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II
POR
BUENOS AIRES
EDICIONES DESCLEE, DE BROUWER
Versión castellana de
JAIME DE LEZAUN, O. F. M. Cap.
Nihil Obsta!
S E B A S T I Á N B E G O S I , O. F. M . Cap.
Imprimatnr
J U A N E V A N G E L I S T A D E M U R U E T A , O. F. M. Cap.
Comisario Provincial
Imprimatur
M o n s e ñ o r Dr. R A M Ó N A. NÓVOA
• Provicário General del Arzobispado
Buenos Aires, 5 de marzo de 1953
PBINTED IN ABGENTINA
LA CRISIS GNOSTICA Son los síntomas de la gran crisis que estalla mediado
el siglo segundo. Los últimos sobrevivientes de la
edad apostólica tienen la impresión de que es u n a lucha totalmente nueva y
extremadamente dolorosa para ellos: "¡Dios mío, exclama San Policarpo, en
qué tiempos me habéis hecho vivir!". Ciertamente que la edad apostólica había
(3) Cf. HEGESIPO citado por EUSEBIO, Hist. Eccl., III, xxxn, 7: "Hasta entonces (fin
de la edad apostólica) la Iglesia permaneció como una virgen pura y sin mancha;
en las tinieblas y como en una guarida trabajaban los que intentaban alterar la
regla sana de la predicación saludable".. .
{*) HEGESIPO, ibíi.; cf. CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Strómata, VII, xvn, 106: "La
enseñanza de Nuestro Señor durante su vida, comienza con Augusto y termina hacia
la mitad del reinado de Tiberio; la predicación de los apóstoles, hasta el final del
ministerio de Pablo, acaba bajo Nerón; los heresiarcas, por el contrario, han comen-
zado mucho más tarde, en tiempos del rey Adriano (117-138), y han continuado hasta
la época de Antonino el Viejo (138-161); así Basílide's, aunque se jacte de haber
tenido por maestro a Glaucias, que dicen ser intérprete de Pedro. En cuanto a Marcos
perteneció a la misma época y vivía con ellos como hombre de más edad entre más
jóvenes y, después de él, Simón ha sido poco tiempo discípulo de Pedro".
CRISIS GNOSTICA Y MONTAÑISMO 9
como madre de todos los cristianos: "Porque donde está la Iglesia, allí
está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia
y la gracia toda. El Espíritu es verdad. Los que n o pertenecen a ella, n o
reciben alimento de vida de sus pechos maternales, n i beben de la fuente
que se desborda del cuerpo de Cristo" ( 5 ) .
tempsicosis, sosteniendo que el mártir por una gracia que Dios le hace, expía
las faltas de u n a vida anterior. Cuando finalmente se le arguye con los
padecimientos de Cristo, afirma con audacia imperturbable: "Si se me acosa,
diré que todo hombre, cualquiera que sea, es siempre u n hombre, en tanto
que sólo Dios es justo. Porque, según está escrito, nadie está limpio de
m a n c h a " ( 1 7 ).
Esta especulación que ante nada se detiene, hace presentir ya el carácter
del gnosticismo: n i a la vista de la cruz de Cristo retrocede Basílides; su
filosofía es para él más querida y sagrada que su religión: Cristo padece,
luego ha pecado.
Esa explicación del dolor, como fruto del pecado personal, hace pesar
sobre toda la h u m a n i d a d u n a dura sentencia de condenación. Pero en esta
masa pecadora distingue siempre Basílides u n a élite; y a imitación suya
harán una semejante distinción todos los demás gnósticos: uno de los atrac-
tivos de su doctrina radica precisamente en la pretensión de formar casta
aparte del resto de los hombres. Solamente ellos llegan a la verdad, no por
instrucción y magisterio, sino por intuición n a t u r a l ; para Basílides esta intui-
ción n a t u r a l es la fe; para los discípulos de Valentín, la fe será la herencia
de los simples y la gnosis el privilegio de los perfectos; pero unos y otros
estarán de acuerdo en esto: en que los dones superiores provienen de u n a
diferencia de naturaleza. La fe, como objeta Clemente a Basílides, no será
ya la disposición racional de u n alma libre ( 1 8 ).
(17) Este texto es resumido y comentado por E. DE FAYE, op. cit., pp. 41-44, quien
ve aquí "un gran avance sobre los cristianos eclesiásticos de su tiempo".
(18) Strómata, V, i, 3, 2; Cf. Strómata, II, ni, 10; IV, xnl, 89; Cf. LÍECHTEN-
HAHN, Die Offenbarung im Gnosticismus (Gottinga, 1901), pp. 87, 99); DE FAYE,
op. cit., p. 49.
(19) Este punto no puede ponerse en duda: la Ogdóada de Basilides es mencionada
explícitamente por CLEMENTE (Strómata, IV, xxv, 162, 1); DE FAYE mismo (op. cit.,
p. 54) lo reconoce y añade, lo que es verosímil, que esta especulación "formaba parte,
sin duda, de la instrucción más secreta reservada a los iniciados".
(20) Cf. Histoire du dogme dé la Trinité, t. II, pp. 95 y ss.
(21) Sobre el culto de las divinidades abstractas en esta época, cf. J. TOUTAIN, Les
cuites paiens dans VEmpire romain, t. I, pp. 413-437; "WISSOWA, Religión der Romer,
pp. 83, s. y sobre todo 327-338; L. DEUBNER, art. Personifikationen en Lexicón da
ROSCHER, t. III, col. 2067-2169, y también Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 3-9.
12 HISTORIA DE LA IGLESIA
blas sino solamente verlas. Las vio como en u n espejo y u n reflejo de luz
cayó en las tinieblas. Las tinieblas se apoderaron así, no de la luz, sino de
una apariencia de luz.
"He aquí por qué no existe en este mundo el bien perfecto, y, si algo existe,
es insignificante. Sin embargo, gracias a este reflejo de la luz, las tinieblas
pudieron engendrar u n a apariencia que lleva esta mezcla de luz que habían
concebido. Y ésta es la criatura que nosotros vemos" ( 2 *).
Bajo el velo discreto del mito, Basílides presenta la solución del problema
del m a l ; es el antiguo dualismo iranio, el antagonismo fatal que opone
eternamente la Luz a las Tinieblas y es también el profundo pesimismo que
impregnará estas doctrinas: h a y algún bien aquí abajo, pero es t a n p o c o . . .
No es mas que u n reflejo de la Luz, visto u n instante y desaparecido para
siempre.
Los Simonianos decían también: los hombres n o pueden alcanzar sino
una imagen parcial de la Sabiduría, no la Sabiduría en sí misma ( 2 5 ).
(24) Este texto está citado en los Acta Archelai, LXXVII. Aquí hemos resumido el texto
que se puede leer íntegramente en Histoire du dogme de la Trinité, t. II, p. 97, n. 2.
( 25 ) Recognitiones, II, xii: "Pro qua (sapientia) inquit, Greeci et barbaré confli-
gentes, imaginem quidem eius aliqua ex parte videre potuerunt, ipsam vero ut est
penitus ignorarunt, quippe quse apud illum primum omnium et solum habitaret deum".
(2«) Strómata, IV, M I , 85, n. 1.
(2T) IRENED, Adversus fuereses, I, xxiv, 4.
(2S) CLEMENTE, Strómata, II, vm, 36, 1; cf. xxvni, 2, y Excerpta Theodoti, xvi.
(29) p o r ejemplo en Plutarco (De defectu oraculorum, 21-22) el mito egipcio de
los 183 mundos dispuestos en triángulo en torno a la llanura de la verdad. Cf. "Histoire
du dogme de la Trinité, t. I, p. 78.
14 HISTORIA DE LA IGLESIA
nuestra fe, sostener nuestro espíritu y dar eficacia a nuestra oración. Aquí
abajo queda el mundo material, sin más claridad que u n reflejo fugitivo de
la luz visto momentáneamente en u n espejo. Los gnósticos son los únicos que
pueden abrirse paso entre estas tinieblas cerradas; conocen el camino por u n
don n a t u r a l y por lo mismo es naturalmente fatal la ceguera de todos los
demás. El orgullo puede sentirse halagado con este privilegio; pero la religión
no encuentra aquí nada que la eleve hacia Dios, o que la incline hacia los
hombres.
CLEMENTE en este capítulo. Cf. PREUSCHEN, op. cit., pp. 399-400; DE FATE, Gnostique
et gnosticisme, p. 60.
( 38 ) Strámata, III, vu, 59. Es preciso reconocer que esta extraña teoría no es
reprobada por Clemente, que se contenta con añadir: "Abrazamos, pues, la continencia
por amor del Señor y por su belleza propia (de la virtud)". El mismo desarrolla
en otras ocasiones ideas parecidas: "Comía, pero no para mantener su cuerpo que era
mantenido por una fuerza santa, sino para no despertar las sospechas de quienes
con El vivían". El autor de Acta Johannis extremó aun más estas extravagancias.
(39) De la doctrina común forma parte la teoría de las pasiones. CLEMENTE (Stróm.,
II, xx, 112-114) nos da a conocer el pensamiento de Basilides, Isidoro y Valentín
sobre este punto. Para Basilides, las pasiones son fuerzas extrañas y adventicias que
se injertan en el alma y le inspiran instintos bestiales de lobo, de mono, de león,
de chivo. Según esta concepción, dice Clemente, el hombre es como un caballo de
Troya, que lleva dentro de sí un ejército de espíritus diferentes.
Isidoro corrige esta teoría; porque podría excusar todos los crímenes con sólo
alegar: "he sido forzado", y se acoge como los pitagóricos a la teoría de las dos almas.
"En cuanto a Valentín, él mismo escribe textualmente en una carta: Uno solo es
bueno, quien da la fuerza, manifestándose por medio de su Hijo; sólo por El puede
ser puro el corazón y expulsados todos los malos espíritus; porque los malos espíritus
que lo ocupan, y son muchos en número, no le permiten purificarse, sino que cada
uno persigue su objeto, manchándose con malos apetitos. El corazón me parece una
caravanera: se horada, se cava, se la llena de basuras; todos se portan sin consi-
deración ninguna, porque no es casa de nadie. Así es maltratado el corazón. Cuando
no es objeto de la divina providencia, es impuro, lo habitan los demonios; pero
cuando el Padre, quien es bueno, pone sus ojos en él, queda santificado, y resplan-
dece lleno de luz; quien posee un corazón semejante es feliz, porque ve a Dios."
Cf. PREUSCHEN, op. cit., p. 401; SCHWARTZ, ZU Clemens. Tís ó cca^ó/iaros wXoí>(7ios,.
en Hermes, t. 38 (1903), p. 96. Esta teoría ha sido más desarrollada por los valenti-
nianos. Philosophumena, VI, xxxrv. De donde, según Valentín, si el corazón está
invadido por los malos espíritus, es porque la Providencia no vela sobre él. Clemente
pregunta: "¿Por qué causa esta alma no ha sido desde su origen objeto de la Provi-
dencia? Que nos respondan a esto". Y luego demuestra que la salvación no es producto
de una necesidad natural, sino que. es una conversión del alma que obedece a Dios.
(40) SAN EPIFANIO, Hcereses, XXXI, v-vi. HARNACK (Geschichte der altchristliche
CRISIS GNOSTICA Y MONTAÑISMO 17
LA TEOGONIA E s t a t e o g o n i a m i s t e r i o s a se p a r e c e a l a d e B a s í l i d e s ; p e r o
se d i f e r e n c i a d e e l l a e n dos a s p e c t o s : l a v i d a d i v i n a se p r o -
p a g a e n el P l e r o m a , n o p o r p r o c e s i o n e s i n d i v i d u a l e s , s i n o p o r p a r e j a s ; e n
s e g u n d o l u g a r , a los o c h o p r i m e r o s E o n e s , s u c e d e u n g r u p o d e d i e z y otro
d e doce. E n esta g u i s a e l P l e r o m a e s t á c o n s t i t u i d o n o sólo p o r l a O g d ó a d a ,
sino t a m b i é n p o r l a D é c a d a y l a D o d é c a d a ( 4 2 ) . Se n o s d a el n o m b r e sa-
g r a d o d e los t r e i n t a E o n e s , n o m b r e s y a f a m i l i a r e s e n l a s e s p e c u l a c i o n e s d e
l a gnosis p a g a n a a l e j a n d r i n a , s e g ú n s a b e m o s y a p o r P l u t a r c o ( 4 3 ) .
E n esta l e j a n í a b r u m o s a , c u y o m i s t e r i o p r e t e n d e p e n e t r a r V a l e n t í n , el
P l e r o m a n o es a p r e h e n d i d o s i e m p r e c o n los m i s m o s c a r a c t e r e s . E n el o r i g e n
d e todas l a s cosas otros t e x t o s n o p o n e n l a p a r e j a Byzos ( B y t h o s ) y S i g é ,
sino el P a d r e I n g é n i t o , s o l i t a r i o , q u e u n d í a q u i s o e n g e n d r a r y f o r m ó la
D y a d a p r i m i t i v a : N o u s y Alezeia ( A l e t h e i a ) ( 4 4 ) . Los diferentes textos
v a l e n t i n i a n o s q u e h a n l l e g a d o h a s t a n o s o t r o s t i e n e n este c a r á c t e r c o m ú n :
d e s c r i b e n l a p r o p a g a c i ó n d e l a v i d a e n el P l e r o m a bajo el i m p u l s o de l a
concupiscencia (irpoviuxia).
Los E o n e s , p u e s , se u n e n , se f e c u n d a n y d a n a l u z n u e v o s E o n e s , q u e ,
como los p r i m e r o s , son a n d r ó g i n o s y a r d e n e n p a s i o n e s ( 4 5 ) . F a n t a s í a s p a r e -
cidas nos d a r á l a g n o s i s m a n i q u e a , p e r o e n ésta a l m e n o s n o s e r á n E o n e s
divinos, sino d e m o n i o s , a r c o n t e s i m p u r o s , m a c h o s y h e m b r a s a l a v e z , q u e
se d e j a n s e d u c i r p o r l a V i r g e n d e l a L u z ( 4 6 ) . G n o s i s t a n a m b i c i o s a , l l e v a con-
sigo l a t a r a de o r i g e n y m e z c l a f a n t a s í a s l ú b r i c a s c o n e n s u e ñ o s m e t a f í s i c o s ( 4 7 ) .
"El último Eón, Sophia, considerando toda esta serie de emanaciones, llegó hasta su
origen el Padre y averiguó que los otros Eones habían engendrado por parejas, mien-
tras que el Padre engendró solo. Quiso imitarle, olvidando que no era improducida
como él, pues en el no producido se encuentran reunidos todos los principios genera-
dores; pero en los seres producidos, el principio femenino emite la esencia y el princi-
pio masculino le da su forma. Sophia produjo lo que únicamente pudo: una esencia
amorfa y confusa, que es lo que Moisés significa cuando dice que: «la tierra era sin
forma y sin luz». El nacimiento de este aborto turbó todo el Pleroma; todos los Eones
suplicaron al Padre que tuviese piedad de Sophia. Entonces, por orden del Padre,
Nous y Alezeia emitieron a Cristo y al Espíritu Santo, para dar al aborto una forma
determinada y consolar a Sophia a fin de. que cesase en sus lamentaciones. Luego el
Padre solo produjo un Eón, Stauros (la Cruz) u Horos (el límite), para que fuera
frontera del Pleroma" ( 4 8 ).
"Prounikos" cierta sabiduría, nacida del libertinaje de Sophia, cuyo símbolo sería la
hemorroisa; Celso, que. mezcla confusamente todo lo que dicen griegos, bárbaros y
herejes, ha escrito: Una fuerza que deriva de cierta Virgen Prounikos". En este papel
tan importante que atribuyen los valentinianos a la concupiscencia, Bousset ve un
vestigio de la religión de la "Gran Madre": "Así en el sistema de estos gnósticos,
esa Madre, tan pronto es diosa grave y austera, la madre que habita los cielos, como
la diosa licenciosa del amor, la gran cortesana (Prounikos) que, en el sistema simo-
niano, por ejemplo, reviste la forma de Helena, la prostituta, cuyo culto se celebra
con toda clase de ritos obscenos" (art. Valentinus en British Encyclopedia, p. 853).
(48) HIPÓLITO, Philos., VI, xxx, 6; xxxi, 6. Hemos abreviado el texto, demasiado
largo para traducirlo íntegramente. Sobre esta concepción gnóstica de Stauros, cf.
BOUSSET, Platons Weltseele und das Kreuz Christi, en Zeitschrift für N. T- Wissen-
schaft (1913), t. XIV, pp. 273-285, sobre todo pp. 281 y ss. Estas especulaciones guar-
dan dependencia con la teoría platónica del alma del mundo. Cf. JUSTINO, Apología,
I, LX, refiriéndose a Platón, Timeo, xxxvi. Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II,
pp. 108-109 y n. 1.
(49) Una de estas pasiones, el temor, constituye "esencia psíquica", y para los
gnósticos es un Demiurgo, la Hebdómada, intermediario entre la Ogdóada —a que
pertenece la Sophia y de la cual procede—• y el mundo material, del cual es De-
miurgo. Cf. HIPÓLITO, op. cit., VI, xxxn, .5-9.
C50) Este libro, escrito originariamente en griego, no se conoce más que en la
traducción copta. El texto copto ha sido editado por K. SCHMIDT, en la colección
CRISIS GNOSTICA Y M O N T A Ñ I S M O 19
cóptica, dirigida por H. O. Lange, Copenhague, 1925; trad. alemana por Schmidt,
2» edición, Leipzig, 1925; trad. inglesa de MEAD, Londres, 1921, y de G. HORNER, 1924.
(51) HIPÓLITO, Philos., VI, xxxvn, 7.
(52) Apol-, I, vni y LX.
(53) ATENÁGORAS, Legado pro Christianis, xxm.
( M ) Sobre este salmo cf. D' ALES, Hippolyte, p. 97: "Entre las producciones que
se atribuyen a los herejes hay algunas que nadie se atreverá a creer inventadas a
20 HISTORIA DE LA IGLESIA
TOLOMEO Entre los discípulos de Valentín h a y dos que destacan sobre los
otros: Tolomeo y Heracleón. Su estudio es interesante porque
nos permite calar en la exégesis gnóstica, que los fragmentos de los grandes
maestros no bastan a dilucidar.
La carta de Tolomeo a Flora ha sido transcrita enteramente por San
Epifanio ( 5 8 ) . Harnack la editó con gran cuidado en los Informes de la
Academia de Berlín (1902), subrayando su interés en la introducción que le
precede ( 5 9 ) . La doctrina esotérica no está expuesta en ella; apenas si apa-
rece en u n a perspectiva lejana: podrá ser revelada más tarde a Flora, si se
hace digna de esta revelación. Lo que Tolomeo expone en su carta es u n a
interpretación del Pentateuco. Distingue tres inspiraciones diferentes y en
dependencia con estas tres distintas fuentes, señala tres elementos de des-
igual valor. Ciertas leyes h a n sido dictadas directamente por Dios, por ejem-
plo el Decálogo; son sagradas e inmutables de manera que n i u n a "iota"
puede ni debe cambiarse. Otras h a n sido dictadas por Moisés, por ejemplo
*
CRISIS GNOSTICA Y MONTAÑISMO 21
la ley del talión y, aunque generalmente buenas, son, sin embargo, imperfec-
tas y tienen mezcla de elementos malos. Finalmente h a y otras que proceden
de los ancianos del pueblo judío: son en particular, las leyes rituales que
atañen a los sacrificios, al sábado, al ayuno, los ázimos; estos preceptos
tienen sólo u n valor simbólico. Tolomeo, por esta doctrina, se emparenta
con la exégesis de la epístola de Bernabé; pero se esfuerza por justificarla
con la enseñanza de Jesucristo, tal como la conocemos por los sinópticos.
Se pregunta cuál es el Dios que ha inspirado parcialmente el Pentateuco y
se responde que no es el Dios Supremo, n i el demonio, sino el Demiurgo,
que es el medio entre los dos principios extremos y que es el dios justo, el
dios de la justicia.
En verdad, todo esto responde a la tesis marcionita.
De Tolomeo poseemos también, resumida por Ireneo, u n a interpretación
del prólogo de San Juan ( 8 0 ). Este texto tiene ya u n carácter distinto del
de la carta a Flora; en él campea la doctrina esotérica. En el Evangelio
se revela la teogonia valentiniana, que Tolomeo descubre al dar a las ex-
presiones empleadas por San J u a n el valor que pretendían los gnósticos; u n
extracto bastará para darse cuenta del método adoptado:
" . . .Lo que ha sido hecho en El —dice— es vida. He aquí indicada la sicigía (unión
de Eones), pues dice que todo ha sido hecho por El, sólo la vida en El. Esta, que está
en El, está mucho más estrechamente unida con El que todos los seres que han sido
hechos por El; está con El y ha sido fecundada por El. Y, como añade: Y la Vida era
la luz de los hombres, nombra expresamente al Hombre y con él implícitamente a la
Iglesia, dándonos a entender con el empleo de una sola palabra la unidad de la sicigía.
"De Logos y de la Vida nacen el Hombre y la Iglesia... En estas palabras Juan
enseña claramente, entre otras cosas, la segunda tetrada y al mismo tiempo deja
entrever la primera tetrada. Al hablar del Salvador y decir que todo lo que es fuera
del Pleroma ha sido hecho por El, dice, por consiguiente que El es fruto de todo el
Pleroma... Y el Logos se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria,
gloria como la que un hijo único (recibe) del Padre: con plenitud de Gracia y de
Verdad- He aquí expresamente la primera tetrada: el Padre, la Gracia, el Unigé-
nito y la Verdad. Juan habla, pues, de la primera Ogdóada, madre de todos los
Eones; pues nombra al Padre, a la Verdad, a la Gracia, al Unigénito, al Logos, Vida,
Hombre, Iglesia."
í 60 ) Adversus tuereses, I, vm, 5. Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 112-
113. DE FAYE, op. cit., p. 140.
(61) Stróm., IV, ix, 71-72 (sobre Le- 12, 11, s.), fragmento 50 de la edición de BROOKE.
En este fragmento, Heracleón expone cómo el cristiano debe confesar a Cristo en toda
su vida. Clemente, después de citar el texto, hace notar cómo Heracleón se expresa
ortodoxamente y tan sólo le reprocha el no reconocer el valor de una confesión que,
aunque no ha sido preparada a lo largo de la vida, se alza y se afirma ante la muerte.
Véase el comentario de DE FAYE, op. cit., pp. 78-79.
22 HISTORIA DE LA IGLESIA
ten reconstruir totalmente el libro perdido, pero nos sirven para tener u n a
idea de él y conocer su método exegético ( 6 S ) .
La carta de Tolomeo a Flora distinguía tres principios: el Dios Supremo,
el Demonio y entre ambos el Demiurgo. Heracleón hace que este mismo
esquema teológico aparezca en el Evangelio de San Juan, por ejemplo, en
el episodio de la Samaritana. El Dios Supremo, el Padre, es el Dios Espíritu
que debe ser adorado en Espíritu y en Verdad (fr. 20, s.); él Dios de los
judíos que se adora en Jerusalén, es el Demiurgo, y el que se adora sobre
el monte de Samaría es el demonio.
El Demiurgo desempeña u n gran papel en esta exégesis: Juan Bautista,
humillándose ante Jesús, es el Demiurgo y el calzado de Cristo es el
mundo (fr. 8 ) . También hemos de ver al Demiurgo en el régulo de Cafar-
n a ú m (Ion. 4, 46). No es más que u n régulo; porque su reino es efímero y
pequeño y pide al Señor que cure a su hijo, es decir al mundo material
que él creó; sus criados son los ángeles, que, como él, creen en el Salvador,
según lo que dice el texto: " y creyó él y toda su casa" (fr. 40). Es también
el Demiurgo el ejecutor de las sentencias de Cristo (Ion. 8, 50; fr. 4 8 ) ; San
Pablo lo enseña cuando dice: "que no en vano lleva espada" (Rom. 13,4) ( 6 3 ) .
El demonio está simbolizado, según hemos dicho, por el monte de Sama-
ría (fr. 2 0 ) ; a él rendían culto los hombres antes de la Ley y a u n hoy se
lo dan los gentiles; tiene pasiones, pero no tiene voluntad (fr. 4 6 ) , todo en
él es engaño (fr. 47).
Así como hay tres principios soberanos y tres cultos, h a y también tres
castas de hombres: los espirituales, los psíquicos y los materiales. Los espi-
rituales h a n sido formados por el Logos; h a y en ellos u n a semilla espiritual
y son consustanciales con Dios ( ? 4 ) ; su naturaleza es incorruptible (fr. 47).
Antes de la venida del Salvador estaban en u n estado de ignorancia sin ver-
dadero culto y El los salvó (fr. 17 y 19). La fe les es connatural (fr. 2 4 ) , son
apoyo y salvación para los psíquicos y son el "agua que salta hasta la vida
e t e r n a " (fr. 17 y 27). En el último día serán, al parecer, esposas de los
ángeles del Salvador: son las bodas figuradas en las bodas de Cana ( 6 5 ) .
Los psíquicos simbolizados por los judíos (fr. 19) adoran a los ángeles
(fr. 2 1 ) . Son m u y numerosos, en tanto que el grupo de los espirituales es
m u y reducido; están unidos a la materia, sumidos en ella; pero pueden
salvarse, aunque no entran en el Pleroma, como los espirituales (* 8 ). Su
símbolo es el número siete: entre el seis, que es el símbolo del mal, y el
ocho, que es el de la Ogdóada ( 6 T ). Pueden, si para m a l suyo lo quieren,
convertirse en hijos del demonio, en tanto que los materiales lo son por
naturaleza (fr. 4 6 ) .
Estos textos, que se podrían multiplicar ( 6 8 ) , bastan a revelarnos el mé-
(62) Los fragmentos han sido recogidos y editados por BROOKE, The Fragments
of Heracleón. Textes and Studies, I, 4 (1891). Los ha estudiado DE FAYE, op. cit.,
pp. 79-102. Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 113-116.
(63) Fr. ig^ cf_ l a n o ta que remite a Excerpta Theodoti, L; Philos., VI, xxxiv;
Stróm., IV, xm.
(64) Fr 24; cf. n. C, p. 106. Se admite aquí la doctrina platónica refutada por
JUSTINO, Diálogo, iv.
(65) pr 12, cf. Excerpta, LXIII; IRENEO, Adv. hcer., I, vn, 1.
(66) Fr. 37, cf. Excerpta, un, Fr. 13, 11; cf. Excerpta, LVIII.
(67) Fr. 40; cf. fr. 16: En los cuarenta y seis años de la construcción del templo
(Ion. 2, 20), Heracleón ve todo un misterio. El rey Salomón es tipo del Salvador,
el número seis significa la materia; cuarenta es el símbolo de la tetrada soberana y
trascendente, de donde procede la semilla espiritual depositada en la materia.
(68) Se podrían recoger de los gnósticos refutados por IRENEO, en particular en
f.
CRISIS GNOSTTCA Y MONTAÑISMO 23
Egipto y Siria; en ella nos encontramos con magos como el mago Marcos,
atacado por Ireneo. Las artes de este charlatán no merecen u n estudio de-
tallado, pero nos indican a qué profesiones tan poco dignas se dejó arras-
trar esta gnosis tan orgullosa.
§ 2 . — El m a r c i o n i s m o ( 7 4 )
pp. 12-14. G. LEVI DELLA VIDA, II Dialogo delle leggi dei paesi, Roma, 1921; L. TON-
DELLI, Mani. Rapporti con Bardesane, S. Agostino, Dante, Milán, 1932. Se ha atri-
buido muchas veces a Bardesanes el Himno del alma, pero aun está por demostrarse.
A. A. BEVAN (The Hymn of the Soul, Cambridge, 1897) tiene esta opinión por muy
probable (p. 6); pero la mayor parte de los historiadores no la han seguido. F. HAASE
(Zur Bardesanischen Gnosis, 1910) concluye (pp. 89-90) que Bardesanes fué segura-
mente hereje y que sufrió la influencia de la gnosis, sin ser propiamente gnóstico. Sus
recursos principales son la astronomía y la astrología y manifiesta una gran influencia
de la filosofía griega. Algunos términos han pasado de su obra al lenguaje teológico
siríaco. Tiene poca importancia para la historia general y para la historia de las
religiones, pero mucha importancia para la historia de la civilización.
( 74 ) Sobre Marción véase: A. VON HABNACK, Marción Das Evangelium vom frem-
dem Gott, Leipzig, 1924; Neue Studien zu Marción, Leipzig, 1923; A. D'ALES, Marción,
la reforme chrétienne au IIe siécle en Recherches de Science religieuse, t. XIII (1922),
pp. 137-168. Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 122-131. E. BUONAIUTTI,
Marcione e il Nuovo Testamento latino, en Ricerche religiose, II (1926), pp. 336-348;
M. ZAPPALÁ, Etica ed escatologia in Marcione, ibíd., III (1927), pp. 333-355.
( 75 ) CLEMENTE, Stróm., VII, xvn, 106: "Marción perteneció a la misma época que
Basílides y Valentín; pero era ya anciano, cuando ellos eran aún jóvenes".
( 76 ) Así llamaba Marción a sus discípulos; cf- TERTUL.., Adv. Marc, IV, ix y xxxvr.
(7T) Cf. Carta de Plinio a Trajano (supra, vol. I, p. 241, s.). Recuérdese lo que dice
de las diaconisas cristianas (ibíd. p. 311).
( 78 ) Se encontraba este dato en Syntagma, de Hipólito, de donde lo tomó Epifa-
nio. La excomunión habría sido motivada por la violación de una virgen. Parece que
Tertuliano desconocía esta acusación y, por lo mismo, es poco verosímil. Quizá se
fulminó la excomunión contra él por enseñar doctrinas heterodoxas; y ésta pudo ser
la violación de que habla Hipólito. Cf. HARNACK, Marción, 23-24. ,
( 79 ) IHENEO, Adversus hmreses, III, ni, 4, citado por EUSEBIO, Hist. Eccl., IV, xiv, 6;
CRISIS GNOSTICA Y MONTAÑISMO 25
cf. ibíd., 7: "El mismo Policarpo a Marción, que acercándosele le preguntó: ¿Me
reconoces? le respondió: Reconozco al primogénito de Satanás". Este encuentro pudo
tener lugar en» Asia o en Roma. La permanencia de Marción en Asia está atesti-
guada por Papías en el prólogo: in ev- Ion., ed. WORDSWORTH-WHITE, Testamentum
Domini Nostri Jesu Christi latine, part. I, fase. IV, p. 490, s.; HARNACK, op. cit., 97.
C80) TERTULIANO, De carne Christi, n : "eo magis mortuus es, quo magis non es
christianus; qui cum fuisses, excidisti, rescindendo quod retro credidisti, sicut et
ipse confiteris in quadam epístola, et tui non negant et nostri probant". Cf. De prcescr.
hmret. xxx; Adv. More, I, xx. KATTENBUSCH, Apost. Symbol., II, p. 86, s., p. 322, s.
HABNACK, op. cit., p. 25, 20.
( 81 ) Adv. Marc, IV, iv. De prcescr. hazret., xxx.
(82) HARNACK (op. cit., p. 26) hace notar que la preparación del texto expurgado de
las Antítesis exigió reflexión y tiempo y, como el texto que sirve de base a estos
trabajos está más atestiguado en occidente que en oriente, se puede concluir con
verosimilitud que fué en Roma donde se realizó este trabajo durante los años que
precedieron a la ruptura con la Iglesia (144).
(83) TERTULIANO, Adv. Marc, IV, iv.
(84) Ibíd., I, xix: "Anno XV Tiberii Christus Jesús de ccelo manare dignatus est,
spiritus salutaris Marcionis. Salutis + qui ita voluit quoto quidem anno Antonini majo-
ris de Ponto suo exhalaverit aura canicularis, non curavi investigare. De quo tamen
constat, Antonianus hsereticus est, sub Pió impius. A Tiberio autem constat usque
ad Antoninum anni fere CXV et dimidium anni cum dimidio mensis. Tantumdem
temporis ponunt Ínter Christum et Marcionem". Cf. HARNACK, Ckronologie, t. I,
p. 297, s.; p. 306, s.; Marción, p. 18*.
( 85 ) Apol., I, xxvi y LVIII.
(86) TERTULIANO, Adv. Marc, V, xix. La fecha de la muerte de Marción nos es
desconocida; pero no puede prorrogarse más allá del 160 (HARNACK, Marción, 25).
26 H I S T O R I A DE LA I G L E S I A
Según TERTULIANO (De prcescr. fueret., xxx) habría querido reconciliarse con la Igle-
sia; se le impuso que redujese a sus seguidores y murió sin poder hacerlo.
(87) Cf. tomo I, pp. 283-824.
(88) Cf. supra, p. 20.
(89) No hablamos aquí de su edición del Nuevo Testamento, que no es un original
suyo, sino una edición mutilada del Evangelio y de San Pablo.
(90) TERTULIANO, Adv. More, I, xix: "Separatio legis et evangelii proprium et
principale opus est Marcionis, nec poterunt negare discipuli eius, quod in summo
instrumento habent, quo denique iniciantur et indurantur in hanc haeresim. Nam
hae sunt Antitheses Marcionis, id est contrariae oppositiones, quae conantur discoridiam
evangelii cum lege committere, ut ex diversitate sententiarum utriusque instrumenti
diversitatem quoque argumententur deorum". Se ve por este texto que para los mar-
cionitas las Antítesis son un documento de autoridad soberana, "summum instru-
mentum" (cf. la expresión "utriusque instrumenti" aplicada a los dos Testamentos).
Se sirven de él para la iniciación bautismal, como se sirve la Iglesia del símbolo de
la fe. Cf. HARNACK, op. cit., p. 70.
( 91 ) La más conocida de estas colecciones es la de San Cipriano: Testimonia; pero
no es la primera.
(02) No se limitó a transcribir los textos, sino que los acompañaba de breves expli-
caciones en que exponía y defendía su pensamiento. Cf. HARNACK, op. cit., pp. 72, s.
( 93 ) HARNACK, op. cit., pp. 68-134, ha realizado con sumo cuidado este trabajo de re-
composición. De él tomamos la mayor parte de los datos arriba citados.
( 94 ) TERTULIANO, Adv. More, I, ii; cf. II, xxiv.
CRISIS G N O S T I C A Y MONTAÑISMO 27
"¿Cómo h a consentido que el hombre hecho a imagen y semejanza suya, más aún, de
su sustancia por la naturaleza del alma; cómo h a consentido que, engañado por el
demonio, desobedezca a su ley y se, acarree su muerte? Si es bueno, no pudo consentir
tal desgracia; si ve en el futuro, tuvo que. conocerla de antemano. Si es omnipotente,
debió evitarla; y así esta catástrofe jamás habría sobrevenido, porque los tres atribu-
tos de la majestad divina se oponen a ello. Si, efectivamente, h a sobrevenido, es por-
que este Dios no tiene n i la bondad, n i la previsión, n i el poder" ( 1 0 ° ) .
(123)' Esta redención era para Marción de importancia decisiva; por ella deducía
que los hombres pertenecían a otro Dios distinto del Dios soberano, y que, por tanto,
era necesaria la muerte de Jesús para rescatarlos; interpreta esa redención no sola-
mente en Gal-, 3, 13, sino también en Gal., 2, 20, en que lee "que me rescató" en
vez de "que me amó" (HARNACK, op. cit-, p. 171).
( 124 ) IRENBO, Adv. hmr., I, xxvn, 3. HARNACK escribe (op. cit., p. 169): "Hemos
de hacer aquí un alto, pues este punto es el que pareció a los Padres de la Iglesia el
colmo de la malicia blasfema de Marción, y que todavía hoy nos llena de asombro;
y, sin embargo, ésa es la doctrina de Marción". Bueno será recordar el principio evan-
gélico tan caro a Marción: todo árbol bueno producé, buenos frutos.
(125) Tertuliano arguye contra Marción (I, xxvn): los marcionitas no quieren que
el Dios bueno sea temido; entonces ¿cómo resistir a la tentación y al placer? ¿Cómo
podrá aguantarse la persecución? ¿Habremos de comprar nuestra vida con la apos-
tasía? Absit, absit, réplica Marción. Añade HARNACK (op. cit., p.175): "Este «absit,
absit» es un documento religioso de primer orden". Acerca de ia admiración de Har-
nack por Marción, cf. Recherckes de Science religieuse, t. XV (1925), pp. 36Í-362.
( 126 ) CLEMENTE, Stróm., III, x, 69. Cf. HARNACK, op. cit., p. 173.
(127) HARNACK, op. cit., p. 173, n. 1, intenta resolver esta contradicción, subrayando
que se esperaba muy próximamente el fin del mundo, y que, por lo tanto, este
estado de cosas no había de durar mucho.
CRISIS GNOSTICA Y MONTAÑISMO 31
fe y el amor, pasan por este m u n d o malvado perseguidos por los celos del
Demiurgo, siempre fieles a su dios desconocido. Como los demás gnósticos,
también éstos se consuelan del escaso número de sus adeptos: ¿acaso no son
ellos los escogidos?
Marción impuso a sus discípulos u n a ascesis rígida y los organizó en
iglesias que se multiplicaron rápidamente y durante largo tiempo ( 1 2 8 ).
Al finalizar el siglo segundo, el marcionismo lo había invadido todo; en
todas las provincias era u n a amenaza para la Iglesia. F u é combatido por
Dionisio en Corinto, por Ireneo en Lyón, por Teófilo en Antioquía, por
Filipo de Gortina en Creta, por Tertuliano en Cartago, por Hipólito y
Rodón en Roma, por Bardesanes en Edesa. E n el siglo iv escribe Epifa-
nio ( 1 2 9 ): esta herejía está extendida " a u n ahora en Roma y en Italia, en
Egipto y en Palestina, en Arabia y en Siria, en Chipre y en la Tebaida, en
la misma Persia y en otros lugares ( 1 3 0 ). Todavía en el siglo v, hacia el 445,
el armenio Eznik la combatía y no como u n a herejía del tiempo pasado,
sino como u n a realidad siempre temible ( 1 3 1 ). Sin embargo, desde el siglo
tercero el maniqueísmo absorbió, primero en occidente y luego en oriente,
a las comunidades marcionitas.
(128) TERTULIANO, Adv. Marc, I, xiv, xxvm. Tertuliano se lo reprocha como una
inconsecuencia: "¿Para qué imponer a una carne tan débil y tan indigna una san-
tidad tan pesada y tan gloriosa? Cf. I, xxix; IV, xi, xvn, xxix, xxxiv, xxxvni; V,
vn, vin, xv, xvni; De Prcescr., x, xxx; HIPÓLITO, Philos., vil, xxix; HARNACK, Dog-
mengeschichte, t. I, p. 303, n. 1.
(129) Hcereses, XLII, i.
(130) Cf. HARNACK, Ausbreitung, pp. 931-932; Marción, pp. 153-160.
(131) Cf. L. MARIÉS, Le De Deo d'Eznik de Kolb, París, 1924, en especial p. 59, s.
(132) Hist. Eccl., V, xin, 3-4.
(133) RODÓN, íbíd., 5-7: "El viejo Apeles . . . decía que se debía dejar a cada uno
en su creencia, sin criticar cada palabra, y afirmaba que quienes creyesen en el
crucificado se salvarían, con tal que sus obras fueran buenas; pensaba que el pro-
blema más difícil de todos, según dejamos dicho más arriba, es el problema de Dios;
sostenía, como nosotros, que no hay más que un principio. . . .Como yo le dijese: ¿de
dónde sacas tú esta tesis?, ¿por qué dices que no hay más que un principio?, me
replicó que las profecías se refutan ellas solas, que no contienen verdad alguna; que
son contradictorias, engañosas y que se oponen unas a otras. Pero, y ¿por qué no hay
más que un principio? Confesó que no lo sabía, pero que se sentía impulsado a
decirlo; que ésta era su, impresión. Como yo le conjurase a que me dijese la verdad,
me juró que hablaba sinceramente al decir que, aunque lo creía, ignoraba cómo es
que no hay más que un Dios ingénito. Yo reí y le reproché el que se presentase?
como maestro, teniendo conciencia de no poseer lo mismo que enseñaba".
HARNACK (Marción, pp. 185-187) ha admirado grandemente estas palabras de Apeles:
este marcionita se ha adelantado a Kant y a Schleiermacher; ha visto en la espe-
ranza en el crucificado, la esencia de la religión; "ha desligado esta esperanza no
sólo de la ciencia, sino hasta de la fe monoteísta"; y concluye: "Apeles es, antes
32 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 3 . — El montañismo (142)
de Agustín, el único teólogo cristiano con el cual podemos entendernos aún hoy sin
necesidad de una acomodación trabajosa". No podemos admitir tal entusiasmo, sino
como una humorada. Pero la confesión de Apeles es reveladora: esta religión ar-
diente y confusa es justamente la religión del tiempo de los Antoninos y de los
Severos. Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, p. 77, s-
( 134 ) RODÓN, ibíd., 4.
(135) £)e resurrectione, m. Cf. SEUDO TERTULIANO, vi; EPIFANIO, Hwr., XLIÍI.
13
( «) Philos., VII, xxxi.
(137) De recta ; n Deum fide, I, n.
(138) EFRÉN SIRIO, Opera omnia, Roma (1740), t. II, p. 444.
(139) Xrad. SCHMIDT, Viena, 1900, IV.
(140) E s t a distinción de tres principios existía también en otras sectas gnósticas
fuera del marcionismo, por ejemplo en Heracleón (cf- supra, p. 21).
(141) En la teología marcionita las contradicciones sobre el número de principios
son las más importantes, pero no son las únicas; en Cristología, por ejemplo: para
Marción, Cristo no tiene más que una carne aparente y Apeles sostiene, contra su
maestro, que Cristo tiene carne real, traída del cielo (Cf. TERTULIANO, De carne
Christi, vi y vin). Para Marción y la mayor parte de los marcionitas, Cristo es
la revelación del Dios bueno, y lo mismo será más tarde para los marcionitas fun-
didos con los sabelianos (por ejemplo Eustates, en SÓCRATES, Hist. Eccl., IV, xii;
SOZÓMENO, VI, xi) (Cf. HARNACK, Marción, p. 275*). Se encuentran, sin embargo,
marcionitas para los cuales Cristo es hijo del dios malo, al cual abandonó por el dios
bueno (EPIFANIO, XLII, XIV); cf. HARNACK, op. cit., p. 287*, cf. p. 207. Tales contradic-
ciones muestran que Marción no pudo asegurar la unidad de su secta.
( 142 ) Sobre el montañismo véase: P. DE LABRIOLLE, La crise montaniste; Les sources
de l'histoire du montanisme, 2 vol., París, 1913; A. FAGGIOTTO, L'eresia dei Erigí, Roma,
1924, y La diasporá catafrigia; Tertulliano e la nuova profezia, Roma, 1924; É. Buo-
NAIUTTI, II Cristianesimo nelVAfrica romana, Bari, 1928, pp. 8-14, 153 y ss.; A.
FERRUA, Di una comunitá. montañista sulV Aurelia alia fine del IV secólo, en La Civiltá
cattolica, 2 de mayo de 1936; W. M. CALDER, Philadelphia and montanism, en Bulle-
tin of the John Rylands; Library Manchester, VII (1923), pp. 309-354.
CRISIS GNOSTICA Y MONTAÑISMO 33
m u y lejos d e n e g a r ese h e c h o , h i c i e r o n d e é l a r g u m e n t o c o n t r a l o s d i s c í p u l o s
de los nuevos profetas: " S i , como lo p r e t e n d e n , después d e C u a d r a t o y d e
A m n i a de Filadelfia, las mujeres q u e rodean a M o n t a n o h a n recibido el
c a r i s m a profético p o r s u c e s i ó n , ¡que n o s m u e s t r e n a h o r a q u i é n e s , e n t r e l o s
d i s c í p u l o s d e M o n t a n o y d e s u s p r o f e t i s a s , h a n h e r e d a d o ese, d o n ! E l A p ó s t o l
piensa q u e debe p e r m a n e c e r el carisma profético e n la Iglesia hasta l a
ú l t i m a profecía, p e r o a n a d i e p u e d e n s e ñ a l a r c o m o p r o f e t a d e s d e h a c e
catorce años e n q u e M a x i m i l a m u r i ó " (153).
" U n obispo de Siria persuadió a sus fieles que saliesen al desierto, con sus hijos y
mujeres, a la espera de Cristo; anduvieron errantes por las montañas y a lo largo de
los caminos; faltó m u y poco para que el gobernador los hiciese prender como salteado-
res; su mujer, que era cristiana, pudo evitarlo. E n el Ponto, otro obispo, piadoso y hu-
milde, pero demasiado visionario, tuvo tres sueños y comenzó a profetizar; al fin dijo:
Sabed, hermanos míos, que el juicio tendrá lugar en el término de u n año; y si esto
no sucede, n o creáis en las Escrituras y obrad como os viniere en talante. E l vaticinio
no se cumplió; él quedó confundido; las vírgenes se casaron y los que habían vendido
sus campos quedaron en la mendicidad" ( 1 6 4 ) .
(158) SAN JERÓNIMO (Epist. XLI, iv) dice que era un eunuco. Sobre esta carta,
cf. Sources, pp. XCV, s. En la Dialexis, que P. DE LABRIOLLE (ibíd-, p. CVI) atribuye a
Dídimo, Montano aparece como sacerdote de Apolo. P. DE LABRIOLLE no interpreta
esta expresión al pie de la letra: "creo que el nombre de Apolo no está como deter-
minación precisa, histórica, sino como designación general de paganismo". Piensa
que Montano habría sido sacerdote de Cibeles (Histoire du montanisme, p. 20). Lo
mismo opina GRAILLOT, op. cit., p. 404. Los sacerdotes de Cibeles eran llamados 7<xXXoí,
por pertenecer a la población celta que, en el siglo n i a. C, había pasado de las orillas
del Danubio al Asia Menor.
(i»») Hisí. Eccl., V, xvi, 9.
(160) /¿¡'d.; 12: "éstos son, dicen, los que el Señor había prometido enviar a su
pueblo". Cf. Les sources, p. 73; cf. Mt. 23, 34: "He aquí que envío profetas."
(161) Oráculo V de Montano: "he aquí que el hombre es una lira y yo paso por
él como un plectro. El hombre duerme, pero yo velo- He aquí que Dios, que arroja
fuera de sí el corazón de los hombres, puede dar a los hombres un corazón nuevo".
GRAILIJOT (op. cit, p. 404): "así es como los Attis se identificaban con su dios".
(162) jjist_ Eccl, V, xiv: "Tenían el descaro de pretender que Montano era el
Paráclito y las mujeres que le acompañaban, las profetisas del Paráclito". HIPÓLITO,
Philos., VIII, xix: "Pretenden que el Espíritu Paráclito ha venido sobre ellas (Maxi-
mila y Priscila) y tienen como superior a ellas y también como profeta a cierto
Montano... declaran que no han recibido de ellos más que la ley, los profetas y
los evangelios. Reverencian a estas mujerzuelas y4 las tienen en más que los apóstoles
o que a cualquier otro carisma; hasta tal punto, que algunos llegan a decir que
hay en ellas algo más que en Cristo"; SEUDO-TERT., vil: "Todos repiten esta blasfemia:
que los apóstoles tenían el Espíritu Santo; pero no el Paráclito; y que el Paráclito
ha dicho por Montano más que Cristo en el evangelio; no sólo más, sino mejor y
más excelente". DÍDIMO, De Trinitate, III, XLI, 2: "como el apóstol ha escrito
.. .cuando llegue lo que es la perfección, entonces será evacuado lo imperfecto; dicen
que al venir Montano, trajo la perfección del Paráclito".
36 HISTORIA DE LA IGLESIA
LA REACCIÓN CATÓLICA
§ 1 . — S a n I r e n e o (*)
i1) BIBLIOGRAFÍA. — Obras: Adversus haereses, ed. MASSUET, París, 1710, reproducida
en P. G., VII; ed. N. W. HARVEY, Cambridge, 1857. La traducción armenia de los libros
IV y V ha sido publicada por ERWAND TER-MINASSIANTZ en los Texte und Untersuchun-
gen, t. XXXV, 2, Leipzig, 1910. Demostración de la verdad apostólica, publicada por
primera vez en traducción armenia por KARAPET TER-MEKERTTSCHIAN en los Texte
und Untersuchungen, t. XXXI, 2, Leipzig, 1907 y nuevamente en Patrología Orientalis,
XII, 5, pp. 659-731, seguida por una traducción francesa de P. BARTHOULOT (pp. 747-
802); esta traducción había aparecido primeramente en Recherches de Science reli-
gieuse, t. VI, 1916, pp. 361-432. Una traducción latina ha sido publicada por S. WEBER,
Friburgo, 1917, y una traducción inglesa por J. A. ROBINSON, Londres, 1920; la tra-
ducción holandesa es de H. U. MEYBOONI, Leyden, 1920; la italiana pertenece a U. FAL-
DATI, Roma, 1923.
Estudios principales: MASSUET, Prolegómeno, en P. G., VII, 173-382; FREPPEL, Saint
Irénée, París, 1861; A. DUFOUROQ, Saint Irénée, París, 1904; F. VERNET, art. Irénée,
en Dict. de Théologie Catholique, VII, 2 (1923), col. 2394-2533; LEBRETON, Histoire du
dogme de la Trinité, t. II, pp. 517-617; E. BONAIUTTI, Saggi sul cristianesimo primitivo,
Citta di Castello, 1923, p. 79, s.
38
LA R E A C C I Ó N CATÓLICA 39
estancia en esta Iglesia, pero muchos rasgos nos lo dan a entender: el re-
cuerdo que guardó de San Justino, el conocimiento que tiene de la iglesia
romana y de sus tradiciones ( 5 ). Fué en Roma con toda seguridad donde
se documentó sobre la herejía gnóstica, pues es m u y poco probable que
haya podido encontrar en Lyón datos t a n precisos y abundantes; probable-
mente en Roma también fué donde se familiarizó con la tradición pascual
que adoptó, pese a que era distinta de la de su iglesia de Esmirna ( 6 ).
SUS LIBROS Al enviarlo con una comisión a Eleuterio, los confesores lyo-
neses lo sustrajeron a la persecución y lo reservaron para u n
ministerio glorioso. En otro capítulo hablaremos del gobierno de la Iglesia
de Lyón por Ireneo y de su actividad misionera en la Galia ( 7 ) ; pero aunque
ahora no lo hagamos expresamente, siempre la misión pastoral del gran
obispo permanece inseparablemente unida a su obra teológica. Por estas
fechas Clemente enseña en Alejandría y prepara, para sus conferencias, los
Stromates, que m u y pronto publicará reunidos en u n libro. Lyón no es
Alejandría y el obispo misionero no tiene vagar y tiempo, como el gran
profesor. Escribe en el prólogo de su libro: "No busques en quienes vivimos
entre los Celtas y nos servimos con frecuencia de su lenguaje bárbaro en
el ministerio pastoral, ni el arte de la palabra, que no hemos aprendido; n i
la fuerza del estilo, n i ese arte de deleitar, que ignoramos" (Adversus hce-
reses, prsef., 3). Más adelante, al hablar de la fe de la Iglesia, se complace
en invocar el testimonio de aquellas cristiandades bárbaras, de los Iberos
y de los Celtas, del Oriente y del Egipto y de la Libia (ibíd. I, x, 2 ) ; no
tienen papel n i tinta, pero el espíritu ha grabado en su corazón el mensaje
de salvación (ibíd. III, iv, 2 ) .
La estructura de los libros de Ireneo llevará el sello del ambiente en
que se escribieron y de los trabajos urgentes que en más de u n a ocasión
interrumpieron al escritor; pero, al mismo tiempo, sentiremos el esfuerzo
del misionero que defiende enérgicamente, frente a la herejía, la fe de sus
neófitos, que él conquistó para Cristo y que ahora quieren arrebatarle.
Ireneo escribió mucho ( 8 ), pero sólo dos obras h a n llegado hasta nosotros:
Demostración y refutación de la falsa gnosis y Demostración de la predi-
cación apostólica. El primero, que se denomina generalmente con el título
de la traducción latina Adversus haereses, es el más importante; consta de
cinco libros, que n o se escribieron de u n a vez arreo y según u n plan preconce-
( 5 ) Puede añadirse a ellos la relación del martirio de San Policarpo, tal como se lee
en el manuscrito de Moscú (LIGHTPOOT, Apostolic Fathers, t. II, 2, p. 985; LELONG, S.
Ignace, p. 159), sobre su valor histórico, cf. ZAHN, op. cií., p. 409.
(6) Cf. HOLMES, A History of Christian Church in Gaul, pp. 46-47: "Ireneo ¿fué en-
viado a Lyón por San Policarpo?... Ireneo no estaba en Esmirna, sino en Roma cuando
el martirio de San Policarpo. Además no siguió a Policarpo en la costumbre pascual,
sino que siguió la regla adoptada por Aniceto y no nos dice una sola palabra que
indique su misión en Lyón como dependiente de Policarpo; no tenemos prueba alguna
segura de que las iglesias del Asia Menor la hayan intentado en la Galia... Nada
sabemos de Potino. Venía probablemente de Roma, lo mismo que Ireneo; pues el hecho
de llevar nombre griego no quiere decir que provenga del Asia Menor... El hecho
de acudir los cristianos de Lyón a Eleuterio y de que Ireneo, obispo de. Lyón, mire
la subsistencia de la tradición ortodoxa en la Iglesia, en dependencia estrecha con la
continuidad del episcopado romano, hace pensar que la misión de Lyón venía en última
instancia de Roma, si no era emanación directa suya.
(7) Cf. infra, p. 113.
( 8 ) VERNET, op. cit., cois. 2400-2410.
LA REACCIÓN CATÓLICA 41
b i d o y m e d i t a d o ( 9 ) . I r e n e o , v o l v e r e m o s a r e c o r d a r l o , n o es u n t e ó l o g o a p a -
sionado de la especulación, q u e lega a la posteridad u n a exposición y refu-
t a c i ó n d e l a g n o s i s , s i n o u n obispo q u e s i e n t e e n t o r n o s u y o l a s a l m a s t u r -
badas por u n a p r o p a g a n d a perniciosa, que quiere d e n u n c i a r y rebatir.
FINALIDAD E l p r i m e r esfuerzo d e I r e n e o se d i r i g e a d e s e n m a s c a r a r l a
g n o s i s , e x p o n i e n d o s u s s i s t e m a s a l a l u z d e l d í a . A s í se ex-
presa a l f i n a l d e l p r i m e r l i b r o :
"Para vencerlos, basta revelar sus sistemas. H e aquí por qué nos hemos esforzado en
sacar a la luz del día esta bestezuela malvada y astuta, para que la conozcan todos.
Pocos discursos serán necesarios para impugnar esta doctrina, cuando todos la conozcan.
Cuando una fiera se oculta en una selva y, protegida por ella ataca y hace estragos,
el que se dedica a aclarar la selva y dejar la fiera al descubierto facilita grandemente
la labor de los que la persiguen para cazarla.. . También nosotros, al publicar sus
secretos y sus ocultos misterios, ahorramos el trabajo de grandes discursos, para des-
truir sus m a l d a d e s . . . Refutaremos su doctrina en el próximo libro; no basta desen-
mascararlos, es preciso acorralar a la fiera, acosándola por todas partes" (I, xxxi, 4) ( 1 0 ) .
F r u c t i f i c ó el esfuerzo, y el é x i t o d e I r e n e o se p o n e d e m a n i f i e s t o e n l a s
n u m e r o s a s c i t a s d e su o b r a ; p u e s son t a n t a s l a s d e l l i b r o p r i m e r o , q u e h a n
b a s t a d o p a r a r e c o n s t r u i r l o casi í n t e g r a m e n t e c o n sólo y u x t a p o n e r l a s . H o y ,
p a r a nosotros, es el m á s i n t e r e s a n t e d e los c i n c o ; a u n q u e , m á s q u e el a l m a d e
S a n I r e n e o , se r e f l e j a n e n él l a s i n t e n c i o n e s d e s u s a d v e r s a r i o s , y e n t r e
éstos, m á s l a s d e los d i s c í p u l o s q u e l a s d e los m a e s t r o s . P r e c i s o es r e m o n -
tarse m á s a r r i b a si q u e r e m o s c o n o c e r l a s f u e n t e s d e l a gnosis. E l o b i s p o d e
L y ó n n o escribe p o r a f i c i ó n l i t e r a r i a , s i n o p o r l a s a l u d d e los fieles. H e c h a
que se encarnó por nuestra salvación; y en un Espíritu Santo, que, por medio de los
profetas, anunció las economías y los aconteceres, el nacimiento virginal, la pasión
y la resurrección de los muertos y la ascensión corporal a los cielos del amado Cristo
Jesús, nuestro Señor y su parusía; cuando bajando de los cielos, aparecerá a la diestra
de Dios Padre, para restaurar y resucitar toda carne, a fin de que ante Cristo Jesús,
Señor nuestro, Dios Salvador y Rey, según el beneplácito del Padre invisible, se doble
toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos y toda lengua le confiese; y
haya para todos un juicio justo, en que se fulminará la sentencia de fuego eterno
contra los malos espíritus, contra los ángeles prevaricadores, contra los apóstatas y con-
tra los hombres impíos, injustos, insubordinados y blasfemos; y se dará la vida impe-
recedera, la gloria eterna a los justos, a los santos, a los que guardaron los manda-
mientos, a los que han permanecido en su amor, bien desde su infancia, bien desde su
conversión" (I, x, 1).
decirse: el que no era pueblo, ha sido hecho pueblo; la que no era amada, ha llegado
a ser querida y la abandonada ha llegado a tener más hijos que la que tenia marido.
Por estos misterios y otros semejantes, escribía el Apóstol: ¡oh profundidad de la riqueza
y sabiduría de Dios, qué inescrutables son tus juicios y qué ocultos tus caminos!"
(I, x, 3).
"Conviene comenzar por la tesis principal y capital que tiene por objeto el Dios
Creador, que hizo el cielo y la tierra y cuanto se encierra en ellos. Este Dios que los
blasfemos miran como fruto de una degeneración; es preciso demostrar que no hay
nada sobr.e El, ni cerca de El; que no ha creado bajo una influencia extraña, sino
"Si se considera su grandeza y gloria admirables, nadie, puede ver a Dios sin morir;
porque el Padre es incomprensible; mas en virtud de su amor, de su condescendencia
y de su omnipotencia ha concedido a los que ama este gran don de la visión de Dios,
como lo anunciaron los profetas. Porque lo que es imposible a los hombres, posible
es a Dios. El hombre por sí mismo no puede ver a Dios; pero Dios, porque así lo quiere,
puede ser visto por quien El quiere, cuándo quiere y cómo quiere; pues Dios lo puede
todo. Se hace ver proféticamente por el ministerio del Espíritu Santo; adoptivamente
por la encarnación del Hijo y paternalmente en el reino de los cielos" ( l e ) .
De este modo queda superado aquel obstáculo contra el que se estrellaron
el helenismo y la gnosis. Ávido de contemplar a Dios, el platonismo se em-
peñó vanamente por llegar a u n éxtasis superior a sus fuerzas; mientras
la gnosis privaba a la masa de los hombres de todo acceso a Dios, reserván-
dolo a los escogidos, que llevaban hasta ahí el privilegio de su naturaleza.
Todos estos sueños orgullosos quedan disipados: ninguna filosofía h u m a n a
puede por su propio esfuerzo llegar a la visión de Dios y n i n g ú n privilegio
de naturaleza puede pretenderlo. Sólo Dios, por medio de su Hijo, puede
convidar e introducir a los hombres al secreto de la gloria.
Estas verdades son fuente de nuestra esperanza y al mismo tiempo de nues-
tra humildad:
"Es mejor y más útil ser simple e ignorante y estar cerca de Dios por la caridad,
que brillar como muy sabio e ingenioso y blasfemar de su Señor. He aquí por qué
escribía San Pablo: la ciencia infla, mas la caridad edifica. Ciertamente que no incluía
en esta afirmación la ciencia de Dios •—sería ir contra sí mismo—, sino que sabía
muy bien que muchos se enorgullecen con pretexto de ciencia y pierden el amor de
Dios... Es mejor no saber nada, ignorar la causa de lo que existe y creer en Dios y
perseverar en su amor, que ser un sabio hinchado y decaer de ese. amor que da la vida.
Más vale abandonar toda investigación científica, para conocer a Jesucristo, Hijo de
Dios, crucificado por nosotros, que ser arrastrado a la impiedad por el estudio de cues-
tiones sutiles y minuciosas" (II, xxvi, 1).
Este texto completa y esclarece los anteriormente citados y nos hace com-
prender mejor el pensamiento de Ireneo sobre esta cuestión tan grave y deli-
cada de las relaciones de la investigación científica con la fe.
Su prudencia ponderada y grave, le pone en guardia contra toda pusilani-
midad y desconfianza excesiva; cuidando de recordar que hay u n a ciencia
de Dios y que San Pablo es en ella modelo. Sin embargo, ve en torno suyo
tantas pretensiones temerarias, que su esfuerzo se dirige más a refrenar el
orgullo que a fomentar la investigación. No tardarán los maestros alejan-
drinos, Clemente y Orígenes, presionados por preocupaciones m u y distintas,
en volver a plantear y resolver el problema, pero de otra manera. Sus nobles
ambiciones no estarán siempre exentas de temeridad; pero su esfuerzo no será
estéril, pues la Iglesia sabrá contenerlo y regularlo ( 1 7 ).
Por lo demás, la humildad que Ireneo exige al cristiano no es la inacti-
vidad sino, al contrario, el estudio perseverante bajo la dirección de Dios, su
Maestro; de manera que no solamente aquí abajo, sino también en la vida
futura, "Dios siempre deba enseñar y el hombre siempre deba aprender
de Dios" (II, XXVIII, 3 ) .
LAS FUENTES DE LA FE: En los dos libros que acabamos de recorrer, Ire-
EL EVANGELIO neo mantiene con los gnósticos u n a polémica
cerrada; expone primeramente sus sistemas y
luego les opone la verdadera fe cristiana, insistiendo sobre todo en el dogma
capital de la existencia de Dios y en el conocimiento n a t u r a l o sobrenatural
que podemos tener de El.
Llevado probablemente por el éxito de los dos primeros libros, el contro-
versista se dispone a estudiar más detenidamente las fuentes de la revela-
ción cristiana: es el primer ensayo de teología fundamental en la historia
de la Iglesia. Por datar de los últimos años del siglo segundo y por tratarse
de u n maestro que recoge toda la tradición de Asia, Roma y las Galias,
tiene u n interés enorme.
Lo primero que se le ofrece al cristiano es el Evangelio, y por él comienza
Ireneo su estudio:
"Mateo, viviendo entre los hebreos, escribió en su lengua, el Evangelio que publicó
cuando Pedro y Pablo predicaban en Roma y fundaban ia Iglesia. Después de su
muerte, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, nos ha dejado por escrito sus enseñan-
zas. Lucas, a su vez, compañero de Pablo, ha consignado en un libro la predicación de
Pablo. Después Juan, el discípulo del Señor, el que reposó sobre su seno, publicó
también el Evangelio, cuando vivía en Efeso de Asia" (III, i, 1, 844) (!8).
Las indicaciones cronológicas son de interés secundario para Ireneo; lo
capital para él es la autoridad exclusiva de los cuatro Evangelios con el tes-
timonio que nos dan del Dios único. Son, a su parecer, completamente dis-
tintos de otros, los únicos canónicos; y los hace objeto de u n estudio, que
descubre su profunda conformidad y sus diferencias. Para el Evangelio de
San Juan este testimonio tiene u n valor particular por su origen ( 1 9 ).
Después de los Evangelios, Ireneo estudia la predicación de los apóstoles,
tal como se encuentra en los Hechos. Hace notar que San Pablo no predicó
una fe distinta de la de los otros apóstoles de Jerusalén; todos ellos cono-
cieron u n solo Dios y u n solo Señor.
Para convencer del error a sus escurridizos adversarios, era preciso esta-
blecer la existencia de u n a tradición, irrefragable y universalmente recono-
(18) Sobre este texto y los comentarios que ha provocado, cf. L. DE GRANDMAISON,
Jésus-Christ., t. I, pp. 221-225; LAGRANGE, Saint Luc, p. xxv-xxvn
(19) Cf. A. CAMERUNCR, Saint Irénée et le canon du Nouveau Testament, Lovaina,
1896; J. LABOURT, De la valeur du témoignage d'Irénée dans la question johannine en
Revue Biblique, t. VII (1898), pp. 59-73; F. S. GUTJAHR, Die Glaubwürdigkeit des Ire-
náischen Zeugnisses über die Abfassung des vierten Evangeliums, Graz (1904); LA-
GRANGE, ' Histoire ancienne du canon du Nouveau Testament, p. 46, s.
(20) Cf. VAN DEN EYNDE, Les normes de l'enseignement chrétien (1933), p. 159, s.
48 HISTORIA DE LA -IGLESIA
c i d a . I r e n e o e n c u e n t r a l a g a r a n t í a d e e l l a e n l a s u c e s i ó n r e g u l a r d e los obis-
pos, q u e e n s u o r i g e n se u n e n l e g í t i m a m e n t e c o n los apóstoles y , p o r m e d i o
d e los a p ó s t o l e s , c o n C r i s t o :
"La tradición de los apóstoles está patente en el mundo entero y no h a y más que
mirarla en toda la Iglesia, para quien quiere ver la verdad. Podríamos enumerar los
obispos instituidos por los apóstoles y por sus sucesores hasta nosotros; ninguno da
ellos ha enseñado nada que se parezca a estas locuras; pero, como sería demasiado
largo transcribir la sucesión de los obispos de todas las iglesias, nos fijaremos en la
más grande y más antigua, conocida de todos, fundada y establecida en Roma por los
dos apóstoles más gloriosos: Pedro y Pablo; demostraremos que la tradición que ha
recibido de los apóstoles y la fe que predica a los hombres viene hasta nosotros a través
de la sucesión de los obispos; y confundiremos de esta manera a todos aquellos que de
cualquier manera que sea, por propia complacencia, por vanagloria, por ceguedad,
por error, recogen donde no deben ( 2 1 ) .
