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PRIMER ENSAYO: ÉTICA EN EL EJERCICIO DEL LIDERAZGO PÚBLICO

Jesús Isaac Correa Gallardo A01167292

Ensayo 1: Naturaleza de las decisiones públicas

En nuestra vida como seres sociales, lo público es inevitable. Tal como la condena del
ser humano a la libertad propuesta por Sartre, en nuestra condición de seres sociales,
la naturaleza de la política pública es ineludible y se caracteriza por afectarnos a
todos. Las decisiones tomadas en política pública entran en una dualidad que
magnifica la importancia de la discusión ética: por un lado, el rol público del líder en
el ejercicio de una deontología colectiva, para ejecutar la visión para la que fue
electo, mientras se preservan mínimos para el funcionamiento del sistema
democrático.

Exploramos a continuación la forma en la que se aplican los elementos del análisis


ético de Michael Sandel (2014) en la elaboración de la política pública. Los dos ejes
principales en los que Sandel centra su discusión son los tipos de razonamiento
moral y la relación entre la libertad y el consentimiento.

Hay dos tipos de razonamiento moral. El consecuencialista, que evalúa las acciones
morales con base en el resultado de las mismas, y el categórico, que propone
requerimientos morales absolutos que no es justificable trasgredir. El punto de vista
del utilitarismo implica que el liderazgo de política pública debe buscar únicamente
las consecuencias positivas de la mayoría. Sin embargo esto genera una discusión
ética significativa sobre el rol de las minorías en la democracia. Es decir, ¿el liderazgo
ético en dicho sistema político debe únicamente ejecutar su visión de gobierno sin
tomar en cuenta a minorías con visiones distintas al régimen? Esto constituiría su
mandato, claro está. Pero, ¿qué pasa con quienes deciden o no pueden votar en
dicho sistema? ¿Y aquellos cuyo voto no es igual al de la mayoría?

Llevar este argumento al extremo tiene dos implicaciones fundamentales. La


primera, ligada a abusos del poder público basados en la mayoría dominante que a
su vez son la base política del líder en funciones. Este supuesto puede proveer de
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credibilidad filosófica y moral a regímenes autoritarios de carácter populista, como


también lo menciona Sergio Sarmiento (2005). La segunda implicación es la
ejecución de dicho mandato para el bien de la mayoría tiende a perpetuar el poder de
ese grupo social. Así, se acentuarían sus privilegios, justificando cualquier abuso del
poder en beneficio de la mayoría.

Esto alza la pregunta de dónde dibujar mínimos de protección a derechos. En este


sentido la posibilidad de representar a una sociedad, parte de la capacidad de debatir
y confrontar a las minorías y mayorías en la arena política. La diversidad ideológica es
fundamental en la democracia representativa que debe darle salida a estas
discusiones mediante herramientas de política pública. Preservarla, dibuja este
mínimo moral y de derechos en la búsqueda de espacios equitativos de
representación política que pueden resultar en la eliminación de privilegios.

Sobre la discusión de Sandel acercad de la libertad y el consentimiento, la pregunta


principal que surge es cuál es el grado de libertad de los ciudadanos en el ámbito
político y qué implica para el liderazgo. Un primer argumento es que la libertad de los
ciudadanos se acota a la posibilidad de elegir a dicho liderazgo, asegurando así la
eficiencia en la toma de decisiones colectivas. La principal crítica a esta posición es
que el poder de elección no es ejercido por todos, mientras que las consecuencias del
liderazgo político sí afectan en general a la sociedad.

A pesar de esto, para mantener la posibilidad del líder de ejecutar cualquier tipo de
visión, es fundamental que el sistema de instituciones funcione. Por lo tanto, quienes
no son representados, sea por decisión propia o por una imposibilidad institucional,
también deben considerarse como parte integral del sistema democrático. Esta es la
única forma de mantener realmente una democracia representativa. Sobre este
punto, la responsabilidad ética primaria en las decisiones de vida pública y por lo
tanto, el deber del líder en este ámbito, están en ejecutar la visión para la que se
eligió, manteniendo la representación en condiciones de igualdad a través de las
instituciones democráticas.

Finalmente, ambas discusiones implican que la democracia y el rol del líder en la


formulación de políticas públicas tienen como un componente fundamental la
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representación de las minorías. Al final, la capacidad de acción institucional para la


implementación de dichas políticas en un sistema social dinámico y en bases
políticas cambiantes, se extrapolan a un deber ético de poder asegurar dicha
transición y representación de grupos sociales diversos.

Ensayo 2: Sobre el ejercicio ético del liderazgo

Ejercer el liderazgo siempre implica una disyuntiva ética. En una sociedad


democrática, el líder tiene la cualidad dual de ser representante y ciudadano. De esta
forma, las discusiones éticas sobre el liderazgo conciernen al rol dual del líder como
agente, lo cual se analizará bajo la perspectiva de Kenneth Shepsle (2016) y Michael
Walzer (1973).

Shepsle propone que el líder tiene tres características fundamentales. La primera, de


ser agente que responde a los intereses de un principal del cual debe mantener el
apoyo y su cooperación para conseguir sus objetivos. Su segunda característica es
formular la agenda, priorizando las iniciativas y decidiendo su forma de discusión. Por
último, el líder es un emprendedor que calcula riesgos y puede llegar también a influir
en su principal decidiéndolo o modificándolo. En esta perspectiva, el deber del líder
es conseguir lo que el principal le asignó, manteniendo la cooperación y obediencia a
través de incentivos y castigos; a la vez, calcular que los riesgos tomados no
amenacen su capacidad de cumplir con su deber.

