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Construir(se) un pasado. Piera Aulagnier Existe el “diagnostico” —término que se sobreentiende debe ir entre comillas— de adolescente como de muchos otros, pre- sentes en nuestras nosografias: es el observador exterior quien se sirve de él en un deseo de clasificaci6n y clarificacién necesa- rios para una buena utilizacién de sus conocimientos. EI nifio, durante un tiempo, tiene menos problemas en reco- nocerse en esa denominaci6n [nene]** de la que generalmente se apropia completéndola con un “de mama” o “de papa”. Es distinto para el adolescente que oscila entre dos posiciones: —el rechazo a todo cambio de status en su mundo relacional sin importar cuales sean, por otra parte, las modificaciones que se inscriben en su cuerpo. —una reivindicacién ardiente o silenciosa y secreta de su derecho de ciudadano completo en el mundo de los adultos y, muy a menudo, en un mundo que ser reconstruido por él y sus pares en nombre de nuevos valores que probardn lo absurdo o la mentira de los que se pretende tmponerle. La designacién [adolescente] unidaa un “Yo soy” enunciado por un adolescente, remite alo que para el observador exterior forma parte de un estado pasado o un estado futuro, y que el Yo del sujeto vive a la inversa como un tiempo todavia o afin presente. Si yo he comenzado por medio de esta exposicién banal este trabajo, es porque, entre las tareas reorganizadoras propias aese tiempo de transicién que es la adolescencia, considera que una tiene un rol determinante tanto para su éxito como para su * Publicado en Journal de la Psychanalyse de l'enfant. N27. 1989. ** Las palabras entre corchetes son agregados de la traduccién, Psicoandlisis - APdeBA - Vol. XIII -N° 3 - 1991 441 PIERA AULAGNIER, fracaso: ese trabajo de poner en memoria y de poner cn historia gracias al cual, un tiempo pasado, y, como tal, definitivamente perdido, puede continuar existiendo psiquicamente en y por esta autobiografia, obra de un Yo que slo puede ser y devenir prosiguiéndola del principio al fin de su existencia.* Autobiogra- fia no solamente jamds terminada, sino en [a cual, incluso los capitulos que se creian definitivamente acabados, pueden pres- tarse a modificaciones, ya sea afiadiendo nuevos parrafos o haciendo desaparecer otros. Pero si ese trabajo de construccién- reconstruccién permanente de un pasado vivido nos es necesario para orientarnos e investir ese momento temporal inasible que definimos como presente, es necesario atin que podamos hacer pie sobre un namero minimo de anclajes estables de los cuales nuestra memoria nos garantice la permanencia y la fiabilidad. He aqui una condicién para que el sujeto adquiera y guarde la certeza de que es el autor de su historia y que las modificaciones que ella vaa sufrir, no pondran en peligro esa parte permanente, ular, que deberd transmitirse de capitulo en capitulo, para hacer coherente y que tenga sentido el relato que se escribe. En la comunicacién que yo habia hecho aqui mismo hace dos afios, y en la cual trataba de aclarar las fuentes somaticas y discursivas que proveen a la psiquis los materiales de las.cons- trucciones tanto de su realidad como de su propia historia, yo habia acordado una importancia particular a un concepto que me parece desde hace mucho tiempo central para nuestra com- prension de la metapsicologia, el de modificacién. La reaccién del aparato psiquico alo que surge, cambia, desaparece en laescena de la realidad y sobre su propia escena somatica, es el organizador de los mecanismos a los que este mismo aparato recurre para , segan el caso, aceptar, negociar, rechazar, desmentir este movi- miento que aporta una parte de imprevisto y desconocido. El valor de este concepto nos es confirmado por el andlisis de la relacion de interdependencia presente entre lo modificable y lono modificable en el registro relacional y en el registro identi- ficatorio. * Con respecto a las relaciones presentes entre este trabajo cuya exigencia ignora el Yo, y que lleva a cabo como actuando por su cuenta. y Ia decision de un sujeto de eseribir, para otros, su autobiografia, remito al lector al tral.» muy esclarecedor de Sophie de Mijolla-Mellor aparecido en Autobiograpbie VI, Joris! 1. de Aix-en-Provence, julio 1987, Les Belles Lettres, Pai 442 CONSTRUIR(SE) UN PASADO. Es el mismo tema que voy a retomar con Ia esperanza de demostrar que es en el curso del tiempo de la infancia qué el sujeto deberd seleccionar y apropiarse de los elementos consti- tuyentes de ese fondo de memoria gracias al cual podré tejerse la tela de fondo de sus composiciones biogréficas. Tejido que pucde solo asegurarle que lo modificable y lo inexorablemente modificado de si mismo, de su deseo, de sus elecciones, no transformen a aquel que él deviene, en un extraiio para aquel que él ha sido, que su “mismidad” persiste en ese Yo condenado al movimiento, y por alli, a su auto-modificacion permanente. Este mismo “fondo de memoria” juega un rol determinante en la relacion abierta que el sujeto podra o no mantener con st propio pasado, y mds especialmente con ese ‘tiempo dela infancia marcado por la presencia y el impacto de estas primeras repre- sentaciones sobre las cuales el sujeto ha operado ese largo trabajo de elaboracién, de transformacién, de represion, cuyo resultado Ie hace ser cl que es y aquel en el que deviene. Pero, por importante que sea ese trabajo, por oculto, olvidado, repri- mido que sea su punto de partida, es porque ha existidoy porque continga marcando sus puestas en escena y su dramaturgia psiquica por una via que conoce mal, que puede reconocerlos como su obra y no como una pieza escrita por un autor que le impone su rol y sus réplicas. Esta parte de Ia infancia o esta parte de infantil que el analista descubre en todo sujeto, es lt prueba de la persistencia de ese fondo de memoria, o, por decirlo mejor, de lo que queda en nuestra memoria de ese pasado en el que se enraizan nuestro presente y el devenir de ese presente. Las relaciones causales que el sujeto tejera entre ese tiempo que vive, el futuro que anticipa y ese pasado, seran en gran parte ilusorias, conformes a su manera de construir 0, por decirlo mejor, de reconstruir en conformidad con el presente que vive, ese pasado perdido. Pero lo que importa, es la persistencia de ese nexo garante de la resonancia afectiva que debera establecerse entre el prototipo de la experiencia vivida y la que él vive, por diferen- tes que sean fa situacién y el reencuentro que la provoquen. Este fondo de memoria, como fuente viviente de la serie de. encuen- tros que marcarin la vida del sujeto, puede bastar para satisfacer dos exigencias indispensables para el funcionamiento del Yo: ~ garantizarle en el registro de las identificaciones esos puntos de certidumbre que asignan al sujeto un lugar en el sistema de 443 PIERA AULAGNIER parentezcoy en el orden genealégico, y por consiguiente temporal, inalienable y al amparo de todo cuestionamiento futuro sin impor- tar los sucesos, fos encuentros y los conflictos que hallar4; —asegurarle la disposici6n de un capital fantasmatico que no debe formar parte de ninguna “reserva” y al que debe poder recurrir porque es el Gnico que puede aportar la palabra apta al efecto.* Capital fantasmatico que va a decidir lo que formara parte de su investidura y lo que no podra encontrar lugar en ella, las representaciones que podr4 imantar para su provecho, su deseo, y aquellas que quedan marcadas por el sello del rechazo, de lo negativo, de lo mortifero. Eltiempo de la infancia deber4o deberia concluir con la puesta en lugar y al abrigo de toda modificaci6n, de lo que yo trato de delimitar para una parte bajo el término de “singular”. En ese trabajo, merced al cual ese tiempo pasado y perdido se transfor- may continga existiendo psiquicamente con la forma de discurso que le habla, de la historia que lo guarda en la memoria, que permite al sujeto hacer de su infancia ese “antes” que preservara una figazén con su presente, gracias a la cual se construye un pasado como causa y fuente de su ser. Esta es una de las causas por las que el analista no puede contentarse con las definiciones que la biologia y la fisiologia dan de la adolescencia. No porque lo que se transforma en el cuerpo y en la sexualidad no tengan importancia, bien por el contrario. Sino porque lo quealli se juega, se modifica, se daa ver asi mismo y alos otros, acompajia un movimiento temporal que confronta a la psiquis con esta serie de aprés-coup cuyos efectos va a imponerse cada vez, como una prueba de la diferencia que los separa de lo que han sido hasta entonces. No solamente habra queaceptar esta diferencia de ser a ser, esta auto-alteraci6n dificil de asumir, sino mantener una ligaz6n entre ese presente y ese pasado, poder descubrir alli, segiin la situacion vivida, una po- tencialidad que este presente realiza 0, “a minima”, una causali- dad que dé sentido a la prueba que impone. A todo lo largo de «Me refiero, por supuesro, a esas solas “palabras” que constituyen ese sector del campo semintico que, en La violence d interpretation, P.UF. Paris. 