Sunteți pe pagina 1din 8

Ecología y biotecnología

Ya existen súper ratones y ovicabras; vacas y bacterias actuando de factorías farmacéuticas;


plantas con genes resistentes a agentes perjudiciales; en el año 2000 el 20% de la producción
agrícola mundial será biotecnológica; y prácticamente poseemos el conocimiento y tecnologías
precisos para la manipulación genética y la modificación de la naturaleza de los seres vivos,
entre ellos el hombre
04-07-1993 | José Antonio Lozano Teruel
Ya existen súper ratones y ovicabras; vacas y bacterias actuando de factorías farmacéuticas;
plantas con genes resistentes a agentes perjudiciales; en el año 2000 el 20% de la producción
agrícola mundial será biotecnológica; y prácticamente poseemos el conocimiento y tecnologías
precisos para la manipulación genética y la modificación de la naturaleza de los seres vivos,
entre ellos el hombre. Por otra parte, nuestra biosfera se nos ofrece cada vez más débil y
sensible a los ataques producidos por la propia acción humana.

Por ello ecología y biotecnología son términos científicos que tienden a considerarse
contrapuestos y en varios países se ha puesto en marcha un movimiento antibiotec, o cruzada
anti biotecnológica, abogando por un boicot contra los productos de esa índole, consiguiendo
la adhesión de unos 3000 profesionales del sector gastronómico y agroalimentario que han
acordado no comprar, preparar o servir alimentos derivados de la aplicación de estas
tecnologías. Lo ecológico lo relacionamos con lo natural, con la defensa del medio ambiente y
de los recursos naturales. Por el contrario, la biotecnología nos hace imaginar un mundo de
inquietantes posibilidades, capaz de trastocar los patrimonios genéticos de los seres vivos y de
conducir a situaciones fuera de control. El debate entre ecología y biotecnología es tanto más
interesante por cuanto en la actualidad existe una clara conciencia en las sociedades
avanzadas de dar prioridad política a la conservación del medio ambiente, a la vez que sucede
que la biotecnología como producción de bienes y servicios a partir del potencial de los seres
vivos está penetrando en una gran variedad de sectores que van a revolucionar los modos
tradicionales de nuestra existencia y de nuestro entorno relacionados con la Medicina,
Veterinaria, Agricultura, Industria, etc. La propia Comunidad Europea ha promovido una
discusión sobre estos temas a través de sus programas FAST 1, FAST 2 o el más reciente STOA
(Scientific and Technological Options Assesment).

El bioquímico Dr. Emilio Muñoz hasta no hace mucho fue presidente del CSIC y actualmente es
investigador del Instituto de Estudios Sociales Avanzados, donde trabaja en el desarrollo de
proyectos relativos a la dimensión socioeconómica y a las implicaciones éticas y jurídicas de los
avances científicos y tecnológicos en el ámbito biológico. Con motivo de la reciente
celebración en Peñíscola de la VII Biennial of Society for Philosophy and Technology y del
Congreso Internacional sobre Ciencia y Tecnología, el profesor Muñoz presentó un lúcido
documento de trabajo, que merece ser comentado, titulado Biotecnología, Medio Ambiente y
Sociedad, que trataba de algunos extremos relativos a la desconfianza social de ciertos
colectivos hacia el tecnocientifismo.

Las actuales técnicas genéticas moleculares posibilitan superar los mecanismos genéticos
naturales y transferir material genético funcional desde unos organismos a otros, animales,
plantas, o microorganismos, lo que conlleva de inmediato una amplia lista de riesgos. Entre los
considerables como imaginarios se situarían la creación de nuevos organismos peligrosos,
monstruos o microorganismos infectantes con toxinas potentísimas, pero prescindiremos de
su consideración ya que no es previsible que ello ocurra si actúan mínimamente los adecuados
controles sociales. Entre los riesgos considerables propios un ejemplo sería, en el campo
agrícola, el que un gen introducido para un efecto beneficioso, como puede ser el de codificar
moléculas antiplagas, produjese sustancias nocivas para los animales o humanos que
consuman esos vegetales. La Sociedad Ecológica de América ha alertado, entre otros peligros,
sobre la creación de nuevas plagas desconocidas, el daño a especies distintas de las
perseguidas y los efectos destructores sobre los actuales ecosistemas.

