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2014-05
Díaz-Muñoz, Guillermo
ITESO
CIFS-ITESO
Mayo de 2014
1
Introducción
El presente documento forma parte del marco teórico general desarrollado en el proyecto de
investigación impulsado por el programa “Desarrollos Regionales Alternativos” del CIFS-ITESO.
Se trata del acercamiento teórico específico que el eje o línea de investigación realiza a las
principales nociones de dicho marco teórico general (ver Cuadro 6.3 del Protocolo de
investigación).
Asumimos, entonces, que los Desarrollos Regionales Alternativos pueden ser estudiados desde
ciertos conceptos iluminadores de las realidades empíricas sujetas a investigación. Dichos
conceptos se refieren al Buen vivir (para qué), la Descolonialidad del poder y del saber (qué),
la Autonomía/Emancipación (qué), la Acción colectiva, la economía solidaria, la sustentabilidad
(cómo) y el Sujeto social (quién) y atraviesan las tres líneas de investigación de nuestro
Programa: organización, formación y territorialización.
Así, desde “la perspectiva territorial”, me propongo utilizar dichos conceptos generales a partir
de sus concreciones particulares en torno a mi objeto-sujeto de estudio: el territorio
socialmente construido y la región como expresión de él. De ese concepto general surgen
conceptos específicos con apoyo de diversos autores de referencia que se pueden observar el
Cuadro N° 1.
2
Como concepto central, concepto ancla o articulador del eje, se encuentra la noción misma de
“territorio” con sus diversas miradas o abordajes (ver Esquema 1 y Cuadro 1). Para ello, me
propongo apoyarme principalmente en Llanos-Hernández (2010) y su acercamiento al
Episteme y territorio, en Mario Sosa (2012) y su estado del arte del territorio, la complejidad
territorial con Noé y Vicente (2001), así como en la relación entre territorio y descolonialidad
del poder-saber de Carlos Walter Porto-Goncalves (2008, 2009).
Desde este gran concepto articulador y su relación con el buen vivir –el concepto más
importante del marco teórico general- retomaré el subconcepto de “territorio local-regional”,
dada la expresión que dicho concepto tiene en su concreción territorial (para ello me apoyaré
en el mismo Sosa: 2012). Asimismo, con Gustavo Esteva (2009), Leo Gabriel (2005, 2010),
Adolfo Regino (1996) y Francisco López Bárcenas (1998), abordaré el subconcepto de
“autonomía territorial” el cual se deriva del concepto autonomía-emancipación.
Por su parte, “poder-contrapoder territorial” (Isabel Rauber, s/f; Doreen Massey, 2007) es un
subconcepto del concepto general “descolonialidad”; “acciones colectivas territoriales
alternativas” (Frances Fox Piven: 2007), con resistencias desde abajo (Isabel Rauber: 2006) y
la geocultura de la resistencia (Jaime Preciado: 2009,2010), son, a su vez, una concreción del
concepto acción colectiva; del concepto de sustentabilidad se desprende la noción particular de
“ecologismo territorial de los pobres” (Joan Martínez Alier: 2010); “redes territoriales de
colaboración solidaria” (Euclides Mance: 2008) es la noción que nos interesa abordar desde la
economía solidaria y, finalmente, del sujeto social surge la noción de “sujeto social territorial”
como expresión territorial del mismo (Isabel Rauber: s/f).
Como se advierte, en todos los casos los grandes conceptos del marco teórico general de la
investigación tienen sus expresiones particulares o concreciones en torno al territorio –la
comunidad local y la región como articulación intercomunitaria y su expresión específica- para
nuestro problema de investigación-.
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Esquema N° 1: Mapa conceptual básico
Terri torio
l oca l-regional
(CENTRO-PERIFERIA)
TERRITORIO
TERRITORIALIZACION
Acci ones TERRITORIALIDAD Poder-
col ectivas
Contra poder
terri toriales
terri torial
a l ternativas (CIUDADANIA)
Redes
terri toriales Ecol ogismo
de terri torial de
col a boración l os pobres
s ol idaria
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Cuadro N° 1: Matriz conceptual en torno al territorio
CONCEPTO
MARCO-ANCLA TERRITORIO
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1. APRENDIENDO A NOMBRAR EL TERRITORIO: CONCEPTUALIZACION Y
NARRATIVAS.
Porto-Goncalvees (2009: 131) nos advierte sobre los nuevos epistemes emergentes o en
marcha para dilucidar diversos fenómenos espaciales o territoriales–con un énfasis centrado
en las diferencias o la diversidad- particularmente desde las prácticas sociales emancipatorias:
el pensamiento liminal para Walter Mignolo; la exotopía para Mikail Bakhhtin; el tercer espacio
para Hommi Bhabha; y las lógicas distintas de la moderno-colonialidad de los pueblos
originarios con Catherine Walsh.
Resurge así el concepto del territorio, de manera no nueva pero sí novedosa, superando los
límites de la geografía y su pensamiento. El territorio se afianza desde la complejidad y su
reconocimiento por las ciencias, tanto desde enfoques disciplinarios (la economía, la política, la
antropología y la sociología), como inter y transdisciplinarios desde las ciencias sociales.
Llanos-Hernández (2010: 207) da cuenta de ello:
“Esta apropiación del concepto forma parte de los cambios teóricos y conceptuales que
desde los enfoques disciplinarios, interdisciplinarios o transdisciplinarios ocurren en
las ciencias sociales, los cuales buscan explicar la complejidad de los procesos sociales
que ocurren en la actualidad en un contexto de mundialización de la economía, la
cultura y la política; proceso que ha colocado a la dimensión espacial de los
acontecimientos sociales en la misma tesitura que la vertiente temporal (…)”
De manera que el territorio puede, y debe, ser estudiado y comprendido desde múltiples
miradas, y las diversas disciplinas, subdisciplinas e interdisciplinas sociales -hibridaciones
disciplinarias- dan cuenta de ello:
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“La amplia perspectiva del territorio genera múltiples posibilidades de construir un
enfoque interdisciplinario, una de ellas es la que se establece entre la sociología y la
geografía, pero lo mismo puede ocurrir en el vínculo entre la geografía y la historia, la
política o la antropología, lo central es que en este tipo de estudios es importante que la
dimensión espacial cobre vida, que adquiera presencia con sus categorías y sus métodos
(…)” (Llanos-Hernández, 2010: 218)
Como Massey reconoce (2007: 9), existen una geografía desigual en el mundo y una
complejidad del espacio. Esta complejidad supone que el espacio, más allá de la simple suma de
territorios, es una complejidad de relaciones (flujos y fronteras; territorios y vínculos, nodo
abierto de relaciones, articulación de influencias, prácticas e intercambios, malla compleja) y,
por ello mismo, un lugar o un territorio no puede ser tampoco simple y coherente. Y, sostiene
Massey, gracias a esta complejidad, la identidad de cada lugar, incluyendo la política es
producto de esta mezcla o entrelazamiento (Massey, 2007: 9).
De acuerdo con Nogué y Vicente (2001: 11), hablar de globalización es referirse necesariamente
a “las relaciones dialécticas que se establecen entre lo local y lo global, es decir, entre los
espacios más próximos al ciudadano (espacialmente definidos) y los más alejados del mismo
(aunque no por ello menos determinantes)”.
La literatura sobre la ciudadanía es muy amplia y diversa por lo que tiende a enfatizar ciertos
aspectos sobre otros, dependiendo de sus autores. Un referente obligado es Marshall (citado
por Ramírez Sáiz: 2007, 2012), quien afirmaba en sus estudios que los derechos de ciudadanía
fueron conquistados históricamente siguiendo una cierta una evolución lineal, es decir, dando
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paso los derechos civiles a los derechos políticos y luego a los sociales, en una especie de
linealidad procesual. Sin embargo, siguiendo a Ramírez Sáiz (2007: 2), el estado de la cuestión
de la ciudadanía pasa por el reconocimiento de una serie de aspectos o temas que le dan una
mayor complejidad al planteamiento marshaliano:
Esto significa que el territorio, en su relación con la ciudadanía, queda restringido hasta la
actualidad tan sólo al territorio nacional. Sin embargo, el reconocimiento del territorio como
derecho a través de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas puede significar no sólo un primer intento por romper el ámbito nacional de vigencia
y ejercicio ciudadano, sino la posibilidad de avanzar en los extremos territoriales de la
ciudadanía: la global y la local.
En este sentido, reconoce que la situación de los pueblos indígenas varía de región en región y
de país a país y que se debe tener en cuenta la significación de las particularidades nacionales
y regionales y de las diversas tradiciones históricas y culturales (ONU, 2007: 4). Asimismo, en
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el Artículo 9 (ONU, 2007: 6), sostiene que los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho
a pertenecer a una comunidad o nación indígena, de conformidad con las tradiciones y
costumbres de la comunidad o nación de que se trate. Con ello se establece la posibilidad de
países plurinacionales, en tanto convivencia de diversas naciones étnicas con sus respectivos
territorios y culturas en un territorio plurinacional común.
Y en relación a sus derechos sobre el territorio, los reconoce también (ONU, 2007: 2) y afirma:
Diversos científicos sociales nos alertan desde hace décadas sobre la necesidad de mirar con
mayor profundidad los procesos de mundialización o globalización en marcha. Castells, con su
famosa trilogía “La era de la información”, ha sido uno de los más importantes estudiosos de
este fenómeno, incluyendo, entre otros, a Gidenns, Beck, Bauman y Thernborn. Desde un
análisis de la posmodernidad, los dos primeros nos alertan sobre los graves riesgos globales
que enfrentamos en la actualidad, mientras que Bauman realiza un análisis en torno a los
cambios societales al pasar de un estado sólido a una sociedad líquida, flexible, incierta, sin
seguridades y asideros.
El texto de Beck (2005), “La mirada cosmopolita o la guerra es la paz”, resulta sumamente
pertinente para la comprensión y estudio de la globalización actual. De acuerdo con sus
estudios, la globalización no debe verse como una realidad uniforme, homogénea y rígida y lo
local y nacional no pueden ser explicados por sí mismos, sino sólo en referencia a la
globalización y sus diversas dinámicas y procesos interconectados. De ahí la necesidad, insiste
Beck, en pasar de un nacionalismo metodológico a un cosmopolitismo metodológico, sin que
ello signifique abandonar la mirada local o nacional. Intenta, por el contrario, encontrar
explicaciones dentro y fuera de las fronteras, en las interdependencias que tejen los fenómenos
sociales.
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Desde el otro polo del análisis, autores como Castells, Martín-Barbero, Sosa, Porto-Goncalves,
Llanos-Hernández, Toledo, Boisier, entre muchos más, sostienen que además de las dinámicas
de globalización resulta fundamental apelar a los procesos de localización-regionalización que
están emergiendo en todo el mundo como parte de esta doble dinámica contradictoria y
complementaria a la vez, es decir, dialógica, desde la perspectiva de la complejidad. El territorio
se constituye como una realidad digna de vivirse y a la vez fuente de conflictos de diversos tipos:
por los recursos naturales o los bienes comunes (agua, aire, minerales, tierras, infraestructuras
diversas), por la creación mercantilista de fuentes modernas de energía o la conservación de la
naturaleza, como apropiación colectiva de la tierra o su desposesión y desplazamiento
comunitario, como reproducción ampliada de la vida o explotación mercantil capitalista, etc.
Para ello, Nogué y Vicente (2001: 15) nos invitan a no confundir internacionalización y
transnacionalización con globalización, dado que la última las comprende a ambas. La
globalización representa la fase de la inmediatez y de la profundización de la integración de las
economías mundiales, pero además la geopolítica, la universalización de ciertos idiomas y
formas culturales diversas, paisajes, etc. Ello significa, para Nogué y Vicente, que la
globalización ha modificado los tres pilares básicos en que se basa la sociedad; la manera de
producir, la manera de vivir y las formas de gobierno.
