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EL VUELO DE ASTREA
CONFIGURACIÓN JURÍDICO-POLÍTICA
DE LA MONARQUÍA CATÓLICA
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE DERECHO

OBRAS DE PROFESORES DE LA FACULTAD


PUBLICADAS POR EDITORIAL PORRÚA:

SERIE: DERECHO CONSTITUCIONAL


1. Política y Derecho. LUIS J. Molina Piñeiro. Facultad de Derecho, UNAM-
Editorial Porrúa, 1" ed., 2001.
2. El Derecho Político en México en la segunda mitad del siglo XX. Luis J. Molina
Piñeiro (compilador). Facultad de Derecho, UNAM-Editorial Porrúa,
1a ed., 2001.
3. ¿Qué es la Constitwión Mexicana, por qué y para qué refonnarla? Luis J. Molina
Piñeiro, Fernando Ojesto MartÍnez Porcayo, Fernando Serrano Migallón
(compiladores). Facultad de Derecho, UNAM-Editorial Porma, la ed.,
2002.
4. El pensamiento Filosójico-jurídico y Político en Luis Recaséns Siches. Luis J.
Molina Piñeiro, J. Fernado Ojesto MartÍnez Porcayo, Fernando Serrano
Migallón (compiladores). Facultad de Derecho, UNAM-Editorial Porrúa,
1a ed., 2003.
5. Estudios jurídicos en Homenaje a Ignacio Burgoa Orihuela. Fernando Serrano
Migallón (coordinador). Facultad de Derecho, UNAM-Editorial Porma,
1a ed., 2004.

SERIE: DERECHO INTERNACIONAL


1. Legislación espacial y exégesis del Tratado de 1967. J osé Luis Álvarez Her-
nández. Facultad de Derecho, UNAM-Editorial Pon'Úa, la ed., 2001.
2. Temas selectos de DeTecho Internacional Público (en homenaje a Víctor Carlos
Carcía Moreno). Juan de Dios Gutiérrez Baylón (coordinador). Facultad
de Derecho, UNALVf-Editorial Porrúa, 1a ed., 2001.

UNIVERSIDADNACIONAL FACULTADDE DERECHO


AUTÓNOMADE MÉXICO
J OSÉ CARLOS HESLES BE;RNAL .

EL VUELO DE ASTREA
CONFIGURACIÓN JURÍDICO-POLÍTICA
DE LA MONARQUÍA CATÓLICA

PRESENTACIÓN
DE

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

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. EDITORIAL PQRRÚA . FACULTAD DE DERECHO


AV. REPÚBLICA ARGENTINA 15 UNAM
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MÉXICO, 2005
Primera edición, 2005

Copyright @ 2005 por:


J OSÉ CARLOS HES LES BERNAL

Esta edición y sus características son propiedad de la


EDITORIAL PORRÚA, SA de CV 8
Av, República Argentina 15, col. Centro,
06020, México, DF

Queda hecho el depósito que marca la ley

Derechos reseIVados

ISBN 970-07-5105-8

IMPRESO EN MÉXICO
PRINTED IN MEXICO
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La Justicia, desacomodada, anduvo por la tierra rogando á todos;
)' viendo que no hacían caso della y que le usurpaban su nombre
para honrar tiranías, determinó volverse huyendo al cielo.
Salióse de las grandes ciudades y cortes, y fuese á las aldeas
de villanos, donde por algunos días, escondida en su pobreza, fue
. hospedada de la simp.licidad hasta que envió contra ella requisi-
torias la malicia. Huyó entonces de todo punto, y fue de casa en
casa pidiendo que la recogiesen ..Preguntaban todos quién era; y
ella, que no sabe mentir, decía que la Justicia. Respondíanle
II todos: "Justicia, y no por mi casa; vaya por otra"; y así no entraba
,
¡ .en ninguna: subióse al cielo, y apenas dejó acá pisadas

!I FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS,


El alguacil alguacilado.

1
I
I
:

IX
\
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a Fernando Escalante Gonzalbo, que dirigió este trabajo
en su forma original: como tesis doctoral terminada, leída y defendida en
el Instituto Universitario Ortega y Gasset, Madrid (España, 2001). Escrito
que en su forma publicable fue partido en dos, y aumentado. Conservo los
comentarios de Dalmacio Negro Pavón: su obra escrita, sus cursos y semi-
narios en la Universidad Complutense fueron guía en mis afanes. La emi-
nente generosidad de! Dr. Ernesto Azuela Bernal expresada en apuntes a
mi trabajo -y no sólo-, su mirada crítica, rigurosa, pero siempre amable,
fidedigna, esclarecida, fueron el impulso permanente en e! proceso de
redacción.
Con gratitud recuerdo al tribunal que primero juzgó mi intento, los
profesores: Ma Victoria López-Cordón, Rosa Ma Martínez de Codes, Lu-
dolfo Paramio, Carlos Malamud y Marta Elena Casaus Arzú; igualmente a
Pedro Pérez Herrero. Me acompañaron durante este tiempo con su amis-
tad: Alejandro Araujo -siempre y con mucho-, también Luis Alcaraz y
los criticones Juan M. Martínez, Alberto Ve!ásquez, Juan Wink.ler, Gui-
llermo Puente. En Tepepan, la familia Toscana-Aparicio. Mi agradeci-
miento para la familia Hesles-Azuela, por su biblioteca jurídica, y más
todavía. En.la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma
de México, agradezco especialmente al profesor Fernando Serrano Miga-
llón, por su confianza.
La realización de este trabajo fi.le posible gracias al apoyo de! Consejo
Nacional de' Ciencia y Tecnología (México).

JOSÉ CARLOS HESLES BERNAL

XI
XIV PRESENTACIÓN

A ese complejo modo de ser y de estar se aventura José Carlos Hesles.


Su enfoque, el jurídico-político de la monarquía católica, constituye una
visión panorámica de los años de esplendor de! Imperio Español y de la
forma en que fue construyéndose su lenguaje político y sus instituciones
principales.
Difícilmente puede aprenderse algo de la historia; así lo demuestra e!
hecho de que continuamente veamos repetidos en la realidad los errores,
las deficiencias y aún las desgracias de los siglos pasados; al dejar de ver la
historia como un monumento, como un ejemplo inamovible, podemos
abordarla como una entidad dinámica y sólo así poseerá una virtud incues-
tionable, ayudar a la comprensión del presente no sólo en el sentido acci-
dental, sino en el más profundo, en e! de la identidad, los anhelos y las
cargas históricas.
Algunos autores como Unamuno y Ortega, señalaban que la hispani-
dad está dividida en dos grupos de países fundamentalmente; en el pri-
mero, países como México, Perú o Colombia, tienen cargas históricas que
resolver, su relación con España se basa en tradiciones continuadas, en
mitos y expectativas que deben resolverse para enfrentar e! futuro; en el
segundo, países como Argentina y Chile, formados principalmente por
emigrantes cargan pocas cosas en sus alforjas y enfrentan la historia como
otra posibilidad de futuro. Esta media verdad, como todas las generaliza-
ciones, nos deja bien claro que somos una entidad cultural enorme y com-
pleja y que la realidad de nuestro ser no se encuentra sólo en los traumas
y en los desencuentros del pasado, sino en la forma en que, a lo largo de
quinientos años, hemos tratado de resolver.
Para la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de
México, libros como e! de Carlos Hesles, son un aliciente para explorar la
identidad nacional y cumplir así la meta más grande de la educación supe-
rior pública del país, adentrarse en el ser de la Nación y resolver sus con-
tradicciones, emprender mediante el conocimiento la conquista de nues-
tras propias fuerzas y lograr su proyección hacia mejores espacios de
justicia, libertad e igualdad.
Para nuestra casa, e! abogado no se completa con el dominio de las
técnicas que permiten aplicar las normas de observancia obligatoria en la
vida social y política, es mucho más que eso; insistimos en la visión del
abogado como persona que conoce su cultura, que es la única forma en
que puede comprender a fondo las instituciones de la convivencia de su
comunidad; formado en los valores que harán de su formación la de un
humanista y no la de un memorialista y comprometido con la sociedad a
I
la cual se debe.
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1

I
PRESENTACIÓN

Enclavada en el corazón de España hay una parrilla. Así, una parrilla colo-
sal, símil de aquella donde San Lorenzo fue martirizado; enorme en sus
dimensiones y en su significado, resume mucho de lo que podemos consi-
derar los orígenes de la hispanidad derramada en cuatro continentes.
Resulta casi un misterio saber qué hay en el espíritu de un pueblo que
puede dedicar recursos sin límite, un caudal de vidas y haciendas para
reproducir, en dimensiones a punto de ser demenciales, un instrumento
de tortura, retrato fiel de la monarquía española. El Real Monasterio de
San Lorenzo del Escorial, es eso y es mucho más. Refugio de Felipe II, es
también el mapa de un dilatado imperio en el que el monarca guardó,
como Ulises, los tesoros recogidos de entre muchos pueblos. Con recursos
provenientes de Asia,. de América, de África y de muchas regiones de
Europa; la variedad de sus materiales y la sobriedad de su estilo son un
contraste de todo ese ámbito cultural, nacido entonces y que hoyes el orbe
hispano.
Tal vez lo más interesante de esta construcción sea su multiplicidad de
usos; por un lado, un cementerio real, modelo plástico de las clases que
aun entre la nobleza existían; por el otro, una biblioteca que no sólo
retrata el sentimiento y el saber de los monarcas católicos, sino que al
mismo tiempo, es una buena muestra del pensamiento heterodoxo de los
siglos XV al XVII, pues sus poseedores, a fin de mantener la fe católica y la
salud de la Iglesia con la cual se identificaban, no dudaron en conocer a
fondo las obscuridades del pensamiento libre; monasterio, osario, pudri-
dero, habitación real, granja, colegio. Todo eso es San Lorenzo del Esco-
rial, y es más, es la muestra del esplendor de una cultura cuyos brillos
siguen percibiéndose, moderados y deformados por efecto del tiempo y la
distancia aún en nuestros días.
Pensar lo hispano, su historia y, por lo tanto nuestra historia, significa
adentrarse en un complicado mundo en el que lo barroco no es un estilo
sino una forma de ser. Un universo completo que contiene las claves de la
identidad de muchos países y de un pueblo que se manifiesta, a: través de
la lengua española, con muchos acentos, con muchas peculiaridades pero
con un innegable espíritu de pertenencia.

XIII
xv
PRESENTACIÓN

Francisco de Quevedo, retirado en la paz de su desierto, decía que


vivía en conversación con los difuntos y.escuchaba con sus ojos a los muer-
tos; pongamos atención para descubrir' el diálogo que Carlos Hesles
emprendió con otras épocas y veamos ahí gran parte de nuestras herencias
más profundas.

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN


Ciudad Universitaria, mayo 2003.
INTRODUCCIÓN)

I. UN MONSTRUO DE MUCHAS CABEZAS


Este ensayo pretende formular una interpretación del proceso de configu-
ración de la Monarquía Católica --con especial atención a Castilla en su
proyección hacia las Indias-, considerando sus antecedentes medievales y
siguiendo su desarrollo del Quinientos al Setecientos; se trata de un largo
proceso histórico en el que es posible reconocer un orden: la estructura
jurídico-política de la Monarquía y, en su continuada transformación, sus
pautas evolutivas.
Una imagen proporcionada a tal objeto es la que ofrece Tommaso
Campanella, en su opúsculo más anti-hispánico, escrito en 1635 para el
rey Cristianísimo. Debido a su dilatación planetaria, la apariencia que le
halló el dominico calabrés fue la de un monstruo gigantesco, serpentino, que
tiene tres cabezas. Imagen que remite al águila imperial romana, de tres
cabezas también, y que alude además a la naturaleza polimorfa de la 110-
narquía: la cabeza de la esencia, dice Campanella, está en Germania, la de la
existencia en España, la del valor en Nápoles y tiene otra cabeza en Amé-
rica, que se puede llamar el capo della fama: "aparece como cuerpo de ser-
piente, que desde las tres cabezas de Europa se extiende a toda la Tierra ...
donde abraza infinitos reinos en el continente y en las islas innumerables"
(Le Monarchie delle nationi: Capítulo VlIa, artículo 5).
Quiero comenzar con esta imagen porque ilustra elocuentemente la
multiplicidad y abigarramiento de la Monarquía, y denuncia Jos rasgos de
su aspecto interior, lo más notable: su heterogeneidad. También llamada
de España, la Monarquía Católica. designa un. conjunto político complejo
que comprende durante largos períodos de su historia provincias, reinos,
ducados, condados, señoríos, &c., dentro y fiJera de la Península Ibérica,
cada uno con una organización relativamente autónoma: abraza infinitos rei-
nos en el continente)' en las islos innumembles, como lo pone Campanella,
exagerando sólo en el número.

) A lo largo de la Introducción y los capítulos siguientes, las referencias a las fuentes pri-
marias están dadas en forma de autor, título y sección de la obra cntre paréntesis; las obras
secundarias se dan al pie. con referencia cornpleta: autor, título, edición y página. lnforma-
ción sobre las ediciones consultadas, en la Bibliografía.
XVII
_111.

XVIII INTRODUCCIÓ;\'

Interesa, porque la expresión "Monarquía Católica" no supone una


equivalencia entre Monarquía y reino (como podría serlo el Royaume de
Fmnee o incluso e! tardío United Kingdom of GTeat Britain): se refiere por el
contrario a una forma política compuesta por diversas figuraciones someti-
das a la soberanía de un mismo príncipe, pero organizadas cada una de
ellas según sus propias instituciones políticas, ordenamiento jurídico, régi-
men tributario, &c. Las XVII Provincias de los Países Bajos, por ejemplo,
reconocían a un mismo príncipe, pero cada una de ellas bajo un título
diferente: e! príncipe católico gobernaba en ellas con poderes diferentes;
como recuerda un panfleto publicado durante la Guerra de Flandes
(1579): "El Rey de España no es visto como Rey de España, sino sólo como
Duque de Brabante, Conde de Flandes, Holanda, y en cada país respecti-
vamente de acuerdo con sus constituciones, decretos y privilegios" (Brief
diseours sur la negotiation de la paix, qui se traete presentement a
Coligen entre le
Roy d'Espagne, & les Estats du Pays Bas). Era soberano por separado de cada
uno de los reinos, condados, ducados, marquesados, señoríos, reunidos
bajo la Catholica Maiestas; potentísima si se quiere, pero cada figuración
conservando su propia personalidad y peculiaridades.
El príncipe constituía el vínculo común, e! punto de equilibrio, la clave
suprema en que convergían las líneas autónomas de entidades políticas
diferentes; pero la relación con sus dominios era relativa. Don Carlos V,
que fue por la divina clemencia Emperador de romanos siempre augusto, Rey de
Germania, era por separado Rey de Castilla, de Aragón, de las Dos Sici-
lias, de Jerusalén (eso decía al Gran Turco), de Hungría, de Dalmacia,
de Croacia, de León, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de
Galicia,de Mallorca, de Sevilla,de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Mur-
cia, de Jaén, de las Islas de Canaria, de las Islas Indias y Tierra Firme del
Mar Océano ... ; era además Archiduque de Austria, Duque de Borgoña y de
Bravante, Conde Barcelona, de Flandes, de Tirol, Señor de Vizcaya y
de Molina, Duque de Atenas, Conde de Rose!lón y de Cerdeña, Marqués de
Oristán, &c. Se trata en suma de un conjunto de oposiciones complejas
(eomplexio oppositorurn), que no puede simplificar el príncipe.
No es una Monarquía absoluta. De origen aragonés -y según e! modelo
pluralista de la corona de Aragón- la Monarquía Católica permaneció
vinculada al ordenalismo medieval, afirmando su pertenencia a la tradi-
ción antiestatal del gobierno limitado,2 conservando en su interior múlti-
ples ordenamientos y estatutos jurídico-políticos diferenciados. Cierto, se
conoce un memorial secreto de! Conde-Duque de Olivares -quizá inspi-
rado en la política regalista de! Cardenal Richelieu, Armand Jean du Ples-
sis, en Francia- en e! que expresamente recomienda al príncipe católico
un más enérgico dominio, tener por el negocio más importante de la

2 V. por todos: Da1macioNegro, La tradición liberal y el Estado, Madrid: Unión Editorial,


1995, pp. 130-136.
INTRODUCCIÓN XIX

Monarquía: "hacerse rey de España; quiero decir, señor, que no se con-


tente V. [Vuestra] M. [Majestad] con 'ser Rey de Portugal, de Aragón, de
Valencia, Conde Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo maduro
y secreto, por reducir estos reinos de que se compone España, al estilo y
leyes de Castilla".' Pero el Conde-Duque fue desoído. Y acaso material-
mente era imposible hacer de la pluralidad una unidad política homogé-
nea y cerrada, ni siquiera en la Península. No lo lograron ni los Austrias ni
tampoco los Barbones, aún después del iracundo mandato de Felipe V, el
Animoso, en el verano de 1707, en plena Guerra de Sucesión, en el que
expresa su deseo de l'eduár todos... [los] Reinos de España a la uniformidad de
unas mismas leyes, usos costumbres y Tribunales, gobernándose igualmente todos
por' las leyes de Castilla tan loables y plausibles en todo el Universo (Novísima
Recopilaci6n de Leyes de España: III, III, 1). Y a la verdad no consiguió alcan-
zar semejante empresa; ni tampoco sus sucesores por las llamadas "refor-
mas borbónicas".
Existieron tensiones entre el príncipe y el conjunto de figuraciones de
la Monarquía Católica, empeñadas en la defensa del propio Derecho, o ius
proprium,4 frente al regalismo: el Derecho real. Tales relaciones polémicas
se verifican de manera' especialmente enérgica en el proceso de descompo-
sición de la Monarquía. "Desde el año 1580 -Ortega dixit- cuanto en
España acontece es decadencia y desintegración",5 y es verdad: la sepa-
ració'n de los Países Bajos, Portugal, la rebelión de Barcelona, la revuelta
de Nápoles, son manifestaciones del proceso dispersivo que inicia al final
del Quinientos, y que de manera inequívoca se intensifica hacia el fimil del
Setecientos.
Entonces las tensiones entre el rey y sus dominios aumentan, conforme
el regalismo del príncipe parece más enérgico en el esfuerzo por concen-
trar el monopolio fiscal y militar. Pero los conflictos regularmente no
alcanzan esa magnitud, de ruptura. Aparecen más bien como tensiones
permanentes que se manifiestan en cadenas de interdependencia que al
interior de la Monarquía reproducen un equilibrio fluctuante, un orden,
una estructura, de la cual el Derecho fue una función, un símbolo de las
relaciones polémicas existentes entre diferentes núcleos de poder relativa-
mente autónomos. .
Como contrapunto, en el medio del complejo monárquico, el Rex Cat-
holicus era el centro regulador: regía y dirigía, !=onstituyendo el punto de
referencia visible de las distintas figuraciones. Era un centro del que ema-

, Del año 1624, citado por Miguel Artola, La Monarquía de España, Madrid: Alian-
za, 1999, pp. 37-38.
4 !ura pmpria y ius proprium: Derecho formado por fueros, costumbres, privilegios, facul-
tades subjetivas y ordenamientos objetivos, que prevalece y se acopla al 1us comunne, )' normal-
mente entra en conflicto con el Derecho real. V. Bartolomé Clavero, l>lStitucián hist6rica del
Derecho, Madrid: Marcial Pons, 1992, pp. 45 )' ss.
5 "España invertebrada", Obras, Tomo n, Madrid: Espasa-Calpe, 1936, p. 780.
xx INTRODUCCIÓN

naba cierto tipo de orden; por ponerlo en las palabras que se usaron, era
el vínculo entre Dios y los hombres, definiendo su condición intermedia la
idea de que el príncipe es Vicario de O-isto en la Tierra, para fazer justicia en
lo temporal (Las Siete Partidas: n, I, 1). La principal función de! príncipe
católico fue esa precisamente, la Justicia, y este ensayo privilegia e! estudio
de su proyección política.

n. FORMA POLÍTICA
En una de sus cartas eruditas, fechada en 1535, Antonio de Cuevara
dice que Rex Catholicus hay en España desde la Reconquista, y original-
mente lo fue Alfonso el Casto, el primero que desde Navarra entró en
Calicia para dar batalla a los moros: "Fué e! primero que fundó iglesias en
España, fué el primero rey en cuya muerte lloraron los ángeles, fué e! pri-
mero rey que se llamó Católico" (Epístolasfamiliares: "Letra para D. Alonso
Fonseca, obispo de Búrgos, presidente de las Indias; en la cual se declara
por qué los reyes de España se llaman reyes Católicos"). Sin embargo es
mucho más común aceptar que e! Papa Alejandro VI dio e! título de Reges
Catholici a Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, hasta 1494 y como
premio por sus servicios a la Iglesia, en la defensa de los Estados Pontifi-
cios contra Francia. El título se conservó en sus herederos, y todavía los
diputados doceañistas (1812) lo respetaron, según e! Artículo 169 de la
Constitución de Cádiz: El Rey tendrá el tratamiento de Majestad Católica.
Ahora bien, la forma política de la Monarquía Católica adquiere la
configuración que se le conoce en un largo desarrollo histórico, y su ori-
gen no se reduce a una fecha, ni tampoco a un rey. Si bien tiene un
momento certero de su desarrollo en la unión de Fernando e Isabel, y más
aún en e! matrimonio de Juana de Castilla, hija de Fernando, con el hijo
de! Emperador Maximiliano de Austria, Fe!ipe el Hermoso, y también en
los tiempos de Carlos V y Fe!ipe n, &c., responde su devenir histórico y su
peculiar organización a supuestos propiamente medievales, centrados en
la función judicial.
La iu'risdictio, la facultad' de declarar e! Derecho con arreglo a cierta
racionalidad jurídica -o ratio iuris- se orientó en la Monarquía Católica a
asegurar los equilibrios establecidos a lo largo de la tradición al interior de
las figuraciones políticas que la componían y, por tanto, a la conservación
de! orden: no siendo tal función una summa iurisdictionis, entendida como
la facuItad de crear e! Derecho, sino propiamente armonizar e! orden juris-
diccional en su diferentes nive!es.6 Y si la iurisdictio es limitada, también e!

6 V. sobre la idea del Derecho en el Antiguo Régimen, Antonio Manuel Hespanha, Pano-
rama histórico da cultura jurídica eUTopeia, Lisboa: Europa-América.
1997, passim.
INTRODUCCIÓN XXI

gobenwculum.7 Desde sus fundamentos doctrinales se reconocen límites cer-


teros al ejercicio del poder real.
No es de menor importancia la idea según la cual el imperio es
mediato en el príncipe, inmediato en el pueblo (ex jJopularisbus possunt eligi
prilueps et ad populurn pertinent electioprincip!t1n, et hocfilit institutum seCltndum
legem divinam). Noción tomista que se encuentra en el Romancero castellano,
por ejemplo en los versos: "vinieron a concordar,/ Después de algunas
batallas/ Y sanguinosas refriegas / En que se diese el gobierno, / De todo el
reino de España, / Al más valeroso godo";8 proposición semejante, que
postula el ejercicio del poder real iu.ris consen.m et concordi communione, así
como fórmulas similares de los siglos medios, más o menos populares tam-
bién, que encierran la leyenda gótica sobre el origen remoto de la Monar-
quía (anima pacti originari), ejercieron considerable influjo en la tradición
política, de los Austrias, a los Borbones.
Todavía en 1829 José Vidal, citando a los escolásticos, se lamentaba:
"La opinión ó sentencia de que la Potestad civil soberana, que viene de
Dios, se confiere inmediatamente y por derecho natural al pueblo ó
.nación, y sólo mediatamente y por derecho humano al Rey o Senado que
la administra, se puede tener por el origen y raíz de la doctrina anárquica
de nuestros liberales" (Origen de los errores revolucionarios de Europa y su
remedio: Capítulo X). Habría que ponderar la relevancia de esta concep-
ción, porque de ello se derivan varias consecuencias referentes a las limita-
ciones concretas del príncipe en su proceder.
Decía e! padre Mariana (1599): "la potestad regia, en cuanto es legí-
tima, ha sido establecida por el consentimiento de los ciudadanos ... por
ello estimo que debió ser limitada por leyes o normas que se estimaron
necesarias" (De Rege et Regis Institu.tione: 1, VIII). Conviene valorar e! sen-
tido de esta afirmación en el contexto de la cultura jurídica de la Monar-
quía. En particular, cobra relevancia a partir de! resurgimiento del
tomismo en la Contrarreforma y la doctrina que inspiró, por la cual no
sólo se recupera la idea del consensus constitutivo de la comunidad civil,
sino que reconoce un orden o jerarquía de las leyes,9 a las que debe suje-
tarse e! príncipe. .
Tal ordenamiento -ordenalismo, propiamente- informa la siguiente

7 Distinguiendo aquí iurisdictio/gubemaculllm: el g;wemaClllum, que corresponde a la


esfera de poder perteneciente al rey, las armas y el tesoro; iurisdictio, la facultad corres-
pondiente a la solución de las controversias jurídicas, conforme a Derecho (limitada por el
Derecho).
8 El poema es de Gabriel Lobo, y el asunto lo saca de la Crónica del rey Roderico: Roman-
cero General o Colección de r01llllnces castellanos, recogidos y ordenados por don Agustín Duran.
Tomo 1, Madrid: Rivadeneyra, 1849, p. 398.
9 La Lex a£tel1l11en principio: idéntica a la voluntad divina, inescrutable, manifiesta en la
Providencia, &c., seguida por la Lex divina, derivada de la primera, contenida en las Sagradas

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XXII INTRODuccróx

sentencia de Diego de Tovar (1645): "el príncipe no quedó libre ni


absuelto de la Ley divina que Dios estableció", en el Antiguo Testamento y
los Evangelios; lO tampoco de "las leyes que impusieron la razón natural
y necesidad humana", mediante las cuales habría de mantener la Justicia
(Instituciones políticas: II, II). Pero además, el príncipe quedó sujeto a las
leyes fundamentales de las figuraciones políticas de la Monarquía Católica,
a la Ley humana.
Las diversas figuraciones políticas, ya en Castilla, Aragón, Valencia,
Cataluña, Nueva España, Nápoles, Sicilia y las demás que integran la
Monarquía no desarrollaron sistemas jurídicos cerrados y uniformes, sino
abiertos, dinámicos y heterogéneos en tensión constante entre el rega-
lismo, las prerrogativas (regalías) del príncipe, y el orden estamental cor-
porativo, teniendo como referencia crítica el Derecho natural y divino:
ratio divina vel voluntas Dei, ordinem naturalem conservari iubens, perturbari I
vetans, sentencia que manda conservar el orden creado, no por el hombre, J
sino por Dios. Pero el príncipe no sólo tiene una sujeción meramente jurJ- e
dica, sino también política. Campanella, en Delia Monarchia di Spagna,ll J
rechaza así la summa potestas iurisdictionis, identificada con la facultad de J
crear el Derecho: t
El rey de las Españas,por razones tanto teológicascomo políticas,no puede 1
establecerleyes nuevas, pues admite la ley cristianajunto con las armas y la C

prudencia romana, a la que él sucedió (DeliaMonarchiadi Spagna, XI). L

e
c
Escrituras, la Lex naturalis o ius natumle, manifiesta en el orden natural de las cosas, y final-
mente la Lex humana (Lex civilis o ius positivum, y ius gentium), subordinada al Derecho natural.
Doctrina que los padres dominicos de la Contrarreforma admiten, en su revaloración de II
Tomás de Aquino: F. de Vitoria (circa 1485-1546), Domingo de Soto (1494-1560) ... , lógica e
que fue adoptada por los padres jesuitas, quienes la propalan en la enseñanza teológica y jurí-
dica: Luis de Malina (1535-1600), Francisco Suárez (1548-1617), &c. V. Quentin Skinner, Los
d
fundamentos del pensamiento político moderno, JI. La Reforma, México: Fondo de Cultura Econó- n
mica, 1993, pp. 141-172. Orden o jerarquía dominante en el Seiscientos, y aún bien entrado d
el Setecientos: Vg., en el tratado de Pér~z Valiente, Apparatus fuás Publici Hispanici (1776):
Libro I, Capítulo IV, en el que se indican lospTincipios y fundamentos de todo el derecho universal,
de los que, como los a1TOYOSde sus fuentes deTivan las obligaciones y preceptos que los hombres deben
guardar en el régimen civil. Son cuatro, a saber, la Ley Eterna, el Derecho Natural, el Divino y el de
gentes, expl.testos en su propio y cabal orden. . .. ra
10 La comunidad política, según doctrina cOlTiente de la escolástica, debe ser guiada con- (s(
forme a la Ley divina, en el sentido que el Señor dice en Ezequiel (37:24): Mi siemo David será di
su rey_.. y caminarán por las sendas de mis mandamientos. El príncipe es legib7L\solutus con respecto e.
a la vis coactiva, dice de Tovar, pero vinculado a la vis directiva del Derecho natural. V. tam-
bién: Tomás de Aquino, La monarquw: I, 1. D,
11 Obra que comenzó antes de la circunstancia de su prisión en Nápoles, encarcelado con
PI
motivo de la insurrección de Calabria (1599), en la que aparece la Monarquía Católica como
cuarta y última j\1onarqu[a Universal: venida de Oriente a Occidente, destinada a durar hasta Xl
el fin de los tiempos (Dan 2:40), hasta la batalla de Gag y Magog y el Juicio Final, y en la que el T~
príncipe católico figura como Ciro prefigurado. Ciro aparece en la Biblia como liberador de nc
Israel, cumpliendo la profecía deJeremías (Esd 1:2), y Emperador (Is 45:1). El motivo escato-
lógico de Ciro, vg., en Girolamo Savonarola (1452-1498): símbolo milenarista; también, el ea
advenimiento de la cuarta monarquía, en Gerolamo Cardano (1501-1576) v. g ... de
INTRODUCCIÓN. XXIII

No puede ejercer plenamente sus atribuciones legislativas por la vincu-


lación de la Monarquía al ordenalismo medieval, pero no se trata de un
fatal flato voluntas Dei. La prudencia cuenta, y mucho. Ningún príncipe
católico podría escapar del pluralismo jurídico: por eso el cálculo de las
circunstancias y la correcta elección valorando lo justo es su máxima vir-
tud, de ello depende su auctoritas, que legitima su poderío. Sobre todo al
estar limitado a ejercer cierta potestas extmoTdinaria: 12medio lícito, dentro
del Derecho natural, para operar sin resistencia enu'e las tensiones de la
relación rex-Tegnum multiplicadas en el crecimiento de la Monarquía, y
necesario para ejercer un dominio efectivo entre el universalismo y el loca-
lismojuridico prevaleciente.'3 Se trata de una facultad extraordinaria, no per-
manente, y además no siempre afortunada.
El príncipe no ejerció una plena potestas sobre la Monarquía, porque
fue siempre incapaz de conseguir una concentración sistemática de poder.
No sólo -aunque también- por una limitación moral, en el sentido que
dice Quevedo, con ironía: "salga de palacio/ quien quiera ser pío: no se
juntan/ la suma potestad y las virtudes" (El Entremetido, la D¡¡,efú¡Y el Soplón).
Ni sólo -aunque en parte- por una sujeción efectiva de persona, asam-
blea, norma jurídica anterior o superior, sino sobre todo por el ordena-
lismo al que quedó sujeto. La propia concepción corporativa del poder
característica de la Monarquía impedía la concentración monopólica de un
irresistible poderío en manos del príncipe.14 Debe negociar la obediencia
en todo momento, no le basta con exigirla. El conjunto de arreglos políti-
cos, que hacían también el Derecho, lo limitan. .
Quizá puedan apreciarse mejor las tensiones de este ordenamiento
introduciendo la distinción entre dominium regale y politieum. Dicotomía
especialmente adecuada tal como fue formulada por el dominico Tolomeo
de Lucca,15 audaz continuador de la obra de Santo Tomás: el ordena-
miento político (dominium politimm) supone la consideración de la "plurali-
dad" y está restringido por la Ley: la de Dios ("El mandato del Señor es
como una lámpara, y su Ley como una luz" [Prov 6: 23]), y las leyes huma-

12 El príncipe tiene cierta facultad jurídica extraordinaria, ea el ámbito del Derecho natu-
ral, de utilizar un poder excepcional y necesario en situaciones de auténtica salvación pública
(salus p(jpuli suprema lex esto); también ius dominationis O ins eX(jrbitante, pero sujeto al Derecho
divino y a la recta-ratio. Vid., Antonio Manuel Hespanha, História Ms institucoes. Epocas 11lediI!!Jal
e moderna, Coimbra: Almedina, 1982, pp. 311-328, en esp. 325-326.
13 Sobre universalismo y localismo jurídico, v., Manuel CarCÍa Pelayo, "La idea medieval del
Derecho", Del 11litoy de ÚL razón en el pensamiento político, Madrid: Revista de Occidente, 1968,
pp. 72-82.
14 v., Antonio Manuel Hespanha, As vespems do Leviathan. !nstitucoes e poder ¡)olitico, séc.
XVII, Lisboa: Ed. Do Autor, 1987. (Hay edición en castellano: Vísperas del Leviatán, Madrid:
Taurus, 1989). También, del mismo: "O Estado Absoluto. Problemas de interpretado histó-
rica", Boletín da Facultade de Direito de Coimbra, Coimbra: FDUC, 1979.
15 Alumno en París de el Doctor Angélico, de quien escribió una pequeña 'biografía: Historia
ecclesiastica, y obispo de Torceilo; su principal obra política (circo 1300-1305) fue continuación
de la obra inconclusa del aquinatense, Del gobiemo de los príncipes (De regimine principu1ll).
-"

XXI\'
INTRODUCCIÓN

nas también; el príncipe no puede ir más allá de ellas en la prosecución de


la Justicia. En cambio el príncipe que ejerce un régimen o gobierno rega-
lista (dominium Tegale), tiene la Ley en su pecho y puede aplicarla según los
casos: "y es Ley lo que agrada al príncipe". No sucede así en los gobiernos
políticos, porque el príncipe no puede introducir a su capricho ninguna
novedad (De Tegimine p1'incipum: IV, 1), debe obrar conforme a Derecho.
Distinción adecuada al objeto de este ensayo.
En principio, porque como apunta Pablo Fernández Albaladejo: "antes
que legibus solutus, en la monarquía hispana el príncipe estuvo legibus alli-
gatus: "Princeps subest legibus, non leges principi".16 Desde un punto de
vista jurídico, la Monarquía estuvo sometida al Derecho, y desde un
ángulo político, el príncipe, en el ejercicio de sus prerrogativas regalistas,
no fue absoluto: por eso parece pertinente recuperar de entre los utensi-
lios conceptuales del tomismo la idea del dominium politicum et -regale, para
describir la forma política de la Monarquía Católica. La tensión politicum/
Tegale fue permanente, y merecen ser estudiados los conflictos y relaciones
polémicas que esto produce, pues informan, de manera inequívoca, el pro-
ceso evolutivo de la forma política. Y en lo que aquí concierne, interesa
para entender el proceso de configuración de Castilla, núcleo formativo de
la Monarquía con respecto a las Indias.
Los rasgos más notables del ordenamiento politicum et Tegale, además
de representar un conjunto de relaciones complejas de la realidad política de
la Monarquía, tienen expresión en la tratadística española del Quinientos
y del Seiscientos, manifiesta en las ideas corrientes sobre el imperio origi-
nal y la superioridad de la Ley. Vg., en las siguientes sentencias sacadas
-de entre varias similares- de la Idea de un pTíncipe político-cristiano TepTe-
sentada en cien empTesas, de Saavedra Fajardo (1640): "que no ha de creer el
príncipe que es absoluto su poder" (Empresa XX); "sobre la piedra de las
leyes, no de la voluntad, se funda la verdadera política" (Empresa XXI);
"la potestad del príncipe no es tan suprema que no haya quedado alguna
(
en el pueblo" (Empresa XXXI); "la potestad la dio el consentimiento común"
(Empresa LII) ...
También se expone la tensión Tegale/ politicUTIl.en las doctrinas del pac-
tismo,17o en la construcción de la llamada "constitución histórica", que -fj
."<
ri ~
í ~
Durante la Edad Media se pensó que Tomás había escrito el tratado entero, siendo que Tolo-
meo fue el autor fina] del libro JI y de los libros JII y IV completos. V., Quentin Skinner, Los
*
.ff
"f¡ F
:ll a
fundamentos del pensamiento politico moderno, l. El Renacimiento, :México: Fondo de Cultura Eco- .\1
e;

I
nómica, I993, p. 73; Y también, Laureano Robles y A. Chueca, Estudio Preliminar, en Santo
Tomás de Aquino, La Monarquía, Madrid: Temas, ]995.
c:
16 ":Monarquía, cortes y cuestión constitucional en Castilla", Fragmentos de Monarquia. Tra-
(j
bajos de historia politica, Madrid: Alianza, I993, p. 289.
17 Diferentes aproximaciones: Luis Sánchez Agesta, Alfonso García Gallo, J. Lalinde, et.
p,
e!

j
Al., El pactismo en la historia de Espmja, Madrid: Instituto de España, I980.
I
II INTRODUCCiÓN xxv

cobró renovado vigor en la primera década del Ochocientos, en las Cortes


Extraordinarias y Generales. de Cádiz (1810-18.12). No sería extraño que
don Manuel José Quintana recurriera a las citas de Saavedra, así como de
diversos autores del Siglo de Oro, en su defensa contra los desmemoriados
acusadores que lo persiguieron durante la Restauración absolutista de Fer-
nando VII (Memoria sobre el proceso y prisión de D. Manuel José Quin-
tana en 1814: Apéndice primero).
El supuesto fundamental de una SUlnTTUl. potestas correspondiente al
príncipe no estuvo ausente del pensamiento político, sin embargo se desa-
rrolló en torno a la función jurisdiccional, equiparándose en algún
momento iurisdictio y potestas, manteniéndose lo que Fernández Albaladejo
llama la identidad justiciera de la Monarquía.'B Quiero detenerme en la
expresión, porque, si bien puede parecer exagerada -las justicias reales
no fueron los ejércitos celestes en la batalla de Harmagedón-, exige al
menos una cuidadosa reflexión sobre la identidad de la Monarquía, en
relación con la Justicia precisamente. Se justifica así el tratamiento más afi-
nado de los conceptos políticos, más próximos al Derecho y la filosofía
política medieval, que a las simplificaciones del racionalismo.19 De las ideas
que componen el repertorio doctrinal de los tratadistas de la Monarquía,
merece atención la que se refiere a la auc/oritas judicial.
Como la trata Saavedra Fajardo en su empresa Praesidia TTUl,iestatis:"si
bien el consentimiento del pueblo dio a los príncipes la potestad de lajus-
ticia, la reciben inmediatamente de Dios, como vicarios suyos en lo tempo-
ral" (Idea de un príncijJe política cristiano: XXII). Proposición sustanciosa que
explica el origen divino del potestad suprema (nihil potestas nisi a Deo; Rom
13:1), sin demérito del reconocimiento sustancial de la potestas populi esco-
lástica, mezclada además con el supuesto de la Lex regia romanista.20 Idea
que expresa también, en su doble afirmación (divina y humana), el para-
digma jurisdiccional, por el cual la maiestas de la Monarquía quedó aso-
ciada a la iurisdictio, a la auctoritas judicial.21 Lo que tiene una referencia

lB "Los Austrias Mayoi.es", Fragmentos de MOllarquía ... op. cit., p. 74. .


19 Estilo intelectual que centra los conceptos políticos entorno al Estado moderno. v.,
1vlichael Oakeshott: "El racionalismo en política", El raciOllalismo en politiea y otros ensayos,
México: FCE, 2000, pp. 21-53.
20 lnterpretación regalista, que se sustenta en la definición de Ulpiano (Digesto: l, lV, 1):
por la ley regia que se promulgó acerca de su autoridad (del príncipe), el pueblo confirió a
aquel y para aquel todo su imperio y potestad (lege regia, quae de imperio eiu.';"'ta est, populus ei
et in eum omne su-um imperium et potestas).
21 V., Antonio Manuel Hespanha, Vísperas del Leuiaúin, op. cit., pp. 215-230. El poder unifi-
cador del príncipe católico no se encuentra en la seule marque de souveraineté que decía Badina
(Los seis libros de la República), en hacer y abolir las leyes, mucho menos en la puissance absolue el
p"pet-uelle (sul1lllla in cives ac subditos legibusque soluta potestas, 1, VlIl); la naturaleza de su autori-
! dad esta en obrar con Justicia. V. J. Beneylo, "La obra y las ideas de Badina en España de los

1
p •

XX\'I
II\TRODUCCIÓN

inequívoca en una imagen salomónica: "El rey sentado en su tribunal, con


su mirar disipa el mal" (Pro\' 20: 8).
En Castilla, en un comienzo, e! Rey oía personalmente a los que se
querellaban de la injusticia de los jueces inferiores, en las alzadas que
interponían de las sentencias dadas contra fuero, privilegio o costumbre
usada; además estaban reservadas al Rey ciertas causas y negocios graves
en primera instancia; en las alzadas, como en los casos de Corte, se sen-
taba el rey en su tribunal tres días a la semana, según informa el Ordena-
miento de las Cortes de Zamora (1274): Otrosí acuerda el Rey de tomar tres días
en la semana para librar los pleitos, e que sean lunes e miércoles e viernes. 22 De la
Corte itinerante de! Rey hasta la Real Audiencia hay un proceso de confi-
guración.23
Me interesa estudiarlo aquí. No sólo en su expresión formal, institucio-
nal, sino también, sobre todo, en su contenido. De dos maneras al menos
se entiende la justicia. Compendio de virtudes: suma de todo bien; según
Cicerón: "en la justicia se da e! más refulgente esplendor de la virtud" (De
officiis: l, VII); opinión que defiende Tomás de Aquino, al llamarla "virtud
general" (Tratado de la Justicia: n, 2). Y también significa la disposición
constante, permanente, para dar a cada quien lo que merece, en Cicerón:
animi affectio suum cuique tribuens (De finibus bonorum et malorum: V, 23); en
Ulpiano: constans et pepetua voluntas ius suum cuique tribuendi (Digesto: l, l,
10); idea que viene de Aristóteles (Retórica: l, 9), Y principio de! Derecho
romano, entendido el Derecho como lo recto, lo justo, anterior a la Ley.24.
El Derecho, arte de lo bueno y equitativo (ars boni et aequi), pretende con-
servar los equilibrios de un orden firme, inmutable, creado por Dios, inal-
terable, según j ustiniano: Naturalia iura... divina quadam providentia constituta,
semperfirma atque immutabilia permanent (Instituciones: 1, n, ll). Ordenalismo
que en la práctica produce un orden jurídico creado parí passu de la activi-
dad política; producto de la comunidad en su interacción diaria, anclada
en la costumbre, la moral, la tradición ...
El príncipe católico no es legislador potentísimo: vinculado al ordena-
lismo medieval, es sólo juez; no se considera con poder para imponer lo

siglo XVI Y XVII", en Symposium lnternacionaljuan Badino-Manuel Pedroso, México: UNAN!,1979;


Luis Sánchez Agesta, "Bodino en la historia del Estado", en ibidem. V. además Martín de
Alburquerque, jean Bodin na península iberíca, Lisboa: Goulbenkiam, 1978. )
22 Cit. en Manuel Fernández Martín, Derecho parlamentarío español, Tomo 1, Madrid: Con-
1
greso de los Diputados, 1992, p. 15.
23 Rasgo inequívoco, cabe añadir, del proceso de configuración estatal: indica momentos
certeros en el curso de transformación de la forma política hacia una mayor integración juris-
diccional. v., Michael Oakeshott, El Estado europeo moderno, Barcelona: Paidós, 2001, p. 34. l'
24 Idea griega, que penetra las Sagradas Escrituras, en un sentido concreto: Justicia por la ¡:
cual Dios da cada uno lo que debe dar, atendiendo a su bondad, sabiduría o misericordia r
(Isaías 5:16; 56:1). Justicia por la que Dios da a cada uno lo suyo (Salmos 9:9; Apocalipsis
19:11). La J ustÍcia incluye todas las virtudes que hacen al hombre perfecto (Ezequiel 18: 5). (
INTRODUCCiÓN XXVII

que juzga necesario, esto es importante, sino lo que es justo ("No es pode-
río el que puede lo que quiere, dice Juan de Palafox, sino el que quiere lo
que justamente puede", Manual de estadosy profesiones: V, 17). De modo que
la balanza de AslTea es instrumento del príncipe, con la espada, y tiene
como objeto conservar el orden.
Sin embargo el príncipe es un juez intensamente político. En la forma
política de tipo judicialista de la Monarquía, el gl.lbernaculmn y la iurisdictio
se apoyan en cierta racionalidad jurídica,25 en el consejo jurídico, para
ponderar su afinidad con el Derecho vigente: siempre en. tensión con la
decisión ejecutiva ("¿Podrá [el príncipe] ser superior y soberano -pre-
gunta Quevedo- y subordinarse a consejo?" [El Entremetido y la Dueña yel
Soplón]). Pero además, el Derecho administrativo (en su forma de ius Pl.lbli-
mm) regula sobre todo las instancias de tipo procesal superiores, Consejos,
. Chancillerías y Reales Audiencias, que se limitan a fallar .determinadas
controversias judiciales. Llama la atención de Martínez Marina, al comen-
tar la Novísima recopilación de Leyes de España (1805), la abundante, repeti-
tiva cantidad de disposiciones existentes sobre el ejercicio de la real juris-
dicción ordinaria: "abraza treinta títulos con 292 leyes ... y se reducen casi
todas a reglamentos y disposiciones particulares, reglas económicas, provi-
dencias gubernativas, ordenanzas que establecen deberes, oficios y sueldos
de los miembros y dependientes, y la economía y orden interior de los juz-
gados" (juicio critico de la Novísima recopilación: Artículo IX). El ius publi-
cum ahí se condensa.
Las instancias superiores de apelación de justicia se erigen como ejes
del orden institucional. De tal modo además que el juez procederá activa-
mente en el orden político, convertido en su factor dominante.26 Desde
luego, ha de modelar ese orden, pero no a voluntad, sl!Íeto en todo
momento a las relaciones jurídicas configuradas en las manifestaciones
varias que integran el ius.
La serie de conflictos multiplicados en las diversas figuraciones que
integran el conjunto monárquico se manifiestan de manera especialmente
vigorosa en la estructura jurisdiccional de la Monarquía. La voluntad polí-
tica, por así decir, la pronuncia el juez, en nombre de la Justicia y el Dere-
ého, siguiendo una serie de procedimientos (mtio iuris) que se desarrollan
en los Consejos Reales y Supremos, en las Chancillerías, Reales Audiencias
y en los tribunales especiales y de república, instituciones que garantizan la
reproducción del orden político mediante prácticas que se rigen por una

25 V., Carl Scmitt, "Legalidad y legitimidad", C. Schmitt, Te6logo de la política, México:


FCE, 2001, pp. 259-269. También, Antonio Manuel Hespanha: "Représentation dogmatique et
projets de pouvoir. Les outi!s conceptueJs des juristes du ius commune dans le domaine de
I'administration", Jus Commune, 21, 1984, pp. 3-27.
26 Es consecuencia de la lógica interna de toda forma política judicialista, como explica:
Carl Schmitt, La defensa de la Constituci6n, Madrid: Tecnos, 1998, p. 71.
1,
l'
--.

XXVIlI
INTRODUCCIÓN

mentalidad jurisprudencial casuista," alcanzando en algunos casos -como


apuntaba Tomás y Valiente- cierto grado de absolutismojudicial.28 Importa
el Derecho, y mucho. Un derecho adquirido, un título, un fuero, un esta-
tuto, una carta jurisdiccional, un privilegio indican la pertenencia a un
conjunto constituido jurídicamente, un territorio, una corporación, una
ciudad. Un uso también importa, porque puede definir la validez de una ac-
ción o de una posesión o la calidad de una persona; el Derecho esta
sumergido en un orden jurídico donde se admite la fuerza de la costumbre
en grado considerable.29 Un orden jurídico, pues, firmemente estructurado en
la comunidad. No existe en la Monarquía Católica el monopolio legal.
No por eso se trata de un orden en el que cada uno se gobierna a su
antojo, como los telemitas que imaginó Rabelais, teniendo como regla de
comportamiento: haz lo que quieras (Gargantúa: LVII). No porque se dijera
mucho en Indias, o en Castilla, el "se obedece, pero no se cumple" había
un orden antijurídico.

Obedecer y no cumplir una ley, explica Alfonso Carda Gallo, no supone un


acto de rebeldía -aunque en ocasiones quien lo haga proceda íntimamente
con malicia- ni es una vía que el legislador hipócritamente proporciona para
legitimar la desobediencia a lo mandado, sino un procedimiento legal y razo-
nable para evitar que una ley que, por ignorancia o error, no cumple con sus
requisitos internos y por ello puede ser inválida, produzca los efectos de una
verdadera ley; y un medio, también, luego de suspendida la ley y comunicadas.
las razones al legislador, de que una ley rectificada se aproxime a la realidad 30

No se quiere vivir al margen de la Ley, sino dentro de una Ley conve-


niente, recta y justa. Y la ley escrita, la del legislador, es tan sólo una
manifestación del Derecho.
Desde la segunda mitad del Quinientos, la Monarquía se organiza
desde un centro rector: Madrid. No obstante, en su proceso de configura-
ción, y no necesariamente de manera violenta, la fragmentación y separación
espacial de la Monarquía desarrolló en cada una de las figuraciones políti-

27 Un ensayo extraordinario lo destaca: Víctor Tau Anzoátegui, Casuismo y sistema .. Inda-


gación histórica sobre el espíritu del Derecho Indiano, Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de
Historia del Derecho, 1992.
28 F. Tomás y Valiente, "Castillode Bobadilla.Semblanzapersonal y profesional de un
juez del Antiguo Régimen", Gobierno e instituciones en la España del Antiguo régimen, Madrid:
Alianza, 1999,pp. 238-244.
29 Los usos imitan a las leyes, USZtS legem imitatur; las costumbres constantes, aprobadas
por el consentimiento de los que las siguen se asemejan a la ley: sine scripto jus venit, quod usus
approbavil; nam diuturni mores consensu utentium comprobati legem imitantur (!nst.ituciones: 1, I~,9),
&c. V. Victo!'Tau Anzoátegui,"La costumbrecomo fuente del Derecho mdlano en los Siglos
XVI y XVII", JII Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Madrid: Insti-
tuto Nacional de EstudiosJurídicos, 1973.
30 "Problemas metodológicosde la historia del Derecho indiano", en Estudios de historia
del De,-echo indiano, Madrid: Instituto Nacionalde EstudiosJurídicos, 1972, p. 101.
--
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= ---- ~-~ -.--- - --,- - - -- --,

INTRODUCCIÓN XX1X

cas que la componían la profusión de poderes locales que puntean el pai.


saje histórico, conocido. El resultado final, observable dUl~anteel Setecien-
tos, fue una formación de figuraciones con distintos grados de autonomía
sustancial)' poder efectivo, especialmente en Indias.31
De hecho, el príncipe católico administra poco, )' cada vez menos: de
Castilla a Aragón, de Aragón a Sicilia, de Castilla a las Indias, ,de la Nueva
España aJa Nueva Vizcaya, de la Nueva Castilla al Paraguay, en.donde los
comisarios del príncipe son más débiles)' los poderes locales más fuertes,
con su Derecho propio.

IIl. LA MONARQUÍA CATÓLICA Y LAS INDIAS


Bartola Sassoferato miraba a la ciudad de Roma como un monstmo
gobernado por muchos tiranos (Tractatus de Regime Civitatis, ci?'ca 1330);
Samuel Puffendorf miraba el Sacrurn Imperium corno un monstnw político
también, formado por innumerables pactos, convenciones, capitulaciones,
'privilegios, &c. (De statu Imperii Gennanici, 1664). Algo de todo ello tenía la
.Monarquía Católica, y no sólo por el parentesco entre los príncipes Habs-
burgo de Viena y los de Madrid. ,
La Paz de Westfalia (1648) reconoció la soberanía de una multitud de
estadículos territoriales, intensificando la heterogeneidad del Sacro Imperio
Romano de la nación alemana. También, aunque por otras razones, en la
'Monarquía Católica la homogeneización -y centralización- jurídica
'quedó impedida: fue físicamente improbable, prácticamente imposible. No
es a eso, como quiera, a lo que se refiere Campanella al representarla
corno un dragón de muchas cabezas. Se trata acaso de una visión de gran
bestia que cumple su función a manera de parafernalia mistificad ora, pero
expresa además de modo cierto la existencia misma del poder, sus atribu-
tos y forina,32 los fundamentos del orden en el complejo monárquico. Las
Indias son en esta imagen fabulosa" organológica-imperial habría que lla-
marla, una de las cabezas del, monstruo, cuyo cuerpo se comunica po?' los
vastísimos océanos, que ciñen el Mundo Nuevo con el Viejo: los puertos italianos,
flaJ:l1encosson articulaciopes, ligámenes, que activan los nervios y venas de
'la Monarquía (Le Mona?'chie delle nationi: Capítulo VUa, artículo 5).
La civilización, decía Sir Walter Ralegh -en su Historia del mundo
(1614)- corre aguas abajo (downst?'eam),sigue la corriente de los ríos, cuya

31 Rafael de Altamira,."Autonomía y descentralización administrativa en el -régimen colo-


nial espal1ol: siglos XVl a XVIll", en Bole/in da FlU,ddade de Diri/o da UniverSidode de Coimln'a,
vols. XX y XXI, 1944-1945. También véase: G. Céspedes del Castillo: "América en la monar-
quía", Ac/as del Congreso In/emocional Cm'los JII yla Ilu.s/raci6n. El Rey Y 'la Monarqu.ía, Tomo 1,
Madrid: Ministerio de Cultura, 1989, p. 93, .
32 Un comentario sugerente s~bre las imágenes políticas y su funcionamiento: Clifford
Geenz, Negara. El Estado-/ea/ro en el Bali del siglo x/x, Barcelona: Paid6s, 2000, pp. 217-219.
2 EL VUELO DE ASTREA

En el comienzo, en el Génesis, al inicio de las Escrituras, en la Edad


Primera de los Cánones crónicos de Eusebio, tras el Pecado Original, el
Hombre recibe el juicio primew: la Caída fuera de la esfera de la gracia
inocente. Tal fue para la cultura judeocristiana la entrada del Hombre en
la Historia.2 De Eva inocente a Eva pecadora, tentada a probar el fruto del
árbol "del bien y del mal", y de allí en adelante, por el pecado que Adán
hizo también ("que también con ella comió"), quedaron él y su linaje juz-
gados por Dios a que fuese su vida pesarosa, a morir con dolor, hasta el
Juicio Final: la tribulación suprema, "cual no la hubo desde el principio.
del mundo" (Mt 24:21), y "cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce,
ni los ángeles del cielo" (Me 13:32); pero precede la noche de los tiempos:
el fin de la Historia.
Según el jurista inglés Henry Bracton (Henricus de Brattona o Brac-
tona), eíl De Légibus el Consueludinibus Angliae (siglo XIII), el juicio verda-
dero es el Últi~o, el
de la ira del Señor (Rom 2:5): oro y plina no valdrán
para comprar' ia inocencia' (aurum el argenlum non valebit liberare eos), el
Señor tendrá la venganza, será el acusador, el abogado y el juez (accllsaloT,
advocalus ,el illdex). De su sentencia no h,abrá apelación ...
¡Qué tan estricto no será su juicio que no sólo .los actos sino cada pala-
bra será sometida a examen! Nadie' escapará de Su cólera: lamentos y
rechinidos de dIentes habrá entonces, -gritos, gemidos, llanto, tormento,
miedo, temblor, pena, sufrimiento, trabajo, ardor, peste, duda, ansiedad,
violencia, crueldad, ruina, miseria, angustia, abatimiento, torturas, terro-
res, hambre, sed, calor, frío ... eternamente (De Legibus el Consueludinibus
Angliae: QUtE sil poena male iudicanlis).3 Pero los buerios se salvarán.
La idea del Juicio Final introduce desde luego cierta idea de responsa-
bilidad ante una instancia superior, exigente, rigurosa. Según el poeta rio-
jano Gonzalo de Berceo, también del siglo XIII: "Los qui somos cristianos e
en Christo creemos, / si estas visiones escusarlas queremos, / mejoremos las
vidas, penitencias tomemos, / ganaremos la Gloria, el mal escusaremos"

iubetuT alji facere, quod sibi uult fieri, et prohibetur alii' ¡~felTe,quod sibi nolit fieri. Unde
Christlls in eUa'ngelio: "Omnia quccunque uult~s ut faciant uo:bis homines, el UDSeadem facite
iBis. Haee est enim lexet prophetae." Se entiende por /ege el Antiguo Testamento ínIegro (como
en ln 10: 34; ln 15:25), y también: ¡ex et pmphetae (como en Mt 7: 12; Mt 11: 13; Mt 22:40; Le
16:16).
2 Un comentario en George Steiner, Granuíticas de la creari6n, Madrid: Simela, 2001, p. 24.
:3 El texto latino dice: Quis e'rgo efTugere poterit a ventura ira? Miuet enjrn filius hominis
angelos suos, qui c,oIligent de regno dej omnia scandala el eas qui faeiunt iniquitatem, el ex
eis alljgabunt fasCiculos ad comburendurn, et minent eos in caminum ignis, ubi erit fletus
et stridor dentium, gemitus et ulula tuS, eiulatus, luctús e~ Cl1.1eiatus,stridor et clamor, timol' el
tremol', dolor et labor, ardor et feelor, obscuritas el anxietas, acerbitas et asperitas, calamilas
et egestas, angustia et tristitja, oblivio et confusio, tortiones el punctiones, amaritudines el
terrores, fames et sitis, frigus el cauma, sulphur el ignis ardens in srecu]a sceculorum.
1

LOS SUPUESTOS DE LA AUTORIDAD REAL 3

(Signos que aparecerán antes delJuicio Final: 76). De modo que no sólo define
el juicio de Dios la historicidad del hombre sino la posibilidad cierta de
castigo, induciendo en el ánimo evitar el pecado ... la conducta punible.
Pero en el camino hay también los juicios medios que decía Agustín: los que
Dios -qui est iustitia sempiterna- da al presente temporal según las obras
que cada quien hace mediante el libre albedrío de su voluntad (La ciudad
de Dios: XX, 1). Dios juzga con dos balanzas,' como dice Alfonso el Sabio,
en el Septenario (1252):
Que ha dos balan~as con que se pesa la justicia conplidamientre: la vna es que
alea arriba contra el cielo a los buenos e a los que sson aliuyados de peccados
e de males; la otra, que abaxa ffasta los ¡nffiemos a los que sson peccadores e
gruesos e pesados en mallat. Et las balan~as que sson.en medio, que nin sse
alean ffasta lo más alto nin sse abaxan ffasta el ffondón, éstos sson los que uan
a purgatorio, que están .esperando la mercet de Dios £fasta el día del juicio.
En este dualismo se cifra la Justicia divina o, mejor: las expectativas de
los hombres respecto a ella;; pero si bien los Evangelios dicen: "eres inex-
cusable, ¡oh hombre!, quienquiera que seas, tú que juzgas" (Rom 2: 1), o
bien: "uno sólo es el legislador y el juez, que puede salvar y perder. Pero
tú, ¿quién eres para juzgar?" (Sant 4: 12), hay además los juicios humanos,
en los que persona de autoridad bastante determina lo justo en caso de
litigio, la culpabilidad o inocencia: premia a los buenos y castiga a los
malos. Esta función jurisdiccional (de ius decire y ius dare) es cardinal .en el
proceso de configuración de Castilla. Pero en la España medieval no existe
una, ni dos, sino muchas jurisdicciones, diversas y rivales. En la España
visigótica la multitud de jurisdicciones dan forma a una Monarquía limi-
tada por el Derecho, orientada a la utilitas publica. 6
y también después de la invasión musulmana. Durante la Recon-
quista se reproducen y amplían los límites concretos de la jurisdicción

4 La Balanza es el símbolo místico de la Justicia, metáfora de igualdad, rectitud, equili-


brio; Job exclama: iOh si mis quejas pudieran pesarse y aun tiempo se pusiera mi desdi<:haen una
balanzll! (Job 6: 2-3); en Sabiduría se dice: todo el mundo es delante de ti [Dios] como un grano de
arena en la balallw (Sab 11:23); abierto el tercero de los 7 ~ellosque descubren los misterios de
la justicia divina, San Juan dice: Miré y vi un caballo negro, y el que lo montaba tenía una balanw
en la mano (Apo 6:8).
; Una aproximación interesante: Jacques Le Golf, La. naissance du Purga/aire, París: Galli-
mard, 1981, en esp., pp. 283-31 J. .
6 "La Monarquía hispano goda -escribe Luis G. de Valdeavellano- no fue una Monar-
quía absoluta ni patrimonial, porque.el Rey no ... estaba por encima de la ley, sino sometido a
la misma y obligado a reparar los daños causados por haberlo violado. Así, una ley de Reces-
vinto decretó que estuviese "sujeta a la reverencia de la ley tanto la potestad real como la uni-
versalidad de los pueblos" (Lex Visig. n, 2, 1) Y esta era también la doctrina de la Iglesia en
cuanto San Isidoro de Sevilla escribía que "las leyes obligan a los príncipes" y que "es justo que
el príncipe obedezca sus propias leyes". Curso de historia de las instituciones españolas, Madrid:
Alianza, 1968, p. 192.
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4 EL VUELO DE .ASTREA

regia.7 Hay arriba de la línea de! Duero una multitud de jurisdicciones


eclesiásticas, comunales y señoriales que se manifiestan imprevisibles y.
duras.8 Sin embargo, la idea de que "por la justicia se afirman los tronos"
(Prov 16: 12) informa e! principio político fundamental de la Edad Media,
señalado por A. J. Carlyle: toda la autoridad es expresión de la justicia. 9
La autoridad regia, si conforme a la justicia, se ha de dirigir a conservar la
pax et tranquilitas tan sólo, permaneciendo limitada por e! Derecho natural,
y también por las constitutiones scriptas y la costumbre.
La ley escrita y la costumbre mantienen en la Edad Media una apre-
tada relación entre sí, 10 y también respecto al Derecho natural, como se lee
en e! Libro de los jueces -o Liber iudicoTUm, formado en e! siglo Sexto, lla-
mado Fuero juzgo desde e! siglo XIII-, que sigue estrechamente a San Isi-
doro en sus definiciones:
La leyes por demostrar las cosas de Dios, e ... faze e ordena las buenas cos-
tumbres, e gobierna la cibdad, e ama iusticia, y es maestra de vertudes, e vida
de todo el pueblo; La ley... gobierna a omne en toda su vida, e asi es dada a
los barones,. cuerno [como] a las mugieres, e a los grandes cuerno a los pequen-
nos, e así a los sabios cuerno a los non sabios, e así a los fijosdalgo cuerno a los
villanos: e que es dada sobre todas las otras cosas por la salud del principe e
del pueblo, e reluce como el sol en defendiendo a todos; La ley debe ser mani-
fiesta, e non debe ninguno ser engañado por ella. Et debe ser guardada
segundt la costumbre de la cibdad, e debe ser convenible al lagar, e al tiempo,

7 "Por desarrolladosque estuvieranel sistemalegal y judicial -en opinión de P. D.


King- de nada .servirían si el rey no contara con el poder económico y militar necesario para
preservar la tranquilidad del reino contra los disidentes interiores y los enemigos exteriores"
Derecho y sociedad en el reino visigodo, Madrid: Alianza, 1981, p. 71. Pero durante la Edad
Mediael poder real carece generalmente de medios eficaces para asumir con éxito el monopo-
lio de la declaración y ejecución del Derecho. La incapacidad estructural de concentración del
poder produce que las diversas jurisdicciones permanezcan dispersas, gozando de amplios
márgenes de autonomía relativa; situación que, en el caso hispánico, se intensifica durante la
invasión y la Reconquista. .
8 A la función jurisdiccional se añade normalmente cierta potestas, en específico: imperium
merum, por el se puede infligir castigos corporales, confundiéndose casi siempre con el ius gla-
dii. A esta forma se le llama: imperium mixtum, en que quedan unidos el merum imperium y la
. iurisdictio. La fórmula romana: Imperium aut merum ,aut mixtum esto Merum est imperium
habere gladii potestatetem, ad animadvertundum facinerosos hominess, quot etiam potestas
apellatur. Mixtum est imperium cui etiam iurisdtio inest.
9 La libertad política, México:FCE, 1982, p. 23.
10. SegúnGraciano,que siguea Isidorode Sevilla(circa 560-636): el Derechoes el género,
y sus especies son la ley escrita y la costumbre. Isidoro: Ius generale nomen est, lex autem
iuris est species. Ius autem dictum, quia iustum [est]. Omne autem ius legibus et moribus cons-
tal. Lex est constitutio scripta. Mas est vetustate probata consuetudo, sive lex non scripta.
Nam lex a legendo vacata, quia scripta esto Mas autem langa consuetudo est de moribus tracta
tantundem. Consuetudo autem est ius quoddam moribus institutum, quod pro lege suscipitur,
cum deficitlex (Etymologiarnm: V, lIl, 1-3). Graciano:Iusgenerale nomen est; lex autem iuris
est species. Ius autem est dictum, quia iustum esto Omne autem ius legibus et moribus constaL
Quid sit lex. Lex est constitutio scripta. Quid sit mos. Mas autem est langa consuetudo, de
moribustracta tantumdem. (Decretum, 1, 2-4).
LOS SUPUESTOS DE LA AUTORIDAD REAL 5

e debe tener derecho, )' egualdad, e debe ser honesta, e digna e provechosa, e
necesaria ... (Fllero juzgo: 1, n, 2-4).11
La le)' es j)or de11l0stmTlas cosas de Dios: en el Derecho
natural se veía el
reflejo del orden universal establecido por Dios. Las costumbres no sólo
son parte integral del Derecho (cons'lletudo et usus iustissimi ti/.uli szmt), son
además su medida: consuetudo, oj)tima legwll inte¡pres, y de ellas se deriva el
orden de la comunidad, de ellas nasce la concordia del pueblo (F'llemjuzgo: 1,
n, 6). La Concordia es el orden político ideal: la vinculación civil funda-
mental, el lazo de la comunidad; valor superior que define la unión de la
comunidad por el consenso, como indica San Isidoro: Pop'lllus est hZ¿11lanae
?llzdti/.'lldinis,i1l1?sconsensu et conco¡'di com71mnúme sociatus (EtY11lologiaTum:IX,
IV, 5). Se identifica así la relación entre política y Derecho, según la idea
agustiniana de que "la paz de los hombres es la ordenada concordia", y a
ese objeto se refieren y enderezan las leyes divinas y humanas (La ciudad de
Dios: XIX, 13-14). Idea tomada de los Salmos: "Se han dado el abrazo la
justicia y la paz; brota de la tierra la fidelidad ... Va delante lajusticia ... , y
la paz seguirá sus pasos" (Sal 85: 11-14); sintéticamente formulada: ubi est
illStitia ibi concordia. Ideal primordial, que adquirirá un significado político
concreto en Las Siete Pa1tidas (iniciadas en 1256, concluidas en 1263). La
Concordia dériva ahí de la moral y se asienta en la fidelidad o amor en
uno, conse,'vando (cristianizado) su sentido grecorromano:12
Los que han amistad en uno, por fuerza conviene que a}'an entre si concor-
dia ... si los ames oviessen entre si verdadera amistad non avrian menester Jus-
ticia, nin Alcaldes que los judgasen: porque aquella amistad les farie cumplir, e
guardar aquello mismo, que quiere e manda la Justicia (Las Siete Partitk1s:IV,
XXVII, 1).
Y aquello que manda la justicia es la Ley natural expresada en las cos-
tumbres. Tal sería la doctrina, pero su realización es problemática: suscita

1I Isidoro: Erit autern !ex honesta, justa, possibilis, secundum natura m, secundum COI1-
sueludinem patriae. loco tempprique conveniens, nccessaria. utilis, manifesta quoque. ne ali-
quid per obscurit3tcm in captionem cootilleat, Bullo priv'aLO commodo, sed pro cortlffiuni
civium utilitate conscripta (E/ymologiantm: V, XXI, 1). V. también: Santo Tomás, Tmlodo de la
Ley, VI, 3. .
12 Aristóteles, Moral a Eudemo: VII, 7. José Ortega y Gasset se interesó por la idea de Con-
cordia, interpretada por Cicerón, conviene ver por eso su ensayo Del imperio romano, Madrid:
Revista de Occidente, 1942. Por ou'a parte, es sustantivo de la teología política medieval el
referente político del "Uno" como centro del orden, según el principio aristotélico, cristiani-
zado: "Si el arte imita a la naturaleza necesariamente en la sociedad humana lo mejor será lo
que está dirigido por uno" (Tomás, De ¡"egno: 1, JI). El sentido trascendente de "Uno" debió de
ser importante, además, en las escuelas alfonsíes, identificado con los coIJceptosde la filosofía
neoplatónica, bien conocida dentro del Islam ("Uno": al-Ahad y "El Unico", al-Wahid), en
donde la relación con el "Uno" se efectúa por medio del amor. V., Fernando Cisneros, "Intro.
ducción", El libro del viaje 1I0c/umo, México: COLMEX, 1998, pp. 58-59.
-
6 EL VUELO DE ASTREA

innumerables discordias; la colisión de intereses en pugna depende de


aquello que las partes en conflicto consideran su derecho.
La determinación de lo justo en caso de litigio es controvertida,13 la
lucha por el Derecho, violenta; careciendo la comunidad de medios efica:
ces para asumir con éxito el monopolio de la declaración y ejecución del
Derecho, cada quien habría de mantenerlo, por su mano si necesario.14 Y
siempre hay el más alto tribunal. La justicia proviene de Dios: se consi-
dera creada en los círculos exteriores y más elevados, desde la eternidad.
Identificada con el Derecho natural, la justicia es un valor superior, refe-
rido a una suma de virtudes,15 que desciende de Dios.
Idealizada de tal modo, la justicia, anterior a la Ley humana, habría
de ser, sin embargo, susceptible de interpretación. La solución jurispru-
dencial, en su afinidad sistémica con la teología, será hallar una especie de
iustititia mediatrix entre la Ley divina y la humana, entre la Sabiduría y la
equidad.16 En su realización política más vigorosa el príncipe, llamado
vicario de Cristo en lo temporal (Vicarius Christi), querrá realizar esta fun-
ción cardinal, como traductor de la justicia.
Por influencia del Derecho romano, el príncipe se considerará oracu-
lum de la divinidad, incluso executor divinae Providentiae,17 o lo que es más:

13 Véase el apunte de Otto Brunner, La estructura intenw de Occidente, Ivladrid: Alianza,


1991, p. 36.
14 Como dice Onega: "quien cree tener un derecho debe por sí mantenerlo. En cierta
manera son una misma cosa para ellos [los germanos] tener un derecho y ser capaz de susten-
tarlo. Así, desde los primeros tiempos". José Ortega y Gasset, "Ideas de los Castillos", Obras,
Madrid: Espasa-Calpe, 1936, p. 462.
15 Compendio de las 6 virtudes cívicas romanas: Teligio, pietas, grafía, vindicatio, observantia
y veritas; o la última y más completa de las 4 cardinales, según Cicerón: prudencia, fortalew,
templanw y justicia (De officiis: 1,V), Yque en su origen platónico es la potencia fundamental del
alma que asigna a cada una de las virtudes particulares su función; también se concibe como
efecto de las 3 virtudes teologales: fe, esperanza y caridad (Cor 13:13). Suma de todo bien,
como dice Alfonso X en Las Partidas: Raygada viJtud es la justicia, segund dixeron los Sabios anti-
guos (III, 1, 1), o mejor: la qllLl>.tavirtud esJusticia, e es madre de todo bien, ca en ella caben todas las
otras (II, V, 8).
16 v., Ernst H. Kantorowikz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval,
Alianza: Madrid, 1985, pp. 111-144.
17 La declaración más enérgica de este principio es sin duda la de Federico JI de Suabia,
Rey de las Dos Sicilias, en el Proemio de su Liber augustalis (1231): tras la caída del hombre, los
príncipes fueron creados por la N ecesidad natural, y les fue encomendado ser árbitros de la vida
y la mueTte para su pueblo, determinar cuál debe ser la fortuna, la porción y el estado de cada hombTe,
como si actuasen, de algún modo, como los ejecutores de la divina Providencia. Cito en Kantorowicz,
ibid., p. 119. La idea de que la subordinación política resulta de la Caída, ya se encuentra en
Ireneo (Obispo de Lyon, s. II): Los hombres han caído. [lejos] de Dios ... [yl ... Dios les ha impuesto el
freno del miedo a OITOS hombns ... para impedirles que se devoren unos a otros como peces (Cit. en Louis
Dumont, Ensayos sobre el individualismo, Madrid: Alianza, 1987, p. 50). Federico II es acaso,
como sentenció Burckhardt, el primer hombre moderno que se sentó en un Trono (La cultura
del Renacimiento en Italia, Madrid: Akal, 1992, p. 46); un interesante estudio sobre su obra jurí-
r

LOS SUPUESTOS DE LA AUTORIDAD REAL 7

Lex animata O Lex viva, encarnación de la Justicia.IB Pero aun como tal, es
sólo juez, debe tan sólo procurar el orden; los jueces, según Santo Tomás,
han de Testitu.iTel oTden destn.údo POTla culjla (Suma contra los gentiles: IIJ,
CXLVI). Se trata del orden querido por Dios, no un orden creado artifi-
cialmente par el hombre, sino el orden del Derecho natural y divino, está-
tico, por así decir, y en todo caso modelado por la costumbre, por el deve-
nir histórico de la comunidad; por eso, el príncipe, si justo, debe
conservarlo tan solo, guardarlo y defenderlo, sin alteración. "Peso justo y
balanza justa son de Dios" (Prov 16: 11).
Pero el príncipe adquirirá en el curso de la Edad Media alguna pree-
minencia sobre la comunidad política, como defensor de la Justicia. Para
ello, sin embargo, no le basta la polestas de que esta dotado por las armas,
requiere además la au.etoTitas,19lo que le ha de permitir purgar de algún
modo el origen pecaminoso del poder temporapo De este supuesto deri-
van lógicamente las teorías de supremacía de la Iglesia, afirmándose no
sólo que de ella reciben los príncipes derecho a gobernar -la auetoritas-,
sino que todo poder temporal es parte subordinada del orden eclesiás-
tico,21le debe obediencia, y esta limitado por el Derecho divino y natural,22
e incluso por los cánones de la Iglesia. Pero los obispos, en una ingeniosa

dico-política: Manuel Garda Pelayo, "Federico JI y el nacimiento del Estado moderno", Det
mito?, de toorazón en el pensamienlo político, Madrid: Revista de Occidente, 1968, pp. 141-223.
B Desde el ángulo romano, en Cicerón: las leyes son SUfJerioresa tos 11wgistrados, [yI éstos son
sup"iores at pueblo, y p'/Rde decine con verdad que et magistrado es.Úl Ley que habÚl, y Úl Ley el magis-
lrado mudo (De legibus: J1I).
. 19 Distinguiendo aquí audorilas y poeleslas. Tiene aucloritas quien sin disponer de medios
coactivos para allanar la resistencia a sus mandatos, e imponer su voluntad, condiciona la con-
ducta de los demás en virtud de que le reconocen superior dignidad o cualidad valiosa,
logrando la obediencia por adhesión interna: por un deber moral de obediencia, obligación.
20 A diferencia de la Iglesia, el poder temporal es de origen terrenal: producto de la .
naturaleza humana viciada por el Pecado, producto de un acto de violencia tolerado por Dios,
carece de autoridad en sí, participa de la iniquidad del hombre, de la superbia mpinis perfidia
homiciidiis, en fin, de la CivilflS Diaboli que imaginó Agustín, producto de la ambición y el inte-
rés mundano, fundada por el primer homicida: Caín, a diferencia de la Civitas Dei, dirigida
por el amor de Dios. Pero la Civilas Dei y la Civilas Diaboti -hasta el día del Juicio Final-
viven entremezcladas en el mundo, )' ambas companen, aunque con diferente propósiLO. el
deseo de lograr la Con£ordia, la paz (Civitas Dei: XIX, XVII). En este objeto primordial coinci-
den, y a ese efecto existe el poder temporal, que, sin embargo, debe purgar su mancha partici-
pando de la sanción divina, debe ser santificado por la autoridad de la Iglesia. v., Gtto van
Gierke, Teorías políticas de la Edad Media, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1995,
pp. 86-88 n.
21 Es una idea que ya tiene Gelasio (494), en una epístola al Emperador Anastasio: Existe¡¡
priTlCipatme11ledos cosas, AugztSto emperador, a través de las cuales es gobernado esle mundo: la aulori-
dad sagrada de los pontífices y el poder ,-eol. De eslas dos, los sacerdotes llevan lt1W carga la11to más
gra!!de cuanto que han de dar cuenla de tos reyes ante et ",ismo Señor en et juicio divino ... Debe incli-
narse sumisamente ante los ministros de las cosas divinas y ... 4ebe recibir de ellos los medios pa.ra su sal-
vación. Cfr.: J H. Robinson, Readillgs in European Hist01)", Boston: Ginn, 1905, pp. i2-i3.
22 Es una idea que proviene de la Patrística: el exegeta Orígenés de Alejandría (circa.
I
I
8 EL VUELO DE ASTREA

solución práctica, interesada, pero de enorme trascendencia, harán partici-


par de la sanción divina a los príncipes.23
j
De acuerdo al modelo salomónico, el príncipe se considera "dema- I
siado pequeño para conocer el juicio y las leyes" (Sab 9:5), pero entiende
que "no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, y castigador
del que obra mal" (Rom 13: 4), que existe "para castigo de los malvados y
f
premio de los buenos" (I Pet 2:14). No puede ir el príncipe, como quiera,
contra el Derecho divino y natural, ni debe gobernar por tanto a voluntad,
sino conforme a la Justicia.
y según proverbio antiguo, que recuerda Isidoro: rex eris si recte facias,
si non, non eris (EtymologiaTUm: IX, IlI, 4). El príncipe permanece sujeto al
Derecho, y su función cardinal será guardar la Justicia, procurando, por
una parte, identificar el oficio real con la piJtestas imperial (según fórmula:
rex est imperator in regno suo, o en la expresión de Baldo: rex in suo regno est
imperator regni sui) y, por la otra, elevando la dignidad real a la altura del
ordo clericalis, revistiendo la maiestas con la autoridad sacerdotal, asumiendo
significativamente los deberes del oficio eclesiástico. Desde el Fuero juzgo
se aprecia esta tendencia: Et asi como el sacerdote ye [ha] dicho de sacrificar, asi
el rey ye dicho de regnar piadosamente; siempre siguiendo a Isidoro,24 y trasto-
cándoJoligeramente:

Ma'saque! non regna piadosamente, quien non a misericordia. Doncas [Luego]


faciendo derecho el rey, debe aver nomne de rey; et faciendo torta [tuerto,.
injusticia, agravio], pierde nomne de rey. Onde los antigos dicen tal proverbio:
rey serás, si ficieres derecho, et si non ficieres derecho, non serás rey. Onde e!
rey debe aver duas [dos] virtudes en sí, mayormente iustitia et verdat. Mes
mais ye loado e! rey por piedat, que por cada una destas: ca la iusticia a verdat
consigo de so (Libro 1, Título 1, Ley 2).

Lo que será decisivo para equiparar y fortalecer la auctoritas del prín-

185-252), en su epístola Contra Cels",/! dice: El [se refiere al Apóstol Pablol dice: "No hay más
poder que el de Dios". Entonces alguien podría alegar: ¿Cómo? ¿También ese poder que peTsigue a los
seTVidoTes de Dios... es de Dios? Responderemos brevemente a esto. El don de Dios, las leyes, son paTa el
uso, no para el abuso. Cito en Louis Dumont, op. cit.,.p. 50. De ahí la máxima: Legis iniustae honor
nullus. .
23 En su propio beneficio, pues requieren también de la Espada, amenazados por el dia-
bolica fraliS en cualquiera de sus formas. Conviene ver al respecto: Charles Guignebert, El Oris-
tianismo medieval y rnOdel7l0, México: FCE, 1957. En la España visigótica, antes de la elevatio al
Trono, se realizará -a imitación de ritos tomados de las Sagradas Escrituras (vg.: 1 Sam 10:1;
JI Sam 5: 3)- la ceremonia de unción del nuevo monarca, haciéndolo jurar ante la Virgen y la
Corte Celestial la protección de la Justicia, y la defensa de la religión y el Reino; recibiendo,
en el mismo pactum, el juramento de fidelidad del pueblo.
24 Cfr.: EtJ1llolgiarum: IX, III, 4-5: De Regnis MIlitiaeqve Vocabvlis. Reges a regendo vocati.
Sicut enim sacerd<?s a sacrificando, ita et rex -a regendo. Non autem regit, qui non corrigit.
- Recte igitur fadendo regis nomen tenetur, peccando amittitur. Vnde et apud veteres tale erat
proverbium: Rex eris, si Tectelacias: si no-nlacias, non el'is.; Regiae virtutes praecipuae duae: iusti-
tia et piefas. Plus autero in regibus laudatur pietas;' nam iustitia per se severa esto
LOS SUPüESTOS DE LA AljTORIDAD REAL 9

. cipe frente a la Iglesia, avanzando en la formulación jurisprudencial de


una iustititia mediat?i,>:,así como la consideración del príncipe como vicario
de Cristo en lo temporal. . .
Sin embargo, se encuentra limitado. Tal es el sentido de la .adverten-
cia: faciendo t01tO,pie?"den01nne de TeY, y se refiere al muy amplio horizonte
jurídico medieval, la omnipotentia i1t?1Sdel Derecho natural; pero además,
el príncipe ha de cumplir su función según las costumbres y las leyes que,
según Isidoro, se hicieron paTa. qu.ePOTtemor a ellas se ?"eji-enasela audacia, y
pam qu.e estuviese segura la inocencia en medio de los malvados ... por el temor al
castigo (Etymologiam:m: V, XX, 1),25 Ya ese sentido de la Ley humana queda
firmemente sujeto. En tanto que iudex id est rex,26 su autoridad procede de
la ] usticia y a ella debe dirigir todas sus acciones. Su principal función es la
iurisdictio.
La iu?"isdictio constituye una especie de revelación oTaculaT: encontrar
una realidad superior, un orden humanamente intangible,sagrado,27 para
declararlo (iwis-dictio). No por eso es una actividad irracional, caprichosa,
ni producto de la inspiración; es un arte (segúri la definición de Celso: ars
boni et aequi), sometido a la razón.
Por eso, en tanto que no es meramente arbitraria la decisión judicial,
si mala o injusta, puede ser impugnada por agravio, y no cumplida: no
obliga necesariamente en el foro de la conciencia.
También la jurisdicción que asume el príncipe supone dar jueces (iuTis-
dictio est etiam iudices dandi licentío.), lo que significa la facultad de organizar
los tribunales. Según Bracton, los jueces son en cierto modo vice regís, qu.asi
vice Ihem Chrísti, cum ?"eXsit vica.Tiusdei, que es como decir que son "vicarios
de Cristo, como el reyes vicario de Dios" (De Legibus ... : Qu.a.eutilitas). Y
añade en seguida que "el juicio [de los jueces] no es del hombre sino de
Dios, por eso se dice que el corazón del rey que rige bien es la mano de Dios"
(Iudicia enim non sunt horninis sed dei, et ideo COTRegís bene Tegentís dicituT esse
in manu dei). Los jueces son instrumentos de la iustitia mediatTix, una justicia
media entre Dios y los hombres.
Sin embargo, el príncipe no es el único juez, ni el más importante.
La esfera de acción. del príncipe en la Epad Media aparece inmersa en.
un conjunto de jurisdicciones rivales. Hay además diversos métodos de

25 QIIARE FACTA EST LEX.: Factae sunt autem leges ut ea11L7n metu hu.mana cocreealUf audll.cia J

tutaque sit inter inprobos innocentia, el in ipsis inpiis fo"nidato s1lPIJlicio,.efrenetur nocendi facultas.
26 La médula de.la l\'!onarquía medieval se finca en la jurisdicción, y su símbolo es el juez:
Carl Schmitt, La defensa de ¡" Constitución, Madrid: Tecnos, 1998, p. 131. V. también, A.
Marongiu, "Un momento ti pico deBa monarchia medievale: il re giudicc", DotlJine e islituzio71i
politiehe 1Iledievali e modeme, Roma: Giulfre, 1979, p. 138. Hay versión en castellano en el Anua-
rio de Historia del Derecho Español, 1953, pp. 677-715.
27 "JI., Emil BlUnner, La justicia. Doctrina de llls leJes fundamentales del ordel1 social, México:

UNAM, 1961, p. 60.


10
EL VUELO DE ASTREA

defensa del Derecho, independientes del príncipe. Los obispos, por ame-
naza de penas tales como excomunión e interdictio, suplen las deficiencias
del poder temporal excluyendo la violencia por treguas y paces de Dios en
ciertos lugares y fechas.28
En León se registran los decretos de la curia plena de 1017, a los que
siguen los de 1050, 1109, 1188, Y en ese mismo siglo, en Navarra y Ara-
gón, se promulgan varias paces territoriales, que forman Ley escrita. La
Ley escrita corresponde en este sentido a pactos o compromisos de los
señores de la guerra entre sí, de estos con los eclesiásticos de un monaste-
rio o de una parroquia; de estos eclesiásticos con el pueblo de un lugar, y
entre cualquiera de ellos -las villas, los eclesiásticos y el brazo armado-
con el príncipe. Y de todo el reino en los parlamentos o Cortes. Hay así
una relación íntima entre la política y el Derecho, de la que no puede
escapar el príncipe; al quedar sujeto a semejante realidad, se conforma
con un aumento relativo de su poder.
La Reconquista da la ocasión a los príncipes cristianos de la Península
de aumentar su prestigio, especialmente tras las invasiones almorávides
(1090-ll10).29 Entre la Cruz y la Media Luna se abre el camino al fortale-
cimiento del poder real, pero siempre de manera limitada. Lo que se
expresa en diversas cartas forales por las que el rey, a cambio de lealtades,
conviene en el respeto de las costumbres de los pueblos, de las franquicias
y los privilegios eclesiásticos y señoriales de cierto territorio; jura respetar
el Derecho existente, limitando su radio de acción a condiciones y com-
promisos adquiridos. No impone su Derecho, esto. es lo realmente deci-
sivo, sino que consigna las libertades de cada cual respecto a los demás,
conforme al Derecho antiguo, la costumbre usada o las hazañas guerreras.
Aún cuando el príncipe de León adquiere el reconocimiento de Emperador,
no crea Derecho nuevo.
El Fuero de Nájem, por ejemplo, elaborado alrededor del año Mil, y
confirmado sucesivamente por los reyes de Castilla, aparece como trasunto
de las costumbres de Navarra, Aragón, Rioja, Álava, y poco o nada tiene de
castellano.30 Tal localismo se halla en tantos fÍJeras como villas impor-

28 v., para Francia: G. Duby, El año mil, Barcelona: Cedisa, 1992.


29 La muerte de Almanzor (1002) acelera la descomposición del califato andaluz, el
Conde de Castilla saquea Córdoba en 1009, rompiendo la tradición de convivencia pacífica;
los beréberes penetran en la capital del califato en 1013, &c., pero indica la invasión almorá-
vide un momento certero, que abre la puerta a algunos triunfos cristianos, hasta los de Alfonso
VIII y Fernando nI. I
I
30 Vicente de la Fuente, "El Fuero de Nájera: obsenraciones histórico-críticas sobre su ori- ,
gen, vicisitudes y disposiciones más notables", Boletín de la Real Acaáemia de Hist01-ia, Tomo 1,
Cuaderno In, Madrid, 1877, p. 282; para las confirmaciones: pp. 286-299. ,r
s
LOS SUPUESTOS DE l~\ ALiTORIDAD REAL
I1
,TREA

rantes,31 y en los Cinco Reinos de EspafJa: León, Castilla, Aragón-Cata-


tme-
lufJa, Navarra y PortugaJ.32 Fernando el Santo, segundo de Castilla y ter-
loas
cerode León, pronuncia su sefJorío luego de conquistar Córdoba (1241):
manda que todas las causas de aquella ciudad se decidan según el Fuem
Juzgo, )' que por él se gobiernen los de Toledo; da como municipales sus
que 'leyes a otras villas, traduciéndose de su orden al romance, pero se limita a
Ara- recoger decisiones (albedríos) judiciales locales, completa normas consuetu-
La dinarias, elige de lo bueno lo mejor, y de lo malo lo menos malo del Fuera juzgo,
: los pero no inventa el Derecho. Las villas de la Alta Andalucía, próximas a
ls.te- Extremadura -And(uar, Sabiote, Iznatoraf, Ubeda, Baeza- reciben fueros
al', )' sobre la base de un código modelo regional; las villas de la ribera del Gua-
10- dalquivir -Córdoba, Cm-mona, Sevilla- habitadas por mozárabes, como
r así Toledo, adoptan el Fuero juzgo,33 siempre que no altere su Derecho. El
, príncipe de la Reconquista n.o es legislador: guarda tan sólo las libertades
tede
de las ciudades, protege a las municipalidades frente a los sefJores laicos y
j'ma
los religiosos.34
Fija las libertades de una fuerte hidalguía, entre sí, respecto al rey, en
sula
relación a los pueblos)' los eclesiásticos, estableciendo sus límites.35 Pero
¡des
esas exenciones y franquezas, inmunidades sefJoriales y ec;lesiásticas, se ve
¡ale- obligado a respetarlas. Se trata en suma de un proceso en que los lazos de
~ se
des, 31 Los fueros municipales: colecciones de exenciones y franquicias reconocidas por el rey
nas a los que se avecindaban en una villa o ciudad, que r~an las relaciones del rey y la municipali-
etar dad, leyes que conservaban los intereses comunes t de los partia..ilares. No contienen, sin
embargo, todo el conjunto del derecho urbano (integrado también por una densa vegetación
am- de costumbres, usos, privilegios, &c.), sino que se f~an las !fneas principales de éste, formulan
~eci- principios esenciales y a veces sencillamente circunstanciales, tendientes a zanjar situaciones
nás, polémicas del momento.
32 Sobre los 5 reinos: Ramón Menéndez Pidal, El impe7io hispánico y los cinco reinos,
'ras. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1950.
33 Ana María Barrero García, El Derecho local en la Edad Media y su fonnulaci6n por los reyes
:101',
castellanas, Santiago: AUCH, 20, 1989, pp. 105-130, en esp. p. 117.
3" Como observa Henri Pirenne: "imposible que los reyes no se dieran cuenta)' no apro-
1, Y vecharan todas las ocasiones para mostrar su tutela a las comunas que, sin quererlo, trabaja-
ban tan útilmente para ellos". La cita se refiere a Francia, pero no es menos cierta para Casti-
nto lla. Las ciudades en la Edad ¡'vledia, Madrid: Alianza, 1997, p. 118.
: de 35 La legislación foral castellana consigna disposiciones que prohíben al clérigo ser
)01'-
alcalde, juez o escribano municipal; define los derechos de propiedad de la Iglesia, )' su acceso
a ella: Que así como su orden manda et vieda á nos dar y vender heredat, así el fuero [de Cuenca} et
la costumbre vieda á nos eso mismo. El Fuero de Cuenca. (circa 1190), citado en: Sa.la mexicano, 6
sea: la. ilustraci6n al derecho real de España, tomo 1, México: Cumplido, 1845, p. 110. Estas limi-
taciones jurrdicas, son expresión de los conflictos entre Iglesia y ciudades. Una Cr6nica An6-
l, el
nima de Sahagtín (s. XII): En alJUestetiempo se levantaron contra el abad e todas nosotros [del manaste-
Jica;
rio de Sahagún, que ostentaba la.jurisdicci6n del lugar} non solamente los ricos e aun como quiera decir
.orá-
los nobles bu'rgueses, mas aun las personas biles, ansi como cortidores, xastres, ¡,,/literos, Zllpateros e aun
lOSO
los que en las casas soterr01ias facian sus oficios. Citada por Julio Valdeón BalUque en, "Revueltas
en la Edad Media castellana", Revueltas y ,'evoluciones en la historia., Salamanca: U. de Sala-
ori-
manca, 1994, p. 10. Los vecinos de Santiago de Compostela se levantan contra la autoridad
10 l.
eclesiástica en 1421: "no siendo el arzobispo [su señor) capaz de restablecer su autoridad ni
siquiera acudiendo a la excomunión de los rebeldes". Ibide7n, p. 17.
~
,
'r
~
{:

"
12
EL VUELO DE ASTREA.

interdependencia de las fuerzas políticas se estrechan al interior del reino,


formando el Derecho al que queda sujeto el príncipe: las Cartas de Her-
mandad de Castilla en 1295justifican la resistencia a los actos contra justi-
cia y contra fuero, vengan de quien vengan, incluso del rey, a seTvicio de
Dios e de Santa NImia et de la cOTte celestial,36 para proteger el orden justo,
querido por Dios. ,
I
En la Edad Media, todo conflicto al interior de la comunidad política
¡
es mata et causa iTis,37 en la conservación del orden creado por Dios: Tatio
divina vel voluntas Dei, oTdinem natuTalem consemaTi iubens, peTt1lTbaTivetans, 38
principio que informa la omnipotentia iUTis medieval. Paulatinamente el
príncipe aumentará su poderío y autoridad como tercero en discordia,
como juez máximo, centro de referencia visible de la Concordia, pero
I
siempre sujeto al Derecho. .
Bracton, en De Legibus et Consuetudinibus Angliae -en el capítulo sobre
la institución regia y la jurisdicción ordinaria (Ad quid CTeatus sit Tex, et oTdi-
naTia iUTisdictione)-, dice que el propósito del rey como vicario de Dios en
la tierra es distinguir 10 justo de lo injusto, la equidad de la inequidad
(SepamTe autem debet rex cum sit dei vicaTius in teTTa ius ab iniuTia, aequam ab
iniquo), su poder proviene de la Justicia (potestas itaque sua iUTis est et non
iniuTÍce); si el reyes injusto, sería ministro del diablo, pero el justo es
ministro de Dios (potestas autem iniuTÍce diaboli et non dei, et cuius homm opem
jéceTit Tex eius ministeT eTit cuius opem jéceTÍt. 19ituT dum facit iustitiarn vicarious
est Tegis cetemi, ministeT autem diaboli dum declinet ad iniuTÍam). Proposiciones
semejantes, sobre la autoridad regia, las hallamos también en Castilla.
"Por justicia -según se lee en el LibTa del CaballeTa ZifaT-- reinan los
reyes... el rey e la justicia son dos cosas que la una sin la otra non pueden
durar, e la justicia sin el rey que la mantenga non puede usar de su virtud,
nin el rey sin justicia non puede fazer lo que debe" (Castigos del rey de

36 Cit. en: M. Carcía-Pelayo, "La idea medieval del derecho", Del mito y de la Tazón en el
pensamiento politico, Madrid: Revista de Occidente, 1968, p. 67. Las hermandades: asociaciones
parciales de los estamentos para defensa del Derecho, de origen germánico (v., P. Vinogra-
doff, "Foundations of Society (Origins of Feudalism)'", Medieval History, Cambridge, Vol. n,
pp. 630-654). La tradición literaria registra la idea de resistencia,' vg., en el Caballero Zifar
(área 1300): la historia del rey de Efeso muy rico y poderoso que trataba a los de su reino con
malicia y soberbia, con maestrías de engaño, hasta que un día- en medio del consejo reunido,
alguno que venía con los condes levantase e dixo: ''Amigos, matemos a quien nos quiere malar e nues-
tro enemigo es"... E sobre esto, levantose uno de los del pueblo e dixo: "¿Non ay que le dé la primera
pedrada a qui nos quiere matar?" E abaxose e lomó una piedra e tirata contra el rey. E todos los otros se
movieron luego e jezieron eso mesmo, de guisa que cubriéTonlo de j}iedras e matáronlo.
37 J. Huizinga, en The Wa;ning of the Middle Ages. A Study 01 the lorms of lijé, t/wught, and art
in France and the Neteherlands in the XIVth and XVth Centuries, Londres: Penguin, 1955, p. 94.
38 Que viene siendo: la ley eterna es la razón divina, o voluntad de Dios, que exige que se jJreserue
el orden na.tural)' pTOhíbeque se altere. Louis Dumont ofrece un breve comentario sobre la proce-
dencia ciceroniana de la fórmula, y su reelaboración cristiana, por el apologista Lactancio
(área 260-325). Dumont, op. cit., pp. 54-55.
LOS SUPUESTOS DE LA AUTORIDAD REAL
13

remo, ¡Vlentón [De cómo Rages rescebió a Tabor, qjo del rey Fares, con los ot.ros
~ Her- del regno por rey e por señor ... J). El Caballero liJaT, escrito en la B'tia
1justi- Edad Media, condensa la didáctica de otras obras morales medievales, cas-
'icio de t.ellanas unas, otra~ también pero de influencia oriental (FLoTesde fiLosofia,
justo, Bocados de OTO,P011dat de pOTidades, Castigos e documentos, Siete jJartidas, Ba1'-
Laom )' Josaphat ... ), recogiendo cabalmente los supuestos convencionales en
.olítica que se funda la autoridad regia; el principal, la justicia:
;; mtio E así que todos los reys e príncipes del mundo deven mucho amar justicia e
!tans,SS verdat entre todas las otras buenas costumbres. E los que así fazen son onrados
nie el e poderosos e ricos e amados de Dios e de los ames, e biven vida folgada, ca
¡ordia, todos los de su regno se asegurarán en el rey justiciero e verdadero (Castigos
~pero del rey de Mentón [De cómo Rages...])

:sobre Para el autor del liJa1', la justicia proviene de Dios, por eso "los reys
,t oTdi- deven aver consejo con los sacerdotes de la fe", pero no se reduce a ello,
ios en pues la justicia tiene expresión en la Ley: "la Ley e el rey son dos cosas
;uidad que han hermandat en una, e por ende el rey se debe ayudar de la ley e la
011/ah ley del poder e del esfuerzo del rey. Ca t.res cosas mantienen el regno: la una
~t non es la ley, la otra es el rey, la otra es la justicia. Pues la leyes guarda del rey
;1.0 es e el reyes guarda de la ley, e la justicia guarda de todo"(Castigos del rey de
opem Mentón [De cómo Rages ... J).
anous En el mismo sentido Bracton; la Leyes el freno del poder del prín-
:lOnes cipe, y debe vivir según las leyes: tempe1'et igitu1' potentiam suam peT Legem qlue
.la, frenum est jJotentil1!,qlwd seclt7ldllm Leges vivat (De Legib1lS... .'Ad quid C1'eatussit
1I1 los 1'ex, et oTdinaria iU11sdictione). Y el liJa1': "Onde el rey debe usar de la ley
leden más que del su poder, ca si quiere usar de su poder más que de la ley, fará
irtud, muchos tuertos non. escogiendo el derecho".
ey de El príncipe tiene así un compromiso con el reino, identificado concre-
tamente con guardar la justicia en vistas al logro de la Concordia, y en esa
n en el medida el reino tiene mi compromiso con el rey, puesto que "el rey e su
lciones
!logra- regno son dos personas, así como una cosa ayuda a la otra, dos en uno. E
101. n, bien así como el. cuerpo e el alma non son una cosa después que son
o Zifm' departidos, así el rey e su pueblo ... E por ende, la cosa que más debe
JO con
unido, punar el reyes aver amor verdadero" (Castigos del rey de Mentón [De
e ?l'lles-
cómo Rages ... J). Rompe ese aTl101'-cuya expresión es la fidelidad, que
mmera
'Jtros se determina entre otras cosas la obligación política, el deber moral de obe-
decer también- el quebrantamiento de los pactos, El príncipe, alzándose
l1ldart
p.94.
como referencia de la Concordia, no se podrá emancipar de la esfera del
Teserve Derecho, manteniéndose vinculado a la Ley humana, en' medio de jurisdic-
proce-
tancio
ciones rivales, y st~eto al Derecho natural y divino.
14 EL VUELO DE ASTREA

II. REX INFRA ET SUPRA LEGEiVI. ORIENTACIÓN


Y LÍMITES DE LA OBRA JURÍDICA ALFONSÍ
Alfonso X, llamado e! Sabio, nieto de Alfonso VIIl, vencedor de las
Navas de Tolosa, hijo de Fernando IIl, llamado el Santo, conquistador de
Córdoba, Sevilla, Murcia, Jaén, declara en su General Esto¡.ia (circo 1272):
Luego que reynare el rey e se asentare en la silla de su reyno, es le dado de
mandar a escrevir por si un libro de ley, maguer que [aunque] tenga otros
libros suyos o otros que eredo de su padre e de otro rey. E fagalo enmendar 10
a con consejo de los setenta e un sabio [del Sanedrín]. E este libro del tenplo
es aquel que oystes que fiziera Samuel del debdo [debido: por derecho; obliga-
ción] de los pueblos contra el rey e del rey contra sus pueblos ... E non 10 debe
partir de sy ninguna ora, synon quando entrare al banno o quando se apartare
a algunt lugar que aya menester de mayor linpiedumbre de la que y a (Parte
n, 1 Reyes, Capítulo XXXV).'9
Alfonso X heredó de su padre una abundante legislación, confusa y
heterogénea, a la cual se sintió atado. La quiso superar, mandando a escre-
vir por si un libro de ley. Existía en León y Castilla un prolijo Derecho viejo,
formado de manera autónoma, en la costumbre de talo cual monasterio,
bosque, ribera, oficio, en forma de atributo de la persona, de! territorio,
del municipio, al que parece sensible el Sabio, por lo que lamentaba en el
Especulo (circa 1254):

Fuero de España antigtlamente en tiempos de los godos fue todo uno. Mas
cuando los moros ganaron la tierra perdiéronse aquellos libros en que eran
escritos los fueros. Y después que los cristianos la fueron cobrando así como la
iban conquistando, tomaban de aquellos fueros algunas cosas según se acorda-
ban, los 'unos de una guisa y los otros de otra. Y por esta razón vino el departi-
miento de los fueros de la tierra (Especulo: V, V, 1)40

Dentro de la vastísima obra alfonsí, son 3 los libros de leyes de mayor


relevancia por los que pretenderá arreglar el departirniento de los fueros: e!
I
11
Especulo, el Fuem Real -o también llamado Flores de las Leyes-, compuesto
entre los años 1252 y 1255, Y Las Siete Partidas, iniciadas en la víspera de s

I t
l'

I
¡
39 Idea tomada del Deuteronomio: En cuanto se siente en el trono de su 1"ealeza escribirá para
sí en un libro una copia de esta Ley, que se halla en poder de los sacerdotes levIticos. La tendrá consigo y
la leerá lodos los días de su vida, para que aprenda a lemer a Dios, )' a guardar lodas las palabras de
n
c.
1I
esta le} ' .. para que no se alce su corazán sobre el de sus hermanos y no se aparte ni a la derecha ni a la
" L
11 izquierda, y asi prolongue los días de su Teinada, él y sus hijos, en medio de Israe! (Dt 17:18-19).
Noción especialmente significativa porque se entiende por ello que la Ley mantiene al prÍn*
I cipe en el centro de la comunidadpolítica,en e! medio, definiendoal Rey legibus alligatus.
Talnbién hay una referoencia.importante a Samuel, que ,luego de exaltar a Saúl como Rey de
C

Il Israe!,expusoel derecho real y lo escribió(1 Sam 10:25).


40 CiLpor don ManuelGarcíaPelayo,"La idea medievalde! derecho", Del mito y de la
!vi
ca
la.
razón en e! pensamienlo político, Madrid:Revistade Occidente,1968,p. 79.

