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Fer ~sta razón sost::ndremos, parafraseando lo que decía Nietzsche del


filósofo -a saber, que era «un médico de Ja ch·ilización»-, que el psicoanalista
puede ser con:;iderado com0 un médico de ia civilizacion científica.
Asi, e; 1 bclSe a esas enseüanzas por w1a parte, y a la clínica cvtidiana, po1 otra, I
iment<lren1os ..:aptar lo~ fenómenos social<;s actuales. Sostendremos que el LA FUNCIÓN DEL PADRE
psico;inálisis es capaz de esclarecer el «malestar en la cultura» de hoy destacando
com0 nuestra sociedad marcada por lo implícito del discurso tecno-cíentífico,.
s1:¡;rcg¡, una adbesion ignorada a «un mundo sin límite» y autoriza así la .
contravención a las leyes de la palabra que nos especifican como humanos.
Analizaremo3 tanto los mecanism os que actúan en nuestra sociedad así
m¡¡rcada -denegación de la función paterna, infiltración de un simbólico virtual, La historia reciente de la patern idad deja pocas dudas sobre el ocaso de los
qcu~brantamiento de la respon sabilidad y desinscripción de la referencia- como padres que h emos evocado: el conjunto del sistem a patriarcal , en efecto, ha
las conse..:uencias que promueven la fascinación por el método científico -elisión vacilado por completo . Podemos tomar como prueba lo que constatamos en la
di:: la enunciación, desaparición del sentido del límite, pérdida de la facultad de evolución del derecho desde finales del siglo xvm, a saber, una progresiva
juzg¡¡r- y los síntomas resultantes. limitación del poder paterno, para llegar a. su pura y simple absorción en el
Nos preguntaremos también si lo que algunos denominan «nuevas patologías concepto de autoridad parental.
del alm:i)\ -lo que re<:ubre tanto las toxicomanías como los estados denominados El poder paterno del derecho monárquico es abolido por la Revolución
límites o las implicaciones del cuerpo-: y los hechos sociales que· constatamos, francesa: en 1793, Beurler redacta un «Discurso y proycct" de ley sobre las
,.,:."~ ·~(•lllü b m11:tiplicación de las sectas, el recrudecinüento de la transgresión relaciones que deben subsistir entre los hijos y los autore~ de sus días, en
dt: la:. p;·ob1\:>!,·i• >11<!S de! incesto y el asesinato o incluso la exclusión social, no reemplazo de los derechos conocidos bajo el título usurpado de Poder Paterno>).
so11 il<tn:ili:rnc. iones de un rechazo a asumir las consecuencias del hecho de se:: Y Cambacéres enuncia en su discurso sobre el primer proyect0 de Código civil

babL.iate. de la Convención: «¡No hay más poder paterno! ». No obstante, el Código


J,:, 110•1ed.1d Je estas patoi0grns estaría, en consecuencia, en ia posibilidad nopoleónico lo restaurará, pero manteniéndolo der,tro de lo~ límit·~s apropiados
c;sped fic;a que le proporciona al s ujeto un campo social subvertido por las a la~ costumbres: el despot ismo del padre es recha:iado al mismo tiempo que
,:,>useo!:o-ncias del desarrollo de la ciencia: «aprovecha!">> los aspectos implícitos se conserva]¡_¡ autoridad paterna 19 .
piüll1(:vidos por e! di:.Lurso tecno-científico con el objeto de encontrar en ellos No oustante el proceso de Svcavamiento de ia autoridad pa~erna se inicia.
la C'•:lrt.1Ja p<~ra contr:ivenir la~ le~es del lenguaje y las implicaciones de lo que Siempre en Francia, en 1874, se promueve una ley soh re la morbidez infantil
q:.:i.-·., d".'cir hablar. según la cual un padre puede ser responsabilizado de l.\ muerte de su hijo. F-1
mismo año, la autoridad pública se arroga el derecho, en ciertaE circunst:mcias
juzgadas abusivas, de arrestar a u n padre en falta y de sustituirse a ia ·autoridad
¡><«terna organizando la crianza en otr0 domicilio. 5 n 1889 entra en vigor la ley
~obre la inhibición paterna, en Ja me<lida en que un padre puede ser reconocido
indigno de continuar ejerciendo su autoridad. En 1898 se promulga una ley sobre

19 Cf. al r• ,pccto j . Delume•u y O.Roche, Histoire des percs r.t de la paternitt. PJrís, Laroussc, 1990.
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el eventual maltrato infligido por un padre a su hijo. En 1912 se legaliza el También, bajo los auspicios de las nuevas posibilidades que ofrecen k,s
reconocimiento en la búsqueda de paternidad, que conduce por lo mismo a la descubrimientos científicos, los genéticos entre otros, se proclama un
eventualidad de una ,denegación de paternidad, y en 1935 se suprime definiti- denominado suplemento d e verdad, promoviendo que la paternidad esté
vamente la «corrección paterna». fundada en el genitor; pero, como lo expresa Irene Théry: (<Creer que se puede
Si esos momentos de la evolución del derecho de la familia testimonian sin volver a fundar la seguridad ele la filiación sobre el hecho biológico es una de
ambigüedad sobre la posibilidad de cuestionamiento de la autoridad del padre, las mayores ilusiones de nuestro tiempo» 22, porque es confundir producir carne
es igualmente destacable que ello nos conducirá progresivamente a que la humana con instituir una filiación 23 y haciendo eso se produce más bien un
autoridad paterna se encuentre pronto invalidada para conc1uir sin fanfarria ni retorno hacia aquello de lo que el derecho de la filiación había permitido
pes<tr, en 1970, con su reemplazo por el concepto de autoridad parental. distanciarse. Este último, en efecto, probaba que la paternidad no era tanto un
En sus estudios jurídicos co ncernientes a las reformas del derecho de la asunto de herencia como ele palabra, y que padre )' gen itor no debían se-r en
filiación, Marie-Thérese Meulders hace valer «la modificación profunda -y absoluto asimilados.
probablemente por completo nueva en la historia- que intervino» en esta Otra característica ele la evolución del derecho, también muy bien i<lentifi.cada .
noción: así, ella demuestra que si en la base del vínculo de filiación se encuentra · a través de los trabajos de Marie-Thérese Meuklers, es el conjunto ele conse-
la comunidad de sangre, «el examen de las reglas de filiación y de paternidad cuencias del establecimiento de la corresponsabilidad parental. Aquí hay que
a través de las sociedades humanas, incluidas las más arcaicas y quizás sobre todo ' retener dos rasgos importantes: en primer.término, que esta modificación, ai
éstas, revela uniformemente que esta imagen de la comunidad de sangre como poner fin a la perspectiva de desigualdad que organizaba las relaciones del
soporte de la paternidad es engañosa [... J, que si la paternidad se funda con más . padre y la madre a lo largo ele la historia de las sociedades h_umanas, h a implicado
frecuencia en realidades biológicas, tod.a sociedad humana se otorga, en formas la desaparición del concepto de autoridad en beneficio del de responsabilidad,
uniformemente variadas, el poder de reconocer o no, de modelar, de configurar dejando así entrever que en lo sucesivo los deberes de Jos padres son mayore&
o de desfigurar ese hecho natural, hasta el punto quizás de obliterarlo que sus poderes, yendo esos mismos poderes en disminución frente a los
completamente o de establecer, por el contrario, una relación de parentesco derechos subjetivos del niüo; luego, que esta misma modificación tiene un
verdadero allí donde manifiestamente falta»2º. Dicho de otro modo, que lo efecto que podríamos considerar paradójico, a saber, (<que opern una inversión
que es específico del cjerecho de filiación es que se fu nda no tanto sobre lo de situación asegurando una preponderancia de h echo, si no de derecho, en
biológico como sobre lo simbólico. Esta evocación le permite mostrar a beneficio ele la maclre» 24 y por lo tanto en detrimento del padre.
continuación el cambio notable y reciente que se produjo bajo la influencia de Esos desarrollos nuevos del derecho, con todas las incidencias que tienen
las ciencias biológicas con el p retexto ele que éstas permitirían decodificar el sobre nuestra vida cotidiana, prueban ese ocaso de los padres que hemo~
enigma de la paternidad. «Las nuevas disposiciones jurídicas prueban la voluntad evocado; aún más, dan cuenta ele la confusión que parece prevalecer entre padre
de permitir al hijo vincularse con su verdadero padre, autorizando la desaparición y genitor, entre la función paterna y el personaje que ejerce esta función, entre
de la presunción de legi timidad inicial sólo cua ndo el hijo .e stá seguro de registro ele lo Real - la genética-y registro ele lo Simbólico: la fil iación jurídic;i..
recuperar ya sea otra legitimidad, ya sea un nuevo vínculo de filiación paterna
que verosí1ililmente conduzca a una leg it im ac ión por matrimonio
subsigui ente» 21 .
22 r. Thery, «Différence des sexes et différcnce des génération'"• Esp•it, nº 227, dickmbre de 1996. P.~6.
23 Según las palabras de P.Legendre, L'inesti111able objet de la trnitsmission. Elude d11 principe ~enénlo<¡i<¡ue
eu Occidimt, París, Fayard, 198G.
20 M. T. Meulders, «f ondcmcnts nouveaux du concept de filiation», Annnles de droit de Lotll'nin, l 973, 292. 2'1 M. T. Meulders, «Vers la co-responsabilité parentale da ns la fom ille européenne», Re:,,1e trimes:l'ielie du
21 lbid., p.31 8. droit fomilinl, ¡9q¡, p.27.
L.\ l'llNCION l> ~ L l'AIJHEI l.\