"Pues con esta Iglesia por la autoridad de su origen, debe estar de acuerdo toda otra
iglesia, es decir, todos los fieles provenientes de cualquier parte; porque en ella ha
sido conservada por estos fieles la tradición que viene de los apóstoles" (III, n i , 1-2) ( 2 2 ) .
E s t e t e x t o es d i g n o d e l a m a y o r a t e n c i ó n y h a s i d o objeto d e m u c h o s
e s t u d i o s . L a i d e a c e n t r a l es el v a l o r decisivo d e l t e s t i m o n i o d e l a I g l e s i a ,
eco fiel d e l a e n s e ñ a n z a de| los a p ó s t o l e s ; l a g a r a n t í a d e f i d e l i d a d es l a s u c e -
sión e p i s c o p a l , q u e u n e a los obispos d e h o y c o n los a p ó s t o l e s . E s t e t e s t i m o n i o
e x i s t e e n t o d a s p a r t e s , e I r e n e o n o t e m e i n v o c a r el t e s t i m o n i o d e l a s i g l e s i a s
b á r b a r a s . S i n e m b a r g o , d a r á la preferencia a las iglesias m á s a n t i g u a s , a las
m á s e s t r e c h a m e n t e r e l a c i o n a d a s c o n los a p ó s t o l e s : Efeso, E s m i r n a y , m á s
q u e n i n g u n a , l a I g l e s i a r o m a n a . D e j a n d o d i s c u s i o n e s d e d e t a l l e , se p u e d e
c o n c l u i r c o n D u c h e s n e : " E s difícil e n c o n t r a r u n a p r o c l a m a c i ó n m á s p r e -
cisa: 1) d e l a u n i d a d d o c t r i n a l d e l a I g l e s i a u n i v e r s a l ; 2 ) d e l a i m p o r t a n c i a
soberana, única, de la Iglesia r o m a n a como testigo, g u a r d i a n a y órgano de
la t r a d i c i ó n a p o s t ó l i c a ; 3 ) d e s u s u p e r i o r p r e e m i n e n c i a e n t o d a l a cris-
tiandad" (2*).
Notemos q u e a propósito d e las iglesias b á r b a r a s , varía d e forma la argu-
mentación. Ireneo h a c e valer n o solamente la sucesión apostólica, sino t a m -
b i é n los frutos d e s a n t i d a d p r o d u c i d o s p o r e l E s p í r i t u e n l a I g l e s i a . E r a y a
el a r g u m e n t o d e S a n P a b l o ( 2 5 ) . I r e n e o , a t e n t o a l a s p e c t o v i s i b l e d e l a I g l e -
sia, n o p i e r d e d e v i s t a n u n c a e l e l e m e n t o i n v i s i b l e , í n t i m o , l a v i d a d e l E s -
píritu; y a él vuelve a l final del libro:
(24) D U C H E S N E , Les Eglises séparées, p. 119, citado por BATIFFOL, op. cit., p . 252.
Notemos que los tres grupos, cuyo testimonio invoca Ireneo, representan las iglesias a las
que ha pertenecido durante las tres épocas de su vida: Asia, Roma y Galia. Es.to no
resta valor al argumento: sus recuerdos personales h a n podido guiarle, pero no h a n dic-
tado su juicio; la importancia única, dada a la Iglesia romana, n o tiene su fundamento
en sus impresiones y recuerdos; de ser así, daría mucho más valor al testimonio de
Esmirna, que es para él el de su formación cristiana y que se relaciona con los após-
toles más inmediatamente; entre aquéllos y él mismo n o h a y más que u n interme-
diario, Policarpo; y, sin embargo, Esmirna queda en segunda categoría y no ocupa
en su argumentación el lugar que atribuye a Roma.
( 25 ) / / Cor. 3, 2.
( 26 ) BATIFFOL (L'Eglise naissante, p . 239) juzga así la teología de Ireneo: "Al refutar
los errores gnósticos, delinea la teoría de la Iglesia y su función doctrinal con tal fir-
meza y plenitud, que hacen, especialmente del libro tercero, u n verdadero tratado, el
más antiguo tratado «De Ecclesia»."
50 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
humano a recibir la salvación. He aquí por qué dice San Juan en el Apocalipsis: su
voz es como voz de muchas aguas. A ellas efectivamente se parece el Espíritu por
su riqueza y por la grandeza del Padre. Y en medio de estos hombres pasa el Verbo,
colmando de bienes a los que se someten a El y dando a la creación una ley digna de
ella" (IV, xiv, 1-2).
"Dios es inteligente y por eso ha hecho todas las criaturas por medio del Verbo.
Dios es Espíritu y por medio del Espíritu embellece todas las c o s a s . . . El Verbo pone
la base, es decir da a los seres su sustancia y les hace la gracia de la existencia, y es
el Espíritu el que proporciona a estas diferentes fuerzas su forma y su hermosura"
(Demostración, v ) .
"El Señor vino a nosotros, no según la capacidad total de su poder; sino tal como
nosotros podíamos verle; porque podía haber venido en su gloria incorruptible; mas
no estábamos preparados, como para soportar la grandeza de su gloria. Por esto, el
pan perfecto del Padre se nos dio como a niños pequeños en forma de leche: que esto
fué su presencia humana; quería que nutridos a sus pechos, con su carne, nos acos-
tumbrásemos a comer y a beber al Verbo de Dios; para que pudiésemos asimilar el
pan de inmortalidad, que es el Espíritu del Padre" (IV, xxxvin, 1).
"¿Si ahora por haber recibido esta prenda, estas arras, clamamos: «Abba, Pater»,
¿qué será, cuando resucitados, le veamos cara a cara? Cuando todos los miembros, acu-
diendo en muchedumbre, cantemos el himno de triunfo en honor de aquel que habrá
resucitado a los muertos dándoles la vida eterna? Porque, si ahora esta prenda y
fianza, apoderándose de él y transformándolo, le hace clamar: «Abba Pater», ¿qué
hará la gracia total del Espíritu, dada a los hombres por Dios? Nos hará semejantes a
El; nos hará perfectos según la voluntad del Padre, al hacer al hombre a imagen y
semejanza de Dios" (V, v m , 1 ) ( 3 4 ) .
(32) "Los presbíteros, discípulos de los apóstoles, describen así el camino de los que
se salvan y los grados de su ascensión: por el Espíritu ascienden al Hijo y por el Hijo
al Padre; y el Hijo entrega su obra al Padre, según lo enseña el apóstol" (V, xxxvi, 8).
Este doble aspecto de la acción divina queda esclarecido en u n hermoso texto de la
Demostración, v n : "Cuando somos regenerados en el bautismo, que se nos confiere
en el nombre de las tres personas, quedamos enriquecidos en este segundo nacimiento
por los bienes que son en Dios Padre, por medio de su Hijo, con el Espíritu Santo.
Todos los que llevan en sí el Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir al
Hijo; y el Hijo los toma y los presenta al Padre y el Padre les comunica la inco-
rruptibilidad. Así, pues, sin el Espíritu no se puede ver al Verbo de Dios; y sin el
Hijo no se puede llegar al Padre; porque el conocimiento del Padre es el Hijo y el
conocimiento del Hijo de Dios n o se obtiene más que por medio del Espíritu Santo;
pero es el Hijo el que tiene la misión de distribuir el Espíritu, según el beneplácito
del Padre, a aquellos que el Padre quiere y en la medida en que el Padre quiere."
(33) "Era preciso que apareciese primeramente la naturaleza; que luego el elemento
mortal fuese absorbido y vencido por el inmortal, el corruptible por el incorruptible
y que el hombre llegase a ser conforme a la imagen y semejanza de Dios" (IV, xxxvin,
4). "Por la efusión del Espíritu, el hombre se hace espiritual y perfecto, y así es ima-
gen y semejanza de Dios. Pero, si en u n hombre el Espíritu no está unido al alma, este
hombre es imperfecto, permanece animal y carnal; tiene la imagen de Dios en su
carne; pero no recibe la semejanza por el Espíritu" (V, vi, 1).
( 3 4 ) Sobre esta acción santificadora del Espíritu Santo, cf. A. D'ALES, La doctrine de
l'Esprit en Saint hénée, en Recherches de Science religieuse, t. 14 ( 1924), pp. 497-S38;
cf. también Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 604-614.
LA á E A C C I O N CATÓLICA 53
(35) Las primeras controversias surgieron diez siglos más tarde, en tiempos de
Berengario.
(36) Ireneo alude en otros muchos pasajes de su obra al dogma eucarístico y siem-
pre con la misma energía: IV, xvn, 1; xvm, 3-4; XXXIII, 2.
54 HISTORIA D E LA I G L E S I A
rías de la Didacké, x, 5, y añade: "El autor de este librito es, por lo demás, partidario
convencido de una doble resurrección y parece tener reminiscencias del Apocalipsis"
vi, 6-8).
(43) GRY, op. cit., p. 89.
(44) Cf. LEBRETON en Revue ¿Le l'Institut catholique de París, t. XII (1907), pp. 140-
142. HARNACK (op. cit., p. 62) admite que del primer libro al segundo cambió de opi-
nión Ireneo; TIXERONT no lo admite, ni tampoco ROBINSON en sus notas a este pasaje.
(45) Cf. BARDY, art. Miüenarisme, en Dict. de Théol. cath., 1762-1763.
(46) Supra indicamos las distintas ediciones, p. 38. •
(4T) Podemos señalar también la idea de los siete cielos que parece reminiscencia
de la literatura judaica, en particular: Ascensión de Isaías, (cf. Revue de l'Institut
catholique, t. XII [1907], pp. 136-139). ROBINSON, op. cit., p. 77, cf. p. 41; el arcángel
que domina sobre la tierra es análogo al "ángel venerable" de Hermas (cf. Revue de
l'Institut catholique, t. XII, [1907], p. 139). Pero éstos son detalles secundarios que dan
la jmpresión de una tradición popular.
(48) Este tratado se parece a las apologías, en particular a la de San Justino; cf.
ROBINSON, op. cit., pp. 6-23.
(49) Dogmengeschichte, t. I, p. 556. Recordemos también este juicio de ZAHN (op.
cit, p. 410): "Ireneo. .. no se erige en filósofo, ni en maestro de una «filosofía bárbara»,
como los apologistas desde Arístides a Clemente; pero ¡cómo sobresale y les sobrepasa a
todos por la firmeza de juicio, vigor de pensamiento y claridad de expresión! Si es
verdad que un estudio diligente de los muchos elementos y documentos de la fe cris-
tiana, en los que brillaron Eusebio y San Jerónimo, no basta para hacer un teólogo, sino
que se requiere la visión sintética de conjunto, que establece las armonías entre Dios y
56 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
derivan: las versiones árabe, copta y etíope, los cánones de Hipólito, la ver-
sión latina, el Testamento de Nuestro Señor.
Sin entrar en los detalles de esta legislación canónica, hemos de señalar
ante todo que sólo son admitidos al catecumenado los candidatos en libertad
para disponer de sí mismos y que llevan una vida digna; los esclavos no
son recibidos, sino con autorización de su señor, y los esposos sólo cuando
viven en armonía; los escultores y pintores deben abandonar su oficio, y lo
propio deben hacer los empleados en los juegos del circo, los cazadores, los
pescadores, guerreros, cocheros, sacerdotes de los ídolos, astrólogos, magos,
magistrados, prefectos, adivinos, intérpretes de sueños, los que fabrican filtros
y amuletos ( 6 4 ), y finalmente, en lo posible, los maestros de escuela. Todo esto
nos muestra hasta qué punto el paganismo había invadido la vida pública,
y las precauciones que la Iglesia debía tomar, para preservar a sus hijos.
La duración del catecumenado se fija con precisión: "Los catecúmenos
dedicarán tres años a aprender la doctrina; pero si el catecúmeno es dócil
y de buena conducta, no se le impondrá u n tiempo determinado, sino que
se decidirá según su comportamiento" ( 6 B ).
Además el catecúmeno debe ser presentado solemnemente a la asamblea
de los fieles, en la cual se le interrogará por los motivos que le hacen desear
la fe, y después de recibir el testimonio de los que le presentan sobre su
aptitud para recibir la doctrina, se le preguntará por su vida y profesión ( M ) .
Antes del bautismo tendrá lugar u n nuevo examen, que versará sobre la
conducta del neófito durante el catecumenado:
"Cuando los catecúmenos han sido escogidos y están prontos para el bautismo, se
examinará su vida: si han vivido en el temor de Dios antes del bautismo, si han hon-
rado a las viudas, visitado a los enfermos, hecho bien a todos; si quienes los presentan
dan buen testimonio de ellos. Si se han portado dignamente, escucharán el Evangelio
desde el momento en que han sido elegidos y cada dia se les impondrá las manos y se
les instruirá. Al acercarse el día del bautismo, el obispo les hará prestar jura-
mento ( 6 7 ), para saber si son puros. Si alguno es hallado impuro, se le deja solo,
aparte; porque, no ha recibido con fe la doctrina y no es apto para recibir el bautismo...
Se advertirá a los bautizandos que el quinto día de la semana deberán lavarse y ser
exorcizados; si hay entre ellos alguna mujer en el período de las reglas, se le aplazará
la fecha del bautismo. Los bautizandos ayunarán el viernes; y el sábado los reunirá
el obispo a todos y los exhortará a orar de rodillas; y una vez que les haya impuesto
las manos, exorcizará a todo espíritu impuro, para que huya y no vuelva más.
"Terminado el exorcismo insuflará sobre ellos y les hará una lectura y una exhor-
tación" (68).
algunos detalles: canon 103: "tune confiteatur episcopo —huic enim soli de ipso est
impositum onus— ut episcopus eum approbet, dignumque habeat qui fruatur mys-
teriis" (en lugar del juramento o del exorcismo). 110: "Postquam autem finivit adju-
rationes eorum, in facies eorum sufflet signetque peetora et frontes, aures et ora eorum.
Ipsi autem tota illa nocte vigilias agant, sacris sermonibus et orationibus oceupati".
(69) Dom DE PUNIET, op. cit., col. 2584: "No hay ninguna alusión formal al sím-
bolo de los apóstoles y menos aún al acto litúrgico de la «traditio symboli»... Los
Cánones de Hipólito y la Constitutio egipcia ignoran totalmente la «traditio symboli».
En todo caso, los egipcios no la conocieron nunca y veremos más adelante que no se
hallan huellas de tal ceremonial en los rituales coptos y abisinios. Lo mismo se debe
decir de la costumbre romana de la «redditio symboli»: En las Constituciones, efecti-
vamente, las fórmulas del símbolo tienen el detalle de la «confesio fidei» del bau-
tismo, que diferia de la «redditio symboli»."
(™) Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 162 y 210.
(T1) Sobre esta doxología cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, p. 622, s. Esta
mención de la Iglesia en la doxologia es característica de San Hipólito (Adversus hrnre-
úm Noeti, xvm); ocurre frecuentemente, en su liturgia; la frase imperativa, que copia-
mos antes nos da a conocer lo que había de nuevo y de artificial en esa liturgia; es
caso aislado en la historia litúrgica y desapareció con la iglesia de Hipólito.
(72) Este texto es bastante confuso; falta en los Cánones, 47; se lee bajo formas
distintas en el copto y en el etíope. Figura a continuación del ritual de la ordenación
sacerdotal de un confesor; pero como dice CONNOLLY (op. cit., pp. 64, s.), se refiere a la
liturgia eucaristica. He aquí el texto copto: "El obispo hará la eucaristía, como ante-
riormente se dijo. No es absolutamente necesario que recite las palabras que indicamos,
como si las recitara de memoria en su eucaristía a Dios; sino que cada uno orará,
según se le alcance. Si puede orar bien, y formular largas plegarias, perfectamente;
62 HISTORIA DE LA IGLESIA
pero, si sólo recita una oración breve, no importa, con tal que sea ortodoxa". Cf. CON-
NOLLY, op. cit., p. 66: "Todo este pasaje es demasiado genérico y vago, para que deba
interpretarse como referido a la ordenación de una determinada clase de confesores;
sino que debe entenderse como párrafo independiente y con significación retrospec-
tiva". .. Cf. por el contrario, CABROL, art. Hippolyte en Dict. d'arch. chrét. et de liu,
col. 2413.
(73 ) Messe und Herrenmahl, p. 174, s.
(74) Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 141-173; Les origines du Symbole
baptismal, en Recherches de Science religieuse, t. XX (1930), pp. 97-124, y los libros y
artículos que se indican en estos trabajos.
( 73 ) Este origen está claramente indicado por TERTULIANO, De Prwscriptione, xni
y xx.
(76) Basta comparar Adv. hoer., I, x, 2 y Demostración, vi, para comprobar esta
diferencia; cf. Recherches, art. cit. pp. 103 y 105.
(7T) También se encuentra la mención del Espíritu Santo o la de la resurrección
LA REACCIÓN CATÓLICA 63
seen: "venerandj libri legis divinae epístola? Pauli apostoli, viri justi". (ed. ROBINSON,
Texis and Studies, I, 2, 1891). Tertuliano utiliza y, a veces, discute estas traducciones
latinas. Cf. D'AIÍS, Théologie de Tertullien, pp. 232 y s.
(91) El Diatessaron de Taciano fué compuesto probablemente en griego, poco des-
pués del 170; y luego él mismo hizo la traducción siríaca. Cf. A. S. MARMARDJII, O. P.,
Diatessaron de Tatien (Beyrut, 1935), p. ix: "Estoy casi cierto ya de que Taciano
comenzó por componer su Diatessaron en griego... luego lo tradujo... Es, con toda
propiedad, una obra siríaca para los sirios."
(92) La versión sahídica puede datar de fines del siglo ni o principios del iv; LA-
GRANGE, Critique textuelle du Nouveau Testament. (París, 1935), t. II, pp. 322-324.
(93) La publicación de los papiros de Chester Beatty ha demostrado que ya en la
primera mitad del siglo tercero, los escritos del Nuevo Testamento los manejaban los
cristianos, reunidos en un Codex: The Chester Beatty Biblical Papyri, Londres, 1933,
introducción, p. 12.
(9«) Cf. KIDD, op. cit., t. I, pp. 268-272.
(95) Cf. LAGRANGE, op- cit., pp. 130-133, donde resume las conclusiones de su inves-
tigación.
(96) ORÍGENES (Comment. in Mt., xiv, 21) lo considera Escritura divina; pero reco-
noce que su sentir no es el de toda la Iglesia y no pretende imponerlo. Cf. Histoire
du dogme de la Trinité, t. II, pp. 346 y s.
66 HISTORIA DE LA IGLESIA
(110) Ha demostrado muy bien este carácter de las primeras listas episcopales
E. CASPAR, Die alteste romische Bischofsliste en Schriften der Konisberger Geleherten
Gesellschaft, t. II, 4 (1926); cf. VAN DEN EYNDE, op. cit., pp. 193-195.
(Hi) Hist. EccL, IV, xxn, 2-3. Cf. VAN DEN ETNDE, op. cit., pp. 72-75.
(112) Hist., EccL, V, xxiv, 16: Policarpo, discípulo inmediato de San Juan y de los
otros apóstoles se apoya en ellos y Aniceto, en los presbíteros, sus predecesores. Cf.
ibíd-, p. 75.
(113) £)e prcescriptione, xxi, 4.
(114) Recalca sobre todo este aspecto, cuando se refiere a las iglesias establecidas
entre los bárbaros. "Estos fieles no tienen papel ni tinta; pero el espíritu ha escrito
en sus corazones la salvación y guardan con toda diligencia la tradición antigua"
(Adv. hcer-, III, iv, 2); y más explícitamente, al hablar de la fuerza vivificante de la
enseñanza de la Iglesia (ibíd-, III, xxiv, 1). Cf. supra, pp. 47-49.
( 115 ) Ibíd., III, ni, 2. En todo este desarrollo de la. idea de tradición en el seno de
la Iglesia, no sorprendemos indicios de lo que CASPAR cree ver en los orígenes de ella:
LA REACCIÓN CATÓLICA 69
EL EDICTO DE CALIXTO T o d o es l u z e n c a m b i o e n el e d i c t o p e r e n t o r i o ,
que tanto indigna a Tertuliano montañista: "El
s o b e r a n o p o n t í f i c e , l l a m a d o t a m b i é n obispo d e l o s obispos, d e c r e t a : «Yo, y o
p e r d o n o los p e c a d o s d e a d u l t e r i o y f o r n i c a c i ó n a los q u e h a c e n p e n i -
tencia»" (122).
E s t e " e d i c t o p e r e n t o r i o " , así lo l l a m a T e r t u l i a n o , es o b r a d e u n obispo y
p r o b a b l e m e n t e d e l a d v e r s a r i o d e H i p ó l i t o , d e l obispo d e R o m a , C a l i x t o ( 1 2 3 ) .
T e r t u l i a n o a d m i t e q u e Dios p u e d e p e r d o n a r los p e c a d o s ; p e r o n i e g a q u e
este p o d e r h a y a sido t r a n s m i t i d o a l a I g l e s i a . P o r c o n s i g u i e n t e , a q u é l q u e
se h a g a c u l p a b l e d e los t r e s p e c a d o s q u e él j u z g a i r r e m i s i b l e s — f o r n i c a c i ó n ,
h o m i c i d i o , a p o s t a s í a — d e b e h a c e r p e n i t e n c i a ; p e r o d e sólo D i o s p u e d e e s p e r a r
el perdón:
"La penitencia es estéril para los psíquicos, que quieren lograr una paz humana;
por el contrario nos aprovecha a nosotros, que tenemos presente que sólo Dios perdona
los pecados y por consiguiente los pecados mortales. Porque, abandonándose el alma
en las manos de Dios y postrada en su presencia, se esforzará tanto más eficazmente
por su perdón, cuanto que de sólo Dios lo implora y no cree que una paz humana
baste para expiar su pecado; y prefiere llenarse de rubor delante de la Iglesia a entrar
de nuevo en comunicación con ella. Sentado el pecador a su puerta, instruye a los
demás con el ejemplo de su oprobio, llama en ayuda suya las lágrimas de los fieles
y alcanza con su piedad mayor riqueza, que volviéndole a la comunión. Si no cosecha
aquí abajo, es que siembra delante del Señor..." ( 1 2 5 ).
(131) Se trata de obispos que, antes de su consagración, habían estado casados dos
o tres veces y que, por tanto (I Tim., 3, 2), no podían ser elevados al episcopado.
(132) Tertuliano recuerda bigamos destituidos (De Exhortatione Castitatis, VII);
pero se lamenta en otras partes de la impunidad de algunos obispos escandalosos (De
Monogamia, xn). Cf. D'ALES, op. cit., p. 224, n. 1; DUCHESNE, op. cit., p: 296:
(133) De Jejunio, xv; De Pudicitia, n.
(134) San Cipriano y otros muchos fueron perseguidos por la calumnia.
(135) Qf. D E ROSSI en Bulletino di Archeologia Cristiana (1886), p. 30; BENSON,
Cyprian, Londres (1897), p. 336; D'ALES, La Théologie de Saint Hippolyte, pp. 63-64;
L'Edit de Calliste, p. 226.
(136) pUede ser que Calixto haya perecido víctima de un motín. Cf. DUCHESNE,
Histoire ancienne de l'Eglise, t. I, p. 320, n.
(137) KIDD (op. cit., p. 375) cree que Calixto concedió el mismo perdón a todos los
pecados, incluso la idolatría; es una interpretación legítima del texto de Hipólito;
pero no hay prueba de que debamos interpretar ese texto a la letra.
(138) Hipólito menciona estas citas escriturísticas, poniéndolas en boca de Calixto.
LA R E A C C I Ó N CATÓLICA 73
75
76 H I S T O R I A DE LA I G L E S I A
( 18 ) DUCHESNE (art. cit., p. 9)* cita este fragmento conservado en la Crónica Pas-
cual, proemio, P. G., XCII, 80: "Hay quienes por ignorancia provocan discusiones a
propósito de esto. Son excusables,» porque la ignorancia no es pecado; no conviene acu-
sarlos, sino instruirlos. Pretenden que el Señor comió el cordero el 14 con sus dis-
cípulos y que padeció el gran día de los Ázimos; explican a Mateo a su gusto. Pero
este sistema no se concilia con la Ley y pone contradicción en los Evangelios. El 14
es la verdadera Pascua del Señor, el gran sacrificio, en vez del Cordero el Hijo de
Dios..."
(19) Art. cit, p. 11.
(20) Art. cit., p. 13. Sobre, las relaciones entre el uso cuartodecimano y el judaismo,
cf. SCHMIDT, op. cit., p. 622, s. Acerca de BLASTO, véase el artículo de G. BARDY en el
Dictionnaire d'histoire et de géographie ecclésiastiques, t. IV, col. 162-163.
(21) Esta iniciativa romana la afirma expresamente Polícrates de Efeso con respecto
al sínodo de Asia: "Podría mencionar a los obispos que aquí están conmigo; me habéis
pedido que los convoque y lo he hecho" (Hist. Eccl., V, xxiv, 8). Los demás sínodos
mencionados por EUSEBIO (ibíd., xxm, 2-4) se han debido sin duda a la misma
iniciativa y fueron por las mismas fechas. Se ha supuesto que éstos fueron convocados
por el papa después de recibir la respuesta de Asia. El texto de Eusebio no
nos permite resolver esta cuestión secundaria; pero es mucho más probable que el
papa, conociendo desde el principio la actitud de Polícrates, haya tenido que apoyarse
desde un comienzo en las demás iglesias.
(22) Hist. Eccl, V, xxm, 2.
(23) Sobre estos sínodos. HEFELE-LECLERCQ, Hist. des Conciles, t. I, p. 150; BATIFPOL,
L'Eglise naissante, p. 271, s.
CONTROVERSIAS R O M A N A S , SIGLOS II Y III 79
RESISTENCIA F r e n t e a este a c u e r d o u n á n i m e d e l a s d e m á s i g l e -
DE LOS ASIÁTICOS sias c r i s t i a n a s los a s i á t i c o s m a n t u v i e r o n su p r o p i a
t r a d i c i ó n . P o l í c r a t e s , obispo d e Efeso, escribió e n su
n o m b r e a l obispo d e R o m a :
E s t a c a r t a a n g u s t i o s a y a p a s i o n a d a r e v e l a l a g r a v e d a d d e l conflicto. E n
el a ñ o 154, e n l a v i s i t a c o n f i a d a d e P o l i c a r p o a A n i c e t o , a p e s a r d e l a v e n e r a -
c i ó n q u e el obispo d e R o m a s e n t í a p o r el obispo d e E s m i r n a , n o p u d o r e s o l v e r
el c o n f l i c t o ; e n el 190 l a i n t e r v e n c i ó n a p r e m i a n t e y a m e n a z a d o r a d e l p a p a
V í c t o r p a r e c e e s t r e l l a r s e t a m b i é n a n t e l a t e n a c i d a d d e P o l í c r a t e s y d e sus
colegas d e A s i a . Se m a n t i e n e n f i r m e s y e n R o m a m i s m o son sus d e f e n s o r e s
el g r u p o d e c r i s t i a n o s d e A s i a : B l a s t o q u i e r e r o m p e r c o n V í c t o r ; I r e n e o ,
a s i á t i c o , p e r o a t e n i é n d o s e a l u s o d e los r o m a n o s y p r e o c u p a d o p o r l a p a z
de l a I g l e s i a , e s c r i b e s u c a r t a a Blasto sobre el c i s m a ( 2 5 ) .
INTERVENCIÓN DE IRENEO P o r el m i s m o t i e m p o a p r o x i m a d a m e n t e y c o n
el m i s m o m o t i v o , e s c r i b i ó I r e n e o a l p a p a
V í c t o r y a otros v a r i o s obispos ( 2 6 ) . Bajo l a i m p r e s i ó n d e l a v e h e m e n t e c a r t a
de P o l í c r a t e s , el obispo d e R o m a q u e r í a e j e c u t a r sus a m e n a z a s y e x c o m u l g a r
( 27 ) Con este elogio termina Eusebio el relato del conflicto (Hist. Eccl, V, xxiv,
18). La Iglesia aun hoy se hace eco de esta alabanza (oración de la fiesta de San
Ireneo).
(28) Es la conclusión del largo estudio de. SCHMIDT, op. cit., p. 725.
(29) DUCHESNE ha resuelto definitivamente esta cuestión en su artículo de la Revue
des Quest. Hist., t. XXVIII, pp. 16-42. Sobre el cómputo pascual de Hipólito, Cf. infra,
p. 92.
CONTROVERSIAS R O M A N A S , SIGLOS I I Y I I I 81
(30) Esta profunda diferencia no impidió que muchas veces se apoyasen mutua-
mente: al negar los monarquianos la distinción de personas, favorecían el adopcio-
nismo. Lo veremos en la historia de Pablo de Samosata.
( 31 ) El adopcionismo lo conocemos sobre todo por HIPÓLITO, que lo combatió en
muchas de sus obras:
a) Syntagma (o resumen): contra todas las herejías; es anterior a los Philoso-
phumena, que hacen referencia a ella (I, Proem-, p. 1, 1. 20). Focio la menciona
(Bibl., códice 121); se ha perdido pero fué utilizado por el SEUDO TERTULIANO, EPIFANIO
y FILASTRIO. Sobre este libro, cf. D'ALÉS, Hippolyte, pp. 71-77; LIPSIUS, Zur Quellenkritik
des Epiphanios, Viena (1865), pp. 33-70. Sobre Teódoto y el adopcionismo, véase el
SEUDO TERTULIANO, Hcer., xxni; TERTULIANO, De Prcescript., LUÍ, EPIPANIO, Haer., LIV;
FILASTRIO, Liber de hceresibus, L. Para el examen y comparación de estas fuentes, LIP-
SIUS, pp. 235-237.
b) Philosophumena; sobre todo VII, xxxv; IX, ni, 12; X, xxm, 27. La mejor edición
de Philosophumena es la de WENDLAND, Refutatio omnium hceresium, Leipzig, 1916,
en la colección Die griechischen christlichen Schriftsteller der ersten drei Jahrhunderte,
t. XXVI.
c) Adversus hmresim Noeti, m (quizás formaba parte del Syntagma).
d) Contra Artemón (Hist. Eccl., V, XXVIII) ; sobre este libro cf. infra, nota 34.
(32) Efectivamente, con la escuela de los "gnósticos", de Cerinto y de Ebión, rela-
ciona HIPÓLITO la doctrina de Téodoto, Philos., VII, xxxv, 1. Sobre Cerinto, cf. su-
pra, p. 9.
(33 ) Cf. t. I, pp. 291-293.
( 34 ) Hist. Eccl., V, XXVIII, 3. Este texto lo toma EUSEBIO de una "obra contra la here-
jía de Artemón". La tal obra, que es muy aprovechada aquí por Eusebio, es también
citada por TEODORETO, Hwr. Fab., III, iv, 5, el cual la llama "Pequeño Laberinto".
Dicho texto, cotejado con una cita de Focio (Bibl-, códice 48), ha permitido atribuir
esa obra a Hipólito. Cf. D'ALÉS, op. cit, pp. XXXII-XXXIV y 108-109. Contra esta
identificación, BARDY (Paul de Samosate, p. 490, n. 2) ha hecho valer un texto del
concilio de Antioquía, que condenó a Pablo de Samosata y le invitó irónicamente a
enviar cartas de comunión a Artemón (Hist. Eccl., VI, xxx, 17). La objeción no pa-
rece decisiva: Artemón ha podido ser combatido por Hipólito al fin de su carrera
82 HISTORIA DE LA IGLESIA
"Todos estos escritores hablan de Cristo como de u n Dios. ¿Quién no conoce los libros
de Ireneo, de Melitón y de otros muchos que proclaman que Cristo es Dios y hombre?
¿Quién ignora los numerosos himnos y cánticos compuestos por hermanos fieles desde
el principio en los cuales cantan a Cristo como al Verbo de Dios y lo celebran como
a Dios? ¿Cómo se pudo admitir que el sentir de la Iglesia haya sido declarado
después de tanto tiempo y que quienes han vivido hasta Víctor hayan predicado en el
sentido que éstos pretenden? ¿Cómo no se avergüenzan de propalar semejantes men-
tiras contra Víctor? Saben perfectamente que Víctor excomulgó al corruptor Teódoto.
jefe y padre de esta apostasía negadora de Dios y que fué el primero en enseñar que
Cristo era un simple hombre" ( 3 6 )
TEODOTO T e ó d o t o , si h e m o s d e c r e e r a E p i f a n i o ( n v , 1) e r a u n c r i s t i a n o
i n s t r u i d o , q u e d u r a n t e l a p e r s e c u c i ó n h a b í a r e n e g a d o d e l a fe.
Era oriundo de Bizancio; mas, n o pudiendo soportar su deshonra, vino a Roma.
U n d í a , e n c o n t r ó a u n b i z a n t i n o q u e l e r e p r o c h ó su a p o s t a s í a ; é l r e p l i c ó : " N o
h e n e g a d o a Dios, sino a u n H o m b r e . " Forzado a explicarse, a ñ a d i ó q u e Cristo
n o e r a m á s q u e u n h o m b r e y q u e el r e n e g a r d e E l n o e s - d i g n o d e c o n d e n a c i ó n ;
p u e s q u e J e s ú s m i s m o h a d i c h o e n s u Evangelio: "Si alguien blasfemare del
Hijo del h o m b r e le será p e r d o n a d o : m a s al q u e blasfemare contra el Espíritu
S a n t o , n o se l e p e r d o n a r á . "
V í c t o r a r r o j ó a T e ó d o t o d e l a I g l e s i a ( 3 6 ) ; esta c o n d e n a c i ó n n o a r r e d r ó a
l a secta. F o r m a b a n c o m o u n a m i n o r í a d e oficiales s i n t r o p a , p e r o o r g u l l o s o s
d e s u c u l t u r a h a s t a l a e x a g e r a c i ó n ; b u s c a b a n e n l a s E s c r i t u r a s lo q u e p a r e c í a
f a v o r e c e r l e s y d e j a b a n d e l a d o l o q u e c o n d e n a b a s u e r r o r ( 3 7 ) . V a n m á s lejos
aún y " n o t e m e n corromper las divinas Escrituras y rechazar la regla de
fe" ( 3 8 ) ; y así, p a s a n d o s o b r e l a E s c r i t u r a y l a t r a d i c i ó n c r i s t i a n a , se r e f u g i a n
en sus propios razonamientos:
" N o les basta con lo que dicen las Sagradas Letras, sino que buscan trabajosamente
una forma de. razonamiento propia para sostener su impiedad. Cuando se les objeta
con u n a frase de la Santa Escritura, preguntan si se puede formar con ella u n silogismo
conjuntivo o disyuntivo. Dejando de lado las Sagradas Escrituras cultivan la geome-
tría; son tierra y hablan de la tierra y no conocen lo que viene, de lo alto. Euclides
literaria y vivir todavía 35 años más tarde. Cf. KIDD, op. cit., p. 365: "Artemas o
Artemón continuaba en Roma hacia el 235 la tradición de los dos Teódotos, y aunque
lo conocemos m u y poco, podemos considerarlo como lazo de. unión entre el adopcio-
nismo de los Teodocianos y el de Pablo de Samosata". Cf. A. D O N I N I , Ippolito di Roma.
Polemiche teologiche e controversie disciplinari nella Chiesa di Roma agli inizi del
III secólo, Roma, 1925, colección Ypaipí], t. V.
(35) Hist. Eccl, V, x x v m , 4-6.
( 3 6 ) HARNACK (Dogmengeschichte, t. I, p. 709) hace notar: "Es el primer caso, que
conozcamos al menos, en que un cristiano que se atiene a la regla de fe es sin em-
bargo tenido como hereje"; y añade en nota: "Es significativo que esto haya sucedido
en Roma". Nosotros no podemos ver en esta actitud una innovación ni una severidad
excesiva, propia de la Iglesia romana; recuérdese la actitud de San Juan, de San
Ignacio, de San Policarpo frente a la herejía.
(37) FILASTRIO: "Retienen los textos de la Sagrada Escritura en que se habla
de Cristo como de u n hombre y dejan de lado aquéllos que hablan de él como de
u n Dios." EPIFANIO ha conservado algunos fragmentos de esta exégesis; hay que
hacer notar que admiten los libros de San Juan; por lo tanto, ya en esta época se
ha impuesto el canon del Nuevo Testamento, a pesar de las negaciones esporádicas
de Cayo. Cf. HARNACK, Dogmengeschichte, t. I, p. 710, n. 1.
(38) Hist. Eccl, V, x x v m , 13.
CONTROVERSIAS ROMANAS, SIGLOS II Y III 83
"Yo tenía a Cristo por un Hombre de una sabiduría eminente y por un hombre
único; sobre todo porque este Maestro, nacido milagrosamente de una virgen parecía
haber recibido de Dios una autoridad excepcional para enseñarnos con su ejemplo
a despreciar las ventajas temporales y a buscar la inmortalidad. Pero cuál fuese el
misterio de Dios hecho carne, no podía ni aun suponerlo".
( 46 ) HARNACK, Dogmengeschichte, t. I, p. 732.
(4T) Las fuentes principales son: HIPÓLITO (Adversus Nóetum hacia el 200-210;
Syntagma; Phílosophumena, después del 222) y TERTULIANO (Adversus Praxeam,
después del 213). Cf. HAGEMANN, Die Roemische Kirche und ihr Einfluss auf Disci-
plin und Dogma in der ersten drei Jahrhunderten, Friburgo, 1864, pp. 90-103, 119-123,
147-275; HARNACK, art. Monarchianismus, en Realencycl. f. protest. Theol., t. XIII,
pp. 306-336; Dogmengeschichte, t. I, pp. 697-753; D'ALES, Théologie de saint Hippolyte,
pp. 8-35; P H . KNEIB, Der Monarchianismus und die roem. Kirche im dritten Jahrh.
ex Katholik, 1905, t. II, pp. 1-15, 112-128, 182-201, 266-282.
( 48 ) Cf. TERTULIANO, Adv. Prax., III (Corpus Scriptorum Eccles. Lat., t. XLVII,
p. 230): "Todos los sencillos, por no decir torpes e ignorantes —siempre hay muchos
entre los fieles— consideran que la regla de fe nos hace pasar del politeísmo del siglo al
Dios único y verdadero; y no comprenden que. hay que creer en un Dios Único, pero
con su economía: se espantan creyendo que la economía supone número, que la trinidad
va contra la unidad; mientras que, por el contrario, la unidad haciendo brotar de sí
misma la trinidad no queda destruida sino organizada. También proclaman que nos-
otros predicamos dos y tres dioses, mientras ellos adoran un Dios único; como si no
fuese herejía el estrechar la unidad más de lo debido y no fuese la verdad mani-
festar la trinidad como es preciso. Mantenemos la monarquía, dicen; pues así se
expresan aunque hablen en latín, y lo dicen con tanta energía que cualquiera creería
que comprenden la monarquía tan bien como la vocean". En un contexto por otra
parte muy distinto, ORÍGENES se deja llevar de un juicio parecido contra los sencillos:
distinguiendo cuatro clases de personas que creen en Dios, pone en la primera cate-
goría "a los que participan del Logos, que era en el principio el Logos Dios"; pone
en segunda categoría a los "que no conocen nada, sino a Jesucristo y a Jesucristo cru-
cificado, pensando que el Logos hecho carne lo es todo, en cuanto el Logos sólo
conoce a Jesucristo según la carne; tal es la multitud de los que se consideran cre-
yentes" (In Joann., II, ni, 27-31). Sobre este texto, cf. infra, p. 318.
( 49 ) In Titum (P. G., XIV, 1304). Este texto, como los precedentes, es citado por
HARNACK, Dogmengeschichte, t. I, p. 735, n. 1 y 3.
CONTROVERSIAS R O M A N A S , SIGLOS I I Y I I I 85
(*°) Bastará, para darse cuenta, leer en la traducción latina de RUFINO el texto de
ORÍGENES que acabamos de citar: " . . . u t i ne videantur dúos déos dicere, ñeque rur-
sus negare Salvatoris deitatem, unam eamdemque substantiam Patris ac Filii asse-
verant, id est, dúo quidem nomina secundum diversitatem causarum recipientes, unam
tamen upostasim subsistere, id est, unam personam duobus nominibus subjacentem".
(51) Advirtamos además que los dos testimonios no están plenamente de acuerdo
(cf. DALES, Saint Hippolyte, pp. 16-18); añadamos que Tertuliano no ataca direc-
tamente más que a Práxeas, de quien Hipólito no dice nada (cf. HARNACK, Dogmen-
geschichte, t. I, p. 734, n. 1). HAGEMANN (op. cit., pp. 234 y 256) resuelve esta dificul-
tad identificando a Práxeas con Calixto, pero esta identificación es muy violenta (cf.
DALES, op. cit., p. 19).
(52) Esta tesis ha sido sostenida por HARNACK, op. cit., t. I, p. 735.
(53) El libro Adversus Noetum, del que tomamos la cita, parece haber formado parte
de Syntagma, hoy perdido y que fué compuesto hacia el 200. Veinticinco o treinta
años más tarde en Pkilosaphumena, escrito después de la muerte de Calixto (222),
HIPÓLITO vuelve por dos veces a su polémica con el monarquianismo; más adelante
estudiaremos estos libros, que nos dan a conocer un pensamiento más maduro, pero
también un rencor, contra los obispos de Roma, Ceferino y Calixto sobre todo, que
aun no aparecía en el libro contra Noeto. Cf. D'ALES, Saint Hippolyte, pp. 22-23. Cf.
V. MACCHIORO, Vereda noetiana, Ñapóles, 1921.
( M ) Adv. Noet., I; P hilos, IX, vil. EPIFANIO le hace enseñar en Efeso (Hazr.,
LVII, 1). 1
(85) Adv. Noet., 1.
86 HISTORIA DE LA IGLESIA
PRAXEAS Fué quien primero intentó propagar en Roma este error na-
cido en Asia; Hipólito no nos dice nada de él; Tertuliano
es quien nos lo da a conocer. Su libro escrito después del 213 nos remonta a
veinte años atrás, para contarnos las primeras tentativas del hereje. En Asia
había padecido por la fe. Después de pasar algún tiempo en la prisión y de
haber llegado a Roma, quiso hacer prevalecer su cualidad de mártir para exten-
der su doctrina y, lo que le hace más culpable a los ojos de Tertuliano, se hizo
adversario de los montañistas. Encontró al obispo de Roma en actitud favo-
rable hacia las profecías de Montano y consiguió hacerle volver de su actitud,
refiriéndole lo que conocía personalmente de los profetas y de sus iglesias
y recordándole las decisiones de sus predecesores. "Así Práxeas cumplió con
dos obras diabólicas: arrojó la profecía e implantó la herejía; ahuyentó al
Paráclito y crucificó a l Padre" ( 5 9 ).
cípulos, sobresaliendo entre todos por su audacia Sabelio, que más tarde fundó
la secta de su nombre. Calixto, al decir de Hipólito, hacía u n doble juego:
a los ortodoxos les hacía creer que era de su partido; y lo mismo decía a
Sabelio, a quien perdió por ese motivo; porque Sabelio, dice Hipólito, jamás
fué tan obstinado: "cuando le exhortábamos, no se mostraba obstinado; pero
apenas volvía a encontrarse con Calixto, se dejaba arrastrar a la doctrina
de Cleomenes, al oír de boca de Calixto que él también la sostenía". Ceferino
era gobernado por Calixto, que le hacía decir al pueblo: "No conozco otro
Dios que a Cristo Jesús y fuera de El n i n g ú n otro h a nacido n i podido pade-
cer"; y otras veces decía: "No es el Padre el que ha muerto, sino el Hijo."
Así no hacía sino difundir la discordia entre el pueblo.
Hipólito creía ver claramente este juego de su adversario; Calixto, irri-
tado, llegó a tratar a Hipólito y a los suyos de diteístas. A la muerte de
Ceferino, Calixto ocupó la sede de Roma (217-222); y comenzó por exco-
mulgar a Sabelio por temor a Hipólito y para darse aires de ortodoxo. Pero
como todo el mundo sabía, continúa Hipólito, cómo nos acusaba de diteísmo
y cómo por otra parte Sabelio le echaba en cara el haberle vuelto la espalda,
inventó la siguiente herejía:
"El Verbo es el Hijo y es también el Padre; es decir, no hay más que un solo espíritu
indivisible. No es el Padre una cosa y el Hijo otra, sino que los dos son una misma cosa,
el espíritu que lo llena todo, de lo más alto a lo más bajo. El espíritu, hecho carne
en la Virgen, no es distinto del Padre, sino una sola y misma cosa. De aquí las pala-
bras de la Escritura: «¿No creéis que yo estoy en el Padre y el Padre en Mí?» (Ion.
14, 11). El elemento visible, el hombre, ése es el Hijo; el Espíritu que reside en el
Hijo, ése es el Padre. No podemos hablar de dos dioses, Padre, e Hijo, sino de uno solo.
Porque el Padre que está en el Hijo, habiendo asumido la carne, la divinizó al unirla
a Sí y de tal manera la hizo una cosa consigo, que los nombres de Padre e Hijo se
aplican a un solo y mismo Dios. La persona de Dios no puede desdoblarse y por consi-
guiente el Padre ha padecido con el Hijo" ( 6 3 ).
"Como no quiere decir que el Padre ha padecido y que no hay más que una sola
( e3 ) Philos., IX, xn, 16-19; trad. D'ALES, p. 11; cf. trad. AMANN, Dict. de Théol.
cathol., col. 2507; KNEIB, art. cit., pp. 266-278. Hipólito reprocha también a Calixto
el perdón concedido a los pecadores. En el libro décimo vuelve sobre la doctrina
trinitaria de su enemigo: X, xxvn, 3-4: "Esta herejía (de Noeto) ha sido sostenida
por Calixto, cuya vida hemos referido exactamente en otro lugar, y además dio a
luz otra herejía: Dice que no hay más que un (Dios y Padre) Creador del universo; y
que este mismo Dios es Hijo en cuanto que recibe este nombre y apelativo; pero en
cuanto a la esencia (ousia) no hay más que uno (espíritu); porque, dice, Dios no es
un espíritu distinto del Verbo, ni el Verbo se distingue de Dios; no hay pues más
que una persona con distinción de nombre, pero no de esencia. El Verbo es el Dios
único que se encarnó. Lo que se ve y se palpa en la carne quiere que sea el Hijo,
y lo que habita en El, el Padre, cayendo unas veces en la doctrina de Noeto y otras
en la de Teódoto; mas nunca afirma nada fijo". Textos parecidos tenemos en TEB-
TULIANO, Adversas Praxeam, xxvn: " . . . (los monarquianos) forzados por esa distinción
de Padre e Hijo, distinción que nosotros, manteniendo no obstante la unidad, explica-
mos como la unidad del sol y del rayo de luz, de la fuente y el r í o . . . quisieran
interpretarla según su doctrina, de manera que en una misma persona puedan dis-
tinguirse el Padre y el Hijo; dicen que el Hijo es la carne, el hombre, Jesús; y el
Padre, el espíritu, Dios, Cristo. Y los que sostienen que el Padre y el Hijo son una
misma cosa, parecen más empeñados en distinguirlos y separarlos, que en unirlos.
Porque si es distinto Jesús de Cristo, el Hijo será distinto del Padre; porque el Hijo es
Jesús y el Padre es el Cristo. Parece que han tomado de Valentín esta monarquía"...
Ibíd., xxix: "Blasfemáis no sólo al decir que el Padre ha muerto, sino que ha sido
crucificado... El Padre no ha padecido con el Hijo. No queriendo blasfemar directa-
mente contra el Padre, piensan atenuar de esta manera la blasfemia —ahora se acuer-
dan que el Padre y el Hijo son dos—, diciendo que el Hijo padece y el Padre compa-
CONTROVERSIAS R O M A N A S , SIGLOS I I Y I I I 89
dece. Esto sí que es necedad: porque ¿qué es compadecer sino padecer con otro? Si el
Padre es impasible, es también incompasible".
D'ALES (HippoL, pp. 16-18) hace notar a propósito de estos textos: "El Adversas
Praxeam apenas si es algo posterior a Ceferino, y, por consiguiente, Calixto no pudo
inventar durante su pontificado el patricompasianismo que es anterior a él". La des-
cripción del patricompasianismo no coincide exactamente con la de Philos., pues apa-
rece la divinidad, como tal, afectada por el sufrimiento. Si tomásemos a la letra lo
que dice Philos., Calixto habría retocado, dándoles u n sentido menos inaceptable, doc-
trinas ya condenadas como heréticas. La acusación de Tertuliano, al menos en cuanto
nosotros podemos entenderla, no afecta a Calixto. Por lo demás, ya sabemos que Ter-
tuliano, montañista, no tenía muchas simpatías por el clero de Roma, ni fué Calixto
tan bien tratado en De Pudicitia". A M A N N , por el contrario, escribe (col. 2508): "Esta
doctrina (de Calixto) es la misma que fué combatida por Tertuliano al fin de su tra-
tado contra Práxeas, y que FRANZELIN, con toda exactitud, califica de herética. Que
Calixto la haya defendido o no, es ya otra cuestión y sería demasiada parcialidad acep-
tar una acusación que proviene de un enemigo encarnizado y únicamente de él".
La divergencia que señala D ' A I Í S puede ser verdadera, pero no es bastante explícita
la exposición de Hipólito para poder afirmarlo con toda certeza. Por lo demás, las
dos doctrinas están de acuerdo: las dos se presentan como derivaciones del patripasia-
nismo de Noeto; las dos, manteniendo la unidad de personas, quieren fundar la dua-
lidad de sujetos en la encarnación; lo que se ve y se toca es el Hijo, Jesús, y lo que
habita en Él, el Padre, Dios, y como dice Tertuliano, el Cristo; las dos quieren evitar
la blasfemia contra el Padre y, por lo mismo, dicen que ha compadecido con el Hijo.
En esta doctrina, como en la de Noeto, se pueden recoger despojos de las doctrinas
anteriores: Dios, que desdoblándose llega a ser su propio Hijo, proviene sin duda del
gnosticismo, y de él también el dualismo cristológico que en el patricompasianismo
distingue entre Jesús y el Cristo. La ambigüedad del lenguaje teológico presta también
sus servicios al monarquianismo: "espíritu" puede significar persona y naturaleza
divina (cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. I I , sobre todo las páginas 305-373). Pero
estos detalles no son más que argucias dialécticas; lo que da prestigio a su doctrina es la
monarquía, y1 eso es lo que quieren salvar siempre.
90 HISTORIA D E LA IGLESIA
(70) Philos., X, xxin, 7. Este error era una consecuencia de la concepción cosmo-
lógica de la Trinidad: la relación imaginada entre la generación del Verbo y la
creación, hacía correr el peligro de concebir esta generación como un acto libre y
contingente, lo propio que la creación. Los apologistas del siglo segundo (cf. Histoire
du dogme de la Trinité, t. II, p. 461) se dejaron arrastrar hacia este error y más
aun TERTULIANO (Advers. Prax., iv y x; cf. D'ALES, Hippolyte, p. 27); HIPÓLITO cayó
en él manifiestamente. Cf. Adv. Noet., xvi.
(71) Philos., X, xxxiv, 5.
(72) Philos., X, xxxni, 8.
(73) DOELLINGER explica este silencio diciendo que la creencia en el Espíritu Santo
era esotérica. HAGEMANN (op. cit., p. 269) lo ha refutado con razón. En los otros
libros de Philos. se encuentran algunas menciones muy vagas del Espíritu Santo
(D'ALES, op. cit., p. 30, n. 4).
(74) Cap. vni: "Hay que confesar a Dios Padre todopoderoso y a Cristo Jesús,
Hijo de Dios, hecho hombre, al que el Padre ha sometido todo, excepto a Sí mis-
mo y al Espíritu Santo, y (confesar) que éstos son verdaderamente tres (rpia)".
xii: "Vemos el Logos encarnado; por El nos formamos idea del Padre, creemos en
el Hijo, adoramos al Espíritu Santo." xiv: "Hay el Padre que manda, el Hijo que
obedece, el Espíritu que instruye; el Padre está sobre todo, el Hijo por todo, el
Espíritu en todo. Y no podemos concebir un sólo Dios, si no creemos verdaderamente
en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo... El Padre ha querido, el Hijo ha hecho
y el Espíritu ha revelado. Por esta trinidad (rptáSos) es glorificado el Padre." xvín,
final del libro: "El es el Dios hecho hombre por nosotros, a quien el Padre ha sometido
todo. A El la gloria y el poder con el Padre y el Espíritu Santo, en la santa Iglesia,
ahora y siempre por los siglos de los siglos. [Amén!"
(75) Sobre las doxologías trinitarias en la obra de Hipólito, cf. supVa, p. 61, n. 71.
(76) Adv. Noet., xiv: "No diré dos dioses, sino uno solo; pero dos personas y en la
economía, un tercer lugar, la gracia del Espíritu Santo. El Padre es uno y hay dos
personas porque hay también el Hijo y, en tercera jerarquía, el Espíritu Santo". Ibid.:
"Los judíos glorificaron al Padre, pero no le dieron gracias, porque no conocieron al
Hijo; los discípulos conocieron al Hijo, pero no en el Espíritu Santo y por eso le
negaron".
(7T) Sobre la cristología de Hipólito, cf. la larga nota de HARNACK, Dogmenge-
schichte, t. I, pp. 606-608.
92 HISTORIA DE LA IGLESIA
V
MARTIRIO DE HIPÓLITO Este rápido recorrido por la teología de Hipó-
la DE PONCIANO lito nos hace entrever las muchas influencias
que h a n dejado en ella su rastro. Vemos el
subordinacianismo de los apologistas, más acentuado y peligroso; puédense
reconocer por otra parte rasgos de la cristología de Ireneo ( 7 8 ) ; y el método
exegético, por sus atrevimientos, nos hace presentir ya a Orígenes ( 7 9 ) . Aña-
damos que este polemista t a n desconfiado con respecto a la filosofía griega,
h a tomado muchos elementos del helenismo. Espíritu más bien flexible,
polemista apasionado, retórico brillante pero sin profundidad, Hipólito repre-
senta por sus cualidades y por sus defectos, la ciencia ambiciosa enfrentada con
la fe común; frente a los obispos de Roma, Ceferino y Calixto, que mantenían
cerca de sí agrupados a la gran masa de fieles, él se aisla, se separa, arras-
trando en su secesión a su pequeña iglesia.
La persecución de Maximino, al deportarle a Cerdeña junto con el papa
Ponciano, en 235, le volvió a su deber, reconciliándolo con su jefe legítimo.
Ponciano renunció a su cargo; Hipólito sin duda hizo lo mismo; los dos
murieron mártires y sus cuerpos trasladados a Roma fueron recibidos con
idéntico honor por la Iglesia i80).
(78) p o r ejemplo, en De Christo et Antichristo, ni, LXI; cf. D'ALES, op. cit., p. 38;
HARNACK, loe. cit., citando a OVEHBECK, Qucest. Hippol. specimen, Jena, 1864.
(79) Hipólito estuvo en relaciones personales con Orígenes; en presencia suya, dice
San JERÓNIMO (De viris illustribus, LXI), pronunció la homilía De laude Domini Salva-
toris. Cf. infra, p. 219.
C80) Cf. D'ALES, Hippolyte, p. 7.
(81) Hist. Eccl, VI, xx.
(82) De viris illustribus, LXI.
(83) Esta incertidumbre y las varias contradicciones están expuestas por D'ALES,
Théologie de Saint Hippolyte, introducción, pp. I-XLVI. Los textos antiguos que se
refieren a Hipólito han sido reunidos por H. ACHELIS, Hippolytstudien, Leipzig, 1897,
en la colección Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlicken Literatur,
t. XVI, 4.
( 84 ) D'ALES, op. cit., p. III; cf. p. XLIII y ss.
(85) Este ciclo pascual, que se atribuía a Hipólito, avanzaba cada año cinco horas
sobre el tiempo lunar: en el año 236, la diferencia era de dos días entre la luna
llena verdadera y la que indicaba el canon de Hipólito. Es muy poco probable que
hubiese sido grabada en mármol, cuando su inexactitud era ya manifiesta y menos
CONTROVERSIAS ROMANAS, SIGLOS I I Y III 93
aún que haya sido erigida la estatua después del 235, cuando la confesión de Hipólito
hizo olvidar su cisma y reconcilió a sus partidarios con la Iglesia. Por el contrarío,
en 222, fecha de la muerte de Calixto, a u n no aparecía la inexactitud del cómputo (no
será sensible hasta el 224) y el cisma mantenía violentamente, frente a la Iglesia, al
grupo de sus fieles con su obispo.
( 86 ) Algunos de estos datos están hoy fuera de duda; la fecha de su nacimiento
es uno de los más inciertos; TIXERONT la fija hacia el 170-175; es verosimil, pero si se
admite que conoció en Roma a Ireneo (antes del 177) es preciso retrasar esa fecha.
Los escritos más importantes son: De Christo et Antichristo, hacia el 200; in Da-
melem, del 200 al 204; Adversus Noetum, entre el 200 y el 210; Traditio Apostólica,
217; Philosophumena, después del 222; Adversus hmresim Artemonis, 230; Chronica,
después del 234; cf. D'ALÉS, op. cit., pp. XLVII-XLVIII.
( 8T ) No se nos ha conservado el texto original de este libro, pero poseemos varias
versiones, de las cuales la más antigua y la más fiel es una traducción latina conser-
vada en un palimpsesto de Verona, desgraciadamente mutilado; edición de HAULER,
Didascaliae apostolorum fragmenta Veronensia latina, Leipzig, 1900. Tres versiones
orientales copta, etíope y árabe nos dan otra recensión del libro. HORNER ha publicado
una edición inglesa de estas tres versiones, The Statutes of the Apostles, Londres, 1904.
Edición con texto latino e inglés: Dom CONNOIXY, The so-called Egyptian Church Or-
der and derived Documents. Texis and Studies, VIII, 4, 1916, pp. 175-194. Traducción
latina, según la versión copta, F Ü N K , Didascalia et Constitutiones Apostolorum, II
(Paderborn, 1905), pp. 97-119; DUCHESNE ha publicado en gran parte la Tradición
Apostólica en su obra Origines du Cuite chrétien, 5* edición, 1920, pp. 545-556.
(88) Estas colecciones son: Cánones de Hipólito, traducidos del griego al copto y del
copto al árabe. Traducción latina de Dom HAPJEBERG, Munich, 1870, reproducida y
comentada por ACHELIS, Die Aeltesten Quellen des orientalischen Kirchenrechtes,
Leipzig, 1891. Traducción alemana de RIEDEL, Die Kirchenrechtsquellen des Patriar-
chats Alexandrien, 1900, pp. 193-230.
Constituciones Apostólicas. Esta colección ha sido atestiguada por primera vez por
el SEUDO IGNACIO, Ad Tralh, vil, 3 y resumida por el escritor que interpoló las cartas de
San Ignacio a finales del siglo cuarto. Los seis primeros libros son un retoque, una
94 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
ción, que se ajustan a los temas tradicionales; las descripciones que San Jus-
tino nos ha dejado de las misas dominical y bautismal ( 95 ) atestiguan clara-
mente la parte que se dejaba a ú n a la improvisación del oficiante. En Hipó-
lito, ya no es así: tenemos en él el uso litúrgico codificado ( 9 6 ). Es verdad
que el libro que lo contiene ha sido redactado por Hipólito, ya cismático, con
destino a su pequeña iglesia; pero Hipólito, según ya lo hemos visto, no es u n
innovador; su posición es la de campeón de la tradición; y se puede admitir
que en su conjunto el uso litúrgico codificado es el uso tradicional; habría
modificado algunos detalles o acentuado las fórmulas, según sus preferencias
personales; pero ha respetado las líneas generales ( 9 7 ).
La primera función litúrgica que describe Hipólito es la consagración del
obispo: "el obispo es elegido por todo el pueblo. Cuando ha sido nombrado
y unánimemente aprobado, se convoca u n domingo al pueblo con el presby-
terium y a todos los obispos presentes. Con el consentimiento de todos (los
obispos) le imponen las manos en silencio, asistiendo el presbyterium en pie.
Oran todos en silencio, implorando la venida del Espíritu. Uno de los obis-
pos presentes, a instancias de los circunstantes, impone las manos al obispo
que quiere consagrar, diciendo esta oración:
"Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda
consolación, que habitas en lo alto de los cielos y ves todo lo que hay aquí abajo, que
conoces todas las cosas antes de su nacimiento... Tú, Padre, que conoces el corazón,
da a éste tu servidor que has escogido para el episcopado, apacentar tu santo rebaño,
hacer presente ante ti la primacía del sacerdocio, sirviéndote con fidelidad de día y de
noche; que sin cesar implore la clemencia de tu rostro, que administre según 9tus
mandatos, que desate lo que esté atado, según el poder que diste a los apóstoles ( 8 );
que te agrade por la mansedumbre y la pureza del corazón, ofreciéndote olor de suavi-
dad por tu Hijo Jesucristo, por quien es la gloria, poder y honor a ti Padre, Hijo
y Espíritu Santo, ahora y por todos los siglos de los siglos" ( 9 9 ).
E n esta h e r m o s a p l e g a r i a p u e d e n r e c o n o c e r s e r a s g o s p e r s o n a l e s d e H i p ó -
l i t o ( 1 0 1 ) . E l c o n j u n t o es p r o f u n d a m e n t e t r a d i c i o n a l , es l a a c c i ó n d e g r a c i a s
« o eucaristía p r o p i a m e n t e dicha. E l beneficio m á x i m o p o r el q u e la Iglesia
d a g r a c i a s a D i o s , es e l b e n e f i c i o d e l a e n c a r n a c i ó n d e l V e r b o y d e l a r e d e n -
c i ó n q u e es s u f r u t o . E s t e r e c u e r d o d e l a p a s i ó n d e l S e ñ o r i n t r o d u c e el r e l a t o
de la Cena, e n q u e v a n las palabras de la consagración; luego en u n a a n a m -
nesis m u y breve recuerda la m u e r t e y la resurrección del Señor; por fin, la
o f r e n d a d e los d o n e s c o n s a g r a d o s y la epiclesis o i n v o c a c i ó n d e l E s p í r i t u
S a n t o : l a I g l e s i a p i d e q u e e l E s p í r i t u S a n t o , d e r r a m a d o sobre l a o b l a c i ó n ,
c o n s a g r e l a u n i d a d d e los c r i s t i a n o s y f o r t i f i q u e s u fe ( 1 0 2 ) .
Esta l i t u r g i a eucarística, t a n fuertemente enraizada e n el pasado, h a
ejercido g r a n influencia en la tradición litúrgica posterior, p a r t i c u l a r m e n t e
en Occidente ( 1 0 3 ) . Además de la consagración episcopal y de la anáfora
eucarística, debemos hacer notar a ú n la liturgia b a u t i s m a l de Hipólito. Este
t e x t o t i e n e u n i n t e r é s p a r t i c u l a r p o r q u e e n l a f ó r m u l a d e l b a u t i s m o se i n s e r t a
el s í m b o l o b a u t i s m a l ( 1 0 4 ) :
i
i
CONTROVERSIAS R O M A N A S , SIGLOS I I Y I I I 97
"Luego diga: ¿Crees en Cristo Jesús, Hijo de Dios, que nació por obra del Espíritu
Santo, de la Virgen María, que fué crucificado bajo Poncio Pilato, murió, fué sepul-
tado, resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra de
Dios Padre, y vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos? y cuando responda, creo,
sea bautizado de nuevo.
"Después diga: ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia y en la resurrección
de la carne?; que el bautizando, diga: creo, y se lo bautiza por tercera vez.
"Cuando sube del agua, el sacerdote le hace la unción con el óleo consagrado, diciendo:
Yo te unjo con el óleo Santo, en nombre de Jesucristo. Después de secarse, todos se
vistan y entren en la iglesia.
"Imponga entonces las manos el sacerdote, diciendo esta oración:
"Señor Dios que te has dignado perdonar a éstos sus pecados, por el baño de la
regeneración del Espíritu Santo, derrama sobre ellos t u gracia, a fin de q u e te sirvan
según tu voluntad; porque a T i es la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo en la santa
Iglesia, ahora y por los siglos. Amén.
"Luego, extendiendo con su mano el óleo consagrado sobre la cabeza, diga: Yo te
unjo con el óleo santo en el nombre del Padre, Señor todopoderoso, y de Cristo Jesús
y del Espíritu Santo. Y signándoles sobre la frente, les dé el beso de paz, diciendo:
El Señor sea contigo. Y el que h a sido signado, responda: Y con tu espíritu. Lo hace
así con cada uno de ellos.
"En adelante, oren con todo el pueblo; pero antes de recibirlo todo, n o oren con los
fieles. Después de la oración dense mutuamente el beso de paz" ( 1 0 B ).
Esta f ó r m u l a l i t ú r g i c a n o s d e s c r i b e e n t o d o s s u s d e t a l l e s e l r i t o d e l b a u -
tismo: e l b a u t i s m o es a d m i n i s t r a d o o r d i n a r i a m e n t e p o r i n m e r s i ó n ( 1 0 6 ) ; esta
i n m e r s i ó n se r e p i t e t r e s veces ( 1 0 7 ) , p r e c e d i e n d o s i e m p r e u n a p r e g u n t a y u n a
respuesta; e l neófito profesa s u fe e n c a d a u n a d e l a s t r e s p e r s o n a s d e l a
Santísima T r i n i d a d , P a d r e , H i j o y E s p í r i t u S a n t o ( 1 0 8 ) .
