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Napoleón invade primero Portugal y luego España provocando el derrumbe de sus imperios. La
corte portuguesa se refugió en Brasil que logró escapar protegida por los ingleses (porque
también tenían conflicto con Francia) ya que garantizo la unidad y legitimidad del rey en la
colonia. Y los españoles no tuvieron misma suerte, en cambio el monarca español provoco un
vacío de poder (decapitación) en América hispánica. Napoleón encarcelo al rey Carlos 4 y a su
hijo Fernando Séptimo y ya había entregado el trono. Y pone a su hermano José Napoleón al
trono. En España se organizó una resistencia formando una junta en Cádiz que reclamo
obediencia a sus súbditos americanos. Con la llegada tardía de las noticias de la caída del rey
se plantean 2 cuestiones en Hispanoamérica, se cran juntas (órganos políticos para ejercer la
autoridad) ejemplo caracas y buenos aires. La otra fue que se asumía el poder en forma
transitoria en nombre del rey(Hispanoamérica) no pretendían abandonar salvo algunos casos.
Los criollos tenían en claro que tenían la oportunidad de recuperar su autonomía. Muchas
juntas cancelaron el monopolio comercial con España permitiendo el comercio con otros
países. En Cádiz se organiza una junta para crear una constitución con representantes de los
diversos sectores de Hispanoamérica (no asistieron Rio de la Plata y Venezuela) esta
constitución en principio fue tomada con agrado por los criollos por alguna cuestiones
(beneficio ciudadanía de indios y mestizo, abolición de trabajos forzados y la inquisición) pero
también era muy centralista ya que los criollos no encontraban dcho de representación y de
acceso a los cargos publicos, solo se especializaba la elite española. LA guerra de la
independencia: derrotado los franceses y de nuevo Fernando 7 en el trono declaro nula la
constitución de Cadiz restauro el absolutismo, traicionando las expectativas y además los
persiguio. En lo que fue America ordeno el envio de tropas para estblecer el orden y
obediencia en Venezuela obligo a la fuga del ejervito de Bolivar tambiem a Rio de la plata en
donde los criollos habian proclamado en 1810 la primera revolucion(rey preso) y la indepencia
de 1816 y quedaron fuera de los ejercitos del Rey. Desde estos territorio se inicio la guerra por
la independencia americana contra la dominacion Española que finalizo con la batalla de
Ayacucho en 1824. Dos militares llevaron a su termino la guerra de la independecia con
muchos obstaculos de clima Simon Bolivar que guia la liberacion de Colombia y
Venzuela(actuales) y se dirigio a Ecuador y Peru y Jose de San Martin que partio del Rio de la
Plata tras su independencia atraveso los Andes libero Chile y Peru proclamando su
independecia aunque no derroto a los españoles por completo. Ambos militares se
encontraron en Guayaquil uniendo ambos ejercitoa contra los españoles y a pesar sus diferet
pensamientos tenian el mismo objetivo se unen y los vencen . San Martin vuelve al Rio de la
plata y Bolívar dirige el ultimos asalto contra los españoles en las cierras peruana logrando el
exito. Asi es como finaliza el imperio Español en America del Sur.
Los caminos de la independencia: salvo cuba y puerto que seguirían dependiendo de españa.
La independ de Iberoamérica no fue lineal. En algunos casos no insistio la violencia entre
castas pero fue largo violento y destructivo. Muy peculiar fue la indep de Brasil en 1822 donde
se quiso imponer el centralismo de Portugal con hostilidad de las elites brasileñas (se oponian)
(el antiguo rey). Se trato de un proceso pacifico distinto a las hispánica. En cambio, en América
hispánica en la parte meridional hubo largas campañas militares. En México de quien dependía
toda américa central se dio el nacimiento de una junta local quien formo un ejército de
campesinos indígenas y mestizos a luchar con los españoles. Sin lograr derrotar a los españoles
Iturvide intento estar como emperador, pero fue rechazado por España. Fue derrocado y se
instauro armaron la república. //La doctrina Monrrou es una doctrina para ponerse a la cabeza
de todo para obtener la comercialización los de estados unidos///después de independizarse
empezaron las luchas internas por poder e ideales políticos.