I
1
ASTRE.-'. LOS SUPUESTOS DE L-'. AUTORIDAD RFAL 15

San Juan Bautista de 1256. En ellos se organizan y fijan los componentes


jurídicos de la Reconquista leonesa y castellana, así como de la recepción
romanista en lo civil, y se introducen elementos progresivos de Derecho."1
de las El Especulo es propiamente un monumento doctrinal que aporta elementos
dor de para la construcción jurídico-política de la esfera del poder real:"2
1272): Que todos sean apercibidos de guardar, e de cobdiciar a la vida e la salud del
lado de e de acrecentar en todas cosas su honra del y de su señorío; e que nin-
,-el',
a Otros guno sea osado por fecho, ni por dicho, ni por consejo, de ir comra el Rey, ni
n<;larlo contra su señorío, ni hacer alevantamiemo ni bollicio comra él, ni conU"asu
tenplo reyno, en su tierra, ni fuera de su tierra ... E qualquier persona que esta cosas,
:obliga- o alguna de ellas ficiere o ensayare ... muera por ello, e no sea dexado vivir:"
lo debe
La gtU2Tda del Te)', en tales términos, supone el fortalecimiento de la
parlare
'.(Parle esfera .del poder real más allá de la iTa.Tegia,44 introduciendo un elaborado
discurso sobre la dignidad real, desarrollando las tesis organicistas del COT-
pus político en que el reyes el COTa.zóno la cabeza del reino: Ca asi c071ionin-
fusa y gun miemb1'Ono puede Iw.ver salud sin su cabeza, así el Pueblo no puede Izaver
¡ eSCTe-
bien sin su Re)'; las Partidas dicen: "como el corazón es uno, e por el reciben
VIeJO,
los otros miembros [del cuerpo] unidad ... el Reyes e deve ser uno, por
sterio,
esso deven otrosi ser todos uno con el" (Las Siete Pa,¡tidas: JI, I, 5)0 No se
itorio,
trata de un rey absoluto, sino sujeto al Derecho, que intenta además racio-
. en el
nalizar los recursos de resistencia al poder regio, excluyendo la violencia:
dotando al reino de instrumentos de defensa jurídica en caso de agravio:
J. Mas
mandamos que si alguno hobiere alguna demanda contra el Rey, pida la mer-
e eran
ced en su 'poridad [personalmeme, en secreto] que lo endersce, e si no gelo
)mo la
quisiere el Rey enmendar, digase10 ame dos homes de su. corte, e si por esto
corda-
no lo quisiere emendar, pueda ge10 demandar [en] público, asi como perte-
eparti-

41 Como acenadamente observó Maravall: "En la Parlida primera, Alfonso X nos afimla
nayor que los 'lomes naturalmente codician oir e saber cosas lluevas" ... por esta razón, Alfonso el
'os: el 1 Sabio no está... conU"a las leyes nuev.as, y encuentra que muchas veces éstas son preferibles a
la viejas, porque las leyes que de anúguo rigen sobre un pueblo ".han las usado tan luengo
,uesto , tiempo que son como envejecidas e por e1us.o de cada día reciben enojo de ellas". Ha}' curio-
ra de , , sas anticipaciones del m,undo rnode.nlo en la obra, de Alfonso X, represental1:te al mismo
tiempo de la plenitud del Medioevo en la Sum",a jurídica de las Partidas y en la Summa histo-
riográfica de sus C,'ón;cas". J. Ao Maravall, Anliguos y modernoso'Madrid: Alianza, 1998, p. 31.
rá para 42 El Especulo al parecer se concluyó en 1255. Se compone de 5 libros (los libros 6 y 7 se
'llSigo y mencionan, pero no se conocen). El Libro l trata de la Ley, la Trinidad y los artículos de la Fe
bras de católica; el 2 Yel 3 tratan del Rey y del Reino; el 4 y el o:;de la Justicia. Espewlo es espejo de la
ni a la Ley.
18-19). 43 Cil. en Manuel Femández Martín, Derech" par/amen/m;o español (1884), Tomo 1, Madrid:
I prín- Cantesa de los Diputados, 1992, p. 28.
ligalus. " Ira que ilusu"a la anécdota del I.ibro del Caballero del ZiJar sobre lo que hizo el rey de
<el' de Mentón a un conde que lo insultó: mandó que le sacaran la lengua por et pescueco, que le cariasen la
cabeca, que le quemasen, le jeziesen polvos, que los cogiesen e que los echasen en el lago
o que le dicen
••

)' de la ¡ lago sulfáreo.


i
1

l
16 EL VUELO DE ASTREA

nece a pleyto [judicial] e como es derecho; ca en tal manera queremos guardar


la honra del Rey, e que no tolgamos [quitamos] a .ningun su derecho." G

Algunos e!ementos de! Especulo se desarrollan ampliamente después, e


en el Fuero Real, como primer intento formal por enderezar la Ley; pero c
no a placer del rey, sino por consejo de los sabios en Derecho: los juristas 1 e
cultos, conocedores tanto del ius comunne romano- canónico, como de los e
fueros y el Fuero juzgo. r
Decisivo a este propósito fue e! clima de paz frente al enemigo reli- ti
gioso. La larga lucha entre la Cruz y la Media Luna entra en equilibrio,46 y L
resulta especialmente ventajoso para Castilla y León por lo que hace a las d
letras. "Tras la Espada que adquiere, la Ley que conserva", y en tiempo
de! Rey Sabio la ciencia jurídica cobra un renovado valor. La Universidad Ji
de Salamanca queda establecida con la carta del Sabio en 1254 y la bula de ej
confirmación de! Papa Alejandro IV en 1255,47 aumenta entonces el presti- E
gio de los hombres de letras y se intensifica la definición de la jurisdicción h.
real, entendida como facultad de traducir la Justicia en Derecho, en la d,
forma de una iustitia medialJ'ix. se
Si bien la Justicia es sacra, por influjo de! aristotelismo, puede ser 01
interpretada por los juristas, formados además en el Corpus Juris Civilis, e! m
Decretum y las Decretales y en los cuerpos de legislación de! reino. Los juris- dt
tas, según el Digesto -l, De Justitia et Jure-,' son sacerdotes de la Justicia, pt
que separan lo bueno de lo malo, distinguen lo justo de lo injusto: cuium e)
merito quis nos sacerdotes apellet: iustitiam namque colimus:' et boni et aequi noti- lo
tiam profitemur: aeqoum ab iniqui separantes: licitum ab illicito discernentes. El fa!
Derecho se considera santo, porque las Leyes, aunque humanas, son sagra- pE,
das: participan en el plan de Salvación, siempre que están en armonía con . se
e! Derecho natural y divino.'s Dotados de semejante auctoritas, los juristas 17U
formarán un ordo, una militia litemta, que se equipara a las de! clero y la Pr
nobleza: militia celestis y annata;49 En ese mismo sentido dirá e! Rey Sabio:
la justicia que es otra manem de muy gran guerra que usan los hombres en todo cn
tiempo (Las Siete Partidas: III, n, 2). qu
I~l
45 Cit. en ManuelFernándezMartín,op. cit., p. 30.
46 El Emperador Federico1I, Rey de las Dos Sicilias,rescata el Santo Sepulcro(1228),
mediante tratado con el Sultán de Túnez; se abre un período de paz entre la cristiandad y el
consortizan infideliu17l que rompe la caída de Constantinopla y Granada. Sobre las divisiones al adv
interior de! Islam que explicanla entrega de la CiudadSanta, 1). e! entretenidolibro de A. nUl

Malouf, 1..£5 croisades Vlles par les arabes. tan


47 V., JacquesLe Golf,Los intelectuales en la Edad Media, Barcelona:Gedisa,1985, p. 129. par:
4S Como diría cristianamentee! ilustre don Juan Manuel (cirea 1330): forzosamente et de lar
necesidad conviene que ayan ley en que puedan salvar [as almas, el que sea fundada sobre razón et sobre
entendimiento (El libro de los estados: I XXVI YXXVII), Yespecialmenteen armoníaconla Leyde accÍ

Jesucristo, en los Evangelios, distinguiéndola de la Ley judaica. se 1-


49 V. M. Garda-Pelayo,"La idea medievaldel derecho",op. cit., pp. 105-107. Segúnpro- an[(

posición del Codex de Justiniano: Nec solos militare credimus illos, qui gladiis nituntw~ sed etiam a es
;TREA LOS SUPUESTOS DE L>\ AUTORIDAD REAL 17

ardar Los doce savias de los Teynos que dan consejo en los espi71tual)' en lo tempoml
a Fernando el Santo son tales juristas, y también los sabidores del derecho
que participarán en la composición del Fuero Real y Las Paltidas: De ines-
Jués,
crutable, la Justicia se transforma en iustitia mediatrix: mediadom entre Dios y
pero
el mundo, originada en Cristo, Sol de Justicia (Las Paltidas: JI, 1, 28). El arte
ristas
del Derecho y el conocimiento jurídico fortalece la función jurisdiccional de!
e los
rey, su auct011tas: indispensable para la realización de la obra jurídico-polí-
reli- tica alfonsí, comenzando por el FueTo Real, o támbién llamado Fuero de las
0,46 y
Leyes y, o Flores de las Leyes, pues pretende ser, de ahí su nombre, e! pro-
la las ducto más apreciado del Derecho.
:mpo Además de las nociones romanistas que pudieran hallarse en los 4
\idad libros de que se compone, su fuente inmediata parece ser el Fuem juzgo,
)a de en sus actualizaciones forales, además de los ensayos legislativos del
res ti- Especulo. En lo que corresponde a la condición histórica que Jo motiva
~ción habría que contar el depaTtimiento de losjueTos de la tierra, que se manifiesta
~n la desde el Preámbulo del Libro Primero: "Por que los corazones de los ames
son departidos, por ende natural cosa es que los entendimientos e las
~ ser obras non acuerden en uno, et por esta razon vienen muchas discordias e
!is, e! muchas contiendas entre los ames". Quiere este libro suprimir la incerti-
juris- dumbre producto de la confusión de las leyes que impide la Concordia,
,ticia, pues la depalticion de los fueros -en el sentido: separados, apartados,
1uum extraños, ahuyentados enb-e sí- incide' directamente en la depaTticiorz de
noti- los corazones: Onde conviene al rey teneT sus pueblos en justicia e en del-echo,que
?s. El jaga leys POTque los pueblos sepan como han de beviT, e las desavenencias e los
agra- pleitos que nascieren entre ellos, sean depaltidos [en el sentido: determinar
lean. separadamente, especificar con diversidad, dirimir), de manera que los que
ristas mal jlScieren resciban pena, e los buenos vivan seguramente (Fuero Real: Libro 1,
, y la Preámbulo).
abio: En lo más notable de esta construcción jurídica, manifiesta la parte
: todo criininal el empeño por desalTollarse en teITeno más extenso y uniforme
que la anterior legislación foral en los asuntos tocantes al control de la vio-
lencia.50
Intenta el Sabio ubicarse en el centro de los conflictos, dirimir las c6n-
1228),
Id Y el
.nes al. advocatos: mililanl narnque causarum patroni, qui gloriosae vocis confisi munimine laboralo-
de A.' rium spem, vitam et posteros defendunt (I!, X, 1), que es como decir: "No creemos que mili-
tan solamente los que se esfuerzan con la espada, sino también los abogados; pues quienes
129. patrocinan las causas confiados en la fuerza de su elocuencia defienden la esperanza, la vida y
,elde la posteridad de Jos afortunados".
,/ sobre 50 En el sentido de que asume el deber de no permitir que, dentro del horizonte de su

~)' de acción, ejerza una persona prepotencia sobre otra, y no consentir que una reclamación relativa
se haga valer de otra manera sino la establecida al efecto, y dentro de los límites trazados de
n pro- antemano para eSle género de asuntos. !mroduce el Rey Sabio diversas disposiciones dirigidas
~ elifl,11l
a este objeto b<tio los epígrafes: de los dl!lllleslos)' deshonras; de las JuenfJs )' de los dmios: de los q/le
18 EL VUELO DE ASTREA
l

troversias en el seno de la Corte,5! y por el Derecho nuevo que introduce.


Sin embargo no puede prescindir de las formas periféricas de control pro- e
pias de una sociedad que vive bajo e! signo de Marte.52 Regula retos y d
desafíos de la nobleza guerrera, así como ofensas, robos, fuerzas de! tl
común; procura, en fin, extender la paz del rey en el ámbito de! reino, pero C.
no puede suprimir las venganzas (la vindicta, la Jehde),53 en que Dios, :: J1
durante bello, da el triunfo que revela la Justicia, ni eliminar otras formas , ¡
al
"
de defensa del Derecho, ni sustituir los mecanismos pactados de supresión de
la violencia propios de las ciudades y la Iglesia, así como las diversas paces I d:
que establecen y defienden los municipios para su beneficio: la paz de! d,
peregrino, de! mercader, de! mercado, del molino ... , características todas f C1l
ellas de un orden jurídico heterogéneo y abierto.54 JU
Por e! contrario, la legislación alfonsí, por su muy acentuado rega- es
lismo, habría de enfrentar e! encono por igual de la nobleza castellana y I dé
de las ciudades. En principio, porque afecta las jurisdicciones señoriales
y municipales. El Fuero Real lo recibe Aguilar de! Campo y Sahagún (1255),
después Burgos, Soria, Alarcón y Peñafie! (1256), Escalona (1261), Madrid,
Guadalajara (1262), Niebla (1263) y Valladolid (1265). No obstante, su
rigor es inaceptable.
Limita derechos consuetudinarios locales, altera los fueros y modifica
el orden tradicional en la provisión de oficios, regulándolos de manera
pareja. Ante la queja de las municipalidades y la nobleza, a partir de 1272,
e! Sabio se ve obligado a reponer las leyes anteriores, y las confirma en
Baeza, Béjar, Belorado y Sepúlveda; en las Cortes de Burgos (1272) se ve cal"

en la situación de devolver e! Fuero Viejo de Castilla y el Fuero de los fijos- los


dalgo. Por último, el Fuero Real, según determinan las Cortes de Zamora un
(1272), permanece vigente, pero reducido a los casos que en primera ins- cua
tancia, y tradicionalmente, entiende la Corte del rey.55

den/{;
imposibilitan los caminos, los ejidos y los ríos; de los adulterios, de los incestos, de los sodomitas, de
los que hurtan, Toban y engallan a las mujeres; de los homicidios; de los ¡.etos o desafios, &c. Mad
51 En el Trescientos hay u.na tendencia general hacia ~a centralidad del rey en el proceso
judicial, v.: Kenneth Pennington, "Due Process, Cornmunity, and the Prince in the Evolution los i;
of the Ordo iudiciarius", Revista intemalionale di diritto commune, 9, 1998, pp. 9.47. paso
52 v: en general sobre la Edad Media: Norbert Elias, El proceso de la civilización. investiga. doml
ciones sociogenéticas y psicogenéticas, México: FCE, 1987, pp. 229.242. arde]
53 Sobre la Fe/ule, ver: Marc Bloch, La sociedad feudal, Madrid: Akal, 1986, pp. 143 Y ss. seguí
54 "El rey [en la Edad Media] -comenta Carda Pelayo- era uno de los defensores de la (sÍm[
paz, pero no el único, ni siempre el más importante". "Federico 11 de Suabia y el nacimien~o [Mire
del estado moderno", Del mito y de la razón en el pensamiento político, Madrid: Revista de Occi. judici
dente, 1968, p. 195. raciOl
55 En las Cortes de Zamora de 1274: Estas son las cosas que fueTOn siempre usadas de librar por pleitc
C01te del Te)': muerte segura, mujer forzada, tregua quebrantada, salvo quebrado, casa quemada, camino siend,
quebrantado, traición, aleve, riepto. Citado en Fernández :rvfartín, Derecho parlamenta"rio, op. cit., perclt
p. 14. cura (

.'
~STREA LOS SUPUESTOS DE LA AUTORlDAD REAL 19

¡duce. Se ha venido construyendo en León y Castilla una red judicial que fun-
1 pro- ciona de modo continuo tanto en el ámbito local como en el central, pro-
:tos y duciéndose la distinción entre una esfera de protección del Derecho res-
~ del u'ingida, y una más amplia que ocupan los estamentos de la nobleza, el
Ipero clero y las municipalidades. 56 Alfonso X, sin embargo, quiso construir una
< •
¡DIOS, jurisdicción real más potente. Tal fue presumiblemente, con el intento de
)rmas arreglar el Derecho, su principal objeto.
bn de La imagen salomónica: "El Tey sentado en su tribunal, con su mirar
¡paces disipa el mal" (Prov 20:8), inspira en Las Partidas, en el Prólogo, el sentido
Iz del de su reinado: segund dixo el Rey Salomón que fue Sabio y muy justiciero, que
todas cuando el rey estuviese en su Cadira [de cadí, que entre los musulmanes es
juez] de justicia, que ante el su acatamiento se desatan todos los males. Y esta
~ega- es una declaración de principio que impulsa al Sabio en el fortalecimiento
~na y de la real jurisdicción, como explica en el Especulo:
ita les
l.
Por que] usticia es cosa que da a cada uno su derecho, tenemos que debe seer
i255), muy guardada e muy tenuda señaladamente de los Reyes. Ca a ellos es dada
idrid, mas que a otros ames, e ellos la deven mas amar e fazer. Pero que los Reyes
no. pueden seer en sus castiellos en cada lugar para fazer esta justicia, conviene
~, su
I que ponga y otro de su mano que la faga, asi como alcalles o juezes, o otros de
qual manera quier que sean, e a qui es dado poder de judgar. Otrosi merinos,
tlifica e alguaciles, o otras justicias de qual guisa quier que sean, que an a comprir lo
mera que ellos judgaren.'7 .
l272,
El Sabio piensa que la real Justicia debe ser omnipresente: desde el
la en
corazón de la Monarquía, la Corte del rey, o Curia regia ordinaria, 58 hasta
se ve
los ámbitos territoriales del reino; y trabaja para ello: Instituyó en la Corte
fijos-
un Adelantado Mayor que funcionaba como sobrejuez y que sustituía al rey
!nora
cuando no podía asistir a los procesos; juzgaba por delegación y entendía
l ms-

56 Lo explica en términos generales, para Europa: Otto Bmner, Estructura interna de Occi-
dente, Madrid: Alianza, 1991, p. 114. .
ÚlS, de 57 Cil. en Manuel Fernández Martín, DerecM parlamenlaTÚJ español (1884), Tomo J,
Madrid: Congreso de Jos Diputados, 1992, p. 26.
:oceso 58 Formada tradicionalmente por los miembros de la Casa del Rey, o Palatium, la Reina y
lution los infantes, los magnates y condes (oplimales el Curiae comítibus), los obispos que se hallaban de
paso (per oppoT/una occosio), los oficialesmayores del Palacio, el Alférez, el Canciller, el Mayor-
estiga- domo Real, &c. Como tribunal de justicia tradicionalmente se consideraba un lugar sagrado:
ordenado: axis mundi, y ejemplar: imago mundi. Podía reunirse en el Palacio, pero también
y ss. seguía al Rey a donde se desplazara, y se reunía lo mismo en una iglesia, o debajo de un árbol
de la (símbolo cósmico: cenU'o o eje enU'e el submundo, el mundo y el cielo; sostén del universo
liento [Mircea Eliade, Le saeré elle profene, París: Gallimard, 1957, pp. 43-47). En la Corte el pleito
Occi- judicial se sometía a la ponderación de las más altas dignidades reunidas en asamblea, y se
racionalizaba además, según ciertas reglas; la lucha por el Derecho no pierde su carácter de
arpar pleito, de porfía (v., Johan Huizinga, Hamo Ludens; Madrid: Alianza, 1999, pp. 96.97), sigue
amino siendo una contienda de naturaleza agonal, una pelea riesgosa, azarosa: la suerte de ganar o
J. cit., perder es sagrada, pertenece a Dios, pero ya se organiza según ciertas reglas, que el Rey pro.
cura que se observen.
20 EL VUELO DE ASTREA
L(

en las apelaciones o alzadas contra las sentencias de otros jueces reales,


incluso de la misma Cw'ia (los Alcaldes de Corte, e! Justicia Mayor de la á
Corte, e! Alguacil Mayor [de! árabe al-wazir: representante o lugarteniente]). ele
Introdttio además los primeros elementos para la diferenciación de la
,¡ pt
Corte como instituto superior de Justicia, llamado Tribunal de la Corte gil
(desde las Cortes de Zamora, 1274), dedicado a la realización de una acti-
r qu
tal
vidad especializada y separada de las demás funciones de la Curia regia. En
qu
e! despliegue territorial de la jurisdicción de! rey, dio jueces reales: 9 Alcal-
na
des de C01te para Castilla, 8 para León y 6 para Extremadura que, en lo cri-
171i
minal, juzgaban en primera instancia los llamados Casos de Corte, o más
los
graves: muerte segura, mujer forzada, tregua quebrantada, casa quemada, camino
Ca
quebrantado, traición, aleve, y finalmente los retos.59
Ciertamente e! rey no puede estar en todas partes al mismo tiempo,
arr
conviene poner a otros para que en su nombre guarden la Justicia: "por- mt
que los reys -dice don Juan Manuel- ... non an más de sendos cuerpos, tar
et non pueden por sus cuerpos fazer más que otros omnes, et en quanto
pn
están en un lugar non pueden estar en otro, por ende fue ordenado anti- pod
guamente que fuesen puestos oficiales por la tierra que cumpliesen con si t
justicia et mantobiesen las gentes a derecho" (El libro de los estados:1, XCIII); pol
el príncipe requiere jueces que representen su autoridad, como diría Fede-
rico II en sus Liber Augustalis: qui nostram effigiem representant, a las que Clre
habrían de subordinarse las demás justicias. Pero tan ta novedad fue dura y cha
violentamente impugnada. ran
Para empezar, e! Tribunal de la Corte: porque e!juez dado por e! rey cua
no tenía condición jijodalga, y por tanto carecía de autoridad suficiente ,
l, ,
para entender y decidir las causas de una orgullosa nobleza; igualmente -ty
fueron rechazados los Alcaldes de Corte, y ni siquiera entraron en funciones erUf;
cuando fueron restaurados por las Cortes de 1299. de
El Tribunal de la Corte fue repuesto y habilitado hasta el reinado de Alfe
Fernando IV (Cortes de Valladolid, 1312), y los Alcaldes de Corte, con con-
cesiones a los fuodalgos, hasta el de Alfonso XI (Cortes de Madrid, 1329). (

Otras medidas alfonsíes, casi todas, fueron consideradas mucho más tarde, la lu
hasta e! Ordenamiento sobre Administración de Justicia de las Cortes de Toro calló;
de 1371. st:Jo t
{;
De modo que las jurisdicciones señoriales, eclesiásticas y municipales pens(l
¡;
afirmaron sus posiciones al tiempo que el Sabio pretendía fortalecer la real
jurisdicción. pero
el prÍ
Se trata de una tensión que se manifiesta directamente en la relación se I¡ri.
1;
polémica rex-regnum, definida por e! enfrentamiento de 2 derechos subjeti-
domi'
vos: las prerrogativas o regalías de! rex y los privilegios (franquezas, dere- políti,
de Pri
(1777
59 Una breve revisión sobre la reforma judicial alfonsí, en Valdeavellano, Curso de Historia
de las Instituciones españolas, Madrid: Alianza, 1982, pp. 562-563. zio'tl d,
d'impl,
, ASTREA LOS SUPl!ESTO~ DE LA AUTORIDAD REAL 21

. reales, chos, libertades, preeminencias) de Jos estamentos del Tegnnm, representa-


Ir de la dos en Cortes por los melioTes etmaiores tenae, sin los. cuales el rey no
tienteJ). puede disponer nada, siempre bajo el principio: ut quod omnes similiter tan-
n de la gil ab omnibus compl'obelwr, o ab omnibus approbatuT, que es como decir: lo
'a Cmte que a todos atañe (toca, interesa, concierne) debe ser aprobado por
11aacti- todos.60 "Todos" se refiere precisamente a 105 representantes del reino,
?gia. En que defienden el principio fundamental: nihil novum sine nobis, esto es:
9 Alcal- nada nuevo (en lo político, jurídico y fiscal), sin "nosotros", que es el ng-
1 lo cri" num reunido en Cortes con el rex; principio que condensa la pretensión de
lb más los estamentos a que toda modificación cuente con su asentimiento.61 Las
. cammo Cortes imponen condiciones al Sabio .
I
No sólo se negarán a que sea legislador de Derecho nuevo y que
tiempo, arruine los antiguos derechos, sino que además lo someterán a sus propios
~ ce
1: por- intereses, puesto que son capaces de hacer prestaciones financieras y mili-
uerpos, tares de las cuales el rey no puede prescindir. Además le recuerdan siem-
quanto pre: guardar debe el Rey las leyes como a Sl¿ honra e a su fechura, pOTquerecibe
lo anti- podeT e mzon pamfazeTjusticia (Las Siete PaTtidas: 1,1, 16). Esta declaración,
¡en con si bien sigue a los canonistas,62 se apega a la realidad concreta de la forma
,XClIl); política en que opera Alfonso X.
a Fede- Como obsen'ó atinadamente Carlyle, en toda la literatura medieval
!as que circula la distinción entre el rey y el tirano: uno lo es con arreglo al Dere-
dura y cho, el otro ignora o viola las leyes.63 En San Isidoro de Sevilla se halla cla-
ramente la diferencia, constitutiva de la propia definición de Rex, y de sus
r el rey cualidades: Tex modestus et temperatus, tyrannus vero cTudelis (Etymologiamrn,
ficiente 1, XXXI, 1), afirmando su valoración negativa, como referente crítico
tlmente -lyrannospessimos atque injJrobos Teges; luxU110saedorninationis cupiditatern et
nClOnes CTudelissimamdominationem in populis exercentes (EtymologiaTUmIX, JlI, 20)-,
de donde pasa al FueTOjuzgo, para conservarse hasta los tiempos de
ado de Alfonso el Sabio: .
)n con-
. 1329). 60 Fónnula que proviene del Codicis de jusliniano (Lib. V, Tit. LlX, 5), y que se refiere a
s tarde, la tutela, pero que se integró al lenguaje medieval, como máxima política. Regla romano-
canónica que incluso inspira algunos pasajes de las obras jurídicas alfonsíes, al hablar del con-
le Toro
sejo en la formación de la ley..
6] V. Manuel Careía Pelayo, "La idea medieval del derecho", Det mito y de la raz6n en el
icipales pensamiento político, Madrid: Revista de Occidente, 1968, pp. 123-127. .
62 Ulpiano entendía que las leyes no atan al príncipe: legibus solutus est (Diges/o: 1, II!, 31),
. la real
pero el Código deJustiano, sin contradicción: mucho hace a la majestad y dignidad regias, que
el príncipe se confiese obligado por las leyes: digna va.' est majestare ,'egnantis, legibus aUigatum
'elación se principe11l jITofiteri (l, XIV, I Y 9).
63 A. J. Carlyle, La libertad política, México: FCE, 1982, p. 31. La tiranía como forma de
subjeti-
dominio sin o contra el Derecho es una definición clásica que se afirma en el pensamiento
>, dere- político medieval, y rriunfa en elaboraciones modernas, com-o la Vindiciae, contra Tyrannos, sive
de Principis en Poplll!l1n, Pop"liq"e in Principem legitima Potestate (Edimburgo. 1579), o en Alfieri
(1777): timnía puede lJamarse indistintamente cualquier gobierno que se ha prelJOsloalla esecu-
'eHistoria zion delle leggi, puó jm-Ie, distntggerle, infrangerle, inle1pretarle, impedirle, sospenderle ... con sicllrezza
d'impunilt't (Delia tirannide: 1, 2).
22 EL VUELO DE ASTRL\.

Tyrano tanto quiere decir, como Señor, que es apoderado en algund Reyno, o
tierra, por fuerza, o por engaño, o por traición. E estos atales son de tal
natura, que después que son bien apoderados en la tierra, aman mas de fazer
su pro, maguer sea daño de la tierra que la pro comun de todos, porque siem-
pre biven a mala sospecha de la perder. .. punan [pugnan] siempre, que los de
su Señorío sean necios, e medrosos ... que los del pueblo ayan desamor entre
i;
sí. .. de los fazer pobres ... estragar los poderosos, e de matar los sabidores, e
vedaron siempre en sus tierras, cofradías, e ayuntamientos de los ames, e pro-
,
¥

curaron todavía, de saber, lo que se dize, o se faze en la tierra, e fian mas su f,,
Consejo, e guarda de su cuerpo, en los estraños, porque les sirvan a su volun-
tad, que en los de la tierra.
¡
~
También el rey que se comporta de semejante modo -tomando el
Señorío, que era derecho, en torticero- pueden dezir las gentes Tyranno (Las Siete 1
Partidas: II, 1, 10). Es una definición convencional,64 apoyada en Aristóte-
les, que recorre la literatura política medieval, pero no como fórmula
meramente retórica: estar sujeto a un tirano equivale -dice Santo Tomás- a
ser presa de una bestia voraz (De regno 1, 3), Y como tal, habTía que huir de ella,
defendeTSeo matada.
Así, el Sabio, sujeto a las limitaciones que le impone el ordenalismo
jurídico por una parte y, por la otra, el reino a través de los estamentos,
¡;ada vez que intenta fortalecer y ampliar la jurisdicción real o imponer un
nuevo Derecho se aproxima peligrosamente a aquel extremo. Debe mante-
nerse en ciertos límites: Vicarios de Dios son los Reyes, cada uno en su Reyno,
puestos sobTe las gentes, para mantenerlas en Justicia, e en verdad, quanto en lo
temporal (Las Siete Partidas: II, 1, 5), pero el Sabio progresivamente intenta
remontar esta función meramente judicial.
En principio, reconoce el vínculo omnipotente de la Ley: el rey non ha
de mandaT cosa que se contra mandamiento de ley en ninguna cosa; e aun vedado
es al pueblo de obedeceral rey en cosa que sea contra ley, pero también dice:
Todo omne que viniere contra rey o contra su mandamiento, dado es al Tey de
matar le sy quisiere... e dado es al rey de matar muchos omnes para enderezar la
tierra, segunt filere menester a la .lazan (General Estoria: II, 1 Reyes, XXXVIII).
Merece la pena revisar esta más alta valoración del mandamiento real.
En el pensamiento político medieval existe la tensión entre la sumisión

64 Recuerda la desconfianza del tirano (biven a mala sospecha), el Hieran de ]enofonte, pero
también el libro de Job (15: 20 25): están contados los años resenJados al tirano. Suenan a sus oídos
R

gritos de espanto ... No confia escapar de las tinieblas y se considem destinado a la espada ... sabe que su
ruina es inminente, ... la ansiedad J la angustia le acometen .... Massinissa se fiaba más de sus perros
que de sus hijos, por la misma razón que Alejandro Fereo hacía registrar a su mujer y, con
igual pretexto, Dionisia no se dejaba cortar la barba (Giovani Pontano, De pn"ncipe liber, en:
Eugenio Garin [ed.], Prosatori lalini del Q"altrocenlo, Nápoles: Riccardo Ricciardi, 1952,
p. 1042). También que los de S/l. SeiioTío sean necios, e medrosos, podría recordar un testimonio
moderno, el de Leopardi (1820): la tiranía esta fundada sopm l'assoluta barbarie, superslizione, e
intem bestialitú de' sudditi (Zibaldone di pensie,.;: 252).
LOS SUPUESTOS DE lA AUTORIDAD REAL 23
: ASTREA

teyno, o
del príncipe al Derecho, y la exaltación de su poderío, expresada en la
¡ de tal paradoja: Tex irifm et supm legem. La idea del Sabio se parece en este sen-
de fazer tido a la de Salisbury (1159): "el príncipe derrama sangre sin culpa [inno-
le siem- center sanguinem fimdit]. Su espada es como la de una paloma, contiende
:e los de sin rencor, golpea sin cólera, y aún cuando pelea, no concibe amargura".
pr entre "No en vano lleva la espada", pero la debe usar siempre tan sólo para
pares, e defender la Justicia: "David fue llamado sanguinario no por sus guerras,
1, e pro- sino por Urías [marido de Betsabé, por la que propició su muerte]";
i mas su "Samuel, en ningún lado es descrito como homicida, a pesar de que dego-
f volun- lló a Agag, rey de Amalech [pueblo que cerró el camino a Israel en su
,
¡
salida de Egipto]" (Polycmticus: IV, 2).
b,ndo el De manera que el príncipe tiene un poder absoluto, pero a la vez reco-
!as Siete noce una total sumisión a la Ley, como sin'iente de la equidad y de! Dere-
cho; esta obligado ex ofJJicio a venerar y amar la Justicia.65
!ristóte-
,
e:
, :
'de ella,
ul
Al comienzo del Libro IV de! Polycmticus, Salisbury recurre a Justi-
, niano para afirmar la idea de sujeción de! príncipe a la Ley, siendo que su
autoridad proviene de la Justicia (de auctoritete iuris pendet nostm auctoritas
[Codicis: 1, XIV, 4]), pero hacia el Libro VIII alcanza su máxima expresión,
lalismo para justificar e! tiranicidio. Por obvias razones, el Sabio no llega tan lejos,
\lentos, pero le interesa el género de la argumentación, sobre todo, claro, la ino-
mer un cencia del príncipe sanguinario, siempre que es justo.
mante- Esto ubica al príncipe, en el control de la violencia legítima, digámoslo
Reyno, así, por encima de todos los del reino, afirmando su posición regalista. Y
to en lo protegiéndola además. Talhbién podrían compararse los tratamientos del
intenta Sabio y de Salisbury respecto al crimen de Use Majesté. Cualquier atentado
contra la cabeza del reino es un crimen de máxima gravedad, cercano al
'non ha sacrilegio, porque, precisamente, en la prosecución de la Justicia el príncipe
, vedado es imago Christi. No son enemigas la exigencia de sumisión al Derecho del
n dice:' poder real y la fórmula paulina: Quien resiste a la autoridad, resiste la disposi-
¡ rey de ción de Dios, y se atrae la condenación (Rom 13:2); tal cosa permite calificar
rezar la como casi sacrílego el atrevimiento contra e! rey (Polycmticus, VI, 25), exi-
XVIII). giendo honda e intensa adhesión a favor de sus mandatos,66 siempre que
~al. sean justos. En la obra alfonsí, cualquier atentado contra la cabeza del reino
Imisión resulta también algo más que criminal.' Al igual que el Libro V del Polycra-

65 Sobre el Libro IV del Polyeraticus, un comentario en Kantorowicz, op. cit., pp. 100-102.
nte. pero
También el estudio introductorio de John Dickinson: The Statesman's Book o/fohn o/ Salisbury,
, SllSoldns
Nueva York: AlfTed A. Knopf, 1927.
,be qlle Sll
66 Federico n, en sus liber Augustalis, invocando la Providencia como constitutivo de la
LIS pen"os
autoridad real, habría de asimilar la rebelión al sacrilegio y, aún más: consideraría al rebelde
er y, con
como hereje al que se aplica, en consecuencia, la pena del fuego; y como la Leyes también
liber, en:
obra de la razón no dudaría en equiparar rebeldía y superstitio, entendiendo el retorno a la
Ji, 1952,
lealtad como conersw. V., Manuel Carda Pelayo, "Federico II de Suabia y el nacimiento del
:stimonio
estado moderno.', op. cit., p. 171. También habrla que recordar a Bartolo de Sassoferato: Et
-stizio71e, e
f01te si quis diceret d.ominium imperatrem. non esse dominium el monarcham' totitlS orbis, esset haereticus.
I

I

24 EL VUELO DE ASTREA
r L

ti[Us, e! Sabio imaginaa la comunidad política formando un solo cuerpo,


t.
un cmpus mysticum en que hay una cohesión (coaheTentia) y mutua depen-
tI
dencia (unitas) entre sus miembros y la cabeza, que es el rey.
La concepción organicista aparece expuesta en monumentos jurídicos
anteriores,6; pero e! Sabio la aprovecha en un sentido vigoroso:
E naturalmente dixeron los Sabios, que el reyes cabeza del Reyno, ca así como
de la cabeza nascen los sentidos, por que se mandan todos los miembros del a
cuerpo, bien así por el mandamiento que nasce de! rey, que es señor e cabeza E
de todos los del Reyno se deven mandar, e guiar, e aver un acuerdo con e!
para obedecerle, e amparar, e guardar, e acrescetar el Reyno: ande el es alma,
d,
e cabeza, e ellos miembros (Las Siete Partidas: n, 1, 5).
d
En otro lugar añade a esta imagen el reflejo de la Civitas Dei sobre e! 1
poder temporal: Et [Dios] desí ordenó la corte terrenal en aquella misma guisa, SI
e en aquella manera que era ordenada la suya en el cielo, e puso el rey en su logar
cabeza e comienzo de todo el pueblo (Fuero Real, 1, n, 2). En virtud de esta sig-
nificativa concepción, se desatan todas las amenazas para aquel que atenta
contra el rey, equiparando al traidor con e! rebelde serafín.68
Considerada así la autoridad regia, e! Sabio puede añadirle nuevos
argumentos, ya no teológicos, sino romanistas.
Especialmente la fórmula: rex est imperator in regno suo, por la que se
entendía que e! rey no tiene en lo temporal superior, trastocando la tradi-
ción en un sentido político específico; como dice don Juan Manue!: en los
tiempos antigos todas las gentes et los reys del mundo obedecierona los emperadores el
de Roma (El libro de los estados: 1, XLIX). Merece la. pena reparar en ello. Cl
La idea no es extraña en la Baja Edad Media. Ya Bracton había dicho d
que e! rey no tiene igual (parem autem non habet rex in regno suo), y tampoco n
superior, salvo Dios y la Ley (rex non debet esse sub homine sed sub deo et sub rr
lege, quia lex ¡acit regem), pues ésta hace al príncipe, y sólo ante Él es res- y
ponsable (De Legibus..: Rex non habet parem). El Sabio admite estos supues- el
P
67 Vg., Fuero juzgo: n, 1, 4. Es un tópico medieval, en el que, en general: la comunidad
política es considerada como un cuerpo que tiene por cabeza al Rey y por miembros a los esta- el
mentos -definidos por su propia función y por derechos comunes estructurados en una
forma consociativa- que constituyen el Reino y participan en el gobierno por medio de sus
peticiones, iniciativas, consejo y asentimiento a las propuestas, decisiones o mandatos del Rey;
siendo su órgano de actuación política las asambleas representativas, las Cortes. sol
68 La osadía de Lucifer contra el Altísimo se equipara a la de aquel que atenta contra el su;
príncipe. En el mismo lugar: Ca la santa escriptura dice que ... todo omne que de los fechos o de los tm
dichos del principe algun mal retrae, que es descomulgado, e debe aver la pena daquel que faz sacrlegio ... (l
Et por que tolgamos [quitamos] razon a los maldecientes de maldecir, que non quieren entender cuan tu
grant pena dio nuestro señor Jesucristo a Lucifer e a los OtTOSdiablos por que solamente murmuraron 11,
contra su poder e contra sus ftchos, de guisa que aquel que [Dioslficiera mas noble, e a qui [a quien]
ficiera 11U1S de bien que a todos los otms angeles, fite den-ibado de los cielos, e astragado con todos los otros se.
que fiteron con el en aquella culpa, e metidos en fondos de los infiemos. Sobre Lucifer, Is 14:12-15,
Luc 10:18, n Pe 2:4.
eu'
j
LOS SUPUESTOS DE LA AUTORIDAD REAL 25

¡erpo, toS, como los encuentra en la tradición castellana, pero añade los elemen-
epen- tos que le permiten equipararse al Emperador, asumiendo todos Jos
atributos imperiales en el ámbito del reino. En consecuencia, no se limita a
ídicos ejercer la función judicial que le corresponde, sino que puede formar
leyes, y autorizarlas, y nadie más en lo temporal.
como Se refiere a ello la Segunda Partida; que contiene el ius publicu17!, por
os del así ponerlo (la dignidad imperial, sus obligaciones, &e.): El poderío que el
:abeza Empemdor ha, es... que puede laza ¡Ítero, e fuero nuevo, e mudar el antiguo, si
con el entendieTe que es PTOcomunal de su. gente; e otTOsiquando fuesse eSCUTO,ha podeT
"alma, de los eSclaTeCeT.E puede otrosi toller [quitar] la costúmbTe usada, quando enten-
dieTe que em. dañosa, elazeT nueva, que ju.esse buena (Las Siete PaTtidas: II, II, 1).
)re el Tal cosa por supuesto es novedosa.69 Se convierte el príncipe en auténtico
g¡usa, soberano, legislador, sin otro rival temporal:
logaT Al su mandamiento [de el "Emperador] deven obedecer todos los del Imperio,
a slg- e el non es tenudo de obedescer a ninguno, fueras ende al Papa, en las cosas
¡tenta espirituales ... por taller desacuerdo entre las gentes, e ayuntarlas en uno ...
fazer fueros nuevos, e leyes porque se judguen derechamente las gentes de su
uevos Señorío ... quebrantar los soberbios, tOrtizaeros, e los mal fechares, que por su
maldad o por su poderio se atreven a fazer mal o tuertos... E otrosi... el
. ue se Emperador es Vicario de Dios... para fazer Justicia en Jo temporal, bien assi
como lo es el Papa en lo espiritual (Las Siete PaT/idas: JI, 1, 1).
tradi-
en los Sólo en lo espiritual el príncipe reconoce superior: obedece al Obispo
¡dOTes de Roma, pero a nadie' en lo temporal. Esto tiene alguna significación con-
ello. creta en la Baja Edad Media, en el contexto de la lucha de las Dos Espa-
iicho dasJo El Obispo de Roma es vicario de Cristo en lo espiritual, sin embargo
¡poco reclama cierto poderío temporal: el poder de ataT y desataT, prohibir y per-
~lsub mitir, decir lo lícito y Jo iJícito (especie de poteslas ligandi in coelo el in terra);
; res- y desde luego también reclama la jurisdicción superior, pues si el Señor
pues- dUo a Pedro: "a ti te daré las llaves del reino de los cielos" [Me J6, 19],
puede perdonar o no los pecados.71
midad Ejerciendo todo ello tensiones que modelan los procesos de configura-
's es La- ción del poder temporal, en oposición a la jurisdicción ecleSiástica. Las
n una
de sus
:1Rey; 69 Tanto que recuerda la opinión de .J ean Bodin (1576): el principal atributo del principe
soberano es el jJoder de dar leyes a. todos en general )' a cada uno en particular ... sin consentimiento de
lira el superior, igual o inferior; y más adelante ai\ade: bajo este poder de dar y anular la ley, se comprende
de los tambi¡!n su interpretación y enmienda, &c. (Los seis libros de la República: 1,X). Y Thomas Hobbes
'-egio .... (1651): es inherente a la soberanía el pleno fJoder de preSC7ibir no,.,nas ... de propiedad (o meum o
r cuan tuum)y de lo bueno y lo malo, de lo legítimoe ilegítimoen las acciones de los súbditos ... (Leviatán:
uraron 11, XVIII;también The Elemenls of Lalll: 11, XX, 10 Y De Cive: VI, 9).
:¡uienJ 70 Una Espada Espiritualy otra Temporal,una esgrimidapor la Iglesia y otra para ella,
ISotros según interpretaciónde las palabrasde losapóstolesy de Cristoen la UltimaCena: Dijéronle
12-15, eUos: aquí hay dos espadas. Respondióles: es bastante (Le 22:38).
71 Según palabras de Cristo para Pedro: en verdad os digo, cuanto atm'eis en la tinTa será
p

26 EL VUELO DE ASTREA

Partidas proponen una interesante solución al conflicto, en una doctrina


que llegará a ser sustantiva después:
E estas son las dos espadas, porque se mantiene el mundo. La primera, espiri- ¡
j
tual. E la otra, temporal. La espiritual, taja los males escondidos, e la Otempo-
ral, los manifiestos ... E porende estos dos poderes se ayuntan a la fe de nues- i¡
¡
tro Señor J esu Christo, por dar justicia cumplidamente al alma, e al cuerpo.
Onde conviene por razon derecha, que estos dos poderes sean siempres acor-
dados, assi que cada uno deBas, ayude de su poder al otro: ca el que desacor-
dase, vernia contra el mandamiento de Dios, e avria por fuerza de menguar la
Fe, e la Justicia, e non podria luengamente durar la tierra en buen estado, ni
en paz, si esto se fiziesse (Las Siete Partidas: n, Prólogo).
Indicando así la separación y acuerdo de la Espada Temporal y la
Espiritual: por dar justicia cumplidamente al alma, e al cuerpo. El Zifar explica:
"El rey debe tener para castigar espada e cuchiello natural [temporal], e el
sacerdote espada o cuchiello espiritual. E e! reyes dicho de los cuerpos, e
e! sacerdote de la almas" (Castigos de! rey de Mentón [De cómo Rages ... J).
La superioridad de! príncipe en lo temporal, no sólo tiene expresión en la
doctrina, sino que le corresponden diversos intentos para su realización
práctica. Lo que será inaceptable para los estamentos.
(
El Sabio tendrá que sufrir el levantamiento del reino. Diversos agra-
vios contra la corona -vg., la enajenación de derechos del reino de León
é
a favor de! rey de Portugal-, cometidos por e! Sabio, derivaron en su
desautorización definitiva. 1
Desde el comienzo de su reinado se produjo e! descontento, y se fue e
intensificando: al mandar hacer moneda nueva falta de ley, por la que c
IJ
subieron los precios de manera desconocida (es algo que destaca Col-
meiro, Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla: XII). Se reunieron las pri- r
meras Cortes de su reinado (Segovia, 1256) para poner remedio; en las l\
Cortes de Valladolid (1258) se mandaron las primeras leyes suntuarias,
pero no sólo contra e lujo de la Corte, sino también contra los ricos hom- P
bres, caballeros, escuderos, clérigos, legos, cristianos, judíos y musulmanes. IV
Se tiene noticia que en las Cortes de Sevilla de 1260 las condiciones depre- e:
sivas de la economía persistían, y hasta el ayuntamiento de Jerez (1268) en di
que se juntaron mercaderes y hombres buenos de Castilla, León, Extrema- el

atado en el cielo,y cuantodesatareisen la tierra será desatadoen el cielo(Mt 18:18); a quien


perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos Un 20:23).
Losargumentossobrela supremacíapapal (de la Biblia,pero tambiénde la historiade Roma, Be.:
de los cánones, del principio agustiniano del ordinatio ad unUnl, reformulado por Tomás, &c.),
los discute Dante AJigheri:MorwTChia (1310-1317). InocenciaIII (1198-1216) proclamarála m,
plenitudo potestatis papal, GregarioVII mandará el Dicltllus Papae (1090) que en su número 19 de;
diceque no puede se?'juzgado por nadie, y BonifacioVIIIconcluirásu célebrebula Unam Sanctam l los
(1302): es absolutamente necesario para la salvación que cada cTiatuTa humana este sujeta al Pontífice seg
Romano. cm
LOS SUPUESTOS DE L-\ AUTORIDAD REAL 27
ASTREA

,ctrina dura y Andalucía, infantes, prelados y J"icoshombres'para fijar el valor de la


moneda de oro, plata y cobre, los precios de las cosas, tasando además los
jornales, y otras providencias similares, entre ellas igualando pesos y medi-
espm- das, siguiendo la tendencia homogeneizadora alfonsí.
:empo- Pero en 1270 se levantó por primera vez el reino, en Lerma, viéndose
~ nues- obligado el Sabio a acceder a sus peticiones, en las Cortes de Burgos,
:uerpo. donde se anuló el FueTOReal. Pero la nobleza persistió en su desobediencia
S acor-
contra el príncipe, que a la sazón perseguía el Sacro Imperio, por elección.
esacor.
Necesitaba entonces allegarse algún dinero (e dado es al Te)'que eche pecho a
suar la
m pueblo quanto le fuere menester pam si o para sus huestes [General Estoria, II,
Ido, ni
XXXVIII]), sacando fama de codicioso,72 e il~usto.
Entre las leyes injustas de la época, según Tomás, están las que contra-
1 Y la dicen al hoinbre de bien... como cuando el legislador impone cienas carg(ls a sus
:plica: súbditos, que no son necesmias al bien común (Tmtado de las leyes: VII, 4), lo
J, e el que se afirma en la tradición.73 Si el Papa Gregorio X disuade al Sabio de
pos, e su idea imperial (Beaucaire, 1275), las disposiciones que pretende aplicar
~s...]). para la sucesión del Trono provocarán su desgracia.
en la Ante la muerte de Fernando, el primogénito, la regla del mayorazgo
:ación de Las Siete Panidas (II, XV, 2) dará la ocasión para que la nobleza se alce
con el reino, siguiendo a Sancho IV, llamado el Bravo, en rebelión contra
agra- su infortunado padre. La regla de sucesión que introducían Las Partidas
León era innovadora toda vez que preveía el Derecho de úpresentación -siguiendo
en su las Novellae Constitutiones de Justiniano, CXVIII- según el cual los hijos
del primogénito premuerto heredan la herencia que hubiese correspon-
¡e fue dido a su padre. No se trataba, sin embargo, de la novedad, sino de la
l que
imprudencia del rey, pues provocaba la división del reino entre los aspi-
Col- rantes Alfonso de la Cerda y los infames Juan y Jaime. Una Hermandad de
IS pn- Nobles, Obispos y Ciudadanos reunida en Valladolid en 1282 declaró su
~n las rechazo a Alfonso, acordando que su segundogénito, Sancho, asumiese la
.anas,
potestad regia, que al punto se hizo proclamar. Abu Yúsuf, príncipe de
hom-
Marruecos, ofreció socorro al Sabio, que sin embargo murió, pobre, triste,
tanes.
en su leal ciudad de Sevilla, en 1284 (Colemeiro, COrtesde los antiguos reinos
epre-
de León y Castilla: XII); cumpliéndose a la letra: el proverbio antiguo: rex
,8) en
elis si recte lacias, si non lacias, non em.
:ema-

1: quien
72 Es el juicio de Juan de Mariana, Historia general de Espa>¡a, en Obras, 1, Madrid: Rh'ade-
W:23).
Roma, neyra, 1854, p. 385.
73 En los exempla puede verse. En el Libro del Caballero del lifar, el Rey de Mentón reco-
5. &c.),
,ará la "mendaba a los príncipes futuros: devedes seT justicieros en las tierras que ovieredes a nmandn.r, e non
ero 19 dexaredes de Jaur justicia. por codicia nin por amor nin por desamor ... E así seredes amados de Dios e de
ancta111 los omes, )' en estO especialmente recomendaba que 110: les echaredes ¡Jecho más de que/lto debe da •.
'o"l!fice segun! su fuero, salvo qllando los "lmestTos enemigos quieren entrar a correr la vuestra. liena e la
conqueriT.
28 EL VUELO DE ASTRE."

Finalmente, Las Siete Partidas y el grueso de la legislación alfonsí no


serán reconocidas hasta muchas décadas después, pero como supletorias.
Bracton pensaba erróneamente que sólo Inglaterra usaba de la Ley no
escrita (solaAnglia usa est in suis finibus iure non scripto et consuetudine), mien-
tras que en otras tierras, refiriéndose al Continente, las Leyes escritas pre-
dominaban sobre la costumbre (De legibus... : QUa!sunt regi necessaria). Pero
también en Castilla, los usos y costumbres no sólo fueron una especie del
Derecho, sino su medida además. Tenían fuerza de Ley, y contribuían al
"departimiento" jurídico en tantos lugares, villas, ciudades como en Casti-
lla había (como en Inglaterra: plures et diversa! secundum diversitatem
locorum).
Contra ellas la legislación alfonsí quiso prevalecer, en su pretensión
universalista, sobre e! localismo jurídico. No fue posible. También conside-
raba Bracton como propio de Inglaterra que aquello que era aprobado por
los magnates y e! rey tenía vigor de Ley (legis vigorem habeat quidquid de con-
sitio et consensu magnatum et TeSpubliCa!communi sponsione, auctoritate regis sive
principis pra!cedente, iuste fuerit definitum et approbatum), en forma de man-
E
dato general (De legibus... : QUa!sunt regi necessaria; también e! capítulo:
c(
Quid sit lex et quid consuetudo). Igualmente en Castilla. Los representantes
n,
del reino y e! rey reunidos en Cortes definían la orientación de la legisla-
d:
ción. Si el príncipe Sabio quiso introducir el Fuero Real, forzosamente tuvo
L
que buscar la aprobación de las villas. La autoridad regia no bastaba para
bi
imponer la Ley escrita, sino que era menester e! consentimiento de! reino,
el
por eso Las Partidas serían admitidas hasta que en las Cortes se discutió su
D,
pertinencia.
o
La imposibilidad de afirmar un dominio seguro y permanente regu-
nL
lado por el Derecho real, por una Ley de institución regia más o menos
cc
homogénea, comprensiva de la comunidad política entera, será constante.
us
En cuanto esto se pretende, los derechos de las ciudades y villas, de los
estamentos privilegiados, las preeminencias de los señores y de los ecle-
p(
siásticos, sus fueros, libertades y privilegios se ven amenazados, y sus titula-
Cl<
res inmediatamente ofrecen dura resistencia.
R(
El príncipe se verá obligado, por tanto, a negociar la Ley que pretende
di
imponer, a convencer, persuadir, antes de introducir las novedades que le
se
ocurran imaginar. Esto le obliga a distribuir beneficios para concertar alian-
Slt
zas, pero las gracias y mercedes que prodiga en estas negociaciones, acuer-
dos, pactos, contribuyen a la formación de un Derecho crecientemente
heterogéneo. dé
Br
Al
;TREA

;í no
,rias.
V no
¡jen-
pre-
Pero
CAPíTULO SECUNDO
: del
m al
:asti- DOMINIUM REGALE ET POLITICUM.
'atem UNA INTERPRETACIÓN DE LA FORMA POLÍTICA
Lsión
side- I. EL ORDENAMIENTO DE ALCALÁ (1348).
, por UN ARREGLO POLÍTICO MEDIEVAL.
con-
SU PROYECCIÓN HISTÓRICA
; szve
nan- En su momento, en el siglo XIII, un Derecho real de inspiración romanista
tulo: como el de Las Partidas amenazaba las libertades de las ciudades y de la
mtes nobleza, y era objeto de unánime réplica por parte del reino, por la mu-
,
'isla- danza que implicaba de leyes y costumbres usadas y probadas de antiguo.
tuvo La resistencia al Derecho romano no fue exclusiva de León y Castilla, tam-
para bién en Cataluña, por ejemplo: las Cortes de Barcelona de 1251 prohíben
~lno, en causas seculares la admisión de las leyes romanas así como decretos o
ió su Decretales, afirmando que todo se haga conforme a los usatges de Barcelona
o por las leyes aprobadas en las Cortes y, en su defecto, secundum sensum
egu- naturalem. El Privilegio General de Aragón de 1265, se opone duramente
enos contra todo precepto romanista y afirma que todo se haga por fueros,
mte. usos, costumbres, privilegios y cartas.l ,
~ los La pretensión del Rey Sabio de legislar contra fuero e imponer un
. ecle- poder más firme exasperó a las municipalidades, tanto como su interven-
tula-
ción en materia fiscal. También a la nobleza. Además, la suspensión de la
Reconquista no sólo propició el auge de las letras y los juristas como se
~nde
dijo, sino que provocó también la inquietud de la nobleza: privados los
le le
señores de la expectativa de enriquecimiento por la guerra, se mostraron
lian-
:uer- siempre prestos al bullicio provechoso.
La política jurisdiccional alfonsí sería admitida hasta pasadas varias
ente
décadas. Cuando el reino regresó a la calma, tras los levantamientos de el
Bravo y las luchas de sucesión que volcaron a Castilla, hasta tiempos de
Alfonso XI (1312-1350): en que se logró un arreglo más o menos estable

1 V., Manuel Carda Pelayo, "La idea .medieval del Derecho", Del mito )' de la .-az6n en el
pensamil!1lto polltico, Madrid: Revista de Occidente, 1958, p. 133.
29
30 EL VUELO DE ASTREA

entre el rey y los estamentos: un acomodo que permitió introducir parcial-


mente la idea jurídico-política del Sabio, en la esfera judicial de la
Monarquía.
Las Partidas -se dijo ya- manifestaban la aspiración a ampliar el
poderío y autoridad del rey. En ellas, el príncipe ejerce sobre sus dominios
se'ñorío natural (temporal) por encima de todos los señoríos existentes y
jurisdicciones, lo que implicaba el derecho no sólo de juzgar, sino de legis-
lar, hacer la guerra, recaudar impuestos, acuñar moneda y nombrar oficia-
e
les, potenciando en cada una de estas materias las regalías que tradicional-
I
mente se referían al rey.
Las regalías fueron derechos privativos del príncipe, inherentes a su
¡
,
cargo, que se expresaban en forma de ius regale y que constituían derechos I
¡
del príncipe sobre determinados bienes excluidos de la apropiación parti-
cular, a los que se incorporan -acentuando su sentido de ius publicurn dis-
tinto, aunque no separado, de los derechos de la Corona- las atribuciones
y facultades que exclusivamente correspondían al poder real. Dice el Fuero
Viejo de Castilla: estas cuatro cosas son naturales al señorío del rey. Que non las
debe dar a ningún .home, nin las departir de sí, ca pertenecen a él por señorío
I
natural, Justicia, moneda, fonsadera é suos yantares (1, I, 1).2 En Las Partidas, el
Monarca manda en virtud de señ01"Íonatural, y Señor es llamado propiamente
aquel que a [tiene) mandamiento, e poderío, sobre todos aquellos que viven en su
tierra (Partida IV, Título XXV, Ley 1), y le corresponden naturalmente las
cosas necesarias para regir, dirigir y realizar las funciones propias de la
iurisdictio, llegando a reconocerse cierto lazo entre gobierno y jurisdicción.
La relación política fundamental queda definida como aquella, que a [tiene)
el rey sobre todos los de su señorío... que quiere decir, como puro, e esmerado man-
damiento de judgar, e mandar los de su tierra (Partida IV, XXV, 2).3 La función
de justicia -principal regalía, vinculada a los derechos de lacorona-, es
piedra angular de la Monarquía, y en torno a ella se construyen las institu-
ciones de gobierno.
En la doctrina castellana ha se aprecia la rigurosa distinción iurisdictio- r
gubernaculum que introduce Bracton para la de Inglaterra,4 según la cual el
príncipe esta atado al Derecho en lo que toca a la jurisdicción, pero abso-
luto en el ejercicio del gobierno dirigido al mantenimiento de la paz. Al
II
2 eit. por Valdeavellano, Curso de historia' de las instituciones españolas, Madrid: Alianza,
1982, p. 445. La ¡onsadera es la redención en metálico de los servicio de las armas, y los yanta-
res: deber de los súbditos de alojar y sustentar en sus casas al Rey o a sus enviados. '
3 El gobierno se definirá tradicionalmente como prudencia del mandar recta y justamente,
según dice al final del Quinientos Jerónimo Castillo de Bobadilla (Polítíca para corregidores ... ).
Cit por Juan Beneyto, "La obra y las ideas de Bodino en la España de los siglos XVI y XVII",
en Symposíum ínternacional Badino-Pedroso, México: UNAM, 1979, p. 30.
4 Asunto muy comentado tras Charles H. McIlwain (Constitutíonalislll Anáen! & AJodern).
En la doctrina castellana se percibe una distinción débil entre Jurisdicción y Señorío, y a veces
Ul\A lNTERPRETACIÓ'" DE LA FOR,I!..\ POLíTICA 31
,sTREA

tratar sobre las libel.tades que pertenecen al rey (De Legibus ... : De libeTtatibus
lrcial-
:le la
et ql1is concedeTejJossit libeltates et qwe sint Tegis), el jurista inglés dice: "El rey
tiene jurisdicción ordinaria y poder sobre todos los de su reino. Tiene en
lar el su mano todos los derechos que pertenecen a la corona y el poder secular
linios y la espada material pertenecientes al gobierno del reino" (oTdinaTiam habet
Ites y iUTisdictionem et dignitate17l et pótestatem super 017lnisqui in Tegno suo sunt. Babet
legis- enim olnnia ium in 17lanu Slla qUa!ad COTOnamet laicalem peltinent potestatem et
)ficia- 11Iaterialemgladiwn qui jJe1tinet ad Tegni gubernaculum). Pero en los actos rela-
ional- tivos a la jurisdicción (illStitiam et iudici1l1n qWE sunt iUTisdictionis), debe man-
tenerse dentro de lo que es justo, conforme al Derecho del reino (item habet
a su in potestate sua ut leges et constitutiones et assisas in Tegno suo pTOvisas et appTO- .
echos batas et iumtas, ipse inpTOjJTia jm'sona Slla observet et a subditis mis Jaciet obser-
parti- vmi). En Castilla esto se concibe también, y esto es decisivo, aunque no por'
n dis- una fórmula tan clara quizá. El príncipe jura guardar el Derecho del reino
:iones sin duda, y reconoce que debe ser justo en el ejercicio de la jurisdicción.
Fuem De lo contrario, es posible -tal expectativa no se suprime- resistir. De ello
m las depende su autoridad, en tanto juez: "Amad la justicia los que gobernáis la
~ñorío tierra" (Sab 1: 1). De ello depende la obligación moral -interna- de obe-
!as, el decer, la obligación política. Por eso dice el Sabio:
mente Mas non le es dado [al rey] de matar a ninguno nin tomar de ninguno ningunt
en su aver sin derecho. E si lo r.omare, es tanto commo que lo forcase. E el omne a .
te las quien acaesciere de andar en mandamientos de la ley, si pospusiere por aque-
de la llo el mandamiento del rey, quito es de pena por que el rey non ha de maridar
:ción. cosa que sea contra mandamiento de ley en ninguna cosa; e aun vedado es al
:iene) pueblo de obedecer al rey en cosa que sea <:entra ley (General J::Storia: 11Reyes,
11Ian- XXXVIII).
nción Afirmación que en parte es similar a la famosa cláusula 39 de la Cmta
-, es Magna inglesa,S pero hay más: el mandato del rey, si injusto, no debe ser
.stitu- obedecido. La Ley no parece ser Ley, según expresión de San Agustín, si
no es justa (Del libTe albedrío: r, V). Por eso la legislación alfonsí tiene lími-
tictio- tes, al igual que su gobierno: el rey non ha de manda¡' cosa que sea contm man-
ual el damiento de ley; así, la paradoja Tex inJm et mjna legem. ti.ende a disolverse.
abso- Pero no sólo el Derecho limita (estructura) el oficio real, sino también las
IZ. Al relaciones al interior del reino.
Si declara el Sabio: Ningun ame sea osado de judgar pleitos si non júere
alcaUe puesto por el Tey (FueTOReal: r, VII, 2), los señores reclamarán su ju-
lianza,
yanta-
risdicción señorial -y ser juzgados por sus pares-, los eclesiásticos su juris-

l1nente,
'res... ). una identickld, vg.: "del impedimento)' ocupación de la nuesu'a Jurisdicción o Señorío ninguno
XVII",
puede conocer sino Nos". Novlsima Recopilación de Leyes de Espm1a: IV, 1, 3.
s Cito por la versión inglesa: No Feemen shall be taken o)' imprisoned or disseised o)' exited or
odem). in any way deslroyed, '>lor witl we go u/Jon him 110rsend upon hiln, excepl by Ihe lawful judgmel1l of his
1 veces
peers or by the [aw of the tand.
32 EL VCELO DE ASTREA

dicción eclesiástica, y las ciudades la suya, en los diferentes ámbitos conso-


ciativos del reino. No sólo en virtud de privilegios concedidos, heredados
.I e
o ganados, sino en virtud de la potencia con que cuentan los estamentos II
para conservarlos y defenderlos. n
La jurisdicción en la Edad Media leonesa-castellana se caracterizaba la
d,
por la circunstancia de que la potestad jurisdiccional, aunque pertenec
ciente a las regalías regias, no radicaba enteramente en el rey sino que fe
eran reconocidas otras jurisdicciones: las municipales, señoriales, eclesiásti- ce
cas y los tribunales especiales, o consulados: Por eso, si el alcalde de! Fuero to
Real debe juzgar "en lugar señalado, por las mañanas hasta e! mediodía, la
desde el primer día de abril hasta e! primero de octubre, guardando las ra
fiestas y las ferias" (FueTOReal: l, VII, 2), habrá allí y a esa hora un señor,
un Obispo o una autoridad concejil que lo estorbe. Si además el mismo d(
alcalde ha de jurar guardar e! Derecho de! rey y de los pueblos (FueTO fa
Real: l, VII, 1), tendrá que respetar cartas forales, privilegios, tanto como en
costumbres, antes que las leyes nuevas. Si manda el dicho alcalde prender, &.
asentar o entregar a alguien, cumplirá que se observe su mandato (Fuero abo
Real: II, II, 1), pero siempre que no afecte el derecho de esa persona asen- la
tado en calidades jurídicas referidas al territorio al que pertenece, esta- gn
mento, dignidad, oficio... Además, si e! Adelantado Mayor: ha de guardar el mG

regno, o la tierra sobre que fuere puesto, de robo e de fuerzas e de otras malfe- en
trías... [y] ha de guardar las iglesias que ninguno non las quebrante... et que los nc
caminos del rey sean seguros ... e que en todo su poder non sea muger forzada, y
todo lo que se lee en la ley 5 del reglamento alfonsí sobre Las Cosas que cu;
Deven Facer los Adelantados JWayores, debería entonces contar con un tre- mi
mendo poderío para realizar su mandato; pero, a la verdad, carecía de re~
recursos, fuerza, aparato para enfrentar a unos concejos municipales cerra- cm
dos y una nobleza frecuentemente abierta a la pelea, exactamente como pal
ocurrió tras la muerte de Alfonso X. int
Durante las tres décadas siguientes, el reino de León y Castilla se vio aJ1l

arrastrado en sendas luchas interiores, protagonizadas por la nobleza y las (13


ciudades que la secundaron. Hacia 1312 fue alzado como rey Alfonso XI, a res
la edad de un año, abriendo una nueva fase, más intensa, de la contienda die
nobiliaria en Castilla -según la Crónica del muy alto et muy católico rey Don lag
Alfonso el Onceno, durante su minoría: los que avian el poder tomaban las ren-
tas del Rey, et mantenian con ellas grandes gentes, et apremiaban los que podian,6 prc
asolando la tierra-, hasta 1325: en que fue proclamado mayor de edad. quí
Alfonso XI fue coronado en Burgos, e! día de San Hipólito, ungido tud
por el Obispo en e! hombro derecho, antes de que él mismo se llevara la

AJial
6Cito en Julio Valdeón Baruque -que aporta varios ejemplos más, interesantes todos-
en "Revueltas en la Edad Media castellana", Revueltas J revoluciones en la historia, Salamanca: U.
poli!
de Salamanca, 1994, p. 10. (M~(
¡;¡-;A INTERPRETACIÓN DE U\ FORMA POLÍTICA 33

Corona a la cabeza. En Compostela, él mismo se armó caballero, para


luego armar a otros ricos hombres y caballeros, con la intención de formar
nuevas clientelas afectas a él dentro de la Corte, agradar a los demás con
la idea de Reconquista, negociando con e! Papa Juan XXII la reanudación
de la cruzada, prometiendo a los suyos el prestigio y botín de la guerra, y
formando nuevas alianzas también con los reinos vecinos, especialmente
con Alfonso IV de Aragón, y con las órdenes militares de Portugal. Con
todo ello, metió freno a las incursiones musulmanas sobre la Península en
la batalla de Salado (1340), cerca de Tarifa, y logró la rendición de Algeci-
ras (1344), para morir en e! cerco de Gibraltar (1350).
El reinado de Alfonso XI fue como quiera decisivo, porque obró pru-
dentemente, con arreglo a la constitución estamental que se había venido
fortaleciendo. Una moderna historiadora resume: Su Crónica hace hincapié
en sus cualidades personales, caballerescasy militares, lo cual no resulta exagerado.
Batallador y justiciero ... se empleó a fondo durante su reinado en reafirmar la
absoluta potestad del rey: en el terreno del derecho, a través de su coronación y de
la promulgación de obrasjurídicas, y en el de los hechos, ejecutando a infantes y a
grandes, metiendo en cintura a los nobles y a las ciudades, y emprendiendo refor-
mas administrativas.7 Cierto, y acaso también la afirmación de que se empleó
en reafirmar la absoluta potestad del rey. En eso puso algún esfuerzo al inte-
rior del reino; pero no lo consiguió, y en ello hay que reparar.
Para empezar, quizá ni siquiera lo pretendió decididamente. Fue para
cualquier efecto un príncipe prudente, y lo mostró desde que salió de la
minoría de edad, aprovechando las divisiones de la Corte entre Infantes,
regentes, tutores y parentela;8 precisamente porque procedió con cir-
cunspección y examen, midiendo las. fuerzas de los estamentos, acertó,
para allegarse una parte de la nobleza, en reanudar la Reconquista y, para
introducir refOrmas, buscó e! apoyo de las ciúdades. En todo momento
animó la reunión de Cortes -en Valladolid (1325), Medina de! Campo
(1328), Madrid (1329, 1330, 1339), Burgos, (1338, 1345), Alcalá de Hena-
res (1345, 1348), Villaroe! (1346), Segovia (1347), León (1349)-, enten-
diendo rectamente que sin la asistencia de! reino poco, o nada, podría
lograr. . .
Pero signo de su debilidad fue e! bandidaje, las guerras de linajes y la
propia Reconquista en su vertiente menos heroica, el saqueo. La Monar-
quía castellana, por todo ello, ni es, ni puede ser absoluta (véanse.Ias vicisi-
tudes de! príncipe en su empeño por arreglar la obediencia del reino, a

7 Marie Claude Gerbert, Las noblews españolas en la Edad Media. Siglos XI-XV, Madrid:
Alianza, 1997, p. 131. .
8 Ian R. Macpherson y Robert Brian Tate ilustran este interesante proceso con la suerte
política de donjuan Manuel en la Corte castellana, en su "Introducción" a El libro de los estados
(Madrid: Castalia, 1991).
34 EL VUELO DE ASTRE"

pesar de sus convicciones respecto a los principios de la autoridad regia,


en el comentario de Colmeiro: Cm"tesde los antiguos reinos de León y Casti-
lla: XV). No sobra insistir, la real jurisdicción hacia e! mediar de! Trescien-
tos presenta una forma imprecisa, por lo que la autoridad de! rey se mani-
fiesta impotente. Los límites jurisdiccionales de las villas y ciudades, así
como los de los señoríos eclesiásticos y laicos, son objeto de conflicto cor,S-
tante, que e! rey no puede dirimir. No f~a institucionalmente los tribuna-
les de la realjusticia.9 El rey tuvo que mirar por eso por compromisos más
o menos fluctuantes, hasta lograr un arreglo político.
Este fue el Ordenamiento de Alcalá (1348), que fija cierta posición esta-
ble de los estamentos dentro de! reino, frente al rey. "Fueron estas Cortes
de Alcalá de Henares de 1348 tan generales, comenta Colmeiro, que ade-
más de Jos prelados, ricos hombres, hijosdalgo y caballeros de las órdenes,
concurrieron los procuradores de todas las ciudades, villas y lugares de!
reino; y es singular que los tres brazos de consuno hubiesen formado y
presentado al Rey el cuaderno de las peticiones especiales contra la ordi-
naria costumbre de llevar la voz por separado" (Cortes de los antiguos reinos
de León y Castilla: XV). El príncipe, a su vez, se ve en condiciones adecua-
das para ampliar su autoridad más a allá de la esfera judicial, haciéndose
en consecuencia de importantes facultades legislativas -Título XXVIII: al
Rey pertenece, y tiene poder de hacer fueros y leyesy de interpretarlas y declararlas
y enemendarlas donde viere que cumple-, pero esto no significa que impone
su voluntad en forma de Derecho; hay que subrayarlo: tendrá que aceprar
límites concretos a sus Pragmáticas, Cédulas y Provisiones reales, introdu-
ciendo, desde muy temprano, una garantía para la conservación del Dere-
cho existente, a petición de las Cortes (en Valladolid, 1325; pet. 44):

9 Don Alonso XI, en virtud de la petición primera de las Cortes de Madrid de 1329,
declara "que tiene á bien asentarse dos veces á la semana en lugar público do me puedan ver é
allegarse los querellosos é los otras que hubieren á dar cartas é peticiones; é que los días sean
lunes é viernes". para oír con sus alcaldes de Corte un día las peticiones, y otro los pTesos é los
rieptos. Cit. en Martínez Marina, Juicio eTílico de la Novísima Tecopilación, Art. VII. N o es nada
definitivo, al final del siglo XIV: don Juan l, a consecuencia de la petición primera de las Cor-
tes de Burgos de 1379, dice: '.Nos place porque los de los nuestros reinos y señoríos alcancen
mejor cumplimiento de Derecho, asentarnos en audiencia dos días en la semana para oir y
librar las peticiones. E lo faremos asi de aqui adelante cada que hobieremos lugar de lo facer
y no estando ocupados de otros negocios". El mismo Juan en las Cortes de Valladolid, en
1385, determinará: "Nos place asentamos en la nuestra audiencia un ciia cada semana porque ¡
nuestros naturales nos puedan querellar é mostrar los agravios que [asta aquí hayan recibido ó
recibieren en adelante; y asi haber y alcanzar de nos cumplimiento, de derecho"; en respuesta ,
a la petición cuarta de las Cortes de Bribiesca de 1387, hizo el propio Rey don Juan otro 1
/'
acuerdo: "Ordenamos que tres días en la semana, conviene á saber, lunes é miercoles é vier- J
nes, nos asentemos públicamente en nuestro palacio, é alli vengan á nos todos los que quisie- 1,
ren librar para nos dar peticiones, é decir las cosas que nos quisieron decir de boca". (Martí-
.,
nez Marina, Juicio crítico de la Novísima recopilación, artÍCuloVII). 1
.~
j
1
ASTRE~ UNA INTERPRETACIÓN DE lA FORMA POLÍllCA 35

regla, Muchas veces... mandamos dar algunas cartas contra Derecho: y porque nues-
I Casti- tra voluntad es que la nuestra justicia florezca, j' aquella no sea contrariada,.
eSClen- establecemos, que si nuestras cartas mandáremos algunas cosas en peljuicio de
manJ- partes, que sean contra ley ó fuero ó Derecho, que la tal carta sea obedecicla y
les, así no cumplida (Novísima Recopilación: I1I, IV, 4).
) cor,s- Desde luego, se trata de un principio del Derecho romano -altem.m
'ibuna- non laedere-'- pero adopta en su contexto un significado político concreto,
os más como garantía jurídica y compromiso que templa la jurisdicción real, ante
la Ley vigente (principio que se afirma en las Cortes de Burgos de 1379 y
n esta- en las de Palenzuela de 1425). En definitiva, modera el rey su actividad
Cortes legislativa ante la 1lniversitas del reino; pero no es una graciosa concesión:
le ade- según quedó sancionado en las Cortes de Briviesca (1327), el reino logra
'denes, establecer que el rey no puede derogar los fueros, leyes y ordenamientos
:es del hechos (pactados) en Cortes.
Jado' y También, en tiempo de Alfonso XI se introduce una garantía funda-
a ordi- mental para la persona, en Valladolid (1325) y Madrid (1329), por peti-
¡ Temas ción de las Cortes (3 y 77 respectivamente): Mandarnos, que si alguna carta
decua- emanare desa/omda de la nuestm Chancillería, ó de qualquier Alcaldes ójueces, en
~ndose que ma.nden lisia.r ó matar, ó prender alguna ó algunas personas, ó les tOl11a.r
sus
IIII: al bienes, ó desterrar, ó desheredar á alguna ó á algunas personas, ó otra cosa d~sa-
'.amTlas guisada, que tales cartas no sean cumplidas hasta que nos las envien mostrar
mpone (Novísima recopilación: 1lI, IV, 3). De modo que el príncipe fortalece' su
lceptar capacidad jurisdiccional y la amplía, pero hasta cierto punto. Deteniéndose
Itrodu- en el Derecho vigente y limitado por las diversas jurisdicciones.
i Dere- Toda afirmación supone una negación, pero en una figuración multi-
4): polar como sería la del reino de Castilla, las afirmaciones del poder regio,
no suponen la negación de todas las fuerzas políticas: al introducir límites
a ciertas jurisdicciones, las demás jurisdiccionales existentes se fortalecen.
le 1329, Veamos algún ejemplo.
tan ver é
Detiene la expansión de las jurisdicciones señoriales y eclesiásticas,
lías sean
-esos é los pero se fortalecen dentro de' sus propios términos. Una disposición de
es nada Alfonso XI, dada en Valladolid (1325), a petición (número 9) de las Cor-
las Cor- .
alcancen
tes, se refiere a ello. Comienza por explicitar las. condiciones que la moti-
Ira OU: y van: algunas ciudades, villas y lugares de nuestros Re)mos ... que son .beheteríasy
lo facer solariegos y Abadengos, en que dichas ciudades y lugares tienen jurisdicción civil
lolid, en
1 porque
y criminal, y vienen á sus llamamientos, y contribuyen con ellos en los pechos y
:cibido ó deTTamas,y algunos Ricos homes, Caballeros, Cabildos, Perlados y Eclesiásticos tie-
eSJluesta nen en ellas vasallos... )' ju.eros y señorío por los suelos en que 17!OTan,sin tener
Jan oU.o
:s é vier- jurisdicción alguna, )' por ocasión de lo que tienen, ponen Alcaldes, y otros oficiales
e qlllS1C- que impiden la jurisdicción [del rey], y los"repartimientos y jJagas que POTnuest1'O
. (Martí-
mandato se echan, y los Eclesiasticos, dan las dichas aldeas en encomienda. a los
caba.lleros... de que se sigue, que la nuestra jUlisdicción se pierde y tnrba. Todo
36 EL VUELO DE ASTREA

esto pide freno, desde luego, pero no supone la supresión de las jurisdic-
ciones existeütes y legalmente constituidas. Estas, al contrario, se
fortalecen:
y [en] las dichas nuestras ciudades)' lugares, no se pagan ni los pedidos ni
pechos, ni se puede cumplir lo que es nuestro servicio: por ende mandamos,
que las dichas aldeas )' lugares vayan á fuero y juicio á aquellas ciudades y
villas y lugares que suelen ir; y que ninguno turbe ni embargue 'la nuestra
jurisdiccion real, ni á dichos lugares la jurisdicción que les pertenesce; y que
solamente tomen lo que por razón de lo suso dicho les pertenezca, y no mas;
ni por razón de ello se embarguen los nuestros pechos y derechos, ni se pon-
gan entredichos por los Eclesiasticos; ni seari osados de' ponér en las tales
aldeas y alhoces oficiales, ni personas que puedan impedir la jurisdicción de
las dichas nuestras villas, por razon del señorío que en los tales lugares tengan,
salvo mostrando privliegio en contrario (Novísima l'ecopilación: IV, 1, 6).
De modo que el OTdenamiento de Alcalá pone límites, salvo -el condi-
cional es decisivo- mostmndo privilegio en contmrio; lo que supone un arre-
glo en que el príncipe no afirma su poderío suprimiendo las otras fuerzas
del reino, sino aceptando cada una de ellas. Un arreglo, pues, con las
villas y ciudades, con los eclesiásticos )' con los Grandes, Títulos y los nobles
Hijosdalgos de Castilla. Así se procura una organización del espacio jurisdic-
cional sin suprimir el Derecho vigente, por antiguo que fuese. Esto
importa: el OTdenamiento de Alcalá recoge, en su Título 32, el Fuero de los'
f¡jodalgos.
De modo que éstos conservan el cumplimiento de lo pactado por los Seño- )-
Tesde lugares de encaTtaciones, beheterias, solariegos, realengos y abadengos, desa- C
I
rrollándose en la Corte y posteriormente en las Chancillerías y Audiencias
I
reales un método diferenciado en los procedimientos judiciales de los J
Grandes y demás Titulas del Reyno (Título 32, leyes 12-18, 22-26, 40). Intac- g
a
tos quedan, pues, los plivilegios de los Hijosdalgo para no seT prendadas sus el
casas, caballos, mulas ni aTmas por deudas, y para no pechar... a lo que se
añade el privilegio del Hijodalgo pam no ser pTeso jJor deuda, ni jmesto á tor-
mentó, En posteriores' legislaciones -Toro (1505).- se introducirán algu-
nas modificaciones, pero en general se mantendrá el conjunto completo 11
d
de franquezas y exenciones para la nobleza, que el príncipe Alfonso Xl e
admite siendo su voluntad hacer meTced a los caballeros p01'que puedan estar p
vi
mejoT aguisados para nuestm sen;icio (Título XVIII, Ley IV, del Ordenamiento J.
de Alcalá). Una estructura ele siglos,1O que corresponde a un orden que

DigoqLe varias leyesdel Ordenamiellto de Alcalá las recoge] uan de la Reguera en la


10
Nov(simnrecopilaciónde 1805 (todas las leyesdel título 1, libm VI), si bien apunta MartÍnez 111
. Marinaque para entonces la constituciónde los noblese hijosdalgovaría sustancialmentede SI
la antigua. Dice además que no existen ni se verifican los motivos que originalmente animaron
U:'\A INTERPRETAC¡Ó:'\ DE L-\ FORMA POLÍTICA 37
.5TREA

tiende a consen'arse, vg. en el régimen de la propiedad, por el p¡-ivilegio


isdic-
del ma)'orazgo. 11
J, se Interesa en todo caso que el poder real tiende a imponer un cierto
control sobre la jurisdicción de los seúoríos laicos y eclesiásticos; limitado )'
jos 111
parcial -salvo mostrando privilegio en contrario-, aunque abre una gama de
amos, oportunidades para que su fortalecimiento sea progresivo. El rey se alza
,des )' como juez superior: El Rey funda su intención de Derecho común acerca de la
Llesu'a juTisdicción civil y cl'i1ninal en todas las ciudades, y villas y lugaTes de sus Reynos y
y que SelíoTíos; y POTesto antiguamente ordenamn los Reyes nuestms pmgenitOl'es, J' Nos
1"Inas; ordenamos, que qualquieT Pedado, hombre poderoso que tiene entrada y ocupada la
: pon- juTisdicción de qualquieT de las dichas ciudades, villas J lugares, es tenudo de mos-
. tales tm!"... lílulo ó pl1vilegio (en Valladolid el aiio 1325, peto 23 )' 25, )' en León
6n de el afio 1349, peto 9; Novísma RecojJilación: IV, 1, 2), Es un proceso (antigua-
'ngan, menle oTdenamn los Reyes nueslTOSpmgenitoTes) que describe una tendencia
hacia la construcción institucional de la Justicia Teal:
Tenemos por bien, que todos los Juzgadores, para librar los pleytos, sean
ondi-
puestos por nuesu'a mano, 6 por los Reyes que despues Nos vinieren; porque
arre-
aquellos que son llamados Jueces, 6 Alcaldes ordinarios para librar los pleytos,
.erzas no los puede poner otro, salvo los Emperadores 6 los Reyes, 6 á quien ellos lo
n las otorgasen, 6 diesen poder seI'ialadamente 6 si algunos SeI'iores, 6 ciudades 6
nobles villas lo ganasen por tiempo (Ordenamienlode Alcalá, Título 32, Ley 41).12
isdic-
Esto
de los
el favor de la Ley: no pudiendo, pues, acomodane las antiguas leyes a ta legislación actual, ni las vie-
Seño- jas costumbres a las presentes, están por demás en nuestro Código (juicio crílico de la Novísima reclYpila-
desa- ción: arL IV). Desde luego, ya en el siglo XVI, Juan de Mariana se extrañaba de instituciones
t"les como las beheterias, considerándolas anticuadas y calamitosas (De ,'ege et regis institutione: 1,
:nClas IIJ), siendo además que Juan JI reformó la constitución de semejantes señoríos (I4S4).
e los Importa sin embargo el sentido jurídico que conserva la Novísima, )'a que la nobleza podía ale-
:ntac- gar Derecho a sus privilegios)' franquezas según aquel código, por arcaic9 que fuera, y apelar
a la gracia del príncipe, guardando la venerable Ley de Toledo (1480), en que los Católicos
lSSUS dicen que deben ser favorecidos los hijosdalgo po,' los reyes, siguiendo a don Alfonso XI.
.le se 1I Los ma)'orazgos se fundan en el Derecho nao,ral y divino, )' el Derecho antiguo del
Reino (en nascar primero es muy grand sejial de amor que muestra Dios [Deuteronomio: 21, 1 i7;
1. tOT- Jueces: 1], )-2; Paralipómenos: S, l J, )' según jitero )' costumbre de ESjJ07ía, según se lee en Las
aJgu- Pmtidas: Il, XV, 2). De modo concreto,' constituyen una masa de b"ienes-haciendas, premi-
pleto nencias, armas, títulos y nombres- perpetuamente vinculados a una familia, que se suceden
de primogénito en primogénito; en Toro (1SOS),Le)' 27, se permite fundar vineulacionescon
:0 Xl el tercero y qUlnto de los bienes. Dos tercios del territorio de Espaila alcanzará a componerse
eslaT por la propiedad vinculada entre mayorazgos, seiloríos y. tierras de Iglesia, acumulación de
,tiento vínculos que dura hasta la edad moderna (B. Clavero, Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla
1369-1836, Madrid: Siglo XXI, 1984, p. 123), Yse extiende a las Indias (D. M. Ladd, La noblew
l que mexicana en la época de la lndej""dellcia, 1780-1826, México: FCE, 1984, pp. 103)' ss.). Deplo-
rará Melchor de Jovellanos, en su hiforme sobre la Ley agraria (1797), la proliferación de los
mayorazgos (ObriJ.s, Tomo 1, Madrid: P. Mellado, ]845) .
. en la t2 Nota MartÍnez Marina, entre otros gazapos recogidos por .luan de la Reguera en esta
lrtínez misma Le)', que en el texto del Ordenamiento se lee: "o si lo hubiesen ganado por tiempo, v no:
nte de si lo ganasen por tiempo". La en'ata se encuentra en la Vieja (1484), Nueva (la impr. íS67,
maron
38 EL VUELO DE ASTREA

y los tales Jueces deben de ser personas leales y de buena fama, y sin
codicia, además:
que hayan sabiduría para juzgar los pleytos derechamente por su saber y por
su seso; y que sean mansos, y de buena palabra ... y sobre todo, que teman á
Dios, porque si á Dios temieren, guardarse han de pecar, y harán justicia con
piedad; y si temieren á Nos, habrán miedo y vergüenza de errar, pues que tie-
nen sus lugares para juzgar derecho.
Dice Alfonso XI en el mismo lugar: aquello que fueTe judgado POTlos mis
alca1lesque anduvieTen con los mis adelantados o con los merinos mayoTesPOTjus-
ticia [El reino de León y Castilla, desde el Cantábrico hasta el Duero,
incluía en la Baja Edad Media 18 merindades]' .. que lo cumplan assí mismo
los meTinos [menores], e que no passen contra ellos en otra manera ninguna
(Recopilación de Castilla: III, IV, 2), de manera que se integran los diferen-
tes niveles de la jurisdicción real, aunque no de manera automática (lo
mismo se pide .en Cortes posteriores). Donde pudo, el príncipe impulsó la
política de intervención regia sobre la administración municipal.
Suplantó legalmente la corporación del concejo, compuesto por los
magistrados de la localidad, por el sistema de Regimiento de nombra-
miento real. En Burgos (1345), vg., mediante Real OTdenanza ordenó que
se constituyera una junta formada por hombTes buenos que, en compañía de
los Alcaldes y el Merino, asumiese las funciones que hasta entonces habían
conespondido a la asamblea vecinal o concejo y, al mismo tiempo, nom-
bró los tales hombTes buenos o Regidol'es, disponiendo que ellos designasen a
los magistrados y oficiales municipales que también antes elegía el concejo.
Dictó preceptos análogos para León, Segovia y Madrid.
No todas las villas perdieron la facultad de elegir sus propios magis-
trados y oficiales.13 En todo caso, sobre la jurisdicción municipal se eleva
paulatinamente la del rey, que va construyendo su propio aparato. Acom-
pañan a las justicias reales ames sabidoTes de fUem e deTecho que le ayuden a
librar los pleitos (alcaldes), escogidos por el rey (Enrique II [1371]: Burgos
[1377]; Briviesca [1387]; Guadalajara [1390]; Valladolid [1442]). La ten-
dencia apunta a que las alzadas de los jueces forales, de realengo y de seño-
río, se dirijan sin más a la Corte dd Rey, confirmando la proyección hacia
la construcción de la SupTema jurisdicción perteneciente al Rey en todos los pue-
blos del Reyno; y prohibición de impediT las apelaciones de jueces inferioTes á las
Audiencias Reales (Novísima Recopilación: IV, 1, 1).14 Se trata de un lento pro-
ceso, en el que han de quedar vigentes -por siglos- las jurisdicciones

última impr. 1777) y Novisima recopilación (1805) (juicio critico de la Novísima l-ecopílación:
art. VII).
13 V., Valdeavellano,
o/J. cit., p. 549.
14 Nota Martinez Marina el desliz de los recopiladores-desde Alonso Diaz de Mon-
ASTREA
\J1\A INTERPRETACiÓN DE LA FORMA POLÍTICA 39

,y SIn que pueden moslm?" privilegio. Además, es una estructura fluctuante, no


definitiva, sino dinámica, sltieta a transformaciones determinadas por las
r )' por relaciones de interdependencia la interior del reino. Esto hay que desta-
,111an á car: los tribunales municipales, tendrán su momento para revertir la inter-
cia con vención regia.1;
¡Ue tie- De hecho, en la práctica, la propia jurisdicción real no queda plena-
mente centralizada, aún siendo que el rey pone algunos oficiales de justicia
sobre el reino. Los cargos reales de justicia en el ámbito territorial dan
los mis
lugar a la formación de redes locales adictas. al favor regio que, en princi-
'01' JUs-
pio, permiten al príncipe -como lo pensó Alfonso XI- mayor control y
)uero,
sujeción;16 pero con el tiempo alentarán fuertes oligarquías dispuestas a
mismo defender las preeminencias del cargo, muchas veces ganadas por meTCed
iliguna. real a perpetuidad, dando entrada no sólo a la venalidad, sino a nuevas
iferen- formas, vigorosas, potentes de autonomía local. Ramón Llull (circa
.ica (lo 1235-1315), inventor de la máquina de pensar,l7 obsen'ó:
ulsó la
Muchas veces, Seüor [es una meditación, y se dirige a Dios], he preguntado a
los hombres andariegos a través del mundo si han visto a algún príncipe que
.01' los sea perfecto ... y no hallé nunca nadie que pudiera darme razón de la existen-
Imbra- . cia de un tal príncipe. Esto, Seüor, me maravilla mucho ... Porque si es cierto
lO que que ninguno de los hombres que son tiene tanta obligación de mantener la
iiía de justicia como ellos tienen, por nadie como por ellos los pueblos abandonan los
labían caminos de la justicia y de la verdad (Príncipes j' juglares, ¡).
nom- El abandono de la Justicia, la situación deplorable de los tribunales es
asen a un tópico de la literatura medieval (y .no sólo), y es. quizá una expresión de
JI1ceJo. 12. lucha entre jurisdiccione.s, especialmente de los estamentos contra la
Justicia delegada del rey, que, conforme se fortalece, se manifiesta con tre-
magls- menda dureza.
: eleva
Acom- tal\'o- siendo que a la sazón, en la era del CuatrocientOs, J en 11luchos m10s después ... soltmumle se
'.tden a. conoció la Audiencia de la corte del,'ey (juicio crítico de la Novísima. ,'ecopilación de las leyes de
Espmja: art. VII). Del mismo Martinez Marina, conviene ver: Te0/1a de las C01tes o grandes juntas
~urgos
,wciollll1es de los reinos de LeÓIl y Castilla, parte 11, "Historia de la. Audiencia del rey".
a ten- 1; Recordar la vindicación popular: Todos a uno, la respuesta que dan los del pueblo de
: sefio- Fnenleovejllna: en la obra de Lope de Vega, cuando se les pregunta quién maló al comendador,
. hacia que acaso fue el de Calatrava (1476), o tal vez otro tiránico señor en manos de la villanía.
También conesponde a esta proyección la declaración de don Pedro Crespo, al rey: "Toda la
JS pue- justicia vuestra! Es s6lo un cuerpo no más;! Si éste tiene nUlchas manos,! Decid ¿qué rnás se me
s á las da! Matar con aquesta un hombre! Que estrota había de matar'" (Calderón de la Barca, El
o pro- alcalde de Zalll.mea, IJI, XVII). Después de exigir enmienda al oficial que mancilló el honor de
su hija, don Pedro no repara en el fuero militar, sentencia por la jurisdicción ordinaria y,
cIOnes siendo juez}' parte, ejecuta. El rey lo nombra alcalde perpetuo del lugar de Zalamea: una
. aldea perdida en la Extremadura, junto a la raya andaluza. Una jurisdicción municipal bajo
un régimen concejil que ha puesto la vara de alcalde en las muchas manos del padre de Isabel,
Jilación:
para ~ardar laJusticia del rey. .
1 v., Marie Clauc1e Gerbert, op. cit., p. 144.
17 Sobre ello, v.: Jorge Luis Borges, "La máquina de pensar de Raimundo Lulio", Obras
e Mon-
completas IV, Barcelona: Emecé, 1996, pp. 320-323.
40
EL VUELO DE ASTREA

El OTdenamiento de Alcalá establece que si alguno o algunos tuvieran la


pretensión o atrevimiento de mataT, ferir o p¡'ender a los adelantados de la
Frontera e del regno de iVlurcia e los merinos mayores de Casteilla e de Leon e de Gali-
cia o contra los alcaldes mayoTes de Toledo e de Sevilla e de Cordova e de jahen e
de Algecims, o contra alguacil mayoT de cada una de dichas ciudades, si lo matare
o pTisieTe, que muem por ello (Recopilación de Castilla: XII, X, 2). Los adelanta-
dos, decía por entonces don Juan Manuel, son los mayores et mas onmdos
oficios, así también los merinos, que hacen justicia y escuchan las alzadas
y libran todos los pleitos que ante ellos llegan, al igual que los alcaldes y
alguaciles, y por eso les daba a todos ellos -aunque especialmente al pri-
mero (Juan Manuel fue adelantado de Murcia, y al parecer los murcianos
lo detestaban )_,18 la máxima capacidad para realizar su deber, por eso en
otra parte discurre en este tono:

la justicia non es tan solamente en matar omnes, antes es en muchas otras


cosas,... así es justicia tollerle algún miembro si lo merece, o darle fanbre o sed
o otros tormentos, segund sus merecimientos, o darles presones [de prisión:
encarcelar] graves o ligeras, segund el yerro en que cayó, o desterrarlo po
tiempo grande o pequeño, segund su culpa, o penarle en el aver o en la here-
dad, o tirarle el vienfecho o la onra que toviere, o ferirle o maltraede de pala-
bra en concejo o en paridad, o mostrarle mal talante (El libro de los estados: 1,
XCIV).

Los justicias reales derraman sangre sin culpa, aunque el autor, Juan
Manuel, comenta en seguida que son oficios muy peligrosos para salva-
miento de almas, pero que las pueden muy bien salvar obrando de sus ofi-
cios commo deven. Cosa rara, sobre todo, porque cualquier decisión era opi-
nable, discutible, dudosa, polémica siempre.
N o se reduce a la ponderación de lo justo por la Ley tan sólo, sino
según el caso sobre todo. Se trata de un orden jurídico casuístico, en que
lo yenos abundan: el oficio de Justicia es una condición de riesgo. Cerrar la
incertidumbre es uno de los empeños del fortalecimiento de la real juris-
dicción, y a esto responde aclarar la forma en que se ha de juzgar según el
Derecho vigente. Tal cosa pretende el OTdenamiento de Alcalá, definiendo
el orden de prelación de las fuentes jurídicas. Merece por eso atención la P
h
ley 1, del Título 28:
q
n
Nuestra intensión y voluntad es que los nuestros naturales y moradores de los e.
nuestros Reynos sean mantenidos en paz y justicia, y como para esto sea b
menester dar leyes ciertas por do se librasen los pleytos, y las contiendas que y
acaecen entre ellos, é maguer que en la nuestra corte usan del fuero de las ¡\1
Si
leyes [de AJfonso X, el Fuero Real], y algunas villas del nuestro Señorío lo han
d,
El
18 Lo COlllenta José lvIanuel Blecua en su "Introducción" a El Conde Lllcanor, de don Juan
Manuel (Madrid: Castalia, 2000).
UNA JNTERPRETACIÓ~ DE L-I FORMA POLÍTICA 41
ASTREA

por fuero, y otras ciudades y villas han ou'os fueros departidos: por los quaJes
ran la se pueden librar algunos de los pleytos.
de la
Aquí, Alfonso XI, hace notar que si bien debe dar leyes ciertas para
e Gali-
librar los pleitos, existen otros fueros por lo que se pueden librar algunos,
1hen e reconociendo el departimiento del Derecho .al interior del reino, para
natare fijarlo, contra la legislación del Sabio: .
lanta-
Pero porque muchas son las contiendas, y los pleytos que entre los homes aces-
'ITa dos
cen )' se mueven de cada día, que no se pueden librar por los fueros: por ende
zadas
queriendo poner remedio convenible a esto, establecemos)' mandamos que los
Ides y dichos fueros sean guardados en aquellas cosas que se usaron: salvo' en aquello
ti pri- que nos hallaremos que se deben enmendar)' mejorar, en lo que son contra
:Janos Dios, )' contra razón, y contra leyes que en este libros se contienen.
so en
Si la obra jurídica alfonsí tenía como leitmotiv frenar el departimiento de
los fueros, reducir lo más posible el Derecho heterogéneo y abierto del
otras reino a un Código de Ley (el FueTO Real expresa esa idea, y Las Partidas), en
O sed el Ordenamiento la idea jurídica que se alcanza a apreciar es otra muy
:isión: distinta .
.10 po Entiende XI que mu.chas son las contiendas, y los pleytos que entre
Alfonso
here- los homes a.cescen y se mu.even de cada día y que no son suficientes los fueros
pala- existentes para comprender y procesar p'areja complejidad judicial, por
105; J,
eso: que los dichos [ueTOs sean guardados en aquellas cosas que se usaTOn, y que
se enmienden, pero no de manera progresiva, sino quizá todo lo contra-
Juan rio: tan sólo en aquello que es contra Dios y contra Tazón, y contra el propio
;alva- Ordenamiento, que es, además de breve y específico, decididamente conser-
s ofi- vador. El Orden de las leyes y fueros, en materia civil y criminal, sería en pri-
.0pI- mer lugar el propio Ordenamiento; si insuficiente, como lo era, se debía
recurrir al Fuero Real y a los fueroS municipales. JO Las Siete Partidas se acep-
silla
taron como queda dicho en lo que sigue. Nótese bien: enmendadas y con-
1 que certadas: 20.

'ar la
¡uns-
ín el
19 Aún antes de) Ordenamiento, cuando Alfonso XI pretende introducir el Fuero Real de
~ndo preferencia a algún fuero local, procura adecuar el primero al segundo; por ejemplo: en 1339,
Jn la h~llándose en Madrid, hizo llamar a los caballeros y hombres buenos, y luego de manifestar
que era gran mengua de justicia regirse por las disposiciones del Fuero Viejo de Mad,-¡d,
mandó que juzgasen por el Fuero Real, pero los matritenses si bien acataron lo ordenado por
le los el rey, le pidieron por merced que modificase las disposiciones del Fuero Real relativas al nomo
) sea bramiento de oficiales de justicia, pidiéndole que les otorgase que su concejo pusiese alcaldes
y alguaciles. Sobre ello puede verse: Antonio CavaniJles y Centi, Mem01-¡a sobre el Fuero de
; que lv[ad'-¡d del mia 1202. Separata de las Memorias de la Real Academia de la Historia, Tomo VIII.
.e ¡as Sin fecha.
I han 20 :Martínez Marina entra en la discusión qe qué L:'1nLOfueron enmendadas, vs. la opinión
de Gregorio López (edición de 1555); lo que interesa es la intención de Alfonso XI. Véase el
E-nsaJo históiico.crílico sobre1a legislación)' p,-¡ncijJOlescllerpos legales de los reinos de león y Caslilln: X.
Juan
42
EL VUELO DE ASTREA

los pIel'tos é contiendas que se non pudieren librar por las leyes de este nuevo
libro [O,-denamiento de Alcalá] é por los dichos fueros [El Fue,-o Real y los muni-
cipales], mandamos que se libren por las leyes contenidas en los libros de las
siete partidas que el Rey D. Alfonso nuestro bisabuelo mandó ordenar, como
que hasta aquí no se halla que fuesen publicadas por mandato del Rey, ni fue-
ron avidas ni recibidas por leyes. Pero nos mandamos las requerir y concertar
y enmendar algunas cosas que cumplia, )' así concertadas y enmendadas por-
que fueron sacadas y tomadas de los dichos de los Sanctas, )' de los dichos )'
derechos, e dichos de muchos sabios antiguos, )' de fueros, y costumbres anti-
guas de España, démoslas por nuestras leyes... Et tenemos por bien que sean
guardadas é valederas de aquí adelante, en los pleytos é en los juicios é en
todas las otras cosas que se en ellas contienen, en aqueyo que non fueren con-
trarias á las leyes de este nuestro libro é á los fueros sobre dichos (Ley 1,
Título 28, del OTlienamiento de Alcalá; Ley 1, de TaTO;Novísima Recopilación: HI,
H, 3).

De modo que Las Partidas quedaron en un tercer plano, aceptando la


autoridad superior del Derecho foral castellano, incluido también el Fuero
Real, y el propio Ordenamiento de 1348. De Las Partidas se eliminó aquello
que era contra el Derecho aceptado, en especial las expresiones en que se
afirma radicalmente la potestad regia de la legislación alfonsí, pues
Alfonso XI dice valorar el carácter tradicional de la obra de su bisabuelo,
compartiendo el sentir de las Cortes: porque fueron sacadas y tomadas de los
dichos de los Sanctas, y de los dichos y derechos, e dichos de muchos sabios antiguos,
y de fiteros, y costumbres antiguas de España, démoslas por nueStras leyes. Indica
esta solución, al fin, una notoria fortaleza del Derecho del reino, f~ando su
carácter heterogéneo y abierto, en su expresión foral, y relativa del
Derecho real.
Se determinan los tiempos en que se han de apelar las sentencias de los
Jueces ordinarios (v. Título 13, Leyes 2-4), instrumentos que hacen garantías
fundamentales, y que habrían de ampliarse en el reinado de Juan I (y des-
pués, en tiempo de los Católicos), perfeccionándose en el recurso de Suplica-
ción ante sentencias definitivas de las audiencias y los consejos, Estos mecanismos
tiene un rastro en la tradición (FzieroJuzgo, Leyes de Estilo; Las Siete Pmtidas:
IIl, XVIII, 30; IIl, XXVI, 1-5), pero se proyectan a través del Ordenamiento,
hacia la forma judicialista de la Monarquía,21 como freno al ímpetu
regalista,

21 Novísima -recopilación, libro VI, títulos XX-XXII. Para Indias, sobre la rogación: Alfonso
CarcÍa Gallo, "Panorama actual de los estudios de historia del derecho indiano", Estudios e his-
tOlia del de1'eeho indiano, Madrid, Instituto de EstudiosJurídicos, 1972, pp. 53-55. Victor Tau
Anzoátegui:"La ley "se obedecepero no se cumple". En torno a la suplicaciónde leyes en el
Derecho Indiano", La le} en América Hispana. Del DescubTl'JJUentQ a la EmanclpaclOn, Buenos
Aires:AcademiaNacionalde la Historia, 1992, pp. 69-143, en espee., 79-82.
U1\A INllcRPRETACIÓN DE LA FOR~lA POLl-nCA 43
ASTREA

: nuevo El orden de prelación de Alcalá fue reconocido en el alÍo 1351, por


i rnunl- Pedro 1 -llamado el Cruel, o el Justiciero- confirmado posterioi-mente
¡ de las por Enrique 1I (Toro) y los siguientes Trastámara, y en su proyección his-
, como tórica hacia la Monarquía Católica, en la Ley primera de Ias Leyes de Tam,
ni fue- del alÍo 1505, en las Cortes reunidas para tratar el porvenir de la goberna-
ncertar ción de Castilla tras la muerte de la Isabel la Católica. Las sucesivas autori-
as por- zaciones del Ordenamiento. de Alcalá hicieron conservar la composición hete-
ichos y rogénea del Derecho, fuando la estructura medieval del departimitinta de los
~santi- fueros; finalmente, la doctrina de la jerarquía de las leyes del neotomismo
le sean asimilará tal estructura, dándole, a partir de la Contrarreforma, nuevo
.s é en vigor. Incorporada la Ley 1 del título 28 del Ordenamiento. de Alcalá en las
,n con-
sucesivas RecajJilacianes, hasta la Navísima, de 1805, resulta notable, sobre
Ley 1,
todo, por su prolongada vigencia. Cierto, en las puertas del Ochocientos
ín: !II,
es objeto de dura crítica. Martínez Marina se pregunta:
¿Cómo sería posible hallar uniformidad, plan ni sistema en una legislación
¡do la
heterogénea, compuesta de ... todos los cuadernos y cuerpos legales, ordena-
Fuero mientos y fileros desvariados, conocidos en la nación desde el orígen de la
~ueIIo Monarquía? Don Alonso X los derogó todos: don Alonso XI los autorizó
lue se todos ... en el plan de este quedaron sancionados cuantos se habían publicado
pues en Castilla.
JUelo,
de las y lamenta después:
¡guas, olvidando la grandiosa idea del Rey Sabio y sus bellas máximas, siguieron las
ndica de don Alonso XI, y por una consecuencia necesaria de este sistema, el estudio
do su de la jurisprudencia nacional quedó reducido... a un abismo de confusión.
1 del
Porque además de haberse multiplicado infinitamente las leyes... quedaron
autorizados todos los códigos y leyes del reino no derogadas espresamente por
otras posteriores. Todas las leyes del Reino, dice la Ley XI, Título 1, Lib. III
de las
[Novísima Recopilación], que expresamente no se hallan derogadas por otras
mtías
posteriores, se deben observar literalmente, sin que pueda admitirse la excusa
, des-
plica- .
de que no están en uso (juicio. crítica de la Navísima, 1'ecopilación: Artículo I).

smos Importa el argumento, porque, por una parte, se refiere a la prolon-


tidas: gada vigenda del Ordenamiento. -'500 años casi- y, por la otra, a una
ienta, nueva interpretación jurisprudencial: la concepción sistémica del Derecho
Ipetu que se fortalece con el iusnaturalismo moderno y el racionalismo, muy dis-
tinta por supuesto a la idea medieval del Derecho. Finalmente, la reflexión
del sabio Martínez Marina se refiere a la evolución jurídica de la Monar-
quía: 5 siglos después del Ordenamiento. le parecía "más distante [en 1805]
lfonso
le his- de la unidad, armonía y uniformidad que cuando el Rey Sabio había deter-
.r Tau minado reformarla" (juicio. crítica de la Navísima recapilación: Artículo 1). Lo
en el que de momento interesa señalar, es eso: que precisamente con el Ordena-
llenos
miento., para los próximos siglos, el rey de León y Castilla queda sujeto a
44
EL VUELO DE ASTREA

un Derecho heterogéneo, que le impide un ejercicio del gubemaculum


parejo, y que limita su jurisdicción.
El príncipe no será legislador potentísimo tampoco; y, como resume
Antonio de Guevara: la Ley que de hecho y no de derecho se ordena no merece ser
obedecida (Relox de Príncipes: 1, XLIII). Idea que penetra en la cultura, en e!
teatro de! Barroco: "En lo que no es justa ley/ No ha de obedecer al Rey"
(Calderón de la Barca, La vida es sueño: II, III), hasta la dura resistencia al
depotisme éclairé. El príncipe sólo puede lo que es lícito, conforme al Dere-
cho vigente, y como dice Domingo de Soto: la ley, si no esjusta, no es ley,22o
según e! aforismo latino: Lex injusta non est lex. Todo ello habría de ser el
contrapunto crítico de la formación legislativa de! rey: el poder regio no se
desarrolló a la manera de una Monarquía absoluta, como a veces errónea-
mente se piensa, sino dentro del ordenalismo medieval que se afirma en la
tradición, con la valoración al fondo de! Derecho natural: Lex ordinem natu-
mlem conservare iubens, penurbari vetans, y también de la costumbre, y más:
de los fueros municipales, de los privilegios señoriales y eclesiásticos, &c. A
esa estructura jurídica debían adecuarse las justicias reales. No se afirma la
Monarquía absoluta en Castilla; otra sería entonces la forma política y muy
otro e! regimiento de los príncipes.

n. LOS TRASTÁMARA. REGIMIENTO DE PRÍNCIPES.


