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· vueltAs ·\1 revueltAs

ProtestAs SociAles en <:;olom"biA

Mauricio Archila Neira

1 '
1

• 1 ••

ICAN H 1Instituto Colombiano de Antropología e Historia


CINE P 1 Centro de Investil)ación y Educación Popular ·
CONTENIDO

AGRADECIMIENTOS ...................................................................
..................... 7

PRESENTACIÓN.......................................................................
.......................... 13
•.

INTRODUCCIÓN.......................................................................
.......................... 35
Teorías sobre }a
acción social
colectiva ...............................................................
38
:1 ¿y América Latina
qué?...............................................................................
....... 56
• 1

Las ideas expuestas en este libro son Balance de la


producción académica colombiana .............................................
61
responsabilidad del autor y no reflejan la Las categorías de
análisis ..........................................................................
......... 73
posición de Diakonia ni del Instituto Co-
lombiano de Antropología e Historia.
1. ENTRE PACTO Y PACTO
(1958-1990) ................................................... 85
La creación del
Frente
Nacional ..........................................................................
88
El pacto bi
partidista de 1958 a
1974 .................................................................. 91
Para esta edición
©ICANH
EllentodesmontedelFrenteNacional, 1974-
1990 ............................................ 109
Calle 12 No. 2-41 Conclusión
inconclusa ........................................................................
................ 12 5
Bogotá, D.C.
www.icanh.gov.co
2. REPERTORIOS DE LA
PROTESTA ............................................................ 129
Los ritmos y
periodos de
protesta ........................................................................
131
1958-
1970 ..............................................................................
.......................................................... 134
© cinep 1971-
1979 ..............................................................................
..................................................... .. 142
Cra.Sa. No. 33A-08 1980-
1990 ..............................................................................
.......................................................... 149
Bogotá, D.C.
~ www.cinep.org.co
Modalidades de
lucha .............................................................................
............ 159
Otras formas de
protestar .........................................................................
.......... 164
¿ciclos de
protesta? .........................................................................
................... 175
Coordinación Editorial: Helena Gardeazábal Garzón
Corrección de estilo: Álvaro Delgado G.
3. LOS ACTORES
SOCIALES ....................................................
~...................... 79
Carátula: Juan Pablo Fajardo-Andrés Fresneda Los más
visibles ..........................................................................
........................ 183
Concepto gráfico: Marcela Otero M. Los menos
visibles ..........................................................................
.................... 2 O1
Diagramación: Cinep, Carlos Ramírez Nossa Actores
"invisibles" ......................................................................
....................... 211
Impresión: Imprenta Nacional Encuentros y
desencuentros .....................................................................
.......... 215

4. LAS DEMANDAS (Una


explicación estadística) .. .. .. .. ..... ... ... .. .. ..... .. .. .. .
219
ISBN: 958-644-089-3 Los motivos de las
protestas .........................................................................
...... 222
Regiones y protesta
...................................................................................
.......... 249
Análisis
estadístico .......................................................................
...................... 258

Noviembre de 2003 5. LA ACCIÓN COLECTIVA


COMO LUCHA DE CLASES ....................... 271
Impreso en Colombia La izquierda entre
1958 y
1990 .......................................................................... 275
Printed in Colombia
1958-
1965 ..............................................................................
............................... . 278
\
1NTR DUCCI , N
"Los hombres hocen su propio historio,
pero no lo
hocen arbitrariamente bajo circunstancias
elegidos por
ellos mismos, sino bajo circunstancias
directamente
dados y heredados del posado" (Carlos
Marx). 1

n cualquier estudio orientado a entender la acción humana brota


inmediatamente la pregunta que persigue a los intelectuales des-
de tiempos ancestrales: ¿quienes hacen la historia y cómo la ha-
cen? El interrQ.gante no fue una mera ocunencia banal de Marx, como
tampoco lo fue su respuesta, así hoy no todos la compartan. Por el contra-
rio, constituye el punto de partida para la explicación de la acción de hom-
bres y mujeres. Al hablar de explicación tocamos la médula de la investi-
gación histórica, que requiere tanto teoría como búsqueda empírica: sin
las preguntas teóricas el historiador da palos de ciego; sin los datos empí-
ricos no avanza en el conocimiento del pasado.

En este libro pretendemos abordar la explicación histórica de las protes-


tas sociales en Colombia en la segunda mitad del siglo XX, en un intento
narrativo que busca combinar los dos polos de toda reconstrucción del
pasado confrontándolos mutuamente, hasta donde sea posible. Sin em-
. bargo, habrá algunos momentos en que privilegiaremos la teoría, o mejor,
las teorías en plural, como lo hacemos en esta Introducción; en otros, la
' mayoría de la obra, resaltaremos los datos empíricos leídos con nuestro ·
prisma conceptual. Si bien hablaremos de hombres y mujeres reales, lo
haremos desde la reflexión académica, que es nuestra contribución para.
entender y cualificar su historia.

1
El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Barcelona: Ariel, 1971, pág. 11.
38 Mauricio Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 39

Consideramos pertinente iniciar este estudio haciendo explícitos los ele-


sión entendida como una disfunción, un desequilibrio que desorganizaba
mentos teóricos que nos iluminaron por medio de un recuento selectivo de
a la sociedad. A su vez, para Neil Smelser "el comportamiento colectivo
las principales escuelas de pensamiento en el terreno que nos ocupa, tan-
tiende a reestructurar el componente perturbado por la tensión, eliminan-
to en el plano mundial como en el latinoamericano, complementado por un
do la incertidumbre que la caracteriza" .6 Así, los desajustes de la moder-
balance de la producción sobre el caso colombiano. Concluiremos esta
nización producían individuos marginales al conjunto. de la sociedad que
Introducción presentando los conceptos y categorías centrales de la inves-
lanzaban esas acciones, disfuncionales para el sistema imperante y pro-
tigación adelantada por más de un lustro, así como las partes que consti-
vocadas desde su exterior, pero tendientes a un nuevo equilibrio. Dichas
tuyen este libro.
acciones incluían desde el pánico y la moda, hasta las conductas disiden-

tes, con lo que la especificidad de los movimientos sociales se diluía. Al-


TEORÍAS SOBRE LA ACCIÓN SOCIAL COLECTIVA 2
gunas explicaciones sicologistas en torno a la tesis que relaciona la frus-

tración con la agresión, acompañaron esta primera lectura, especialmente


Es un lugar común entre los estudiosos de los movimientos sociales seña-
en Europa. Según éstas, el desencanto ante las crecientes expectativas de
lar a la teoría de las conductas colectivas de Neil Smelser como el primer
la modernización explicaría la movilización.
paso en la construcción del tema. 3 Dicha teoría, a su vez, se apoyó tanto
en los avances de la escuela sociológica de Chicago, especialmente en el
La irrupción de los "nuevos" movimientos sociales, en especial los estu-
interaccionismo simbólico de Robert Park, como en el funcionalismo de
diantiles de los años sesenta, cuestionó el paradigma funcionalista y las
Talcott Parsons y Robert Merton. 4 En el estudio del comportamiento colec-
lecturéi§ sicologistas, pues no fueron propiamente elementos marginales a
tivo, Park intentó superar la mirada conservadora de Le Bon y Tarde sobre
la modernización los que se lanzaron a la protesta. Un primer paso de
la multitud a la que le asignaban un carácter caótico e irracional fruto de
avance fue afirmar la racíonalidad de las acciones sociales colectivas se-
la supuesta manipulación hecha por agitadores externos. Para Park, "el
gún una lógica que perseguía una coherencia entre medios y fines. Se
comportamiento colectivo no era una realidad patológica, sino un compo-
indagó por las motivaciones que los individuos tenían p~ra sumarse a las
nente fundamental del normal funcionamiento de la sociedad" .5 Por su
acciones colectivas. Surgía así el individualismo metodológico. 7 En ese
parte Parsons había estudiado las conductas desviadas y Merton además
contexto el economista Mancur Olson planteó que el actor más racional
escudriñó las inconformes. Pero para todos estos sociólogos la acción co-
era el free rider, pues podía disfrutar de los beneficios de la movilización
lectiva se refería a comportamientos disfuncionales al sistema vigente. La
sin tener que incurrir necesariamente en los costos de sumarse a ella. a
noción de equilibrio social hacía muy difícil entender en forma positiva la
aparición de actores sociales no institucionales.
Con estos avances metodológicos, la sociología norteamericana reflexionó

sobre los movimientos que irrumpieron en los tardíos sesenta y principios


Pues bien, dentro del marco funcionalista norteamericano de mediados
de los setenta (tales como la nueva oleada feminista, el pacifismo o el
del siglo XX, los movimientos sociales del momento (por ejemplo, los afro-
ecologismo) y elaboró la llamaqa teoría de la movilización de recursos.
americanos por derechos civiles) fueron vistos como resultado de una ten-
Según esta visión, en una situación de descontento generalizado algunos

2
Esta sección es una versión corregida y aumentada de nuestro ensayo
"Poderes y contestación (reseña teorico-metodológica)", 6
Controversia, No. 173, diciembre de 1998, págs. 30-49.
!bid., pág. 30.
3
71
Véase, por ejemplo, la ya clásica síntesis de Jean Cohen, "Strategy or
ldentity: New Theoretical Paradigms and Contemporary Social Un resumen
de este tipo de acercamiento en Martín Tanaka, "Elementos para un análisis de los
movimientos sociales". Análisis Político
Movements", Social Research, Vol. 52, No. 4, invierno de 1985, págs. 663-
716. No. 25,
mayo-agosto de 1995.
'

~ara. esta parte n~s apoyamos en el análisis de Joe Foweraker, Theorizing Social
Movements. Londres: Pluto Press, 1995. Es signi-

8
4
Punto señalado por Alberto Melucci, en quien nos basamos para esta parte
(Acción colectiva, vida cotidiana y democracia. México:
El Colegio de México, 1999, págs. 27 -29). Una ampliación del aporte de
Park en Enrique Laraña, La construcción de los movimientos flc~tl~o el
paralelism? que se pres~nta ~ntre la evoluci.~n de la teoría económica y la de los
movimientos sociales. Las preguntas son
sociales. Madrid: Alianza, 1999, capítulo 1. Sobre el tema de la
racionalidad de los actores sociales volveremos en el último capítulo.
pract1camente l~s ~~s~as: la racionalidad de la aCCion, el costo-beneficio, el peso
del individualismo en las decisiones 0 de su
5
Alberto Melucci, Acción colectiva ... , pág. 28.
con!rap.arte, las mst1tU~10nes (Osear Rodríguez, "Economía institucional, corriente
principal y heterodoxia", Revista de Economía

InstitUciOnal, No. 4, pnmer semestre de 2001, págs. 52-75).


40 Mauricio Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 41

grupos deciden obtener la máxima ventaja al movilizar los recursos dispo-


ahí que, en la vertiente leninista que retoma Althusser, se necesitara de
nibles en la sociedad tras el logro de objetivos estratégicos, entendidos
un agente externo a la clase para que la dirigiera. Este agente era la elite
básicamente como integración al sistema político. Aunque la explicación
intelectual agrupada en el partido del proletariado. Así, un esencialismo
supera las meras motivaciones individuales y mira los recursos organiza-
que prácticamente naturalizaba a las clases sociales se combinaba con
tivos previos a la movilización, sigue usando una racionalidad instrumen-
un voluntarismo en términos de la acción política.
tal de costo-beneficio que pone como meta de la movilización social la
incorporación al sistema político, lo que sin lugar a dudas refleja los ava-
A partir de una lectura más flexible del marxismo, pero cercanos todavía
tares de la democracia norteamericana de esos años.
al estructuralismo, algunos autores europeos intentaron mirar a los_ nue-

vos actores sociales en los años setenta: los movimientos urbanos. Para
En forma paralela, en Europa surgió otro tipo de lectura que no compartía
Manuel éastells, la ciudad no era solo un espacio de producción sino tam-
la explicación de la acción colectiva por medio de intercambios estratégi-
bién de consumo. Aunque los conflictos urbanos eran estructuralmente
cos entre adversarios. El horizonte de los movimientos sociales no se redu-
"secundarios", pues no ponían en tela de juicio en forma directa el modo
cía al cálculo instrumental en el marco del sistema imperante. No solo
de producción dominante, coyunturalmente podían reflejar la contradic-
había metas difíciles de negociar, al menos en el co~to plazo (para' el am-
ción principal. Este malabarismo teórico estaba destinado a recalcar que
bientalismo o el pacifismo), sino que algunos movimientos perseg1l:~?JJ.tam
los movimientos urbanos no estaban relegados al reformismo porque "con-
bién la construcción de identidad (tal era el caso de movimientos étnicos o
trovierten el orden establecido a partir de las contradicciones específicas
de género). Surgió así el llamado paradigma de la construcción de identi-
de la problemática urbana" .11 Esas contradicciones brotaban del consu-
dad o de los "nuevos movimientos sociales".
mo colectivo, la defensa de la identidad asociada con el territorio y la

lucha política en torno al gobierno local.


Antes de considerar la producción más elaborada de este paradigma, la
sociología de la acción de Alain Touraine, mencionemos el impacto que
En esos años, las tesis de Castells provocaron un debate sobre la posibili-
por esa época -fines de los años sesenta y principios de los setenta- te-
dad de acción revolucionaria de unos movimientos recién aparecidos que
nían algunos intentos de renovación del marxismo en la intelectualidad
no eran definidos desde la contradicción fundamental e~tre capital y tra-
europea. La obra de Louis Althusser, el autor más representativo de la
bajo. Jean Lokjine, por ejemplo, sostuvo que solamente podían definirse
vertiente estructuralista del materialismo histórico, constituyó no tanto
como movimientos sociales aquellos que tuvi.eran como objetivo político la
una ruptura con la ortodoxia como una reiteración de sus elementos bási-
transformación de la sociedad en su conjunto y no solo de la urbana. J ordi
cos, en los que resalta el peso de las estructuras· sobre la acción humana.
9
Borja, por su parte, si bien aceptaba la propuesta de Castells de valorar
De esta forma, el althusserianismo en boga en Occidente, aunque fue crí-
las contradicciones propias de las ciudades, limitaba los alcances de los
tico del paradigma funcionalista, se negó a reconocer la especificidad de
movimientos que surgían de ellas, pues no siempre modificaban la estruc-
los "nuevos" movimientos sociales, al intentar reducirlos a una estructur~
tura urbana. Según Borja, esto solamente se lograba con la transforma-
de clases determinada por la esfera de la producción. 10 El tipo ideal de las
ción de la correlación de fuerzas en el nivel macro, cambio en el cual apa-
clases sociales fue el proletariado que, como ya habían dicho Marx y En-
recía como crucial el papel de las clases populares, que eran en últimas
gels, era además el llamado a conducir la revolución. La clase obrera se
quienes conformaban los movimientos urbanos. 12 A pesar de su apego
concebía como una unidad homogénea en su existencia natural -la clase
en sí-, aunque no siempre tuviera conciencia de ello -la clase para sí-. De
11

Manuel Castells, Movimientos sociales urbanos. México: Siglo XXI, 1988, págs.
3y113-114. Véase también La ciudad y las masas.

Sociología de los movimientos sociales urbanos. Madrid: Alianza, 1986.

12
9 Véase La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI, 1967.
Jean Lokjine, El marxismo, el Estado y la cuestión urbana. México: Siglo XXI, 1979
y Jordi Borja, Movimientos sociales urbanos.

