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CONTRAPUBLICITARIO
TRATADO CON LOS FUNDAMENTOS GENERALES
QUE SUSTENTAN EL MOVIMIENTO CONTRAPUBLICITARIO
Producido por:
Campaña Gráfica “Vademékum Contrapublicitario” (2009)
www.proyectosquatters.blogspot.com
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Campaña Gráfica “Vademékum Contrapublicitario” (2009)
www.proyectosquatters.blogspot.com
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Campaña Gráfica “Vademékum Contrapublicitario” (2009)
www.proyectosquatters.blogspot.com
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+ INDICE
+ CITAS
** CAPITULO I:
** CAPITULO II:
** CAPITULO III:
** CAPITULO IV:
** CAPITULO V:
** CAPITULO VI:
** CAPITULO VII:
RECUPERÁ TU PODER.
a) Nuestra Lucha.
b) Nuestra Misión.
***
+ CRÉDITOS
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CITAS
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“El poder del dinero es un parásito de la nación en tiempos de paz, y conspira contra
ella en tiempos de guerra. Es más despótico que las monarquías, más insolente que las
autocracias y más egoísta que las burocracias. Veo en el corto plazo una crisis
aproximándose que me inquieta y me hace temblar por el futuro de la nación: las
corporaciones han sido entronizadas, una era de corrupción en los más altos cargos le
seguirá. El poder del dinero intentará prolongar su reinado trabajando entre los prejuicios del
pueblo hasta que la riqueza sea acumulada por unas pocas manos y la república sea
destruida.”
Abraham Lincoln,
presidente de los Estados Unidos
(1865 - poco antes de ser asesinado)
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“Creo que las Instituciones bancarias son más peligrosas que los ejércitos más
preparados… Si el pueblo americano alguna vez permite a los bancos privados controlar la
emisión de la moneda, los bancos y corporaciones que crecerán en torno a ellos privarán a
la gente de sus propiedades hasta que sus hijos se despierten sin un hogar, en el continente
que sus padres conquistaron.”
Thomas Jefferson,
presidente de Estados Unidos (1745-1826)
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“Desde que ingresé a la política, muchos hombres se me han acercado para
confiarme sus pensamientos de manera reservada. Algunos de los más importantes
hombres de los Estados Unidos, de las áreas del comercio y de la industria están asustados
de alguien, están asustados de algo... Saben que en algún lugar hay un poder tan
organizado, tan escondido, tan vigilante, tan interrelacionado, tan completo, que es mejor no
hablar más alto que el ruido de la respiración cuando se los condena.”
Woodrow Wilson,
presidente de los Estados Unidos (1912-1920)
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“Tenemos, en este país, una de las instituciones más corruptas que el mundo haya
conocido jamás. Me refiero al Concejo de Reserva Federal y a los Bancos de Reserva
Federal (FED) (...)
Aquí se está preparando un sistema bancario mundial… Un super-Estado controlado
por los banqueros internacionales, que actúan en conjunto para esclavizar al mundo en pos
de su propio placer. El Banco Central ha usurpado el gobierno.”
Louis McFadden,
Congresista del Gobierno de Woodrow Wilson
(fue víctima de dos atentados contra su vida. Murió en 1936.
El motivo de su muerte nunca fue esclarecido)
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“Nuestra gran Nación industrial está controlada por su sistema de créditos. Nuestro
sistema de crédito está concentrado en manos privadas. El crecimiento de la nación y por
consiguiente de todas nuestras actividades, está en manos de unos pocos hombres, quienes
necesariamente, por motivos de sus propios intereses, congelan, frenan y destruyen la
genuina libertad económica.
Nos hemos transformado en uno de los gobiernos peor dirigidos, uno de los
gobiernos más completamente controlados y dominados del mundo civilizado. No hay más
un gobierno de libre opinión, no hay más un gobierno por convicción y el voto de la mayoría,
sino que hay un gobierno de la opinión y la coacción de pequeñas elites de hombres
dominantes.”
Woodrow Wilson,
presidente de los Estados Unidos (1912-1920)
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“Damas y caballeros: la propia palabra “secreto” es repugnante en una sociedad libre
y abierta. Históricamente nos hemos opuesto a las sociedades secretas, a juramentos
secretos, y a procedimiento secretos…
Pero hoy, nos enfrentamos en todo el mundo a una conspiración monolítica y
despiadada, que se basa principalmente en métodos encubiertos para expandir su esfera de
influencia, basada en la infiltración, en lugar de invasión, en subversión, en lugar de
elecciones, en intimidación, en lugar de libre elección. Este es un sistema que ha conscripto
vastos recursos humanos y materiales para construir una máquina eficaz, estrechamente
entretejida que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas,
científicas y políticas. Sus preparativos son ocultos, no se publican, sus errores son
enterrados, no se anuncian, sus disidentes son silenciados, no elogiados. No se cuestionan
sus gastos, no se publican los rumores, no se revelan los secretos…
Les pido su ayuda en la tremenda tarea de informar y alertar a la población
norteamericana, confiando que con su ayuda el hombre conseguirá ser lo que debería ser,
libre e independiente.”
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"Tendremos un Gobierno Mundial, nos guste o no. La única pregunta es si este Gobierno
Mundial se conseguirá por conquista o por consenso."
Paul Warburg,
Consejero de Relaciones Exteriores
y arquitecto del sistema de Reserva Federal (FED)
(17 de Febrero de 1950)
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“Estamos agradecidos con el Washington Post, la revista New York Times, y otras grandes
publicaciones cuyos directores han asistido a nuestras reuniones y respetado sus promesas
de discreción por casi 40 años...