SU PROYECCIÓN HISTÓRICA

Alfonso el Sabio opinaba más o menos como Modestino: legibus vinus


haec est: impemre, vetare, permittere, punire (Digesto: 1, III, 7), o como cual-
quier jurista medieval; así Bracton: vera leges Anglicana! et consuetudines
regum auctoritate iubent quandoque, quandoque vetant, quandoque vindicant et
puniunt tmnsgressores (De Legibus Et Consuetudinibus Anglia!: Leges iubent et
vetant).

Las virtudes de las leyes-dice el Sabio, alcanzandoel número cabalístico-


son en siete maneras. La primera, es creer. La segunda, ordenar 'las cosas.
La tercera,mandar.La quarta,ayuntar.La quinta,galardonar.La sesta,vedar.La
setena, escarmentar (Las Siete Partidas: 1, 1, 5).
Siete son los Pecados Capitales, 7 los Sacramentos, 7 las Artes, 7 los
Cielos... , 7 las Partidas de las Leyes, 7 tendrían que ser sus virtudes, pero
en lo sustancial: prohibir, permitir y castigar es lo que propiamente- enten-
día el Sabio por la función de la Ley. Pero el rey medieval carecía de
medios para declarar e! Derecho todo -no existía el monopolio legal-,
ni para ejecutarlo firmemente: hacer siempre efectivas las alternativas de

22 v., sobre este principio: Victor Tau Anzoátegui: "Leyes y sociedad: ¿Dos mundos sepa-
rados?", La Ley en América Hispana ... , pp. 3-65, en espec. 46-48.
: ASTREA UNA INTERPRETACiÓN DE LA. FORMA POLíTICA 45

'£lculll1n galaTdonaT y escannentaT. Antes tendría que economizar la violencia al man-


dar, afirmar su auctoTilas: ejercer su poderío dentro de ciertos lím.ites y,
resume aún así, por sí mismo, poco podía oTdenaT las cosas. Lo que significaba
~receser sobre todo que, en materia de Ley, al príncipe muchas veces le tocara pon-
1, en el derar, conciliar, catar y, a veces, simplemente: acatar, resignarse y callar.
11 Rey" Desde luego tenía la facultad de esclarecer la Ley, si oscura, mudar la cos-
:ncia al mmbre usada, si dañosa, y mandar otra, pero tal cosa con el consensus del
I Dere- reino, y la asistencia del consejo de juristas: pl'imeTo que aya su acueTdo con
ley,22o ames entendidos, e sabidoTesde deTecho, e que caten bien cuales son aquellas cosas
:' ser el que se deben enmendaT, e que esto lo faga. con los más ames buenos que pudiem
) no se
aveT, e de más tie!Tas, pOTquesean mucho de un acueTdo. Ca magueT el deTecho
Tónea-
buena cosa es y noble, quanto mas aCOl'dado,)' mas catado, ta.nto mejoT es, )' mas
a en la
finne (Las Siete Partidas: 1, J, 7). No habría de legislar a capricho, ni sin
n natu-
razón, sino por consejo de todos los ome~ buenos de la tierra, los.mas honra-
y más:
dos, e mas sabidores, razonando pTimeramente los males que y fallm'en, j}OTquese
, &c. A
rma la
devan tolleT (Las Siete Partidas: J, J, 8). Todo eso, que ya está en Las Pmtidas,
y muy supone una cierta actividad política.
A la tradición medieval castellana corresponde un rey sujeto al palo de
las leyes, en su función jurisdiccional y. en el ejercicio del gubemnculum, y
por supuesto en sus pretensiones legislativas. En el reino de Arag~n tam-
lo
bién, según la Ley Primera de los Fueros de Sobrarúe, se afirma el principio
In pace et justitia Tegito, nobisque fOTOSmelioTes i!Togato (en paz y justicia rei-
; virtZlS nar, mejorando en lo posible las leyes), pero la modificación de la Ley
) cual- había de ser con el consenso de los representantes del reino en las Cortes,
tudines siendo además que el rey juraba no sólo gobernar para la Justicia, sino
cant et además conforme a Derecho. No podía el príncipe ir contra la tradición
bent et jurídica admitida, vetZlStassempeT pro lege habetur (la antigüedad es tenida
por Ley; Digesto: XXXIX, Ill, 2), ni mucho menos contra el Derecho natu-
ral y divino. "Por eso no quise yo ser rey -dice Oryssipo,según Quevedo-: Si
ístico-
: cosas.
gobierno mal, enojo a los dioses, )' si gobierno bien a los hombres. No quieTOoficio
dar. La que de todas maneras se yerra" (El Entremetido y la Dueña y El Soplón).23
Se conservó la idea de que el príncipe esta sujeto al palo de las leyes:
plinceps .subest legibus, non leges plincipi, y penetró en la tradición política de
, 7 los la Monarquía.24 Jdea enemiga del voluntarismo legislativo, y un obstáculo
" pero del regalismo por supuesto. La figura del rey-juez prevaleció, el príncipe
enten-
cía de
23 En este mismo sentido, Bertrand de] ouvenel: "El rey consagrado en la Edad Media,
:gal-,
representa el poder lnenos libre, menos autoritario que podamos imaginar, ya que su poder
vas de está contenido en una ley humana, la costumbre, y en la ley divina; y ni de un lado ni de otro
se ITaa.su solo sentido del deber". El POMr. Historia natural de su crecimiento, Madrid: Editorial
Nacional, 1956, p. 46.
JS sepa- . 24 Idea que llena la Monarquía Católica. Luis Sánchez Agesta, El co/uejlto de Estado el! el
pemamiento espa,;ot del siglo XVI, Madrid: Instituto de Estudios'Políticos, 1959, flOssim.
46 EL VUELO DE ASTRL\

puede hacer Justicia, escarmiento)' galardón, con arreglo al Derecho, pero


calculando además la viabilidad de los gestos de tal poderío.
En la prosecución de la Justicia, no puede renunciar al uso de la
fuerza física: e es le dado [al rey] -dice el Sabio- de matar muchos omnes,
aun que sean buenos e que lo non merescan, por quebrantar poder de malos e meter
les miedo por que sean buenos de Dios (General Estoria: II Reyes, XXXVIII),
pero este uso de la fuerza tendrá que ser reducida, para ser eficaz, a una
forma estable, en que sea políticamente viable. Tal forma, sin embargo, no
la puede determinar el príncipe por sí mismo (por su mera fuerza), por su
propios medios. Ni por mediación del brazo armado, siempre presto al
bullicio en la Edad Media, con la expectativa de Reconquista por delante y
sus frecuentes pugnas con los eclesiásticos y, sobre todo, las villas, ante el
crecimiento decisivo de los poderes urbanos.25 Pareja realidad la enfrentó
Alfonso XI con relativa solvencia, pero se trata de una forma en constante
transformación ante la gama de posibilidades históricas que se suscitan, y
sobre las se proyectan el reino.
Desde la Baja Edad Media, en torno a la actividad jurisdiccional se
robusteció el poder real, pero no de manera automática ni mecánica, sino
mediante un largo y lento proceso que integra en sucesivas secuencias
series in-interrumpidas de combinaciones políticas, de posibilidades de
alianza y confrontación interestamental; alternativas y expectativas más
o menos desfavorables,26oportunidades, ocasiones fluctuantes, que puede, o
no, regular el príncipe. Como indica sagazmente Juan de Mariana (1599):
"El miedo y el castigo y el premio y la esperanza son corno los nen,ios del
Estado" (De rege et Regis Institutione: III, XIV). Pero los hilos del Estado
no se hallan todos bajo la mano del príncipe, el poder real es insuficiente
para conformar cada una de las voluntades sólo por el temor y la espe-
ranza.
Las posibilidades de dominio mediante la regulación de estas dos
alternativas disminuye, se complica al menos, conforme se fortalecen los
estamentos. Para ello fue sumamente propicio el Ordenamiento de Alcalá,
tanto como la violencia difusa del Trescientos, dando lugar a una configu-
ración política crecientemente compleja. Lo que no quiere decir, sin
embargo, carente de orden.

2:) Por ejelnplo, desde la segunda mitad del XIV, se registran varios puntos de conflicto
entre los seílores dueii.os de los pueblos, por donación Tegia, y los mismos pueblos, que termi-
nan en violencia, en Sepúlveda, Benavente, Trujillo y más. En Paredes de Nava los del lugar
dan muerte a su sefior don Felipe de Castro (1371); en Agreda, villa que dio el Rey a Juan
Hurtado de ~1endoza, en el año de 1395, los vecinos se arman, y dixemn que en ninguna manera
del mu.ndo nO'lZ le resivirian ijar Sellor. Los de Agreda logran anular la donación real. (Julio Val-
deón Baruque, "Revueltas en la Edad Media Castellana", Revueltas )' revoluciones en la Historia,
Salamanca: U. de Salamanca, 1994, p. 17).
26 Una perspectiva en este sentido: Niklas Luhmann, Poder, Barcelona: Anthropos, 1995,
p.34.
ASTREA ü"A Ji\IERI'RETACIÓ" DE LA FOR,\IA 1'0l..Í11CA 47

, pero Hay un orden político, que se estructura en torno al Derecho, aunque


no se reduce a él. Los estamentos' fortalecen sus posiciones al interior del
de la reino de Castilla, en la medida en que el orden jurídico estructura sus
omnes, libertades: su capacidad de hacer según Derecho, y de tal naturaleza es la
? mete!' oposición que enfrenta el rey Sabio, )' no sólo él. También sus sucesores
:VIII), han de enfrentar -muchas veces de manera violenta- por separado o en
a una coalición a municipios, nobleza y eclesiásticos, no como rebeldes o irreduc-
~o, no tibles, sino como defensores de! Derecho.
)01' su
El estamento eclesiástico, por ejemplo, habrá de conformarse al orden
sto al jurídico, no sólo en el sentido de la fórmula: "A Dios, lo que es de Dios. Al
mte y César, lo que es del César", sino en su carácter relacional" más amplio, res-
nte el pecto al rey, pero también a las villas y los seI)ores laicos,27 en un arreglo
ientó que tiende a ordenarse; con e! tiempo, alcanzando puntos de equilibrio,
¡tante un orden en que se acomodan cada una de las fuerzas políticas: fijando sus
tan, y posiciones (diferenciadas) en las distribución de poder al interior del
reino ..
lal se
El rey ha de esforzarse por controlar los nervios de ese complejo polí-
, S1l10
tico, dándose por satisfecho si puede abrir alguna oportunidad para que,
~nClas
primero unos, y luego otros, adquieran cierto tipo de beneficio que
~s de
garantice su fidelidad, favor, apoyo ... pero igualmente para que, si dada la
; más
circunstancia, pueda castigar a unos con demostración y azote, y así
:de, o
sucesivamente, en un compli<:ado entramado de relaciones políticas inter-
599):
dependientes. Las expectativas que pueda estructurar e! poder real, en sus
)S del
posibilidades evolutivas, variables y fluctuantes, toman una dimensión rele-
;stado
vante en el proceso de configuración de las diferentes fuerzas del reino, en
:iente
tensión polémica.
espe-
Por eso, el príncipe depende de su prudencia negociadora: la fuerza,
; dos la potestas no constituye para él una garantía estable de dominio. No es un
n los dispositivo permanentemente a mano del príncipe, careciendo de los
lea//Í,
,figu- 27 Vg.: ningún consejo o seJior debía apremiar a los clérigos, iglesias ni monasterios a
pagar tributos, a llevar ofrendas, labrar sus heredades, guardar sus ganados, a comprar sus
, sIn
viandas, &c., con pena estatuida en Derecho cO"lllra los que quebrantan la libertad de Ja IgJesia
(1371; Novísima recopilación: 1, JX, 1). No puede la Iglesia, a su vez, exigir tributo en nombre
del rey. No pueden los arzobispos y obispos, por juramenlo anle escribano público, tomar las
alcabalas ni niguno de los derechos reales de las ciudades)' villas, haciendo compromiso de
llOicto que que dexar61l y consentirán jJedir )' coger todo á los nuestro;}' 1.eeGudadores )' arrendadores )' 1'eeeptores,
termi- o á quien su poder hobiere, /larWml!1lte é sin p"turbación alguna (Novísima recopilación: 1, VIII, 1),
lugar Quedaban los sacerdotes y ministros eclesiásticos excentos. de cargas tributarias, salvo en los
tJuan gastos para el bien común y obras de piedad (1390; Novísima 'recopilación: J, IX, 6) y en sus
laJlera. ti'uegues y negocios con los legos. A los legos, los jueces eclesiásticos no Jos debían prender, ni
o Val- hacer ejecución de sus bienes, sin invocar la ayuda del brazo seglar (1371; Novísima ,'eco¡Jila-
:.storia, ción: 11, 1, 4). De igual modo, los consejos, caballeros)' hombres poderosos lenían prohibido
fabricar estatutos)' ordenanzas en peljuicio de prelados y jueces eclesiásticos (1390: Novfsima
1995, recopilación: .IJ;1, 1). Las fechas según la lVovfsma recopilación; pero iIucresa, más que su exacti-
tud, el carácter conflictivo de las relaciones interestamcntales, y la formación del Derecho.
rI
EL VUELO DE ASTREA
48

recursos materiales, y limitado p.or e! Derecho. De modo que la violencia


como medio para hacer valer sus mandatos no sólo ha de adecuarse a esta
exigencia, sino que ha de permanecer en el estatus de una alternativa que
debe evitarse, un evento posible cuyo inicio puede detenerse componiendo
expectativas, arreglos, acuerdos y, en e! mejor caso, buscando el consenso
de! reino: E sean con el rey al consejo llegados,! prelados, caballeros, doctoTese
letmdos,! buenos omnes de villas, que ay mucho onrmdos,! e pues a todos tañe,
lodos sean llamados (Rimado de Palacio: 287).
Estos versos de Pero López de Ayala, escritos hacia e! final del Tres-
cientos, principios del Cuatrocientos, se refieren a una forma de! ejercicio.
de! gobierno que no parece la de una Monarquía absoluta, sino una en
que el príncipe debe concili¡u"las voluntades, típica de los siglos medios.28
En e! reino de Castilla, el rey ha de discutir sus decisiones respecto a la
legislación, la fiscalidad, la guerra, y concertar acuerdos que al final pue-
dan llegar a adquirir la forma de Derecho, como pactos que obligan y pro-
ducen su efecto en e! ordenamiento jurídico-político. La intensa actividad
negociadora del príncipe tiende a fortalecer su autoridad, pero simultá-
neamente, e! poder regio, como capacidad para lograr la obediencia
mediante la fuerza, gradualmente se limita, como último recurso, y e! más
costoso. La violencia se pospone haciendo explícitas las condiciones que la
desencadenan, en una regulación o codificación por medio de la ley.29
Esto representa un orden, previsible, confiable... incluso cuando se
desata la violencia, en la lucha por e! Derecho. Algo de todo esto nos dice
el poema de Pero López de Ayala (1332-1406); merece la pena por eso
revisar su contenido.
Antes una nota que aclare su contexto. El autor escribió las Crónicas de
los primeros reyes de la Casa Real Trastámara y tuvo además una impor-
tante actividad dentro y fuera de Castilla, durante los muy agitados reina-
dos que siguieron al de Alfonso XI: P«dro I e! Cruel (1350-1369), Enri-
que 11 de Trastámara (1369-1379), Juan I (1379-1390) Y Enrique III
(1390-1406). Es un período que inicia a la tremenda, con el regreso a Cas-
tilla de Enrique 11de Trastámara, quien, reinando su hermanastro Pedro
e! Cruel (hijo legítimo de Alfonso XI y de María de Portugal), se hizo ada-
mar en Calahora, muy cerca de la frontera de Aragón, al grito de ¡Real,
real, por el rey don EnTique!
El rey depuesto era llamado e! Cruel justificadamente, y por eso fue
relativamente sencillo para Enrique. hacerse de apoyo no sólo de la
nobleza castellana, sino también de la aragonesa, aprovechando las previas

28 La expresión: e pues a todos taiie, lodos sean llamados, corresponde a la típica: quod omnes
similiteT langit ab olllnibllS comprobetuT, o ah omnibus app'robatur; o a la francesa: lVOUS le voulons,
1IDUS i'ajJprollvo77S,que cela soil! (Agustín Thiery: COl1siderotions sur l'histoire de France, Capítulo 1).
29 Niklas Luhmann, El poder, op. cit., p. 93. .
UNA INTERPRETACIÓN DE L~FORI\IA POLíTICA 49
rREA

luchas que contra el rey de Aragón (Pedro IV)" había emprendido Pedro.
nCla
El pleito entre ambos bandos fue la nota de los últimos ai'los del reinado
esta
de Pedro 1, a los que se sumaron diferentes clanes de la nobleza, así como
que
las villas de Castilla, condicionando su alianza según las fluctuaciones de
,ndo
las batallas, unas veces con los petristas (o emperejilados, para sus enemigos),
~nso
otras con el Trastámara.
res e
Después de sangrientas refriegas, en Burgos, en el monasterio de
taiie,
Huelgas, Enrique II se cii'ló él mismo la Corona, proclamando -a manera
de justificación de las violentas empresas que lo llevaron al Trono-- la res-
~res-
cicio tauración del orden jurídico de Castilla, atropellado por las crueldades de
su hermanastro. Esto significó devolver a la nobleza y a los municipios
a en
.OS.28
aquellos privilegios arrebatados por Pedro, y aún conceder nuevos, a nue-
a la vos y necesarios aliados. Desde luego, la repartición de Enrique II fue
pue- selectiva, en la medida que procuró eliminar a sus rivales más recalcitran-
pro- tes, excluyéndolos de los beneficios reales, pero a la vez extendió su per-
¡dad dón a aquellos que con ocasión de la guerras le opusieron resistencia, y
ultá- que, ya como rey, le mostraban adhesión. De este proceder se aprovecha-
~nCla ron los concejos de las villas y ciudades, que procuraron que el Trastámara
más les confirmara todas sus libertades. Pero a la vez el príncipe vio por la
ue la nobleza, a quien concedió derechos sei'loriales que iban contra los de las
29 ciudades, lo que suscitó nuevas tensiones.
lo se En las Cortes de Toro de 1371, Enrique II, prácticamente al inicio de
dice su reinado, inspirado en Alfonso XI,30 propuso una serie de disposiciones
r eso tendientes a afirmar las instituciones de la real jurisdicción. Creó la Real
Audiencia, como tribunal superior separado de la Corte, y reordenó la
2S de Chancillería; sin embargo, para no disgustar e inquietar más a las munici-
Ipor- palidades, detuvo el proceso de extensión territorial de la real jurisdicción.
ema- El mismo proceso de institucionalización lo continuó su sucesor, Juan 1,
Enri- mediante la convocatoria de Cortes, en 1385, en Valladolid, en que, tras
elII varias peticiones de las Cortes (1367, 1369), presentó la primera Ol"de-
Cas- nanza del Consejo Real, que adquirió forma permanente y duradera. Un
'edro Consejo compuesto por personas conocedoras del Derecho sobre todo,
acla- como dice Pero 'López: omes onrradosIancianos eaballeTOs e notables pl"elados,/
:Real, bu.enos omnes maduros, dotares e letrados (Rimado. de Palacio: 627).
Concedió además, como sus antecesores, beneficios a las municipalida-
o fue des --en tanto que, llegado el momento, requirió de recursos extraordina-
:le la rios para enfrentar tropas inglesas y portuguesas-, pero impulsó la exten-
:evlas
30 Hayal fondo de los primeros reinados de la Casa de Trastámara el recuerdo de la
política de Alfonso XI, quizá por ser un perlado de gobierno efectivo, esto es, libre de las treo
1 om1les
mendas luchas interiores que azotaron Castilla antes r después 'de su reinado. Un aproxima-
loltlons,
ción general para los primeros Trastámara: Marie Claude Gerben, Las "Iloblews eS/Jaliolas en la
ulo I). Edad Media. Siglos x/-xv, Madrid: Alianza, 1997, pp. 160-193.
¥
I
¡

EL \'\-'ELO DE ASTRL\
50

sión de la real jurisdicción sobre el territorio, afectando a las aristocracias


locales, incluso a los antiguos merinos y adelantados, poniendo por
encima de ellos corregidores, con más amplias facultades, Don Juan 1
murió en 1390, dejando como heredero a Enrique IIl, a la sazón, menor
de edad, La parentela aspirante al Trono, a la Regencia o al menos a la
tutoría del príncipe niño provocó nuevos conflictos en el seno de la Corte.
Esto último lo vivió Pero López, con sus más animados antecedentes
-conociendo la prisión en Portugal, en 1385, tras la derrota castellana en
Aljubarrota-, siendo miembro de la Regencia, hasta la mayoría del rey
(1393). Enrique IIl, en 1395, lo comisionó para tratar asuntos en Francia
sobre el Gran Cisma de Occidente,'l y lo nombró, hacia 1398, Canciller
Mayor de Castilla.
El Rimado comienza invocando a la Santísima Trinidad, con una ora-
ción a "Dios, juez justo y verdadero" para dar entrada a un sermón sobre
los mandamientos, los pecados, las obras de la misericordia .... pero una de
sus partes se refiere a relaciones políticas concretas, al tratar precisamente
sobre los Males del Mundo, referidos muchos de ellos a los pecados de los
gobernantes, privados, jueces, recaudadores de rentas reales, concejos... Es
un retrato de Castilla, de pronto esperpéntico, satírico a veces, siempre
moralizado, en que se expresa la idea que tiene el Canciller del "buen
gobierno" .
Denuncia entonces la tensión entre los códigos de conducta loable,
buena y la acción política, esforzada, contingente del príncipe.32 En "los
Fechos de Palacio" Pero López escribe lo que bien pudo ver en la Corte
castellana: "Los reyes e los príncipes, maguer sea señores, / asaz pasan en
el mundo de cuitas y dolores; / sufren ,de cada día, de todos sus servido-
res,! que los ponen en enojo, fasta que vienen sudores" (Rimado de Palacio:
477). Hay una larga tradición literaria sobre lo pesado del reinar: si a esos
Teyes que veis encumbrados en el tTono ---escTibe Boecio (cina 524)-, deslumbran-
tes con el esplendoT de la pÚlpura... los despojarais del vano aparato que los
envuelve, veTíais cómo a pesaT de llamaTSe soberanos, aTrastran pesadas cadenas
(La consolación de la filosofia:n~ metm 2); opinión que los humanistas harán
suya, insistiendo en la condición difícil del pTíncipe, lo sufrido del oficio, así como
Poggio FloTentini -o Bracciolini (1380-1459)- en De infelicitate pTincipum.
PeTO al CancilleT le inteTesa la aTdua condición del Tey de Castilla, no POT ocultas

31 Iniciado en 1378 con la elección sucesiva de Urbano VI en Roma y Clemente VII en


Fundi, dando lugar a la situación de dos Papas enfrentados, uno en Roma y otro en Aviñón.
dividiendo la fidelidad de los reyes cristianos. La misión diplomática de Pero López es relativa
a la elección de Pedro de Luna (sucesor de Clemente VII, antip9-pa de obediencia aviñonesa,
llamado Benedicto XIII).
32 Cualquier precisión histórica, sobre él contenido y la estructura del texto: en la Intyo-
ducción y notas de Germán Orduna al Rimado de Palacio (Madrid: Castalia, 1991).
,TREA UNA INTERPRETACiÓN DE lA FORMA POLÍTICA 51

acias pasiones que pudieran atormentarle. " ... Nunca le dan vagar [reposo); /
por porque cada uno tiene Jos sus fechas [pleitos] de librar. .. ".
.an 1
Antes que aya comido nin mesa levantada,
.enor
llégaJe un mensajero, u'áele una carta cerrada;
a la ... nuevas le vinieron que una villa les es aleada.
¡rte.
~ntes Después que ha comido, viene el tesorero;
... diz'; "Señor, ¿qué faremos?, que ya no ay.dinero
la en
"para pagar el sueldo de aqueste mes primero" ...
I rey
~nCIa Saliendo de la cámara, está luego un concejo [municipal]
ciller diciendo a grandes bozes; "Señor, ponet consejo,
que nos roban del todo, non nos dexan pellejo ... ".
ora- Anda el rrey en esto en derredor callando;
;obre paresce que es un toro que andan agarrochando;
la de "amigos -dize a todos-, yo lo veré de grado".
lente Dios sabe cómmo non tiene su corazón folgado.
le los
.,. Es Veo un rrey muy grande o un enperador,
mpre . que es de muy grant tierra, príncipe e señor,
buen e toda su vida bive con grant dolor;
(Rimado de Palacio; 478,485-486,489, 491, 496).
,able, No tiene descanso el príncipe, no puede desprenderse de la investi-
1 "los
dura de juez, ni para comer; a toda hora le vIenen noticias sobre la
::;orte pobreza de su tesoro, siempre insuficiente, y sobre los conflictos de las
m en vilJas y la nobleza: paresce que es un toro que andan agarrochando.
vido- y a tal condición no puede escapar. El príncipe se ubica en un entra-
:lacio: mado de interdependencias respecto a las municipalidades, la nobleza, el
~ esos clero'y el entorno del reino; la estructura de esta posición fija su campo de
.bra.n- acción, de modo que la orientación de su conducta produce tensiones, y
.le los constantemente pone a prueba la rigidez o elasticidad de sus límites. No
denas puede imponer sus decisiones libremente. El oficio de príncipes supone
.~arán una actividad política en. la que el poderío, la fuerza, se reserva para la
como defensa del reiño, y se subordina a la Justicia: "Del rrey. David sabemos
ipum. que ovo grant poder, / e otros grandes príncipes, que solemos leer; / pero
cultas en la justicia sopieron componer / de rregir bien sus regnos, e bien los
. defender" (Rimado de Palacio: 596).
VII en
Hay que reparar en ello brevemente: el modelo es David, pero tam-
~vjñ6n, bién Salomón (que fue Rrico e j)oderoso... mas en sus juicios ovo buena entinción
'dativa [Rimado de Palacio: 597), ideal judeocristiano del príncipe juez. Conside-
IOnesa.
rado por el autor no para alabanza de jos castellanos, sino a manera de
Intro- espejo en que deben mirarse: para su instrucción.
--
52 EL VUELO DE ASTREA

La intención de! poema tiene algo de los specula princeps, si bien las
ideas políticas que expresa son, en parte, proyección de la historia caste-
llana del Trescientos, en que se observa un reino dividido por diversas
fuerzas que se manifiestan intemperantes y feroces, con las que el rey debe
negociar en todo momento. No puede reducir por la fuerza e! reino, sino
dando concesiones, llegando a acuerdos, y esperando que se cumplan no
sólo en e! momento, sino también después,33 logrando arreglos más o
menos duraderos, estables. Desde el horizonte ético ideal, e! buen regir lo
representa quien: "bien a su pueblo gobierna e defiende, este es rrey ver-
dadero" (Rimado de Palacio: 236), que procura sobre todo la Justicia desde
luego: "virtud atán noble eJoada ... ! dévenla guardar los reyes ... ! seyendo
piedra preciosa de su corona onrrada" (Rimado de Palacio: 343).
El contenido doctrinal proviene de! repertorio tomista, de! propio
DoCtor Angélico y sus discípulos de la Universidad de París: "Quál regi-
miento deven los príncipes tener! es escripto en los libros que solemos
leer, ! Egidio romano, omne de grant saber, ! en regimine principum, lo
fue bien componer" (Rimado de Palacio: 638). "Los libros que solemos
leer", se refiere a las obras de! regimiento de príncipes de procedencia
tomista: e! opúsculo De regno, Ad regem Cypri escrito por Tomás, hacia
1265, para el futuro rey de Chipre, pero que abandonó sin terminarlo
avanzado e! Libro III, a la muerte de Hugo II de Lusignan (1267), a quien
dedicaba e! texto.
Inconcluso, 'al inicio de! Trescientos (1300-1305), retomó su redacción
Tolomeo de Lucca -del Libro III al IV- bajo e! título De regimine
principum.
"Egidio romano, omne de grant saber", es e! agustino fray Gil de
Roma -o Egidio Colana (de las tres formas es conocido)- que compuso
un libro igualmente titulado De remine principum hacia 1285, para e! futuro
rey de Francia, Felipe e! Hermoso, de quien fue tutOr.34
El De regimine de Egidio contiene tres libros. El Primero trata sobre la
persona de! príncipe: las virtudes que debe cultivar para elegir prudente-
mente, evitar lo malo, imitar y perseguir lo bueno. El Libro Segundo se

33 "Faze el rrey sus cortes: vienen sus cabaIieros, / e vienen de cibdades e villas mensaje-
ros; / todos dan grandes bozes, quieren ser justicieros; / ... / Las cortes son ya fechas, las leyes
ordenadas, ... / e [asta los tres meses, serán muy bien guardadas. / e dende adelante, rrobe
quien pudier' aosadas [sin miedol (Rimado de Palacio: 504-505).
34 Pese a ello, Egidio, prior general de los agustinos, Arzobispo de Bourges, fue cercano a
la curia papal en tiempos de Bonifacio VIII; escribió el Tmctatus de eclessiástica poteslate
(circaI30I), y probablemente la bula Unam Sanetmn. El De Remine Princip",n de fTater Aegidius
fue ampliamente difundido en Europa, y de allí entresaca el Rimado la idea del buen regir (v.
la nota de Germán Orduna, Rimado de Palacio, op. Cil., p. 165 n). Las obras del regimiento de
príncipes tomista pudo haberlas conocido el Canciller en París (1378 y 1384). No obstante, el
texto de Egida Romano fue introducido en España hacia 1345, en la selección y comentarios
de Juan GarcÍa de Castrogeriz.
ASTR£A
UNA INTERPRETAcIÓN DE LA FORMA POLÍTICA 53
,ien las
divide, como el Primero, en tres partes: sobre el régimen matrimonial del
l caste-

li\'ersas príncipe (nupcias, vida conyugal), p,itemal (trato)' educación de los hijos)
:y debe y doméstico (el palacio, la corte, consejo, &e.); el Libro Tercero trata sobre
o, Sll10 la comunidad civil, los tipos de principados y su gobierno, dejando para el
,lan no final la guerra,
más o Conserva Egidio el ideal de buen regir tomista (gobierno dirigido rec-
'egir ]0 tamente hacia el bien común, para alcanzar ante todo la pax et tranquilitas
ey ver- [De regno: 1, 1; 1, 8; JI, 4J), añadiendo la tesis de que el príncipe no sólo es
'desde guardián de la Justicia, sino también Lex animata o Justicia viviente.35 De
~yendo modo que melius regatur optimo regem quam optima legem, o sea: "mejor ser
regido por un buen rey que por una buena Ley" (De ngimine jJ1incipum:
propIO nI, n, 29). Para eso, como quiera, el rey debe ser justo y sólo puede serlo
.1 regi- sujeto a la Ley natural, tanto como a sus manifestaciones temporales,
)lemos expresadas en el Derecho vigente.
um, lo La reflexión de Egidio no pareciera extraña a la tradición jurídico-
)Iemos política castellana, por eso podía servir muy bien como referencia al Can-
dencia ciller. No sólo la docu-ina, desde luego, sino también el tratamiento mora-
hacia lizado que le ocupa sobre el régimen de Palacio, tema del Rimado. Pero
linaria hay en el De regimine de Egidio un interesante desarrollo sobre los diferen-
qUIen tes tipos de principados y aquel que considera mejor que los demás. En
cierto modo su argumento tiende a separarse ligeramente del ideal poJ)-
acción tico tomista. Dirá que la Monarquía es buena, como el Doctor Angélico,
gimine
pero mucho mejor (optimusprincipatus) si tiene verdaderamente en cuenta
la pluralidad de la comunidad política que rige, mezclando sus virtudes
::;il de
con lo que llama pollicia: considerando el consejo y las opiniones de caba-
npuso
lleros sabios, prudentes, experimentados, manteniéndose b'lio el Derecho
futuro

,bre la
y enderezándose hacia el bien común. Si uno solo gobierna sin otra consie
deración que su propio provecho y sin otro "freno que su poderío sería
I
,
dente- deplorable: Si enirn ille unus d0rT!inansnon intendit comunne bonurn sed per
Ido se civilem potentiam opprimens alios ornnia ordinanit in bonum propium & privatum !
non est rex: sed tirannu-s (De regimine principum: nI; rr, 2). 1
lensaJe-
as leyes
" ITobe
Cuando Tolomeo de Lucca retoma la redacción del De regno fortalece
esta interpretación, valorando cierta idea republicana,36 tomada de la defi-
nición de República que recoge Agustín (de Escipión Emiliano, el Afri-
I
rcano a
potestate
4egidius
'egir (v.
ento de
ante, el
cano, en De repúlllica de Cicerón): cosa del pueblo, unido por el consenso,
el Derecho y la participación en la utilidad común (La ciudad de Dios: XIX,
21). Tolomeo exalta sus valores, equiparando el dominiurn o regimcn regale

35 Un comentario en Kantorowicz: Los dos cuerpos del rey, Madrid: Alianza. 1985. pp. 135.
¡
I
r
I
Y ss. I
:ntarios
36 v., Quentin Skinner, Losjimdalllentos del pensamiento político lIlodenlO. l. Et Renaci7lliento,
México: FCE, 1993, pp. 74-87.

I
EL VUELO DE ASTREA
r
1
54

-el gobierno regido por uno, en que el rey lleva la Ley en su pecho, y es
Ley lo que le place- a la tiranía.
Por el contrario, en el dominium o Tegimen politicum, el rey, restringido
por las leyes, no puede introducir novedad alguna no prevista por ellas ni
mucho menos contraria al bien común. Distinción que fue un recurso crí-
tico frecuente en el Trescientos: Marsilio de Padua así separa el gobierno
"templado" del "viciado" en su DefensoT pacis (1324). También Bartolo Sas-
soferrato, en el Tmctatus Regimine (ciTca 1330), acepta y propone su propia
fórmula de la distinción dominium Tegale y politicum, siguiendo la idea aris-
totélica mediada por Egidio' y Lucca.
Tales desarrollos derivarán en la idealización de una forma mixta de
gobierno. Quizá el ejemplo más conocido es la interpretación constitucio-
nal que elaboró Sir John Fortescue, que en De Laudibus Legem Angliae (ciTca
1468-1470), escrita durante la Guerra de las Dos Rosas, en la circunstancia
de la lucha entre la Casa de York y la de Lancaster, identifica a Inglaterra
con un dominium Tegale et politicum.3i Su idea, sin embargo, sugiere una
reforma, por la que el rey suprima la violencia interna del reino, sin des-
truir el Derecho.38
Esta solución la expone limpiamente en lo tres primeros capítulos de
The Govemance o/ England (ciTca 1471), escrito en inglés vulgar a su regreso
a Inglaterra:39 El rey manda, según esta explicación, ejerciendo sus prerro-
gativas y teniendo la Espada en mano, pero su potestas no es mera fuerza,

37 Sigue una reflexión que venía preparando desde 1461, en Edimburgo, donde compuso
el Opusculum de Natura Legis Naturae que ya introduce -en el Libro 1, Capítulo XVI- la dis-
tinción regale! politicum. Escrito en Francia, redactada en latín, tiene la forma de diálogo entre
el Príncipe (Eduardo, hijo de Enrique VI) y el Canciller (el autor, Fortescue), que intenta con-
vencer al futuro rey inglés de que, adquiriendo el saber jurídico, podrá regir el Reino adecua-
damente ~no sólo por la Espada, sino también por la Ley-, conforme un régimen mixto:
republicano y monárquico a la vez, mediante la combinación de los méritos de ambos gobier-
nos (De Laudibus: XXXVI-XXXVIl).El Canciller recomienda al príncipe boras de estudio del
Derecho, en las Sagradas Escrituras y las leyes del Reino, igualmente sagradas (De Laudibus: I-
IV): la Ley natural, los estatutos y las costumbres inglesas, que no sólo son buenas, sino mejo-
res leyes que las romanas o de cualquier reino cristiano (De Laudibus: XVIl-XVIIl). El príncipe
debe saber el Derecho, sobre todo, porque no puede cambiarlo a placer: a él esta sujeto, en
tanto que reina en un dominium politicum (De Laudibus: IX).
38 Es el comentario, plausible, de Shelley Lockwood en la Introducción y al final del Capí-
tulo XXXVIlI de De Laudibu.s: Sir J. Fortescue, The Laws & Gove17lOnce of J:.ngland, Cambridge:
Cambridge U. P., 1997, p. XXXVI Y 54 n. Por otra parte, como observa Kantorowicz, que
sigue a Passerin de d'Entreves: "Tolomeo de Lucca encontró los prototipos de aquella forma de
gobierno en la Roma imperial (la cual constituye el centro entre un gobierno político y uno mo-
nárquico: médium tenet InteL Politicum et Tegale), y en el gobierno de los Jueces de Israel. .. For-
teseue, especialmente en sus primeros escritos, se aventuró a probar que este dominium regale el
politicllnl ideal se había materializado por tercera vez, esto es, en Inglaterra. Por tanto, Inglate-
rra se alineaba con los modelos santificados de Israel y Roma" (Kantorowicz, op. cit., p. 218).
39 The Govcrnance of England, tuvo mejor difusión. Libre del latín, tuvo un sentido prác-
tico: luego de los primeros 3 capítulos teóricos, abunda en recomendaciones la conservación
Ui'\'A Ii'\'TERPRETACIÓN DE LA FORMA POLÍTICA 55
: ASTREA

sino que se halla sometida al Derecho, reelaborando el supuesto medieval


10, Y es
rex injiü et supra legem. En la tradición castellana -en las mismas Partidas,
en los Trastámara, que procuraron fortalecer su legitimidad mediante el
ringido
recurso a las instituciones jurídicas- hay argumentos que tienden a afir-
ellas ni
mar esa doble condición politicum et regale. No es un fino matiz, sino un
rso crí-
carácter diferenciador notable. Para Fortescue, Francia sería un dominium
)bierno
regale prácticamente tiránico; distinción que se reproduce en las interpre-
)10 Sas-
taciones comparativas, entre la Monarquía absoluta francesa y la parla-
propIa
mentaria, mixta, inglesa.
ea ans-
Pero en la práctica; y de acuerdo al ordenamiento jurídico-político, así
estaba obligado a proceder también e! rey de Castilla, en un régimen poli-
Íxta de
ticum et regale. Por mucho que fuera imperativo de su propia dignidad
:titucio-
mandar lo que considerara necesario, debía atenerse al reclamo, a veces
le (área
violento, del reino en caso de obrar contra e! Derecho vigente, como lo
lstanCla muestra e! Canciller en su poema. Los sucesores de Alfonso X, e! Sabio, se
~Iaterra adecuaron a esta realidad; y no sólo los Trastámara, también los príncipes
:re una que llegaron después.
;in des- A lo largo del Cuatrocientos se fortalecen las expectativas para el logro
de compromisos, parciales, selectivos, excluyentes, pero imprescindibles en
ulos de suma para afirmar la Monarquía. Para ello, fue decisiva la prudencia de!
regreso príncipe, y el Derecho; sobre la estructura jurídica que establece el Ordena-
prerro- miento de Alcalá se construye en Castilla un espacio político en el que parti-
fuerza, cipan activamente los estamentos en la realización de un dominium regale et
politicum, al que queda sttieto e! príncipe.
El príncipe castellano estaba atado al Derecho; si introducía alguna
compuso mudanza no negociable, e! levantamiento de aquellos interesados en su
- la dis- propia conservación era inminente. Careciendo el príncipe de la fuerza
)go entre
enta COll- para reducir las voluntades, debía negociar e! cumplimiento de la Ley, y
) adecua- en esa medida también se veía en la situación -careciendo de suficientes
:n mixto: recursos financieros- de otorgar mercedes, concesiones, privilegios, liber-
>5 gobier-
tudio del tades ... que directamente iban en perjuicio de su poderío, a cambio de
:udibus: l- ayudas regulares y extraordinarias.
no meJo- La necesidad de contar con el apoyo o eonsensus del reino, al no poder
príncipe
;lUeto, en alterar a voluntad e! Derecho, colocan al príncipe en la situación de! domi-
num politicum; pero, a la vez, siendo Castilla una Monarquía hereditaria, en
del Capí- la que el rey manda en virtud de señorío natural y a él le pertenecen una
mbridge:
wicz, que serie de prerrogativas y regalías que puede no compartir, e! príncipe
forma de ejerce un regimen regale.
uno lno- No ob~tante, ni puede concentrar sus regalías, ni mantener las que
el... For-
" regale ei
, lnglate- de la Monarquía. Una aproximación: Gabriella Galliano, "lntroduzione. Alle origini del cons-
p.218). titucionalismo inglese", en John Fortescue,"The Governance o/ England- JI Gobernó De JI'Inghilei-
ido prác- ''1'0, Génova: Name, 2001.
servacÍón
- - --- - -~-----

56 EL \'UEL9 DE ASTRE."

tiene, viéndose obligado a repartirlas, formando incluso señoríos jurisdic-


cionales, aunque se considerara al príncipe titular de la jurisdicción ordi-
naria. El regimen regale et politicum pesaba aún en las exigencias bélicas. El
príncipe debe hacer ver, al menos, que obra conforme a Derecho.
Martínez Marina recoge una disposición de Juan II (reinado 1406-
1454) que sirve de ejemplo, a propósito de la ley recopilada (vigente al
menos hasta el Setecientos, que tuvieron que modificar en sus fundamen-
tos, no sin dificultad y consecuencias, los Barbones) que prohíbe: el Rey no
puede ni debe tomar la plata y bienes de las iglesias. Ley fOljada de las peticio-
nes y respuestas de las Cortes de Burgos'de 1430, de Palencia de 1431 y
de Zamora de 1432 relativas ... a pesar de lo cual Juan II tomó a emprés-
tito cierta porción de plata de las iglesias y monasterios, obligado por los
gastos de la guerra de Aragón (1445). Los procuradores pidieron al rey:
Que ... pluguiese si buenamente se pudiese excusar que las cosas de las iglesias
y monasterios de los... reinos, é mayormente las consagradas é 'deputadas para
los oficios divinales, que ... mandase que no se tomasen, y pagar é restituir á
las iglesias y monasterios toda la plata, que ... mandó tomar prestado para se
socorrer en la guerra pasada, mayormente que ... lo tiene prometido á los
prelados.
La respuesta del Rey fue excusarse en prinCipIO, haciendo ver que
obraba conforme a Derecho, aunque luego confirmara la Ley antes dicha:
"Yana mandé tomar cosa alguna de las _iglesias é monasterios, salvo lo
que les pluguiese de me prestar para esta necesidad con intencion de ge lo
tornar: Y yo lo he mandado todo pagar é asaz es de ello pagado. E mi
voluntad es de mandar restituir é pagar generalmente todos los partidos
que me fueron fechas" (juicio crítico de la Novísima Recopilación: Are VII).
De modo que el príncipe ha de sujetarse al Derecho del reino, aún en las
urgencias guerreras. No sólo eso, también el príncipe ha de librar conce-
siones. Ante las muchas quejas por los abusos de las justicias reales, Juan II
declara a petición de las Cortes (Zamora, 1432; Valladolid, 1442):
Por refrenar la codicia desordenada de algunos ambiciosos que desean tener
nuestro poder y facultad de juzgar los pueblQs, es nuestra merced y voluntad
de no proveer de aquí delante de Corregidor con salario á algunas ni alguna
ciudad, ó villa ó lugar de nuestros Reynos, salvo pidiéndolo todos los vecinos y
moradores de la dicha ciudad ó villa ó lugar, ó la mayor parte dellos ... y otro
sí, que quando quier que Nos hubiéremos de enviar Corregidor ... mandare- J,
mos haber informacion primeramente en nuestra corte de buenas personas sin
sospecha, dignas de fe y de creer, si es cumplidero á nuestro servicio, y al bien P
y pro comun de las tales ciudades, villas y lugares de enviar Corregidor á peti- «
,- e
cion de aquellos que lo pidieren (Novísima Recopilación: VII, XI,.I). - '.
Esta Ley iba contra los propios intereses del rey al menos en tres senti-
dos, primero interrumpiendo la extensión territorial de la real jurisdicción
lE ASTR~~"
UxA IxTERPRETAC¡ÓN DE U\ FORMA POLÍTlCA 57

jurisdic-
(110jJroveeT de aquí delante de C01TegidoT), después, privándose de importan-
ón ordi-
tes recursos, toda vez que podía negociar los corregimientos con quien
'Jicas. El
fuera capaz de adquirirlos: las aristocracias que amenazaban con retirar su
>.
apoya al rey, fraguar intrigas, levantamientos, &c. Beneficiaba sobre todo a
o 1406-
las municipalidades, en algo que es decisivo para la afirmación delugimen
gente al
ldamen-
regale et politicw/l castellano: el control territorial del reino se configura con
participación de las ciudades, de preferencia a la de la nobleza. Del mismo
'1Re)' no
peticio- Juan II (O caña, 1422):
. 1431 Y Tenemos por bien, que los Corregimientos y Alcaldías y Alguacilazgos no sean
emprés- dados ni encomendados á caballeros, hombres poderosos, ni privados nues-
por los tros, por quanto de los tales oficios de Juzgados á hombres de Palacio, que
al rey: saben mejor usar de las armas que no leer libros de los Fueros y Derechos, han
de poner otros en su lugar. .. por lo qual entendemos de aquí adelante deputar
s iglesias para tales oficios, en caso que conviniere, enviar personas que sean idóneas y
das para sin sospecha, llanos y abonados, ciudadanos de las ciudades, villas }' lugares de
~stituir á nuestros Reynos, entendidos y pertenecientes para ello, que teman á Dios y á
I para se Nos, y á sus conciencias; y que sirvan los oficios por sí mesmos y por sus oficia-
:lo á los les, seyendo ellos presentes (Novísima RecojJilaúón: VII, V, 4). .

Tal exclusión, dirigida a minar el poderío (no sean dados


de la nobleza
"er que ni encomend.a.dosá caballeros, hombres pod£rosos, ni pTivados nuestros), en benefi-
; dicha: cio de la ciudades, no podía estar libre de tensiones (que son las que hacen
;alvo lo
posible, al fin, el Tegimen ugale et politiwm). La Crónica de D. Juan 'el
le ge lo
Segundo da cuenta, de las proporciones mayores del conflicto de ciudades y
). E mi
señores (143 1):
>artidos
L: VII). y entre los otros negocios que el Rey habia de despachar ante que para la
l en las frontera partiese, era uno que pendia entre Nui'io Frayre de Aranda, e sus
vasallos de la Puente de Hume e Ferror e Villaba que eran suyas, que se
conce-
habian todos levantado contra el, diciendo que era sei'ior muy fuerte e duro e
Juan II
que no lo podian comportar, he hacjanle guerra tres mil hombres e mas, e le
habian derribado ciertas casas fuertes, e le habian talado algunas vii'ias e huer-
LIl tener tas, e con estos se habian juntado otros muchos de los obispados de Lugo e
'oluntad Mondoi'iedo, que serian bien diez mil hombres y mas, e habian tomado por
. alguna Capitan un Fidiilgo que se llamaba Ru}' Sordo; e trajan un pe.ndon de San-
eClJ10S y tiago, e hicieron una hermandad.'o
. Y otro
Además de las luchas entre las villas y los señores, están por supuesto
andare-
mas sin las luchas entre los señores entre sí, que podrían ser ventajosas al príncipe,
al bien pues le abren la oportunidad de apoyar a unos en detrimento de otros,
. á peti- con la ocasión de fortalecer su poderío; pero tal no es el caso, el príncipe
carece de fuerza -por sí mismo- para regular las expectativas de las

; senti-
40 Cit. por Julio Valdeón Baruque en, "Revueltas en la Edad Media castellana", Rl!l1l1eltas)'
:licción
re-uoluciolles en la histm;a, Salamanca: U. de Salamanca, 1994, p. 11.
EL VUELO DE ASTRE.A
58

diferentes fuerzas políticas al interior del reino, ni por la esperanza de


favores futuros, ni por e! miedo a sus castigos. Tampoco basta el Derecho,
como en este episodio que presenció Fernan Gomez de Cibdareal:
É vino sólo el bachiller con su espada é puüal, é el Condestable otro tal, e des-
cabalgó de la mula por la bajadera de la cuesta ... [el] Bachiller le mostró la ley
de Partida, jurando por S. Pedro que no quebraria la ley, ni entregaria el casti-
llo... Por ende el Condestable ... de súbito le agarró, é el Bachiller a él... é
ambos, cual encima, cual debajo, rodaron por la cuesta (Centón epistolario:
i. XXXIII).
Es un acontecimiento de Trujillo, en e! año 1429. Pero el epistolario
del Bachiller Fernán Gómez contiene muchos más, sobre la violencia de la
nobleza. Especialmente de! turbulento reinado de Juan JI. En e! año 1430,
registra los grandes desacatos é malas alianzas que los Infantes tenían contra
e! buen gobierno é mandatos del Rey, de que habian sido una vez, é dos, é tres, é
mas veces perdonados, é aquellos que los seguian é endilgaban é malmetian para
facer tales desobediencias (Centón epistolario: XLIV). No extraña que e! rey
prefiera, sobre la nobleza, e incluso los eclesiásticos,4J una alianza con los
procuradores de las municipalidades de la villas y ciudades,42 que decidi-
damente, en Ocaña (1469), confirman su Derecho a organizar la resisten-
cia antiseñorial, siempre en defensa del patrimonio del reino. La debilidad
de! príncipe supone lógicamente la potencia de las demás fuerzas políticas,
que asumen la defensa de! Derecho. Quizá por eso e! temor de! Bachiller,
en 1442: los males que pasamos losface mayores el miedo de los males que espera-
mos; porque si el reinado del rey D. Juan ... ha sido tw'bioso, ménos no se agüera
que será el del Príncipe cuando Teine (Centón epistolario, XCI).
Pero sobre la base de! Ordenamiento de Alcalá y en torno al ordena-
miento jurídico foral, las ciudades cobran relevancia por su capacidad de

41Igualmente bulliciosos.El Bachiller,en 1432: Al Rey le han dicho homes de vasallaje que el
conde de Haro, é el obispo de Palencia, é su sobrino el señor de ValdemcoTneja azumban al re)' de NaVil-
. na é al de Aragon de entrar en Castilla, 'mientras el Rey demoraba en la guerra de Granada. El rey fue
a coger al tal eclesiástico bullicioso, é e.l obispo de Zamora ha dicho al Rey, que á el le toca conocer
del obisjJOjde Placencia}, ca en su obispado fue preso, é que son excomulgados los que le han prision. El
Rey le repuso, que á todo obispo que será revolvedor de sus Teinos é mal obispo, el Rey le fará emprisionar
la persona, é doblar é limpiar m hábilo para lo inviar al Sanlo Padre. E el obispo hubo po,' bien de no
parlar mas (Centon ej,islolario: LIl).
42 Defendiendo su autonomía, en Burgos (1429), a través de la representación en Cortes:
los pmcuradoTes que Nos enviáTemos á llamar para las nuestras Córles, ordenamos, que sean enviados
tales quales las ciudades y villas de nuestros Re'J'nos entendieren que cumple á nuestro se'f'vicio, )1 al bien )1
PTO C01Jl.Ull de las dichas ciudades y villas; y que los puedan elegir en sus Concejos, tanto que sean perso-
nas honradas, y no sean labradores ni sesmeros, y sean dos procuradores, y no mas, de cada ciudad "ó
villa (Novísima recopilación de las Leyes: 111, VIII, 1). Impone límitesa los señores,pero además,
muy señaladamente, al propio poder real (Valladolid,1442): "Ninguno sea osado de ganar de
ruego ni mandamiento [Nuestro] [... ], ni de otro Señor ni persona alguna, para que personas
señaladasvengan por Procuradoresá las nuestras Cortes [...] porque las dichasciudades libre-
mente elijany envien los dichosProcuradores"(Novísima Tecapilación de las Leyes: 111, VIII, 3).
, ASTREA t.:i\'A INTERPRETAC¡Ó" DE L~FORMA POL!TICA 59

lI1zade llegar a acuerdos con el rey, y reducir la violencia; como se lee en alguna
erecho, carta que escribe Fernando de Pulgar (1473): las infantes y las abispas j)Ta-
mueven mueTtes, Tabas,quemas, injurias, asanadas, desafíos, júel'zas, juntomientas
de gentes, rotUTOSque cada dio. se lacen abundanter en diversas partes del Teina;
.1, e des-
mientras que las prowTOdares [de las villas y ciudades] muchas é muchas veces se
ró la ley
el casti- trabajaTan en entendeT é dar órden en alguna Tela17naciandel reino, é paTO esta
a él... é jicieran juntas genemles (LetTOs,XXV). Aún así, la estructuración de expecta-
'istolo'l'io; tivas políticas no dependerá del príncipe. El modelo de una Monarquía
absoluta, tiránica -un Tegimen Tegale-, resulta por eso inapropiada para
caracterizar a. Castilla, pero tampoco le va el título de República perfecta.
srolario Habría que inclinarse por algo intermedio, o mixto. Un régimen regale et
ia de la paliticw/l, en que el príncipe, sin comprometer del todo sus prerrogativas,
) 1430, regalías, poderío... debe negociar la obediencia, actuar con arreglo a
contra Derecho de preferencia, reunir Cortes o al menos servirse del consejo de
é tres, é jurisperitos para tomar decisiones.
mpam En 1470, Sir John Fortescue recomendaba al Conde de WaJwick esta-
el rey blecer en Inglaterra un Consejo del Rey. separado de la Cámara, com-
con los puesto no por los grandes señores y magnate.s, sino por 12 sabios espiri-
decidi- tuales y 12 sabios temporales, dedicados a asistir al rey en deliberar y
~sisten- resolver los negocios del reino (Anides ta the EaTI al WaT'<lJick:2-3). Por
bilidad entonces, el Real Consejo de Castilla estaba muy próximo a su centenario
)líticas, y había reformado su régimen interno al menos tres veces (1406, 1440,
chiller, 1459), dando entrada creciente a los juristas de preferencia a la nobleza
espeTO- guerrera, orgullosa e insolente (cedant aTma tagae, cancedeat lauTea lingl.lae
agüem [Cicerón, De afficis: 1, XXII]). Para el Quinientos, el daminium Tegale et paliti-
cwn se multiplica con el crecimiento fulminante de la iVIonarquía Católica.
,rdena- El príncipe no tendrá uno, sino 14 Consejos.
:lad de En la unión de las coronas de Aragón y Castilla (1469) se conformó la.
costumbre de respetar el pluralismo jurídico de los reinps que integraron
,je que el la Monarquía, como afirma el dicho: El Rey Católica decía que canceTtaTa
de Nava- Castilla y descancertar a AmgóneTO perdeTlas a entmmbas (FlaTestaEspaiiala: J,
,1re)' fue 8); el príncipe católico procuró respetar los cuerpos jurídicos antiguos de
~ conocer
rision. El los reinos de la Península:. el Privilegia Geneml del Reina de Amgón; los usa-
jJrisionar jes, canstitucianes, cajlítulas a actas de CaTtes de Cataluiia; los Privilegios, Fmn-
len de no quezas y LibeTtades de las caballeTashija-dalgas del muy nable y muy leal señaTíode
1 Cortes; Viuaya; los juel"QSy jlTivilegias, leyes y aTdenomientas de la pTOvincia de Guij)'Úz-
enviados caa; &c. Desde luego, hay una tensión permanente propia del ordena-
al bien y miento paliticum et Tegale, entre el ius jlrojlium y el Derecho real. Fernando
2n persa-
ciudad 6 el Católico, en los juramentos ante los representantes de Navarra -luego
además, de lograr su conquista, con autoridad de la Yglesia y pe1'1/lisiónde deTecha
¡anal' de (según el De Bella NavaTl'iensi)-, se compromete a guardar los privilegios
)ersonas
es libre- del dicho m.i Teyna de Novana, lo que no impidió su agregación a la corona
n, 3). de Castilla (Burgos, 1515), con el fin de evitar que suspirasen por mayores
y •

60 EL VUELO DE ASTRL\
I
excenciones y libertades;.•3 pero fueron bastantes las que les dejó, tantas
como para disfrutar de notable autonomía. La Monarquía Católica se ele-
vará, pues, sobre una multitud de arreglos jurídico-políticos, de tiempos
medievales.
Algo similar sucedió en Indias: se desarrolló un alucinante pluralismo
jurídico. La Ley de carácter general dictada para Castilla tuvo valor en In-
dias hasta 1614. Desde entonces la Ley dictada en Castilla sólo rigió en los
reinos indianos con pase expreso de! Consejo de Indias (Recopilación de las
Leyes de Indias, 11, 1, 39), sin embargo, y conforme disponen las mismas
leyes castellanas -por e! orden de prelación del Ordenamiento de Alcalá-,
las instituciones del Derecho castellano (especialmente Las Partidas, por
ausencia del Derecho foral) alcanzaron vigencia como ius commune tan
sólo: como guía de la decisión judicial en la solución de casos concretos, y
supletorio del Derecho municipal formado de diversas fuentes, especial-
mente por normas que las autoridades locales consideraban pertinentes
para e! gobierno. A falta de Ley escrita, se observaba lo introducido por
los usos y la costumbre: De quibus causis scTiptislegibus non utimur, id custodiri
oportet, quod nwribus et consuetudine inductum est (Digesto: 1, III, 32). Así, las
costumbres indígenas adelantaron a las leyes castellanas,44 en 'tanto que no
fueran contrarias al Derecho natural v, al Derecho real.
Por lo demás, las normas legales provenientes de Castilla, aún después
de 1614, eran procesadas según fueran aplicables, o no, al contacto con .la
realidad indiana. Igualmente, las autoridades que ejercieron su poder de
decisión por instrumentos jurídicos, crearon un conjunto normativo proce-
sado según fuera conveniente, o no, al orden de la comunidad. El virrey
del Perú, en el Quinientos y Seiscientos, así mandaba para un territorio
vastísimo y realmente incontrolable, desde Panamá hasta Tierra de Fuego.
Infinidad de filtros mediaban la aplicación de la Ley. Las Audiencias de
Lima, Charcas, Quito, Santiago de Chile y Panamá desarrollaron, dentro
del virreinato, durante e! Seiscientos, un stylus cuTiae propio, para oír y
librar los pleitos. Dentro de sus amplias jurisdicciones, había además las
leyes y costumbres que regían la vida cotidiana de cientos de comunida-
des;43 otro tanto puede observarse en Nueva España .
. Paá la práctica judicial de la Monarquía Católica, el referente inme-
diato es el ordenalismo dominante en la doctrina jurídico-política. Dice el

43 P. Fernández Albaladejo, Fragmentos de Monarquía, Madrid: Alianza, 1993, p. 43.


44 Igualmente en el Derecho civil canónico, como dice Ots Capdequí: "Pensar en impo-
ner a aquellas gentes [los indios] los preceptos canónicos con el mismo rigor y disciplina que
hubieron de ser declarados en el Concilio de Trento, hubiera sido acometer una empresa
poco menos que insuperable". Et Estado españot en las Indias, México, FCE, 1986, p. 78.
. 45 Victor Tau Anzoátegui, "El Derecho municipal del Perú. Apuntes sobre su configura-
ción", IX Congreso del Instituto Intemacional de historia del Derecho Indiano, tomo 1, Madrid, Uni-
versidad Complutense, 1991, pp. 111-136.

¡
~\
::.
UNA INTERPRETACIÓN DE L~ FORMA POLfTICA 61
ASTREA

padre lVIariana: "Juzgue ... ilícito el príncipe alterar por sí lo ya pasado en


tantas
autoridad de cosa juzgada y tenga por seguro que ha de provocar grandes
ie ele-
males si así lo hace" (De Rege et Regis lnstitutione: nI, XIV). y dice Pérez de
~mpos Mesa en su Política o mzón de Estado, al entrar el Seiscientos: "Buen
gobierno: no romper sino conservar y guardar inviolablemente las leyes y
ilismo buenas costumbres del pueblo, los privilegios de las ciudades y nobles y las
en In- capitulaciones hechas con sus vasallos". Y también Diego de Tovar (1645):
en los "Las tradiciones y costumbres antiguas que tiene recibidas y observadas la
de las República, cuyo repetido y <uustado uso está confirmado con largas expe-
lismas riencias y cuyos efectos han hecho patente y demostrable el beneficio y
;alá-, conveniencia común, deben ser mantenidas y conse¡-vadas con inviolable
s, por veneración y respeto por ser el medio o causa ... más conveniente para su
~e tan mayor dllración y permanencia" (Instituciones políticas: III 1). Ideas que
etos, y limitan el ímpetu regalista en la creación de Derecho nuevo.
pecial- Se conservan, en fin, las antiguas leyes de Sicilia y Nápoles, formadas
nentes muchas de ellas en tiempos medievales, de la época normanda algunas,
lo por aragonesa otras ... en tensión con el Derecho real. Lo mismo puede decirse
lstodiTi de los Países Bajos. No extraña que algunos panfletistas flamencos suplica-
I.sí, las ran a Felipe Il la vuelta al dominill1n regale et politicurn.4G Lo decía el prín-
¡ue no cipe Sabio: Cobdiciar non debe el loe)',cosa que sea.contm derecho (Las Siete PaT-
tidas: 11, V, 14).
espués
con la
:ler de
proce-
virrey
Titorio
Fuego.
:ias de
dentro
1 oír y

nás las
.unida-

lI1me-

Dice el

43.
:n impo-
,lina que
empresa
¡S.
46 v.. Martin Van Gelderen, "Introduction", en la selección de textos sobre la guerra de
mfígura- Flandes editada por el propio Van Gelderen: The Dulch Revolt, Cambridge: Cambridge U. P.,
rid, Unj- 1993, p. XXI.
CAPíTULO TERCERO

LOS RAYOS DE JÚPITER

1. EL ENGAÑO DE LAS COMUNIDADES


En tiempo de los Reyes Católicos, la corona de Castilla comprendía León y
Castilla, el señorío de Vizcaya, las hermandades de Guipúzcoa y Álava,
Extremadura, los reinos de Andalucía y los territorios de las órdenes mili-
tares. La corona de. Aragón era acaso una configuración más complicada,
múltiple y variada. La conquista de Sicilia por Pedr() el Grande (1282)
definió la orientación mediterránea de la corona de Aragón, integrada por
los reinos de Aragón y Valencia, y el principado de Catalmla. Cada uno
con su. propio orden jurídico, jurisdicciones, régimen tributario y Cortes
particulares, que constituían desde 1319 una unidad indivisible, con repre-
sentantes en Cortes generales, de las cuales, sin embargo, no participaban
los reinos de Mallorca, Cerdeña y Sicilia -este reino con su propio Parla-
mento y los tres su propio Derecho, tribunales y fiscalidad-, que también
se hallaban vinculados a la corona de Aragón. Comprendía además ciuda-
des centrales, Barcelona, Valencia, Palenno, Nápoles (al reintegrarse a la
corona de Aragón) ... altamente diversificadas, que ilTadiaban su influencia
sobre el Mediterráneo. En suma, se trataba de unidades políticas ligadas
entre sí, articuladas por el concepto de TejJresentación del rey -vicerex, ins-
titución que Aragón aporta a la proyección atlántica de Castilla-1 ante los
reinos particulares, que procuraban la máxima autonomía .
.Esta peculiar estructura se conservó, incrementando progresivamente
su complejidad institucional. Isabel de Castilla, con sus joyas, iniciará la
expansión casteJiana hacia las Indias, Femando de Aragón -por su inmensa
impemndi amhitione, como se solía decir de él- r~cuperó el Rosellón, Nápo-

1 Vicerex. y como tal tiene la jurisdicción real, pero lambién sus mismas "limitaciones,
dentro del Derecho, careciendo además de las regalías de la corona. Para las Indias, V., Jaime
Vicens Vives, "Precedentes MediteiTáneos del Vineinato Colombino", Anuario de ES/l/dios Ame-
,ical/os V, Sevilla: 1948, pp. 571-614. V. también: A: Carda Callo, "los Orígenes de la Adminis-
tración Territorial de las Indias", Al/l/mio de His/01ia del del.echo Español, XV, Madrid: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1944, pp. 16-106.

63
------,. - •

EL "VELO DE ASTRE.\
64

les y Navarra, reconquistó Granada ... La Monarquía Católica se amplía,


afirmando las condiciones que la definen como una configuración de figu-
raciones políticas.
lVlaquiavelo encontró inclasificable al Católico. Le exasperó la confu-
sión en que solía meter a la cristiandad.2 Vio a Italia saqueada y vituperada
también por él, pero lo alabó, lo consideró digno de ser imitado, lo llamó
quasi pTincipe nuovo,3 fascinado por los instrumentos de su poder. Pero las
coronas de Castilla y de Aragón integraban una configuración que fijaba la
posición del príncipe en un entramado jurídico heterogéneo, harto com-
plicado, que imponía límites certeros a su acción, produciendo tensiones
más o menos agudas, más o menos graves, definidas por el Derecho, los
tribunales, las instituciones representativas y la capacidad de movilización
humana y de recursos identificable en cada uno de los dominios particula-
res del complejo monárquico.
El príncipe debía proceder enérgica y resueltamente, pero sin prescin-

¡ dir del consenso (conciliare sibi animas hominum, el ad usus .mas adiungere,
como deCÍa Cicerón en De oficiis: n, 5). Fernando poseía una habilidad
observada por Guicciardini:
I
Cada vez que pretendía llevar a cabo una nueva empresa, o tomar una deci-
¡, sión de gran importancia, procedía a menudo de tal suerte que ya antes de dar
a conocer sus intenciones toda la corte y el pueblo las deseaban y exclamaban:
el rey debiera hacer esto. Así... resulta increíble con cuántajustificación y favor
Il actuaba ante sus súbditos y en sus reinos (Ricordi: 77).
También tuvo la suerte de que sus empresas, "hechas para su seguri-
dad y grandeza, fueran sin embargo consideradas a menudo como realiza-
das con el fin de aumentar la fe cristiana o de defender a la Iglesia": pro-
yectadas en beneficio propio, parecía que las movía el "bien público"
(Ricordi: 142). Esto servía al "potentísimo" Fernando para formar los debi-
dos consensos, aún antes de proponerlos. Sobre todo, en situaciones de
debilidad sabía simular el interés público, como dice Maquiavelo de los
prudentes: "que extraen mérito de las cosas siempre y en todos sus actos,
incluso si han sido constreñidos ... por la necesidad" (Discursos sobre la pri-
mera década de Tilo Livio: I, 51). Y Gracián: "Sutileza de tahur saberse dejar
con ganancia, donde lá prosperidad es de juego y la desdicha tan de
veras" (El Héroe, primor XI). Esto se vio pronto en Castilla.

2 "Es de creer -comenta en alguna carta- que sus engaños sean conocidos y que le
hayan empezado a granjear molestia y odio en los ánimos de los amigos y enemigos." CiL en
FedericoChabod,Escritos sobre Maquiavelo, México:FCE, 1987, p. 187.
3 El retratode Fernandoapareceen El p,'íncipe, capítuloXXI. V también:LuisDiezdel
Corral, "Fernando el Católico, 'príncipe nuevo' " y "Fernando el Católico y la COlllposición de
'El Príncipe'", en El pensamiento político europeo y la monarqnía de España, Madrid:Alianza,
1983.
1-
) DE ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER
65
se amplía,
A la muerte de Isabel (1504) se reunieron las 18 ciudades con voto
>n de figu- (Cortes de Toro, 1505) para aprobar la permanente "gobernación" de Fer-
nando de Aragón -confirmando de paso el Ordenamiento de Alcalá-, pero
, la confu-
la nobleza se sintió excluida, provocó tensiones que al final obligaron al
/ituperada
Católico a renunciar, para salvación del reino, al gobierno de Castilla (con-
l, lo llamó
cOl'dias de Salamanca [1505) y VilIafáfila [1506)). Se aceptó la incapacidad
~. Pero las
de Juana la Loca, quedando a la cabeza su marido, Felipe el Hermoso, que
.e rUaba la murió poco después (1506) .
arto com-
Fernando se marchó como quiera a Aragón, y luego a Nápoles. La
tensIones
orientación política del Católico, luego de las empresas del Gran Capitán,
recho, los
fue el respeto de la autonomía y de las instituciones locales, bajo la fór-
lVilización
mula Plaat Regiae maiestas seroari constitutiones, capitula et pragmaticas Tegni,
particula-
afirmando el dominium regale et politicUT/!napolitano. En la corona de Cas-
tilla simplemente dejó correr las cosas, quedando a cargo del gobierno el
] presclll-
confesor de Isabel, Cardenal ]iménez de Cisneros -franciscano, elegido
adiungere,
Cardenal e Inquisidor (1507)-, como Regente. Lidió duramente con la
habilidad
nobleza y las oligarquías urbanas, ostentando un poder prácticamente de
facto. La Floresta españolp, Jo recuerda así: "Cuando el conde de Pliego el
una deci- gordo vino a hablar al susodicho cardenal [Cisneros) de parte del duque
'tes de dar del Jnfantazgo y del condestable y del duque de Benavente, &c. [miembros
clamaban: de la resistencia nobiliaria) para saber con qué poderes gobernaba, sacóle
6n y favor
a un antepecho de la casa, donde tenía el artillería, y mandándola cargar y
pegar fuego ... dijole que los poderes que tenía eran aquellos" (FloTesta
u segun- Española: J, JI, 3). Cisneros tenía alguna fama por haber impulsado refor-
) realiza- mas en el régimen de los monasterios y el clero secular, pero no podría
¡ia"; pro-
público" 4 Trató de equilibrar la posición del virrey frente al Parlamento, y quiso introducir el
los debi- Santo Oficio para oponer una potente instituci91l a los baroni e incluso a intnlsiones pontificias
iones de (Nápoles era feudo de la Santa Sede). Pero la medida no quedó libre de resistencia, ¡¡'acasó y,
al final, los barones fortalecieron sus privilegios (en 1507 Fernando rechazó la petición de
o de los equiparar los VOtosde los representantes municipale's freme a los de la nobleza en el Consiglio
us actos, detli Etleti), si bien los populares recibieron algunas concesiones bajo la máxima: divide et
re la,pri- impera. Al se,. recibido parlas represemantes del reino, el Católico aceptó varias de sus peti-
ciones (por los Capítulos de Segovia [1505], yel día de los ho'mem~es en el Parlamento), y
~sedejar confirmó sus antiguas Jibertades. tajes Como que los cargos debían conferirse a Jos regnícolas
tan de (tres años más tarde se hizo explícito que el privilegio alcanzaba las más altas magistraturas de
justicia y hacienda; décadas después [1536] los regnícolas reclamaron para sí los Setle Orandi
UjJici, y lograron [pragmática De ojJicio",m pmvisione y capitulaciones de Bruselas, 15501 su
lugar en el orden conciliar del reino). Se aceptó que el virrey tuviera jurisdicción alta y b'ti ,
a
.s )' que le mero y mixto imperium, pero siempre según los copitutis, legiblls et conslitionibllS del reino, intro-
duciendo paulatinamente Otras restricciones que los napolitanos idearon. El Parlamento, que
s." Cil. en
regularmente celebró reuniones (hasta mediar del Seiscientos), consen'ó amplios poderes,
repartiendo las exacciones tribut.1rias y orientando la legislación del reino. Sobre los alTeglos
s Díez del
osición de napolitanos de Fernando, véase: Pablo Fernández Albaladejo, Fragmentos de Monm'quía. Traba-
jos de [¡istOliapolítica, Madrid: Alianza, 1993, pp. 32-35. También, el capítulo "El "irreinato y la
: Alianza,
monarquía", de Rosario Villari, f.o n?vuelta onti-española en Nápotes. Los Oligenes (/585-1647),
Madrid: Alianza, 1979, pp. l 3-39.
EL VUELO DE ASTRL-\
66

solucionar ninguno de los conflictos abiertos por el abandono del príncipe.


De modo que los castellanos suspiraron por su vuelta, que demoró. La
parsimonia de Fernando inspiró en Grancián el oráculo: "Es la Espera
fruta de grandes corazones y muy fecunda de aciertos. En los hombres de
pequeño corazón ni caben e! tiempo ni e! secreto" (El discreto. Hombre de
espera. AlegoTía). Excitadas las expectativas, sabiéndose imprescindible, e!
Católico se dio a la tarea de pacificar el reino. Concedió mercedes selecti-
vamente;5 urdió nuevas empresas, la invasión de Africa, las campañas de
Orán, Bugía, Trípoli ... el ataque de Navarra, entusiasmando a los caballe-
ros y aspirantes con la esperanza de honores, saqueos y oficios, recu-
rriendo al ardid de distraer los bullicios internos con conflictos externos,6
como usaban los Trastámara. En las Cortes de j\!ladrid de 1510, los procu-
radores de las ciudades de Castilla aceptaron a Fernando como goberna-
dor otra vez -pero no permanente, sino tan sólo por 5 años- y a su
nieto Carlos, hijo de Juana y Felipe e! Hermoso, como heredero. "Potentí-
sima y prudentísimo", Fernando no podía prescindir de amplios consen-
sos; sin negociar al menos con la parte dócil de los estamentos, sin inven-
ciones para estructurar los anhelos de los más animosos, y atraerlos, no
podía lograr obediencia segura.
Nunca fue incondicional: su gobierno no quedó exento -ni el de sus
sucesores- de trazas de sus adversarios o de contingencias trastornadoras.
En 1516, murió. El anciano Cardenal Cisneros ocupó nuevamente la
Regencia de Castilla: rechazó incursiones en Navarra, envió tropas a Sicilia
para apuntalar al virrey, organizó la expedición de Argel contra Barba-
rroja, reunió y disolvió Cortes Todo ello en espera de! heredero, Carlos.
Función similar correspondió' en Aragón a Alonso, hijo natural de Fer-
nando, pero no fue siquiera aceptado por el reino. Poco después de la
muerte de Cisneros, al final de 1517, entró e! príncipe en Valladolid. Lo
primero que hizo, en febrero de 1518, fue convocar Cortes para ser jurado
-con mucha y grave sobriedad- por los procuradores de las ciudades, la
nobleza y las altas dignidades eclesiásticas de Castilla. En el Ordenamiento
de las Cortes de Valladolid, de 1518, el reino dice a Carlos:
Besamoslas reales manos de vuestra Altezapor el bueno e santo proposito que
tiene al bien e pro comun destos sus Reynos e acrescentamyentos dellos, e

5 "El actual rey de España -observó Maquiave1o-, si hubiera tenido fama de liberal, no
habría acometido ni superado tantas empresas" (El príncipe: XVI). En Castilla, procedió con
seleeti\"a liberalidad: concedió mercedes reales a los que se Dlantuvieron fieles, pero también a
los adversarios, siempre que mostraron subordinación a su llegada, obrando de manera fulmi-
nante contra los recalcitrantes.
6 Maquiavelo hacia suya la reflexión: "Los hombres, como deCÍa el rey Fernando, a
menudo se comportan como las pequei1as rapaces, que están tan ansiosas de conseguir su
. presa, incitadas por su naturaleza, que no se percatan de que un pájaro mayor se ha colocado
encima de ellas para matarlas" (Discursos sobre la p1'iurem década de Tito Livio: l, 40).
ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER
. 67
íncipe. esperamos en Dios que este tan bueno e santo proposyto hará muy bueno
ró. La e santo fruto; e por quel deseo destos sus subditos e naturales destos sus Rey-
Espera nos es de conoscer por obra lo que por vuestra Alteza nos es mandado decir,
,res de syguiendo e syruiendo a vuestra Alteza como a su Rey e sennor natural, acor-
'Ibre de damos de mirar e platicar entre nosotros para alean,ar el huta de tan santos
bIe, el deseos sobre que cosas debieramos suplicar a vuestra Alteza proveiese, cons-
;electi- yderando que vuestra Alteza, como sancto, justo, catholico Rey, primero deve e
ñas de es obligado a socorrer e proveer en las cosas tocante a sus pueblos, universyda-
des e subditos e naturales vasallos, que alas cosas suias propias.
aballe-
recu- Nótese bien, paresa fue escogido como rey:
;-rnos,6
E, muy Poderoso Sennor, ante todas cosas, queremos traer a la memoria a
procu-
vuestra Alteza, se acuerde que fue escojido e llamado por Rey, ruja .interpreta-
berna- cion es regir bien, y por que de otra manera non seria regir bien, mas desypar,
y a su e ansy non se podria decir ni llamar Rey.
otentí-
onsen- La última línea recuerda a Isidoro: Tex eris si Teclefacies, si non facias,
inven- non ens. Lo que sigue sitúa el discurso de la Cortes en la línea del para-
digma judicialista de la Monarquía:
OS, no

El buen regir es facer justicia, que es dar a cada uno lo que' es suyo, a este tal
de sus es verdadero Rey porque aunque en los Rey se halle y tenga otras muchas
.doras. fuer,as, como son linaje, dignidad, potencia, honra, rriquezas, deleites, pero
nte la ninguna de estas es propia del Rey, segund los decretos e auctoridades de doc-
Sicilia tores dicen, sy non solo facer justicia e juicio, e por esta e en nonbre delJa dixo
Barba- el Sabio: "Por mí los Reyes rreynan, &". Pues, muy poderoso sennor, sy esto es
verdad, vuestra Alteza, por hacer esta reynar, la qual tyene propiedad que
::arIos.
quando los subditos duermen elJa vela, e ansy vuestra Alteza lo deve hacer. ..
e Fer-
por esta causa asaz sus subditos le dan parte de sus frutos e ganancias suias e le
de la syrven con sus personas todas las veces que son lJamados; pues mire vuestra
id. Lo Alteza sy es obligado por Contrato calJado a los tener e guardar justicia, lo qual
jurado es de tanta excelencia e dignidad que Dios se quiso en la sagrada escriptura
des, la intitular de elJa quando dixo: "Yo soy Juez justo", e sola esta fue parte para
niento libertar de pena al Trajano, pues sy la justicia es tan amiga de Dios, mire vues-
tra Alteza quan grand amigo será suio el que .Ia sygue e guarda.

ita que En torno a esta idea se organiza la Monarquía:


elJos, e
y porque la carga del juzgado es grande, y el que tiene la vara y peso de la jus-
ticia a menester quien le ayude, fue y es nescesario quel Rey busque ministros
.eral, no de justicia ynferiores a él, enu-e los quales repartiese los cargos e oficios, que-
odió con
dando a su Alteza la suprema jurediccion, y el buen Rey a de buscar tales ayu-
mbién a
'a fulmi- dadores quales .Ios buscaba ~¡-oyses quando Dios le dixo: ') uzgarás mi pueblo,
y escoge varones prudentes temientes a Dios, que tengan sabiduria e aborrez-
ando, a can la codicia".
~guir su
alocado En seguida del Preámbulo, se formularon 88 peticiones, las cuales
atendió Carlos: las generales, tocantes a la fiscalidad, legislación y arreglo
- ,11 ~ "" .-. _ -..L _

EL VUELO DE ASTRL\
68

de la jurisdicción, y las particulares, aceptando las más puntuales, prome-


tiendo estudiar las demás, Lo primero que pidieron los castellanos fue que
se conservara en el trono a la princesa Juana: l.-Lo jnimero sujJlicamos a
vuestra Alteza que la Re}11a nuestra sennora esté con aquella casa e asyento que a su
Real lVlagestad se deve como a Reyna a sen nora destos Reynos, La respuesta fÍJe
significativa de la disposición de! príncipe: A esto vos nesjJonde su 1\!Iagestad
que os agradece e tiene en syngular semicio lo que le sujJlica)'s, jJorque de ninguna
cosa non tiene mayor nin mas jJrincijJal cuidado que de las que tocan a la Reyna,
su sennora, como lo vereys JJO?'el jJroveimiento que cerca desto que sujJlicais manda
hacer muy br'evevente, También piden las Cortes que se respete e! ordena.
miento jurídico existente: 4.-0tro sy, sujJlican a vuestra Alteza mande confir-
mar e confirme las leyes e jJregmaticas destos Reynos usadas e guardadas, y los
jJreuillejos, e libertades a ji-anquezas de las cibdades e villas dellos, )' enellos non
jJonga nin consyenta jJoner nuebas irnjJosyciones, y asy nos lo jure. Y Carlos con.
firma su juramento de respetar las leyes del reino: A esto vos rresjJondo que
yo vos gua-rdaTé lo que cerca desto vos jmé, y en lo que toca a las nuebas injJosycio-
nes, que non las jJomemos nin consentiTemos jJoner jJor ninguna jJersona. Confir-
mando, pues, el régimen Tegale et jJoliticum.
Las primeras peticiones de Cortes se centran en la conservación del
reino de Castilla para los castellanos, advirtiendo las dificultades, y peli-
gros, que en este sentido tendría el advenimiento de Carlos, flamenco:
S.-Otro sy, suplican a vuestra Alteza que nos haga merced de hablar cas-
tellano, por que haciendolo asy muy mas presto lo sabrá, y vuestra Alteza
podra mejor entender a sus vasallos e seruidores, y ellos a él. .. A esto se
vos rresponde que nos pla<;e de ello, e nos esforzarémos a lo facer, espe-
cialmente por que vosotros nos lo suplicais en nonbre de! Reyno, e ansy lo
avernos ya comenzado a hablar con vosotros e con otros destos nuestros
Reynos. En fin, el príncipe admite las exigencias de! reino, adecuándose
a su ordenamiento. Lo mismo en Aragón, celebrando Cortes en Zaragoza a
finales de mayo.
En enero de 1519 Carlos juró en Barce!ona las constituciones y privile-
gios de! principado catalán. Obraba e! príncipe conforme le exigían las
coávenciones del régimen regale et jJoliticum de los reinos de las coronas de
Castilla y Aragón, jurando en todo momento respetar sus antiguos dere-
chos a cambio de sincera fidelidad, pero para mayo conocía la noticia de la
muerte de Maximiliano y, semanas después, su posible e!ección como
Emperador. Quizá sintió hincharse en su interior alguna vanidosa sober-
bia, y quiso apresurar las cosas. Juró. en Barcelona su compromiso de res-
petar las franquezas y constituciones de! reino de Mallorca. Intentaría lla-
mar a Cortes de! reino de Valencia fuera de! reino, o que se reunieran sin
él. En Castilla se supo otro despropósito, inapropiado, más que inade-
cuado: Carlos quería partir para su coronación en Aquisgrán con urgencia,
por eso pretendía convocar Cortes de Castilla fuera de Castilla.
ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER 69

)rome- El futuro Emperador había nacido en Gante. En ] 5] 5 asumlO el


ue que gobierno de los estados borgoI1ones que constituían parte de su herencia
'amos a paterna (de su abuela, Margarita de Borgoúa), integrados por el ducado
'lle a su. de Borgoúa )' un conjunto de provincias entorno al condado de Flandes:
sta fue Zelanda, Artois, Flandes Valon, Hainault, Malinas, Brabante, Namur, Ho-
'agestad
landa, además del Franco Condado, Limburgo )' Luxemburgo, a las que se
.inguna
aúadieron progresivamente otras hasta completar las XVII Provincias de
Re\,na,
,
los Países Bajos (1549). El príncipe lo era para cada una de ellas osten-
manda
,j-dena- tando diferentes poderes, como Conde de Borgoúa, de Hainault, de Flan-
confiT- des, Duque de Brabante, &c., observando respectivamente las constitucio-
s, )' los nes, privilegios, libertades, costumbres ... de cada una de las figuraci'ones.
los non Proceder según Derecho que no era mera etiqueta o ceremonia, sino fun-
)s con- damento de una complicada relación entre príncipe)' dominios. De igual
1.do que modo, debía preocuparse por los escrupulosos sobreentendidos del orde-
liosycio- namiento de los reinos de Aragón )' Castilla.'
Confir- Por eso, cuando los castellanos se enteraron que Carlos pretendía reu-
nir Cortes peora marzo de 1520 en Santiago, ciudad sin voto, se enfadaron
ón del mucho. Pero el príncipe llevaba prisa, se precipitaba al llamado imperial y
y peli- a recibir el complemento de su herencia paterna (de su abuelo, Maximi-
nenco: liano f), consistente en los estados de la Casa de Habsburgo, que se exten-
lar cas- dían desde los límites del Franco Condado hasta la frontera con Hungría.
Alteza
En Burgos el príncipe hizo el llamado para la reunión de la Cortes en
esto se
Galicia. Explicando largamente las razones de esta solución,8 disculpán-
., espe-
dose además por abandonar Castilla y Aragón (no ¡!!tedo sin gran tTisteza, e
ans)' Jo
uestros jlena, e fatiga de mi eSjiíTitu, de la qual Dios me es testigo, ajiaTtanne, ny alexanne,
. ándose ny avsentanlle del/os,), anteponiendo el compromiso imperial: POT que
¡goza a entiendo e conosco mi yda. al dicho ynperio sel-conplidera a. semycio de Dios e de toda
nuestra Teligion cristiana, y el resto de Jos dominios de su herencia (los qua-
privile- les, como sabeys, son grandes, e ricos, e poderosos). Se hizo entonces el Ilamiento
'ían las de Cortes para los representantes del reino, con la urgencia dicha. El 31
mas de
s dere- 7 Con fino tacto, para alagar a los catalanes decía que apreciaba más ser Conde Barce-

.a de la lona que de Rey de los Romanos; a los castellanos decía que el uso del título de Emperador no
como se debía a un desaire a los reinos de la corona de Castilla. Lo registra J. M. Batista i Roca, en
el Prólogo a: Helmut G. Koenigsberger, La prdctica del hnlJC/io, Madrid: Alianza, 1989, p. 17.
sober- 8 Bien sabedes ... fui elegido por EnlJemdOl; e como ofebte la eleccion de m)' jecha, guardondn a
de res- esos Reynos sus onlTas, e livertades, e prehemynen,yas, e esenciones, segnnd todo 1)01'las dichas cm.tas que
.ría JIa- vos ma.ndamos enbiar habreJs visto, desjJlleS de lo qual vos haumos saber C01110 )'0 el Rey continuamente
he seydo e soy con mucha ),utancia requlI1ido e suplicado, asy IJor los dichos eletnres, como IJor los otros
ran Sll1 p,infipes, e perlados, e feudatmios, e f'Íudades e villas del dicho )71Plilio, que guardando los estatutos y
inade- establefimientos ynpenales e el tellO!'de la Bula aurea que elltre otras cosas especialmellte dislJone que el
genCla, eleto ellperador, luego como fuere elegido, ha de )T en la fiudad de Aquisgran a sse consagrar e ITef'Íbir
ell ella la p,imera coralla imperial ... (L/amiento de Cortes del alio de DXX que se hicieron en La
Coruila).
~.

¡
t
70 EL VUELO DE ASTREA

de marzo se reunió con las Cortes de Castilla, en Santiago, en el monaste-


rio de San Francisco.
El Obispo de Badajoz abrió las Cortes, dando el discurso de la corona
I
en que expresa las tensiones entre el reino y el príncipe: los Re)'IWS e Re)les
npresentan una sola persona, el Reyno, el cuerpo, y el Rey, la eabefa dél, han de
amar a los Reynos los Reyes como asy mismos, y el Rey que esto no hace, ny puede
ny debe tener nonbre de Rey: siendo, pues, el Rey, nuesto sel101~mas Rey que otro;
mas Rey, por que tiene mas y mayores Repws que otros; mas Rey, por que él solo en
la tiena es Rey de Reyes; mas Rey, por que es naturol Rey, pues es no solo Rey e
fijo de Reyes, mas nieto y subcesor de setenta y tantos Reyes, y asi ama a sus Reynos
como a s)' mismo, y considerondo que este Reyno es el fundamento, el anparo, e la
fuerza de todos los otros, a este ha amado, e ama mas que a todos (Cortes de San-
tiago y La Con/./'ia, 1520). Pero el reino de Castilla veía en la partida del
príncipe la amenaza de que dejara en su ausencia _. de 3 años al menos,
según se anunciaba- oficiales extranjeros, que las riquezas de Castilla
además se repartieran en los otros dominios de Carlos.
Se extendieron las conferencias por varios días: pidiendo el príncipe los
dineros necesarios para ganarse firmemente a los electores imperiales,
los procuradores regatearon todo, y debieron insistir en lo pactado en las
Cortes de 151S; hasta que, con no leves dificultades, salió el príncipe en
pos del Sacro Imperio Romano.
Dejó los negocios del reino en manos de su ayo flamenco, Adriano. El
atrevimiento constitucional, interpretado así el comportamiento del futuro
Emperador, provocó la rebelión de las Comunidades de Castilla.9 Los procu-
radores de Burgos, León, Valladolid, Toro, Zamora, Salamanca, Avila,
Segovia, Soria, Toledo, Murcia, Guadalajara, Madrid, Cuenca, entre las
cosas más recias, se hicieron de los sellos, libros y registros reales. Traba-
ron guerra contra los realistas. En septiembre se reunieron los alzados en
Tordesillas, donde se hallaba recluida la madre de Carlos, Juana, para for-
mar y jurar la Junta General de Castilla. Los procuradores de las ciudades,
en su calidad de representantes del reino, suprimieron los corregimientos
y desconocieron la autoridad de Adri;¡.no. La lucha se intensificó. Los rea-
listas fueron incapaces de negociar la obediencia. Fray Antonio de Gue-
vara, franciscano, predicador en la corte, en una carta de reprehensión a
la Junta rebelde, ofrece una idea de esta notable dificultad. Luego de
suplicarles que aquieten su insultante animosidad, les reprocha:
si vosotros, señores,... sois los redentores de la república y restauradores de la
libertad de Castilla,he aquí [que] os.ofrecemosla redención y aún la resurrec-
ción della; porque tantas y tan buenas cosascomo son estas, ni os acordáredes

9 Para la perspectiva constitucionalista de la revuelta, V., José Antonio lVIaravall,¡.LiS


comuuidades de Castilla,Madrid:Alianza,1979, pp. 76.109.
. ASTREA
LOS RAYOS DE JÚPITER 71

de las pedir, ni aún las osáredes suplicar. Ya, señores, es llegada ia hora en
onaste-
que se conoce si es bueno lo que decis y es Ot1'0 lo que quereis (loplstolas familia-
Tes: XLVlIJ).
corona
e R,eyes y dirigiéndose a un individuo de la Junta:
Izan de
Esa gente que traeis de la comunidad, es tan vana y tan liviana, que ... ni con
y puede poco se contentan, ni con dádivas se aplacan ... Una diferencia hay de nosotros
ue otro; a vosotros, y es, que de los que seguimos al Rey esperamos mercedes, mas
. solo en vosotros no las esperais, sino que os las tomais (Epístolas jamiliaTes: XLIV).
o Rey e
Reynos El conflicto pronto se propaló. No fue exclusivo de las ciudades: "En
.1'0, e la. este reino [de Castilla] uva dos partes; la una fue de comunidad, la otra de
1e San- grandes y caballeros".1O También hubo los eclesiásticos, los curas armados.
ida del Fray Antonio escribía al obispo de Zamora en 1521: "hacer de soldados
menos, clérigos, aun pasa; mas de clérigos hacer soldados, esto es cosa escanda-
:astilla losa", y más adelante: "vi con mis ojos propios a un vuestro clérigo derro-
car a once hombres ... al tiempo que los asestaba para tirarles, los santi-
:ipe los guaba con la escopeta y los matabas con la bola" (Epístolas familiares:
~riales, XLIII); en otra cana: "tomar de los soldados para dar a la Iglesia, aun
en las pasa; mas tomar de la Iglesia para dar a los soldados, es cosa tan escanda-
:ipe en losa y descomulgada" (Epístolas familiares: XLVII). Las dignidades que no
estuvieron del lado de las Comunidades, se las vieron malamente con ellas.
lila. El Según una Silva Palentina, que registra algo de lo sucedido:
futuro Hicieron así mesrno [los comuneros] otra novedad ... el pueblo ... quito los
procu- regidores puestos por el obispo, y hizo otros por su propia autoridad, los qua-
Avila, les gobernaron todo el tiempo que duraron las alteraciones. Asi mesmo, jun-
.tre las tandose un dia todo el pueblo a campana tañida, inducidos por algunos hom-
Traba- bres revoltosos y amigos del escandalo, fueron con mano armada a VillamurieJ,
dos en que es la casa y fortaleza del obispo, donde habia muy buenos aposentamien-
Ira for- tos, y la quemaron toda."
Idades,
Las Comunidades expresan vigorosamente el orden complejo de la
Jientos
corona de Castilla. También de Aragón: en Valencia, simultáneamente
os rea-
(1520-1521), se suscita¡'on las gennanías que obligaron al virrey a huir del
e Gue-
reino; los levantamientos se extendieron hacia Mallorca, donde duraron
lsión a
todavía más (1521-1523). Hasta aquí, el poder real delegado en los valedo-
~go de
res de Carlos se ve reducido a ejercer una política fuertemente limitada,
controlando unas cuantas alternativas. En abril de 1521 los realistas se
es de la impusieron en Villalar; Toledo resistió hasta febrero del siguiente año. Las
~surrec-
járedes
10 Carta fechada en 1522, citada por Julio.Valdeón Bamque, "Revueltasen la Edad
Media Castellana",Revueltas)' -revotuciones en la Historia, Salamanca:U. de Salamanca,1994,
I'all, l.J1S p. 19.
lICitada por Baruque, ibid., p. I J.
I

j
72 EL "VELO DE ASTRE,\
T
I
Comunidades fueron reducidas, y el triunfo inspiró juicios tan entusiastas
como el siguiente de Pedro Mejía:
acabaron los vanos pensamientos destos caballeros con título y nombre de trai-
dores, por haberse puesto en armas contra su rey, que no puede ser mayor
afrenta ni deshonra, Perdieron, juntamente con la vida, la nobleza y hidalguía
que heredaron de sus padres, ganada por ser leales, en lo cual pueden tomar
ejemplo [.. ,] para nunca apartarse del servicio de su rey por ninguna cosa que
acontezca, pues no solamente lo mandan así las leyes humanas, pero las di\'i-
nas y santas lo disponen también; y tanto, que dice san Pablo que aun á los
malos reyes y príncipes debemos ser leales (Relación de las comunidades de
Castilla ),

l
1
Abusa Mejía de las palabras del Apóstol,12 se engaña, Las ciudades no
se contentarían con ello, es más: "La vida silenciosa que sigue a los moti-
nes -tal vez hubiera dicho Tácito- cumplió con la esperanza de largos
premios" (Anales: I),
Siguió una represión selectiva contra los irreductibles, pero también
una política de atracción de aliados; para empezar: los grandes fortalecie-
ron sus privilegios.13 Pero también el clero miró por los suyos. El rey los
necesitaba aliados, en su trato con Roma.14 Cierto que hay un regalismo
efectivo sobre la Iglesia castellana por el Real Patronato,15 pero Carlos
amplía y fortalece los beneficios e inmunidades del clero regular y secular en
vistas a la Contrarreforma, si bien exige alineamiento político. Tras el epi-
sodio de las Comunidades hay, pues, un reacomodo estamental, en el
encontraron también su lugar, con la nobleza y el clero, las ciudades
derrotadas. Don Carlos y doña Juana la Loca, en Toledo, 1525:

12 Pablo: "Todos han de estar sometidos a las aut.oridades superiores, pues no hay autori-
dad sino b~jo Dios; y las que hay, por dios han sido establecidas, de suerte que quien resiste a
la autoridad, resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la conde-
nación" (Rom 13: 1-2),
13 "La victorio de Villalar -observa J A Maravall-, obtenida por parte del rey y de los
grandes, y la consiguiente gerrota del _programa de los comuneros, inicia la fase ascendente
de la marea señorial en Espai1a". Las Comunidades ... , op. cit., p. 210.
14 Carlos lograría para Adriano el Papado (1522) y, a su Illuerte, no reparó, sirviéndose
de los lansquenetes, ell"encarcelar a Clemente VII en Castel Sant' A.ngelo (el saco de Ronw). Sin
embargo, las relaciones no serán dóciles con el Obispo de Roma, aunque sí vent~josas. Lo
t.enÍa claro Baldassare Castiglione (nuncio apostólico en la corte de Carlos): el interés de la
Iglesia, se cifra en una paz estable con el príncipe católico (R. Castiglione, I--ettere, JI, Paclua:'
Comino, 1771, pp, 141-145).
15 Por este medio, el príncipe tenía un control directo sobre la jerarquía eclesiástica, pre-
sentaba candidatos para las sedes episcopales vacantes que el Papa se liInitaba a confirmar,
además otorgaba permisos de fundación pilra iglesias y conventos y cobraba tercias sobre los
diezmos que recolectaba la Iglesia, en fin, la Santa Sede no podía hacer yaler en los ámbitOs
de las coronas de Aragón y Castilla sus bulas ni sus breves sin pase reaL Hay un ordenamiento
que pone límites a la intervención pontificia, pero hay una tensión permanente al interior de
la Monarquía entre el regalismo y las libertades de la Iglesia, las jurisdicciones eclesiásticas,
sus privilegios, exenciones, &c., que definen relaciones polémicas que lTIodelan el régimen
regale el politic1l1Jl. castellano y aragonés.
ASTRE/\. LOS RAYOS DE JÚPITER 73

lsiastas Porque los procuradores de Cortes, que vienen por nuestro mandado, procu-
ran nuestro servióo y bien de nuestros Reynos, somos tenudos de Jos oir
benignamente, y rescebir sus peticiones, así generales como especiales, y les
de trai- responder á ellas, y los cumplir de justióa; lo qual estamos prestos de lo facer,
. ll1ayor
según fue ordenado por los Reyes nuestros progenitores: )' mandamos, que
dalguía-
ántes que las Cortes se acaben, se responda á todos los capítulos generales )'
1 tomar

osa que especiales que por parte del Reyno se dieren; y se den ele ello las provisiones
as divi- necesarias, como convenga á nuestro servicio, y al pro)' utilidad ele nuestros
.n á los Re)'nos (Novfsima Tecopilación: III, VIII, 8).
'ades de
En futuras Cortes (1538-1539), Carlos no puede obtener a causa de
pertinaz resistencia de 'Ia nobleza de Castilla el establecimiento de un
des no. impuesto general sobre el consumo,IG poniendo el ejemplo a las ciudades.
, moti-
Merece la pena detenerse aquí brevemente.
largos Regresaba Carlos a Barcelona en el verano de 1538 de una expedición
a Niza, Génova y Marsella; en Valladolid fue informado de la situación de
mbién
las Rentas Reales: el servicio ordinario de Castilla no bastaba a satisfacer las
alecie-
'evI los necesidades. del gobierno. El príncipe pensó que mediante una sisa gene-
alismo ral podía ponerse remedio, y para introducirla creyó conveniente consultar
Carlos antes a los Grandes, los prelados y procuradores de las ciudades y villas
¡lar en con voto en Cortes. El llamado se hizo por una Real Cédula fechada en
~J epi- septiembre, citando a los representantes para octubre, en la ciudad de
en el Toledo. Reunido el reino en el monasterio de S.an Juan de los Reyes, el
!dades rey formuló sus proposiciones, relatando las treguas con Francia, la pacifi-
cación de 1talia, la liberación de Viena de manos del Turco, la liga concer-
tada con Venecia, y todos los dispendios que esto había representado.
auwri-
'esiste a
Rogó, en suma, la ayuda del reino.
conde- La sisa sería temporal y moderada, y sólo en tales condiciones aceptó
la carga el brazo eclesiástico, ejerciendo en ello alguna presión el Arzo-
¡ de los
:ndenlc bispo de Toledo, presidente de aquellas Cortes.
Pero el brazo armado fue reunido aparte, en número de 12 represen-
éndose tantes, .Yno para pedir su consejo sino ayuda en las circunstancias expresa-
"a). Sin
sas. Lo das. Sin embargo pidieron los nobles que no se u-atará de sisas,17 y que se
.s de la
Padua:
IG LodestacaFemandBraudel,El Medilenimeo y el mundo mediterráneo el! la época de Felipe lJ,
:a, pre- Tomo 11, Madrid:'FCE, 1993, p. 79.
firmar, )7 El Duquede Bejarexplicaba:me IJaTece que esle nomhre de sissa es lenido en esllJs Reynos, á

bre los lo q"e yo alcanzo, por tan odioso, que no hallo que pueda haver ganancia igual á la perdida de vol"nla-
.mbitOs des que en el ira/m' della ca.'llsaria; los qtros once votaron en el mismo senLido, y Juan de Vega
miento aiíadió que sin embargo debía el príncipe atender las cosasde interés del reino y especial-
rior de mente de S11 estamento: me parece que 110 se debe .hablar en sissa, sino en entenderse con mucho cui-
ásticas, dado en semir á su Mageslad)' suplicarle IJor cosas que i1ll1Jo,ta11al bien deslos Rey"os, )' jJfIltiCIIlar-
~güllen mente á este brazo, ¡JOrque no nos guardan 11liU.:has libertades que tenemos, )' resumiendo me suplico de la
sissa. (Cortesde Toledo de 1538-39).
74 EL VUELO DE ASTREA

les penmtlera deliberar con los procuradores de las ciudades,18 lo que se


consideró peligroso: obteniendo por respuesta ser despedidos de la reu-
nión: Sejiores su Magestad dice queel mandó juntar á Vuestras Seiiorias aqui para
comunicarles sus necesidadesy las de estos Reynos, porque le pareció, que como las
necesidades eran generales, assi era el remedio geneml, y que todos entendiesen en
ello, y viendo lo que se ha hecho le parece que no hay para que detenerse aqui Vues-
tras Se¡10riassino que cada uno se vaya á su casa, ó á donde por bien tubiere
(Corres de Toledo, 1538-39). No se convocó más a Grandes y Caballeros,
pero tampoco se esperó de ellos más contribuciones.
Esto pudo influir en el ánimo de los procuradores, que regatearon
todo.
Plantearon en sus conferencias 120 peticiones generales, decretadas y
pregonadas el 30 de marzo de 1539 en Toledo: exigiendo que e! príncipe
debía residir en Castilla, moderar sus gastos, aliviar los tributos, reformar
los Consejos y corregir sus ministros, reformar el estado eclesiástico, acep-
tando a su vez, disminuido, condicionado, temporal, e! servicio extraordi-
nario que el príncipe les solicitaba, y no todas las ciudades convinieron en
ello (Burgos, Salamanca y Valladolid sólo admitieron dar el servicio
ordinario ).
Tenía e! Emperador, desde sus años mozos, un librito compuesto por
Erasmo de Rótterdam, titulado lnstitutio Principis ChTistiani (1515): un
espejo de príncipes, escrito por encargo de! Canciller de Brabante, diri-
gido a la enseñanza de Carlos en la sabiduría filosófica y en las arres que
convienen al que entra a gobernar. "Yo creo -dice Erasmo en la dedicato-
ria- que Homero sintió esto cuando Mercurio toma la precaución de pro-
veer a Ulises de los filtros mágicos de Circe". Sobre las recomendaciones
erasmistas pesa no sólo el humanismo que hizo célebre al autor, sino tam-
bién e! ordenalismo medieval. Si dice que "un príncipe bueno, sabio e
íntegro no es más que una encarnación viva de la Ley", y también: "no es
ley lo que le place al príncipe, sino lo que agrada a un príncipe bueno y
sabio a quien no le place nada que no sea honesto para la república",
remontando la sujeción al Derecho por buenas intenciones (lnstitutio Prin-

18 El Conde de Siruela: Parece me que con buena conciencia 'J'W soy parte para otorgar la sissa, y
por esto la niego; y en la demás me jJQrecese debe todabia platicar sobre medios pm"a servir á su. Mages-
tad, tiniendo por importmue y muí necessario la co11lunicacion con Procuradores. Pronto se formó una
posición en este sentido: Los Grandes J' Cavalleros, que por mandado de su jWagestad aqui estan jun-
tos vieron lo que ultima mente de pmte de Vuestra J\ilagestad les dixo el Cardenal de Toledo, é pOTque les
parece combenir al servicio de Vuestra iVlagestad y á la más bre7)eexpedicion, y mejor deste negocio, que
tmtan de comunicarse con los Procuradores, le suplican, que para hc.ceTlo lodas las veces que fuere nece-
1
sario, dé licencia jJara que con esto Ji con aiudarse V'llestTa iVlagestad para ello como de tan excelente
Prindpe muflan, )1 esperan, que la resaludan se tomará mejor, JI mas bTevemente como al servicio de
Vuestra ¡vlagestad J' bien destos Re)"llos cambenga, lo qual ellos desean, como es Tazon, é para esto les ha.
acrecentado la obligacion delAIIlO1~.Y cuidado que Vuestra l\1agestad ha mostrada tener á la conserbacion
de la nobleza destos ReJ'llOslJara lo qual humildemente besamos las m,anos el V'lus/m ¡Hajes/arl. (Cones
de Toledo, 1538-39).
ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER 75

:¡ue se cipis: VI), tiene Erasmo la precaución de seüalar objetivamente, pero tam-
a reu- bién conforme al ordenalismo medieval:
IÍ jJam
debe huir [el príncipe] de cualquier innovación siempre que le sea posible.
las
'1110 Pues incluso si se cambia para mejor, la novedad en sí misma crea cierto
'sen en malestar. Las más de las veces no se ha cambiado sin alboroto la organización
: Vues- de una república o la costumbre pública de una ciudad o las les leyesvigentes
tubiere desde hace mucho.
lleras,
El apunte es político, como en Maquiavelo: "no hay cosa más difícil de
tratar, ni más dudosa de conseguir, ni más peligrosa de conducir, que
earon
hacerse promotor de la implantación de nuevas instituciones" (El Príncipe:
VI), pero en Erasmo no hay la advertencia: "quien pasa a ser seüor de una
Idas y
:ncipe ciudad acostumbrada a vivir libre y no la destruye, que espere ser des-
)rmar truido por ella" (El Príncipe: V); ni la recomendación: "cuando alguien
acep- llega a ser príncipe de una ciudad o de un estado, sobre todo si sus
lOrdi- cimientos san débiles y no se inclina a la vida civil. .. el mejor medio que
:)11 en podrá emplear para mantener su principado es que, siendo él un príncipe
rVIClO nuevo, lo organice todo de nuevo" (Discursos sobre la primera década de Tito
Livio: 1, 26), Carlos ni organizó todo de nuevo en Castilla, ni las Comunida-
o por des destmyeron al príncipe: quedó al poder real algún recurso para recom-
): un pensar a Jos leales y perseguir' insumisos, pero -signo de su debilidad tal
diri- vez- se vio impedido a actuar cabalmente como dice el Evangelio: "Des-
s que plegó el poder de su brazo ... derribó a los potentados ... y ensalzó a los
icato- humildes" (Lc 1: 51-53); menos pudo introducir novedades.
, pro- En definitiva, procedió como sugiere ingeniosamente Erasmo: "Si el
JOnes pueblo fuese intratable y mostrase rechazo hacia el propio bien, entonces
tam- deberá favorecérsele ocasionalmente y conducirlo paulatinamente a tu pro-
OJO e
pósito con alguna artimaüa ,o con cualquier saludable inducción; del
no es
mismo modo que el vino cuando se bebe, al principio no se nota su efecto,
:no y
lica" , pero luego sin sentirlo pasa a la sangre y hacer perder al hombre la cabeza
Prin- arrastrándolo con su fuerza" (Institutio Principis: IJI). Pero marearlos fue
más difícil.
Antes Carlos t.endría que emplearse en at.ender los múltiples conflictos
~lssa,y
v/ages- que se suscit.aban en sus dominios.19 Y como apunta Art.ola: "el empeüo en
.ó una cada momento' por acudir al último conflicto planteado no le dejó tiempo
n jU71-
¡ue les
'O, que 19 Hay que recordar que en el tiempo de las comunidades, Lutero entusiasmaba con su
~ llece- prédica a los prósperos ciudadanos alemanes, persuadía al príncipe de S~onia y a otros. Se
"lente animaban innumerables revueltas, la Liga de los Caballeros de Franconia (1522), la lucha de
'ciD de los campesinos alemanes en la Selva Negra (1525), que atrajo al obispado de Bamberg)' a la
les ha ciudad imperial de Rothenburg, Las dietas imperiales de Spira (1526) )' Augsburgo (1530)
~acion anunciaron, de algún modo, la Liga de Smalkalda (Turingia, 1531), rebelde a ROn,a )' hostil al
~ones Emperador. Entre tanto, el Rey Cristianísimo}' el Turco revolvían el 'Mediterráneo. También,
~.

