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¿Qué es el estilo?
o la palabra.
El estilo es la marca personal del talento. Cuanto más original es el estilo, más personal
es el talento. El estilo es la expresión, el arte de la forma, que hace sensibles nuestras ideas y
Es necesario convencerse de que las cosas que decimos no impresionan más que por el
modo de decirlas. En términos generales, todos pensamos poco más o menos las mismas
cosas. La diferencia está en la expresión y el estilo. Eleva lo común; halla nuevos aspectos
Escribir bien, es, a la vez, pensar bien, sentir bien y rendir bien.
“Nada vive más que por el estilo”, dice Chateaubriand. En vano se grita contra esta
verdad. La obra mejor entendida, y llena de las más prudentes reflexiones, nace muerta, si le
falta el estilo.
El estilo es el arte de apreciar el valor de las palabras y las relaciones de éstas entre sí.
Las ideas simples que representan las palabras del diccionario no bastan para formar
un escritor. El que conozca todas esas palabras, puede, sin embargo, ser incapaz de trazar una
frase, porque el talento no consiste en utilizar secamente las palabras, sino en descubrir los
El estilo es, pues, una creación de forma por las ideas y una creación de ideas por la
forma. El escritor crea hasta palabras para indicar una relación nueva. El estilo es una
Guy de Maupassant dice en alguna parte: “Las palabras tienen alma. La mayoría de los
lectores y hasta de los escritores no les piden más que sentido. Es necesario encontrar ese
alma, que aparece al contacto de otras palabras, que brilla y alumbra ciertos libros con una
luz desconocida, muy difícil de hacer brotar. Hay en los acercamientos y las combinaciones
del lenguaje escrito por ciertos hombres, toda la evocación de un mundo poético que el
pueblo de los mundanos no sabe ver ni adivinar. Cuando se le habla de eso, se resiente,
razona, argumenta, niega, grita y quiere que se le demuestre. Sería inútil intentarlo. No
“La gracia divina, ha dicho Bossuet, llueve sobre el rico como sobre el pobre”.
He ahí una palabra tomada de una acepción nueva y que forma una imagen soberbia.
Lo mismo este otro pensamiento: “Dormid vuestro sueño, grandes de la tierra”; y este
“La claridad de la luna, su claridad gris perla, descendía sobre la cima indeterminada
de las selvas”.
Hasta hay palabras de una vulgaridad técnica, oficial, que producen grandes efectos
cuando un artista les encuentra una aplicación imprevista. ¿Hay algo más incoloro que la
“Los tristes chorlitos, anunciadores del otoño, habían aparecido en una tormenta de
lluvia”.
Otro habría podido decir: “Los chorlitos, esos tristes pájaros que anuncian el otoño,
El estilo es, pues, la manera que cada uno tiene de crear expresiones para manifestar su
pensamiento. Puede ser largo, corto, coloreado, seco, abundante, vivo, periódico, según los
temperamentos.
Es difuso, pálido, incoloro, cobarde, en los malos escritores; conciso, nervioso, con
Es tan completa la unión entre el carácter y el estilo de una persona, que por eso ha
estilo del hombre. El estilo es el reflejo del corazón, del cerebro y del carácter.
“Los pueblos de Oriente, dice Blair, han recargado su estilo en todos los tiempos con
figuras fuertes e hiperbólicas. Los atenienses, pueblo sutil y culto, se formaron un estilo claro,
puro y correcto. Los asiáticos, amigos del fausto y de la nobleza, tenían un estilo pomposo y
difuso. Las mismas diferencias pueden notarse hoy día entre el estilo de los franceses, los
erudición. Por eso, al decir que es necesario leer mucho para ser capaz de escribir, se supone,
bien entendido, que se tienen aptitudes para el estilo, por lo menos una mediana vocación y
un gusto determinado. Sin eso, ni la erudición más inmensa, hará encontrar un giro de frase.
Hay hombres muy sabios que nunca serán escritores, y hay escritores brillantes que no saben
gran cosa. El saber y el arte de escribir, son cosas distintas, que no van siempre juntas.