Podemos observar fácilmente en Ja materia que una evolución semejante EL PADRE INSTITUYE LA ALTERIDAD
no hubiera sido pensable sin los progresos de la ciencia, en la medida én que
Jo que se invoca es la.verdad cientifica cierta del. genitor, llamada a sustituir la Si debiéramos definir simplemente qué es un padre, podriamos decir que
verdad psíquica incierta de la paternidad 25 . Todo ocurre como si poder referirse es el primer extran.iero, que es y permanecerá siempre como extranjero en lo más
a la verdad biológica permitiera evitar la dim~nsión de incertidumbre inscrita, familiar, y eso más allá de todas las afinidades y camaraderías que puedan existir
sin embargo, desde hace mucho tiempo en la historia de la paternidad -mater entre el padre y su hijo. Esta alteridad irreductible es la que lo define, y por lo
certissima, pater semper incertus est- y constituyera a tal título una tentación tanto no puede abandonarla nunca enteramente; es y seguirá siendo un otro
fascinante; pero es desdeñar aquello que en el seno de la noción de paternidad radical. Sin duda no podemos decir lo mismo de la madre, y es también Ja
se encuentra en el centro mismo de lo que constituye nuestra humanidad y razón de que podamos definir.al padre diciendo que es otro que la madre; en
que es que un sujeto no puede excluir de su destino la dimensión de la efecto, si nos es también posible decir que Ja madre es otra que el hijo, nos es
incertidumbre sin abolirse él mismo como singularidad subjetiva. necesario reconocer que podemos decir también que es la misma que él; la
«Ser padre», contrariamente a «ser genitor», supone el acceso a l.a dimensión madre es este otro mismo del que será necesario que el hijo se separe para ser
simbólica, aJ lenguaje. Más aún, pensar el «ser padJe» tiene que ver directamente sujeto, y, en ese trayecto, le corresponde al padre, este otro distinto, hacer el
con establecer la realidad psiquica del sujeto. contrapeso.
En efecto, lo que el psicoanálisis revela, como lo expresa Jacques Lacan, es Esto sólo designa de otro modo aquello·que desde Freud ha sido designado
que «la función ser padre no es en absoluto pensable en la experiencia humana como complejo de Edipo: se reconoce que éste juega un papel fu ndamental en
sin la categoría del significante. La suma ele los hechos -copular con una mujer, Ja estructuración de la personalidad de un sujeto, en la medida en que en ella
que ella lleve a continuación algo en su.vientre durante cierto tiempo, que ese se ven en acción los sentimientos amorosos y hostiles del niño con respecto a
producto termine por ser expulsado- no llegará nunca a constituir la noción los padres, así como el proceso que conducirá a su desaparición en beneficio
Je lo que es ser padre. [... ] Es necesario que la elaboración de la noción de ser del establecimiento de las identificaciones. Precisemos que la lectura que
padre haya sido llevada, por medio de un trabajo qu!'! se produjo a través de todo habitualmente hacemos del Edipo a partir de Freud puede ser llevada hoy más
un juc¡¡;o de intercambios culturales, al estado Je significante primero y que ese lejos con la enseñanza de Lacan. En efecto, si para Freud el papel de separar al
sienific:111tc tenga su consistencia y su estatuto»26. hijo de la madre es atribuido al padre, y puede por ese hecho instalar en su
Dicho de otro modo, para que el término padre adquiera el sentido que lugar un fervor nostálgico, para Lacan, la tarea que corresponde al padre en el
nosol'ros le ciamos, es necesaria la experiencia del lenguaje. La cuestión que se ¡nito edípico sólo adquiere esta significación porque ya es consecuencia de la
1
¡.>lantca es, entonces, la de saber cómo se manifestará el padre al sujeto, si es verdad : intervención del lenguaje.
que el lenguaje lo ..:onstituye al mismo tiempo que es por su intermedio que el Recordemos que Lacan extrajo una interpretación estructural del deseo
lenguaje sed constituido. edípico de Ja lectura de Hamlet 27 , la tragedia de Shakespeare, refiriéndolo no
tanto a la historia familiar como al campo mismo de la palabra.
Allf donde Frcud hace que el deseo de la madre consista en el deseo del
niño por la madre, Lac::an nos lleva a entender igualmente el deseo de la madre

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~3 Ct. al respem>Vcn tti sric111ifiq11c, vérité psychique et droit dt! /11 jiliarion, bajo la dirección <le I.ucene
klmíat, Toulouse, !Ores, 1995. 27 Remitimos al respecto a nuestras intervenciones: • '-" trahison du perc• en Le Bulleti11 freudie11, n• 18,
26 J Lacan, le Sci111i1111in:, livrc 111 (1955-1956), Les Psyclroses, París, 1.e Scuil, 1981, p. 329. En versión 1992; ,,1., méloncolie du pere•, Le B111/eri11 fiwdic11, n• 16- 17, 1991; •La jalousio du d•uil da ns le social>>,
casi ellana en Pai<lós. Le Tri:,mtre psyclra11nlytiq11c, nº 2, 1995.
24! JEAN Pll:RrtE 1 F.llRUN

'· en el _sentido subjeti_vo del genitivo, de lo que puede inducirse que el deseo genealogía. Su tragedia es, pues, la de la dificultad de asumir su tarea, y su
incestuoso es también deseo de ser poseído por ella, P<?r.~us significantes, de procrastinación es observable a partir de Freud y Lacan -innovadores en ese
p~i:manecer pe_g~do a ella. Toda la tragedia de Hamlet es leída por Úc-;~; como sentiqo de la crítica shakespeariana- como dificultad de efectuación del deseo,
. la persistencia de este enviscamiento que le haría imposible efectuar su acto. De en consideración a su «neurosis ~nfantil». Es la razón de que Hamlet sea, com o
1
Hamlet «se dice que no quiere. Él dice que no puede. De lo que se trata es de i lo escribe Starobinski, «el prototipo de la anomalía que consiste en no salir
que no puede que~er» 2ª. · victorioso de la fase edipicm> 29.
En cierta medida, Harnlet no p_uede sostener su acto porque queda apresado Esto nos conduce a la necesidad de tomar en cuenta que el deseo humano
en el deseo de su madre, queda «fijado» allí. Y cuando logra hacerla ceder, no se constituye tanto en la resolución de un conflicto edípico imagimirio con
imponerle su propio deseo, invierte de inmediato la dirección de su acción, figuras parentales simétricamente situadas -en este caso, renunciar al amor
prefiriendo el apresamiento en las palabras del otro; la persistencia de la fijación por la madre y al odio al padre-, sino en un proceso simbólico, a partir de dos ,
incestuosa de Hamlet puede ser leída aquí como adhesión a la palabra materna. · , deseos dispuestos de forma asinlétrica: el de la madre como primer otro del sujeto
Advirtamos qu_e_por medio de una fijación semejante, lo que se I~ ahorra ~".,' y el de!_padre_como otro que_la madre.
-, al príi-icipe de Dinam arca es el malestar mismo de tener que sostener su des~o a
Dicho de otro modo, la realidad psíquica del sujeto se organiza a partir 9e
en la incertidumbre. Resulta particularmente interesante observar que esto ya la confrontación con la asimetría de base de la coyuntura familiar, la cual sólo ;
se había articulado en la generación precedente: en efecto, Lacan postula que la representa la estructura del lenguaje. En efesto, el Otro como lugar del lenguaje '.
está representado por la madre y la operación que iniciará al futuro sujeto para ! ,.
reina Gertrude no acepta carecer del objeto de su deseo, sino que, al contrario,
para ella, un objeto sucede simplem ente a otro: Claudius al padre de Hamlet, , que pueda sostener su deseo singular deberá producirse en el seno de ese sistema ¡
y que de ese modo «los restos del ban quete fú nebre se sirvieron fríos en el festín de lenguaje, no siendo el agente de esta operación otro que el padre, quie11 se /
de la boda»; en tma palabra, la voracidad de la madre de Hamlet significaría que encargará de llevar la posibilidad de una intervención diferente al lugar en el i
ella 1:1º ha hecho en absoluto el duelo del objeto, que trata a su deseo sólo como que la madre consiente en ser carente.
UE_a necesidad, y estamos en nuest ro derecho de suponer que, por el lado Si sostenem os que la madt:.e ocupará el lugar de primer representante del
materno, e~ta ausen~i_a de duelo es la bas<;_ del enviscamiento del deseo del_hijo, Otro para el niño, deberemos leer aquí lo que Freud decía de la castración
impidiendo el advenimiento de su deseo en el reconocimiento de la falta materna. materna como lo que representa la falta en el lenguaje. No podemos, en efecto, •
Paraleiañ1ente, el pad;.e de Hamlet puede ser presentado como un caballero . «hablar la palabra». Nos resulta inlposible salir del lenguaje para decir el lenguaje. \
del amor cortés que pone a su mujer por las nubes, e incluso suplica a Harnlet Y, por otra parte, en nuestro sistema de lenguaje no tenemos otro sistema que 1
hijo «no hacer nada contra ella». Un padre semejante, lejos de hacer mella en pudiera regentar a aquél. Es lo que sostiene Lacan en su fó rmula: «No hay :
la madre, deja más bien al J:¡ijo la carga de realizar la tarea que él no pudo llevar metalenguaje». O sea, que no hay lenguaje que d iga la verdad sobre el lenguaje, •
o aún: «No hay Otro del Otro», y Lacan agrega que ése es incluso (~el gran 1
'
a cabo.
Podemos así representarnos en qué sentido la economía pulsional de Hamlet i secreto del psicoaná1isis» 3º.
queda de este. modo tributaria de la articulación de las disposiciones psíquicas Y, en efecto, el padre, aun cuando sea otr.o que el otro materno, no es sin
de su padre y madre para evitar que él asuma su propia incertidumbre, trabajo · embargo el Otro del Otro, puesto que no puede servir de garantía última del
, psíquico no obstan te indispensable para que pueda encontrar su Jugar en su

