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FACULTAD DE CIENCIA MÉDICAS

Unidad de Admisión
Biología General y Humana

Este apunte tiene como finalidad brindar el apoyo teórico que necesita el aspirante para estudiar las
generalidades del sistema inmunológico. Los temas que continúan en la unidad: El cáncer y la respuesta
inmunitaria, trasplantes de tejidos, trasplantes de órganos, las transfusiones de sangre, el factor Rh, patologías del
sistema inmune y las aplicaciones inmunoterapéuticas, se deberán estudiar del libro de H. Curtis, N.S. Barnes,
Curtis Biología, 7º edición.

SISTEMA INMUNOLÓGICO

El sistema inmune está formado por un conjunto de células, estructuras y


órganos linfoides cuya función fundamental es defender al organismo humano
contra agentes patógenos como bacterias, hongos, parásitos y virus. También
protege al individuo contra células del propio cuerpo infectadas por virus o que
han sufrido una transformación maligna (cáncer).

Para cumplir su cometido, las células componentes del sistema inmune


deben distinguir entre células propias normales, cuya integridad debe preservarse,
células propias anormales y patógenos, que deben destruirse. La distinción es
química, ya que las células normales presentan en su membrana plasmática
moléculas características, diferentes de las presentes en células anormales o en la
superficie de los patógenos. El sistema inmune debe atacar selectivamente los
agentes patógenos y las células propias anormales, respetando la integridad de las
Glóbulo blanco fagocitando bacterias
células normales (“lo propio”) y evitando asimismo reaccionar contra agentes
ajenos al organismo pero incapaces de causar enfermedad.

Para que actúe este sistema, los agentes patógenos deben atravesar las barreras anatómicas, que constituyen la
primera línea de defensa del organismo. Ellas son: la epidermis, los epitelios simples que tapizan los órganos huecos
y las mucosas. Algunos líquidos que producen distintos órganos ayudan a proteger la superficie de la piel y las
mucosas; por ejemplo, el aparato lagrimal secreta lágrimas sobre la superficie del globo ocular en respuesta a agentes
irritantes; la saliva producida por las glándulas salivales barre los microbios de la superficie de los dientes y la
mucosa de la boca; las secreciones vaginales inhiben la proliferación bacteriana porque son levemente ácidas; pero
además, desplazan los microbios fuera del cuerpo. La defecación y el vómito pueden expulsar microorganismos cuando
se producen en respuesta a toxinas microbianas que irritan el revestimiento de la porción inferior del tubo digestivo.
Las glándulas sebáceas cutáneas secretan una sustancia aceitosa (sebo) que inhibe el crecimiento de ciertos hongos y
bacterias patógenas. El sudor arrastra microbios de la superficie de la piel, además de contener la lisozima, enzima
que desdobla la pared celular de ciertas bacterias. Esta enzima también se encuentra en las lágrimas, saliva,
secreciones nasales y líquidos corporales. Por último, el jugo gástrico destruye muchas bacterias y gran parte de las
toxinas bacterianas.

Cuando la primera línea de defensa del organismo es atravesada, los microorganismos ingresan al interior del
cuerpo. Frente al ingreso de un agente patógeno, se desencadenan mecanismos de defensa presentes desde el
nacimiento, llamados en su conjunto inmunidad innata, a veces denominada “natural” (espontánea) o “inespecífica”,
porque produce una respuesta defensiva estereotipada contra una gran variedad de patógenos. En contraste, hay otro
conjunto de mecanismos que se activan frente a un patógeno determinado y generan respuestas específicas para éste,
llamándose a estos últimos, inmunidad adaptativa o adquirida. Le permite al individuo adaptarse a su ambiente al
generar respuestas que no sólo son específicas para los patógenos que encuentra, sino también duraderas. Esto
significa que, frente a una nueva exposición al mismo patógeno, la respuesta inmune será más rápida y eficaz
(memoria inmunológica).

En el organismo, la inmunidad innata y la adaptativa son complementarias e implementan respuestas


conjuntas integrales contra los patógenos. Además, existen múltiples interrelaciones entre ambas ramas del sistema
inmune. Cada una de ellas consta de ciertas células, receptores de membrana y sustancias químicas características.

Por motivos didácticos, desarrollaremos en primer lugar, la inmunidad innata y posteriormente, la


inmunidad adaptativa, pero recuerde que ambas están interrelacionadas y trabajan en forma complementaria.

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INMUNIDAD INNATA

La inmunidad innata se caracteriza por la existencia de receptores de reconocimiento de patrones (RRP) que
reconocen patrones moleculares asociados con los patógenos (PMAP). Los PMAP son carbohidratos o lípidos únicos
de la pared de la célula bacteriana y sustancias características de las células tumorales y de trasplante.