Quizá un ejemplo sea más significativo: en peces y concretamente en carpas se han podido
introducir dos genes, uno codificador de la hormona del crecimiento (carpas más grandes) y
otro productor de una proteína anti congelación (supervivencia en aguas frías). Si un pez así
perfeccionado se introdujese en un entorno natural lo lógico es que provocase
inmediatamente la alteración del equilibrio de las poblaciones nativas en desventaja. Otros
tipos diferentes de problemas asociados al desarrollo biotecnológico son las derivaciones
socioeconómicas creadas al dejar de ser necesarias las condiciones ambientales precisas para
fabricar un producto si éste se puede obtener biotecnológicamente. Ello repercutirá en los
países de tecnología más débil, los del Tercer Mundo, ya que, si suponemos que, por ejemplo,
en Francia tiene éxito el desarrollo de cultivos para producir goma arábiga, ello conduciría
inmediatamente a una gran crisis en el Sudán, donde esta sustancia es la segunda fuente de
divisas.

Hemos examinado una cara de la moneda. ¿Existe la otra? En primer lugar, hay que afirmar
que todo avance científico comporta riesgos, todo conocimiento posee una potencialidad para
lo bueno y para lo malo. Basta considerar los descubrimientos del fuego, los explosivos, los
miles de productos originados con motivo de la segunda revolución industrial e incluso las
mejores medicinas: han ocasionado confort, pero también tragedias. El componente de riesgo
se puede y debe minimizar, pero no anular. Más aún, una postura extremadamente
conservadora de preferir sólo lo que ya existe hubiese hecho imposible en su día logros
biotecnológicos tan clásicos como la producción de vino, cerveza, yogur, queso, pan o ciertos
medicamentos e, incluso, impediría en los humanos luchar terapéuticamente contra los
agentes patológicos infecciosos en loor de un sentimiento ecológico llevado al límite. Por otra
parte, la evaluación de los riesgos debe hacerse de modo objetivo. Por ejemplo, ¿duda alguien
del daño al medio ambiente, del poder contaminante y de la capacidad mortífera de los
automóviles? Sin embargo, no podemos sustraemos a que vivimos en un mundo tecnológico
que nos condiciona importantemente. En cuanto a otros peligros como los de hipotéticas
nuevas armas biológicas, ¿podemos ignorar la existencia de las ya existentes, difícilmente
superables, como la toxina del botulismo, las neurotoxinas de las serpientes o la acción de
algunos virus como el del SIDA? Respecto a nuestra biosfera, en sí misma no es invariable y
aunque el hombre debe impedir que se dañe, no olvidemos que la evolución y el cambio son
características inseparables de la materia viva.

Por todo ello, parecen lógicas las preocupaciones suscitadas, pero es inadecuado combatir el
progreso con la invocación constante a riesgos indeterminados. En resumen, y de acuerdo con
el profesor Muñoz, ello obliga a insistir en la necesidad de un debate amplio, integrador,
científico, multidisciplinar, y de gran calado social para alcanzar las conclusiones más
razonables, de forma que no creemos con una defensa a ultranza, no racional, del medio
ambiente, reacciones que marquen otra vez cambios pendulares, en los que el hombre, animal
testarudo si los hay, tropieza siempre regularmente.
MEDIO AMBIENTE Y SOCIEDAD
Existe asimismo una creciente conciencia en las sociedades avanzadas acerca de la necesidad
de considerar la conservación del medio ambiente como una gran prioridad política. Este
planteamiento ha supuesto la incorporación de las cuestiones ambientales en la agenda
política con la articulación de partidos políticos, asociaciones y grupos que enarbolan esta
bandera y defienden las cuestiones de conservación y calidad del ambiente como el valor de
mayor calado para la adecuada relación entre el hombre y la naturaleza por su incidencia en la
calidad de vida de los ciudadanos. Es fundamental poner de relieve que estas posiciones que
mueven y atraen una parte importante de las ideas y movimiento progresistas son,
paradójicamente, profundamente conservadoras en lo que atañe al progreso en relación con
la naturaleza. Prefieren lo que existe, el resultado de cuatro mil años de evolución, en el que
han jugado un papel activo algunos de los problemas que denuncian -pero que ya no
combaten-, antes que apoyar posibles desarrollos que tienen su raíz en nuevas expectativas
tecnológicas. Prima la desconfianza como consecuencia de las negativas experiencias
anteriores -catástrofes nucleares y marítimas; las graves repercusiones climáticas del uso de
los clorofluorocarbonos y del masivo consumo energético; la acumulación de residuos, muchos
de ellos peligrosos y, en todo caso, nocivos para el entorno; el uso indiscriminado de
pesticidas-. Esta actitud pesimista penetra a través de todas las posiciones ambientalistas,
independientemente de la mayor o menor racionalidad de sus posturas, lo que ha conducido a
establecer como gran principio que la implantación de nuevas tecnologías no supone sólo
beneficios sino que, por el contrario, puede estar en la base de nuevos -no deseados ni
deseables- riesgos y eventuales perjuicios para la calidad de vida de los ciudadanos.