Hubiera sido imposible para nosotros desarrollar nuestro plan para el mundo si
hubiésemos estado sujetos a las luces de las publicaciones durante esos años.
Pero hoy el mundo está más sofisticado y preparado para marchar hacia un gobierno
mundial… Una soberanía supranacional de una elite intelectual y los banqueros mundiales,
es seguramente preferible a la auto-determinación nacional, practicada en siglos pasados.”
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"El sucio secretito (de la política) es que ambos partidos del Congreso son
irrelevantes. La política doméstica de Estados Unidos está siendo dirigida por Alan
Greenspan (presidente del FED) y la Reserva Federal. La política exterior de Estados Unidos
está siendo dirigida por el Fondo Monetario Internacional (FMI)."
Robert Reich,
consejero cercano
y miembro del gabinete
del presidente Bill Clinton
(7 de Enero de 1999, USA Today)
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“La actual ventana de oportunidad, durante la cual un orden mundial verdaderamente
pacífico e interdependiente pueda ser construido, no estará abierta por mucho tiempo.
Estamos en el vértice de una transformación global, todo lo que necesitamos es la más
grande y perfecta crisis, y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial.”
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** CAPITULO I
Desde finales del siglo XIX Norteamérica se había convertido en una sociedad
industrial masiva, con millones de conglomerados en las ciudades y cientos de fábricas que
producían bienes a gran escala. Las corporaciones norteamericanas habían salido de la
primera Guerra Mundial ricas y poderosas, pero tenían una preocupación creciente: resulta
que el sistema de producción masivo había aflorado durante la guerra, y entonces millones
de bienes se vertían desde las líneas de producción de las fábricas hacia el mercado. Lo que
temían las corporaciones era el peligro de la sobreproducción, que la gente sintiera que
tenía suficientes bienes y que simplemente dejara de comprar. Hasta aquel momento
todavía se vendía a las masas sobre la base de sus necesidades. Los productos se
promocionaban como satisfactores de necesidades y la intención de los anuncios era
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simplemente mostrar a la gente las virtudes particulares de cada producto, su practicidad y
durabilidad. Nada más.
Las corporaciones entendieron que lo que deberían hacer para que su negocio
prosperara también en época de paz, era transformar el modo en que la mayoría de los
norteamericanos pensaban los productos.
Un importante banquero de la época, Paul Mazer, de Lehman Brothers, tenía claro lo
que era necesario; y escribió: “Debemos elevar América de un nivel de necesidad a un nivel
de deseo. La gente debe ser entrenada para desear cosas nuevas incluso antes de que las
viejas estén totalmente consumidas. Debemos dar forma a una nueva mentalidad
Americana: los deseos de los hombres deben eclipsar a sus necesidades”.
Las corporaciones norteamericanas, entonces, se propondrían fabricar masiva y
sistemáticamente una sociedad de consumo, para aumentar sus índices de producción,
hacer prosperar su negocio y fortalecer su poder.
El hombre que iba a contribuir decisivamente a cambiar esa mentalidad sería Eduard
Barneys, sobrino americano de Sigmund Freud, quien puso en práctica las teorías
psicoanalíticas de su tío, pero desde un punto de vista empresarial. Éste hombre había
quedado impresionado por la forma en que la propaganda había logrado conquistar y
manipular la voluntad de las masas durante la guerra, y se preguntó si no podría hacer lo
mismo también en época de paz.
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Una vez concluida la Primera Guerra Mundial, Barneys decidió abrir una agencia de
propaganda en Nueva York, pero como ese nombre había adoptado una connotación
negativa por el uso que se le había dado durante los conflictos bélicos, Barneys lo reemplazó
por un término de su propia inventiva: “Relaciones Públicas”. Al poco tiempo, se había hecho
cargo de las “relaciones públicas” de los Bancos norteamericanos más importantes y
consejero de los presidentes que se sucedieron en la época - como Wilson, Coolidge,
Hoover, Eisenhower-, y diseñó las primeras estrategias publicitarias (en verdad,
propagandísticas) que la industria y la elite económico-financiera necesitaban para imponer
la nueva ideología a las masas, a través del marketing, el merchandising y la promoción de
las ventas.
A comienzos de los años ´20, los principales Bancos de Nueva York (que están en
manos de los mismos clanes que manejan los grandes pulpos petroleros anglo-
norteamericanos), financiaron la creación de Cadenas de grandes Centros Comerciales a lo
largo de Estados Unidos, destinados a ser los puntos de salida de los bienes de producción
masiva. El trabajo que se le había encomendado al primer publicista contemporáneo era
producir un nuevo tipo de cliente. Barneys, entonces, comenzó a crear numerosas técnicas
de persuasión para que las personas consumieran en forma masiva - técnicas que aún
persisten hoy en día y nos resultan tan naturales.
Barneys creó una nueva forma de controlar las fuerzas irracionales de las masas,
estimulando los deseos íntimos de la gente y asociándolos con los productos de consumo. A
partir de entonces, el principal deber de los ciudadanos americanos para con su país ya no
sería ser ciudadanos, sino ser consumidores.
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El presidente Hoover, quien asumió en 1928, estaba de acuerdo con Barneys en que
el consumo sería el motor principal del estilo de vida americano. Hoover, después de su
elección, le dijo a un grupo de publicistas y hombres de relaciones públicas: “Tienen la labor
de crear el deseo y de transformar a la gente en máquinas de felicidad en constante
movimiento. Máquinas que se convertirán en la clave del progreso económico”.
Lo que emergió en los años ´20, entonces, fue una nueva idea de cómo conducir la
democracia de las masas: en su seno, se ubicaría un modelo de individuo consumista, que
no sólo haría que la economía funcionara, sino que reproduciría individuos felices y dóciles,
fácilmente controlables, logrando una sociedad estable.
