Sunteți pe pagina 1din 2

El amor es una conversación elegante

Una pareja es una unidad formada por dos personas que entablan una
larga conversación. Si la conversación es de calidad, la pareja prolongará
su unión en el tiempo. Si la conversación aparece deshilachada, el destino
de la pareja se deshilvanará no tardando mucho. La conversación en la que
se encarna el amor no necesariamente está exenta de conflictos, pero la
diferencia entre la buena y la mala conversación es que en la buena la
fricción se resuelve inteligentemente y en la mala la discrepancia se fosiliza
peligrosamente. Algunos psicólogos presumen de augurar el futuro de una
pareja en menos de cinco minutos sólo con observar cómo hablaban sus
miembros. También es muy informativa esa estampa en la que una pareja
no sólo no mantiene contacto verbal alguno, sino que ambos miembros
espantan sus respectivos silencios mirando con estudiado desdén al lado
contrario del otro. El amor vincula más con hablar que con cualquier otra
magnitud, y hablar bien requiere el concurso de la inteligencia y de todos
los sentimientos que se concentran en la bondad.

Recuerdo que José Antonio Marina arrancaba su ensayo Escuela de


parejas con un aserto provocador. Se enamora la inteligencia generadora,
pero acepta la relación la inteligencia ejecutiva. La inteligencia generadora
es un disparador de ocurrencias de la que aún no sabemos cómo las
confecciona y produce. La inteligencia ejecutiva es la que somete a
inspección esas ocurrencias y les permite saltar a la acción, o les deniega el
paso. Traigo a colación esta bifurcación de la inteligencia porque quiero
remarcar que es precisamente la inteligencia ejecutiva la que con sus
palabras angostará o expandirá los límites y la calidad de la relación.
Hablar bien con la otra persona que completa nuestro binomio amoroso es
prioritario, pero también lo es hablarse bien uno consigo mismo antes de
formar diptongo alguno. El amor es un sistema de motivación (y como todo
sistema para su buen funcionamiento requiere eficaces canales de
comunicación) que agrupa múltiples sentimientos y deseos para ser
compartidos con otra persona cuya complementariedad nos ensancha, nos
energetiza y convoca los afectos más hermosos que habitan en el alma
humana. Cuando no ocurre nada de esto no hablamos de amor, sino de otro
tipo de vínculo, o de desamor, y esa relación enseñoreada por otros
sentimientos ajenos a las experiencias de apertura puede devenir en un foco
infecto que se nutra de lo más hediondo que también aloja el alma
humana. En el discurso social se suele objetar que mantener una relación
supone perder autonomía, cuando probablemente no haya un acto de mayor
autonomía que decidir con quién se comparte una relación. Somos seres
autónomos porque tenemos la capacidad de decidir qué fines queremos
para abrillantar nuestra vida. La quintaesencia del ser humano se cifra en
que puede optar, decidir, escoger, elegir. De aquí procede la palabra
elegante, que define a la persona que sabe elegir bien. No hay elección que
glorifique tanto esta capacidad tan entrañadamente humana como decidir si
queremos compartir la vida y elegir con quién exactamente. Y para elegir
bien hay que hablar, y al hablar hacerlo de un modo elegante.

S-ar putea să vă placă și