Desde América Latina y la ciencia económica, para Boisier (2005) la globalización expresa un
Nuevo Orden Mundial fundado en los intereses de los mercados mundiales donde las fronteras
se vuelven porosas, las soberanías nominales y el poder anónimo al soltar los frenos
neoliberales de la desregulación, la liberalización, la flexibilización, la fluidez creciente, la
facilidad de transacciones en los mercados inmobiliario y laboral así como aliviar la presión
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impositiva. En ese sentido, para la globalización tiene dos caras de un mismo proceso:
fragmentación política y globalización económica, integración y parcelación, globalización y
territorialización, en tanto procesos recíprocamente complementarios.
Por otra parte, desde los Estudios culturales –campo de estudio de las significaciones y los
sentidos societales en su relación con la economía política y el pensamiento crítico-, Martín
Barbero (1992) sostiene que lo que aparece también son un conjunto de hibridaciones
culturales de forma recursiva (por ejemplo, la urbanización-culto-ciudad de la cultura rural-
popular-pueblo-lo otro y la ruralización de lo urbano cultural). Lo que ocurre en el fondo, para
Martín-Barbero, es una desterritorialización de la cultura, rompiendo las fronteras
territoriales, sociales, étnicas, de raza, y no sólo en las escalas intra o subnacionales, sino
también transnacionalmente. Pero frente a este proceso desterritorializador surgen también
las resistencias culturales, en lo que Castells (citado por Martín-Barbero, 1992), desde los
nuevos movimientos sociales, advierte una lucha de las gentes por devolver sentido a la vida
resistiendo desde las culturas regionales y el barrio. Se trata de una mezcla de lucha por una
vida digna y la lucha por la identidad, la descentralización y la autogestión, en tanto proceso de
reterritorialización, de recuperación y resignificación del territorio como espacio vital desde la
perspectiva política y cultural.
Otra de las disciplinas híbridas que rescatan el valor conceptual del territorio y sus relaciones
con el poder y las identidades en el marco de la globalización es la Geopolítica crítica –campo
de intersección interdisciplinar entre la geografía, la política y el pensamiento crítico-1. Nogué
y Vicente (2001:12) sostienen que los territorios subglobales siguen vivos y muchos gozan de
cabal salud:
1 Ya Preciado (2010: 28-29) nos alerta sobre la nueva dimensión de la geopolítica crítica y sus aportes en AL:
la geografía política, del poder electoral, los estudios geoestratégicos y sobre seguridad (económica,
alimentaria y social), investigaciones multiescala y la geopolítica de y desde la acción, las investigaciones
críticas y el activismo ecológico político (mediante la producción de conocimiento, la acción y producción de
alternativas glocales).
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momentos de máxima integración mundial en todos los sentidos. Sin duda alguna, las
identidades territoriales caracterizarán en buena parte este inicio de siglo y de milenio”.
Nuevamente de manera compleja y recursiva, los autores afirman que la globalización debe ser
vista como un doble proceso: de “particularización de lo universal y de universalización de lo
particular” (Nogué y Vicente: 2001: 14). Es decir, como bien afirma Sosa (2012: 11), para
entender el territorio debemos pensar las relaciones entre lo local y lo global dados sus efectos
de contracción espacial y desaparición de los límites entre lo interno y lo externo. Por esta
razón, los territorios parecen desdoblarse y extenderse (elasticidad) o desbordar sus propios
límites.
Por tanto, reconociendo la complejidad del fenómeno, estrictamente habría que hablar de un
proceso de “glocalización” (utilizando el neologismo de Roland Robertson, en Nogué y Vicente,
2001; Sosa, 2012 y Boisier, 2005). Ello significa que tanto globalización y territorio configuran
un par: la globalización devalúa el territorio o lo lleva a una revalorización territorial (Boisier:
2005). Y en este proceso de glocalización, el territorio sería una suerte de síntesis de
interrelaciones y de procesos complementarios y contradictorios entre lo global y lo local, así
como entre el ser humano y la naturaleza, lo cual se manifiesta en procesos sincrónicos y
diacrónicos complejos (relaciones, eventos, fenómenos, dinámicas, procesos), recíprocamente
interdependientes y que se retroalimentan (Sosa, 2012).
En resumen, para Sosa (2012: 13), para entender el territorio –en tanto complejo- es preciso
reconocer esta síntesis de lo glocal para poder observar su multidimensionalidad y
características, sujetos y actores, prácticas diversas, así como los procesos y dinámicas de
apropiación y construcción que lo configuran.
Esta dinámica glocalizadora ha dado como resultado una enorme desigualdad social y, al mismo
tiempo, territorios y regiones radicalmente injustos, asimétricos, inequitativos y con enormes
desigualdades. Por poner sólo un ejemplo, los conflictos por el agua que enfrentan las
comunidades urbanas, campesinas e indígenas en diversos países del mundo, particularmente
de los países periféricos y semiperiféricos, se han venido agravando gracias al modelo de
despojo extractivista impulsado por grandes empresas transnacionales en connivencia con los
Estados.
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1.1.4 Delimitaciones conceptuales del territorio.
Hemos visto hasta ahora que la resignificación conceptual y empírica del territorio está en
marcha y que ello obedece a la necesidad de reconocer la complejidad del fenómeno de la
glocalización en tanto síntesis de los procesos simultáneos de globalización y localización.
En esta definición del territorio aportada por Sosa podemos destacar diversos elementos que
le dan sentido:
Dicha definición comulga con la propuesta de Porto-Goncalves (2009: 127), dado que para el
autor el territorio no es algo anterior o exterior a la sociedad, sino un espacio apropiado, es
decir, espacio hecho cosa propia e instituido por sujetos y grupos sociales que se afirman por
medio de él en torno a una sociedad dividida. En este sentido, siguiendo a Porto-Goncalves,
siempre existe:
a. territorio,
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b. territorialidades y
c. territorialización.
En otro texto, el mismo Porto-Goncalves (2008: 2-3) realiza una reivindicación del territorio
gracias a la discusión que sostiene con el concepto de desarrollo, entendido como despegar o
desenvolvimiento y, por tanto, de desterritorialización, dado que desarrollo da derecho a ir y
venir y no a quedarse y permanecer, que de acuerdo con el autor es el derecho a territorializarse
por sí mismo, el poder definir su propio destino. Por ello, el autor sostiene que la crisis del
desarrollo viene junto con el debate acerca del territorio y de las territorialidades”:
“Así como los últimos 30/40 años fueron los 30/40 años más devastadores de la historia
humana, cuando hubo la mayor ola de expropiación indígena-campesina que des-
ruralizó y sub-urbanizó por todas partes, fue también en estos 30/40 años que la
humanidad tomó conocimiento de su carácter planetario y que emergieron por todas
partes movimientos que luchan por territorios en su diversidad (territorialidades) y,
así, ponen en el orden del día el derecho a la igualdad en la diferencia (Porto-Gonçalves,
2001: 1)“.
Esta nueva reivindicación del territorio acontece gracias no sólo al debate sobre el paradigma
del desarrollo sin también por el cuestionamiento que se ha hecho más recientemente al
concepto de región dadas su rigidez como unidad de análisis, su determinismo económico, su
escasa relevancia a la relación con la naturaleza y su supuesta homogeneidad en el marco
desarrollista. Alejándose del concepto de región, Llanos-Hernández (2010: 213-219) afirma
que ya actualmente el territorio no tiende a la homogeneidad sino que explora la diferencia y la
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particularidad, es decir, la multiplicidad de procesos del complejo mundo social con la
coexistencia de diversos tiempos sociales (lineal o progresivo, circular o cíclico y el tiempo
simultáneo). Se trata, entonces, de una noción más compleja, donde el territorio conjuga esa
diversidad espacio-temporal:
“La región como concepto es ya insuficiente para conocer e interpretar la nueva realidad
de los seres humanos y la naturaleza. El territorio es un concepto más flexible, no sólo
continúa representando el soporte geopolítico de los estados nacionales, sino que dicho
concepto constituye una manifestación más versátil del espacio social como
reproductor de las acciones de los actores sociales.” (Llanos-Hernández, 2010: 213)
Otra definición del territorio es la sustentada por Sosa (2012: 1-4), quien sostiene que el
territorio es una “compleja relación geo-eco-antrópica”, es decir, no sólo un espacio o porción
de tierra delimitada con su complejidad biofísica (relieve, condiciones ambientales,
biodiversidad), sino un espacio construido socialmente, es decir, histórica, económica, social,
cultural y políticamente que da por resultado su valoración, representación, construcción,
apropiación y transformación. En su definición se conjugan tres elementos básicos:
La multidimensionalidad del territorio está sujeta a su apropiación social, desde mitos diversos
y su sacralización por medio de ritos, festividades, costumbres y tradiciones, ciclos vitales de
producción o de reproducción social, hasta reivindicaciones y resistencias, expolio o despojo,
así como formulaciones y estrategias políticas cuando representan intereses y proyectos
diferenciados, contradictorios y/o antagónicos en torno al territorio como totalidad o
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parcialidad (Sosa, 2012: 8). Lo anterior significa que el territorio vincula economía, política,
cultura y sociedad al mismo tiempo2.
Otra forma de vincular territorio e identidad es como el espacio vivido, el lugar creado, la
vivencia del lugar: “El lugar proporciona el medio fundamental a través del cual damos sentido
al mundo y a través del cual actuamos. Cuando creamos lugares, cuando vivimos los lugares,
creamos identidades. Hablar de lugar, por tanto, es hablar de identidad” (Nogué y Vicente, 2001:
17). De manera que, como sostienen los autores citados, la identidad es algo que en gran medida
se construye.
2El territorio puede ser objeto de elaboración de diversos mapas o representaciones, ya unidimensionales o
multidimensionales, parciales o totales y provenir desde matrices religiosas, cosmogónicas, políticas o
económicas. Son mapas mentales que lo definen, ordenan, sacralizan, historizan, proyectan y control an (Sosa:
2012: 7).
16
En el Esquema 2 es posible reconocer los principales elementos que confluyen en el territorio
y sus dinámicas: el territorio es resultado del proceso de territorialización (prácticas de
apropiación y construcción del territorio) surgido a partir de determinadas territorialidades
(en tanto formas de concebir o entender el territorio).
Sin embargo, visto desde su complejidad, no se trata de un proceso lineal, sino recursivo o bucle,
dado que el territorio es producto y productor de nuevas territorialidades y procesos de
territorialización. Así, es posible hablar de territorio siempre en proceso de construcción y
apropiación y, por tanto, productor de nuevas territorialidades.
De manera que desde esta perspectiva territorial, como señala Sosa, es que podemos reconocer
las delimitaciones territoriales en sus diversas escalas, desde la comunidad y las
microrregiones hasta las regiones subnacionales, subcontinentales y transcontinentales,
además de los territorios nacionales y continentales. Incluso, yendo más lejos de estos
territorios, el autor señala el surgimiento de los territorios sagrados3 como parte de la geografía
sagrada:
“(…) surgen las microrregiones, los municipios, las regiones, las tierras altas y tierras
bajas, las rutas, los mojones, la geografía sagrada (incluido el orden cósmico que liga al
mundo, al inframundo y al supramundo) que delinean dinámicas, ritmos, tiempos
3 Unejemplo entre muchos lo constituye Wirikuta, territorio sagrado de los wixáricas, y la ruta sagrada del
peyote que es realizada cada año por miembros de esta etnia de México.