29 J. Starobinski, d-Iamlet et Prcu<l•, prefacio de E. Jones, I Inmlet et CEdipt, París, Gallimard, l%7, p. )(,'XXllL
28 J.J.acan, l.t Sl!mirinire, lin·e VI (1958-1959), Le désir et so11 interprétation, inédito, sesión del 11 de marzo 30 J. l.acan, /,e Séminaire, livre VI (1958-1959), !.e désir et son i11terprl!tation, inédito, sesión del 8 de abril
de 1959. de 1959.
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;.A FUN \.I Ó:-1 DEL PA DR l! I._27__

lenguaje, dado que él mismo está sometido a él. El sistema lingüístico así de tapa, conviene que el agujero y la tapa estén en interrelación: el agujero
«definitorio» de nuestra humanidad implica, pues, al menos un lugar que no debe estar organizado de cierta forma para que no sea sólo un punto de fuga
pueda ser «garantizado» por cualquiera, ni siquiera por el sistema mismo, aun de su~ura imposible; del mismo modo, conviene que lo que debe servirle de tapón
cuando, paradójicamente, sólo podrá contar con éste para sostenerse allí; es , sea dispuesto de cierta manera P.ªra evitar el efecto maelstrom.
su p~nto_ de imposibilidad, q~1e es tam~i~~ un punto de inconsistencia. Señalemos de irúcio que nos encontramos ante un doble movimiento: por un
Ejemplifiquemos nuestra exposición diciendo que ese punto no puede lado, la necesidad de apelar al padre para organizarse frente al vacío originario a
: permanecer abierto. Conviene que este orificio en cierta forma cicatrice, que fin de no dejar abierto un agujero en el que el sujeto correría el riesgo de hundirse;
se convie1ta en un ombligo, para que se produzca un arreglo que no deje al futuro por otra parte, no obturar ese vado de manera tal de eludirlo completamente,
sujeto completamente a la deriva con respecto al sistema lingüístico, o con el puesto que ese agujero es también lo que autoriza el deseo del sujeto; es como la
riesgo de precipitación en el mundo materno. casilla vacía de un juego que permite que el juego pueda efectuarse.
El padre se sostend r~ precisamente en este lugar. También los hombres Si el padre es el encargado de evitar una posibl~ preci~itaciót~ !'!n el agl1jero,
asignan de forma colectiva los mitos a este lugar. Entendemos éstos precisamente tiene también la funci~_!l ~~ permitir_una relativ~ ~onfrontación con ~l vacío, ~e
como una manera de hacer entrar en el lenguaje lo que allí no puede ha~er_ practicable la convivencia con su ~xis!~ns;ia. Para ello debe estar a la vez
ap :ehenderse, como una manera de colonizar este vacío. Por otra parte, es
1 allí al mismo tiempo que no estar demasiado. Podemos por otra parte evocar aquí
función de la mitología asegurar una especie de genealogía, reconstituir con lo que en la realidad psíquica designamos con el término de traun1ático, a saber,
paiabras la cuestión siempre irresuelta del origen. un real sin padre, un real que no estaría colonizado por las palabras; por el
Así, el sistema lingüístico comporta, como todo sistema formal, un punto ' contrario, un padre que tuviese respuesta para todo y que ocultase todo sería un
sin garantía; pero como no podemos estar fuera del lenguaje, este lugar está ; padre del que el sujeto no podría prescindir; a ese título, no sería al fin de cuentas
condenado a no encontrar en ninguna otra parte la mencionada garantía. Al estar , más que una segunda madre, tóxica además, puesto que no carecería de nada.
definitivamente sometido al sistema lingüístico, el sujeto deberá tener en cuenta La intervención paterna que evocamos aquí es observable en los primeros
es~ agujero de la estructura. Para hacerlo esbozará c_olectivamente el mito, como momentos del niño, del infans, de «aquél que no es hablante». Cuando un niño
manera de hacer entrar -a la fuerza si se quiere- ese agujero en el lenguaje. entra en el círculo familiar suele llorar, y su madre le dirá el primer día que está .
Paralehmente, el padre se instalará en este lugar, como el al-menos-uno que triste, al día siguiente que le duele algo, al otro le preguntará por qué lima. El '
~c:])~rá sostene!' el hecho de ocupar en forma auto_rrefemKjal el lugar de es~a cuarto día le dirá aún otra cosa y todas las palabras que le dirá «definirán»a este \
imposibilidad sin olvidar que esta autorreferencia es ,siempre una im_postura. niño, lo fijarán, le dirán qué es.
Podremos entonces decir muy bien que el padre se presenta de la misma Podernos muy bien escuchar al «padre» como aquél que dice: «¡No, él no
fonr.a que el mito, o sea, como la elaboración que permite recorrer los bordes es totalmente lo que has dicho de él!» Q bi~1~ «Sí,~ pero ... »,es decir, dar al niño
d.el agujero que implica el hecho de hablar. las armas que le permiten hacer que no haya adecuación entre lo que dice su
Para ilustrar nuestra exposición, evoquemos nuestro encuentro fortuito madre y lo que él es como sujeto. Esto no hace banalmente más que remitir a
con un alcantarillero que nos había preguntado si sabíamos por qué las bocas la clínica cotidiana, por ejemplo a la de las dificultades anoréxicas. Ante ciertas ,
de aicantarilfa eran redondas. Y respondimos: «Porque si fuesen cuadradas, las madres que digan a su hijo sin cesar: «¡Come todo. Come. Come!», será muy .
tapas entrarían en el agujero». importante que un padre31 intervenga un día diciendo en la mesa: «Déjalo en
Esla pequeña historia completamente anodina nos conduce a represen-
tarnos que, con respecto al agujero, debemos comportarnos de cierta forma, a
falta de lo cual las tapas corren el riesgo de hundirse en él en lugar de asegurar 3 1 Es aquí .vidente que ello no apunta en absolu to al genitor, ni siquiera al padre que hace la función de
la relativa obturación. Para que una pieza pueda colocarse en el agujero y servir tal, sint- también a cualquier tercero para la madre.
paz». Esta simp_!e intervención paterna podrá muy bien salvar al niño de la El padre tiene la tarea de proporcionar al niño aquello que le p~rmi~a P.o ner
anorexia porqu~ ~-:J -~tr~~ !~~a~re,_:qu~ est~ e!1 el lugar del Otro, dice _a _lo . obstácul~- ai e~;¡~c~~i~;t;;d~··la-madre: ;~ t~;b-ÜnT;clu·~ desarrolla]:¡a Lacan
J~rg_? d_el .~!~ ~ un nifio «C~~e~_C()..!11!!», sin q!!_<:_füncione i:iingún contré!p_eso ~u~nqo precisaba: «El papel de la madre es el deseo de la madre. Es capital. El ',
pa!e~o, ~? Je queda~á al niño m~s _que negarse a alimentarse para rehacer el deseo de Ja madre no es algo qJ.!e se pueda soportar fácilmente, que resulte ·
aguje~? indispen~able al sist<:_~a 32 . indiferente. Siempre produce desastres. Un gran cocodrilo en cuyas fauces se .
Si el primer representante del Otro, la ·m adre, proporciona significante~ a ! encuentra uno: eso es la madre. No sabemos qué es lo que de golpe puede hacer
· un sujeto, lo fija con «sus primeras palab ras» y hace pensar que el sujeto podría que las cierre. Es eso el deseo de la madre. He intentado explicar que había
ser identificado a uno u otro de esos significantes, la intervención del padre algo que era tranquilizador. Les digo cosas simples; improviso; debo decirlo. Hay
, consiste en relativizar en alguna medida el alcal1ce, en sostener que el sujeto no un rodillo, de piedra, por supüesto, que está en potencia en las fauces, y eso
debe subordinarse a tal o cual significante, sino que más bien se sitüa «en tre» retiene, hace cuña. Es lo que llamamos el Falo. Es el rodillo que os protege si
· todos esos significantes, y más aún, de probar que la madre carece del significante de golpe eso vuelve a cerrarse»33 .
! que dice quién es el sujeto. Esto con respecto a la estructura, puesto que, en efecto, \ Se_trat~, pues, de, le~r e.'.1 qué hace consistir Lacan Ja intervención paterna, lo
/ .
: ~n el Otro lingüístico falta el significante que da cuenta de lo que es el sujeto. ; que él ha llamado «la metáfora del Nombre-del-Padre» y la producción por parte
¡' El sujeto se encuentra sólo «entre los significantes», en la medida en que está ¡ de ésta de la significación fálica. El padre, en tanto que significante que sustituye
· representado por un significante para otro significante. Por este hecho, si \ al significante materno, aborda la falta de significante en el Otro produciendo el
1 abandona la certeza, siempre engañosa, de saber con precisión quién es, será para i significante de la falta del Otro, a saber, el Falo; al ~ismo tiempo permite que se
