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¿2
Hans Ulrich Gumbrecht
Nelly Richard
Carlos Monsiváis
Margarita Garrido
Ute Seydel
Gabriel Restrepo
Santiago Restrepo
Zandra Pedraza Gómez
Arcadia Díaz Quiñones
Gilberto Loaiza Cano
María Cristina Rojas de Ferro
Myriam fimeno
forge Iván Bonilla
María Eugenia García
5¿
Cultura, política y modernidad
GABRIEL RESTREPO
(Editores)
© de los artículos:
L o s respectivos autores
© de esta edición:
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias H u m a n a s
Centro de Estudios Sociales
Primera edición:
septiembre de 1998
ISBN 958-8052-19-x
Diseño de portada:
H u g o Avila Leal
Edición, diseño y armada electrónica:
D e Narváez &? Jursich
Impresión y encuademación:
Panamericana Formas e Impresos S. A.
Impreso y hecho en Colombia
PRESENTACIONES
Memorias de un encuentro
L u z Gabriela Arango
1
El análisis de las comunicaciones y de la globalización dentro de los estu-
dios culturales, que ha significado su aceptación por parte del poder neoliberal
—dado su pragmatismo-, "corre el peligro de constituirse en una especie dtcos-
tumbrismo postmodernista, mientras se había propugnado en primera instancia a
la cultura popular como —en potencia al menos— un espacio contra-hegemónico"
(Beverly: 50). El subrayado es nuestro.
Exordio a modo de planisferio sobre el libro
l
9
Valdría la pena formular una pregunta ahora que, con estas publi-
caciones, nos encontramos en los comienzos de los llamados "es-
tudios culturales" en estas coordenadas: ¿de dónde proceden ellos
en esta mediterraneidad que ha sido hasta ahora Colombia, pese al
GABRIEL RESTREPO Y J A I M E EDUARDO J A R A M I L L O
24
ia
Atlas culturales
De la legibilidad del mundo a su emergencia1
Una historia sobre el dualismo de las ciencias naturales
y las ciencias del espíritu, con dos finales más bien abruptos 2
H a n s Ulrich Gumbrecht
1
Traducción directa del alemán de Gabriel Restrepo F , profesor de la Uni-
versidad Nacional de Colombia, y Santiago Restrepo E, estudiante de antropo-
logía y de filosofía en la Universidad de los Andes. [Nota del editor].
2
Puesto que, según las disposiciones del organizador de las conferencias
de Magdeburgo, el texto originario de este escrito no estaba destinado prima-
riamente a un público científico especializado, por fortuna para mí (y espero que
también para mi suerte), renuncié a las notas de pie de página y a parecidos ri-
tuales (o necesidades académicas). Las siguientes páginas —escritas para la con-
ferencia de Bogotá— se atienen tanto como fue posible a las notas preparadas para
la conferencia que dicté en Magdeburgo, el 22 de abril de 1997, bajo el tema
"¿Superación del dualismo?".
HANS U L R I C H G U M B R E C H T
34
sin ella): contando una historia y, por cierto, la bastante larga prehis-
toria de la separación entre las ciencias del espíritu y las ciencias natu-
rales, la cual finalmente ocurrió, si se precisa una fecha, en los años
noventa del siglo XIX en la Universidad de Berlín (secciones I-V).
Fortalecido con tanta historia, se me permitirá formular una deci-
siva pregunta sistemática, a saber: ¿qué podrían tener en común las
ciencias naturales y las ciencias del espíritu, si llegado el momento
de roce o de irritación mutua deponen sus certidumbres ya deveni-
das, en verdad, obsoletas (secciones VI-VIII)? Para ilustrar mi pre-
gunta sistemática y mi respuesta, volveré una vez más a la anécdota
Luhmann/Várela luego de la parte histórica.
II
III
42
IV
bien resulta más larga y menos elegante, puede ser más precisa que la acepción
"ente", la cual entraña fuertes connotaciones escolásticas que, pese a lo que indi-
ca enseguida Hans Gumbrecht, sólo evocarían en sentido equívoco la analogía
medieval. [Nota de los traductores].
HANS U L R I C H G U M B R E C H T
5°
VI
VII
VIII
tuales de las ciencias naturales, o sea, como algunas veces digo, con
los que ayer no más eran considerados como nuestros parientes
pobres. Por ejemplo, con algo de petulancia se podría recordar que
los científicos naturales son de algún modo los equivalentes moder-
nos de la teología. Pero eso lo saben ellos naturalmente desde hace
mucho tiempo —y no pocas veces lo celebran como su principal ta-
rea, incluso con algún penoso entusiasmo—. Como alternativa po-
drían brindarse a los científicos naturales cursos introductorios de
teoría literaria (acaso incluso sobre "fundamentos constructivistas")
para que dediquen sus impulsos emancipatorios a la libre variación
de su discurso. Con todo, también esto sería una meta subordina-
da en el grado de prioridades, pues en la actualidad no es muy se-
guro que los pertenecientes a las ciencias del espíritu sean por lo
general mejores autores que los científicos naturales (la anécdota de
Alan Sokal y la revista Social Text más bien sugeriría lo opuesto).
En lugar de solazarse con una complementariedad narcisista,
quisiera centrarme más bien en un paralelo (a mi ver jamás obser-
vado y menos analizado) entre las ciencias naturales y las ciencias
del espíritu, bien relevante para el mundo contemporáneo. Quisiera
insistir en que el paradigma de la "emergencia" cumple hoy en las
ciencias del espíritu un papel importante creciente y, en verdad, en
el contexto de una reorientación de raíz de la identificación de sen-
tido (interpretación, hermenéutica) merece ser interrogado, porque
tiene que ver con la emergencia del sentido —en contextos trascen-
dentales, tanto como en contextos históricos específicos—. Para po-
der describir esta observación hasta donde pueda, debo tomar
aliento de nuevo, lo cual significa que comenzaré con otra obser-
vación, a saber, la observación de un desarrollo independiente de
distintos investigadores y en diferentes ámbitos de las ciencias del
espíritu. Este "desarrollo independiente" (intento, también por úl-
De la legibilidad del mundo a su emergencia
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4
Se refiere al libro de su autoría In 1926. Livingat the edge oftime (Cam-
bridge: Harvard University Press, 1997). Según mención del autor, el libro ori-
ginalmente se subtitulaba "Un ensayo de simultaneidad histórica". Deliberada-
mente, el autor escogió un año que no fuera, en apariencia, célebre, quizás porque
ello le permitiría concentrarse en los fenómenos menos estudiados a los que alu-
de en esta discusión, fenómenos que, como lo demuestra en esta exposición, pa-
san a ser vertebrales del orden contemporáneo. [Nota de los traductores].
Políticas de la memoria
y técnicas del olvido
Nelly Richard
Memoria y desafecto
1
Esta reflexión sobre los efectos de indiferenciación de las diferencias que
produce el "relativismo valorativo" del pluralismo de mercado recorre distintos
capítulos del libro de Beatriz Sarlo Escenas de la vida postmoderna (Buenos Ai-
res: Ariel, 1994).
