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1- INTRODUCCIÓN.
2- LA VARIEDAD DE REGIONES NATURALES.
3- CONDICIONANTES DE LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO EUROPEO
4- LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO EN LA EUROPA DEL ESTE.
5- POLARIZACIÓN: RELACIONES CENTRO-PERIFERIA.
6- LOCALIZACIÓN DE LAS ÁREAS INDUSTRIALES, URBANAS Y
RURALES.
7- MEDIDAS DE POLITICA REGIONAL
8- BIBLIOGRAFÍA
1- Introducción.
El concepto de Europa, desde un punto de vista físico, no se presta a un consenso generalizado
sobre sus límites, especialmente en lo que se refiere a sus márgenes meridional y oriental. Algunos
autores piensan que el Mediterráneo es su línea natural de separación. Mayor aceptación tienen los
Urales (criterio que si en el siglo XVIII parece indiscutible, en la actualidad no lo es tanto).
Como rasgo físico destacable en el espacio europeo puede hablarse de la profunda influencia que
ejerce el océano, junto con la con notable fragmentación territorial en pequeñas unidades
morfoestructurales, hasta el punto de constituir un abigarrado mosaico. Este carácter de proximidad
al mar de la casi totalidad del espacio europeo, además de facilitar el desarrollo de actividades
ligadas al mar y permitir el establecimiento de relaciones con otras regiones del mundo, tiene una
clara incidencia climática. La escasez de barreras montañosas opuesta a la penetración del viento
oceánico ha favorecido también una suavización climática en buena parte del territorio, apoyo
indudable a la ocupación humana que desde fechas prehistóricas se produjo.
Europa ha sido foco originario de modelos económicos y pautas culturales (especialmente a partir
de la generalización de su influencia con la Revolución Industrial, primer eje de lo que hoy se
designa con el concepto sistema mundo). En la actualidad, el espacio europeo se inserta en el
contexto mundial dentro de las regiones con estructuras asimilables al modelo característico del
desarrollo, si bien su posición dominante ha declinado tras la Segunda Guerra Mundial en favor de
las dos superpotencias (EE.UU. y, hasta su desaparición como cabeza del área socialista, la
URSS.), que organizaban las respectivas esferas de influencia en el área europea, y hasta cierto
punto condicionaban su estructuración.
La articulación de una Unión Europea con plena vigencia del sistema único y la moneda común
supuso la creación de un bloque que hizo efectivo un poder gran poder económico con que
refrendar un espacio cultural y de mentalidades que amenaza cada vez más con su supeditación y
dependencia respecto a la órbita estadounidense. Sin embargo, la formación de un espacio europeo
supranacional debe afrontar la necesaria tarea de acabar con una heterogeneidad regional que pone
en duda el concepto de un espacio coherente, de una unidad económico-política: Europa, por
condicionantes físicos e históricos, también tiene su "Sur" (el Algarbe portugués, Extremadura,
Andalucía, los países del Este...). Por otro lado, el año 2003 supuso un hito en la concepción de la
Unión Europea: por una parte, “Europa” se desvanece en parte como espacio inequívocamente
homogéneo, unido por lazos históricos y de identidad cultural, como sucedía con la Europa
occidental: la ampliación a los países del Este y, en el medio plazo, junto a Turquía, otros como
Marruecos, etc., desdibuja los límites que la concepción ideó para dicho espacio; pone en peligro
algunos aspectos básicos como la cohesión territorial (al menos basada en los mismos principios
vigentes en la Europa de los 15: Francia y Alemania no podrían dedicar suficiente presupuesto
nacional para una labor, igualar a toda las regiones con rentas inferiores al 90% de la media; en
tanto que España, Portugal y Grecia dejan de ser países netamente receptores de fondos europeos).