Los RRP pueden encontrarse circulando por el torrente sanguíneo o constituir receptores de membrana en las
células de la respuesta inmunitaria innata.

Cuando las primeras barreras de defensa (la piel y las mucosas) son atravesadas; por ejemplo, por un corte,
pinchazo o picadura; los microorganismos presentes cerca de la herida ingresan en el interior del cuerpo. Allí se
encuentran con células y moléculas que pueden desencadenar la respuesta innata. Los macrófagos fagocíticos dirigen
la defensa contra bacterias mediante receptores de superficie que son capaces de reconocer y unirse a componentes
comunes de muchas células bacterianas. Las moléculas bacterianas que se unen a dichos receptores activan los
macrófagos para que engloben y destruyan la bacteria, e inducen la secreción de citocinas, proteínas que afectan el
comportamiento de otras células que tienen receptores para citocinas. Un tipo de citocinas, las quimiocinas, atraen a
los neutrófilos y monocitos del torrente sanguíneo.
Las citocinas secretadas por los macrófagos inician un proceso conocido como inflamación.

La inflamación se define tradicionalmente por 4 signos: calor, dolor, rubor y tumor (o hinchazón); siendo
todos ellos consecuencia de los efectos que producen las citocinas y otros mediadores inflamatorios al actuar sobre los
vasos sanguíneos locales: vasodilatación, incremento del flujo de sangre en el área y aumento de la permeabilidad.

Los glóbulos blancos circulantes atraídos por estas sustancias químicas, atraviesan las paredes de los
capilares y se aglomeran en el sitio de la herida. Estas células, principalmente neutrófilos y monocitos, que se
diferencian en macrófagos, engloban por fagocitosis a los invasores extraños y, a menudo, son destruidas por
autodigestión (figura 1).

Al mismo tiempo, algunas proteínas plasmáticas conocidas como proteínas de fase aguda, interactúan con los
polisacáridos de la superficie de la bacteria e inducen la activación del sistema de complemento, activando una serie
de reacciones que intensifican la inflamación, la fagocitosis y la citólisis microbiana.

Esta respuesta inflamatoria local se acompaña de una respuesta sistémica, caracterizada por la inducción de
fiebre que se produce ante la liberación de sustancias químicas (citocinas e interferones) producidas por la activación
de las células de la inmunidad innata.

Figura 1. Inflamación. Fuente: CAMPBELL Neil; REECE Jane. 2007.

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Entonces, se puede reconocer en la inmunidad innata:


 un componente celular (células): granulocitos, mastocitos, monocitos, macrófagos, células dendríticas y los
linfocitos asesinos naturales (NK).
 un componente humoral (sustancias químicas): proteínas de fase aguda, citocinas e interferones.

El componente celular

Las células del sistema inmunitario innato son los granulocitos, mastocitos, monocitos, macrófagos, células
dendríticas y los linfocitos asesinos naturales (NK, del inglés “natural killer”). Estas células pueden reconocer
diversos patógenos debido a la presencia de un número limitado y fijo de moléculas receptoras expuestas sobre su
membrana celular, los denominados receptores de reconocimiento de patrones (RRP), que son capaces de detectar,
patrones moleculares asociados con los patógenos (PMAP). Como su nombre lo indica, los PMAP no están presentes
en los hospedadores sino en los patógenos.

 GRANULOCITOS O POLIMORFONUCLEARES (PMN)


o Neutrófilos:
Circulan por la sangre, se adhieren a las paredes de los vasos sanguíneos y emiten seudópodos que
les permiten pasar entre las células endoteliales de los capilares. De allí van a los tejidos infectados
donde fagocitan microorganismos y partículas extrañas.
o Eosinófilos:
Se multiplican principalmente frente a una infección parasitaria, localizan al agresor y liberan el
contenido de sus lisosomas lesionando la membrana del parásito, eventualmente destruyéndolo. El
exceso de eosinófilos se observa también en condiciones alérgicas.
o Basófilos:
Liberan compuestos químicos como la histamina, que incrementan la respuesta inflamatoria.
Participan en las reacciones alérgicas.
 MASTOCITOS
Son células que tienen el mismo origen de los basófilos, pero permanecen en el tejido conjuntivo o en
mucosas. Liberan histamina cuando los tejidos son dañados.
 MONOCITOS
Son atraídos al sitio de la infección por compuestos químicos liberados por las células bacterianas y por las
células infectadas. Una vez allí, los monocitos se transforman en macrófagos.
 MACRÓFAGOS
Residen en los ganglios linfáticos, el bazo, el hígado, los pulmones y los tejidos conjuntivos donde fagocitan a
microorganismos o partículas extrañas que hayan superado las defensas iniciales. Activan a los linfocitos T.
 CÉLULAS DENDRÍTICAS
Residen en mucosas, epitelios, ganglios linfáticos y bazo donde fagocitan microorganismos o partículas
extrañas. Se caracterizan por presentar numerosas prolongaciones citoplasmáticas. En la piel y mucosas se
llaman células de Langerhans. Sus formas inmaduras tienen capacidad fagocítica y responden a infecciones
virales produciendo un tipo de interferón, por lo cual participan en la inmunidad innata. Las células
dendríticas maduras son, junto con los macrófagos, las principales células presentadoras de antígenos a los
linfocitos T. También participan en la maduración de los linfocitos B, por lo que tienen un papel destacado en
la inmunidad adquirida.
 NATURAL KILLER (NK):
Inducen la muerte celular por medio de proteínas de acción citotóxica. Actúan sobre células infectadas por
virus u otros microorganismos de vida intracelular y sobre células cancerosas.

