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CENTRAL DEL
ECUADOR
HISTORIA
GENERAL DEL
TRABAJO
LA ÉPOCA DEL ARTESANADO
ACOSTA CAROLINA
AGUIRRE ANDREA 7MO “A”
ERAZO CHRISTIAN
SANTANA ADÁN
VIDAL ANDRÉS
DR. ERNESTO FLORES
INTRODUCCIÓN
El mar Mediterráneo, verdadero "complejo de mares", más que ninguno
favorable al hombre, ha sido, evidentemente, la cuna de nuestras civilizaciones. En él
acumuló su primer acervo de experiencias el homo Faber.
PHILIPPE WOLFF
Es importante empezar por conocer que Europa ha sido ese pilar del mundo que
domina toda la historia del trabajo. En el siglo xv, las diversas partes del mundo
desarrollaron formas de trabajo y de civilizaciones entre las que el puesto ocupado por
Europa no es relevante ya que le falta todavía el equilibrio profundo y la refinada
técnica a que ya había llegado China.
...y avenamientos. No eran mucho más acogedoras las tierras bajas, pantanosas.
Valles donde los aludes de tierra de las vertientes detenían el curso de las aguas.
Llanuras inestables prietas en redes de ríos movedizos, hinchados por terribles crecidas
durante las que su cauce podía variar en varios centenares de kilómetros. Ríos
poderosos que Yu el Grande, fundador de la primera dinastía real, y ordenador de los
Pantanos sagrados y de los Montes venerables, condujo a la mar «como señores que
acuden a una convocatoria de la corte»: gracias a él, la tierra quedó salva de las aguas.
Los albores de la jardinería. Los primeros terruños eran como islotes entre
tanta naturaleza hostil. Había que defenderlos contra las agresiones vindicativas de una
fauna y de una flora igualmente invasoras, sí, pero también contra los ataques de hordas
bárbaras que vegetaban en las zonas todavía salvajes. Así nació esta tradición tan
específicamente china de la jardinería, practicada por muchedumbres superpuestas en
minúsculos terruños. Según la interesante fórmula de Vidal de la Blache, «sólo una
alternativa existe para tales regiones: salvajismo o exceso de población».
El derroche del trabajo. Una vez terminada esta conquista agraria, las
condiciones iban a fijar las tradiciones que se formaran durante su época dinámica. El
campesino tenía que abonar el suelo, no con estiércol animal, inexistente ante una
cabaña reducida a su mínima expresión, sino vertiendo en él los fangos de ríos y
canales, los desechos del hogar, las crisálidas de los gusanos de seda y hasta sus propias
heces, cuyo olor impregnaba el aire. Aún hoy se calcula que una hectárea de trigo
requiere 600 horas de trabajo, frente a 26 para el cultivador estadounidense. Auténtico
«derroche» de trabajo que desemboca en una jardinería minuciosa, aplicada a inmensas
superficies campestres. «En ninguna parte del mundo se gastan sumas tales de trabajo
humano»
El trabajo de la seda. Aquí tenemos otro de los trabajos de los chinos que el
Islam, Bizancio, y luego Europa, admirarían primero e imitarían después. Requiere una
sucesión de operaciones de las que no hay una sola que no necesite de la más precisa
minucia: verdadera transferencia a otro ámbito de una paciencia aprendida por
generaciones de campesinos.
El gran canal. Mucho tiempo después, a finales del siglo vi después de Cristo,
el emperador Yang mandó también abrir el Gran Canal, que une el río Amarillo al
Yang-tsé Kiang. Según un autor hostil al emperador, su origen se debe a una niebla
aparecida en el sudoeste que preludiaba un peligro para el soberano de esta región.
Todos los hombres mayores de 15 años fueron requisados para prestar servicios en su
construcción, bajo apercibimiento de terribles castigos; cada grupo de cinco familias
tenía que proporcionar además un viejo, una mujer o un niño que tendría a su cargo el
avituallamiento de los trabajadores.
Vías acuáticas y terrestres. Las vías acuáticas habían de seguir siendo las más
transitadas en China. Los chinos habían aprendido desde la época de los Han el uso de
la litera y mejorado ligeramente el sistema de enganche de los caballos, aunque estas
ventajas sufrían en cuanto al transporte terrestre de la notable merma implicada por la
escasez de la ganadería.
Los comerciantes chinos. Desde los T'ang los comerciantes chinos iban
clasificados en categorías bien definidas. Primero, había los tso-t Venían luego los k’o-
chang, o comerciantes forasteros, que van de una plaza a otra. Después, entre
mercaderes sedentarios e itinerantes, tenemos a los ya-jen, intermediarios obligatorios.
Relacionados con sus asociaciones, están los hoteles y las tiendas, donde los k’o-chang
se aposentan y depositan sus productos. La variedad monetaria y la expansión de
billetes y cheques explican el importante papel desempeñado por los kjn-yin-p’u
(agentes de cambio, de actividad limitada a la esfera local) y los kiao-yin-p’u
(banqueros).
Los gremios. Tenemos que añadir una, siquiera breve, alusión a las asociaciones
profesionales designadas con el nombre genérico de hang (es decir, línea, serie, grupo).
La existencia de estos hang tiene seguramente acreditada antigüedad, aunque no pueda
decirse a ciencia cierta cuál fue su origen: algunos gremios coreanos datan a lo más
tarde del siglo ix de nuestra Era, y sus constituciones internas proclaman a voces su
inspiración en un modelo chino.