Este nuevo concepto para controlar a las masas, promovido por las elites más
poderosas a través de la propaganda, corrompió la idea de democracia, y terminó por
convertirla en un paliativo, un medicamento para aliviar un dolor inmediato, pero que no
alteraría las circunstancias objetivas en las que ese dolor se originaba. El sistema de
producción y consumo infinito proveería constantemente a las masas consumistas de
pseudo-satisfactores de sus nuevas necesidades y deseos, a través de la oferta de nuevos
productos o servicios.
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decisiones sobre las políticas económicas, y prometía un mayor control sobre las grandes
corporaciones norteamericanas, interfiriendo con los intereses de las iniciativas privadas.
Al enfrentarse a esta situación, las corporaciones decidieron dar batalla mediante una
respuesta contundente para reconquistar su poder en Norteamérica. En el corazón de esta
batalla estaría, nuevamente, Eduard Barneys, y la profesión que él inventó: las “Relaciones
Públicas”, o lo que hoy se conoce como la Industria de la publicidad.
Se desplegó una guerra ideológica contra el “New Deal” que estuvo destinada a
reconectar la idea de “democracia” con la de “negocio privado”.
Entonces, bajo el paraguas de una asociación que todavía existe, llamada The
National Asociation of Manufacturers (“Asociación Nacional de Fabricantes”), cuyos
miembros incluyen a representantes de las más grandes corporaciones de los Estados
Unidos, se lanzó una mega-campaña diseñada explícitamente para crear una conexión
emocional entre el ciudadano y los negocios privados.
Las técnicas de Barneys fueron usadas a gran escala, y en forma masiva… - poco
menos de lo que padecemos continuamente hoy en día.
Pero Barneys ya no estaba solo. Las corporaciones habían contratado ahora a miles
de publicistas para organizar una vasta campaña de propaganda.
No sólo pagaron anuncios en los grandes periódicos, sino que influyeron
inescrupulosamente en sus editoriales para difundir su mensaje en las principales páginas.
Realizaron vastas campañas gráficas y de vía pública, y múltiples acciones de marketing,
como por ejemplo “La cabalgata General Motors del progreso”, recorriendo las rutas de
Norteamérica con camiones ultramodernos, que difundían la ideología por todo el país. Se
convirtió en una batalla cruenta. Y en el ojo de la tormenta estaba esta nueva figura del jefe
de “relaciones públicas”, el publicista.
En este momento Eduard Barneys estaba a punto de crear una visión utópica que el
capitalismo corporativo, de “libre mercado”, iba a ocuparse de construir en Norteamérica, y
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más tarde en el mundo entero. Él insistía en que la clave era conectar a las corporaciones
norteamericanas con la idea de “democracia” y “libertad”. La visión que impuso fue una
nueva forma de democracia en la que los productos fabricados por la industria responderían
a los deseos íntimos de las personas en un modo que los políticos nunca podrían hacerlo.
Pero ésta era una forma de democracia que dependía de tratar a la gente no como
ciudadanos, sino como consumidores pasivos. Porque esa, según Barneys, sería la nueva
clave para controlar a las masas en una democracia. La gente no estaría encomendada a
tomar las decisiones, sino los caprichos y deseos de la gente, de modo que sería mucho
más fácil controlarla y manipularla.
En esta “democracia” la gente no ejercería poder alguno, la gente no participaría en
la toma de decisiones, no asumiría su rol político dentro de la sociedad; por lo tanto la
democracia se reduciría desde una vida cívica activa a la poco encantadora idea de un
consumidor pasivo, dirigido por instintos y deseos inconscientes.
Teniendo en cuenta esto, debemos pensar que si las corporaciones, por intermedio
de las estrategias de marketing y la publicidad, tienen acceso al control de esos caprichos y
esos deseos de las gentes, podrán hacer lo que quieran con ellas.
Así es como unos pocos pueden controlar y manipular la voluntad de la mayoría,
concentrar el poder, y decidir cómo será la educación de las personas, cómo serán sus
estilos de vida, cómo será su relación con el consumo, quiénes quedarán excluidos y
quiénes no.
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A comienzos de los años ´60, las más importantes agencias de publicidad contaban
con asesoramiento científico de psicólogos, sociólogos, antropólogos, y demás hombres de
ciencias para perfeccionar las técnicas de manipulación de los deseos subjetivos, que luego
aplicaban sobre las gentes con el propósito de convertirlos en “consumidores ideales”. Las
teorías psicológicas, manipuladas por los publicistas y aplicadas sobre la sociedad a través
de la propaganda, consiguieron crear un mundo en el que la gente se habituó a expresar sus
emociones e identidades a través de los objetos de producción masiva.
El resultado de esto fue la fabricación en masa de una “máquina de felicidad”
constantemente deseante; y detrás de la hojalata, un sujeto reprimido, altamente frustrable,
pasivo y conformista. Para ese momento, la Industria de la publicidad se consolidó de
manera definitiva como una eminente agencia corruptora y manipuladora, funcional a la elite
corporativa dominante. Los creativos publicitarios, sus ignorantes cipayos.
Por otra parte, en los años ´60, también comenzaron a aflorar movimientos populares
que denunciaban que todo el sistema político y económico de Norteamérica se basaba en el
beneficio económico, en avaricias personales y egoísmos, y acusaban a las corporaciones
de organizar un lavado de cerebro a gran escala sobre la sociedad norteamericana mediante
las imágenes ideales de la publicidad, no sólo para beneficiar su negocio hegemónico, sino
también para mantener las mentes dóciles y concentrar cada vez más su poder.
