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Santiago, veintitrés de agosto de dos mil dieciséis.

Vistos:
En autos número de rol C-1217-2011, caratulados “Badilla Toro
Leopoldo con Reisz Rottenberg, Pedro”, seguidos ante el Juzgado de Letras
de La Calera, por sentencia de ocho de abril de dos mil catorce, escrita a
fojas 331 y siguientes, se rechazó la demanda por la que se solicitaba la
constitución de servidumbre minera de tránsito y ocupaci ón, y la regulaci ón
de la indemnización correspondiente, sin costas; siendo confirmada por una
sala de la Corte de Apelaciones de Valparaíso con fecha seis de abril de dos
mil quince, según consta a fojas 395.
La parte demandante en contra de dicha sentencia dedujo recurso de
casación en el fondo, denunciando la infracción de lo dispuesto en los
artículos 7 de la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras y 15
del Código de Minería, y solicita que se lo acoja y se la anule, acto seguido,
separadamente y sin nueva vista, se dicte la de reemplazo que haga lugar a
la demanda.
Se trajeron los autos en relación.
Considerando:
1° Que el recurrente, en forma previa, señala que los sentenciadores
del fondo rechazaron la demanda porque el demandado - due ño del predio
superficial sobre el cual se solicita la constitución de servidumbres- no
otorgó el permiso que prevé la ley, y que habida cuenta la existencia de
árboles y arbustos nativos en la zona, dicha negativa no es susceptible de ser
suplida por el juez atendido lo dispuesto en el art ículo 7 de la Ley Org ánica
Constitucional sobre Concesiones Mineras, y que si bien no se aviene con el
claro tenor literal del artículo 15 del Código de Miner ía –que limita la
exigencia insalvable no a cualquiera especie de árbol, sino s ólo a árboles
frutales y viñedos-, debe ser aplicada dada su jerarqu ía superior. Agrega
que, en consecuencia, se reconoce la existencia de dos soluciones diversas en
lo que respecta a las condiciones requeridas para justificar la negativa a la
constitución de una servidumbre minera y se hace prevalecer una norma

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por sobre la otra, aduciendo que la primera estar ía consagrada en una de
rango superior.
Sostiene que dicha conclusión infringe lo que disponen los art ículos
mencionados, porque entre ellos no existe jerarquía normativa diferente,
ambas son de rango legal, por lo tanto, est án situadas en un mismo plano,
por lo que no resulta ajustado a derecho prescindir de la contenida en el
Código de Minería. Antes bien, lo que procede es la interpretaci ón y
aplicación conjunta de ambos preceptos, entendiendo que la ley posterior –
el Código de Minería- complementa la anterior –la Ley Org ánica
Constitucional de Concesiones Mineras-; pues ésta tuvo por objeto
establecer el marco legal de la legislación minera, en especial del c ódigo que
debía dictarse con posterioridad, por lo tanto, se dict ó dentro del marco
jurídico de aquélla, por lo que se puede asegurar que el art ículo 15 le dio
contenido al artículo 7, atendido el mandato dado al legislador del C ódigo
de Minería en el sentido de definir las limitaciones para realizar faenas
mineras en tierras de cualquier dominio, de tal modo, que al restringir tales
faenas en terrenos que contengan arbolados y viñedos, el c ódigo qued ó
facultado para establecer las limitaciones que se tradujeron al final en la
norma del artículo 15, al establecer que "tratándose de casas y sus
dependencias o de terrenos plantados de vides o de árboles frutales, s ólo el
dueño podrá otorgar el permiso", ergo, el código amplió y clarific ó la norma
del artículo 7, limitando los viñedos a terrenos plantados con vides y los
arbolados a árboles frutales.
Afirma que el código es posterior a la ley, de modo que si bien ésta
alude en general a arboledas y viñedos, el primero desarrolla su contenido,
restringiendo o limitando el alcance de la ley, en orden a que la limitaci ón
absoluta –que constituiría un obstáculo insalvable para la autorizaci ón al
titular de servidumbres mineras-, aplicaría sólo cuando en el predio
superficial existan árboles frutales y viñedos. En los dem ás casos, la negativa
del propietario puede ser revisada por el juez y, de no existir razones que la
justifiquen, puede conceder la autorización en forma supletoria. El c ódigo
corrige la amplitud de la ley cuya aplicaci ón literal podr ía llegar a privar

