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UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA

FACULTAD DE HUMANIDADES
LICENCIATURA EN LETRAS
SEMINARIO DE LITERATURA ESPAÑOLA: ITINERARIO DESDE EL SIGLO DE ORO HASTA LA
CONTEMPORANEIDAD

TRABAJO PRÁCTICO N° 2
ALUMNA: CAMILA BASSI

INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo práctico es realizar un análisis confrontativo de los episodios


de Marcela y Grisóstomo, en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (capítulos: XII, XIII Y
XIV) y de las bodas de Camacho, en El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha (capítulos
XX, XXI y fragmento del XXIII), tomando como eje las críticas implícitas en implícitas a
estructuras y convenciones sociales.
Ambos episodios, pertenecientes cada uno a una parte del Quijote (1605 y 1615) poseen
ciertas cuestiones comunes: en ambos casos se trata de relatos secundarios, intercalados en
base a la misma técnica: Quijote y Sancho encuentran a algún personaje que les cuenta parte de
la historia, y luego se meten de lleno en ella, participando como testigos. En ambos casos las
historias tienen lugar en contextos pastoriles, desde la locación y personajes hasta lo temático-
argumental, estableciendo con el género de la novela pastoril una clara filiación paródica, en un
gesto decididamente barroco que se reitera con otros géneros en la totalidad de la obra.
El amor o lo sentimental es el eje de las historias, por lo tanto, y en ambos aparece –
hete aquí uno de los puntos donde nos detendremos- la cuestión de la libertad o no -
principalmente de parte de la mujer- al momento de elegir matrimonio: en un caso aparece
duramente cuestionada la convención del casamiento como destino único de la mujer; en el
otro, con menor peso, los matrimonios concertados.
Y es que la libertad adquiere importancia a lo largo de múltiples capítulos y refleja el
pensamiento de su autor, Miguel de Cervantes Saavedra. Es bien conocido el episodio de la
liberación de los galeotes (parte I, cap.22), y en múltiples sucesos y parlamentos reaparece la
defensa de la libertad.

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La libertad de la mujer, asimismo, trae aparejada consigo la idea de igualdad, si
pensamos en los roles de género. Y justamente es la idea de igualdad la que predomina en
segundo episodio, el de las bodas de Camacho, con una evidente crítica a la desigualdad –esta
vez económica- de la época.

DESARROLLO

El episodio de Marcela y Grisóstomo tiene comienzo en el capítulo XII de El ingenioso


hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605).
Al iniciar el capítulo, Don Quijote y Sancho se encuentran con un cabrero, quien les
comenta que esa misma mañana murió “de amores” un pastor llamado Grisóstomo. En realidad,
Grisóstomo había sido un estudiante que, luego de regresar de Salamanca –donde estudió
muchos años-, había conocido a la bella Marcela, devenida pastora por elección. La joven había
rechazado toda propuesta de matrimonio, incluida la de Grisóstomo, quien al enamorarse de
ella no dudo en adoptar traje también de pastor y seguirla, requiriéndola, por arroyos y
montañas.
Ambos jóvenes provenían de familias adineradas, siendo la suerte de Marcela mayor en
este aspecto, y los padres de ella habían fallecido, dejándola a cargo de un tío suyo sacerdote.
La elección de Marcela por la vida pastoril combinada con su proverbial belleza -según
palabras del cabrero y de sus compañeros que se suman a contarle el caso al Quijote- ha
provocado que muchos mancebos, ricos hidalgos y labradores, se vistieran, como Grisóstomo,
de pastores.
Nos enteramos, en este pasaje, que la amabilidad y cortesía que Marcela usaba para con
los demás provocaba que se ilusionaran, para luego ofenderse al ser rechazados por ella:

Y con esta manera de condición hace más daño en esta tierra que si por ella entrara la
pestilencia; porque su afabilidad y hermosura atraen los corazones de los que la tratan a servirla
y amarla; pero su desdén y desengaño los conduce a términos de desesperarse, y así, no saben
qué decirle, sino llamarla a voces cruel y desagradecida […] (I, 12)

De esta manera, Don Quijote termina siendo invitado por los cabreros al entierro de
Grisóstomo, secuencia que tiene lugar en el Capítulo XIII. No ha llegado todavía, cuando oye

