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El ensayo hispanoamericano (UNIDAD 2, el ensayo modernista)

Peter Earle en El ensayo hispanoamericano del Modernismo a la modernidad distingue tres etapas: la primera,
romántica, se exalta al individuo (Bello, Echeverría, Sarmiento, Montalvo); los escritores se entusiasman con las
fuerzas que animan a los hombres y a la naturaleza: la sombra de Facundo, el mundo potente de Martí. En la
segunda se quiere objetivar y revelar la belleza: en Darío, el Próspero de Rodó en su castillo interior como defensa
de la poesía. Pero en este período (1880- 1920) el ensayo encuentra su base en la historia y en el pensamiento sobre
el significado múltiple del Nuevo Mundo. Surgió del Positivismo y en muchos sentidos se reaccionó en contra de él.

En la tercera, a partir de 1929, el ensayo se vuelve conocimiento. Las lecciones, en parte utópicas, de Alfonso Reyes,
Pedro Henríquez Ureña y José Vasconcelos se seguirán leyendo. La riqueza del Modernismo está en su calidad de
transición: asimila el Romanticismo y la actitud sincrética del Simbolismo; y la confrontación de la idealidad estética
de Darío, Rodó y Díaz Rodríguez con el mundo cotidiano conduce a la visión irónica no solo de la Vanguardia de los
20 sino del ensayo del siglo XX. Para Earle se ha atribuido una cualidad aristocrática al Modernismo negando, de ese
modo, su heterogeneidad, emblema de una nueva autonomía. El motivo del Modernismo fue una doble liberación:
por un lado, artística y, por otro, intelectual. La expresión literaria no representa ideologías ni realidades históricas
ni estructuras o superestructuras sociales. Refleja o responde a ellas como a otros fenómenos sociales, religiosos,
económicos, etc.

Para la mayoría de los escritores y la crítica de su tiempo, la musicalidad y la forma eran los dos polos del arte
literario. Esto significa que los modernistas buscaban los signos de su idealidad estética. Para Earle la búsqueda
revela al mismo tiempo confianza creadora e inseguridad intelectual, que son evidentes en la variedad de
estructuras en las que el símbolo y la impresión sensible valen más que la totalidad orgánica. Al Modernismo le
gustaban el poema breve, la crónica, la divagación, el cuento, la escena, la parábola. La fuerza o potencialidad del
Modernismo está en su actitud, en su mística de la belleza, en lo luminoso de su simbolismo y en su modo oblicuo de
ver las cosas y transformarlas en sueños. En esto, siguen a Baudelaire con su teoría de las correspondencias entre
sonidos y colores; en esas correspondencias lo principal es la impresión, no solo en la poesía, el ensayo o cuento,
sino en novelas como Sangre Patricia de Manuel Díaz Rodríguez o en el ensayo Ariel de Rodó.

Para Earle, es erróneo hablar de un período Posmodernista en Latinoamérica, los modernistas introducen una nueva
literatura en América y lo que sigue no es epílogo ni secuela sino desarrollo de lo principal. El Modernismo
predomina entre 1880 y 1920 y los mejores momentos de Darío, de Rodó o de Martí muestran una liberación del
casticismo hispano, presencia de evocaciones mitológicas y correspondencias entre el color, la música y la palabra.

El crítico encuentra tres motivos principales en el ensayo modernista que ayudan a comprender el sentido que le
dieron a la forma; motivos que también son fines, ideales: 1) la autocontemplación o el ideal romántico: para los
escritores tenía escasa importancia la realidad objetiva. El las figuras imaginadas por cada escritor-la estatua, el
fantasma, el templo de columnas dóricas, el cisne, la ola marina o la mirada de una emperatriz- se refleja algo de su
ser, su otro yo, una cristalización parcial de sí mismo. Esas figuras no son miméticas o representativas, sino
expresivas de la particular sensibilidad del artista, un querer-ser. Por ejemplo, en Ariel de Rodó, se describe una
misteriosa sala del rey hospitalario, esa sala es el alma del autor no en espera de salvación, sino en trance del goce
estético y sensual.