El componente humoral

El componente humoral de la respuesta innata comprende:


 proteínas hepáticas de fase aguda: son proteínas plasmáticas que actúan como receptores de reconocimiento
de patrones (RRP) uniéndose a la superficie del microorganismo e induciendo la activación del sistema del
complemento.
 el sistema del complemento: es un conjunto de proteínas plasmáticas, de membrana, enzimas y complejos
multiproteicos que puede activarse, generalmente, por uno de dos mecanismos, clásico y alterno, los cuales
inician una secuencia ordenada o cascada de reacciones. Ambos producen los mismos fenómenos:
inflamación, intensificación de la fagocitosis y citólisis microbiana.

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El mecanismo clásico empieza con la unión del antígeno y el anticuerpo, por lo que participa en la inmunidad
adaptativa. El primero puede ser una bacteria u otra célula extraña. El complejo antígeno-anticuerpo activa la
proteína C1 del complemento y se inicia la cascada.

El mecanismo alterno, en cambio, pertenece a la inmunidad innata, ya que no incluye la participación de


anticuerpos. Comienza con la interacción de polisacáridos de la superficie de una bacteria o virus con otras proteínas
del complemento (los factores B, D y P), lo que activa la proteína C3 del complemento y empieza la cascada.

Las consecuencias de la activación de los mecanismos clásico y alterno son:


 Activación de la inflamación: Algunas proteínas del complemento dilatan arteriolas, lo cual aumenta el
flujo sanguíneo local y hacen que se libere histamina de los mastocitos, basófilos y plaquetas. La histamina
aumenta la permeabilidad de los capilares sanguíneos, de modo que los leucocitos pueden pasar más
fácilmente a los tejidos para combatir las infecciones o alergias. Otras proteínas del complemento sirven
como agentes quimiotáxicos, que atraen fagocitos hacia el sitio de la invasión microbiana.
 Opsonización: El fragmento C3b del complemento se fija en la superficie de los microbios y luego
interactúa con receptores en los fagocitos para estimular la fagocitosis.
 Citólisis: Varias proteínas del complemento se juntan y forman un complejo de ataque a membrana
(CAM), que se inserta en la membrana plasmática microbiana y forma grandes orificios. Ello permite que
fluya líquido hacia el interior de la célula, con lo que el microbio se hincha y estalla (citólisis) (figura 2).

Figura 2. Activación del sistema de complemento.

 Citocinas: Se denominan citocinas a un conjunto de péptidos y proteínas que intervienen en la comunicación


de las células del sistema inmune entre sí y con otras células (células endoteliales, fibroblastos, etc). Regulan
el crecimiento, desarrollo y actividad de las células inmunes (entre otras) y la respuesta inflamatoria. Bajo el
término general de citocinas se agrupan las proteínas que participan tanto en la respuesta innata como las
que intervienen en la respuesta adaptiva. Según la fuente productora de cada citocina se describen las
monocinas (producidas por macrófagos y monocitos) y las linfocinas (producidas por linfocitos B y T). A su
vez, las monocinas y las linfocinas que interactúan con células del sistema inmunitario se denominan
interleucinas. Sin embargo, el criterio de clasificación más utilizado se basa en el agrupamiento de citocinas
que realizan funciones biológicas similares, es decir, familias de citocinas proinflamatorias, antiinflamatorias,
quimiotácticas e inmunorreguladoras, entre otras.
El componente humoral de la respuesta innata comprende citocinas que integran varias de las familias
mencionadas, excepto las citocinas inmunorreguladoras que se destacan en la respuestas adaptivas.
Las citocinas proinflamatorias estimulan la inflamación aguda, local y sistémica. Este grupo incluye la
interleucina IL-1, IL-6, IL-12 y el factor de necrosis tumoral (TNF, del inglés, tumor necrosis factor),
producidas por los macrófagos.
Las citocinas quimiotácticas o quimiocinas inducen la migración de células con el receptor apropiado hacia
la fuente de la quimiocina. Así, cuando una célula epitelial que posee receptores de reconocimiento de
patrones en su membrana reconoce un patrón molecular asociado con los patógenos (PAMP), se “activa” y
comienza a producir quimiocinas que promueven el reclutamiento de monocitos, linfocitos T y neutrófilos. Un
ejemplo de estas citocinas lo constituye la IL-8.
Otra de la funciones de la citocinas es desactivar a las células responsables de elaborar la respuesta
inflamatoria (citocinas antiinflamatorias). La existencia de mecanismos de desactivación de la respuesta
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inmunitaria autolimita los mecanismos de defensa una vez que el patógeno ha sido controlado y evita
respuestas que podrían provocar un daño en nuestras propias células.

