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Tratado Científico-Filosófico. Teoría de los Mundos desde los Nuevos


Paradigmas Científicos

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Carlos Oscar Rodríguez Leal


University of Guadalajara
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Tratado Científico-Filosófico.
Teoría de los Mundos desde los Nuevos
Paradigmas Científicos.
Carlos Oscar Rodríguez Leal.
Universidad de Guadalajara.
Centro Universitario de los Valles.

Eje temático: Filosofía y física.


Correo electrónico: misifu17@gmail.com
Material necesario: Proyector, apuntador láser y pintarrón.
Introducción.

En este trabajo trato de dar mi humilde aportación en el establecimiento de todo un nuevo


sistema filosófico que me parece que se está creando, apoyado en los paradigmas modernos de la
ciencia actual.
En la historia de la humanidad han existido dos grandes sistemas de pensamiento, primero el
realismo y después el idealismo, que inicia con Descartes y llega hasta nuestros días [6]. Pero tal
vez le corresponda a nuestra generación ser testigo y forjadora de una nueva forma de
pensamiento y concepción del mundo. Tal vez seamos los elegidos para iniciar una nueva era en
todos los aspectos de la realidad, incluyendo el filosófico-científico, ya que la nueva ciencia
puede ayudar al desarrollo de la nueva filosofía y la nueva filosofía puede ayudar al desarrollo de
la nueva ciencia, generándose de esta forma una retroalimentación poderosa entre ambas áreas
del conocimiento.