2) El segundo motivo es la independencia del arte o ideal clásico: A partir de “El rey burgués” de Darío, ensayo
narrativo de Azul, la intelectualidad hispanoamericana anhela una autonomía vital del arte. En ese cuento se
proclama la conciencia artística de ser diferente. La sociedad burguesa aparta, rechaza y menosprecia al poeta. El rey
burgués, como Calibán de Rodó y Don perfecto de Díaz Rodríguez son la cosificación de la cultura y la muerte de la
espiritualidad en las letras. Independencia significa no depender de los filisteos, pero esta exige una intervención del
arte en la sociedad y la cultura. Para los principales modernistas arte y poesía eran revelación más que creación, y lo
que había que revelar era la belleza y armonía del universo, se trataba de un acercamiento religioso. La religiosidad
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de Díaz Rodríguez, como la de Gutiérrez Nájera, Martí, Darío y Rodó fue en parte cristiana, en parte mítico
mitológica, en parte panteísta. En el contexto estético, la religiosidad era un procedimiento simbolista; pero la
divinidad era ante todo metáfora de la belleza. Un rasgo como lo incompleto (fragmentos, impresiones, tentativas)
fue un hecho genérico y estilístico. Pero lo unitivo, la armonía y el sentido de totalidad era un ideal en Martí,
Gutiérrez Nájera y la generación formada en torno al Ateneo de la Juventud en México: Pedro Henríquez Ureña, José
Vasconcelos y Alfonso Reyes prolongaban en cierto modo el espíritu del arielismo.

3) El tercer motivo es la misión cultural o ideal histórico. El Modernismo fue una misión cultural, una tarea
ideológica que cumplir en la historia hipanoamericana. Los ensayos de este período tenían más de visión que de
testimonio. Trataban de su época indirectamente, a través de una imagen del porvenir. “Nuestra América” y “Walt
Whitman” de Martí, “Dilucidaciones” prólogo de Darío al Canto Errante- Ariel y Los motivos de Proteo de Rodó son
afirmaciones de fe histórica. Los ensayistas también poetas se sentían profetas. Hicieron a través de su descontento,
una pregunta ante el porvenir: ¿Cuándo nacería de nuevo la Edad de Oro? Los objetos del mundo inmediato,
reflejos de una realidad precaria, cedieron el paso a las formas idealizadas, símbolos de lo posible. El simbolismo
americano se distingue del movimiento simbolista en Francia e Inglaterra por su orientación al porvenir, donde se
encuentran la belleza y la libertad. Martí, por ejemplo, expresaba a través de su obra, un sueño unitivo que después
de su muerte habría de desaparecer.

El tránsito entre el Modernismo y la Vanguardia se entiende en el sincretismo compartido, es decir, mientras que el
Modernismo animó la lucha entre arte y filosofía, también propiciaba una conciliación. Sincretizaba las artes e
intentó subordinar a la religión y la filosofía considerándolas instrumentos para la alcanzar la belleza. Para Earle, no
intentaron una conciliación entre la realidad y el arte; y por conseguir la autonomía, quisieron excluir la realidad en
que les tocó nacer para cultivar mejor sus ensueños, por eso se hizo un arte cada vez más abstracto. Sin embargo,
Martí, Rodó y Manuel González Prada se preguntaron ¿Qué haremos con América?; pregunta formulada en forma
explícita por Alfonso Reyes en Última Tule en 1942. Rodó trataba de condensar la moral en una “estética de la
conducta” y la mayoría de los ensayistas funden la ética con la estética, aunque la esperanza de los años 90 y de las
primeras décadas del nuevo siglo es sustituida por el relativismo pesimista; la nueva conciencia crítica ahuyenta las
ilusiones y los goces simbólicos; se vive una dispersión. En conclusión, entre los Modernistas reinaba una conciencia
alegórica y simbólica de la unidad. Fe estética, esperanza ética, lúdico porvenir. La inteligencia los salvaría. La
obsesión por la belleza no excluía de sus sueños la justicia universal. En el fondo eran humanistas. Los modernos,
posteriores, serían los desengañados; su obra, un asedio implacable a la Persona a través de los arquetipos
americanos: Quetzalcóatl, los Señores de la Nada, Martí el mártir, la genealogía de los Buendía, el desierto, la
pirámide, la Utopía amazónica.

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