La verdadera novedad, sin embargo, era que los miembros de estos movimientos no
se comportaban como consumidores predecibles, y promulgaban modos de vida y valores
alternativos al modelo preestablecido que se imponía mediante el mensaje monolítico y
unidireccional de la propaganda. Esta circunstancia comenzó a preocupar a las elites
dominantes…
Pero, paradójicamente, estos mismos movimientos de protesta de los años ´60 y ´70
(que fueron brutalmente reprimidos, y más tarde extinguidos) fueron quienes dieron la clave
a las corporaciones del concepto que posibilitaría una nueva forma de dominio sobre las
masas, y la expansión definitiva del modelo de individuo consumista en la sociedad
occidental.
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Bajo el asesoramiento de psicólogos y psiquiatras, las corporaciones entendieron que
ese radicalismo político efervescente era, en el fondo, una máscara de las personas que
querían expresarse individualmente, para desmarcarse del mundo ficticio y encorsetado que
habían creado las corporaciones por medio de la publicidad. La gente quería expresar su
mundo interior de forma individual, sin responder a un modelo preestablecido de valores y
estilos de vida.
El desafío para las corporaciones era, ahora, transformar a estos nuevos individuos
en consumidores, pero no ofreciéndoles productos que los encerraran en la estructura de la
sociedad americana clásica, sino ofreciéndoles productos que expresaran su individualidad,
su unicidad y diferencia dentro de un mundo conformista. Cosa que hasta entonces, las
corporaciones en Norteamérica no habían hecho.
El capitalismo corporativo logró entonces algo brillante: tomó la misma filosofía de los
grupos disidentes (que pregonaba que cada persona era un ser único e infinito, una potencia
que podía desplegarse en el mundo para lograr cualquier cosa que se propusiera) y se
mostró en acuerdo con ella, desarrollando productos en masa que evocaban el sentido de
individualidad y unicidad de las personas, productos en masa que los ayudarían a
convertirse en ese ser ilimitado, libre y poderoso que pensaban. Desde entonces, mediante
el imperativo publicitario, una marca vendería mucho más que unas zapatillas, unos autos,
lentes o indumentaria: una marca vendería sensaciones, experiencias, unos estilos de vida,
unos modos de ser, de hacer y de tener en el mundo.
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Por lo tanto, esta nueva noción inyectada en la sociedad de que las personas podrían
comprar una identidad, envenenó y terminó por dar muerte a la noción original de aquellos
movimientos que suponían que las personas eran perfectamente libres para crear una
identidad y hacer del mundo lo que quisieran que fuera. Nuevamente, el aspecto creativo
quedó en manos de los publicistas, y el individuo volvió a posicionarse dentro de una masa,
diferenciada y analizada al detalle esta vez, pero pasiva y consumista.
Había ciertos inconvenientes que las corporaciones deberían sortear para producir
este cambio radical: producir bienes para personas que querían expresar su individualidad,
tal como son, significaría tener que crear una inagotable variedad de productos, mientras
que los sistemas de producción masiva habían sido desarrollados para obtener beneficios
sólo bajo la condición de producir grandes cantidades del mismo objeto, sistema que
encajaba perfectamente con el rango limitado de “deseos y necesidades” de una sociedad
conformista, como la que se había fabricado hasta comienzos de los años ´70 por intermedio
de la influencia y manipulación publicitaria.
La expresión de la propia individualidad amenazaba todo este sistema de fabricación.
Pero el vasto abanico de “nuevos deseos y necesidades” de millones de
individualidades, encajó perfectamente con los cambios en la producción industrial que
vinieron de la mano de las nuevas tecnologías. Las nuevas maquinarias y las computadoras,
ahora le permitirían a los fabricantes producir económicamente pequeñas cantidades de
bienes consumibles que podrían satisfacer la demanda de múltiples estilos de consumidores.
Las viejas restricciones de la producción masiva, simplemente desaparecieron.
Con la nueva forma de fabricación y venta de los productos, el deseo del consumidor
podría ser potenciado mediante la propaganda-publicitaria en forma ilimitada, para ofrecerle
ilimitada cantidad de bienes de consumo, o pseudo-satisfactores de los nuevos deseos y
necesidades.
Se pasó de un mercado con “deseos y necesidades” limitados, a un mercado con
“deseos y necesidades” ilimitados y siempre cambiantes, dominado por el individualismo y la
expresión de la propia identidad a través de los productos. En consecuencia, la economía y
el negocio de las corporaciones tendrían también horizontes ilimitados.
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La idea original había sido que la liberación del propio ser crearía nuevas clases de
personas y de conciencias, libres de las constricciones sociales. Ese cambio radical, de
algún modo, ocurrió, pero mientras los nuevos seres se sentían liberados de las antiguas
estructuras y ataduras sociales, la construcción de su identidad se había vuelto, en forma
creciente, dependiente de la oferta del mercado.
Las corporaciones se dieron cuenta de que era fundamental para sus intereses
alentar a las personas a sentir que eran individualidades únicas, para luego ofrecerles
diferentes bienes y servicios con los que expresar esa individualidad.
Un mundo en el cual la mayoría de la gente sentía que se revelaba contra el
conformismo social, no era ya una amenaza contra las corporaciones, sino su gran
oportunidad.
Se impondría, desde entonces hasta nuestros días, una nueva forma, más elaborada
cada vez, de la misma idea directriz que guía la conducta del consumidor: la satisfacción de
todos esos nuevos “deseos y necesidades”, ilimitados y constantemente cambiantes,
debería ser la más alta prioridad en la vida de las personas.
Desde los ´80, las corporaciones redoblaron la apuesta y aplicaron las más modernas
técnicas y tecnologías más sofisticadas al servicio de la maquinaria propagandística, para
poner en marcha esta gigantesca campaña de provocación.