2
Véase Carlos Ruiz, "Concepciones de la democracia en la transición chi-
lena" , en Seis ensayos sobre teoría de la democracia (Santiago: Editorial Andrés Be-
llo, 1993).
NELLY RICHARD
64
4
Tomás Moulian, Chile actual: anatomía de un mito (Santiago: Arcis/Lom,
1997), p. 37.
5
Ibid., p. 39.
NELLY RICHARD
66
6
Según S. Villalobos: "En Chile el problema no es tanto la memoria, sino
su performativa construcción en la retórica institucional que la conforma... Frente
a las manidas ofertas reconstructivas, es necesario dejarse asistir abruptamente
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
67
por eso que sigue pasando, antes que conformarse con las operatorias jurídicas que
tienden a exorcizar a los fantasmas que asedian el presente. Una de esas operacio-
nes es el informe Rettig, verdadero reticulado de la memoria que, como redac-
ción confmatoria, como prolijo artefacto de la justicia de los tiempos, devuelve
el presente a un eje de relativa tranquilidad. A la vez violación de los derechos
humanos, reza el ánimo convencional y masivo; pero no basta con el informe des-
plegado en la espectacularidad de lo público (forma sinuosa de repartir responsa-
bilidades, ahí donde todos seríamos culpables). Desde antes es necesario disponer
de las lenguas encargadas de nombrar 'lo que pasó' ". Sergio Villalobos-Ruminott,
"Crítica de la operación efectiva del derecho", documento (sin publicar) del Semi-
nario de Crítica Cultural de la Universidad Arcis (diciembre de 1997).
' "Estas operatorias indoloras de la palabra" son la zona donde hoy se con-
sumaría precisamente lo catastrófico: "Ya no en el drama, en la empiria funesta
de lo que sucedió políticamente, sino en los escombros de las palabras, que hoy
sólo habitan rituales simbólicos de reivindicación, de arrepentimiento, de demo-
nización o de rutinas de lo ya dicho". Nicolás Casullo, "Una temporada en las
palabras", en revista Confines, N" 3 (Buenos Aires: La Marca, 1996), p. 17.
NELLY RICHARD
68
8
El documental La memoria obstinada (1996) del cineasta futrido Guzmán
desata esa red de emocionalidad: el video muestra el trabajo rememorante de una
memoria dialógica (hecha de intercambios y transferencias comunicativas) que
lleva los personajes a vivir —performativamente- los choques de memoria que
producen sus asociaciones vividas con un recuerdo lleno de partículas biográfi-
cas. Para un comentario sobre el video de Guzmán, véase: Nelly Richard, "Con
motivo del 11 de septiembre: notas de lectura sobre La memoria obstinada de Pa-
tricio Guzmán", tnRevistade Crítica Cultural, N° 15 (Santiago: s. d., noviembre
de 1997).
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
69
9
Por ejemplo, M. Hopenhayn dice: "Desprovistos del Gran Proyecto, lo
cotidiano se convierte en lo que es: la vida de cada día y de todos los días. ¿Sano
NELLY RICHARD
7 0
minimalismo? Tal vez: todos tienen sus pequeños proyectos capaces de colmar y
justificar el día, la semana, el mes o a lo sumo el año... La Misión se disemina en
programas, iniciativas que nacen y mueren, propuestas locales. El minimalismo
se ha convertido en un valor bien visto para la acción de todos los días. Todo gran
proyecto es tildado de pretencioso o irrealista y resurge la valoración del matiz,
el detalle, la coyuntura. Este minimalismo encarna en la lógica del software, que
cada cual crea o intercambia según preferencias, situaciones u objetivos, y don-
de no hay otro horizonte que la operación requerida en el momento". Martin
flopenhayn, Ni apocalípticos ni integrados (Santiago: Fondo de Cultura Econó-
mica, 1994), pp. 22-26.
"' "Es triste y de una mediocridad terrible", declara la Agrupación de Fa-
miliares de Detenidos-Desaparecidos, "renunciar a estos valores absolutos por
otros relativos": Recuento de Actividades Año 1992, Agrupación de Familiares de
Detenidos-Desaparecidos, p. 148.
1
' Para un riguroso y sutil análisis del clima postdictatorial, véase Alberto
Moreiras, "Postdictadura y reforma del pensamiento", tnRevista de Crítica Cul-
tural, N° 7 (Santiago, s. d., 1993).
NELLY RICHARD
78
cir, hacia el infinito —el sinfín— del capitalismo de fin de siglo como
telón de fondo de una poderosa máquina de ingenios, trueques y hu-
millaciones. Entre las varias técnicas del olvido, está el consenso con
sus postulados de orden y reintegración social que aconsejan dejar
fuera del vigilante límite de similaridad de su tranquilizador "noso-
tros" la disimilitud molesta del "ellos": los que en-carnan el pasa-
do, los que llevan sus estigmas en carne viva sin querer maquillarlos
con las cosméticas del bienestar y sus modas de la entretención.
Están las políticas de obliteración institucional de la culpa que, por
las leyes de no castigo (indulto y amnistía), separan a la verdad de
la justicia, desvinculando a ambas - p o r decreto- del reclamo ético
de que los culpables identificados no salgan (de nuevo) ganando
con un mismo operativo perverso de la desidentificación. Y, tejien-
do asociaciones secretas entre ambas redes de conveniencia y tran-
sacción, están las disipativas formas de olvido que los medios de
comunicación elaboran diariamente para que niel recuerdo msu su-
presión se hagan notar en medio de tantas finas censuras invisibles
que restringen y anestesian el campo de la visión: "se goza en la te-
lenovela, en el partido de fútbol y, en esa narración flasheo, se pier-
de sin avatares el sentido de lo digno... Mientras tanto lo represivo
se acrecienta novedosa e inmisericordemente" 23 ,
Los familiares de las víctimas saben de la dificultad de mante-
ner a la memoria del pasado viva y aplicada, cuando todos los ri-
tuales consumistas se proponen distraerla, restarle sentido y fuerza
conservadora que permanece sin que nada vaya a sucederle", Willy Thayer, La
crisis no moderna de la universidad moderna. Santiago, Editorial Cuarto Propio,
1996, p. 169.
-^ "De imagen y verdad", revista Contagio, N" 3 (Bogotá: Comisión Inter-
congregacional de Justicia y Paz, 1996), p. 3.
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
77
Rastrear, socavar, desenterrar las huellas del pasado son las accio-
nes que han realizado sin cesar las Agrupaciones de Derechos H u -
manos, desafiando la siniestra astucia de un poder que borró las
pruebas —los restos— de su criminalidad para poner sus actos defi-
nitivamente a salvo de cualquier verificación material. Rastrear,
socavar, desenterrar, marcan la voluntad de hacer aparecer los tro-
zos de cuerpos y de verdad que faltan para juntar así una prueba y
completar lo incompletado por la justicia.