I
,

EL VUELO DE ASTREA
76

para la constitución política de la Monarquía"20 La escala de la Monarquía


supone dimensiones que exceden por mucho la humana proporción del
I,
príncipe; peregrinando demencialmente por sus tierras, no podría proce-
sar la contradictoria -por multiplicada- complejidad de la Monarquía,
ni tampoco reducirla mediante un aparato administrativo eficazmente cen-
tralizado. Tendría que ir renunciando a sus dominios.21
Claro, se preocupó por mantener los Países Bajos, y acrecentarlos en
detrimento de Francia. También en Italia, logrando reprimir provisional-
mente las pretensiones francesas sobre Milán. Pero todo ello con negocia-
ciones, compromisos, acuerdos, alianzas y arreglos que, más que expresar
la potencia de la condición imperial, denotan las vicisitudes, esforzadas,
contingentes, del príncipe. Achacoso ya -pero previsor- Carlos fue
dejando las cosas en su heredero.
En 1547, tras la ruidosa victoria sobre la Liga de Smalkalda (Mühl-
berg), imagina la sucesión del Imperio para su hijo, Felipe, pero los elec-
tores protestantes -de mal conformar, inobedientes-, y también los no
protestantes, rechazan tal posibilidad: ningún español o flamenco acepta-
rían por Emperador. Según un despacho veneciano, antes preferirían arre-
glarse con el turco.22 Con el príncipe Fernando -Rey de Romanos (1531),
hermano del Emperador, que mira por sus propios intereses familiares en
torno al Círculo de Austria, guardián de la frontera con los turcos en Hun-
gría-, los electores forman un bloque que Carlos no puede vulnerar. La
esperanza respecto a la sucesión imperial se clausura entonces. Sin
embargo tiene mucho más cosas para el futuro Rex Catholicus.23
Felipe II, llamado el Prudente, heredó una configuración de figuracio-
nes políticas, en la que el príncipe ejercía un gobierno fuertemente limi-
tado. Incluso en Castilla, que reclama ser la cabeza principal de su dila-

al tiempo de la cmnunilÚldes, Cortés ganaba Tenochtitlan para Castilla, reportando beneficios


indiscutibles para la Monarquía, tanto como serias complicaciones en la regulación de las
fuerzas que realizaban la empresa indiana.
20 Miguel Artola, lA Monarquía de España. Madrid: Alianza, 1999, p. 270.
21 Desde primera hora. En la Dieta imperial de Worms (1522) cedió a su hermano
¡nenar, Fernando, 5 ducados austriacos y posterionnente, en Bnlselas (1523); lo estados occi-
dentales de Austria, incluidos Tirol, Voralberg y el ducado de Wurttemberg.
22 Cil. por Braudel, El Mediterráneo ... , op. cit., T. n, p. 351.
23 En las Cortes de Monzón de 1543, Felipe fue jurado como herede¡'o, tomando a la vez
el título de gobernador general de los reinos de la corona de Aragón; en Castilla terminó
encabezando la Regencia. En 1554, Carlos le adjudica los títulos del reino de Nápoles y el
ducado de Milán, y en 1555, reunidos en Bruselas los representantes del clero, la nobleza y las
ciudades de los Países Bajos, abdica inopinadamente a favor de Felipe los títulos de Duque de
Bravante, de Güeldres, Conde de Flandes, de Holanda, &c. El mismo día redactó 3 testamen-
tos por los que le transmitía los reinos de Castilla, León, Granada, Navarra y las Indias, el
gran maestrazgo de las órdenes militares de SantIago, Alcántara y Calatrava, así como los rei-
nos de Aragón, Valencia, Mallorca y el condado de Cataluña y, finalmente, el reino de Sicilia.
Sin más, Carlos renuncia a favor de su hermano Fernando la corona I1nperial (1556), y se
retira al monasterio extremeño de Yuste, para lllorir (1558). .
LOS RAYOS DE JÚPITER 77
ASTREA

lado imperio. Hay que verlo con algún detenimiento. i\'luchas veces, al cho-
.arquía
car las prerrogativas regias contra las libertades, los tribunales y las institu-
ón del
ciones representativas de cada figuración política, los límites operativos del
proce-
PlUdente tienden a fortalecerse, reduciendo al máximo sus opciones de
u-quía,
gobierno efectivo (vg., en los Países Bajos); otras veces (como en Aragón),
te cen-
puede allanar algunas instituciones incómodas, pero no ejercer un domi-
nio sin resistencia. En otros casos (como en Castilla o en Portugal) la for-
.Ios en
tuna y la plUdencia le obligan a comprometer sus posibilidades regalistas )'
sional-
las de sus sucesores. Veamos.
~gOCla-
presar
-zadas, 11. EL DESENGAÑO DE FLANDES
JS fue
Braudel ha dicho que Felipe JI no se sintió nunca a gusto en los Países
Bajos, que desde 1555, luego de recibir aquellos dominios, expresaba su
:Mühl-
deseo de marcharse de regreso para Castilla.24 Entre las cosas incómodas,
s elec-
tenía que comunicarse con las Provincias por su consejero, Antonio Perre-
los no
not -Seüor de Granvela, Obispo de Arras, Arzobispo de Malina (1560),
tcepta-
Cardenal (1561)-, para los asuntos más arduos: le urgía aliviar el agota-
~ arre-
miento financiero de la Monarquía y por ello se hizo crecientemente
1531),
impopular, detestable después. Las asambleas representativas le exigieron
res en
observar las constituciones existentes, atender el consejo de los represen-
1 Hun-
tantes de las ciudades, del clero y la nobleza, y procurar su consentimiento
aro La
en todos las decisiones que les concernían, introduciendo a la vez un .obs-
s. Sin
tlUccionismo sistemático al gobierno.
El descontento se intensificó aún más con la penetración del lutera-
IraclO-
nismo, anabaptismo y sobre todo el calvinismo alejando definitivamente a
: limi-
los Países Bajos de la obediencia al Papa y -por extensión- al príncipe
l dila-
católico. La Bula Supe¡- UniveTSQs (1559), por la que el Pontífice mandaba
la reestmcturación diocesana de aquellos lugares, fue el punto de ruptura.
neficios
En estas condiciones, de vigorosa oposición, en 1559, Felipe escribía a
, de las
Granvela: "Nada conseguiré .permaneciendo aquí excepto perderme yo
mismo y a mis estados ... lo mejor que se puede hacer es que todos busque-
ermano
mos e.l remedio como lo haré yo en la medida de lo posible, y si el reme-
os occi-
dio no se halla aquí iré a buscarlo a Espaüa".23
Ese mismo aüo se marchó de BlUselas, para no volver. La afortunada
a la vez
victoria de San Quintín y la paz con Francia dio ocasión al príncipe para
:erminó
les y el regresar a Espaüa,26 dejando en manos de la Duquesa de Panna -Marga-
"a y las rita, hermana de Felipe, hija bastarda de Carlos- el gobierno de los Paí-
'gue de ses Bajos. Granvela se ocupó de la política eclesiástica, sumando con
;Lamen-
dias, el
los rei-
24 Fernand Braudel, El MedileJTálleo ... , op. ~il., p. 400.
Sicilia.
23 Citado por John Lynch, La Espm¡a de Felipe 11, Barcelona: Crítica, 199i, p. 20.
5), y se
26 1559: por los Tratados de Caleau-Cabrésis, franceses y españoles, sin decisión en el
¥

78 EL H'ELO DE A.STRL\
I
su proceder aún más poderosos adversarios: muchos de! clero, y los más
de la nobleza, encabezados por el comandante militar Conde de Egmont y
el luterano Guillermo de Nassau, Príncipe de Orange, quienes reunieron a
otros descontentos y ambiciosos para formar la vigorosa Liga de los Gran-
des (1562), dirigida en lo inmediato a oponer resistencia a Granvela, for-
zando su retiro (1564). Mientras pretendían mayores cosas, el Prudente
prestaba atención al avance turco sobre Orán (1563), Malta (1565), igno-
rando deliberadamente lo que en los Países Bajos sucedía. Eso sí, mandó
apretar el rigor contra los herejes; pero la Inquisición lo agravó todo: vio-
lentó las jurisdicciones y libertades urbanas, provocando revueltas en
Holanda. En 1565, en representación de los Grandes, se trasladó a Castilla

I
I
el Conde de Egmont. Negociar la obediencia fue su intento, pero resultó
inaceptable: implicaba tolerar la herejía. El Prudente lo entretuvo, sin
embargo. Simuló acceder a sus inadmisibles peticiones, sin compromiso:
"ya tendréis entendida mi intención -escribe a su secretario-,... no
resolver agora estas cosas que e! Conde pretende, ni desengañarle de ellas,
porque nos mataría y nunca acabaríamos con él".27 Pronto se descubrió
la sutileza; arreció el malestar. De Flandes, se propagó tumultuosamente la
Furia Iconoclasta (1566).
La muerte de Solimán e! Magnífico produjo guerras intestinas en e!
Islam que amainaron brevemente la amenaza turca sobre el Mediterráneo,
dando respiro a Felipe para volver la mil ada a los Países Bajos. Consultó
la opinión de Fernández Álvarez de Toledo, Duque de Alba, sobre los últi-
mos desacatos protestantes:
El Duque -comenta don Bernardino de Menoza- le respondió que las nove-
dades de los Países Bajos habían llegado a término, que obligaban a que su
i. Majestad tomase las armas para castigar los... rebeldes y acaballas de todo
l' punto; pues por otro ningún medio que este no se podría hacerjusticia dellos,
según convenía al serviciode Dios y reputación de su Majestad,aunque se rin-
diesen todos, sino haciéndose con grandísima sujeción, y conformándose con
lo que su J\L~estadfuese servido ordenarles... y que por este camino de casti-
. gallos su Majestad... pondría temor, freno y miedo a los demás vasallosde sus
reinos y seüoríos para no conjurarse ni levantarse (Comentarios de las guerras de
los Países Bajos desde el mIo 1567 hasta el de 1577: l, 9). .

Antes de trasladarse a los Países Bajos, recibió el temerario Duque bas-


tantísimos poderes como para prender cualquier persona, castigarla, qui-
tarle su hacienda y disponer de su vida; con las suficientes armas para dar
devastadores golpes a los alzados. El Conde de Egmont fue ejecutado
(1568). Pero las victorias católicas no fueron contundentes. Desde el exilio,

campo de batalla, exhaustos, empobrecidos, firmaban la paz y una alianza, confirmada por las
terceras nupcias de Felipe, con Isabel de Valois.
27 Cit. por Geofrey Parker, Felipe JI, lvIadrid: Alianza, 1984, p. 94).
ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER 79

)S más el príncipe de Orange acaudiJló la resistencia, preparó iúcursiones que lle-


Ilont y gado el momento se vieron favorecidas por la fortuna: en Granada, al final
~ron a de ]568, se encendió una rebelión morisca que distrajo ]a atención, recur-
Gran- sos y armas de Felipe.
a, for- La bmtalidad. del Duque de Alba tuvo proporcional respuesta, exci-
Idente tando la guerra, irreversible ya. En 1570 apareció un panfleto titulado
Igno- Libellus Supplex lmpemtoriae Maiestati incitando a la rebelión, y suplicando
nandó la protección del Emperador y los príncipes alemanes, sugiriendo la unión
): VIO- de luteranos, calvinistas, anabaptistas, &c., en una liga cristiano-germánica
as en contra la Monarquía Católica. Es un texto anónimo, muy belicoso, quizá
astilla escrito por el publicista Philip Marnix, amigo del príncipe de Orange. Hay
esultó que verlo brevemente.
o, sIn Del argumento de Marnix, merece especial atención la larga condena
,mIso: que hace contra el regalismo del príncipe católico: la intensificación de la
.. no intervención regia que se quiere justificar con el pretexto de la religión .
ellas, Lo primero que irrita al autor es la Bula Super UniveTSas por la que se pre-
ubrió tende la reestructuración diocesana de los Países Bajos, dando poderes a
nte la Felipe II para crear 3 nuevas arquidiócesis, con 18 obispados, que le per-
mitirían adquirir control sobre el ordenamiento eclesiástico. Su aplicación,
en el alega Marnix, es obra de la hostilidad papal, tridentina, que produce en lo
áneo, inmediato serios agravios jurídico-políticos, imperdonables, en las Provin-
ISUItÓ cias de los Países Bajos:
5 últi-
Contra todos los Privilegiosdel país, contra todas sus leyes,ordenanzas, y anti-
guas libertades, por la precisa observancia de los decretos del Concilio de
nove- Trento, por traer nuevos Obispos, que deberían poner en ejecución en toda la
¡ue su tierra una nueva forma de Inquisición, mucho más cruel que la Inquisición
. todo Española, que fue inventada contra .IosJudíos y los Apostatas Mahometanos
leilas, (Libellus Sllpplex ... : Prefacio).
:e nn-
e con El Concilio Ecuménico de Trento, convocado por Paulo III y concluido
casti- por Pío IV -reunido en Trento (1545-1547), en Bolonia (1547-1549) y
:Ie sus otra vez en Trento (1551-1552, 1562-1563)-, definió la postura belige-
ras de rante de la Iglesia Católica Romana frente a la RefOI-ma protestante y sus
sectas, que ya habían avanzado vigorosamente en el septenu:ión de
: bas- Europa. La embestida de las armas españolas, en opinión de Marnix, era
qUl-
expresión de la perversa alianza entre el Obispo de Roma y el príncipe
i dar católico, que veía la oportunidad de ejercer un más enérgico dominio por
Itado el pretexto religioso, utilizando a este objeto el instrnmento represivo de
~ilio, la 1nquisición: como en Sicilia el San/' Ufficiu, y en Castilla, Aragón ... Pero la
Bula sobre todo disgustaba al clero local. La intención del Cardenal Gran-
vella al crear los obispados, según el Libellus Supplex, obedecía al interés
lor las
de disminuir las jurisdicciones eclesiásticas, atropellando el Derecho:
"contrario a las libertades del pueblo, contrario a las leyes ... , contrario a
EL VUELO DE ASTREA
80

los privilegios ... a todos los derechos y costumbres de nuestros ances-


tros ... "; además, las nuevas dignidades eclesiásticas, adictas al príncipe, se
introducirían en las instituciones representativas, corrompiendo. su prístina
naturaleza. En suma, la intromisión destructora de la Inquisición y la ofen-
siva de! intemperante Duque de Alba excedía por mucho todo fin
religioso.
Se trataba, para Marnix, de una maniobra orientada a suprimir e!
régimen tradicional de gobierno de los Países Bajos, eliminar así la tensión
regale et politicum, a favor de uno de sus polos: e! regalismo. Lo mismo,
según e!libe!o, había sucedido en España: "Rompieron [e! Rey y la Inqui-
sición] privilegios e inmunidades, abatieron la dignidad de la Nobleza", y
más adelante añade: "desde hace tiempo pensaron [Carlos y Felipe] que
, podrían legalmente reducirnos a las leyes y ordenanzas Españolas, costum-
!
i bres Españolas y a la Inquisición Española, abrogando todas nuestras
leyes, aboliendo toda memoria de! nombre Germano, destruyendo nues-
1, tros privilegios y oprimiendo nuestra libertad" (Libellus Supplex ... ). La
caracterización de Felipe II como rey absoluto no sólo es habitual sino
I esencial en los panfletos independentistas flamencos -en su contribución
a la Leyenda Negra-, pero en e! curso de la guerra e! monstruo católico va
siendo cada vez más desmedido.
No pretende e! Prudente introducir las instituciones castellanas en los
Países Bajos, como no lo intenta en Aragón siquiera, pero es verdad que
conforme procura recuperar e! control de los Países Bajos incrementan las
tensiones regalistas. Su imagen de rey absoluto, tiránico, no sólo produce
irritación, sino que se percibe ciertísima: desaforada la Inquisición, crueles
las armas de! Duque de Alba e inaceptable para e! clero local el reordena-
miento diocesano. Todo ello denuncia Marnix, pero sobre todo advierte
un porvenir aterrador: "Que todo sea reducido a un solo cuerpo, sujeto a
unas mismas leyes y jurisdicción y arrastrado a la forma de un reino, y
esto, abrogando el poder de los magistrados populares y leyes, podría ser
gobernado por nuevas leyes hechas a discreción, como en los Reinos de
Sicilia y Nápoles, que fueron adquiridos por conquista" (Libellus Supplex ... ).
La interpretación resulta otra vez exagerada, pero plausible, eficaz para
cualquier efecto sobre e! ánimo flamenco.
Puesto que sus lectores son también los príncipes alemanes, protestan-
tes, que ya han medido las armas católicas, no sobra e! recuento de la
devastación, insistiendo en la amenaza de los métodos inquisitoriales, que
ya han servido al absolutismo en España, Nápoles, Sicilia, Milán y "en el
gran país de India". Pero e! Libellus Supplex pone en evidencia lo que para
los flamencos no requiere demostración, ni se discute: e! proceso por el
cual Fe!ipe II rompe una a una las promesas que hizo en su advenimiento,
referentes a la preservación de! Derecho de las provincias. La resistencia se
\

ASTRF_-\. LOS RAYOS DE JÚPITER 81

ances- encuadra así en un alegato jurídico, artificioso, dramático, pero incontesta-


¡pe, se ble en los hechos que denuncia.
rístina Recurriendo a las Sagradas Escrituras y certeros antecedentes históri-
: ofen- cos, Marnix observa que la resistencia contra el príncipe tiene una justa
lo fin causa. Muchos de los panfletos y libelos sediciosos de la época, así como
buena parte de la u'atadística de los publicistas, sigue, en sus fundamentos,
nir el la opinión sobre las excepciones a la obediencia pasiva insertadas en el
~nsión capítulo sobre el poder civil de las Instituciones de Calvino y las militantes
lismo, LectuTGs sobre el Profeta Daniel, que a su vez siguen las evoluciones luteranas
inqui- hacia la resistencia activa;28 es una literatura radical, que ofrece también
~za",y una interpretación constitucionalista, pactista, del ordenamiento roto por
~] que el príncipe católico. Desde este ángulo, por su racionalidad jurídica, tam-
)stum-
biénse formulan y proponen los proyectos de reconciliación, especial-
lestras
mente las vías intermedias: el regreso al gobierno regale et politurn.
nues- Posibilidades existían, y el príncipe las ponderaba. La sonada victoria
.). La de la Santa Liga sobre Ali Bajá en Lepanto (1571) había sido tan costosa
l sino para el Prudente que su situación fue más vulnerable. En 1570, escribía:
,.
lUción
,leo va
"al final, todo se reducía a una cosa: dinero, dinero y más y más dinero ...
aunque reunir una gran suma me costaría mucho en intereses, llegaría a
ser más barato a la larga si pudiésemos ... acabar con la guerra".29 Pero las
en los campañas mediterráneas eran sangrías que endeudaron a Felipe hasta el
d que fatal desencadenamiento: colapso financiero, desastre militar, desprestigio,
an las resintiéndose bien pronto en los Países Bajos. .
aduce El Duque de Alba fue relevado, en 1573, por don Luis de Requesens, y
rueles éste, en 1576, por don Juan de Austria -victorioso en Granada (1571),
'dena- Lepanto (1571) y Túnez (1573), hijo natural de Carlos, hermanastro de
vierte Felipe-, ambos bien dispuestos a negociar con los alzados. Probaron con-
jeto a certar arreglos (amnistía de Requesens, Tratados Breda [1575]), pero fue
1ll0, y inútil todo: Flandes, Hainaut, Brabante, Holanda, Zelanda, &c., entraron
'ía ser en fase de radicalización. La pacificación de la ciudad de Gante (1576) fue
os de el sígno visible de la debilidad de los españoles, que no alcanzaban
:ex... ). siquiera a pagar las tropas,so ni componer arreglo seguro, como dice desde
para 1574 el príncipe:' . .

.estan-
de la 28 Una aproximación a la justificación luterana y calvinista de la resistencia: Quentin
;, que Skinner, Los fundamentos deL pensamiento politico moderno JI. La Reforl1Ul, México: FeE, 1993,
'en el pp. 195-245.
29 Cit. por Parker, O/,. cit., p. 152.
: para so Don Bernardino de Mendoza, comentando las penurias en filas españolas: "Y así .eSte
)01' el motín como los de antes escritos han de ser ejemplo a lodos los generales, .reyes y príncipes ...
¡ento, para esforzarse a no dilatar mucho tiempo el pagar los soldados .que siguen sus banderas... y
esto para no darles lugar a que la pura necesidad ... se las haga pedir, amotinándose". Dice
Cla se
EL YUELO DE ASTREA
82

esta muy aventurado [Flandes] con tanta gente y sin dináo, y así es menester
socorrerlo con gran brevedad, y sin él se imposibilitan más los conciertos, y no
puede tener remedio lo de allí si Dios no hace milagro.'1
La banca rota se declaró, y las condiciones para una solución interme-
dia -el regreso al ordenamiento j'egale et politucmn- no sólo eran posi-
bles, sino deseables para el Prudente:
Si las cosas estuviesen tan apretadas -escribe a don Juan de Austria- que lo
pidiesen todo absolutamente, y que de otra manera no quisiesen recibirle
parece que ... se debe conceder lo que fuere menester para acabar y salvar lo
que se pudiere ... con toda la aventura que se corre."
En 1576 llegó un proyecto a los Estados Generales de los Países Bajos
por vía de suplicación -de autor desconocido, que dice representar a las
entristecidas y oprimidas comunidades de estos países-, en que se proponía
lograr una paz por la que se regresaría a la situación ex ante, con un
gobierno moderado por el Derecho, por los tribunales y las instituciones
representativas de cada uno de los dominios:
Haciendo esto no sólo nos librarían [se dirige a los representantes reunidos en
los Estados Generales] de esta guerra sangrienta y alboroto. Más que eso,
poniendo todo en buen y apropiado orden, harán resurgir nuestros viejos pri-
vilegios y las laudables costumbres y derechos del país ... restableciéndolos. en
su antiguo estado, tal como fueron heredados por nuestros ancestros (Vertoog
ende Openinghe... [Adress and Opening to make a good, blessed and general peace in
the N etherlands, and to bring them under the obedience o/ the king, in her' old pTOspe-
rity, bloom and welfaTe J).
Además de las citas bíblicas obligatorias y su interpretación acorde al
alegato, el autor retrocede a las leyes antiguas -refiriendo diversos monu-
mentos jurídicos medievales, de significación concreta, local, que estable-
cen libertades, alianzas, pactos, cartas otorgadas, instituciones representati-
vas, &c.- para hallar la original constitución que regula el gobierl10 de los
Países Bajos, caracterizado como un gobierno "republicano. o racional
cívico político", en que el príncipe se ve obligado a respetar y seguir fiel-
mente los preceptos jurídicos existentes y vigentes. No haciendo "nada por

que los motines son muy inconvenientes, pues traen de suyo insolencias que los oficiales no
pueden reprimir, pero además: "no sólo [acarrean] el tomar el dinero con grandes intereses,
pero vender villas y ciudades para satisfacelles de su sueldo" (Comentario de las guenas de los
Países Bajos desde el mjo 1567 hasta el de 1577: XV, 5).
31 Cito por Parker, op. cit., p. 155. En 1575Requesens escribe a su hermano: "aunque el
rey se hallase con 10 millones de oro, y los quisiere enviar todos aquí, no tiene forma cónlO
hacerlo ... si lo enyoÍade contado por mar, "iene perdido; por cédulas ... ni aquí ni allá queda
mercader que pueda darlas, ni aquí hay quien las acepte ni cumpla". Cit, en ibidelll, p. 158.
32 Cit., en ibidem, p. 159.

.:r
ASTREA LOS R-\YOS DE JÚP1TER 83

¡enester voluntad, sino todo por la Ley y el orden". Defiende así la conveniencia de
os, )' no regresar al ordenamiento antiguo: 1'egale et politucum:
La palabra de Dios, así como todas las leyes, privilegios, hábitos viejos, usos y
,terme- costumbres, y todos los contratos mutuos, u'atados, y alianzas de los Países
n POSl-
Bajos, validados y confirmados por el Señor del país y por los Estados, con la
palabra de Dios y el sagrado juramento, hace claro y público que estos Países
Bajos, que han caído por la Ley de sucesión de la Casa de Borgoña en el Rey
, que lo de España, Serlor natural del país, nunca han sido gobernados como un reino
'ecibirle o ¡¡lonarquía absoluta, en que el Serlor del país puede llevar los asuntos del
alvar lo país a su voluntad y placer, sin importarle las leyes o derechos. Por el contra-
rio, el país siempre ha sido gobernado por derecho y justicia, a u'avés de una
política republicana o cívica racional, de tal modo que el Serlor del país ha
; Bajos sido como un sirviente de los derechos del país, leyes y regulaciones ... (Veltoog
lr a las ende Openinghe ... ).
oponía
También del lado espai10l hay sugerencias similares. Fadrique Furió
:on un
Ceriol, natural de Valencia, educado en Lovaina, al. servicio de Felipe,
\ClOnes
recomendaba en 1575 una vía intermedia de solución, pensando en forta-
lecer la auetoritas del príncipe mediante el respeto del orden constitucional
idos en anterior a la guerra, identificado con un régimen regale et politieum. Lo pri-
ue eso, mero es resolver la guerra, y no por las armas. "En dos modos se puede
jos pri- tan solamente: es a saber o por armas o por buen gobierno ... Las armas a
olas en provado y Vuestra Magestad hasta agol'a valerosísimamente ... pero los
(Ve1toog gastos han sido grandes, muchos los muertos ... Suplico, por amor de Dios,
beaeein a Vuestra Majestad sea servido de bolverse a la otra parte de las dos sobre
j!rospe- dichas". Recomienda esto, porque así debe ser, a su entender, el gobierno:
"De aquí que los poetas figuraron antiguamente el principado con la efigie
del minotauro de medio arriba hombre, que es el buen gobierno, que a de
,rde al
ser superior y primero, y de medio avajo ves tia, que es la potencia con las
monu-
armas, que ha de ser la ymferiror y postrera" (Rem.edios da.dos... a .m Majes-
stable-
tad pam el sosiego de lns altemciones de los jJaíses Vajos de los Estados de Flandes).
entati- La metáfora del minotauro -mitad hombre y medio bestia- parece
de los tomada de Maquiavelo (en El pTíneipe [cap. XVIII] se refiere al centauro
lcional Quirón en 1m sentido similar), pero no lo'demás. Propone una solución en
ir fiel- que la bestia debe usarse moderadamente, economizando la violencia en las
:la por penas de los rebeldes, repartiendo también premios, y sobre todo "confir-
marles de nuevo todas sus leyes, fueros, privilegios, inmunidades, usos y
iales no loables costumbres que usaban antes de los alborotos ... quitar como cosa
ltereses, nueva las nuebas imposiciones" (Remedios... ). El documento es breve, con-
's de IDS
ciso, pero se parece mucho en su contenido al más extenso dirigido a los
.nque el Estados Generales en 1576 .
la cómo Pero tampoco por la vía intermedia 'se logró mucho. Don Juan de Aus-
á queda
p. 158. tria murió pronto, y entró en su lugar el príncipe de Parma, Alejandro
Farnesio (1578), que se dio a la tarea de recuperar ("reconquistar") lo per-
f' . ---_ ..
84 EL VUELO DE ASTREA

dido: en 1579 logró la Unión de Arras, entre las provincias católicas de


. Artois, Hainaut, Flandes Valón, Namur, que aceptaron el domino del Pru-
dente. Pero mientras recupera la lealtad de estos complejos políticos, las
Provincias del norte, rebeldes, calvinistas, formaban la Unión de Utrecht
(entre los representantes de Holanda, Zelandia, Utrecht, Guelders, Zutp-
hen, Groningen, Frieslandia, Brabante y Flandes), base de las Provincias
Unidas, que enérgicamente reclamarán su independencia. A pesar de lo
limitado de la cohesión y representatividad de ambas uniones, se propició
la comunicación necesaria para un primer intento de reconciliación (Colo-
nia, 1579), auspiciado por el Emperador, en que se propuso el regreso a la
situación ex ante. Pero sin importar las concesiones al culto protestante que
el príncipe católico proponía, la religión y los daños acumulados fueron
un impedimento para llegar a algún tipo de arreglo razonable. No puede
confiarse ya nada al príncipe, que por su violencia ha perdido todo
crédito, como dice un panfletista rebelde en 1579:
la naturaleza de los reyes, como de otros hombres, es deseosa de venganza. Y
como este apetito crece por el poder que uno tiene para satisfacerlo, es bien
sabido que los reyes, que combinan autoridad y fuerza, son más devotos a la
venganza que otros hombres. Que el Rey de España piensa que tiene razones
legítimas para vengarse, considero que todos lo saben (BTief discours sur le Roy
d'Espagne, & les Etats du Pays Bas).
El autor no sólo piensa que el príncipe tiene un "duradero y perpe-
tuo" sentimiento de destrucción, sino que, por eso mismo, no debe con-
fiarse nada que de él provenga, mucho menos, claro, si tiene apariencia de
graciosa bondad. La desastrada autoridad de Felipe, envilecido por la gue-
rra, produce el fracaso de la paz. Y no sólo eso, terminará siendo solemne-
mente repudiado por las Provincias Unidas, por tiránico, temerario,
indigno, &c. (Acta de Abjuración, 1581). La conclusión de los rebeldes,
según otro anónimo publicista, es que:
el rey de España y los que le prestan adhesión no actúan conforme esta esta-
blecido su cargo... considerando que no hay violencia o tiranía demasiado
grande, buscan corromper las leyes, suprimir la' conciencia'de sus.súbditos,
promover el odio entre una habitante y otro, consumirlos en la guerra Civil,
regir por fuerza, derramar sangre inocente, quemar y robar, degradar mujeres
honorables... traer toclasuerte de males... asesinar... saquear... destruir la ver-
dadera religión..., en breve, privar al país y sus habitantes de sus privilegios y
justicia y, finalmente, reducir a aquellos que han sido libres a la esclavitud
eterna, &. (Politicq onderwijs [Politieal Edueation]).
Expone el autor las razones finales del rechazo a la Monarquía Cató-
lica: acudiendo a fuentes bíblicas y romanas, de preferencia a la historia
jurídica medieval, afirma que la solución es suprimir definitivamente la
tiranía regalista hispánica, y la reconstruir el dominiwn políticum et regale, de
, ASTREA LOS RAVOS DE JÚPITER 85

jcas de tendencia republicana, pero también democrática. Como décadas más


lel Pru- .tarde dirá J ohannes Althusius:
cos, las
En la guerra que emprendieron [se dirige a los frisios) contra el muy poderoso
Utrecht Rey de España no consideraron que los derechos del soberano estaban adheri-
., Zutp- dos tail .inseparablemente a su persona que no existieran separados de él. AJ
)Vlnoas contrario, cuando arrebataron su uso y ejercicio a quienes abusaban de eUos, y
r de lo recobraron lo que era suyo; declararon que estos derechos pertenecían a la
ropició multitud asociada y al pueblo de las provincias individuales. Hicieron esto con
. (Colo- tal espíritu, coraje, sabiduría, fidelidad, constancia, que no encuentro otros
~so a la pueblos que se comparen a su ejemplo (Polilit;a lIlelhodice digesta: Prefacio a la
3. edición, 1614).
lte que
fueron En 1581, los Estados Generales eligieron al duque de Anjou, Fran-
puede cisco, como príncipe, fortaleciendo su rechazo a la Monarquía Católica con
o todo una artera alianza con Francia e Inglatena.
(La solucion intermedia fue imposible. En Holanda, la resistencia con-
. 'anza. Y tra el ji.t.ego de la tiranía española se vinculó en la imaginería popular con
es bien la lucha contra el agua del Mar del Norte identificándose ambas fuerzas
toS a la adversas en la lucha por el territorio, y también en la atención de los
razones
negocios civiles [el gasto público debía destinarse a la construcción de
r le Roy
diques, )' los españoles habían mostrado enorme insensibilidad respecto a
tales )' otras necesidades locales], así como en las creencias religiosas
perpe-
[expresión de! juicio de Dios es enviar castigos para merecer la Salvación:
le con-
vencer las fuerzas del jitego )' del agua indicaba un gesto de la clemencia
lcia de
divina, como premio por los esfuerzos individuales)' comunes], derivando'
la gue-
lemne- todo ello en la formación de un fuerte sentimiento patriótico, incompati-
eran o, ble por supuesto con la fidelidad al príncipe católico.33 A la vez, el levanta-
Jeldes, miento se refirió a la revuelta bátava que mil quinientos años antes había
. organizado Claudia Julio Civilis contra los romanos [69 d. C.], inspirando
sendos tratados, )' una rica iconografía,34 para afirmar la libertad histórica.
ta esta-
.1asiado Sentimiento que duró mucho tiempo, hasta las invasiones napoleónicas).35
ibditos,
a Civil, 33 Véase eJ magnífico libro de Simún Schama. en especial los primeros capítulos, "Moral
nUJeres Geography" y "Patriotic Scripture": Tlle Embarraslllent v( Riehes. An ¡nt"jlretalion oJ Dnteh Cul-
la ver- lure in tlle Golden Age. Nueva York: Vintage, 1987, pp. 15-125.
34 Por comisión, Rembrandt preparó una representación monumental de lA Conspiración
egIOsy de Claudills Civitis (1662), tal)' como la reporta Tácito: tras una arenga libenaria en una noche
:lavitud oscura, Civilis, tuerto para moás sellas, convoca bárbaras ceremonias J un. ex/ra!lo juramento. El
pintor interpretó literalmente, pero al parecer no gustó a las autoridades de Amslerdam, )' se
pre.firió la versión más heroica -en que Civilis aparece siempre de perfil, ocultando el ojo
Cató- salido--, de las láminas de Otho Vaenills (J612), que se hizo canónica. v., R. H. Fuchs, Duteh
istoria Painting, Londres: 11]ames & Hudson, 1996, p. 74-76.
35 v., Simon Schama, Patriols and liberalors. Revollltion in Ihe Nelher/mllls. 1780-1813.
nte la Nue\'a York: Vintage, 1992, jJassim.
11e, de
EL VUELO DE ASTREA
86

La guerra siguió.36 Para el Prudente Flandes sólo representó una men-


gua constante. Conservó lo que pudo de la Monarquía, y con suerte la
aumentó. Poco antes del repudio de las Provincias Unidas, tras la extin-
ción de la dinastía Avís, muerto el sobrino de Felipe, Sebastián (Alcazar-
quivir, 1578), se sancionó la incorporación de Portugal (Thomar, 1581).3'
Pero este crecimiento introduce una mayor complejidad al interior de la
Monarquía, que no se puede ni reducir ni procesar sistemáticamente. No
se puede separar los conflictos. "Pues si España -lamenta Gracián- no
hubiera tenido los desaguaderos de Flandes, las sangrías de Italia, los
sumideros de Francia, las sanguijuelas de Génova, ¿no estarían hoy todas
sus ciudades enladrilladas de oro y muradas de plata?" (El Criticón: lI, IlI).
Ni mucho menos podrá ponerles remedio por una solución global. Lo
intenta Felipe, pero pronto se desengaña. Tal fue el florido caso de la lla-
mada Armada Invencible. La idea fue juntar más de una centena de naves,
embarcar varios miles de hombres y atacar Inglaterra, con lo que perse-
guía innumerables objetivos: suprimir la guerra de los Países Bajos, cortar
el eje Inglaterra-Holanda-Francia (que ya había alentado la guerra suceso-
ria en Portugal), castigar el anglicanismo, destruir la piratería en el Atlán-
tico, el Caribe, el Mar del Sur ... Todo esto, y más, según escribe don Car-
Ias Coloma:
movieron el ánimo piadoso del Rey Católico a... oponerse a tanta insolencia
por las armas; amonestado a ello también por la Santidad del Pontífice Grega-
rio XIII, que, como verdadero pastor de la Iglesia, después de haber tentado
varios caminos de amor y blandura, deseaba cortar el brazo encancerado de
IsabeL.. Movíale... al Rey ver que estando Francia neutral... Inglaterra
domada, vendría los rebeldes de Holanda a conocer su yerro (Las guerras de los
estados Bajos desde el afio 1588 hasta el de 1599: 1).
Perdió casi todo el Prudente, complicándose aún más el gobierno de la
Monarquía. Cierto, aún con la estrepitosa derrota (1588), la Católica
seguirá siendo la mayor de todas las monarquías europeas, pero no será
absoluta. Quizá se intentó en los Países Bajos, para perderlos. Conservará
en las figuraciones que la componen un clorninium regale el polilicum que

:l6 HastalaTreguade losDoceaños(1609-1621). En 1648 (Munster) sereconocióla exis-


tencia de las Provincias Cnidas; Bélgica y las pro\'incias del sur permanecieron vinculadas a la
Monarquíahastala Guerrade Sucesión(1701-1715). En 1702 fuefinalmenteabolidoel Con-
sejode Flandes.
:17 El Prudente aceptó las condiciones impuestas por el reino. No sólo respetar el Dere-
cho, sino también los tribunales y consejos, incluida la autonomía de la corona, con sus ten-ito-
rios, derechos y prerrogativas en ella objetivados; también admitió las facultades y restriccio-
nes del oficio real según las leyes portuguesas. Se comprometió a no reunir Cortes
portuguesas fuera ele Portugal; los oficiales de gobierno, militares y eclesiásticos, incluido el
yirrey, debían ser portugueses; en el reino sólo podría haber fuerzas portuguesas; el comercio
de las Indias Orientales Ji Occidentales no sufriría alteraciones, ni habría impuestos nuevos,
&c Dando muestras y garantías suficientes de que así procedería.
ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER 87

a men- obligan al príncipe a sluetarse a límites concretos. Como escribía Felipe al


.erte la virrey de Nápoles:
exun-
Lo primero llaveys de presuponer que como el pueblo no fue hecho por causa
Jcazar- del príncipe, mas el príncipe a causa del pueblo, y vos have)'s de representar
581).37 nuestra persona)' hacer lo que nos, si allí estuviésemos presente; Vuestro prin-
- de la cipal imemo y fin ha de ser trabajar por el pueblo que tenéis a cargo)' que
re. No viva)' descanse en paz, quietud, justicia)' sosiego, velar para que pueda dormir
1- no .sin cuidado ... para el reposo, y descanso y útil del dicho pueblo."
ia, los
Decía Alain que la necesidad de dormir induce en el ánimo del hom-
, todas
bre cierto amor por las leyes;39 por la maii.ana despierta, sin embargo.
J, III).
También entonces tiene el gobierno de la Monarquía obligaciones; su
,al. Lo
cumplimiento define la autoridad del príncipe, admitiendo la primacía del
la Ha-
Tegnum: "El reyes en virtud del reino, decía Domingo de Soto en su De ius-
naves,
titia et iUTe, no el reino en virtud del rey".
perse-
cortar
uceso- III. SEDUCIR LA NECESIDAD
Adán-
n Car- Comentando el cuadro de Velásquez conocido como Las lanzas, en que
se escenifica la rendición de Breda (1635) -en el instante que Justino de
Nassau, hermano de Mauricio de Orange, entrega la llave de la ciudad a
olencia los espaii.oles, al tiempo que el general victorioso, generosamente, con la
Grego- mano diestra sobre el hombro del derrotado, impide que se arrodille: qúe-
emado
dando con el torso inclinado hacia adelante y la rodilla flexionada-, José
ldo de
Ortega y Gasset observa: "Estas picas de Flandes [que aparecen verticales
'Iaterra
s de los
al fondo derecho del cuadro, arma de las tropas triunfantes], arma caracte-
rística de los tercios, eran entonces una obsesión para los espaii.oles, tanto
positiva como negativa. Ellas sostenían el imperio de Espaii.a, y, a la vez,
I de la costaban más dinero del que Espaii.a podía gastar".40 El Imperio, efectiva-
Itólica mente, suponía una carga excesiva para el príncipe católico.
J será
Para Carlos, el ser Emperador Romano Germánico había sido, como
~rvará bien dice Artola: mem propaganda sin Telación con la prá.ctica política..41 A
n que semejante idea correspondieron las campaüas carolinas de Túnez (1535) y
Argel (1541) 'que, más que una renovación de la Santa Cruzada, respondie-
la exis- ron a la necesidad de recuperar la seguridad en el MeditelTáneo occiden-
jas a la
tal amenazada por los berberiscos.42
el Con-
También la idea imperial sin'ió en principio a la defensa de las Indias,
1 Dere- hasta que Vitoria sentenció: i711pemtoTnon est tWminus orbis (De indis tJrioT:Ir, 1).
ten'ito-
,triccio-
Canes 38 Citado por H. G. Ko~nigsberger, La práctica del Imperio, op. cit., p. J 96.
uido el 39 Alain, "Origine de l'Etat", hopos sur le pouvo;", París: Gallimard, 1985, p. 26.
mercio 40 Papeles sobre Velásqllez)' GaJo, Madrid: Alianza, 1987, p. 260.
lUevos, 41 Miguel Artola, La lv/anarquía ... , oj). cit., p. 270.
42 Para Solimán el l\'lagnífico, Carlos fue, sin embargo, tan sólo re)' de la provincia de
.. _.---------
~

88 EL VUELO DE ASTREA

Si bien el Imperio confirió a Carlos incomparable dignidad, su prestigio se


venía perdiendo, y en todo caso no le sobrevivió. La noción universalista
imperial se hizo prácticamente nula. No sólo la Casa de Habsburgo, y en
particular la línea del Archiduque de Austria, se asoció directamente con el
Sacro ImpeTio Romano de la nación alemana,43 sino que lejos estaba de repre-
sentar el orbis /ermmm. Las pugnas de Carlos al interior de la cristiandad
no sólo rompieron el ordina/io ad unum,44 sino también el C01PUS, la uni-
dad, de la Respublica C!LTisticomo communitas /o/ius orbis. La ecelesia de la cris-
tiandad fue rota por el Concilio de Trento y si bien la Contrarreforma
quiso revitalizar la pretensión imperial para dar forma a la idea misional
del ka/echon,43 tanto en la conversión de los indios como también, y sobre
todo, en el combate a la herejía protestante, el imperiwn mundi "se diluye
difuminado en una sombra insustancial".46
Felipe II jamás fue coronado Emperador. No podrá siquiera tener el
vicariato imperial en Roma.47 Por ello, el Prudente presumirá un imperio
que es -más que el de su padre- una construcóón ideológica, fabricada

España. En el Tratado de Estambul (1547), Carlos V tuvo que admitir tal título, y firmar así los
capítulos del pacto con los representantes austriacos, franceses y venecianos. El título de
Emperador sólo podría ser utilizado por el Sultán de los Turcos, puesto que era emperador del
A1undo, sultán de sultanes, corona de los monarcas terrestres, S01l1bTa de Alá en dos mundos, &c. Ozlem
Kumrular, "Carlos V y Solimán el Jvfagnífico: dos soberanos en lucha por un poder universal",
Universidad del Bósforo. S. f. .
43 La Bula de Oro de 1356 había definido el derecho exclusivo de los electores alemanes,
sin intervención papal, a la elección del Enlperador. Desde 1438 se habían reservado los
Habsburgo el título imperial, asociándolo con la misma dinast.ía. El Sacro Romano Imperio
germánico era una colección de 300 y tantos seií.oríos, ducados, principados, arzobispados,
marquesados, ciudades de diverso tamaño, antigüedad y estatutos, que gozaban de diferente
grado de autonomía conquistada o negociada; todos ellos con atribuciones electorales. Los
electores protestantes prefirieron la rama austriaca ~no la espai'lola- de la Casa de Austria
en la sucesión imperial. Todavía en el siglo xx alguien podía pensar que la auténtica heredera
y continuadora del Sacro Inlperio ROlllano era Austria (v., Claudia Magris, El mito habsbúrgico
en la literatura austriaca moderna, México: UNAM, 1998, p. 37).
44 Es más: la estrategia turca consistente en apoyar toda oposición contra Carlos, bien de
Fran.cia, de los príncipes alema~les o de los corsarios lnediterráneos, provocaron la ruptura
de la unidad cristiana. Se ha dicho por eso que la escisión entre la Alemania protestante y la
España católica fue, en parte, obra de Solimán.
45 En el sentido de "fuerza histórica que es capaz de detener la aparición del anticristo".
Cad Schmitt, "El nomos de la tierra", Carl Schmitt. Teólogo de la política, México: FCE, 2001,
p. 478. Véase, vg.: Tratado de hec1úcerias y s01tilegios (1553), de fray Andrés de Olmos.
46 atto van Gierke, Teorias politicas de la Edad Media, Madrid: Centro de Estudios Consti-
tucionales, 1995, p. 2.')7.
47 En una carta fechada en 1558, dirigida al embajador de Felipe, Fernando dice:
Habiendo entendido lo que 'uos... traxisteis en vuestra instrucción para tractar conmigo de parte [de]. ..
Nuestro 11l'll)l caro y muy amado sobrino, cerca del cargo de nuestro Lugarteniente en Italia ... Debe Su.
Alteza tener en memoria que ... les representamos los incon:uenientes, las alteraciones)' tumultos que
j,odían suceder de ello en el Imperio, y que no se so/dría con el/o. Citado por Braudel, El NIediterrá-
neo ... , op. cit., T. n, p. 383.
LOS RAYOS DE JÚPITER 89
ASTREA

sobre todo por los autores políticos castellanos48 Desde Castilla el príncipe
.IglO se
rsalista ... católico juzgó necesario gobernar la Monarquía.
En las Cortes de Córdoba de 1570, en la cesión de apertura, se escu-
), y en
chaba. el siguiente discurso: "Como sabéis, el Rey ha residido durante
con el
todos estos aí'Jos en Espaí'Ja, aunque tuviese urgentes y graves razones para
repre-
ausentarse de ella y trasladarse en persona a otros de sus Estados ... Pero
¡andad
S. M. sabe bien cuán necesaria es su presencia en estos reinos ... no sólo
la uni-
por el bien y el particular beneficio de ellos, sino también para proveer ...
la cris-
a las necesidades de los otros Estados, pues estos reinos son, entre todos,
:forma
el asiento esencial, la cabeza y la principal parte" .49 Castilla será la cabeza
isional
de la Monarquía Católica, pero cada una de las figuraciones que la inte-
. sobre
gran conservará su relativa autonomía, orden jurídico, tribunales e institu-
diluye ciones representativas. Las Cortes castellanas no ¡-epresentan la Monarquía
totalmente; pero consideran que representan lo principal de ella, y a esa
:ner el
importancia añaden una peculiar imaginería imperial.
nperio Desde tiempos visigóticos existe en el pensamiento hispánico la noción
,ricada
del exemptio ab imperi,50 lo que en la Edad Media suponía librarse de!
supuesto de que vivere secundum legem ronwnum es signo de pertenencia al
Imperio, expresado en la fórmula universalista: imwn esse ius, cum unum sit
.r así los imperium.51 Respecto al exterior, se afirma el sentido de exención imperial,
:lUlo de
'ado,. del pero además, al interior de la Península, tras la invasión musulmana, la
.Ozlem construcción del reino astur en torno a la corte de Oviedo fue acompa-
¡versal",
í'Jada por una renovación de los valorés góticos, especialmente aquellos
::manes, que permitían restaurar la imagen de unidad hispánica; estos valores per-
ado Jos duraron hasta la formación del reino de León, adoptando e! príncipe e!
Imperio
título de imperator, en el que estaba implícita la aspiración de superioridad
.spados,
¡ferente sobre los reinos cristianos que se venían formando en la Península, y el
les. Los anhelo de unidad de cara al proceso de islamización. La "idea imperial
Austria
eredera
leonesa" inspiró expresiones tales como magnus imperator, rex imjJemtor,
,blÍ1giCO
48 Una primera constnlCción, en' las Cortes de Santiago de 1520, en voz del obispo de
bien de
Badajoz, refiriéndose a Carlos: "Agora es vuelto a Espaiia la gloria de Spa;;a ... dicen los que
ruptura
escribieron. en loor dcHa, que cuando. las DU"aS naciones enviaba~l tributos a Roma, Espaii.a.
nte y la'
enviaba enperadores; envió a Trajano. a Adriano y Teodosio, de quyen subcedieron Arcadio y
Onorio, y agora vino el inperio a buscar el Enperador a España, y nuestro Rey de Espaiia es
¡cristo".
fecho par la gracia de Dios, Rey de Romanos y Enperador del mundo" .
.,2001,
49 Cil. en: Brauelel, El Mediterráneo ... , o/J. cit., 1'. 11, pp. 421-422.
50 El mismo Fuero Juzgo manifiesta la exención del Imperio en lo jurídico. Libro 11, Título
Consti-
1, Ley 8: "Bien sofrimos, et bien queremos que cada omne sepa las leyes de los estrannos por
su pro; mas quanto es de los pleytos iudgar, e1erendemoslo, e contradecimos que las no usen ...
o dice:
nin queremos que daqui adelante sean usadas las leyes romanas, ni las estrannas". Dice en
, [del ...
seguida, en la Ley 9 del mismo lugar: E si el iuez, Imes ue lomare el aIro libro defendudo [de leyes
Debe Su
romanas o exu'anjeras] si non lo rompiere, 9 lo non.despedam1'e, reciba la pena de aquel que recu-
1I0s que
~diterrá- rre a las leyes romanas.
51 M. Garda-Pelaya, "La ielea medie,'al del Derecho", Del milo )' de la 1'<Iz6n en el pensa-
miento polílico, Madrid: Revista de Occidente, 1968, p. 79.
90 EL VUELO DE ASTREA

hnpemtor totius Hispaniae, Impemtor super omnes nationes constitutus, O el


curioso EmpemdoT du-l-millatayn (Emperador de las dos religiones), sin
embargo, conforme los reinos de la Reconquista se fueron fortaleciendo,
títulos' semejantes fueron cada vez más ÍJ"Uustificados,desapareciendo al
entrar la Baja Edad Media,52 No obstante, por influjo del Derecho
romano, se afirmó la expresión rex est imperator in regno suo, fortaleciendo
la potestas de! rey al interior del reino, proyectando su sentido político
sobre Castilla, dando lugar a la idea de un imperio particular,53 Este impe-
rio, con su retórica inflada, algo pagada de sí, devino en universalista, pre-
tendiendo irradiar su prestigio sobre el resto de las figuraciones de la
Monarquía Católica,
Fue en las obras políticas castellanas un tópico más o menos vigoroso,
más o menos trivial: se hizo tradición, fortalecida en tiempos de! Prudente,
por los cronistas de Indias,54 La expansión de Castilla fue decisivo para
que los autores de la Contrarreforma atribuyeron al príncipe católico
cierta misión imperial, mesiánica. Fray Luis de León, en 1589, comen-
tando el Capítulo 8 de Isaías, que comienza exclamando: ¡Ay de la tierra del
zumbido de alas.,. la que envía mensajeros por el mar.,,! Id, veloces mensajeros ... ,
saca la exégesis: "Dios, después de llamar por sus características propias a
los españoles." les encarga que lleven su mensaje -es decir, el Evange-
lio- con la mayor prontitud a los habitantes de! mundo recientemente
descubierto ... Id, ángeles veloces significa: quiero, españoles, que con vues-
tro esfuerzo divulguéis e! Evange!io ... " (Exposición del pTOfeta Abdías), Tam-
bién para e! jurista Solórzano Pereyra, en 1639, el formidable crecimiento
de la Monarquía estaba anunciado en las Sagradas Escrituras, o, al menos,
como dice seriamente, así se daba a entender a los indios, "y se huelguen y
gocen que se la haya encargado y profetizado [al príncipe católico] un
Imperio tan grande" (Política Indiana: 1, VII, 16). Y ciertamente: "bien se
dexa entender, que desde que Dios creo el Mundo no ha habido Imperio,
que pueda compararse con el suyo, asi en lo dilatado, como en lo rico, y lo
poderoso" (Política Indiana: 1, VIII, 10),
Como decían los antiguos de Roma, Júpiter no tendría a dónde exten-
der la vista que excediese los límites del Imperio. El Eje Madrid-Roma, en
torno al cual se organiza la Monarquía Católica, sería e! centro desde e!
cual irradia e! orden de! mundo -la Justicia, la religión verdadera-, con-
trapunto del caos herético, y como verdadero centro místico dota de sen-

52 Sobre la idea imperial leonesa, véase: Luis G. De Valdeavellano, Curso de historia de las ins-
tituciones e;pmjolas, Madrid: Alianza, 1982, pp. 228-232,
53 v., Pablo Fernández Albaladejo, "Los Austrias mayores", Fragmentos de monarquía"" op, cit.,
pp. 60-72. También, de! mismo autor: "Imperio de por sí": La reformulación de! poder uni-
versal en la temprana Edad Moderna", en ibidem, pp, 168-183,
54 Lo destaca David Brading: Orbe indiano, De la monarquía católica a la ,-epública criolla,
1492-1867, México: FCE, 1998, p_ 12,

,
ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER 91

, o el tido al espacio:55 Campan ella, en 1605, también comentando un pasaje de


,), sin . Isaías, el Capítulo 54, donde se lee: Ensancha el espacio de tu tienda ... jJ01'que
¡endo, te ensanchaTás a deTecha e izquieTda, )' tu descendencia poseel'á las naciones ... ,
Ido al entiende: "Aquí se describe a la Iglesia, que por medio del rey espafiol se
extiende a la derecha y a la izquierda. Los portugueses penetran' hacia las
:recho
Indias y los reinos orientales, los castellanos hacia los occidentales'"
:iendo
(MonaTchia Messiae: XVIII [Apéndice AJ). Pero al discurso imperial caste-
olítico
llano le venía bien, sobre todo, la imagen de júpiter.
i171pe-
No el de las disipaciones, flaquezas y ligerezas béstiales, sino como
l!pre-
representando lo que el piloto a la nave, el padre de familia en la casa y
de la
un artista en el que reside la virtud de mantener unidos los elementos con-
trarios de la Monarquía, ajustar las cualidades discordantes en armonía:
)]"oso,
urdir la tela, tejer los hilos, moderar los temples, disponer, distribuir, &c.
:lente,
Un júpiter que es el héroe, la inteligencia, la alta justicia encarnada,
para
gobernador y motor de la Monarquía, que mide la fortuna de los hombres
.tólico
a la escala del destino, y lanza u'uenos y rayos a la cabeza de los gigantes
lmen-
rebelados. Una imagen, a la verdad, de pronto risible y burlesca; desco-
Ta del
nectada en todo punto de los negocios que a diario debe atender el prín-
TOS ... ,
cipe católico. No sólo en los Países Bajos, sino también en Castilla.
Olas a
En 1559, desde Toledo, Felipe lastimosamente escribía a Granvela:
ange-
"Creedme, estoy deseoso de dar a los Países Bajos todo cuanto sé que
nente
necesitan ... pero os doy mi palabra de que he encontrado aquí una situa-
vues-
ción peor que la de allí, lo que me hace imposible ayudaros e incluso aten-
Tam-
der aquí a necesidades tan mínimas que os sorprenderíais al verlo". 56 Lo
tiento
más importante: el gobierno de la corona de Castilla permanecía circuns-
.enos,
crito al ordenamiento ngale et j)oliticwTl..
uen y
Lo comenta Braudel: "las leyes no han cambiado y el recuerdo de las
)] un
revueltas pasadas no ha desaparecido. La autoridad real no es ilimitada ni
en se
carece de contrapeso. Choca con los "fueros", con la fabulosa y sin cesar
lena,
creciente riqueza del clero, con la independencia de una opulenta
" y lo
nobleza ... y con la desobediencia de los funcionarios. En el curso de los
afias" 1556 a 1559 se percibe, incluso, ... una especie de crisis de insubordi-
xten-
nación"Y Y también lo anota 'Lynch, aunque con innecesaria ambigüedad:
a, en
"en algunos aspectos Felipe II era un monarca menos' absoluto de lo que
de el
parece".58 Porque, como dice después el mismo historiador: "estaba limi-
can-
tado por la ineficacia [de la burocracia] ... estaba limitado también por la
sen- ,
existencia de fuerzas locales; la nobleza, con su jurisdicción feudal, y algu-

'as 111.5-
55 Sobre la idea de centro sagrado que estllJctura el orden espacial véase Mircea Eliade,
I
'p. cit.,
T Unt-

;rioIÚl,
l..e saC1'éet le profene, París: Gallimard, 1957. Y también, en un semido político: Dalmacio
Negro, Metajísica del centro, s. f. .
56 Gil. por John Lynch, 1.0 EsjJmia de Felipe l/, op. cit., p. 21.
57 Braudel, op. cit., T. 11,p. 411.
58 J. Lynch, op. cit., p. 32.
I
1
~.
I
II
¡
92 EL VUELO DE ~~TREA

nas de las ciudades con sus privilegios ... pero el poder de! gobierno cen-
tral sufría además otras limitaciones. Cuando ... intentó compartir los cos-
tes crecientes de la guerra... tuvo que cOlnpartir también funciones
públicas con grupos de interés privados o provinciales ... se produjo enton-
ces [con la distribución de las cargas] un proceso en e! curso del cual la
administración militar pasó del control directo ... al de una serie de contra-
tistas privados y autoridades locales ... La financiación de las operaciones
militares quedó cada vez más en manos de financieros independientes",
&c. Este proceso es mucho más exteI1so, pues no sólo toca al orden mili-
tar, sino que incluye la venalidad de los cargos públicos, tanto de Justicia
como de Hacienda, así como la existencia de inmunidades regionales. 59 El
rey no es absoluto, ni podría serlo en semejantes condiciones.
Acaso lo intenta, pero no puede. Un dato, logra subir el techo de la
alcabala, pero a la vuelta de la fortuna -el desastre de la Armada Invenci-
ble- se ve en situación de componer un arreglo por e! que compromete
todas las posibilidades futuras de intervención fiscal directa. Después de so-
licitar a las Cortes un préstamo extraordinario: e! auxilio o servicio de
millones, pudo salir de apuros el Prudente, pero a cambio sentó las bases
de un régimen en e! cual las ciudades con representación en Cortes toman
el control de la fiscalidad impuesta sobre el consumo. Se afirma así un
poderío irrenunciable de la municipalidades en perjuicio del regalismo
hacendario, de Felipe y los felipes (Felipe III, Fe!ipe IV) que le siguieron.
Brevemente expuesto: las 18 ciudades con voto en Cortes, en la Comi-
sión de Millones (1601) y después en la Sala de Millones, forman un
pequeño comité por vía de diputación que administra y distribuye el dicho
servicio de millones; en 1603 logran por escrituras con fuerza legal la
jurisdicción civil y criminal en las causas tocantes a su administración, for-
mando juzgados en las ciudades cabeza de distrito; en sucesivos documen-
tos, de 1611 y 1618, se formaliza con precisión el sistema, y por reales
cédulas se reconoce la autonomía de sus procedimientos frente a las
Audiencias, Chancillerías y demás justicias: con propia "Autoridad, sin
dependencia de otro Tribunal ni Consejo", como se declara en 1639.
Esta pequeña y poderosa diputación formará sala aparte en el Consejo
de Hacienda desde 1658, y se permite votar servicios prescindiendo de
reuniones en Cortes, controla la recaudación.50
Al debilitamiento del rex, corresponde el fortalecimiento de! regnurn,
pero en el caso castellano ocurre la proeza que e! universo de! regnurn

59 ¡b'd -3 ~"
1. em, pp. " -5 ~
60 Pablo Fernández Albaladejo observa "que la implantación de los millones constituía un
serio obstáculo para el establecimiento de una monarquía absoluta parece claro. Quizá por
ello las ciudades no sintieron la necesidad de iniciar, como en otras partes del continente, una
dinámica de confrontación con la monarquía. Antes al contrario: todo parece indicar que
independientemente de algún otro enfrentamiento, el acuerdo suscrito cumplía sus intereses".
1
ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER 93

o cen- queda compuesto por exclusión de los estamentos privilegiados: el clero y


)s cos- la nobleza. De! desplazamiento de la CTltZy la espada quedaá los testimo-
ClOnes nios de los poderes urbanos del Seiscientos, vg., una consulta de 1656: "el
~nton- reino es "un cuerpo universal constituido por la junta de las mismas ciuda-
ua] la des que se repreSentan por medio de sus procuradores"; otl'a de 1662: "el
ontl'a- reino no es más que una comunidad grande compuesta de muchas ciuda-
:lOnes des". Pero viene de antes la identificación de las ciudades con todo e! reino,
ntes"" vg., ya se defiende en las Comunidades.51 Como quiera que sea, para el final
. mili-
de! Quinientos el brazo uTbano controla las rentas, y forma una estructura
lsticia
de poder con proyección teITitorial que impedirá el desarrollo del rega-
SS9 El
lismo absolutista en Castilla.62
Durante el Seiscientos se reduce notablemente la reunión de Cortes,
de la
cierto, pero los intereses urbanos no se encuentran allí, sino propiamente
¡'enCl-
)mete en la Sala de Millones. Y los defienden efectivamente, como dice Quevedo:
je so- "es tan interesado e! pueblo, que aun por no dar lo poco que se le pide, él
io de mucho dificulta lo mismo que se le ofrece" (Política de Dios y gobierno de
bases Cristo, n, IX); quizá porque lo mismo que se le ofrece da pie a concesiones
}man que no esta dispuesto a ceder. Y en la lógica de la reciprocidad Tex-Tegnum
sí un estaba, por ejemplo, e! regateo de las jurisdicciones municipales, frente a
lismo la real jurisdicción.
'on. Esto viene ocurriendo desde los Trastámara. El rey no dispone entera-
;omi- mente de los cargos en el Seiscientos pues se encuentran repartidos. en
n un muchas manos, que administran, además de los negocios municipales, las
hcho regalías jurisdiccionales y hacendarias del príncipe (en e! Setecientos, los
'al la Barbones van a tener en este proceso de venta de cargos un firme tope a
, for- sus pretensiones regalistas). Así ocurre también en los reinos de la corona
men- de Aragón, pero interesa decir que Castilla no es la excepción, como a
eales veces se piensa; que el absolutismo monárquico no podía prosperar ahí,
j las aún sin las Cortes.
, sIn Desde los tiempos de Juan n, aparecen disposiciones tales como: algu-
'. nos compTan de OtTOSlas Procuraciones de C61tes... lo cual es cosa de mal exemplo.
lseJo Al parecer esto se repite, tanto. que mucho después .Felipe IV (Madrid,
o de 1660) manda que: No se vendan las ProcuTaciones a C6Ttes, puesto que han
resultado inconvenientes que se deben atajar, POTlas negociaáones y tratos que en
'mm, esto puden hacerse POTpersonas poderosas, que solicitan PTOcuracionespara sus
71.um fines pm'ticulares, y no paTa el beneficio público del Reyno, y de las mismas ciuda-
. des por quien vienen, que es lo pTincipal porque yo debo miTar (Novísima recopila-

:Ía un "Monarquía, cortes y cuestión constitucional en Castilla", Fragmentos de monarquÍLl ... , op. cit.,
, por p.296.
" una 51 V, José Antonio Maravall, Las Comunidades ... , op. cit., pa.ssim.
: que 62 Otra cosa que ha estudiado admirablemente Pablo Fernández A1baladejo: "La resisten-
~ses". cia en las cortes", Fragmentas de monarquía ... , op. cit., pp. 325-349.
•••• 11.1

94 EL VUELO DE ASTREA
r
Clan: III, VIII, leyes 4 y 12). Sin embargo, ya para entonces, los que solían
comprar aquellas procuraciones para gestionar sus propios asuntos se
desinteresan de ello; las ciudades tienen su representación permanente
para la fiscalidad en el Consejo de Castilla, pero ni los señores ni los curas
aspiran a conseguir beneficios por la representación en Cortes.
El brazo armado defiende y fortalece sus preeminencias, asentados
desde el Ordenamiento de Alcalá, a su modo. Cierto, disminuye su control
jurisdiccional,63 pero el príncipe, proporcionalmente, no podrá obtener
nada de ellos. No es cosa nueva: en el año 1640 lÍama el príncipe a los
Grandes para ir en demostración a Cataluña, y "la gente conoce la mala
disposición de los nobles para ir a la guerra y se comenta -según refiere
un jesuita, en carta privada- que ya se conformará el rey con que cada
uno le dé doscientos o trescientos escudos".64 Observa Elliot, para el
mismo año, que la Corona quedó inmovilizada "por el peso muerto de los
poderosos. Ellos, a su vez, dependían hasta tal punto de la Corona para
cargos, favores y concesiones que les protegieran de los tiempos económi-
camente difíciles, que no tuvieron ni el deseo ni la capacidad de empren-
der nuevos caminos" .65 Dependencia, sí, pero sin concesiones fiscales ni
militares. Esto pesa gravemente sobre el poder real. Además la nobleza
castellana defiende sus prerrogativas en el Consejo de Castilla, y también,
sobre todo, directamente en la corte.
Lo digo con Atienza Hernández: convenía a esta dócil nobleza tratar
sus asuntos de provecho con el príncipe personalmente: "No sólo para
obtener oficios y sueldos para ellos y sus familiares, sino también para ase-
gurarse efectivos para poder explotar sus propias tierras". 66 Y esto suponía
una etiqueta, una cierta afectación cortesana, una conducta manifiesta-

63 En 1548 y 1556, en el convento de San Pablo, en Valladolid, los Grandes de Castilla


invocan una curiosa ley, llamada de Guadalajara, de tiempos de Juan l, para sustraer de la
autoridad real el ejercicio de la justicia criminal en sus señoríos; en 1559 un astuto abogado,
don Juan de Vargas, sentando presedente, introduce las cláusulas de este prh.'ilegio en las
escrituras de venta de sus propias tierras. No obstante, PaoIo Tiépolo en el año 1563 registra:
los nobles de Castilla j)Oseen amjJlios territorios jleTO su jurisdicción: J' su poder están fuertemente limita-
dos; no son ellos, en definitiva, quienes administran justicia; no pueden únponeT ningún tábulo a S1.lS
pueblos y no tienen ni fortalezas, ni soldados, ni annas en cantidad ... a diferencia de los señores de Ara-
gón, quienes, aunque de menor Tango, se úTogan, sin embargo, una mayor autoridad. Fernand Brau-
del lo comenta en El Mediterráneo ... , op. Cit., T. 11, pp. 78-79 Y pp. 412-413.
64 eit. por: J. A. Maravall, La cultura del BaTroco. Análisis de una estrllctuTa históTica, Barce-
lona: Ariel, 1986, pp. 119-120. En 1673, el virrey de la Nueva España registra: "Dejo supuesta
la docilidad y suavidad experimentada en la nobleza del reino. Esta virtnd, que tanto facilita
las operaciones y resoluciones políticas, se contrapesa en detrimento de los militares con el
defecto de la poca inclinación que siernpre ha manifestado a la guerra" (Instrucciones )1 memo-
rias de los virreyes novohispanos, Relación que de orden del Rey dio el virrey de México [Antonio
Sebastián de Toledo] a su sucesor, apartado de Gnerra).
65 J. H. Elliot, "Una sociedad no revolncionaria: Castilla en la década de 1640", La
Monarqzda hispánica en crisis, Barcelona: Crítica, 1992, pp. 121-122.
66 1. Atienza Hemández, "La "quiebra" de la nobleza castellana en el siglo XVII. Autori-

.~.
E ASTREA LOS RAYOS DE JÚPITER 95

e solían mente sumisa, pero muy redituable: "Ser buen vasallo del rey, podía
mtos se repre~entar pingues beneficios, no necesaria y directamente económicos y
nanente monetarios, como cargos de gobierno, aunque también de esta índole".
JS curas Desde luego, el pdncipe podía construir selectivamente expectativas más o
menos desfavorables: "para garantizar la adhes!ón y el consenso no existe
entados nada mejor que una bien planificada y cuidada política de gratificaciones,
control mercedes y sen'icios para quien actúa de acuerdo a los intereses buscados,
obtener negándoselos al resto".6i Y esta política de favores impide el desarrollo de
le a los la representación corporativa de la nobleza, sin necesidad de lesiona¡- su
la mala Derecho.58
refiere Pero a ello no se reducen toclas las posibilidades de los seii.ores. Habrá
le cada siempre el hidalgo de aldea, el caballero pobre y buscón, pero también el
para el mal acondicionado, que domina un cierto territorio: las rutas comerciales
) de los de Zaragoza-Cataluii.a, Madrid-Burgos, las de Sevilla, las anchas franjas
la para jurisdiccionales, las montaii.as, &c. Un bandolerismo ubicno, como lo llama
:onómi- Braudel, múltiple)' jJolivalente, se pone al servicio de la nobleza territorial.69
mpren- Es de antes.
:ales ni Un bandoleTismo erigido en sistema, como explicará Zugástegui,i° que se
origina en la industria de Caballeros, Infanzones e Hidalgos conu:a el rey
10bleza
al final de la Edad Media, y que en la Moderna se manifiesta de diversas
tmbién,
maneras (aunque se repiten).il Se empeii.a a veces en limpiar deshonras,
en guerras de bandos y Jinajes;i2 pero hay el 'bandido generoso que
1 tratar
reparte su botín, santificado por los vecinos de alguna villa excluida de. sús
o para
pillajes: les vende protección. Ni los incendia úi los saquea. Otros se
Ira ase- ponen a disposición del príncipe73 Detrás de! bandido existe una nume-
uponía rosa clientela formada de forajidos sobre todo, no sólo en Castilla -en
tifiesta- Andalucía fueron famosos-, también en Cataluii.a, Nápoles, Nueva
Espaii.a... entretejida con las autoridades locales, con los que de vez en
: Castilla
,el' de la
.bogado, dad real )' poder sefiorial: El secuestro de los bienes de la Casa de Osuna", Hispania, 156,
o en las Enero-Abril 1984. pp. 78-79.
registra: 67 l. Atienza Hernández, "El sei101~avisado: pl"0hTramas paternalistas y control social en ]a
.te ¡¡milfl- Castilla del siglo XVII". Re"istfl d,HislOria Nlodenlfl Manuscrils. 9. enero J 991,' pp. 165-168 .
68 Dirá Martínez. Marina' se respetó el Derecho de la nobleza iJar la buena volunlad de
ulo a sus
s de Ara- nuestros soberanos, que tuvieran a bien conservar es/.a.imagen [de'servicio en liem/Jo de paz JI de guen'aj
Id Brau- de In anligua 1/obleZllJ dispensarle los hon01'es debidos anles solamente en que se OClliJanen semir al
público (juicio crflico de la Novísima ,'ecopilación: artículo IV). y ganar el fa\'or del rey.
69 F. Braudel, El Mediten.áneo ...• t. 1I, oiJ. cil.. pp. 123-13i.
~, Barce-
iO Julián Zugástegui, El bandoleris11Io, Madrid: Alianza, 1982.
mpuesta
) facilita 71 ,El bandolerismo se manifiesta de ciertas formas limitadas, "se copia a sí mismo". JI,

s con el Julio Caro Bal'Oja: Ensayo sobre In litemlum de Cordel. Madrid: Istmo, 1990, pp. 409 Y ss.
72 Julio Caro Baraja, "Honor y vergüenza (Examen histórico de varios conflictos popula-
)' 11lemo-
Antonio res)". La ciudad )' el campo, Madrid: Alfaguara, 1966, pp. 79-80 Y 8S-89.
73 Es algo con tradición. Las riquezas de un juglar caminante, en el s, XII, podían excitar

040". La la codicia de un rey de Navarra o de un caballero catalán, que mandaban salteadores al


camino para des\"aIUarJo. R. Menéndez Pidal. Poesía juglaresca y juglares, Buenos Aires: Espasa-
Autori- Calpe. 1942, p. 61.
,--

96 EL VUELO DE ASTREA

cuando debe gobernar indirectamente la Monarquía. Son bandidos de


noche, y al alba milicia real. Protegidos por magnates, en complicidad Con
sus familiares en las aldeas, ocultos en los bosques, espantables riscos y
cuevas -o entre la gente de las ferias- las partidas bandoleras son due-
ñas de lo que pasa por sus senderos y caminos.
No cristaliza una representación global del reino en Cortes, pero esto
no resta fortaleza a los estamentos. Imaginar por último a las corporacio-
nes eclesiásticas, sometidas por el Real Patronato, pero con tribunales
especiales, exenciones, privilegios ... , además de tener e! control sobre la
dirección espiritual, la imprenta y la doctrina, la beneficencia ... , todo eso
sin necesidad de participar en Cortes.
El príncipe compartió el gobierno con la Iglesia, y con el reino en
general. Observa el padre Mariana (1599): "conviene al bien público y a la
misma autoridad de los príncipes que haya quienes contengan e! gobierno
de! rey dentro de ciertos límites" (De Rege et Regis lnstitutione: I, VIII). Y
esto sucedía, aunque no siempre de manera solemne, jurídica, por la inca-
pacidad del príncipe de ejercer un dominio regalista, intenso, constante,
definitivo. Hay, desde luego -no cabe ocultarla- la idea liberal del
Ochocientos que dice que los ¡:eyes que sucedieron a los Católicos destru-
yeron la antigua libertad, la de los visigodos, la de los Trastámara, aplas-
tando las instituciones representativas, suprimiendo leyes, costumbres, fue-
ros, &c. Como dice Francisco Martínez Marina:
aquellos príncipes extranjeros [Carlos, y la dinastía austriaca] desde luego' que
vinieron a España desentendiéndose de las obligaciones más sagradas, sin
miramiento a las costumbres, a la constitución ni a las leyes del país sóló trata-
ron de disfrutar este patrimonio, de esquilmar esta heredad, de disipar sus
riql,lezas, de prodigar los bienes y la sangre de los ciudadanos en guerras des-
tructoras que nada importaban a la nación ni por sus motivos ni por sus conse-
cuencias. Imbuidos en todas las máximas de! despotismo deseaban establecerle
por base de su gobierno; para lo cual fue necesario deprimir la libertad nacio-
nal, chocar con la constitución y declarar guerra a las Cortes, abatir su autori-
dad, apocar su influjo, entorpecer sus operaciones, y desacreditándolas prepa-
rar su destmcción (Teoría de las Cortes o Grandes Juntas Nacionales:
Prólogo).
1
Veamos. Sin duda existió una. presión regalista en Castilla. Como
¡
lamenta e! padre Rivadeneira, no ya con franqueza, sino con acritud y
e
hasta burla, en 1580:

Veo todo este reino muy afligido y con muy poca gana de cualquier acerca-
miento de Su Majestad, y menos de éste, por parecerles que ... es dañoso o J\
muy poco provechoso ... veo los corazones muy trocados de los que solían en e!
1I
amor y afición y deseo de la gloria y honra de su rey ... y esto en todos los esta-
S
dos; porque los pueblos por las alcabalas; los Grandes por parecerles que ya
g
no lo son ni se hace caso de ellos; lo caballeros por las cortas y pocas mercedes h
,
)E ASTRF..A LOS RAYOS DE JÚPITER 97

:lidos de que reciben; los clérigos por el subsidio}' el Excusado}' otras cargas que pade-
idad con cen; los perlados, por eso ... hasta los frailes ... están amargos, desgustados }'
rISCOS y alterados contra Su I\'Jajestad. De suerte que este re)' tan poderoso, no es tan
;on due- bien quisto como solía, ni tan amado, ni tan dueño de las voluntadesH

Hay un avance del regalismo. Pero el rey no es tan dueño de las volunta-
lero esto.
des. Eso le preocupa a Rivadeneira: con qué animo pelearán los castellanos
-poraCIo- por la Monarquía, con qué favor le prestarán al príncipe los recursos que
.jbunales
necesita. A la verdad, mal y de malas: por las fechas de la carta, las Provin-
sobre la cias Unidas desautorizan al Prudente. Tras la Armada Invencible, ya se
todo eso dijo, el re)' compromete todas las posibilidades de intervención fiscal
directa. Todo se periclita en el Siglo de Oro, pero aún sin las Cortes, los
'ell1o en castellanos se preservan en sus remilgos, desgustados y alterados contm Su
ca y a la Majestad, fortaleciendo el orden corporativo: impidiendo el absolutismo
;obierno que por entonces triunfa en Francia, vg., que avanza decididamente en la
VIII). y
concentración sistemática de los poderes públicos en peljuicio de los pode-
la inca-
res indirectos, estamentales, corporativos.
onstante,
Los reinos vinculados a la corona de Aragón también procuraron con-
eral del servar su Derecho. El reino de Navarra y las comunidades de Vizcaya, Cui-
. destru-
púzcoa y Álava mantuvieron sus fueros, instituciones representativas y
1, aplas-
leyes. Igualmente los reinos de Nápoles y Sicilia. Así como los Países Bajos,
,'és, fue-
por la fuerza. También en Portugal, donde Felipe II confirma antiguos
privilegios, y ¡-econoce nuevos, políticos y económicos; siendo un reino
lego que incorporado a la Monarquía Católica en todo álOmento, pero con sus insti-
Idas, sin tuciones jurídicas y políticas propias, que los príncipes católicos no se atre-
ilo trata- ven a tocar.75 Claro, se producen infinidad de tensiones entre las prerroga-
;'par sus tivas del príncipe y Jos derechos y libertades de cada una de las
rras des- figuraciones políticas. El regalismo ocasiona, como en los Países Bajos en
1S conse-
tiempos de Felipe 1I, conflictos extremos, pero en otras panes, sin llegar a
Iblecerle
tanto, pertenecen a la normalidad de las cosas: al orden político. Dentro
ld nacio-
.1 autori-
de esa regularidad, el príncipe puede aumentar su potencia, pero siempre
s prepa- moderadamente. Un ejemplo obligado es el de Felipe JI y el ruidoso caso
:ionales: en Aragón.
Los antecedentes: bajo la vigencia. de los Privilegios de la Unión Amgo-
nesa (1337) los doce ricos homes que representan al reino de Aragón, entre-
Como gan la corona al rey, pronunciando la fórmula: Nos que somos tanto como vos,
:ritud y os lacemos rey, á condicion que nos hayades de guardar los nuestros fueros; é si

. acerca- 74 Cit. por Téofanes Egido, en su "Introducción" a las Sátiras políticas de la EslJa'ía
añoso o Modema, Madrid: Alianza, 1973, pp. 19-21.
an en el 75 Tampoco a los notables portugueses: "El sellor re)' don Felipe 11-dice Quevedo en
un panOeto relativo a la guerra de Portugal, en el.Seiscientos- cuando en Portugal conquistó
Jos esta-
su herencia legítima, pudiendo traerse consigo á Castilla toda la casa del duque de Ber-
: que )'a gama ... la dejó en el preferida ... Aquella clemencia respectiva del pmdellle desde entónces
,ercedes ha. ocasionado este humo á narices en esta casa" (Descifrase el alevoso manifiesto).
98 EL \'l'ELO DE .",STRL",

non, non. De acuerdo con la tercera y la cuarta ley de los Fllems de


SObTaTVe: el rey no puedejuzgar de manera alguna sin oír el consejo de sus
súbditos (sllbditonulI [omilio), y "para que en ningún tiempo sufran daño,
peljuicio o detrimento nuestras leyes y libertades, establecemos un juez
mediador entre el pueblo y el rey, que pueda juzgar sus actos, vigilando al
mismo tiempo la rigurosa observancia de la leyes": el justicia Mayor. Insti-
tución que se hizo magistratura permanente, como escribe el cronista
Zurita: "por las diferencias que había entre los reyes y los ricoshombres, de
común acuerdo del reino se fue poco a poco fundando la jurisdicción del
justicia de Aragón, señaladamente en lo que convenía a la defensa de la
libertad, que era la conservación de los fueros y costumbres ... se tuvo a
aquel magistrado como muro y defensa contra toda opresión y fuerza, así
de los reyes como de los ricoshombres" (Anales de la COTona de Aragón,
1562).76 El regalismo del Prudente, entró en conflicto con esta institución.
Con motivo de la causa de Antonio Pérez, Felipe II invade Zaragoza
(1591).77Don Antonio se había amparado en el trlbunal del Gran justicia,
por que entendía que "en AJ:agón el Rey no es mas que parte, y tiene juez
sobre sí, el de la justicia de Aragón, y por talla reconosció ... Y como parte
no puede ofender á la parte. Demas, que como rey, aunque se considere
señor absoluto según derecho divino y humano, no puede hacer tal decla-
racion [acusación], no precediendo entera probanza y jurídico juicio"
(Segundas cartas: CXLVIII). A Lanuza, justicia Mayor a la sazón, lo mandó
degollar (luego mandó que se le hiciera los funerales que merecía su
cargo, dejando ver que el castigo iba contra la persona y no contra la
magistratura). De igual modo procedió contra ciertos rebeldes, y no contra
la ciudad, Zaragoza, ni contra el reino de Aragón; y como apunta Braudel,
ni mucho menos contra los reinos de "la Corona de A.ragaón, a cuyos pri-
vilegios, aún después de la sublevación y de las revueltas de 1591, no osó
tocar Felipe II para no cometer un sacrilegio".'8 En 1592, se reunieron
Cortes en Tarazana. De acuerdo con lo ahí pactado, en adelante el justicia
se proveería por el príncipe, y el tribunal de los diecisiete judicantes, por
el que podían exigirse responsabilidades al] usticia, se redujo a nueve per-
sonas de las cuales el príncipe podía poner a cuatro o cinco de ellos. La
fuerza armada del reino, la Guarda, pasó de manos de la Diputación a las
del presidente de la Audiencia. Pero, como resume Fernández Albaladejo:
"las medidas adoptadas no fueron. encaminadas al desmantelamiento del

7G Citado por "Manuel García~Pelayo, "Idea medieval del derecho", De/mito} de la razón ... ;
o/J. cit., p. 137.
77 El hecho es conocido, y por que no interesan los detalles, no entro en los avatares cor-
tesanos de Pérez, ni en las guerras del Langüedoc mediterráneo que obligan al traslado de
tropas castellanas por suelo aragonés, otro motivo ele descontento del reino.
íS Fernand Braudel, El i\1editerráneo y el mundo mediterráneo en lu época de felipe 11, t. lI,
, o/J. cit., p. 55.
1e

I
, ASTREA LOS RAYOS DE JÚpn-ER 99

.leros de orden jurídico aragonés '--el propio monarca p~-oclamó su intención de


) de sus "guardarles los [ueros"- .... Pero debe admitirse también que como conse-
. 1 dafio, cuencia de lo dispuesto en las Cortes de 1592 el monarca había ganado un
un juez estimable margen de intervención, y un mayor control por lo tanto, sobre
ando al el reino",79 La tensión propia del dominiu11lTegale e/ políticurn permite estos
r. Insti- acomodos, ajustes.80
:ronista La presión del príncipe por aumentar su control jurisdiccional, hacen-
)res, de dario, militar. .. por un lado y, por el otro, la resistencia en torno al Dere-
:ión del cho propio de las formas políticas que componen la Monarquía san per-
a de la manentes, y se expresan en los esfuerzos de concentración del poder
tuvo a central y las tendencias centrífugas de los poderes locales, multiplicadas en
:rza, así la proyección planetaria de la Monarquía.
Amgón, En Aragón, pero también en Sicilia,sl o en las Indias, en cada Una de
ución. las figuraciones que integran el complejo m'onárquico. Las tensiones son
Ira goza incesantes, pero sin importar su contenido, fiscal, jurídico (ligado por el
justicia, principio de reciprocidad, Nerno onem/us, nisi honora/us, nadie sea gravado
ne juez si no ha sido beneficiado [Código de jus/iniano: VI, XLII, 9]), no se Suprime
o parte la oposición politicurn et regale.
nsidere El príncipe católico parece lejos del Júpiter de las atronadoras vengan-
1 decla- zas. No cabe duda, se reservó la potestad judicial última: reconOCer las
. . . "
JUICIO excepciones del Derecho. Un ius dornina/ionis o ius eX01-bi/an/e,consistente
mandó en determinar excepciones, restricciones, dispensas, limitaciones del Dere-
eCÍa su cho común y derogatorias de la Ley vigente; una prerrogativa suprema y
ntra la fulminante instituida para el bien público en caso de necesidad, una Suerte
contra de iure imperi, que expresa una verdadera po/estas ex/raordinmia en manos
raudel, del príncipe. Pero no puede ejercerla del todo.
lOS pr!- Saavedra Fajardo, como otros escritores políticos del Barroco, imaginó
no osó a los príncipes copla "ministros de Júpiter, que administran sus rayos, y
II1leron tienen sus veces para castigar los excesos y ejercitar justicia" (Idea de un
Justicia plincipe jJolí/ico-cristiano, empresa XXII), pero no tanto arrojando centeJlas:
es, por "el arma más cierta del fabuloso Júpiter, rayos de instantánea potencia, I

ve per- con que libró sus mayores vencimientos, triunfando de los rebelados
JOS. La gigantes" (Gracián, El discreto. Tener buenos repentes). Algo más temperado j
in a las ¡
tladejo: ;9 P. Fernández AJbaladejo, "Los Austrias mayores", Fragmentos de mO'Ia"quía ...• p. cit.,
Jto del p. 155.
80 Hay que insistir, no se trata de un triunfo total de Felipe, como se ha pensado, desde
Gabriel Naudé (1629): "las tropas reales avanzaron, entraron en Zaragoza, donde levantaron j
razón ... , una ciudadela, echaron abajo las casa principales, mate'lron a unos, desterraron a otros y nada í
les detuvo hasta no haber destruido y domeiiado la provincia entera, qu", hoy está más Sujetay
ares (or- sumisa al rey que ninguna otra" (Considerations politiqlUS mr les coups d'Etat: JIl). ¡
slado de 81 Relación rex-regnum conflictiva, a la que corresponde el tópico de las Vísperas sicilianas
I
(1282): "amable era por sus reales prendas Carlos de Anjou aborrecido fué por la iniquidad de
l/, t. n, sus Minisu'os, hasta perder el fertil Reyno de Sicilia en aquella memmorable tarde'" (Baltasar
Gracián, El político don Femando el Católico).

I
.----.-~

,
100 EL VUELO DE ASTREA

que eso, quizá no tanto -aunque también- por una sujeción convencida
al ordenamiento regale et politicum, sino ala necesidad.
La más difícil de la proezas amorosas, apunta Roberto Calasso, es sedu-
I
Gil' la necesidad,82 y acaso también de las empresas políticas: consistente en

I
cierta condición que conforma las situaciones de manera tal que pareciera
que no pueden ser de otro modo, atando y sujetando a los hombres con
una especie de lazo o red indisoluble, obligándolos a una solución prácti-
camente obligatoria, como prefIjada, limitando la acción posible; pero
seducir la necesidad siempre fue difícil para el príncipe católico, como
para cualquiera, por eso Maquiavelo advertía: "Un príncipe debe aparen-
tar que hace liberalmente aquello a que le obliga la necesidad". (Discursos
sobre la primem década de Tito Livio: 1, 51).

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82 Las bodas de CadnlO y Harmonía, Barcelona: Anagrama, 1994, pp. 119 Y ss.
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¡ lOO EL VUELO DE ASTRF_-\

I¡ qÍJe eso, qUIzá no tanto -aunque también-o por una sujeción convencida
al ordenamiento Tegale el politicwn, sino a lanecesidad.
I ' .. La más difícil de'la' proezas amorosas, apunta Roberto Calasso, es sedu-
cir la necesidad,82 y acaso también de las empresas políticas: consistente en
I cierta condición que conforma las situaciones de manera tal que pareciera
que no pueden ser de otro modo, atando y sujetando a los hombres con
UJ1aespecie de lazo o red indisOluble, obligándolos a una solución prácti-
c~mente obligatoria, como prefij~da, limitando la acción posible; pero
seducir la necesidad siempre fue difíCil para el príncipe católico, como
para 'cualquiera, por eso MaquiaveJo advertía: "Un príncipe debe aparen-
tar que hace liberalmente aquello a que le obliga la necesidad'" (DiscUTSOS
sobTe la primem década de Tito Livio: 1, 51). .-:' ,

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82 lJiS bodas de Cadmo y Harmonía, Barcelona: Anagrama, 1994, pp. j 19)' ss. n

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I
acti- CAPÍTULO CUARTO
I
pero
pmo UNA CONFIGURACIÓN
ren-
~rsos DE OPOSICIONES COMPLEJAS
I
i
I. CATOLICISMO Y MONARQUÍA CATÓLICA

Bajo la impresión de las guerras de religión en Francia, que culminan con


el asesinato en masa de los jefes hugonotes (Matanza de San Bartolomé,
1572), aunque también producto de meditados estudios anteriores, en el
I ániino iritelectual de los politiques, que defendían una tolerancia religiosa
resignada, necesaria como alternativa a las luchas civiles, J ean Bodin
I
I expone ~u doctrina de la soberanía en Les Six Livres de la République (1576,
1 1586 red. latina]). Merece la pena detenerse brevemente en su argumento,
para reconocer las singularidades salienteS de la forma política de la
I Monarquía Católica, pues: "Del mismo modo, que el navío sólo es
I madera ... cuando se le quitan la -quilla que sostiene los lados, la proa y el
I puente, así la república, sin el poder soberano ... deja de ser república"
(Les Six Livres de la République: l, II).
I Este poder soberano, según Bodin, es absoluto y perpetuo (jnússance
I absolute et pe1pétuelle): no limitado en responsabilidad ni en tiempo, y suelto
de la Ley humana. Su titular puede crear la Ley por mandato (command-

I
I
ment), en el uso de su poder, por su mera voluntad (Les Six Livres ... : l,
VIII). Los atributos del poder soberano son incomunicables, indivisibles,
¡ sobre todo el poder de dar leyes a todos en general y a cada uno en parti-
a
cular (ti tous en général et chacun en particulier) sin consentimiento de supe-
rior, igualo inferior. La marca de la soberanía (seule marque de souveraineté)
I es dar (donner) y anular la Ley, interpretarla y enmendarla s,egún la necesi-
dad (Les Six Livres de la République: l, X). Esta definición, que aspira a tener
su propia entidad teórica, debe sin embargo relacionarse con las condicio-
nes históricas del reino de Francia en la segunda mitad del Quinientos.
Se percibe para entonces un incremento del regalismo que se expresa
sin reservas. Por ejemplo en el Mirroirpolitique (1567) de Guillaume de la
Prerriere. Par2 él, los Parlamentos "no frenan a nuestros Reyes, antes
nuestros Reyes los frenan, reforman y en caso de culpa, los castigan, rom-
101
102 EL "VELO DE ASTREA

pen y anulan cuando bien les parece, y por sus edictos y ordenanzas los
regulan". En el mismo lugar, al tratar sobre la forma política mejor (la
hóne & droicte RejJ1lblique), dice que, "considerando. que los Parlamentos,
con todos los asientos de la judicatura de Francia, son como arroyos proce-
dentes de la fuente de la Realeza y el reyes jefe único sobre todos y que
sólo de él procede toda autoridad, como todas las arterias del corazón,
todas las venas del hígado (toutes veilles du foye], y todos los nen'ios de del
cerebro: concluyo que vivimos en un Reino floreciente, sobre una sola
especie de República, sobre la Monarquía de un cristanísmo y poderosí-
simo Rey" (MirroiT politique). Pero además del regalismo que se intensifica,
habría que tener en cuenta las guerras religiosas que arrastran 'al Rey Cris-
tianísimo.1 Bodin sugiere una solución. en que el príncipe se eleva sobre
los conflictos internos como instancia neutral -independiente de parciali-
dades, facciones y banderías-,2 despolitizando las causas de lucha, some-
tiéndolas al ámbito de la soberanía: la Ley de institución regia.
Su concepto de soberanía sería expresión de las condiciones políticas (
de Francia en su tendencia decisiva hacia el absolutismo: la concentración de (
las funciones públicas, cuya expresión más enérgica sería la creación de un
Derecho público nuevo (sin reparar en antiguas costumbres, libertades, 1:
privilegios ... ), como ius imperatl:vum; o más.aún, la creación de un Derecho T
legal, racionalmente calculado para ordenar el reino de una determinada 1:
manera: privilegiando la pacificación interna, el príncipe soberano. tiend.e J
a legislar en vistas a la unidad, por encima de provincias, ciudades, esta- l'
mentos, corporaciones, iglesias; &c., instituyendo progresivamente una h
Monarquía regalista, absoluta, que consolidará hacia la primera mitad del S'
Seiscientos, Armand J ean du Plessis, Cardenal Richelieu, y Giulio Rai- );
mondo, Cardenal Mazarino. e
La evolución política de la Monarquía Católica sería como quiera muy li
otra. No existía, para empezar, una identidad entre Monarquía y reino, b
como en el caso francés en que el Rey Cristianísimo lo era directamente b
del ROYQwne de France. Ell la Católica, "al componerSe de territorios geo- e
g
I Como dice Bodin en el Proemio de su obra máxima: "Después que la tormenta ha cas- s(
tigado al navío de nuestra república con tal violencia que hasta el propio capitán y los pilotos
están cansados y agotados por el continuo trabajo, se hace preciso que los pas~eros echen una
mano, quien a .las velas, quien a las jarcias, quien al ancla, y quienes carezcan de fuerzas den
un buen consejo o eleven 'sus votos y plegarias ...."
2 Conviene. sugiere Bodin, prevenir las luchas civiles, usar si es posible dulces palabras o 111,
amenazar si hace falta, )' sino dar árbitros intachables, sin mostrar más afección por alguno de 1"
los bandos en disputa y, en última instancia, proceder mediante la fuerza para apaciguar toda
contienda. "No trataré aquÍ -dice Bodin-. de qué religión es la mejor, si bien es cierto que ní
sólo ha)' una religión, una verdad, una le)' divina publicada por la palabra de Dios... " pero ce
también es cierto que: "si el príncipe soberano toma partido, dejará de ser juez soberano, para pí
convertirse en jefe de partido y correrá riesgo de perder su \'ida, en especial cuando la causa pi
de la sedición no es política" (Les Six Lim'es de la République: IV, VII). B,
L'0;A CO"FICLR""CIÓ:--; DE OPOSICIONES CO,IPLEJ.""S 103

los gráficamente muy dispersos, escribe don Dalmacio Negro, resultaba impo-
(la sible la unificación espacial, quedándose en una caleidoscópica yuxtaposi-
.tos, ción' siempre abierta, de países y territorios ... El obstáculo era aquí de
xe- manera muy principal, por decirlo sintéticamente, físico geográfico, no
que político-jurídico".3 Sin embargo, las consecuencias de tal imposibilidad
~ón, fueron jurídico-políticas, porque el príncipe católico era sin duda sobe-
del rano, y se le llamó Majestad SUjJrema, y hasta se le comparó con e! fabuloso
>ola Júpiter, pero no fue ni remotamente el soberano que imaginó e! teórico
osí- francés.
"lea, Bodin consideró "corrompidas" aquellas repúblicas en que la sobera-
;ris- nía estaba repartida (Les Six LiV)'es de la République: n, 1). Pero el príncipe
,bre católico era verdaderamente soberano hacia el exterior, pero al interior
iali- compartía en cierto modo la soberanía al admitir instituciones representa-
rne- tivas, en Sicilia, Nápoles, Portugal, los Países Bajos ... que participaban en
la orientación particular de la legalidad y la fiscalidad. También al admitir
Icas otras jurisdicciones, la eclesiástica por ejemplo, y en términos rigurosos al
, de estar sltieto -aquí y allá- al Derecho.
un No porque obrara conforme a preceptos imaginarios de bondad, como
les, burlonamente dice Hugo Grotius (1625), sino porque las prerrogativas de!
i:ho TeX y los privilegios de! regnu11! -multiplicados en la Monarquía- queda-
lda ban fijos por sendos pactos, juramentos y homenajes (De iure belli ac pacis:
lde 1, nl).4 Además, careciendo de fllerza y recursos suficientes no podía alte-
sta- rar los ordenamientos por su mera voluntad, y también: "para que la Ley
lna humana sea justa -sentencia Francisco de Vitoria- y pueda obligar, no es
del suficiente la vQluntad de! legislador, sino que es necesario que sea útil a la
) . República y mesurada para los demás" (De potestate civili: Fragmento sobre
\"al-
el Reino de Cristo, n, 16). Los mandatos reales debían adecuarse a la re a- .
my lidad jurídica, de lo contrario -otra vez Vitoria- "haría injuria a la Repú-
no, blica y a los demás ciudadanos". No era e! príncipe legislador incontesta-
nte ble, y además: "las leyes dadas por el rey tienen la misma fuerza que si
eo- estuvieran dadas por la República ... : las leyes dad~s por la república obli-
gan a todos. Luego ... obligan al rey mismo" (De potestate civili: Fragmento
ca s-
sobre el Reino de Cristo, n, 21). .
~tos El tomismo, renaciente en la orden de Santo Domingo y la Compañía
una
den
3 "Introducción. Las ideas y el pensamiento político español en el. siglo XIX", El j)el1..sa~

"'o miento /)olítico es/)aljol en el siglo XIX: Textos, Madrid: Fundación Histórica de Tavera, 1999. Sin
, de pagmación.
oda 4 Se ha seüalado generalmente la indefinición de Gracia respecto al concepto de sobera-
que nía (vg., George Sabine, Historia de la teoría política, México: FCE, 1998, p. 327); sin embargo,
,ero como anota Carlyle, en los Prolegomena estaba claro para el holandés que si el rey tiene una
lara parte de la autoridad soberana, y trata de apoderarse de aquella otra parte que no le corres-
'Usa ponde, es posible resistirlo. En ello basaba su ine\'itabJejustificación de la guerra de los Países
Bajos (A. J. Carl)'le, La libe>tad política, México: FeE, 1982, p. 131).
104 EL VVELO DE ASTRF_~

de Jesús, sancionó la subordinación del ordenamiento jurídico al natural, de ,


creación divina, del que directamente participaba el Derecho positivo:
''Toda Ley hecha POI- los hombres -sentencia Vitoria- se deriva de la
Ley natural, si es justa" (De Lege. Comentariu11Iin Prima11lSecundae: Cuestión
95, Artículo 2), No se aceptó un orden decisionista, en que el soberano
decide por su voluntad sobre el orden político total, ni tampoco el mono-
polio legal. "Aléjese del áI1imo de un buen príncipe -decía Erasmo-
aqueJla expresión más que tiránica: Así lo quiero, así lo ordeno: mi voluntad es
la púnica rozón" (Jnstutio Principis ChTistiani: 1). Si en Francia los edictos rea-
les llevaron la fórmula: cal' tel est nfitre bon plasir -que recuerda la máxima:
quod pTincipi jJlacuit habet vigoTem-, el tomiS¡110conservó la idea de que la
Ley, aunque provenga del príncipe, si injusta, no obliga moralmente, en el
foro de la conciencia. Igualmente se conservó la idea de que el príncipe
que excede el Derecho puede ser resistido (vg" en De Legibl.ls de Suárez, en
De Justitia et hiTe de Soto [circa 1557], en De 11.lstitiaet Jure de Molina [cÍ'1~ca
1582]). Debiendo en todo momento adecuar sus acciones al Derecho,
No se admitió finalmente -sah:o las excepciones de rigor-o el dere-
cho divino' de los reyes, típica del absolutismo.5 En cambió se mantuvo fir-
memente .la noción de que la auto'ridad suprema proviene remotamente
de Dios, que de modo inmediato la refie¡-e a la comunidad misma, que,
por consenso (consensus), por una Ley humana, la transmite al príncipe,
que a su vez, por tanto, se encuentra slUeto al Derecho: Princeps subest legi-
bus, non leges principio
Todo eJJo pertenece a la perspectiva teórica del neotomismo (vg., en
De ?'egeset Regís InstitutiOri,is de Mariana, en Practic¿lTum Quaestianu11l Liba
de Covarrubias, &c.)6 Cierto que en 1590 Caspar de Añastro preparó en
edición castellana Los Seis Libros de la RejJú.blica, pero tuvo la precaución ,de
enmendados cat.ólicamente, especialment.e aqueJlos capítulos referentes a
las guerras religiosas. Y como pregunt.a el "padre Rivadeneira en 1595:
"¿Qué [diré] de las obras de Juan Bodino ... que por mucho que las han
t.raducido de la lengua fraJicesa en la italiana y la casteJlana las han procu-
,rado purgar y enmendar, no lo han podido hacer tan' enteramente que no
queden niuchas cosas que purgar y enm'endar?" (TTat'ada de religión y virtu-
des que debe tener el príncipe cTistiana, cantra la que Nicolás Maquiavela y jJalíti-
cos de este tiempo. ensefian: Proemio), No sólo la doctrina difiere de los paliti-
ques franceses, sino t.ambién la agitada realidad que suscit.a la Refonn'a
protestante.