Por otra parte, el fracaso en el desarrollo de una Constitución europea ha supuesto un punto de
inflexión negativo en el camino de construcción de un proyecto más ambicioso. La crisis
económica de 2008 ha puesto de manifiesto por otra parte la fragilidad de la viabilidad de una
moneda común y solidaria: los dos rescates a Grecia (el segundo con evidentes discrepancias entre
los países miembro de la UE, acordado en julio de 2011), el rescate portugués y el irlandés, la
decisión en referéndum de Finlandia de no asumir la deuda financiera contraída por mala praxis
bancaria (básicamente con entidades privadas inglesas y alemanas), han generado una oleada de
euroescepticismo, llegándose a vislumbrar medidas antes impensables como la salida de algunas de
las monedas nacionales del euro (pues asumir una moneda común equivale a aceptar una paridad
con el dólar que es apta para países como Alemania y que sin embargo resta competitividad a los
países con menor productividad)
Todos estos factores demuestran que no hay una dirección única ni un proyecto claro respecto a
qué llegará a ser la UE: ¿se creará en el futuro una Europa realmente confederada?; ¿sólo una
Europa económica, social y cultural, como defienden otros –la “Europa de los mercados y los
mercaderes”-?
Sin embargo, la Revolución Industrial también supone un punto de inflexión determinante para la
constitución de una Europa dualizada, escindida entre espacios desarrollados y áreas atrasadas. A
mediados del XIX era una realidad palpable la división de Europa en dos, "la del caballo de vapor
y la del caballo de tiro" (en afortunada expresión de F. Braudel): la posterior evolución de estos dos
grupos les dotará de un carácter diferencial.
En el siglo XVIII tendrá lugar una expansión económica que posibilitó una creciente acumulación
de capital. Dado el carácter agrario de las sociedades europeas, fueron las mejores en este ámbito
económico las que mayor importancia alcanzaron (según refleja Paul Bairoch), basando esta fase
de desarrollo inicial en la mejora del utillaje y de la técnica agrícola, en la explotación directa de la
tierra (frente a la prevalencia de un sistema latifundista y basado en el arriendo en la Europa
llamada al desfase económico posterior). Esta acumulación de beneficios agrícolas tenía marcado
su tope de extensión (de demanda), por lo que la reinversión deberá centrarse en la expansión del
comercio y de la artesanía, vinculada en parte al incremento en la demanda de trabajo que trajo
consigo la elevación del nivel de vida.
De esta forma, se consumará la ruptura del ciclo demográfico antiguo, con la existencia de más
mano de obra y consumo. La clave del crecimiento demográfico hay que buscarla en la
disminución de la mortalidad, posibilitada por el aumento de subsistencias que redujo la incidencia
de los períodos críticos, así como la disminución de conflictos bélicos de carácter devastador, y la
desaparición de la peste bubónica, a los que en el XIX se sumaría la rápida mejora de la medicina,
especialmente a partir de 1789 en que Jenner descubre la antivariólitica. Por primera vez un área
mundial, como el espacio centroeuropeo y británico, adquirió un crecimiento por encima del 1%
anual, en tanto las áreas surmediterráneas y el ámbito danuviano tardará prácticamente un siglo en
alcanzar este proceso.
En el contexto económica y demográfico apoyado en Europa por las diferentes revoluciones
burguesas que sacudieron Europa desde 1789, pudieron aplicarse las sucesivas mejoras
tecnológicas, cuando los empresarios consideraron que existían expectativas de beneficio
suficientes para justificarlas: en este sentido, el cambio puede considerarse una respuesta a las
condiciones de mercado.
Uno de los rasgos de las sociedades preindustriales era su inmovilidad, dominadas por una
económica prácticamente cerrada. Por contra, la revolución industrial va a ir acompañada por una
revolución de los transportes, que posibilita la migración masiva al abaratarlos
extraordinariamente. Además, el ferrocarril hace de generador de efectos multiplicativos e incide
en la especialización regional, abarata los costos productivos (materias primas, mano de obra,
energía...) y crea demanda sobre sectores industriales como la siderurgia, construcción de
maquinaria y material de transporte, textiles, carbón, etc. La conjunción de todos estos factores en
el noroeste reorganizó el territorio como adaptación a las nuevas condiciones imperantes:
concentración (frente al anterior putting-out system) en factorías cada vez mayores en la
proximidad de las fuentes de obtención de materias primas o energéticas, origen de la nueva ciudad
industrial. De esta forma, se configura un espacio geográfico diferente en cuanto a su anterior
distribución, que constituye una seña de identidad de la Europa desarrollada.
