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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL VICERRECTORADO DE

DE LOS LLANOS OCCIDENTALES INFRAESTRUCTURA

EZEQUIEL ZAMORA Y PROCESOS INDUSTRIALES

PROGRAMA DE ESTUDIOS
AVANZADOS
DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

LA UNIVERSIDAD QUE SIEMBRA

PLAN DE ADMINISTRACIÓN DE LA UNIDAD CURRICULAR,


ORIENTACIÓN Y TUTORIA DOCTORAL

RESUMEN DEL CAPÍTULO XI DEL LIBRO ONTOLOGIA DEL


LENGUAJE DE RAFAEL ECHEVERRÍA (2003).

Doctorandos
Aular José
Doctora: Evelín Ereu de Martínez López Silvio
Lucena Celina
Martínez Yilda
Ruiz Petra
Valera Carolina

San Carlos, Septiembre 2019


EL LENGUAJE DEL PODER
RESUMEN CAPÍTULO XI

Al dar inicio de este capítulo, Rafael Echeverría aclara que ha postulado y


demostrado, en los capítulos anteriores, el poder del lenguaje. Asimismo, nos señala
la presencia del poder al postular que el lenguaje es generativo, por consiguiente crea
realidades, argumenta que el poder es el principal criterio para elegir entre diferentes
interpretaciones, también se refiere al poder que surge de todos y cada uno de los
actos lingüísticos, al poder como nuestra capacidad de emitir juicios, dominar la
emocionalidad. Además, alude a la pérdida del poder como producto del
resentimiento o ganancia del poder que genera la emocionalidad de la ambición.
Después de todo lo expuesto anteriormente. El autor considera, en el capítulo XI,
pasar de la referencia al poder, cuando habla del lenguaje y la emocionalidad, al
examen de su significado. También menciona que si antes habló del poder del
lenguaje, en este capítulo cambiará los términos y nos hablará del lenguaje del poder.

