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Es necesario meditar sobre qué significa el maremágnum desatado en relación a la PSU teniendo en

cuenta la contingencia que se ha desarollado en los últimos meses y captar el mensaje:


Básicamente lo que la ACES ha hecho (¿arrogándose representación a título de quién y con qué
respaldo popular?) es decirle a toda la ciudadanía y gobierno "no nos gusta la PSU, por tanto
impediremos su desarrollo por la fuerza". Es imposible no realizar una proyección imaginaria
respecto a cómo esto se aplicará a futuro en el cuadro general. Por un acto de raciocinio simple
cabría preguntarse: Si este ejercicio de matonaje político salvaje llevado a cabo por ese grupúsculo
se dio respecto de la rendición de la PSU, ¿qué cabría esperar para los pasos a seguir en relación al
proceso constituyente y por parte de otras u otras organizaciones?

Si a lo anterior sumamos la sistematicidad de los atentados contra el orden público y el silencio


cómplice y ciertas palabras de ciertos políticos, que pueden equivaler auténticamente a
intimidaciones, no cabría sino deducir razonablemente que el susodicho plebiscito de Abril se
realizará bajo una amenaza de violencia insostenible y que el proceso constituyente mismo en su
conjunto estaría marcado por la misma, guardando, por tanto, una contradicción insalvable en
relación a la repetida cantinela de que la nueva constitución se elaboraría bajo un contexto de
auténtica democracia.

Por lo demás, la ciudadanía no debe cometer el mismo error del este gobierno falto totalmente de
pantalones, que ha actuado bajo el supuesto de que, cediendo a la violencia y a la agenda del sector
que NO lo votó, la vorágine se apaciguaría. Cuando en términos reales el mensaje que le ha
transmitido es que si ladran fuerte, cederá; que la violencia y la amenaza, sí resultan, a la larga, útiles.
Por esto es que si la ciudadanía dice que sí en Abril confirmará lo anterior y quedará asentada una
forma de hacer política que prácticamente sentará la violencia “revolucionaria” como práctica no
sólo legítima sino inmediata. De más está decir que este país jamás hubiera retornado a la
democracia (con sus luces y sombras) si los que hicieron posible tal evento hubieran están imbuidos
de la mentalidad que denuncio y critico.

Es por esto que en Abril nos jugamos más que una nueva constitución. Nos jugamos prácticamente
qué especie de praxis política quedará marcada en adelante y yo diré rotundamente NO, pues quiero
al Chile que fue capaz de hacer una transición pacífica entre un gobierno de facto y una democracia,
por más imperfecta que ésta sea y no a un Chile transformado en una arena de combate que
prácticamente institucionalice la revolución tan violenta como infantil, la amenaza y la demagogia
como métodos de acción.

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