El gran desarrollo de la química durante la "segunda" revolución industrial ha colocado en el


mercado casi cien mil productos químicos, cuyos beneficios son indudables, pero también son
responsables de algunas de las consecuencias que preocupan socialmente y que ya
mencionábamos anteriormente -contaminación del aire y las aguas continentales y marinas;
los trastornos generados por accidentes en la fabricación de tales productos y en el transporte
de los mismos; las toneladas de residuos abandonados en cementerios, de incomprensible
elección en muchos casos para la sociedad y de dudosa seguridad en otros; el deterioro de la
capa de ozono-.

Esta constatación ha generado una notable desconfianza social, en general entre colectivos
avisados y responsables, en el tecnocientifismo ciego, por una parte, y en el capital
inclemente, por otra.

Ello ha llevado a los defensores del ambiente en primer lugar, y a los militantes de las
posiciones de izquierda en segundo lugar, a lo que yo estimo es origen de un conflicto entre
ideas y praxis, a una situación hasta cierto punto paradójica. Son recolectores de las posiciones
de mayor idealismo, pero defienden actuaciones marcadas por un gran pragmatismo. La
relación coste/beneficio social que en general ha marcado la defensa de la ciencia y la
tecnología por parte de las fuerzas progresistas ya no se tiene en cuenta. Se asume
anticipadamente que el coste va a ser excesivamente alto. Mejor es lo que tenemos que lo que
puede venir. No se confía en que las soluciones de los problemas globales dependan de las
nuevas tecnologías; se piensa, por el contrario, que las mejores posibilidades de encontrar
soluciones se encuentran fuera de la gran carrera tecnológica.

POLÍTICA CIENTÍFICA Y TECNOLÓGICA. ¿CONFLICTO CON EL MEDIO AMBIENTE?


En la encrucijada de este conflicto se encuentra, por tanto, la política científica y tecnológica
cuya formulación lleva aparejada una necesaria apuesta por el fomento de nuevas tecnologías
o tecnología emergentes. No se puede olvidar sin embargo, que la política científica y
tecnológica es un área relativamente joven.

Desde la década de los cuarenta hasta la crisis de los setenta, su práctica se había orientado a
los problemas de atribución de recursos y a la puesta en marcha de sistemas organizativos,
principalmente en los países desarrollados.

Durante este período, el aporte teórico fue relativamente escaso. A lo largo del mismo,
proliferó la idea de que la ciencia caía fuera de la gestión política (policy making) por lo que se
defendía el principio de una política para la ciencia (politics for science). Como señalaba Arie
Rip (1981) hace más de una década al esbozar la necesidad de una aproximación cognitiva a la
política científica, "aquella posición estaba legitimada por la idea de que la ciencia, que tiene
que ver con el conocimiento, no tiene una relación intrínseca con la política (politics) que
concierne al poder".

Sin embargo, en la línea propuesta por Rip, promovida igualmente desde las nuevas
concepciones del cambio tecnológico (Nelson and Winter, 1982; Rosenberg 1982), contrastada
con las limitaciones en el crecimiento de los recursos destinados a la promoción de la ciencia y
con las crecientes necesidades tecnológicas y sociales, se produjo un cambio en la percepción
de estos problemas, lo que condujo a una nueva orientación buscando la promoción de una
política por la ciencia (politics through science).

Este cambio coincidía con una reorientación en la aproximación a la historia, la sociología y la


filosofía de la ciencia y la tecnología con lo que se ponía de manifiesto la necesidad de
contemplar conjuntamente los aspectos cognitivos y sociales de la ciencia y la tecnología
(Basalla, 1990; Dossi et al., 1988; Bijker et al., 1987).

De esta interacción surgen, entre otros, los estudios sobre ciencia-tecnología y sociedad, tanto
en lo que se refiere a los aspectos prospectivos y de valoración social de los avances científicos
y técnicos ("technology assessment") como en lo que concierne a la aproximación estratégica a
los aspectos específicos de su aplicación y desarrollo como a la evaluación de sus actuaciones y
resultados.