Las constituciones
A mediados del siglo XIX, no quedó a las repúblicas más que fundar una legitimidad nueva,
basada sobre el principio liberal por excelencia: la soberanía del pueblo. Un principio que
encontraba en la Constitución su expresión lógica; de hecho, no hubo gobierno que no lo
invocara como fundamento de su legitimidad, hasta el punto que, en un mismo país, diversas
constituciones se sucedieron una a otra con un alto grado de frecuencia. Esto ocurría mientras
el poder real, no formal, se organizaba por fuera de aquellas constituciones, se fragmentaba y
ruralizaba, es decir, mientras la autoridad política caía en manos de los caudillos, jefes políticos
y militares que estaban en condiciones de ejercer sobre un territorio determinado; y mientras
esa autoridad abandonaba las ciudades, como si fuesen simulacros vacíos de instituciones
imposibilitadas de imponer sus leyes a los potentados de provincia y de las áreas propiamente
rurales, comenzaba la estancación de los intercambios comerciales con el exterior. En cuanto
reacciones al absolutismo español y al temor de que una nueva tiranía lo reemplazara, esas
primeras constituciones no se limitaron a introducir las libertades civiles individuales y abolir
algunos de los legados corporativos, como la esclavitud y los impuestos a las comunidades
indias, sino que, además, previeron un poder ejecutivo débil, parlamentos con poderes
amplios, estados federales y un extendido derecho al voto. Una nueva ola postuló la necesidad
de adaptar el principio liberal de la Constitución a las tradiciones y realidades sociales locales,
sobre las cuales prevaleció el juicio amargo y pesimista que ya observamos en Simón Bolívar.
No por azar las nuevas constituciones atendieron mucho más al orden que a las libertades,
limitaron el acceso al voto sobre la base del censo y dejaron olvidadas las ambiciones de
limitar el poder eclesiástico (iglesia participa. Establecieron gobiernos fuertes y estados
centralistas, bajo cuyo peso sucumbió el entusiasmo federalista de los primeros años de vida
independiente. Sin embargo, esto no bastó para volverlos más eficaces que los precedentes,
sino por breves períodos durante los cuales algunas áreas -con Venezuela, Chile y la vasta
provincia de Buenos Aires bajo la férrea dictadura de Juan Manuel de Rosas- vivieron
momentos de relativa estabilidad. Aun bajo la jurisdicción de aquellas constituciones, en la
mayoría de los casos el poder político fue ejercido por caudillos, es decir, por jefes políticos. el
caudillo garantizaba protección a cambio de lealtad, prebendas a cambio de obediencia.
Todos los nuevos estados y las viejas unidades administrativas de la era colonial se deshicieron
en mil pedazos. Una vez derrocado el rey, cada territorio o ciudad con peso propio se adueñó
de su soberanía o retomó la posesión de lo que consideraba una libertad antigua que le
correspondía apenas estuviera disuelto el pacto con el soberano, de la cual ningún otro
territorio, podía declarar vocación hereditaria. Fue así que en 1840 se disolvió la
Confederación Centroamericana nacida en 1823, y de sus ruinas surgieron los estados de
Guatemala, Honduras, Salvador, Nicaragua y Costa Rica. La Gran Colombia soñada por Bolívar y
nacida en 1819 se disolvió en 1830 y dejó la vía libre al nacimiento de Colombia, Venezuela y
Ecuador. En tanto, el Virreinato del Perú perdió Chile y Bolivia, cada una de las cuales formó un
estado independiente. Por último, las Provincias Unidas del Río de la Plata se disgregaron y la
Argentina fue incapaz de mantener junto a sí al Paraguay ni impedir el nacimiento del
Uruguay. Además de estar enfrentados y de no contar con fronteras precisas (fuente de
añosos conflictos y tensiones), desde un primer momento los nuevos estados se vieron
surcados por profundos desgarramientos, cada uno por motivos singulares, aunque en el
fondo todos guardaran similitudes. En verdad, de un modo u otro todos fueron presa de
conflictos entre el centro y la periferia, la costa y el altiplano, el puerto y el interior, entre una
ciudad y otra. Los ejemplos son múltiples: el de México tironeado entre centralistas y
federalistas; el de Colombia y sus ciudades en perpetua guerra; el del Perú y sus guerras civiles;
el de la Argentina y la insanable rivalidad entre Buenos Aires y las provincias del interior son
sólo algunos.
las excepciones son raras, pero significativas. La primera es la de Brasil, donde la unidad
política y territorial fue puesta a prueba por numerosas rebeliones que se alzaron en los
márgenes de su inmenso territorio, y donde, con el tiempo, la monarquía perdió terreno ante
la ascendente oposición republicana.
Otra excepción importante fue la de Chile, porque encontró un largo período de estabilidad y
consolidación institucional, debido a la homogeneidad de sus elites y a la concentración
geográfica en lo que por entonces era un territorio bastante más reducido que el actual, y a la
que se sumaron después los preceptos autoritarios de la Constitución de 1833, Chile asentó,
las bases institucionales de un estado unitario.
