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RETIRO
ESTO ES MI CUERPO, ÉSTA ES MI SANGRE
Joaquín Aguilar
1
Algunas ideas de este retiro están tomadas de Henri J.M. Nouwen, Con el corazón
en ascuas, Sal Terrae, pp. 69-72.
Todo lo puedo en Él 1
En la Eucaristía Cristo se nos da todo entero, en abundancia, con
derroche y con absoluta generosidad. Cuerpo partido y entregado…,
Sangre derramada… Es la máxima expresión del dar, del amar: darse.
“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13).
Es lo que Cristo iba a hacer al día siguiente y que ahora anticipaba2 de
forma incruenta y sacramental en la última Cena, pero también es lo que
Cristo había hecho durante toda su vida. El gesto de Jesús no sólo
anticipaba su pasión, muerte y
resurrección sino que actualizaba, hacía
presente y culminaba lo que había sido
toda su existencia terrena: “habiendo
amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,
1).
Y realmente, la vida de Jesús fue un
permanente partirse, entregarse y
derramarse para la salvación de todos.
Se entregó, en primer lugar, a cumplir la voluntad del Padre. Esta fue
su actitud como Hijo ante la encarnación: “al entrar en este mundo,
dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo.
Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije:
¡He aquí que vengo -pues de mí está escrito en el rollo del libro- a
hacer, oh Dios, tu voluntad!” (Hb 10, 5-7). A los doce años ya era
consciente de ello: «¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi
Padre?» (Lc 2, 49). Repetidas veces lo manifestó a lo largo de su vida
pública: “Yo no puedo hacer nada por mi cuenta... porque no busco mi
voluntad sino la voluntad del que me ha enviado (Jn 5, 30); porque he
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que
me ha enviado” (Jn 6, 38); «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa;
pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22, 42).
El resto de su vida fue eso mismo: un continuo partirse, entregarse y
derramarse...
2
Catecismo de la Iglesia Católica, 1340.
Todo lo puedo en Él 3
gallo, me habrás negado tres veces» Y, saliendo fuera, rompió
a llorar amargamente (Lc 22, 61-62).
Soportando pacientemente la incredulidad y dureza de
corazón de la gente: se acercó a él un hombre que,
arrodillándose ante él, le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo,
porque es lunático y está mal; pues muchas veces cae en el
fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus
discípulos, pero ellos no han podido curarle» Jesús respondió:
«¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré
con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros?» (Mt 17, 14-
17), y especialmente de sus discípulos: Jesús dijo entonces a
los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6, 67);
sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que
digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» Pero
volviéndose, les reprendió (Lc 9, 54-55); Él les dijo: «¡Oh
insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron
los profetas!» (Lc 24, 25).
Haciéndose servidor de todos: «...el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y a
dar su vida como rescate por muchos»
(Mt 20, 28).
Amando con el mismo amor con que
le ama el Padre: Como el Padre me
amó, yo también os he amado a
vosotros (Jn 15, 9).
Todo esto tuvo su culminación en la cruz. Allí
vivió en plenitud:
Su fidelidad al Padre: “obedeciendo hasta la muerte y muerte
de cruz” (Flp 2, 8).
Su amor a los hombres: “habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1);
porque “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por
sus amigos” (Jn 15, 13).
Para tu oración…
Relee tranquilamente los textos anteriores que en este momento
más resuenen en ti por dentro…
Tomar conciencia de los momentos de tu vida, además de la
Eucaristía, en los que Cristo es para ti, Cuerpo partido y entregado,
y Sangre derramada, como lo fue a lo largo de su vida
Concreta esos momentos y gózalos dando gracias al Señor por su
amor a ti hasta el extremo. Pídele luz para tocar, sentir y palpar su
entrega en el día a día, y así poder acogerle y vivir tú también
entregada más plenamente a Él.
Todo lo puedo en Él 5
entregada y derramada por los demás, como lo fue la de Cristo3.