Esta orientación que tiene su origen en los Estados Unidos con el desarrollo institucional, por
ejemplo con el Office of Technology Assessment (OTA) y con la promoción de actividades
académicas y de investigación a través de una gran diversidad de programas en universidades
norteamericanas, continúa su progresión en el Reino Unido, Canadá, Australia para recalar
finalmente en la Europa continental -Holanda, Francia, Alemania, Austria, Suecia, Noruega.
Finalmente la propia Comunidad Europea, que a través de la figura de Ricardo Petrella
encabezó una intensa actividad prospectiva a través del Programa FAST (FAST 1 Y FAST 2),
articulaba un Programa conocido como MONITOR integrando ese conjunto de actividades. El
Parlamento Europeo sensible igualmente a la importancia del tema ha promovido el Programa
STOA (Scientific and Technological Options Assessment) con el fin de profundizar en esta línea.

El eventual conflicto desarrollo científico y técnico vs medio ambiente debe encauzarse dentro
de la racionalidad instrumental con una participación interdisciplinar e intercolectivos. Bajo
esta orientación cabe señalar que iniciativas como las que se acaban de citar me parecen
absolutamente necesarias; aunque simplemente sean una base de partida. Su fomento y su
utilización son una opción lógica para abordar problemas de gran repercusión social y
económica como son las relaciones entre tecnología y medio ambiente.

LA BIOTECNOLOGÍA, NUEVO PARADIGMA TECNOLÓGICO


La biotecnología se encuentra en el centro de un círculo, al que yo querría calificar de virtuoso,
que recoge tanto reflexiones científicas que abarcan desde la gran variedad disciplinar de sus
raíces hasta las orientaciones filosóficas y sociológicas relacionadas con el cambio científico y
tecnológico, como preocupaciones e intereses económicos y sociales.

Uno de los primeros problemas de la biotecnología reside en su definición. La biotecnología es


una tecnología emergente que, al mismo tiempo, arrastra un viejo pasado.(2) Comprende una
amplia gama de actividades -producción de bienes y servicios a partir del potencial de los seres
vivos- y en esta amplitud radican algunos de los problemas de interpretación. En algunas
ocasiones, el término biotecnología se refiere a cualquier uso práctico de los organismos vivos.
En otras ocasiones se utiliza de modo más concreto para referirse a las actividades que surgen
por modificación genética de dichos organismos (a esta formulación se la conoce también
como "nueva biotecnología").

Dentro de las nuevas conceptualizaciones de cambio tecnológico que propone las nociones de
paradigmas tecnológicos (Dosi, 1982 y 1984) y de los regímenes tecnológicos (Nelson y Winter,
1982), Orsenigo (1989) atribuye a la biotecnología el carácter de paradigma tecnológico, cuyas
propiedades se ajustan a las de un régimen tecnológico en virtud de su acomodación a una
serie de requisitos: conocimiento específico, fuentes de oportunidad tecnológica, condiciones
de apropiación y capacidad de acumulación de avances tecnológicos.

De acuerdo con ello, se puede estimar, que la biotecnología ha alcanzado -de modo análogo a
lo que ocurre con el caso de las tecnologías de la información y las comunicaciones- el carácter
de tecnología horizontal que penetra y difunde su capacidad de obtener productos, bienes o
servicios, sobre una gran variedad de sectores.

BIOTECNOLOGÍA, MEDIO AMBIENTE Y PREOCUPACIÓN SOCIAL


La preocupación primaria de los ecologistas (ambientalistas) respecto a la aplicación de la
biotecnología parece centrarse en la que hemos dado en llamar nueva biotecnología, es decir
en los desarrollos relacionados con la ingeniería genética.

Los ambientalistas, como reconoce Margaret Mellon (1991), se implicaron desde el primer
momento en el debate referente a la investigación con organismos obtenidos por
recombinación genética. El principal motivo de preocupación pública por la aplicación de la
ingeniería genética estriba en la posibilidad de comercializar una gran variedad de organismos
modificados genéticamente. Esta posibilidad puede entrañar la liberación de tales organismos
en el medio externo, lo que incremente sin duda los riesgos, sobre todo cuando se compara
con la investigación confinada en el laboratorio. A este problema primario se une el hecho de
que la biotecnología, como paradigma tecnológico, se puede convertir en el soporte de nuevos
ingenios e industrias que poseen la potencialidad de transformar amplios sectores de la
sociedad y ejercer, consecuentemente, una clara influencia sobre el medio ambiente.

