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1.

Conversión: poner a Jesucristo en el centro


La predicación de Jesucristo es una llamada a la conversión: “Convertíos
y creed en la Buena Noticia”.
La conversión no es un cambio en cosas que hacemos, en lo que nos
proponemos y tal vez no conseguimos. Es fundamentalmente colocar al
Señor en el centro de nuestra vida, tenerle a Él en el hacer diario como la
única referencia.
No es orientarse a una doctrina o a unas normas. Eso vendrá después.
Es volverse a Jesucristo para vivir como Él quiere. Es negarnos a nosotros
mismos para que Él viva en nosotros.

Mc 1, 14-15 Mt 10, 38-39 Mt 7, 24-27

2. Verdadera decisión de adherirnos al Señor


La conversión supone una decisión: la de adherirnos al Señor. Nos exige
dejar de lado la mediocridad que nos hace vivir “cumpliendo”, más o menos
satisfechos con lo que hacemos pero sin llegar a dar ese paso definitivo de
entrega al Señor como el Único, el verdadero Señor de nuestras vidas. Como
“mediocres” a menudo mantenemos la imagen pero el corazón no está
únicamente en Dios.
La mediocridad nos aleja casi sin darnos cuenta del primer amor. No nos
hemos “divorciado” pero a menudo no somos del todo fieles.
Cuaresma como tiempo de conversión, es una llamada a salir de nuestra
mediocridad y crecer en nuestra entrega

Apoc 2, 2-5 Apoc 3, 15-17

3. Dios es la fuente de nuestra conversión


Sólo Dios nos puede convertir. Él es quien sale a la espera del hijo
pródigo, a la búsqueda de la oveja perdida. Toda conversión es fruto de la
iniciativa gratuita de Dios. Es don gratuito de Dios, pero nosotros debemos
tener una actitud de acogida de dicho don.
En nuestra vida espiritual acercarnos al Señor no es “cuestión de puños”,
pero Él nos pide nuestra colaboración. Nuestra actitud es ponernos con
sinceridad a la escucha de la Palabra de Dios. La oración es -en ese sentido- un
primer paso para la conversión

Lc 15, 4-7 Os 12, 7 Jer 17, 14

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4. Actitudes fundamentales para la conversión
La conversión exige de nosotros unas actitudes claves:
♥ “Hacernos como niños”. Tenemos que sentirnos absolutamente
necesitados de Dios. Mc 10, 15
♥ Reconocer nuestro pecado, reconocer que no siempre hemos actuado
bien con los demás. Lc 19, 1-10
♥ Ser totalmente sinceros.
♥ Estar abiertos al amor de Dios y a dejarnos conducir por Él.
Is 43, 1-5

5. Conversión y comunidad
Nuestra vida transcurre en comunidad. De ahí que nuestra conversión no
sea algo solamente personal sino que afecte a los demás, especialmente a las
personas con las que vivimos.
Convertirnos al Señor es poner el amor al otro como norma de nuestra
vida, es tener en cuenta al otro por encima de nosotros mismos y preocuparnos
de las necesidades que los demás tienen.
La conversión nos lleva a sentirnos cada día más responsables de la
construcción de la comunidad en la que el Señor es el centro, el que nos
convoca.

Mt 7, 1-5 Mt 5, 23-24 Mt 5, 39-42

PARA VER ANTE EL SEÑOR…

 ¿Dónde está ahora mismo el Señor en mi vida?


 ¿Me siento mediocre? ¿En qué?
 ¿Dejo al Señor actuar en mi vida o quiero cambiar yo “a fuerza
de puños”?
 ¿Qué necesito que el Señor cambie en mí?
 ¿Qué actitud debo trabajar más para que el Señor actúe?
 ¿Y en la comunidad?

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