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LA MIRADA DEL SER HABLANTE NO ES LA DE UN DRON.

Estamos rodeados, contorneados. Por un presente que crea y produce continuos objetos de
consumo con el afán de que los mismos sean consumidos y desechados sin una apropiación
simbólica de los mismos. La promesa de felicidad viene con ellos, en un loop incesante. Y
esa promesa se transforma en demanda: goza! Goza que no hay tiempo. “Nuestro tiempo se
ha vuelto breve, estrecho, contraído, por lo que al estímulo le cuesta traducirse en deseo, y
al deseo le cuesta traducirse en contacto consciente, y el contacto rara vez consigue
traducirse en placer.”1
Las redes, que hoy consumen gran parte de nuestro tiempo e interés, nos presentan esas
imágenes de completud. Frecuentemente nos encontramos con fotos o videos de paisajes
vistos desde arriba. Playas vírgenes, vacías, paradisíacas, puras, con agua transparente que
parece pudiéramos beberla mientras nadamos en ella, no abordadas aún por la torpeza
humana, ni por sus deshechos ni sonidos. Así se nos presentan los anhelos. La proyección
de las vacaciones, una idea de ellas, con expectativas un tanto elevadas, y con ello, cierta
incitación superyoica a conquistar ese terreno aparentemente virgen, el de un mar sagrado,
un ideal indigerible. El disfrute se codifica como mandato desde que nuestra planificación, o
programación para ser más fieles a la metáfora, comienza con la visión de un Dron.
El imperio de las imágenes nos introduce en el orden de las pulsiones, más específicamente
en la Pulsión que Lacan llamó escópica. Aquí damos con cierta satisfacción de ver, que luego
pasaría al reverso de ser mirado, al momento de, lograda la conquista, tomarse una foto en
la playa y subirla a las redes. Mírenme, miren a donde he llegado.

El Psicoanálisis nos presenta otra versión acerca de los modos de satisfacción pulsional. La
de la paradoja. Sabemos de la pulsión que siempre se satisface, por ello Lacan dice que el
sujeto es siempre feliz. Ya que la pulsión siempre está en vías de satisfacerse, y es en su
mismo recorrido que lo hace. Ya que no hay objeto que satisfaga la Pulsión.
La paradoja está en que el ser hablante pareciera no enterarse de esta satisfacción. Siendo
sujeto dividido, ha perdido irrevocablemente su ser en sí mismo. Ha quedado marcado por el
significante. El objeto ha debido caer para instalar algo del deseo, habiéndose entregado al
campo del Otro.
Lacan en el Seminario 11 nos dice, “El único alcance de la función de la pulsión para nosotros
es poner en tela de juicio este asunto de la satisfacción”2. Si bien los síntomas son un modo
de satisfacción pulsional, en la clínica nos encontramos con sujetos que se encuentran en un
estado de padecimiento con respecto a ellos.
Tenemos entonces un sistema que insta a gozar al sujeto sin piedad, ofreciendo
la felicidad o completud como una premisa fácil de alcanzar. Por otro lado tenemos un sujeto
que padece por que se encuentra con que aquello prometido no fue realizado, y lejos de
desconfiar de aquella premisa, se culpabiliza por no lograr su cada vez más exigido disfrute.
Porque lo que esta primacía de las imágenes nos muestra es un real al que nunca se podrá
acceder como seres hablantes. Como tales, nos toparemos con playas atestadas de gente,
agua imbebible, con algas, sonidos que no son solo los del mar y las gaviotas. Nos
encontraremos con que aquella perspectiva que el dron pudo haber adoptado, no coincide
con la de nuestro campo visual.

1
Berardi, F. Futurabilidad. Caja Negra. Buenos Aires (2019) Pp. 62
2
Lacan, J. Seminario 11. Paidós. Buenos Aires (2015) Pp. 173
La vía que el Psicoanálisis puede aportar a este panorama de goces, anhelos, frustraciones,
y consumo de playas objeto, será la de responsabilizar al sujeto en su deseo entendiendo
sus características, tantas veces engorrosas, de insatisfecho y caprichoso. Alejando en cierta
medida al sujeto de la vía gozosa para encaminarlo a la del deseo y sus vicisitudes.
Es en esta disyuntiva entonces, donde aparece nuestro papel fundamental como analistas
para introducir algunas de nuestras versiones. “En tanto sabemos un poquito más que los
demás acerca de lo normal y lo anormal. Sabemos que las formas de acomodo entre lo que
anda mal y lo que anda bien constituyen una serie continua.3”
Enfrentar al sujeto a estas paradojas podría pensarse como un recurso para correrlo del
empuje al goce ilimitado que el sistema de consumo de hoy promueve.