 Interferones (IFN): son glucoproteínas que pueden ser de distintos tipos. Los de tipo I (por ej. IFN- e IFN-)
son producidos en respuesta a la infección viral y tienen efectos sobre esa misma célula y sus vecinas, así
como sobre otras células del sistema inmunitario. Una vez liberados por la célula infectada, los interferones
se unen a receptores específicos en la membrana de células vecinas e interfieren la replicación viral. Activan
los linfocitos NK (natural killer), estimulan células de la inmunidad adaptativa y aumentan su potencial
destructor de células infectadas. Los de tipo II, como el IFN- además de ser mediador de la respuesta innata
antiviral, cumple una función inmunorreguladora importante en la respuesta adaptativa.

INMUNIDAD ADAPTATIVA

La inmunidad adaptativa está representada por un sistema de clones de linfocitos B y T.

Mientras la inmunidad innata enfrenta un proceso infeccioso incipiente, comienza a generarse la respuesta
adaptiva. A diferencia de las células de la inmunidad innata capaces de reconocer un número limitado de patrones
moleculares conservados, cada linfocito T o B reconoce a uno por medio de un receptor.

En la respuesta adaptativa se reconocen tres etapas:


1. Reconocimiento específico del antígeno: cualquier configuración molecular que pueda inducir la respuesta
inmunitaria es un antígeno.
2. Activación, expansión y diferenciación de un linfocito específico: etapa durante la cual migra al sitio en que
debe cumplir su función efectora. Es esencial que la célula que reconoció al antígeno atraviese un período de
proliferación por mitosis denominado “expansión clonal”. Este período es característico de la respuesta adaptativa y
necesario para enfrentar la presencia del antígeno.
3. Fase final efectora de eliminación del antígeno.

Por otra parte, el primer contacto específico con un antígeno desencadena una respuesta primaria durante la
cual una fracción de linfocitos genera células de memoria “preadaptadas” a un muevo contacto con el mismo
antígeno. La memoria inmunológica es una característica propia de la respuesta adaptiva. El encuentro posterior con
el mismo antígeno da lugar a una respuesta secundaria, más rápida y de mayor magnitud.

Los linfocitos B y T se originan en la médula ósea, pero


sólo los primeros maduran allí; los linfocitos T migran al timo
para realizar en él su maduración. A estos órganos, médula ósea
y timo, donde se originan los linfocitos y se especifica su tipo se
los denomina órganos linfáticos primarios. Los órganos
linfáticos secundarios son el bazo, los ganglios linfáticos y los
cúmulos de tejido linfoide asociado con mucosas (MALT, del
inglés, mucosa-associated lymphoreticular tissue) que incluye
las amígdalas, el apéndice, las placas de Peyer, las adenoides y
cúmulos asociados con los bronquios (figura 3). En ellos se
dispara la respuesta adaptiva luego del reconocimiento
antigénico y se mantienen los linfocitos.

Los ganglios linfáticos, localizados estratégicamente


dentro del sistema de vasos, están constituidos por masas de
tejido esponjoso separadas en compartimientos por masas de
tejido conjuntivo que filtra la linfa. Los vasos linfáticos son las
vías de retorno del líquido intersticial al sistema circulatorio.
Microorganismos, desechos tisulares o partículas extrañas que
entran en los espacios extracelulares de cualquier tejido son
“barridos” a los canales del sistema linfático y quedan
atrapados en los ganglios. Si bien en los vertebrados hay
ganglios linfáticos distribuidos en forma aislada en todo el
organismo, la mayoría se concentran en el cuello, las axilas y las
ingles. Se encuentran densamente poblados por linfocitos,
macrófagos y células dendríticas. Estas últimas capturan y Figura 3. Órganos linfáticos. Fuente: CURTIS,
Helena [et al.], 2008.
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procesan antígenos en los tejidos periféricos y luego migran pasivamente arrastradas por la linfa hasta arribar a los
órganos linfáticos secundarios más cercanos al sitio de infección. Por su parte, los linfocitos alcanzan los órganos
linfáticos secundarios a través de vénulas poscapilares. Debido a su localización, el brazo es un órgano fundamental
para combatir infecciones que se propagan a través de la sangre. Las amígdalas atrapan partículas que ingresan por
vía nasal o bucal. En la pared del intestino se encuentran las placas de Peyer que nos defienden de los miles de
millones de microorganismos potencialmente patógenos que habitan el tracto intestinal y de los que ingresan por esta
vía. El apéndice, las adenoides y otros cúmulos linfoides cumplen la misma función frente a microorganismos que
ingresan en el cuerpo mediante diferentes vías de entrada.