Buenos Aires: CIAP, 1975. Con el tiempo estos autores fueron incorporando las tesis
de Castells. Borja, por ejemplo, en un texto posterior
10 La obra de Althusser tuvo ecos en América Latina por medio de
divulgadores como la chilena Martha Harnecker, cuyo libro Conceptos

dirá: " ... los denominados movimientos urbanos, generados apartir de múltiples y
heterogéneas contradicciones urbanas, modifican
elementales del materialismo histórico vendió más de setecientos mil
ejemplares, según Jorge Castañeda (La utopía desarmada.

de forma más o menos sustancial esta estructura" (Estado y ciudad. Barcelona: PPU,
1988, pág. 188).
Intrigas, dilemas y promesas de la izquierda en América Latina Bogotá:
Tercer Mundo, 1994, pág. 208).
42 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 43

formal al marxismo, para estos autores fue evidente que el crecimiento


En cualquier caso, los textos tanto de los clásicos del marxismo como de
urbano estaba poniendo sobre el tapete la existencia de contradicciones
las nuevas vertientes renovadoras, estuvieron en el trasfondo de los para-
que rebasaban la esfera productiva y eran difíciles de enmarcar en una
digmas señalados, especialmente del europeo, permitiendo un acercamien-
rígida estructura de clases.
to más apropiado al conflicto social que el ofrecido por el funcionalismo

norteamericano. 17
La metáfora base-superestructura sobre la que se apoyaban estas reflexio-
nes había sido radicalmente cuestionada en los· años sesenta por los his-
Otro de los intelectuales que bebió de las fuentes del marxismo pero pron-
toriadores marxistas británicos, inspirados a su vez en Antonio Gramsci.
to emprendió un camino propio fue Alain Touraine. 18 Para el sociólogo
Áunque no se trata de una escuela de pensamiento homogénea -algunos
francés, los actores sociales dejan de ser elementos marginales o, cuando
prefieren designarla como una "tradición teórica"-, es claro que autores
más, funcionales al sistema vigente, para convertirse en agentes de un
como Eduard Palmer Thompson, Georg e Rudé y el mismo Eric J. Hobs-
conflicto en el que luchan por el control y la orientación de la sociedad.
bawm rompieron con la lectura economicista de la acción humana y se
Aunque en un principio Touraine sigue muy de cerca el paradigma mar-
remontaron a explicaciones ideológicas, morales y culturales. 13 El estudio
xista de enfrentamiento de clases, para los años ochenta amplía el campo
de las rebeliones preindustriales, también llamadas "primitivas" por Hobs-
de conflicto y entra de lleno en una reflexión sobre los movimientos socia-
bawm, respiraba todavía el dualismo vigente en Occidente en los años
les.19 Estos se definen por tres principios: identidad o autorreconocimien-
cincuenta y sesenta, que oponía lo tradicional a lo moderno en una bús-
to del actor; oposición o caracterización del adversario; y totalidad o supe-
queda incesante del progieso. 14 Esto es válido para científicos sociales
ración de lo particular hacia lo más general. Con Touraine se da una rede-
cercanos a estas posturas, como Barrington Moore en su análisis de las
finición de la conflictividad social en la búsqueda de un sentido de la ac-
revoluciones campesinas y la construcción de la democracia, y James Scott
ción que no yace en la lógica instrumenta1 de la sociología norteamerica-
en sus asertos sobre la ruptura de las economías morales y la rebeldía en
na ni en el determinismo económico del marxismo ortodoxo. Las dimensio-
el sudeste asiático. 15 A pesar de ello les cabe el mérito de renovar la mira-
nes culturales y simbólicas son elementos sustanciales en la lucha por el
da de los actores sociales, a los que consideraron agentes activos y no
control de bienes y por la orientación de la sociedad por parte de los acto-
meros entes pasivos o reactivos de los acontecimientos históricos que en-
res sociales.
frentaron. Si esta opción los alejó del estructuralismo, también fueron crí-
ticos -en diverso grado- del voluntarismo leninista, por cuanto no creían
A pesar de los indudables logros de la sociología de la acción, en dicha
que hubiera una sola forma de conciencia de clase sino rnás bien que ella,
concepción aparecen algunos problemas que limitan sus alcances. 20 Todo
como las clases mismas, era resultado de procesos históricos. 16 Se ali-
parte del determinismo de sabor estructural que subyace en la centrali-
mentaba así la concepción histórica de actores que no respondían a esen-
dad que se le atribuye a la historicidad. En cierta forma ella antecede a
cias preestablecidas sino á una dinámica de construcción de identidades.
la acción social, la determina sin ser afectada por ella. Por esa vía se
limita el campo de conflicto y se oscurece la relación entre lo material y

13
Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza: Prensas
Universitarias, 1989.

17
14
Estamos de acuerdo con Boaventura de So usa Santos cuando señala que, así el
marxismo hoy no esté de moda, sigue siendo un pilar
Eric Hobsbawm, Los rebeldes primitivos. Barcelona: Ariel, 197 4, pág.
317.

en la reflexión de las ciencias sociales, siempre ycuando se le aplique la


hermeneútica de sospecha que él practicó ante el capitalismo
15
Véanse: Barrington Moore, Los orígenes sociales de la dictadura y de la
democracia. Barcelona: Península 1973; yJames Scott, The (De la mano de
Alicia: lo social y lo político en la posmodernidad. Bogotá: Uniandes, 1998,
capítulo 2).
Moral Economy of the Peasant. New Haven: Yale University, 1976. Scott ha
continuado la búsqueda ya no de la explicación de 18 Así lo postula
Leopoldo Múnera en su síntesis de la teoría de Touraine (Rupturas y continuidades:
poder y movimiento popular en
rebeliones abiertas sino de las actitudes de resistencia ante la
dominación cotidiana en lo que designa como las armas de los débiles

Colombia, 1968-1988. Bogotá: Universidad Nacional, 1998, pág. 34).


(Weapons ot the Weak: Everyday Forms ot Peasant Resistance. New Haven:
Yale University, 1985). Un crítico de Scott señala que él

19
trabaja no propiamente la resistencia sino el resentimiento meramente
reactivo que difícilmente deriva en un desafío público que Véase
América Latina:políticay sociedad. Madrid: Espasa-Calpe, 1989. Allí define los
movimientos sociales "por la lucha de un actor
alimente la solidaridad (Sidney Tarrow, Power in Movement. Social
Movements, Co/lectiveAction and Politics. Cambridge: Cambrid- social
contra un adversario por el control de los principales recursos de una sociedad o
por la dirección del proceso histórico de
ge University, 1997, pág. 103).
desarrollo" (pág. 205).
16 E. P.Thompson, La formación histórica de la clase obrera en Inglaterra.
2volúmenes. ~t{rcelona: Crítica, 1987. 20

En este segmento nos apoyamos en la pertinente crítica de Leopoldo Múnera, Rupturas


y continuidades ... , págs. 41-69.
44 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 45

lo simbólico, primando lo segundo. El reemplazo de las clases por los


De estos intentos híbridos entre los dos paradigmas han surgido las re-
movimientos sociales y la separación radical entre acción social y políti-
cientes interpretaciones de la ,acción colectiva que nos interesa destacar
ca, privilegiando la primera, hace pensar en un protagonismo casi van-
en este libro.'En Europa ahora se mira cada vez más el mundo del Estado
guardista de los actores sociales, equivalente al del proletariado en el
y de la política en el estudio de la acción social colectiva. En Norteaméri-
marxismo. Esto iría en contravía de la dimensión relacional y no esen-
ca, por su parte, hay un creciente interés por el papel de la cultura y de lo
cialista que sugería la definición de Touraine de movimientos sociales.
simbólico en la movilización social. Una de estas lecturas híbridas es la
Por último, según nuestro criterio, cuando la teoría de la sociología de la
llamada ,;;estructura de oportunidad política1' o teoría del proceso político.
acción se aplica a América Latina resalta el peso del Estado de tal for-
Aunque iniciada en Norteamérica, cuenta con seguidores en ambos lados
ma que hace imposible la acción autónoma de los movimientos sociales,
del Atlántico y aun en Latinoamérica.
casi hasta anularlos. 21

El gran exponente de esta nueva tesis es sin lugar a dudas Charles Tilly,
A comienzos de los ochenta había, por tanto, dos paradigmas teóricos
quien se nutrió tanto de la sociología norteamericana como de los historia-
sobre los movimientos sociales que respondían a distintos contextos
dores británicos. Su modelo teórico, aunque ha ido variando con el tiempo,
políticos y culturales, inspirados a veces por el funcionalismo pero es-
tiene un planteamiento básico: toda relación -Estado y ciudadanos, o sis-
pecialmente por el marxismo. En Europa occidental, donde había exis-
tema político y movimientos sociales- está constreñida por elementos ex-
tido un gran consenso socialdemócrata y una gran tradición de movili-
ternos a ella -por ejemplo, el capital para la primera, o la oportunidad
zación clasista p.asta los años ochenta, los movimientos sociales apa-
política para la segunda-. Estos elementos, por lo general estructurales,
recían como intentos por construir identidades nuevas. En Norteaméri-
no determinan la relación, pero sí la limitan. De ahí que para Tilly sea más
ca, donde no existió tal consenso sino más bien uno de corte liberal, los
importante estudiar lo que permanece ql1e la apariencia de cambio. Ello
movimientos sociales se explicaban por la habilidad para movilizar
además le permite lanzar las miradas de ·larga duración de las que hace
recursos y ganar representación política. 22 Pero más que enfatizar las
gala. 25 Aunque recientemente dice estar abandonando el materüilismo que
diferencias de enfoque, nos interesa resaltar su complementariedad,
lo alimentó en sus primeros análisis históricos en aras de un análisis rela-
como lo hizo Jean Cohen en su momento: los europeos desarrollaron
1

cional que incluye dimensiones culturales y simbólicas, no sin razón se


más el porqué de la movilización, los norteamericanos el cómo de ella. 23
puede caracterizar su modelo como neoestructuralista. 26
Ahora podemos ir más allá en el intento de síntesis: si la "movilización
dé recursos" enfatiza la acción estratégica dirigida al sistema político,
En términos de movimientos sociales, Charles Tilly concreta dicho modelo
·la "construcción de identidades", y dentro de ella la sociología de la
en forma simple: la actividad de los Estados, que no es ajena a los cam-
acción, se orientan al fortalecimiento de la sociedad civilt En la vida
bios económicos y a la dinámica de la guerra, crea oportunidades para la
real ambas instancias se relacionan: las acciones instrumentales (po-
contestación. 27 Dicha contestación se hace recurriendo a repertorios, que
líticas) y expresivas (socio-culturales) pueden coincidir en objetivos
son las formas de lucha heredadas (no meros discursos), utilizadas en
comunes. 24
distintos contextos, según sea la oportunidad política. Aunque los reperto-

rios de contestación varían muy levemente en el corto plazo, en la larga


~

21
Su eurocentrismo es evidente apesar del conocimiento que tiene del
subcontinente: "Lejos de la imagen occidental de movimientos
sociales que dirigen unas formas de intervención política, que se
traducen ellas mismas por una acción del Estado, en América Latina 25
es la intervención del Estado lo que determina unos actores políticos
qué, a su vez, dirigen la acción de movimientos sociales Charles
Tilly, Roads from Past to Future. Lanham (Maryland): Rowman and Littlefield, 1997.
débilmente integrados y la mayoría de las veces heterónomos" (América
Latina ... , pág. 164). 26

Si bien la categoría es mía, me apoyo en la crítica que hacen ala "estructura de


oportunidad política" sociólogos simpatizantes de ella
22
Foweraker, Theorízíng ... , pág. 2.
como Jeff Goodwin yJames M. Jasper. Los mismos autores señalan que, aunque el
concepto de oportunidad política se atribuye a
23

Peter Eisinger, el padre no reconocido parece ser Robert Merton, quien habló de
estructuras de oportunidad ("Caught in aWinding,
"Strategy and ldentity ... ", págs. 663-664.
Snarling Vine: The Structural Bias of Political Process Theory", manuscrito de
marzo de 1998 nota 4, pág. 5).
24
Foweraker, Theorízíng ... , pág. 21.
27

As Socíology Meets Hístory. New York: Academic Press, 1981, en especial los
capítulos 5 y 6.
46 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 47

duración describen una interesante transformación, ilustrada por Tilly para


terminología de movimientos "primitivos" o tradicionales y movimientos
el caso inglés. En la Gran Bretaña, entre 1750 y 1830, él descubre que las
modernos, apoyada en historiadores como Eric Hobsbawm y George Rudé,
primeras protestas violentas, de carácter parroquial y ligadas a las elites
por la de acciones competitivas (en marcos comunales), reactivas (lo local
locales, van cediendo lugar a otras más pacíficas, incluso parlamentaris-
contra el Estado central) y proactivas (no contra el Estado sino por inclu-
tas, cosmopolitas y autónomas. Estos cambios de repertorios responden
sión y control), la impresión dejada seguía siendo de evolución lineal de
tanto a factores estructurales -crecimiento demográfico que rompe lo lo-
formas de protesta embrionarias a más desarrolladas, de acciones defen-
cal, fortalecimiento del Estado y del Parlamento, y mayor capitalización
sivas a ofensivas. En sus últimos análisis, que hemos resumido atrás,
de la economía que disminuye el clientelismo-, como a la iniciativa de
retira esta terminología y asume la de repertorios, que le sirve también
cambiar por parte de los de arriba y los de abajo. 28
para salirle adelante a otra crítica: el desconocimiento de las dimensiones

culturales de la acción social por enfatizar una lógica instrumental estra-


Desde el nuevo repertorio de contestación, Tilly estudia los movimientos
tégica.31 Si el evolucionismo en Tilly parece ser cosa del pasado, aunque
sociales, a los que caracteriza, en una definición muy amplia, como "todo
aún sostenga cierta distinción entre viejos y nuevos repertorios, el aferra-
desafío sostenido y organizado a las autoridades existentes, en nombre de
miento a modelos casi inmóviles sigue ofreciendo problemas por el énfasis
la población empobrecida, excluida o víctima de abusos". 29 Los movimien-
en las permanencias estructurales.
tos sociales son, por tanto, formas históricas de relación con las autorida-
des vigentes o, en otras palabras, expresiones temporales de repertorios
Esta crítica, sin embargo, recae más en sus epígonos que en Tilly mismo.
de contestación amplios. Más que grupos específicos, son alianzas tem-
Para precisar mejor los puntos problemáticos de este modelo acudamos a
porales, a semejanza de las campañas electorales contemporáneas, diri-'
un colega suyo, gran divulgador de la "estructura de oportunidad políti-
gidas por "empresarios" políticos. El marco de su acción es c::lª:ramente
ca": Sidney Tarrow. 32 Para él dicha estructura es la que crea incentivos a
político, así se inicien con demandas sociales concretas. En esto Tilly si-
la acción colectiva. Pero para explicar la movilización no bastan solo las
gue de cerca la tradición estratégica de la sociología norteamericana. El
oportunidades que abre el Estado o el sistema político. Tarrow insiste en
problema con él y sus seguidores en este punto es la confusión que crean
que para que dicha acción permanezca en el tiempo y conforme m ovi-
entre partidos políticos y movimientos sociales, de lo que nos ocuparemos
mientas como tales se requiere aprovechar previas redes sociales y mar-
luego. Si para Touraine hay una gran diferencia entre acción social y ac-
cos culturales de significados compartidos por gran parte de la sociedad.
ción política, para los estudiosos de la estructura de oportunidad política
Concentra luego su atención en lo que llama repertorios modulares de con-
la distinción no es más que cuestión de tiempo o de reconocimiento insti-
testación. Tilly había señalado ya que en las acciones colectivas los acto-
tucional.
res acuden a formas de protesta no inventadas en la coyuntura. Más que

las acciones aisladas, a Tarrow le interesa ahora destacar la aparición


El estudio de los repertorios de contestación ha recibido varias críticas,
simultánea de ellas en lo que define como ciclos de protesta. 33 En esos
como es de esperar en el mundo académico. 30 Una censura común consis-
momentos algunos actores desatan la movilización, la cual a su vez puede
tió en tachar su modelo de evolucionista. Aunque Tilly cambió su inicial
producir una nueva (estructura de) oportunidad para que otros movimien-

28 Popular Contention in Great Britain, 1758-1834. Cambridge: Harvard


Univertity, 1995. El análisis cuantitativo de los actos de 31

Ambas críticas fueron planteadas por el historiador William H. Sewell, "Collective


Violence and Collective Loyalties in France: Whythe
contestación es también sugestivo para nuestra investigación en términos
operativos. ' French
Revolution Madea Difference", Po/itics and Society, Vol.18, No. 4, 1990.
29 lbid., pág. 144. Las definiciones amplias le sirven para hacer las
grandes comparaciones en periodos largos que lo caracterizan como 32

Power in Movement... Tarrow llega adecir que esta visión constituye un nuevo
paradigma que reemplazaría alos ya acuñados en
historiador-sociólogo.
Europa o Norteamérica (págs. 82-83).
30 Muchas de las cuales en su momento Tilly ha incorporado, en una muestra
de honestidad no muy frecuente. El describe su trayectoria 33

El concepto como tal no es nuevo, lo interesante es cómo lo relaciona con nuevas


oportunidades póliticas. Kari-Werner Brand señalaba
intelectual con la metáfora de una mezcla entre jazz y ciencia: la
improvisación sobre una tradición. La rectificación ante los errores es en
1992 que los ciclos de protesta coincidían con fases de crisis de la cultura en
general que propiciarían la difusión de críticas ala
parte inherente de ese "jazz ciencia" que practica en forma casi
invisible, ala manera como el codo funciona en los seres humanos
modernización ("Aspectos cíclicos de los movimientos sociales", en Rusell J. Dalton
y Manfred Kuechler (editores.), Los nuevos
·(Roads from ... , cap.1 ).
movimientos sociales. Valencia: Alfons el Magnanim, 1992, pág. 47).
48 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 49

tos más débiles o temerosos se sumen. Son los "empresarios" políticos


cuentan con acogida en tiempos recientes. En su orden de exposición son
quienes toman ventaja de las nuevas oportunidades creadas por la misma
la teoría de la estructuración, el resurgimiento del individualismo meto-
movilización, uniéndose a esa oleada al ligar las demandas particulares
dológico, las críticas posmarxista y poscolonial y, por último, la aproxima-
con las del conjunto social.
ción constructivista a los movimientos sociales. Todos ellos tienen límites

que en su momento indicaremos, pero ofrecen nuevas posibilidades de com-


Ahora bien, como ya mostraba Tilly, los repertorios modulares sufren cam-
prensión de los movimientos sociales que de una forma u otra nos han pres-
bios solo en la larga duración. Desde el siglo XIX, en Europa y Norteamé-
tado herramientas teóricas y metodológicas para nuestra investigación.
rica se notan tendencias a una mayor duración de la acción colectiva, a la
creación y mantenimiento de organizaciones que canalizan esas luchas y
Es precisamente la búsqueda de un nuevo punto de partida, distinto del
a una mayor descentralización de ellas. La consolidación de Estados re-
énfasis exclusivo en el subjetivismo o el objetivismo, lo que llevó a Antony
presentativos en el siglo XX facilita -cuando no obliga a considerar- una
Giddens a postular la "teoría de la estructuración". Si bien no es una re-
mayor institucionalización de los movimientos e incluso su "electoraliza-
flexión sobre los movimientos sociales, busca estudiar las prácticas hu-
ción". Más que logros inmediatos y revolucionarios, la dinámica de la ac-
manas ordenadas en un espacio y un tiempo determinados. 36 Hay condi-
ción colectiva consigue reformas a largo plazo. Tal es el caso del feminis-
ciones inadvertidas y consecuencias no buscadas de la acción humana.
mo norteamericano, analizado por Tarrow. Como se ve, el autor trata de
Muchos de estos últimos elementos conforman las estructuras, que para
hacer más dinámico el modelo al incorporar tanto nuevos avances teóricos
Giddens no son entidades más allá de la acción, como postulaba el es-
como enseñanzas prácticas de los recientes movimientos sociales. 34 Pero
tructuralismo, sino conjuntos de reglas y sentidos articuladores de siste-
de nuevo aparece el fantasma del neoestructuralismo, y tal vez más crudo
mas sociales en distintos contextos espacio-temporales. La estructura,
que en su colega Charles Tilly. Esto ha propiciado un reciente debate en la
que por supuesto sugiere duración e institucionalización, no es algo exter-
sociología norteamericana que se centra en la utilización de modelos inva-
no al actor, es más interno de lo que se piensa; es verdad que constriñe,
riantes y unicausales, en aras de construir proposiciones universalmente
pero a la vez habilita. En la acción concreta se escenifican, por así decirlo,
válidas. Según los críticos, no solo lo estructural cuenta. Muchas emocio-
los condicionamientos estructurales pero también la posibilidad de des-
nes influyen en la preservación de redes y algunas opciones estratégicas
1 !,

echarlos y aun de transformarlos. 37


dependen de motivaciones sicológicas individuales. 35 En pocas palabras,
se revive el viejo debate enunciado por Marx para la explicación histórica
Se nota la cercanía de la reflexión de Giddens con la adelantada tiempo
de la acción humana.
atrás por Norbert Elias. De nuevo su tema no son los movimientos sociales

sino las relaciones entre los individuos y la sociedad. 38 En el proceso civi-


Por sorprendente que parezca, esta vieja tensión teórica convoca algunas
lizatorio de Occidente se vive un cambio histórico hacia la pacificación de
reflexiones sobre la acción social colectiva que, si bien no son nuevas,
las costumbres por medio de principios moderadores internalizados en

normas que son reflejo de la interacción entre los seres humanos. Ambas
34
·Hay aplicaciones creativas de estas categorías, como la de Jack Hammond
sobre los conflictos agrarios contemporáneos en Brasil.