17
(lineales, circulares) y espacios (horizontales y verticales, profundos, densos) de
organización y apropiación del territorio, que se relacionan sinérgicamente con los
ecosistemas, los procesos ecológicos, etcétera”. (Sosa, 2012: 2)
De ahí que sea posible reconocer una cierta correspondencia entre los conceptos territoriales
y los regionales. En este sentido, como veremos más adelante, la región puede vista como la
concreción del territorio, mientras que el proceso de regionalización como una expresión del
proceso de territorialización y la regionalidad o el regionalismo como la manifestación de la
territorialidad. Y de manera similar al territorio, la recursividad se hace presente también en la
región: ya sea como producto-resultado o como productor de regionalidades. El Cuadro 2 da
cuenta de esta multiplicidad de factores que es posible descubrir en torno al territorio y la
región.
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Cuadro 2: Matriz analítico-conceptual del territorio y sus correlatos regionales
Fuente: Elaboración propia en base a Nogué y Vicente (2001), Preciado (2003), Boisier (1994), Sosa (2012) y Porto-Goncalves (2008)
19
Por tanto, entre los amplios polos de las escalas global y local es posible reconocer otros
espacios intermedios. De ahí la importancia de la escala territorial. Neil Smith, citado por Nogué
y Vicente (2001: 21) propone un modelo de análisis de las relaciones sociedad/territorio
articulado en siete escalas: el cuerpo, la familia, la comunidad, la ciudad, la región, el estado-
nación y las fronteras de lo global. En estas escalas se diferencian las caracterizaciones
sociológicas (las tres primeras) y las geográficas (las cuatro últimas).
Soto et al (2007: 40) sostienen que el punto más delicado es la delimitación territorial:
En este sentido, siguiendo a Soto et al, se deben combinar los procesos de delimitación de “abajo
hacia arriba” con procesos de “arriba hacia abajo” que efectivamente responda a las demandas
de todos los actores, internos y externos, interesados en el desarrollo del territorio, es decir,
asociando las dimensiones objetivas impulsadas por el Estado (de “arriba hacia abajo”) con las
dimensiones subjetivas de los actores de los límites de su territorio (de “abajo hacia arriba”).
Por su parte, desde el territorio, Soto distingue territorios diversos, más centrados en el tipo de
población que los habita: el rural el urbano y el industrial. A estos tres grandes tipos de
territorios habría que añadir los híbridos: el periurbano o peri-rural, el urbano-industrial o el
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rural-industrial, donde se entremezclan ambos territorios dando lugar a espacios entrelazados
o intersectados.
“(…) una región no es simplemente un lugar o espacio donde suceden cosas sino en
cierto modo es esas cosas que suceden (…) La región tiene su ritmo, y tiene que tenerlo
y mantenerlo (a veces incluso acelerarlo) para no dejar de ser región” (Leal, 1998: 5-6).
Así, de acuerdo con Preciado, el regionalismo comunitario constituye una dinámica creciente
en países periféricos y semiperiféricos a partir de demandas étnicas regionales para un
reconocimiento cultural autónomo de comunidades y territorios propios uniendo lo nuevo y lo
viejo, naturaleza, sociedad y subjetividad. Por su parte, en el regionalismo contractual las
identidades culturales, los intereses económicos de corporaciones y la integración política
cohesionan un arreglo social en un espacio delimitado (desde la comunidad localizada hasta la
región subnacional, de manera que se crean nuevas unidades político-administrativas, estados
federados o municipios que, desde la cultura regional, moviliza recursos estratégicos o un
proyecto regional con inversiones públicas o privadas.
21
En la vertiente del regionalismo comunitario, conviene, entonces, apelar a la propuesta
culturalista de Lomnitz (retomada por Leal, 1998: 10). No se puede hablar de regiones
culturales sino de culturas regionales, de manera que:
“Lomnitz define “cultura regional” como una cultura internamente diferenciada y segmentada
que es el producto de la interacción humana dentro de una economía política regional. De esta
manera vemos que su concepto de región (o de cultura regional) supone heterogeneidad (sin
eliminar procesos de homogenización) y supone también el concepto económico de región tal
como este puede ser elaborado por el análisis regional.
La geógrafa neomarxista británica Doreen Massey (2007) hace una aportación conceptual
relevante al estudio del espacio: las “geometrías del poder”. Entiende, por ello, el carácter social
del espacio dado que es producto de acciones, relaciones y prácticas sociales. Y, por eso,
sostiene la autora:
“1. como producto social es, por consiguiente, abierto a la política (si lo producimos,
igualmente podemos transformarlo), 2. como producto social el espacio es, en su misma
constitución, lleno de, empapado de, poder social, 3. y el poder, como sabemos, tiene
múltiples formas (económica, política, cultural; dominación, igualdad, potencia) y se
realiza ‘en relación’, entre una cosa (persona, nación, región, lugar) y otra, 4. y por eso
a su vez, el poder tiene una geografía” (Massey, 2007:1)
Pero, ¿qué significa esto? Siguiendo a Massey (2007: 2-5), la autora resalta tres características:
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c. El espacio está siempre bajo construcción, en un proceso inacabado y abierto al
futuro y a la política.
Lo anterior significa, para Massey, que hay una geometría del poder dentro de cada lugar. De
manera que la identidad de cada lugar o territorio es producto de la negociación, conflicto y
contienda entre distintos grupos con intereses materiales y posiciones social y políticas
distintivas. Por ello, para la geógrafa británica, el lugar es una asociación negociada/disputada
de tipo socio-político por medio de, normalmente, un acuerdo social implícito y hegemónico
para su funcionamiento cotidiano (Massey, 2007: 9).
Y así como se crean dependencias surgen también búsquedas de autonomía como procesos
antagónicos o de inserción, tanto en el ámbito global como en el nacional (Sosa, 2012: 12-13).
23
En el balance más amplio existen, por tanto, ganadores y perdedores en un juego de suma cero,
donde el beneficio de unos es a costa del detrimento de otros: la lucha por recursos y bienes
comunes, la competencia productiva entre la agricultura familiar y campesina frente a los
agronegocios, las pugnas tecnológicas y por subsidios, entre muchos más (Preciado, 2009: 43).
Por ello, en el mismo sentido que Porto-Goncalves (2008), para Preciado (2010: 47) es
necesario construir un modelo crítico de desarrollo a partir de una perspectiva geopolítica
alternativa:
Preciado (2010: 47) plantea entonces que es el enfoque de la geopolítica crítica el que
contribuye a un mejor entendimiento de la realidad latinoamericana y a la conformación de
imaginarios de desarrollo alternativos. En tanto disciplina híbrida vinculada a la teoría crítica,
la geopolítica crítica intenta deconstruir los discursos institucionalizados del poder establecido
y construir nuevas visiones políticas de las relaciones socio-espaciales: como las diversas
culturas de resistencia a la geografía como verdad imperial, dominante, colonizadora y, en
contrapartida, otras geografías y otros mundos posibles con temas nuevos y heterodoxos como
el medio ambiente, la cultura o el género (Nogué y Vicente, 2001: 25-26-62-63).
Y es desde los discursos de poder como la cultura tiene también un peso importante en los
territorios. Como bien señala Lomnitz (citado por Leal, 1998: 10), la cultura regional es cultura
en una región de poder.
La colonialidad del poder y del saber se constituye en una clave fundamental del análisis
geopolítico. Porto-Goncalves (2008: 1) se refiere al territorio desde esta perspectiva colonial.
Una forma de analizarlo actualmente es desde el concepto del desarrollo, entendido como la
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tercera colonialidad, mientras que la primera colonialidad fue la fe cristiana y la segunda se
basó en la fe en la ciencia.
Esta perspectiva colonial requiere, en contrapartida, una posición descolonial no sólo del poder
sino también del saber en su relación con el territorio. Como señala Porto-Goncalves (2009:
122):
Con lo anterior se estaría buscando romper con el modelo hegemónico y universalista del saber
eurocéntrico para dar paso a otros lugares-saberes como también universales –los topoi de
Boaventura de Sousa- y estimular un diálogo de saberes que supere la colonialidad del poder y
del saber a la manera de Quijano. La afirmación de la diversidad y el derecho legítimo a la
diferencia es no sólo una necesidad ética, sino al mismo tiempo el reconocimiento de la riqueza
que contiene y la posibilidad de una verdadera convivencia intercultural. Habrá que bucear
desde allí en la comprensión de los mecanismos complejos mediante los cuales la opresión, la
injusticia y la explotación buscan legitimarse a partir de comprender también las relaciones
complejas interdimensionales de la cultura, la sociedad, la economía y la política (Porto-
Goncalves, 2009: 130):
“(…) y recoger nuevas epistemes entre los protagonistas que están impulsando
procesos instituyentes de nuevas configuraciones territoriales.”
Por tanto, recoger esos epistemes de los actores sociales territorialmente emergentes es una
clave fundamental de comprensión y tarea nuestra.
25
Conviene cerrar este apartado como señala Porto-Goncalves, es decir, con la certeza que en el
territorio estarán presentes las relaciones de poder que se organizan en una época determinada
y que las prácticas espaciales y temporales nunca son neutrales en las cuestiones sociales dado
que constituyen el núcleo de intensas luchas sociales (Porto-Goncalves, 2001:265) de manera
que en esa tensión epistémico-política nuevas territorialidades están siendo engendradas (por
ejemplo, los afrodescendientes del Pacífico sur de Colombia y los seringueiros de la Amazonia
brasileña). De esa manera, “La naturaleza es politizada” Porto-Goncalves (2009: 131).
Sin embargo, como sostiene Houtart (2013: 4), la perspectiva nacional y la transformación del
Estado no debe ser dejada de lado:
“Si se trata de afirmar que la transformación social exige mucho más que la toma del
poder político formal, ejecutivo o legislativo, esta perspectiva es plenamente aceptable,
pero si significa que cambios fundamentales como una reforma agraria o una campaña
de alfabetización se pueden realizar sin el ejercicio del poder, es una total ilusión. Así,
los movimientos sociales deben contribuir a la renovación del campo político (…)”.
Pero, ¿qué significa la construcción de poder desde abajo? Para Rauber (s/f: 2-4), la expresión
“construir Poder”, a diferencia de “tomar el Poder”, nos indica un proceso que va de lo más
pequeño a lo más grande, de lo más simple a lo más complejo y desde abajo hacia arriba. Desde
abajo es aquello ubicado en una posición inferior respecto a una escala de problemas,
fenómenos, clases o sectores sociales que estarían más “arriba” y se emplea habitualmente
como sinónimo de “desde las bases” (de quienes serían la vanguardia).
“Ir de lo pequeño a lo grande, donde una acción pequeña permita la mayor participación
de la población (desde el punto de vista político se trata de un proceso de construcción-
acumulación). De ahí que lo pequeño consiste en realizar una acción mínima que
26
posibilite la participación de la mayor cantidad de gente en un determinado momento
(demostraciones, declaraciones, manifestaciones, acciones), con la participación de la
mayoría de la población (posible de ser movilizada en cada momento)” (Rauber, s/f: 4).
De ahí que “territorio” y construcción de “poder alternativo”, “de contrapoder” o “de poder
desde abajo” son dos elementos inseparables –un binomio conceptual y real- en las diversas
escalas.
27
cultural, política, ética) pero al mismo tiempo las estructuras son transformadas históricamente
por nuestra praxis humana.
En ese sentido, desde la perspectiva del desarrollo, Porto-Goncalves (2008: 2) sostiene que la
autonomía –tener control de destino propio y darse sus propias normas- debe ir adelante del
desarrollo o desenvolvimiento y debe ser abierta, porosa:
“Por encima del “desenvolvimento”, autonomía. Autonomía significa en griego, darse las
propias normas, en fin, tener el control de su destino. Autonomía es, entonces,
recuperar el control sobre nuestros destinos y, de este modo, es, rigurosamente, lo otro
de “des-envolvimento”. Y, no olvidemos, tal y como todo ser vivo, toda autonomía tiene
que tener poros, aperturas para relacionarse con el otro en condiciones de igualdad sin
que la autonomía se pierda.”
Ahora bien, en relación a las autonomías regionales, una investigación sobre las autonomías
realizada en América Latina y coordinada por Leo Gabriel (2010: 239-243) descubre dos tesis
interesantes:
La tesis del equilibrio que afirma que en un sistema autonómico –entendido como un
proceso social del cual emerge un nuevo sujeto político- debe existir un equilibrio entre
las diversas dimensiones implicadas -político-jurídica, cultural-intercultural y
28
económica-ecológica- dado que ante carencias o sobredimensionamiento de alguna de
ellas existe el peligro de que actores externos –ya sea el Estado nacional, terratenientes,
compañías transnacionales, etc.- penetren el sistema, lo subviertan desde adentro y lo
destruyan;
La tesis de la red, por su parte, sostiene que la dimensión cultural representa la base
para un nuevo paradigma político -la democracia participativa-, vinculando el nivel de
las comunidades locales con una estructura regional –económica y política- de manera
horizontal e interactiva, es decir, en un proceso de integración desde abajo que deje de
lado localismos etnocentristas o representaciones jerárquicas que impidan el
desarrollo de mecanismos participativos en la toma de decisiones políticas.
Para el caso de los pueblos indígenas, las decisiones propias para definir su destino y vida
propia, tanto presente como futura, son la esencia de la autonomía. De ahí que los elementos de
autonomía, autogobierno, elección de representantes por usos y costumbres e instituciones
propias para la toma de decisiones sean parte fundamental de la autodeterminación. La
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, en su Artículo
4 (ONU, 2007: 5), establece:
Y más adelante, en el Artículo 18 (ONU, 2007: 8), se afirma que “los pueblos indígenas tienen
derecho a participar en la adopción de decisiones en las cuestiones que afecten a sus derechos,
29
por conducto de representantes elegidos por ellos de conformidad con sus propios
procedimientos, así como a mantener y desarrollar sus propias instituciones de adopción de
decisiones”.
Sin embargo, a pesar de que los debates en torno a los pueblos indígenas no son nuevos –cabe
recordar a Fray Bartolomé de las Casas y su defensa de los indígenas, quien ofreció una
argumentación filosófico-ética en torno a la humanidad de los indios en América y ganó el
debate jurídico en su tiempo-, la realidad de opresión, marginación y explotación criminal que
durante siglos sufrieron los pueblos indígenas cobró una nueva y desafiante visibilidad mundial
con el alzamiento zapatista. Podríamos, en resumen, sintetizar los principales debates en
América Latina durante las últimas décadas en torno a tres posturas: a. la de los indigenistas
oficiales y su visión integracionista de los indígenas a la modernidad occidental (por ejemplo,
Gonzalo Aguirre Beltrán) en contraposición a los etnicistas utópicos (como Guillermo Bonfil
Batalla y su idealización del México Profundo); b. entre los autonomistas indígenas y sus
detractores (para quienes las autonomías indígenas suponen una independencia incompatible
con la soberanía nacional) y c. entre los propios autonomistas, como veremos más adelante.
Una parte del debate reciente –a principios de este nuevo milenio- se refiere a la territorialidad
de la autonomía y, por ello, a la necesidad de reconocer las autonomías regionales de los
pueblos indígenas y no sólo las comunitarias. Si bien al respecto no existe mayor discrepancia
teórica entre los autonomicistas en nuestro país sobre la necesidad del reconocimiento de
ambas, sino a partir de las condiciones de correlación de fuerzas políticas en torno al tema en
nuestro país, la posición de los indígenas oaxaqueños (Adolfo Regino: 1996; Francisco López:
1998), y más cercana a los zapatistas, parte del reconocimiento primero de las autonomías
comunitarias como la base de escalamiento hacia el municipio y la región, mientras que otros,
como Héctor Díaz Polanco y la ANIPA (Asociación Nacional Indígena por la Autonomía)
30
sostienen que la autonomía debe ser regional como principio y configuración de las autonomías
indígenas.
Así, como bien afirman las comunidades indígenas de México, la autonomía no significa
independencia o soberanía frente a la nación, sino su reconocimiento como sujetos de derecho
para una verdadera inclusión nacional desde su afirmación como etnias, es decir, como parte
constitutiva de la diversidad cultural en nuestro país. Nuestra democracia no será completa,
entre muchas otras razones, si no se toma en cuenta a los pueblos indígenas.
Para Adolfo Regino (1996): partir de las “autonomías comunitarias” para avanzar a las
regionales; libre determinación de los pueblos, primer artículo de la carta de la ONU sobre los
Derechos CPESC, autodeterminación como autoafirmación, autodefinición, autodelimitación,
auto-organización, autogestión; autonomía como resultado de negociación con el Estado; en el
contexto de mayor democracia y participación política, autonomía lleva a la reforma del Estado
y nuevo federalismo;
Por su parte, Francisco López Bárcenas sostiene que el movimiento indígena es distinto al
campesino, con reclamos propios, la autonomía como eje para sus sistemas de gobierno,
territorios, normas de vida interna e identidad cultural; por encima del debate ideológico-
académico, se construyen de hecho las autonomías.
De cualquier forma, la lucha por la autonomía territorial es para los pueblos indígenas la base
fundamental para un desarrollo incluyente en el contexto nacional y supone el avance sostenido
en sus dimensiones económicas (proyectos productivos eficaces), políticas (elección de sus
autoridades en base a sus normas, usos y costumbres, pero también la posibilidad de contar
con representación en el Congreso Federal mediante diputados indígenas en distritos
31
electorales especiales), culturales (mediante la educación intercultural y el reconocimiento a
sus lenguas), entre otras (Adolfo Regino: 1996).
Como bien señala Víctor Toledo desde la sustentabilidad, una sociedad regional –considerada
como bioregión- deberá tomar en cuenta “la autosuficiencia” de sus recursos principales
(agua, aire, energía, alimentos, materias primas) como una las expresiones de la autonomía
territorial y ello implica una participación concertada entre actores sociales de tipo rural,
urbano e industrial y el uso armónico de los recursos principales:
“En el ámbito regional, se buscará dar realidad a la idea de bioregión. Ello implica lograr
la autosuficiencia de los sectores rurales, urbanos e industriales y sus actores de un
cierto espacio regional. Bajo esta perspectiva surge una nueva visión de la planeación
regional en la que los recursos y servicios de la naturaleza (la llamada oferta ambiental)
se ponderan en función de las demandas sociales de carácter rural, urbano e industrial.
El reto consiste en lograr el máximo de autosuficiencia regional de los principales
recursos (agua, aire, energía, alimentos, materias primas) mediante una acción
concertada entre productores, distribuidores, transformadores y consumidores, es
decir, mediante el acoplamiento entre lo natural, lo rural y lo urbano-industrial.”
(Toledo, 2003: 24)
De acuerdo con Melucci (citado por Giménez, s/f b: 15-16), la acción colectiva se concibe como
un conjunto de prácticas sociales que: a) involucran al mismo tiempo a individuos o grupos; b)
poseen características similares en la contigüidad temporal y espacial; c) implican un campo de
relaciones sociales y d) cuentan con un sentido sobre que se hace o se va a hacer.
Por ello, siguiendo a Giménez, la acción colectiva abarca una gran variedad de fenómenos
empíricos como movimientos sociales, conflictos étnicos, acciones guerrilleras,
manifestaciones de protesta, huelgas, motines callejeros, movilizaciones de masa, etc. Aunque
se manifiesta como una unidad empírica, la acción colectiva es producto de procesos sociales
múltiples y heterogéneos. De manera que, para el mismo Melucci (1994), no todo el campo de
los movimientos sociales es antagonismo dado que existen movimientos sociales
32
conservadores, reformistas y otros ambivalentes. Cuando son movimientos alternativos
cuestionan el funcionamiento instituido del poder y por ello funcionan como espacios abiertos
donde se hacen contratos continuamente renegociables.
Ahora bien, dichas prácticas transformadoras del poder -y, por tanto, democratizadoras desde
el territorio- tienen a su vez distintas escalas. Isabel Rauber (2006: 19) nos advierte sobre ello:
“(…) ir democratizando desde ahora todos los ámbitos de la vida social e individual,
transformando radicalmente el poder dominante, excluyente y discriminador: en el
hogar, la comunidad, el lugar de trabajo, y en el interior de cada organización social o
política. Es por ello también, una lucha por la coherencia, la ética, la moral y la felicidad
humanas. Y nuestras prácticas cotidianas de construcción y transformación no pueden
estar reñidas con ello.”
Lo anterior significa, siguiendo a Rauber, la necesidad de contar con dos tipos de proyectos: de
entrada y de salida. La posibilidad de construir alternativas programáticas, organizativas y
políticas, es decir, proyectos de entrada o de partida con el fin de solucionar o paliar la
problemática social, política, económica y cultural de la coyuntura en la que intervienen. De
33
manera que “los proyectos de entrada” serían aquéllos orientados colectivamente en la
construcción del programa político (de oposición y/o gobierno) a partir de las propuestas
programático alternativas, mientras que, en interacción dialéctica con ellos, “los proyectos de
salida” serían los proyectos estratégicos que forman como parte de un prolongado proceso
histórico de transformación de la sociedad (Rauber, 2006: 104).
Y en el mismo sentido que Rauber, Houtart (2013: 6) encuentra que se requieren estrategias
diversas para lograr tres niveles de alternativas:
El primero es la utopía, que no existe hoy pero que puede ser realidad mañana;
El segundo son las alianzas, las cuales agrupan un conjunto de actores sociales diversos
en una iniciativa significante en relación con la dimensión utópica del proyecto global;
El tercer nivel son las victorias, parciales pero significativas, que ayudan a mantener la
acción y a recrear la motivación.
En este sentido, el problema de la estrategia debe ser siempre considerado, dado que para Fox
Piven la actualización del poder interdependiente no es sencilla. Si bien ella sostiene que este
tipo de poder puede incrementarse, dado que siempre ha existido, también se encuentra
ampliamente disperso y usualmente en estado latente. Para dicha estrategia, Fox Piven (2007:
9-12) propone cinco pasos: a. romper las reglas que gobiernan a las instituciones; b. reconocer
que se cuenta con un poder interdependiente, un poder desde abajo; c. coordinar las
contribuciones dispersas para una mejor y más efectiva movilización de poder disruptivo; d.
prever formas de soportar la suspensión de la relación cooperativa de la que dependen y
aguantar las represalias y, finalmente, e. considerar las restricciones impuestas a que están
sujetos por otros sujetos (por ejemplo, la iglesia).
De manera que es posible reconocer una serie de acciones colectivas territoriales en el contexto
latinoamericano, pero también en el sur global: resistencias comunitarias y étnicas,
movimientos sociales sectoriales e intersectoriales, luchas por los bienes comunes y contra su
despojo por la vía de la expropiación privada, defensa de las culturas locales y regionales y de
identidades étnicas, construcción de alternativas desde diversas dimensiones, temas y escalas
territoriales. Las diversas escalas implicadas –resistencias y alternativas multiescalas-
34
constituyen también una novedad territorial, pero en el conjunto se reconocen estas luchas
como una verdadera “geocultura de la resistencia”:
Una de dichas expresiones de la geocultura de la resistencia es lo que Martínez Alier (2010: 16-
17) denomina Ecologismo de los pobres. En el reconocimiento de esta dinámica de resistencia
desde abajo el autor reconoce la ideología y la práctica de las luchas populares para la
preservación de los recursos naturales en la esfera de la economía moral pero también una
defensa científica desde una economía que valora la biodiversidad y usa razonablemente de los
flujos de energía y materiales hacia una vía de modernidad alternativa. En el fondo de lo que se
trata es de la necesidad de la supervivencia, necesidad que hace a los pobres a su vez
conscientes de la necesidad de conservar los recursos y servicios ambientales. Y para ello
utilizan diversos lenguajes: locales, religiosos y con valores arraigados en la cultura local. Esas
luchas, sostiene Martínez Alier en el mismo texto, se expresan a menudo como una defensa del
territorio y apelan a la identidad comunitaria e indígena, aunque su raíz está más en la defensa
de la subsistencia o de la oikonomía frente al metabolismo depredador de la economía mundial.
