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El Síndrome de Ulises y la batalla por sobrevivir siendo migrante

La migración fue, es y será tema imprescriptible para una ciudad fronteriza como Mexicali,
y no sólo como ciudad fronteriza, sino como ciudad formada y nutrida por migrantes. Es
innegable que en los últimos tres años Baja California ha vivido una crisis migratoria que
comenzó con la llegada de haitianos y africanos a la región y que se vio agravada por las
extremas políticas migratorias de los Estados Unidos. Es correcto usar el término “crisis” y
no sólo por el evidente impacto económico y social, sino por una cuestión negada y
prácticamente nulificada de tal situación, la salud emocional de los migrantes.
Pensemos, si por alguna razón se ve usted obligado a estar fuera de su ciudad por un
tiempo prolongado, sin un motivante recreativo, cansado, con limitaciones económicas,
solo ¿Sería estresante, angustioso? Sí, en definitiva. El vínculo emocional, a una persona,
ciudad, casa, costumbre, etc., es primordial para gozar de salud emocional estable;
cuando una serie de factores nos obliga a desapegarnos de aquello a lo que tenemos
vínculos profundos, en definitiva viviremos una situación emocional extrema.
Pues bien, las personas migrantes, individuos y familias, viven en un constante estrés que
poco tiene que ver con el duelo habitual por cambio de ciudad, a este estrés extremo se le
conoce como Síndrome de Ulises.
El Síndrome de Ulises, también conocido como síndrome del migrante, es un cuadro
psicológico de estrés crónico múltiple estudiado en España por el Dr Joseba Achotegui,
como respuesta a la necesidad de abordar multidisciplinariamente los grandes flujos
migratorios de África hacia España. El psiquiatra español describe que “los estresores más
importantes a los que se enfrenta el migrante son: la separación forzada de los seres
queridos que supone una ruptura del instinto del apego, el sentimiento de desesperanza
por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de oportunidades, la lucha por la
supervivencia (dónde alimentarse, dónde encontrar un techo para dormir) y en cuarto
lugar el miedo, el terror que viven en los viajes migratorios (pateras, ir escondidos en
camiones…), las amenazas de las mafias o de la detención y expulsión, la indefensión por
carecer de derechos, etc.” (Achotegui, 2006). Derivado de estos estudios, España cuenta
con toda una red de atención psiquiátrica y psicológica para el migrante, con el único
objetivo de ayudar en su salud mental y prevenir el suicidio.
La OMS considera a los migrantes y refugiados dentro de los grupos de alto riesgo suicida,
sin embargo no hay estadísticas claras que numeren la cantidad de personas en situación
migratoria que, bajo los efectos de un estrés extremo, recurren al suicidio. En las
declaraciones de Carola Rakete, la capitana de barco que rescató a un grupo de migrantes
en el mar Mediterraneo, consta que estos tenían síntomas de ansiedad extrema y
autolesiones, ella y su tripulación se turnaban para cuidar que alguno de los migrantes no
saltara del barco, temían que se suicidaran. En febrero del 2017, un joven en Tijuana se
suicidó arrojándose de un puente vehicular luego de días de ser deportado, según las
investigaciones, sufrió maltrato y aislamiento con las autoridades migratorias en Estados
Unidos y no contó con soporte en México. Hace aproximadamente un mes, en Mexicali,
una persona se arrojó del puente entre Lázaro Cárdenas y López Mateos. No hay
información, no hay resultados de investigación, se dijo en un primer momento que era
migrante.
Nos falta saber, más allá de los derechos ciudadanos que un país confiere a sus
habitantes, todo ser humano goza, o debe gozar, de derechos universales. El artículo 13
de la Declaración Universal de Derechos Humanos es claro “el derecho de todas las
personas a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un estado, así
como a salir de cualquier país, incluso del propio y a regresar a él”. En el ejercicio de este
derecho, las personas migrantes viven situaciones indescriptibles y cuando éstas vivencias
superan sus propias capacidades de adaptación, les arroja a un estado de indefensión y
vulnerabilidad que puede manifestarse en este estrés crónico múltiple del migrante
(Achotegui, 2012)
Todos se echan la bolita, el gobernador saliente dice que la migración es un tema que
corresponde mayormente a la federación, esta dice que los estados fronterizos tienen
partida para temas de migración y mientras tanto, una gran cantidad de ciudadanos
manifiesta con alarde su lado aporofóbico. Los profesionales relacionados a la salud
(dentistas, médicos, psicólogos) ven siempre hacia otro lado. La universidad calla, no basta
con tener un migrante en sus comerciales de “cambio de enfoque”, es preciso que
desarrolle estudios y propuestas de intervención basado en la realidad del estado, es
necesario que ponga sus recursos a disposición de las necesidades sociales y psicológicas
de la entidad, es prioritario que deje sus mafias de lado y ejecute su sentido de ser.
Cinthya Magdalena Torres García, psicóloga.

Achotegui, J. (2009) Migracion y salud mental: El síndrome del inmigrante, DIALNET


https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3119470.pdf
Achotegui, J (2012) Emigrar hoy en situaciones extremas: el síndrome de Ulises, DIALNET
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4142152

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