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2. Dodecafonismo y serialismo
En la armon�a cl�sica tradicional, una composici�n tiene un centro tonal, una nota
prefijada (el tono en que est� escrita) que hace de centro, y respecto a la cual
las dem�s notas de la escala cumplen determinadas relaciones arm�nicas. Est�s
relaciones se determinan, desde el punto de vista f�sico, por relaciones
aritm�ticas sencillas entre las frecuencias de vibraci�n de esas notas, y, de una
manera intuitiva, en unos acordes simples enlazados de manera "natural", aquella
que prima casi absolutamente en la m�sica ligera, que ha permanecido al margen de
la complicaci�n progresiva de la m�sica denominada culta.
Hay precedentes, y antiguos, de las posibilidades de desarrollo de la armon�a
tonal, concretamente en las �ltimas obras de Beethoven, en Chopin, en Liszt, en
Berlioz; pero sobre todo en Wagner y en Mahler.
A partir de Pierrot lunaire, y ya antes, Sch�nberg practica (y despu�s lo enuncia
te�ricamente) la libertad de cada nota a ser utilizada sin subordinaci�n a otra.
Los doce tonos de la escala temperada tienen igual importancia para �l. Y empieza
la lucha por poner eso de manifiesto, que se traduce en la huida de la consonancia,
de lo que a o�dos normales "suena bien". Se comprende que la tonalidad es una
opci�n, pero no es lo corriente: prima la cacofon�a, abunda la disonancia en el
sentido cl�sico.
El concepto de la m�sica dodecaf�nica es en principio muy simple: ninguna nota
posee superioridad tonal o arm�nica sobre otra. El estilo de composici�n
dodecaf�nico sigue unas r�gidas reglas e instrucciones, las cuales se tornar�an m�s
y m�s estrictas a medida que el siglo avanz�.
Como ejemplo, un compositor dodecafonista puede empezar organizando una secuencia
con las doce notas de la escala crom�tica en un orden predefinido: