Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Desde los años cuarenta hasta los años setenta, la historia económica ofreció una visión
negativa del proceso de industrialización francés del siglo XIX, calificándolo de atrasado y poco
exitoso. El enfoque tradicional partía del análisis de los condicionantes de cara a la consecución del
crecimiento económico (CAMERON, 19581; KEMP, 19622). En principio Francia era hacia 1780 un
país avanzado y rico y en desarrollo y contaba con una población numerosa y con un comercio
floreciente. Además, la Revolución había diseñado un marco jurídico favorable para el desarrollo
del capitalismo. Sin embargo, pese a unas condiciones de partida favorables, constataban el carácter
tardío y limitado de la industrialización francesa amparándose en diversos argumentos. Entre estos
argumentos cabría destacar los siguientes: la persistencia de unas estructuras agrarias
fundamentadas en el campesinado propietario, tradicionales y de baja productividad; la falta de
mercados externos a causa de la pérdida de los mercados ultramarinos y de la propia ocupación de
la demanda internacional de productos semielaborados por parte de los ingleses; el poco dinamismo
del mercado interior francés, muy apegado a lo rural y al autoconsumo; las convulsiones políticas y
bélicas del período 1795-1815; la falta de iniciativa capitalista avalada por el limitado número de
grandes industrias a gran escala y de instituciones financieras y por la dependencia de la burguesía
de las rentas agrarias.
Sin embargo, a partir de los años setenta del siglo XX, el análisis del proceso de
industrialización se fundamenta en la búsqueda de las vías a la industrialización. Ahora se refutaba
la afirmación tradicional de que la industrialización francesa era tardía y poco exitosa y,
consecuentemente, lo que antes se valoraba como obstáculos a la industrialización ahora se
contemplaba como peculiaridades o como singularidades que venían a mostrar la existencia de un
modelo de industrialización distinto al británico, presentado hasta entonces como paradigma o
modelo a imitar.
La evaluación de los logros del proceso de industrialización francés ha generado dos tipos de
visiones: los enfoques tradicionales que han subrayado el atraso y el limitado éxito de aquel proceso
y los nuevos enfoques que han postulado la existencia de otra vía o modelo de industrialización
diferente.
El enfoque tradicional recurría al análisis comparado de una serie de indicadores tales como
la producción absoluta de hierro colado, el consumo de algodón y la potencia de las máquinas de
vapor, constatando fácilmente la inferioridad francesa respecto de Gran Bretaña y Alemania. Según
los datos recogidos en el cuadro, obtenemos las siguientes conclusiones. En primer lugar, la
producción absoluta de hierro colado y el consumo de algodón aumentó mucho menos en Francia
entre 1781-1790 y 1910-1913 que en Reino Unido en ese mismo intervalo y que en Alemania entre
1825-1829 y 1910-1913. En segundo lugar, entre 1840 y 1896 Francia aumentó mucho menos la
potencia de sus máquinas de vapor que Alemania, mostrando valores mucho más bajos que los
ingleses.
1 Cameron publicaba en 1958 un artículo titulado "Crecimiento económico y estancamiento en la Francia moderna,
1815-1914".
2 En 1962 Kemp publica su trabajo "Factores estructurales del retraso del crecimiento económico francés".
hubo de enfrentar con un obstáculo insalvable de cara al desarrollo de estos sectores industriales y
energéticos: la falta y el alto precio del carbón (el descubrimiento de los ricos yacimientos del norte
no tuvo lugar hasta 1860). Francia tuvo menos disponibilidad de carbón y su consumo superó
siempre su producción, representando siempre las importaciones de este mineral en torno a un
tercio de la demanda nacional. Además, los costes de extracción y de transporte elevaban
considerablemente el precio final del carbón francés. Asimismo, el carbón francés tampoco era
adecuado para la coquificación. Todas estas dificultades conllevaron que Francia desarrollara
mucho más la energía hidraúlica. De esta forma, hacia 1865 en los 100.163 establecimientos
industriales franceses, excluidos los de París y los de Lyon, el 60 % empleaba fuerza motriz
hidráulica, el 31 % máquinas de vapor y el 8,1 % motores eólicos.
Por esos motivos, parece más correcto emplear otros indicadores para medir el crecimiento:
los niveles de crecimiento de la producción industrial y del producto interior bruto. Hay que decir
que estos indicadores, ambos considerados en términos absolutos, son también favorables a la
visión tradicional en cuanto que certifican de nuevo el atraso francés.
1820-1870 1870-1913
FRANCIA 1,2 1,5
REINO UNIDO 2 1,9
ALEMANIA 1,6 2,8
CUADRO 2: CIFRAS ABSOLUTAS Y NÚMEROS ÍNDICES DEL PIB ENTRE 1820 Y 1913 EN FRANCIA, REINO
UNIDO Y ALEMANIA.
Sea como sea, continuando con el argumento de los revisionitas, la clave de la entidad del
desarrollo económico francés estribaría en su evolución poblacional acusadamente lenta. Francia
contaba en 1800 con 29,1 millones de habitantes y en 1900 con 40,2. Es decir, en esos cien años
aumentó un 38 % su población, siendo notablemente superiores los incrementos del Reino Unido y
de Alemania con unas cifras de 252 % y 172 % respectivamente. Los motivos de ese lento
crecimiento demográfico francés radicaron en su corto crecimiento natural provocado a su vez por
el fuerte y temprano descenso de la natalidad. Desde 1850, el superávit de los nacimientos sobre las
defunciones fue muy exiguo. La singularidad francesa es mucho más marcada si pensamos que a la
altura de 1891-1900 tanto Inglaterra como Alemania poseían una natalidad mucho más alta y una
mortalidad más baja que las que tenía Francia, siendo así el crecimiento vegetativo de ambos países
mucho más elevado. La explicación de las bajas tasas de natalidad francesas se vincula con un
control temprano de la fecundidad matrimonial, habiéndose generalizado el recurso a la
anticoncepción hacia 1850, lo cual solamente ocurrirá en Reino Unido a partir de 1900 y en
Alemania desde 1910. Por otra parte, es preciso subrayar que a lo largo del siglo XIX Francia no se
vio afectada por la emigración, habiéndose beneficiado, en cambio, de la llegada de inmigrantes.