¿Cómo se desarrollan las células que intervienen en la inmunidad adaptativa?...

Durante el desarrollo fetal, los precursores linfocíticos provienen de la médula ósea. Algunos de ellos, se
dirigen al timo y se transforman en los linfocitos T. La transformación de los linfocitos B se lleva a cabo en el hígado
fetal y después del nacimiento, en la médula ósea.

Después de su maduración, muchos de los linfocitos T y B migran hacia los órganos linfáticos secundarios. La
mayoría del procesamiento de los precursores linfocíticos en el timo y en la médula ósea, y la migración a ganglios
linfáticos y otros tejidos linfoides, ocurre durante la vida fetal y neonatal. Después del nacimiento, existe también una
producción lenta y continua de algunos linfocitos en la médula ósea, aunque la mayoría se forman en los ganglios
linfáticos, timo y bazo, a partir de precursores que originalmente vinieron de la médula ósea.

La mayor parte de los linfocitos entran al torrente sanguíneo a través de los vasos linfáticos. En cualquier
momento dado, solo 2% de los linfocitos del cuerpo se encuentran en la sangre periférica, el resto está en los órganos
linfoides.

Los linfocitos completamente maduros, mientras no hayan entrado en contacto específico con un antígeno
de denominan vírgenes.

Si bien tienen funciones distintas, ambos tipos de linfocitos tienen características comunes:
o Pueden recircular (o sea, pasar de la circulación a los tejidos y volver por una vía propia de los linfocitos,
denominada linfática), a diferencia de otros leucocitos que sólo abandonan el torrente sanguíneo para “morir
en el campo de batalla”.
o Poseen receptores capaces de reconocer el antígeno.
o Presentan proliferación clonal cuando se activan (se producen clones de la célula activada).
o Poseen memoria, lo que determina que la respuesta inmune sea más rápida y de mayor magnitud ante la
segunda entrada del patógeno.

Los linfocitos B y la respuesta humoral

Los linfocitos T y B son morfológicamente indistinguibles. Sin embargo, los linfocitos (LB) son protagonistas
de la respuesta inmunitaria humoral, función que realizan a través de la síntesis de anticuerpos o inmunoglobulinas.
En el organismo existen millones de linfocitos B diferenciados a partir de células pluripotenciales presentes en la
médula ósea.

Los anticuerpos o inmunoglobulinas (Ig), son glucoproteínas globulares con una estructura tridimensional que
les permite interactuar de manera específica con ciertos antígenos solubles. Insertados en la membrana del linfocito B,
forman parte, junto con otras cadenas polipeptídicas, del receptor antigénico denominado BCR (del inglés, B cell
receptor). Los anticuerpos secretados son similares en estructura a los de los receptores de los linfocitos B, pero
carecen de regiones de membrana que anclan los receptores a la membrana plasmática.

Existen 5 clases de inmunoglobulinas (IgG, IgA, IgM, IgD e IgE). Para todas ellas, la unidad esructural es
semejante, constituida por cuatro cadenas polipeptídicas dispuestas espacialmente en forma simétrica; asemejando una
letra Y. Dos de esas cadenas tienen mayor masa, por lo que se las denomina “pesadas”; las otras dos se denominan
“livianas”. Además, en cada inmunoglobulina se pueden reconocer zonas variables y una zona constante. Las zonas
variables forman un “nicho” en el cual puede alojarse el antígeno. En esta región, llamada paratopo, reside la
especificidad de la Ig (figura 4). Esos paratopos son capaces de unirse sólo a regiones pequeñas específicas de los
antígenos, llamadas epitopos (o determinantes antigénicos). En la figura 5, tres moléculas diferentes de anticuerpos
reaccionan con epitopos de la misma molécula antigénica grande.

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Figura 5. Epitopos. Fuente: CAMPBELL Neil; REECE Jane. 2007.

Figura 4. Inmunoglobulinas. Fuente: CAMPBELL Neil; REECE Jane. 2007.

Alrededor del cuarto mes de vida fetal comienza la maduración de los linfocitos B en la médula ósea. Uno de
los hechos más llamativos de la respuesta inmunitaria es la capacidad de los linfocitos B para producir anticuerpos
contra una enorme variedad de antígenos naturales –que el linfocito B puede encontrar durante su vida-, como también
contra antígenos sintéticos químicamente distintos de cualquier sustancia conocida y con los que nunca antes ha tenido
contacto, hecho que ocurre por una serie de reordenamientos genéticos.