Estas resistencias desde abajo –consideradas así desde la sociología política-, o geocultura de
la resistencia –desde la geopolítica crítica-, o lenguajes de valoración y ecologismo de los pobres
–desde la economía ecológica-, son finalmente luchas sociales dirigidas a mantener el acceso
popular a los recursos naturales contra la privatización (o contra la estatización) y, por tanto,
son al mismo tiempo luchas por la conservación de la naturaleza.
35
Tal como indica Luis Hernández Navarro (La Jornada, 26 mayo 2009), las movilizaciones
ecologistas de los pobres son uno de los principales terrenos de confrontación social actual:
(…) Los pobres luchan contra los impactos ambientales que los amenazan,
convirtiéndose en defensores de los ecosistemas al luchar por sus tierras, su
patrimonio, su cultura, su paisaje y su lugar de habitación. A veces son todavía reticentes
a llamarse ambientalistas o ecologistas que, por otro lado, son términos recientes en la
historia social”.
De ahí que diversos elementos resulten claves para comprender la relación entre medio
ambiente y territorio socialmente construido en tanto construcción geo-eco-antrópica:
metabolismo social, conciencia de especie, sustentabilidad y biodiversidad.
36
realizan entre ellos mismos más allá de la esfera de lo biológico. Sin embargo, ambos procesos
de intercambio están imbricados mutuamente: es el metabolismo existente entre la sociedad y
la naturaleza. Se trata de una doble y recursiva conceptualización: ecológica de la sociedad y
social de la naturaleza.
De manera que la conciencia de especie genera en los humanos una nueva percepción del
espacio (topoconciencia) y del tiempo (cronoconciencia) más allá del individualismo,
racionalismo y pragmatismo del Homo economicus. El territorio, y su integralidad espacial, se
hace presente de nuevo desde la conciencia, la topoconciencia, tanto desde su cuerpo como de
la dimensión planetaria de forma interconectada entre sus diversas escalas: lo local y global, lo
bioregional y lo individual, los procesos naturales y sociales, de la especie humana y los otros
seres vivos (Toledo, 2003: 19).
La cronoconciencia, por otra parte, como conciencia integral del tiempo, permite al humano
ubicar el pasado, presente y futuro como un proceso que ubica lo individual, lo familiar y lo
humano en el torrente de la evolución biológica, geológica y cósmica (Toledo, 2003: 20).
El concepto de sustentabilidad, por otra parte, nos permite ubicar por lo menos cinco principios
esenciales que operan articuladamente entre ellos como los pilares de una posible sociedad
sustentable. Estos cinco principios son (Toledo, 2003: 22-27):
37
(self-reliance), la autonomía política o el empoderamiento de los actores sociales y sus
instituciones societarias;
c. La integralidad: desde una visión integral u holística de la realidad natural y social que
articula y relaciona todo con todo y considera la coexistencia del todo y de las partes
(holograma), la multidimensionalidad de la realidad con su no linealidad, rompiendo
dicotomías con equilibrios y desequilibrios, caos y cosmos, vida y muerte, sentimiento
y pensamiento, cuerpo y espíritu, naturaleza y sociedad, oriente y occidente, tradición
y modernidad, pasado y futuro, rural y urbano, local y global, intelectualidad y
manualidad, arte y ciencia, femenino y masculino;
d. La equidad: eliminar todos aquellos mecanismos, procesos y justificaciones que
mantienen la desigualdad en todos sus ámbitos: social, regional, productivo, sexual,
cultural.
e. La democracia participativa: que las decisiones sean efectivamente tomadas de manera
directa y colectiva en innumerables ámbitos tales como la investigación científica y
tecnológica, la educación, la planeación regional, la práctica religiosa y la gestión
política.
Sin embargo, resulta curioso, por decir lo menos, que ambas diversidades se encuentran
severamente amenazadas o en peligro en la actualidad. Es la realidad de los pueblos indígenas
asentados en territorios que ocupan amplias extensiones de bosques tropicales y boreales,
montañas, pastizales (sabanas), tundras y desiertos de los menos perturbados del planeta,
junto con grandes áreas de las costas y riberas del mundo (incluyendo manglares y arrecifes de
coral), que suponen una riqueza enorme en términos de recursos naturales. De ahí la
4 “(…) nueve de los doce centros principales de diversidad cultural (en términos del número de lenguas) están
también en el registro de la megadiversidad biológica y, recíprocamente, nueve de los países con la mayor
riqueza de especies y endemismos están también en la lista de las 25 naciones con las cifras más altas de
lenguas endémicas”. Toledo (2003: 68-69)
38
importancia de los territorios indígenas para la conservación de la biodiversidad, quienes
poseen entre el 12 y el 20% de la superficie del planeta, sostiene Toledo (2003: 73).5
El mismo Toledo insiste que “lo sagrado” significa que tiene un valor fundamental para todos.
Sin embargo, a diferencia del mundo occidental y sin pretender idealizar sus modos de vida, en
el caso de los pueblos indígenas-ancestrales-originarios del mundo la tierra o madre tierra
(Pacha Mama, para los pueblos originarios andinos) y la naturaleza son sagradas y, por ello,
veneradas, respetadas, cuidadas y protegidas como parte de la vida misma dado que son la
fuente primaria que nutre, sostiene e, incluso, enseña. Por ello, desde sus cosmovisiones, todo
está ligado, entrelazado, unido:
“La naturaleza es, por lo tanto, no sólo una fuente productiva sino el centro del universo,
el núcleo de la cultura y el origen de la identidad étnica. En el corazón de este profundo
lazo está la percepción de que todas las cosas vivas y no vivas y los mundos social y
natural están intrínsecamente ligados (principio de reciprocidad)”. Toledo (2003: 77)
5 Siguiendo al mismo Toledo (2003: 74), el investigador afirma que: “Cerca del 60 % de las áreas prioritarias
recomendadas para su protección en el centro y sur de México están habitadas por pueblos indígen as también
(Figura 3), y la mitad de las 30 000 comunidades rurales del país está distribuidas en los diez estados
biológicamente más ricos del territorio mexicano. En suma, en una escala global se estima que el área total
bajo control indígena probablemente alcance entre el 12 y el 20 por ciento de la superficie terrestre del
planeta”.
39
Sin embargo, desde la mirada simplificadora de la realidad, el territorio y la naturaleza suelen
ser vistos básicamente como recursos naturales susceptibles de ser explotados. De ahí que
concepciones limitadas del desarrollo regional, de tipo economicista y mercantilista, generen
conflictos ambientales o antagonismos diversos. En este sentido, se trata de antagonismos
entre horizontalidades y verticalidades, donde las horizontalidades conciben al territorio como
espacio local, de una vida en común, con raíces antiguas y relaciones de vecindad y contigüidad,
mientras que las verticalidades, por su parte, parten de una lógica espacial de competitividad y
de su capacidad para captar inversiones (Machado, 2009: 222).
No en balde, Preciado (2010: 37) considera que la disputa por la biodiversidad y su apropiación
– agua, petróleo y gas, biocombustibles, tierras de cultivo, minerales- en América Latina es el
principal fenómeno geopolítico actualmente y que esta disputa se realiza bajo una nueva
modalidad global: conjunto de redes organizadas en “los corredores” -interconexiones
territoriales e integraciones interocénicas-. Citando a Andrés Barreda, Preciado insiste, en el
mismo texto, que los corredores son ejes centrales que conectan los entornos urbano-
industriales y los urbano-regionales, generando beneficios desiguales en detrimento de los
espacios rurales. Todo ello necesariamente lleva a una reorganización de los territorios al
transformarse las prácticas productivas –en industria agrícola y la mano de obra- al margen de
la racionalidad social y ambiental en el uso del territorio.
Por tanto, desde la perspectiva que más nos interesa, Porto-Goncalves (2008: 238) ratifica esta
novedad de las luchas, al afirmar que un elemento fundamental de la composición comunitaria
de estas luchas y el perfil de los conflictos socioambientales es su carácter territorial, es decir,
el conflicto se revela a partir de la tensión de las territorialidades de la lógica abstracta del valor
capitalista –mercantilización, acumulación capitalista, geometrización, significación contraria a
la comunidad, del espacio- y los mundos de vida de las poblaciones locales y su relación con el
espacio.
Hemos sostenido a lo largo de estas páginas que el territorio es una construcción geo-eco-
antrópica, es decir, una forma de apropiación y vivencia de los espacios social y ambiental
40
relacionados, entrelazados, articulados. De manera que una de las formas de apropiación del
territorio se refiera a la dimensión geoeconómica del mismo: ya sea por la vía del dominio o por
la vía de las resistencias.
Por lo anterior, sin estar exentas de tensiones y conflictos internos, las territorialidades locales
tienden a estar constituidas por un denso tejido de relaciones sociales y entramados
comunitarios en torno a la reproducción de lo común y frente a lo que consideran una amenaza
o agravio a sus modos de vida e intereses, en especial frente a la tensión que produce la
temporalidad externa y abstracta del capital. De ahí que la dimensión espacio-temporal de
vecindad y contigüidad se actualiza como una red de poder social que de modos múltiples existe
en la vida cotidiana. Al parecer, se trata de redes territoriales o asociaciones variadas de lo
social, que en forma de relaciones de parentesco, etarias, estudiantiles, laborales o de afinidad,
comienzan a funcionar como un soporte básico para la lucha (Gutiérrez, 2012).
En el Esquema 1.6.1 podemos distinguir claramente entre los diversos tipos o sistemas de
economía en el marco economías mixtas y del sistema-mundo capitalista: la pública, la privada
y la social-solidaria. La economía privada tiene su centro en el valor del lucro y la ganancia, y
sus objetivos son la acumulación del capital con orientación en el libre mercado. El segundo
sistema, la economía pública, parte de la planificación estatal y tiene como objetivo la dotación
de servicios y provisiones públicas a los ciudadanos así como su participación parcial o total en
empresas que pueden ser consideradas estratégicas para los Estados. El tercer sistema, el
social-solidario, tiene como objetivo la auto-ayuda, como valor fundamental la reciprocidad y
como su orientación a la sociedad – y la constituyen las economías familiares, las
organizaciones voluntarias y las empresas sociales-.
41
Asimismo, resulta posible reconocer en los tres sistemas diversas escalas de participación: la
economía pública puede tener las escalas territoriales que van desde la comunitaria hasta lo
global, pasando por las escalas local y nacional o regional. Por su parte, las empresas privadas
pueden ser clasificadas, desde una escala de acuerdo con su tamaño, como micros y pequeñas,
medianas, grandes y multi o transnacionales. Finalmente, en la esfera social-solidaria de la
economía y dada su enorme diversidad, advertimos una serie de posibilidades de escalas que
combinan lo territorial y lo temático. Es preciso advertir, sin embargo, que las escalas
territoriales, de magnitud o tamaño y temáticas pueden ser aplicadas a los tres tipos de
economía.
42
El esquema anterior, sin embargo, si bien logra identificar los diversos tipos de economía y sus
escalas, no permite establecer sus conexiones. Por ello, en un esfuerzo más relacional, el
Esquema 1.6.2 no permite observar las intersecciones y articulaciones que se establecen en la
realidad empírica entre los diversos tipos de economía. Un paso adicional en ese sentido lo
realiza Coraggio (s/f: 14), para quien resulta medular el reconocimiento de la economía popular
como parte de las economías empíricas desde la existencia misma de las economías mixtas:
Bajo esta lógica, es preciso reconocer también que entre estos grandes tipos de economía –
privada, pública y popular- se establecen nexos y relaciones entre sí -interacciones diversas- y
donde la economía social y solidaria aparece como el espacio de intersección de todas ellas
(Esquema 1.6.2).