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arbitraria e injustificadamente el ejercicio del derecho de propiedad,
constitucionalmente protegido por el artículo 19 número 24 de la
Constitución Política de la República, cuyo objeto est á representado por la
pertenencia minera; pues, de lo contrario, bastaría la sola existencia de
cualquiera especie de árbol para dejar entregado el desarrollo de la
actividad minera al arbitrio del propietario del predio superficial, y es
público y notorio que todos los terrenos contienen árboles de diferente
índole que no son frutales, en general especies aut óctonas como, por
ejemplo, el espino que abunda en todos los cerros de la zona central, cuya
protección no impide la constitución de servidumbres mineras, puesto que se
encuentra regulada por la CONAF, organismo que establece los planes de
manejo.
De este modo, indica que el análisis de las normas citadas “permite
concluir que el ámbito de restricción al derecho del concesionario es m ás
acotado en el Código de Minería, en pro de la salvaguarda de los derechos
del propietario del terreno en aspectos tan esenciales como la vivienda o sus
dependencias, o plantaciones con clara significación económica, como lo son
las vides o los frutales; de manera que dicha especificaci ón contribuye a
determinar (...) el alcance de la limitación que la ley N ° 18.097 establece,
permitiendo la compatibilización de los derechos de las partes de una forma
que garantiza la vigencia de las normas que regulan la actividad de que se
trata que, de otra manera, devendrían en inútiles" (sentencia Corte Suprema
de 30 de septiembre de 2010). Agrega que la sentencia a que alude tambi én
sostiene que una interpretación en sentido contrario "dejaría al arbitrio de
una persona -representante de un interés privado o particular- la soluci ón de
un conflicto de intereses que enfrenta las posiciones de a lo menos dos
sujetos –el propietario del inmueble y el de la concesión minera- que
cuentan, en sus respectivos ámbitos, con el amparo de la Carta
Fundamental y de la ley, cuestión de suyo inaceptable en un sistema
jurídico en que la solución de una tal colisi ón de intereses econ ómicos y
jurídicos ha sido entregada por la normativa fundamental a los Tribunales
de Justicia”.

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Sostiene que la inteligencia de las normas citadas no debe confundirse
con una interpretación excesivamente estricta respecto a la protecci ón del
interés del dueño del predio superficial, toda vez que una interpretaci ón
finalista permite extender la protección más allá de lo que aparece del tenor
literal del artículo 15. Si se atiende a la raz ón de la limitaci ón que prev é, y
aceptando que acota el alcance del artículo 7, debe reconocerse que la
primera podría también extenderse a árboles que no tienen la calidad de
frutales o viñedos, pero única y exclusivamente si est án destinados a la
explotación forestal, dada la connotación económica de la actividad. As í lo
entendió la Corte en el fallo precitado, al expresar que "el concepto de
arbolado que contempla el artículo 7 como limitaci ón para el
establecimiento de la servidumbre requerida, alude a un factor de índole
económica, como sería el aprovechamiento de especies arbóreas en
actividades como la industria forestal –como manifestaci ón de alguna de las
actividades de carácter económico susceptibles de ser desplegadas en la
materia- ya que una interpretación diversa haría ilusoria la pretensi ón de
desarrollar la actividad minera analizada, cuesti ón de suyo inadmisible ya
que significaría privar de sentido a la profusa normativa que regula la
materia".
Con todo, ni siquiera acogiendo esta interpretación se supera la
infracción de ley en la que incurre la sentencia impugnada, pues el informe
de la CONAF señala que los árboles y arbustos son del tipo nativo, no
susceptibles de explotación forestal. Otra cosa diferente es que obtenida la
constitución de las servidumbres mineras, la demandante deba someterse u
observar la norma de protección ambiental para la explotaci ón de la
concesión, cuestión que es distinta y cronológicamente posterior al asunto
que se debate en este juicio. Así, la misma sentencia declar ó que "la
constitución del gravamen es previo a la aplicaci ón del sistema que cautela
el respeto de la legislación en materia ambiental (...)".
Por consiguiente, la correcta lectura e interpretación de ambas
disposiciones, conduce a la conclusión que de no tratarse de árboles frutales,
viñedos u otras especies que representen un beneficio económico para el

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dueño del predio superficial, no puede arbitrariamente denegar el permiso
para el legítimo ejercicio de las labores propias de las servidumbres mineras,
puesto que pondría en serio riesgo el desarrollo de la actividad minera y se
lesionaría el derecho de propiedad del concesionario minero. Hay una
colisión de intereses en juego, la del propietario de predio superficial y el de
la concesión, debiendo existir fuertes razones que justifiquen el sacrificio de
este último a favor del primero, de no mediar tales razones, si el primer
propietario se opone corresponde al juez en forma supletoria conceder la
autorización. Los motivos que puede invocar el propietario para oponerse
no son otras que las que emergen de la normativa contenida en el C ódigo
de Minería, esto es, que la explotación minera prive de su fuente de
ingresos, total o parcialmente, al propietario del predio superficial.
Finalmente, indica que la infracción descrita influyó sustancialmente
en lo dispositivo de la sentencia, pues de haberse interpretado correctamente
las normas se debió haber revocado la sentencia de primera instancia,
concediendo la autorización solicitada. En cambio, se reconoci ó un derecho
de veto absoluto y arbitrario al propietario del predio superficial, que la ley
restringe únicamente al caso en que exista un interés económico específico.
Solicita, en definitiva, se acoja el recurso y se anule la sentencia
impugnada, acto seguido, sin nueva vista y separadamente, se dicte la de
reemplazo que haga lugar a la demanda;
2° Que los hechos establecidos por los jueces del fondo son los
siguientes:
-El demandante, don Leopoldo Badilla Toro, es titular de las pertenencias
mineras denominadas Kenedy 1/5, ubicadas en el sector de Ocoa, comuna
de Hijuelas, cuya sentencia constitutiva se encuentra inscrita a fojas 12 N ° 3
del Registro de Minas del año 2009, del Conservador de Minas de La
Calera.
-El demandado, don Pedro Reisz Rottenberg, es poseedor del predio r ústico
denominado Hijuela C, del sector Hualcapo, Ocoa, comuna de Hijuelas, y
se encuentra inscrito a fojas 490 vta. N° 491 del Registro de Propiedad del
Conservador de Bienes Raíces de La Calera, año 1996.