dimensiones son igualmente "reales", como lo sugiere la metáfora del aje-


Según el autor, los diversos repertorios descritos por Tilly yTarrow
conviven simultáneamente en el Movimiento de los Trabajadores
drez, en la cual el individuo no se entiende sin las reglas del juego en las·
sin Tierra (MST). En el ámbito local el MST utiliza la acción directa
más propia de un repertorio tradicional; en el contexto nacional utiliza
medios modernos de lucha política, incluida la electoral. Los
contendientes también responden de diversas formas aesos repertorios:
que se enmarca. 39 Las llamadas figuraciones son la expresión de estas
violencia en el plano local y negociación en el nacional ("Retaliatory
Violence Against Agrarian Reforrn in Brazil ", Ponencia presentada
en la Conferencia sobre América Latina organizada por New School, Nueva
York, abril17 de 1998). De esta forma la categoría
repertorio se hace más dinámica y relacional, al reflejar mejor las
características "híbridas" de los antagonistas, incluido el Estado
36

La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos


Aires: Amorrortu, 1995, pág. 40.
brasileño -lo que no es tan distante del caso colombiano.
37
35
Giddens agrega: «Una acción nace de la aptitud del individuo para 'producir' algo
distinto en un estado de cosas ocurso de sucesos
Goodwin yJasper, "Caught in Winding ... ". El artículo de ellos provocó
duras réplicas por parte de los afectados (Tilly, Tarrowy David
preexistentes, (La Constitución ... , pág. 51).
Mayer), pero solo pudimos conocer el manuscrito del primero, quien trató
asus ex discípulos de "fenomenólogos fundamentalistas" 38
por creer que la conciencia existiría antes que la interacción social
(«Wise Quacks», manuscrito de marzo de 1998). Todo el debate
Véase, por ejemplo, El proceso de civilización. Bogotá: Fondo de Cultura Económica,
1997.
fue propiciado por la revista Sociological Forum, que anunciaba su
publicación.
39

Roger Chartier, On the Edge ofthe Cliff. Baltimore: The Johns Hopkins University,
1997, capítulo 8.
50 Maurido Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 5]

estructuras internalizadas que constriñen pero también estimulan la


supera el exagerado peso de las estructuras y se rechaza la perspectiva
acción. 40 Se retorna así a la consideración de los procesos históricos en la
de la acción social como algo esencialmente constituido más allá de los
interacción de los individuos entre sí y con las estructuras.
individuos. Pero, por más compleja que se haga esta aproximación, sigue

siendo una aplicación del cálculo económico a ~a acción social con un


De otro tenor es la propuesta neoinstitucional, que pone énfasis, como su
claro rechazo de la perspectiva colectiva, lo que a nuestro juicio limita la
nombre lo indica, en el peso de las instituciones en la vida social. Prove-
comprensión de fenómenos supraindividuales, como son los movimientos
niente de la economía y desarrqllada principalmente por Douglass North,
sociales. Además, el retorno al individualismo es discutible, así sea solo
destaca los elementos externos al actor, pero también mira el comporta-
metodológicamente, pue.s-en el mundo presente el individuo está progra-
miento individual desde la cultura institucional. Por su parte, Robert Put-
mado y en ese sentido "es menos individual que nunca". 45
nam la ha llevado al análisis político al estudiar el peso de las institucio-
nes en el desarrollo de la democracia. 41 Como las anteriores explicaciones
De un enfoque distinto proviene la reciente propuesta de Alain Touraine
sociológicas, el neoinstitucionalismo no es una teoría de los movimientos
sobre el rescate del sujeto o más propiamente de una s;bjetividad hasta
sociales sino del comportamiento de las sociedades, con el agravante de
ahora dominada por una razón que se vuelve instrumental. Si bien la sub-
que, como dice un crítico colombiano, si tal enfoque "puede contribuJr sig-
jetivación puede ocurrir en individuos aislados, para Touraine es en los
nificativamente a la comprensión histórica de las 'causas de la riqueza'
movimientos sociales donde mejor se representa. 46 _De cualquier forma, este
(... ) no necesariamente a la determinación de su naturaleza y, menos aún,
rescate del sujeto balancea el sobrepeso de las estructuras.
42
a la identificación de las formas de producción sociales".

Otra perspectiva mucho más crítica de las lecturas estructurales de los


El neoinstitucionalismo, a pesar de su. sabor estructuralista, abre una
movimientos sociales ha sido desarrollada por Chantal Mouffe y Ernesto
puerta al individualismo metodológico que nutrió a las primeras reflexio-
Laclau. 47 Su argumento, bautizado como posmarxista, constituye una crí-
43
nes de la sociología norteamericana sobre los movimientos sociales. Para
tica demoledora de toda determinación previa de la acción social, cuya
los seguidores de esta orientación metodológica, el individuo y sus orien-
tarea es la construcción de identidades colectivas. Ahora las
taciones constituyen la unidad de análisis básica a partir de la cual se
dades no son esenciales o prin1ordiales, sino un resultado de las conver-
puede llegar a agregados institucionales y a las lógicas colectivas que
gencias contingentes de los sujetos frente los diversos conflictos de la

48
trazan los límites de la acción individual. Como tal, el individualismo me-
sociedad Para Mouffe y Laclau los m_ovímientos
todológico toma forma reciente en la llamada elección racional, muy em-
les -esas convergencias de sujetos que encarnan de la
parentada con la teoría de los juegos. 44 Dicha elección supone metodológi-
camente que todo fenómeno social pasa por los individuos con la intención
45

Boaventura de So usa Santos, De la mano de Alicia ... pág.1,.8.


de maximizar beneficios y minimizar costos. Es cierto que por esta vía se
46

C(íf~ca a la modernidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1994, págs. 205
y 232. Por senderos teóricos y políticos

Similares, Jürgen Habermas enuncia que la colonización del mundo de la vida (que
incluye ala subjetividad) por poderes económicos

y políticos cimentados en la razón instrumental puede ser superada por los


movimientos sociales, especialmente los que persiguen

demandas posmateriales (The New Conservatism. Cultural Criticism and the


Historians' Debate. Cambridge: MIT, 1989). Habermas
°
4 Con inspiraciones comunes, Pi erre Bourdieu insiste en los "habitus"
oestructuras que se interiorizan en los individuos yque asu vez se apoya en
los análisis de Klaus Offe sobre los movimientos sociales de Europa como alianzas
contingentes de distintas clases
requieren prácticas que las actualizan omodifican. Así los "habitus"
pueden "contribuir adeterminar lo que lo determina" (Sociología sociales con
una amplia gama de demandas que repolitizan la sociedad civil en sentido
progresista (Partidos políticos y nuevos
y cultura. México: Grijalbo, '1990, pág. 74).
movimientos sociales. Madrid: Sistema, 1992).
41 Making Democracy Work. Civil Traditions in Modern Ita/y. Princeton:
University of Princeton, i 993. 47 Ver de los
dos autoresHegemony and Socia!ist Strategy. London: Verso, 1985, yde Chantal
Mouffe, The Return of the Political. London:
42 Humberto Malina, "Pero ... ¿cómo podemos hacerlo?", Coyuntura Política,
No. i 9, septiembre de 2001, pág. 8. Para un análisis del Verso, i 993.
En esta sección nos apoyamos también en Willen Assies, "Of Structured Moves and
Moving Structures. An Overview of
impacto del neoinstitucionalismo en la economía véase Osear Rodríguez,
"Relaciones entre historia yeconomía", Anuario Colombiano Theoretical
Perspectives on Social Movements", en Willen Assies, Gerrit Burgwal y Ton Salman.
Structures of Power, Movements of

Resistance. An lntroduction to the Theories of Urban Movements in Latin America.


Amsterdam: Cedla, i 990.
de Historia Social y de la Cultura, No. 27, 2000, págs. 207-229.

48
43 Según Martín Tanaka, esta última postura tiene su fuente, como suele
suceder con el grueso de la teoría sociológica, en Max Weber, En su
análisis del feminismo dice Mouffe que "la 'identidad' de un sujeto múltiple y
contradictorio es por tanto siempre contingente

Yprecaria, temporalmente está fijada a la intersección de esas posiciones de sujeto


y es dependiente de formas específicas de
quien parte del individuo para abordar lo institucional ("Elementos para
un análisis ... ", pág. 11 ).

identificación. Es, por tanto, imposible hablar de un agente social como si fuera
una entidad unificada y homogénea" (The Return ... ,
44 No en vano Jan Estler es uno de sus defensores, según Tanaka ("Elementos
... ", pág. i 2). pág. 77). La
traducción de las citas textuales en inglés es obra del autor de este libro, ano
ser que se indique lo contrario.
52 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 53

dad- radicalizan la democracia. Las luchas democráticas no necesaria-


la experiencia de la India. De una parte, porque dicha categoría confun-
mente son progresistas, pues son polisémicas por definición.
de colonialismo e imperialismo, que aparecen simultáneamente en Asia

pero no en América Latina. De otra parte, porque quienes en nuestro


El problema con estos autores es que, en su lucha contra todos los deter-
subcontinente sufrieron el peso de la dominación colonial en todo el sen-
minismos universalistas -llámense estructuralismo o racionalismo-, caen
tido de la palabra fueron los indios y los esclavos, no así los mestizos ni
en un reduccionismo discursivo, en el que "el discurso tiende a ser tratado
menos aún los criollos, quienes vivieron como propia la cultura y los va-
como autónomo y constitutivo de la realidad". 49 La cercanía al llamado
lores europeos. Saltan a la vista las diferencias en las colonizaciones, no
giro lingüístico del posmodernismo es evidente, así ellos pretendan estar
solo en cuestión de tiempo sino también de forma, que remiten a distintos
distantes de sus expresiones más simples y se planteen objetivos políticos
horizontes explicativos. 53 Si bien la corriente poscolonial abre una suges-
de radicalización de la democracia, uno de los logros de la modernidad.
tiva veta de análisis para entender a los subalternos, y por ende a las

sociedades en que viven, el énfasis exagerado en una resistencia incom-


El posmodernismo también ha sido alimentado y a su vez criticado por los
prensible desde parámetros occidentales los vuelve herméticos para un
exponentes de los Estudios Subalternos y en particular por los historiado-
lector latinoamericano.
res indios, también conocidos como poscoloniales. Nutridos por la historia
social marxista, van mucho más lejos en su crítica de la dominación colo-
Nos resta revisar una última vía de desarrollo teórico, la que promete re-
nial y poscolonial. Plantean una subalternidad irreductible a los paráme-
solver en forma más adecuada el reto de entender la acción social colecti-
tros occidentales, pues estos no solo colonizan al colonizado sino igual-
va en nuestro contexto histórico: el constructivismo. Más que responder a
mente a las ciencias que tratan de entenderlo. 50 De su radical diatriba no
un autor, escuela o paradigma específicos, lo que identifica esta postura
se libra ni el marxismo, al que se ve como un discurso crítico del capitalis-
son dos propuestas centrales: una mirada de construcción relacional de la
mo pero contemporizador del colonialismo. Se adentran así en el estudio
acción colectiva y un estudio sobre el peso de la cultura en la movilización
de los grupos subalternos, especialmente los campesinos, a partir de tex-
social, sin perder la dimensión política que ella encierra. La primera se
tos "deconstruidos". 51
refiere a una superación de cualquier esencia o condición objetiva previa a

la constitución de los movimientos sociales. La segunda habla de una


Dos polémicas se han suscitado en torno a la producción poscolonial, una
dimensión de sentido que impregna la vida cotidiana.
más general y otra referida a su aplicación a otros contextos, como el lati-
noamericano. En cuanto a la primera, hay quienes afirman que estos estu-
En los diálogos recientes entre norteamericanos y europeos, de los que no
dios abandonan un proyecto totalizador de cambio social para privilegiar
están lejos algunos pensadores latinoamericanos, se propone dejar de lado
una resistencia anclada en la subjetividad individual o en reclamos atávi-
los sesgos excluyentes entre racionalidad instrumental o búsqueda sim-
cos de una comunidad definida a partir de identidades religiosas. 52 De otro
bólica, así como los énfasis antagónicos entre el peso exclusivo de las
calibre es la segunda crítica, que señala la dificultad de aplicar a nuestro
estructuras o el de la acción humana. 54 Se busca analizar los "marcos
subcontinente la categoría de dominación colonial construida con base en
culturales" que encuadran la acción colectiva y que a su vez crean oportu-

53
49

Este tipo de interpretación en Jorge Klor de Alba, "The Postcolonization of the


(Latin) American Experience", en Gyan Prakash (editor),
Willen Assies, "Of Structured ... ", pág. 57.
After Co/onialism ... Un grupo de académicos norteamericanos, sin embargo,
considera que la vía de los Estudios Subalternos es la
50
Gyan Prakash (editor),Atter Colonialism (Imperial histories and
Postcolonial Displacements), Princeton: Princeton University, 1995, mejor
alternativa intelectual para comprender las fisuras históricas del subcontinente,
como lo declaran en su Manifiesto Inaugural cuya
Introducción.
traducción aparece en Santiago Castro y Eduardo Mendieta (editores), Teorías sin
disciplina. México: Universidad de San Francisco,
51

1998, págs. 85-1 OO.


Quien marca la pauta de esta interpretación es su figura más destacada,
Ranajit Guha. Véase, por ejemplo, Dominance Without

Véase, por ejemplo, al sociólogo español Enrique Laraña, La construcción ... , cap.
5. Él pr~pone una definición operativa de los

54
Hegemony. Cambridge: Harvard University, 1997.
52
movimientos sociales que no responde al ideario modernizante que hasta el momento
se les ha asignado. Así ellos serían formas
Entrevista aAijaz Ahmad en Santiago Castro yotros, Pensar (en) los
intersticios. Bogotá: Universidad Javeriana, 1999. Esta acusación de acción
colectiva que apelan a la solidaridad, explicitan un conflicto social y rompen los
límites del sistema en que se producen
de un giro a la derecha es similar a la que Habermas hace del
posmodernismo en The New Conservatism ... (pág.
79).
54 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 55

nidades simbólicas. Ellos, como la misma cultura, son también creación


códigos comunicativos y culturales. Pero los movimientos sociales no solo
de la movilización social y a veces su principal logro. 55 Ahora bien, hay
pelean por ese control, sino que ellos son en sí mismos medios comunica-
quienes distinguen entre marcos mayores -del conjunto social- y específi-
tivos, con lo cual Melucci se acerca al modelo de acción comunicativa de
cos -de los movimientos sociales concretos-. 56 En esos diversos contextos
Haberrnas. 60 De un somero análisis de algunos movimientos contemporá-
radica el potencial de los actores sociales para identificarse como "noso-
neos (feministas, de grupos étnicos, pacifistas y ecologistas), Melucci ex-
tros" y la legitimidad de sus demandas. Los movimientos que en sus re-
trae algunos rasgos comunes que supuestamente los caracterizan: hete-
clamos se apoyan tanto en valores y tradiciones propias como en elemen-
rogeneidad y poca negociación de las metas; alejamiento del sistema polí-
tos culturales generales de la sociedad, tendrán más legitimidad y por
tico; desafío a la separación entre privado y público; y privilegio de la ac-
tanto mayor posibilidad de conseguir éxito.
ción directa. Hasta aquí parecería que hablara más de los viejos reperto-

rios descritos por Tilly y Tarrow que de los nuevos movimientos sociale~.
Es el sicoterapeuta y sociólogo italiano Alberto Melucci quien mejor ha
Agrega, sin embargo, un rasgo que perfila mejor la acción colectiva con-
concebido recientemente la construcción de identidades colectivas. 57 Es-
temporánea: la oscilación entre el individualismo y la apelación ~la natu-
tas no resultan de la sumatoria de motivaciones individuales, como tam-
raleza. 61
poco de condiciones estructurales, aunque incorporan ambas dimensio-
nes. Las identidades son resultados históricos que distan de esencias<pre-
Ya decíamos que Melucci es crítico de los análisis que buscan explicar las
determinadas. Señala también que en dicha construcción coexisten per-
acciones colectivas a partir de condiciones económicas o de oportunida-
manencias y cambios. Además, adelanta que la identidad es algo relacio-
des políticas. Sin embargo, al insistir en la primacía de lo simbólico cae en
nal, pues implica un mínimo reconocimiento del antagonista. En situacio-
otro extremo igualmente criticable: el reduccionismo cultural. Basta recor-
nes extremas de represión o de desintegración social, las identidades se
dar su caracterización de los movimientos sociales contemporáneos para
fraccionan o se vuelven muy rígida8-~remiten a esencias preestablecidas-,
percibir los riesgos de su postura, que lo hace deslizarse hacia un velado
con lo que pierden su función orientadora y legitimadora de la acción. In-
esencialismo en la comprensión de las identidades colectivas y a un ses-
siste en que identidad, acción colectiva, movimientos sociales, cultura y
gado énfasis en los aspectos defensivos de la acción colectiva. 62 Pero hay
muchos de los conceptos que usan los teóricos son categorías analíticas y
otro elemento teorico-metodológico que nos llama la atención y que ya
en ese sentido no corresponden a "cosas reales" .58
aparecía en Giddens: mientras Melucci se declara anti-estructuralista -

pues iguala estructuralismo a explicaciones desde las condiciones objeti-


Para Melucci la era informática que vive el mundo actual sugiere nuevos
vas-, reclama un enfoque "sistémico" .63 Dicho análisis no es teleológico,
campos de acción. 59 En concreto se trata de la lucha por el control de los
pues por tratarse de un corte en el ~iempo para considerar los sistemas no

anuncia futuro ni tampoco mira el pasado. De esta manera, solamente


55 Doug McAdam "Culture and Social Movements", en Enrique Laraña,
HankJohnston yJoseph Gusfield, New Social Movements. From estudia
categorías analíticas -no "cosas reales"- en sus interacciones,
ldeology to ldentity. Philadelphia: Temple University, i 994.

sin darles carga valorativa y, supuestamente, sin ponderar ningún siste-


56 David Snow, Scott Hunt y Robert Benford, "ldentity Fields: Framing
Processes and the Social Construction of Movement ldentities",
en Enrique Laraña yotros, New Social Movements ...
ma sobre otro.
57 "The Process of Collective ldentity", en HankJohnston y Bert Klandermans,
Social Movements and Culture. Minneapolis: University of
Minnesota, 1995.
60

Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus, 1999, 2volúmenes.