ESQUEMA 1.6.2
Nación, regiones,
provincias, municipios, Empresas público
empresas publicas. privadas
Empresas, grupos
económicos, holdings,
clusters
Seguro social,
salud, educación,
planificación.
Economía Organismos filantrópicos
solidaria Fundaciones, cogestión obrera
Presupuestos participativos
Gestión asociada de servicios Ongs, fundaciones, sociedad
civil
Economías domésticas,
comunidades, autoconsumo,
emprendimientos familiares,
trabajo autónomo, redes de Cooperativas y asociaciones
ayuda mutua y asociaciones
jurídicamente constituidas
productivas de hecho
43
No obstante el esfuerzo de clasificación descriptiva y representación visual propuesto por
Coraggio en el esquema anterior (1.6.2), no se alcanza a dar cuenta de la complejidad de las
economías sociales-solidarias. Además de reconocer dicho esfuerzo clarificador y siempre
parcial, como todas las representaciones, una tipología que intenta comprender las tendencias
de las economías solidarias en base al pensamiento complejo es la realizada por Díaz (2011:
61) mediante diversas variables como: su orientación en torno al capital y el mercado -
anticapitalistas, no capitalistas y capitalistas de rostro humano- su posición frente al Estado y
las instituciones políticas, su relación con la sociedad y la cultura, su relación con la naturaleza,
sus prácticas respecto al territorio y finalmente, su orientación axiológica o ética. Dicha
clasificación encuentra básicamente tres tipos principales: la emergente utópica radical, la
emergente utópica transicional y la adaptativa dominante complementaria (ver Cuadro 1.6.1 y
Figura 1.6.1).
6 De acuerdo con González Casanova (2004), los sistemas complejos se pueden dividir en autónomos -
adaptativos-autoregulados-dominantes y en autónomos -adaptativos-autoregulados-emergentes-
alternativos.
44
neoliberal de Estado rector,
corte estatista propietario,
autoritario
Fuente: Díaz (2011: 61) con base en Coraggio (1999), Quijano (2008) y otros autores.
Economía
Economía social
pública
4. Emergente Utópica Estatal
MERCADO SOCIEDAD o Burocrática
(Estado-céntrica: a nti , No o
Pos tca pitalista, Estado fuerte-activo,
merca dos a l terna ti vos ,
a mbi enta l mente a rmóni ca o no ,
gl oca l i za dora , reci proci da d)
Economía
5. Adaptativa Dominante
privada 1. Emergente Utópica Radical
Oportunista
(Socio-céntrica: a nti capitalista, a nties ta do,
(Mercado-céntrica: ca pi ta l i s ta a nti merca do ca pi ta l i s ta y merca dos
neol i bera l , Es ta do míni mo, l i bre
a l ternativos , a mbi enta l mente a rmóni ca ,
merca do, a mbi enta l mente no
gl oca l i za dora , reci proci da d)
a rmónica, hegemónica-trans na ci ona l ,
l ucro y fi l a ntropía )
45
“a) organización de la producción, del intercambio o distribución, y reproducción; b)
asociada a la comunidad como estructura de autoridad colectiva; c) igualdad social de
los individuos dentro de la diversidad y de la heterogeneidad de identidades
individuales y colectivas; d) horizontalidad de las relaciones entre los individuos de
todas las identidades, comenzando con las diferencias entre los sexos y las sexualidades;
e) relaciones de uso y de reproducción con los otros seres vivos y f) una cultura de
corresponsabilidad en la existencia del universo”.
En el mismo trabajo, Díaz (2011) afirma que algunas tendencias de las economías solidarias
pueden ser consideradas como parte de una Bioeconomía o economías de la vida:
Más aún, García Serrano et al (s/f: 5) nos advierten que estas iniciativas contribuyen a la
metamorfosis (cambio o transformación civilizatoria radical) sugerida por Morin (citado por
los autores) dado que las economías solidarias son parte de las iniciativas que contribuyen a
dicha una metamorfosis y, por tanto, el vivero del futuro. Por ello llama a reconocerlas,
censarlas, compararlas, catalogarlas y conjugarlas en una pluralidad de caminos reformadores.
Ahora bien, volviendo a la perspectiva territorial de las economías solidarias, dado que
sociedad y territorio no son separables, Coraggio (2011: 316) insiste en la necesidad de
impulsar regionalizaciones transformadoras derivadas del proyecto estratégico de
construcción de otra economía, otra sociedad y otro Estado, mediante procesos de
regionalización intencionados. Así, sostiene Coraggio, “las transformaciones en la economía de
46
la sociedad requieren y van acompañadas de transformaciones en su base natural, ligadas como
están por el metabolismo socio-natural, y estos re actúan sobre la economía y ambos sobre las
regionalizaciones territoriales.” La recursividad de la realidad y del pensamiento complejo
vuelve a hacerse presente en estos procesos socio-territoriales.
En la misma lógica que Coraggio, García Serrano et al (s/f: 1) realizan una aproximación teórica
estableciendo el vínculo con el desarrollo local. La identidad territorial resulta fundamental en
esta escala:
Por lo anterior, las economías solidarias enraizadas en el territorio conectan con las cuatro
dimensiones del concepto de desarrollo local de proximidad (Lang, 2004, citado por García
Serrano et al, s/f: 10-11): cognitiva, simbólica, interactiva y democrática. La dimensión
cognitiva hace referencia al conocimiento compartido sobre la historia y el espacio público
común. Desde la dimensión simbólica se comparten prácticas y significaciones diversas de tipo
económico, social, cultural y político. La dimensión interactiva reconoce las interacciones cara
a cara y las comunicaciones interpersonales que propician la proximidad física y territorial y,
47
finalmente, la dimensión democrática fomenta el ejercicio de una ciudadanía participativa más
intensa.
Ahora bien, esta dispersión de iniciativas que nos advierte Morin, requieren su sistemización o
conjugación, es decir, generar una “organización en red” de la diversidad de agentes locales que
fundamenten su identidad en el territorio (García Serrano et al, s/f: 11).
Como bien señala Mance (2012: 5), la noción de red es propia de la teoría de la complejidad,
dado que conjuga conceptos procedentes de la cibernética, de la ecología y de otras
elaboraciones sistémicas en diferentes áreas. De ahí que integración, flujos, lazos, reproducción
cooperativa y capacidad de transformación de sus elementos sean propios de una red:
“La noción de red pone el énfasis en las relaciones de integración que se verifican entre
componentes diversos, los flujos de elementos que circulan en esas relaciones, los lazos
que potencializan la sinergia colectiva, el movimiento de autopoiesis en que cada
elemento contribuye a la reproducción de cada uno de los otros, la potencialidad de
transformación que tiene cada parte en virtud de su relación con las demás y la
transformación del conjunto por los flujos que circulan a través de toda la red. De esta
manera, la firmeza de cada miembro depende de cómo se integra en la red, de los flujos
en que participa, de cómo acoge a los demás y colabora con ellos.”
Y, siguiendo con Mance, esta es la apuesta de la que parte la noción de "red de colaboración
solidaria" en cuanto categoría analítica y como producto de la reflexión sobre prácticas de
actores sociales contemporáneos, vistas desde la teoría de la complejidad y la filosofía de la
liberación. Se trata de una categoría estratégica en tanto elemento central de la revolución de
las redes que, con acciones económicas, políticas y culturales- están subvirtiendo las bases del
capitalismo y avanzando hacia la construcción de una globalización solidaria (Mance, 2012: 5).
De manera tal que las propiedades básicas de estas redes son: autopoiesis, intensividad,
extensividad, diversidad, integralidad, realimentación, flujo de valor, flujo de información, flujo
de materias y agregación. Por su parte, las características básicas de las redes de colaboración
solidaria serían: la descentralización, gestión participativa y democrática, coordinación y
48
regionalización y, gracias a ellas, la autodeterminación y la autogestión de cada organización y
de la red como un todo.” (Mance, 2012: 6)
Si estas pequeñas redes locales y regionales de colaboración solidaria tienen sentido inmediato
y beneficios para sus miembros, a través de ellas sería posible aspirar, siguiendo la perspectiva
del pensamiento complejo y como mera hipótesis, a una dinámica de “revolución” (según
Mance) o de “metamorfosis” (según Morin) que permita integrar acciones locales, nacionales,
regionales y globales hacia alternativas cada vez mayores de producción, distribución y
consumo en una amplia red de colaboración solidaria postcapitalista.
De manera que en este marco caben las discusiones sobre la diversidad de las economías
solidarias y sus apuestas, ya apuntadas líneas atrás respecto a las principales tendencias
analizadas desde el pensamiento complejo. Su antisistemicidad o no, será materia de debate
permanente: por ejemplo, en torno a la economía indígena y sus alternativas, particularmente
desde la propuesta zapatista, pero presente también en numerosas regiones de México, algunos
afirman que los proyectos productivos que configuran la nueva economía indígena no tiene
futuro ni sustentabilidad, dado que se trata no de una modernización alternativa antineoliberal
(Toledo, citado por Velasco: 2006) sino de un capitalismo ecológico neoliberal que depende de
7 En este sentido, el mismo Mance (2012: 6) nos ofrece ejemplos de dichas redes de colaboración
solidaria: “Obrando bajo el paradigma de la complejidad, desdoblamos las consecuencias de una simple
hipótesis: practicando la producción y el consumo solidarios en lazos de realimentación, cualquier
unidad productiva puede vender toda su producción, generando un excedente de valor económico que
permite crear nuevas unidades productivas solidarias que, conectadas en red, pueden atender a una
diversidad todavía mayor de elementos demandada por el consumo final y productivo de nuevas células,
incorporando un número progresivamente mayor de consumidores y productores en un movimiento
auto-sustentable de expansión.
49
la cooperación internacional; por otra parte, algunos sostienen que la construcción de
alternativas pasa necesariamente por la acción política anticapitalista eficaz y de izquierda en
convergencia con un frente de masas nacionales e internacionales (Harvey, citado por Velasco:
2006); o finalmente, quienes apuestan por un proceso gradual de cambio mediante el
empoderamiento ciudadano de los indígenas capaz de articular la investigación, las políticas
públicas, las organizaciones internacionales de fomento al desarrollo, el comercio justo e,
incluso, al empresariado privado con conciencia (Zermeño, citado por Velasco: 2006).
Esta discusión, habría que decirlo, es similar a la que se sostiene en los espacios de debate
académico y de reflexión política sobre la economía solidaria en el sur del mundo. Hay quienes
ven esta propuesta económica como una alternativa anticapitalista pero, quienes también
afirman que se trata de la construcción de alternativas no capitalistas desde dentro del
capitalismo. La diferencia central estriba en la concepción de las prácticas de la economía
solidaria: otra economía es posible, dando su lugar central al trabajo y no al capital como factor
económico. La otra diferencia se refiere al mercado: como mecanismo de intercambio, el
mercado históricamente ha sido necesario, pero lo que ha cambiado con el capitalismo es su
visión mercantilista, convirtiendo todo lo posible en mercancía. Contra el mercantilismo
capitalista y teniendo como fundamento el trabajo y la comunidad solidaria, las economías
indígenas se inscriben en un esfuerzo global de construcción de otra economía, más equitativa
e incluyente, más solidaria y justa. La estrategia socio-económica, coincidimos con Sergio
Zermeño, es gradual y progresiva, en un esfuerzo por sumar aliados hasta acumular la fuerza
necesaria para su incidencia en los mecanismos económicos, en las decisiones públicas y en la
construcción de un verdadero diálogo intercultural, respetuoso e incluyente.