1975. (Hay version castellana. Laviolencia dela interpretacion. Amorrortu. Bs. Aires, 1977}, habia calificado de “Lenguaje fundamental”, palabras con las que el sujeto comunica y se autocomunica los sentimientos {que experimenta: su amor, st odio, su sufrimiento, su alegria, 444 CONSTRUIR(SE) UN PASADO nuestra existencia, la investidura de un tiempo futuro tiene como condicién la esperanza de que él permitiré la realizacién de tina potencialidad ya presente en el Yo que inviste ese tiempo y ese placer diferidos. En la perspectiva aqui elegida, separaré el recorrido que sigue el adolescente en dos etapas: —una primera, durante la cual deberdn seleccionarse, ser pues- tos al amparo del olvido, los materiales necesarios para la constitu- cién de ese “fondo de memoria” garante de la permanencta identificatoria de lo que uno deviene y de lo que continuara deviniendo, y por alli de la singularidad de su historia y de su deseo; —una segunda que principia en el momento én que esa tarea ha podido, esencialmente, ser llevada ‘a buen puerto y prepara la entrada a lo que se califica de edad adulta. Segunda ctapa en la que una tarea igualmente importante deber4 ser cumplida: la puesta en lugar, a partir de ese pasado singular de los posibles relacionales* accesibles a un sujeto dado, del panorama de sus elecciones y de los limites que cada uno encontrar alli. La primera etapa concierne esencialmente a la organizacion del espacio identificatorio y la conquista de posiciones estables y seguras a partir de las cuales el sujeto podri moverse sin riesgo de perderse. En la segunda, este trabajo de puesta en forma incide de forma privilegiada sobre el espacio relacional y por consiguiente sobre la eleccién de los objetos que podran ser soportes del deseo y promesa de goce. Tanto una como otra son dependientes; mejor atin, son el corolario de este otro trabajo psiquico que las acompafia: la cons- titucion de lo reprimido. Lo recordado y Io recordable dela infancia son funcién del éxito 0 el fracaso del trabajo que incumbe a la instancia represora y de la mayor o menor capacidad de la psiquis de poder elaborar, a partir de representaclones a las que debe renunciar, otras representaciones a las que el afecto pueda ligarse. El fracaso de la represion puede manifestarse por su exceso al igual que por su falta: en los dos casos, las consecuencias seran una reduccién drastica del campo de los posibles relacionales. La no-represion de las representaciones de los objetos que han sido apoyo de las primeras relaciones —y se conoce ya la intensidad * Possibles relationnels en el original. (T) 445 PIERA AULAGNIER, de éstas— traera aparejado el fracaso de ese trabajo de clabora- cin que habria podido, por si mismo, permitir que los apoyos de “tiempos mezclados” pudieran imantar el deseo hacia lo desconocido, de lo todavia no experimentado que eva en si todo nuevo objcto investido. Un prototipo relacional va a repe- tirse y preservarse: ef futuro —pero, ése pucde usar todavia ese término?— s6lo es investido como espera del retorno sin cam- bios de lo anterior. El trabajo de puesta en historia no puede tener exito: la infancia queda como un capitulo que no puede constituirse como tal, o sea con un principio y un final. Lo que vive el sujeto (nifio, adolescente, adulto), quedara para siempre pegado a interpretaciones que s6lo pueden tener sentido si el sujeto y el objeto contindan situandose en las posiciones identificatorias que ocupaban en ese tiempo lejano en que se anud6 su relacion. Pero este trabajo de puesta en historia, aunque esta vez sea parcialmente posible, revelara sus limites y fallas también en cl caso inverso. E] exceso de que hace gala la instancia represora va aespesar y extender el velo de Ja amnesia. A fin de evitar el riesgo de que un rasgo de una representacion rechazada, fraguandose una via de acceso, arrastre a la totalidad consigo, el sujeto va a atenerse a un desinvestimiento activo de todo recuerdo que, de Iejos 0 de cerca, podria unirse a momentos relacionales de los que no se sabe qué recuerdos podria despertar. Siel primer caso nosileva al lado de la psicosis y de la confusion de tiempos que la caracteriza, el segundo se encuentra en esos sujetos que nos sorprenden por el desinterés que manifiestan por su propia infancia, de ta que, declaran sin vueltas, no guardan ningtin recuerdo o muy pocos. Lo mismo sucede en ellos en cuanto al tiempo de su existencia que ha transcurrido hasta su encuentro con nosotros. No es que no hayan tenido alguna experiencia de amor 0 de sufrimiento, pero todo sucede como si el recuerdo de la experiencia se Ics escapara entre sus dedos como la arena. En algunos, esta “pérdida” de sus propias viven- cias es compensada por un mecanismo de sobrcinvestidura de sus objetivos, que son de muy corto término: el pasado esta reducido al pasado mas cercano y conjuntamente el futuro. Defensa a veces exitosa pero que siempre estaré marcada por la conviccion de que todo lo “esperado”, una vez logrado, sélo podra revelar la naturaleza efimera de todo placer, dejar el 446 CONSTRUIR(SE) UN PASADO mismo vacio que uno guarda en el recuerdo. Cuando esta defen Sa no se instrumenta 0 no esta mds presente, uno confronta un cuadro que se acerca al de la depresién pero se separa de él eti un punto esencial. BI pasado como tiempo de fa culpabilidad, de la nostalgia, del duclo, de la felicidad perdida, esta sobre-investido por el depri- mido. Es justamente esta sobre investidura la que lo caracteriza y lo priva del quantum libidinal necesario para investir un futuro, como todo futuro, portador de cambio. En las problematicas de las que hablo, el sujeto se instala en un estado que se aproxima a esta primera fase mas 0 menos corta —lo que hace que pueda pasar inadvertida— que precede la instalacién de un cuadro psicético, a cielo abierto, Estado que se caracteriza por la dificul- tad que experimenta el sujeto para investir todo nuevo objetivo, bajo la apariencia de ser, si uno no mira de més cerca, una hiperlucidez sobre la decepcion que sigue a toda realizacion de desco. Por eso es que, nos dice, rehiisa cuanto pueda el investir, que él decreta una trampa condenada a desilusionarlo en breve plazo. Prucha indirecta de la interdependencia presente entre la investidura del pasado y la del tiempo por venir. No habiendo podido capitafizar en la propia memoria las representaciones de momentos relacionales, fuentes de un pla- cer que, a todo lo largo de su existencia, proyectara su sombra en forma de una promesa que justifica e imanta la bisqueda de placer, se ofrece como objetivo al deseo y a la demanda por la que cl yo la expresa, cl tiempo de la infancia se constituye como un pasado, pero un pasado desafectivizado, No se encontrara, ni en el registro del placer, ni en el del sufrimiento, ef recuerdo de algunos momentos épicos, sea de batallas ganadas o perdidas, a lo que pueda fijarse la memoria y alos que vuelva periédicamen- te, que ella pueda investir como prueba de que se ha vivido una historia que bien merece scr retenida, retomada, relatada. Durante un buen periado de su anilisis, nose puede encontrat en cl discurso de estos sujetos ningdn rastro de lo infantil, de las palabras que podrian dar voz al nifio que han sido: a ese nifio, ni lo aman ni lo odian; les es indiferente, se han separado de él. En el mejor de los casos, hablan de él con una neutralidad privada tanto de benevolencia como de malevolencia. Escuchandolos, se tiene a veces cl sentimiento de que su Yo no puede pensar su propio pasado si no es retroyectando sobre cl nifio el juicio de 497 PIERA AULAGNIER, we ane un adulto totalmente ajeno a un mundo de [a infancia que jamas hubiera habitado. El desapego que, consecuentemente, acompafia a todo relato de un suceso que se refiera a ese tiempo, despoja a este altimo de todo poder emocional. Las dos tareas especificas de la adolescencia tendran un desti- no distinto en estos sujetos: —Ia primera sera mas 0 menos Ilevada a buen puerto. Fl tiempo de la infancia, no s6lo estar cerrado, sino encadenado. Pero, por empobrecida que sea la version de ello que sc da el Yo, deja a su disposicion los reparos necesarios para que encuentre su lugar en un orden “temporal” que inserta al sujeto en una linea, le asegura ese registro de su singularidad y le evita el irse del lado de la psicosis; —pero