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Vivimos en un mundo que actualmente se vuelve cada vez más dependiente de la energía

eléctrica, la mayoría de ellas de fuentes no renovables: petróleo, carbón, gas, nuclear; de la


tecnología digital, de máquinas más cada vez más complejas y simultáneamente de máquinas
que diseñan máquinas gracias a la inteligencia artificial, de la reducción paulatina pero constante
de los recursos renovables para la subsistencia y de la biodiversidad necesaria y fundamental, y
del incremento cada vez más acelerado de la densidad de población. Estamos situados dentro
de un periodo de la cultura de la inmediatez gracias a las redes sociales, en el cual resulta casi
fundamental el saber que está haciendo o diciendo otra persona en la antípoda del mundo en
un momento preciso y que en función del análisis de los datos de uso y del manejo de la
información trazan perfiles certeros gracias a la obtención de un patrón matemático de las
personalidades, cualidades y temas de interés de los usuarios, tanto en lo que respecta a sus
gustos e intereses particulares con la finalidad de ofrecer e incitar a la compra de venta
productos comerciales específicos, así como también como una forma de control de parte de
gobiernos y corporaciones que hacen que la vida privada lo sea cada vez menos y a su vez
permita clasificar a los individuos como peligrosos o no a los intereses de los Estados y
Gobiernos, Corporaciones y Grandes Compañías, cuyo principal y casi exclusivo interés es el de
acrecentar sus ganancias económicas en detrimento del Medioambiente y el entorno. La
tecnología ha traído beneficios a la humanidad, eso es innegable, pero su desarrollo siempre ha
partido y estado vinculado a un único principio e interés, tener y contar con ventajas al momento
de la Guerra o en caso de ella, como también y del mismo forma la expansión de, históricamente,
un Imperio sobre otro y su dominación por razones ya sean religiosas como lo fue en un
principio, por considerar al otro un bárbaro e incivilizado y que siendo de esta forma es alguien
civilizar y solo y simplemente siendo reduccionista por ser diferente y distinto en sus hábitos y
costumbres, creencias religiosas o de otra índole y el color de su piel. Casos como estos se han
reducido, pero continúan sucediendo, pero ya lejos de lo que fue su principio; lo que prima
actualmente son los intereses económicos comerciales y con ello el poder sobre los recursos no
renovables. El control del comercio para sostener y mantener el status de vida al que un grupo
muy reducido accede y del que la mayoría queda exento, o lo que es peor aún, total y
absolutamente excluido hasta de lo indispensable y vital para el desarrollo de una vida
esencialmente digna: agua, alimentos, vivienda, salud y medicamentos, educación básica e
instrucción, trabajo; todas condiciones que permiten el sostenimiento de la existencia. Las
personas incluidas en esta última descripción no viven, solo subsisten, algo que es
sustancialmente diferente. Lo único que salvará a la Humanidad de su propia autodestrucción
es y como ha sido la lo largo de la historia: la cooperación.

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