50
En otro apartado hemos visto ya que la construcción-apropiación del territorio por los diversos
actores sociales y políticos supone un ejercicio de acción colectiva. Esta acción colectiva, o
conjunto de acciones colectivas supone un proceso de subjetivación, es decir, de construcción
simultánea del sujeto social que lo lleva a cabo: subjetivación social y acción colectiva territorial
van juntos, acompañándose mutuamente, en la medida que el sujeto social se construye-
constituye en la acción, realizando acciones colectivas, por un lado, y las acciones colectivas son
producto del sujeto social, por otro. La recursividad organizacional se hace presente
nuevamente en la complejidad de lo real. Rauber (2006), Houtart (2013), Coraggio (S/F) son
autores que analizan esta constitución del sujeto de cambio o transformador de lo social.
Y esta subjetivación, nos advierte Isabel Rauber (2006: 118), parte de la existencia de los
mismos actores sociales8, los cuales no necesariamente se convierten o constituyen en sujetos:
para ser sujeto se requiere ser actor social pero no todos los actores sociales logran ser sujetos:
“Existe una relación estrecha entre actores sociales y sujetos: ser sujeto presupone que
se es un actor social, pero no todos los actores llegarán a constituirse en sujeto.”
Sin embargo, para que los actores sociales se constituyan en sujetos –dado que no existen
sujetos a priori, sino sólo sujetos autoconstituidos a través de su participación en el proceso de
la transformación social- se requiere que entren en un proceso de concientización (o de
desarrollo o toma de conciencia de la realidad social) mediante una inserción más intensa en la
vida social, es decir, a través de luchas mayores y adaptaciones organizativas en diversos
niveles y formas (Rauber, 2006: 118-119). Se trata de una conciencia colectiva sustentada en
un análisis apropiado de la realidad y en una ética (Houtart, 2013: 5).
Lo anterior significa, tanto para Houtart (2013: 3) como para Rauber (2006: 113), que la idea
reduccionista tradicional del sujeto de cambio -revolucionario e histórico-, papel reconocido
como correspondiente a la clase obrera, no sea tal, dado que en la práctica se reconocen
diversos actores sociopolíticos – pueblos indígenas u originarios, pueblos mestizos,
8 Rauber (2006: 118, nota de pie 6) nos aclara lo que son los actores sociales: “Actores sociales serían
todos aquellos grupos, sectores, clases, organizaciones o movimientos que intervienen en la vida social
en aras de conseguir determinados objetivos particulares, sectoriales, propios sin que ello suponga
necesariamente una continuidad de su actividad como actor social, ya sea respecto a sus propios
intereses como a apoyar las intervenciones de otros actores sociales.”
51
afroamericanos, orientales, etc.- que pueden llegar a constituirse en sujetos. La diversidad y
pluralidad de la complejidad social juegan de nuevo, en este caso en torno a la constitución del
sujeto, donde todos caben y ninguno es imprescindible:
“No hay un sujeto único de los cambios, no existe por tanto, ninguno imprescindible.”
(Rauber, 2006: 116)
Y sostiene más adelante una hipótesis que ayuda a entender la realidad latinoamericana
(Rauber, 2006: 117-118):
En Latinoamérica no existe hoy ningún actor social, sociopolítico, o político que pueda
por sí solo erigirse en sujeto de la transformación;
El sujeto sociotransformador resulta necesariamente un sujeto plural-articulado que se
configura y expresa como tal en tanto los actores sociopolíticos sean capaces de
articularse –políticamente- para constituirse en sujeto popular.”
De ahí que Coraggio (S/F: 317-318) afirme, en el mismo sentido, la necesidad del
reconocimiento de una territorialidad plural combinando diversas formas de organizar y
valorar el territorio como vía para la revolución-transformación social y cultural. Dada la
realidad de comunidades fragmentadas y culturas localizadas producto del sistema-mundo
colonial y mercantilizador se requiere, sostiene el autor, una transformación orientada por el
principio de interculturalidad.
Rauber (2006: 121-129), por su parte, invita a pensar en un sujeto colectivo y popular de
transformación social construido en una ampliación de los contenidos y las dimensiones de sus
luchas en torno al cuestionamiento-resistencia ante el sistema pero también conformando un
52
proyecto alternativo, en una suerte de acción de dos caras (negativa-positiva) con una
interrelación inseparable entre sujeto y subjetividad o entre los actores-sujetos concretos y sus
subjetividades, es decir, los actores-sujetos y sus identidades, intereses y motivaciones
subjetivas, incluso espirituales, que no se reducen ni se extinguen en su conciencia político-
ideológica. Asimismo, Rauber plantea en el mismo documento, la necesidad de rescatar el saber
popular, espontáneo, inmediato, basado en la experiencia de vida cotidiana, como base del
saber conscientemente elaborado, y de la construcción de la conciencia social y política.
Lo anterior enmarca lo que Rauber (2006: 122) considera como la necesaria articulación de un
sujeto universal que parta de actores locales, en una reivindicación glocal del territorio, y
buscando la construcción de una nueva civilización planetaria:
Si bien puede sonar a una actitud voluntarista, al parecer, sería mediante esta vinculación-
articulación-sistemización de iniciativas liberadoras locales hasta obtener un entramado global
denso, y no sólo como la suma y multiplicación de ellas (necesarias pero insuficientes por sí
mismas), como podría lograrse esta nueva civilización. En plena consonancia con ella, pero
desde una perspectiva más compleja y llamando a una “metamorfosis” más que a una
“revolución”, esta urgente sistemización de alternativas liberadoras locales y diversas es
defendida y propuesta por Morin (2011) en su libro “La Vía: para el futuro de la humanidad”.
Rauber (2006: 137) lo expresa así, destacando la construcción desde abajo, con organizaciones
abiertas y horizontales, generando identidades colectivas plurales:
“Para ello hay que revertir las relaciones entre Estado y sociedad, entre política y
ciudadanía, abrir los espacios políticos al protagonismo colectivo. Y ello solo puede
hacerse desde abajo y cotidianamente, desarrollando organizaciones abiertas y
53
articuladas horizontalmente, capaces de construir identidades colectivas, plurales y
unitarias, sobre la base del respeto y la aceptación positiva de las diferencias.”
De ahí que, para Rauber (s/f: 15), la construcción de poder desde abajo suponga la creación de
actores-sujetos crecientemente participativos con un protagonismo consciente, radicalmente
articulado a un proceso de apropiación del proceso de transformación por parte de cada uno
de los actores sujetos que lo protagoniza (como grupo y a nivel individual), a la vez que
articulador-conformador del mismo. Y, por ello, sostiene la autora, más que un sentido
coyuntural -que lo tiene-, alcanza una significación profundamente estratégica.
Así, siguiendo a Rauber en el mismo texto, y coincidiendo con Massey (2007) desde su
concepción del espacio, proceso, transición y articulación –nexos, mediaciones, formas de
articulación, tendido de puentes, armado de redes, eslabones mediadores- son conceptos claves
en esta construcción del poder desde abajo desde todas las dimensiones posibles: social,
política, económica, cultural, ambiental. De manera que lo político y lo reivindicativo se unan,
lo cotidiano y lo trascendente, entre lo local y lo nacional, entre lo micro y lo macro, entre el
territorio y la ciudad, entre la exclusión y el sistema, entre los excluidos y los incluidos y entre
las formas de inclusión y exclusión, entre lo nacional y lo internacional.
54
2. Andamiaje metodológico de investigación.
A partir de las apuestas conceptuales anteriores, que nos sirven como un marco de referencia
y aproximación a la realidad de estudio, se han reformulado las preguntas de investigación
quedando de la siguiente manera:
Pregunta Central:
¿Cómo son -las razones-factores y condiciones- , de qué manera emergen y hacía adónde
apuntan las nuevas alternativas territoriales y los territorios alternativos construidos desde
abajo frente a las regionalizaciones dominantes?
Preguntas Secundarias:
¿De qué tipo son y cómo se manifiestan los procesos de construcción territorial
ciudadana (en tanto desarrollo/involución, crecimiento/decrecimiento,
conservación/transformación, globalización/desglobalización) en las diversas regiones
y territorios estudiados a partir de las prácticas de las organizaciones ciudadanas
regionales?
¿Cuáles son los cambios territoriales más importantes ocurridos desde la perspectiva
del desarrollo regional alternativo y el buen vivir en sus diversas dimensiones
(económica, política, social, civil, cultural, ambiental) así como en los procesos de
construcción de autonomía territorial, poder-contrapoder regional, acciones colectivas
regionales, sustentabilidad regional, las economías alternativas y un sujeto regional?
¿Cuáles son los factores principales que les dieron origen y están incidiendo en
dichos cambios y cuáles factores los obstaculizan?
¿Qué impactos y resultados, alcances y límites, tienen estos procesos en favor del buen
vivir regional, la descolonialidad del poder, la autonomía regional y el fortalecimiento
de las acciones colectivas?
¿Cuáles son las tendencias principales hacia donde apuntan los cambios territoriales?
55
1.8 Pensamiento complejo y territorio: ejes de análisis
Desde el primer eje analítico, por “simplicidad territorial” entendemos una serie de criterios de
construcción y apropiación del territorio, así como de su conocimiento:
56
el saber único o valor exclusivo del saber científico occidental (entendido como
dominante, universal y colonial) o ancestral-popular (entendido como particular forma
de conocimiento de los pueblos originarios y los sectores populares).
El segundo eje de análisis nos remite a las prácticas y conocimientos que se ubican o adscriben
en relación al sistema-mundo capitalista. En este sentido nos parece conveniente identificar las
posiciones sistémicas y las antisistémicas como expresiones extremas.
9 Luengo (2012: 11, citando a Piaget), sostiene que: “La transdisciplina puede entenderse, en una primera
definición, como un proceso de construcción del conocimiento a través de constantes, numerosos y fecundos
trabajos teórico-empíricos, abiertos a las tendencias heterogeneizantes consustanciales a toda reali dad. La
transdisciplina está relacionada con el cruce de fronteras disciplinares y de otro tipo de saberes en la
construcción del conocimiento. Sin embargo, no se detiene en las “interacciones y reciprocidades entre
conocimientos e investigaciones especializadas sino que sitúa esas relaciones entre disciplinas al interior de
un sistema sin fronteras entre las disciplinas.”
57
El polo o extremo “sistémico-dominación” alude a diversas expresiones del poder y saber-hacer
como:
El polo antisistémico-alternativo, por su parte, se refiere a una serie de alternativas que tienden
a situarse en la construcción-apropiación territorial mediante, o en torno, de:
58
Esquema 2.1: Los ejes de análisis del territorio
SIMPLICIDAD
TERRITORIAL
Unidimensionalidad
Uniprocesualidad
Unidisciplina
Saberes excluyentes
Despojo-privatización de bienes comunes
ANTISISTEMICO - ALTERNATIVO
Explotación –deterioro de la naturaleza
Sustentabilidad ambiental
Conculcación de derechos
Competencia excluyente
Imposociones culturales
Autonomía territorial
Multidimensionalidad
Multi e interprocesualidad
Inter y transdisciplina
Diálogo-ecología de saberes y
descolonialidad
COMPLEJIDAD
TERRITORIAL
Para cumplir con lo anterior, nos resulta necesario realizar el estudio mediante la aplicación de
los principios básicos de la complejidad expresados como “procesos bio-eco-socio-políticos” e
incorporados en nuestro protocolo de investigación (Díaz et al, 2013: 2013):
59
Principio dialógico: entendido como la existencia de una relación antagónica y
complementaria de procesos opuestos, nos apoyaremos en los propuestos por Edgar Morin
(2011) en su libro la Vía, es decir, nos referimos a los procesos alternativos de
conservación/transformación, desarrollo/involución, crecimiento/decrecimiento,
globalización/desglobalización que existen y son necesarios retomar y potenciar desde los
desarrollos regionales alternativos.