erra en el caso de la segunda tarea, o sea, la puesta en lugar del area de los posibles relacionales. Para investir la espera de un nuevo encuentro, es necesario que haya quedado investido el recuerdo de uno ya vivido que ha formado parte de un posible realizado en nuestro pasado. En os sujetos de los que yo hablo, este pasado vivido solo existe bajo la forma de una hipotesis abstracta que ha perdido su poder emocional: un nifio ha vivido, ha amado sin duda a sus padres y ha sido amado por ellos, pero ese nifio sélo sirve al adulto como simple reparo temporal. Ya es, con todo, mucho, porque se ofrece como bastion eficaz contra la confusion de los tiempos sobre la que capea la psicosis, pero ese “nifio” no esta suficientemente investido como para que su historia relacional se ponga en lugar de ese pasado que inducira a la anticipacion de una relacién futura, fuente del investir. Sin embargo, este “nifio” permite al adulto saber qué ha sido y qué no lo es mas. Habiendo llegado a este punto, querria volver brevemente sobre Ia intrincacion presente entre problematica identificatoria y proble- mitica relacional y, de hecho, entre la libido de objeto y libido narcisista 0 —lo que para mi lleva a lo mismo — libido identificatoria. Lo que caracteriza nuestros distintos cuadros clinicos es el rol que una podra tener con respecto a la otra, el exceso 0 la falta de la que podra dar pruebas, las tentativas de desintricacion que podran manifestarse, sin olvidar, sin embargo, que una destitrt- cacion verdaderamente exitosa no seria compatible con la prosecucién de una vida psiquica. Desde “La violencia de la 448 APDER A CONSTRUIBISE UN PASADO interpretacién” he insistido sobre los caracteres que separan |a identificacion simbdlica y sus puntos de certeza, estables‘¢ inmu- tables una vez adquiridos, del registro imaginario que sostiene estos movimientos sobre el tablero identificatorio necesarios para sostener el proyecto y el deseo del Yo, movimientos efecti- vamente dependientes de los encuentros y por consiguiente, de la investidura de objetos que hard, a lo largo de su existencia, ese mismo Yo. He tomado este tema de nuevo a propésito de este principio de cambio y de este principio de permanencia que rigen el proceso identificatorio y que deben poder preservar entre ellos un estado de alianza. En este trabajo querria privile- giar a la otra cara que acompatia este mismo praceso, 0 sea el basamento fantasmatico de lo que yo defino como espacio rela- cional. Aqui también se encontraran actuando un principio de permanencia y un principio de cambio: permanencia de esta matriz relacional que se constituye en el curso de los primeros aiios de nuestra vida y que es depositaria y garante de la singu- laridad del deseo del Yo y que se manifestard en esta “marca”, este “sello” que se volver a encontrar en sus elecciones relacio- nales. De la otra parte, este principio de cambio que baliza el campo de los posibles compatibles con esta “matriz”, Campo de posibles que fragua el acceso a una serie de clecciones en los objetos a investir. Eleccion que siempre encontrar4 limites perocuya riqueza signa la parte de libertad de la que el sujeto podrd o no gozar en sus investiduras, sus objetivos, sus pensamientos, su relacién con los otros, con si mismo y con su cuerpo. Pero elecci6n relacional indisociable del movimiento que lo sitéa en el lugar que ocupa en tanto inviste esta relaci6n o es soporte de la investidura del otro. Antes de proseguir, deteng4monos por un breve instante sobre este término de “matriz relacional” y sobre su relacién con [a repeti- ci6n. Sila repeticién como mecanismo psicopatolégico nos confronta con la movilizacion de un mismo y Gnico prototipo relacional, de un “repetible” y de un “tepetido”, no solamente est presente en fa totalidad de nuestras elecciones relacionales sine que constituye ese hilo conductor que nos permite reconocernos en la sucesién de nuestras investiduras, de nuestros objetos, de nuestros fines.* * Ca propésito de esto el andlisis de una rara riqueza de Maurice Dayan sobre estos dos estados de la repeticibn: Répétition et composition du réel, aparecido en Topique 41, mars 1988, Dunod Ed., Paris. 419 ’ PIERA AULAGNIER, Solamente, en este caso, no se trata del retomo del mismo y Gnico prototipo sino, mas bien, cada vez, dle una creacin rclacio- nal, o sea de una amalgama nueva entre cl prototipo y lo que todo encuentro aporta de todavia no conocido ni experimentado. Si en el primer caso la repeticin debe ser entendida como la fuerza que se opone a la claboracion de toda nueva relacion de objeto, que forma obstaculo a la investidura de toda nueva eleccién, en el segundo caso, lo que se repite, lo que debe repetirse, concierne a esta parte de “igual” necesario para una eleccién compatible con la singularidad de aquel que la opera. En la comunicacién a la que aludi mas arriba, analicé las condiciones y los factores responsables de la puesta cn lugar del area de posibles en el registro identificatorio. Habiendo ya pu- blicado ese trabajo * , me permito remitirlos a él, conte: tandome con recordar aqui un breve pasaje: «Si el movimiento y el cambio dan prueba de que un cuerpo y un mundo continaan existiendo, dando asi noticia de uno al otro de los vivientes, sucede lo mismo para el sistema psiquico cuya vida va a manifestarse por esta sucesion de movimientos identi- ficatorios que van a la par de una modificacién del espacio relacional a fin de preservarlo en una forma investible por estos dos apoyos. “Bs a este trabajo de remodelacion que se desarrolla en sordi- na, que debemos cl sentimiento, en parte ilusorio, de que nada cambia en nuestra manera de investir al amado. “La gama de posibles rclacionales depende por consiguicnte de la cantidad de posiciones identificatorias que el Yo pucde ocupar guardando la seguridad de que el mismo Yo persiste, se encuentray se encontrard en ese Yo modificado que ha devenido y que va a devenir. Inversamente, sera imposible para ese mismo sujeto, toda relacion que lo Ileve hacia una posicion identificato- ria que no puede ocupar. Tres razones mayores pueden llevar a esta imposibilidad: “—el lugar puede estar prohibido. “—ellugar que le asignan dlescalifica la totalidad de los reparos que le permitirian establecer y preservar otras relaciones; + *Sources somatiques et discoursives de nos répresentations de la réalite”, Congres de Monaco, 1986, aparecido en Journal dela psychanalyse de l'enfant, 1987, N? 3, Paides, Centurién, 450 CONSTRUIR(SE) UN PASADO “—igualmente sera parte del imposible identificatorio toda posicién que fo sitGe en un lugar que no puede més ligarse a aquellos ocupados en el pasado, un lugar fuera de la historia, desconectado de ese trabajo de memorizacion y de ligazén necesario para que se reconozca en este “modificado” imprevisto. la “ercacion” de un Yo que lo precedia. “Movimiento identificatorio y movimiento relacional no son entonces separables de ese movimiento temporal que sirve de hilo conductor, de ligaz6n, tanto en la sucesion de las posiciones identificatorias ocupadas como en la de los objetos de investidu- ras sucesivamente elegidos. El tiempo de Ia infancia cubre el tiempo necesario para la organizacion y apropiacién de los ma- teriales que permiten que un tiempo pasado devenga para el sujeto ese bien inalienable que puede por si mismo permitirle la aprchensién de su presente y la anticipacién de un futuro”. Como habran podido constatar, en lo que concierne al proce- so identificatorio, me he quedado en las mismas conclusiones. Pero, desde ese entonces, intenté profundizar el anilisis de estas construcciones compuestas que constituyen ese capital fantasmatico del que debe poder disponer el Yo para transformar el afecto, como tal irreconocible, en una emocion que él pueda conocer, nombrar, asumir. Mi hipétesis es que, en el curso de las fases relacionales que recorre el nifio, se van a anudar puntos sefieros entre ciertas representaciones fantasmaticas, sus viven- cias afectivas, y un rasgo especifico del objeto y de la situaci6n que las ha desencadenado. Vivencia afectiva que se caracteriza por la intensidad de la participaci6n somatica que ha arrastrado. Estas representaciones que toman prestado sus materiales de las imagenes de cosa corporales operan un fenémeno de crista- lizacion y tendran por ese hecho la funcién de “representaciones conclusivas” cuya leyenda va a retroyectar el Yo sobre el total de experiencias afectivas que las han precedido en el curso de una misma fase rclacional. Fases que se caracterizan por esos obje- tos parciales, esas zonas pulsionales erégenas que han sido sucesivamente las organizadoras de las puestas en escena fantasmaticas de la problematica relacional