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Juan 10: 11-14

Metáforas (Yo soy el buen pastor y gran pastor) (Redil – Rebaño)

Jesucristo es el Camino. Él es el único Camino. Ha venido para traernos una vida abundante. Es por eso que Pedro predicó que:
"En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." (Hechos
4:12)

El ladrón viene para robar, para matar y para destruir. Jesús, estimado oyente, vino a salvar a los pecadores. El Buen Pastor vino
para darnos vida, una vida abundante. Hagamos ahora un breve repaso de este pasaje. 1) En el versículo 1, encontramos la
Puerta del redil. El redil era la nación de Israel. Jesús conduciría a Sus ovejas del judaísmo, de un sisTema legal. 2) En el versículo
7, tenemos la puerta de las ovejas. Jesús era la Puerta para los que salían del judaísmo. Por ejemplo, el ciego que fue sanado no
tuvo a dónde ir después de la excomunión. Y en el capítulo 2 de los Hechos, versículo 40, leemos estas palabras: "... Sed salvos
de esta perversa generación". 3) En el versículo 9, tenemos la puerta misma. Él es la Puerta de la salvación, tanto para el judío,
como para el no judío. Y llegamos ahora al punto 4 de este mensaje de Jesús: El Buen Pastor. Leamos los versículos 11 hasta el
13 de este capítulo 10 de San Juan:
"Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Pero el asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias
las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye porque
es asalariado y no le importan las ovejas."

Ahora, ¿Cómo es posible que Jesús sea la Puerta y el Pastor al mismo tiempo? Bueno, no había puertas como las que tenemos
en las casas hoy en día, ni tenían candado para guardar el redil. El hombre que lo guardaba dormía atravesado en la entrada, de
modo que él mismo era la puerta. Jesús no es solamente la Puerta, sino que también es el Buen Pastor, el que se queda allí
mismo en la entrada. Él es la Puerta que se abre y conduce a la vida eterna, y también es el que protege a los Suyos.

Jesús también fue llamado el Cordero de Dios. Ahora, ¿Cómo puede ser el Cordero de Dios y al mismo tiempo el Buen Pastor?
Esto puede parecer una metáfora mixta, pero es una de las verdades más gloriosas en las Escrituras. Jesús es "el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo", como vimos en el capítulo 1 de este evangelio, versículo 29. Bajó de la gloria y se identificó
con nosotros, los que somos las ovejas. El hecho de que llegó a ser un Cordero, enfatiza la humanidad de Jesucristo. Al mismo
tiempo, Él es el Buen Pastor, lo cual resalta su deidad. Sólo Él es digno y poderoso para salvarnos. Ningún otro ser humano podía
hacer esto. Realmente, tenía que ser un Dios.

El Señor Jesús tiene una triple relación con su rebaño, que es conocido como Su iglesia. En primer lugar, es el Buen Pastor. En el
v. 11 El mismo definió al Buen Pastor cuando dijo: Yo soy el Buen Pastor: el buen pastor, su vida da por las ovejas. En segun do
lugar, El es el Gran Pastor, como dijo el escritor a los Hebreos en el capítulo 13 de su carta, versículos 20 y 21: "Y el Dios de paz
que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos
en toda buena obra". Su obra hoy, es vigilar o cuidar a Sus ovejas. Así que, como puede verse también en el Salmo 23, Él es el
Gran Pastor de las ovejas. Y en tercer lugar, Él es el Príncipe de los pastores. Esto nos habla del futuro. El apóstol Pedro
escribiendo en su primera carta, capítulo 5, versículo 4, dijo: "Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la
corona incorruptible de gloria."

El asalariado no se preocupa por cuidar las ovejas. Los fundadores de algunas de las otras religiones del mundo, hicieron muy
poco por sus seguidores. Líderes de sectas religiosas modernas, realmente se están enriqueciendo a costa de sus seguidores. En
contraste con ellos, el Buen Pastor, el verdadero Pastor, da Su vida por las ovejas y las protege. Leamos ahora los versículos 14 y
15, de este capítulo 10 del evangelio según San Juan. Dice el Señor:
"Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y
pongo mi vida por las ovejas."

Tenemos aquí una maravillosa relación. Él conoce a Sus ovejas, y Sus ovejas le conocen. El apóstol Pablo escribió las siguientes
palabras en su carta a los Filipenses, capítulo 3 y versículo 10: "... a fin de conocerle, y el poder de su resurrección". Conocerle
estimado oyente, es amarle. Y Él conoce las ovejas. Uno debe leer lo que Dios dijo en cuanto a los Pastores, por medio del
mensaje del profeta Ezequiel en el capítulo 34 de su libro.

Ahora, fíjese usted que esta fue la tercera vez que Jesús dijo que Sus ovejas le conocían. Conocer a Jesucristo estimado oyente,
es de suma importancia, y todo lo demás llega a ser secundario. Por eso mismo hemos dejado de discutir o argumentar sobre lo
que no es esencial, en cuanto a la religión y en relación con ciertos detalles. Lo verdaderamente importante, es conocer a
Jesucristo. ¿Oye usted Su voz? ¿Conoce al Pastor?

Salmo 23

La revelación del santuario del alma del pastor

"El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me
pastoreará".