1. Clasificación de los mundos.

“Abro los ojos”. Entonces contemplo al mundo, lo percibo a través de los sentidos, y me
percibo a mí mismo también. Y entonces me descubro a mí mismo como una unidad consciente,
dentro del mundo exterior a mí, y quien percibe a dicho mundo.
Pero ahora surge la pregunta del millón. Ese mundo externo dentro del que supuestamente
estoy y al cual percibo ¿realmente existe?, es decir, ¿cómo saber si existe, si no es algún tipo de
sueño o ilusión?
Y es cuando pienso, yo soy un ser pensante, eso me es un conocimiento inmediato y por lo
tanto indudable, pero aunque aparentemente por el simple hecho de pensar se pudiera concluir
que yo existo: “pienso, luego existo” [4, 6] (Descartes, 1972: 21), si me pongo a reflexionar un
poco podría ser por ejemplo que yo fuera un programa inteligente virtual, y por lo tanto aunque
pensara tal vez no existiría (y digo “tal vez” por que más adelante demostraré que aunque fuera
un programa de computadora sí tendría una base existencial, pero por ahora no puedo usar ese
echo en mi trabajo sin antes haberlo demostrado), mas sin embargo también me es evidente e
indudable que mi pensamiento lleva consigo implícita a mi consciencia, es un pensamiento
consciente (a diferencia del programa de computadora), mi pensamiento es pura consciencia y mi
consciencia es puro pensamiento, por lo que mi consciencia también me es inmediata, y esa
consciencia mía del mundo y de mi propia consciencia me da de alguna forma existencia en mí
mismo: “soy consciente, luego existo”; mas mi creencia y mi deseo en dicha existencia mía
retroalimenta esa existencia y me permite seguir existiendo. Así pues, mi propia consciencia y mi
creencia y deseo en mi existencia me dan un soporte o base de existencia dentro de mí, dentro
de mi mundo interno. Además se puede decir incluso que yo soy mi propia consciencia, mi
mundo interno, ya que mi consciencia es todo mi ser existencial de este yo consciente [6].
Ahora, me es evidente que el mundo externo de alguna forma está ahí, ya sea físicamente, ya
sea como ilusión, pero ahí está, ya que me es obvio que yo me desenvuelvo dentro de ese algo
exterior, sea lo que fuese.
Y aunque yo percibo a través de la intuición sensorial a ese mundo exterior, si nos ponemos
a pensar un poco y tomando como ejemplo a las teorías electromagnética y cuántica, al menos en
sus principios básicos que usaremos en este tratado, resulta ser que, por ejemplo, el mundo de
los colores que percibimos es, en última instancia, en nuestro cerebro consciente, reacciones
bioelectroquímicas, pues lo que en realidad existe en el mundo externo es un proceso de
incidencia de ondas electromagnéticas o fotones (tal vez luz blanca) sobre los cuerpos, los cuales
absorben ciertas frecuencias (calentándose) y reflejan otras (como la frecuencia roja en una
manzana), las cuales son verdaderamente la esencia del color, hasta donde sabemos, allá en dicho
mundo [12, 14]. Y algo análogo pasa con los demás sentidos.
Es decir, que el supuesto mundo exterior que percibimos dentro de nuestra consciencia es una
proyección análoga limitada del verdadero mundo exterior. Es proyección porque evidentemente
el mundo se muestra en nuestras consciencias a través de las ventanas de los órganos sensoriales,
mas sin embargo es proyección análoga porque ya no se nos muestra como en realidad es (las
ondas electromagnéticas se nos presentan como reacciones electroquímicas, que son la sensación
análoga o correspondiente en el cerebro del color), y además es proyección análoga limitada
porque en el proceso de conversión de la realidad a su correspondiente proyección análoga
perdemos mucha información, por ejemplo sabemos a través de la vista que el color es una
propiedad del objeto, que lo posee, mas con la simple vista no podemos descubrir lo que en
esencia es el color (ondas electromagnéticas en el mundo externo y reacciones químicas en el
cerebro que son percibidas como sensación de color en nuestro mundo interno).
Además, según la teoría de la Relatividad Especial, de Albert Einstein, el espacio y el tiempo
no son sustancialmente distintos, sino que se unen en el tejido espacio-temporal 4-dimensional
[11]. Por lo que vistos el espacio y el tiempo desde esta perspectiva, el flujo, cambio o
movimiento del mundo es una ilusión de nuestra percepción, pues en realidad todos los sucesos,
