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Cardoso, Ciro F. S. (1985). Introducción al trabajo de la investigación histórica.

Barcelona: Editorial Grijalbo.

El autor de la obra es un historiador de origen brasileño que se ha destacado


por haber escrito varias obras relacionadas a la metodología de la investigación
histórica. También se ha destacado por fungir como profesor de historia en varias
universidades de Latinoamérica y Europa. La obra reseñada precisamente lleva
como título; Introducción al trabajo de la investigación histórica, sin embargo en
palabras del propio autor, se destaca el siguiente hecho; “este libro puede ser
considerado como un trabajo de filosofía de la ciencia”. De hecho esta obra es una
continuación de otra obra escrita por este autor en conjunto con el bien conocido
historiador centroamericano de nombre Héctor Pérez Brignoli. En las primeras
páginas de la obra reseñada, el autor dedica esta tarea a su colega y compañero de
trabajo e investigación ya fenecido. El doctor Cardoso considera esta secuencia de
la obra original como una reestructuración mejorada de la primera a tono con las
sugerencias e inquietudes presentadas por los estudiantes en su experiencia
docente en los países de Costa Rica, México y Brasil. Esta observación anterior es
expuesta por el autor en el segundo párrafo de la introducción a su libro.
La obra anterior se presenta como una antítesis frente a los numerosos libros
de reflexiones filosóficas o epistemológicas sobre la historia que se publican cada
año. Su propósito es ilustrar sobre las herramientas básicas del oficio de historiador
que escribe la historia. Se discuten las herramientas de investigación de que éste se
sirve para interpretar los datos que se refieren a las vidas de los seres humanos,
estudia la evolución que define la subsistencia (la producción, las fluctuaciones
económicas, las empresas) y analiza la estructura de la sociedad para comprender
mejor los movimientos, las luchas sociales y las mentalidades colectivas que los
inspiran. La pasada obra al igual que la reseñada en esta ocasión analiza los
métodos investigativos desde una óptica científica, sin dejar de percibirse la gran
influencia marxista en estos respetados historiadores latinoamericanos. Es
importante resaltar que la obra está escrita una decena de años antes del golpe que
sufrieron algunas de la ideas de Marx con la caída de la Unión Soviética.

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El texto consta de unas 216 páginas divididas en dos partes que en total
suman unos seis capítulos. A la primera parte el autor la denomina con el término
de “conocimiento” y a la segunda parte se refiere a ella con las palabras “método e
historia”. La primera sección del libro el autor la dedica a presentar un resumen del
conocimiento científico, del método científico y de la relación existente entre ciencia
y sociedad. Cabe destacar el hecho que el vocabulario desplegado en esta sección
es sumamente técnico, de difícil asimilación para el lector que no contenga en su
arsenal un dominio elevado de terminología técnica y científica. De lo contrario se
tendrá que recurrir a un diccionario especializado o a otras fuentes relacionadas
para poder conceptualizar su contenido. Sin embargo, la obra no está escrita para
principiantes en el oficio de historiador, es más bien un manual para establecer
guías y procedimientos al momento del historiador escribir, por lo tanto en este
sentido la crítica no puede considerarse como un aspecto negativo del texto.
En la segunda parte la obra presenta al lector una visión clara y concisa del
método científico de investigación y de su aplicación al campo de la investigación
histórica. Se discuten diversas técnicas historiográficas (las tradicionalmente
consideradas, no sin cierto carácter despectivo, como las “ciencias auxiliares de la
historia”), y su importancia como elemento indispensable en el proceso de
construcción global del devenir histórico de las sociedades. Partiendo de la base de
que la microhistoria o fragmentación del análisis histórico es una realidad contra la
que parece imposible luchar, esta obra ofrece al lector una visión holística de la
ciencia histórica a partir de la introducción teórica y metodológica científica aplicada
a la investigación histórica. Además enfatiza en las técnicas historiográficas,
explicando cuáles son sus principales características y limitaciones. El estilo
utilizado para describir esta metodología motiva al lector para que entienda cual es
el oficio de historiador, con la finalidad de que perciba la importancia que éstas
tienen en el contexto de las ciencias históricas. Se plantea el hacer una ciencia
histórica "con sujeto humano" que escape del objetivismo historicista y de la historia
subjetiva de la post modernidad. El historiador descubre el pasado conforme lo
construye, y debe estar consciente de dos subjetividades, la propia, presente en su
interpretación de la realidad, y la de los agentes históricos.