Observemos que se habla de mi pastor. . . nada me faltará. . . me hará descansar. . . me pastoreará. Nuevamente tenemos aquí
un Salmo de "Él y yo". El énfasis recae en el hecho de que no hay nada que se interponga entre el alma del hombre y Dios. Y en
consecuencia, la persona puede decir El Señor es mi pastor.
En el versículo 1 tenemos una declaración y una deducción. Una cosa es decir El Señor es mi pastor y hay muchas personas que
lo dicen y suena bien pero, ¿puede usted expresarlo de una forma personal y decir El Señor es mi pastor? Por la autoridad de Su
obra de redención, Su muerte, y resurrección, usted puede confiar en Él y llamarlo su pastor. También sería muy fácil para una
persona decir: "Él Señor será mi pastor", pero David tampoco dijo eso, sino que dijo: El Señor es mi pastor. Esa fue su declaración.

No dice: "nada me ha faltado" ? sino: nada me faltará. ¿Y qué es lo que necesitamos? Bueno, yo necesito seguridad. Soy una
oveja y la oveja es un animal pequeño e insensato. Por lo tanto el Pastor se ocupará de que no me falte protección, y entonces me
protege. Cuando una oveja puede decir: nada me faltará; o "nunca pereceré"; es porque tiene un pastor maravilloso. La frase nada
me faltará mira hacia el futuro y le da seguridad al hijo de Dios. La seguridad del cristiano se apoya sobre el Pastor. Y la deducción
del cristiano se apoya en su declaración.

Un hombre que tenía varias ovejas, invitó en cierta ocasión a cenar en su casa, a un maestro de la Biblia que en sus mensajes
utilizaba mucho las ilustraciones sobre las ovejas. Y después de la cena, salió al corral, le mostró las ovejas y le dijo: "Mire esas
ovejas; usted en sus mensajes da la impresión de que las ovejas son animales pequeños dulces e indefensos. Pero, yo quiero
decirle que esas ovejas son unos animales obstinados, tercos; y más aun, son unos animales sucios, malolientes". A lo cual, el
Pastor respondió: "Sí, ya lo sé, nos ofrecen una imagen real de la condición espiritual de la raza humana". Realmente, exponen
nuestra forma de ser.

Y las ovejas no solo necesitan seguridad; necesitan también provisión y satisfacción. El versículo 2 dice: En lugares de delicados
pastos me hará descansar: Aquí tenemos la provisión. Los que entienden sobre ovejas nos dicen que una oveja con hambre no se
acuestan para descansar. Cuando las ovejas se tumban sobre la hierba verde, significa que tienen el estómago lleno. Y para
nosotros los cristianos, Cristo es nuestra provisión espiritual. En Juan 6:35 vimos que Jesús dijo: Yo soy el pan de vida. El que a
mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.
Y el versículo 2 añade: junto a aguas de reposo me pastoreará. A las ovejas las asustan las aguas turbulentas. Y no les gusta el
agua estancada. No quieren beber donde beben los cerdos. Y toda esta escena se aplica a la familia humana. Porque en nuestro
tiempo necesitamos descanso, reposo, no tanto un reposo físico o mental, sino un descanso para el alma. Recordemos que David
dijo en el Salmo 55:6, ¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría yo y descansaría. Él quería alejarse de todo. Pero descubriría
que el alejarse de todo no había resuelto sus problemas. Él tuvo que aprender a depositar su confianza en el Señor, a descans ar
en Él, y a esperar pacientemente en Él. Recordemos también que el Señor Jesucristo dijo (en Mateo 11:28), Venid a mi todos los
que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar.
Leamos los versículos 3 y 4 de este Salmo 23, donde podemos ver

El registro de los pensamientos de la mente del pastor

"Confortará mi alma. Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento".

Dijo el Salmista, Confortará mi alma. David sabía bien lo que eso significaba. Él había pecado, él fue esa oveja pérdida que se
había apartado del redil y su Pastor le había restaurado.

Y continuó diciendo: Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Él guía, pero nosotros debemos seguirle. Según el
relato de Juan 10:25-27, el Señor Jesús les dijo a los dirigentes religiosos que eran, en realidad, sus enemigos: Os lo he dicho, y
no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; 26pero vosotros no creéis, porque no sois de
mis ovejas, como os he dicho. 27Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; Las ovejas siguen a su propio pastor. Esa
es la manera en que uno puede saber a quién pertenecen las ovejas. En el tiempo de Jesús, los pastores nunca empujaban a sus
ovejas, sino que las guiaban. Eso ya no sucede en la actualidad en esa región. De vez en cuando uno puede ver a un pastor
delante de sus ovejas, pero eso no es muy corriente ahora. Pero, en los días de Cristo, el pastor estaba con sus ovejas día tras
día. Ellas le conocían y le seguían. Nuestro Pastor nos guía por sendas de justicia, por caminos rectos y a nosotros nos
corresponde seguirle.

Y el versículo 4 dice: Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno. Aquí hay valor y consuelo. La muerte es
la prueba suprema de la vida. Aquí no se está hablando simplemente del lecho de muerte. Nuestra familia humana está hoy bajo la
sombra de la muerte. Cuando un ser humano nace desde allí mismo comienza andando por un gran cañón o paso estrecho entre
dos montañas; allí está el valle de sombra de muerte. Y usted y yo estamos constantemente en ese lugar. Alguien lo expresó de
esta manera: "El momento que te da la vida, comienza a quitártela". Así que, todos estamos en ese valle de la muerte. Así que
todos estamos en ese valle y la sombra de la muerte está sobre nosotros. Pero todo el tiempo en que yo camine por ese valle, no
temeré a ningún mal. Este es un consuelo que nos estimula. Si uno de nuestros seres queridos muere como un hijo de Dios, ésa
verdad nos da valor y consuelo.

