.

La noción de Estado, la del bien público a los servicios que debe prestar y, por tanto,
de las obligaciones de que es aquel acreedor frente a sus súbditos, va esfumándose, Los
soberanos consideran sus territorios como bienes de familia, patrimonio que parcelan a
su antojo. El obispo Gregorio de Tours se vanagloria de haberse opuesto a la percepción
de un impuesto en su ciudad. Ningún privilegio hay más anhelado que el de la inmunidad.
El esfuerzo de Carlomagno por restablecer una administración digna de tal nombre quedó,
salvo en algunos aspectos más bien recortados, en agua de borrajas.
En cuanto al acervo intelectual de los pocos médicos que todavía existen, hay que
convenir que era de lo más reducido. Muchas de sus recetas deben su contenido a la
magia. En algunos centros antiguos conocidos por sus termas, como Salerno, en Italia, se
conserva cierta tradición médica.
Los judíos pueden enorgullecerse de contar entre los suyos con los galenos menos
deficientes. Pero la enseñanza de esta medicina queda reducida a la transmisión de unos
cuantos procedimientos empíricos.
Importancia De Los Monasterios: con esto llegamos a un fenómeno esencial: en un
mundo inculto y salvaje, los monasterios se han visto atribuir el papel de conservadores
de la cultura, auténticos oasis del trabajo intelectual. Los fundadores del monacato, sin
duda, no habían querido ni previsto semejante función. Muchos eran los que, entre ellos,
no daban sino muestras de desprecio hacia las historias vulgares constituían la textura
profana de la cultura antigua.
El trabajo tenía por función la de prevenir el ocio y la vagancia, el trabajo intelectual
estaba al servicio la lectura divina para leer, entender y meditar las Escrituras, había que
saber algo de gramática latina. Todo monasterio necesitaba, pues, su escuela interior y su
biblioteca, lo que suponía a su vez la existencia y el trabajo de los copistas.

El Ejemplo De Inglaterra: los monasterios se vieron naturalmente encomendadas


nuevas tareas. Cuando la Santa Sede encomendara a los monjes benedictinos la
conversión de la Inglaterra anglosajona, de formar un clero autóctono de la zona . Había
que sacarlo de la nada. Un griego, Teodoro de Tarso, convirtió Canterbury, de la que
había sido nombrado arzobispo, en importante centro de enseñanza. Uno de sus
compañeros, Benito Biscop, fundo en el norte de Inglaterra los monasterios de
Wearmouth y Jarrow, y acumulo en ellos manuscritos comprados o copiados en Roma y
diversos centros: textos religiosos, pero también escritos profanos.

El Renacimiento Carolingio Cuando Carlomagno quiso elevar el nivel de instrucción


de los clérigos y multiplicar a tal efecto los colegios episcopales y monacales, tuvo que
apelar a hombres llegados de Italia, España y sobre todo de Inglaterra el del renacimiento
carolingio, según se lo llamó, fue un alumno de la escuela de York, Alucino. La tarea
planteada requería la transcripción de innumerables manuscritos para poder proveer a los
colegios tuvieron que organizar talleres de copistas junto a monasterios e iglesias. Hubo
que reformar y hasta simplificar la escritura, que se había deformado y recargado durante
los siglos anteriores: aquella minúscula Carolina, fruto de los esfuerzos caligráficos de
muchos monjes, había de permanecer a la base de nuestros modernos tipos de imprenta.

Intelectual Del Siglo IX :humanista, apasionado por el trabajo intelectual, es Loup,


que ejercía sus funciones en la localidad de Ferrieres, en el Gatinais, cerca de Montargis,
entre 840 y 862. Su correspondencia nos lo muestra lleno de respeto por la ciencia, que
merece que se la codicie por si misma le vemos intercambiando preguntas y respuestas
con los amigos ilustrados con que cuenta aquí y allá, reclamando manuscritos para
mandarlos copiar, y para compararlos con los que posee en Ferrieres y corregir estos
mediante aquellos. Pero se queja de no haber recibido una formación sólida para nosotros
en forma la idiosincrasia y la naturaleza de la época eran los obstáculos que por aquel
entonces se oponían al desarrollo del trabajo intelectual.

La reflexión sobre la sociedad: Las condiciones que acabamos de describir antes


llevaron a los pensadores a reflexionar acerca de la sociedad, el trabajo, la importancia
del dinero, Cualquier ascenso en la escala social parece pura locura. Cada cual debe
Conformarse al tipo de vida que le fuera adjudicado junto a la cuna en que naciera. Bajo
el apelativo de siervos, que son los que trabajan. Los reúne a todos a los trabajadores,
Se entiende entremezclando desprecio y conmiseración Proporcionar, Oro, alimento y
vestidos a todos, tal es la obligación de la clase servil esta Clase desafortunada no posee
nada que no sea comprado mediante un trabajo Penoso.

Un trabajo mal diferenciado, y sobre todo agrícola, imposible de disociar de la


servidumbre y de la miseria en un mismo destino sin esperanza alguna en este mundo a
la inmensa mayoría de la población sobre el dinero. Así que el trabajo no es un factor de
ascenso social, ni tampoco motivo de consideración. Cuando menos, y dejando a clérigos
y soldados fuera de la apreciación, se considera que el trabajo, comprendidas sus formas
más duras, es el único medio honrado de ganarse la vida y la única fuente del valor.
No hay que insistir mucho acerca del poco lugar que en semejante medio económico
se deja al crédito; no existe ni puede existir más que un solo crédito de consumo el
desgraciado acorralado en la miseria toma a préstamo los pocos dineros o los escasos
víveres de que precisa, cuando no prefiere hacer entrega de su propia persona a la
voluntad de algún poderoso exigir la devolución de lo prestado es beneficiarse de la
desgracia ajena. Pero el propio dinero se les antoja estéril. Además, atendida su escasez.
Los que tienen intereses criminales el Imperio bizantino, donde las condiciones son
distintas, nada parecido ocurre, y allí todo se limita a la exigencia del respeto Una división
del trabajo todavía anquilosada, apenas esbozada. Un rendimiento del laboreo agrícola —
con mucho el más importante— catastróficamente mediocre. Una falta de víveres que
limita sin transigencias de ninguna clase el incremento de la población.

Primer Arranque Del Trabajo En La Europa Cristiana

El auge demográfico:
Este fenómeno al que a decir verdad resulta casi imposible poner una fecha precisa de
comienzo consta, entre otras, de una faceta que llama poderosamente la atención la de la
multiplicación de la especie humana. Las viejas ciudades embotadas dentro de sus
estrechos recintos, dan luz a suburbios en que se desarrolla una actividad febril, hasta que
nuevas murallas han de edificarse para proteger a aquellos hombres que vienen de
numerosas tierras, de lugares y regiones de todas clases, unos con sus bienes, y otros, por
no tenerlos pueblos que antes no existían empiezan a elevarse en torno a monasterios y
castillos, logrando algunos la dignidad bien merecida de ciudades: ahí tenemos a las
Villanueva, Neuburg, Newton, etc. Nunca hubo tantos brazos talando bosques tan
antiguos, secando pantanos, cultivando nuevas tierras. Las cifras precisas no están en
nuestro poder. Al no haber llegado a nosotros, tenemos que dejarlo todo en conjeturas;
creemos que Francia contaba a comienzos del siglo XIV con unos 20 millones de
habitantes: su población sería pues dos veces la que cuatro siglos antes. En menos tiempo
Inglaterra había multiplicado el número de sus habitantes más de tres veces: había pasado
de 1.100.000 habitantes en 1086 a unos 3.700.000 hacia 1340. Los documentos no dejan
de dar cuenta, a millares, de este crecimiento urbano aunque una medición fidedigna falte,
la realidad no ofrece dudas.
Este incremento de la masa humana es al propio tiempo una formidable demanda de
alimentos, de vestidos; son casas y más casas por construir, iglesias que deben ser
ensanchadas, cuando no hay que crearlas. Es también una amplia reserva de mano de obra
para los nuevos trabajos en perspectiva. Redunda en una atmósfera de confianza en el
porvenir, un optimismo que conduce a una generosa concepción de los nuevos recintos
urbanos, y de iglesias cada vez más altas, marcándolo todo con la impronta de la
expansión. Por otra parte, ahí tenemos a grupos humanos multiplicándose y operando
un mutuo acercamiento en superficies otrora cubiertas de bosques y de eriales. Entre
estos grupos, las relaciones se estrechan, los intercambios abundan. La división del
trabajo va precisando sus dintornos.
Marcos sociales: Nos encontramos, pues, con que el trabajo es demandado,
estimulado, con lo que se le hace más fácil. ¿En qué marcos sociales va a operar? La
célula de base sigue siendo el señorío. Algunas veces no es más que la continuación de
una de aquellas grandes posesiones que dejamos descritas. Otras veces un jefe somete a
condición de vasallos suyos, beneficiando de la descomposición del poder público,
pueblos o grupos humanos que no dependían aún de sus predecesores. Muchos de estos
señoríos son establecimientos eclesiásticos: iglesias, viejas abadías benedictinas,
monasterios creados en el fondo de un bosque o en el corazón Allí, propietarios abiertos
a los tiempos recientes, y que saben atraer a los roturadores mediante la concesión de toda
suerte de ventajas, y que protegen caminos y mercados para enriquecerse ellos mismos
merced a algún pontazgo bien colocado.

Ciudades y Estados: Pero también otros marcos sociales cobran o recobran una
importancia sobresaliente. Las ciudades se ensanchan a veces o se construyen en tierras
pertenecientes a varios señoríos; poco a poco van consolidando su unidad. La mayoría de
estas urbes, ya mediante la fuerza, ya por el conducto de la negociación, obtienen
franquicias que favorecen el trabajo de sus moradores. Son muchas las que reciben el
derecho de administrarse a sí mismas y de este momento sus magistrados y concejos serán
los
Grandes legisladores industriales y mercantiles. El resurgir de los Estados es otro de
los grandes rasgos de esta época. Es muy lento. Empieza produciéndose en territorios
bastante recortados, donde las condiciones históricas lo impulsan. Ocurre unas veces en
beneficio de Estados nacionales, como es el caso de Inglaterra, o al amparo de grandes
señoríos, como acontece en Francia y en Alemania. Pero la intervención de estos Estados
en los problemas laborales es todavía por demás reducida.

Problemas de energía: Para colmar la demanda creciente de productos, y debido a la


desaparición practica del trabajo de los esclavos sigue habiendo algunos esclavos, pero
no pasan de ser una curiosidad, como aquel negro que en el siglo XII poseía el obispo de
Laon, Gaudry, que tuvo que luchar contra la ciudad alzada en comunidad, se buscan los
medios más eficaces que permiten utilizar las fuerzas naturales colocadas a disposición
del hombre.

La fuerza del agua: La fuerza del agua: ya dejamos apuntados los progresos del
molino de agua en los primeros siglos de la Edad Media. El gran período de su expansión
debe centrarse, con toda probabilidad, en los siglos XI y XII. A finales del siglo XI lo
sabemos gracias a una especie de inventario que Guillermo el Conquistador mandó hacer
de su nuevo reino Inglaterra contaba con 5.624. Se trataba de molinos con ruedas
verticales Verdad es que los patronos de las embarcaciones fluviales protestaron,
Aunque vanamente, contra la novedad que venía a entorpecer su paso también se
aprendió a sacar partido de los molinos, y no sólo para moler el grano y la casca de los
curtidores, o las semillas aceiteras. Se trataba de transformar el movimiento continuo de
la rueda en un movimiento discontinuo. Ello se logró disponiendo sobre el árbol motor
alabes gracias a los cuales se accionaba el mango de un utensilio al que su peso o un
resorte reintegraban a su postura primitiva.

La fuerza del viento: Allí donde el clima no se prestaba al empleo del molino de agua,
o para completar la acción de éste, surge el molino de viento. Parece que proviene de los
países del Islam, concretamente de las mesetas del Irán. Es seguro su paso por España, en
el siglo X en Cataluña. En el siglo XII lo encontramos por toda Francia. Los molinos de
viento que nos llegan por el conducto de testimonios del siglo xm están montados sobre
Enormes trípodes de madera sobre los que giran colocando sus aspas en la dirección
del viento. También los marineros aprenden a utilizar mejor el viento. La vela latina, de
cuya existencia dimos cuenta refiriendo sus orígenes bizantinos, es adoptada por las naos
italianas ya en el siglo XII. El viento podía empujar navíos grandes tanto como pequeños.
Pero resultaba imposible beneficiarse plenamente de él mientras las embarcaciones
tuviesen que dirigirse mediante pesados remos colocados en la popa.