México: un caso extremo Ningún caso es tan emblemático de los dilemas en los cuales
América Latina se vio entonces envuelta como el de México en las décadas posteriores a la
independencia, y esto, en especial, por dos razones. A propósito de la primera razón, no
sorprenderá que en México los conflictos entre liberales y conservadores se volvieran más
radicales y violentos que en otras partes. El prestigioso líder del liberalismo mexicano fue
Benito Juárez, inspirador desde 1855 de La Reforma, un conjunto de leyes dirigido a demoler
los privilegios de la iglesia -de la cual confiscó las propiedades-, a laicizar la educación pública y
a promover la economía de mercado, liberándola de las trabas corporativas. Benito Juárez y las
Leyes de la Reforma. México, Colección de la Biblioteca Digital del Bicentenario. Estos
objetivos fueron perseguidos también por medio de la abolición de las comunidades indias,
sobre la base de la idea -que después se reveló ilusoria- de que, adquiriendo individualmente
las tierras, los indios se transformarían en propietarios independientes y en ciudadanos iguales
a todos los de la nueva nación mexicana. En contra de tales leyes, condensadas en la
Constitución liberal de 1857, se levantaron los conservadores, en auxilio de los cuales, después
de años de violenta guerra civil, intervino Napoleón IlI, quien en 1864 impuso a Maximiliano de
Habsburgo en el trono mexicano, creado para este propósito. Dicha medida indujo a Juárez a
buscar el apoyo de los Estados Unidos, irritados por la afrenta francesa a la Doctrina Monroe,
precisamente cuando estaban en plena Guerra de Secesión. Finalmente, los franceses
abandonaron el país, el Habsburgo no logró mantenerse en el poder y fue fusilado, y Juárez
volvió a la presidencia en 1867; ejercía el cargo cuando murió cinco años más tarde, sin poder
decir que había pacificado el país.
Por lo que toca a la segunda razón -la proximidad a los Estados Unidos-, esta signó desde
entonces la historia mexicana más a fondo que la de cualquier otro país de la región. En 1845,
cuando el gobierno estadounidense buscó anexar Texas, territorio mexicano que se había
proclamado independiente en desafío al gobierno de la Ciudad de México, se desencadenó la
guerra entre ambos países. El enfrentamiento puso de manifiesto el contraste entre la fuerza
vibrante de los jóvenes Estados Unidos y la intrínseca debilidad de un México desgarrado por
mil conflictos, finalmente causa de su derrota. En 1848, cuando concluyó, también significó el
tránsito a la soberanía estadounidense de inmensos territorios antes mexicanos, entre los que
se cuenta California, Nuevo México, Colorado y Arizona, con lo que los Estados Unidos se
allanaron la vía hacia el océano Pacífico, dejando abierto un gravoso conflicto contencioso con
su vecino del sur.
En las últimas décadas del siglo XIX, en América Latina se crearon las condiciones para una
profunda transformación política, económica, social y cultural. En líneas generales, la
transformación consistió en el inicio de un largo período durante el cual se consolidaron las
estructuras de los estados-nación y se atenuó el caudillismo; se produjo el boom de la
economía de exportación de materias primas hacia los mercados europeos; los ferrocarriles
comenzaron a surcar los inmensos espacios latinoamericanos, favoreciendo la movilidad
territorial y social; y millones de inmigrantes europeos llegaron a las costas latinoamericanas
revolucionando la composición demográfica de algunos países. En los regímenes liberales que
se establecieron en varios países se produjo una momentánea tregua en la antigua disputa
entre las ideologías irreconciliables de liberales y conservadores. Sin embargo, El nacimiento
del estado moderno hizo que los elementos que habían causado inestabilidad política y
estancación económica en las primeras décadas posteriores a la independencia comenzaron a
desaparecer hacia fines de siglo. se inició un largo período de crecimiento, y a consolidarse las
modernas estructuras del estado-nación, en las décadas entre los siglos XIX Y XX la región
ingresó en un proceso de modernización, del cual ningún país quedó excluido con intensidades
tan diversas de un lugar a otro tanto en términos de crecimiento y desarrollo económicos
como de consolidación política, de riqueza y dinamismo culturales. Así, algunos países
quedaron a la cabeza -la Argentina el primero de todos, y México, Brasil y Chile
inmediatamente después- y muchos otros, en especial en el área andina (incluidos Colombia y
Venezuela) y en América Central, quedaron por detrás, presos aún de la violencia y el
caudillismo. En términos generales, por primera vez los gobiernos se vieron en situación de
imponer la ley sobre el territorio nacional entero garantizando la unidad política. En este
sentido, por primera vez en América Latina cobraron forma estados modernos, el ejercicio del
monopolio legal de la violencia, a través de la profesionalización de los ejércitos nacionales, la
creación de una administración fiscal, judicial y escolar nacional, recaudar impuestos, impartir
justicia, formar ciudadanos y construir la nación a través de las escuelas. Las constituciones se
volvieron entonces más duraderas y eficaces, y el horizonte de la acción pública se amplió de
un modo antes impensable, gracias a la prensa y los ferrocarriles, que reducían las distancias
entre lugares, personas y costumbres. En este sentido, lo que ocurrió en América Latina no fue
tan distinto de lo que tuvo lugar en el resto de Occidente, aunque con sus peculiaridades. En
principio, tanto la Revolución Industrial europea como la revolución tecnológica instalaron las
condiciones para que América Latina se integrara a la economía mundial pronto y a fondo, con
lo cual el comercio y las inversiones aumentaron, y con ellos, los ingresos de los estados, que
contaron con los recursos para consolidar su propia autoridad. En segundo término -aunque
no menos importante-, tuvo lugar un implícito compromiso entre liberales y conservadores
basado en el común interés por el orden social, la estabilidad política y el progreso económico.