La concepción tradicional del poder

En esta parte, el autor piensa que tal vez la reificación es la característica principal del
poder, plantea que la concepción tradicional del poder, por parte del ser humano, es
tratarlo como una sustancia, como alguna cosa que está presente, de manera
independiente de las persona que lo observan, es un algo misterioso que se esquiva;
que en algún momento lo poseemos para luego darnos cuenta que lo hemos perdido.
Por otra parte, Echeverría acota que a veces el poder pareciera asociarse con la
pintura de una montaña a la que podemos subir y que en su cima sólo hay lugar para
unos cuantos, que al subir algunos; los otros están obligado a bajarla.
Seguidamente nuestro autor, sostiene que el lenguaje sociológico presenta la
característica de ser un lenguaje de cosificaciones y el tratamiento que le confiere al
poder es tan solo un ejemplo entre muchos otros. Asimismo, plantea que mientras la
sociología no reconozca que todo fenómeno social es un fenómeno lingüístico y, por
lo tanto, mientras no dé un lugar central al lenguaje en sus preocupaciones, su
tendencia cosificadora será prácticamente incontrarrestable y el poder de la sociología
como disciplina seguirá siendo muy limitado.
Aquí, nos parece importante resaltar, la afirmación del autor al referirse que la
sociabilidad humana se apoya en el lenguaje y éste es su enclave de inteligibilidad,
que si este apoyo no se toma en cuenta, las ciencias sociales se seguirán
estremeciendo en mundos reificados y fantasmagóricos. Para Echeverría, la
reificación, no obstante, es solamente uno de los atributos de la concepción
tradicional del poder del ser humano y nos muestra otra característica no menos
importante que el anterior la cual, es la fuerte carga ética negativa que a menudo se
asocia con el poder. Posteriormente nos señala, la valoración negativa del ´poder
cuando el autor alude las frases: “El poder es maligno” y de que “el poder corrompe”.
Por ello, nos acota que eso juicios sugieren, por consiguiente evitarlos y no verse
contaminado por el poder. Esto nos induce a no seguir el “camino de poder” y elegir
otros caminos.
Sin embargo, el autor nos señala que el poder es consustancial con la vida humana y
que vivir para el ser humano, es permanecer irremediablemente sumergido en el
camino del poder. Echeverría aclara que su posición es contraria a toda interpretación
que desvaloriza el poder como fenómeno general, involucra, en último término, una
degradación de la propia vida. Pero, antes de sumergirnos en el camino del poder nos
recomienda preguntar: ¿Cuáles son, en el marco del programa metafísico, los caminos
alternativas? ¿Cuáles son los otros caminos disponibles en la vida? Y nos indica que
básicamente hay dos caminos: El camino de la verdad y el camino de la salvación
El camino de la verdad
En relación al camino de la verdad, nuestro autor menciona a importantes pensadores
de la antigüedad tales como: Sócrates, platón, Aristóteles, Pericles, Protágoras,
Heráclito, Nietzsche y Gorgias. Sócrates a través de sus argumentaciones da lugar a
un movimiento que da inicio al programa metafísico. Este pensador, comprometido
con el tema de las virtudes que conllevan a os seres humanos al buen vivir, adopta la
posición que toda virtud es función de la verdad. Lo importante de ese movimiento es
que coloca a la verdad en centro de la ética. La verdad a la cual, se refiere Sócrates
no es una distinción que germina de la acción y comportamiento humanos, ni brota de
la vida concreta del hombre; sino, a la verdad que está fuera del ser humano, la
verdad de Sócrates es un referente, absoluto abstracto y universal que transciende y
por lo tanto, se encuentra más allá de la propia vida humana. Esta verdad no
pertenece al mundo de los hombres y transciende del mundo de los dioses.
Aquí se nos plantea, que las virtudes no son expresiones de lo que los dioses hacen,
lo que estos hacen son expresiones de las virtudes abstractas y universales, las cuales
son independiente de ellos. Las virtudes se establecen independientemente de los
dioses y de los hombres. Pero a pesar de esta independencia, los seres humanos
pueden acceder a ellas a través de la razón. Siendo a razón el vehículo que pude
guiarnos por el camino de la verdad.
Platón y Aristóteles se comprometen en buscar la verdad trascendental. El mundo
trascendente constituye a estos pensadores en metafísicos, para estos filósofos la
verdad converge con el ser, en la total quietud de la inmovilidad; para los metafísicos
el ser es inmutable. Posteriormente Rafael Echeverría menciona a la filosofía de
Heráclito que sostiene que todo está en constante devenir y que nada es inmutable.
Luego alude a Protágoras y sus seguidores que establecen una posición muy diferente
a la verdad. Protágoras logró gran influencias en la época en la que Atenas alcanza su
esplendor a través de su doctrina denominada Homo mensura, tal doctrina sostiene
que el hombre es la medida de todas las cosas, que al seguirla, no tiene sentido
buscar las ideas en el mundo trascendente de las ideas abstractas y universales.
Nuestro autor nos menciona a otro sofista como Gorgias sostiene que la verdad no
puede divorciarse del poder social del lenguaje dentro de una determinada
comunidad.
El autor, a través de Nietzsche, nos señala las consecuencias que provienen de lo
que él denomina “el pathos de la verdad”, el cual es propuesto por los metafísicos.
Para Nietzsche la degradación de la vida y del mundo humano genera el sustento del
valor predilecto conferido a la verdad y el mundo trascendente de las ideas. Según
Nietzsche el mundo de la experiencia humana queda convertido en un mundo de
equivocas apariencias cuya verdad se encuentra siempre más allá de sí mismo y en la
fría inmovilidad del ser. El mundo verdadero de los pensadores metafísicos no es el
mundo donde sucede la experiencia de la vida. El mundo en el que transcurre la
vida es, en la imagen propuesta por Platón, en su mito de las cavernas, donde aparece
el interior de una caverna que recibe la luz de una llama desde el exterior, a la que no
accedemos directamente. En el fondo de la caverna solo vemos el movimiento de
sombras distorsionadas. Estas son nuestras apariencias: meras formas que no reflejan
el verdadero e inimitable ser de las cosas.
El camino de la salvación
En este puto. El autor acota lo que sucede desde la fusión de la propuesta realizada
por el discurso cristiano con el programa metafísico y la integración con el poder
imperial romano y de su transformación en el referente político central durante toda la
edad media. El cristianismo presenta entonces, un ideal que constituye la salvación
del alma humana y difiere del ideal de los metafísicos que era alcanzar la verdad