cambios y movimientos, pasado, presente y futuro, se congelan en una sola imagen de la
eternidad.
Por otro lado, cabe señalar que según la Teoría de los Mundos de Parménides, elaborada con
puros fundamentos lógicos, basado en el principio de identidad [3, 6], podemos llegar a
conclusiones sorprendentemente similares a las expuestas hasta ahora, ya que Parménides nos
dice que el ser es: único, eterno, inmutable, ilimitado e inmóvil, y que por lo tanto el mundo
sensible que percibimos por medio de los sentidos, es una apariencia, es una ilusión de nuestro
proceso de percepción [5, 6].
Así, ya podemos diferenciar dos mundos, el mundo interno intuitivo sensorial de nuestra
intuición sensorial, ilusión análoga limitada de la realidad, y el mundo externo de las cosas tales
cuales son en él, es decir, de las verdades absolutas y eternas “materializadas”, el mundo de las
ideas (como expone Platón), el ser sustancial o ser en sí mismo, o simplemente el ser o
absoluto, tan buscado desde la antigua Grecia [1, 5, 6].
Ahora, por medio de nuestra interacción con el mundo a través de los sentidos adquirimos un
conocimiento empírico o práctico de la realidad, sin necesidad de haberlo buscado [3, 6]. No
obstante dicho conocimiento consta evidentemente de algunas ideas ciertas y otras creencias
falsas, que por lo tanto no se corresponden con el mundo externo del ser, aunque dentro de
nosotros mismos las creamos como verdaderas y con ello mediante nuestra conciencia les
confiramos una verdadera existencia en el interior de cada uno de nosotros. Y por ello dicho
conjunto de conocimientos empíricos que adquirimos a lo largo de la vida forma otro mundo
aparte del mundo interno intuitivo sensorial, el mundo interno empírico.
Pero entonces, cuando, partiendo de ese conocimiento empírico y de la observación
cuidadosa del mundo que percibimos (que aunque no sea el verdadero mundo externo sí que
guarda una relación de correspondencia y analogía con éste), usamos la razón para poder ver más
allá de lo evidente, para tratar de descubrir ese fondo oculto detrás del espectáculo de los
sentidos, esas verdades o materia primogénea de la que están hechas todas las cosas, entonces
llegamos a una etapa de conocimiento racional [3, 6]. Mas basta con observar un poco al mundo
y a nosotros mismos para darnos cuenta de que evidentemente la razón constante y
reiteradamente se equivoca, no es infalible ni mucho menos, por lo que muchos de los
conocimientos racionales a los que lleguemos serán desde luego erroneos, aunque dentro de
nuestras consciencias los creamos ciertos, empero esa creencia en dichos conocimientos
racionales erroneos les dará nuevamente una existencia dentro de nosotros, pasando a formar
parte del mundo interno subjetivo racional, de las ideas aberradas o parcialmente ciertas.
Y solo cuando logramos llegar a través de la razón a conocimientos ciertos, entonces se
establece una correspondencia entre nuestros pensamientos y el mundo abstracto de las ideas,
entre nuestros pensamientos y una parte del ser a la que llegamos a conocer en base a dichos
pensamientos racionales. Y es cuando ascendemos al nivel de la verdad, del mundo interno
objetivo racional, que se pone en correspondencia con el mundo externo, y se hace en cierta
forma equivalente a éste último, al menos en ese aspecto de la realidad (esa verdad). Y digo
equivalente mas no igual, porque en principio nuestras ideas son, restrictivamente hablando,
reacciones químicas cerebrales en el mundo físico, mientras que dicho mundo en sí es algo de
naturaleza aparentemente distinta; aunque más adelante veremos que de hecho nuestros
pensamientos objetivos son en efecto una reproducción verdadera de una parte de la realidad
física, y más aún, que inclusive nuestras creencias subjetivas pueden influir hasta cierto punto en
el mundo externo transformándolo de acuerdo a ellas, siendo la clave la palabra “consciencia”.
Todo lo anteriormente expuesto en este capítulo, lo podemos resumir diciendo que existen
dos mundos, un mundo interno o consciencia y un mundo externo o ser, siendo que el primero
a su vez se divide en un mundo interno sensorial y un mundo interno racional, el cual se
divide en mundo interno racional subjetivo y mundo interno racional objetivo. Además, cabe
señalar que el mundo externo podría no existir, ser una simple ilusión, hasta que intentemos
demostrar lo contrario más adelante.