Y continúa diciendo el versículo 4, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Y nosotros podemos saber con certeza que
Él está con nosotros en todo momento, y aun en el momento de la muerte. Y yo quiero, estimado oyente, que Él esté conmigo
cuando llegue para mí la hora de morir.

Y también dice: tu vara y tu cayado me infundirán aliento. La vara era para defensa, el cayado para dirección. Él nos reprueba con
severidad y nos reprende con delicadeza. Hace uso de la vara para defendernos, y también del cayado para dirigirnos. Tiene el
cayado para aquellas ovejas que seguramente se extraviarán, para guiarlas de regreso al redil. Todos necesitamos de la vara y del
cayado.
Leamos ahora los versículos 5 y 6 en los cuales tenemos
Una reflexión sobre la felicidad y la esperanza del corazón del pastor

"Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días".

En la frase Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores vemos felicidad, fruto y plenitud. ¿Y cuál será la
mesa hoy? Creemos que se refiere a la mesa del Señor. En la época en que se escribió este Salmo, se refirió a la promesa de
Dios a Israel de bendiciones materiales. A nosotros, Él nos promete bendiciones espirituales.
Luego nos dijo el salmista: unges mi cabeza con aceite. Y ese aceite habla del Espíritu Santo. Necesitamos, estimado oyente, esa
unción del Espíritu Santo en el día de hoy. No podemos enfrentar la vida solos.
Y al final del versículo 5 leemos: mi copa está rebosando. Este es un símbolo de la alegría. Hoy necesitamos experimentar esa
alegría y ser sostenidos por ella. En Juan 10:10 el Señor dijo: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia. El Señor quiere que nuestra alegría sea completa. Este mundo necesita ver a cristianos rebosantes.

Esto nos lleva al versículo final de este Salmo. Nuestro Pastor nos conduce todo el camino, desde los verdes pastos y las aguas
de reposo, hasta la casa del Padre. El salmista siente que la bondad y el amor le seguirán todos los días de su vida, y sabe que
habitará para siempre en la casa del Señor. En Juan 14:2-3, el Señor dijo Yo voy a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y
os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis. Es que las ovejas no
son animales de pedigrí, de raza, y de cualquier forma las ovejas no tienen mucho valor, pero sí tenemos un pastor maravilloso.
Estimado oyente, ¿puede usted decir en este preciso momento: El Señor es mi pastor? Si usted puede decirlo, todas las hermosas
promesas de este Salmo son para usted. Si Él es el Pastor que dio su vida por las ovejas, y Él es su Salvador, entonces este
Salmo es para usted.

Juan 6: 35-51
Metáforas (Yo soy el pan de vida)

Juan 6:22-58

Continuamos hoy estudiando el capítulo 6 del evangelio según San Juan. En nuestro programa anterior, consideramos la
alimentación milagrosa de los cinco mil. Y dijimos que, en realidad, había en la multitud como unas quince mil personas. Después
de este milagro, encontramos en este Evangelio el discurso de nuestro Señor Jesucristo, sobre el Pan de Vida. Después del
milagro, la gente comenzó a buscarle y quedaron defraudados, porque tanto el Señor Jesucristo, como Sus discípulos, se habían
marchado. Comencemos, pues, leyendo los versículos 22 al 24, de este capítulo 6 del evangelio según San Juan:
"Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar se dio cuenta de que no había habido allí más que una sola barca, y que
Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que estos se habían ido solos. Pero otras barcas habían llegado de
Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor. Cuando vio, pues, la gente que Jesús
no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús."

Al parecer, Jesús y Sus discípulos habían llegado de la parte sur del mar de Galilea. Y parece que Jesús había alimentado a la
multitud cerca de Tiberias. Luego, habían llegado en la barca a Capernaúm. Ahora, esta fue la primera vez que Juan utilizó el título
de "Señor", en la expresión: "...después de haber dado gracias el Señor". Como ya hemos visto, la palabra usual aquí para Él, era
"Jesús". Él es el "Verbo o la Palabra hecha carne". Ahora, ¿Quién era esa Palabra? Pues, era Jesús. El ángel le había dicho a
José: ". . .y llamarás su nombre JESÚS, porque Él salvara a su pueblo de sus pecados". (Mateo 1:21) Ahora, lo que realmente
quería toda esta gente, era saber cómo le había sido posible a Jesús, apartarse de ellos. Leamos los versículos 25 y 26:
"Y hallándolo al otro lado del mar, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto
os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis."

Observemos que Jesús no respondió directamente a su pregunta. Penetró debajo de la superficie del verdadero motivo por el cual
le buscaban. La palabra que usó no fue literalmente "pan", sino una que significa "forraje". Dice que comieron el forraje y q ue
quedaron saciados. Su único interés era el de llenar el estómago. Entonces les dijo aquí en el versículo 27:
"Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del hombre,
porque a éste señaló Dios, el Padre."