El Discurso sobre el estilo de Buffon contiene las mejores páginas que conocemos
sobre este asunto. Nadie ha explicado mejor los procedimientos de un arte que puede
considerarse como una ciencia, ni ha expuesto mejor las diversas operaciones del espíritu
Hay, sin embargo, en ese Discurso de Buffon una tendencia visible a aconsejar el
empleo de los términos generales y a dar al estilo una especie de giro sintético y rígido, que
constituye ciertas hermosas partes del estilo, pero que no es todo el estilo. Villemain ha tenido
¡Pero qué profundo sentido de la belleza escrita y cuántos consejos prácticos! “Las
obras bien escritas, dice Buffon, serán las únicas que pasarán a la posteridad”. Y agrega:
“Todas las bellezas que se encuentran, todos los giros de que está compuesto el estilo, son
otras tantas verdades tan útiles y tal vez más preciosas para el espíritu humano, que las que
“Es estilo, dice Buffon, es el orden y el movimiento que se pone en los pensamientos”.
aparte.
Los otros dicen: El fondo y la forma todo es uno; no se les puede separar, como no
puede separarse el músculo de la carne. Es imposible expresar una idea que no tenga su
forma, como no se puede concebir una criatura humana que no tenga alma y cuerpo. Cuando
se cambia la forma, se cambia la idea, y del mismo modo, la modificación de la idea arrastra
En ciertos casos muy raros, el cambio de la forma no altera la idea. Así ocurrirá si yo
digo: “Llueve” por: “cae agua”; llorar, por verter lágrimas; arrodillarse, por ponerse de
rodillas; sonó un ruido, por se oyó un ruido, habré empleado una forma mejor que no habrá
cambiado la idea; pero eso es más bien una sinonimia que una modificación de forma.
Fuera de esta clase de correcciones puramente gramaticales, la idea sufre siempre los
cambios de la forma. Yo escribo esta frase: “Nuestros corazones embriagados del amor
mundano...” La modifico y pongo: “Nuestros corazones encantados del amor del mundo...”
(Bossuet). La idea se ha modificado según los matices de una forma nueva. Encantamiento
dice otra cosa que embriaguez, y amar al mundo no es lo mismo que sentir amor mundano.
Escribo esto: “Después de la muerte veremos a Dios tal como es, alumbrando a todos
los hombres con su presencia”. Trabajo esa forma, la modifico y encuentro esta: “Después
de la muerte veremos a Dios al descubierto, iluminando todos los espíritus con los rayos de
su faz”. (Bossuet). Se me dirá, tal vez, que solamente ha cambiado la forma y que la idea
sigue siendo la misma; no, la idea también se ha modificado; tiene otro aspecto, otro sentido,
En vez de hacer esta demostración sobre algunas líneas solamente, puede hacerse sobre
He aquí una frase con una hermosa imagen, sobre la noche en las soledades de América:
Esa frase no me satisface; cae demasiado bruscamente; quisiera encontrar una palabra,
He aquí otro pensamiento. Se trata de decir que las mujeres romanas son tan bellas
“Se las tomaría por las estatuas de sus templos, descendidas de su pedestal...”
Hermosa imagen, pero que no me basta; quiero realzarla, embellecerla. Todo lo que
Obtengo esto:
“Se las tomaría por las estatuas de sus templos, descendidas de su pedestal, y que se
su efecto. ¿Se dirá que la ida no ha cambiado? Sí ha cambiado, sí. La primera frase era
conocida; la habíamos leído en alguna otra parte; pero la segunda, que constituye el cuadro
Luego, pues, la forma y el fondo todo es uno. No es posible, en general y de una manera
definitiva, tocar la una sin alterar la otra. Cuando se dice de un fragmento: “El fondo es
bueno, pero la forma es mala”, eso no significa nada, porque es el valor de la forma lo que
hace bueno al fondo. Habría que decir: “El fondo podría ser excelente si la forma fuera
Si yo grito: “¡Oh, Jesús, Dios crucificado!”, empleo un estilo correcto, pero en esa
forma se dice con mucha frecuencia. Quiero pensar una forma mejor. Busco y encuentro:
“¡Oh, Jesús, Dios anonadado!” (Bossuet). La expresión es magnífica; pero, de pronto, la idea
Todos hemos podido comprobar que, trabajando, rehaciendo las frases, creemos no
cambiar nada, no mejorar más que la forma, y he aquí que todo se amasa, las ideas se
percibimos imágenes inesperadas, giros nuevos, tanta verdad es que no puede tocarse la
Entre otros consejos notables, y que es necesario retener para formarse idea del estilo,
recomienda Buffon “que se agregue el colorido a la energía del dibujo”. Quiere “que se dé a
cada objeto una luz fuerte”; expresa el deseo de que cada pensamiento sea una imagen. Este
colorido.