La fuerza de los animales. : Y para terminar, la fuerza de los animales no parece que
la Antigüedad hubiese conocido, ni en todo caso utilizado normalmente, la herradura de
clavos, que proporciona al caballo un mejor apoyo en el suelo. Su sistema de enganche,
ante todo, era mediocre: a las correas que oprimen el pecho del animal se sustituye el
cabestro con armazón rígida que se apoya en los hombros. Su capacidad de tracción queda
notablemente incrementada. Y en adelante resulta posible la combinación de enganches
de frente o en fila Lo dicho. Pero si recordamos la introducción de la silla de montar, de
las espuelas, del bocado de riendas, que hace del corcel una caballería de combate,
imponiendo por muchos siglos la primacía de las tropas de a caballo, podemos afirmar
que se trata de una verdadera promoción del caballo al rango de auxiliar del hombre.

Madera, metal y piedra: Todos estos progresos interesan a la producción de fuerza


motriz. Se refieren tanto al trabajo agrícola, como al de artesanos y mercaderes. Por eso
los hemos referido desde el principio. Hemos de añadir que en esta fecha aconteció una
importante transformación en lo referente a la utilización de la materia prima por el
hombre. Hemos señalado anteriormente la amplitud de los bosques en la alta Edad Media
y los múltiples aspectos que revestía el uso de la madera: casi sería posible de hablar de
una era de la madera. Pero en algunas regiones por lo menos, la intensidad de esta
explotación, unida al desbrozo continúo, acabaron por hacer escasear esta materia.

Empiezan también a hacerse claros sus principales inconvenientes resulta que el


recurso complementario al metal o la sustitución total por él proporciona utensilios
agrícolas más eficaces; las ciudadelas de madera, los techos de iglesia de madera,
corrientes hasta el siglo XI son presa fácil de los incendios, con la consiguiente
inseguridad, y los arquitectos van a poner todo su empeño en sustituirlos por mansiones
Y bóvedas de piedra.
Capítulo primero
Trabajos Y Roturaciones De Los Campesinos

Progresos De La Técnica Agrícola: La agronomía clásica los romanos habían


elevado el conocimiento del trabajo agrícola a la dignidad de una verdadera ciencia: la
agronomía. Los tratados de Varrón, Columela, nos dan a conocer todo un acervo de
procedimientos adaptados a la zona mediterránea y muchas veces de gran perfección.
Todo lo que esta agricultura encerraba de experiencia campesina se conservó
probablemente a través de los avatares de las invasiones. Más tarde, los autores
medievales recogieron, y alguna vez completaron, las enseñanzas de los agrónomos
romanos
Agronomía y empirismo: Mientras tanto, se planteaban a los campesinos de Europa
del Noroeste otros problemas, y otras eran también las posibilidades que se les ofrecían.
El arado clásico no convenía a sus suelos profundos y pesados. Los agrónomos romanos
habían concebido las ventajas de la rotación de cultivos trienal, pero la sequía de los
veranos mediterráneos les habían impedido una aplicación sistemática de este medio.

Hubo, por tanto, que desarrollar una nueva agricultura, no sin la ayuda de tradiciones
mantenidas desde los tiempos prehistóricos, pero también a copia de tanteos, de
adquisiciones prudentes, mediante esa lentitud en la que nos resulta muy fácil de
denunciar la rutina, pero que era el reflejo de gentes que se jugaban la existencia en sus
experimentos. También en este caso, los frutos de los esfuerzos han quedado patentizados
para la posteridad en diversos tratados. Los más importantes nos llegan de Inglaterra: ya
por aquel entonces asomaba en este país, tan poco poblado, tan arcaico en muchos
aspectos, ese gusto por el progreso, que le dará el privilegio de realizar antes que cualquier
otro sus revoluciones agrícola e industrial.

Progresos del herramental: Progreso importantísimo, y determinante de toda una


secuencia de progresos consiguientes, fue el del desarrollo de la utilización del hierro en
el herramental campesino. Es probable que pudieran ponerse los primeros peldaños
mediante una encuesta paciente por los textos más antiguos. En todo caso, M. Duby ha
observado que el inventario del señorío real de Annapes (ubicado cerca de la región de
Lille), menciona muy pocos utensilios de metal a fines del siglo VIII.

El arado: Es este el instrumento de labranza que más evoluciona dejemos a uno de sus
mejores especialistas la descripción y la explicación de su sencillo desarrollo: de unas
orejas que faculten la expulsión de la tierra más allá del fondo del surco de lo que el
mismo logra, es con toda probabilidad el origen de la orejera. Nació esta idea en tierra de
miga en las que resultaba útil abrir un surco más profundo aun entonces, el trabajo sigue
haciéndose según el eje de la reja.
provisto de una sola oreja. Esta es ya una primera noción, aunque basta, de la vertedera,
la cual no se logra hasta que se obtiene una inflexión adecuada. Solo entonces queda la
tierra levantada por la reja revuelta sobre sí misma. La labrada se convierte así en algo
muy superior a lo que podía dar el arado. El surco no es ya un mero rasguño superficial;
es un verdadero remozamiento.
Trae a la superficie una parte profunda de la tierra laborable, la que las raíces de la
planta cultivada tocaron apenas, si es que llegaron a ella ofrece así nuevas posibilidades,
y estas se incrementan tanto más cuanto que la porción del suelo removida por el arado
se enriquece a menudo mediante la acumulación de sales nutritivas acarreadas por el agua
de infiltración. El instrumento asimétrico logra de este modo su equilibrio y de rechazo
el esfuerzo de la tracción es aminorado queda, sin embargo, el inconveniente de que es
más pesado, más embarazoso, y de que este instrumento sólo podía utilizarse en regiones
que disponían de animales de tiro más potentes que los que bastaban al arado sencillo

No había de suplantar totalmente al arado primitivo, sin vertedera, el cual habría de


mantenerse, a modo de arcaísmo, en más de una región nórdica los campesinos
meridionales, donde las tierras bajas, más escasas, eran también más difíciles de ocupar,
debido a las crecidas de los ríos y a la malaria, permanecieron fieles al arado sencillo, de
mas fácil manejo, y que bastaba para suelos ligeros como eran los de sus colinas. Sin
embargo, gracias al nuevo arado, era posible toda una nueva gama de conquistas de
tierras: las tierras pesadas y densas de los valles inferiores, las tierras grasas de las llanuras
arcillosas y de las zonas pantanosas, tierras ricas en humus de los bosques los paisas
septentrionales, tan poco favorecidos hasta el presente, iban a descubrir potencialidades
agrícolas' insospechadas.

Otros utensilios: Merecen citarse otros progresos del herramental el empleo del
caballo hace posibles trabajos más rápidos, lo que tiene valor especial en paises donde el
tiempo nunca es seguro, y además porque faculta la multiplicación de las labores. Otorga
toda su eficacia a la atabladera, que los romanos no supieron utilizar, para cubrir la
siembra. La guadaña, merced a la cual la siega es más breve y menos cansada, gana muy
lentamente la mano a la hoz: esta conservaba la ventaja de cortar el tallo muy alto, dejando
luego la parte inferior para el ganado.

Los sistemas agrarios: estos progresos del herramental abren el camino a una mejora
de los sistemas agrarios. Hasta entonces los cultivos eran bastante anárquicos.
Demasiadas veces se limitaban a unas siembras temporales en quemada, sin ritmo preciso.
En las mejores tierras se practicaba el sistema de rotación bienal de los romanos: un ano
de trigos de invierno.
Tímidamente, según un criterio empírico, nada sistemático, de intercalar aquí o allá
cereales de primavera entre las dos fases de la rotación que acabamos de ver: la
mediocridad de una cosecha normal, pudo constituir un poderoso incentivo a estos
ensayos. La experiencia resultó harto beneficiosa: la humedad veraniega era provechosa
para las plantas, los riesgos, por otra parte, eran mejor repartidos y el trabajo se distribuía
más igualmente por todo el año además, a la cabeza de estos cereales primaverales, estaba
la avena, valiosísima para la alimentación caballar. Sin ella, el ensalzamiento funcional
del caballo a que antes nos referíamos no hubiera sido posible como puede verse, todos
estos progresos están íntimamente relacionados entre sí Pero no debemos apresurarnos y
hablar ya de sistema de rotación trienal regularmente practicado. Esta sistematización no
llegó hasta muy entrados los años. Pudiera ser que los cereales de primavera fueran
introducidos al origen en los grandes latifundios de los monarcas carolingios y de las
abadías del norte de la Galia en el siglo ix.

Los rendimientos: En cualquier caso, el sistema agrario enriquecido garantizaba una


productividad incrementada del suelo. La multiplicación de las manos —de los laboreos
sobre todo un uso más amplio de los Estiércoles animales, contribuían también a una
mejora de los rendimientos. Cierto es que resulta muy difícil precisar las cifras del
rendimiento. Da la impresión de que se avecinaban al dos por uno en el señorío real de
Annapes a finales del siglo viii, lo que no puede calificarse de exuberante. En los siglos
XII y XIII, el rendimiento había ascendido al cinco o seis por uno, lo que aún no era nada
merecedor de especial encomio, sobre todo teniendo en cuenta que estas cifras se refieren
a las mejores tierras.
Los Cultivos: Atendidas estas posibilidades, el número de plantas cultivadas por el
hombre en Europa se ha acrecentado muy probablemente. Los cereales seguían siendo el
cultivo predominante, y la base de la nutrición bajo la especie de formas heteróclitas (pan,
y también tortas, papillas). A las diversas especies de trigo, a la cebada, al mijo, vienen a
sumarse nuevos cereales que dan a la agricultura de la Edad Media una fisonomía nueva
e inesperada: la avena, despreciada por Virgilio y por Plinio como una hierba vulgar, y
que debía constituirse en alimento primordial para los caballos; el centeno, cuya
resistencia lo impuso primero en Europa del Norte y que ulteriormente
se difundió por Francia y por Italia. También habían de desarrollarse algunos cultivos
industriales, eco natural de diversas necesidades crecientes: tal es el caso del cáñamo, aún
mal conocido en la Antigüedad romana; las plantas tintoreras, especialmente el glasto o
pastel de tintoreros, del que se sacaba un tinte azul, y que había de afincarse en una serie
de regiones perfectamente delimitadas: Picardía y Turingia. El lúpulo fue ganando terreno
muy lentamente ya que hasta años más tarde no se acudió a él para la elaboración de la
cerveza.

La horticultura: Hay que insistir en la importancia peculiar de la horticultura. Cada


terruño campesino constaba, lindando con la mansión, de un cercado al que el cultivador
reservaba sus cuidados más reiterados y que abonaba con frecuencia. Las parcelas
cultivadas, desperdigadas en torno a los grandes recintos urbanos, y hasta en el interior
mismo de las ciudades, eran un esbozo tímido de los futuros suburbios de huertos:
horticultores, hortelanos formaban a menudo en la población urbana una categoría tan
acomodada como numerosa.
La ganadería en Inglaterra: Añadamos, sin echar al olvido la insuficiencia de su
ganadería en términos generales, que la Europa del siglo XIII tenía ya regiones
especializadas en cierto tipo de ganadería. Toda una parte de Inglaterra se había centrado
en el ganado lanar, estimulado en ello por la demanda de lana que provenía de los Países
Bajos y también, luego, de Italia los borders escoceses y del País de Gales, pacían rebaños
de ovejas con lana corta la cual, cuando se la cardaba, servía para la fabricación de paños
de textura gruesa. Se reservaba a las ovejas de lana larga cuya lana, después de peinada,
había de transformarse en paño más ligero
España tenía sus zonas ganaderas, un tanto distintas.
Fueron el resultado logico de la reconquista cristiana, cuyos progresos
fueron especialmente rapidos durante la primera mitad del siglo xm. Entre
1212 y 1235, las mesetas áridas de la Mancha y de Extremadura, durante tantos lustros
abandonadas y convertidas en tierra de nadie, semidesértica entre Estados cristianos y
Estados musulmanes, aquellas mesetas que sus tropas atravesaban en sucesión continua
para dar cumplimiento a esas algaradas de las que tornaban cargadas de botín, cayeron en
manos de los reyes de Castilla.
Los Señores: En la época carolingia, el gran propietario era al propio tiempo el jefe
de una explotación organizada de cara a la valoración y puesta en cultivo de la parte que
se reservaba, y también en vistas a la satisfacción, cuando menos parcial, de las
necesidades elementales del grupo humano establecido en derredor suyo. La evolución
ulterior ha aflojado o quebrado los lazos de unión de la época precedente. El campesino
se ha reservado cada vez más para el cultivo de sus fajas propias.
Esta opinión se basaba en la creencia, hoy definitivamente refutada,, que en aquella
época se operó una reducción general de la reserva. Antes bien, hemos visto que la
mayoría de los pequeños señores parecen haberse quedado junto a sus posesiones, haberse
ocupado de su explotación, tratando de sacar de ella, y del trabajo ajeno, nuevos
beneficios, acorde a los progresos técnicos.
Los monjes de Cluny, descontentos ante la evolución seguida por la Orden, indignados
por el brillo excesivo de su liturgia, sublevados por su insuficiencia de ascesis, decidió
obrar un retorno a la norma estricta de san Benito y considerar como prohibido todo
cuanto no estuviese explícitamente previsto. El grupo se retiró al centro del bosque de
Citeaux, no lejos de Dijon, y puso sus principios en aplicación. La adhesión de un joven
caballero, Bernardo de Fontaine (el futuro san Bernardo) acompañado de unos treinta
allegados suyos, iba a proporcionarle un nuevo impulso.
La configuración de la servidumbre: En el siglo ix los textos distinguían
perfectamente dos clases de hombres: los libres, que participaban en las instituciones
públicas del reino franco, y los esclavos, que estaban excluidos de ellas. Luego, ambos
estatutos fueron confundiéndose lentamente en un estado nuevo, que en el siglo xn acabó
por comprender seguramente a la gran mayoría de los campesinos: la servidumbre. La
atenuación de la esclavitud, la descomposición de las instituciones públicas, y la sumisión
de todos, descendientes de esclavos como descendientes de hombres libres, al del señor,
contribuyeron a esta evolución.

