Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
A pesar de que Roger y Lyn Schmitdt planeaban ir a África para trabajar como
misioneros, empezaron a preguntarse: «¿Realmente deberíamos hacer esto?»
Por esa misma fecha y en la misma ciudad, otra pareja luchaba con su llamado, pero
este se trataba de concluir su carrera misionera. Ahora retirados, esta pareja se
preguntaba: «Después de 41 años como misioneros en África, ¿quiénes somos?
Nuestro hogar y vida laboral están del otro lado del océano. ¿De qué se trata nuestra
vida ahora?» Dios (a través de un programa de mentor-aprendiz en el Seminario de
Denver) unió a estas dos parejas. Fue una grandiosa asociación. El llamado de los
Schmidts fue confirmado, y la pareja retirada descubrió la importancia de su nuevo rol
como mentores. «Nos sentimos animados, y ellos confirmados» —dicen los Schmidt.
Ambas parejas experimentaron los beneficios de un discipulado.
¿Por qué los empresarios tienen aprendices y los médicos requieren de un internado?
Porque la atención personalizada de los practicantes experimentados ayuda a los
aprendices a dominar las destrezas, actitudes y conocimientos esenciales. Esto, por
supuesto, no es nada nuevo para los cristianos familiarizados con la relación mentor-
aprendiz entre Moisés y Josué, Elías y Eliseo, Noemí y Ruth, Pablo y Timoteo, y Jesús
y sus discípulos.
Muchas personas les gustaría tener un mentor, pero aquellos dispuestos a serlo son
difíciles de encontrar. ¿Cuáles son los beneficios de ser un mentor?
Una ventaja de ser mentor es el sentido de importancia que usted recibe. Como dice
Don Payne: «En el ministerio vocacional, a menudo uno se pregunta si está marcando
una diferencia, o si sus esfuerzos sencillamente están siendo lanzados al bote de la
basura. Sin embargo, en una relación de mentor-aprendiz, generalmente tratamos con
personas deseosas de crecer, dispuestas a aprender, y podemos observar nuestra
inversión.»
Roger Schmidt, quien no solamente continua teniendo un mentor sino que también es
mentor de otras personas en un ministerio estudiantil en la iglesia Galilee Baptist en
Denver, dice: «No puedo analizar la vida de alguien más sin evaluar la mía primero.
Hay personas que me buscan para que yo les dé una respuesta. Me mantiene en otro
nivel de rendición de cuentas. Ellos evalúan mi vida. Y eso es bastante beneficioso.»
«Por ejemplo, a menudo le repito a mis aprendices: "El ministerio no se trata acerca de
mí; no se trata de mí." Bueno, un día estaba bajo mucha presión y me sentía frustrado,
distante y malhumorado. Conforme empecé a compartir mis frustraciones sobre el
ministerio y cómo no era capaz de concentrarme en casa debido a todo lo que
necesitaba hacer, mi aprendiz me miró directo a los ojos y me dijo: "¿Se trata o no de
ti?"»
En el principio
1. Establecer el tono. Una vez que se ha hecho contacto entre el mentor y el aprendiz,
cae sobre el mentor la responsabilidad de crear un ambiente donde florezca la
confianza. Una forma para profundizar en esa confianza es simplemente contándole su
historia. Esto abre puertas y produce conversación. Comparta algunas de sus luchas
para así llevar la relación a un nivel más profundo.
«Uno de mis mentores me llevó a varias visitas pastorales —dice Randy MacFarland
—. Aprendí importantes lecciones con solo acompañarlo.»
»Otro mentor era un modelo del liderazgo de servicio. Cuando fundaba una iglesia,
podía llamarlo en cualquier momento en que me enfrentara a nuevos desafíos. Sea
que le preguntara donde colocarme cuando dirigiera un funeral o verlo orar por el
directorio de la iglesia, al observar su vida experimenté toda una dimensión del
ministerio.
»Creo que cada hijo necesita escuchar las palabras que Jesús oyó en su bautismo
"Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia." David fue una de esas
personas que me comunicaron eso en numerosas ocasiones. Él fue una figura
masculina que expresó su amor hacia mí, lo cual marcó una enorme diferencia en mi
vida.»
2. Dejar en claro las expectativas. Para que este tipo de aprendizaje se lleve a cabo en
forma segura, se requiere de tres actitudes: apertura, hospitalidad y lazos.
Los mentores no quieren que los aprendices tengan expectativas muy altas ni muy
bajas. Ambos problemas se pueden evitar si las expectativas se discuten abiertamente.