Según “la teoría de la selección clonal”, cada individuo presenta una inmensa diversidad de linfocitos B, cada
uno equipado genéticamente para sintetizar un solo tipo de anticuerpo; y un antígeno particular sólo puede reconocer
al linfocito B que posea en su membrana el anticuerpo complementario.

El linfocito B puede activarse y producir anticuerpos de dos maneras diferentes:


a) Con ayuda de un linfocito T (esta forma se desarrollará más adelante, cuando hayamos explicado la
función de los linfocitos T).
b) En forma independiente del linfocito T, por activación directa del linfocito B. Esta forma se representa en la
figura 6:
Un estímulo antigénico
dado no afecta a la
totalidad de los linfocitos
B, sino a aquellos que
exponen en su superficie
un anticuerpo capaz de
unirse a ese antígeno
específico.

Luego de unirse antígeno-


anticuerpo, la célula B se
activa. Esas células
proliferan produciendo
clones de células
plasmáticas y células de
Las células de memoria memoria con capacidad de
que llevan los mismos sintetizar el anticuerpo
anticuerpos persisten presente en el linfocito B
indefinidamente en la original.
circulación; ellas
secretan anticuerpos Las células plasmáticas
sólo después de un secretan anticuerpos
encuentro posterior con circulantes, todos con una
el mismo antígeno y de especificidad idéntica a la
diferenciarse en células de los anticuerpos sobre la
plasmáticas. Figura 6. Selección clonal de los linfocitos B. superficie del linfocito B
Fuente: Adaptación de CAMPBELL Neil; REECE Jane. 2007. virgen.

De esta forma, los linfocitos pueden responder rápido (horas) y sin ayuda de los linfocitos T, pero la respuesta
es breve (días) y sus anticuerpos son de baja afinidad. Se cree que dan tiempo para la respuesta más específica y
prolongada que requiere la colaboración de linfocitos T.
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Los anticuerpos

La respuesta humoral se basa en los distintos isotipos de anticuerpos:


 IgG: Comprende casi 75 a 85% del total de las inmunoglobulinas séricas. Son capaces de unirse a
macrófagos y neutrófilos, y activar el sistema de complemento. Atraviesan la placenta y confieren inmunidad
al feto.
 IgM: Es la primera inmunoglobulina que aparece en la reacción inmunitaria. Y el tipo inicial de anticuerpo
sintetizado por el recién nacido. La IgM de membrana actúa como un importante receptor de antígenos en la
superficie de los linfocitos B maduros.
 IgA: Constituye sólo el 7 a 15% de las inmunoglobulinas séricas, pero es la clase de Ig predominante en las
mucosas y secreciones (lágrimas, saliva, secreciones nasales y del aparato digestivo y leche humana),
impidiendo la adherencia de los patógenos a las mucosas.
 IgD: Es uno de los principales receptores de antígenos de la superficie de los linfocitos B, junto con las IgM.
 IgE: Es la principal clase de Ig implicada en “armar” a los mastocitos y a los basófilos, uniéndose a estas
células. Intervienen en las reacciones alérgicas y en la defensa contra los parásitos.

La función de los anticuerpos

Las principales funciones de los anticuerpos son:


1. Unión a partículas extrañas, lo que provoca su aglutinación y favorece la captura por células fagocíticas.
Por esta función de denominan anticuerpos opsonizantes.
2. Unión a patógenos o toxinas microbianas, lo que interfiere en la penetración del patógeno en la célula. Por
esta función se denominan anticuerpos neutralizantes.
3. Interacción con antígenos presentes en la membrana de microorganismos. Esta interacción induce la unión
a proteínas del sistema de complemento, que expone a los complejos inmunitarios a la acción del sistema
reticuloendotelial –un conjunto de células fagocíticas- o inicia el reclutamiento de leucocitos que participan en la
respuesta inflamatoria. Por esta función se denominan anticuerpos activadores del complemento.
4. Unión a células infectadas o tumorales, lo que desencadena en células NK su actividad citolítica. Los
anticuerpos actúan como un nexo entre la célula infectada o tumoral y estas células citotóxicas. Esta función se define
como citotoxicidad dependiente de anticuerpos.

Los linfocitos T y la inmunidad mediada por células

Los linfocitos T intervienen en la “respuesta celular”. Hay tres poblaciones de linfocitos T maduros: T
citotóxicos, T colaboradores, cooperadores o helper y T reguladores (o supresores). Todos expresan la proteína de
superficie CD3, que acompaña a los receptores específicos de los linfocitos T llamados TCR (del inglés T cell
receptor); los citotóxicos expresan además CD8 y los colaboradores expresan CD4.

