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Universidad Católica de Honduras Nuestra Señora Reina de la Paz

Campus San Pedro y San Pablo


Filosofía 0801 B204
Catedrático: MDE. Nahúm González
Alumno: Anahi Gisselle Pacheco Gómez ID: 0318-2002-00386
Fecha: 25/02/2020
Trabajo: Investigar qué elementos migraron de la Teoría Platónica que fueron adaptadas en el
cristianismo.

La Teoría Platónica y el cristianismo


Platón murió más de 200 años antes de que Jesús naciera y llegara a proclamar el reino de Dios, la
similitud entre todos los planteamientos hechos por Platón y la mayoría de ideales cristianos
actuales, es irrefutable. San Agustín de Hipona nació en el 354 d. C., siendo uno de los
responsables de crear las bases del cristianismo de nuestros días. Sin embargo, la mayoría de
escritos de San Agustín fueron muy influenciados por la Filosofía Platónica. Incluso, se podría
decir que están copiados al pie de la letra, siendo la única diferencia que San Agustín tomo los
aspectos más importantes de la Teoría Platónica y les dio una tonalidad religiosa.

La concepción de Dios y la Teoría Platónica ofrecen múltiples doctrinas asimilables por el


cristianismo:
1. La afirmación de la existencia de otro mundo (el de las ideas) más allá del mundo físico (en el
desarrollo del platonismo, las ideas se situaron en la mente divina, lo cual facilitó más la adopción
cristiana).
La Teoría de las Ideas es la columna vertebral de la Filosofía Platónica. En ella, Platón
afirma que existen dos realidades, dos mundos. El primero, el mundo sensible, que es donde nos
encontramos nosotros y todas las cosas que se pueden percibir a través de los sentidos. La segunda,
es el mundo inteligible, es donde habitan la verdad de las cosas, las Ideas.
En los escritos de San Agustín, la Idea del Bien pasa a ser Dios: la única Verdad, el todo, la
perfección. El mundo inteligible deja de ser un lugar como tal, y es plasmado como la mente de
Dios, pues es allí, de donde se originan todas las cosas en su forma más precisa e inmejorable.

2. La doctrina de que este mundo ha sido hecho a imagen de las ideas: el mundo como vestigio o
huella de Dios será una expresión permanente en el cristianismo.

3. La doctrina platónica de la participación (los seres sensibles reciben y tienen su ser por
participación de las ideas). Los filósofos cristianos se sirvieron de este concepto de participación
para subrayar la contingencia de lo creado y su Creador.
Platón dice en su “Republica”: Dios es el principio, medio y fin de todas las cosas. Él es la suprema
mente y razón, la causa eficiente de todas las cosas, eterna, inmutable, omnisciente, omnipotente,
omnipresente y soberana, justa, santa, sabia y buena, lo absolutamente perfecto, el comienzo de
toda verdad, la fuente de toda justicia, la fuente de todo orden y belleza y especialmente la causa
de todo."

4. La afirmación platónica y neoplatónica de la trascendencia del primer principio situado más allá
de la realidad. Los cristianos aprovecharon esta afirmación para subrayar su monoteísmo y la
radical trascendencia y diferencia de Dios respecto a los seres creados.

También la concepción del ser humano propuesta por el platonismo resultaba afín a las doctrinas
cristianas:
1. Platón había defendido la inmortalidad del alma con diversos argumentos que fueron asumidos
por los filósofos cristianos. Existía un punto de discrepancia. Para Platón y otros filósofos griegos,
todo lo que es inmortal, no tiene comienzo. Por tanto, las almas existen desde siempre y para
siempre, sufriendo sucesivas reencarnaciones. En cuanto al origen del alma, la filosofía cristiana
afirmó que las almas son creadas directamente por Dios.
Platón consideraba a las personas como un ser dual, hecho a partir de dos componentes: el alma y
el cuerpo. Para Platón, el alma es inmortal y la única en capacidad de acceder al mundo Inteligible
y a las Ideas; la única forma de alcanzar a esta realidad, era muriendo. El cuerpo, por su parte, es
percibido como la “cárcel del alma”, pues le impide alcanzar la Verdad que habita en el mundo de
las Ideas, manteniéndolo en el mundo sensible.
El cristianismo también considera al humano como un ser hecho a partir del alma y el cuerpo.
Mientras que este último es mortal y puede morir “polvo eres y en polvo te convertirás”, y el alma
no desaparece.

2. Platón había insistido en que el verdadero lugar y destino del alma no se encuentra en este
mundo, sino en el de las ideas, a la cual pertenece por naturaleza y al que se halla naturalmente
atraída: de acuerdo con las ideas expuestas en el Fedón, la vida no es sino un período de
purificación y preparación para la existencia posterior a la muerte. Esta concepción del alma era
perfectamente compatible con el pensamiento cristiano.
Cuando nuestro cuerpo terrenal muere, el alma se libera, como en la Filosofía Platónica, y está
puede subir al Cielo (mundo Inteligible), el único lugar donde habita Dios. (Idea del Bien)

3. Platón mediante mitos expuso que las almas son juzgadas tras la muerte y reciben el premio o
el castigo correspondientes. La interpretación filosófica del alma es fundamentalmente platónica.
Existe un aspecto de la concepción platónica del ser humano que no parece fácilmente admisible
por el cristianismo: la relación del alma con el cuerpo. La incompatibilidad con el platonismo
procede de dos elementos específicos de la doctrina cristiana: en primer lugar, es el hombre entero
y no solamente el alma lo que fue hecho a imagen de Dios; en segundo lugar, la doctrina de la
resurrección de los cuerpos no permite afirmar que el estado natural y definitivo del alma sea el de
una existencia descarnada. Para Platón, la unión del alma con el cuerpo es un estado no solamente
accidental, sino incluso antinatural.
Platón da prominencia a la doctrina de un estado futuro de recompensas y castigos. A la muerte,
por una ley inevitable de su propio ser, así como por designio de Dios, cada alma va a su propio
lugar; las malas gravitan hacia lo malo y las buenas se elevan al bien supremo.
Cuando vienen a juicio, tal vez tras una larga serie de trasmigraciones, las que han vivido vidas
santas y virtuosas y las que no, son separadas unas de otras. Las malas cuyos pecados son curables
quedan sujetas a sufrimientos en el mundo inferior, que son más o menos severos, y más o menos
prolongados, según sus méritos. Las impías incurables son arrojadas al Tártaro, de donde nunca
saldrán, donde son castigadas siempre como espectáculo y aviso a otros. Por otro lado, las que han
vivido virtuosamente especialmente aquellas que han purificado sus vidas y corazones por la
filosofía, vivirán sin cuerpos con los dioses y en lugares que son brillantes y bellos más allá de
toda descripción.

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