2. Existencia del mundo externo: existencia de Dios.

Ahora pasemos a analizar al ser detalladamente, pero para ello antes recordemos algo
importante expuesto en la sección anterior, lo cual es que nosotros mismos tenemos existencia
propia en el momento de ser conscientes, es decir, podemos decir (o al menos yo puedo decir por
mí mismo) soy consciente, luego existo. Partiendo de ello, hagamos el análisis mencionado.
Pues resulta que el mundo externo en definitiva es algo que está ahí, en lo cual yo (mi
consciencia o mundo interno) me desenvuelvo, ya sea que exista dicho mundo externo con
existencia física real o ya sea que es una ilusión de algún tipo. Pero ¿qué significa realmente
existir? Pues por ejemplo, podemos entender parte de la existencia del mundo físico como la
materia sólida que puedo tocar y que está ahí, y que yo la conozco y la entiendo desde mi
interacción física con ella. Pese a ello, mediante teorías modernas, como la teoría de cuerdas,
vemos que la materia y la energía pudieran no ser más que pequeñas cuerdas vibrantes, las cuales
producen las distintas partículas subatómicas según sus variadas frecuencias de vibración [7]; y si
fuera así entonces las cuerdas podrían ya no ser algo material, sino vibraciones o distorsiones del
tejido espacio-temporal, por lo que la materia ya no existiría físicamente así como la entendemos,
pues sería el concepto del tejido espacio-temporal distorcionándose, sería ese concepto o idea
tomando existencia real. No obstante, podemos darnos cierta idea intuitiva de lo que es la
realidad física y entonces partir de ello.
Para que queden más claros estos razonamientos, pondré otro tipo de ejemplos concretos.
Como primer ejemplo, imaginemos que yo estoy durmiendo y sueño con un jardín hermoso
donde estoy conviviendo con muchos animalitos bondadosos, pero el jardín se rige por sus
propias leyes físicas, muy distintas a las de nuestro Universo, algo así como el país de las
maravillas o el mundo del mago de Oz. Pese a ello podemos decir que dicho jardín existe debido
al soporte de mi consciencia, como ya lo hemos visto, y por ende ya no queda claro que
existencia sea simplemente lo que está en el mundo físico.
Ahora imaginemos que despierto del sueño, siendo que yo soy un programador, y enseguida
se me ocurre crear un programa de computadora llamada “Jardín Externo”, donde recreo mi
hermoso sueño, y lo creo en base a ciertos principios lógicos, leyes, conceptos o ideas que se
“materializan” en él, rigiendo su comportamiento. Y digo que se materializan porque al terminar
mi programa y ejecutarlo vaya que en cierta forma él existe en una “realidad virtual”, y más aún,
al percibirlo yo en el monitor, le doy existencia a través de mi propia consciencia. Luego se me
ocurre conectar directamente a un amigo al programa a través de una interfaz cerebro-máquina, y
al conectarlo percibe cierta parte de dicho mundo dentro de su propia consciencia, recreando esa
parte del Jardín dentro de él; y así va descubriendo poco a poco, ya sea empíricamente, o a través
de la observación y la razón, las leyes que rigen al Jardín, que pueden ser muy distintas a las de
nuestro mundo, descifrando de esa forma el código o algoritmo de dicho programa, de dicho
mundo que mi amigo me podría jurar que es muy real.
Así pues, vemos que ya no es tan claro lo que significan términos como existir, realidad o
mundo físico. Sin embargo, hay algo que posee la realidad, y ello son los conceptos, ideas o
leyes [5, 6] que la gobiernan y la estructuran, le dan forma, existencia, al materializarse dichas
ideas, al existir. Y por ello concluimos que al mundo externo no le queda otra posibilidad mas que
existir, pues aunque fuera un programa de computadora, un sueño, una novela o una ilusión
creada por un genio maligno, todas estas posibilidades, como vimos, son reales en cierta forma, a
través de sus principios o ideas que de cierta manera vaya que se hacen reales, presentes,
existenciales. Ahora, existen mundos externos como submundos de otros mundos externos
(subconjuntos de conjuntos, según la teoría de conjuntos), como los programas de realidad virtual
o un cuento dentro de nuestro Universo, nuestra realidad, pero ciertamente debe existir un
mundo externo supremo o mundo externo máximo (bajo la relación de orden parcial de
subconjuntos [10]), que sea superconjunto de todos los demás mundos, y que a su vez es base de
existencia para todos sus submundos; pero para existir, dicho mundo debe tener un soporte, así
como nuestra propia existencia tiene el soporte de nuestra propia consciencia, y entonces el
soporte del mundo externo debe ser una consciencia “externa” que le da existencia, que es su
propio mundo externo, de la misma manera que nosotros somos nuestras propias consciencias.
Más aún, vemos que dicho mundo externo o ser (pues por abarcar toda la realidad y por unicidad
ese mundo externo debe ser el ser) posee todas las características definidas por Parménides que
ya hemos mostrado, lo cual concuerda bastante con las características de Dios dada en muchas
religiones alrededor del mundo, por lo que podemos adoptar esas características como propias de
Dios. Luego entonces, Dios es ese mundo externo o consciencia externa que sí existe, luego pues,
“Dios existe”.