Esta pertenencia a un amo, pertenencia heredada, por otra parte, puesto que el hijo
queda marcado por ella desde la gravidez de su madre, es precisamente lo que constituye
la esencia de la servidumbre. Es ella la que acarrea consigo la no-libertad, y las
concomitantes incapacidades, fundamentalmente la que le hace inepto para convertirse
en clérigo sin previa emancipación, imposibilidad ésta solemnemente afirmada en el
plano teórico. Y es que las cargas que los historiadores han presentado tradicionalmente
como características de la servidumbre
 pago anual de un censo no muy alto
 que implica reconocimiento
Prohibición de matrimonio entre siervos de señores distintos, salvo en caso de pago de
una multa probabilidad sobre otros que no fueron siervos. En cuanto a la obligación de
la gleba, solamente aparece con posterioridad, en el siglo x iii, cuando habiéndose
vuelto la tierra más escasa que los hombres, podía imponer el señor a algunos de sus
tenedores un reconocimiento de servidumbre en razón de las parcelas sobre las que habían
solicitado su afincamiento: servidumbre adquirida, real, frente a la servidumbre de la
sangre.
Servidumbre y esclavitud: En lo esencial, la servidumbre estaba todavía bastante cerca
de la esclavitud, podrá decirse: en ambos casos, y sin haber sido parte para ello,
 un hombre es propiedad de otro
 las relaciones entre señor y siervo hubieron de ir marcadas por una dureza
de la que seguramente habían carecido las relaciones entre amo y esclavo.
Sin embargo, existen diferencias de todo punto esenciales: el siervo podía poseer
bienes legalmente y hasta ser propietario de ellos. Gozaba de independencia jurídica:
quien le lesionara debía indemnizarle al mismo tiempo que al señor. En términos
generales sus relaciones con éste se regulaban, no sobre la base de la arbitrariedad del
amo, sino en un marco referencial de señorío.

Los beneficios del trabajo campesino: No cabe duda de que los beneficios del trabajo
campesino fueron a parar en una proporción muy elevada a otras manos que las del propio
labrador. La sociedad estaba organizada en vistas a esta apropiación en beneficio de
angostas categorías sociales que en conjunto prescindían de todo trabajo manual: los
señores laicos y eclesiásticos. Sin embargo, también se beneficiaron los campesinos de
los progresos en el rendimiento y de la ampliación de las superficies cultivadas el
conjunto del mundo campesino pudo, podemos afirmarlo casi a ciencia cierta, elevarse
hasta una situación menos precaria. Salvo en las regiones atrasadas y desprovistas de
ciudades, la mayoría de los campesinos dispusieron de excedentes de producción que eran
encaminados hacia los mercados obligatorios entre estatuto jurídico y nivel de vida. Han
sido muchos los campesinos libres y pobres, muchos también los siervos acomodados.
Sin embargo, sobre todo en el siglo XII, ha sido cada vez más sentida como una lacra de
inferioridad social por su parte, los señores, cada vez más escasos de dinero para su vida
de un lujo creciente, estaban dispuestos con frecuencia a vender la libertad. Los reyes de
Francia especialmente, cedieron la libertad, no solamente a familias, sino también a
pueblos enteros. Y con esto llega el momento de constatar las reservas acumuladas en
ciertos hogares que podían dar por esta libertad cantidades superiores a
las mil libras. La servidumbre desapareció en ciertas regiones de Francia: en casi toda
la cuenca parisina y en varias zonas del Languedoc. Lo mismo puede decirse de los Países
Bajos. En Alemania, el progreso de la libertad se debía sobre todo a las encuestas
realizadas entre los campesinos, para fijar tras ellas sus deberes para con los señores.

Capítulo II
RENACIMIENTO DE LA ARTESANÍA
LA MEJORA DE LAS TÉCNICAS ARTESANAS
Vuelta a las fórmulas antiguas ya vimos desde la época carolingia antologías de recetas
artesanas de origen helenístico o romano circulando trabajosamente por Europa
Influencias orientales: el cuero el Occidente ha sacado partido de la experiencia
adquirida por los artesanos del Islam y de Bizancio así, los artesanos de Córdoba habían
ajustado un conjunto de procedimientos que darían celebridad al cuero trabajado español:
utilizaban pieles de carnero, las curtían con zumaque y, después de haberlas curtido en
blanco, las acababan dándoles aspectos variados, cueros dorados, cueros teñidos con
quermes.
La seda: Otro ejemplo que podemos aducir es el del trabajo de la seda. Los árabes lo
implantaron en Sicilia. Cuando ésta pasó a manos de los normandos, los nuevos dueños
trajeron a la isla, además, a artesanos bizantinos. Desde Sicilia estas técnicas pasaron a
Italia continental y Lucca se convirtió en el siglo XIII en su centro más brillante.
 La cristalería. Venecia había de ser el epicentro de otro renacimiento: el
de la industria del vidrio. Los cristales fabricados en Europa occidental eran por
lo general bastante bastos, mezclados con impurezas que no perjudicaban el
aspecto de los vidrios planos utilizados para las vidrieras, pero que se adaptaban
muy mal a la fabricación de vasijas y demás objetos.
La manipulación de los minerales: Junto a estos éxitos incontrovertibles, ciertas
técnicas permanecían en la más gris mediocridad. Tal era el caso de la manipulación de
los metales. En cuanto a la producción del hierro, seguía empleándose el procedimiento
llamado catalán. El hierro se producía directamente, a base del mineral amontonado en
capas alternadas con carbón de leña, en un agujero en forma de tronco de cono, profundo,
de un metro aproximadamente, y con la parte interior tapizada de ladrillo.

El trabajo de los textiles: Pero las grandes industrias de los siglos XII y XIII son las
textiles, y sobre todo la fabricación de los paños de lana. El rasgo más característico es
en este caso el de
 la división del trabajo en una serie de operaciones complementarias y
especializadas.
 La primera serie consiste en la preparación de la materia prima en vistas a
la operación de la tejedura: hay que lavar la lana, trillarla, de modo que quede
descartada la lana demasiado gruesa, y también los residuos, en calidad de borra.
El baqueteo de la lana hace posible la separación de las vedijas demasiado cortas,
que caen debajo de la rejilla.
 Luego llega la hora en que se engrasa la lana con mantequilla, operación
llamada droussage en Flandes; cuando no se lleva a cabo esto último, se fabrica
pañería seca, en contraposición a la «untada» o grasa.
El teñido: las operaciones del teñido pueden intervenir ya en este Momento, ya antes
de la textura. Cuando se llevan a cabo en el propio hilo se habla de tejido en lana suele
ser éste de calidad inferior porque el hilo teñido se manipula con menos facilidad.
Una pequeña revolución industrial en Inglaterra :La tarea del batanero, que tenía
que enfurtir el tejido con sus pies, dejando recaer sobre él todo el peso de su cuerpo, era
especialmente penoso.
Fue, pues, un progreso apreciable el poder sustituir sus pies por dos mazos de madera
accionados por el árbol de un molino. La mención más antigua que tenemos de una
máquina de este tipo es seguramente de un documento normando de finales del siglo XI
La mejor situación para estos molinos eran las orillas de los ríos caudalosos, regulares
y rápidos el norte y el oeste de Inglaterra respondían mejor a estas condiciones. Hasta este
momento los centros de la pañería inglesa eran las ciudades del este: York, Be ver ley,
Lincoln, Stamford, Londres. Ahora se desplaza estamos en el siglo XIII de levante a
poniente, y de las ciudades hacia el campo. Se establecían en los pueblos pequeñas
colonias de artesanos que rodeaban los malinos batanes. Mientras tanto el número de
trabajadores textiles no dejaba de disminuir en las ciudades. Todo ello, frente a las
consabidas resistencias en 1298
Marcos Y Remuneración Del Trabajo Artesano
Ciudades y campo: Lo más probable es que el principal desarrollo de la industria
aconteciera fundamentalmente en las ciudades en plena expansión. Agrupada bajo la
protección de un castillo o de un monasterio, o en el cruce de varias carreteras, o también
atraída por los privilegios reconocidos a una creación cualquiera, la población urbana
hallaba en tales condiciones una ocupación natural. Abundan relativamente los
documentos que nos muestran los problemas planteados por la organización y la
industrialización de un señorío otrora rural: los servicios y los cánones acostumbrados ya
no corresponden en la actualidad a las actividades de sus moradores, quienes todavía se
hallan a salvo de nuevas exacciones.

En 1060, el Consejo de Conan II, conde de Rennes, a solicitud de los monjes de Saint
Sauveur de Redon, fija tributaciones que desde este momento habrán de ser percibidas
en la ciudad en gestación, y que gravan la venta de tejidos, el trabajo de los zapateros, de
los fabricantes de correas, de los guarnicioneros. Este es un ejemplo entre tantos
creamos que en realidad la justifique totalmente. Con la salvedad del caso de las
grandes metrópolis industriales (y aún en éstas podría ponerse en tela de juicio esta
aseveración) subsisten en las ciudades medievales amplios remanentes de trabajo rural.
Las menciones hechas a las profesiones y oficios no deben engañarnos: de hecho este
tejedor o aquel zapatero dividen su tiempo laboral entre el pequeño taller urbano y sus
aranzadas de tierra y de viña, conservadas o adquiridas en las afueras o en algún pueblo
de las cercanías. Y muchas veces es seguro que la gran masa de trabajadores sin calificar,
braceros y peones, se compone de jornaleros que ganan duramente su pan cotidiano en
las propiedades burguesas: casi podría hablarse de un proletariado agrícola de las
ciudades a menudo integrado por millares de hombres.
Artesanía rural: Tampoco el trabajo artesano está ausente en el campo. En más de un
señorío los objetos de primera necesidad siguen siendo fabricados in loco. Los
monasterios continúan con frecuencia siendo pequeños centros industriales.