El consumismo es una forma que tienen las corporaciones de crear en la gente una
ilusión de control, mientras que le permite a la elite dirigente continuar liderando el mundo. Y
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debido a la - cada vez más- penetrante invasión publicitaria, los consumidores masivos se
persuaden de que son libres de elegir, cuando en realidad están siendo esclavizados a sus
propios deseos.
El consumismo es una forma que tienen las corporaciones de crear en la gente una
ilusión de control, mientras que le permite a la elite dirigente continuar liderando el mundo. Y
debido a la - cada vez más- penetrante invasión publicitaria, los consumidores masivos se
persuaden de que son libres de elegir, cuando en realidad están siendo esclavizados a sus
propios deseos.
No elegimos, pero creemos elegir cuando encontramos en el mundo exterior lo que la
publicidad designó previamente como nuestros símbolos identificatorios y los objetos de
nuestro deseo.
***
28
* CAPITULO II
Al mundo no lo gobiernan países, partidos políticos, y mucho menos los pueblos. Los
“representantes del pueblo” son en verdad representantes de una elite globalista de poder
que determina el tipo de políticas económicas al que deben ajustarse tanto los países
llamados “libres” y “democráticos”, como las dictaduras tercermundistas. Estas políticas, que
incluyen una abultada agenda de guerras, invasiones, fraudes, especulaciones financieras,
extorsiones y manipulación mediática, son beneficiosas para mantener un sistema de “libre
mercado” en donde las mega-corporaciones controladas por estas elites, se transforman en
pulpos monopólicos que concentran cada vez más el poder económico, asegurándole a sus
dirigentes el absoluto control y dominio sobre gran parte del planeta (entiéndase, sobre sus
vastos recursos, humanos y naturales).
Pero, ¿quiénes son en verdad los que manejan los hilos del poder? Los líderes de la
banca privada internacional son los verdaderos amos del mundo, junto con las corporaciones
y los gobiernos a los que apoyan. Son ellos quienes financian las guerras y las invasiones,
son ellos los que las preparan y las llevan a cabo, y son ellos los más grandes beneficiarios
de la explotación global imperialista.
La división triangular del poder político en ejecutivo, legislativo y judicial, tal como la
postuló Montesquieu, es sólo una fachada de los gobiernos “democráticos” y es, por lo
mismo, funcional a los intereses de las elites globalistas anglo-norteamericanas, dado que la
fragmentación del poder político sirve para debilitarlo frente al poderío y los intereses de las
grandes corporaciones, que con sus cuantiosos fondos, no tiene empacho en financiar
candidatos, convertir abogados de rapiña en los más honorables jueces, presionar a los
legisladores para que aprueben determinadas leyes, etcétera.
El verdadero triángulo del poder no está compuesto precisamente por los tres
poderes de Montesquieu, sino que los tres vértices interdependientes que conforman el
triángulo del poder de las elites gobernantes son: el poder económico, el poder político y los
medios de comunicación.
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El poder económico –claramente predominante- surte de fondos tanto al poder
político (financiando el costo de las campañas electorales, los sobornos, el modo de vida de
los políticos, y muchas veces sus negocios, legales o no), como también financia a los
medios de comunicación (mediante anuncios publicitarios, propagandas, premios, eventos,
sobornos, y financiando la actividad de los más “prestigiosos” periodistas).
Este triángulo del poder necesita expandirse, dada la insuficiencia de los mercados
locales y su escasez cada vez mayor de recursos naturales, para conquistar nuevos
mercados y hacerse con los recursos de terceras naciones mucho más débiles - ¿por qué
no?- como la Argentina.
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corporativo de corrupción destinado a gerenciar el país para las elites gobernantes y sus
mega-corporaciones financieras y comerciales.
31
los cuales los periodistas ignorantes del sistema se dan el gusto de hacer "justicia
mediática".
En este tercer vértice del poder, se inscribe la actividad publicitaria, y dentro de ella,
el publicista, cumpliendo la función vital para este sistema de corrupción trasnacional, de
manipulación de la percepción pública y enmascaramiento de la realidad corporativa y
política.
La publicidad, dado que tiene que legitimar los estilos de vida que sostienen a la
sociedad consumista y el negocio de las corporaciones, ha sido convertida por los medios en
un poderoso y eficaz discurso justificador, y para las corporaciones, resulta un armamento
fundamental para invadir con éxito nuevos mercados, y para asegurarse la adecuada
colonización de las mentes de los nuevos consumidores.
***
32
** CAPITULO III
33
propaganda es la acción de "propagar" una idea con el fin de hacer prosélitos a una causa.
Esta distinción es sustantiva. Y lo cierto es que las fronteras entre ambas prácticas
comunicativas se han diluido, ambos conceptos se han reabsorbido. La “publicidad” es,
preponderantemente, propaganda ideológica. Al momento de transmitir su mensaje, antes
que nada, divulga unos valores y unos estilos de vida que son condición de posibilidad de su
propia existencia. Al tiempo que “hace pública” una marca, sus atributos, y un producto (que
es contingente), la publicidad vende un modelo de mundo, un modelo de personas que
habitan ese mundo, una forma de pensamiento y unas prácticas necesarios para ser
valorado en el mismo.
La publicidad tiene el propósito de reeditar y redefinir constantemente ese mundo
ficticio, cambiante y caprichoso en el cual existe (sujeto a las contingencias del mercado) y
darle una continuidad y una coherencia.