La Europa mediterránea y balcánica quedó marginada de este proceso: se trata de países agrarios
de fuerte arraigo de sus estructuras tradicionales, convertido en la "periferia inmediata", dentro de
la naciente división internacional del trabajo. Junto a la exportación de materias primas y alimentos
a la Europa industrial, se convierte en espacios de confrontación en el que las distintas potencias
pugnaban por establecer sus áreas de influencia, especialmente en los Balcanes.
La industrialización se retrasa hasta los umbrales de este siglo, y las industrias no se orientan a la
formación de un verdadero sistema económica nacional, sino a completar el sistema económica
internacional, dando prioridad a la industria de transformación de las materias primas en base a la
exportación y la industria de sustitución, escaseando las industrias de bienes de equipo.
Se trata de áreas en las que existe una importante participación exterior, tanto en lo referente al
origen de los capitales como de la tecnología. En muchos casos fueron son industrias filiales de las
grandes empresas industriales las que controlaron parte de la actividad extractiva, bancaria o
vinculada a la de ferrocarriles: puede hablarse de un carácter exógeno del despegue industrial, no
basado en la reforma previa de las estructuras socioeconómicas, lo que acentuó en estos países la
concentración espacial y los consecuentes desequilibrios regionales, tanto por la profunda crisis de
un mundo rural apenas evolucionado (traducida en un éxodo masivo), como por las dificultades a
que se enfrentó la difusión espacial de las innovaciones. Proteccionismo frente a la competencia
exterior, trasvasado a la agricultura para asegurar unas rentas mínimas y con ello una demanda para
los productos manufacturados, favorecieron cierto minifundismo industrial y una escasa
modernización de las estructuras productivas, junto al desarrollo de regímenes de competencia
imperfecta (monopolio, oligopolio) en ciertas actividades. Por el crecimiento acumulativo estas
diferencias se han acrecentado.
4- La organización del espacio en la Europa del Este.
El establecimiento del telón de acero tras el apresurado y deficitario reparto de las zonas de
influencia aliadas sobre el espacio europeo en 1945, supuso el surgimiento de una económica
planificación centralizada en que el Estado se erige en agente organizador del espacio, sustituyendo
los anteriores múltiples centros decisorios.
Junto a la reconstrucción de postguerra, paso indispensable para la construcción del socialismo, se
produjo en la Europa del Este una socialización de los medios productivos fundamentales, con la
nacionalización de la industria, minería, banca o transporte, y realización de una reforma agraria.
Las estrategias de desarrollo fijan como prioritaria la industrialización acelerada, otorgando mayor
importancia a los sectores pesados y con un fuerte matiz autárquico, que pretende la progresiva
desaparición de las desigualdades sociales y espaciales, que en la Europa anterior se habían
materializado sobre todo en la dicotomía campo-ciudad. El medio empleado fue la planificación
centralizada de base económica por quinquenios, que provoca, por la creciente complejidad, una
hipertrofia burocrática que redunda en una excesiva rigidez del sistema. A la muerte de Stalin, en
los años 50, tiene lugar una descentralización y diversificación de los modelos planificados para
adaptarlos a las peculiaridades nacionales: proceso que se inicia en la RDA y Polonia y se extiende
a todo el Comecón a excepción de Albania.
La vía yugoslava, país que rompe con la dependencia en la toma de decisiones económicas
respecto a la URSS en 1948, se caracteriza por la autogestión obrera, dentro de las directrices
generales del Plan, y manteniendo una cierta permisividad respecto a la propiedad privada (por
ejemplo, se fija el umbral máximo de propiedad agrícola en 10 Hectáreas). En este país desempeña
cierto papel el mercado, y se permite la inversión extranjera. En todo caso, resulta fundamental el
papel de los poderes públicos como agentes de organización espacial, corrigiendo los
desequilibrios y costes sociales derivados de la lógica del mercado, y suplantando a la iniciativa
privada en actividades poco rentables o que exigen grandes inversiones: se puede hablar de un
"capitalismo atenuado".