Por eso Jesús no se conformó con dejarnos en la especie del pan su
Cuerpo partido y entregado, y en la del vino su Sangre derramada. Quiso
además, en la misma Cena, partirse, entregarse y derramarse de forma
palpable y real: “sabiendo Jesús que
había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre, habiendo amado a
los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el extremo. Durante la
cena [...] se levanta de la mesa, se
quita sus vestidos y, tomando una
toalla, se la ciñó. Luego echa agua en
un lebrillo y se puso a lavar los pies de
los discípulos y a secárselos con la
toalla con que estaba ceñido” (Jn 13,
1-5). Y, del mismo modo que después de darles a comer su Cuerpo y a
beber su Sangre les recomendó: “haced esto en recuerdo mío” (Lc 22,
19), también ahora les dijo: “vosotros también debéis lavaros los pies
unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros
hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13 ,14-15); “Que, como yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn 13, 34).
En la Eucaristía ofrecemos el pan y el vino. Ese pan y ese vino,
decimos, son algo más que harina amasada con agua y mosto
fermentado. En ese pan y en ese vino estamos nosotros, nuestras vidas,
nuestras personas, que, con ellos, hemos ofrecido a Dios4 para que, por
3
“La orden del Señor: «Haced esto en recuerdo mío» no puede limitarse a la
reiteración de la celebración eucarística. Significa en el fondo: vivid y morid en
memoria mía, siguiéndome a mí, lo mismo que yo viví y morí; amaos los unos a los
otros en memoria del amor que yo he manifestado por vosotros. Para que podáis
hacerlo, repetid los gestos que yo he hecho y por los que seguiré estando entre
vosotros”. Bernard Sesboüé, Jesucristo, el único Mediador. Ensayo sobre la
redención y la salvación II, Secretariado Trinitario, Salamanca, p. 276.
4
“Participando en el sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida
cristiana, (los fieles) ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos
juntamente con ella”. Concilio Vaticano II, LG 11.
Todo lo puedo en Él 7
Al invitar al Señor a entrar en nuestra casa, sentados a la mesa le
ofrecíamos nuestro pan en un intento de darnos a nosotros mismos y
hacernos intimidad, amistad, unión, comunión con él. El Señor tomaba
nuestro pan y, convirtiéndose en anfitrión, nos lo devuelve, ahora, como
su Pan, invitándonos a vivir la misma comunión e intimidad que vive con
nosotros; una comunión e intimidad tales que nos convierten en El, para
ser, en Él, con Él y como Él, Eucaristía, es decir, ofrenda agradable al
Padre, y entrega y oblación a los hermanos.
Para tu oración…
¿Qué incidencia tiene la Eucaristía en tu vida, en tu forma de
relacionarte y de tratar a los demás? ¿Vives una conexión entre la
celebración y la vida? ¿Sientes cada mañana la llamada del Señor a
ser cuerpo partido y entregado, y sangre derramada por los demás?
¿Sientes que cuando te partes, te entregas, te derramas, continúas
celebrando la Eucaristía, estás siendo Eucaristía?
¿En qué momentos eres “lavadora de los pies” de los demás? ¿Lo
haces de buena o de mala gana? ¿Tomas la iniciativa o tienen que
mandártelo? Cuando “lavas los pies” a los demás ¿lo haces en
memoria suya? ¿Sientes a Cristo en ti lavando los pies cuando tú los
“lavas”, partiéndose en tu partirte, entregándose en tu entregarte,
rompiéndose en tu romperte, derramándose en tu derramarte...?
Desde la Eucaristía de cada día ¿sientes la necesidad de amar a
los demás como Cristo te ama? ¿Sales dispuesta y decidida a amar
porque Cristo te ha amado? ¿Qué te mueve a amar a los demás, la
necesidad que hay dentro de ti de amar y de entregarte, o la
necesidad que tienen los demás de que les ames?