Antes, la gente buscaba consejos en los sacerdotes, los profesores, las personas
mayores... Era una época en la que las instituciones (el Estado, la Iglesia, la Universidad, el
Ejército, la Familia, etcétera) eran los encargados de proporcionar normas de conducta. Sin
embargo, actualmente, estas instituciones, cuyo papel no ha desaparecido del todo, tienen
que relegar su protagonismo ante la autoridad indiscutida del discurso publicitario. La
pérdida de aquellos grandes referentes ha dejado un hueco que ha sido ocupado por el
discurso propagandístico-publicitario, de forma tal que es éste el que, por encima de padres
y profesores, sacerdotes y políticos, establece los parámetros de conducta, determina las
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pautas de comportamiento y dictamina los modos de actuación de una sociedad que,
impelida por el mito del progreso, prefiere lo nuevo a lo antiguo, lo moderno a lo tradicional.
La enorme importancia que ha adquirido la publicidad como discurso normativo moderno
puede observarse en la escuela, entre los chicos, dentro del grupo familiar, entre los adultos,
en los clubes, y, en general, en todo sitio e institución, donde su irrupción ha creado
conflictos desconocido hasta ahora.
***
35
** CAPITULO IV
36
Por el contrario, lo que puede ser aplazado y tolerado en el mundo adulto, no corre la
misma suerte en el mundo infantil. El modo de funcionamiento mental infantil, es incapaz de
tolerar la frustración y se rige preponderantemente por los caprichos de sus deseos, los
cuales deben ser inmediatamente satisfechos.
Es por esto, precisamente, que la publicidad estimula el pensamiento infantilizado,
omnipotente e incapaz de esperar y tolerar. Precisamente, las condiciones mentales
requeridas por el mercado para concretar la feliz unión del sujeto y el objeto publicitado.
De este modo, la publicidad alimenta un proceso que tiende a generar una sociedad
inmadura, caprichosa, deseante y con baja capacidad de frustración o tolerancia.
Los ideales publicitarios generan una sociedad ideal para las multinacionales de la
ilusión; ya que dichas sociedades inmaduras van a perpetuar indefinidamente la demanda
de lo superfluo, debido a que son adictas a lo superfluo y banal. Por lo tanto, es sólo
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cuestión de ofrecerles cosas nuevas o hacerles pasar de moda rápidamente sus
pertenencias. Estos seres deseantes y frustrables no soportan mucho tiempo el sentimiento
de vacío y la crisis de identidad, crisis a la que, por otro lado, son muy susceptibles
***
38
** CAPITULO V
39
Es interesante y oportuno en este punto, pensar en un paralelismo entre la publicidad
y un sistema totalitario como el cristianismo: así como la doctrina cristiana es un programa
de purificación de los pecados para alcanzar el paraíso, en cierto modo, la publicidad
también le ofrece al consumidor un programa de depuración para alcanzar el paraíso en la
tierra.
En el cristianismo, el alma representa la parte divina del hombre, y el cuerpo, la
animal. Para alcanzar la gloria eterna es necesario purgar el alma de los pecados y, de esta
manera, limpio y puro, ingresar en el paraíso.
El discurso publicitario imita este frenesí purificador, pero no lo aplica al alma sino al
cuerpo. La cruzada publicitaria se ensaña con el cuerpo con el mismo encono que en su día
lo hizo la Iglesia con lo que era impuro en el hombre. La publicidad ha logrado trasladar la
noción de culpa –de pecado- desde un ámbito espiritual a otro material, del alma al cuerpo.
Pero no al cuerpo en su totalidad, sino a una parte fragmentada del mismo: el sudor, la
caspa, la grasa, las caries, el mal aliento... e incluso el propio olor corporal natural. Por cada
fragmentación que la publicidad fabrica del cuerpo, centenares de productos y tratamientos
nuevos salen al mercado.
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no os preocupéis, desviados!, porque hay toda una legión de nuevos productos para
combatir vuestro pecado, que ahora está representado por unos kilos de más, un cabello
carente de brillo y sedosidad, unos dientes mates, una piel reseca, un mentón rasposo, unos
senos flácidos, un abdomen convexo, etcétera.
Esta obsesión por las “impurezas” corporales instiga a la gente a que redima su
desviación por intermedio de infinitos artículos de estética y estilos de consumo que se
focalizan en el cuidado intensivo del cuerpo y su emparejamiento obsesivo con la imagen
ideal. Ahora bien, esta preocupación por la “nueva” pureza del hombre y de la mujer, trajo
aparejados en la sociedad una larga serie de afecciones psíquicas y físicas. Lo cual fue
nuevamente aprovechado por el agujero negro del mercado, que todo lo engulle y
transforma en mercancía.
Mientras los padres pueden ser, en última instancia, responsables de alimentar a sus
hijos, la agresiva publicidad dirigida a los niños está minando sus esfuerzos.
Puede ser que los padres les digan a sus hijos que coman alimentos saludables, pero
la publicidad les está diciendo permanentemente a los niños que los productos alimentarios
no saludables son deseables de comer.
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Los niños resultan vulnerables a la invasión publicitaria porque son menos capaces
que los adultos de comprender que el propósito de la publicidad no es informar de la
existencia de algo bueno y divertido, sino persuadir y provocar al espectador para imponer
un estilo de vida, unos valores definidos al detalle y, finalmente, vender la marca. No
obstante, los creativos publicitarios y sus jefes, gustan de apuntar sus dardos venenosos
contra los más pequeños, por varios motivos: en primer lugar, el dinero que los niños pueden
gastar irreflexivamente; segundo, la influencia que pueden ejercer los niños sobre los padres
mediante los berrinches y caprichos, funcionando como pequeñas agencias representantes
de las corporaciones en el seno de la familia; y por último - el motivo más importante-, la
huella que imprimen a fuego en esa pequeña persona, comenzando a construir desde la
más tierna infancia lo que denominan “lealtad hacia la marca”, teniendo en cuenta el dinero
que estos niños gastarán cuando sean adultos.