Europa medieval, pero hay un rasgo fundamental que los separa de ellas. En
Europa, corporaciones y gremios resultarán pronto capaces de obtener y detentar
poderes, franquicias y privilegios, y hasta suya es la autoría de ciertas constituciones
urbanas. En China cada gremio es dirigido por un puñado de mercaderes importantes y
solamente mediante dádivas y alianzas logran conquistar a los funcionarios locales; pero
éstos se guardan muy bien de conceder cartas o acuerdos escritos, y en ningún caso
logran los trabajadores de la base que se les oiga.
Conclusión. Detrás de todos los aspectos apuntados del trabajo chino, .se
ocultan siempre los mismos fenómenos cardinales: la inmensidad del país, la dificultad
de integrarlo en un conjunto orgánico, y al propio tiempo la sorprendente fuerza de
cohesión de una civilización fundamentada en el derroche del trabajo humano. De
donde se deduce la tan peculiar fisonomía de esta agricultura que acumula hombres y
trabajos sobre un suelo en gran parte a ellos debido. De donde, también, las trabas que
tiene que vencer el comercio para llevar adelante su expansión. De donde, por fin, una
hipertrofia frecuente del Estado
La conquista europea incidió desde el siglo xvi y viene a ser un corte tajante
entre un pasado brutalmente interrumpido y una dinámica nueva, que por otra parte no
borra por completo algunos pocos rasgos. La primera había rebasado su edad de oro
mucho antes de la llegada de los europeos: se trata de la de los mayas. En cambio,
aztecas mexicanos e incas peruanos estaban en pleno apogeo: los testimonios
arqueológicos vienen en este caso complementados por la estampa que nos han dejado
los conquistadores de aquellas sociedades llenas de vitalidad.
El momento en que más alta está la vida maya en su ciclo de civilización oscila
sin duda entre los siglos VII y VIII de nuestra Era. Llegan luego los influjos exteriores y
las rencillas por la hegemonía que traen lentamente la decadencia de la cultura maya.
La artesanía. Parte de los objetos fabricados por los mayas no han llegado hasta
nosotros. Bien es cierto, sin embargo, que las maravillosas pinturas murales halladas en
algunos templos, como en el de Bonampak, nos dan una idea cabal de lo que eran:
tejidos de algodón con trazados variados; indumentaria y tocados de plumas, entre las
cuales las del quetzal, ave de alta montaña particularmente rebuscada; cestería, etc.
Las obras públicas. Quien hoy visita las poderosas ciudades construidas por los
antiguos mayas queda embelesado; son pocos los monumentos de aquella civilización,
que se contaban a cientos, que hayan sido restaurados y estudiados. Los mayas no se
limitaban al amontonamiento de piedras. La calzada se componía de bloques de piedra
hundidos en cemento y cubiertos de una capa de revoque hoy desaparecida. Su
conservación relativamente buena, incluso en las zonas pantanosas, comprueba el
cuidado puesto en su realización.
El comercio. No se sabe muy bien quién practicaba el comercio. La presencia
de objetos alejados de su país de origen demuestra sin embargo que existía. Se cree que
los granos de cacao hacían las veces de moneda.
Trabajo intelectual y religión. Pero nadie dirá que la religión maya sea una
religión vulgar. Va unida a un notable conjunto de reflexiones en torno al paso del
tiempo y de observaciones cosmológicas. La disposición de los monumentos y la
dirección de las carreteras parecen estrechamente relacionadas con las últimas. Pero
todo ello supone también la existencia de una clase sacerdotal numerosa provista de
establecimientos de observación y de enseñanza: superestructuras impensables de no
haber producido el campesino maya bastante para alimentar a aquellos sus intercesores
ante los dioses. En eso consistía probablemente la importancia del benéfico maíz, de un
rendimiento elevado pese a condiciones de cultivo mediocres. Bien podía el campesino
maya rendirle ese culto que a tan magníficas realizaciones conducía, en el orden de la
reflexión lo mismo que en el de la arquitectura.
Los artesanos y su trabajo. Aquí aparece con más relieve que en otros lugares
una categoría bien definida de artesanos. No cabe duda de que buena parte del trabajo
industrial se realizaba en el domicilio del campesino que contribuía de este modo a
cubrir sus necesidades. Pero la aristocracia necesitaba de objetos más lujosos y más
refinados. Y la vida de una capital de tales dimensiones también tiene sus imperativos.
Grupos especiales de artesanos que vivían en algunos barrios de la capital configuraban
en ella sus a modo de corporaciones. Lo mismo que con los mayas, encontramos aquí
técnicas muy desarrolladas en el trabajo de la piedra y la cerámica. Pero habían llegado
más allá en la utilización de los metales. Los artesanos del Imperio azteca elaboraron
joyas y adornos de oro, de plata, de cobre y hasta de bronce. Una inverosímil habilidad
compensaba la mediocridad de su utillaje.
Los incas: marco de vida. Nos trasladaremos ahora a los altiplanos interandinos
de América del Sur, desde Ecuador a Bolivia, pasando por el actual Perú en su conjunto.
Zona ruda e impresionante como ninguna. De hecho, los incas habían sistematizado las
prácticas colectivas sin las que el mantenimiento de un Estado relativamente civilizado
hubiera resultado difícilmente concebible en un medio como aquél.
