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La relevancia del Código de Ética radica en que es la norma que establece los parámetros

bajo los cuales debe ejercerse la abogacía en el Perú y cualquier abogado que patrocine
procesos en el país (aún si fuera extranjero) está en la obligación de cumplirlos. De allí que
el tema que abordamos sea esencial para comprender cómo se encuentra actualmente
regulado el control disciplinario de la abogacía en el Perú.[6]

Origen del Código de Ética y el Reglamento


El Código de Ética y su Reglamento vigentes fueron elaborados sobre la base del Código
Voluntario de Buenas Prácticas del Abogado de la Red Peruana de Universidades[7] y del
Proyecto de Código de Ética y Responsabilidad del Profesional en Derecho.[8]

Debe reconocerse en razón de justicia que la redacción actual de ambas normas es en su


mayor parte fruto de una iniciativa liderada por Beatriz Boza para actualizar las normas del
Código de Ética de 1997 que involucró inicialmente la participación del sector académico,
más adelante, de las universidades de la Red Peruana de Universidades, de diversos
estudios jurídicos y finalmente del CAL.[9]

En el año 2012, la Junta de Decanos, instancia cuya función es unificar criterios, promulgó
el Código de Ética y el Reglamento. El CAL, en una decisión que desde la academia
debemos aplaudir, los aprobó en el 2013;[10] no obstante, no todos los demás colegios de
abogados lo hicieron,[11] aparentemente bajo el entendido de que su promulgación por la
Junta de Decanos bastaba para su entrada en vigencia.[12]

Entendemos que con la finalidad de conseguir su vigencia y aplicación efectiva en todo el


país, el Decreto Legislativo 1265 de 2016 dispuso que “todos los colegios de abogados se
encuentran en la obligación de implementar un Código de Ética y un Tribunal de Honor”.[13]
Sin embargo, hasta donde hemos podido averiguar aparentemente no se habría realizado
esta implementación del todo.[14] Este es un asunto sin duda que escapa a este ensayo y
que sugerimos que las autoridades de los colegios de abogados evalúen.
El Código de Ética y el Reglamento como normas jurídicas
Consideramos que las normas contenidas en el Código de Ética y el Reglamento son
verdaderas normas jurídicas, ya que cumplen con los requisitos de validez de estas:
generalidad, origen público, estructura normativa, son mandatos de conductas y respaldo en
la fuerza del Estado. A continuación, desarrollamos brevemente las características de
dichas normas:

a) Son mandatos generales (no tienen un destinatario específico) y abstractos (no se


refieren a acciones concretas).[15] Ello, sin perjuicio, de que su ámbito de aplicación
personal está circunscrito a los abogados que se colegian en el CAL, ya que este no tiene
facultades para crear normas que vinculen a terceros.

b) Tienen su origen en los poderes públicos otorgados por la Constitución al CAL. La


finalidad esencial del CAL, en tanto colegio de abogados, es el control del ejercicio
profesional de sus miembros.[16] Al derivar del ejercicio de potestades públicas, estas
normas no tendrían origen en la autonomía privada ni buscarían tutelar meros intereses
privados.[17]

c) Tienen la estructura lógica propia de las normas jurídicas. Son mandatos de conducta
que establecen que ante cierto supuesto de hecho, corresponderá una consecuencia
jurídica.[18] Si bien el Código de Ética contiene diversos tipos de normas,[19] en forma
general, puede afirmarse que contempla normas prohibitivas: si un abogado, incumple el
Código de Ética[20] y se determina responsabilidad profesional,[21] este será
sancionado[22] con alguna de las sanciones establecidas en el Artículo 102 del Código de
Ética.[23]

d) Contienen mandatos destinados a regular la conducta de las personas (los


abogados).[24] Los parámetros de conducta recogidos en las normas del Código de Ética
consideran aquello que, de acuerdo con las características, principios y valores de la propia
profesión, se considera como correcto.[25]

e) Están respaldados en la fuerza del Estado. Esto se evidencia en el hecho de que el


Estado cuenta con medios para garantizar la eficacia de las sanciones impuestas en virtud
de estas normas. Así, por ejemplo, si un abogado desacata la sanción de suspensión podría
ser denunciado por el delito de ejercicio ilegal de la profesión[26] contemplado en el Artículo
363 del Código Penal.[27] Además, nótese que en virtud de lo señalado por el Decreto
Legislativo No. 1265[28] las sanciones que imponen los colegios de abogados[29] son
aplicables en todo el territorio nacional.

Conclusión
A partir de lo expuesto, podemos decir que, considerando su origen, contenido, y los
mecanismos con los que cuenta el Estado para conseguir su cumplimiento, el Código de
Ética y su Reglamento contienen verdaderas normas jurídicas con lo cual en el Perú, al
igual que ocurrió en otras jurisdicciones, se habría producido una juridificación de la ética
profesional del abogado.[55]

Existen sólidos argumentos para defender que la falta de publicación del Código de Ética y
su Reglamento en El Peruano no desvirtúan su obligatoriedad. Bajo dichos argumentos, no
cabría que se revoquen las sanciones impuestas en su aplicación (sería vergonzoso que
algo así ocurriera); sin embargo, pensamos que el CAL debería disponer de todas formas
su publicación en el diario oficial en pro de una mejor publicidad.

En el Perú, el Código de Ética constituiría la principal fuente normativa que define cuáles
son los estándares de conducta y, por ende, las “reglas de juego” que debe respetar todo
abogado al ejercer la profesión. Se trata entonces de la principal norma que deben respetar
quienes conocen las leyes mejor que nadie y tienen la loable misión de ayudar a los
ciudadanos a entenderlas, cumplirlas y defender sus derechos.

Finalmente, nótese que la conclusión a la que llegamos en este ensayo, motiva una serie de
cuestiones adicionales: ¿cuándo la conducta de los abogados está sujeta a las normas del
Código de Ética del Abogado[56] (Código de Ética)? ¿están sujetos a dichas normas aun
cuando no ejercen la abogacía? ¿están todos los abogados sujetos a las mismas reglas del
Código de Ética? Resulta preciso analizar estas cuestiones para contribuir a definir una
institucionalidad acorde con las demandas que nuestra sociedad (la de hoy) impone a la
abogacía.

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