propia de cada una de esas fases. No tengo intencién de abordar aqui las cuestiones tan com plejas que acarrea cl concepto de afecto en la teoria freudiana. Me contentaré, esperando vuestro acuerdo, con proponerles 451 PIERA AULAGNIER calificar de emocién todo estado afectivo del que el Yo puede toniar conocimiento, 0, si uds. prefieren, ver en la emocién la forma que toma y la transformacién que sufre el afecto cuando lo siente el Yo. Califico de leyenda fantasmatica la interpretacién causal que se da el Yo de la emocién que sufre en una tonalidad de placer o de sufrimiento, interpretacin que se sustituye a la puesta en escena fantasmatica, fuente y causa del afecto. Cuanto mas cerca de la infancia y de las primeras puestas en pensamiento, obras del Yo, permanece uno, mas esta leyenda permaneceré relativa- mente fiel a la accion y a la relacién que el fantasma pone en escena. Mas se aleja uno de la infancia, y mas la leyenda testimo- nia sobre la accion de la represi6n, del respeto por las prohibi- ciones hacia ciertas representaciones de objeto y mas dificil sera Ia puesta al dia de la escena y del afecto que es su origen. El funcionamiento de nuestro pensamiento, su extensién a campos muy diversos, exigen que se torne capaz de operar este alejamiento doloroso que le obliga a mutilarse de las primeras imAgenes de cosa que han constituido su otra cara, para substi- tuirlas por otras cosas, otros conceptos, otras referencias que deberd elegir en nombre de un principio de realidad y de un dictado cultural-semantico. Pero, inversamente, nuestro funcio- namiento como sujeto deseante, como sujeto capaz de ser afec- tado por ciertos sucesos, encuentros, situaciones del mundo que nos rodea, exige que el Yo pensante haya quedado capaz de preservar una relaci6n de ligaz6n entre los representantes de los objetos, de los encuentros, de las situaciones que sdlo a ese precio pueden ser dotadas en tal sentido de un poder de disfrute y de sufrimiento. Todo elemento que presenta un rasgo de similitud 0 de proximidad con el rasgo sobresaliente de un objeto cuyo encuentro ha sido para el nifio fuente de una experimenta- cién de gozo o de sufrimiento particularmente intenso o particu- larmente repetitivo, sera dotado de un poder emocional que podrd o no actualizarse en funcién de la situacion, del momento presente en caso de este nuevo encuentro. Si es verdad, como lo han sefialado Laplanche y Pontalis, que el sujeto ocupa todos los lugares de su fantasma, también lo es que el objeto de fantasma que acompajia nuestras experimentaciones de gozo 0 sufrimien- to, “acompafiamiento” sin el cual no tendriamos acceso ni a uno ni al otro, es el representante del total de objetos que han 452 CONSTRUIR(SE) UN PASADO ejercido un mismo poder en la vida del bebé y del nifio que uno ha sido.* Esto s6lo es, si este representante guarda el poder de movilizar o entrar en resonancia con el total de sus precursores de modo que pueda provocar un mismo estado emocional y una misma resonancia somitica, por diferente que sea el objeto que, en la escena de la realidad, sea su referencia. La calidad de la emoci6n nos prueba que ésta encuentra su anclaje somatico en una representaci6n que junta y condensa los rasgos de esos objetos parciales que, en un pasado lejano, eran los “delegados” del placer y del deseo de dos cuerpos, de dos psiquis, de dos seres. Nadie puede guardar el recuerdo de su encuentro con el pecho, del placer del amamantamiento, de Ia alegria que acom- pafiaba la enunciacion de las primeras palabras o de un primer dominio sobre el propio cuerpo. Pero todo sujcto, en un cierto momento de su existencia, se descubrir4 frente al espectaculo 0 al pensamiento de un nifio en los brazos de una madre, invadido por una emocién de una misma intensidad y experimentara un mismo sentimiento, pero de calidad inversa, frente a la vision o al pensamiento de los vagidos de un lactante abandonado. Pero ain debe el Yo ser capaz de unir algunas de sus emocio- nes presentes con aquellas vividas en su pasado. En caso contra- rio, le quedar4 la solucién de evitar todo encuentro que lo obligaria a aceptar una tal ligadura, o, si esa tentativa fracasa, a considerar toda emocién como una manifestaci6n que encuentra su causa y su sola causa en un ataque o un dlsfuncionamiento somatico que en nada le conciemen. Ef concepto de emocién esta desposeido en ese caso de todo status psiquico, para ser reemplazado por el del afecto tomado como sinénimo de enfer- medad. Pero es posible una tercera solucién: ser sumergido por esta emocién sin causa que toma el nombre de angustla. Un Gltimo elemento que toma lugar en ese capital fantasma- tico debe ser subrayado. Una vez sobrepasada la fase oral, en estas “representaciones conclusivas”, de las que dije que anu- + El anilisis del suefio nos trae una prueba de ello: a partir de tal imagen, de tal recuerdo puntual, de tal percepci6n fragmentaria que el sujeto recuerda al despertarse, ¥ que nos trae al andlisis, qué esperamos, qué tratamos de inducir por las asociaciones, sino la posibilidad de reencontrar el desfile de objetos que, durante Ia infancia, han sido sucesivamente los representantes y los engranajes de la relacion de fusi6n, de odio, de posesién, de destrucci6n, de seduccién, de rivalidad presentes sucesivamente entre una boca y un pez6n, dos partes del cuerpo, dos cuerpos, dos seres, un nifip y una madre, 453 PIERA AULAGNIER dan una representaci6n fantasmatica, una vivencia afectiva que se caracteriza por la intensidad de la emocién y de la participa- cién somatica que ha arrastrado, y un rasgo especifico del objeto o del encuentro que los ha desencadenado, este rasgo especifico puede ser reemplazado por una palabra que se depositara en la memoria en forma de enunciados identificatorios: te amo, no te amo mas, me matas, no eres mas mi hijo... Frases banales, oidas por todo nifio, pero el andlisis nos dice por qué un buen dia, esos mismos enunciados percibidos en tal o cual momento de la vivencia relacional, pudieron tomar el valor de un veredicto que los ha grabado en la memoria del sujeto que, desde ese entonces, se arriesga a volver a oirlos toda vez que un encuentro venga a movilizar la representaciOn fantasmatica que ellos habian puesto en palabras. Estos puntos sefieros responsables de nuestro acceso al goce y de nuestra posibilidad de sufrimiento, dos condiciones igual- mente necesarias para que exista una vida psiquica, constituyen la singularidad de todos nosotros en el registro del deseo. Representan la marca de lo infantil en nosotros mismos, lo que continaa ejerciendo su accionar desde ese tiempo relacional. El Yo debe poder disponer de ese capital fantasmatico para soste- ner su deseo, para que esas palabras esenciales que son: amor, gozo, sufrimiento, odio, no sean ms que palabras pero puedan movilizar la representacion fantasmatica necesaria para la emo- cién de un cuerpo, con el anclaje del sentimiento en un fantasma que es el nico que puede hacer la palabra apta al afecto. Es este capital que decidiré los posibles relacionales para un sujeto dado, la eleccion de sus soportes de investidura, las parejas sexuales que le son accesibles. En nosotros, todos hallaran como huella de un tiempo de Ia infancia una forma de encuentro, un tipo de situacion, la obtencién de un objetivo que representan lo que definimos en nosotros mismos por los términos de alegria, de goce, de comple- tud, o, a la inversa, de dolor, de horror, de destrucci6n. Una forma de encuentro que no se repetir4 jamas tal cual, pero que ejercera un poder de imantacién para el deseo y de la cual “un rasgo” que la recuerde deberd estar presente para que éste ultimo pueda realizarse. Ningan sujeto tiene el poder de investir a cualquier pareja sexual, ni a cualquier fin narcisista, ni a cual- quier proyecto. Por eso, yo propondria esta definici6n del con- flicto responsable de nuestros cuadros clinicos: la coexistencia 454 CONSTRUIR(SE) UN PASADO posible, conflictiva o imposible entre ese nucleo de singularidad, ese permanente de la identificacién y del deseo y los compromi- sos, las recomposiciones, las modificaciones que exigen el en- cuentro y la investidura de otros sujetos y otros fines. Si se mira del lado de la neurosis, el conflicto encuentra su origen en el efecto de imantacién que ejerce un posible que habria sido y es compatible con la singularidad del sujeto y su ativa a realizarlo, por el miedo de que, al hacerlo pondria en peligro esta parte de mismidad, de permanente que debe pre- servar para continuar reconociéndose en lo que hia sido, en lo que es y en lo que es susceptible de devenir. Es distinto para la psicosis. En este caso, el peligro es real. Tlemos visto que desde la primera fase de esta puesta en historia de su propia vida que incumbe al nifio, es necesario que el Yo infantil, como més tarde el Yo del adolescente, y como ser4 aun el caso para el Yo del adulto, pueda reconocer en aquel que deviene la realizacién anticipada y pre-investida de un antes de ese presente de si mismo. En lugar de ese antes solo podré encontrar el discurso por el cual ese tiempo, al devenir un tiempo historizado, puede preservarse. He desarrollado largamente Ia funcién que va a tener el dis- curso de la madre, que puede proveer al Yo [a historia de ese bebé que ha precedido a su propio advenimiento sobré laescena psiquica. Sila versién que la madre le propone es “suficientemen- te sensata”, el nifio podra aceptar que para la escritura de ese primer capitulo permanece dependiente de la memoria materna. Pero, una vez asumido ese préstamo obligado, sera necesario que el Yo pueda devenir ese “aprendiz historiador” que, antes de conquistar su autonomia, deber4 ser reconocida como el coautor indispensable de la historia que se escribe. 