Pese a la caída del Muro de Berlín en 1989 y la descomposición de los sistemas comunistas en un
tiempo asombrosamente breve y de forma sorprendentemente incruenta, la huella espacial de los
tiempos de la planificación espacial es aún patente, por ejemplo en las redes de transportes, y en
general en una política de ordenación espacial que tenía en la homogeneización del espacio una de
sus razones de ser.
5- Polarización: relaciones centro-periferia.
Europa es un espacio de contrastes, cualquiera que sea la escala que se considere la cuestión. A
comienzos de la era cristiana las orillas del Mediterráneo fueron el centro neurálgico del mundo,
con más de la mitad de la población encuadrada en las fronteras del Imperio romano. Hasta el XVI
los países mediterráneos logran mantener hasta cierto punto su hegemonía, pero desde entonces los
centros de poder político y económico se trasladaron en dirección al mar del Norte: Inglaterra,
Francia, o los Países Bajos. El comienzo de la revolución industrial no hizo sino reforzar este
movimiento, incorporándose Alemania.
países más viejos -por tener menor natalidad- son los que presentan más mortalidad, mientras los
más jóvenes son los países con tasas más bajas.
Europa central, pero más recientemente también países como Italia y España, muestran una
tendencia al crecimiento cero o saldos negativos. Los países balcánicos crecen a un ritmo algo
mayor por herencia de un pasado histórico reciente donde la reducción de la natalidad no era
considerada una prioridad nacional, con tasas de crecimiento próximas al 0,5 por mil. La caída del
comunismo, la llegada de una nueva mentalidad prooccidentalista con sus valores y aspiraciones
vitales diametralmente opuestas a las vigentes hasta entonces, tiende sin embargo a alterar de
forma contundente el comportamiento demográfico de los países del antiguo bloque comunista.
Albania hasta hace poco se comportaba a nivel demográfico casi como los países del Tercer
Mundo, pero también se verá afectada previsiblemente por una incorporación a las características
propias de la dinámica demográfica europea: escasísima natalidad, baja mortalidad (sólo acentuada
por el aumento de ancianos, por la acumulación de personas en el estrato poblacional de los
mayores de 65 años), elevada esperanza de vida (81 años para los varones, y 83 para las hembras),
tasas de mortalidad infantil -la producida desde el nacimiento a los 5 años- residuales, casi en los
límites biológicos (por malformaciones congénitas incurables, etc.), retraso de la edad de
matrimonio (en el conjunto de Europa ya superior a los 28 años para los varones y 26,5 para las
hembras), tardía llegada del primer hijo, elevación de las tasas de celibato, elevación del porcentaje
de divorcios (algo superior en España al 25% de las parejas que llevan casadas menos de una
década), etc.
Estos comportamientos demográficos se completan con la existencia de un nivel de bienestar
elevado: tanto por el acceso a determinados bienes vinculado al alto nivel medio de la renta como
por la dotación de servicios asistenciales, en gran parte públicos: sanidad y educación, medio
ambiente, promoción de viviendas, etc.
Pese a reducirse paulatinamente las diferencias, todavía se aprecia al respecto un acusado contraste
entre los antiguos países del Benelux, Alemania, Suiza y los países nórdicos respecto a la orla
periférica, afectada en todos los parámetros de bienestar por valores inferiores al promedio. En
general, y puede servir para comprender los comportamientos demográficos que venimos
describiendo, existe una acusada correlación entre los altos niveles de bienestar social (medidos
con los marcadores antes expuestos) y un comportamiento demográfico tendente a la reducción de
la natalidad y envejecimiento.
