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Hola chicos ¿ cómo va todo? Iba a introducir algunos comentarios a la encuesta que hicisteis, pero como
yo no soy ni socióloga, ni informática…creo que lo mejor es que la tengáis en su totalidad y vosotros
mismos saquéis consecuencias. El objetivo realmente era hacer reflexionar sobre algo que nunca nos
paramos a pensar que es el hecho de cuánto, cómo , a qué, con quién y dónde jugamos. Realmente
como ya hemos comentado, creo que jugar es una actividad fundamental en nuestras vidas y sus
implicaciones y consecuencias a todos los niveles son evidentes. En pocos años puede que seáis
padres, educadores, docentes, tíos, hermanos, hijos, pacientes o diseñadores y tengáis la
responsabilidad de establecer posibilidades de juego para todos los de vuestro alrededor, de cualquier
edad, condición y sexo. Posiblemente si nos tomamos a nosotros mismos como objeto de investigación
y reflexionamos sobre lo que determinadas prácticas ligadas al jugar han producido en nosotros, en
nuestro comportamiento, en nuestra ideología y nuestra forma de relacionarse con el mundo, podremos
actuar en consecuencia.

Aquí tenéis el enlace a la encuesta. Es una hoja de cálculo de Excel.

A decir verdad, no todo el mundo opina lo mismo y mucha gente – a lo mejor alguno de vosotros – cree
que no existe ninguna conexión entre jugar y vivir. Bien, debatamos entonces…….yo os traigo este
artículo de Elvira Lindo ( reconozco que nunca suelo coincidir con ella y que tampoco manolito gafotas es
uno de mis personajes favoritos….)para comenzar la discusión.