La intensidad de la preocupación de los grupos ambientalistas (ecologistas) por las eventuales


aplicaciones de la biotecnología parece depender, por lo tanto, de la naturaleza y espectro de
acción de las mismas.

Esta actitud parece lógica en virtud del principio general que hemos reconocido anteriormente
de "preferir lo que existe", ya que en esta preferencia deben encuadrarse acciones
correspondientes a la biotecnología clásica con las que convivimos -existencia de
microorganismos en sus hábitats, desarrollo de fermentaciones encaminadas a la producción
de pan, vino, cerveza, yogur, queso, medicamentos-. Esta posición también se compagina con
el sentido práctico que M. Mellon atribuye a los grupos pro-medio ambiente. Tal pragmatismo
les lleva a comprender la necesidad de explotar la naturaleza con el fin de mantener la vida de
los seres humanos, con sus requerimientos y exigencias, así como al papel que la genética ha
jugado y juega en la selección artificial de plantas, animales y microorganismos para fines
agrícolas, alimenticios y sanitarios.

A pesar de esta perspectiva racional, los grupos ecologistas no predican el abrazo entusiasta de
la tecnología. Las experiencias negativas ya mencionadas y los errores de cálculo parecen
aconsejar lo contrario. De hecho, en lo que, en mi opinión, es un primer escarceo hacia
posiciones poco equilibradas desde un punto científico, los ambientalistas piensan que muchos
de los problemas que afligen al mundo pueden encontrar avenidas prometedoras de solución
en aproximaciones no-tecnológicas.(3)

Ello supone de nuevo bajo mi visión, ignorar o no reconocer que vivimos en mundo
plenamente tecnológico en el que nuestro hábitat domicilio-trabajo está impregnado de
dispositivos desde la cama hasta el teléfono que tienen una base científico-tecnológica, sin
mencionar los artefactos que facilitan el transporte y la necesaria comunicación, desde la
ecológica bicicleta hasta el agresivo automóvil, sobre el que por cierto me gustaría conocer,
por amor a la simple curiosidad, si ha sido capaz de aglutinar a grupos o movimientos
organizados "anti-automóvil" -un instrumento de gran poder contaminante y de considerable
valor mortífero-.(4)

EL DEBATE RACIONAL(5)
He defendido anteriormente la necesidad de encauzar el debate dentro de la racionalidad, por
lo que pidiendo excusas por cualquier veleidad irónica en la que pueda haber caído, quiero
exponer, a continuación, algunas preocupaciones que con razonable justificación asaltan a los
ambientalistas o ecologistas y trataré de ofrecer argumentos en pro o en contra con objeto de
promover ese debate.

Voy a entrar, por lo tanto, en el análisis de casos o problemas y seguiré en mi presentación la


metodología utilizada hasta ahora, en los apartados anteriores: breve presentación del
problema y expresión de mi opinión o comentario personal.

Es evidente que la preocupación que subyace en las inquietudes sociales acerca de la práctica
de la nueva biotecnología es el riesgo, derivado del poder de producir combinaciones de genes
no presentes en la naturaleza que hoy nos rodea, como el fruto de la evolución.(6)

Por lo tanto, las preocupaciones respecto al ambiente se pueden clasificar en riesgos


imaginarios, riesgos específicos y preocupaciones de amplio alcance.

Riesgos imaginarios

Las modernas técnicas de transferencia genética permiten rodear los mecanismos biológicos
directos y transferir material genético, que puede ser funcional, a organismos huéspedes
diferentes del organismo de origen. Por ejemplo, se pueden transferir genes de animales a
organismos vegetales o genes de seres humanos a animales o plantas.

Así crudamente expuesto, es obvio que la imaginación queda abierta a un campo de amplias
posibilidades para generar organismos con nuevas propiedades. De hecho, ya se han
producido cabras que secretan en su leche proteínas humanas como un modo de fabricar
medicamentos naturales, plantas con genes orientados a producir secuestradores de metales
con el fin de utilizar como abono lodos contaminados con metales; y plantas de tabaco con
genes de luciérnagas que las hacen brillar para ser utilizados como ensayo de marcadores
biológicos.