Traduzcamos esta frase a un lenguaje más corriente. Esta no es una traducción, sino más bien, una manera de resaltar el sentido.
Permítanos decirlo así: "Dejad de trabajar por la comida que se acaba, pero trabajad por la comida que permanece para la vida
eterna, la comida que el Hijo del Hombre os dará; porque en Él, Dios el Padre ha puesto Su sello."
Usted recordará que éste es el mismo tipo de aproximación que nuestro Señor usó con la mujer samaritana, allá junto al pozo. Lo
que ella quería, era agua. Lo que esta multitud necesitaba, era pan. En aquella ocasión, junto al pozo, Jesús se había presentado
como el Agua de Vida. Y aquí, Él se identificó como el Pan de Vida. Y estas dos cosas son esenciales. El pan y el agua son muy
importantes para poder mantener la vida. Jesús es tanto el Pan, como el Agua. Observemos que Él utilizó estos dos elementos
ordinarios como símbolos. También es la Palabra, y la Palabra fue hecha carne. ¿Cómo podemos explicar esto? ¿Cómo podemos
conocer a Dios, y qué podemos saber acerca de Dios? Jesús, el Verbo o la Palabra, llega a donde nos encontramos y se
comunica con nosotros de una manera que podemos entender. Jesús dijo que Él era el Agua y que Él proveía el agua viva. Dijo
también que Él era Pan. Ahora, nosotros sabemos lo que es el agua y lo que es el pan. Ahora, el versículo 28 dice:
"Entonces le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?"

En otras palabras, estaban preguntando en cuanto a lo que podían hacer para ser salvos. Querían hacer algo porque el hombre
siempre ha creído que si simplemente pudiera ocuparse en hacer alguna cosa, podría salvarse. El hombre se cree enteramente
capaz de lograr su propia salvación. Se cree competente para hacerlo y cree que Dios va a aceptar sus obras. Veamos
cuidadosamente, en que consisten las obras de Dios. Leamos el versículo 29:
"Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en aquél que él ha enviado."

Es que las obras de Dios no consisten en hacer lo que haya sido mandado por Dios, sino en aceptar lo que ha sido hecho por
Dios. En otras palabras, es lo que Dios ha hecho y no lo que usted hace. Es la obra de Dios y no las obras del ser humano. Por
eso aquí dice: "Y ésta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado". Jesús estaba diciendo que Dios provee la comida.
Él es quien ha provisto esa comida para nosotros hoy en día. Y nosotros debemos comer de ella. En la parábola de la gran cena,
el señor de la casa extendió una invitación para un banquete y dijo a sus siervos: "Id a las calles principales para decirles a todos
cuantos encontréis que están invitados a venir". Hoy está vigente esta invitación. Se trata de una comida gratuita, por cierto, pero
es una comida espiritual. Veamos ahora la respuesta de aquella gente en el versículo 30:
"Entonces le dijeron: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces?"

Debemos enfatizar que esto revela la dureza del corazón humano. Aquí estaban los hombres que habían sido alimentados
milagrosamente por nuestro Señor Jesucristo, cuando Él alimentó a los cinco mil, y ellos aún le dijeron: "Danos señal. ¿Qué obra
haces?" En otras palabras, no querían creer en Él de ninguna manera. Y después hablaron en cuanto al pan material. Leamos los
versículos 31 al 33:
"Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo. Y Jesús les dijo: De cierto, de
cierto os digo: Moisés no os dio el pan del cielo, pero mi Padre os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es aquel
que descendió del cielo y da vida al mundo."

Vemos aquí que ellos dijeron que Moisés le había dado maná o pan al pueblo en el desierto. Pero, la verdad es que Moisés no fue
quien les había provisto el maná, sino Dios. Y no fue una comida que les dio una sola vez, sino que les alimentó todos los días
durante los cuarenta años de su viaje por el desierto. Ahora, esta gente quería ser alimentada, y eso es lo que buscaban. Y Jesús
les aseguró que el maná les había preservado la vida en los tiempos de Moisés, y que la provisión de comida había sido un reg alo
de Dios. El maná les dio la vida física a los que atravesaron el desierto, pero en esta nueva época, el Señor Jesús les daba la vida
espiritual, como pan de Dios que había descendido del cielo. Continuemos con el versículo 34:
"Le dijeron: Señor, danos siempre este pan."

La reacción de estas personas, fue idéntica a la de la mujer samaritana junto al pozo, que había pedido recibir el agua que J esús
ofrecía, pero estaba realmente pensando en el agua del pozo, pues así jamás tendría que volver al pozo para sacar el agua. En
aquella ocasión, el Señor pasó algunos momentos apartando los pensamientos de la mujer del agua de aquel pozo, y elevándolos
hacia el agua espiritual. Y aquí, en este nuevo episodio, Jesús también hizo un esfuerzo similar por cambiar los pensamientos de
estas personas de su hambre física, hacia su necesidad del pan espiritual, que les daría vida espiritual. Leamos el versículo 35:
"Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás."

Vemos que aquí Cristo unió los dos elementos: el pan y el agua. Cristo es el maná. Él es quien descendió del cielo y quien dio Su
vida por el mundo, a fin de que nosotros, usted y yo, estimado oyente, tuviéramos vida. Y ésta es la salvación. También veremos
que Jesús es el Pan del cual tenemos que alimentarnos constantemente, a fin de que crezcamos espiritualmente.
Después de todo, el maná era un alimento milagroso que satisfizo plenamente. Cuando los israelitas entraron en la tierra
prometida, les fue dado el fruto de la tierra, espigas nuevas tostadas, que era un símbolo de la Palabra de Dios. Pero hay muchos
hoy en día, a quienes no les gusta "el fruto de la tierra". Leamos ahora, los versículos 36 y 37, de este capítulo 6 del evangelio
según San Juan:
"Pero ya os he dicho que, aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo
echo fuera."