58 Aspectos que desarrolla en el reciente libro ya citado, Acción
colectiva ... y en la anterior obra doble: Challenging Codes: Collective 61

Véase Challenging Codes ..., Parte 11, capítulos 5a1O, titulada precisamente
"Contemporary Collective Action". Son muchos los autores
Action in the lnformation Age. y The Playing Self, ambos publicados en
Cambridge: Cambridge University, 1996. que
perciben lo ambiental como el nuevo horizonte de la acción social colectiva.
Boaventura de So usa Santos, por ejemplo, dice: " ..
59 La preocupación sobre los nuevos fenómenos de la informática en la
construcción de identidades es también compartida por Manuel al
final de siglo, la única utopía realista es la utopía ecológica y democrática" (De
la mano de Alicia ... , pág. 47).
Castells en su más reciente libro. The Power of ldentity. Oxford:
Blackwell, 1997. Esta obra es el segundo volumen de la serie publicada 62

Así lo sugiere cuando señala, por ejemplo, que ante la amenaza de cambio la gente
se une' para defender una identidad previamente
por el autor titulada The lnformation Age: Eéonomy, Society and Culture.
El énfasis de este segundo volumen, como el título lo sugiere, establecida.
Claro que en el transcurso de la movilización las identidades se transforman,
porque se suman otros actores con nuevas
está en los movimientos sociales. El interés del autor no es teórico y
más bien busca mostrar que de la crisis general del mundo actual, demandas
(Challenging Codes ... , pág. 296).
sometido al choque entre globalización eidentidades particulares, pueden
surgir nuevas formas de protesta yde poderes alternativos.

63
De manera provocativa (o provocadora) señala que de los fundamentalismos
religiosos y de los movimientos nacionalistas oterri- Se trata de
un análisis de la interacción de cuatro sistemas: el productivo (económico), el de
toma de decisiones (político), el que
toriales están brotando las nuevas identidades que pueden producir
sujetos con proyectos alternativos de sociedad.
gobierna el intercambio (organizativo) y el de la reproducción de la vida cotidiana
(cultural).
56 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 57

La perspectiva de Melucci, si bien representa la versión más elaborada


mo-leninismo, que se orientaba casi exclusivamente hacia el Estado. 67 En
del construccionismo, es criticable no solo por la ya denunciada sobreva-
cualquier caso, es necesario tener una mirada cautelosa, si no escéptica,
loración cultural, que contradice el pretendido equilibrio sistémico, sino
sobre la aplicación de dichos modelos, pues suponen procesos históricos
porque paradójicamente se acerca a dos extremos en el debate reciente de
que no se han producido en forma igual en nuestros países. Sin tal pers-
las ciencias sociales. Por una parte, el autor se coloca lo más cerca posible
pectiva crítica muchas veces los analistas terminan investigando con el
del giro lingüístico que pregona el posmodernismo, sin caer totalmente en
deseo y no con el principio de realidad. Una de las consecuencias es anun-
él, pues sigue suponiendo que existe una realidad más allá de las media-
ciar más movimientos de los que existen, pues, como dice Foweraker, "no
ciones culturales o de la construcción de categorías analíticas. Por otra
todo lo que se mueve es un movimiento social" .68 Fernando Calderón; por 1
parte, su enfoque sistémico recuerda el análisis estructural-funcionalista
ejemplo, es optimista al señalar que el subcontinente es rico en movimien-
de Talcott Parsons, 64 aunque con una actitud menos estática. En este en-
tos sociales, no tanto en número cuanto en variedad, por la simultaneidad
cuentro tangencial con dos extremos criticables se evidencia, una vez más,
tempora~ en la que convive lo premoderno con lo moderno y hasta lo pos-
que los fantasmas que rondan a las ciencias sociales tienen más en co-
moderno. 59 Posición contraria enuncia Alain Touraine, para quien ·~méri
mún de lo que a simple vista parece. El estructuralismo desconfiaba tanto
ca Latina no es el continente de los movimientos sociales conscientes y
de la posibilidad de conocer la realidad como hoy sus antagonistas pos-
organizados( ... ) Ningún continente ha conocido más actores, ninguno los
modernos. 65
~_g_qn,9cido más débiles" _7°

Hasta aquí la sintética reseña de las principales teorías sobre la acción


Cuando se estudian los movimientos sociales de América Latina, tanto
social colectiva, que ilustra las tensiones conceptuales y los principales
los_qe clase, obreros y campesinos, como los llamados nuevos, se produce
jalones, para desembocar en una perspectiva constructivista de los movi-
gp choque entre teoría y realidad, pues si desde Europa se enfatiza la
mientos sociales, que está más cerca de nuestras inquietudes académicas.
re~ción entre movimientos sociales y sociedad civil, E2I'! el subcontin§p.te

latinoamericano la precaria existencia de ésta y el papel central que histó-

ricamente ha jugado el Estado hacen que desde el principio la acción so-

cial colectiva se politice. 71 La existencia de dictaduras en gran parte de


Es hora de decir algo sobre la particularidad de la acción social colectiva
América Latina hasta los años ochenta reforzó la dinámica de los movi-
en América Latina. Los autores que han intentado un acercamiento teóri-
mientos sociales en favor de la democratización. Así se diluye la clásica
co a partir de la realidad latinoamericana coinciden en señalar que en el
distinción occidental entre acción social y política. 72
subcontinente ha tenido más peso el paradigma de construcción de iden-
tidad que su contraparte norteamericana. 66 El marxismo impactó a la in-
Los recientes cambios en el modelo de acumulación del subcontinente, a
telectualidad desde mediados del siglo XX y en decenios po,steriores se
juicio de Fernando Calderón, desembocan en una crisis total de los Esta-
vivió el redescubrimiento de versiones menos ortodoxas, como la encarna-
da por Antonio Gramsci. Fue importante en especial su contribución para
repensar la sociedad civil escondida en la visión de la política del marxis-
67

Jorge Castañeda, La utopía desarmada ... , págs. 235-236.

68

Theorizing ... pág. 4.

69

Movimientos sociales y política. La década de los ochenta en América Latina.


México: Siglo XXI, 1995, pág. 117.
64
Para quien el "sistema total de acción social" estaría compuesto asu vez
por los sistemas de la personalidad de los actores, el social 70

'América Latina... , pág. 288


como tal y el cultural (Talcott Parsons, El sistema social. Madrid:
Biblioteca Revista de Occidente, 1976, capítulo 1). 71

Susan Eckestein llama la atención sobre el peso de la tradición burocrática y


centralista en Latinoamérica, lo que marca también sus
65
De esta forma, para los posmodernos, el objeto de investigación no-es e1
"otro" o el conocimiento de la realidad, sino la comunidad
movimientos sociales (Power and Popular Protest. Berkeley: Universityof California,
1989, págs. 53-54).
de investigadores (Ernest Gellner, Postmodernism, Reason and Religion.
Londres: Routledge, 1992, cap. 2). 72

Una temprana crítica de estas categorías en Rodrigo Baño, Lo social y lo político.


Santiago de Chile: Flacso, 1985. Para él ambas
66
En particular los ya citados Joe Foweraker, Theorizing ... yWilliem
Assies, "Of Structured ... ", así como la introducción de Arturo Escobar
dimensiones constituyen abstracciones analíticas del comportamiento colectivo, no
siempre diferenciables en la historia concreta
y Sonia Álvarez (editores), The Making of Social Movements in Latín
America. Boulder: Westview Press, 1992.
(pág. 153).
58 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 59

dos nacionales, de las sociedades civiles y, en el fondo, de la idea de mo-


una sociedad, sino que igualmente inciden en la configuración de sus po-
dernidad que se construyó a partir de la revolución mexicana. Los movi-
líticas al reclamar un nuevo sentido de ciudadanía. Comparten los para-
mientos sociales no son ajenos a esta crisis general y así lo confirma el
digmas de la modernidad occidental, que llegaron deformados a América
crudo panorama de atomización de los actores sociales, viejos y nuevos,
Latina, pero, a su vez, buscan superarlos. Esta mirada entre la política y
que describe el autor. En todo caso, para Calderón la crisis del Estado
lacultura presta atención al Estado, pero también a las redes sociales, a
nacional marca los nuevos rumbos de la acción social colectiva en Améri-
los nuevos espacios de lo público y a la revitalización de la sociedad civil
ca Latir1a¡73
por la vía de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), punto que

no había sido desarrollado por la literatura antes considerada. Álvarez y


También, en contraste con los países centrales, aquí s~g_~E3n vigentes las
Escobar observan también con cuidado el impacto de la globalización en
luchas por necesidades materiales que se dirigen hacia el Estado en la
la dinámica de los movimientos sociales, que no siempre es negativo. De
medida en que éste no cumple con sus promesas de bienestar. Otro aspec-
esta forma cuestionan y enriquecen la aproximación eurocéntrica a la ac-
to de diferencia descansa en el :peso de los "viejos" actores en los "nuevos"
ción social colectiva.
movimientos sociales, hasta desdibujar una distinción que es clave en
Europa y Norteamérica. El movimiento laboral, por ejemplo, no solo es la
A estas alturas del texto surge la pregunta: ¿qué nos queda de todo este
matriz originaria de las luchas sociales sino que él mismo se puede trans-
largo recorrido tanto por las teorías centrales como por las periféticas?
formar en nuevo movimiento social, como ha ocurrido en los últimos años
Aunque no podamos decir que encontramos modelos totalmente explicati-
. en Brasil. El punto de ruptura entre lo viejo y lo nuevo radica, por tanto,
en vos y
categorías absolutamente novedosas, se clarifica el panorama de la
la construcción de identidades. Los actores pueden ser los mismos de los
investigación sobre movimientos· sociales, al menos en cuanto a las pre-
países del centro -Estado, trabajadores y consumidores-, pero las conver-
guntas que la deben guiar. Veamos en forma resumida los principales
gencias pueden producir nuevas identidades que, como ya se ha dicho, no
elementos encontrados. Resalta la insistencia de muchos autores reseüa-
responden a intereses a priori, sino que 'son construcciones históricas.
Ade- dos
en la construcción interactiva o relacional de la realidad social, que no
más, las identidades son múltiples: la gente puede movilizarse como muje-
es resultado de condicionamientos objetivos previos, ni tampoco de meros
res o maestros, estudiantes o demócratas, trabajadores o socialistas. 74
discursos. La acción humana, en este caso colectiva, es la generadora de

la sociedad, pero ella está constreñida por aspectos estructurales que a


Las relaciones entre cultura y política también adquieren un carácter par-
su vez son construcciones históricas modificables. Metáforas como reper-
ticular en América Latina. Sonia Álvarez y Arturo Escobar han tratado no
torios y ciclos de protesta, resi.stencias ocultas o abiertas a hegemonías, o
solo de definir cada ámbito, sino de ponerlos en relación mutua frente a la
escenarios de poder y contestación, hablan de la dinámica de conflicto en
dinámica de los movimientos sociales. 75 La cultura no es algo estático y
que están inscritos los movimientos sociales en contextos espacio-tempo-
aislado, y la política, más que la mera acción institucional, es toda lucha
rales específicos.
por poder. Los movimientos sociales no solo participan de las culturas de

La cultura, concepto sin contornos precisos, ocupa un interés creciente de

los investigadores de la acción social colectiva. Trátese de los repertorios


73 Movimientos sociales y política ... , especialmente los capítulos i y 8.
de contestación, de los marcos culturales -más amplios o particulares- o
74 Joe Foweraker, Theorizing ... pág. 60. El autor aporta su propia
aproximación al movimiento social: "debe exhibir un( ... ) propósito
de la construcción de identidades, la cultura es al mismo tiempo algo
colectivo y un tipo de objetivo político (construido ampliamente) que
requiere interacción con otros actores políticos, por lo común
actores estatales y, al contrario de los grupos de interés o las ONG,
debe también movilizar asus adherentes en pos de sus propias
heredado y en permanente transformación. La identidad colectiva y públi-
metas" (pág. 4).
ca -para no tocar la individual- de los distintos actores no es reflejo natu-
15 · Sonia Álvarez, Eval in aDag ni no y Arturo Escobar (editores).
Cultures of Politícs, Politics of Cultures (Revisiaoing Latín American Sociª' ral
de estructuras externas, aunque ellas la constriñen. Es siempre cons-
Movements). Boulder: Westview Press, i 998. La revisión hace mención
al anterior libro de Álvarez y Escobar ya citado, The Making
of Social Movements ... Si este primer libro fue una mirada de los
movimientos sociales del subcontinente ala luz de las teorías en truida
en relaciones y, como dice Boaventura de Sousa Santos, "combina
boga, el segundo es un intento de crear modelos teóricos acordes con
la realidad latinoamericana. lo propio
y lo ajeno, lo individual y lo colectivo, la tradición y la moderni-
60 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 61

dad". 76 Las identidades que se observan en el mundo contemporáneo pue-


investigadores, pues mientra:? lns --rue defienden el mayor impacto cultural
den provenir de ámbitos comunales o societales, de movimientos reactivos
de los movimientos sociales creen en su creciente autonomía, quienes in-
o proactivos, pero hacen que los movimientos sociales miren al futuro,
sisten en la acción política dudan de la real distancia con relación al Esta-
bien sea para radicalizar la democracia, bien para construir modelos al-
do y a los partidos. 79 En cualquier caso, América Latina parece ser un
ternativos de sociedad. No son ajenos a la modernidad, así se opongan a
buen laboratorio para poner a prueba las relaciones entre lo social y lo
algunas de sus manifestaciones.
político.