El calendario agrícola. Salvo durante los dos meses usualmente más lluviosos
del año, noviembre y diciembre, durante los que la humedad confinaba las familias en
sus chozas primitivas, donde venían a cobijarse con ellas los animales domésticos de su
propiedad, los trabajos agrícolas se sucedían sin interrupción durante todo el año. El
indio, convencido como estaba que andaba rodeado de fuerzas temibles y malhechoras,
unía a sus prácticas agrícolas otras de índole mágica. Antes de cavar el suelo, le ofrecía
libaciones de chicha. El propio soberano inca y toda su familia se entregaban plena y
absolutamente a un ceremonioso cultivo de las tierras dedicadas al Sol. En tales casos,
practicaban los trabajos campesinos con atuendos de gala. Era su modo de ejemplificar
cómo, por su trabajo, y mediando la ayuda de dioses y demonios, el hombre logra
vencer a un suelo rebelde.
Conclusión acerca de los incas. Este régimen tan notable era reciente cuando
los españoles emprendieron la conquista del Perú. La tradición lo atribuía a soberanos
del siglo xv, primordialmente a Pachacutec. Es probable que de no haber sido por
incidencias del exterior, hubiera evolucionado. La existencia de algunas propiedades
privadas en manos de los aristócratas podría ser el síntoma de una evolución hacia la
privatización... No se sabe. Por otra parte, este régimen respondía realmente a
tendencias profundas y remotas de los indios, las cuales se habían limitado a
sistematizar. No se ha dejado de denunciar con cierta reiteración la rigidez, la tiranía y
el despilfarro inherentes a este asocialismo de los incas».
CAPITULO II
BIZANCIO
Quedan los textos jurídicos, pero no siempre sabemos a qué época concreta
corresponden y nunca conocemos en qué medida fueron vigentes en la práctica. Es
decir, hemos de proceder por toques livianos que dejarán, muy a nuestro pesar por
cierto, amplias superficies de nuestro cuadro sin rellenar.
Las tareas campesinas. Las menos referidas son las estampas relativas a la vida
rural. Sin embargo, una vez despojado el Imperio por la conquista árabe de su
tradicional granero de trigo, Egipto, no hubo más remedio, si es que se quería abastecer
las ciudades, y la capital principalmente, que llevar a cabo un titánico esfuerzo para
preparar las tierras y valorizarlas. Todo conspira a hacernos pensar que el incremento de
la producción agrícola se logró más por un desarrollo de la población y de las
superficies cultivadas que por la introducción de nuevas técnicas.
Los pueblos. Veamos los marcos sociales en que tenían lugar las tareas
campesinas. Eran muchos los pueblos, de casas hacinadas en general, compuestos por
pequeños propietarios libres, a los que unía una estrecha solidaridad frente al fisco que
los consideraba como responsables colectivamente del pago del impuesto asignado al
jorion vocablo que designa el pueblo.
Artesanos urbanos. Pero, más que de los campos, sin embargo tan necesarios
para su funcionamiento vital, la civilización bizantina nos ha legado una imagen clara
de sus ciudades. En los primeros siglos de la Edad Media el principal centro de estas
industrias de lujo fue Alejandría. Pero, lentamente, Constantinopla fue arrebatándole el
puesto. Lo que no impidió que el artesano árabe recogiera lo más valedero de sus
tradiciones.
Los monopolios estatales. En la capital imperial, Constantinopla, estaban
concentradas las industrias más importantes de Bizancio. Buena parte de ellas eran
monopolio estatal. Este monopolio se explica, pues, por razones de índole político.
Otros se deben a imperativos militares. El Estado conservaba el monopolio de la
acuñación de la moneda, y el de las minas necesarias para el abastecimiento de las
fábricas de moneda, pero cuyos productos eran también vendidos a las empresas
privadas.
EL ISLAM
El riego. A esta prosperidad del mundo islámico, a la vida lujosa de las clases
superiores, cooperaban, naturalmente, trabajadores cuantiosos y diversos. Ante todo,
deben citarse en este contexto los campesinos: rasgo común a casi todo el mundo
musulmán era la escasez de lluvia, y el concurrente desarrollo del riego, hijo de un
imperativo vital. En Mesopotamia, ya que el Eufrates corre algo más alto que el Tigris,
bastaba con abrir entre ambos toda una red de canales; de este modo, el agua pasaba
naturalmente de uno a otro río, por entre frágiles diques de caña y de tierra que los
muhendis o ingenieros tenían que vigilar continuamente. La necesidad de una
producción abundante en países secos como éstos, generalizó pues complicados
sistemas de riego que no podían mantenerse en vida más que a merced de la paz y de
una administración vigilante. En Mesopotamia, ya que el Eufrates corre algo más alto
que el Tigris, bastaba con abrir entre ambos toda una red de canales; de este modo, el
agua pasaba naturalmente de uno a otro río, por entre frágiles diques de caña y de tierra
que los muhendis o ingenieros tenían que vigilar continuamente.
Conclusión. No nos dejemos engañar. Por refulgente que fuese, este desarrollo
del trabajo en el mundo musulmán no aporta nada nuevo. Corresponde a la formación
de un amplio mercado mundial, casi demasiado amplio para las técnicas entonces
vigentes. No traduce ninguna revolución en el orden técnico, ni tampoco en las formas
del trabajo. No resistirá a las grandes invasiones que a mediados del siglo xi derruirán
este trémulo edificio: la irrupción de los turcos en el Próximo Oriente, la asolación del
Mogreb por los beduinos hilalianos llegados del Alto Egipto. Pero no podíamos pasar
sin rendirle debido homenaje, porque es justicia que se le ha negado con demasiada
frecuencia, y las más de las veces por ignorancia supina.