Deseaba consolidar los servicios que le rendía un artesano, su idea natural consistía en
remunerarle según era costumbre por igual cantidad de prestaciones militares,
administrativas y agrícolas, mediante la concesión de un beneficio, feudo o tenencia, o
también prestimonio. Afianzadas en el campo, estas costumbres se conservaban en la
ciudad.
En las obras: Trabajos hay que exigen la presencia en el tajo, en la obra:
 tal acontece con carpinteros, albañiles y demás ramos de la construcción.
El que acude a ellos en busca de sus servicios, puede escoger entre
Varias soluciones:
 puede contratar de antemano un precio fijo con el artesano quien, a cambio
de una cantidad a tanto alzado, la entrega de las materias primas y de víveres un
cerdo salado, un tonel de vino, se compromete a llevar a cabo la tarea dentro de
un plazo determinado, utilizando en ella cuanta mano de obra necesita.
En el taller: El trabajo en el taller es el más corriente. El maestro artesano es el
protagonista en este nuevo decorado, rodeado por un pequeño número de criados y
aprendices: un promedio de dos o tres. Es un pequeño productor independiente que trabaja
directamente para su clientela, es decir, al mismo tiempo obrero y negociante. Lo más
corriente es que compre él mismo su materia prima y venda, exponiéndolos al público,
los objetos fabricados por él bajo la mirada del cliente. Un empresario capitalista en el
año 1285 moría en Douai un rico mercader en paños, Maese Jehan Boinebroke. Nueve
veces durante su vida había compartido, en su función de escabino, los honores y las
responsabilidades del poder municipal. Dejaba una importante fortuna, en gran parte
invertida en tierras, en propiedad inmobiliaria en general, y en títulos de
Crédito. Antes de transmitir la herencia a sus cuatro hijos, sus dos albaceas
testamentarios hubieron de pagar sus deudas y de enmendar los entuertos por él causados.
Ante ellos comparecieron una serie de agraviados de los que un notario anotaba las
declaraciones, seguidas de la decisión adoptada.
Italia: En Italia, la gran industria del paño empezaba a constituirse en el siglo XIII las
lanas llegaban de Borgoña, de Pro venza y, sobre todo, del Mogreb, y les faltaba la finura
de las lanas inglesas. Los artesanos agrupados en Florencia en una calle que en otro
tiempo había gozado de más bien mediocre reputación, y conservaba de su pasado lacrado
el nombre de Calimala, importaban paños franceses a los que hacían pasar por un apresto
suplementario antes de volverlos a encaminar hacia el Oriente Medio.
Luego, a últimos del siglo xm, los mercaderes florentinos van personalmente a
Inglaterra, donde se convierten en los hombres fuertes del mercado lanar.

LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IGLESIAS


Motivos de las construcciones Éstos, los antiguos, eran con frecuencia hijos de técnicas
constructivas bastante elementales. Muchas de sus partes, sus coberturas sobre todo, de
madera ellas, habían sido pasto de las llamas en invasiones e inseguridades.Cuántas
Vidas de santos obispos y abades nos los muestran atareados en levantar algún que otro
santuario derruido! Se concibe fácilmente que los esfuerzos prístinos fueran dirigidos a
resolver el problema de la cobertura de piedra: como sabemos, de ellos nació el desarrollo
experimentado por el arte románico y el gótico. Iglesias más sólidas, pues, pero también
más grandes, de mayor cabida, porque el incremento demográfico lo requería. Y cuando
se creaba algo nuevo, mejor era concebirlo con amplitud de miras. Así se explica, y no de
otro modo, el contraste, que todavía hoy nos extraña sobremanera, entre esta iglesia
monumental, prevista para una ciudad, y la aglomeración circundante que no pasa de la
fase de villorrio.
Del capataz al arquitecto: Los artesanos empleados en las obras de las iglesias eran
por definición esencial gentes errantes. Ciertas regiones privilegiadas, como Lombardía,
abastecieron en hombres de esta clase a toda Europa. A comienzos del siglo xi, san
Guillermo de Volpiano, benedictino nacido en la región de Novara, emprendió con la
ayuda de albañiles lombardos la construcción de la iglesia de la abadía de San Benigno
de Dijon. Estos hechos, y otros similares, dan perfecta cuenta de la difusión que
alcanzaron ciertos tipos y fórmulas arquitectónicos.

Procedimientos de construcción: Como no disponían ni de masas de esclavos, ni


siquiera ya de la ayuda de las muchedumbres entusiastas, los capataces medievales
tuvieron como preocupación cardinal la de economizar al máximo el esfuerzo humano.
Para reducir los transportes necesarios, utilizaban los sillares de las ruinas vecinas, o los
del edificio que era sustituido. Hacían tallar en la propia cantera las piedras nuevas, que
así estaban preparadas para ser traídas y ocupaban menos sitio. En la obra, los andamiajes
eran reducidos al mínimo: el edificio proporcionaba por su propia maqueta
Plataformas desde las que los instrumentos elevadores al uso (grúas, horcas) izaban
los materiales.

Corporaciones De Oficios Y Reglamentación


Pocos temas hay en la historia que hayan dado lugar a tan halagüeñas inexactitudes
como las corporaciones de oficios medievales. Visiones enternecedoras del pequeño
patrón repartiendo la hogaza familiar con sus criados y aprendices, una sociedad de
modestos jefes de taller realizando un ideal cristiano de vida trabajadora y a su vez
modesta en la que se cumplen los requisitos de la justicia, dando a cada cual lo que le
pertenece del bien común. Verdad es que todo absolutamente no es falso en esta imagen.
Pero unos cuantos rasgos muy localizados en el espacio y en el tiempo han sido
generalizados con manifiesto abuso, al servicio de una doctrina totalmente ajena a la
investigación histórica.
El caso de Estrasburgo: Siguiendo nuestro viaje en el tiempo y en el espacio, vamos
a trasladarnos ahora al Imperio, a Estrasburgo, la antigua Argentoratum, ciudad a la que
la expansión comercial devuelve toda su actividad como punto de llegada normal de las
mercancías que vienen por el Rhin, al tiempo que importante centro de distribución
regional. Los obispos recibieron, debido a una serie de privilegios imperiales, el completo
señorío sobre la ciudad. Pero ya empiezan a emanciparse los burgueses. Una
primera recopilación de derecho consuetudinario local, generalmente fechada el año
1130 (aunque otros historiadores abogan por localizarla en 1180) trata de establecer un
nuevo equilibrio en las relaciones internas, entre la ciudad, el obispo y los suyos.

El ejemplo de Inglaterra: Ya a fines del siglo xi aparecen en Inglaterra asociaciones


de comerciantes, cada una de las cuales ejercía su control sobre el comercio de una ciudad,
y que dictaban las normas que habían de presidir a la elaboración de los productos que
ellas colocaban en el mercado. ¿Fueron los artesanos admitidos en el seno de estas
asociaciones desde el principio? Hayan salido luego de ellas, o se hayan limitado a seguir
su ejemplo, el hecho es que sus propias universidades aparecen desde mediados
del siglo XII 1154-1189 se ratifica la de los tejedores de Londres y la de los zapateros
de Oxford y, mediante la entrega anual de cierta cantidad que debe ser ingresada en el
tesoro del monarca, éste concede a los miembros de estas asociaciones el monopolio del
ejercicio del oficio correspondiente, en la ciudad y en sus dependencias. En los Países
Bajos, y en parte del valle del Rhin, las agrupaciones de artesanos parecen haber ido
igualmente precedidas de las asociaciones de mercaderes, siendo asimismo posible que
fueran fruto histórico de éstas.
Gremios juramentados y gremios reglamentados: Llegamos en este punto a una
distinción esencial que se ha elaborado en el marco histórico francés, pero que en rasgos
generales sirve para toda Europa. La libertad de trabajo, en el sentido en que la
entendieron los liberales del siglo pasado, está prácticamente ausente en la artesanía
medieval. Hay que limitarse a apuntar una diferencia entre gremios juramentados» y
gremios reglamentados en el primer caso, los oficios constituyen una corporación, en
cuyo seno la admisión se condiciona a ciertos requisitos, y va acompañada de la
prestación de un juramento. El ejercicio de la profesión cualquiera que sea ella se rige
fundamentalmente por las normas que se otorga el propio gremio, y éste vela de por sí
por su aplicación.
Estatutos y reglamentaciones:
.Estos son los estatutos declarados por los olleros de estaño a petición de los
negociadores:
 Quienquiera que desee ser ollero de estaño en París, puede serlo
francamente, con tal de que haga una buena obra, y leal, y puede tener cuantos
oficiales y aprendices quiera.
 Ningún ollero de estaño puede trabajar de noche ni los días de fiesta, salvo
durante los días en que se celebre la feria urbana quienquiera que lo haga, se estará
a 5 sueldos de multa que deberá pagar al rey; porquera claridad de la noche no es
bastante para que puedan durante ella hacer trabajo alguno de su oficio bueno y
leal.
 3. Ningún ollero de estaño puede ni debe en derecho producir obra de su
profesión que no esté bien y lealmente aleada, según lo requiere la obra misma: si
obra en contrario pierde la obra y se estará a 5 sueldos de multa debidos al rey.
 4. Ningún habitante u otro, en la ciudad o fuera de ella, puede vender obra
alguna perteneciente al gremio de los olleros de estaño, en las ciudades ni en su
hotel, si la obra no es de aleación buena y leal, y caso de hacerlo, deberá perder la
obra y pagar 5 sueldos parisinos al rey en concepto de multa.
 5. Ninguno podrá ni debe vender como nuevo lo viejo, tratándose de una
obra perteneciente a los olleros de estaño; si tal hiciera, deberá 5 sueldos de multa
al rey.
 6. Los prohombres del gremio de los olleros de estaño piden que dos
prohombres del gremio sean electos para el mando del preboste de París: cuyos
dos prohombres deben jurar sobre los Santos que guardarán fiel y lealmente este
gremio de la manera arriba ordenada, y que darán a conocer las contravenciones
del gremio al preboste de París o a su mandatario.
 7. Los olleros de estaño deben aguaitar, si no han rebasado los sesenta
años.
 8. Los olleros de estaño exigen que los dos prohombres que guardan el
gremio sean inmunes de guaitar.
 9. Los olleros de estaño deben la talla y demás tributaciones debidas al rey
por los burgueses de París
Fiestas en las que no se trabaja y normas religiosas: Los olleros de estaño de París
prohibían el trabajo nocturno en la creencia que perjudicaría a la calidad del trabajo. Esta
norma se halla también en otros estatutos, en la mayoría de ellos. La luz de las antorchas
y de los candiles podía, hay que reconocerlo, no bastar para la ejecución de una obra de
precisión. La duración del día limitaba, dejando aparte las interrupciones debidas a las
comidas, la duración del trabajo: desde el amanecer hasta que las campanas tocaban a
vísperas. Variable ésta que oscilaba con las estaciones, y engorrosa en conjunto.

Administradores y Letrados

Modelo de Inglaterra: La lucha contra los invasores propició el desarrollo de la


administración, fue en 1066 cuando con Guillermo el Conquistador a sus 20 años de
conquista ordenó elaborar una vasta encuesta acerca del nombre, importancia,
composición población y utillaje de cada casa solariega (casa principal donde residían las
antiguas familias nobles) y con esta información llegaron a tener información de la
conformación del reino. Fue tal la trascendencia que se le denominó a los registros “Día
del Juicio Final”.

Diálogo del tablero de Ajedrez: El método contable era completamente ineficaz, contar
y administrar era complicado al usarse técnicas aritméticas complicadas y se perdía el uso
de la multiplicación y división con grandes cifras. Los clérigos de la Corte encargados de
estas tareas usaban un tablero similar al del ajedrez para realizar estas operaciones, sin
embargo se requería una técnica mucho más avanzada.

Las funciones del Baile: Se medían a escala local, en el siglo XIII en el Norte de Francia
se realizaban los bailes (aplicaban justicia y administración) , el rey los reclutaba en las
zonas más antiguas del territorio, ellos recibían un sueldo y sus destinos cambiaban con
frecuencia, velaban porque fuesen conocidas las disposiciones reales para quienes iban
destinadas (a veces debían traducir las disposiciones, dirigían las obras públicas, era
árbitro y administrador de justicia, dictaba actos administrativos y mandaba los
excedentes al Tesoro.

Felipe de Beaumanoir: Al estar el monarca establecido en la lejanía, los delitos de


cohecho y tiranía de los bailes eran frecuentes, sin embargo Felipe de Beaumanoir es un
ejemplo de un gran administrador. Nació en 1250 y fue autor de novelas y poemas y fue
baile de 1279 y 1296. Escribió un tratado llamado “Costumbres de Clermont en
Beauvaisis donde da fe del progreso realizado a fines del siglo XIII por el espíritu jurídico,
de aquí nace la época de los legistas especialistas en derecho romano.
La preparación para el trabajo Intelectual

Instrucción Elemental: Los primeros mercaderes acudían a clérigos, notarios, que


redactaban sus escritos y llevaban sus cuentas sin poder supervisarlos. Es así que
decidieron enviar a sus hijos a aprender donde aprendía el clero. Los mercaderes más
ricos encomendaban a sus hijos a ayos (servidor encargado de educar), desde el siglo XIII
se crearon escuelas municipales que muchas se separaban de usar la lengua Latín, que era
el idioma de las escrituras comerciales aunque fuese complicado encontrar maestros fuera
de las ciudades.

