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La primera distorsión de la verdad, cometida por uno de los individuos del conjunto constituye el punto

de partida para la sugestión contagiosa.

(el milagro señalado por una única persona fue inmediatamente aceptado por todos.)

Tal es siempre el mecanismo de las alucinaciones colectivas tan frecuentes en la Historia –


alucinaciones que parecen tener todas las características exigidas de autenticidad desde el momento
en que son fenómenos observados por miles de personas.

No es necesario que una multitud sea numerosa para que se destruya la facultad de ver lo que está
sucediendo ante sus propios ojos y para que los hechos reales sean sustituidos por alucinaciones no
relacionadas con ellos. Ni bien algunos pocos individuos se reúnen ya constituyen una masa y, aun
cuando sean hombres distinguidos y educados, asumen todas las características de las masas en
relación con las cuestiones que se encuentren más allá de su profesión.

El punto de partida para la sugestión es siempre la ilusión producida en un individuo por


reminiscencias más o menos vagas, seguida del contagio como resultado de la afirmación de esta
ilusión inicial.

La facultad de observación que poseen las masas, nuestra conclusión es que sus observaciones
colectivas son tan erróneas como pueden serlo y que con mucha frecuencia representan la ilusión de
un individuo quien, por un proceso de contagio, ha sugestionado a sus compañeros.

las leyendas – aun cuando hayan sido documentadas en libros de un modo preciso – no poseen
estabilidad interna. La imaginación de la masa las transforma continuamente como resultado del
transcurso del tiempo y especialmente como consecuencia de causas raciales. Existe un enorme
abismo que separa al sanguinario Jehová del Antiguo Testamento, del Dios del Amor de Santa
Teresa; y el Buda reverenciado en China no tiene rasgos en común con el venerado en la India

No es necesario que los héroes se encuentren separados de nosotros por siglos enteros para
Gustave Le Bon - Psicología de las Masas que su leyenda se transforme debido a la imaginación de
la masa. En ocasiones esta transformación tiene lugar en apenas algunos años.

3. La exageración y la ingenuidad de los sentimientos de las masas.

Tanto si los sentimientos exhibidos por una masa son buenos o malos, en todos los casos presentan
el doble carácter de ser muy simples y muy exagerados.
La simpleza y la exageración de los sentimientos de las masas tienen por resultado que una multitud
no conoce ni duda ni incertidumbre.

La certeza de impunidad – una certeza que se vuelve tanto más fuerte mientras más numerosa sea
la masa – y la noción de una considerable fuerza impulsora debida al número, hacen posibles para
las masas, sentimientos y acciones imposibles para el individuo aislado. Dentro de las masas, las
personas estúpidas, ignorantes y envidiosas resultan liberadas de su sensación de insignificancia e
impotencia volviéndose poseídas.

Desafortunadamente, esta tendencia de las masas a la exageración con frecuencia se manifiesta a


través de malos sentimientos. Los mismos son un residuo de los instintos del hombre primitivo que,
en el individuo aislado y responsable, el miedo al castigo obliga a reprimir. Es por esto que las masas
resultan tan fácilmente inducidas a cometes los peores excesos.
Aun así, esto no significa que masas hábilmente influenciadas no sean capaces de heroísmo, o
devoción, y de poner de manifiesto las más elevadas virtudes. Incluso son capaces de manifestar
más de estas cualidades que el individuo aislado

En las masas la tendencia a la exageración se presenta solamente en el caso de los sentimientos y


no se presenta en absoluto en cuestiones de inteligencia. por el simple hecho de formar parte de una
masa, el nivel intelectual de un individuo desciende inmediata y considerablemente

4. La intolerancia, la dictatorialidad y el conservatismo de las masas.

Las masas sólo conocen sentimientos simples y extremos; las opiniones, las ideas y las creencias
que les son sugeridas resultan aceptadas o rechazadas por ellas como un todo. Las aceptan como
verdades absolutas o bien como no menos absolutos errores.

Un individuo podrá aceptar la contradicción y la discusión; una masa no lo hará jamás.

La dictatorialidad y la intolerancia son comunes a todas las categorías de masa, pero se presentan
con variados grados de intensidad.

El autoritarismo y la intolerancia son sentimientos de los cuales las masas tienen una noción muy
clara; los conciben con facilidad, y los asumen con la misma espontaneidad con la que los ponen en
práctica una vez que les han sido impuestas. Las masas exhiben un dócil respeto por la fuerza y se
dejan impresionar tan sólo débilmente por la amabilidad que, para ellas, es escasamente algo más
que una forma de debilidad.

El tipo de héroe amado por las masas siempre se parecerá a un César. Su insignia las atrae, su
autoridad las impresiona y su espada les inspira temor.

Una masa siempre se rebelará contra una autoridad pusilánime y se inclinará servilmente ante una
autoridad fuerte. Si la fuerza de una autoridad es intermitente, la masa, siempre obediente a sus
propios sentimientos extremos, pasará alternativamente de la anarquía a la servidumbre y de la
servidumbre a la anarquía.

5. La moralidad de las masas


Se hace bastante evidente que las masas son demasiado impulsivas para ser morales. Sin embargo,
si incluimos en el término “moralidad” el despliegue transitorio de ciertas cualidades tales como
abnegación, autosacrificio, desinterés, devoción y la necesidad de equidad, podríamos decir que, por
el contrario, las masas pueden llegar a exhibir a veces una muy alta moralidad.

Una masa puede ser culpable de asesinato, incendio, y de cualquier otro tipo de crimen, pero también
es capaz de muy elevados actos de devoción, sacrificio y desinterés; de actos mucho más elevados
en verdad que aquellos de los cuales es capaz el individuo aislado.

El caso de malhechores con frecuencia sucede que el sólo hecho de estar en una muchedumbre los
imbuye momentáneamente de muy estrictos principios de moralidad.
Si el desinterés, la resignación, la devoción absoluta a ideas, reales o quiméricas, son virtudes
morales, entonces puede decirse que las masas frecuentemente poseen estas virtudes en un grado
raramente alcanzado por los más sabios filósofos.

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