El recorrido realizado igualmente ha arrojado críticas tanto de los modelos


LA ACADÉMICA COlOMBIANA 80
establecidos como de las nuevas propuestas. Sobre las limitaciones de los
primeros no es necesario abundar. Dentro de las últimas, resalta el riesgo
Colombia no ha sido ajena a estas reflexiones, aunque no sea un país que
de sobrevalorar la cultura y casi caer en un reduccionismo que hace de
se precie de contar con movimientos sociales fuertes o con una producción
ella la única explicación de la acción social colectiva. 77 Aunque se preten-
académica de punta. Así históricamente las luchas sociales en el país se
de superar la metáfora de base y superestructura, no se llega a una expli-
remonten casi a los inicios de la colonización europea, _g_l tema de los mo-
cación que articule las dimensiones más materiales con las estrictamente
virr:üentos sociales es de reciente aparición en nuestro medio. Fruto tanto
simbólicas. Por la misma vía tocamos fantasmas del pasado -los estruc-
de dinámicas internas derivadas del régimen bipartidista como, sobre todo,
turalismos supuestamente superados- y del presente -el posmodernismo
de factores externos ligados al auge de rebeliones anticoloniales, campe-
principalmente-. Ambos plantean que la realidad difícilmente se conoce,
sinas y estudiantiles, las ciencias sociales en los sesenta comenzaron a
pues está precedida por estructuras determinantes o por discursos que
reflexionar sobre la aparición de nuevos actores sociales y el significado
obstaculizan nuestras percepciones. Pero, por fortuna, la mayoría de los
de sus luchas. A medida que algunos movimientos adquirieron visibilidad
autores estudiados comparte, en mayor o menor grado, la idea de que la
se convirtieron en objeto de investigación.
realidad existe más allá de nuestra mente y que la podemos conocer en
aras de potenciar la acción. De esta forma, el mundo contemporáneo pre-
En el balance historiográfico que hicimos de la producción académica en
senta retos no solo a los actores sociales sino también a los mismos inves-
torno a los movimientos sociales constatábamos un incremento casi geomé-
tigadores.
trico de publicaciones hasta comienzos de los años noventa. 81 Aunque to-

davía no hemos realizado el estudio cuantitativo del último decenio, tene-


Sin anular las dimensiones materiales y culturales en las demandas, p9r
mos la impresión de que la producción se ha estancado, así la actividad
donde se mire, la acción social colectiva en América Latina desemboca en
social haya continuado con inusitado impulso, en especial durante las
la política, lo que replantea la distinción entre una y otra, propia de los
últimas administraciones. ¿A qué factores responden estos vaivenes inte-
teóricos de los países centrales. Esa politización de la acción sociaL le
impone un reto adicional, consistente en la lucha por su autonomía ante el
Estado y el sistema político. 78 Sobre este punto no hay consenso entre los
79

En el fondo este debate es reflejo de las posturas ante el papel de los movimientos
sociales en el sub continente. Tilman Evers, por

ejemplo, los mira como la alternativa para recrear la política y la sociedad; por
tanto, postula su autonomía ("ldentity... "). Autores como

Foweraker (Theorizing ... ) yAssies ("Of Structured ... "), al creer en una acción
politizada que institucionaliza alos movimientos sociales,

dudan de su real autonomía. En recientes elaboraciones Alain Touraine se situaría


en un término medio, pues aunque insiste en que en

América Latina los movimientos sociales han sido débiles, en la medida en que los
Estados nacional-populares desaparecen, los
76 De la mano de Alicia ... , pág. 162. De hecho, según él, la pregunta por
la identidad es una pregunta que surge en la modernidad. · actores
sociales logran mayor autonomía ("De la mañana de los regímenes nacional-populares
a la víspera de los movimientos

sociales", Lasa Forum, vol. XXVIII, No. 3, otoño de 1997).


77 Algunos autores, como Ti\man Evers, no solo exaltaron la novedad de los
movimientos sino que llegaron aafirmar que su potencial
no era político sino de renovación cultural de las prácticas cotidianas
(«<dentity: The Hidden Side ofthe New Social Movements in Latin 80

Una versión preliminar de esta sección fue presentada al Tercer Observatorio Socio-
político convocado por el CES en el mes de mayo
America", en David Slater (editor), New Social Movements and the State
in Latin America. Amsterdam: Cedla, 1985). Era un llamado, de 2000 y
publicada bajo el título "Vida, pasión y ... de los movimientos sociales en
Colombia", en Mauricio Archila y Mauricio Pardo
con cierta acogida entre \a intelectualidad latinoamericana, auna
contra~cultura apolítica que hacía eco al sesgo señalado.
{éairotesJ, M6Vitnient6s sociafes;ESlado Ydemocracia. Bogotá: CES~Icarih-, 2001,
págs.16-47.
78 W. Assies, "Of Structured ... ", pág. 88. El problema de la autonomía de
los movimientos sociales parece ser específico de América 81

"Historiografía sobre los movimientos sociales en Colombia, siglo XX", en Bernardo


Tovar (editor), La Historia al final del milenio, Vol
Latina, por su necesario contacto con el Estado. En Europa yNorteamérica
casi que es una característica de los nuevos actores sociales. l. Bogotá:
Universidad Nacional, 1994, págs. 251-352.
62 Mauricio Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 6J

lectuales? ¿con qué modelos teóricos se ha interpretado la protesta social


ciales, en especial los campesinos y los estudiantes, estos últimos con
en el país? ¿cuál ha sido el diálogo, si lo ha habido, entre actores y analis-
mucho protagonismo en los años del Frente Nacional. 86
tas? Éstas son algunas de las preguntas guías de este balance crítico de
la producción académica colombiana sobre las luchas sociales a lo largo
Aunque en forma tardía, también a Colombia llegó el paradigma marxista
de los cuatro últimos decenios del siglo XX. Proponemos realizar esta lec-
como instrumento para la lectura de la acción social. Así intelectualmen-
tura destacando varios momentos que expresan a su vez los modelos teó-
te ya se le conociera desde los años cuarenta, y aun antes hubiera sido
ricos vigentes en nuestro medio. 82
elemento de movilización política, su impacto en el mundo académico ape-

nas se vino a sentir a finales de los años sesenta. 87 Su arribo a nuestras


Desde los años cincuenta, en el contexto de la Guerra Fría, los países
tierras fue tarea difícil, pues el medio cultural poco secularizado no era
centrales y en particular los Estados Unidos estaban muy preocupados
propicio para la aclimatación de ideologías revolucionarias. Pero en el con-
por la pobreza en el mundo periférico. Obraba en ellos el terror del comu-
texto de una creciente oposición interna al régimen de coalición biparti-
nismo en aparente expansión y la misma explosión demográfica, que so-
dista, alentada por los vientos internacionales favorables al pensamiento
cavaba los ideales de progreso sobre los que se asentaban firmemente las
de izquierda, el marxismo encontró un terreno abonado para su difusión,
sociedades occidentales. Así se inventó el discurso desarrollista y se diag-
especia~mente en el sistema público de educación superior.
nosticó el atraso delll~Inado_Tarc_E2I Mundo, categoría que encarnó la ima-
gen geopolítica de los países centra~es. 83
En esas condiciones socio-políticas y culturales el materialismo histórico

inició la disputa con los modelos desarrollistas y ofreció un entendimiento


En Colombia, las nacientes ciencias sociales bebieron de esta fuente a
distinto del sentido de la acción social colectiva, sin que rompiera definiti-
finales de los años cincuenta. Al abrigo de las teorías funcionalistas ya
vamente con el discurso eurocentrista, porque era su heredero, un tanto
reseñadas se realizaron desde análisis macrosociales hasta estudios de
díscolo, es cierto, pero heredero al fin y al cabo. El marxismo que arribó al
caso para tratar de indagar sobre las causas de nuestro supuestOE):tJbde-
país en los años sesenta era ortodoxo, aunque con algunas de las varian-
sarrollo y ofrecer fórmulas de solución de tal atraso. 84 En este último as-
tes como la ofrecida por Althusser. Como ya vimos, considerabacque las
pecto sobresalían algunos actores sociales modernos llamados a impul-
contradicciones en la esfera productiva eran las fundamentales en la his-
sar o al menos a no frenar el desarrollo. Los trabajadores asalariados, y
toria y postulaba la necesidad de una vanguardia que representara a la
especialmente sus sindicatos, eran cruciales en ese propósito siempre y
clase revolucionaria por antonomasia, el proletariado.
cuando se alejaran de las ideologías revolucionarias o totalitarias, que
para el funcionalismo eran lo mismo. El apoyo a las llamadas corrientes
Fue precisamente la clase obrera la que recibió la atención de los analis-
democráticas y una estrecha relación con el Estado eran las garantías de
"tas enmarcados en este paradigma. Tampoco faltaron los estudios que
un desarrollo armónico. 85 Algo similar se postulaba para otros actores so-
intentaban explicar los orígenes clasistas de otros movimientos aparente-
mente más heterogéneos y a los que se les proponía como máxima consig-
82
Hay quienes postulan fases omomentos de la historia social reci~nte de~
país seg,ún distintos protagonismos, !o que en sí cons~it~ye na la "alianza
obrera, campesina y popular". 88 Vanamente se intentó ex-

o:
una interpretación de esa historia como toda cronología lo es. Agu1sa de
ejemplo vean se la~ propuestas de Francisco Roux yCnst1na
Escobar ("Una periodización de la movilización popular en los setentas",
Controver~ta, No. 125, ~ 985) ~ 1~ ~as elaborada de
Leopoldo Múnera (Rupturas y continuidades ... ). En ambos casos se
postula un protagonismo campesmo apnnc1p1os de los setenta,

Con~ideraciones de este estilo en los libros de John D. Martz, Colombia, un estudio


de política contemporánea. Bogotá: Universidad

86
seguido de un resurgimiento obrero amediados del mismo decenio para.
pasar luego al auge cívico de los ochenta.

Nac1onal, 1969 y de Robert Dix, Colombia, the Política/ Dimensions of Change. New
Haven: Yale University, 1967.
83
Una crítica del discurso desarrollista en Arturo Escobar, Encountering
Deve/opment. The Making and Unmaking ofthe Third World. 87
Princeton: Princeton University, 1995.
En esto coinciden los autores de la obra editada por Bernardo Tovar, El marxismo en
Colombia. Bogotá: Universidad Nacional, 1984.
84

Uno de ellos, Gabriel Misas, recuerda que "en la Universidad Nacional( ... ) se
podían contar, en el lapso 1960-1965, únicamente
Véanse, como ejemplos de los dos extremos, los trabajos del padre Joseph
Lebret (director de la Misión de Econom.ía y Humanismo), tres profesores
marxistas" (pág. 213).
Estudiossobre las condiciones de desarrollodeColombia.-Bogotá: Aedita,
1958 y de Orlando F-als Borda, Campesmos de los Andes. 88
Estudio sociológico de Saucio (Boyacá). Bogotá: Punta de Lanza, 1978.
En nuestro balance historiográfico ilustramos esta aseveración con estas cifras: de
351 textos revisados, 156 se referían ala clase obrera.
85

D~ estos, dos fuero.n escritos antes de los sesenta, ocho en los sesenta, 38 en el
decenio siguiente y106 en los ochenta ("Historiografía ... ",
Un texto representativo de esta primera aproximación, que cuenta además
con una importante base empírica, es el de Miguel Urrutia, pag. 267). L~s
mejores ejemplos de la tendencia marxista-leninista son Ignacio Torres Giraldo, Los
incontormes, 4volúmenes. Bogotá:
Historia del sindicalismo en Colombia. Bogotá: Universidad de Los Andes,
1969. Margen
Izquierdo, 1973 y Edgar Caicedo, Historia de las luchas sindicales en Colombia.
Bogotá: Suramérica, 1977.
64 Mauricio Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 6J

plicar los componentes de clase de los estudiantes, del magisterio o de los


mundial, lo cual sugería la creación de un bloque popular que construyera
pobladores urbanos, sacrificando sus especificidades socio-culturales.
89
una alternativa de corte nacionalista para impulsar un crecimiento econó-
Era un proceso mental que reducía el conflicto social a lo económico, lo
mico equilibrado. 92
que en ese sentido no distaba del reduccionismo del discurso desarrollista

Es cierto que con estas posturas se enriquecía el estudio de la acción


tradicional.

social. colectiva, pues ella no se limitaba a la mera explotación económica


La mayor presencia de actores sociales heterogéneos en los años setenta
por las burguesías locales, sino que atendía a fenómenos más complejos
parecía exigir una aproximación menos rígida que la clasista pero que no
de opresión política en la arena mundial. 93 En términos de los conflictos
90
perdiera las fortalezas del análisis del materialismo histórico. En forma
sociales, importaba tanto la esfera de la producción como la del consumo,
casi imperceptible, el énfasis de los investigadores sobre los movimientos
lo que era una significativa innovación en la comprensión de las contra-
sociales pasó del obrerismo a una mirada sobre lo popular. Ya no solo se
dicciones que atravesaban nuestra sociedad. Inspirados en algunas pos-
hablaba de proletariado sino de un conjunto de clases explotadas Y opri-
turas renovadoras del marxismo elaboradas en Europa, como las de Ma-
midas que a veces se catalogaba como pueblo, a veces como movimiento
nuel Castells, algunos analistas comenzaron a hablar de crisis urbanas y
popular y a veces simplemente como movimiento social en singular.
de desarrollo desigual y combinado para explicar las primeras acciones

cívicas. 94 Pero aun en este audaz paso se seguía insistiendo en el análisis


Nuevos vientos teóricos reforzaban este giro hacia lo popular. De una par-
de clase, tanto desde el punto de vista de la producción como desde el del
te, la vertiente maoísta del marxismo, a pesar de su formal ortodoxia,
consumo, y eri un cierto vanguardismo obrero en la movilización
reivindicaba el papel protagónico del campesinado, que también había
ciudadana. 95 Con el tiempo, los investigadores sumaron las luchas urba-
si:g.o un actor crucial en la Revolución Cubana y en muchas luchas antico-
nas con las acciones cívicas, en un curioso paso metodológico que le agre-
loniales. De otra parte, cobraba relevancia la llamada Teoría de la Depen-
gó confusión a la categoría cívica. 96 El imaginario de la lucha de clases
dencia, alimentada tanto por los estudios del imperialismo como por el
seguía presidiendo tanto los sueños de los intelectuales de izquierda como
pensamiento cepalino. Era una concepción crítica del desarrollo propues-
los temores de los políticos de derecha. Así se demostró con la exagerada
91
to en los países centrales sin romper el molde discursivo desarrollista. Si
interpretación que de uno y otro lado se hizo del paro cívico del 14 de
bien el debate teórico ya no giraba en torno de los dualismos campo-ciu-
dad y tradicional-moderno, y se postulaba un enfoque más histórico de

92
nuestra evolución, la meta seguía siendo un desarrollo entendido como
El primer texto de Daniel Pécaut (Política y sindicalismo en Colombia. Bogotá: La
Carreta, 1973) hace eco de esta Visión, en especial

en la Introducción.
progreso de corte material, con los países centrales como modelo. En tér-
93

Aunque distante del marxismo-leninismo, la corriente de la "derivación lógica del


capital", que tuvo aFernando Rojas y Víctor Manuel
minos sociales, la Teoría de la Dependencia se dirigía, más que a las cla-
Moncayo como sus mejores exponentes en nuestro medio, postulaba una autonomía
obrera yaun popular como la tabla de salvación

ante la lógica implacable de un capitalismo que no tenía patria. De los dos autores
véase Luchas obreras y política laboral en Colombia.
ses concebidas aisladamente, a un conjunto de sectores populares sumi-
Bogotá: La Carreta, 1978.
dos en condiciones de atraso precisamente por el desarrollo capitalista
94

La inspiración en dichos autores ya estaba presente en tempranos estudios como el


del Grupo Russi. Lucha de clases ... yel de Jorge

E. Vargas y Luis l. Aguilar, Planeación urbana y lucha de clases. Bogotá: Cinep,


1976.

95 Así ocurrió con los trabajos pioneros de Medófilo Medina, "Los paros cívicos
en Colombia (1957 -1977)", Estudios Marxistas, No.
89 El análisis de clase solía ser el inicio de toda investigación sobre
actores sociales. Algunos esfuerzos de este tipo para el movimiento 14,
1977, págs. 3-24, y de Jaime Carrillo, Los paros cívicos en Colombia. Bogotá: Oveja
Negra, 1981. El primero designó alos paros
estudiantil pueden observarse en Jaime Caycedo, "Los estudiantes y las
crisis políticas", Documentos Políticos, mayo-junio de 1979 cívicos
como una modalidad de huelga de masas, con gran presencia sindical. El segundo
desarrolló más la hipótesis de la crisis
y "Conceptos metodológicos para la historia del movimiento estudiantil
colombiano", Estudios Marxistas, No. 27, 1984. Algo similar urbana
para explicar la movilización ciudadana, pero reiteró el peso sindical. Sería Pedro
Santana quien refutaría esa última aprecia-
hizo para el magisterio Laureano Coral, Historia del movimiento
sindical del magisterio. Bogotá: Suramérica, 1980. En el caso de los ,
ción y quien insistiría más en la hipótesis del desarrollo desigual (Desarrollo
regional y paros cívicos en Colombia. Bogotá: Cinep,
pobladores véase, del Grupo José R. Russi, Luchas de clases por el
derecho ala ciudad. Medellín: 8 de junio, s.f.
1983). Años después Medina publicó un libro que recogía los pr[ncipales hitos
deJasJlLcbas que se dLeron en las ciudades
90 La heterogeneidad de los cívicos saltaba alavista, p¡¡ro no e_stªba
au_sente en _oíros mo'limientos.comúnme11tevistos como-homogé-
colombianas durante el siglo XX, pero no es propiamente un análisis de los
movimientos urbanos (La protesta urbana en Colombia
neos. Tal hallazgo fue claro para los campesinos en la obra de León
Zamosc, Los usuarios campesinos Yla lucha por la tierra. Bogotá: en el
siglo XX. Bogotá: Aurora, 1984).
Cinep, 1982.
96 Medófilo Medina no había hecho esta sumatoria en su seminal artículo, cosa
que sí realizaron Carrillo y sobre todo Santana. Un
91 Arturo Escobar, Encountering Development ... , cap. 2. Un texto
representativo de esta postura teórica en nuestro medio fue el de Mario
estudio estrictamente urbano fue el de Gilma Mosquera, "Luchas populares por el
suelo urbano", Estudios Marxistas No. 22,
Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano. Bogotá:
Estrategia, 1963:
1982, págs. 20-51.
66 Mauricio Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 67

septiembre de 1977. 97 La homogeneidad y el vanguardismo antes atribui-


De esta forma la categoría movimientos sociales ingresa al lenguaje de
dos a la clase obrera se extendían, por diversos subterfug-ios intelectuales,
nuestras ciencias sociales y desplaza, aunque no para siempre, a los con-
a la categoría pueblo. Si el levantamiento popular al estilo del primer Paro
ceptos de clase y de pueblo. Se trata de un avance indudable en términos
Cívico Nacional quedó indefinidamente postergado, eso no significó que la
teóricos, pues se desprende del análisis economicista predominante en
gente hubiera dejado de presentar demandas o exigir soluciones a sus
anteriores momentos. Otras dimensiones de la realidad social constituyen

objeto de la reflexión académica. Ya la lucha social no se explica mera-


necesidades sentidas renovando las modalidades de lucha.

mente por las contradicciones en la esfera productiva o cuando más en las


El resurgir de la protesta social en los años ochenta, con elementos dife-
de distribución y consumo. Dimensiones culturales y simbólicas entran en

la agenda de los actores sociales y en la mente de los investigadores. La


rentes a los de decenios anteriores, hizo que muchos analistas proclama-

construcción de identidades en los actores colectivos cobra importancia y


ran una nueva era en la acción social colectiva del país. 98 Ante el desgaste

hay más sensibilidad intelectual por las diferencias de género y de etnia.


de la política tradicional y de la misma acción de la izquierda, se conside-

Pero también en este momento aparecen nuevos entendimientos de la re-


raba que la movilización urbana y rural anticipaba una nueva forma de

lación entre las esferas social y política. Por la misma vía se duda de la
participación ciudadana. En una clara continuidad con el momento ante-
99
pureza de los actores sociales y de su ilimitada capacidad de autonomía.
rior, se postulaba que estaba surgiendo la simiente de un poder popular.