5 11., Dalmacio Negro, "Introducción. Las ideas y el pensamiento polítko esnañol ... ",
op, cito s/p. ,'
G V, Quentin Skinner, Los fil'l1damentos del pensamiento político moderno, 11. La Re/omln,
.,1
México: FCE, 1993, pp, 141-180, También véase la perspectiva, más general, de A, .J. CarJ)'Je,
La libertad .. " op, cito, pp, 109.126,
TREA UNA CO'\FJG¡;R~CIÓN DE OPOSICIO'\ES CO'IlPLEJAS 105

[, de El conjunto de la Monarquía Católica (excepto los Países Bajos) per-


tivo: maneció al margen de las guerras religiosas. No se rechazó la autoridad
,e la espiritual de la Iglesia y, en última instancia, del Papa; ni se elevó en su
tión interior el poder soberano como instancia neutral. Como exclama el autor
'ano flamenco Justo Lipsio, en 1589: "icuántas hachas de división y discordia te
)no- enciende la diferencia de la religióni La cabezas de la república cristiana
10- se encuentran hechas pedazos, y muchos millares de hombres han muerto
Id es ya, y mueren cada día, a título de devoción y piedad" (Politieomm: N, 3).
rea- Para Lipsio la religión es vineulum et jirmamentum de la República, y por
ma: eso es necesario guardar una sola religión, tal sería la única cosa común de
e la la Monarquía, además del príncipe católico.
n el No simplemente sería la religión instm111entum Tegni,7 pues se encuen-
~Ipe tra más 'állá de la decisión política: corresponde al príncipe conservarla tan
; en sólo, defenderla, no alterarla. Mientras los príncipes protestantes reclama-
'ZTea
ron enérgicamente el ius in saera,8 la Monarquía Católica quedó vinculada
a la Iglesia Apostólica Romana, con sus pretensiones ecuménicas, universa-
~re- listas. Y definitivamente no en el sentido partcicularista que dice Hooker
fir- para Inglaterra: We hold, that seeing there' is not any man of the Chureh of
,nte England but the sanze nzan is also a 111ember'of the eonzmonwealth; nor any nzan a
[ue, menzber of the eonznzonwealth, whieh is not also of ihe ChuTeh of England (The
¡pe, Laws of Eeclesiastical Polity: VIII, I, 2). Como consecuencia práctica, se con-
egz- servó la aparente identidad entre las virtudes cristianas y la política (como
ethos de servicio), cuyo contenido positivo se orientó contra las negaciones
'en protestantes, particularistas. El príncipe no permaneció neutral, sino que
iber hizo de su participación en toda controversia política al exterior e interior
'en de la Monarquía un asunto de Fe. <

,de El catolicismo fue vínculo de la Monarquía, dando sentido al ideal pri-


s a
95: 7 En el sentido que dice Maquiavelo: las leyes de religión son las más poderosas (El prín.
cipe: XI). Véanse los Discursos sobre la primera década de Tito Livio: I, XI.XV. Aunque también
tan Donoso Cortés observa: "Todas las legislaciones de los pueblos antiguos descansan en el
cu- temor de los dioses", y apunta: "Omnis humanae societatis fundamentum convellit qui religio-
,no nem convellit, dice Platón en el libro X de sus Leyes. Según Jenofonte (sobre Sócrates), "las
ciudades y naciones más piadosas han sido siempre las más duraderas y más sabias". Plutarco
lu- afirma (contra Colotés) que" es cosa más fácil fundar una ciudad en el aire que constituir una
':iti- sociedad sin la creencia de los dioses", Rousseau, en el Contrato social (1, IV, 8), observa que
'iti- 'Jamás se fundó Estado. ninguno sin que la religión le sirviese de fundamento". Voltaire dice
(Tratado de la tolerancia: XX) que "allí donde hay una sociedad, la religión es de todo punto
ma necesaria" ... Numa, para que Roma fuese la ciudad eterna, hizo de ella la ciudad santa ... "
(Ensayo sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo: 1. 1).
8 En la Dieta Imperial de Spira (1526) se acordó que los estados alemanes debían condu.
cirse en materia religiosa como estimaran mejor, según su responsabilidad ante Dios,
abriendo la puerta a la adopción del luteranismo, Por la Su.premacy Act (1534), el Parlamento
inglés puso al rey al frente de la Iglesia anglicana con' autoridad para reformar y enmendar
ma, todos los errores, herejías y abusos en ella. En los Tratados de Westfalia (1648), tras la guerra
vIe, de los Treinta Años, se llegaría a reconocer el derecho de los príncipes a determinar la reli-
gión de sus súbditos.
,
106 EL \'UELO DE ASTREA

mordial de Concordia incorporada a la doctrina desde muy temprano (vg"


en el discurso de Vives al Emperador: ConcoTdiaet DiscoTdia [1529]):
una ciudad bien gobernada -escribe fray Francisco Oniz, al mediar el Qui-
.
nientos- no se ayunta ni se conserva sino con el vínculo y fundamento de la
buena fe y firme concordia, cuando se ama el bien común, Pues el sumo bien r
verdaderísimo bien es Dios, y cllando los hombres se aman en él, entonces se
aman sencillamente, pues que se aman por aquel á quien no pueden encobrir
cómo)' de qué manera se aman (A¡Jístolasjmnilio,Tes: XIV),
En el Seiscientos, Diego de Saavedra Fajardo escribió:
aunque la justicia armada con las leyes, con el premio y el castigo, son las colu-
nas que sustentan el edificio de la república, serían colunas en el aire si no se
asentasen sobre la base de la religión, la cual es el vínculo de las leyes (Ideo de
un jJTÍluipe político cristiano: XXIV).
Abora bien, a pesar de la homogeneidad religiosa, no parece haber
contradicción política o jurídica que la Monarquía Católica no abarque,
Contiene en su interior una pluralidad de reinos, condados, ducados )'
seiloríos, y un solo príncipe como garantía de unidad;9 conoce cierto uni-
versalismo jurídico -vía ius C01l!11!une- pero conserva un Derecho local de
fuerte raigambre; coexisten diversas constituciones históricas, pero tam-
bién una constante presión del regalismo, progresiva; hay distintas juris-
dicciones, pero también la idea de que el príncipe es juez supremo, guar-
dián verdadero de la Justicia,
Una identidad religiosa, pero una multiplicidad cultural asombrosa,
una amplísima variedad de formas de vida, que inspiran una extraileza
radical y no insólita imaginería, como la del soldado español que dice Gra-
cián: "yo he rodado y aún rodeado todo el mundo, )' siempre por tierras
de mi Rey, con que he visto cosas bien raras como los gigantes en Tierra
del Fuego, los pigmeos en el aire, las Amazonas en las aguas de su Río, los
que no tienen cabeza, que son muchos, y los de un solo ojo, y éste en el
estómago, los de sólo un pie a los grullo, sirviéndoles de tejado; los Sátiros
y los Faunos, Batuecos y Chichimecos, sabandijas todas que caben en la
gran Monarquía Espailola" (El CTiticón: Ü, ID), Extensos territorios, defen-
didos por un Ejército compuesto por naturales de diversas naciones, espe-
cialmente en Europa, como notó con alguna sorpresa Francis Bacon
, (1601): "me he maravillado de Espaila, cómo aprieta y contiene tan exten-
sos dominios con tan pocos espaii.oles, .. Aunque no tiene ese uso, de natu-
ralizar liberalmente, tiene lo que le es más próximo; esto, es, emplear, casi
indiferentemente todas las naciones en su milicia de soldados ordinarios; y

9 Véase: L. Von Ranke. "La Monarquía Espai\ola en Jos siglos XVI y XVII", en Pueblos ,l'
Eslatlos e1/ la hislOlia 7Ilotlel7la, México: FCE, J 979, p, 276,
l'','.'\ C00JFIGl:RACIÓ',' DE OPOSICro','ES cm,IPLEJAS 107

) (vg., a veces en sus más altos mandos" (Essa)'s. Of the true greatness of Kingdoms
and Estates). Una multiplicidad cultural, jurídica, política, militar también,
de la que participan las diversas figuraciones que la componen.
1 Quí-
Su singular constitución comprende en su estructura interna una mul-
, de la
bien y
titud de oposiciones complejas, en definitiva: una complexio oppositomm. en
:ces se que la pluralidad no fue negada, ni destruida, ni silenciada, ni excluida
cobrir totalmente. El modelo ideal de forma similar es la Santa Iglesia, Católica,
Apostólica y Romana -heredera del Imperio-: una estructura de asom-
brosa ambigüedad, adaptación, flexibilidad y de una rígida y resistente
intransigencia extrañamente mezcladas; 10 pero la Monarquía Católica
, colu- absorbió las condiciones de esa Iglesia en su propio conjunto de oposicio-
,no se nes complejas. Defiende el príncipe al catolicismo y, a la vez, se sirve de
, de
iea sus formas de organización para gobernar, estrechando la relación del
Altar y e! Trono, sin mediación de! Papa.11
laber Introduce la Monarquía -lenta y progresivamente- un cierto orden
rque. tendiente a poner límites a la jurisdicción eclesiástica, en todos sus domi-
los y. nios.12 Cristaliza el control eclesiástico por medio de! Real Patronato,
Ulll- quinta sutileza de! príncipe católico, al tiempo que ofrece al Obispo de
'tI de Roma una protección cierta, frente a la herejía y e! Turco ... "Qué seguro
tam- camino de reinar -dice Juan Blázquez en su Perfecta Tazón de Estado
uns- (1646)- poner toda el alma en conservar la religión. Qué dichoso acierto
ruar- obligar a Dios mirando por su honra". Este probable acierto lo capitaliza
en el Concilio de Trento, que no sólo pretepde defender a la Iglesia con-
tosa, tra las heréticas blasfemias por la espada del anatema, sino también por
ñeza los poderes seculares, recomendando a los príncipes su protección (Sesión
Gra- XXV, 1563, Pío IV, Decreto de reforma XX).
;rras "Y hase de advertir -celebra Qu,evedo- que la primera batalla, que
erra fue la de los ángeles, fue contra hereges. ¡Santa batalla!" (Política de Dios y
• los gobierno de Cristo: n, XXIII, 2). En este aspecto político la Monarquía Cató-
n el
.Iros 10 Véase: Cad Schmitt, Catolicismo y formo j)olitica, TVladrid: Teenos, 2000. También, en su
formulación agustiniana (Civi/as Dei: XIX, 17), Donoso Cortés: "Esa ll1Ística ciudad de Dios
11 la
tiene puertas que miran a todas panes, para significar el universal llalnamiento: Unam,
fen- omniu11l Rempublicam agnoscimus mundul11, dice Tertuliano. Para ella no hay bárbaros ni
;pe- griegos,judíos ni gentiles. En ella caben el escita y el romano, el persa y el macedonio, los que
acuden del Oriente y del Occidente, los que vienen de la banda del Septentrión)' de las partes
con del Mediodía" (Ensa,l'Osobre et catoticismo, el liberalismo y socialismo: Capítulo llI).
'en- II En Nápoles, Indias, Castilla, &c., quedan suspensas y no se predican ni publican bulas

Hu-
ni questas de la Corte de Roma, sin examen real (". ¡as leyes del título lII, libro l, de laNovísima
recopilación de leyes de Españ<1); como dice Quevedo, la jurisdicción "Cristo no se la disminuyó al
casI César, ni se la quiso nunca desautorizar", mucho menos el Obispo de ROlua (Comentario de-la
$; y carta del Rey al primer Vine)' de Nápoles).
12 Derivándose de las instituciones castellanas el precepto de que los VhTe)'eS jJmcuTen la
paz)' conformidad entre los Perlados y Eclesiásticos y, en todo caso: pasando las discordias entre Reli-
los J giosos a t[('multo o alboroto, se inte7jJOngan los Virre)'es y Presidentes [de las Audiencias] (Recopilación
de las teyes de Indias, IlI, Y, XLIX).
108 EL vUtLO DE ASTREA

[ica ellcabezó la Contrarreforma, imprimiendo simultáneamente mayor


" intensidad a la a'llclO1ilasdel príncipe (asumiendo el 1mlhoS de la aucloritas
eclesJástica en su pureza). 13
Ciertamente, la defensa de la Fe aportó a sus actos una vigorosa racio-
nalidad (mlio confessionis) universalista, dirigida enérgicamente a adquirir,
conservai- y acrecentar su ,dominio: "Los aumentos de la iglesia Católica y
de España -dice Claudio Clemente (1628)- originados de las recíprocas
obligaciones y so'corros con que la una a la otra se _han sabido dar las
manos para sus adelantados progresos" (El maquiavelismo degollado: Proe-
mio). La vitalidad ecuménica de la Monarquía tiene desde luego manifes-
taciones en sil estructura. Lo más notable: conserva la hOl1'iogeneidad reli-
giosa, y puede también inantener la heterogeneidad jurídico-política sin
desarrollar en su interior el absolutismo monál'quico. La extensión }' mag-
nitud de sus dominios también imposibilitan el desarrollo de los mecanis-
mos de concentración propios ,de la estatalidad, con su concepto de sobe-
o ranía, tomado en principio de Bodin.
, Cierto que el prípcipe católico, en virtud de mecanismos propiamente
estatales,14 es capaz de obtener gigantescos recursos militares y económicos
procede'ntes de todos los confines de sus dOJlIÍnios, pero no monopolizar-
los, ni mucho menos consúl.iÍr propiamente una' res publica reconocida
como tal en toda la Monarquía; por eso, Díez--del Corral apuntaba, }' merece
la pena citarlo en extenso:

A la Monarquía de España le faltaba ,la sustancia política cotidiana de la répu-


bliqUe, de la Tes jmblica sobre la que teoriza J ean Bod,in en su
célebre y ejemplar'
iibro. La Monarquía Hispánica ~arece de "cosa pública" interna. No es aplic~-
ble a ella la definición del jm-ista francés ... Bodin añade puntualizando: "Ade-
más de la soberanía, es preciso qu'e' h~ya alguna cosa común y de carácter
público, como el patrimonio público, el tesoro público, el recinto dela ciudad,
las calles, las murallas, las plazas, los templos, los mercados, los usos, las leyes,
las costumbres, la justiCia, las recompensas, las penas y otras cosas semejantes,
que son comunes o públicas, o ambas cosas a la vez". ¿Qué comunidad sobre
tales extremos podía existir entre los habitantes de Flandes, del Franco-Con-
dado, de Sicilia, del Perú o de España, o ni si<¡üiera,' dentro de ésta, entre el
I
,
I
catalán y 'el andaluz, con sus representaciones estamentales, sus regímenes fis-

13 Sob;'e el concepto de autoridad que,aporta el catolicismo,u. especialmente: D. Cor-


tés: Ensayo sobre el catoticismo, el tibemlis;no.y soáohsmo: Capítulo 11.
14 Sobre los mecanismos estatales entendidos como resultado a largo plazo de tendencias
hacia una organización monopolista definida por un proceso de concentración de la fuerza y
la fiscalidad -y de oponnnidad,es- l'eJiciendo,Jas fuerzas centrífugas en competencia dentro
de una configuración política~ cristalizando en una administración central, estable, diferen-
ciada (compleja) e interdependiente, v. Not'bert Elias, El P1'Ocesode la ciuiliwci6n. Investigaciones
sociogeniticas)' psicogenéticas, México: FCE, 1987,.
108
EL VUELO DE ASTREA

lica encabezó la Contrarreforma, imprimiendo simultáneamente mayor


intensidad a la auetoritas del príncipe (asumiendo el Plfthos de la auctoritas
eclesiástica en su pureza)."
Ciertamente, la defensa de la Fe aportó a sus actos una vigorosa racio-
nalidad (ratio confessionis) universalista, dirigida enérgicamente a adquirir,
conservar y acrecentar su dominio: "Los aumentos de la iglesia Católica y
de España -dice Claudio Clemente (1628)- originados de las recíprocas
obligaciones y socorros con que la una a la otra se han sabido dar las
manos para sus adelantados progresos" (El maquiavelismo degollado: Proe-
mio). La vitalidad ecuménica de la Monarquía tiene desde luego manifes-
taciones en su estructura. Lo más notable: conserva la homogeneidad reli-
giosa, y puede también mantener la heterogeneidad jl.lrídico-poIítica sin
desarrollar en su interior el absolutismo monárquico. La extensión y mag-
nitud de sus dominios también imposibilitan el desarrollo de los mecanis-
mos de concentración propios de la estatalidad, con su concepto de sobe-
ranía, tomado en principio de Bodin.
Cierto que el príncipe católico, en virtud de mecanismos propiamente
estatales, 14 es capaz de obtener gigantescos recursos militares y económicos
procedentes de todos los confines de sus dominios, pero no monopolizar-
los, ni mucho menos construir propiamente una res publica reconocida
como tal en toda la Monarquía; por eso Díez del Corral apuntaba, y merece
la pena citarlo en extenso:

A la Monarquía de España le faltaba la sustancia política cotidiana de la répu-


blique, de la res publica sobre la que teorizajean Bodin en su célebre y ejemplar
libro. La Monarquía Hispánica carece de "cosa pública" interna. No es aplica-
ble a ella la definición del jurista francés ... Bodin añade puntualizando: "Ade-
más de la soberanía, es preciso que haya alguna cosa común y de carácter
público, como el patrimonio público, el tesoro público, el recinto de la ciudad,
las calles, las murallas, las plazas, los templos, los mercados, los usos, las leyes,
las costumbres, la justicia, las recompensas, las penas y otras cosas semejantes,
que son comunes o públicas, o ambas cosas a la vez". ¿Qué comunidad sobre
tales extremos. podía existir entre los habitantes de Flandes, dd Franco-Con-
dado, de Sicilia, dd Perú o de España, o ni siquiera, dentro de ésta, entre d
catalán y el andaluz, con sus representaciones estamentales, sus regímenes fis-

13 Sobre el concepto de autoridad que aporta el catolicismo, v. especialmente: D. Cor-


tés: EnsaJo sobTe el catolicismo, el liberalismo J' socialismo: Capítulo n.
14 Sobre los mecanismos estatales entendidos como resultado a largo plazo de tendencias
hacia una organización monopolista definida por un proceso de concentración de la fuerza y
la fiscalidad -y de oportunidades- venciendo las fuerzas centrífugas en competencia dentro
de una configuración política, cristalizando en una adnlinistración central. estable, diferen-
ciada (compleja) e interdependiente, v. Norbert Elias, Et pmceso de la civilización. Investigaciones
sociogenéticas)' psicogenéticas, lVléxico: FCE, 1987.
!TREA UNA CONFIGURACIÓN DE OPOSICIONES CO~jPLEJAS 109

ayor cales, sus leyes y costllmbres, sus minorías aristocráticas y su administración 'de
!¡'itas justicia tan diferentes?"
No sólo eso. Habiendo pluralidad de jurisdicciones, no existe un polo
lClO- homogéneo de la real jurisdicción. El príncipe católico gobierna con 13
¡irir, Consejos con asiento en e! Palacio Real de Madrid desde 1561 -y uno
Gil' más en Pamplona, e! Consejo de Navarra-, cada uno de ellos con una
ocas esfera de competencia muy propia, fiel reflejo de la complexio ojJpositoTlull
! las de la Monarquía.
foe-
ifes- JI. POLISINODIA
~eIi-
La forma política de la Monarquía se define plenamente judicialista,
. SIn
teniendo como instituciones superiores tribunales derivados de la autori-
,ag-
, . dad del príncipe. Un rey-juez que, sin embargo, como apunta Pérez de
lUS-
I Mesa en su Política o Razón de Estado:
,be-
¡
porque el supremo príncipe no es jurista y Jos consejos de justicia resuelven
nte suficientemente lo que es derecho, el príncipe les concede autoridad de decre-
, tar y mandar sin que á él se le dé razón del derecho por la cual decretan los
¡CoS
consejeros absolviendo o condenando. Y así las provisiones y edictos de las
;ar-
chancillerías salen mandando con autoridad real.
,ida
,
;

~ce ,Consejos prácticamente soberanos, a los que se debe subordinar la


potestas ejecutiva -el gubemaculum- de! príncipe; como bien dice en 1604
el clérigo Eugenio de N larbona: "El príncipe sea obediente al parecer de
!pu-
sus consejeros, ,sin tener el suyo por mejor" (Doctrina jJolítica civil escrita. en
lIar
I

!ca- a.forismos: 152).


El Consejo del Rey tuvo originalmente una doble constitución. Los
de-
¡ter juristas que llamará Fernando el Santo para participar en los trabajos de la'
Curia Regia Ordinaria, o los doce consejeros jurisperitos que reunió Juan 1
~d,
¡es, (Cortes de Valladolid, ,1385), o los doce hombres buenos de los Teynos, viejos y
¡es, expertos, y doctos en leyes y Derechos que mandó juntar Enrique III (Cortes de
Jre Burgos, 1406) para formar su Real Consejo, tienen un carácter privado y
,
>n- público a la vez. El crite¡-jo de confianza para la elección del consejero, y el
I el secreto en sus procedimientos definen lo primero, pero se reconoce muy
L
'1S- t.emprano su proyección más amplia:
i,
, Uno de los sesos -decía Alfonso el Sabio-, que ame mejor puede aver, es
I
or- consejarse sobre t.odos los fechops, que quieré fazer, ante que los comience. E
las
este consejo ha ele tomar, con omes que ayan en sí dos cosas. La primera, que
~y sean sus amigos. La segunda, que sean de buen seso... E tales deben ser los
;ro

15 Luis Díez del Con'al, El pensamiento político europeo y la Monnrqllfa de Espmia: Madrid:
Alianza, 1983, p. 547.
--"
.....".
llO
EL VUELO DE-\STRL\

Consejeros del Rey, que sepan catar las cosas, e conocerlas, ~nte que den con- j
I
sejo. E otro si deyen ser bien amigos del Rey ... e quando tales los ¡'lllare, deye- i
j
Jos amar, e fiarse mucho de ellos ... E quien de otra guisa 10 fiziesse, faria trai- I
ción conocida, porque merecería pena, segund el mal que viniesse del consejo,
que le oviesse dado (Los Siete Partidas: n, IX, 5).

Además de la "amistad" con el príncipe, el "buen seso" es de máxima


importancia. Egidio Romano recomendaba que e! príncipe tuviera en su
Consejo a caballeros honrados y sabios de preferencia a la nobleza gue-
ITera, sólo entendida en armas, necia e insolente (De regimine principllm: n,
In, 18). Como dice Cicerón: Cedant arma togae (De officis: XXII).
La tendencia en Castilla fue abrir el Consejo a los letrados,JG for-
taleciendo el [¿¡e1pOpolítico del rey. Conviene seguir brevemente este desa-
rrollo.
Según doctrina medieval, e! príncipe tiene un cuerpo natzLTal (pecador,
mortal, sujeto al azar, &c.) y uno político, unido indivisiblemente a aquel
pero superior, más potente y extenso, pues en él actúan fuerzas que elimi-
nan las debilidades y defectos de! bombre;: para elevar la persona pública
dotándola de virtudes intangibles e inmutables que comportan los dere-
chos y prerrogativas del oficio y dignidad regias indispensables al ejercicio
del gllbemaculurn, regir y dirigir.J7
Con palabras de Fadrique Furió Ceriol: "Todo Príncipe es compuesto
de dos personas. La una es obra salida de manos de Naturaleza ... la otra
es merced de la Fortuna, i favor del Cielo, hecha para gobierno i amparo
del bien público, a cuia causa la nombramos persona pública" (El Concejo y
Consejeros del Príncipe: Dedicatoria). A la persona pública. o cuelpo político del
rey perteneció el Consejo para ayudarlo a orientar sus decisiones jurídica-
mente, recordarle el Derecho en lo grandes negocios de! reino: dar legali.
dad a sus acciones.
Fue de algún modo el escritorio de S1i pecho (minio pectoris slli) porque en
él estaban guardadas las leyes, ordenanzas, fueros ... que debía tener pre-
sentes para obrar conforme a la Justicia que estaba obligado. Así ordena-

16 La creación del Consejo Real fue iniciati\-a de Juan 1 (Valladolid, 1385): institución
representativa integrada por 12 individuos: 4 prelados, 4 caballeros y 4 de las ciudades que
darían consejo al rey en todo momento (ordenamos un CO?lSf'jo en qlle continuadamente andoviesen
connusco) en los asuntos de importancia de gobernación del reino (a los qua/es mandamos que
libren todos los Jfxhos del reino), por acuerdo secreto y con mayoría. Enrique II~modificó el régi-
men interno del Consejo Real por ordenanzas (1406) y disposiciones testqmentarias, aumen-
tando a 16 el número de consejeros y sustituyendo a los representantes urbanos por doctores en
leyes, sin ernbargo, en tiempos de Juan Il se registran más de 65 miembros del Consejo; se
intentó (Valladolid, 1440) se intentó una nueva reforma, y slIcesivas ordenanzas procuraron su
arreglo (1459). V.: Luis G. de Valdeayellano, Clmo de historia de las instituciones espmjo/as,
Madrid: Alianza, 1982, pp. 457-458.
17 Véase: Ernst H. Kantorowicz, Los dos CIIerpos del rey. Un, estudio de teología política medie-
val, Madrid: Alianza, 1957, pp. 19-52.
rREA l.'1\A C01\FIG(jRACI61\ DE OPOSICIO;\ES CO~IPLEJAS 111

con- ron los Reyes Católicos (Toledo, 1480) la forma institucional dd Real Con-
eve- sejo de Castilla: jJara la administración de la justicia Ji gobernación de los re)'nos
tra;- [de CastilJa) esten )' residan un Presidente y diez y seis Letrados, ¡Jara que conti-
jeja, nuamente se ayunten )' LibTen)' despachen los negocios del Real)' SujJremo Consejo
de Castilla (Novísima Recopilación: IV, IJI, 1). Ahora bien, la institución del
Ima Consejo tiene un desarrollo histórico concreto en las monarquías euro-
! su peas, con diferencias notables.
;ue- En el caso de la Monarquía Católica ocurre un proceso en que, por
: JI" una parte, los Consejos se multiplican y, por la otra, fortalecen su estruc-
tura institucional, aportando al gobierno de la Monarquía un conoci-
101'- miento jurídico especializado, estable, duradero, pero no total ni ente sub-
:sa- ordinado al príncipe, antes el príncipe debe adecuarse a la racionalidad
I, jurídica de los Consejos. Por eso los Consejos no fueron siempre el instru-
101' mento especialmente adecuado para la toma de decisiones regias, como
I '
~e1 por ejemplo en Inglaterra el Priv)' Council de los Tudors. Tampoco la
,
tl1l- forma conciliar de la Monarquía Católica tiende a una concentración uni-
¡ica taria de funciones, como en Francia, en que además, como obsen'ó Toc-
h-e-
l.
quevilJe, el Consejo se reservó la justicia administrativa, por vía de advoca-
CIO ción primero, y luego, progresivamente, como competencia exclusiva
I (L'ancien régi17leet la Révolution: JI, IV).
~to El Real y Supremo Consejo de Castilla, en tiempo de los Católicos, se
I
tra constituyó por una mayoría de letrados que entendía cuestiones relativas al
[ro
,
gobierno (interno, y relaciones exteriores, incluidas las de Roma), así como
by tocantes a la Hacienda (rentas, patrimonio, administración financiera,
del &c.), y oía, además, las peticíones de justicia (siendo competente para
~a- fallar en determinadas apelaciones), acentuándose rápidamente su carácter
I .
¡j¡- de tribunal superior (Ordenanzas de Medina del Campo, 1489), si bien
permanecieron confundidas eri él funciones de gobierno, despachándolas
~n con el rey en persona, mediante consultas o en su nombre según los asun-
re- tos y las circunstancias. Tuvo desdoblamientos funcionales en oficinas
I especiales -vg., la Cámara de CastilJa, dedicada a proveer los oficios-, o
en la formación de otros Consejos organizados sobre su base, como el
I Consejo de las Órdenes (área 1494), destinado a regular las Órdenes 'Mili-
,6n
~Ie tares de Santiago, Calatrava y Alcántara.
¡en El Consejo Real de Aragón tuvo una evolución propia: con mayor par-
me
,. ticipación representativa de los reinos de la corona, pero igualmente for-
gl-
;n- mado como institución consultiva. is Por pragmática de 1494 el. Católico
ell extendió sus competencias sobre las causas y negocios exclusivos de los rei-
,se
.u
2S, 18 1'u\'O sus variaciones, claro; como cosa pro'pia, las ordenanzas de Pedro IV (1344) defi-
nen como parte de él reólogos ClldTCcadoTS de la. conciencia real que advenían al rey si su
ie- proceder podía reaJizarse con buena conciencia, o no. Luis G. de Valdeavcllano, Dj}. cil.,
pp. 460-462.
112 EL VUELO DE ASTREA

nos de Aragón, Valencia, Barcelona, las Islas Baleare.s y Cerdeña. Fue


desde entonces un Consejo integrado a la Monarquía, pero diferenciado
del castellano, sin lazos ni ataduras, dependencia o subordinación.
El fulminante crecimiento de la Monarquía suscitó la necesidad de
procesar el proporcional aumento de la complejidad administrativa. Los
antiguos Consejos adquieren entonces movimiento propio. Se intentó cen-
o-alizar sus actividades, pero sin suerte;19 lo que determinó el triunfo defi-
nitivo del orden poli sinodal.
Conforme los Consejos se asentaron, paulatinamente perfilaron sus
respectivos campos de acción. El Real y Supremo Consejo de Castilla con-
servó sus facultades y se fortaleció. También, por su lado, se mantuvo sin
mezcla ni confusión e! Sacro Supremo y Real Consejo de los Reinos de la
Corona de Aragón; reconocido por Carlos (1522) tal como lo dejó Fer-
['landa, conservó la tradición de respetar las constituciones y las jurisdiccio-
nes de las diferentes figuraciones vinculadas a la corona: Aragón, Valencia,
Cataluña, Mallorca, Sicilia, Nápoles ... , integrado por aragoneses, catalanes
y valencianos, que actuaban como enlace entre e! rey, los virreyes y las ins-
tituciones representativas de los dominios de la Monarquía dispersos en el
Mediterráneo.
El Consejo Real y Supremo de las Indias que mandó crear Carlos y
reorganizó Fe!ipe (1542, 1571) -derivado del de Castilla; pero separado
en su proyección e inconexo de! de Aragón- tuvo atribuciones supremas en
e! ámbito de las circunscripciones civiles y eclesiásticas de Indias (además
de entender en los negocios de la Casa de Contratación y el Consulado de
Sevilla):
Entre las demás cosas que muestran la autoridad de este Real Consejo de las
Indias -dice Juan de Solórzanoy Pereyra-, es la que está cometida, y conce-
dida de hacer, consultar,y despachar las Leyes,Pragmáticas,Cédulas, y Orde-
nanzas, que por tiempo leparecieren convenir para el mejor govierno, estado,
y aumento de las Provinciasde ellas... (Política Indiana: V, XVI, 1).

19 Carlos creó el Consejo Secreto de Estado' (1523), que tal vez tuvo COl110 modelo el Con-
sejo Prind que había sido absorbido por el aparato de gobierno de! gran canciller de Borgoña,
a la sazón 'tvIercurino Gattinara, integrado por flamencos, y que acompaíi.ó al futuro Empera-
dor en sus primeros episodios castellanos; su diseño respondía a un plan de organización cen-
tral que comprendía la formación de los Consejos de Hacienda, de Indias y de Guerra (1523),
que remitirían sus consultas al de Estado al igual que los de A.ragón y de Castilla. Gattinara
llegó a proponer, sin éxito, que se escribieran ious les li-ores de la maison tan! de la coronne de
J

Caslille que de la coronne d'ATllgoll el de la 1Ilaison de B01l'lgongne en un seullivre. (Cit. por Pablo'
Fernández Albalad.ejo, "Los Austrias mayores", Fragmentos de iHonarquía. Trabajos de historia
política, Madrid: Alianza, 1993, p. 92). El Consejo de Estado fue en su mejor momento la reu-
nión de los oficiales de confianza del rey, pero careció de la fortaleza estluctura] de los demás
Consejos instituidos (muo órganos colegiados, siendo vulnerable frente al privado de mayor
influencia en e! ánimo del rey. v., en general: Miguel A.nola, La Monarquía de Espa'lia, Madrid:
Alianza, 1999, pp. 300 Y ss.
~EA UNA CONFIGURACiÓN DE OPOSICIONES COMPLEJAS 113

ue Ejercía esta regalía, y juzgaba en última instancia,20 púo no de manera


do uniforme: según lo exigiera la ocasión y la situación de los reinos y provin-
cias indianas.
de Además, su legislación no fue la única fuente del Derecho escrito
,os indiano,2! ni la más importante. Existió una considerable autonomía legis-
m- lativa en Indias, ejercida a discreción por las autoridades virreinales, pro-
¡fi- vinciales, territoriales, municipales, además del Derecho no escrito surgido
de la comunidad: la costumbre. A lo que habría que ai'iadir un desarrollo
¡us jurisprudencial altamente diferenciado según el stylus cz¿Tíaede los tribuna-
111-
les indianos. .
Sin La actividad legislativa del Consejo aumentó de hecho la heterogenei-
¡ la dad jurídica, pues expedía normas distintas para los diferentes reinos y
,
provincias. En tiempos de Felipe II se creo el Supremo Consejo de Italia
er-
(1558) para los negocios de Nápoles, Sicilia y Milán.
JO-
La medida habría de servir para unificar los. criterios de gobierno en
tia,
vistas a la defensa del Mediterráneo, pero no las constituciones internas
les
del ducado de Milán por ejemplo: las Constitutiones Mediolanesis dominii o
os-
Nuove Constituziones (1541), además de las costumbres, normas y reglas de
el
Derecho no recopiladas; tampoco el Senado milanés perdió sus atribucio-
nes, inten'iniendo en la aprobación y confirmación de los documentos del
; y
príncipe, de las donaciones, condonaciones, indulgencias, privilegios,
,do ordenanzas, edictos y gracias tanto civiles como criminales,. aprobando,
.en
I limitando y restringiendo estos asuntos, aún procediendo del príncipe
Jás (cognoscet etiam Senatus de appTobatirme confmnationeque liytemrum pTincipis,
'de donorum, Temissionum, indulgentiarum, pTivilegiorum, oTdinatiomtm, edictorum et
gmtiarwn tam in civilibus q¡w,m in CTiminalibus.Et eas vel appmbabit, vel limita-
;Ias bit aut restTinget, PTout e re principis aut publica). 22
¡:c- Ciertamente se int:rodltieron algunos ajustes en las corporaciones con-
de- ciliares y los órganos personales .del gobierno de Milán, pero no se supri-
,
tia, mieron, antes fueron objeto de difíciles controversias, tensiones. Tampoco
la creación del Consejo de Italia alteró las constituciones de los reinos de
Nápoles y Sicilia. Fue tribunal superior, pero limitado en Sicilia a ciertos
on- casos, conservando los regnícolas su derecho a .resolver sus controversias, y
!ña,
~ra- otras serias limitaciones tenía en Milán y Nápoles. No producía una legis-
en- lación homogénea, y debía arreglarse al Derecho vigente, respetando las
13),
'ara
1 de 20 Poseía jurisdicción civil y penal en todas las causas concernientes a las jurisdicciones
blo indianas (que de etlas resultaran)' dependieran), pero debido a la falta de comunicación)' gran
oria distancia. fue instancia reducida a pleitos fiscales. visitas, residencias}' repartimientos, )' causas
¡
'eu- criminales graves)' civiles de mayor cuantía, que conocía en apelación (segunda sujJ/icaci6n).
nás 21 v., Ricardo ZOITaquin Becú, "El sistema de fuentes en el Derecho indiano", JI Congreso
vor del Instituto /ntel71acional de Historia del Derecho indiano, Tomo n, Quito: Ediciones Corporación
;id: de Estudios)' Publicaciones, 1980.
22 Constituziones, Cil. por Miguel Anola, La Monarquía ... , op. cit., p. 528.
114 EL VUELO DE ASTREA

instituciones representativas, e! orden conciliar particular, la multitud de


jurisdicciones eclesiásticas, seüoriales y municipales de aquellos dominios.
La distribución de las cargas' tributarias determinadas por privilegios,
exenciones personales, corporativas, estamentales, no podía ser alterada
por el Consejo; si bien todo ello seda fuente de una multitud de tensiones
J'ex-regnum.
También se formará el Consejo de Portugal (1582) y, claro, el Real y
Supremo Consejo de Flandes y Borgoña. Cada uno de ellos, como los
demás, con diverso status, constitución y representación propia, o medios
de comunicación entre las instituciones representativas de las diversas figu-
raciones y e! rey. Finalmente, los 14 Consejos que en total se formaron
entorno al cuelpo político del rey (el Consejo de Estado, de Castilla, de Gue-
rra, de Inquisición, de Hacienda, de Órdenes, de Cruzada, de Indias, de
Aragón, de Italia, de Flandes, de Portugal, de Cámara, de Navarra), con-
fieren a la forma política de la Monarquía una identidad propia: su evolu-
ción no expresa un proceso de. mayor centralización, sino de dispersión
jurisdiccional en crecimiento. Un proceso que marcha a contracorriente de
la monarquía de! Royaume de Fmnce o, como se verá, de Inglaterra, que
avanza en la concentración de los mecanismos de poder al interior de!
remo.
Por e! contrario, en la Monarquía Católica se configura una complexio
oppositonLm que se integra por una pluralidad de reinos, ducados, señoríos,
principados ... figuraciones políticas que -con adaptaciones variables-
conservan sus antiguas instituciones representativas, tribunales y orden
jurídico; heterogeneidad a la que responde el orden polisinodal de. la
Monarquía. Esto define también una cierta práctica de gobierno: ningún
Consejo agotaba en sí mismo todas las funciones necesarias para resolver
siempre plenamente los asuntos que le correspondían, algunos tenían un
régimen mixto, tocante a las cuestiones espirituales y temporales a la vez;23
aún los Consejos de mayor alcance por su denominación no ejercían un
pleno dominio sobre la Monarquía entera, implicando una mayor descen-

23 Como el Consejo de Cruzada (circa 1554), encargado de la cobranza, administración y


distribución de recursos regulares que la "Monarquía recibía, provenientes de la Santa Sede o
de las rentas eclesiásticas, para enderezar la defensa de la cristiandad. El Consejo de la Santa
Sede y Suprema Inquisición participó de esta duplicidad también, desde su limdación (1488):
producto de sendas bulas papales (comenzando por la Exigit sincerae devotionis affeet:us
[1478]), y del interés de Fernando por instrumentar este brazo político,)' tenerlo bajo su con-
trol; sin embargo, el Inquisidor General lo nombraba el Papa, a propuesta del príncipe que, a
su vez, le confería el título ele Presidente del Consejo respectivo. Durante mucho tiempo la
Inquisición extendió de manera desigual sus tribunales sobre la Monarquía, enfrentando
duras resistencias en Flandes, en Nápoles; en Aragón hubo un Santo Tribunal separado del de
Castilla, en Indias su jurisdicción fue especial como en cualquier otra parte, pero no entendía
en las cosas de la población entera, excluyendo de su esfera los dilemas de conciencia de los
naturales indígenas por ejemplo.
'REA UNA CONFIGUR4.CI6N DE OPOSICIONES COMPLEJAS 115

de tralización. Se esperaba entonces que el príncipe hiciera los cierres opera-


lOS. tivos del sistema poli sinodal. Pero el volumen y complicación de los asun-
lOS, tos normalmente excedía su humana naturaleza.
ada Sería regular, típica, la tensión de los Consejos cón jurisdicción tempo-
nes ral y espiritual (Cruzada, Inquisición) frente a los de jurisdicción territorial
concreta (de Castilla, de Aragón, de Indias, de Portugal, de Italia, de Flan-
l1y des) en lo eclesiástico, militar y civil, añadiendo dificultades al ejercicio del
los gubernaculum.
'ios Existía además la irremediable tensión de los Consejos territoriales y
gu- las figuraciones intensamente heterogéneas en que operaban: reproducién-
ron dose las oposiciones fundamentales del ordenamiento Tegale el politicu.?7!en
ue- las realizaciones operativas del gobierno. Tales tensiones se exteriorizaban
rde en. la distinción conflictiva: jU11sdicción Teal oTdi?w,Tia/jUT1sdicción local y esjJe-
on- cial, en que se reproducían Jos límites sistémicos de la intervención rega-
)Iu- lista sobre las figuraciones de la Monarquía.
o

ión Ciertamente el ordenamiento polisinodal suponía un principio jerár-


quico, una estratificación que si bien no se hallaba entre 10s Consejos, sí al
de
menos entre éstos y el rey: los Consejos derivaban su autoridad (total o
que
parcialmente) del príncipe, que podía, para lograr su control, constituir
Bel
cadenas de poder que convergían en él, y traducirlas en una línea de órde-
nes organizativas de mando más o menos unificada. Las personas que
1XlO
rodean al príncipe no sólo tienen una importancia significativa, constitu-
íos,
, yendo el factor limitativo de toda política fáctica.
s-
Don Antonio Pérez así veía el oficio de secretario del príncipe: Su
Ien
principal negocio sería concertar los negocios entl-e rey y Consejos: "descu-
, la
brir el concierto de algunos buenos consejeros y amigos de su príncipe", y
~n asistirle en sus decisiones "según' su natural, a lo más conveniente a su
ver autoridad y servicio ... templarJes ... enseñar también el término y arte en .
'un
el resolver y escoger de lo que se le proponía y consultaba" (Segundas caT-
~;23
las: CXLVII). Para Pérez era preferible que el príncipe confiara la relación
'un con los Consejos a su secretario: "si el príncipe se halla presente [en sus
o
en- deliberaciones], no descubren tanto el ánimo y sus fines los consejeros ...
pe¡:o esto se entiende teniendo el príncipe caudillo fiel, y pel-sona. muy
)11 }' suya que le refiera cuanto pasa" (Segundas caTtas: CXLVII). .
le o
U1ta
Hay alguna excepción: "en algún gran negocio, en algún gran caso, en
SS}: algún gran aprieto en que el príncipe se ve, y quiere consejo más para
ctus aprobación, que para resolución, allí se ha de hallar presente, para que el
;011-
respecto le ayude a su intento" (Segundas canas: CXLVII). De modo que
el a
) la -en algún gran negocio, en algún gran caso, en algún gran apTieto-, hace los
odo cierres operativos del sistema polisinodal y puede intentar imponer su
I ele
.día
decisión, pero aún entonces debe buscar la aprobación en los Consejos
los (para decisiones aventuradas era preferible que llevaran apariencia de cir-
cunspección, examen meditado y ponderación de los magistrados del Con-
p'

116 EL VUELO DE ASTREA

sejo). Para lograr los votos favorables, el secretario debe concertar, intuir
la orientación de las opiniones, construir los éonsensos, preparar la
entrada al rey. En esa medida, los Consejos tienen una cierta autonomía
funcional.
Si como dice Antonio de Guevara: "No ha de ir la Ley á do quiere el
rey, sino que vaya el rey á do quiere la Ley" (Epístolas familiares: VII), los
Consejos iluminaban al príncipe en su camino.
"¿Qué debe, pues, hacer un príncipe -pregunta Lutero- si no es tan
sabio que ha de dejarse gobernar por los juristas y por los libros de Dere-
cho?" (Sobre la autoridad secular. Hasta dónde se le debe obediencia: III). Esta
ignorancia jurídica (Taro princeps iurista inventur) se intensifica aún más en
la Monarquía Católica conforme se produce la enorme acumulación
normativa de leyes, ordenanzas, derechos, privilegios, sanciones hechas
y establecidas por los Consejos, o por las autoridades locales de reinos y
virreinatos, ciudades y villas de la Monarquía. Disposiciones jurídicas anti-
quísimas y nuevas que se conservan como parte de los ordenamientos de
cada una de las figuraciones que integran e! complejo monárquico, produ-
ciendo una prodiga confusión de leyes diversas, contrarias, entendidas y
usadas según los diversos intentos de los jueces y abogados.
Además, dominando una jurisprudencia casuista, las leyes no proveían
cumplidamente en todos los casos que acaeCÍan en las figuraciones de la
Monarquía, ocurriendo necesariamente tremendas dudas sobre su aplica-
ción. Donde hay un punto por la Ley e! príncipe se reserva y no entra, ni
puede entrar, sin ayuda de sus Consejos. Las consecuencias se saben. Lo
deCÍa Maquiave!o: "un príncipe que no sea prudente no recibirá jamás
consejos coherentes, ni sabrá unificarlos" (El príncipe: XXIII).
En cambio en Francia el Consejo Real es un instrumento de unifica-
ción de criterios de gobierno y de concentración de poder de decisión en
manos de! rey. En Inglaterra también, en época de los Tudor, en que la
Monarquía avanza hacia la centralización, que terminará aprovechando el
Parlamento después de subordinar al monarca, y reservarse incluso el ius
in sacra."4 En la Católica nada de esto sucede, no avanza el proceso de con-
centración. La relación rex-regnurn, multiplicada, prevalece en su tensión
polémica, reproduciendo el dualismo regale et politicurn: la oposición esta-
mental de los diferentes reinos frente a las prerrogativas del rey; impi- {

diendo, con variaciones salientes, e! desarrollo de un regalismo semejante /.


(
al francés, o un parlamentarismo como e! inglés. En Francia el proceso de
ro
s
j;
24 El Parlamento sancionó la ruptura con Roma, poniendo a Enrique VIII al frente de la
a
Iglesia anglicana. Sl/jmm17c)' Ac{ (1534): Au 17etconceming the king's highness fo be sl/preme he17d of
the Chureh af E17gla17dand to have 17¡¡tharityfo refor7l117ud,-edress all errors, heresies, aud abuses in {he
s
same ...
u UNA CONFIGURACIÓN DE OPOSICIONES COMPLEJAS 117

~Ir conq:ntración en manos del reyes permanente, en Inglaterra es momen-


Ila táneo, por así decir, pero decisivo.'
iía La época conciliar de los Tudors, iniciada al final del Cuatrocientos,
tiene 'la nota característica de que mediante el Cancilí'll11l Regis, que
lel adquiere identidad como Priv)' Cauncil, el rey puede concentrar las faculta-
ps des soberanas, no sólo la jurisdiccióf) ordinaria, sino la legislativa, emi-
tiendo sin resistencia Ordinances y Proclamatians. 25 Y si bien podría decirse
~n que el rey no fue tan absoluto,26 y que el Parlamento no fue anulado
¡e- _.-aunque solía incun;plirse la regla de convocatoria anual-' -, se logra en
I
Ita este período un proceso de concentración. Cierto que el Parlamento dispiJ-
1
~n tará, la titularidad del poder soberano, pero con igual calidad: supremo,
I
bn . absoluto. Como afirma Smith (1583), secretario de la reina: The mast high
I
as ilnd absal'llte palOeT 0./ the realme 0./ E71glande, is in the Po.T!iament, pues en él se
i
iY juntan Jos representantes del reino y el rey para:
ti-
I Quitar leyes viejas, hacer nuevas... cambiar derechos y posesiones de personas
,de
, privadas, legitimar bastardos, establecer formas de religión, alterar pesos y
u-,
medidas, dar formas ,de sucesión de la corona, definir derechos dudosos ...
Iy establecer subsidios... condenar y perdonar. .. todo lo que Jos romanos podían
I hacer por el Centuriatis CD11litiis... lo mismo puede ser hecho por el Parlamento
in de Inglaterra, que representa y tiene el poder de todo el reino, de la cabeza y
I
la ' el cuerpo (De Repllblieo AngfO'l'1lm: 11, 1). '
I
a- Pero el Parlamento pretenderá prescindir del rey. Con ayuda de los
l.
01
jueces (en defensa de la supremacía del camman falO sobre el Derecho real),
lo el Parlamento, en tiempo de los primeros Estuardo,' provocará el colapso
\
as del gobierno conciliar. 27
I Durante ,la, guerra civil inglesa (1642-1646, 1648-1649) el titular del
i:1-
~1
25 El Concejo Privado controla la Sial' Chamba (que tenía autoridad para perseguir, apli-
la car ordalías y castigar inobedientes por encima de las instancias judiciales del cmmn,on law) y
bl los tj-jbunales superiores (incluidos el ele apelaciones [Courl Df Reqllesll y el eclesiástico [C01l1t of
I High Comisión)). Además, como denuncia Moro: ")os consejeros tratan y maquinan con cual-
lS
¡ quiera de los reyes por qué procedimientos podrían acumular t.esoros" (Ulojiio: 1).
1- 26 Merbury (1581): "nuestro príncipe est.á sujeto ai derecho ci"il y comÍln, a las Costum-
, bres, privilegios, pactos)' toda Clase ele compromisos"; Ho\\'ard (1598): "la soberanía del prín-
n
i cipe no inCluye la pot.estad de crear Derecho por su sola autoridad" (cit. pOI' Manuel Gareía
1- Pelayo, Derecho conslitucional i:omjJarado, Madrid: Alianza, 2000, p. 260). Sir Walter Ralegh, sin
i
1- embargo, no tenía reparos en comparar al rey con Dios (1599): Kings are justly called gods; fOl'
I Ihol /hey exercise o manne-r or ,",semblance of diuine pOlOe'rupon ealtiz. For, iJ you lOiUconsider Ihe ollri-
F buJes of Cad, you shall see halO Ihey agree in Ihe /"rsDn of o king. Cad halh Ihe pOlOere/0 creole 01' des-
,
~ lroy, 11lakeal' li.nmake, al his ¡Jleasure; /0 give life al' send dealiz, lo judge olt, oud nol lo be judged nor
acco'Unlable lo .none; lo mise 10lOlhings, l/nd lo ",ake high Ilzings 10lOal izis pleosure, and lo Cad are bolh
Ila sOltle and body dne. And Ihe tike jiower have kings: Ihey make and u.nmake Ihei,. subjects; Ihe)' have
powers of mising and casling dmon; of tife and of dealh; judges over otllheir Sllbjecls, and in atl causes,
,
',¡ and Jel accounlable lo none bu/ Cad only ... (The Duly of o King in His Royal Office),
le 2i C<;>moanotó Henry Neville (1681), los. ataques se dirigirán en principio contra los COI1-
sejei-os reales, luego directameme COntra el rey (Plalo Redivivus: Diálogo II), Momentos cene-

','

: ¡;::'
lIS EL VUELO DE ASTREA

poder cambió, por eso en la primera pagma del Behemouth Thomas Hob-
bes escribió: antes de las revueltas "ej gobierno de Inglaterra era monár-
quico". Después fue otra cosa, parlamentario y, sobre todo, cromwelliano:
el interregno resultó en el triunfo de Cromwell que se dio a la tarea de
depurar el Parlamento, hacerlo incondicional, para descabezar a Carlos 1
(1649), abolir la institución regia,28 establecer la Commonwealth y excluir del
gobierno la representación de los estamentos privilegiados,29 derrotando
en el camino a la Irlanda católica y a los seguidores de los Estuardo en
Escocia (1649-1651).
Bajo el título de Lord Protector y con asistencia de! Consejo de
Estado, el caudillo asumió la autoridad soberana y un poder supremo,
absoluto.30 La restauración monárquica significó una repulsa por seme-
jante poder arbitrario. Si la disputa por la titularidad de la soberanía pro-
dujo la lucha,sl su solución se cifraría en un arreglo tendiente a regular las
tensiones rey-Parlamento. Precisamente, los episodios venideros -Clorious
Revolution (1688), con sus derivaciones: Bill of Rights (1689)- se orienta-
ron hacia la configuración de límites al gobierno, que de suyo concentraba
un inmenso poderío.
Nada de esto existió en la Monarquía Católica. Nunca logró la concen-
tración que indica e! título: United Kingdom of Creat Britain. Simplemente,

ros en que el Parlamento triunfa: desde la polémica sobre los legítimos poderes en los proce-
dimientos parlamentarios (1606-1611 y 1621-1629), pasando por la Petilion 01 Righls (1628)
que impone al rey el Statutul1I de Tallngio non Gonadendo (de tiempos de Eduardo 1 [s. XIII],
por el que no puede establecer impuestos sin consentimiento de los representantes del reino),
hasta el aúo 1641, en que el Parlamento pl~actÍca el juicio de algún ministro por alta traición
(Strattford), amenazando a los demás (en 1643 manda ejecutar al arzobispo de Cantenburry);
en el mismo año suprime los tribunales de prerrogativa (o reales) por arbitrarios (desaparece
la Star Chamba y la Coun. ~fHigh Comisión,); en 1642 las llamadas Nineteen Propositions definen
la subordinación del Consejo Privadb: el Parlamento provee los más altos oficios; y somete a
los consejeros a juramento y aprobación de las dos Cámaras de representantes del reino.
28 Act Abolisiling Ihe Kingslti]) (1649): ....Wltereas it is and Italh beenIound by experience IllOt tite
ojji.ce of a Iril1g in, (!lis nation O/uZ freland ... is u.n:necessaJ)I, bll'rdenwme, and dangerous to the liber!)',
saJety, aJ1(1jJ1lblic interest of Ihe people ...
29 Act Estnblishing the Comlllonwealth (1649): An oet decloring and consli/uling the people 01
England lO be a cmnmonwealth ond free sta te... and sltall frOIlZhe'11ceforthbe governed as a COJ/lJIlOn-
wealth and Fee slate by tite supreme nutltori/)' 01 this nation-the re]msentaÜCles 01 the people in parlio-
m.ent, and b)J such as lhey shall appoinf and constitute as offieers and 1l/.i1l1~)ter.s
under them for fhe good of
the people, and Ihal wi/holll a'll)' king or honse oIlorels.
30 Tlle Instnl'Jllent ofGovermnent (1653): Tlle goven/1I1ent o/tlle C01Jl'll101wJealth
of England, Scot-
lalld, {[}'}(l [reland, and fhe dominions thereunio belonging. 1. Tila! the sllpreme legislative Q'llilw1"ity...
shall be and reside in one pelSon and tite peo])le assembled in porliaJlIent;lhe st}le 0I1Ohich personsitall
be tite Lord ProteCtor DI the Gommonwealth ...
31 Interpretación de Hobbes por ejemplo" que elaboró su teoría de la soberanía en lo más
animado ele este período (De Gi7Je[1642], Leviathan [1651]): un reino intrínsecamente dividido
no puede subsistir (Leviolhan: II, XVIII); según el Diálogo Tercero del Behemoulh (1668). la
pretensión de un poder mixto entre el rey y las dos Cámaras parlament.arias fue causa de la gue~
rra civil. Todavía David Hume, al mediar el Setecientos, ensaya sobre la cuestión: Si el gobierno
británico se inclina más a la monarquía absoluta o a ww Tepública.
~EA UNA CONFIGURACiÓN DE OPOSICIONES COMPLEJAS 119

pb- SUS dimensiones no lo permitieron. Tampoco conoció en su interior las


ár-
, guerras religiosas que dividieron a Inglaterra o a Francia. No necesitó la
po: neutralidad estat.al.
¡de El regalista Roben Filmer, en 1680, observaba con t.rist.eza: "se dice
s1 que el Rey de Espafía es rey de hombres, por la disposición de sus súbdit.os
a obedecer. .. el Rey de Inglaterra es rey de diablos" (Patriarcha 01' the Natu-
!Iel
Ido ml Power o/ Kings: 1I). No se refería a la inobediente nación Chichimeca,
en la Nueva Vizcaya, pero tampoco tenía en cuenta que el príncipe cató-
en
lico había sufrido -por decir lo de más bult.o- la rebelión de los cat.ala-
nes y la Serenísima República. de Nápoles. . ..
de
También había perdido por ent.onces, definitivamente, Port.ugal (Tra-
no,
tado de Lisboa, 1668) y los Países Bajos prácticament.e. Harrington, en 77w
~e-
Comonwealth o/Oceana (1656), se pregunt.ó: Where are the estates, 01' the powel'
,
~o-
o/ the peof]le in France?- blown up. Where is that o/ the people in Aragon, and
las
I the rest o/ the Spanish kingdorns?- blown up. Pero la cuestión era muy ot.ra.
¡US

f~
El poder del príncipe cat.ólico era muchas veces impercept.ible, por dis-
tante. En Sicilia había el dicho fuert.ement.e arraigado en el sent.ir popular:
"lejos el rey justo y bueno, y cerca el pot.ente virrey". 32 Pero aún más pró-
ximos: el barón, el señor, el cacique y el cura también ... Había quien afir-
m-
I maba -como en Perú Guaman Poma-, aquí: "no ay Dios y no ay rey.
te
I' Está en Roma y en Castilla". 33
! Aunque arrojadamente dixo Nizetas -explica don Juan de Solórzano y
~~; Pereyra-, que no hay cosa, que no puedan corregir, y enmendar los Reyes,
ÍlI, y Emperadores, ni que se sobrepuje sus fuerzas, y autoridad; mucho mas
lo), cierto, y llano es el aforismo del Tacita, que no puede haber vicios y pecados,
ión
donde, y mientras huviere hombres, y principalmente en Provincias tan remo-
~);
ece tas, y apartadas de sus Reyes: en las quales, como lo advierten, y reconocen
len Varones de grande experiencia, hablando de nuestro mismo caso, los nlanda-
b a tos de los Príncipes suelen ser vanos, o llegan floxos, y se descubre ancho
¡ campo a los que habitan, 6 goviernan, para juzgar, y tener por licito, todo lo
~he
¡ty, que les pide o persuade su antojo; porque la temeridad humana menosprecia
facilmente lo que esta muy distante ... asi también la distancia del Supremo

l:!
fa-
Poder (Política. India.na: 1, XII, 25).
Todavía en ];is puertas del Ochocientos, según fray Sen'ando Teresa
lo/ . de Miel', el Arzobispo de Cuba se quejaba con el apotegma: "Dios está muy
lot. alto, el Re}; en Madrid y yo aquí" (Manifiesto Apologético). En fin, si algún
español hizo suyas las tesis de Bodin -no digamos las de'Hobbes, intensa-
tii mente decisionistas- sobre la soberanía, fue, más que formalismo, entu-
I)ás siasmo adulatorio.
lio Así, en la República. mixta (1602) de Fernández de Medrano se lee que
Ila
~e-
~1O 32 Cit.por LeonardoSciascia,Las Pa17'oquias de Regoipetra, Madrid:Alianza,1990, p. 36.
33 Cit. por DavidBrading, Orbe indiano, México:.FCE, 1998, p. 171.
I

1

~
T
':; '-< l

120 EL VUELO DE ASTREA

las regalías del príncipe son: "Dar y quitar leyes; determinar la guerra o
hacer la paz; conocer en última apelación los juicios y sentencias de todos
los consejos y magistrados; instituir y destituir los mayores oficiales; impo-
ner o eximir los súbditos de cargas, tributos y subsidios, conceder gracias y
dispensas contra el rigor de las leyes; alzar o rebajar e! valor y liga de las
monedas; hacer jurar sus vasallos de obsen'ar fidelidad". Efectivamente
las regalías se refieren a los derechos del soberano, como muchos siglos
después decía Canovas, en e! Ochocientos: Cuestión de regalía y cuestión de
soberanía son sinónimos; quien dijo cuestión de regalía en los siglos XVII y XVII!,
ése tiene hoy que decir cuestión de soberanía (Discursos Parlamentarios, 3 de mayo
de 1876). Pero excepto el muy importante ius belli, las demás regalías
están repartidas en una complexio oppositorurn.

III. LA PRIVANZA VIRTUOSA


(AND WITH NECESSITY, THE TYRANT'S PLEA)

Los Consejos no podían resolver todos los negocios de la Monarquía, y


acaso no convenía que lo intentaran, como exclama Furió Ceriol:
Guai [Ay]del reino, guai del reino, CilioPríncipe ordinariamente diga a su
Concejo-miradlo bien, i hazedlo como mejor os pareciere, que io lo dexo en
vuestras manos- porque el tal reino en ninguna manera puede ser bien
gobernado. Porque en tal caso nunca terná [tendrá] conformidad de 'paresce-
res, cada Concejo tomará su camino, cada uno trabajará de. hazer su casa,
haránse de todo ruines... es cosa manifiesta que la prudencia i retitud del
buen gobierno i del Concejo,estriba en la habilidad del Príncipe (El Concejo y
Consejeros del Príncipe: Dedicatoriaa Felipe II).

En estas condiciones, el príncipe tiene la tarea fundamental de produ-


cir los cierres operativos del sistema sinodal. No ha de dejarse llevar pór
los Consejos, como dice Quevedo: "una cosa es aconsejar, otra engaitar
[engatusar]", y esto supone una intervención directa en los negocios: "El
reyes persona pública; su corona son las necesidades de su reino ... Rey
que se esconde á las quejas ... ese retírase de su oficio y obligación" (Política,
de Dios y gobierno de Cristo, 1, XX Y XVI), Pero al intervenir en el curso de
los negocios, el príncipe produce tensiones, como exclama Antonio Pérez:
"no hay rey que sea absoluto en el oficio... y si sale dél ¡Guay del reino y
guay del rey!" (Segundas cartas: CLXX).
El príncipe católico no puede estar en sus 14 Consejos a la vez, y ade-
más no entiende -ni le interesan- todos los negocios que en ellos se tra-
tan. Sólo algunos los considera importantes, y al intervenir en ellos pro-
duce tensiones, la principal: entre el ejercicio de! gubernaculurn en su
expresión ejecutiva, regalista, necesaria a la atención pronta y eficaz de los
¡;NA CONFIGUR4.CJÓi\' DE OPOSICIONES CO,\IPLEjAS 12J

ao conflictos, y la lógica judicial de los Consejos. Se produce así la oposición


;los príncipe/Cansejas que se exterioriza de diferentes formas.
)0-
Cierto que sucede lo que pregunta Antonio Pérez: "d)ues qué si el
.s y consejero del rey, uno solo, es una misma voluntad con su príncipe, como
suele suceder las más de las veces, o por ambición, o por temor, o por
'las
adulación, o por interés o pasión propia?" (Segunnas cartas: CLXX). Pero
)te
en tal caso se trata de "uno solo": frecuentemente el privada -la persona
los
que tiene valimiento, favor, familiaridad del príncipe, llamado igualmente
de
javO?ita, valida- que a la vez es el secretario de confianza. No todos los
~lJ,
ministros de los Consejos son "una misma voluntad con su príncipe:'.
!yo Como dice Duque de. Estrada: "para eso juntan los Reyes Consejos y tiene
ías ese nombre, porque, no ventilando los casos ni habiendo contradicción, se
llamaría el juntarse a Consejo juntarse a resolución" (Camentarias del desen-
gañado de sí mismo: XVII). Cierto que. la justicia en que afanosamente se
emplean los Consejos como tribunales superiores depende de la au.ctontas
del príncipe como juez, y de su fÍJerza para hacer ejecutar sus resoluciones.
Tal se soluciona en la medida en que tienden a coincidir los intereses y las
; )' necesidades del gabenzaculmn con las sentencias de los tribunales: "no sin
razón -escribe Juan de Mariana- se pinta la Justicia con una espadad
;su desnuda en la mano y se la hace acompañar de Marte y de Minerva" (De
en Tege et ngis institu.tiane: III, VI). Pero tal no siempre sucede, como observa
en un embajador veneciano:
:e~
tales doctores (de los Consejos)... no sabiendo usar moderadamente de la
autoridad, detentan los cargos con gran arrogancia y soberbia, porque les
parece que gran crédito de muy justos ante el rey cuando hacen uso de la
crueldad ... y si la bondad del rey y su justicia no fueran consuelo y freno, sería
de temer que sucediese el retorno del mal."1
Lz-
Ocurre frecuentemente que el príncipe, por las necesidades que
::>1'
enfrenta, tiende a preferir la realización de determinadas acciones, a elegir
ar
ciertas medidas, a resolver de una cierta manera, parcial, selectiva, que no
El
se adecua ni al Derecho ni mucho menos a los procedimientos)' delibera-
~y
ciones que deben observar los Consejos. Imaginar al rey papelero en su des-
;0.
pacho de Madrid:' el "príncipe burócrata", como decía de Felipe II el
le
I obispo Limoges, "enteramente dedicado a sus asuntos)' que no pierde una
z: sola hora, pasándose el día entero entre sus papeles",35
,)'
[El Prudente] despachaba en esta manera. Sentábase Su Majestad a su mesa,
donde llegaba el seCretario con los papeles. Y sentándose en un banquillo
i-
)- 34 Cit. en Helmut C. Koenigsberger, La práctica del Imperio, Madrid: Alianza, 1969, p. 78.
35 Descripciones semejantes se hallan en la Memorie politiche del cardenal Cram'ella. V.
i.J Fernanc1 BraudeJ, EI.lv!ediümál1eo y el mundo mediterráneo en la ipoca de Felipe Il, ~1'adrid: FCE,
IS 1993, T. 1, pp. 494-497.
--
122 EL VUELO DE ASTRE.-\.

hacía relación a su Majestad de lo que contenían las cartas y memoriales reser-


vados de cosas graves. Y entendido por Su Majestad, mandaba en cada cosa lo
que era servido. Y advirtiendo el secretario lo que se ofrecía, asentaba allí
luego en un borrador las deliberaciones que tomaba Su Majestad, y después
formaba de ellos billetes para los presidentes y ministros [de Jos Consejos] a
quien tocaba de parte de Su Majestad. Bien, el príncipe responde de su mano
pero siempre a través de su secretario Jos negocios arduos, y los menudos tam-
bién: Las consultas [de los Consejos] las despachaba Su Majestad en esta
forma: que leía el secretario lo sustancial de ellas con el parecer del Consejo, y
Su Majestad habiendo entendido lo que contenían tomaba la resolución en
cada una que mejor le parecía, en presencia del secretario. Y esta la escribía el
Secretario en un papel aparte, y después, con las más breves, claras y sucintas
razones ponía en las mismas consultas, en cada una, un decreto de su mano,
que después rubricaba Su Majestad.36
El secretario es intermediario entre e! príncipe y los Consejos, ordena
las consultas, pone los papeles uno encima de! otro, determina así la
urgencia o gravedad de los asuntos, redacta las respuestas ... El control
pleno sobre e! volumen creciente de asuntos no es, por tanto, del príncipe,
es de ciertos grupos cortesanos encabezados por el privado -secretario o
valido- en turno que imprime su propia dinámica, personal, a la evolu-
ción institucional de la Monarquía."
De modo que la oposición rey/Consejos, se transforma sin dificultad en
la tensión privado/Consejos. Los privados, validos, favoritos del príncipe
católico no representan en modo alguno una forma excepcional,3s pero la
variedad y cantidad de asuntos que se tratan en los Consejos produce la
concentración de funciones en ciertas personas, necesarias, indispensables,

36 Cil. por GeofreyParker, Felipe JI, Madrid:Alianza,1984,p. 54.


37 Por ejemplo, en tiempos del Prudente, en torno al príncipe de Eboli, miembro del
Consejo de Estado desde 1556, se aglutina una facción de la corte que impulsa la creación
del Consejo de Italia que proyecta las directrices de la política mediterránea de la :Nlonarquia
Católica. Se introducen así equilibrios regionales, dotan a la Monarquía de cierta estabilidad,
pero a la vez adquiere preponderancia un gnlpo señalado de cortesanos, eficaces, competen~
tes, pero también ambiciosos, interesados en atender sus propios compromisos clientelares,
que chocan con los Consejos(el príncipe de Eboliarrebata competenciasal Consejode Ara-
gÓI1para crear el de Italia). Pero también un grupo de cortesanos 'puede formar oficinas para_o
lelas, sln definición formal. Así se organizó la Junta de Noche que operó de manera indepen~
diente de los Cons~jos; en el curso de sus operaciones se formaron otras lnás, los secretarios
Mateo Vázquez, Juan de Idiáquez, Cristobal Maura y -el conde Chinchón se ubicaron como
grupo intern1edio, selecto, discreto, eficaz en la asistencia del Prudente: alIado de la.J unta de
Noche se formaron la Junta de Presidentes, la Junta 'de Cortes y la Junta Grande, coordinadas
por los dichos secretarios que a su vez dominaban las materias de gobierno: en Estado y Gue-
rra entendía Idiáquez; en Castilla, Portugal y Hacienda entendía wIoura; las cuestiones de
Aragón, ItaJiay CasaRealcorrespondíanal conde Cinchón. _
38 "La aparición del ministro jJrivado constituye [... ] 1m fenómeno característico. de una
fase específica de la evolución del Estado moderno. Ante todo, la difusión del modelo en las
principales cortes europeas así lo corrobora [... ] Durante buena parte del siglo XVII no con~ti~
tuye una excepción, sino la regla, la potestad regia entregada en manos de un único tninistro,
!,EA. C:\A CO:\FIGURACrÓ:-: DE OPOSICIONES CO~II'LEJAS 123

ier- que gozan de la mayor confianza del príncipe, como individuos diligentes,
1 lo competentes, que actúan de manera paralela a los Consejos, y de manear
allí distinta a éstos: órganos colegiados sujetos a rigurosos procedimientos,
ués deliberaciones, votaciones, que el privado -favorito, valido o secretario-
;Ja pasa por alto. Además, la acumulación de trabajo se acompaiíaba de consi-
lno derables cuotas de poder; no sólo porque se trata de tareas políticas de
l111-
distinta magnitud, que tocan intereses de personas y corporaciones sino
:sta
porque para librar y despachar acertada y prontamente requiere, no
), y
teniendo otra, facultades extraordinarias: disponía el privado de abundan-
len tes recursos provenientes del favor real que comunicaba a través de una
1 el
Itas red clientelar,39 para garantizar el control sobre el gobierno.
, El poder del valimiento, en términos de capacidad efectiva para deter-
no,
I minar, resolver, ejecutar, se traducían en capacidad para dar y repartir.
I Esto fue normalmente un serio problema.
:na
, La dedicación que exigía el gobierno de la Monarquía, las limitaciones
I la del príncipe, su incapacidad para atender y ocuparse de todo, dieron al
rol
valimiento y la privanza su razón de existir, pero su condición fue siempre
pe, doble, contradictoria y quebradiza: dependía de la entera, firme, confianza
? o del príncipe, y a la vez estaba sometido a la hostilidad de aquellos que no
lu-
t participaban de los beneficios de su clientela. En cierto modo, el príncipe
delegaba en el valido atribuciones soberanas, en el sentido que dice Que-
.en
vedo: "El poder soberano de los príncipes es dar las honras, y las merce-
pe
des, y las rentas", y en esto debía observarse alguna medida: "Si las dan sin
la
la otra causa á quien ellos quieren, no es poder, sino no poder mas consigo;
si 'las dan á los que las quieren, no es poder suyo sino de los que se las
~s,
arrebatan" (Política de Dios y Gobierno de Cristo: r, XIV). La pregunta es de
Antonio Pérez:
~el ¿Aplicaría muy mal el que dijese que el lilego es la Justicia que alumbra)' puri-
ión fica un reino, )' que si se desconcierta le abrasa todo; que el aire son los cargos,
ilía
~d,
las mercedes, los favores bien disu'ibuidos, que refrescan y sustentan á unos
en- con el premio, y animan á los demás con el ejemplo? (Segundas cal'/as: LXVI).
'es
~ra~
:1"a. los que los franceses llaman miniSterial y los espafloles vali11lióllo". F. Benigno, La sombra del re)l.
~n- Validos)' lucha /Jolílica en la Espmia del siglo Madrid: Alianza, 1994, p. 9.
XVI/,
~ios 39 En tiempos de Felipe 111, vg., Francisco Gómez de Sandoval, marqués de Denia, futuro
t
mo duque de Lerma, logra organizar un Consejo de Estado más amplio por el que desplegará una
de red de influencia articulada por el marqués de Villamizar (su hennano), el conde de Lemos
das (su cuñado), el duque de Medinaceli (su cuüado), el marqués de Saniá (su remo), el comenda-
ue- dor mayor de Montesa (su primo), el conde de Altamira (su cuüado), a u"avésde los cuales los
de amigos)' criados eran catapultados a los Consejos y áreas estratégicas de la administración de
la Monarquía, Sluetas al valido. El embajador de Venecia observó: esle duque fcIe Lerma] se
ma puede decir que hace cOl"denales, que dispensa las dignidades, que dislri&u)'e los ingresos, lanlo los ecle-
las siáslicos coma los seCIIlares... y a esle Duque se puede decir que se ha ,'educido la suma de lodo el
iti- go&ienlO, la dispensa de las gracias)' lodo el bien)' el mal de quien prelende alguna cosa en aquella e01te.
to, Cit. por Francesco Benigno: La .10111&1'0 del reJ, op. cit., p, 45.
•••• 1111

~
!
1
¡,
I
I 124 EL VUELO DE ASTREA
I
I
I y en esto se eXlgla economía, para evitar conflictos en la corte, como
II observa el mismo Pérez: "las gracias de 105 príncipes, como de todo poder
, humano, siempre fueron menos que los pretensores; y así es fuerza que
haya de mal contentos y mal despachados gran número en todos 105 rei-
nos" (Primeras cartas: XLIII).
Quedando delegada la ingrata tarea de prodigar las gracias reales, las
posibilidades políticas que desde luego había en ello, con su muchas venta-
jas, comportaba sus riesgos: "Un desesperado, que tal nombre se le puede
poner al despechado, siempre echó la culpa al privado, [que] paga lo que
no pecó muchas veces" (PTimems cartas: XLIII). Los privados tenían cierto
poderío, pero siempre amenazado por la mirada vigilante, hasta resentida,
de rivales excluidos. Esto hacía que e! valido -por muy destemplado y
feroz- fuese vulnerable a las asechanzas e invectivas de la oposición
cortesana.
Pero e! valimiento fue indispensable en e! funcionamiento de la
Monarquía. Por eso, al caer un valido -tal fue siempre su suerte- no
tarda el rey en elevar a otro, hincharlo de honras y riqueza, y embarazarlo
de responsabilidades. En tiempos de Felipe III, a la ascensión del Duque
de Lerma, le seguiría su estrepitosa caída, y así sucesivamente durante el
Seiscientos (durante e! Setecientos: a ello quedaron expuestos la Ursinos,
Alberroni, Patiño, Ensenada, Esqilache, Floridablanca, Godoy, aún cuando,
para entonces, se fue formando un andamiaje institucional formal para el
valimiento:, poderosas secretarías de Estado). Uno de los factores proble-
máticos del oficio del valimiento fue siempre que sus facultades e influen-
cia, en su expansión, chocaban con los Consejos, porque eran capacidades
extraordinarias, en el sentido que excedían lo que debían ser:
Sirva el criado -dice Quevedo-, y merezca;no mande, no sea árbitro entre
el rey y los Consejos;traiga al rey las consultasy los papeles, y alivieal rey el
trabajo del mudar las bolsasde los Consejosde una parte á la otra, y de abrir
los pliegos, de disponerse á los aciertos con su parecer (Politica de Dios y
gobierno de CTi.,to, r, XVII).

En el Quinientos y Seiscientos se produjo una amplísima literatura


sobre la privanza: _sobre e! oficio y -sus deberes éticos, la prudencia que
debía observar el valido. Conviene reparar en ello, porque ilustra parte de
las tensiones típicas en e! corazón de la Monarquía. En principio las reco-
mendaciones se centran en la etiqueta cortesana, llamando sobre todo a la
virtud manifiesta: la manera cierta para acceder a las oportunidades de
prestigio, status, rango en que se traduce el favor real.40 Antonio de Gue-
vara, en la primera mitad de! Quinientos, decía por eso:

40 v., Norbert Elias, La sociedad cortesana, Madrid: FCE, 1993.


"
1

TREA UNA COi'\FIGURACIÓi'\ DE OPOSICIONES COMPLEJAS

Jmo En casa de los príncipes no deyen estar, ni menos privar, hombres embidio-
)der sos ... yracundos ... avaros ni cobdiciosos ... En casa de los príncipes no deven
que estar, ni privar, hombres carnales ... voraces ni glotonos no deven estar, ni
rel- privar, hombres blasphemos ... perezosos ni regalados infames ... ycliotas )'
simples ... ¡Hay, hay, hay de la tierra do ... el criado cobdicioso y el que da Jos
, las consejos es simple y malicioso!; porque entonces se acaba de perder la repú-
nta- blica (Relox de jn1ncipes: r, XLIV).
iede De modo que el privado debe mostrar en el ámbito de la corte cierta
:que virtud exigente, plena, quizá como la pide Castiglionne: "que todas sus
erto
buenas calidades compongan un solo cuerpo, de tal arte que cualquier
¡da,
obra suya salga hecha y compuesta de todas las virtudes juntas, conforme
[o y
I. al oficio (según dicen los estoicos) del hombre sabio" (El cOltesano: JI, VII).
:1ó n
Pero tal sabiduría debía ir acompafiada en el privado de tacto y cautela;
¡ la precaución indispensable para no producir en la vida de la corte temor o
: no amenaza, como dice Pérez, por experiencia:
3rlO Si [la privanza) está fundada en el gran entendimiento y valor de la persona,
I
que aquí es el mayor pe!igro ... porque no hay príncipe, ¿qué digo, príncipe? No
e el hay hombre (que es enfermedad natural á todos) que dure en sufrir mayor
~os, entendimiento. Pero si sabe el privado templar el uso dél, deste género de pri-
I
.do, vados son los más durables, y con razón, pues nascen del entendimiento ...
~e1 Esconded y templad, privados, e! entendimiento, por el dafio de! celo y de la
!¡le- invidia, y usad dél para el acercamiento y servicio de vuestro príncipe, y para
,
.en- vuestro mérito (Primeras cartas: XLI) .
des
También Gracián: "Más triunfos le consiguió a Hércules su discreción
que su valor. Más plausible le hicieron las brillantes cadenillas de su boca que
Jtre la formidable clava de su mano: con ésta rendía monstruos, con aquéllas
ye! aprisionaba entendidos" (El Discreto: HombTe de pla.usibles notidas. Razona-
brir miento académico). Evitar, pues, la ostentación y la hazañería y escabullirse
)s y en lo posible de los prodigiosos ojos de la envidia.41 Interesa reconocer en
qué consiste el discreto entendimiento que conviene a la privanza. No se
LIra trata del saber político que generalmente se identifica con la mgione di
~ue stato,. ampiiamente rechazada por la doctrina política que, dominada por la
;de escolástica, la negó enfáticamente.42
co-
i la
,de 4' Donjuan Manuel (cirea 1335) comienza el libro de consejos de Patmnio COl) el cuento

ue- del privado asechado en la carie: "Et porque non puede 'eer que Josomnes que alguna buena
andanca an, que algunos OU'05 non ayan envidia dellos, por la privanca en bien andanca que
aquel su privado avía, otros privados claque] rey avian muy gra!1t envidia el trabajávanse del
buscar mal con el rey, su señor. .." (El Conde Lucanor: l, Exemplo ¡).
42 Razones no de Estado -dice Gracián-, sino de establo (El Criticán: l, VII); la matelia de
Estado -dice Quevedo- hizo al serafín demonio, y al hombre semejante a las bestias (Política de Dios
y gobierno de C,isto: n, VI).
126 EL \TELO DE ASTREA

Pese a las abundantes condenatorias que mereció la razón de Estado,


identificada abusivamente con Maquiavelo,43en la Contrarreforma se desa-
rrolló cierto criptomaquiavelis171o que más o menos reelaboró el tratamiento
1 maquiavelano de la política, a la luz del lacitismo, introducido por Lipsio,
i que tanto entusiasmó al joven QuevedoH
Esta vertiente del pensamiento político se tradujo en los espejos de
príncipes -speeula jnincipum- a las corrientes de la llamada mlio conftslo-
1 nls, en que se revelan los m'cana 1171perlorumy domlnatlonis (Clapmarius, De

¡
~
arcanis Rerwnpllblicanl1n [1605]) que supuestamente convienen al verda-
dero príncipe cristiano: combinándose las máximas más o menos puntua-
les que enseñó Giovanni Botero en Della mgione di Slato (1589), para
adquirir, conservar y acrecentar el dominio (la mgione di stato si i! noticia de'-
mezzi aui a fimdare, conservare e ampliare lln dominio), y todo lo necesario a la
defensa de la religión Católica Apostólica Romana.
La Contrarreforma ofreció así una reflexión altamente moralizada de
la acción política, manteniéndose en los límites dogmáticos de la escolás-
tica; resultando que no se consideró objetivamente la materia de Estado.'i
Por eso Antonio Pérez reñía con los que "quieren vender por ciencia
infusa esta: que estado es alguna quimera, alguna metafísica incomprehen-
sible, alguna quinta esencia de aquellas tan subidas, que se van todas en
humo meneándolas" (Segundas cartas: LXVI). No se pretendió entonces
reducirla a un conocimiento neutral, de reglas aplicables en las distintas
situaciones concretas que suscita el gobierno: la moderna inspiración racio-
nalista fue rechazada, negando la aspiración tecnicista, administrativa, de
la razón de Estado.
Se conservó en cambio la intuición maquiavelana:46 el príncipe se
enfrenta a la necesidad y a lo contingente con la virtü de que es capaz.
Hicieron traducción de la Fortuna, diosa pagana de que hablan los histo-

-13 Sobre el antimaquiavelismo de la Contrarreforma: Federico Chabod, Escritos sobre


Maquiavelo, México: FCE, 1987, pp. 136-143.
4-1 Véanse las cartas que le dirige en 1604, en su Epistolario.
43 Como anota Dalmacio Negro: "Ni la neutraljdad ni lo neutral de lo científico técnico
llegaron jamás a formar parte de la doctrina ni se pensó sistemáticamente en transformar la
fonTIa política para adaptarla a las exigencias operativas de la ratio status. Eso no significa que
no se tuviese en cuenta." pero siempre con mentalidad más medieval, si puede decirse así,
que moderna'", Dalmacio Negro Pavón, La tradición liberal y el Estado, Madrid: Unión Editorial,
1995, p. 134.
4G "Fueron sus seguidores, no el propio ~Jaquiavelo, quienes creyeron, .. que el gobierno
no era más que "administración pública" (Michael Oakeshott, "El racionalismo en la política",
El móonalís111o en la política y otros ensayos, México: FCE, 2000, p. 43). Hay en el florentino cier-
tas directivas para la acción política, pero no una reducción a reglas generales, abstractas, uni-
versales (Y. Manuel Carda Pelayo, "Sobre las razones históricas de la razón de Estado", Del
mito y de 1" mzón en el jJen","úento político, Madrid: Revista de Occidente, 1968, pp. 270-271).
iREA rUNA CONFIGURN;:IÓ1\' DE OPOSICI01\'ES COMPLEJAS 127
"

Ido, ;riadores romanos,47 por la Providencia; pero al igual que el florentino con-
Esa- :sideraron una solución por la cual no quedara anulada ]a li1;>revoluntad:
Into ;en que pudiera organizarse la virtud. A pesar de la pregunta de Lipsio:
S10, !'¿Hay por ventura alguien que tanto de sí presuma, que pueda más que la
providencia divina?" (PaliticaTU'I11: J, 4), cabe la elección humana, la ded-
~ión entre hacer o decir alguna cosa de preferencia a otl'a, y calcular sus
f••
¡SZO- . consecuencias. Pero en el tratamiento de la virtud que conviene al príncipe
¡De hay un aparente abismo. Los autores de ]a Contrarreforma mantienen la
¡da- tradición de los regimientos de jJríncipes medievales en que se valoran' alta-
rua- mente las virtudes cardinales (morales) y teologales (cristianas),48 como
jara fundamento ético del ejercicio clel gobierno, e. incluso se equiparan
I ,_
de -. entrelazadas- a las virtudes prácticas del quehacer político.
i
~ ~ Egidio Romano deCÍa las virtudes teologales y la prudencia están uni-
, la
i, das: virtul.es & jmalenlia. sunt cannexae (De regillline jJrincijJUm: J, JI, 31); con-
¡de trastando con la escandalosa originalidad de Maquiavelo,49 que tiene bien'
lás- claro: "un hombre. que quiera hacer en todos Jos puntos 'profesión de
I
0.45 bueno labrará su mina ... es necesario a un pdncipe ... que aprenda a ser
1 . no bueno )' a usar o no usar de esta capacidad en función de la necesidad"
loa
,Ien- . (El príncipe: XV).
¡en El florentino utiliza el concepto de virtu para referir cualesquiel'a cuali-
,
¡:es ~lades necesarias para que el príncipe conserve. su stata según las circuns-
,
Itas .r;mcias.50 En cambio, los autores de la Contrarreforma toman la precaiJ-
!. c~ón de conservar, el concepto de virtu.d en su alineamie!lto con. valores
¡1O-

.ide ético-religiosos y lo acoplan a requerimientos políticos. Por ejeillplo Lipsio


reconoce el horizonte moral tradicional -las virtudes teologales y cardina-
i I~s como,guía axiomática de comportamiento-51.y, sin embargo, reco-
¡se
lazo I~ienda al príncipe un procedei" realista frente a las necesidades, introdu-
,
.11:0-
4i Y los hun;anistas. Giovanni Pontana le atribuyó 'la mayor importancia en las .cosas
humanas en De la. F01tU11a. Baldassare Castig.lione en El Cortesano la encontró contraria €\ la
&bre bondad, envidiosa de la virtud, señora' del mundo ... 'Maquiavelo al final de El príncipe. Que-
vedo la llamó a juicio en La. hora de todos )i In ForlmUl con seso.

...I
IICO
48 Alfonso el Sabio: E es dado at rey que sea jJiadoso e misericordioso, e guarde la o"na de todo
sú pueblo -'tan bien det grande comll/o del/Jeque"no, e aya voluntad di levar tos tados a bien e de ende-
l. la rescar todas SllS cosas (Geneml Estmia: !l, XXXJll). Describe un ethos de la m<ljestad regia, con-
nue farmacia a valores fincados en Ia~ "irtudes teologales en su afinidad con el Derecho.natural)'
así, divino. Dirá mucho tiempo después San Juan de la Cruz (1.584) que Moisés conoció 'en el
j¡"al, monte del Sinaí las virtudes del pdncipe: omnipotencia., señOJio, deidad, misericordia, justicia, ver-.
! dad y rectitud de Dios (Uama de 011/01' viva, canción J1I). .
rno
, 49 Véase, Isalah Berlin, "La originalidad de Maquiavelo", Contra la coniente. Ensayos sobre
,m-, h,~tor!a de las ideos, Madrid: FCE, J992, pp. 85-143. . .
Icr- ::10 Quentin Skinner, l...os.fimda.mentos del opensamienlo político 1JZOdel1lO l. .In Rel1f1ci1lliento,
hii- Méx~co: FCE, 1993, p. 163.
pel '01 I)ividida en /Jiedad )' bondad: la primera es sentil' J creer bien de Dios)' semirle, )' com-
prende los principios religiosós' de reverencia)' servicio a Dios, el
conocimiento y temor de Ja
divina Providenc.ia; la bondad, inseparable de la primera, es una vida. rer.tn~ así cmllO en las C05-
f 128 EL \'VELO DE ASTREA

I cien do la noción de prudencia política rica en implicaciones maquiavelanas y

1 maquiavélicas,
La prudencia -considerada genéricamente Tectom de la viTtud- la
'

divide el flamenco en pTlldencia ajena y propia. La primera es necesaria por.


que "e! príncipe raras veces, o nunca, es por sí mIsmo suficientemente
sabio" (Politieomm: lII, 2): necesita consejeros y ministros prudentes (Politi.
eonun: lII, 3-9).
La pTopia y paTticulaT pmdencia incluye la viTtü maquiavelana (en el sen.
tido: cualidad necesaria para que el príncipe conserve su stato), pero no se
reduce a ella. La divide en civil y militaT. La prudencia civil queda separada
en divina y humana: la primera se refiere a la religión dentro de la Repú-
blica (PoliticoTll171:IV, 2-4); la segunda, al trato que debe observar el prín-
cipe respecto al reino, según las condiciones de! vulgo: cómo debe usar la
fuerza, cómo evitar el odio, el menosprecio y los vituperios, &c. (Politieo:
Tllm: IV, 5-12). Pero hay una tercera, la prudencia mezclada: "Me parece
haber presentado al príncipe ... la bebida mejor y más pura que he podido
sacar de dos fuentes y manantiales de la prudencia [divina y humana] ¿Me
será permitido e! mezclarlas y añadirle algo de la hez y lodo de los enga-
ños? Yo creo que sí, por más que algunos Xenones y enteros me lo nie-
guen, que sólo aprueban aquel camino que por medio de la virtud llega a
la honra y a la gloria" (PolitieoT1l1n: IV, 13). Se trata de un saber útil que
lleva algo de "la hez y el lodo" de la malicia.
De modo que los autores de la Contrarreforma, por supuesto, noigno-
ran las infinitas trazas y agudezas para conservar e! poder, en un sentido
maquiavelano además: con una mirada pesimista sobre la condición
humana. 52 Desde luego que las trampas y mentiras son tan sólo un recurso
a la mano del príncipe (no esencial como las verdaderas virtudes), y de
preferencia el último. Por eso Lipsio, según dice, no quiere ser tan por-
fiado como para soltar enteramente las riendas a la malicia: "nunca Dios
lo permita" (PolitieoTUm: IV, 14).
La pTudencia mezcla, es una opción elegible para obrar, no sólo necesa-
ria según las circunstancias, sino loable de acuerdo a ellas.53 Pero la dificul-
tad para captar adecuadamente el significado de la pr-udencia política en su
totalidad, por una definición clara y distinta, no se cifra en la aparente

tumbres como en todas las acciones (PQliticorurn: 1, 1-6). La virtud en sus dos formas es indis-
pensable también a la conducta del príncipe (Politicorwn: n, 8- 9), Y la primera virtud que es
necesaria tanto a la República como al gobernante es la Justicia (Politicorwn: !l, 10-11),
52 En el capítulo XV!l de Et principe se lee: "en general, se puede decir de los hombres lo
siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peli-
gro, están ávidos de ganancia", y con muy similar antropología, se pregunta Lipsio: "¿entre
quiénes vivimos? Es a saber, entre agudos y maliciosos, y que parecen estar enteralnente com-
puestos de fraudes, mentiras y engaños" (Politiconun: IV, 13).
53 Como explica un comentarista del Seiscientos, erudito y libertino, Gabriel Naudé: esta
última [la prudencia compuesta] ni es tan PUTa, ni tan sana e íntegra ... pues participa en alguna
!STREA UNA CONFIGURACIÓN DE OPOSICIONES COMPLEJAS 129
. ,
;
ras y promiscuidad en que conviven valores ético-religiosos y políticos, sino. en
I la constelación de cosas tocantes a la acción política; el mismo Lipsio lo
¡-la reconoce:
¡por- ¿Qué es [la prudencia), sino una elección de cosas de una u otra manera suce-
iente
I den? Las cuales siendo inciertas, ella lo ha de ser así mismo; y aún mucho más,
?oliti-
I pues está obligada a considerar las cosas en sÍ, sino juntamente Con todo 10
IIsen- que de ellas depende; teniendo en cuenta con los tiempos, lugares y hombres;
alterándose por poco que estas circunstancias se alteran y mudan; y aSÍ, está
~ose tan lejos de ser siempre la misma, y de un mismo temple en todas partes ... Lo
bda cual no cabe en la ciencia ... Tampoco nadie es capaz de reducir y atar a pre-
bpú- ceptos ciertos y limitados lo que en sí mismo es tan confuso j' dudoso (Politico-
brín-
I mm: IV, 1).
ar la
~tico- Lipsio no es el umC0 en renunciar al racionalismo. Un aspecto de la
Irece oposición pmdencia política/ racionalismo político se expresa en la condena de
~ido los arbibistas, especie de economistas políticos, objeto de los humoristas del
I¿Me Quinientos y Seiscientos.
hga- "Yo, señores --dice un perro sabio-, soy arbitrista, y he dado a Su
Ime-
I .
Majestad en diferentes tiempos muchos y diferentes arbitrios, todos en pro-
ga a vecho suyo y sin daño del reino", es la imagen que ofrece Cervantes, en el
que coloquio de Cipión y Berganza, sobre los consejeros espontáneos, frecuente-
mente no deseados -como los describe. Mauricio Tenorio- que imagina-
,
rno-
ron posibles remedios para la ruina de la Monarquía, en especial durante
\:ido
I., el Siglo de Oro: explicar la decadencia y promover la recuperación fue su
[IOn
tema;54 proyectaron soluciones a las dificultades económicas de la Monar-
~rso 55
quía, recibiendo ponzoñosos ataques. El desprecio por los arbitristas
1 de
no termina hasta bien entradq el Setecientos, con el racionalismo
por-
rios

bsa- medida de los fraudes y las estratagemas que, de ordinario, se infringen en las cortes de los
príncipes en el manejo de los más importantes asuntos de gobierno. Sin embargo, procura
bul- mostrar Lipsio, con su elocuencia, que tal clase de prudencia debe ser tenida por honesta, y
I
I su que puede ser practicada como legítima y aceptable. Después de lo cual la define hano juicio-
In te samente "argutum consiliuni a vinote, aut legibus deviulll, Regni Regisque bono" [consejo
agudo que se 'iesvía de la virtud o leyes, por bien del rey o su reino) (Consitierátio-ns politiques
sur les CDUPS d'Etat: JI).
dis- 54 M. Tenorio, "A la cacería de sentidos comunes", De c6mo ignorar, México: FCE, 2000,
le es p. 133.
I;s lo . 55 Quevedo: "Arbitrio para tener inmensa cantidad de oro y plata sin pedirla ni tomarla á
nadie; para tener inmensas riquezas en un dia, quitando á todos cuanto tienen, yenriquecién-
,ntre.
beli- dolos con quitárselo; arbitrio fácil y gustoso yjustificado para tener gran suma de millones, en
que los que los han de pagar no lo han de sentir; ántes han de creer que se los dan"; arbitrios
bm- útiles para consuelo de la República, o su ruina: El Anlicristo, concluye Quevedo, ha de ser arbi-
trista (La Hora de todos y la Fortuna con seso: XVJI).
¡,sta
una.
ISO

ilustrado,56 de raíz baconiana. Entre tanto, la política poco o nada tiene


que ver con la ciencia.
Como dice Rivanedeira, la prudencia es "La guía y maestra de todas
e
las virtudes morales del príncipe cristiano, y para alcanzarla es gran medio
d
pedirla a Dios, que es la fuente ... y autor de todo lo bueno ... y cultivar el ce
ánimo con las virtudes" (Tratado de la Teligión y virtudes que debe tener el prín- re
cipe cristiano: XXIII). q;
Igual que Lipsio, Rivadeneira recomienda alguna trampa, fuerza,
g'
doblez, engaño, pero que el príncipe "por la prudencia de la serpiente no n;
pierda la simplicidad cristiana y de paloma" (Tratado de la religión y virtudes. ce
que debe tener el príncipe cristiano: XLIV). Este valor supremo del arte polí- SI:
tico, inasible casi, parece el menos propicio para un tratamiento técnico: h,
"Es la materia de Estado, escribe Fernando Alvia en su VeTdadera razón de
Estado (1641), un profundísimo mar en que ni hay arte que la comprenda ae
ni ciencia que la enseñe". Pero implica algún conocimiento, susceptible d,
rl<
de ser comunicado y recibido: los specula principum eso pretenden después de
todo; pero no es un saber únicamente especulativo, teórico. De hecho, sólo cu
existe en su uso. qL
ca
El método por el que se adquiere es la experiencia, y los libros que
de,
ofrecen alguna introducción formativa son acaso los de historia: "lo que
niega la naturaleza, dice Lorenzo Ramírez, concede la Historia" (Notas y
Ju
en
discuTSos al capítulo undécimo del libro 111 de los aforismos políticos de Juan Cho-
kier); sólo así, dirá Baltasar Álamos de Barrientos: "ciencia es y su escuela cu
tiene, que es la experiencia particular y la lección de las historias, que SU]
constituyen la universal. La cual, cierto, serviría de poco si de ella no se de
sacasen los principios y reglas" (Suma de preceptos, justos, necesarios y prove- tue
chosos en consejo de Estado al Rey Felipe 111, siendo príncipe: Dedicatoria al CA
Lector). Hay intentos de reducirla a doctrina, y llamarla ciencia, pero se
mantienen en los límites tradicionales: la idea clásica de la prudencia. pse'
implica precisamente un conocimiento relativo a la Historia. futL
Tici
La prudencia es la memoria de las cosas antiguas, el entendimiento y DET
ordenamiento de las presentes y el cálculo del pOD'enir (in praeteritormn szgn
den
recordatione, in praesentium oTdinatione, in futuTOrum meditatione).57 min
con~
pre~
56 En 1793, e! corone! don José Cadalso: "Con mas rapidez que la ley de nuesu'o profeta
ocuI
Mahoma han visto los cristianos de este siglo extenderse en sus paises una secta de hombres "par
extraordinarios, que se llaman proyectistas. Estos son unos entes que, sin particular"patrimo- na (
nio, pretenden enriquecer los estados en que se hallan, ó como naturales, Ó como advedizos. las v
Aun en España, cuyos habitantes no han dejado de ser alguna vez demasiado tenaces en con- derc
servar sus antiguos usos, se hallan varios de estos innovadores de profeslon. 1\:Iiamigo Nu~o tolas,
me decía hablando ele esta secta, que jamás había podido mirar uno de ellos sm llorar O reIr, gobie
según la disposicion de humores en que se hallaba" (Cartas ivlarruecas: XXXIV)., .
37 Fórmula atribuida a Séneca, que puede remontarse a la sentenCIa mas antlgua, ger,
••••
I
I
t

CNA CO"iFIGURACláN DE OPOSICIONES CO"IPLEJAS 131

ene Pero la pmdel1cia politica no se reduce a ello, ni a las virtudes teologales


y cardinales, aunque las comprende, supone un saber hacer las cosas, y
das esto, para los validos, privados y favoritos se complica ante la complejidad
dio de la Monarquía Católica: la confusión de materias en las instituciones
r el centrales de gobierno -los Consejos-, la diversidad de asuntos, la hete-
rin- rogeneidad del sistema en que debían operar. Sobre todo en la medida en
que existe una separación estructural entre el gobierno central y los
:za, gobiernos territoriales, entre la corte de Madrid y los agentes de los virrei-
natos. No hay una férrea e indiscutida cadena de mando sobre la cual
no
construir un política de Estado coherente.58 De hecho no hay un Estado,
¡des
sino muchos estadículos o figuraciones políticas con tendencias certeras
olí-
hacia el desarrollo de la estatalidad.
'ca:
, Los secretarios del príncipe católico, si interesados en asistirIoen
. de aquellas empresas dirigidas a adquiTiT, conservaT y aCTecentaT su dominio
fda debían proceder no según la mtio status, sino observando, al menos en apa-
ble riencia, las exigencias morales, religiosas, jurídicas que informan la ade-
.de cuada, virtuosa acción política. Sucediendo frecuentemente, sin embargo,
610 que debían obrar enérgicamente según las apremiantes necesidades del
caso, apartándose de la Justicia (and with necessity, the tymnt's plea, excused his
fue devilish deeds Uohn Milton, Pamdise lost: IV, 393-394]). Sobre todo de la
fue Justicia: por el carácter judicialista de la Monarquía, el poderoso valido
sy entra regularmente en conflicto con los tribunales superiores, los Consejos.
f¡o- Las reglas de acción en los Consejos corresponden al paradigma de la
~la cultura letrada; operan según las reglas de la pT11dentia o mtio imis, que
ue supone un cierto saber especializado, libresco, con su dogmática, autorida-
I des, con sus restricciones éticas, sus procedimientos formales, límites insti-
,
.se
tucionales, &c... como ha observado Hespanha, los conflictos entre los
~e-
Consejos, como órganos que sustentan las actividades judiciales de la
al
se
;za pséudo-platánica: "el pasado suministra los precedentes, el presente plantea el problema, el
futuro abriga las consecuencias". En e51e sentido, La Alegoria de la Prudenáa (árca 1560) de
Ticiano, lleva la inscripción: EX PRAETERITO/ PRAESENS PRUDENi'ER AGIT/ NI FUTUP.A ACTlONE
DETURPET. (V, Enl'in Panofsky, "La Alegoi'ía de la Prudencia de Ticiano: Post Scriptum", El
'Y sigmficado en las aJtes visuales, Madrid: Alianza, 2000; pp . .171-193). Juan de Mariana: "A las
¡j71
demás virtudes en que debe educarse un príncipe ha de añadirse la prudencia, luz que ilu-
mina 10 que se debe hacer. Es la prudencia cierta facultad de la mente en virtud de la cual,
considerando todas las partes de una cuestión por la memoria de lo pasado, disponemos lo
presente y prevenimos lo futuro. Y por lo que está ya manifiesto descubrimos lo que está aún
~ta oculto" (De Rege et Regís Institu!ione: l!l, 15). Como asegura Antonio de Herrera, en 1626:
~es "para formar enteramente esta joya tan preciosa se requieren tres cosas, la primera la melllO-
10- ria de las cosas pasadas, la segunda el conocimiento de las presentes, la última el echar de ver
~s. las venideras, en lo cual muestra principalmente la prudencia su fuerza y en ella da su verda-
'11- dero fruto, y en ninguna manera se puede conseguir sin que derive de las dos primeras" (Ej)[s-
00 tolas, discursos )' tratados a diversos claros varones, las cuales contienen muchas rnalen"as útiles para el
Ir, gobierno j)olítico y miliar: Discurso ... para adquirir la prudencia).
,~ v., Pablo Fernánclez Albaladejo, "Epílogo. Repensar el Imperio", en H. G. Koenigsber-
la, ger, La práctica del !mjJe-Jio, Madrid: Alianza, 1969, p. 25 J.
132 EL YVELO DE ASTREA

Monarquía, y las estructuras comisariales, ejecutivas, producen principal_


mente luchas por el poder decisorio en el ámbito cortesano y resistencias
conservadoras uurídicas) a objetivos fijados en alguna estrategia regalista
concreta. 59
La llamada prudentia iuris de los togados chocaba con la lógica rega-
lista de los validos, que no habrían de detenerse ante las questiones de iuris
subtilitatis. Consejos y privado defendían su ámbito de competencia, produ-
ciendo dudas y conflictos que obstruían la autoridad de los unos y e! poder
del otro, contribuyendo a la ineficacia administrativa.
El proverbial valimiento del Conde-Duque de Olivares -don Gaspar
de Guzmán y Pimentel, Conde de Olivares y Duque de Sanlucar, gentil-
hombre de Felipe IV, privado suyo desde que sube al trono (1621)-,
ofrece algunos ejemplos, y siempre e! mismo: el conflicto que se repite pri-
vado/ Consejos, expresado en la oposición ratio status -que corría por las
venas de Olivares-,6o y la ratio iuris de los tribunales. Comienza decidida-
mente en la Unión de Armas, por la que se pide a los reinos contribuciones
extraordinarias para financiar el esfuerzo bélico (desde 1636) en la Guerra
de los Treinta Afias (1618-1648), y termina afirmando la heterogeneidad y
pluralidad de la Monarquía.