En este versículo hay una combinación de dos grandes verdades: la soberanía divina, en la frase "Todo lo que el Padre me da" y
la respuesta humana, en la frase "y al que a mí viene". Con frecuencia algunos se han apropiado de una de estas grandes
verdades, y en ocasiones, de la otra, transformándolas separadamente en sisTemas lógicos de doctrina que, llevados cada uno a
un extremo, podrían llegar a ser "medias verdades". Sin embargo Jesús expuso estas verdades unidas. Y aunque éstas se
cumplen en la experiencia humana, hay que reconocer que el reconciliar la soberana gracia de Dios con la libertad y
responsabilidad del hombre, trasciende la razón humana que, al estar afectada por la caída de los seres humanos en el pecado,
no puede comprender los grandes misterios de Dios. Hay una distinción entre el inclusivo "todo", que es neutro, y el personal "al
que a mí viene". La respuesta es individual. Y en la declaración "no le echo fuera", el negativo es enfático.
Jesús les preguntó si en verdad querían pan. Si querían pan, Él era el Pan de Vida. Pero, le habían visto y no creían. Habían
rechazado el verdadero Pan. Pero no por ello se desalentó el Hijo, pues todo aquel que fuese don del Padre, para Él vendría, y al
acudir, no hallaría en Él repudio sino una cordial acogida.
Continuemos ahora con el versículo 38 de este capítulo 6 del evangelio según San Juan:
"He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió."
Cuán maravilloso es que la voluntad de Dios sea que usted venga a Él. Jesucristo vino del cielo porque era necesario que el H ijo
del Hombre fuese levantado. Jesús vino para hacer la voluntad del Padre en todo, y es la voluntad de Dios que usted, sea nacido
de nuevo, que experimente el nacimiento espiritual. Pero usted tiene que venir a Jesús, estimado oyente, esa es la única manera.
Venir a Él es sinónimo de creer en Él. Tiene que venir al Señor Jesús por la fe. Ahora, el versículo 39, dice:
"Y la voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda yo nada de todo lo que él me da, sino que lo resucite en el día final."

Y la voluntad de Dios no se circunscribe al llamado, sino que se extiende a preservar a quienes le son dados a Cristo. Significa
exactamente lo que Él dice aquí. Cuando una persona acepta a Cristo, es justificada, y si ha sido justificada, es igualmente seguro
que será glorificada. Cuando Jesús comenzó con cien ovejas, terminará su obra con cien ovejas. No se perderá ninguna. Eso es lo
que esto significa. Todos los que creen en Cristo tienen vida eterna, y todos serán resucitados en el día postrero. Leamos los
versículos 41 y 42:
"Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo, y decían: Éste, ¿no es Jesús el
hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora: Del cielo he descendido?"

No había duda alguna que aquí, Jesús les estaba enseñando que Él era Dios y que había descendido del cielo. En esta sección Él
estaba enseñando Su nacimiento virginal. Hay quienes dicen que el Señor Jesús nunca enseñó sobre Su nacimiento virginal. Pero
entonces, ¿qué estaba diciendo aquí? Los judíos entendieron lo que Él decía. Preguntaron cómo podía ser cierto, siendo que
conocían a Su padre y a su madre. ¿Cómo podía haber bajado del cielo? Bueno, fue por su nacimiento virginal. Como el ángel le
dijo a María, fue el Espíritu Santo quien concibió aquel Santo Ser en ella. Esta sección que comienza en el versículo 38, es un
complemento, o una confirmación del nacimiento virginal, y necesita ser añadida a las otras porciones de la Escritura que tratan
este Tema.

Aquí en el versículo 42, la frase ". . . he descendido del cielo", es la historia de la Navidad. Como dice una canción, "Glorias
magníficas Él dejó, para buscarme a mí. Sólo Su incomparable amor le hizo venir aquí". Vino de la gloria del cielo. Descendió del
trono para ascender a la cruz por Ud. y por mí, estimado oyente. Esto lo hizo mediante el nacimiento virginal. Ésa es la historia de
la Navidad, y no habría ninguna historia navideña sin este nacimiento virginal.

Aquí, pues, los que escuchaban a Jesús entendieron inmediatamente y preguntaron: Bueno, "¿Y, no es éste Jesús, el hijo de
José?" Ellos creían que conocían a Su padre y a Su madre, pero la verdad es que no les conocían. Porque Jesús no era el hijo de
José. Él había descendido del cielo. Continuemos con los versículos 43 y 44:
"Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae; y yo lo
resucitaré en el día final."

Jesús dirigió su atención a la acción de Dios de hacer venir a la gente a Cristo y de enseñarles. Ellos no estaban en posición de
juzgarle, porque sin la ayuda de Dios, cualquier evaluación del mensajero divino estaría equivocada. Ninguno puede venir a Cristo
o creer en Él sin la ayuda divina. Porque los seres humanos se encuentran esclavizados y atrapados por las arenas movedizas del
pecado y la incredulidad. Si Dios no les saca de ese lugar, seguirán sin esperanza. Este ministerio de Dios es amplio, no está
limitado sólo a unos cuantos. Recordemos que Jesús dijo, en Juan 12:32, "Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré
a mí mismo". Pero Dios le hace a usted, responsable de decidir si va venir a Jesús o no. El Señor continúa hablando en el
versículo 45 y dice:
"Escrito está en los Profetas: Y todos serán enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oye al Padre y aprende de él, viene a
mí."