mediante el poder trascendente de la razón. Según Echeverría, el cristianismo nos
muestra que el ser humano es un ser desgarrado: [Actúa con libertad y emplea
palabras que inducen al mal], en su existencia y vive la gran tragedia de su finitud y
al mismo tiempo, es consiente del ideal de lo infinito, su alma está sentenciada a la
muerte. Po consiguiente el sentido del cristiano es asegurar la salvación de su alma y
ganar la vida eterna.
Consideramos importante destacar, que Echeverría cita a Milán Kundera, quien
critica como el cristianismo genera otra modalidad de degradación, devaluación, de la
existencia humana concreta. Aquí, Echeverría nos señala tres factores que
contribuyen a tal degradación: a) creciente poder y el mayor nivel de autonomía
frente a las organizaciones institucionales en general, muy específicamente, frente a
la autoridad de la iglesia; anteriormente la iglesia tenia poder sobre el individuo, hoy
ya no lo tiene, b) Aceptación de los discurso de impíos, que anteriormente era
aberrante pero, ahora, según el autor, parece ser atractivo. C) la gran crisis que hoy
enfrentan en general todos los metadiscursos en su objetivo por garantizar un sentido
de vida estable al ser humano.
Los caminos encubiertos del poder
En esta parte, nuestro autor, nos indica que los caminos de la verdad de los
metafísicos y el camino de la salvación de los cristianos, son pilares de nuestra
concepción occidental, que cuando ambos no se supediten a los objetivos de la verdad
y de la salvación respectivamente, se produce el llamado pathos del poder. De aquí
surge la raíz de que el poder es maligno. El poder por el poder es despreciable.
Para el autor, estos dos caminos han sido históricamente evidentes caminos de
poder excluyente, abusivo y negador del respeto mutuo, considerados por Echeverría
como fundamental para establecer hoy en día las bases de una adecuada ética de la
convivencia social. Por otro lado, considera que el poder es un fenómeno que surge,
como tal, de la capacidad del lenguaje de los seres humanos, afirma que si no
existiese el lenguaje el fenómeno del poder no existiría. Al someternos a esta
afirmación, podremos interrumpir la noción del poder como sustancia. Por lo tanto,
los dos caminos recurrieron a la verdad para encubrir lo que hoy se considera como
usos abusivos del poder. Para Maturana Humberto, citado por el autor, toda
invocación de la verdad encierra siempre una demanda de obediencia.
El poder como distinción lingüística
Según Rafael Echeverría, se usa una distinción lingüística como poder, al realizar
preguntas sobre algo que somos capaces de distinguir, como también no podemos
hacer preguntas sobre lo que no distinguimos, nos habla de tipos de distinciones al
afirmar que todo ser humano, que posee condiciones biológicas normales para la
especie, distinguirá un determinado rango de fenómenos por razones estrictamente
biológicas. Ejemplo, la percepción de determinados ruidos, por la condición de seres
humanos, tales ruidos serán registrados dentro de nuestro campo perceptivo. Por otra
parte, este autor plantea que tenemos distinciones que son el resultado exclusive de
operaciones lingüísticas. Ellas no se producen como expresión de la respuesta de
nuestra estructura biológica a lo que sucede en nuestro medio, sino que son el
producto del poder del lenguaje.
El poder es un juicio
El planteamiento hecho por el autor que aquí encontramos, nos remite, una vez más
que el poder no es una sustancia, que podríamos suponer independiente de nosotros
que e poder, como tal, radica siempre como un juicio que hacemos. También nos
habla que nuestra incapacidad de hacer juicios impide hablar del poder, reconocerlo
como fenómeno, ni vivir su experiencia. Otro de sus planteamientos, es que hacemos
una adscripción de algo, como observadores, a una determinada entidad; algo que no
pertenece a la entidad sino a la manera en que nosotros, como observadores, nos
relacionamos con ella.
Por otra parte, el autor señala tres tipos de entidades: los agentes, las máquinas y
las herramientas. Al referirse a las entidades como agentes, indica que éstas tienen
capacidad de autonomía de acción, a las acciones de ellas se les puede interpretar una
determinada inquietud. Los agentes pueden ser individuos o agentes colectivos
(organizaciones, comunidades, etcétera). Él llama maquinas a aquellos artefactos que
son capaces de desarrollar alguna actividad por si mismos, pero que requieren de un
agente para programarlos, iniciarlos o detenerlos. Una herramienta normalmente
expande la capacidad de acción de un agente y, al hacerlo, incrementa su poder. Ello
nos permite hablar de herramientas más o menos poderosas. Cuando lo hacemos, sin
embargo, usamos la distinción de poder por referencia al agente que hace uso de la
herramienta. En cuanto tales, las herramientas no poseen poder. Ellas incrementan el
poder de los agentes.
El poder del lenguaje
Nos exhorta Echeverría a reconocer que el lenguaje es fuente de poder, porque el
lenguaje es acción, La forma como mostremos nuestra actitud en el lenguaje
constituye, por lo tanto, un aspecto crucial para evaluar cuan poderosos somos en la
vida. Nuestra competencia lingüística nos permite tener dominio del poder cuando
declaramos un “NO”, del poder de emitir nuestros propios juicios y de saber
fundarlos, del poder del saber hacer promesas y de cumplirlas, del poder del reclame,
etcétera. En cada uno de estos casos estamos frente a un dominio particular en el que
podemos desempeñarnos mejor o peor y, por tanto, ser más o menos poderosos.
Posteriormente, nos indica que dentro del conjunto de los actos lingüísticos, hay
particularmente dos que son tradicionalmente los indicadores más importantes del
juicio de poder. Nos referimos a las declaraciones y a las peticiones. Luego señala,
cuatro fuentes lingüísticas diferentes de poder: dominio de las distinciones, las cuales
nos convierten en observadores diferentes, con acciones distintas de acción, el
dominio de los actos lingüísticos y que ambos tienen el poder de la palabra, el tercer
dominio de competencia lingüística Un tercer dominio de competencias lingüísticas
relacionadas con el poder se refiere a las narrativas. Estos son tejidos lingüísticos
interpretativos que, como tales, procuran generar sentido y establecen relaciones entre
las entidades, las acciones y los eventos de nuestro mundo de experiencias y un
cuarto dominio de competencias lingüísticas también relacionadas con el poder es el
dominio de las conversaciones.
La facticidad del poder
El aprendizaje como poder
Seducción, autoridad institucional y fuerza como estrategias de poder
El juicio de lo posible: Crisipo de Soli
El Poder y emocionalidad
La afirmación de la vida y el camino del poder
La política del alma

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