E l rito b a u t i s m a l t e r m i n a c o n l a u n c i ó n c o n e l óleo c o n s a g r a d o . E l m i n i s t r o
del b a u t i s m o es e l s a c e r d o t e .
A continuación, i n t e r v i e n e el obispo: i m p o n e las m a n o s a los recién b a u t i -
(105) Qf. este texto en D o m CONNOIAY, op. cit., p . 185. Sobre el símbolo bautismal,
cf. Dom CONNOLLY, On the Text of the baptismal Creed of Hippolytus, en The Journal
of Theol. Studies, t. XXV, 1924, pp. 131-139; D . B- CAPEIXE, Le Symbole romean au
II* siécle, en Revue Bénédictine, t. X X X I X , 1927, pp. 33-34; Les origines du Symbole
romain, en Recherches de Théol. ancienne, t. I I , 1930, p p . 5-20, y nuestra Histoire du
dogme de la Trinité, t I I , p p . 162-166.
(106) Citamos antes (t. I, pp. 218) el texto de la Didaché, vil, que prescribe como
regla general el bautismo por inmersión; pero autoriza el bautismo por infusión cuando
falte agua para inmergirse. E n el siglo tercero se administraba el bautismo por infu-
sión a los enfermos y Cipriano defendió su validez (Epist. LXIX, 12-16); pero el
papa Cornelio, discutiendo el caso de Novaciano, estima que los que h a n sido bau-
tizados así no pueden ser admitidos e n el clero (EUSEBIO, Hist. Eccl., V I , XLIII, 1 7 ) ;
así también el canon 12 del concilio de Neocesárea (314-315) en M A N S I , I I , 542;
HEFELE-LECLERCX}, Histoire des Conciles, t. I, p. 333. Cf. D'ALÉS, De Baptismo, p . 39.
( 107 ) En el texto de la Didaché citado arriba (n. 106), se prescribe de la misma ma-
nera para el bautismo por infusión una triple infusión. E l rito de. la triple inmersión
es mencionado frecuentemente en los documentos de los siglos tercero y cuarto. Cf.
Histoire du dogme de la Trinité, t. I I , p p . 138-144.
(108) £ n e i texto de Hipólito n o se ve otra fórmula bautismal que estas preguntas
y respuestas. Dom DE P U N I E T , después de citar otros textos parecidos, concluye (Dict.
d'Arch., art. Baptéme, col. 342): "Se nos hace difícil resistir a la impresión de que
en algunas comarcas al menos, las interrogaciones de fide que contienen la mención
expresa de las tres Divinas Personas, h a n hecho veces de fórmula bautismal. Admitiendo
la hipótesis, en lo que respecta a los documentos antiguos, sería la m á s apta para
explicar la doble particularidad señalada más arriba". A. D'ALÉS observa que esta
opinión ha sido sostenida por liturgistas autorizados, Dom DU FRISCHE (1693) y Dom
LE NOOTKY (1724). Y añade: "Illa sententia, nuper instaúrate a P . de Puniet, nostro
judicio videtur posse defendi".
98 HISTORIA DE LA IGLESIA
z a d o s , u n g i é n d o l e s c o n óleo l a c a b e z a y s i g n á n d o l e s e n l a f r e n t e . E s el s a c r a -
m e n t o de la confirmación, conferido después del b a u t i s m o (109).
§ 1. — La p e r s e c u c i ó n de S e p t i m i o S e v e r o
a Felicidad, para levantarla del suelo, en que yace medio destrozada. El pue-
blo se conmovió por u n momento y pidió que aquellas dos mujeres saliesen de
la arena. Pero poco después volvió a llamarlas, exigiendo que se les diese la
muerte.
Las pasiones populares estaban todavía desatadas contra los cristianos. Lle-
garon a veces los amotinados a violar los cementerios que, al grito de "Areae
non sint" —"basta de cementerios para los cristianos"— ( 1 1 ) , pretendieron
destruir.
Hubo cierta tregua durante los proconsulados de Julio Asper y de Pudente;
luego, la persecución se desencadenó más terrible, bajo Scápula (211-213);
fueron teatro de dicha persecución la Numidia, la Mauritania y la provincia
Proconsular. Tertuliano intentó disuadir a Scápula con su carta, "mezclando
las razones con los ruegos y las amenazas" ( 1 2 ) , porque, decía, si la perse-
cución continúa, "¿qué haréis de los millares de hombres y de mujeres que
acudirán a ofrecer sus brazos a tus cadenas?" De hecho, la persecució¡n,
después de u n recrudecimiento de todas las violencias, se calmó antes de
terminar su proconsulado Scápula, con el nuevo emperador.
La persecución había llegado ya a otras provincias, además del África del
Norte y del Egipto. U n cristiano de Roma, por nombre Natal, confesó la fe
sin que por ello sufriese la muerte ( 1 3 ) . Hubo mártires en Capadocia, bajo
el legado Claudio Herminiano, que se mostró extraordinariamente riguroso,
aunque, según Tertuliano, víctima de grave enfermedad, casi se convirtió ( 1 4 ) .
U n obispo, Alejandro, estuvo mucho tiempo en prisión ( 1 5 ) y quizá fué ahora
cuando padecieron el martirio algunos cristianos de Frigia ( 1 6 ) .
En cambio, el martirio de San Ireneo, obispo de Lyón después de San Potino,
que habría que colocar bajo Septimio Severo, no es en manera alguna cierto.
La mención del nombre de Ireneo en el Martirologio jeronimiano no basta
para probar semejante suposición: puesto que en él figuran otros nombres de
obispos de Lyón que ciertamente no fueron mártires. Es verdad que San Jeró-
nimo llama, de paso, a Ireneo mártir en su Comentario a Isaías, pero no dice
nada de t a l martirio en De viris ülustribus, en que resume la vida de San
Ireneo.
E n fin, el silencio de Tertuliano que tanto h a hablado de Ireneo en sus
escritos y el silencio de Eusebio en nada favorecen la tradición del martirio
del segundo obispo de Lyón.
La noticia y las circunstancias del martirio de San Andeol, protomártir de la
fe en Viviers, en presencia del mismo Septimio Severo, nos parecerían más
ciertas si estuviesen garantizadas por u n documento más autorizado que los
martirologios de Adón y de Usuardo.
Es posible también que algunos mártires honrados en la región lyonesa,
Chalons, Tournus, Autún, tales como San Alejandro, Epipodio, Marcelo, Va-
lentín, Sinforiano, hayan padecido el martirio en la persecución de Severo,
pero no podemos afirmarlo con certeza.
§ 2 . — L o s sucesores de S e p t i m i o S e v e r o
(17) La Passio Sancti Alexandri (AA. SS., Septembris, t. VI, pp. 230-235) (dice, que
este obispo fué presentado a Caracalla cuando estaba embelleciendo la villa imperial
de Baccano, a veinte millas de Roma, sobre la "Vía Claudia". No conocemos de aquella
época ninguna sede episcopal en dicha región; quizás se trate de un miembro del
"concilio" romano al cual se hubiera confiado, bajo la dependencia del obispo de Roma
y en representación suya, una porción de su territorio. Por otra parte, el descubri-
miento de ruinas de una villa imperial en Baccano ha permitido identificar con Cara-
calla el Antonino nombrado en las Actas de San Alejandro y ha dado mayor verosi-
militud a su relato. Cf. G. B. DE ROSSI, Baccano (Baccanas) sulla via Cassia. Scoperta
del cimitero di san Alessandro vescovo e martire con parte del suo antico altare
en el Bulletino di archeologia, serie II, año VI, 1875, pp. 142-152.
(18) Sobre Bardesanes, cf. supra, p. 23, n. 73.
(19) EUSEBIO, Hist. Eccl., IV, xxx; cf. infra, p. 111.
(*>) TERTULIANO, Ad Scapulam.
(21 ) ni, 3.
(22
23
) Cf.. Historia Augusta, Heliogabalus, ni.
( ) EUSEBIO, Hist. Eccl, VI, xxi, 3.
104 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 3 . — La p e r s e c u c i ó n d e M a x i m i n o
§ 4 . — E l e m p e r a d o r F e l i p e y la Iglesia
(42
«) Hist. Eccl, VI, xxxiv.
( ) De s. Babyla contra Julianum et gentiles.
C43) Hist. Eccl, xxxvi, 3.
(44 ) EUSEBIO, Hist. Eccl., VI, xxxiv.
( 45 ) De viris illustribus, LIV: qui primus de regibus romanis christianus fuit.
(46) AURELIUS VÍCTOR, De caesaribus, XXVIII; EUTROPIO, Breviarium, IX, 3; EUSE-
BIO, Crónica, Olymp. 257. Sobre esta celebración cf. G. GACÉ, Recherches sur les Jeux
séculaires, III, 3; Le millénaire de Rome sous Philippe, en Revue des Etudes latines,
t XI, 1933, p. 412 y ss.
(4T) Contra el cristianismo de Felipe, K. J. NEUMANN, Der Romische Staat und die
allgemeine Kirche bis auf Diokletian, t. I, Leipzig (1890), pp. 245-250.
(48) Liber Pontificalis, Pontianus (edic. DUCHESNE, t. I, p. 145).
DE SEPTIMIO SEVERO A DECIO 107
108
E X P A N S I Ó N DEL CRISTIANISMO, SIGLOS II A IV 109
(23) 'W. CUKETON, Ancient Syriac documents relative to the Establishment of Chris-
tianity, Londres, 1864, p. 72.
(2i) EUSEBIO, Chron., ann. Abrah., 2234-5; SEXTOS JULIUS AFRICANUS, Chron.; M. J.
ROUTH, Reliquim sacras, Oxford, 1846, II, p. 307; BARDESANES, Libro de la ley del país
(W. CURETON, Spicilegium syriacum, Londres, 1899, p. 20); LANGLOIS, Collect. des
Historiens de l'Arménie, t. I, p. 92; ORTIZ DE URBINA, Le origini del cristianesimo in
Edessa, en Gregorianum, XV (1934), pp. 82-91, pone en duda sin gran fundamento la
conversión de Abgar IX, pues le parece que el calificativo de Upbv ávSpá no lo im-
plica necesariamente.
(25) EUSEBIO, Hist. Eccl., V, xxin. La pluralidad de obispos no aparece claramente
en el texto; pero sí, al menos, la de comunidades cristianas en Osroenia.
(26) Ed. HAIXIER, Texte und Untersuchungen, t. IX, i, p. 86.
(27) DUCHESNE, Histoire ancienne de l'Eglise, t. I, p. 451.
(28) Sobre Bardesanes, cf. supra, p. 23, n. 73.
(29) Sobre el período anterior, cf. t. I, pp. 235-236.
(30) Sobre la evangelización de Armenia, cf. infra, p- 123.
(31) EUSEBIO, Hist. Eccl., VI, XLVI. Meruzanes tenía su sede en la Armenia romana
y no en el reino de Armenia; porque la carta que le dirige Dionisio es motivada por
las defecciones de los cristianos en la persecución de Decio. Cf. DUCHESNE, L'Arménie
chrétienne dans l'histoire ecclésiastique d'Eusébe, en Mélanges Nicole, Ginebra, 1909.
pp. 105-107.
(32) Cf., t. I, pp. 232 y 250.
(33) EUSEBIO, Hist. Eccl., V, xvi.
(34) Ibíd., VII, VII.
112 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 3 . — P e n í n s u l a helénica. El Ilírico
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§ 4 . — Las Galias
•
116 HISTORIA DE LA IGLESIA
(62) I, XXVIII.
(63) Épist. LXVIII, hacia el 254.
( « ) Cf., t. I, p. 231.
(65) Cf. ibíd.
(6«) Cf. ibíd-, p. 255, s.
(67) DUCHESNE, Fastes épiscopaux de Vancienne Gaule, t. I, 2* ed., p. 204. Dijimos
antes que Crescente, discípulo de, Pablo, pudo evangelizar la Galia, sin que por esto
sea preciso ver en él al fundador de la Iglesia de Vienne.
(68) RUINART, Acta martyrum sincera, p. 110.
(69) DUCHESNE, Fastes épiscopaux de Vancienne Gaule, 2* ed., t. I, pp. 8-16.
E X P A N S I Ó N DEL CRISTIANISMO, SIGLOS II A IV 117
podría datar de los últimos años del siglo n i ; pues su cuarto obispo murió en
el 384 ó 385 ( TO ).
El grupo de siete obispos, indicado por Gregorio de Tours es, pues, u n a
invención ( 7 1 ) ; pero es u n hecho el mayor progreso de la evangelización de
la Galia en el siglo n i y es natural que Roma se haya interesado; lo cual
parece confirmarse por u n pasaje de Fortunato que dice, como Gregorio de
Tours, que Saturnino vino de Roma a Tolosa ( 7 2 ).
La evangelización cristiana alcanzó, pues, desde entonces, a muchas de las
ciudades galas más alejadas de la cuenca del Ródano, única región donde el
cristianismo había penetrado en el siglo u. París, Reims, Tréveris, tienen igle-
sias en el 250; el fundador de la sede de Rouen, primeramente obispo de
París, es anterior al 300; las sedes de Sens ( 7 S ), de Soissons y de Chalons tie-
nen parecida antigüedad ( 74 ) lo mismo que las de Bourges ( 75 ) y Bur-
deos ( 7 e ), al sur del Loira. Aunque el campo permaneció todavía refracta-
rio hasta que llegó San Martín, su apóstol, a fines del siglo iv, la cristianiza-
ción de la Galia, donde ya en el siglo n había alcanzado capas m u y hondas
en una parte de la población, según el testimonio de Ireneo ( 7 7 ), se encon-
traba m u y adelantada cuando en el 311 cesó la hostilidad del Imperio contra
la Iglesia.
§ 5 . — Bretaña y E s p a ñ a
*
118 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
í 80 ) Adversus Judíeos, 7.
( 81 ) Homil. IV, 1, in Ezechielem.
(82) Mart. Hieron., 22 de junio, V, edic. D E ROSSI-DUCHESNE,- Act. SS-, Novembris,
t. II, 1, p. LXXV, edic. QUENTIN-DELEHAYE, Act. SS., Novembris, t. II, 2, p: 331; Ch.ro-
nica Minora, t. III, ed. MOMMSEN, Monum. Germ., Auctores Antiquisimi, t. VII, p. 31;
GILDAS, De excidio et conquestu Britannice, y BEDA, Hisí. Eccl., I, 7. Se ha objetado con-
tra la historicidad de estos martirios, que la persecución de Diocleciano no se extendió
a la Bretaña más que a la Galia gobernada por Constancio Cloro, que aborrecía la efu-
sión de sangre (cf. infra, pp. 397 y 398). Pero la indiscutible benevolencia de Constancio
para con los cristianos no excluye la posibilidad de algunas ejecuciones aisladas, mo-
tivadas por circunstancias particulares.
(83) Adv. hcer., I, iv, 2.
(84) Adv. Jud., vil.
(85) SAN CIPRIANO, Epist. LXVII.
(*) Cf. en el Apéndice, II, los nombres antiguos y modernos de. las comunidades cris-
tianas existentes en España al fin del siglo m, según ilustra el mapa del presente
volumen. (TV- d. E.)
EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO, SIGLOS II A TV 119
§ 6 . — África
a una misma población cristiana, era mucho más crecido en África que por
ejemplo en las Galias y en la Italia Superior; pero la multitud de apóstatas
en la persecución de Decio ( 98 ) y la muchedumbre de mártires diez años
después, bajo Valeriano ( 9 4 ), confirman también el notable progreso de la
Iglesia de África en el curso del siglo n i .
§ 7.—Italia
También en Italia el cristianismo debió progresar durante los períodos de
paz del siglo m .
ITALIA SUPERIOR Al alborear este siglo no h a y más que tres sedes estable-
cidas, o por lo menos conocidas, entre los Alpes y Si-
cilia: Roma, M i l á n y Ravena. Y aun para las dos últimas, el cómputo es
aproximativo, pues su origen se remonta aproximadamente a los últimos años
del siglo n ( 9 7 ). Este número duplícase casi en la Italia superior durante el
siglo n i . Aquilea, destinada como Milán y Ravena a ser u n día una gran
metrópoli eclesiástica, tuvo su primer obispo, que los catálogos llaman Her-
mágoras ( 9 8 ) , poco después del 250; pues el quinto obispo, Teodoro, suscribe
en el concilio de Arles, en 314. E n el concilio de Sárdica, en 343, constan
las firmas del sexto obispo de Verona y del quinto de Brescia; sus sedes,
por lo tanto, deben ser bastante anteriores al 300.
§ 8 . — P r o p a g a c i ó n d e l cristianismo fuera d e l i m p e r i o r o m a n o
INDIA Quizá el mensaje de Cristo llegó antes del 300 a esta región lejana
del Asia: según Eusebio ( m ) , el primer maestro de la escuela de
Alejandría, el siciliano Panteno, habría sido misionero de la " I n d i a " ; habría
encontrado también vestigios de u n a predicación mucho más antigua, la del
apóstol Bartolomé. Ya vimos más arriba ( 112 ) que no hay por qué edificar
sobre estas vagas "tradiciones apostólicas", insuficientemente garantizadas. La
misión de Panteno es por el contrario perfectamente admisible; pero no tene-
mos otra garantía que los datos concienzudamente recogidos por Eusebio.
En cuanto a la región misma que Panteno habría evangelizado, el nombre
de India en esta época tanto puede designar el Yemen actual, en Arabia,
o el reino de Axum sobre la costa de Abisinia, como la India propiamente
dicha. U n obispo del siglo cuarto, el arriano Teófilo, que precisamente pre-
dicó el cristianismo con poco éxito entre los homeritas o sábeos de la Arabia
meridional, era, según Filostorgio ( 1 1 3 ), "indio" de origen; y desde esta época,
había cristianos en su país natal, la isla de Dibous. ¿Se trata de Diu, de Soco-
tora (Dioscórides) o de una pequeña isla del litoral etiópico? Es difícil averi-
guar y decidir si son las costas del m a r Rojo únicamente o las costas próximas
de la India, o si es la India misma, donde la fe cristiana penetró antes del
siglo n i ( U 4 ) .
(lio) £,a vida de San Gregorio Iluminador, muy mezclada con los elementos legen-
darios, se lee en los Acta sanctorum Septembris, t. VIII, pp. 295-413. Sobre las fe-
chas de la vida de Gregorio, cf. HABNACK, Die Mission und Ausbreitung des Chris-
tentums, 2* ed, t. II, p. 171, y FR. TOURNEBIZE, Histoire politique et religieuse de
l'Arménie, p. 121 y ss. La conversión de la masa de nación armenia parece posterior
al año 300; pero anterior a la persecución de Diocleciano. SOZÓMENO (Hist. Eccl., II,
vm) no tienelaTWLV
másí que indicaciones bastante vagas. 'Ap/ievíovs 5é TTOXLV irpórepov
indonrp/ XP ' <TOil'- "Tengo noticias de que los armenios habían sido cristianizados
mucho tiempo antes." Se trata de. una anterioridad con relación al reinado de Constan-
tino; pero no dice si la cristianización había comenzado solamente o se había ya com-
pletado mucho tiempo antes de Constantino.
( m ) Hist. Eccl., V, x. SAN JERÓNIMO (Epist. LXX; De viris illustribus, xxxvi, 70)
ha amplificado las noticias de Eusebio y precisado que Panteno había sido enviado
a la India por el obispo de Alejandría, Demetrio, y que predicó a los Brahmanes;
pero esto no parece más que conjetura.
("2) Cf. t. I, pp. 211-212.
(U3) Los raros fragmentos conocidos hasta ahora (algunos acaban de ser descubier-
tos) de la Historia eclesiástica del arriano Filostorgio han sido publicados en P. G.,
t. LXV, p. 481 y más recientemente en el Corpus de Berlín por J. BIDEZ, Leipzig, 1913.
Historiador parcial, Filostorgio ha podido exagerar la obra de su correligionario Teófilo;
pero no ha inventado ciertamente.
(114) Habiendo evangelizado el obispo Frumencio en Abisinia a principios del
siglo cuarto (RUFINO, Hist. Eccl., I, ix) y habiendo sido calificado Teófilo de blemio,
nombre de un pueblo africano, por sus adversarios, parecería imponerse la hipótesis
abisinia; pero el nombre de Ató'oú, que no es más que la traducción de un término
de la lengua hindú, Dvipa, que significa isla, parece más natural que se trate de una
localidad del mar hindú más bien que del Golfo Arábigo.
124 HISTORIA DE LA IGLESIA
(11B) Los Hechos apócrifos de Tomás son del siglo tercero. Cf. LIPSIUS, Die Apo-
cryphen Apostelgeschichte und Apostellegenden, Brunswick, t. I, 1883. Cf. infra
p. 256 y ss.
("«) Cf. infra, p. 272 y ss.
( UT ) Encabezando los Kephalaia publicados por C. SCHMIDT, Neue Originalquellen
des Manichdismus, Stuttgart, 1933.
( U 8 ) P. G., LXXXVIII, p. 88.
("») 810 y ss.
(»20) Hist. Eccl., II, vi.
(121) JJist. Eccl., II, v. Filostorgio designa aquí a los godos con el nombre de escitas;
pero no cabe engaño posible.
("2) Ep. CLXV.
EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO, SIGLOS II A IV 125
este apostolado al capadocio Eutiqués, que fué uno de tales prisioneros, con-
vertido en apóstol. El mismo célebre Ulfila, llamado apóstol de los godos, por-
que convirtió la gran masa del pueblo visigótico al cristianismo, pero al
cristianismo arriano del siglo iv, era nieto de los prisioneros capadocios
que ya en el siglo precedente habían comenzado a trabajar en la conversión
de sus raptores ( 1 2 3 ). Los resultados, es verdad, no fueron palpables hasta cien
años más tarde.
( 123 ) Sobre Ulfila y su obra, véase t. III Sobre este origen capadocio, cf. J. ZEILLEU,
Les origines chrétiennes dans les provinces danubiennes de l'Empire romain, p. 442.
CAPITULO VI
§ 1. — La p e r s e c u c i ó n d e D e c i o
su sangre en el verano del 250, como Calocerio y Partenio, que según el mar-
tirologio jeronimiano, pertenecían a la servidumbre imperial ( 1 0 ).
Los martirologios inscriben bajo Decio la muerte en Roma de dos orientales,
Abdón y Senén ( u ) . A la persecución de Decio atribuyen también muchos
mártires italianos diversas pasiones como, por ejemplo, la de Ágata de Cata-
nia ( 1 2 ) ; pero no son de tal garantía que podamos aceptar su relato; con todo
es cierto que el cristianismo estaba ya m u y extendido en Italia, de modo
que los edictos imperiales pudieron hacer muchas víctimas fuera de Roma.
tida ( 3 S ). Es verdad que estos sentimientos pueden mudarse con mucha faci-
lidad; pero indiscutiblemente manifiestan que la opinión pública comienza
a cambiar.
§ 2 . — La p e r s e c u c i ó n d e Valeriano
( 45 ) El documento más antiguo es un pasaje del De Officiis de San Ambrosio (I, 41),
visiblemente inspirado en una pasión ya en circulación en su tiempo, pero quizá
posterior en un siglo a los hechos. El P. H. DELEHAYE (Recherches sur le légendier
romain en Anallecta Bollandiana, t. LI, 1933, pp. 34-98) ha demostrado su carácter
legendario. El hecho que el suplicio de San Lorenzo por el fuego se encuentre
también en las inscripciones de San Dámaso (Damasi Epigrammata, edic. IHM, Leipzig,
1895, p. 37), y la difusión iconográfica del motivo de la parrilla (medallas, joyas,
mosaico del mausoleo de Gala Placidia en Ravena; cf. sobre ellos art. Gril y Laurent
(saint) en Dictionnaire d'Archéologie chrétienne, de CABROL-LECLEROQ, y ZEILLER, Sur
une mosaique du mausolée de Galla Placidia á Ravenne en Comptes-rendus de l'Aca-
démie des Inscriptions, 1934, pp. 43 y ss.) podrían inducirnos a un juicio más favorable;
pero el edicto de Valeriano parece que condenaba sólo a la muerte sin suplicios lentos.
Quizá la leyenda relativa a San Lorenzo se ha formado bajo la influencia del relato
sobre el martirio del diácono español Vicente, que fué acostado en un lecho enroje-
cido al fuego; como el mártir Attalo de Lyón había sido sentado en una silla ardiente.
Sobre estas relaciones con Vicente, Cf. Pío FRANCHI DE'CAVALIEM, San Lorenzo e ¡l
suplizio della graneóla, en Romische Quartalschrift, t. XIV, 1900, pp. 159 y ss. Obsérvese,
PERSECUCIONES DEL SIGLO III - PAZ RELIGIOSA 135
(M) CU p. 346.
(™) Hist. Eccl, VIII, i, 5-6.
CAPITULO VII
§ 1.—Tertuliano (J)
Actas, que conoció EUSEBIO (Hist. Eccl, V, xxr), han sido halladas, en armenio, por
los mequitaristas de Viena, 1874) y en griego por los bolandistas (Anallecta Bollan-
diana, 1895, pp. 108-123). Parece que Jerónimo no los ha conocido sino por Eusebio
(BABDENHEWER, Altkirchl. Litteratw, t. II, p. 623 y ss.). De Víctor hablamos a
propósito de la cuestión pascual; la mayor parte de los documentos de esta contro-
versia fueron redactados en griego; por ejemplo, la carta de Ireneo, la del sínodo
romano mencionada por Eusebio (Hist. Eccl, V, XXIII, 3); pero parece que hubo
también algunos escritos latinos, que menciona San Jerónimo, De viris illustribus, xxxiv;
cf. MONCEAUX, op. cit., t. I, pp. 52-54. Es notable que el único obispo de esta época
que sepamos haya escrito en latín sea africano.
(4) KAUPMANN, Handbuch der áltchristlichen Epigraphik, Friburgo, 1917, p. 30:
"La difusión del griego en la Roma imperial de los siglos n y m explica que junto
a IJS textos latinos haya muchos textos griegos (en las inscripciones). Así es que
todos los obispos en la catacumba papal tienen epitafios en griego y parece que esta
lengua era entonces la lengua de la Iglesia" El epitafio del papa Cornelio, murrto en
253, está en latín, pero parece, posterior al siglo tercero; el de Cayo, muerto en 296,
está en griego.
P ) MONCEAUX, op. cit., p. 51 n. 2. Se nota una inscripción escrita en latín con ca-
racteres griegos (ibid., p. 50, n. 8); se encuentran en Roma otros ejemplos de este
empleo simultáneo de las dos lenguas o de los dos alfabetos (KAUPMANN, op. cit., p. 30).
(6) Cristo, recibiendo a Perpetua en el cielo, le. dice: "Bene, venisti tegnon". Sobre
la relación entre el texto latino y el griego de las Actas, cf. J. ABMITAGE ROBINSON,
The Passion of S. Perpetua, 1891, p. 2 y ss.
( 7 ) Cap. XIII, ibid., pp. 82-83.
(8) Y el mismo latín no se hablaba con pureza: Septimio Severo, a pesar de su
educación cuidadosa, revelaba siempre su origen —había nacido en Leptis—, por su
acento africano, y tenía que avergonzarse de sus familiares: "Habiendo venido a
visitarle su hermana, apenas si podía hablar el latín y le hacía ruborizarse; se apre-
suró entonces a llenarla de regalos y a volverla a enviar a Leptis con su hijo (ESPAB-
CIANO, Severus, xv, 7).
(*) De prwscriptione, vn, 9-11.
142 HISTORIA DE LA IGLESIA
una defensa del cristianismo ( 2 5 ). Ciertamente que esta defensa toma a veces
una actitud agresiva; porque, para Tertuliano, defender es atacar; pero
lleva el debate a l terreno jurídico. Es el primero en hacerlo y por eso el
Apologético marca una fecha en literatura cristiana.
Desde las primeras palabras una serie rápida de antítesis pone en contraste
a los cristianos y los criminales de derecho común; comienza por la actitud
de los acusados:
"Los malhechores buscan ocultarse, aman la oscuridad; sorprendidos, tiemblan; acu-
sados, niegan; ni aun sometidos a torturas confiesan fácilmente ni siempre; conde-
nados, les invade, la desolación... no quieren ser autores de aquello que reconocen que
esté mal hecho. ¿Cuándo un cristiano ha hecho lo mismo? Ninguno se avergüenza,
ninguno se arrepiente, si no es de su tardanza en hacerse cristiano. Denunciado, se
gloria; acusado, no se defiende; interrogado, confiesa él mismo su fe; condenado, da
gracias" ( 2 8 ).
(25) MONCEAUX, op. cit., pp. 211-219, ha hecho con mucho detalle la comparación
entre las dos obras.
(26) i, 11-12.
ESCRITORES CRISTIANOS DEL ÁFRICA 145
tienen lugar entre los paganos, mientras que los cristianos son de costumbres
puras y h a y entre ellos quienes guardan continencia virginal; h a y ancianos
puros como niños, "senes pueri" ( n , 6-9).
pios, las aldeas y los campos mismos y las tribus y las decurias y el palacio y el senado
y el foro; no os dejamos más que los templos. Podemos igualar vuestros ejércitos; los
cristianos de una sola provincia son más numerosos... Podríamos combatiros sin ar-
mas, sin revueltas, con sólo separarnos de vosotros. Porque si siendo tan gran multitud,
hubiésemos roto con vosotros, para trasladarnos a cualquier rincón de la tierra, la par-
tida de tantos ciudadanos, cualesquiera que ellos fuesen, habría cubierto de ignominia
a los dominadores del mundo; esta retirada bastaría por sí sola para castigarlos"
(xxxvn, 4-6).
U n poco más abajo, el apologista quiere demostrar que los cristianos no
podrían ser facciosos, fomentadores de bandolerías, y da esta razón: "Nada
nos es más extraño que los negocios públicos. No conocemos más que u n a
república común a todos: el m u n d o " (xxxviii, 3 ) ; y más adelante: "No
tenemos más que u n interés en este mundo: salir de él" (XLI, 5 ) .
E n el capítulo siguiente, Tertuliano se corrige: "Nos acordamos de que
debemos reconocimiento a D i o s . . . no rechazamos n i n g ú n fruto de sus obras.
Habitamos en este mundo con vosotros, con vosotros navegamos, servimos
en la milicia, trabajamos la tierra, comerciamos, cambiamos con vosotros
el fruto de nuestro arte y de nuestro trabajo. ¿Cómo podemos parecer inúti-
les a vuestros negocios, viviendo con vosotros y de vosotros? No lo com-
p r e n d o " (XLII, 2-3).
Protestaciones m u y prudentes; pero que no bastan a quitar el m a l sabor de
las declaraciones que preceden. Después de una última discusión sobre cier-
tos puntos del dogma cristiano o sus relaciones con la doctrina de los filó-
sofos ( 3 0 ) , Tertuliano termina con u n a brillante peroración:
"Vuestras más refinadas crueldades no sirven para nada; son más bien un atractivo
nuevo para nosotros. Nos multiplicamos, cuando segáis nuestras filas; ¡la sangre de los
mártires es semilla de nuevos cristianos!... Esta misma obstinación que nos repro-
cháis es una lección. ¿Quién no se siente conmovido ante, este espectáculo y no busca
la razón de todo esto? Y ¿quién que busque esa razón no se hace de los nuestros?
¿Quién que se una a nosotros no suspira por padecer, para obtener la plenitud de la
gracia de Dios, para merecer el perdón total a precio de su sangre? Porque no hay
falta que al mártir no se le perdone. He ahí por qué damos gracias en el momento de la
sentencia. He. ahí el contraste de las cosas divinas y las cosas humanas: cuando vos-
otros nos condenáis, Dios nos absuelve."
(30) La filosofía está desacreditada por la indignidad personal de los filósofos (XLVI,
10-18); lo mejor que contiene está tomado de la Biblia (XLVII, 1-4). El capítulo XLVIII
está consagrado a la resurrección de los muertos y al fuego eterno del infierno. Como
abogado que quiere llevar su defensa hasta el fin, añade Tertuliano: "Supongamos que
nuestra doctrina sea falsa y que no debamos ver en ella más que una opinión, pero
al menos es una doctrina necesaria; puede ser inepta, pero es útil: los que la admiten
se ven forzados a ser mejores, por el temor de un eterno suplicio, por la esperanza
de una eterna felicidad" (xux, 2). Aun en este rasgo se ve al hombre de más ins-
piración y elocuencia que juicio sereno.
(31) Se encuentran en muchos capítulos de Tertuliano los temas tradicionales de la
apologética griega del siglo segundo: la explicación evemerista de la religión helé-
nica (xn), inanidad de la idolatría (ibíd.), posterioridad de los filósofos con relación a
los profetas a los que han copiado (xix y XLVII), identificación de los dioses del
ESCRITORES C R I S T I A N O S D E L Á F R I C A 147
paganismo y de los demonios (xxn, XXIII). En este libro, como en los dos que le se-
guirán, Tertuliano se sirve de estas ideas, pero les da siempre su sello personal.
(32) CH. GUIGNEBERT ha resaltado todos estos extremismos en su obra Tertúllien,
etu.de sur ses sentiments a l'égard de l'empire et de la société civile, París, 1901. Este
crítico ve en ellos la manifestación del espíritu auténtico del cristianismo, que ya en
tiempos de Tertuliano habia sido adulterado por la Iglesia; concluye así al terminar
su libro (p. 593): "Desaparecía con él (Tertuliano) una de las columnas que sostenían
el ideal inaccesible y maravilloso de los cristianos de primera hora; y su obra es uno
de los esfuerzos más vigorosos para sostenerlo contra los hombres, contra la vida y,
en caso de necesidad, contra la Iglesia misma". Esta importante cuestión ha sido dis-
cutida con más precisión y equidad por LORTZ, op. cit., t. I, pp. 303-324.
(33) "A estos falsificadores de nuestra doctrina oponemos una objeción previa que
los deja fuera de discusión (expedite autem prazscribimus) y les decimos que la
sola regla de la verdad no es otra que la que viene de Cristo, transmitida por sus
mismos compañeros; es fácil probar que estos innovadores son muy posteriores a ellos".
(34) Sobre estas relaciones, cf. P. DE LABRIOLLE, op. cit., p. 99.
(35) Tertúllien (col. La pensée chrétienne), 1905, p. 39.
148 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
(40) Sobre los libros contra Marción, cf. supra, pp. 24-32. Puede completarse este
rápido esbozo con D'ALES, Théologie de Tertullien, pp. 50-60, 162-185, 245-247; HAR-
NACK, Marción, 1924, pp. 328*-332*.
(41) Cf. la edición de LABRIOIXE; D'ALES, op. cit-, pp. 201-202; MONCEAUX, op. cit-.,
pp. 305-311.
(42) Sobre la historia del argumento de la prescripción después de Tertuliano, cf. P.
DE LABRIOIXE en Revue d'Histoire et de Littérature religieuses, X. XI; 1908, pp. 408-428
y 497-514.
(43) P. DE LABRIOIXE, op. cit., introduc, p. XXV. Como lo hace notar BATIFPOL
(L'Eglise naissante, pp. 326 y ss.), la prescripción invocada por Tertuliano no
se debe entender en el sentido restringido de "praescriptio longi temporis". Esta
150 HISTORIA DE LA IGLESIA
"¿Dónde estaba entonces Marción, el piloto del Ponto, tan celoso por el estoicismo?,
¿dónde estaba Valentín, el discípulo del platonismo?... Si algunas herejías osan remon-
tarse a la edad apostólica, para parecer legadas por los apóstoles, con el pretexto de
que ya existían en la edad apostólica, estamos en nuestro derecho al decirles: Mostrad-
nos el origen de vuestras iglesias; exhibid la serie de vuestros obispos desde el prin-
cipio, de tal manera que el primero haya tenido como predecesor y garantía un apóstol
o un hombre apostólico, que haya permanecido hasta el fin en comunión con los
apóstoles. Así es cómo las iglesias apostólicas demuestran su historia. Por ejemplo en
la iglesia de Esmirna, Policarpo fué puesto por Juan; la iglesia de Roma demuestra
que Clemente fué ordenado por Pedro. Lo mismo, en general todas las iglesias
exhiben los nombres de aquellos que, establecidos por los apóstoles en el episcopado,
poseen los retoños que ha dado la siembra apostólica" (xxx, xxxn).
E n los tiempos apostólicos hubo también herejías, más groseras que las
de hoy; y nuestros herejes, emparentados con ellos en la doctrina, h a n sido
alcanzados también por la condenación que los hirió a aquéllos. Nuestra
doctrina, por el contrario, es la que los apóstoles h a n profesado. ¿Queréis
comprobarlo? Preguntad a las iglesias apostólicas:
"¿Vivís vecino a la Acaya? Ahí tenéis a Corinto. ¿No estáis lejos de la Macedo-
nia? Tenéis a Filipos y Tesalónica. Si vais a las costas de Asia, encontraréis Efeso.
Si estáis dentro de los confines de Italia, tenéis a Roma, cuya autoridad es un apoyo
también para nosotros. ] Feliz Iglesia! Los apóstoles le han entregado toda su doctrina
con toda su sangre. Pedro ha sufrido un suplicio parecido al del Señor; Pablo ha
sido coronado con una muerte semejante a la de Juan (Bautista). El apóstol Juan fué
sumergido en aceite hirviendo; salió indemne y fué relegado a una isla. ¡Veamos
qué es lo que ha aprendido le Iglesia!, lo que enseña, lo que certifica, al mismo tiempo
que las iglesias de África" (xxxvi, 2-4).
De nuevo Tertuliano recuerda el símbolo bautismal que resume breve-
mente y añade: "Esta fe la Iglesia la manifiesta con el agua, la reviste del
Espíritu Santo, la n u t r e con la Eucaristía, exhorta al martirio por ella y no
admite a nadie contra esta doctrina."
Los herejes no tienen, pues, n i n g ú n derecho sobre nuestro patrimonio:
"No siendo cristianos, no tienen ningún derecho sobre los escritos cristianos y merece
que se les diga: ¿Quiénes sois vosotros? ¿Cuándo o de dónde venís? ¿Qué hacéis en mi
casa, si sois de los míos? ¿Tú, Marción, con qué derecho haces talas en mi monte? ¿Qué
autoridad tienes tú, Valentín, para desviar mis fuentes? Apeles, ¿quién te autoriza
a mudar mis fronteras? Mi dominio me pertenece, lo poseo desde muy antiguo; lo
poseía antes que existieseis vosotros. Tengo los documentos auténticos, procedentes de los
mismos propietarios a que el bien perteneció. Yo soy el heredero de los apóstoles"
(xxxvii, 3-4).
El libro termina con una exhortación apremiante: "Estos hombres proce-
den de los espíritus del m a l ; esta lucha, que debemos m i r a r de frente ( 4 8 ), es
( 48 ) "Cum quibus luctatio est nobis, fratres, mérito contemplanda, fidei necessa-
r i a . . . " D E LABRIOLLE traduce: "...avec qu'il nous faut lutter, mes freres, et qu'il
nous faut done étudier. lis snnt nérfwmires á la foi. . ." Es un error. OriVenes v Dio-
ESCRITORES CRISTIANOS DEL ÁFRICA 153
siempre una sola sustancia en tres (sujetos) unidos entre sí" ( 5 8 ). Y estos
Tres reciben ya en Tertuliano el nombre de "personas" que la teología h a de
consagrar ( 5 9 ).
Quisiéramos hacer alto aquí, pero desgraciadamente la teología de Ter-
tuliano contiene otras muchas tesis no tan satisfactorias. Conocemos la des-
confianza con que San Ireneo miraba las analogías con que algunos teólo-
gos pretendían explicar la generación divina ( 6 0 ). Tertuliano no guarda esta
reserva; cree poder escrutar los secretos de la vida divina "antes de la crea-
ción del m u n d o ; hasta la generación del Verbo" (v). Ya estas primeras pala-
bras nos revelan motivos de inquietud que la prosecución del capítulo nos
ha de confirmar: la generación divina aparece como desenvolviéndose pro-
gresivamente: en el hombre la razón ("ratio") es concebida como inerte en
u n principio; bajo el esfuerzo de la reflexión, se desprende de ella el Verbo
("sermo"). Dios que ha concebido el mundo por su Verbo, prefiere exterior-
mente este Verbo y crea el mundo ( 6 1 ). Sólo entonces considera Tertuliano
la generación del Verbo como perfecta y al Verbo mismo como verdadero
hijo de Dios ( 6 2 ).
Ahora ya no podrá sorprendernos leer en algún pasaje ( 6 S ): "Hubo u n
tiempo en que no existía n i el pecado n i el Hijo y por consiguiente el Señor
no era ni juez n i padre" ( M ) .
En el mismo capítulo en que encontramos esta teología peligrosa, tropeza-
mos con las fantasías peligrosas de que Tertuliano jamás pudo desprenderse.
Queriendo probar que el Verbo es u n a sustancia, afirma que es cuerpo y la
prueba que da de esto es que Dios también es cuerpo: "¿Quién negará que
Dios es u n cuerpo, aunque sea espíritu? Porque el espíritu es cuerpo
(65) "Para los estoicos todas las causas son cuerpos aunque sean espíritus" (Doxo-
graphi, ed. DIELS, p. 310); cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. I, p. 88, n. 3.
( 66 ) Cap. ix: Estas palabras de Jesús (Ion. 14, 28) tienen un sentido muy distinto
del que les da Tertuliano: debemos alegrarnos de que Jesús vuelva a su Padre porque
el Padre es mayor que El; pero esta comparación se entiende no de la naturaleza
divina, sino de la naturaleza humana impaciente por subir cerca del Padre. Más
adelante (xxxvi) Tertuliano, comentando el pasaje, de la Anunciación, entiende, como
muchos Padres, "spiritus Dei" del Verbo; pero lo explica así: "No llamándole Dios
(sino espíritu de Dios), ha querido darnos a entender como una parte del todo, lo
que deberá recibir el nombre de Hijo", y más adelante, en este mismo capítulo, lo
representa aún como "una parte dei todo". Partiendo de esta imaginación errónea,
Tertuliano explica (xiv): "que el Padre es invisible a causa de la plenitud de su ma-
jestad y que el Hijo es visible porque su grandeza es derivada y limitada así como nos-
otros no podemos contemplar el sol en la totalidad de su sustancia que está en
los cielos, mientras que soportamos sus rayos y su claridad suavizada y parcial cuando
desciende sobre la tierra".
(67) Esta confusión es particularmente sensible en los textos en que Tertuliano expo-
ne la encarnación del Hijo de Dios (cap. xxvi y xxvu). Cf. D'ALES, op. cit, pp. 96-99,
quien concluye: "es lo cierto que la personalidad del Espíritu Santo no aparece sino
muy confusamente en el tratado Contra Práxeas". En otras obras (Adversus Mar-
cionem, rv, 8; De Baptismo, x ) t Tertuliano explica que "la porción del Espíritu Santo"
que estaba en Juan Bautista, le abandonó para concentrarse en Jesús; "ut in
massalem suam summam": es la concepción enteramente materialista de un Espíritu
que se divide y no puede concentrarse en Jesús, sino abandonando al Precursor.
( 68 ) Cf. D'ALES, Tertullien, pp. 262 y ss.; TIXERONT, Tertullien moraliste, en Mé-
langes de Patrologie, 1921, pp. 117-152.
( 89 ) Ha hecho un esbozo vivo y fiel P. DE LABWOLLE, op. cit., p. 108 y ss.
ESCRITORES CRISTIANOS DEL ÁFRICA 157
nos de ellos nos presenta u n ideal de virtud austera, más estoico que cris-
tiano y quiere arrastrarnos más que por el atractivo de u n ideal divino por la
fuerza de sus invectivas. Abruma con sus censuras cuando cree ver compro-
miso o simple tolerancia con el mundo pagano, en el que la superstición lo
h a invadido todo: vida pública y privada. Esta severidad se hizo notar desde
los primeros tiempos de su vida cristiana y, en parte, se excusa por la perse-
cución q u e sin cesar hiere o amenaza a la Iglesia: "todos los tiempos y sobre
todo los nuestros son de hierro y n o de oro, para los cristianos" ( 7 1 ) .
M u y luego se exasperó su carácter al contacto con el montañismo y llegó
a adquirir u n a acritud feroz: no solamente prohibe todos los espectáculos ( 7 2 ) ,
sino todos los oficios que están o pueden estar afectados por la idolatría: n o
se puede ser, huelga decirlo, fabricante de ídolos ( 7 3 ) ; pero n i siquiera maes-
.tro de escuela (había q u e enseñar la mitología) ( 7 4 ) ; no se puede ser soldado
(el q u e a espada hiere a espada morirá) ( 7 S ) ; no se puede ser comerciante
(la avaricia es idolatría) ( 7 6 ) . E n vano se quiere protestar contra estas prohi-
biciones que cierran todos los caminos de la vida y rechazan a todos los cris-
tianos a u n desierto; Tertuliano responde:
"Es demasiado tarde para hablar así. Antes del bautismo es cuando se debía haber
reflexionado, imitando la prudencia del arquitecto que antes de comenzar un edificio,
hace sus cuentas para ver si podrá hacer frente a los gastos. Además, debéis tener
delante las palabras y los ejemplos del Señor, pues vencen todas las excusas. Decís:
«Estaré en la miseria.» El Señor ha proclamado felices a los pobres. —«No tendré
qué comer.» El Señor nos ha dicho: No os preocupéis del alimento, y respecto del ves-
tido nos ha propuesto el ejemplo de los lirios. —«Necesito plata.» Hay que venderlo
todo y darlo a los pobres. —«Quiero pensar en mis hijos.» El que pone la mano al
arado y mira atrás, no es buen obrero. —«Estoy a servicio.» No se puede servir a dos
señores..." (De idololatria, x n ) .
Semejante argumentación manejada por u n jurista como Tertuliano es
capaz de cerrar la boca a cualquier contradictor; pero n o convence a nadie.
Con u n a argumentación, igualmente sofística, pretende demostrar q u e el
cristiano no debe h u i r de la persecución: Dios la h a querido, es sabio y bueno;
luego no se debe huir. Es omnipotente, luego n o es posible sustraerse a
ella ( 7 7 ). Cualquier cristiano hubiese podido decirle q u e Dios quiere muchas
veces la persecución para castigarnos; pero n o para condenarnos a muerte: es
la doctrina de San Pablo (II Cor. 6, 9) confirmada con su ejemplo: ¡Cuántas
veces n o huyó de la persecución en Damasco, en Tesalónica, en Efeso! Los
más grandes santos, como Cipriano y Atanasio, siguieron su ejemplo.
Pero mucho m á s peligroso q u e estas prohibiciones es el principio q u e las
dicta: Todo lo que Dios no permite expresamente, por el mismo hecho lo
prohibe ( 7 8 ) y del mismo modo, la Escritura niega todo lo que no afirma ( 7 9 ) :
y que muy luego tendrán que ocultar algo que. no es la cabeza: "Mérito itaque dum
caput non tegunt ut sollicitentur gloriee causa, ventres tegere cosuntur infirmitatis
ruina."
(71) De culta feminarum, n, 13.
( 72 ) Cf. De Spectaculis.
( 73 ) Cf. De Idololatria, cap. n i y s.
(7*) Cf. ibíd., x.
( 75 ) De Corona, xi.
( 76 ) De Idololatria, xi.
( 77 ) De fuga, vi.
( 78 ) De exhortatione castitatis, iv: Quod a Domino permissum non invenitur, id
agnoscitur interdictum. OEHLER lee así este texto; pero RIGAULT, reproducido por MIGNE,
(II, 919) lee: Quod a Domino permissum non invenitur, id ignoscitur.
( 79 ) De Monogamia, iv: "Negat Scriptura quod non -r.c*~*"
ESCRITORES CRISTIANOS D E L ÁFRICA 159
í 80 ) De Idololatria, xvni.
( 81 ) De cultu feminarum, i, 8: "Si Dios pudo hacer así los carneros y no quiso;
lo que Dios no quiso hacer no hay derecho a fabricar. Estas cosas no son naturalmente
buenas, ni proceden de Dios; proceden por lo tanto del demonio, corruptor de la natu-
raleza." Cf. TIXERONT, op. cit., pp. 148-149.
(82) WKNDLAND en su disertación Philo und die kynisch-stoische Diatribe, Berlín,
1895, ha estudiado este, tema de la condenación del lujo en nombre de la naturaleza;
hay en toda esa filosofía muchos rasgos que hacen presentir a Tertuliano; lo que el
gran polemista ha añadido es el carácter idolátrico y diabólico del lujo.
( 83 ) P. DE LABRIOLLE ha escrito el estudio más completo sobre Tertuliano montañista,
La crise montarúste, pp. 294-468. Los textos de Tertuliano sobre el montañismo son
estudiados por el mismo autor, Les sources de l'histoire du montanisme, p. LXXVTII-
LXXX, 12-50. En 1924 M. A. FAGGIOTTO, en dos folletos, L'Eresia dei Frigi y La Dias-
pora catafrigia, TertulUano e la nuova profezia, ha presentado una nueva versión de
esta historia: Tertuliano se habría opuesto a Apolonio, sin pasar al montañismo; pero
toda esta construcción es muy frágil. Cf. Recherches de Science religieuse, 1925,
pp. 373-375.
(84) Este obispo que Tertuliano no nombra (Adversus Praxeam, II) parece ser Cefe-
rino. "Las intrigas de Práxeas deben colocarse entre los años 198 y los primeros del
siglo ni y es preciso afirmar que el obispo a quien trataba de conquistar era Ceferino."
(P. DE LABMOLLE, La crise montaniste, p. 275).
(8«) Ibíd., y Sources, pp. XLVIII y s.
160 HISTORIA DE LA IGLESIA
ritu" ( 9 3 ) ; ella y sólo ella tiene el poder de perdonar los pecados; pero
no quiere usarlo: "El mismo Paráclito ha dicho por medio de los nuevos
profetas: la Iglesia tiene el poder de perdonar los pecados; pero no lo hará,
para que no se cometan más faltas" ( 9 4 ). En esta pequeña iglesia el Espíritu,
así cree Tertuliano, se complace en derramar sus carismas. Por eso nos dice
con orgullo: "Tenemos entre nosotros u n a hermana que posee el carisma de
las revelaciones; durante las solemnidades del domingo las recibe en espíritu
durante sus éxtasis; conversa con los ángeles y muchas veces con el Señor:
contempla y oye verdades misteriosas; lee en los corazones, prescribe remedios
para las enfermedades. La lectura de las Escrituras, el cantar de los salmos, la
predicación, la oración, todo ofrece materia para sus visiones" ( 9 B ).
Arrastrado por estos espejismos, el gran polemista se apartaba cada vez más
de la Iglesia; y como los herejes que tan gallardamente había combatido, él
también fué hereje de la misma herejía que había abrazado; se separó de los
montañistas y creó el pequeño grupo de los "tertulianistas" ( 96 ) y acabó "no
teniendo Iglesia, sin madre, sin fe, exilado, errante como vagabundo y
desterrado".
Después de su muerte quedó en la Iglesia el recuerdo de u n gran hombre,
recuerdo doloroso de quien primeramente la sirvió con gallarda y arrojada
valentía y luego la atacó con verdadera crueldad. No se perdió la memoria de
sus escritos; se los leía, se los utilizaba; pero nadie osaba nombrar a su
autor. Esta especie de entredicho duró casi u n siglo; Lactancio es el primero
que nombra a Tertuliano; San Jerónimo le cita a veces y Vicente de Lerins
le dedica u n capítulo (xxiv) en su Commonitorium. Tertuliano es para él el
ejemplo de un gran talento que podía haber sido para la Iglesia una gran
fuerza y fué u n gran peligro ( 9 7 ).
El eco de las luchas montañistas se ha apagado hace ya siglos; pero la lec-
ción de Tertuliano es perfectamente actual. No podemos recordar las ambi-
ciones y los errores de Tertuliano, sin que nos venga a la memoria la doc-
trina de Ireneo:
"Donde está la Iglesia allí está el Espíritu de Dios; y donde, está el Espíritu de Dios
allí está la Iglesia y toda gracia. Así los que no participan de la Iglesia, no reciben
de sus pechos maternales el alimento de vida, no beben de la fuente pura que se
desborda del cuerpo de Cristo; sino que cavan para sí pozos en la tierra, cisternas
rotas y beben de aguas turbias. Huyen de la fe de la Iglesia que sería su guía
y rechazan al Espíritu Santo que quisiera instruirles" ( 98 ).
Este hombre, talento brillante y extraordinario y carácter generoso, tuvo
una ambición: poseer el Espíritu de Dios; pero lo buscó fuera de la Iglesia,
en una Iglesia-Espíritu que él soñó; y en estos sueños se perdió.
(993) De Pudicitia, xxi, 16.
( *) Ibíd., xxl, 7. Sobre esta cuestión de la penitenca ya recordamos antes (p. 70)
las dos posiciones contradictorias adoptadas por Tertuliano católico y por Tertuliano
montañista.
(93) De anima, ix. Cf. P. DE LABRIOLLE, Sources, p. XXI. Refiere en seguida Tertu-
liano que la vidente tuvo la visión corporal de un alma humana: "Parecía espíritu,
pero no desprovisto de consistencia y de forma; al contrario, parecía que se la podía
asir, suave, luminosa de color de aire, de forma idéntica a la del cuerpo humano."
Tertuliano se regocija de ver confirmados sus sueños materialistas por una visión.
( 96 ) SAN AGUSTÍN (De Hcereticis, LXXXVI), es quien nos los da a conocer: en su
tiempo tenían aún una basílica; pero después de una intervención del santo obispo
se reconciliaron con la Iglesia y cedieron la basílica a los católicos.
(,97) Vicente aplica el mismo juicio a Tertuliano y a Orígenes; pero entre estos dos
hombres hay una enorme distancia, como veremos en el capítulo siguiente.
(98) Adversus hmreses, III, xxiv, 1.
162 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 2 . — S a n Cipriano ( " )
PRESTIGIO S a n C i p r i a n o n o t u v o n i el t a l e n t o l i t e r a r i o d e T e r t u -
DE SAN CIPRIANO liano, n i la erudición teológica, n i las g r a n d e s concep-
ciones d e I r e n e o o d e O r í g e n e s ; s i n e m b a r g o , su p r e s -
t i g i o e n l a a n t i g ü e d a d es i n c o m p a r a b l e : e n Á f r i c a , su c u l t o es el m á s p o p u l a r
y d i o l u g a r , i n c l u s o , a a b u s o s q u e h u b o q u e r e p r i m i r ; su a u t o r i d a d , a p e s a r d e
sus o p i n i o n e s p a r t i c u l a r e s , i n e x a c t a s sobre ciertos p u n t o s , se i m p o n e a t o d o s ,
i n c l u s o a S a n A g u s t í n ; e n O r i e n t e , M a c a r i o el G r a n d e l e c e l e b r a c o m o
t a u m a t u r g o ( 1 < K ) ); l a c r e a c i ó n , e n A n t i o q u í a , d e l a l e y e n d a d e C i p r i a n o el
M a g o , m u e s t r a l a difusión d e l c u l t o d e S a n C i p r i a n o ( 1 0 1 ) .
Su autoridad era t a n g r a n d e en Constantinopla, en tiempos del segundo
c o n c i l i o , q u e los m a c e d o n i o s p r e s e n t a r o n con el n o m b r e d e l s a n t o el t r a t a d o
De Trinitate d e N o v a c i a n o , p a r a a c r e d i t a r sus e r r o r e s ( 1 0 2 ) . Estos t e s t i m o -
n i o s , q u e p o d r í a m o s m u l t i p l i c a r , se e x p l i c a n p o r l a g l o r i a d e su m a r t i r i o y p o r
l a a u t o r i d a d d e su s e d e ; p e r o m á s a ú n p o r el í n t i m o a s c e n d i e n t e d e esta a l m a
leal, elevada, soberana.
( " ) BIBLIOGRAFÍA. — Ediciones: HARTEL (Corpus Script. Eccles. Latin., I-III, 1868-
1871); Correspondance, texto fijado y traducido por BAYARD, París (1925), 2 v o l . —
Estudios: MONCEAUX, Histoire littéraire de l'Afrique chrétienne, t. II (1902); Saint
Cyprien (col. Les saints), 1914. — A. D'ALÉS, Théologie de Saint Cyprien ( 1 9 2 2 ) . —
P. DE LABRIOLLE, Histoire de la littérature latine chrétienne, pp. 176-225. — E. W . B E N -
SON, Cyprian, his Ufe, his time, his work, Londres, 1897; TIXERONT, Mélanges de
Patrologie, 1921, pp. 152-209. — BATIFFOL, L'Eglise naissante, pp. 399-484 (versión
castellana, Desclée, de Brouwer, Buenos Aires).
Fecha de las obras de San Cipriano según D'ALES, op. cit., p. X I I I :
Antes del 249: Ad Donatum; 249: Ad Quirinum Testimoniorum libri III; De ha-
bitu virginum; 251: De lapsis, De catholicw Ecclesiaz unitate; 252: De dominica ora-
tione; Ad Demetrianum; De mortalitate; 253: De opere et eleemosynis; 256: De bono
patientiaz, De zelo et livore; 257: Ad Fortunatum de exhortatione martyrii.
(loo) Apocriticus, ed. BUONDEL, 1876, t. III, xxiv, p. 109.
(íoi) DELEHAYE, Cyprien d'Antioche et Cyprien de Carthage, en Anallecta Bol-
landiana, 1921, pp. 341-322. "Pocos mártires Üegaron a una celebridad más univer-
sal" (p. 315).
(102) RUFINO, De adulteratione librorum Origenis.
(103) Esto es al menos lo que dice San Jerónimo. A. BECK, en su disertación R6-
misches Recht bei Tertullian und Cyprian, Halle, 1930, ha estudiado los conocimien-
tos jurídicos de Cipriano; no nos revelan a u n profesional como Tertuliano, pero sí
al menos a u n conocedor del derecho. Beck piensa que ha podido ocupar u n puesto
en la administración civil o municipal.
ESCRITORES C R I S T I A N O S D E L Á F R I C A 163
(104) Ad Donatum, m-iv. Cf. ibid., xiv-xv; MONCEAUX, op. cit-, pp. 204 y ss.
D'ALES, op. cit., pp. 21-23.
(105) Este, dato nos lo ha dejado PONCIO, diácono y biógrafo de Cipriano, Vita, n.
Sobre esta vida, cf. MONCEAUX, op. cit., pp. 190-197. Esta resolución es tanto más
notable cuanto que Cecilio, el sacerdote que lo convirtió y lo bautizó, estaba casado
y, al morir, le dejó el cuidado de su mujer y de sus hijos. Hay que decir, por otra
parte, que el caso de Cecilio es excepcional en esta época en África. "No se en-
cuentra en toda la obra de Cipriano un solo sacerdote casado; a no ser el miserable
Novato, que hizo abortar a su mujer de un puntapié en el vientre" (Epist. LII, 2).
"¿Pero este hecho es posterior a la ordenación de Novato?" (D'ALES, op. cit., p. 315).
(106) MONCEAUX, que ha puesto de relieve esta reserva de Cipriano, añade muy
justamente (op. cit., p. 208): "Afectó ignorar toda la literatura contagiada de ido-
latría . . . aun la retórica, que había sido su luz en el mundo. Pero la retórica tomó
su desquite: el pensamiento del gran obispo se liberó de ella, pero no su estilo".
(107) L o s trozos más notables han sido reunidos por D'ALES, op. cit., pp. 80-82.
HARNACK ha consagrado a esta cuestión todo un artículo: Cyprian ais Enthusiast en
Zeitsckrift für N. T. Wissenschaft, 1902, pp. 177-191. Hay algunos graves errores en
este estudio, por ejemplo: "Cipriano es, por su unión del episcopalismo y del entu-
siasmo, el primer papa, por así decirlo, y ha sido preciso mucho tiempo para que
apareciese un sucesor". Parece que confunde la infalibilidad con la inspiración.
(108) Así Florencio, a quien Cipriano respondió (Epist. LXVI, 10): "Ya sé que
algunos encuentran los sueños ridículos y las visiones absurdas; pero son precisa-
mente aquellos que más quieren pensar contra los obispos que creer a un obispo. No
podemos extrañarnos de ello, pues los hermanos de José decían también de él:
He aquí que viene nuestro soñador, matémosle; y el soñador vio más tarde reali-
zados sus sueños y sus asesinos y vendedores quedaron confundidos..."
(109) Recuérdese el ejemplo de tantos de sus contemporáneos, aun entre los más
grandes y más sabios, por ejemplo de Dionisio de. Alejandría. Cf. infra, p. 278 y ss.
164 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
"Hubo quienes no esperaron a ser apresados para subir al Capitolio, ni a ser interro-
gados para apostatar. Vencidos antes del combate, atemorizados antes del asalto, mu-
chos ni siquiera se acogieron a la excusa de parecer que habían sacrificado obligados
por la violencia. Ellos mismos corrieron al Foro, se apresuraron por llegar a la muerte,
como si éstos hubiesen sido sus deseos desde mucho tiempo atrás, como si ahora hubie-
sen alcanzado una ocasión por la que largo tiempo habían suspirado. ¡Cuántos magis-
trados, visto lo avanzado de la hora, tuvieron que dejarlo para el día siguiente! ¡Cuán-
tos oyeron súplicas de que n o se difiriese su m u e r t e . . . ! Y muchos, no contentos con
dársela a sí mismos, se exhortaban mutuamente a la perdición y se ofrecían la copa
mortal. Y para que se colmase la medida viéronse niños, llevados o arrastrados por
sus padres, perder en su primera edad lo que habían recibido al venir a la vida" (De
lapsis, v m - i x ) .
"¡Qué castigo no mereceremos, cuando los mismos confesores, que, deberían dar
a todos ejemplos de buenas costumbres no se conducen como deben! Así, porque algunos
se dejan llevar de la jactancia orgullosa y descarada de su confesión han venido tor-
turas, en que el verdugo no termina, la condenación no llega a fin, la m u e r t e no
consuela, torturas que no llevan rápidamente a la corona; sino que atormentan hasta
que abaten; a menos que la divina bondad no provoque el arrepentimiento en medio
de las torturas, o no lleve a la gloria; no poniendo fin al suplicio, sino apresurando
la muerte" ( 1 1 5 ) .
( 113 ) Epist. xi, 1. En otras cartas también reprende San Cipriano el orgullo en los
confesores (Epist. x m , 4 ) , las relaciones imprudentes entre hombres y mujeres
(ibíd., 5), las rivalidades y las querellas (ibíd., 5), la insubordinación con respecto a los
sacerdotes y a los diáconos (xiv, 3 ) .
( 116 ) Epist. XLIII, 1: "La malignidad de algunos sacerdotes ha conseguido pri-
varme de la posibilidad de llegar a vosotros antes de la Pascua". Toda esta carta
va tapizada de quejas contra el diácono Felicísimo y los cinco sacerdotes que ya
antes ha visto en una visión como cómplices de los magistrados perseguidores.
( 117 ) Sobre esta correspondencia, cf. HAKKACK, Die Briefe des rómischen Klerus
aus der Zeit der Sedisvacanz im Jahre 250 en Theologische Abhandlungen Cari von
Weizsacker gewidmet, Friburgo, 1892, pp. 1-36; D'ALÉS, op. cit., pp. 141-146.
166 HISTORIA DE LA IGLESIA
("8) Epist. s u , 1.
( 119 ) Encontraremos la misma cuestión en Alejandría, cf. infra, pp. 280-281.
ESCRITORES CRISTIANOS D E L ÁFRICA 167
tricados a todos los obispos y a todo individuo del clero de otra iglesia que los
solicite. Esta decisión madurada, con tan serias reflexiones y apoyada en tan
altas autoridades, se hizo irrevocable: "Ha sido decidido de una vez para
siempre, tanto por nosotros mismos, como por el clero y los confesores de la
ciudad, por todos los obispos, tanto los residentes en nuestra provincia como
los de la otra parte del mar, que nada se cambie en la suerte de los apóstatas
hasta que, reunidos todos y de común acuerdo, sin sacrificar n i la miseri-
cordia ni la disciplina, se tome una decisión definitiva" (Epist. XLII, 3 ) .
(120) j)e lapsis, XXIII-XXVIII. Algunos meses más tarde, Cipriano expone de nuevo
estas decisiones en su carta a Antoniano (Epist. LV); cf. D'ALÉS, op. cit., pp. 282-297:
( 121 ) Cartas a Cipriano (Epist. XLIV y L, en la correspondencia de Cipriano); carta
a Fabio de Antioquía (Hist. Eccl., VI, XLIII).
168 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
Esta carta data de los primeros meses del 252: apenas hace u n año que
ha nacido el novacianismo y ya se difunde rápidamente lo mismo que u n
siglo antes el marcionismo. Expresándonos con los mismos términos que
Cipriano, diremos que era u n a Iglesia h u m a n a frente a la Iglesia católica.
En Cartago, el concilio de primavera (251) se había reunido poco después
de Pascua, verosímilmente en abril. La carta por la que Cornelio notificaba
su elección fué recibida por Cipriano que la dio a conocer a la asamblea
(Epist. XLV, 2 ) . Al mismo tiempo, le llegó u n a carta de Novaciano a la
que rehusó dar lectura (ibíd.). Sin embargo, el concilio envió a Roma dos
obispos, Caldonio y Fortunato, para que se informaran sobre la elección
papal; y se resolvió esperar hasta su regreso, antes de dar u n juicio definitivo
sobre el litigio (Epist. XLIV, 1). Esta decisión fué la última palabra del
concilio sobre el asunto ( m ) .