Acerca de la distribución de la población rural y urbana, podemos ver que a la altura de 1910
el porcentaje de población que reside en el campo en Francia era todavía superior en diez enteros al
del porcentaje que vivía en las ciudades. En cambio, en las mismas fechas casi cuatro de cada cinco
británicos y tres de cada cuatro alemanes vivían en ciudades.
Acerca del nivel de empleo proporcionado por la agricultura, hacia 1910 el 41 % de los
hombres activos franceses esteban ocupados en el sector primario por 15 % en Gran Bretaña y 27 %
en Alemania, habiendo sido mucho más drástico el trasvase de activos agrarios hacia otros sectores
en Alemania que en Francia.
Todos estos datos mostrarían un cierto fracaso de la agricultura francesa en sus papeles de
proveedora de alimentos a las ciudades; de suministradora de mano de obra para la industria como
consecuencia de los aumentos de la productividad agraria per cápita; y de mercado para la industria,
esto último en la medida en que se presume que el mantenimiento de altos porcentajes de población
agraria convive con el mantenimiento de altas cotas de autoconsumo.
La mayor proporción de ocupados en el sector primario y de residentes en el campo en
Francia se halla estrechamente correlacionada con la menor productividad de la agricultura francesa
en relación con la británica a lo largo de todo el período y con la alemana entre 1870 y 1910. Los
motivos esenciales de dicha situación son dos:
1) las diferencias en el número de ocupados en la agricultura y
2) el hecho de que el sector agrario británico fuera siempre más intensivo en ganado
que el francés, lo mismo que el alemán a partir de mediados del siglo XIX.
Considerando que hasta 1890 el único abono disponible fuera el orgánico, la menor
disponibilidad de animales en Francia era la causa de los menores rendimientos superficiales en este
país. Lógicamente, la menor capacidad de mantenimiento de ganado en Francia dependía de su
menor capacidad de producción de forraje y de raíces comestibles, debiéndose dicha capacidad por
las limitaciones geográficas y climatológicas.
Asimismo, hay que recordar que existen otros factores de índole social y política que frenan
la salida de población del campo francés. Mientras que en Inglaterra la legislación incentivó la
emigración del campesinado hacia las ciudades, en Francia las leyes agrarias promulgadas por la
Revolución consolidaron un sistema agrario fundamentado en el pequeño y mediano propietario que
potenciaba el enraizamiento de la población en el campo y en la agricultura. Obviamente, esta
estructura agraria francesa presenta muchas desventajas: las pequeñas explotaciones no podían
acumular el capital necesario para cambiar el uso del suelo basado en el cereal e introducir cambios
técnicos; el nivel de intercambios y la especialización tendieron a ser limitados y se inmovilizó
mano de obra proporcionando un bajo producto marginal del trabajo.
En cuanto al factor vinculado con la estrategia industrial, hay que decir que la permanencia
de los campesinos franceses en la agricultura y en el campo fue favorecida por la circunstancia de
que, como veremos más adelante, ellos fueron protagonistas de una parte importante de la actividad
industrial francesa bajo esquemas protoindustriales. Por tanto, si hasta fechas tardías una buena
parte de las actividades industriales francesas se localizaron en el campo y de forma
complementaria al trabajo agrario fue completamente normal que los campesinos desecharan la
posibilidad de emigrar en masa hacia las ciudades.
La industria francesa se enfrentó a la industria inglesa (que había conquistado los mercados
internacionales con sus productos textiles y siderúrgicos semielaborados) concentrando sus
actividades en la producción de manufacturas elaboradas en las que la productividad era igual o
superior. Asimismo, otros factores incidieron en la apuesta de los industriales franceses por la
industria de calidad. La población rural tenía una capacidad de demanda muy limitada ya que en
gran medida se regía por el autoconsumo, abastecida en cualquier caso desde la artesanía dirigida al
mercado local. Asimismo, la lentitud del proceso de urbanización limitó la demanda de productos
industriales ligados a él. Por ello, la industria francesa constituyó su mercado entre los que podían
adquirir bienes manufacturados (es decir, las clases medias y altas), especializándose en bienes
manufacturados de calidad.
La perspectiva tradicional esgrime que el limitado desarrollo del sector financiero es otra
prueba que avala el retraso de la economía francesa. Sin embargo, la perspectiva revisionista
sugiere que a tenor de las reducidas dimensiones de los establecimientos industriales franceses las
necesidades financieras debían de ser limitadas y que por eso la banca francesa no surgió antes. De
hecho, cuando en la segunda mitad del siglo XIX la industria francesa adopte pautas plenamente
modernas las instituciones financieras francesas experimentarán un auge notable.
Por otra parte, hay que recordar que también una parte importante de los activos financieros
franceses se encaminaron hacia el exterior, actuando como elemento compensador del notable
déficit comercial posterior a 1870.
BALANCE FINAL DE LA VÍA FRANCESA A LA INDUSTRIALIZACIÓN