Uno de los principales obstáculos para crear un ambiente que capacite a los niños a
tener dietas y estilos de vida saludables, es la publicidad, los patrocinios y las promociones.
Es crucial que los mensajes que estimulan prácticas dietéticas malsanas, la alienación a los
productos de consumo o la inactividad física, sean desterrados de los medios de
comunicación, y en su lugar se impulsen mensajes positivos y saludables.
En otras palabras, las imágenes ideales que difunde la publicidad, precisamente por
ser ideales, provocan una excesiva estimulación superyóica, elevando el nivel de
pretensiones, aspiraciones, apetencias y necesidades de logro. Pero como la vida cotidiana
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no se desenvuelve en un plano ideal, sino “real”, se gesta en la sociedad una porción
apreciable de malestar y frustración, con su correlato sintomático: drogadicción,
delincuencia, violencia, alienación, accidentes, y patologías nunca imaginadas.
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consumo y a la tecnología, etcétera); la pobreza de identidad (debido a la alienación al
mercado, a las modas y los estilos de vida siempre cambiantes; debido a la imposición de
valores extraños a culturas locales y regionales provocada por la globalización mercantilista
de las corporaciones, la emigración forzada, etcéteras).
Cada una de estas pobrezas genera patologías, toda vez que rebasa límites críticos
de intensidad y duración.
Esta exacerbación del deseo, provoca muchas veces una forma típica de
“insatisfacción vital”, que impele al afectado al consumo compulsivo. El malestar y la
frustración, la insatisfacción permanente (por no alcanzar nunca ese espejismo que son las
imágenes ideales), y en suma, el vacío existencial al que conduce el círculo vicioso del
consumismo, trata de ser “taponado” mediante la compra de más y más productos.
Al sujeto consumista no le hace falta nada, pero quiere comprar, y no sabe qué. Vive
alienado al consumo y a las imágenes ideales de la publicidad, al tal punto que consumir no
es simplemente un medio para acceder a algo, sino que se convierte en un fin en sí mismo:
comprar se vuelve una necesidad. Luego, se dirige al Centro Comercial, esperando que le
surja el deseo…
De este modo, esta persona no se puede sustraer a su vacío existencial. Y lo procura
colmar con la imagen de sí mismo que los fetiches publicitarios le devuelven desde los
medios.
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Este es, a nivel patológico, sólo uno de los efectos nocivos que genera la provocación
constante del mensaje publicitario, un mensaje que en su esencia lleva la insatisfacción,
porque es por naturaleza, insaciable: debe crear permanentemente insatisfacción, para crear
permanentemente deseos de compra.
Gran parte de los males que aquejan a las sociedades consumistas, como la
delincuencia, la violencia, la drogadicción, o la alienación, se deben en buena medida a esta
brecha descripta y a sus efectos concretos. Sólo unos pocos pueden correr la infernal
carrera para intentar encarnar los ideales publicitarios, mientras que la inmensa mayoría
queda en la dimensión del síntoma, desesperanzada, deseante y contemplando por
televisión el paraíso fabricado por las mega-corporaciones, que desde su trono aprueban o
desaprueban las recetas globales que determinarán las condiciones de vida del planeta.
Así, los insatisfechos y frustrados, pueden intentar obtener sus objetos o situaciones
idealizadas por medio de la delincuencia o la violencia; o pueden evitar y negar estos objetos
o situaciones inalcanzables por medio de estupefacientes (drogadicción), o manifestando
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conductas apáticas, u otras diversas sintomatizaciones; o pueden comportar una conducta
envidiosa y destructiva, manifestada en forma violenta, buscando eliminar la fuente del dolor
(el objeto de deseo o la situación inalcanzable), para aliviar su sufrimiento.
De nada vale que las agencias publicitarias produzcan creativas campañas para la
Cruz Roja, para prevenir el V.I.H, o para luchar contra el “calentamiento global”, cuando son
responsables de justificar e inyectar en la sociedad el discurso de los monstruos terroristas
que provocan la guerra alrededor del planeta, cuando son co-responsables de enfermar a
una sociedad entera para lucrar con su sufrimiento y su dolor, cuando provocan el consumo
desmesurado e irreflexivo que atenta contra la ecología y la preservación de los recursos
naturales.
Hay que repetirlo: eso no es más que desvergüenza, cinismo e hipocresía.
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** CAPITULO VI
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No debemos dejar que los discursos verdaderamente terroristas que circulan por los
medios masivos de comunicación nos confundan: los problemas medioambientales y de
agotamiento de los recursos naturales no tienen que ver con la superpoblación mundial, ya
que un norteamericano promedio, con su nivel de consumo, contamina la naturaleza (directa
o indirectamente) más que 50 africanos. Por otra parte, no es cierto que los países del
“tercer mundo” no sepan cuidar sus recursos naturales, como han querido hacernos creer los
voceros oficiales de las elites dominantes; por supuesto que saben administrarlos, y quizás
mejor que nadie.
La verdad es que el principal enemigo del medioambiente no es la falta de
productividad o de legislación adecuada de los países subdesarrollados, sino el plus de
competitividad y el consumismo desenfrenado y ostentoso de los países poderosos.
Es preciso entender que para que se haya dado una contaminación ambiental como
la que padecemos hoy en día, primero hubo una sistemática campaña por parte de las
corporaciones para contaminar nuestro espacio mental. Es preciso tomar plena conciencia
de que nuestro paisaje mental está completamente contaminado por las compañías y los
medios de comunicación masiva, que han fabricado un medio ambiente psíquico de
mensajes adictivos, por obra del cual, el individuo alienado, tiende a refugiarse en los
mundos virtuales que la tecnología y el consumo le proporcionan, quedando en una posición
absolutamente pasiva frente a los problemas reales del contexto social y ambiental.