Construir el estado fue en América Latina, un proceso largo y con obstáculos. Lo mismo vale
para la construcción de la nación donde la población de un determinado territorio llega a
sentirse parte de una misma comunidad. A este propósito, la heterogeneidad étnica y la
fragmentación social y territorial resultaron barreras muchas veces insuperables. El primer e
ineludible paso cumplido por gran parte de los estados interesados en sentar sus bases y
puntos de partida fue conocer el propio territorio y su población. Para las elites que tomaron
en sus manos las riendas del poder, resultaba claro que sin ese conocimiento no había ley que
pudieran adoptar para crear la nación. Fue entonces que, en varios países, se realizaron los
primeros censos nacionales y floreció la avidez estadística por cuantificar, medir, catalogar a la
población y los bienes naturales comprendidos entre los confines de la nación. A este cambio
quedó enlaza la educación pública y, más tarde, el envío hacia las zonas más remotas de cada
país de un gran número de formularios públicos encargados de censar a los habitantes, armar
padrones electorales o dar fe de los datos del registro civil y otras actividades similares. Tanto
en la progresiva unificación del espacio nacional como en la concreta ocupación del territorio,
en muchos casos los militares desempeñaron funciones clave, así como en la administración de
la justicia y en la tutela de los derechos fue decisivo el papel del poder judicial tanto a nivel
central como local. Por entonces, en muchos países se sancionaron nuevos códigos civiles y
penales, y la magistratura se volvió un cuerpo más autónomo y profesional.
Desde mediados del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, una ola de globalización
envolvió con fuerza a América Latina. Impulsado por la revolución comercial e industrial, y
hecho posible en dimensiones antes impensables por las innovaciones tecnológicas -en
especial por la navegación a vapor en el océano Atlántico y por los ferrocarriles-, aquel
fenómeno tuvo consecuencias enormes en las naciones latinoamericanas. Sobre esas naves y
trenes viajaron mercancías a precios más bajos, en tiempos más rápidos y en condiciones de
mayor seguridad, a tal punto que el comercio alcanzó ritmos constantes y potentes, y los
capitales llegaron en abundancia. En aquellos nuevos vehículos marítimos y terrestres
transitaron también millones de hombres, que dejaron Europa por América. Con ellos
arribaron historias, culturas, costumbres, ideas, ideologías, tradiciones que enriquecieron la
trama social latinoamericana. En términos económicos fue el modelo económico primario
exportador, basado en el libre comercio, en el que América Latina se especializó en la
exportación de materias primas hacia Europa -minerales para la industria y agropecuarias En
sentido contrario, viajaron hacia América las manufacturas europeas, arribaron capitales
destinados a proyectos que implicaban excavar puertos de agua profunda, tender miles de
kilómetros de vías férreas, sentar las bases de un moderno sistema crediticio, realizar túneles
en los lugares más inhóspitos, explotar las minas, y otros emprendimientos similares por lo
que obtuvieron ganancias gigantescas.