Son casi innumerables los pasajes en el Antiguo Testamento que se refieren a este Tema. Por ejemplo, Isaías 54:13 dijo: "Y todos
tus hijos serán enseñados por el Señor; y se multiplicará la paz de tus hijos". En el capítulo 60, versículos 2 y 3, Isaías declaró:
"Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti será vista su
gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu amanecer". Hay estas y muchas otras declaraciones, que
decían que ellos podían acudir a Dios y que confirman que usted puede venir a Él. Y estas verdades son maravillosamente claras.
El profeta Malaquías dijo en el capítulo 4, versículo 2 de su profecía: "Mas para vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol
de justicia, y en sus alas traerá salvación. Saldréis, y saltaréis como becerros de la manada". Ésta fue otra referencia clave a esta
verdad. Cada hombre que oye al Padre y aprende de Él, vendrá a Mí. Eso es lo que Él está diciendo aquí. Ésta es la verdad
central en todos estos pasajes. Si usted escucha la Palabra de Dios, entonces, vendrá a Cristo.
Leamos ahora los versículos 46 y 47:
"No que alguien haya visto al Padre; solo aquel que viene de Dios, ese ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree
en mí tiene vida eterna."

El único que ha visto al Padre es el Señor Jesucristo. Y Él aclaró, sin lugar a dudas, que cualquiera que creyese en Él, tendría vida
eterna. Esto, estimado oyente, no puede ser expresado de una manera más clara. Continuemos con los versículos 48 hasta el 51:
"Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. Éste es el pan que desciende del
cielo para que no muera quien coma de él. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo."

Jesús vino a esta tierra como el Verbo o la Palabra hecha carne, e iría a la cruz para entregar allí Su vida humana, como un
sacrificio, para pagar los pecados suyos y los míos. Si usted acepta esto, es salvo. Alguien dirá: "Eso es demasiado fuerte". Y eso
era lo que decían también en aquel entonces.
Éxodo 16

Exodo 16

Tema: Los israelitas llegaron al desierto de Sin; se quejaron por la falta de pan; recibieron pan y codornices; el pan o maná no
debía ser recogido en el día del reposo; tenían que guardar una porción determinada de maná.

Observaciones

Hemos estado estudiando las experiencias de los israelitas. Después de salir de Egipto, cruzaron el Mar Rojo, dirigiéndose hacia el
Monte Sinaí, se registraron siete experiencias de aquel pueblo que se corresponden con la experiencia cristiana. Hasta el
momento, habían cantado la canción de Moisés, y habiendo viajado 3 días sin encontrar agua, llegaron a Mara donde el agua era
amarga, y luego a Elim, donde encontraron agua y árboles en abundancia. Para nosotros, Elim es un símbolo de la experiencia
cristiana fructífera y Dios ha prometido conducirnos a ese lugar. Hoy continuaremos el relato con la llegada de los viajeros al
desierto de Sin, y los incidentes del maná y las codornices. Como cristianos, recordaremos que Cristo es el pan de vida. Leamos,
pues, los versículos 1 al 3, en los que vemos que
Los israelitas se quejaron por la falta de comida
"Partieron de Elim, y toda la congregación de los hijos de Israel llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, el día quince
del segundo mes después de su salida de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés
y contra Aarón en el desierto. Y los hijos de Israel les decían: Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto
cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis traído a este desierto
para matar de hambre a toda esta multitud."

Solo habían transcurrido aproximadamente 2 meses y medio desde que los israelitas salieron de Egipto. Habían comenzado a
quejarse cuando llegaron al Mar Rojo. Después de cruzar el mar, cantaron la canción de Moisés, la canción de la redención. Pero
no pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a quejarse otra vez.

Querían librarse de la esclavitud de Egipto pero, al poco tiempo de viajar por el desierto, les faltó el agua y la comida y
comenzaron a quejarse nuevamente. Entonces recordaron las ollas de Egipto y suspiraron por ellas. De la misma manera, hoy hay
muchos que han sido salvados del pecado y desean volver a su vieja vida. Muchos habremos sentido esa tentación.
Dios no tenía la intención de que su pueblo pasase hambre. Su plan era guiarlo a través del desierto y había prometido cuidarlo.
Leamos los versículos 4 al 7, y veamos cómo
Dios proveyó el maná y las codornices

"Entonces el Señor dijo a Moisés: He aquí, haré llover pan del cielo para vosotros; y el pueblo saldrá y recogerá diariamente la
porción de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en mi ley. Y sucederá que en el sexto día, cuando preparen lo que
traigan, la porción será el doble de lo que recogen diariamente. Entonces Moisés y Aarón dijeron a todos los hijos de Israel: A la
tarde sabréis que el Señor os ha sacado de la tierra de Egipto; y por la mañana veréis la gloria del Señor, pues El ha oído vuestras
murmuraciones contra el Señor; ¿y qué somos nosotros para que murmuréis contra nosotros?"