Los restos de los desaparecidos —los restos del pasado desapa-
recido- deben ser primero descubiertos (des-encubiertos) y luego
asimilados, es decir, reinsertados en una narración biográfica e his-
tórica que admita su prueba y teja alrededor de ella coexistencias de
sentidos. Para desbloquear el recuerdo del pasado que el dolor o la
culpa encriptaron en una temporalidad sellada, deben liberarse di-
versas interpretaciones de la historia y de la memoria capaces de
asumir la conflictividad de los relatos y de ensayar, a partir de las
múltiples fracciones disconexas de una temporalidad contradicto-
ria, nuevas versiones y reescrituras de lo sucedido que trasladen el
suceso a redes inéditas de inteligibilidad histórica' 7 . No se trata,
lí
Me parece que el éxito masivo del libro de T. Moulian se debe, en parte,
a su condición de libro que cuenta una historia, que relata una memoria de la
historia, que va y viene con la memoria en la historia gracias a lo que él llama
"cuestiones narrativas; el salto y el racconto" desde un sujeto del "recordar"
posicionalmente marcado.
Esta línea de argumentación aparece ampliamente desplegada en el li-
bro de T. Moulian antes citado.
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
73
14
T. Moulian dice: "ftra muchos de los convertidos que hoy hacen carre-
ra por algunas de las pistas del sistema, el olvido representa el síntoma oscuro
del remordimiento de una vida negada. Ese olvido es un recurso de protección
ante recuerdos lacerantes, percibidos por instantes como pesadillas, reminiscen-
cias fantasmales de lo vivido. Es un olvido que se entrecruza con la culpa de ol-
vidar. Una vergüenza, no nombrada e indecible , por la infidelidad hacia otros y
hacia la propia vida, la vergüenza de la connivencia y de la convivencia". Moulian,
op. cit., p. 32,
NELLY RICHARD
72
13
Julia Kristeva, Soled Noir: Dépression et mélancolie (Paris: Gallimard,
1987), p. 19. (La traducción es mía).
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
71
12
íbid.,p. 27.
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
79
24
Bravo, op. cit., p. 25.
NELLY RICHARD
80
15
Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, Recuento de Acti-
vidades Año 1991, p. 45.
26
I. Avelar dice: "El objeto del duelo es siempre inutilizable -no hay nin-
gún 'uso' para la reminiscencia de un enlutado, su objeto reside más allá de toda
utilidad— y, a la vez, incambiable, intransferible -ya que el luto, por definición,
rechaza cualquier transacción o negocio, cualquier sustitución: el duelo, al con-
trario del mercado, no admitiría la metáfora—. El duelo transitaría entonces fue-
ra de la célebre dicotomía marxiana entre valor uso y valor cambio e instauraría
la esfera de un tercer valor no vislumbrado por Marx: el valor de memoria, valor
de puro afecto —un antivalor, sin duda, puesto que lo propio suyo sería sustraer-
se a cualquier intercambio". Idelber Avelar, "Alegoría y postdictadura: notas sobre
la memoria del mercado", en Revista de Crítica Cultural, N° 14 (Santiago; s. d.,
junio de 1997), p. 25.
' En su prólogo a La dialéctica en suspenso; fragmentos sobre historia, de W.
Benjamín (Santiago: Arcis/Lom, 1996), p. 15, Pablo Oyarzún dice: "Singulari-
dad, inanticipabilidad y testimonialidad, tal sería un posible catálogo de los ras-
gos determinantes del concepto heredado de experiencia".
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
81
Temblores de la representación
28
La obra Retratos (Santiago: Museo Nacional de Bellas Artes, diciembre
de 1996), del artista Carlos Altamirano, escenifica esta tensión crítica entrememo-
ria sensible e insensibilización de los medios: una franja mural de recortes fotográfi-
NELLY RICHARD
82
30
Bravo, op. cit., p. 28.
" Moulian, op. cit., p. 7.
Para un análisis crítico de estas tensiones de discursos, véase el capítulo
"En torno a las ciencias sociales: líneas de fuerza y puntos de fuga", en Nelly Ri-
chard, La insubordinación de los signos: cambio político, transformaciones culturales y
poéticas de la crisis (Santiago; Editorial Cuarto Propio, 1994), y la respuesta de
José Joaquín Brunner, "Las tribus rebeldes y los modernos", en J. J. Brunner,
Bienvenidos a la modernidad (Santiago: Planeta, 1994).
NELLY RICHARD
84
vas analizó la crisis de sentido del Chile dictatorial, pero lo hizo re-
curriendo al molde disciplinario de un saber institucional que se
cuidó mucho de no tener que experimentar —en cuerpo propio, en
verbo propio— la dislocación de la razón objetiva que esa monumen-
tal crisis de verdad y sistema podría haber desatado en el interior
de sus redes profesionales del conocimiento 33 . El saber de las cien-
cias sociales ordenó los síntomas de la crisis mediante una lengua
reconstituyente de procesos y sujetos: una lengua, por lo tanto, in-
compatible —en su voluntad de recomposición normativa— con lo
roto, lo disgregado, lo escindido, de subjetividades sociales y cul-
turales en trance de pertenencia e identidad. Mientras tanto, los
textos críticos del arte y de la literatura —contemporáneos de los aná-
lisis técnicos que realizaba la sociología alternativa— buscaban con-
feccionar equivalencias sensibles que pusieran en correlación de
signos el desastre categorial de los sistemas de representación so-
ciales con una experiencia del lenguaje hecha de oraciones inconclu-
sas, de vocabularios extraviados, de sintaxis en desarme. En lugar
de querer suturar las brechas dejadas por tantos vacíos de represen-
tación con una discursividad reunificadora de sentido (como la dis-
cursividad técnica y operativa de las ciencias sociales), esas poéticas
de la crisis tramadas por el arte y la literatura de los ochenta en Chile
prefirieron reestilizar cortes y fisuras, discontinuidades y estallidos.
Al reinvestigar, hoy, la particularidad histórica de cada una de es-
tas dos formas de rearmar significaciones, queda a la vista que cada
33
Dice S. Villalobos, al referirse a la tensión áelpensar como desajuste crí-
tico, no-cierre del presente a través de la consolatoria "política de los nombres"
que ejercen "las discursividades transitológicas" y sus "mecanismos reconstruc-
tivos": "La sociología no habría pensado la transición en tanto tal, sino que ha-
bría ofertado la lengua correcta para nombrarla". S. Villalobos-Ruminott, op. cit.
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
85
4
Casullo, op. cit., p. 13.
35
De este saber de la precariedad y de la discontinuidad históricas se po-
dría decir que era un saber "constructivo más que nada en sentido benjaminia-
no": un saber que "compone como en un mosaico los fragmentos [...] que la crisis
nos ha puesto delante rompiendo los grandes nombres de la lengua de la ver-
dad", buscando en "el resto" aquello que "pone enjuego nuestras certezas. Su
condición de incompleto es la estructura misma del saber crítico". Franco Relia,
Fd silencio y las palabras; el pensamiento en tiempo de crisis (Barcelona: Paidós, 1992),
p. 70.