Entre los intelectuales y no pocos activistas colombianos se comienza a


A pesar de las aparentes continuidades, de hecho los modelos teóricos

percibir que los movimientos sociales no son revolucionarios per se. Las
con los que se examina la realidad en los ochenta son bien diferentes. Ya

relaciones con el Estado se miran en forma distinta: ya no hay total ene-


no está al orden del día la concepción marxista-leninista e incluso tampo-

mistad, sino que a veces se plantean relaciones complementarias, lo que


co la Teoría de la Dependencia. La intelectualidad colombiana vuelve sus

no quiere decir que se suprima el conflicto, muchas veces focalizado con-


ojos a Antonio Gramsci, aunque en forma más tardía que en el resto del

tra el manejo que hace el ejecutivo de las políticas sociales. La relación


subcontinente, y por esa vía a nuevas aproximaciones marxistas. De he-
entre región y nación es puesta de nuevo sobre el tapete, pero ya no como
cho, la categoría de "nuevos" movimientos sociales urbanos es acuñada al

rivalidad entre las elites, como ocurría en el siglo XIX y parte del XX, sino
abrigo de teóricos neomarxistas ya mencionados. 100 Pero definitivamente
101
como demanda de las más disimiles capas sociales de provinéia. 102 A la
quien más inspira a los investigadores criollos es Alain Touraine . Como

región también se la consideraba generadora de identidades sociales. 103 --


en el resto de América Latina, en la conceptualización de los movimientos
sociales se acude más a los autores europeos que a los norteamericanos,
Logros políticos como la descentralización y la elección popular de alcaldes a
con las implicaciones teóricas que ya hemos analizado.
fines de los ochenta y la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente

a principios de los noventa hacen viables estas nuevas aproximaciones teóri-


97 "Dos acontecimientos reflejaron esa enfermedad de la percepción: la
adopción del Estatuto de Seguridad el6 de septiembre de i 978 cas. Así los
actores sociales no siempre hayan tenido éxito en la participación
por el gobierno de Turbay Ayala y la realización de la Séptima
Conferencia Nacional de las Farc en i 982" (Medófilo Medina "Dos
décadas de crisis política en Colombia, 1977-i 997", en Luz Gabriela
Arango (editora), La crisis socio-política colombiana. Bogotá: electoral, hay
una mirada menos maniquea de la política. En esto se hacía eco
CES-Fundación Social, 1997, págs. 29-30).
de una tendencia intelectual que retornaba a los análisis políticos luego de
Ese era el espíritu que se reflejaba en los ensayos de Orlando Fals
Borda ("El nuevo despertar de los movimientos sociales", Revista
98
Foro, Año 1, No. 1, septiembre de 1986, págs. 76-83) y Luis Alberto
Restrepo ("El protagonismo político de los movimientos

excluirlos por años, en el intento de destacar la primacía de lo social. 104


sociales", Revista Foro, Año 2, No. 2, febrero de 1987, págs. 33-43).
Fals Borda había hecho una contribución importante al estudio
de los movimientos campesinos de la región costeña, especialmente en
Resistencia en el San Jorge. Bogotá: Carlos Valencia, 1984,
yRetorno ala tierra. Bogotá: Carlos Valencia, 1986.
102

En este terreno ~obr~;alen los cuidadosos estudios sobre los conflictos agrarios de
dos colombianistas norteamericanos: Catherine
99 En un apresurado artículo, C3milo González llegó adecir que la
movilización de principios del gobierno de Betancur era "la auténtica
LeGrand, Colomzac10~ y protesta campe~ina ~npolombia, 1850-1950. Bogotá:
Uoiversidad Nacional, 1988, yMichael Jiménez,
expresión de la forma~ión deurrpod_er popular que tiene la
potencialidad de convertirse en la base i~l+tiJGiGRaldeun contrapoder"
Struggles on an lntenor Shore. Manuscnto prox1mo aser publicado, 2000.
("Poder local y la reorganización de la acción popular",
Controversia, No. 121, 1984, págs. 75-76). La apuesta por la construcción 103

En uno de los trabajos representativos de esta reflexión, Clara Inés García afirma
que la región es una construcción en la que tiene que
de un poder popular estaba en la agenda de movimientos políticos de
izquierda como ALuchar, el Frente Popular y la misma Unión v~r mucho
la forma como se estructuran y resuelven los conflictos sociales (El Bajo Cauca
antioqueño: Cómo ver las regiones. Bogotá:
Patriótica (Marta Harnecker, Entrevista con la nueva izquierda.
Managua: Centro de Documentación y Ediciones Latinas, 1989). Cmep-
lner, 1993).
100 Véase Pedro Santana, Los movimientos sociales en Colombia. Bogotá:
Foro, 1989. 104

Un li?ro que refleja_ e~ta tendencia~ que asu vez es un trabajo de síntesis de la
acción política de izquierda es el compilado por Gustavo
101 Ejemplo de ello es el texto de Javier Giralda, La reivindicación
urbana. Bogotá: Cinep, 1987. Gallon,
Entre movtmtentos y caudtllos. Bogotá: Cinep-Cerec, 1989.
68 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 69

A pesar de estos indudables logros de la acción social colectiva y de los


nes así como sobre la "calidad" de la participación de los afiliados. 106 La
avances teóricos que la acompañaron, la categoría de movimientos _so-
anterior crítica no oculta la existencia de una amplia base organizativa
ciales, como se utilizó en los ochenta, todavía respiraba añoranza por la
que conecta horizontalmente a muchos colombianos y colombianas, así la
búsqueda de un nuevo sujeto histórico. La necesidad de una vanguardia
mayoría no tenga una efectiva presencia en la arena pública.
para un cambio social-así fuese menos revolucionario que el soñado en
los sesenta y setenta- hizo que el énfasis se trasladara del proletariado
En términos de movimientos sociales como tales, la investigación reciente
al pueblo y de éste a los "nuevos" movimientos sociales. Si bien es cierto
en Colombia muestra dos tendencias sintomáticas de los nuevos tiempos.
que esta categoría socavaba el voluntarismo que impregnaba la búsque-
De una parte, hay una sensible disminución de estudios sobre conforma-
da de una vanguardia, muy cara al paradigma marxista-leninista, en el
ción de las clases que podríamos llamar tradicionales y más bien se resal-
fondo mantenía el anhelo mesiánico por un salvador. Esto no solo borra-
tan los análisis sobre nuevas dimensiones del conflicto social. 107 De otra
ba con la derecha lo que se escribía con la izquierda, sino que les ponía
parte, se producen acercamientos entre la acción política y los movimien-
a los actores sociales un deber ser revolucionario que difícilmente po-
tos sociales.
dían cumplir. Entre la euforia y un nuevo desencanto no había sino un
trecho, y por él transitó la intelectualidad colombiana en el último dece-
En cuanto a la primera tendencia, es cada vez más común el llamado a
nio del siglo XX.
estudiar los movimientos sociales desde las dimensiones culturales._Léis

minorías étnicas han sido las que han recibido mayor impulso
En cuanto al tema que venimos desarrollando, los signos de los tiempos
investigativo. 108 De ellas, especialmente de los indígenas, se resalta la afir-
presentes son bien contradictorios para actores e intelectuales, por lo que
mación de su diferencia y la obtención de espacios territoriales para con-
se requieren nuevos análisis. Aunque a veces se incorporan afanosamente
solidar su identidad. 109 La dimensión de género ha contado con dos cana-
modelos teóricos de lós países centrales, en general predomina un intento
les de expresión entre la intelectualidad colombiana: el estudio de los
de lectura entre desencantado y realista, que tal vez nos ofrezca una ima-
movimientos de mujeres o feministas como tales, y su presencia en los
gen más acertada de ia acción social colectiva en Colombia. Veamos las
"viejos" movimientos sociales, especialmente en la clase obrera. En la pri-
últimas vertientes investigativas que obran en consonancia con las bús-
mera vertiente se llega a hablar de una metodología feminista que supera
quedas teóricas y políticas de actores e intelectuales en la coyuntura del
cambio de siglo.

106
El problema organizativo de los actores sociales ha suscitado algunas
Así se percibe para el caso de la Acción Comunal que ha vivído un proceso de
creciente autonomía con relación al Estado, especial-

mente en los ochenta, pero siguen siendo asociaciones para reivindicaciones básicas
muy ligadas alos poderes locales y con una
reflexiones desprendidas de las concepciones entusiastas del pasado. Hay
pertenencia muy difusa. Véase Camilo Borre ro, "Acción comunal y política estatal
¿un matrimonio indisoluble?", Documentos Oca-
quienes afirman que existe una buena base organizativa en la sociedad
sionales, No. 57, Cínep. 1989. Beatriz López de Mesa ha estudiado la acción comunal
en Antíoquía desde la perspectiva de movimiento

social ("Diálogo entre movimientos sociales yacción comunal", en Varios, La


investigación regional y urbana en Colombia. Tomo 2,
colombiana, al menos si nos atenemos a la cobertura de asociaciones vo-
Bogotá: Acíur-Carlos Valencia, 1998).
luntarias como las Juntas de Acción Comunal, los sindicatos, las organi-:-
107

Excepciones son los estudios sobre clase obrera de fines de los ochenta y
principios de los noventa de Charles Bergquíst, desde una

perspectiva comparativa (Los trabajadores en la historia latinoamericana. Bogotá:


Siglo XXI, 1988); de Hernán Daría Vil legas, con
zaciones campesinas, de viviendistas, étnicas, de género, ecológicas y de
un enfoque regional (La formación social del proletariado antioqueño. Medellín:
Concejo de Medellín, 1990), y el mío que atendía a
derechos humanos. 105 Claro que esta aseveración puede ser engañosa, pues
la construcción de identidad (Cultura eidentidad obrera: Colombia 1910-1945.
Bogotá: Cínep, 1991 ).
existen dudas sobre la representatividad de muchas de esas organizacio-
108

Un buen ejemplo lo constituyó el evento al que ya aludíamos, convocado por el CES


en 2000 y reproducido en parte en el VIII Congreso

' de Antropología celebrado en Popayán el mismo año. El grueso de ponencias versó


sobre indígenas y afrocolombíanos (véase el ya

citado Movimientos sociales, Estado y democracia ... ).

109

Son numerosos los ensayos sobre este tema. Aguisa de ejemplo mencionamos los de
María Teresa Fíndjí ("Movimiento social ycultura
1os Según cálculos de Rocío Londoño, para 1993 tendríamos casi 4' 500.000
colombianos vinculados aesas asociaciones (Una visión política: el caso
del movimiento de autoridades indígenas en Colombia", Ponencia al VIII Congreso de
Historia, Bucaramanga, 1992),
de las organizaciones populares en Colombia. Bogotá: Fundación Social-
Viva la Ciudadanía-UPN, 1994, págs. 40-47). Otro balance Christian Gros
(Colombia indígena. Identidad cultural y cambio social. Bogotá: Cerec, 1991 ),
Peter Wade, (Gente negra, nación
organizativo pero referido a Bogotá es el de Osear Alfonso, Noríko
Hataya y Samuel Jaramíllo, Organización popularYdesarrollo mestiza.
Bogotá: Universidad de Antíoquía-lcan-Uniandes-Siglo del Hombre, 1997) y Arturo
Escobar y Álvaro Pedroza (Pacífico:
urbano en Bogotá. Bogotá: Universidad Externado, 1997.
¿desarrollo o diversidad? Estado, capital y movimientos sociales en el Pacífico
colombiano. Bogotá: Cerec-Ecofondo, 1996).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUt:LTAS 71
70 Mauricio Archila Neira

la simple constatación de la aparición de la mujer en las multitudesY En

0 siones de la búsqueda de un nuevo sujeto histórico, se han producido


inves-
cuanto a la segunda, predominan los análisis históricos sobre la mujer
tigaciones sobre la construcción de ciudad por parte de los pobladores. 118 El
trabajadora. 111 Muy cerca de estos estudios está la incipiente reflexión so-
conflicto regional también es abordado desde ópticas menos fantasiosas. 119 A
bre el ejercicio de la sexualidad y los movimientos de homosexuales que
su vez, las tensiones que produjeron las políticas de descentralización en los
2
actores sociales han sido objeto de estudio ponderado. 120
ahora despuntan en el paísY

De particular relevancia para la investigación sobre la acción social colec-


Otra tendencia investigativa que nutre los recientes estudios sobre movi-
tiva han sido los pocos pero sustantivos análisis de la renovación que
mientos sociales es su relación con la política y con el Estado. Hay quie-
representó el movimiento pedagógico en el seno del magisterio. 113 También
nes postulan que los movimientos sociales viejos y nuevos buscan ante
se ha prestado atención a los relevos generacionales en las organizacio-
todo la inclusión ciudadana. Así por lo menos se ha discutido para el caso
nes sociales, mientras la categoría de joven adquiere realce como nuevo
campesino de los años ochenta en adelante. 121 En forma simultánea, los
actor social y político. 114 En contraste, se percibe una disminución de in-
novedosos brotes de organización y movilización ciudadana por la paz y
vestigaciones sobre movimientos estudiantiles y aún está por hacerse un
la vigencia de los derechos humanos han llamado la atención de los
balance riguroso de su participación en la convocatoria de la Asamblea
investigadores. 122
Nacional Constituyente. 115

Para ampliar la ciudadanía con base en los movimientos sociales se nece-


Las dimensión ambiental se perfila como otra rica vertiente de análisis de
sita un garante que en forma ideal es el Estado. Ello requiere un nuevo
los movimientos sociales. En cambio, la investigación sobre el movimiento
examen de las relaciones con él, de sus debilidades y fortalezas, y de la
ambiental como tal es todavía precaria. 116 Por último, los estudios sobre
necesidad de aprovechar o crear nuevas oportunidades políticas. 123 Igual-
movimientos cívicos y regionales, abundantes en los ochenta, han disminui-
mente implica una nueva visión de la política, no tanto de la virtuosa sino
do notoriamente, sin desaparecer totalmente, por fortuna. 117 Ya sin las pre-
de la pragmática que permea también a los sectores subalternos. 124 sY en

últimas, de los poderes existentes tanto en el Estado como en la sociedad

110 Dentro de la amplia investigación sobre movimientos de mujeres


destacamos los libros de Lo la Luna y Norma Villarreal, Historia,
género y política. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1994, y
Magdalena León (compiladora), Mujeres y participación política,
avances y desafíos en América Latina. Bogotá: Tercer Mundo, 1994. Sin
pretensiones historiográficas, pero de gran valor documental 118
Alfonso Torres, La ciudad en la sombra. Bogotá: Cinep, 1993.
es la publicación "Mujeres que escribieron el siglo 'Al" de la
revista En Otras Palabras, No. 7, enero-junio, 2000.

119

Ejempl~s son .el tr??ajo de Alejo Vargas, Magdalena medio santandereano:


colonización y conflicto armado. Bogotá: Cinep. 1992 y
111 Véanse Luz Gabriela Arango, Mujer, religión eindustria. Fabricato
1923-1982. Universidades Externado y de Antioquia, 1991, y los la va~ta
1nvest1gac1on de Clara Inés García en cuatro subregiones antioqueñas, sobre las
cuales ha publicado dos libros: el ya citado
más históricos de Tila Uribe, Los años escondidos. Sueños y rebeldías
en la década del veinte. Bogotá: Cestra-Cerec, 1994 y Ann El Ba¡o
Cauca ... , y Urabá, región, actores y conflicto. Bogotá: Cerec-lner, 1996.
Farnsworth-Aivear, Dulcinea in the Factory. Durham: Duke University,
2000.