2Qué tipo de colaboracién es necesaria para que el Yo pueda asegurarse un derecho de seleccién sobre los recuerdos que guardard de algunas de las experiencias que vive, sobre su propio trabajo de reformulacién y de elaboraci6n de las interpretaciones. que se da, lo que supone hacerse cargo del trabajo de represion? éQué tipo de colaborador debe encontrar para que pueda inves- tir un pasado sin ser arrinconado para fijarse en una posicion identificatoria que detendria su marcha, o, sin deber separarse de su propio pasado para substituiclo por una neo-temporalidad 0, aun més, sin estar obligado a borrar toda huella de un yavivido, al que 455 PIERA AULAGNIER podria unir la experiencia presente para decodificar su sentido? Estos peligros slo podran ser evitados, siel Yo, no sélo puede apropiarse, elegir en nombre propio e investir el recuerdo de un conjunto de experiencias que amalgama en esta aparente unidad que nombra su pasado, sino, ademas, que este pasado pueda prestarse a interpretaciones causales no fijas, pues ellas deberan cada vez revelarse com-posibles* con las posiciones identificato- rias que él ocupa sucesivamente en su marcha identificatoria y en la puesta en lugar de los parametros relacionales que resultan de ello. Lo propio de la psicosis es desposeer al historiador de esa movilidad interpretativa. O bien acepta quedar pinchado como una mariposa sobre la placa, aunque ese es un estado que no se le impone a una mariposa viviente, en una posicién que le asegura la preservaciéa de una relacién de investidura exclusiva para un primer objeto o su substituto, o bien “se mueve” y sera en esa forma relacional que corre el riesgo de desmoronarse, pues el segundo polo que la sostiene rechaza toda modificaci6n. En un sentido, “se movera” igualmente, a menos que sobrevenga la muerte, ya que no esta en poder de ningan sujeto viviente el momificarse. Pero, en ese caso, todo movimiento relacional comporta el riesgo de estallido de un conflicto que pone efecti- vamente en peligro esos pocos reparos identificatorios necesa- rios para que el sujeto pueda asegurarse su existencia, a la vez que polo necesario para la relacion. Después de estas consideraciones metapsicolégicas, volvamos al adolescente y a su relacién con la infancia como pasado, relacion que aclararé por medio de Ia clinica. La experiencia nos muestra con insistencia que el fin de la adolescencia —pero, en ese caso, éel fin segin qué criterios?— puede a menudo signar la entrada en un episodio psicético cuya causa desencadenante a menudo se relaciona con un primer fracaso: fracaso en una primera relacin sexual, fracaso imprevisto en un examen, fraca- so de una primera relaci6n sentimental. Sien un cierto namero de casos se sabe que ya en el curso de la infancia un total de problemas relacionales, escolares, somati- cos estaban presentes; en otros se encuentra el relato, la memo- rizacion, —quizas habria que decir lano memorizacion—, de una * com-possibles en el original (T) 456 CONSTRUIR(SE) UN PASADO infancia sin historia, que puede tomar la forma cai aturezca, extrema, que analicé en el caso de Philippe, o que puede presentarse de forma més rebuscada. El sujeto, los padres si tenemos ocasién de oirlos, nos aseguraran que todo iba de maravillas en el mejor de los mundos, en la mejor de las familias, hasta el momento en que todo comenz6 a ir de mal en peor, En sus relatos, ese momento generalmente esta fechado: un fracaso que, sin embargo, forma parte de la experiencia de muchos jovenes, ha venido a arruinar el aparente equilibrio en el que funcionaba el sujeto. La consecuencia més frecuente y mas signi- ficativa es un brusco retiro de investiduras que se manifiesta por una fase de retraimiento relacional, de soledad acompajiada a veces de anorexia, antes que aparezcan fos elementos quesignan © anuncian la entrada en un sistema deliranté. Si uno se quedara con el relato que nos han propuesto, se podria creer que la causa del drama es el hecho de que el sujeto no puede asumir el fracaso de un proyecto identificatorio o sexual-relacional que el creia parte de sus posibilidades. Pero, si se mira de mas cerca, se constata que el fracaso es el resultado de un movimiento de desinvestidura contra el cual el sujeto se defiende desde hace mucho tiempo y, en realidad, desde siempre, gracias a diferentes protesis encontradas en el exterior de si mismo y de las que descubre repentinamente, sea la fragilidad, sea el lado excesivo del precio que exigen en cambio. Lo que se da como causa de la descompensacién es, en realidad, la consecuencia de este primer fracaso que ha hecho imposible para el sujeto la investidura de su pasado en una forma que le permita investir ese devenir que rechaza, por falta justamente de esa investidura preliminar. Detengamonos primeramente sobre este movimiento de desir: vestidura cuya dimension relacional no se acompafia por ninguria vuelta sobre si mismo de la libido sustrafda al objeto. (Eso sdlo se podrd hacer en el curso de esta segunda fase en fa cual el apelar al delirio permitird la reconstruccién de un mundo y también de una neo temporalidad). El andlisis de jovenes psicdticos que no son més adolescentes en el sentido de la ley, nos ensefiaa menudo que antes de la aparici6n de un momento confusional, de un crash agresivo, de una vivencia abiertamente interpretativa que los ha conducido a lo * Fiera Aulagnier, L’Apprenti bistorien et le maltre sorcier. Paris, PUF 1984, [Hay versi6n castellana, EI aprendis de bistoriador y el maestro brujo. Amorrorta.Bs. Aires. 1986 (T)] 457 PIERA AULAGNIER de un psicoanalista o alo de un psiquiatra, ha habido un tiempo de incubacion que se sitéa al final de su adolescencia, durante el cual el sujeto ha pasado semanas, a menudo meses, en ese estado de retraimiento y con una actividad de pensamiento y de fantas- matizacion reducidos verdaderamente al minimo. Se comprende, que en ese caso uno no puede mas que tener confianza en lo que nos dicen después. Pero por una parte, su discurso suena verdadero, y por otra parte, si asi no fuera el caso habria que preguntarse qué status se le podria dar a una actividad de pensamiento que no deja ninguna marca, que parece consu- mirse en el mismo curso de su surgimiento. éNo se encucntra ahi una prueba indirecta de un cardcter especifico del concept mismo de pensamiento y que se tiene por tan obvio que se nos escapa: su necesario anclaje en el pensamiento que lo ha prece- dido y en el que le sigue y que él hace posible? El cuadro recuerda ciertas técnicas médicas en las cuales se coloca al sujeto en estado de hibernacion a fin de reducir lo mas que se pueda la energia consumida por el sistema somatico. Aqui es el sujeto mismo quien parece prescribirse la reduccion maxi- madel trabajo del aparato psiquico pues no dispone de la energia libidinal necesaria para su investidura. Ultimo recurso contra una pulsion de muerte que tiene muchas oportunidades de alcanzar su objetivo puesto que el Yo tiene grandes dificultades desde hace mucho para investir su propio funcionamiento psiquico, en comenzar por el trabajo de puesta en pensamiento que constitu: ye, para él, su representante metonimico. Hay que insistir sobre este punto: si el pensamiento, es decir, la representacion ideica, obra del Yo, sélo es una de las funciones propias del aparato, si mas adn, es el resultado de un conjunto de operaciones psiquicas Ue las cuales constituye efectivamente sélo la “parte cmergida”, es también verdad que para el Yo, esta “parte” representa ese todo que él cree poder aferrar descifrando correctamente el mensaje de ese “delegado”, lo que le permitira conocer quién lo envia, con qué propésito y qué demanda o respuesta porta, Por eso la cualidad, la intensidad y la fuerza de investidura por el Yo de su actividad de pensamiento, nos dan la medida de lo que el Yo aporta a si mismo.