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calificar a Marcela como “pastora homicida”, de boca de dos hombres a caballo que, curiosos, se
acercan también a las exequias de Grisóstomo.
Veinte pastores vestidos de luto se hacen presentes en el funeral, trayendo con ellos el
cuerpo del pastor muerto. Se trata de sus amigos, quienes van a enterrarlo en el lugar en el que
aquel dejó dicho – en su testamento- que lo hicieran. Dice uno de ellos –Ambrosio-:

Allí, me dijo él, que vio la vez primera a aquella enemiga mortal del linaje
humano, y allí fue también, donde la primera vez le declaró su pensamiento, tan honesto
como enamorado, y allí fue la última vez donde Marcela le acabó de desengañar y
desdeñar, de suerte, que puso fin a la tragedia de su miserable vida; y aquí, en memoria
de tantas desdichas, quiso él que le depositaran en las entrañas del eterno olvido. (I, 13)

Podemos observar como hay una recurrencia, en todos los personajes


masculinos, desde el primer cabrero que le presenta la historia al Quijote hasta los
amigos de Grisóstomo, en “culpar” a Marcela de la muerte, recurriendo incluso a
hipérboles para denostarla por el mero hecho de no haber respondido a los amores del
devenido pastor.
En la misma “Canción desesperada”, escrita por Grisóstomo y leída por su
amigo Vivaldo, el yo lírico se queja de celos y sospechas absurdas sobre Marcela, ya
que ha quedado más que claro que esta nunca lo correspondió.
Es luego de esta lectura que aparece Marcela a brindarnos, y brindarles a los
pastores, un alegato en defensa propia. En este largo discurso da cuenta de una gran
inteligencia, con un límpido y elocuente razonamiento que impacta en todos los
presentes en la escena. Citaremos algunos pasajes significativos de este extenso
parlamento:
Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la
vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no
habiendo dado yo ninguna a Grisóstomo ni a otro alguno, el fin de ninguno dellos, bien se
puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad.

“[…] que no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño,


ni admito.”

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“[…] que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque
quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar
en cuenta de desdenes.”
Finalmente, en un manifiesto de su libertad individual, como ser humano y
como mujer:
“Yo, como sabéis, tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre
condición y no gusto sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a éste ni
solicito a aquél; ni burlo con uno ni me entretengo con el otro.”
De esta manera, haciendo uso de su palabra Marcela zanja la cuestión sobre su
propia persona, de la que tanto se había venido diciendo en el capítulo y se retira “[…]
dejando admirados, tanto de su discreción, como de su hermosura a todos los que allí
estaban.”1
Quijote aprueba este modo de decir y hacer, no sin dejar traslucir su ímpetu
caballeresco y tomar la espada cuando ve que alguno de los pastores decide seguir a
Marcela luego de que esta se aleja.
Al respecto de este personaje femenino y la secuencia entera del episodio de
Marcela y Grisóstomo, podemos decir que nos prefigura la mirada de Cervantes sobre
la mujer y, sobre la libertad en general.
La concepción de una mujer libre, que no ata su destino al matrimonio,
emancipada económicamente (aunque fuera por herencia), y lo más importante, que
toma sola su voz para defenderse, haciendo gala de un intelecto desarrollado y
cultivado en pleno siglo XVII, es una concepción –y una propuesta- de mujer que se
adelanta siglos a su época.
Recordemos cuál era la situación de la mujer en pleno siglo de Oro:

1
El lexema “discreción” aplicado a Marcela en más de una ocasión por el Quijote y el
narrador, aparece por primera vez en el diccionario de la lengua española en 1570 y
significaba, en el siglo XVII según el diccionario de Covarrubias (1611) “la cosa dicha y
hecha con buen seso”, siendo “discreto” un adjetivo proveniente del verbo discernir.

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Aunque en el siglo XVI se produjo cierto avance en la consideración social
de la mujer, el Concilio de Trento (1563) se encargó de sistematizar todo un
entramado jurídico-teológico que consagraba el matrimonio, junto con la reclusión
en el convento, como la única salida admisible para la mujer. (Sánchez Llama, 1)

La protagonista pastoril del episodio de Marcela y Grisóstomo atenta contra y


transgrede las convenciones no solo literarias sino también sociales de su época.
La “discreción” de la que hace gala Marcela es usada por ella además en su
provecho en su alegato, para defenderse de una sociedad con una voz y voto
exclusivamente varonil que está condenando sus elecciones y su libertad.
Los pastores y otros personajes masculinos –exceptuando el Quijote- que
hablan de Marcela, solo son un retrato realista de una sociedad que piensa que, como
en 1558 John Knox, uno de los discípulos de Calvino escribe: “[…] la mujer, en su mayor
perfección, fue hecha para servir y obedecer al hombre... como razonaba San Pablo con
estas palabras: El hombre no es de la mujer, sino la mujer del hombre.” (Sánchez
Llama, 2)