Moisés y Aarón les preguntaron: "¿Por qué estáis quejándoos contra nosotros?" Sólo somos humanos y no podemos hacer ni
proporcionaros nada. Pero Dios ha escuchado vuestras quejas y veréis la gloria de Dios". Cada vez que el pueblo se había
quejado, había aparecido la gloria de Dios. Eso quiere decir que a Dios no le agradan los cristianos quejosos, que tienen la manía
de criticar a los demás. Continuemos leyendo los versículos 8 al 13:
"Y Moisés dijo: Esto sucederá cuando el Señor os dé carne para comer por la tarde, y pan hasta saciaros por la mañana; porque el
Señor ha oído vuestras murmuraciones contra El. Pues ¿qué somos nosotros? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros,
sino contra el Señor. Y Moisés dijo a Aarón: Di a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la presencia del Señor,
porque El ha oído vuestras murmuraciones. Y sucedió que mientras Aarón hablaba a toda la congregación de los hijos de Israel,
miraron hacia el desierto y, he aquí, la gloria del Señor se apareció en la nube. Y habló el Señor a Moisés, diciendo: He oído las
murmuraciones de los hijos de Israel. Háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan; y
sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios. Y sucedió que por la tarde subieron las codornices y cubrieron el campamento, y por la
mañana había una capa de rocío alrededor del campamento."

Hemos visto que Dios no solo les proveyó el pan sino también les envió las codornices. O sea, que tuvieron una comida excelente.
Leamos los versículos 14 al 21, que contienen una

Descripción del maná y su recolección

"Cuando la capa de rocío se evaporó, he aquí, sobre la superficie del desierto había una cosa delgada, como copos, menuda,
como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los hijos de Israel se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto?, porque no sabían lo que era. Y
Moisés les dijo: Es el pan que el Señor os da para comer. Esto es lo que el Señor ha mandado: Cada uno recoja de él lo que vaya
a comer; tomaréis unos dos litros por persona, conforme al número de personas que cada uno de vosotros tiene en su tienda. Y
así lo hicieron los hijos de Israel, y unos recogieron mucho y otros poco. Según la medida acordada, al que había recogido mucho
no le sobró, ni le faltó al que había recogido poco; cada uno había recogido lo que iba a comer. Y Moisés les dijo: Que nadie deje
nada para la mañana siguiente. Más no obedecieron a Moisés, y algunos dejaron algo para la mañana siguiente, pero crió gusanos
y se pudrió; y Moisés se enojó con ellos. Lo recogían cada mañana, cada uno lo que iba a comer; pero cuando el sol calentaba, se
derretía."
El pan debía ser recogido cada mañana. Y cada persona debía ocuparse de ello, pues tenía que ser una experiencia personal.
Aquel pan nos habla del Señor Jesucristo como el Pan de Vida. El Evangelio de Juan 6:32 al 35, confirmando esta verdad dice:
"Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es Moisés el que os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el
que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo. Entonces le dijeron:
Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí
nunca tendrá sed."

Volvamos a nuestro pasaje Bíblico y continuemos leyendo los versículos 22 al 24:


"Y sucedió que en el sexto día recogieron doble porción de alimento, es decir, unos cuatro litros para cada uno. Y cuando todos los
jefes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés, él les respondió: Esto es lo que ha dicho el Señor: Mañana es
día de reposo, día de reposo consagrado al Señor. Coced lo que habéis de cocer y hervid lo que habéis de hervir, y todo lo que
sobre guardadlo para mañana. Y lo guardaron hasta la mañana como Moisés había mandado, y no se pudrió ni hubo en él gusano
alguno."

Dios les proveería el alimento día a día. Pero el día anterior al día del reposo debían recoger lo suficiente para dos días. Como
hemos adelantado ya, aquel pan representaba a Cristo como el Pan de Vida que descendió del cielo para dar Su vida por el
mundo. El es el verdadero Pan. El es el que nos da la vida y el sustento.
Leamos los versículos 25 26, que nos hablan del
Día de reposo

"Y Moisés dijo: Comedlo hoy, porque hoy es día de reposo para el Señor; hoy no lo hallaréis en el campo. Seis días lo recogeréis,
pero el séptimo día, día de reposo, no habrá nada."

Aquí destacaremos que el sábado, el día del reposo, fue dado a Israel antes de la promulgación formal de la ley. La finalidad del
sábado o día del reposo era enseñarles una gran lección sobre su dependencia total del Señor, que tenía una amplia aplicación,
tanto en las cosas prácticas como el alimento de cada día como en el ámbito espiritual como la salvación del alma y su relación
con Dios. Más adelante tendremos ocasión de profundizar más en nuestro estudio sobre esta enseñanza. Continuemos leyendo el
versículo 27 al 31:
"Y sucedió que el séptimo día, algunos del pueblo salieron a recoger, pero no encontraron nada. Entonces el Señor dijo a Moisés:
¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mis mandamientos y mis leyes? Mirad que el Señor os ha dado el día de reposo; por eso el
sexto día os da pan para dos días. Quédese cada uno en su lugar, y que nadie salga de su lugar el séptimo día. Y el pueblo
reposó el séptimo día. Y la casa de Israel le puso el nombre de maná, y era como la semilla del cilantro, blanco, y su sabor era
como de hojuelas con miel."
Ahora veremos algo relacionado con el aspecto del pan.

¿Cómo podría describirse aquel pan? Resulta difícil de explicar. Era una comida excelente, que contenía todo el sustento que el
pueblo necesitaba. Sin embargo la gente pronto comenzó a quejarse. El libro de los Números 11.4 y 5, registra el incidente y dice:
"Y el populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable; y también los hijos de Israel volvieron a llorar, y dijeron: ¿Quién
nos dará carne para comer? Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los
puerros, las cebollas y los ajos"

Esto es lo que aquella multitud añoraba en el desierto, recordando a Egipto. Se trataba de vegetales que crecían en la tierra o bajo
su superficie, más bien condimentos, sin un valor nutritivo real, como los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos. Es decir,
alimentos que por sí mismos no satisfacen porque, además, se utilizan como guarnición para complementar las comidas. Por
aquellos, sí sentían hambre, y los recordaban con nostalgia. Leamos también, en el mismo capítulo del libro de Números, el 11; 6,
"pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este pan."