* Y €s aqui que yo vuelvo al tempo: esa auto-investidura que s6lo puede operarse si a partir de su presente el Yo puede “lanzar sus pseudopodos” en el pensamiento de un Yo pasado y en el de un Yo futuro. La investidura de un tiempo presente 458 ‘CONSTRUIR(SE) UN PASADO. ¢s sicmpre el resultado de una operacion tanto econémica como fugitiva; tan constante como compleja: retiramos de la investidura del tiempo pasado esa parte de libido que nos permite investic un tiempo futuro. EI tiempo presente es el momento en que se opera ese movimiento de desplazamiento libidinal entre dos tiempos que s6lo tienen existencia psiquica: un tiempo pasado y como tal perdido salvo en cl recuerdo que guardamos de él, un tiempo por venir y como tal incxistente, salvo en fa forma por la cual lo anticipamos. Como se lo ve, y como aparece a lo largo de este trabajo, el movimiento temporal y el movimiento libidinal no son sélo indiso- ciables, sino que son las manifestaciones conjuatas de este trabajo de investidura sin el cual nuestra vida se detendria. Pero, de la misma manera en que no vivimos nuestro tiempo de manera lineal, uniforme, sino con una puntuacion afectiva que nos hace decir, de vez en cuando, que pasa como un relampago © que se ha detenido, igualmente este movimiento de desplazamiento que sucede de manera constante y desconocida por nosotros, se imponea [ainversa al sujeto en esos momentos particulares de su existenicia que lo enfrentan a una ruptura en el movimiento temporal y relacional. Momento de ruptura entre un antes y un después que debe trans- formar cn una ligadura causal, momento de ruptura entre el futuro que repentinamente se devela y aquel que él esperaba. En mayo de 1984, tuvo lugar en Paris un coloquio francoame- ano, en el que participé discutiendo una exposicién de Jacob A. Arlow, que interrogaba la relacién del tiempo en ta psicosis. En su respuesta a una segunda comunicacion del mismo autor intitulada “El psicoanalisis y el tiempo”, André Green relativizaba Ja atemporalidad que Freud atribuye a los procesos inconscien- tes. Yo lo cito: “La conciencia del tiempo les falta (a los procesos inconscientes) pero écmo no pensar que la organizacién incons- ciente que parece tratar el tiempo con desenvoltura, no lo utiliza cuando clige ligar un elemento relacionable con el presente con otro elemento que concuerda con un recuerdo antiguo 6 un fantasma del pasado?” Otra manera, me parece, de confirmar [o que toda experiencia vivida en el presente, debe a los Iazos que la unen a una emoci6n ya experimentada en el pasado. * Por ello la importancia que hay que acordar a estos fenémenos de inhibicién intelectual tan frecuentes en la psicosis y que son bien diferentes de los presentes en la neurosis. 459 PIERA AULAGNIER Green terminaba su comentario insistiendo sobre laimportan- cia que hay que dar a la oposicién presente entre el tiempo del sujeto y el tiempo del otro. Insistencia que me parece totalmente justificada para entender, lo poco que podemos, de lo que es la relacion del sujeto con el tiempo. En cuanto a mi, yo veria en esta icion, no solo la fuente de una negociacin en curso entre el tempo del Yo y el de la organizacion inconsciente, sino igualmente entre los “relojes psiquicos” de los dos polos relacionales. La diferencia siempre presente en la vivencia subjetiva de sus pasaclos no debe sobrepasar un cierto umbral, a riesgo de que el tiempo de uno vendria a desestructurar, desorganizar, el tiempo del otro. Se sobreentiende que todo lo vivido del pasado de la relacion, estaré siempre marcado por la singularidad de {a historia, de las, experiencias, de los mecanismos de defensa que ha elegido el sujeto, por su relacion con el duelo y la muerte. Pero, poder instaurar y preservar una relacion de investidura, exige que los dos polos puedan creer que ese tiempo presente que comparten ¢ invisten se acompaiia en los dos de construcciones no contra- dictorias, lo que no quiere decir idénticas, del tiempo pasado de Ia relacign y de una anticipacin que deberan creer igualmente com-posible * de su tiempo futuro. Concordancia ciertamente ilusoria en parte, pero todavia es preciso que se preserve de ella la parte necesaria para que la construcci6n del pasado de uno no venga a desmentir totalmente la del otro. Por eso, hay que diferenciar lo vivido del propio pasado tal como Jo puede vivir el neurdtico en el curso de un episodio depresivo, de esta suspension del movimiento temporal que puede preceder 4 ia eclosion de un momento psicotico. No es que ese “tiempo de incubacion” se presente siempre en la forma que he descripto, sino que ese tipo de figura es suficientemente frecuente para que tratemos de comprender su basamento econdémico. Para el depresivo, el otro queda investido, pero gracias a la sombra del representante psiquico deun personaje de su pasado que proyecta sobre él con un minimo de modificaci6n. Pero eso no supone, bien por el contrario, ladesinvestidura de lamemorla y de la nostalgia de esa relaci6n pasada ni del lugar y del rol que el sujeto se atribuye en ella. Enel cuadro clinico que intento aislar, sucede de otra manera. * Com-possibles en el original. (1) 460 CCONSTRUIR(SE) UN PASADO Esta suspensién del tiempo es la consecuencia del vacio que se ha operado en la memoria por no haber podido preservar al abrigo de la prohibicién y de la selecci6n drastica que un otro les ha impuesto, los recuerdos que preservan viviente y mévil Ia historia del propio pasado. Se puede recordar a este respecto el mecanismo que actia en todos nosotros en ese trabajo de bidégrafo que nos incumbe: en estas historias que cada uno se cuenta sobre sus relaciones infantiles, y también sobre los amo- res pasados, las rupturas, los goces y los duelos que lian jalonado nuestra vida; ¢qué hacemos sino guardar en la memoria ciertos sucesos, momentos, emociones, que han balizaco estas relacio- nes y que juntamos olvidando no solamente lo que ha sucedido en los intervalos sino incluso la existencia de los intervalos? Que uno de esos “sucesos” encuentre otra interpretaciGn-significa- cin, que otro retorne de lo reprimido y venga a llenar un blanco, el total de la construccién va a sufrir una modificaci6n que el sujeto cree cada vez como definitiva, miéniras que su construc- cién continuara sin embargo plegandose a ese trabajo de reor- ganizacion permanente que operamos con fespecto a nuestro pasado. Cuanto mas importantes en namero son estos elemen- tos, aunque siempre limitados y seleccionados segtin motivaciones ignoradas por el historiador, mas el sujeto podré acrecentar su libertad de biégrafo y acordarse un margen de invencién, interpre- taci6n, creaci6n. Inversamente, cuanto mas puntuales sean esos elementos, més tendran funciéa de eje en su construccion y més tendrén el riesgo de hacer caer toda posibilidad de puesta en historia y en memoria de ese tiempo pasado, si desaparecen. Solamente asi, la investidura de esos elementos recordados y que deben permanecer recordables a fin de que el sujeto pueda apelar a ellos cada vez que deba apoyarse en ese tiempo pasado para investir su tiempo presente, nos enfrenta siempre a elemen- tos que conciernen a momentos, huellas, de movimientos rela- cionales. A menudo he escrito que nuestra historia libidinal s6lo es la cara manifiesta de una historia identificatoria que representa su cara latente. El sentido, en la doble acepcion de la palabra, de estas dos historias, este sentido que transforma el tiempo fisico en un tiempo humana, la psiquis solo lo puede aprehender en términos de deseo. Esta intrincaci6n entre los hilos del tiempo y los hilos del deseo, gracias a la cual el Yo encuentra acceso a la temporalidad, sdlo puede hacerse si se opera directamente de 461 PIERA AULAGNIER entrada. El origen de la historia del tiempo del Yo, coincide con el origen de la historia del deseo que lo ha precedido y que lo ha hecho nacer y ser. Sera necesario entonces que esta intrinca- cin esté ya presente en la manera en que fa madre va a vivir el tiempo de su relacién con el nifio y el tiempo de esta infancia. Filla también va a construir su propia historia de tiempo relacio- nal. Ella va a incluir también la historia de ese tiempo que ha precedido la venida al mundo de ese nuevo ser y ese antes, como se sabe, va a ser determinante para su version de la historia, para Jos recuerdos que pueda 0 no guardar en su memoria. Se entiende que esas dos historias —la de la madre y la que el hijo pone en marcha— se revelaran diferentes. Se encontraran alli elementos, y, sobre todo, interpretaciones singulares dadas