Capítulo III
2. EL TRABAJO CAMPESINO
Los documentos. Durante más de cinco siglos, nos encontramos casi a oscuras
en cuanto a la vida y trabajos del campesino europeo, por la deficiencia documental. La
mayoría de los papeles que hasta nosotros llegaron datan de la época carolingia. Ya
provienen de los soberanos, como el «Capitular de las Posesiones (capitulare de villis)
en que el rey, Carlomagno probablemente, libra instrucciones, minuciosas y un tanto
desordenadas, para el fomento y la administración en sus realengos; ya son fruto de
conjuntos compuestos por orden de propietarios deseosos de conocer con precisión la
amplitud de sus posesiones y sus reservas en hombres y materiales, tanto como lo que
producían sus bienes.
Tímidos progresos. Pero no se puede llegar hasta afirmar que ningún progreso
hubo en unos cinco siglos. En zonas favorecidas como la cuenca de París, asistimos a
los primeros intentos de intercalar entre los «trigos» de invierno y el barbecho una
siembra de cereales primaverales: aquí estamos al origen de lo que había de ser luego la
rotación trienal. En los campos abandonados se instalaban españoles refugiados de
tierras musulmanas; en virtud de unas concesiones denominadas «aprisiones», recibían
parcelas para trabajarlas.
Los primeros molinos. Aparece entonces en Europa occidental por vez primera
el molino de agua. Los romanos conocían su principio físico, pero nunca supieron
utilizarlo con provecho verdadero: el régimen irregular de los manantiales
mediterráneos los hace impropios a estos aparatos. Además, los molinos propulsados
por animales o por esclavos cubrían ampliamente las necesidades.
Las cargas del masovero. Las cargas que sobre el masovero pesaban eran
singularmente uniformes en los fiscos de Saint Germain. Tiene que pagar unos cánones
que vienen a ser el alquiler de la masada: se trata fundamentalmente de pagos en
especie: cereales, lino, pollos, huevos... y también en dinero, pero mucho menos.
También había que satisfacer un canon en productos fabricados, del que trataremos más
adelante.
Difusión del sistema. Los documentos carolingios nos revelan un sistema que
existía ya de antiguo. En el Alto Imperio romano, algunas posesiones mixtas de Italia y
de África del Norte preludiaban su aparición. Creemos que debe pensarse que su
difusión fue acentuándose a medida que la extinción progresiva de la esclavitud fue
planteando nuevos problemas en cuanto a la mano de obra agrícola. El porvenir iba
contra ellos. La finca grande iba a proporcionar, tras una evidente evolución por cierto,
el marco social en que se movería la actividad campesina durante siglos: yuxtaposición
de pequeñas explotaciones en torno a un área central que había de servirles de modelo.
Técnicas bárbaras. Por paradójico que pueda parecer, es un hecho que estamos
mejor informados acerca de las técnicas de aquellos tiempos oscuros que de las de los
siglos siguientes. Y esto se debe a una costumbre de hondas raíces paganas que los
bárbaros conservaron durante mucho tiempo a pesar de su ya antigua cristianización, a
saber: la de sepultar a sus jefes con sus armas, sus joyas y los muebles que fueran suyos
durante la vida terrena.
Sector Terciario
Mercaderes occidentales: Pero aun antes del siglo vil aquellos orientales de
aspecto y costumbres exóticos no monopolizaban todo el comercio con zonas lejanas.
Había unos cuantos mercaderes francos que llevaban a los países eslavos y
escandinavos las espadas tan afamadas de su país, y que de allí regresaban con esclavos
que eran encaminados por mesnadas hacia la España musulmana.
Principios venecianos.: En los deltas y lagunas del norte del Adriático, donde los
habitantes de la tierra firme asolada por las invasiones habían buscado refugio, los
pequeños centros de Grado y Torcello, posteriormente islas venecianas, empiezan a
moverse. Los pescadores se convierten en vendedores de sal, llegando luego a alargar su
radio de acción hasta el Islam y Bizancio, donde intercambiarán maderas, armas,
esclavos, por productos orientales Primeros síntomas de prosperidad: en el siglo VI, se
edifican grandes estructuras como catedrales.
Los Frisones o Vikingos: A mil kilómetros en las tierras bajas, en alargadas de las
desembocaduras del Escalda y del Elba, el pueblo germánico de los frisones se apercibe
a inaugurar un destino aún más nuevo. Lanza por mares y ríos que nunca conocieron un
tráfico serio sus quebradizas embarcaciones. En el siglo VII ya, todo el comercio
marítimo de Inglaterra se encuentra monopolizado por los frisones. A ella exportan los
primeros paños de los Países Bajos difunden los productos de la artesanía anglosajona
(objetos de bronce, abrigos, telas); seguramente fueron ellos los que trajeron al
Continente las burdas monedas inglesas, las sceattas, que se han encontrado en todas
partes por Francia. Convertidos al Cristianismo, integrados en el imperio carolingio.
Comercio terrestre: El tráfico terrestre se presenta más arduo y más arriesgado aun.
Las carreteras romanas, menos solidas de lo que se suele pensar, mal conservadas, si es
que se ponía en ellas algún cuidado lo que distaba mucho de ser la norma , no eran
sino vías de difícil tránsito, se observa que atravesaban zonas inmensas, completamente
salvajes, cubiertas de bosques, Los puentes faltaban por doquier o estaban amenazando
con derrumbarse, A lo que debía añadirse la inseguridad: los bandoleros por un lado
quienes parecía perfectamente lícito el desvalijar al extranjero sospechoso. Vida dura
era la de los mercaderes, que más bien parecían vagabundos, siempre por esos mundos
dejados de la mano de Dios sin embargo, había hombres que se metían en esas
aventuras.