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El texto está estructurado además con una introducción bastante clara del
propósito del autor al escribir la obra. En la misma se demuestra el esfuerzo
realizado para poder brindar el historiador los objetos necesarios al momento de
realizar su tarea. El índice es más bien una tabla de contenido en donde
cronológicamente se divide el cuerpo del trabajo en secciones, capítulos y subtemas
de capítulos. Al revisar el texto no se encontró incongruencias entre las partes y los
números de las páginas designados. Otro mérito de la obra que se puede
mencionar son las citas utilizadas por el autor. Las mismas son variadas y su
referencia se encuentra fácilmente al pie de la página en donde se mencionan. Algo
que se puede mencionar como un aspecto a mejorar es que la obra no cuenta al
final con una sección dedicada a la bibliografía citada. Tal vez la casa publicadora
tuvo algo que ver con esto por que las últimas páginas del texto se utilizan para
mencionar otros libros publicados por la Editorial Grijalbo, publicadora del texto
reseñado. Esta observación se puede interpretar como un ejemplo más de la teoría
que sustenta que la economía es la base de la superestructura de los modos de
producción y del sistema social. Sin embargo estos son pensamientos mecanicistas
o estructurados basados en el movimiento modernista de la época en que surgen las
teorías económicas y la revolución científica durante finales del siglo diez y ocho,
diez y nueve y hasta finales del siglo pasado.
En el análisis de la aplicación del método científico al oficio de historiador se
plantea también la necesidad de definir a la historia desde la perspectiva de las
ciencias sociales y también como parte de las humanidades. Se sugiere que se
amplíe el concepto de fuente histórica tradicional mediante la incorporación de
métodos y técnicas que el historiador debe descubrir y utilizar, tales como la historia
oral o iconográfica, restos no escritos de tipo material, silencios, errores etc. Todo
esto está unido a la formulación de hipótesis, de explicaciones e interpretaciones
que se otorga al investigador con la facultad de enriquecer y construir nuevas
fuentes. Algo que debió considerar el autor al presentar esta información es la
elaboración de gráficos para facilitar la comprensión de las ideas. A lo largo del libro
la cantidad de diagramas y tablas son bastante limitados. La obra también recupera
la idea ya esbozada con anterioridad de la necesidad de la interdisciplinariedad con