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naturaleza y la vida. Ésa es la forma de contaminar menos, en verdad.
Es cierto que las corporaciones e inclusos las mismas agencias publicitarias, por
iniciativa propia muchas veces, han promovido algunas campañas “verdes” a favor de la
preservación de la ecología y el medioambiente, o a favor de la toma de conciencia social a
cerca de estos problemas. Una actitud encomiable y digna de ser festejada, por cierto. Pero,
indudablemente, se trata no de otra cosa que una nueva máscara corporativa, destinada a
persuadir a la gente y mantener el nivel de producción, de manipulación, de consumo y
concentración del poder.
Por ejemplo, por cada dólar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) gasta en
tratar de mejorar la nutrición de la población mundial, la industria alimentaria gasta
quinientos dólares en publicidad para promover alimentos procesados. Igualmente, por cada
dólar que la agencia publicitaria empeña en enmascararse con la “onda verde”, invierte
cientos en promover el consumo desaforado, irreflexivo, respondiendo a los designios de la
elite corporativa y manipulando la mente de los consumidores para que ignoren las
alternativas de consumo responsables.
Las sociedades consumistas y el mundo natural persiguen dos caminos opuestos que
están a punto de colisionar. Si no las revisamos y modificamos rápidamente, nuestras
prácticas de consumo van a alterar el mudo de tal modo que será imposible sostener la vida
tal como la conocemos. El cambio es urgente, si queremos evitar la colisión a la que
nuestros modos de vida nos están llevando.
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** CAPITULO VII
RECUPERÁ TU PODER.
a) NUESTRA LUCHA
Por los argumentos expuestos en los capítulos anteriores, les pedimos su ayuda para
informar y alertar a la población a cerca de estas problemáticas urgentes y los convocamos a
participar del Proyecto Squatters, para unir fuerzas frente al abuso del discurso publicitario,
que es en definitiva, la voz pública de las corporaciones y elites de poder que ejercen un
control despótico sobre las sociedades.
Ninguna propaganda corporativa nos dirá que somos poderosos y que las empresas
están en una situación de profunda dependencia de nuestros comportamientos como
consumidores. El sistema nos necesita como consumidores, somos el último eslabón de la
cadena. Hay que entender que todo el dinero que gastan las corporaciones multinacionales
en publicidad y en estrategias de mercado son, en definitiva, para persuadir al consumidor,
¡para persuadirnos a nosotros!, de que tengamos determinadas experiencias, de que
defendamos determinados valores, de que consumamos determinados productos. En la
toma de conciencia reside nuestro verdadero poder y nuestra fuerza para combatir los
abusos, las injusticias y la explotación.
b) NUESTRA MISIÓN
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Una estrategia moderada y sociabilizable de resistencia apuntaría, en primer lugar, a
informar a la gente el modo en que la publicidad realmente afecta nuestros estilos de vida,
nuestra identidad, nuestro modo de consumo y las nefastas consecuencias sociales y
medioambientales que acarrea. Esto es, desnaturalizar la mirada que se tiene comúnmente
sobre la industria publicitaria y sus simpáticas producciones, para develar el proyecto político
global que le subyace.
Queremos denunciar lisa y llanamente la falsedad del mensaje publicitario y mostrar
la otra cara de las empresas y corporaciones.
Y cuando hablamos de la otra cara, queremos decir claramente lo que las empresas
ocultan detrás de sus Brands, detrás de su mascarada publicitaria “cool”: las violaciones a
los derechos humanos en países como el nuestro, donde las leyes son laxas, la corrupción
empresarial y corporativa, el deterioro medioambiental y la devastación de los recursos
naturales; la hipocresía y el sarcasmo cómplice de empresas, gobiernos y publicistas en las
guerras y las miserias más atroces.
Como dijimos antes, la verdadera toma de conciencia sobre estas problemáticas es
imprescindible para poder empezar a lidiar con el problema.
Pretendemos promover una postura activa, crítica y responsable hacia los productos
que consumimos, facilitando las herramientas que ayuden al ciudadano a asumir su rol de
consumidor político. Un consumidor que a través de sus actos cotidianos de consumo ejerza
opciones políticas favoreciendo o desaprobando comportamientos empresariales que
buscan la paz y la concordia o que fomentan la inseguridad y la guerra.
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modo que no resulte invasiva, provocadora, contaminante ni irruptiva.
Creemos que de este modo comenzaremos a construir lo que será la “publicidad nueva” (la
publicidad que necesariamente debe advenir). Una publicidad que deje de ser el motor
principal de una cultura de consumo insostenible, para transformarse en la promotora de un
consumo ético y responsable; una publicidad que deje de favorecer la concentración del
poder en unas pocas manos, para transmitir un mensaje de respeto mutuo y equidad; una
publicidad que deje de promover la desintegración de los ciudadanos al transformarlos en
meros consumidores pasivos, de frívolos pensamientos, para pasar a ser una publicidad con
valor comunicativo, relevante, que pondera el costo ecológico y sintomatológico de sus
producciones. Así, el beneficio no será sólo económico.
Estos son nuestros objetivos. Hoy, nosotros, los que navegamos a contracorriente,
somos cada vez más, y vamos por ellos.
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+ CRÉDITOS
* www.zeitgeistmovie.com;
* www.consumoresponsable.com;
* www.theinfovault.net;
Por supuesto, recomendamos a quien esté interesado, consultar con las fuentes.
*La recopilación, reinterpretación y adaptación fue hecha por Julián Pellegrini - director del Proyecto
Squatters.
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