ELVIRA LINDO OPINIÓN

Mi vida, en dos patadas


Yo era esa niña que jugaba con muñecas. Esa niña que, en la época remota en que los niños podíamos
salir solos a los parques, se bajaba a la plaza paseando a su bebé de plástico en su cochecito de
plástico. Yo era esa niña que preparaba comiditas con tierra, la niña que hablaba a su muñeco, le
bañaba, le cortaba el pelo y le pedía a sus tías que le hicieran jerséis para el invierno. Yo era la niña
que cuando veía a su madre arreglarse le pedía que le pintara los labios, que le pusiera un poquito de
perfume detrás de las orejas y que le robaba los zapatos de tacón para disfrutar del sonido maravilloso
de los tacones. Esa delicadeza estética y maternal no era cortapisa, queridos amigos, para que fuera la
más burra entre las niñas que en el mundo ha habido jugando al churro-mediamanga-mangaentera, un
juego tan bestia como el fútbol americano pero sin casco. Yo era esa niña que, con dos costras
permanentes en las rodillas, llegaba a casa derrotada de los juegos callejeros, pero como si tuviera
una conciencia temprana de que la época del juego se esfuma, no perdía el tiempo: sentaba a mis cinco
muñecos en filas como si estuvieran en la escuela y les daba clase. A una de las muñecas le ponía el
nombre de una chula de mi colegio y la tenía castigada todo el tiempo contra la pared. Qué placer
sentía yo, tan dulce en la vida real, al vengarme de quien tanto me hacía sufrir a mí con sus burlas. Yo
era esa niña que leía mucho. Aunque antes de saber leer ya sabía lo que era la literatura gracias a mis
tías, que me contaron muchos cuentos. Los clásicos, Garbancito, El enano saltarín, Caperucita o
Cenicienta. Aprender a leer fue para mí descubrir el mecanismo por el cual uno escucha un cuento
cuantas veces quiera. A los doce años ya tenía pretensiones de adulta y empecé a leer las novelas de
mayores. Me interesaban, sobre todo, los argumentos en los que se entrelazaran azarosamente las
vidas humanas y, por supuesto, aquellos en los que al final venciera el amor. Cuidado, esto que
algunos pudieran considerar cursi no estaba reñido con que empezara a encontrar abusivo eso de que
fuéramos siempre las chicas las que limpiáramos la cocina. Como niña inteligente que era, sabía muy
bien distinguir entre el mundo de la ficción y el mundo real, y el hecho de que en muchas novelas las
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heroínas buscaran la felicidad a través del casamiento no había convertido eso en el objetivo de mi
vida. En mi adolescencia me hice joven revolucionaria y me propuse leer algunos ensayos de
pedagogía, sexualidad, psicología. Como resultado de estas lecturas llegué a la conclusión de que
había sido una niña antigua y masacrada por la cultura reaccionaria. Una niña de vergüenza ajena.
Según el retrato robot de estos estremecedores ensayos, la niña inteligente era la que optaba por los
juegos de acción, prefería jugar con automóviles en vez de con muñecas, no quería ser princesa y se
masturbaba desde que tenía uso de razón porque de lo inteligente que era antes de saber dónde estaba
Leningrado esa niña ya se tenía localizado el clítoris. Yo hubiera seguido jugando con muñecas hasta
tener un niño real entre mis brazos, pero ni por asomo deseaba ser una joven carca. Por fortuna, fui
madre jovencísima y, aunque era la época en que se decía que el instinto maternal era una
construcción cultural impuesta, yo vivía en secreto mi instinto, mi brutal instinto, era como la loba con
su cachorro. Cuando llegó el momento de leerle a la criatura cuentos yo ya me estaba librando, por
fortuna, de esa idea de que todo juego y todo cuento han de ser pedagógicos y cumplir estrictas reglas
morales. Al niño le gustaban monstruos espantosos, pero la mejor manera de tenerlo encandilado era
contarle un cuento clásico. Dada mi experiencia como madre primero y como escritora de cuentos
después, me gustaría, en algún momento, ser escuchada por quienes creen que para cambiar la
realidad tienen que emplear las tijeras de podar en la literatura infantil. ¿Por qué hay que tener menos
respeto a la Cenicienta que a las novelas de Jane Austen, que al fin y al cabo tratan de lo mismo, de
mujeres que luchan por salir de una vida miserable gracias al amor y al matrimonio? Los que hayan
leído la Cenicienta a un niño se darán cuenta de que el crío no se pone de lado del príncipe por el
hecho de ser un varón; el niño, como cualquier lector, se identifica con la protagonista, con la
Cenicienta. Igual que las niñas se identifican con el superhéroe. Los niños van siempre con el
protagonista, sea del género que sea. Por Dios. Es de cajón. Los cuentos clásicos están hechos de
acero, han soportado el paso del tiempo, adiestran al niño en las emociones puras: el amor, el
abandono, la pena, el ansia de superación y el triunfo del inteligente contra el bruto. ¿Qué tendrá que
ver eso con la violencia de género o la perpetuación de los roles? Siendo autora de cuentos he sufrido
muchas veces la falta de respeto que se le tiene a la literatura infantil, pero ya esto de querer meter
cuchara en los cuentos clásicos me parece, sobre todo, trasnochado. Añadiría algo más: tengan un
poco más de respeto por los juegos de niñas. Que jugar a casitas, a mamás o leer historias de amor no
nos hace ni tontas, ni putas, ni sumisas. ¡Sumisa yo!

De paso. Os meto esta otra lectura de Rosa montero, que también de alguna manera
tiene que ver.