Hay en este trabajo del estilo (y es un trabajo considerable) una parte que es el orden,
las piezas de ese tablero de ajedrez que se llama una frase, una página, un capítulo.
Hasta en la parte arreglo, el arte de colocar las palabras y de combinar las frases, es
precisamente porque constituye la esencia del estilo. Esto es lo que hizo decir a Lamotte: “Un
gran número de bellezas de los autores antiguos están adheridas a expresiones particulares
de su lengua, o a relaciones que, no siéndonos tan familiares como a ellos, no nos causan el
mismo placer”.
El cuidado de la forma es lo primero que debe preocupar a los que tienen gusto en
escribir, pues ella comprende también el fondo, y es la que da valor a una obra. Emilio Zola,
que no tuvo más que un don muy brutal de escribir, y que nunca se dignó perfeccionar su
forma, se alzó contra esta teoría. “No es verdad, dijo, pese a Buffon, Boileau, Chateaubriand
y Flaubert, que han repetido obstinadamente lo contrario, no es verdad que baste tener un
estilo muy cuidado para señalar para siempre nuestro paso en la literatura. La forma es lo que
cambia y pasa más pronto. Es preciso, ante todo, que una obra sea viva, y sólo puede ser viva
con la condición de ser verdadera. Se gana la inmortalidad poniendo de pie a las criaturas
vivas”. Nada más falso que eso. La creación de esos seres vivos no irá a la posteridad como
Virgilio?” Que Zola no pudiera juzgarla es muy posible; pero hay personas que pueden
hacerlo, y no es preciso haber hecho grandes estudios para leer a Virgilio en su texto. En todo
caso, una tradición ininterrumpida de historiadores y autores antiguos nos dice que su estilo
causaba admiración en su tiempo, y es, precisamente, esa superioridad de forma lo que los
ha inmortalizado. Si sus versos hubieran sido malos, sus contemporáneos no los hubieran
aprendido, y si su estilo hubiera sido mediocre, su obra no habría llegado hasta nosotros. No
existe obra maestra sin forma cuidada, y una obra mal escrita no puede vivir, por la razón de
que no hay una mala que haya alcanzado hasta estos tiempos. El fondo y la forma se
corresponden. Don Quijote, que es un modelo de obra viva, es, también, un modelo de estilo,
traducción. No tenemos más que su fondo. La forma pues, no se identifica con el fondo”. Al
necesario, si se quiere, separarlos, puesto que se trata de una traducción. Queda lo que puede
conservarse. Las buenas traducciones son las que conservan más. Por otra parte, cuando se
trata de obras maestras, la forma está tan mezclada con el fondo, tan pegada a la idea, que la
idea misma queda patente después que ha desaparecido el encanto del texto. Por eso, en una
buena traducción, las descripciones de Homero son tan vivas como cualquier página de
Fuera de estos principios, que hay que mirar como verdades absolutas, no se puede dar
más que una apreciación vaga del estilo. Es preciso, como dice Pascal, haber arreglado el
reloj, y burlarse de aquellos cuya hora varía. “Hay un buen y un mal gusto, ha dicho La
Bruyére, y sobre eso se puede disputar”. Nada más común que los juicios hechos. Se cree
acertar cuando se dice al azar: “Esto está bien escrito; esto está mal escrito; Fénelon escribe
LECCIÓN QUINTA
Falsa división de los estilos y de los pensamientos. — Por qué varían los estilos. —
análisis teóricos. Se cree hacer obra de enseñanza práctica descomponiendo, como se dice,
los elementos del estilo y sus cualidades, elementos generales, elementos particulares,
Que no se busque nada parecido en nuestra obra. Hemos evitado cuidadosamente todo
lo que parezca una división ficticia, toda especie de clasificación. Este libro no ha sido para
enseñar qué es un pensamiento fuerte o un pensamiento fino, qué es claridad, qué es finura y
qué es naturalidad. Estas distinciones cargan la memoria, no enseña nada y son esencialmente
arbitrarias.