Abundancia de estudiantes: Se da en los siglos XII y XIII, las escuelas de primera época
se someten a la enseñanza de un maestro que enseña lo que le gusta. Los Centros de
Chartres, Bolonia y Paris establecen un ciclo de estudios completo. En 1100 la escuela va
a remolque del maestro, en 1200 el maestro va a remolque de la escuela, según el
historiador Haskins.

Las Universidades: Son la traducción institucional del trabajo intelectual, se constituyen


por agrupaciones de maestros y estudiantes numerosos dentro de un ciclo de estudios
bastante completo, el albergue de los estudiantes solo se concebía dentro de las ciudades
y las Universidades nacieron fruto de la pujanza urbana.

El traductor y el copista: Fueron trascendentales para el desarrollo de la cultura


medieval. Muchas traducciones se llevaron en España y Cremona (1114-1187). Al
trabajar de modo empírico por tener carencia en la gramática árabe. En el siglo XIII son
mejorados. En 104 en Luxeuil, un copista tarda 11 días en copiar una obra de 50 páginas,
es por eso que las Universidades del siglo XIII crean talleres profesionales en vista al
trabajo en serie.

Prestigio del trabajo Intelectual: Es el hecho de la existencia de trabajadores


intelectuales lo que hace que el trabajo intelectual tenga un prestigio sobre el mismo. La
Iglesia impulsó la creación de religiosos intelectuales hasta formar un clero universitario
centrándose en los mismos, así varias personas con poder financiaron la creación de
grupos de pensadores que se dedicarían a la creación de obras y a mejorar constantemente
para superar a los antiguos.
Trabajo y Salvación: Viene retomado por la Biblia, donde mencionaba al trabajo como
un medio de salvación (como indica el Génesis al decir comerás tu pan con el sudor de tu
rostro, hasta que vuelvas a la tierra, puesto que de ella saliste) entonces ante esta lógica
el trabajo es un medio para perfección interior y un medio para persistir. San Benito
argumentaba que quien por necesidad o pobreza trabaja en las mieses se volverán
verdaderamente monjes. Ya en el siglo XIII el trabajo se constituye como una notable
fuente de riqueza, Santo Domingo intuye la necesidad de la limosna para la subsistencia
de la actividad predicadora fuera del trabajo, sin embargo no fue con las limosnas que se
construyeron completamente las iglesias: varios artesanos y grupos de trabajadores
comenzaron a donar vidrieras y otras cosas para las iglesias.

También el trabajo científico se convierte en instrumento de salvación como ilustran


varias estatuillas de iglesias donde se observan a Tolomeo y Pitágoras, de aquí se forma
una relación entre el trabajo manual e intelectual.

Moral Profesional: En el siglo XIII la iglesia trata de seguir mucho más de cerca la
conducta del hombre y establece la confesión por lo menos una vez al año, de aquí nacen
las antologías de exempla (anécdotas) que son usadas para darle más vida al sermón,
usadas por miembros de la iglesia que más apego con el pueblo tenían.

La Usura: La transformación de la economía hizo que pensadores como Tomás de


Aquino se pronuncien sobre la usura. Él afirmaba que: el que quisiera vender por
separado, ahora su vino, y luego el uso de su vino, vendería dos veces la misma cosa,
vendiendo una cosa que no existe por lo que se constituye la Usura. Para Aristóteles la
única fuente de ganancias debe ser el trabajo, fuera del cuerpo o del intelecto. Pero sin
embargo se establece que se puede estipular una poena, esto es, una multa que se debe
pagar por multa de vencimiento al generar un perjuicio al prestamista.

El precio Justo: Era una consideración moral que se establecía para el pago del trabajo
intelectual, que le permitiese vivir de forma decente, en concordancia con lo que pensaba
la iglesia del trabajo, que suponía que la economía debía responder a ciertas normas
morales.

Ciencia y Técnica: Entre trabajo del sabio y las labores manuales existía una separación
bastante marcada pero que luego se van a juntar, como se vio en siglo XIII cuando se
empezaron ya a elaborar lentes en base a la refracción y de la técnica de fabricación de
cristales, es así que el trabajo manual también pasó a ser de incumbencia científica.
LIBRO TERCERO

CRISIS DE CRECIMIENTO Y DE ADAPTACIÓN

SIGLOS XIV Y XV

Introducción Histórica

Las guerras: En esta época toda Europa se encuentra sumida en conflictos y


inseguridades de todo tipo que hicieron que el trabajo también se vea afectado ya que
artesanos, campesinos y otros trabajadores se unen a las grandes compañías (ejércitos de
mercenarios) y aunque no existiese una guerra declarada ellos seguían arruinando al país.

Las epidemias: En Octubre de 1347 llegan a Silicia buques genoveses que vuelven del
mar negro, ellos traen una peste que ennegrecía el cuerpo de sus víctimas y toda Europa
fue infectada, se estima que un tercio de la población murió. Duró de 1348 a 1349 y luego
las personas se casaron a porfía (para lograr reproducirse) aunque la natalidad seguía por
debajo de la mortalidad. Hubo también migraciones de gente del campo a las ciudades y
así la mano de obra se hace difícil de encontrar en disponibilidad.

La perturbación moral: Después de la peste negra se ven comitivas de flagelantes en


Países Bajos y Alemania: eran monjes fanáticos que iban por las ciudades desnudos hasta
la cintura dándose latigazos con cuerdas con clavos. Estas manifestaciones se daban por
el descontento de la población que acarreaban desórdenes sociales.

Hacia un nuevo arranque: La escases de comida volvió a ser un problema bastante


notable lego de la peste negra y esta escases tomó tiempo en reestablecerse. Al salir de la
escases el sistema que se establece es centrado en el trabajo de los súbditos subordinados
a las monarquías poderosas. La fase de desarrollo urbanístico queda atrás para dar paso
al desarrollo de economías nacionales que engloba a toda Europa haciendo que mediante
los grandes descubrimientos, imperios coloniales y explotación de esclavos hará
necesario que Europa llegue a transformarse.

Conservación de la Esclavitud: Siguió en la Península Ibérica por la lucha ante los


musulmanes donde se usaban bastantes prisioneros de guerra hasta la reconquista del
siglo XIII, luego en el mediterráneo y África se dio la venta de esclavos que eran
revendidos en el reino de Aragón.
Hacia la trata moderna: Los marineros portugueses y castellanos se beneficiaban de los
esclavos en las costas africanas, los esclavos eran repartidos al azar separándolos de su
familia y amigos donde era notable el dolor de la madre al separársele de sus hijos, unos
lloraban y otros gritaban ante su partida. A la final estos esclavos aprendieron el idioma
y adoptaron la religión católica.

CAPÍTULO PRIMERO

PROGRESOS DE LA TÉCNICA INDUSTRIAL Y DEL CAPITALISMO, CRISIS


DE LA ARTESANÍA

1.- LOS PROGRESOS TÉCNICOS

Crisis y progresos: Los siglos XIV y XV trajeron bastante crisis que modificaron las
condiciones de trabajo industrial y comercial. Fueron las apariciones de necesidades y
gustos nuevos que hicieron que las personas busquen que el mercado elabore mucha más
cantidad de productos y para abaratar costos de producción aparecieron las máquinas
primero en Italia y Países Bajos, en este apartado se tratará lo más importante.

El sistema Biela Manivela: Hubieron mejoras en el sistema de transmisión pero cabía el


problema del movimiento circular continuo, en las sierras y tornos donde se añadió un
resorte que reintegraba a su posición original el instrumento mediante un sistema aunque
con inconvenientes que fueron resueltos en los siglos XVI y XVI que permitieron
perfeccionar los tornos para el trabajo de la madera y los metales y se fabricaron bombas
aspirantes con lo que se avanza en la técnica de la minería.

Los Textiles: El progreso sigue siendo más humano que mecánico, se da una división del
trabajo, en la experiencia en la elección y preparación de lanas, utilización de colorantes,
el apresto final y todo siguió igual con la utilización del torno de hilar que se añadió un
pedal para disminuir el esfuerzo.

Fabricación del Vidrio: Las aplicaciones del cristal se multiplican y modifica la vida
cotidiana usándose para las ventanas de las casas, para 1448 según Enea Silvio la mitad
de las moradas venecianas ya contaban con ventanas de cristal y fue importante para el
entorno doméstico. También debido a la necesidad de leer se llega a finales del siglo XV
a elaborar la lente cóncava, que enmienda la miopía.
La Metalurgia: En los siglos XIV y XV se consumía mucho metal para las guerras e
instrumentos agrícolas pero los primeros avances se dieron por los metales preciosos
donde aparece mucho más rentable. El problema radicó en cómo se iba a extraer el metal
sin desperdiciar demasiado para lo cual cada sector territorial tenía una técnica diferente
para extraer el metal.

El Alto Horno: Hubieron dos formas de producir el hierro. La primera en un alto horno
de 4 a 5 metros, cuya obra está cubierta por tierra un poderoso sistema de fuelles produce
una temperatura considerable. El hierro corre por unas hijuelas trazadas en la tierra
colocadas al pie del aparato. La segunda operación consiste en que los lingotes de
fundición llevados a la fragua son nuevamente fundidos convertidos en hierro y tratados
con fuertes martillos hidráulicos. Con estas dos formas hay un notable avance.

Otros Problemas: Estos sistemas tenían varios problemas como lo son el ser demasiado
grandes para moverse y también el consumo excesivo de madera que utilizaban que
llegarían a ser deforestadores de árboles.

Trabajos Hidráulicos: Hubieron invenciones que facilitaron la realización de grandes


obras hidráulicas. En Holanda en 1408 surgieron los primeros molinos de viento
destinados a extraer agua según el sistema de la bomba y otras aplicaciones. En Francia
las compañías de los mercaderes hacen dragar el lecho del rio, construyeron diques de
contención para las crecidas y para mejorar los afluentes.

La Imprenta: Los talleres de copistas profesionales no han dejado de perfeccionar sus


técnicas desde el siglo XIII. Multiplicaban el número de copias fundándose en el mismo
ejemplar de base dividido en cuadernillos para que varios amanuenses puedan copiar al
mismo tiempo. Aún con esta organización la producción en serie salía cara y la demanda
de las Universidades, del clero, de las cortes, de los nobles, burgueses y artesanos era
basta, por lo que el desarrollo de la imprenta para cubrir las necesidades era necesario.

Pergamino y Papel: El pergamino era un soporte indicado, sólido, duradero y de calidad


pero que no iba a servir para la imprenta. Al principio el papel también no ofrecía
condiciones tan favorables, pero en Fabriano sobre todo se dieron bastantes progresos que
hicieron que el papel sea mejorado al tiempo en que se rebajaban sus precios, se buscaron
trapos más aptos para la fabricación del papel que le daban un aspecto bastante suave. En
Francia los papeleros italianos aseguraron el funcionamiento de molinos de papel cada
vez más numerosos.
Problemas de la Imprenta: Por una parte se debía de tener una acelerada técnica de
fundición de metales, un conocimiento profundo de estos y de aleaciones, por otra parte
se debía de elaborar una tinta mucho más negra, grasa y clara, también se debían elaborar
moldes que dejen el papel totalmente plano. En el siglo XV se resolvió y la empresa
alcanzó un nivel elevado de calidad.

Nuevos principios del Trabajo: Hay problemas nuevos que se plantean en un ámbito
aún muy recortado, y que se resolvían según los principios modernos del trabajo, también
surgidos para estandarizar el mercado y para que el desarrollo productivo no se vea
mermado por una serie de inconvenientes a la hora de ejercer el trabajo.

1.- CRISIS DE LA ARTESANÍA

La expansión Corporativa: Los gremios van separándose notablemente duplicando los


gremios existentes en menos de un siglo, es así que los espaderos se separan de los
gremios de las corazas o de ballestas aunque tengan una relación de seguir siendo
herreros, provocando que los gremios se multipliquen.

Éxitos Corporativos: Hubo una mejoría en estos gremios y es que los estatutos
organizaban las relaciones entre productores y contribuían a mejorar la calidad de la
producción. Ya se pensaba y se regulaba en los gremios las prestaciones sociales como el
seguro por enfermedad o por vejez siempre que se pague la cuota durante el año al igual
que prestaciones a las viudas de los maestros y los huérfanos.

Gremios y Poder Urbano: Llegan a tener participación en los gobiernos urbanos, así en
varios Países como Países básicos llegan a tener reconocimiento mediante una
denominada revolución democrática, en otros países llegan a tener gran participación en
el control político por mérito de los gremios de los diferentes sectores.