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-El yacimiento minero está emplazado en la propiedad del demandado y
para acceder a él se requiere transitar por dicho predio, tambi én ocuparlo
en parte para su explotación.
-El camino público, esto es, la ruta F-312, se encuentra a una distancia
superior a los cincuenta metros de los predios rústicos de propiedad del
demandado, y el trecho desde el portón de entrada a dicho camino al
primer curso de agua más cercano es mayor a cincuenta metros.
-Las plantaciones de árboles no se encuentran en el camino que se pretende
construir ni en el lugar donde está ubicada la pertenencia minera, sino
apartados de los mismos, y la distancia de dichos plant íos es en l ínea recta
del hito minero de 470 metros, y desde la entrada de la servidumbre de 358
metros, y
-En la vía que se pretende como servidumbre de tr ánsito y en el lugar del
yacimiento y explotación donde se intenta que se constituya servidumbre de
ocupación, hay árboles y arbustos nativos.
También según consta a fojas 73 se fijó como uno de los hechos a
probar, la necesidad de la constitución de las servidumbres de tr ánsito y de
ocupación para la explotación de las pertenencias mineras Kenedy 1-5;
3° Que sobre la base de dichos presupuestos f ácticos, en primer lugar,
se rechazó la alegación del demandado en el sentido que era necesaria de
manera previa la autorización del Gobernador de la Provincia de Quillota,
pues no se configuraron los presupuestos establecidos en el art ículo 17
número 1 del Código de Minería. En segundo lugar, se desestim ó la
demanda porque “…la ley común (artículo 15 del Código de Miner ía)
restringe la norma básica de la Ley Orgánica de Concesiones Mineras
(artículo 7°) al referirse a “terrenos plantados - de árboles frutales ”, en
circunstancias que el precepto de la Ley Org ánica de Concesiones Mineras,
claramente dispone que sólo el dueño del suelo podr á permitir catar y cavar
en terrenos que contengan arbolados, sin hacer referencia alguna a
“terrenos plantados de árboles frutales”, por lo que corresponde, en este
caso, tratándose del concesionario minero aplicar la normativa de mayor
rango, como lo expresa nuestro máximo Tribunal.

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Que el diccionario de la Real Academia Española, define arbolado,
en su primera acepción como: “adj. Dicho de un sitio: Poblado de árboles.”
y en su segunda como “conjunto de árboles.”
Que así dadas las cosas, no haciendo distinción la Ley Org ánica de
Concesiones Mineras respecto de los árboles que deben ser considerados
para que se requiera el permiso del dueño del predio para la explotaci ón
minera y siendo necesaria su autorización, que no puede ser suplida por la
magistratura, deberá acogerse la defensa del demandado en tal sentido …”;
4° Que el tenor de las normas que se denuncian infringidas –art ículo
7 de la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras y art ículo 15
del Código de Minería- es el siguiente:
-Artículo 7: “Todo concesionario minero tiene la facultad exclusiva de catar
y cavar en tierras de cualquier dominio con fines mineros dentro de los
límites de la extensión territorial de su concesión. Dicha facultad se ejercer á
de conformidad con las normas de la presente ley y estará sujeta a las
limitaciones que se prescriban en el Código de Miner ía. Las limitaciones se
establecerán siempre con el fin de precaver daños al dueño del suelo o de
proveer a fines de interés público; consistirán en la necesidad de obtener
permiso del dueño del suelo o de la autoridad correspondiente, en su caso,
para ejercer la facultad de catar y cavar en ciertos terrenos. El C ódigo
establecerá un procedimiento concentrado, económico y expedito para
obtener dicho permiso en caso de negativa de quien debe otorgarlo. Sin
embargo, sólo el dueño del suelo podrá permitir catar y cavar en casas y sus
dependencias o en terrenos que contengan arbolados o viñedos.”
-Artículo 15: “Se podrá catar y cavar, libremente, en terrenos abiertos e
incultos, quienquiera sea su dueño.
En los demás terrenos, será necesario el permiso escrito del dueño del
suelo o de su poseedor o tenedor. Cuando el due ño sea la Naci ón o la
Municipalidad, el permiso deberá solicitarse del gobernador o alcalde que
corresponda.