pensamiento sublime que no sea a la vez un pensamiento fuerte, verdadero, natural y justo.
Lo mismo ocurre con los estilos. No es verdad que sean numerados y clasificados en
No hay estilo florido, como no hay tampoco estilo templado. Son invenciones que
deberían desterrarse para siempre de la enseñanza. Hay estilos apropiados al asunto, eso es
todo lo que se puede decir; o tonos de estilo, tonos personales, sonidos diferentes, según la
Es superfluo enseñar que las primeras cualidades del estilo son: 1°, la claridad; 2°, la
pureza, etc., lo que significa: se debe escribir para hacerse comprender, y se debe escribir en
El estilo difiere según los asuntos y, a veces, según los géneros; pero los géneros tienen
cierta tendencia a confundirse. Por más que se les distinga, acaban por tocarse. El espíritu
clásico no admitía el estilo familiar en las tragedias. Sin embargo, Shakespeare lo empleó.
“El estilo, concluye Condillac, varía en cierto modo hasta lo infinito, y algunas veces
varía con matices tan imperceptibles, que no es posible notar el paso de los unos a los otros.
No hay reglas para asegurarse del efecto de los colores que se emplean; cada uno juzga de
distinto modo, porque se juzga según las costumbres que se han adquirido, y con frecuencia
Nos imaginamos gustosos tener ideas absolutas de todas las cosas de que hablamos,
hasta el momento en que hace falta alguna reflexión para notar que las palabras grandes y
pequeñas no significan más que ideas relativas. Así, cuando decimos que Racine, Boileau,
Bossuet y la señora de Sevigné escriben con naturalidad, tenemos que tomar esa palabra en
un sentido absoluto, como si la naturalidad fuera la misma en todos los géneros; y creemos
Sin embargo, algunas grandes ideas, algunos principios generales abarcan todos los
demás, dominan la cuestión y deben guiarnos en el estudio de los diversos caracteres del
estilo.
Las tres cualidades que debe tener un buen estilo, y que resumen las demás, son, en
nuestra opinión:
1° La originalidad.
2° La concisión.
3° La armonía.
Hay un estilo hecho, un estilo vulgar, para el uso de todo el mundo, un estilo clisé,
cuyas frases neutras y usadas sirven para cada uno; un estilo incoloro construido solamente
con las palabras del diccionario; un estilo muerto, sin llama, sin imagen, sin color, sin relieve,
escritores que no son artistas; un estilo burgués y correcto, irreprochable y sin vida.
Si debe usted escribir como todo el mundo, es inútil que tome la pluma.
Pero, si hay un estilo vulgar, debe haber un estilo original, pues la originalidad es lo
el que sorprende, el que seduce, el que tiene su marca personal. La originalidad reside, sobre
todo, en la manera de decir las cosas, de expresar las ideas, de dar valor al fondo.
Es, pues, necesario, desde ahora, abandonar los prejuicios de escuela y formarse una
idea nueva del estilo. En el colegio nos decían lo que debía ser; pero no nos lo enseñaban.
Sabíamos bien que debíamos tratar de escribir como Bossuet (más o menos, bien entendido)
sin poder entrar nunca. Buena o mala, tenemos una llave. Abramos la puerta.