120

Mart~a Cecilia ~arc.ía y Jo~é. Vicente Zamudio (c~mpi !adores), Descentralización


en Bogotá, bajo la lupa. Bogotá: Cinep, 1997.
112 un ejemplo es el análisis de Carlos Eduardo Román, "Movimiento de
mujeres y movimiento gay: en lo público por la intimidad", en Subsisten
todav¡a miradas ep1cas como la de Ignacio Coral Quintero, La lucha de masas y la
reforma municipal. Bogotá: Suramérica
Omar Urán (coordinador), La ciudad en movimiento. Medellín: IPC,
2000, págs. 159-254. 1989.
. '
113 Véanse, por ejemplo, Marco Raúl Mejía, "Movimiento pedagógico, una
búsqueda plural de los educadores colombianos", Documen- 121

Véa_s.e León Zamosc: "Transformaciones agrarias y luchas campesinas en Colombia: un


balance retrospectivo (1950-1990)",Análisis
tos Ocasionales, No. 42. Bogotá: Cinep, 1989, yJaime Blandón, "El
movimiento pedagógico, anotaciones para un balance", Educa- Poltttco,
No. 15, abnl de 1992, págs. 35-66. En el análisis de las luchas campesinas en los
últimos años hecho por Esmeralda Prada
ción y Cultura, No. 29, marzo de 1993, págs. 52-57. Esta última
revista fue precisamente el canal de expresión del movimiento YCarlos
Salgado resaltan también el cambio de agenda de las luchas agrarias (La protesta
campesina 1980-1995. Bogotá: Cinep
pedagógico.
· 2000).
' '
114 Aguisa de ejemplo véanse Diego Pérez y Marco Raúl Mejía, De calles,
parches, galladas y escuelas. Bogotá: Cinep, 1996, y Omar 122

Una ~~estra la c?nstituyen los ensayos de Mauricio Romero y Aman da Romero en


Mauricio Archila y Mauricio Pardo (editores).
Urán (coordinador), La ciudad en movimiento .. .
fl1ovtmtentos soc~ales ... Destacamos el esfuerzo de Mauricio García por
cuantificar las acciones por la paz y analizarlas. Véase, por
11s una excepción en medio del vacío es el libro de Ubardo Vargas,
Expresiones políticas del movimiento estudiantiiAudesa. Bucara- ejemp~o,
"Paz, ét1ca y democracia en Colombia" en Guillermo Hoyos y Angela Uribe (editores),
Convergencia entre ética y política.
manga: UIS, 1996.
Bogota: Siglo del Hombre, 1998, págs. 197-209.
123
116 Germán Palacio yotros, Se hace camino al andar. Aportes para una
historia del movimiento ambiental en Colombia. Bogotá: Ecofondo, Es lo que
propone Francisco Leal en "Los movimientos sociales y políticos. Un producto de la
relación entre sociedad civil y Estado"
1997. En este campo resalta el trabajo de Rosario Saavedra, Desastre
y riesgo: actores sociales en la reconstrucción de Armero y Análisis
Político, No. 13, mayo-agosto de 1991, págs. 7-21.
'
Chinchiná. Bogotá: Cinep, 1996.
124

Por esta vía va el ensayo de José L. Sanín, "La expresión política de las
organizaciones sociales: una tendencia de reconstrucción de
111 Parte de este esfuerzo se debe ala creación de una Asociación de
Estudios Urbanos y Regionales (Aciur), que realiza encuentros las
prácticas políticas", en Varios, Nuevos movimientos políticos: entre el ser y el
desencanto. Medellín: IPC, 1997.
bianuales. Uno de ellos produjo los dos volúmenes ya citados de La
investigación regional y urbana en Colombia ...
72 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 73

civil. Así se comprende que la acción social colectiva no es gradual ni


Desde que se hicieron los primeros estudios de los actores sociales hasta
acumulativa, como se observó muchas veces respecto del movimiento labo-
hoy ha corrido mucha agua debajo del puente. Las primeras miradas funcio-
rai.125 Por el contrario, enfrenta distintos escenarios de poder a los que
res- nalistas
fueron reemplazadas por estudios marxistas y dependentistas. Luego
ponde con diferente eficacia; uno de ellos, y nada despreciable, el Estado.
se relegó el análisis 'ortodoxo clasista para postular categorías más com-

prensivas pero menos explicativas, como las de pueblo y movimiento popu-


Es aquí donde cobra relevancia el ya citado texto de Leopoldo Múnera.
lar. En forma tardía y con cierto triunfalismo se adoptó la terminología de
Aunque su análisis de algunos movimientos sociales según sucesivos pro-
movimientos sociales para explicar nuevas formas de protesta.Estos jalo-
tagonismos entre 1968 y 1988 -en su orden, campesino, obrero y cívico-
nes conceptuales y teóricos encierran algunas posibilidades explicativas
no arroje muchas luces nuevas sobre lo que ya otros expertos habían tra-
del conflicto social en el país, pero con limitaciones que se hacen evidentes
bajado, resalta la coherencia con que realiza este ejercicio y la forma en
cuando intentan aplicarse en forma excluyente. En particular, la reciente
que contrasta la construcción de actores sociales y los poderes que ellos
conceptualización en torno a movimientos sociales, depurada de exigencias
enfrentan. 126 De acuerdo con Múnera, dichos movimientos no están aisla-
revolucionarias, constituye un elemento central de nuestra reflexión.
dos en una esfera social autorreferida sino que se relacionan con distintos
poderes, incluido el Estado. Más aún, el poder no tiene una existencia
En los años noventa, cuando entraron en cuestionamiento los paradigmas y
independiente de las relaciones sociales, es una relación en sí. 127 En este
se acrecentó la violencia en Colombia, se cayó en una valoración pesimista de
marco conceptual, el autor constata que entre 1968 y 1988 las relaciones
la movilización ciudadana. Se dudó incluso de su aporte a la construcción
de poder en Colombia han producido una acción colectiva por fuera de la
democrática, cuando no de su racionalidad. Tal vez eso explique la relativa
institucionalidad. Pero si los movimientos sociales o, mejor, los movimien-
disminución de análisis académicos de las luchas sociales y la ausencia de
tos populares, como él los designa, han logrado autonomía ante el biparti-
obras de síntesis, con la excepción de la de Leopoldo Múnera. Hoy no pode-
dismo, son heterónomos ante las izquierdas. 128 El valor del libro de Leopol-
mos decir que estamos al otro lado del río. Todavía estamos sumidos en un
do Múnera radica no solo en que es uno de los pocos intentos de síntesis
mar de confusiones y de contradicciones teóricas y políticas. Pero nos halla-
que se han hecho en los últimos tiempos sobre movimientos sociales en el
mos mejor preparados que antes, pues se ha cualificado la investigación al
país, sino por el aporte teórico y metodológico que realiza, así aún respire
precisarse mejor los conceptos, enriquecerse las fuentes y las metodologías y
cierto esencialismo de clase y una nostalgia de las potencialidades trans-
ampliarse el universo teórico con una actitud cada vez más crítica hacia lo
formadoras del movimiento popular.
que recibimos en préstamo de los países centrales. La necesidad de proyectar

la acción social colectiva más allá del estrecho marco reivindicativo y de las
Con esta referencia concluimos nuestro balance sobre la producción aca-
demandas estrictamente materiales se nos vuelve un imperativo.
démica en torno al tema de los movimientos sociales en Colombia. ¿Qué
lecciones podemos extraer para orientar nuestra investigación?
De esta forma podemos plantearnos la tarea de hacer una nueva síntesis

de las luchas sociales en el país entre 1958 y 1990 a partir de la pregunta


125
Enfoque que aún sigue vigente en recientes textos como los de Juan
Fernando Romero, Huelga y servicio público en Colombia. Bogotá:
Rodríguez Quito Editores, 1992, y Marcel Silva, Flujos y reflujos.
Reseña histórica de la autonomía del sindicalismo colombiano.

sobre su lógica profunda: ¿có:sno entender tantas "idas y venidas, vueltas


Bogotá: Facultad de Derecho, Universidad Nacional, 1998.
y revueltas" sociales? Antes de dar paso a la explicación histórica que
126
Esto se explica en parte porque, salvo para el caso campesino, sus
fuentes son principalmente secundarias. De ahí el carácter de obra queremos
ofrecer en este texto, conviene hacer algunas precisiones con-
de síntesis que le atribuimos.
127

ceptuales y metodológicas de la investigación realizada.


Rupturasycontinuidades ... , pág. 65yss.
128
Múnera define la categoría movimiento popular como "un tipo particular
de movimiento social, generado por el proceso de articulación
de acciones y actores, colectivos e individuales, pertenecientes a las
clases populares o reunidos en función de ellas, dirigido a
controlar yorientar uno ovarios campos sociales de conflicto con las
clases y los sectores dominantes" (Rupturas y continuidades ... ,
pág. 65). El autor incorpora la vertiente anarquista en su definición de
pueblo: "conjunto de agentes sociales sometidos al nivel de lo
estructural auna dominación económica, política, de género o cultural
(en la cual están implícitas la racial y la étnica), que no está Este trabajo se
mueve en el terreno amplio del conflicto social y gira en
limitada, aunque la incluye, a la relación de poder entre las
clases"(pág. 78). torno
al concepto de acción social colectiva. A la categoría weberiana de
74 Mauricio Archila Ne'1ra

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 7J

acción social, entendida como aquella orientada a modificar la conducta


habrá movimiento social mientras mantenga esa dinámica civilista y busque
de otros, 129 le agregamos la apelación colectiva en oposición a la indivi-
la autonomía ante los actores violentos, aunque algunos de ellos participen en
dual, lo que de alguna forma sugiere un acercamiento al conflicto social
la gestación y conducción de la lucha social.
que queremos estudiar. Ahora bien, como el terreno de esta acción es muy
amplio para hacerle el seguimiento, utilizamos dos categorías emparenta-
Por esa vocación de consenso, -~o~_movinlientos sociales contemporáneos
das que nos permiten una definición más precisa de nuestro objeto de
tienden a lanzar propuestas para solucionar los conflictos que enfrentan y
estudio: movimientos sociales y protestas sociales.
no se contentan con una mera actitud reactiva o de resistencia pasiva. Lo

anterior no quiere decir que sean siempre progresistas. Aunque su des-


Por los primeros entendemos aquellas acciones sociales colectivas per-
pliegue ha sido interpretado como parte de la acción de las izquierdas, los
lnanentes, orientadas a enfrentar condiciones de desigualdad, exclusión o
movimientos sociales, como los conflictos de los que hacen parte, no son
injusticia y que tienden a ser propositivas en contextos espacio-temporales
revolucionarios ni reaccionarios per se. 132 De hecho, en la búsqueda de
determinados. Aclaremos brevemente los componentes de la definición.
soluciones, nuestros movimientos sociales mezclan aspectos de resisten-

cia, adaptación y transforn1ación según los contextos históricos en que


Los movimientos sociales son una forma de acción social colectiva que en-
están inn1ersos. En América Latina, como ya vimos, hay una coexistencia
frenta injusticias, desigualdades o exclusiones, es decir, que está inmersa en
desigual de formas premodernas con modernas y aun posmodernas de
conflictos que abarcan todas las dimensiones de la sociedad y no solo la eco-
estructuración social. Si bien nuestros movimientos sociales tienen como
nómica. En contra de lo que comúnmente se piensa, el conflicto no entraña
horizonte la modernidad en la cual se han construido, no es menos cierto
forzosamente la aniquilación física del adversario. En ese sentido comparti-
que arrastran lazos tradicionales comunitarios, los que a su vez se articu-
mos con Touraine la idea de que los movimientos sociales se inscriben en la
lan sin problemas con formas novedosas de subjetivación y de reclamo de

130
dinámica de construcción de consenso y no de imposición por la fuerza. La _
ciudadanía.
acción armada es externa a la social, no tanto porque persiga fines políticos
(como a veces lo pueden hacer los movimientos sociales), sino por los medios
Por último, suponemos una cierta permanencia en el tiempo por parte de
violentos de los que hace uso. Otro es el problema de su presencia en una
los movimientos sociales. Ello quiere decir que trascienden las meras res-
sociedad violenta con1o la nuestra y de sus relaciones concretas con actores
puestas puntuales y se proyectan en el tiempo más allá de la coyuntura.
sociales, que son de tanta fluidez como las existentes entre éstos y el
sistema
Curiosamente, ésta es la parte más frágil de nuestra definición cuando se
político. En una mirada histórica es posible percibir que en fases iniciales
de trata de
aplicarla al caso colombiano, pues, por factores que analizaremos
un conflicto social se acuda a la violencia defensiva por condiciones propias
- luego, la
permanencia no ha sido una de las características de nuestra
ésta es la definición más amplia de un movimiento de autodefensa-, pero
acción social colectiva.
cuando se hace opción explícita de la búsqueda de poder por medio de las
armas -como hicieron las guerrillas revolucionarias de los 60 y 70, o los
para- Por esa
razón acudimos a un concepto que es más fácil de aprehender en
militares de hoy día- estamos ante otra dinámica, que no es la de los
conflic- el
seguimiento cotidiano de los conflictos: las protestas sociales. Son ac-
tos sociales. 131 Esto nos lleva al terreno de definiciones operativas, en
donde ciones
sociales de más de diez personas que irrumpen en espacios públi-

cos para expresar intencionalmente demandas o presionar soluciones ante

distintos niveles del Estado o entidades privadas. 133 Como salta a la vista,
12 9 Max Weber, Economy and Society. Vol.l, Berkeley: University of
California, 1978, pág. 22.
130 América Latina ... , págs. 320-322.
132 Así lo postulan Claus Offe, "New Social Movements: Challenging the Boundaries
of lnstitutional Politics", Social Research, Vol. 52, No.
131 Hay momentos en que los movimientos sociales acuden aformas de acción
directa que la gran prensa designa "violentas", tales como 4,
invierno de 1985, págs. 858 y ss, y Ernesto Laclau, "Los nuevos movimientos
sociales y la pluralidad de lo social", Revista Foro,
pedreas, motines oasonadas. Sin duda allí hay violencia, como la
puede haber en menor medida en un bloqueo o en ~~a huelga con
No. 4, noviembre de 1987, pág. 7.
toma de fábrica, pero es una violencia no buscada por principio sino
surgida como resultado temporal de la confrontac1on con fuerzas

133 El número de diez personas como mínimo para considerar colectiva una acción
es convencionalmente aceptado por los analistas de
del orden. El tipo de violencia utilizada por los actores sociales es
bien distinta de la provocada por una toma guerrillera oparamilitar,
así los agentes del Estado y las elites tiendan aconfundirlas con el
fin de penalizar la protesta. los
movimientos sociales.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 77
76 Mauricio Archila Neira

pueden ser expresiones puntuales de los movimientos sociales, sin reque-


notará desproporciones en el seguimiento de algunos actores, de sus cÍe-
rir permanencia o expresión organizativa formal, e incluso en muchas
mandas o formas de lucha en detrimento de otros u otras, especialmente
circunstancias quedan como meras luchas aisladas, sin constituir movi-
de estas últimas.
miento. Las protestas sociales son una forma de hacer visibles los movi-
mientos sociales, pero éstos pueden acudir a presiones organizativas o a
Evidentemente, la protesta social es un momento de visibilidad en medio
prácticas no conflictivas de negociación para hacerse sentir públicamente.
de una cotidianidad casi imperceptible. Por ello consideramos otras for-
Por último, el uso de esta categoría nos permite distanciarnos de dos
mas en que los actores dejan imágenes grabadas en las mentes de los
extremos que no desarrollaremos en esta obra: el simple disentimiento
colombianos y no simplemente su figuración efímera en los medios masi-
individual y la gran revolución. 134 En la narración que emprenderemos
vos de comunicación. Los eventos culturales, los discursos académicos, la
utilizaremos con fluidez estas categorías, advirtiendo que no son idénti-
presencia en las artes, la eventual participación electoral, así como la
cas aunque remitan al mismo objeto que nos interesa estudiar: la acción
inagotable capacidad de cabildeo, hacen parte de esas otras estrategias

constitutivas de los movimientos sociales, así privilegiemos los actos de


social colectiva.

protesta. Y lo hacemos porque consideramos que ésta última posee una


Lo anterior nos conduce al concepto de visibilidad de los actores, que sin-
calidad diferente para expresar el conflicto social: implica hacer públicas
tetiza nuestra opción metodológica, no exenta de implicaciones teóricas y
las demandas por medios que tienen grandes costos para los actores y la
políticas. Por visibilidad entendemos cualquier huella que hayan dejado
sociedad en general. La protesta, como veremos en el último capítulo, in-
los actores en las fuentes consultadas. En consecuencia, implica tanto la
voca además solidaridad en una sociedad marcada por la fragmentación y
voluntad de los actores de hacer pública su protesta como la forma en que
el anonimato.

135
los otros, incluidos los medios de prensa revisados, percibieron ese acto.
Como dice un analista argentino, "la visibilidad se juega en el campo ri-
Algunas precisiones adicionales se imponen para aclarar el panorama de
val, única forma de ser vistos" .136 Son los antagonistas quienes fijan mu-
nuestra investigación. La dinámica de la acción social propende a la auto-
chas veces los contornos de la protesta social y aun las definiciones de lo
nomía de los actores sociales, así no siempre estén en capacidad real para

ejer~erla. Por la primera entendemos la posibilidad de proponerse fines


público y lo privado. Los sesgos que esta opción introduce son evidentes,
pues las fuentes no son neutrales en su reproducción de la realidad. La
propios y hacerlos públicos sin presiones de los actores armados, del sis-
gran prensa, por ejemplo, sistemáticamente invisibiliza actores como las
tema político o del Estado. Llevarlos a cabo, con prescindencia de los lo-
mujeres o asigna el epíteto de subversivo a las protestas sociales. Muchas
gros, sería el termómetro de la capacidad para ejercer dicha autonomía. 137
veces, más por temor que por simpatía, registra formas de lucha impac-
El tema no ha sido ajeno a la literatura colombiana sobre los movimientos
tantes, como un paro o un bloqueo de vías, mientras descuida otras de
sociales, especialmente en la de inspiración marxista, que consideraba
menor resonancia pero de mayor contenido, como una marcha pacífica de
que la autonomía consistía en alejarse del bipartidismo, de la política elec-
mujeres. Por eso buscamos balancear esta información con los escasos
toral o de toda institucionalidad, y en últimas en evitar cualquier roce con
registros de los actores y con el recurso a la fuente oral. Con todo, el
lector el Estado.
En forma metafórica, a los actores sociales se les proponía reti-

rarse del campo de juego sin haberlo pisado, cuando de lo que se trataba

era de ingresar en él para propiciar una interacción que podía incluso


134 Compartimos la sugerencia de Richard Fox y Orin Starn, quienes además
la usan para salir al paso de la nostalgia por el supuesto modificar las
reglas del juego. La autonomía no está en prescindir del otro
fin de la era de las revoluciones (Between Resistance and Revolution.
New Brunswick (N.J.): Rutgers University, 1997, págs, 1-16.

polo, por antagónico que sea, autoexcluyéndose, sino en entrar en el terre-


135 El papel de los medios de comunicación es definitivo en los resultados
de un movimiento, como señala Fernando Cruces, aunque no
estamos seguros de que ello ocurra con tanta contundencia como para
concluir que "los efectos de las movilizaciones se juegan mucho
más en el campo de las interpretaciones periodísticas que en el
espacio físico de la acción manifestante" ("Las transformaciones de
lo público.lmágenes de protesta en la ciudad de México", Perfiles
Latinoamericanos, No.12, junio de 1998, pág. 249).