A modo de síntesis, puede afirmarse que, por un lado, América Latina vivió entonces una
impetuosa fase de crecimiento económico que trajo consigo el boom del comercio, la creación
de infraestructuras vitales, la incorporación a la agricultura de nuevas y muy extensas tierras
fértiles en las inmensas fronteras interiores, el inicio de la urbanización y la expansión de las
ciudades: todas premisas de la consolidación institucional y económica de los nuevos estados y
de la erosión de los lazos sociales premodernos, típicos del mundo rural. Por otro lado, ese
tipo de crecimiento fue también causa de distorsiones y vulnerabilidades: como las economías
fueron inducidas a especializarse en la producción de los bienes requeridos por el mercado
mundial, cada economía nacional se volvió dependiente de la fortuna de esos pocos bienes, lo
cual incentivó la concentración de la riqueza y de la propiedad de la tierra, y agudizó aún más
las ya profundas fragmentaciones sociales. Por último, las bruscas oscilaciones de los precios
de dichos bienes hicieron temblar a los dependientes presupuestos nacionales. Nada como
algunos datos dispersos puede dar la idea de cuán diverso fue entre un país y otro el peso de
las transformaciones ocurridas entonces. Finalmente, nada como algunas cifras clave da la
proporción de la intensidad del vínculo de América Latina con las mayores potencias europeas
y con los Estados Unidos. A este respecto, el caso de la Argentina fue único y no conoce
parangón. Tanto en sí mismo -porque ningún otro país se integró tanto con la economía
internacional ni fue tan revolucionado por sus efectos- como por la importancia especialísima
que asumió como proveedora de carne y grano para la gran potencia mundial de la época,
Gran Bretaña, de cuyo imperio informal la Argentina fue parte fundamental. Baste con decir
que el millón y medio de libras esterlinas que las islas británicas importaban en 1860 se había
transformado en casi 41 millones en vísperas de la Primera Guerra Mundial; que los 730
kilómetros de vías férreas tendidas en 1870 superaron la marca de 33 000 kilómetros cuarenta
años después; que la superficie cultivada, que en 1888 sumaba cerca de 2,5 millones de
hectáreas, en 1914 se había multiplicado por diez, llegando a 24 millones. Pero si el caso
argentino fue único y extremo en algunos aspectos, no menos impresionantes son los números
para los restantes países, en especial los más grandes y atractivos para la economía mundial. El
crecimiento de los ferrocarriles en México fue, por ejemplo, igualmente impresionanteSi la
Argentina enlazó su economía con los capitales británicos, México se vinculó con los de los
vecinos Estados Unidos. Relatos semejantes pueden construirse en casi todos los otros países,
cada uno con sus peculiaridades. Empezando por Brasil, donde el boom exportador se debió al
café y se concentró en los estados de San Pablo y Minas Gerais. Las inversiones británicas y
norteamericanas crecieron allí con prisa . Brasil terminó por dominar el mercado mundial del
café. Desde el Perú, la explotación de cobre, zinc y plomo, acabó por quedar bajo el control de
las grandes empresas norteamericanas; hasta Bolivia, donde al nuevo boom de la plata sucedió
el del estaño y donde la elite local controlaba la producción. Desde Chile, nitrato, seguido por
el cobre, del que se volvió primer productor mundial; hasta Ecuador, donde el cacao crecieron
cuatro veces entre un siglo y otro, pasando por Venezuela y Colombia, donde el detonador de
las transformaciones económicas fue el despegue de las exportaciones de café, cacao, azúcar
de caña y bananas -en cuya producción ingresaron no sin prepotencia las grandes empresas
norteamericanas-, estuvieron en la base del boom de las exportaciones en América Central y
en el Caribe.
Tanto los efectos de la modernización económica como los cambios sociales que suscitaron
tuvieron profundidad diversa Más allá de ajustes y ritmos diferentes, el modelo económico fue
análogo en todas partes, y lo mismo puede decirse respecto de las transformaciones que
generó en la vida social.
Así, las naciones de América Latina entraron en una larga y con frecuencia agitada época de
modernización social, que se intensificaría en el curso del siglo XX. Esto implicó el crecimiento
demográfico, en ciertos casos debido a la inmigración europea, incremento natural de la
población; la urbanización, particularmente intensa en la Argentina, Chile y Venezuela, que
afectó a una o pocas ciudades, las cuales -como Ciudad de México o Buenos Aires- pasaron, en
pocos años, de ser una gran aldea a metrópolis. A ello se sumó la escolarización, sistemas
educativos nacionales; la tercerización, por la proliferación de nuevas profesiones, tanto en el
ámbito público como en el privado, vinculadas a las necesidades de una economía y una
sociedad más articuladas; por último, una incipiente industrialización, al menos en países
como Brasil, México o la Argentina, donde las elites dirigieron hacia la industria los capitales
acumulados, y la conformación de importantes centros industriales.
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