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Autoras:
Vivian Lissette Ospina - vlospina@usbcali.edu.co
Tatiana Calderón García –tcalderon@usbcali.edu.co
La actualidad de lo parental
Lo anterior resuena más con la perspectiva de Magaret Mead (1977), en torno a las
sociedades posfigurativas, es decir, aquellas sociedades con estructuras sociales que
depositan su confianza en la experiencia de vida de los mayores para orientar a los
niños y jóvenes, en tanto sus conocimientos del mundo se conciben legítimos para
construir los saberes que permitirán aprender a vivir el mundo que les corresponde
habitar (Nadorowski, 2013).
En el mundo contemporáneo, los infantes y los jóvenes parecen tener saberes a los
que los adultos no acceden, parecen construir mundos con otros códigos con barreras
para los mayores, disponen de grandes cúmulos de información y son objetivo del
mercado; bebés, niños y jóvenes son público privilegiado de la publicidad y las
estrategias de comunicación. Incluso, en las forma del jugar contemporáneas, los
adultos se excluyen de esos universos infanto-juveniles que parecen no comprender.
Los niños y jóvenes nos señala Nadorowski, (2013) ya no quieren ser parte del mundo
adulto, y más bien se reifican los modos de vida juveniles. De otro lado, los jóvenes
incurren en amplias gamas de conductas de riesgo, como las toxicomanías, cortarse,
deportes extremos, que aterran a los adultos, y frente a las cuales una vez más quedan
excluidos, sin poder discernir, como lo plantea Le Breton (2017) que tras estos actos,
se enmascaran ritos íntimos de fabricación de sentido por los cuales los jóvenes
buscan recuperar el gusto por la vida y el sentimiento de que la vida merece ser
vivida, de cara a la ausencia de referentes simbólicos a los cuales asirse.
El hecho de que las familias acojan los presupuestos de este orden moral e higiénico
en el orden social occidental moderno, les permite preservar la tutela sobre sus hijos y
de esta manera dejan de estar bajo la sospecha del Estado y de todas las instituciones
que configuran la red estatal. La regulación de la vida familiar supuso la
implementación de lógicas de vigilancia sobre las familias populares sobre la base de
presupuestos de carencias morales a partir de las cuales se legitima la intervención
en la crianza de sus hijos. Lo anterior, sumado a la diversificación de prácticas de
gestión judicial de la niñez que implican a su vez, prácticas de acercamiento a las
familias y verificación de sus modos de vida.
Esta relación con los saberes expertos, fue diversificándose y ampliándose después de
los años 60, hacia lo que se denomina saberes “psi”, es decir, hacia todas aquellas
disciplinas que configuran el saber sobre los humanos, las familias y los niños,
psicología, trabajo social, fonoaudiología, terapia ocupacional, etc. Ya hace varias
décadas Donzelot anticipaba un efecto a partir de los mecanismos de incriminación y
valoración como modo de relación en el que incurren estos saberes expertos con las
familias, y al respecto señala, que cambió el modo del ser familia: la familia moderna
podía ser increpada por el abuso de poder, pero la familia contemporánea es
increpada por su incapacidad para ejercer este poder (Rendueles y García, 2017). Más
bien lo que encontramos es sus múltiples intentos de renunciar a la parentalidad ante
la dificultad, la zozobra, e incluso la angustia que ésta les representa.
Cada vez la familia, y la figura del adulto en la familia, se vive más desprovisto de
saberes que le permitan tener criterios propios, tomar decisiones, afianzarse en la
seguridad y en la confianza de un saber pensar, un saber discernir, un saber hacer en
relación a sus hijos. Y lo anterior, remite a una figura parental infantilizada y que se
contribuye a infantilizar.
Un fenómeno que nos interesa pensar es la asistencia cada vez más temprana de los
niños a las instituciones de cuidado, una tendencia global, nacional y local. La
tendencia que prevalece en los estudios de este fenómeno se interroga por la calidad
de la educación que ahí se ofrece, y que desde nuestra perspectiva es una visión muy
restringida del fenómeno (Ospina, Calderón, Packer, en prensa). Nos parece
importante interrogar y estudiar los modos de gobierno de la familia y de las infancias
que en estos escenarios convergen, las tensiones emergentes de las mismas y los
desafíos que ello comporta para nuestro hacer profesional, para la producción de
conocimiento y en la relación que se establece entre Estado, la academia y la sociedad.
Que los niños asistan cada vez de manera más temprana, implica que aparecen nuevos
actores sociales que participan e intervienen de manera directa e indirecta sobre los
niños. Ya no solo los discursos permean las prácticas las familias, emergen nuevos
actores como los educadores, quienes permeados por lógicas y discursos
institucionales intervienen en la configuración de las subjetividades tempranamente Y
sobre los modos de vida familiares. Aparecen otros dispositivos, otros discursos (el
desarrollo integral, la atención diferencial, la estimulación temprana, el
amamantamiento y las formas correctas de hacerlo) y otras técnicas y estrategias de
gobiernos de las familias: la pregunta que nos alberga siempre es ¿qué modo de ser
sujeto, infante, y adulto contribuimos a configurar con nuestras prácticas y saberes?
Encontramos un rol bastante ambiguo para las familias en las políticas de infancia y
en su implementación. Por un lado, y desde el reconocimiento de discursos globales
como los de la UNICEF y la UNESCO, se interpela y se demanda su participación, y
como lo señalan Cerletti y Santillan (en prensa), estos organismos pautan
responsabilidades parentales en los procesos de crecimiento, desarrollo, socialización
y escolarización que se enuncian bajo las categorías de “participación” y
“acompañamiento”, y sin embargo, la participación está bastante pautada, se les
solicita asistir a escuelas, talleres, se les transmite información sobre prácticas
adecuadas.
Los diversos escenarios institucionales que gobiernan las familias han naturalizado
una amplia gama de intervenciones sobre las mismas, y cuando se trata de los niños
más pequeños se intensifican estas intervenciones en tanto son funciones de crianza
las que se despliegan y comienzan a entretejerse de manera compartida. Conviene
indagar las lógicas de poder en torno a los saberes que se legitiman y deslegitiman en
esta relación entre las instituciones y las familias.
Referencias
Cerletti, L. y Santillan, L (en prensa). Sobre las formas “correctas” de ser familia.
Lineamientos hegemónicos y prácticas cotidianas en torno a la crianza y educación
infantil. Ponencia presentada en las cuartas Jornadas de Estudios sobre la Infancia,
Buenos Aires, 2015.