3. Existencia concreta del mundo externo. Teoría del Todo.

En la sección anterior mencioné que la realidad existe y que son las ideas o conceptos
producto del pensamiento de Dios, pero cabe señalar que esos conceptos por sí solos no existen,
no son la realidad, pues son ideas abstractas, y lo que verdaderamente existe son dichos
conceptos tomando formas concretas, como lo indica acertadamente Aristóteles al diferenciar
entre materia y forma, o entre sustancia, esencia y accidente [6]; es decir, no existen en la
realidad los conceptos de ley de fuerza (de Newton), de objeto material , de espacio y tiempo,
sino algún valor específico y concreto de dicha fuerza (como 9.8 newtons) actuando sobre algún
cuerpo concreto (como una manzana) en algún lugar y momento específicos (como en un árbol
de algún jardín de Inglaterra en el año de 1666 a cierta hora). Además es muy importante
mencionar que entre los conceptos o ideas hay jerarquías, hay conceptos más generales que
otros, conceptos que engloban a otros dentro de ellos, que son más abstractos, por ejemplo el
concepto de animal engloba al de mamífero, el cual engloba al de humano, siendo un humano en
concreto Carlos, con su forma específica, que es quien en realidad existe.
Así pues, resulta claro que si cualquier ser particular o idea está constituida del absoluto y
lo que existe son las ideas tomando formas concretas, entonces el ser es la idea más abstracta o
general posible, que engloba a todas las demás, pero para que exista, debe tomar formas o valores
concretos en cada uno de sus subconceptos constituyentes.
Ahora bien, en la ciencia física y en otras, hemos visto a lo largo de la historia teorías
unificadoras, que curiosamente nos ayudan a entender mejor la realidad, por ejemplo, las
ecuaciones de Maxwell, que unificaron la electricidad y el magnetismo [12]; luego vino la teoría
de la relatividad, de Einstein, que unificó el espacio y el tiempo en el espacio-tiempo 4-
dimensional y nos dio una explicación geométrica de gravedad a través de la distorsión del tejido
espacio-temporal en presencia de la materia [11], lo cual está más allá de nuestra percepción
sensorial (mundo interno sensorial) y de nuestra realidad cotidiana (mundo interno empírico),
pero no más allá de nuestra razón (mundo interno racional).
Y es a partir de Einstein que en la humanidad inició la búsqueda de una teoría científica
unificadora, que explicara las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza, que hiciera
compatibles la relatividad con la física cuántica y que explicara con ello cosas como los hoyos
negros, el big-bang e inclusive Todo [7, 9]. Dicha teoría, por sus características y unicidad del ser
debe ser el ser mismo, siendo que un candidato muy prometedor para esa teoría, la teoría de
cuerdas, es esencialmente matemática, y entonces concluimos que Dios es matemáticas.
Podemos llegar a la misma conclusión si nos ponemos a pensar en que el absoluto es el concepto
más abstracto o general posible, y ciertamente podemos darnos cuenta de que las matemáticas
son una estructura muy muy abstracta que puede modelar o explicar muchas cosas, si no es que
en última instancia lo pueda explicar todo; así que eso nos lleva a pensar que en la base de todos
los conceptos están las matemáticas explicándolo todo, y entonces, por sus cualidades y unicidad
del ser, una vez más concluimos que Dios es las matemáticas. Además es claro que Dios debe
incluir en sí a todas las matemáticas, ya que el ser es el concepto general que lo incluye todo
dentro de sí. Así que podemos decir finalmente que Dios es la estructura o sistema matemático
total, que tomando valores específicos o concretos de sus parámetros adquiere existencia física,
se aterriza del cielo abstracto al mundo real, tal como quería hacer Aristóteles con el mundo de
las ideas de Platón [5, 6].
Y entonces ya podemos empezar a hacer una primera predicción de la realidad a partir de
argumentos puramente filosóficos (y con algo de ayuda de la ciencia moderna, claro), la cual es
que: “el modelo que lo explique todo, si es que éste existe, deberá incluir a la totalidad de las
matemáticas, a todas sus ramas o teorías”. Y curiosamente observamos dicha tendencia en la
teoría de cuerdas, que para su pleno desarrollo usa como modelo matemático a la geometría
diferencial moderna, en la cual al paso de los años van convergiendo cada vez más ramas de las
matemáticas.
Por otro lado, podemos reflexionar en que el modelo del Universo posee infinitos
parámetros, pues simplemente el espacio y el tiempo al ser un continuo necesitan para su
modelación un parámetro para cada uno de sus puntos infinitos; además cada parámetro puede
tomar infinitos valores, al ser variables reales. Por lo tanto, ante la posibilidad de tener infinitas
opciones para los parámetros del Universo, surgen potenciales infinitas realidades alternas,
siendo factible que cada una de ellas adquiera existencia al tomar los parámetros sus valores
respectivos. Así que ya tenemos una segunda predicción en física, que es la de la “existencia de
infinitos universos paralelos o realidades alternas”, lo cual concuerda muy bien con esa
posibilidad proporcionada por la Teoría Cuántica.