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Ni coja ni madre
ROSA MONTERO 02/07/2006
Se da la circunstancia de que no tengo hijos. Si fuera un hombre, mi falta de descendencia sería eso,
una circunstancia, más o menos importante pero circunstancia al fin, una nota más en la biografía.
Pero, como soy mujer, se diría que todo en el entorno se confabula para convertirme en una mujer sin
hijos, como si por ello pertenecieras a una determinada categoría. Como si la cosa definiera, a los ojos
de los demás, toda tu vida.
Es curioso, porque de esto me estoy dando cuenta por vez primera ahora, en la edad madura. Fui una
niña a la que no le gustaban las muñecas, sino los animales de peluche. Por más que buceo en mis
memorias, no me recuerdo jamás queriendo tener niños ni jugando a las mamás. Después, al crecer, la
cosa siguió igual: ser madre no sólo no era una prioridad para mí, sino que ni siquiera formaba parte
de mi horizonte vital. Y así, sin pensar en ello, se fue pasando el tiempo del famoso reloj biológico.
A muchas otras mujeres de mi generación les sucedió lo mismo: recordemos que hasta hace poco, y
durante bastantes años, España e Italia se han turnado en el primer puesto de los países con menor
tasa de natalidad del mundo. Ya ven, justamente España e Italia, dos países católicos, con una fuerte
influencia de la familia tradicional y una pesada herencia de machismo. Dos sociedades, también, que
han cambiado de manera vertiginosa en las últimas décadas. Es posible que, en ambos países, un par
de generaciones de mujeres hayamos crecido bajo el influjo y el ejemplo de nuestras madres, de esas
madres que vivieron todavía en el sexismo del mundo tradicional pero que vieron llegar los cambios
del mundo nuevo, y que educaron a sus hijas soplando en sus oídos un susurro poderoso de protesta:
no te cases, no tengas hijos, sé libre por mí.
Sea por esto o por lo que sea (verdaderamente no lo sé), el caso es que ser madre no formó parte del
plan de mi vida. Lo cual sin duda me hizo perder una experiencia muy importante. Pero es que vivir es
escoger, es elegir unas opciones y rechazar otras, de manera que siempre es inevitable perder (y
ganar) algo. Lo que me consta, por experiencia propia y porque lo he visto en otras personas, es que el
hecho de ser madre no es la experiencia esencial y constitutiva de la existencia femenina.
Todo esto lo he tenido siempre claro, pero el caso es que ahora, en los últimos años, me estoy dando
cuenta de que a las mujeres nos preguntan todo el rato si tenemos hijos. Por ejemplo, muchos
periodistas, al entrevistarme, me plantean si he sacrificado la maternidad a mi carrera. Increíble
cuestión que jamás cruzó por mi cabeza. Yo no siento que haya sacrificado nada por mi profesión
(aparte del mayor o menor sacrificio que siempre es trabajar), y eso menos que nada. Por otra parte,
no veo la necesidad objetiva de hacerlo; muchas escritoras estupendas han sido madres, como Ana
María Matute, Carmen Martín Gaite, Josefina Aldecoa, Elvira Lindo, Montserrat Roig o Nuria Amat,
por citar tan sólo unas cuantas autoras españolas, y no creo que ello haya supuesto merma alguna en
su obra. Y no se trata sólo de los periodistas: cada vez que conoces a alguien, sea hombre o mujer, el
asunto suele aparecer al poco rato. Desde luego, estas preguntas no se les plantean habitualmente a
los varones.
Antes, de joven, contestar una y otra vez no me molestaba. Pero desde que he alcanzado cierta edad,
una edad digamos irreversible (ya no tengo hijos ni tendré), he empezado a advertir que, cuando
respondo que no, una especie de incomodidad flota en el aire, como si los interlocutores sintieran
cierto malestar por haber dicho algo inconveniente, como si tuvieran que hacer una especie de duelo
por los hijos no tenidos de esta mujer sin hijos, como si hubieran nombrado la cojera en la casa de un
cojo. Y debo decir que ese malestar lo manifiestan tanto los hombres como las mujeres, y que algunas
de las mujeres, pobres mías, incluso añaden aturulladamente y sin venir al caso algo como: no
importa, da lo mismo, sin niños se puede vivir la vida igual de bien. Con lo cual revelan el enorme peso
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que siguen teniendo los modelos tradicionales en nuestra sociedad. Cosa extraordinaria, realmente,
descubrir a estas alturas de la vida que los demás te consideran coja porque no eres madre.

Y ahora una, que responde a la primera…………….aunque uff, la verdad; las imágenes


hablan por si solas.

Marina Bychkova y sus Muñecas-

Mi necesidad de trabajar con las muñecas se tornó evidente cuando uno llama cuando yo tenía seis
años de edad. Como un niño que llegó a ser dolorosamente consciente y consternado por la
mediocridad y el aburrimiento sin inspiración de las muñecas de producción masiva. Esta profunda
frustración, junto con mi sensibilidad natural que me inspiró a crear mi propias muñecas,
adaptada a mis propias ideas de la belleza femenina. Un punto de particular interés para mí fue no
sólo la articulación de la vida-como la del cuerpo, sino también el equilibrio entre una hermosa
forma delicada y una función extraordinaria de una muñeca.

Al principio, sólo quería tener hermosos juguetes para jugar con un cambio, pero pronto, mi deseo
de hacer muñecos se desarrolló en su propia pasión por su propio bien, y cuando yo tenía diez años
ya no me preocupaba por jugar con lo que hice, porque el diseño y la construcción de ellas se
convirtió en el más desafiante, interesante y entretenido juego de todos.

A pesar de que comenzó a vender mis muñecas de papel primero articulado a mis compañeros en el
quinto grado, no tomar la decisión de comprometerse con una carrera de la muñeca haciendo
hasta que me veinticuatro años de edad y con 3 años de lucha de escuelas de arte en mi haber.
Sorprendentemente fue mi entrenamiento arte conceptual en el Instituto de Emily Carr del arte y el
diseño que influyó en esta elección, determinar la dirección y las cualidades estilísticas de mi
trabajo en su forma actual.