\ la-incertidumbre, la cual fundará su posibilidad de sostenerse como sujeto. haga el duelo de la comple~d, sii:ibolizand_o ~! significante del Falo en cierta
fl!-edida la to~alidad I-!_echa impo~ib!e por el hecho _de hablar, e invalidando _por '
ese hecho to~a oper~ción que a¡:mntase_a colmar la falta en el Otro.
«¡Mi madre me trata siempre como una boca que alimentar. .. pero yo sé '
32 No podemos evitar citar aquí, en el mismo orden de ideas, ese pasaje ele Los np1111tes de M.LBrigge; de
R.M.Rilke, donde el autor, después de haber recordado que la Sra. Margareth Brigge habla sido siempre
bien que no soy eso!», precisaba una paciente, que por lo demás tenía grandes i
'( una mujer vieja inabordable, evoca la única vez en que el abuelo se había despegado de su influencia: dificultades para abandonar la certeza materna, representada por un amor cuya
«Sólo una ve-¿ había mantenido en la mesa su opinión en contra ele la de su mujer. Ya hacia tiempo de falta le hacía perder constantemene la vía de su deseo. Esta paciente estaba
esto; pero a pesar de ello se repetía siempre esta historia, con malicia y en secreto; casi siempre había alguien acostumbrada a sostener su deseo con un apoyo engañoso en la identificación ;
que no la habla oldo. Pretendían que en cierta época la esposa del d~amhelán podía acalorarse a causa
fálica imaginaria, en la adecuación a lo que su madre decía de ella, pero este apoyo '.
de una simple mancha de vino en el mantel, y que, cualquiera que fuese la ocasión en que hubiera caldo,
era engañoso precisamente porque el falo marca ya la ausencia del todo, y que ·
no dejaba de darse cuenta, y en cierto modo era puesta de manifiesto por la reprensión violenta que lanzaba
sobre su autor. Cosa semejante sucedió un día en que estaban invitados varios personajes de relieve. Algunas
aquello a lo que era necesario que ella consintiese era a buscar apoyo en la falta !
inocentes manchas, cuya importancia ella exageró, sirvieron de pretexto a acusaciones sarcásticas, de adecuación, único modo de poder desear.
teniendo el abuelo que esforzarse mucho para llamarla al orden con pequeñas señas e interrupciones Observamos, pues, que con Lacan se trata de leer en referencia al lenguaje
chistosas; ella continuaba con testarudez sus reproches, que por cierto hubo de interrumpir, un instante lo que Freud denominaba reconocimiento de la castración materna. Porque si ;
después, en mitad de la frase. Sucedió, en efecto, una cosa inaudita y del todo incomprensible. El efectivamente el sujeto fuese ese signifi can.te de la fal ta del Qtro, estaría~
chambelán había pedido el vino tinto que estaba dando vuelta a la mesa, y en medio de la atención
; completamente sojuzgado, y eso no le dejaría ya ninguna posibilidad de libertad.,
general se preparaba a llenar él mismo su vaso. Pero, cosa e~traña, no dejó de verter, cuando ya hacia
¡ Estamos, en alguna medida, alienados a lo s sign ificantes del Otro que nos
tiempo que lo habla llenado, y en el silencio creciente, continuó echando lenta y prudentemente, hasta
que mamá, que no pudo nunca contenerse, estalló en carcajadas y d io así al asunto un giro jocoso. Pues
enseguida todos, aliviados, hicieron coro y el chambelán levantó los ojos y tendió Ja botella al criado11.
R.M.Rilke, f..cs 11p11ntes de M11ltc Laurids Brigge, Madrid, 1981. Edit. Alianza, p~g. 85. 33 J. Lacan, r.eSémi11nire, libro XVTf, L'errvers de In psychn11nlyse, París, Le Seuil,. 1991, p. 129.
..:onstituyen, pero gracias a esa pequeña distancia, no nos encontramos sin Pero vayamos un poco más lejos aún y observemos que si el mundo de
embargo sometidos a ellos. Es~ pequeño juego nos d~ja qué desear; ese «deja · las palabras implica una diferencia con el mundo de las cosas al mismo
qué desear» es el que hace posible el deseo. . tiempo que un pasaje de lo continuo a lo d iscontinuo, la ren uncia a la
inmediatez que eso supone deberá repetirse en el seno m ismo de ese mundo
ÜN EDI PO DE TRES O DE CUATRO de las palabras: una vez que el Í1iño -el in-fans, etimológicamente, el que
no es hablante- consintió en entrar en ese sistema lingüístico que supone el
Observemos que todo esto nos hace percibir la identidad estructural entre que haya renunciado a ser todo en las cosas, será necesario que acepte otra
prohibición del incesto, lenguaje y complejo de Edipo, retomando este último vez esa renuncia, la de pretender ser-to do en las palabras; esa renuncia
a nivel in di vidual y familiar la Ley humana universal que es la prohibición del reduplicada es la que los psicoanalistas llaman «castración», respectivamente
incesto. Más allá de la imaginería popular del niño enamorado de mamá y primaria y secundaria, correspondiendo el movimiento de no consentir en
deseoso de eliminar a papá, el mito apunta a establecer la realidad psíquica: el esta pérdida a la persi ste ncia del deseo de realización incestuosa o de
padre efectúa la separación en la primera relación simétrica de la madre y el niño ' omnipotencia infantil.
e Ültroduce a través de esa acción el registro asimétrico del tercero. Así pues, podemos ver qué es lo que diferencia a Lacan de Freud: allí donde
Podemos entonces aprehender mucho mejor la equivalencia entre ese Freud permanece en una lógica de tres elementos, podemos decir que Lacan se
movimiento de prohibición del incesto y la facul t ad lingüística como sitúa en una lógica de cuatro. Para Freud, e\ Edipo se desarrolla alrededor del
potencialidad de distanciamiento al mismo tiempo que como renuncia a la padre, la m adre y el sujeto, redoblándose en alguna m edida el padre en padre
inmediatez. En efecto, «prohibir el incesto» equivale necesariamente a salir del originario, del cual resulta entonces difícil precisar si está antes que la Ley o en
universo de las cosas -metaforizado por el cuerpo a cuerpo con·la madre- para la Ley del lenguaje. En la lectura freudiana n o está suficientemente precisado
entrar en el de las palabras, metaforizado por la relación con el padre. Si la si la posición de al-menos-uno del padre recubre una transgresión; una excepción
palabra es la m uerte de la cosa, podemos decir también que la palabra es puesta que confirma la omnipot encia, un fuera-de-la-ley en alguna medida, o si se
en acto de una «prohibición del incesto con la cosa». El mundo de las palabras t rata de una excepción cuya existencia no tiene otro objeto que fundar la regla.
impone el desenviscamiento del mundo de las cosas. A lo largo del trayecto freudiano, las dos figuras se encuentran mezcladas una
El hecho del lengua.ie es, en suma, en sí mismo, la puesta en acto d e la con otra y hacen así difícil su examen.
prohibición del incesto, y, en consecuencia, también el consentimiento a A partir del momento en que Lacan antepone la Ley del lenguaje, se introduce
re~onocer la congruencia imp9sible entre palabras.y cosas. Toma en cuenta un cuarto término, a saber, el significante del falo. El trabajo del padre consistirá
, una fundamental e irreductible indisponibilidad que la madre representa para entonces en representar -en el sentido del representante de comercio- esta Ley
cad<, uno de nosotros: «La madre está prohibida porque la satisfacción de su deseo del lenguaje que lo pre-existe, situándola a la vez, pero dando sobre todo
significa el fin y la abolición de todo el mundo de la demanda»34 • Así, la testimonio d e la forma en la que él mismo se sitúa con resp ecto a ella. En
prohibición del incesto -tanto colectiva como individualmente- introduce a la consecuencia, es menos el padre que el falo - el lenguaje- cuyo revelador es el
funciór::. lingüística, en tanto que se establece una indisponiblidad irr~ductible padre, el que h ace la Ley.
- dicho también de otro modo: que la categoría de lo imposible tenga su estatuto En resumen, lo que podemos concebir de este modo es que la lectura
!ógico- que permite que se articule la palabra. Y a ese título podemos entonces habitual que se hace de la aventura edípica como un «¡no toques! » que el padre
hablar de ''Ley del lenguaje». dirige al hijo con respecto a la madre, es la versión m ít ica de un hecho de
estructura vinculado al lenguaje: el de un «¡no t odo!» recordado por el padre
al niño y a la madre, un «no todo» del que el padre sólo podrá ser el representante
'.\.1 M, Safot1an, Le struct11ralis111c e11 psycha11alyse, París, Le Seuil, colección Points, 1968, p.48. homologado si él mismo lo ha aceptado.
321 JEAN-P I El\RE LEBRUN