He aquí una descripción de Nisard, Camino de Pau o Aguas Buenas, citado como
modelo en un Curso práctico y razonado del estilo (10° edición), cuyo autor es profesor de
retórica.
desliza en el fondo del valle, paralelamente al camino, por lo que el viajero marcha
siempre entre dos frescuras: la de la sombra y la de las aguas. Hay también bosques
sobre la montaña opuesta; pero esos bosques no bajan: se detienen en la falda, viñas
y praderas extendidas sobre la pendiente o el valle, con un extremo tocan las aguas
del arroyuelo, con el otro van a unirse a la linde de los bosques. Nada más suave
que los movimientos de esas dos pequeñas cadenas; son sinuosas como el arroyo;
tan pronto las veis hundirse y como ahuecarse, tan pronto salir en codos, tan pronto
trazar una línea recta que rompen bruscamente por un rodeo, se separan, se
acercan; aquí se abren de pronto como una decoración de espera que ocultaba otra,
y dejan ver el Pico del Mediodía, que guarda sus nieves todo el año; pues ellas se
algunas leguas.
Más lejos, el camino cambia, dejáis el valle para entrar en una garganta. Otra
cadena de montañas forma esta garganta; otro río se desliza en el fondo, el hermoso
maravillosas.
está pintado nada. Es una página de guía Joanne, o Baedeker; no una descripción, sino una
enumeración geográfica: a la derecha hay esto, a la izquierda esto otro; luego se sube, luego
¿No reúne ese trozo encantador todas las cualidades que se exigen más arriba
a la descripción? Es tan claro, es tan neto, que uno cree formar parte del viaje. Se
ve, se tocan los objetos. Hay una verdad, una exactitud irreprochable en todo el
cuadro; se lo siente, se le juraría sin haber hecho el camino, por la precisión de los
Pregunto de completa buena fe: ¿Cómo se quiere que un alumno aprenda a escribir,
He aquí un ejemplo de vulgaridad auténtica. Todo el mundo puede escribir así, sin
color, sin evocación, sin imagen, sin pintura. Ese ejemplo de estilo vulgar es el que se
Veamos ahora una página de otro escritor, que pasa por admirable, y que lo ha sido
Todas sus ideas eran confusas y se sucedían con tanta rapidez que ella no
tenía tiempo de detenerse en una sola (?). Era como esa serie de imágenes que
férrea. Pero así como en medio de la carrera más impetuosa, el ojo que no distingue
todos los detalles logra, sin embargo, discernir el carácter general de los sitios que
cruza, del mismo modo, en medio de ese caos de pensamientos que la asaltaban, la
sobre una pendiente rápida en medio de precipicios horribles. Que Max la amaba,
no podía dudarlo. Ese amor (ella decía: ese afecto) databa de lejos; pero hasta
entonces no se había sentido alarmada. Entre una devota como ella y un libertino
serio a un hombre tan ligero como lo era Max es su opinión, ella no había nunca
pensado que ese afecto pudiera llegar a ser un día peligroso para su tranquilidad.
He aquí otro ejemplo de estilo vulgar del que es necesario huir. En la medida de lo
posible, no se debe nunca escribir con frases hechas. La marca del verdadero escritor, es la
Los fragmentos que acabamos de citar, están y estarán mal escritos, mientras se puedan
reemplazar sus frases clisés por otras más exactas; mientras se pueda pones una palabra sola
en lugar de dos, dos en lugar de tres, tres en lugar de cuatro, etcétera. En fin, ese estilo será
Entonces, se me dirá, ya no hay medio de escribir. Las personas que usted cita son
escritores que se han hecho una reputación. No es posible reformar la lengua. Criticar es muy
Todas sus ideas eran confusas y se Sus ideas eran tan confusas, tan rápidas
sucedían con tanta rapidez que ella no tenía que ella no tenía tiempo de retener una.
tiempo de detenerse en una sola. (¿Quién? ¿La
rapidez?)
Era como esa serie de imágenes que Parecían una serie de imágenes desfilando
Pero así como en medio de la carrera más Pero así, como en medio de una carrera
impetuosa, el ojo que no distingue todos los loca, el ojo no distingue los detalles ni precisa
detalles logra, sin embargo, discernir el más que el conjunto del mismo modo, en
carácter general de los sitios que cruza, del medio de ese caos de pensamientos, la
mismo modo, en medio de ese caos de señorita de Piennes sentía el espanto de ser
Que Max la amaba, no podía dudarlo. Ese No dudaba que Max la amaba. Ese amor
amor (ella decía: ese afecto) databa de lejos; databa de lejos, pero no la había alarmado
alarmada.