Los desequilibrios regionales dentro de un país son un fenómeno generalizado, sobre todo en base
a la industrialización, con efectos acumulativos que se han acentuado en el último siglo:
concentración de la plusvalía en áreas más dinámicas, frente a la desinversión en otras: con
disparidades regionales aún mayores en países más pobres. Las rentas bajas se asocia con
predominio agrícola en la producción y empleo; concentración espacial en áreas restringidas de la
renta en todos los países, incluso en los antiguos países socialistas, si bien la menor importancia de
desequilibrios en los más avanzados permitiría suponer que éstos son un fenómeno temporal en el
proceso de industrialización que tiende a desaparecer con el paso del tiempo de modo espontáneo.
Europa presenta cuatro áreas con problemas sociales y económicos graves:
- Regiones rurales dependientes de técnicas no suficientemente modernizadas, con bajos ingresos y
deficientes infraestructuras, siendo objeto de las lacras del paro y subempleo donde pervive la gran
propiedad: Sicilia, Mezzogiorno, Algarve portugués, Extremadura y Andalucía, buena parte de
Irlanda o Grecia
- Antiguas regiones industriales especializadas en actividades que, como la textil, siderurgia y
hullera o naval, al haber diversificado escasamente sus producción se han visto afectada por la
crisis de estos sectores y la reconversión: industria vieja, deterioro ambiental y paro: Gales,
Yorkshire, el Sarre, Lorena y los Vosgos, Asturias...
- Regiones fronterizas que tradicionalmente veían frenadas sus posibilidades de expansión por la
limitación de intercambios que suponen los aranceles: frontera luso-española, Sajonia alemana
(dividida en dos por la Segunda Guerra Mundial): para muchas de estas zonas bien puede decirse
que el establecimiento de un mercado europeo único llega demasiado tarde.
- Países del Este europeo con transiciones incompletas o deficitarias al capitalismo, actual cantera
de emigración a la Europa occidental.
Frente a la moderación de los contrastes en las zonas centrales europeas, existe un agravamiento en
las periféricas, pese las políticas de compensación territorial establecidas, primero para superar la
antítesis campo-ciudad, luego para incorporar en algunos casos una visión integral de la ordenación
del territorio (incentivos a la construcción industrial, creación de infraestructuras y empresas
públicas con capacidad de servir de catalizador o que hagan de arrastre para industrias auxiliares).
En los países del Este comunista, existían las posibilidades teóricas de compensar la desigualdad
territorial, pero en la práctica se vieron limitadas por consideraciones de eficacia que aconsejaban
la concentración de esfuerzos en las regiones con potencial productivo superior: el interés
macroeconómica se impuso sobre la consideración de justicia social y las ilimitadas posibilidades
de ordenación del territorio por parte del Estado.
Las consecuencias de esta desigualdad espacial en el marco del conjunto europeo son un
desplazamiento de la fuerza de trabajo y productos agrícolas desde las regiones periféricas hacia
los países noroccidentales; los movimientos de capital y tecnología hacia los "vírgenes" países
periféricos, junto a la vigencia de un turismo, sobre todo el mediterráneo y más recientemente el
balcánico, que se fija en países con poderes adquisitivos menores a los de procedencia del turista.
La Unión Europea tiene como uno de sus objetivos y requisitos para que la formación de un
espacio económico único no agrave tales desajustes el lograr un mayor grado de integración del
espacio europeo. Es cierto que los países periféricos se benefician, de esta nivelación, pero, como
señala Seers, es a costa de una mayor dependencia estructural, "siendo patentes los peligros de
dominación cultural, militar y económica".
La histórica migración a las posesiones de Ultramar, potenciada por un éxodo rural interno, fue
otro de los condicionantes básicos en la articulación del espacio europeo. Si a mediados del siglo
XIX era principalmente británica la emigración, la segunda mitad del siglo implica una migración
de la Europa central y nórdica primero y los Balcanes y Mediterráneo después, a medida que el
centro comienza a industrializarse y cambia su demografía.