Pero si el Nombre-del-Padre no sólo interpone un «¡no toques!» entre la que ella tiene hacia la presencia de un tercero sienta las bases suficientes como
madre y el hijo sino que inscribe allí un «¡no todo!», se plantea la cuestión de para que se establezca la castración para el sujeto. Basta, pues, conque haya
saber por qué medios continúa ese «¡no todo!» a hacérsele presente al padre. «padr~ m la madre» en este lugar, con que exista .la función paterna asumida
Podemos, por supuesto, responder que la respuesta se encuentra en su propia por la madre.
historia y en el modo en que él mismo soportó el hecho de ser desplazado de Por el contrario, en lo qu~ respecta a la castración secundaria, es necesario
la posición de todo para su madre, pero conviene plantear la pregunta de saber que intervenga el padre real, puesto que al padre real le corresponde efectivamente
cómo eso se actualiza en el escenario edípico. la función más importante en el complejo de castración. Recordemos al respecto
Podemos entender el Nombre-del-Padre como eso que dice a la madre: la relación original del sujeto con la madre en la etapa que calificamos de pre-
«¡No todo en las cosas!», como lo que cierra la imposibilidad de congruencia edípica. El niño se encuentra en una relación de engaño con Ja madre: la engaña
entre mundo de las palabras y mundo de las cosas. Pero si ese Nombre-del-Padre al mismo tiempo que se engaña: está en la ilusión recíproca. Ese engafio se
establece de ese modo la significación fá lica , corre el riesgo de pasar constituye como un doble «hacer creer». Ella lo engaña haciéndole creer que él
engañosamente como un «¡todo en las palab ras!»: se lo podría, en efecto, es todo para ella, que es «la octava maravilla del mundo», pero él se engaña en
escuchar así: «¡En lo sucesivo será en las palabras, todo en las palabras!». En igual medida permitiéndose creer que esta octava maravilla del mundo es él.
resumen, ¡la certeza perd ida en el registro de las cosas podría recuperarse en el Durante este período indispensable para la posibilidad de maduración del niño,
registro de las palabras! ¡Y bien, no! Ese «¡todo en las palabras!» deberá a su vez éste se encuentra en la posición de creer qu~ él es todo para su madre, que se
estar barrado por un «¡no todo en las palabras!». En efecto, a pesar de que nos encuentra en un paraíso imaginario, más aún, en una saturación de lo imaginario
veamos condenados a decirnos, a estar en las palabras, y por lo tanto hayamos en la que el trnnsitivismo, la única relación ei1 espejo, les dará, a él y a su madre,
supuestamente renunciado a .estar en las cosas, también estamos condenados una completa satisfacción mutua.
a no poder decirnos enteramente: por el hecho mismo de decir, decirlo todo es D~sgraciadamente, o más bien felizmente, en esta aparente luna de miel se
imposible. introducirá un despegue, despegue que, desde el punto de vista de la madre,
Y si el padre es quien d.ice «¡no todo en las cosas!» ¿será la madre quien siempre estuvo ya allí -a menos que nos encontremos en la psicosis- pero que,
dirá «¡no todo en las palabras!» al padre? No deja de tener interés constatar desde el punto de vista del niño, se producirá cuando él se dé cuenta de que no
.que es la tarea de la madre, pero en tanto que mujer; como mujer, ella le dice es todo para su madre, ya sea porque perciba que ella estcí ocupada en otra
; al padre «¡no todo en las palabras!». Y es en la medida en que el padre se interesa parte, que desea otra cosa que él, ya sea por un acontecimiento más circunstancial,
por esta mujer, que él consiente en ser hombre -y.no sólo padre-, que acepta como por ejemplo el nacimiento ele un hermano, o el surgimiento ele sus propias
ese «¡no todo en las palabras!» Vemos, así, que se establece un módulo lógico pulsiones. En efecto, el hecho, por ejemplo, de verse confrontado a sus propias
que permite a un sujeto saber desenvolverse con la falta, estando articulada pulsiones quiebra la referencia que el niño se había construido al sostenerse como
esta última de dos formas, puesto que es a la vez «¡no todo en las cosas!» y «¡no engaño para su madre; en lo sucesivo ya no le basta con satisfacer al otro, es
todo en las palabras!» necesario que él también encuentre su satisfacción, provocando correlativa-
Recordemos que ese módulo inscribe, pues, dos versiones del no-todo, y mente ese despegue la angustia por el hecho de no saber quién es. Al no ser más
; que lo que los psicoanalistas llaman habitualmente castración primaria y tan sólo todo para el otro, se encuentra reducido a nada. Esta es la angustia que
\ castración secundaria, es la doble operación necesaria para el advenimiento del deberá atravesar para poder despegarse del enviscamiento en el deseo de la
1
sujeto. madre.
Es, en efecto, necesario observar que la castración primaria la establece En este lugar, nos dirá Lacan, «la situación es en sí misma literalmente sin
esencialmente la madre, en la medida en que es cuando se refiere a otro que ella salida, excepto la salida que se llama complejo de castración», e indicará entonces
que el Nombre-del-Padre puede ser reconocido en su lugar. Ei reconocimiento el carácter fundamental del vínculo entre el complejo de castración y la
LA fllN C IÓN DEL l'A DR[~ 3~