La noción de Estado, la del bien público a los servicios que debe prestar y, por tanto,
de las obligaciones de que es aquel acreedor frente a sus súbditos, va esfumándose, Los
soberanos consideran sus territorios como bienes de familia, patrimonio que parcelan a
su antojo. El obispo Gregorio de Tours se vanagloria de haberse opuesto a la percepción
de un impuesto en su ciudad. Ningún privilegio hay más anhelado que el de la
inmunidad. El esfuerzo de Carlomagno por restablecer una administración digna de tal
nombre quedó, salvo en algunos aspectos más bien recortados, en agua de borrajas.
En cuanto al acervo intelectual de los pocos médicos que todavía existen, hay que
convenir que era de lo más reducido. Muchas de sus recetas deben su contenido a la
magia. En algunos centros antiguos conocidos por sus termas, como Salerno, en Italia,
se conserva cierta tradición médica.
Los judíos pueden enorgullecerse de contar entre los suyos con los galenos menos
deficientes. Pero la enseñanza de esta medicina queda reducida a la transmisión de unos
cuantos procedimientos empíricos.
Importancia De Los Monasterios: con esto llegamos a un fenómeno esencial: en un
mundo inculto y salvaje, los monasterios se han visto atribuir el papel de conservadores
de la cultura, auténticos oasis del trabajo intelectual. Los fundadores del monacato, sin
duda, no habían querido ni previsto semejante función. Muchos eran los que, entre ellos,
no daban sino muestras de desprecio hacia las historias vulgares constituían la textura
profana de la cultura antigua.
El trabajo tenía por función la de prevenir el ocio y la vagancia, el trabajo intelectual
estaba al servicio la lectura divina para leer, entender y meditar las Escrituras, había que
saber algo de gramática latina. Todo monasterio necesitaba, pues, su escuela interior y
su biblioteca, lo que suponía a su vez la existencia y el trabajo de los copistas.
El auge demográfico:
Este fenómeno al que a decir verdad resulta casi imposible poner una fecha precisa
de comienzo consta, entre otras, de una faceta que llama poderosamente la atención la
de la multiplicación de la especie humana. Las viejas ciudades embotadas dentro de sus
estrechos recintos, dan luz a suburbios en que se desarrolla una actividad febril, hasta
que nuevas murallas han de edificarse para proteger a aquellos hombres que vienen de
numerosas tierras, de lugares y regiones de todas clases, unos con sus bienes, y otros,
por no tenerlos pueblos que antes no existían empiezan a elevarse en torno a
monasterios y castillos, logrando algunos la dignidad bien merecida de ciudades: ahí
tenemos a las Villanueva, Neuburg, Newton, etc. Nunca hubo tantos brazos talando
bosques tan antiguos, secando pantanos, cultivando nuevas tierras. Las cifras precisas
no están en nuestro poder. Al no haber llegado a nosotros, tenemos que dejarlo todo en
conjeturas; creemos que Francia contaba a comienzos del siglo XIV con unos 20
millones de habitantes: su población sería pues dos veces la que cuatro siglos antes. En
menos tiempo Inglaterra había multiplicado el número de sus habitantes más de tres
veces: había pasado de 1.100.000 habitantes en 1086 a unos 3.700.000 hacia 1340. Los
documentos no dejan de dar cuenta, a millares, de este crecimiento urbano aunque una
medición fidedigna falte, la realidad no ofrece dudas.
Este incremento de la masa humana es al propio tiempo una formidable demanda de
alimentos, de vestidos; son casas y más casas por construir, iglesias que deben ser
ensanchadas, cuando no hay que crearlas. Es también una amplia reserva de mano de
obra para los nuevos trabajos en perspectiva. Redunda en una atmósfera de confianza en
el porvenir, un optimismo que conduce a una generosa concepción de los nuevos
recintos urbanos, y de iglesias cada vez más altas, marcándolo todo con la impronta de
la expansión. Por otra parte, ahí tenemos a grupos humanos multiplicándose y operando
un mutuo acercamiento en superficies otrora cubiertas de bosques y de eriales. Entre
estos grupos, las relaciones se estrechan, los intercambios abundan. La división del
trabajo va precisando sus dintornos.
Marcos sociales: Nos encontramos, pues, con que el trabajo es demandado,
estimulado, con lo que se le hace más fácil. ¿En qué marcos sociales va a operar? La
célula de base sigue siendo el señorío. Algunas veces no es más que la continuación de
una de aquellas grandes posesiones que dejamos descritas. Otras veces un jefe somete a
condición de vasallos suyos, beneficiando de la descomposición del poder público,
pueblos o grupos humanos que no dependían aún de sus predecesores. Muchos de estos
señoríos son establecimientos eclesiásticos: iglesias, viejas abadías benedictinas,
monasterios creados en el fondo de un bosque o en el corazón Allí, propietarios abiertos
a los tiempos recientes, y que saben atraer a los roturadores mediante la concesión de
toda suerte de ventajas, y que protegen caminos y mercados para enriquecerse ellos
mismos merced a algún pontazgo bien colocado.
Ciudades y Estados: Pero también otros marcos sociales cobran o recobran una
importancia sobresaliente. Las ciudades se ensanchan a veces o se construyen en tierras
pertenecientes a varios señoríos; poco a poco van consolidando su unidad. La mayoría
de estas urbes, ya mediante la fuerza, ya por el conducto de la negociación, obtienen
franquicias que favorecen el trabajo de sus moradores. Son muchas las que reciben el
derecho de administrarse a sí mismas y de este momento sus magistrados y concejos
serán los
Grandes legisladores industriales y mercantiles. El resurgir de los Estados es otro de
los grandes rasgos de esta época. Es muy lento. Empieza produciéndose en territorios
bastante recortados, donde las condiciones históricas lo impulsan. Ocurre unas veces en
beneficio de Estados nacionales, como es el caso de Inglaterra, o al amparo de grandes
señoríos, como acontece en Francia y en Alemania. Pero la intervención de estos
Estados en los problemas laborales es todavía por demás reducida.