Nápoles, circa 1645

"Nápoles es reino que amartela á muchos príncipes, escribe Quevedo,


y fue muy bien estudiada semejanza la de! caballo sin freno, que son sus
armas. Preténdale quien la pretendiere, guardando vuestra majestad á
Nápoles de los napolitanos, seguro está todo" (Lince de Italia). Efectiva-
mente, los regnícolas, especialmente los barones y eclesiásticos (Nápoles
era feudo papal), supieron defender sus libertades y privilegios desde
tiempo de Fernando el Católico. Sin embargo, en el Seiscientos, la presión
fiscal ejercida por el Conde-Duque, el pronto hundimiento de las finanzas
del reino (1636), compone una circunstancia en la que se percibe una

59 Hespanha: "La estructura sinodal -Consejos, con atribuciones determinadas por ley y
garantizadas por eficaces mecanismos jurídicos contra cualquier usurpación, incluso por parte
del rey-, constituía un soporte organizativo adecuado a la decisión judicial, garantizando la
expresión de todos los puntos de vista)' respetando, por eso, la naturaleza tópica y argumen-
tativa del proceso jurídico de decisión. Sin embargo, se revelaba pesado y dificultoso en el
dominio de la adlninistración activa, que requería prontitud e inequivocidad en la decisión,
típicas de órganos individuales, pero no de los Consejos, acéfalos, de constitución heterogé-
nea, y plagados de rivalidades personales y estatutarias". A. M. Hespanha, "Portugal y la polí-
tica de Olivares", Revueltas 'Yrevoluciones en la lnstoria, Salamanca: EdICIOnes de la UnIverSIdad
de Salamanca, 1994, pp. 67-68. .
60 Manuel Carda Pelaya, "Sobre las razones históricas de la razón de Estado", en Del mito
y de la Tazón ... , 0i). cit., p. 299.
UNA CONFIGUR>\CIÓN DE OPOSICIONES CO~IPLEJAS 133

61 hasta su prác-
mayor intensidad de las relaciones polémicas TeX-TegnU'lll.,
ipal-
Icias. tico colapso, como lo percibe Camelia Spinola, en 1645, al comentar la
lista entrada de un nuevo viITey: "todos lo aclaman como a un gran goberna-
dor, pero tendría que ser un ángel del paraíso capaz de realizar cosas
ega- sobrenaturales, pues encontrará el Reino destruido." (LetteTe Consoli
iuris NajJoli).62 Para entonces las tensiones habían llegado a su punto de rup-
;du- tura, en la revuelta de Masaniello (1647).
¡der Cuando fue restaurada la autoridad virreinal, el Conde-Duque ya
había caído de la gracia del príncipe (1643), que prefirió negociar con el
, baronaje, dándole el triunfo como estamento privilegiado en el control del
:par
ptiJ- reino (en sus señoríos, y en la composición del parlamento y las magistra-
)-, turas). Un arreglo político que se basa en las antiguas instituciones del
-pl'i- Derecho napolitano, afirmando la permanei1Cia del ordenamiento regale et
¡las politicu.17l.
¡da- Cataluña, ] 640-1652
nes
1
:ITa En el COTjJUSde Sangre de ] 640 se levanta Cataluña, por más de' una
,el y década. Un conflicto antes que nada por el Derecho. Las leyes del princi-
pado de Cataluña eran pactadas entre el príncipe y' la tieTra, introduciendo
una confusión inequívoca de libertades y privilegios de la nobleza y la bure
guesía catalana pactados en forma Ú1S omnimodae Tepl'esentationis, como
i Derecho del principado en su conjunto, ante el re)'. Pero la Tebeliónde Bai.-
do,
i
sus
celona -como dedo. Qu.evedo- ni es por el giievo ni eSPOTel ¡ueTo, es co1üm la
MonaTquía, y también contm la mistocTacia catalana.
i
,
á
No es un repente de] ánimo popular,63 ni es fortuitá la participación
va-
del rey francés,64 todo ello cuenta, pero también la presión regalista del
lles
1 Oonde-Duque al extender la Unión de Armas al principado. Como en
:de
Nápoles, interesa el desenlace. La restauración, la victoria de las armas de
,ori
, Felipe IV, llamado el Grande, en Barcelona (1652), pasó por los pactes hon-
,
~as 1'0.105 que significaron el reconocimicnto de los estamcntos, respetando el
Lna
statu qu.o ante bellum. Tal como fue la promesa del príncipe a la Junta
Gmnde catalana (164l): mas no se debe alteTaT lo que se ha pactado,. vuelva
n
¡rte
i la 1 61 Una aproximación: Anna María Rao y St.einar Supphellen, l<Las élites del poder y los
~n- terrilodos dependientes", en Wolfgang Reinhard (coord.), Las eliles del/Joder y la eOllslmeción del
I el Eslado, México: FCE, 1997, pp. 107-13J.
5n, 62 Citado por Rosario Villari, La 1'I,uueltaallliespmiola en NojlOles. Los orígenes (1585-1647),
gé- Madrid: Alianza, 1979, 1'.. 193.
llí- 63 V. los antecedentes en J. H. Elliot, La ,'ebetión de los calalanes (1598-1640). Vn esludio
:ad sobre la decadencia de Espmia, Madrid, Siglo XXI, 1977, p. 477. .
I 64 Las intervenciones hjst6ricas de Francia sobre Cataluña (y la simpatía catalana por Jos
!ilo franceses) las tienen en cuenta los historiadores, desde Manuel de Mela en su Hisloria de los
movimienlos y sejlaración de Cal/mia, y de la gnerra enlre ta lIlajestad ealólica de D. Fetijle IV, rey de
Caslilla)' de Aragóll, y la Diputación geneml de aquel PdncijJado.
-,...-
11

134 EL \TELO DE ASTREA

cuando voh'iere. Importa además el perdón general, y el contento popular


en las fiestas que siguieron a la pacificación: "y con prímoroso cuidado
sacaron un sol, cuyo geroglífico demostrava a España, el qual despedía de
sí varios diferentes rayos de luzes que alumbrava sus resplandores a todas
sus provincias con las armas de cada una de ellas que llevava en su circun-
ferencia ... adornado todo de varios estandartes y en ellos dibujados sus
reinos ... y sobre toda esta invención avía un león dorado, coronado y
triunfante vencedor; y a su redonda muchas hachas y luzes".65 Sin decirlo,
la imagen (el tropo retórico) afirma: "España es un sol triunfante, pero
cada provincia que ilumina tiene sus armas, su identidad propia". 66
El Conde-Duque animó con su ardoroso regalismo la rebelión, pero
no le tocó ver su desenlace: el fracaso del avance castellano sobre Cataluña
(1643) precipitó su caída definitiva, ya anunciada en Portugal, 1640: no
sólo se levantó el reino, sino que terminó separándose definitivamente de
la Monarquía.
Mientras duró el esfuerzo regalista de Olivares, se produce en el cora-
zón de la Monarquía el pasmo de los Consejos. Sin destruirlos, el privado
pudo prescindir de ellos, e incluso del príncipe, que en todo momento
quedó absorto ante la actividad desplegada por su privado ..Por medio del
recurso a juntas incondicionales neutralizó a los ministros hostiles, trasla-
dando la toma de decisiones a su esfera de mando, introduciendo masiva-
mente en los Consejos a personas leales. "En las juntas que formaba -se
lee en un panfleto contra Olivares-, proponía su deseo ante todas cosas, y
en reconociendo oposición de ministros, le excluía della, entrando en
aquel lugar otro de los suyos, con que nunca dejaba libertad en el votar, y
andaban en perpetua lucha sus dictámenes con sus consciencias". 67 Pero el
orden polisinodal no desapareció, ni mucho menos el sentido judicialista
de la Monarquía.
Cuando Olivares es expulsado de la corte, Quevedo escribe al prín-
cipe: "La Justicia, de cuya espada temblaban las balanzas de su peso, mas
conocida por las heridas que por la igualdad, ya vuestra poderosa mano la
corrige en benigno fiel de su equilibrio, desciñéndosela alodio y á las ven-
ganzas que la esgrimieron homicidas y facinerosos" (Pa.negíl'ico a. la. Ma.jes-
ta.d del Rev Nuestro Señal' don Felipe IV, en la. caida. del Conde-Duque). El

65 Relación verdadera de las jiesta.fi que hecho la. nobilL5sima GÚldad de Barcelona ... , cit. en Fer-
nando Rodríguez de la Flor y Esther Calindo B1asco, Politica y fiesta en el Barroco, 1652. Descrip.
ción, Oración y Relación de Fiestas en Salamanca con motivo de la conquista de Barcelona, Introduc-
ción, Salamanca: U. De Salamnca, 1994, p. 59.
66 Ha dicho Claudia Lomnitz que a nivel de las imágenes se dan acomodos pragmáticos
sin necesidad de pronunciamientos políticos formales ni de normas jurídicas. "Ritual, rumor y
corrupción en la formación de los 'Sentimientos de la Nación' ", Modernidad indiana. Nueve
ensayos sobre nación, )' mediación en AJéxico, .México: Planeta, 1999, p. 205.
67 Cil. en Francesco Benigno, La sombra del Tey... , op. cit., p. 216 n.
;TREA UNA CONFIGURACIÓN DE OPOSICIONES COMPLEJAS 135

)ular orden ngale et jJoliticum multiplicado en la Monarquía requiere del funcio-


dado namiento de los mecanismos flexibles del orden polisinodal, indispensable
:a de para asegurar la existencia de las diferentes figuraciones políticas de la
odas comjJlexioojJpositonlm. La estIuctura estable que genera las condiciones del
;cun- orden político la aporta el funcionamiento de los institutos de Justicia y
¡ sus con ellos la jJrudentia iuris de los jurisconsultos.
do y A esta forma política correspondía una cierta imagen del soberano,
¡irlo, peculiar y característica, en que se acoplan las doctrinas cristocéntricas y
pero iuscéntricas medievales, fortalecidas por la doctrina política de la Contra-
rrefonna. El príncipe es vicario de Cristo para hacer justicia en lo tempo-
I
pero ral: debe arreglarse al Derecho. Otra vez Quevedo, en un hermoso pasaje,
!uña como suyo:
; no Sacra, católica, real majestad, bien puede alguno mostrar encendido su cabello
~ de en corona ardiente en diamantes, y mostrar inflamada su persona con vesti-
I
dura, no sólo teiiida, sino embriagada con repetidos hervores de púrpura; y
6ra-
, ostentar soberbio el ceu'o con el peso de oro ... : llamarse rey, y firmarse rey;
mas serlo y merecer serlo, sin imitar a Cristo en dar a todos lo que les falta, no
fado
,,
es posible, Sei'¡or. Lo contrario más es ofender que reinar. .. Obligado estáis a
~nto
la imitación de Cristo (Politica de Dios y gobierno de C,.isto: n, IV).
!del
!sla- El dar a "todos lo que les falta" es un consejo político: atender las'
,. necesidades del reino, pero también dar a cada uno lo que merece. En el
!lva-
,!.....se imitar a Cristo, Sol de Justicia, se condensa la pretensión judicialista de la
ís, y Monarquía, y las expectativas respecto al gobierno, como en Lope' de
! en Vega: Solo soy dichosal En que jJedir jJuedal Al mejor alealdel Que gobienw. y
h-, y reina,! Justicia)' 1¡iedadlDe maldad tan fiera (El mejor alcalde, el rey: III, 19]).
D el También la advertencia, que recuerda la máxima isidoriana, rex eris si recte
ista facies, si non, non eris.
I;
,,
rln-
inas
,
~ la
en-
l.
~es-
:E1

fer-
:r;IJ-
luc-
,
ICOS
)1" y
leve
CAPÍTULO QUINTO

BALANZA DE ASTREA.
NOTAS SOBRE LA PRÁCTICA JUDICIAL

1. ENTRE ABOGADOS

j No siempre llevó la justicia venda en el rostro. Las personificaciones de la


I idea de justicia han variado con el tiempo, hasta fIjar la imagen de aquella
.doncella de la Balanza y la Espada, desapareciendo sus penetrantes y ame-
drentadores ojos, a veces dirigidos hacia lo alto, buscando inspiración
divina, dándole un gesto inconfundible de firmeza y dignidad: melancó-
lica; pero carente de dulzura.
La venda en los ojos fue en la iconografía clásiCa señal inequívoca de
torpeza. moral -sin luz, oscuro, incapaz de ver física o .mentalmente-, y
se asociaba con las alegorías de la Ambición, Cupido, Error,' Fervor,' Ira,
.Ignorancia, Ímpetu ... Para la justicia, se trata de un atributo tardío y acaso
de influencia egipcia: 1 fue adoptado hacia el mediar del Quinientos.
Pero todavía la influyente Icono logia de Cesare Ripa, publicada por pri-
mera vez en 1593, considera, con otras formas de la justicia, la representa-
ción antigua: "Ha de tener ojos dotados de agudísima vista, adornándose
además con un collar que desde el cuello le cuelga, apareciendo grabado
sobre él el dibujo de' un ojo. Dice Platón que la justicia lo ve todo, ... como
verdadera vidente de la totalidad de las cosas" (lconologia: justicia según la
explica Aula Celia).
Distingue Ripa también la justicia divina de la humana, la primera:
"Mira hacia el mundo, considerándolo como cosa baja e inferior, por
estarle sl~eto"; la justicia mundana, de los hombres, la "que ejercen los
jueces y el Brazo SecUlar en sus juritas y Tlibunales", lleva en cambio los ojos
vendados: "lo que equivale a decir que no ha de mirar cosa alguna
mediante la cual los sentidos, enemigos de la razón, ejerzan como jueces"
(1conologia.: justicia divina y justicia). Baltasar Cracián dirá por eso: "iQué

1 Como ha observado EnI'in l'anofsky: "Cupido el Ciego", Es/udios sobre iconología,


Madrid: Alianza, 2001, p. 153 n.
137

.~-)
138
EL VUELO DE ASTREA

buena anduviera la Justicia si ella viera la belleza que se excusa, la riqueza


que se defiende, la nobleza que ruega, la autoridad que intercede, y las
demás calidades de los que hablan! Sea ciega, Que eso es lo que conviene"
(El Criticón: I, IX).
Hay en el Renacimiento, y desde la Baja Edad Media, dos formas dife-
renciadas de la Justicia: una superior, verdadera, que _todo lo contempla,
originada en Cristo, y otra inferior, humana, que se impone -por imper-
fecta- la severa restricción de no ver, para no distraer la
razón y acertar
mejor. La separación entre ambas formas de Justicia debe mucho a la ela-
boración que hiciera Marsilio de Padua en el Deftnsor pacls (1324), introdu-
ciendo el punto de ruptura al separar -en el contexto del conflicto de las
Dos Sspadas- la Ley divina, entendida como mandato de Dios acerca de
los actos que deben realizarse o evitarse en este mundo en vistas a la Salva-
ción, y la Ley humana: mandato de la autoridad de una República, acerca
de los actos que deben realizar o evitar los ciudadanos en vistas a su vi-
da en este mundo; comprende todas las reglas de lo justo y lo útil a la vida
civil (costumbres, estatutos, plebiscitos...) que contienen un precepto coac-
tivo de su observancia, de conformidad con la cual la autoridad determina
la culpabilidad o inocencia (Deftnsor pacis: 1, X-XI).
Sin embargo esta distinción abrió la disputa, siempre latente, entre las
letms divinas y las humanas, al conservarse por mucho tiempo la afinidad
sistémica de la jurisprudencia con la teología: no sólo. compartieron los
juristas legos (laicos) y los teólogos la ratio y la scriptum (los cmpora jurídi-
cos y los biblia religiosos, que contienen en sus páginas revelaciones y dis-
posiciones positivas),2sino también, la disposición intelectual, escolástica...
El franciscano Alfonso de Castro podía decir al mediar el Quinientos -en
su De potestate legis poenalis libri duo- que, como teólogo, concedía (teologis
concedant) a los jurisperitos en Derecho humano (iuris humanis) la interpre-
tación de las leyes, aunque las leyes humanas no se pueden entender en
modo alguno rectamente sin el conocimiento de la Ley divina.3
La condición de inferioridad de las letras humanas se amplió en el
Renacimiento hacia les campos abiertos por los humanistas, que propusie-
ron la primacía de los studia humanitatis (la retórica, la filosofía, la poesía,
la historia) sobre el limitado conocimiento de la ratio sCTipta de la Ley.
Rabelais se preguntaba por eso, quizá en serio: "¿Cómo entonces hubieran
podido entender esos viejos resudosos el texto de las leyes sijamás vieron
un libro de lengua latina, como claramente se deduce de su estilo, de pas-
tor. .. o cocinero y no de jurisconsulto? Además, dado que las leyes han

2 v: Carl Schmitt, 'Teología política", en la selección: Cad Schmitt. Teólogo de la j)olítica,


México, FCE, 2001, p. 44.
3 Cít. por Francisco Tomás y Valiente, "El crimen y pecado contra natura", Sexo ba'fraco J
otras trasgresiones premodernas, Madrid: A.lianza, 1990, p. 34.
BALANZA DE ASTREA
J39
[REA

~eza sido extraídas de la filosofía moral y natural, ~cómo han de comprender


;las esos locos, que no han estudiado más filosofía qiJe mi mula? De humanida-
he" des, historia y conocimiento de la antigüedad están tan cargados como lo
está de plumas un renacuajo, mientras que el derecho esta saturado de
,fe- ello y sin estas nociones no se puede comprender" (Pantagruel: U, X).
I Pese a sus limitaciones, como quiera, los letrados -por el conoci-
tIa,
miento de las leyes y el saber teológico y humanístico más amplio que
~r-
completa el dominio del arte del Derecho- se hicieron imprescindibles.
~ar
Puesto en una nuez, su función indispensable consistió en intervenir en las
~a-
lu- colisiones de intereses entre particulares, traducirlos al lenguaje jurídico
las como medio de comunicación generalizado por el que se podía excluir la
violencia, los palos y cuchilladas en la determinación de los pleitos: dirimir
~e
1 pacíficamente las controversias, definir pugnas, eriderezar causas, determi-
(a-
nar la validez de las acciones y, en suma, estructurar expectativas dando
lea forma a los negocios futuros, acoplándolos en todo caso -con maí'ia o
¡,j-
razón- al orden jurídico, al Derecho, como dice el Codex de Justiniano:
~a
I Leges et constitutiones futuris cel.twn est daTefonnam negotiis (1, XIV, 7).
IC-
Tan indispensable todo ello que los teólogos y humanistas sólo pudie-
a
ron imaginar la desaparición de los letrádos, y especialmente el oficio de
rI la abogacía, en repúblicas de perfecta moralidad, como decía COl-nelio
,as Tácito: "menor es el honor y más oscura 'Ia gloria de los oradores entre
id
I buenas costumbres y hombres dispuestos al acatamiento que los rige" (Dis-
DS
li- CUTSO de los omdoTes).
Moro celebraba que los utópicos: "han supririlido por completo a los
s-
¡. abogados, hábiles defensores de las causas y sagaces intérpretes de las
leyes'" (Utopía: JI). Yen las Indias se quiso realizar el intento quimérico:
h
1. seg,ln registra Juan de Solórzano y Pereyra: "luego que se descubrieron las
IS
l Indias se tuvo por conveniente, que ni dexasen pasar Abogados, ni Procu-
radOl-es á ellas, ni se formasen Tribunales jurídicos" (Política indiana: V,
h IU, 1).
I¡I También la Instrucción para el presidente de. la desastrosa Primera
Real Audiencia de Nueva Espai'ía: "Nos ha sido hecha relación que de
¡- haber en ella letrados y procuradores se siguen muchos males, porque se
1,
oCllpan de pleitos y difei-encias que tienen unos con otros, lo cual cesaría
/. no los habiendo" (Instrucciones y Memorias de los Vin-eyes Novohispanos.
Instrucción a NU.llo de Guzmán [1528]). Pero los voceros, procuradores y
abogados, conforme se afirmaron los tribunales, fortalecieron su posición
potenciando sus posibilidades de influir en la distribución de los diferen-
ciales de poder, y las Indias no fue excepción.
Patrocinar ciertas causas de Justicia es realizar obras de misericordia, y
desde luego nadie puede ser impedido de ejercitar la virtud (Tomás, Tm-
tado de la justicia: XV, 2); pero desde muy temprano en España, desde el
Fuem juzgo, se introducen rigurosos mecanismos de exclusión: providen-
140
EL VUELO DE ASTRE:A

cias que impiden a ciertas personas tomar parcial o totalmente oficios rela-
cionados con la Justicia. Conforme las legislaciones propenden en su parte
forense hacia el Derecho civil romano, el juí-isconsulto no sólo ocupa un
lugar preponderante en los tribunales: se hace persona necesaria en todo
acto jurídico, y especialmente adecuada para representar los intereses aje-
nos. Desplazando al cura," y al caballero de la nobleza. La polémica entre
las armas y las letras -típicamente medieval- indica esta exclusión, de la
que hay un eco en el Quijote:

Quítense delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas ... y
no hablo ahora de las [letras] divinas, que tiene por blanco encaminar las
almas al cielo; que un fin tan sin fin como éste ninguno otro se le puede igua-
lar: hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia dis-
tributiva y dar a cada uno lo que es suyo, entender y hacer que las buenas leyes
se guarden. Fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza, pero
no de tanta como merece aquel a que las armas atienden (El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha: Primera Parte, rv, XXXVIII).

El jurisconsulto reconoce si los contenidos de los intereses son suscep-


tibles o no de interpretación jurídica, definiendo por tal conocimiento
límites que intensifican los mecanismos selectivos que instituyen su carác-
ter profesional, fortaleciendo simultáneamente la condición estructural
que fU su posición como intermediario entre las instituciones de Justicia y
a
la persona a quien representan.
Tal condición se completa por la confianza que los interesados deposi-
tan necesariamente en el abogado -y la que éste se empeña en mantener,
por su interés también-5 además de la responsabilidad que se le exige:
debe realizar fielmente. su encargo, según una vasta y temprana legisla-
ción; debe responder por los desvíos en la consecución de este propósito
como defensor y asesor en las acciones jurídicas de los particulares, corpo-
raciones, familias, que buscan en sus dictámenes una guía en circunstan-
cias espinosas. Conforme se institucionalizan los estudios jurídicos, los
letrados fortalecen su condición de expertos insustituibles. Las Ordenanzas
de los Abogados dicen así:

Porque el oficio de Abogados es muy necesario en la prosecución de las causas


y pleytos, y quando bien lo hacen es gran provecho de las partes; y por repri-

4 El proceso de exclusión se configura de antes, pero hay una ley de 1329 que ya impide
abogar a los clérigos y religiosos ante jueces seglares. salvo en sus mismos pleitos (o de la igle-
sia donde fuere Beneficiado, o por su vasallo, o por su paniagudo, o por su padre y madre, u
hombre a quien haya de heredar, o por personas pobres y miserables, &0.). Recopilación de las
leyes de España, Ley 15, Tírulo XVI, Libro II; incorporada de la Ordenanw de los Abogados, capí-
tulo 18 (año de 1495). También hay cédulas para los reinos de Indias en el mismo sentido:
estrecha prohibición para los curas y clérigos en el ejercicio de la abogacía.
s Sobre. el propio interés del ahogado en lograr la confianza: David]. Brewer, 'The
Ideal Lmvyer", 711eAtta))t;c Month!y, Noviembre, 1906.
BAU\NZA DE ASTRF-A
141
. ,
I mir y obviar á la malicia y tiranía de algunos Abogados que usan mal de sus
rela- oficios; mandamos, que agora y de aquí adelante ninguno sea ni pueda ser
I
rrte Abogado en el nuestro Consejo ni en la nuestra Corte ni Chancillería, ni ante
! un las Justicias de nuestros Reynos, sin que primeramente sea examinado y apro-
pdo bado por los del nuestro Consejo y Oidores de las nuestras Audiencias, y por
¡aje- las dichas Justicias, y escrito en la matrícula de los Abogados ... (Ordenanzas de
ptre los Abogados, 1495: cap. 1).
e la
La malicia y timnía de algunas Abogados es un tópico popularmente
extendido en la Monarquía Católica; como dice Mateo Luján de Sayave-
" y dra: "Los letrados, escribanos y procuradores, que toda su vida emplean
las en las ajenas ... qué dirán de los pleitos injustos que defendieron, usando
[Ua-
de dilaciones contra los pobres, recibiendo precios desordenados contra la
(1l,' s-
tasa de los aranceles, las acusaciones y embelesamientos en que viven, no
iyes
con celo de justicia, que con cautelas sofísticas van intrincando; mas con
~ro
I fin desordenado de adquirir mas de lo honesto" (Avatares y vida de Guzmán

t
~to
I
k-
de Alfamche, atalaya de vida humana: Parte Segunda, lII, 2). Un intento por
contener la malicia y timnía de algunos Abogados, es que estén graduados y
examinados en los estudios que presumen y su control mediante registro.6
Se U-ata de ¡-eprimiry obvia¡-la malicia y timnía" induciendo al abogado a
cultivar su talento, observar las virtudes, y a sujetarse al control de la cor-
bl poración;7 sin embargo el oficio de la abogacía tiene por su naturaleza
1y proyecciones políticas, en la medida que su realización contribuye a proce-

t-(,
I
sar las relaciones conflictivas que se suscitan en la comunidad política. Esta
sería además su máxima utilidad, como reconoce después de todo el autor
del Guzmán de Alfamche:
[ pero no os tragueis lo que tengo dicho, de manera que creais que es mejor que
I no haya letrados, abogados ni procuradores; porque, por el conu'ario, es muy
,
to
D-
necesario para la republica que los haya ... hay algunos hombres tan arrimados
I á su parecer, y tan duros de creer, que no pueden persuadirse lo contrario de
r-~s lo que ellos imaginan si no ven evidentes señales, Ó si son convencidos por
fuertes y eficaces razones. y esto es lo que hacen los abogados, que con persua-
~s
6 Que el nombre quede escrito en la matrú:ula de los Abogados, formalizando el ordo de la
¡s Justicia, que les obliga a aceptar un cOlnpromisode servicio y restaUrarloperiódicamente. For- .
roan los abogados una congregación sujeto a la protección real, con estatutos propios (1596).

[
1-
Para el año 1617, por Auto Acordado: queda prohibido que ejerzan el oficio, con penas deter-
minadas y fuertes, los no inscritos en la corporación. Significativamente su insignia fue el
escudo Maria Santísima: los valores de la eharitas c"ristiana debían inspirar su espíritu de servi-
cio. Los Abogados legos sean tenudos [obligados] de ayudar en las cal/sas de los pobres dE grada J' por
~ amor dE Dios (Ordenan= de los Abogad"s, cap. 18 y 19).
s, 7 Se castigaba con'la privación del oficio a aquel que descubre el secreto de su parte a la
contraria (Ordenan= de 1M Abogados: cap. 20). Debía procurar guardar una cierta mesura, no
poner tachas, ni objetos maliciosos, ni improbables, ni testigos sin menester (Ordenanza dE los
Abogados: cap. 3). Debía mostrar una probidad tersa y limpia; de lo contrario inculTía en res-
ponsabilidades: el capítulo 4 de las citadas Ordenan= obligaba a los abogados al pago de
daños y peljuicios causados a las partes por su culpa, negligencia o impericia.
142
EL VUELO DE ASTREA.

siones eficaces convencen las partes y jueces, insinúan la verdad ... Pues ¿quién
dirá que en la república no son necesarios hombres que tengan por oficio
apartar lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto? Luego loable ejercicio y
necesario oficio es, y muy honroso, el que declara la verdad, defiende la justi-
cia, interpreta las leyes, da el verdadero sentido á los estatutos, patrocina á los
miserables y redime los opresos: el derecho faltaria si faltasen (Avatares)' vida
de Guzmán de Alfarache ... : Parte Segunda, lII, 2).

Los abogados construyen su propio poderío, más allá de sus límites


profesionales. Pero no todos adquieren posición eminentísima. En Nápoles
los barones se esfuerzan en e! ejercicio de! Derecho para proteger sus pro- _
pias inmunidades; en Sicilia el ejercicio exitoso de la abogacía depende de
redes familiares. En Castilla hay una devaluación de los títulos universita-
rios debido a un desequilibrio entre los escasos puestos disponibles y el
superior número de graduados.8 Los empleos más codiciados, sobre todo
como oficiales de justicia,9 les quedan vedados -o porque no se abren
plazas, o quedan bloqueados por compra o transmisión hereditaria, o son
monopolizadas por grupos de letrados (especialmente los provenientes de
colegios mayores)1Ointeresados en asegurar su posición social-, quedán- ,
doles como opción litigar azarosamente. ,

Los abogados que logran en todo caso alcanzar una situación profesio- 1
(
nal ventajosa, la aprovechan al máximo. En parte, e! empeño en reprimir y
\
obviar la malicia y tiranía de los abogados tiene e! propósito genuino diri~
(

a
Roger Chartier, "Espacio social e imaginarios. Los intelectuales frustrados en el
8 fI.,
siglo XVII", El mundo como Tejmsentación, Barcelona: Gedisa, 1995, pp. 165-180. "Hay plaga de a
letrados -escribe Quevedc>---. No hay otra cosa sino letrados, porque unos lo son por oficio, e
otros lo son por oficio, otros lo son por persuasión, otros por estudio (y destos pocos), y otros r
(estos son los más) son letrados porque tratan con otros más ignorantes que ellos .. _y todos se ];
gradúan de doctores y bachilleres, licenciados y maestros, más que por los mentecatos con
quien tratan que por las universidades, y valiera más a España langosta perpetua que licencia- c
dos al guitar" (Visita de los chistes). e
9 Las plazas de oficial de.J usticia son las más codiciados para Jos letrados, toda vez que
potencialmente ofrecían más: en las India"s al menos, la toga)' judicatura fueron el instru-
mento que llevó a muchos a posiciones más destacadas: obispos, arzobispos, capitanes genera-
les y gobernadores.
1 Cada vez gue alguno de ellos lograba una plaza en algún Consejo, Cámara o Audien-
)'
cia, prefería a un compañero generacional. Dice un Informe sobre los Colegios Nla}ores: "Se hace
la
bien manifiesto a todo el mundo la coligación que hay entre las seis comunidades mayores y
le-
todos sus alumnos, perjudialicísima en sí y nociva a la juventud estudiosa, al Estado, a las Uni- d,
versidades, ya muchas provincias. Porque la causa, el negocio, el agravio y aun la soüada inju-
ria de cualquier de ellos y de cada uno de sus individuos se hacen causa común de todas ellas, p'
7-
y de todos los gue visten y han vestido la beca y se hallan ya en los tribunales". En 160 I decía tr.
el conde de Lemas: Dios nos libre de que acierten a ser Consejeros de Cámara (de Indias) dos colegia- d,
les de un mismo Colegio, )i de que otro Tespecto de amistad o ambición los confedere. Cjt. por Javier
Barrientos Grandon, "La selección de ministros togados para Indias", Xl Congreso de Historia p'
la:
dellnstituto InteTllacional de perecho Indiano, Buenos Aires: Instituto de In\'estigaciones de His-
toria del Derecho, T. IlI, pp. 327-329. tes
F,
es
,
1fi!1f

;1.,
,
l

STREA BAL4.:'iZA DE ASTREA 143

quién
oficio J gido a reglamentar la práctica judicial, 11 pero para sacar adelante los plei-
tos les era necesario lo que les estaba prohibido, sobre todo introducir
J
ieia y puntos de certidumbre por regalos y propinas, que sufragaba el pJeitante.
justi- . Decía Quevedo: "los letrados defienden a los litigantes en los pleitos
á Jos como los pilotos en las borrascas sus navíos, sacándoles cuanto tienen en el
. vida cuerpo, para que si Dios fuere servido, lleguen vacíos y despojados a la
orilla" (La hora de todos y la fortuna con seso: XIX). Ocurría que en los tribu-
,lHes
.
nales reales había relatores, secretarios, oficiales, archiveros, porteros,
,
aJes mozos, procuradores, escribanos ... que participaban en la petición de Jus-
Dro~ ticia formando una jerarquía, y un circuito también por el que corrían los
f de recursos de los litigantes: para apurar los negocios, se entiende, o para
i. dilatarlos si desventajosos, mediante imercambios que, al fin, 'daban cer-
¡Ha-
I
V el
teza al proceso, pese a las disposiciones encaminadas a apremiar á los Abo-
bdo gados al cumplimiento de las leyes y oTdenanzas que tralaban del órden de losjui-
I
ren
cios (Ol'denanzas de los Abogados: cap. 21).
I Esto hacía del pleito mucho más gravoso al litigante. Pero los aboga-
;on
dos procuraban regular la certidumbre del litigio, o al menos no propiciar
,'de una solución desfavorable, cerrando toda expectativa. Mateo LlUán de
in-
, Sa)'avedra veía que los abogados, en su beneficio, no concluían los pleitos:
',. los gestionaban. "No me meto en los pleitos, que se ven en tantas salas )'
10-
consejos, adonde muchos porfiadamente gastan sus haciendas, )' muchas
TY veces fraudes)' engaiios, ó autos falsos; quieren ganar sus pretensiones )'
J"I-
despojar de su estado al contrario ... Mas bien entiendo que la avariciá de
abogados)' procuradores inmortaliza los pleitos" (Avatares y vida de Guzmá.n
I el de Alfamche, alala)'a de vida humana: Parte Segunda, nI, 2). Mas seguro, sin
'de
~io, embargo, era mantenerlos en situación indefinida, por apelaciones )'
"OS recursos, que la decisión última. Pero los gastos y el tiempo indefinido en
.se la duración del proceso intensificaba -pues de ello dependía su causa- la
Dn
ia- confianza que el pleitante debía depositar en el abogado, especialista,
experto en un Derecho altamente heterogéneo.
,e Aquí el lugar común de los utopistas, que sigue el Pro MU1'ena. Decía
u-
a-
11 Para CI)lpeZar, limitar la ganancia de Jos abogados, que se contenten con llevar honestos
l-
y temfllados salarios flor su lrabajo ... y que uo fJ1wlan llevar ni lIeveu sala rio alguno, que suba ui exceda
¡e la veintena parte de lo que ualiere y montare eljJ/ey/.o en que ayudaren ... )' 1ll0ndllmOs que la dicha vein-
y lena no pueda subir la suma de treinta lllil1naravedfs aniba. Y también: que los dichos Abogados demas
i- de los dichos sa/mios no lleven ni puedan llevar en fraude de estas nuestras onlenn.nws otros dádivas 11i
,- presentes, salvo cosas de come¡')' de beber en peque>ia canlidad (Ordenanzas de los Abogados, capítulos
1,
7-9). De tal modo que en los pleitOs criminales tampoco excedan su salario arriba de Jos
a treinta mil maravedís. Estaban prohibidas las igualas y concienos de los salarios entre aboga-
dos'conu'incantes(cap. 13 de las dichas Ordenanzas). Disposicionesque reproduce Felipe Il
r para losreinosy provinciasde Indias:Recopilación de Indias, Libro Il, Título XXIV. Respectoa
lasigualas,se introduceuna variación,en la ley6: Que los Abogados hagan sus igualas con las fmr-
les al jJl7ncipio de los pleylos, y 110 despues, fmw del salario)' susjJensión. En una Pragmática de 1590,
FelipeJI prohibióque los abogadosy procuradoreshicieranpactos y convenienciassobre los
estipendios o intereses de Jos pleitos.
144 EL VUELO DE ASTREA

Lipsio: "De ahí [por las demasiadas leyes] nace el arte e industria de plei-
tar... De ahí procede no haber hoy dia mercancía tan vendible como la
perfidia de éstos [de los abogados]. Mas, ¿Por qué lo tengo de disimular?
Este emperrado estudio es la peste de Europa: y no sin fundamento lo
llamó alguno latrocinio permitido ... Harto dichosas han sido antigua-
mente las villas, y lo serán en adelante, sin abogados" (Políticas: II, XI). Es
el anhelo de los autores políticos que imaginaron utopías: no sólo suprimir
los conflictos (como frecuentemente se propone: igualando educación,
propiedad, dignidad por los méritos, &c.), sino dando leyes sencillas, y no
demasiadas. En la Ciudad del Sol, escribe Campanella (1623):
[Las leyes] son pocas, breves, claras y están escritas en una tabla de bronce ...
Cada una de ellas contiene en estilo metafísico y breve definiciones de las
esencias de las cosas, o sea, qué es Dios, los ángeles, el mundo, las estrellas, el
hombre, la fatalidad, la virtud, &c., todo ello con un gran sentido. Están tam-
bién indicadas las definiciones de todas las virtudes (La imaginaria Ciudad del
Sol. Idea de una ,.epública filosófica).

y basta con ello para juzgar. 12 Pero las leyes siempre fueron demasia-
das. No cumplían los requisitos de la Ley en los términos exigentes que
pide Bruno: "Por mediación de ella quiere obrar la sabiduría y por media-
ción de ella quiere ser empleada; por medio de ella reinan los príncipes y
se mantienen los reinos y las repúblicas. La Ley, adaptándose a la com-
plexión y costumbres de los pueblos y naciones, reprime la audacia con el
temor y hace que la bondad este segura entre los malvados" (Expulsión de
la bestia triunfante: II, 1). En realidad, la Ley por sí misma poco podía sin la
intervención de los letrados. Por eso Quevedo afirmaba:
¿Queréis ver qué tan malos son los letrados? Que si no hubiera letrados no
hubiera porfías, y si no hubiera porfías no hubiera pleitos, y si no hubiera plei-
tos no habría procuradores y si no hubiera procuradores no hubiera enredos, y
si no hubiera enredos no hubiera delictos, y si no hubiera delictos no hubiera
alguaciles, y si no hubiera alguaciles no hubiera cárcel, y si no hubiera cárcel
no hubiera jueces, y si no hubiera jueces no habría pasión, y si no hubiera
pasión no hubiera cohecho: mirad la retahíla de sabandijas que se producen
de un licenciadito (Sue>lo de la muerte).
a,

12 En Utopía, escribe Moro (1516), "todos conocen las leyes, pues ... son muy pocas y su
p
interpretación más simple pasa por ser la más equitatiya ... si se la interpretase demasiado e
sutilmente sólo serviría, en realidad, para unos pocos capaces de entenderla, mientras que n;
siendo clara y sencilla, estará al alcance de cualquiera" (Utúpia: 1I). Demócrito el .laven de
Tit
Robert Burton (1621) se conmovió al ver en el mundo "tantos juristas y abogados, tantos tri-
bunales y tan poca justicia; tantos magistrados y tan poca preocupación por el bien público, tI'
tantas leyes y sin embargo no menos desórdenes; un tribunal, un campo sembrado de litigios; d(
un tribunal, un laberinto; tantos miles de pleitos en un solo tribunaL .. " por eso imaginó su
República ideal "con pocas leyes, pero 111antenidas severamente, escritas en un estilo llano ... gr
para que todo el mundo las pueda entender" (Tl1e Anatl1om] oJ iVlelallc1wly: Al lector). lo
1
'j

1.
BALANZA DE ASTRF_o\. . 145

l'
el- Sin embargo, los letrados se empenan en reducir las contingencias
Ila judiciales, aunque no en eliminarlas por completo. En parte, porque era
lr? preferible una situación 'abierta que cerrada, adversa. Estaba en su interés
'lo (como recomienda Gracián: "Cebar la expectación, pero nunca desenga-
:
la- üarla del todo" [El Héme, Primor ID, pero además: la estructura del ale-
lEs gato judicial era por sí mismo abierto a contingencias, sobre todo, por la
:.
Hr concepción casuista del Derecho, que no ¡'econocía una determinación
IIn,
enfáticamente selectiva a la letra de la Ley escrita, lo que producía varias
ho expectativas probables, plausibles, razonables en la formulación de un ale-
I, gato y su defensa.
I¡... ". De modo que el abogado adquiría una posición altamente valorada
las 'por su habilidad en el uso de los diversos materiales jurídicos de que
lel disponía.
01- La diversidad de fuentes jurídicas, su diferente interpretación,' en fin,
Uel todo lo que constituía la materia de los letrados, exigía un saber experto.
¡ La base de la formación' del jurista fue el Derecho romano, pero no se
la-
I
reducía a él, sino que pasaba por los comentaristas y glosadores, la consi-
lIe deración de las costumbres y las leyes escritas vigentes, pertinentes al caso.
la- Por eso Diego de Torres VilJaroel (1725) afirmaba, englobando en un
!y lamento los vicios de la práctica judicial:
h- Al que litiga le abren los sentidos para que enrede más. Entre todos discurre el
iel modo de huir, adelantar e interpretar la Ley. Se ClUzanlas opiniones y'las 'glo-
~e sas'en Jos pleitos. Uno.lo detiene, otro lo adelanta, otro se agan"a de un lapsus
calami del escribano, otro dice que se tragó el relator medio procéso, otro que
~a
el procurador mintió en la petición. Cuantas son las personas de un pleito,
1 tantas son a mentir, opinar, detener las dos partes, buscando etilpeflos a
:
?o canoera tendida y dando regalos. El escribano escudriña bolsas en que vaciar la
r:1- realidad de las partes; el relator se echa a dormir esperando las 'propinas; 'los
:y
I
abogados, revolviéndose los sesos por oscurecer verdades ... el procurador se
ra esconde; losjueces se confUllden (Caneo d£1 airo mundo: Respuesta del Piscalm' de
!el Salamanca al gran JuTisconsulto PajJiano).
~'a
~n
Quizá exagera, pero interesa la idea que ofrece del cuadro judicial,
la percepción genei-al, el aspecto' desordenado de los juicios, sin contar la
actuación del juez, o siquiera el Derecho. De modo tal que en conjunto se
,,
su pronuncia la sensación de incertidumbre: "Toda esta quimera, desasosiego
~o
, e inquietud tiene lo falible y conjeturable de su profesión ... yo no creo
Ue nada de lo que veo y no entiendo palabra de lo escrito" (Caneo del alTO
~e
ti- lilundo: ResjJUesta del Pisca/O?"de Salanú:l11ca al gran Jurisconsulto Papiano). Se
I
trata de una condición permanente, que en las puertas del Ochocientos
.l~~
. ' denuncia el sabio MartíJ)ez Marina: "Los negocios; intereses y causas más
Su
L. graves de la nación y del ciudadano quedaron pendientes del capricho de
lo's letrados, quehaJlaban' ley y opinión para todo, y los litigios se con-
~
i
j

146 EL VUELO DE ASTRL\

duían, abreviaban o eternizaban a arbitrio de la malignidad o del interés"


(Ensayo histórico crítico de sobre la legislación)' principales cueJj)os legales de los
Reinos de León)' Castilla: Libro XI).
Ahora bien, con todo, el letrado puede formar expectativas concretas y
apoyarse en ellas: en la Ley y la jurisprudencia, pero también apmve-
chando tendencias favorables a su causa no necesariamente según la razón
o la verdad de! Derecho, sino repartiendo recursos que permiten superar
las dificultades y restricciones formales de los procesos. Existía una cohe-
rencia de acción y decisión judiciales dentro de la lógica y el lenguaje jurí-
dicos que, por su práctica (discursiva) compartida tenían un empleo consis-
tente, riguroso, aún cuando las posibilidades del litigio pudieran alterarse
por otros medios. Desde luego el lenguaje jurídico podía resultar oscuro,
más de ostentación que de crédito muchas veces, pero sumamente eficaz.
Como dice Quevedo:
Un letrado bien frondoso de mejillas... Habia adquirido fama, por lo sonoro
de su voz, lo eficaz de los gestos, la inmensa corriente de las palabras, en que
anegaba á los otros abogados ... salpicaba de leyes á todos: no se le oia otra
cosa sino ya estoy al cabo; bien visto lo tengo; su justicia de vuestra merced no
es dubitable; ley hay en propios términos; no es tan claro el dia; este no es
pleito, es caso juzgado; todo el derecho habla en nuestro favor; no tiene
muchos lances; buenos jueces tenemos; no alega el contrario cosa de provecho;
lo actuado esta lleno de nulidades; es fuerza que se revoque la sentencia dada;
déjese vuestra merced gobernar. Y con esto, á unos ordenaba peticiones, á
otros querellas, á otros interrogatorios, á otros protestas, á otros súplicas, y
á otros requerimientos (La hoTO de todos :v la fortuna con seso: XIX).

Hay en todo este aparato no sólo un discurso artificioso, sino lo que


Goffman llamaba realización dramática, en e! sentido que el abogado dota a
su actividad en e! foro de signos que destacan hechos confirmativos de su t
dominio jurídico, saber, autoridad ... todos significantes para su adversario (

y los oficiales de justicia a los que se dirige; moviliza una serie de recursos r
retóricos para expresar adecuadamente lo que desea transmitir, como
forma expresiva de una cierta imagen pública sólidamente construida. Hay A
también una circunspección dramática que fija un cierto tipo de comporta- l'
n
miento correcto, acorde a las expectativas que en los demás suscita su )(
desempeíi.o profesional,13 que no sólo informa las palabras que debe pro-
nunciar, sino incluso su atuendo,14 formando una totalidad.
cr.
Lleva mucho de ostentación tal vez, pero no carente de significado; O
aunque OJ-acular casi -análogo al comportamiento ritual de los brujos por m
01

13 Erving Goffman. La jJresentacián de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires: Amo- PI


rrortu, 1997, pp. 42 Y ss., Y 233-244.
14"Composturacon que se debe de haber los hombresen los lugarespúblicos,dirá don j)O

B.-\Lo\N ZA DE ASTREA 147

~.és" ejemplo-,IS mediante el cual se produce en los tribunales: centro del orden
~ los institucional de la Monarquía, entre lo profano y lo sagrado, entre la per-
I sona particular y el príncipe; en el que de preferencia se median -inter-
ils y pretan, traducen, gestionan, solucionan- los conflictos que eri ella se
bve- suscitan.
;Zón Muchos abogados, eso hay en la Monarquía al final del Setecientos,
,
erar como expresión del desarrollo evolutivo de la forma política de tipo judi-
cialista. Al mediar el siglo,. hay en Nápoles 26.000 letrados.16 José del
\he-
Campillo, ministro de Felipe V, se preocupa al notar que en España "Hay
ÍJrÍ-
I . de menos letrados buenos, habiendo tantos malísimos de más ... El buen
ISIS-
t letrado, así como el oráculo, es el archivo de la confianza del pueblo de su
Irse
domicilio, )' el malo no otra cosa que influjo tan pernicioso como nocivo
~ro
I ' para que se pierdan muchos a fin de ganarse él" (Lo que ha)' de más )' de
caz.
menos en España, pam que sea lo que debe ser)' .no lo que es: Letra L). Y en otro
i
lugar, desespera:
loro Nos dicta a gritos la razón que su excesivo número [de los letrados] más sirve
~ue de desolación que de provecho a la monarquía. Con él padece un destrozo
blra grande la justicia y el público, porque mal puede distinguirse el nervio, la
I no identidad)' vigor de la ley, donde hay tantos que por mantener su fasto, o
I
~
, es la desfiguran o la desubstancian con sofisticas contradicciones o con diversos
ene
; sentidos, pues amontonando disputas llenas de fárrago y delirios, con una con-
)10;
fusa máquina de ilegítimos textos y bastardas opiniones, no sin'en de más pro-
;da'
I ' vecho a sus conciudadanos que de aumentarles pleitos, enemistades y rencores,
s, á . poniendo en riesgo a sus patrimonios, trastornando la justicia y los intereses
s, y de la causa pública (Espmla, CÚispielta: Letrados y leyes).
I
Muchos abogados hay 'a la entrada del Ochocientos en España,17 y en
'¡ue .la Nueva España: el ilustre don Carlos María de Bustamante presenta por
aa :entonces al Consejo de Indias un menlorial en que trata El lastimoso esta.do
I
,.su
I
,en que se halla reducida la.profesi6n de los abogados (1807), por ser demasia-
no ,dos, )' propone reducir su número: "recobraríamos nuestro esplendor, y
kos
, no veríamos envilecida más nuestra profesión, causada por la multitud".
[no
,
lay
'ta-
Antonio Perez; }' creo que quien dijo lugares, entendió también oficios}' cargos; que aquel
ponerse un hombre la capa sobre los hombros cuando iba á salir de casa, .no era sino adveni-
¡su
I
miento que habia de llevar en público concertados}' cubiertos los afectos" (Segundas cmtas:
XXXV). La capa de los letrados -imprescindible, como en 1l Dolt01'e de la Commcdia dell'A,te-
ro- era j,mte sustancial del oficio en el fOTO.
I IS Es más o menos Jo que Edmund Leach llamaba "hechicería política": C1útura)' comlmi-
I
cación. La lógica de la c01iexión d£ los símbolos, Madrid, Siglo XXI, 1993, p. 43. V. también: Karl
'o; Olivercrona, Lenguaje jUlidico )' realidad, México: Fontamara, 1999. Respecto al comporta-
101' miento ritual, para producir certidumbre, confianza: E. E. Evans-Pritchard, 1311tje1ía, magia y
I, oniculos enlre los azonde, Barcelona: Anagrama, 1997.
I 16 Christopher Duggan, Historia de l/alia, Madrid, Cambridge University Press, J 996,
00- pp. j 10-111.
17 Carlos IV, en Zaragoza, en 1802, intenta moderar el número de aquellos con privilegio
Ion para ejercer la Abogacía en EspOlia (Novísima Recopilación: V, XXII, 2).
148 EL VUELO DE ASTREA

Siendo beneficiarios de la intensa actividad que se proyecta en la gama de


posibilidades vitales de la comunidad política, de sus interacciones polémi-
cas, de sus controversias y violencias, los letrados son un factor de orden.
Aprovechan la estructura flexible de los tribunales y las jurisdicciones sepa-
radas, todo ello indispensable para procesar los conflictos de una sociedad
altamente diferenciada, dividida en estamentos, castas, corporaciones, dis-
tanciadas estructuralmente: con intereses variados y derechos, privilegios,
libertades igualmente diferenciados.
Desde luego hay un cúmulo de conflictos que no pasa por los tribuna-
les, sino por otro tipo de intermediarios (como dice Gracián: "lo que no se
puede cara a cara, se procura por indirecta" [El Criticón: I, VIII]): si antes
no se arreglan a garrotazos y pedradas, entran los caciques, los hacenda-
dos, los capataces, los. curas, los mineros, los comerciantes ... las formas
periféricas de control de la violencia. Esto lo propiciaba la estructura el
orden político, la autonomía relativa de los poderes y fuerzas sociales exis-
tentes, pero también -como que participan de ese orden- los propios
letrados: "Dicen que la República destruyen I los pleitos con viveza fomen-
tados, I por los Procuradores y Abogados, I y Escribanos, que enredos les
influyen" .
y yo digo, que es grande conveniencia;
pues cualquiera, a no ser algún demente,
por no caer en manos de tal gente,
procurará evitarlos con prudencia.
(León de Arroyal, Los epigramas: XLVI).

n. EL TOGADO PRUDENTE
(NECESSITAS NON HABET LEGEM)
Decía e! muy sabio Fernando del Pulgar (cina 1480): "Administrase
justicia é la justicia engendra miedo, y e! miedo excusa escesos, y do no
hay escesos hay sosiego, é do hay sosiego no hay escándalos, que crian la
guerra" (Letras: XII). Los jueces están en el mero centro de! orden institu-
cional de la Monarquía Católica.
La distinción entre e! abogado y el juez, la incompatibilidad de ambos ,
,
oficios, tiene una larga y venerable tradición, que se resuelve en distancia- ,
miento.IB Cuestión de honor, en el fondo: los ministros togados son repre- 1
sentantes de la más alta autoridad, y han de estar libres de las molestias de f
1
G

18 Véase el apunte de Juan N. Rodríguez de San Miguel, Pandectas hispano-mexicanas,


México: Imprenta de Arbieu, 1852, Tomo 1, p. 843 n. Fernando e Isabel en el ailo 1492: e
encargamos)' exhOltamos á los dichos Oidores J1 Alcaldes, que cese la camwúcaúón )' contin:ua conversa-
r
,
B.~\NZA DE ASTREA 149

fe los abogados; éstos deben mantener una comunicación franca con oficiales
'i- subalternos, recibir honorarios por su servicio y sujetarse a apremios a que
il. ,
¡
suelen dar lugar los litigantes, que no corresponden a la dignidad de!
j magistrado.
Desde el Quinientos, e! jurista constituye la parte más importante de
~- la capa superior del estamento profesional de los fu.ncionaTios, por así lla-
~, marlos, y desde entonces se introduce un ajuste notable en el ejercicio del
gobierno: e! rey seguirá siendo el centro ideal de imputación de los juicios
1- y fundamento de su legitimidad, pero se tiene que ayudar de los jurisperi-
I
tos. Lo mismo los virreyes de la Monarquía; en Indias, siendo presidentes
F
JS de Audiencia: "sin e! consejo de un letrado, los virreyes, que solían ser
!
l- gente de espada y no gente de toga, no podrían desempeñarse como jue-
Is ces. En la práctica, e! asesor era e! juez, y el virrey se limitaba a firmar los
hI hallazgos y las decisiones preparadas por el".19Además, e! Emperador
,-, Carlos (Valladolid, 1553) manda que cuando a los oidores les paTecieTe qu.e
is [los virreyes] hacen alguna PTOvisión que no sea tan ajustada como conviene,
I
pueden advertirles en forma (Recopüación de Indias: III, III, 34). Al virrey
s correspondía la parte ejecutiva, por así decir, de la gobernación, pero
"aunque todas las materias del gobierno las puede arbitrar y resolver e!
virrey sin la Real Audiencia ni e! acuerdo -escribe el Obispo Palafox- ...
cuando contienen en sí tanta gravedad y peso que de ellas pueden resultar
inconvenientes o escándalos, será muy conforme a toda buena razón y a
las cédulas de su majestad conferirlas con los ministros, así para que le
aconsejen lo que pareciere más conveniente, como para mayor satisfacción
de lo que resolviere; y así lo han hecho todos los virreyes prudentes y
entendidos" (Instrucciones y MemoTias de los Vúnyes Novohispanos. InfoTme del
IlustTÍsimo SeñoT Don Juan de Palafox al Excelentísímo SeñoT Conde de Salvatie-

cion dellos con los pleytantes, y con los Abogados y Procuradores dellos, porque cesen las sospe-
chas, y que ningun Abogado, ni Relator, ni Escribano de la Audiencia viva con ellos, ni los ple)'tan-
tes los sirvan ni acompaiien ni continuen en 'sus casas, 1/1los consientan (Novísima recopilación, V, XI,
J

4). Estas disposiciones aparecen insistentemente durante los siglos, como si se tratase de una
práctica que se repite y que no se puede evitar. La reiteración literal aparece siglos después,
con Carlos III (1770): prohibición de que tengan [los Ministros de las Chancillerías y Audien-
cias y Jueces] frequente comunicación ni trato con los litigantes, ni se dexen acompañar de ellos: que no
les admitan visita alguna de cumplimiento ó de ceremonia, aun con pretexto de pedir la venia para supli-
car: que en este caso se reciban en las oficinas los pedimentos de las IJartes [. ..] y negada la súplica, 110 se
admitirá mas pedimento sobre el asunto (Novisima recopilación, libro V, título XI, ley XI). Enrique N
en Toledo (1492), Carlos I)' Juana en Toledo (1526) y en Valladolid, en 1527 (Novi,ima recopi-
lación: V, XI, VI). Hay desde luego algunas variaciones a estas providencias son muchas, en
forma de amonestaciones, recuerdos, encargos, dec!amciones y p1"Ovidenciasparticulares, &c., pero se
resumen en la idea de que los jueces no hagan causa privada en los pleitos: Absoluta prohibicion
de aboga.r Oidor alguno en pleyto de la Audiencia, aunque tenga Real cédula para ello. Enrique N en
Toledo (1492), Carlos I y Juana en Toledo (1526) y en Valladolid, en 1527 (Novisi1l1aTecopila-
ción: V, XI, VI).
19 Woodrow Borah, Eljuzgado general de Indios de la Nueva España, México, FCE, 1996,
p. 107.
150 EL '"VELO DE ASTRL"

rm, Virrey de esta Nueva España [1642]). Las funciones de la Monarquía


requieren de esta especie de. traductores de la Justicia, los oficiales
letrados.
Las reglas que han de observar los jueces en el correcto desempeño de
sus cargos se mantienen tradicionalmente dentro de los límites que pro-
puso Cicerón en De officiis: si la Justicia es la máxima virtud, virtuoso tiene
que ser el juez. Pero ya observaba el padre Mariana: "Lo que encuentro
más difícil es que puedan desempeñar [los Magistrados] sus cargos con
honradez y rectitud de costumbres, de modo que resistan los deseos exa-
cerbados de dinero y placeres, cosa que parece inasequible si todos los
ministros y funcionarios a quienes está confiada alguna parte del gobierno
y todos los empleados de palacio no tiene cualidades superiores a sus mis-
mos compañeros, a los ciudadanos y a todas las clases del Estado. Pues la
condición de gobernar es triste y pesada" (De Rege et Regis lnstitutione: IlI,
1). Lo segundo que se le pide al juez, más difícil acaso que las virtudes: la
sabiduría.
Sabiduría, que no conocimiento. Es un tema corriente en la literatura
medieval, pero Bracton, como tantas otras cosas, lo resume mejor. Dice
que no debe permitirse que alguno limitado en saber (insipiens et indoctus)
pretenda ascender a la silla del juez, que confunda la luz y las tinieblas
(lucem ponat tenebms et tenebms lucem), que con mano torpe ponga al ino-
cente la cuerda y libere al culpable (De Legibus et Consu.etudinibus Anglire:
Sapiens esse debet qui iu.dicat). La sabiduría en el juez es sin duda una aspira-
ción, pero tiene alguna forma precisa, derivada primeramente de la idea
de una sabiduría natural, por así decir: "No existe más que un solo Dere-
cho -decía Cicerón-, al que está sujeta la sociedad humana, establecida
por una Ley única: la recta razón. Ley que, escrita o no, quien la ignora es
injusto" (Tmtado de las leyes: I). Sabiduría adquirida también en la contem-
plación de las cosas creadas y en la meditación de la Ley divina, que hace
al hombre temeroso de Dios: lo induce a cumplir con sus mandamientos.
Como podría ser el modelo salomónico, en oposición al conocimiento 1
técnico de Ley. Cierto que Lutero entendía que Salomón "desconfió del 1
Derecho ... y desconfió de todos sus consejeros y se volvió a Dios mismo
pidiéndole un corazón sabio para gobernar al pueblo. Un príncipe debe
actuar siguiendo este ejemplo, debe actuar con temor y no ha de confiarse
a libros muertos ni a cabezas vivas, ha de atenerse únicamente a Dios, 1
(.
pegársele a sus oídos y pedirle un entendimiento justo por encima de sus
Si
libros y maestros para gobernar sabiamente a sus súbditos" (Sobre la autori- S,

dad secular: hasta dónde se le debe obediencia: UI). Idea semejante la ilustra
socarronamente Rabelais (Pantagruel: U, X- XIU), y también Cervantes en
S.
su relación del extraordinario gobierno de Sancho Panza en Barataria (El Sl

ingenioso hidalgo don Quijote de la 1'vlancha: Segunda Parte, XLV y ss.),' se


(J
trata de una sabiduría que participa de la idea de la recta mtio: la voluntad
IREA
BALANZA DE ASTREA 151

, , actuando racionalmente descubre la naturaleza de las cosas, sus verdaderas


iUla
¡les relaciones, su lógica, sus causas, sus leyes ... Pero la sabiduría natural no
I basta en realidad.
,
¡de
¡ro~
De eso trata la disputa Sir Edward Cake contra el rey de Inglaterra,
según la anécdota que relata en sus Reports: "el rey d!jo que creía que el
~ne derecho se fundaba en la razón, y que él y otros-tenían razón del mismo
I
p'o modo que los jueces: A lo que respondí que cierto era que Dios había dado
,
ion a Su Majestad excelente ciencia y grandes dotes naturales; pero que Su
ka- majestad no estaba versado en las leyes de su reino de Inglaterra". Estas
~os
, leyes (del common law) no se conocen por "razón natural, sino por la razón
rs~
Ila
artificial y juicio del derecho, el cual es cosa que requiere largo estudio y
experiencia antes de que un hombre pueda alcanzar su conocimiento".20
En otra parte explica el modo de juzgar:
JI,
la No conforme a nuesu'a Voluntad, Arrogancia, Opinión, sino Secundum Legem &
C011Suetudinem Manerie Anglicanae, de acuerdo a la Ley, Costumbre y Maneras
Ira [Forma, Estilo] de Inglaterra: la cual Ley, Costumbre y Maneras debe ser eje-
I cutada con conocimiento, juicio, entendimiento y equidad (Ch01ge in OTdeT).
Ice
b)
I Desde luego, también en la Monarquía Católica se reconoce un conoci-
las miento jurídico centrado en el Derecho propio, de la que participan los
I
10-
I jueces: que aportan cierta racionalidad destinada fortalecer la real jurisdic-
im:
¡ ción, y también las jurisdicciones locales en las diferentes que integran la
¡a-
ea Monarquía, dotándola de su propia lógica judicial; una estructura sólida
i en sus realizaciones operativas por la que se procesa de manera más o
¡e-
üa menos uniforme -como lo permitían los códigos de comunicación jurídi-
ks
I
cos: el ius comunne en el horizonte más amplio, y las formas jurídicas loca-
h- les vigentes en el ámbito de las diferentes jurisdicciones- los pleitos que
I
ce constantemente se suscitaban.
i El conocimiento jurídico -que no la sabiduría- se mide entonces,
~o por así decir, por los estudios profesionales de Derecho.21 Los Católicos
mandan:
~
De
20 Citado por George H. Sabine, HistoTia de la teoria político, México: FCE, 1998, p. 350.
~e 21 Hacia el final del Cuau'odentos, se introdujo la jJmhibición de teneT oficio de justicia ni tU
I
's, Relator los que no ha)'an edad de veinte y seis mios, y diez de estudio del DeTecho Canónico o Civil
hs
l.
(Novísma Recopilación: XI, J, 6). La Ley l de Toro (1505) manda: Que tUntro de un año prilllem
siguiente, )' dende en adelante, contando df.sde la data de estos Nuestras le)'es, todos los Letrados que hoy
r- son ofiteren, así del Nuestro Consejo é Oidores de las nuestms Audiencias, y Alcaldes de la Nuestra Casa
y C01tey Chancillerías, no puedon lIsar de los dichos cargos de Justicia, ni tenerlos sin que primeramente
[~ ha)'an jJasado ordinariamente las dichas le)'es de ordenamientosy prellláticas y P01tidos )' Fuero Real;
según se dice en seguida, porque: algunos Letmdos nos vienen á servir en algunos COTgOS dejusticia,
E"l
I sin hoba jlflsado ni estudiado las dichas le)'es, y ordenamientos y premáticas y Partidas; de lo cual
fe resulta, que en la decisión de los ple)'tos y causas algunas veces no se guordan ni practican como tUben
Id (Le)'es de Tora: ley 2; Novísima Recopilación: lII, JI, 5).
¡
I
I
I
T
!
152 EL VUELO DE ASTREA

Que ningún Letrado pueda haber ni haya oficio ni cargo de justicia, ni Pesqui-
I
sidor, ni Relator en el nuestro Consejo, ni en las nuestras Audiencias ni Chan- I
cillerias, ni en ninguna ciudad, villa ni lugar de nuestros Reynos, si no constare
por fe de los Notarios de los Estudios, haber estudiado en los estudios de qual-
quier Universidad de estos nuestros Reynos ó de fuera de ellos, y residido en
ellos, estudiando Derecho Canónico ó Civil, á lo menos por espacio de diez
I
años ... Y mandamos á los del nuestro Consejo, y á los Oidores de las nuestras
Audiencias, y á los Alcaldes de Nuestra Casa y Corte y Chancillerías, )' á los
Concejos y Corregidores, y Asistentes, Alcaldes y Alguaciles, y otras justicias
qualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de nuestros Reynos y Seño-
ríos, que no den oficio de Corregimiento, ni de Asistencia, ni Alcaldía, ni otro
oficio de juzgado, ni de Relator á ningun Letrado, salvo á aquellos que hubie-
ren estudiado el tiempo suso dicho, mostrándolo por fe, como dicho es (D.
Fernando y Da. Isabel en Barcelona por Pragmática de 1493; Novísima Recopi-
lación: XI, I, 6).

Esta pragmática fue valedera para Indias también.22 El objeto de seme-


jantes restricciones, referidas a la calificación profesional, fue sin duda que
los oficiales de Justicia discernieran mejor lo justo y lo injusto, pero a la
vez limitaron, cerraron por exclusión, los tribunales a favor de los letrados
que, simultáneamente, capitalizaron este potencial.
Además de los cuerpos jurídicos del reino, debían conocer los magis-
trados e! Derecho romano-canónico puesto que era parte de su instruc-
ción general: informaba los códigos compartidos de la cultura jurídica. En
1540 el Bachiller Pedro de RIma entendía que la idea de Derecho podría
definirse magistralmente sólo siguiendo a Justiniano y a Graciano (Cm-tas:
JI), y es verdad que las concepciones más hondas de! ius civile, e! ius gen-
tium y e! Derecho natural -los principios rectores: aequitas, bona fides, ani-
mus, utilitas, las fórmulas y máximas de interpretación de! Derecho recogi-
das por los glosadores, &c.- se hallan en la base del pensamiento
jurídico. Dentro de la complexio opjJositorum de la Monarquía el ius comunne
representa la aspiración universalista, por así decir, pero no suprime las
expresiones locales del Derecho propio de reinos, ciudades, villas, esta-
mentos., corporaciones... con privilegios, fueros,. estatutos, costumbres,
libertades ... manifestación certera del orden jurídico heterogéneo y abierto
de Castilla, Aragón, Valencia, Cataluña, Nápoles, Sicilia, los Países Bajos._.,
en fin, de las diversas figuraciones que integran el complejo monárquico;

22 Además, Felipe Il, en las Ordenanzas del Consejo de Indias, y Felipe IIl, en el año 1636,
mandaron al Consejo de Indias que con grandes diligencias y cuidado busquen siempre para Minis-
tros de justicia tales personas, y de tanta vi1tud, ciencia y experiencia, quates convengan al servicio de
Dios musiTO S"j01- y nuesiro (Recopilación de Indias: Il; Il, XXXIII). En el dicho año de 1636 se
pide al Consejo de Int;liasque acierte a elegir ministros en las Presidencias, Plazas de asiento, y
los demás oficios de justicia a personas de las calidades, letras, virtud, entendúniento, suficiencia, expe-
rienda)' aprobación (Recopilación de Indias: n, n, XXX).
i\ BAL~NZA DE ASTREA 153
,
,
,.
1- perecho antiguo, proveniente de divei-sas fuentes y autoridades, modelado
í- por la actividad de los tribunales.
I
lO
, ¡. El itls c01llunne adquirió cierta relevancia en Indias a falta de una tradi-
1-, ción realnlente vigorosa de i'lls pmjJrium,' difundiéndose especialmente a
h. través de su reelaboración medieval castellana, Las Partidas. 23' Sirvió sobre
I
:z1 todo como base di: los razonamientos jurídicos en busca de decisiones ade-
1s tuadas,peninentes, al caso ..
i
IS ~ '. Prevalecía. una concepción casuista del Derecho.2• Si los juristas. acu-
I
IS dían al Cm'pus Juris, a los autores, comentaristas y glosadores del Derecho
1- romanoo no fue por la Ley en sí, sino por la guía y el sentido que pudiera
i
O proporcionarles en la reconstrucción jurí<;lica del caso. En lo más estricto
!-I de la práctica judicial, se entendía que la Ley omnicomprensiva (general,
1. Üniversal, abstracta: omnes definitio periculosa est) entorpece la correcta
!
l-
o
decisión.' . .
I Primero era el caso (la percepción del problema concreto, examinando
t
i
e
las circunstancias que determinan al sujeto, objeto, lugar, tiempo, modo,
&c., que informan la construceÍón jurídica de la causa, pleito o negocio),
k
I
luego los precedentes, la solución antúior dada a caso similar, la costum-
~ bre ... al final la Ley. 25 Existía la convicción generalizada de que las leyes
I!- no podían abarcar tocios los casos ocurrentes, ya sea por su riúmero infi-
¡,¡ito ya se;¡. por sus accidentes de tierilpo, lugar, 'sltieto, modo, motivo,
! objeto.
h , Esto infundía desconfianza hacia la Ley general, e inspiraba rnismo al
I t;iempo la oposición a expedirlas: Especialmente en Indias, como apunta
a
!.,. ~n su. Política indiana don Juan de Solórzano y Pereyra, al tratar de.la natu~
j- ialeza de las leyes del Consejo, que debían' ser "las que fuere pidiendo el'
I tiempo, y la utilidad y conveniencia de aquellas Provincias y Repúblicas"; .
r
1-: poniendo "en cúestión si puede haver ley que en tódo se ajuste y sea uni-
[) forme a todo. el génercJ'l1Umano": .
~ No -se responde $olórzano-: porque cada PrO\;incialas requiere 'diversas...
!
's En las de lhdias es esto mucho mas ,cierto.... porque todo ó lo mas es Iluévo en
I1-
ellas, ó digno' de inovarsecada dia, sin que ningun derecho, fuera del natural,
i!, pueda tener firmeza, y consistencia, ni. las costumbres,' y exemplQs que halla-
mos introducidos sean dign'os de cQntinuarse, Jii las leyes de Roma, óEspaña;
r
l'
se adapten á lo que pide la variedad de sus natuI'ales, de más de otras niudan-
zas, y variedades, que cada dia ocasionar los .inopinados sucesos)' repentinos
1;
accidentes que sobrevienen (Política indiana: V, XVI, 3-4).. ' . .
I
¡
t
'0
23 V., Javier Ban"ientos, Ln. ~ultura jll1jdi~fl en la ,NUEva EsjJafia. ~:léxico: UNAM, .1993: .
24 Un ensayo brillal~te, como pocos, en la materia: Ví~tor Tau Anzoátegui, Casuisino j' sis-
k1
kI tema .. Indagación histórica sobre el espílitu del Derecho'/ndiano, BuenosAires:Institutode Investi-
!l' gacionesde Historiadel Derecho,1992. .
:- .25 V., AlfonsoGarda.Gallo:"Génesisy desarrollodel derechoindiano",en Estudios de His-

I, toria del Derecito /ndimw, Madrid.InstitutoNacionalde EstudiosJurídicos, J 972, pp. 134- I 38..

¡ ."";\)
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j
I
,,
154 EL VUELO DE ASTREA

De modo que ni las leyes de Roma ni las de España serían adecuadas a


Indias. Tampoco las costumbres le parecen al autor dignas de continuarse,
salvo aquellas notoriamente justas. Para Solórzano no es despreciable la
autoridad de una costumbre inveterada: incluso puede abrogar la Ley.
"Siempre se tuvo por tolerable lo que introdujo y aprobó la antigua cos-
tumbre, que suele aun hacer lícito lo que no es, y tiene por si presunción
de que es de conveniencia, y provecho"; la costumbre, por vieja, puede ser
I entonces preferible a la innovación legislativa: "siempre se ha de tener y
juzgar por más justificada, y segura, quanto mas antigua y practicada se
considera" (Política indiana: n, VI, 14; n, XV, 35). Surge la costumbre de la .
i comunidad, pero es como si lo mandara el príncipe (Política indiana: In,
xxnI, 19), si es realmente justa. "Lo que en si es totalmente injusto, falto
I de razón, improbable ó pecaminoso, no se puede defender por ninguna
costumbre ó prescripción, por antigua y continuada que sea" (Política
indiana: n, VI, 12). Y si es justa, es razonable: "la costumbre en contrario,

I esa no puede prevalecer contra la razón que se funda en la mayor seguri-


dad de conciencia" (Política indiana: n, XVI, 80).
Sobre todo si se trata de los indios: "aunque nuestro principal deseo
ha de ser procurar traerles poco á poco á vida de verdaderos y perfectos
Cristianos, todavía no les debemos querer quitar de una vez todas las cos-
tumbres que tenían y usaban en su infidelidad, como no repugnen del
todo á la ley natural y doctrina de! Evangelio" (Política indiana: n, XXV,
10). Pero la costumbre no basta desde luego.
La Política indiana recomienda al Consejo proveer leyes. Que los
magistrados, por graves y preeminentes que llegaran a ser, gobiernen y
juzguen por leyes escritas. "Que estén atados á ellas, y que solo en cosas de
poca consideración é importancia se les dexe libre el arbitrio. Porque ... las
leyes son los ojos de las República y por ellas se mira, dirige y confirma el
recto, igual y seguro estado suyo, y mas justo e conveniente es que ellas
manden" (Politica indiana: V, XVI, 8). Pero para ser realmente justas, y (

obligar, debían reunir condiciones de rigor: afinidad con el Derecho natu- G

ral, con e! Derecho vigente también, y siempre teniendo en cuenta que r


¡
"cada Provincia necesita de leyes y costumbres particulares, que ajusten a
F
ella, como a cada paso nos lo enseña e! Derecho. Y como el pulpo muda J
(
colores según e! lugar adonde se pega: asi el legislador, que es atento, y
o
prudente, debe variar sus mandatos según las Regiones" (Política indiana: ];
n, VI, 23). Esta adecuación de la Ley muchas veces la definían las autori-
dades indianas. Había la providencia para el efecto de que las provisiones E
Cl
reales se cumplan, salvo siendo el negocio de calidad, que de su cumplimiento se
P
seguiria escandalo conocido, ó daño iTTepamble, que en tal caso permitimos, que
haviendo lugar de derecho, suplicación, é interponiéndose por quién, y cómo deba, b
E
. puedan sobresea en el cumplimiento (Recopilación de Indias: n, 1, 24). ¡,
D
,

REA BAL>\NZA DE ASTREA 155

ISa Disposiciones semejantes provienen directamente de la Baja Edad


~se, Meciia,26 que se proyectan del Derecho castellano al indiano: permitiendo
1la a las autoridades interponer recursos de revisión de la Ley, y otorgando a
¡ey. los particulares el Derecho de suplicación; instrumentos claves del funcio-
os- namiento del Derecho indiano y, por supuesto, del ordenamiento mgale et
Ión politicwn de los reinos de Indias. En general, posibilitaban la protección
~er contra normas ya sancionadas, y su modificación,27 siendo obedecidas,
r y pero no cumplidas. Y eran anuladas, o enmendadas, para tener nueva
¡se fuerza y autoridad, como dice Solórzano, "porque el buen Legislador
Ila nunca quiere obligar a mas de la consecución del intento, o fin que pre-
I
III, tende" (Política indiana: II, XII, 13). El juez no se reconoce subordinado al
Ita legislador: lo corrige si necesario.

t
I.
a

ao,
ca
La Leyes tan sólo una especie del Derecho, que es en todo caso lo que
pretende el juez para lograr la Justicia, resolver rectamente; sus dictáme-
nes no eran forzosamente el resultado de la aplicación esu'icta de la Ley.
¡ri- El Derecho se realiza entonces en la decisión de casos, tal como se
I presentan.
~o, La solución reposa en una intuición que se guía por ciertos principios
,lOS rectores: aequitas, bona fides, ani17l1.ls,uti/itas, que apoyan el análisis casuista,
)S-
, tanto como la interpretación de la Ley (la reconstrucción del pensamiento
,lel del legislador) por métodos jurídicos (jurisprudencia, doctrina), en vista a
'I:1' ' la valoración de las circunstancias concurrentes al caso. De modo que en
sus dictámenes, el juez no puede prescindir de los libros, pero tampoco de
,OS cierta virtud intelectual exigente: "El que juzga con prudencia, juzga bien"
IY (Tomás, Tmtado de la Justicia: IV, 1).28 La apreciación del jurista cobra
,tle entonCes relevancia. Representa una fuerza vigorosa y determinante, que
as
, se expresa en la modelación del Derecho.
¡el
as
, 26 Vg.: No mtgan ni se cmllj,lan las Reales cmtas dadas conlra Derecho, ley, o fuero usado (Enri-
.y que 11,Canes de Toro, 1369); lambién del Trescientos: Las Caltas desaforadas 1,ara malar o pren-
u- der a alguno J' lomarle bienes, no se cu.mplan (Alfonso XI en las Canes de Valladolid, 1325); igual.
\
mente de la misma época: Se obedezcan J no cumjJ/an las carlas con/ro. Derecho en jJe1jllicio de
,le parles, aunque conlengan cláusulas demgatorias (disposición de Valladolid, 1325, confirmada
,a por Enrique II en las Cortes de Toro, 1371, Y en las de Burgos, 1373, y sucesivameme por
la Juan 1, Enrique IV, y'ampliada por Juan JI en las 'Cortes de Valladolid, 1442); así también, del
Cuatrocientos: No se r.umplan las Reales cmtas para desnjioderar a alguno de sus bienes. sin ser antes
:Y oído)' vencido enjziicio Quan JI, Caries de Valladolid, 1448). Hay otras, recogidas todas ellas en
Q' la Novísima Recopilaci6n de 1805 (Libro IJI, Título IV, leyes 2-6 y ss.).
~j
- 27 Sobre ello debe \'erse: Victor Tau Anzoátegui, "La ley se obedece pero no se mmple".
En torno a la suplicación de las leyes en el Derecho indiano", V Congreso del Instituto Interna-
es . cional de Historía del Derecho Indiano, Quito: Corporación de ESIUdios )' Publicaciones, 1980,
pp. 55-110.
28 Denuncian los senllones )' elogios fúnebres de abogados>, jueces este valor como at.ri-
bUlOinseparable del buen juez. v., Alejandro Mayagoitia, "Los abogados y jueces en la Nueva
Espaila vistos a través de sermones )' elogio~fúnebres", Xl Congreso del instituto Internacional de
Hisloria del Derecho I'ndiano, IlI, Buenos Aires: Instituto ele Investigaciones de Historia del
Derecho, 1997, p. 98.
r
156 EL VUELO DE ASTREA

En Inglaterra, el Canciller Francis Bacon recordaba a los jueces que su


oficio consistía concretamente en ius dicere, y no en ius dare; interpretar la
Ley, y no hacer la Ley o dar la Ley (Essays: O/ judicatu:re). Sin embargo los
jueces ingleses participaban en la construcción jurídica en la medida que el
C01111110nlaw, e incluso el Derecho estatutario, debían pasar, para adquirir
valor, por el tracto judicial. Del mismo modo en la Monarquía Católica,
especialmente en Indias, se reconoce cierta infiltración creativa en la acti-
vidad judicial.
Se forma un cierto stylus curiae en los tribunales, diferenciado de un
tribunal a otro, toda vez que Felipe II en la Ordenanza de las Audiencias de
Indias (1563) manda:

En la determinacion de los pleytosciviles,ó criminales que se siguieren en las


Audiencias,haga sentencias lo que á la mayor parte de los Oidores pareciere,
y estando iguales,nombren por tercero al Fiscal,que fuere de la Audiencia... y
si no hicieren sentencia,y todavía discordaren, elijan y nombren un Abogado,
dos, ó tres, sin sospecha,como mejor les pareciere, para la determinacion del
pleyto, y executese lo que la mayor parte determinare (Recopilación de Indias,
n, XV, 97).
De lo que se derivaba una decisión particular al caso, y un estilo,
modo, forma en la determinación de casos similares. De las soluciones
judiciales se formaban precedentes, que contaban para futuras decisiones.
En las audiencias y los demás tribunales indianos se formó un Derecho de
jueces, por así decir, de casos.
Otra de las expresiones políticas 'de la prudentia iuris füe cierta agudeza
tendiente a moderar los rigores de la Ley según las circunstancias. Idea
que resume la fórmula: summum ius, summa iniuria, y que la casuística hace
suya, como dice Jerónimo de Alcalá, en El donado hablador Alonso, mozo de
111uchosamos (1624): "No todo se ha de entender de una manera, distinción
quieren las cosas; que aunque tuviere peso la justicia, razon es siempre se
incline á la piedad y compasión: rico en misericordia se llamó Cristo
Señor, nuestro, por preciarse todo en misericordioso, y no por eso deja de
ser infinita su justicia". 29
La misericordia obliga según los tiempos y lugares -según Agustín
(De la doctrina cristiana: I, 28) YTomás (Tratado de la justicia: XV, 1)-, Yen
la necesidad sobre todo, según la providencia que conforma las circunstan-

29 El modelo es evangélico: la misericordia, a imitación de Dios o de Cristo (Lc 6:36), que


urge a la protección de los desvalidos (Lev 25:35), lleva el sello de la virtud (Dt 15:7): en la
atención del pobre y más débil: irá delante de ti tu justicia y detrás la gloria de Yavé (ls 58:8), A
estas nociones pertenecen diversas instituciones, las Casas de A1isericordia, o el cargo de Procu-
rador de los indios y promotor de su defensa. Decía el padre Mariana: "Es propio de la Justicia y de
la caridad aliviar la miseria de los pobres y los débiles, alimentar a Jos huérfanos, y soconer a
los que necesitan de socorro. Este es el principal del príncipe" (De Rege et Regis lnstitutione:
1Il, XN).
I
I
BAIJ\NZA DE ASTREA 157
fREA

e su cias. A estos conceptos teológicos podían adecuarse los romanos: necessitas


tI' la non habet legem, o también: necessitas temjJoTe, silent jJrivilegia; y equipararse
¡los la mi~ericordia a la idea de clemenCia: Ningún O17lamento más digno de la.
le el majestad del jJTincipe, a decir de Séneca, que meTecer con la clemencia el a.mOTde
,irir los ciudadanos, que salvaT a muchos)' volvedos de la misma lmle1.te (De clementia:
¡ica, 1, XXVI). En todo caso, el resultado es que el juez en ciertas situaciones
icti- excepcionales debe apartarse de la Ley.
Esta práctica expresa la flexibilidad con que debían procesarse las
1 un oposiciones complejas de la Monarquía, pero también la forma política
~ de judicialista: el juez define el estado de excepción. Además, cuenta con un
¡ dispositivo eficaz para organizar las expectativas políticas, estructurar
motivaciones, exageradamente, intensamente: disminuyendo incertidum-
\ las
¡ere, bres por la función latente del perdón, o el castigo.30 Saavedra Fajardo
1...
y dedal "La clemencia y la severidad, aquélla pródiga y ésta templada, son
ado, las que hacen. amado al príncipe" (Idea de un jnincipe político- cTistia.no:
I del Empresa XXII). Opiniones semejantes -sobre los equilibrios del TigOT
dias, iuns- asociadas a la doctrina contrarreformista, al probabilismo o concor-
dismo,31 pl:ovienen de la práctica judicial. En la Sesión XXV del Concilio
'1
i~J o, Tridentino, Decreto de Reforma, capítulo 18:
hes así como es muy conveniente a la utilidad pública relajar en algunas ocasiones
fes. la fuerza de la ley, para ocurrir mas plenamente, en beneficio público, á los
¡de casos y necesidades que se presenten, así también dispensar con mucha fre-
cuencia de la ley [los cánones], y condescender con los que se empefian, más
i
eza por la práctica y ejemplos.
l:Iea La Contrarreforma también recomienda atención a las circunstancias
.ace que conforman la ocasión de pecar, que determinan la penitencia.32 En los
! de jueces temporales se desarrolla una práctica más o menos generalizada de
Ión flexibilidad de la Ley, por el recurso al perdón (por un acto de gracia,
~se
misericordia o clemencia).33 Ahora bien, si las circunstancias lo exigían,
isto
podía el juez simplificar el proceso, las formas del solemnis oTdo iudica.Tius.
'de
De este modo podía actliar, prácticamente legibus solutus, en aquellos deli-
tos muy atroces; teniendo "la verdad sabida" y la cuestión resuelta,
itín
,en
,
:'111- 30 Nada es seguro p.ara el que pide con ruegos, pero sí para el que otorga. Es precario lo
concedido, )' para ser usado mientras lo consienta el que otorga, según Ulpiano: precQ1iu11l es!,
XLIII,
qlWd precibus l"tenti uteud",,, eoneeditur tambiu, q"amdiu is, q"i eoneess"t, j,atitur (Digesto:
.que XXV,le)'única).NiklasLuhmann:lasposibilidadesde sanciónproducenun efectogeneraliza-
n la dor que estabiliza la interacción a través de la anticipación de ,las contingencias extremas. COll-

l. A fianUl,Barcelona:Anthropos, 1996, p. 61.


OCll- 31 JI. el Prólogode José LuisArangurena BlaisePascal,Obms, Madrid:Alfaguara,198],
1 de pp. XVIIYss. . .
el' a 32 JI. Jean Delumeau,La confesión)' el perdón, Madrid:Alianza,1992, pp. 89 )' ss.
¡me: 33 Ver sobre la flexibilidadde la Le)':AntonioManuelHespanha, 1'anom11la histórico da
cultura jm"idica eumpein, Lisboa: Europa-A ..mérica, 1997.
~ ¡
!
1

158 EL VUELO DE ASTREA

suprimiendo toda garantía del inculpado.'4 Sin embargo careciendo de los


medios institucionales para actuar así en todo momento, debía economizar
el uso de la fuerza, administrar esta posibilidad,35 de modo que la coacción
destemplada quedara como una posibilidad latente. En ello también se
cifraba la prudencia: cierto cálculo sobre la utilidad y provecho del castigo
o el perdón, ajustado a los recursos jurídicos.
El recurso típico para atemperar el rigor de la Leyera la equidad, peT
modum epikeia. Proviene esta noción de la idea romana del Derecho: los
jueces debían juzgar según los principios de lo aequurn et bonum, ade-
cuando su comportamiento al recto comportamiento moral implícito en el
concepto de bonus vil", bon1tS iudex, y a la recta imparcialidad supuesta en lo
aequum, que guía la determinación de lo justo3G Pero también la equidad
comprende el concepto de epieikeia como correctora de la Ley, en la deci-
sión más justa. Según Bracton, la equidad reside en la mente de los justos:
no hay Justicia realmente sin ella (De Legibus et Consuetudinibus Anglice: Quid
aequitas), en el mismo sentido Solórzano: "Aunque el derecho sea fixo y es-
table, la equidad, que es hija de la razón natural, le templa, modera, y
altera á las veces, según lo piden los casos, que se suelen ofrecer, que por
el tiempo, lugar, personas y otros varios accidentes piden se ajuste y aco- 1
mode a las ocasiones" (Política indiana: III, VIII, 37).
Por lo dicho hasta aquí, no es la Ley, sino la inte'ljJretatio al caso lo que
determina la solución judicial. De manera que las virtudes, la sabiduría. y
el conocimiento jurídico son los mecanismos de exclusión de los oficios
de justicia. Pero hay algo más. Mateo Luján de Sayavedra exclama: "¡Ay de e
los que venden los oficios de gobierno, ó con solo título de amistad, ó por e
1,
solo ruegos y cartas, los cuales se habian de dar por habilidad de personas,
1
proveyendo al oficio que vaca, y no á la persona!" (Avatares y vida de Guz- 11
mán de Alfamehe, atalaya de vida humana: Parte Segunda, III, II). Cierta- Cí
v
mente, según el apotegma: iudex debet habeTe scientaiam & exepeTientiml1 iudi-
F
candi, pero había otras formas, no menos efectivas, de exclusión del oficio. I:
En 1703, pagando 38 000 pesos fuertes, don Bernardo de Solís Vango d,
obtuvo la presidencia de la Audiencia de Guatemala y una plaza propieta- u
el
ria de oidor en Chile para su hijo don Juan Próspero de Solís Vango, que á
entonces tenía 17 años. Y también, en 1710, pagando 6 000 pesos, clon V
di
Manuel Isidro de Mirones y Benavente, que tenía a la sazón 20 años, fue la
pr
ca
34 Un apunte sobre ello, en Francisco Tomás y Valiente, "CastiIlo de Bobadilla. Sem-
C!l
bianza personal y profesional de un juez del Antiguo Régimen", Gobierno e instituciones en la
lo.
ESj}mja del Antiguo Régimen, Madrid: Alianza, 1999, pp. 238-244.
el<
35 Una aproximación interesante a este problema: Antonio Manuel Hespanha, "De la
pe
"rustiria" a la Disciplina", en F. Tomás y Valiente, B. 'Clavero, A. "tvI. España, et. al., Sex~ barroco
\' otras transgresiones premodemas, Madrid: Alianza, 1990, pp. 175-185.
AJ
~ :,6 V., Javier Paricio, Sobre la administmción de [a.1usticia en Roma, Tvladrid: Civitas, 1987,
pp. 73 )' ss.
,REA BAL"'NZA DE ASTREA . 159

los nombrado oidor en la Audiencia de Panamá,37 Tal cosa en el Setecientos,


Izar pero siglos antes no sólo se encuentran casos similares, sino una abun-
:ión dame legislación que pretende regular la venta de cargos al nivel munici-
1 se pal sobre todo. No sólo se trata ele vent.as, sino de arriendos t.ambién.
'Ígo Práctica extensiva que viene de antiguo.3s
Hacia la segunda mitad del Setecientos, el principal obst.áculo para la
¡Jer reforma de la administmción en Aragón, Valencia y Catalui'Ja es el proceso
'Ios de vencimient.o o enajenación de los t.ítulos de posesión de los oficios
:de- públicos; en 1748 Fernando VI resuelve crear la Regalía. de S. M. pam crear
,
~ el ): consumir los oficios¡níblicos, sin embargo la liberación de los puestos es len-
i lo t.ísima, como expresión de la t.ensión ngale et polilicum..
dad En N ápoles, la mayoría de los oficios elel reino los conservaron los reg-
eCl- nícolas,39 también en Sicilia;40 en las inst.ituciones virreinales las amjJliazioni,
tos: las rinuncie, o las jitture successione, como expect.at.iva conCl-eta de obt.ener
I :-1
}Uu.
un cargo, se vendían sin embargo, y resultaban extremadamente caras de
,'es- comprar, pues su cost.o se elevaba al ingreso de varios aí1os, en forma de in-o
l,Y versión.41 En Sicilia se reconocía la vent.aja de est.a solución, al ocurrir la
Dar formación de un bloque de poder compuesLO por los barones y sus jurist.as,
, un ceto forense alt.amente cohesivo.' De modo que, en una consult.a para
lCO-

¡ue 37 Javier Barriemos Grandón, "L,a selección de ministros togados para Indias", IX Con-
greso del Instituto Internacional del Derecho IndiQ1w, tomo IlI, Buenos Aires: Instiluto de Investi-
ay gaciones de Historia del Derecho Indiano, 1997, pp. 303-304.
:IOS 38 l..a siguiente legislación recopilada Martínez Marina la' encontró redundante y anti-
de cuada, falta de todo concierto, sin embargo ilustra el panorama general. de la venta y arriendo
)01'
de oficios. Juan ][ (roledo, 1436): "Prohibición de recibir dinero ú otra cosa pOI' dar su voto
16s concejales [de los pueblos] para la elección de oficios", el mismo príncipe (Guadalajara,
las, 1436). y pOI' Pragmática de los Reyes Católicos: "Prohibición de vender, trocar y dar pOI' precio
l/.z- ni otro respecto los oficios que deben proveerse pOI' voto de los Concejos" (Novísima Recopila-
't.a- ción: VIJ, IV, leyes 7 y S). Carlos I y do,;aJuana (Valladolid, 1525): "Prohibición de comprar y
vender los oficios de jurisdicción" (Novísima Recopilación: VII, V, IX). Juan I (Valladolid, 1385):
:dic Prohibición de Q1,-endQ1'los oficios de Justicia de los Imeblos, y de la Real Casa y COlte y Clu",cilleríos.
:10. Don Juan I también (Valladolid, 1380): Los Alguaciles de las Justicias ordinarias "O IJ11edenarren-
igo dll1' sus oficios. Fernando e Isabel (Sevilla, 1500): Prohibició" á los COI1'CgidOl'esde alTendm-los ofi-
cios de Alguacilazgo, Ai£aldías y otros respectivos á SIIS COl,-egimient.os. Don Felipe JI (l588): Prohibi-
't.a- ción de O1,-endar los oficios de Procuradores; y en ] 590: Declaración de la le)' IJrecedente, con exte"sión
¡ue á las EsC'Jibanfasde Provincia)' Ayunt1l111.ienlos de los pueblos. Novísimfl1"ecojJilación: Libro V11, Títu.lo
ion VI. Véase el Libro JI, Tílulo VlI, de la No¡¡ísima recopilación. Reducción de los oficiosacI'ecentados; )'
d,,'echo de los pueblos para tantearlos)' consumirlos; Extincíó" de los oficios de Regidores y otms acrec"'-
:ue tamientos en los pueblos donde hubiere ci"to n'Úmem de ellos; en las Reales provisiones de Regimientos se
pongan las c!Ausulas de que los agraciados "O tenga" otm, ui el oficio exceda delllúmem antiguo; Revo-
cación de los oficios de los Concejos acrecentados desde el mío 1440 hasta el de 480; Provisión de los ofi-
Wl-
cios acrecentados a favor de las personas que se expresan, sin embargo de la ley j)Tecedente; Consumo de
, la
los oficios de Merindad y Alguacilazgo P"lJetuos, ó de por vida, por muerte de los que los tengan; Reduc-
ción al número antiguo de los oficios acrecentados, no siendo de los Tenunciables, Ó ha teniendo sus
: la
poseedores facultad liara disponer de ellos. . _
'Deo
39 V., Rosario Villari, La ,'evuella antiesjJOIiolo en Nápoles. Los oríg"les (1585-1647), Madrid:
Alianza, J 979. -
S7,
40 11., Helmul G. Koenigsbergel', La práctica de/. Imperio, Madrid, Alianza, 1989.
41 En Castilla, Juan I (Soria, 1380), Juan J[ (Valladolid, 1442), hasta don Fernando r
160
EL VUELO DE ASTREA
i
I

Felipe N en 1634, Mario Cutelli resumió la ventaja de! nombramientos


perpetuos: Tefonar el poder del reygmcias al de sus funcionarios."
Por lo que toca a los oficios locales, municipales y regnícolas en Italia
o Espafía, varían los privilegios y costumbres en la asignación de cargos,
donde la corona no se podía arrogar ningún Derecho de propiedad sobre
ellos.
En general estas prácticas tienden a afirmar e! fortalecimiento de las
oligarquías locales, pero a la vez: la venta de oficios reales significaba una
importante fuente de ingresos para la Real Hacienda, a la que el príncipe
no le era dado renunciar, aplicando incluso tasas fiscales a las transferen-
cias de cargos.
En Indias, la venta de puestos sustituyó el espíritu rapaz, el ansia de
botín de los primeros conquistadores. Las alcaldías mayores y los corregi-
mientos los comunicaban sendos virreyes, de la Nueva Espafía y del Perú.
y también: "Desde el reinado de Felipe Ir se consideró necesario vender
empleos, corno medio de llenar de recursos las Cajas Reales. Los .oficios
vendibles eran de una gran variedad. Se contaban entre ellos los de Oficia-
les de la. Secretaría virreinal, los Escribanos de Cámara y Gobierno del
Virrey y de la Audiencia, los Regidores del Ayuntamiento, los Alféreces
Reales, los Correos Mayores y los Colectores de Tributos. Se vendían sólo
por periodos cortos y algunos a perpetuidad". 43 La venta de oficios de plu-
ma y cabildo, escribanías y regidurías, se extendió al beneficio de empleos
de Justicia y gobierno, al mediar el Seiscientos e! rey no sólo explotaba
los oficios públicos, sino también las gracias reales: indultos, hábitos de las
órdenes militares, títulos de nobleza.44 Si en Espafía fue un instrumento de
lucha (de exclusión) contra la alta nobleza, incómoda e insolente: por el r
que un nutrido contingente de clérigos y juristas de villana y vulgar extrac- (

ción, se adjudicó parte de la autoridad, en Indias representó un instru-


mento contra los conquistadores. e
De modo concreto, en la Nueva Espafía y en el Perú la venta de pues- c
h
d
doña Isabel, y más tarde Carlos 1 (Valladolid, 1518), mandan: Nulidad de las meTeedes de expecta-
tivas de Alcaldías, Regimientos y otros oficios públicos, no siendo de padTe a hijo. Se pretendía supri-
mir la proliferación de solicitadores, permitiendo a las familias perpetuarse en ellos por trans-
Inisión hereditaria (Novísima recopilac~ón: VII, V, 2), sin conseguirlo del todo.
l'
42 Citado por Robert Descimon, "Las élites del poder y el príncipe", en Wolfgang Rein-
hard (coord.), Las élites del poder y la constmcción del Estado, Madrid: FCE, 1997, p. 140. d;
43 José Ignacio Rubio Mañé, El Vineinato. Grígines y jurisdicciones, y dinámica social de los b,
virreJes, T. l, México: Universidad Nacional Autóno'ma de fi,féxico, Fondo de Cutura Econó- el
mica, 1983, p. 109.
44 v., Horst Pietschmann, El Estado y su evolución al principio de la coloniwción de América,
lo
México: Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 163-182.
m
BALANZA DE ASTRF.A 161
i.STREA
, toS permitió que los criollos entraran al gobierno eclesiástico y civil4; Sin
ientos proponérselo quizá, los menos poderosos, ahora dueños de una parte de
los oficios, contribuyen al debilitamiento de los grupos hegemónicos tradi-
Italia cionales,46 y al fortalecimiento de la Monarquía.
Irgos, Los beneficiarios cumplían con cierta eficacia sus funciones,47 pero,
Isobre sobre todo, el prestigio inherente al cargo, sus beneficios en dinero,
influencia y poder inducía en el comprador o arrendador conductas favo-
le las rables al fortalecimiento institucional, s~ntiéndose íntimamente ligado a la
i
i una Monarquía; pero a la vez no. El jurisconsulto napolitano Francesco
I .
Ilope d'Andrea (1648-1698) lo pone en dos palabras: Todo júncionario se sinJe a sí
rren- mismo al servir a su rey, y con la misma idea, en 1669, Francesco Rocco afi'r-
maba: los fimcionm"ios son en J"ealidad ministros de la Justicia divina e1i sus
la de tierras e imágenes de Dios,48 pero no pocas veces los beneficios eran
¡regi- particulares.
perú.

t der
lICIOS
ficia-
III. EL PODER DE LOS ESCRIBANOS
Y LOS OJOS DE ARGOS
1 Una tradición tebana transmitida por Plutarco ftió la imagen del prín-
t del
reces cipe ciego, sentado al lado de sus consejeros, sin manos: "el hecho de estar

¡sólo sentados, comenta Erasmo de Rótterdam, manifiesta que los magistrados y
los jueces deben tener el ánimo sosegado y no perturbado por pasión
¡plu-
lleos alguna. El hecho de carecer de manos significa. que deben mantenerse
¡taba puros e íntegros, lejos de toda corruptela de sobornos. Además, el hecho
I de que el príncipe carezca también de ojos significa q"ue el rey no debe
e las
I sepa¡-arse de lo honesto por dádivas, hasta el punto de quedar condicio-
p de
nado por miramientos hacia otras personas, y que debe tener información
ir el
de primera mano en asuntos tan importantes" (Instituto Principis Christia-
trac-
i ni: 1). Andreae AIciati -o AIciato- en su libro de emblemas (1531), insiste:
¡tru-
f
I
están sin manos para que no tomen sobornos ni esperen regalos, y el prín-
Iues- cipe no tiene ojos, porque debe resolver sólo escuchando (Emblematum
liber: Emblema CXLV, In Senatum boni Principis). Los tribunales reales
debían ordenarse a este ideal, los Consejos, las Chancillerías y Audiencias.
;ecta-
I .
UPrl-
fans- 45 V., Mark A. Burkholder y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad, México: FeE,
1984.
lein-
I
46 "En general, según Robert Descimon, puede decirse que las formas legales de venali-
dad satisfacían a las diferentes burguesías, mientras que las formas consuetudinarias garantiza-
le 1m ban las prerrogativas de las noblezas y la total dominación por la aristocracia de las redes de
onó- clientela". Op. cit., p. 153.
I 47 El barón de Montesquieu observa que: "hay'un arte y unas invenciones para prevenir
Tica, los fraudes, que el interés sugiere a los an"endadores y que los administradores no sabrían
imaginar" (véase: El espíritu de las leyes, parte 11, libro XlI1, capítulos XIX y XX).
48 Citado por Robert Descimon: op. cit., pp. 136 Y 140.
162 EL VUELO DE ASTRL\

Aunque, a la verdad, muchos de los oficiales de justicia respondían a la


imagen que ofrece Vicente Espinel (1618), "que parece que los elige el
demonio para hacer por manos dellos lo que no puede por las suyas, que
se las tiene Dios atadas" (La vida del escudero MaTeas de Obregón: Ir, 5).
En los jueces recaía la decisión de toda causa. No extraña que los liti-
gantes buscaran influir en su ánimo, no sólo por razones, elocuentes, plau-
sibles, seductoras, convincentes ... Es antigua la regla: No Tecibireis Tegalos,
)' tuercen las decisiones de losjusto (Ex: 23, 8).
porque éstos ciegan aún a los pT7.1dentes
Los regalos introducen elementos de certidumbre en la determinación de
los pleitos.
Contra ello se produjo una voluminosa legislación, tendiente a refor-
zar los solemnes juramentos del carg049 Enfáticamente se exige: Prohibi-
cion de Tecibir dádivas, pTesentes ni otras cosas de litigantes, los MinistTos y oficia-
les del Consejo, COTtey Chancillerías;50 Prohibicion de solicitar negocios agenos, y
de TecibiT dádivas los ministTos y oficiales de los Consejos y Audiencias." Sin
embargo debió ser una práctica frecuente, regular, previsible, parte del
orden de los tribunales. Así lo entendieron los naturales de Indias bien
pronto, según registra don Alonso de Zurita, al mediar el Quinientos:
"Como han entendido ... que son oídos llevando que dar a los que entien-
den en sus negocios, hanse dado a procurar de robar"."'
Mateo Luján de Sayavedra se quejaba de "los gobernadores y ministros
de la justicia, que disimulan pecados por respecto de amistad, ó porque les
untaron las manos, ó se gozan de hallar materia de vicios por la ganancia
que se les espera, agravando el pecado del que habian de sacar dinero,
disimulando el de los poderosos por miedo ó amistad" (Avatares y vida de
Guzmán de Alfamche, atalaya de vida humana: Parte Segunda, IIr, Ir). Eso de
"untar las manos" vale metafóricamente por sobornar o cohechar con
dones o dinero. En las leyes se prohíbe:
Porque la cobdicia ciega á los corazones de algunos Jueces, y de la torpe
ganancia deben huir los buenosJueces; porque escrito es, que buena es la sub-
sistencia donde el pecado no es en la conciencia;y es muy fea la cobdicia,
mayormente en aquellos que gobiernan la cosa pública: por ende ordenamos
y mandamos, que los Alcaldesordinarios, y otrosí los Alcaldesde las alzadas,y
aquel y aquelllos que hobieren de libr¡¡r los pleytos por comision en nuestra

49 De tiempos medievales. La fórmula que refiere la Novfsima recopilación (Libro V. Título


XI, Ley 1), se atribuye aJuan I en Segovia (1390) y Juan n en Guadalajara (1436), bajo el epí-
grafe: Prévio juramento de tos Oido,-es, Alcaldes y Oficiales del Consejo, Corte y Chancillerias para el
uso de sus oficios. .
50 Alonso en Valladolid (1325) y Segovia (1347); Enrique n en Toro (1369 y 1371); Juan I
en Bribiesca (1387); Juan n en Toledo y Guadalajara (1436); Fernando e Isabel (1489); Isa-
bel en 1492 (Novi<ima ,-ecopilación: IV, n, 9). .
51 Felllando e Isabel en Toledo, 1480 y Alcalá, 1498 (NmJÍsima ,'ecapilación: IV, n, 10).
52 Cil. por Borah, EIJ'llZgado General de Indios ... , op. cit., p. 52.
\'REA BAL<\NZA DE ASTREA 163
I Corte, )' otrosí los Corregidores, y Alcaldes y Jueces de las nuestras ciudades, y
~ la
b el villas y lugares, así los de fuero como los de salario, )' así ordinarios como dele-
I gado's, no sea], osados de tomar ni tomen en público ni en escondido, por sí ni
¡que por otros, dones algunos de ninguna ni algunas personas, de cualquier estado
ó condicion que sean (Leyes l y 2, Título 20 del Ordenamiento de Alcalá; Noví-
[Iiti-
sima Recopilación; XI, 1, 7).
lau-
I
¡los, De modo que, para evitar todo mal ejercicio de la justicia, según la
18), Ley 2 del Título 20 del Ordenamiento de Alcalá, se da pmeba privilegiada con-
I de
tra el juez que reciba regalos de los litigantes, pOTque los que dan algo á los
juzgadoTes, por los pleytos que ante ellos tratan, lo pTometen y dan, y ellos lo resci-
for- ben lo mas secretamente que pueden, y esto seria grave de probaT (Novísima Recop"i-
¡ibi- lación: XI, 1, 8)..Se trata de reglas del Trescientos, que se reproducen ... En
t
fia- la segunda mitad del Setecientos -en el año 1788- se recomienda con
s, y toda .especialidad a los Corregidores la puntual obsen'ancia de las leyes en
Sin que les está prohibido tan seria y repetidamente,.. el recibiT dones ni regalos
del (Novísima Recopila.ción: XI, 1, 9). Pero también a los oficiales subordinados.
¡len Fray Benito jerónimo' Feijoo obsen'aba que los jueces no son todo en
tos: los tribunales; depende su actividad de la solicitud, competencia, inteligen-
en- cia, honradez de sus subalternos, sin lo cual abundarían:
Las faltas de legalidad, que respectivamente á su mipisterio cometen todos
irOS aquellos que inten'ienen como instrumentos en el conocimiento, y prosecución
les de las causas, el Abogado, el Relator, él Procurador, el Recetar, el Escribano,
ICla el Alguacil, el Testigo, &c.. Es el tribunal un todo de tan delicada contextura,
.ro, que no hay en él parte integrante alguna, que no sea essencial. Es una
maquina, en que si falta, ó falséa, ó a£]oxa el mas menudo muelle, todos los
[:: movimientos serán desordenados. ¿Qué importa que sean los Jueces rectos, si
con los processos, ó los informes llegan adulterados á sus manos, y oídos? (Balanza
de Aslréa, 6 recta administración de la justicia).

l.pe Los institutos de justicia no sólo se han multiplicado en el proceso de


I
p.b- configuración de la Monarquía, sino que han crecido, complicándose en su
Fla, interior. Para el que pide justicia, lejos está -si alguna vez existió- la
,
nos tranquila certidumbre del antiguo refrán castellano; "do buen alcalle jusga,
i
s )' toda cosa es segura". Conforme se forman los tribunales, se introducen los
l'
¡tra criterios de selección para determinar las personas elegibles para ocupar
los cargos necesarios al óptimo desempeüo institucional: Oficiales y Secreta-
mIo rios de Corte, Alguaciles, Corregidores, Gobernadores, Oidores de las que-
bpí- rellas civiles, Alcaldes de las causas criminales, Presidentes de las Audien-
h el
¡ cias, Comisarios, Secretarios de los Tribunales, Oficiales de las Audiencias,
In l Oficiales de los Consejos, &c. Pero ninguno de estos oficios podría ser
[sa- incorruptible, Quevedo decía: "Solo el alguacil hurta por todo el cuerpo,
l). pues acecha con los ojos, sigue con los pies, ase con "las manos y atestigua
i con la boca; y al fin, son tales los alguaciles, que dellos y de nosotros
-
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--
164 EL VUELO DE ASTREA
I
defienden á los hombres pocas cosas" (El alguacil alguacilado). Pero hay 1í
, quien se encuentra en una posición privilegiada para aprovechar a su :
I
I favor todas las operaciones de los procesos judiciales: i
I
¿Has visto tú -pregunta Quevedo~ alguacil sin escribano algún día) No por ¡
¡
cierto, que como ellos salen a buscar qué comer, porque, aunque topen un ino- I
cente, no vaya a la cárcel sin causa, llevan escribano que se la haga, y así, aun-
que ellos no den causa para que les prendan, hacesela el escribano, y están
presos con causa. Y en los testigos no repares, que para cualquier cosa tendrán
tantos como tuviere gotas de tinta el tintero, que los más, en los malos oficia-
les, los presenta la pluma y los examina la cudicia, y si dicen algunos lo que es
verdad, escriben lo que han de menester y repiten lo que dijeron ... Muchos
hay buenos escribanos ... pero de sí el oficio es con los buenos como la mar con
los muertos, que no los consiente y dentro de tres días los. echa a la orilla (El
mundo por de dentro).