SEGUNDA PARTE
Carlos Monsiváis
94
Margarita Garrido
1
Las reflexiones expuestas en esta ponencia se apoyan en una investigación
en curso sobre discursos y prácticas de los "libres de todos los colores" en la so-
ciedad colonial de Nueva Granada.
- Tzvetan Lodorov, La vida en común (Madrid: Laurus, 1995), p. 117.
MARGARITA GARRIDO
100
4
Bartolomé Bennassar, Los españoles. Actitudes y mentalidad, desde elsigloXVl
hasta el siglo XIX ( M a d r i d : Editorial Swam, 1985), pp. 193-194. Entre la am-
plia literatura antropológica sobre el honor sobresalen las obras de Julián Pitt-
Rivers, Antropología del honor (Barcelona: Crítica, 1979) y E l concepto de honor en
la sociedad mediterránea (1968), junto con el estudio de J. WvKÚzny, Ilonour and
Shame (196S).
Honor, reconocimiento, libertad y desacato
I0
3
6
Jaime Jaramillo Uribe, "Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo
Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII", tn Ensayos sobre historia
social colombiana (Bogotá: Universidad Nacional, 1972). Pablo Rodríguez, Sen-
timientos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Ariel, 1997).
1
Lzvetan Lodorov, op. cit.,p. 123.
' Jon Elster, Psicología política (Barcelona: Gedisa, 1995), p. 15.
MARGARITA GARRIDO
106
ba. El camino de la imitación era el más directo, pero aún muy poco
seguro. Se buscaba afirmación en la negación de su ser más íntimo.
Así, la construcción de la imagen propia se hacía en la imitación del
otro. E n la copia. La imitación de quienes tenían reconocimiento era
el camino más común de obtenerlo para sí. Tal camino en algunos
casos culminaba con una cédula de blancura o con un más frecuente
"pasar por blanco" entre sus vecinos. Pero no era fácil. A poco, el
que buscaba su reconocimiento se veía afrentado por injurias, como
"perro" o "chorizo", que aludían a su baja calidad o a ser de carnes
mezcladas y que con ello lo descalificaban como persona.
En el otro extremo estaba el rechazo total al discurso de buen
vasallo y buen parroquiano. Se trataba de aquellos que decidían —o
llegaban a - convertirse en desvinculados, arrochelados o picaros (es
decir, medradores, en el sentido muy hispánico del teatro barroco
del siglo de oro). Los casos más ostensibles son los de aquellos que
migraban solos hacia los montes, a abrir labranzas, a vivir sin los
controles simbolizados por el tañido de las campanas: se identifi-
caban con el otro de su otro: el mezclado taimador, astuto y descon-
fiable. Ellos preferían el rechazo de los otros y no su indiferencia.
Es más difícil ver los gestos que no son de imitación ni franca
rebeldía, es decir, aquellos orientados a la producción de formas cul-
turales de asimilación-resistencia. Ejemplos de ello son formas de
desvinculación y de revinculación diversas, como el empeño de sa-
car un pueblo adelante, por parte de pobladores residentes o de los
recién llegados en una migración rural-rural, de un sitio a una pa-
rroquia. E n menos casos, la desvinculación estaba marcada por su
migración rural-urbana, hacia villas y ciudades donde una crecien-
te confusión demográfica permitía una mayor libertad y abría la po-
sibilidad de establecer revinculaciones en barrios, en mercados y en
variados oficios.
Honor, reconocimiento, libertad y desacato
i 07
9
Margarita Garrido, Reclamos y representaciones. Variaciones sobre la política
en el Nuevo Remo de Granada, 1770-1815 (Bogotá: Banco de la República, 199.3),
pp. 190-228.
MARGARITA GARRIDO
I 08
10
Lzvetan Todorov, op. cit.,p. 126.
Honor, reconocimiento, libertad y desacato
109
1
' Véase el "Informe del obispo de Cartagena sobre el estado de la religión
y la iglesia en los pueblos de la Costa, 1781", editado por Gustavo Bell Lemus
en Cartagena de Indias: de la Colonia a la República (Bogotá: Fundación Simón y
LolaGuberek, 1991), pp. 152-161.
Archivo General de la Nación, sección Colonia, título Juicios Crimina-
les, tomo 107, folios 853-854.
MARGARITA GARRIDO
I 10
13
Charles Taylor, Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna (Bar-
celona: Paidós, 1996), pp. 227-234.
14
Sobre el papel central de la idea de favor en las relaciones de la sociedad
brasileña del siglo XIX, véase Roberto Schwarz,Ao Vencedoras Batatas (Sao Paulo:
Dos Cidades, 1981), pp. 13-23. Schwarz dedica un excelente capítulo a las "ideas
fuera de lugar", impuestas o adaptadas de Europa, las cuales, una vez sometidas
a la influencia del lugar, tomaban un rumbo particular, generalmente marcado
por ambigüedades, ilusiones e impropiedades, y suscitaban también resistencias
a ellas.
Honor, reconocimiento, libertad y desacato
111
II
16
Malcolm Deas, Aspectos polémicos de la historia colombiana del siglo XIX.
Memoria de un seminario (Bogotá.: Fondo Cultural Cafetero, 1983), p. 149. Edgar
Vásquez, economista e investigador de la Universidad del Valle, ha señalado que
muchos individuos dedicados a pequeños negocios informales, o a lo que hoy se
denomina "rebusque", han expresado que prefieren defender su libertad y vivir
los avalares de su gestión individual antes que aceptar la sujeción a un patrón o
a una empresa. No por ello podemos decir que el rechazo a ser mandado con-
duzca directamente a un espíritu de tipo empresarial, cuya difícil entrada en nues-
tras prácticas ha sido señalada por historiadores.
MARGARITA GARRIDO
II 4
dado el trato que se merecían. El lenguaje usado, tanto por los de-
sacatadores como por ias autoridades desacatadas en defensa de sus
respectivas prácticas, era el delbonor. El sentido del honor regía, en
buena parte, las relaciones con las autoridades. Había pues un cir-
cuito que podríamos llamar economía del honor y la obediencia, cuyo
fluido era altamente explosivo.
De acuerdo con Pierre Bourdieu, el sentido del honor es enten-
dido en las sociedades tradicionales como capital simbólico, acumu-
lado por años, salvaguardado e invertible, y constituye el motor de
"la dialéctica del desafío y la réplica, del don y del contra-don" 17 .
N o sólo lo que se dice o se hace sino, y sobre todo, la manera como
se dice o se hace, los gestos que lo acompañan y las nociones del or-
den a las que responden, tienen que ver con el sentido del honor de
cada individuo. Estos son signos que pueden ser reconocidos y va-
lorados por los demás.