Todos los detalles desde «¿Hay tarea?» o «¿Quién paga el café?» se deberían discutir
con anterioridad para llegar a un entendimiento mutuo. Las expectativas poco realistas
o inexploradas pueden regresar para perseguirlo más adelante.
«Un aprendiz podría esperar que usted se identifique con él y que le ofrezca un
hombro para llorar cuando sienta ganas. Bueno, eso tal vez no sea su mejor
contribución como mentor —dice Don Payne, quien ahora entrena a mentores en las
iglesias suburbanas y rurales—. O el mentor tal vez espere algo que el aprendiz no
está dispuesto o no puede ofrecer. Al principio, ambos necesitan decir: "Esto es lo que
yo pienso que puedo ofrecer y este es mi rango de experiencia. Mi vida es como una
caja —hay mucho afuera de ella, pero eres bienvenido a observar cualquier cosa que
hay en su interior."»
Además, los mentores aprenden tanto como enseñan. Las relaciones de mentor-
aprendiz no son relaciones jerárquicas ni de una sola dirección. Si bien es cierto que
uno tiene más experiencia, «compartir la vida» es algo mutuo. Asimismo, una
responsabilidad adicional del mentor es «aceptar la influencia del aprendiz.» Esto
también promueve la confianza.
2. Tener una agenda. El primer lugar de su agenda deberían tenerlo las preguntas del
aprendiz. Pero sea lo suficientemente flexible como para reconocer los momentos en
que puede enseñar algo. Jesús cautivaba a sus aprendices cuando les hacía
preguntas después de haber sanado a enfermos, realizar milagros y tener debates
públicos. Si los mentores de hoy envían a los aprendices a tomar riesgos, a aferrarse a
su fe, a aventurarse a construir el reino, ¡habrá mucho de que hablar!
«Cuando estaba en la iglesia Southern Gables —dice Don Payne— era el mentor de
un seminarista increíblemente brillante. Él había sido oficial de inteligencia de la milicia
antes de ser seminarista, y la palabra "apertura" no existía en su vocabulario. La vida
era estrechamente medida. A pesar de que tenía la teología correcta de la gracia, para
él era muy difícil vivir por gracia. El error más pequeño lo devastaba.
»Un día meditábamos sobre esto, y le dije: "En el ministerio harás cosas estúpidas, y
la única respuesta a esas cosas estúpidas es reconocer que fue estúpido y que ahora
no debo hacerlo de nuevo."
»Por alguna razón ese breve intercambio lo liberó. En la providencia de Dios, lo que es
ordinario para una persona puede ser crucial para otra.»
4. Ofrecer una perspectiva. Gracias a los años extras, los mentores tienen algo que los
aprendices no: experiencia. Un mentor debería, por tanto, ofrecerle a los aprendices el
regalo de la perspectiva.
Eso es lo que hacen los mentores —mantienen todo enfocado en el porqué hacemos
lo que hacemos.
«Es beneficioso para muchos estudiantes internacionales —dice Terry Burns, director
de un centro de capacitación de misioneros— simplemente escuchar: "Estás
experimentando muchas cosas en este momento." Los ayuda a entender que por lo
que están pasando es difícil. Les proveemos una perspectiva.»
Buenas preguntas
Uno de los deberes más importantes de un buen mentor es hacer las preguntas
correctas. Un mentor no es «la persona que responde», sino, «aquella que hace que el
aprendiz haga una provechosa auto-reflexión.»
En otras ocasiones las preguntas llevan a temores personales que necesitan ser
confrontados.
»Usted tal vez escuche respuestas como "Recordé cuando golpeaban a mi mamá" o
"No puedo imaginarme a un ser humano haciendo eso a otro ser humano", o "Quería
golpear al responsable". Sus respuestas le sugieren cómo liderar, cómo enseñar.»
«Justo ayer conversaba con un estudiante que desea enseñar en Pakistán pero no
quiere aprender el idioma —dice Terry Burns—. En Pakistán, la gente habla inglés así
que está llevando un curso de cómo enseñar la Biblia en inglés en ese país. Le dije:
"Eso es una suposición interesante. ¿Te has puesto a pensar que a pesar de que
hablan inglés, no piensan en inglés? Piensan como paquistaníes con una percepción
mundial diferente. ¿Es realista suponer que puedes realizar tu ministerio ahí de la
misma forma en que lo llevas a cabo aquí?" Tuvo que cambiar sus suposiciones.»
Los mentores a menudo les dan «empujones» a sus pupilos hacia direcciones que al
principio son un poco incómodas.