intervención del padre real. Dicho de otro modo, es necesario que intervenga 12 intervención efectiva de un padre real para consentir a la castración. En lo
un padre real que dé el empujón necesario al niño para que éste pueda librarse sucesivo deberá bastarle lo que ha sido inscrito en su realidad psíquica para
de su compromiso con la madre, tanto más sin salida cuanto que la creencia pode~ sostener su trayecto. ~1. adelante puede prescindir del padre y eso le
engañosa habrá s~do mantenida por ambas partes. resulta posible si se sirve de la s~lida que el padre le ofreció en su momento.
Lo importante es que, en ese momento, la intervención paterna real hará
prevalecer el orden simbólico sobre el orClen imaginario que organizaba hasta CONDICIONES DE EJERCICIO DE LA FUNCIÓN PATERNA
el momento la relación madre-hijo; un orden simbólico cuyas premisas ya
estaban establecidas -por el hecho de que la madre remitia al menos a otra Podemos identificar ahora los puntos de estancamiento de lo que hemos
cosa que a sí misma; más aún, remitía al padre- pero que ahora se trata de descrito: en lo que respecta a fa madre, en primer término, conocemos los
instalar de manera definitiva. Para que así sea, la in tervención del padre real avatares clínicos de una posición exclusivamente materna, que pueden llegar
deberá sacar de las manos del niño lo que está en juego en la relación, retirándole hasta la destrucción. Una madre introduce al padre al asw11ir su parte de función
la esperanza de encontrar una posibilidad cualquiera de resolver esta cuestión paterna, y al hacerlo levanta para el niño la hipoteca del puro y simple
en ese solo registro imaginario. Se tratará de que le haga entender que no tiene sometimiento.
ningún ulterés permanecer en esa dimensión puesto que de todos modos lo que Esta es la madre que Lacan llamará Madre Simbólica, en la medida en que
está en juego no ha estado nunca fundamentalmente en este lugar, dado que en ella no le aporta al niño una presencia plena,, sino que ya lo introduce a la falta,
el registro en el que se efectuaba verdaderamente la operación alguien ocupaba aunque sólo sea mediante la alternancia de su presencia y de su ausencia.
ya el lugar deseado. Todo el peso del primer tiempo del Édipo lo lleva la madre y el padre
Podemos, pues, ver bien la doble intervención del padre en la evolución sólo aparece allí «Velado, en Ja medida en que aún no ha aparecido, pero
natural del niño. En un primer nivel, él está al margen de la madre; es quien existente en la realidad mundana por el hecho de que en el mundo reina la Ley
sostiene su intcrvcncion, pero, fundamentalmente, no es de él de quien depende del símbolo»36. Sólo el último tiempo del Edipo verá al padre «revelado»
el lugar del tercero, sino más bien del caso que de él hace la madre. Por el como quien tiene «la clave» de la situación edípica, y esto a título de portador
contrario, es de él y sólo de él de quien dependerá el hecho de que el tercero se de la Ley del lenguaje, asegurando en cierta medida el relevo del «padre en la
ilbcriba definitivamen te, produciéndose semejante instalación al asegurarse la madre» del primer momento edípico y asentando así al niño «fuera de la
imposibie vuelta atrás del sujeto. Esta operación necesita de la intervención madre».
del padre real porque permite que a través de ella se i;stablezca la castración como Esta intervención de un padre «fuera de la madre» es lo que precisamente
~oluciór al transitivismo de la relación imaginaria madre-hijo, y esto no sólo no puede aportar la madre. Así lo expresan muy justamente Jean Berges y
para la inscrip(ÍÓn del tercero sino para que la suerte de esta inscripción no e.cté Gabriel Balbo: «Lo que le falta siempre a la madre [ ... ) es poder pretender ser
más sólo en las manos del sujeto. La intervención del padre real es, pues, el real correspondiente ai Nombre-del-Padre» 37 . El padre t iene una sola
importante, no tanto porque profiera la prohibición como porque pone en especificidad y, si bien la madre puede ser operante en muchos aspectos en
evid~ncia al sujeto l¡Ue la madre ya es poseída y que, a ese título, el hecho pone

fin a toda 'esperanza de poder obtener un goce. Al mismo tiempo, conduce al


niao a consentir a la imposibilidad propia de la ley del lenguaje. Es evidente que
35 Retomamos aquí ese término de Je;io-Jacques Rassial, cf. L'adoksce11tet le psycliarralyste, Paris, Rivages,
también en este lugar podrá producirse eventualmente la carencia del padre real,
1990.
en la medida en que quien oficia no sostenga la fu!1ción en ese sentido. 36 J. Lacan, Le Ecmmaire, lívre V (/957-1958), Les fom1at1011s de l'í11amscie111, sesión del 15 de enero de
Corresponderá aún al niño validar esta operación 35 , lo cual se hará en la 1958. Vcrsion cas1ellana en editorial Paidós.
adolescencia, en la medida en que el sujeto deberá aceptar no contar más con 37 J.Bergl:s y G.Balbo. L'enfn11r et la psyclrnrralyse, Parls, Masson, 1994, .127.
J6 j IEAN PIEllR F. 1 F.ílRllN
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tanto que función paterna, es necesario evaluar que no «toda» la función paterna Es"esencial para nuestro desarrollo observar que desde el punto de vista de
le es accesible y que en este lugar se revela indispensable la intervención de un la realidad psíquica, la función paterna, para poder ejercerse, necesita de al
padre real -aunque sólo sea puntualmente- en la medida en que ésta constituye meno~ dos elementos: en primer término, la palabra de una mujer. Es necesario
la única salida posible de la situación edípica. que la madre diga una palabra sob.re quién sostiene el lugar del padre, condición
La función del padre debe operar en alguna medida dos veces: una primera indispensable para que opere el padre simbólico; no se trata aquí de decir quién
vez,__ su función es ser, en tanto que padre simbólico, agente de la castración es el genitor, aun cuando en la mayoría de los casos genitor y padre coincidan,
primaria, según la operación de la metáfora paterna, y permitir así que se sino que se trata de que la madre .indique alguien distinto de ella que le sirve
produzca la significación fálica; en este lugar el padre asume su función sólo de referencia. Luego es necesario que aquél que sostendrá para el niño Ja función
como nombre, como símbolo, y en eso es tributario del deseo de la madre: de padre real intervenga en carne y hueso para actualizar concretamente esre
«No hay verdadera autoridad paterna más que la recibida de una mujer», tercer lugar, y el hecho de sostener efectivamente al niño en su trayecto establece
enuncia Philippe Julicn, quien agrega: «Afirmar que el padre como Nombre está lo que habitualmente entendemos por papel del padre.
fundado por la madre, no es decir que ese padre es asignado por ella para El hecho de que esto se realice hoy concretamente cuidando al niño o de otro
cumplir tal papel, tal tarea. No es exaltar el estar a su servicio»38 .·Esta función modo no tiene tanta importancia, puesto que la función del padre no se basa
paterna deberá entrar en juego una segunda vez con respecto a la castración en sus capacidades para ser una segunda buena madre; por qué no mimar al niño
secundaria, tarea que corresponde entonces a la categoría del padre real: aqui si quiere hacerlo, pero no es ésa la tarea en base a la cual se juzgará su función