Tras el frenazo económico que supuso la Primera Guerra Mundial, y las restricciones de EE.UU a
sus relaciones comerciales a partir del crack de 1929, la migración fue la única salida para una
Europa que, a nivel económico, estructuralmente había alcanzado sus topes. Por si fuera poco,
posteriormente sufrirá la emigración forzosa por represión sobre minorías étnicas que al término de
la Segunda Guerra Mundial habían afectado a 30 millones de europeos (judíos, gitanos, etc.). A
partir de los años 50 existe un desplazamiento por motivos laborales, incluso desde el Magreb y los
países de la Commonwealth, especialmente con la coyuntura alcista de 1954 a 1974, y que afectó a
14 millones de inmigrantes.
Los factores de orientación de esta migración son varios. En primer lugar, la distancia y
pervivencia de relaciones coloniales: la R.F.Alemana recibirá población de sus fronteras orientales
(Turquía, Yugoslavia, Grecia), Francia, Portugal y España marroquíes y argelinos, Inglaterra
irlandeses, Suiza italianos... En muchas ocasiones se trataba de migraciones temporales, sin
familia, generalmente de personas de escasa cualificación y para desempeñar las actividades más
penosas (limpieza de las centrales atómicas, puestos incualificados en las cadenas de montaje...).
La crisis de 1973 supuso una reducción de las entradas y la repatriación (incentivada
económicamente) de muchos antiguos emigrantes.
Las multinacionales y el auge del turismo vinieron a aumentar la complejidad de las relaciones
espaciales europeas, especialmente en lo que se refiere a los países periféricos: el desembarco de
empresas norteamericanas supuso una inversión de cerca de 55.000 millones de $ en 1976, que si
inicialmente se canalizaban hacia el Reino Unido, el Benelux y Suiza, en la urbes del corazón
europeo, más recientemente tomaron como objeto países como España, Italia, Grecia, Irlanda, etc.
La inversión multinacional se caracterizó por el papel selectivo en la ubicación de sus núcleos
económicos, en la zonas privilegiadas o en las que más ventajas potenciales ofrecían (mercados en
expansión, mano de obra barata y con un cierto nivel técnico, recursos naturales exportables o
escasa oposición a industria altamente contaminantes, apoyo de los gobiernos).
A partir de los años 60 tendrá una gran importancia el turismo de costa y de montaña, equilibrando
algo más la balanza de pagos de los países meridionales (pero inicialmente incurriendo en una
degradación ecológica por los sectores de ocupación más intensa, dependencia de tour-operators),
etc.
6- Localización de las áreas industriales, urbanas y rurales.
Europa ha sufrido dos siglos de emigración a las ciudades, que adquieren el papel hegemónico en
la organización y funcionamiento de estas sociedades, particularmente en los países centrales. La
industria supone entre el 30 y 40% de la población activa y del PIB nacionales. Es una actividad
marcadamente selectiva desde el punto de vista espacial en Europa, y tiende a concentrarse
puntualmente en ciertas áreas, favoreciendo con ello la aparición de desequilibrios territoriales.
La mayor densidad se localiza en torno al Canal de la Mancha, con centro en el polígono
aproximado Birmingham-París- Frankfurt-Dortmund-Rottedarm, prolongándose hacia el sur por el
eje renano (Alsacia-Lorena, Selva Negra) hasta el valle del Po y hacia el este (Sajonia, Bohemia)
hasta la Alta Silesia.
Envolviendo esta corona, existen otros espacios dispersos pero de notable peso específico (la zona
nororiental española, Moldavia-Valaquia en Rumanía, norte servio. Fuera de esta zona sólo se
localiza cierta actividad industrial en las grandes capitales políticas u otras grandes ciudades.
Los factores de localización son múltiples: cercanía a las materias primas (especialmente para las
industrias de base que utilizan grandes volúmenes de materia prima o energía); ubicación junto a
grandes concentraciones humanas para las industrias de bienes de consumo; existencia de nudos
ferroviarios y puertos, etc. Sin embargo, existen cambios más recientes en la localización
industrial, motivados por el abaratamiento y generalización de los medios de transporte, el hecho
de que las fuentes de energía son fácilmente movilizables (como los hidrocarburos -especialmente
el gas canalizado- y electricidad), concentración financiera y técnica, tendencia al agrupamiento de
las industrias, cercanía a los centros de decisión financiera y política, etc. Es decir, los tradicionales
factores de localización están sufriendo un proceso de desplazamiento en su anterior importancia
relativa, a manos de otros condicionantes nuevos.