Los Tiempos difíciles: La lucha por el mercado se ve cada vez más agresiva. En
Florencia se exportan tejidos de alta calidad, en Inglaterra y Cataluña se especializan en
productos más modestos pensados en la clase media.

Los Efectos de la Peste Negra: Fue una época difícil porque la clientela se redujo así
también los trabajadores que elaboraban los diferentes productos y también algunos
abandonaron el trabajo por desánimo por lo que existió una crisis por mano de obra, los
artesanos calificados tenían dificultades para reclutar oficiales y aprendices ya que la
peste causó tantas muertes que hubo grandes escases de obreros en todos los oficios y los
obreros y sus familias exigían salarios excesivos. Inglaterra se pronunció y prohibió el
aumento de los salarios. En 1351 en Francia se implementó una medida similar sin
embargo hubo una pérdida de valor de la moneda y la medida resultó severa y a la final
fue un fracaso.

Evolución de los Gremios: Los estatutos de los gremios tratan de preservar las
condiciones que habían adquirido hasta ese momento, luego de la peste no hubo un gran
crecimiento en los distintos sectores por lo que se disminuyeron algunos apellidos
famosos que controlaban cierto trabajo como lo es la carnicería.

Gremios e Interés Público: Destaca la oligarquía de los hijos de maestros dentro de los
gremios los cuales son egoístas y conservadores y los intereses del gremio son distintos a
los de los consumidores, los gremios optan por limitar el comercio exterior y obligando
a aceptar sus políticas. Los consumidores se ven limitados en sus derechos al adoptar las
medidas de los oligarcas.

Maestros y Oficiales: Los oficiales entraron en pugnas con los maestros. Los oficiales
formaron coaliciones para exigir aumento de salarios y los maestros creaban estatutos
fijando salarios y regulaban sus relaciones con los oficiales. Estas pugnas eran resueltas
por los jefes de las corporaciones o las autoridades urbanas, fue así que surgieron las
agrupaciones de oficiales, aunque las presentaban con caracteres religiosos para añadir a
más personas a ella, aunque sus fines eran destinados para los maestros.

Se amplía el Conflicto: Los oficiales viajaban de ciudad en ciudad para mejorar su


formación técnica o para buscar trabajo, es por ello que estos dos bandos tuvieron que
buscar agruparse a escala regional. Los oficiales se vieron muy unidos, vistiendo ropas
que los distinguían de entre las personas.

Las Grandes Revueltas: Los siglos XIV y XV conocieron más que esta guerrilla de
huelgas, coaliciones y despidos con maestros y oficiales como protagonistas, fueron
motines sangrientos en los que tomaba parte todo el mundo laboral.

Derrota del Gante: Sufren los gremios ganteses una derrota decisiva. Siendo la iniciativa
de los bateleros y de los tejedores, se habían sublevado contra el conde (1379) y al
principio habían atraído a su bando a los artesanos de Brujas. En París, en Ruán, la fiera
actitud de Gante era de todos conocida; salían del populacho gritos de «¡Viva Gante!».
Lo que acabó por convencer de la necesidad de una intervención del ejército real francés,
cual lo solicitara el conde de Flandes.

Debilidad de los Sublevados: Los resultados de estas agitaciones se nos presentan más
bien esquilmados. A lo sumo, en ciertas ciudades ha podido ampliarse la participación
que a los gremios correspondía en el gobierno urbano. Pero este progreso no beneficia
más que a una minoría de maestros.

2.- PROGRESOS DEL CAPITALISMO

Primero paulatinamente y luego con rapidez, después de la segunda mitad del siglo xv, el
capitalismo realiza progresos. Éstos se explican parcialmente por la reconstitución
demográfica y el restablecimiento de una situación pacífica, y parcialmente por la
evolución técnica.

Concentración Industrial: No era cosa nueva la concentración de numerosos


trabajadores cooperando en una misma tarea, pero se extiende a nuevos sectores. Al igual
que en la época anterior, tienen los siglos xiv y xv sus obras públicas y sus astilleros.

Multitudes equivalentes son movilizadas para las grandes obras hidráulicas. Y ello sin
echar en olvido las minas, en pleno desarrollo, a las que nos referiremos ulteriormente.
Las nuevas formas cobradas por el trabajo suscitan igualmente empresas que emplean
más personal que los tradicionales talleres: cristalerías, altos hornos, imprentas.

Transformación de las Empresas: La necesidad de mantener y renovar un material


costoso puede conducir todavía a la transformación de empresas que antaño fueron
artesanas. En Toulouse, las crecidas del Garona destruyen repetidas veces los grupos
existentes de molinos; molinos trigueros, a los que se añaden los destinados a machacar
la casca o los nudos del glasto, y los molinos papeleros.

Se echa la mano del Trabajo Rural: Son varias las empresas que entonces radican fuera
de la ciudad, cerca de las materias primas o de los manantiales que proporcionan energía.
Pero también, buscando una mano de obra menos cara, menos vinculada a las
reglamentaciones corporativas, encontramos a mercaderes-patronos que distribuyen el
trabajo en la campiña. En el siglo xv, en Flandes, empujados a ello por los condes, tratan
así de redondear sus ingresos normales.

Municipios y Capitalismo: Gobiernos urbanos hay que ponen todo su afán en trabar
minuciosamente el desarrollo del capitalismo, en crear o controlar las empresas más
importantes. A principios del siglo xv, el Consejo urbano de Múnich construye un molino
batanero, otro de afilar, un matadero y almacenes de sal administrados por una «Caja de
la Sal»: los mercaderes deben depositar en ellos sus reservas en sal de modo que así la
clientela puede comparar la calidad y controlar los precios en la ciudad.

Ensanchamiento de la Economía: los problemas laborales dejan de plantearse dentro de


marcos urbanos. La competencia entre las ciudades, o entre éstas y las zonas rurales,
requiere soluciones de más amplios horizontes. Las economías van cobrando un carácter
nacional, mientras van evolucionando hacia el capitalismo.

La Función del Estado: En otras partes los soberanos encabezan este movimiento.
Aparecen en la segunda mitad del siglo xv reyes y príncipes que, aunque tengan en la
mente sobre todo fines financieros y carezcan de experiencia económica concreta, se
preocupan por las cuestiones industriales y alientan el trabajo.

CAPÍTULO II

LOS TRABAJADORES DEL SECTOR PRIMARIO: CAMPESINOS Y


MINEROS

1.- LA ASOLACIÓN DEL CAMPO

El mundo campesino sigue constituyendo en los siglos xiv y xv la porción inmensamente


mayoritaria de la población. Pero los cambios más importantes en la historia del trabajo
de esta época no proceden de él ni de la ampliación y la transformación de los cultivos.
Antes bien, sufre la influencia de fenómenos que le son extraños, desgracias del momento,
direcciones impuestas por la evolución de las necesidades urbanas, adaptándose a ellos
con dolor.

Destrozos de la Guerra: En ninguna parte pueden observarse como en Francia los


destrozos causados por la guerra. Claro que los encuentros bélicos no eran continuos.
Algunas regiones como Bretaña o el Bearne no la han sufrido sino esporádicamente, o
nada. Los entuertos causados por los ejércitos regulares se completan con los de las
«grandes compañías» que se las arreglan para vivir sobre el país. Es decir, los bienes del
campesino brutalmente arrebatados para su avituallamiento. Es decir, el saqueo, por el
que le arrancan sus escuálidas economías.
La Despoblación: Las ruinas incidían en una humanidad vulnerada en sus centros vitales
por el asalto reiterado de las epidemias. En pluralidad de regiones el mal había comenzado
antes de que la guerra viniera a afectarlas. Aquí tenemos, fundada en 1341 «en el seno de
un bosque grande, alto y amplio, entonces denominado de Vaure», la quinta real de Revel,
algo al este de Toulouse. «Muchos edificios bellos y dignos de honra han sido construidos
allí con la idea de que habrían de permanecer perennemente», y el terruño fue puesto en
cultivo.

El éxodo rural: Las guerras y las epidemias y también la incapacidad en que estas
poblaciones se encuentran de colmar sus vacíos con su esfuerzo natural. A falta de
estadísticas precisas, el aumento de la mortandad se agravó con una reducción de la
natalidad, patente sobre todo en las ciudades, y con un auténtico éxodo rural.

Esfuerzos de Reconstitución: Pasado el enemigo, tornan los campesinos refugiados en


las iglesias, las fortalezas o los bosques vecinos, a reparar sus humildes moradas y a luchar
contra los eriales.

Desde mediados del siglo xv, dentro de un clima de seguridad paulatinamente recobrada,
esta «reconstrucción» adquiere en Francia un carácter general. Son demasiado pocos los
hombres permanecidos en los pueblos: al sur de París, por ejemplo, Bièvres no tiene en
1458 más que 8 parroquianos en lugar de 100 que tenía antes, y Chevreuse sólo cuenta
con 28 en lugar de 300, afortunadamente se producen migraciones de países más pobres
o menos despoblados.

2.- EVOLUCIÓN DEL TRABAJO CAMPESINO

La Evolución Técnica: Este retroceso del trabajo humano ante el baldío, y luego su
parcial contraofensiva, no deben ser los únicos que retengan nuestra atención. El trabajo
agrícola experimenta también la influencia, aunque no tanto que los progresos técnicos,
sí del juego de los factores económicos. El arado con juego delantero se convierte en algo
más común; las más de las veces lo encontramos complementado con la vertedera que le
da toda su plena eficacidad. Se pone mayor esmero en el cultivo, es fundamentalmente el
juego de los factores económicos el que impulsa a los campesinos a adoptar cultivos que
reclaman un esfuerzo más considerable.

Evolución de la Demanda: Los intercambios y la moneda desempeñaban pues en su


explotación un papel cada vez más importante. Y con ello, ésta se preparaba a seguir
notablemente la evolución de la demanda urbana, traducida en los movimientos de los
precios.

Retroceso de los Cereales: Los precios del trigo parecen haber descendido entre
mediados del siglo xiv y los años 50 del XV. Bien es verdad que cuando los años de
escasez, estos precios podían multiplicarse por cinco y hasta por diez, pero el campesino,
en el mejor de los casos, no disponía en tales momentos más que de limitados excedentes
para vender. La escasez enriquecía antes bien a los especuladores que se amañaban para
hacer llegar trigo desde regiones menos afectadas.

Desarrollo de la Cría Animal: La carne aparece con mayor frecuencia tanto en las
escudillas más modestas como en las vajillas de estaño o de plata. Se hace posible una
auténtica inversión de capitales urbanos en la ganadería mediante contratos conocidos
bajo apelativos diversos: «batí a cheptel», «.gazagnes»... Asocian al campesino con el
capitalista: éste hace entrega al primero de una suma de dinero que equivale al precio
ficticio de todo o parte de su ganado, cuando no le habilita efectivamente para que lo
adquiera. El campesino vela por los animales, los engorda. Cuando vence el plazo
convenido, son revendidos, el prestamista recobra su cantidad y luego el beneficio es
repartido por ambos hombres. Es ésa práctica normal en el tráfico, y contribuye a poblar
de animales los alrededores de las ciudades.

Nacimiento de una Tercera Europa: Mucho más allá, la decadencia del Estado de Kiev
(tan brillante en el siglo xi) determinó a varios grupos humanos a subir hasta la zona del
Alto Volga y desarrollar allí, en pleno bosque, claros de cultivos. Mientras que la invasión
mogol cubre la mayor parte de Rusia en el siglo XIII, aquel esfuerzo de roturación
prosigue en torno a Rostov y a Moscú. Pocos, los hombres se pierden algo entre tantas
tierras.

3.- EVOLUCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS AGRARIAS

Ciertas obligaciones del sistema anterior de los dominios persisten, sin que su existencia
parezca justificada por realidades presentes coexisten en los marcos tradicionales clases
diversas de explotación. A lo que debemos añadir que este equilibrio se realiza en niveles
muy diversos según los países y las regiones.

El caso Francés de Inestabilidad: en Francia es donde la evolución se nos presenta de


modo más uniforme, y bajo sus rasgos más conservadores. Sin embargo, la guerra y sus
secuelas llevan consigo una inestabilidad grande. En la zona de Burdeos la entrada y la
retirada de la conquista francesa suelen correr pareja con las confiscaciones y las
donaciones concomitantes, que quiebran la unidad de más de un señorío, y en cualquier
caso rompen los lazos cuasi-familiares trabados entre comunidades campesinas y linajes
señoriales, ante la costumbre de los miembros de éstos de tratar a aquéllos de modo
patriarcal.