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las ciencias sociales, las ciencias naturales, la filosofía y la tecnología. Sin embargo
nos alerta en cuanto a no aspirar a una ciencia social unificada, o a otorgar
demasiada confianza al diálogo historia-ciencias sociales, como receta mágica para
resolver problemas históricos así como a evitar dispersar la historia en otras
disciplinas.
En el capítulo cuatro del texto el autor realiza un análisis sobre la controversia
de si es o no la historia una ciencia. A través del mismo introduce las principales
escuelas de pensamiento que insistían en desvirtuar la conceptualización de la
historia como ciencia y los refuta con argumentos lógicos y convincentes. Estos
argumentos los esboza de manera científica, proveyendo todas las evidencias
necesarias, desarmando de esta forma a los atacantes con sus propias armas.
Inclusive tiende a ridiculizar de manera muy sutil a los que niegan a la historia sus
propiedades científicas al criticarlos por su falta de conocimiento de cómo, con que
objeto y para que trabajan los historiadores. En este sentido el doctor Cardoso
crítica sagazmente a Levi Strauss, Louis Althusser y Raymond Aron por sus
posturas. El autor plantea que existen métodos de investigación científicos para la
historia, aunque acepta que el carácter subjetivo de los seres humanos que la
escriben y que la protagonizan pudiera alterar la concepción científica de la historia.
Para sostener su punto de vista el autor cita autoridades del campo, tales como
Carlos Marx, Pierre Vilar, Carlos Rama y otros. Otro elemento que se presenta
sobre el debate relacionado al carácter científico de la historia es la dependencia de
este concepto de la definición que se aplica, de los requisitos necesarios para llenar
esta definición y de la metodología histórica que se utilice para investigar. También
puntualiza la necesidad de considerar la época y el contexto en el que se aplica la
definición y el contexto y época en que se desarrolla el estudio o investigación
histórica.
En el capítulo cinco explica las etapas del método histórico. El capítulo
resalta la tecnicidad y la metodicidad del trabajo con documentos históricos y a su
vez, el autor mantiene un elevado lenguaje, característico de toda su obra, para
poder explicar estos conceptos. En algunos casos específica en demasía los
detalles lo cual causa cierta fatiga y distracción al lector. Esta característica que se

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presenta en el estilo de escribir puede llevar a perder la concentración del lector.
Por otro lado hay que resaltar el hecho que aún a pesar que el autor recomienda el
uso de índices onomásticos, temáticos, etcétera, en esta obra no aparece alguno.
Dado la gran cantidad de personajes y citas a los que se hacen referencia en el texto
es altamente recomendable que el autor haga uso de sus propias recomendaciones.
Cuando el autor cuando escribe describiendo su punto de vista de temas
controversiales lo hace en primera persona. Ejemplo de esta aseveración se puede
localizar en el capítulo seis cuando aborda la temática relacionada a la forma de
concebir el tiempo en la historia comparándolo con la teoría de la relatividad y la
teoría quántica. Sin embargo un gran aporte de la obra es que resume las
principales tendencias historiográficas en unos puntos básicos. Partiendo de la
premisa de que el sujeto influye en el producto final de su investigación, debe
procurarse, identificar grupos, escuelas y tendencias historiográficas, y aplicar tres
conceptos claves: el paradigma, como conjunto de valores compartidos, la
revolución científica como ruptura y continuidad disciplinar y la comunidad de
especialistas por su poder decisorio, y esto último condicionado por el entorno
social, económico y político.
Para Cardoso la utilización de los avanzados medios de comunicación ha
promovido la descentralización historiográfica inédita conducente a rebasar los focos
nacionales, sin embargo, la globalización historiográfica no debe ser concebida
como un proceso uniformador, mas bien el ejercicio de la historia debe identificarse
como una tarea realizada en ámbitos superpuestos e interrelacionados, desde lo
local hasta lo internacional. De la misma forma, se enfatiza en la necesidad de que
los historiadores recuperen su autonomía sobre cualquier poder académico,
ideológico, político e incluso editorial. El investigador debe recuperar la libertad de
cómo, cuándo y porqué realizar su investigación, y poder proceder de acuerdo a las
necesidades historiográficas que él identifique como necesarias. Por otra parte, se
afirma que la vía más nociva para imponer la propia tendencia historiográfica,
normalmente conservadora, es negar que existan o deban existir tendencias
historiográficas. El desconocimiento de diversas tendencias o el aislamiento