A continuación, aunque sin soltar de la mano a Marcela y el episodio analizado


anteriormente, pasaremos a realizar una lectura del episodio de las bodas de Camacho
el rico de El ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha (1615).
Al comenzar el capítulo XIX del antemencionado libro, tiene un encuentro don
Quijote con dos labradores y dos “como clérigos o como estudiantes”. Los últimos le
comentan que se dirigen a una fastuosa boda, la de Camacho y Quiteria, labradores
ambos, destacando las riquezas de Camacho, que si bien es aventajado por Quiteria en
linaje “[…] ya no se mira en esto, que las riquezas son poderosas de soldar muchas
quiebras.”
La boda, como dijimos, se festejaría con toda la pompa posible. Camacho,
calificado como “liberal”, aparte de adinerado, no miraría en gastos.
No obstante, el entusiasmo con el que acude esta gente a la boda tiene que
ver con la historia de trasfondo de Basilio y Quiteria. Ellos dos eran vecinos y
desarrollaron desde la infancia un vínculo amoroso, que el padre de Quiteria se
encargó de coartar por considerar a Basilio demasiado pobre para su hija y
concertando sus bodas con el rico Camacho.

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Al respecto de esta historia, las opiniones de Quijote y Sancho son divididas.
Quijote se inclina por aprobar los matrimonios concertados, en un gesto que lo aleja
de su carácter idealista, y Sancho piensa que los que se quieren deben casarse entre sí.
Uno de los estudiantes comenta que se ha visto a Basilio muy angustiado,
“pensativo y triste hablando entre sí mismo, con que da ciertas y claras señales de que
se le ha vuelto el juicio […]” (II, 19). Todo el conjunto espera con ansias, pero también
teme en qué pueda desembocar lo que sería una tragedia para Basilio: el matrimonio
de su amada con otro.
Finalmente, en el capítulo XX en El Quijote… florece una gran fiesta, que llega
al olfato de Sancho antes que a nuestra vista. A renglón siguiente, tiene lugar una
descripción pormenorizada de los exóticos, elaborados, y abundantes platos que se
ofrecen a todos los invitados, conquistando, esta vez vista, olfato y gusto, de Sancho,
cuya estima comienza a inclinarse hacia Camacho el rico por razones evidentes.
A continuación, tienen lugar danzas preparadas para la ocasión, y hacen su
presencia cuerpos de baile de lo que, según el narrador, se llamaban “danzas
habladas”. Aparecen ocho muchachas, repartidas en dos hileras llamadas Amor e
Interés. En la hilera del amor, cada una representa Poesía, Discreción, Buen linaje y
Valentía. En la del interés: Liberalidad, Dádiva, Tesoro y Posesión pacífica.
Tales seres- alegorías recitan cada un poema parlamento, y se pelean
alrededor de una representación de una doncella en las almenas de un castillo.
Bien parece que las virtudes vinculadas al amor representan a Basilio y las del
Interés a Camacho, quien parece intentar demostrar con la fiesta, sobre todo desde los
banquetes, su liberalidad y sus riquezas, incluso su poder ante el pueblo.
Y qué mejor representante del pueblo que Sancho mismo, cuyo estómago ha
sido conquistado incluso antes de probar un bocado. El compañero de quijote no
puede menos que sucumbir ante este despliegue, cambiando radicalmente de opinión:
“El rey es mi gallo: a Camacho me atengo.” y “- ¡A la barba de las habilidades de
Basilio!, que tanto vales cuanto tienes, y tanto tienes cuanto vales. Dos linajes solos
hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener […]” (II,20)
El barroquismo –especialmente gastronómico- del que hacen gala estas fiestas
evidencia y representa una opulencia de la que pocos gozaban en la España de la
época. Hay una mirada crítica, incluso satírica, que se evidencia en estos pasajes y