Algún tiempo después llegaron los enviados de Novaciano, anunciando su
ordenación episcopal; pero a la vez que ellos llegaron dos obispos, Pompeyo
y Esteban, trayendo en favor de la elección de Cornelio "testimonios y datos
decisivos" (Epist. XLIV, 1). Los enviados de Novaciano fueron entonces defi-
nitivamente despedidos, "refutados, abrumados, convencidos de ser cismá-
ticos" (ibíd., 2 ) .
Rechazados por Cipriano, los cismáticos no abandonaron el campo: se esfor-
zaron por engañar al pueblo, "yendo de puerta en puerta, de localidad en
localidad, a fin de reclutar cómplices para su revolución" (ibíd., 3 ) .
En Roma, Novaciano sostenía una disciplina implacable contra los apósta-
tas; y sin embargo hizo alianza con Novato de Cartago, partidario del
laxismo ( 1 2 8 ). Esta extraña alianza es testimonio patente del verdadero carác-
ter del cisma: si Novaciano se alzó contra el papa Cornelio, mucho más
que por el interés de una disciplina más rigurosa fué por su enorme ambición
personal ( 1 2 9 ).
Desde principios del 252 hemos visto a Cipriano denunciar el envío, por
Novaciano, de sus "apóstoles" a numerosas ciudades y la creación de falsos
obispos, frente a los obispos legítimos.
Pero Cipriano no permaneció inactivo ante tales maquinaciones: en África
conquistó a los que aun dudaban en su adhesión al papa Cornelio ( 1 3 0 ) ; en
Roma intervino ante algunos confesores que se habían dejado ganar por el
(127) Así se desprende del incidente de Adrumeto, explicado por Cipriano a Cor-
nelio (Epist. XLVII). Los sacerdotes y diáconos de Adrumeto que gobernaban la
Iglesia en ausencia del obispo Policarpo, habían dirigido antes sus cartas al obispo
de Roma, Cornelio; pero después que San Cipriano pasó por su Iglesia, las dirigieron
no a Cornelio, sino a los sacerdotes y diáconos de Roma. Cornelio se quejó a Ci-
priano, quien le respondió que el clero de Adrumeto había obrado de acuerdo con
las decisiones del concilio que Cipriano les había dado a conocer. Cf. KOCH, Cypria-
nische Untersuchungen, p. 125 y ss.
(128) Cornelio (Epist. L) denuncia a Cipriano la presencia de Novato en Roma y sus
intrigas para con Novaciano. Cipriano en su respuesta (Epist. ni) le cuenta al detalle
las maquinaciones del sacerdote cismático: en Cartago, Novato ha ordenado contra la
voluntad del obispo al diácono Felicísimo; "y como en Roma, en razón de su importan-
cia, quiso hacer más que en Cartago, cometió crímenes mucho mayores y más graves:
aquí había hecho un diácono contra la Iglesia, allí es un obispo lo que ha hecho".
Según esta carta la división del clero romano y la elección de Novaciano se deberían
principalmente a Novato.
(129) Antes de su elección, Novaciano había hecho presentir su rigorismo (Epist.
xxx) pero sólo reservando la elección del caso de apostasía al obispo que. fuese ele-
gido. Cf. D'ALES, Novatien, p. 144, s.
(130) Larga carta a Antoniano (Epist. LV) que, adherido en un principio a Cornelio,
según las indicaciones que da Cipriano, se dejó convencer por las intrigas de Novaciano,
170 HISTORIA DE LA IGLESIA
(131) Epist. XLVII, 1. La carta XLVÍ va dirigida a los confesores cismáticos; por
respeto al obispo de Roma, Cipriano da como consigna al portador el remitirla a sus des-
tinatarios sólo en el caso de. que Cornelio lo juzgase conveniente (Epist. XLVII).
( 132 ) Sobre este libro y su teología, cf. D'ALES, op. cit., pp. 97-140; CHAPMAN,
Studies on the early Papacy, Londres, 1928, pp. 28-50; VAN DEN EYNDE, La double
édition du De Unitate de Saint Cyprien en Revue d'Histoire ecolésiastique, t. XXIX,
1933, pp. 5-24. Sobre la cuestión particularmente estudiada en este artículo, cf. LE-
BRETON; La double édition du De Unitate de Saint Cyprien en Recherches de Science
religieuse, t. XXIV, 1934, pp. 456-467.
(133) Este envío es anterior a la carta LIV, en la que Cipriano escribe a los cis-
máticos reconciliados que deben gustar más este libro. Esta sucesión de hechos nos
da a conocer la finalidad del tratado: cuando Cipriano emprendió su redacción tenía
presente no el cisma de Novaciano, que. aun no había estallado, sino el de Feli-
císimo. Cf. Recherches de Science religieuse, t. XXIV, 1934, pp. 457-458.
(134) El texto que transcribimos añade, en este lugar: "Después de la resurrec-
ción ha dado a los apóstoles parecido poder, diciéndoles: «Como el Padre me ha
enviado a mí, así os envío yo a vosotros. Recibid el Espíritu Santo; serán remitidos
los pecados a quienes vosotros se lo perdonareis, serán retenidos a quienes se los
retuviereis». Sin embargo, para señalar la unidad, ha hecho que esta unidad tenga
su fuente en uno. Ciertamente que todos los apóstoles eran lo que era Pedro, parti-
cipando del mismo honor y del mismo poder; pero la unidad existe desde el prin-
cipio, para demostrar que la Iglesia de Cristo es una. Esta Iglesia es la que el
Espíritu Santo designa en el Cantar de los Cantares, cuando hablando en el nombre
del Señor, dice: «Es mi paloma, mi perfecta; única para su madre, elegida para
el que la ha engendrado»".
% (135) Junto a este texto que hemos traducido, hay otro, atestiguado también por
antiguos testimonios y por muchos manuscritos. Después de citar a Mt. 16, 18-19,
dice este texto: "Y al mismo (a Pedro) después de su resurrección (el Señor) le
dice: «apacienta mis ovejas». Sobre él edificó la Iglesia, a él da a apacentar las ove-
ESCRITORES CRISTIANOS DEL ÁFRICA 171
jas. Y aunque El concede a todos los apóstoles parecidos poderes, sin embargo esta-
blece una sola cátedra y funda con su autoridad el origen y el carácter de la unidad.
Los demás eran lo que era Pedro. Pero la primacía se ha dado a Pedro, y nos ha
hecho ver que la Iglesia es una, que la cátedra es una. Todos son pastores; pero
no hay más que un rebaño, que todos los apóstoles apacientan de unánime acuerdo.
¿El que no mantiene su adhesión a esta Iglesia, puede creer que mantiene su adhe-
sión a la fe? ¿El que abandona la cátedra de Pedro, sobre el cual está fundada la
Iglesia, puede tener esperanza de permanecer en esta Iglesia? Siendo así que el
bienaventurado Pablo nos da esta doctrina y manifiesta el misterio de la unidad,
diciendo: «Un solo cuerpo y un solo espíritu y una sola esperanza de vuestra voca-
ción, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios»". Sobre el origen
y el alcance de estos textos, cf. infra, pp. 355-357.
( 136 ) Son dignos de notarse estos textos jurídicos: Ut episcopatum unum et indi-
visum probemus. . . episcopatus unus est, cujus a singulis in solidum pars tenetur (v).
Se reconoce en esta teología un hombre al que es familiar el derecho romano.
( 137 ) En el capítulo xi, Cipriano niega la validez del bautismo conferido por los
cismáticos (texto citado, infra, pp. 174-175). Y más abajo ataca (cap. xix) a los que des-
precian la tradición de Dios para instituir una tradición humana. Lo mismo hace
en la carta XLIII, 6: "Rechazan el mandamiento de Dios y se esfuerzan por esta-
blecer su tradición". Por otra parte, durante la sede vacante, la pluma de Nova-
ciano, aun católico, escribió esta máxima que seis años más tarde será repelida por
Esteban contra Cipriano: "Nihil innovandum" (Epist. xxx, 8). Cf- D'ALES, Nova-
tien, p. 148.
(138) El incidente de Adrumeto hirió a Cornelio, y Cipriano a su vez se sintió
herido cuando en 252 los cismáticos cartagineses que fueron a Roma encontraron
acogida por un momento en Cornelio (Epist. LIX). Sobre esta carta, cf. D'ALES, Cyprien,
pp. 160-163.
(139) L a c a r t a de Novaciano no ha llegado hasta nosotros; pero EUSEBIO nos ha
172 HISTOEIA DE LA IGLESIA
Apoya estas exigencias en el deber de los pastores para con sus ovejas y en
las anteriores decisiones del episcopado, en particular de Cornelio y de Lucio.
Cipriano y otros treinta y seis obispos al clero y fieles de las Iglesias de León y
Astorga y de la Iglesia de Mérida.
(14S) ¿Se le pide que mande nombrar un obispo o que lo nombre él mismo? Es
dudoso; pero tenemos en esta época nombramientos episcopales hechos por el papa:
Cornelio anuncia a Cipriano (Epist. L, 13-15) que Evaristo, pasado al cisma, ha
sido depuesto y reemplazado por Zeto, y escribe con más claridad a Fabio de
Antioquía (cf. EUSEBIO, Hist. Eccl., VI, XLIII, 10), que ha elegido dos obispos en
lugar de los consagradores de Novaciano; finalmente, Novaciano, que actúa como
obispo de Roma, envía a diversas iglesias obispos de su partido (Epist. LV, 24). Cf.
D'ALÉS, op. cit., p. 181.
(147) Qf_ D'ALES, art. Baptéme des hérétiques en el Dictionnaire apologétique,
t. I, col. 390-418.
174 HISTORIA DE LA IGLESIA
Desde finales del siglo n existía esta cuestión en muchas iglesias: las here-
jías pululaban y muchas almas engañadas algún tiempo planteaban al conver-
tirse a la iglesia católica, u n caso de conciencia que era preciso resolver.
En Roma, se seguía la tradición antigua y se admitía que el bautismo confe-
rido por los herejes podía ser válido ( 1 4 8 ) ; se limitaban en este caso a recon-
ciliarlos con la imposición de las manos. En África, por el contrario, se
afirmaba que jamás u n hereje podía administrar u n bautismo válido: Tertu-
liano había defendido esta tesis en su De Baptismo (xv) y por las mismas
fechas, a principios del siglo n i , u n concilio de Cartago, presidido por Agri-
pino, abundó en las mismas ideas. Las iglesias de Frigia y de la Siria del
norte, empeñadas en la lucha contra el montañismo, habían rehusado reco-
nocer el bautismo de estos herejes ( 1 4 9 ) ; y en verdad, el bautismo montañista
era inválido por la misma forma; pues los montañistas invocaban en vez del
nombre del Espíritu Santo el del profeta o el del mismo bautizante: " E n
el nombre del Padre y del Hijo y de M o n t a n o " ( 1 B 0 ). Pera en esta época la
teología de los sacramentos está todavía sin elaborar y a u n no se ha llegado
a una distinción neta de los distintos bautismos heréticos: así, Dionisio de
Alejandría admite como válido hasta el bautismo de los herejes montañis-
tas ( 1 5 1 ) ; e inversamente, los africanos rechazan todo bautismo de los here-
jes, no porque la forma sea inválida, sino porque su ministro no era digno:
como éste no tiene el Espíritu Santo, no puede comunicarlo a nadie.
Esta manera de razonar era especiosa y peligrosa; no tiene en cuenta que
la gracia del sacramento no procede del ministro que lo confiere sino de
Cristo: El es el que bautiza, sea el ministro Pedro, sea Judas. Otro africano,
San Agustín, defenderá dicha doctrina contra los donatistas ( 1 5 2 ) y la esta-
blecerá con tanto vigor que n i n g ú n teólogo podrá ya jamás olvidarla. En la
época que historiamos, esta precisión teológica estaba m u y lejos de ser posi-
ción conquistada. El papa Esteban invoca la tradición ( 1 B 3 ); pero Cipriano
cree ver en ella u n error inveterado, que es preciso corregir: "No h a y que
dejarse vencer por la costumbre, sino vencer con la razón" (Epist. LXXI, 3 ) .
T a l es el objeto del conflicto que durante muchos años va a turbar profun*
damente la paz de la Iglesia.
Ya en 251, en su tratado sobre La unidad de la Iglesia (c. xi) Cipriano
había afirmado con gran fuerza la tesis africana. Hablando de los herejes
cismáticos de Cartago, escribía:
"No pudiendo haber otro bautismo que el bautismo único, creen bautizar; han
abandonado la fuente de la vida y prometen la gracia del agua vital y saludable.
(148) Era preciso que la fórmula empleada fuera la que la Iglesia ha recibido del
Señor. Así San Basilio acusa a San Dionisio de haber admitido la validez del bau-
tismo de los montañistas: "¿Cómo admitir el bautismo de aquellos que bautizan en
el nombre del Padre, del Hijo y de Montano o de Priscila? Los que han sido bau-
tizados con un rito que no nos ha sido enseñado, no están bautizados (Epist. II,
CLXXXVIII).
( 149 ) Epist. LXXI, 4; LXXUI, 3; LXXV (carta a Firmiliano), 7. DIONISIO, carta a
Filemón, en EUSEBIO, Hist. Eccl., VII, vn, 5.
( 150 ) BASILIO, citado en la nota 148.
( 151 ) El testimonio de San Basilio, que acabamos de citar, es un testimonio
formal. Está equivocado, pues, SAN JERÓNIMO (De Viris iUustribus, LXIX) al colocar
a Dionisio entre los adheridos "a la doctrina de Cipriano y del sínodo de Cartago".
En esta cuestión, como en otras muchas, parece que Dionisio tuvo presente el salvar
la paz, aun a precio de. la más amplia tolerancia. Cf- FELTOE, Dionysius, pp. 40-59.
(152) £)e Baptismo contra donatistas libri VII; Contra epistolam Petiliani libri III;
Contra Cresconium libri IV, y accidentalmente en otras de sus obras.
( 153 ) Cf. D'ALES, art. cit., col. 415.
ESCRITORES CRISTIANOS DEL ÁFRICA 175
Los hombres con ello no quedan lavados, sino manchados; los pecados no quedan
borrados sino aumentados. Este nacimiento no da hijos de Dios, sino del diablo. Los
que. nacen de la mentira no pueden pretender las promesas de la verdad."
(Epist. LV, 21). E n conformidad con esta regla, Cipriano no vacila en juzgar
y a veces en oponerse a los juicios dados por sus colegas ( 1 7 3 ).
Tixeront concluye de cuanto precede que "los actos de Cipriano no h a n
correspondido fielmente a su teoría" ( m ) . Quizá sería más exacto decir que su
teoría no es ese episcopalismo, que creemos sorprender en algunas de sus
sentencias.
La independencia de cada obispo es para él sagrada; pero con la limitación
de que se salve la unidad de la Iglesia y la m u t u a armonía. Todo obispo
que falte a esta armonía y concordia, debe ser reducido de grado o por fuerza.
Dentro de la provincia de África, el concilio, presidido por el obispo de Car-
tago, mantiene esta unidad; pero ¿quién la garantiza en la Iglesia universal?
Para Cipriano, el obispo de Roma desempeña el papel de primera figura
en orden a esta unidad; pero sus prerrogativas están encerradas dentro de
ciertos límites, que Esteban no reconoció y que el juicio definitivo de la
Iglesia tampoco h a reconocido. Aquí estaba el punto vivo del debate. Tra-
temos de hacer luz.
La sede de Roma es la sede de Pedro y los obispos de Roma son los suce-
sores de Pedro ( 1 7 5 ) ; ahora bien; Jesucristo h a querido fundar la Iglesia sobre
Pedro y es éste u n hecho evidente, que Cipriano afirmó siempre ( 1 ? 8 ) ; y si
ya en su origen quiere Jesucristo fundar su Iglesia sobre Pedro y sólo sobre
Pedro, es que quiere hacer sensible, por la unidad del fundamento, la unidad
que deberá ser siempre característica esencial de su Iglesia ( m ) .
Más tarde, Jesús confirió a todos los apóstoles los poderes que antes había
dado sólo a Pedro. ¿Habrá q u e concluir de aquí que Pedro n o tiene frente
a ellos más privilegio que el de prioridad y que su elección, anterior a la de
( 1 7 3 ) En nombre del concilio, probablemente del otoño de 251, Cipriano reprende
al obispo Terapio de Bulla por haber reconciliado al sacerdote. Víctor antes de la
expiración de la penitencia canónica (Epist. LXIV, 1 ) . E n esta misma carta dirigida
al obispo Fido, Cipriano, en nombre del concilio, le comunica u n a decisión, con
respecto al bautismo de los niños, contraria al parecer que él había emitido (ibíd., n ) .
D'ALES recuerda otros casos parecidos (op. cit., pp. 165 y ss.). Finalmente, los obispos
apóstatas son depuestos, y si quieren volver a sus sedes se oponen los otros obispos.
Así Privato de Lambesis, condenado por u n concilio de noventa obispos, censurado
por el papa Fabián y por el obispo de Cartago, Donato (Epist. LIX, 10), y lo mismo
sucede con Fortunaciano de Asura (Epist. LXV, 1 ) .
(174) Théologie anténicéenne, pp. 387-388. Tixeront añade: "Se h a hecho notar
no sin motivo que, centralizando en sus manos el gobierno d e la Iglesia d e África,
y preparando para Cartago el título de sede, primada, dio a sus declaraciones en favor
de Roma centro de la unidad católica, u n comentario q u e no fué desaprovechado y
que contribuyó a fomentar la tendencia cada vez más pronunciada del mundo cris-
tiano a agruparse en torno del sucesor de San Pedro". Estas observaciones n o son
enteramente justas. Las intervenciones de Cipriano en diócesis extrañas, no se re-
dujeron al interior de la provincia de África.
( 1 7 5 ) Ad Fortun-, x i ; Epist. LV, 8; Epist. LIX, 14; cf. D'ALES, op. cit., p . 121; F m -
MILIANO, Epist. LXXV, 17; ibíd, 2.
( 1 7 6 ) N o solamente en los primeros tiempos de su episcopado (De habitu virgi-
num, x; De bono patientice, i x ; Epist. XLIII, 5; Epist. LIX, 7; De unitate ecclesice,
iv, en las dos redacciones; Epist. LXVI, 8 ) , sino también en tiempos de la cuestión bau-
tismal (Epist. LXX, 3 ; Epist. LXXI, 3 ; Epist. LXXIII, 7 y 11). La misma afirmación se
encuentra en FIRMILIANO, Epist. LXXV, 16 y 17, y en las Sententiae episcoporum, x n
(Fortunato de Tucabori).
(177) Esta tesis está expresamente en De unitate ecclesice, iv, textos citados ante-
riormente, p. 170, n. 134 y 135, y consta e n las dos redacciones; pero sobre todo en la
africana ( A ) , como también en la Epístola LXXIII, 7: "Es a Pedro, sobre el que
ha edificado la Iglesia y en el que ha- establecida y mostrado el origen de la unidad,
a quien el Señor confió en primer lugar el privilegio de ver desatado lo que él
desatase sobre la tierra".
180 HISTORIA DE LA IGLESIA
(178) L a primera interpretación ha sido defendida, sobre todo por H. KOCH, Car
thedra Petri, 1930, pp. 32-154; la segunda por D'ALES, op. cit., pp. 91-140 y 389-395,
y por B. POSCHMAPÍN, Ecclesia Principalis, 1933.
(179) El texto más explícito se lee en una carta a Cornelio. Hablando de los
cismáticos cartagineses que han ido a intrigar a Roma, Cipriano escribe (Epist.
LIX, 14): " . . .Osan pasar el mar para venir a la sede de Pedro y a la Iglesia principal,
de donde ha nacido la unidad episcopal y osan llevar cartas de los cismáticos y profanos.
¿No reflexionan que son los mismos romanos, cuya fe alaba el apóstol y en los cuales no
puede tener acceso la perfidia?" BAYAHD, en su nota sobre este texto, lo interpreta
así: "En todo este pasaje, si no me engaño, Cipriano entiende que con la sede de
Pedro la Iglesia romana continúa la primera Iglesia, de la que todas las iglesias
han derivado genealógicamente (cf. Ad Fortunatum, xi) y que Cristo, por las pa-
labras dirigidas a Pedro, ha fundado sobre Pedro y sobre él solo esta elección antes
de hacerle vinculo fundamental y tipo de la unidad episcopal y de la Iglesia (cf.
Epist. LXXIII, 7; De unitate ecclesiae, iv). De aquí la importancia que se atribuye,
en orden de la unidad, a la Iglesia gobernada por el sucesor de Pedro; pero sin
sacar siempre, en particular en esta carta, las consecuencias prácticas que se derivan
de las premisas que sienta".
(180) E s ta expresión "Catholica Ecclesia" aparece por primera vez en Cipriano en
la carta XLIV, 1, que se refiere al cisma de Novaciano; desde esta fecha "no hay
una carta dirigida contra Novaciano donde no aparezca el término «catholicus»", ob-
serva KOCH, Cathedra Petri, p. 119.
( l s l ) Cf. D'ALES, op. cit., p. 159; Recherches de Science religieuse, t. XXIV,
1934, p. 459.
(182) Epist. XLVIII, 3: ". . .Para que puedan llegar a Roma, sin encontrar tro-
piezo ninguno, les hemos exhortado a que vean en ella la matriz y raíz de la Iglesia
Católica y se adhieran a ella". Se trata de saber cuál es el verdadero obispo de
Roma, Cornelio o Novaciano, y esto tiene importancia capital por el hecho de que
esta Iglesia es "Ecclesiae catholicae matrix et radix". Esta expresión es un eco de
lo que Cipriano dice de la Iglesia primitiva, fundada sobre Pedro: "Mater, origo et
radix, quae ecclesias septem postmodum. peperit, ipsa prima et una super petram
Domini voce fundata" (Ad Fortunatum, xi).
(183) Cipriano explica y justifica estas precauciones en su carta a Cornelio (XLVIII).
( 184 ) Epist. LIX, 14; cf. supra, nota 179.
ESCRITORES C R I S T I A N O S D E L Á F R I C A 181
ojos; mas como no pudiera atarse las manos, lo hicieron el presbítero Juliano y el
subdiácono Juliano. Así padeció el bienaventurado Cipriano. Para sustraer su cuerpo
a la curiosidad de los gentiles, se le depositó no lejos de allí, y al llegar la noche,
entre cánticos y antorchas, lo trasportaron a la finca del procurador Macrobio Can-
didiano, en la vía Mapala, cerca de los piscinas, en medio de un entusiasmo triunfal."
LA OPOSICIÓN PAGANA
§ 1. — E l sincretismo (*)
(!) BIBLIOGRAFÍA. — TOUTAIN, Les cuites paiens dans Vempire romain, t. II, 1911,
pp. 227-257.
(2) El origen de este sincretismo se encuentra en las religiones orientales; su di-
fusión se debió en gran parte a los funcionarios imperiales y a los oficiales depen-
dientes de ellos. Sobre todo a finales del siglo segundo y en la primera mitad del
siglo tercero es cuando se difundió este sincretismo: "Las inscripciones fechadas se
escalonan principalmente por los reinos de Marco Aurelio, de Cómodo, de Septimio
Severo, de Gordiano y durante la primera mitad del siglo tercero" (op. cit., p. 256).
Cf. J. RÉVILLE, La religión á Rome sous les Sévéres", 1886.
(3) Cf. supra, pp. 99-104.
(4) Ed. WESTERMANN, París, 1849, en la colección de las Obras de Filóstrato y
Calístrato, pp. 1-194. En la versión francesa (CHASSANG, París, 1862) el traductor
ha intercalado una útil introducción pero no se le puede seguir en su equivocada
cronología: hace nacer a Filóstrato "bajo el reinado de Nerón", aunque añade, lo
que es exacto, que éste escribió la Vida de Apolonio a pedido de "la emperatriz
Julia Domna, mujer de Septimio Severo" (p. II. n. 1).
(B) LUCIANO le satiriza (Alejandro, v); APULEYO le menciona, según parece, entre
184
LA OPOSICIÓN PAGANA 185
CARACTERES DEL Entre las religiones orientales y las gnosis que enton-
SINCRETISMO ees se disputaban el m u n d o romano, el sincretismo se
presentaba como u n a conciliación y u n a protección:
acogía a todos los dioses en su templo y hacía de todos los dioses u n a misma
los magos (Apología, xc); este texto es, sin embargo, poco seguro. La edición VA-
LETTE (París, 1924) en lugar de Apollonius trae Apollobex.
( 6 ) Caracalla le consagró un "Heroon" (DIÓN CASIO, LXXVII, 18); Alejandro le
dio un lugar en su lararium: cf. supra, p. 104. Se apareció en sueños a Aureliano y le
mandó perdonar a Tyana; el emperador, que había visto su estatua en los templos,
le obedeció (VOPISCO, Aurelianus, xxrv, 3).
C) Vida, I, xxxn, 2.
(8) Ibíd., I, xxxi, 2.
( 9 ) Ibíd., IV, xx y xxiv; VI, xxvn.
( 10 ) Va en un instante de Esmirna a Efeso y allí triunfa de un demonio que
sembraba la peste (IV, x). Vuelve a la vida a una joven que se creía muerta y el
padre, reconocido, le da la dote de la joven (IV, XLV).
(") Cf. infra, p. 257.
(12) Cf. infra, p. 188.
(13) Cf. infra, p. 273.
< (") Stróm., I, xv, 68, 1; 70, 1; 71, 5; 72, 5; III, v m , 60, 2.
(I5) Cf. infra, p. 197.
(i*) Esta tentativa de Jerocles nos es conocida por la refutación de Eusebio. No-
temos que, según el mismo Eusebio (Contra Hieroclem, 1), es Jerocles el primero
que osó oponer Apolonio a Jesús; Filóstrato había sido más reservado: "Tuvo la
habilidad de no hacer ninguna alusión directa al cristianismo... y sugerir las con-
clusiones que él tenía cuidado de no formular" (P. DE LABMOLLE, La réaction paienne,
p. 188). Hizo una refutación de Jerocles, MACARIO DE MAGNESIA, Apocriticus, ed. BIX>N-
DEL, pp. 52-66. A partir de esta fecha el nombre de Apolonio se hizo odioso a los
cristianos y lo fué durante mucho tiempo.
186 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
( 17 ) Hipólito ha conservado este himno cantado a Attis por sus adoradores: "¡Bien-
aventurado hijo de Cronos o de Zeus, o de la gran Rhea; salud Attis, nombre cruel
para el corazón de Rhea! ¡A ti es a quien llaman los Asirios el deseadísimo Adonis!;
todo el Egipto, Osiris; la sabiduria griega, Creciente celeste de la Luna; Samotracia,
el venerable Adán; los hemonios, Coribanto; los frigios, unas veces Papas, otras
Cadáver, o Dios o el Estéril, Cabrero, Espiga verde segada, Tocador de flauta que
produjo la almendra fecunda!" (Philos., V, ix, 8).
Ireneo refiere lo siguiente: "(Simón) enseñó que él era el que había aparecido
entre los judíos como Hijo, y había descendido a Samaría como Padre y que había
venido a otros pueblos como Espíritu Santo. Decía ser la Potencia más alta, es
decir, el Padre, que está sobre todas las cosas, y que consiente en ser llamado con
cualquier nombre que le den los hombres" (Adversus hmreses, I, xxm, 1). La diosa
siria se identifica de parecida manera con todos los dioses, lo mismo que Isis (APU-
LEYO, Metamorfosis, xi, 1 y vm, 25); cf., además, Histoire du dogme de la Trinité,
t. II, pp. 16 y s.
( 18 ) Cuando, en la persecución de Valeriano, 257, compareció Dionisio de Ale-
jandría ante el prefecto de Egipto, Emiliano, requerido para que adorase a los
dioses, y respondió que adoraba al Dios único, Creador de todos los seres, Emiliano
le replicó: "¿Quién te impide adorarlo, si es Dios, junto con los dioses que lo son
por naturaleza? Por tanto, te ordenamos adorar a los dioses y a los dioses que todos
reconocen." Dionisio respondió: "No podemos adorar a ningún otro" (Hist. Eccl.,
VII, xi, 8-9). Cf. FELTOE, Dionisyus, p. 31.
( 19 ) No poseemos de él más que fragmentos, citados la mayor parte por EUSEBIO en
Preparación Evangélica; algunos los conocemos por STOBEO y PROCLO, In Timosum.
CLEMENTE le menciona (Stróm., I, xxn, 150), así como ORÍGENES (Contra Celsum,
I, xv; IV, LI). Los fragmentos han sido reunidos por MUIXACH, Fragmenta philo-
sophorum Grcecorum, t. III, pp. 152-174, París, Didot, 1879; el editor ha añadido
algunas notas, pp. 183-184.
( 20 ) Citado por EUSEBIO, Prep. Evang., IX, vil; Frag. p. 165.
(21) Ibíd., XI, x; CLEMENTE, Stróm., I, xxn, 150, 4; Frag,, p. 166.
(22) Ibíd., IX, vm; Frag., p. 165.
(23) Contra Celsum, I, xv; IV, LI.
LA OPOSICIÓN PAGANA 187
§ 2 . — El n e o p l a t o n i s m o ( 3 0 )
cuando llegó Plotino, hacia el 233 ( 3 4 ) ; aquí frecuentó Plotino 'diversos maes-
tros y ninguno lo satisfizo hasta que u n amigo lo llevó a Ammonio: " H e aquí
el hombre que yo ' buscaba" —exclamó)— y siguió sus cursos durante
once años.
En el 244, a la muerte de Ammonio, queriendo conocer la filosofía de
los persas y de los hindúes, siguió al emperador Gordiano que dirigía enton-
ces una expedición contra los 'persas; pero esta expedición terminó en u n
desastre y Plotino se acogió primero a Antioquía y luego a Roma, donde fijó
su residencia. Tenía entonces cuarenta años. Era el primer año de Felipe
el Árabe (244-249) y Plotino se percató de que la Iglesia cristiana, que había
comenzado a conocer en Alejandría, gozaba del favor del emperador. Su
obispo era tan poderoso que Decio, después del martirio de San Fabián (250),
declaró que le disgustaría menos u n pretendiente al imperio que u n obispo
de los cristianos ( 3 5 ). Ya sabemos con qué terrible persecución intentó el
nuevo emperador aplastar a esta Iglesia para él tan temible ( 3 8 ).
Por entonces Plotino que no era ciertamente amigo de persecuciones san-
grientas ( 37 ) abría en Roma su escuela; pero era u n ferviente partidario
del helenismo; y en la gran lucha que se libraba en torno suyo, creyó que
tenía u n a misión que cumplir y se sintió con fuerzas para ella. Su filosofía
no se reducía a la pura especulación: el entusiasmo religioso con que se'había
entregado á Ammonio Saccas, fué creciendo a lo largo de sus estudios y de
sus meditaciones y se consideraba lo mismo que los iniciados de los miste-
rios, depositario de u n secreto. Durante largo tiempo rehusó dar a conocer
las doctrinas de su maestro; pero cuando otros discípulos de Ammonio rom-
pieron el secreto, al que todos se habían obligado, Plotino se creyó desligado
de su promesa ( 3 8 ) y unos años más tarde inició su vida como escritor.
Sus primeros escritos, de forma literaria descuidada, no fueron más que
discusiones de escuela, dirigidas a sus confidentes ( 3 9 ). Todo su esfuerzo
tendía hacia la ciudad ideal, u n a Platonópolis, que esperaba Plotino fun^
dar en la Campania con la ayuda del emperador Galieno y de su mujer
Salonina ( 4 0 ).
( 34 ) Plotino habia nacido en Licópolis (Assiut) hacia el 205 y tenia 28 años cuando
vino a estudiar a Alejandría (cf. su vida por PORFIRIO, II-III).
(336
<¡) Cf. supra, p. 168.
( ) Cf. supra, pp. 126 y ss.
(3T) SCHMIDT (op. cit., p. 12) piensa que el edicto de tolerancia de Galieno y su
carta a los obispos de Egipto se debió a la influencia de Plotino; pero esta suposi-
ción parece enteramente gratuita.
( 38 ) Vita Plotini, ni.
(39) "El décimo año de Galieno (264), cuando yo le conocí, llevaba escritos
veintiún tratados; yo tuve estos tratados, que sólo eran confiados a un pequeño
número de personas. No era entonces fácil lograr que se confiasen y nos diesen
conocimiento de esas cosas y se seleccionaba cuidadosamente a aquellos que habían
de recibirlas" (Vita, iv).
(4«) Vita, v.
I*1) AMELIO les contestó en un tratado sobre La diferencia entre los dogmas de
Numenio y Plotino (Vita, xvn).
LA OPOSICIÓN PAGANA 189
"Llegados después de los antiguos, han tomado muchas cosas de ellos; pero no
han fabricado más que impropiedades indignas al intentar contradecirles. Admiten en
el inteligible, generaciones y corrupciones de toda clase; blasfeman del universo sen-
sible; consideran castigo de una falta la unión del cuerpo y del alma; critican al que
gobierna el universo; identifican al demiurgo con el alma y le atribuyen las mismas
pasiones que. a las almas particulares" (vi, 55).
(42) Vita, xvi: Estos sectarios que eran los gnósticos, contaban con muchos escri-
tos, sobre todo apocalipsis; PORFIRIO replicó al apocalipsis de Zoroastro. Cf. infra,
p. 192 n. 49.
( 43 ) E. BRÉHIER lo hace notar en su edición de las Enéadas, II, p. 108: "Lo que
Plotino critica sobre todo en ellos (los gnósticos) es el carácter fundamentalmente
antihelénico de su doctrina y, podría decirse, su carácter cristiano" Insiste, como
conclusión (pp. 109-110), sobre el alcance de esta polémica: "Este tratado tiene una
profunda significación que trasciende por su interés a la época en que fué escrito.
Es una de las protestas más hermosas y más valientes del racionalismo helénico
contra el individualismo religioso que. invadía en esta época el mundo grecorroma-
n o . . . " No podemos suscribir este elogio, pero sí debemos reconocer en este tratado
de Plotino la reacción del helenismo contra el cristianismo.
(*4) Las emanaciones no son como ellos las imaginan, sino necesariamente "eter-
nas (ni); la concepción de la caída del alma es insostenible (iv, x), lo mismo que
su magia (xiv) y su concepción de la iluminación en las tinieblas (xn).
(45) "No hay que concluir que este mundo es malo, porque hay en él cosas
malas; es querer darle un valor excesivo; es creer que este mundo es idéntico al
mundo inteligible, siendo así que no es más que una imagen. ¿Pero qué imagen
podría ser más bella que él? ¿Podría otro fuego distinto del nuestro ser imagen
del fuego inteligible de manera más perfecta? ¿Hay una esfera más perfecta y de
movimiento más regular, exceptuando el mismo mundo inteligible? ¿Hay, después
del sol inteligible, un sol superior al sol visible?" (iv, 22). Cf., vm, 16; xvi, 1; xvn, 1.
190 HISTORIA DE LA IGLESIA
" U n hombre es asesino; otro, por debilidad, es vencido por el placer. ¿Qué hay de
sorprendente en estas faltas que no proceden de la inteligencia, sino de almas débiles
e infantiles? Si hay lucha hay vencedores. ¿Cómo n o proclamar que esto es u n bien?
¿Os ha hecho alguno mal? ¿Qué hay de. terrible en ello para la parte inmortal de
vuestra alma? Os a s e s i n a n . . . he ahí precisamente lo que queríais. Por otra parte,
si os quejáis tanto de este mundo, nadie os fuerza a que continuéis viviendo en él."
(ix, 11-17).
A estas c o n s i d e r a c i o n e s c o m u n e s a l e s t o i c i s m o , P l o t i n o a ñ a d e o t r a s s o b r e
l a s e x i s t e n c i a s a n t e r i o r e s : " L o s h o m b r e s p a g a r á n f á c i l m e n t e a los dioses sus
d e u d a s . . . p o r q u e d a n a todos, e n l a s u c e s i ó n a l t e r n a d a d e sus v i d a s , el
d e s t i n o q u e les c o n v i e n e y q u e es l a c o n s e c u e n c i a d e l a s v i d a s a n t e r i o r e s "
(ibíd., 2 2 - 2 5 ) .
L a m u l t i p l i c i d a d d e dioses c o n t r i b u y e a l a b e l l e z a d e l u n i v e r s o :
"Después del alma bienaventurada, es preciso cantar a los dioses inteligibles y, por
encima de todos ellos, al gran rey de los inteligibles, que proclama su grandeza por
la misma pluralidad de los dioses. No restringiendo la divinidad a uno solo, haciéndola
ver así multiplicada, es como Dios nos la manifiesta efectivamente; esto es conocer
la potencia de Dios, que, permaneciendo lo que es, puede producir multitud de dioses,
que existen por él y vienen de él" (ibíd., 32-39).
H a b i e n d o t a n t o s seres, ¿ c ó m o p u e d e s o ñ a r el h o m b r e e n m a n t e n e r rela-
ciones p r i v i l e g i a d a s c o n D i o s ? D e b e c o n t e n t a r s e con su p u e s t o :
"Este mundo sensible existe también por obra de Dios y tiende hacia El lo mismo
que todos los dioses, cada uno de los cuales da a conocer al hombre por la revelación
y la profecía sus afinidades con él. Que no sean el mismo Dios supremo, es natural;
pero si queréis despreciarlos, si queréis envaneceros de no ser inferiores, os diré que
se es mejor cuanto se es más benévolo con todos los seres como con los hombres. Ade-
más es preciso estimarnos con mesura y no torpemente, considerándonos más elevados
que lo que nuestra naturaleza nos permite; hemos de pensar que hay lugar para
otros más, cerca de Dios; no debemos ponernos a nosotros solos junto a El; no sea que
soñando volar en torno suyo, nos privemos de llegar a ser dioses, en cuanto lo puede
ser el alma humana. Esto es posible en la medida en que sea guiada por la inteli-
gencia; superar la inteligencia es, en verdad, decaer . . . G r a n d e es la presunción de
los hombres; aunque antes fuesen humildes, desde que oyeron decir: «Tú, tú eres
hijo de Dios, los demás que admiras tanto no son hijos de Dios, ni siquiera los
astros que se honran por tradición; tú eres, sin necesidad de nada más, superior al
mismo cielo»; luego los otros aplauden (Ibíd, 39-60).
Se c r e e n objeto d e u n a p r o v i d e n c i a e s p e c i a l y o l v i d a n q u e la p r o v i d e n c i a
es u n i v e r s a l y a l c a n z a a t o d o s los seres:
"Si Dios ejerce su providencia en favor vuestro, por qué va a olvidar al mundo
en el que vosotros vivís? . . .Los hombres, diréis, no tienen necesidad de que Dios mire
por el mundo. Sí, pero el mundo la t i e n e . . . " (Ibíd., 64-70).
LA O P O S I C I Ó N P A G A N A 191
¿Es piedad negar que la providencia llega a este mundo y a todas sus
cosas? ¿Es estar de acuerdo consigo mismo? Porque si pretenden que la
providencia se ejerce únicamente en favor suyo, ¿ha sido esto cuando es-
taban allí arriba o ahora que están aquí? En el primer caso ¿cómo han
descendido?; en el segundo, ¿cómo permanecen aquí? ¿Cómo Dios mismo
no está aquí abajo?; si no está ¿cómo sabe que ellos lo están? ¿Cómo sabe
que en su interior no le h a n olvidado, que no se h a n hecho malvados?
(xvi, 14-22).
Aunque la providencia sea como vosotros queréis, en todo caso, el mundo
posee algo que procede de Dios; y no ha sido abandonado n i lo será jamás.
La providencia vela por el bien total más que por sus partes y el alma del
todo participa de ella más que los demás; la prueba es su existencia y una
existencia llena de sabiduría. ¿Quién de estos insensatos que se creen sobre
toda sabiduría, tiene la bella y sabia regularidad del universo? Sólo estable-
cer la comparación es ridículo y fuera de lugar, y sería impío; a no ser por-
que lo hacemos forzados por la discusión (ibíd. 27-36).
La última acusación que lanza contra los cristianos y no la menos grave
es que carecen de ciencia moral:
"No tienen doctrina alguna de la virtud; han dejado este problema completamente
de lado; no nos dicen ni qué es, ni cuántas virtudes hay. Ignoran las numerosas y
bellas consideraciones de los antiguos; no nos dicen cómo se adquiere la virtud, cómo
se la posee, cómo se sana y se purifica el alma. Es inútil decir: mirad a Dios, si no
se nos dice cómo hay que. mirarle; efectivamente, podría demostrarse qué contradicción
hay entre mirar a Dios y no abstenerse de ningún placer y no reprimir la cólera.
¿Qué impide el que invoquemos a Dios continuamente y estemos dominados por las
pasiones, sin intentar librarnos de ellas? Los progresos en la virtud interior del alma
acompañados de prudencia, son los que nos hacen ver a Dios. Sin verdadera virtud
Dios no es más que vana palabra" (xv, 28-40).
Este tratado que puede datar del año 264 ( 46 ) no es el único en que apa-
recen tales preocupaciones polémicas ( 4 7 ) ; pero sólo en éste le absorben total-
mente; lo cual da a esta obra u n interés excepcional. No h a y documento de
su época en que se nos manifieste tan claramente la oposición entre el hele-
nismo y el cristianismo. Todo este pasado está tan lejos, que no comprende-
mos, al leer únicamente a los autores cristianos, la oposición que encontraban
no sólo entre los políticos y la masa del pueblo, sino aun entre los espíritus
más reflexivos y selectos. Esta religión del mundo, de los astros, del sol, que
u n siglo más tarde intentará Juliano renovar, se derrumbará por su propio
peso, porque habrá perdido actualidad; pero en el año 260, a ú n tenía vida
pujante: la tradición enseña, los filósofos reconocen y los paganos piadosos
adoran este mundo poblado de dioses. Juzgarse objeto de una providencia
particular de parte de Dios, creerse su hijo, más querido de El que los astros
tino; este hecho fué para su vida y su pensamiento de una influencia decisiva.
Recuérdese el atractivo que había ejercido sobre Justino la filosofía platónica:
"La inteligencia de las cosas incorpóreas me cautivaba de manera extraordi-
n a r i a ; la contemplación de las ideas daba alas a m i pensamiento; en poco
tiempo me creí ya sabio; fui lo bastante necio para creer que llegaría inme-
diatamente a ver a Dios; porque éste era el fin de la filosofía de Platón
(Dial., I I , 6 ) .
Tales aspiraciones religiosas eran más vivas a ú n en la escuela de Plotino.
Porfirio nos dice:
"Gracias a esta iluminación, demoníaca que nos lleva a veces hasta el primer Dios,
hasta el más allá, siguiendo la vía prescripta por Platón en el Banquete, él vio a
Dios, que no tiene forma ni esencia; porque está más allá de toda inteligencia y de
lo inteligible. Este Dios al que yo, por mi parte, no he. llegado a estar unido con
él sino una sola vez en mi vida, cuando tenía sesenta y ocho años. Plotino tuvo la
visión del hito, del objeto, de una manera inmediata. El fin, el término, significaba
para él la unión íntima con Dios, que está sobre todas las cosas. Mientras yo viví
con él, cuatro veces llegó a este fin, gracias a un acto inefable... A veces, dice el
oráculo, los dioses enderezarán tu caminar desviado, para hacerte, ver el rayo de
su luz" (58).
Esta tensión ardiente agotó los nervios de Porfirio. Pensó suicidarse; Plo-
tino que vivía con él, se dio cuenta: " m e dijo que m i deseo de suicidio no
era en manera alguna racional, sino que provenía de u n a enfermiza melan-
colía y me invitó a viajar" (ibíd., xi). Era el año 15 del reinado de Galieno,
268 (ibíd., v i ) . Porfirio se retiró a Sicilia, al Lilibeo y no vio más a Plotino
que siguió enviándole la continuación de la Enéadas (ibíd., vi). En el 270
moría Plotino; el retórico Longino que había sido antes maestro de Porfirio
dejó Atenas, a la que los godos acababan de asolar, y se acogió a Palmira,
junto a la reina Zenobia; allí llamó a Porfirio y le pidió que llevase libros
(ibíd., xix). Porfirio permaneció en Sicilia y fué mejor para él; pues el 272",
Aureliano, vencedor de la reina Zenobia, hacía ejecutar a sus consejeros y
entre ellos a Longino.
En Sicilia, Porfirio se fué curando poco a poco de su neurastenia; des-
cansó vulgarizando la filosofía; sobre todo la Lógica de Aristóteles ( 5 9 ) ; pero
m u y pronto volvió a la polémica anticristiana, a que Plotino le había arras-
trado: Aureliano, a su regreso de Oriente, soñaba con implantar en Roma
el culto del dios Sol y hacerlo religión única de todo el imperio. En el
año 274 levantó en el Quirinal u n templo magnífico al "Sol invencible". Por
aquel entonces compuso Porfirio sus quince libros contra los cristianos ( 6 0 ).
§ 1. — Sus orígenes
que el siglo iv nos dará muchos ejemplos, nos demuestran que la vida fácil
y alegre que es la imagen con que se nos presenta Alejandría, mantenía
adormecidas pero no domadas, pasiones salvajes, cuyo despertar era terrible.
"Nido de las musas", llamaron a Alejandría en tiempos de los Tolomeos; sí,
pero muchas veces era jaula de fieras.
n
§ 2 . — Clemente de Alejandría ( )
(•) Stróm. I, x i , 1-3; citado parcialmente por EUSEBIO, Hist. Eccl., V, x i , 3-5.
A estos recuerdos, añade Eusebio (V, x, 2) algunas tradiciones que refiere con cierta
reserva: "Se cuenta que mostró tal ardor y u n amor t a n animoso por la palabra
divina, que se distinguió como predicador del evangelio de Cristo entre las naciones
de Oriente y que llegó hasta la I n d i a . . . " SAN JERÓNIMO reproduce a Eusebio, resu-
miéndolo, y añade que enseñó en tiempo de Severo y de Caracalla (De viris Mus-
tribus, xxxvi), lo que ciertamente es u n anacronismo.
( 1 0 ) Quisiéramos poder caracterizar la doctrina de Panteno, y así Bousset h a
creído poder reconocerla en algunos pasajes de Clemente. Hace y a tiempo que se
ha hecho observar q u e el Strómata octavo es u n cuaderno de notas que Clemente
había reunido con el propósito de utilizarlas en otra ocasión; los Excerpta y Écloga}
tienen el mismo carácter: no son obras redactadas, sino fragmentos, fichas, reunidos
por Clemente, sea en el curso de sus lecturas, sea, si hemos de creer a Bousset,
oyendo las lecciones de Panteno. E n los Strómata, I-VII, Bousset reconoce también
otros pasajes que no son de aquel contexto, sino que son fragmentos de enseñanzas
o de libros anteriores. Cf. BOUSSET, Jüdisch-Christlicher Schulbetrieb in Alexandria
und Rom, Gottinga, 1915, pp. 155-271. Estas investigaciones, llevadas a cabo con
grande interés, tienen valor de hipótesis ingeniosas; pero no es posible levantar
sobre t a n débiles fundamentos u n edificio histórico. Cf. J O H . M U N C K , Untersuchun-
gen über Klemens von Alexandria, Stuttgart, 1933, pp. 151-185. El autor concluye
así su juicio sobre las hipótesis de Bousset: "Sobre Panteno no podemos emitir más
que hipótesis; si algo podemos decir, es q u e lo q u e fué Clemente lo había sido y a
Panteno" (p. 184). Cf. CASEY, The Excerpta ex Theodoto, pp. 5-16; también infra,
p. 200, n. 31.
( u ) Ediciones: Patrología Griega, que reproduce la edición de Oxford de 1705,
vol. VIII y IX; O. STAEHLIN, 3 vols., en el Corpus de la Academia de Berlin> Leipzig,
1905-1909. Es el texto que citaremos nosotros. HORT-MAYOR en Miscellanies Book, V I I ,
Londres, 1902; R. P . CASEY, The Excerpta ex Theodoto of Clement of Alexandria,
I, Londres, 1934.
Estudios: FREPPEL, Clément d'Álexandrie, París, 1865; E. DE FAYE, Clement d'Ale-
xandrie, 2» ed., París, 1906; R. B. TOIXINTON, Clement of Alexandria y A Study in
Christian Liberalism, Londres, 1914, 2 vols.; J. PATRICK, Clement of Alexandria,
Londres, 1914; BOUSSET y M U N C K , obras citadas, p , 227, n. 2; BARDY, Clément d'Ale-
•xandrie (colección Les moralistes chrétiens), París, 1926; O. STAEHLm, Des Ciernen»
198 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
plación de Dios y del Verbo; pero, si tiene el encanto de las intuiciones, tiene
también sus defectos: toma siempre la cuestión sintéticamente, o mejor: en
todo su conjunto; mas luego es incapaz de analizarla y se deja llevar
de sus impulsos espontáneos y de sus reminiscencias. Si añadimos a esto que
su obra más importante, los Strómata, es una obra inacabada y que quiso
deliberadamente desconcertar a su lector, se comprenderá fácilmente que
su lectura ofrece dificultades extraordinarias a cualquiera que quiera estu-
diarla. Uno de los críticos que más h a n admirado los Strómata, los juzga así.
"Es quizá el escrito más importante de toda la literatura cristiana de los
siglos I I y n i ; pero tampoco le h a y más difícil" ( 1 2 ).
No tenemos datos ciertos de la vida de Clemente sino durante veinte o vein-
ticinco años. Había nacido hacia el 150, probablemente en Atenas ( 13 ) y en el
paganismo ( 1 4 ). No nos ha contado su conversión pero podemos suponer, no
sin verosimilitud, que fué resultado de una larga búsqueda de Dios; como la
que nos describe Justino. Sus libros atestiguan, efectivamente, u n ardiente
deseo de saber religioso; su alma va buscando por el m u n d o ese saber, a
quienquiera que pueda dárselo, hasta que por fin encuentra a Panteno que
se lo da cumplido.
Estos años de búsqueda ansiosa h a n dejado huella profunda en el alma de
Clemente. Lo que se advierte sobre todo es el celo por la tradición y princi-
palmente por la tradición oral ( 1 5 ) ; por este rasgo y por las continuas alu-
cón Alexandreia ausgewáhlte Schriften aus dem griechischen übersetzt, Munich, 1934;
2 vols.; introducción, I, pp. 9-68; A. BELTRAMI, Clemente Alessandrino nelVOttavio
di Minucio Felice, en la Rivista di filología e d'istruzione classica, t. XLVII, 1919,
pp. 366-380; t. XLVIII, 1920, pp. 239-252.
( 12 ) E. DE FAYE, op- cit., p. 45; cf. TILLEMONT, Saint Clément d'Alexandrie, art.
V, p. 194: "Blondel ha hecho un gran catálogo con los puntos en que se ha equi-
vocado . . . y dice que su entendimiento, su juicio crítico, fué inferior a su memoria,
a su amplitud de espiritu y a su erudición. Otros dicen que es más fuerte en Ja
moral que en el dogma; que abusa de la alegoría, que escribe casi siempre sin orden
y sin lógica. Es verdad que en sus Strómata hay muchos razonamientos falsos y
muchas cosas que no agradan, o por su fondo o por el modo de exponerlas..."
Pero al fin del artículo siguiente, Tillemont hace notar que "Dios nos juzga más
por el corazón que por la mente". Muchos santos le han tributado grandes alaban-
zas: Alejandro de Jerusalén (Hist. Eccl. de EUSEBIO, VI, xi), San Jerónimo (De viris
illustribus, xxxvm), Cirilo de Alejandría (In Júlianum, VI, P. G., LXXVI, 813),
Máximo el Confesor (Disputatio cum Pyrrho, en P. G., XCI, 317).
(13) Sobre el lugar de su nacimiento había ya dos tradiciones en tiempos de San
Epifanio (Hmr., XXXII, vi): Atenas y Alejandría; pero la segunda suposición, la
de Alejandría, se formó sin duda por la larga estancia de Clemente en esta ciudad;
la primera está más de acuerdo con los Strómata, I, xi.
( 14 ) Pmdagogus, I, i, 1; II, vm, 62; EUSEBIO, Prasp. Evang., II, n, 64.
( 15 ) Éclogas, xxvii: "Los presbíteros no escribían; no querían que el cuidado de
enseñar la tradición estuviese dificultado por el cuidado de escribir, y no querían
perder, escribiendo, el tiempo que necesitaban para preparar lo que debían decir.
Quizás pensaban también que el trabajo de enseñar y el de escribir eran de natu-
raleza muy distinta y dejaban el segundo para aquellos que estuviesen hechos para
él". Después hace notar el peligro y la necesidad de escribir: "El depósito trans-
mitido por los presbíteros, escrito, se sirve del ministerio del amanuense para hacer
llegar la tradición y salvar a aquellos que la reciban. Así como la piedra de imán
no atrae más que el hierro, aunque se le aproxime otra materia, en virtud de la
semejanza de su naturaleza, así los libros, aunque lleguen a muchos, no arrastran,
sin embargo, sino a aquellos que son capaces de comprenderlos... |Lejos del gnós-
tico la envidia! Así se pregunta qué es peor, ofrecer a un indigno o rehusar a un
digno, y llevado de su amor prefiere correr el riesgo de comunicar (la gnosis) no
solamente a todos los que pueden recibirla convenientemente, sino también a veces
a quien, siendo indigno, la pide insistentemente y no por esta demanda —pues no
ESCUELA DE ALEJANDRÍA ANTES DE ORÍGENES 199
conoce la vanidad—, sino por la perseverancia de aquel que la pide así; pues en
esta petición insistente se ejercita en la fe". Este tema es de nuevo tratado por
Clemente en sus Strómata, I, i-x; VII, x, 55, 6. Cf. sobre estos capítulos xxvn-xxxvii
de los Excerpta, BOUSSET, op. cit., p. 188.
(16) Los textos de Clemente sobre los presbíteros han sido reunidos por HARNACK,
Geschichte der Literatur, t. I, p. 192; cf. DE FAYE, op. cit., p. 24, n.- 1.-
(17 ) Eclogce, xxxv.
(18) El edicto prohibía toda conversión al cristianismo (cf., p. 100); naturalmente,
una escuela como la de Clemente era alcanzada por el edicto de manera especial.
( 19 ) Citado por EUSEBIO, Hist. Eccl., VI, xi, 6.
(20) EUSEBIO, Hist. Eccl-, VI, xiv, 8-9. Citado más abajo, p. 217. Clemente ha
recibido durante algún tiempo culto local. Cf. TILLEMONT, op. cit-, p. 195: "Dijimos
que su fiesta la han señalado muchos martirologios el 4 de diciembre, y aunque su
nombre no se lee en el romano de Baronio, esto no ha impedido que se hayan
sacado diversos pasajes de sus escritos para ponerlos en el propio de la Iglesia de
París, dándole también el nombre de santo. Y asegúrase que si bien en Roma se
mostró en un primer momento cierta sorpresa, cedióse pronto a la autoridad de
Usuardo y pareció extraño que Baronio no lo hubiera hecho figurar en el suyo,
200 HISTORIA DE LA IGLESIA
habida cuenta que el de Usuardo fué por largo tiempo el martirologio ordinario de
la Iglesia, y aun continuaba siéndolo en distintos sitios." La cuestión ha sido defini-
tivamente resuelta por la carta de Benedicto xiv, al rey de Portugal, fechada en el
primero de julio de 1748; confirma la exclusión dictada por Clemente VIII a reque-
rimiento de Baronio, fundándose en tres razones: no se puede probar la heroicidad de
sus virtudes; no consta su culto público; la doctrina es, si no errónea, sospechosa en
muchos puntos: "Quisquís, citra partium studia, maturo judicio secum expendat quse
a nobis hucusque prolata sunt, prorecto fateri cogitur Clementis Alexandrini doctrinam
saltem suspectam esse de erroribus"
( 21 ) Es citada ordinariamente con la traducción latina de su titulo "Quis dives
salvetur", ed. STAEHLIN, t. IÍI, pp. 159-191; P. G., IX, pp. 603-652. Su fecha es
dudosa. Cf. la edición de P. M. BARNARD, Texis and Studies, V, 2.
í 22 ) Reproducido por Eusebio, Hist. Eccl., III, xxm, 5. Cf. BARDY, op. cit.,
pp. 137-140.
í 23 ) BARNARD, op. cit., pp. 47 y ss.; ed. STAEHLIN, t. III, pp. 221-223. BARDY, op.
cit., pp. 236-240.
(2*) En un manustcrito del Escorial.
(25) Ed. STAEHLIN, t. III, pp. 195-202.
(36) Este fragmento lleva el título de Adumbrationes Clementis Alexandrini in
Epístolas canónicas, ed. STAEHLIN, t. III, pp. 203-215; ZAHN, Forschungen zur Ges-
chichte des N. T- Kanons, t. III, pp.. 134 y ss.
(2?) Codex 109-111 (P. G., CIII, 384-5).
( 28 ) ZAHN (op. cit., pp. 138-147) se dedica a probar que no ha sido interpolada.
Mencionaremos nada más los otros fragmentos sobre la Pascua (ed. STAEHLIN, t. III,
p. 216), sobre el canon eclesiástico (ibíd., p. 218), sobre la Providencia (ibíd., p. 219)
y fragmentos de cartas (ibíd., p. 223).
C29) Ed. STAEHLIN, t. III, pp. 80-102; P. G., IX, 557-602. Cf. supra, p. 197, n. 10:
(SO) Ed. STAEHLIN, t. III, pp. 103-133; 135-155; P- G., IX, 681-697; 697-728. CASEY,
The Excerpta ex Theodoto, Londres, 1934.
( s l ) P. COLLOMP ha estudiado estas colecciones en Revue de Philologie, t. XXXVII
1913, pp. 19-46; ha investigado sobre los orígenes y ha llegado a señalar una fuente
judía cuya influencia se nota también en algunos pasajes de las Homilías ciernen-
ESCUELA DE A L E J A N D R Í A A N T E S DE ORÍGENES 201
resonar al hombre por medio del Espíritu Santo; el mismo Logos es el ins-
trumento perfecto de Dios. Este canto salvador resonaba en el mundo desde
el principio, pero recientemente se ha hecho oír, tomando u n nombre nuevo:
Cristo, Dios y hombre. Lo que preexistía se ha manifestado; el Demiurgo ha
aparecido como Didascalo y vivificará como Dios.
Tras de esta brillante introducción, Clemente hace la crítica del politeísmo,
de sus misterios, de los sacrificios, de los ídolos (caps, I I - V I I ) ; sin embargo,
reconoce que en los filósofos, sobre todo en Platón, h a y alguna verdad: viene
de fuente divina, y también ha sido tomada de los judíos; asimismo los poetas
han recibido algunas iluminaciones del Logos divino.
La exhortación vuelve a brotar con ardor apremiante:
"Si el sol no existiese, por todas partes se extendería la noche a despecho de. los
demás astros; si no conociésemos al Logos, si no nos iluminase, no seríamos de más
precio que los pollos, cebados en la oscuridad y destinados a la parrilla. Recibamos
la luz para recibir a Dios; recibamos la luz y seremos discípulos del Señor. Ha hecho
esta promesa al Padre: publicaré entre mis hermanos tu nombre y lo celebraré en
la asamblea pública. ¡Sí, celebra a tu Padre, oh Verbo, y hazme conocer a Dios!
Tus revelaciones me salvarán, tus cantos me instruirán; pues hasta ahora he errado,
buscando a Dios. Señor, pues que Tú me iluminas, que gracias a Ti encuentre a
Dios y reciba al Padre y sea heredero contigo, ya que no te has avergonzado de tu
hermano" ( 3 7 ).
obras. HARNACK (Chronologie, apéndice, pp. 541 y ss.) corrigiendo su texto, pp. 9-11
cree que el Protréptico ha sido escrito entre el 180 y el 190; los Strámata I-IV y el
Pedagogo entre el 190 y el 202. Los Strámata V-VII serían posteriores a su
salida de Alejandría, en 202. BOUSSET (Schulbetrieb, p. 218, n.) piensa de la misma
manera. TOLLINTON (op. cit., t. II, pp. 329-331) cree, por el contrario, que toda la
Trilogía ha sido compuesta en Alejandría; Hipotiposis sería obra posterior. Sin pre-
tender resolver cuestión tan oscura, adoptamos, a título de hipótesis, la cronología
de Harnack.
( 37 ) Protréptico, xi, 113, 3-5. Cf. DE FAYE, op. cit., p. 67.
( 38 ) Cf. DE FAYE, op. cit., p. 69.
(3B) Ed. STAEHLIN, t. I, pp. 87-340; P. G., VIII, 247-648. Sobre la moral expuesta
en este libro, cf. BARDY, op. cit., pp. 26 y ss. Cf. la versión italiana del Pedagogo por
A. BOATTI, Turín, 1912 y también la de A. MAZZI, Verona, 1917.
ESCUELA DE ALEJANDRÍA ANTES DE ORÍGENES 203
"Nuestro pedagogo es imagen de Dios, su Padre; es hijo de Dios, sin pecado, sin
tacha; su alma es impasible; Dios inmaculado bajo forma humana, ministro de la
voluntad del Padre, Verbo de Dios, que está en el Padre, que procede de la diestra
del Padre, Dios bajo forma humana; es para nosotros la imagen inmaculada que
con todas nuestras fuerzas tenemos que esforzarnos por copiar en nuestra alma; está
totalmente libre de todas las pasiones humanas; sólo El juzga, porque sólo El está sin
pecado; pero nosotros debemos esforzarnos cuanto nos sea posible por no pecar" (4°).
"Desde que somos regenerados por el bautismo, recibimos el don perfecto al que
aspiramos; porque hemos sido iluminados, es decir, hemos recibido el conocimiento
de Dios y no puede ser imperfecto el que ha conocido lo perfecto... Bautizados, somos
iluminados; iluminados, somos hijos de Dios; hijos de Dios, recibimos un don per-
fecto; y, al recibir un don perfecto, tenemos la inmortalidad... Nosotros, los bauti-
zados, redimidos del pecado, cuya oscuridad obstaculizaba al Espíritu Santo, tenemos
libres los ojos del espíritu, transparentes, luminosos, y con ellos vemos a Dios,
habiéndose difundido el Espíritu Santo sobre todos nosotros desde lo alto del cielo.
Penetrados por este rayo de luz eterna, podemos ver la luz eterna; porque lo semejante
ama lo semejante; lo que es santo es amado de la fuente de toda santidad, que es
esencialmente luz. Vosotros, que erais tinieblas y ahora sois luz en el Señor... Todos
vosotros, que habéis sido bautizados en Cristo, habéis revestido a Cristo y ya no hay
judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos sois uno en Cristo
Jesús. No puede decirse que los unos son gnósticos y los otros psíquicos en el mismo
Verbo, sino que todos, despojados de los deseos carnales, sois iguales y pneumáticos
en el Señor" ( 4 1 ).
Hemos abreviado, a pesar nuestro, esta cita, esta, página brillante cuyo con-
tenido es de valor fundamental. Clemente no se hace ilusiones sobre la per-
fección del cristiano; reconoce que ,1a fe no es más que el punto de partida
y que el término será la posesión eterna de las promesas; pero la fe nos da la
prenda segura de estas promesas: "El que cree en el Hijo tiene la vida
eterna" ( « ) .
No h a y que soñar en otros privilegios; nada h a y sobre la adopción divina
y la vida eterna, y estos dones supremos están garantizados a todos los cris-
tianos por el hecho de su bautismo.
Esta vocación única de todos los cristianos procede del único Dios y estos
dones se nos dan a todos por la única Iglesia:
"¡Oh misterio admirable! No hay más que un Padre del Universo, no hay más
que un Logos del Universo y el Espíritu Santo es también único en todas partes. No
hay más que una madre virgen, que llamamos Iglesia... Esta madre sola no ha
tenido leche; porque no es mujer, sino que es virgen y madre; pura como una
virgen, amorosa como una madre; llama a sus hijos y los nutre de una leche santa,
el Logos hecho niño" ( 4 3 ).
Este hermoso texto es eco de una doctrina que hemos oído muchas veces
a lo largo del siglo n : la maternidad de la Iglesia, que el viejo Hermas vene-
raba ya con ternura emocionante ( 4 4 ). También Ireneo había dicho que el
Verbo por su encarnación se había hecho leche para los niños ( 4 3 ). Todos estos
símbolos se fundan en una misma corriente mística que arrastra a las almas
hacia la Iglesia; y por lo que respecta a Clemente, no es la Iglesia soñada por
los gnósticos en las brumas lejanas del Pleroma, sino la Iglesia visible, única
que lleva en su seno a todos los cristianos y los nutre del Verbo único ( 4 6 ).
Esta alta teología desarrollada a lo largo del primer libro, domina todo el
Pedagogo y es ella la que da a la ética de Clemente su carácter cristiano.
Si se examinan al detalle los preceptos morales, muchas veces vemos que
Clemente se sirve de Musonio, de Cicerón, de Galieno, y sobre todo de Fi-
lón ( 4 7 ). Esta dependencia no tiene nada de sorprendente y en esta misma
época, podríamos notar otros muchos ejemplos, sobre todo en los tratados de
moral. Pero más interés que la investigación de sus fuentes, tiene para nos-
otros el estudio de las tendencias morales, que se advierten en medio de los
preceptos y prohibiciones que se acumulan en estos libros ( 4 8 ).