Principio recursivo: nos referimos a la existencia de diversos procesos regionales que son
causa y efecto a la vez de otros procesos. Desde la perspectiva de las alternativas, los procesos
de desmercantilización, sustentabilización, sociabilización, estatización, ciudadanización,
democratización, glocalización, resignificación, feminización, y sus contrarios, son algunos que
consideramos se construyen e impulsan recursivamente de manera regional en tanto causas de
otros y, por tanto, a la vez como efectos de otros. Por poner tan sólo un ejemplo, una
desmercantilización impulsada por alternativas de la economía solidaria regional genera
simultáneamente procesos de sociabilización a través de la constitución de grupos solidarios y
grupos cooperativos de carácter comunitario y/o regional.
Principio hologramático: nos referimos a esa relación estrecha entre el todo y sus partes, es
decir, en donde las partes constituyen el todo y a su vez el todo se encuentra contenido o
representado en sus partes, significa, desde los desarrollos regionales alternativos que las
realidades locales-regionales forman parte del todo nacional-global y al mismo tiempo que las
realidades nacionales-globales se encuentran presentes en las realidades locales-regionales
pero, también, que en un microcosmos territorial se expresa la totalidad del mundo y viceversa
(por ejemplo, la parcela familiar como unidad empírica donde se hacen presentes tanto las
relaciones sociales como la relación con la naturaleza y el cosmos);
Principio sistémico: este principio da cuenta de la realidad como un sistema integrado por
subsistemas y, por tanto, una realidad compleja y muldimensional. En el caso de los desarrollos
regionales alternativos nos referimos a las diversas dimensiones del desarrollo alternativo en
tanto dimensiones ciudadanas, es decir, las dimensiones civil, política, económica, social,
cultural y ambiental desde las regiones (derechos y obligaciones ciudadanas, instituidas o no).
A dichas dimensiones hemos querido añadir los derechos de los pueblos indígenas y los
derechos de la madre tierra;
60
Principio de la ecología de la acción: a través del cual las diversas acciones emprendidas por
los actores sociales tienen resultados imprevistos o imprevisibles (desde la incertidumbre).
Aquí pretendemos ubicar las diversas estrategias y proyectos impulsados por las
organizaciones regionales (sociales-ciudadanas) desde la perspectiva de la construcción de
alternativas y sus resultados, así como los factores que los hicieron posibles”.
61
La metodología utilizada fue fundamentalmente cualitativa, aunque se descarta la posibilidad
de utilizar algunos apoyos o datos cuantitativos como complementarios. Lo anterior significa
que se dará prioridad a la información recogida en torno a narrativas diversas expresadas en
diversas modalidades, tanto de los actores sociales implicados como del contexto en que se
insertan.
Por otra parte, la investigación tiene como objetivo poder comparar experiencias sociales
distintas con el fin de dar cuenta de sus principales apuestas coincidentes y sus diferencias.
Dichas experiencias se constituyen en casos en tanto objetos y sujetos de estudio que nos
permitan contar con la comprensión de su singularidad pero, a la vez, como desarrollo de
proposiciones empíricas de carácter más general que el caso mismo. Para ello, el método
comparativo podrá aportarnos mayores elementos de juicio y comprensión sobre las dinámicas
y tendencias de dichas experiencias sociales territoriales.
De manera que esta comparación de casos empíricos nos aportará mayores elementos para una
mejor comprensión del fenómeno del “buen vivir o del desarrollo alternativo” desde el
territorio como espacio socialmente construido. La comparación está contemplada para
realizarse en torno a tres líneas o ejes de investigación: organización, formación y
territorialización. Es esta última línea la que se desarrolla en el presente trabajo. De manera tal
que se irá entretejiendo un análisis comparado de los principios de la complejidad y los
procesos implicados entre los diversos casos seleccionados. Así, las referencias empíricas
señaladas podrán ser analizadas y comprendidas en una doble dinámica: en su propio proceso,
por un lado, pero también como contraste con el resto de ellas con el fin de descubrir sus
coincidencias y diferencias, así como sus tendencias generales.
Los criterios que nos permitieron seleccionar los casos para orientar y realizar esta
comparación fueron los siguientes (Díaz et al, 2013: 68-73)
62
Permanencia y antigüedad de la organización, más de 10 años hacia su consolidación;
Diversidad de proyectos, combinación de dimensiones sociales, económicos, políticos,
culturales, ambientales;
Historia de luchas sociales;
Alianzas diversas, realizadas con otras organizaciones e instituciones sociales, privadas
y públicas;
Existencia de alguna contraparte académica interesada y con experiencia de
acompañamiento a la organización;
Posibilidades reales de contacto con sus líderes de parte del “Programa” para establecer
las relaciones de investigación y otras alternativas.
2006
TOSEPAN IBERO PUEBLA Puebla 11 municipios Ciudadana Ahorro y crédito 25,000 socios
TITATANISKE (Sierra Indígena Asesoría técnica
norte) Compleja Comercio justo
(8 cooperativas y Turismo rural
una asociación ecológico
civil) Agroindustrias
Producción y
(Fines de los 70´s) servicios
agroecológicos
TS´UMBAL ECOSUR Chiapas 12 municipios Ciudadana Acopio, beneficio y 280 familias
Xitalha' COLEGIO DE LA (Cañadas) Indígena comercialización
FRONTERA SUR Compleja de café y miel Indígenas
MISION DE CEDIAC orgánicos y tseltales
BACHAJON Centro de artesanías
Derechos Derechos humanos
2001 Indígenas, A.C. Equidad de género
UNION DE UAM- Ciudad de XXX Ciudadana Luchas por la tierra
PUEBLOS Y XOCHIMILCO México Diversas Urbano-popular y vs despojos
COLONIAS DEL UNIVERSIDAD Delegación colonias y Compleja Luchas por la salud,
SUR AUTONOMA Tlalpan pueblos el agua, vs la
METROPOLITANA gasolinera
SAN PEDRO
MARTIR, CIUDAD
DE MEXICO
(70´s)
COSECHANDO UAQ Querétaro 5 municipios Ciudadana Finanzas populares 25,000 socios
JUNTOS LO 72 Campesina educativas,
SEMBRADO-URAC comunidades Compleja agroecología, 75% mujeres
63
Universidad vivienda digna
(Principios de los Autónoma de
80´s) Querétaro
Fuente: Elaboración propia
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71
ANEXOS
72
ANEXO 1: ENTREVISTA SEMIESTRUCTURADA
Objetivos de la visita
Conocer diversas experiencias de sujetos sociales colectivos que han promovido procesos
de desarrollo regional alternativo para dialogar con algunos de sus integrantes sobre su
historia, sus logros, dificultades y retos.
Compartir con ellas la experiencia de la ACDRA SURJA, sus principales aprendizajes y
preguntas para procurar enriquecerse mutuamente.
Promover acuerdos de colaboración e intercambio en diversos ámbitos según las fortalezas
y posibilidades de cada organización.
Criterios:
Generar una relación de confianza, crear un espacio de diálogo y cercanía, con capacidad
de escuchar críticamente, dejar hablar al sujeto pero orientando la charla, sin dispersión,
pero captando lo nuevo y no considerado, sus matices y énfasis, profundizando en temas
de interés…);
No hacer demasiadas preguntas, sino aquéllas generadoras, provocadoras, incisivas;
No seguir siempre el mismo guión linealmente (por ello es semi -estructurada), sino empezar
por algún aspecto que envuelva y atrape al entrevistado y desarrollar la charla conforme se
puedan ir hilvanando los temas de nuestro interés;
Privilegiar entrevistas con diversas miradas e informantes (dirigentes, bases, asesores, otros
externos al proceso…);
GUÍA DE PREGUNTAS
73
12. ¿Qué reconocimiento tiene la organización por otros actores y
cuáles son las razones de ello? ¿Es un resultado intencionado?
REGIONALIZACION 13. ¿Cómo fueron pasando de las luchas comunitarias a las luchas
regionales (como organización, con sus proyectos, estrategias y
territorio)?
14. ¿Qué factores y condiciones lo hicieron posible o no?
15. ¿Qué problemas y avances han tenido en sus procesos de
articulación regional y a otras escalas?
74
ANEXO 2
Cuadro 2: Matriz analítico-conceptual del territorio, territorialidades, territorializaciones y sus correlatos regionales
(Sin correspondencia lineal)
75
ANEXO 3
Cuadro 2: Síntesis analítica del territorio y sus correlatos regionales
ASPECTOS TERRITORIO REGION
TIPOS
POR SU ORIGEN Origen socio-económico: Origen económico:
Rural (Indígenas-ancestrales, campesinos, agronegocios) Asociativa
Urbano Pivotal
Industrial Virtual
Híbridos: periurbano, indurbano, indurural…
POR SU PODER Centrales Centrales
Periféricas Periféricas
Semiperiféricas Semiperiféricas
POR SUS CONTENIDOS-CARÁCTER DE Simplicidad Simplicidad
CONSTRUCCION (DIMENSIONES) DESDE EL Sólo considera alguna de las dimensiones o variables del territorio en términos Geopolítica (político-
CONTINUUM SIMPLICIDAD-COMPLEJIDAD cuantitativos o cualitativos (población, comunidades, lengua, estatus social o electoral)
posición económica, lengua, etc.) Geoeconómica (económica)
(privatización de bienes comunes, explotación de recursos naturales, poder- Geocultural (cultural
dominación, competencia…) religiosa y educativa)
Complejidad Geoecológica (ambiental)
Toma en cuenta holísticamente diversas dimensiones o variables del territorio en Complejidad
términos cuantitativos o cualitativos (población, medio ambiente, culturas, Dominante: Político-
prácticas socioeconómicas, procesos políticos, comunidades, lengua, estatus social administrativa
o posición económica, identidad, etc.) Alternativa:
(autonomía, contrapoder-resistencia o poder alternativo, sustentabilidad, acción Geosocial: ciudadana,
colectiva transformadora, redes de colaboración solidaria,…) indígena integral
ACTORES DE SU CONSTRUCCION Y APROPIACION Desde arriba Desde arriba
Desde abajo Desde abajo
Doble vía Doble vía
(arriba-abajo y abajo-arriba) (arriba-abajo y abajo-arriba)
OBJETIVOS-PRÁCTICAS-ACTITUD-VALORES DE LA TERRITORIALIDAD REGIONALIDAD /
CONSTRUCCION-APROPIACION Funcional REGIONALISMO
Significación Contractual
Comunitario
PROCESO DE CONSTRUCCION Y APROPIACION TERRITORIALIZACION REGIONALIZACION
Dominio (económico-político) Dominante
Apropiación (cultural-simbólica) hegemónica
Alternativa
contrahegemónica
76
ESCALAS Cuerpo Subestatales
Familia (subprovinciales)
Comunidad Subnacionales
Ciudad Subcontinentales
Región subnacional Transcontinentales
Nacional
Global
ACTORES CENTRALES Estado y gobiernos Estado y gobiernos
Autoridades religiosas Autoridades religiosas
Empresas privadas Empresas privadas
Sectores populares Sectores populares
Organizaciones de la sociedad civil Organizaciones de la
Movimientos sociales sociedad civil
Movimientos sociales
VALORES Dominación (apropiación-control-exclusión-competencia) Dominación
Resistencia (apropiación-autonomía-inclusión-reciprocidad) (apropiación-control-
exclusión-competencia)
Resistencia
(apropiación-autonomía-
inclusión-reciprocidad)
Fuente: Elaboración propia en base a Nogué y Vicente (2001), Preciado (2003), Boisier (1994), Sosa (2012) y Porto-Goncalves (2008)
77