intervendrá como ser vivo de carne y su intervención se sostendrá sólo a partir de padre. Su trabajo de padre consiste en sostener ser otro que la madre, y ~in
de su propio deseo. duda una de las formas en la que puede ser más operante es siendo el otro de
~ecordemos que podemos articular a la psicosis la falta de la función paterna ella, aquél al que ella se refiere por el deseo que en él de-spierta y al cual ella
simbólica; en efecto, podemos obse1:var brevemente que la armadura lingüistica consiente.
o significante es la que es constitutiva del mundo de un sujeto y que en la Reencontraremos aquí nuestras preocupaciones sociales del comienzo de
psicosis podemos construir la hipótesis de una lesión de esta armadura que este capítulo, puesto que para que esta tarea sea asumible por parte de un padre
consiste en que al sujeto le falta un significante capital; éste no es otro que el no basta con que la madre le reconozca ser esta referencia, es necesaria aún
Nombre-del-Padre y falta, no según el modo de la represión, sino bajo el modo otra caracter_ís!ica y es un rasgo sobre el cual no es habitual insistir pero que s~n
de la íorclusión, al no haber estado inscrito nunca para el sujeto en su realidad :~_barg~ es fundamental: es n_ ecesario que esta función del padre -y no sólo de
psíquica. quien la ocupa o del denominado genitor- sea ratificada por lo social. Es
Pero en tanto que no nos encontremos en el registro de la psicosis, es decir, nec~sario que haya «Un lugar para el padre»39. Dicho de otro modo, es necesa~~
que el Nombre-del-Pad re esté inscrito, tenemos que enfrentarnos de entrada que lo social ratifique lo que se sostiene en el seno del ámbito privado. La
con una tríada madre-niño-falo, representando ya este último término toda la sociedad debe ser congruente con quien sostiene el lugar para intervenir como
dimensión del lenguaje, consistiendo el trabajo del padre real en sacar al nifio padre real tanto con respecto al niño como con respecto a la madre.
de la identificación al falo materno, en hacerse en alguna medida «preferir» a Tomemos un ejemplo para esclarecer este punto: cuando en Marruecos
la madre para permitir que el niño pueda encontrar salida al Edipo. una joven-madre va a declarar su hijo a la municipalidad, le está prohibido
dar su propio patronimico al ni.fi.o, y el empleado del ayuntamiento es quien tiene
la libre elección de darle un nombre. ¿Qué más paradigmático que este hecho
38 P. Julien, Le M1mten11 dt Noi, essni sur la patemitt, Tournai, Desclée de Bouwer, 199 1,. 36-40. El autor
precisa aún: • Allí es donde resiste con todas sus fuerzas el amo: él querria ser padre sin mujer y tener
una fil iación a partir de él solo, siendo reducida la mujer a una pura matriz bioiógica• . 39 Según d título de un a obra de Aldo Naouri publicada en ediciones Seuil en 1985.
para indicar que lo social se autoriza por el sesgo de su representante a prohibi.r el Otro, e imaginamos bien el riesgo de i.nsistencia que puede entonces tener con
que un niño sea sólo de su madre? Dicho de otro modo, desde el comienzo se respecto a su hijo adoptado para intentar justamente forzar a su hijo adoptivo
inscribe, si la madre no puede hacerlo, un lugar para el padre. En esta costumbre a que reconozca lo que para él no habría podido hacerse «naturalmente» en el
legalizada, cuando ~I Estado constata que no hay nadie para ocupar el lugar de Otro»4 1•
sacar al niño de las faldas de su madre, se encarga él mismo Jel asunto. Al El no haber sido investido d~ esta función de padre en el Otro llevará en
hacerlo, valida directamente el lugar del padre, el del padre que este ni.fío no tiene, alguna medida a ese padre a implicar su intervención en exceso, no sin
pero también el de todos los padres en función, puesto que así autentifica que consecuencias nocivas para aquél que desde entonces se sentirá sobre todo
de lo que se trato allí es del trabajo del padre: dar al niño otra posibilidad que objeto de su goce. En cierto sentido, tendrá que vérselas con un padre que
la de ser el niño sólo de su madre. quiere ser un padre, estando ese «querer» de más para la función paterna.
Encontramos eco a nuestras consideraciones en el trabajo de Aldo Naou ri
que dice: «En todo luga1 y en toda circunstancia, la función paterna exige ser ¿UN MUNDO SIN PADRE (S)?
·sostenida por un medio, bajo pena de producir situaciones incontrolables. Un
padre no puede, en efecto, decretarse padre. Si Jo hace, podemos estar seguros Podemos retomar ahora la pregunta planteada en nuestra introducción, es
de que provocará con siderables desastres en su descendencia. Pero si el cuerpo decir, la de saber si vivimos en un mundo sin padres o en un mundo sin Padre,
social lo abandona y decide dejar que afronte solo la propensión incestuosa en un mundo sin papás, o en un mundo sin. referencia paterna, sin lugar para
materna, lo reduce a la impotencia, abriendo la vía de una violencia que el Padre. No podemos decir que vivimos en un mundo sin papás, ¡ por el
desbordará muy ampliamente el marco estricto de Ja familia»4 º. contrario! En efecto, si hoy es costumbre oír·voces que se quejan de la ausencia
Así, una de las condiciones esenciales para que el padre. pueda sostener su o de la dimisión de los padres, cuando no de su abdicación, no es inútil
lugar en la relación con la madre y hacer contrapeso para ayudar al niño a preguntarnos si es una realidad o si no se trata más bien d-e una imagen
encontrar su propio lugar en el seno de esta configuración familiar y lingüística, engañosa. Observemos, en primer lugai, que Ja ausencia de los padres ha sido
es que lo social sostenga lo bien fundado de su intervención. Se trata, pues, de sien;pre su característ~ca, que no se trata, pues, verdaderamente de una novedad;
un equilibrio sutil en tre implicación materna, contrapeso paterno y trabajo de luego, que al observar de más cerca, numerosos ejemplos señalan el deseo de
con.sentin1icnto en «crecer» del niño. No será sorprendente constatar que la los padres ele conservar o ele reconquista r este lugar, por así decir, abandonado.
mod ificación de una u otra de las fuerzas intervinientes podrá hipotecar el Asi, más de un padre divorciado reivindica hoy con graneles manifestaciones
curso de esta operación de subjetivación. el derecho a continuar ocu pándose de su hijo, más de un padre se ha sumado
Evoquemos, a título de ejemplo y siguiendo a Charles Melman, los avatares a asociaciones de padres para hacer valer derechos que és tos consideran
de la clínica de l pad re adoptivo, d e aque l que no ha sido reconocido atropellados. Y en el seno de la familia, los nuevos padres son papás más que
1<naturalmente» como pudiendo ejercer esta funció n: «Es posible que una de las nunca presentes.
dificultades del padre que ejerce w1 poder de reconocimiento, no natural esta Se trata, pues, de no dejarnos enga.fiar por imágenes simplistas: así, Louis
vez smo volunta rio, cuando adopta el niño de otro, y bien, es claro que uno de l:{oussel, sociólogo de la familia, declara: «Una palabra aún sobre el papel de los
los elementos de la dificultad de ese padre en esta adopción es que, si hasta padres en la edu.::ación. Han abdicado, se dice. Es algo que se dice a la ligera.
ahora no ha tenido un hijo, y es a menudo el caso en las adopciones que ¿No están más presentes de lo que han estado nunca junto a cualquier niño? Lo
conocemos, puede pensar que justamente él mismo no ha sido adoptado por