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En los casos de negativa de la persona o funcionario a quien
corresponda otorgar el permiso, o de obstáculo al ejercicio de la facultad
señalada en el inciso primero, podrá ocurrirse al juez para que resuelva.
Con todo, tratándose de casas y sus dependencias o de terrenos
plantados de vides o de árboles frutales, sólo el dueño podr á otorgar el
permiso.”
Pues bien, del texto literal de dichas disposiciones es posible
distinguir tres tipos de terrenos en los que se puede ejercer la facultad a la
que aluden: libre, que son aquellos en que por ser abiertos e incultos
cualquiera persona puede ejercitar la facultad de buscar yacimientos
mineros sin necesidad de permiso alguno del dueño de los terrenos, y si
alguien pone obstáculo, se puede reclamar ante el juez; reglamentado, que
son aquellos en que por ser abiertos y cultivados o por ser cerrados,
cultivados o no, es necesario el permiso escrito del due ño del suelo o de su
poseedor o tenedor para realizar la actividad de examinar e investigar.
Cuando el dueño del terreno sea la Nación o un Municipio, el permiso debe
darlo el gobernador o el alcalde respectivo. Si el due ño se niega a darlo,
puede ocurrirse al juez; y prohibido, que son aquellos que por concurrir un
interés público o de índole privado no se pueden realizar actividades de
investigación o examen, proscripción que, en todo caso, es relativa, porque
puede ser levantada por determinados sujetos que la ley indica, pero, si el
dueño se niega, el juez no puede suplir su voluntad. Los de inter és privado
son precisamente aquellos a los que se refieren cada una de las normas
transcritas, en su parte final.
Asimismo, en lo que concierne a los terrenos prohibidos por concurrir
un interés de carácter privado, se aprecia que difieren en los siguientes
aspectos: la primera disposición obliga al concesionario minero que quiere
ejercer la facultad de catar y cavar a pedir permiso al due ño del suelo;
impone la referida obligación al concesionario minero sólo si quiere catar y
cavar dentro de los límites de la extensión territorial de su concesi ón; y
alude a arbolados, sin distinguir si son o no frutales, y a vi ñedos. La
segunda, por su parte, impone dicha obligación a cualquier persona que

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quiera ejercer la referida facultad, esto es, a quien la ejercitar á sin contar
con una concesión previa; aplica a tierras de cualquier dominio, y se refiere
a vides o árboles frutales, no a otro tipo de plantaciones, como, v.gr., las
forestales, en que el cateo es reglado, según se advierte del art ículo 16 del
Código de Minería;
5° Que, como se advierte, ambos preceptos se refieren a la facultad
de catar y cavar, que se puede definir como aquella que asiste en general a
toda persona para examinar y abrir la tierra en que se conjetura que se
hallan las sustancias minerales con el objeto de buscarlas; es una de las
tantas que comprende la facultad de investigar, que es un instrumento
jurídico al alcance de los interesados para realizar trabajos en los predios
superficiales y, como su nombre lo sugiere, no constituye un derecho
patrimonial, no es exclusiva ni susceptible de disposici ón, por lo mismo,
puede ser ejercida por todas las personas; salvo que la b úsqueda de
yacimientos y reservas minerales se lleve a cabo previa la constituci ón de
una concesión minera de exploración o de explotaci ón, en cuyo caso no es
una mera potestad, atendido lo dispuesto en los art ículos 113 y 116 del
Código de Minería;
6° Que, entonces, como el demandante es titular de una concesi ón
minera de explotación y las servidumbres que solicita que se constituyan lo
son para explotar de manera conveniente y cómoda las pertenencias
mineras denominadas Kenedy 1/5, y no para explorar, inspeccionar y
perforar la tierra para buscar sustancias minerales, debi ó tambi én denunciar
infringido lo que dispone el inciso 1° del artículo 116 del C ódigo de
Minería que establece los derechos y limitaciones de los titulares de
pertenencias, por no haberse aplicado para resolver la controversia, y no
solo el artículo 15 del mismo código que alude únicamente a la facultad de
catar y cavar;
7° Que, con todo, como el inciso 1° del artículo 116 del Código de
Minería se remite al artículo 15 de dicho código, pues se ñala que: “El
concesionario tiene los derechos exclusivos de explorar y de explotar
libremente su pertenencia, sin otras limitaciones que las establecidas en los