Por las mismas fechas Tertuliano se dedicaba también en Cartago a escribir
sobre doctrina moral; pero qué distancia tan grande entre los dos: Tertuliano
arrebata por la fuerza del estilo; pero sus ataques no van contra los defectos
y ridiculeces de los libros, sino contra ciertas formas de vida; y sus condena-
ciones son tan ásperas que corre peligro de herir en vez de sanar. El sacer-
dote de Alejandría no tiene ese vivo fuego del sacerdote de Cartago, n i sus acen-
tos trágicos; denuncia con fina ironía los absurdos de la vida m u n d a n a ( 4 9 ) ;
tiene u n sentido m u y justo de lo que es digno de los cristianos y es conve-
( 44 ) Cf. t. I, p. 290.
(45) "£l 5 e\ pan perfecto del Padre, nos es dado a nosotros niños pequeños bajo la
forma de leche: es su presencia humana; quería que nutridos por su carne y habi-
tuados por este alimento a comer y a beber al Verbo de Dios, pudiésemos asimilar
el pan de inmortalidad que es el Espíritu del Padre" (Adv. Haer., IV, xxxvin, 1).
( 46 ) La insistencia con que Clemente afirma esta unidad de Dios y de la Iglesia es
una reacción contra el marcionismo, y no es el único lugar de este libro en que se
nota esta preocupación por la controversia: "Nuestro Pedagogo es el Dios santo,
Jesús, el V*rbo que instruye a toda la humanidad, el Dios amigo de los hombres".
El es el que hizo salir a su pueblo de Egipto, quien lo formó lentamente en el
desierto; El es quien se apareció a Abrahán, a Jacob, a Moisés (I, vn, 55, 2-58, 3).
Esta controversia es más clara y directa en los capítulos vm-xii, donde Clemente
prueba contra aquéllos que lo niegan que el mismo único Dios es justo y bueno.
Puede unirse a esto la defensa de la Ley: Stróm. I, xxvn, 171. Cf. BARDY, op. cit.,
p. 128.
( 47 ) La dependencia de Musonio ha sido sobre todo estudiada por WENDLAND,
Qucestiones Musoniance, Berlín, 1886; más tarde Wendland mismo se ha corregido:
Beitráge zur Geschichte der griechischen Philosophie, Berlín, 1895, p. 68 y ss.; Theo-
logische Literaturzeitung, 1898, p. 653: Clemente no habría copiado a Musonio
directamente, sino de las notas tomadas por un alumno de las conferencias de Mu-
sonio. Cf. DIELS, Doxographi Grceci, pp. 129-132; BARDENHEWER, Geschichte der alt-
kirchlichen Literatur, t. II, p. 39. La fuente más veces utilizada es Filón; las relacio-
nes entre uno y otro han sido indicadas por STAEHLIN en las notas a su edición.
(48) El lector que, sin tener tiempo para seguir al detalle todas las sinuosidades
del texto, desee conocer su dirección y su acento propio, no puede desear mejor
guía que BARDY (op. cit., en particular en la segunda parte, La vie chrétienne, pp.
142-245).
(49) Puede leerse, por ejemplo lo que se dice del adorno y compostura, en Peed., II,
VIII, 65-68 y xn, 118. Cf. BARDY, op. cit., pp. 156-159. Nótese aquí mismo la mode-
ración del moralista: permite a las mujeres adornarse para agradar a sus maridos,
pero deberán "reducirlos suavemente a una vida más sencilla, acostumbrándolos
poco a poco a una mayor moderación" (Ibíd., III, xi, 57; Cf. BARDY, op. cit., p. 160).
ESCUELA DE ALEJANDRÍA ANTES DE ORÍGENES 205
n i e n t e p a r a ellos ( 5 0 ) y p r o y e c t a s o b r e t o d a l a v i d a c r i s t i a n a ese m a g n í f i c o
i d e a l h u m a n o , q u e U o s m e j o r e s e n t r e los p a g a n o s h a n a l a b a d o y q u e C l e m e n t e
h a p i n t a d o c o n s u s m i s m a s p a l a b r a s , i l u m i n á n d o l o t o d o c o n el m o d e l o i d e a l
Cristo Jesús.
Estos r a s g o s s e ñ a l a d o s c o n t a n t a i n s i s t e n c i a e n el l i b r o p r i m e r o , r e a p a r e c e n
a l f i n d e l a lobra, n a c i d o s d e a r d i e n t e i n s p i r a c i ó n :
(50) Véase por ejemplo los consejos dados a las mujeres: Cf. BARDY, op. cit.,
pp. 204-220. Citemos nada más uno o dos rasgos: "La hermosura es la flor natural
de la salud, que trabaja en el interior del cuerpo y hace aparecer el estado del
organismo desarrollado y floreciente. H e aquí por qué las actividades más bellas y
sanas, ejercitando el cuerpo, le dan la belleza sana y durable" (Peed., III, xi, 64,
3-65, 1). "El trabajo da a las mujeres la verdadera belleza: ejercita su cuerpo y lo
embellece naturalmente, no con ese adorno que exige el trabajo de los otros, adorno
sin encanto, propio para esclavas y cortesanas, sino con estos otros adornos que
la mujer honesta teje para sí con el trabajo de sus manos" (ibíd., 67, 1).
( 6 1 ) H e aquí en su texto griego esta frase de tan difícil traducción: TÓ KOÍKOV Trjs
«WíXijo-ías irXripÓKr&ntv irpóauírov.
( 5 2 ) Peed., III, X I I , 99, 1; 101, 1-2. Cf. BARDY, op. cit., pp. 241-243; Histoire du
dogme de la Trinité, t. I I , pp. 237-238.
( 5 3 ) Ya hemos dicho que el V I I I Strómata tiene distinto carácter (supra, p. 200).
( 5 4 ) Cf. AUUO-GÍSLIO, Noches Áticas, pref, § 11; DE FAYE, op. cit., pp. 96-98.
( 5 5) Stróm. IV, n , 4-8.
(56) Stróm. V, vm-ix, 19-66.
206 HISTORIA DE LA IGLESIA
"¿Se debe n o escribir o h a y personas a las que se debe reservar este derecho? En
el primer caso, ¿para qué sirven las letras? En el segundo, ¿a quiénes se ha de
conceder el derecho de escribir? ¿a personas prudentes o a quienes no lo s o n ? ' . . Por
ejemplo, ¿habrá que permitir a Teopompo, a Timeo, autor de fábulas impuras; a
Epicuro, iniciador del ateísmo; a Hipponax, a Arquíloco que escriban sus vergon-
zosas obras, y prohibir al mismo tiempo al que proclama la verdad, que legue a la
posteridad los escritos que han de hacer bien?" (Stróm. I, i, 1-2).
"No ignoro lo que discuten algunos ignorantes que se espantan de cualquier peque-
nez, a saber: que h a y que limitarse a las cosas esenciales, a las que tienen relación
con la fe y que se debe despreciar aquellas que vienen de fuera y que son superfluas."
(Ibíd., I, i, 18, 2 ) .
Y añade:
"Algunos que se creen dotados del espiritu, piensan que no h a y que tocar la
filosofía, ni la dialéctica, ni aplicarse al estudio del universo; reclaman la fe pura
y simple. Sin trabajar en la viña, quieren coger inmediatamente los racimos"
(Ibíd., I, ix, 43, 1 ) . . IJSjj
( 5 7 ) Estas oposiciones las hemos estudiado con más detalle en nuestros arts. de la
Revue d'Histoire Ecclésiastique, t. X I X , 1923, pp. 481-505, y t. XX, 1924, pp. 5-37,
sobre Le désaccord de la foi populaire et de la théologie savante dans l'Eglise chrétienne
du III siécle. Cf. infra, pp. 313 y ss.
( 5 8 ) El pensamiento de Ireneo es, como siempre en este, gran maestro, de una
gran prudencia; pero sus preferencias son claras y su desconfianza indudable. Cf.
supra, pp. 43-44, e infra, pp. 314-315.
(59) TERTULIANO, De Prazscriptione, V I I , 9-13; Adv. Prax-, I I I ; cf. infra, p. 314.
( e o ) Hipólito y Novaciano representan, entre otras tendencias, la oposición de los
teólogos, orgullosos de su ciencia, a los obispos de Roma, a los que juzgan dema-
siado sencillos o no sabios. La posición de Hipólito ha sido m u y bien caracterizada
por HARNACK, Dogmengeschichte, t. I, p. 741. "Hipólito tiene por gente sencilla a
Ceferino y a los otros, porque no quieren lanzarse en brazos de la nueva ciencia y
de su concepción «económica» de Dios". En cuanto a Novaciano, bastará recordar la
ironía de Cornelio contra "este dogmatizador, este protector de la ciencia eclesiás-
tica" (carta a Fabio, en ETJSEBIO, Hist. Eccl., VI, XLIII, 8) y las invectivas de Ci-
priano: "Que exalte, que alabe con orgullo su filosofía y su elocuencia" (carta a
Antoniano, Epist. LV, 24; cf- carta a Cornelio, Epist. LX, m ) .
(6 1 ) Cf. DE FAYE, op. cit., pp. 137 y ss:
ESCUELA DE ALEJANDRÍA ANTES DE ORÍGENES 207
Estos textos y otros muchos que podrían añadirse a ellos demuestran que la
situación en Alejandría estaba a más alta tensión que en Occidente: las
pretensiones y las suspicacias entre los simples fieles son más vivas y pro-
vocan entre los teólogos mayor irritación. E. de Faye explica esta descon-
fianza de los fieles, porque el peligro de los gnósticos se sentía en Alejandría
mucho más vivamente ( 6 2 ) ; explicación acertada, pero incompleta. En el seno
mismo de la Iglesia de Alejandría, h a y "gnósticos", es decir, cristianos que,
sin renegar de los dogmas tradicionales, n i de la obediencia debida a la Igle-
sia, aspiran a u n conocimiento más profundo y más sabio de los dogmas que
profesan. Es éste u n carácter propio del cristianismo alejandrino y es lo que
hizo que el problema en esta iglesia fuese más agudo y terrible.
Para resolverlo, Clemente en sus Strómata discutirá estos dos grandes pro-
blemas: las relaciones entre el helenismo y el cristianismo y las relaciones
entre la gnosis y la fe.
"Cuando muchos hombres arrastran un barco, no puede decirse que son muchas
causas, sino una sola, compuesta de muchas fuerzas... Así es el oficio de la filosofía
en la adquisición de la verdad. En la investigación de la verdad no es la filosofía
la que la aprehende, pero concurre y coopera con las otras causas... Hay una sola
verdad, pero son muchas las cosas que concurren a buscarla; y merced al Hijo
sel la puede hallar. Bien consideradas las cosas, la virtud no es más que una potencia;
pero se le llama según los objetos prudencia, templanza, fortaleza o justicia. De la
misma manera la verdad es única y tenemos la verdad geométrica en la geometría,
en la música la verdad musical, en la filosofía la verdad filosófica, que es la verdad
helénica. No hay más que una verdad principal, que está fuera de nuestro alcance,
y es el Verbo de Dios quien nos la enseña... Y aunque la filosofía concurre remota-
mente al descubrimiento de la verdad, tendiendo por diversas percepciones a aquella
que toca inmediatamente a la verdad, es decir, al conocimiento humano, no ayuda
sino a aquel que por su razón se esfuerza en llegar a la gnosis. La verdad helé-
nica difiere de la nuestra, aunque lleve el mismo nombre, por la extensión del
conocimiento, la eficacia de la demostración, la fuerza divina y por otras muchas
cualidades semejantes a éstas. Nosotros, nosotros somos discípulos de Dios, formados
por el Hijo de Dios, con Escrituras verdaderamente sagradas; de este modo las almas
son sacudidas de manera muy distinta y por una doctrina muy diferente. Y si las
sutilezas de nuestros adversarios nos obligan a hacer distinciones, diremos que la
filosofía concurre a la aprehensión verdadera, por ser investigación de la verdad y
educación preparatoria del gnóstico. No calificaremos esta cooperación como causa,
ni le atribuiremos una eficacia indispensable y necesaria, pues casi todos nosotros, sin
formación enciclopédica y alguno incluso sin letras, hemos sido ilustrados por la
filosofía divina y bárbara; por medio de una fuerza hemos recibido de Dios la palabra
de fe y hemos sido instruidos por una palabra eficaz en sí misma... Y, sin embargo, y;>
la filosofía justificaba por sí misma a los griegos: no daba ciertamente la justicia inte-
gral, pues no puede más que cooperar; es como el primero y segundo grado para el que
quiere subir al grado superior; como la gramática, al que. quiere hacer la filosofía.
El hombre que se vea privado de ella, no perderá por esto el logos integral ni la
posesión de la verdad. La vista concurre a la percepción de la verdad, como el oído
y la voz; pero sola la inteligencia la aprehende por su propia naturaleza, y de estas
causas secundarias unas tienen más virtud, otras menos. La claridad de espíritu sirve
para la trasmisión de la verdad; la dialéctica sirve para no caer en los lazos de la
herejía. La disciplina de nuestro Salvador es perfecta y suficiente, como fuerza y
sabiduría que. es de Dios; la filosofía helénica, uniéndose a ella, no da a la verdad
más poder; pero hace impotentes los ataques sofísticos dirigidos contra ella" (Stróm.,
I, xx, 97; 1-100, 1).
Esta larga disquisición expone mejor que cualquier otro texto el pensa-
miento de Clemente. La cuestión le llega vivamente al corazón: ante adver-
sarios apasionados que pretenden que "la filosofía es tina invención malvada
del Maligno para emponzoñar la vida h u m a n a " ( 6 6 ), también él se apasiona
y a veces su palabra va más lejos que su pensamiento: la filosofía sería u n
tercer Testamento, comparable a la Ley, dada a los hombres para enseñarles
la justicia ( 6 T ); más aún, sería u n principio de justificación. Separadas de su
contexto ( 6 8 ) estas afirmaciones, sorprenden como paradojas audaces y el
mismo Clemente h a sentido la exageración y h a tenido cuidado de ate-
nuarla ( 6 9 ) .
(6«) Stróm. I, i, 18, 2. Cf. también Stróm. VI, vni, 66, I. Cf. Stróm. VI, xvn, 159, 1;
Stróm. I, xvn, 81, 4.
(<") Stróm. VI, v, 42, 1; VI, vm, 67, 1. Cf. Stróm. VI, xni, 106, 3.
( 68 ) Sentimos que sea así como los presenta FAYE (op. cit., pp. 176-177).
(69) p U ede verse en el texto que hemos citado arriba: Después de haber dicho:
"La filosofía justificaba por sí misma a los Griegos", añade: "Ciertamente que no
les daba la justicia integral, no puede más que cooperar"... Dice también: "La
filosofía ha sido dada a los griegos como un Testamento que les pertenece en pro-
piedad" (Stróm. VI, vm, 67, 1); pero añade al momento: "Es como una grada
inferior por donde se llega a la filosofía según Cristo".
ESCUELA DE A L E J A N D R Í A A N T E S DE ORÍGENES 209
subraya con estas palabras: "La filosofía no forma parte del pueblo, le es exterior
como el vestido (lo es al cuerpo)".
( 77 ) Cf. supra, t. I, pp. 356-358.
( 78 ) En esta concepción, las verdades que la filosofía enseña y trasmite le vienen
de un don de Dios. Clemente gusta de presentar este don como una semilla del
Logos (Protrep., VII, 74, 7). Otros, a quienes no nombra, atribuyen la filosofía a la
inspiración de las potencias inferiores (Stróm. I, xvi, 80, 5; cf. ibíd., I, xvn, 81, 4 ) .
Esta tesis, que aquí es rechazada, es aceptada más tarde bajo otra forma: la filosofía
viene del Logos, pero Ea sido dada a los griegos por los ángeles inferiores (Stróm-
VII, II, 6, 4), cf. art. cit., pp. 466-467.
Junto a esta concepción encuéntrase otra que era familiar a los apologistas ante-
riores, pero que sorprende encontrar en Clemente: estas verdades originaríanse en
la Biblia, de donde las habrían tomado los filósofos; BOUSSET (op. cit., pp. 205-218)
reconoce, en esta tesis de los plagios hechos a los judíos, huellas de una fuente ante-
rior. Acerca de esta concepción en los apologistas, cf. supra, t. I, pp. 357-358.
( 79 ) Stróm. I, v, 30, 3-32, 3. Cf. FILÓN, De congressu eruditionis gratia, LXXVII y ss.
(8°) Ibíd., 30, 1. Cf. FILÓN, ibíd., LXXIX.
( 81 ) Stróm. I, xx, 100, 1. La misma comparación en Stróm. VI, x, 80, 4. También
aquí Clemente sigue a Filón, De agricultura, xiv y ss., que había tomado esta ima-
gen de Platón (De República, VII, pp. 534 y ss.).
ESCUELA DE ALEJANDRÍA ANTES DE ORÍGENES 211
a encontrarla, o más bien cuando han sido recibidos por la misma Verdad, la poseen
los místicos" ( 8 2 ) .
( 8 2 ) Stróm. I, v, 32, 4, cf. Stróm. VI, x, 83, 2: "Aunque la verdad que se mani-
fiesta en la filosofía helénica sea nada más que parcial, la verdad real obra como
el sol que hace brillar los colores, el blanco y el negro, y los da a conocer; así
también ella confunde los razonamientos aparentes de los sofistas". Ver otros textos
parecidos en DE FAYE, op. cit., pp. 194-196.
( 8 3 ) Stróm. I, vi, 35, 2. La razón que da en este lugar es que sin la ciencia no
se puede distinguir lo que se debe admitir y lo que se debe rechazar: la filosofía,
pues, obra aquí también más que como instrumento para descubrir la verdad, como
instrumento para discernirla. La misma cuestión se discute a lo largo de todo el
capítulo primero de Stróm. V. E n este capítulo, consagrado a la fe, Clemente atri-
buye a la ciencia un papel importante en el desenvolvimiento y desarrollo de la
fe: "La fe común es como el f u n d a m e n t o . . . la fe superior se eleva sobre él, se
perfecciona en el fiel y se completa con la (fe) que viene de la ciencia y del
cumplimiento de los preceptos de la razón; así en los apóstoles, cuya fe tenía poder
para trasladar los montes y transplantar los árboles" (V, I I , 5-6). "Decimos que
la fe no debe ser perezosa ni (permanecer) aislada, sino que debe unirse al estudio
y p r o g r e s a r . . . La intuición del alma debe tender a descubrir; y debe al mismo
tiempo vencer los obstáculos, el espíritu de oposición, la envidia, las sutilezas"
(Ibíd., 11, 1-4). Pero más importante aún que el esfuerzo intelectual, es el amor
de Dios: "Dios es amor y es conocido de aquellos que lo aman; Dios es fiel, la doctrina
lo da a conocer a los fieles. Es preciso parecemos a El por el amor, a fin de
conocer lo semejante por lo semejante; escuchando la palabra de la verdad, sincera,
puramente como obedecen los niños" (Ibíd., 13, 1-2). A este propósito es digno de
leerse P. CALEMOT, Les idees de Clément d'Alexandrie sur l'utüisation des Sciences
et de la Littérature profane; Clément d'Alexandrie et l'utüisation de la Philosophie
grecque en Recherches de Science Religieuse, t. X X I , 1931, pp. 38-66 y 541-569. E.
BONAIUTTI, Clemente Alessandrino e la cultura classica, en la Rivista storico critica
delle scienze teologiche, t. I, pp. 391-412.
( 8 4 ) Si se quiere apreciar esta afirmación, puede leerse: J. MEIFORT, Der Pla-
tonismus bei Clemens Alexandrinus, Tubinga, 1928. El autor demuestra cómo la
metafísica platónica se transforma en Clemente en una especulación religiosa.
Esto que es verdad en cuanto a la filosofía, lo es más en cuanto a los misterios.
El empleo del vocabulario de los misterios es tradición alejandrina que aparece ya
manifiestamente en Filón; cf. BRÉHIER, Philon d'Alexandrie, pp. 242-246, y L. CER-
PAUX, Influence des mystéres sur le judáisme alexandrine avant Philon (Lovaina,
1924, pp. 73-80. También en Clemente los misterios juegan un gran papel, pero
en la expresión más que en el pensamiento. Cf. MAYOR, op. cit., pp. L-LX, Clément
and the Mysteries.
( 8 5 ) Cf. especialmente Stróm. VI, v n , 57.
212 HISTORIA DE VA IGLESIA
trar que la ciencia de Dios debe ser enseñada; mas ¿por quién? Los hombres
no la conocen y los mismos ángeles no pueden revelarnos a Dios.
"Siendo único el Ser improducido, el Dios Omnipotente, y siendo único su Uni-
génito, .. . que es el que todos los profetas llaman Sabiduría, El es el Maestro de
todos los seres producidos, el Consejero de Dios, que todo lo ha dispuesto por su Pro-
videncia. El, que desde el principio, desde la primera creación del mundo, ha instruido
de muchos modos y bajo diversas formas, El complementará esa instrucción. He aquí
por qué ha dicho con toda ju;ticia: «No llaméis a nadie vuestro Maestro sobre la
tierra.» Ve cuáles sean los asideros de la verdadera filosofía" ( 8 6 ).
Este Maestro está en el corazón de los hombres como u n a semilla de ver-
dad, simbolizado por el grano de mostaza, por la semilla del sembrador, por
el fermento ( 8 T ); h a dado a los hombres las intuiciones parciales de la filo-
sofía ( 8 8 ) y es el autor de los dos Testamentos ( 8 9 ) .
Hay en esta doctrina u n eco de la tradición anterior: San Justino había
ya contrapuesto el Logos total, revelado en Jesucristo, al Logos parcial, cuyas
semillas se h a n derramado entre la humanidad, no sólo en el pueblo esco-
gido, sino también en el helenismo. San Ireneo, por otra parte, había atri-
buido toda l a revelación a l a acción del Verbo de Dios. H a y que reconocer,
sin embargo, que es a Justino, a quien se evoca aquí, más que a Ireneo; a
Justino, cuyas concepciones y cuya filosofía se nos figura m á s amplia, m á s
mística y más fogosa.
Por otra parte, el lugar relevante que en la teología de Ireneo ocupa la
Encarnación, desaparece aquí: el Hijo de Dios es el Maestro único, en cuanto
es el Logos, m á s bien que en cuanto se h a encarnado. A u n hoy, Cristo obra
en nosotros mucho m á s por su acción íntima que por la transmisión de su
doctrina, tal como nos lo enseña el Evangelio y nos lo propone la Iglesia ( 9 0 ) .
Has aspiraciones constantes de su alma hacia el mundo del cielo, "la santa
montaña de Dios, la Iglesia de lo Alto, donde están reunidos los filósofos de
Dios, los israelitas, los puros de corazón, en los que no h a y dolo" ( 9 5 ) . Mas,
pese a la impaciencia de aquella alma contemplativa, siempre en tensión
hacia el cielo, no faltan, al menos en el VII Strómata, textos m u y precisos
sobre la Iglesia visible, más antigua que todas las herejías, la única depositaría
de la auténtica tradición de los apóstoles:
"Es evidente que estas herejías segundogénitas y las que son aún más recientes,
son novedades y alteraciones con relación a la Iglesia primogénita y verdadera. Des-
pués de lo dicho, es manifiesto que no existe más que una Iglesia verdadera, la que
es verdaderamente antigua y en la que están inscritos los verdaderos justos. Siendo
Dios único, siendo el Señor único, lo que es soberanamente venerable será alabado
también de ser único imitando en esto su principio que es único. A lo que es uno
por naturaleza pertenece la Iglesia, que es única y que los herejes intentan dividir
en multitud de herejías. Decimos, pues, que es única en hipóstasis, en idea, en
principio, en excelencia, la Iglesia antigua y católica, en la unidad de fe única se-
gún los dos Testamentos que le pertenecen, o mejor, según el único Testamento que,
en diferentes tiempos, por la voluntad del Dios único y del Señor único, ha reunido a
todos los elegidos, a los que Dios ha predestinado, habiéndolos conocido, antes de la
creación del mundo, como predestinados a ser justos. La excelencia de la Iglesia,
como el principio de su constitución, está en la unidad; la Iglesia está sobre todas
las cosas y no reconoce igual ni semejante" ( 9 6 ).
texto, que puede verse citado y comentado más largamente en el art. cit., 480-482.
Cf. BARDY, op. cit., pp. 270-275 y las notas de HORT en su edición de Strómata VII.
(105) E s te severo texto se comprendería si se tratase de una expiación pasajera de
un purgatorio; pero Clemente habla de una pena que durará eternamente: "Cuando
hayan terminado los castigos exigidos por la expiación de las faltas y por la purifi-
cación personal, quedará siempre a los que han sido juzgados dignos del segundo
redil, la mayor pena: la de no poder estar con los que han sido glorificados por su
justicia". Todo este texto, del que no hemos citado más que algunas palabras, es muy
importante: Stróm. VI, xiv, 108-114. Cf. art. cit., pp. 482-483 e infra, p. 317.
( 1 0 6 ) Le Gnostique, p. 247.
CAPITULO X
ORÍGENES O
216
ORÍGENES 217
§ 1 . — E l catequista d e Alejandría
h a b í a n a c i d o y se h a b í a e d u c a d o e n e l p a g a n i s m o ; O r í g e n e s es c r i s t i a n o d e s d e
s u c u n a , y su p a d r e L e ó n i d a s t u v o s u m o c u i d a d o e n e d u c a r l o e n el conoci-
m i e n t o de l a s S a g r a d a s E s c r i t u r a s , p o r l a s q u e el n i ñ o d e m o s t r ó u n a afición
precoz (4).
E n l a p e r s e c u c i ó n d e S e v e r o , L e ó n i d a s f u é a r r e s t a d o y O r í g e n e s se s i n t i ó
m o v i d o d e t a l deseo d e m a r t i r i o q u e s u m a d r e n o p u d o r e t e n e r l e , s i n o o c u l -
t a n d o sus vestidos. N o p u d i e n d o u n i r s e a su p a d r e , l e e x h o r t ó a m a n t e n e r s e
f i r m e : " C u i d a d , le e s c r i b í a , d e n o m u d a r d e p r o p ó s i t o p o r n o s o t r o s " ( 5 ) .
colaboración buscó Orígenes, hacía cinco años que seguia los cursos de u n
filósofo. Era, pues, u n profesor de filosofía el nuevo asociado a la escuela ale-
jandrina y algún día este profesor sería el sustituto de Orígenes al frente del
Didascáleo (230), para ser luego obispo en el 231 como sucesor de Demetrio.
Merced a su colaboración pudo Orígenes redoblar su actividad. Uno de
sus discípulos, Ambrosio, arrancado por él a la herejía valentiniana, quiso
poner toda su fortuna a servicio del maestro: "más de siete taquígrafos escri-
bían al dictado, relevándose unos a otros a horas fijas. No era menor el
número de copistas y de jóvenes calígrafas. Ambrosio proveía largamente
a la subsistencia de todos" ( 1 7 ).
El fin intentado por los dos amigos lo conocemos definidamente por el
informe de Orígenes a Ambrosio:
"Hoy, so pretexto de gnosis, se dirigen los herejes contra la Iglesia santa de Cristo;
acumulan los volúmenes de sus comentarios, en los que pretenden interpretar los
textos evangélicos y apostólicos; si nosotros nos callamos y no les oponemos el dogma
verdadero y sano, conquistarán a las almas, que hambrientas y carentes de alimento
saludable, se arrojan sobre estos alimentos prohibidos, impuros y abominables...
Tú mismo, porque no encontrabas maestros capaces de enseñarte una doctrina más
alta y tu amor a Jesucristo no podía contentarse con una fe no razonada y vulgar,
te entregaste a esas doctrinas, que luego, con buen acuerdo, has condenado y recha-
zado" (18).
Este texto nos revela el resorte m á s íntimo del pensamiento de Orígenes:
en la ciudad de Alejandría, en que griegos, judíos, gnósticos y católicos están
ávidos de ciencia religiosa, de la que todos creen poseer el secreto, no es
posible contentarse con "una fe no razonada y vulgar"; n i la nobleza y digni-
dad del cristiano, n i "sú amor por Jesús" pueden consentirlo; y ¿a quién
pedirán esta alta ciencia religiosa sino al maestro del Didascáleo? Clemente
había presentido la necesidad ineludible de esta obra; pero apenas si pudo
esbozarla. Orígenes consagrará su vida a esta realización.
t e m a se l l e g a b a a l a c o n c l u s i ó n d e l a s a l v a c i ó n d e l d e m o n i o ; y se a c u s ó
d e ello a O r í g e n e s , q u e p r o t e s t ó " q u e n i u n loco p o d r í a s o s t e n e r tesis
semejante" (3T).
LA JERARQUÍA T o d a esta c o n c e p c i ó n a t r e v i d a d e l m u n d o y
DE LAS PERSONAS DIVINAS del destino h u m a n o debía provocar corrientes
contrarias de entusiasmo y de temor en la
I g l e s i a c r i s t i a n a d e A l e j a n d r í a . P e r o a u n h a b í a o t r a s e s p e c u l a c i o n e s e n el
Tratado de los principios y m á s a ú n e n el Comentario sobre San Juan, q u e
d e b í a n i n f u n d i r n o m e n o s t e m o r , p u e s sus a t r e v i m i e n t o s n o e r a n m e n o r e s :
t e n í a n p o r objeto el m u n d o celeste y s o b r e t o d o el m u n d o d i v i n o .
L a t r a s c e n d e n c i a s o b r e t o d o s los seres d e l P a d r e , d e l H i j o , d e l E s p í r i t u
S a n t o , v e r d a d c a p i t a l a f i r m a d a s i e m p r e p o r O r í g e n e s , l a e n c o n t r a m o s y a en
el Tratado de los principios (38).
D e b e m o s r e c o n o c e r t a m b i é n e n este t r a t a d o u n a c o n c e p c i ó n j e r á r q u i c a d e
las personas divinas q u e p o n e en peligro su i g u a l d a d y su consustancia-
lidad (39). Esta concepción, a pesar de todas las correcciones de Rufino, apa-
(37) Fragmento de una carta a sus amigos, citada por R U F I N O , De adulteralione li-
brorum Origenis.
( 3 8 ) La inmaterialidad absoluta no la admite en ninguna criatura; sólo en el Padre,
en el Hijo y en el Espíritu Santo: II, n , 2 (cf. supra, p. 224, n. 3 4 ) ; IV, m , 15. Estos
textos, es verdad, se encuentran en la traducción de Rufino; pero no se los puede poner
en duda, porque la tesis es familiar a Orígenes. Al contrario, sería imprudente apo-
yarse en I, m , 7; cf. la nota de KOETSCHAU, p. 60. Sólo, también, la Trinidad es
inmutable en el bien: I, v, 3 ; cf. I, n , 13; I, vi, 2; In Num. hom., XI, 8 (trad. de
R U F I N O ) . En Contra Celsum, VI, XLIV, se encuentra una idea análoga, pero que se
refiere a Dios y no precisamente a las tres personas de la Trinidad: "es imposible
que el bien accidental y producido sea semejante al Bien que lo es por esencia". Los
textos griegos relativos al Hijo y al Espíritu Santo tienden a separar estas dos personas
del Padre, que solo es bueno: In Ps., CXXI; Princ, I, n , 12, fragmento citado por
Justiniano; cf. JERÓNIMO, Ai. Avitum epist., n ; In Mt., XV, 10; cf. sobre este texto
también H U E T , Origeniana, I I , n , qu. 2, 15.
( 3 9 ) En el Tratado de los principios, esta jerarquía se manifiesta sobre todo en la
acción de las personas divinas: "Dios Padre conteniéndolo todo, llega a todos los seres,
comunicando a cada ser lo que El posee en propiedad; por una acción inferior al
Padre, el Hijo no llega más que a los seres racionales, porque es el segundo después del
Padre; por una acción menor aún, el Espíritu Santo no obra más que sobre los santos.
De tal guisa, según esta opinión la potencia del Padre es mayor que la del Hijo y del
Espíritu Santo; la del Hijo es superior a la del Espíritu Santo; superando la potencia
del Espíritu Santo a la de todos los otros seres santos" (I, i n , 3 ) . Cf. In Isaiam, ir.
(Pamph.il., apol., 5 ) ; Contra Celsum, V I I I , xv: "Los que decimos que el mundo
sensible pertenece a quien todo lo ha hecho, afirmamos claramente que el Hijo no es
más poderoso que el Padre, sino que es inferior. Decimos esto por obedecer al que dijo:
el Padre que me ha enviado es mayor que yo."
Llevado por esta concepción jerárquica, Orígenes concibe al Hijo y al Espíritu Santo
como intermediarios entre el Padre y las criaturas: In Joann, X I I I , xxv, pp. 151-153:
" . . . P a r a nosotros, que creemos al Salvador que ha dicho: el Padre, que m e ha
enviado, es mayor que yo, y que, por esta razón, no sobrellevó que el calificativo de
«bueno» le fuese aplicado en su sentido pleno, verdadero y perfecto, sino que lo refirió
al Padre, dándole gracias y censurando al que quería glorificar al Hijo excesivamente,
decimos que sobre todas las cosas producidas se elevan sin comparación y sobremanera
el Salvador y el Espíritu Santo; pero el Padre se eleva sobre ellos, tanto y más que
ellos sobre las criaturas aun las más elevadas." Cf. H U E T , II, n , 2-7. MARAN, en su
nota (ibíd.) supone que los copistas han dejado una negación; pero aunque se conceda
esto, queda la afirmación de los intervalos que separan al Padre del Hijo y al Hijo
de las criaturas. Esta concepción se encuentra en In Matthmum, XV, 10; pero aquí
la distancia es menor del Padre al Hijo que del Hijo a las criaturas.
De la misma concepción derivan las etapas en el conocimiento religioso: después
226 H I S T O R I A DE LA I G L E S I A
era menos adicto; y a petición de los obispos, Orígenes explicó la Sagrada Es-
critura en la iglesia en presencia de todo el pueblo. Como no era sacerdote,
Demetrio se quejó a sus colegas de Palestina y recibió una respuesta dema-
siado viva: Alejandro y Teoctisto le recordaban que en otras ocasiones también
habían sido algunos seglares invitados por los obispos a predicar la homilía.
Demetrio llamó a Orígenes a su puesto del Didascáleo; volvió, en efecto, y
reanudó su trabajo. Este incidente hacía ya prever el conflicto de quince años
más tarde.
A principios del imperio de Alejandro Severo (222-235) la madre del em-
perador, Mammea, hizo venir a Orígenes a Antioquía para consultarle sobre
muchas cuestiones, "interesándose por la gloria del Señor y la doctrina
divina". Orígenes pasó algún tiempo junto a ella, le expuso la doctrina cris-
tiana y luego "se apresuró a volver a sus ocupaciones acostumbradas" ( 4 6 ).
§ 2 . — El maestro d e Cesárea
(5U) Así es como los hechos han sido contados por Focio, Cod. CXVIII (P. G., CIII,
397) según Panfilo.
( 31 ) SAN JERÓNIMO, Epist., xxxm, 4. Jerónimo no menciona la Capadocia; pero la
actitud de. Firmiliano da a conocer suficientemente su adhesión fiel a Orígenes.
(52) Pero no todos, sin embargo, pues el piadoso cuidado con que San Basilio y
San Gregorio compusieron la Philocalia dice muy alto de la veneración que tenían por
el maestro. San Basilio, no obstante, pone reparos a la teología origenista del Espíritu
Santo. (Sobre el Espíritu Santo, LXXIII.)
(83) Quizá en el año 230 (Cf. PREUSCHEN, a r t Orígenes en Protest. Real-Encyclop.,
t. XIV, p. 475) o lo más tarde en 232.
(54) Estos hechos están atestiguados por documentos de época un poco lejana a los
sucesos, pero no puede despreciarse el hecho que estén de acuerdo: Focio, Interrogat.,
ix; GENADIO, De viris illustribus, xxxrv; TEÓFILO, citado por Justiniano, Epist. ad Men-
nam (HARDOUIN, III, 263; cf. Mystagogia s. Petri Alex., en ROUTH, Reliquim Sacra?, t.
IV, p. 81). Cf. HARNACK art. Heraclas en Protest. Real-Encyclop., t: VII, p. 693; HAGE-
MANN, op. cit., pp. 283-285; BARDENHEWER, op. cit., t. II, p. 80.
( 55 ) FELTOE, Dionysius, p. XXV.
(s«) Hist Eccl, VI, XLVI, 2. Cf. infra, p. 255.
ORÍGENES 229
( 57 ) In Joan., VI, i, 8-11. Orígenes añade que vuelve a comenzar el prefacio del
tomo VI; porque no ha podido traer de Alejandría la redacción comenzada; tan preci-
pitada fué' su salida.
(58) pUede recordarse también el texto de la carta de Orígenes a sus amigos, citada
por San Jerónimo, Adv. Rufinum n, 18: "¿Será necesario recordar los discursos de los
profetas, amenazando y reprendiendo a los pastores y a los ancianos, a los sacerdotes
y a los príncipes del pueblo? Vosotros mismos podéis encontrarlos sin ayuda nuestra
en las Santas Escrituras y podréis convenceros de que nuestro tiempo es quizá de
aquellos a los que se aplican estas palabras: No pongáis vuestra confianza en vuestros
amigos ni vuestra esperanza en vuestros jefes (Mich. 7, 5) y este otro oráculo que
tiene su cumplimiento en nuestros días: los guías de mi pueblo no me han conocido,,
hijos insensatos que no tienen la sabiduría; son hábiles para hacer el mal y no saben
hacer el bien (Jerem. 4, 22). Hombres semejantes merecen compasión más que odio
y debemos rogar por ellos más que maldecirles; pues no hemos sido creados para mal-
decir, sino para bendecir".
(5») DIÓN CASIO, Hist. Rom., LXXV, 13; LXXVIII, 12. LAMPRIDIO, Alex. Sev., xxli,
XXVIII, XXIX, X U I I - X L I V , XLIX.
60
C ) Hist. Eccl., VI, xxvin, 1.
230 HISTOHIA DE LA IGLESIA
Pero esta simpatía, que comenzaba a nacer en el imperio hacia los cris-
tianos, quedó de súbito cortada: el 18 de febrero del 235 eran asesinados Ale-
jandro Severo y su madre y, por odio a su predecesor, Maximino se hizo
perseguidor de los cristianos y puso en la persecución toda la salvaje bruta-
lidad de su carácter. E l amigo íntimo de Orígenes, Ambrosio y el sacerdote
de Cesárea, Protocteto confesaron animosamente la fe y Orígenes les dedicó
su libro Sobre el martirio: en esta exhortación vibrante y llena de emoción,
se vuelve a sentir el entusiasmo con que treinta años antes el hijo de Leónidas
había animado a su padre al martirio ( 6 1 ) .
"Cuando vio que sus esfuerzos no quedaban sin correspondencia, se dio a cavar, a
remover, a regar, a dar vuelta todo; puso en acción todo su arte y todos sus cuidados
para cultivarnos: las espinas, los cardos, las malas hierbas, que crecían en nuestra
alma como en un bosque virgen, las cortaba y arrancaba con sus reprensiones y
sus órdenes. Nos corregía al modo de Sócrates, nos domaba con su palabra, si nos
veía como potros salvajes, rebeldes al freno, trotando fuera del camino y corriendo
de aquí para allá, hasta que por su persuasión y con su fuerza, domándonos como
con bridas, puestas a nuestra boca, nos sometía de nuevo a la rectitud. En un prin-
(61) Fragmentos de este libro han sido traducidos por BARDY, Origéne, pp. 296-307.
( e2 ) PALADIO (Hist. Lausiaca, CXLVII) refiere que desde el 235 al 237 ó 238 Orígenes
vivió en Cesárea de Capadocia, oculto en la casa de un cristiano llamado Juliano; pero
este relato es desmentido por San Gregorio: su discurso fué pronunciado en el año 238;
acaba de seguir durante cinco años los cursos de Orígenes en Cesárea y no dice nada
de una interrupción, ni de una ausencia. Este decisivo testimonio está confirmado por
lo que nos dice Eusebio (Hist. Eccl., VI, XXVIII) : Que la persecución hirió a los amigo^
de Orígenes y que éste les dedicó su libro sobre el martirio; que habla de la persecu-
ción en el tomo XXII de su comentario a San Juan y en diversas cartas. Si la
persecución hubiera alcanzado también a Orígenes, no hubiese dejado de decirlo Eusebio.
( 63 ) P. G-, X, 1049-1104, ed. KOETSCHAU, Friburgo, 1894.
ORÍGENES 231
"Tú, hijo mío, aplícate a leer las Santas Escrituras; aplícate, te digo; porque tene-
mos necesidad de mucha atención, para no decir ni pensar nada, inconsiderado. Atento
a la lectura de las Escrituras Divinas, con fe, con intención de agradar a Dios; si
las puertas están cerradas, llama, que el portero te abrirá; el portero del que Jesús
dijo: el portero abrirá la puerta. Atento a la lectura divina, busca con rectitud de
corazón y fe firme en Dios, el espíritu de las Santas Escrituras, oculto a muchos.
Pero no te contentes con llamar a la puerta y buscar; lo más necesario, para com-
prender las cosas divinas, es la oración. El Salvador, exhortándonos, no se contentó
con decirnos: llamad y se os abrirá, buscad y encontraréis; dice también: pedid y
se os dará. Por mi cariño paternal hacía ti, no temo hablarte en estos términos. Si he
hecho bien o no, Dios y su Cristo lo saben y el que tiene parte en el espíritu de Dios
y en el espiritu de Cristo. Tú podías tener parte también, una parte mucho mayor,
y no decir solamente: tenemos parte con Cristo, sino también tenemos parte con Dios."
Dejando de lado estas últimas palabras que, escritas por la pluma de Orí-
genes, no pueden menos de ser sospechosas, tenemos que admirar la piedad
y la sabiduría de esta respuesta. Corrige con discreción paterna lo que había
de inconsiderado en el entusiasmo del joven. Estos documentos, comparados el
uno con el otro se esclarecen y nos dan a conocer una pedagogía de excep-
cional eficacia C6*).
Pero hagamos notar que, ante todo, el valor del sistema depende entera-
mente aquí del valor del hombre. Como Sócrates, al que Gregorio recuerda
en su discurso, como Plotmo, que m u y pronto enseñará en Roma, Orígenes
transforma a sus discípulos más por su ascendiente personal que por su eru-
dición; no es el conferencista, que de vez en cuando se presenta delante de
sus oyentes; es el preceptor, el pedagogo que vive con sus discípulos.
§ 3 . — El p r e d i c a d o r y e l moralista
E s t a s s e v e r i d a d e s n o p e r d o n a n a n a d i e : n i a los obispos, n i a l o s s a c e r d o t e s ,
n i a l m i s m o p r e d i c a d o r . E n u n a h o m i l í a s o b r e el G é n e s i s , h a b l a n d o d e los
sacerdotes d e l F a r a ó n , c o m e n t a O r í g e n e s :
EL IDEAL RELIGIOSO E s t e t e x t o , q u e es u n o e n t r e m u c h o s , n o s r e v e l a e l
c a r á c t e r d e l a s h o m i l í a s d e O r í g e n e s : son d e e l e v a d o
i n t e r é s p a r a l a h i s t o r i a d e l a exégesis ( 7 8 ) , p a r a l a h i s t o r i a d e l a I g l e s i a d e l
siglo n i ( 7 9 ) ; pero nos descubren sobre todo la emocionante sinceridad (80) y
l a s a s p i r a c i o n e s r e l i g i o s a s d e l s a c e r d o t e d e C e s á r e a . Si r e l a c i o n a m o s esta o b r a
o r a t o r i a , q u e es m u y c o n s i d e r a b l e , c o n s u s i s t e m a p e d a g ó g i c o y c o n l a s o b r a s
teológicas d e Orígenes, podemos l l e g a r a lo m á s í n t i m o d e su p e n s a m i e n t o ,
a s u s a l t a s a s p i r a c i o n e s r e l i g i o s a s , q u e f u e r o n e l r e s o r t e d e t o d a su v i d a ; a s p i -
r a c i o n e s q u e se r e f l e j a n e n u n a m e t a f í s i c a q u e c o n t i e n e c i e r t a s tesis e r r ó n e a s ,
d e l a s q u e los m e j o r e s d i s c í p u l o s d e O r í g e n e s s u p i e r o n d e s p r e n d e r s e . E n
r á p i d a e x p o s i c i ó n n o s e s f o r z a r e m o s p o r e x p o n e r l a s c o m o el m i s m o m a e s t r o
las concibió, las vivió y las predicó ( 8 1 ) .
D i o s , e l solo b u e n o , h a c r e a d o a t o d o s los seres e s p i r i t u a l e s , b u e n o s y p u r o s
y a h o r a b a s t a e c h a r u n a m i r a d a a este m u n d o p a r a v e r q u e está l l e n o d e
i m p u r e z a s . T o d a s estas m a n c h a s e i m p u r e z a s v i e n e n d e u n a c a í d a o r i g i n a l :
las a l m a s q u e viven e n la m a t e r i a deben purificarse de las faltas cometidas
e n su v i d a a n t e r i o r . L a f a l t a i n i c i a l consistió e n u n o l v i d o d e D i o s ; e l a l m a
c r e a d a p o r E l , p a r a c o n t e m p l a r l e , h a d e j a d o a p a g a r s e e l i m p u l s o d e esta con-
t e m p l a c i ó n p r i m e r a y se h a d i v i d i d o , d i s t r a í d o , c o m p l a c i é n d o s e e n sí m i s m a
y dejándose seducir por las criaturas ( 8 2 ) .
( 7 7 ) In Gen. hom. xvi, 5. Cf. HARNACK, op. cit., p. 70, quien compara este texto
con otro de u n presbítero citado por IRENEO, Adv. fuer., IV, xxx. 1.
( 7 8 ) Sobre la exégesis de Orígenes, cf. PRAT, op. cit., pp. 111-167, 174-187; W E S T -
OOTT, art. Orígenes en el Dict. of Christ. Biogr., t. IV, cois. 104-127; BARDY art. Origéne
en Dict. de Théol. cathol., cois. 1.495-1.501 y 1.505-1.509.
( 7 9 ) Cf. HARNACK, Der Kirchengeschichtliche Ertrag der exegetischen Arbeiten des
Orígenes.
(SO) En los últimos años de su vida Orígenes se siente bastante seguro de sí mismo,
para permitir a los estenógrafos que copien sus homilías, sin que él mismo las hubiese
escrito antes.
( 8 1 ) Cf. W . VOELKER, Das Vollkommenheitsideál des Orígenes, Tubinga, 1931.
( 8 2 ) Esta concepción de la caída, familiar a los neoplatónicos y sobre todo a Plotino,
se encuentra también en Clemente y en Orígenes; cf. CADIOU, Introduction, pp. 22 y
48-59. "El gnóstico sabe que de los ángeles, algunos resbalaron hasta la tierra, no
habiendo aun reducido al solo hábito virtuoso su tendencia natural de dividirse entre
dos objetos" (CLEMENTE, Stróm. VII, XLVI, 6 ) . "Todos los que participan del que es
—y son los santos— se puede decir verdaderamente que son; pero los que han recha-
ORÍGENES 235
zado la participación de Aquel que es, por el mismo hecho de haberse privado de
ello, se han hecho no ser" (ln Joann., II, xm, 98).
( 83 ) Cf. In Joann., XX, xxxix, 374: "Mientras el hombre guarda la palabra de Cristo,
no verá la muerte; pero, si se fatiga en este ejercicio de guardar la palabra, si no la
guarda, no mira por sí mismo y verá la muerte no en otro sino en sí mismo... Así
•como se llenan de oscuridad los ojos, mirando las tinieblas, así también la muerte, mi-
rada por el que no guarda la palabra, le da la muerte, le priva de la vista y se verá
obligado a implorar al que abre los ojos de los ciegos." Comentando a Mt. 15, 19
«scribe (ln Mt. comm., xi, 15): "la fuente, el principio de todo pecado, son los malos
pensamientos; si ellos no ios aconsejan, no hay ni muertes ni adulterios, ni nada se-
mejante; debemos poner cuidado en guardar el corazón; porque, cuando el Señor
venga, en el día del juicio, iluminará todo lo que se oculta en las tinieblas y
manifestará los pensamientos de los corazones".
( 84 ) ln Ps. xxxvi hom. n, 8.
(85) ln Joann., XX, xm, 107.
( 86 ) De oratione, XIII, ni; BARDY, op. cit., pp. 66-67.
( 87 ) Ibíd., introd., pp. 17 y s. Cf. In Joann., X, xxvm, 173: "Para ver y comprender
todo esto, se necesita ese sentido de la verdad que se da a los que pueden decir: nosotros
tenemos el sentido de Cristo, para ver los dones que Dios nos ha hecho. Esto está fuera
de nuestro alcance.; porque nuestra inteligencia no es suficientemente limpia y nues-
tros ojos no son tales que puedan ser los ojos de la hermosa esposa de Cristo, de los
que dice, el esposo: tus ojos son como palomas... En este estado no podemos vacilar
en tomar en nuestras manos estas palabras, que son palabras de vida eterna, para inten-
tar alcanzar la virtud que de ellas se vierte para el que las toma con fe." Cf. CADIOU,
op. cit., p. 86.
( 88 ) Contra Celsum, VII, vn.
C89) ln Mt. comm., sermón 94.
236 HISTORIA DE LA IGLESIA
C90) In Jerem. hom. xvi, 14. L a mortificación y la ascesis son temas favoritos d e
Orígenes; muchos textos h a n sido reunidos por BOHNEMANN, In investigando monacha-
tus origine quibus de causis ratio habenda sit Origenis, 1885, p p . 38 y s., y 78 y s.
(9i) Cf. B O R N E M A N N , op. cit. y VOEUKER, op. cit., p . 61. Orígenes sin embargo h a vi-
vido en el mundo y h a predicado a cristianos que han vivido en este mundo; su ascesis
tiende al mismo fin que la de los solitarios; pero no tiene su inflexible exigencia.
( 9 2 ) Los vírgenes y los mártires son las primicias de la Iglesia; después de. ellos,
y e n segundo rango, los q u e después del matrimonio h a n vivido en continencia: In
Numer. hom. x i , 3.
(93j F u é limpio aun viviendo en el mundo: In Levit. hom. x i , 1. Cf. VOELKER,.
op. cit., p . 56.
( 9 4 ) A u n en esto es Orígenes más apremiante q u e Clemente (cf. supra, p. 204).
Como ya dijimos (cf. supra, p . 234), imponía esta pobreza sobre todo a los sacerdotes;
pero debe ser practicada por todos los cristianos que aspiran a la perfección: In Levit.
hom. xv, 2.
( 9 5 ) Jesús nos enseña a huir de todas las dignidades humanas: El huyó cuando lo
quisieron hacer rey: In Joann., XXXVIII, x x m , pp. 209-210.
( 9 6 ) Hemos hecho notar esta idea, a propósito de la carta d e Orígenes a Gregorio;
pero se repite, con palabras parecidas en muchas homilías. Orígenes concede que d e
las ciencias humanas se puede sacar algún provecho y a veces se puede servir de ellas
para convertir a los hombres; así como los patriarcas tenían hijos de las concubinas
(In Gen. hom. x i , 2 ) ; es obra verdaderamente divina adherirse a estas doctrinas, sin
apartarse jamás de la regla de la verdad, repitiendo sin cesar: " h a y sesenta reinas,
ochenta concubinas, innumerables jóvenes; pero ella es m i única, m i paloma, m i per-
fecta" (In Num. hom. xx, 3 ) . M á s característica a u n es la interpretación d e Abi-
melec, a quien Dios no permitió tocar a Sara. " E l nombre de Abimelec significa: el
rey m i padre. M e parece, pues, que Abimelec representa aquí los sabios del mundo:
dándose al estudio de la filosofía, n o h a n llegado a la norma total, perfecta de la pie-
dad; sin embargo, han reconocido que Dios es el padre y el r e y de todos. Y en cuanto
a la ética, se ven que h a n hecho algún esfuerzo por llegar a la pureza del corazón
y que h a n buscado con todas sus fuerzas la inspiración de la virtud divina; pero Dios
no h a permitido q u e la toquen: esta gracia no se debía conceder a los gentiles p o r
Abrahán, que por grande que fuese no era más que u n servidor, sino por medio de
Cristo" (In, Gen. hom. vi, 2 ) . La historia de Abimelec había sido comentada por
F I L Ó N , De plantatione, CLXIX y por C L E M E N T E , Peedag-, I, v, 2 1 , 3 : pero en distinto
sentido. Los textos de Orígenes sobre esta materia h a n sido reunidos por HARNACK,
op. cit., t. I, pp. 39-47 y t. I I , pp. 89-99, y subraya con razón la severidad de Orígenes
que contrasta con la indulgencia de Clemente.
C97) Saca esta doctrina de u n texto del Deuteronomio (21, 10-13) sobre el trato
de las mujeres cautivas: "Muchas veces he salido al combate con mis enemigos y h e
traído como botín una hermosa mujer. Quiero indicar con esto lo que nuestros enemi-
gos h a n dicho de bueno y razonable. Es preciso purificarla y desembarazarla de esta
ORÍGENES 237
LA UNION CON DIOS Esta unión con Dios, preferida a todo lo demás, es
el término a donde tiende sin cesar la esperanza y el
deseo del cristiano. E l camino para llegar a El, es largo, lleno de pruebas y de
dificultades.
Orígenes representa este itinerario bajo el símbolo del paso por el desierto
de los hijos de Israel ( " ) . Es preciso entrar e n el desierto, dejar Egipto, dejar
todo lo que se tiene sobre la tierra: sólo los que no quieren poseer otra cosa que
a Dios, tendrán ánimo para hacerlo; y esto no se puede sino sostenido por
Cristo "que es nuestra fuerza", guiado por Moisés y Aarón, la fe y las obras
del culto y de todas las virtudes. Moisés mismo no sabía a dónde iba; pero
"el Señor era su guía"; es la columna de fuego y la nube, es el Hijo y el
Espíritu Santo. Cada u n a de las etapas de este viaje a través del desierto es la
figura de las etapas místicas de nuestro progreso espiritual. Los hebreos cele-
braron la Pascua en Egipto y a la m a ñ a n a siguiente partieron: las fiestas
de aquí abajo no son más que sombras de fiesta; sólo en el desierto será
perfecta la Pascua. Se sale de u n mundo lleno de oscuridad y agitación
—ésta es la significación de Rameses— y se llega a Sucot, y y a el alma
es peregrina en este mundo. Después de atravesar el M a r Rojo, llegamos a
las "aguas amargas". Es u n a prueba dura pasar el m a r , viendo las olas
alborotadas y oyendo su estruendo; pero si se sigue a Moisés, la Ley de Dios,
podemos atravesarlo a pie enjuto. E n cuanto a las "aguas amargas" (amar-
gura) no h a y que temerlas: "Si te lanzas por el camino de la virtud no
rehusarás el sufrimiento." U n poco más adelante se llega a Sin, cuyo nombre
significa zarza y tentación; la zarza es la visión de Dios, pero las visiones
no vienen sin tentación:
ciencia pagana. .. En nuestros enemigos no hay mujer pura; porque no hay sabiduría
en, ellos que no tenga alguna impureza." In Levit. hom. vn, 6.
( 98 ) In Judices hom. ni, 3. Cf. ibíd., V, v.
(") In. Num. hom. xxvii; cf. VOELKER, op. cit., pp. 62-75.
238 HISTORIA DE LA IGLESIA
todas mis enfermedades? ¿Cuándo podré decir: alma mía, bendice al Señor que curai
todas las enfermedades? ¿Cuándo podré establecerme en Rafaca, que es salud?"
Vienen a continuación los trabajos, porque para soportarlos nos h a dado-
el Señor la salud. Luego se recibe en el Sinaí la Ley de Dios, "cuando el
alma se ha hecho capaz de recibir los secretos divinos y las visiones celestes".
Con esto llega la muerte de las concupiscencias, se alcanza el pórtico de la
perfección y de la beatitud.
"Nota bien, peregrino, la ley de tus progresos: cuando hayas sepultado las con-
cupiscencias de la carne, llegarás a los atrios inmensos, a la beatitud. De aquí se-
pasa a Retma y Farén; Retma significa visión consumada; Farán, alimentos visibles.
Es preciso que el alma crezca, que no sea importunada por la carne, que tenga
visiones consumadas, que alcance la ciencia perfecta de las cosas, es decir las causas
de la Encarnación del Verbo de Dios, que comprenda más plenamente, más profun-
damente las razones y las dispensaciones" (xn).
Finalmente, después de otras etapas, el alma llega a su término.
"Cuando el alma ha recorrido estas virtudes, y ha llegado a la cumbre de la per-
fección, deja este mundo, se aleja, como está escrito de Henoch: no se le encontraba^
porque Dios le había arrebatado. Un hombre tal parece que aun vive en el mundo
y en la carne, y, sin embargo, no se le encuentra. ¿Dónde no se le encuentra? En
ninguna acción mundana, en ningún asunto carnal, en ningún entretenimiento de va-
nidad. Porque Dios le ha elevado de todo esto y le ha colocado en la región de las
virtudes. La última etapa está al oeste, sobre la tierra de Moab, frente al Jordán;
porque todo este camino no tiene otro fin que conducirnos al río de Dios, a las
corrientes de la sabiduría y bañarnos en las ondas de la ciencia divina, para que,
purificados por todas las pruebas, podamos entrar en la tierra prometida" (xn).
Después de terminar esta larga exposición, Orígenes teme que no le
hayan seguido todos los oyentes. Para hacer comprender todas las etapas que
hay que superar, las compara a las clases que recorre u n escolar; primero
el abecedario, luego el silabario, después el onomasticario y por fin las mate-
máticas. Este detalle, como otros de las homilías de Orígenes, nos demuestra
que muchos cristianos no seguían sino con gran dificultad su exégesis simbó-
lica. No nos sorprende; pero lo que más nos interesa no es la exégesis sino
la elevada doctrina espiritual que encierra. Es en verdad extraordinario que
el sacerdote de Cesárea haya podido exponerla a la reunión de todos los
cristianos y los haya podido llevar en seguimiento suyo a cimas tan elevadas.
Hemos expuesto esta concepción de la vida espiritual y de sus etapas, según
la homilía xxvn sobre los Números; porque es donde mejor se ve el con-
junto y los detalles; pero esta doctrina se repite sin cesar en la obra de
Orígenes ( 1 0 °).
Algunos historiadores le echan en cara ese sistema espiritual: para San
Pablo, dicen, lo que aparece en la vida moral del cristiano es ante todo el
romper con el pasado, hecho que se realiza de una vez por el nuevo naci-
miento; en cambio, para Orígenes, supone u n desarrollo progresivo, u n a ascen-
sión lenta por la cual se van subiendo sucesivamente los grados de la vida
perfecta ( 1 0 1 ). Pretender que existe semejante antítesis no deja de ser algo
forzado ( 1 0 2 ) ; si alguna existe, obedece, no a diversidad de doctrina, sino a
la diversidad de auditorio para quien escriben uno y otro: los que reciben
(loo) Pueden verse otros ejemplos en nuestro art. L.e degrés de la connaissance reli-
gieuse d'aprés Origéne en Recherches de Science religieuse, t. XII, 1922, pp. 265-296.
(toi) Así VOELKER op. cit., p. 43.
( 102 ) San Pablo también señala las distintas etapas de la vida cristiana; por ejem-
plo, / Cor., 3, 1-2; Gal., 4, 19; y por otra parte Orígenes presenta como la primera
etapa de la vida espiritual el romper con el pecado. Cf. supra, p. 235.
ORÍGENES 239
las Epístolas de San Pablo acaban de salir del paganismo; aun sienten el dolo-
roso recuerdo de las tinieblas en que h a n vivido largo tiempo y el encanto
de la luz que de pronto los ha iluminado; los oyentes de Orígenes son la
mayor parte ha ya largo tiempo cristianos, hijos de la luz y deben vivir como
tales, sin que las tinieblas tengan en ellos parte alguna, totalmente transparen-
tes, resplandecientes con la luz de Cristo.
Mucho más instructivo y profundo es contraponer la doctrina de Orí-
genes a las especulaciones de los gnósticos; pues por este contraste se com-
prende mejor su verdadera índole. Uno de los dogmas fundamentales de la
gnosis es la distinción radical que existe entre las diferentes clases de hom-
bres: hílicos, psíquicos, pneumáticos ( 1 0 3 ) ; por la misma naturaleza se perte-
nece a una de estas tres clases y es en vano intentar evadirse de ella. En
Orígenes, los grados del conocimiento religioso están sin duda m u y distantes
los unos de los otros; pero no los separa n i n g ú n abismo y todo su esfuerzo
tiende a arrastrar a los cristianos hasta la más alta unión con Dios, que es
el ideal que todos los hijos de Dios pueden y deben aspirar ( 1 0 4 ).
EL SIMBOLISMO E s t e e r r o r d e r i v a de u n a c o n c e p c i ó n d e m a s i a d o m a t e -
DE LA ESCRITURA r i a l del simbolismo de la Escritura: h a y en el cielo
r e a l i d a d e s e s p i r i t u a l e s d e q u e son s í m b o l o s l a s cosas
d e a c á a b a j o ; h a y u n a J e r u s a l é n , u n m o n t e S i ó n " c u a l q u i e r a q u e sea el
l u g a r e n q u e se e n c u e n t r e " , y H e b r ó n y t o d a s l a s c i u d a d e s b í b l i c a s c u y a
h i s t o r i a s e r í a i n s i g n i f i c a n t e , si n o f u e s e n espejo d e los m i s t e r i o s d e l cielo ( a 0 9 ) .
P a r a e n t e n d e r esto, es n e c e s a r i o r e c o r d a r q u e , s e g ú n O r í g e n e s , sólo D i o s es
e n t e r a m e n t e i n m a t e r i a l y p o r l o m i s m o el m u n d o e s p i r i t u a l es c o n c e b i d o con
sus c i u d a d e s y sus g u e r r a s , q u e el h o m b r e c a r n a l n o p u e d e p e r c i b i r ; p e r o
D i o s p u e d e c o n c e d e r n o s s u i n t u i c i ó n . E n esto l a exégesis d e O r í g e n e s sufría
l a i n f l u e n c i a n e o p l a t ó n i c a ( 1 1 0 ) . S u p o n e q u e estos secretos p u e d e n ser t r a n s -
m i t i d o s p o r a q u é l l o s , q u e los h a n r e c i b i d o , a h o m b r e s d i g n o s d e esas confi-
d e n c i a s : e r r o r e v i d e n t e y p e l i g r o s o ; se desconoce el c a r á c t e r v e r d a d e r a m e n t e
s o b r e h u m a n o y t r a s c e n d e n t e d e l a s r e v e l a c i o n e s d i v i n a s ( m ) y se c r e a p o r
l a c o m u n i c a c i ó n d e t a l e s secretos u n a casta p r i v i l e g i a d a d e c o n f i d e n t e s , q u e
el c r i s t i a n i s m o j a m á s h a r e c o n o c i d o .
había explicado con toda claridad en sus lecciones. Plotino mantuvo su promesa; se
relacionó con algunas personas que venian en busca suya; pero conservó como en un
arcano secreto los dogmas que había recibido de Ammonio. Herenio fué el primero en
romper el compromiso y lo siguió Orígenes. No escribió más que el Tratado sobre los
demonios y bajo Galieno su libro Que sólo el rey es poeta. BRÉHIER (op. cit., p. 4, n.
1) atribuye estos dos tratados perdidos a Orígenes y efectivamente es el sentido natural
del texto; pero si el segundo fué compuesto en tiempos de. Galieno, no puede ser obra de
Orígenes, muerto a los 69 años, en el 254 ó 255. y por consiguiente antes del
advenimiento de Galieno (260).
Cf. xiv: "Un día Orígenes vino a oír sus lecciones; él se avergonzó y se quiso le-
vantar; pero rogándole Orígenes que hablase, dijo que no tenía deseos de hacerlo,
cuando estaba seguro de dirigirse a quienes sabían lo que se iba a decir; continuó un
poco la discusión y se levantó." Indiquemos que Plotino había nacido en el año 203
y vino a Roma bajo Felipe el Árabe, a los cuarenta años, después de la muerte de
Gordiano y de haber pasado por Antioquía. El encuentro de que habla Porfirio pudo
tener lugar aquí; pues no sabemos que Orígenes viniese a Roma después del, 243. La
vida de Plotino fué escrita por Porfirio en 298, 28 años después de la muerte de aquél;
Porfirio tenía entonces por lo menos 68 años, había vivido cinco con Plotino, a partir del
263, cuando ya había muerto Orígenes, y por lo tanto Porfirio no pudo ser testigo de
lo que refiere. Bastante comúnmente, se supone que el Orígenes del que aquí se habla
es un filósofo pagano y no el maestro del Didascáleo; pero esta solución da lugar tam-
bién a muchas dificultades.
(«») Cf. supra, p. 220.
(119) De principiis, I, ni, 3; cf. supra, p. 225, n. 39.
(120) PROCIJO, Element. Theol, 71-72, ed. DODDS, Oxford, 1933, p. 68; cf. n., p: 238.
(121) Cf. supra, p. 224.
(122) De oratione, xxxi, 3. Sobre esta concepción de los cuerpos esféricos en el
helenismo cf. la nota de la ed. KOETSCHAU, p. 397; sobre su lugar en el origenismo,
cf. HUET, Origeniana, II, n, 9.
(123) Contra Celsum, II, LX. Cf. HIPÓLITO, Philos., I, xix, 10. Sobre el cuerpo estelar
de las almas, cf. De Principiis, II, n.
(124) Contra Celsum, I, xxiv. Admite que por su magia, Apolonio de Tyana ha
conquistado a muchos sabios, lo que prueba que estos encantamientos son eficaces, no
sólo con los sencillos, sino también con los filósofos: cf. ibíd., II, XLI. Sobre toda esta
cuestión, cf. BAKDY, Origine et la Magie en Recherches de Science religieuse, t. XVIII,.
1928, pp. 126-142.