Era en el intercambio cotidiano de desafío y réplica que se ob-
tenía el reconocimiento al honor, se recibía la mirada del otro con su
valoración implícita. Cuando las palabras y los gestos de uno al tra-
tar al otro dejaban ver que no tenía la adecuada visión del indivi-
duo al que se dirigía y de su posición relativa, había una ofensa al
honor. En la sociedad colonial la operación simbólica más impor-
tante de lo público cotidiano era la del reconocimiento que se daban
unos vecinos a otros 18 . Cualquier elemento que significara que el
gobernado no tenía clara la visión de su propia posición ni la de su
gobernante o —al contrario- que el gobernante desconociera estas
19
Paul Veyne, "El individuo herido en el corazón por el poder público", en
Paul Veyne et al., Sobre el individuo. Contribuciones al Coloquio de Royaumont, 1985
(Barcelona: Paidós, 1990), pp. 9-10. El subrayado es mío.
MARGARITA GARRIDO
118
honor con una economía informal del honor apócrifa, falsa. En la eco-
nomía formal del honor, a la prevalencia correspondían la virtud y
el mérito y, por tanto, no sólo el monopolio de la disposición sobre
recursos y sobre gran número de gente, sino también la superiori-
dad moral. En la economía informal del honor, la sola virtud, a pe-
sar de ser mezclado, podía llevar al reconocimiento de la comunidad
y a un cargo. E n términos de psicología política, se puede ver como
un mecanismo por el cual los deseos se adaptan a los medios con que se
cuenta para satisfacerlos . Llegar a un cargo era un reconocimiento
mayor, más amplio, y otorgaba una relativa participación en la ca-
pacidad de disposición sobre personas y unos recursos escasos aun-
que relativamente significativos. Pero entonces solía ocurrir que el
funcionario hacía de su oficina un reino, más o menos pasajero, en
que cobraba a sus semejantes sus propias carencias. Era entonces
cuando su intento de ruptura con la alienación se transformaba en
un cerramiento al otro, en una enfermedad de querer ser por enci-
ma de los otros, en un caso particular de inseguridad.
Estos fueron recorridos tempranos. Búsquedas retorcidas y tor-
mentosas de identidad, nociones muy irritables de honor y libertad
que dependían de la mirada del otro, la temían y la espiaban, inse-
guridades profundas del ser, rasgos que se convirtieron en una pa-
tología de la identidad y gravitan de diversas maneras en nuestra
memoria. Pero también invención creativa de solidaridades —como
la del vecindario, o la de la pertenencia a una unidad patriarcal-,
que permitían definir el estatus en términos que, si bien no carecían
de connotaciones sociales y étnicas, las relativizaban. Y formas de
revancha que no dejaban de tener una aspecto positivo de control
de los excesos de los notables.
20
Jon Flster, op. cit.,p. 15.
Honor, reconocimiento, libertad y desacato
119
III
21
Citado por Alvaro Tirado Mejía, "La violencia en Colombia", en revis-
ta Historia y Sociedad, N" 2 (Bogotá: Universidad Nacional, 1995), pp. 115-128.
Honor, reconocimiento, libertad y desacato
i 2 i
do dicha a no seguir las reglas, pensar que son para otros, preten-
der siempre la excepción. Al extremo, ese sentido honor-gloria y li-
bertad tan asociable a la insurgencia crónica. Y el honor dicho como
respeto que trae el poder logrado por la violencia: el honor de los
grupos fuera de la ley. Y todas las violencias que en alguna forma
son respuestas, sobre todo juveniles, a la descalificación existencial
o al rechazo. El desconocimiento abierto o soslayado de las autori-
dades locales por su calidad étnica no ha dejado de presentarse,
aunque comúnmente se acepte que en nuestra sociedad la política
no ha sido esfera exclusiva de los notables.
La idea del honor tiene ahora, fuera de su tiempo, aún más usos
contradictorios en discursos y en prácticas. El honor de no ser in-
dio o no ser negro según las regiones, el honor de serlo en otras, el
honor de ser bueno o de los buenos, el de no serlo, el de estudiar
para ser alguien y el de medrar por fuera de las instituciones, el de
cumplir compromisos como un caballero y el de burlar la autori-
dad. E n algunas culturas regionales ser pobre es deshonra. E n casi
todas, ciertos consumos se hacen para obtener reconocimiento. Y
por supuesto, el honor sigue ocupando, como lo ha mostrado Vir-
ginia Gutiérrez de Pineda, un lugar central en discursos y prácti-
cas de la familia patriarcal 22 .
En nuestra sociedad conviven, desde hace mucho tiempo, for-
mas de reconocimiento propias de una sociedad tradicional, basa-
das en la conformidad con el orden, con formas de reconocimiento
propias de sociedades modernas, que premian la trayectoria indi-
vidual. Por supuesto, las formas no son las mismas.
Ute Seydel
Iturbide y la independencia...
¡Mexicanos! Habéis ganado ya padres y padrastros, yo os
doy Independencia, pero os dejo sin madre... ¡patria!
Magu, "La nación y sus símbolos"1
Introducción
4
Jean Franco, "Lhe Nation as Imagined Community", en Aram Veeser
(ed.), The New Historicism (New York/London; Routledge, 1989), pp. 204-212.
5
B. Anderson, ibid,p. 27.
6
B. Anderson, ibid.,p. 84.
' Ejemplos de estados nacionales tardíos son Italia y Alemania. Fue ape-
nas en 1866 cuando este último logra configurarse como tal, al no incluir final-
mente el territorio de la actual Austria en el proyecto de la nación alemana: B.
Anderson, ibid., p. 80.
¿La corona hace al emperador?
125
tintas razas y los grupos sociales, así como a dar ejemplos de rela-
ciones amorosas entre los diferentes sectores de la sociedad que an-
teriormente se encontraban en conflictos bélicos. Además, la novela
del siglo XIX trata de colaborar en la empresa de echar un puente
entre la población rural y la urbana, entre los diversos grupos so-
ciales y étnicos, a través de discursos pedagógicos y éticos. Estos
se dirigen en especial a las mujeres, como educadoras de los futu-
ros ciudadanos y patriotas. La novela del siglo pasado presenta asi-
mismo un cuadro de las costumbres, condiciones de vida y formas
de vestir de los dispares sectores de la sociedad. Por último, los per-
sonajes ficticios proponen y discuten a lo largo de la novela los di-
ferentes modelos de formación del estado-nación.
14
Rosa Beltrán, La corte de los ilusos (México: Planeta/Joaquín Mortiz,
1995), p. 9. A continuación, las citas tomadas de la novela de Rosa Beltrán se in-
dicarán únicamente por medio de los números de las respectivas páginas.
15
Al confeccionar la mortaja, Henriette sentencia que la muerte de Iturbide
se debe úfoisgras (p. 257), metáfora de la soberbia y la ambición desmesurada
del emperador.