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parlamentos, en los que reímos con el hambre de Sancho, pero, deteniéndonos un
poco en la lectura, advertimos la amarga ironía que se oculta.
“-Hermano, este día no es de aquellos sobre quien tiene juridición el hambre,
merced al rico Camacho [..]” (II, 20) se le dice a Sancho, y se nos dice a nosotros en
esta frase quién dispone de las riquezas y la comida, y quién puede dar o quitar a su
antojo, disponiendo también así de los estómagos ajenos.
Volviendo a los sucesos que acontecen en este episodio, hay un giro radical de
la trama en el momento en que los novios se acercan al altar y aparece por primera
vez Basilio, clamando por que se detengan, en un gesto casi teatral, vestido de negro
con llamas carmesíes y portando en su cabeza una corona de ciprés (símbolo de
duelo). Se dirige a Quiteria, diciéndole que no supo aguardar a que él enriqueciera y
que lo debiera haber esperado, entre otras razones más vinculadas al amor que se
profesaban. Como corolario del discurso, abre su bastón, que esconde un estoque y se
atraviesa el pecho, salpicando –de manera shakesperiana- la escena con sangre.
A continuación, no obstante, logra hablar en lo que creemos su agonía, y pide
a Quiteria como último deseo y por las razones expuestas, que le dé su mano antes de
irse a la tumba. Quiteria acepta, dejando claro que es su elección más genuina, hija de
su libertad:
-Ninguna fuerza bastante a torcer mi voluntad; y así como la más libre que
tengo, te doy la mano de legítima esposa, y recibo la tuya si es que me la das de tu libre
albedrío, sin que la turbe ni contraste la calamidad en que tu discurso acelerado te ha
puesto. (II, 21)

Así, se efectúan las nupcias, y, a renglón siguiente, Basilio se reincorpora, se


saca el estoque y se muestra totalmente sano y salvo. Y es que todo había sido una
representación de Basilio, para conseguir, de manera “tramposa”, casarse la mujer que
amaba y que estaba a punto de desposarse con otro.
No nos sorprendemos de que Cervantes utilice otro recurso barroco –en un
episodio altamente barroco-, que es la ficción –o casi el teatro- dentro de la misma
ficción, para realizar un giro argumental en esta historia asimismo intercalada.
“¡Milagro, Milagro!” gritan algunos presentes. Y Basilio responde: “¡No
milagro, milagro, sino industria, industria!”

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Y así, con un artificio mejor pensado que la fiesta de apariencias que ofrece
Camacho, y sin gastar dinero como este, Basilio termina logrando su objetivo.
Quiteria, suponemos, también queda conforme. No se le otorga más voz en
este episodio, pero, a vistas del narrador, no se muestra nada disconforme ni
contrariada.
La pareja amorosa supera entonces lo que parecía un destino trágico (desde su
comienzo similar al de Píramo y Tisbe). El dinero no triunfa, no pudiendo “comprar” el
amor, aunque sí gana la astucia, doblándose asimismo la opinión del Quijote, quien,
admirado, compara el amor con la guerra, y exalta en su parlamento las estratagemas
de Basilio.

CONCLUSIÓN

En nuestro recorrido por los dos episodios propuestos de las dos partes de El
Quijote…, podemos advertir como, entre múltiples elementos posibles a analizar,
emerge la crítica social, tanto a convenciones como a estados de cosas vinculados con
la coyuntura de la España de la época.
De boca del Quijote o simplemente en la pintura que nos ofrecen los episodios
leídos, no dejan de filtrarse la mirada y la opinión que Cervantes tenía de ciertas
cuestiones. El ideal de la libertad, concepto que atraviesa la obra entera y que
podemos vincular al Humanismo imperante en la época y su clara influencia en el
autor, nos lega sujetos como Marcela, quien además es mujer, por lo cual estamos
ante un concepto mucho más avanzado de libertad, el cual incluye a ambos géneros.
No olvidemos que la mujer era considerada en la época un sujeto inferior desde todos
los aspectos, cuyo único destino era el matrimonio o el convento.
El personaje de Quiteria está construido desde otro lugar, sin voz ni voto, pero
a la vez se nos muestra esto mismo como una fotografía de la época. La mirada
cervantina se centra en este caso en una fuerte crítica a las desigualdades económicas
de la época, aparejadas con la cuestión de los matrimonios concertados, en este caso
por dinero.

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BIBLIOGRAFÍA

-A.A.V.V. Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española en https://www.rae.es


Recuperado el 2/10/2019 de https://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-
1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico
-Cervantes Saavedra, Miguel de, 1547-1616 (1995) El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de
La Mancha. Madrid: Iberlibro.
-Sánchez Llama, Íñigo (1990) La lente deformante: La visión de la mujer en la literatura
de los Siglos de Oro. Recuperado de
https://cvc.cervantes.es/literatura/aiso/pdf/02/aiso_2_2_051.pdf

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