244 HISTORIA DE LA IGLESIA
EL ALEGORISMO Todos estos rasgos son testimonio del contacto del pensa-
miento de Orígenes con el helenismo de su tiempo; pero
más notable que estas coincidencias, que no alcanzan más que a puntos
secundarios de la doctrina religiosa, es la adopción por Orígenes de ciertos
hábitos de espíritu, de ciertas formas de especulación que vienen del neopla-
tonismo y que h a n dejado su impronta en su construcción teológica. Bueno
será destacar la relación establecida entre el mundo sensible y el m u n d o
inteligible, en que el primero es el símbolo y el segundo la realidad signifi-
cada por ese símbolo. La exégesis de Orígenes está dominada por esta con-
cepción, como lo había estado la de Filón:
"Si hay relaciones secretas entre lo invisible y lo visible, la tierra y el cielo, la
carne y el alma, el espíritu y el cuerpo, y si el mundo nace de su unión, existe también
en la Escritura un elemento visible y un elemento invisible. Tiene un cuerpo, la letra
que aparece a todos los que leen; un alma, el sentido que aquella encierra; un espíritu,
las cosas celestes, que simboliza y representa ( 1 2 5 ).
Resumiendo: así como la Ley no era más que una preparación, el Evangelio
es símbolo del Evangelio eterno ( 1 3 0 ) ; pero estos símbolos no son percepti-
bles más que por los cristianos espirituales ( 1 3 1 ). Los hombres ordinarios
creen comprender el Evangelio y no penetran a lo más hondo.
E s t a i n t e r p r e t a c i ó n d e l s e n t i d o e s p i r i t u a l n o es l a ú n i c a q u e p r e s e n t a O r í -
g e n e s ( 1 3 2 ) . S u l u c h a c o n t r a el l i t e r a l i s m o d e los m a r c i o n i t a s y m á s a ú n
c o n t r a el l i t e r a l i s m o d e los j u d í o s ( 1 3 3 ) s u b l e v ó su i m p a c i e n c i a c o n t r a el
l i t e r a l i s m o servil, i m p a c i e n c i a q u e e s t a b a m u y j u s t i f i c a d a y su r e a c c i ó n fué
h a s t a c i e r t o p u n t o beneficiosa ( 1 3 4 ) ; p e r o h a y q u e r e c o n o c e r s i n e m b a r g o
que h a provocado con su exageración la reacción literalista de la escuela
de A n t i o q u í a ( 1 3 5 ) .
E l h e l e n i s m o es e n g r a n p a r t e r e s p o n s a b l e d e esas e x a g e r a c i o n e s y n o sin
r a z ó n escribió P o r f i r i o : " E n Q u e r e m ó n y e n C o r n u t o h a a p r e n d i d o O r í g e n e s
el m é t o d o a l e g ó r i c o d e los m i s t e r i o s g r i e g o s q u e l u e g o a d a p t ó a l a s E s c r i t u r a s
d e los j u d í o s " ( 1 3 « ) .
sum, I, XLVIII; cf. GREGORIO, en su Discurso, 177: "Dios daba por medio de él la inteli-
gencia de lo que hacía oír por medio de otros en enigmas"; 178: "si enseña todo esto
yo creo que es por la comunicación del Espíritu Divino; porque aquellos que profetizan
y aquellos que entienden las profecías necesitan el mismo poder, y nadie puede entender
a un profeta, si el mismo Espíritu que ha profetizado no le concede la inteligencia de es-
tos discursos." Esta teoría de la inspiración del exegeta es una exageración de Gregorio;
pues Orígenes es más moderado; cf. ZOEIXIG op. cit., p. 95, citando Epist. ad Greg., n i ;
In Mt., xv, 27. Se comprende sin embargo esta exageración: estas realidades espiri-
tuales, de que las realidades sensibles son símbolos, no son enseñadas ni por la tradi-
ción oficial, ni por una tradición secreta; deben, pues, ser alcanzadas por una intuición
que sea don de Dios.
(132) Si descendemos del principio general a las aplicaciones, se comprueba que los
misterios que Orígenes sorprende en el trasfondo literal de las Escrituras no son especu-
laciones filosóficas, sino las verdades religiosas que Dios ha revelado a los cristianos.
( 133 ) Sobre la crítica de las exégesis judías por Orígenes, cf. HARNACK, Des Kirchen-
geschichtliche Ertrag, t. I, pp. 22-30; sobre las marcionitas, ibíd., pp. 30-39; cf. t. II,
pp. 10-34. Es digno de particular mención u n texto de Apeles citado por Orígenes,
In Gen. hom. n , 2, sobre la construcción del arca de Noé; el arca, dice, no podía con-
tener más que dos pares de animales impuros y siete de las especies puras: cuatro ele-
fantes; para ellos solos no sería posible encontrar lugar en el arca; "Apeles concluye:
esto no es más que una fábula mentirosa, no es una Escritura divina". Orígenes
responde en primer lugar que es preciso elevar al cubo todas las dimensiones del arca,
según la tradición hebrea; pero añade al momento el sentido espiritual: Noé es Cristo;
el arca, la Iglesia.
( 134 ) Cf. SAN AGUSTÍN, Conf. VI, iv, 6: "Gustaba de oír a Ambrosio que decía a
veces al pueblo: la letra mata, el espíritu vivifica, y en todos los textos en que le
parecía que el sentido de la letra era pernicioso, descorría el velo místico y abría el
sentido espiritual." A veces también se encuentra en San Jerónimo esta negación del
sentido histórico, que justamente se reprocha a Orígenes: Epist. ad Nepot., LII, 2.
(1*5) Esta reacción, a su vez, tuvo sus excesos: con San Juan Crisóstomo ha dado
frutos excelentes; pero no podemos olvidar a Teodoro de Mopsuesta y su descendencia
nestoriana. Newman ha podido decir, quizá con alguna exageración, que el alego-
rismo alejandrino era la tradición católica, el literalismo antioqueno la fuente, de las
herejías. (Development of Christian Doctrine, Londres, 1894, pp. 285-343.)
(136) Texto citado supra, p. 220. Sobre el alegorismo helénico, cf. supra, p. 244.
i 1 " ) Cf. supra, p. 225.
246 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 4 . — El apologista
"Afirmo que la apología que. tú m e pides no hará sino debilitar esa otra apología
de la acción, ese poder de Jesús patente a todo hombre que n o es insensible. Sin
embargo, para n o rehusar tu petición, intentaré responder lo mejor que pueda a cada
uno de los ataques de Celso; aunque yo creo que ningún fiel puede ser arrastrado
por sus palabras" ( 1 4 1 ) .
"Si hubiese leído los profetas, cuyos libros se le habrían antojado enigmáticos y oscu-
ros, como lo son en realidad; si hubiese recorrido las parábolas evangélicas, la ley, la
historia de los judíos y los escritos de los apóstoles, y si, leyéndolos sin prevención,
hubiese querido penetrar su sentido, no diría con tanta firmeza: yo sé todo. Nosotros
mismos, que hemos estudiado de cerca todo esto, no osaríamos decir: lo sé todo; porque
amamos la verdad."
"¿Cómo podremos tener por Dios a este hombre que no cumplió nada de lo que había
prometido? Cuando lo tenemos convicto, juzgado y condenado al suplicio, se oculta, h u y e
y se deja apresar vergonzosamente; fué entregado por los que se llamaban sus discípulos.
Si era Dios, no le estaba bien huir ni ser atado con cuerdas, y mucho menos aún, ser
abandonado y entregado por los mismos que vivían con él, que le llamaban su Maestro
y lo miraban como su Salvador, como el hijo de Dios Altísimo, como u n á n g e l . . . Si
las cosas sucedieron como quería, si fué herido por obedecer a su Padre, es claro que
nada de esto pudo serle duro ni penoso, ya que era Dios y lo quería. ¿Por qué, pues,
se lamenta, por qué gime? ¿Por qué busca evitar la muerte que teme, diciendo: Padre,
si es posible, aleja de mí este cáliz?" ( 1 4 4 ) .
S u r e s u r r e c c i ó n es u n a f á b u l a , d e b i d a a l a i m a g i n a c i ó n d e u n a m u j e r y d e
unos fanáticos:
"¿Pensáis que las leyendas (de Orfeo y de Hércules) son mitos y que la catástrofe
de vuestro drama es ingeniosa y verosímil con el clamor de la cruz cuando expiró y
el temblor de tierra y las tinieblas? ¿Y aquel que en vida no pudo defenderse, pudo
resucitar después de su muerte y mostrar las cicatrices de su suplicio y sus manos heri-
das? ¿Quién ha podido creer todo esto? U n a mujer fanática de las vuestras y quizá
algún mago de la misma banda, que lo ha soñado o que por su propio deseo fué aluci-
nado, como a tantos sucede; o más bien, que ha querido deslumhrar a otros con este
prodigio y acreditar con esta mentira nuevas trapacerías" ( 1 4 B ) .
Los c r i s t i a n o s son t r a t a d o s c o n el m i s m o d e s p r e c i o b r u t a l : son c h a r l a t a n e s ,
i n c a p a c e s , c o m o los m a g o s y los a d i v i n o s , d e p e d i r o d e d a r r a z ó n d e s u fe.
R e p i t e n : n o i n v e s t i g u e s , c r e e ; t u fe t e s a l v a r á . Y t a m b i é n : l a s a b i d u r í a es u n
m a l ; l a l o c u r a es u n b i e n ( 1 4 6 ) . H u y e n d e los h o m b r e s i n t e l i g e n t e s y b u s c a n
a los i g n o r a n t e s , a los esclavos, a los n i ñ o s :
"Se les ve entrar en las casas particulares: son cardadores de lana, zapateros, bata-
neros; todo lo que hay de. más ignorante y grosero. En presencia de los señores de la
casa, ya de edad y prudentes, no dicen una palabra; pero, apenas se encuentran a
solas con alguna mujer o algún niño, tan ignorantes como ellos, les cuentan cosas
admirables: no hay que escuchar al padre ni al maestro, sino creerles a ellos; que sus
padres son necios y estúpidos, incapaces de hacer ni comprender nada hermoso; porque
están absorbidos por bagatelas. Sólo ellos saben cómo se debe vivir, y si los niños les
escuchan será una bendición para ellos y para su casa. Y si, mientras están hablando,
ven al pedagogo o al padre, los más tímidos se ocultan; los más desvergonzados acon-
sejan a los niños que sacudan el yugo, murmurando que no quieren ni pueden decir
nada de bueno en presencia del padre o de los preceptores, gentes corrompidas, cuya
brutalidad temen; que los abandonen, que vengan con las mujeres y sus compañeros
de juego al gineceo o al taller del zapatero o del batanero, que allí aprenderán la
última palabra de la perfección. Y se les da crédito ( 1 4 7 ) . En los otros misterios se
proclama: Que sólo se acerquen los que tienen las manos puras y la voz de la justicia,
o también: que sólo se acerquen los que están sin pecado, que no tengan en el alma
conciencia de ninguna falta, que hayan sido de vida buena y justa. Esto es lo que procla-
man los que prometen la purificación de las faltas. Pero éstos, escuchad, éstos ¿a quiénes
llaman? Al que sea pecador, al que esté sin inteligencia, al que sea débil de espíritu,
en una palabra a cualquiera que sea miserable, a éste acogerá el reino de Dios.
Cuando decís: cualquiera que sea pecador, ¿qué entendéis por ello sino el injusto, el
ladrón, el envenenador, el violador de tumbas y de t e m p l o s ? . . . Es la proclama de un
jefe de ladrones, reclutando su banda" ( 1 4 8 ) .
"Sostened al emperador con todas vuestras fuerzas; colaborad con él por la defensa
del derecho; luchad, combatid por él si las circunstancias lo exigen; asistidle en el
mando del ejército; aplicaos al gobierno del Estado, si es necesario para defender las
leyes y la piedad" ( 1 4 9 ) .
Así, l a p o l é m i c a d e Celso, a l t i v a y t a j a n t e , a b o c a a u n a s c o n c l u s i o n e s
tímidas: el adversario e n c a r n i z a d o t e r m i n a l l a m á n d o l o s e n a y u d a d e l Estado.
E n c a m b i o O r í g e n e s , c u y a p o l é m i c a es r e p o s a d a y p r u d e n t e , d e f i e n d e su r e l i -
gión c o n u n a i n t r a n s i g e n c i a i r r e d u c t i b l e . Celso s a c a sus a r g u m e n t o s d e l a
c u l t u r a h u m a n a , d e los filósofos y d e los p o e t a s , d e los c u a l e s se h a c e eco
y c u y a a u t o r i d a d l e p a r e c e q u e t i e n e q u e a b r u m a r a sus i g n o r a n t e s a d v e r -
sarios; p e r o su r e l i g i ó n c a r e c e d e c o n s i s t e n c i a y n o se m a n t i e n e m á s q u e p o r
c o m p r o m i s o ; é l m i s m o e s t á p e r s u a d i d o d e esto. O r í g e n e s n o v e e n el c r i s -
t i a n i s m o m á s q u e u n a c i e n c i a e x e g é t i c a i m p e r f e c t a y u n a filosofía q u e
comienza a elaborarse; pero ve como p l e n a g a r a n t í a la certeza y la fecun-
didad de u n a verdad divina (15°).
por Celso: ¿Qué fe merecen los Evangelios? Orígenes responde, como más
tarde debía responder Pascal: "Todos los tormentos padecidos por los após-
toles son la mejor prueba de la sinceridad de su convicción" ( 1 5 7 ). Y ata-
cando a Celso de más cerca: "Piensas que Herodoto y Píndaro no h a n podido
mentir y ¿tratas de mitos y de fábulas estos hechos por los cuales los hom-
bres, que nos los h a n contado, se h a n visto reducidos a u n a vida miserable
y a una muerte violenta?" ( 1 5 8 ). Recurre luego a otro argumento no menos
eficaz: la sinceridad de los evangelistas aparece en lo que nos dicen de sí
mismos, de sus debilidades, del abandono de los apóstoles, de la negación
de Pedro (II, x v ) ; brilla más aún en el retrato que hacen de Jesús. Celso
se escandaliza de la oración de Cristo en la agonía: "Padre mío, si es posible,
que pase de m í este cáliz"; pero debe reconocer al menos en este detalle una
prueba evidente de sinceridad. Se ríe de las burlas de los soldados, del manto
de púrpura, de la corona de espinas y de la caña: "Celso, ¿dónde has recogido
todos estos detalles sino en el Evangelio? T ú piensas que todo esto es digno
de risa, y los que lo escribieron previeron sin duda que tú y tus congéneres
os burlaríais; pero (sabían también) que otros encontrarían aquí fuerza para
despreciar vuestras risas" ( 1 5 9 ).
En cuanto al escándalo que Celso afecta ante Jesús, Orígenes recuerda
cómo las promesas de Cristo se h a n cumplido y sus beneficios se h a n exten-
dido por todo el mundo, el Evangelio ha sido predicado en todas partes y los
mártires h a n padecido por El en todos los lugares. Y concluye:
"No sé qué signos mayores y más claros puede exigir Celso; salvo que, desconociendo
la encarnación del Verbo Jesús, no quiera consentir en El nada de humano y no per-
mita que pueda dar a los hombres un noble ejemplo de paciencia. Con sus padecimien-
tos, Jesús no ha hecho vacilar en nosotros la fe en El, sino que, por el contrario, la ha
confirmado, al menos en aquellos que tienen corazón y saben aprender de El que la
•ida verdadera y feliz no se encuentra aquí abajo, sino que pertenece, como El lo dijo,
al mundo futuro" ( 1 6 0 ).
LOS CRISTIANOS Esta acción ha quedado aún más patente por las perse-
Y EL ESTADO cuciones que el cristianismo ha tenido que afrontar en
todo tiempo. Las persecuciones, que antaño padecieron
Sócrates y Pitágoras, fueron violentas, pero m u y breves y, una vez vencida
la crisis, sus escuelas filosóficas pudieron desenvolverse sin trabas. Los cris-
tianos, en cambio, h a n sido perseguidos por el senado romano, por los empe-
radores, por el pueblo, por los mismos familiares de los fieles: sólo por la asis-
tencia divina pudo el cristianismo superar tantos obstáculos y vencer a todo
el mundo conjurado contra él ( 1 6 s ).
La oposición de los cristianos frente al Estado se justifica sin dificultad.
Se nos fuerza a que nos mantengamos fieles a los cultos tradicionales y nacio-
nales; pero ¿acaso se prohibe a los filósofos que se liberten de las supersti-
ciones en que h a n sido educados? ¿Por qué, pues, impedirnos que despre-
ciemos a los dioses del paganismo, y rindamos todos nuestros homenajes al
Creador del universo? Además ¿no es cierto que las leyes humanas merecen
menos respeto que la ley natural, que es la ley misma de Dios? ¿O acaso
en la religión no es lo más sagrado la ley de Dios? ( 1 6 9 ).
(166) Contra Celsum, I, LXIV; III, LXVÍI, LXVIII; VI, II; II, Lxxlx. Orígenes compara
también la acción fecunda de Cristo y la de los héroes de la mitología que Celso le opone:
"Que me diga qué han hecho de grande Asclepios, Dioniso y Hércules; qué hombres
han convertido o a quiénes han hecho cambiar de vida o de doctrina", y en otro lugar:
"Si Apolo Pítico fuese Dios, debía utilizar sus oráculos para la conversión, la salud,
la enmienda moral de los hombres." (III, x m ; VII, vi).
(167) p o r ejemplo III, xxvn, donde Orígenes invita a su adversario a comparar las
ciudades paganas con las iglesias cristianas en ellas establecidas: "Si las iglesias de
Cristo, se comparasen con las asambleas de las ciudades en que viven, brillarían como
antorchas en el mundo. ¿Quién no admitirá, por ejemplo, que los menos buenos en la
Iglesia son muchas veces mejores que muchos de los que se sientan en las asambleas
civiles? Así la Iglesia de Dios que está en Atenas es ejemplo de mansedumbre y de
constancia y se esfuerza por agradar al Dios supremo; mientras que la asamblea de
Atenas es tumultuosa y no puede en manera alguna compararse con la Iglesia." Des-
pués de haber comparado de la misma manera las iglesias de Corinto y de Alejandría
a sus respectivas ciudades, añade: "si se comparase el senado de la Iglesia de Dios con el
senado de cada ciudad, se comprobaría que algunos de los miembros de la Iglesia son
dignos de ser senadores de la ciudad de Dios, si existiese una ciudad de Dios en el
universo; mientras que los senadores civiles no merecen en manera alguna el lugar
que ocupan entre sus conciudadanos, por sus costumbres. Comparad de la misma manera
el jefe de cada iglesia con los jefes de las ciudades y comprobaréis que aquellos mis-
mos, que son los últimos entre los senadores y los jefes de la Iglesia de Dios, y que
por comparación con los demás, son negligentes, estarán sin embargo sobre todos los
magistrados civiles, si se comparan las virtudes de unos y de otros."
(168) Contra Celsum, I, ni.
(169) Contra Celsum, V, xxxv-xxxvn.
254 HISTORIA DE LA IGLESIA
"Ahora, después que habéis oído estas cosas, hijos míos, unios en un matrimonio
inseparable, verdadero y santo en esperanza del único Esposo incomparable, verda-
dero, que viene del cielo, Cristo esposo eterno" ( n ) .
En el texto griego de los Hechos se lee que Drusiana rehusa el acto con-
yugal a su marido Andrónico, a pesar de sus amenazas de muerte: "prefiere
morir a cumplir con esta abominación" ( 1 2 ).
En los Hechos de Tomás, el día de las nupcias de la hija del rey, se apa-
rece Cristo a los jóvenes esposos con los rasgos del hermano gemelo de Tomás
y les dice: "Sabed que si renunciáis a esta unión manchada, os haréis tem-
plos de Dios santos y puros, libres de toda clase de penas y de sufrimientos,
sin preocuparos por los afanes de la vida y el cuidado de los niños, cuyo
fin es la m u e r t e . . . " ( 1 3 ).
editado por Dom D. DE BRUYNE en la Revue Bénédictine, t XXV, 1908, p. 156. Trans-
cribimos algunas líneas que nos dan a conocer el acento del discurso: "Filioli, dum
adhuc caro vestra munda est et intactum corpus habetis nec pereuntes nec sordidati
ab inimicissimo et impudentissimo sanctimonii satana; scitote ergo plenius mysterium
conjunctionis: experimentum est serpentis, doctrinee ignorantia seminis injuria, mortis
charisma, extinctionis munus,... insultatio inimici, impedimentum quod a Domino
separat initium inobaudienciae vitae finís et mors."
( n ) Sobre este texto cf. JAMES, op. cit., p. 266. En el artículo de Dom DE BRUYNE,
hay otros fragmentos de la misma proveniencia y carácter.
(!2) Cap. LXIII. Puede leerse en el cap. LXVIII el discurso de Juan a Andrónico: para
consolarle de la muerte de su mujer, le expone todas las preocupaciones que provienen
de la mujer y de los hijos; estas consideraciones vulgares recuerdan la moral cínica
más que la doctrina de San Pablo.
( 13 ) Cap. XII. La misma doctrina se encuentra también en los discursos de Tomás
a Mygdonia (cap. LXXXVIII) : "tu unión manchada con tu marida no te servirá de
nada, si eres privada de la unión verdadera"; así también en las palabras de Andrés
a Maximila para confirmarla en el disgusto de una "vida vergonzosa y manchada"
(Hechos de Andrés, v).
( 14 ) Sobre esta tendencia encratista, cf. BARDY, art. cit., col. 756-758.
( 15 ) Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 174-247. ORÍGENES en su tratado
De oratione condena las oraciones de los simples: "En su excesiva simplicidad pecan
260 HISTORIA DE LA IGLESIA
"Dios mío, Dios de esta casa donde la luz ha brillado para mí, Cristo Jesús, Hijo
de Dios, mi sostén en la prisión, mi apoyo ante los gobernadores, mi alivio en el
fuego y entre las fieras, T ú eres verdadero Dios, a Ti sea toda la gloria en la eter-
nidad. A m é n " ( w ) .
"Eres para mí como un padre, eres para mí como una madre, eres amigo, her-
mano, servidor, proveedor; lo eres todo y todo está en T i ; T ú eres el Ser y no h a y
otra cosa que sea fuera de Ti. Vosotros también, hermanos, refugiaos junto a El y,
sabiendo que sólo en El existís, obtendréis lo que os promete; lo que ni el ojo ha
visto, ni el oído ha oído, lo que jamás ha penetrado en el corazón del hombre. T e
pedimos lo que has prometido darnos, oh Jesús inmaculado; te alabamos, te damos
gracias; reconocemos, glorificándote, nosotros, hombres débiles, que T ú eres el solo
Dios y que no hay otro, al que deba ser la gloria, ahora y en todos los siglos de
los siglos. A m é n " ( 1 7 ) .
E l m i s m o a c e n t o v i b r a e n l a s p l e g a r i a s e u c a r í s t i c a s . A s í , e n los Hechos de
• Tomás:
"Oh, Jesús, que nos has hecho la merced de hacernos participantes de la eucaristía
de tu santo cuerpo y de tu sangre, he aquí que nos atrevemos a acercarnos a tu
eucaristía e invocar tu santo nombre. Ven y únete a nosotros" ( 1 8 ) .
E s t a p l e g a r i a e u c a r í s t i c a i n v i t a a r e p r o d u c i r l a q u e se l e e e n los Hechos
de Juan:
por necedad, falta de consideración y de atención: oran al Hijo, sea con el Padre,
sea sin el P a d r e . " Pero el mismo Orígenes desmintió con su práctica religiosa el rigor
de su teoría: en sus homilías, hablando a los simples y sencillos, y orando con ellos,
ora como ellos. Cf. ibíd. pp. 239-242; Revue d'histoire ecclésiastique, t. XX, 1924,
pp. 19-27, infra, p. 370.
( 1 6 ) Hechos de Pablo y Tecla, XLII.
( 1 7 ) Martirio, xxxix. Sobre el carácter de esta oración, cf. la nota de VOUAUX,
p. 454, e Histoire du dogme de la Trinité, t. II, p. 236. No se debe concluir de esta
oración que el autor confunde el Padre y el Hijo, no más que en esta exclamación
de Anchares en los Hechos de Pablo: "No h a y otro que Jesucristo, Hijo del Bendito,
a quien sea la gloria siempre" (ed. JAMES, p. 271).
( 1 8 ) Hechos de Tomás, XLIX. En el capítulo inmediato se prosigue el relato de esta
eucaristía, insertando una larga plegaria al Espíritu Santo, cuyo origen es evidente-
mente gnóstico: "Ven, oh compasión perfecta; ven, oh comunión de varón; ven, T ú
que conoces los misterios de aquel que es escogido; ven, T ú que participas en todos
los combates del noble atleta; ven, oh reposo que revelas las grandezas de la grandeza
total; ven, T ú que manifiestas las cosas ocultas y das a conocer las cosas inefables;
paloma sagrada que engendra los dos mellizos; ven, oh madre oculta; ven, oh T ú que
te manifiestas en tus acciones, que das el gozo y el reposo a los que se unen a T i ; ven
y únete a nosotros en esta eucaristía, que hacemos en tu nombre y en este ágape que
hemos congregado a tu llamamiento." Una simple lectura hace ver la diferencia que
h a y entre los dos capítulos XLIX y L. E S preciso reconocer, sin embargo, que todo
el libro de Tomás es sospechoso. Cf- G. BOHNKAMM, Mythos und Legende in den apo-
kryphen Thomas-Akten, Gottinga, 1933 y Recherches de Science religieuse, t. X X I I I ,
1933, pp. 368-369.
LOS APÓCRIFOS Y EL, M A N I Q U E I S M O 261
"Oh, Jesús, T ú que has trenzado esta corona a tus cabellos, T ú que has adornado
con todas las flores la flor imperecedera de tu rostro; T ú , que has pronunciado estos
discursos; T ú , único, que tienes cuidado de tus siervos, el solo médico que. curas
con amor; T ú , sólo benéfico y humilde, el solo compasivo y bueno, el solo salvador
y justo; T ú , que siempre ves todo, estás en todo, presente en todas partes, lo con-
tienes todo, lo llenas todo, Cristo Jesús, Dios, Señor; T ú , que por tus dones y tu
misericordia, proteges a los que esperan en T i ; que conoces perfectamente las astu-
cias de nuestro perpetuo enemigo y todos los asaltos que intenta contra nosotros;
T ú , Señor único, ven en auxilio de tus siervos. Sí, Señor."
"¿Qué alabanza, qué ofrenda, qué eucaristía invocaremos, al partir el pan sino
sólo a Ti, Señor Jesús? Glorificamos tu nombre, pronunciado por el Padre; glorifi-
camos tu nombre, pronunciado por el H i j o . . . Glorificamos tu resurrección, que
nos has dado a conocer. Glorificamos en Ti la vida. Glorificamos en Ti la semilla, el
verbo, la gracia, la fe, la sal, la piedra preciosa, el tesoro, el arado, la red, la gran-
deza, la diadema, al que por nosotros se ha llamado Hijo del Hombre, al que nos
ha dado la verdad, el reposo, el conocimiento, la fuerza, el mandamiento, la con-
fianza, la esperanza, el amor, la libertad, el refugio en T i . Porque T ú sólo, oh Señor,
eres la raíz de la inmortalidad y la fuente de la incorruptibilidad y el fundamento
de los siglos. T e hemos invocado con todos estos nombres para que, invocándote con
todos ellos, conozcamos tu grandeza, desconocida de nosotros hasta el presente; pero
visible solamente a los puros y representada en el hombre único que es en T i " ( 1 9 ) .
E s t a s p l e g a r i a s s o n c o n m o v e d o r a s ; p e r o , a u n e m o c i o n a d o s p o r el f e r v o r n o s
s e n t i m o s a veces d e s c o n c e r t a d o s p o r a c e n t o s q u e n o s o n e v a n g é l i c o s ; a l g u n o s
f r a g m e n t o s t i e n e n u n c a r á c t e r n e t a m e n t e g n ó s t i c o i20). A las oraciones q u e
h e m o s c i t a d o es p r e c i s o a ñ a d i r l a s i n v o c a c i o n e s a l a c r u z , m i s t e r i o q u e es
e x t r a o r d i n a r i a m e n t e c a r o a los a u t o r e s d e los Hechos. A veces, l a e m o c i ó n
r e l i g i o s a es s e n c i l l a y p u r a , c o m o e n esta o r a c i ó n d e S a n A n d r é s :
"Salve, cruz que has sido consagrada por el cuerpo de. Cristo. . . cruz largo tiempo
deseada, profundamente amada, buscada sin cesar, y al fin dispuesta para m i alma,
que te desea, recíbeme y vuélveme a mi Maestro, para que por ti me reciba el que
por ti m e ha redimido" ( 2 1 ) .
M u c h a s veces se e m b r o l l a n e n u n a r e t ó r i c a p r e s u n t u o s a ; y a s í , S a n P e d r o
c r u c i f i c a d o , c o n l a c a b e z a h a c i a a b a j o , h a c e v e r e n este s u p l i c i o l a c l a v e d e l
m i s t e r i o d e l a n a t u r a l e z a ( 2 2 ) . O t r a s , n o s v e m o s e n p l e n a g n o s i s : E n los
Hechos de Juan, se d i c e q u e e n e l m o m e n t o d e l a c r u c i f i x i ó n , c u a n d o l a s
t i n i e b l a s c u b r i e r o n l a t i e r r a , J u a n h u y ó a l m o n t e d e los Olivos:
" M i Señor se me apareció en medio de la gruta, la iluminó toda y me dijo: Juan,
la multitud que está allí abajo, en Jerusalén, m e h a crucificado y herido con lanzas
y clavos y dado a beber vinagre y hiél; pero yo te hablo, escucha m i p a l a b r a . . .
y m e mostró una cruz luminosa que estaba e r g u i d a . . . y vi en lo alto de la cruz al
mismo Señor. No tenía forma, era sólo una voz, voz como esta que estamos habi-
tuados a oír; pero voz dulce y hermosa, voz de Dios."
EL DOCETISMO Y a se v e a d ó n d e a b o c a este m i s t i c i s m o e x t r a v i a d o y l l e n o
d e p a s i ó n : lejos d e l c r i s t i a n i s m o a u t é n t i c o , e n u n p e q u e ñ o
m u n d o d e i n i c i a d o s , q u e se cree d e p o s i t a r i o d e los m i s t e r i o s d i v i n o s y d e s p r e -
cia a l a m u l t i t u d . E l d e s p r e c i o d e l a c a r n e q u e se a f i r m a e n e l d e s p r e c i o d e l
m a t r i m o n i o , pervierte l a cristología, reduciendo la c a r n e d e Cristo a u n a
a p a r i e n c i a . E s t e d o c e t i s m o q u e se p a t e n t i z a e n l a i n t e r p r e t a c i ó n d e l a p a s i ó n ,
se m a n i f i e s t a t a m b i é n d e p a r e c i d a m a n e r a e n los c a p í t u l o s p r e c e d e n t e s ; J u a n ,
e v o c a n d o e l r e c u e r d o d e s u v i d a , n o s p r e s e n t a a J e s ú s bajo l a s m á s v a r i a d a s
f o r m a s : c u a n d o l l a m a j u n t o a l l a g o a los hijos d e l Z e b e d e o , se m u e s t r a a S a n t i a -
g o e n f o r m a d e n i ñ o y a J u a n c o m o u n h e r m o s o j o v e n ; e n o t r a s ocasiones, se
p r e s e n t a p e q u e ñ o y feo, y l u e g o d e t a l m a g n i t u d q u e s u c a b e z a t o c a e l cielo.
" A veces, queriendo asirle, tropezaba con u n cuerpo material y sólido, y otro
día, al tocarle, sentía u n a substancia inmaterial, incorporal y como inexistente.
Cuando era invitado por algún fariseo, nosotros íbamos con El; nuestros huéspedes
daban u n p a n a cada uno y también El lo tomaba; lo bendecía y lo partía; un
trocito nos saciaba y nuestros panes quedaban intactos con grande estupefacción de
los que nos habían invitado. A veces, yendo con El, quería ver la huella de sus
pasos en la tierra, porque le veía levantarse del suelo, y nunca pude ver huellas" ( 2 4 ) .
E n e l c o n c i l i o d e C o s t a n t i n o p l a d e 754, se l e y e r o n f r a g m e n t o s d e estos c a p í -
t u l o s q u e p r o v o c a r o n u n a n u e v a c o n d e n a c i ó n d e los Hechos de Juan ( 2 S ) . N o
es d e e x t r a ñ a r esta c o n d e n a c i ó n ; p u e s , c o m o l o a d v i e r t e e l p r i m e r e d i t o r
d e este t e x t o : " T o d o este d i s c u r s o es l a m e j o r e x p o s i c i ó n p o p u l a r q u e p o s e e m o s
de l a c r i s t o l o g í a d o c e t i s t a " C 2 6 ).
INFLUENCIAS GNOSTICAS
E n los m i s m o s c a p í t u l o s d e los Hechos de Juan
leemos u n h i m n o gnóstico q u e los herejes pris-
cilianistas recitaban a ú n e n tiempo d e S a n Agustín ( 2 7 ) :
"Antes de ser preso p o r los impíos judíos, (Jesús) nos reunió a todos y nos dijo:
Antes de que sea entregado a esos hombres, cantemos al Padre; luego vayamos a
lo que debe venir. Nos hizo formar u n círculo en torno de El, cogidos de las manos.
Y nos dijo: Responded amén. Y comenzó el himno:
Gloria a ti, Padre.
Y los q u e formábamos el círculo, respondimos: Amén.
Gloria a ti, Verbo. Gloria a ti, Gracia. Amén.
Gloria a ti, Espíritu Santo. Gloria a t u Gloria. Amén.
T e alabamos, oh, Padre. T e damos gracias, L u z en que no h a y tinieblas. Amén.
Mientras te damos gracias, digo:
Quiero ser salvo y quiero salvar. Amén.
Quiero ser liberado y quiero librar. Amén.
Quiero ser herido y quiero herir. Amén.
Quiero ser engendrado y quiero engendrar. Amén.
Quiero comer y quiero ser comido. Amén.
Quiero oír y quiero ser oído. Amén.
Quiero ser comprendido, siendo la misma inteligencia. Amén.
Quiero ser lavado y quiero lavar. Amén.
La gracia danza. Quiero tocar la flauta. Entrad todos en la danza. Amén.
Quiero lamentarme. Llorad todos. Amén.
La ogdóada canta con nosotros. Amén.
El número doce danza en lo alto. Amén.
El todo toma parte en la danza ( ? ) . Amén.
El que no danza, ignora lo que viene. A m é n . . . "
fornicación con los paganos y seáis responsables delante de Dios en el día del juicio."
Como lo hace notar el editor Connolly (p. XLIV): "No se habla en la Didas-
calia sobre el orden de las vírgenes ni siquiera sobre la virginidad. Por el contrario,
los padres son reconvenidos a que casen a sus hijos para ponerlos en guardia con-
tra los peligros de la incontinencia: cap. xvn y xxn." Sin embargo, a diferencia
de los ebionitas, de que habla Epifanio, el autor no recomienda un segundo matrimonio
y condena el tercero, cap. xiv, pp. 130-131, cf. p. XLIII. Deberá elegirse para obispo
al que haya sido buen padre y buen esposo: "Si est castus, si uxorem castam aut
fidelem habuit aut habet, si filios caste educavit et erudiens produxit..."
( 37 ) Estas dos cartas parecen haber sido escritas en griego; se. conservan en una
versión siríaca y parcialmente en una versión copta. Generalmente se pone su fecha
en el siglo m. El autor parece egipcio y los destinatarios son los ascetas de Siria y
Palestina; la vida de los anacoretas no está todavía organizada; pero se presiente ya esa
organización. Cf. F. MARTÍNEZ, L'Ascétisme chrétien pendant les trois premiers siécles
de l'Eglise, París, 1913, pp. 171-194.
(38) Estas relaciones que aquí no podemos más que señalar brevemente, han sido
expuestas con todo detalle por C. SCHMIDT, op. cit., pp. 252-292.
( 38 ) Homilía xi, 28, 30. Cf. Recogniciones, vi, 10, 11: "Primo ut observet unus-
quisque ne menstruatae mulieri misceatur, hoc enim execrabile duxit lex Dei." La
Didascalia conocía estos escrúpulos; los expone en su capítulo xxvi y en general los
rechaza; sin embargo en la traducción latina, p. 255, 4, se lee: "Cum naturalia profluunt
uxoribus vestris, nolite convenire Mis, sed sustinete. e a s . . . " (lo subrayado no tiene
equivalente en el siríaco). Un poco más arriba, el autor (pp. 244-245) denuncia estos
temores supersticiosos y censura a las mujeres que creen que en estos días no tienen
el Espíritu Santo; y también (pp. 242-243) a las que. durante estos mismos días se
abstienen de toda relación, no reciben la Eucaristía y no oran.
(40) Véanse los mismos textos en las Homilías y en las Recogniciones. La Didascalia
censura tales escrúpulos: "Hcec igitur super omnes cogítate qui seminum cursus et
adproximationes mulierum observant; nam qiue tales sunt óbservationes omnes stultcB
et nocivas sunt. Si enim cursus seminis quis passus et adproximans mulieri baptizetur,
et stratum suum lavet; et erit Mi fatigatio, numquam deficiens a baptismo et a lava-
tione rerum et a stratu suo; et nihil aliud poterit agere." Así mismo (p. 255): un
hombre no queda manchado por las relaciones con su mujer; pero si no es con la
propia toda el agua del mundo no bastaría para lavar esa mancha. Este texto es seme-
jante a la sentencia de Teano, pitagórico, citada por CLEMENTE, Stróm., IV, xix, 121, 3.
Preguntándole cuánto tiempo debería esperar una mujer para presentarse en el tem-
plo, después de las relaciones sexuales, respondió: "si es con su marido,, puede ir
inmediatamente después, pero si es con otro, nunca". El texto de la Didascalia ha
sido repetido por el autor de las Constituciones apostólicas, VI, xxix, 4.
(41) Recogn., VI, 11: El principio es así sentado por Pedro: "Bonum est et puritati
conveniens etiam corpus aqua diluere". En la Homilía xi, 28 se lee también:
LOS APÓCRIFOS Y EL MANIQUEISMO 267
"Purificad vuestra alma de todos los males por la inteligencia celeste y lavad vuestro
cuerpo en el baño."
C42) Homilía xir, 6; Recogn., va, 6.
( 43 ) Homilía vin, 15.
( 44 ) Homilía iv, 6; vi, 26; xi, 34; xin, 8, 11; xiv, 1, 8; xv, 11; xix, 25; xx, 16.
( 45 ) Homilía xiv, 1; Contestaíio, iv; cf. Carta de Clemente, ix.
( 46 ) Didascália, xxm: "Alii iterum ex ipsis ñeque carnem sumere docebant, dicen-
tes ea quae animam habent non deberé manducari", xxvi, pp. 241-243, "Obsérvate igi-
tur vos ab omni haeretico, qui legem non utuntur ñeque profetas, et Deo omnipotenti
non credentes inimicantur, et abstinent se a cibis et prohibent nubere, et resurgere in
carne nolunt, tamquam nolentes manducare et bibere, sed demones volunt resurgere
spiritales in fantasmis."
(4T) Sobre el concepto de la ley en los Apócrifos Clementinos, cf- WAITZ, op. cit.,
pp. 116 y s.; SCHMIDT, op. cit., pp. 266 y s.
(48) Homilía ni, 47: "La Ley de Dios fué oralmente comunicada por Moisés
a setenta hombres sabios, encargados de transmitirla, para que fuese la regla viva de los
que vendrían después de ellos. Después de la Asunción de Moisés la,escribió alguien,
no Moisés... Así escrita después de Moisés, 500 años más tarde o quizás más, fué
colocada en el templo que fué edificado y permaneció en él otros 500 años; luego
fué destruida por el fuego bajo Nabucodonosor. Asi, escrita después de Moisés y des-
truida varias veces, es prueba de la presciencia de Moisés, que previendo su destruc-
ción, no la escribió; y los que la escribieron y por ignorancia no previeron su destruc-
ción, han demostrado no ser profetas."
( 49 ) Recogniciones, i, 21: "Quce tamen manifesté quidem dicta, non tamen manifesté
scripta sunt, in tantum ut cum leguntur, intelligi sine expositore non possint propter
peccatum quod coadolevit hominibus." Homilía n, 38, "Las Escrituras tienen mezcla
de muchas mentiras, lo que se explica así: el profeta Moisés había dado a los setenta
hombres escogidos por él la ley y las soluciones, para que fuesen guías del pueblo.
Poco después, la ley escrita ha recibido adiciones engañosas contra el Dios único, que
ha hecho el cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay; por causa del Maligno que ha
tenido la audacia de hacerlo por un justo juicio. Y esto no ha sucedido sin razón y
juicio, para que se pueda distinguir a los que escuchan con gusto lo que se ha escrito
contra Dios y a los que por amor a El, no sólo no creen estas blasfemias, sino que ni
siquiera quieren oírlas."
268 HISTORIA DE LA IGLESIA
"La segunda Ley ha sido impuesta a causa del becerro de oro y de la idolatría.
Pero, por el bautismo, habéis sido rescatados de la idolatría y librados de la segunda
ley, impuesta a causa de los ídolos. En el Evangelio, el Señor ha renovado, cumplido y
confirmado la Ley; pero la segunda Ley la ha abolido. Para esto ha venido, para con-
firmar la Ley y abolir la Segunda Ley; perfeccionar el poder de la libertad, y mani-
festar la resurrección de los muertos. . . No hizo uso de aspersiones, abluciones, ni
otros ritos; ni ofreció sacrificios ni holocaustos, ni nada de lo que la segunda ley pres-
cribió que se ofreciese. De este modo significó la abolición de la segunda Ley; os ha
librado de ella, os ha llamado a la libertad, y ha dicho: venid a mí todos los que
sufrís y estáis cargados gravosamente y yo os daré descanso" ( 6 5 ).
El que ahora se sujeta a estas prácticas rituales, prescritas por la segunda
ley, se trata a sí mismo como idólatra y se entrega a "cadenas de ciego". Los
verdaderos cristianos son libres y se aplican la palabra de David: Dirumpa-
mus vincula ipsorum et proiciamus a nobis iugum ipsorum ( 5 6 ).
Si se pregunta qué partes del Pentateuco son las que pertenecen a la Ley,
la respuesta es difícil. "El mismo autor habría tenido m u c h a dificultasl para
darla. Porciones considerables del Éxodo, del Levítico, de los Números, del
Deuteronomio deben ser lógicamente excluidas de la Ley. Pero la Ley y la
Deuterosis están íntimamente entretejidas en todos los libros" ( 5 7 ).
(60) Homilía XVIII, 20: "Es preciso que el .que quiera salvarse, sea, como el Señor
lo ha dicho, juez que discierna los libros escritos. Porque ha dicho: sed buenos cambis-
tas. Porque la moneda mala está mezclada con la buena." Cf. ibíd. m, 50.
(51) Homilía m, 51: "Remitiéndonos a los escribas y doctores, para la inteligencia
de la Escritura, (Jesús) nos ha dado a entender que aquéllos sabían en verdad lo
que es realmente la Ley."
( 52 ) Cf. HABNACK, Der Brief des Ptolomáeus an die Flora, pp. 16-18.
(¡53) Adv. Htereses IV, XXIV-XXIX; cf. CONNOIXY, op. cit., pp. LXIII y s.; Epifanio se
ha inspirado en Ireneo para la refutación de Tolomeo (Haer., XXXIII, xi). HARNACK
escribe (art. cit., p. 18, 1): "Si la Iglesia hubiese recibido y desarrollado esta concep-
ción no se hubiese quedado más atrás que Tolomeo."
(B4) Sobre todo en el último capítulo, xxvi. Cf. CONNOIXY, op. cit., pp. LVII-LXIX.
(BS) Cap. xxvi.
(86) Ibíd.
(") CONNOIXY, op. cit., p. LXVIII.
LOS APÓCRIFOS Y E L M A N I Q U E I S M O 269
í
270 H I S T O R I A DE LA I G L E S I A
(61) Cf. CERFAUX, Le vrai Prophéte des Clémentines en Recherch.es de Science reli-
gieuse, t. XVIII, 1928, pp. 143-163. Dejo de lado otra teoría a la que el autor da aún
más importancia: la de las parejas o apareamientos (cf. SCHMIDT, op. cit., pp. 25-31;
ibíd., pp. 152-155). Dios ha separado y opuesto entre sí todos los seres: "el cielo y la
tierra, el día y la noche, la luz y el fuego, el sol y la luna, la vida y la muerte". De
estos términos el que precede es el menos bueno y el mejor el que. sigue: "El mundo,
la eternidad; el mundo presente es efímero, el mundo futuro, eterno. Primero es la
ignorancia, luego el conocimiento. Así han sido distribuidos los cabezas de la profecía.
Puesto que el mundo presente es femenino, como una madre que engendra las almas;
el mundo futuro es masculino y recibe a sus hijos como un padre: he aquí por qué
los profetas de este, mundo siendo hijos de los hombres, tienen conocimiento del mundo
futuro. Si los hombres piadosos hubiesen conocido este misterio, jamás se hubiesen
extraviado, y ahora reconocerían que Simón, que perturba a todos los hombres, es
un artífice del error y de la mentira" (Homilía n, 15). Simón efectivamente, ha venido
antes que Pedro; luego Pedro es bueno y Simón malo. Así como Juan Bautista no es
más que uno de los hijos de las mujeres; pero Jesús, venido después de él, es el Hijo
del Hombre. Cf. ibíd., n, 15-18; n, 33; ni, 16, 22-28; Recogn., ni, 61.
(62) Homilía ni, 17 (P. G., II, 121): "Creo que son inexcusables los que piensan
cosas indignas del padre de todos; aunque hayan sido arrastrados a ello por una corrup-
ción en la Escritura; porque cualquiera que hace injuria a la imagen, a la imagen de
un Rey eterno, peca contra el mismo R e y . . . " (xxi, 125). El autor recuerda que
Adán ha dado nombre a todos los animales: "¿Qué necesidad tenía de comer un fruto
para conocer el bien y el mal, si había recibido la prohibición de comerlo? Han per-
dido el juicio los que creen esto y piensan que una bestia irracional ha sido más
poderosa que el Dios que. todo lo hizo." Compárese este texto con la teoría de TA-
CIANO sobre el castigo de Adán (cf. IRENEO, Adversas hcereses, I, xxvin, 1. EUSEBIO,
Hist. Eccl., IV, xxvin, 2-3) y con la respuesta que Ireneo oponía a este error (Adv. haer.
III, xxm, 8). El autor, como hemos visto, no sólo afirma la salvación de Adán sino
su inocencia perpetua; lo que no puede admitirse sino en la hipótesis, por él sostenida,
de una corrupción en la Escritura.
( 63 ) Homilía VIII, 10.
LOS APÓCRIFOS Y EL MANIQUEISMO 271
§ 2. — El maniqueísmo ( " )
COMO HEMOS LLEGADO Hasta los primeros años del siglo xx la historia
AL CONOCIMIENTO del maniqueísmo primitivo permanecía en la
DE LA HISTORIA mayor oscuridad ( 6 7 ) : los escritos de M a n i y de
DEL MANIQUEÍSMO sus discípulos fueron muchos y m u y difundidos;
pero fueron proscritos y destruidos en todas par-
tes, por los católicos, por los mahometanos, por los budistas, por los funcio-
narios chinos ( 6 8 ) . A finales del siglo último, se descubrieron en el Turques-
tán chino, donde en otro tiempo el maniqueísmo había sido m u y poderoso,
numerosos fragmentos, que se habían salvado de la general destrucción.
Los rusos comenzaron las investigaciones, que fueron proseguidas por diver-
sas misiones alemanas, inglesas, francesas y chinas ( 6 9 ) . El fruto de estos
estudios fué m u y halagüeño y todos los trabajos publicados hasta estos últi-
mos años dependen de los descubrimientos de F. K. W . Müller, de Von Le Coq,
de Stein, de Pelliot. Estos documentos eran ciertamente preciosos; pero de
fecha tardía y de interpretación difícil ( 7 0 ).
E n el año 1930, los fellahs descubrieron, cerca de Medinet Mádi, en el
Fayum, u n a caja que contenía libros, escritos en papiro; estos libros contie-
nen, en traducción copta, los escritos del mismo M a n i o de sus primeros
discípulos ( 7 1 ) .
Los papiros del F a y u m parecen haber sido escritos entre el 350 y el 400,
es decir, cien años después de la muerte de M a n i (272) y nos d a n a conocer
el maniqueísmo en su período primitivo, al que no podíamos llegar con los
fragmentos de Turfan. Apenas si se h a comenzado a descifrar y editar los
MANÍ Ahora, sin embargo, podemos ya recoger algunos datos ciertos que
fijan en grandes líneas la historia de Mani, de su predicación y de
su doctrina.
En los últimos años del rey Ardescir (224-241), M a n i fué por mar, según
nos dice, a la India. "Prediqué, añade, la esperanza de la vida, y seleccioné
un buen grupo." El año del advenimiento de Sapor (241), Mani, llamado
por él, volvió de la India al país de los persas, y del país de los persas a
Babilonia, Maisán y Kuzistán. Me presenté, dice, ante el rey Sapor, y me
recibió con mucha distinción. M e autorizó a viajar en su reino y a predicar
la palabra de vida. Pasé muchos años con él, acompañándole en Persia, en
el país de los Partos y hasta Adiabene en las fronteras del Imperio ro-
m a n o " C*).
Este texto nos da a conocer la estancia y la actividad de M a n i en la India,
al principio de su carrera. Los historiadores se preguntaban si M a n i habría
estado personalmente en contacto con el budismo y la mayor parte resolvían
la cuestión negativamente ( 7 5 ). M a n i mismo nos ha dado la solución, que es,
ciertamente, la que no se esperaba. Este dato tan interesante, no es caso
único; el Oriente, la India sobre todo, ejercía u n a especie de fascinación:
en 242, en el momento en que M a n i , llamado por Sapor, comienza bajo su
protección la predicación en Persia, Plotino abandona Alejandría y se une al
ejército que Gordiano conduce contra Sapor: espera con esta expedición pe-
netrar en Persia y quizá llegar hasta la India, y así "entrar en conocimiento
directo de la filosofía de los persas y de los hindúes" ( 7 6 ). Sabemos cómo esta
expedición terminó en u n desastre y cómo Plotino logró escapar no sin grandes
dificultades. Por aquel tiempo se compusieron en siríaco, y no lejos de la
patria de Mani, los Hechos de Tomás, que envuelven la predicación de Tomás
en la India en el esplendor de leyendas y de sueños gnósticos. Mas oriental
que Plotino y que el autor de los Hechos, Mani, nacido en Persia, partió a la
conquista de la India; de vuelta a su patria, vivió en ella; siguió a Sapor en
sus expediciones y llegó hasta Adiabene, en las fronteras del Imperio romano;
pero no parece que las haya nunca franqueado.
"Los escritos, la sabiduría, los apocalipsis, las parábolas, los salmos de todas las
religiones anteriores, reunidos de todas partes, han confluido en mi religión, en la sabi-
duría que yo he revelado. Como uniéndose los torrentes forman un gran río, así los
libros antiguos se han unido a mis escritos y han formado una gran sabiduría, a la
que no puede compararse nada de lo que ha sido predicado en todas las generaciones
anteriores. Jamás se han escrito ni se han revelado libros como los que yo he
escrito" ( 7 7 ) .
"Todos los apóstoles, mis hermanos, que han venido antes que yo, no han escrito
su sabiduría, como la he escrito yo; n i la han representado en cuadros, como la he
pintado yo. M i religión desde su origen supera a todas las religiones anteriores" ( 7 9 ) .
F i n a l m e n t e el m a n i q u e í s m o se e x t e n d e r á p o r t o d a s p a r t e s y será m a y o r q u e
toda otra religión:
MANI Y EL CRISTIANISMO E s d i g n o d e e s t u d i o el l u g a r c o n c e d i d o p o r
M a n i a J e s ú s : a p r i m e r a v i s t a , n o es J e s ú s
s u p e r i o r a Z o r o a s t r o y a B u d a ; t o d o s son " l o s h e r m a n o s " d e M a n i y h a n p r e d i -
cado la misma sabiduría. Sin embargo, el orden mismo en que los presenta
indica su distinto rango: Jesús, Zoroastro, Buda. Y esta primera indicación
la vienen a confirmar otras más significativas: en uno de los libros h a y toda
una colección de himnos a Jesús; en las Epístolas se da M a n i a sí mismo
el título de: "Mani, apóstol de Jesucristo" y justifica este mismo título en sua
conversaciones con sus discípulos:
"Después que la Iglesia de la carne ha sido elevada a las alturas, quedó inaugurado
mi apostolado, sobre el cual me habéis preguntado. Después de aquello, ha sido enviado
el Paráclito, el Espíritu de verdad, que ha venido a vosotros en esta última generación
según lo que había dicho Jesús: Cuando yo me vaya, os enviaré al Paráclito, y cuando
el Paráclito haya venido instruirá al mundo y os hablará de la justicia" ( 8 2 ).
Todo esto recuerda las pretensiones de Montano. Unos setenta años antes
que Mani, el profeta de Frigia se había apoyado en las promesas de Jesús
a sus discípulos; los montañistas, escribe Eusebio, "osaban apoyarse en Mon-
tano como si fuese el Paráclito" ( 8 3 ). M a n i no era ciertamente u n extático,
sino "una mente clara y de reflexión fría" ( 8 4 ). En el mismo capítulo en que
refiere las revelaciones que ha recibido del "Paráclito viviente", no se siente
u n soplo de vida, no es más que una enumeración, u n índice de materias.
Pero si no tenemos en M a n i el estremecimiento extático de Montano y de sus
profetisas, tenemos la misma afirmación de su identidad con el Paráclito:
"me he hecho (con él) u n solo cuerpo y u n solo espíritu".
Por el hecho de estas pretensiones, Mani, como Montano, se une estrecha-
mente al cristianismo: la revelación que trae ha sido prometida por Jesús; el
Paráclito que habla por él y se identifica con él, es el Espíritu enviado por
Jesús. Así queda zanjada la cuestión tantas veces discutida: el maniqueísmo no
es como se ha pretendido durante mucho tiempo una religión nacida del paga-
nismo; sino que es una herejía, una gnosis parásita, que se nutre del tronco
del cristianismo. En su libro que más de una vez hemos citado ya, F. Bur-
kitt ha tenido el mérito de formular claramente esta tesis reaccionando contra
las tendencias que prevalecían entonces. Los papiros del F a y u m h a n apor-
tado la confirmación definitiva.
(85) Bastará recordar como ejemplo el mito de "la seducción de los arcontes",
estudiado por M. CUMONT, Recherches sur le Manichéisme, t. I, Bruselas, 1908,
pp. 54-68. Nos limitaremos a transcribir la conclusión del estudio (p. 66): "Mani se
ha apropiado un viejo mito de un naturalismo sin pudor, que era enseñado por los
magos del imperio sasánida; pero ha querido hacer de él, por una interpretación
atrevida, un episodio de la lucha de los dos principios eternos. La «sustancia vital» es
para él la luz tenida en cautiverio por el principe de las tinieblas. Este capítulo de
la cosmogonía maniquea pudo aparecer así a los orientales, como la revelación de
una verdad hace mucho tiempo presentida. Pero bajo el velo del símbolo, la obscenidad
de la leyenda primitiva queda aún transparente y su grosería tenía forzosamente que
chocar con la conciencia y con el gusto de los latinos. Lo mismo sucedió con otras
muchas fábulas del maniqueísmo." Un poco más arriba (p. 53) F. Cumont recuerda
que "fueron sobre todo las fábulas interminables sobre el cielo, las estrellas, la luna",
esos innumerables cuentos sobre la fabricación del mundo, "llenos de una locura sacri-
lega" los que apartaron a Agustín de la secta. Cf. AGUSTÍN, Conf. V, vn, 1; V, ni, 6;
Contra Faustum, xx, 9.
( 86 ) Cf. TERTULIANO, Adv. Marc, i, 2; HARNACK, Marción, p. 85.
(87) Cf. supra, p. 32.
LOS APÓCRIFOS Y E L M A N I Q U E I S M O 277
§ 1 . — S a n D i o n i s i o de Alejandría ( J )
"Yo también he vivido en las doctrinas y en las tradiciones de los herejes y durante
algún tiempo tuve manchada el alma con sus impuras invenciones; pero al menos
saqué esta ventaja: confundirlas en mí mismo y mirarlas con el mayor disgusto. U n
hermano, sacerdote, m e apartó de ellas; temía él que no hubiese salido del lodazal de
maldad, y que m i alma estuviera manchada.
"Sentí que decía verdad; pero sobrevino una visión de. Dios, que me fortificó y oí en
mí u n a voz, que m e intimó esta orden expresa: toma todo lo que caiga en tus manos;
pues eres capaz de rectificar y examinarlo todo y para ti éste ha sido el principio
y la causa de tu fe. Yo recibí esta visión como confirmación de aquella palabra
apostólica, dicha a los más fuertes: sed cambistas avisados" ( 5 ) .
E s l a p r á c t i c a d e l l i b r e e x a m e n d e los l i b r o s h e r é t i c o s , t a l c o m o l a e n c o n -
t r a m o s e n O r í g e n e s ; esa p r á c t i c a q u e l e h a l l e v a d o a l a fe, q u e d ó r e f r e n -
d a d a p o r u n a visión. P o r otra p a r t e , la advertencia d e l sacerdote indica q u e
l a I g l e s i a t e n í a c o n c i e n c i a d e l p e l i g r o d e estas l e c t u r a s y e l m i s m o D i o n i s i o lo
confiesa. Sólo " l o s m á s f u e r t e s " p o d r á n h a c e r u s o d e esta l i b e r t a d .
SU ENSEÑANZA D i o n i s i o t e n í a t r e i n t a a ñ o s y e r a p r o b a b l e m e n t e y a sacer-
d o t e c u a n d o , e n 2 3 1 , s u s t i t u y ó a H e r a c l a s e n l a escuela.
P a r e c e q u e d u r a n t e estos dieciséis a ñ o s d e e n s e ñ a n z a e s c r i b i ó s u l i b r o Sobre la
naturaleza, d o n d e se r e f u t a e l a t o m i s m o d e E p i c u r o ( 8 ) ; y q u i z á t a m b i é n s u
c o m e n t a r i o sobre e l E c l e s i a s t é s ( 7 ) .
"En la ciudad los sacerdotes están ocultos y visitan secretamente a los hermanos.
Así Máximo, Dióscoro, Demetrio, Lucio; los que son más conocidos, Faustino y
Aquila andan errantes por Egipto; los diáconos que h a n sobrevivido al azote de la
peste (U), son Fausto, Eusebio y Queremón. A este Eusebio ha fortificado Dios y ha
preparado para dedicarse con ánimo esforzado al servicio de. los confesores prisioneros
y para cumplir, no sin peligro, la misión de amortajar los cuerpos de los perfectos
y bienaventurados mártires ( 1 2 ). Porque hasta ahora el gobernador, cuando son lle-
vados a él, o los condena a muerte, o los hace desgarrar en el tormento o los obliga
a languidecer en la prisión y en las cadenas, prohibiendo toda visita y velando estre-
chamente para que nadie llegue hasta ellos. Dios, sin embargo, merced al ánimo y a
la constancia de los hermanos, procura algún alivio a los perseguidos" ( 1 3 ).
LA RECONCILIACIÓN L a s c a í d a s h a b í a n sido n u m e r o s a s y , a p e n a s se r e s -
DE LOS APOSTATAS t a b l e c i ó l a p a z , i n t e r v i n i e r o n los confesores e n f a v o r
de los apóstatas; pero su intervención fué m u c h o
m á s d i s c r e t a q u e l a d e los confesores d e C a r t a g o y n o p r o v o c ó oposición n i n -
g u n a d e p a r t e d e l obispo ( 1 9 ) . E l m i s m o D i o n i s i o se h i z o su a b o g a d o , d e l
modo m á s moderado y persuasivo, e n u n a carta a Fabio de Antioquía, el
c u a l , s e g ú n E u s e b i o ( 2 0 ) , " s e i n c l i n a b a u n poco h a c i a e l c i s m a " ( d e
Novaciano):
"Estos divinos mártires q u e estaban entre, nosotros, y que ahora son asesores de
Cristo y tienen parte en su reino y juzgan con E l y con El pronuncian la sentencia,
han tomado bajo su protección a algunos de nuestros hermanos caídos, culpables de
haber sacrificado. H a n visto su conversión y su penitencia y h a n creído que debían
ser admitidos por Aquel que n o quiere la muerte del pecador sino que se convierta:
los h a n recibido, los h a n reunido y h a n participado con ellos en sus oraciones y en su
pan. Hermanos, ¿qué nos aconsejáis a este propósito?, ¿qué debemos hacer? ¿Debe-
mos estar de acuerdo con ellos? ¿Respetaremos su juicio y la gracia que h a n concedido?
¿Nos conduciremos con bondad con los que. h a n obtenido misericordia o bien tendremos
por injusta la decisión tomada por los mártires y nos presentaremos como censores de
su juicio? ¿Deberemos afligirnos por su bondad y trastornar el orden q u e ellos h a n
establecido?" ( 2 1 ) .
P a r a c a u s a r m a y o r i m p r e s i ó n , D i o n i s i o r e f i e r e l a h i s t o r i a d e l viejo S e r a p i ó n ,
e n q u e Dios m i s m o h a b í a i n t e r v e n i d o p a r a r e c o n c i l i a r a l a p ó s t a t a e n l a
hora de la muerte (22).
"Su prosperidad duró tanto cuanto fué benévolo y afecto para con los hombres de Dios;
porque ninguno de los emperadores sus predecesores mostró a este respecto tanta be-
nevolencia y favor; a u n aquellos que decían abiertamente ser cristianos n o los
acogían con tanto favor como él en el principio de su reinado. Toda su casa estaba llena
de hombres piadosos; era u n a iglesia de Dios."
( 1 9 ) Cf. D'ALES, L'Edit de Calliste, pp. 345-349; FELTOE, op. cit-, pp. 59-64.
(2«) Hist. EccL, V I , x o v , 1.
i> (21) Hist. EccL, V I , XLII, 5; FELTOE, op. cit. p. 18.
( 2 2 ) Hist. EccL, V I , XLIV, 2-6; FELTOE, op. cit., pp: 19-21: Como Dionisio lo refiere
aquí, había ordenado: " q u e los moribundos, si lo suplicaban, y, sobre todo, si ya lo
1
habían solicitado antes, fuesen absueltos, para que muriesen en la esperanza". Pero
J faltaba disponer qué se había de hacer en caso de curación de esos moribundos: en
' u n fragmento publicado por PITRA (FELTOE, op. cit., pp. 59-62), y que parece perte-
necer a la carta a Conón, mencionada por EUSEBIO (Hist. EccL, V I , XLVI, 2 ) , Dionisio
resuelve la cuestión en el sentido de la indulgencia: la absolución divina es definitiva
y sería "absurdo cargarle de nuevo con sus pecados"; "si alguno, sin embargo, des-
pués de su curación, parece tener necesidad de convertirse más enteramente, le acon-
sejamos que se humille voluntariamente, que se mortifique, que se contenga; si obe-
dece, le será de gran provecho; si desobedece y resiste, será motivo suficiente para u n a
nueva excomunión". Solución parecida es la de CIPRIANO, Ad Antonianum Episl.
LV, 13; cf. D'ALES, L'Edit de Calliste, p. 330 y n. 3.
282 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
(23) Fragmento citado por MAI según un manuscrito del Vaticano (FELTOE, op. cit-,
p. 62).
( 24 ) Carta a Cornelio, Hist. Eccl., VI, XLVI, 3.
( 25 ) Hist. Eccl., VII, v, 1. No se trata como piensa EUSEBIO de la persecución, que
ha cesado ya, sino de la paz restablecida (cf. FELTOE, op. cit., p. 41). Recordamos
antes la intervención de Dionisio acerca del mismo Novaciano (supra, pp. 171-172,
n. 139 y 142), su fracaso y el juicio que dio sobre toda esta cuestión en la carta a Dio-
nisio, entonces sacerdote y muy pronto obispo de Roma.
(26) Cf. supra, p. 173, ss.
(27) Cf. FELTOE, op, cit., pp. 40-59; D'ALÉS, art. Baptéme des hérétiques, en Dict.
apol., t. I, col. 408. SAN JERÓNIMO escribe equivocadamente (De viris illustribus,
LXIX) : "Hic in Cypriani et Africanas synodi dogma consentiens hasreticis rebaptizan-
dis plurimas ad diversos misit epístolas." De la carta de Dionisio a Esteban, escrita
en 254, EUSEBIO (Hist. Eccl., VII, v, 1-2) no ha citado más que un fragmento sobre la
paz recobrada por las iglesias de Oriente (cf. supra, p 281); otro fragmento ha sido
conservado en siríaco y publicado por PITRA, luego por FELTOE, op. cit., pp. 45-47.
(28) Hist. Eccl., VII, v, 3-6; FELTOE, op. cit., pp. 49-50: Como advierte justamente
FELTOE, esta frase demuestra que Esteban ha amenazado con la excomunión a estas
iglesias, no que las haya excomulgado efectivamente. Sobre los concilios orientales,
cf. la carta de Firmiliano a Cipriano, Epist. LXXV, 7 y 19, y la carta de Dionisio a
Filemón, en Hist. Eccl-, VII, vn, 5.