OTE SEYDEL
I30
Conclusión
•34
16
D. Sommers, ibid., p. 72. La traducción es mía.
1
' Las oraciones que introducen el primer y el último capítulo de la novela
de Rosa Beltrán retoman el discurso positivista con las palabras: "Para hacer las
cosas no hay más que hacerlas" (p. 9) y "Para hacer las cosas no hay más que
poner manos a la obra" (p. 255). A la vez, se parodia el discurso positivista ya
que en la novela forma parte de la idiosincrasia de una costurera y no de un filó-
sofo o gobernante.
¿La corona hace al emperador?
r
35
lf<
La falta de autoridad y la resistencia a externar una verdad histórica se
halla presente en numerosas novelas contemporáneas, comoLúmperica, de Día-
mela Eltit; Maldito amor, de Rosario Ferré; Cien años de soledad, de Gabriel García
Márquez, etc.
UTE SEYDEL
I36
1
Los autores agradecen en especial a Carlos Rincón, Jesús Martín Barbe-
ro, Fabio López de la Roche y Luz Gabriela Arango, organizadores del Semina-
rio, y a la Universidad Nacional por el patrocinio de la investigación que se han
propuesto realizar en un término de tres años.
GABRIEL RESTREPO Y SANTIAGO RESTREPO
138
ron desde entonces las más diversas formas, hasta conciliar en al-
gunos casos dicha divulgación universal con el reconocimiento de
la distinción social (Revel, 1989).
Sin embargo, la sola predicación de una urbanidad, así sea con
pretensión universalista, supone la supresión de ciertas conductas.
El mismo Erasmo ya decía en su libro de 1530 De civilitate morum
puerilum: "Aunque el comportamiento externo procede de un ánimo
bien compuesto, suele suceder que a causa de la falta de instrucción
lamentemos la ausencia completa de esta gracia en hombres cultos
y honrados" (Elias, 1994: 101). Con esto se nos dice que hombres
poseedores de virtud moral pueden carecer de modales que sean
merecedores de aprecio. Erasmo supone así que la moral es previa
a las apariencias. Error común que olvida que la inculcación de los
valores se da gracias a las formas de comportamiento (Sponville,
1993), que también son el primer paso, bien sea vacío, de acuerdo
humano de intercambio de signos (Lucchesi-Belzane, 1993). Igual-
mente, nos dice que, a pesar de ser cultos y honrados; debemos aco-
gernos a unas normas diferentes de las que tenemos, que nos serán
dictadas por una autoridad superior.
El estudio del Manual de urbanidad de Carreño, de gran éxito
en Latinoamérica por mucho tiempo, pretende dar indicios del mo-
do en que se manejan tales tendencias y descubrir, además, los tra-
tos un tanto más sutiles que se proponen del individuo y la cultura.
Por ejemplo, dicho Manual, injerto de las dos tradiciones mencio-
nadas, anuncia que la "urbanidad es una emanación de los deberes
morales" (Carreño, 1966: 33) y, a su vez, del orden divino (Carre-
ño, 1966: 5, 11). La urbanidad se convierte en el referente univer-
sal, pero terreno, de lo que es correcto. El hombre busca a toda costa
amoldarse a ella (Carreño, 1966: 42), pero luego, en sociedad, debe
tenerse "especial cuidado en estudiar siempre el carácter, los senti-
La urbanidad de Carreño o la cuadratura del bien
l
39
los antes excluidos del discurso: las mujeres, los niños y los pobres,
aquellos quienes desde la Política de Aristóteles eran ponderados
como mera naturaleza susceptible de la doma por quienes eran de-
positarios del saber miliciano y armado de lapolis.
Como sea, baste indicar que después del Catecismo de Astete,
que data de 1599 y que es acaso el mayor éxito editorial de Améri-
ca Latina, con más de 600 ediciones (Ocampo, 1988), seguiría
quizás en orden de importancia editorial el Manual de urbanidad y
buenas maneras, de Manuel Antonio Carreño, publicado por prime-
ra vez en 1853 por entregas. E n Colombia hay más de 40 edicio-
nes. En México otras tantas, amén de que su influencia fue notoria:
"Así, la estricta codificación de maneras y de pensamientos, elMa-
nual de Carreño, que se consulta crédulamente por cerca de seten-
ta años: 1860-1930 aproximadamente" (Monsiváis, 1991, p. IX) .
Y queda por saber qué tanto se publicó el Manual en otros países.
Pero que era y es conocido en toda América Latina se deduce
por algunos datos. En Perú hay un grupo punk que se denomina
No Queremos a Carreño. En Chile, cuando alguien ha cometido
una falta de urbanidad, por benigna metonimia se dice que "se le
cayó el Carreño". Se trata de dos países en los cuales la aristocracia
tuvo notable peso histórico, pero otro tanto debió ocurrir en Boli-
via o en Argentina, en Uruguay o en Paraguay.
La influencia del Manual de urbanidad'no es sólo decimonónica.
Aún sigue operando como una especie de control remoto en Co-
lombia, no obstante lo caduco y risible de muchas normas. Basten
dos ejemplos. Primero, la discusión sobre la convivencia urbana,
liderada por un alcalde inspirado en teorías habermasianas y cons-
tructivistas de la educación, partió en muchos aspectos delManual
de Carreño. Segundo, no hace mucho, cuando una sala de la Corte
Constitucional quiso cerrar el debate sobre la inviolabilidad de la
GABRIEL RESTREPO Y SANTIAGO RESTREPO
I 42
Borges hizo suya una célebre expresión en la. Historia del tango:
"Si me dejan escribir las canciones de un pueblo, no importa quién
haga las leyes" (1974: 164). Una urbanidad tramada en una clave
musical explicaría por qué el tratado de Carreño se impuso sobre
muchísimos otros, y demostraría el peso de lo estético en las men-
talidades o los imaginarios de América Latina, algo que el histo-
riador Rafael María Baralt había advertido ya hacia 1841 cuando
afirmaba que la música "es afición y embeleso irresistible del vene-
zolano" (1939: 453).
La segunda función delManual suscita antipatía: propone un sis-
tema de clasificación, por tanto, de discriminación, que sustituía la
limpieza de sangre y los signos epidérmicos de discriminación ét-
nica de la pirámide de castas, ya muy parda, por un comportamiento
que se pensaba universal, pero que era, por supuesto, eurocentrista.
Este giro taxonómico tiene por supuesto dimensiones progre-
sistas, que la misma genealogía de los Carreño ilustra, puesto que
el iniciante de ella, el padre de Manuel Antonio, fue hijo expósito,
es decir, lo que de modo eufemístico se llamaba hijo natural.
También habrá que insistir en que, aunque escrita, la urbani-
dad diseña un escenario que es ante todo guía para el ojo (la pose,
el traje, el modo), casi un guión cinematográfico, lo cual se aviene a
formas de socialización orales y visuales, puesto que las escrituras
(en su acepción notarial y bíblica) fueron un instrumento de expro-
piación y de mando eclesiástico y civil, pero no medio privilegiado
de informar al pueblo sobre elsocius, algo que era enseñado o, me-
jor, mostrado por la semántica de la arquitectura, los paramentos,
los caballos, los ritos, las fiestas, las comidas, los trajes y los modos.