Se originan a partir de células hematopoyéticas pluripotenciales presentes en la médula ósea. Pero en la


octava semana de vida del feto humano, las células precursoras de linfocitos T comienzan a dirigirse hacia el timo
donde completan su maduración. Una vez expresado el receptor para antígenos TCR en la membrana del linfocito T, se
pone en marcha un mecanismo de control que analiza célula por célula la especificidad de estos receptores. El primer
control que sufre el TCR se denomina selección positiva y se relaciona con su capacidad para interactuar con las
moléculas glucoproteicas que se expresan en la superficie de las células con núcleo. Son las moléculas del complejo
mayor de histocompatibilidad (CMH) propias del individuo. La falta de interacción con moléculas de CMH propias
induce su eliminación, ya que estas no serían útiles para reconocer, en un futuro, péptidos derivados de los patógenos
en combinación con esas moléculas del CMH propias. Un segundo proceso, la selección negativa, elimina a aquellos
linfocitos T que expresen un TCR con afinidad muy alta por moléculas del CMH propias, dado que éstos serían
linfocitos potencialmente autorreactivos. Los linfocitos T que no fueron eliminados luego de las dos etapas de selección
se vierten al torrente sanguíneo.

La función del linfocito T maduro es semejante a la del linfocito B: reconocer antígenos que se adapten a sus
receptores de membrana. Pero, a diferencia de los linfocitos B, que reconocen al antígeno soluble y en su
conformación nativa, los linfocitos T requieren que el antígeno esté expuesto sobre la superficie de una célula
presentadora de antígenos, unido a proteínas del CMH.

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Presentación de antígenos a los linfocitos T: el CMH

El complejo mayor de histocompatibilidad (CMH), fue descubierto en ratones y luego en seres humanos, en
los que se denominó sistema de antígenos leucocitarios humanos (HLA). El CMH comprende, entre muchas otras, un
grupo de moléculas glucoproteicas que se expresan en la superficie de las células con núcleo.

El complejo mayor de histocompatibilidad comprende, entre otros, los genes del sistema HLA de clases I, II y
III. Las dos primeras clases codifican cadenas peptídicas involucradas en el procesamiento y la presentación de
antígenos, los productos de los genes del sistema HLA de clase III participan en aspectos de la respuesta inmunitaria
no relacionados con la presentación de antígenos (que no se desarrollan en este curso).

Las moléculas del HLA de clase I se encuentran presentes en casi todas las células con núcleo. Las moléculas
de clase II se expresan en células del sistema inmune que cumplen la función especializada de presentar antígenos a los
linfocitos T, razón por la cual se las llama “células presentadoras de antígenos”. Ellas son los linfocitos B, los
macrófagos y las células dendríticas.

La activación de los linfocitos T (LT)

Una vez completado su desarrollo en el timo, los linfocitos T pasan a la circulación, de allí continuamente
pasan a los órganos linfáticos y de vuelta a la sangre. En su recorrido pueden encontrar una célula presentadora de
antígenos que alguno de los linfocitos T reconoce específicamente.

El proceso que se desencadena luego del reconocimiento antigénico es similar al que ocurre en los linfocitos
B: activación y diferenciación celular que conduce a la producción de clones de células efectoras y células de
memoria. El primer encuentro de un linfocito virgen con el antígeno resulta en una respuesta primaria y genera
células de memoria, que proveen protección en posteriores invasiones del mismo patógeno.

La activación de un linfocito T virgen ocurre en los tejidos y órganos linfáticos, y requiere de dos señales
(figura 7):
a) dada por el TCR que reconoce el péptido sobre la molécula de HLA presente en una célula presentadora
de antígenos (APC en la figura 7).
b) dada por la presencia de moléculas coestimulatorias sobre la célula presentadora de antígenos, que
interactúan con otra molécula sobre la superficie del linfocito T. Esto significa que si no hay coestimulación, no hay
activación.

La activación del linfocito T lleva a la producción de IL-2 y a la síntesis del receptor para IL-2 sobre el mismo
LT, por lo tanto comienza su proliferación.

Figura 7. Señales requeridas para la activación de un linfocito T. Fuente: Adaptación de Jeneway, Ch. 2003.

Las células presentadoras de antígenos más importantes son las células dendríticas, que ingieren antígenos en
los tejidos, en los sitios de infección y se activan como parte de la respuesta inmunitaria innata. Migran a los tejidos
linfoides locales, y tras su maduración, se convierten en células muy eficaces en la presentación de antígenos a las
células T circulantes.

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Los linfocitos T citotóxicos pueden activarse de dos maneras:


 Una es sólo por la interacción de sus TCR con complejos antígeno-HLA de clase I en células dendríticas (que
presentan moléculas coestimulatorias) (figura 8).