137

Estas definiciones se apoyan en la construida por Tedda Skocpol para el Estado


(Bringing the State Back In. Cambridge: Cambridge
136 Adrían Scribano, "Argentina 'cortada': cortes de ruta yvisibilidad
social en el contexto del ajuste", en Margarita López, Lucha popular,

University, 1985, pág. 9).


democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los
años de ajuste. Caracas: Nueva Sociedad, 1999, págs. 66-
67.
78 Mauricio Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 79

no de conflicto con criterios propios y obrar en consecuencia. En ese senti-


bueno decirlo claramente, ellas no son los únicos actores sociales. 139 Por
do, más de una contingencia en la acción social colectiva, pues la
esas mismas razones no vernos con buenos ojos dos extremos: reducir el
autonomía y su capacidad de ejercerla no son conquistas estables, están
espectro de los movimientos sociales a las clases, corno se quiso hacer en
constantemente en juego y tanto se pueden ganar como perder.
Colombia en los sesenta y setenta, o excluirlas en aras de privilegiar a los

nuevos movimientos, corno fue claro a partir de los ochenta. La diferencia


Existe, por último, un debate que hemos insinuado a lo largo de estas
entre "nuevos" y //viejos" movimientos, tan común en los países del centro,
páginas y que debemos aclarar en beneficio de la precisión de nuestro
se puede aceptar con una intención pedagógica. 140 Pero si la contraposi-
punto de vista. Nos referirnos a la relación entre las clases y los movimien-
ción se refiere a diferencias de fondo para anular cualquier análisis de
tos sociales. Por clases sociales entendemos construcciones históricas que
clase sería inaceptable para sociedades como la nuestra, en donde toda-
otorgan identidad a grupos humanos definidos a partir de su relación con
vía lo económico crea identidades o afecta las que se construyen desde
los medios de producción. Esta definición se aparta de las que pretendían
otras esferas. 141
otorgarles un carácter cuasi natural y homogéneo. Aquí se hace necesario
distinguir tres aspectos que, aunque relacionados, no implican igual gra-
Otro asunto distinto, que no compartünos, es el devenir teleológico de las
do de aceptación de nuestra parte: el análisis socio-económico de la socie-
clases, en especial de la obrera, al atribuirle el papel de sujeto histórico
dad, la existencia de clases y, por último, la idea de la vanguardia revolu-
revolucionario. En esta búsqueda, de estirpe hegeliana, se obró más con el
cionaria del proletariado. Como queremos demostrar, se pueden aceptar
deseo que con la realidad. 142 Para nosotros, como para el último Castells,
las dos primeras premisas, aunque no en forma excluyente de otras dt-
sin1plemente hay conflictos sociales y actores que se mueven en ellos. Oue
mensiones de la realidad. La tercera sí es insostenible hoy día.
ellos contribuyan a meras refonnas, a radicalizar la democracia o a trans-

formar el orden social establecido es resultado de procesos históricos que


Ante todo, no desconocemos la importancia del análisis socio-económico
no están condicionados por la noción de progreso sino que simplemente
de sociedades como la colombiana. Por más llamados que hagamos a nue-
ocurren.
vas lecturas de la acción social colectiva, es insoslayable el estudio de las
condiciones materiales de su existencia. Lo que criticamos es la reducción
El giro hecho en torno al análisis de clase nos confirma que en términos
que se hace del conflicto social a la esfera productiva, por ser a todas
conceptuales es más apropiado hablar de movimientos sociales, pues al
luces incompleta para explicar su complejidad. 138
abarcar múltiples conflictos de la sociedad, sin olvidar el socio-económi-

co, constituyen una categoría más incluyente y, según nuestro criterio,


La consecuencia lógica de esta formulación es que existen en nuestra so-
desprovista del deber s·er como sujeto histórico revolucionario. Este paso
ciedad grupos con identidad de clase en el sentido anotado líneas arriba.
permite también la consideración de las protestas sociales de un tipo de
Más aún, la dimensión de clase no está ausente en otros actores sociales
con un tipo de identidad diferente. No es una simple coincidencia, por
ejemplo, que los indígenas y los afro-colombianos se ubiquen en los estra-
139

Para Leopoldo Múnera, "la acción, la práxis social no se mueve solo en el eje de
las clases ytenemos que asumir ese desafío" ("Actores
tos más bajos de la sociedad. En ese sentido, clases sociales tendremos
Yclases sociales", en Jaime Caycedo yJairo Estrada (compiladores), Marx vive.
Bogotá: Universidad Nacional, 1998, pág. 265).

140
por n1ucho tiempo y ellas seguirán siendo fuente de identidades, pero, es
Aun para los países cenirales la distinción es discutible. Ludger Mees,
refiriéndose al caso europeo, sostiene que la distinción es más

de las sociedades que los originan que de ellos mismos. Muchos viejos movimientos
eran antes como hoy son los nuevos. La metáfora

que usa lo dice todo: "¿vino viejo en odres nuevos? Continuidades y


discontinuidades en la histor;a de los movimientos sociales" en

Pedro !barra YBenjamín Tejerina (editores), Los movimientos sociales. Madrid:


Trolla, 1998, págs. 305-317. Otra dura crítica~ la

novedad de los "nuevos" movimientos sociales en Alberto Melucci, Acción


colectiva ... , Introducción.

141
138

En ese sentido nos apartamos de los teóricos europeos que como Claus Offe insisten
en la superación del análisis de clase por los
Coincidimos con Boaventura de So usa Santos en la centralidad que
todavía desempeña en nuestras sociedades periféricas la esfera
movimientos sociales (Partidos políticos ... , págs. 196-197).
productiva -o, en sus términos, el "espacio-tiempo" de la producción-.
Esto ratifica la vigencia de un cierto análisis de clase, pero, 142
como también lo señala el sociólogo portugués, no implica que esté al
orden del día la lucha de clases bajo la vanguardia del Héctor L.
Moncayo insiste en la capacidad explicativa de la categoría clase social, máxime si
se la desprende de la teleología de sujeto
proletariado, como se entendió desde fines del siglo XIX y parte del XX
(De la mano de Alicia ... , capítulo 12). histórico
que, asu juicio, es ajena al marxismo ("Las clnses sociales, fenomenología
ehistoricidad", en Jaime Caycedo y Jairo Estrada

(compiladores), Marx vive ... , 243-258).


80 Mauricio Archila Neira

IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 81

actor normalmente alejado de las luchas "populares": los gremios empre-


un "sentido común popular". 146 Como es evidente, se trata de momentos
sariales. Por supuesto, ellos tienen más acceso a las esferas de poder Y
históricos y no de un destino manifiesto que esencialmente se imponga so-
ejercen explotación sobre algunas clases sociales, pero también sufren
bre el pueblo. Unidad o división, integración o fragmentación no son carac-
exclusiones e injusticias de parte de otros poderes privados y estatales. En
terísticas inherentes a los actores sociales, cada una es resultado de proce-
ese sentido no son propiamente un movimiento social sino un grupo de
sos concretos que el investigador debe analizar cuando se presenten.
presión que acude a veces a la protesta. No habría mucho argumento para
estudiarlos como actor social cuando apoyan y luchan en el terreno cívico
En cualquier caso, la categoría pueblo es un intento de revivir, a través de
y excluirlos del análisis cuando enfrentan condiciones que los afectan di-
otra puerta, la búsqueda del sujeto histórico revolucionario que, como ya
rectamente. El conflicto social deja así de ser bipolar -entendido como
veíamos, distorsiona la comprensión de la acción social colectiva. Como
enfrentamiento de "buenos" contra "malos"-, para convertirse en un com-
dice el mismo Luis Alberto Romero, "la pregunta de un historiador no pue-
plejo juego de intereses que pugnan por una sociedad más justa.
de ser por qué un sujeto teórico -más una categoría analítica que una

realidad observada en el análisis- no actúa como debería actuar. El oficio


Por la misma veria de análisis, no es posible asumir la categoría de pueblo
del historiador es explicar cómo actúan los sujetos históricos reales" .147
y su derivado, lo popular, como sinónimo de movimientos sociales. El pro-
blema es doble: de una parte, es un concepto polisémico, pues varía según
En cambio, el concepto de movimientos populares puede tener más perti-
los sectores que se incluyan o excluyan; de otra parte, en el uso común
nencia para este estudio. Si entendemo"s por ellos los que enfrentan la
143
explotación económica en forma directa, harían parte del conjunto de los
supone una falsa homogeneidad en quienes lo constituyen. La supues-
ta actuación unificada del pueblo es una invención moderna para justifi-
movimientos sociales con una especificidad de clase. Sin embargo, noso-
car el constituyente primario de la nación que se trasplanta sin fórmula de
tros preferimos la categoría movimientos sociales en plural, pues la de
juicio a nuestras tierras. Lo curioso es que si en la Europa del siglo XIX lo
movimientos populares, máxime si se usa en singular, transpira algo de la
popular fue invocado para preservar las tradiciones, en la América Latina
homogeneidad y la teleología revolucionaria atribuidas a la categoría
de mediados del siglo XX se convirtió en la encarnación de la fuerza revo-
pueblo. 148 Además, en términos prácticos, hablar en forma exclusiva de
lucionaria.144 Esta inversión política del papel del pueblo es más un deri-
movimientos populares termina por ignorar a otras clases o sectores no
vado del romanticismo o cuando más del anarquismo, que del marxismo
populares que, como las capas medias, enfrentan exclusiones e injusti-
145
cias, así no sean directamente explotados.
propiamente dicho, que había sido más proclive a hablar de clases.

Si bien nos apartamos de quienes postulan una homogeneidad encarnada


Por ello preferimos la categoría gramsciana de sectores subalternos para
por el pueblo, no podemos desconocer que pueden existir coyunturas his-
designar al factor poblacional como referencia más amplia de los movi-
tóricas en que broten tendencias integradoras dentro de los actores socia-
mientos sociales. Aunque no está exenta de ambigüedad -en parte por-
les que conformen lo que el historiador Luis Alberto Romero designa como

146

El autor se refiere a la construcción de identidades entre los pobres de Buenos


Aires ySantiago de Chile en el cambio del siglo XIX

al XX. Aunque reconoce que se trata de identidades múltiples y polarizadas, se


sorprende al encontrar también tendencias integra-

doras que lo hacen pensar en la categoría gramsciana de "sentido común" (¿Qué hacer
con los pobres? Elite y sectores populares
143 Así lo señalan casi todos los participantes en un debate que tuvo
lugar aprincipios de los años noventa en Perú Yque fue publicado
en Santiago de Chile, 1840-1890. Buenos Aires: Sudamericana, 1997, pág. 204)
por Alberto Adrianzen y Eduardo Bailón (editores), Lo popular en
América Latina Wna visión en crisis? Lima: Deseo, 1992 (véanse, 147

''Los sectores populares urbanos como sujetos históricos", Proposiciones, No. 19,
1990, pág. 270. Eduardo Bailón retrata así la
por ejemplo, págs. 105 y 118).
búsqueda del sujeto histórico en América Latina: "en un principio era el
proletariado; y habitó entre nosotros. Después los movimientos
144 Peter Burke señala que después de siglos de divorcio entre la cultura
de elites y la popular, son los romáticos europeos quienes
sociales, el movimiento popular -así en singular- oel protagonismo popular (... j y
siempre el afán y la ilusión de la transformación
descubren ala segunda, con intenciones no muy revolucionarias (Popular
Culture in Ear/y Modem Europe. Londres: Harper, 1978).
radical de un orden fundamentalmente injusto; la búsqueda de actores sociales que
devienen en actores políticos" (Lo popular en

América Latina ... , pág. 117).


145 Para la noción de pueblo que tiene el anarquismo véase Leopoldo Múnera
(Rupturas ... , págs. 78-79). Raphael Samuel recon~ce que
para los marxistas británicos la idea de pueblo era incómoda, por
tratarse de.trad~ci~nes teóric~s .~ po_lític~s diversas. Solo, en tl~m.pos 148

La argumentación que construye Leopoldo Múnera al respecto es consistente con


nuestro análisis pero no entendemos su uso en
recientes se habría producido el acercamiento en torno ala propuesta
de h1stona desde abajo (H1stona popularYteona socialista.
singular, lo que refuerza nuestra prevención (Rupturas ... , págs. 60-84). Por la
misma vena va nuestra crítica al efímero concepto de
Barcelona: Crítica, 1984, pág. 33).
"sociedad civil popular" que propuso Luis A. Restrepo en su ya citado ensayo "El
protagonismo ... "
82 Mauricio Archila Neira
IDAS Y VEI',IIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 83

que, como todo lo de Gramsci, ese es también un concepto inacabado-, es


conduce a hacerla más compleja atendiendo a la "densidad" del conflicto
más consistente con nuestro análisis. La condición de subalternidad se
en la que se destacan la duración y sobre todo el número de participantes:
refiere a la contraparte de la hegemonía, no supone una determinación
Y a la "calidad", que hace referencia al grado de desafío público de los
socio-económica y recoge en forma más satisfactoria aquellos conflictos
actores Y a la respuesta de los antagonistas. Infortunadamente, la densi-
que hemos enunciado como injusticias, exclusiones o desigualdades. Ade-
dad es difícil de precisar para los sectores distintos del laboral, y la cali-
más, como sugiere Gramsci, los sectores subalternos "no se han unificado
dad depende de factores subjetivos igualmente complicados de aprehen-
y no pueden unificarse mientras no puedan convertirse en 'Estado'" .149 Por
der. Por ello buscamos equilibrar los análisis estadísticos más áridos con
esa vía, él postula que esta categoría es una herramienta de análisis his-
las reflexiones cualitativas con sabor más subjetivo.
tórico, máxime si le desprendemos el acento de progreso que le puso en su
análisis de la experiencia italiana. No obstante, a lo largo de estas pági-
En consecuencia, este libro se estructura en dos grandes secciones: una
nas constataremos la dificultad de la reconstrucción del pasado pues, "la
más descriptiva y cuantitativa, en la que estudiamos los ritmos y modali-
historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada
dades de las ·luchas sociales (capítulo 2), los actores (capítulo 3) y las
y episódica" .150
principales demandas (capítulo 4); y otra más analítica y cualitativa, en la

cual tratamos de acercarnos a las posibles explicaciones del sentido de


Otras categorías teóricas se irán definiendo en el momento en que se con-
las protestas sociales a partir de las relaciones con las izquierdas (capítu-
sidere necesario hacerlo. Los conceptos operativos aparecen en el apéndi-
lo 5), con el Estado (capítulo 6) y de la construcción de identidades (capí-
ce metodológico, al que remitimos al lector para agilizar la narración.
tulo 7). El texto culmina con algunas reflexiones sobre la explicación com-

pleja de la acción social colectiva en el país (capítulo 8) y las conclusiones


Con estas ideas en mente iniciamos hace más de un lustro la investiga-
como tales que hacen un balance de las luchas sociales en los 33 años
ción en diversas fuentes escritas y orales que se traduce en la presente
estudiados. Hemos elaborado además un capítulo inicial de ubicación del
obra. 151 La base de datos que hemos construido consta de 9.981 registros
periodo seleccionado, que perfectamente puede ser eludido por quienes
para el periodo comprendido entre enero de 1958 y diciembre de 1990. 152
conocen la historia de esos años. Quienes no lo hagan encontrarán allí
Aunque la cuantificación tiene sus riesgos, la consideramos como un paso
una información histórica útil para entender los procesos descritos en las
necesario para explicar el sentido de la acción colectiva en Colombia. 153
páginas posteriores.
La formalización de la riqueza empírica implica sacrificar la particulari-
dad de un hecho para convertirlo en un dato más. Es evidente que no todas
las acciones son iguales. Un paro nacional del magisterio no es lo mismo
que una huelga en un taller artesanal. Y, sin embargo, ambos aparecen
como datos en pie de igualdad en nuestra base de datos. Lo anterior nos

149
Escritos políticos. México: Cuadernos Pasado y Presente, 1977, pág. 359.
Aquí está implícita una concepción de Estado, sociedad
civil yhegemonía que en su momento discutiremos.
150
lbid., p. 361. Metodológicamente Gramsci remite aestudios monográficos,
por ser los más apropiados para reconstruir el pasado.
Otra cosa son los Estudios Subalternos y su derivación poscolonial.
Aunque parten de la matriz gramsciana, sus resultados son
diferentes, como ya hemos mostrado.
151
La metodología utilizada en la construcción de la base de datos se
explica con detalle en el mencionado Apéndice.
152
La selección del periodo de estudio se explica en el capítulo primero.
153
El científico Carl Sagan, en su obra póstuma, destaca los aportes de la
cuantificación y señala que tenerle miedo "supone limitarse,
renunciar auna de las perspectivas más firmes para entender y cambiar el
mundo" (Mi/es de millones. Madrid: Ediciones B, S.A.,
2000, pág. 35).

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