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“LAS DISPUTAS GEOPOLÍTICAS DE LA SEGURIDAD EN EL CIBERESPACIO”

Por Miguel Angel Barrios y Norberto Emmerich

La geopolítica de la seguridad afirma que el territorio y la territorialidad son los


insumos principales de la seguridad y que la mejora de los indicadores de
estatalidad debe ser la preocupación central de toda política de seguridad. Si el
territorio es lo importante, el ciberespacio está en el nudo del análisis estratégico
de la seguridad.

La emergencia del ciberespacio no debilita la idea de territorialidad como espacio


de ejercicio social de soberanía, a pesar de que la idea del "fin de la geografía"
haya seducido a muchos que a todo responden automáticamente con la
trasnacionalidad y la globalización. Lo cierto es que el Estado nacional enfrenta
enormes desafíos, uno de ellos en el plano del ciberespacio.

El ciberespacio no es una entidad neutra, a-histórica y supraestatal que avanza


“sobre” los Estados. Muy por el contrario, forma parte constitutiva del Estado y en
él se asumen nuevas formas de organización del poder y se reproducen las
relaciones jerárquicas, asimétricas y nacionales que son propias del Estado. Las
dimensiones tradicionales de la geopolítica (tierra, aire, subsuelo, mar) agregan el
ciberespacio, obligando a una geopolítica que abarque la totalidad del escenario,
incluyendo no sólo la web sino todo el espacio de la red, sobretodo la Internet
profunda. El análisis geopolítico identifica intereses, tensiones y conflictos de
poder alojados en los territorios.

Estas disputas se expresan en las llamadas zonas "fisicas", las estructuras de las
redes y los sistemas de información protegida para evitar la filtración de flujos,
pero también en la concepción metafórica del ciberespacio como territorio donde
múltiples actores disputan poder, sobre todo los Estados. Allí se plantean
estrategias, se implementan recursos y se lanzan pretensiones estatales de
soberanía, generalmente ilegales. Adicionalmente los ejercicios criminales
desarrollan una territorialidad veloz, virtual y despersonalizada. Si en las guerras
se asesina con un joystick, en el crimen se alardea con la tecnología. Este análisis
de seguridad debe realizarse desde la geopolítica, no desde la infraestructura y el
software.

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Ignacio Ramonet dice que el nuevo sistema-mundo se caracteriza por una
multiplicidad de rupturas estratégicas, cuyo significado es difícil de elaborar.
Internet es el vector de los cambios y muchas crisis recientes se vinculan con las
nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TICs), con la
desmaterialización, la digitalización generalizada y la explosión de las redes
sociales. La brecha entre la abundancia de información y la escasez de accesos
más la conjunción de diseminación de tecnología y abundancia de reclamos,
dinamiza la formación de nuevos agrupamientos sociales instantáneos (fiestas y
protestas) y reproduce la radicalización de los procesos de criminalización.

Internet es un factor geopolítico, mucho más que una simple tecnología, como
demostró el rol de Wikileaks, Facebook, Twitter y demás redes sociales en la
aceleración de la conectividad y en la permeabilidad de la solidez soberana de los
Estados. Google, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook se anudaron con el
aparato del Estado en Washington, puestas al servicio de la política exterior de
Estados Unidos y estableciendo jerarquías de centros y periferias geopolíticas en
el ciberespacio, cimentando la mayor capacidad de espionaje de masas jamás
vista. Esta alianza creó un "imperio de la vigilancia" que busca poner a Internet
bajo escucha y etiquetar la privacidad como problema de seguridad nacional.

Simultáneamente las estructuras de poder se difuminan por el acceso universal a


la red y la utilización de nuevas herramientas digitales. Ramonet dice que "el
ciberespacio se ha convertido en una especie de quinto elemento. El filósofo
griego Empédocles sostenía que nuestro mundo estaba formado por una
combinación de cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Pero el surgimiento
de Internet, con su misterioso ‘interespacio’ superpuesto al nuestro, formado por
miles de millones de intercambios digitales de todo tipo, por su roaming,
su streaming y su clouding, ha engendrado un nuevo universo, en cierto modo
cuántico, que viene a completar la realidad de nuestro mundo contemporáneo
como si fuera un auténtico quinto elemento".

Cada elemento geopolítico fue el escenario histórico de un campo de batalla y los


Estados desarrollaron ámbitos armados para cada uno de ellos (Ejército, Armada y
Aviación). El desafío actual de los Estados es incorporar un nuevo ejército: el ciber
ejército encargado de la ciberdefensa, con sus propias estructuras orgánicas y sus
propias armas: los superordenadores capaces de defender las ciberfronteras y
llevar a cabo la guerra digital en Internet.