La fuerza del agua: La fuerza del agua: ya dejamos apuntados los progresos del
molino de agua en los primeros siglos de la Edad Media. El gran período de su
expansión debe centrarse, con toda probabilidad, en los siglos XI y XII. A finales del
siglo XI lo sabemos gracias a una especie de inventario que Guillermo el Conquistador
mandó hacer de su nuevo reino Inglaterra contaba con 5.624. Se trataba de molinos con
ruedas verticales Verdad es que los patronos de las embarcaciones fluviales protestaron,
Aunque vanamente, contra la novedad que venía a entorpecer su paso también se
aprendió a sacar partido de los molinos, y no sólo para moler el grano y la casca de los
curtidores, o las semillas aceiteras. Se trataba de transformar el movimiento continuo de
la rueda en un movimiento discontinuo. Ello se logró disponiendo sobre el árbol motor
alabes gracias a los cuales se accionaba el mango de un utensilio al que su peso o un
resorte reintegraban a su postura primitiva.
La fuerza del viento: Allí donde el clima no se prestaba al empleo del molino de
agua, o para completar la acción de éste, surge el molino de viento. Parece que proviene
de los países del Islam, concretamente de las mesetas del Irán. Es seguro su paso por
España, en el siglo X en Cataluña. En el siglo XII lo encontramos por toda Francia. Los
molinos de viento que nos llegan por el conducto de testimonios del siglo xm están
montados sobre
Enormes trípodes de madera sobre los que giran colocando sus aspas en la dirección
del viento. También los marineros aprenden a utilizar mejor el viento. La vela latina, de
cuya existencia dimos cuenta refiriendo sus orígenes bizantinos, es adoptada por las
naos italianas ya en el siglo XII. El viento podía empujar navíos grandes tanto como
pequeños. Pero resultaba imposible beneficiarse plenamente de él mientras las
embarcaciones tuviesen que dirigirse mediante pesados remos colocados en la popa.
Otros utensilios: Merecen citarse otros progresos del herramental el empleo del
caballo hace posibles trabajos más rápidos, lo que tiene valor especial en paises donde
el tiempo nunca es seguro, y además porque faculta la multiplicación de las labores.
Otorga toda su eficacia a la atabladera, que los romanos no supieron utilizar, para cubrir
la siembra. La guadaña, merced a la cual la siega es más breve y menos cansada, gana
muy lentamente la mano a la hoz: esta conservaba la ventaja de cortar el tallo muy alto,
dejando luego la parte inferior para el ganado.
Los sistemas agrarios: estos progresos del herramental abren el camino a una
mejora de los sistemas agrarios. Hasta entonces los cultivos eran bastante anárquicos.
Demasiadas veces se limitaban a unas siembras temporales en quemada, sin ritmo
preciso. En las mejores tierras se practicaba el sistema de rotación bienal de los
romanos: un ano de trigos de invierno.
Tímidamente, según un criterio empírico, nada sistemático, de intercalar aquí o allá
cereales de primavera entre las dos fases de la rotación que acabamos de ver: la
mediocridad de una cosecha normal, pudo constituir un poderoso incentivo a estos
ensayos. La experiencia resultó harto beneficiosa: la humedad veraniega era provechosa
para las plantas, los riesgos, por otra parte, eran mejor repartidos y el trabajo se
distribuía más igualmente por todo el año además, a la cabeza de estos cereales
primaverales, estaba la avena, valiosísima para la alimentación caballar. Sin ella, el
ensalzamiento funcional del caballo a que antes nos referíamos no hubiera sido posible
como puede verse, todos estos progresos están íntimamente relacionados entre sí Pero
no debemos apresurarnos y hablar ya de sistema de rotación trienal regularmente
practicado. Esta sistematización no llegó hasta muy entrados los años. Pudiera ser que
los cereales de primavera fueran introducidos al origen en los grandes latifundios de los
monarcas carolingios y de las abadías del norte de la Galia en el siglo ix.
Esta pertenencia a un amo, pertenencia heredada, por otra parte, puesto que el hijo
queda marcado por ella desde la gravidez de su madre, es precisamente lo que
constituye la esencia de la servidumbre. Es ella la que acarrea consigo la no-libertad, y
las concomitantes incapacidades, fundamentalmente la que le hace inepto para
convertirse en clérigo sin previa emancipación, imposibilidad ésta solemnemente
afirmada en el plano teórico. Y es que las cargas que los historiadores han presentado
tradicionalmente como características de la servidumbre
pago anual de un censo no muy alto
que implica reconocimiento
Prohibición de matrimonio entre siervos de señores distintos, salvo en caso de pago
de una multa probabilidad sobre otros que no fueron siervos. En cuanto a la obligación
de
la gleba, solamente aparece con posterioridad, en el siglo x iii, cuando habiéndose
vuelto la tierra más escasa que los hombres, podía imponer el señor a algunos de sus
tenedores un reconocimiento de servidumbre en razón de las parcelas sobre las que
habían solicitado su afincamiento: servidumbre adquirida, real, frente a la servidumbre
de la sangre.
Servidumbre y esclavitud: En lo esencial, la servidumbre estaba todavía bastante
cerca de la esclavitud, podrá decirse: en ambos casos, y sin haber sido parte para ello,
un hombre es propiedad de otro
las relaciones entre señor y siervo hubieron de ir marcadas por una
dureza de la que seguramente habían carecido las relaciones entre amo y
esclavo.