Quevedo tenía algo contra los escribanos, en su Sueño del juicio Final
dice que vio un "escribano que no le venía bien el alma y quiso decir que
no era suya por descartarse della". Hasta en el Juicio Último, mienten. En
los poemas hay muchos otros, y el mismo: "el escribano recibe/ cuanto le
dan sin estruendo,! y, con hurtar escribiendo,! lo que hurta no se escribe".
Su oficio consiste en dar fe de las escrituras y los procesos legales, tiene
título legítimo para ello, pero tiene además una cierta disposición a distor-
sionar los papeles, por soborno, y tiene amparo para ello: "Invisible viene
a ser/ por su pluma y por su mano/ cualquier maldito escribano,/ pues
nadie lo puede ver". Se guarda en el silencio de la escritura: "Que el escri-
bano en las salas/ quiera encubrirnos su tiña,! siendo ave de rapiña,! con
las plumas de sus alas". 53
Las burlas dicen mucho de su poderío, "officio tan principal y cauda-
loso", según el Grotalón.54 El escribano da fe de los actos jurídicos, practica
diligencias, redacta y autoriza con su firma los procedimientos judiciales;
también los contratos para que tengan su efecto, admite además los pode-
res de los representantes: recibe pruebas, interroga, transcribe los testimo-
nios ... Debe conservar a buen recaudo las escrituras originales, los poderes
de los representantes y las sentencias definitivas (Recopilación de Indias: II,
XXIII, 8). Pero con malicia podía menguar o añadir los papeles, y con
poco más hasta decidir: "y noté -escribe Quevedo- que no hay cosa que
crezca tanto en tan. poco tiempo como culpa en poder de escribano" (El
mundo por de dentro). Da fe de la propiedad que se presume -redacta las
escrituras y las hace válidas por su firma-, así como de los pretendidos
testamentos (véase Novísima Recopilación, Libro X, Título XXIII, De las

53 Los versos de Quev~do los recoge Ignacio -Are1Iano al pie de página en su edición de
Los Sueños d~ Franciscode Quevedo:.Madrid: Cátedra, 1999, p. 95 n.
54 Loc. Cit.
ffiEA
BAL~;,\ZA DE ASTREA 165

Ibay Escrituras Públicas, sus Notas y Registros). En su mano está la peleada


I su
posesión, o al menos la custodia de sus registros, los de propiedad.
, Los escribanos cruzan todos los tribunales de la l'vIonarquía, superiOl'es
Ipor e inferiores. La condición de su oficio se funda en la lealtad: Lealtanza
lno- -dice Alfonso X- es una bondad que esta bien en todo ame, e sel1aladamente en
I
lun.
los Escl'ivanos, que son jJuestos jJaTafazer las cartas de los Reyes, o las otTaS que
hán llaman jJúblicas... Ca en ellos se fian también los SeñoTes como toda la gente del
irán
! .
ICJa-
Pu.eblo, de todos los fechas, e los pleytos, e las jJostUTaS,que han fazeT, o a deciT en
I juicio (Las Siete PaTtidas: III, XIX, l ).En caso de desviar la conducta: False-
f es
dad faziendo EscTibano de la COTtedel Rey, en wTta o en pTevilegio, debe mOTiT
:hos
I
~con JJOTello... e si el EscTibano de Ciudad o de Villa fizieTe alguna caTtafalsa, o fizieTe
(El alguna falsedad en ju)'zio, en los jJleytos que le mandaTi'n escribiT, devenle cOTtarla
mano con que la fizo, e darle P01:malo, de maneTa que non jJ'Ueda... aVe?"ninguna
¡nal honna mientras bivieTe (Las Siete Pmtidas: 1II, XIX, 16).
Pero además de esa bondad exigente, desde luego es necesario que
Hue
domine la escritura, sobre todo: jJrovados debe ser los Esc?ivanos ... sin son
lEn sabidoTes de escrevir (Las Siete Pmúdas: III, XIX, 4), lo que en una sociedad
, le
¡
)e". iletrada, analfabeta debía ser algo raro. No se les pide sabiduría jurídica,
bne aunque por práctica, por la permanencia prolongada en un mismo tribu-
!or- nal, como se recomienda que la tengan, alguna van adquiriendo, y llegan
I
ene a ser imprescindibles: por eso Enrique IV (1458) manda que los COTregido-
;
ues Tes y jueces que Nos enviáremos ... usen los dichos oficios con los Esclibanos del
! . número de las dichas ciudades, villas )' lugaTes donde así fueren dejJutados, ante los
cn-
I
:on quales jJasentodos los instmmentos, jJTOCeSOs y escrituras según Sl~\jJrivilegios, fite-
\
TOSY costumbres disjJ01ten (Novísima RecojJilación: VII, XV, 14.). Siendo tan
¡:la- necesarios, se les quiere controlar: se les imponen exámenes de aptitud e
ica idoneidad, juramentos previos, registro ... (véase la Novísima RecojJilación:
les; Libro VII, Título XV, De los Escribanos Públicos)' del Número de los
ae-
,
Pueblos). Se les somete a seria vigilancia:
flO-
Por quanto de la fidelidad y legalidad de los escribanos depende en la mayor
¡-es parte no sólo la recta administración de justicia, sino también la quietud y
III tranquilidad de los pueblos, la vida, honras y haciendas de los vasallos, debe-
!Ol~
I
rán ser por consiguiente una de his más principales obligaciones de los Corre-
lue gidoi'es el velar incesantemente por sÍ, y por medio de las Justicias, sobre la
(El conducta de todos los Escribanos de su distrito, para evitar que susciten y
:las fomenten pleytos y criminalidades, como sucede muy frecuentemente.
I
los El que manda esto es Fernando VI -un siglo después de Quevedo-,
las en el afIo 1749.
i de
"Pleytos )' criminalidades", obra de los escribanos, frecuentes además:
JJOI'el inteTés que de ello les Tesulta, con detrimento de la causa jJública, y jlara
satisfaceT sus quejas y Tesentimientos jJm'liculaTes. Pero al parecer no sólo son
los escribanos, en el mismo lugar, se denuncia' el abandono y negligencia que
7 ....'(
'-,',-,

.
;'
.1

" B.~LANZA DE ASTRL~ 165
D hay
a su Escrituras Públicas, sus Notas y Registros). En su mano está la peleada
posesión, o al menos la custodia de sus registros, los de propiedad.
Los escribanos cruzan todos los tribunales de la Monarquía, superiores
o por e inferiores. La condición de su oficio se funda en la lealtad: Lealtanza
n ino-
-dice Alfonso X- es una bondad que esta bien en todo ame, e se?1aladamente en
o aUil-
los EscTivanos, que son puestos para fazel' las coTtas de los Reyes, o las otras que
¡están
¡drán llaman públicos", Ca en ellos se fian también los Seiiores como toda la gente del
ificia- Pueblo, de todos los fechas, e los pleytos, e las posturas, que han fazer, o a dec-lTen
¡ue es juicio (Las Siete PaTtidas: III, XIX, 1), En caso de desviar la conducta: False-
~chos dad faziendo Escribano de la Cm'te del Rey, en carta o en pTevilegio, debe mOT-lT
l" COn POTello, " e si el Escribano de Ciudad o de Villa fizieTe alguna caTta falsa, o fizieTe
!a (El alguna falsedad en juyzio, en los pleytos que le mandaren escribir, devenle cortar la
i
mano con que la fizo, e darle POTmalo, de manera que non pueda", aver ninguna
final honrra mientras bivieTe (Las Siete Partidas: UI, XIX, 16).
¡que Pero además de esa bondad exigente, desde luego es necesario que
f En domine la escritura, sobre todo: pTOvados debe ser los Escrivanos ... sin son
,o le sabidoTes de escreviT (Las Siete PaTtidas: III, XIX, 4), lo que en una sociedad
be".
, iletrada, analfabeta debía ser algo raro, N o se les pide sabiduría jurídica,
:ene aunque por práctica, por la permanencia prolongada en un mismo tribu-
tor- nal, como se recomienda que la tengan, alguna van adquiriendo, y llegan
ene a ser imprescindibles: por eso Enrique IV (1458) manda que los Con'egido-
!ues Tes y jueces que Nos enviáTemos,., usen los dichos oficios con los Escribanos del
,cn- nlÍmero de las dichas ciudades, villas y lugares donde así fileren deputados, ante los
con quales pasen todos los instrumentos, pTOcesosy escrituras según sus pTivilegios, fue-
ros y costumbres disponen (Novísima Recopilación: VII, XV, 14), Siendo tan
tIa- necesarios, se les quiere controlar: se les imponen exámenes de aptitud e
:Jea idoneidad, juramentos previos, registro,., (véase la Novísima Recopilación:
les', Libro VU, Título XV, De los Escribanos Públicos y del Número de los
de- Pueblos), Se les somete a seria vigilancia:
lO- Por quanto de la fidelidad y legalidad de los escribanos depende en la mayor
l"eS
parte no sólo la recta administración de justicia, sino también la quietud y
'u, tranquilidad de los pueblos, la vida, honras y haciendas de los vasallos, debe-
pn
, rán ser por consiguiente una de las más principales obligaciones de los Corre-
pe gidores el velar incesantemente por sí, y por medio de las Justicias, sobre la
'El conducta de todos los Escribanos de su distrito, para evitar que susciten y

~:
\1s
fomenten pleytos y criminalidades, como sucede muy frecuentemente,

El que manda esto es Fernando VI -un siglo después de Quevedo-,


I en el año 1749.
"Pleytos y criminalidades", obra de los escribanos, frecuentes además:
de por el inteTés q,,-,ede ello les Tesulta, con detrimento de la causa pública, y pam
satisfaceT sus quejas y ¡'esentimientos particulmes, Pero al parecer no sólo son
los escribanos, en el mismo lugar, se denuncia el abandono y negligencia que
EL VUELO DE ASTRF.A
166

por punto general se observa en asunto tan importante de p'arte de las


J ústicias, cuya tolerancia es causa de que muchos Escribanos abusen de su
oficio con notable detlimento del Estodo (Novísima Recopilación: VII, XV, 27).
Quizá de ese "abandono", otros se benefician; no sería extraflo, pero lo
que interesa es que el escriba, por muy díscolo que fuera, por muy desa-
brido, es insustituible en un orden judicialista.
Fija la realidad jl;lrídica por su pluma. Lo que pasa por su escritura,
verdadero o no, existe jurídicamente; lo que no lleva su firma, carece de
valor jurídico. La fidelidad, lealtad, fiabilidad que se le exigía tenía que
ver precisamente con su capacidad para registrar veraz y ciertamente los
hechos y dichos, de modo que se proyectaran de igual modo sobre el plano
jurídico. Por su actividad adquirían forma jurídica las personas, las relacio-
neS enu-e ellas, sus acciones, sus cosas; de algún modo el escriba constmía
la realidad en que operaba la Monarquía.
Otro oficial que por eso mismo merece especial atención es el Intér-
prete, en los tribunales de Indias. Hubo aquí un muy animado pleitismo
judicial, especialmente de los naturales, que sorprendió al comienzo de!
Quinientos: "los conquistadores se quedaron pasmados al ver a súbditos
tan pacíficos mostrar tal decisión y tenacidad allitigar".55 Por el aflo 1531
e! rey recibía el siguiente informe:
E no es pequeña' parte de la ocupación los casos e cabsas [causas] de indios,
p9rque aunque es gente mansa estando debaxo de yugo, cometen muchos e
atroces delitos, e tienen entre sí grandes diferencias especialmente sobre térmi-
nos: fázenles muchos malos tratamientos, de lo cual nascen grandes contiendas
e ocupaciones, porque lo queremos todo llevar por-tela de xuicio... ; e al pre-
sente ... tenemos gran adverrencia e punición dello, e creemos que será la
mitad de la gobernación, porque es gente de este natural, que se sabe bien
quexar, e aun algunas veces falsamente por respectos subtiles e diabólicos; e si
no es punida e castigada de lo, que cometen, daseles gran ynzentivo para
cometer mayores males.56
Esta opinión dice algo sobre los conflictos de indios entre sí y de espa-
ñoles contra indios,57 pero aporta e! dato importante también de que los
naturales participan pronto en el oi-den judicialista de la' Monarquía.
Acuden a los tribunales quizá no a pedir Justicia -porque quién sabe
lo que entendían por ello-, ni a reclamar su Derecho -porque quién

55WoodrowBorah, El Juzgado General de ¡ndios.,., op. cit., p. 52.


56Citado por Andrés Lira, "El indio como litigante en cincuenta años de Audiencia.
1531-1580", Memoria. del X Congreso del instit"lo ¡ntemacional de Hist01W del Derecho Indiano,
México:UNAM, 1995, Tomo 1, pp. 767-768. , '
5i 'IQuejas de pueblos contra espailoles que están invadiendo sus tierras comunales ... ;
casos de indios a los que se -obliga ilegalmente a prestar sen'idos personales ... muchas quejas
contra 'sacerdotes por extorsión, lntervención en elecciones crueldad senricios fol'7..oS0S;que-
1 1

jas conU"a a.lcaldes mayores}' Olros funcionarios por emplear a los indios en sus empresas pri-
B.~L~NZA DE ASTREA ]67

sabe cuál fuese su idea de aquello que Celso o Ulpiano, Isidoro o Graciano
: las llamaban Derecho-, aunque Jo tuviesen naturalmente, sino cierta protec-
e su ,
.1

ción necesaria en un ambiente que cabe imaginar, por decir lo menos, vio-
27). J:
lento. Don Antonio de Mendoza, antes de salir del cargo de virrey de la
j lo Nueva Espafla (1550), recomienda a sus sucesor: "Los indios naturales de
,
esa- esta tierra son de calidad que muchas veces por cosas muy livianas que les
hacen, se vienen a quejar y las encarecen grandemente, y otros padecen
?ra, muy graves cosas y callan. Ha de estar advertido ... que es necesario por
, de- livianas que sean las palabras, entender lo que es y averiguarlo, porque de
gue lo poco se saca mucho, y también que no crea lo contrario aunque mucho
:los se encarezca, porque hallará ser como lo digo" (Instrucciones y Memorias de
lno
, los Virreyes Novohispanos. Relación, Apuntamientos y Avisos que dí [Antonio de
ti0- Mendoza] al Sr. D. Luis de Velasco). Entonces el virrey, siendo imagen en la
uía Nueva Espafla de! príncipe, debía actuar en consecuencia; como buen juez,
atendiendo los pleitos y averiguando la verdad:
tér-
: Yo he tenido por costumbre de oír siempre los indios, y aunque muchas veces
mo
me mienten, no me enojo por ello, porque no los creo ni proveo nada hasta
del
averiguar ]a verdad ... En la orden que en esto he tenido es que los lunes y los
,tos
jueves en la mañana es que los nahuatlatos de la Audiencia me traen todos
¡31 los indios que viene a negocios, óigolos a todos en las cosas que luego puedo
despachar (Instrucciones y Memorias de los Virreyes NovohisjJanos. Relación, Apunta-
lOS,
rnientos y Avisos que di [Antonio de Mendoza] al Sr. D. Luis de Velasco).
.s e Estos nahuatlatos son los intérpretes. El diálogo entre castellanos y
ml-
naturales indígenas era por entonces mínimo, o nulo casi (imaginar e!
aas famoso Requerimiento por el que, antes de cualquier combate, sitio o
Te-
entrada durante la conquista se notificaba a los indios en castellano la atri-
: la
bución del príncipe católico del dominio de las Indias como derivado de
Len
una Bula pontificia)5S La comunicación sólo era concebible por intérpre-
; SI
ira
tes. Hay desde luego intentos de los castellanos, principalmente de los
:

la-
vadas; muchos casos de elecciones disputadas, en su mayor parte para gobernadores; quejas
'os contra la residencia de españoles, mestizos, negros)' mulatos en pueblos de indios ... Algunos
casos de disputas entre pueblos por conflictos de límites y. derechos .de aguas" (Lesley Byrd
pe Simpson, Field andArchive Notebooks, 1931-1940, citado por WoodrowBorah,juzgado Genem del
¡ndioL., op. cit., pp. 136-137). La consolidación de la propiedad se convirtió en asunto de liti-
én gio constante. "El paso era decisivo, escribe F. Chevalier, en un país gobernado por legistas"
(La !oTmación de los latifundios en JVIéxico. Haciendas JI sociedad en los siglos XVI, XVII )' XVIII,
México, FCE, 1999, p. 429). Pero en la Nueva España: "la lucha competidora de los conquista-
dores españoles con los nobles indígenas por los tributos, las prestaciones de servicios, el
la. dominio político y las oportunidades económicas prosiguió a nivel local como conflicto entre
20, las comunidades indígenas y las haciendas" (I-Ierbert Nickel, Morfología social de la hacienda
mexicana, México: FCE, 1996, p. 57).
58 Redactado por el Dr. Palacios Rubios, utilizado por primera vez en 1313,10 reproduce
"as Antonio Muro de Orejón en sus Lecciones de Historia del Derecho Indiano, México: Porrúa, 1989,
te-
pp. 54-56.
ri-
168 EL VUELO DE ASTRr:~

misioneros al comienzo, por penetrar en sus códigos, pero I-Iernando Ruiz


de Alarcón, en 1629, ya lamentaba: "haber Jos ministros entrado tarde en
las lenguas de los feligreses por su diversidad, y dificultad, pues aun hoy
algunas de todo punto se ignoran" (Tmtado de las sujJeTsticionesy costumbres
gentílicas que ha)' viven entTe los indios natumles desta Nueva Espalia).
Por eso, así como el moderno historiador Gruzinski se pregunta:
"¿Cómo hacer comprender y ver seres, figuras divinas, más allás sin equi-
valente alguno en las lenguas indígenas o en las representaciones loca-
les)""g es lícito preguntar cómo hacer entender esa suma de virtudes que
es la Justicia, que desciende de Cristo -Sol de Justicia-,60 cómo imaginar-
a la diosa Asb"ea.61 '

Más difícil aún, cómo explicar a los natLirales de Indias los contenidos
del C01pUS IuTis o Las Partidas ... Todo podría prestarse a confusión y
malentendido. Pero non Iza mala fialabm, si non es mal entendida.62 Felipe Il
manda en 1583:
Muchos son los daños, e inconvenientes que pueden resultar de que los Intér-
pretes de la lengua de Jos Indios no sean de la fidelidad, Christianidad )' bon-
dad, que se requiere, por ser el instrumento por donde se ha de hacer justi-
cia .... Mandamos que los Presidentes )' Oidores de nuestras Audiencias cuiden
mucho de que los Interpretes [de la lengua de los Indios'] tengan las partes,
calidades y suficiencia que tanto importan, y los honren como lo merecieren
(Recopilaci6n de las leyes de Indias: n, XXIX, 1).

Los Intérpretes eran registrados en Jos tribunales y debían jurar el ofi-


cio, obligándose a actuar lealmente: Declamndo, é interpTetando el negocio y
jJleyto, que les jiteTe cometido, clam y abieTtamente, sin encu.bTir, ni añadi1' cosa
alguna, diciendo simplemente el hecho, delito, ó negocio, y testigos, que se examina.-

S9 Serge Gruzinsqui, Ln. colonización de lo únaginan.o. Sociedndes indígenas )' occidentnliwcióll


en el México es¡¡miol. Siglos XVI-XVIII, México: FCE, 2000, p. 187.
60 La identificación del Sol I1lstitiae y Cristo es probablemente producto de la influencia
del misticismo asu"albabilónico, la mitología grecorromana}' las profecías hebreas. v., Erwin
Panofsky, "AJberto Durero y la Antigüedad Clásica". El sigificado en las orles visuales, Madrid:
AJianza, 2000, pp. 277-279. AJfonsoX dice: La Justicia cala [atiende, busca, encuentra] siempre
do nasce el Sol verdadero, que es Dios: e P01"esso llaina.ron los Sa.ntos en las Escrij)(urGs a. nuestro Seiior
Jesu Clwisto, Sol de Justicia (Las Siete Partidas: 111, 1, 1).
61 HÜa de Temis )' Zeus. Estuvo entre los mortales durante la Edad de Oro, pero espan-
tada de los crímenes de los hombres, huyó al cielo (Melmn01fosis: 1, 90-95 Y 149-150).
62 Aquí recuerdo el pasaje muy apropósito del Libro de buen amor, en que el arcipreste de
Hita saca lección de la disputa de griegos}' romanos. Los.romanos se hicieron merecedores
de recibir las leyes de los griegos, pero antes fueron sometidos a examen. Los sabios griegos,
siempre según la leyenda, preguntaron, y por casualidad tocó responder al más bellaco de los
romanos: por medio de señas contestó, sin proponérselo, las cuestiones más exquisitas que se
le pregul1larotl. De ahí que diga el arcipesu"e:non ha mala palabra. si non es a mal entendida.
(Libro de buen amor: 64). Grecia, sin embargo, ni siquiera tenía un término específico para
designar el Derecho (de6n, epieikés, kathekon, dilwion). V.: Dalmacio Negro, Ln tradici6n liberal y
el Eslado, Madrid: Unión Editorial, 1995, p. 51.
STR£A
B.~LANZA DE ASTREA 169

Ruiz ren, sin seT paTCiales á ninguna de las paTtes, ni favorecer mas á uno, que á otro, y
le en
qtle por ello no levarán interés algzmo, mas del salario (Recopilación de Indias, lI,
hoy XXIX, lI). Difícil sería calcular sus significación en la integración de Indias
nbTes a la complexio opposito1"Zl1nde la Monarquía Católica.
El Emperador y la princesa Dofía Juana la Loca mandan (1555): que
lI1ta: las leyes y buenas costumbTes que antiguamente tenían los Indios para su gobiemo y
:qui- policia, y sus usos)' costumbres obseTlJadasy guardadas después que son cristirinos,
!oca_ 1 y que no se encuentmn con mustm Sagrada Religión ... se guaTden y executen y
que 1,
j siendo necesario, por la presente las aprobamos y confiTmamos (Recopilación de
'Inar Indias: II, 1, 4). Y el Prudente en la OTdenanza de Audiencias (1563): que los
juicios de los indios swnaTiamente sean determinados, guaTdando sus usos)' cos-
idos ! tumbres, no siendo claramente injustos, y que tengan las Audiencias cuidado, que
,~

I!l assi se guarde por los otros jueces inferiores (Recopilación de las leyes de Indias: II,
Y
,e II : XV, 83). El Intérprete es decisivo en la realización de estas disposiciones .
•,,
, En un litigio del pueblo de Coyoacán, los indios exhiben pinturas para
¡
Hér- J mostrar al juez castellano el orden tributario, a modo de testimonio y
j
)011-
1 prueba de descargo. "En este mismo proceso además los principales de la
[¡sti-
den
¡ villa traen pinturas que acreditan sus posesiones de tierras y el número de
terrazgueros que les deben servicio, documentos que también se aceptan
1,
:'tes, , como prueba para acreditar derechos adquiridos y situaciones de reparto
:ren de propiedad".63 Desde luego tales documentos podían ser falsos, como los
títulos primordiales. 54 En todo caso, como comenta Vasco de Quiroga, con
afi- entusiasmo: "tan bien dicho y alegado por sus pinturas como lo supieran
lOy hacer Bartulo y Baldo en sus tiempos por escrito" (Información en Derecho:
'OSa III, 186).
rza- Ahí entraba el Intérprete también. No para descifrar los códices, sino
para traducir al que los sabía entender. Si bien los manuscritos antiguos
-apunta Pablo Escalante-: "contenían una serie de figuras y signos sus-
~ión
ceptibles de interpretación sin otro auxilio que el conocimiento del código
leia correspondiente, también es cierto que no podían entenderse de manera
\v]n
[id: completa sin recurrir a un saber que formaba parte de la tradición oral".65
'Pre comprenderlos era un ejercicio complicado, que requería de los memorio-
ñor sos naturales; su sentido, de voz del sabedor de la antigua iconología -por
an- así decir-, lo transmitía al juez el Intérprete. Pero no sólo eso, proyectaba

de
res 63 El caso lo refieren Pedro CalTasco y Jesús Monjarás-Ruiz (Colección de documentos sobre
os, Coyoacán, México, INAH, 1976-1978), Y lo comenta Horst Pietschmann, "Consideraciones
los entorno al problema del estudio del derecho indígena colonial", IX Congreso del Instituto de
,se Historia del derecho Indiano, Madrid: Universidad Complutense, 1991, Tomo n, p. 17.
64 En que se consignaban los confines de óerta tierra y el Derecho de la comunidad que
da
,1'a en ella vivía: expediente que contiene actas de donación, venta, otorgamiento de jurisdicción y
1 )' que sanciona la posesión, según lo consigna y autentifica la autoridad; a veces fabricados para
suplir títulos auténticos destruidos, extraviados o vendidos por los pueblos.
65 Pablo Escalante Gonzalbo, Los códices, México: CNCA, 1999, p. 6.
i70 EL VUELO DE ASTREA

dquellos hechos que las pinturas expresaban y que la memoria guardaba


.s'obre el orden jurídico de los tribunales indianos. Don Atltonio de Men-
daza quiso, por mera razón práCtica, dar forma escrita y legal al cúmulo
de la tradición de los antiguos naturales que pasaba por el tracto judicial:
"Los indios tienen por costumbre si en algunos negocios de los 'que traen
no se determina a su voluntad, dejarlos olvidar y tornar 'scibTe ellos con
alguna nueva color, y como los mas de los negocios se averiguan de plano
y,por sus pinturas, no queda razón mas de la memoria del que los despa-
chaba, y había gran confusión; para remedio de esto yo proveí que se
tuviese un libro en que se asentasen 'todas las averiguaciones, que está en
pbder del secretario, y cuando algunos indios vienen a pedir, mirase en el
libro si está otra vez determinado"(lllitmcciones y Mem01-ias de los Vin-e)'es.
Novohispanos. Rela.cián, AjJUntamientos y Avisos que dí [Antonio de Mendoza)
al Sr. D. Luis de Velasco). Hubo los jueces (árbitros)" indios: los pueblos de
los naturales quedaron en situación de administrar su propios bienes y
gobernarse por su propios mandones y juntas; pero los Intérpretes fueron
insustituibles como mediadores entre la Real jurisdicción y las comu-
ni'dades. .
. Dentro de la idea general del gobierno de la Monarquía de dar pro-.
tección a desvalidos y miserables, categoría en que entraba el indio,66 se les.
pJso bajo la tutela regia,67 con jurisdicción aparte,68 separada de la de la
población española. Sin embargo el Intérprete se hizo imprescindible.
Recorría las Provincias, Ciudades y Pueblos de los Indios á negocios, á diligencias

66 Pertenecía a ello la prohibición de quitar la tierra a los indios, la prohibición de poner


los indjos en ciertos establecimientos, como las' plantaciones de caña de ,azúcar, la prohibición
de "usar a los indios como mozos de cuerda, los decretos sobre la clase de' u'abajo, las horas de
trabajo aceptables, el pago y el tipo de alojamiento. de los trabajadores indios sigue .la misma
lógica del especial cuidalÚJ del buen tratamiento de los Indios y Slt clmsemación, segúri el Emperador
Carlos (1542), y' Felipe el Prudente en la Ordenanw de Audiencias (1563): Porque una de las cosas
mal principales en que nueslras Audiencias de los Indias han de se-rui771os,es .tener muy especial cuidalÚJ
del buen tratamiento de tos Indios y Sllconservación: Mandamos, que se in/o,.,nen siempre de los excesos,
y málos tratamientos, que les son, ó jiwren hechos po>'los Gove17ladores, ó personas particulares, y como
lwn' gua.,'dado las I.£)'es, Ordenanzns, é Instmcciones que lis han silÚJdalÚJs,y para el buen Iratamiento
de ellos están feclws, y en to q1W se huviere excedido y exeedie1'e tengan cuidado de lo 'T'e1nediar,casti-
gando tos culpados por todo ,igo>; conforme á justiciq (Recopilación detas leyes de 'Indias: JI, XV, 83).
Las leyes a favor de los indios debían ser siempre ejecutadas, obedecidas y cumplidas (Recopi-
lación de Indias, 11, 1, 5). .
67 V., Martha Norma Oliveros, "La constIUcción del régimen tutelar del' indio", I Congreso
del Instituto InU!T/wcio>wl de historia dd de1'echo Indiano, Buenos Aires: Universidad de Buenos
Aires, 1967, pp. 105-128.
,68 Las jurisdicciones indias tenían un gobernador indio}' concejos compuestos por indios
principales. y las ciudades espariolas que cqntenían barriós indígenas frecuentemente tenían
un gobierno mixto' funcionando simultáneamente, con el gobiemo indígena subordinado al
cabi~do espatiol, encabezado por un alcaldé mayor. Y gozaban de tribunales superiores espe-
ciales. Véase sobre ello el libro ya citado de Woodro\V Borah: El Juzgado General de Indios en la
Nueva España. También del mismoautoi-: 'Juzgado General de Indios del Perú oJuzgado Par-
ticular de indios de el Cercado de Lima", Segundo CO>If51'eso del Instituto Intel7lgcio11al de Historia
del derecho India11o, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1970, pp. 129.142.
[ .
11

BAL~NZA DE ASTREA 171


,
i que les ordenaban los Governadores y Justicias, ó de su propia autoridad,
,raba
y se ganaban la confianza de la gente; tanta, que recibían joyas, TOpas, man-
ren- tenimientos, lo que se les prohíbe (Recopilación de Indias, II, XXIX, 14). Los
tulo
1. indios los ocupaban para otorgar escrituras, contratar, declarar, confesar y
¡¡al:
,
aen otros actos jurídicos (Recopilación de Indias, II, XXIX, 12). Todavía en el
! Setecientos seguían comunicando las decisiones y normatividad jurídicas a
f=on
~no los indios.
/pa- ' Así se lee en un Bando del Virrey de Nueva España D. Matías de Gálvez,
¡ se de 1783, sobre la libertad, las condiciones de trabajo y los jornales en las
!en haciendas: Pam que se logren los fines de las apuntadas providencias pasarán los
justicias á las Haciendas de sus Partidos y las harán notorias á los Indios por
¡el
~es medio de Interprete imponiendo les pe1fectamente en su tenor, y advirtiendo les que
fla] en caso de faltarles á qualesquiem de ellas deben ocurrir al justicia, quien se la
¡de administmrá a costa del Amo que los agmviare.59 De manera que no sólo pro-
'y yectan los hechos indígenas sobre el plano jurídico, sino al revés también:
~n son el medio de publicación de la Ley. Pronto potenciaron sus posibilida-
lU- des, y se les prohíbe: no reciban dádivas, ni presentes de Españoles, Indios, ni
I otms personas que con ellos tuvieren, o esperaren tener pleytos, ó negocios, en poca,
I .
¡O- ó mucha cantidad, aunque sean cosas de comer, ó beber, y ofrecidas, dadas ó prome-
les tidas de su propia voluntad (Recopilación de Indias, II, XXIX, 3). Así, según
¡la mandato real de 1537:
le. somos informado[s], que los Interpretes y Nagautlatos, que tienen las Audien-
bs
¡
cias, y otros Jueces y Justicias de las Ciudades y Villas de nuestras Indias, al
tiempo que los Indios los llevan para otorgar escrituras, ó para decir sus
¡
,el' dichos, ó hacer otros autos judiciales y extrajudiciales, y tomarles sus confesio-
~n nes, dicen algunas cosas, que no dixeron los Indios, ó las dicen y declaran de
de otra forma, con que muchos han perdido su justicia, y recibido grave daño:
,
oa
Mandamos que quando alguno de los Presidentes y" Oidores de nuestras
br
~s Audiencias, ú otro qualquier Juez enviare á llamar á Indio, ó Indios, que no
io sepan la lengua Castellana, para les preguntar alguna cosa, ó para otro qual-
,
lS, quier efecto, ó viniendo ellos de su voluntad á pedir, ó seguir su justicia, les
zo dexen y consientan, que traygan consigo un Christiano amigo suyo, que esté
,-
10
presente, para que vea si lo que ellos dicen á lo que se les pregunta y pide, es
¿ lo mismo que declaran los Naugatlatos, e interpretes (Recopilación de Indias, II,
1- XXIX, 12).
'0 Se sugirieron varios remedios a los abusos de los intérpretes,70 lo que
fS
interesa es que, así como los escribanos, potenciaron considerablemente su
.s condición de intermediarios entre la sociedad y las instituciones judiciales .
1

~
69 Citado por Herbert Nickel,en MOlfología socia!. .. , op. cit., p. 62.
70 La princesaJuana sugería alguno, en 1530: "Así se ha hecho relación que en la inter-
pretación de las lenguasde los naturales de aquellasprovinciasha habido algunos fraudes por
culpa de los intérpretes de ella: parece que será remedio ... que .cuando se hubiese de hacer
alguna interpretación de lenguas, fuese por dos intérpretes, y estos no concurriesen juntos a la
172 EL VUELO DE ASTREA

No sólo influyendo en las decisiones, sino participando .en la construcción


del campo jurídico de la Monarquía Católica.
Por otra parte, los jueces dependían de estos personajes -como de
otros- para entender del caso y acertar a dar una solución. Por eso fray
Benito Jerónimo Feijoo decía en un pasaje citado arriba: "Es el tribunal un
todo de tan delicada contextura, que no hay en él parte integrante alguna,
que no sea esencial". Y también: no alcanza.n todos los ojos de ATgOS, para dis-
.>
minuir las innumerables falacias en que se empeii.an los tribunales (Balanza
de AstTéa, Ó Tecta administmci6n de la justicia). Interesado el príncipe católico
en realizar lo que pide Virgilio: paTCeTe subjectos et debellaTe supeTbos,7' los
ojos de ATgOS adquirieron la forma de "residencia, pesquisa secreta y visita"
en los tribunales de la Monarquía.
Los oficiales reales tuvieron una responsabilidad común (civil y'penal) y
disciplinaria, que formaba una rigurosa garantía de servicio, que debían
observar puntualmente, y su cumplimiento y vigilancia representó la única
posibilidad de control regular sobre las instituciones de gobierno de la
Monarquía. De modo que la elección de ministros no sólo fuera la más
adecuada, sino que también quedara probada en su ejercicio más recto. A
efecto de lograr el conu'ol ministerial se desarrollaron instrumentos de fis-
calización útiles al control político, y a la organización administrativa: el
juicio de residencia, la pesquisa secreta y la visita. Las dos primeras eran la
manera de exigir responsabilidad a los jueces ordinarios cesantes, a instan-o
cia de los particulares (por acusación o denuncia) o por sospecha, se ejer-
cía normalmente sobre los jueces menores (de corregimiento, vg.,72 aunque
en algún caso sobre la Audiencia, como la de Panamá en 1749),73 con-
forme al Derecho común; la última era la averiguación sobre el estado de
una jurisdicción, y se aplicaba a los oficiales de tribunales superiores (la

declaración del indio, sino que cada uno por su parte declarase lo que dijese, y que de esta
manera Jos intérpretes no tendría lugar de trocar las palabras, sino que cada uno declarase lo
que dijese; y oU'os son de parecer que más verdad se podía saber estando presente ambos:
vedlo allá vosotros y proveedle en ello lo que más convenga" (hislrucciones y Mem01ias de los
ViTT,?es Novohispanos. Inslrucciones para Úl Segunda Audiencia).
1 :'Cuidar de los súbditos y abatir a los soberbios", cit. en Dalmacio Negro: La tradición
liberal y el Estado, Madrid: Editorial Nacional, 1995, p. 116. Juan de Mariana: "La mayor preo-
cupación del rey debe ser defender la inocencia y castigar el crimen, deber que ha sido siem-
pre muy recomendable a nuestros príncipes, que por su amor a la justicia han podido elevar el
reino en que hoy nos vemos" (De Rege el Regis Institutione: 111,XII).
72 Los alcaldes, corregidores y subalternos, al salir de sus oficios, tenían que cumplir con
el juicio de residencia y cumplir de Derecho á los querellosos, y pagar los daños que han hecho. Fer-
nando y Juana (Burgos, 1515) y Carlos 1 (Valladolid, 1523): Mandamos, que los Asistenles y Corre-
gidores de nuestros Re;7los, cumplido el tiempo de los dos años que hubieren tenido los oficios, hagan "es-
sidencia, y antes, si vieremos que cumple á nuestro servicio, y al biJ!1lde la ciudad á VilÚl doade esluviere
Úll Asistente á Corregidor (Novísima recopilacián: VII, XII, 1).
73 f~, Carmen PUIToyy Turrillas, "Una Pesquisa a la Audiencia de Panamá", IX Congreso
del Instituto Inlenzacional de Historia del Derecho Indiano, t0l11011, Madrid: Universidad Complu-
tense, 1991, pp. 329-344.
BALANL" DE ASTREA 173

Audiencia, vg.).'4 La tres medidas se practicaron en España e Indias, pero


también, en forma de visita, en Italia.
, Los virreyes de Indias tenían la responsabilidad de tomar JUiCIO de
p de residencia a los gobernadores de su jurisdicción cada tanto, y también a los
Ifray corregidores, alcaldes mayores y oficiales de la real hacienda, y debían
p un designar un oidor que hiciera juicio de residencia a los concejales de ayun-

Ict~:: tamiento. Los jueces de residencia imponían las penas correspondientes


según las faltas y calificaban el desempeño de los oficiales." En las senten-
bnza cias de residencia se debía atender a los cargos levantados contra el oficial
hico en cuestión, y corroborar su veracidad, así como decidir las penas corres-
1 los pondientes; suspensión o privación de los oficios. El tiempo de la residen-
~i
ta"
cia era limitado, y mucho era lo que tenían que hacer sus jueces; se trata
I
al) y
de una investigación o inspección sobre todo, y se tenía que pregonar la
residencia, y ncibir las informaciones en los lugares de la jurisdicción del Corregi-
hÍan
l. dor residenciado, o e! gobernador, y sus alcaldes (Novísima recopilación: VII,
rICa
XIII, 5). También cumplía examinar á los testigos en pesquisas secretas, y tal

r
" la
áS cosa cuando se presentaban acusaciones contra los oficiales de Justicia de
l. A ser parciales, ó que no executaban la justicia, ó que cohechaban, ó que eran negli-
lfis- gentes en administrar, ó no castigaban los pecados públicos, ó otras semejantes
le! cosas, preguntando y realizando las pertinentes diligencias para indagar la
k la verdad, y condenar en lo que se hallare probado: preguntando á todas las personas
kn-
I
que dello puedan saber, de uno en uno hasta saber la verdad (Novísima Tecopilación:
¡er- VII, XIII, leyes 6-7).
~ue Igualmente se publicaba ampliamente la residencia de los virreyes.
[m- Desde cierta perspectiva, se trata de un método de control ministerial,
¡de
I

pero de naturaleza discrecional, cobrando así un fuerte sentido político. La


¡(la atención disciplinaria estaba en los reglamentos propios de los tribunales
.(La buena governación desta Abdiencia, dice el presidente de la chancillería de Ciu-
¡
~sta
~lo
74 La visita no cabe, según dice un escribano de la casa de contratación de Sevilla, sino
los:
. los contra quienes son jueces suprenlOS )' tienen vista y suplicación, mientras que la residencia es pro-
pia de los juezes inferiores de quien ay apelacion para sus superiores (1544). Citado por Carlos
~ón Gariga, "La expansión de la visita castellana a Indias: presupuestos, alcan.;:ey significado", XI
~o- Congreso del instituto Internacional de Historia del Derecho Indiana, tomo III, Buenos Aires: Insti-
¡
¡ro- túto de Investigaciones de Historia de! Derecho, 1997, pp. 58-59.
¡el 73 Lo que hicieron siempre con algún cálculo, sino no diría Carlos III, en e! capítulo 42
de la Instrucción de Corregidores (1788): "Cuidarán con e! mayor esmero y exactitud de .no
I
bn incurrir en el torpe abuso de declarar por buenos y fieles Ministros á todos indistintamente,
er- aunque contra ellos resulten verdaderos cargos; pues selut::jante declaracion debe reservarse, y
re- es justo que se haga solamente á favor de los que en realidad hayan desempeñado bien y con
~s- rectitud sus empleos: por el contrario, quando no hayan cumplido con su obligacion, debe
.
~Te declararse, que han faltado á ella, y ademas de las condenaciones se les deben hacer formales
apercibimientos, para que adelante procedan mejor". Novísima recopilación, Tomo III, p. 361,
¡so nota al pie (14).
~-
174
EL VUELO DE ASTREA

dad Real, consiste en que las Ordenoncas se guarden),76 pero al interior de los
tribunales se producían grupos, facciones, que utilizaban el recurso para
desacreditar, obstaculizar, eliminar ad,'ersarios. Las visitas v, las residencias
fueron aprovechadas por los poderes .locales, pai-a deshacerse de oficiales
reales incómodos, que los hubo. Nacida de la preocupación del príncipe
por conocer la marcha del gobierno en sus dominios, la visita tiene un ori-
gen remoto, medieval:

porque conviene al Rey, dice Enrique Il en 1371, saber como las justicias y
Alcaldes de las ciudades y villas y luga¡;es de sus Reynos hacen )' cumplen la
JLls¡icia... porque sepamos como usan los Adelamados y Merinos, y los otros.
jueces y Alcaldes y Oficiales de nuestros Reynos ... )' de cómo guardan la tie-
ITa, y hacen derecho á las partes; es nuestra merced de ordenar, y ordenamos I
de dar )' deputar hombres buenos de las nuestras ciudades y viIJas, quamos )'
quales nuestra merced fuere, para que anden por las provincias de nuestros
Reynos, y por los otros lugares, á ver é se informar como usan los dichos Ade-
lantados )' Merinos, y jueces)' Alcaldes y justicias)' los otros Oficiales ... los
quales hayan poder de punir y castigar á los dichos Oficiales que así hobieren
menguado la justicia ... en manera que los nuestros pueblos sean bien regidos,
guardados)' gobernados en justicia (Novísima recojJilaci6n: VII, XIV, 1).

La visita se desarrolló a la par de la institucionalización de la real juris-


dicción,77 y se le consideró un medio para perfeccionarla.78 Pero siendo un
instl1Jmento regalista, quedó a la mano de los poderes locales. Imaginar.
las Indias, no sólo en su lejanía de la corte, sino también, y sobre todo, en
las exigencias disciplinarias que debían cumplir los oficiales de la audien-
cias reales.79 Toda falta era denunciable.
El aislamiento se consideró imprescindible para mantener la indepen-

76 Citado por Carlos Garriga en o/,. cit., p. 56.


'i7 L1S chancillerías y audiencias fueron objeto. de vjsita con cierta regularidad, a partir de
la segunda mitad del Quinientos (la Audiencia de Galicia fue visitada por primera vez, si bien
antes luyOjuicios de residencia, hasta 1564, )' la Audiencia de Sevilla hasta 1522, )' la segunda
vez ~n 155 J, la Audiencia de Canarias fue visitada con frecuencia desde J 529, al ritmo de las
chand]Jerías. An(es que las vistas, sin embargo, las residencias se practicaron regularmente en
las audiencias. Carlos Garriga o/,. cit., p. 59.
iS V,.> Hors( Pictschmann, El Es/oda y su evolución al Pri71cijJiode la cololliwción esjJG'llolaen
América, México: FCE, 1989, pp. 133 r ss. Fernando e Isabel (Toledo, 1480) )' Cados I (Valla-
dolid, 1523; Toledo, 1525; Madrid, 1528): Razón es justa que Nos sepamos como nuestros subditos
son gobenlados, porque podamos remediar con tiempo las cosas que llObieren m.enes/er remedio, mayor-
mente jmes, á Dios g-rocias, los Slíbdilos son, muchos, JI rejmrlidos en muchas tien¥ls y jJrovincias de diver-
sas calidades J condiciolles; y ¡Jorque nos conviene saber eS/Jecialmente sobre los Corregidores y Gobemn.-
d.oTes,JI Oficiales jJlíblicos de estos nuestros ReYl1os, como viven, )' en que lllf111erae.\"erci/any admillislran
sus oficios; y porque mas del1as remedios jJOugamas en los lugares)' casos que fueren 11leneSlel~' lJOr
ende ... deplllaremos en cada un año de aquí adelante personas discre/as."1de buenas consciencias, las que (,
fueren meneslel~ por Veedores, iJara que 'repmtidos Ijar Provi!lcins vaya en cada. un mio á visitar las lie-
J

mIS J: prouillcias que les fuerell dadas en cOIgo (Nouísimo recopilación: VII, XIV, 2).
l
,9 Principalmente sobre su aislamiento. Fe.lipe IV (Madrid, 1627)' 1628): Que los Presidell-
I
tes¡ Oidores, Alcaldes J' Fiscales no sean padrinos de m~trimonios¡ ni baptismos, ni los vecinos lo sean
?TR}~~ BAL!\NZA DE ASTRF_" 175
i
i
e los dencia y la imparcialidad que pide la magistratura, pero a la vez eran un
1
¡para impedimento para el desarrollo vital, privado; constantemente vigilados, a
, ..
~Clas los virreyes se les manda averiguar si los ministros contratan o se relacio-
lales
¡ nan del modo que tienen prohibido. Siendo el cumplimiento difícil, las
ícipe relaciones entre las vistas y las autoridades reales destinadas en los domi-
I .
¡on- nios de la Monarquía fue más bien polémica, pudiendo ser atizada la dis-
, cordia por los particulares.
!
¡as }'" La resistencia a la visita comenzaba por el virrey. No por nada, Felipe II
;n la dio órdenes específicas para regular las relaciones entre el visitador y las
~tros autoridades virreinales (San Lorenzo, 1588), todas ellas a favor del pri-
I .
I t¡e- mero,80pero la historia de la visita en Indias está llena de evasiones y plei-
/nos
tos.Sl Ciertamente el visitador tenía facultades extraordinarias, pero nunca,
bs y

tros o casi nunca, sus amplísimos poderes fueron más que los de la clase polí-
tica indiana.
Eran frecuentes las disputas por competencia y facultades entre las
l~~
tos
I ' suyoS,)' los Ministros lo pueden ser 1/.110.1 de otros; Felipe !l (Madrid, 1583): Que los Presidentes, Oido-
!,
¡.
Tes, Alcaldes)I Fiscales no visiten á persona alguna, ni vQ):an á desposrios, ni entierros (Recopilación de
Indias: !l, XVI, 49); Felipe IV (Madrid, 1634): Que los Presidentes, Oidores, Aleades, Fiscales.v Con-
ns- tadores de Cuentas, no puedan asistir en las Iglesias á fiestas, honras, ó entierros, JI en que caso )1 forma
1
~1l1 jmeden asistir; Carlos I en el Ordenamiento de las Audiencias (1530): Que los Abogados, Relatores.v
EscrivGnos no viva-n con losjueces, ni est.os consientan á los pleytantes que los sirvan, ni frequenten sus
lar
j casas; Felipe n en Madrid (1580): Que los NIí'rústros no se dexen aco1llpaIía:rde negociantes, ni dén
;en lugar á que ac017lpmjená sus mugaes; Carlos I (ValIadolid, 1549):. Que los Presidentes y Ministros de
I
:n- las Audiencias no traten, ni contraten, ni se siroan, de los Indios, ni tengan g1'angerias; Carlos V (Valla-
I
dolid, 1550): Que los Oidores, Alcaldes y Fiscales no tengan casas, charcas, estancias, huertas, ni tie-
rras; y si las tuvieren, que: incurran en pena del precio de las estancias, huertas, casa, ó tie1Tas, que
¡n-
, compraren, aU.nque las hayan vendido, y en otro tanto las personas en cuya cabeza huvieren estado gm,7'I-
jedas; Felipe !l en (Valladolid, 1565): Que los Ministros no puedan sembrar trigo, ni 17laiz; Felipe
III (San Lorenzo, 1610) y Felipe IV (Maelrid, 1629): Que la prohibicion de tratar y contratar se
entienda paro no tener canoas de perlas; Carlos I (Barcelona, 1542) y Felipe II en la Ordenanza de
de Audiencias (1563): Que los NIinist1'oS no entiendan en Armadas, descubrimientos, ni minas (Recopüa-
en ción de Indias: 11, XVI, 48-50, 52-57, 59-60). Otras disposiciones se refieren a la prohibición de
l:Ja que se contraten los ministros, así como sus mujeres e hijos estando bajo su potestad (Recopila-
las ción de Indias: 11, XVI, 64 Y 66). Las familias ele los jueces quedaban también sujetas a la disci-
en plina magisterial: que no hagan paTtido con abogados ni recej;tores ni reciban dádivas; Felipe n
(Badajoz, 1580) y Felipe III (San Lorenzo, 1620): Que los Presidentes y Oidores 110 nciban dineros
rn jJrestados, ni otras cosas, dádivas, ni presentes, y no' tengaN fmniliaTidades estrechas, ni las jJermitan á
n- sus familiares; Que ningún Virre}, Presidente, Oidor, Alcalde del Crimen, ni Fiscal, ni sus hijos ó hijas,
oS se casen en sus distritos, pena de j;erder los oficios; Que por solo tratar, ó concertar de casarse los i\1inis-
T-
tras prolúhidos, j;ierdan los oficios; y además: Que no se admita memorial en el Consejo sobre pedir
'r~
,- licencia pam. casarse los A1inistros, ni 51/S hij'os en sus distritos {Recopilación de Indias: JI, XVI, 68- 69,
82 )' 84-85).
n 80 El cOlnentario de estas disposiciones reunidas en la Recopilación de Indias (Libro n,
Ir
TItulo XXXIV): José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato. Origenes y jurisdicciones, )' dinámica social
le de los virreyes, t. 1, México: FCE, 1983, p. 89.
!-
81 v., Ismael Sánchez Bella: "Eficacia de la Visita en Indias", Estudios de Derecho Indiano.
Las vistas generales en la AméTica espGll.ola (siglos XVI-XVII), Pamplona: Universidad de Navarra,
1991.
i
I
I
1
¡

I 176 EL VUELO DE ASTREA

.I 1
autoridades virreinales y el visitador; muchas veces fingidas,S2 pero, sea
como hayan sido, debían resolverse en el Consejo, en Madrid: las dudas
interrumpían el curso del prbceso y de la administración, siéndo esto
último insostenible. .
No se trata de cerrar los cien ojos de Algas, sino de dirigirlos hacia un
punto, iluminado por cierta luz.. Algo similár ocurría en Italia. Inspeccio-
naba la visita tanto a los gobernadores (en Milán) y a los virreyes (en
Nápoles y Sicilia) como a los magistrados reales, y era la ocasión para que
las elites locales apelaran al soberano contra sus oficiales. "El virrey era
acusado a menudo de gobernar de manera personal y de corrupción, de
ganancias ilícitas con la venta de cargos o de participar en la especulaciÓ!i
en suministros a la capital, gracias a sus tratos con miembros del gobierilO
municipal napolitano y con mercaderes del país, de aceptar regalos
cuando los impuestos eran aprobados por el Parlamento Generala por los
elelti de Nápoles, de dar a su vez regalos a miembros de la corte española
a cambio de su protección".s3 La forma política de la Monarquía Católica
produce estas tensiones; expresión a la vez del régimen Tegale et politicu11l
que permanece vinculado al ordenalismo medieval, y centrado en torno a
la función de Justicia: flexible, como se dijo, para poder procesar la com-
plejidad de las figuraciones en que opera, e intensamente política. Como
la entiende José Joaquín Granados y Gálvez, en 1778:
Aunque las virtudes tan maravillosamente se traban entre sí, que de los eslabo-
nes de la unas se forma .la dorada cadena de las otras; las que más estrecha-
mente se hermanan son la Prudencia)' la Justicia, porque no puede sostenerse
la hermosura de aquella, sin el valeroso arrimo, )' constante perseverancia de
esta...
... pesa y mide las negociaciones, coloca en el Trono á las Majestades, hacien-
dolas árbitras de las Coronas; da firmeza á las Monarquías, )' dominación a
los Imperios; da Jueces a las causas, resolución á las dudas, fé )' constancia á los
reos, verdad á los inocentes, premio á Jos buenos, )' castigo á los malos. A la
Justicia deben los Cetros, los. DoceJes, las Púrpuras, las Togas, las Vengálas,
Dignidades)' Prelacías la estabilidad, permanencia }' duración de sus Provin-
cias, Cortes, Pueblos, Gentes, )' Comunidades, réditos, tributos, donativos,
omenage )' obediencia (Tardes ame11canas: Tarde Decimocuarta, Gobierno Ca/ó-
lico y fus/o). . .

Pero hacia la segunda mitad del Setecientos la forma judicialista de la


Monarquía se desdibuja: se agudizan las tensiones típicas del ordena-
miento político a favor del pajo regalista, por el conjunto de la política de

82 fI., Horsl Pieschmann, "Burocracia y conupáón en hispanoamérica colonial. Una


aproximación tentativa", Nova Amaricana, 5, 1982, .pp. 11-37.
S3 Anna i'daría Rao y SLeinar Suphellen, "Las élites y los territorios 'dependientes' ", en
Wolgang Reinhard (coord.), LbS elites del JJOdery la canslrllccióll del Estada. México: FCE, 1997,
pp. 125-126.
••••

'rREA
BAL~NZA DE ASTREA
177
. sea
udas los Borbones, hacendaria, militar; especialmente el gobierno de Carlos IlI,
esto acaso el más particularista y antiespaüol -Ortega dixit- que o[l'ece la his-
toria de la Monarquía:84 el menos flexible, y acaso el más inadecuado para
l un 1 procesar las oposiciones complejas que produce la Monarquía. Merece la
:[ pena detenerse aquí.
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j 84 José Ortega y Gasset, "España invertebrada", Obras, Tomo !I, Madrid, Espasa-Calpe,
1936, p. 783 n.
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I
I
I
. j

CAPÍTULO SEXTO

ORIENTACIÓN HACENDARIA
y MILITAR DE LA MONARQUÍA CATÓLICA.

I. EL PRÍNCIPE ANIMOSO

El 29 de junio de 1707 manda Felipe V con toda solemnidad para los rei-
nos de Aragón y Valencia: por el justo derecho de la conquista que de ellos han
hecho últimamente mis Armas, con el motivo de su rebelión,! y considemndo tam-
bién que uno de los principales atributos de la Sobemnía es la imposición y deroga-
ción de leyes, las quales con la variedad de los tiempos y mudanza de costumbres
podria yo alterar, aun sin los graves y fundados motivos y circunstancias que hoy
concurren ... he juzgado por conveniente (así por esto como por mi deseo de reducir
todos mis Reynos de España á la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costum-
bres y Tribunales, gobernándose igualmente todos.por las leyes de Castilla tan loables
y plausibles en todo el Universo) abolir y derogar entemmente, como desde luego
doy por abolidos y derogados, todos los referidos fueros, privilegios, práctica y cos-
tumbre hasta aquí observadas en los referidos Reynos de Aragón y Valencia (Noví-
sima Recopilación: III, III, 1). Las tensiones de! régimen regale et politicum
cobran así renovado vigor, pero no se trata precisamente de! regalismo
tradicional castellano e! que se pronuncia en esta declaración; se percibe la
doctrina francesa de la autoridad real, en que e! Derecho divino de sobera-
nía del príncipe no es propiamente Derecho, sino dogma.
La majestad real -dirá Bousset, preceptor del Delfín, en su Politique
tirée des propres paroles l'Écriture sainte (circa 1679)- es sagrada, absoluta.
"El trono regio no es e! trono de un hombre, sino del mismo Dios" (Politi-

! Es la Guerra de Sucesión: la disputa por la Monarquía Católica del archiduque Carlos,


hijo de Leopoldo 1, contra el duque de Anjou, Felipe, nieto del rey cristianísimo, Luis IV. En
1705, Felipe exigió tributos excesivos en Aragón, sin juntar las Cortes, para sostener el
esfuerzo bélico, además quitó al reino el derecho de tener un virrey natural, y sobre todo:
llenó de tropas francesas su territorio, incitando la rebelión. La defensa de Valencia, por otra
parte, fue relegada en las prioridades de la guerra ante la invasión de Barcelona, que fue ocu-
pada después de una férrea resistencia; pero al poco se -dividieron las opiniones entre borbo-
ni stas y austracistas. No dudó Felipe en reprender la deslealtad, tras recuperar Aragón y
Valencia, en 1707.

179
•••

1
i
i
.I 180 EL VUELO DE ASTREA

que filie ... : JIl, JI, 1). Felipe empleó desde el primer momento la fórmula que
así es mi voluntad (trad. de caT tel est nofTe jJlaisiT),2afirmando el decisionismo
político francés. Pero su preceptor había sido el arzobispo de Cambrai,
Fénelon, quien, sin discutir el principio de Derecho divino, había introdu-
¿¡do en Les AventuTes de Télémaque (1699) la crítica especulativa al gobierno
autocrático' Rey Sol-Luis XIV, abuelo de Felipe.3 De ella se derivó en otros
autores la defensa de las instituciones tradicionales de Francia oprimidas
bajo el absolutismo monárquico, como en. Boulainvilliers (HistoiTe de l'an-
cien gouvernement de la Fmnce [1727]), sugiriendo como correctivo la restau-
ración de los estados generales, la independencia de los parlamentos, la
fortaleza de los cuerpos intermedios. El modelo de Fenelón era el prín-.
cipe sabio que procura la felicidad del pueblo (Télémaque: U): sujeto a
Derecho, obligado a hacer el bien.5
En 1701 la duquesa de Orleáns comentaba que Felipe toma a Teléc
maco como modelo,6 sin embargo el príncipe se debatía ehtre las enseñan-
zas de su tutor y las recomendaciones del Rey Sol, que escribía a su emba-
jador en Madrid, Amelot: "siempre he estado convencido de que el mejor
procedimiento para el rey de España, después dé reducir los reinos de
Aragón y de Valencia a su obediencia, era suprimir los privilegios que han
sido un obstáculo perpetuo a la autoridad real, y un pretexto por el cual
estos pueblos han estado siempre exentos de contribuir a los gastos del'

2 Ver sobre la doctrina francesa de la autoridad real: Dalmacio Negro, La tradición liberal
)' el Estada, Madrid: Editorial Nacional, 1995, pp .. 153-159.
3 V., P. Hazard, La erise de la eonscienee ertmpéene. 1680-1715,
pp. 264-266.
p.418.
París: Fa)'ard, 1961,

4 Sobre ello véase George H. Sabine, Historia de la teorfa política, México: FCE, 1998,
I
..

5 fe tui demandai en quoi eousistait l'aulorité du roi; et ilme répondil: "11peul loul sur les peu-
jlles; mais les lois jltuve,,1 tout sm'lui. 11a une puissanee absolue pour faire le bien, et les mains liées des
qu'il veut faire le mal. Les lois lui eonjiei)t les Iltuples eamme le plus précieux de lous les dépáls, a eondi-
tion qu'il sera le páe de ses sujels. Elles v!?ulenl qu'un seullzomme serve, par so sagesse et /,0>' sa modéra-
iion, ti: lafélicité de tan! d'ho11l11les; el1wn pas que tant d'hommes Se11Jimt par/CUT 11lisere el IJar ¡CUT ser-
J

vilude láche, a flaller l'orgu¿il el la mollesse d'un s¡ful Izomme. Le ,'oi ne dail rien 'avoir au-desSlls des
out res, exeepté ce qui eslnéeessaire ou po,,,. le soulager dans ses j,énibles jonetions, ou pour imprimer aux
j,enples le ,'espeel de celui qui d"il soulenir les lois. D'ailleurs, le mi doil élre jlfttS sobre, pfttS ennemi de la
mollesse, plus exempl de faste el de hauleur qn'auC1ln autre. 1Ine doit poinl avoir j,l1tS de riehesses el de
p¡aisirs, mais plus de sagesse, de ver/u et de gloire que le reste des Izommes. 11,Wil étre au-delzors le dé/en-
. seur de In pal,ie, en eommandant les années, el, au-dedans, le juge des l)Cuples, pour les rendre bons,
sages et heureux. Ce n'esl poinl llOu1'lui-méme que les dieu.< /'o"t jiút ,'oi; il "e l'esl que pou,' él1'e
l'homme des peuj,les: c'esl aux I,euj,les qll.'il doit lou1 son lemps, lous ses soi"s, toule son affeclio", et il
n'esl digne de la m)'aulé qu'autant qu'il s'oublie lui-méme pour se sac'ifier au bien public ...•.
(Télémaque: V).
6 Cil. por Henr)' Kamen, Felipe JI. El re)'que mino dós veces, Madrid: Temas de Ha)', 2000,
p.268.
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Estado".' Y esto significaba en rigor suprimir el dominium regale et politicwn
de la Monarquía Católica. Insistía en ello el mismo Luis XIV, al mismo
Felipe V: les rois son seigneurs abollis et "ont naturellement la disposition pleine et
1,
l-
o
is
,
I libre de t01l5 les biens, tant de sécliliers que de ecclesiastiques. s
El mandato del 29 de junio de 1707 llevaba mucho de las circunstan-
cias: reclamar el derecho de conquista ya define una situación singular, y tam-
bién la referencia a las loables leyes de Castilla. En el verano de 1706 las
iS tropas portuguesas ocupaban Madrid, y la resistencia triunfal había sido
t- del clero y del pueblo. "Ha sido obvio en esta ocasión -escribía María
,
1-
, Luisa, la reina, a Luis XIV- que, después de Dios, es al pueblo a quien
la
debemos la Corona. ¡Sólo contábamos con ellos, pero gracias a Dios ellos
~- contaban por todo!".9 En todo caso, atendiendo a las contingencias de los
'a tiempos, por un Decreto quiere corregir:

>
Porque muchos de ellos, y de las ciudades, villas y lugares, y demás Comunes y
f1- particulares, así eclesiásticos como seculares, y en todos los mas de los Nobles,
Caballeros, Infanzones, Hidalgos y Ciudadanos honrados han sido muy finos y
l-,, leales, padeciendo la pérdida de sus haciendas, y otras persecuciones y trabajos
>1'
que ha sufrido su constante y acrisolada fidelidad; y siendo esto notorio, en
!e
i
ningun caso puede haberse entendido con razon fuese mi Real ánimo notar, ni
n castigar como delincuentes á los que conozco por leales: pero para que mas
il, claramente conste de esta distincion, no sólo declaro, que la mayor parte de la
;1 Nobleza, y otros buenos vasallos del estado general, y muchos pueblos enteros
han conservado en ambos Reynos pura é indemne su fidelidad, rindiéndose
solo á la fuerza incontrastable de los enemigos los que no han podido defen-
derse, pero también les concedo la manutencion de todos sus privilegios, exen-
'Ji
! ciones, franquezas y libertades concedidas á favor de los referidos Jugares,
1, casas, familias y personas, de cuya fidelidad estoy enterado (Novísima Recopila-
ción: III, III, 2).
3, ' 11 Se contradice, pero -como anota Vicente Boix- el golpe estaba dado

I
J- contra los fueros particulares (Apuntes históricos solnE los fueros del antiguo
es
l- reino de Valencia: XLI); la tendencia es inequívoca en la transformación
,- monárquica; confi.rmando su voluntad primera: Por decreto de 29 de junio
r-
es I próximo júi se?-uido mandar, que los Reynos de Amgon y Valencia se Teduxesená
tx
ta
le
"-
! las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno que se ha tenido y tiene
en sus Tribu,nales sin diferencia a.lguna (Novísima Recopila.ción: IV, V, 9),
Quiere homogeneizar, alterando el orden poli sinodal también: extin-
s, guiendo el Consejo de Aragón, Medidas semejantes las sugiere desde 1701
,-e
iI
7 CiL por Henry Kamen, ibidem, p. 85.
S Ci t. por Luis Sánchez Agesta, en la Introducción de La dignidad real)' la educación del rey
D, de Juan de lVIariana: "El padre Juan de Mariana, un humanista precursor del constituciona-
lismo", Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1981, p. XXI.
I 9 CiL por Kamen, Felipe V"' W cir, p. 76.

I
1
I
i
182 EL VUELO DE ASTREA

el Cardenal Portocarrero, regente de la Monarquía a la muerte de Carlos n,


y~n ello coinciden los consejeros fj"anceses del príncipe.
Lo primero fue suprimir el Consejo de Flandes (1702), toda ,'ez que el
Rey Cristianísimo extendía sin resistencia su dominio hacia las provincias
dcl los Países Bajos meridionales. Aragón, Valencia y Barcelona (1705)
cayeron .en manos del archiduque Habsburgo, de ahí que la suspensión del
Real y Sacro Consejo de Aragón tuviese su oportunidad; además, las fuer-
za~ aliadas se adueñaron de Mallorca (1706) y Cerdeña (1708), y de Nápo- .
les (1707) dando ocasión a la reforma del Consejo de Italia. Luego, el .
Consejo de Estado cesaría en sus funciories, y se reduciría el número de.
miembros de los Consejos de Hacienda)' de Indias (1706). Hacia 1713 los'
ministros Melchor de Macanaz y J ean Orr)' promovieron un decreto para
afectar las estructuras de los de Castilla, Hacienda, Órdenes, India~; el año
siguiente afectaron el de Guerra.
En 1714, Felipe V, aclara el nuevo diseño de la administración central.
Primero la centralización: Con el fin de estar yo enterado de ellos [los negocios
de la Monarquía), y .tomar POTmí las deliberaciones en todos, con el deseo de
mayor acierto paTa el mayor bien del Estado, y consuelo de mis vasallos. Luego la
diferenciación funcional, por materias en oficinas separadas: y habiendo
manifestado la experiencia el gran útil y beneficio que se ha seguido de la división
de materias en los negocios de que se compone el Estado, despues que se han TepaT-
tidi) pOl' negociados". deseando aun el que tengan mas sllhdivision, así para su
mas fácil y pronto despacho, como paTa que cada uno de los Ministros y Secretarios
que los hubieren de manejaT, cuiden de ellos con mas desembarazo, cultivándolos,
siguiéndolos, y Tespondiendo por ellos. Dividiendo, romper la estructura cole-
giada tradicional de los consejos, introduciendo funcionarios individuales,
bajo vigilancia directa del príncipe: he Tesuelto Tepanirlos en un 'número de
Ministros propoTCionadoá las diferentes mateTias que acunen, para que, aplicado
.cadá. uno á una sola naturaleza de negocios, 'pueda con mas jJTácticay conoci-
miento danne cuenta de ,lo que está á su cmgo:
A este fin y con este buen deseo he deliberado dividir en diferentes Oficinas
los negocios y materias que se tratan; separando en una' los negocios de
Estado, que incluyen las negociaciones y correspondencias con los otros Sobe-
'ranos, y con sus Ministros y los de los paises extrangeros, que han de correr y
tratarse por una sola mano; por otra todo lo que tocante á Eclesiástico, y de
Justicia y .J urisdicci6n de los Consejos y Tribunales; por otra todos los negocios J
de Guerra; y por otra los de II)dias, y los pertenecientes a Marina; y por' otra ,
los de H'acienda,., Todos los quatro sugetos, á quienes se repartan los expresa- f
dos negocios, han de servir con el título y empleo de Secretario de Estado, l
cada uno del Departamento que se 'señala:. , observando y guardando inviola- e
blemente el 'reglamento instructivo que he mandado formar, y entregar á cada e
s;
I, uno con copia de este decreto, para que se arreglen en todo á lo dispuesto )'
1
fA ORIENTACIÓN HACENDARIA y MILITAR DE LA. MOi\:ARQUÍA CATÓLICA 183
í
i1, prevenido en uno y otro, y sepa cada uno lo que le toca (Novísima ,-ecopilación:
I m, VI, 4).
bl
,
I
as
Doble tendencia, hacia la racionalización administrativa, por un lado,
l dividir en diferentes Oficinas los negocios y materias de las que se compone el
p)
Estado y, por otro, una fuerte tendencia a la concentración: con el fin de
bl
I estar enterado de los asuntos, y tomar las deliberaciones en todos. En 1717
1
r-
Felipe V formó dentro del recién creado Despacho Universal tres secreta-
,-
i
rías: una de negocios Extranjeros, otra de Guerra y Marina, y finalmente
h la de Justicia, Gobierno Político y Hacienda. Todo ello contra el ordena-
le miento polisinodal de la Monarquía. En la administración territorial se
IS proponen otras novedades, en principio se extiende la estructura judicial
castellana: los tribunales superiores con funciones de gobierno.
~ por Real Decreto del 29 de junio, y Real Cédula de 7 de septiembre
o
de 1707: He resuelto, que la Audiencia de Ministros, que se ha formado para
l. Valencia, y la que se ha mandado forme para Aragón, se gobiernen y manejen en
todo y por todo como las Chancillerías de Valladolid y Granada; observando literal-
ls
~
mente las mismas regalías, leyes, práctica, ordenanzas y costumbres que se guardan
,I en estas, sin la menor distinción y diferencia en nada, excepto en las controversias y
a
puntos de jurisdicción eclesiástica (Novísima Recopilación: V, VII, 1). No obstante,
bI se manifiestan al punto las resistencias del régimen regale et politicum.
~ En Valencia se aceptan las leyes de Castilla, pero en Aragón las altera-
I
~
ciones no pueden ser y por Real Decreto, el 3 de abril de 1711, se esta-
blece una planta interina para la Real Audiencia de Zaragoza: considerando
~ la precisión de establecer algun gobierno en este Reyno de Aragon, y que para arre-
,
I
I
glarle perpetuo é inalterable se necesita de muy particular reflexion y largo tiempo,
l lo que no me permite hoy el principalísimo cuidado de atender á la continuación de la
, guerra (Novísima Recopilación: V, VII, 2). Se practican modificaciones al
r
!
r modelo de reforma institucional que atenúan las controversias de Derecho
en el orden municipal y la jurisdicción civil, moderando las competencias
,
, 1 conflictivas entre autoridades y garantizando en parte la representación.
i

I,
Pero la forma institucional se extiende progresivamente hacia los reinos de
la corona de Aragón.1O La presidencia de las audiencias quedó en un
Comandante General, indicando el carácter de la institución: de Justicia y
Gobierno.

10 El modelo de las reformas es la Audiencia de Sevilla, institución con competencias en


. justicia y gobierno. En 1711: Teniendo resuelto, que ta Audiencia estabtecida en el Reyno 4e Aragon
sea como la de Sevilla (Novísima Recopilación, V, VII, 3). V. la Declaración de dudas acerca de la
planta de la Audiencia de Aragon establecida por las leyesprecedentes (Novísima Recopilación: V, VII, 4).
También (Madrid, 1716): La Chancil!eTía de Valencia se ,-eduzca á Audiencia en la misma forma que
la de Aragon (Novísima Recopilación: V, VIII, 1), Y en Cataluña (Madrid, 1716): he resuelto, que en
el referido Princijmdo se forme una Audiencia (Novísima Recopilación: V, IX, 1). La Nueva Planta se
completa en los años 1715-1718, con la organización de la Real Audiencia de Mallorca (Noví-
sima Recopilación: V, X, 1-6).
I
j
184 EL VUELO DE ASTREA
j
Desde luego, además de la alteración jurisdiccional, se debilitaron las !
instituciones representativas. El Tribunal de la Real Audiencia de Cataluña .1,
se; instaló en las casa de la antigua Diputación, )' se recomelidó proceder
en la elaboración de la Nueva Planta como si el principado no tuviera
gobierno alguno." Y con motivo de la aplicación de la Nueva Planta en
Mallorca (1715) se abolió el Gmnd Consell, asamblea que representaba al
reino. No obstante, mil obstáculos se manifiestan, en la tensión polémica
I
politicum. et Tega1e, negociándose salidas flexibles: las leyes municipales de
Aragón se aceptaron en los pleitos civiles que llegaban a la Audiencia, con
excepción de aquellos asuntos en que la corona o el rey fuesen parte; en .
Cataluña se consideraba que las leyes civiles no hacen peTj1.licio'al Estado)' a
la .Q.1.lt01idad
ual, )' a las Tegalías sobemnas, y sin embargo fue alterado el'
Derecho procesal,. penal )' mercantil. Igual criterio se consideró en
Mallorca, se aceptó el Derecho antiguo en la medida que no afectara la
autoridad, ugalías, )' soberanía del monarca. Otras medidas regalistas serán
atemperadas o frenadas.
En 1717 se pretendió por ejemplo echar las aduanas interiores hacia
Francia, Portugal y el Mediterráneo, desplazar los puestos aduaneros a las
, . fronteras y a los puertos del maL1! Aragón y Valencia pudieron hacer casi
nada por impedirlo. Pero en las Provincias Vascongadas, al trasladarse las
aduanas a Bilbao, hubo alzallúentos populares (1718), conocidos como la
lIlaixinada, en unos 30 pueblos. Los proyectos aduaneros tuvieron que ser
desestimados (1719), en parte por la situación estratégica de los Pirineos y
el Cantábrico: las tropas francesas en represalia contra la política medite-
rráhea de la Monarquía, ocuparon sin resistencia Fuenterrabía, San Sebas-
tiári., tomando plena posesión de Vizcaya, G~ipúzcoa y Álava, lo que obligó
al príncipe católico a desautorizar definitivamente el intento regalista pro-
movido por sus ministros (1722); en 1726 se emitió un indulto general por
las ofensas que se habían cometido durante los levantamientos y, al año, se
daban a conocer los llamados Capitulados que restablecían el orden foral.
Otro límite al Intento regalista ocurrió pronto en Castilla, donde las
reformas serían mucho menos agresivas. La venta de cargos, regidurías,

11 P. Farnández Albaladejo, "La monarquía de los Barbones", Fmg1llenlos de moncrqnía.


Traha~os de hislol'ia iJol!lica, Madrid: Alianza, 1993, p. 355.
1 Hay que recordar que Castilla eSlaba rodeada por una serie de aduanas, había en el
Quinientos 39 puestos aduaneros en las fronteras de Navarra, Aragón )' Valencia; existían ade- 'j
más los 46 puestos de Portugal, y Olros en el mismo inlerior del tel1'itorio caslellano; desde
emonces, el poder real dispuló su posesión, se adueñó de los diezmos de la mm' en 1559, arre-
batándolos a los descendienles del condeslable de Castilla; y adLieñándose de los múltiples
derechos aduaneros del Almojmifazgo jHa)'or de Sevilla,. institución ál<~be.Y a lo largo del Seis- (
cientos, mientras Jos puertos del mar constituyen el componente fiscal más importante, Jos
J'
puertos terrestres se hacen obstáculo para la circulación del comei-cio V puerta franca de con-
trabando, siendo pane de algún patrimonio (en Castilla) o privilegio' (en Navarra, Aragón y p
Valencia).
l.
,.•
1
ORIENTACIÓN HACENDARIA y MILITAR DE L'\ ~WNARQUÍA CATÓLICA 185
REA
,
jurad erías, alguacilazgos, &c., en las jurisdicciones municipales castellanas
'las oponía un obstáculo al avance administrativo. Además, toda vez que la
iña
, Real Hacienda aumentaba las peticiones a las villas y ciudades para cubrir
~er deudas, le era indispensable al príncipe el apoyo de la clase política local,
era tanto en el esfuerzo de la Monarquía por realizar obras de instrucción,
I
~en beneficencia, policía, abasto, reclutamiento militar, como recaudación de
. al
[ rentas provinciales, &c. Al crearse en 1706 laJunta de Incorpomción de Cas-
lca
tilla, con el objeto de recuperar rentas, derechos, oficios que se habían
!de
enajenado a la corona, el resultado fue la prórroga de los privilegios y
6n
len la ampliación de plazos para presentar títulos. Hasta 1717, cuando cesó la
dicha comisión, pero en adelante, si bien las intendencias y de la con-
~a
taduría titulaT de propios y arbitrios (1718) contribuyeron a una mayor subor-
¡el
n dinación de los gobiernos locales, así como una recaudación fiscal más
la razonable, no se suprimió el régimen politimm el regale. Bien entrado el
r
án Setecientos, Carlos II! no podría introducir el impuesto único de
i
I contribución.
¡.
¡la Domínguez Ortiz pone en' dos palabras la situación castellana: "sobran
las ejemplos de que cuando los intereses vitales de las oligarquías estaban en
I .
'[SI juego ponían en práctica toda clase de marrullerías para no obedecer.
las Estaban ya muy lejos los tiempos del se obedecepeTOno se cumple. Exterior-
¡la mente las órdenes que emanaban del monarca y sus consejos no admitían
er réplica, pero la realidad podía ser muy otra, y la resistencia pasiva se
!y reveló, con frecuencia, eficaz".J3 Otro tanto podría decirse de los reinos de
!e- Aragón. No obstante, el espíritu administrativo de Felipe V progresiva-
Is-
I
mente se extiende en la Monarquía, produciendo tensiones polémicas más
,,
'Ó o menos graves, más o menos agudas.
a- La administración, entendida como el conjunto de medios institucio-
I
;>r nales destinados a hacer llegar con la mayor rapidez y seguridad posibles
¡
?e la voluntad del poder central a todas las partes de la Monarquía, y hacer
¡I. remontar hacia el poder central, en las mismas condiciones, las fuerzas de
,
as la sociedad, en hombres, en dinero,14 habría de alterar sin duda la forma
!S,
1I política; la pretensión de control sobre los hombres y sus recursos que-
I brantaría, en su afán decisionista, por su contenido hacendario y militar, el
~.
I principio tradicional de gobierno, judicialista. Por tanto las tensiones del
I
:el régimen regale et politimm. cobran un nuevo sentido, la resistencia pasiva se
e- impone, al tiempo que los tribunales dejan de ser la institución privile-
le
;
e-
es
;
s-
I 13 Antonio Domínguez Ortiz, "Poder real y poderes locales en la época de Carlos IJI",
Coloquio Internacional Carlos nI )"sus Siglo, T. 1, Madrid: Universidad Complutense, 1990,
i
~s pp. 31-32.
n-
, 1 14 Definición de GUiZOl, con referencia al gobierno de Luis XIV. CiL por Dalmacio Negro
.y Pavón, La tradición liberal y el Es/odo, Madrid: Unión Editorial, 1995, p. 159.
1
186 EL VUELO DE ASTREA

giada para la defensa de los intereses particulares, locales, corparativos,


estamentales ...
El Derecha, en tanto el príncipe pretende manapalizar su declaración
y su interpretación, deja de estructurar de manera firme las expectativas
políticas. Esto va siendo. decisiva.
Los principias tradicianales de la farma política pierden su valar,
sobreponiéndase e! ecanamicisma de la palítica de fomento de la Ilustra-
ción. Hay desde el mediar del Setecientos, coma respuesta al cambio de
dinastía reinante, un lamenta sabre el desarregla constitucional, como en
el Cande dan Juan de Soria en su Enfermedad crónica y peligmsa de los reynos
de España (1741), o el anónima: Las lágrimas de los oprimidos españoles, y
atros muchos.!' Desde luego. na toda muda de aspecto. rápidamente, ni
basta para ella la voluntad del príncipe: las diversas figuracianes políticas 1
que integran la Manarquía permanecen en su bizarra camplejidad. Per-
dura y acaso. se intensifica la complexio oppositorurn conforme se intenta
reducirla a unidad homogénea. .
En la segunda mitad de! Setecientas, el Corone! José Cadahalso escri-
bía sobre España: "hay variedad increíble en el carácter de sus provincias.
Un andaluz en nada se parece a un vizcaína; un catalán es tatalmente dis- e
tinta de un gallego; y lo mismo sucede entre un valenciana y un mantañés. q
Esta península, dividida tantos siglas en diferentes reinas, ha tenido siem- h
pre variedad de trajes, leyes, idiamas y mane da" (Cartas Marruecas: II); d
"Un regimiento. tada aragonés no miraría con frialdad la gloria adquirida u
por una trapa tada castellana, y un navío. tripulada de vizcaínas na se ren- cl
diría al enemiga mientras se defienda una lleno de catalanes" (Cartas Ir
MaTTuecas: XXVI). n
La heterogeneidad y pluralidad se mantiene, pero la forma política se le
transforma: los principios judicialistas de la Manarquía pierden paulatina- el
mente su valor. Sobre toda conforme la racianalidad económica sustituye la
en la forma de gabierno la ratio iuTÍs y la ecclesiae -de naturaleza jurídica
también- como fundamento de la realización de las objetivos de la tI';
Manarquía. Construir una unidad hacendaria y militar, entrelazando ele- VIl
mentas intensamente contrarios, es e! intento de los primeros' barbones, m
pero mil supervivencias, opasicianes y cantradicciones permanecen, que fo.
limitan las novedades. Entre ellas, la resistencia a un príncipe que se alza ca
como centro del que emana cierta orden, coma fuente de normatividad, an
de las reglas de lo buena y lo mala, de lo lícito y lo ilícito, del meum y e!

15 Don Juan de Soria se había exiliado en Viena tras la Guerra de Sucesión, y desde luego nia
tenía sus motivos de enfureciIniento y tristeza. v., Virginia León Sanz, "Una concepción aU$-
tracista del Estado a mediados del siglo XVIII", Coloquio Internacional Carlos III J su Siglo, T. 11, Mé
Madrid: Universidad Complutense, 1990, pp. 213-224.
ORIENTACIÓN I-JACENDARL~ y MIUTAR DE I.JI MONARQUíA CATÓLICA 187
,lEA

I, ¡:num, violentamente intervensionista a veces, decisionista siempre, conside-


ps,
rando la Monarquía como unidad cerrada, .
1, Francois-Xavier Guerra comenta en este sentido, citando a Campoma-
pn
ras nes, que "la soberanía del rey pretende extenderse no sólo a la Iglesia y a
1
los cuerpos privilegiados, sino a la familia, a la propiedad privada e

Dr incluso a la mism,! pertenencia a la sociedad civil: "La capacidad de adqui-
I ' .rir y poseer tierras en el reino y el derecho de permanecer en la' sociedad
ia-
civil de él, todo depende de la autoridad real" ,16 Esto genera tensiones,
~e
una Tesistenciapasiva y no pocas veces activa, incluso en Madrid, que desde
Fn
lOS la perspectiva absolutista francesa incomodan, pues, según La Bruyere: ,Si
y toute religion est' une cminte Tespectueuse de la Divinité, que penseT de ceux qui
111 osent la blesseTdans sa plus vive image, qui est le Prince? (Les camcteTes ou Les
¡as moeurs de ce siecle: Des esprits jOTts,XXVIlI, 4).
~r-
Ita n.
LA TELA DE PENÉLOPE.
1, NÉMESIS DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS
n-
I Inicia así el Compendio de la historia de la Real Hacienda de Nueva Espaíia,
~s.
IS- escrita en 1794: "Un reino es infeliz sin cabeza, porque le falta el móvil
I que ordena y dispone la justicia, que mantiene la paz, que liberta á los
,~s.
n-
I
habitantes de las asechanzas de sus enemigos, que cuida de sus intereses,
[l' de la quietud pública y de su prosperidad; y no puede subsistir aquella sin
I '
ila unos fondos capaces de hacer efectivos .estos objetos. De aquí nace el dere-
¡
n- cho de los monarcas. cabezas de los reinos para imponer á los vasallos,
bs interesados en tantos beneficios, las contribuciones que forman el real era-
i rio y principal departamento de las monarquías, como que de él dependen
I ~
re
r~ ¡ 1
los demás".17 El ideal del ejercicio del gubemaculwn ha cambiado para
entonces, del paradigma judicialista al hacendario: jJ7'incipaldepaTtamento de
las 11l0naTquías.
ca
I
El giro economicista, o la. entrada de lo económico como asunto cen-
~a tral del pensamiento político y como objeto definido, considerado como
I
e- vital del ejercicio del gobierno -expresa<;lo en una atención ha<;ia la diná-
I
:S, mica del' mercado, así como la más intensa actividad hacendaria y del
1
ie fomento de la sociedad a través de la agricultura, las manufacturas y el
!
w comercio- irrumpe en el Setecientos con fuerza propia, más allá de sus
ti antecedentes .mercantilistas; si bien aún no separado enterame'nte de lo

I
~o
¡s-
.16 Francois-Xavier
GuelTa, Modernidad e independencias, Ensayos sobre las rev~lllcio"es hispá-
niClls, "La modernidad
absolutista", México: FCE, 2000, p, 73.
17 Documento recogido por Juan N.Rodríguez de S. Miguel, Pandee/as hispano-mexicanas,
il, México: Imprenta de Arbieu, 1852, Tomo n, pp. 158.159.
I
I

••
188 EL \'VELO DE ASTREA

político, lB La economía política se considera así un tipo de conocimiento


especialmente adecuado para la prosperidad de la Monarquía, una ciencia
del Estado y del legislador, que se propone enriquecer al pueblo y -en su
relación mediada por la Hacienda- al soberano.
La Hacienda se eleva como columna de la Monarquía, con las armas,
Una de la expresiones más elocuentes de es.ta perspectiva es la de
Harrington, al comienzo de su utopía, The Commonwealth of Oceanía (1656):
introduciendo la valoración del factor económico en la ponderación de la
fortaleza de la República: "Lo que dice [Hobbes en el Leviatán] sobre
la Ley, que sin la Espada es sólo papel, también debió considerarlo para la
Espada, que sin una mano es sólo hierro frío, La mano que sostiene
la Espada es la milicia de una nación", Pero un ejército es una bestia que
tiene una gran barriga, y debe ser alimentada.,. sin lo cual la Espada
pública no es más que un nombre o un escupitajo de rana [spitfrog] " , No
interesa la solución que propone Harrington,19 sino la idea general, que
completa a Maquiavelo: los principales cimientos y fundamentos de todos los esta-
dos -ya sean nuevos, ya sean viejos o mixtos- consisten en buenas leyes y buenas
armas, y." donde hay buenas armas siempre hay buenas leyes (El príncipe: XII). Y
a Hobbes: los pactos que no descansan en la espada no son mas que palabras
(Leviathan: II, XVII). No es la Balanza sino la Espada la que da firmeza a
la república, pero para sostenerla es necesaria, indispensable, la Hacienda,
Las condiciones belicosas de Europa, que se hacen constantes a lo
largo del Setecientos -desde la Guerra de Sucesión hasta las invasiones
napoleónicas-, estimulan la certeza, la convicción sobre la adecuación
necesaria de estos criterios, militares y hacendarios, para la correcta
administración del gobierno.
La Hacienda cobra entonces un valor primordial, y precisamente ahí
se manifiesta vigorosamente la presión regalista, desplazando paulatina-
mente a los tribunales como ejes de la Monarquía, En el año 1715 dice
Felipe V: Teniéndo mandado por repetidas órdenes, que las Chancillería, Audien-
cias y demas Tribunales no se entrometan en cosas tocantes á la adm.ini5tracion de
mi Real Hacienda, su beneficio y cobro, y todo lo dependiente de esto, ni admitan
recursos ni otras instancias (Novísima recopilación: VI, X, 6). Los Consejos tam-
bién serían sustituidos, por las recién creadas secretarías, motores de la . I

política hacendaria. (

r
18 Sobre la separación de la categoría económica: véase Louis Dumont, Horno aequalis. ~
Génesis y apogeo de la ideologÚl económica, Madrid: TaulUs, 1999, en especial: pp. 45-52. t
19 Una aproximación interesante, en que se discute la interpretación de J. G. A. Pocock,
en J. C. Davis, "La Oceana de] ames Harrington", Utopía y la sociedad ideal. Estudio de la litem-
tum utópica inglesa. 1516-1700, México: FCE,1985, pp. 204-237. Destaca certeramente la base t
económica del republicanismo de Harrington el manual de Sabine, Historia de la teoría ... ,
op. cit., pp. 383-391.

,
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1
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r
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fa
,
j ORIENTACIÓN HACENDARIA y MILITAR DE LA MONARQUÍA CATÓLICA

La Secretaría de Justicia, Gobierno Político y Hacienda concentrará los


189

negocios de mayor gravedad de la Monarquía, desde los propios de la


lu j
Casa Real hasta los del Real Fisco, desde las elecciones y nominaciones de
ministros hasta las nominaciones)' concesiones de dignidades y beneficios
Is.
, .1 eclesiásticos (Novísima Tecopilación: JII, VI, 5). Tenía esta poderosa Secreta-
le ría el aspecto de una instmmento de gobierno por el cual se formalizaba
b: el valimiento tradicional. Fue dominado en los primeros años del reinado
ia de Felipe V por María Luisa y la princesa de Ursinas, después por Isabel de
fe Farnesio y el abbé Alberoni, luego Cardenal, reproduciendo las tensiones
la p,-ivado/ Consejos. '
le El ministro británico George Bubb escribía en 1717: "Existe poca con-
le fianza entre estos señores.,. de los Consejos y Alberoni, no permitiéndoles
la éste hacer lo que ellos quisieran, pero por otra parte debe pasar lo que él

I~
1
hace por manos de ellos, lo cual da a todo un aspecto maravilloso ele con-
fusión y desorden". Y el mismo: "no pueelo adelantar gran cosa con él,
pero sin él nada es posible absolutamente hacer. Me jura Alberoni que
F-
ilS todo lo que hace es porque no está en su poder hacerlo, que estos señores
Iv del Consejo lo hacen todo, con objeto tan sólo de destruir los planes de
L Alberoni, y en esto yo lo doy crédito" .20 Pero al final de la Guerra de Suce-

l~
lo
, sión, e! Cardenal se hizo indispensable. El valimiento se afirma formal-
mente en e! diseño institucional que construye Felipe V y cristaliza en la
personalid,ad de José Patiño, que llegaría a elominar las Sec,-etanas del Des-
ls pacho, y se empeiiaba mucho más: "Patiiio es un hombre -según e! emba-
jador veneciano, en una carta de! año 1735- que se ha hecho imprescin-
fa dible para la reina, para el progreso de sus hijos, y para e! reino. Es


• 1
perspicaz, ingenioso, trabajador, y desinteresado, Se le puede bien llamar
primer ministro (aunque no ha sido nombrado oficialmente), ya que da
i- órdenes y toma decisiones sobre cualquier clase de asunto, con la máxima
le 1 autoridad, y sólo comunica a la reina aquello que cree más necesario" .21
~
t-
I
José Patiño murió el 3 de noviembre de 1736, pero para entonces la
le forma de administración central podía estructurar el desempeiio eficiente,
k 1 óptimo, riguroso de su sucesor: José elel Campillo, encargado primero de
1- ,la Real Hacienda, y Juego de los negocios de Guerra y de Marina. El
a nuevo ministro publicó sus proyectos de reforma. En 1741 escribió su
opúsculo Lo que hay de más y de menos en España, pam que sea lo que debe SeTy
no lo que es. Trata de las materias que a su entender sobran y faltan en la
Monarquía, ofreciendo la idea de una jerarquía de valores en la adminis-
rk. tración del gobierno, unas prioridades enfáticamente selectivas. Veamos.
"Hay de más", dice Campillo, un abandono en todas las tareas produc-
,-
i

le tivas. Hay de más pobres y ociosos, por eso. sobran los tributos y las contri-
[. 20 CiL por Henry Kamen. Felipe /1...• 1JjJ. cit .• pp. 138-139.
21 CiL por Kamen. ibide",. p. 245.
190 EL VUELO DE ASTREA

buciones. Pero hay de menos población emprendedora, agricultura, trigo,


comercio, fábricas, navíos. Habría que fomentarla, y reactivar la Hacienda.
"Hay de menos": sabios, inventores, maestros; hay de más soberbia,
escritores malos y pésimos, mujeres públicas, negociantes viles, ladrones ...
Campillo va justificando así una política de fomento, tanto de la educación
como de las actividades agrícolas y fabriles, bajo el supuesto de que la
Monarquía es más fuerte si la sociedad prospera, pudiendo beneficiarse
del crecimiento económico por una política fiscal equitativa, racional,
basada en las rentas de la población, educada, trabajadora, emprendedora,

I
productiva. Esto supone un ejercicio del gobierno más intenso, que genere
condiciones para el aprovechamiento económico. "Hay de menos", en opi-
nión del ministro, gobierno: las instituciones y los funcionarios de la

I
Monarquía deben proveer instrumentos para los aumentos productivos; así
como para la mayor seguridad militar: faltan "baluartes", fortalezas milita-
res, y "quintas", tropas que contribuyan al mayor poderío militar, y sobran
"bastones", oficiales que' reciben sin mérito ni instrucción su grado. El
Antiguo Régimen pareciera lo que sobra para el moderno ministro: la
nobleza ociosa, pero también los "frailes", que son muchos, y los tribuna-
les. Hay de más jueces, hay de menos Justicia.
En el mismo sentido, contra la tradición monárquica -objeto de
reforma-, denuncia que hay demasiadas "Indias". Los dominios indianos
son una carga para la Monarquía, siendo tan vulnerables, amenazados por
las potencias extranjeras: son los piratas los que mayores beneficios tienen
del comercio de Ultramar:
De aquí nace, que conociendo los americanos estos cortos esfuerzos de
España ... procuran sacudir el que ellos llaman yugo español. .. Lo que en estos
actos principia en pensamiento... concluyen en rebelaciones y motines.
I
i
I,
España, que las sabe, echa mano del rigor como es justo para el castigo:
embarca parte de sus tropas y queriendo éstas poner freno a los rebeldes obsti-
I
nados ... sucede que unos a otros se acometen y cuando el rey logra más es
cuando consigue la pacificación, pero esto ¿cómo? A costa de daños tan irre-
mediables como sensibles, porque dar estas batallas no es más que perder vasa-
llos, pues tanto lo son los que se rebelaron como los que se remitieron. Sola-
mente saca España por lo regular de estos casos las quiebras ya referidas por la
subsistencia de las Indias y sus legítimos derechos a la dominación de ellas...
¿que interés no llevará y con cuánto de'shonor quedamos? Y créase que todo lo
hasta aquí relacionado no es pintar lo que puede suceder, sino decir lo mismo
que ha pasado (Lo que hay de más y de menos en España: Letra 1, ll-l3).

En 1742, Campillo, escribe otro opúsculo llamado España, despierta, en


r.
el que propone los remedios que considera pertinentes para restablecer la t,
.gloria de la Monarquía. "Dormida está España y permanecerá así hasta l,
que hallándose con más fuerzas en el Erario ... se desembarace de su sueño I
~
y ponga en práctica los remedios que la suministro" (España, despielta:
1

ORIENTACIÓ:\ HACE"DAR'IA y WLlTAR DE L.A ilIO"ARQUÍA CATÓLICA !9!


\

Exordio, 18). El tono es el del arbitrista,22 el estilo pertenece al raClona-


lismo. Ciertamente, hay un rastro de la tradición, por ejemplo al tratar el
regimiento del príncipe: "La primera, loor a Dios; la segunda, el corazón a
la república; la tercera, el premio al mérito; la cuarta, el castigo al delin-
~
.
cuente; la qúinta; el amor a sus amigos; la sexta, el tiempo a los negocios".
Pero hay variaciones significativas.
Para empezar la Justicia se reduce a su forma más simple, )' sobre todo
se introduce novedad: el comercio, la industria, la agricultura, eso también
debe interesar al príncipe, para acertar "con toda la gran ciencia de rei-
l nar" (España, despierta: n, 4-5). La idea venía de la Teórica)' práctica de

l C017ze¡ÚO)' 177Q.7ina (1724) de Jerónimo de Ustáriz: "No pudo ni puede haber
I1 príncipe grande y poderoso si le faltase el uso de una máxima tan capital
f de gobierno como la de fomentar)' proteger la navegación)' los comer-
cios, fundamento principal de la fuerza de los soberanos)' el alivio y opu-
[, lencia de los súbditos".23 Pero en Campillo el gobierno adopta no sólo el
giro hacendario, sino t.ambién absolutista: "porque toda su voluntad será
t de .Dios" (España, desjJierta: n, 4-5). La forma política debe adecuarse a los
l requerimientos de la Hacienda:
j El que haya de servir la Secretaría de Hacienda tenga un perfecto conoci-
l
¡ mient9 en todas las panes, fondo y requisitos del comercio, porque siendo éste
,
1
la médula del Estado, lo fomente y establezca interior. y exteriormente en el
l
,
I
1
reino a correspondencia de los géneros y materiales con que 1)I'ávidanuestra
Espai'Ia nos ofrece para ello. Que esté bien impuesto en cada pane y ramo de
I la Real Hacienda, para saber dirigirla con acierto, lo que no se consigue si se
I entiende con rudeza (España, despilJ1ta: JI, 30).
¡, La Hacienda es la médula del Estado, esto va siendo un tópico del pen-
1 samiento político.
¡ Campillo murió poco después de escribir su EsjJa11a,despierta, pero su
idea le sobrevivió, como que estaba extendida, )' también sus postulados
s
eran comúnmente aceptados por los círculos de la administración borbó-
\
nica; sobre todo los métodos para impulsar la reforma "necesaria", por
f
l, ejemplo la recomendación de que el príncipe debía crear las condiciones
I
1
¡ 22 Muchas de sus soluciones también: el capítulo Cinco explica HDónde y cuántos [baluar-
I)
les, fortalezas] se deberán construir, con las razones que acreditan su necesidad. }' las razones
\ e ideasconducentespara que en su fábricano gastenada el RealErario";el capítuloVeintidós
ofrece"Documentosque manifiestanlas [obraspúblicas]que puede y debe haber en Espalia
I
1 I con Jos remedios para que el Real Erario no gaste nada de sus respectivas operaciones".
23 El títulocompetode la obra de Ustán-ízes significativo:Teó,iCll y práctica de comercio y
mOlina en, diferentes discursos)' calificados ejemplaTes que con específicas providencias se procuran ada/l-
1 1 tar a la MonaTquía esp0110la paTa su propill -restauración, benefiCio universal y mayor j0l1aleUl contra
i
1 los émulos de la Real Corona, mediante la soberana protección del rey N. S. Felipe JI. CiLpor Mm'celo
,
1 1 Hitar Lctayf, ¡!Os economistas esp01ioles del siglo XI'1I1 JI sus ideas sobre el comercio con las Indias.
~'féxico: Instituto Mexicano de Comercio EXlerior, 19i5, p. 110 .
. ,
I
192 EL \'CELO DE .~STREA.

para los crecimientos de la economía, de la agricultura, de la industria, del


comercio, fomentar la educación y las actividades productivas, útiles,
provechosas.
Todo ello exigía un gobierno que actuara más allá de la esfera judicial,
interviniendo en el desarrollo de la sociedad. Incluso la recomendación de
Campillo de reducir las cargas fiscales para aumentar los intercambios,
supone formas de intervención, disolvente. Es una idea que ya se encuen-
tra en la Teórica de Ustárriz: moderar los gravámenes establecidos al inte-
rior de la Península -la alcabala, cientos, millones y la lista de impuestos
al consumo-, reorganizando además los aranceles de entrada y salida de
mercaderías, favoreciendo el consumo interno, alentando el desarrollo
industrial y las exportaciones de manufacturas, &c. Se trata de una re-
forma profunda, tendiente a disolver instituciones jurídicas antiguas, afec-
tando los intereses de individuos y corporaciones que se beneficiaban de
ellas, produciendo por tanto tensiones en el ordenamiento regale et polit-
cum. Incluso la idea de sustituir las imposiciones y las prácticas arancelarias
irracionales por una regulación fiscal pareja bajo el control directo del
príncipe provocaría descontento, y resistencia de los estamentos privilegia-
dos. También en la Teórica de Ustárriz se encontraba la idea de que la 1
relación de la Monarquía con las Indias debía transformarse por un sis- (

tema de navegación y de comercio más adecuado, contra las corporaciones (

que lo controlaban, de carácter monopólico.


Otros autores, también durante la primera mitad del Setecientos, (

como el Marquez de Villadarias en su Proyecto pam una Compaiiía General de r


las Indias españolas (1731), o Miguel de Zavala y Auñón en su Representación 1
al Rey N. S. Felipe JI, dirigida al más seguro aumento del real erario y conseguir c
la felicidad, mayor alivio y riqueza de la Monarquía (1732), ofrecen soluciones r
varias tendientes a la posible reestructuración del comercio atlántico. La r
obra titulada: Restablecimiento de las fábricas y comercio español. Errores que se t
padecen en las causas de su decadencia, cuáles son los legítimos obstáculos que le E
destruyen y los medios eficaces de que florezca (1740), de Bernardo de Ulloa,
F
engloba en una misma solución el crecimiento industrial y comercial, tanto b
como de la Hacienda y las armas: "Con el tráfico y comercio marítimo no I(
sólo ha de resultar el aumento y consistencia de las fábricas, sino también
del erario y el aumento de las fuerzas marítimas de Su Majestad".2" Esa
conexión directa de todos los ramos de la economía con el fortalecimiento n
de la Monarquía será el horizonte de realización de los primeros gobier- S(
nos borbónicos, y en ello se cifraría su "sabiduría", como sugiere el título n
de Teodoro Ventura de Argumosa: Erudición política: Despertador sobre el rr
comercio, agricultura y manufacturas, con avisos de buena policía y aumento del

24 Cil. por Marcelo Bitar Letayf, ibide1lZ, p. 137.


ORIENTACIÓN I-lACENDARI.-\ y MILITAR DE L-\ MONARQUíA CATÓLICA 193

el real erario (1743). El minisu"o Campillo entendía, en su Nuevo sistema de


:s, gobiemo Económico jJam la Amélica (1743): "Hay que considerar al comercio
como fundamento principal de todos los demás intereses de la Monarquía,
;1, pues es vivificador de la agricultura, las artes, de las fábricas y de las
manufacturas de la industria".25 Las Indias interesan a la Monarquía como
,
le
,
~,
l-
fuente de riqueza, rompiendo
Evangelio.
la tradición católica: la difusión del

b Pero desde esta perspectiva, ocun-e, como decía Montesquieu, que las
)s Indias son lo principal de la Monarquía, España sólo accesoria. La relación
le se invierte.
loe- A la muerte de Campillo, ocupó su lugar Zenón de Somodevilla y BerÍ-
goechea, Marqués de Ensenada, con plenos poderes sobre las secretarías
l u
e- del Despacho. Para entonces, la estructura del valimiento se integró al
I
le proceso de transformación administrativa, que continuó a la muerte de
It- Felipe V (1746). Fernando VI habría de profundizar en la definición de com-
~s petencias de las Secretm'Ías del Despacho de Estado (1754-1755) (así como
el Carlos III y Carlos IV [Novísima recopilación: I1I, VI, 12-19]). Las reformas
I
a- impulsadas desde el corazón de la Monarquía tendrían sus frutos. Ense-
laI nada pudo aumentar los recursos de la Monarquía, especialmente los cau-
s- dales provenientes de Indias, que fueron duplicados y hasta triplicados
I

r
durante su gestión.
Su interés se centró en el fomento de la Marina para desarrollar el
comercio y garantizar mayor ingresos a la Real Hacienda, sin embargo,
I'
le reconociendo la vulnerabilidad naval de la Monarquía, ante la amenaza
!
inglesa, holandesa ... y considerando el carácter contingente de los envíos
~ de los recursos de Indias hacia la Península, procuró que las rentas gene-
i
es radas permanecieran y circularan en los virreinatos indianos: que se consu-
la mieran en mejorar su defensa y administración, la recaudación, y fomen-
~e tando a la vez la agricultura, las manufacturas, promoviendo el comercio ...
~e Esto rendiría frutos, fortaleciendo las economías indianas, y con ello
kl' potenciando las posibilidades políticas d~ los grupos de comerciantes,
hacendados, mineros indianos que irradiaban su influencia en el nivel
local y regional de los virreinatos. .
Ensenada y los ministros que le antecedieron y le siguieron, impulsa-
~
la ron la expansión de la reforma de la administración territorial,especial-
'o
~-
mente por las intendencias que se introducen en la Península durante la
segunda década del Setecientos (1711 y 1718), integrándose por acopla-
lo mientos, adecuaciones, más o menos forzadas, a la estructura del ordena-
kl miento regale et politicum de la Monarquía.
~l Más allá de su modelo francés -el intendant- o castellano -el corre-

25 Cil. por Mareelo Bitar Letayf, ibidem. p. 153.


!

I
I
.~

¡
1
I
194 EL VUELO DE ASTREA -

gidor- el antecedente cercano de tal institución en la Monarquía Católica


fue el superintendente de rentas reales, que tuvo en Castilla una presencia
intermitente desde 1650_Ya entre los años 1687 y 1691 existía la Superin-
I
tendencia General de la Real Hacienda.26 Ciertamente la idea del Inten- J
dente que tenían en la cabeza los consejeros del príncipe Animoso -los
que trajo consigo a Madrid, J ean Orry y después el conde de Bergeyck-, que
finalmente sería aprobada por el Despacho Universal, tenía características
I
bastante distintas, en atención a las urgencias de la Guerra de Sucesión:
dotar agentes con plenos poderes para la organización militar en los rei-
nos afectados por las invasiones aliadas_ La Instrucción para los intenden-
tes de 1711 reglamentaba en particular sus facultades en la esfera de la
causa de Guerra, y por eso fueron suspendidos en las provincias donde
dejaron de ser necesarios_
En 1715, en Castilla, que no tenía tropas acantonadas, los intendentes
fueron suspendidos, pero continuaron ejerciendo sus funciones en Aragón,
Cataluña y Valencia. En 1718 Alberoni y Patiño introdujeron el sistema de
intendencias, nombrando 21 intendentes provinciales. La ordenanza respec-
tiva aparecía vinculada a las reformas que a la sazón se practicaban en el
Consejo de Hacienda_ De modo que los intendentes cumplirían funciones
hacendarias, y no sólo militares. Pero en 1721, luego de la caída de Albe-
roni -tras los sucesos de la matxinada-, el Consejo de Castilla suspendió
nuevamente al Intendente en aquellas provincias en donde no desempeña-
ban una función militar, permaneciendo sin embargo en las provincias y
ciudades principales de España: La Coruña, Salamanca, Badajoz, Sevilla
y Pamplona, así como en Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca; encarga-
dos de actividades militares o navales. Las intendencias de provincia aboli-
das quedaban reducidas a superintendencias agregadas a los corregimien-
tos: de las 21 intendencias de 1718, permanecieron 9 en 1724. Reducidas
además en sus competencias: una Cédula Real de 1721 excluía a los inten-
dentes de! manejo y distribución de caudales, por su inexperiencia en el
ramo.27
De manera que e! Intendente cambió de pie! varias veces, en 1711,

26 Don Carlos IJ, el Hechizado, pretendió sustituir a los arrendadores de impuestos y


adquirir el control y supervisión de su cobro, incorporando esta función administrativa a los
organismos estatales, conforme se vencían los asientos o contratos de tiempo limitado. En un [
circuito asignado los comisarios hacían el cobro de impuestos, transferían los ingresos fiscales 1
a la Real Hacienda, informaban además del acontecer en los partidos de provincia que les ,
eran asignados, y promovían la prosperidad económica. Los antecedentes varios: Horst ,
Pietschmann, Las reformas borbónicas y el sistema. de intendencias en ]\lueva España. Un estudio poli- e
lico administrativo, México: FeE, 1996, pp. 38-40. También ver: Francois- Xavier Emmanuelli,
Un mythe de lábsolutisme bourbonien: L'lntendance, du milieu du XVlle",e sieele a la fin di XVllleme
sieele (France, Espagne, Amerique), Universite de Provence, 198 L
27 Esto se vio en Cataluña. Se estableció el Intendente en territorio catalán con las campa-
ñas del ejército de ocupación, procurando ,el mantenimiento de las tropas con fondos del país.
•{
í
\

, ORIENTACIÓN HACEj\DARIA y WLlTAR DE LA MO:'-iARQuL.\ CATÓLICA 195


I
I 1 1717, 1718, 1721, 1724, Ysucesivamente durante el Setecientos; dificultán-
I 1, dose la entrada al potente gobierno administrativo que la Monarquía pre-
.1, téndía. Fúnando VI decía por eso en la Instrucción de los Intendentes
"
Corregidores de 1749:
I
• Quarenta y ocho años de sangrientas y continuadas guerras que han sufrido

i mis Reynos y vasallos; la esterilidad y calamidades que han experime'ntado 'en


tan largo tiempo ... son las causas que han reducido á un deplorable estado su
gobierno económico, la administración de la Justicia, y la causa pública, por-
que todo se ha confundido con el ruidoso estrépito de las annas ... ahora que
la Divina bondad se ha dignado dispensarles el deseado beneficio de la paz,
fatiga incanzablemente mi Real ánimo, y ocupa toda mi cuidadosa atención el
descubrir los medios inas útiles y proporcionados á su logro, y á cortar)' pre-
caver los dai'los que produce la corrupción de las costumbres en los súbditos ...
y á reponer el Cuerpo de esta gloriosa Monarquía .... debiendo temerse que sea
mayor, si particularmente no se cuida por reglas fixas y seguras ... de que los
Iributos y contribuciones Reales se exijan con la debida equidad )' justa pro-
porción á los haberes de cada uno (Novísima RecojJilación: VII, XI, 24).