Sin embargo, lo que preocupa al público en lo se refiere a la ingeniería genética no es el


presente, sino el futuro. De acuerdo con lo que se acaba de exponer, al poder transferir genes
operativos entre cualquier organismo, las potencialidades de la tecnología parecen casi
ilimitadas.
En este contexto, no puede sorprender que en el debate sobre la aplicación de la ingeniería
genética subyazca la posibilidad de generar monstruos. Este término no se refiere
simplemente a organismos peligrosos, aunque en él podríamos incluir a las armas biológicas,
sino que va mas allá y se aplica a animales y plantas que además de ser peligrosas poseen
características grotescas, antinaturales.

Comentario: Desde el lado científico se presta poca atención a esta preocupación, aunque
tenga un notable predicamento entre el público. La razón del menor interés por parte de las
científicos estriba en su escasa probabilidad, ya que requeriría en efecto la transferencia de
una gran cantidad de genes, muchos de ellos desconocidos hasta ahora y cuya funcionalidad
integrada sería además imprevisible.

Aunque tenga una mayor verosimilitud, en el mismo sentido se puede hablar de la aplicación
de la biotecnología para la preparación de armas biológicas. Como ya he comentado en otras
ocasiones, cabe señalar en primer lugar que la lucha biológica es perfectamente posible sin
recurrir a la biotecnología.

Existe un amplio potencial de armas biológicas en toxinas de microorganismos y plantas y en


venenos de animales que son habitantes naturales de este mundo en que vivimos como fruto
de la evolución, sin ninguna manipulación. La toxina botulínica (producida por la bacteria
Clostridum botulinum) o las neurotoxinas presentes en el veneno de serpientes son armas
perfectas, difícilmente mejorables.

Las armas biológicas están ahí, han estado ahí, por lo que se podían haber utilizado antes de
aparecer la nueva biotecnología. Si no ha sido así, es por la capacidad reflexiva y la voluntad
reguladora de los hombres.

Es muy absurdo pensar que la biotecnología se oriente a programas de esta naturaleza.


Difícilmente se van a conseguir instrumentos mortíferos más efectivos que la toxina botulínica
o más sofisticados que los virus que continuamente nos acechan y atacan.

En este caso no cabe invocar, como ya se ha citado en alguna ocasión, el caso del virus del
SIDA. Toda la evidencia científica de que dispone, desde la epidemiología a la biología
molecular, apunta a que el virus del SIDA tiene ya una vieja existencia, originado
probablemente en África y con un incremento en su transmisión y difusión por mor de
cambios en la pauta de actuación de la sociedad desarrollada (turismo hacia África,
costumbres sexuales, drogadicción, entre otros).

La biotecnología debe, por el contrario orientarse a combatir estas armas, no a fomentarlas ni


crearlas

Riesgos propios

Este ámbito de incertidumbre es, sin duda, el más relevante y complejo en relación con el
tema que nos ocupa.

Es evidente que existen riesgos específicos derivados de la modificación genética de


organismos, tanto bacterias como plantas o animales superiores, aunque tales riesgos no
estén ligados esencialmente a la naturaleza intrínseca del organismo, sino más bien a las
propiedades codificadas por los genes que se han incorporado, a las relaciones de estos genes
con los constitutivos del organismo en cuestión, configurando una nueva combinación de
genes, y al resultado de estas nuevas combinaciones cuando se ponen en contacto con
entornos específicos.

La propia complejidad y diversidad de las situaciones que se pueden generar dibujan un


panorama pleno de dificultades para acotar los problemas y para establecer, en consecuencia,
una taxonomía de casos que facilite la comprensión y el análisis.

A pesar de ello, Margaret Mellon establecía en un artículo reciente una primera separación,
como categorías diferentes, entre riesgos propios directos e indirectos. Esta primera división y
la descripción de algunos casos que sirvan para ilustrar esos dos grupos, será la metodología
seguida en las secciones que a continuación expongo como primera aproximación para
progresar por esta senda.

a.- Riesgos directos y agricultura

Dentro de esta categoría, los ambientalistas mencionan el caso de la incorporación en plantas


de genes que codifican para la producción de sustancias que tienen carácter tóxico frente a
plagas, por ejemplo toxinas bacterianas que actúan contra insectos que atacan a las cosechas.
Esta aproximación, internalización, es un paso más en el uso de pesticidas biológicos que se
viene fomentando como fruto de las aplicaciones biotecnológicas a la lucha contra las plagas.
Los temores radican en la posibilidad de que las toxinas, o las plantas con la toxina, sean
nocivas para la salud de los animales o los seres humanos que consuman como alimentos las
plantas así tratadas

S-ar putea să vă placă și