Sin embargo, existen diferencias de todo punto esenciales: el siervo podía poseer
bienes legalmente y hasta ser propietario de ellos. Gozaba de independencia jurídica:
quien le lesionara debía indemnizarle al mismo tiempo que al señor. En términos
generales sus relaciones con éste se regulaban, no sobre la base de la arbitrariedad del
amo, sino en un marco referencial de señorío.
Los beneficios del trabajo campesino: No cabe duda de que los beneficios del
trabajo campesino fueron a parar en una proporción muy elevada a otras manos que las
del propio labrador. La sociedad estaba organizada en vistas a esta apropiación en
beneficio de angostas categorías sociales que en conjunto prescindían de todo trabajo
manual: los señores laicos y eclesiásticos. Sin embargo, también se beneficiaron los
campesinos de los progresos en el rendimiento y de la ampliación de las superficies
cultivadas el conjunto del mundo campesino pudo, podemos afirmarlo casi a ciencia
cierta, elevarse hasta una situación menos precaria. Salvo en las regiones atrasadas y
desprovistas de ciudades, la mayoría de los campesinos dispusieron de excedentes de
producción que eran encaminados hacia los mercados obligatorios entre estatuto
jurídico y nivel de vida. Han sido muchos los campesinos libres y pobres, muchos
también los siervos acomodados. Sin embargo, sobre todo en el siglo XII, ha sido cada
vez más sentida como una lacra de inferioridad social por su parte, los señores, cada vez
más escasos de dinero para su vida de un lujo creciente, estaban dispuestos con
frecuencia a vender la libertad. Los reyes de Francia especialmente, cedieron la libertad,
no solamente a familias, sino también a pueblos enteros. Y con esto llega el momento
de constatar las reservas acumuladas en ciertos hogares que podían dar por esta libertad
cantidades superiores a
las mil libras. La servidumbre desapareció en ciertas regiones de Francia: en casi
toda la cuenca parisina y en varias zonas del Languedoc. Lo mismo puede decirse de los
Países Bajos. En Alemania, el progreso de la libertad se debía sobre todo a las encuestas
realizadas entre los campesinos, para fijar tras ellas sus deberes para con los señores.
Capítulo II
RENACIMIENTO DE LA ARTESANÍA
LA MEJORA DE LAS TÉCNICAS ARTESANAS
Vuelta a las fórmulas antiguas ya vimos desde la época carolingia antologías de
recetas artesanas de origen helenístico o romano circulando trabajosamente por Europa
Influencias orientales: el cuero el Occidente ha sacado partido de la experiencia
adquirida por los artesanos del Islam y de Bizancio así, los artesanos de Córdoba habían
ajustado un conjunto de procedimientos que darían celebridad al cuero trabajado
español: utilizaban pieles de carnero, las curtían con zumaque y, después de haberlas
curtido en blanco, las acababan dándoles aspectos variados, cueros dorados, cueros
teñidos con quermes.
La seda: Otro ejemplo que podemos aducir es el del trabajo de la seda. Los árabes lo
implantaron en Sicilia. Cuando ésta pasó a manos de los normandos, los nuevos dueños
trajeron a la isla, además, a artesanos bizantinos. Desde Sicilia estas técnicas pasaron a
Italia continental y Lucca se convirtió en el siglo XIII en su centro más brillante.
La cristalería. Venecia había de ser el epicentro de otro renacimiento: el
de la industria del vidrio. Los cristales fabricados en Europa occidental eran por
lo general bastante bastos, mezclados con impurezas que no perjudicaban el
aspecto de los vidrios planos utilizados para las vidrieras, pero que se adaptaban
muy mal a la fabricación de vasijas y demás objetos.
La manipulación de los minerales: Junto a estos éxitos incontrovertibles, ciertas
técnicas permanecían en la más gris mediocridad. Tal era el caso de la manipulación de
los metales. En cuanto a la producción del hierro, seguía empleándose el procedimiento
llamado catalán. El hierro se producía directamente, a base del mineral amontonado en
capas alternadas con carbón de leña, en un agujero en forma de tronco de cono,
profundo, de un metro aproximadamente, y con la parte interior tapizada de ladrillo.
El trabajo de los textiles: Pero las grandes industrias de los siglos XII y XIII son las
textiles, y sobre todo la fabricación de los paños de lana. El rasgo más característico es
en este caso el de
la división del trabajo en una serie de operaciones complementarias y
especializadas.
La primera serie consiste en la preparación de la materia prima en vistas
a la operación de la tejedura: hay que lavar la lana, trillarla, de modo que quede
descartada la lana demasiado gruesa, y también los residuos, en calidad de borra.
El baqueteo de la lana hace posible la separación de las vedijas demasiado
cortas, que caen debajo de la rejilla.
Luego llega la hora en que se engrasa la lana con mantequilla, operación
llamada droussage en Flandes; cuando no se lleva a cabo esto último, se fabrica
pañería seca, en contraposición a la «untada» o grasa.
El teñido: las operaciones del teñido pueden intervenir ya en este Momento, ya antes
de la textura. Cuando se llevan a cabo en el propio hilo se habla de tejido en lana suele
ser éste de calidad inferior porque el hilo teñido se manipula con menos facilidad.
Una pequeña revolución industrial en Inglaterra :La tarea del batanero, que tenía
que enfurtir el tejido con sus pies, dejando recaer sobre él todo el peso de su cuerpo, era
especialmente penoso.