IGLESIA DE ALEJANDRÍA DESPUÉS DE ORÍGENES 283
e n c u a n t o p u d o a l obispo de R o m a d e t o m a r m e d i d a s e x t r e m a s . P e r o si fué
m u y t o l e r a n t e p a r a l a t r a d i c i ó n c o n t r a r i a , él s i g u i ó s i e m p r e l a t r a d i c i ó n
r o m a n a y a u n q u i z á fué m á s a m p l i o su j u i c i o s o b r e el b a u t i s m o c o n f e r i d o
p o r los h e r e j e s ( 2 9 ) . S i e m p r e y e n t o d o b r i l l ó l a g r a n c o n d e s c e n d e n c i a d e
D i o n i s i o y su e s p í r i t u d e c o n c i l i a c i ó n y d e p a z .
"Os he enterado de viva voz de la bondad que nuestros señores usan con vosotros:
os hacen gracia, si queréis convertiros a lo que es conforme a naturaleza y adorar
a los dioses salvadores del Imperio y abandonar todo lo que es contrario a la natura-
leza. ¿Qué decis a esto? Espero de vosotros que no seáis ingratos para con la bene-
volencia de nuestros príncipes; ya que ellos os exhortan a lo que es mejor." Dionisio
respondió: "No adoran todos a todos los dioses, sino que cada uno adora a los que
considera como tales. Adoramos al Dios único, que ha creado todos los seres y que
ha puesto el Imperio en manos de los piadosísimos Augustos Valeriano y Galieno;
a El veneramos, y adoramos y rogamos sin cesar por el reino de aquéllos, para que
lo mantenga firme." Emiliano, que ejerce cargo de gobernador, dice: "¿Quién os
impide adorarlo, si es Dios, con los dioses que lo son por naturaleza? Pues os ordenamos
adorar a los dioses que todos conocen." Dionisio responde: " N o adoramos a otro dios."
Emiliano, que desempeña el cargo de gobernador, dice: "Veo que sois ingratos e insen-
sibles a la clemencia de nuestros Augustos; por esto no podréis permanecer en esta
ciudad; sino que seréis enviados a las regiones de la Libia, al lugar llamado Cefro:
pues este lugar he escogido por orden de nuestros Augustos. Os estará prohibido a ti
y a todos los demás reunir asambleas y entrar en lo que se llaman cementerios. Si
alguno se alejare del lugar que he señalado o se le sorprendiere en una asamblea, se
pondrá en peligro y no tardará el castigo conveniente. Retiraos, pues, a donde os he
ordenado" ( 3 1 ) .
L l e g a d o s a Cefro, los m á r t i r e s f u e r o n r e c i b i d o s c o n p i e d r a s p o r l a p o b l a -
c i ó n p a g a n a ; p e r o m u y p r o n t o l o g r a r o n a l g u n a s c o n v e r s i o n e s . E n t o n c e s el
g o b e r n a d o r los i n t e r n ó m á s e n l a L i b i a " a s i g n a n d o a c a d a u n o u n a p o b l a -
c i ó n d e l p a í s . A m í , p r o s i g u e D i o n i s i o , m e d e s i g n ó u n l u g a r e n el c a m i n o ,
c o m o p a r a p o d e r a r r e s t a r m e el p r i m e r o . H a b í a d i s p u e s t o , e f e c t i v a m e n t e , t o d o
d e m a n e r a q u e si q u i s i e s e p r e n d e r n o s , n o s t u v i e s e a todos a m a n o " .
N o p a s a r o n l a s cosas a d e l a n t e y p o r r a z o n e s q u e i g n o r a m o s , el e d i c t o
de 258, q u e hizo m á r t i r a Cipriano, n o alcanzó a Dionisio. A finales del 259
o e n los p r i m e r o s m e s e s d e l 2 6 0 , S a p o r h i z o p r i s i o n e r o a V a l e r i a n o ; y su hijo
G a l i e n o , q u e l e s u c e d i ó , q u i z á p o r i n f l u j o d e su m u j e r S a l o n i n a , p u b l i c ó u n
edicto de tolerancia ( 3 2 ) .
( 2 9 ) Si hemos de creer a SAN BASILIO, Epist. n , 188, Dionisio habría admitido, incluso,
la validez del bautismo montañista. Cf. supra, p. 174, n. 148.
(30) xju obispo llamado Germano había acusado a Dionisio de haberse sustraído
a la persecución; a su defensa debemos los detalles que traemos arriba.
(31) Hist. Eccl, VII, xi, 7-11; FELTOE, op. cit., pp. 31-32.
( 3 2 ) Este edicto garantizaba a los cristianos no sólo su seguridad personal, sino
también la propiedad y uso de los lugares sagrados. Cf. supra, p. 137.
284 HISTORIA DE LA IGLESIA
pues revelan dos escritores de carácter, ideas, expresión, estilo y sintaxis dife-
rentes. Estos datos no son decisivos y admiten u n a explicación distinta de la
que propone Dionisio ( 4 0 ) ; pero h a y que reconocer al menos que el antiguo
maestro del Didascáleo nos ha dejado en esta obra u n estudio critico digno
de atención ( 4 1 ) .
cf. FELTOE, op. cit., pp. 166-167. Nótese en particular este texto que los arríanos
habían de aprovechar "(el Hijo de Dios) es una criatura y ha sido hecho; no es
por naturaleza propiamente (hijo de Dios), sino que por su esencia es extraño al
Padre. Es la misma relación que existe entre el viñador y la viña, el constructor y el
barco; pues siendo criatura no existía antes de ser hecho" (ATANASIO ibíd-, iv). Ata-
nasio reconoce que es exacta la cita; pero la aplica al Verbo Encarnado; mas esta
explicación no ha sido confirmada por los textos de Dionisio. A los acusadores, no
les reprocha su mala fe sino su precipitación: "obraron con buena fe; pero no pre-
guntaron a Dionisio para saber de él el sentido de la carta" (ibíd., XIII).
(47) ATANASIO, De synodis, XLIII y XLV.
( 4 8 ) Este fragmento ha sido insertado por SAN ATANASIO en su De decretis Niccence
Synodi, xxvi. FELTOE, op. cit., pp. 177-182.
( 4S ) De sententia Dionysii, XIII.
IGLESIA DE A L E J A N D R Í A D E S P U É S DE O R Í G E N E S 287
producidas por El y producidas también por medio de su Hijo. No hay, pues, que
interpretar «me ha creado» en el sentido de «me ha hecho»; pues hay diferencia entre
crear y hacer: «¿No es también tu Padre, el que te poseyó, el que te creó, el que
te hizo?», dice Moisés en el Deuteronomio en su gran cántico. Podría decírselas: oh
hombres temerarios, es una criatura, el unigénito de la creación, el que ha sido engen-
drado del seno (de Dios) antes de la aurora, el que ha dicho como Sabiduría: «Me ha
engendrado antes que los montes.» Muchas veces se encontraré en los divinos oráculos
que del Hijo se dice que ha sido engendrado, pero no producido; y estos textos
convencen claramente de error a los que a propósito de la generación del Señor, osan
decir que esta divina e inefable generación es una producción.
"No se debe dividir en tres divinidades la admirable y divina unidad, ni abajar
(con la idea) de producción la dignidad y la grandeza excelente del Señor, sino creer
en Dios Padre Omnipotente y en Jesucristo su Hijo y en el Espíritu Santo y (creer)
que el Verbo es uno con Dios con el Dios del universo. Porque El dice: «Mi Padre
y Yo somos una sola cosa»; y «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí». Así se
mantiene la Trinidad Divina, al mismo tiempo que la santa predicación de la
monarquía."
sutiles distinciones de los alejandrinos sobre los dos estados del Verbo ( 5 3 ).
No es que el papa Dionisio ignorase estas especulaciones; era de una cultura
sobresaliente, como lo testimonió Dionisio de Alejandría en la carta que diri-
gió a su homónimo antes de ser elevado a la sede de Roma ( 5 4 ) ; pero en este
documento no es el erudito n i el teólogo el que habla, sino el papa; y la
misión del papa no es exponer sus especulaciones personales, sino defender
el dogma de que es depositario.
La carta de Dionisio de Alejandría, a pesar de sus imprudencias y equivo-
caciones, estaba m u y lejos seguramente de la herejía de Arrio; pero la carta
de Dionisio de Roma tiene ya el acento del concilio de Nicea, el mismo cuidado
por la unidad divina, la misma decisión soberana y categórica en la defini-
ción de la fe. Esta barrera infranqueable, contra la que se estrellará el arria-
nismo sesenta años más tarde, se opone ya desde ahora al avance de u n a
teología demasiado arriesgada.
§ 2 . — S a n Gregorio T a u m a t u r g o ( 7 0 )
Este gran esfuerzo apostólico fué realizado por San Gregorio en medio de
las mayores calamidades. Apenas llevaba siete u ocho años de episcopado,
cuando estalló la persecución de Decio y, como Cipriano y Dionisio de Alejan-
dría, tuvo la prudencia de ocultarse: era el sostén indispensable de su iglesia;
pero sus fieles casi todos neófitos, fueron heridos por la persecución; al año
de estallar ésta, Decio pereció en la Dobrudja (primavera del 251); su
ejército fué vencido y dispersado y las flotas de los bárbaros, godos y horados
se lanzaron sobre el Imperio. El Ponto fué invadido y devastado y, cuando los
bárbaros hubieron pasado, tuvo Gregorio que dedicarse a reanimar las cristian-
dades casi extinguidas. De todas partes surgían casos de conciencia que era
preciso resolver y éste fué el objeto de la carta canónica, dirigida por Gregorio
a u n obispo que no nombra ( 7 8 ).
EL SÍMBOLO Esta carta nos descubre cómo San Gregorio lleva a cabo la
educación de sus neófitos y se esfuerza por hacer de ellos cris-
tianos y pónticos; pero aun es documento de más valor su símbolo. Nos ha sido
conservado por San Gregorio de Nisa, quien refiere así su origen: acababa
Gregorio de ser consagrado; era joven y se encontraba lleno de temor ante
la gran responsabilidad y tarea que se le presentaba; pero sobre todo, le
preocupaba el peligro de las herejías. En esta situación se le apareció la
M a d r e del Señor con el evangelista J u a n ; mandóle Nuestra Señora que expu-
siese a Gregorio la fe; el apóstol lo hizo gustosamente y esta "mystagogia"
divina es el símbolo de Gregorio ( 7 T ):
"Un solo Dios, Padre del Logos viviente, de la Sabiduría subsistente, de la Potencia
del Modelo eterno, que ha engendrado perfectamente un (Hijo) perfecto, Padre del
Hijo Unigénito.
. "Un solo Señor, único del único, Dios de Dios, impronta e imagen de la divinidad,
Logos activo, Sabiduría que mantiene el universo y Potencia que ha realizado la crea-
ción universal, Hijo verdadero del Padre verdadero, invisible del invisible e incorrup-
tible del incorruptible, inmortal del inmortal, eternal del eternal.
"Y un solo Espíritu Santo, que tiene de Dios la existencia y que. ha aparecido por el
Hijo, imagen del Hijo, perfecto del perfecto, vida principio de los vivientes, santidad
que confiere -la santificación, en que se manifiesta Dios Padre, que está sobre y en
todo, y Dios Hijo, que está en todas partes.
"Trinidad perfecta, en que no hay división ni distinción en la gloria, en la eter-
nidad ni en el imperio. No hay en la Trinidad nada creado, ni servil ni introducido
de fuera, como si hubiese algo que no hubiese existido en el principio y luego hubiese
llegado (a la existencia). Porque ni el Padre estuvo jamás sin el Hijo, ni el Hijo
sin el Espíritu Santo; sino que la misma Trinidad existe siempre sin transformación
ni mudanza" ( 7 8 ).
(77) SAN GREGORIO DE NISA, op. cit., col. 912. Esta aparición de la Santísima Vir-
gen es la primera de que habla la historia. No puede sorprendernos nada esta visión
si recordamos lo que sus contemporáneos San Cipriano y San Dionisio cuentan de
sus propias visiones; ni tampoco la veneración que en ella aparece a la Santísima
Virgen y San Juan, tratándose de un discípulo de Orígenes; ORÍGENES, In Joann.,
I, rv, 23: "Nos atrevemos a decir que si los Evangelios son la primicia de las Escrituras,
el Evangelio de Juan es la primicia de los Evangelios y nadie puede alcanzar su
sentido si no reposa sobre el pecho de Jesús y no recibe, de Jesús a María, hecha así
también madre suya."
(78) Sobre este símbolo, cf. L. FROIDEVAUX, Le symbole de saint Grégoire le
Thaumaturge, en Recherches de Science religieuse, t. XIX, 1929, pp. 193-247. La
autenticidad de este símbolo ha sido demostrada por CASPARI (Alte und neue Quellen,
pp. 25-64). KATTENBUSCH (Das Apostolische Symbol, t. I, p. 339) suscribe por entero
IGLESIA DE A L E J A N D R Í A DESPUÉS DE ORÍGENES 293
esta conclusión, como también HAHN y HARNACK (Bibliothek der Symbole, p. 254, n.).
Cf. LOOFS, Leitfaden, pp. 221-222, comparando esta teología con la de Dionisio ve en
Gregorio la derecha y en Dionisio la izquierda de la escuela de Orígenes.
(79) Cf. la nota precedente. A los argumentos internos que han sido largamente
expuestos por Caspari y que son muy fuertes, añádase lo que dice San Basilio, antes
citado, de la adhesión de la iglesia de Neocesárea a todo lo que había estatuido San
Gregorio. Esta fidelidad, que daba color arcaico a la liturgia de esa iglesia, es garantía
de la autenticidad e integridad del documento citado por Gregorio de Nisa.
(80) Nótese sobre todo la ausencia de toda cristología. Se comprende mejor esta
redacción si se admite que la fórmula del símbolo bautismal era primitivamente
trinitaria y que la fórmula cristológica fué adición posterior. Cf. supra, t. I, p.
303, n. 147.
( 81 ) Este rasgo es característico de San Gregorio; vuelve a encontrárselo en el
tratado sobre la consustancialidad y sobre la impasibilidad divina. Cf. LOOFS, Leitfaden,
p. 223, n. 5. HARNACK, Dogmengeschichte, t. I, pp. 781-794.
( 82 ) Esta carta ha sido editada en siríaco por RYSSEL, op. cit., pp. 65-70; en siríaco
y en traducción latina por PITRA, Analecta, t. IV, pp. 100-103 y 360-363; el texto
griego se encuentra en la Patrología Griega entre las obras de San Gregorio de Nisa,
XLVI, 1101-1108. La atribución de esta carta al Taumaturgo ha sido aceptada por
RYSSEL, loe. laúd., por BONWETSCH, Prot. R. Encyclopádie, t. VII, p. 157; por HAR-
NACK, Chronol., t. II, p. 100 y por LOOFS, Leitfaden, p. 224.
(83) Editada en siríaco por RYSSEL, op. cit., pp. 71-99; en siríaco y en latín por
PITRA, op. cit., pp. 103-120, 363-376; su autenticidad es reconocida por los mismos autores
y en los mismos lugares citados en la nota precedente.
Junto a estas obras teológicas, deberíamos citar el pequeño tratado Discurso a Ta-
ciano sobre el alma, pero es apócrifo. Parece haber sido redactado entre los siglos v
y vn y probablemente hay en él un fragmento de San Gregorio. Hemos estudiado
este tratado y sus fuentes en el Bulletin de Littérature ecclésiastique, marzo de 1906,
pp. 73-83.
294 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 3 . — D i s c í p u l o s y adversarios d e O r í g e n e s
nismo en medio de esta población enamorada del bien decir. Para ello
tienen necesidad de acudir a extraños a su iglesia; lo que es signo de que no
abundaban entre ellos hombres de tal cultura y de ahí el empeño de las
diferentes iglesias por retenerlos, como más tarde sucederá con los ricos patri-
cios, Paulino de Ñola o Piniano, por ejemplo. Es que todavía, en esta época,
descontados Cipriano y Tertuliano, Clemente y Orígenes, la Iglesia no tie-
ne defensores de talento y pasa todavía a los ojos de los letrados como reli-
gión de espíritus vulgares ( 9 1 ) . E n las iglesias de Oriente había sin duda
teólogos de nota, más brillantes y de mayor influencia que los obispos de
Laodicea; pero estos espíritus selectos son excepción y la multitud que los
rodea es inculta ( 9 2 ) .
i
LOS TEÓLOGOS DE Debemos ahora mencionar a los teólogos de Ale-
ALEJANDRIA A FINES jandría, que, a finales del siglo n i , defendieron
DEL SIGLO III o atacaron las tesis de Orígenes. La corresponden-
cia de los dos Dionisios, a propósito de la polé-
mica en torno a la Trinidad, nos ha permitido advertir la existencia de dos
corrientes en Alejandría: la tradición origenista, representada por Dionisio
y los catequistas a los cuales se dirige el obispo de Roma, y la de aquellos
que, oponiéndose a ella, temen esa tradición y la denuncian al papa. E n los
treinta o cuarenta años que siguen continúan las mismas dos tendencias ( 9 S ) .
\
296 HISTORIA DE LA IGLESIA
disminuído por sus rayos, así la sustancia del Padre no sufre mutación ninguna por
tener al Hijo como imagen suya." HAKNACK (loe. cit., p. 86) insiste en que Teognosto
no habla del Hijo, sino de la sustancia del Hijo que distingue de la del Padre; confiesa
que el texto no es muy claro y concluye que la afirmación de Focio tiene más valor
que todo este fragmento. El fragmento citado por DIEKAMP es más interesante:
propone un estudio de los nombres del Hijo: sólo el nombre de Hijo le es propio;
Logos y Sophia son nombres que le han sido dados por las Escrituras. En cuanto
Logos, el Hijo es imagen del Padre; "teniendo la semejanza del Padre, la tiene según
la sustancia y según el nombre; he aqui por qué no hay más que un Logos y una
Sophia".
(»T) Op. cit., p. 86.
( 98 ) Art. cit., pp. 493-494; cf. las objeciones de HAKNACK, op. cit-, pp. 79-82.
(99) DIEKAMP (op. cit., p. 489) ve también en el fragmento que ha editado una
crítica de Luciano de Antioquía; cf. HAKNACK, op. cit., p. 91. Esta hipótesis es inge-
niosa; pero exige demostración.
(i«0) Hist. Eccl, VIL xxxn, 27.
(íoij De viris illustribits, LXXVII.
í 102 ) Bibl., cod. CXVIII.
(103) FILIPO DE SIDIA; cf. DE BOOR, en Texte und Untersuchungen, t. V, 2, p. 171.
Los fragmentos de Pierio se encuentran en ROUTH, Reliquias Sacrce, t. III, pp. 423-435
y en el estudio que acabamos de citar de BOOR (Texte, V, 2, pp. 165-184). Indicaciones
más sumarias en Patrología Griega, X, 241-246.
(104) Debemos siquiera un breve recuerdo a Hieracas. Lo conocemos sólo por San
Epifanio (Hatr., LXVII). Según lo que San Epifanio nos dice, Hieracas era hacia el
alio 300, jefe de un grupo de ascetas de ambos sexos, que vivían en Leontópolis, en el
Delta. Escribió en copto y en griego diversas obras cuyos títulos ignoramos. Defendía
muchas de las tesis origenistas, en particular sobre la resurrección; condenaba el matri-
monio; su doctrina de la Trinidad, en su conjunto, era más exacta que la de Orígenes,
pero veía en Melquisedec una aparición del Espíritu Santo. Sobre, este error y sus
defensores cf. BARDY, art. Melchisédéciens, en el Dict. de Théol. cath., t; X, i, col.
513-516. | ' '
(105) Del estío del 300 a noviembre del 311.
IGLESIA DE A L E J A N D R Í A DESPUÉS DE ORÍGENES . 297
(106) Hist- Eccl., VII, XXXII, 31: "Después de Teonas que la sirvió durante diecinueve
años, ocupó Pedro la sede episcopal de Alejandría; antes de la persecución dirigió esta
iglesia durante tres años. Pasó el resto de su vida en la ascesis más severa practicada
en común, proveyendo, sin ocultarse, a la necesidad general de las iglesias y así en
el año noveno de la persecución fué decapitado, recibiendo el honor de la corona del
martirio."
(107) ROUTH, Reliquias Sacres, t. IV, pp. 19-82; P. G., XVIII, 449-522; PITRA,
Analecta Sacra, t. IV, pp. 187-195, 425-430. ,
(108) Textos citados por Procopio: cf. ROUTH, op. cit-, pp. 50 y 78. Hay también
(ibid., p. 48) un fragmento citado por Leoncio de Bizancio sobre las dos naturalezas
en Cristo.
(109) p, DE LAGAKDE, Reliquias juris ecclesice antiquissimce, Leipzig, 1856, pp. 63-73
(texto griego) y 99-117 (texto siríaco). Estos cánones parece que formafcan parte de
la carta pascual de 306.
298 ' HISTORIA DE LA IGLESIA
"4) Los que se han libertado por fraude, procurándose falsos certificados o enviando
en su lugar amigos paganos, harán seis meses de penitencia.
"6) Los que han enviado en su lugar a sus esclavos cristianos harán cuatro años
y los esclavos culpables un año.
"8) Los que han expiado una apostasía anterior en la prisión o en la tortura, no
tienen necesidad de otra penitencia; recíbanles con gozo.
"9) Los que se han ofrecido a la persecución, han obrado imprudentemente y con-
trariamente al ejemplo del Señor y de los apóstoles; sin embargo, si han resistido,
admítaseles a la comunión y manténgaseles en las funciones clericales, si algunas
desempeñaban. Por el contrario, los clérigos que en estas circunstancias, hubiesen
desfallecido, no pueden ser reintegrados al clero ni aun después de una nueva confesión.
"10) Se aprueba, sin embargo, la conducta de los que se han declarado cristianos
durante los interrogatorios de otros cristianos, sobre todo, si lo han hecho para levantar
su ánimo.
"11) Es bueno orar por aquellos que ante la violencia de los tormentos han
claudicado.
"12) No se debe acusar a los que se han rescatado con dinero.
"13) Ni a los que han huido como lo hizo San Pablo en Efeso, San Pedro en la
prisión de Jerusalén y el niño Jesús en Belén.
"14) Los que han tenido la boca abierta con bozales o con hierros (para hacerles
beber el vino de las libaciones o hacerles comer las viandas ofrecidas a los ídolos)
o tienen las manos quemadas por el incienso de1 1los sacrificios, deben ser mirados como
confesores de Cristo y honrados como tales" ( 0 ).
Melecio no se inmutó por esta carta, sino que fué a Alejandría y sustituyó
los representantes del obispo Pedro por hechuras suyas. San Pedro respondió
a estas usurpaciones, prohibiendo a sus fieles la comunión con Melecio.
(H3) Qf. D'ALES, op. cit., pp. 203-242, "le schisme mélétien tTEgypte". Los papiros
publicados en 1924 por M. H. IDMS BELL han añadido a los documentos de este episo-
dio histórico dos de subido valor, que se encuentran traducidos en el libro citado, pp.
232 y 234. I
(114) Es el clero el que primeramente fué ganado por el cisma de Melecio. En los
principios de este movimiento, cuenta Epifanio que Pedro de Alejandría, incitado por
Melecio, en una reunión del clero, extendió su palio para separar los dos campos:
"los que son míos que se pongan a este lado, los que son de Melecio a este otro".
Epifanio añade que fueron muchos los del clero que pasaron al lado de Melecio.
(115) Más adelante hablaremos de los cismas que en el curso de esta misma perse-
cución se produjeron en Roma y en África.
CAPITULO XIII
§ 1. — P a b l o d e Samosata (*)
i}) BIBLIOGRAFÍA. — G. BABDY, Paul ¿le Samosate, étude historique, nueva edición,
Lovaina, 1929; F. LOOFS, Paúlus von Samosata, Leipzig, 1924.
( 2 ) Hist. Eccl, VII, xxvn, 1.
(3) Hist. Eccl, VII, XXVIII, 1.
(4) EUSEBIO nota (Hist. Eccl., VII, xxvn, 2): "Dionisio... expone por carta su pare-
cer sobre la cuestión"; pero los padres del concilio dicen más explícitamente: "Escribió
una carta a Antioquía, pero no hizo al heresiarca el honor de dirigírsela a él, sino
que la dirigió a toda la Iglesia" (Hist. Eccl, VII, xxx, 3).
300
IGLESIA DE ANTIOQUIA A F I N E S DEL S. III 301
"Si alguien rehusa creer y confesar que el Hijo de Dios es Dios, creemos que está
fuera de la regla eclesiástica y todas las iglesias católicas están de acuerdo con
nosotros."
Los obispos exponen largamente la preexistencia del Hijo, su divinidad,
su misión en la creación del mundo, sus apariciones en el Antiguo Testa-
mento e insisten sobre su Encarnación:
"(Confesamos) que el Hijo, que está junto al Padre, es Dios y Señor de todas las
cosas creadas y que ha sido enviado del cielo por el Padre y que, encarnándose,
se ha hecho hombre. Así, el cuerpo nacido de la Virgen, que ha recibido toda la
plenitud de la divinidad, ha sido unido, sin padecer mutación el Verbo, de manera
inmutable, a la divinidad y ha sido deificado; por esta razón también, Jesucristo ha
sido anunciado como Dios y hombre en la Ley y en los profetas y es objeto de toda
la fe de la Iglesia, que vive bajo el cielo: Dios, que se despojó a sí mismo de su igualdad
con el Padre; hombre de la raza de David, según la carne."
Este cuadro trazado en la misma Antioquía por los jueces del obispo
indigno, nos lo presenta a plena luz. No h a y entre todos los herejes del
siglo ninguno que haya renegado de la fe y ultrajado a la Iglesia con tan
poco pudor y dignidad. Sin embargo, llevados al último grado, vemos en él
ciertos rasgos que ya se anunciaban en otras partes: San Cipriano, en su
libro De lapsis denunciaba quince años antes a ciertos obispos que con "olvido
y desprecio de sus funciones, se hacen intendentes de los grandes propietarios";
no era sino u n pálido esbozo de lo que ahora vemos en el obispo de Antioquía.
Pero, sobre todo, recordemos lo que ya Hipólito reprochaba a los adopcionistas
( 5 ) Véase el texto de este documento en LOOPS, Paulus von Samosata, pp. 324-330
y en BABDY, Paul de Samosate, pp. 13-19. La autenticidad, largo tiempo discutida, ha
quedado perfectamente demostrada por estos dos historiadores Compárase con BARDY,
Recherches de Science religieuse, t. VI, 1916, pp. 17-33.
(«) Hist. Eccl, VII, xxx, 9-11.
302 HISTORIA DE LA IGLESIA
"Hombre de talento, que. era en Antioquía jefe de una escuela filosófica, en que se
enseñaba la doctrina de los griegos; a causa de la pureza de su fe fué honrado con el
sacerdocio en su país. Argumentó contra Pablo y sólo él fué capaz de sorprender a
este hombre disimulado y mentiroso" ( n ) .
El proceso verbal de la discusión, que Eusebio pudo leer, sería para nos-
otros del m á s subido interés; pero no conocemos de él más que fragmen-
"Después de haber excomulgado a este adversario pertinaz, nos hemos visto obli-
gados a establecer en su lugar otro obispo para la Iglesia católica; con ello hemos obe-
decido, estamos seguros de ello, a la Providencia de Dios. Es Domno, hijo del bien-
aventurado Demetriano, que antes de Pablo gobernó excelentemente a esta Iglesia.
Está adornado de todas las cualidades que convienen a un obispo y os lo comunicamos
para que le escribáis y recibáis sus cartas de comunión; que el otro escriba a Arte-
món y que los partidarios de Artemón tengan comunión con él" ( 1 5 ).
(12) Esos fragmentos han sido recogidos por BARDY, op. cit., pp. 34-79.
(13) Hist. Eccl., VII, xxx, 1.
( w ) La doctrina de Pablo ha sido expuesta por BARDY en su libro, III, pp. 427-520,
y más brevemente en su articulo Paul de Samosate, Dict. de Théol. cath., col. 49-51.
Es difícil presentar esta teología con precisión y sería imprudente pretenderlo; pero
al menos podremos señalar ciertos rasgos: en primer lugar el monarquianismo: Pablo
no reconocía tres personas en Dios, sino "que daba el nombre de Padre al Dios creador
de todo, el de Hijo a un puro hombre y el de Espíritu a la gracia que ha reposado
sobre los apóstoles"(LEONCIO, De sectis, ni, 3). Jesús es más grande que los profeta»
y que Moisés: "La Sabiduría no ha habitado de parecida manera en ningún otro; ha
estado en los profetas y más en Moisés y en otros, pero más en Cristo como en un t
templo." Esta habitación de la Sabiduría no es una Encarnación; Jesucristo no es el
Verbo, el Verbo es mayor que Cristo; María no ha engendrado al Verbo, ha recibido
al Verbo, ha engendrado a un hombre igual a nosotros; aunque mejor que nosotros
bajo todos los aspectos, pues que ha nacido del Espíritu Santo y de las promesas y
de las Escrituras y la gracia estaba sobre El. Todo esto nos recuerda el adopcionismo:
Cristo es un hombre como los demás, pero más santo.
Debemos notar un último aspecto, interesante para la historia de la doctrina cris-
tiana: los padres del concilio de Antioquía reprueban el empleo de la palabra "homo-
ousios" (consustancial) porque. Pablo se servía de ella para borrar toda la distin-
ción personal del Padre y del Hijo, para reducir el Hijo "a no ser Hijo de Dios sino
una palabra o voz". Cf. el testimonio de SAN EPIFANIO (Hcer., LXVI, i: LXXI, n) y
sobre todo de BASILIO DE ANCIRA (ap. EPIFANIO, Hmr., LXXIII, i y xnxxii) seguido por
SAN HILARIO (De synodis, LXXXI). Se ve aquí claramente las vacilaciones de la termino-
logía y las oscuridades que ha creado: diez años antes se acusa a Dionisio de Ale-
jandría de no haber empleado el término "homoousios" y en Antioquía se le rechaza,
a causa del abuso que de él hacía Pablo de Samosata. Cincuenta años más tarde
se debía imponer en Nicea. Cf. P. GALTIER, L'Homoousios de Paul de Samosate, en
Recherches de Science religieuse, t. XIII, 1922, pp. 30-45.
(15) Hist. Eccl, VII, xxx, 17.
(1«) Primero de Valbalates, luego, después de la muerte de éste (271), de sus
otros dos hijos.
304 HISTORIA DE LA IGLESIA
g 2 . — S a n L u c i a n o d e A n t i o q u í a y s u escuela C20)
I
306 HISTORIA DE LA IGLESIA
(29^ Qf. BAKDY, Saint Luden d'Antioche et son école en Recherches de Science reli-
gieuse, t. XXII, 1932, p. 445: "Los obispos de Palestina están en gran número de
acuerdo con los lucianistas, mientras que la mayor parte de los de Egipto y Pentá-
polis se agrupan en derredor del obispo de. Alejandría."
(30) Cf. BARDY, Saint Luden d'Antioche et son école en Recherches de Science reli-
gieuse, t. XXII, 1932, p. 454: "Su doctrina (de Luciano) en cuanto podemos conocerla
por los que se formaron con él, era esencialmente escriturística;... como antes Orígenes
era un biblista; pero prestando atención marcadísima al texto mismo de las Escrituras,
dejó de lado las fantasías del alegorismo. Llevaba a sus discípulos a una exégesis posi-
tiva, sin duda menos brillante que la interpretación espiritual."
CAPITULO XIV
§ 1 . — - D i s c u s i o n e s doctrinales
C1) BIBLIOGRAFÍA. — La misma bibliografía que en los capítulos II, IX, X, XIII.
(2) Cf. supra, pp. 218-219.
(3) Cf. supra, p. 164.
(4) Cf. supra, pp. 164-165.
307
1
que les faltaba valor, tanto para morir como para sacrificar. Otros, sin embargo,
corrían a los altares con gran resolución y protestaban con audacia que jamás habían
sido cristianos... los demás o seguían el mal ejemplo de unos y otros o huían" ( 5 ).
¿Diremos que estos apóstatas jamás habían sido cristianos? Sería este u n
juicio demasiado severo y que desmentiría el resto de su vida: pasada la
persecución, vuelven a la Iglesia y reclaman o imploran su perdón; se les
impone una penitencia, que pesará sobre ellos tanto como su vida y la mayor
parte se someten. Su fe no es tan fuerte como para poder superar las torturas
y aceptar la muerte; pero es al menos lo suficientemente sincera, para hacer-
les intolerable la vida pagana y aceptar el permanecer toda la vida a las
puertas de la Iglesia en humilde y severa penitencia.
Este apostatar y arrepentirse nos dan a conocer en muchos cristianos una
fe débil, pero sin embargo sincera. Esto, que se hizo patente a la luz de la
persecución, pesaba oscuramente sobre la Iglesia en los largos períodos de paz.
Novaciano que en los días de Decio protesta "que no quiere ser sacerdote
porque está enamorado de otra filosofía" ( 6 ) , después de la persecución se
hará consagrar irregularmente por tres obispos y levantará su cátedra frente
a la de Cornelio.
LAS CORRIENTES Estas debilidades de la fe, las apostasías, los cismas, las
RELIGIOSAS herejías que provocan, se explican ciertamente por la
herencia pagana de hombres imperfectamente converti-
dos; pero también por el influjo de corrientes religiosas, que amenazan enton-
ces la fe de los cristianos, les debilitan y a veces los arrastran. Quisiéramos
considerar aquí u n poco más detenidamente esas corrientes y su acción en el
mundo cristiano del siglo n i .
"Apeles me dijo que no hay que pretender un examen riguroso (del dogma), sino
que cada uno debe atenerse a su fe; creía que los que esperasen en el Crucificado
se salvarían, con tal que fuesen encontrados en buenas obras. Afirmó que para él
la cuestión más oscura era la de Dios."
Marción admitía dos principios, otros marcionitas tres; Apeles sólo recono-
cía u n o ; ¿por qué? preguntó Rodón y Apeles le respondió:
"Confieso que no sé cómo hay más que un principio; pero me siento obligado
a afirmarlo" í 1 1 ).
En esta filosofía no se espera llegar a la verdad por la razón, sino que se
confía esta misión al instinto. Se complacen en este sentimiento, que reco-
nocen incomunicable y que no puede imponerse a nadie; por lo mismo no
se puede hacer de la ortodoxia condición para la salvación.
Esta actitud espiritual es común a todo el mundo pagano en aquella época.
Ha mucho tiempo que los hombres cultos reconocen la falsedad de las creen-
cias vulgares y se complacen en ver en ellas símbolos de los cuales su exégesis
alegórica extrae toda u n a filosofía de la naturaleza ( 1 2 ) ; filosofía que puede
revestir en cada pensador formas distintas; pues ninguno pretende con ella
traditions religieuses chez les Grecs, París, 1904, pp. 270-355; más brevemente en
nuestra Histoire du dogme de la Trinité t. I, pp. 33-43. Ya vimos cómo Porfirio acu-
saba a Orígenes de haber tomado de los griegos su método alegórico para aplicarlo
a las Escrituras de los judíos, (ap EUSEBIO, Hist. Eccl., VI, xix, 8. Citado supra, p. 220):
(1S) TERTULIANO, De prazscriptione, va, 12-13.
(14) IRENEO, Adv. Hmr. III, xxiv, 1. Texto citado supra, p. 49.
312 HISTORIA DE LA IGLESIA
Testamento tenían por lo menos tantos adeptos como la Iglesia católica. Esta
temible expansión del marcionismo explica también los múltiples y perseve-
rantes esfuerzos de los polemistas católicos, entre los que debemos contar a sus
mayores teólogos; pues la obra de Ireneo está orientada'contra Marción y lo
mismo podemos decir de Orígenes.
§ 2 . — E l d e s a c u e r d o e n t r e la f e p o p u l a r
y la t e o l o g í a d e l o s sabios ( 2 3 )
Los nuevos convertidos han conocido estos sueños, han renegado de las ilu-
siones de su paganismo y de su gnosis; pero por instinto muchos piden a la
Iglesia lo que hasta ahora habían buscado: u n conocimiento religioso digno
de su ciencia. ¿Es una pretensión orgullosa o una ambición legítima? He
ahí el grave problema que Orígenes plantea en el prefacio de su quinto volu-
men: dirigiéndose a su amigo Ambrosio, en otro tiempo caído en el gnosti-
cismo, le recuerda la seducción que antaño había ejercido sobre él; no era
solamente ambición intelectual; era sobre todo "el amor de Jesús, que no
podía contentarse con una fe no razonada y vulgar" ( 2 4 ).
"Es mejor no saber nada e ignorar la causa de todo lo que existe, a condición
de creer en Dios y perseverar en su amor, que llenarse de ciencia y decaer de este
amor que da la vida; dejar toda otra investigación científica, para no conocer más que
a Jesucristo, Hijo de Dios, crucificado por nosotros, es mejor que ser arrastrado a la
impiedad en busca de sutilezas y de cuestiones" ( 8 0 ).
Todo cristiano que plantee la cuestión como Ireneo la resolverá como él,
poniendo en primer lugar a estos cristianos que no conocen más que a Jesu-
cristo y a Jesucristo crucificado. Pero los teólogos de Alejandría plantean
la cuestión a otra luz m u y distinta y la resuelven por lo mismo de distinta
manera.
( s l ) Es una laguna.
( 32 ) Eclog., 35. Estos fragmentos han sido estudiados por GOLUOMP, Une source
de Clément d'Alexandrie et des homélies pseudo-clémentines, en la Revue de Phüologie,
t. XXXVII, 1913, pp. 19-46 y con más detalles por BOUSSET, Jüdisch-christlicher Schul-
betrieb in Alexandria und Rom", pp. 155-271. Los Excerpta ex Theodoto han sido
editados con gran cuidado por R. P. CASEY, Londres, 1934. La comparación que se
hace aquí de. la revelación con una iluminación súbita está inspirada en los mis-
terios y la1 encontramos por esta época en otros autores, APULEYO, De Deo Socratis:
"Es en el seno de las más profundas tinieblas un deslumbramiento espontáneo de
una viva luz." Cf. Histoire du dogme de la Trinité, t. II, pp. 79 y 30. En los frag-
mentos próximos al citado hay otros rasgos de esta gnosis, sobre todo en Eclogce, 27;
cf. Excerpta, 27. Estos textos han sido citados en la Revue d'Histoire ecclésiastique,
art. cit, pp. 493-495.
(S3) Sobre la doctrina valentiniana y la teología de Clemente en estos fragmentos;
cf. R. P. CASEY, The excerpta ex Theodoto, sobre todo pp. 5-38.
316 HISTORIA DE LA IGLESIA
/
318 HISTORIA DE LA IGLESIA
(39) In Joann., XX, vn, 50-53; XIX, xm-xrv, 79-88; In Ephes., i, 17 (ed. J. A. GREGG,
Journal of theological Studies, t. III, p. 399); vi, 13 (ibíd., p. 572; cf. in Luc-
hom. xxm).
(60) E. BRÉHIER (Les idees philosophiques et religieuses de Philon d'Alexandrie,
pp. 39-41), ha demostrado cómo los alejandrinos, primero los neopitagóricos y luego
Filón, han transformado la naturaleza de la alegoría; haciendo de ella no un método
auxiliar sino un instrumento indispensable en la investigación de la verdad; así se
concibe que la verdad religosa deba estar escondida en símbolos que se revelan a algunos
privilegiados, sea por la iniciación en los misterios sea por la alegoría. "La comparación
de la iniciación en la alegoría con la iniciación en los misterios, sin ser frecuente se
encuentra en Filón, así como en el cuadro de Cebes. Su concepción misma de la verdad,
oculta en la alegoría, tiene relación con los misterios. La verdad no debe ser comu-
nicada más que a un pequeño número y con precaución, pues los oídos de los profanos
no pueden soportarla. No debe, pues el sabio descubrir la verdad a todos, sino que
habrá de mentir por humanidad y por piedad. Los que no quieren amitir el método
alegórico son necios e impíos. BRÉHIER remite a los siguientes textos: De Cherubin
XLVIII; De sacr. Abel et Cain, LXXI; Quast. in Gen., IV, XLVII, CXIIÍ, 341; CLXVÍÍI, 347;
De mut, nom., ix, u n , ixn.
Todos estos rasgos, excepto el de la mentira, se encuentran en Orígenes: también
él considera la alegoría como iniciación en verdades religiosas más elevadas y mira
a los adversarios del método alegórico no sólo como exegetas cortos de talento que
comprenden mal la Escritura, sino como impíos que mutilan la religión cristiana.
( 61 ) Cf. GREGORIO EL TAUMATURGO, Discurso de acción de gracias, xv, 176-178; Carta
de Orígenes a Gregorio, iv; Escolio xx sobre el Apocalipsis, ed. HARNACK, p. 29.
(«2) p o r ejemplo, en la primera homilía sobre el Levítico, i: después de haber obje-
tado a los literalistas, que de seguir su sentencia será necesario sacrificar, inmolar
becerros y corderos, prosigue "Es tiempo de servirnos contra estos ancianos impíos
impíos presbyteros de las palabras de santa Susana...: el peligro me rodea de todas
partes; si os escucho y sigo la letra de la Ley, esto será mi muerte; si os resisto, no
escaparé de vuestras manos. Es mejor caer sin pecado en vuestras manos que pecar
delante de Dios. Me expondré, pues, si es necesario a vuestros ataques solamente
con el fin de que la Iglesia volviendo hacia Cristo Señor reconozca la verdad de la
palabra de Dios encubierta por el velo de la letra." La fidelidad a la interpretación
alegórica es para él un deber religioso de importancia soberana, cuestión de vida
o muerte.
DOCTRINAS DEL S. III, SU INFLUJO EN LA IGLESIA 321
textos litúrgicos orientales del siglo iv, sobre todo en las Constituciones apos-
tólicas ( 7 1 ).
Pero esta influencia no tendrá fuerza suficiente para apartar a los cris-
tianos de la irresistible corriente de adoración y de plegaria q u e lleva a los
cristianos a Jesucristo, y el mismo Orígenes profundamente cristiano se sentirá
arrastrado por ella y, en sus homilías, en contacto con el pueblo, al orar con
el pueblo ora como él; y si la especulación teológica lo traiciona y le aparta
de ella muchas veces, h a y u n a fuerza más profunda ( 7 2 ) que le lleva a ese
sentimiento cristiano, como se descubre en este comentario al precepto de la
caridad:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas. Alguno dirá: quiero amar a Cristo, enséñame cómo he de amarle. Porque
si le amo con todo el corazón, con toda mi alma, con toda mis fuerzas, voy contra el
precepto que me manda amar de este modo sólo a Dios. Pero si le amo menos
que al Padre Omnipotente, temo ser en alguna manera impío hacia el Primogénito
de toda la creación. Enséñame, muéstrame cómo he de evitar este doble escollo,
cómo debo amar a Cristo. — ¿Quieres saber en qué amor debes amar a Cristo? Te
responderé en una palabra: Amarás al Señor tu Dios en Cristo. ¿Crees poder amar
con distinto amor a Dios y a Cristo? Ama al mismo tiempo a Cristo Señor. Ama al
Padre en el Hijo y al Hijo en el Padre con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas tus fuerzas. Si alguno quiere insistir y decirme: prueba con la Escritura lo
que dices, que oiga al apóstol Pablo, que sabía cómo se debía amar. Cierto estoy,
dice, de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades, ni cosas presentes ni futu-
ras, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá separarme del amor de Dios,
que está en Cristo Jesús, a quien es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos.
Amén" ( " ) .
( 71 ) Cf. Revue d'Histoire ecclésiastique, art. cit., pp. 26-33; Histoire du dogme de
la Trinité, t. II, pp. 631-634, sobre los vestigios de la tendencia subordinaciana en las
oraciones y en el culto.
(72) Esta oposición entre la teoría y la práctica en Orígenes ha sido puesta de
relieve en! más de una ocasión, por ejemplo por HUET, Origeniana (P. G., XVII, 795)
y por LOOPS, Leitfaden zur Dogmengeschichte, p. 195.
( 73 ) In. Luc. hom. xxv. En el Contra Celsum se discute largamente la cuestión de
si se. ha de dar culto sólo a Dios o también al Hijo de Dios; es efectivamente uno de los
puntos capitales de la controversia: para Celso parece una especie de politeísmo asociar
a Jesús al culto supremo; rebajar la grandeza divina por una apoteosis parecida a las
que prodigaba el paganismo. A esta acusación son múltiples las respuestas de Orí-
genes: afirma la preexistencia del Hijo para demostrar que no se trata de una
apoteosis sino de la adoración de una persona divina eterna; demuestra que toda la
grandeza del Hijo viene del Padre y así es como se la venera; finalmente, y éste es
el punto vulnerable, acentúa la subordinación del Hijo con respecto al Padre: desde
el punto de vista del culto, lo describe como el Gran Sacerdote, que presenta a Dios
nuestras oraciones. ¿Deriva esta función de la Encaranción , parece que. no, sino que
en Orígenes lo mismo que en Filón pertenece al Logos como tal. Los textos principales
del Contra Celso relativos a esta cuestión son: V, rv, xrv; VII, LVH; VIII, i, xn, xm,
xrv, xv, xvi, xvn, xxvi, LXVII, LXIX.
DOCTRINAS DEL S. I I I , S U I N F L U J O E N LA IGLESIA 323
exponer su pensamiento sin que los fieles, como dice Tertuliano, queden
"espantados", es m a l signo para él y en vano se empeñará en desvirtuar este
testimonio, alegando que esta masa de creyentes lo es de "torpes e ignorantes",
imprudentes et idiotas ( T 4 ). San Paulino de Ñola dirá más tarde m u y justa-
mente: "Debemos tener como regla la palabra del pueblo fiel; porque en
todo fiel reconocemos la acción del Espíritu Santo" ( 7 5 ).
LOS ESCRITORES LATINOS Los primeros años del siglo iv interesan sobre
todo por el hermoso espectáculo de la gran
persecución, que podó el árbol de la Iglesia, la purificó y la preparó para
la paz constantiniana. Los escritores, que durante esta lucha sangrienta
más nos interesan, son los autores de actas martiriales; pero, sin embargo,
debemos también conceder alguna atención a los escritores latinos que nos
descubren algunos aspectos de la vida cristiana.
(B) Adversus Nationes, III, xn. Cf. DE LABRIOLLE, op. cit., pp. 256-257.
(6) Ibíd. I, xxvii.
(7) Ibíd. I, xxxi.
(8) Ibíd. II, xxxv-xxxvi. Cf. BATIFFOL, La Paix costantinienne, pp. 196 y s.
(») Ibíd. II, m .
(10) Ibíd. II, xxxvi.
(U) Ibíd. I, xxxvi-xxxvii.
(12) "Sunt enim medicB qualitates, sicut Christo auctore compertum est, et inferiré
quas possint, deum si ignoraverint, vitee et ab exilio liberan, si ad eius se misericordias
atque indulgentias adplicarint" (Ibíd. II, xiv). Recordemos que Taciano enseñó una
doctrina parecida (cf. t. I, p. 372, n. 115) y que Orígenes debió refutarla en un coloquio
con los cristianos de Arabia (cf. supra, p. 254).
(1S) Cf. supra, t. I. pp. 376 y s.
(14) GELASIO, De libris recipiendis (P. L., LIX, 163).
LITERATURA CRISTIANA BAJO DIOCLECIANO 327
ten a veces de u n a corrección u n poco fría, en que la voz del profesor de retó-
rica ahoga la voz vibrante del hombre. Lactancio ha sufrido mucho durante
diez años y su amigo Donato, a quien va dirigido el libro, h a sentido a ú n más
profunda la garra de la persecución. Tres gobernadores se h a n ensañado
contra él: Flaccino, Jerocles y Prisciliano: nueve veces ha sido puesto en el
tormento y ha vencido siempre: "¡Qué espectáculo a los ojos de D i o s ! . . . es
el verdadero triunfo: reinar sobre los reyes" (xvi, 4-7). Desde las primeras
palabras el libro es u n canto de victoria:
"Todos nuestros enemigos van en derrota; la Iglesia, ha poco oprimida, se levanta
y por la misericordia del Señor, el templo de Dios, que los impíos habían destruido,
se alza rodeado de mayor gloria" (i, 2).
tos son acaso la única fuente de información y nos invitan a creer que su
autor es u n africano y de la época que ahora historiamos ( 2 1 ) .
Como Arnobio y como Lactancio, Comodiano era pagano de nacimiento ( 2 2 )
y como ellos también, se hizo apologista del cristianismo, pero con método
m u y distinto del de aquéllos. Poco formado en cultura clásica, no siente la
menor afición por ella: ¿para qué leer a Virgilio, a Cicerón y a Terencio?
Lo que se precisa es u n a regla de vida ( 2 3 ) ; y eso es efectivamente lo que
quiere dar a sus lectores. Lo ha querido realizar en dos libros: el primero, las
Instrucciones, es u n a colección de veinticuatro composiciones ( 2 4 ) y el segundo
el Carmen Apologeticum es u n poema de 1060 exámetros. E n los dos libros
reina el mayor descuido en la morfología y en la sintaxis, y la métrica brilla
por su ausencia ( 2 5 ) .
A través de todas estas incorrecciones, el autor prosigue su poema, como
u n obrero que arrastra su carretilla sobre u n suelo m u y accidentado. Los
hombres de letras le miran con compasión como a u n pobre hombre y tuercen
el gesto ante "su estilo pobrísimo y esos versos suyos que no lo son" ( 2 e ) .
Los teólogos tienen contra él acusaciones a ú n más graves: como lo advierte
Genadio: este improvisado apologista ignora casi totalmente la doctrina cris-
tiana. El Dios que celebra y nombra en general, es el Dios Soberano (Sum-
mus), que muchos paganos veneraban entonces ( 2 7 ) y aunque u n a lectura
rápida del Antiguo Testamento y de los evangelios ha enriquecido y purifi-
cado este concepto del Ser Supremo, no ha llegado a darle la firmeza y
plenitud de la revelación cristiana.
Sobre todo, cuando quiere exponer los misterios de la Trñiidad o de la
Encarnación, sus fórmulas sugieren u n a teología monarquiana o modalista,
más bien que la doctrina de u n Dios en tres personas y del Hijo de Dios
Encarnado ( 2 8 ) . Tertuliano se quejaba de los sencillos que no quieren oír
poemas por DOMBAHT en el Corpus de Viena, t. XV. ESTUDIOS: MONCEAUX, op. cit.,
t. III, pp. 451-489; P. DE LABMOLLE, op. cit., pp. 234-251. L. GASPERETTI, Qucestiones
commodiarue, en Didaskaleion, t. IV, n, 1926, pp. 1-48; E. BUONAIUTI, II Cristianesimo
nelVÁfrica romana, Barí, 1928, pp. 269, s.
( 21 ) MONCEAUX (op. cit., p. 458) dice que son "ciertamente después del 260 y
antes del 313; con toda probabilidad entre 305 y 313; y ciertamente, si el autor ha
imitado a Lactancio, de 311-312". P. DE LABHIOULE (op. cit-, p. 249) "entre el 250 y el
edicto de Milán (313)".
( 22 ) Instit. I, i, 5.
(2S) Carmen, vv. 577 y s.
( 24 ) Estos documentos son acrósticos o abecedarios; parece que el objeto de esta
forma de composiciones es ayudar a la memoria.
( 25 ) Sobre su lenguaje y su métrica, cf. MONCEAUX, op. cit., pp. 481-489. Pueden
compararse a estos versos de Comodiano las inscripciones métricas, bastante nume-
rosas en África, que quisieran ser exámetros clásicos; cf. MONCEAUX, op. cit.,
pp. 430-449.
(28) GENADÍO dice así expresamente: "scripsit mediocri sermone quasi versu" (Ve
viris illustribus, xv) y añade: "como apenas si había abierto los libros cristianos,
pudo refutar los errores de nuestros enemigos mejor que exponer nuestra doctrina".
(3T) Cf. BATIFPOL, Summus Deus en La Paix constantinienne, pp. 188-201. Batiffol
hace notar los pasajes en que se descubre el influjo de este culto en Arnobio y en
Lactancio y hay que añadir también en Comodiano, para quien el título de Summus
es el nombre propio de Dios: por ejemplo Carmen, w . 26-27.
"Cui Summus divitias, honores addidit altos.
Nec enim vitupero dividas datas a Summo". ,
cf. Ibíd., w . 55, 432, 444, 535, 540, 737, 917, 924, 960.
% 2
( 8) Carmen, vv. 275 y s.
"Hic Pater in Filio venit, Deus unus ubique.
Nec Pater est dictus, nisi factus Filius esset.. .
vv. 358 y s.
330 HISTOBIA DE LA IGLESIA
§ 2 . — S a n Metodio d e O l i m p o ( 3 4 )
citar más que algunos fragmentos de las obras teológicas, tenemos de San
Metodio libros enteros o en su original griego o en l a versión eslava; pero
el autor no nos dice n a d a de sí mismo en estas obras y sus contemporáneos
y los autores posteriores, apenas si h a b l a n de él. Eusebio vivamente resen-
tido de su oposición a Orígenes, se h a vengado de él con su silencio.
"Creo gozar ya de los bienes divinos, cuando expongo estas cuestiones, sobre todo
teniendo ante m í este parterre florecido, la asamblea que formáis vosotros, vosotros
que todos juntos escucháis y cantáis conmigo los misterios divinos. Con vosotros
hablo sin temor; porque m e escucháis con oídos libres de toda envidia. . . Hermoso
auditorio, augusto banquete, irico alimento espiritual! Hago votos de vivir siempre
en tan hermosa compañía" ( 3 9 ) .
t. IV, 1923, pp. 182-202; E. BUONAIUTI, II tramonto del millenarismo nella chiesa
d'Oriente, en Saggi sul Cristianesimo primitivo, Cittá di Castello, 1923, pp. 212-219;
P. UBALDI, S. Metodio d'Olimpo. II convito delle dieci vergini, Turín, 1926; S. G.
MEBCATI, Emendazione a Metodio d'Oimpo, en Didaskaleion, t. V, I I , 1927, pp. 25-29.
( 8 5 ) Se ha discutido mucho sobre la sede episcopal de Metodio; se la ha buscado
en Olimpo, Side, Para, Tiro, Mira y por último Filipos. E n favor de esta última
ciudad DIKKAMP quiere!, hacer valer los datos de la versión eslava, que parecen apoyar
otros indicios (Theol. Quartalschrift. t. CIX, 1928, pp. 285-3081 y se ha adherido
a su opinión M . LEBON en Revue d'Histoire ecclésiastique, t. XXV, 1929, pp. 357-358.
Sus conclusiones h a n sido refutadas por VAILLANT, op. cit-, p. 636, n. 1: "el reciente
artículo de Diekamp no prueba nada; no es más que u n error que se remonta a Juan
de Antioquía, es decir al siglo v n " . Cf. BONWETSCH, op. cit., p. X X X V I I . La estancia
de Metodio de Licia cerca de Olimpo está atestiguada por él mismo (De resurrec-
tione, I I , 23).
(M) Para encontrar sus puntos de. contacto con la literatura anterior sirve m u y bien
el índice de BONWETSCH, op. cit., pp. 532-538.
( 3 7 ) SAN JERÓNIMO, respondiendo a Rufino, escribía: "Eusebio de Cesárea, en el
libro V I de su Apología de Orígenes hace a Metodio, obispo y mártir, los mismos
reproches que t ú m e diriges a m í por las alabanzas que he dado a Orígenes; dice:
¿Cómo Metodio osa ahora escribir contra Orígenes, habiendo hablado en tales tér-
minos de las doctrinas de Orígenes?" Esta Apología data del año 308.
( 8 8 ) Se explica así en su tratadito Sobre la distinción de los alimentos. " | C ó m o m e
ha hecho sufrir Satanás cuando terminé el tratado sobre la Virginidad; cómo ha
acumulado sobre m í las pruebas, aun antes que haya podido terminar el- tratado sobre
la resurrección? H a levantado contra mí montañas infranqueables, padecimientos y
ataques tales, que llegué a desesperar de la vida" (ed. BONWETSCH, p. 427). Este
desarrollo progresivo de la polémica origenista en Metodio ha sido m u y bien tratado
por VAILLANT, op. cit., p. 652.
( 8 9 > Ed. VAILLANT, p. 730.
332 HISTORIA DE LA IGLESIA
(*°) Esta refutación está explícitamente en el De creatis citado por Focio (ed.
BONWETSCH, pp. 494 y s.) e insinuada en el Libre Arbitrio (ed. VAIIXANT, p. 831).
Cf. Introducción, ibid., p. 650.
( « ) Cf. supra, pp. 260-261 y 319.
(42) Trad. FABGES, p. 35. Todo este discurso de Teófilo está consagrado al mismo
tema; el autor describe la generación de los hijos de manera tan precisa que el
traductor en más de una ocasión ha sustituido el texto por algunas lineas de puntos.
LITERATURA CRISTIANA BAJO DIOCLECIANO 333
LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA C )
§ 1. — Clérigos y l e g o s
( 14 ) Epist. XXXIII, 1.
(15) Cf. infra, p. 346, ss.
(16) Sobre la evolución de la palabra "paroecia", cf. supra, p. 115 e infra, p. 342.
C17) Cf. CH. DE SMEDT, L'organisation des églises chrétiennes au IIIe ñecle, en
Revue des Questions historiques, t. L, 18912, p. 397, s.
340 HISTORIA DE LA IGLESIA
LOS DOS TIPOS PRINCIPALES Así quedaron dos tipos de organización ecle-
DE ORGANIZACIÓN siástica según la tradición de las diversas
iglesias: en unas regiones como África e Ita-
lia peninsular existió siempre la superabundancia y multiplicación de episco-
pados; había sedes episcopales aun en ciudades m u y pequeñas, pero no en
simples aldeas. E n otras regiones, España, Italia superior, Galia, Bretaña e Ilí-
rico los obispados fueron menos, pero bajo la autoridad de los obispos que te-
n í a n mayor jurisdicción territorial y bajo su autoridad se multiplicaron las
parroquias, confiadas a sacerdotes. En muchos países se llegó a tener, en
general, u n obispado por ciudad civil: así fué en la Galia, no sin algunas
excepciones, a partir del siglo iv; pero no hubo nunca correspondencia rigu-
rosa. En el siglo n i conocemos u n caso en el que u n obispo gobernaba dos
iglesias distintas: Legio (León) y Asturica (Astorga) ( 4 6 ) . La provincia de
GEBM, Etude historique sur les chorévéques, París, 1905 y sobre todo F. GIIXMANN,
Das Instituí der Chorbischófe im Orient. Historisch-kanonistische Studie, en Verbf-
fentlichungen aus dem Kirchenhistorischen Seminar, 2* serie, fase. I, Munich, 1903.
( 42 ) Hist. eccl, VII, xxx.
( « ) Hist. Eccl, V, xvi, 17.
( 44 ) El título de corepíscopo no ha sido dado sino por excepción en Occidente
en la antigüedad cristiana. Un "Chorepiscopus Eugraphus" figura en una inscripción
de Salona, Corpus inscriptionum latinarum, III, 9547 y el concilio de Riez en la
Galia, en 439, redujo a la condición de corepíscopo a cierto Armentario, que había
sido ordenado contra los cánones obispo de Embrun; pero este título sólo le da
preqedencia sobre los demás sacerdotes. Cf. J. ZEII.T.KR, Le chorévéque Eugraphus.
Note sur le chorépiscopat en Occident au Ve siecle, en Revue d'histoire ecclésiastique,
t. VII, 1906, p. 27, s. Conocemos, sin embargo, con ocasión del conflicto que dividió
hacia el año 400 las sedes episcopales del Mediodía de Francia, localidades muy peque-
ñas de la región de Marsella, Gargonio y Citarizo que tenían obispos dependientes del
de la ciudad vecina. Eran corepíscopos a los que sólo faltaba el nombre de tales.
Véase sobre estos conflictos t. III. El corepiscopado reapareció en la época carolingia;
pero los corepíscopos carolingios eran más bien corepíscopos o coadjutores del obispo
diocesano. Sobre el corepiscopado occidental cf. TH. GOTTUOB, Der abendlandische Cho-
repiskopat, en Kanonistische Studien und Texte, publicado por A. KÓNIGEK, t. I,
Bonn, 1928.
(4«) Cf. t. III.
(4«) Cf. supra, pp. 118 y 128.
LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA 345
Escitia que se dividía en varias ciudades no tuvo nunca otro obispado que el
de la capital provincial Tomi y en la provincia llamada de Europa, en Tracia,
no había a principios del siglo v, sino cuatro obispos, cada uno de los cuales
gobernaba los cristianos de dos ciudades ( 4 7 ).
NECESIDAD DE UNA Era necesario que estas relaciones entre las igle-
CONEXION ORGÁNICA sias obedeciesen a una norma orgánica y de hecho,
durante los cuatro primeros siglos, vemos intentos
y ensayos más o menos reflexivos o espontáneos, hablando h u m a n a m e n t e , para
llegar a una forma concreta de manifestar la unidad fundamental de las
iglesias y realizarla orgánicamente.
reunidos bajo la presidencia del papa Víctor, de los obispos del Ponto presi-
didos por Palma, de las cristiandades de la Galia, —bien es verdad que no
había otro obispo que Ireneo, si exceptuamos los de la Galia narbonense—,
de los obispos de Osroenia, del episcopado griego y del de Asia, que continuó
algún tiempo defendiendo su costumbre sobre la celebración de Pascua ( 5 2 ).
En el siglo n i vemos también reunidos a los obispos en diversos concilios,
para resolver los problemas suscitados por las persecuciones y la aparición
de las herejías: los obispos de Italia se reúnen bajo la presidencia del obispo
de Roma y en África donde los obispos se reúnen en torno al de Cartago,
quizá ya anteriormente a la época que historiamos ( 5 3 ). Hacia el año tres-
cientos se tiene en España el concilio de Elvira: esta fecha aproximada resulta
del hecho de que varios de sus miembros asistieron al concilio de Arles
en 314 y de que Osio de Córdoba, que murió centenario en 357, asistió tam-
bién a él ( 5 4 ).
Los cánones disciplinares de Elvira, los más antiguos que poseemos, no
especifican que estén hechos en orden a las necesidades particulares de la
Iglesia española, sino que parecen enunciar reglas aplicables en general a
todos los cristianos; a u n q u e de hecho el concilio sólo h a legislado para España.
Hasta el siglo iv no hubo concilio ecuménico, con asistencia de represen-
tantes de toda la Iglesia; efectivamente, sería m u y difícil concebir u n a reunión
de esta índole antes de la paz de la Iglesia: el primer concilio ecuménico
será el de Nicea bajo el emperador Constantino. En algunas partes de la
Iglesia estos concilios provinciales o regionales tendían a ser u n a institución
regular y permanente; así por la correspondencia entre San Cipriano y San
Firmiliano de Cesárea, con ocasión de la cuestión bautismal, vemos que en
Asia Menor y en África los obispos de u n a misma provincia tienen en el
siglo n i la costumbre de reunirse en concilio anualmente y aun dos veces
al año.
Recordemos que cuando se plantearon cuestiones que interesaban a toda la
Iglesia, en algunas ocasiones, se reunieron simultáneamente los sínodos pro-
vinciales y así se pudo patentizar el mutuo acuerdo o llegar a él. Por ejem-
plo, los sínodos reunidos por la controversia pascual hicieron constar el senti-
miento u n á n i m e de las iglesias, exceptuadas las de Asia; es verdad que la
dificultad de reducir a estos últimos a la práctica que había prevalecido en
general no se venció por medio de los concilios. Los sínodos provinciales
eran m u y útiles para guiar a la Iglesia; pero tenían necesidad de ser contro-
lados y sancionados por u n a autoridad superior cuando por sí mismos no bas-
taban para asegurar la unidad.
cada provincia, que por ese mismo hecho había sido objeto de los primeros
esfuerzos en la evangelización, coincidieron las iglesias madres con las metró-
polis provinciales. Así se preparó la institución de las metrópolis eclesiásticas,
que no aparecen como verdadera institución oficial hasta el siglo iv, comen-
zando en Oriente.
El obispo de la capital de provincia, eirapxia, fué el metropolitano, que tuvo
la preeminencia sobre los colegas de las demás ciudades, con derecho a con-
firmar su elección y, a veces, con la prerrogativa de conferirles la consagra-
ción episcopal. En algunos países se ve por los procesos verbales de los
concilios que esta supremacía no fué ejercida por el obispo de la metrópoli
provincial, sino por el decano de los obispos de la provincia, decano o por
la edad o por los años de episcopado; se le daba el nombre de primado:
esta fué la costumbre en África del Norte, excepto en la provincia Proconsu-
lar, en que el obispo primado fué siempre el de Cartago; en Bitinia al menos
durante algún tiempo y quizá en España ( 5 5 ).
Se formaron también agrupaciones eclesiásticas más extensas, debidas sin
duda a las circunstancias de la evangelización y a las condiciones administra-
tivas y geográficas por las que estaban relacionadas: así las diferentes pro-
vincias de África septentrional se agrupaban en torno al obispo primado de
la Proconsular, el de Cartago, al que vemos siempre en el siglo n i presidir
los sínodos regionales, integrados por los obispos de la Proconsular, la Numi-
dia y la Mauritania ( 5 8 ).
Todo el Egipto y la Cirenaica que comprendían varias provincias civiles,
dependían del obispo de Alejandría y la Italia peninsular del de Roma.
lalogiques, fase. 73), pp. 159-174. Existe mucha literatura sobre el concilio de Elvira;
puede verse para los trabajos anteriores al año 1907 HEFELE-LECLEROQ, Histoire des
Conciles, t. I, p. 212, n. 4. La historia del P. GARCÍA VIIXADA, Historia Eclesiástica de
España, II: "El cristianismo durante la dominación romana", no añade nada nuevo.