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artículos 14, 15, inciso final, 17, en el párrafo 2 ° del T ítulo IX y en las
normas sobre policía y seguridad mineras”, y el número 1 del artículo 11 de
la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras se remite al
artículo 7 de la misma ley, que fue el que se aplic ó para dirimir la
controversia, en la medida que indica que: “El concesionario de explotación
tiene derecho exclusivo:1. a explorar y explotar libremente las minas sobre
las cuales recae su concesión y a realizar todas las acciones que conduzcan
a esos objetivos, salvo la observancia de los reglamentos de polic ía y
seguridad y lo dispuesto en los artículos 7 y 8 ” –disposiciones que
correspondía estudiar para decidir el asunto litigioso-, se continuar á el
análisis para determinar si se incurrió en error de derecho al rechazarse la
demanda;
8° Que, en forma previa, se debe tener presente que las leyes
orgánicas constitucionales son aquellas que se refieren a materias que la
Constitución Política de la República reserva en forma expresa a esta clase
de leyes, y cuya aprobación, modificación o derogaci ón requiere de qu órum
especial de las cuatro séptimas partes de los senadores y diputados en
ejercicio, y se encuentran además sometidas a examen de constitucionalidad
que debe llevar a cabo el Tribunal Constitucional antes de que sean
promulgadas; razón por la que se debe concluir que no tienen una jerarqu ía
superior a la de las leyes ordinarias o comunes, y solo se diferencian en el
tipo de materias que regulan, en la mayoría que requieren en ambas
Cámaras y en el control de constitucionalidad a que deben ser sometidas
ante el tribunal competente;
9° Que, en consecuencia, se debe concluir que los jueces del fondo
incurrieron en un primer yerro al resolver la controversia aplicando lo que
dispone el artículo 7 de la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones
Mineras (la referencia debió efectuarse al número 1.- del art ículo 11, por lo
señalado en el motivo 7°) por considerar que es una norma de mayor rango
respecto del artículo 15 del Código de Minería (inciso 1 ° del art ículo 116
por el mismo argumento);

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10° Que las concesiones mineras están sometidas al estatuto jurídico
que establece el artículo 19 número 24, incisos 6 ° a 10 °, de la Constituci ón
Política de la República, que, en lo que interesa, dispone que “…los predios
superficiales estarán sujetos a las obligaciones y limitaciones que la ley
señale para facilitar la exploración, explotación y el beneficio de dichas
minas…” y que “…corresponde a la ley determinar qué sustancias de
aquellas a que se refiere el inciso precedente, exceptuados los hidrocarburos
líquidos o gaseosos, pueden ser objeto de concesiones de exploraci ón o de
explotación. Dichas concesiones se constituirán siempre por resoluci ón
judicial y tendrán la duración, conferirán los derechos e impondr án las
obligaciones que la ley exprese, la que tendrá el car ácter de org ánica
constitucional…”.
Pues bien, de la lectura de la Ley Org ánica Constitucional de
Concesiones Mineras, del Código de Minería y del Reglamento, se advierte
que los derechos comunes de los concesionarios mineros son los siguientes:
dividir físicamente sus concesiones; ejecutar o celebrar toda clase de actos o
contratos a su respecto; defenderlas; imponer servidumbres sobre los predios
superficiales y sobre otras concesiones mineras; ser indemnizados en caso de
expropiación, por el daño patrimonial que efectivamente se les haya
causado; y renunciar a ellas. Las obligaciones, por su parte, son: publicar el
extracto de la respectiva sentencia constitutiva, inscribirla como tambi én el
acta de mensura, en su caso, y archivar los planos correspondientes;
soportar servidumbres sobre sus concesiones; evitar internarse con sus
labores en concesión ajena; y ampararlas.
A su vez, los derechos y obligaciones del titular de una pertenencia
son: derecho de explorar y explotar libremente las sustancias concesibles que
existan dentro de sus límites; derecho de aprovechamiento de las aguas
halladas en las labores de la pertenencia, en la medida que tales aguas sean
necesarias para los trabajos de exploración, de explotaci ón y de beneficio
que pueda realizar; derecho de adquirir las demas ías a que haya lugar;
obligación de comunicar al Estado la existencia de sustancias no concesibles
que se encuentren con ocasión de la exploración o de la explotaci ón y