Entre una devota como ella y un libertino Entre una devota como ella y un libertino
como Max, se elevaba una barrera como Max, se alzaba un obstáculo que, antes,
un hombre tan ligero como lo era Max es su ligero, ella no había pensado nunca que ese
opinión, ella no había nunca pensado que ese afecto pudiera hacerse peligroso.
para su tranquilidad.
Pero, se nos dirá, en la refundición que usted propone, no entran más que palabras
comunes.
Precisamente, las verdaderas palabras son las propias, las palabras naturales, las que
La tara del clisé, de la frase hecha, no es la de ser sencilla, común, ya empleada, consiste
en que se la puede reemplazar por otra más sencilla; en que detrás de ella está la verdadera,
la única, la que hay que poner a todo trance, aunque se haya dicho mil veces: Para decir:
Más adelante explicaremos por qué autores como Merimée, Sand, Feuillet, etc., han
adquirido renombre aun conservando los vicios que señalamos. Es que tenían otra cosa para
frase vulgar. Esto debe ser un principio absoluto. Si nos permitimos ese estilo hecho, que
pasa por ser estilo, podremos llegar a escribir como todo el mundo, pero nunca seremos
escritores. Tendremos los defectos de los autores que señalamos, sin estar seguros de tener
sus cualidades.
Es necesario, por lo tanto, cuando se escribe, huir del uso constante, por costumbre, de
toda frase hecha, de toda expresión vulgar o toda la perífrasis por el estilo de las siguientes,
duelo...
idea, el pensamiento.
semblante.
frecuentes.
pesos).
destino...
monotonía.
del amor.
destino.
cama?
Bajo esa frivolidad aparente se ocultaba... Fraseología por decir: esa frivolidad
ocultaba.
Ese proyecto que germinaba en su Por: ese proyecto que pensaba... ¿Dónde
espíritu, en un cerebro?
semblante.
Golpe de vista maravilloso, espectáculo ¿En qué? Esos epítetos son nulos mientras
delicioso o encantador.
Esto no quiere decir que deban proscribirse esas frases. Hay casos en que son
Es necesario proscribir, también, todos los epítetos que podríamos llamar obligatorios
La ironía amarga.
Expediente favorable.
Horror indecible.
Un sordo rumor.
Un dulce éxtasis.
Impaciencia febril.
Encanto penetrante.
Cólera implacable
Orgullo legítimo.
Excesiva reserva.
Contraste odioso.
Alegría inesperada.
Torpeza penetrante.
Cabellera abundante.
Exigencias imperiosas.
Perversidad precoz.
Rabia feroz.
Recuerdo odioso.
Desesperación suprema.
Mezcla singular.
Delicadeza nativa.
Etc., etc.
emplear semejantes locuciones. Pero ábrase un libro vulgar; se comprobará que está escrito
en ese estilo; y que es por eso, nada más que por eso, por lo que no llama la atención y por
Pueden permitirse esas locuciones y se las encuentra en los mejores autores; pero la
Si uno se las permite una vez, se las permitirá dos veces, tres; y luego no podrá
detenerse en esa pendiente, pues es más fácil escribir con el estilo de todo el mundo que tener
un estilo propio.
Eso es a lo que el padre Bouhours llamaba “hablar por frases” como las siguientes, que
El horizonte político...
La corriente de la opinión...
alcanzarla es absolutamente necesario evitar el estilo vulgar, y para evitarlo se precisa saber
Acabamos de demostrar en qué consiste. Primero en el “hablar por frases”, en las frases
hechas... que pueden reemplazarse por la frase justa. Con semejantes defectos, será inútil
emplear elegancia, corrección y pureza, pues no se obtendrá más que un estilo soso, flojo,
Ese vicio conduce a otro, no menos peligroso: la perífrasis, que es una circunlocución,
un circuito de palabras, para decir largamente una cosa que podría ser dicha con brevedad.