Por ejemplo, los internos de los ministerios juveniles algunas veces se enfadan cuando
se les manda a trabajar en una guardería infantil, asistir a las reuniones de la junta, o
escribir informes. Ellos quieren hacer las «cosas de adolescentes» en las que ya son
buenos. ¿Por qué hacerlos trabajar con bebés o en juntas? Para hacerlos usar sus
habilidades. Los mentores sabios sugieren: «Vamos a ver en qué eres bueno.»
McCormack entrena a sus aprendices de capellán de esa forma. Les dice: «Tal vez no
tengas ninguna experiencia en esta área. Tal vez prefieras la consejería individual,
pero si nunca has organizado un evento social para solteros, ahora es tiempo de
intentarlo. Quizá no te guste, y está bien. Necesitas conocer tus habilidades. No te
dejaré fracasar. Si las cosas no salen bien, yo estoy aquí para apoyarte.»
Como dice MacFarland: «Una de las lecciones que duran para toda la vida cristiana es
aprender a depender de Dios. Tomar riesgos y trabajar más allá de nuestra experiencia
previa promueve el crecimiento y la dependencia de Dios.»
Una última destreza que los mentores deberían pulir es la destreza de corregir. Los
mentores son como espejos que ayudan a los aprendices a ver lo que los detiene de
ser todo lo que Dios quiere que ellos sean. «No voy a atacar su carácter —dice Burns
— Yo solo voy a sostener el espejo y diré "¿Ves esto?"»
En un nivel, todos los cristianos son responsables en seguir a Cristo con integridad.
Pero en una relación de mentor-aprendiz, tenemos una plataforma incluso más grande
sobre la rendición de cuentas. Si las acciones o hábitos laborales de un aprendiz son
inconsistentes con sus metas y compromisos establecidos, el mentor necesita
mencionarlo.
Payne describe su papel de esta forma. «Voy a tomar prestada la frase de mi mentor,
quiero "hacer una herida limpia". Una herida limpia es directa, no una puñalada por la
espalda, ni un comentario tortuoso o sarcástico. Esas son heridas profundas.
»Una herida limpia es también una herida de la que yo formo parte. Nunca haría una
confrontación a menos que esté dispuesto a quedarme durante todo el proceso con
esa persona y convertirme en parte de la solución. Las heridas limpias sanan, las
heridas profundas no.»
«He tenido que confrontar a capellanes de hospital —dice McCormack— quienes solo
visitan a pacientes de su propia denominación, o evitan a aquellos quienes sufren de
una enfermedad terminal y ven exclusivamente a aquellos quienes se sanarán. Les
recuerdo que están ahí por todos los pacientes. Confronto sus excusas inaceptables.»
Ser mentor no es para alguien impaciente. Si bien es uno de los medios más eficaces
para desarrollar verdaderos cristianos, también demanda tiempo.
«En una cultura que presiona por resultados inmediatos siguiendo unos cuantos
principios —dice MacFarland— el proceso de mentor-aprendiz puede parecer algo
lento. Pero no existe un atajo para equipar a las personas a convertirse teológicamente
astutas, piadosas en carácter, y competentes en el ministerio.»
«Ser un mentor es un ministerio que nunca será confinado a los lazos vocacionales u
organizacionales —dice Don Payne—. Una persona puede retirarse del pastorado o de
un programa, pero, como mentor, nunca estará sin un ministerio.»
A medida que evalúa su crecimiento, ¿dónde ve áreas que necesita trabajar? ¿Cuáles
son sus deficiencias?, ¿Cuáles son algunas nuevas ideas que podría intentar?, ¿Qué
podríamos hacer para ayudarte a ser una persona de integridad?, ¿Qué dolor ha
experimentado y cuáles fueron algunos de sus efectos?, ¿Cómo ha moldeado eso su
identidad?, ¿Cómo Dios usaría su pasado para prepararlo para un futuro ministerio?
Vamos a pretender que Dios sabe lo que hace en su vida, incluso cuando las cosas no
han salido como usted lo esperaba. ¿Qué podría estar enseñándole Dios a través de
eso?
Después el comandante me respondió: «Eso suena muy bien, Janet. ¿Qué necesito
hacer yo al respecto?» ¡Me quedé sin palabras de nuevo! ¡Yo esperaba aprender algo
de él pero él supuso que yo tenía algo que ofrecerle! Eso me ayudó a dejar de
sentirme incómoda. Fue una gran lección de confianza.
Este artículo se publicó por primera vez en Leadership Journal, usado con
permiso. Título del original: How to Be an Effective Mentor Copyright © por el
autor o por Christianity Today International. Traducido y adaptado por
DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados. Copyright 2004