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FELIZ DIA DEL ABOGADO.

Por: Gino Franco Gonzáles Sangama, abogado asociado al Estudio Jurídico Lex, especialista en derecho constitucional.

El 02 de abril del 2019, el inmejorable saludo a los Abogados de nuestro país, a los 32 Colegios de Abogados
y Cortes Superiores de Justicia, ya que en mérito a lo dispuesto en la Resolución Suprema del 14 de Marzo
de 1952 y que posteriormente se elevó a Ley Nº 23248, se celebra el “Día del Abogado” de cada año.

A todos los Abogados, que laboran en las diferentes áreas y especialidades del Derecho, concatenando
esfuerzos para construir una sociedad con paz social y justicia, donde involucre verdaderamente al enjambre
colectivo que demanda un rol proactivo a los miembros del Foro.

El origen de nuestra profesión, están antigua como el mundo mismo, porque en todas las épocas la
ignorancia ha sido patrimonio de la mayoría de los hombres y siempre la injusticia se ha ensañado en contra
de ellos. Pero también en todos los tiempos algunas personas se han distinguido, por su celo y talento y a
ellos acudían los desamparados convirtiéndose en sus patrones y defensores.

Recordemos que la palabra Abogado, proviene de la voz Latina “Advocatus”, integrada por la partícula “Ad”:
para y “vocatus”: llamado; estos profesionales son requeridos por los litigantes para que asesoren o actúen
por ellos, en las contiendas judiciales, significa: el que “Aboga”, el que pide por otro, “el que defiende”,
“consuela”, “da socorro”, por eso existen en el santoral eclesiástico, Abogados y Abogadas. Para
el Diccionario de la Academia Española: “Abogar es defender en juicio, por escrito o de palabra. Abogacía es
profesión y ejercicio de abogar y Abogado, es perito en el Derecho, que se dedica a defender en juicio los
derechos o intereses de los litigantes y también dar dictamen sobre las cuestiones que se le consultan”.

Por su parte, es en Grecia donde empieza la Abogacía a adquirir forma como profesión. Pericles es señalado
como el Primer Abogado Profesional. Seguidamente, en el mundo hispanoamericano, fue a mediados del
siglo XVI, cuando los Abogados se empezaron a reunir en colegios (collegium togatorum, nombre que deriva
de la toga blanca que debían vestir) y en el año 1495 se dictan las primeras ordenanzas de los Abogados.

Por lo tanto, El Abogado, es el cultor del Derecho, que se dedica a defender en juicio, los derechos o
intereses de los litigantes (el Abogado en Ejercicio) y también a dar dictamen sobre los afectes o puntos
legales que se le consulten (el Abogado: Asesor o Consultor: Público o Privado); el Investigador y Docente
Universitario; el Magistrado (Administrar Justicia: Jueces y Fiscales), o aquel que se asimila a las FF. AA y/o
Policiales.

Sin embargo, cuando el letrado tiene como principal misión o cometido la defensa de los intereses del Estado
y el asesoramiento administrativo, entonces estamos frente al Procurador Público; también tenemos
los Defensores Públicos del Ministerio de Justicia, los que defienden y representan a las personas de escasos
recursos en juicio, principalmente en el área penal, laboral y Familia. Por lo tanto, el Abogado es un cultor
del Derecho, en todas sus ramas y especialidades, empero, cualquier acción ilícita riñe, como la que más, con
sus altos y nobles principios.

No obstante, el hombre vive y actúa en la sociedad, sujeto a ciertas normas jurídicas y reglas; el Derecho
constituye ese ordenamiento legal, para lograr la convivencia segura y pacífica de los asociados al “Contrato
Social”, aspirando a la paz social en justicia y el bien común.

Sin embargo, el hombre no es perfecto, y transgrede constantemente las reglas y los cánones establecidos, y
es aquí donde el Abogado desempeña un rol de colaborador y restaurador del ordenamiento jurídico
violentado, precisamente para lograr el restablecimiento del orden y la paz en justicia.
Ciuratti, en su célebre Obra, el “Arte Forense”, se dice “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle
todas las de carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya
trabajado durante treinta años de vida, que sea en conjunto un literato, un crítico, un moralista, que tenga la
experiencia de un viejo y la inefable memoria de un niño, y tal vez con todo esto forméis un
Abogado completo”.

No olvidemos, que la función del Abogado en la sociedad, por ser una de las más nobles profesiones, por
estar colocada jerárquicamente por encima de las demás carreras, por ser este el custodio y centinela del
orden jurídico del Estado, de la libertad, y del Derecho, requiere de parte de los llamados a ejercerla, una
conciencia definida de sus obligaciones y derechos y una perfecta formación ética y humanística, que
corrobore el compromiso axiológico con el grupo social al que pertenece y se convierte en vigilante
permanente de la legalidad y del Estado de Derecho. Asimismo, contribuye a la legitimidad de los pilares
éticos y morales para el ejercicio de la Abogacía, de modo que sea ejemplo para la comunidad, están en “la
vida virtuosa, el estudio, el sacrificio, la entrega, la laboriosidad, un estilo decoroso para nuestra inefable y
magnífica profesión”.

Los Abogados en su conjunto, debemos sentirnos orgullosos, porque se ha dicho que “de todas las carreras,
es, sin duda, la Abogacía la que mayor número de conocimientos necesita, la de cultura más amplia y recta,
la que mayor y más constante estudio requiere, pues para ser un idóneo abogado no basta ser un
buen legista”.

El Derecho es un producto social y regula la vida del hombre en sociedad, antes de su nacimiento, después
de su nacimiento e incluso hasta después de su muerte; y es que el Derecho es la fuerza incontenible que
coordina todas las actividades sociales del hombre; es la síntesis de todas las numerosas energías de la
sociedad, porque todas ellas se destruirían recíprocamente y matarían el organismo social, si el Derecho,
como nervio soberano, no interviniera para conciliar en una suprema síntesis de equidad, todas esas
corrientes impetuosas de la vida humana y se tornaría en un caos demoledor e incontenible.

Finalmente, espera siempre del Abogado una voz orientadora, y nada más propicio que poner en práctica
las tres reglas de oro del Derecho, inspiradas en las Institutas de Justiniano: “Vivir honestamente, no hacer
mal al prójimo y dar a cada uno los suyo”. Artículo transcrito de Mg. Daniel Ernesto Peña Labrin.

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