Hemos perdido un poco, en nuestra manera de escribir actual, esa manía de la perífrasis,
que hacía estragos en los siglos XVII y XVIII y que hizo célebres a los Saint Lambert y los
por Víctor Hugo, fueron poco a poco desembarazando nuestra literatura de la obligación en
Hoy, limpio el terreno, triunfa la palabra propia, la palabra exacta, aunque el empleo
de la perífrasis, en ciertos casos, es legítimo y muy literario. Lo que hay que evitar es el
de tacto. Si hubiera observado esta prudencia, Racine no habría escrito versos como estos:
líquido, es un galimatías.
Burson tenía razón al decir: “No hay nada más opuesto a la belleza natural que el
trabajo que se toman algunos para expresar cosas ordinarias o comunes de una manera
singular o pomposa; no hay nada que degrade más al escritor. Se le compadece, por haber
pasado tanto tiempo en hacer nuevas combinaciones de sílabas, para no decir más que lo que
primera originalidad que se debe tener es: escribir con las palabras naturales, propias,
sencillas y exactas. Esas palabras serán tal vez más conocidas, más empleadas aún que una
es el empleo de esas palabras propias, exactas, sean las que sean, lo que constituye la nitidez,
lo entiendo menos. Al fin adivino: Usted, Acisclo, quiere decirme que hace frío;
pues ¿por qué no lo dice usted: hace frío? Quiere decirme que llueve o que nieva;
pues diga: llueve, nieva. Me encuentra de buen semblante, y desea felicitarme; diga:
le encuentro de buen semblante. Pero, me contestará usted, eso es muy claro y todo
el mundo podría decirlo del mismo modo. ¿Qué importa, Acisclo? ¿Es un mal tan
No puede decirse mejor. Y La Bruyére predica con el ejemplo. He aquí un estilo sin
frases hechas. Está escrito con las palabras propias, las palabras que no pueden reemplazarse.
No se llega a la originalidad más que por las palabras naturales o la expresión creada.
Ambas cosas forman una sola en los grandes escritores; la expresión creada es en ellos
siempre natural, porque es la palabra que había que encontrar para caracterizar un matiz o un
pensamiento nuevo.
La sencillez sola resulta con frecuencia sin color, pálida; testigo: el Telémaco, tan
adquiere, y casi siempre se la obtiene por el trabajo. Hasta puede decirse que la naturalidad
veces la misma fábula. Tiene, pues, razón Condillac al decir que “la naturalidad consiste en
la facilidad que se tiene de hacer una cosa, cuando después de haber estudiado el modo de
La naturalidad produce la impresión de que ha sido escrito sin mayor trabajo. Se diría
que no ha sido buscada y que todo el mundo habría podido escribir igual.
Nos imaginamos poder escribir como La Bruyére, Pascal o La Fontaine, y cuando nos
ponemos a hacerlo no encontramos más que el estilo hecho, el estilo vulgar, del que debemos
huir. ¿Por qué? Porque ese estilo es el que más hemos leído; porque lo tenemos metido en la
como dice Pascal, que “la elocuencia prescinde de la elocuencia”, y que el mejor estilo, según
¿Qué debe hacerse para evitar el estilo elegantemente vulgar y alcanzar el relieve? Lo
Es necesario, desde luego, encontrar otra cosa, escribir otra cosa, ver la idea de otro
modo, tomar, adoptar otro tono. Eso no es tan difícil cuando se ha adoptado el ángulo y
incoloros; cada palabra tiene su adjetivo colgando al lado: “rostro amarillo moreno, pupila
negra ardiente, actitud impasible, movimiento absoluto, mano larga y delgada, orgullo
Eso es intolerable. Primero: cara morena bastaría, pues lo de amarillo es un matiz que
usado.
Tratemos de rehacerlo:
enérgicamente, en buscar la palabra propia, en encontrar la imagen nueva. Quien posea esa
cualidad, por más que escriba de cualquier manera, siempre será escritor, a despecho de los
(1) ¿Hay alguna dulzura que no sea afectuosa y alguna bondad que no sea verdadera?