Fue, pues, un progreso apreciable el poder sustituir sus pies por dos mazos de
madera accionados por el árbol de un molino. La mención más antigua que tenemos de
una máquina de este tipo es seguramente de un documento normando de finales del
siglo XI
La mejor situación para estos molinos eran las orillas de los ríos caudalosos,
regulares y rápidos el norte y el oeste de Inglaterra respondían mejor a estas
condiciones. Hasta este momento los centros de la pañería inglesa eran las ciudades del
este: York, Be ver ley, Lincoln, Stamford, Londres. Ahora se desplaza estamos en el
siglo XIII de levante a poniente, y de las ciudades hacia el campo. Se establecían en los
pueblos pequeñas colonias de artesanos que rodeaban los malinos batanes. Mientras
tanto el número de trabajadores textiles no dejaba de disminuir en las ciudades. Todo
ello, frente a las consabidas resistencias en 1298
Marcos Y Remuneración Del Trabajo Artesano
Ciudades y campo: Lo más probable es que el principal desarrollo de la industria
aconteciera fundamentalmente en las ciudades en plena expansión. Agrupada bajo la
protección de un castillo o de un monasterio, o en el cruce de varias carreteras, o
también atraída por los privilegios reconocidos a una creación cualquiera, la población
urbana hallaba en tales condiciones una ocupación natural. Abundan relativamente los
documentos que nos muestran los problemas planteados por la organización y la
industrialización de un señorío otrora rural: los servicios y los cánones acostumbrados
ya no corresponden en la actualidad a las actividades de sus moradores, quienes todavía
se hallan a salvo de nuevas exacciones.
En 1060, el Consejo de Conan II, conde de Rennes, a solicitud de los monjes de Saint
Sauveur de Redon, fija tributaciones que desde este momento habrán de ser
percibidas en la ciudad en gestación, y que gravan la venta de tejidos, el trabajo de los
zapateros, de los fabricantes de correas, de los guarnicioneros. Este es un ejemplo entre
tantos
creamos que en realidad la justifique totalmente. Con la salvedad del caso de las
grandes metrópolis industriales (y aún en éstas podría ponerse en tela de juicio esta
aseveración) subsisten en las ciudades medievales amplios remanentes de trabajo rural.
Las menciones hechas a las profesiones y oficios no deben engañarnos: de hecho este
tejedor o aquel zapatero dividen su tiempo laboral entre el pequeño taller urbano y sus
aranzadas de tierra y de viña, conservadas o adquiridas en las afueras o en algún pueblo
de las cercanías. Y muchas veces es seguro que la gran masa de trabajadores sin
calificar, braceros y peones, se compone de jornaleros que ganan duramente su pan
cotidiano en las propiedades burguesas: casi podría hablarse de un proletariado agrícola
de las ciudades a menudo integrado por millares de hombres.
Artesanía rural: Tampoco el trabajo artesano está ausente en el campo. En más de
un señorío los objetos de primera necesidad siguen siendo fabricados in loco. Los
monasterios continúan con frecuencia siendo pequeños centros industriales.
Deseaba consolidar los servicios que le rendía un artesano, su idea natural consistía
en remunerarle según era costumbre por igual cantidad de prestaciones militares,
administrativas y agrícolas, mediante la concesión de un beneficio, feudo o tenencia, o
también prestimonio. Afianzadas en el campo, estas costumbres se conservaban en la
ciudad.
En las obras: Trabajos hay que exigen la presencia en el tajo, en la obra:
tal acontece con carpinteros, albañiles y demás ramos de la construcción.
El que acude a ellos en busca de sus servicios, puede escoger entre
Varias soluciones:
puede contratar de antemano un precio fijo con el artesano quien, a
cambio de una cantidad a tanto alzado, la entrega de las materias primas y de
víveres un cerdo salado, un tonel de vino, se compromete a llevar a cabo la tarea
dentro de un plazo determinado, utilizando en ella cuanta mano de obra necesita.
En el taller: El trabajo en el taller es el más corriente. El maestro artesano es el
protagonista en este nuevo decorado, rodeado por un pequeño número de criados y
aprendices: un promedio de dos o tres. Es un pequeño productor independiente que
trabaja directamente para su clientela, es decir, al mismo tiempo obrero y negociante.
Lo más corriente es que compre él mismo su materia prima y venda, exponiéndolos al
público, los objetos fabricados por él bajo la mirada del cliente. Un empresario
capitalista en el año 1285 moría en Douai un rico mercader en paños, Maese Jehan
Boinebroke. Nueve veces durante su vida había compartido, en su función de escabino,
los honores y las responsabilidades del poder municipal. Dejaba una importante fortuna,
en gran parte invertida en tierras, en propiedad inmobiliaria en general, y en títulos de
Crédito. Antes de transmitir la herencia a sus cuatro hijos, sus dos albaceas
testamentarios hubieron de pagar sus deudas y de enmendar los entuertos por él
causados. Ante ellos comparecieron una serie de agraviados de los que un notario
anotaba las declaraciones, seguidas de la decisión adoptada.
Italia: En Italia, la gran industria del paño empezaba a constituirse en el siglo XIII las
lanas llegaban de Borgoña, de Pro venza y, sobre todo, del Mogreb, y les faltaba la
finura de las lanas inglesas. Los artesanos agrupados en Florencia en una calle que en
otro tiempo había gozado de más bien mediocre reputación, y conservaba de su pasado
lacrado el nombre de Calimala, importaban paños franceses a los que hacían pasar por
un apresto suplementario antes de volverlos a encaminar hacia el Oriente Medio.
Luego, a últimos del siglo xm, los mercaderes florentinos van personalmente a
Inglaterra, donde se convierten en los hombres fuertes del mercado lanar.