Rita Segato, en su libro La guerra contra las mujeres, introduce el concepto de “mundo de las
cosas” y explica que “Este flujo pulsional hacia el mundo de las cosas de sujetos desgajados
de territorios en que los vínculos perdieron su oferta y magnetismo exhibe la forma en que el
deseo es producido por un exceso que se presenta como fetiche, es decir, mistificado y
potente4.” Podría pensarse esta conceptualización, en relación a este mercado imaginarizante
que invoca a la satisfacción de las pulsiones escópicas desconsiderando esta paradoja que
las mismas acarrean. Promoviendo así la felicidad mediante el consumo de cosas y tachando
la importancia del campo del Otro en el disfrute de los sujetos.
Lacan introdujo el Discurso capitalista para hablar de una relación en la que el sujeto, en
lugar de dirigirse a otros sujetos, se relaciona con objetos plus de goce. En esta fórmula
discursiva, a diferencia de las otras cuatro (Discurso del Amo, Discurso de la Histérica,
Discurso de la universidad, Discurso del Analista), el lugar del Agente ocupado por el sujeto
está en relación, ya no al Otro, sino a la producción. Lugar encarnado por el objeto a, objeto
de la satisfacción. Lo novedoso de este discurso es que hay una relación directa con la misma.
Nos encontramos aquí con un goce desregulado, que desemboca en el malestar y la
decepción debido a que ubica al sujeto deseante al servicio de las producciones del mercado.
Este discurso no quiere saber nada de la castración del sujeto.
Lo que el Psicoanálisis entonces puede aportar son enunciados que den lugar a la castración.
Porque la mirada del sujeto deseante, agujereado y barrado, no se puede comparar a la de
un dron. El desajuste está en la pretendida interlocución entre un sujeto y una máquina, como
si la misma también estuviera atravesada por un registro simbólico, o como si los sujetos
fueran una serie de Cyborgs que pueden ser programados para el disfrute a través de
algoritmos.
“En la medida en que el lenguaje se sometió al dominio de la técnica, y el automatismo
tecnolinguístico se adueñó de las relaciones sociales, la libertad se convirtió en una palabra
vacía…5”, expone Bifo Berardi al hablar de la relación entre las máquinas y los seres
humanos.

Lo que intento subrayar, es la responsabilidad ética que los psicoanalistas tenemos con
respecto a este panorama. Tanto en la práctica clínica con sujetos de época, como en la
puesta en escena y cuestionamiento de las teorías psicoanalíticas.
“El punto de referencia que hemos querido destacar para una rectificación general de la teoría
analítica es la relación del sujeto con el significante, porque este es primordial y constituyente

3
Lacan, J. Seminario 11. Paidós. Buenos Aires (2015) Pp. 174
4
Segato, R. La guerra contra las mujeres. Prometeo. Buenos Aires (2018) Pp. 30
5
Berardi, F. Futurabilidad. Caja Negra. Buenos Aires (2019) Pp. 53
tanto en la instauración de la experiencia analítica como en la función radical del
inconsciente.6”
El avance de la técnica, los nuevos tipos de comunicación, los discursos del mercado, entre
otros, nos desafían como analistas por su impronta en las modalidades de subjetivación e
identificación, así como por su relación intrínseca con el deslizamiento del deseo, la pulsión
y el goce.

En un tratamiento psicoanalítico, se espera el posicionamiento dentro del discurso de la


histérica en vías de que el sujeto del inconsciente se responsabilice de su deseo.
En su fórmula encontramos al objeto a, la cara real del síntoma, su lado gozoso, en la posición
de la Verdad. Siendo que la misma se encuentra velada para el sujeto.
En tanto el objeto está perdido de entrada, no quedará más para el ser hablante que
relacionarse con su falta mediante una posición fantasmática. El objeto es entonces un
agujero, y la falta será velada por el fantasma. El Psicoanálisis sostiene ese agujero mediante
la construcción de saberes sobre una verdad siempre dicha a medias.
De esto podría inferirse que una vez más nos encontramos con una verdad que, lejos de ser
universal, como la que el discurso capitalista sostiene, será elaborada en cada caso, con cada
paciente.
En este sentido, el Psicoanálisis sería una suerte de recurso para construir versiones
subjetivas, verdades a medias y ficciones, haciendo frente a estas demandas cada vez más
homologizantes y totalizadoras de la época, creadoras de nuevos síntomas e identificaciones
y causantes de grandes montos de angustia.
En esta era de la inmediatez, sin tapujos, donde todo se muestra y todo se dice, incluso
cuando no hay respuesta (“Me clavó el visto”, se escucha mucho), el analista intentará
introducir algo de la vergüenza, otra versión de la angustia, poniendo velos. Pero para esto
habrá que estar advertidos de estas vicisitudes de la época, y sentirnos con el compromiso
ético de pensar la teoría en relación a los discursos actuales.
En un sistema que osa pedir completud, habilitar a los sujetos a enfrentarse con la falta que
sostiene su deseo, podría ser el apoyo que el Psicoanálisis brinde para poner coto a esta
desregulación del goce.

María Manuela Cámara Chaves,


Angel Carranza 2347- Dpto 101- 1425
+33 07 66498698
manuecamara@gmail.com
No mantengo ninguna relación con un hospital o institución en este momento.

6
Lacan, J. Seminario 11. Paidós. Buenos Aires (2015). Pp. 144

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