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separar de los productos mineros, la parte de las sustancias no concesibles
que tengan presencia significativa en dichos productos; obligaci ón de
cumplir la correlativa del derecho estatal de primera opci ón de compra de
los productos mineros declarados de valor estratégico; y la obligaci ón de
mantener los hitos de la pertenencia o del grupo de pertenencias
mensuradas y, en su caso, reponerlos.
El derecho a imponer servidumbres sobre los predios superficiales, por
su parte, está sometido a limitaciones, lo que implica que el concesionario
minero debe cumplir una serie de requisitos de manera previa a la
constitución del respectivo gravamen, y la Carta Fundamental, sobre la
materia, señala que las obligaciones deben imponerse por una ley que ha de
tener el carácter de orgánica constitucional;
11° Que, como se dejó asentado por los jueces del fondo, el actor es
titular de pertenencias mineras, esto es, de concesiones mineras de
explotación, por lo tanto, interpretando de manera armónica los art ículos 7
y 11 de la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras, solo el
dueño del suelo está autorizado para permitirle llevar a cabo la exploraci ón
y explotación libre de la mina sobre la cual recae su concesi ón y realizar
todas las acciones que conduzcan a esos objetivos, en el evento que esté
emplazada en terrenos que contengan arbolados;
12° Que la primera disposición utiliza el concepto de “arbolados ” y, a
juicio de esta Corte, refiere a un factor de índole econ ómico, v. gr., a la
explotación de variedades arbóreas a través del desarrollo de actividades
relacionadas con la industria forestal, ya que una interpretaci ón diversa
haría ilusorio el derecho a desarrollar la actividad minera, e importar ía
desconocer la respectiva concesión y, con ello, conculcar el dominio de su
titular que está protegido por la garant ía constitucional consagrada en el
número 24 del artículo 19 de la Constitución Política de la República, según
dispone su inciso 9°. Del mismo modo lo que previene su inciso 6°, en
cuanto que los predios superficiales están sujetos a las obligaciones y
limitaciones que la ley señala para facilitar la exploraci ón, la explotaci ón y
el beneficio de las minas;

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13° Que, además, una interpretación literal dejaría al dueño de un
terreno que contiene “arbolados” en una mejor condición respecto de aqu él
que tiene un sembradío, un vergel, porque su terreno deber ía calific ársele
como de tipo prohibido y el de éste, reglado. Tambi én, importar ía
conferirle un poder de veto absoluto respecto de la actividad que el
concesionario minero pretende desarrollar, frustrándola, no obstante que
ambos son titulares de un derecho amparado por la Carta Fundamental y la
ley;
14° Que, en ese contexto, dado que se establecieron como hechos de
la causa que las plantaciones de árboles no se encuentran en el camino que
se pretende construir ni en el lugar donde est á ubicada la pertenencia
minera, sino apartados de los mismos, y la distancia de dichos plant íos es en
línea recta del hito minero de 470 metros, y desde la entrada de la
servidumbre de 358 metros, esto es, de casi cinco y cuatro cuadras,
respectivamente, y que en la vía donde se pretende emplazar la
servidumbre de tránsito y en el lugar donde se intenta constituir la de
ocupación, solo hay árboles y arbustos nativos, sin que se haya dado por
acreditado como hecho de la causa que, a su respecto, el demandado
pretende realizar una actividad de carácter económica, se debe colegir que
los jueces del fondo infringieron lo que previenen las disposiciones citadas;
15° Que la referida conclusión no importa desconocer la normativa
medio ambiental ni aquella destinada a la protecci ón del bosque nativo,
porque su cumplimiento debe quedar diferido para una etapa posterior, esto
es, una vez que la servidumbre quede constituida, tal como, en todo caso,
concluyeron los sentenciadores de la instancia.
Por estas consideraciones y de conformidad, además, con lo dispuesto
en los artículos 764 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, se acoge
el recurso de casación en el fondo deducido en contra de la sentencia de seis
de abril de dos mil quince, escrita a fojas 395, la que se anula, debiendo
dictarse, acto seguido y sin nueva vista, la de reemplazo correspondiente.

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Acordada con el voto en contra de los ministros Mu ñoz y Blanco,
quienes fueron de opinión de rechazar el recurso, por las siguientes
consideraciones:
I.-Que el derecho a imponer servidumbres sobre los predios
superficiales está sometido a limitaciones, lo que implica que el
concesionario minero tiene que cumplir una serie de requisitos de manera
previa a la constitución del respectivo gravamen, y la Carta Fundamental,
sobre la materia, señala que las obligaciones deben imponerse por una ley
que ha de tener el carácter de orgánica constitucional, por lo que se debe
colegir que las facultades que el derecho de dominio le confiere al
propietario del predio superficial solo pueden ser restringidas, limitadas por
una ley que participe de dicha naturaleza jurídica;
II.-Que, de acuerdo a lo que dispone el n úmero 1 del art ículo 11 de
la Ley N° 18.097, Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras, el
concesionario de explotación debe observar lo que expresamente se ñala el
artículo 7 de la misma ley, por lo que indefectiblemente se ha de inferir que
debe recabar el permiso del dueño del suelo si el terreno en que pretende
llevar a cabo la actividad minera contiene arbolados, tambi én para
constituir las servidumbres mineras ya que su finalidad es facilitar la
conveniente y cómoda explotación de la mina. Si bien es efectivo que el
inciso final del artículo 15 del Código de Minería, norma a la que se remite
el apartado 1° del artículo 116 del citado c ódigo, se ñal ó que el due ño del
suelo debe otorgar el permiso, en lo que incumbe, solo si se trata de
terrenos plantados de “árboles frutales”, debe obligatoriamente aplicarse lo
que dispone la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras por lo
que previene el inciso 7° del número 24 del artículo 19 de la Carta
Fundamental, pues, como se señaló, reservó a una ley org ánica
constitucional lo relativo a los derechos y obligaciones de las concesiones
mineras;
III.- Que, en consecuencia, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 11
de la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras, el concesionario
minero de explotación tiene el derecho exclusivo a explorar y explotar