Los dilemas también se presentan en el campo de la seguridad ciudadana. Las


agencias de coacción de los Estados centrales avanzan sobre la libertad de los
ciudadanos, vulnera derechos y crea inseguridad.

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Además de ser una violación a la soberanía, fortaleciendo la incumbencia de la
geopolítica de la seguridad, el ciberespionaje viola el espacio íntimo de las
personas y criminaliza el derecho a la información. En ambos casos el espacio
virtual posee indicadores de estatalidad que pueden determinarse para el área de
la ciberdefensa. Lo mismo sucede en la cibercriminalidad. La invasión de la
privacidad, el abuso de información, el acoso a la intimidad personal o el robo
informático son generalmente estrategias organizacionales. No son asuntos de
índole informática o de resolución técnica, son problemáticas estratégicas,
territoriales, geopolíticas. Allí también hay indicadores de estatalidad que deben
determinarse y medirse.

Las fuerzas de seguridad de otros países, conducidas por otros Estados, pueden
violar la soberanía territorial del ciberespacio, al combatir la pedofilia por ejemplo.
Aunque la tecnología puede vulnerar la seguridad, tiene dificultades en construir
una territorialidad alterna, con lo cual es relativamente fácil de ser rebatida si se
tiene conciencia sobre qué tipo de problemática se trata. La habilidad de un país
para llevar adelante su defensa y su seguridad, en términos de combatir al crimen
organizado en la red, dependerá en cierta medida de su desarrollo tecnológico, su
infraestructura, su tecnología, su industria y su modelo de gestión de la tecnología.
Pero sobre todo dependerá de su capacidad de elaborar política soberana en
términos de geopolítica de seguridad que incluya al ciberespacio. Si el binomio
delito/delincuente adquiere carácter prioritario, se cede la soberanía del
ciberespacio en favor de la resolución criminalística del caso. Si en cambio se
concibe al espacio virtual como territorio y se entiende que la política soberana
incluye las 5 dimensiones territoriales, se evita el sobredimensionamiento del
espacio virtual y se ejerce soberanía territorial conjunta, dando importancia
geoestratégica unificada a todos los elementos. Es lo que llamamos en su
conjunto territorialidad.

Internet facilita al crimen organizado el mejoramiento de sus indicadores


territorialistas y estatalistas, como afirmamos desde el punto de vista de la
geopolítica de la seguridad. Crímenes cibernéticos como el fraude bancario, la
piratería audiovisual o la distribución de imágenes de abuso sexual a menores de
edad, encuentran en la red un vector rápido aparentemente despersonalizado.
Internet también facilita el tráfico de drogas sintéticas, la trata de personas, el
comercio ilegal de armas, el fraude con tarjetas de crédito y múltiples variantes del
cibercrimen.

La medición de los indicadores de estatalidad del ciberespionaje y del cibercrimen


permite desentrañar el carácter geopolítico de la problemática de seguridad que se
expresa en las disputas estratégicas propias del ciberespacio, donde los ámbitos

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de seguridad nacional, de seguridad privada y de seguridad ciudadana se solapan
y conjugan.

Este quinto plano geopolítico exige la reformulación de un pensamiento


estratégico sudamericano regional completo para la defensa de los intereses
soberanos de nuestros Estados y de nuestros ciudadanos.

Miguel Angel Barrios, Profesor en Historia y Magister en Sociología. Doctor en


Educación. Doctor en Ciencia Política. Ha escrito obras de investigación entre las
que se destacan "Diccionario Latinoamericano de Seguridad y Geopolítica"
(Director), "Consejo Suramericano de Defensa: desafíos geopolíticos y
perspectivas continentales" y "Seguridad Ciudadana: de lo municipal a lo
continental". Profesor de Geoestrategia en la Licenciatura en Seguridad de la
Universidad de Morón y creador de la Cátedra en Seguridad Ciudadana en la
Universidad del Salvador, Buenos Aires. Dicta seminarios y cursos en Academias
Policiales de América Latina y es Consultor en Políticas Públicas de Seguridad.
Coautor con Norberto Emmerich de "Geopolítica de la Seguridad en América
Latina", que publicará la Editorial Biblos de Buenos Aires próximamente.

Norberto Emmerich, Doctor en Ciencia Política y Licenciado en Relaciones


Internacionales. Ha escrito "Una teoría política para el narcotráfico", "Geopolítica
del Narcotráfico en América Latina" y "Narcos en Buenos Aires: el caso de la Villa
31". Profesor de "Seguridad Ciudadana" y "Política Criminal" en la Licenciatura en
Seguridad y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez,
México. Fue Decano del Centro de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos
Estudios Nacionales, Quito, Ecuador y Coordinador General de Investigaciones de
la misma Universidad. Coautor de "Geopolítica de la Seguridad en América Latina"
junto a Miguel Angel Barrios, que publicará la Editorial Biblos de Buenos Aires

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