Pero estas reglas no fueron tan fuas y seguras. Un siglo después, al


mediar el Ochocientos, Rico y Amat definía "ADMINISTR;,.CI6N: ... Laberinto
de órdenes y contraorden es; decretos que establecen y decretos que dero-
gan; disposiciones que crean una cosa )' circulares que la destruyen en
seguida. Verdadera tela de Penélope que teje el ministro que cae y desteje.
el ministro que sube" (Dicci01w,rio de los políticos: Letra A).
Tal sería la dinámica, un tanto azarosa, precipitada, a veces improvi-
sada del proceso de construcción administrativa, pero en el Setecientos
hay un impulso decisivo, parejo al fortalecimiento de la Monarquía. La
Instrucción de Intendentes de 1749 sigue las disposiciones de la OJ'de-
nanza de 1718: los corregidores fueron vinculados al Intendente. En el
fondo se trata de la reproducción. de la tendencia regalista, orientada a

Confeccionaba el Catastro, cuyo importe debía sufragar Jos gastos que generara el abasteci-
miento del ejército, el resguardo del asiento militar, la organización de expediciones medite-
rráneas, r el reclutamiento de ,'o]untarios. No obstante, se ignoraba hasta' tal punto el método
para hacer los cálculos con exactimd que el Intendente solía proceder a discreción en Ja e;va-
luación, el establecirniento de cuotas, r la distribución de apremios militares. Con todo, se
1
recaudó Jo suficiente para levantar una flota que se empleó en la recuperación de las Dos Sici-
I Has, pei-o también los intendente~ abrieron la puerta a negociar condonaciones y moratorias
I, entre los notables locales, produciendo un orden de exención informal, bajo su regulación: la"
esU'uctura impositiva en Cataluila comenzó siendo dura, pero ya en la segunda mitad del Sete-
! cientos era aceptada, con a'lgo más que resignación, como que muchas cuotas habían sido con-

I1 geladas, al tiempo que aumentaba la población)' riqueza. Además, los intendentes tuvieron
que vérselas con los propiet<'l'ios de los oficios de hacienda así como los demás oficios subal-
I ternos destinados en las ciudadeS, villas)' lugares para su gobierno político no suprimidos )'
I extintos en la Nueva Planta. JI, Eduardo EscanÍn, "Las instituciones de "Cataluila en el siglo
I
1 xvm", Coloquio h,ternaciollal Carlos JI! y su. Siglo, T. 1, op. cit., pp. 925,940.
196 EL VUELO DE .~STREA

sujetar a los oficiales reales, al corregidor,2s y por su medio tener mayor


control sobre el ámbito local. Hacia la segunda mitad del Setecientos, la
Intendencia de provincia quedó unida al corregimiento de la ciudad capi-
tal, y al punto se subordinaban el resto de corregidores. La centralización
fue entonces cada vez más intensa, pero quedaron aún los poderes locales.
Si el Intendente ejecutaba fielmente su cargo, tenía que vencer sobre
el ánimo de los funcionarios y corporaciones que debía reducir a su
mando, o con las que debía colaborar. Pero los conflictos fueron muchos, y
sólo se superaron por remiendos ... tejiendo y destejiendo la tela adminis-
trativa. Para empezar, las funciones que debía realizar siempre fueron
demasiadas, aún asistido por ayudantes: por medio de un Ingeniem de toda
satsifacción é inteligencia se forme un mapa geográfico de cada pmvincia; además
debía hacer relaciones de las calidades y temperamentos de las tierras, de los
montes, bosques y dehesas, de los ríos, y calcular las potencialidades del comercio,
la agricultum, la industria. Y también, enseñar al pueblo el arte de enri-
quecerse:
Siendo importantísimoy del privativoencargo de los Intendentes Corregido-
res el fomentar en los pueblos capaces y á propósito de las fábricasde paños,
ropas, papel, vidrio, xabon, lienzo, la cría de sedas, establecimientode telares
y los demás artes y oficiosmecánicos (Novísima Recopilación: VII, XI, 24).

Para el puesto se exigió, según dice la Ordenanza del año 1749: perso-
nas de grado, autoridad, Tepresentación y zelo, qual cOTTesponde al desempe?10 de
esta impoTtante confianza (Novísma Recopilación: VII, XI, 24). Pero la indisci-
plina fue otro obstáculo.
Además, el Intendente tenía prácticamente las manos atadas, inscrito
en un espacio dominado por fuerzas políticas locales. No era un funciona-
rio con todos los poderes: Las jurisdicciones, se dice en la dicha Ordenanza
de Intendentes, se experimentan] entTe ellas de estar sepamdas, y exceTCersePOT
divenas manos (Novísma Recopilación: VII, XI, 24), Y las existentes se encar-
garían de entorpecer el desempeño del intendente, si afectaba intereses,
competencias y facultades.
En 1766, Carlos III modificó otra vez el sistema: separar los corregi- I
mientos, encargados de las causas de justicia y policía, de las intendencias,

28 Es de 1610 la resolución de Felipe III encaminada a este propósito: Habiendo entendido,


que para la. buena adnzinistración de justicia conviene, que se sepa con particularidad como usan)l exeT- ,
cen los Corregidores sus. oficios, )' como administmn los Propios)' pósitos de las repúblicas que tienen á su s
cargo, ó si toman ó reciben dineros ó otras cosas prestadas, y si viven con la honestidad )1 temjJlanUL que q
les obligan [slus oficios (Novísima ,'ecopilación, IV, XV, 1). Y sobre esta disposición, en 1717, e
Felipe V ordena el Conocimiento que deben tomar los lvlinistros del Comejo [de] Superintendentes de r
Pmtidos de quanto OCUlTeen ellos digno de practicarse ó precaverse (Novísima recopilación: IV, XV, 2). e
Y con el mismo afán, Fernando VI, en la Instrucción agregada a la Ordenanza de Intendentes f
Corregidores de 1749, recupera disposiciones similares de 1648 y 1711 (No"uísima recopilación: c
VII, XI, 28).
l'
,J

,oRiENTACiÓN HACENDARI.;\ y MILITAR DE L;\ MONARQUÍA CATÓLICA' ]97

.¡ ocupadas en la administración de las finanzas y del Ejército (Novísimo Teco-


ir
la pilación: VJI, XI, 26-29). Hay más ajustes, pero interesa indicar tan sólo
l-
que la expansión del gobierno administrativo en la ¡VIanarquía 'no puede
b ser compláa ni perfecta en la Península, y mucho nienos lo será del otro
s. lado del mar. Las Indias eran para la Monarquía la esperanza cierta de la
~
p.nhelada recuperación económica, pero según explica el muy influyente
i
u 'Bernardo Ward en su Pro)'ecto económico (1762):
¡
~' , Los asuntos de América están en mucho peor estado,. siendo tan importantes
,
¡-
i
j ,
que jamás ha tenido Monarquía alguna.posesión igual; arreglar aquel comer-
cio de modo que sirva de fomento a nuestra industria, extenderlo mucho más
n
b.
i
I "

,
)' quitar el contrabando. Establecer nuevos ramos qtie hasta ahora no .se han
emprendido, de muchos millones de indios incultos h~cer vasallos útiles,
!
1; aumentar el benefi'cio de las minas ino'oduciendo las economías, ingenios e
¡
t) j inventos que hemos visto en las de Hungría, Sajonia)' Suecia, "donde florecen
1- , i
mucho estas maniobras; extender más la producción de aquellos preciosos fru-
tos )' su consumo en Europa.29 .

I,- También Ward indica la necesaria centralización:


más eficaces para adelantar
"Uno de los medios
las. fábricas y artes y por consiguiente el
1
" comercio de EspafIa, sería disponer que estos asuntos y el comercio de
!s
II Indias estuviesen bajo una misma dirección",30 desde el corazón de la
i. Monarquía, que directamente ordenara el sentido de esa orientación a sus
t I
I funcion1u-ios distribuidos en LOdos sus dominios. A partir de' 1764, Carlos lII'
k ,
.,
.1
-.-que tenía urgencias militares ineludibles-31 intentó trasladar el sÍ5terna
j
~ ¡ de intendencias al otro lado del mar.
!!
,
~ ¡ . La idea fue del siciliano Leopoldo de Gregorio, Marqués'de
che: estáblecer una Intendencia
Esquila-
Genel'al del Ejército y Hacienda en Cuba.
,, " .
j
~
I 29 CiL p~r Marcelo Bit.1rLeta)'f, Los economistas ... ,' op. cit, p.' 168.
r
I 30 Cil. por Marcelo Bit"': Let.a)'f,ibidem, p. 175.. . .
•I , 31 La guerra de los SieteA,ios (1756-1763))' el Tratado de París obligabán a la MOilarquía
,
1, a consen'~u'las Indias. Además, durante los últimos cien años, los ingleses afectaban la navega-
¡
I cilÓnespañola .en el mar Caribe)' en el golfo de México. En 1655, desde la isla eleJamaica, ,
i cbrsarios at.acaban la Capitanía Genemt de Yucat.án, toti,aban Veracruz (1683), Campeche I
f (l685) y se apoderaban de Belice )' de un pujiado de islas. El saqueo de Guayaquil en 1706 I
1, por William.Rogers no había sido más que el último de una serie de at.~quesa las ciudades • I
!
I .costeras del Caribe)' del Pacífico. Bucaneros ingleses, pero ta,i,bién holandeses)' fi'anceses,si
! bien los'ingleses en 1762 )'á se habían apoderado de L1 Habana..También del Mar del Sur.
\ Desde 1564 el galeón de Manila ¿'llzaba regularmente el Pacífico,eleAcapulco a las Filipinas,
I
r enlazando de modo eficaz el circuito comercial entre el MeditelTáneo)' las Amillas, el Atlántico.
\ sevitiano, con la economía de la China (Pierrre Chaunu, Les P/¡ilij,pines et te Paáfique des lbéri-. ¡
,
~ I qu.es, !'ai-ís, 1966). Desde emonces, Francisco Drake primero, y luego el corsario Tomás Caven- ,
I t
,
I
I

i
dish )', después, .los Pichilingues trabajaban para el control de los mercantes ingleses sobre las
rutas d~ comercio, hasta lograr la t.omade Manila, al final de la Guerra de tos Siete Arios. Desde
l el Sept.emrión, desde la Provincia de Quebec, tropas)' explorado'res franceses, descendiendo 1
\ l, por.jos ríos Michigan, JIIinoisy Mississippi,habían lIegad.oal Golfo de México (l685), fonifi-
\ 1 caqdo, tomando posesión y,rraguando avanzadas sobre la Nueva Vizcaya, cumplidas. en 1693.)'
( 1719. En el Meridión, en 1770, el Gobemador de Buenos Aires, Francisco Bucai-eli,enviaría.

I .l
\
¡
198 EL VUELO DE ASTREA

En el afío 1763, el capitán general Conde de Ricla y el subinspector de


tropas Alejandro O'Reilly fueron enviados a La Habana con el proyecto
de introducir impuestos al consumo, suprimir la exención y evasión fiscal,
y financiar con ello fortificaciones y buques para la armada. Pero nada de
esto se podría sin negociar con la clase política local: con los hacendados,
que las aceptaron recibiendo a cambio, vg., permiso para la introducción
de negros esclavos, supresión de la Compafíía de La Habana y comercio
libre con la Península, además de la concesión de títulos de Castilla. Pero
apuntalar al intendente significó mayores tensiones entre las autoridades
existentes de Hacienda y Gobierno.52
La Instrucción para la Intendencia General de Ejército )' Hacienda de Cuba
(1764), modificada en sucesivas órdenes y reglamentos, sería el primer
ensayo del sistema administrativo extendido a las Indias. Pero como en
Cataluüa, Valencia, Castilla, se deberá adaptar a la realidad institucional y
política: verdadera tela de Penélope. Los mismo sucederá en "Buenos Aires
(1782) y la Nueva Espaüa (1786).
Hay un conjunto de criterios firmes del sistema: aumentar los ingresos
fiscales, descongelar las tasas impositivas, aumentar la fuerza militar, racio-
nalizar la administración, con miras a prescindir de la malversación de
fondos reales, y lograr mayor prontitud en la cobranza tributaria; todo ello
considerado sin duda en la posterior InstTUcción de Intendentes de Ejército y
Real Hacienda de la Isla de Cuba y de las Provincias de Venezuela, y en las que
le siguieron para otros lugares de Indias. No obstante, hay también condic
ciones adversas para su implementación, que llegan a expresiones violen-
tas, de resistencia activa.
Contra los funcionarios reales que pretenden arrancar más impuestos
se pronuncian las revueltas de Quito de 1765. Los motivos son varios, pero se
actualizan ante el regalismo hacendario, manifiestándose con potencia: el
populacho enfurecido saqueó la casa del aduanista, apedreó al corregidor
y al alcalde, hasta hacerse de los caüones, escopetas, sables y lanzas, al
punto de jurar nuevo rey.
La Audiencia amenazó entonces con traer socorros de Lima, Carta-
gena, Guayaquil y Cuzco, pero no se aquietó la sublevación, hasta las capi-
tulaciones favorables: no han de contribuir con los deTechosde las Aduanas tan
debidos a Su Majestad por cualquier vasallo... Que a los nuevos estancos se ha de
dar enteramente por el pie ... Que no se ha de hacer averiguación alguna sobre los
sacrilegios que cometieran contra Dios, desacatos contm el Rey, muertes, robos y

cuatro fragatas y un jebeque en asistencia del Gobernador de las Islas Malvinas, para tomar el
fuerte Egmont, y expulsar a los ingleses de las islas Falkland, que poseían desde 1765.
32 Sobre ello debe verse: Juan Basca Amores Carredano, "La Intendencia de Ejército y
Hacienda de Cuba: origen y primera organización (1765-1775)", XI Congreso del instituto Inter-
nacional de Historio del Derf'Cho Indiano, Buenos Aires, Instituto de investigaciones de historia
del Derecho Indiano, 1997, pp. 9-30.
E.~ ORIENTACIÓi\i HACENDARLA. y MILITAR DE LA MONARQUÍA CATÓLICA 199

le los demás excesos... Que la Audiencia les dará esta seguridad con juramento, que
to ha de hacer en el Sagrario de la Catedral delante del Santísimo Sacramento y en
11, manos de aquel Obispo.33 Pese a los firmes criterios administrativos, se
le impone la política flexible: el perdón misericordioso, clemente.
s, El motín de Madrid, que estalló el domingo de Ramos de 1766, con
,n réplicas en Zaragoza, Cuenca, Barcelona, Valencia, Elche, Sevilla, Guipúz-
!o coa,34ocurriendo arranques furiosos contra las autoridades reales, también
'0
resultó en indulto para los alborotadores, especialmente los de la Corte, y
:s el castigo para el Marqués de Esquilache, ministro de la Real Hacienda a
quien se atribuyó el descontento,35 quedando con ello satisfecha la turba.
Hay los recursos tradicionales de Derecho, o la resistencia. Por la
misma época, el ayuntamiento de la Ciudad de México dirigía al rey un
r indignado memorial -como lo califica el historiador Brading-, quejándose
y
del sistema del despotico absolutas procederes de Juan de VilIalba, Inspector
:s,
General de Tropas, encargado de formar una potente 'fuerza militar en la
Nueva España, y que por tanto quería hacer una leva de fuerzas militares
js
j-
sin distinción de rango ni de casta, contra las ordenanzas, contra la constitu-
I
e ción, creyendo que en esta tierra no hay nobles, ni limpieza ni valor.36 Pero
p pudo más la prudencia: como la recomendó el talentoso Baltasar Ladrón
de Guevara: cuando el mismo Villalba pretendía usurpar el cargo de Capi-
~
tán General, el virrey mandó suspender los pagos de la tropa,37 para
F
,- demostrar quién mandaba. Sigue siendo necesario, como quiera, recor-
,
'-
!

33 "Noticia feliz de los tumultuarios de Quito", cit. en María del Carmen Velásquez, J....a
España de Cartos lI!. De 1764 a 1776 según los emba¡adores austriacos (documentos), México: UNAlvI,
1963, p. 56.
e
34 La tesis clásica, economicista, sobre los motivos: Pieue Vilar, "El motín de Esquilache y
~l la crisis del antiguo régimen", en Revista de Occidente, Madrid, 36 (1972), pp. 233- 246. Una de
r las causas: sobre el Libre comercio de los granos, con derogación de su tasa ver: Novísima Recopila-
ción: VII, XIX, 11-17. V. también: Jacinta Macías Delgado, "Ideario político-económico del
)
motín contra Esquilache", Coloquio lntemacional Carlos JIl y su Siglo, T. 1, op. cit., p. 127.
35 "Este ministro [Esquilache] -escribe un diplomático francés- se había hecho odioso a
toda la nación por sus principios arbitrários, por sus empresas quizá legítimas, pero a menudo
inconsideradas, contra el clero y contra la nobleza. En fin por un rigor excesivo y destructivo
en la percepción de los derechos reales" (cit. en: A. Ferrer B~nimeli, "Los jesuitas y los ~oti-
nes eri la España del siglo XVIII", Coloquio lntemacional Carlos lJI y su siglo, T. I1, op. cit.,
p. 465). Otro diplomático, que reporta el escándalo a Viena: "Ayer [23 de marzo de 1766], a
las cuatro de la tarde se reunió el pueblo por miles, se armó y, llevando un letrero en el que
estaba escrito con grandes letras que el rey debía abaratar el pan, permitirles llevar los anti-
guos vestidos y entregar al marqués de Esquilache vivo o muerto, cruzó toda la ciudad hasta la
casa del ministro, a la cual rompieron todas las ventanas, y, cuando se convencieron de que el
ministro se había escapado felizmente con su mujer e hijos por una puerta secreta, irrumpie-
ron en la casa y destrozaron todo lo que allí encontraron". Von Lebzeltern, cit. en María del
Carmen Velásquez, La España de Cm'los JI!. De 1764 a 1776 según los embajadores austriacos
(documentos), México: UNAl\1, 1963,.p. 51.
36 CiL por David Brading, Orbe indiano, De la Monarquía Católica a la Tepública e>iolla,
1492-1867, México, FCE, 1998, p. 503.
37 David Brading, El ocaso novohispano: testimonios dowmentales, México: CNCA, 1996, p. 154.
200 EL I'l'ELO DE rlSTREA.

darle al príncipe, cada vez más enérgicamente, el Derecho; en Barcelo-


na, 1773, se trata de extender el servicio militar obligatorio, un motín
resolvió lo contrario.
También la corona tiene recursos para lograr sus objetivos. La reorga-
nización del Ejército en Nueva España -como en el resto de la Monar-
quía- sería convenientemente alentada con la ampliación del fuero militar:
privilegios extendidos a oficiales y soldados, prestaciones, inmunidades.38
Así, en 1767, las tropas novohispanas dejan sentir su fuerza con inusitada
!. cmeldad, ante los motines que siguieron a la expulsión de los jesuitas,39 en
San Luis Potosí, Guanajuato, Pátzcuaro, Uruapan, Valladolid ... De lo que
va resultando que la Monarquía se apoya cada vez más sobre la Espada: se
expulsa a la Compañía de Jesús, amenazando al resto de corporaciones
religiosas; se prefiere al Ejército como forma de control, que en la Nueva
España y en el resto de los reinos de Indias no existía, sino en milicias
financiadas por las corporaciones. El ataque a la Iglesia lo es también con-
tra las formas de autoridad tradicional, tiende por eso a alterar el orden
poliüco, romper lazos de obediencia, de obligación, creados y fomentados
por costumbres, hábitos, creencias ...
Es preciso ahora, para la Monarquía, recurrir a la coacción para incul-
car hábitos de asentimiento hacia decisiones, instituciones, orientaciones
de gobierno impuestas, incrustadas, extrañas ... cuyo reconocimiento es
incierto, inseguro. La fuerza aparece en primer plano. Uno de los episo-
dios más sangrientos del período lo protagonizó José Gabriel Condorcanki
Túpac Amaru, cacique de Tungasuca: juntaría a los pueblos de los Andes
para alzarse en rebelión, y coronarse como con el título de don José I POT la
Gmcia de Dios, Inca Rey del PeTú. Desde Cuzco hasta Chiquisaca, 22 corregi-
mientos fueron devastados, saqueadas las ciudades, iglesias y haciendas; el
. obispo de Cuzco, Juan Manuel de Moscoso y Peralta, armó al clero para
defender la ciudad, y otros curas de aldea también reunieron fuerzas, con
los caciques que permanecieron leales. De Lima, Cochabamba y Buenos
Aires salieron columnas de socorro, y al fin file reducida la revuelta. De las
últimas palabras del Inca, importa lo que dice al virrey del Perú, Juan
Antonio de m-eche: Vuestm SeñoTÍa y yo somos los únicos causantes de la sangre
que se está den-amando: Vuestm Seiioría por haber oprimido al reyno con contribu-
cionesexcesivas y nuevos impuestos, y yo por quererlo libertaT de tales timnías y

38 Günter Kahle, El ejército )1 la formación del Estado en los comienzos de la independenci.a de


México, México: FCE, 1997, pp. 55 )' ss.
39 Inusitada cT'ueldad, que comenta: \Villiam B. Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión en las
poblado"es coloniales mexicanas, México: FCE, 1987, pp. 184-185.
• •• -.--~

rREA. .oRIENTACIÓN HACENDARH y MILITAR DE LA M.oNARQuÍA CATÓLICA 201

:el 0- vejaciones."o Aún suprimiendo los repartimientos que motivaron original-


Dtín mente las alteraciones,'l las tensiones continuarán.
También se crea la Audiencia de CUZCO,'2pero la forma judicialista es
,rga- alterada en sus fundamentos: la ruptura de la Monarquía se acelera. La
nar- reforma -que es ante todo, independientemente de su eficacia, un ataque
titar: a la tradición- producirá un sentimiento generalizado de incertidumbre,
'es.38 de quiebra de expectativas antes estructuradas firmemente por la religión
¡tada y e! Derecho.
19 en La fuerza no será la solución, como quiera, porque por mucho que se
fortaleciera el Ejército, no se lograría enderezar la autoridad deteriorada
'que
de ministros y funcionarios, percibidos como despóticos, ni fortalecer la
a: se
obediencia, minado la tradición; sería preciso negociar. El primer Inten-
anes
dente de Ejército y Real Hacienda de Caracas, don José de Ábalos
~leva (1777-1783), redactor de la Instrucción de Intendentes de CaTacas de 1776,
licias después de duros enfrentamientos con e! ayuntamiento de Caracas, deses-
,con- perado, escribía al príncipe católico:
rden
ado s Hasta aquí, Señor, las Américaspuede decirse que han estado en su infanciay,
, durando al mismo tiempo en sus habitantes el aquel tenor de los primeros
conquistadores, ha sido fácil mantenerles en subordinación, pero ya con el
~cul- transcurso de los tiempos han tomado incremento y se ha ido desvaneciendo
pnes aquella impresión que heredaron de sus abuelos. Menospreocupadas sus ima-
D es ginacionesde que estaban antes y más poderosas en gentes y proporciones dis-
PISO- curren con una libertad desmesurada." '
,anki
Algo similar ocurría en el ánimo novohispano. La Ordenanza de Inten-
ndes dentes paTa la Nueva España (1786) fue e! texto de Ley más voluminoso que
¡or la se creo para Indias, después de la Recopilación de las Leyes de Indias. Se
regl- apoya en los conocimientos de! oficioso José de Gálvez, visitador genera!
lS; e! de! virreinato (1765-1771), pero también es resultado de los expedientes
'para administrativos precedentes.
¡ con
lenas 40 Citado del Diálogo sobTe los sucesos vaTios acaecidos en este reyno de Perú, de :Melchor Paz,
le las por David Brading: Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867,
México, FCE, 1998, p. 526.
Juan
, 41 La Intendencia intentó terminar los repartimientos de comercio, en los cuales los
~ngre comerciantes especuladores adelantaban dinero, herramientas o bestias de carga a cambio de
tribu- una porción de la cosecha, siendo la forma en que los indígenas podían hacerse de tales bie-
nes; vinculados los repartimientos a los alcaldes mayores y corregidores, é~tos funcionarios
lÍas
, .~ hacían valer su capacidad coactiva para perpetrar tremendos abusos a la hora de cobrar: signi-
ficaba una forma de crédito para el indio, y de poder para las autoridades virreinales, como lo
hace ver para la Nueva España Baltasar Ladrón de Guevara en su "Informe sobre los reparti-
mientos de comercio" (en David Brading, El ocaso novohispano ... , op. cit., p. 157-189).
I1cia de 42 V, Serena Fernández Alonso: "Reformas en América: visitas generales en el último ter-
cio del siglo XVIII",en Coloquio Internacional Carlos III y sn Siglo, Madrid, Universidad Complu-
1 en las tense, 1990, Tomo J, pp. 429-439.
43 Cito en rvlaría Teresa Zubiri Marín, "El cabildo de Caracas y la intendencia: un enfren-
tamiento significativo", Coloquio Internacional Carlos III y su siglo, Tómo 1, op. cit., pp. 467-477.
202 EL VU ELO DE ,",STREA

La persona que habría de ejercer el cargo de Intendente carecía de


facultades extraordinarias (se le dieron muchas menos que a sus homólo-
gos de Cuba o de Caracas, teniendo sin embargo las mismas responsabili-
dades básicas: recaudación fiscal y aprovisionamiento de las tropas)4-l
Debía consultar todo a la Junta Superior de la Real Hacienda del virrei-
nato o directamente al Ministerio de Indias, en Madrid, y esto último
pudo hacerlo con provecho hasta que, al año siguiente de promulgada la
Ordenanza (1787), murió el ministro, el mismo José de Gálvez que pro-
yectó la Instrucción.45
Desde entonces quedó en desventaja frente al gobierno virreinal,
mientras descifraba su reglamento.46 En 1794 se abrogaron o reformaron
(por solicitud de autoridades novohispanas), 74 artículos de la Instrucción
de servicios, introduciendo adecuaciones a la realidad jurídico-política de
la Nueva España. Todo ello respondía a acoplamientos más o menos for-
zados, más o menos espontáneos, y producía al fin distorsiones en el sen-
tido administrativo que se pretendía.
Muy a propósito, Horst Pietschmann trae a cuento las anónimas Cartas
político-económicas al conde de Lerena (circa 1787-1789), en las que el autor,
León de Arroyal, resume: "La Instrucción de intendentes es asombrosa,

44 El artículo 2° de la Ordenanza de Intendentes de 1786 quitaba al virrey la superintenden-


cia de finanzas y se la daba al Intendente de México, como funcionario superior en la causa de
Hacienda, pero limitado en su autoridad ejecutiva por el artículo 4°, que ordenaba el funcio-
namiento de laJunta SupeTioT de Real Hacienda (en cada provincia). En provincia, el Intendente
adoptó el cargo de Gobernador o Corregidor, según el caso y, si bien ejercía como tal funciones
de gobierno (además de las de Hacienda y Ejército), estaba sujeto al virrey. E.l virrey había
sido confirmado en sus derechos y obligaciones como Gobernador, Capitán General y Presi-
dente de la Audiencia. Pero había perdido control sobre el ejercicio hacendario y de propios y
arbitrios de ciudades y pueblos y, por tanto, fue excluido de muchas de sus ,actividades de
fomento y de actuación militar. Cansen/aba no obstante la p.osición administrativa preemi-
nente en la jerarquía de gobierno: de ahí innumerables disputas por competencias con el
Intendente.
45 Además, Gálvez había nombrado a los doce Intendentes de Nueva Espai'ia (Yucatán,
Oaxaca, Puebla, México, Veracruz, Valladolid, Guanajuato, Guadalajara, Zacatecas, Durango,
San Luis Potosí y Sonora) con un riguroso critelio: peninsulares de preferencia, andaluces
mejor, de su pueblo mucho mejor (Málaga), y de su clientela y familia inmejorable. Antonio
de Villaurrutia era de origen criollo, )' fue designado Regente, Presidente e Intendente de
Guadalajara, los otros once eran parientes y criados 'de Gálvez. Algo similar ocurrió con los
asesores letrados de cada Intendente. A la muerte de Gálvez, la debilidad del Intendente ante
el virrey y la audiencia fue notable.
46 Debía realizar tareas varias en la esfera de la causa de policía (mantener y mejorar las
vías de comunicación, ordenar la construcción de puentes, ayudarse de ingenieros para trazar
mapas de las provinóas, señalar en ellos montañas, bosques, lagos y ríos, indicar los climas y
las condiciones agrícolas y mineras, estimular las actividades de comercio y artesanales de las
regiones, combatir a los vagabundos). Y aquí también las dificultades, sus ayudantes eran
pocos: 1 letrado jurista, 1 escribano de intendencia, 1 abogado o promotor fiscal, y un puñado
de oficiales hacendarios, los funcionarios de las cajas reales y otros más que podía nombrar
como delegados en sus provincias. Pero por UDa Real Orden del año 1788, se dispuso que
éstos debían ser confirmados por el virrey (por otra de 1792 se ordenó que aquel propusiera
ternas a éste para el nombramiento de subdelegados que debían ser sustituidos cada 5 años).
ORIE1\TACIÓN HACENDARIA y MILITAR DE U\ MONARQUÍA CATÓLICA 203
fREA

pero en las grandes provincias se parece a los sueños de Platón y de


I de
Tomás Moro ... ¿Cómo podría él [el Intendente) ocuparse de todas las par-
610-
ticularidades? Supongo que está' dotado con una comprensión divina )'
bili-
cuenta con fuerzas sobrehumanas; esta señorial instrucción siempre se
s ):'4
quedará en e! estudio de un agradable sueño" .47 Pero tuvieron su efecto,
sin duda.
(mo
Más gobierno -como pedía Campillo- al menos quedó en Indias. Se
ida duplicaron lo oficiales reales de rango superior en la Nueva España. En el
~ro-. Río de la Plata ese número creció diez veces en la segunda mitad del Sete-
cientos (entre oficiales medios y altos, sin contar los de provincia).48 El
hal, fuero militar se amplió en el mismo período (sus beneficiarios se multipli-
~-on
caron por 9 en Nueva España, por 3 en Nueva Granada, por 16 en e!

n n
I de
for-
Perú). Sin embargo, no sólo aumentaron las instituciones reales; al fondo
permanecían fuertes estructuras tradicionales, sobre las que se reproducían
1 nuevas formas corporativas.
;en-
Se crearon consulados de mercaderes (en Veracruz, Guadalajara, La
1,tos Habana, Guatemala, Caracas, Cartagena, Santiago, Buenos Aires ... ); tam-
bién se ampliaron las diputaciones provinciales de los consulados, con sen-
¡tor,
das jurisdicciones especiales. Igualmente se difundieron los tribunales
psa,
mineros, en México, Lima, Santiago de Chile.49 De manera que se multi-
í
I plican los puntos de tensión del dominium regale el politicum, por competen-
den-
cia y jerarquías. Además, aumentó la demanda de pueblos y aldeas por
la de
JClO- obtener e! estatuto de villa, o de villas que piden el estatuto de ciudad; así
~nLe como de comunidades indígenas que solicitan la separación de su "cabe-
hnes cera", dando forma a nuevas comunidades en las regiones indias de
labía
~'esi- Oaxaca, Yucatán y el Alto Perú.50
¡os y En virtud de! crecimiento de la agricultura comercial, las manufactu-
s
, de. ras, los obrajes' varios y por la minería, las regiones cobraron su papel. Tal'
emi-

r'
itán,
el
es el caso sin duda de Nueva España, pero también de Guatemala, Nueva
Granada, Quito y hasta del Alto Perú. Nueva Galicia, Chile y la Plata desa-
rrollaron economías agrícolas y mineras pujantes, Cuba, Puerto Rico,
~1g0,
:LIces Caracas, y las regiones costeras de Nueva Granada, Guayaquil y Perú
onio expandieron la agricultura de plantación y prosperaron con el comercio
e de
; los
.libre. Dentro de las regiones más adelantadas, se fortalecieron los notables
. ~nte locales. Las oligarquías indianas se encontraron entonces en mejores posi-
I ciones para negociar ayuda, prestaciones, asistencia, auxilios al príncipe
r las
azar
católico que, simultáneamente, complicaba su existencia en Europa.
las y
e las
47 Citado por Horst Pietschmann en: Las reformas b01-b6nicasy el sistema de intendencias en
eran
Nueva España. Un estudio político administrativo. México, FeE, 1996, p. 256.
iado
48 Ruggi.ero Romano y MarceHo Carmagnani. "Componentes sociales", Para l/na hist01ia
brar.
de AméJica l. IJ1.S estructuras, México, FeE, 1999, p. 363.
'que 49 ¡bidem, p. 369.
¡iera
50 lbidem, p. 371.
ios).
r
204 EL VUELO DE ASTREA

Si la hubo, esta sería la Némesis de las reformas borbónicas: queriendo


el príncipe fortalecer la administración central de la Monarquía, fortaleció
las fuerzas políticas locales y regionales, especialmente en Indias. El histo-
riador Céspedes del Castillo sugiere tratar por eso las re/aTinas borbónicas
como transacción con los poderes locales,5!pero hacia la última década del
Ochocientos, involucrada la Monarquía en las guerras europeas -primero
aliada de Inglaterra (1792-1795) contra la Francia jacobina, luego aliada
de la Francia napoleónica (1796, Tratado de San Ildefonso, hasta 1808),
contra Inglaterra-, el príncipe se verá obligado a solicitar contribuciones
extraordinarias, préstamos, donativos forzosos y universales, llegando al
extremo de vaciar diversos ramos particulares de la Real Hacienda, y final-
mente a la expropiación de los fondos de diversas corporaciones, inclu-
yendo las cajas de las comunidades indígenas.
Cierto que tradicionalmente tales servicios urgentes representaban la
ocasión de las corporaciones y los individuos particulares para negociar
privilegios, exenciones, cargos, monopolios, &c., y se hacían de buena
gana muchas veces, no sólo por fidelidad: eran oportunidades efectivas
para ganar el favor, la merced, la consideración, la protección reales,
manifiestos en títulos jurídicos que resultaban imprescindibles para ajustar,
afianzar y consolidar el orden político, conforme a Derecho. Pero los
mecanismos de reciprocidad habían sido rotos por el absolutismo, provo-
cando además el colapso financiero.
La Consolidación de Vales Reales en Nueva España (1804), siguiendo la
Consolidación de Vales Reales de España (1798), dirigida a tomar los fondos
de los Juzgados de Obras Pías y Capellanías de la Iglesia, desarticuló la
forma de crédito más recurrida por los comerciantes, mineros, hacenda-
dos, eclesiásticos, funcionarios, artesanos, &c, novohispanos,52 y en mayor
o menor medida del resto de las Indias: mandaba enajenar los bienes raí-
ces pertenecientes a obr,!s pías de todas clases, ordenando que el producto

51 En su opinión, la evolución histórica de Indias en el siglo XVIIIviene deten11inada por


tres factores de muy desigual relevancia: "El primero y menos importante Jo constituyen las
decisiones. del gobierno de Madrid, que siempre pasan por el tamiz de una burocracia ultra-
marina cuyo verdadero papel fue el de armonizar e intermediar entre las órdenes que llegan
de la Corte y los intereses de las oligarquías locales; ciertamente se guardaban las fonnas y se
"obedecían" las órdenes, pero la tradición y la jurisprudencia eran más fuertes, y muchas de
esas órdenes no se cunlplían. El segundo factor viene representado por las cambiantes coyun-
turas económicas y políticas europeas ... El tercer factor, sistemáticamente infravalorado por
casi todos los historiadores, son las Indias españolas, mucho más autónomas de lo que se viene
creyendo, tanto en el aspecto económico como en el político. El-poder efectivo adquirido por
las elites criollas a lo largo del siglo XVII, en especial mediante la compra y ejercicio de cargos
en la adlninistración pública ... desemboca en un régimen político que hoy tiende a llamarse
."criollismo" y que supuso en la práctica un considerable margen de autodeterminación". G.
Céspedes del Castillo, "América en la monarquía", Actas del Congreso Internacional Carlos JII y la
Ilustración, Madrid, Ministerio de Cultura, p. 93.
52 "Todos los aspectos de la economía mexicana, y ciertamente su comercio, dependían
;TREA ORIE;-':TAC¡Ói\ J-1ACENDARIA y MILITAR DE U\ MOl\ARQUí.~ CATÓLICA 205

endo de sus ventas, y el de otros capitales eclesiásticos, en dinero, entrara en las


leció cajas reales. Despojando de esta manera a las comunidades religiosas, dis-
iisto- locaba la economía indiana, afectando las formas financieras y crediticias
¡úcas más recurridas, como lo dice en un memorial de 1805 el corregidor de
1 del
Querétaro, ¡"liguel Domínguez: "El dinero de las obras pías en el reino
nero propiamente debe llamarse el fondo coniún, el asilo universal, el pronto
jada socorro y el espíritu que mueve la agricultura, a la minería, al comercio y a
la indusu-ia, porque en efecto apenas hay negociación alguna en estos
í08),
ramos que no se anime, que no se verifique y que no se socorra con este
Dnes
caudal permanente, que si a sus partícipes les rinde un rédito proporcio-
o al nado, a los que lo toman los pone en un lucroso movimiento, y al Estado y
lnal-
al público les produce beneficios incalculables".53 Además, y esto es lo
:clu- comienza i!Titar intensamente, el embargo es ruinoso para la Nueva

lla
I .
iClar
España puesto que los fondos que se tomaban, no se gastarían en el viJTei-
nato, sino en Europa, donde se trasladan los caudales.
Después de muchas aportaciones, finalmente, las comunidades indíge-
lena nas se vieron obligadas a entregar también a laJunta de Supelior de Consoli-
¡.
uvas dllúón las dos terceras partes de las resen'as de sus cajas municipales.
I
i1es, Tanto en la Consolidación dI! Vales Reales de España (1798-1808) como de
itar, Nueva España, no quedó lugar a examen judicial ni súplica (si bien se
: los multiplicaron las representaciones en contrario), lastimando seriamente la
i
>vo- forma política judicialista.54 De modo significativo, el ayuntamiento de
Santiago de Chile se rehusó a hacer la contribución, alegando: "en todo el
b, la reino no hay dinero suficiente para los propósitos de cambio interno día a
idos día; no hay ciudadanos ricos que tengan suficiente dinero disponible para
~ la liquidar hipotecas; las minas no son productivas y ahora rendirán aún
i
ida- menos, porque se han solicitado menos concesiones; el mobiliario y las
¡yor
alhajas han sido convertidas en efectivo ¿Cómo será posible conseguir todo
¡raí- el dinero que se intenta enviar a España?" .55 Pero los pretextos no sirvie-
\eto ron, y mucho menos los recursos jurídicos de apelación.
I

I Carlos IV, en Aranjuez, por un Real Decreto, en el año 1803, había


¡por tenido la precaución de dar total independencia al Consejo de Hacienda
~ las respecto a los demás 'tribunales superiores, poniéndolo bajo su absoluta
(tra-
rgan autoridad. De este modo el príncipe vaciará de su carácter judicial los plei-
i)' se
s de
hm- de transacciones de crédito". John E. Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciu-
Ipor dad de México dunmte los Borbones, México: FCE, 1986, p. 247. JI, Ruggiero Romano, Moneda,
¡ene selldo.monedas y circuwción monetmia en las economias de A1éxico, México: FCE, 1998, p. 150-164.
:por 03 "La representación contra la Consolidación, 1805", puede consultarse en David Bra-
rgos ding, El ocaso novohispano: testimonios documentales, México: CNCA, 1996, pp. 237.
~rse 04 JI. especialmente: Pablo Fernández Albaladejo, "Monarquía ilustrada)' haciendas loca-
¡ G. les en la segunda mitad del siglo XVIlI", Fragmentos de m01l11"qu.(a,n'abajos de historia político,
Iy la Madrid: Alianza, 1993, pp. 455-467. .
55 Robin A. Humphre)'s )' John L)'nch, The Origím o/ Latin American RevolutiollS,
,
Han 1808-1826, Londres: Knopf, 1965, p. 134:135.
206 EL VUELO DE ASTREA

tos hacendarios, sometiendo los contenciosos de la materia a su soberana


voluntad. MartÍnez Marina !juicio critico de la Novísima recojJilación: Artículo X)
echará de menos en la Novísima recojJilación de 1805 los Reales Decretos,
Cédulas y resoluciones sobre creación de Vales Reales, su curso y valor y
caja de amortización, y especialmente la pragmática en que se declara ser los
vales reales una deuda legítima de la Monarquía, y resjJonsable a ella en todos
tiemjJos, designando arbitrios jJara el jJago de intereses y amortización de los mismos
vales. Prudencia aparte, no demora en punto tan delicado (no me es jJermi"
tido continuar estas investigaciones. El tiemjJo estrecha demasiado ... ), pero queda
dicho bastante: el príncipe parece ignorar aquellos instrumentos financie-
ros, ni se propone redimirlos.
El reconocimiento de la deuda pública acumulada no la hará el prín-
cipe, sino la Junta Central que durante la invasión napoleónica sobre la
Península asume la potestad soberana del rey cautivo, Fernando VII; por
sendos decretos tomaron las primeras medidas para la amortización. Pero
aún cuando el gobierno interino carece realmente de recursos para cum-
plir, la mera intención le vale para potenciar su capacidad política, lla-
mando a la confianza de los acreedores; igualmente las Cortes de Cádiz,
que para hacer creíble la oferta hicieron estimaciones sobre la venta del
patrimonio eclesiástico, irritando la suspicacia y disposición a la resistencia
de los más conservadores.56
El regreso de Fernando el Deseado interrumpió la atención del pro-
blema, asumido solemnemente en la Constitución de 1812: Art. 355. La
deuda jJública reconocida será una de las jJrimeras atenciones de las Cortes, y éstas
pondrán el mayor cuidado en que se vaya verificando su progresiva extinción, y
siempre el pago de los réditos en la jJarte que los devengue, arreglando todo lo con-
cerniente a la dirección de este Importante ramo ... Pero todo arreglo político de
tipo general en la Monarquía, deberá incluir un apartado sobre la atención
de la deuda. Una solución propuesta por la representación americana,
mayoritariamente novohispana, en las Cortes del trienio liberal (1820-
1823), será, a cambio de una mayor autonomía frente a la metrópoli: 14a
La Nueva España se hace cargo de pagar toda la deuda pública contraída en su
territ01io por el gobiemo o sus agentes, a nombre suyo, debidamente autoriza-
dos... (Exposición jJresentado a las Cortes por los Diputados de. Ultramar en la
sesión de 25 de junio de 1821, sobre el estado actual de las provincias de que son
representantes). Proposición que defienden, en un proyecto más perfeccio-
nado de autonomía de la Nueva España en el complejo monárquico,
Miguel Ramos Arizpe y José María Cauto en la sesión de Cortes del 26 de
junio de 1821. La rápida restauración absolutista persistirá en la negación
imjJolítica. del problema de la deuda.

56 Véase e! planteamiento del problema en Migue! Artola, La HacieruIadel siglo XIX. Pro-
gresistas y moderados, Madrid: Alianzal986, pp. 27-50.
!"REA ORIENTACIÓN HACENDARIA y MILITAR DE LA MONARQUÍA CATÓLICA 207

'ana Interesa insistir: la Real Hacienda borbónica, absolutista, no conoce la


)X) racionalidad jurídica, sino la ratio status. "El punto toral del gobierno de
,tos, este virreinato -escribe el virrey de la Nueva Espafía a su sucesor, en
JrY 1760-, es el de la real hacienda y la justa economía de ella, así en la
r los recaudación fiel y legítima de sus diversos ramos, como en su dispendio"
odos (Instrucciones y Nlem01'ias de los ViTreyes Novohispanos: MemoTia de gobiemo de
¡mos Fmncisco Cagigal de la Vega a don Joaquín de Monstserrat Mm'qués de Cl1úji-
l/as), pero al fondo de todos los revestimientos retóricos que se le den,
"m-
,
adquiere visos de ilegitimidad, rapaz.
;eda
!C1e- Durante la segunda mitad del Setecientos, la acción del gobierno se
subordina paulatinamente a la lógica.económica, desarrollando una forma
I , administrativa totalmente nueva: sus procedimientos no corresponden a
~'m-
~ la los de la forma política judicialista, ni sus agentes son oficiales de Justicia,
ipor sino superintendentes, intendentes, contadores, censores, ingenieros,
¡ero comisarios, oficiales técnicos, inspectores, supervisores, recopiladores de
I
um- información y funcionarios especializados en los ramos de hacienda, con
ilIa- sus asistentes y reglamentos que debían guardar sin ira et studio. Esta red
Id'
\ lZ, administrativa, con los funcionarios que participaban en sus procesos ope-
I del rativos, estaba concebida para proporcionar a la Monarquía satisfacciones
~cia económicas concretas. Los objetos del gobierno Borbónico son ante todo la
recaudación de ingresos ordinarios y extraordinarios, según la' necesidad
!
')ro- de las cosas, y la protección permanente ante cualquier tipo de amenaza
!
!La externa o interna contra el dominio monárquico.
~stas Partiendo de una valoración negativa del pesado administrativo, es
innovadora, adversa a la tradición, como se lee en una representación al
,
?t, y
rey de 1748: "La Hacienda es el exe del gobierno de una monarquía, y
con-
) de porque la espafíola se olvidó de este principio ha sido, de dos largos siglos
,cIOn
., a esta parte, tan lamentable su decadencia"?7 Y en particular aparece en
~na, oposición a la tradición de la Monarquía, de los Habsburgo; así el historia-
\20-
, dor Ferrer del Río apuntaba en el Ochocientos: para Carlos III la
I4a Hacienda se fincaba no en un mero patrimonio, sino en su aprovecha-
fZ su miento mediante el rédito, rentas o frutos que produce, en eso se cifraba
"Íza- inequívocamente la ciencia del gobiemo. Pero no se trataba de una mera
I
fZ la política impositiva:.
;son Recelo, decía el príncipe, que se han empleado siempre más tiempo y desvelos
I.
:cJo- en la exacción o cobranza de las rentas, u'jbutos y demás ramos de la Real
'.!!Co, hacienda que en el cultivo de los territorios que los producen y en el fomento
l de de sus habitantes, que han de facilitar aquellos productos. Ahora se piensa
I.
:1ó n diferentemente, y este es el primer encargo que hago a la Junta y al cejo del
ministro encargado de la Real hacienda; esto es: que tanto o más se piense en

.Pra, 57 Citada por RodriguezVilla en Don CenÓrl. de Somodevilla, lIIm-quiÍS de lo Ensenodo,


Madrid:Rivadenyra,1878, p. 85.
208 EL VUELO DE ASTREA

cultivarlaque en disfrutarla, por cuyo medio será mayor y más seguro el fruto.
El cultivoconsiste en el fomento de la población con el de la agricultura, el de
las artes e industria y el dél comercio (Historia del reinado de Carlos IJI en
Espmla: VI, 4).

El intervensionismo de la Monarquía sigue doctrinas de inclinación


fisiocrática (o afines): vg., al Tableau économique (1758) de Quesnay, pro-
grama en que el Estado tiene pocos deberes positivos, la protección del
exterior, e! mantenimiento de una red de comunicaciones, el cuidado de
los pobres, la recogida de la renta sobre la tierra y la educación de! pue-
i blo.58 Pero estas materias se agrandan ante la apreciación de la decadencia
de la Monarquía: "La decadencia ... -decía Cadahalso- es capaz de
demostración con todo el rigor geométrico" (Cartas marruecas: IV). El prín-
I cipe debe hacer mucho más, para promover e! comercio paralizado, la
Ii agricultura estancada, la minería desaprovechada, las manufacturas reza-
gadas, en fin, también para introducir las Luces del Siglo. Y esto supone
vencer las oposiciones de la tradición, como dice elocuentemente Ferrer j
I del Río:
Mortunadamente, maestro en la cienciade regir a los pueblos, sabía Carlos III 1
muy bien que es preciso hacerlos dichososa pesar suyo, no habiendo posibili- <
dad de emprender reformas sin luchar de frente con porción de preocupacio- (

nes, y entre ellas la más'disculpablede todas, el irreflexivorespeto a lo antiguo (

(Historia del reinado de Carlos 111 en Espmla: VI, 2). (

Quizá el depotisme éclaire de los primeros Borbones estaba prefigurado F


s
en la tradición. La Salvación en e! más allá, sin embargo, ahora se pre-
c
tende en este mundo también, y antes, inmediatamente; la redención se
r
reformula en el optimismo típicamente ilustrado sobre la perfectibilidad
s
del hombre, por los beneficios de la ciencia, la técnica... La actividad
gubernamental consiste desde esta perspectiva en organizar las actividades
n
de los hombres a fin de lograr esta ganancia superior (felicidad, gloria, 1\
prosperidad, abundancia, &c.);59sus límites -en términos de la amplitud 1;
y minuciosidad con que se pretenda conseguir ese fin tan sin fin- depen-
h
den tan sólo del poderío disponible para lograrlo: la capacidad de que los tl
mandatos del príncipe sean obedecidos, a pesar de los obstáculos que se le
opongan (maestro en la ciencia de regir a los pueblos, sabia... muy bien que es e
preciso hacerlos dichosos a pesar suyo). Otras prefiguraciones se hallan en la
idea erasmista de reforma del cristianismo por una praxis moral de buenas

58 Véase el comentario de Louis Dumont, Hamo aequalis. Génesis J apogeo de -la ideología eco-
nómica, Madrid:Taurus, 1999. p. 53-70.
59Eslo quelvEchael Oakeshottllamabala "políticade la fe",convienever su argumento h,
en: Ú1 política de la fe y la política del escepticismo, México:FCE, 1998.
y.
CH
'REA ORIENTAC¡Ó" HACENDARIA y MILITAR DE L-\ MONARQUÍA CATÓLICA 209

uto. intenciones y buenas obras,60 en las creencias estoicas sobre el príncipe


I de sabio o en la utopía baconiana del Estado como empresa tecnológica.51
f el1 Por eso Pedro Rodríguez Campomanes en su Discurso sobre la educa_o
ción popular de los artesanos y su fomento (1775), en las páginas iniciales,
íón defiende a los vilipendiados arbitristas del Siglo de Oro, los reivindica: "el
iro-
restablecimiento de las artes y oficios, o su perfecCión, no es un pensa- .
idel miento nuevo; ni industria que ignorasen, o de' que careciesen nuestros
'de mayores en sus mejores tiempos". Todo ello dentro del novedoso giro eco-
iue- nomicista. "La economía civil, dirá también el Conde de Campomanes, es
I.CIa la verdadera ciencia del Estado".52 También Gaspar Melchor de jovelJa-
¡de nos: "la economía civil, ciencia que enseña a gobernar" (Elogio de Cm'los IJI).
l,
,111- y el despotismo ilustrado edulcora sus progresiones hacendarias con el
I
: la pretexto de que la Monarquía es más fuerte si la sociedad prospera, lo
dice el mismo Campomanes: "La riqueza ... del pueblo es l;¡.que hace sóli-
.¡iza-
Dne damente respetables los Estados" (Discurso sobre el jomento de la industria
er popular: XXI).
El reinado de Carlos. III, es el primero más a fin a la nueva ciencia
r'
IIII
política, la economía civil, y representa para la Monarquía Católica el
I ']'1-
esfuerzo dedicado permanentemente a construir y perfeccionar un aparato
in
l. central de gobierno, interesado por ampliar sus competencias y poderío:
CIO-
concentrar el monopolio fiscal y de las armas. Pero ciertamente ni la total
~o
cenb-alización administrativa ni la homogeneidad en una unidad jurídico-
¡ política cerrada la consiguieron plenamente los pi'imeros Borbones: per-
ldo sistieron y se reprodujeron por acoplamientos' funcionales las formas
Ire- corporativas tradicionales (municipales, gremiales, estamentales, religiosas,
11 se militares ... ), con sus jurisdicciones diferenciadas y especiales, aunque
lad
I
sometidas más firmemente a las instituciones regias.
¡ad Este regalismo pretende suprimir, eliminar las tensiones del ordena-
aes miento politicwn et Tegale multiplicado en las figuraciones que integran la
ki, Monarquía. Pero en la medida que no se consigue, procurándolo por
¡ud la fuerza, se quebranta la autoridad de las instituciones de la Monarquía. De
I
en-
, hecho el buen éxito de las reformas Borbónicas pasan por el ataque a la
¡los tradición: a las formas de autoridad tradicionales.
; le Comenzando con la diferenciación que introducen los ministros de
! es Carlos III.frente a la Iglesia, atacando sus privilegios, trastornando la rela-
¡la ción tradicional, mantenida fielmente por la dinastía Habsburgo, entre el
ras
60 V., Leszek Kolakowski, "Erasmo y su Dios", Vigencia y caducidad de las tradiciones aistia-
~co- nas, Buenos Aires: Amorrortu, 197], p. 49.
61 Un comentario sobre la prefiguración de la moderna empresa estatal: Michae] Oakes-

,
~1tO hon, El Estado europeo ",odemo, Barcelona: Paidós, 200l, p. l62.
: 62 Carta de Campomanes a Jo\'ellanos (1777) citada por José Miguel Caso, en: "Alabanza
y crítica en los elogios de Carlos 111",Actas del Congreso Internacional sobre Carlos IJl)' la Ilustra-
ción. El,'ey y la l1wnarquía, Tomo 1, Madrid: Ministerio de Cultura, 1989, p. 332.
210 EL VUELO DE ASTREA

Altar y el Trono.63 Con los Borbones las jurisdicciones reales y eclesiásticas,


antes relativamente acordadas, entran en conflicto, introduciendo la separa-
ción Iglesia/ Estado, definiendo sus intereses distintos y antagónicos, en lo
temporal y lo espiritual, desplazando al clero de sus frecuentes intromisio-
nes temporales, mundanas: venciendo a los tribunales eclesiásticos en la
competencia jurisdiccional, arrebatándole causas judiciales, impugnando
las adquisiciones, propiedades y riqueza del clero, apropiándoselas, en fin,
pretendiendo asumir el poder real (en su política de fomento, en vistas a
la prosperidad pública) las obras piadosas de las comunidades religiosas,
que les daban una presencia importante en la vida social a través de hospi-
tales, escuelas, colegios... Carlos III procuró la expansión del poder real a
expensas de la Iglesia.
Los medios que dispuso para ello fue reducir el privilegio eclesiástico,
extender el control real sobre el clero, todo ello utilizando los instrumen-
tos del Real Patronato, ampliándolo,64 haciendo una interpretación crítica,
reformista, de la tradición jurídico-política. 55 El resultado fue, efectiva-
mente, debilitar a la Iglesia; pero a la vez el príncipe debía renunciar a la
más importante fuente de autoridad de la Monarquía Católica.
Fracturar la cohesión y unidad antes existente entre la Espada tempo-
ral y la espiritual modificaría las relaciones jerárquicas, debilitando las for-
mas de mando y obediencia -obligando al poder regio a imponer
mediante coacción su mandatos, sustituyendo la auctoritas por la fuerza del
Ejército-, alterando la seguridad, previsible, que proporcionaba la Iglesia
-tanto en lo moral como en lo económico inclusive- y complicando el
cálculo predecible del orden social, trastocado en su continuidad histórica.
Difícilmente podría exagerarse este desarrollo: la rebeldía de los curas

63 Los principios son medievales, del príncipe Sabio: E estas son las dos espadas, porque se
mantiene el mundo. La p'rimera, espiritual. E la otra} tempon'll ... estos dos poderes se ayuntan a la fe de
nuestro Señ,or jesu Christo, por dar justicia cumplidamente al alma, e al ClU1PO. Onde conviene por
Tazon derecha, que estos dos podaes sean siempres acordados, assi que cada uno deltos, ayude de su poder
al otro: ca el que desacordase, venúa contra el mandamiento de Dios, e amia por fuena de menguar la
Fe, e la justicia, e non podTia luengamente durar la tierm en buen estado, ni en paz, si esto se jiziesse
(Las Siete Pmtidas: 11, Prólogo; ver también supra, capítulos Primero y Cuarto).
64 Véase N. M, Farris, La Corona y el clero en el México colonial. 1579-1821. La Crisis del pri-
vilegio eclesiástico, México: FCE, 1995, pp. 87 Y ss.
65 Fue precisamente en las leyes góticas y en la legislación medieval donde Campomanes
encontró las razones regalistas de su Tratado de la regalía de amortización (I765), dirigidas a res- J
tringir la propiedad del clero y a definir los amplios derechos del príncipe sobre el régimen J
eclesiástico. Es un razonamiento jurídico de precedentes altamente selectivo, por el que se
destacan las manifestaciones más enérgicas del ejercicio de las regalías y prerrogativas de la
corona (véase especialmente, Concepción de Castro, Carnpornanes. Estado y Teformismo ilustrado,
Madrid: Alianza, 1996, pp. 216 Y ss). Este tipo de análisis derivaba en una posición crítica de
la tradición jurídica: como en el Informe sobre la Ley agraTia (1795) de J avellanos, al tratar sobre
los vicios de la estructura de la propiedad que había f~ado durante siglos la antigua legisla-
ción; de igual modo en las influyentes Cartas sobre los obstáClllos que la naturaleza, la opinión.'Y las
leyes ojJonen a la felicidad pública (1795) del Conde de Cabarrús, dirigidas a Jovellanos. t
TREA ORIENTACIÓN HACEJ'.:DARIA y MILITAR DE L4. MONARQUíA CATÓLICA 211

ieas, insurgen tes es un dato de su proyección en Indias, pero también la belige-


lara- rancia furibunda de los serviles en Espafla freme a los ajiYl'ncesadosy libera-
n lo les, todo en la segunda década del Ochocientos.
ISIO- Por otro lado, e! avance regalista modificó la estructura judicial de la
n la forma política de la Monarquía, reduciendo las competencias de los tribu-
ndo nales, procurando suprimir sus intromisiones en materia de gobierno,
[fin, especialmente en la Hacienda, pero a la vez el poder real intensificó su
as a intervención en la Justicia, imponiendo sus decisiones. Tocqueville obser-
isas, vaba que en Francia al tiempo que se había logrado expulsar a los jueces
, .
'SPI- de la esfera administrativa, el gobierno se introdujo incesantemente en la
~ala esfera de la Justicia: "como si la confusión de podeI'es no fuera tan peli-
I grosa de un lado como del otro, e incluso peor; pues la intervención de la
,.
lICO, justicia en la administ¡'acióri sólo peIjudica a los asuntos públicos, en tanto
;
~en- que la intervención de la administración en la justicia deprava a los hom-
lica,
,., bres" (L'ancien régime et la Révolution: 11, IV). En España, la reforma de los
uva-
, Consejos y la creación de Secretarías respondía a este tipo de racionaliza-
la la
ción administrativa, ofreciendo una estructura cómoda a la decisión regia,
I
fpo-
sin mediación judicialista, ni la entrada de recursos de suplicación o revi-
sión, provenientes de las partes afectadas: eliminando las formas jurídicas
for-
[ de resistencia .
.ner
En Indias 'Ia tensión administrativa se expresó en la tensión vin-ey/
'del
~sia Audiencias, entre el mandato ejecutivo y la flexibilidad habitual de los jue-
b el ces. El virrey de la Nueva Espafla Fernando de AJencastre Norofla y Silva,
pca. Duque de Linares, en 17I 6, entendía que la causa de! desarreglo en los
aras tribunales: "nace de no observarse el rigor que el rey manda, por estar
i introducida la protección por capa de piedad en los jueces", también notó
que las discusiones de los magistrados debilitaban los intereses reales,
,'lle se defecto que vienen' "con interpretar las reales órdenes a su modo" (Instruc-
'fe de
~ por
boder
ciones )' lvIernorias de los Virreyes Novohispanos: Relación dada POTel Excmo.
,
hrla
.
Sellor Duque de LinaTes... a D. Ealtasar Zúñ.iga y Guzmán).
uesse Son abundantes las observaciones en el mismo sentido, pero van
,•
r pi, siendo más insistentes, perfilándose una solución por la que el virrey
amplía su influencia sobre los tribunales, y en general asume un control
[mes jurisdiccional más firme y extendido. El Duque de Linares establecería en
I res,
la Nueva Esp.aña e! Tribunal de la Acordada, que sustituyó la Santa Her-
,roen
ie se mandad en 1719,66 con mayores facultades y privilegios para realizar su
ie
, la . objeto: perseguir malhechores y juzgarlos reduciendo e! proceso, supri-
rado,
a de
bbre 66 Hasta 17J 9, los alcaldes de la Santa Hermandad (conocidos también como alcaldes
;.lIS 1a~
provinciales) estuvieron subordinados, en tanto jueces de primera instancia, a la Real Sala del
)'las Crimen de la Audiencia de :México. En ese mismo aflO se les eximió de dar cuenta de sus sen-
tencias a la Real Sala del Crimen, creándose el Tribunal de la Acordada, cuyo juez y agentes
212 EL VUELO DE ASTREA

miendo las garantías de los reos. Se trata también de un recurso que


aporta mayor potencia al virrey, en términos de fuerza.
El Capitán Velásquez ejerció primero el cargo, mereciendo del virrey
Francisco de Güemes y Horcasitas, Primer Conde de Revillagigedo, el
siguiente comentario, de 1755: "con tanto descaro que infestaban los cami-
nos cuadrillas de bandoleros, con robos y muertes, y en las ciudades ni las
luces del día aseguraban los asaltos, ni los sagrados templos se excusaban
de sacrilegios, se corrigió este desorden por medio de D. José Velásquez,
alcalde provincial de la Santa Hermandad, con jurisdicción privativa, inhi-
bida de todos los tribunales, quien con inflexible justicia, tesón y entereza,
consiguió el exterminio de insultos tan execrables, condenando a muerte y
a presidios innumer¡¡bles delincuentes". Especie de institución policiaca,
nótese bien: inhibida de todos los tribunales, con toda la libertad de castigar,
ejercida personalmente por el Capitán y su cuadrilla de valientes que, al
punto que renace la delincuencia, "acude pronto el remedio con la vigilan-
cia de este ministro; cortando los vuelos de la insolencia; haciéndose por
esta razón preciso todo el favor y atención del virrey, manteniéndole la
libertad de castigar" (Instrucciones y Mem01ias de los Virreyes Novohispan6s:
Relación de don Francisco de Güemes y Horcasitas a Agustín de Ahumada y Villa-
lón, Número 14). Insiste el Primer Conde de Revillagigedo en el valor de
los esfuerzos del Capitán, su diligencia, celo contra lo malhechores, pero
lo decisivo es que su buen éxito lo relaciona con la incompetencia y tor-
peza de los tribunales, de modo que no sólo recomienda a su sucesor la
protección del Capitán, sino que intervenga intensamente en la marcha de
los asuntos de la Audiencia y lo tribunales reales:
Hallase también el virreinato con otra real cédula amplísima, y potestad sufi-
ciente en ella para inquirir y promover el fenecimiento de los pleitos, el proce-
der de los oidores y separar al que la mereciere, no sólo de esta Audiencia,
sino de Guadalajara y Guatemala ... importará que el virrey se apersone en las
ocurrencias graves se persone para estimular su fenecimiento y acierto, procu-
rando cuanto sea posible que se excusen los rodeos y dilaciones con que las
materias de importancia se suelen dilatar (Instrucciones y Memorias ... : Relación
de don Francisco de Güemes y Horcasitas a Agustín de Ahumada y Vil/alón, Número 63).

Esta solución desde luego suscita conflictos, pero tiende desembarazar


al virrey de la lógica la Audiencia, y sobre todo le permite apremiar sus

quedarían bajo el control directo del virrey. Tenía autoridad sobre los delitos de hurto, vio-
lencia f1sica,despojo, rapto, incendio premeditado y bandidaje. La jurisdicción territorial del
Tribunal abarcó, a excepción del Marquesado del Valle, la Nueva España, así como a Nueva
Galicia, Nueva Vizcayay Nuevo León. Más tarde, al Tribunal se agregó la Guarda Mayor de
Caminos (1747) encargada de combatir el bandidaje, y el Juzgado de Bebidas Prohibidas
(1772) autorizado para aprehender a todos aquellos que fabricaran, transportaran o consu-
mieran licores prohibidos (licor de carla, vino de coco, tepache, guarapo, cinticata odolique,
sangre de conejo y pulque amarillo).
ORIEND\.CIÓN HACENDARIA y MILITAR DE LA. MONARQUíA CATÓLICA 213

que decisiones; como manda Fernando VI en 1755, al virrey Agustín de Ahu-


mada, Marqués de las Amarillas:
jrey y mediante a que para obviar discordias y competencias de jurisdicción entre
\el las audiencias y los virreyes ... lo que cede en grave perjuicio de los negocios y
¡mi- de las partes ... siguiéndose de esto perniciosas consecuencias; para que se
l las remedien estas y no se causen en adelante, se os encarga que respecto de estar
ban prevenido por las leyes... que cuando se ofreciere duda sobre este punto, pro-
I
~ez, cedan los virreyes o presidentes a declararlo, y que pasen por ello los oidores,
Qhi- y firmen lo que se resolviere sobre el negocio, aunque hayan sido de parecer
i contrario (Instrucciones y Memorias ... : Instrucción a don Agustín de Ahumada ... ,
eza,
¡- Capítulo 33).
fe y
:tca Los conflictos viTrey Audiencias no concluyen, antes se hacen más fre-
I '
~ar, cuentes, intensos, por vía de apelación: las medidas de gobierno podían
I al ser apeladas por las partes afectadas, y en ello entendía la Audiencia. Des-

t:~
} la
pués de todo, como dice el Segundo Conde de Revillagigedo, Juan Vicente
de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, hacia el final del Setecientos:
"La presidencia de la Audiencia, constituye al virrey a la cabeza de ella;
~I os: pero no para mandarla, antes bien, sus providencias en materia de justicia
Ua-
están sujetas a aquel cuerpo: y aunque asista a él... no tiene voto en los
¡de puntos que allí regularmente se tratan; que son los de Justicia", pero el
ero
I
mismo virrey opina, más adelante:
ior-
r la Los virreyes están como he dicho ya, prohibidos de conocer y aun de votar en
¡de materias de justicia; pero vienen tales casos y circunstancias, que es imposible
que dejen de hacerlo y así lo han estado practicando. Muchas veces unidos
íntimamente los puntos de gobierno con los de justicia, o nacen algunos de
hfi- aquellos, otros de esta clase, de modo que no es fácil el que corran con separa-
I
Ice- ción (Instrucciones y Memorias...: Relación reservada que el Conde de Revillagigedo
, .
pa, dio a Sll Sllcesor en el mando, Marqllés de Branciforte sob,-e el gobierno de este conti-
¡las nente en el tiempo qlle fue Sll Virrey, puntos 20 y 84).
Icu-
II~s
¡ton
Las controversias de apelación se resolvían por precedentes, por casos
y no por reglas fJjas, firmes que aclararan las competencias;67 pero se hizo
¡
53).
, costumbre que lo virreyes, con pretexto de atender la administración,
,
I

~ar intervinieran la Justicia, y resolvieran la pertinencia de aquellas. Esto se


Sus traducirá en una lucha por el control jurisdiccional, que exigirá alianzas
I
l.
VIO- 67 Asílo deja ver MiguelJ. de Azanza,en 1800:"Acercade las apelacionesque de las pro-
Idel videnciasdel gobiernointroducen las partes en la RealAudiencia,indiqué las dificultadesque
kva ofrecen. V. M. las verá comprobadas en la práctica, y para su instnlCción sobre este importante
I de materia podrá reconocer el expediente general de ella, en donde encontrará diversas opinÍo-
nes sobre el modo y casosque deben pasar a la Audiencialos autos apelados, y verá al mismo
~~:
I
!ue,
tiempo las reales cédulasen que se determina este punto" (Instruccionesy Memoriasde los Viln-
)'es Novohispanos: Relación que don lv!iguel José de Azanza dio a su sucesor Félix Berenguer de Jvlar-
, quina, punto 22).
214 EL VUELO DE ASTREl,

políticas más allá de los límites institucionales. Una manifestación del con-
flicto virrey Audiencia será sin duda -aún en la situación extraordinaria en
que ocurre- el coup d'Etat contra el virrey José Iturrigaray (1808), a quien
destituyen, arrestan, ponen a disposición de la Inquisición y después
en prisión, en San Juan de Ulúa, no la Audiencia,sino los oidores, los comer-
ciantes y dignidades eclesiásticas que se conjuran. En el año 1715, los oido-
res de la Audiencia del Nuevo Reino de Granada destituyen y arrestan a su
Presidente, Gobernador y Capitán General, Francisco de Meneses Bravo
de Sarabia.68
De momento, lo que interesa indicar es la intromisión, incómoda, con-
flictiva de! virrey en los tribunales, y la introducción de instituciones de
gobierno como la Acordada, inhibida de todos los tribunales, con toda la liber-
tad de castigar, que desplaza a las instituciones de Justicia, y desvirtúa el
ordenamiento jurídico: "El juzgado de la Acordada -dice un secretario al
futuro virrey, en 1760- es tan odioso como útil... él Y su jefe se hallan
sujetos a repetidas controversias y cuestiones con los jueces ordinarios; y
sin la autoridad de V. E. único superior que aquí conoce, sería, y sus
ministros, oprimidos y forzados a ceder en e! tesón y constancia que tienen
en freno a los malhechores y en quietud el reino" (Instrucciones y Memo-
rias ... : Noticias instructivas que por muerte del señor Amarillas dio su secretario D.
jacinto Marfil al Excmo. D. Francisco Cajigal). Prácticamente lo que reco-
mienda e! secretario es ignorar los recursos de Derecho, y fortalecer la
potencia de la Acordada, ciertamente efectiva para lograr mayor seguridad
-la protección de los comerciantes particularmente, en los caminos-,
pero rigurosamente atrabiliaria. Se impone la fuerza virreinal sobre lo jurí-
dico, y a la vez se recortan las formas periféricas de control de la violencia,
reguladas jurídicamente: las reemplaza el poder central, antes limitado no
sólo por e! Derecho, sino también por la incapacidad de mantener y per-
trechar de manera constante un cuerpo de servidores armados -un Ejér-
cito-, y por la insuficiencia técnica de la información, las comunicaciones
y los transportes;69 pero la tendencia hacendaria, la concentración de
recursos para fortalecer el virreinato, y la actividad de los intendentes en
la administración ten;itorial introducen condiciones especialmente
adecuadas para fortalecer e! poder virreina!.
Se reducen entonces las libertades punitivas que conceden los fueros y
privilegios, entre ellas la autodefensa individual -e! duelo, la vindicta, los

68 Véase sobre el suceso: Luis Navarro Carda, "El manifiesto de la Audiencia de Santa Fe
en 1716 sobre la destitución del Presidente Meneses", IX Congreso del Instituto Internacional de
Historia del Derecho Indiano, tomo n, Madrid: Universidad Complutense, 1991, p. 346. .
69 Sobre la formación del Estado moderno y el bandidaje: Eric Hobsbawm, "Bandidos,
Estados y Poder", en Bandidos, Barcelona: Crítica, 2001, pp. 19-31.
ORIENTACIÓN HACENDARI.~ y ~lIL1TAR DE L~MONARQuiA CATÓLICA 215

on- desafíos-'70 y la colectiva -familiar, municipal, gremial, corporativa, &c.-


,en y ot.ras más o menos permanentes: vg., la organización de milicias por los
len hacendados, y a su orden, o las capacidades sancionadoras del clero. Todo'
lés ello corresponde al esfuerzo general de la Monarquía por ¡¡traer, progresi-
¡er- vamente, hacia sus oficiales, el control social, modifi'cando la idea del
io- Derecl10,'1 pero también el orden polít.ico que emerge de la sociedad, pro-
.su cesado por las inst.ituciones de la Monarquía, cuyo referente ya no serán
IVO los tribunales, ni éstos serán el centro del régimen. En el Setec.ientos proli-
fera la reglamentación de formas decomportamient.o contra usos, costum-
~n- bres,'2 introduciendo la separación entre- Moral y Derecho, entre Legitimi-
íde dad y Legalidad: siendo aquellas reglas, a la verdad, meros mandatos,
leT- órdenes, imposiciones, revestidos con el nombre de Ley, tendientes a
iel imponer conductas, por la fuerza.
f
I al Los minist.ros borbónicos, pretendiendo utópicamente suprinlir el con-
lan flicto, suprimen la libertad, que en última instancia es la causa de aquel,
I pero además, y esto es importante: la moral deja de ser fuente del orden
¡y
¡lis jurídico, el Derecho consuet.udinario cede ante el monopolio legal que
,
reclama el príncipe, y en su nombre Jos virreyes. Como explicaba significa-
en tivamente Manuel de Lardizabal y Uribe en su Discurso sobre' las penas:
I
~o-
contraído a las leyes criminales de España para facilit.ar su reforma (1782):
'JJ.
,
fO- Si el hombre, que nació para vivir en sociedad, fuera siempre fiel en cumplir
da con las obligaciones que le impone la naturaleza y la misma sociedad" para
¡¡d hacerle feliz, no sería necesaria una autoridad superior que le compeliese a
, aquello mismo que voluntariamente debiera hacer. Pero agitado violentamente
~,
,n-, de sus pasiones, y poseído de un ciego y desordenado amor de sí mismo, ,está
!
haciendo siempre continuos esfuerzos para traspasar los justos límites. que le
ia, han puesto la equidad, la justicia y la razón. Y éste es el verdadero origen de
!
~o
!
~r- 70 Felipe V declara: Teniendo prohibid~ los duelos)' sa,lisJacciones privadas ... he resuelto, para
:r- que no queden sin castigo las ofensas y las injurias que se cometieren ... 1071101. sobre mí )' a mi cargo la
~s salisJaccián de ellas (Novísima ,'ecopilacián: XII, XX, III). Dice tal cual, en el año 1723, siguiendo
a su abuelo (El Rey Sol suprime los duelos en Francia, y aplaude Voltaire), y además: No
ae Mbiendo hasla ahora podido las maldiciones de la Iglesia, y las leyes de los Reyes.:. deslen'ar el deleslable
fn 1/S0 de los duelos y los desafíos ... valiéndose, los que discurren ograviados, de/medio iU buscar por sí
1
te
satisfaccián, que debieran "et1I1.,.;rá mi Real persona, á á mis ¡vIinis/ros... habiendo sugerido el engaño et
falso concepto de hon01; de ser falta de valor el no inlenlllr ni admitir este mod~ de vengll1'Se. Ley que
I forman una pragmática de Felipe V (1716) YoU"ade Fernando VI (1757). Novísima ,'ecopilacián,
;y Libro XII, Título XX, Le)' 2. Fernando e Isabel prohibieron los carteles)' desafíos, con pl!11adel
que los haga y envíe, reciba y acepte (loc. Cil. ley 1); en 1678 y 170 1, se quiso corregir el exceso y
bs la frecuencia de los desafios, con privación de todo fuero a los delincuentes, pOI' privilegiado
I que fuese, incluso militar (Novísima reeojJilacián de la leyes de Espm1a, Madrid: 1805, tomo V,
I p. 393 n.)
Fe 71 Sobre esta ten¿encia, v., A. ¡,,1.Hespanha, "De la "Iustitia" a la disciplina", en F. Tomás
ffe )' Valiente, B. Clavero, et al., Sexo Barroco y olras lranslvesiones premodemas, Madrid: Alianza,
I 1990, pp. 175- l 86. . '
~s. 72 Para la Nueva España, véase: Juan Pedro Viqueira Albán, ¿Relajados o Tepi,,,,idos? Div,,'- ,
I siones públicas)' vida social en la Ciudad de México duranle el Siglo.de las Luces, México: FeE, 2001.
216 EL VUELO DE ASTREA

las Potestades Supremas, sin las cuales, ni la sociedad podría subsistir, ni gozar
en ella el hombre de su verdadera libertad, la cual precisamente consiste en
una perfecta obediencia y entera sujeción a las leyes dictadas con equidad y
con justicia (Discurso sobre las penas: Introducción).

La idea es signifiptiva, porque denuncia la ruptura con la tradición


tomista, escolástica, para la cual el hombre es naturalmente sociable y la
comunidad política emerge como grado superior del desarrollo espontá-
neo de la sociabilidad humana; para Lardizábal la potestad suprema se
organiza artificialmente para reprimir las tendencias antisociales del
hombre.
Desde la perspectiva tomista el pueblo no fue hecho por causa del príncipe,
mas el príncipe a causa del pueblo, o también: El reyes en virtud del reino, no el
reino en virtud del rey. El primado del pueblo supone la posibilidad, razona-
ble, legítima de resistir si los mandatos del príncipe si son injustos, afir-
mándose a la vez la obligación moral a obedecer, si éste se conduce con-
.forme a Derecho. Para Lardizábal sin la potestad suprema, ni la sociedad
podría subsistir, y la libertad es incompatible con la resistencia: consiste en
una perfecta obedienciay entera sujeción a las leyes dictadas con equidad y con jus-
ticia. Queda explicada la soberanía en el sentido bodiniano, hobessiano
inclusive, para afirmar el monopolio de la declaración del Derecho, some-
tiendo todos los desvíos de la Ley al ámbito estatal. La equidad, la justicia y
la razón de la Ley -y esto es decisivo- la decidirá el príncipe, fuente
exclusiva de lo justo y lo injusto, idéntico ahora a lo legal y lo ilegal. Este
marcado legalismo, justificado por el racionalismo ilustrado y en una línea
de inviolabilidad estricta de la Ley, rompe la lógica judicialista de la
Monarquía y el ordenalismo medieval, imponiendo el voluntarismo, favo-
recido por las ideas francesas del absolutismo monárquico, que si bien no
triunfan sobre el tomismo, tampoco se discuten.
Se discute poco; como pide el calificador del Santo Oficio, Joaquín
Lorenzo Villanueva, en su Catecismodel Estado según los principios de la Teli-
gión (1793 l, al tratar sobre las obligaciones que impone el respeto al
príncipe:
R. [Respuesta] Sumisión a su autoridad, obediencia a .sus leyes y a sus órdenes,
disposición de corazón para concurrir a sus buenos designios y a todo lo justo
que ellos puedan desear, y no sea claramente opuesto a la ley de Dios. El buen
vasallo menos teme ser reprehendido y castigado por su Príncipe, que faltar a
la obediencia que le debe como a su señor. Hace con buena voluntad todo lo
que toca a su servicio, y tiene metidos en su corazón los intereses públicos de
la sociedad. Obedece sencillamente y de buena fe, sin dar entrada a las reflexio-
nes malignas de la dañada libertad. Déjase gobernar por él como por un
amigo y por un padre, a quien sirve por amor y por inclinación, no como por
un extraño O enemigo a quien sólo serviría arrastrando y a pura fuerza. Mira
en él, aunque sea indigno, o la elección o la autoridad o el poder del que
ORIENTACIÓN HACENDAR!A y MILITAR DE LA MONARQuíA CATÓLICA 217

ordenó las jerarquías de todos los Estados del inundo. No sólo hace lo que
basta para agradar al hombre que ve, sino lo que es necesario para contentar a
Dios que no ve: por fin y motivo de su obediencia se propone la gloria del
supremo Señor, antes que el servicio de la potestad que a él está subordinada.
En el estado de subordinación y de vasallaje ama la voluntad y el orden. de
Dios (Catecismo del Estado ... : Capítulo X).

Fue Lorenzo Villanueva difusor de la teoría del Derecho divino de los


reyes, y predicador de la obediencia pasiva:
R. El que resiste al poder de los malos Príncipes, no resiste al abuso de la
potestad que es del hombre, sino a la misma potestad, y por consiguiente' al
orden de Dios. En cualquier, mano que esté la autoridad legítima, se debe
mirar el origen de ella que es Dios. Querer eximirse de esta potestad, es no
sujetarse a la ley eterna que consiste en el orden invariable. Y así no puede lle-
gar caso en que sea vituperable el orden de la potestad Real, por grande que
sea la injusticia y la tiranía del Príncipe (Ibídem: XVI).
Prohibiendo la resistencia activa:
R. Los vasallos sólo pueden emplear contra su Príncipe las armas de los gemi-
dos y de la oración, resistir a la autoridad con las lágrimas poderosas de la pie-
dad, con los esfuerzos de la caridad, con la santa violencia de la humildad. La
oración y la paciencia es el recurso que da la Religión a los Fieles que se ven
opriniidos por los malos Príncipes" (Ibídem: Capítulo XVII).

Responde el Catecismo del Estado según los principios de la 1'eligión, po'r su


fecha de publicación, 1793, a la reacción conservadora contra' el Terror en
que rápidamente derivó la Revolución francesa; pero asume los conceptos
francese's del absolutismo monárquico, que triunfan en España hacia la
segunda mitad del Setecientos, bajo su forma despótica. Luego 'el autor,
; ,
Villanueva, canónigo de Valencia, será uno de los más distinguidos diputa-
I dos liberales en las Cortes de 1812 -perseguido por el odio sernil, puesto
I,
, en prisión y lanzado al exilio durante la Restauración-,
para entonces la Monarquía Católica se reduce a pedazos.
y de 1820. Ya
I
! Primero fue destruida la forma política judiciaJista: la esencia primaria
1 del Estado moderno, como apunta Bnmner,. no es la Justicia, sino e¡'
, poder, n y su concentración. En este proceso, como ci-iticaba al inicio del
Setecientos el fraile benedictino Benito Jerónimo Feijoo: para el príncipe
será menester abandonar la Justicia., para negociaT la conveniencia (La. política.
más fina: 1, 5), pero las tremendas necesidades a que se ve sujeto, le impe-
dirán negociar: impone sus decisiones por la fuerza, vulnerando las fuen-
tes de autoridad de la Monarquía.

73 Emil Bhmner, La Justicia. Doc/,ina de las leyesfUndamentales del ol'llen social, México:
UNAM, 1961,.p. 243.
218 EL VUELO DE ASTREA

La centralización del poder regio -como lo segundo- tiende hacia la


supresión de la tensión políticum et regale, pero no elimina la complejidad
interna de la Monarquía, ni se construye después de todo un andamiaje
institucional adecuado para procesar las oposiciones que se reproducen en
suinteriQT. En las Indias se intensifica el proceso de diferenciación jurí-
dico-política y distanciamiento de las figuraciones que integran la Monar-
quía. Y esto sería lo tercero, pero no lo último. Hasta aquí: Vencida yace la
piedad y la, Virgen Astrea abandona, la última de los celestiales, las tieTTas empapa-
das de muerte (Ovidio, Metam01fosis: I, 149-150).
A MANERA DE CONCLUSIÓN

La Monarquía Católica fue una configuración de figuraciones políticas uni-


das a un mismo príncipe y por una religión, Católica, Apostólica y
Romana; pero cada una de las figuraciones que la integraban conservaron
ordenamientos jurídicos propios, heterogéneos, abiertos que se desarrolla-
ron en tensión permanente con el regalismo del príncipe; las rehiciones
políticas que tal condición configuró se estructuraron históricamente por
los equilibrios fluctuantes del régimen Tegale el politicurn multiplicado en el
crecimiento de la Monarquía, reproduciendo tensiones regulares, más o
menos agudas, más o menos graves, entre el ius pTOp'ium y el Derecho de
institución regia cuyos contenidos polémicos se procesaron en los tribuna-
les supremos y superiores de la Monarquía.
La forma política de la Monarquía Católica fue judicialista, distin-
guiéndola -por el ejercicio de ]a soberanía y sus contenidos- de las for-
mas ejecutiva y legalista. Incapaz de lograr una concentración sistemática
de poder.a favor de la esfera real, por razones tanto físicas como jurídico-
políticas, el príncipe católico careció de la posibilidad de imponer de
manera constante su voluntad, pero además, al no poder 'extender de ma-
nera permanente sus decisiones autoritarias, tampoco pudo crear un sis-
tema de legalidad cerrado, de normas duraderas, objetivas y generales. La
Monarquía permaneció vinculada al ordenalismo medieval. La Leyera tan
sólo una especie del Derecho, con la costumbre, en apretada, íntima rela-
ción con la moral, los usos sociales, teniendo como referente crítico el
Derecho natural. No existía el monopolio legal. En última instancia, como
¡
tal forma política judicialista, el Derecho lo pronuncia el juez, pero no
i caprichosamente, sino según cierta racionalidad jurídica.
1 La práctica judicial responde a la reglas de la casuística,. con atención
J
tanto a las circunstancias como al Derecho consuetudinario, a los prece-
dentes y la Ley escrita, valorando en ella su motivación y su adecuación,
pertinente, plausible al caso; el Derecho se manifiesta así en las situaciones
concretas de litigio, de conflicto, según van surgiendo en el curso del
orden social.
Integrado por compromisos diversos pactos, privilegios, fueros, &c.,
expresados en forma de Derecho escrito, o no, por costumbres, usos ... el
orden político de la Monarquía fue resultado de la tradición: de prácticas
219
i
I
I
I
220 A l'.lANERA. DE CONCLUSIÓ~

sQciales continuadas, regulares, pautadas eh la atención de arreglos públi-


cos. Tal orden, resultado de una multitud de arreglos estables, duraderos,
producía una realidad jurídico-política demasiado compleja para que una
persona, el potentísimo príncipe católico, pudiera comprenderla y eva-
luarla completamente: en cada una de las figuraciones de la Monarquía se
desarrollaron y fortalecieron corporaciones e instituciones representativas
tanto del príncipe como de la comunidad, municipales, estamentales, gre-
miales ... capaces de organizar y procesar en sus realizaciones regulares la
complexio opositontm de la Monarquía; capaces de estructurar el orden polí-
tico en términos del equilibrio necesario entre mando y obediencia a tra-
vés de los poderes intermedios, ordenados y ordenadores, que más allá de
sus intereses divergentes, de su Derecho y jurisdicciones separadas, reco-
nocieron ciertos lazos comunes.
El catolicismo fue el vínculo firme de la Monarquía, dotando a la acti-
vidad política en general de un ethos no particularista, universalista. La vin-
culación a la Monarquía sería el principio fundamental, pero en un sen-
tido político concreto: fidelidad al rey, en la medida que guarda el
Derecho existente.
De tal modo que la Justicia dota al poderío regio de legitimidad, inte-
ligibilidad, eficacia... Los institutos de Justicia desempeñaron una función
cardinal, de mediación, desarrollándose desde tiempos medievales en la
construcción del complejo jurisdiccional monárquico; los Consejos, las
Chancillerías, las Audiencias, los tribunales regnícolas, por su jurisdicción
más amplia y jerarquía en el orden de apelación, absorbían en proporción
importante la complejidad política en su carácter conflictivo, pero no total-
mente: no todas las contiendas y oposiciones políticas fueran pleitos que
habrían de librarse judicialmen te.
El Derecho precisamente presupone el conflicto, se recurre a él para
alcanzar una solución pacífica, admitida como justa; pero también la polí-
tica supone la lucha, el pleito, relaciones polémicas, procurando ideal-
mente la convivencia pacífica, o al menos la seguridad. Pero si bien la
fuerza, la amenaza o ejercicio de la coacción física es un medio para insti-
tuir relaciones políticas, lograr la obediencia, imponer conductas, obtener
adhesión, asentimiento a mandatos específicos, la protección que propor-
ciona es siempre precaria, costosa, inestable, incierta, requiere en todo
caso legitimarse, justificarse y, más todavía, penetrar en los hábitos socia-
les, en la tradición. Existe así una relación indisociable entre Derecho y
política: su equilibrio fue consustancial al orden político de la Monarquía
Católica. El Derecho fUa los límites de los poderes sociales, los estructura,
dotándolos de una racionalidad. Para el príncipe también: sin la Balanza,
la Espada es mera fuerza, pero además, la admisión general de un poder
considerado justo produce la obligación moral de obedecer, sin eliminar
-y esto es decisivo- la posibilidad de resistir: la libertad. La consecuencia
A MANERA DE CONCLUSIÓN 221

notOl;ia es que no se suprimen las oposiciones complejas de la Monarquía,


antes adquieren forma jurídica.
tI príncipe es el juez 'supremo, pero carece 'del conocimientojurídico
necesario para ejercer plenamente' esta facultad, de modo que sus 'decisio-
nes debían apoyarse en los jurisperitos dispuestos en la estructura polisino-
l dal de los Consejos: no existía un polo homogéneo de la real jurisdicción,
como expresión de la configuración de la Monarquía, diferenciada jurídi-
camente, Y este ca¡'ácter del Derecho, abierto, heterogéneo, arraigado en
, la u"adición, prevaleció. En 1780 Caspar Melchor de jovellanos decía:
, El código que tiene en nuestros tribunales la primera autoridad [la Recopilaáón
de Leyes de España] es una colección de leyes antiguas y modernas, donde, al -
lado de los establecimientos más recientes, están consignados, o más bien con-
fundidos, los que dispuso la más remota antigüedad. Varias colecciones hechas
en los siglos medios se han refundido y renovado en este código; y las leyes
I
I
que no han entrado en la colección, no por eso han perdido su primitiva auto-
ridad, pues está mandado que -se recurra a ellas en falta de decisión reciente
I (Discurso. sobre la necesidad de miir al estudio de la legisla.ción el de nl.l£stra hist01ia y
a.ntigüedades): '
I
La Recopilación de leyes propiamente fue eso: una colección de leyes cas-
tellanas procedentes de diversas fuentes (leyes de Cortes, pragmáticas y
ordenanzas de institución regia, autos acordados de Consejo, decretos,
reales cédulas ... ) y compuestas en diferentes mohlentos históricos, ordena-
das por materias en Libros, Títulos ... que sin embargo no comprendían el
'orden jurídico entero. Código se podía llamar a' tal ejercicio de compila-
Ii ción legal, pero no precisamente entendido en su sentido moderno, sino
:\
,como liber o tabulae de leyes, o cuerpo de lib¡:os de Derecho; como lo eran
:también el Fuem juzgo, el Fuero Real, Las PartidaS, &c. La Recopilación, la
'Nueva Recopilación y la Novísima de 1805 constituyen así mí texto de textos
que remite a otros cuerpos legales, Conservan la Ley 1 9el Título XXVIII
,
'del OTdenamiento de Alcalá, y Ley 1 del Toro, que fija el orden de prelación
I! de las fueútes jurídicas, remitiendo a falta de Ley a los fueros antiguos, al,
, gótico Fuem juzgo y a la obra legislativa alfonsí: Fuem Real y PaTtidas. Mar-
.
,
tínez Marina lamentará después la vigencia de aquella Ley de Alcalá, pre-
,cisamente por );j. heterogeneidad de fuentes que suponía y el connlso caos
;que generaba en la jurisprudencia:' consecuencia de la multitud de cuer-
pos legislativos conservados en su vigor desde la 'más remota antigüedad.
Inverosímil desarreglo que se reproduce históricamente, sin resistenCia

, La dicha Leydel Ordenamienta de Alcalá había sido trasladadaa Ja Nueva Recopilación


'(Libro llf, Título ll, Ley 3 de la Novísmo) tan literalmente que alleene inducía lá curiosa confil.Sión:
son tantlls las contiendas y los pleytos que entre los hombres acaecen y se mueven cada día, que no se pue-
den librar [sólo} por los fueras, Por ende, qllC1'iendojJoner remedio convenible a esto, establecemos y 1/Ian-
damos, que los dichos fueros sean guardados en aquellas cosas que se usaron, salvo en aquello que Nos
Ii r
222 A i\IANERA. DE CONCLUSIÓN

alguna de autoridad ni poder alguno que pudiera cerrar su complejidad y


I
I
contingencias operativas: "Quinientos años de experiencia nos han hecho
conocer el origen y causas de la común enfermedad, y cuál podría ser su
i
! remedio, a saber: la formación de un buen código general, acomodado a
las actuales circunstancias de la monarquía, único, breve, claro y metódico"
I (Ensayo histórico-critico sobre la legislación)' principales cuerpos legales de los Rei-
I nos de León)' Castilla: Libro XI). Hay en el Setecientos la sensación de un
desarreglo del ordenamiento jurídico.
José del Campillo decía que "Hay de más: leyes". "Siendo tan crecido
el número de ellas, se admira que nada de lo que ordenan se observa, o
si se observa no es, con la gravedad y rigidez que piden, porque la justi-
cia, con la práctica de ellas, ni está como correspondía, ni la razón acre-
ditada, ni la monarquía en aquellos términos a que es acreedora ... ". No
es nuevo,2 pero el sentido va siendo muy otro. Las leyes se toman por el
Derecho en su totalidad, rompiendo la práctica jurídica; siendo a la ver-
dad tales leyes de institución regia o virreinal meras órdenes que revisten
la forma de Ley como medio imperativo, que pretende imponerse sobre
los usos, la costumbre, el precedente, el juez (contra la moral, el orden
político, la tradición). Se aprecia una tendencia legalista, sistemática, ten-
diente a romper la práctica judicial: que los juristas no interpreten la Ley:

hallaremos que se deben enmendar y mejorar, y en lo que son contra dios y contra razón, y
contra las leyes que en este nuestro libro se contienen. Sin poderse distinbJUira qué cosa se
refería el pronombre demostrativo "este nuestro libro", si al cuaderno de la recopilación o al
Ordenamiento citado, como acertadamente anotó el padre Andrés Marcos turiel. Véase el
comentario al pie de Juan N. Rodríguez de San Miguel: Pandeetas hispano-mexicanas, 1vléxico:
Imprenta de Arbieu, 1852, Tomo 1, p. 643 n.
2 Vg., Juan Il (Madrid, 1433) se quejaba: "Que en los ordenamientos hechos por los
reyes pasados lnis antecesores, é asÍmismo en los ordenamientos hechos por mí después que
yo torné el regimiento de mis reguos hay algunas leyes que no tienen en sí misterio de dere-
cho ... E otrosí hay otras leyes, algunas que. fueron temporales ó fechas para lugares ciertos, é
otras algunas que parecen repunar é ser contrarias unas á otras, en que sería necesaria alguna
declaración é interpretación". También las Cortes de Valladolid en el mismo reinado: "las
leyes, é ordenanzas, é derechos, é privillegios é sanciones fechas é establecidas por el rey nues-
tro señor é por los reyes sus antecesores en estos sus regnos han grande proligidat é confu~
sión, é las mas son diversas é aun contrarias á las otras; é otras son obscuras é non se pueden
bien entender, é son interpretadas, é entendidas é aun usadas en diversas maneras segunt los
diversos intentos de los jueces é abogados; é otras non proveen, cumplidamente en todos los
casos que acaescen sobre que fueron establecidas, d.e lo qual ocurren muy grandes dudas en
los juicios; é por las diversas opiniones de los doctores las partes que contienden son nluy fati-
gadas, é los pleytos son alongados é dilatados, é los litigantes gastan muchas quantías; é
muchas sentencias injustas por las dichas causas son dadas, é otras que parescen justas por la
contrariedad é diversidad algunas veces son reyocadas, é los abogados é jueces se ufuscan é
intrincan, é los procuradores é los que maliciosamente lo quieren fecer tienen color de dilatar
los pleytos é defender sus errores, e los jueces non pueden saber ni saben los juicios ciertos
que han de dar en los dichos pleytos" (v. Martínez Marina en su Ensayo histórico-crítico sobre la
tegislación y p,~incipales cuerpos legales de los Reinos de León y Castilla: Libro XI)~
A ~L~!\ERADE CO:'\CLUSIÓ" 223

A lo que dice Barbosa, contradice Sánchez; lo que los dos produjeron, corrige
Ojea y lo que los tres pensaron, refuta Bovadilla. A cada uno de éstos (y sirva
por símil constante esta bien formada paradoja), siguen infinitos dando cada
cual sus razones ... sin conseguirse la razón de la razón ... cada uno defiende su
opinión ... )' por lo mismo con aptitud para que cada uno siga o se adopte la
que convenga más o a su justicia o a su maldad (Lo que hay de más)' de mel10S el1
Espalia, para que sea lo que debe ser y 110 lo que es: Letra L).
Otra cosa hay novedosa en el argumento de Campillo, que no está en
los siglos anteriores: "Es indispensable que si se formalizara un cuerpo de
las leyes sólido, nervioso, inalterable y que sin la admisión de ridículas
cuestiones terminase y dispusiese los inviolables preceptos correspondien-
.tes a cada clase de asuntos, siguiendo para esto los autores más rígidos y
veraces, quedaría este respetable cuerpo libre de fárrago y ripio de tantos
controvertibles puntos, de tantos opinables y nada evidentes caminos" (Lo
qu.e hay de más y de menos ... : Letra L). Los Borbones impulsan la tendencia
legalista, pero lo que consiguen es 'desarreglar el ordenamiento.
Hacia el final de Setecientos no sólo se pretende remediar por un
cuerpo de la. ll!)'es, ni de un código, sino una Consti tución racional norma-
tiva, moderna'. León de Arroyal decía en sus CaTtas económico-políticas: "Yo
comparo nuestra Monarquía al presente a una casa vieja, sostenida a
fuerza de remiendos, que los mismos materiales con los que se pretende
componer un lado, derriban el otro, y s610 se puede enmendar echándolos
a tierra y reedificándolos de nuevo, lo cual en la nuestra es moralmente
imposible, pues como me dijo un día el conde de Floridablanca, para
hacer cada cosa buena es necesario destruir cuatrocientas malas".3 Son
palabras dirigidas a Pedro López de Lerena, encargado de la Real Hacienda
como superintendente y secretario del Despacho Universal (1785-1792), y
una crítica al desarrollo hacendario de los Borbones.
Cierto, dice León de Arroyal, "el modo de exigir las contribuciones de
los pueblos y el de aprovecharlas en beneficio del Estado son .Ias dos más
finas operaciones de la política y de quien depende la felicidad o la infeli.
cidad de una nación", pero a 1«vez notaba que ni lamejor adminisu'acióll.
ni un reglamento económico eran suficientes para rescatar la Monarquía;
el problema era la forma política y el ordenamiento jurídico: "nuestra
constitución está muy viciada; nuestros tribunales apenas sirven para lo
que fueron creados",' Las Cortes de Cádiz pretenderán restituir, a la
entrada del Ochocientos, la virtudes de la Constitución, formando una
nueva; pero para entonces la Monarquía se derrumba de hecho: con el

3 Cil. por Marcelo Bitar Letarf, Los ecol/omistas espanoles del siglo XVlll J sus ideos sobre el
comercio con las Indias, rvIéxico: Instituto lvlexicano de Comercio Exterior, 1975, p. 39.
4 Cil. en ibidelll, p. 254 ..
r
224 A MANER.~ DE CO'\CLUSrÓN

secuestro del rey en Bayona, como resume Luis Díez del Corral, sale a flor
de agua la EsjJaija de Taifas.' Quitada la clave suprema del edificio de la
Monarquía, se viene abajo.
Los primeros Borbones extendieron la administración, pero no logra-
ron hacer de la Monarquía un Estado moderno; fortaleciendo el rega-
lismo: irritaron las tendencias centrífugas de las figuraciones que compo-
nían la configuración más amplia, iniciando el proceso de diferenciación y
distanciamiento definitivo de los reinos y provincias de Indias, estructura-
das en torno'a los tribunales superiores.
La base terri torial de las repúblicas hispanoamericanas que surgen en
el Ochociento~ se organiza, en principio, sobre la de las jurisdicciones de
las audiencias,6 produciéndose acoplamientos entre las audiencias vineina-
les, las SllbOTdinadas y las pTetoTiales. Algunas de ellas pueden consolidarse
exitosamente como forma histórico-política: hacia el exterior, como Tegn1l1n
particular sustraído de la influencia de las demás audiencias y, hacia el
interior, cancelando o absorbiendo el localismo jurídico -por encima
de las figuraciones municipales, o de las divisiones territoriales internas de
tipo eclesiástico o administrativo-, procesando las apelaciones que se pro-
movían en su ámbito jurisdiccional. Algunas .producen condiciones favora-
bles a la proyección estatal, asumiendo en su ámbito de acción poderes,
representaciones corporativas, pretensiones e intereses vinculados a la
Monarquía, pero separados, diferenciados en tanto que se define cierta
unidad pública objetiva: una Tespublica distinta del resto de unidades políti-
cas del mismo género.
Contribuye a la ruptura definitiva el inteTTegno extraoTdinaTio abierto
por la renuncia de los Borbones a sus derecbos a la Corona, pero: TeXpeTiit
Tegnum Ternansit. No existiendo la idea ni la forma de un status de la
Monarquía, o cosa semejante, el stato del rey -o status pnncipis- se desva-
nece, sobre todo ante el reclamo autonómico de los reinos indianos: del
status Tegni particular de las figuraciones indianas. Seda esto la continua-
ción del proceso de configuración jurídico-político de la Monarquía Cató-
lica, pero conviene .tratarlo en otra parte.

, Elliberalümo doetlinario, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1984, p. 488.


6 De Santo Domingo (1528; luego de Cuba), de Nueva Espafia (México, 1527), de Tierra
Firme (Panamá, 1538), de Santiago de Guatemala (1548), de Lima (1542), de Nueva Galicia
(GuadaJajara, 1548), de Nueva Granada (Santa Fe, 1549), de Charcas (Plata, 1559), de Quito
(1563), de Manila (en Filipinas, 1583), de Santiago de. Chile (1561 y 1609), de Buenos Aires
(1661 y 1785), de Caracas (1786), del Cuzco (1787).
Todas las cosas falsas que tienen más apariencia que existencia
crecen rápido y rápido se denumban, según la filosofía y las
asu'ología. Y los tonentes que crecen con agua exu'aña de las llu-
vias crecen de súbito y de súbito bajan, pero los grandes ríos que
tienen agua propia original son eternos. Las calabazas, los melo-
nes, la avena crecen súbitamente y hacen el flUto el primer año,
y después, en el verano, mueren; las encinas, las hayas, los naran-
jos fiuctifican tarde, y viven bastante tiempo. La' mujer es más
apta y rápida en el crecimiento Y. en hacer hijos que el varón ...
También los pájaros y los penos, que pronto crecen y hacen
hijos, viven poco en relación al hombre y al ciervo, que tardan
más... Lo mismo se ve en la astrología, que las cosas que tiene .
origen de los planetas veloces como son la ,"una, Mercurio y
Venus, crecen rápido Y duran poco .... Habiendo crecido repenti-
namente el imperio de los españoles, que en cien años ha ocU-
pado más países que el romano en setecientos, es cierto que
pronto ha de demlmbarse y despedazarse, y, sin duda, es como
. un torrente crecido con agua de lluvia y no suya... Como las cala-
bazas y las cebadas echan fuera toda la sustancia, el jugo el espí-
ritu, sin hacer raíces; desanollándose y dilatándose, expiran y
envejecen. Así, España ha defendido fuera de sí todo su poder
y sangre y ha quedado sin habitantes y valor.. ~ y porque, nacida
esta monarquía .en el triángulo acuoso femenino, imita a ésta en
el rápido crecer y en el decaer, sobre todo cuando sucede en el
ígneo, como la hierba en estío.

TOMASO CAMPANELLA,
Le Monarchie delle nationi: VII, 10

225
".
,
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,
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i,
,1
I
,
I
I


ÍNDICE

Pág..
; AGRADECIMIENTOS XI

~PRESENTACIÓN. . XIII
INTRODUCCIÓN... XVII
1. Un monstruo de muchas .cabezas XVII
n. Forma política .. . . . . . XX
JII. La monarquía católica y las indias. XXIX

CAPÍTULOPRIMERO
EL PRÍNCIPE JUSTICIERO.
LOS SUPUESTOS DE LA AUTORIDAD REAL

1. justicia y concordia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I
I
n. Rex infra el supra legem. Orientación y límites de la obra jurídica alfonsí 14

I
I CAPÍTULOSEGUNDO
I DOMINIUM REGALE E1' POLlTJCUM.
j ,.
!, UNA INTERPRETACiÓN DE LA FORMA POLÍTICA
,,
I

I. El o'rdenamienlo de Alcalá (1348). Un an'eglo político medieval. Su


I,
¡
proyeccióll histórica . . .. . . .... . . . . . ... . . . 29
I 11. Los trastámara. Regimiento de príncipes; Su proyección histórica . 44
¡
CAPÍTULOTERCERO
f LOS RAYOS DE JÚPITER
I
I l. El engaño de 1as comunidades 63

I
, I'
n.
In.
El desengaño de Flandes
Seducir la necesidad :
77
87 .

CAPÍTULOCUARTO
UNA CONFIGURACIÓN DE OPOSICIONES .COMPLEjAS
¡
! I. Catolicismo y monarqu'ía católica. . 101
j
I . 243
I
244 ÍNDICE

n. Polisinodia. . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
IIl. La privanza virtuosa (and with necessit)', the t)'rant's plea) 120
Nápoles, CÍrea 1645 .. 132
Catalufia, 1640-1652. . . . . . . . . . . . . . 133

CAPÍTULO QUINTO
BALANZA DE ASTREA.
NOTAS SOBRE LA PRÁCTICA JUDICIAL

1. Entre abogados . . . . . . . . . . . . 137


n. El togado prudente (neeessitas non habet legem) 148
In. El poder de los escribanos y los ojos de argos 161

CAPÍTULO SEXTO
ORIENTACIÓN HACENDARIA y MILITAR
DE LA MONARQUÍA CATÓLICA

1. El príncipe animoso . . . . . . . . . . . . . . 179


n. La tela de Penélope. Némesis de las reformas borbónicas 187

A MANERA DE CONCLUSIÓN 219


BIBLIOGRAFÍA . . . . . 227
Esta obra se terminó de imprimir
el día 7 de enero de 2005, en los talleres de
CASTELl.ANOS
.
IMPRESI6N,
.
SA de¡ CV
Ganaderos 251, col. Valle del Súr,
09819, Iztapalapa, México, DF

I .. j,.

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