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libremente las minas sobre las cuales recae su concesión y cometer las faenas
que permitan obtener esos objetivos, pero debe respetar lo dispuesto en el
artículo 7 de la misma, por lo tanto, solo el due ño del suelo puede permitir
labores de exploración y de explotación si se pretenden llevar a cabo en
terrenos que contengan arbolados; contexto que autoriza concluir que si
dicho concesionario no puede aprovechar su concesión, por no contar con
el permiso del dueño del suelo, tampoco puede pretender que se constituyan
las servidumbres destinadas a facilitar la explotación de la mina en contra
de la voluntad de aquél;
IV.- Que, con todo, a juicio de estos disidentes, corresponde seguir la
línea de razonamiento desarrollada en causas similares –roles n úmeros 182-
14, 7.782-14 y 22.303-14-, que se expone en los motivos siguientes, en el
sentido que parte relevante del foco de la controversia es la prevalencia de
dos intereses contrapuestos: el derecho de propiedad de la demandante y el
derecho de todas las personas -titularidad colectiva-, a vivir en un medio
ambiente libre de contaminación. Ambos son derechos fundamentales que
requieren, sin embargo, de una valoración diferente que, a juicio de estos
disidentes, en el caso sublite debe inclinarse en favor de la protecci ón del
medio ambiente. En efecto, el artículo primero de la Constituci ón Pol ítica
del Estado dispone que "el Estado está al servicio de la persona humana y
su finalidad es promover el bien común"; siendo deber de los funcionarios
del Estado -en el ámbito de sus competencias- cumplir dicha misi ón,
velando por el interés superior de la persona que, en este caso, no es otro
que el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminaci ón y
preservación de la naturaleza frente a las amenazas directas o indirectas que
determinados proyectos puedan generar en el ámbito ambiental, por lo que
la evaluación previa surge como necesaria. Es la raz ón por la cual el
artículo 10 letras i) y j) de la Ley sobre Bases Generales del Medio
Ambiente mencionan expresamente a los proyectos de desarrollo minero y a
los oleoductos, gasoductos, ductos mineros y otros análogos, como aquellos
susceptibles de causar impacto ambiental, en cualquiera de sus fases y, por
lo tanto imponer la obligación de someterse al sistema de evaluaci ón previa,

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misma interpretación que con referencia expresa al art ículo octavo inciso
primero de la Ley N° 19.300 formulan y desarrollan diversos autores. El
carácter preventivo de los mecanismos referidos en la Ley N° 19.300 se
debe entre otras razones a una característica de la industria minera: "...
destructiva, en el sentido de que el aprovechamiento de los recursos se
confunde con pérdida, en cierto sentido, de recursos naturales no renovables
y con la afectación de su entorno, lo que plantea una consideraci ón de tipo
ecológico" .(Derecho de Recursos Naturales, Alberto Tala. Ediciones
Jurídicas pág. 272).
De modo que sin impedir el desarrollo, el sometimiento al sistema de
evaluación previa que evite el deterioro de los recursos naturales del medio
ambiente o de sus componentes -entre los que cabe destacar el socio-
cultural- tiene su fundamento adicional en la insuficiencia o inadecuaci ón de
una tutela sólo reparadora ya que se trata de intereses no reducibles s ólo a
equivalentes monetarios.
V. Que, de conformidad con la Carta Fundamental, el derecho a vivir
en un medio ambiente libre de contaminación se encuentra establecido
como una garantía constitucional en el numeral 8 del art ículo 19 de la
Carta Magna, como uno de aquellos derechos esenciales que emanan de la
naturaleza humana que la misma Constitución asegura a todas las personas,
y su ejercicio se encuentra regulado en la Ley N ° 19.300, sobre Bases
Generales del Medio Ambiente, estatuto normativo que en su art ículo 1 °
dispone que el derecho a vivir en un medio ambiente libre de
contaminación, la protección del medio ambiente, la preservación de la
naturaleza y la conservación del patrimonio ambiental se regular án por las
disposiciones de esta ley, sin perjuicio de lo que otras normas legales
establezcan sobre la materia.
En consecuencia, toda actividad desplegada, de cualquier
naturaleza, debe respetar las normas medioambientales. De esta manera, la
explotación de los yacimientos mineros, como el resto de los
emprendimientos del sector industrial, debe estar en armon ía con el h ábitat
y con los ecosistemas existentes y en concordancia con el desarrollo