4. Libertad e influencia del pensamiento en el mundo externo.


Ahora reflexionemos en que la libertad en el ser humano se puede entender a través de su
propio ser interno o consciencia, la cual puede tomar infinitos valores concretos para sus
parámetros de pensamientos o ideas de decisiones, lo que también puede comprenderse desde los
principios de la mecánica cuántica, donde el cerebro humano pudiera actuar a escala
microscópica basado en principios cuánticos y por lo tanto con cierto grado de incertidumbre
para un observador externo: un no determinismo o especie de libertad [2, 13, 14]. Así mi ser
interno o conciencia es capaz de tomar a cada instante infinitos valores en sus pensamientos
variables de tipo decisiones, siendo que podría tomar todos sus valores posibles, una
combinación a la vez para cada Universo alterno concreto.
Por otro lado, empleando de nuevo los principios de la física cuántica, resulta que para algún
fenómeno o sistema dado existen infinitas posibilidades en el resultado final (dadas a partir de
una función de estado asociada con dicho concepto o sistema), que el observador colapsa en una
determinada realidad al realizar la observación [2, 13, 14] (que es cuando el parámetro toma su
valor específico y la realidad se aterriza), es decir, que podemos predecir que “al observar un
fenómeno, mi conciencia ve un resultado en el cual cree vehementemente, dándole de esa
forma existencia real, o por lo menos yo soy capaz de influir hasta cierto grado en el mundo
externo, es decir, que mi pensamiento, aunque fuera subjetivo o fantasioso, pudiera
materializarse en el mundo físico, más probablemente o de manera más realista o intensa
entre más grande fuera mi creencia en dicho pensamiento, así como entre mayores fueran
mi deseo y concentración en el mismo”.
Cabe mencionar que el hecho de que Dios genere al mundo y yo también, podría parecer en
principio conflictivo y paradógico, más aún argumentando el principio de la unicidad del ser; no
obstante, podemos responder que el ser es un todo y por lo tanto uno con cada una de sus partes,
incluyendo a mi conciencia interna, por lo que el ser, ya sea desde fuera de mí o desde dentro de
mí crea de manera única a la realidad física. Y aunque se podría decir que mis pensamientos son
reacciones bioelectroquímicas, y por ende no deberían generar al mundo físico, de naturaleza
distinta, hay que recordar que en última instancia el mundo físico es conciencia pura, los
pensamientos del Creador, mientras que mis pensamientos, aunque tengan asociado un concepto
o idea material meramente bioelectroquímico (parte cuantitativa corporal), también deben tener
asociada la parte de mi propia consciencia pura inmaterial (parte cualitativa, mi ser). Así, una
cuarta predicción es que “los pensamientos son una dualidad: reacciones bioelectroquímicas-
consciencia, reacciones bioelectroquímicas en la consciencia de Dios, mediatas a mí, y
consciencia inmediata a mí, mi consciencia dentro de mi ser. Mas en esencia ambas partes
están hechas de la misma materia: consciencia”.

5. Conexión con Dios. Conocimiento divino.


En la sección anterior mencioné que somos uno con Dios. Por lo que una quinta predicción
dice que “otra forma de acceder al conocimiento objetivo es mediante la introspección
espiritual”, para así tratar de conectarnos con el ser, con Dios, con el mundo de las ideas
externas tal cual es, y de esa forma aprehender dichas ideas de manera inmediata dentro de
nuestro ser interno sin necesidad de emplear la razón, por conocimiento divino.

6. Conclusión: Real-idealismo.
Por último, a la pregunta fundamental metafísica de quién existe realmente, con existencia en
sí mismo, yo respondo en base a todo lo expuesto anteriormente, que yo existo y que el ser o las
cosas físicas existen, y que el ser o Dios me genera a mí, y que yo genero al ser o Dios, al
menos en parte, es decir, que yo existo dentro del ser y el ser existe dentro de mí. Es decir,
propongo un “real-idealismo” desde los nuevos paradigmas de la Ciencia [6].
Y entonces... “abro los ojos”.
Bibliografía.

[1] Abbagnano, N. (1963). Diccionario de filosofía. México: Fondo de cultura económica.


[2] Acosta, V., Cowan C. L. y Graham B. J. (1975). Curso de física moderna. México: Harla.
[3] Ambriz Vidal, J. J. (2006). Filosofía de la ciencia. Teoría y práctica para la formación del
hábito científico. México: folia universitaria, Universidad Autónoma de Guadalajara.
[4] Descartes, R. (1972). Discurso del método. Meditaciones metafísicas. Reglas para la
dirección del espíritu. Principios de la filosofía. México: Editorial Porría
[5] Gaarder, J. (2000). El mundo de Sofía. Novela sobre la historia de la filosofía. México:
Grupo Patria Cultural.
[6] García Morente, M. (1972). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editorial Porrua.
[7] Green, B. B. (2006). El Universo elegante. Barcelona: Crítica.
[8] Greene, J. E. (1975). 100 grandes científicos. México: Editorial Diana.
[9] Kaku, M. (1996). Hiperespacio. Barcelona: Crítica.
[10] Lipschutz, S. (1970). Topología general. México: McGraw-Hill.
[11] McMahon, D. (2006). Relativity demystified. A self-teaching guide. Estados Unidos de
América: McGraw-Hill.
[12] Murphy Arteaga, R. S. (2001). Teoría electromagnética. México: Trillas.
[13] Pajares, C. (1973). La nueva física. Barcelona: Salvat Editores.
[14] Wieder, S. (1973). The foundations of quantum theory. New York: Academic Press.

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