alos mismos hechos que han balizado el tiempo de la infancia. Pero también es necesario que los dos historiadores hayan podido poner al amparo de la desinvestidura y de la represin el recuer- do de un namero minimo de sucesos, experiencias, que serdn interpretadas y fantasmatizadas por fos dos como la prueba de que, a todo lo largo de csa sucesion de encuentros, (que han, de tanto en tanto, puesto en presencia una boca y un pecho, dos cuerpos que s¢ sabian separados, las primeras manifestaciones de la actividad de pensamiento del nifio y Ia escucha materna), mo- mentos de placer compartido han formado parte de su relacion. Entenddmonos bien: no se trata —cosa que solo podria llegar a la construcci6n de una no-historia— de recordar Io vivido como una sucesion de imagenes de Epinal. Se llega en ese caso a esas “infancias sin historias”, prueba de la imposibilidad de los dos historiadores de memorizar el pasado de su relacién de forma viva, movil Habiendo Ilegado a este punto y antes de concluir, la clinica va a permitirme aclarar el tdtimo cardcter necesario para la construccion y memorizacion del pasado de y para todo sujcto: la doble investidura de la que deberan gozar una parte de los materiales necesarios para eso. La puesta en memoria de esta puntuacion relacional y de las leyendas fantasmaticas cuyo re- cuerdo se preservard debiera o deberia operarse igualmente en los padres. Puesta en memoria compartida no sdlo de algunas de las experiencias significativas que han jalonado su relacién, sino igualmente del sentido que daran retroactivamente a la persist- encia del recuerdo que de ellas guardan, Pucstas en sentido que yan a reforzarse mutuamente, y a mantener la funcién en cicrtas 462 CONSTRUIR(SE) UN PASADO circunstancias de la confirmaci6n reciproca de su legitimidad. A las teorias sexuales infantiles reprimidas, a la novela familiar criticada u olvidada, el sujeto deber4, al declinar la infancia, afiadir una historia que tendrd la particularidad de tener que plegarse a los caracteres de la comunicacion, de lo compartible, debera respetar una légica que tiene en cuenta lo posible y lo nposible, lo permitido y lo prohibido, lo licito y lo ilicito. Si la novela familiar y las teorias sexuales infantiles son las construcciones aut6nomas del Yo, construcciones que mantiene muy a menudo en secreto, la primera prueba que se dé de ese derecho al secreto, garante por otra parte de la autonomia indispensable para cl funcionamiento de su pensamiento, es ésta otra historia que él escribe en colaboraciéa sobre y durante su infancia, es una historia relacional de la que aprende bien pronto que sélo puede escribirse en colaboracién con otro autor.* Por eso necesita que este otro no venga a desposeerlo de la confianza que puede tener cn su memoria, en sus testimonios sensoriales, en una parte por lo menos de las interpretaciones que se ha dado de fa cmoci6n que acompafaba tal o cual suceso particularmente significativo para su psiquis. Es s6lo a ese precio que el nifio podré adquirir la conviccion de que una relaci6n ha existido, que los dos soportes han podido compartir experiencias de alegria, * La hucila dejada por tas teorfas sexuales infantiles se reencontrari tanto en ef lugar privilegiaclo que tomard tal o cual preliminar en {z actividad sexual del sujeto cuanto en esas tcorias puntuales y singulares que se construye sobre el funcionamiento de tal o cual de sus Srganos, de sus necesicades fisiolégicas. Estas convicciones que ignoran las adlquisiciones cientificas que puede poscer perfectamente, son mis frecuentes de lo que sc cree en los sujetos mas "normales”, Teorias sexuales ¥ nove familiar, a pesar de todo fo que separa sus stuus y su rol en el ancionamiento psiquico, Genen que verconestarespuesta que elsujeto debe apo tase sobre-suotigen El trabajo de puesta en historia aqui analizado, responde a una misma exigencia. ELYo. silo puede ser y devenir, preservando la certeza de que sabe de donde viene. Pero, contrariamente a la respuesta fantasmética y mAs tarde a la respuesta novelada de Un nifio que puede permitirse sin perjuicio para su actividad de pensamiento, ignorar lo verosimil, mofarse de las prucbas que podrian confirmar o invalidar su novela, a partir de un cierto momento el encadenamiento de palabras merced al cual el Yo teje y organiza sus pensamientos, debe plegarse al orden semAntico que rige 10 comprensible, respeta el Principio de no contradiccidn, impone al pensamiento criterios de verificacién cultural- mente admitidos, compartidos e impuestos. De ahf toda certeza de la cual sn solo sujeto se querria autogarante exclusivo y suficiente, ser4 enfrentada con el peligio de ser cucstionacla por el pensamicnto y la certeza de un otro. A partir de este momento se instaura una relacion de interdependencia entre los “pensantes”. Relacién cuya importancia sera proporcional a la investidura presente entre ellos, Donde pensar su origen, su pasado, su devenir, es siempre pensar el or'gen, el pasado, el devenir, de una relacion que ha sido investida como ninguna otra, por los dos polos. 463 PIERA AULAGNIER de sufrimiento, en otros términos, que su memoria est4 asegurada de encontrar su complemento en la memoria del otro, que una doble investidura viene a garantir la preservaci6n, el valor, la verdad de esos ejes que sostienen su construccién. Una condicién necesa- ria para investir positivamente la memoria de su propio pasado relacional es su investidura por el otro polo de la relaci6n. Poder hacer sus cuentas con el tiempo de la infancia y asi aceptar su “declinacion”, exige, como se ha visto, que se puedan investir los recuerdos que uno guarda de ella y también que ese recuerdo relacional, tal como uno lo memoriza, se revele investido por los dos. El registro de la psicosis nos da un ejemplo paradigmatico del peligro que puede representar la no-investidura por el otro de la memoria que el sujeto habria podido guardar de sus experiencias relacionales. Su ausencia se encuentra enel origen de ese fenémeno de desinvestidura que anuncia tan a menudo que sobrevendra un episodio psicdtico. Desinvestidura, he dicho, que concierne en primer lugar a los pensamientos que tienen al Yo-mnismo como referente, Desinvestidura cuyas consecuencias, hablando temporal- mente, aparecen en el momento en que deberia concluir, no el tiempo de la infancia, sino el de la adolescencia, y por consiguiente, en el momento en que el sujeto deberia investir su proyecto identificatorio que lo proyecta o anticipa en el lugar de un padre potencial. Para que esta potencialidad sea investible, habria hecho falta que ya hubiera sido reconocida como presente € investida por la madre y el padre y, en realidad, por los dos en este nifio al que hubieran debido presentérsela de entrada, como una potencialidad presente y una promesa realizable en su futuro. Pero esta investi- dura supone, a su vez, que el padre haya podido “ver”, aceptar, investir los cambios que sobrevierten en el nino a lo largo de toda su vida, como los signos anunciadores de ese tiempo de conclusi6n de una relacién que deberia construirse piedra por piedra, en el curso mismo de su desarrollo, como detentadora de su futuro. Si, en un cierto namero de casos, el obstaculo encontrado nos enfrenta a laimposibilidad para la madre o para el nifio de renunciar a la forma relacional que hace solamente posible el estado de bebé o de ninito, en otros nos enfrentamos a otromecanismo. Y aqui sélo puedo volver a Jo que escribia sobre la madre de Philippe en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo”. Laclinica analitica nos muestra que la espera de un nifio puede movilizar un deseo de muerte que es la forma que toma un 464 CONSTRUIR(SE) UN PASADO veredicto de auto-destruccién cuyo blanco no es la persona entera sino esta promesa de un ser futuro que se lleva en si. La madre de Philippe no puede prever ni para ella ni para su hijo la existencia de un lazo entre el tiempo de la infancia y el del adulto. Se asiste en ella, como en Philippe, antes de que se instaure el delirio y a continuaci6n, una relacién analitica, a un mecanismo de desconexién temporal entre la historia de la infancia y la de la edad adulta. No se guarda memoria alguna de la primera, reemplazada por una versién ideolégica que cuenta lo benefac- tor del educador y la gentileza del educando. Se enfrenta uno a una desinvestidura continua que pone en memoria la relaci6n entre la madre y el nifio como la relacién entre dos robots. Un robot alimentador-un robot alimentado; un robot educador-un robot educando, Se siente en estos sujetos, que s6lo han podido vivir su relacién en una suerte de desconstrucci6n continua de los recuerdos que podrian guardar de las experiencias de