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El surgimiento de la penicilina

Con el descubrimiento de la penicilina y el comienzo de la era de los antibióticos, las


propias defensas del cuerpo ganaron un poderoso aliado. En la década de 1920, el científico
británico Alexander Fleming estaba trabajando en su laboratorio en el hospital St. Mary en
Londres cuando, casi por accidente, descubrió una sustancia de crecimiento natural que
podía atacar a ciertas bacterias. En uno de sus experimentos en 1928, Fleming observó que
colonias de la bacteria común Staphylococcus aureus habían sido agotadas o eliminadas por
un moho que creció en el mismo plato o placa de Petri. Él determinó que el moho elaboraba
una sustancia que podía disolver las bacterias. Llamó a esta sustancia penicilina, por el
nombre del moho Penicillium que la produce. Fleming y otros realizaron una serie de
experimentos a en las 2 décadas siguientes usando penicilina que tomaron de los cultivos de
moho que mostraron su capacidad de destruir bacterias infecciosas.

En poco tiempo, otros investigadores de Europa y Estados Unidos empezaron a recrear los
experimentos de Fleming. Pudieron producir suficiente penicilina como para probarla en
animales y luego en humanos. A partir de 1941, encontraron que incluso los niveles bajos
de penicilina curaban infecciones muy graves y salvaban muchas vidas. Por sus
descubrimientos, Alexander Fleming ganó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.

Las compañías farmacéuticas estaban muy interesadas en este descubrimiento y empezaron


a producir penicilina con propósitos comerciales. Se usaba bastante para tratar a los
soldados durante la Segunda Guerra Mundial, curando infecciones por heridas en el campo
de batalla y neumonía. De mediados a finales de la década de 1940, se volvió ampliamente
accesible para el público en general. Los titulares de los periódicos la llamaban el
medicamento milagroso (aunque no existe ningún medicamento que realmente merezca esa
descripción).

Con el éxito de la penicilina, empezó la carrera para producir otros antibióticos. En la


actualidad, los pediatras y otros médicos pueden elegir entre docenas de antibióticos del
mercado, y se recetan en cantidades muy altas. En Estados Unidos, cada año se
hacen por lo menos 150 millones recetas médicas para antibióticos, muchas de ellas para
niños.

Problemas con los antibióticos


El éxito de los antibióticos ha sido impresionante. Al mismo tiempo, la emoción por los
mismos ha sido atenuada por un fenómeno llamado resistencia a los antibióticos. Este es un
problema que surgió poco después de la introducción de la penicilina y ahora amenaza la
utilidad de este importante medicamento.

Casi desde el principio, los médicos notaban que en algunos casos, la penicilina no era útil
contra ciertas cepas de Staphylococcus aureus (bacterias que causan infecciones en la piel).
Desde entonces, este problema de la resistencia ha ido creciendo e involucrando a otras
bacterias y antibióticos. Este es un problema de salud pública. De forma creciente, se ha
vuelto más difícil tratar algunas infecciones graves, forzando a los médicos a recetar un
segundo o incluso tercer antibiótico cuando el primer tratamiento no funciona.
En vista de esta creciente resistencia a los antibióticos, muchos médicos se han vuelto
mucho más cuidadosos cuando recetan estos medicamentos. Ven la importancia de recetar
antibióticos solo cuando son absolutamente necesarios. De hecho, una encuesta reciente
practicada en médicos de consultorios, publicada en JAMA: The Journal of the American
Medical Association en 2002, demostró que los médicos redujeron la cantidad de
prescripciones de antibióticos que recetaron a niños con infecciones respiratorias comunes
aproximadamente en un 40% durante la década de 1990.

Los antibióticos se deben usar de manera inteligente y solo como lo indica el pediatra. Si se
siguen estas normas, las propiedades curativas de estas sustancias se conservarán para su
hijo y las generaciones por venir.

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