E n el fondo, la urbanidad trasluce una mirada estrábica, es
decir, bizca (versada o vuelta, según la etimología). El que puede
ser considerado como síndrome del estrabismo ha sido captado en Co-
La urbanidad de Carreño o la cuadratura del bien
M5
Bibliografía
•54
están por explorar los valores semánticos de casi todo lo que atañe
a nuestro arsenal de recursos corporales.
El conjunto de recursos éticos gira alrededor de los principios
de hispanidad, catolicismo e higiene. Sencillez, rigor, franqueza, aus-
teridad y dignidad son valores del comportamiento del caballero y
la dama españoles, que se combinan con las virtudes católicas mo-
rales —prudencia, justicia, fortaleza y templanza— y las de los cuer-
pos gloriosos: claridad, impasibilidad y sutileza. Finalmente, los
atributos de la higiene provienen del aseo y la disciplina, así como
de la aplicación de otras virtudes, como la contención y la tempe-
rancia, o son reformulaciones de las virtudes retóricas y católicas.
Las virtudes de la estética, bien sea que se empleen para juzgar
el comportamiento, las maneras, el vestir o la conversación, proce-
den de la retórica -decoro (decorum), claridad (perspicuitas), pureza
(puritas), adorno iprnatus)—, y nótese que al menos la pureza y la
claridad podrían alinearse igualmente al lado de la higiene. Sobre
el valor preciso que reciben estas cualidades, es imposible dar la úl-
tima palabra: son, por excelencia, objeto de redefinición constante
y, con ello, herramientas predilectas para construir y sostener siste-
mas de distinción que, en la práctica, se refieren a elegancia, buen
tono, discreción, armonía, sensibilidad, etc.
Tanto los ideales de progreso y de la nación como los de la fe-
licidad o del orden estésico recurren a una serie de propiedades físi-
cas y económicas que utilizan a menudo los discursos de la higiene,
la cultura física, la pedagogía y la sensitividad: fuerza, resistencia,
movimiento, producción, rendimiento, eficiencia, circulación, cons-
tancia, velocidad, tenacidad, vigor e intensidad son designaciones
que miden el buen desempeño del ciudadano y el de la nación o la
ciudad, y permiten calificar y clasificar los matices hiperestésicos en
el cuerpo y las propiedades del carácter y de la racionalidad.
ZANDRA PEDRAZA GÓMEZ
I 66
Bibliografía
1
Agradezco al Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana que me
permitió consultar su archivo sobre Fernando Ortiz. Mi honda gratitud a Cris-
tian Roa de la Carrera y a Carlos Rincón por el diálogo sostenido sobre este tema
y por sus muchas sugerencias críticas.
2
Para una discusión detallada y documentada de la recepción de Ortiz y
de la genealogía de la transculturación, véase el reciente prólogo de Fernando Co~
ronil a la reimpresión de la traducción inglesa del Contrapunteo.
~ Para mayores datos, véase la Cronología de Fernando Ortiz, elaborada por
Araceli García Carranza, Norma Suárez Suárez y Alberto Quesada Morales.
ARCADIO DÍAZ Q U I Ñ O N E S
'74
4
Cabrera, uno de los fundadores del Partido Liberal Autonomista de Cuba,
es autor del libro Cuba y sus jueces (1887). Fundó en Nueva "ibrk la revista polí-
tica, literaria y cultural Cuba y América (1897-1898; La Habana, 1899-1917), en
la que Ortiz llegó a colaborar. Cabrera fue, además, miembro fundador de la
Academia de la Historia de Cuba (1910).
Fernando Ortiz y Alian Kardec: transmigración y transculturación
'75
5
Mientras ocupaba su puesto consular en Genova, entre 1902 y 1905, Ortiz
fue discípulo de los criminalistas Cesare Lombroso y Enrico Ferri. Ortiz se ins-
cribió con orgullo en la línea de herencia intelectual de Lombroso, como ya ha
sido señalado por la crítica. Su primer gran tema fue precisamente la marginali-
dad, la "mala vida" y los fenómenos religiosos. Procuró delimitar un objeto cien-
tífico, el "hampa afrocubana" o los "negros brujos", que contribuyó también al
desarrollo de los estudios etnográficos y criminológicos en Cuba. Además, re-
sulta muy significativo que fue en la revista de Lombroso, úArchivio di Psichia-
tría, Neuropatologia, Antropología Crimínale e Medicina Légale, donde Ortiz publicó
primero, en italiano, los artículos que forman el libro: "La criminalitá dei negri
in Cuba", "Superstizione criminóse in Cuba" e "11 suicidio fra i negri". Después,
su libro fue prologado por Lombroso. Lodo ello es parte de las relaciones inte-
lectuales con los centros metropolitanos. Durante las últimas décadas del siglo
XIX se dio una extraordinaria actividad en Europa dirigida a reformar los siste-
mas penales. El debate involucró a médicos,filósofos,juristas y abogados progre-
sistas, quienes crearon las bases para una reforma penal sustentada en el saber
criminológico. En ello tuvo una gran importancia el libro de Lombroso, Euomo
delinquente (1876; 1878), fundamentado en el estudio de reclusos en las cárceles
italianas, en el cual explicaba la criminalidad por la "regresión" hereditaria y tam-
bién por ciertas enfermedades, como la epilepsia. Este libro generó un extenso
debate en torno a las nociones de "atavismo", las determinaciones genéticas de la
ARCADIO DÍAZ Q U I Ñ O N E S
I 76
8
En otro trabajo habría que estudiar los problemas más amplios de la re-
cepción de Kardec en el campo intelectual de lengua española. Kardec fue profu-
samente traducido y publicado en España y América durante el sigloXIX, en gran
medida gracias a la labor de la Sociedad Barcelonesa Propagadora del Espiri-
tismo. Aunque se trataba de lecturas populares, el espiritismo se extendió pode-
rosamente en los círculos intelectuales de América. (Véase, por ejemplo, el libro
de David Hess sobre el caso brasileño, Spirits and Scientists; para el caso cubano,
véase, de Aníbal Arguelles e Ileana Hodge, Los llamados cultos sincréticos y el espiri-
tismo). Del mismo modo, sería importante situar a Ortiz en el contexto de la gue-
rra racial de 1912 en Cuba contra el Partido Independiente de Color, cuando los
veteranos negros de la guerra de Independencia reclamaron su propio espacio
político y fueron duramente reprimidos (el libro de Aliñe Helg, Our Rightful
Share, incluye un estudio de las "fuentes" periodísticas de Los negros brujos en la
etapa previa a esta guerra).