(55) Podemos pensar que son estos primados-decanos — decanos por la edad o
episcopado, a no ser que sea por la antigüedad de la sede — de quienes se trata en
el canon 58 del concilio de Elvira, que prescribe la verificación de las letras de comu-
nión de los representantes de una iglesia, durante un viaje, y quiere que, ante todo, se
haga en la primera sede episcopal "máxime in eo loco in quo prima cathedra coristítuta
est episcopatus". Esta "prima cathedra episcopatus" parece corresponder a la "prima
sedes", sede del decano del episcopado de la provincia del África, P. BATIFFOL, La
prima cathedra episcopatus du concite d'Elvire en Journal of theological Studies,
t. XXIII, 1922, p. 263, s., y t. XXVI, 1925, p. 45, s., ha querido demostrar que la
"prima cathedra episcopatus" designa la sede de Roma según idéntica expresión que
se encuentra en le poeta español Prudencio quien dice, Peristephanon, II, 459, hablando
del apóstol Pedro: "cathedram possidens primam". Pero esta interpretación parece
rebasar las perspectivas eclesiásticas del concilio de Elvira, en el que por ninguna
parte aparece la preocupación por una autoridad central o por una sede episcopal
primada de la Iglesia universal. ¿Por qué, además, si trata de Roma se emplea esta
perífrasis que parece poder designar otros muchos lugares? Cf. contra el parecer de
Batiffol, A. JÜLLICHER, Die Synode von Elvira ais Zeuge für den romischen Primat, en
Zeitschrift für Kirchengeschichte, t. XLII, 1923, p. 44, s., y L. VON SYBEL, Die Synode
von Elvira, ibid. p. 243, s. que incluso ve oposición a Roma en el canon 36 del concilio
contra las imágenes, oposición que, por otra parte, no excluiría para Batiffol el reco-
nocimiento de una primacía de Roma, como primacía de fundación.
( 56 ) San Cipriano se niega a admitir ninguna jerarquía entre los obispos; su dis-
curso de apertura en el concilio de Cartago de 256 es terminante a este respecto
(Sententiee episcoporum numero LXXXVII de hcereticis baptizandis, ed. HARTEL en el
Corpus de Viena, III, 1-2: Cypx. op. 1-2, p. 435).
Pero una cosa son las declaraciones teóricas, aunque sinceras, y otra la práctica
casi impuesta por la fuerza de las cosas. De hecho el obispo da Cartago obra siempre
como cabeza del episcopado africano.
348 HISTORIA DE LA IGLESIA
Antioquía parece haber tenido en todo el Oriente, además del Asia Menor,
una situación preponderante, pues en 325 el concilio de Nicea reconoció ( 57 )
esa preponderancia como había reconocido la del obispo de Alejandría, refi-
riéndose a las prerrogativas tradicionales de Roma ( 5 8 ). Estos obispados supe-
riores a los metropolitanos de provincia serán llamados más tarde patriarcados
los mayores, y exarcados o primacías los menores.
En otras partes no se ve en el siglo n i esta tendencia a la jerarquización
de los obispados. E n la Galia céltica la sede de Lyón parece no haber conser-
vado todo el relieve que le correspondía por su situación inicial en la evan-
gelización; aunque veamos hacia el 250 al obispo de Lyón hacer de represen-
tante de los obispos de su provincia ( B 9 ). En la Narbonense no parece que
en la misma época hubiese ninguna sede que tuviese preeminencia sobre
las demás.
Cuando en pleno siglo m es depuesto u n obispo de Arles, los obispos de la
Galia se muestran dispuestos a dejar que el obispo de Roma intervenga direc-
tamente, para nombrar sustituto, lo que es indicio claro de que no había
una autoridad episcopal superior en el país ( 6 0 ).
Resumiendo: antes de la paz de la Iglesia, la organización provincial carece
de consistencia, está en estado naciente; llegada la paz, u n a evolución n a t u r a l
la llevará a su pleno desarrollo.
( 58
") Canon 6.
( ) 'EíretSij xai TÚ iv 'PíójUfl tinaxóitoi TOÍITO oróvijffés ianv.
(69) Cf. infra, pp. 358-359.
(60) Cf. infra, p. 359.
CAPITULO XVII
LA SEDE ROMANA O
§ 1 . — E l p a p a d o de V í c t o r a Calixto
t a ) Cf. t. I, p. 316.
( 18 ) Uno de los textos más discutidos a propósito del famoso edicto penitencial es
un pasaje del De Pudicitia, xxi, 9 en que Tertuliano, dirigiéndose al obispo, dice:
"Si, quia dixerit Petro Dominus: «Super hanc petram...» vel: «Qusecumque alliga-
veris»... idcirco praesumis ET AD TE derivase solvendi et alligandi potestatem, ID
EST, AD OMNEM ECCLESIAM PETM PROPINQUAM. . .". Al P. GALTIER (Le véñtáble
édit de Calliste, en Revue d'histoire ecclésiastique, t. XXIII, 1927, p. 465, s.).
le parece que esta fíase excluye la identificación del autor del edicto con un sucesor
de San Pedro; pues parece tratarse de una iglesia que se relaciona con la de Pedro,
como todas (OMNEM ECCLESIAM) las que conservan la fe apostólica. Pero HARNACK
(Ecclesia Petri propinqua: Zur Geschichte der Anfange des Primáis des romischen
Bischofs en Sitzungsberichte der preussichen Akademié der Wissenschaften. Philos.-his-
tor. Klasse, t. XVIII, 1927, p. 139, s.) ha propuesto esta ingeniosa corrección: "ad roma-
nam ecclesiam Petri propinquam". Se trataría de la iglesia de Roma, "próxima a Pe-
dro", porque está fundada junto a su tumba y tendríamos aquí un argumento más,
muy interesante por cierto, de la tradición relativa al sepulcro de San Pedro. Pero
esta interpretación de Petri propinqua, como lo hace notar el P. Galtier en otro
artículo (Ecclesia Petri propinqua. A propos de Tertullien et de Calliste, en Revue
d'histoire ecclésiastique, t. XXIV, 1928, p. 40, s.), no está muy de acuerdo con el
pensamiento de Tertuliano por el mismo hecho de ser de índole material. Entender el
texto de una proximidad o parentesco espiritual de todas las iglesias que han con-
servado la fe de Pedro parece más exacta y evita esa corrección del texto, recurso al
que no hay que acudir sino cuando verdaderamente se imponga.
(19) Es interesante notar que la tesis de Caspar ha sido objeto de una crítica inme-
diata y1 resuelta de parte de uno de los más decididos adversarios del primado romano,
Hugo Koch, especialista, si es lícito hablar así, en San Cipriano, y que interpreta
todos los textos discutibles de éste en el sentido del episcopalismo más opuesto a toda
idea de supremacía de la sede de Roma. En su Cathedra Petri (Giesseñ, 1930) Koch
rechaza expresamente la tesis de Caspar y concluye que el De Pudicitia no tiene, nada
que ver con los orígenes del "primatus" romano.
LA SEDE ROMANA 333
tos, que Roma, en la que t a n intensamente se vivía del recuerdo del apóstol
haya tenido que aprender de África que el Tu es Petrus le da u n a autoridad
única derivada de Pedro.
§ 2 . — E l p a p a d o d e Calixto a S i x t o II
tenia un motivo positivo y una finalidad determinada; de manera que nadie podía tomar
pie de ello para ninguna objeción. ¿Por el contrario, una "retractación" en el curso de
una controversia ardiente no hubiese sido notada, discutida y censurada por el partido
contrario? Sin embargo nuevas investigaciones debidas a O. PEKLER han venido a refir-
mar la tesis de la autenticidad de la redacción "romana": Zu Datierung der beiden
Fasungen des Vierten Kapitels De Unitate Ecclesiae (Romische Quartalschrift, XLIV,
1936, pp. 1-44).
(55) Cf. supra, p. 180, n. 179.
(56) Cathedra Petri, p. 91, s.
(ST) Cf. t. I, p. 315.
(58) Dogmengeschichte, t. I, 4» ed., Leipzig, 1909, 12* ed., 1909, p. 417, s.
C89) Theologische Revue, t. VIII, 1909, p. 422.
(60) L'Eglise naissante et le catholicisme, París, 1909, 12* ed., 1927, p. 399, s. (Ver-
sión castellana, Buenos Aires, 1950.)
. (60 bis) Hay un reflejo de esos puntos de vista en el reciente trabajo sobre la eclesio-
logía de San Cipriano de B. POSCHMAN, Ecclesia principalis. Ein Kritiker Beitrag zur
Frage des Primats bei Cyprian, Breslau, 1933. Según él, ia Iglesia original (Urkirche) y
Pedro están estrechamente unidos en el pensamiento de Cipriano; Roma, continúa, es
esta iglesia original y es por ello la "Ecclesia principalis", lo que no le concede más
que una dignidad especial, que la autoriza a intervenir más que las otras, para salva-
358 HISTORIA DE LA IGLESIA
C84) Cf. supra, p. 116, en que se ha invocado este texto en apoyo de la tesis según
la cual, a partir del siglo ni, habia otros obispos además del de Lyón y los de la
Narbonense.
(65) SAN CIPRIANO, Epist. LXXVIII.
(66) No se deduce del texto que el papa deba proveer por sí mismo a este nombra-
miento; sin embargo en esta época hay ya obispos nombrados por el papa; pero parece
que estas elecciones se restringieron a los obispos que formaban lo que los textos
llaman "su concilio"; es decir, los obispos de su inmediata jurisdicción italiana, la
Italia peninsular; a no ser que fuesen los obispos de un territorio más reducido, que
correspondería más o menos a la jurisdicción civil del prefecto de Roma. Cf. supra,
p. 173, n. 146.
(<") Cf. supra., p. 173, s.
(*8) Aírica proconsular, Numidia y Mauritania.
360 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 3 . — E l p a p a d o e n la s e g u n d a m i t a d d e l siglo III
§ 4 . — La autoridad p r e e m i n e n t e d e la s e d e r o m a n a
( 78 ) EUSEBIO, Hist. Eccl., VII, xxx. Cf. G. BARDY, Paul de Samosate-. Etude historiqw
(Spicilegium sacrum lovaniense, fase. 4). París y Lovaina, 1923, p. 284, s. Nueva edi-
ción (el mismo número en la colección, 1929), p. 338, s.
( 78 ) Cf. EUSEBIO, Hist. Eccl., VII, XXXII, 1, y Líber pontificalis, ed. DUCHESNE, t. I,
pp. CCLXI y 159-161.
(80) Cf. L. DUCHESNE, Les légendes de Z'Alta Semita et le tombeau de saint Cyria-
que sur la voie d'Ostie, en Mélanges d'Archéologie et d'Histoire, publicados por la
escuela francisana de Roma, t. XXXVI, 1916, p. 27, s.; la pasión de Santa Susana se
estudia en la p. 33, s.
(81) Cf. infra, pp. 399 y 404.
LA SEDE R O M A N A 363
él los primeros golpes; pero a veces, como con Aureliano, se le rinden testi-
monios de inequívoca significación. Durante el mismo tiempo una serie
de hechos de diverso orden, pero cargados de sentido, atestiguan la autori-
dad especial, aun no bien definida, de que goza el obispo de Roma a los ojos
de toda la Iglesia.
Las visitas a Roma de hombres eminentes, los más eminentes del mundo
cristiano, Ireneo, Tertuliano, Orígenes, así como de los herejes Marción,
Teódoto y Sabelio, para quienes no es indiferente la opinión de Roma; las
numerosas cartas de la Iglesia de Roma, a las demás iglesias sobre puntos
de doctrina o disciplina, por ejemplo las de Víctor, Ponciano, Fabián, Cor-
nelio, Esteban, Sixto, Dionisio, Félix, son los más altos testimonios del pres-
tigio de Roma y de su solicitud por la Iglesia universal. Prestigio indepen-
diente, m u y digno de notarse, del valor personal de los que ocupan el cargo:
¿no se ha preferido Calixto a Hipólito y Cornelio a Novaciano? La autoridad
del obispo de Roma no nace de sus propios méritos, como fué en Cipriano
y lo será más tarde en Ambrosio y Agustín, sino de la tradición que repre-
senta. Añádanse a estos hechos otro no menos característicos, ya indicados
en otra parte ( 8 2 ) ; la influencia de Roma en la formación de la regla de fe,
encarnada en el símbolo bautismal y en el canon de las Escrituras; la con-
tinuidad de una sucesión episcopal que remonta hasta los apóstoles, y los
apóstoles Pedro y Pablo, lo que hace de la Iglesia romana, la Iglesia apos-
tólica por excelencia ( 8 3 ). De todos estos hechos podemos concluir que los
rasgos distintivos de la constitución católica de la Iglesia se encuentran en
Roma tan firmes, con tal continuidad y relieve, que es patente a la vez la
señal y la razón misma de su autoridad universal.
cas a las provincias más lejanas, como Capadocia y Arabia. Vigilaba con
ojos dilatados las cuestiones doctrinales que se agitaban en otros países" ( 8 5 ).
Practicando como por instinto la prudencia y la sabiduría; siguiendo con paso
seguro la "via media" que le mantenía a distancia de los escollos en que
corrían peligro de estrellarse los teólogos de escuelas; guardiana de u n depó-
sito religioso que no se creía en la necesidad n i en la obligación de transcri-
birlo en el lenguaje de u n a filosofía determinada; pero dispuesta a demos-
trar, cuando era necesario, el peligro o el error de tal o cual interpretación;
"sabia pedir cuenta a Orígenes de las excentricidades de su exégesis y llamar
a la ortodoxia al poderoso primado de Egipto. Su situación excepcional era
tan patente que los mismos paganos tenían conciencia de ello. Entre dos
pretendientes a la sede de Antioquía, el emperador Aureliano distingue al
momento quien es el legítimo, el que está en comunión con el obispo de
Roma" ( 8 6 ) . .
§ 1. — La p r o p i e d a d eclesiástica
§ 2 . — O r i g e n de la p r o p i e d a d eclesiástica y c o n d i c i o n e s d e vida
d e la Iglesia e n el I m p e r i o
colléges funéraires, en Mélanges Dufourcq, París, 1932, p. 9, s.) nota justamente que el
Gnomon de l'Idiologue, es decir, el reglamento judicial aplicado por el procurador
de Egipto, prueba que muchas veces no se infligía a los miembros de las asociaciones
no autorizadas más que penas irrisorias. Cf. SCHUPART en Berliner Griechischen Ur-
kunden, t. VI, 1, Berlín, 1919 y J. CARCOPINO, Le Gnomon de l'Idiologue et son impor-
tance historique, en Revue des Etudes anciennes, t. XXIV, 1922, p. 211, s.; M. Besnier
concluye también que hay que abandonar la teoría de de Rossi.
(20) Les Apotres, p. 364.
( 21 ) Histoire ancienne de l'Eglise, t. I, pp. 386-387.
( 22 ) Apologeticum, xxxix, 1.
CAPITULO XIX
LA VIDA CRISTIANA O )
I. LOS CRISTIANOS EN EL M U N D O
369
i
370 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
LOS CRISTIANOS DE ASIA Las tendencias no eran las mismas en Asia: país
Y LA VIDA MUNICIPAL de vida fácil y en que los excesos de severidad no
habrían tenido quizá gran éxito; aunque la dis-
ciplina penitencial haya sido, quizá por reacción, m u y rigurosa ( 5 ) y aunque
los cristianos h a y a n sabido morir como en otras partes, cuando ha sido
necesario.
En Oriente la conquista cristiana había sido m u y rápida y no puede extra-
ñarnos que en las provincias en que, a finales del siglo n i , los cristianos
representaban la mayoría o u n a minoría importante de la población, fuesen
cada vez menos extraños a la vida general de las ciudades. M á s de u n a ins-
cripción asiática nos habla de cristianos miembros de la curia municipal, celo-
sos de la prosperidad y del honor de su ciudad C 6 ).
En más de u n a pasión de mártires vemos a simples fieles o miembros del
clero que gozan de u n a particular consideración de parte de sus conciuda-
danos, quienes, es verdad, en la hora de la persecución pueden tornarse en ene-
migos irreconciliables; pero que a veces también conservan su estima y sim-
patía y no escatiman esfuerzos para sustraerlos al suplicio ( 7 ) .
(K) Compárese por ejemplo ciertos cánones del concilio de Elvira (canon 5) y del
concilio de Ancira (cánones 22-23) que prescriben largos años de penitencia después
de un asesinato, aun no premeditado.
(6) Cf. W. RAMSAY, The cities and bishopries of Phrygia, en Journal of hellenic Stu-
dies, 1883, p. 424, s.; 1887, p. 16, s.; 1898, p. 722, s.; F. CABROL y H. LECLERCQ,
Monumento Ecclesice Litúrgica, París, 1902, t. I, n°s. 2787, 2790, F. CUMONT, Les irts-
criptions de l'Asie Mineure, n°s. 137, 145, 146, 162, 168, 177, 178, en Mélanges d'Ar-
chéologie et d'Histoire, publicadas por la Escuela francesa de Roma, t. XV, 1895,
p. 245, s.
C) Cf. supra, p. 129 y p. 132, n. 38.
(8) Cf. supra, p. 137, ss.
(») Cf. infra, p. 392, s.
372 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
quizá una idea un poco excesiva de la proporción aunque claro está que las pasiones
no nos dicen todo.
(16) Protréptico, x, 100. Se objetará quizá que, hablando al soldado, Clemente no
le dice expresamente que continúe, como a los otros dos y que el imperfecto en
vez del presente que se emplea antes, podría indicar una idea distinta; pero preci-
samente el paralelo con los otros dos parece excluir toda duda, y esta triple admo-
nición no es más que una paráfrasis de las palabras de San Pablo: "Que cada uno
permanezca en el estado en el que estaba cuando ha sido llamado" (I Cor., 7, 20).
Podría además ser un eco de un pasaje, del mismo evangelio, Le. 3, 14, relativo a la
predicación de Juan Bautista: "Los soldados le preguntaban también: ¿nosotros qué
debemos hacer? —absteneos de toda violencia y de todo fraude y contentaos con vuestro
sueldo." No hay, como se ve, una reprobación del mismo oficio.
(") Hist. EccL, VII, xv, Cf. supra, p. 137.
374 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 4 . — T e n d e n c i a a la relajación
Hechos de los apóstoles, Pablo, Juan, Pedro, Andrés, y Tomás ( 3 4 ), que datan,
unos de la segunda mitad del siglo n y otros de principios del siglo n i , y que
predicaban todos la abstención del matrimonio así como de la carne y del
vino. Los excesos de estos encratitas ponían en peligro la verdadera ascesis;
aunque hubo encratitas también entre los mejores cristianos, como en el siglo
II, Alcibíades, uno de los mártires de Lyón, y en el siglo n i , el mártir de
Esmirna Pionio ( 35 ) a quien su pasión parece presentar como adherido al uso
encratita de la consagración eucarística con pan y agua ( 3 6 ).
Si la Iglesia se mostró siempre desfavorable a estos excesos de los encratitas,
animó siempre las prácticas ascéticas de una élite, como la continencia y la
virginidad voluntarias ( 3 7 ). Esta élite podía servir de modelo y de estímu-
lo para la masa, a la que la moral común ofrecía ya dificultades sobradas.
El mismo clero, cuando el semirrelajamiento de la época en que el heroísmo
holgaba, no se excedía en el ejemplo. Cuando, luego de la persecución de
Decio, los cristianos de las diócesis de León, Astorga y Mérida, se levantaron
contra los dos obispos, Basílides y Marcial, que habían pedido o aceptado
certificados de sacrificio ( 3 8 ), existían, al menos contra uno de ellos, acusa-
ciones valederas: habíase visto a Marcial, de Mérida, frecuentar fiestas
profanas de u n colegio funerario. San Cipriano, que debió dictaminar sobre
su causa, nos dice también que en su tiempo había demasiados obispos que
se dedicaban al negocio y que aceptaban administraciones en los dominios
de los señores, frecuentaban las ferias y eran usureros.
en esta persecución, que hizo más mártires que ninguna otra y que se prolongó
en algunas provincias durante diez años.
§ 1.—El martirio
(*5) Cf. supra, p. 382. EUSEBIO, Hist. Eccl., VIII, ix 3, habla de decenas y de cen-
tenares de mártires al día, en Tebaida, durante años, en la última persecución.
(66) Martyrium Polycarpi, xvn, 2. Ed, FUNK. Opera Patrum Aposíolicorum,
t. I, p. 282, Tubinga, 1901; reeditado por BIHLMEYER, 1924.
(67) Numerosos textos han sido reunidos por DELEHAYE, op. cit., p. 102, s.
(68) Ibíd., p. 107.
384 HISTORIA DE LA IGLESIA
había pasado a la via Apia. Pero cuando se habla de los cementerios Ostriano,
o de Priscila, o de Calixto, del que está m u y cerca el de San Sebastián, es en
las catacumbas donde oímos latir el corazón de la Iglesia.
En las bóvedas y en los muros se suceden las figuras y los símbolos con
los temas de la enseñanza tradicional; episodios bíblicos, y más raramente
quizá, episodios evangélicos e ilustraciones de los sacramentos: así el árbol
del paraíso y la serpiente en el cementerio de Priscila; el sacrificio de
Abrahán en el de Domitila; la adoración de los Magos en la "Capella
Graeca" también en el cementerio de Priscila y en el de los santos Pedro
y Marcelino; el banquete eucarístico en el cementerio de Calixto ( 8 6 ).
(86) Cf. J. WILPERT, Die Malereien der Katacombem Roms, lámina XLI, 3.
(87) H. CHÉRAMY, Les catacombes romaines, París, 1932, pp. 70-71.
(88) A. PÉRATÉ, L'archéologie chrétienne, París, 1892, p. 115, fig. 72.
(89) j WILPERT, Die Malereien der Katacombem Roms, lámina LXXX.
(90) Bulletino di Archeologia cristiana, t. XII, 1875, lámina I.
(91) R. GARRUCCI, op. cit., láminas CXC y CXCI.
( 92 ) Bulletino di Archeologia cristiana, t. XIII, 1875, lámina I.
388 HISTORIA DE LA IGLESIA
(98) Cf. O. MARUCCHI, Le catacombe romane, ed. 1902, pp. 234, 247 y R. CAGNAT
y P. GAUCKLER, Les monuments antiques de la Tunisie, París, 1898, t. I, p. 151, s.
( 94 ) Cf. F. CUMONT, La synagogue de Doura et ses peintures, en Byzantion, t. VIII,
1933, p. 373, s.; CLARK HOPKINS y Du MESNIL DU BUISSON, La synagogue de Doura
et ses peintures, en Comptes-rendus de l'Académie des Inscriptions et Belles-Lettres,
1933, p. 243, s.; Du MESNIL DU BUISSON, La synagogue de Doura-Europos et ses
peintures, en Revue Biblique, t. XLIII, 1934, p. 105, s.
(95) L. BRÉHIEB, L'art chrétien. Son développement iconographique des origines á
nos jours, 2* ed., París, 1928, p. 2.
( 96 ) E. LE BLANT, Les sarcophages chrétiens de la Gaule, París, 1886, lámina LIX.
LA VIDA CRISTIANA 389
gicos. Uno de esos temas iconográficos asocia la figura del apóstol a la fuente
milagrosa del desierto y al bautismo del centurión Cornelio. Como su Maes-
tro, Pedro lleva muchas veces sobre sus hombros u n a oveja y le rodean otros
pastores, símbolo de sus hermanos en el episcopado. Otras veces tiene las
llaves, símbolo de su poder espiritual o camina hacia el¡ martirio en que
culminó su vida en Roma. El "ciclo" iconográfico de Pedro es ante todo
u n ciclo romano. H a y otros ciclos apostólicos menos abundantemente repre-
sentados, como los de Pablo y de Tomás. Numerosas fueron también las re-
presentaciones de los sacramentos y las más frecuentes la del bautismo, por
ejemplo bajo la forma del etíope catequizado y bautizado por Felipe ( 97 ) y el
banquete eucarístico, como se ve sobre u n sarcófago isáurico ( 9 8 ).
Se encuentra, pues, con una incontestable unidad de inspiración religiosa,
la misma variedad de temas en la primitiva escultura cristiana que en la pin-
tura. Estos temas no son exclusivamente romanos, como el de San Pedro, sino
que el arte de los sarcófagos se ha desarrollado también en; otras partes. Los
sarcófagos de la Galia meridional, como el de Gayola, en, el Var, uno de los
más antiguos y los de Arles principalmente, son célebres; puede ser que los
talleres de Arles no h a y a n sido más que sucursales de los de Roma.
§ 1. — Los p r e l i m i n a r e s de la ú l t i m a persecución
(10) RUINART, Acta Martyrum sincera, p. 616, s. Sobre este grupo de mártires,
cf. J. ZEILLEH, Les origines chrétiennes dans les provinces danubiennes de VEmpire
romain pp. 55-59.
( 1J ) K. STADE, Der Politiker Diokletian und die letzte grosse Christenverfolgung.
Inaugural Dissertation der Universitát Frankfurt-am-Mein, Badén, 1926.
C12) Acta Maximiliani (RUINART, Acta Sincera, p. 309).
( 13 ) Acta S. Marcelli centurionis (ed. H. DELEHATE, Les Actes de Saint Marcel le
Centurión, en Analecta Bollandiana, t. XLI, 1923, p. 257, s.).
i1*) Hay que leer con cierta precaución la pasión de Tipasio, pues lleva mezcla
de elementos legendarios. Cf. P. MONCEAUX,a Etude critique sur la Passio Tipasii, en
Revue Archéologique, 4* serie, t. IV, 1904 , p. 267, s., acepta como conteniendo un
núcleo histórico lo que resumimos en el texto. Texto de la pasión en Analecta Bollan-
diana, t. IX, 1890, p. 116, s.
394 H I S T O R I A DE LA I G L E S I A
§ 2 . — La g r a n p e r s e c u c i ó n . Los edictos d e 3 0 3 y 3 0 4
y s u aplicación
tos anteriores al siglo iv y sobre todo Actas auténticas de los mártires de las
diversas iglesias.
E n muchos lugares, sobre todo en África, donde la aplicación del edicto,
en u n principio, fué extraordinariamente severa, la pusilanimidad de muchos
depositarios infieles fué causa de que las autoridades se apoderasen de los
tesoros artísticos y literarios de las iglesias. Estos "traditores", al volver la
paz, por librarse de la actitud enérgica de la Iglesia frente a ellos, suscita-
ron graves problemas que llevaron al cisma donatista, cisma que emponzoñó
la Iglesia de África durante más de un siglo. Pero junto a estos verdaderos
"traditores", hubo hombres avisados como Mensurio, obispo de Cartago
que reemplazó en su biblioteca los libros sagrados por obras heréticas y de
ellas se apoderaron los agentes del poder ( 3 5 ). Hubo también mártires, como
Félix, obispo de Tibiuca, en el África Proconsular, decapitado por no que-
rer entregar las Escrituras ( 36 ) y como u n grupo de laicos de Numidia, muer-
tos por la misma causa ( 3 T ).
LA PERSECUCIÓN I t a l i a y Á f r i c a p a r e c e q u e s u f r i e r o n m e n o s q u e el
EN ITALIA O r i e n t e y el I l í r i c o d e s p u é s d e la a b d i c a c i ó n . E l
n u e v o César de Occidente, Severo, q u e en u n princi-
p i o d e p e n d í a m á s d e C o n s t a n c i o , n o p a r e c e h a b e r a p o r t a d o g r a n celo a l c u m -
p l i m i e n t o d e los edictos. N o h i z o sino p a s a r p o r el t r o n o ; p u e s m u y p r o n t o
le d e r r o c ó el h i j o de M a x i m i a n o H e r c ú l e o , M a j e n c i o ( o t o ñ o d e l 3 0 6 ) . M a -
j e n c i o , q u e q u e r í a l a p a c i f i c a c i ó n de los á n i m o s e n sus d o m i n i o s , se m o s t r ó
t o l e r a n t e ( 4 1 ) ; d e m o d o q u e l a p e r s e c u c i ó n n o se e n s a ñ ó e n l a s p r o v i n c i a s
o c c i d e n t a l e s d e l I m p e r i o s i n o d u r a n t e poco m á s d e dos a ñ o s , lo q u e s i n e m -
bargo, bastó para hacer m u c h a s víctimas.
Es m u y p r o b a b l e q u e h a y a q u e a t r i b u i r a l a p e r s e c u c i ó n d e D i o c l e c i a n o
g r a n n ú m e r o d e m á r t i r e s r o m a n o s , d e los c u a l e s i g n o r a m o s l a f e c h a d e l
m a r t i r i o y a los q u e c o n o c e m o s p o r pasiones d e n o excesiva g a r a n t í a h i s t ó r i c a ,
pero que en general convienen en a t r i b u i r al ú l t i m o y supremo asalto con-
t r a el c r i s t i a n i s m o l a m u e r t e d e esos c r i s t i a n o s c u y o h e r o í s m o c e l e b r a n ( 4 2 ) :
los santos M a r c o s y M a r c e l i n o , S a n t a I n é s ( 4 3 ) , P e d r o y otros m u c h o s . E l
p a p a M a r c e l i n o m u r i ó el 2 4 d e o c t u b r e d e 3 0 4 ( 4 4 ) " a r r e b a t a d o , d i c e E u s e b i o ,
p o r l a p e r s e c u c i ó n " ( 4 5 ) . Se l e i m p u t a u n a d e b i l i d a d m o m e n t á n e a ( 4 e ) q u e
p a r e c e c o n f i r m a r su a u s e n c i a d e l c a l e n d a r i o d e l a Depositio episcoporum.
L u c í a ( 4 7 ) , la s a n t a i l u s t r e d e S i r a c u s a , y C a s i a n o , e n I m o l a , d o n d e si h e m o s
de c r e e r a l p o e t a P r u d e n c i o ( 4 8 ) h a b r í a e j e r c i d o d e m a e s t r o , f u e r o n m á r t i r e s
de la persecución de Diocleciano.
(fl5) Su pasión (RUINART, Acta Sincera, p. 549; AA. SS. Junii, I, p. 380, s.) pone su
martirio en tiempo de Diocleciano y Maximiano; el Peristephanon de Prudencio
en tiempo de Galerio; la Crónica de Eusebio-Jerónimo en el año 308 que correspon-
dería a Licinio, bajo el cual renació la paz, pero quizá no inmediatamente. Estas aser-
ciones no son, no obstante, contradictorias; ya que la persecución desencadenada en 303,
puede llamarse de Diocleciano y que. Galerio presidió el colegio imperial en que
fué parte Licinio.
(66) Las pasiones de estos mártires en Acta Sanctorum, en la fecha indicada. Cf.
además supra, p. 113, n. 46.
( 67 ) El Chronicon Paschale indica para Domnio y Félix el séptimo consulado de Dio-
cleciano y el sexto de Maximiano, fecha ciertamente inexacta: pues correspondería
al 299; pero corregida en noveno y octavo consulados, respectivamente, da la fecha
muy plausible de 303. Sobre estos mártires de Salona, cf. J. ZEIIXER, Lps origines
chrétiennes dans la province romaine de Dalmatie, París, 1906. Sobre, la cualidad de
soldados atribuida a Gaiano, Pauliniano, Antoniano y Telio, que proviene probable-
mente de una confusión, cf. supra, p. 113, n. 46.
( 68 ) Sobre todos estos mártires cf. J. ZEIIXER, Lei origines chrétiennes dans les pro-
vinces danúbiennes de l'Empire romain, pp. 61-120.
( 69 ) RUINART, Acta Sincera, p. 458.
(7«) lbíd., p. 357.
( 71 ) SAN BASILIO, Homilía v, 1-2.
(72) Hist. Eccl, VIII, xn, 6.
( 73 ) EUSEBIO, De vita Constantini, II, 5, 3; SAN GREGORIO DE NACIANZO, Oratio
XLIII, 5-8.
(74) EUSEBIO, Hist. Eccl, VIII, vn.
(7B) EUSEBIO, Mártires de Palestina, LXXIII.
\
1
§ 3 . — La p e r s e c u c i ó n d e s p u é s d e la abdicación
d e Diocleciano
(76) Cf. F. CUMONT, Les religions orientales dans le paganisme romain, 4* ed. París,
1929, p. 74, que esboza, sin insistir, esta comparación; cf. también G. PERROT y CH.
CHIPIEZ, Histoire de VArt dans Vantiquité, t. III, París, 1911, p. 399, la ingeniosa
comparación entre Naucratis, el puerto helénico de Egipto y Hong-Kong.
(T7) EUSEBIO, Mártires de Palestina, LXXIII.
(78) Hist. Eccl., VIII, vin. En el capítulo ix añade que en la Tebaida las ejecuciones
continuaron durante años enteros a un ritmo de diez, veinte, sesenta y aun el cente-
nar al día.
( 79 ) Historia arianorum ad monachos, LXIV.
í 80 ) Sobre la política de Majencio respecto a los cristianos cf. A. PINCHERLE, La
LA ULTIMA PERSECUCIÓN 403
*
404 H I S T O R I A DE LA I G L E S I A
(88) Sobre estos comienzos del donatismo cf. el proceso verbal de la asamblea de
Cirta, leído en la conferencia de 411, ni, 351-355, 387-400, 408-432, 452-470; SAN
AGUSTÍN, Breviculus collationis, ni, 25-27, 31-33; Adversus Cresconium, ni, 30; Contra
Hueras Petiliani, i, 23; De único baptismate, 29-31; Ad Donatistas, xvm, Contra
Gaudentium, i, 47; Epístolas, XLIII, 3.
C89) Líber pontificalis, ed. DUCHESNE, I, p. 164.
C90) Los únicos documentos que tenemos de los sucesos romanos después de la per-
secución son los epitafios de Márcele} y su sucesor Eusebio, redactados casi medio siglo
después por San Dámaso: D E ROSSI, Inscriptiones ChristiancB Urbis Roma, II, p. 62,
63, 138. Sin ser explícitas parece que quieren decir que Marcelo pareció demasiado
riguroso a muchos cristianos de Roma, siendo así que no hizo sino mantener la nece-
saria disciplina penitencial. Cf. el trabajo de GASPAR, citado supra, p. 402, n. 80.
( 91 ) Líber Pontificalis, en las noticias correspondientes e inscripciones de San
Dámaso, citados en la nota anterior.
(92) Cf. supra, pp. 298-299.
LA ULTIMA PERSECUCIÓN 405
( 9 5 ) Las fuentes relativas a este cisma: 1', la epístola canónica del obispo San Pedro
con suplementos siríacos editados por P . DE LAGAKDE en Reliquia? inris écclesiasticláriti-
quissima?i Viena, 1856, retraducidos al griego por E D . SGHWAKTZ, Zur gesckichte.des
Atanasius, en Nachrichten, de Gotinga, 1905, p. 162, s.; 2 ' , documentos insertados
después de la Historia acéfala de SAN ÁTANASIO, en la colección llamada del diácono
Téodosio, conocida por ü n manuscrito de Verana ( L X ) ; publicados por BÁTÍFPÓL, Le
Synodicon d'Athanase, en Byzantinische Zeitschrift, t. X, 1901, p . 128, s. Cf. supra,
pp, 298-299.
(? 4 ) RUINART, Acta Sincera, p . 545.
,( 9 5 ) AA. SS. Novembris, t. I I I , p. 748, s., u n precioso estudio histórico y crítico,
debido al P . DELEHAYE. La pasión de los cinco escultores de Panonia los hace ser con-
denados por Diocleciano mismo. Introduce en escena u n obispo de Antioquía, Cirilo,
deportado de su sede a las canteras de Sirmio en 303 y que llevaba y a en ellas tres
años. El martirio habría tenido lugar, pues, en 306 y la presencia de Diocleciano
en Sirmio se explicaría por la razón dicha en el texto. Su abdicación no le privaba de
poder hacer aplicar la ley a los cristianos. N . V U L I C , Quelques observations sur la
Passio Sanctorum Quattuor Coronatorum, en Rivista di Archeologia cristiana, t. X I ,
1934, p. 156, s., h a hecho recientemente la crítica de los datos topográficos de la pasión.
Mons. KIRSCH (Die Passio der heilige "Vier Gekronten" in Rom, en Historisches Jahr-
buch, t. X X X V I I I , 1917, p . 72, s.) juez excesivamente severo, niega todo valor histó-
rico a la Passio Sanctorum Coronatorum. Es u n parecer aislado. Sobre este tema,
que la yuxtaposición de dos pasiones, la de los cinco escultores de Panonia y la de
los Quattuor Coronati, h a complicado extraordinariamente, cf. J. ZEILLER, Les origines
chrétiennes dans les provinces danubiennes de VEmpire romain, p . 88, s. Trae la
bibliografía hasta 1918.
( 9 6 ) Consúltese al respecto supra, pp. 400-401, la nota relativa a l martirio de San Qui-
rino de Siscia, posiblemente condenado a muerte bajo Licinio. La pasión de los Santos
Herminio y Estratónico, mártires de Singiduno (Belgrado) (cf. AA- SS. Januárii,
406 HISTORIA DE LA IGLESIA
§ 4 . — F i n de la p e r s e c u c i ó n . El edicto de tolerancia
d e Galerio ( 3 1 1 )
t. I, p. 769), anota su muerte gobernando Licinio. Pero nada hay de cierto sobre
este particular.
(9T) EUSEBIO, De Mart. Palest., iv, 8. Teniendo los Césares una autoridad legisla-
tiva limitada y prescribiendo el edicto de 304 lo mismo que Eusebio dice que pres-
cribían los nuevos decretos, no se puede tratar sino de instrucciones enviadas a los
gobernadores por Maximino, después de haber tomado posesión del poder, para obli-
garles a aplicar sin piedad la ley en vigor.
(«8) Acta SS. Phileee et Philoromi (RurNABT, Acta sincera, p. 548).
(»») Ibíd. VIII, VIII y ix.
(loo) EUSEBIO, De martyr. Palest., ix, s.
( W 1 ) EUSEBIO, De mart. Palest-, ix, 1, señala esta breve calma.
(102) r)e morte persecutorum, xxxm. Cf. también EUSEBIO, Hist. Eccl., VIH,
xvi, 4 y los autores paganos AURELIO VÍCTOR, De Cazsaribus, xi, 9; Epitome, x-,
4, 5; ZÓSIMO, Historia, n, 11.
LA U L T I M A PERSECUCIÓN 407
EL EDICTO DE 311 Extraño edicto, que parece u n compromiso entre dos ten-
dencias antagonistas y que, decretando la tolerancia, se
abre como u n edicto de persecución, pues comienza por reprochar a los
cristianos, no sólo que h a n abandonado la religión de los antiguos, sino, lo
que es más extraño, de que no h a n sido fieles a la suya; sin duda alude a las
herejías que habían dividido la Iglesia. "Entre ( 105 ) todas las medidas, dice
este texto desconcertante, que no hemos cesado de tomar por el bien y la
Utilidad del Estado, quisimos no ha mucho volver todas las cosas a las anti-
guas leyes y a la disciplina tradicional de los romanos y en particular que
los cristianos, que habían abandonado la religión de sus padres, volviesen
a mejor acuerdo. Pero ha sido tal su mala voluntad y su locura, que no
seguían siquiera las antiguas costumbres que sus primeros fundadores insti-
tuyeron sino que h a n hecho leyes a su capricho y h a n tenido en diversos
lugares asambleas distintas. Finalmente, después que ordenamos que todos
volviesen a las costumbres de los antiguos, muchos obedecieron por temor
y muchos debieron ser castigados; pero como la mayor parte perseverase
en su obstinación y viésemos que por una parte no rendían a los dioses el
culto y el honor que le son debidos,- y por otra no adoraban tampoco al Dios
de los cristianos" —alusión evidente al abandono forzado de las asambleas
religiosas— "no escuchando sino a nuestra extrema clemencia y a nuestra dis-
posición ordinaria de tratar con dulzura a todos los hombres, hemos creído de-
ber extender a ellos también nuestra indulgencia y permitir que los cristianos
existan en adelante y vuelvan a sus asambleas, con tal que no hagan nada Gdn-
tra la disciplina. l*or otro documento informaremos a los magistrados sobré las
normas que deben seguir. En agradecimiento a nuestra indulgencia pidan a su
DioS por nuestra salud, por el Estado y por ellos mismos, a fin de que la Repú-
blica goce de perfecta prosperidad y ellos puedan vivir Con seguridad".
(103) El nombre de. Maximino Daia falta en el texto que nos ha llegado a nosotros,
porque la memoria de este emperador fué abolida después oficialmente. Así también el
nombre de Licinio, que figuraba en la primera edición de Eusebio, falta en la última;
porque después que rompió con Constantino y fué derrotado, vino la destrucción legal
de todo lo que podía conservar su memoria.
(104) JJ. GRÉGOIRE (La "conversión" de Constantin, en Revue de l'Université de Bru-
xelles, t. XXXVI, 1930-1931, p. 231, s.) hace de Licinio el verdadero autor del edicto
de Tolerancia. Su política en los años siguientes parece justificar esta hipótesis, sin
darle sin embargo más que un alto grado de probabilidad.
(ios) Texto en LACTANCIO, De mort. persecut., xxxiv; EUSEBIO, Hist. EccL, VIII,
xvii. Lactancio ha conservado el texto latino original, excepto el encabezamiento, que
nos es conocido por la traducción griega de. Eusebio en las dos formas indicadas en
la nota 103.
408 HISTORIA DE LA IGLESIA
Menor con que Daia había enriquecido sus dominios a la muerte de Gale-
rio a despecho de Licinio. Muerto Galerio, Maximino, libre de toda traba,
no vaciló en renovar paulatinamente la guerra religiosa, que fué acompañada
de otra guerra exterior, efecto también! de la hostilidad del emperador contra
el cristianismo: parece que quiso reducir al paganismo a los armenios, ami-
gos y aliados del Imperio, que se habían hecho cristianos. Los armenios resis-
tieron con las armas y Maximino Daia tuvo que desistir ( m ) . Dentro de sus
provincias la ofensiva anticristiana tomó las formas más diversas: intentó,
por ejemplo, instituir u n a contra-iglesia pagana, en que los sacerdotes estu-
viesen jerarquizados por ciudades y provincias a la manera de la jerarquía
cristiana ( 1 1 2 ), pero con personajes, figuras de la jerarquía civil, rodeados
de mucho aparato exterior para acrecentar su prestigio e investidos de pode-
res de policía contra los cristianos ( 1 1 3 ). Difundió los pretendidos Hechos de
Piloto, injuriosos para Jesucristo ( U 4 ) y animó a las ciudades, en q u e domi-
naba el elemento pagano, a solicitar la expulsión de los cristianos y así en
número que no es fácil apreciar, pero que n o fué insignificante, se vieron
obligados a errar por los campos ( 1 1 5 ). Finalmente empleó vejaciones de todas
clases y nuevas ejecuciones vinieron a dar todo su color a la persecución.
Perecieron, entre otros, los obispos Silvano de Emesa y Pedro de Alejan-
dría ( 1 1 6 ), otros obispos egipcios, y el célebre sacerdote teólogo Luciano de
Antioquía. Cesaron las ejecuciones en el 312 en que Maximino capituló al
recibir una intimación de Constantino ( m ) ; por fin, en conflicto con Licinio,
aliado de Constantino, vencedor de Majencio, fué derrotado en 313 y desapa-
reció de la historia ( 1 1 8 ).
i111) EUSEBIO, Hist. Eccl., IX, VIII, 2, 4 es el único que da noticias acerca de esta
guerra. Parece que hay que ver en estos armenios los habitantes de las cinco satrapías
transtigritanas adquiridas para el Imperio después de la victoria de Galerio en 297;
pero que habían permanecido bajo la autoridad de jefes nacionales, cristianos, como
la dinastía reinante y) una gran parte de la población del reino de. Armenia.
( 112 ) LACTANCIO, De mortibus persecutorum, xxxvi y xxxvii; EUSEBIO, Hist. Eccl.,
VIII, xiv, 2; JULIANO, Epist. v, 16; SAN GREGORIO DE NACIANZO; Oral., rv, 111.
SOZÓMENO, Hist. Eccl-, V, xvi.
( 113 ) LACTANCIO, ibíd., xxxvii; EUSEBIO, ibíd., VIII, xiv, 9 y IX, iv, 2. Cf. H. GRÉ-
GOIRE, Notes Epigraphiques, I: La religión de Maximin Daia, en Byzantion, t. VIII,
1933, p. 49 y s.
( 114 ) EUSEBIO, Hist. Eccl., IX, v, 1- Sobre los pretendidos Hechos de Pilato, P. DE
LABRIQI.T.K, La réaction páienne, pp. 327-328.
(lie) Textos célebres como la inscripción de Aricanda (Corpus inscriptionum latina-
rum, III, 12132) nos dan a conocer lo que podía ser esta petición de ciudades inte-
resadas en agradar al príncipe, para provocar la expulsión de la población cristiana
cuyo contacto declaraban no querían sufrir por más tiempo. No se tache de inverosímil
este relato de la evacuación lejos de su morada y de toda condición normal de vida
a los proscriptos, reduciéndolos a la condición de vagabundos: la deportación en masa
de los habitantes de localidades culpables de no conformismo, abandonándolos en país
desierto, ha sido practicada por el gobierno de la Rusia soviética.
(116) EUSEBIO, Hist. Eccl., IX, vi; cf. VIII, x m .
(117) Sobre el rescripto dirigido entonces por Maximino a su prefecto Sabino, pro-
clamando sin convicción la tolerancia (EUSEBIO, Hist. Eccl., IX, x, 9), cf. t. III,
cap. I.
( 118 ) Cf. igualmente t. III, cap. I.
410 HISTORIA DE LA IGLESIA
La larga lucha que el Imperio romano había sostenido desde Nerón contra
el cristianismo terminó con la victoria de éste. No que hubiese ya con-
quistado todo el imperio; pero su incomparable dinamismo le abría las
puertas del porvenir; el porvenir era suyo. Su marcha conquistadora, inin-
terrumpida, desbordaba, por así decir, u n presente rico de promesas como
había desbordado las fronteras del Imperio, plantando sus tiendas en África
m á s allá de las provincias romanas, entre los godos de más allá del Danubio,
en Persia, en Armenia, de manera señorial y definitiva, y hasta en la India.
§ 1. — Estado de la c o n q u i s t a cristiana.
Extensión y límites
(*) EUSEBIO (Hist. Eccl., VIII, ix) cita una pequeña ciudad de Frigia, entera-
mente cristiana con todos sus magistrados.
( 2 ) Esta es la tesis de H. GRÉGOIRE, La "conversión" de Constantin, en Revue de
l'Université de Bruxelles, t. XXXVI, 1930-1931, pp. 231, s.
411
412 H I S T O R I A DE LA IGLESIA
§ 2 . — R a z o n e s p r o f u n d a s de la resistencia
al cristianismo
§ 3 . — Los cristianos y el b i e n p ú b l i c o
LOS CRISTIANOS Menos preocupados que los demás por los nego-
AL SERVICIO DEL BIEN cios de este mundo, indiferentes ante la muerte,
PUBLICO POR SUS cuando no la deseaban prematuramente como
VIRTUDES PROPIAS paso a una vida nueva en que se consumara la
unión con Cristo, los cristianos h a n multiplicado
los ejemplos de las virtudes más raras y los heroísmos más nuevos: despre-
cio de las riquezas, pureza de costumbres —salvaguardia del porvenir de las
razas— ( 1 6 ), caridad sin medida, aceptación de los padecimientos y de la
muerte, antes que renegar de los altos ideales cristianos, y la fe en u n Dios
de amor. Tal suma de buena voluntad individual, a través de siglos de sacri-
ficios, de heroísmos, de ánimo sobrehumano, ¿no suponían por su mérito
intrínseco y por el valor de su ejemplo tanto y más para el bien del Estado
como el conformismo con el civismo tradicional, a u n el más activo y sincero?
Cuando los apologistas piden a los emperadores la paz para los cristianos,
cuya cooperación y entrega le ofrecen en retorno, no se trata de u n cambio
ingenuo y desproporcionado ( 1 T ).
( 27 ) Ad Symmachum, n, 582..
(28) Contra Celsum, II, xxx.
B A L A N C E DE LA CONQUISTA CRISTIANA 421
los hombres, hijos de Dios; y junto a este amor la exigencia rigurosa de una
virtud moral, que no era sino poner en práctica en todos sus aspectos esta
caridad. Ni el mitracismo, la más elevada de las religiones orientales, que
conquistó numerosos adeptos en el mundo romano, ni el sincretismo posterior,
ni el monoteísmo más puro • de los adoradores del Summus Deus, tuvieron
jamás una frase magnífica ni una expresión sentida como la de San Pablo
sobre la caridad, la caridad que todo lo suple y sin la cual todo lo demás
es nada.
Muchos hombres vieron que había en estas doctrinas algo nuevo e insólito
y se sintieron conquistados. Así se explica ese coraje sobrehumano, esa sere-
nidad soberana, magnífica ante la muerte, que desconcertaba e irritaba
muchas veces; pero que poco a poco conquistó la admiración y la simpatia no
sólo hacia aquellos hombres que sabían hacer gala de este heroísmo, sino
también hacia la doctrina que lo inspiraba y lo exigía. La apologética del
martirio, "semen est sanguis christianorum", según la frase de Tertuliano ( s l ) ,
no tiene toda su fuerza en una excitación de la sensibilidad h u m a n a , sino
en la inteligencia de u n a larga y gran lección.
La apologética de la caridad reforzaba la del martirio: ¿cuántas almas se
conmovieron y meditaron seriamente ante el amor que los cristianos mani-
festaban, no solamente a sus hermanos, sino a todos los hombres, como
cuando apenas pasada la persecución que los había diezmado, los supervi-
vientes se entregaban generosamente al servicio de toda una ciudad con
ocasión de una epidemia o peste o después de u n temblor de tierra? ( S 2 ).
Había en fin en la sociedad pagana una élite a la que disgustaban las
fábulas y la mediocridad moral del antiguo politeísmo grecorromano y se
retraía ante la inhumana impasibilidad del estoicismo y no encontraba
satisfechas sus exigencias espirituales y su sed de lo divino ni en las reli-
giones orientales ni en la adoración del innominado Summus Deus. Esta
porción escogida encontró lo que deseaba en las doctrinas del Evangelio y en
la predicación de los apóstoles y de los primeros Padres de la Iglesia; doc-
trinas más aptas para ganar el corazón, sin violentarlo, que las del estoicismo:
hablan de u n Dios que está m u y cerca de los hombres, no como el dios
lejano del deísmo frío; y hablan de este Dios como hecho hombre: no es un
mito como el de Attis, Osiris o Mitra, dioses que aparecen mezclados en la his-
toria de la humanidad en las leyendas, pero sin que tal cosa haya tenido
realidad histórica; Jesucristo ha vivido realmente entre los hombres, antes
de morir por ellos. El cristianismo va hablando así al corazón, suave y alta-
mente, como ninguna doctrina religiosa ha podido hacerlo jamás.
( 31 ) Apologeticum, L, 13.
( 32 ) Por ejemplo en la peste que siguió a la persecución de Decio (cf. PONCIO.
Vita Cypriani, ix-x; SAN CIPRIANO, De mortalitate, xv-xvi; Ad Demetrianum, x,
xvi; EUSEBIO, Hist. Eccl-, VIL xxn, 7-9, o la que azotó a los estados de Maximino Daia
(cf. EUSEBIO, Hist. Eccl., IX, vni, 13-14).
B A L A N C E DE LA C O N Q U I S T A C R I S T I A N A 423
y los que contaban poco o los que, como los esclavos, no contaban nada, no
hacían m u y gallarda figura en los templos del culto oficial y se sentían
en ellos como extraños. Tenían que refugiarse en los cultos secundarios de
los Lares domésticos, en las divinidades de las aguas o de los bosques; pero
¿podría darse esto, sin sentirse en segunda categoría religiosa? Las religiones
orientales eran más acogedoras: podemos decir que universales, no atendían
al rango social; pero, al pactar con los cultos oficiales, viniendo en parte a
fusionarse con ellos, participaban de las preocupaciones de la religión del
Estado: ¿cómo una sociedad aristocrática cual la del Imperio romano no
había de tener influencia en ellas y cómo los humildes se iban a considerar
en la misma categoría que los aristócratas en los templos, si el pater mitríaco
podía ser al mismo tiempo pontifex de Roma?
Inútil es repetir que el cristianismo, durante mucho tiempo, apareció como
la religión de la gente humilde: a las ironías de Celso ( 33 ) hacen eco sin
reserva n i vacilación las declaraciones de Tertuliano y Orígenes, como más
tarde las de San Jerónimo; y el carácter popular de la mayoría de las ins-
cripciones cristianas en Roma, por ejemplo, no deja lugar a duda sobre la
categoría social de la mayoría de los que componían la Iglesia. Pero esto
fué siempre sin sentido alguno de exclusivismo, sin que esta religión de los
pobres y de los sencillos, en la que encontraban lo que en ninguna otra habían
encontrado, haya dejado de atraer hacia sí en número siempre creciente, en
los dos siglos y medio de su conquista del m u n d o romano, miembros de
la aristocracia intelectual, social y moral de este mismo mundo romano.
Y si quisiésemos medir, para conocer las fuerzas con que contaba el cris-
tianismo al terminar la época de las persecuciones, en qué terreno había
llegado a u n mayor avance en su conquista, entre la aristocracia o en la
masa, no sería posible responder, probablemente, a esta inquisición, sino
haciendo distinciones, que acabarían por convencernos de la pasmosa fuerza
de adaptación del cristianismo a tanta diversidad de espíritus y necesidades
espirituales, con su enorme riqueza espiritual y moral.
tanea Friburgensia, nueva serie, fascículo XVII, París y Friburgo de Suiza, 1917.
Este estudio concluye contra la opinión sostenida por ZAHN (Paganus, en Neuekirchli-
che Zeiischrift., t. X, 1899, pp. 18, s.) que el sentido religioso de paganus ha derivado
del sentido originario de paganus y no del sentido posterior de civil por oposición
a militar.
(35) A. DUPOURCQ, Comment, dans l'Empire romain, les joules, ont-elles passé des
religions locales a la religión universelle, le christianisme? en Revue d'Histoire et de
Littérature religieuses, t. IV, 1899, p. 239, s. Editado aparte con el título La christia-
nisation des joules.
*
APÉNDICE
Emperadores Papas
Septimio Severo . . . . 193-211 Víctor 189-199
Caracalla 211-217 Ceferino 199-217
Macrino 217-218 Calixto 217-222
Heliogábalo 218-222
Alejandro Severo . . . . 222-235 Urbano 221-230
Ponciano 230-235
Maximino el Tracio . . . 235-238 Antero 235-236
Pupieno y los Gordianos . . 238-244 Fabián 236-250
Felipe el Araba . . . . 244-249
Decio 249-251 Cornelio 251-253
Galo y Volusiano . . . . 251-253
Valeriano 253-260 Lucio 253-254
Esteban 254-257
Galieno 260-268 Sixto II 257-258
Claudio el Gótico <W_o7n Dionisio 259-268
Aureliano 270-275 Félix 270-275
Tácito 275-276
Probo 276-282 Eutiquiano 275-283
Caro 282-284
Diocleciano 284-305 Cayo 283-296
(Con Maximiano H e r c ú l e o Marcelino 296-304
desde el 285)
Constancio Cloro . . . . 305-306
Galerio 305-311 Marcelo 308-309
Constantino a partir del . . 306 Eusebio 309
Maximino Daia y Licinio a
partir del 308
Milcíades a partir del . . 311
*25
APÉNDICE
II
Zaragoza . . Ccesaraugusía
427
ÍNDICE
PAG.
adopcionismo, 83. — Artemón, 83. — El monarquianismo, 84. —
Noeto, 85. — Práxeas, 87. — Progresos de la herejía en África, 87.
— Hipólito y Calixto, 87. — Actitud de Ceferino y de Calixto, 89. —
Teología de Hipólito, 90. — Martirio de Hipólito y de Ponciano,
92. — Vida y obras de Hipólito, 92. — Los Ph.ilosophu.mena, 93. —
La Tradición apostólica, 93. — La liturgia de Hipólito, 94.
CAP. VI. Las grandes persecuciones de la segunda mitad del siglo III
y el período de paz religiosa del 2 6 0 al 3 0 2 , por JAOQUES ZEILLER 126
§ 1. La persecución de Decio 126
Recrudecimiento de la persecución al mediar el siglo n i , 126. —
El edicto de Decio, 126. — Las apostasías, 127. — Mártires en Roma,
127. — La persecución en las Galias y España, 128. — África, 128.
— Egipto, 128. — Asia, 129. — Disminución y cese de la persecu-
ción, 131. — Se renueva la persecución bajo Galo, 131. — Fracaso
de la persecución, 131. — Dificultades Religiosas nacidas de la per-
secución. La cuestión de los lapsi, 132.
% 2. La persecución de Valeriano 132
Valeriano. E n u n principio, bien dispuesto para con los cristianos,
ÍNDICE 431
( PAG.
132. — Se renuevan las hostilidades. Causas ocasionales, 133. — Pri-
mer edicto de persecución, 133. — Segundo edicto, 134. — Mártires
en Roma, 134. — África, 135.—-Mártires en España y en las Galias,
136. — Oriente, 136.—-Fin de Valeriano y fin de la persecución.
Edicto de pacificación de Galieno, 136.
§ 3. Paz religiosa y progreso de la Iglesia de Galieno a Diocleciano 137
Tolerancia de Galieno, 137. — Actos de hostilidad aislados, bajo
Galieno, 137. — Bajo Claudio el Gótico, 137. — Aureliano muere
antes de haber firmado u n edicto de persecución, 137. — La paz
bajo los sucesores de Aureliano y de los emperadores de la tetrar-
quía, 138. — Situación favorable de la Iglesia en tiempos de Dio-
cleciano, 138.
CAP. VII. Los escritores cristianos del África, por JULES LEBRETON . . 140
§ 1. Tertuliano 140
Orígenes de la literatura latina cristiana, 140. — Tertuliano: su for-
mación intelectual, 142. — El Apologético, 143. — El procedimiento
pagano, 144. — Acusación de ateísmo, 145. — Acusación de lesa
majestad, 145. — Valor del Apologético, 146. — El Testimonio del
alma, 147. — El Ad Scapulam, 148. — El controversista, 149. — El
tratado De la prescripción, 149. — El cristianismo y la filosofía,
150. — La regla de fe, 150.— La prescripción, 151. — Trascendencia
de la obra De prwscriptione. La tradición, 153. — La teología de
la Trinidad, 154. — El moralista, 156. — El montañismo, 159. — La
Iglesia y el Espíritu, 160.
§ 2. San Cipriano 162
Prestigio de San Cipriano, 162. — Conversión de San Cipriano, 162.
— Cipriano, obispo, 164. — La persecución y las defecciones, 164.—
Huida de San Cipriano, 165. — Los lapsi, 166. — La penitencia,
167. — El cisma de Novato, 167. — El cisma de Novaciano, 1 6 8 . —
El tratado sobre la Unidad de la Iglesia, 170. — Cipriano y Cor-
nelio, 171. — Esteban y Cipriano, 172. — El bautismo de los herejes,
173. — Los concilios de Cartago, 175. — La respuesta romana, 177.
— Intervención de Firmiliano, 177.-—Actitud de San Cipriano,
177. — Solución del conflicto, 182. — Martirio de San Cipriano, 182.
CAP. XIII. La Iglesia de Antioquía a finales del siglo I I I , por JULES LEBRETON 300
§ 1. Pablo de Samosata 300
Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, 300. — Primer concilio
(264), 300. — Vida escandalosa de Pablo, 301. — Segundo concilio
(268). 302. — Condenación de Pablo de Samosata, 302. — Expul-
sión de Pablo, 304.
§ 2. San Luciano de Antioquía y su escuela 304
El problema de Luciano de Antioquía, 304. — La teología de Lu-
ciano, 304. — Los orígenes antioquenos de Arrio, 306.
ÍNDICE 433
PAG.
PAG.
§ 4. La autoridad preeminente de la sede romana . . . . . 362
Caracteres de la autoridad romana, 362. — La sede de Roma y las
iglesias locales, 363. ;
I. Los cristianos e n el m u n d o
§ 1. Los cristianos y la vida cívica 369
Los cristianos y la vida común, 369. — Participación en la vida
cívica, 369. — Los cánones del Concilio de Elvira, relativos a los
magistrados municipales, 370. — Los cristianos de Asia y la vida
municipal, 371. — Los cristianos en la corte imperial y en las altas
magistraturas, 371.
§ 2. La cuestión del servicio militar 371
Los cristianos en el ejército, 371. — La objeción de conciencia d e
los intelectuales, 372. — Oposición entre la teoría y la práctica, 372.
§ 3. La celebración pública del culto 374
Las iglesias en el siglo m , 374. —• Iglesias de Roma y de Italia,
374. — Iglesias orientales, 375.
§ 4. Tendencia a la relajación 376
El contagio del mundo, 376. — Relajación y ascetismo, 376. — La
Iglesia y el préstamo a interés, 377. — Las riquezas de las iglesias,
378. — La Iglesia y el "siglo". Acomodaciones y contaminacio-
nes, 378.
§ 5. La vida espiritual de los cristianos 379
La prueba, 379. — Fuentes del heroísmo cristiano: la oración, 380. —
Espiritualidad y ciencia cristiana, 380. — Cristianismo y cultura,
380. — El gusto por los apócrifos, 381. — Los cristianos dispuestos
al sacrificio, 381.
II. Los cristianos fuera d e l m u n d o
§ 1. El martirio 381
El pensamiento del martirio, 381. — El número de los mártires del
último siglo de persecución, 382. — Origen del culto de los már-
tires, 383.
§ 2. La vida cristiana en las catacumbas 384
Las catacumbas en la vida cristiana, 384. — Desarrollo de las cata-
cumbas romanas en el siglo n i , 385. — Catacumbas en diversas pro-
vincias, 385. — El culto cristiano en las catacumbas, 385.
§ 3. Las catacumbas y el arte cristiano 386
, Pinturas de las catacumbas, 386. — El simbolismo, 386. — Tenden-
cia al realismo, 387. — El arte cristiano en Oriente, 387. — Carac-
teres propios de las antiguas pinturas cristianas, 388.-—Los sarcó-
fagos cristianos, 388. — Origen e inspiración del arte cristiano, 389.
PÁG.
autor principal de la persecución, 394. — Ocasión de la persecu-
ción, 395.
§ 2. La gran persecución. Los edictos de 303 y 304 y su aplicación 396
Se decide la persecución, 396. — El primer edicto (303), 3 9 6 . —
Aplicación benigna en la Galia y Bretaña, 397. — Rigor en el resto
del Imperio, 3 9 7 . — Segundo y tercer edicto (303), 398. — El cuarto
edicto (304), 398. — La persecución en Italia, 399. — Mártires de
África, España y Recia, 400. — Mártires en el Ilírico, 400. — La
persecución en las provincias orientales, 401. — Egipto, 402.
§ 3. La persecución después de la abdicación de Diocleciano . 402
Remite la persecución en Occidente, 402. — Consecuencias de la
persecución. El cisma donatista en África, 403. — Los cismas roma-
nos, 404. — El cisma meleciano en Egipto, 404. — Persecución en
el Oriente y en el Ilírico, 405.
§ 4. Fin de la persecución. El edicto de tolerancia de Galeno (311) 406
Galerio corrige su política, 406. — El edicto de 311, 407. — Maxi-
mino Daia continúa las hostilidades en Oriente, 408. — La paz de-
finitiva, 409.
CAP. XXI. El balance de la conquista cristiana al llegar la paz de Cons-
tantino, por JACQUES ZEILLER 411
§ 1. Estado de la conquista cristiana. Extensión y límites . . .411
Cristianización del Oriente, 411. — Menor difusión del cristianismo
en Occidente, 411. — Evangelización del campo apenas iniciada en
Occidente, 412. — El cristianismo, religión de gente humilde, 412.
— H a y numerosos adeptos también en las clases altas, 413.
§ 2. Razones profundas de la resistencia al cristianismo . . . .413
La incompatibilidad del cristianismo y de la idea romana, 413. —
Oposición real entre el cristianismo y el espíritu antiguo, 414.
§ 3. Los cristianos y el bien público 415
Los cristianos al servicio del bien público por sus virtudes propias,
415. — El cristianismo, aliado de la civilización romana, 415. — El
cristianismo desborda el Imperio, 416.
§ 4. El cristianismo vence las resistencias y los obstáculos . . .416
Rapidez de la difusión del cristianismo, 4 1 6 . — Dificultades que
tuvo que superar, 417. — Oposición entre el cristianismo y las reli-
giones orientales extendidas por el Imperio romano, 418. — Actitud
de los cristianos ante las oposiciones y la violencia, 419.
§ 5. Causas de la victoria cristiana 420
Causas exteriores, 420. — La unificación del mundo antiguo por
Roma, 420.-—Causas morales y religiosas, 421. — Superioridad del
ideal cristiano, 421. — El universalismo de la religión cristiana,
422. — El culto de los santos, 423.
APÉNDICE I. Sincronismo de los papas y de los emperadores 425
APÉNDICE II. Nombres modernos y antiguos de las comunidades cristia-
nas existentes en España al fin del siglo III 427
E L 23 D E MAYO D E 1953
VIGILIA DE PENTECOSTÉS
S E ACABÓ D E IMPRIMIR ESTE TOMO SEGUNDO
D E LA HISTORIA D E LA IGLESIA
PARA LA EDITORIAL DESCLÉE, D E BROUWER
E N LOS TALLERES GRÁFICOS
D E S E B A S T I Á N D E AMORRORTU E B I J O S , S. R. L.
CALLE LUCA, 2223, B U E N O S AIRES
REPÚBLICA ARGENTINA