Walzer por otro lado, considera que el deber del líder es actuar como agente del bien
común que representa, anteponiendo los principios y acciones necesarios para
lograrlo a los valores personales. Al mismo tiempo, su deber es asumir la
responsabilidad de dichas acciones y la culpa de conocerse como un agente con las
manos sucias. Desde este punto de vista, la dualidad entre los principios morales
individuales y el ejercicio público es una constante, pero al asegurar el bien común y
proveer al líder de responsabilidad este héroe trágico weberiano es capaz de
sobreponerse a la incertidumbre de sus decisiones sin dejar de comprender la
magnitud del sacrificio realizado.

La principal similitud entre la propuesta sobre el liderazgo ético de ambos autores se


basa en su perspectiva consecuencialista, enfocada en la capacidad del líder para
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emprender para buscar el bien común, y su responsabilidad como representante de


la voluntad general. A pesar de esto, a diferencia de Shepsle, Walzer presenta a un
líder en conflicto con su yo interno cuyo deber ser es la responsabilidad sobre sus
acciones. Cabe pensar en el contexto actual de polarización política donde
aprovecharse de una reacción instintiva y las dinámicas de socialización de la
identidad son formas tentadoras para los liderazgos para gobernar para grupos de
interés, reduciendo la percepción mediática sobre la toma de responsabilidades
(Duell & Valasek, 2019).

Otra de las discusiones sobre estas dos perspectivas son los límites de la actuación
basada en la evaluación de las consecuencias. Ambos autores proponen diferentes
formas de control para establecer dicho límite. Para Walzer, es el reconocimiento y la
responsabilidad por las manos sucias, mientras que Shepsle, establece que la
pérdida del capital político es la mayor limitación, estableciendo un proceso iterativo
de construcción de dicho capital. Esto nos lleva a pensar en los niveles óptimos sobre
el balance de poder, puesto que por un lado permitir la ejecución de la voluntad
popular requiere de un despojo sobre la autonomía del líder para dar cumplimiento a
ese deber al tiempo que existe la posibilidad de romper los principios para generar la
colaboración e implementación de políticas, por ejemplo, mediante los castigos e
incentivos propuestos por Shepsle.

Los límites del poder para Shepsle serían externos completamente en una especie de
balance de poder con las capacidades de otros agentes de impulsar sus agendas y
con la posibilidad latente de que otros tomen su lugar. Walzer, a pesar de reconocer
la tentación del líder para utilizar ese poder para beneficio personal, establece el
deber ético en reconocer su responsabilidad sobre sus manos sucias. Sin embargo,
en los múltiples casos de corrupción en el ámbito político, esto probaría que en la
práctica resulta insuficiente asumir la responsabilidad, y en gran medida, se
requerirían herramientas de control externas que den certeza al cumplimiento del
bien común, y hagan de la culpa del líder un elemento de transparencia sobre su
gestión.

Una de mis principales críticas a estas proposiciones es que se basan en la idea de


personas con una racionalidad absoluta. Sin embargo, el problema de la racionalidad
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limitada en la toma de decisiones debido a información imperfecta, acceso desigual


a estructuras y espacios de poder, y múltiples intereses que pueden rodear al líder en
el ámbito público. En este sentido, las instituciones cobran un papel fundamental
como una estructura de balance de poder con autonomía.

Concluyo así que aunque la discusión de Walzer y Shepsle nos permite dilucidar y
problematizar la complejidad de la dualidad al momento de ejercer el liderazgo, es
importante entender que el análisis ético de este tipo de decisiones se debe realizar
en estrecha vinculación con la práctica. En este sentido, trascender los paradigmas
personales del líder se vuelve fundamental para el ejercicio del poder público,
mientras que los controles sobre los límites de dicho poder y la capacidad del
principal de manifestar su voluntad en un proceso iterativo siguen constituyendo
problemas centrales para la democracia representativa contemporánea.

Bibliografía

 Duell, Dominik y Justin Valasek (2019). “Political Polarization and selection in


representative democracies”, Journal of Economic Behavior and Organization.
Recuperado el 18 de febrero de 2020 de
https://doi.org/10.1016/j.jebo.2019.10.004
 Sandel, Michael (2014). “Justice: What is the right thing to do? Episode 01: ‘The Moral
Side of Murder’”, Harvard University. Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=kBdfcR-8hEY&t=1192s el 17 de febrero de
2020.
 Sarmiento, Sergio (2005). “Los temores mexicanos”, en Letras Libres. Recuperado el
19 de febrero de 2020 de https://www.letraslibres.com/mexico/los-temores-
mexicanos
 Shepsle, Kenneth (2016). “Liderazgo”, en Analizar la política. Comportamiento,
instituciones y racionalidad. Traducción, Giles Serra. Centro de Investigación y
Docencia Económica, pp. 365 - 381. Impreso. Recuperado el 17 de febrero de 2020.
 Walzer, Michael (1973). “Political Action: The Problem of Dirty Hands” Philosophy and
Public Affairs 2: 160 – 180, Princeton University Press. Impreso. Recuperado el 17 de
febrero de 2020.

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