Los Factores del Conservadurismo: Los señoríos, desde mediados del siglo XV se
reconstituyen, con algunas salvedades sin importancia, dentro de los marcos anteriores.
Contribuye a este conservadurismo, primero que toda la existencia de importantes
señoríos eclesiásticos que cubren una parte considerable del suelo, cuya porción asciende
en algunas regiones hasta la mitad de él.

Señorío Real: Las más de las veces la parte del señorío dedicada a tenencias en los
primeros años del siglo XIV se reconstituye con escasas variantes a últimos del siglo
siguiente, en la zona parisina los dos tercios de las tierras cultivables se hallan de este
modo a menudo entre manos de colonos, al propio tiempo, estas tierras arrendadas aportan
cada vez menos dinero al peculio de los señores, forzados a reducir los cánones para atraer
o retener a colonos que escasean.

El Señorío Jurisdiccional: Puede compararse a los anteriores el diezmo: percibido en


especies, y proporcional a la cosecha, va acorde con los progresos de la productividad.
Desde el siglo XI, la Iglesia se ha hecho restituir muchos de aquellos diezmos, impuestos
en principio para el mantenimiento del clero parroquial, pero más de un señor laico sigue
siendo su detentador, aunque en contrapartida tenga que remunerar a un capellán con
parte de estos ingresos.

Arriendo y Aparcería: El alza de los salarios ha incrementado todavía más el coste de


la explotación directa de la reserva. Por lo que, y más en los señoríos laicos, sigue ganando
adeptos el arriendo y la aparcería: el primero, en el Norte fundamentalmente, y el segundo
al Oeste, en el Centro y en el Mediodía de Francia.

La Servidumbre: Los señores se aferran tanto más a sus siervos, sobre los que disponen
de derechos más amplios, cuanto que no poseen ya sino pocos. Exigen de ellos un
reconocimiento de su condición, reiterado de vez en cuando. Pero los siervos se
aprovechan también de la escasez de la mano de obra, amenazan con huir, y no son pocas
las veces en que logran una fijación de sus cargas. Más de un señor sin dinero ha aceptado
también la ventaja inmediata que representaba el percibir una cantidad a cambio de la
liberación de uno o varios siervos suyos. Con que, en conjunto, la servidumbre va
perdiendo más terreno.

Los Alzamientos Campesinos: Los campesinos, desligados y violentos, los convierten


a poco en verdadera sublevación social, dirigida contra todos los señores y contra el clero.
Se suceden escenas de extraordinaria barbarie: ciertos nobles son compelidos a matar a
sus propios parientes ante la muchedumbre. El alzamiento dura cinco años, contando con
la ayuda de los artesanos urbanos. El rey de Francia acaba por destrozar las gavillas
rebeldes que en un alarde de valor se habían dirigido a su contra.

La Miseria Campesina: La recuperación agrícola fue como sabemos lenta, y más lenta
aún la entrada del bienestar en los hogares campesinos, los campesinos franceses, a su
decir, «beben agua, comen manzanas, con un pan muy negro hecho con centeno; no
comen carne, salvo algunas veces que toman un poco de tocino, o las vísceras y la cabeza
de los animales que matan para el alimento de los nobles y de los mercaderes del país.

Los Efectos de la Peste Negra: Los hombres escaseaban, los salarios subieron
bruscamente, los señores quisieron exigir nuevamente la totalidad de las prestaciones
obligatorias que no habían sido formalmente abolidas y los villanos se negaron con
frecuencia a realizar este trabajo barato. Muchos huyeron para recibir en otros lugares
parcelas libres que otros señores estaban más que deseosos de ofrecerles.

La Sublevación del Trabajador: A fines de mayo de 1381, tres pueblos de pescadores


del Essex dieron la señal cuando echaron a pedradas a los cobradores de impuestos. En
pocos días el desorden había cundido en todo el condado y luego en el de Kent. Miles de
hombres armados se formaron en bandas y partieron al asalto de los castillos. Wat Tyler,
un sacerdote errante y exaltado, John Ball, se impusieron a su frente. Temas que han sido
resumidos en la fórmula ya célebre: «Cuando Adán cavaba y Eva hilaba, ¿dónde estaba
el hidalgo?»

Los sublevados del Essex y del Kent se apoderaban de Londres y el rey tuvo que asentir
ante las peticiones presentadas con altanería por Tyler: abolición de la servidumbre,
transformación de todos los villanos en colonos libres obligados a pagar un censo anual
de cuatro denarios por acre, supresión de las maniobras de encarecimiento de los víveres,
amnistía general. Unos días después Ricardo II volvía a hacerse con la situación. Tyler y
Ball eran ajusticiados, restablecido el orden por doquier, abolidas las concesiones.
Evolución Ulterior: La resistencia campesina se mantuvo mediante múltiples acciones
locales y es que la sublevación de 1381 no era un simple acto de desesperación, la
evolución natural había de favorecer a la larga la realización de las reformas deseadas por
los rebeldes y la conmutación logró a fines del siglo XIV y del XV progresos decisivos,
hasta mediados del siglo xiv la organización del señorío se modificó poco. Sin embargo,
un tercio aproximadamente de los servicios se conmutó en cánones. Por otra parte, el
señor modificó las condiciones del censo de varias tenencias: en 1393 cuatro de los jull
lands y diez tenencias de cottagers se concedían, no ya a perpetuidad, sino por contratos
temporales que no preveían más que la satisfacción del pago de una renta (9 libras en
total).

Empiezan las Enclosuras: Una evolución muy distinta empieza también en la segunda
mitad del siglo xv. Su origen reside en el alza del precio de la lana. Merece la pena el
llevar más allá la cría del ganado lanar, consagrarle tierras hasta el presente dedicadas al
cultivo de cereales. El problema radica en la constitución de buenos pastos, lo bastante
amplios, y acotarlos para protegerlos contra las roturaciones y los rebaños de colonos y
arrendadores.

Diversidad del Imperio: de las estructuras agrarias se nos presenta de modo más prolijo
en el Imperio, como era de esperar en un territorio más vasto, falto de la influencia
unificadora de un poder central fuerte. En conjunto, el empobrecimiento resulta muy
probablemente más grave que en Inglaterra. Los señores defienden aquí sus intereses con
reciedumbre, y por procedimientos que varían según las regiones.

El Noroeste: Entre el Rhin y el Elba, es decir, principalmente en Westfalia y Baja


Sajonia, el sistema dominical, con su reserva (Herrenhof) y sus tenencias hereditarias
encomendadas a unos Laten, evolucionaba de forma perjudicial a los señores. Los
administradores, o Meier, que tenían que llevar los señoríos eran muchas veces pequeños
nobles que se esforzaban por volver hereditaria su función. Muchos señores prefirieron
separar totalmente reservas y masadas.

El Sudoeste: En Badén, una parte de Würtemberg y de la Suiza actual, la evolución fue


la inmediatamente más desfavorable para los campesinos: se trata de un como
endurecimiento del señorío tradicional, su «petrificación» (Versteinerung), según la
expresión de los historiadores alemanes.
El Far East: En los países de allende el Elba, cuasi-coloniales, ni los señores ni los
campesinos tienen las mismas tradiciones que en el resto de Alemania. Los señores no
han sido nunca jefes ni protectores. Lo que desde el momento de su afincamiento en el
país les ha animado, a ellos, los «arrendadores», es el instinto de rendimiento, de
beneficio. Los campesinos han sido a menudo instalados en parcelas de un trecho,
alargadas, yuxtapuestas, donde el cultivo y su mejora se dejaban a la iniciativa de cada
cual.

4.- Minas y Mineros

Se Reemprenden las extracciones: Frente a las actividades mineras del Imperio romano,
la Alta Edad Media representa un retroceso clarísimo. La recuperación empieza a
vislumbrarse netamente desde el siglo xi. Pero la técnica extractiva ha seguido siendo
durante largo tiempo primitiva, más aún que en la Antigüedad. Se limitaba a raspamiento
superficial, colmando los filones a flor de suelo las necesidades muy débiles.

Mina y Montaña: Esta reanudación se ha llevado a cabo más de una vez siguiendo los
rastros de obreros anteriores, en minas explotadas durante el Imperio romano. Pero con
frecuencia por lo menos igual, se realizaba en emplazamientos nuevos en los que
abundaba tan especialmente Europa Central: los Alpes, Bohemia, los Montes Metálicos
(Erzgebirge), Silesia, Hungría... Muchas de estas minas estaban ubicadas en zonas
montañosas (lo que recuerda la propia palabra que en alemán designa las minas:
Bergwerf. Se ha apuntado la importancia de este hecho. Además, dichas zonas mineras
eran no pocas veces regiones de colonización, donde la libertad personal aparecía como
el estatuto normal. «El atractivo misterioso de las regiones donde trabajaba el minero
contribuía a situarle en la imaginación, no en lugar del esclavo, sino en el puesto del
pionero» (J. U. Nef). Mientras en la Antigüedad la actividad minera era a menudo
privativa de esclavos o condenados, en la Edad Media se revistió con el atributo
inseparable de la libertad y de cierta dignidad.

Soberanos, Señores y Mineros: En algunas regiones la prospección era coto reservado


de los miembros de ciertas asociaciones: así, en los alrededores de Alençon, la Perche y
Alta Normandía, solamente podían abrir minas de hierro los «barones cavariles» ■—
grupo de señores laicos y eclesiásticos—, en cuyas minas el trabajo recaía exclusivamente
en la hereditaria corporación de los «ferrones». Pero en general la actividad minera estaba
abierta a cualquier postulante. Así que cualquiera podía pedir al príncipe o a su oficial
especializado — el Bergmeister en el Imperio— una concesión.

El señor, en tanto que propietario inmobiliario, intervenía también. Tenía que facilitar el
acceso a la mina, conceder terrenos a los mineros para su asentamiento, sus instalaciones
y hasta en su caso los cultivos que podían realizar al margen de su actividad principal;
tenía que proporcionarles madera, poner el agua de los manantiales a su disposición. Se
le indemnizaba por todo ello mediante una deducción a su favor del mineral extraído.

Las comunidades de Mineros: Las más de las veces, pues, la actividad minera es llevada
a cabo por hombres que trabajan por cuenta propia y agrupados en comunidades. Éstas
benefician de gran número de privilegios como la inmunidad en materia de impuestos
corrientes. Representantes de los mineros, los jurados, se reúnen con los agentes
principescos y señoriales para la elaboración de las costumbres jurídicas que determinan
el funcionamiento de la mina.

Evolución de las Necesidades: El siglo XIII y el principio del siguiente representan la


primera fase en el desarrollo de la producción minera. Desde aproximadamente 1350 se
estabiliza casi por completo, pese a la creciente demanda proveniente de los talleres
monetarios y de los fabricantes de armas.

Los Progresos Técnicos: La mayor maestría adquirida en el tratamiento a que se someten


los minerales, a que ya nos referimos con antelación, disminuía el coste de producción de
los metales, y hacía posible un aumento en el ritmo extractivo. En cuanto a las minas,
todos los problemas se centraban en la perforación de pozos más hondos, que diesen
acceso a galerías superpuestas. Hubo que consolidar con armazones de madera los
hastiales de estas galerías.

El Boom Minero: Entre 1460 y 1530 asistimos a un verdadero boom de la actividad


minera. En Europa Central solamente, la producción de plata se multiplica por cinco a lo
menos, hasta alcanzar las 85 toneladas anuales, cifra que no sería rebasada hasta mediados
del siglo xix. El incremento de la producción del cobre es del mismo orden, y la del hierro
es de cuatro veces la anterior, aproximadamente.

Minas y Capitalismo: La ampliación y la instalación de las minas exigían inversiones


cada vez mayores. Las comunidades de mineros se endeudaban. Se iban formando
sociedades capitalistas que les compraban las explotaciones, u obtenían concesiones
nuevas. En ellas el capital estaba representado por cuotas (128 y aún más) vendidas a
nobles, monasterios, mercaderes, ciudades. Esta separación entre trabajo y capital se
tradujo en conflictos. Se formaron agrupaciones de mineros en vistas a la defensa de sus
intereses frente a los patronos, para velar por las condiciones del trabajo también, que
eran muy duras. Estallaron huelgas, el trabajo de los mineros seguía siendo lo bastante
valioso como para que se pusiese cierto esmero en cuidar y conservar a los que lo
practicaban.