4 1 Ch. Melman, R'f<miw1e111 el déler111i11isme des 11évroses, seminario del 16 de noviembre de 1989, París,
·IO A. Nnuuri. Le co11p/e et l'e11ja11t, P•ris, Odile Jacob, 1995, pp.188- 189. Publicacio'l de !a Asso ciation freud ionne.
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cuidan, lo miman, le cambian los pañales y lo bañan. Siempre con ternura y cada poder simbólico del padre al poder real de la madre y a darle, por lo tanto, ia
vez con m ás competencia». Pero agrega de inmediato: «¿Pero no son sobre todo prevalencia.
los auxiliares dedicados de la madre? Es que las funciones de cuidados maternos No debe, entonces, sorprendernos más que el efecto de la introducción del
son en nuestra cultura las únicas verdaderamente evidentes: ya se trate de salud, concepto de a utoridad parental vaya finalmente en el sentido de la de-
de descanso, de adaptación a la vida, de deseo realizado, es la madre quien simbolización que evocábamos con Marce! Gauchet, porque el Uno no es el Otro
constituye la referencia. Ella tiene, pues, un papel preponderante. ¿Qué le_queda y al borrar esta diferencia, al sacarnos la confrontación con esta disparidad
al padre como discurso propio?» 42 originaria, nos sacamos la posibilidad de soportar nuestros conflictos. Debido
Lo que se designaría por medio de la denominada ausencia o abdicación de a que al comienzo de nuestra existencia cada uno de noso lro~ .~e ha visto
los padres remitiría más a un deslizamiento del papel del padre hacia el ideal confrontado con la disimetría de la pareja parental, hemos te11ido las claves
de la madre, y esto hasta llegar, a veces, a la confusión de lugares. Las reivindi- necesarias para poder confrontarnos con lo que no es del orden de lo mismo.
caciones de los padres de hoy significan mucho m ás, incluso sin que ellos lo Hemos mostrado en qué residía Ja intervención del padre, de aquel cuyo
adviertan, el deseo de postular, a falta de algo mejor, para ser un doble de la ocaso hoy reconocemos. A él le corresponde la carga de asumir ser otro que la
madre. madre, de hacerle contrapeso. Para la realidad psíquica de un sujeto, esto
Al hacerlo, se pone en ruptura todo un equilibrio, porque el padre ya no hace significa en primer Jugar que pueda establecerse el lenguaje mismo -Nombre-
de contrapeso a la importancia de la madre y la posibilidad de dialéctica del-Padre o padre simbólico e inscripción de Ja castración primaria-, luego, que
resultante para el nifio ya no es la misma; todo ocurre, en efecto, como si la sobre esta escena de lenguaje pueda emerger el deseo propio del sujeto
confrontación con esta asimetría parental cuya importancia hemos visto no se -intervención del padre real y establecimiento de la castración secundaria-;
presentara más de la m~sma manera. finalmente, el sujeto deberá consentir en asumir las consecuenci~s del hecho de
Podemos pensar que el amor materno es, en su estructura, sin condiciones, hablar -prescindir del padre a co ndición de servirse de él- y operar asi la
a saber, que corresponde a la naturaleza de este amor amar al niño tal como es, validación del conjunto del proceso. Esta última operación se produce sobre todo
sin esperar de él otra cosa que el ser, pero que el amor paterno, por el contrario, en la adolescencia, a partir del punto en el que la organización había llegado al
'
no puede dispensarse más que a condición de.que el niño consienta en salir del fin de la fase edipica de la infancia.
campo materno para asumir su lugar de hombre o de mujer en lo social. Advirtamos que en este proceso tendrá también lugar el padre imaginario,
Podemos, en consecuencia, comprender que una modificación de las fuerzas el que se inventa el niño, padre ideal del que podrá con servar la nostalgia
a~tuantes subvertirá el equilibrio en vigor en la p,areja parental tradicional. paralizante o padre terrible del que podrá continuar quejándose, acusándolo
También comprenderemos, ~orno Jo constataba Marie-Thérese Meulders, de ser responsable de su malestar de sujeto, lo cu al será igualmente paralizante.
que debido a esto la evolución de nuestro derecho y la sustitución de la autoridad Si el niño segrega ese padre imaginario es para crear un puente entre la
paterna por la autoridad parental sólo pueden llevar de hecho a una prepon- omnipotencia del padre simbólico y la impotencia relativa del padre real. Pero
derancia de Ja madre; en efecto, si el juego de las posiciones parentales, siempre si esta invención se mantiene, marca que el niño no hace el duelo de la
disimétrico, y en consecuencia también desigual, mal que les pese a quienes coincidencia entre padre simbólico y padre real, ¡que no acepta que el padre que
quieren una justicia total, se equilibró hasta ayer encontrando frente al poder tiene no esté a la altura de Dios! El padre imaginario evita, así, que la intervención
materno esencialmente real un poder paterno sobre todo simbólico, el hecho del padre real esté a la altura de la del padre simbólico: ningún papá puede
de dar a cada uno el mismo poder sólo equivale de fado a agregar una parte del reeditar la operación que logra el lenguaje, o sea, pasar del mundo de las cosas
al de las palabras.
El niño debe levantar acta de esta imposibilidad para un padre real de estar
42 L. Roussel, •La Famille demain• , Gruppo 10, p.20. a la altura del padre simbólico. Una problemática semejante podria denommarse
«Nombre del Padre en falta»: si el padre circunscribe el agujero y produce la ¡ al precio de encontrarle una respuesta forzada. Es, por otra parte, evidente que,
significación fálica como «pieza a colocar allí», se trata, después de haber dado atm cuando esto pueda ser considerado como una creencia ilusoria, estamos lejos,
la vuelta, de tener en cuenta que ese padre está él mismo agujereado. Entonces, en nuest1:a época de desencanto del mundo -aun cuando sea sin duda una
¿habremos pura y simplemente regresado al mismo lugar? Podríamos pensarlo. preocupación mayor44- de.haber.encontrado un medio tan eficaz de asegurar
Pero se trata de hacer un nuevo punto de partida ele ese punto de estancamiento; el reconocimiento de este lugar que es sin embargo indispensable. Reconocer
este límite del padre, lejos de ser una falla, es más bien lo que lo caracteriza: Lacan la relatividad de ese Padre de la religión no nos evita, sin embargo, interrogarnos
hablará del padre como de un «apenas medio-dios» 43 . sobre las consecuencias de Ja modificación del lugar del Padre en nuestra
El padre es ese «apenas med i.o-dios» en la medida en que es a la vez el historia, puesto que el ocaso de lo religioso marca al mismo tiempo el debili-
representante del Padre simbólico, capaz de presidir la modificación más elevada tamiento del mecanismo que miestra sociedad había establecido para asegurar
pnesto que sostiene In sustitución de la palabra a la cosa, y tiene lugar ele padre la transmisión de la organización simbólica específica de Jo que nos hace
real, es deciI, es capaz de sostener también la practicabilidad de la incompetencia humanos.
. para asumir esta posición, el hecho de estar siempre en falta con respecto a Mostrar lo que hemos perdido en el pasaje del padre de la religión al experto
ella. En consecuencia, si l~ vac,ilación del padre puede deberse a su impotencia de la ciencia no implicará necesariamente la nostalgia de lo religioso tal como
para estar a la altura de su tarea, su patología puede también ser la consecuencia : 1:a ~ntes de la ciencia moderna, y mostrar paralelamente lo que hemos ganado
de su ineptitud para soportar lo universal de lo que se manifiesta como una en ese mismo pasaje no deberá implicar ipso facto la denigración de toda
Í1;1p-o~ibilidad. Esta «falht» del padre real será la que abra la vía al sujeto para , autoridad emmciadora.
que él pueda presc1ndir del padre, de lo cual hubiese sido incapaz si éste hubiese '. Hoy el lugar del padre está invalidado y engendra el ~caso ev~cado: algo
estado a la altura del padre simbólico. parece haber ocurrido en lo social que ha vuelto caduco este lugar para el padre.
La realización de estas tres operaciones -castración primaria, castración J~a cuestión que se plantea es identificar más precisamen te lo que ha sido
sectmclaria y validación-y el anudamiento de esos tres registros - padre simbólico, lesionado en nuestro mundo contemporán eo. ¿Qué designan exactamente
padre imaginario y padre real- no tiene otro equivalerite que el de permitir al quienes hablan del ocaso de los padres? ¿Se trata del ocaso del padre simbólico
nifio ser un sujeto; dicho de otro modo, entrar en la Ley del lenguaje; y el padre o del padre real? ¿O del alcance simultáneo en varios registros? Podemos, en
tiene Ja tarea esencial de hacer presente, representándola, la organización efecto, anticipar ya que si se trata del ocaso del padre simbólico, esto tendrá como
simbólica que nos caracteriza como humanos. consecuencia hacer mucho más difícil la intervención del padre real. ¿Y no es
Observemos que esta representatividad, asegurada en nuestra civilización lo que constatamos en las paternidades plurales, las recomposiciones familiares,
por el Padre, puede ser atribuida a la influencia del monoteísmo. Con respecto las uniones libres o aun las familias desarraigadas? En todos esos cuadros, la
a esto, no se ha dicho que la manera preponderante en que el Padre de la religión deslegitimación del lugar del padre vuelve peligroso el asentarse allí y obliga a
ha ocupado este lugar sea la única posible, ni que sea universal desde un inicio. quien Jo ocupa a tener que justificarse sin cesar, ¡lo que no le facilita en absoluto
Sin embargo es la forma singular en que nuestra sociedad occidental ha hecho la tarea! Pero, ¿a quién o a qué atribuida responsabilidad de esta configuración?
suy<1s las q)erciones de la estructura del lenguaje. Porque apelando de ese modo Hemos mostrado que en lo que respecta a la evolución jurídica del concepto
aJ Padre de la religión, ha dado consistencia al lugar indispensable para el tercero ele paternidad, el progreso de la ciencia, la genética en este caso, es el que ha
subvertido la autoridad del padre, y esto debería alertarnos. Porque lo que
hemos podido observar con Ja comprensión psicoanalítica de la paternidad es
43 J.Lacan, Le SémiHtiil'c, livre XXJll ( 1975-1976), RSI, inédito, sesión del 21 de enero de 1975. Y agrega:
«Es ded r, que la causa sea una mujer, que la haya obtenido para que le haga hijos, y que a éstos, lo
quiera o no, les dé cuidados paternos». 44 Cf. al respecto i,.Ferry, L'homme-Dieu ou le sc11s de la vie, París, Grnssct, 1996.
que, en lo que respecta al padre simbólico, es simplemente necesaria una
referencia a un tercero, mientras que para que haya un padre real es necesario
que el tercero se 'presente en carne y hueso; para que haya padre simbólico, es
necesario y sufic iente conque haya un d icho, el enunciad o que, po r ser II
incontestable, haga de tercero, mientras c¡ue para que haya padre real, es necesario EL DISCURSO DE LA CIENCIA
que haya un decir, un sujeto que se comprometa en una enunciación.
Si el discurso de la ciencia ha subvertido al de la religión constituyéndose
como un conjunto coherente de enun ciados que en lo sucesivo pueden ser
autorida·d en lugar de la enunciación divina, observemos que es sólo un sistema
simbólico el que sustituye así a una intervención supuestamente real de un
enunciador; a nivel social, una nueva configuración se presenta como el entorno Nuestra hipótesis es que el advenimiento dd discurso d': 1ü cienci;i, y >obr\~
del sujeto. Para dar cuenta de la clínica de lo social con la que nos vemos todo su realización actual, es lo que h<l suhvertido en profundidad, de una
confrontados hoy deberemos consagrarnos a identificar las características de esta ; manera inédita y i.:on frecuencia ignorada por la ciencia misma, el tquilibrio <¡u.:
mutación. hasta el momento existía en la familia, escena de la d,1boración de 1.i realid<:d
psíquica del sujeto y crisol de la vida social, y que esk hecho ha vuelto desde
entonces dificil el ejercicio de la función paterna.
Precisemos, no obstante, de inmediato, que no nos proponemos desprestigiar
a Ja ciencia; las hipótesis que intentaremos apoyor no se enfrentan a Ja ó:nci;1
como tal sino a las consecuencias de las implicaciones que elía a::r.rrca en lo social
y a los que este último no deja de adherir ciegamente. Asi, h:1rfamu•: más bie:1
nuestra la distinción de Nietzsche, cuando decía: «No es ia victoria de ia cicnci::
lo que caracteriza a nuestro siglo [xrx], sino (¡¡ victoria del método científi.::o sob1e
la ciencia»45 .
A título de modelo de este efecto subversivo producido por el di~curso de
la ciencia, podemos evocar una pequeña historia concerniente nl problema e.le]
tiempo. Antes de la revolución astronómica de Galileo, Copérni co y Kepl.er, le~
tierra se definia como una super ficie circular cuyo cen1r0 era Teru3alén. El ~ol
se desplazaba entonces según una trayectoria circular, perpend:cular a ]d
supe~ficie de la tierra. Se levantaba en el este para ponerse en el oest·e y continwib<t
su periplo por «la~ aguas de abajo» hasta su reaparición a la mañana en r l e~te.
Ta mbién la hora era la misma pa ra todos los hombre:;; el sel se levant>tba y r..c
ponía en el mismo momento para todos. Los descubrimien tos del s·glv xv1
subvertirán, evidentemente, esta armonía; Ja ciencia fracturar~ e!.ca organización

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45 Nietzsche. /.11 vo/0111( ele puissmice, LGF, 1991.

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