Figura 8. Activación de un linfocito T citotóxico sin interacción con el linfocito colaborador. Fuente: Fuente: Adaptación de
Jeneway, Ch. 2003.

 Otra es por la interacción con células dendríticas (que presentan moléculas coestimulatorias) y con linfocitos
T colaboradores: en este caso, se requiere que tanto el linfocito T citotóxico como el T colaborador
reconozcan antígenos en la superficie de la misma célula presentadora de antígeno. El receptor del linfocito T
colaborador debe unir con complejos antígeno-HLA de clase II de la célula presentadora de antígenos (figura
9).

Figura 9. Activación de un linfocito T citotóxico con interacción del linfocito colaborador. Fuente: Adaptación de Jeneway, Ch.
2003.

El linfocito T citotóxico activado interactúa con complejos antígeno-HLA de clase I presentes en células
infectadas, anormales y cancerosas. En las células infectadas, los antígenos provienen de patógenos que se están
multiplicando en esa célula. Como consecuencia de esta interacción, el linfocito T citotóxico libera moléculas
perforinas, que forman poros en las membranas de las células diana y enzimas proteolíticas (granzimas), que entran a
esa célula por endocitosis y provocan la muerte celular. El linfocito liberado puede atacar a otras células diana (figura
10).

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Figura 10. Acción del linfocito T citotóxico activado. Fuente: Adaptación de Jeneway, Ch. 2003.

Los linfocitos T colaboradores o helper (que presentan


glucoproteínas de superficie CD4) se activan cuando el receptor TCR
interactúa con células presentadoras de antígenos; específicamente,
con moléculas HLA de clase II que presentan péptidos extraños a esas
células. Una vez activados, estos linfocitos pueden diferenciarse en
dos subtipos de células T helper. Las T helper 1 (TH1), median la
muerte de células infectadas (por actuar en la activación de los
linfocitos T citotóxicos), activan las propiedades microbicidas de los
macrófagos e inducen a los linfocitos B a producir IgG, que son muy
efectivos opsonizando patógenos extracelulares para ser capturados
por células fagocíticas. Las células T helper 2 (TH2), provocan la
activación de los linfocitos B para producir anticuerpos y, de esta
forma, iniciar la repuesta inmune humoral (figura 11).

Activación de macrófagos por TH1:

En muchos casos, los macrófagos son capaces de destruir


agentes patógenos que han fagocitado, sin necesidad de ser activados
por células T; sin embargo, en varias infecciones clínicamente
importantes, se necesitan células TH1 para proporcionar señales de
activación, entre las que se destaca la liberación de IFN-. Cuando el
macrófago se activa se producen cambios en su comportamiento,
principalmente aumento de su actividad fagocítica y citotóxica.

Figura 11. Acción de los linfocitos TH1 y TH2. Fuente: Adaptación de Jeneway, Ch. 2003.

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Activación de linfocitos B por Linfocitos TH2:

Como vimos (cuando se desarrolló la activación de los linfocitos B), los linfocitos B pueden activarse con la
ayuda de un linfocito T, específicamente de un TH2. Para ello, el linfocitos B y el TH2 deben reconocer epitopos
(determinantes antigénicos) del mismo complejo molecular para que puedan interaccionar, esto se denomina
reconocimiento ligado. Por lo tanto, las células TH2 deben haber sido activadas por la interacción con células
dendríticas presentadoras de antígeno que hayan fagocitado al mismo agente patógeno. Las moléculas
coestimuladoras conducen la secreción de citocinas estimulatorias que dirigen la proliferación y diferenciación del
linfocito B en célula plasmática, productora de anticuerpos. En la figura 12 se presenta la activación de linfocitos B
por linfocitos TH2 en una infección vírica y en una infección bacteriana.

Figura 12. Activación del linfocito B por célula TH2 en una infección vírica y en una infección bacteriana. Fuente: Adaptación de
Jeneway, Ch. 2003.

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Una vez que se ha eliminado una infección, es fundamental regular la respuesta. En este proceso es central la
acción de interleucinas y la actividad de linfocitos T reguladores capaces de suprimir la respuesta inmunitaria.

BIBLIOGRAFÍA:

CAMPBELL Neil; REECE Jane. Biología. 7a. ed. Madrid: Médica Panamericana, 2007.
CURTIS Helena [et al.], Biología, 7a. ed. en español. Buenos Aires: Médica Panamericana, 2008.
GANONG William. Fisiología Médica, 17a edición. México: El manual moderno. 2000.
JANEWAY Charles A. [et al.], Inmunobiología. El sistema inmunitario en condiciones de salud y enfermedad, 2a. ed.
Barcelona: MASSON S.A. 2003.
CARDINALI Daniel; DVORKIN Mario. BEST Y TAYLOR. Bases Fisiológicas de la Práctica Médica. 13a. ed.
Madrid: Médica Panamericana. 2003.

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