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conducen a la ausencia de reflexión y discusión, obstaculizando la utilidad científica
y social del trabajo profesional.
En la obra se plantea la necesidad de la tarea autocrítica que se pretende
llevar a cabo, la cual no exige ignorar los aportes de las escuelas historiográficas del
siglo XIX, mas bien su existencia supone los cimientos sobre los cuales se pretende
construir un nuevo modelo. En relación con las nuevas generaciones, se hace
énfasis en la responsabilidad de la generación presente, sobre todo en su papel de
formadores de futuros historiadores e investigadores, y se afirma nunca fue tan
crucial continuar explicando la historia con enfoques avanzados, también por su
autocrítica, desde la enseñanza primaria y secundaria hasta los cursos de post
grado. La historia futura está condicionada por la educación que reciben aquí y
ahora los historiadores futuros.
En cuanto a los aspectos teóricos, el libro es contrario a una división del
trabajo del historiador, en el sentido que éste se constituya únicamente como un
proveedor de información que sea utilizada por otros profesionales de las ciencias
sociales. Se subraya la necesidad del compromiso del historiador en cuanto a cerrar
su ciclo desde el trabajo de archivo hasta la valoración y reivindicación de su
impacto en las ciencias sociales y humanas, en la sociedad y en la política. A esto
debe agregarse que el investigador se obligue a una doble tarea. Su labor reflexiva
intelectual y su trabajo empírico, en otras palabras, fusionar teoría y práctica.
Desde el punto de vista social se pone de manifiesto la necesidad de dos
reivindicaciones, una ante la sociedad y el poder en cuanto a la importancia de la
función ética de la historia, de las humanidades y de las ciencias sociales en
general, en la formación de ciudadanos y conciencias comunitarias. En este sentido
la urgencia de reconocer como propios los problemas de la nueva generación de
historiadores, cooperando con una visión que revalorice el trabajo del profesional,
del académico y del investigador debe estar presente en todo trabajo histórico-
científico.
El compromiso del historiador debe dirigirse a combatir los grandes males
sociales, y desde la verdad conocida, poner en evidencia aquellos mitos que han
sido servidores de intereses diversos y que han presentado una historia manipulada.

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Resistiendo desde el conocimiento del pasado, los futuros indeseables. En otro
orden, partiendo de que todo es historia, tanto pasado como presente, y que el
historiador se enfrenta a la realidad en un contexto temporal continuo, no se
encuentran grandes diferencias cualitativas entre una historia inmediata y una
historia mediata. Sin embargo se reconoce que la responsabilidad del historiador
aumenta en la medida que se aleja del hecho. El futuro, se afirma, está mas abierto
que nunca, y las concepciones finalistas de la historia han sido superadas, y
aludiendo a la escuela de los Annales, se formula comprender el pasado por el
presente y el presente por el pasado y en la actualidad, añaden, también es
necesario hacer un énfasis en la interrelación pasado/ futuro.
Se concluye afirmando que el nuevo modelo científico propuesto parte de los
cambios históricos que se vienen dando desde los años ochenta, hechos que
muchos han calificado como un cambio de civilización. La historia en sí misma es
parte de este proceso transformador y aspira a que sus propuestas abran el diálogo
y promuevan un consenso académico que contribuya a la formación de un
paradigma concebido como un conjunto plural de valores y creencias que regulen la
profesión del historiador. Según las recomendaciones del propio autor sería
prudente entonces llevar a cabo una revisión de nuestra historiografía que permita
identificar los vacíos teóricos que existen en contextos académicos y en la
bibliografía local. También realizar un análisis para hacer una evaluación de los
métodos de investigación científica y no científica de la historia. Para esto es
necesario construir un conjunto de ideas, que constituidas puedan servir de un
modelo propio, capaz de conciliar los nuevos enfoques, con nuestras necesidades,
diferencias, debilidades y fortalezas todo esto con el fin de iniciar un proceso de
renovación de la historia, que mediante posturas críticas promueva una nueva forma
de investigar. La culminación de un trabajo como este, solo podría ser productiva, si
trasciende de los círculos de especialistas a las aulas de educación desde la
primaria hasta la educación superior, pasando por todos los espacios intelectuales
involucrados, hasta la investigación y divulgación de la historia. Es tarea de los
maestros y profesores llevar este mensaje a sus alumnos.

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