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sustentable, que es el proceso de mejoramiento sostenido y equitativo de la
calidad de vida de las personas, fundado en medidas apropiadas de
conservación y protección del medio ambiente, de manera de no
comprometer las expectativas de las generaciones futuras.
VI. Que, de acuerdo a los razonamientos fácticos y jurídicos
formulados, la intervención judicial en el proceso de constituci ón de la
servidumbre minera de autos y sus alcances y relaciones con las dem ás fases
o etapas básicas de la industria minera, requiere la ponderaci ón y aplicaci ón
de una extensa normativa legal de diverso rango como la Constituci ón
Política de la República, la Ley de Bases del Medio Ambiente, Normas
sobre Planificación, el Código de Minería, Ley General de Urbanizaci ón y
Construcción y su Reglamento, usos de suelo y otras. Asociado al caso
sublite de constitución de servidumbre por ejemplo, debe respetarse el
principio esencial contemplado en el artículo 39 de la Ley de Bases del
Medio Ambiente sobre uso del suelo en el sentido que se haga en forma
racional a fin de evitar su pérdida y degradaci ón, tanto m ás cuanto que
estudios demuestran que del 46% del suelo en Chile, el 80% está erosionado
de forma muy grave a moderada; que el país crece a costa de la
degradación del medio ambiente y que la Regi ón de Antofagasta se
encuentra entre las zonas que presentan mayores problemas de
contaminación del país. (Manual de Derecho Ambiental, Pedro Fernández,
Editorial Jurídica pág. 80 y siguientes).
VII. Que el artículo 2° de la Ley 19.300 sobre Medio Ambiente lo
define como un sistema global constituido por elementos o componentes que
se interrelacionan: físicos, químicos, biológicos y socioculturales, en
permanente modificación por la acción humana o natural que condiciona la
existencia y desarrollo de la vida de las personas en sus m últiples
manifestaciones. Es decir, y en relación con el art ículo 2 ° g) de la ley se
trata de algo así como un polígono que debe ser observado en todos sus
componentes y conexiones conducentes a decisiones que deben focalizarse
en la calidad de vida de las personas en t érminos que no comprometan las
expectativas de las generaciones futuras.

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VIII. Que, en este sentido, no se puede decir que el C ódigo de
Minería haya establecido una especie de servidumbre "a toda costa" en
favor de quienes desarrollan la actividad minera, prueba est á que la somete
a una previa decisión judicial con conocimiento de causa; sin que sea
posible sostener que sólo el control administrativo posterior podr ía conciliar
la colisión de derechos antes indicada, puesto que si no es la judicatura
quien resuelve esa contienda, mal podrá hacerlo una autoridad menor sin
potestad jurisdiccional.
Además, y en cualquier caso, el solo hecho de afirmar que la
servidumbre libremente otorgada en contraposición al interés p úblico, pueda
después ser controlada por la autoridad administrativa, significar ía
introducirle a tal derecho real un serio obstáculo para ser aprovechado de
manera real y factible para el fin en virtud del cual es solicitado y
concedido, lo cual envolvería su autorización condicional en t érminos que
claramente no previó el legislador minero.
IX. Que, en definitiva, como las servidumbres mineras deben
constituirse en la medida que sean útiles y beneficiosas para el que las
solicita, según se desprende del artículo 120 del Código de Miner ía, la no
concurrencia de esa finalidad establecida expresamente por el legislador,
tomando en consideración el ejercicio de las servidumbres solicitadas, podr ía
llegar a ser ilusorio por las limitaciones legales señaladas, de lo cual es
posible colegir que una servidumbre en tales condiciones carecería de causa.
X. Que, por lo argüido, a juicio de los disidentes, la sentencia
impugnada no infringió las normas que se citan en el recurso al desestimar
la demanda.
Regístrese.
Redactó la ministra Gloria Ana Chevesich Ruiz.
Rol N° 6975-15
Pronunciado por la Cuarta Sala de la Corte Suprema integrada por los
Ministros señores Sergio Muñoz G., Ricardo Blanco H., señoras Gloria Ana
Chevesich R., Andrea Muñoz S., y la Abogada Integrante se ñora Leonor
Etcheberry C. No firma el Ministro señor Blanco, no obstante haber

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concurrido a la vista y al acuerdo de la causa, por estar con feriado legal.
Santiago, veintitrés de agosto de dos mil dieciséis.

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Autoriza el Ministro de Fe de la Excma. Corte Suprema

En Santiago, a veintitrés de agosto de dos mil dieciséis, notifiqué en


Secretaría por el Estado Diario la resolución precedente.

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