ARCADIO DÍAZ Q U I Ñ O N E S
I78
Ortiz no sólo fue lector de Kardec, sino que además dedicó par-
te de su actividad intelectual al espiritismo. La filosofía penal de los es-
piritistas, un trabajo que se originó a partir del discurso inaugural que
Ortiz presentó en la Facultad de Derecho de la Universidad de La
Habana en 1912, se publicó primero en la Revista Bimestre Cubana,
en 1914. Hay una edición de 1915 de La Habana (el mismo año
en que publica Eos negros esclavos y La identificación dactiloscópica: es-
tudio de policiología y derecho público). El libro tuvo una difusión nota-
ble. Hay otra edición española de 1924, en la Biblioteca Jurídica de
Autores Españoles y Extranjeros. Y luego hay una edición en Bue-
nos Aires de la Editorial Víctor H u g o , en la serie Filosofía y Doc-
trina. En 1919, Ortiz dio, a petición de la Sociedad Espiritista de
Cuba, una conferencia titulada "Las fases de la evolución religiosa".
En el Teatro Payret de La Habana, Ortiz expresaba su simpatía por
el espiritismo:
9
Fa formación de Ortiz, por una parte, coincidió con el contexto del "des-
cubrimiento" imperialista de África, el darwinismo social, la modernización de
los sistemas de control y vigilancia, el desarrollo de la criminología como cien-
cia, y con la mezcla de esteticismo y violencia que caracterizó la apropiación del
mundo "primitivo" en la modernidad. Para Lombroso, en el marco general del
darwinismo, el concepto de atavismo postulaba una regresión a una condición
primitiva. El término viene del latín: atavus, ancestro. Era un salto atrás. En el
crimínale nato Lombroso hallaba ciertas cualidades físicas y sobre todo una falta
de moral. Lombroso postulaba como solución, por un lado, la pena de muerte;
por otro, la reforma que transformaría los factores ambientales en el criminal.
ARCADIO DÍAZ Q U I Ñ O N E S
182
Los negros trajeron con sus cuerpos sus espíritus [...] pero no sus
instituciones, ni su instrumentarlo [...]. No hubo otro elemento
humano en más profunda y continua transmigración de ambien-
te, de cultura de clases y de conciencias. Pasaron de una cultura
a otra más potente, como los indios; pero éstos sufrieron en su tie-
rra nativa, creyendo que al morir pasaban al lado invisible de su pro-
pio mundo cubano; y los negros, con suerte más cruel, cruzaron el
mar en agonía y pensando que aún después de muertos tenían que re-
pasarlo para revivir allá en África con sus padres perdidos... ["La cu-
banidad", pp. 11-12).
rafia
Introducción
1
Alain Toumnt, América Latina, política y sociedad (Madrid: Espasa-Calpe,
1989), p. 89.
La formación de la cultura política de la exclusión
197
El intelectual decimonónico
2
Esta ponencia se basa en mi ensayo inédito titulado "La formación inte-
lectual de Manuel Ancízar (1811-1851)".
GILBERTO LOAIZA CANO
198
4
José María Samper, Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición so-
cialde las repúblicas colombianas (París: Imprenta de E. Thunot, 1861), pp. 186-187.
Sobre el pensamiento político excluyente de Samper, véase: Alfredo Gómez Mu-
llen, "Las formas de la exclusión", en revista Gaceta (Bogotá: Colcultura, agosto
de 1991).
GILBERTO LOAIZA CANO
202
6
Elke Nieschulz de Stockhausen, "Los periodistas en el siglo XIX, una
élite", en Anuario, N° 1 (Táchira: Universidad Católica, 1982), p. 239.
La formación de la cultura política de la exclusión
203
' José María Vargas tuvo gran influencia en el régimen de Páez y fue du-
rante el lapso de 1837 a 1839 presidente de Venezuela, en un agitado paréntesis
civil del caudillismo militar. Santos Michelena fue, entre tanto, un hábil diplo-
mático y por mucho tiempo ministro de Hacienda.
GILBERTO LOAIZA CANO
204
8
Manuel Ancízar, "El Liceo Venezolano", en El Siglo (Valencia: s. d., ene-
ro 28 de 1842).
La formación de la cultura política de la exclusión
205
La soberanía de la razón
9
Sobre esta generación de intelectuales en Francia, véase el estudio del so-
ciólogo Pierre Rosanvallon tituladoLí moment Guizot (Rrís: Editions Gallimard,
1985).
La formación de la cultura política de la exclusión
207
11
M. Ancízar,op. cit,pp. 302-303.
12
M. Ancízar, "Lecciones de moral", manuscritos conservados en el Ar-
chivo Ancízar.
GILBERTO LOAIZA CANO
2 10
13
Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, Sala Cubana, Manuscritos Vi-
dal Morales, T.V., N° 43.
14
Sobre el nacimiento del Liceo Venezolano y la consiguiente campaña en
favor de la biblioteca nacional, véase tlCorreo de Caracas, desde octubre de 1840
hasta febrero de 1841.
La formación de la cultura política de la exclusión
21
3
•9-
Luz Gabriela Arango
Memorias de un encuentro
•13 •
Gabriel Restrepo
Jaime Eduardo Jaramillo
Exordio a modo de planisferio sobre el libro
PRIMERA PARTE
Atlas culturales
•33 •
•62 •
Nelly Richard
Políticas de la memoria y técnicas del olvido
SEGUNDA PARTE
Historia cultural y modernidad
•89 •
Carlos Monsiváis
La Virgen de Guadalupe
y la formación del canon popular
•99 •
Margarita Garrido
Honor, reconocimiento, libertad y desacato:
sociedad e individuo desde un pasado cercano
•122 •
Ute Seydel
¿La corona hace al emperador?
La corte de los ilusos, de Rosa Beltrán
•137 •
Gabriel Restrepo
Santiago Restrepo
La urbanidad de Carreña
o la cuadratura del bien
• 149 •
Zandra Pedraza Gómez
La cultura somática de la modernidad.
Historia y antropología del cuerpo en Colombia
• 172 •
Arcadio Díaz Quiñones
Fernando Ortiz y Alian Kardec:
transmigración y transculturación
•196 •
Gilberto Loaiza Cano
La formación de la cultura política de la exclusión
en América Latina durante el siglo XIX
TERCERA PARTE
Poder, representación y violencia
•217 •
María Cristina Rojas de Ferro
Civilización y violencia:
la lucha por la representación
durante el siglo XIX en Colombia
•247 •
Myriam Jimeno
Identidad y experiencias cotidianas de violencia
•276 •
Jorge Iván Bonilla
María Eugenia García
Espacio público y conflicto en Colombia.
E l discurso de prensa sobre la protesta social:
E l T i e m p q 1987-1995
COLABORADORES
•311 •
¿2
Este libro, primero que recoge
las ponencias presentadas en el coloquio
TEORÍAS DE LA CULTURA Y ESTUDIOS DE COMUNICACIÓN
EN AMÉRICA LATINA,
ESTUDIOS
SOCIALES
MkW&m BE CIENCIAS