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CEGUERA QUE DESTRUYE.

Cuando los dos primeros seres humanos fueron creados, varón y hembra fueron creados; he aquí
algunos de propósitos divinos en el hombre y la mujer: “fructificad y multiplicados; llenad la tierra
y sojuzgarla” (Génesis 1:28). Inmanentes estaban en ellos las leyes de la genética, dadas por Dios
para que la descendencia tuviera características físicas, emocionales e intelectuales de quienes los
engendraron.

Por Dios le fue dotado una conciencia, voluntad y raciocinio; no careció de la capacidad de ejercer
su libre albedrío, el cual evitó la posibilidad de convertir al hombre y a la mujer en robot: seres
vivos sin voluntad y sin alternativa. Nada les hizo falta en sus inicios; sin embargo, decidieron
pecar. Desde entonces la raza humana ha venido en decadencia, las mismas evidencias
arqueológicas señalan que civilizaciones ancestrales con mucha inteligencia construyeron enormes
pirámides que sorprende a los más destacados constructores modernos.

Culturas poderosas que se levantaron, parecían invencibles; pero su crueldad, degeneración,


perversión y grotescos actos contra natura, los llevó al colapso; y sólo quedaron huellas de su paso
por el mundo. Civilizaciones se enfrentaron y cayeron, sólo sus vestigios señalan que existieron;
pero ante todo ejercieron el libre albedrío que el Dios soberano e invisible les dio.

No todos, pero algunos articulistas nacionales e internacionales ven a la sociedad en decadencia:


asesinatos crueles y despiadados que la civilización moderna no había presenciado antes; suicidios
incontenibles, hasta de niños; enfermedades que irrumpen de un día para otro; la corrupción
infiltrada en todas las venas de la sociedad y de las instituciones; la trata de personas con fines
comerciales y de prostitución como si fueran objetos; la economía de los países en estado crítico
que aumenta la pobreza; el medio ambiente dañado por las acciones irracionales humanas; la
perversión de humanos que sostienen relaciones con animales; y la relación de hombres con
hombres y, mujeres con mujeres, sin recato y cada vez más visible.

Inherente al hombre y a la mujer está la conciencia, aquella voz que señala lo bueno y lo malo; el
cual se va diluyendo por el entorno en que viven y, la formación corrupta adquirida; pero bien
saben que sus actos perversos no son correctos; sin embargo lo defienden apelando a sus
derechos y a la libertad que le ha sido concedida.

Para calmar su conciencia y sentirse bien ellos mismos crean a su dios desordenado y perverso,
mientras otros se refugian en la frase de Iván Karamazov: Si Dios no existe, todo está permitido. Lo
dicho por el literato en su ignorancia fue un salto contra la moral, un atentado contra leyes de la
naturaleza.

Hoy grupos y no multitudes, celebran la decisión de la Suprema Corte Justicia de la Nación que
declara inválido el artículo 19 de la Ley sobre Sociedad y de Convivencia en Campeche y permite la
adopción de menores por parejas del mismo sexo; pero es inobjetable, tanto los magistrados
como quienes desean la vigencia de esta ley, gozan de libre albedrío; y de la causa y sus efectos,
también son sabedores.

Ajenos a la vida de Dios, hombres y mujeres establecen sus reglas morales y principios éticos a su
conveniencia y pasiones torcidas, las cuales continuarán como vaticina 2ª de Timoteo 3: 1-8

Hay caminos que parecen derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte: frase de las
sagradas escrituras (Prov. 16. 25) que evidencia la nula visibilidad del hombre sobre el futuro.
Mañana se culpará a Dios de los daños dolorosos, porque el ser humano, no se autoproclamará
culpable.

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