Días antes del 21 de noviembre de 2019, asistí a algunos conversatorios en la
Universidad Distrital, enfocados principalmente en desarrollar fundamentos y debates entorno a diferentes ideologías distinguidas a lo largo de estos últimos siglos, tales como el comunismo, y el anarquismo. En estos conversatorios, salían a la luz testimonios acerca de operativos por parte de la policía para desplegar una red de persecuciones hacia activistas políticos, para ejecutar capturas y allanamientos. Comprobaba cómo la historia se repetía, los factores represivos que suscitaban la subversión cambiaban de momento histórico. Para este tiempo, también, a nivel latinoamericano, países como Chile, Haití, Ecuador y Bolivia estaban inmersos en estallidos sociales, derivados en gran medida por el poder económico rapaz de las potencias capitalistas. Instituciones como el Fondo Monetario Internacional, El Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico ejecutaban sobre Latinoamérica estratagemas para reducir la soberanía de los países, mediante diversas políticas de endeudamiento. No es extraño, entonces, que los problemas hayan estallado en manejo de pensiones, salud, educación, servicios públicos y condiciones laborales. Pues bien, con todo esto, fue necesario cuestionar estas condiciones y salir a las calles el 21 de noviembre para determinar por la experiencia las consecuencias del actual modelo político económico, y el supuesto de que vivimos en un “país democrático”, expresión bastante repetida por mi “profesor” de historia y geografía de primaria. En la jornada del 21 de noviembre, Colombia se sumaba a la “primavera latinoamericana” con una participación social enorme, convocada por el comité nacional de paro y por diferentes sectores sociales ajenos a la representación de este comité. De esta convocatoria se desprenden diversos puntos centrales de exigencia y protesta en el sentir nacional: Asesinatos sistemáticos de líderes sociales. Faltas en el cumplimiento de los acuerdos de paz. La masacre de los niños en un bombardeo en Caquetá por parte del ejército nacional. Asesinatos de indígenas y excombatientes de las FARC Brutalidad represiva por parte del ESMAD Hubo lícitas respuestas violentas de diversos sectores sociales, mayormente populares, encausados por los puntos anteriores. Aquella tarde del 21 se gestaba la danza del amor y el miedo con fuego, rocas, sangre y llanto tanto de jóvenes como de ancianos, tanto de algunos ricos como de la mayoría de los pobres, como históricamente ha sucedido. El paro nacional, sin duda alguna, se convertía en un antes y un después en mis procesos de contacto con diversos círculos sociales y uno de los motivos de peso por el cual se conformó un grupo o minoría activa para empezar a responder al conjunto de problemas que recaían en los sectores mayormente afectados; todos estos problemas eran importantes para desarrollar participación dentro de la coyuntura nacional en las fechas posteriores. En consecuencia, los círculos sociales se ampliaron exponencialmente a medida que pasaban las posteriores fechas de protesta al 21 de noviembre. La organización del pequeño grupo al que pertenezco empezaba a formarse para las jornadas de protesta y se consolidaba, tomando un carácter, más que personal y amistoso, orgánico. En estas circunstancias, las formas de participación evolucionaban y sentían la necesidad de realizar agendas de estudio, las cuales mejorarían la comprensión de lo que estaba pasando tanto en Colombia, como en América Latina. Desarrollamos esta estrategia para generar una alternativa a los currículos académicos oficiales de la universidad, para estudiar temáticas e ideologías revolucionarias que muy poco suelen estudiarse dentro de la academia. Quién sabe, los jóvenes nos acogemos comúnmente en la prisa de tal modo que ponemos objetivos importantes y especiales para nosotros de un lado, pero perdemos de vista todo lo que está al otro lado. Es decir, en mi persona, suelo pensar que estudiaré mejor a Marx y a Mariátegui por fuera de la universidad, pero no he experimentado todo el aprendizaje y el potencial que se puede conseguir dentro de ella. En cierta medida, puede ser un juicio anticipado el que hago y sólo lo corroboraré cuando termine la carrera. Si bien, fue dura la situación de la universidad porque estableció un alcance limitado que no respondió a las exigencias y la dinámica coyuntural del país. Al estar cerrada, dejaba de ser un foco impulsor de las movilizaciones y atenuaba la participación estudiantil para el sostenimiento permanente del paro nacional, a la vez de que las demás universidades públicas también venían presentando conflictos internos y no suplían el impulso necesario para movilizar los sectores sociales, cuya participación en el paro inicialmente fue enorme. Poco a poco, el paro se fue apagando y el país empezó a sumergirse en el miedo después de una gran dosis de esperanza. Ahora es deber de todo el proletariado impulsar de nuevo la fuente de la esperanza, desbordando de amor y libertad sus pensamientos, rasgando el velo que cubre la supuesta democracia que nos venden y desnudando el miedo para ver en su interior educación y sosiego.