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En poco tiempo, otros investigadores de Europa y Estados Unidos empezaron a recrear los
experimentos de Fleming. Pudieron producir suficiente penicilina como para probarla en
animales y luego en humanos. A partir de 1941, encontraron que incluso los niveles bajos
de penicilina curaban infecciones muy graves y salvaban muchas vidas. Por sus
descubrimientos, Alexander Fleming ganó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.
Casi desde el principio, los médicos notaban que en algunos casos, la penicilina no era útil
contra ciertas cepas de Staphylococcus aureus (bacterias que causan infecciones en la piel).
Desde entonces, este problema de la resistencia ha ido creciendo e involucrando a otras
bacterias y antibióticos. Este es un problema de salud pública. De forma creciente, se ha
vuelto más difícil tratar algunas infecciones graves, forzando a los médicos a recetar un
segundo o incluso tercer antibiótico cuando el primer tratamiento no funciona.
En vista de esta creciente resistencia a los antibióticos, muchos médicos se han vuelto
mucho más cuidadosos cuando recetan estos medicamentos. Ven la importancia de recetar
antibióticos solo cuando son absolutamente necesarios. De hecho, una encuesta reciente
practicada en médicos de consultorios, publicada en JAMA: The Journal of the American
Medical Association en 2002, demostró que los médicos redujeron la cantidad de
prescripciones de antibióticos que recetaron a niños con infecciones respiratorias comunes
aproximadamente en un 40% durante la década de 1990.
Los antibióticos se deben usar de manera inteligente y solo como lo indica el pediatra. Si se
siguen estas normas, las propiedades curativas de estas sustancias se conservarán para su
hijo y las generaciones por venir.