placer compartidas. Sila vida se preserva, bien se puede creer que hayan existido, pero todo sucede como si se tratara cada vez, para la madre, de la transgresion de un interdicto que s6lo puede llevar a cabo olvidindolo al momento siguiente, el lugar que se ha dejado a un placer del que no hay que guardar huella. Cuando, en el curso de una entrevista, pregunto ala madre de Philippe qué recuerdo le queda de un suceso cualquiera primero me hace repetir la pregunta, para luego decirme que no la entiende, que ya me habia contado que su hijo habia sido un nifio sin historia, y que todo habia empezado a ir mal a partir de su accidente de auto a los dieciocho afios. En cuanto a Philippe, él me repite a su vez que jamas hubo historia entre él y sus padres en el curso de Ia infancia y que su relacién habia sido maravillosa. Nila madre I hijo se dan cuenta de la profunda verdad de lo que enuncian: los dos, efectivamente, han vivido una relacin “interdicta de-historia”. Para la madre, el Gnico futuro que parece haber investido desde su juventud, es el tiempo del retiro en el que podré finalmente renunciar a todo proyecto para dejar a lo “social” la mision de dacidirlo. Para Philippe, el futuro sdlo ha podido tomar una apariencia de sentido apelando a un sistema delirante que le permitiria hacer inocentes a los padres incapaces de mantener su rol de historiadores, acusando a Dios de saber construir solo robots. Y bien, evidentemente, no se puede pedir 465 PIERA AULAGNIER a robots que imaginen un futuro que no esté ya programado y que, por eso, de futuro sélo tiene el nombre. No se puede tampoco pedirles que encuentren alguna singularidad en su pasado que les permita apropiarselo como su pasado. Para escapar a esta doble imposibilidad, Philippe ha huido al Pera, pero ervese lejano pais, no pudo dar sentido al vacio de su memoria mas que impu- tandolo al encuentro con un poder nrortifero que le ha “roto” la cabeza, le ha sacado todo recuerdo con el propésito de “arrebatar- le” un secrcto sobre ¢l padre del que él seria poseedor, secreto que habria sido depositado en él al nacer y del que Philippe ignora la primera palabra, a pesar de todos los esfuerzos que haya podido hacer para imaginarla, Pero eso no obsta para que elsecreto, gracias al cual desmiente el vacio de su memoria, no lo quiera librar a las fuerzas perseguidoras. Ml negarse, Philippe pucde, en su sistema delirante, imaginar el futuro como el tiempo sin fin de una lucha contra el perseguidor, del que debe anticipar y destruir los planes de batalla a cada instante. No poder anticipar su futuro de otra forma que no sea la prueba de que el deseo del perseguidor no se ha realizado todavia en el presente ni en el pasado, es a menudo la sola escapatoria que resta al psicotico para no decidirse a negar que cualquier tipo de futuro pueda advenir. Construir su infancia como pasado: se podria extrapolar esta frase y leer alli la taea que incumbe al Yo del principio al fin de su recorrido, Tarea peligrosa y dificil de llevar al final, pues tendr4, conjuntamente, que preservar su investidura de lo. que ray noes mas, ¢ investir su auto-anticipacion y, por lo tanto, eso que atin no es. He insistido a lo largo de este trabajo sobre las condiciones que permiten que se preserve en nucstra memoria un Yo pensado-pasado, soporte de investidura. Y, recuerdo, a proposito de ello, que se puede deducirlo facilmente de las hipotesis que yo he defendido, que a mis ojos el Yo no puede auto-asirse, autopensarse, auto-investirse, a no ser que sc situe en pardmetros relacionales, Por eso ese Yo pensado-pasado, es también y siempre el vestigio de un momento relacional. He utilizado mas arriba la metéfora de que se sirve Freud a propésito def narcisismo para definir el presente como ese movi- miento inasible por el cual el Yo lanza sus seudopodos sobre el pasado para aferrar esa parte de libido que él desplazara sobre cl Yo a venir, Movimiento continuo que es la pulsaci6n misma de la 466 CONSTRUIR(SE) UN PASADO vida del Yo, pulsacin jalonada por lo que he calificado de momeri- tos de ruptura. Si ese término evoca para todos nosotros, primera- mente, un drama rclacional, es s6lo en unaacepcion que lo engloba pero que yo no empleo en ese sentido reducido. Entiendo por ruptura en la perspectiva donde yo me coloco, la confrontacién del sujeto con un suceso que repentinamente le devela, en una luz cruda, que le que él creia presente es, en realidad, pasado. “Todavia no habia visto” lo que ya habia cambiado en la imagen sexual de su cucrpo, “todavia no habia podido decirse” lo que ya habia cambia- do en la forma de relacin con su madre, “todavia no sabia”, que este hombre, esta mujer tan amados, ya no ocupaban el lugar de objeto amado, “todavia no habia descubierto” [as arrugas sin em- bargo presentes cn la imagen que le devuelve el espejo. Brusca revelacion del poder modificante del tiempo que se impone como una puntuacién que pone fin a un capitulo. Fin bien particular, porque, no solamente debera guardar un fazo con aquellos que lo preceden y quienes lo seguiran, sino que ademas debera poder prestarse, cada vez que esto se revele como necesario, a una re-puesta en forma de su composicin. La base metapsicolégica de estas dos exigencias trae una nueva luz ala relacién presente entre el Yo y las fuerzas actuantes en el ello: en ese trabajo de puesta-re- puesta en historia permanente del pasado que todos libramos, podemos ver las construcciones que el Yo se da de [a causa, por él mismo mal conocida, de lo que vive. Haciendo esto, stestituye a los efectos del inconsctente como tal irreconocibles por efectos de histo- ria. Historia que, no solamente él conoce, puesto que es su obra, sino que, por las modificaciones que puede traerle, le ofrece la tinica via que le permite modificar la organizacién de su mundo interior. Cuando esta sustituci6n causal fracasa, cuando esta puesta en historia de la vida pulsional se detiene, el sujeto sc arriesga a hacer de un momento, de un suceso puntual de su pasado infantil, la causa exclusiva y exhaustiva de su presente y de su futuro: desde entonces, él mismo, como efecto de esa causa, s6lo podra testimo- niar su sujecion a un “destino” que decreta inamovible. “Construye tu futuro”, a este mandato que les padres y el campo social susurran en el oido del adolescente, el analista sustituye un anhelo: “Construye tu pasado”, Anhelo y no mandato, ya que esta ubicado como para medir la dificultad de semejante tarea, jamas terminada, siempre a ser retomada para y por todos nosotros. 467 PIERA AULAGNIER, RESUMEN La autora analiza las condiclones que permiten que Ia entrada en Ia adoles- cencia vaya a la par de un acceso a un orden temporal que preserva al sujeto de esta confusion de tlempo propla de Ia psicosis. Eso solo ¢s posible sl el Yo, en el curso mismo de su infancla, ha podido constltulr ese fondo de memoria en el que van a preservarse clertos elementos, momentos, jalones de su propls historia libidinal, Pero ese fondo de memoria debera depender de ese capital Jfantasmético del que el Yo debe poder disponer libremente a fin que su acervo de recuerdos quede dotado de ese poder emocional sin el cual todo encuentro nuevo sera desposeido de todo poder de goce y sufrimiento. SUMMARY “The author inqulresinto the conditions for adolescence to be the threshokl beyond ich the subject comes into a time order which will keep him out of the caracterist- cally psychotic confusion in time. Such an outcome is possible only ifthe Ihas been tn a position to put together during Its Infancy a collection of memories in whlch events ‘or moments of Its own libidinal history are to be permanently preserved, However, the collection of memories must be balanced by a store of fantasies also for the I to use frecly, New encounters would remain without any potential-joy or pain ifthe | were to be deprived of the affective and emotional charge of Its memorles. RésuME Lauteur analyse les conditions permettant que entrée dans l'adolescence allle de pair avec l'accts 2 un ordre temporel qui préserve le sujet de cette confusion des temps propre @ la psychose. Cela n'est possible que si le Je, au cours méme de son enfance, a pu se constituer ce fonds de mémotre dans lequel vont se préserver certains éléments, moments, jalons de sa propre hiswolre lbidinale, Mais ce fonds de mémoire devra faire pendant ce capital fantas- matique dont le Je dott pouvolr disposer librement afin que son mémorisé reste doté de ce pouvoir émotionnel sans lequel toute nouvelle rencontre seralt depossédée de tout pouvoir de jouissance et de souffrance. Traducido por Silvia Guzman Supervision de la traduccién: Dr. Narciso Notrica 168

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