Las grandes áreas industriales podrían esquematizarse así:
1- las industrias de base extractiva muestran lógicamente su vinculación espacial al recurso
explotado: es el caso del carbón del surco que va desde Gran Bretaña hacia el este de Europa (norte
de Francia, Mosa en Bélgica, Ruhr -zona de especial importancia al respecto, con la conurbación
de 10 millones de habitantes-, Sarre y Sajonia en la Alemania, Bohemia en Chequia y la Silesia
polaca. Desde los años 60 existe una tendencia a la especialización de estas industrias en un sólo
producto. El alza de los precios del crudo llevó a la explotación de los yacimientos de
hidrocarburos (deficitarios en Europa), por poco prolijos que resultaran: Ploesti en Rumanía, el
Mar del Norte, el gas natural en Groninga y Lacq.
2- las industrias de base portuaria se concentran en núcleos como Rotterdam (inmerso en la región
industrial del Rhin), que era en 1961 el primer puerto mundial, consolidando un centro fabril, en
parte de maquinaria naval o bienes de consumo para el área, de refinado, etc; Amberes, El Havre,
Hamburgo, Londres, Bremen, Bilbao (en el Atlántico) y Marsella, Génova o Barcelona (en el
Mediterráneo)
En Europa existen pocas ciudades de nueva planta. Con la Revolución Industrial se consumo el
desequilibrio entre el campo y la ciudad: en Inglaterra entre 1801 y 1911 las áreas urbanas
concentran el 94% del crecimiento demográfico, por el éxodo rural. La industria rompió así a la
antigua ciudad comercial para adaptarla a las nuevas necesidades e intereses. Primero fue objeto de
una densificación de su recinto -en altura-, luego objeto de expansión - en forma de mancha de
aceite-: y con la degradación del espacio propia de la industrialización sin freno urbanístico,
provocó el traslado de la burguesía y clase media a la limpia periferia, al tiempo que en el centro
- Zonas mediterráneas: existe una progresiva ruptura con los rasgos tradicionales, sólo conservados
parcialmente en algunas áreas atrasadas del interior de estas penínsulas. Retrocede la diversidad de
producción, ante la especialización de otras áreas. Como tendencia general, existe una reducción
del cultivo del trigo en beneficio de otros cereales secundarios destinados al consumo ganadero
(centeno, maíz, cebada), oleaginosas y cultivos industriales como remolacha azucarera o las
forrajeras con regadío. La creciente apertura a mercados exteriores ha desarrollado el vino de
calidad: Bajo Duero portugués, la Mancha, Rioja, Ribera de Duero etc. El olivar mantiene una
superficie casi constante o a veces en retroceso incentivado ante el estancamiento de su demanda.
También se detecta una evolución hacia una agricultura orientada al mercado basada en regadío
(gracias a los embalses): cítricos, arroz, algodón. Hay un proceso de concentración de la tierra,
apoyado estatalmente (como en el caso de la concentración parcelaria en la España del último
franquismo), persistiendo la bipolarización latifundismo-minifundismo.
En el año 2010 las cifras de PIB situaban a varios de los países europeos a la cabeza del grupo
denominado de “desarrollo humano alto” según la ONU, aunque las diferencias son muy notables:
entre los países menos desarrollados se encuentran los antiguos países del bloque comunista como
Rumanía, con 10.826$ y un IDH de 0,737, y Bulgaria (10.927 y 0.731); los países de desarrollo
intermedio en referencia a la media de la UE están Portugal (20.523$ y 0,783), Grecia (27.746$ y
0,845) o España (28.427$ y 0,8542) e Italia; mientras que en los primeros puestos se encuentran
países como Reino Unido (32.909$ y 0,846), Suecia (38.007$ y 0,871) y Alemania (32.343 y
0,880)
Por último, es preciso señalar el que los límites entre campo y ciudad tienden a eliminarse en
muchas áreas europeas, existiendo un continuo entre lo urbano y lo rural: espacios rururbanos o
urbanización difusa, instalación de personas de la ciudad en los alrededores rurales, movimientos
pendulares diarios (agricultura a tiempo parcial), fenómeno de la segunda residencia, etc.
El Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), el Fondo Social Europeo (FSE) y el Fondo de
Cohesión contribuyen a la realización de tres objetivos: “convergencia”, “competitividad regional
y empleo” y “cooperación territorial europea”
El objetivo de convergencia pretende crear unas condiciones y unos factores que mejoren el
crecimiento y conduzcan a una verdadera convergencia de los Estados miembros y las regiones
menos desarrolladas. Afecta a 84 regiones de 18 Estados miembros, cuyo PIB per cápita no supera
el 75 % de la media comunitaria, y —sobre la base de una «exclusión gradual» o vigencia temporal
— a otras 16 regiones con un PIB ligeramente por encima del umbral, debido al efecto estadístico
de la UE ampliada.
En 2010 se destinaron 282 800 millones de euros, que representan el 81,5 % del total del
presupuesto europeo.
Aparte de las regiones del objetivo de convergencia, el objetivo de competitividad regional y
empleo pretende incrementar la competitividad, el atractivo y el empleo de las regiones, mediante
dos iniciativas: los programas de desarrollo ayudarán a las regiones a prever y promover el cambio
económico por medio de la innovación y del fomento de la sociedad del conocimiento, el espíritu
empresarial, la protección del medio ambiente y la mejora de su accesibilidad, por un lado; y
adaptando la mano de obra e invirtiendo en recursos humanos se ayudará a alcanzar el objetivo de
más y mejores puestos de trabajo. Reciben estas subvenciones 168 regiones.
Los antiguos programas URBAN II y EQUAL se han integrado en los objetivos “Convergencia” y
“Competitividad regional y empleo”.
El objetivo de cooperación territorial europea pretende intensificar la cooperación transfronteriza
mediante iniciativas locales y regionales conjuntas, así como la cooperación transnacional, que
persigue un desarrollo territorial integrado, y la cooperación y el intercambio de experiencia
interregionales. Este objetivo se basa en la experiencia de la antigua iniciativa comunitaria:
INTERREG.
En el caso de España, el objetivo de convergencia afecta a Andalucía, Castilla-La Mancha,
Extremadura y Galicia, mientras que son regiones de salida programada del programa (regiones
que dejarán de formar parte del mismo gradualmente) Ciudad Autónoma de Ceuta, Ciudad
Autónoma de Melilla, Principado de Asturias y Región de Murcia. El objetivo “Competitividad
regional y empleo” afecta en España a Canarias, Castilla y León, Comunidad Valenciana.
Aunque los Fondos Estructurales están incluidos en el presupuesto de la Unión Europea, la manera
en que se utilizan se basa en una división de responsabilidades entre la Comisión Europea y las
Autoridades de los Estados miembros. En primer lugar, la Comisión negocia y aprueba los
programas de desarrollo propuestos por los Estados y asigna los créditos; a continuación, los
Estados y sus regiones administran los programas, los aplican seleccionando los proyectos, los
controlan y evalúan; la Comisión participa en el seguimiento de los programas, compromete y paga
los gastos certificados y comprueba los sistemas de control establecidos. El Estado miembro
designa para cada programa operativo una autoridad de gestión (una autoridad pública u organismo
público o privado nacional, regional o local que administra el programa operativo); una autoridad
de certificación; y una autoridad de auditoría
Nueva norma para simplificar la gestión financiera de los Fondos
Según la estrategia Lisboa, los Fondos deben elegir las prioridades de la Unión Europea en lo que
se refiere a la promoción de la competitividad y creación de empleo.
8- BIBLIOGRAFÍA