Cuando necesitaba para llegar a la marca para dar mis muñecas, una identidad, me decidí a
nombre después de ficción Paul Gallico, historia corta llamada "Enchanted Doll", donde una joven
mujer crea muñecos con tanto amor que la gente encantar al principio la vista con sus
convincentes, delicada belleza, realista.

Y esta es mi meta también.


Marina Bychkova
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Bueno, sin comentarios….dejo abierto el tema y lo podemos retomar cuando


queramos.

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Respecto a la tarea 2 que entregasteis:

Es evidente que todavía no nos conocíamos , nosotros tenemos poca experiencia en este
tipo de docencia y la diferencia entre lo que se transmite en una clase presencial y la
teleenseñanza es enorme. Ahora leo el enunciado de la tarea 2 como si no lo hubiera hecho
yo y me doy cuenta de que no ha quedado nada claro ni el objetivo, ni los medios, ni nada.
Con este enunciado, no es de extrañar que los resultados no hayan sido los esperados….

De cualquier manera como con haber hecho la tarea es más que suficiente, podemos
comentar algunas cosas :

La ligazón que presenta Alvaro entre las bebidas alcohólicas, el escudo de España y un
mono de peluche es algo característico de este país muy curioso que podría ser motivo de
investigación posterior.Hay algunos como Javier que apestan a arquitectos y claro, nadie
entiende nada………ja,ja.

¿Cuál es la transformación para los mortales comunes? y algo parecido ocurre con la tarea
de Ignacio, Ruth…….de Héctor solo entiendo el de las bibicletas para niños en el
aparcamiento de bicis, que está bastante bien pensado y de Andrés…no sé si está
denunciado los vertederos en el paisaje ( ¿ conoces el parque de las tetas en Vallecas,
realizado con escombros de las construcciones? ) pinchad en el paréntesis

La foto de “comida es vida” de Alonso tiene su punto (por su ambigüedad) y se acerca a un


enunciado que va a haber próximamente. Hay algunos otros trabajos que también se
acercan al mundo de la comunicación visual – no solamente el publicitario – como las
imágenes impactantes de Eduardo, o la cotidianidad observada de Daniel.

Las imágenes de Valentino, aunque no comparto la forma (eso es lo de menos) sugieren una
acción muy interesante que ya desde hace mucho existe con las fachadas mediáticas pero
que gracias a los avances de la técnología podría ser mucho más interesante todavía: de
hecho en el ámbito doméstico, la cibercasa es ya una realidad. Sin llegar a mucha claridad,
está la propuesta de Alberto de negativar la realidad positiva: filosóficamente hablando
parece interesante. Tambien en esta línea de manipulación digital está la propuesta de
Alberto de tunear la realidad (enlace)

El montaje de Carlos es una guarrada! ….ja,ja pero tiene muchas más lecturas además de la
evidente (fachada poco técnica y poco industrial, etc) y además muestra un Carlos muy
especial y que disfruta en su realidad : tu gato da miedo, por cierto. También Javier que
quiere ser “ingeniero” hace sonreir aunque ¿????

Las fotos de Ruben ( si son tuyas) son muy buenas. Tienen un aire publicitario que podrás
aplicar en otra tarea aunque no entiendo el mensaje………..tambien son buenda las
imágenes superpuestas de Alicia,
En algunos trabajos aparecen relaciones dignas de consideración para desarrollar
posteriormente: es el caso de Naturaleza-civilización de Guillermo y Realidad – ficción de
Laura.

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Quizás dos manipulaciones a considerar son el carril bici de Raquel en la Castellana y sobre
todo, desde mi punto de vista, la desaparición de la corbata en la foto de grupo de Juan.

Aunque me despido de vosotros momentáneamente, nos volveremos a ver en los


comentarios a la tarea del profesor Gonzalo Pardo y al final del curso. Como despedida y
en relación con algunas de vuestras propuestas os dejo un cartel con el que ganamos el
concurso “ Otra Gran Via Posible”. Fue realizado por Rodrigo Delso, Javier Argota,
Gonzalo Pardo y yo misma. (pinchad en este enlace, aunque también lo encontraréis en
los paneles laterales de la web en Moodle). Gracias.

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