Y los versículos 7 y 8 añaden, con respecto al pan, también llamado maná:


"Y el maná era como una semilla de cilantro, y su aspecto como el del bedelio. El pueblo iba, lo recogía y lo molía entre dos
piedras de molino, o lo machacaba en el mortero, y lo hervía en el caldero y hacía tortas con él; y tenía el sabor de tortas cocidas
con aceite."

Como vemos, aquel pan podía ser preparado de diversas maneras, y estaba lejos de ser una comida monótona. Sin embargo, los
israelitas se cansaron de comerlo y así despreciaron aquella comida celestial, quejándose por tener que comerla. Seguían
recordando aquellas ollas de Egipto. En otras palabras, querían regresar al lugar del cual habían sido liberados.

Me temo que esta misma historia podría contarse de algunas personas que se han convertido a Cristo y, por lo tanto, pueden
considerarse cristianas. Personas que han sido liberadas de lo que aquel Egipto simbolizaba, es decir, del mundo como sisTema
ajeno a Dios. Personas que, después de su conversión, y de vez en cuando, desean regresar a sus antiguos hábitos o
costumbres. Tales creyentes necesitan realizar una ruptura completa con su antigua vida. No es posible continuar viviendo como
en el pasado, bajo los valores de aquel otro mundo opuesto a Dios y, al mismo tiempo, ser útiles a Dios y experimentar Su paz en
el corazón. Hay que romper con esa época ya superada, que frecuentemente se hace presente en la mente, intentándola
esclavizar otra vez. Debemos vivir del Pan verdadero que vino del cielo, es decir, del Señor Jesucristo.
Regresemos a nuestro pasaje Bíblico de hoy y leamos los versículos 32 y 33:
"Y Moisés dijo: Esto es lo que el Señor ha mandado: Que se guarde una medida de dos litros de maná para vuestras
generaciones, para que vean el pan que yo os di de comer en el desierto cuando os saqué de la tierra de Egipto. Entonces dijo
Moisés a Aarón: Toma una vasija y pon en ella unos dos litros de maná, y colócalo delante del Señor a fin de guardarlo para
vuestras generaciones."

Una jarra de oro con maná fue guardada en el arca o cofre del pacto, descrito con mayor detalle en la parte final de este libro del
Éxodo. En dicho cofre se conservaron finalmente 3 cosas: (1) La vara o bastón de Aarón, en el que brotaron retoños, (2) La jarra
con el maná y (3) y las tablas del pacto, que contenían la Ley de Dios, los 10 mandamientos. La ley nos habla del hecho de que
solamente Cristo guardó la Ley. El la cumplió por ti y por mí. El pan o maná, nos habla de la muerte de Cristo por nosotros. El nos
ha provisto el alimento espiritual. Y la vara o bastón de Aarón que retoñó nos ilustra la resurrección de Cristo. Sobre aquel arca o
cofre, sirviendo como una tapa estaba el llamado propiciatorio, de oro puro, sobre el cual se rociaba la sangre de los sacrificios.
Únicamente Cristo pudo satisfacer las demandas de Dios. Solamente El puede salvar y puede salvarnos a nosotros porque ha
derramado su propia sangre. Debido a Su sacrificio, la gracia y misericordia de Dios se extienden hacia el ser humano, hacia el
pecador.
Leamos los versículos finales de este capítulo 16, que son el 34 y el 35:
"Tal como el Señor ordenó a Moisés, así colocó Aarón la canasta con el maná delante del cofre del pacto para que fuera
guardado. Y los hijos de Israel comieron el maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; aquel pan comieron hasta
que llegaron a los límites de la tierra de Canaán."

Estos versículos nos dicen que los israelitas comieron aquel pan durante los cuarenta años que vagaron por aquel desierto. Y
además, ya hemos leído anteriormente cuál era su ración diaria. Cuando finalmente llegaran a la Tierra Prometida, la provisión del
maná cesaría y comerían nuevamente del antiguo maíz. Creo que, al final, descubrirían que, después de todo, aquel pan era un
alimento realmente estimulante. En efecto, había sido una comida exótica, comparada con el viejo maíz.

Para terminar haremos una última aplicación práctica, necesaria para todos aquellos que han sido salvados, redimidos, que han
aceptado la obra de Jesucristo al morir en una cruz. Pero, a partir de ese día, han continuado hablando solo de esa experiencia,
pero no han crecido ni se han desarrollado espiritualmente; no han profundizado su conocimiento del Señor porque no se han
alimentado lo suficiente con la Palabra de Dios. Y es precisamente de esa Palabra que Dios desea que nos nutramos. La
aplicación se extiende también hacia aquellos que aun no han llegado a tener un conocimiento personal del Señor Jesucristo como
su Salvador. Si aun no has saboreado ese pan que descendió del cielo, te sugiero que vengas a Cristo y lo pruebes. El Salmo
34:8, dice,
"Probad y ved que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en El se refugia!"

Además, y en el Evangelio de Juan 6:51, el Señor Jesucristo dijo:


"Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la
vida del mundo es mi carne."

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