Formas Arcaicas: Por otra parte, las formas de organización del siglo xm perduraban
también en más de una mina pequeña. La extracción del carbón permanecía especialmente
atrasada. Lieja brinda un caso casi único de trabajo muy concentrado. El carbón se
presentaba allí en vetas espesas a flor de tierra; la encrucijada fluvial ofrecía transportes
poco costosos.

CAPITULO III

MERCADERES E INTELECTUALES AL FINAL DE LA EDAD MEDIA

(Sector Terciario)

1.- Complejidad compleja del Comercio

Las Condiciones Generales: Faltos de estadísticas, no sabemos cuál fue la evolución


cuantitativa del comercio europeo en los siglos XIV y XV. A primera vista las
condiciones generales parecen muy desfavorables para él, pero no todo es tan sencillo.

Las Guerras: Entre países beligerantes, han podido acarrear la interrupción de las
relaciones comerciales. A este respecto, M. Mollat ha demostrado hasta qué punto
después de la reconquista de Normandía por Carlos VII (1449-50) las vicisitudes políticas
paralizaron la reanudación del tráfico entre esta provincia e Inglaterra.

Los Saqueos: Conocemos los pesares de un viejo salteador, Aimerigot Marches que
confesaba a Froissart cómo, en su juventud, le alegraba «hallar en los campos... un
mercader con dineros o una reata de mulos... cargados de paño, de oro o de seda de
Bruselas o de Montivillers, y de pieles provenientes de las ferias de Lendit o de otra parte,
o de especies provenientes de Brujas, o de otras mercancías provenientes de Damasco o
de Alejandría», de los que se apoderaba o que sometía a «rescate» a su arbitrio.

La Carga Financiera: También acarrearon las guerras grandes gastos para los gobiernos,
obligándoles a tomar a préstamo. Así, los reyes de Inglaterra solicitaron créditos enormes
de los mercaderes italianos, y el fracaso de las primeras campañas lanzadas por Eduardo
III en el Continente, estuvo a la base de las quiebras de varias compañías. Tenían que
mantenerse enterados de los acontecimientos, para poder aquilatar los soberanos y las
probabilidades de salir con bien con que contaban sus planes. Todo ello, en su conjunto,
no entrañaba necesariamente ni en todas partes, estancamiento y decadencia.

Los Transportistas terrestres: En tierra, no hay ninguna novedad muy digna de


mención. Los coches — carros uncidos por caballos o galeras tiradas por bueyes— no
sirven más que para trayectos por terreno llano, o en distancias cortas. Las caravanas de
mulos siguen siendo el medio habitual para los viajes largos. Cada bestia puede llevar sin
percance tres quintales de productos. Estos transportes terrestres salen caros. En
distancias dilatadas, como entre París y Toulouse, los gastos de embalaje y de transporte
pueden alcanzar hasta el veinte por ciento del valor de mercancías caras.

Marítimos: Siguen prevaleciendo los transportes marítimos. En el Mediterráneo, la


galera, bastante baja en el agua, permanece la nave mercantil y bélica por excelencia.
Solamente se acude a los remos, movidos por la chusma, cuando hay que suplir la vela,
para entrar en los puertos, en maniobras delicadas junto a la costa, o en caso de calma
chicha. Resultan muy caros de fabricar: sólo algunos puertos provistos de astilleros
navales lo bastante grandes, lo bastante ricos en capitales, como Génova, Venecia,
Florencia, Pisa y Barcelona pueden permitirse este «lujo». La división de los buques en
cuotas negociables, corriente ya desde la época anterior, ayuda a su fabricación. En cuanto
al cabotaje por embarcaciones más reducidas, se le deja como actividad privativa de los
puertos pequeños.

Los Mensajeros: La doble interdependencia entre países europeos y entre hechos


políticos y económicos se hace evidente con el interés prestado al transporte de noticias
y de cartas. La mayoría de las ciudades importantes utilizan mensajeros de los que
aprecian tanto los servicios que les eximen de ciertas tributaciones. Pero las grandes
compañías italianas, pendientes de los acontecimientos susceptibles de originar
especulación, tienen también sus estafetas.
La Letra de Cambio: — En el siglo XIII, la práctica de los cambios internacionales,
evitando los transportes del numerario, había ya adquirido carta de naturaleza. Su
instrumento normal era el contrato de cambio, que se concluía ante notario. Este
procedimiento no carecía de serios inconvenientes: el que deseaba cambiar tenía que
presentarse con el cambista en el despacho del notario, molestar a los testigos; aliñado
con todas las cláusulas y reservas multiplicadas por el formalismo notarial, el contrato era
largo de redactar, engorroso, relativamente caro; en caso de pérdida del mismo, había que
emprender nuevas formalidades para hacerse sacar una copia. Para precaver las pérdidas,
se mandaban dos o tres ejemplares por vías diferentes, los cuales estaban numerados. Y
para el cliente que acababa de traer su dinero, de «comprar» esta letra de cambio, la firma
de un cambista conocido valía sobradamente un acta ante notario. El paso del contrato a
la letra de cambio estaba ya operado en los postreros años del siglo XIII. Pero aquél tenía
que conservar, sin embargo, sus fieles: aún en el siglo XVI notarios sevillanos redactarán
contratos de cambia previendo libranza en Santo Domingo.

Los Seguros: Como los canonistas habían condenado el préstamo a la gruesa por
considerarlo usurario, se prosiguieron investigaciones encaminadas a sustituir esta
operación por contratos que no corriesen el peligro de hacerse objeto de reproches tales.
Génova llegó a adquirir en este ámbito una maestría indiscutible. En adelante se centraron
los esfuerzos en perfeccionar el contrato de modo que hubiese un pago anticipado de la
prima. Progresos cristalizados en el curso del siglo XIV. Desde este momento, una vez
pagada la prima, el contrato se limita a describir el funcionamiento del seguro: el
asegurador declara haber comprado al asegurado cierta cantidad de mercancías a un
precio conocido que pagará dentro de un plazo fijo. No obstante, si llegan ellas sin
percance a tal puerto, el acuerdo queda anulado. Habrá que esperar mucho tiempo antes
de que el cálculo probabilitario proporcione a los seguros una base científica. Pero ya se
han convertido ellos en un ramo netamente especializado del comercio.

La Formación Mercantil: Después de la escuela elemental, el futuro comerciante


ingresaba en los cursos de aritmética, abiertos casi siempre por las municipalidades y
corporaciones. En Florencia, en 1338, Giovanni Villani contaba 6 escuelas de «ábaco»
con 200 alumnos cada una de media. En ellas los programas comprendían nociones acerca
de las monedas, los cambio, la contabilidad. También se enseñaba a resolver los
problemas concretos planteados por la práctica mercantil.

2.- Las Ciudades Mercaderes


Las Grandes Sociedades Italianas: Ya en el siglo XIII se habían formado en Italia
sociedades que no reunían tan sólo unos cuantos individuos (según habían de encontrarse
durante más tiempo en toda Europa). Las quiebras sufridas por varias de ellas hacia el
año 1300 cedieron el puesto a las grandes compañías florentinas que llevaron hasta su
grado más elevado de precisión esta compleja organización. Podemos describirla tal cual
era a mediados, aproximadamente, del siglo XIV.

El Personal: Estaba el director, a menudo el miembro más antiguo de la familia que


conservaba esta función de por vida, no siendo su prestigio menos importante que su
papel efectivo. Los asociados eran por lo menos diez y podían contarse hasta 25; pocos
eran los que se limitaban a aportar capitales, ocupando casi todos ellos una función en la
compañía.

Los Fondos: Los fondos de que disponían estas sociedades tenían un doble origen. Se
distinguía en ellos entre el corpo y el sopracorpo. El primero comprende las aportaciones
de los asociados: éstos no dejan de formar en él, aparte un pequeño capital llamado de la
compagnie per elemosine cuyos dividendos se distribuyen en caridades. Al segundo
contribuyen esencialmente los depósitos de terceros, reembolsables a la vista.

Domicilio Social y Sucursales: Cada compañía ocupaba en Florencia habitaciones,


contadurías y almacenes cuyo conjunto constituía su domicilio social. Además, contaba
con sucursales en los principales mercados. Los Bardi y los Peruzzi tenían
respectivamente 16, repartidas en varias ciudades de Italia y en Aviñón, Barcelona, Palma
de Mallorca, Túnez, Famagusta, Rodas, y en el Norte, en París, Londres y Brujas.

Los Frutos de la Experiencia- Los Médicis: Las quiebras que persiguieron a las
principales compañías a mediados del siglo xiv fueron objeto de meditación por parte de
los sucesores de aquellos grandes mercaderes, y sobre todo por los Médicis. Constataron
que en caso de crisis podría resultar útil el detentar el poder político, por ejemplo, para
decretar una moratoria de deudas, que diese a la compañía tiempo para recobrarse. Desde
1434 los Médicis fueron en efecto los amos de Florencia, sin que suyas fueran
magistraturas determinadas, pero colocando a sus amigos y protegidos en los puestos
clave.

Comercio y Razón: el trabajo comercial hace surgir un tipo de hombre nuevo, ya


«moderno» en muchas facetas. Estos grandes mercaderes son ante todo hombres de
despacho. Para dirigir asuntos tan amplios y complejos necesitan abundancia de orden,
de método, de información amplia y precisa, principios de razonamiento y de previsión
de validez demostrada. Su afán de exactitud rezuma de los cuadernos personales que
llevaban algunos de ellos, en los que, con breves apuntes plasmaban los acontecimientos
familiares entre los grandes fenómenos de su época.

Individualismo y Religión: La moral según la que resolvían sus asuntos aquellos


mercaderes, y por supuesto sus acciones, quedaba cada vez más fuera de los marcos de la
religión tradicional. Se fundamentaba en un individualismo para el que la busca del éxito
se convertía en la norma suprema. De donde una tensión constante cuyas consecuencias
tardaron tiempo en revelarse del todo. También se realiza por actos de beneficencia que
dan la impresión de borrar las malas acciones. Después de haber practicado la trata de
esclavos y tráficos sin embargo prohibidos con la morería, tras haber multiplicado las
operaciones usurarias, habiendo llevado una vida irregular y tenido varios hijos naturales.

Mecenazgo y Cultura: Por piedad religiosa y por patriotismo urbano primero, hicieron
redactar crónicas los mercaderes italianos, mandaron elevar y decorar palacios públicos
e iglesias. Por deseo de una vida confortable, se hicieron construir bellas mansiones
rurales, dibujar jardines en que podrían recobrarse de un trabajo realizado en las estrechas
callejuelas de sus ciudades. Estas costumbres fastuosas hacían de las ciudades italianas
perpetuos centros de obras donde arquitectos, albañiles, escultores, pintores, broncistas...,
se hacían contratar para múltiples menesteres.

Las formas Arcáicas: Estos grandes mercaderes italianos atraen poderosamente nuestra
atención, porque han drenado los asuntos más importantes de su época y representan un
tipo de hombre parcialmente desconocido hasta el presente. Pero no constituyen, por
supuesto, sino minoría entre los mercaderes europeos de los siglos xiv y xv. Múltiples
monografías nos han restituido con claridad variable las figuras de éstos. Los rasgos
anteriormente señalados sólo se vislumbran, a fuer de borrosos. En la mayor parte de
Europa, la carrera de mercader sigue cuajada de riesgos y de dificultades. El mercader
sigue también desplazándose con frecuencia. Le cuesta reunir fondos importantes. A una
clientela demasiadas veces desdineradas tiene que vender mucho a crédito, y luego ha de
desvivirse por cobrar lo que se le adeuda.

El destino de las Ferias: En este medio europeo, la función desempeñada por las ferias
tiende más bien a decrecer. Ya al finalizar el siglo XIII se preludiaba la decadencia de las
grandes ferias de Champagne y de Brie. Son muchas las causas que han coadyuvado a
ello: el establecimiento de una unión regular marítima entre los puertos italianos y Brujas;
el desarrollo de la pañería florentina que disminuye la importancia para los mercaderes
italianos de su concurrencia a aquel mercado; «sedentarización» del comercio, por último.

Reglamentación y Libertad: El gran comercio sigue haciéndose todavía con frecuencia


dentro del marco de una reglamentación bastante estrecha. Para atraer o retener una
corriente comercial, las ciudades tratan sobre todo a que les reconozcan los poderes
públicos un derecho de etapa: se trata de la obligación para los mercaderes de ciertos
productos, que atraviesan la región, de pasar por esta ciudad, de desembalar sus productos
y ofrecerlos a la venta antes de proseguir su camino.

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