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39 Mate burilado.

Colección Casa Ric. Palacio de los Barones de Valdeolivos (Fonz, Huesca).


Gobierno de Aragón. Buenos Aires, 3 de junio de 1882. Cuenco de calabaza con base y
ornamentación de plata. 13,5 x 11 cm. Diámetro: 7,5 cm. Número de inventario: V0342.

Probablemente no se pueda encontrar un objeto más representativo del pasaje de Enrique de Otal y Ric por
Buenos Aires que el mate que forma parte de su colección. Como se sabe, el mate es –y ha sido– un elemento
esencial de la cultura popular de Argentina, Uruguay, Paraguay y el sur de Brasil, a la vez que un compañero
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inseparable de sus hombres y mujeres desde tiempos inmemoriales. De hecho, tanto en el campo y sus
pequeños pueblos, como en las ciudades, el cebado (preparación) del mate se ha convertido en una técnica
334 depurada y matear (su ingestión) en un hábito de profunda significación social. Según el cantante y
tradicionalista Juan de los Santos Amores, “es, en definitiva, el símbolo sublime de la hermandad, de la
amistad, de la fraternidad y del amor”1. Por esta razón, aunque desconozcamos la forma en la que este mate
pasó a ser propiedad del diplomático aragonés, no sería de extrañar que se haya debido a un regalo
especialmente seleccionado por su carga afectiva.

Si bien la palabra “mate” es una derivación de la voz quechua mati, que significa recipiente para beber, en la
actualidad la voz posee un carácter polisémico. Se la usa tanto en el sentido original del término quechua,
como también para denominar a la infusión que se obtiene de la yerba mate (Ilex Paraguayensis) y que se
absorbe por medio de una cánula llamada bombilla2.

Las noticias más antiguas que se tienen del consumo de la bebida obtenida de dicha hierba corresponden a
los aborígenes tupí-guaraní. En los momentos inmediatamente sucesivos a la llegada de los españoles a
América su ingestión fue estigmatizada indistintamente por conquistadores y sacerdotes por vincularla con
prácticas religiosas. Sin embargo, pocos años después, los propios españoles asentados en América
incorporaron el hábito de la infusión de la yerba mate, a la que denominaron “hierba del Paraguay”. Hacia
finales del siglo XVII esta costumbre se había extendido a buena parte del virreinato del Perú. Tan es así que
era practicada tanto en las casas más acomodadas de su capital, Lima, como en los socavones mineros del
cerro de Potosí por parte de los indios que, de este modo, creían combatir el nocivo efecto de los vapores
sulfurosos. Para esta misma época, “la bebida que se hace con la yerba del Paraguay” también se consumía
en la capitanía general de Chile y en parte de Brasil, concretamente en Santa Catarina y Río Grande do Sul3.
Conforme se expandía la infusión en la sociedad virreinal se alcanzó un excepcional refinamiento en la
confección de suntuosos mates de metales preciosos, ricamente ornamentados, que convivieron con sus
parientes más austeros de madera, coco, cuerno, o con los más comunes de calabazas secas y vaciadas.
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2.1. Formación académica, vida personal, aficiones …


Un capítulo especialmente importante en la expansión del consumo en América de la yerba mate estuvo
protagonizado por los jesuitas. En sus posesiones paraguayas, haciendo uso de mano de obra indígena,
consiguieron desarrollar cultivos de yerba a gran escala y establecer circuitos de comercialización muy
extensos y eficaces. De este modo lograron acabar con las expediciones que buscaban plantaciones silvestres
de yerba, que por lo general se cobraban la vida de numerosos indígenas, y obtener recursos que en buena
medida se aplicaban a la financiación de su misión evangelizadora4. Pero a pesar de esto, diversas
circunstancias, entre las que destacan la expulsión de la orden religiosa de las posesiones americanas de la
monarquía y la incorporación de nuevas preferencias en la elección de bebidas –el chocolate y el café en el
Perú o el té en Chile– , provocaron una notable reducción del área de consumo de la yerba mate, que quedó
concentrada a la región sudeste de América del Sur.

En Argentina, por ejemplo, a pesar de que la costumbre del mate alcanzó prácticamente a la totalidad del
espectro social y se extendió por todo el territorio, tuvo una presencia esencial en la existencia de los gauchos
y de los hombres de campo. Para aquellos, por ejemplo, el mate ocupó un sitio preferente en su dieta, al
punto de que un viajero inglés llegó a afirmar de él que “carece de frutas y legumbres; rodeado de ganado; a
menudo está sin leche; vive sin pan y no tiene más alimento que carne y agua”. Sin embargo, la mateada
también se asentó a las ciudades y se convirtió en uno de los distintivos del país. Acompañando este proceso,
habría que señalar la evolución de los mates y sus avíos. En este aspecto, el país ha logrado cobijar un notable
repertorio de tipologías de uso local, dando pie a verdaderos estilos que se fueron modificando al cabo de casi
dos centurias, casi siempre plasmados en dos materiales esenciales: la calabaza y la plata5. Sobre esta base,
el mate constituyó un medio de expresión de sensibilidades muy variadas, en el que han dejado su huella
tanto los pueblos originarios como las corrientes migratorias europeas llegadas al Río de la Plata a partir de la
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segunda mitad del siglo XIX.

336 El mate de Enrique de Otal y Ric data del último tercio de esta centuria y estaba acompañado de otro
semejante que, aunque ya no forme parte de su colección, continúa en posesión de su familia. Está
confeccionado a partir de una calabaza seca, vaciada y abierta en uno de sus extremos. El recipiente está
engarzado en una base compuesta de dos anillos de plata de la que se desprenden tres patas que, siguiendo
un motivo muy utilizado en la orfebrería rioplatense, simulan las extremidades de un vacuno. De ella surgen
tres láminas ovales, clavadas con pequeños clavos, que completan la sujeción de la calabaza. Las láminas, al
igual que la superficie del cuenco, presentan motivos vegetales. En su parte superior, el recipiente está
envuelto con una cinta de plata de la que se desprenden dos asas en forma de volutas rematadas con dos
pájaros enfrentados. Este tipo de ornamentación está presente en la confección de mates sudamericanos al
menos desde mediados del siglo XVIII. Se trata, en definitiva, de una pieza que, aun teniendo una
intencionalidad estética, revela una factura seriada y una calidad artística mermada respecto de los mates de
mayor calidad del mismo período.

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2.1. Formación académica, vida personal, aficiones …


Bibliografía: ASSUNÇAO, 2001. EGUIGUREN; EGUIGUREN, 2004. MORDO; VEGA, 2004. MÖRNER, 1968.
SABANES, 2006. SCUTELLÁ, 2006.

1 SCUTELLÁ, 2006, pp. 17-18.

2 SABANES, 2006, pp. 6 y ss.

3 MORDO; VEGA, 2004, pp. 9-13.

4 Cfr. Mörner, 1968.

5 MORDO; VEGA, 2004, p. 43.

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